Fuster Sobre La Singularidad de Salvador Rueda

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SOBRE LA SINGULARIDAD DE SALVADOR RUEDA Con la referencia taxativamente emblemática a dos aves —dos aves desde luego fastuosas, escogidas por eso mismo—, se enfrentó un día Salvador Rueda con Rubén Darío, a efectos de un interesado paralelismo literario. Se trata de un soneto, destinado como prólogo a no qué libro, para un poeta modernista, el cual, al parecer, pre- tendía asumir las mejores gracias, o galas, del andaluz y del nicara- gijense. En aquel poema, Salvador Rueda cuida de destacar, tanto como de precisar, su propia significación estética, relacionándola con la de Rubén. No para menguar la de éste, pero sí —eso se ve a las claras— para que no se mengUe la suya. No creo interese ahora la intención última, el móvil íntimo, del soneto de Rueda, aunque resulte fácil adivinar la actitud que determina la parte anecdótica del caso. En cambio, encuentro sugestivo lo que en él hay de intento de carac- terización de la poesía de Rueda, por comparanza a la de Rubén. Rueda, señalando sin duda inconscientemente un rasgo que le se- para de una de las insistencias modernistas, esto es, el culto entre eró- tico y melancólico al cisne, Rueda, digo, busca su tótem literario en otra ave brillante: el pavo real. Y dice, dirigiéndose al poeta prologado: La voz de toda América le pides a Darío, la voz de toda España le pides a mi acento, al cisne desplegando las alas en el viento, y al pavo real abriendo la cola como un río. Con ambas aves como signo de los dos maestros, el poeta que les in- voca formará «un áureo escudo de gloria». Salvador Rueda matiza en seguida el sentido simbólico que les atribuye: en que deslíe el cisne su blando movimiento y en que la cola estalle de rosas y de brío.

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  • SOBRE LA SINGULARIDADDE SALVADOR RUEDA

    Con la referencia taxativamente emblemtica a dos aves dosaves desde luego fastuosas, escogidas por eso mismo, se enfrentun da Salvador Rueda con Rubn Daro, a efectos de un interesadoparalelismo literario. Se trata de un soneto, destinado como prlogoa no s qu libro, para un poeta modernista, el cual, al parecer, pre-tenda asumir las mejores gracias, o galas, del andaluz y del nicara-gijense. En aquel poema, Salvador Rueda cuida de destacar, tantocomo de precisar, su propia significacin esttica, relacionndola conla de Rubn. No para menguar la de ste, pero s eso se ve a lasclaras para que no se mengUe la suya. No creo interese ahora laintencin ltima, el mvil ntimo, del soneto de Rueda, aunque resultefcil adivinar la actitud que determina la parte anecdtica del caso.En cambio, encuentro sugestivo lo que en l hay de intento de carac-terizacin de la poesa de Rueda, por comparanza a la de Rubn.

    Rueda, sealando sin duda inconscientemente un rasgo que le se-para de una de las insistencias modernistas, esto es, el culto entre er-tico y melanclico al cisne, Rueda, digo, busca su ttem literario enotra ave brillante: el pavo real. Y dice, dirigindose al poeta prologado:

    La voz de toda Amrica le pides a Daro,la voz de toda Espaa le pides a mi acento,al cisne desplegando las alas en el viento,y al pavo real abriendo la cola como un ro.

    Con ambas aves como signo de los dos maestros, el poeta que les in-voca formar un ureo escudo de gloria. Salvador Rueda matizaen seguida el sentido simblico que les atribuye:

    en que desle el cisne su blando movimientoy en que la cola estalle de rosas y de bro.

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    Y termina con una nueva, definitiva alusin a Rubn:

    l taer su lira, lyo tocar mi trompa.

    Dejando, pues, de lado la manifiesta pretensin de Rueda de re-servarse el magisterio dcl modernismo espaol la voz de toda Es-paa le pides a mi acento, al mismo tiempo que confina el deDaro a su tierra nativa, me parece que el contraste del cisne con elpavo real tiene un alcance notorio de clave delibeiadamente expre-siva, en cuanto implica una delimitacin rotunda de la tnica domi-nante en los dos poetas. Ignoro la fecha del soneto que cito y quese titula Arco de triunfo: pero los versos reportados aqu son vli-dos, con validez genrica, para toda la poesa de Rubn como paratoda la de Rueda. No dudo que se pueda identificar en ellas momentosque los contradigan. De todos modos, repito, valen. Rubn. fiel alcisne, es definido, como el cisne, por su blando movimiento: movi-miento, adems y subrayo el verbo por su sintomtica agudeza,que se desle, A esa delicadeza fugaz corresponde otra retrica cali-ficacin: la lira, que Rubn tae. Rueda se atribuye la trompa. y suanimal ilustre es el pavo real, de cauda caudalosa, esplndida de colo-rido y de vigor.

    La imagen de Rubn concuerda, efectivamente, con el Rubn t-pico. El cisne lleva consigo el clich fin-de siglo de un mundo incon-creto, con jardines lentos y ensoados, lagos de apacible misterio y elperfume asombroso de Leda. Cierto que Daro tambin vio en el cisnealgo as como lucir la esperanza para la raza: todos convendremosen que choca, por convencional, extempornea y boba, una tal atri-bucin. El cisne desplegando las alas en el viento, se desliza, silen-cioso, esfinge domstica, aristocrtica, hacia el reino de lo inevitable-mente crepuscular. Y luego, la lira. Luego, o acompandole. Estalira, que Rueda confiere a Rubn, hay que entenderla, como l quiere,por oposicin a la trompa: el instrumento de las discretas delicias, deaterciopelada resonancia, susceptible de un refinamiento sensual, ma-tizado. Y cmo no reconocer en l la cifra de los procedimientosrtmicos usados por Daro, sutiles a veces, sabios casi siempre, enocasiones lindando con el juego o con el malabarismo si los contras-tamos con los de Salvador Rueda? Porque, sin discrepar de la lneafundamental modernista, comn a ambos poetas, el acento de Rue-da se aparta de manera rigurosa de todo aquello que sugieren el cisney la lira.

    S: es indiscutible que al poeta andaluz le van mejor el pavo real

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    y la trompa. No excluyo ya lo he insinuado que en Rubn exis-tan osados, virtuosos solos de trompa pinsese en bastantes poemasde Cantos de vida y esperanza, sin ir ms lejos, y en Rueda diver-timentos de lira, o por lo menos de guitarra. Un buen punto de refle-xin seria, para determinar el trecho que distancia a Rueda de losdems poetas del modernismo espaol, el examen de sus tratos conel alejandrino. Fue el alejandrino un metro reivindicado, remozadoincluso, en el castellano por los modernistas. Las manipulaciones mo-dernistas sobre el ritmo tradicional del alejandrino, podramos decirque pertenecen al rea, a la jurisdiccin de la lira. Rueda lo us concierta frecuencia, aunque sin preferirle. Y hasta le somete a algunade aquellas irregularidades (como, por ejemplo, dividir por la cesuraelementos de una misma unidad fnica: la esencia, lo ms hon-do del Orbe, es meloda, la pluma, de arreboles teida, en queDios toca), que Dmaso Alonso considera tpicas de la esttica mo-dernista. Alejandrinos flotantes, los llama una vez, como nostlgicodel cisne, el mismo poeta que nos ocupa.

    Demasiado flotantes para su temperamento o para su sensibili-dad intensa y un poco agreste. Lo acabo de indicar: ms que la lira,la guitarra, cuando se trata del tono menor, del verso murmurado.Por eso, quiz, Rueda se entusiasma con el alejandrino de ritmo deseguidilla. Y es que, en definitiva, a pesar de ser el alejandrino unmetro que, para el genio del idioma espaol, supone un elementode ampulosidad y esta es la razn, aparte la influencia francesa, oconcordante con ella, por la que los modernistas lo utilizan, Salva-dor Rueda lo encuentra insuficiente. Notemos que, sin desatender alos metros tradicionales, el poeta andaluz se preocup de ensayar ycultivar otros tipos de verso todava ms propensos a la hinchaznretrica que el mismo alejandrino. Rueda buscaba la diccin elocuente,o se hallaba en ella. Nada mejor, naturalmente, para las intencionesdiscursivas obvio rezago romntico de muchos, de la mayora desus poemas.

    En este mismo plan, prolongando las posibilidades de interpreta-cin que abre el soneto Arco de triunfo, se podra apuntar al estudiode otras dos facetas de Rueda, que ofrecen tambin una clarasingularidad dentro de su coincidencia inicial con los dems poetasdel modernismo. Pienso, precisamente, en la aficin de esta si valela palabra escuela por el lxico inaudito, por la palabra de sono-ridad extica, y en el decorativismo epidrmico, colorista y barroqui-zante de las descripciones en que se complace su poesa. No el cisneni la lira, pero el pavo real y la contundente trompa, pertenecen a

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    Rueda: no las esfumaturas, sino el trazo duro y llano; no la msicaflotante, como l dice, sino el ratapln seguro de las slabas; io lavagarosidad imaginativa, sino una coherencia concisa, con designacinliteral de la realidad. El modernismo de Rueda, con serlo, tiene estapeculiaridad personal. Peculiaridad que l anot en su convincente yvoluntaria determinacin negaramos que arriesgndose a parecergrotesco?: pavo real entre cisnes, trompa al lado de las liras.

    No me incumbe la aventura de averiguar las causas de todo ello.En cuanto a sus efectos, el ms inmediato de los que la obra deRueda produce efecto no como consecuencia, mas como impre-sin es el de no ser enteramente modernista. Muchos historiadoresde la literatura espaola no han vacilado en situarla, ms que en elpleno modernismo, en la transicin previa, en la etapa de preparacin.dintel casi de la nueva tendencia. En general. se le suele considerarcomo un precursor. Quiz por lo menos hoy, que nos reunimos ensu recuerdo valdra la pena concederle un puesto entre los militan-tes, entre los ya decididos: l lo crea as. Digamos, pues, que fuemodernista, pero con un matiz marginal, de pompa brusca. indgenay confesmoslo, sin que nos sirva de disculpa un tanto intras-cendente.

    JOAN FUSrERUniversidad de Valencia (Espaa)