Germán Pardo García - Poemas Varios

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LECTURA AL ATARDECER

En un diario cualquiera estoy leyendo:"Un submarino atómico fue hundidopor fuerzas misteriosas..." Y suspendo

la lectura y me oculto adolorido,con los ojos a ras de ruina y tierra,girando en la penumbra y el olvido

de tanta angustia como el mundo encierra,y ojos y manos en silencio junto.Tanta impiedad mi corazón aterra

y ya casi sonámbulo pregunto:¿Tuvieron esperanza esos soldados?¿Qué quedó de su vida en aquel punto

del hundimiento? ¿Fueron devoradospor el mar implacable en un segundo?¿Tuvieron esperanza esos soldados?

La pregunta me hiere, ¡oh triste mundoparecido a una trágica cisterna,con un rostro sangrante en lo profundo!

Salgo a mirar hacia la vida externa.Un niño pasa. Y pienso, en mi descanso:¿qué será de este niño que se interna,

no cual una barquilla en un remanso,sino en orbes de llamas homicidas?Torno a mi soledad de siervo manso,

y apenas con las luces encendidasa las seis de la tarde, estoy leyendomuchas cosas quizá desconocidas:

un avión propulsor que estaba haciendomaniobras de luceros y soldados,estalló en el espacio. Oigo el estruendo

de ruedas y motores calcinados,y pregunto con súplica insistente:¿tuvieron esperanza esos soldados?

Inclino en lenta sumisión la frentey leo otra noticia rezagada:"anteayer, en Vietnam, súbitamente

fue una escuela de niños bombardeada".Y siento que una mano enceguecidame da en el corazón honda estocada.

Mi jardinero espíritu, a la vidapregúntale: ¿quién abre en mis costadosesta mortal y rencorosa herida?

¿Tuvieron esperanza esos soldados,los cosmonautas mártires caídosy los niños inermes bombardeados?

¡Oh mundo que conviertes tus sentidosen una enorme y funeral hoguera,desde la maravilla de los nidos

a la crucifixión en la trinchera!La mano encumbro en actitud de lirade cinco resonancias, cual si fuera

todo mi ser un himno que suspirapor la paz de los vivos y los muertos,arrastrados al fondo de la pira.

Y canto a los purísimos desiertosy al león semental y a los ganados,y a las blandas colinas y los huertos,

y de pronto mis labios azoradospreguntan a los aires enemigos:¿por qué fueron los niños bombardeados?

Paz y esperanza, escribo a mis amigoscon mi letra de araña tejedora,sepultada en los musgos y los higos.

Y encumbro la otra mano pulsadora,y soy diez cuerdas dígitas cantandoa la naturaleza constructora.

Y, laúd decimal, brillo danzandosobre la negación, y danza y danzami espíritu sinfónico, escuchando

los triunfos del amor y la esperanza.Paz y esperanza, escribo a mis amigos.Y un sol sin senectud arde en mi lanza

del color de la sábila y los trigosy la roturación de los arados.Mas, de pronto, a los aires enemigos

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oigo batir los muros almenados,y vuelvo a preguntar con insistencia:¿tuvieron esperanza esos soldados?

¡Ah mi simplicidad sin resistenciapara la angustia de la extraña herida,y la incineración de la inocencia!

Mi espíritu se aleja de la vidasobre un caballo de cristal y espuma,que luce al galopar lirios por brida.

Yo impediré que el odio lo consuma.Mi instinto de jinete es cabalgarlosin que le invada el corazón la bruma.

Trenzador de sus crines, he de amarlomás allá de la muerte. Y cuando muera,en medio de palomas sepultarlo.

Así, al atardecer, en un cualquieraperiódico del mundo, estoy leyendotanta noticia cruel que uno quisiera

que no fuese verdad, y padeciendopor los niños que fueron bombardeadoscuando estaban inermes, conociendo

la verdad de la vida, ensimismadosen sus pequeños libros de lectura.¡Pobres niños! me digo, incinerados

por un mundo que bebe su amarguray come un pan con ácidos dementes,revueltos en la blanca levadura.

Salgo a mirar las cosas y las gentes.Delante de mi casa hay un gran pino.¿Sufren, tal vez, sus ramas penitentes?

¡Ah, no lo sé! Paréceme divino,como implorando paz en esta hora,para una humanidad que a su destino

tiene atada una estrella destructora.Ya son las siete de la tarde. El vientoregresa en calma tímida, insonora.

Busco mi asilo defensor y sientoque algo me oprime. Pienso en los soldadosen el fondo del mar. El sufrimiento

se me vuelve tenaz. En los costadosde mi espíritu humilde, una estocadadestrúyeme los sueños dibujados

allá cuando la vida era contadapor mi padre, como un cuento sin brumas,y mi credulidad iba montadasobre un caballo de cristal y espumas.

SABIDURÍA

De mi sabiduría es lo más altolo que más sumergido en mí trabaja:aliento pulmonar que sube y baja,moléculas de oculto sobresalto.

No entendería el estelar asaltoque da a las nubes su estupenda faja,si no fuera el cuchillo con que tajala tiniebla su fúnebre cobalto.

Me afianzo en lo proclive cual demiurgode los hoyos, ¡oh Abismo taumaturgoque en mis paredes cósmicas retumbas!

Lo que sé de la vida y su grandeza,lo aprendí de mi pávida certezade tanto caminar entre las tumbas.

YO SOY AQUÉL

No me juzguéis porque mi cuerpo durode intensas cicatrices limpio se halla.Yo soy el que está muerto en la batalla.El trucidado contra el torpe muro.

Perdí las manos y vivir procurosin pies y caminar por donde estalladiariamente el dolor del que se callapara sobrevivir solo y oscuro.

Yo soy el jardinero ametrallado.El pobre jornalero que resistesiempre a su yugo mineral atado.

No me juzgues por mí, tú que me oístecantar sobre el azul acantilado.Soy aquél hombre comunal y triste.

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MUNDOS EXTRAÑOS

Alguien sufre en la cruz de una alambrada.No puede ser el labrador vecino.Ayer le vi tornar por su camino.Su antigua senda y habitual jornada.

Alguien sufre en la cruz de una alambrada.Pregunto al alfarero, al campesinoque fieles me visitan, al que vinocon su amor hasta mí. ¡No saben nada!

Nada saben y atónitos me miran.Les vuelvo a preguntar. Callan, suspiran.¡Estos hombres de paz no saben nada!

¡Solamente yo sé que en lo sombrío,y en un extraño mundo, no en el mío,alguien sufre en la cruz de una alambrada!

EL SACRIFICIO

Es este el sacrificio:amar; oír las vocesde los amados seresque habitan en nosotros.Sentir cómo se muevencon un rumor inmensode mares y de bosques.Mirar sus ojos clarosy sus cabellos puros.Tocar los mismos árbolesy ver cómo se escondenidénticos crepúsculosen almas paralelas.Saber que si una tardedivina los hallamos,seremos de su sombralas lámparas de bronce.

Oír que nos imploran:escúchanos y síguenos.Por nuestra sangre corremagnífica la vida.Somos la misma vida.Nuestro calor es llamade cumbres y de soles.La tierra es una imagende nuestra semejanza.Las cosas florecieroncomo nuestra virtud.El musgo de las piedrascayó de nuestro sueño,

y el agua de los ríosdescansa en nuestro amor.

Y, sin embargo, firmesen nuestro sacrificio,cerrar a cal y cantolos ojos y los tímpanos.No oír jamás las vocesde los amados seresque habitan en nosotros,ni ver cómo se muevencon un rumor inmensode mares y de bosques.Saber que no seremosel polvo de sus plantas;la sal de su amargurani el goce de sus goces.

Cerrar a cal y cantolos ojos y los tímpanos.Dejar en nuestro pecholas manos, cual cerrojosque guardan un abismo,y atar a nuestros labioslas iras y las voces.Bajar hasta unas lágrimaspor un camino llenode azules amapolas.Llevar sobre las sienesel signo de los mártires.Beber de unos doradosesteros que no existen.Vestir aquella túnicade la creciente nube.Y así, con un silenciode estrellas y de símbolos,por diáfanas mesetasy montes de zafiro,andar hacia las cúpulasde nuestra claridad,

que están brillando, inmóviles.

VEJEZ DE UN HÉROE

Esta vez no fue al campo de las grandes batallas.Desalojado estuvo de allí su hermoso cuerpode estremecidas ancas y musculado tórax.Taciturno camina por la tierra de nadie.La tierra ha vuelto a ser de nadie.Él lo entiende y camina por la tierra de nadie.Tal vez oye el clamor de insólitos clarines

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y el galopar de la caballería.Sus crines están blancas y él es un héroe oscuro.Les roe a los caminos raquítica pastura.Detiéneseindeciso,y se regresay se va por la tierra que volvió a ser de nadie.

Asciende a una colina para ver el crepúsculo,ese gran compañero del hombre solitarioy de la bestia sola.En sus cansados ojos quizá vagan imágenesde rápidos lanceros y libres pabellones,y el sol prende en su pecho un brillo adusto,semejante al estigma de las crueles victorias,y al esplendor de agónicos retablosdonde habitan figuras suplicantes,doradas por el fuego del martirio.

MANOS DE UN HOMBRE

Manos de las tormentas, pero mudas;del silencio tapiado, pero activo;quitándole al segundo fugitivotiras de nervios, crápulas desnudas.

En la sombra, contráctiles, ganchudascomo hambrientas tarántulas, cautivodejan mi corazón imperativo,de su silencio y amenazas rudas.

Siempre en el arrebato y cabalgantes;insaciadas, me sirven para cosasinmundas o sublimes de la vida.

Manos sordas y ciegas y escarbantes;profanando paredes misteriosas;buscando una evasión, una salida.

El Festín

Un negro; y un mantel blanco en la mesa

recién servida. El hombre, inmanumiso,

nada puede tocar. Así lo quiso

su piel oscura, su pelambre espesa.

¡Qué hermosa la dulcísima frambuesa

y el pan qué nutridor, y cómo el guiso

sahúma el culinario paraíso

cubierto de uvas, de alcaparra y fresa!

Y él está allí, con hambre en esa casa;

con sed en las lagunas de ese huerto;

con frío en los rescoldos de esa brasa.

Invitado a un festín del que es lo yerto;

la seca miel que la amargura tasa,

y el comensal de un trágico desierto.

Ignorancia

¡Cuánta sabiduría congelada

como en invierno las palomas muertas!

¡Cuánto libro, y las cátedras desiertas!

¡Y qué desolación en la mirada!

¡Y crecieron los números y nada

pudimos definir! Las diurnas puertas

de la penetración siguen abiertas,

pero la noche del dolor cerrada.

Y todo lo sabemos y partimos

la esfera en dos y en sus mitades vimos

crecer la claridad conturbadora.

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Mas ignoramos ¡y callar nos daña!

por qué en la inmensidad de la montaña

la codorniz cuando atardece llora.

 

Unico Dueño

 Unos pocos centímetros apenas.

Los tengo calibrados y medidos.

¡Ahí dormirán mis ojos, los oídos,

la carne magra, sus vulgares penas!

¡Ya he probado el sabor de esas arenas,

por conocer desde antes sus sentidos:

huelen a orín, a fémures podridos,

a cáncer de nocturnas azucenas!

¡Yo seré propietario de este oscuro

rincón de cal y sólido diseño!

¡Pero nadie vendrá frente a este muro

a codiciar dormir con este sueño,

o a estremecer el socavón seguro

y despertar al rencoroso dueño!

EL CONVITE

Lo que hallaste en la mesa, justamente,no fue sino el sabor de mi ternura;un fruto sabio, un pan sin amargura,

y el agua de la vida allí presente.

Junté las manos y elevé la frentepara darte el amor, en la clausuradel corazón recóndito; en la alburade la mesa ofrecida humanamente.

Toma de este manjar y que este vinosea, en el dulce vaso diamantino,la primera señal de nuestra alianza.

Yo soy la vida y tú el amor. Y el frutodel encarnado amor, en el minutocuajó la eternidad de su esperanza.

VOZ EN LA SOLEDAD

Oigo una voz que nunca había escuchado,y digo, en mi ansiedad estremecida:es el aire que pasa desoladoy perturba la rama florecida.

 Vuelvo a sentir la voz. Iluminandoesplende el cielo; absorta está la vida,y la sangre descansa en el costado,como una onda ciega, detenida.

 En el silencio grávido de la sombra,por tres veces la misma voz me nombra.Y el corazón tenaz oye, en su espera,

 que esa voz es el eco de sí mismo,que ha de flotar por siempre en el abismode su desolación cuando yo muera.

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Héctor Guillermo Pineda

Conviene anticipar que para hablar del poeta colombiano Germán Pardo García, hay que recordar que es autor de un bello libro de poemas titulado Eternidad del ruiseñor al que

debo las señas para ilustrar el título de estos apuntes: que espero logren a cabalidad situar literariamente el homenaje que como Acto poético de Germán Pardo García; Ediciones Cuadernos Americanos le dedicó en 1953, correspondiendo al dicho del poeta mexicano Enrique González, en el sentido de que “su obra constituye uno de los más altos ejemplos de América”.Germán Pardo García es una figura literaria continental, que todos la relacionan con las de Pablo Neruda, César Vallejo, Gabriela Mistral, José Gorostiza, Carlos Pellicer... Ese parecer comparativo no está alejado de la verdad. Los que conocemos la obra de ellos consideramos acertado el sentimiento de revaloración que se hizo en esa oportunidad; que nosotros estimamos oportuno aprovechar una adquisición que logré en una librería de viejo; comprar el volumen dedicado sonoramente Acto poético de Germán Pardo García. Son de esas adquisiciones que por pura casualidad, llegan a motivar al lector, desprevenido o aventurado a los hallazgos que multiplican el acervo cultural de los pueblos.Para referirme a Germán Pardo García, recurro a este libro antológico; porque no sólo trae un prólogo admirativo, justo y enriquecido de historia debido a la pluma de Manuel Scorza, sino mucha poesía de cuatro libros del colombiano que universalizó su numen en la conciencia nacional e internacional. En Las voces naturales (1945). Los sueños corpóreos (1947). Poemas contemporáneos (1949) y Lucero sin orillas (1952), el poeta Germán Pardo García deja sus inspiraciones de más justificativa exaltación humana y espiritualmente

constructiva.La aspiración de Pardo García para que la poesía llegara a los confines de las cosas bellas y racionalmente comprensibles. Las demuestra en los siguientes versos que pertenecen al poema Mujer naturaleza escrito en junio de 1944 y publicado en su libro Las voces naturales (1945), que son el testimonio de una reconciliadora conceptualización de la metáfora rebelde y visionaria:

“Te presentía en mis nativos valles, cuando la savia universal circulamás honda por los días y los seres,y en su fuerza confía el corazón.Crecía otoño substancial, cargadode almendras y colores primitivos.La piedra su dolor humanizaba.Fluía el agua cada vez más próxima.Tierra y cielo juntaban sus orillasante la eternidad de las atmósferas,y tú venías semejante al fruto,tierno en la brisa vertical del ramocuyos preludios la bondad sazona;granada un día de sabor perfecto;y absoluto en las últimas canículas,mostrando al mundo de las cosas ciertas,su generosa naturalidad”.

Me gustaría creer que este estilo tan diáfano y realista, sonoro y constelado de imágenes apasionadas, fueron suficientes a la creación fervorosa del poeta guatemalteco Werner Ovalle López; pues en su poema en cuatro estancias “Padre nuestro maíz”, está configurado el despertar de los versos revolucionarios con que encendió los cenáculos guatemaltecos.Hay mucho que me interesa transcribir acerca de lo infinito, sublime y fundamental que tienen los poemas de Germán Pardo García. Lo triste que encuentro acerca de esta idea, es que tratándose de varios que merecen enriquecer esta memoria de mi vida en las letras; me resigno a trasladar únicamente, aquellos que considero prioritarios en la perspectiva que mi aliento íntimo me impulsa a realizarlo. La intención será comprendida, en vista de la circunstancia que nos inhibe de la pretensión aludida. En el futuro, quizás pueda profundizar en el tema; porque la poética de Germán Pardo García hay que relacionarla

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con la poesía colombiana que es rica en poetas y novelistas-poetas como el preclaro y famoso Gabriel García Márquez...Y es que la palabra lírica de Germán Pardo García es tan llena de energía cíclica, que hay relámpagos, huracanes, tempestades y una luz perenne que cubre todos los designios del pensamiento contemporáneo. Sus amigos (que fueron muchos) coinciden en que su fuerza telúrica radica en la enorme soledad de su vida: llena también de estrellas y una esperanza dionisiaca en la cúspide de los sueños intemporales. De ahí nació quiérase o no, su poemario Lucero sin orillas, y tomo precisamente unos versos que en el poema “Último sol sobre las cumbres”, surca mejor el firmamento colombiano:

“Óyeme hablar y sentirás el vértigode las constelaciones que interrogo.Mírame al centro de los ojos verdesy encontrarás el odio del pantano.No soy del orbe tuyo en que sazonancontinentes de trigos y naranjas.Soy de la oscuridad, de lo más hondodel frenético piso americano,y si aclara en mi espíritu es con todos los desórdenes y los desequilibriosde un cielo huracanado cuando bajael último sol sobre las cumbres”.

Queden entonces las promesas solemnes, y será cuando Germán Pardo García, tenga de nuestra parte un ensayo de opinión acerca de toda su obra poética. En mi arcón dejo guardado este apunte que tuvo la suerte de conocer la grandeza de un ruiseñor; que cantó con humana y delicada transparencia espiritual a su pueblo y a sus hermanos que peregrinan en el mundo de la poesía. Gracias al autor que nos legó luceros, con infinita brújula literaria y sueños que rondan el espacio de nuestro continente primaveral y eterno