Fuente de la felicidad el amor

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La felicidad a través del amor es un sentimiento que bajo mi punto de vista para sentirla el espíritu necesita haber madurado. Desde niños el espíritu no tiene capacidad para desear la felicidad, pero si empieza a desear cosas que cuando las obtiene siente alegría, y una vez conseguidas, pasa a desear otras nuevas.

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FUENTE DE LA FELICIDAD: EL AMOR 12 de enero del 2011

Por Mercedes Cruz Reyes

La felicidad a través del amor es un sentimiento que bajo mi punto de vista para sentirla el espíritu necesita haber madurado. Desde niños el espíritu no tiene capacidad para desear la felicidad, pero si empieza a desear cosas que cuando las obtiene siente alegría, y una vez conseguidas, pasa a desear otras nuevas. Conforme vamos creciendo, nos vamos dando cuenta de que si por un lado conseguimos lo que deseamos y nos sentimos satisfechos, por otro lado, ocurren cosas que nos entristecen aunque no tengan nada que ver con nosotros, y una cosa y otra forman una mezcla que nos hace sentir inseguridad e insatisfacción. Si por un lado por poner un ejemplo, nos sentimos felices por haber conseguido el amor de nuestra vida, a lo mejor nuestro hermano ha perdido a un hijo querido, cosa que no nos permite ser felices, porque sentimos su pesar. Solo cuando llegamos a una edad avanzada y hemos madurado nos damos cuenta que la felicidad en la tierra no existe, que aquello que llamamos felicidad, es un estado digamos de gozo, pero no es la felicidad. Ni tampoco son momentos de felicidad, porque si, podemos obtener lo que deseamos y sentirnos contentos, pero eso puede significar que mañana sea la causa de nuestra desgracia, entonces nos damos cuenta que estábamos equivocados.

Como somos imperfectos, solo al ponernos en el camino y reflexionar un poco, cuando ya vamos pasando de la vida, nos damos cuenta, que la felicidad no es propia del espíritu imperfecto, y si del espíritu que ha evolucionado, ya que el conoce el presente y el futuro y no ve en los contratiempos una desgracia, sino el arma que nos concede la oportunidad para crecer, entonces si observa el sufrimiento del hermano, también tiene la capacidad de saber que va a suceder con el, cuanto bien le sirve la prueba por la que está pasando y puede sentir la gloria futura a través de la prueba redentora.

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Antes cuando apenas teníamos conocimiento de las enfermedades cuando un hijito caía enfermo y tenía fiebre temblábamos pensando en que pudiera sucederle algo malo, en cambio conforme fue creciendo y evolucionando el mundo de la medicina, nos acostumbramos a ver en esas fiebres que eran para dar un estirón, es decir que están desarrollando y una forma de manifestarse ese desarrollo es a través de ese estado febril que solo dura unos días. Nosotros cuando vemos las grandes catástrofes, no podemos dejar de pensar y sentir en nuestro corazón el pesar por el sufrimiento de nuestros hermanos, pero los que están por encima de nosotros que han evolucionado saben por qué sufren y con qué fin y el resultado de esa prueba, entonces se acercan a ayudar, a la obra Divina, pero ven esos procesos naturales y saben su feliz resultado, porque saben que ninguna oveja se perderá del rebaño del Señor.

El amor es Ley de la Vida. En él nos movemos, él nos sostiene, a él nos destinamos. Creados por el amor de un Padre que nos destina a la felicidad – a ser construida por el mérito de los propios esfuerzos – y siempre amparados por el amor de hermanos más expertos y que ya subieron escalones de sabiduría e iluminación interior, nos situamos todos como aprendices.

La felicidad es una cuestión de comprensión. Las criaturas que encaran la vida sin ninguna comprensión de su realidad espiritual, no pueden ser felices. Sus momentos de alegría y satisfacción pasan deprisa y son bien pocos. Porque ellas colocan la felicidad donde ella no puede estar, quieren encontrarla en cosas ilusorias que luego se deshacen. La felicidad mora en nosotros mismos, en nuestra conciencia.

El ser humano ha buscado insistentemente la felicidad a través de la historia de la Humanidad y para encontrarla y más aún para conservarla, ha empleado todos los mecanismos físicos que los adelantos propios de cada época, le han permitido. Es la razón por la que adquiere seguros de vida, vehículos, casas y cosas; compra poder, conciencias y voluntades. Todo para "conservar la felicidad".

La verdadera esencia de nuestro ser interna, que se va perdiendo con el fortalecimiento de la personalidad y de lo externo nos indicaría, si le permitiéramos expresarse, que la felicidad es una actitud. Y la misma depende únicamente de lo que "somos", no de lo que "sabemos" o "poseemos". Los títulos

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y las pertenencias se quedan en este mundo cuando partimos definitivamente, cuando nuestra alma vuela en libertad ante el llamado Divino.

La felicidad es la paz que se logra a través de la comprensión y la tolerancia. Es agradecimiento, es benevolencia, es ayuda espiritual, es esperanza, es el trabajo por los demás. Son momentos de plácido descanso en el amor del ser amado

Todos hemos vivido nuestras experiencias buenas y malas, sin embargo no podemos olvidar que la vida no se desenvuelve en una línea recta todo el tiempo. Esto quiere decir que existen buenos y malos momentos y debemos estar preparados para disfrutar de lo buenos y de saber hacer frente a los malos.

La felicidad solo se puede alcanzar cuando luchamos por superar las situaciones que se nos presentan cada día; que ser felices no es reír o gozar todo el tiempo, porque en el contraste permanente de nuestras propias experiencias podemos aprender a vivir y a disfrutar de los buenos momentos que la vida nos depara.

La felicidad es un estado mental. Nada ni nadie nos puede hacer felices si no estamos mentalmente dispuestos para la felicidad. No son los lugares, no son las personas, no son las posesiones materiales las que nos hacen felices. Creer que otra persona nos puede hacer felices es una ilusión muy grande; lo mismo sucede con las posesiones materiales. Ellas nos pueden brindar comodidades, pero jamás la felicidad. Si no podemos disfrutar con lo que tenemos ahora, será muy difícil para nosotros alcanzar la felicidad. No podemos ser felices si damos paso a pensamientos negativos, como el odio, la venganza, los celos, la envidia y el rencor. Todos esos sentimientos estancan nuestras vidas, nos llenan de amargura; nos marginan de la existencia y nos colocan en posición de desventaja para nuestra propia superación.

 EL PROPÓSITO fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Tanto si se tienen creencias religiosas como si no, si se cree en tal o cual religión, todos buscamos algo mejor en la vida. Así pues, creo que el movimiento primordial de nuestra vida nos encamina en pos de la felicidad

El concepto de felicidad es muy diferente de unas personas a otras y aunque hay cosas y sensaciones que pueden ser comunes, los gozos de unos pueden ser la pesadilla de otros; así, el escalador es feliz arriesgando su vida para vencer a

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la montaña mientras que una persona normal sentiría pánico por verse expuesta a esos riesgos.

La búsqueda de la felicidad se asemeja una cacería difícil. El sentido, el significado de la vida se centra en la búsqueda y en el encuentro de la felicidad. Es un desafío existencial responsable por las continuas realizaciones humanas.

La felicidad es difícil de lograr y generalmente, es muy compleja, difiriendo de contenido entre las personas en sí mismas y grupos sociales. Confundida con el placer, se des caracteriza porque se torna frustrante y atormentadora.

El primer paso en la búsqueda de la felicidad es aprender. Primero tenemos que aprender cómo las emociones y los comportamientos negativos son nocivos y cómo son útiles las emociones positivas. Tenemos que darnos cuenta de que dichas emociones no sólo son malas para cada uno de nosotros, personalmente, sino también para la sociedad y el futuro del mundo. Saberlo fortalece nuestra determinación de afrontarlas y superarlas.

Si se desea la felicidad, se deberían buscar las causas que en otras ocasiones la han producido, y si no se desea el sufrimiento, debería procurarse que no vuelvan a presentarse las causas y condiciones que dieron lugar al mismo. Cultivar los estados mentales positivos, como la amabilidad y la compasión, conduce decididamente a una mejor salud psicológica y a la felicidad.

Considerada la felicidad un don que se podría conseguir fácilmente, se convierte a veces en la perdición de muchas conciencias, unos la buscan en la posesión del oro, a costa de paralizar las más bellas facultades del alma en la fosa de la usura; están los que luchan por ella con el placer de los sentidos, para despertarse en el camastro de la enfermedad; otros se creen encontrarla en el poder terrestre, hasta que se cobija en el dolor de la suprema desilusión; y no falta aquel que trata de obtenerla mediante la retención de lo superfluo y cae sin embargo en la corrupción del tedio dentro de aposentos dedicados a la pereza.

Definir el concepto de felicidad es tarea ardua. Seguramente sea una de las definiciones más controvertidas y complicadas. El ser humano ha tendido siempre a perseguir la felicidad como una meta o un fin, como un estado de bienestar ideal y permanente al que llegar, sin embargo, parece ser que la felicidad se compone de pequeños momentos, de detalles vividos en el día a día,

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y quizá su principal característica sea la futilidad, su capacidad de aparecer y desaparecer de forma constante a lo largo de nuestras vidas.

La felicidad no es una conquista fácil, prodigio de herencia, episodio social o ráfaga de la fortuna. El sueño humano de la felicidad es de color rosado, marcado por el confort, el ocio y el poder, gracias a los cuales se disfrutaría de bienestar y de gozo, inadvertidamente considerados sus logros. Ciertamente las personas ricas disponen, de bastantes horas así vividas, sin que se hayan considerado felices, por el contrario se han sentido tediosas, aburridas, ese tedio es uno de los grandes opuestos, en cuyo interior fermentan muchas desgracias.

Algunas personas son felices llevando una vida tranquila y segura mientras otras se mueren de aburrimiento si no hay en su vida cambios, novedades y fuertes excitaciones.

La felicidad depende más de lo que ocurre dentro que de lo que nos sucede fuera; de las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre la vida. Depende de todos los misterios que viven en el Bosque Mágico de tu Mente.

La felicidad se manifiesta mediante varios requisitos, entre otros los de naturaleza cultural, atavismo que concede al individuo el medio social de donde se origina y en el cual se encuentra, de nivel de conciencia y de madurez psicológica, estableciendo estos factores las diferencias de cualidad de lo que es ser feliz, frente a las variantes que imponen en los grupos y en los seres humanos, demostrando que las aspiraciones de unos no siempre corresponden a la de los otros.

El nivel de conciencia y la madurez psicológica establecen los grados en los cuales se expresa, las realizaciones que conducen a la plenitud, a los estados de felicidad.

La felicidad tiene que ver con la identificación del individuo con sus sentidos y sensaciones, sus sentimientos y emociones o sus más elevadas aspiraciones idealistas, culturales, artísticas, religiosas, con la verdad.

En la fase de los sentidos, el gozo se transforma después en insatisfacción, ansiedad, depresión, en el periodo de los sentimientos, el placer cae en pasiones posesivas, que dan margen a tragedias y angustias después que están saciados; en el ciclo idealista, religioso, transcendental, la búsqueda

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transpersonal fomenta el auto-descubrimiento, la auto-realización, la auto-entrega, en servicios desinteresados de liberación del ego de los seres, de la vida, de la Tierra…

Somos convidados por la vida a crear la felicidad en nosotros y por nosotros, como sucede con todas nuestras adquisiciones humanas.

Plantas el trigo y el trigal te responde a la laboriosa siembra, con el tesoro de la cosecha.

La felicidad lanza las propias simientes en el camino de todos, especialmente entre aquellos que yacen atormentados por desengaños y lágrimas, y, al poco tiempo, hela que ofrece mieses valiosas de esperanza, ventura, tranquilidad y cooperación.

Sabemos que en la Tierra no existe la completa felicidad. Solamente pensamos en ella, hablamos de ella y escribimos sobre esa forma de vida de que tenemos noticia; no obstante, basta que oigamos hablar de la felicidad para que podamos sentir su clima de luz dándonos esperanzas.

Al hombre la vida se le ha dado como prueba o expiación; de él depende el dulcificar sus males y el ser tan feliz como le sea posible en la Tierra.

Todos podemos constituirnos una felicidad relativa, practicando la ley de Dios, así evitamos muchos males, y nos proporcionamos la mayor felicidad de que somos susceptibles en nuestra grosera existencia.

Muchos saben que la felicidad no es de este mundo, más todos también tenemos conocimiento de que ella existe y que, en el futuro, existirá también en la Tierra. Eso es un consuelo para los que esperan ese mundo de paz; para tal cosa, el espiritismo vino a preparar el lugar, donde el amor, la caridad y el perdón encuentren ambiente, creando condiciones para que los benefactores puedan sembrar con provecho el germen creciente de la felicidad.

La tierra es un planeta de expiación y de pruebas y las almas que hemos renacido en este planeta encontramos en todos nuestros pasos dolor; más sufrimos porque el planeta es de sufrimiento, aquí experimentamos todo tipo de sufrimientos.

Los males que sufrimos son consecuencia de la infracción de las leyes de la existencia corporal por medio de los males, que son consecuencia de esa

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infracción y de los propios excesos. La mayor parte de nuestros sufrimientos son consecuencia de la desviación del camino recto.

La felicidad en la tierra es relativa a la posición de cada uno, lo que para algunos constituye la felicidad, es la infelicidad para otro. Sin embargo existe una medida común de felicidad para todos los hombres y es la siguiente: para la vida material es la posesión de lo necesario; para la vida moral, es la conciencia tranquila y la fe en el porvenir.

El dolor no puede ser evitado, hay que considerarlo como un proceso natural de la evolución y encararlo como un instrumento de promoción del ser con relación a la vida, es la forma eficaz de lograr la alegría, superando sus mecanismos, desgastantes y los acontecimientos degradantes, que al no ser comprendidos y aceptados con equilibrio conducen a la infelicidad.

El hombre actual traduce la felicidad en el éxito en la vida, en el campo de los bienes materiales; sin embargo, cuanto más oro posee, mayor es el riesgo que corre de ser infeliz por estar sus pasos repletos de preocupaciones, dolencias, y aun mismo tristezas. La humanidad ya comienza a pensar en otros caminos de ventura. El tiempo se encarga de esa transformación, y el dolor es el ángel que nos hace comprender la verdad, que nos libera de los engaños.

Quien coloque a la felicidad como siendo la conquista de títulos y triunfos mundanos, destaque social y poder, disfrutar de privilegios y dinero, no salió de la periferia inmediatista de los placeres sensuales, que responden por la competitividad y por el desequilibrio de la emoción.

Si pensamos en el pasado del planeta, estudiando los principios de la casa terrenal, notamos el amor del Creador para con sus hijos. Vemos como era la vida antes, comparando la vida que realizamos hoy; los nuevos descubrimientos, para ayudar a mejores días, la mejora de los seres humanos, los grandes misioneros que descendieron a la Tierra para la esperanza y el fortalecimiento de la fe de los compañeros en la carne… ¿No nos está demostrada la existencia de la felicidad?

Es tan grande la bondad de Dios, que junto a las pruebas y expiaciones, nos envió al Consolador, ayudándonos a sustentarnos en la fe y en la esperanza. No inducimos a nadie a salir de su religión, más si a que observe bien sus preceptos más profundos sobre la vida espiritual. Si tenemos alguna cosa que decir es que lea los libros espiritas, analizando lo que ellos dicen sobre la vida

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futura. La verdad no impone; ella expone las leyes naturales, porque solamente ella quedará en pie, sustentando la fe, sino el amor.

Si deseas ser feliz, podrás serlo, porque la felicidad pertenece a todos, sin embargo, la naturaleza pide tu participación en el esfuerzo de mejorar moralmente.

Jesús definió con seguridad el concepto pleno de la felicidad, en el contenido del pensamiento “mi reino no es de este mundo” considerando la impermanencia de la vida física, la transitoriedad del ser existencial, terrenal, en constante transformación, en su continuo venir a ser.

La criatura no es lo que se presenta, ni como se encuentra. Ese estado es impermanente es el tránsito para lo que será. En el placer o en el sufrimiento, no es eso, sino se está en eso, concientizándose del habiente en el cual se encuentra inmerso.

El empeño en buscar la felicidad conduce a la elección de objetivos fuera del mundo físico. La meta más allá del mundo se establece como prioritaria, porque, en la vida terrenal, lo que se constituye esencial en una faja etaria, en otra se transforma en una carga pesada, responsable por arrepentimientos y angustias insoportables.

Se torna necesario reflexionar en el periodo de búsqueda de la felicidad la comprobación de todo lo que es efímero ya que solo así nos elevaremos hacia la felicidad y alcanzaremos la paz intima, y la realización espiritual de nuestro espíritu, que son las condiciones esenciales para culminar el encuentro.

Madurando el individuo irradia del mundo interior el bienestar y pasa a disfrutar de la felicidad. La reflexión se torna en el frecuente, la oración se hace natural y la meditación es un reconfortante normal. Esto no impide que tengamos problemas, pero los dirigimos con equilibrio, sin perturbarnos, sin deprimirnos en ellos. Los problemas solucionados son los que nos proporcionan madurez y armonía interior, porque no nos deprimimos con ellos.

Esperemos y trabajemos ya que la felicidad se aproxima y con nuevos rasgos, nos muestra el amor y la caridad en una expresión más digna de alabanza a Dios, en profunda comunicación con Jesús. La felicidad, , podemos creerlo, se está aproximando con todo su fulgor; no en tanto, es necesario que los

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hombres entiendan sus deberes, trabajando en la reforma intima, para recibir la visita de esas bendiciones de luz, que quedaran para siempre con los que mejoran y trabajan en la mejoría de los otros.

No tendremos felicidad sin el deber rectamente cumplido, por eso hemos de reflexionar acerca del deber que la vida encomienda.

Lo podemos hallar a todas horas en el escenario de las circunstancias.

En la fe que demanda servicio.

En el servicio que te exige comprensión.

En el carácter que te exige firmeza.

En el ejemplo que te demanda disciplina.

En la disciplina que te exige humildad.

En el hogar que te demanda renuncia.

En la renuncia que te exige perseverancia.

En el camino que te demanda cooperación.

En la cooperación que te exige discernimiento.

Por más hostiles que se tornen los obstáculos de la marcha no debemos desviarnos de la obligación que requiere el bien de todos, siempre que podamos y cuanto podamos, sea donde fuera.

A fuerza de comportarse con fidelidad podremos ser tratados de ingratos y rebeldes, de fanático y locos. Sin embargo, no siempre, optamos por lo justo.

No podemos olvidar que en el momento supremo de la humanidad, la mayoría estaban con Barrabas y en contra de Cristo.

Entonces cabe al hombre el cumplir con su deber, tomando solo de la tierra nada más que lo necesario para su manutención, de forma de no apropiarse de la felicidad de los demás, y así alcanzará la verdadera felicidad que como una bendición de Dios, resplandece invariablemente en la conciencia tranquila.

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Al agigantarse en el ser la conciencia alcanza la para normalidad superior y se inter-relaciona con los seres de las fajas espirituales más elevadas, viviendo en el cuerpo y fuera de él en plenitud.

De esta forma alcanza la iluminación, la bienaventuranza, que son las máximas expresiones de la felicidad. Entonces su encuentro con la vida espiritual pujante se convierte en una fuente perenne de alegría, que se refleja en todas las cosas y personas.

Por tanto, descubrimos que la conciencia iluminada, es responsable por la felicidad. En el comienzo es apenas vislumbrada, intuida, hasta tornarse una realidad, sin necesidad de desviarse del mundo.

Todos los seres humanos tenemos derecho a la felicidad y debemos disfrutarla, desde sus mínimas expresiones a las más grandiosas en todo el panel de la existencia.

Con la visión transpersonal de la felicidad, todo y todos deben ser vistos, sentidos y amados como son. La conciencia los absorbe con su estructura. Si la felicidad es el resultado de la inducción externa o de una auto-sugestión, se tornaría en un engaño propuesto y conseguido por el inconsciente.

Si deseas ser feliz, podrás serlo, porque la felicidad pertenece a todos; sin embargo la naturaleza pide tu participación en tu esfuerzo de mejorarte moralmente. En todas las naciones, se enseñan caminos ciertos, mostrando vías llenas de espinos, más la mayoría de las criaturas, se entretiene, con el bienestar breve, con los placeres efímeros.

Limpiemos nuestros sentimientos de sentimientos inferiores, alcanzando un discernimiento más elevado. La felicidad es aquella que perdona, que olvida las ofensas, que ampara a los débiles, que renuncia en favor de la propia vida, ayudando a los que sufren más.

La felicidad se constituye en hacer caridad, aquella que no exige, que no maltrata, no calumnia, no tiene odio, porque ella es amor permanente, que sale del corazón del ser humano, atendiendo a todo y a todos, en las dimensiones correspondientes. Felicidad es Cristo dentro de nosotros, mostrándonos a Dios en la conciencia…

Franciscos de Asís cuando fue preguntado por uno de sus compañeros para que hablara sobre la felicidad, dijo: que solamente tenemos noticias de la felicidad

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en la tierra de su belleza de su estado permanente de bienestar. Que depende de cada uno, en el pleno ejercicio del perfeccionamiento. Ella no es ni nunca fue dada; es conquistada por el alma que sube el calvario de la vida. La felicidad no se vende ni se compra, es acumulada paso a paso, por las líneas de la oportunidad que la vida nos ofrece en todos los momentos. La felicidad es pues, el conjunto de virtudes acumuladas en el corazón.

Todos somos candidatos a la tranquilidad imperturbable, más, para eso, tenemos que luchar y vencer la más dura de las batallas, en la guerra con nosotros mismos, que carece de vigilancia permanente para eliminar a los enemigos que mucho conocemos: el odio, la envidia y los celos, la discordia y la maledicencia, la venganza y el orgullo, el egoísmo etc… Son frentes de batallas que debemos impedir para vencernos a nosotros mismos y conocer el terreno sagrado de nuestro corazón.

Existen muchas criaturas que se desaniman en la búsqueda de la felicidad, por desear disfrutarla de inmediato, un hecho que es impracticable. Ella comienza con el simple cambio de pensamiento, descendiendo por las ideas, dominando las acciones, buscando la vivencia, demorando, a veces, un tiempo prolongado. La verdadera felicidad exige, en la vida de cada uno, la pureza de pensamientos, de ideas y de sentimientos, la pureza de corazón, de la palabra y de la vida. Después de conquistar todo es, el clima de la felicidad perfumará nuestro ser, y nunca más la perderemos y ella nos acompañará en el tiempo que se llama eternidad.

Por tanto la felicidad es, una forma de vivir y para que se torne permanente, es necesario que adquiramos el nivel de conciencia del espíritu y esto comienza cuando se descubre y se atiende a lo que realmente se desea de la vida más allá de los niveles del gozo y del placer.

La felicidad no es una alfombra mágica. Nace de los bienes que esparces, no de los que se amontonan inútilmente. La alegría es la única donación que puedes hacer cuando no posees nada más; puedes estar en dificultades y aliviar muchas dificultades de los demás.

Estamos hechos para buscar la felicidad. Y está claro que los sentimientos de amor, afecto, intimidad y compasión traen consigo la felicidad. Todos poseemos la base para ser felices, para acceder a esos estados cálidos y compasivos de la mente que aportan felicidad.

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La mejor receta para la vida será siempre mejorarnos a través de la ayuda que prestemos a los demás. La vida es un don de Dios en todos. Si te sirves únicamente a ti mismo, no sirves a los objetivos de la vida, porque vivir es participar, progresar, elevarse e integrarse. Si aspiras a vivir mejor, escoge siempre servir en causas para bien de todos; esto no necesita que condiciones los puntos de vista ajenos. Es tan importante colaborar en la higiene de tu barrio como en la construcción de una escuela, como ayudar a un niño necesitado, dar apoyo a un enfermo, ofrecer sonrisas donde quiera que estés...

Procura la paz, garantizando la paz donde tú estés. Vive en la seguridad y coopera en la seguridad de los demás. Aprende a entregar lo mejor de ti mismo a la vida que te rodea y la vida te dará lo mejor de ella misma. Se feliz haciendo felices a los demás, sal al encuentro con los demás y no murmures ni te quejes de nadie.

El amor es ciencia de sublimación para Dios y la felicidad para crecer debe compartirse. No hay ruptura de lazos entre los que se aman en el infinito del espacio y en la eternidad del tiempo. Las almas afines se engrandecen constantemente repartiendo sus alegrías y sus dones con la Humanidad entera, no existiendo limitaciones para el amor, aunque sea también la luz divina que se expresa en grados diferentes en las variadas esferas de la vida.

En cuanto a la felicidad, creemos que nace en la paz de la conciencia tranquila por el deber cumplido y crece en lo íntimo de cada persona, a medida que busca la felicidad de los otros, sin pedir felicidad para sí mismo.

El Mahatma Ghandi decía acerca de la felicidad, que es la armonía entre lo que se piensa, se dice y se actúa.

Si deseas un mensaje extraído de estas enseñanzas, consulta al amor y entrégate a él en el servicio a la Humanidad. Avanza tranquilo y feliz, sin más interrogantes o necesidades, porque el amor es Dios que se revela en tu corazón y en el de todos los hombres.

Piensa en el amor y procura sentirlo. Entrégate al bien, al prójimo, e inevitablemente encontrarás a Dios dentro de ti, que pulsa, ama y te conduce rumbo a la plenitud. La Felicidad depende de que realmente quieras ser feliz y estés tan a gusto contigo mismo como para poder sentir todo el Amor de la Vida que te ha permitido existir

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No vallamos a buscar la felicidad fuera de nuestro mundo, hemos de encontrarla en el lugar donde estemos, amando y respetando la vida, mirando todo inconveniente como una valiosa oportunidad que nos permitirá crecer para Dios. Sabemos que el cielo y el infierno no existen, que es un estado del espíritu, y que va consigo a todas partes, pero también sabemos que en el cielo existe la felicidad y el gozo y que solo puede sentirlo el espíritu perfecto y el infierno es donde existe el sufrimiento y las tinieblas y es característico del espíritu imperfecto, entonces llegamos a la conclusión que si queremos conocer la felicidad hemos de trabajar para conseguir ser perfectos y solo así podremos sentir dentro de nosotros el cielo donde realmente se puede ser feliz al lado de Dios. Allí no hay penas y si glorias, las glorias que dan la perfección y el conocimiento de todas las cosas.

Trabajo realizado por Merchita

Extraído de los libros:

EL SER CONSCIENTE de Divaldo Pereira Franco

MAXIMAS DE LUZ de Juan Nunes

RELIGIÓN DE LOS ESPÍRITUS de Chico Xavier