gente como uno - lavaca · se concentró en los últimos años en sacu-dir a quienes se ganan la...

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el periódico de lavaca marzo 08 / año 2 / número 12 Valor en kioscos $ 5 El espacio público es el escenario de una batalla global que tiene en Buenos Aires su mejor ejemplo. Barrer a los pobres con argumentos estéticos es la forma de ocultar la desigualdad social. ¿A dónde los quieren mandar? gente como uno

Transcript of gente como uno - lavaca · se concentró en los últimos años en sacu-dir a quienes se ganan la...

el periódico de lavacamarzo 08 / año 2 / número 12Valor en kioscos $ 5

El espacio público es el escenario de una batalla global que tiene en BuenosAires su mejor ejemplo. Barrer a los pobres con argumentos estéticos esla forma de ocultar la desigualdad social. ¿A dónde los quieren mandar?

gente como uno

2 MARZO 2008MU

PLAZA ONCE

La escena del crimen

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Las mujeres que se prostituyen en Plaza Once la definen como un campo deconcentración. Lo que allí sucede está a la vista y ha dejado heridas imborra-bles, como la de Cromañón. Ésta es una crónica de lo que allí hacen y nohacen prostituyentes, policías y fiscales. Pero también es un llamado de aten-ción sobre lo que todas y todos podemos decir o callar al respecto. ¿Un mode-lo del concepto del espacio público para la dictadura del libre mercado? ¿Ouna postal de las batallas de la modernidad? Aquí, dos posibles respuestas: lade la boliviana María Galindo y la del norteamericano Michael Hardt.

Rivadavia al 3000. Una de las esquinas de la descontrolada Plaza Once. Sobre lavereda, jóvenes mujeres dominicanas son explotadas sexualmente y a la vista detodos por fiolos y prostituyentes. En todo 2007 sólo hubo un procedimiento contra

un proxeneta que esclavizaba a ocho mujeres de esa nacionalidad. La denuncia lapresentaron los médicos del Hospital de Clínicas que escucharon la historia de ex-plotación de una de las jóvenes. El proxeneta fue liberado a los pocos días.

cionar como albergue transitorio. Perofunciona. Cuando por teléfono preguntopor Andrés, me dicen que está en algunode “los otros hoteles”. Me indican dos: LaCité (Rodríguez Peña 1423) o Ruos (Cata-marca 278).

En la Cámara de Empresarios de Alber-gues Transitorios me informan que haytres Lozada: uno que integra la comisióndirectiva; otro que es contador y el terceroque es abogado y vocal. Otra curiosa coin-cidencia: en la página web de la Cámaraencuentro fotos de la Comisión Directivareunida con el jefe de gobierno de la Re-pública de Cromañón, Aníbal Ibarra.

ace ya cinco años que la Organi-zación Internacional para las Mi-graciones (oim) presentó un in-

forme sobre las mujeres dominicanasprostituidas en Argentina. Son 110 pági-nas que desnudan el alcance de la redde explotación:

Desde el año 97 hasta 2002 se calculaque ingresaron al país unas 15.000 per-sonas dominicanas. Sólo el 16% eranhombres. La mayoría de esas mujeres llegó a Ar-gentina a través de un “reclutador” queles ofrece trabajo, papeles y vivienda.Por tal gestión, entre pasajes y honora-rios, contraen una deuda estimada en2.000 dólares, avalada con la hipotecade la casa familiar. Las acompañan durante el viaje, las es-peran en Ezeiza, las ubican en una pen-sión junto a otras compatriotas y lasdisponen a prostituirse en la calle o ensaunas “donde una encargada organizalos turnos, cobra al cliente, liquida losporcentajes (que van del 40 al 60% delo que paga el cliente) y arregla con laautoridad policial local”, dice textual-mente el informe.

La autoridad policial local de Plaza Oncees la Comisaría 7ª, investigada por el deli-to de cohecho en una causa que fue sobre-seída en 2002; en otra cuyo destino perdíen los laberintos de Tribunales, y en unatercera que en mayo de este año llegará,por fin, a juicio oral: la causa Cromañón.En el extenso fallo que confirma el proce-samiento de todos los implicados en esamasacre, la Cámara de Apelaciones resu-me las pruebas del rol que la Comisaría 7ªtenía en el funcionamiento de la máquinade impunidad en Plaza Once: los comisa-rios arreglaban la tarifa de la coima y losagentes se dedicaban a controlar que serespetara el arreglo. Por eso, en el banqui-llo estarán por primera vez todos los esla-bones de la cadena: dos comisarios, unsubcomisario y dos agentes.

Los antecedentes de la Comisaría 7ª nofueron obstáculo para que los fiscales con-travencionales que debían controlar la zo-na –Marcela Solano y Adrián Martin- de-

pendan exclusivamente de la iniciativa po-licial para intervenir. Por eso, no hicieronnada en Cromañón, por ejemplo, porqueni sabían de su existencia. Así lo declaró li-teralmente y bajo juramento la fiscal Mar-cela Solano en la Comisión de Juicio Políti-co de la Legislatura porteña y así lo ratificosu entonces jefe, el fiscal general Luis Ce-vasco. “La policía es quien debe iniciar elproceso contravencional”, reiteró. Entiendoentonces lo que me explican las mujeresque se prostituyen en la plaza. La máquinacontravencional se enciende, en la calle,con una pregunta: ¿coima o acta? Pero enPlaza Once, me aclaran, la máquina se ac-tiva selectivamente. Señalan con el dedo elcielo y repiten: “salvo para nosotras, estoes zona liberada”.

na policía ciega y unos fiscalesmudos dejaron los controles dePlaza Once a merced de la iniciati-

va de las cámaras empresarias. General-mente, son ellos quienes expresan sus de-mandas al poder político y estas quejas enPlaza Once se concentran en una compe-tencia natural: la venta ambulante. Asímotivada, la fuerza de control municipalse concentró en los últimos años en sacu-dir a quienes se ganan la vida en la calleen forma independiente y solitaria. No pa-rece ser el caso de las mafias que contro-lan la venta ambulante a gran escala. Unejemplo: en una causa que involucra a laComisaría 7ª se da cuenta de cómo fun-ciona para ellos el aparato de control. Lacausa se inició con la denuncia de MirtaCarrizo, empleada de la fiscalía 7ª, encar-gada de la zona. El 14 de febrero de 2002estaba parada en la esquina de Pueyrre-dón y Rivadavia, esperando que llegara elresto del equipo fiscal a cargo del procedi-miento, cuando escuchó que por unhandy les comunicaban a los vendedores:“Guarden todo que se viene un operati-vo”. Así resume el diario La Nación lo quepasó entonces:

“Con esa frase Carrizo constató lo quepara muchos es un secreto a voces desdehace tiempo: policías vestidos de civil ha-bían alertado a los puesteros del barrio deOnce sobre la inminencia de un procedi-miento en el que ellos mismos participarí-an un rato después. Por eso, efectivos de laComisaría 7ª e inspectores municipalesson investigados por la justicia por los de-litos de cohecho, encubrimiento e incum-plimiento de los deberes”.

En el fuero contravencional me infor-man que Mirta Carrizo está de licencia ycumple funciones en otra fiscalía: la 4ª.

n un país donde la prostitución noes delito se supone que la justiciadebería concentrar sus esfuerzos

en perseguir a quienes las leyes conside-ran delincuentes: los fiolos. Se suponetambién que en un año en el cual lasagencia internacionales han invertido mi-

les de dólares para promover campañascontra “la trata de personas” este delitodebería ser perseguido aun más firme-mente. Sin embargo, en Once sólo huboen el último año un operativo contra unantro de explotación sexual de mujeres.Fue en el séptimo piso de Uriburu 578. Asílo resumió la agencia oficial Télam:

“La justicia desbarató un prostíbulo enel barrio porteño de Once, donde ochomujeres dominicanas que habían llegadoengañadas al país con la promesa de tra-bajar de camareras, eran obligadas a pros-tituirse. Un hombre dominicano fue dete-nido acusado de reducción a laservidumbre, delito que prevé una penade entre 3 y 15 años de prisión. Las vícti-mas son chicas de entre 18 y 24 años quepor día realizaban entre 10 y 15 serviciossexuales. El hombre detenido, WilliamGarcía, anteayer recuperó la libertad luegode obtener una excarcelación”.

La crónica periodística también relatacómo se logró esa única vez poner enmarcha un operativo: “El caso se descu-brió gracias a que una de las ocho escla-vas tuvo que ser internada por una afec-ción cardíaca, les contó a los médicos delHospital de Clínicas su odisea y éstos radi-caron la denuncia”. Le pregunto a las mu-jeres que se prostituyen en la plaza quépiensan de las campañas contra la trata.Me dicen que el problema es la palabra.“Parece que hablan de la trata de blancasy acá somos todas morochas”. Se ríen yentonces suena como un chiste. Pero no.

l fuero contravencional fue creadocon varios fines. Uno, establecerpautas de convivencia en la ciu-

dad: qué se puede hacer y qué no. Por eso,el Código Contravencional tiene sus nor-mas ordenadas por capítulos: unas estánreferidas “a la seguridad y tranquilidad delas personas” y otras, al “espacio público”.No persigue delitos, sino contravenciones,que sanciona con multas a los infractores.El que no puede pagar, debe compensarsu culpa con tareas comunitarias o prisión.La otra finalidad explícita de ese fuero essistematizar información sobre estos te-mas, de modo que está obligado a produ-cirla y darla a conocer. Veamos cómo ejer-ce en los hechos estos propósitos.

Según las estadísticas elaboradas porel fuero en 2005, las actas que se reali-zaron ese año por contravenciones ala seguridad de las personas sumaronun 4%. La protección del espacio pú-blico, en tanto, concentró el 57% de lasactas. Ése fue el último año que elFuero clasificó la información de esamanera y es fácil imaginar por qué.Pero por si la imaginación no alcanza,conviene reparar en las cifras que sedesprenden de cotejar, una por una, laagenda de audiencias que ocupó a esefuero durante todo 2007: por los artí-culos que sancionan el uso indebidodel espacio público llegaron a esa ins-tancia 132 causas; por el que sancionala “omisión de recaudos de seguridad”o “inducir a un menor de edad a men-digar”, ninguno. Sin embargo, hay que poner estos da-tos en su debido contexto: durante elmismo 2007 se labraron en la Ciudadde Buenos Aires más de 5.000 actascontravencionales, pero se celebraronsólo 525 audiencias en todo el fuero. Te-niendo en cuenta que hay 31 juzgados,el promedio indica que cada uno atien-de menos de dos audiencias al mes.La justicia contravencional es una justi-cia sin juicios: según sus propias esta-dísticas, en 2005 sólo el 13% llegó a ins-tancia de juicio oral. El resto se arreglaen los pasillos de esos tribunales. Lopude comprobar en los corredores deledificio de la calle Berutti. De un ladodel pasillo están las fiscalías; del otrolas defensorías. Es común, entonces,que los empleados de ambos bandosconversen amigablemente sobre sus co-tidianidades, mientras sostienen carpe-tas en la mano. Son las causas que pro-

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laza Once no es una plaza: esun campo de concentración.Me quedo sorprendida con lafrase que escupe una de lasmujeres que están paradas

ahí doce horas por día, prostituyéndose.Hace varios días que estoy dando vueltastratando de encontrar una forma de con-tar lo que ahí pasa para que le importe aalguien y, cuando finalmente la encuentro,me doy cuenta de que el problema esexactamente ése: sin indiferencia no haycampos de concentración.

Y hace falta mucha para construirlossin rejas, a cielo abierto.

Son las 6 de la tarde y estoy paradafrente a lo imposible: el nuevo grupo demujeres dominicanas que se vende por 25pesos, sin condón. Son terriblemente jóve-nes y brutalmente bellas. Todas tienenmás de dos hijos y el destino de enviar to-do el dinero que ganan a sus familias. Susvoces son cálidas y se encienden aun máscuando recuerdan el nombre de su pue-blo, la edad de sus críos: sus tesoros. Tratode imaginar las respuestas a las preguntasque nunca les podré hacer porque en susmiradas encuentro el límite. Leo el miedoy les digo adiós.

Al llegar al cordón, el patrullero de laComisaría 7ª se detiene junto a mi pie y elpolicía que está sentado al lado del con-ductor me mira fijamente. ¿Cuántos se-gundos? Ahora me doy cuenta de que nopuedo calcularlo: la impunidad siempre sepercibe eterna.

Por detrás del patrullero veo pasar ados de las dominicanas con las que estuveconversando. Van de prisa, directo al Ho-tel Leblon (Rivadavia 3009), donde funcio-na un albergue transitorio. Trece pesos,media hora. El Leblon entrega a cada mu-jer una tarjeta celeste en la cual, por cadaprostituyente, le firman un renglón. Cuan-do suman cinco firmas, les “regalan” los 13pesos de esa sesión.

Pero ahora las dominicanas no vanacompañadas por ningún hombre. La másalta cruza el semáforo casi a la carrera yentra sola. La segunda se queda demoradapor un colectivo que dobla sin piedad yen ese segundo es interceptada por unmuchacho joven, de barba, con mochila,remera gris, jeans: un pibe cualquiera. Laceremonia del arreglo es breve, así que losdos ingresan al hotel antes de que el se-máforo guiñe rojo otra vez. Respiro alivia-da. A una, al menos, no le van a pedir ex-plicaciones sobre nuestra charla. Loconfirmo al día siguiente, cuando pasopor delante del grupo y veo sólo a una delas dos. Imaginen ustedes a cuál no.

l lado del Hotel Leblon hay unapuerta negra sin numeración yen la puerta, una silla donde es-

tá sentado un musculoso hombre demusculosa negra. A veces hay más deun hombre y otras, no hay silla, perosiempre hay por lo menos un musculo-so con cara de no hacer nada más queestar ahí, custodiando esa puerta negra.Tengo que estar parada varias horas pa-ra ver salir a una mujer, pero apenasunos minutos para ver entrar y salir aun hombre, dos, tres. Las mujeres que seprostituyen en la plaza se refieren a lapuerta negra como “el sauna” y nadiesabe si existe alguna relación entre elHotel Leblon, la puerta negra y las do-minicanas, aunque varias de ellas estánparadas a lo largo de esa vereda. Lespregunto a las más veteranas de las mu-jeres que se prostituyen en la plaza si al-guna vez hubo algún tipo de control so-bre esos locales. Me responden: “Esto eszona liberada”. Lo confirmo: en una delas esquinas de esa misma manzana es-tá el santuario que recuerda a los 194muertos en República de Cromañón.

El único dato que encuentro sobre elHotel Leblon es el nombre de quienes se-rían sus propietarios: Roberto Casal delRey y Andrés Lozada. La última informa-ción disponible dice que está habilitadocomo hotel de dos estrellas, lo cual impli-ca –entre otras cosas– que no puede fun-

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Frente a la Comisaría 7ª, cuyos máximos responsables serán juzgados en mayo enun juicio oral por cohecho, delito que posibilitó la masacre de Cromañón.

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ponen que se arreglen con un juicioabreviado o probation. Esto es: el con-traventor acepta su culpa, recibe unapena menor y “se saca el problema deencima”. La mujer que está a mi ladoen el pasillo me lo explica de otra ma-nera: “Me confiscaron la mercadería.Me dicen que si firmo me la devuelvenya y si no, tengo que esperar al juicio,que tarda meses”. Recorrí uno por uno los juzgados con-travencionales solicitando que me in-formaran cuántos juicios abreviados oprobation habían tramitado. No fue po-sible obtener más que excusas, auncuando la indagación me llevó hasta lapersona encargada de elaborar la esta-dísticas del fuero. El dato dejó de hacer-se público en 2005.El último: la fiscalía del fuero promo-ciona su trabajo ofreciendo los datos delas contravenciones que persigue. Laventa ambulante “ilegal” –como la lla-ma la prensa, a pesar de que el Códigola autoriza en casos de mera subsisten-cia– es la favorita. La segunda del ran-king es la oferta ostensible de sexo, san-cionada con el artículo 81 y que, segúnel fiscal general Germán Garavano, esla protagonista de un promedio de 14actas por día. En una conversación in-formal, un juez del fuero me informaque en cuatro años nunca llegó a su es-trado un juicio oral por infringir ese ar-tículo. ¿Significa que se arreglan antes,que se desiste la acusación o que lamujer en situación de prostitución nun-ca accede a defenderse en un juicio? Eljuez no tiene respuesta, aunque sí sos-pechas: “Se trata de personas que tie-nen, en general, menos posibilidadesde acceso al ejercicio pleno de sus dere-chos, en cualquier ámbito y en cual-quier fuero”.

Les pregunto a las mujeres que se prostitu-yen en Plaza Once qué idea tienen de la pa-labra justicia. Me contestan una grosería.

ace algunos años que conversocon las mujeres que se prostituyenen Plaza Once. Siempre son las

mismas y cuando no veo a alguna, pre-gunto y pregunto hasta saber dónde está:en el hospital, en un geriátrico, en el ce-menterio. La mayoría son mayores y conel tiempo tienen que estar más horas paraobtener el mismo resultado. “Por menosguita hay que aguantar cada vez más mu-gre”. En los últimos meses, la llegada deun nuevo tropel de dominicanas cambióel ecosistema de la plaza. Hay más peleasentre “las viejas” y “las nuevas”, repro-ches por el espacio, las tarifas o las condi-ciones que aceptan de los prostituyentes.La miseria es madre de estas divisionesque tensan el alambre de púas invisibleque divide a las nuevas dominicanas delresto. El resultado es que casi no se ha-blan si no es para ladrarse, convertidas enperras de la calle por el mercado de pros-tituyentes más miserable de la ciudad. Al-rededor de ellas, la ciudad se agita conmultitudes que hacen cola en las paradasde los colectivos truchos, escuchan a fal-sos profetas o compran gaseosas en pues-tos que ocupan tres veces más espacioque el autorizado. A las mujeres que seprostituyen en Plaza Once nadie las mirani las ve, aunque todos las consumen. Losprostituyentes, por supuesto, pero tam-bién las oenegés, las trabajadoras sociales,los sindicatos. De cada cual obtienen algo–preservativos, cajas con alimentos, datospara un trámite de ayuda social– pero acambio deben entregar mucho. “En el últi-mo año nos vinieron a hacer encuestascuatro veces. Tuvimos que darles nuestrosdatos, el de nuestras familias, contarles lahistoria de nuestras vidas. A dónde va to-do eso no tenemos idea, porque nunca telo explican bien”.

Hace ya ocho meses decidí que habíaescuchado lo suficiente. Resumí todo loque me habían dicho las mujeres que seprostituyen en Plaza Once en un manojode consignas que pinté con aerosol en el

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En junio de 2007, las autoras dellibro Ninguna mujer nace para pu-ta decidieron presentarlo con unaacción pública en Plaza Once. Con-vocaron a mujeres artistas, perio-distas y activistas a bautizar eseespacio como Plaza de los Prosti-tuyentes. La intervención consistióen pintar en el piso de la plaza lasconsignas que sintetizaban lospensamientos recogidos en lascharlas con las mujeres que seprostituyen en esa plaza. Esosgraffiti originaron un proceso judi-cial contra una de las mujeres queparticiparon de esa acción, ahoraimputada penalmente. Ésta es lareflexión sobre la propuesta y susderivaciones de una de las auto-ras, María Galindo, integrante delcolectivo feminista boliviano Muje-res Creando:

Cuando se realizó la acción enPlaza Once dejaste en claro unconcepto: "Estamos aquí paraconstruir teoría y propuesta". Vistodesde la perspectiva actual, ¿quécrees que debe leerse sobre loque allí fue escrito?El pensamiento social no puedenacer por fuera de una posturade compromiso, que no es unasimple declaración de intencionesdel intelectual. O estás implicadaentera y ese compromiso pasapor tu propio cuerpo o estás fue-ra. En ese sentido, nuestra opcióncomo Mujeres Creando es la cons-trucción de pensamiento desde lapráctica social y el cotidiano. Apartir de allí lo acontecido enPlaza Once no es una anécdota,ni tampoco un acto de protesta.No nos ubicamos en la plaza noen son de misioneras, ni de caraa las mujeres en situación deprostitución. Todo el plantea-miento de la acción tuvo como in-terlocutora a la sociedad, a la po-licía y al prostituyente. Fue partede una serie concatenada de ac-ciones que forman una estrategiade lucha. Primero, con la muestraque hicimos en el Centro CulturalBorges, para colocar en el mundodel arte y la cultura lo que co-rresponde al mundo de la comi-saria y la muerte. Y luego, enPlaza Once, para colocar al libroen la plaza y plantarlo desde allí.Por eso era muy importante elsentido de anfitrionas que le di-

mos a todas estas acciones, por-que como anfitrionas nos apro-piamos de nuestro propio espacioy prostituyentes, policias y com-pany nos tuvieron que contem-plar desde afuera de nuestro es-pacio, que servía de soporte y dealtavoz al mismo tiempo. Este tipo de acciones tiene pers-pectiva y fuerza interpeladoracuando son parte de una estrate-gia de lucha para sus propiasprotagonistas. Lo digo como Mu-jeres Creando: para nosotras cadaacción se concatena con la si-guiente. Nos hemos situado a lolargo de más de diez años desdela calle, desde el graffiti y desdela acción directa. Lo de BuenosAires yo lo viví como parte de esacontinuidad en la lucha, que paramí es fundamental. Porque unaacción suelta puede ser anecdoti-zada por sus propios protagonis-tas. La forma convencional en laque los movimientos sociales noshemos relacionado con la calle,con los medios de comunicación ycon el espacio público nos entre-na en una actitud misionera, enuna actitud ocasional y no comoconstrucción de un escenario pro-pio, ni menos como el lugar deconstrucción de teoría. En cam-bio, esta estrategia de ocupaciónde la calle se parece más a laocupación que hacen las vende-doras ambulantes de la calle,porque llevan al espacio públicoel mundo privado.

¿Por qué el graffiti es la herra-mienta para comunicar este tipode acciones políticas?El graffiti tiene que ver con la to-ma de la palabra y, nuevamente,con la toma de la calle. El graffiti -que para nosotras tiene sentido enuna línea de constancia y perma-nencia, de terquedad- se convierteen un texto publico de relecturadel lugar de las mujeres en la so-ciedad. Es también el medio decomunicación más poderoso. Lascaracterísticas del graffiti son paranosotras muy importantes: es sen-cillo, es poético, no es proselitista.Toma posición simultáneamente ya través de frases cortas sobre di-ferentes puntos. El graffiti es loque nos ha permitido, a la veloci-dad y la dinámica de los propiosacontecimientos, acompañar los

hechos sociales con una inmedia-tez impresionante que casi ningu-na otra forma de lucha nos hapermitido. En el graffiti tambiéntiene tanto sentido escribir sobrela libertad de una persona enconcreto, con nombre y apellido,como al mismo tiempo sobre elneoliberalismo, el racismo o loque sea. Te permite todas lascombinaciones imaginables.

Hoy en Argentina en general y enla Ciudad de Buenos Aires en parti-cular el espacio público es escena-rio de puja política, impulsadaprincipalmente por los sectoresque quieren imponer un control através del derecho de admisión:quién puede y quién no puede es-tar, y dónde. No es siquiera un ten-dencia local, sino una de las gran-des batallas contemporáneas: elcontrol de las fronteras sociales. Túhas tocado el tema en casi todaslas intervenciones artísticas querealizaste a título personal y colec-tivas, con Mujeres Creando. ¿Porqué elegiste la calle como ámbitopara dar ese debate?Estoy de acuerdo que es una de lasbatallas más importantes y mássignificativas. Es una batalla queno da tregua. La relación con lacalle, la ocupación de la calle, lapresencia en la calle, tiene que vercon una constante, con una voca-ción política del movimiento. ¿Porqué la calle y no la universidad, ocualquier otra palestra? Primero,porque la calle implica un cuerpoa cuerpo con la sociedad que no telo ofrecen ni la radio, ni la televi-sión, ni la universidad, ni nada. Es-tás ahí, a la mano, cerca. Estás ahíy eres parte de la misma dinámi-ca. Recoges y aprender las lógicasde ambulantes, de locas, de men-digos, de putas. Esas lógicas de lospersonajes de la calle son lógicasmuy profundas, de relacionamien-to social. Aprendes a incomodar,por decirlo de alguna manera. Porúltimo -y quizás es lo más impor-tante- la calle no es un espacioprestado, por eso las batallas res-pecto de la ocupación de la calle,su normatización y su disciplina-miento, están colocadas en el te-rreno de la expropiación: te quitanla libertad que es tuya. La calletiene el carácter de patio común,por eso la resonancia de la callees inmediata, rotunda e imposiblede invisibilizar.

¿Cuál era el objetivo de la acción enPlaza Once, Tribunales y Congreso?Interpelar al poder y situarnossimbólicamente frente a la policía,el poder político y también elmundo del arte, puesto que la ac-ción en Plaza Congreso estaba "in-tegrada" al evento que organizóla Universidad de Nueva York.

¿Se cumplió ese objetivo?No quisiera medir el trabajo enfunción de objetivos porque meparece muy peligroso. El trabajoen la calle es una siembra sin co-secha. A veces se queda en lasimple preparación del terreno, aveces resulta ser la cosecha deotra siembra en la que no partici-paste. Es peligroso apropiarse delo que sucede en la calle.

María Galindo: el graffiti como medio de comunicación

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En Plaza Congreso, pintando un graffiti que grita: “Las putas aclaramosque ni Filmus ni Macri ni político alguno es hijo nuestro”.

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Finalmente, la causa llegó a manos dela jueza, quien determinó que no se trata-ba de una contravención sino de algo pe-or, ya que estaba en juego “la proteccióndel espacio público”. Por lo tanto, conside-ró que se trataba de un delito y lo calificóde “daño agravado”, cuya pena alcanza lossiete años de prisión y su trámite debe se-guirse en el fuero penal.

Esta nota está escrita por la misma per-sona que pintó los graffiti por los que aho-ra procesan a Claudia y por la misma per-sona que estaba junto a ella cuando lelabraron el acta contravencional, aunqueallí la policía no escribió otros nombres. Esuna persona plural, compuesta por todas ytodos los que estuvieron, están y seguiránestando en Plaza Once, conversando conlas mujeres que allí se prostituyen y denun-ciando aquello que ellas no pueden decir ytantos no quieren oír. Es una voz única, pe-ro no es solitaria: los que para esta nota fue-ron consultados, interrogados, interpelados,ya lo saben porque fuimos muchos los queestuvimos rondándolos.

Es esa voz que escribe estas líneas co-mo una invitación para que quienes la le-an sean parte de ella, reproduciendo loque aquí se cuenta donde sea y como pue-dan. O simplemente mirando en PlazaOnce lo que hay que ver porque está a lavista, impúdica e impunemente.

Sé –sabemos, porque ya lo aprendi-mos– que los campos de concentracióntienen la dimensión de nuestros silencios.Entonces, podemos romperlos.

piso de la plaza. Mientras las escribía, gri-té a viva voz: “Ésta es una zona liberadapara fiolos y policías”.

Las escribí con aerosol azul, con aerosolnegro y con aerosol rojo y tres veces, co-mo para que quedara bien claro: en PlazaOnce primero, en Plaza Congreso despuésy finalmente, en Plaza Tribunales. Fue ahídonde me rodearon tres patrulleros y lapolicía me labró un acta. Con letra manus-crita el oficial apuntó:

“En circunstacias en las que el subins-pector Patricio Miguel Osti recorría el ra-dio jurisdiccional a cargo del móvil 103observó a una mujer que escribía con ae-rosol, sobre la acera consignas tales como´El Código Contravencional es la coimapolicial´ ensuciando de este modo bienesde propiedad pública. Por ello procedió aidentificarla resultando ser...”

A partir de allí, se inició una causa con-travencional contra Claudia Acuña, inte-grante de lavaca, del equipo que editamu y el libro Ninguna mujer nace para pu-ta y los talleres en los que conversé conlas mujeres que se prostituyen en PlazaOnce, entre otras cosas.

La fiscal Marcela Solano ordenó díasdespués que una consigna policial seapostara en el domicilio particular deClaudia “con el fin de identificar a todaslas personas de sexo femenino que ingre-sen o egresen de ese domicilio”.

Luego, la defensoría oficial le sugiriótres veces que aceptara una probation “pa-ra sacarse el problema de encima”.

El norteamericano Michael Hardt es, entre otras cosas, el autor de Imperio,junto al italiano Toni Negri. En esta charla con MU explica la hipótesis quedesarrolla en ese libro sobre el rol político del espacio público.

¿Por qué considera que la calle es en la actualidad lo que en otro pe-ríodo del desarrollo capitalista fue la fábrica, en cuanto a espacio debatalla política?La metrópoli es a la multitud lo que la fábrica era a la clase obrera in-dustrial en dos sentidos: como sitio de producción y como sitio de rebe-lión. En primer lugar, con respecto a la producción. Mi hipótesis (juntocon Toni Negri y muchos otros) es que estamos entrando en una nuevafase de la economía capitalista en la cual la producción industrial ya noocupa la posición predominante. Esto no significa que no habrá más fá-bricas o incluso que menos personas trabajarán en las fábricas, sinoque sus cualidades de producción (su disciplina, sus aparatos mecáni-cos, sus temporalidades) ya no se imponen sobre otras formas de pro-ducción de la sociedad como un todo, como lo fueron en el pasado. Ensu lugar, la producción inmaterial o la producción biopolítica está sur-giendo en la posición predominante. Este tipo de producción se refierea la producción de bienes inmateriales, tales como imágenes, saberes,información, códigos, afectos, comunicación, etc, etc. Dicha producciónes biopolítica, en el sentido de que sus resultados son formas de vida,es decir, relaciones sociales.Una de las tareas de análisis -si esta hipótesis es verdadera- es reconocercómo esta producción biopolítica produce valor para el capital, la formaen que el capital la expropia. Sin embargo, lo más relevante para su pre-gunta es simplemente reconocer que esta producción tiene lugar, ocurre,y cuáles son sus condiciones. Esto nos trae a la calle o, yo diría, a la metró-poli en general, porque, por un lado, esta producción biopolítica sólo puedetener lugar sobre la base de lo común. Obviamente, la producción de lasideas sólo puede ocurrir cuando ya compartimos saberes. Lo mismopuede decirse de afectos, imágenes, códigos, etc.: todos ellos exigen locomún. Piense en las calles entonces, o en la metrópoli, como el espa-cio de lo común. Por otra parte, la producción biopolítica requiere delencuentro con la alteridad. Ninguna comunicación ocurre del encuentrocon lo mismo. Es el encuentro con el otro lo que genera nuevas relacio-nes, nuevas ideas, nuevas imágenes. La calle, entonces, al entendersecomo el espacio común y como el espacio de nuestro encuentro con losotros es el sitio de la producción de biopolítica.En segundo lugar, con respecto a la revuelta. Así como la fábrica es el lu-gar de la revuelta del trabajo industrial, también las revueltas laboralesde lo biopolítico se producen en las calles, en la metrópoli en su conjun-to. Así como los trabajadores pueden en una fábrica parar la línea demontaje a través de la huelga, así también los agentes de la producciónbiopolítica puede parar la metrópoli, bloqueando la producción de rela-ciones sociales, afectos, ideas, que constituyen la ciudad.

¿Qué rol tienen en esta batalla los sectores que producen en la calle,como por ejemplo, vendedores ambulantes o prostitutas?Uno de los desafíos de nuestra hipótesis acerca de la tendencia hacia

un predominio de la producción inmaterial y biopolítica es entender có-mo se aplica a los más altos y más bajos niveles de la economía. Alanalizar este tema, algunos se centran demasiado, en mi opinión, en el´trabajo cognitivo´, aquel que es altamente intelectual, cuyos trabaja-dores son bien pagados, como los productores culturales o los trabaja-dores informáticos. Pero creo que también es importante centrarse enel trabajo afectivo. La producción afectiva, por ejemplo, es central enlos trabajadores de la salud, los asistentes de vuelo o, incluso, en lostrabajadores de los fast food. Todos ellos están obligados a crear unsentido de bienestar a través de la construcción de relaciones. ¿Pode-mos reconocer en los vendedores ambulantes y la prostitutas esta mis-ma obligación? ¿No es afecto lo que producen, después de todo?

Michael Hardt: el imperio de la calle

Un hombre de musculosa está parado frente a la puerta negra de Rivadavia casiesquina Ecuador. La puerta no tiene numeración y nada indica qué hay dentro.

arece una escena chaplines-ca. Ocho personas –mujeres,adolescentes, niños y hom-bres adultos– intentan empu-jar un carro de más de 250

kilos por una rampa improvisada y empi-nada. Necesitan subirlo a un camión. Perocada vez que el carro avanza cincuentacentímetros, la ley de gravedad se empe-ña en hacerlo retroceder un metro. Des-pués de todo, la ley es la ley.

–¡Guarda, que no aplaste a nadie!– gritauno de los dos hombres que esperan alcarro arriba del camión, con las manos in-fructuosamente estiradas.

A su lado, un compañero pierde la pa-ciencia y con su vozarrón cascado le gritaal resto:

–¡Vamos, carajo! ¡Ayuden todos!Entonces, una montonera de perso-

nas desafía al carro de metal que llevaun bolsón de altura humana. Decenasde manos se hunden en el bulto de car-tones, papeles y desechos para hacermás fácil lo difícil. Y así logran vencer aesa ley que siempre les juega en contra.

El tren negro

esde el 28 de diciembre –sí, el Díade los Inocentes–, cuando la em-presa tba decidió eliminar el Tren

Blanco, la misma situación se repite todaslas noches, cerca de las diez, en Dorrego yGuatemala, a metros de las ví-as del Ferrocarril Mitre. En esaesquina, el camión espera alos cartoneros de José LeónSuárez para trasladar a sus ba-rrios todos los desechos quejuntan en cada jornada.

A mediados de 2007 ya sehabía cancelado el Tren Blan-co de la línea Sarmiento yahora le tocó al Mitre, queprestaba nueve servicios dia-rios. Las razones que argu-mentaron los voceros de laempresa fueron que los carto-neros habían desguazado eltren y que sus ocupantes agre-dían al resto de los pasajeros.Pero Norma Noni Flores lodesmiente: “En el peor mo-mento de la crisis yo fui unade las que fue a hablar a tba para quenos dieran furgones sin asientos paratransportar los carros con las cosas quejuntamos. Nos dijeron que no tenían per-sonal, pero que si nosotros teníamos gen-

te para sacar los asientos y acondicionarlo,no había problema. Y nosotros lo hicimos,acondicionamos el tren sin que nos dieranun peso. Nos hicieron firmar un conveniode que nos hacíamos cargo de lo que lepasara al vagón. Ellos, en siete años, no leshicieron nada de mantenimiento. Y enci-ma, la gente piensa que era un tren gratui-to. Nosotros teníamos que pagar un abonode 10,50 pesos cada quince días”.

El mismo basural

oni era la delegada de José LeónSuárez del Tren Blanco. Se encarga-ba de organizar a sus compañeros

y cuidaba de que nadie molestara al restode los pasajeros. Ahora es la coordinadoradel camión. Viaja al lado del chofer paracustodiar la mercadería de su barrio y co-ordina los horarios. Se hizo cartonera hacediez años, cuando su marido, albañil, sequedó sin trabajo. Flores vive en el BarrioIndependencia, apenas a un kilómetro delmonumento que recuerda a los fusiladospor el gobierno de Aramburu en 1956,cuando lo que hoy es una plaza era un ba-surero. Aquel que inmortalizó RodolfoWalsh en Operación Masacre.

El Barrio Independencia es un caseríomitad material, mitad chapa que se le-vanta a la vera de un zanjón que midecasi como una cancha de fútbol de an-cho, y cuadras y cuadras de largo. Allí

van a parar aguas servidas ydesechos industriales. Allídescansan y se alimentan loschanchos de la zona. Allíduermen el sueño eterno au-tos derruidos. Por esas callesde tierra, sinuosas y con tan-tos cráteres como la Luna,hasta el sodero debe transitara caballo. Y en casi todas lascasas pueden verse carros decartoneros.

Al lado de donde vive No-ni se levanta un galpón dechapa en el que funciona unacooperativa que compra car-tón, plástico, papel y otros de-sechos reutilizables. La con-formaron 14 familias derecicladotes urbanos –comose llama a los cartoneros en

el vocabulario políticamente correcto–,cansadas de que los intermediarios los es-tafaran con los precios y el pesaje de susmercaderías. Por eso, ahora apuestan acomprar lo que recolectan sus compañe-

ros a un mejor precio que los habitualesintermediarios. Acopian, a su vez, grandescantidades: vendiendo a empresas reci-cladoras por tonelada obtienen mejor pa-ga que si cada uno lo hace por su cuentay por kilo. Para llevar adelante el proyec-to pidieron un crédito y compraron unabalanza, después una prensa y más tardeun camión Ford, modelo 61, por 8.000 pe-sos. “Se convirtió en nuestro cáncer. Ahíestá parado no sé desde cuándo y noso-tros, gastando plata en fletes. Pero bueno,estamos acostumbrados a que todos seabusen de nosotros”, se resigna Mirta Jus-tina Belizán, 61 años, 8 hijos, cuarenta ypico de nietos –“perdí la cuenta”, confie-sa– y 16 bisnietos.

La mujer, que lleva 25 años cartone-ando, emerge entre decenas de bolsones.Es la encargada de recibir a cada carroque llega repleto de materiales. Tienesus dos piernas vendadas desde la rodi-lla para abajo, por las várices que le sa-lieron de tanto cartón juntado.

Mirta tiene encendida la radio. El lo-cutor anuncia la suba del Merval justocuando un hombre flaquito, puro hueso,pregunta precio: “0,50 el kilo de cartón;el plástico, un peso”, informa Mirta. Acontinuación, la voz engolada del apara-to informa sobre el récord del superávitfiscal. El hombre, que no parecía atento,pregunta al aire: “¿Dónde está el superá-vit ese? No sé para qué los políticos gas-tan tanta plata en propaganda. Si invir-tieran esa plata en trabajo, acá tendríantodos los votos”.

El hombre se llama Enrique Valero. Alos 58 años, llegó hasta acá en bicicleta,con una agilidad envidiable. Cartonea–como el dice– desde 1998, cuando cerróla fábrica de heladeras Patrick. “A miedad, ¿quién me va a tomar?”, sugiere re-signado, mientras saca un puñado de car-tones de la canasta de la bici. “Yo ya novoy más a Capital –explica preocupado–.Hasta que sacaron el Tren Blanco iba conmi señora. ¿Pero ahora cómo hago paralevantar 150 kilos hasta el camión, quetiene un metro setenta de altura? No nosda el cuerpo, se nos rompe la columna.Súmele a eso el peso del carro...”.

En Pampa y la vía

or esa misma razón fueron a pa-rar –literalmente– a Pampa y lavía, en el barrio de Belgrano, no-

venta cartoneros que venían de Garín,Zárate, Bancalari y Escobar. Para recla-

mar la rehabilitación del Tren Blanco,acamparon en un playón lindero al fe-rrocarril durante un mes y 25 días, hastaque el viernes 22 de febrero, oficiales dela Comisaría 33 y miembros de la Guar-dia de Infantería los desalojaron a pala-zos limpios por una orden irregular delGobierno de la Ciudad. Hubo decenasde heridos y 9 detenidos acusados de re-sistencia a la autoridad. Dos de ellos–Walter Robles y Carlos Acuña– recobra-ron su libertad recién varios días des-pués. Tanta violencia ejercida por la po-licía motivó una denuncia penal de laDefensora del Pueblo de la Ciudad, Ali-cia Pierini, radicada en el Juzgado de Ins-trucción Nº 49, a cargo de Facundo Cu-bas. “Fue un tipo de procedimiento querecuerda tiempos viejos, tiempos de ladictadura” –dijo a mu la doctora Pieri-ni–. La policía actuó sin cumplir su pro-pio Código de Conducta que indica queprimero tiene que buscar la persuación,y la violencia es un último recurso. Eneste procedimiento se atacó a familiasque estaban durmiendo, con sus chicos,sin resistir. No se consideró el contextoen que se produjo ese acampe: estabanallí porque se había cortado el Tren Blan-co, y porque no tenían otro lugar al cualir. El Ministerio de Espacio Público de laCiudad había pedido el desalojo, dicien-do que en caso de resistencia podía ape-larse a la fuerza pública". ¿La responsabilidad, entonces, puede tenerlael Ministerio del Interior, del cual depende laPolicía Federal?

No creo que cada ministro esté detrásde cada procedimiento. Pero nosotrosdenunciamos a la Comisaría 33ª y situvieron o no luz verde de arriba parareprimir así, habrá que verlo en la in-vestigación penal.

Por su parte, el diputado macrista MartínBorrelli excusó al oficialismo de la Ciu-dad y pateó la responsabilidad a los in-tendentes del conurbano. Los acusa de“no resolver su situación social y cargartodas las responsabilidades sobre el go-bierno porteño”.

Cuestión de números

a expulsión de los pobres de unaciudad como política de sanema-niento no es un invento macrista.

Ya lo había inaugurado el dictador tucu-mano Antonio Domingo Bussi, cuandometió en un charter a los indigentes de suprovincia para abandonarlos en el desier-to catarmaqueño.

Tampoco parecen novedosos los men-sajes del nuevo gobierno de la Ciudad.Como si se tratara de una fumigación,apenas minutos después de la represiónpolicial en Belgrano, personal de la em-presa aesa limpió la zona con mangue-ras que disparaban el agua con la fuerzade un cañón hidrante. En dos camionescola de pato –esos destinados a compac-tar la basura– arrojaron todo lo que loscartoneros llevaban juntado en la sema-na. “¿Con qué le voy a dar de comer amis hijos?”, lloraba desconsolada unamujer. “Yo no le hago daño a nadie, nosalgo a robar, no chupo. Éste es mi traba-jo digno”, sollozaba, aferrada a un alam-brado. “¿Están buscando eso, que salga achorrear?”, preguntaba, con bronca, sinque nadie le contestara.

“No podíamos volver en el camión pormuchas razones. No sólo que no podía-mos subir los carros, sino que el camiónpegaba la vuelta demasiado temprano. Alas ocho y media de la noche ya teníamosque estar cargando. Y para esa hora no te-níamos nada juntado. !Si la gente saca labasura recién a las 8! Y si no juntamos, nocomemos. Hubo veces, incluso, que el ca-mión no venía y nos dejaba colgados”, ex-plica Marina Lezcano, que cinco días des-pués de la represión levanta su remera ydeja ver los moretones que los machetespoliciales dejaron en su abdomen. “El go-bierno dice que quiso negociar, pero en re-

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Derecho deadmisión

LA PERSECUCIÓN A LOS CARTONEROS

La suspensión del Tren Blanco los dejó abandonados a su suerte en una ciudad quecomenzó a mostrarles los dientes. Les hacen actas contravencionales, les secuestranlos carros y los reprimen. Qué hay detrás de la industria de la basura, donde ellostrabajan sin derechos, pero también sin patrones. Cómo piensa esta nueva claseobrera, máximo símbolo de estos tiempos de precariedad.

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La Legislatura porteñaaprobó la Ley 992 que re-conoce a los cartoneroscomo parte del sistemade recolección de resi-duos. A doce mil de elloslos sucesivos gobiernos leentregaron una tarjetaverde, que los autorizapara juntar cartón, papel,plástico, metal y todo tipode desecho reutilizable.Sin embargo, desde laasunción de Mauricio Ma-cri, los cartoneros denun-cian que el decomiso desus mercaderías se convir-tió en un hábito.

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Norma Flores comenzó a recolectar desechos con sus hijos hace diez años, cuandosu marido perdió su trabajo de albañil. Junta unos 200 kilos de cartón por semanay cerca de cien kilos de papel de diario. Recauda, en promedio, 120 pesos semana-

les. Ella fue quien pactó con TBA las condiciones del servicio del Tren Blanco enmedio de la crisis de 2001. Desde entonces se convirtió en la delegada de los car-toneros de José León Suárez. “Ahora, la empresa ni nos atiende”, protesta.

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ra; la pilcha que uso también me la rega-lan. Acá podés juntar bien porque haymuchas oficinas. Yo llegué a llevarmer250 pesos algunos días, sin que nadie memande ni maneje mis horarios”, explica yconfiesa algunas trampas diseñadas paradefenderse de otros tramposos: “Como yasé que en el depósito que me compra mecurran con el peso, yo mojo el papel paraque pese más y arreglo con una cerveza alos pibes de la balanza”.

El cariño que siente Osvaldo no es elque reciben todos. A principios de febre-ro, en el corazón de Chacarita, un grupode vecinos decidió cortar la calle justodonde se juntan las avenidas Forest y Co-rrientes ante un rumor que se había ex-tendido en el barrio: que el Gobierno dela Ciudad iba a instalar allí una planta dereciclaje urbano. “No queremos a los car-toneros”, gritaban los vecinos enfureci-dos ante las cámaras de Crónica con lamisma energía con que se empeñabanen aclarar que, aunque bloqueaban eltránsito, no eran piqueteros.

El cambio

La bocha cambió”, explica Toto,uno de los nietos de Mirta que tra-baja con ella en la cooperativa de

José León Suárez. “Antes podías acordarcon el portero de un edificio no abrirle lasbolsas que saca a la calle a cambio de quete guardara los cartones y papeles. Pero elotro día, por ejemplo, a Antonio y Mirta,una pareja de paraguayos, les quemaronlas carretas con todo lo que habían junta-do en Belgrano. Las habían dejado atadasmientras iban a juntar más y cuando vol-vieron a buscarlas eran cenizas”.

Ariel Ponce interrumpe a Toto. El chico,de 14 años, trae en su carro los 400 kilosde cartón que juntó en la semana, unos200 pesos que le servirán para alimentara sus siete hermanos y a su madre. Haceun año y medio que cartonea. Lo hacedespués de las 5 de la tarde, cuando salede estudiar. Cursa octavo año y quiere lle-gar a tercero del Polimodal para formarsecomo maestro mayor de obra.

El chico es uno de los que cada nochelleva su mercadería en el camión que salede Dorrego y Guatemala. A la mañana si-guiente, bien temprano, separa por un la-do el cartón, por otro el papel blanco ypor otro, el plástico. Prolijamente acomo-dado lo lleva hasta lo de Mirta, que lo re-cibe con un vaso de jugo helado para mi-tigar el esfuerzo y el calor. Ariel parecetímido. Sin embargo se anima a protestarpor las dificultades que le genera el ca-mión. También se queja de la discrimina-ción. Y, sobre todo, refunfuña contra el de-recho de admisión, cada vez másrestrictivo, que impera en la Ciudad deBuenos Aires. Mirta lo escucha con aten-ción, mientras opera la balanza y reflexio-na: “En el campo, los animales salvajes es-tán sueltos y si los dejás pastar, no tehacen nada. Ahora, si los acorralás, se re-belan. Eso están haciendo con nuestros jó-venes: los están acorralando”.

mió el nuevo gobierno porteño ya le se-cuestraron tres carros con desechos.

El secuestro

a modalidad de secuestrar la mer-cadería de los cartoneros y sus ca-rros se tornó hábito, a pesar –in-

cluso– de que unas doce mil personastienen la tarjeta verde mediante la que elGobierno de la Ciudad autoriza su activi-dad. “Vienen dos camiones del gobiernoacompañados por patrulleros y sin ningu-na explicación, te levantan. Dos negros desaco y corbata te muestran la tarjetita y loúnico que te dicen es que no podés jun-tar”, se queja Marcelo Echeverría, mien-tras mastica su bronca en la Plaza Congre-so: con esta metodología acaba de perdertres bolsones repletos que juntó con otroscuatro compañeros. “Me tuve que treparal camión para rescatar los carros, porquetambién se lo llevaban. Y cada uno cuestacomo 200 pesos…”.

Marcelo no se resigna: ahora le estádando masa y masa a unos viejos reflecto-res de teatro para convertirlos en chatarra.Tiene unos bíceps torneados, que envidia-ría cualquier fiscoculturista palermitano,de esos que se matan todos los días en elgimnasio. “Son horas y horas de trabajo”,se enorgullece. Comienza a las 10 de lamañana y no regresa a su casa hasta cua-tro de la madrugada. “A veces nos queda-mos acá dos o tres días, sin volver, porquete prometen que van a sacar basura im-portante y te quedás a esperarla. No te po-dés arriesgar a que pase otro y se la lleve”,dice el hombre que durante años trabajóen la construcción. Llegó a tener tres cua-drillas a cargo “Pero un día, en una obragrande, me dijeron que no podían termi-narla. Me quedaron 68.000 pesos adentro,junto con mi hormigonera, mi aplicadora...Y aquí estoy, desde hace tres años dedi-cándome a esto. Si ahora voy a buscar tra-bajo, me ponen mil excusas. ¿Sabés quépasa? A ningún gobierno le conviene ter-minar con los pobres. A ellos les convienevivir de la pobreza.”

Marcelo habla de espaldas al TeatroLiceo. En la marquesina una gigantogra-fía anuncia la presentación de la obraCodicia, donde –según dice el cartel– “ungrupo de hombres pelea contra todo, pa-ra no quedar fuera de un sistema que in-defectiblemente, tarde o temprano, losterminará expulsando”.

“Ahora nos están ensuciando, es fácil.Nosotros –dice Marcelo– por ahí tarda-mos cuatro horas en arrastrar por seiscuadras un carro con 400 kilos. ¿Te pare-ce que chupado o drogado lo podés ha-cer?”, pregunta.

En la vereda de enfrente, un portero leacerca un bolsón a un cartonero. “Ésta esuna buena zona”, dice Osvaldo Cainzo,un ex vidriero que quedó desocupado.“Hace siete años que paro en la plaza Do-rrego. Ya me conoce todo el mundo. Si tehacés querer, la gente te da. Mi casa la ar-mé con lo que me regalaron: garrafas, te-levisor, antena, cocina, lavarropa, helade-

El ahorro, que los cartoneros generan alerario público porteño es, entonces, de21.000 pesos más iva por jornada.

Lescano también denuncia el incumpli-miento de la ley 992, que obliga al Go-bierno de la Ciudad a incorporar a losrecicladores urbanos al servicio de reco-lección de residuos. En este caso, parece,la ley no es la ley.

Después tomó el micrófono María Est-her Alarcón, cartonera de Garín. “Cristi-na no subsidies más a tba –imploró–.Subsidiá a los cartoneros, queremos untren de carga para nosotros. Nosotros tevotamos a vos, pegamos carteles paraque seas presidenta porque pensábamosque ibas a ayudar a los pobres. Y a lospobres nos mandaste la policía. ¿O la po-licía no depende del gobierno?.”

El último en hablar fue Carlos Herrero,de Florencio Varela. El hombre, de 60años, trabajó durante 18 años como opera-rio de Bagley. “Yo no tengo la culpa de quese haya ido la empresa”, dice y abre losbrazos. Hace tres años es cartonero. “Pri-mero nos prohibieron entrar a la Capitalcon los caballos. Prohibieron la tracción asangre y tuvimos que hacer tracción hu-mana. Ahora, me llenan de actas contra-vencionales, porque me acusan de traba-jar en la vía pública. Y eso que tengo elcarné que te da el gobierno. También medieron guantes y un chalequito. Pero estose está poniendo fulero. Yo no quiero serel próximo Kosteki, Santillán, Fuentealba,Carlos Almirón. Nos tratan como si fuéra-mos un excremento. ¿Por qué ahora Macrino viene a abrazar a chicos pobres, comolo hacía en la campaña?”, preguntó.

A un costado, una cartonera agitaba unpapel afiche naranja que en letras negrastenía escrito: “El espacio público y el tra-bajo de los cartoneros no se negocia”. Es-taba al lado de otra que hacía flamear unapancarta proclamando: “Donde hay unanecesidad, Macri ve un negocio”.

Minutos después, acompañados porNora Cortiñas, de Madres de Plaza de Ma-yo-Línea Fundadora, los cartoneros lleva-ron un petitorio a la Secretaría de Trans-porte de la Nación para que se restablezcael servicio el Tren Blanco. Y enseguida, co-menzaron a retirarse para tener tiempo su-ficiente para juntar desechos. “Macri quie-re todo el negocio para él. No se olvidende que Manliba era de una empresa suya”,susurraba Osvaldo Cainzo, de FlorencioVarela, enfurecido porque desde que asu-

alidad quiso arreglarnos con 300 pesos acada uno. Nosotros no queríamos plata,queríamos el Tren Blanco. El dinero no esdigno, el trabajo sí”, manifiesta Lezcano. Asu lado, una jovencita se mete en la con-versación para completar: “Yo dejé deatender un negocio en el Barrio Chinoque me pagaba 500 pesos por mes. Prefe-rí cartonear, porque así saco 300 pesospor semana. Mirá si me voy a ir a mi casapor un plan del gobierno. Con eso no pa-go ni el alquiler”.

Cristina, Macri y vos

arina fue una de las oradoras en elacto de repudio que se hizo en Bo-lívar 1, frente a la Jefatura de Go-

bierno porteña, el martes 26 de febrero.“Yo le digo a esa señora que está con Mau-ricio Macri (por Gabriela Michetti): noso-tros ahora nos sentimos como ella. Nosquitaron nuestros carros, que para noso-tros es como si nos hubieran cortado laspiernas. ¡Queremos saber dónde estánnuestros carros!”, reclamó.

En la marcha habló un representantede cada barrio. Nadie monopolizó la pala-bra, tampoco hubo agrupaciones partida-rias que intentaran apropiarse de la causa.La mayoría de los cartoneros que partici-paron eran afectados por el levantamientodel Tren Blanco, aunque también se acer-caron algunos miembros de las cooperati-vas de recicladores porteños y del sur delGran Buenos Aires. “Nosotros le hacemosahorrar mucha plata a la Ciudad, nos lle-vamos lo que todos tiran y molesta, y asínos pagan. Nadie nos da nada. Macri vapor todo, desalojan los inquilinatos, nodejan que nos atendamos en los hospita-les, nos sacan lo que juntamos para darlesde comer a nuestros hijos. Si no quierenver a los pobres en la calle que nos pon-gan en la Plaza de Mayo y nos prendanfuego a todos”, gritó Cristina Lescano, co-ordinadora de la Cooperativa El Ceibo.Lescano sabe de qué habla:

Por cada tonelada de basura que va aparar a los rellenos sanitarios del ce-amse, la ciudad debe pagar 35 pesosmás iva. Desde abril de 1979 hasta fines de 2007,la comuna porteña envió a enterrar untotal de 39.802.071 toneladas. Los cartoneros, estima el propio Go-bierno de la Ciudad, reciclan 600 tone-ladas de basura diaria.

Centenas de cartoneros se reunieron el pasado 26 de febrero frente a la Jefaturade Gobierno porteña. Marcharon agrupados por barrios. Repudiaron la represiónpolicial y exigieron la rehabilitación del Tren Blanco. Sus principales dardos apun-

taron contra Mauricio Macri, pero también cuestionaron a Cristina Kirchner. La ma-nifestación se realizó apenas pasado el mediodía. Después, cada uno buscó su ca-rro y se fue a trabajar. “Si no juntamos nada, no comemos”, explicaron.

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ingresos promedian –en el mejor de los ca-sos– unos 4.000 al mes.

Como todo personaje de esta máquinamoderna, Daniela tiene sus segundos degloria inmortalizados en Youtube, donde sela puede ver hermosa y torpe, respondien-do espontáneamente preguntas previamen-te pactadas. Por ejemplo:

–¿Tenés miedo al rechazo?–Sí–¿De cuál de los dos mundos: del viejo

o del nuevo?–Del nuevo. Tengo miedo a que me dis-

criminen, a que no les guste cómo soy.

ambién, como todo personaje mo-derno, tiene su fotocopiada historiaarchivada en el Google, bajo nada

menos que 13.900 páginas. En la mayoríase repite el abracadabra con idéntica rima:el cazatalentos de una agencia de modelosle entregó su tarjeta cuando descubrió subelleza revolviendo un tacho de basura. Laverdad –como siempre– es más increíble.Fue en pleno invierno de 2005, cuando Ma-rina González Winkler –una diseñadora decollares de 29 años– volvía a su casa cami-nando, tras una movilizadora sesión con supsicóloga. En la esquina de Anchorena yArenales se topó con Daniela. Lo que vio ylo que sintió fue suficiente como para quedecidiera ir a su casa, buscar un pullover yuna campera y correr a regalárselo. No lepareció suficiente e hizo algo más: le mos-tró dónde vivía, por si algún día necesitabaalgo. Al la noche siguiente, Daniela le tocóel timbre: se había cortado un dedo y le pe-día algo para curarse y poder seguir traba-jando. Así, se hicieron amigas. “Un día lehice fotos en la terraza de mi casa y saliólindísima. Al siguiente, mientras iba cami-nando me topé con la agencia de RicardoPiñeyro. Nunca antes me había fijado enella, así que me pareció una señal y decidíentrar, mostrarles las fotos, contarles su his-toria. Y, aunque no lo podía creer, me con-testaron: traela ya, que la contratamos”.

principio, la caja era de la agencia RicardoPiñeyro. Por su primer desfile Daniela co-bró 500 pesos en ropa y 300 en efectivo.Luego del raid mediático, obtuvo un contra-to para protagonizar una publicidad de ctillamada “Cambios”, donde por primeravez le daban un beso en cámara para pro-mocionar las ventajas de “navegar a altavelocidad”. Ahora que los encargados deexhibirla y guardarla son los managers glo-bales de la Agencia Elite, las cifras tambiénson otras: en Madrid, el canal Antena 3abonó 3.000 euros, más pasajes y estadíapara dos personas, por una nota de 15 mi-nutos y en Italia, el Corriere della Sera pagó400 euros por cada una de las fotos quepublicó de Daniela. Su cachet sigue leudan-do: desde febrero, la agencia pide 1.000 eu-ros por cada producción fotográfica “dadasu categoría de personaje”. Pero, tal comosucede en la industria de la basura, no todoel dinero que genera lo recibe Daniela: sus

se lastimen, y ropa de lluvia y un botiquínpara emergencias.

Tampoco es mucho lo que se puedepreguntar sobre la anorexia que sufriócuando tenía 10 años (“fue culpa de missobrinos que me llamaban gorda”) ni dela angustia que le provocó su primer con-tacto con la máquina (“estuve dos días re-corriendo programas de tevé y le rogué ami manager poder volver aunque sea unrato a casa. En el colectivo me largué a llo-rar. Estaba muy angustiada”). Puede, encambio, repetir cuantas veces quiera queaprendió a caminar en tacos altos con Da-niela Cardone (“una divina”), que sueñacon conocer a Valeria Mazza y que tienemiedo de volar a Turquía sola.

Se entiende, por supuesto, el cuidadosomarco que construyen a su alrededor quie-nes viven actualmente de ella. Lo merece,como una joya exótica que debe resguar-darse en caja de terciopelo y con moño. Al

escalza, mide 1,72. Desnuda,85-58-89. Sin maquillaje, el co-lor que la ilumina es el de susojos verdes. El último númeroque dicta la ficha es su edad: 15

años. Sin embargo, lo que la convirtió enuna top model es su historia: Daniela Cottfue cartonera. No hizo falta mucho más pa-ra que esa máquina de devorar personasque es la fama la convirtiera en una muñe-ca de fantasía. Transitó programas de tevélocales e internacionales, fue nota en revis-tas femeninas y de economía (el Walt StreetJournal, por ejemplo) y ganó un concursointernacional, que la llevará este mes a Tur-quía para competir por la corona mundial.Tienen grandes chances, si la agencia repitea nivel global su táctica local: consagrar a laganadora por el voto electrónico del públi-co, a través de un fotoblog que montó espe-cialmente para la ocasión.

No hay metáforas en este cuento. La lla-man La Cenicienta y con devota admira-ción, hablan de su historia. Tiene diez her-manos, un papá albañil –que fuedenunciado por su madre por violencia do-méstica, pero que ahora ha regresado al ho-gar– y una madre luchadora, a la que abrazóentre lágrimas cuando el jurado mencionósu triunfo por sobre 400 bellezas criollasque soñaban con ser la representante argen-tina en un evento internacional. Todavía noterminó la escuela primaria y tiene en susmanos las cicatrices del oficio que tuvo queaprender a los 13 años. “No es nada del otromundo, pero hay que saber manejarse en lacalle para que a uno le vaya bien”.

–¿Te referís a los peligros de la calle? –lepregunta un periodista.

–La calle no es tan peligrosa como secree. Siempre hay gente que te cuida.

No es mucho más lo que su manageracuerda con la prensa que hay que hablardel tema, pero aun así Daniela deja escaparuna reflexión sobre lo que allí aprendió:

–Yo les pediría a los políticos que lesden a los cartoneros guantes, para que no

DANIELA COTT

Una historia modeloLa apodan La Cenicienta. Tiene 15 años, diez hermanos y una humilde casa en Villa Ortúzar. Su historia de cartonerafue consumida en todo el mundo. Este mes compite en un certamen mundial, con grandes chances de ganar.

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existe menos miedo. Pero ése no es elunico cambio: las patrullas que entoncesrodearon el asentamiento ya no están ala intemperie, tienen puestos fijos y ba-ños químicos. Rotan cada cuatro días, yen general se los ve instalados, sin seña-les de que vayan a irse. Fueron noticia enlos primeros tiempos, pero con el pasode los meses y después de los años supresencia se naturalizó y hoy nadie seacuerda de que están ahí, a menos queese alguien sea un habitante de la villa.En La Cava hay destinados 500 efectivos.Con un dispositivo similar, están tam-bién en Fuerte Apache y en el asenta-miento Carlos Gardel.

Vale la pena rastrear su historia. El an-tecedente inmediato fue un esquema deactuación conjunta de la Gendarmería,la Prefectura y la Policía Bonaerense queimplementó Eduardo Duhalde durantesu gestión como presidente, cuando pu-so controles sobre los puentes de accesoa la Capital Federal y patrullajes en elanillo de 20 cuadras que bordea la ciu-dad de Buenos Aires. Se trataba de de-fender la ciudad “de los delincuentesque llegaban del conurbano”. El 26 dejunio de 2002 este criterio de trabajo co-

que si quería hacer otra denuncia fuera alos tribunales. Los hijos de Zulma escu-chan. Son niños de primaria, pero sin nin-guna ingenuidad. Uno informa: “Hay untacho con sangre detrás de la casilla”. Y ex-plica, didáctico, que es porque al que de-tuvieron le pegaron.

Empiezo la nota con esta historia por-que fue lo primero que ocurrió al llegar allugar. Después hablamos de otras cosas: aSandra los vendedores de drogas le mata-ron dos hermanos, al segundo lo balearona cincuenta metros de la Gendarmería, sinque nadie interviniera. Comparado coneso, todo es una cuestión menor. Así es vi-vir en la villa, parece decirme. Pero en elaire queda una cosa densa, la sensaciónde estar en la misma ciudad, pero bajootras leyes, de segunda.

Una medida excepcional

onozco a Zulma, la dueña de ca-sa, desde fines de 2003, cuandose instaló el cordón y ella fue la

única que quiso hablar. Las cosas cam-biaron y ahora es más fácil encontrar al-guien que opine. Da la impresión de que

te sin disparar; pero ése no es el caso. Memuestra el lugar donde sucedió, mientrascaminamos un pasillo en el que ahora,que es mediodía y hay un sol que parteel mundo, dos chicas se refrescan conuna manguera que sale del interior deuna casilla. El espacio público en la villaes el pasillo. No hay patios, no hay vere-das, todo sucede acá.

La idea es conocer. ¿Cómo se vive enuno de los asentamientos que están bajocontrol militar? Zulma dice que avisó aunos vecinos por si quieren participar dela nota. En su casa ya hay un adolescente,y al rato llega Sandra, trayendo una bolsade celofán. Es hermana del detenido, y sa-ca de la bolsa dos cartuchos. Me los pasa:en la vaina se lee “stoping power”, balasantitumulto. Son los que le tiraron. ¿Es co-mún que pase lo de ayer? Sí, pero la ma-yoría de las veces no dejan las vainas, di-cen las mujeres. “Tiran y levantan, tiran ylevantan”, apunta el chico.

Sandra fue al puesto central de la Gen-darmería a hacer la denuncia. Se la toma-ron, pero en cambio no consiguió que ledieran el nombre del gendarme que lesdisparó, aunque lo vio pasar frente a susojos dentro del destacamento. Le dijeron

ay fronteras imaginarias yotras reales, pero ésta nopuede ser más concreta: uncordón militar rodea La Ca-va, el asentamiento más im-

portante de San Isidro. Grupos de gen-darmes controlan sus accesos, dondepiden documentos y preguntan a la gen-te de la villa que entra o sale adónde sedirige y a hacer qué.

El gendarme que está en la guardia lle-va un fusil. Lo veo desde lejos, incluso an-tes de llegar a distinguir su cara. Lo man-tiene apoyado sobre el cuerpo, listo parausar. Está con otros dos, vigilando todoslos movimientos de la zona.

Zulma vive al otro lado. Nos recibecon una noticia: ayer tuvieron represión.Lo cuenta así: “Un pibe que es adicto yestá medio loquito se puso a gritar. Ha-bía otros pibes en la calle, siempre sejuntan ahí, cerca de la garita, y para dis-persarlos los gendarmes les dispararoncon balas de goma”. En el desbande, a unnene de 10 años le dieron un balazo en elpie. Se llevaron detenido al que gritaba.A ella no le parece mal que se lleven alun pibe hasta que se le pase, si la Gen-darmería supiera cómo tratar con la gen-

Barrios cerradosLA MILITARIZACIÓN DE LA CAVA

Desde fines de 2003, como en otras villas bonaerenses, un cordón de gendarmes controla la vida de sus habitan-tes. Llegaron por tres meses y nunca se fueron. Y como no están acostumbrados a dar explicaciones de su accio-nar a la prensa, la presencia de mu generó momentos tensos, además de denuncias y revelaciones.

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11MARZO 2008 MU

El concepto de libertad

n La Cava viven 10 mil personasen 22 hectáreas. Esto quiere decir,antes que cualquier cosa, que no

hay espacio. Contra los paredones quecercan el barrio, rodeado de chalets y ca-sonas, las calles se cortan. Ahí, en esosmetros de asfalto que están junto a losmuros que dividen opulencia de miseria,la gente de la villa sale por las tardes a daruna vuelta o a tomar mate. Es el espaciodonde los chicos andan en bicicleta. Ydonde las diferencias sociales se muestrancon el mayor contraste.

Estamos haciendo fotos cuando unasmadres vienen a buscarnos. Dicen quelos gendarmes las echaron de la calle. Pa-só lo siguiente: el dueño de uno de loschalets que están pegados a la villa sequejó. La Gendarmería quiere sacar a loschicos del lugar y las madres aprovechanque hay un medio y un fotógrafo. Empie-za la discusión. Los gendarmes son duros:no se puede andar en bicicleta ni estar enesta calle. Tampoco se puede sacar fotos.Como se junta gente, en un minuto llegauna camioneta con refuerzos. Entre los re-cién llegados, uno se presenta como elresponsable del operativo y otro como suasistente. Cuando sacamos una creden-cial de prensa, mágicamente todo cambia.Se puede andar en bicicleta porque la ca-

lle es de todos. Estamos en una democra-cia. Hubo un malentendido con los subo-ficiales, “que no saben expresarse”. Lasmadres les recriminan la represión deayer. El jefe recuerda que siempre puedenhacer una denuncia, y el asistente apunta:“ustedes ya llamaron a los medios”. Lasmadres ahora embisten con un puntofuerte, y denuncian que la Gendarmeríamaltrata a los que viven adentro y poreso se mete a la villa encapuchada. El je-fe ensaya una salida notable:

–Si hay personas de verde que entrancon la cara tapada, también pueden haceruna denuncia.

Las mujeres se quedan atónitas: –¿Los de verde no son ustedes?

Dentro de la villa hay varias villas. Elasentamiento nació hace casi 50 años, en1959, sobre un predio de la antigua ObrasSanitarias, que había excavado allí en bus-ca de napas de agua. Quedaron tres gran-des fosos, de casi seis metros de profundi-dad, que luego fueron basurales yfinalmente el suelo de la villa. Hubo dis-tintas oleadas. La Cava y Cava Chica fue-ron las primeras áreas que se poblaron, ypor eso las casas son más amplias, perolos que llegaron después tuvieron necesa-riamente que achicarse. A partir de los 90,nuevas familias crearon las zonas conoci-das como “la isla” y “la montaña”, áreas

de pura indigencia. Con cada oleada semultiplicaron los comercios. Los hay detodo tipo: kioscos, almacenes, carnicerías,pizzerías, ferias americanas, videojuegos,que hacen que alguien pueda vivir, si asílo quiere, sin necesidad de salir del lugar.Christian, 24 años, dice:

–Éste es mi mundo, yo no molesto a na-die. ¿Dónde voy a estar más tranquilo?

Y se contesta con una extraña conclusión: –Acá adentro soy libre. Lo miro: trato de medir cuán hostil o

inaccesible está siendo el afuera de la villapara que me diga esto. Me doy cuenta deque no se trata sólo de la instalación deun control militarizado y humillante. Él esuno de esos chicos que viven sin trabajo ysin futuro, sin ninguna ilusión de integra-ción. La ciudad era el lugar donde algunavez convivimos, pero se está volviendootra cosa: tal vez una suma de áreas aisla-das, sin puertas para que los que viven enun lado pasen al otro.

El anillo que rodea la villa puede ser pen-sado también desde ese punto de vista:como la contracara de los countries, esosbarrios cerrados que se empezaron aconstruir, también en los 90 como la ofer-ta de un lugar donde estar en contactocon lo natural y aislado de lo social. Dealguna manera, el cerco sobre las villascompleta el círculo.

ordinado se usó por primera vez paracontrolar una protesta social. Fue el díade la represión en el Puente Pueyrredón,cuando fueron asesinados Darío Santi-llán y Maximiliano Kosteki. En diciem-bre de 2003 ya gobernaba Néstor Kirch-ner, efectivos de las tres fuerzas llegarona las villas y se distribuyeron allí, rode-ándolas como un cinturón. Había habi-do cacerolazos en los barrios acomoda-dos de zona norte ante una ola desecuestros extorsivos. Llegaron por tresmeses, como una medida de excepción,y se quedaron desde entonces.

olentino Domínguez vive en lavilla, y está entre los que apoyanla presencia de la Gendarmería.

Integra el Foro de Seguridad, y por esosiguió el proceso desde sus comienzos.Recuerda que el gobierno mandó inicial-mente a la Prefectura, y que hubo veci-nos que juntaron firmas para que sequedara en forma permanente. “Las mis-mas madres pedían que no se fueran, ‘simi hijo sale a robar sé que no amanece’,decían”. Después tuvieron que sacar a laPrefectura de La Cava “porque ya habíaconnivencia con los de adentro y entra-ba y salía la droga que querían”. Manda-ron a la Gendarmería. Entonces, ¿mejoró la seguridad?

No –dice sorprendentemente. ¿No mejoró en los cuatro años?

Mejoró el primer tiempo, pero la drogay las armas volvieron a entrar. Es unacadena, si a un pibe le das droga y ledas un arma... Envenenan a los chicos,y cuando están pegados a la droga sa-len desesperados a robar. Supuesta-mente a La Cava no tendrían que en-trar ni las drogas ni las armas, porquepara eso se hace el control en todas lasentradas. Pero pasan igual.

¿Y el Foro de Seguridad?Se desinfló bastante cuando vimos queel subcomisario estaba arreglado conlos que venden droga.

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12 MARZO 2008MU

Las Madres asumieron el control del edifcio en un acto público que se realizó el 31 deenero y que llamaron “EL Desembarco”. Las llaves del Liceo las tiene Hebe en un llave-ro con forma de globo terráqueo. Por eso dice: “Tengo las llaves del mundo”. Ya tienenpensado un servicio de micros para trasladar a los futuros alumnos hasta la ESMA. Pe-

ro las Madres no piensan mudarse allí. Van a seguir estando en su casa de la calle Hi-pólito Yrigoyen al 1500, como siempre. No quieren hablar de la cantidad de estudian-tes que tendrán, porque para ellas el número no es tan relevante como el hecho deque haya jóvenes dándole vida a ese lugar. Eso es su sueño para la ESMA.

Las madres eligieron pintar en las paredes soles y flores. Las paredes son blancas, pe-ro suman muchos colores con estas guardas que las recorren alrededor de todo el pa-tio central. También hicieron algunos graffiti que expresan su mensaje sobre lo quequieren hacer en ese lugar. Hay un aula preparada como anfiteatro, con gradas alfom-

bradas de azul y pizarrones móviles. Luego, docenas de aulas amplias, con pisos debaldosa y grandes ventanas. Detrás del edificio hay un parque con quincho y pileta. Yen forma lindera, un ala con dormitorios que las Madres aspiran obtener para facilitarla participación de alumnos del interior del país.

Al concluir la ronda de los jueves, a las Madres las esperaba una camioneta para lle-varlas al Liceo Naval de la ESMA. Muchas iban a recorrer ese edificio por primera vez asolas. Lo hicieron dándose el brazo, como cuando dan vueltas a la Pirámide. Hebe fuela encargada de explicar el funcionamiento que tendrá cada espacio. Apenas se tras-

pone la puerta principal hay un gran hall que da a un patio central techado rodeadode aulas. El edificio tiene forma de barco. Todo el lugar es muy luminoso. “Fue una delas razones por las que lo elegí”, dice Hebe. Calcula que allí pueden llegar a funcionarunas 40 aulas. Las actividades serán dirigidas por la cantante Teresa Parodi.

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La fiesta de disfraces

l encuentro fue en Plaza de Mayo.Lentamente, con ayuda, fueron su-biendo a una camioneta van esas

mujeres que, Hebe al margen, son más cé-lebres por sus pañuelos que por sus nom-bres: Evel Beba de Petrini, Mercedes PorotaMeroño, Ana de Kierszenowicz, Hebe deMascia, Nadia de Ricny, Elvira de Triana,María de Gutman, Claudia de San Martín,Juana de Pargament, Elsa de Manzotti, Jo-sefina de Paludi, María del Carmen de Be-rrocal y Elena de Gerbilsky. Última, Hebede Bonafini. Todas usan el apellido de ca-sadas para identificar el de sus hijas e hi-jos desaparecidos.

Empieza la marcha, empiezan las char-las. Hebe: “En diciembre cumplo 80 añosy vamos a hacer una fiesta de disfraces.Nada de ceremonias ni de discursos. No

me jodan, lo que quiero es di-vertirme”. ¿Cuál será el dis-fraz? Sonrisa misteriosa: “Se-creto. De chica era tan pobreque siempre me disfrazabande paisanita. Había una nenaque tenía un vestido hermo-so. Y yo decía: alguna vezquiero ponerme algo así. Yase van a enterar”.

Unos asientos más atrásJuanita anuncia que anteshabrá una fiesta para home-najear a las mayores de 90.En un parque hay chicos ju-gando al fútbol. Hebe se de-clara hincha de Gimnasia yEsgrima de La Plata, dondesu marido Humberto TotoBonafini, mecánico, jugabade wing izquierdo en Prime-ra: “Muy gambeteador. Yolavaba las camisetas, y élme ayudaba con los chicos,

y lavaba los pañales”. Los pañales blan-cos serían luego el primer símbolo quelas Madres usaron para reconocerse enla calle, entre la multitud, en una movi-lización juvenil a Luján.

La esma empieza a colarse en la con-versación. “Nunca entendimos esa ma-nía por hacer museos. Para eso estamosnosotras, que somos viejas. La gente vaa un museo una vez, y gracias. Quere-mos llenar eso de jóvenes que vengan aprepararse y a aprender. Pedimos el Li-ceo Naval porque ahí se formaron lostorturadores y asesinos, los Astiz, losAcosta, y los marinos de todas las dicta-duras. Ahora va a haber carreras comoDerecho y Trabajo Social, una escuela dearte, un centro cultural, va a haber pibesy pibas yendo y viniendo, creando. ¿Sa-bés qué vamos a hacer? Vamos a darvuelta la historia”.

ESMA, flores y soles

a camioneta llega a ese lugar quelas Madres conocieron siempredel lado de afuera. “Veníamos en

la época de la dictadura, no nos acompa-ñaba casi nadie. Una vez pusimos un car-tel: Escuela de Torturadores. A un pibeque nos acompañaba lo quisieron aga-

as Madres de Plaza de Mayoestán recorriendo solas porprimera vez la Escuela deMecánica de la Armada.Allí la palabra escalofrío

vuelve a tener algún sentido. Hebe deBonafini mira todo ya sin anteojos, des-pués de su operación de cataratas. Depronto retoma una conversación queveníamos teniendo en el micro que nosllevó desde Plaza de Mayo hasta la es-ma. Parece una pista para entender par-te de la historia, y tal vez del futuro:“Ahora estamos acá, y vamos a llenaresto de vida. Pero llegamos a esto pormás de 30 años de lucha en la calle. Ésees el verdadero lugar”.¿Por qué?

Porque la calle te iguala, es lo más li-berador. La calle, la plaza, hacer lascosas públicas. Nosotras íbamos a losorganismos de derechoshumanos, y había que es-perar que te atendieran.Te atendían, y había unescritorio en el medio. Enla plaza no había que es-perar a nadie: te tomabasde los brazos y empeza-bas a caminar. O habla-bas. O pensábamos jun-tas qué hacer, y lohacíamos. Empezó lo co-lectivo. Era el único lugardonde nos sentíamosiguales, y libres. Allí pudi-mos comunicarnos con lagente, pudimos denun-ciar. Además, en la plazano hay puerta para entrarni para salir, como hay enlas oficinas, en los comi-tés y en los juzgados. Enla plaza no hay timbre pa-ra tocar. Y el techo es elcielo: no tenés techo. Todo lo que po-nés es tu cuerpo. Para mí en la callese decide la lucha, se decide la liber-tad, se decide la justicia. Ningún pue-blo se libera yendo a las oficinas ni alos tribunales.

El sábado 30 de abril de 1977, 14 mujeres seencontraron en la Plaza de Mayo. No sabí-an que estaban dándole nacimiento a unanueva forma de movimiento social que tu-vo su útero en el espacio público. No eranteóricas, políticas, intelectuales, ni militan-tes. No percibían el alcance de lo que esta-ban haciendo. Lo único que querían eraencontrar a sus hijos.

El segundo jueves de febrero de 2008,14 mujeres recorrieron por primera vez laEscuela de Mecánica de la Armada (es-ma) cuyo Liceo Naval será convertido enuna Escuela de Arte creada por las Ma-dres. mu fue el único medio invitado aacompañar la visita. La más veterana delas madres, Juanita Pargament (94 años)dijo en un momento: “Si estas paredes ha-blaran...”. En las conversaciones, asom-bros, lágrimas y risas de esa tarde, quedóla sensación de que estas mujeres, a sumodo, están encontrando lo que busca-ban después de casi 31 años en la calle: el30 de abril de 2008 inaugurarán ese espa-cio cultural. Se llamará Nuestros Hijos.

Es fácil porque es usted la que llama, y por-que De Vido está de acuerdo.

Pero eso es porque las Madres trabaja-mos, damos respuestas que no dan otros,y somos capaces de hacer todo esto.

Lo dice abriendo los brazos en su pe-queña oficina: busto del Che Guevara,pañuelo blanco y negro palestino, fotosde su hija Alejandra, de Sergio y Ale-jandro Shocklender (“mi hijo y mi nie-to”), de Hugo Chávez, Fidel Castro yNéstor Kirchner. Los brazos abiertos pa-recen querer abarcar la Casa de Madres,la Universidad, la radio am 530, laconstrucción de 500 viviendas en Ciu-dad Oculta... Pero con estos logros y el apoyo al gobierno,después les dicen oficialistas.

Somos oficialistas porque apoyamosa Cristina, que es una mina con mu-cha personalidad.. Pero yo no soy pe-ronista, ni kirchnerista ni nada de eso.Para mí el peronismo siempre fue elfascismo. Sabía que había peronistasde izquierda pero creía que los habí-an matado a todos. Ahora me pareceque puedo apoyar un proyecto al quehabrá que seguir exigiéndole. Yo nopido nada para mí. No fui a pedirle aKirchner la radio. La puse. Y este lugarlo ocupamos hace nueve años pelean-do con todo el mundo. Hasta la cale-sita de Congreso se la arrancamos aIbarra. Primero hacemos, y despuéspedimos permiso. Mirá, a nuestros hi-jos los tiraron vivos al río, y no pudie-ron. Los quemaron y no pudieron.Los enterraron y no pudieron. Y nopudieron porque estamos nosotros yvamos a vencer.

¿De qué modo?Haciendo. Por ejemplo, los piqueterosde Mosconi han hecho cosas maravillo-sas. La pelea por el petróleo es funda-mental. Entonces yo le digo al gobierno:ojo, a estos compañeros no se los puededejar solos. Así hago con todo, yo meconvertí en la máquina de joder.

El secreto de la mesa de luz

Cómo se llega de aquellos momen-tos de las Madres en la calle hastaesta actualidad, entrando a la ESMA?

Primero, hay que tener ideas. Des-pués, romper las bolas. Y juntarsecon otros. Lo más importante es queuno sea creativo. Yo tengo un cuader-no en la mesa de luz. Me despierto sise me ocurre algo y lo anoto paraque no se me escapen las ideas. Ade-más, lo fundamental es que uno seadueño de su propia forma de lucha,que le dé un carácter diferente y co-lectivo. Nosotras de la nada salimos aenfrentar a la dictadura. Creamos unanueva forma de política y de presen-tarnos ante la sociedad. ¿Qué habíaque hacer, llorar todo el tiempo? No,lo que más te fortalece es la denun-cia. Y superar el miedo.

¿Cómo hicieron? Las mujeres conocemos en carne pro-pia otro miedo, el de parir. Es un miedono por una misma, sino por el bebé,

rrar y yo se lo arranqué a la policía. Eramuy pobre. Esa semana lo mataron”.Dentro de la esma, en una esquina arbo-lada ya hay un cartel en el que se lee:“Calle de las Madres”. Miran con asom-bro el Liceo. “Parece un barco ¿viste?” Lasparedes ya están cubiertas de pinturas:flores y soles. Recorren las aulas. Algunasde las madres se separan, y quedan solasfrente a ese vacío. Otras prefieren ir delbrazo, o apoyándose en sus bastones. Só-lo se escuchan los pasos. Cada quienpuede decidir con qué material está teji-da la densidad de ese silencio.

Una vez afuera, Elvira dice: “En esas au-las ya no se va a enseñar el mal, la destruc-ción, todo lo peor. Una no puede creer queel ser humano tuviese una mente tan retor-cida. Pero la tenían.”

María del Carmen: Me acuerdo de lastres compañeras que estuvieron acá.

Azucena de Devincenti (fundadora deMadres), Esther de Careaga y Mary deBianco fueron secuestradas en el mismooperativo de delación a cargo de AlfredoAstiz, que implicó la desaparición de lasmonjas francesas Alice Domon, LeonieDuquet y de siete familiares más que sereunían en la Iglesia de la Santa Cruz.María del Carmen suspira. “Las que ha-brán pasado”.

Mabel: Me agarra una angustia muygrande. Pero doblando la hoja piensotodo lo que vamos a hacer ahora. Mercedes: Pienso mucho en los chicos.Ahora estoy mejor. Creo que la vida legana a la muerte.

Unos pasos más allá, Hebe me habla so-bre el significado de la calle y la plaza.Le pregunto si ése es el lugar donde sejuega una verdadera democracia. Res-ponde intrigada: “¿De qué democraciahablamos? Yo me hago buches con esapalabra. Si hablamos de democracia par-ticipativa, de que la gente sea feliz, de queno haya ni un chico con hambre, entien-do. Pero mientras sea un sistema repre-sentativo, no es democracia. A mí no merepresentan tipos como Balestrini, ni losque están en el Congreso, que sigue sien-do una porquería.”

“La máquina de joder”

tra vez a la camioneta y a las char-las. ¿Cómo funciona Madres, diri-gida por una figura tan abarcadora

como Hebe de Bonafini? Mercedes: En cada reunión todas opina-mos, y ella habla al final para no incidir.Nadia: Pensamos, discutimos; la cabezaes ella, la creación, pero no es que va-mos como mulas detrás de ella. Elvira: Es un motor, pero nunca te dicequé tenés que decir.

Una vez en la Casa de Madres, el grupova rumbo a la gran cocina que sirve tam-bién como lugar de reuniones. Hebe estáen su despacho. Suena el teléfono. Es elministro Julio De Vido a quien Hebe pi-dió colaboración para la utd (Unión deTrabajadores Desocupados) de Mosconi.Cuelga: “¿Viste qué fácil me sale todo?”

13MARZO 2008 MU

El 30 de abril inauguran el espacio cultural Nuestros Hijos en el lugar donde funcionó el Liceo Naval. “Queremosllenar de vida este edificio donde antes se enseñaba a torturar”. mu fue el único testigo de la recorrida que hicie-ron catorce madres, el mismo número que 31 años atrás creó en la calle un nuevo modo de hacer política.

MADRES DE PLAZA DE MAYO

De la calle a la ESMA

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El espacio cultural Nues-tros Hijos, de la Asocia-ción que encabeza Hebe,será dirigido por TeresaParodi. Por otra parte, enla ESMA, Abuelas de Pla-za de Mayo tendrá su“Casa de la Identidad”. También obtuvieron espa-cio para desarrollar susactividades Madres LíneaFundadora y Familiares deDesaparecidos y Deteni-dos por Razones Políticas.El Instituto Espacio parala Memoria de la Ciudadtendrá dos edificios y laUNESCO montará un Insti-tuto Internacional deEducación en DerechosHumanos.

14 MARZO 2008MU

antes, pero las cosas hay que hacerlas.Lo nuestro no es un cheque en blanco algobierno. Al ministro nuevo de Econo-mía (Martín Lousteau) ya le dije: ustedesjunten la plata que nosotros se la gasta-mos enseguida. La plata hay que entre-garla para la gente. Eso yo lo voy a se-guir cuestionando siempre.

¿Cómo será Madres sin madres?

n rasgo de la época es la existen-cia de funcionarios o aspirantes,que pasaron del viejo proyecto

de dirigir a las masas en la calle, al de di-gerir masitas en cocteles oficiales. ¿Porqué la gente que siempre tuvo una con-ducta crítica, cuando se acerca al gobier-no no acepta que la critiquen? “Yo acep-to la crítica, no la difamación. Veo bienque los chicos sean libres, rebeldes. Si nohay crítica los gobiernos se achanchan.Todos necesitamos crítica, y por eso mu-chas veces criticamos al gobierno: es unaforma de crecer”.

¿Tiene sentido que un organismo dederechos humanos (cuya función es de-nunciar los delitos y abusos cometidospor el Estado) trabaje en tándem con el go-bierno? “Pero por eso mismo siempre dijeque no somos un organismo de derechoshumanos, sino una organización políticasin partido. Eso nos da libertad. Por eso novamos a los juicios ni nada de eso. Que lohagan los abogados. Entre concentrarmeen meter presos a los militares, o en evitarque un solo chico tenga hambre, no dudo:salvo al chico”.

Podría pensarse que no hay contra-dicción, pero para Hebe sí la hay desdeel punto de vista de dónde poner el es-fuerzo. Asocia la idea con otra: “Yo no letengo miedo a la muerte porque ya hicetodo lo que quise en mi vida. Me pasóde todo, pude putear, insultar y abrir laboca para cualquier cosa. Me pegan, ymás fuerte pego”. ¿Cómo imagina a Madres cuando usted ya noesté?

La última madre que quede viva esta-rá acá mirando lo que pasa. Y des-pués... será de todos. Sergio (Shocklen-der) es el alma mater. ¿Sabés qué veomás complicado? Que sigan las ron-das en la Plaza. Eso va a ser lo más di-fícil de conservar.

Paco, aborto y belleza

a construcción de viviendas enlas calles de Ciudad Oculta es delos temas que más la sacuden en

estos días. “Las mujeres del barrio pidie-ron pintura blanca, y le van a poner otronombre: Ciudad Luz. Pintan todo ellasmismas, están sacando los gatos muer-tos, la basura, todo. Acá hay que salir deuna situación donde tenés tres genera-ciones que no han trabajado, que vivenla violencia todos los días, chicos que seprostituyen para llevar algo a la casa ocomer, o los que fuman paco para no te-ner hambre”.

Se acerca, como para contar un secreto:la última vez que lloró fue al escuchar auna mujer que le reconoció que robaba, yque le había enseñado a sus hijos a robar.“Me dijo: ahora no robo, porque trabajopara hacer las casas. ¿Sabés qué? Estaspersonas ya no sabían lo que era la belle-za. La belleza de un color, de las plantas.Tenemos que salir de toda esa mierda.Una chiquita de 11 años me contó que fu-maba paco desde los 9, y la mamá tam-bién. Como la madre trabaja, ella volvió aestudiar, y no fuman más. Está aprendien-do danza árabe. Si lo que hacemos valepara eso, es un montón”.

Otra vez, se escuchan voces y risas des-de la cocina. Hebe señala hacia allí, comoalertando sobre una clave: “¿Sabés qué fuelo que nos mantuvo fuertes siempre? Esoque escuchás: la alegría. Pese a los críme-nes y pese al miedo y pese a todo. La ale-gría. Si no, te morís”.

jos. La gente se va formando en el sis-tema capitalista, se hace cómoda, pi-de y pide. Fijate la izquierda: cadauno tiene su partidito, se presentan, yterminan sacando menos votos queMoria Casán. Entonces los que ha-blan de revolución se meten en el sis-tema. Yo no.

¿En qué se puede comparar lo que sus hijoshubiesen querido como militantes, con lo queusted está haciendo?

Ellos querían el poder para cambiar elmundo, en otra época. Yo pensaba quela revolución tiene que ser armada. Pe-ro también es revolucionario lo que ha-cemos. En Ciudad Oculta yo le digo ala gente: “Ojo, ustedes están haciendola historia. El gobierno nos da la plata,pero la patria la hacen ustedes. Apró-piense del proyecto”.

Si no es por usted, este proyecto de las casasno se haría. No es una política de Estado. A lavez, todos los mecanismos de concentracióneconómica parecen intactos, está el tema delas petroleras, la minería...

Y bueno, son todos pasos que tene-mos que dar. Solas las Madres no po-demos. Cuando hablo de proyecto yoles digo a las Madres: el petróleo, laminería, el agua, la defensa de los in-dígenas. También estoy en la defensade gente con capacidades diferentes,queremos que las escuelas sean inte-gradas. A las travestis les he consegui-do que puedan tener un taller de cos-tura y una casa para que no tenganque prostituirse. Pero la gente tieneque acostumbrarse a exigir sus dere-chos. El trabajo es un derecho, la faltade trabajo es un crimen. Mientras ha-ya un solo chico con hambre, no mehablen de libertad ni de democracia.Por eso nosotras decimos “redistribu-ción de la riqueza ya”.

Ya lleva un par de años esa consigna. ¿Cuán-do sería ese “ya”?

Ya es ya. No se puede esperar. No meparece que todo esté igual de mal que

Pero muchos sectores que la tomaban a us-ted como referencia dicen: “Hebe ya no esmás de izquierda”.

De izquierda como ellos, seguro queno. ¿Sabés qué hacen los partidos? Pas-quines. Lo único. La izquierda tardóaños en acompañar a las Madres. Nun-ca nos entendieron. ¿Qué organizacióno partido tiene una radio? ¿O una uni-versidad, o escuelas? Son todos hechosde transformación.

Pero usted cuestionó siempre a este tipo degobiernos que no generan una transforma-ción de fondo.

Este gobierno tiene un proyecto queno tuvo ningún otro. Y yo ahora pien-so que se pueden hacer cosas revolu-cionarias dentro del sistema. Las otrasrevoluciones están cada vez más le-

que te obliga a moverte, hacer fuerza,pujar. Esto fue lo mismo.

En 2003 Hebe vivió dos fracturas. Ayudan-do a su hija a limpiar la heladera de su ca-sa sobre piso jabonoso (tarea que haría re-cular a más de un revolucionario) Hebeterminó quebrándose una pierna. La otrafractura fue su inédito apoyo a un gobierno–cosa que jamás había sucedido–, lo cualhizo que le llovieran acusaciones de oficia-lismo, de obsecuencia y cosas aun peores,frente a las que ella responde con esa son-risa divertida. Al estar con el gobierno...

No estamos con el gobierno.Hebe...

Que me digan lo que quieran, pero yono quiero ser funcionaria ni nada.

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15MARZO 2008 MU

signados por una administración central, hoytienen elecciones (como la Ciudad de México oBuenos Aires). En casi todos esos casos, lo másllamativo del asunto es que, habiendo mejora-do enormemente la democracia formal –puestoque mucha más gente ejerce su derecho de vo-to–, en realidad esos votos tienen pocas conse-cuencias. Eso ocurre por dos razones: la prime-ra es porque los sistemas fiscales de las grandesciudades del Tercer Mundo son, con escasas ex-cepciones, tan regresivos y corruptos, y dispo-nen de tan pocos recursos, que es casi imposi-ble redistribuir esos recursos a la gente quevota. La segunda razón tiene que ver con queen muchas ciudades –la India es el mejor ejem-plo de esto–, cuando se dispone de eleccionesmasivas, el poder real simplemente se transfierea agencias ejecutivas, a autoridades industrialesy a autoridades de todo tipo dedicadas al desa-rrollo, las cuales suelen hacer las veces de vehí-culo local de las inversiones del Banco Mun-dial. La población local apenas puede ejercercontrol alguno sobre esas agencias. Lo cual sig-nifica que sigue sin poder acceder en serio alcontrol democrático de las ciudades.

Nueva claseienso que deberíamos conceder que elmarxismo revolucionario ha subestima-do los procesos de “pauperización abso-

luta”. La clase obrera informal de ahora es simi-lar, en algunos sentidos, a la clase trabajadoraclásica. Y, como Marx escribió, usa “cadenas re-volucionarias”: no tiene interés en la perpetua-ción de la desigualdad capitalista. Pero a diferen-cia de la clase obrera industrial, está exiliada dela producción social y las posibilidades de autoorganización y cultura ofrecidas por la industriamoderna. Creo que estamos asistiendo a unabúsqueda de nuevas fuentes de poder por partede los pobres urbanos. Esto es particularmentecierto en los países latinoamericanos, tales comoVenezuela, Bolivia y Argentina, donde hemosvisto a habitantes de los suburbios periféricoshacer un uso excepcional de su poder para usara los dioses del caos como aliados.

Nueva organizacióna organización en los suburbios es extra-ordinariamente diversa. En una mismaciudad latinoamericana, por ejemplo,

hay desde iglesias pentecostales hasta SenderoLuminoso, pasando por organizaciones reformis-tas y oenegés neoliberales. La popularidad deunos y otros colectivos varía muy rápidamentey es muy difícil hallar una tendencia general. Loque está claro es que los pobres se han estadoorganizando a gran escala. Deberíamos prestarmucha atención a la cantidad y a la importan-cia política de esos movimientos emergentes, yase den en Sadr City, en Irak, o en una villa mise-ria en Buenos Aires. No hay ninguna duda deque durante la última década se ha producidoun crecimiento espectacular de la articulaciónde los pobres urbanos en organizaciones activasque están planteando exigencias, en algunos ca-sos enteramente nuevas, de participación políti-ca y económica. Y, puesto que se sienten com-pletamente excluidos, hacen oír sus voces porvías distintas a las tradicionales.

Desafíon casi todos los programas guberna-mentales que intentan abordar la po-breza urbana, el suburbio pobre se en-

tiende como un mero subproducto de lasuperpoblación. Pero la cuestión fundamentalno es si la población ha aumentado demasia-do, sino cómo cuadrar el círculo entre la justi-cia social y el derecho a un nivel de vida de-cente. Por supuesto, la solución ha de pasarpor la propia ciudad. El auténtico desafío esconseguir que la ciudad sea mejor como ciu-dad para todos sus habitantes.

Este historiador norteamericano de 62 años, poco conocido en Argentina, define el desafío geopolítico moderno: mil millones depersonas apenas sobreviven en las villas del Tercer Mundo.

mo medio para sobrevivir e incluso como me-dio para excluir a otra gente pobre del acceso aesos recursos escasos.

Precariedadasi todas las investigaciones sobre eco-nomías urbanas informales han mostra-do que la informalidad consiste básica-

mente en no generar sistemas de mejora socialpor la vía del empleo. Indefectiblemente, mu-chos microemprendedores van a acabar siendominiemprendedores. Dicho de otro modo, loque se está haciendo es simplemente subdividirla pobreza. Se pone cada vez más y más gente acompetir, tratando de seguir las mismas estrate-gias de supervivencia en el mismo lugar. El Ban-co Mundial, las oenegés y los demás apóstolesde la autoayuda liberal lo hacen depender todode la existencia de oportunidades de emprendi-miento económico en el sector informal. Cuan-do las dos se agotan, se está poniendo a la gentecontra la pared, y a partir de ahí ya no funcionaninguna posible válvula de seguridad. Cuandose agoten los recursos, a la gente pobre sólo lequedará esperar milagros.

Provechol nuevo imperialismo –igual que el vie-jo– juega con la ventaja de que la me-trópolis es tan violenta, con una pobre-

za tan concentrada, que produce excelentesguerreros para nutrir esas campañas militareslejanas. Cuando lees lo que se escribe sobrelas guerras actuales, te encuentras con que esoes lo que en realidad está capitalizando el Pen-tágono: están utilizando las ciudades comouna especie de laboratorio de combate, que seañade a los experimentos que están realizandocon nuevas tecnologías en las ciudades mise-rias del Tercer Mundo.

Democraciastoy convencido de que alguien podríaescribir un libro que basara su principalargumento en que uno de los grandes

desarrollos de los últimos diez o quince añosha sido el aumento de la democratización demuchas ciudades. Por ejemplo, ciudades quetradicionalmente no disponían de gobiernosconsolidados, o en las que los alcaldes eran de-

MIKE DAVIS

Hace una década, MikeDavis escribió Ciudad decuarzo, una minuciosa ypoética mirada a la geo-grafía social de Los Ánge-les, donde ya describía lamilitarización del espaciopúblico. Su segunda publi-cación fue Ciudades muer-tas, un viaje por los dese-quilibrios globales. El

tercero es, quizás, el máscertero: Planeta de ciuda-des miseria, publicado en2006, en el que analizapolíticamente las barria-das donde coexisten vio-lentamente miles de mi-llones de personas,soportando las peorescondiciones de vida detrásde un cerco policial.

Tres miradas sobre la ciudad

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Problemaon el término “periurbanización” me re-fiero a una mezcla muy compleja de su-burbios pobres, desplazados del centro

de las ciudades y, en el medio, pequeños encla-ves de clase media, frecuentemente de nuevaconstrucción y vallados. Curiosamente, este fe-nómeno ha despertado también el interés de losanalistas militares del Pentágono, que consideranestas periferias laberínticas uno de los grandesretos que deparará el futuro a las tecnologías bé-licas y a los proyectos imperiales. Tras una épocaen la que se centraron en el estudio de los méto-dos de gestión empresarial de moda –el just-in-ti-me y el modelo Wal Mart–, en el Pentágono pa-recen ahora obsesionados con la arquitectura yel planeamiento urbano. El problema que preo-cupa a los planificadores militares y a ciertos ge-opolitólogos es que se trata de la emergencia, encientos de pequeños y grandes nodos en todo elmundo, de ciudades miseria fundamentalmenteautónomas, gobernadas por milicias étnicas,bandas, organizaciones criminales internaciona-les, y demás. No hay duda de que se trata de unproblema geopolítico y militar muy serio: si secontrola sólo a una parte de la población huma-na –puesto que una parte de la gente vive exilia-da de la economía mundial y algunos espaciosya no juegan ningún rol global–, entonces se es-tán creando oportunidades para que otra gentedecida ocupar estos espacios y organizarse enellos para sus propios fines. Se trata de una situa-ción con implicaciones mucho más profundasque cualquiera de los conflictos que se imputana la civilización actual. En cierto sentido, ésta hasido una forma muy inesperada de terminar elsiglo xx. Ni el marxismo clásico ni ninguna otraversión de la teoría social predijeron jamás queuna parte tan enorme de la humanidad viviríaen las ciudades, y que básicamente lo haría fue-ra de todas las instituciones formales de la eco-nomía mundial.

Nuevo escenarioreo que la izquierda y la derecha coinci-den en que los suburbios de las ciuda-des del Tercer Mundo son el nuevo esce-

nario geopolítico decisivo. En ese escenario másde mil millones de personas a duras penas al-canzan a subsistir en el “sector informal” de lasciudades del Tercer Mundo, como vendedoresambulantes, servicio doméstico, mendigos y si-milares. El “Planeta de los suburbios” actual esuna obra del imperialismo neoliberal.

Riesgounca podrán reconquistarse esas partesde la ciudad mediante la actividad po-licial o la invasión militar; para eso hay

que ofrecer a la gente algún medio para quepuedan volver a conectarse con la economíadel mundo. A menos que se proporcionen re-cursos, o empleos, hay un riesgo evidente deque eso vaya a peor. La gente ha sido arrojadaa los brazos del clientelismo tribal y étnico co-

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Ciudades Miseria

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s casi un paradoja: el Grupode Arte Callejero (gac) acabade terminar un video de fic-ción, llamado El juego de la vi-da. Y además, apuesta a editar

el libro que relata su historia, que ya llevaonce años haciendo de la intervención enlos espacios públicos su forma de expresar-se artística y políticamente. Aunque, comosus propios miembros reconocen, su vitali-dad es apenas latente.

El Grupo nació en tiempos menemis-tas para protestar contra la Ley Federal deEducación, pero poco después se asocióa hijos para imponer el escrache comoforma de condena social a los represoresde la dictadura, ante la denegación dejusticia. Pero el escrache fue mucho másque eso: era una forma de protesta queapostaba a la reconstrucción de lazos so-ciales utilizando la calle como lugar dereunión y producción. Así comenzó a in-volucrarse en diferentes causas vincula-das a los derechos humanos.

Después del estallido de 2001, duran-te mucho tiempo organizó una procesiónartística los días 20 de cada mes, que de-nunciaba la impunidad de los asesinatosocurridos el 20 de diciembre en las cer-canías de la Casa Rosada. Con todas es-tas prácticas a cuestas, sus miembros ga-naron el concurso para diseñar el Parquede la Memoria, en Buenos Aires. Y tam-bién pudieron visitar lugares muy ajenosa ellos, como la Bienal de Venecia, don-de fueron especialmente invitados. Allíexhibieron Cartografía de Control, unaproyección de video y collage basada enun ícono del grupo: el fragmento del ma-pa de la ciudad de Buenos Aires señali-zado, con marcas que identifican centrosdel poder económico, acciones de la re-presión militar, lugares de conflictos bé-licos y zonas militarizadas.

Pero desde hace un par de años, las ac-ciones e intervenciones en el espacio pú-blico comenzaron a mermar, como ocu-rrió en muchos de los movimientossurgidos para resistir al modelo neoliberal.“No es que hayamos dejado de hacer, de-jamos de hacer en el sentido que lo venía-mos haciendo”, explica Carolina Golder,una de las fundadoras del grupo.

Como resultado de su participaciónen la organización de talleres de televi-sión comunitaria, el año pasado el gacterminó su video de 14 minutos “quemuestra sutilmente la diferencia entreel que hace y el que no hace”. Tambiénviajó a Chaco para intervenir las esta-tuas de la ciudad de Resistencia conesos globos de diálogo, tan típicos delas historietas. Allí cada uno podía es-cribir lo que se le antojara con el objeti-vo de hacer público lo que había ocu-rrido en la masacre que la dictaduramilitar había llevado a cabo en la loca-lidad de Margarita Belén. La otra acciónfue en el barrio de Caballito como for-ma de protesta porque el gobierno por-teño había enrejado un predio dondefuncionaba una huerta comunitaria.“Fueron todas intervenciones muy chi-quitas”, describe Golder.

¿Por qué el GAC se replegó?Nosotros vivimos un punto de infle-xión cuando el gobierno anunció laentrega de la esma a los organismosde derechos humanos, en 2004. El te-ma de la memoria y la defensa de losderechos humanos fueron los másfuertes que había abordado el grupo.Nos resultaba muy difícil cambiar elcontenido de lo que hacíamos y, a lavez, nos empezaba a parecer trilladotodo lo que veníamos diciendo. Empe-zamos a cuestionarnos la efectividadde las intervenciones urbanas que ha-cíamos. Al mismo tiempo, notamosque comenzó a haber una superpobla-ción de intervenciones en el espaciopúblico y eso también volvía invisiblenuestras acciones. No era que prolife-raron otros grupos como el nuestro, si-no que hasta las campañas electoralescomenzaron a hacerse con esténciles.

16 MARZO 2008MU

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GRUPO DE ARTE CALLEJERO

Llevan once años tomando la calle como espacio de expresión artística y políti-ca. Participaron de escraches, marchas y protestas, aportando su estilo. Llegarona la Bienal de Venecia. Hoy, tienen una mirada autocrítica sobre su presente.“Cooptaron nuestras consignas y herramientas y no supimos crear nuevas”.

La odisea del espacio

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con mucho dolor, hasta se alejó gen-te. Pero para nosotros fue un mo-mento de gloria. Fuimos muy radica-les, rechazamos los subsidios y creoque eso nos salvó de la autodestruc-ción. Ahora, incluso, somos más fle-xibles y podemos aceptarlos. Perohubo otras organizaciones que sedestruyeron cuando estaban en la ci-ma del estrellato artístico, porqueson distintas las lógicas del mercadoartístico que las del arte de la calle.El mercado destruye todas esas pala-bras que están buenas: horizontali-dad, autonomía.

En plena ebullición de 2002, en el GAC decíanque de tanta acción no había tiempo parapensar en qué estaba haciendo el grupo, al-go que también consideraban necesario.¿Ahora la situación es inversa?

No creo que habernos tomado untiempo para reflexionar sobre lo quehacíamos haya sido paralizante. Estábuenísimo reflexionar porque generáslazos con vos mismo. Lo que puedeser nocivo es cuando el pensamientose vuelve totalmente autorreferencial.Para evitar eso nosotros generamosencuentros con otros grupos. El pro-blema creo que es otro: algunos com-pañeros buscaron otras herramientas,como la televisión comunitaria; otrosse enojaron con tanta –como se diceahora– cooptación. Pero, en realidad,nuestra debilidad es no haber podidodar con las nuevas formas. Y, la ver-dad, yo ya me aburrí de reflexionar.Mirá lo que pasa en la Mesa de Escra-che: se sigue reuniendo gente piola,súper valiosa y capaz, pero no puedesacar un producto. Venimos de mu-chos años de una práctica con una im-presionante potencia, pero que de re-pente no tiene efecto. No sólo eso, nisiquiera se practica. Es casi una cues-tión psicológica. Están las ganas, lagente, la situación y no sale nada.

¿Ni siquiera con la desaparición de Julio López?La principal alianza que nosotros tuvi-mos desde un principio fue con los or-ganismos defensores de los derechoshumanos. Pero la creencia que en losúltimos años esas instituciones empe-zaron a tener en el Estado rompió contodo. Ya no hubo potencia para recla-mar por Julio López. Esa gente era laque llevaba adelante las banderas de lamemoria y la justicia.

Volvemos, entonces, al punto de inflexiónque marcabas al principio. ¿Entrar a la ESMAimplicó dejar la calle?

Puede ser. Pero a la vez, ¿qué hacés conla esma? Tenemos un Estado que nosla da. ¿No la vamos a agarrar? Tal vezesta situación te imponga una dinámi-ca o un camino que no pensaste. Peroyo no tengo la respuesta.

Para vos, ¿de quién es la calle en estos mo-mentos?

Cada día la ciudad es para menos per-sonas. Fijate, si no, los precios de los al-quileres. Pero abandonar el espacio pú-blico es como regalárselo al otro. Laúnica solución para esta situación esvolver a ocuparlo. Antes, intervenir lacalle no era fácil, pero habíamos logra-do, al menos, convertirnos en una mo-lestia. Hoy ni siquiera eso.

¿Ahora la calle está tan vacía y silenciosa co-mo en los 90?

En 2001 la sensación era que todo sepodía hacer y ahora, de repente, no sepuede hacer nada. Y eso es algo muydifícil de remontar. Sin embargo, no es-tamos como en los 90. No hay un re-pliegue al estilo del “sálvese quién pue-da”. Más bien tiene que ver conrecostarse en cierta comodidad hallada,propia de la clase media.

También los movimientos sociales que se or-ganizaron de otro modo en el conurbano.

Sí, es cierto. Pero eso no puedo pensarlo,apenas puedo con la autorreflexión.

¿Sigue siendo importante ocupar el espaciopúblico?

Claro. El espacio de la calle,urbano, es el lugar para decirtodo lo que querés y pensás.Eso es riquísimo. Además, esel espacio de todos: en la calleno hay mercado, no se paga.Nadie define qué va y qué nova. Ahora existe un discursoque habla del ciudadano, unprototipo que es limpio, orde-nado. Así es el ciudadano queMauricio Macri quiere. Yodesconfío cuando escucho lapalabra ciudadano.¿Por qué?La publicidad y la política dela ciudadanía son una granmentira. Construye una fic-ción del tipo “si todos saca-mos basura a las 20 vamos aestar mejor”, mientras hay si-tuaciones de violencia socialterrible. Quieren convencer-nos de que todos somos ciu-

dadanos y eso no es verdad. Ahora re-sulta que queremos el tren bala, comoen el Primer Mundo. ¿Pero para quiénva a ser? Para los pocos que lo puedanpagar. ¿Por qué no invertimos esa guitaen que la gente tenga un tren digno pa-ra ir a laburar todos los días?

¿Tuvo algo que ver en la parálisis del GAC elreconocimiento oficial que obtuvo en ciertomomento el arte callejero: la participaciónen muestras internacionales, las invitacio-nes para viajar o los subsidios que comen-zaron a aparecer?

No, por lo menos en nuestro caso.Nosotros atravesamos ese momento

17MARZO 2008 MU

Cátedra Autónoma de Comunicación Social

Más infowww.lavaca.orgwww.catedraautonoma.org.arConsultascorreo@[email protected]

Para pensar ycrear alternativas

Diplomado en Gestión Autónoma de Medios Sociales de Comunicación

Duración: un año.

Materias:

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Nuevos Paradigmas

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Seminario Técnicas deEducación Popular para laComunicación Social

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Seminario Actualidad yDesafíos de los Nuevos Movimientos Sociales Latinoamericanos

Profesor Raúl Zibechi

Abierta la inscripción ciclo 2008

De alguna manera nos tomaron lasbanderas y las herramientas.

¿Hoy no hay nuevas banderas para levantar? Claro que sí. Yo intervendría a partir delos contrastes sociales, de la discrimina-ción a la gente del conurbano en loshospitales porteños, de la expulsión delos cartoneros. En esta ciudad cada vezes más notoria la brecha entre los quetienen y los que no tienen, y ese temasería genial trabajarlo.

¿Y por qué no?Seis años atrás, si alguien salía a de-cir que en los hospitales públicos nose iba a atender más a la gente delconurbano, esa misma noche hubié-ramos salido con el aerosol a realizarintervenciones. Hoy, en cambio, em-pezamos con los peros. Creo que hayvarias razones. Ahora está muy difícilsalir a la calle. Hay mucha paranoiasocial. Antes salías y hacías lo que sete cantaba. Hoy un vecino te puededenunciar por pintar una pared o in-tervenir un teléfono. También haycuestiones de la edad: no es lo mis-mo tener 20 que 30. Te volvés máscómodo, tenés mejores laburos, hoyhay muchos en puestosdel Estado. Otro problemaes que no hay quién ven-ga atrás. Yo doy clase dearte político en el iuna(Instituto UniversitarioNacional de Arte) y noveo que haya interés eneste tipo de cosas. Estoyesperando que aparezcaun grupo de jóvenes yconvertirme en la viejaque se mete a laburar en-tre los pibes. Está tambiénel argumento que diceque era más fácil y agluti-nador tener a Carlos Me-nem como enemigo. Perono quiero cargar las cul-pas –que la tiene– contrala cooptación kirchneris-ta. Me parece que eso se-ría poner la mirada afue-ra, sería una explicaciónfacilista.

Muchos de estos argumentos suenan comouna renuncia a la disputa del espacio público

A nivel personal, para nada. Me reba-no la cabeza pensando cuáles puedenser las formas de comunicar algo conotra forma y con otro sentido. Pero nose me está ocurriendo. Veo gente queinterviene el espacio público con cier-ta nostalgia y no me gusta. Pero tam-bién es verdad que yo no tengo otrarespuesta. Me parece que hoy las in-tervenciones no tienen peso, ni tie-nen la potencia y ni la fuerza que te-nían hace un tiempo.

Quizá la intervenciónmás celebrada del GAChaya sido “Invasión”, unaacción que consistió enarrojar desde la terrazade un estratégico edificiodel microcentro 10.000soldaditos de juguetecon los logos de las em-presas multinacionales.“Quisimos así asociar alas estrategias del mer-cado con la guerra”. Lossoldaditos volaron sobrebancos y casas de cam-bio que pueblan la city ysobre los transeúntesque festejaron lo oportu-no de esa acción: era,nada menos, que el 19de diciembre de 2001.

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tre finales de 2003 y comienzos de 2004con un cierto tufo a esnobismo que losempezó a rondar: “Fue tan fuerte el boca aboca y la repercusión que después veníahasta Catarina Spinetta, ¿entendés? Devinoen eso. A los Festicumex se los devoró unmonstruo que los vació de contenido”.

Ir al frente

parte de ser una especie de gestorcultural que organiza movidas enel país y en toda Latinoamérica,

Martines es coleccionista, investigador degéneros tropicales, dj y selector de música.Es notable su contextura y su cara. Al igualque Vampiros, parece de 20 años y en rea-lidad tiene 31. Cuando se lo señalo, me di-ce que es el resultado de “la buena vida”.Lo entiendo cuando me cuenta su nuevoproyecto: “Ahora me voy a Colombia por-que estamos tratando de armar el FrenteCumbiero Transnacional”. Un proyectoque tiene dos partes: por un lado construiruna biblioteca de tracks hechos por gentede toda América del Sur: “Por ejemplo, quela pista la arme Chimango (un dj de la bo-naerense San Martín), que el bajo lo pongaun productor colombiano, que otro hagaun remix y que eso circule y esté disponi-ble para quien lo quiera usar”, explica. Laotra pata tiene que ver con la investiga-ción: “Queremos hacer un recorrido: rela-tar cómo la cumbia –que originalmente esel folklore colombiano– se volvió la músi-ca de todas las ciudades de Latinoaméri-ca”. Van a intentar desandar toda la rutadel género, desde Bogotá para abajo, conlas influencias que fue adquiriendo en elcamino. “Queremos ir a comunidades enla costa colombiana y ver qué proyectosmás urbanos hay en Bogotá, Medellín yCali. La cumbia allá es algo muy localiza-do, pero con la migración a las ciudadeshay algunas mutaciones. Algunos proyec-tos de jóvenes del hip hop y del reggae es-tán empezando a armar pistas con una cla-ve cumbiera”, explica.

La transformación

n repaso por los grupos argentinosque consideran de ese palo los lle-va a armar la siguiente lista: el Co-

lectivo Sursystem, Imperio Diablo, la Can-dela Rumba Sampler, las Kumbia Queers.Si bien algunos ya tienen su primer discoeditado, el modo de distribución y difu-sión de esta música, según Martines, es loque realmente la caracteriza: “Hay un cha-bón de Monterrey que se va a vivir a Tejas(un chicano) y en su casa arma una pistaque sube a Myspace; un chico de Lima sela pide y le graba unos vocales arriba yeso después lo agarra otro dj de vaya a sa-ber dónde para mezclarlo con otra cosa yeso anda dando vueltas por todo el mun-do”. Eso es lo que ahora Martines inten-tar relatar y documentar con su ambicio-so plan fct: este modo de compartir eltrabajo y las mutaciones de la música la-tinoamericana. Además, planea organi-zar un festival de lanzamiento del fct enBogotá para 2009. Sus sueños tienen unsolo obstáculo: la financiación. “Pero te-nemos algunas fichas puestas en que elgobierno de Venezuela nos ayude. Y sino, tardará más tiempo”. Lo importante,para él, es dejar un registro de estos nue-vos aires: “Me parece que en los 70 gru-pos como Los Jaivas tenían una idea delo latinoamericano, pero todavía teníamucho que ver con el virtuosismo. Eranmúsicos de academia que no tenían mu-cha conexión con lo que pasaba en losbailes de pueblo. Cosas como la NuevaTrova pegaban en un cierto sector, pero elpueblo estaba llenando el Chichódromo,escuchando bachacalón, llenando bailesde cumbia con músicos que habían emi-grado de la selva y de la sierra peruana.No había mucho diálogo entre esas doscosas y ahora que eso cambió nos toca anosotros contar por qué, cómo y qué de-jó esa transformación”.

obre la vereda de un restoránperuano del barrio del Abas-to, varios chicos apuradosdescargan los equipos de so-nido. En el lugar hay un in-

tenso olor a papas fritas, pollo a la parrillay cebolla. De pronto, desde el fondo delsalón un grito anuncia: “Se suspendió, di-cen que hay redada”. En voz más bajacuenta que la Brigada avisó que se veníala inspección municipal. El dueño del lu-gar prefiere no arriesgarse y cerrar, así quela esperada presentación de los dj de rit-mos tropicales Vampiros y Sonido Marti-nes se suspende y los equipos de sonidoregresan al flete. “Había ambientado el lu-gar”, suspira con amargura Martines. Vam-piros, en cambio, muy tranquilo, se dispo-ne a comer. La revancha llegará al díasiguiente, pero un barrio y para un públi-co bien diferentes: Martines y Vampirosmeten 1.200 personas en un club muy co-nocido de Palermo Hollywood.

Sangre del Bajo Flores

ampiros tiene 32 años, aunque pa-rece mucho menos. Estatura media-na, tirando a bajito. Pelo negro, que

cae en tiras sobre la frente. Empezó a dedi-carse a la música hace nueve años cuandotodavía vivía en la bonaerense localidad deMoreno. “Era un hobby, pero me hizo sentirque lo que yo quería era tocar en un lugary que la gente me vea, me ovacione, sentirese afecto”, cuenta. Lo primero que hizo fuepasar música en fiestas privadas (cumplea-ños, casamientos); después, motivado porla gente que lo conocía, empezó él mismo aorganizar encuentros. El primero que hizo–recuerda– no convocó a muchos: nochemás fría del año, lugar bien precario. Poresa misma época decidió mudarse a la Ca-pital y se instaló en el Bajo Flores. Un mun-do nuevo. Durante tres años hizo fiestas enel Bajo, hasta que desistió porque la cosa sehabía puesto complicada. “Ya no sabía sime robaban las cosas o no, si la gente salíaentera o no...”. Optó entonces por ocuparun espacio en la feria dominguera que tie-ne el Bajo para ofrecer los discos compila-dos por él: música electrónica, cachacasmexicanas y paraguayas, murgas, sonide-ros. Para el segundo disco, un amigo que es-tudiaba locución y trabajaba en una radiode Jujuy le grabó su nombre sobre los te-mas. Así, cuando los pasaban por los alta-voces de la feria todos sabían de quién setrataba: “Fui creando un estilo propio quese fue haciendo conocido desde los parlan-tes de la feria. Así me conoció Martines yme invitó a participar de los Festicumex.Me pareció interesante porque quería tenerotra experiencia, conocer otro público”.

Así fue como Vampiros llevó a Marti-nes a las fiestas en el Bajo y Martines lle-vó a Vampiros a Palermo y al Abasto, rom-piendo fronteras urbanas y musicales.

Festival de cruce

os Festicumex (Festivales de Cum-bia Experimental) surgieron en2002, cuando Martines y Dick el

Demasiado –un artista holandés– comen-zaron a percibir lo que estaba transforman-do los sonidos de la ciudad: los crucesprohibidos ya no eran imposibles: “Noqueríamos convocar al grupo del momen-to de la escena cumbiera ni al grupo delmomento de la escena electrónica, sinotrabajar con proyectos que tuvieran ancla-jes en varios lados”, cuenta Martines. Así,los Festicumex recorrieron diversas asam-bleas vecinales y hasta formaron parte delreducido grupo que participó de la ocupa-ción del recuperado Hotel Bauen. Las pri-meras ediciones se hicieron en un centrovecinal de La Paternal y duraron cerca denueve horas en las que tocaban bandas dedistintos orígenes y dj que experimenta-ban con la cumbia: “Era un contexto bas-tante diferente porque había mucha gentediversa pensando que tenía un destino co-mún”. El ocaso de estos festivales llegó en-

Rompiendofronteras

SONIDO MARTINES Y VAMPIROS

Son dos dj que comparten espacios, públicos y unamisma pasión: los sonidos populares que recorren dearriba abajo Latinoamérica. Son también dos represen-tantes del mix que caracteriza a la movida musical deestos tiempos: géneros que migran, fluyen y se enrique-cen con el intercambio de culturas y experiencias. Seviene el Frente Cumbiero Transnacional.

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no le sirve”) tampoco reciben subsidiosde ningún tipo, y en esto tiene ingerenciala falta de papeles. “Empezamos a averi-guar y nos dimos cuenta de que no cam-bia las cosas el estar registrados como unacooperativa. Te piden muchos requisitos:libro contable, libro de actas, libro decuentas..., ¿quién va a leer tantos libros?”,dice María con cierto sarcasmo mientrassus compañeras encuadernan un texto dePerlongher. No hace mucho desde el go-bierno nacional les ofrecieron 50 mil pe-sos como subsidio, poniendo como requi-sito que se constituyeran legalmentecomo cooperativa. “Nosotros no lo vemoscomo una traba. Cuando averiguamos pa-ra hacer los papeles nos dimos cuenta deque no es tan difícil como nos decían. Lodifícil es toda la burocracia que hay alre-dedor”, continúa María.

Lo cierto es que con el correr de losaños el proyecto sufrió crisis y modifica-ciones en su staff. Del triunvirato inicialsólo Cucurto sigue como miembro esta-ble, y sólo él tiene un empleo por fuera deEloisa Cartonera. Las demás viven de lacooperativa, aunque no les deje muchomargen. “El trabajo de cooperativa es difí-cil, no lo puede hacer cualquiera. Se traba-ja mucho y se gana poco. La mayoría de lagente está acostumbrada a tener un traba-jo definido y un ingreso fijo. Acá eso nopasa. Por eso mucha gente se acerca a co-laborar, pero no se suma a la cooperativacomo un nuevo integrante”, explican.

De la moda al modelo

l paso de los años hace que las co-sas sean diferentes. No es que eltiempo lo destruya todo ni que to-

do pasado haya sido mejor, simplementelas personas cambian y eso se nota en loque hacen. Eloísa Cartonera nació y fuecuestión de días para que estuviera en bo-ca de todos. La experiencia de Miriam,quien se define como “la única cartonera”del grupo, alcanza para entender ese furor.“Yo siempre pasaba con el carrito y mepreguntaba qué estaban haciendo acá. Undía pasé y pedí permiso para ir al baño.Ahí me puse a mirar y veía que se la pasa-ban pintando. Otro día, después de un fe-

forma que tienen de seleccionarlos. Tam-bién realizan concursos como el SudacaBorder, con el que buscan rastrear talentosocultos, o el que están pensando para esteaño: uno que se haga a nivel nacional pa-ra publicar una antología de cuentos porautores de todas las provincias del país.

La distribución del material, como esde suponer, la realizan los mismos inte-grantes. En algún momento de la tarde sa-len de su taller-fábrica ubicado a una cua-dra de la Bombonera para vender libros.Recorren plazas, avenidas, y las típicas ca-lles del barrio de La Boca. “Si estás todo eldía acá adentro no vendés nada”, dice Ma-ría, otro cuadro estable de la editorial“más colorinche del mundo”, como ellosmismos se definen. También van al inte-rior, sumándose a las ferias que se realizanen las diferentes ciudades de Argentina.Todas las opciones son válidas cuando setrata de difundir la obra y ganar algo dedinero. Aunque no siempre den el resulta-do esperado. “Editamos algunos textos eninglés, pensando que iban a vendersebien entre los turistas, pero no funcionócomo esperábamos”, admite Cucurto.

En cuanto al funcionamiento formal,Eloisa Cartonera es una cooperativa “dehecho”. Así lo entienden Cucurto, María,Miriam, Celeste y Caro, aunque no esténregistrados de esa manera. Además de noaceptar donaciones (“la gente te da lo que

a historia oficial cuenta queEloisa Cartonera nació en elaño 2002, parida por el escri-tor Washington Cucurto y losartistas plásticos Javier Barila-

ro y Fernanda Laguna. El proyecto preten-día ser “artístico, social y comunitario”, ysin fines de lucro. El producto estrella eranlos libros: fabricados con cartón compradodirectamente a cartoneros, y pintados amano por los integrantes del grupo. Porsupuesto, no tardaron en volverse cool yen inundar las librerías indies del momen-to. Además, en la cartonería denominada“No hay cuchillos sin rosas” algunos artis-tas callejeros exponían sus trabajos mien-tras cartoneros, escritores y público inter-cambiaban experiencias. Todo sucedía a lavelocidad de la luz. Los libros se vendían,la prensa hablaba del fenómeno, los títu-los editados se multiplicaban... Hoy, casiseis años después, el proyecto sigue enpie, aunque los tiempos y la excitaciónson otros. Con los pies sobre la tierra ycon objetivos claros y concretos, EloisaCartonera dejó de ser la moda y se convir-tió en un modelo que imitaron varios paí-ses de Latinoamérica.

La selección cartonera

l catálogo de Eloisa Cartonera esbastante ecléctico. Bueno, seamosdirectos: es un cambalache. Abar-

ca casi cien títulos que van de Daniel Linka Fabián Casas, pasando por Dani Umpi yel prolífico César Aira. “El criterio de selec-ción es sencillo: nos tiene que gustar”, di-ce Cucurto sin lugar para la duda. “A vecesvamos a buscar nosotros a los autores yotras veces son ellos los que nos pidenque los editemos”, agrega. La idea de pa-gar derechos de autor no es algo que estéen los planes de nadie. La mayoría de losescritores cede gentilmente sus derechos,aunque a algunos se los editó sin siquieraser consultados. “Hasta ahora nadie sequejó demasiado”, ironiza. No es la única

Nació como un proyecto comunitario que incluía edito-rial y galería de arte. Fue moda y fue fenómeno, hastaque las aguas se calmaron. Hoy sigue siendo un trabajoarduo que inspira a otros a imitarlo. Cómo vive estedesafío la editorial “más colorinche del mundo”.

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riado, me acuerdo que vine y dije quequería empezar a trabajar, y acá estoy.Ahora me hacen reportajes: el otro día sa-lí en un diario de Inglaterra. ¡Mirá si mevoy a venir desde tan lejos para ver esto!”,dice y se ríe.

La experiencia de Eloisa Cartonera sa-cudió a otros lugares donde la realidad co-tidiana no es muy diferente a la que se vi-ve en Buenos Aires. Bolivia, Perú, Chile yBrasil siguieron el ejemplo y hoy tienensus propias editoriales cartoneras. “Paranosotros fue todo muy rápido, no lo espe-rábamos ni lo salimos a buscar”, dice Cu-curto. El paso de ser la moda a convertirseen modelo parece haberles dado el certifi-cado de madurez y la inyección de con-fianza que necesitaban. “Tenemos los qui-lombos de cualquier cooperativa: laorganización, los tiempos, la guita”, diceCucurto. Todos le ponen el pecho a la cri-sis y siguen para adelante. “Lo bueno quetiene este espacio es que cuanto más tra-bajás, más ganás. Entonces depende denosotros”, dice María.

Los comienzos de año nos vuelven pro-pensos a hacer balances y renovar proyec-tos. Eloisa Cartonera no es la excepción.Para este 2008 planean concretar un sue-ño anhelado hace tiempo: el de la casapropia. “Nuestra idea es vender más librospara poder recaudar más plata y podercomprar un terreno propio. Y eso tieneque ser este año”, afirma Cucurto con con-vicción. La idea es mudarse de La Boca aFlorencio Varela y desplegar un proyectocomunitario. “Me gustaría hacer algo conla gente del barrio, que entre todos los ve-cinos podamos levantar la casa, y que ésasea nuestra sede”, sueña en voz alta.

Mientras habla, sus manos y las del res-to de los integrantes están en movimiento.Cortan cartón, ponen los títulos con stencil,y pintan cada una de las tapas de los libros.Después llegará el momento de llevarlos alas librerías o venderlos en las plazas. Todoa su tiempo parece ser el nuevo lema de ungrupo que debió aprender a funcionar de lanoche a la mañana, y que parece estar en-contrando la sabiduría para afrontar cadasituación, tanto las que avisan como lasque llegan de sorpresa. El objetivo es gran-de, pero concreto. Difícil que esta vez lesquieran vender cartón pintado.

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La sede de Eloisa Cartonera queda enBrandsen 647, “República de La Boca,Ciudad de Buenos Aires”. Por allí sepuede pasar los días hábiles entre las14 y las 20. Para conocer el catálogo ymás detalles del proyecto se puede in-gresar a www.eloisacartonera.com.ar mail: [email protected]

ELOISA CARTONERA

Cartón pintadosu

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20 MARZO 2008MU

emblemática: el 11 de mayo, día en queasesinaron a Mugica.

Desde 2001 participan de todos los car-navales, algunos con más integrantes queotros según, explica Ramiro. “Hubo carna-vales en los que la murga salió con cienchicos y otros con 35. Últimamente esta-mos entre los 40 y los 70. Ahora hay ungrupo de adolescentes más grandes: losvarones hacen percusión y las chicas bai-lan, pero el 70 por ciento de nuestra mur-ga son pibes de 12 años para abajo”.

La pregunta obvia es cómo funcionala organización con tantos niños y ahíNelly se agarra la cabeza y larga un sin-cero: “Como se puede”. Pero no se trata

La murga se formó en octubre de 1999cuando llegaron los restos de Mugica a lacapilla Cristo Obrero. En ese momento,los vecinos hicieron mitad marcha, mitadprocesión y a Nelly -que ya venía traba-jando con los chicos del barrio en distin-tos proyectos sociales- se le ocurrió ar-mar una murga para acompañarla. “Afines del 99 se empezó a discutir en la vi-lla si la policía debía cuidar el mausoleo.Los chicos fueron los que dijeron: “No.Acá que no venga nadie, lo cuidamos no-sotros”, cuenta Ramiro. Para que no que-daran dudas, se pusieron el nombre LosGuardianes. Un año después, la murga sepresentó por primera vez en una fecha

LOS GUARDIANES DE MUGICA

En la Villa 31 de Retiro una murga autogestiva creó su propio circuito de presentaciones, y pelea su independenciatodos los días, desde hace casi diez años. Cómo espantan vampiros y policías, entre otros disfraces.

n el barrio Comunicacionesde la Villa 31 hay casas chi-quitas y precarias. En una deellas, sobre un paredón, seproclama: “Nelly y Ramiro

los queremos”. Alrededor, hay varios es-ténciles con la cara del cura Carlos Mugi-ca, cuyos restos descansan desde 1999en la capilla Cristo Obrero de ese barrioen donde “el curita de los pobres” hizoun trabajo social durante la década del70 que lo terminó convirtiendo en un re-ferente de justicia y bondad y tambiénen una víctima de la fuerza asesina de laTriple A. La casa del paredón es la deNelly Benítez fundadora de la murga Los

Guardianes de Mugica y vecina del ba-rrio, desde que llegó del Chaco cuandoapenas tenía un año. Con ella y con Ra-miro Giganti –el otro referente de la mur-ga y los amores de quienes dan vida aesa aventura–, mu compartió un día en-tero de carnaval que empezó en el patiode Nelly, cuando varias docenas de chi-cos de entre 8 y 13 años corrían de acápara allá, haciendo preguntas, intentan-do juntar a más compañeros. ¿Qué pasa,dónde están todos?, pregunta Ramiromientras camina de un lado para el otro.Nelly le contesta: “Ya te dije: hay uncumpleaños de unas mellizas y faltanmuchos porque son todos parientes”.

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La alegría del barrio

Sin PatrónFábricas y empresas recuperadaspor sus trabajadores.Edición actualizada.

El fin del periodismoy otras buenas noticias

Una hipótesis y una guía sobrelos nuevos medios sociales decomunicación

Ninguna mujernace para puta

de María Galindo y Sonia Sánchez

Compralos en www.lavaca.org

sub.

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21MARZO 2008 MU

extraño, entonces, que con la figura deMugica se haya edificado un santuario. Elmensaje es: no hagas nada por tu vida ysentate a esperar un milagro”.

Lejos de quedarse quieto, este grupopara el día de hoy tiene preparadas trespresentaciones en el circuito independien-te: una en Santos Lugares, otra en Villa Fio-rito y la última en Quilmes. Ramiro estácomo loco, mientras a Nelly se la ve enpaz. Los chicos ansiosos miran pasar co-lectivos enormes y dicen “Ojalá sea ése elque nos viene a buscar”.

Pero el que llega es el clásico micro co-lor naranja, un tanto despintado.

l circuito que hoy recorren LosGuardianes es una iniciativa deMurgas Independientes, un espa-

cio nacido en diciembre de 2004, cuandomuchas murgas ya habían huído de la pis-ta oficial. “Ser parte del circuito oficial im-plica varias cosas: cobrás un dinero que teobliga a aceptar que te califique y te con-trole una especie de veedor, por ejemplo”,explica Ramiro. Cuando el control incluyóla calidad de las lentejuelas, Los Guardia-nes consideraron que ya habían cruzadoel límite y siguieron por su lado. “Nos em-pezamos a juntar con otras murgas quetambién se habían ido y se empezó a for-mar el espacio más serio. Organizábamosnuestro propio circuito de corsos. En lasprimeras reuniones éramos 4 ó 5 murgas,hoy somos como 40”, explica Ramiro.

Ahora estamos en la plaza de SantosLugares. Un grupo de vecinos está acica-lando el escenario y por los parlantes co-mienzan a anunciar que ya arranca el cor-so. Para poder hacerlo, los vecinostuvieron que juntar firmas, porque hacetiempo que el intendente del municipiode Tres de Febrero, Hugo Curto, muestralos colmillos en este tipo de fiestas. Hoyno es la excepción: la policía no tarda enllegar. Un oficial de la Comisaría 3ª, deapellido Corvera, informa, sintético: “Elcorso no se puede hacer porque Curto noquiere y punto”. La discusión con los veci-nos sube de tono y dura más de una hora.Finalmente, Los Guardianes de Curto aflo-jan: hay corso. Los vecinos se sientan enlos cordones y aplauden a los murguerosde la Villa 31. Entonces Nelly, desde arribadel escenario, los presenta con una her-mosa, delicada voz, de esta manera:

Siete décadas pasaron,del primer asentamiento,con obreros inmigrantesque acamparon frente al puerto

Siete décadas pasarony miles de campesinoscon sus sueños arribarona la villa de Retiro

Siete décadas pasaron, y también pasó un curita,que derramando su sangrele dio el nombre a esta murguita

Siete décadas pasaron,y unas cuantas topadoraslastimaron nuestra historia…y quieren volver ahora

Siete décadas pasaron,y nos siguen engrupiendo…Siete décadas pasaron…¡Y seguimos resistiendo!

de la clásica fórmula “todo a pulmón”de cualquier proyecto autogestionado, si-no de una muy especial, porque en la vi-lla hay vampiros. “Cuesta mucho soste-ner una murga como la queremosnosotros, independiente, autogestiona-da. Acá los punteros están todo el tiem-po con los colmillos preparados para ti-rarse encima de todo lo que les puedadar rédito”, cuenta esta mujer con unatranquilidad inquietante y explica cómotienen que lidiar con la desconfianza ló-gica de los vecinos: “Siempre está ron-dando la idea de que la murga generaplata y que por eso es un negocio. Esocorta mucho la participación de las ma-dres que piensan que hay un punteroatrás. Pero el beneficio más grande queles puede reportar nuestra murga a loschicos del barrio es darles un lugar depertenencia, un lugar donde estar conte-nidos, un lugar para expresarse, para cre-ar, para aprender un montón de cosas engrupo: valores, unidad, solidaridad, com-promiso, responsabilidad…”.

Tanto rondan los punteros, que muchasveces logran su cometido: “Hubo un gru-po de gente que se acercó a la murga conla idea de lucrar y les prometió a los chi-cos una murga mejor que la de Los Guar-dianes, con todas las cosas que nosotrosno podemos tener, zapatillas blancas, len-tejuelas... Eso fue hace cinco años. Si bienesa murga nunca funcionó, con esas pro-mesas consiguió llevarse a los chicos. Mu-chos volvieron”, relata Nelly.

La realidad económica de Los Guardia-nes revela que nunca obtuvieron nada através de partidos políticos: organizan fies-tas, bingos, lo que sea, y juntan moneda amoneda. “El año pasado hicimos dos fies-tas y en las dos tuvimos re mala leche:nos fue bastante mal. Y aun así mirá: hoyes carnaval y tenemos la plata para salir. Alos ponchazos, pero salimos”.

Los mensajes que llevan esta tempora-da Los Guardianes a otros barrios zurcidosen sus canciones murgueras denuncian lasituación en la villa, la pobreza, las presio-nes de los punteros y la llegada del nuevojefe de gobierno porteño, Mauricio Macri,con su fantasma de urbanización: “La si-tuación política la vemos bastante fea. Yano hay valores que nos unan como socie-dad porque nos rompen todos los lazos yeso se ve en un barrio como el nuestro,donde tenemos que estar unidos parapensar cómo hacemos con esa gente quenos oprime o que nos quiere llenar la ca-beza de cosas que nos hacen mal. Piensoque acciones como las que hace una mur-ga, una resistencia de tipo cultural, es unabuena forma de decirle no al sistema ytransmitirle a otros que se puede y quehay que seguir intentando”.

Esta murga con casi diez años de vidaen el barrio, por la que han pasado cente-nares de chicos, no tiene aun, y parece in-sólito, un espacio físico donde juntarse:“Una vez mandamos un proyecto al Mi-nisterio de Desarrollo Social de la Naciónpara poder arreglar un galpón que tene-mos al lado de mi casa, tener los trajes encondiciones, nuestro propio lugar de reu-nión, pero nunca lo aprobaron. Otra vez,mandamos un proyecto al Gobierno de laCiudad para lo mismo, aunque ahí la pro-puesta incluía talleres. Y tampoco lo apro-baron”. No es lo único que sienten queles dio la espalda. El cura Guillermo To-rres, que está al frente de la Capilla Obre-ra de Mugica, no mantiene ninguna rela-ción con la murga desde que ellosdesobedecieron su consejo de no asistir auna Marcha de la Resistencia organizadapor las Madres de Plaza de Mayo. Que elcura que está en la Capilla Obrera tengaese tipo de conversaciones con ellos, ¿noles resulta paradójico? Responde Nelly:“No, es totalmente lógico que hayan pues-to a una persona como él en una capillacomo ésta. Si hubiera otro Mugica esto es-taría en llamas porque no estaríamos nitan divididos ni tan hechos mierda. Si tansólo hubiera un grupo de gente que si-guiera la palabra de Mugica, las ovejitasno estarían tan mansas como ahora. No es

Pensar lo social

Un foro para interrogarse sobre lasraíces de lo que nos pasa.

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Para más información: www.guardianesdemugica.blogspot.com

La agenda de presentaciones, activida-des y campañas que realiza la murgadurante todo el año se puede consultardirectamente en esta página que man-tienen siempre actualizada.

acido uruguayo, nacionali-zado argentino, su verdaderapatria fue el periodismo. En1913 y con sólo 25 años fun-dó un mito de proporciones

inauditas; el diario Crítica, que llegó avender más de 300 mil ejemplares pordía, tres veces más que el periódico demayor circulación actual. A sus órdenesy caprichos trabajaron los mejores escri-tores de la época, esos que su exquisitoolfato de lector descubría mucho antesque el mezquino mundillo literario por-teño. Padre de un estilo periodístico im-pactante, y pionero en todos los géneros:fue el primero en incorporar grandes fo-tos y dibujos; el primero también en co-locarles epígrafe; el primero en incluirun suplemento deportivo, inventar sec-ciones, imprimir en color, incorporaruna revista a la edición, enviar un perio-dista de gira, denunciar un hecho de co-rrupción y anunciar las noticias con unasirena que hacía bramar desde la azoteadel edificio de siete pisos, que ordenóconstruir a la medida de sus lujosos sue-ños en Avenida de Mayo al 1300, conbar, gimnasio y peluquería para uso ex-clusivo de sus empleados.

Fue, también, el creador del primermultimedio latinoamericano, capaz deunir en una sola empresa todos los re-cursos tecnológicos disponibles en esemomento: prensa escrita, radio, noticierocinematográfico y productora de cine.Una audacia empresarial que empalide-ce las modernas fusiones de hoy, ya quetenía una incomparable ventaja: toda laempresa dependía de un solo y únicohombre, Botana.

Retrato de un mito

in embargo, ninguna de sus mu-chas virtudes supera lo escrito so-bre sus múltiples pecados. Acusa-

do de mentiroso, extorsionador,sensacionalista, demagogo, manipulador,mafioso, esnob y soberbio, la figura deBotana fue mirada con desprecio por casitodos los que lo tuvieron cerca. Jorge LuisBorges lo recuerda sacando la billeteradel bolsillo del saco de cachemir ingléspara tirar al aire montones de billetes;luego se quedaba observando cómo susredactores gateaban por el suelo para re-cogerlos. Leopoldo Marechal lo describeen su maravillosa Adan Buenosayres co-mo un condenado al séptimo círculo delinfierno por ese estilo periodístico que lanovela describe así: “Era preciso basurearen el crimen, recoger la inmundicia delos cadáveres mutilados y arrojarle porúltimo a la bestia el manjar impreso encuerpo siete, con grabados de anatomíapatológica y abundantes lágrimas de co-codrilo”. Roberto Arlt también rememoracon asco el único año que trabajó paraBotana, cuando “era uno de los cuatroencargados de la nota carnicera y trucu-lenta, obligado testigo de cuanto crimen,robo, asalto, violación, venganza, incen-dio, estafa y hurto se cometía”.

Pablo Neruda fue el más descriptivo. Ensu libro de memorias Confieso que he vividocuenta la reunión que en la quinta de DonTorcuato– que no era grande, sino grandio-sa– lo sentó a la mesa junto a Federico Gar-cía Lorca, Oliverio Girondo y Nora Lange,entre otras celebridades del momento. Asílo recuerda Neruda:

“Rebelde y autodidacta, había hechouna fortuna fabulosa con un diario sen-sacionalista. Su casa era la encarnaciónde los sueños de un vibrante nuevo rico.Centenares de jaulas de faisanes de to-dos los colores y todos los países orille-aban el camino. La biblioteca estaba cu-bierta sólo con libros antiquísimos quecompraba en las subastas de bibliógra-fos europeos. Pero lo más espectacularera que el piso de esta enorme sala delectura se revestía totalmente con pielesde pantera cosidas unas a otras hastaformar un solo y gigantesco tapiz. Supeque el hombre tenía agentes en África,en Asia y en el Amazonas destinadosexclusivamente a recolectar pellejos deleopardos, ocelotes, gatos fenomenales,cuyos lunares estaban ahora brillandobajo mis pies en la fastuosa biblioteca.Así eran las cosas en la casa del famosoNatalio Botana, capitalista poderoso, do-minador de la opinión pública de Bue-nos Aires”.

Querer y poder

ero ni Borges, ni Marechal ni Arltni Neruda escribieron toda la ver-dad sobre Botana. Lo verdadero

es el registro del sentimiento que era ca-paz de generar ese personaje cuya únicapremisa era la que repetía hasta el can-sancio: “quiero y puedo”.

Es difícil imaginar a la redacción deCrítica en cuatro patas, como al propioBotana desparramando displicente elcontenido de su billetera. En principio,porque allí se ganaron el salario orgullo-

sos caballeros, como Conrado Nalé Rox-lo, Ulises Petit de Murat, los hermanosGonzález Tuñón y César Tiempo, por ci-tar sólo algunos ejemplos. Pero tambiénporque Botana cosechó fama de hombregeneroso. Petit de Murat solía decir : “Siestoy vivo es gracias a Botana, que pagótodos los gastos de mi internación cuan-do estuve enfermo de tuberculosis”. Eljefe de redacción del diario escribió queun día llegó a su escritorio y encontróun sobre con cinco mil pesos (el equiva-lente al precio de un auto en esa época)sólo porque a Botana le había gustado laedición de ese día. Los salarios, además,eran exactamente el doble de lo que pa-gaba cualquier otra publicación. Es pro-bable, entonces, que la aristocrática ima-ginación de Borges creara aquella escenapara transmitir la humillación que sentíapor tener que escribir a cambio de un sa-lario mensual.

Borges fue en Crítica co-director de laRevista Multicolor de los sábados, nacidapara acercar a los lectores, al precio de10 centavos, la producción literaria deautores hasta entonces desconocidospor el público masivo. Notas del pintorXul Solar, de los escritores uruguayosJuan Carlos Onetti y Horacio Quiroga,relatos de Kipling, ensayos de EzequielMartínez Estrada y cuentos de Chester-ton desfilaron por las páginas que Bor-ges editó con pasión y dedicación. Subiógrafa María Esther Vázquez –la mis-ma que acusa a Botana de populache-ro–, asegura que gracias a esa tarea Bor-ges “encontró su verdadero destinodentro de la literatura”. Mucho tiempodespués, el propio Borges se atrevió a

22 MARZO 2008MU

N

La crítica original NATALIO BOTANA

Fue un editor único, capaz de retratar una época injusta y cruel. Lo logró con una fórmula también única:obligar a los mejores escritores a poner el cuerpo en los márgenes de la sociedad. Una mezcla que influyóen el periodismo tanto como en la literatura y lo convirtió en un millonario de leyenda, sobre el cual escri-bieron con asco Borges, Neruda, Marechal y Arlt. Una historia apasionante que pocos recuerdan.

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confesar por qué decidió terminar conaquella aventura. Fue el día que cum-plió 35 años, cuando quiso suicidarse.No se atrevió a renunciar a la vida, perosí a Crítica. Aunque nadie pudo nuncaconfirmar si fue él quien le dijo adiós oBotana quien lo despidió.

La fórmula

arechal y Arlt, en cambio, pate-an el corazón mismo del mitoBotana. Escupen sobre él para

exorcizar una condena. Botana creó lascrónicas policiales que ellos escribíancon una alquimia exquisita, escogiendono sólo qué contar sino quién debía ha-cerlo. Él mismo se encargaba de selec-cionar entre las decenas de noticias po-sibles, cuál sería la que haría latir a sudiario. No fueron ni las grandes denun-cias ni los reportajes a todo color losque convirtieron a Crítica en un fenó-meno de éxito e influencia. Fue la ca-pacidad de Botana de entender que esepaís estaba irremediablemente partidoen dos y que sólo en su diario volverí-an las dos partes a encontrarse. Sus lec-tores podía ver, cara a cara, a aquellosque la ciudad escondía en los márge-nes.

Desde sus crónicas policiales, Críticaextendió las estrechas fronteras periodís-ticas de entonces para incluir a los inmi-grantes, los obreros, los marginados delmodelo, los apaleados por los poderososde turno, los excluidos de la cultura ofi-cial. Botana los huele en su propio he-dor, los reconoce en sus miserias y lesotorga lo único que él les puede dar: épi-ca. Para lograrlo, escoge la pluma de loselegidos; talentos todos de exquisita cul-tura que jamás se hubieran encontradocon esas postales que traza la injusticiasi él –el gran sabelotodo de los infiernosterrenales– no los hubiese obligado a mi-rar de cerca esos crímenes.

El horror que Marechal y el asco queArlt descargan sobre Botana debe inter-pretarse como la repulsión que provocatoda una época y salpica a toda una eli-te. El jefe de redacción de Botana, Fran-cisco Luis Llano, lo explica así: “El perio-dismo que nació con Crítica no eraamarillo, sino escandaloso, como escan-daloso fue el Watergate. Era verdadero,aunque oliera a podrido. En un mediotan impaciente por primicias y medrosode herir a cual o tal político, cualquiernoticia que se aparte de esos cánonesera perturbadora”.

Símbolos de poder

Botana nunca pareció importarlelo que opinaran de él. Siempredecía al respecto: “La única opi-

nión que me interesa es la de El NegroCipriano. Y no creo que sea muy buena”.

Cipriano era Cipriano Arrúe, su fielvalet, lacayo y guardaespaldas, al queBotana llamaba con un humillante sil-bato. Eso era para él el símbolo del po-der, al igual que sus tres Rolls Royce–uno negro, uno gris y otro celeste– o suquinta con treinta dormitorios, quincesalas de baño y una bodega cuyas pare-des pintó el muralista mexicano DavidAlfaro Siqueiros, durante una larga esta-día que culminó cuando la esposa delpintor, Blanca Luz Brun, dio por termi-nado su matrimonio y aceptó su amoríocon Botana. Tiempo después, en la dedi-catoria de un libro, Blanca reveló losmotivos de esa decisión públicamente,aunque sin dar nombres. Sólo escribió:“Para algunos es un santo, para otros AlCapone, para mí será siempre mi empe-rador.” Hablaba de Botana, por supues-to, el hombre que nunca se jactaba enpúblico de sus romances, simplementeporque en público nunca habló. Siem-pre escuchó.

Todas las noches, el emperador Bota-na sentaba a su mesa –redonda, porque

detestaba definir con una silla la cabece-ra– no menos de veinte personas que almenos una vez por semana compartíansu plato favorito: faisán. Los criaba en suquinta, luego de enviar a su secretarioprivado a la India para comprar los casa-les. Tras la cena –que salvo la noche delos faisanes, los comensales podían ele-gir a la carta, como en los mejores res-taurantes de la ciudad– ofrecía coñac ypuros. Los suyos no los compartía connadie. Eran un centímetro más grandesque cualquiera y, según él mismo se jac-taba, de mejor calidad que los Partagáscon los que convidaba a sus invitados.Se los fabricaban especialmente en LaHabana, a medida de sus caprichos ycon sus iniciales.

Vendo sotana, poco uso

os que lo conocieron de cercaaseguran que Botana tuvo sólotres amores intensos: Crítica, sus

hijos y la timba. En ese orden. Aunquese pasión más comprobada fue la lectu-ra. Se la inculcó –como una religión, unvicio o una condena– su madre NicolazaMillares, cubana, nieta de venezolanosy pariente directa de Simón Bolívar, quele enseñó a leer también en inglés, fran-cés y latín y que lo obligó a internarseen un seminario para ordenarse cura,con la convicción de que así tendríamás tiempo para su formación intelec-tual. De allí se escapó Botana, a los 16años. Vendió su sotana para financiarseel viaje de Montevideo a Gualeguay, adonde llegó en 1904 para pelear a las ór-denes de su tío abuelo, el general BasilioMuñoz. De regreso a Montevideo, se ins-cribió en la carrera de Derecho hastaque la guerra civil que estalló en 1909 lodevolvió a la acción con el grado de te-niente. Fue derrotado en Concordia yconfinado en Corrientes, donde asegu-ran que se convirtió en mercenario, pe-leando para paraguayos o brasileños, se-gún la paga. La aventura militar terminócuando vendió su sable para financiarseel viaje a Buenos Aires.

El mito narra que luego se empleó co-mo hombreador de bolsas en el puerto,aunque no llegó a levantar más que dos.A la tercera, se cruzó por su vida AdolfoBerro, quien le presentó al hombre quese convertiría en su protector: MarcelinoUgarte, un político conservador que leconsiguió el primer empleo en un diarioy después le facilitó los contactos paraobtener el dinero necesario para fundarCrítica, el diario que popularizó con el

socrático lema “Dios me ha puesto sobrevuestra ciudad como a un tábano sobreel noble caballo, para picarlo y mante-nerlo despierto.”

El tábano

ue ese tábano el que le permitió,entre otras cosas, apoyar prime-ro y destruir después al presi-

dente Hipólito Yrigoyen, para quien ha-cía imprimir todos los días un únicoejemplar con noticias falsas que alaba-ban su gestión. El mismo tábano que ungeneral golpista ordenó silenciar, al de-cretar la clausura primero, y después laprisión del propio Botana, su esposaSalvadora y otros quince periodistas. Eltábano que saludaba la lucha de los re-publicanos españoles, proclamaba a Hi-tler demente, difundía los artículos delrebelde Sandino o del por entonces notan célebre Bernard Shaw, mientras se-ducía al lector con el fatal destino de lahuerfanita del conventillo de La Boca.“Nosotros le tenemos que decir al públi-co lo que le gusta”, repetía Botana a susredactores, como un tábano que les chu-paba el talento a cambio de mantener-los con los ojos bien abiertos. La pala-bra tábano, finalmente, es un perfectoanagrama de Botana.

Así logró, finalmente, acumular la for-tuna y el poder suficiente como paracumplir con los sueños de su madre.Compró más de mil ejemplares de incu-nables que acumuló en la más grande bi-blioteca privada de Latinoamérica y sesentó a leerlos, todas las noches, en cami-

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sa de seda, con un puro en los labios yun revólver en la cintura.

El hombre que murió dos veces

a primera muerte de Natalio Bota-na se produjo la tarde del 6 deagosto de 1941, en Jujuy. Murió de

un ataque de soberbia. El día anterior sehabía escapado con un grupo de amigos alcasino de Termas de Río Hondo, en la pro-vincia de Santiago del Estero, y había apos-tado y ganado una fortuna. Al levantarsede la mesa, escuchó al croupier decir: “Nohay por qué preocuparse. En un rato vuel-ve a apostar y pierde todo lo que ganó”.

Cuentan que entonces Botana ordenópartir para desmentir la predicción delcroupier. Señaló como destino otro casino,ubicado en las Termas de Reyes, a 30 kiló-metros de la capital de Jujuy. Por allí anda-ba cuando su Rolls Royce negro se estrellócontra los pilares de la ruta. El asfalto lerompió dos costillas y él no quiso que na-die lo tocara hasta que no llegara su médi-co personal desde Buenos Aires. Botanamurió cuatro horas después. Había logra-do que todos –amigos y desconocidos–obedecieran su última, estúpida orden.

Hoy, en su envidiado despacho de laAvenida de Mayo, está sentado el comisa-rio mayor que tiene bajo su cargo la Supe-rintendencia de la Policía Federal, el orga-nismo que investiga las denuncias contraesa institución. No es una paradoja, sinoun dato más de la sociedad argentina, qui-zás incluso sobre el actual estado de su pe-riodismo y, sin duda, sobre la segunda ydefinitiva desaparición de Natalio Botana.

La pasionaria

Para muchos, la pieza más exótica deBotana era su mujer, Salvadora MedinaOnrubia, anarquista, poetisa, dramatur-ga, adicta al éter, el whisky caro, lamagia negra y la pasión sin sexo defi-nido. La llamaban “La Venus roja” y ha-bía llegado a la vida de Botana en losprimeros días de Crítica, con un hijonatural en los brazos (apodado Pitón) yuna belleza desafiante que lo fascinó.Con ella tuvo dos hijos varones (Helvioy Jaime), pero sólo logró convercerla deformalizar el matrimonio cuando nacióuna mujer, Georgina Nicolasa, a la quellamaban La China.Salvadora dejó muy en claro que nuncafue feliz con Botana y todos sus hijoshicieron saber que jamás sintieronaprecio por su madre. El único que hizouna mención que no fuera odiosa fueRaúl, el hijo de La China, un talentosodramaturgo. Su original estilo -explicósiempre- heredó la visión mordaz e in-cisiva de la vida que tenía su abuela. Elmundo lo conoció con el apodo queella le puso: Copi.

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El negocio de la basura

La cantidad de basura que genera cadahabitante está directamente relacionadacon su poder adquisitivo.

Mientras que en promedio, los porteñosgeneran un kilo y medio diario de resi-duos por habitante, en Moreno -uno delos municipios más pobres del Conurba-no- producen 0,390 kilos.

Desde la crisis de 2001, la cantidad debasura anual que se depone en el Ceam-se aumentó más de un 50 por ciento.

Por cada tonelada de basura domiciliariadepositada en el Ceamse, la Ciudad debepagar 35 pesos más I.V.A.

www.lavaca.org

por Carolina Golder

¿Dónde está Julio López?

CARTOGRAFÍAS

La presente edición de nuestro periódico MU sumó el esfuerzo de:Redacción: Claudia Acuña, Sergio Ciancaglini,Diego Rosemberg, Quimey Lillo, Laura Vales, Sonia Sánchez, Gonzalo Beladrich, Car-los Melone, Luis Zarranz.Diseño: Lucas D’Amore y Nomi Galanternikpara mássustanciaCorrección: Graciela DaleoIlustración: El Niño RodríguezWebmaster: Diego GassiAtención online: María del Carmen VarelaFotografía: Sub, cooperativa de fotográfosImpresión: Cooperativa de Trabajo GráficaPatricios. Av. de Patricios 1941 Distribución en Capital: Vaccaro Sánchez y Cía. Moreno 794 9º, CapitalTel/Fax: (011) 4342-4031/32 Distribución en Interior: DISA (DistribuidoraInterplazas SA). Pte. Luis S. Peña 1832/6(1135) Capital. Tel (54 11) 4305-0114/3160MU es una publicación de la Cooperativa de Trabajo Lavaca Ltda. Camargo 694 3º B (1414) Ciudad Autónomade Buenos Aires, ArgentinaEditor responsable: Claudia Adelina Acuñ[email protected] / www.lavaca.org

i papá era un gordo inmen-so, fuerte como una roca, gri-tón como un volcán, y algoprimario en sus emociones.Bastante, para qué andar con

sutilezas. Cuando algo lo enojaba muchosolía decir: –¡Me cago en Satanás y en suputa madre!

Incluso, según la virulencia de la situa-ción, cambiaba a Satanás por Dios. Hom-bre algo hereje en su iracundia, podía tam-bién emprenderla con todos los santos, así,genéricamente.

Confieso mi ignoracia: yo no conocíaPuerto Madero. Tampoco sabía que hayahí un baldío con el pasto más o menoscortado, rodeado por un reja prolija yuna ¿entrada? (¿tienen entrada los baldí-os...?) construida con ladrillos sobre loscuales hay una F, como una especie depanoplia, de escudo familiar o de armas,que también corona la puerta de hierroo tranquera.

Hay que tener cara.En derredor, el imperturbable Mar

Dulce de Solís y aburridísimos edificiosde departamentos. Y una especie de car-pa donde me explicaron (con reserva deidentidad porque si no “los encargadosde prensa” se enojan. No quieren que lesescupan el asado, ya que ellos son losque “saben qué hay que decir”), que allíel Faena Group (sic) montará dos alasmás del Hotel Faena y departamentosque cotizarán los 4.000 dólares el metrocuadrado en plata baja, subiendo el pre-cio según el piso…

Hasta aquí, nada que sorprenda. Empiezo a pensar que ya nada me

sorprende.

MQue bueno, así es la nueva oligarquía,

los que tienen plata, la ciudad de Grosso yEl que Te Jedi, que si la privada Universi-dad Católica obtuvo de chiripa un predioinmenso para la salud educativa de los ciu-dadanos...., ¿qué problema hay?

¿O acaso el tren bala no es para queviajemos más rápido?

Miro bambolearse con mucha fiaca laFragata Sarmiento en el cruce de avenidaBelgrano. El sanjuanino hablaba de “oligar-quía con olor a bosta”.

Ésta… ¿a qué huele...?

Una calle se llama Marta Salotti, otra OlgaCosettini, otra Azucena Villaflor, otra AliciaMoreau de Justo… No sé qué nombre po-nerle a lo que allí veo. Se supone que pisoel suelo más caro de la ciudad, pero lasconstrucciones parecen maquetas; buenasmaquetas, es cierto, pero demasiado preca-rias para ser departamentos caros.

Luego de la charla en la carpa, no pude re-sitir la tentación de entrar al Hotel Faena.Los laburantes, todos amorosos en el trato,incluso el que estaba disfrazado de valeten la puerta y que debería (justificadamen-te) odiar al mundo.

Yo sé que en cuestión de gustos… quetodo relativo... que cada uno es libre de ha-cer con su dinero lo que quiera... que convoluntad el ojo se educa... pero con lástimapienso en Faena: el hotel es horrible. El po-bre contrató a un diseñador internacionalpara que el tipo venga acá y elija ese pro-yecto para ensayar su estilo narco-decó.Venganza o rebeldía, el resultado es unacosa imposible de describir. O cuanto me-nos no es fácil, tal como sucede con todoslos fenómenos que en nuestro continente

produce esa cultura de cartel. Me limito aun detalle, porque dicen que si uno se con-centra en una parte puede descubrir el al-ma del todo. Lo encuentro: en el bar haycuatro cabezas de unos animalitos que pa-recen ciervos, pero no. Son cabezas embal-samadas de una especie sudafricana de laque no alcanzo a apuntar el nombre.

Llevan collares de perlas. Pienso: ni aunque estén muertos.

Me tomé un Martini agitado y no revuelto,igualito que James Bond, pagué como si fue-ra George Soros y salí saludando a todos loslaburantes como si fuera El General, con pa-so triunfal, mientras pensaba en aquellaspelículas en que se dinamitan edificios sinlastimar a los buenos. Lo que sucedió en-tonces sí que no me lo esperaba. Un mucha-chito educadísimo y gentil se me acercó pa-ra preguntarme qué me parecía todo y quése podía mejorar. Por un momento me pare-ció oportuno aprovechar para desparramaralgunas reflexiones acerca del mal gusto,mencionarle a Juárez Celman y los farole-ros, el perfume de esa clase que todo lo im-pregna y alguna que otra idiotez más. Mecontuve y sólo le dije alguna que otra iro-nía, pero en algo me debo haber excedidoporque cuando me despedí amablementeel muchachito me dijo:

–Mire que yo soy un laburante.–Yo también –le contesté, para que su-

piera que no estaba juzgándolo.

Reitero: confieso mi ignoracia. Yo no conocía Puerto Madero. Nunca había visto un baldío con puerta. Nunca había visto ese trencito super-

moderno y coqueto, una suerte de tranvíadel siglo xxi al que tan certeramente bau-tizaron Tren Ligero. Va despacito, para entodos los semáforos, tiene aire acondicio-nado y está increíblemente limpio.

Volví a Lomas de Zamora en El Roca,así que no se enojen conmigo si estoycon este humor. Quedé agotado con se-mejante salto.

Cuando finalmente me senté a escribirme acordé de mi papá y le adjudiqué suelección: si El Gordo hubiese visitado Puer-to Madero, entre Satanás y Dios, sin dudahubiese elegido al peor…

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