Gestión

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8 Martes 8 de abril del 2014 GESTIÓN diantes sobre el costo y la tasa de gra- duación del curso que han elegido. Noobstante,esnecesariohacermás. Por ejemplo, se debe exigir a las uni- versidades que investiguen cuánto ganan sus graduados y, sobre dicha base, proporcionar a los estudiantes una tasa de retorno de su inversión. Asimismo, las universidades deben tener más en juego en relación con el éxito de sus alumnos. En la actua- lidad, tienen una especie de incen- tivoparaasegurarsequesusgradua- dos no fracasen: si la tasa de inte- rrupción del pago de los préstamos estudiantiles de una universidad se eleva por encima de 25%, entonces sus alumnos ya no tendrán acceso a créditos respaldados por el Gobier- no Federal. Esta amenaza ha sido efectivacontralosmásegregiostras- gresores, pero hasta que las univer- sidades no alcancen ese techo, tie- nen pocos motivos para preocupar- se de que sus estudiantes se dirijan hacia opciones más remunerativas. Si se les hiciera responsables de una parte de las deudas estudiantiles im- pagas,digamos10%o20%deltotal, tendrían más que perder. Quienes se oponen argumentan que tales cambios condenarían a las carreras menos rentables —espe- cialmente las artes—. Pero no es cierto.Algunaspersonasestudiarán Artes y Humanidades por el puro placer de hacerlo y otros encontra- rán muy buenos empleos. Pero pagar decenas de miles de dólares por recibir educación supe- rior es la primera gran decisión que la mayoría de jóvenes toma, una que para mejor o peor, dará forma al resto de sus vidas. Estados Uni- dos debe hacer todo lo que esté a su alcance para ayudarles a hacerlo correctamente. Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez © The Economist Newspaper Ltd, London, 2014 EDICIÓN IMPRESA E l saber es el alimento del al- ma”, dijo supuestamente Platón. La gran literatura “irriga los desiertos” de nuestras vidas, remarcó C.S. Lewis (el creador de “Las crónicas de Nar- nia”). No se puede poner un valor a la educación, pero la formación uni- versitaria viene con un precio —de hasta US$ 60,000 anuales para es- tudiar una carrera de cuatro años en Estados Unidos—. Un informe de la firma investiga- dora PayScales intentó medir los re- tornos de la educación superior es- tadounidense y encontró que varían enormemente. Por ejemplo, un gra- duado de Ciencias de la Computa- ción de la Universidad Stanford pue- de esperar que ganará US$ 1.7 mi- llones más durante veinte años que alguien que nunca fue a la universi- dad, luego de deducir los costos de su educación. Por su parte, un grado en Huma- nidades e Inglés de la Universidad Internacional de Florida empeora la situación del graduado en US$ 132,000, mientras que en el 12% de las universidades analizadas, los grados en las especialidades de Ar- tes ofrecen retornos negativos, y el 30% ofrece peores beneficios finan- cierosqueinvertireldineroenbonos del Tesoro a 20 años. Nada de esto importaría si uno fuese rico y estudiase Bellas Artes para mejorar su apreciación de los cuadros de Rembrandt, pero la mayoría de los jóvenes estadouni- denses va a la universidad para po- der obtener un buen empleo. Es por ello que los universitarios de ese país han acumulado una deuda de US$ 1.1 millones de millones — monto superior a la deuda por tar- jetas de crédito—. Para la mayoría de los estudian- tes, la Universidad todavía es una inversión inteligente, pero para mu- BLOOMBERG Desde 1978, el precio de la educación universitaria en EE.UU. se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas. El año pasado, el presidente Barack Obama presentó la “tabla de puntaje universitaria”, que informará a los estudiantes sobre el costo y la tasa de graduación del curso que han elegido. Cada vez más educadores online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y valorarán. chos ya no lo es. Alrededor del 15% de los deudores de este segmento de- ja de pagar sus obligaciones con la banca a los tres años. Nada menos que 115,000 graduados trabajan cuidan- do a otras personas. Si el mercado la- boral se recupera, esta deprimente situación mejorará, pero existe una forma obvia para aumentar los retor- nos de una educación universitaria: hacerla más barata. Desde 1978, el precio de este servicio se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas. Mucho de ese dinero se ha desperdiciando en cosas que no tie- nen nada que ver con la educación —suntuosas residencias estudian- tiles, relucientes estadios y ejércitos de personal administrativo—. En 1976, el número de burócratas uni- versitarios era la mitad del personal académico, pero hoy el ratio es 1:1. De acuerdo con las universidades, es- tos gastos han generado resultados espléndidos: los alumnos tienen aho- ra más del doble de probabilidades de obtener una calificación A que en 1969. Sin embargo, cuando las eva- luaciones no son realizadas por pro- fesores de la institución, las notas son menos impresionantes. Un estudio halló que el 36% de los alumnos “no demostró ninguna mejora significa- tiva en su aprendizaje” durante los cuatro años de estudios. Algún día, la revolución Con el paso del tiempo, es probable que la educación digital ejerza pre- sión sobre las universidades. Los cursos online pueden brindarse con menores costos que los tradiciona- les puesto que no hacen uso de aulas 5 estrellas, ni necesitan vicerrecto- res encargados de fortalecer el am- biente del campus. En estos momentos, cursos del Ins- tituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ya están disponibles online y son gratuitos. Cada vez más educado- res online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y va- lorarán. A medida que esto vaya suce- diendo, las universidades tradiciona- les tendrán que proporcionar una óp- tima relación costo-calidad —quizás conunacombinacióndecursosonline y presenciales— o dejar el negocio. Pero aunque sea posible seguir los cursos del MIT por computadora, las universidades estadounidenses toda- vía no ofrecen muchos grados reputa- dos para alumnos online. La tecnolo- gíaestádemorándoseenrevolucionar la educación superior. Mientras eso ocurre, el gobierno puede ayudar a re- ducir costos y ya lo está intentando. El añopasado,elpresidenteBarackOba- ma presentó la “tabla de puntaje uni- versitaria”, que informará a los estu- Incluye contenido de The Economist No valen lo que cuestan MUCHAS UNIVERSIDADES ESTADOUNIDENSES NO BRINDAN LA EDUCACIÓN QUE DEBERÍAN. EL GOBIERNO PUEDE AYUDAR A CAMBIAR ESA SITUACIÓN.

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8 Martes 8 de abril del 2014 GESTIÓN

diantes sobre el costo y la tasa de gra-duación del curso que han elegido. No obstante, es necesario hacer más. Por ejemplo, se debe exigir a las uni-versidades que investiguen cuánto ganan sus graduados y, sobre dicha base, proporcionar a los estudiantes una tasa de retorno de su inversión. Asimismo, las universidades deben tener más en juego en relación con el éxito de sus alumnos. En la actua-lidad, tienen una especie de incen-tivo para asegurarse que sus gradua-dos no fracasen: si la tasa de inte-rrupción del pago de los préstamos estudiantiles de una universidad se eleva por encima de 25%, entonces sus alumnos ya no tendrán acceso a créditos respaldados por el Gobier-no Federal. Esta amenaza ha sido efectiva contra los más egregios tras-gresores, pero hasta que las univer-sidades no alcancen ese techo, tie-nen pocos motivos para preocupar-se de que sus estudiantes se dirijan hacia opciones más remunerativas. Si se les hiciera responsables de una parte de las deudas estudiantiles im-pagas, digamos 10% o 20% del total, tendrían más que perder.

Quienes se oponen argumentan que tales cambios condenarían a las carreras menos rentables —espe-cialmente las artes—. Pero no es cierto. Algunas personas estudiarán Artes y Humanidades por el puro placer de hacerlo y otros encontra-rán muy buenos empleos.

Pero pagar decenas de miles de dólares por recibir educación supe-rior es la primera gran decisión que la mayoría de jóvenes toma, una que para mejor o peor, dará forma al resto de sus vidas. Estados Uni-dos debe hacer todo lo que esté a su alcance para ayudarles a hacerlo correctamente.

Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez© The Economist Newspaper Ltd,London, 2014

EDICIÓN IMPRESA

El saber es el alimento del al-ma”, dijo supuestamente Platón. La gran literatura “irriga los desiertos” de

nuestras vidas, remarcó C.S. Lewis (el creador de “Las crónicas de Nar-nia”). No se puede poner un valor a la educación, pero la formación uni-versitaria viene con un precio —de hasta US$ 60,000 anuales para es-tudiar una carrera de cuatro años en Estados Unidos—.

Un informe de la firma investiga-dora PayScales intentó medir los re-tornos de la educación superior es-tadounidense y encontró que varían enormemente. Por ejemplo, un gra-duado de Ciencias de la Computa-ción de la Universidad Stanford pue-de esperar que ganará US$ 1.7 mi-llones más durante veinte años que alguien que nunca fue a la universi-dad, luego de deducir los costos de su educación.

Por su parte, un grado en Huma-nidades e Inglés de la Universidad Internacional de Florida empeora la situación del graduado en US$ 132,000, mientras que en el 12% de las universidades analizadas, los grados en las especialidades de Ar-tes ofrecen retornos negativos, y el 30% ofrece peores beneficios finan-cieros que invertir el dinero en bonos del Tesoro a 20 años.

Nada de esto importaría si uno fuese rico y estudiase Bellas Artes para mejorar su apreciación de los cuadros de Rembrandt, pero la mayoría de los jóvenes estadouni-denses va a la universidad para po-der obtener un buen empleo. Es por ello que los universitarios de ese país han acumulado una deuda de US$ 1.1 millones de millones —monto superior a la deuda por tar-jetas de crédito—.

Para la mayoría de los estudian-tes, la Universidad todavía es una inversión inteligente, pero para mu-

BLOOMBERG

Desde 1978, el precio de la educación universitaria en EE.UU. se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas.

El año pasado, el presidente Barack Obama presentó la “tabla de puntaje universitaria”, que informará a los estudiantes sobre el costo y la tasa de graduación del curso que han elegido.

Cada vez más educadores online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y valorarán.

chos ya no lo es. Alrededor del 15% de los deudores de este segmento de-ja de pagar sus obligaciones con la banca a los tres años. Nada menos que 115,000 graduados trabajan cuidan-do a otras personas. Si el mercado la-boral se recupera, esta deprimente situación mejorará, pero existe una forma obvia para aumentar los retor-nos de una educación universitaria: hacerla más barata. Desde 1978, el precio de este servicio se ha elevado más de cuatro veces que la inflación y ha superado el costo de las facturas médicas. Mucho de ese dinero se ha desperdiciando en cosas que no tie-nen nada que ver con la educación —suntuosas residencias estudian-tiles, relucientes estadios y ejércitos de personal administrativo—. En 1976, el número de burócratas uni-versitarios era la mitad del personal

académico, pero hoy el ratio es 1:1. De acuerdo con las universidades, es-tos gastos han generado resultados espléndidos: los alumnos tienen aho-ra más del doble de probabilidades de obtener una calificación A que en 1969. Sin embargo, cuando las eva-luaciones no son realizadas por pro-fesores de la institución, las notas son menos impresionantes. Un estudio halló que el 36% de los alumnos “no demostró ninguna mejora significa-tiva en su aprendizaje” durante los cuatro años de estudios.

Algún día, la revoluciónCon el paso del tiempo, es probable que la educación digital ejerza pre-sión sobre las universidades. Los cursos online pueden brindarse con menores costos que los tradiciona-les puesto que no hacen uso de aulas 5 estrellas, ni necesitan vicerrecto-res encargados de fortalecer el am-biente del campus.

En estos momentos, cursos del Ins-tituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ya están disponibles online y son gratuitos. Cada vez más educado-res online ofrecerán una formación que los empleadores entenderán y va-lorarán. A medida que esto vaya suce-diendo, las universidades tradiciona-

les tendrán que proporcionar una óp-tima relación costo-calidad —quizás con una combinación de cursos online y presenciales— o dejar el negocio.

Pero aunque sea posible seguir los cursos del MIT por computadora, las universidades estadounidenses toda-vía no ofrecen muchos grados reputa-dos para alumnos online. La tecnolo-gía está demorándose en revolucionar la educación superior. Mientras eso ocurre, el gobierno puede ayudar a re-ducir costos y ya lo está intentando. El año pasado, el presidente Barack Oba-ma presentó la “tabla de puntaje uni-versitaria”, que informará a los estu-

Incluye contenido de The Economist

No valen lo que cuestanMUCHAS UNIVERSIDADES ESTADOUNIDENSES NO BRINDAN LA EDUCACIÓN QUE

DEBERÍAN. EL GOBIERNO PUEDE AYUDAR A CAMBIAR ESA SITUACIÓN.