George Duby - La Epoca Feudal

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    XII1. LA POCA FEUDALMientras en las fronteras de la cristiandad latina la continuidad y el reforzamiento de lascampaas de agresin, cada vez ms en direccin hacia el este y el sur, exaltan el vigor de un sistema econmico basado en la captura violenta y en el saqueo, aceleran lostrasvases de riquezas y preparan de este modo algunas condiciones favorables alcrecimiento, en el interior de Europa se ven aparecer, durante los decenios en torno alao mil, los rasgos de una nueva ordenacin de las relaciones humanas: lo que loshistoriadores han acostumbrado llamar el feudalismo. Simple revelacin de un movimientode gran amplitud que, largo tiempo disimulado, se haba iniciado en la poca carolingia ycuya evolucin precipitaron las invasiones de los siglos IX y X. En las regiones msevolucionadas, es decir, en Galia, llega a su trmino durante los ltimos decenios del sigloXI; no afecta a Germania, pas nuevo, sino con un retraso de ms de cien aos; en lazona mediterrnea de la cristiandad, de modo especial en Italia, se amortigua al contactode estructuras contrarias cuyos pilares son la vitalidad urbana y la animacin ms precozde las corrientes monetarias. Esta mutacin de las bases polticas y sociales seacomodaba indiscutiblemente a la situacin de una economa agraria dominada por una

    aristocracia cuya influencia haban reforzado las campaas militares, y a su vez influy,de manera muy directa, en la evolucin econmica. El feudalismo sirvi de marco a laevolucin econmica en un nuevo orden, cuyos beneficios tuvieron un papel determinanteen el desarrollo interno de la economa europea.

    LOS PRIMEROS SIGNOS DE LA EXPANSIN A decir verdad, las seales del desarrollo tardan en manifestarse; es notable que losnarradores que escribieron en Galia durante el perodo central de esta mutacin, es decir,en la primera mitad del sigloXI, entre otros Ademar de Chabannes o Ral Glaber, no hayan dado pruebas de haber observado a su alrededor algn progreso al nivel de la civilizacin material. Ciertamente,todos estos hombres haban sido educados en monasterios y muchos no haban salido de

    ellos; el mundo terrenal no mereca la atencin de estos monjes y la historia que lesinteresaba escribir era la del destino moral de la humanidad, la marcha del pueblo de Dioshacia el fin de los tiempos y hacia la Jerusaln celestial. A sus ojos, no lo olvidemos, lasverdaderas estructuras del mundo eran espirituales y los aspectos de la realidadeconmica eran simples epifenmenos. No esperemos por tanto que sean buenostestigos de la realidad econmica. No obstante, su silencio prueba al menos que, en sutiempo, las transformaciones de la economa se realizaban lentamente y no tenan uncarcter llamativo. Sin embargo, existan, y algunos de sus aspectos fueron puestos derelieve por escritores eclesisticos porque vean en ellos las seales de los designiosdivinos.Los eclesisticos fueron especialmente sensibles a dos clases de fenmenos. En primer lugar, a las calamidades, que interpretaban como la expresin de la clera divina o del

    mal que mantiene al hombre prisionero y retrasa su marcha hacia la luz. Descubrieron,pues, las grandes oleadas epidmicas que recorran los campos de Occidente y que slopodan ser detenidas, a sus ojos, con plegarias, con actos de penitencia colectiva ymediante el recurso al poder tutelar de las reliquias. El desarrollo de las enfermedades y especialmente del mal de los ardientes era favorecido, segn todas las evidencias,por carencias alimenticias; no falta el escritor que establece un nexo entre la epidemiaque asol la Francia del norte en 1045 y la escasez de alimentos: Un fuego artificial sepuso a devorar numerosas vctimas...; al mismo tiempo, la poblacin de casi todo elmundo sufri hambre a causa de la escasez del vino y de trigo [21] . El pueblo al que serefieren estos textos aparece en efecto bajo la amenaza constante del hambre. Lamalnutricin crnica se agrava de tanto en tanto y determina mortandades catastrficas,como la del flagelo de penitencia, que, si creemos a Ral Glaber, asol toda Europa

    durante tres aos en los alrededores de 1033. A pesar de la aparente contradiccin, no esaventurado ver en esta hambre permanente y en estas crisis peridicas que acumulabanen los cruces de los caminos cadveres sin sepultura y que obligaban a comer cualquier cosa, tierra o carne humana, el signo de una expansin. No reflejan acaso eldesequilibrio temporal entre el nivel de la produccin, entre las deficiencias tcnicas deuna agricultura alimenticia siempre muy vulnerable a los fenmenos atmosfricos lluvias continuas haban empapado la tierra hasta el punto de que durante tres aos nofue posible abrir surcos capaces de recibir la simiente y el nmero de consumidoresmultiplicados por el empuje demogrfico? En cualquier caso, la descripcin trgica quenos ofrece del hambre de 1033 el relato de Ral Glaber prueba que el fenmeno seproduca en un medio econmico sensiblemente desarrollado: los actos de canibalismoque denuncia se produjeron en un pas en el que los viajeros circulaban por caminos

    preparados y hacan paradas en albergues, en el que exista la costumbre de vender carne en el mercado, donde el dinero serva normalmente para obtener alimentos (se

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    quitaron todos los adornos de las iglesias para venderlos en beneficio de los indigentes),en el que los especuladores se beneficiaban de la miseria comn [22] . Este mundo est enmovimiento y las calamidades que lo asaltan son en realidad el precio de una expansindemogrfica quizs demasiado vigorosa, en todo caso desordenada, pero que puedeconsiderarse como una de las primicias del crecimiento.Por otro lado, a los cronistas les sorprenden algunas novedades. Las interpretan deacuerdo con las perspectivas de una historia orientada hacia la salvacin de lahumanidad, pero las consideran en s mismas indicios indudables de un progreso. Pasadoel milenario de la pasin de Cristo, Ral Glaber registra las manifestaciones de lo que sele figura una nueva alianza, una nueva primavera del mundo, cuya eclosin es el efectode la clemencia divina. Entre las seales que han llamado su atencin, hay tres que, contoda claridad, aluden al juego de las fuerzas econmicas. Insiste, en primer lugar, en ladesacostumbrada animacin de los caminos. Los nicos viajeros que cita expresamenteeste hombre deIglesia son peregrinos, pero le parecen ms numerosos que nunca (Nadie habra podidoprever tal afluencia; inicialmente fueron las gentes de las clases inferiores, despus lasdel pueblo mediano, ms tarde los grandes, reyes, condes, marqueses, prelados; por ltimo, algo que jams haba sucedido, muchas mujeres, las ms nobles con las ms

    pobres, se dirigieron a Jerusaln [23] ). Y si es necesario, como lo hacen los historiadoresde la poca, explicar la ampliacin de los desplazamientos piadosos por un cambioprofundo en las actitudes religiosas, no se puede poner en duda que fue facilitado por lamovilidad creciente de las riquezas y que contribuy de manera decisiva a acentuar estamovilidad. Para iniciar, para proseguir la marcha, los peregrinos deban procurarseinstrumentos monetarios, gastarlos, distribuirlos a su alrededor. Estas gentes de todas lasclases se beneficiaban, sin duda, de la hospitalidad gratuita de los establecimientosreligiosos; pero no podan acogerse a ellos en todas las etapas. Adems, normalmentedurante la peregrinacin y mientras se hallaban en tierra cristiana, no obtenan susprovisiones mediante el saqueo. De vez en cuando deban comprar alimentos y equipo, yde este modo dejaban un reguero de monedas a su paso, monedas que recoganproductores y revendedores y que, desde todos los cruces de caminos, estimulaban la

    actividad hasta el fondo de los campos. Finalmente, los viajes llevaban a los peregrinoshasta los confines turbulentos de la cristiandad, donde no faltaban ocasiones de rapias acosta de los infieles, y muchos no volvan con las manos vacas.Segunda seal que los historiadores de la poca inscriben tambin en el marco de unprogreso espiritual: la reconstruccin de iglesias. Cuando se aproximaba el tercer aoque sigui al ao mil, se vio en casi toda la tierra, pero sobre todo en Italia y en la Galia,renovar las baslicas e iglesias. Aunque la mayora, muy bien construidas, no tuviesenninguna necesidad, la emulacin empujaba a cada comunidad cristiana a tener iglesiasms suntuosas que las de las restantes. Era como si el mundo se hubiese sacudido y,liberndose de su vetustez, hubiese vestido por todas partes una blanca ropa de iglesia.Casi todas las iglesias de las sedes episcopales, los santuarios monsticos dedicados alos diferentes santos e incluso los pequeos oratorios de las aldeas fueron reconstruidos,

    ms bellos, por los fieles [24] . Evidentemente, estas empresas de construccinsustrajeron al medio rural una parte de las fuerzas productivas para aplicarlas a laextraccin, al transporte y al trabajo de una masa considerable de materiales. Es posibleque algunos obreros fueran dependientes de los seoros eclesisticos, obligados aprestar gratuitamente su colaboracin; pero es seguro que muchos eran trabajadoresindependientes.Haba que alimentarlos en los lugares de trabajo y comprar en el exterior complementosalimenticios, ya que los excedentes normales de la produccin seorial no podansoportar esta sobrecarga de consumidores. Tambin haba que pagar salarios en dinero.Por tanto, la renovacin de los edificios eclesisticos se vio favorecida por el aumento dela circulacin monetaria, y a su vez aceler la movilizacin de los metales preciosos quese haban acumulado lentamente en el tesoro de los santuarios y de los grandes, porque

    stos contribuyeron con sus limosnas en oro y plata a la construccin de un decoradoms suntuoso en el que pudiera desarrollarse el oficio divino. Indicios dispersos por lostextos de la poca suministran la prueba de este movimiento de destesaurizacin.Frecuentemente, en el relato que hacen del embellecimiento de los edificios religiosos, loscronistas evocan, presentndolos como un milagro, el descubrimiento y la utilizacininmediata de tesoros ocultos. As, Ral Glaber, al hablar de la reconstruccin de lacatedral de Orlans: Cuando el obispo y los suyos proseguan activamente la obracomenzada a fin de acabarla cuanto antes de forma magnfica, recibieron una aprobacinmanifiesta de Dios. Un da en el que los albailes, para elegir el emplazamiento de loscimientos de la baslica, sondeaban la solidez del suelo, descubrieron una gran cantidadde oro que consideraron suficiente para llevar a cabo toda la obra, aunque sta fueragrande; cogieron el oro descubierto por azar y lo llevaron al obispo, quien dio gracias a

    Dios todopoderoso por el regalo que le haca, lo tom y lo entreg a los guardianes de laobra, ordenndoles que lo gastaran ntegramente en la construccin de la iglesia... As, no

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    solamente fue rehecho el edificio de la catedral, sino que, por consejo del obispo, lasdems iglesias que se deterioraban en la ciudad y las baslicas edificadas en memoria delos santos fueron reconstruidas ms bellas que las antiguas... Incluso la ciudad se cubride casas... Helgaud de Saint-Benoit-sur-Loire, bigrafo del rey de Francia Roberto elPiadoso, anota, entre otras cosas, que la reina Constanza, despus de la muerte de suesposo, hizo retirar del oro con el que el soberano haba hecho revestir el altar de SanPedro en la catedral de Orlans siete libras y las dio para embellecer la techumbre dela iglesia Por ltimo, los narradores de comienzos del siglo xi observaron seales derenovacin de un tercer tipo. Estas seales revelan la instauracin de un orden nuevo, esdecir, el establecimiento de las estructuras feudales.

    EL ORDEN FEUDALEl empleo de la palabra feudalismo que hicieron los historiadores marxistas para definir una de las fases principales de la evolucin econmica y social se justifica por el papelque el feudalismo en su sentido amplio, es decir, las formas que revisti el ejercicio delpoder en Europa occidental a partir del ao mil ha desempeado en la ordenacin delas nuevas relaciones entre las fuerzas productivas y los que obtenan provecho de ellas.Por esto, interesa examinar con atencin este cambio fundamental del marco poltico.

    El feudalismo se caracteriza, en primer lugar, por la descomposicin de la autoridadmonrquica, y hemos visto que la impotencia de los reyes carolingios para contener lasagresiones exteriores haba acelerado, en el siglo IX, la dispersin de su poder. Ladefensa del pas, funcin primordial de la realeza, pas de manera irreversible, pero muyrpida, a manos de los prncipes regionales. Estos se apropiaron de las prerrogativasreales que haban sido delegadas en ellos y las incorporaron al patrimonio de una dinastacuyos fundamentos pusieron por este mismo hecho. Despus, poco a poco, la mayor parte de los grandes principados se disgregaron a su vez de la misma forma que sehaban disgregado los reinos. Jefes de menor importancia, los condes en un primer momento y ms tarde, hacia el ao mil, los hombres que mandaban las fortalezas,lograron su independencia con respecto a los prncipes. Este movimiento llena todo elsiglo X en Galia; se extiende a la monarqua inglesa y penetra en Italia, modificndose

    aqu ligeramente a causa del vigor de las ciudades. Tarda en introducirse enGermania, donde las estructuras polticas carolingias se mantienen vivas hasta losumbrales del siglo XII.Esta fragmentacin del derecho de mandar y de castigar, de asegurar la paz y la justicia,su inscripcin en marcos territoriales cada vez ms reducidos y que finalmente seajustaron a las posibilidades concretas de ejercer una autoridad efectiva y de manifestar permanentemente a los ojos de todos la realidad de un poder en un mundo rural y brbaroen el que era difcil comunicarse a distancia, esta fragmentacin era de hecho unaadaptacin de la organizacin poltica a las estructuras de la vida material. Pero esimportante subrayar que la mutacin se realiza en el momento mismo en que, en elinterior de este medio campesino, se perda poco a poco el recuerdo de las guerras desaqueo, peridicas y fructferas, realizadas en otro tiempo por el conjunto de los hombres

    libres contra etnias extraas. Coincide con la instauracin de una prctica nueva de laguerra y con el establecimiento de una nueva concepcin de la paz.El desarrollo de la ideologa de la paz de Dios acompaa las ltimas fases de lafeudalizacin. Se manifiesta por primera vez poco antes del ao mil en el sur de Galia, alldonde la disolucin de la autoridad real haba sido ms precoz; despus, poco a poco,toma consistencia al tiempo que se extiende bajo diversas formas por toda la cristiandadlatina. Sus principios son muy sencillos: Dios haba delegado en los reyes consagrados lamisin de mantener la paz y la justicia; los reyes ya no son capaces de hacerlo, y por tanto Dios reasume su poder de orden y lo concede a sus servidores, a los obispos,apoyados por los prncipes locales. De este modo, en cada provincia, se renen conciliosconvocados por los obispos, y en ellos participan los grandes y sus guerreros. Estasasambleas pretenden disciplinar la violencia e imponer reglas de conducta a quienes

    llevan armas. Los concilios recurren a sanciones de tipo moral y espiritual; todos loscombatientes del pas deben comprometerse mediante juramento colectivo a respetar ciertas prohibiciones, bajo pena de excomunin, es decir, bajo pena de la venganzadivina. El sistema muestra una eficacia relativa. Los campos de Occidente no dejaron desufrir, a lo largo de los siglos XI y XII, tumultos militares con su cortejo de depredaciones.Pero, a pesar de todo, la institucin de la paz de Dios tuvo una gran influencia en elcomportamiento de los hombres y en las estructuras ms profundas de la vida econmica.

    Ante todo cre, por primera vez, una moral coherente de la guerra; sta, en lassociedades de la Alta Edad Media, era considerada una actividad normal en la que sepona de manifiesto del modo ms absoluto la libertad jurdica. Ningn beneficio parecams justo que el que se poda obtener en la guerra. En adelante, segn los preceptos delos concilios de paz, no fue lcito combatir al igual que comerciar con el dinero o realizar

    el acto sexual

    sino dentro de lmites muy precisos. Fueron sealados sectores en losque la accin de las armas era denunciada como perversa, contraria a los designios de

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    Dios y al orden del mundo. Toda violencia militar fue prohibida en ciertas reas prximasa los santuarios y cuyas fronteras sealaban cruces levantadas en los caminos, duranteciertos perodos correspondientes a los tiempos ms sagrados del calendario litrgico, ycontra ciertas categoras sociales consideradas vulnerables: el grupo de los eclesisticosy el de los pobres, es decir, la masa popular. Todos estos principios morales sehallaban en embrin en las normas de justicia y paz que los reyes de la poca carolingiahaban intentado imponer. Pero se impusieron de manera ms eficaz al conjunto delpueblo cristiano porque la Iglesia latina los hizo suyos y los integr en un cdigocoherente, vlido para todos los fieles de Cristo, y esto en el momento en que los grandesEstados que se haban forjado en otro tiempo a travs de la conquista se fraccionaban enuna multitud de pequeos poderes rivales. La fragmentacin de Europa en innumerablesclulas polticas habra podido multiplicar los enfrentamientos militares, dar nuevo vigor alas guerras tribales y restaurar en Europa estructuras econmicas basadas en buenaparte en el pillaje permanente. De hecho, las prescripciones de la paz de Dioscontribuyeron a desviar los poderes de agresin que contena la sociedad feudal hacia elexterior del mundo cristiano. Contra los enemigos de Dios, contra los infieles no sloestaba permitido, sino que era eminentemente saludable guerrear. Los hombres de guerrafueron por tanto invitados a desplegar fuera de la cristiandad su funcin especfica. El

    espritu de cruzada, que procedem directamente de la nueva ideologa de la paz, dirigi alos guerreros hacia frentes de agresin exteriores, hacia las franjas florecientes en las quelos combates contribuan poderosamente a poner en circulacin las riquezas. Por elcontrario, apoderarse por la violencia militar de los bienes de las iglesias y de los pobresapareci cada vez ms claramente, a quienes tenan vocacin de combatir, como unpeligro para la salvacin del alma. Sin embargo, si las capturas que provenan en otrotiempo de la agresin les fueron en principio prohibidas, pudieron realizar otras, acondicin de que fueran pacficas, de que se inscribieran en los marcos del seoro.Condenando los beneficios de la violencia, la moral de la paz deDios legitim en compensacin la explotacin seorial al presentarla como el precio de laseguridad ofrecida, en las nuevas estructuras, a la masa de los trabajadores.Esta moral desembocaba en una representacin sociolgica que vino a ajustarse

    estrechamente a la realidad de las relaciones econmicas y que, simultneamente, dio astas mayor firmeza. Alrededor del ao mil, las prohibiciones aprobadas en los conciliosde paz llevaron a la madurez la teora de los tres rdenes que lentamente se elaboraba enel pequeo mundo de los intelectuales: Dios, desde la creacin, ha dado a los hombrestareas especficas; unos tienen la misin de rezar por la salvacin de todos, otros estnllamados a combatir para proteger al conjunto de la poblacin, y al tercer grupo, conmucho el ms numeroso, le corresponde mantener con su trabajo a las gentes de Iglesiay a las gentes de guerra. Este esquema, que se impuso muy rpidamente a la concienciacolectiva, ofreca una imagen simple, conforme al plan divino y serva para justificar lasdesigualdades sociales y todas las formas de explotacin econmica. En este marcomental, rgido y claro, se incluyeron sin dificultad todas las relaciones de subordinacincreadas desde tiempo remoto entre los trabajadores y campesinos y los seores de la

    tierra, que son las que rigen los mecanismos de un sistema econmico que se puedellamar, simplificando, feudal.Las tres rdenes En este modelo ideolgico construido por los intelectuales, todos ellos pertenecientesentonces a la Iglesia, los especialistas de la oracin se situaban evidentemente en la cimade la jerarqua de los rdenes. Por esta razn no slo deban estar exentos de todas laspunciones que el poder pudiera realizar sobre sus bienes por medio del pillaje o de lafiscalidad, sino que pareca necesario que una parte considerable de la produccin llegaraa sus manos para ser ofrecida, por su intermedio, a Dios y ganar as los favores de ladivinidad. Una idea de esta naturaleza invitaba por tanto a que prevaleciesen, entre losactos econmicos, los de la consagracin y el sacrificio, y, efectivamente, su instalacinen la conciencia colectiva coincide con el momento en que la riada de donaciones

    piadosas en favor de los establecimientos religiosos alcanz su mayor amplitud: nunca,en la historia de la Iglesia cristiana de Occidente, fueron las limosnas tan abundantescomo durante los cinco o seis decenios que rodean al ao mil. Los fieles daban limosnascon cualquier motivo: para lavar una falta que acababan de cometer y que saban quepona en peligro su alma; ms generosamente todava, y con evidente riesgo de despojar a sus herederos, en el lecho de muerte, para su sepultura y para atraer el apoyo de lossantos tutelares ante el tribunal divino; daban lo que podan, es decir, tierras en primer lugar, consideradas como la riqueza ms preciosa, especialmente y esto suceda confrecuencia cuando las tierras iban acompaadas de trabajadoras campesinos capacesde cultivarlas. Sin duda, todos los documentos escritos de que disponen los historiadorespara conocer esta poca proceden de archivos eclesisticos; en su gran mayora sonactas que garantizan las adquisiciones de las iglesias o monasterios y, en consecuencia,

    ponen de relieve de un modo especial el fenmeno descrito, por lo que se corre el riesgode exagerar su alcance. A pesar de todo, este enorme trasvase de bienes races, del que

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    se beneficiaron en primer lugar las abadas benedictinas y secundariamente las iglesiasepiscopales, puede ser considerado el movimiento ms importante entre los que animaronla economa europea del momento. Gracias a l la Iglesia de Occidente se situ en unaposicin temporal preeminente. Pronto, desde mediados del siglo XI, dio lugar a crticaspor parte de quienes se esforzaban por comprender mejor el mensaje evanglico, crticasen las que se manifestaba la voluntad de librar a los servidores de Dios depreocupaciones demasiado materiales, el deseo de apartarlos de una prosperidadexcesivamente terrenal. Este movimiento de acaparacin de riquezas produjo unainquietud de la que se aliment el vigor de todas las propagandas herticas y de la quenacieron todos los intentos de reforma. Por ltimo, hizo crecer sin cesar, durante los siglosXI y XII, el nmero de monjes y clrigos. Estos hombres no estaban completamentealejados de la produccin. El clero rural permaneci en su mayor parte al nivel delcampesinado, cuya suerte y costumbres comparta. Las iglesias y los oratorioscampesinos estaban servidos por sacerdotes que empujaban personalmente el arado yque explotaban con su familia muchos estaban casados la parcela que el dueo delsantuario les haba concedido como retribucin de sus servicios, y de la que sacaban loesencial para subsistir. Por otro lado, las comunidades de monjes y de cannigosreformados, que se difundieron a partir de fines del siglo XI, imponan a sus miembros,

    por una exigencia de rigor asctico, el trabajo manual, especialmente a quienes,procedentes de un medio rural, no podan participar plenamente en el oficio litrgico. Dehecho, el trabajo y la condicin material de estos conversos eran semejantes a las delos campesinos. Sin embargo, un nmero considerable de los hombres de Iglesia, los msricos, los que reciban las mayores ofrendas, eran puros consumidores. Vivan concomodidades seoriales prximas a las de los laicos ms poderosos, especialmente losque vivan alrededor de las iglesias catedralicias. Por ltimo, no conceban que su funcin,el servicio divino, pudiera ser realizada sin suntuosidad. Sin duda dedicaban una parte delas riquezas cuya abundante recepcin consideraban completamente normal asocorrer a los pobres; practicaban ampliamente la hospitalidad; los necesitados recibanalimento o algunas monedas a la puerta de los santuarios, y estas limosnas rituales seincrementaban en pocas de calamidad. Esta redistribucin, que ordenan con cuidado los

    reglamentos de los grandes centros monsticos, no era despreciable e incluso puedeaceptarse que contribuy muy eficazmente a reducir la extensin de la miseria en unasociedad siempre desprovista que mantena en sus niveles inferiores una masa numerosade indigentes y desclasados; sin embargo, la redistribucin era de importancia secundariasi la comparamos con la exigencia fundamental, la de celebrar el oficio divino con el lujoms resplandeciente. El mejor uso que los dirigentes de monasterios e iglesias creanpoder hacer de sus riquezas era embellecer el lugar de la plegaria, reconstruirlo,adornarlo, acumular alrededor del altar y de las reliquias de los santos los esplendoresms llamativos. Dueos de recursos que la generosidad de los fieles no dejaba deacrecentar, no tenan ms que una actitud econmica: gastar, para mayor gloria de Dios.La misma actitud tenan los miembros del segundo orden de la sociedad, los especialistasde la guerra. Tambin gastaban, pero para su propia gloria y en los placeres de la vida.

    Esta categora social, que proporcionaba a la Iglesia los equipos dirigentes, que tena lafuerza y que la utilizaba duramente a pesar de las prohibiciones levantadas por la moralde la paz de Dios, debe ser considerada la clase dominante de este tiempo, pese al valor preeminente atribuido a las funciones de los eclesisticos y pese a las riquezas y a laindudable superioridad numrica de estos ltimos. De hecho, la teora de los tres rdenesy las instituciones de paz fueron elaboradas y forjadas en funcin del poder del grupomilitar, y su situacin y su comportamiento rigen en los siglos XI y XII toda la economafeudal. Este grupo posee la tierra, excepto la parte que el temor de la muerte le obliga aceder a Dios, a sus santos y a quienes le sirven; vive en la ociosidad y considera lastareas productivas indignas de su rango y de esa libertad eminente cuyo privilegiopretende reservarse. Dado que la disolucin de la autoridad monrquica ha terminado por colocar a todos los miembros del grupo en una situacin de independencia y en actitudes

    mentales que en otro tiempo haban sido caractersticas del rey, la clase guerrera noacepta ninguna limitacin, ningn servicio, excepto los que libremente ha elegido prestar yque, puesto que no adoptan la forma de contribuciones materiales, no le parecendeshonrosos. Por consiguiente, rehsa toda prestacin que no haya sido consentida y noacepta despojarse de sus bienes sino a travs de donaciones gratuitas y degenerosidades mutuas. Su vocacin es la guerra, y el primer uso que hace de su riquezaes procurarse los medios ms eficaces de combatir, mediante el entrenamiento fsico alque consagra todo su tiempo, y mediante inversiones de las que espera un solo beneficio:el aumento de su potencia militar. En la economa domstica de los hombres de estegrupo, una parte considerable de los ingresos que, segn todos los indicios, aumentadurante los siglos XI y XII, est destinada al perfeccionamiento del equipo de losguerreros, a la mejora de las cualidades del caballo, que se convierte en el principal

    instrumento del combatiente y en el smbolo mismo de su superioridad (en esta poca losguerreros reciben el nombre de caballeros), a procurarse mejores armas ofensivas y

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    defensivas. Desde fines del siglo XI la coraza se ha hecho tan compleja que vale tantocomo una buena explotacin agrcola, y los perfeccionamientos de las armas estn en labase del desarrollo constante de la metalurgia del hierro, mientras que el progreso de laarquitectura militar hace que se inicien, en el siglo XII, junto a las obras de las iglesias, lasobras de los castillos que es preciso renovar. Los gastos de guerra no son todo en estegrupo social dominado por el espritu de competicin y en el que el valor individual no semide solamente por la bravura y el virtuosismo en el ejercicio de las armas, sino tambinpor el lujo, por el fasto y por la prodigalidad. En la moral que esta aristocracia se ha idodando, la largueza, es decir, el placer de derrochar, es una de las virtudes primordiales.Como los reyes de otro tiempo, el caballero debe tener las manos siempre abiertas ydistribuir riqueza a su alrededor. La fiesta, las reuniones en las que los bienes de la tierrason colectiva y alegremente destruidos en francachelas y en competiciones deostentacin son, junto a la guerra, el punto fuerte de la existencia aristocrtica. El medioeconmico que representa, en la sociedad de la poca, el grupo de los caballeros es, por vocacin profesional, el de la rapia. Por sus hbitos, es el del consumo.Falta el tercer orden, el de los trabajadores, la capa madre formada por la gran masa delpueblo y sobre la cual todos coinciden en que debe proporcionar a las dos lites de losoratores y de los bellatores, de quienes rezan y de quienes combaten, medios para

    mantener su ocio y alimento para sus gastos. Su misma funcin, la situacin especficaque, segn los decretos de la Providencia, la aboca, sin esperanza de liberarse, al trabajomanual considerado degradante, la priva de la libertad plena. Mientras que se diluyen lasltimas formas de la esclavitud, mientras que en la mayor parte de las provincias deFrancia se pierde a comienzos del siglo XII el uso de la palabra servus, el campesinadoen su conjunto, sobre el que pesa, reforzado, lo que subsiste de coaccin del poder,aparece sometido, por su misma actuacin, a la explotacin de otros. Otros ganan para lsu salvacin por medio de plegarias; otros estn encargados, en principio, de defenderlocontra las agresiones. Como precio de estos favores, las capacidades de produccin delcampesinado estn totalmente presas en el marco del seoro.

    El s eo ro

    En el plano econmico, el feudalismo no es slo la jerarqua de las condiciones socialesque aspira a representar el esquema de los tres rdenes; es tambin y ante todo, sinduda la institucin seorial. No es nueva, pero la evolucin del poder, poltico la haremodelado insensiblemente. Evidentemente, la frontera que separa, en la abstraccin delas representaciones sociolgicas cuya simplicidad se impone despus del ao 1000, delos trabajadores a las gentes de Iglesia y a las gentes de guerra, no coincide exactamentecon la que sita de un lado a los seores y del otro a los sometidos a la explotacinseorial. Muchos sacerdotes, como hemos visto, formaban parte del personal de undominio; prestaban, bajo la coercin de un dueo que obtena beneficios de suespecializacin profesional, servicios anlogos a los de un molinero o a los de unencargado de un horno. Un gran nmero de caballeros, especialmente en Germania y enlas regiones prximas al mar del Norte, permanecieron hasta fines del siglo XII en estado

    de dependencia domstica, en la casa del patrn que los empleaba y los alimentaba; alno poseer tierras, participaban de los beneficios de un seoro, pero sin ser los dueos. Ala inversa, haba campesinos que llegaban a reunir ms tierras de las que podan explotar personalmente, que concedan las sobrantes a vecinos menos afortunados y reciban por este hecho una renta de tipo seorial. Muchos de los servidores de humilde extraccinencargados por los jefes de administrar sus dominios se elevaban rpidamente; seapropiaban en parte de los poderes en ellos delegados; los utilizaban para explotar a sussubordinados, para crear a expensas del seoro de su patrn una red de recaudacincuyos beneficios se reservaban ntegramente y que, en la prctica, formaban su seoropersonal. Todo esto no impide que la sociedad feudal se ordene en dos clases, una de lascuales, la de los seores, engloba la categora de los eclesisticos y la de los caballeros.Y la conciencia que esta clase adquiere de s misma hace que se considere escandaloso,

    si no pecado, el hecho de que un trabajador pueda elevarse por encima de su condicinhasta el punto de compartir los privilegios de sacerdotes y guerreros, de vivir en el ociogracias al trabajo de otro. Y de hecho toda una tensin interna del cuerpo social condujo,en la poca en la que las estructuras feudales acabaron de implantarse, es decir, en losaos que siguieron al milenio, a consolidar la situacin seorial de la Iglesia y de lacaballera, y a ampliar el foso que, en el nivel de las relaciones econmicas, las separabadel pueblo. El movimiento de consolidacin se desarroll en dos planos diferentes.En primer lugar, fue reforzada la coherencia de las fortunas aristocrticas. Laspertenecientes a los laicos estaban amenazadas de disolucin por la accin de dosmovimientos: el de las donaciones piadosas y el de las divisiones sucesorias. Su efectocombinado adquira todo su vigor en el momento enque el patrimonio pasaba de una a otra generacin: una parte, que la generosidad del

    difunto quera que fuera considerable, pasaba a manos de la Iglesia; el resto, segncostumbre heredada de las civilizaciones germnicas, se divida a partes iguales entre los

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    hijos y las hijas que reciban la herencia paterna. Por reaccin instintiva de defensa,favorecida, a falta de un cdigo escrito, por la ductilidad de las reglas consuetudinarias, laaristocracia laica intent conjurar el doble peligro que representaban la disminucinprogresiva y la pulverizacin de sus bases territoriales. Utiliz ante todo su fortuna, y sesirvi de todos los lazos de parentesco y de asistencia que unan a sus miembros con losdirigentes de los grandes establecimientos religiosos para obtener de la fortunaeclesistica concesiones compensadoras. La riqueza eclesistica, gracias al gran impulsode piedad que le haca llegar constantemente nuevas limosnas, superaba a menudo, entorno al ao 1000, las necesidades de las organizaciones monsticas o cannicas. Losabades, los obispos, los deanes de los cabildos no dudaron, pues, para atraerse labenevolencia de los notables del siglo, en conceder a sus parientes o a sus amigos eldisfrute de algunas de las tierras ofrecidas a los santos patrones de su iglesia.Temporalmente, en principio pero era difcil quitar a los herederos del primer beneficiario una concesin que, durante largos aos, haba estado unida al patrimoniofamiliar, y que finalmente apenas se diferenciaba de los alodios, tanto ms cuanto queprcticamente no llevaba consigo ninguna obligacin material, lo mismo si se trataba deun feudo cuya posesin obligaba solamente a la prestacin del homenaje y a los serviciosde ayuda mutua, como si era un contrato de precaria o, en Italia, de livello, en el que se

    estipulaba una renta en dinero puramente simblica. La prctica de concesiones de estetipo tendi a disminuir hacia fines del siglo XI, y dej paso al esfuerzo constante, pero confrecuencia intil, de los administradores de los bienes eclesisticos para recuperar losderechos que les haban arrebatado por este sistema. Pese a este cambio de orientacin,la prctica haba durado lo suficiente como para reducir en parte el desequilibrio que elmecanismo de las donaciones piadosas tenda a introducir entre la riqueza territorial de laIglesia y la de la aristocracia laica. La cesin de tierras a los laicos fue abandonada tantoa causa del espritu de la reforma gregoriana que condenaba la dependencia de loespiritual con respecto a los poderes temporales como a causa de que las limosnas ibanpoco a poco disminuyendo. En los fondos documentales eclesisticos se observa conclaridad, a partir de mediados del siglo XI, la rarefaccin progresiva de las donaciones,que seran reemplazadas por adquisiciones onerosas o de carcter judicial. Este

    fenmeno iba unido a la lenta evolucin del sentimiento religioso, al retroceso delformalismo, al progreso de la idea, cada vez ms clara, de que era posible salvar el almasin necesidad de comprar el perdn divino. Pero tambin influyen, y quiz de modo msdirecto, la penetracin del instrumento monetario, que permita ofrecer valores menospreciosos que la tierra, y la preocupacin de las familias por dar una mayor proteccin asus posesiones: los cartularios de los establecimientos eclesisticos dan la impresin deque los miembros de la aristocracia reivindican, machaconamente, en el siglo XII lasantiguas limosnas de sus antepasados ms que dar otras nuevas. Comienza la poca delos procesos, de los acuerdos complejos en los que el dinero desempea un papel cadavez ms determinante y que dicta una poltica, ms consciente tal vez, de reagrupamientodel patrimonio.La consolidacin de las fortunas aristocrticas se vio igualmente favorecida por una lenta

    modificacin de las estructuras de parentesco, todava mal conocidas, pero que pareceacompaar en un gran nmero de regiones europeas a la implantacin del feudalismo. Enlos estratos superiores de la sociedad, y en primer lugar en los ms elevados, los lazosfamiliares tienden a ordenarse de un modo ms rgido, ms apto para salvaguardar lacohesin de la herencia, en el marco del linaje. Una dinasta, una sucesin masculina: alsuceder al padre, el hijo mayor ejerca el control de los bienes colectivos legados por losantepasados, que deban garantizar a la familia la continuidad de su preeminencia. Eneste marco ms estricto, la preocupacin por contrarrestar los efectos de las divisionessucesorias llev a limitar la proliferacin de la descendencia: la familia slo autorizaba auno de los hijos, al mayor, o todo lo ms a dos, a contraer matrimonio legtimo; los dems,siempre que fuera posible, seran destinados a las dignidades del alto clero o a losmonasterios; es decir, se apoyaba en los bienes de la Iglesia. Para no disminuir la

    importancia social de la familia se adopt la costumbre de dotar a las hijas en bienesmuebles, lo que les quitaba todo derecho sobre los races. Lentamente se abri paso laidea de que el mayor de los varones poda tener el privilegio de recibir una parte mayor, sino la totalidad de la herencia paterna. Estas prcticas, que penetraron insensiblemente enla mentalidad de la poca, parecen haber frenado de modo eficaz, en un ambiente deconsiderable expansin demogrfica, las fuerzas que llevaban a la dispersin y a ladesaparicin de las fortunas laicas. Si se aade que la irresistible presin de las normassociales oblig a los grandes a dar casa a la mayor parte de los caballeros quemantenan a su servicio, a casarlos, concedindoles un feudo cuyo carcter hereditariotuvo que ser pronto admitido por la fuerza de los lazos familiares, a instalarles de estemodo en su propio seoro; si se tiene en cuenta este hecho, hay que reconocer que laaristocracia, durante este perodo, hundi ms profundamente sus races en sus bases

    territoriales. La mayor parte del siglo XII aparece como un perodo de relativaestabilizacin de los patrimonios respectivos de la Iglesia y de la caballera. Esta hasta en

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    sus capas inferiores, se mantiene en una posicin econmica claramente superior a la delos campesinos.La superioridad de la caballera fue reforzada, en un segundo plano, por la creacin de unsistema fiscal cuyo peso soportaron en exclusiva los pobres, los trabajadores. Estafiscalidad no era nueva; pero fue organizada de modo diferente. Proceda directamentedel poder del ban que tenan los antiguos reyes, en el que se observan dosmodificaciones fundamentales:1. Mientras que en la poca anterior todos los hombres libres estaban sometidos a laautoridad real, la divisin del cuerpo social en tres rdenes introdujo una separacinfundamental. Un concepto nuevo de la libertad, concebida en adelante como un privilegio,el de escapar a las obligaciones deshonrosas y especialmente a las fiscales, termin por sustraer enteramente a las gentes de Iglesia y a los caballeros a la presin econmicaejercida por el poder. A cambio, someti a este mismo poder a cuantos no pertenecan alos dos rdenes privilegiados. Confundi en una misma explotacin a quienes descendande hombres libres y a los descendientes de esclavos. Reuni a unos y otros en una clasehomognea, cuyos miembros estaban obligados en su totalidad a prestar serviciosidnticos, y en la cual se borraron rpidamente los criterios de la antigua servidumbre.2. El ejercicio del poder y el disfrute de los beneficios que ste autorizaba quedaron

    limitados en adelante a un espacio reducido, a un distrito (la palabra deriva de untrmino que precisamente significa obligar) cuyos lmites exteriores raramente se hallabana ms de medio da a caballo de un punto central, que era un lugar fortificado. La personaque mandaba la guarnicin de cada castillo aspiraba a asumir, sobre el conjunto delterritorio, las funciones de paz y de justicia, es decir, las misiones propias de la realeza.En una parte de la Europa cristiana, en Inglaterra y en el noroeste del continente, dondelos reinos y principados haban conservado mayor vitalidad, el castellano dependa an deun seor; actuaba en su nombre y le transmita una parte de los ingresos queproporcionaba el poder.En las dems zonas era independiente y actuaba como soberano. En todas partespretenda juzgar a cuantos vivan en las proximidades de la fortaleza, a excepcin de losclrigos, monjes y caballeros. Les impona multas y, en caso de infraccin grave,

    confiscaba sus bienes. Su accin de justicia y de polica era fuerte y penetrante, por cuanto era rentable. Obligaba a los campesinos a trabajar en la reparacin de lasfortificaciones, a avituallar a los guerreros y caballeros del castillo. Haca pagar a losextraos que cruzaban la castellana, mercaderes o peregrinos, y a cuantos frecuentabanlos mercados, la proteccin temporal que les otorgaba. Como antiguamente los reyes, lera el garante de pesos y medidas; y en ocasiones acuaba moneda. Por todos losmedios explotaba la autoridad que posea, y, en definitiva, el poder se traduca en una redde punciones realizadas de diversas maneras sobre los excedentes de la produccincampesina o sobre los beneficios del comercio.El jefe de la fortaleza era el primero en beneficiarse del ahorro de los trabajadores, porquetena la fuerza militar. El se apropiaba la mayor parte. Sin embargo, casi todos loshabitantes de la castellana se encontraban en situacin de dependencia econmica con

    respecto a otros seores cuyas tierras cultivaban o de los que dependan personalmente,por haberse entregado ellos mismos o porque sus antepasados eran sus esclavos. Estosseores privados se esforzaron por sustraer a quienes dependan de ellos del poseedor del ban. Las tasas, las exacciones, las costumbres, por emplear la terminologa de lapoca, recaudadas por el castellano afectaban a reservas de riqueza y de trabajo queaspiraban tener a su entera disposicin. Las ms de las veces fracasaron en sus intentosy tuvieron que compartir con el dueo de la paz y de la justicia el poder econmico sobrelos campesinos de su dominio y de su familia servil. Sin embargo, algunos consiguieronhacer que se respetara su monopolio, y el territorio de la castellana estuvo sembrado deenclaves, a veces minsculos, reducidos a la casa de un caballero, a veces ms amplios,a escala de una aldea, especialmente cuando un establecimiento religioso habalogradohacer que se respetara el viejo privilegio de inmunidad conseguido en poca carolingia.

    Pero, a pesar de todo, los habitantes de los enclaves no se libraban de las exacciones.Tuvieron que sufrir las exigencias del seor de su tierra o de su persona que pretenda juzgarlos y cobrarles el precio de la paz del mismo modo que lo haca el castellano.En definitiva, compacto o disgregado, pero uniformemente establecido, el poder del banfue un factor determinante en los mecanismos econmicos, de dos maneras. En primer lugar, para ejercer este poder fue preciso recurrir a numerosos auxiliares, a sargentosque se encargaban de la polica del campo, a prebostes que presidan los tribunalesaldeanos, a forestales que perseguan en los bosques y en las tierras yermas a quienescontravenan los derechos de uso, a recaudadores situados en los mercados y en losprincipales lugares de paso. Estos ministeriales, como los llaman los textos,especialmente los de Germania, fueron reclutados entre los servidores msestrechamente unidos al seor, porque se trataba de tenerlos slidamente controlados.

    Pero como participaban directamente en los beneficios de las costumbres, puesto queperciban una parte de las tasas y de las multas, eran los agentes ms virulentos de la

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    explotacin del derecho del ban. Hacan esta explotacin tan pesada como era posible yconstruan su propia fortuna sobre las rentas que les procuraba. En segundo lugar, yprimero en importancia, esta explotacin, llevada a sus ltimas consecuencias, fue muyrentable. Sin duda, no era ilimitada. Su nombre lo indica: las tasas cobradas bajo elpretexto de mantener la paz y la justicia eran costumbres, es decir, que la memoriacolectiva limitaba su alcance. Tambin era preciso tener en cuenta, y mucho, laresistencia campesina, los fraudes, las evasiones, todo tipo de maniobras dilatorias.Sin embargo, la costumbre era maleable. Difcilmente resista las presiones de los dueosdel poder. Los agentes de la fiscalidad estaban en todas partes, vidos, y tenan de suparte la fuerza. A quin habran podido quejarse quienes sufran sus arbitrariedades? Heaqu la razn del buen funcionamiento de la mquina fiscal. Consigui quitar alcampesinado la mayor parte de lo que produca y no consuma para su propiasupervivencia, y por consiguiente fren en gran medida el movimiento de ascensoeconmico entre los humildes. Redujo las diferencias entre los campesinos dependientesy los libres. Nivel la condicin campesina. La rebaj y, de este modo, ahondirremediablemente el foso que separaba a la clase de los trabajadores de la de losseores. Esta ltima clase estaba lejos de ser homognea: no todos los seores estabanal mismo nivel y no todos se beneficiaban de la misma manera del trabajo ajeno.

    Superpuestas, profundamente mezcladas unas a otras hasta el punto de confundirseincluso para los hombres de la poca, existieron sin embargo tres formas distintas deexplotacin seorial. Dado que se confunda con lo que entonces se designaba con elnombre de familia, con la casa que rodeaba a todo personaje de alguna importancia, sepodra calificar a la primera de domstica, entendiendo por esta designacin el tipo deenajenacin que pona el cuerpo de una persona a disposicin de otra. Era el residuotenaz de la esclavitud. Bajo la presin del poder del ban la servidumbre de tipo antiguo sehaba atenuado; se haba diluido; se haba reabsorbido.Por otro lado, y bajo esta nueva forma, haba progresado enormemente a expensas de laantigua poblacin libre, por medio de la encomienda, a causa de la necesidad que lleva tantos dbiles, a tantos pobres para escapar del hambre, de la opresin de lossargentos del castellano, incluso por el temor del ms all , a colocarse bajo el

    patrocinio de un protector. Pero los lazos de la esclavitud no se haban roto; habantomado la forma de lo que llamamos comnmente servidumbre. En la mayor parte de laspoblaciones de Europa existan, por tanto, campesinos (en proporcin variable; a vecesse hallaban en este caso todos los hombres de una comunidad) a los que un seor llamaba sus hombres. De hecho lo eran, desde su nacimiento, y sus descendientes leperteneceran; poda venderlos, darlos; los castigaba; en principio le deban todo. Antetodo, el seor obtena beneficios de su trabajo, en su casa y en sus campos, y elservicio que esperaba de ellos era ilimitado. Estos campesinos ponan a disposicin dela economa domstica una mano de obra permanente, cuyo coste era el de sualimentacin. Pero este tipo de dependencia poda convertirse en una fuente derecaudacin. De hecho, no todos los campesinos de este grupo vivan en la casa delpatrn. Lejos de su control, establecidos en su tierra o en la de otro, mantenan su

    dependencia, y este lazo se traduca no slo en servicios en trabajo, cuya extensinlimitaba los usos locales, sino tambin en tres clases de prestaciones: el pago de uncenso anual en dinero, la obligacin de pagar el derecho a casarse con alguien que noperteneciera a la familia del seor y la parte que ste reciba de la herencia de suhombre. En esta forma de seoro, muy ampliamente extendida y repartida entre todos losmiembros de la aristocracia e incluso entre algunos campesinos ricos, se bas hasta finesdel siglo XII la explotacin de todo capital territorial de alguna importancia. Redujoconsiderablemente el recurso a los asalariados. Por las reservas de trabajo que permitamovilizar era una de las bases fundamentales del poder econmico.El segundo era el seoro que podemos llamar territorial, porque se basaba no en laposesin de seres humanos, sino del suelo, de la tierra. Sus estructuras prolongan dehecho las de los dominios que conocemos por los polpticos carolingios. Los ricos muy

    raramente cultivaban, con slo el trabajo de quienes dependan de ellos, toda la extensinde tierra que posean. Concedan una buena parte a tenentes, que en ocasiones eransus hombres, a veces los hombres de otro, o se hallaban libres de toda sujecinpersonal. Conceder la tierra equivala a adquirir un poder: el de participar en los recursosde las familias tenentes. De hecho, esta participacin no era ilimitada, como en el caso delos siervos.Estaba estrictamente fijada por los trminos de un contrato en los pases en los que,como en Italia, se haba conservado mejor el uso de la escritura, o por normasconsuetudinarias igualmente obligatorias. Se trataba siempre, o casi siempre, del cobrode una parte de la produccin del manso, en productos agrcolas o en dinero. A menudoiba acompaado de la requisa de la capacidad de trabajo de la familia campesina,obligada a realizar un nmero determinado de sernas. El tercer tipo de explotacin

    seorial deriva del ejercicio del derecho de ban. Acabamos de definir ste; repitamossolamente que en casos lmites permita a quienes lo tenan tomar cuanto poda ser

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    cogido en las casas campesinas: moneda, cosechas, ganado e incluso trabajo por mediode requisas para la reconstruccin del castillo o para el transporte de vituallas. Era en laprctica una especie de saqueo, legitimado, organizado, moderado slo por la nuevamoral de la paz y por la resistencia de la solidaridad campesina. Aadamos que estaltima forma de explotacin econmica se acumulaba a las dos primeras y con frecuenciacompeta con ellas. Estaba mucho ms concentrada que las anteriores; slo un pequeonmero de seores se beneficiaban de sus ventajas, que eran con mucho las msconsiderables. La desigual reparticin del poder de ban cre la principal distincin en elinterior de la clase seorial. De un lado estaban los que la documentacin llama en elsiglo XI los grandes (optimates, prncipes) y, en el siglo XII, los ricos hombres.Individualmente el ttulo de don (dominus) acompaa su nombre en los escritos. Sonefectivamente seores, y precisamente por esto son los ms ricos. Ya sean altosdignatarios de la Iglesia obispos, abades de los monasterios o dueos del poder militar prncipes regionales, condes, barones , quienes tienen las fortalezas yexplotan las prerrogativas anejas a estos pilares del orden pblico pueden estar ms omenos provistos de fortuna, pero siempre su seoro domstico y territorial se extiendesobre el territorio que controlan. Herederos de los derechos reales, de las regalas, hanpodido apoderarse de las tierras incultas que eran en otro tiempo dominio eminente de los

    soberanos. Sin embargo, su misma riqueza y las funciones que realizan los mantienenalejados de la tierra y de los campesinos que la cultivan. Los dominan desde muy alto, yentre ellos y la masa de los trabajadores se interpone intermediarios que son losintrpretes de las exigencias seoriales; las riendas del poder econmico estn en manode estos auxiliares. Los grandes son generalmente rentistas. Preocupados solamentepor estar provistos de cuanto es necesario a su fasto y a la gloria de su casa, ceden unaparte considerable de su poder a quienes lo ejercen en su nombre.Por otro lado estn los dems seores: los simples caballeros, los cannigos que tienenen prebenda una porcin del patrimonio de la iglesia catedral, los monjes puestos alfrente de un priorato rural, y los mandatarios de los grandes. Ms o menos ricos, tienenen comn la caracterstica de asumir directamente la gestin diaria de un dominioconcentrado cuyas dimensiones no sobrepasan su capacidad de control. Son vecinos de

    los campesinos; los conocen por su nombre; comparten sus preocupaciones; sabencunto producen y cunto es posible exigirles. Para poder adecuar su comportamiento alde los ricos hombres cuyas cortes frecuentan se esfuerzan por acrecentar al mximolos beneficios del seoro. Y como se hallan en contacto directo con el capital territorial ycon la masa de los trabajadores, pueden ser considerados los agentes ms activos deldinamismo econmico y de un crecimiento cuyas manifestaciones ms llamativas nosdescubren los documentos del siglo XII.

    LOS RESORTES DEL CRECIMIENTOEl impulso del crecimiento interno que tuvo como escenario la economa europea debesituarse en ltima instancia en la presin ejercida por el poder seorial sobre las fuerzasproductivas. Esta presin, de intensidad creciente, fue el resultado del deseo, compartido

    por las gentes de Iglesia y por los guerreros, de realizar ms plenamente un ideal deconsumo para el servicio de Dios o para su gloria personal. Durante los siglos XI y XII loslmites de este deseo retrocedieron sin cesar a medida que progresaban las campaas dela cristiandad latina en direccin a los pases mediterrneos. La fascinacin ejercida sobrelos aristcratas de la Alta Edad Media por los modelos de la Antigedad romana fuesustituida por la atraccin de los recuerdos, de las maravillas que contaban, despus dehaber conquistado Barbastro o Toledo, Palermo o Bari, los aventureros de Espaa y deItalia meridional o, de su paso por Constantinopla o Antioqua, los peregrinos de TierraSanta. Estos recuerdos creaban en la mentalidad seorial el deseo agudizado sin cesar de desprenderse de su rusticidad, de alcanzar el tipo de vida que llevaban los habitantesde las ciudades del sur. Y esta aspiracin aumentaba a medida que los seores salan desu aislamiento, a medida que se multiplicaban las ocasiones de encontrarse y que se

    reforzaba la atraccin de las cortes principescas. En estas reuniones mundanas sedifundan los modelos ejemplares del comportamiento nobiliario y se exhiban las riquezastradas de Oriente. Hasta en lo ms profundo de la Europa salvaje los prncipes eslavossoaban con imitar las maneras de los prncipes de Germania, quienes recibanconstantemente, desde Galia e Italia, nuevos estmulos para refinarse. De esta forma seavivaba en todas partes la propensin al lujo. Para satisfacer gustos cada vez msexigentes era necesario disponer continuamente de mayores medios. En las fronteras dela cristiandad todava era posible obtenerlos por la violencia. Pero una cierta paz y ordenreinaban en la Europa feudal, y limitaban cada vez ms, a medida que se consolidabanlas estructuras del poder, el rea de la turbulencia militar. Lo importante, desde estemomento, era acrecentar los ingresos de la explotacin seorial. Pero tambin estecrecimiento estaba limitado. Ante todo, por la costumbre. En principio el seor poda pedir

    todo a sus hombres y el seor del ban estaba en condiciones de tomar casi todo,persiguiendo los menores delitos o sirvindose del derecho de posada y yantar, a los

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    hombres establecidos en la castellana. El poder econmico que conferan las diferentesformas de seoro era tanto ms fuerte cuanto que estaba unido al poder judicial. Lossimples seores territoriales presidan en persona un tribunal que decida en losdesacuerdos sobre las cargas del manso y que castigaba las faltas de los campesinos; ylas decisiones de estos tribunales eran, con frecuencia, inapelables. Todos los seoresintervenan, pues, como jueces en procesos en los que sus intereses se hallaban en

    juego. Sin embargo, todas las asambleas judiciales del seoro estaban integradas por trabajadores, y el juez pronunciaba sentencia de acuerdo con ellos. Frente al seor-juez,los hombres del pueblo se sentan solidarios y le oponan el muro de la costumbre. Nadiepoda transgredirla, y los campesinos en su conjunto eran sus depositarios. Haba querecurrir, mediante pesquisa, a su testimonio; y si la presin seorial consegua introducir en las normas consuetudinarias innovaciones favorables al seor su poder chocaba con laconciencia popular, reticente y obstinada, cuya memoria selectiva saba sepultar en elolvido las novedades difcilmente soportables. Nadie poda despojar a los trabajadoresdesmesuradamente, bajo pena de ver disminuir su productividad o de obligarlos a huir, enun mundo todava abierto, en el que las posibilidades de hallar acogida eran numerosas.Por esta causa, el deseo de aumentar los beneficios de la explotacin seorial suscitpoco a poco en el nimo de los seores y de sus agentes la intencin de mejorar

    (meliorare, la palabra latina se repite constantemente en los documentos de la poca) elrendimiento de los campesinos que les estaban sometidos, bien favoreciendo el aumentode la poblacin rural, bien poniendo a los trabajadores en condiciones de ampliar suscapacidades de produccin. Ms o menos consciente, ms o menos contrarrestada por otros impulsos y por la misma debilidad de actitudes mentales todava muy primitivas,esta intencin estimul, en el marco del feudalismo, la bsqueda de un movimiento deprogreso. Algunos signos indirectos de este movimiento se observan a partir del ao1000. Pero se hacen mucho ms evidentes en los textos desde el 1075, y el conjunto deindicios inclina, en una cronologa que el laconismo, la extrema dispersin y el carcter siempre lateral de la documentacin hacen muy imprecisa, a situar en este momento enel que, recordmoslo, en el este de Europa los tesoros desaparecen al tiempo que seextiende la moneda fraccionaria un hito muy importante: fue entonces cuando el

    impulso, cuyo vigor se reforzaba en la sombra desde haca decenios, adquiri suficientefuerza como para traducirse en fenmeno muy claro de distensin. As, en los tres ltimosdecenios del siglo XI se inician las obras de construccin de iglesias mucho msnumerosas y mucho ms amplias. As, se ve a la cabaera de Occidente lanzarse entodas partes a operaciones agresivas cada vez ms profundas, que culminan, en 1095, enla primera cruzada. As, se ven surgir nuevas congregaciones monsticas que reclutannumerosos adeptos en todas las clases sociales; estn animadas por una preocupacinasctica, por la condena de la riqueza; slo la toma de conciencia de un deseo considerado perverso de ascenso econmico, y por consiguiente de las posibilidadesde ste, en un medio econmico menos estancado puede explicar las exigencias de lasnuevas congregaciones. As, se ve, durante este perodo, aumentar los intercambios en elcampo; ahora, por ejemplo, los documentos redactados en la regin de Mcon comienzan

    a precisar el valor respectivo de las diferentes monedas, lo que es prueba al mismotiempo de una mayor penetracin del instrumento monetario en el mundo rural, de ladiversidad de las acuaciones y, por ltimo, de la percepcin de una nocin nueva, la delcambio. Por la misma poca, los dueos del poder de ban se preocupan por obtener beneficios del paso cada vez ms frecuente de traficantes que transportan mercancasms valiosas; se multiplican las alusiones a esta forma de exaccin, en plena expansin,que es el peaje: el papa intenta eximir a los mercaderes de Asti, que cruzaban la Isla deFrancia, de las tasas que quera imponerles el rey Felipe I; el abad de Cluny se querellacontra un castellano de la vecindad que retena una caravana comercial procedente deLangres y quera obligarla a pagar el precio de su proteccin. Las tarifas del peajeordenadas por los monjes de Saint-Aubin de Angers en 1080 1082, y que se aplican alos hombres de una aldea, muestra bien a las claras que el comercio no era obra

    exclusiva de profesionales. Los campesinos participaban en los intercambios; vendan,compraban ganado; firmaban contratos de pastoreo con extraos; llevaban a hombros,para vender en los mercados de los alrededores, cera, miel, carne de cerdo, pieles, lana.En llegaban incluso a asociarse a otros para una expedicin comercial a mayor distancia,a trasladarse a puntos lejanos para cargar en sus acmilas productos alimenticios, y aveces mercancas extranjeras y de alto precio. Tambin hacia 1075 el abad deReichenau concede a los campesinos de una de sus aldeas el derecho de comerciar...de modo que ellos y sus descendientes sean mercaderes. Hacia estos aos se hacesentir por primera vez y con carcter general una gran animacin que se basa en la lentahabituacin a utilizar de manera menos excepcional las monedas cuya acuacin se hacems abundante. Aclimata hasta en el corazn rural del continente occidental actividadescuya ampliacin no era perceptible, en el siglo anterior, sino en los lmites de la

    cristiandad, en los lugares en los que la presencia de la guerra mantena la movilidad delas riquezas. La efervescencia comercial y monetaria que se percibe deriva de la vitalidad

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    ellas cabe mencionar la prdida de fuerza de los ataques exteriores, la implantacin delorden feudal y de las instituciones de paz, pero no hay que exagerar sus efectos, porquela guerra, atizada por las discordias entre castellanos rivales, no ces en ninguna de lascomarcas de la cristiandad, a pesar de las prohibiciones sociales y morales. El grupo delos combatientes profesionales cuyas prdidas en combate o en entrenamientos recogenlas genealogas, no fue el nico en sufrir los efectos de la guerra. Los campesinossiguieron muriendo a manos de los salteadores, a pesar de acogerse a la salvaguarda dela cruz. Mayor importancia que la paz relativa tuvo el incremento de la produccin deartculos alimenticios, que a su vez dependa estrechamente del nmero de hombres. Sinembargo, la persistencia del hambre, la implantacin en las capas bajas de la sociedad deenfermedades causadas por la malnutricin, toda una miseria biolgica que, a lo largo delsiglo XII, coincidiendo con una lenta modificacin de las actitudes y de los gestos de lapiedad cristiana, suscit la multiplicacin de hospitales y de instituciones de caridad, todosestos signos incitan a creer que los excedentes ofrecidos al consumo popular no dieronlugar a una mejora en la alimentacin de la mayor parte de los campesinos. El principalefecto del crecimiento agrcola fue la debilitacin de los obstculos que se oponan a laproliferacin de los grupos familiares: la mayor produccin agrcola no sirvi para mejorar la alimentacin, sino para alimentar a ms hombres. Por ltimo, parece que

    desempearon un papel importante en el crecimiento demogrfico las modificacionesproducidas en el estatuto jurdico de los trabajadores.Puede pensarse que la transformacin cuyas repercusiones fueron ms profundas en elmovimiento demogrfico y en el alza de la produccin es la evolucin de la condicinservil. Mientras que hombres y mujeres jvenes permanecen, en la casa del seor,englobados en un equipo de esclavos domsticos, que nada poseen y que ni siquierapueden disponer de su propio cuerpo estos equipos son muy numerosos, segn hemosvisto, en los grandes dominios galos del siglo VII , una parte considerable de lapoblacin rural se halla en condiciones desfavorables para la reproduccin. Es lcitosuponer que los nios que lograban superar los peligros de la primera infancia eranmenos numerosos entre los esclavos que en los dems grupos sociales. Cuando losseores permitieron que se disolvieran estos equipos, cuando decidieron instalar a sus

    esclavos por parejas en parcelas de tierra, no slo estimularon la capacidad deproduccin de estos trabajadores, en adelante directamente interesados en aumentar elrendimiento de su trabajo, sino que al mismo tiempo crearon mejores condiciones paraque se reprodujeran y pudieran criar a sus hijos, entre los que reclutaran en adelante losdomsticos que consideraban necesarios; pero muchos de los hijos e hijas de losesclavos asentados seguan estando disponibles para crear nuevos hogares. Y cuando lasituacin de campesinos libres y esclavos se nivel, por estar unos y otros sometidos alpoder del ban, se multiplicaron los matrimonios mixtos que unan, con el beneplcito delos seores, a los hijos de los esclavos con los de otros sbditos, regidos ahora por lamisma costumbre. Estos matrimonios eran numerosos, ya a comienzos del siglo IX, entrelos masoveros de la abada deSaint-Germain-des-Prs. Pronto desapareci la segregacin matrimonial entre los grupos

    campesinos separados antiguamente por los criterios jurdicos de la servidumbre, y lamovilidad de la poblacin rural, favorecida por el crecimiento demogrfico, precipit lafusin: un documento procedente de la abada de Cluny nos habla de un inmigrante deorigen libre que se instal en una aldea a orillas delSaona. Se cas, en una localidad cercana, con una mujer de condicin servil, y susdescendientes se extendieron por todos los lugares prximos. Sin ningn gnero de duda,el paso de la esclavitud a la servidumbre fue el estimulante ms vigoroso de lafecundidad, en la medida en que hizo que se dispersaran los equipos de esclavosdomsticos y que aumentaran las clulas autnomas de produccin. Por mi parte, meatrevera a situar en esta mutacin, que quiz tambin dio lugar a una prolongacin de lalongevidad, el resorte principal del continuo aumento del nmero de hombres. Desde la

    Alta Edad Media parece seguro que el dinamismo demogrfico era ms vivo en Germania

    y en Inglaterra, es decir, en las provincias de Occidente en las que los lazos de laesclavitud se hallaban menos extendidos y eran menos estrictos; y, en cualquier caso, nohay duda de que los primeros indicios de un aumento de la poblacin aparecen en elmomento en que los tumultos que siguieron a las ltimas invasiones determinaron unarpida debilitacin de estos lazos y en el momento en que la comn sumisin de loscampesinos al poder de los castellanos hizo que se abandonaran una tras otra laspalabras mancipium y servus (en el Delfinado, despus del 957 y de 1117,respectivamente), es decir, la ltima expresin consciente de la antigua nocin deservidumbre. La accin combinada de otras modificaciones, en el mbito jurdico, reforzel efecto de este cambio fundamental. Todo o casi todo lo que podemos saber, para estapoca, sobre las costumbres familiares se refiere a la aristocracia: la intervencin directade los campesinos en las transacciones de tierras es demasiado rara, antes de fines del

    siglo XII, para dejarnos entrever las reglas del traspaso del patrimonio. Sin embargo, sesospecha que la cohesin del grupo familiar haba llegado a adquirir la suficiente fuerza

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    entre los campesinos dependientes como para imponer tcitamente el principio dehereditariedad del manso, excepto en Italia, donde la utilizacin normal de las actasescritas, realizadas ante notario, mantuvo viva la prctica de los contratos de concesintemporal. No obstante lo dicho, es posible la hiptesis ha sido sugerida para la zona dePicarda que, por una evolucin inversa de las relaciones de parentesco, los lazos queunan a la familia campesina se hayan debilitado en el momento que el linaje caballerescoadquira mayor coherencia. Esta debilitacin, el lento progreso de los derechos delmatrimonio a expensas de los del grupo familiar amplio, favoreca el asentamiento de

    jvenes parejas y, por consiguiente, la multiplicacin de ncleos de poblamiento y elprogreso demogrfico. Esta tendencia era, sin ninguna duda, contrariada por la voluntadde los seores de no permitir la disgregacin de las unidades agrarias en las que basabanla recaudacin de impuestos y servicios. En muchos seoros los mansos no fuerondivididos; pero la costumbre seorial no consigui frenar el deseo de los jvenes,amontonados en nmero excesivo en el hogar paterno, de hallar un asentamientopersonal; en el peor de los casos, la prohibicin seorial empuj a los jvenes aexpatriarse, es decir, mantuvo estancada la poblacin en algunas aldeas e hizo que lamano de obra acudiera a las zonas en las que se arrancaba al bosque la tierra arable. Por otra parte, y de una manera general, las tendencias hacia la expansin de la familia y a su

    disgregacin consiguieron romper la resistencia seorial. Los dueos del suelo tuvieronque admitir que el manso, previa su autorizacin y mediante el pago de unacompensacin, pudiese ser dividido entre los herederos. De esta manera se inici unmovimiento de pulverizacin de los antiguos marcos de la explotacin campesina,movimiento que se aceler durante el siglo XII. Para medir su amplitud basta comparar losinventarios, es decir, las listas de los mansos y de sus cargos, elaborados hacia el ao1200, con los inventarios redactados en los siglos IX y X. En los primeros, la descripcinde los censos se diluye entre innumerables parcelas, que forman grupos muy inestables,distribuidas entre las diversas familias. La flexibilidad introducida en la reparticin de latierra campesina complic la tarea de los administradores del seoro, pero favoreci laramificacin de las familias y por consiguiente la multiplicacin de las clulas deproduccin, lo que fue facilitado, por otra parte, por la penetracin de la economa

    monetaria. La intervencin cada vez ms decisiva del dinero, al mismo tiempo queestimulaba, al nivel del campesinado, el mercado de la tierra los seores tuvieron quetolerar no slo que los mansos fueran repartidos en las divisiones sucesorias, sinotambin que fueran desmembrados por enajenaciones de parcelas previo el pago detasas de traspaso , haca posible los beneficios individuales, fomentaba las iniciativaseconmicas, permita la formacin de capitales. Proporcionaba a los campesinos msemprendedores el medio de situar mejor a su descendencia y de propagar su familia.Diversas indicaciones, no siempre claras, revelan la sorprendente extensin de laexogamia en el medio rural. Es una prueba suplementaria de la intensidad de una validezbiolgica cuyos resortes ms activos se sitan, al menos aparentemente, en ladebilitacin de un concepto jurdico que durante toda la Alta Edad Media, en el marco dela servidumbre y de la institucin dominical, haba comprimido la capacidad de expansin

    de la poblacin rural. De los tres factores de la produccin campesina, uno, la tierra,abundaba en los siglos VII y VIII; en todas partes, incluso en las zonas, como el sur deBorgoa, en las que se haba conservado el sistema de ocupacin agrario implantado por Roma, la tierra estaba a disposicin de quien quisiera ocuparla; en muchos lugares erauna reserva inmensa, situada en los confines de cada ncleo de poblamiento y abierta atodas las empresas agrcolas. El desarrollo slo estaba frenado por la deficiencia de losfactores restantes: la mano de obra y los tiles de trabajo. Estos obstculos se redujerondurante el perodo, muy mal conocido, que separa los tiempos carolingios del siglo XI. Elcrecimiento econmico que se inicia en este perodo tiene sus races en la continuidad dela disgregacin del gran dominio esclavista y se basa en el crecimiento de la poblacincampesina, que a su vez est estrechamente asociado al perfeccionamiento de lastcnicas agrarias.

    EL FACTOR TCNICOLa historia de las tcnicas, ya lo hemos dicho, es la ms difcil de conocer, por falta dedocumentos explcitos. El trabajo, sus instrumentos, la manera de emplearlos, son hechostan cotidianos que apenas se habla de ellos y mucho menos se escribe. Quin sepreocupa de observar los procedimientos empleados para cultivar la tierra, sino lospesquisidores encargados por el seor de anotar las obligaciones de los campesinos y deevaluar los beneficios obtenidos del dominio? Ni siquiera estos agentes seorialesdescriben los procedimientos. Indirectamente se pueden entrever algunas prcticasagrarias cuando los administradores registran, en tal o cual seoro, el tipo de servicios entrabajo exigidos a los mansos, y la poca en que deben ser realizados; tambin es posiblemedir el rendimiento del esfuerzo agrcola a travs de la estimacin, siempre aproximada,

    de siembras y cosechas. Pero no sabemos nada de los tiles agrcolas del siglo XII,excepto los nombres, igual que ocurra para el siglo IX. Nos hallamos, pues, en el terreno

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    de las hiptesis, que en la mayor parte de los casos no son verificables. La primerahiptesis se refiere al problema, muy oscuro, de las costumbres alimenticias. Se puedepensar que el modelo romano, difundido especialmente por la regla benedictina, siguipredominando durante esta fase de la historia europea y que, por consiguiente, no cesde incrementarse la parte del pan en la alimentacin humana. Esta parte fue ms ampliaque nunca a fines del siglo XII, antes de que la continuidad del progreso material y lavulgarizacin progresiva de los comportamientos aristocrticos llegasen, en los deceniossiguientes, a ampliar poco a poco a expensas del pan la parte del companagium, es decir,de los alimentos que se comen para acompaar el pan. El signo ms claro de laextensin del consumo de pan durante los siglos XI y XII es el papel creciente quedesempea el molino en la economa rural. Desde la poca carolingia, los molinos eranuna fuente importante de ingresos para los seoros: de ellos proceda una parteconsiderable de las provisiones acumuladas en el granero del monasterio de Corbie. Peroestos instrumentos eran escasos. En la treintena de aldeas que formaban los dominios dela abada de Saint-Riquier no haba ms de doce; en cambio, el Domesday Book menciona cerca de seis mil: en la Inglaterra de 1086 exista, por tanto, una media de unmolino por cada cuarenta y seis parejas campesinas. En poca posterior el nmero demolinos aument en este pas, especialmente en las regiones mal provistas, como el

    Devon. Investigaciones precisas permiten captar en Picarda el ritmo de esta progresin:cuarenta nuevos molinos son mencionados entre mediados del siglo IX y 1080; otroscuarenta aparecen en un perodo mucho ms breve, entre 1080 y 1125, y en adelante elmovimiento se acelera todava ms: en cincuenta aos el nmero de los molinosatestiguados por los textos se eleva a doscientos cuarenta y cinco. Sin embargo, laconstruccin de un molino en especial, la adquisicin de las muelas y de las piezas dehierro necesarias para la buena marcha del aparato exiga grandes medios. Se puedepensar, por consiguiente, que, la mayor parte de las veces, la iniciativa de construir unmolino parta de los seores: por su mediacin pensaban obtener nuevos beneficios.Impuesta por el inters de los seores, la ereccin de ciertos molinos no siemprerespondera a las verdaderas necesidades del campesinado. Es una de las formas de laopresin econmica ejercida por el seoro, y no faltan los documentos que muestran a

    los campesinos obligados por la fuerza a utilizar estos instrumentos: hacia 1015, uncaballero del castillo de Dreux obligaba a los masoveros de la abada de Bourgueil a llevar el grano a sus molinos, situados a tres horas de camino. Entre los impulsos que hicieronque se difundiera el consumo de la harina en la alimentacin popular, la intervencin delas presiones seoriales tuvo una importancia considerable. Pero si los seores selanzaron a la realizacin de empresas costosas se deba a que el aumento del consumode pan dejaba prever que la inversin sera altamente rentable. Sus esperanzas no sevieron defraudadas. Mucho ms numerosos que en poca anterior, los molinos siguieronfigurando, en el siglo XII, entre las fuentes ms abundantes de los ingresos seoriales. Lamultiplicacin de las aceas en todos los ros y hasta en el centro de la Europa salvaje, lamultiplicacin paralela de los hornos (en Picarda se ve aumentar su nmero tambinhacia el primer cuarto del siglo XII), reflejan el progreso continuo de los cereales

    panificables en el sistema de produccin de los campos europeos, y la expansin delcampo permanente a costa de las reas de recoleccin natural, de la caza y de las formasprimitivas del pastoreo. Este avance fue acompaado de una seleccin de las especiescultivadas. Algunas de las que ocupaban an un lugar importante en los graneroscarolingios se hallan en vas de desaparicin, despus del ao 1000, en las provinciasms evolucionadas. Este fue el caso, en Picarda, de la escanda, que no es mencionadadespus del siglo XI. En esta eleccin tambin intervinieron de modo directo lasexigencias de los dueos de la tierra, que obligaron a los trabajadores a entregarles el tipode grano que les interesaba, es decir, avena para el aprovisionamiento de sus establos:en esta civilizacin caballeresca que haca de la equitacin uno de los signos distintivosde la superioridad social, el desarrollo del cultivo de la avena fue unido al establecimientode la caballera y a los progresos de su equipo militar. Pero los ricos deseaban comer pan

    blanco y estimularon la produccin de trigo. Podemos imaginar que los campesinossiguieron alimentndose de cereales menos nobles. Sin embargo, los textos que nosinforman sobre la naturaleza de los cultivos, es decir, los que describen la produccin delas tierras seoriales y los censos entregados por los masoveros a sus seores atestiguanel triunfo del trigo en todos los lugares donde su siembra no se hallaba obstaculizada por las condiciones naturales. En Picarda, la cebada y el centeno representaban todava,entre 1125 y 1150, el 17 por 100 del grano mencionado en los documentos seoriales,exceptuada la avena; la proporcin se redujo ms tarde para estabilizarse, de formaduradera, en el 8 por 100. Y todo hace pensar que los hbitos alimenticios de los ricospenetraron insensiblemente en las masas populares. Para los hombres del siglo XII labase de la alimentacin es el pan, y el mejor posible. El crecimiento agrario que seproduce despus del ao 1000 es agrcola en sentido estricto, en el sentido de que se

    basa en una ampliacin continua de los cultivos de cereales panificables. Es dudoso quela extensin de los cereales haya ido acompaada de una mejora notable de las prcticas

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    agrarias. Las que podemos reconstruir a travs de los textos del siglo XII difieren poco delos mtodos empleados en poca de Carlomagno en los grandes dominios monsticos dela regin parisina. Tambin es probable que estos ltimos fueran con mucho los msavanzados y que en muchas explotaciones aristocrticas y en la tierra de la mayor partede los campesinos se aplicaran mtodos ms rudimentarios. El progreso consiste, sinduda, en la difusin de estos sistemas, pero no parece apoyarse en su perfeccionamiento.No se ve que el suelo haya sido enriquecido por mayores aportaciones de estircol.Todos reconocan las ventajas del abono, pero era escaso y se venda muy caro, porqueel ganado era escasamente estabulado y el poco estircol que se obtena era utilizadocasi enteramente en las parcelas dedicadas a cultivos continuos y exigentes, en loshuertos cercados y en los viedos. Todava en el siglo XIII, en los contratos firmados enlas cercanas de Pars, es decir, en el espacio agrcola ms prspero de la poca y el msavanzado tcnicamente, se impona al arrendatario la obligacin de abonar los campos detrigo una sola vez cada nueve aos, el quinto ao. El nico abono cuyo uso parecehaberse difundido en algunas regiones es la marga: en el siglo XII, en los campos dePicarda, los contratos de concesin temporal extensa incluan normalmente una clusulapor la que se obligaba al beneficiario a reponer la cal y los fosfatos del suelo mediante laayuda regular de la marga. Pero, de una manera general, nada permite afirmar que los

    agricultores de esta poca hayan credo posible basar el acrecentamiento de laproduccin de cereales en un recurso ms intenso al abono.En cuanto a la rotacin de cultivos, tampoco su ritmo Parece haber variadoprofundamente. La prctica de una siembra en dos tiempos trigo y centeno despus delas labores de otoo, cebada y avena despus de las labores de marzo se impona entodos los campos sometidos a los caprichos de la pluviosidad de la Europa atlntica; estesistema tena la ventaja de escalonar ms ampliamente los principales trabajos agrcolasa lo largo del ao, de utilizar mejor la mano de obra y las yuntas al repartir su trabajo endos estaciones. Este sistema de cultivo se aplicaba desde el siglo IX en los campos quelos grandes monasterios de la Galia del norte hacan cultivar por sus domsticos y por mediacin de las sernas de sus masoveros. Pero cultivaban estos ltimos de la mismaforma la tierra arable de sus mansos? Nada lo prueba, y cabe la posibilidad de que la

    lenta penetracin de la siembra en dos estaciones en las tierras campesinas haya sidouna de las formas de progreso agrcola entre los siglosIX y XII. Penetracin incompleta de hecho, porque la capacidad del suelo y lascondiciones climticas, as como el deseo de producir ante todo grano apto para laconfeccin de pan, levantaba obstculos muy fuertes a la extensin de los cereales deprimavera. Estos cereales eran escasos todava en el siglo XII, incluso en las tierras delos seores y a pesar de los progresos de la caballera. Utilicemos los datos de undocumento de inters excepcional, un inventario que el abad de Cluny mand realizar hacia 1150 y que describe algunos de los dominios cercanos al monasterio borgon. Endiez de ellos es posible discernir el lugar ocupado en la reserva seorial por los cerealesde primavera y por los de invierno. Este lugar slo es igual en dos; en otros siete, lacosecha de avena equivale a los dos tercios, la mitad, un tercio e incluso un cuarto de la

    de trigo y centeno, a cuya produccin se dedica en exclusiva el ltimo dominio. Sistemamuy flexible, enteramente dependiente de las necesidades del seor y de la aptitud decada suelo. Se plantea aqu el problema de las leguminosas, base de todos los potajesque acompaaban al pan, segn los reglamentos de los hospitales y leproseras de finesdel siglo XII. Es indudable que los guisantes, las arvejas, las habas desempeaban unpapel importante en la produccin campesina y en la alimentacin, al menos en la de lospobres. Pero se cultivaban estas leguminosas en los campos de labor y su cultivo sealternaba con el de los granos? No se trata de una medida excepcional, impuesta por lapenuria alimenticia, la tomada por el conde de Flandes, Carlos el Bueno, a comienzos delsiglo XII, cuando orden que cada vez que se siembren dos medidas de tierra, lasegunda ser sembrada... de habas y guisantes? Galberto de Brujas explica as estadecisin: Esta clase de legumbres crece ms y ms pronto, y los pobres podrn

    alimentarse ms rpidamente si la escasez, el hambre y la miseria no cesasen durante elao [25] . Nada prueba que los beneficios agronmicos de estos cultivos, que contribuyena reconstituir los suelos agotados por los cereales, hayan sido captados por losagricultores de la poca. Sera mucho ms importante descubrir si el barbecho se redujoentonces y si, gracias a un perfeccionamiento de los medios de cultivo, los campesinosllegaron a reducir los perodos en los que los campos deban ser dejados en reposo parareconstituir de modo natural su fertilidad, y a extender, por consiguiente, el espacioproductivo. A esta pregunta fundamental que plantea el problema del grado de intensidaddel esfuerzo agrario ya que pone en duda la realidad del progreso tcnico esimposible darle una respuesta: los textos de la poca no hablan ms que de las parcelascultivadas y omiten toda referencia a las dems. Sin embargo, algunos indicios permitenpensar que, en zonas tan frtiles como Picarda, al menos en algunas explotaciones, a

    fines del siglo XII se practicaba un sistema de rotacin trienal, que no dejaba en barbechocada ao ms que un tercio de la tierra cultivable: un acuerdo firmado en 1199 entre dos

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    seores especifica que cada tres aos la tierra debe ser sembrada de cereales deprimavera, que un masovero deber dar trigo el primer ao, avena el segundo y nada eltercero [26] . En la prctica, es indudable que este sistema, incluso en los campospoblados y frtiles, estaba lejos de haberse generalizado lo suficiente como para que seimpusiesen al conjunto de un territorio obligaciones colectivas de rotacin de cultivos.Estas no aparecen atestiguadas con anterioridad a mediados del siglo XIII. Antes, la tierraarable era lo suficientemente vasta como para que cada cultivador conservase la libertadde elegir, en funcin de sus necesidades y medios tcnicos, el sistema de rotacinaplicado a sus cultivos. Sin duda, la mayor parte de los agricultores no se decida aimponer a sus campos ritmos demasiado precipitados, cuyo efecto inmediato eradisminuir notablemente el rendimiento de cada parcela. Era preferible dejar al suelo eltiempo necesario para que se regenerase y cultivar mientras tanto otras porciones de unespacio agrario que segua siendo ampliable. Todo permite suponer que hasta fines delperodo que nos ocupa, el auge demogrfico y los progresos en la ocupacin del suelo nofueron lo bastante acusados como para quitar a la agricultura, en la mayor parte de lasprovincias de Europa, su carcter itinerante. He aqu dos testimonios que conciernen a laIsla de Francia, es decir, insistamos una vez ms, a una de las regiones mscaracterizadas por el dinamismo agrcola. En 1166, el rey de Francia permite a los

    campesinos cultivar antiguas tierras roturadas en bosques que le pertenecen, a condicinde que las cultiven y recojan los frutos durante dos cosechas solamente; y vayandespus a otras partes del bosque La prctica cuyo empleo se estimula aqu es la muyprimitiva de una roza peridica que deja al barbecho un lugar considerable. Este mtodoparece el nico capaz, en un terreno sin duda mediocre, de procurar cosechas aceptablesde las que el dueo de la tierra pueda obtener un beneficio apreciable. El segundodocumento es un siglo posterior. Da cuenta de un progreso cierto, puesto que el seor impone en principio a los campesinos a los que autoriza a roturar el bosque un ritmotrienal de cultivo; pero prev derogaciones necesarias y de hecho autoriza a loscultivadores a dejar la tierra en descanso durante varios aos seguidos por razn depobreza (es decir, si se encuentran momentneamente desprovistos del importanteequipo que la intensificacin del cultivo haca necesario) o para mejorar la tierra [27] . No

    hay, pues, ninguna norma, en parte porque el suelo es frgil y no conviene agotarloexigindole demasiado, y en parte porque la reduccin del tiempo de barbecho requiereun equipo de calidad que no est al alcance de los pobres. Llegamos con esto al puntofundamental: si, en la Europa de los siglos XI y XII, la agricultura cerealista se desarroll,fue principalmente gracias al trabajo y esfuerzo de los hombres. Estos se dedicaron enmayor nmero al trabajo de la tierra, a remover el suelo para ayudarle, ante la falta deabonos, a regenerarse ms rpidamente. Utilizaron para esto instrumentos aratorios mseficaces. El xito agrcola de esta poca se basa ante todo en un perfeccionamiento delas labores.

    A mediados del siglo XII, cada masovero de un dominio dependiente de la abada deCluny deba prestar cuatro corveas anuales: una en marzo, antes de la siembra de lacebada y de la avena; las otras en otoo, en las tierras de barbecho, para preparar la

    siembra de los cereales de invierno mediante tres labores sucesivas. Era un progreso conrelacin a las prcticas habituales en las explotaciones mejor cuidadas de la pocacarolingia, en las que la tierra slo era labrada tres veces al ao. El rendimiento era dos otres veces ms elevado en este dominio que en las explotaciones vecinas, lo que es unaprueba ms de la incidencia primordial del laboreo en la productividad. Sin embargo, estamejora era muy limitada: en los nueve dominios restantes que describe el inventariocluniacense segua practicndose la costumbre carolingia de las tres vueltas. A la luz delos textos no se ve que el aumento de las labores se haya generalizado antes de finalesdel siglo XII. Si hubo mejora, hay que buscarla en los tiles de trabajo, en el armaprincipal de que dispona el campesino para trabajar la tierra, en lo que los redactores delos textos de este perodo designan todava, indistintamente, con los nombres latinos dearatrum y carruca. El perfeccionamiento del arado es la hiptesis fundamental que hay

    que emitir, para este perodo oscuro de la historia agraria, a propsito de la evolucin delas tcnicas. Hay que suponer ante todo que aument la fuerza de la yunta que tiraba delarado. Evidentemente, no es posible conocer la constitucin fsica de los bueyes de labor,ni en la poca de Carlomagno ni en la poca de la tercera cruzada, y no es por tantoposible comparar su fuerza. Adems, en todas las pocas hay bueyes de todo tipo, y losalimentados por los campesinos no tenan probablemente la misma fuerza que los criadosen los est