Gadamer- Elogio de la teoría

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Texto de Gadamer

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ELOGIO/

DE LA TEORlA

HANS-GEORG GADAMER

DISCURSOS YARTÍCULOS

TRADUCCIÓN DE ANNA POCA

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Barcelona

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Título original alemán:Lob der Tbeorie: Reden und Auftiitze.

© Suhrkamp Verlag, Frankfurt arn Main, 1983.

La cultura y la palabra

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escritade los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidasen las leyes, !a reproduc~ión total o parcial de esta obra por

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Diseño de la cubierta:A1bert i Jordi Romero.

Elconcepto de cultura flota en una indeterminación singu-lar. Si yo fuese un poeta filósofo de la talla de Platón,

no me sería difícil componer un diálogo en el que Sócratesnos preguntaría a cada uno de nosotros lo que realmente en-tendemos por cultura. Y cada uno de nosotros continuaríasiendo culpable, claro está, al término de la respuesta; es de-cir, sabríamos que la cultura es algo que nos sostiene, peroninguno de nosotros sería lo suficientemente sabio como parapoder decir lo que es la cultura. Esto remite a un problemaprofundo. Sabemos la misma cosa del vínculo casi indestruc-tible entre cultura y crítica de la cultura, entre orgullo cultu-ral y pesimismo cultural. Pues es en la forma de un conceptoautónomo que se acoge, curiosamente, la palabra cultura, porprimera vez usada en forma absoluta, como un concepto devalor de la Ilustración: la orgullosa confianza de los incipien-tes tiempos modernos era alzarse por encima de la crudezadel estado de naturaleza y progresar en este camino hacia laperfecta civilización, I hacia la perfección de la humanidad.

Mas cuando Rousseau ofreció en 1750 su conocida res-puesta al tema a concurso de la Academia de Dijon, sobrelos progresos morales que la humanidad debía al desarrollode las ciencias y de las artes (esi le rétablissement des scien-ces et des arts a contribué a épurer les moeurs»), en la que

La primera edición de esta obra fue publicada en 1993en la colección «Península/Ideas»,

Primera edición en «Historia, Ciencia, Sociedad»:abril de 2000.

© de la traducción: Anna Poca Casanova, 1993.© de esta edición: Ediciones Península s.a.,

Peu de la Creu 4, o8001-Barcelona.E-MAIL: [email protected]

INTERNET: http://www.peninsulaedi.com

Impreso en Romany3lValls s.a., Placa Verdaguer 1, 08786-Capellades.DEPÓSITO LEGAL: B. 11.893-2000.

ISBN: 84-8307-279-3.

1. El autor utiliza aquí un neologismo de invención propia, Policie-rung, que ilustra con mayor exactitud la idea del devenir absoluto de lapolis al que se refiere. El carácter originariamente oral de estos discursosse permite expresiones coloquiales que en la traducción, como se adverti-rá en más de una ocasión, pierden su valor enfático. (N. de la t.)

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. nes comunes, yeso no es en absoluto conformismo, sino quees lo que integra justamente la dignidad de la conciencia y dela convicción humanas.

Lo que sucede en la sociedad humana es en la medida enque establece sus propios fines, o mejor, en el cómo consi-gue comprensión para todos los fines afirmativos y en cómoencuentra el medio adecuado para ello. Es de una significa-ción decisiva, a mi parecer, para toda la cuestión del querersaber teórico en este ámbito de la praxis humana de la vida,el que presupongamos, ante todo, rendir cuentas teórico, laentrega precedente por lo que hace al contenido del todoideal de una racionalidad determinante.

Es este ideal de la filosofía práctica lo que me parece váli-do para nuestras ciencias del espíritu (incluso cuando éstas nolo saben), y tal vez también, en todos los sentidos, para nues-tras ciencias sociales, o incluso también para nuestras cienciasde la naturaleza. Pues la universalidad práctica que reside enel concepto de racionalidad nos incumbe por completo. Ellapuede otorgar, y también para el querer saber teórico, quecomo tal, no conoce limitación alguna, la instancia otra y másexcelsa, de la responsabilidad. Ésta es la lección de la «filoso-fía práctica» de Aristóteles, que él llamaba también política:':La razón solicita la aplicación justa de nuestro saber y denuestro poder; y esta aplicación está supeditada siempre a fi-nes comunes que son válidos para todos. La comunidad de ta-les fines empieza a abarcar cada vez más a la humanidadentera. Si esto es así, se trata entonces, de hecho, de la herme-néutica, como teoría de la aplicación, es decir: de la reuniónde lo común y de lo individual; una tarea filosófica central.Pues no sólo media entre el saber de lo común teórico yel sa-ber de la praxis, sino que también se mide con los interesescomunes en el establecimiento de la meta de nuestro poderque transmite nuestra propia cultura y la de la humanidad. Lahermenéutica reina, de esta manera, en la dimensión conjuntade la convicción humana, y no sólo en la ciencia.

Ciencia y opinión pública

La máxima fundamental de la Ilustración, «atrévete a usartu razón», ha inaugurado la moderna cultura científica.

La universitas de la investigación y de la enseñanza se haconvertido, desde la política universitaria reformista deHumboldt, en el signo característico de la universidad ale-mana. Se trata de la fundación del nuevo concepto absolutode ciencia. Desde entonces, la cientificidad es un conceptode valor que coloca a cada uno ante su medida, tanto al teó-logo como al jurista o al médico. Desde entonces, el peso dela unidad de investigación y enseñanza está en la designaciónde la profesión y en la sobria forma de hablar de nuestrosdías: por una parte el investigador de las ciencias naturales,por la otra, el investigador de las ciencias del espíritu; estostérminos caracterizan con frecuencia a hombres por sus fun-ciones en la economía, la administración, la educación yotros ámbitos de la vida de la sociedad. El investigador, elcientífico, ya no es --entre la gente que tiene poder- un pa-ciente administrador de bienes de la formación, sino el ex-perto. La fama del experto, y en especial del experto de lasociedad en la edad de una tercera Ilustración, es el ejemplomodélico de la aplicación de las ciencias de la naturaleza ala consumación de las tareas de la moderna sociedad de ma-sas: todo ello ha otorgado una nueva y palpitante actualidadal absoluto de la cientificidad.

Apreciamos el íntimo entrelazamiento, la creciente de-pendencia de la ciencia, del Estado, al que le es precisamentetan necesario tomarla cada vez bajo su custodia y tenerlabajo su observación. Y por otro lado, observamos la crecien-

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te necesidad de la ciencia en el Estado moderno. La cienciareclama el espacio libre de la teoría, de la investigación libre,mas no hay espacios libres sin responsabilidad política de laesencia abierta del Estado. La ciencia reclama el manteni-miento de la investigación, y ello en interés de la economíadel pueblo. Mas todo el mundo sabe que en las primeras dé-cadas de la formación, los costes crecientes exacerban estemantenimiento con las expectativas en aumento por partedel Estado. Y constatamos, en tercer lugar, que la formaciónde los jóvenes es una inquietud de nuestras relaciones cultu-rales, una inquietud de la misma opinión pública y del Esta-do. Aquí emergen todos los problemas que se han desarro-llado justamente por el interés del Estado en la preparaciónadecuada de la vida profesional en los primeros años de lavida escolar: también los problemas de la universidad, consu ultimación del espacio libre de la investigación a través delas progresivas tareas de la enseñanza. Ésta es la situación enla que un antagonismo, este conflicto entre la pretensión dela ciencia y la pretensión de la sociedad, se impone como ob-jeto de reflexión.

En un sentido político, se trata de un conflicto irresolu-ble, el que se da entre la investigación libre y la fuerza esta-tal. La fuerza política está obligada a apoyar el punto de vis-ta del fin en todas sus decisiones. Contra ello se opone latesis de los «desinteresados» principios científicos. Es, en uncierto sentido, un subterfugio de la mera necesidad, cuandoa la opinión pública se le explica, a la vista de sus expectati-vas de fines, algo como que la ciencia también conoce pre-guntas básicas de cuya solución no se puede esperar ningúnlogro directo. Para mí se trata de un cómodo subterfugio:toda investigación es, en verdad, investigación de los funda-mentos y puede dirigirse a una segunda inversión de la pro-blemática de la aplicación de sus conocimientos.

Una cuestión importante es el hecho de que quien ejerceel poder en el moderno Estado democrático, y asume la res-

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ponsabilidad, necesita la legitimaci~n de este, ~oder y,de suejercicio a través del voto. Ello obhga_al pohtI~o a~ calc~locon plazos de, como mucho, cuatro an,os. La cIe~cIa, la In:vestigación, no conoce tales breves pe~odos de .t~empo. ~hIse encuentra tal vez el origen de que la Idea entusiasta del In-vestigador esté separada cuanto menos ~na década de su .uti-lidad social. Piénsese únicamente en el Impulso de las CIen-cias naturales en el siglo XIX.

Hasta la mitad de este siglo -podría decirse, con unacierta razón, que para los cincuenta años pasados- se habíavivido de los grandes logros de la investigación del siglo ~IX,y ha sido la imposición de las verdaderamente productIvasideas de finales del XIX lo que ha traído en el siglo XX la olade industrialización a su punto álgido. Ya con la edad atómi-ca con la fisión del átomo y los problemas de energía queconlleva todo ello, ha aparecido una auténtica novedad en laaplicación de la investigación. En general, se trata de un pr~-blema entre el corto plazo y el plazo largo, y su consecuenciaes necesariamente impaciencia por parte de la opinión pú-blica. .

Otro conflicto que se sigue inmediatamente de esta SI-tuación es la necesidad de la planificación de la investigacióny de su casi imposibilidad. Pues parece que se l~ pide un pre-cio imposible al investigador, cuando d~~e satisfacer l.asex-pectativas de la administración en relación a la segun dad yequidad de la planificación. Me impone profundo respeto elinvestigador que no realiza sus planes, sino que encuentraalgo distinto de lo que ha proyectado. Por otra parte, la pre-tensión de que el investigador planifique sus temas es natu-ral, pues el Estado debe c~ntar en la ~l.anif~~ació~e~onómi-ea, en la política, en todo tipo de plamfIcaclo~ práctica y, d~hecho con una cierta seguridad de poder satIsfacer la plani-ficación y los planes, para llevar la economía, para poder dis-tribuir justamente la renta social. P~ro se trata si.empre. deuna acomodación llena de comprormsos y de funcionamien-

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to difícil, la que llevan a cabo la sociedad y sus fuerzas polí-ticas en la organización de nuestra vida social. No obstante,la investigación no permite compromiso alguno. De ello sederiva de inmediato la imposibilidad de los controles. y estodebe ser dicho con un cierto entusiasmo.

Lo que es exigido hoy en día en el ajuste entre necesida-des y deberes del control de la opinión pública frente a losque reciben su dinero, es, en el sector de la investigación, uncompleto sinsentido. Ese intento de contabilizar tiempos la-borales, cuántas horas debe dedicar un profesor a la prepa-ración de sus clases, cuántas horas de ocupación tiene, enconsecuencia, en una semana, de tal manera que se puedainvertir en él dinero público: el absurdo es evidente. No esposible administrar la investigación en esta forma burocráti-ca. De ahí vienen entonces los seguros y necesarios controlesfinancieros, que tienen, ciertamente, algo de convincente enrelación a las sumas cada vez más grandes que se inviertenen muchas ramas de la investigación. Pues hay que asegurar-se de que existe un medio de control. Mas, ¿quién puede juz-gar, por ejemplo, si las compras de libros de un seminario ode una biblioteca el quince de noviembre de este año fuerontan necesarias, como aseguran los especialistas? Sólo lo pue-den hacer los especialistas.

Las adquisiciones de los de humanidades son modestas,pero en las ciencias naturales, en la medicina, se trata de su-mas mucho más grandes, y al final siempre ocurre que _yno se trata de una expresión patética, sino de una mera des-cripción de la realidad- es más efectiva la confianza en losque son dignos de confianza, como control económico, puesse mantiene, de [acto, tan bien como otros controles, en de-terminados límites. Sin duda, existe el abuso de confianza.Allí donde se dan pruebas de confianza, se producen abusosde confianza. Mas allí donde se dan pruebas de confianza, seda también la recompensa de la confianza, y de ello quisierahablar: sobre las razones para la confianza entre ciencia y so-

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ciedad. Afirmo que existe un trasfondo antropológico comúntras el antagonismo entre pragmática e idealismo, entre teo-ría y praxis. Y esa razón no se encuentra fácilmente cuandouno acepta reconciliaciones aparentes.

Creo que es un camino errado alabar la «descientifiza-ción» de nuestra razón política práctica, como ocurre hoycon frecuencia. Es un camino errado academizar la política,y ello, en última instancia, no sólo porque las ciencias socia-les están frente a las ciencias de la naturaleza, en el comien-zo, y no cuentan con un caudal de experiencia por encima deun siglo, sino también porque no le aguardan a uno relativa-mente, es decir, tienen un objeto accesible al experimento ya la medida, como lo que ha hecho posible el progreso de lasciencias naturales.

Una de las causas de nuestras dificultades actuales, a miparecer, es que hemos desaprendido el discernimiento. Conesta palabra quiero nombrar lo que se llama la sana razón,que se obtiene de la generalización de la experiencia de la vi-da. Y a aquel que actúa, por lo que hace al juicio político ysocial, no en razón de reglas o libros, sino por lo que le de-para la experiencia.

Volvamos al fundamento antropológico sobre el quese basa la relación de teoría y praxis en la vida humana.¿Se trata realmente de una cuestión irreconciliable y soste-nida por dos actitudes distintas de la razón humana? ¿Noestá obrando en ambas partes -en la parte de lo que hacede la teoría una profesión, y en la parte de lo que desempeñaen la praxis de la vida social su profesión- la pasión teóricay la pasión práctica? La praxis no es únicamente la aplica-ción ciega de conocimientos teóricos según las posibilidadesde nuestra capacidad. La praxis, en especial la praxis conresponsabilidad política, se le impone al hombre porque ésteno posee los vínculos instintivos naturales de los animales,sino que dispone de cualidades que lo extraen de las relacio-nes y de los caminos de la naturalidad. Está continuamente

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ante una elección. Se otorga fines y busca medios. Necesitade una razón práctica. Conoce el trabajo organizado quesiempre implica la renuncia al impulso. Hegel dijo, con ra-zón, que el trabajo es avidez contenida. Se reprime la satis-facción de un impulso a favor de un suplemento de energíareconocido como necesario, que implica también un suple-mento para el orden social y legal. Estos órdenes son inevita-bles, pues el hombre interviene en sus propias condicionesde vida.

Todo esto conduce con frecuencia a conflictos, pues noes posible sin el poder de hombres sobre hombres. Tal es elproblema político. La organización de un Estado es impensa-ble sin el ejercicio de poder de unos hombres sobre otros, yel horror, la verdadera dialéctica del poder consiste en queprecisamente todo control del poder engendra nuevo poder,incluso cuando en el arte moderno altamente desarrolladodel equilibrio de poderes, la conocida lección de Montes-quieu de la separación del ejecutivo y el legislativo, de algúnmodo pone, en obra un cierto equilibrio y un cierto controldel poder. Esta es la idea básica del moderno Estado consti-tucional. Pero no hay que olvidar nunca que aquel poder quecontrola es, por sí mismo, en el interior del orden de laConstitución, una nueva posible prepotencia. Y esto pertene-ce a la misma naturaleza de la ley.

Yo soy de la opinión de que la teoría, el comportamientoteórico, que es limitado, es también una conducta básica delhombre, y en ningún caso un acontecimiento excepcional quesolicita derechos excepcionales a la sociedad (el caso de laciencia y de la investigación). ¿Qué es, entonces, la teoría?

Creo que la teoría entraña y es, en primer lugar, distan-cia a sí misma. Platón mostró en la forma de una grandiosautopía que los guardianes, es decir, aquellos que ejercen uncontrol sobre el poder, y con ello poseen el verdadero poder,están entonces en situación de oponer poder a la ley, un po-der que de continuo se extiende y se acrecenta. Ésta es la

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idea de la vida teórica en los griegos que no creo en absolutoque haya sobrevivido íntegra, sino que ha sido desplazadapor una cierta sobreacentuación de la praxis en nuestra con-ciencia reflexiva.

Esta idea de la teoría es una posibilidad básica que estáen estrecha relación con todas las demás organizaciones delpoder sobre los hombres, que llamamos Estado. y política,acción racional y política. Me refiero a lo que Anstoteles yacon absoluta inocencia y verdad expresó: todos los hombrespor naturaleza aspiran al saber. La curiosidad del niño, ladel adulto, la crítica establecida, la experiencia que se acu-mula la orientación creciente, la lenta acomodación delhombre al mundo que le rodea y por él organizado, la parti-cipación en la comunicación verbal de un~~ con otros, t~~oello desemboca en el camino de la formación. La formaciónno es un privilegio de determinados est.ratos, no es tampo~oun privilegio de capacidades excelsas, smo que es, como dIJOHegel, la capacidad de poder pensar también los puntos devista de los demás: es característico del que se ha formado,el que sepa algo de las particularidades de sus propia~ exp,e-riencias, y que reduzca con ello el peligro de generahzaclonque se sigue de tales particularidades. ,.' .

Ésta es mi tesis: la teoría es un dato antropológíco ongi-nario como lo son las conductas del poder práctico y políti-co. Por lo que se hace decisivo poner en obra continuamenteel equilibrio entre estas dos fuerzas del,homb.re. y .est~y con-vencido de que la sociedad humana solo existe SI existe talequilibrio.

Es propio de la pasión política la obsesi?n con los ~nes;mientras que a lo teórico le pertenece la hbertad de fmes.Esta libertad de fines está precisamente institucionalizada enla ciencia: se trata de las artes liberales, que no son las artemechanicae. Estas artes libres también son llamadas bellasartes, pues «bello» tiene un sentido más amplio de lo quepermite suponer la sensibilidad del gusto de los estetas.

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El equilibrio entre la obsesión por los fines y la libertadde fines atañe a la vida humana como tal. Sólo es posiblecomo algo humano cuando nuestro hacer orientado por finesimplica al mismo tiempo libertad ante los fines. Quien en ladistancia a sí mismo es capaz de la inteligencia de su limita-ción en su círculo vital, y con ello está abierto para el otro,ése experimenta de continuo la corrección de la realidad. Laciencia ha hecho de esto su deber más excelso. Su libertadfrente a los fines sirve a la liberación de los fines demasiadoangostos que nuestras ilusiones construyen de continuo. Éstaes la conocida educación para la objetividad que distingue alinvestigador.

La certeza del investigador consiste en que se inclina sincondiciones a la respuesta de la realidad; en que aprecia losaños invertidos en la investigación, cuando los reconocecomo un camino errado. La educación para la objetividad ypara la ciencia, ésta es una meta que también puede seraceptada por la sociedad, y de ella se puede concluir que laeducación para una investigación de la verdad libre de finesno es en absoluto algo extraño. No tiene nada que ver con laentronización del saber y de las capacidades. Se trata de unirrenunciable momento en el proceso de la socialización delhombre, en el que participa tanto el pragmático como el «ad-ministrador», como el investigador.

Los conflictos entre el investigador y la administraciónse repiten eventualmente una vez y otra. La institucionaliza-ción de la investigación libre, sin la que ésta no podría darse,pues necesita que se inviertan en ella millones de millones,conduce al hecho, en última instancia, de que aquel que dael dinero debeexigir o buscar responsabilidad y, por lo tan-to, un ajuste de cuentas de su aplicación. y esta exigencia nopuede llevarse a cabo sin que se produzcan conflictos, irrita-ción, exageraciones y desaciertos por ambos lados. ¿Cómopodría ser posible evitar la burocratización y el dominio delaparato burocrático, ejercer la crítica sobre la particularidad,

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incluso, de la propia competencia administrativa, de. la pro-pia competencia política? Para ello n~ hay otro ~ammo me-jor que el camino platónico del gua,rdIan.que hana con gustootra cosa distinta que la que le esta destmada. El que no co-noce nada más bello que el poder -y hay que encontrar be-llo el poder para poder ejercerlo con éxito- no será capazde encontrar la distancia a sí mismo, y a su poder, que haceposible un uso liberal del poder. La liberali.z~~ión en el tratocon instituciones científicas, y con sus poslblhdades, me pa-rece vinculada a la comprensión creciente de q~~ lo b~llo,.l?que está libre de finalidad, no ~s sól?, una cuestion d~ JUStIfI-cación de la necesaria autosatIsfaccIOn de la.h~ma~ldad, noes, por lo tanto, una cuestión técnico-admmIstratIv~ .. Estacomprensión existirá allí donde funcione una administra-ción. Pero la opinión pública debería saber en cada caso dequé se trata.

El problema que nos pro.duce ~antos ~u:braderos ~e.ca-beza en nuestra racional SOCIedadmdustnahzada es, básica-mente, muy antiguo. La actividad científica moderna ~uedeconducir a las mismas falsas interpretaciones Ya .las mismascorrecciones a las que condujeron las ínrerpretacrones falsasen la creación de la cultura científica occidental,. que acon-teció con los griegos. Se cuenta de Tales de MIlet~ (624-544 a.C.), el fundador de la filosofía antigua, que cayo ~': unpozo artesiano cuando regresaba a casa, y.que fue aU~lhadopor una sirvienta. Esta anécdota fue recopilada en un tiempoen el que se pensaba sobre los ilustrados puros como hoy sepiensa en muchos círculos actuales. Lo Importante en estahistoria es que Tales había bajado al pozo para c.ontem~larlas estrellas pues el pozo era el antiguo «relescopío». ASIdefácil es eq~ivocarse sobre 10 que un investigador hace porpura pasión.

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La ciencia como instrumento de la Ilustración

Esconocida la famosa réplica de Kant con la que escribeuna disertación sobre la pregunta «¿Qué es Ilustra-

ción?»: «sapere aude» (<<tenel valor de servirte de tu propiarazón»), Parece tratarse de una divisa común, mas en ellasuena, de una manera inconfundible, lo que caracteriza el es-píritu de los tiempos modernos. Mas entonces, ¿por qué senecesita valor? ¿Cuál es el peligro que amenaza? Ciertamen-te existe el peligro común para el espíritu humano de equi-vocarse, y ello está en relación con el hecho de que el estarsolo en su opinión le es opresivo, y hasta un punto tal quese siente desvinculado de la certeza común; y sin embargo,es, simultáneamente, lo que considera verdadero, tan eviden-te para él, que quisiera solicitar para ello el reconocimientogeneral.

Una tal determinación de la esencia de la Ilustración, elvalor para tener el pensamiento apartado -más allá de to-dos los prejuicios dominantes-, gana su actualidad propiaallí donde se trata de la crítica de la religión. Por eso se ha-bla, en rigor, retrospectivamente sobre la historia, de lostiempos de la crítica a la religión como de los tiempos de laIlustración, y se distingue una primera y una segunda Ilustra-ción. La primera Ilustración es la que se da en Grecia, cuan-do la imagen del mundo de Hornero y de Hesíodo se desvin-cula del epos y del mito a través de la nueva pasión delconocimiento. En este sentido, el conjunto de la gran histo-ria del pensamiento que se extiende desde Pitágoras hasta laciencia helénica es una época de Ilustración. Como Ilustra-

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ción moderna puede entenderse todo rasgo de desarrollo delpensamiento que comenzó con la revolución astronómica deCopérnico, y en cuya prosecución tuvo que abandonarse labíblica imagen del mundo como relato de la creación delmundo. La divisa de uno de los grandes continuadores deCopérnico, Kepler, expresa la fuerza moral que es propiade tal Ilustración. Dice así: «Hay que pensar libremente si sedebe poder reconocer la verdad.» Se trata de una divisa quecontinúa siendo válida hasta Newton, hasta el espíritu inves-tigador del presente.

Ambos movimientos de la Ilustración están evidente-mente en estrecha relación con la ciencia. Mas, ¿qué es laIlustración para los griegos, y qué es la Ilustración para- lostiempos modernos? Ya la palabra que los griegos utilizabanpara ello, el mathemata, indica el papel paradigmático de lamatemática. Platón afirmó este modelo de manera tan radi-cal que veía incluso el verdadero saber sobre el cielo, la ver-dadera astronomía, no en la observación de la situación realde las estrellas y en sus movimientos, sino en las matemáti-cas puras y en las relaciones numéricas. Y cuando finalmen-te la naturaleza fue pensada como una realización aproxima-da de estas relaciones de número y medida, y cuando, porejemplo, ello presta a la medicina su carácter de ciencia, en-tonces puede decirse que ha sido lo imperativo de los condi-cionamientos y de las deducciones, es decir, la lógica de laprueba, la apodeixis, lo que ha caracterizado a la ciencia, ylo que encuentra en la matemática su más pura materiali-zación.

A la inversa, sin embargo, la ciencia moderna conocetambién la posición dominante del instrumental de la mate-mática, mas, a diferencia de l~s puras ciencias de la razón, alas que pertenecen sobre todo la matemática, entre otras, aexcepción de la filosofía, de la metafísica, las ciencias moder-nas se entienden como ciencias de la experiencia. La lógicade su proceder se denomina inducción. Un concepto como

éste, propio de las ciencias de la experiencia, sería. par~ losoídos griegos un metal poco elegante. ~o que es la CIenCIan~necesita de experiencia suplementana. Y sobre ello estaconstruida la ciencia determinante Y el conjunto de la culturaoccidental, primero por los griegos y, en alianza confiada,por la modernidad: la ciencia no es importante o es para al-go, sino que es porque es «bella». Lo bello es del or~en de loque se gusta a sí misma, y a la pregunta de por que gusta. yes bello no se le concede fundamento alguno. Este amplioconcepto de lo bello en griego, del kalon, es válido para todaciencia teórica. Es a la fortuna de la teoría, a la fortuna delconocimiento de la verdad, a lo que aspira la ciencia.

Por último existe todavía un sentido más estricto deIlustración: es ~l del concepto histórico de la época del sigloXVIII en el que es usado. Esta Ilustra~ión ~stá vincula~a a .lacrítica a la religión, y cuando está bajo el SIgnOde la CIenCIa,ello implica la relación pragmática de ~aciencia con la ~ortu-na de la humanidad, con la salud, el bienestar, con la hb~r~-ción del sufrimiento y de la miseria. Ella promete un auxiliodistinto que el de los consuelos de la Iglesia. También a estepathos de la Ilustración m~~rna le corresp~?de algo de laépoca de la primera Ilustracl.~n. La elabora.clon del a~te deldiscurso y de la argumentación fue extendido como Instru-mento universal para el logro práctico y político, y por ell?no es en modo alguno una casualidad que los hombres deci-sivos de la sofística griega, Protágoras o Gorgias, ?ayan f~-vorecido la duda sobre toda ciencia con su pragmático relati-vismo y escepticismo. Aquí se manifiesta, también en elsentido más estricto de la Ilustración, una diferencia entre laprimera y la segunda Ilustración. Con los antiguos se orientótambién, al final, contra la ciencia, en los tiempos modernosse reclama por completo de la ciencia.

Y ello se manifiesta en las diferentes posiciones ante lareligión. La primera Ilustración, la griega,. fue. tan ~istinta dela moderna, que con el desarrollo de la CIenCIagnega se ex-

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trajo de ella la metafísica, como teología racional que duran-te dos milenios tuvo validez; y esta Ilustración preparó lascondiciones excepcionales de una nueva religión, la religiónmundial del cristianismo. Muy otro es el papel de la cienciaen la Ilustración moderna, de ahí la pregunta: ¿qué significala ciencia para la Ilustración moderna? E interrogo con elloconscientemente la Ilustración del siglo XVIII y la del si-glo xx. Se trata de una confrontación importante y no deuna errata de imprenta. Si hablamos aquí de la Ilustracióndel siglo XVIII y de la del siglo xx, no se trata en consecuen-cia, de dos desarrollos independientes entre sí, La cienciasólo conoce un progreso continuo. Sin embargo, está justifi-cado hablar de la Ilustración del siglo XX como del algo' nue-V? F~e una ruptura violenta la que recibió su primera con-CIenCIacon la llegada del Romanticismo. Fueron tan verti-ginosamente altas las expectativas que se invirtieron en la feen la razón de la Ilustración del siglo XVIII; la emancipaciónde la clase burguesa no significa tanto, en verdad, una victo-ria de la Ilustración como sus portavoces afirmaban. Supuso,en todo y por completo, el comienzo de la recristianizaciónde Europa. ¿Quién hubiese pensado que fuese posible al fi-nal del siglo XVIII que un concilio vaticano encontrase laaprobación general de la Iglesia para la infalibilidad del Pa-pa? De ahí que el siglo XIX fuese en muchas perspectivas deuna manera muy distinta a la que había fundado los idealesde la Ilustración. En lugar de la igualdad de todos, se confor-mó, en realidad, la sociedad de clases, es decir, la diferencia-ción de la «sociedad» frente al proletariado. A diferencia dela universalidad de la fe en la razón, los países de Europa sedesarrollaron -más o menos velozmente- como democra-cias nacionales. El concepto de la economía popular, de laeconomía nacional, es casi una palabra testimonial para estedesarrollo que encontró finalmente, en la época de las gue-rras mundiales, su descarga explosiva.

¿y qué ocurre hoy? El episodio ha llegado al final. Vivi-

La ciencia como instrumento de la Ilustración 81

mos ahora en una época que disuelve los momentos reac-cionarios del siglo XIX y derriba todos los tabúes. Es la fecientífica de la edad técnica que ha cambiado todas las rela-ciones naturales desde la base. La ciencia domina a través dela sociedad de expertos. Está tras la industrialización globala través de la economía mundial, está tras la electronic wary también en cada derribo del nihilismo cuya emergenciaNietzsche profetizó clarividente, y que bajo formas seculari-zadas del cristianismo está ya acabado. La fe científica deesta tercera Ilustración está acompañada, sin embargo, porla amarga duda en el futuro de la humanidad. Aquí puede ydebe invertirse una reflexión histórico-científica. Por eso noshacemos la pregunta de cómo se diferencian la segunda y latercera Ilustración en su relación a la ciencia. Tal plantea-miento está, por su parte, naturalmente, en el suelo mismode la Ilustración, e interroga, partiendo del punto de vista dela ciencia, las diferencias de ambas épocas. Las diferenciasestablecen, no obstante, límites, de ahí que nos preguntemostambién al mismo tiempo por los límites con los que el movi-miento de la Ilustración se perfila en ambas épocas.

No vamos a tratar tanto sobre el siglo XVIII, el llamadosiglo clásico de la Ilustración. Es cierto, no obstante, queeste siglo convierte la Ilustración en un poder público, y queen el siglo XVIII aparecen en el lugar de los grandes pioneros,que en los siglos XVI y XVII abrieron el camino de la nuevaciencia en solitario, formas de organización de la ciencia,que institucionalizan la conciencia pública de la ciencia. Yescierto que con ello la Ilustración deviene un factor social.

Sin embargo las decisiones epocales habían ocurrido an-tes. ¿Cuándo y cómo empezó la modernidad? ¿Con el Rena-cimiento, es decir, con el nuevo despertar de la antigüedad através del humanismo? ¿Con el descubrimiento del indivi-duo (Jacob Buckhardt), con el descubrimiento de América?Pero fuese cuando fuese, en verdad, fue la nueva cienciala que devino algo nuevo a pesar de todos sus vínculos con la

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ciencia antigua, fue lo que condujo a los tiempos modernos.Se pueden valorar muy distintamente los diferentes factoresque condujeron a esta novedad histórica, y es por supuestouna intuición esencial el que tuviese una base teológica cuan-do el concepto de la ciencia en este tiempo se transforma bá-sicamente. Se habla con razón del trasfondo nominalista de lanueva ciencia y de su fundamento teológico, de la nueva valo-ración y énfasis en la omnipotencia divina frente a la cual re-troceden los otros dos clásicos predicados divinos, la omnis-ciencia y el amor absoluto. La misteriosa voluntad divinaprohíbe a la razón humana penetrar en los pensamientos deDios. Debe bastarse con lo que le es accesible a su propia ob-servación, a su medición y a su saber relativos.

De este modo la nueva ciencia trae la disolución de laimagen verbal del mundo en la que vivía la tradición enla medida en que transfiere el lenguaje de la matemática 'a laobservación. No son las nuevas observaciones, ni el progresoen la experiencia del mundo, sino el nuevo diseño de lo quees el saber lo que ha permitido emerger a la nueva ciencia.Galileo, el creador de la mecánica clásica, tenía de ello unaconciencia muy clara, y fue en realidad una osadía del espíri-tu y no una agudeza de sus observaciones lo que le condujoa descubrir las leyes básicas de la mecánica formulables ma-temáticamente. Fue consciente de ello y lo disfrazó en la fór-mula mente concipio, para no apurarse con el hecho de quela ley de la gravedad por él descubierta no concordaba con laobservada caída de cuerpo alguno, pues el vacío, el vacuum,no había sido nunca todavía producido. La fundamentaciónde la mecánica de Galileo concluye todas sus causas finalesdesde la investigación de la naturaleza. En la medida en queexplicó los acontecimientos de la naturaleza desde sus efec-tos causales y desde su juego común, hizo posible un conoci-miento, un nuevo dominio de los hechos de la naturaleza: lollamamos técnica. Mas esta técnica no es meramente unaconsecuencia secundaria del nuevo conocimiento de la natu-

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raleza -tampoco lo es su condicionamiento técnico sola-mente-, sino que ese conocimiento nos transporta a lopráctico, en la medida en que hace calculable, a través de laposibilidad de calcular los efectos, la intervención en las con-diciones iniciales.

Se trataba de una nueva ambición hacia lo que hace quela ciencia sea tal, y que aquí se realizó ejemplarmente. Des-cartes encontró para ello la nueva y decisiva conceptualidad.Dio al concepto de método una posición nueva, dominantesobre todo. Methode es, no obstante, un concepto griego an-tiguo: el concepto griego del método significaba también uncamino de la aproximación objetiva a lo que debe conocerse.Mas el concepto griego de método obtenía la medida de suadecuación entonces en función de la peculiaridad del ámbi-to investigado. En contrapartida, Descartes desarrolló laidea de un método de la unidad, es decir, el camino de uncercionamiento universal, y con ello la exclusión del error,que debe ser posible con el mantenimiento de las condicio-nes formales del proceder metódico. Es característico de latensión con la que se presentó el nuevo concepto de cienciacon respecto a la forma tradicional del saber y, al mismotiempo, con respecto a nuestra orientación práctica del mun-do, el que el pensamiento de los tiempos modernos se veaforzado a alcanzar, por el solo pensamiento, la compatibili-dad de ambas formas del saber. Descartes publicó su tratadosobre el método no como un esbozo natural del nuevo pen-samiento metódico, sino que buscó el compromiso con latradición metafísica. Su obra más conocida incluye este in-tento de compromiso en el título, Meditationes de primaphilosophia, es decir, sobre la metafísica.

No obstante es característico de la Ilustración moderna,por doquier incipiente, lo que Descartes, por el camino de laduda universal, descubre como fundamento seguro de la au-toconciencia, cuya certeza apodíctica devino para él paradig-ma de toda evidencia y conocimiento. Pero no es menos ca-

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racterístico de este comienzo el que esta autoconciencia sólose gana su legitimidad en el rodeo por la conciencia divinaque debe ser hallada. De este modo su nuevo y muy polémi-co comienzo es al mismo tiempo el comienzo de la irreso-luble realización del pensamiento moderno. Son tres lasaporías que se inauguran. Primero la aporía de las dos sus-tancias. La extensión y la autoconciencia no parecen perte-necer de ningún modo al mismo orden del ser. La segundaaporía se sigue de la priinera: insolubilidad del problema delo vivo. El concepto del cuerpo extenso no es suficiente parapensar la verdadera vida. Mas el concepto del espíritu auto-consciente no es aplicable a lo vivo, en la medida en que noposee autoconciencia alguna, y por eso son los animales paraDescartes algo así como lastimosas máquinas. Kant dio a losdos aspectos en los que lo vivo es representado un cierto vín-culo unitario, en la medida en que fundó y legitimó filosófi-camente la tensión entre ciencia de la vida físico-causal y laciencia morfológico-finaI. Su «solución» domina hasta hoynuestro conocimiento de lo vivo.

La tercera y difícil aporía, cuya solución debe ser de nue-vo atribuida a Kant en el siglo XVIII, pero que en el siglo XX,renovada, y de manera secreta, se agrava, es la aporía de la

-filosofía práctica. El nuevo concepto de ciencia es un conocepto de investigación. Investigación, sin embargo, corno',ciencia de la experiencia nunca concluida, como intermina-ble paso hacia adelante, que debe establecerse en conflictocon la necesidad de saber práctica del momento. El mismoDescartes había extraído, en su llamada moral provisional, lapregunta de la moral, de la universalidad de la nueva ambi-ción científica. ¿Y cómo debe conciliarse esta nueva ciencia,que no quiere ni puede ser un todo de saber cerrado en elsentido de la tradición antigua, con las pretensiones de lacerteza práctica de la vida y con el saber práctico? Una cien-cia entendida como investigación debe dejar abandonada ne-cesariamente la razón práctica.

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La respuesta de Kant a esta aporía. remitía a la .gran au-tocerteza de la conciencia moral de la libertad. Prec.lsamenteno puede ser pensado teóricamente cómo es pOSIble,r~al-mente la libertad, pues el conjunto de la natur~leza umca-mente se deja pensar como un enrejado de relaciones caus,a-les. Pero Kant vio que es una necesidad de nue.stra razonpráctica actuar en la autoconciencia de nuest~~ IIbe~tad, esdecir en la conciencia de nuestra responsabilidad, mclu~ocuando no es posible ninguna solución teórica de la apo~a.La fórmula kantiana de la Ilustración: «ten el val~r de s~n:lr-te de tu razón», es adecuada tanto para la razon prácticacomo para la razón teórica. Pues la ~azón práctica no es ra-zón técnica. No puede someterse a nmguna regla de cond~c-ta heredada, sino que debe reconocer lo que es n~c~san~-mente solicitado y no se satisface con lo que es útil bajocondicionamientos.

Si se ve desde este trasfondo el movimiento de la Ilustra-ción que en la segunda mitad de nuestro siglo ~ada vez se ex-tiende más, a uno le parece que lo nuevo consI~te en el pen-samiento técnico, que empieza liberándose hacI~ ~n aspectodel mundo universal. Después de que la base religiosa y mo-ral del pensamiento kantiano de la libertad desaparece cadavez más de la conciencia del tiempo de nuestro prese~t~, sefunda la autoconciencia del hombre en una excluslvld~dcada vez más fuerte de su hacer y de su poder. Es el suenotecnológico y la utopía emancipadora, en la que esto se pro-yecta. Por eso nos hacemos de nu~vo, ~,renovada,. ~apre~n-ta de Kant, qué significa en esta situacion Ilustra~I~~ y comopuede actuar. Nos acordamos ahora de otra definición kan-tiana de la Ilustración: es la salida del hombre de su.cul~ableminoría de edad. ¿En qué consiste la culpable mmon~ deedad de la humanidad en la que se encuentr.a hoy. en dla: ysobre la que éste debería ilustrarse? En la socleda? industrialactual es difícil concebir fe más ciega en la autonda.d y en eldominio de los sacerdotes. Quiero decir que es precisamente

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la torpeza del sueño tecnológico y la obsesión de la utopíae.manclpadora lo que representa los prejuicios de nuestrotiernpo y de los que la reflexión, es decir el valor de pensardebería liberamos. '. El sueño tecnológico nos ofusca, en la medida en que elIdeal del poder-hacer se convierte en el imperativo del deber-hacer',La utopía emancipadora, por su parte, se perfila cada~ez mas como el trauma de la administración del mundo sinlibertad. La reflexión histórica podría descubrir los condicio-namientos que están en la base de estos prejuicios. Y aquíhay una reflexión de la ciencia histórica que puede traemosla Ilustración. Ambos condicionamientos, el perfecto poderhacer y el perfecto poder administrar, corresponden al mo-delo de la mecánica. La técnica de las máquinas es el nuevoórgano de todos los órganos, que en la variación de la cono-cida expresión de Aristóteles -el cual llamó a la mano órga-no de los organos-, ahora describe el prolongado brazo delhombr.e: quien ~on.a~da de su máquina extiende su campode accion en lo invisible. El modelo histórico y científico del~ mecánica, qu~ cuenta siempre con nuevos efectos y puedesiempre producir nuevas transformaciones, corresponde aun mundo de posibilidades ilimitadas.

/: Ahora es de nuevo la ciencia la que promete Ilustración.i Pues la ciencia nos dice con creciente claridad: el mundo

en el que vivimos es un mundo de posibilidades limitadas.Nuestro mundo ~stá acabado si continúa así, si su conceptoe.s «~overs~ hacia adelante». La ciencia nos dice que estefin, SI contmuamos igual, viene hacia nosotros con seguri-dad, aunque su fecha no sea calculable como un predeciblec?,oque de la tierra con otro astro. Ésta es en especial la lec-cI~n de la moderna biología y de todo lo que conocemosb.aJo el nombre de ecología. La reproducción de la pobla-cion, que parece sustraerse a toda manipulación, los proble-ma~ ,de alimentación, los problemas de agua, de la contami-nacion ambiental, y en especial el problema de la energía, no

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dejan lugar a dudas de que el modelo de la mecánica con subrazo extendido en el infinito está basado en ilusiones. Laciencia conoce hoy en día otro modelo que es más adecuadoa la actual situación de la humanidad, el modelo de la biolo-gía, es decir, de la autorregulación del organismo. Es el prin-cipio del CÍrculo de reglas cuya función ha empezado a expli-camos la moderna cibernética. Me parece que es sostenerseaún en formas de pensamiento anquilosadas y misteriosas,cuando se piensa la cibernética de nuevo como el brazo ex-tendido del hombre que potencia su poder hacer. En verdad,la cibernética ofrece más que la nueva técnica de posibilidadde la automatización; se trata de un nuevo esquema delmundo y presenta a través de sus intuiciones de la humani-dad la tarea de una reflexión crítica del poder hacer. La pre-gunta no es todo lo que puede hacerse, sino lo que así sedeja hacer, lo que se mantiene, gracias a ello no sé/destruye.Es el básico estado del equilibrio que debe dominar nuestropensamiento, si queremos aniquilar la hidra de. las maquina-ciones que continuamente hacen posibles y necesarias otrasnuevas.

Parece, sin embargo, una paradoja querer hacer algo quese mantiene a sí mismo. Eso parece justamente prohibido atodas las obras humanas. Pero tenemos de ello un ejemplomuy antiguo en la medicina. Ella no es un hacer real alguno,sino que es continuamente reproducción del equilibrio, confrecuencia sorprendida por la nueva experiencia, con fre-cuencia superada en su poder por la naturaleza. ¿Qué puedeenseñamos un ejemplo de tal hacer? ¿Cuál es la contribu-ción científica que puede proporcionar para la comprensiónde la situación de la humanidad? ¿Qué es lo que debe ser re-producido si queremos sobrevivir? Ciertamente, nada distin-to a nuestra conciencia justa de nuestra situación en el mun-do. Es un verdadero cambio de conciencia lo que nos ha sidoentregado. El mundo debe ser conocido de otra manera dis-tinta a la del mundo de posibilidades ilimitadas. A través de

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su ciencia del conocimiento que ésta le proporciona, se leadvierte al hombre que debe saberse, mucho más que hastaahora, inquilino de la tierra, es decir, como alguien que debecuidar el lugar de su acción y de su vida. Tal es el mensaje dela ciencia moderna, que no pierde credibilidad y premurapor el hecho de que acuerda con el mensaje religioso de lateología de la creación.

La reproducción de una tal conciencia parece un caminolargo y dilatado. Para concluir habría que pensar si este ca-mino es transitable. En mi opinión pueden hacerse tres obje-ciones: la conciencia de nuestra opresión se presenta en pri-mer lugar en aquellos países en los que el alto desarrolloindustrial nos ha demostrado las consecuencias de nuestrocamino. Para los países y civilizaciones del subdesarrollo in-dustrial, tal duda en la perfectibilidad técnica tiene algo deincreíble, en especial cuando debería ser posible esclarecer lacerteza social del Estado industrial y construir soluciones po-líticas. Pero se trata de un problema de la humanidad en suconjunto. Es tan evidente, que la conciencia de todos debeser llamada como conciencia común.

La segunda objeción es si el factor tiempo no está yacontra nosotros. O expresado de otro modo: si no es dema-siado tarde, o bien, si no va a costar demasiado tiempo laconstrucción de tal conciencia común. No obstante, no esposible abandonarse aquí a la ilusión del poder-hacer queviene hacia nosotros por cálculos técnicos, y que amenazacon confundimos en lo negativo: ¿se hunde la humanidad?Mas, ¿quién quiere saberlo y puede calcularlo? De nuevo meparece más adecuado el modelo de la medicina. El médico yel enfermo son aquí la humanidad misma, y las virtudes deambos son la esperanza y la paciencia, y no como confianzavacía, como aceptación inactiva; al contrario: ambos permi-ten la actividad racional.

La tercera y la más seria de las objeciones yace, a mi pa-recer, en la situación de la conciencia de una humanidad ani-

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mada por el poder hacer. Lo que nuestra civilización premiason las peculiares virtudes de la flexibilidad, de la acomoda-ción, del ajustamiento. El ideal de la administración técnicadel mundo forma todavía al hombre a su imagen, y lo con-vierte en un administrador técnico que lleva a cabo funcio-nes prescritas sin preocuparse de nada más. En ello reside, ami parecer, más que en ningún otro lugar, el desfiladero denuestra civilización, y esto solicita, mucho más que cualquierotra cosa, Ilustración. La Ilustración continúa siendo lo quefue siempre: viene de la fuerza del juicio, del pensar por unomismo, y del cuidado de estas fuerzas. Así se precisa el sen-tido presente de la divisa kantiana de la Ilustración: «sapereaude»; ten el valor de hacer uso de tu razón, de una nuevamanera, como llamada a nuestra razón social para despertarde nuestro sueño tecnológico.