Frontera Boccara

32
21 Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52 * Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) - Universidad Católica del Norte, Chile. E-mail: [email protected]. GÉNESIS Y ESTRUCTURA DE LOS COMPLEJOS FRONTERIZOS EURO-INDÍGENAS. REPENSANDO LOS MÁRGENES AMERICANOS A PARTIR (Y MÁS ALLÁ) DE LA OBRA DE NATHAN WACHTEL Guillaume Boccara *

Transcript of Frontera Boccara

Page 1: Frontera Boccara

21Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

* Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) - Universidad Católica delNorte, Chile. E-mail: [email protected].

GÉNESIS Y ESTRUCTURA DE LOS COMPLEJOS

FRONTERIZOS EURO-INDÍGENAS. REPENSANDO LOS

MÁRGENES AMERICANOS A PARTIR (Y MÁS ALLÁ)

DE LA OBRA DE NATHAN WACHTEL

Guillaume Boccara *

Admin
Historia politica
Page 2: Frontera Boccara

22 Guillaume Boccara

RESUMEN

El presente ensayo tiene por objetivo dar cuenta de las principales trans-formaciones conocidas por las investigaciones en antropología históricade las zonas fronterizas durante las últimas dos décadas. Partiremos dela presentación de la obra pionera del historiador y antropólogo francésNathan Wachtel. Explicaremos en qué medida su libro, Los Vencidos,marca un hito en la literatura etnohistórica latinoamericanista. Luegoveremos que el análisis en términos de resistencia/aculturación usadopor Wachtel ha tendido a ser desplazado progresivamente por el estudiode los fenómenos de etnogénesis, etnificación y mestizaje. Mostraremosasí en qué medida se puede afirmar que las investigaciones etnohistóricasrelativas a las fronteras del Nuevo Mundo han experimentado un girocon respecto a la manera de abordar las dinámicas culturales y los pro-cesos sociohistóricos que se desarrollaron desde la llegada de los euro-peos a América. Esto nos llevará a plantear una definición tentativa dela noción de complejo fronterizo.

Palabras clave: antropología histórica - aculturación - mestizaje - co-lonización.

ABSTRACT

The current essay focuses in the main transformations known in historicalanthropology research of frontier areas during the last decades. At thebeginning we will present Los vencidos, the pioneer work of NathanWachtel, French Historian and Anthropologist, in order to explain howthis book turned out to be a milestone in the ethnohistoric literature ofLatin America. Then we will argue that the analysis proposed by theauthor, in terms of resistance/acculturation, tended to be progressivelydisplaced by phenomena such as: ethnicity, mestizaje, ethnogenesis. Wewill show, thus how ethnohistorical research regarding the New Worldand its frontiers has change, above all in the ways to approach the cultu-ral dynamic and the sociohistorical processes developed due to the arrivalof European people to America. Finally this will lead us to pose a tentativedefinition of a notion called frontier complex.

Key words: historical anthropology - acculturation - mestizaje -colonization.

Page 3: Frontera Boccara

23Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

LA VISION DE LOS VENCIDOS

La visión de los vencidos, obra pionera que contribuyó a renovar pro-fundamente la mirada que teníamos de las modalidades de la conquista, desus efectos y sobre todo de las reacciones de las sociedades indígenas frenteal trauma del encuentro ha ocupado durante varias décadas un lugar centraldentro del campo de los estudios etnohistóricos franceses en particular ylatinoamericanistas en general. Además de haberse convertido en un trabajode referencia ineludible la tesis avanzada por Nathan Wachtel en 1971 formaparte de nuestro patrimonio histórico-antropológico.

Ahora bien, si este libro ha marcado de manera tan profunda y duraderalas investigaciones etnohistóricas francesas, no es únicamente porque pro-ponía una tesis original sobre “el revés de la conquista”. Aunque es ciertoque el hecho de pasar del estudio del lado español de la conquista al “otrolado del encuentro” o mal-encuentro (por ejemplo las reacciones y represen-taciones indígenas) se origina en la voluntad explícita de romper con unatradición historiográfica marcada por el eurocentrismo, este viraje de la mi-rada estuvo acompañado por un esfuerzo no menos notable en desarrollaruna reflexión teórica y epistemológica con respecto a los caminos a seguirpara dar cuenta de la historia de los pueblos hasta ese entonces llamados“primitivos”, o definidos de manera negativa como “sin historia”, “sin escri-tura” o “sin estado”. Y de hecho, si este estudio de los indígenas del Perúfrente a la conquista española espacial y temporalmente acotado entre losaños 1530 y 1570 tuvo semejante impacto, fue precisamente porque seenmarcaba dentro de una reflexión teórica más amplia sobre la manera decombinar los métodos y las perspectivas de la historia y de la etnología.

Inscribiéndose en el debate sobre las relaciones entre estructura y reali-dad empírica, por un lado, y entre estructuras y tiempo histórico, por el otro,La visión de los vencidos proporcionaba una prueba concreta de que era po-sible dar cuenta del devenir de las sociedades llamadas tradicionales, y almismo tiempo, tomar en cuenta la existencia de una racionalidad estructuralindependiente del tiempo. Abarcando en un mismo movimiento interpretativola etnohistoria en su acepción tanto histórica como antropológica, este ensa-yo permitió a la antropología histórica americanista construir su edificio so-bre unos cimientos sólidos.

Page 4: Frontera Boccara

24 Guillaume Boccara

Una de las cosas que permite explicar el impacto de esta obra, inclusomás allá del círculo de los estudios latinoamericanistas, es que -si bien abor-da los fenómenos de desestructuración y reestructuración en un contexto dedominación colonial- tiene como objetivo central dar cuenta de la praxis delos pueblos indígenas. Es a través del estudio de la praxis de los dominadosque este libro, escrito en una época marcada por los movimientos tercermun-dista e indianista (Wachtel 1992a), restituye parte de su agency a las pobla-ciones nativas. Demuestra que la aculturación no es sinónimo de conversióna secas y que tampoco fue percibida e interpretada por los mismos agentessociales como abandono de las tradiciones llamadas ancestrales (Wachtel1971a: 247, 1971b: 838-840). Además plantea que a través de sus rebeliones,movimientos milenaristas y guerras los indígenas intentaron retomar el con-trol de su historia o de esta nueva historia que había irrumpido con extremaviolencia (Wachtel 1971a: 253). Si bien es cierto que en algunos casos elsistema social prehispánico pareció derrumbarse y que los españoles logra-ron desviar el curso de la nueva historia americana a su favor (Wachtel 1971a:307), no es menos cierto que algunas estructuras nativas tendieron a perpe-tuarse. Es precisamente sobre este punto que Nathan Wachtel contribuyó aarrancar a las sociedades “tradicionales” de su destino arcaizante. Según él,resistencia y revuelta no son sinónimos de voluntad de perpetuar una tradi-ción estática o congelada en el tiempo. A través del análisis de las praxis delos indígenas del Perú, y de otras partes de las Américas coloniales y republi-canas, Wachtel demuestra que muy a menudo la aculturación, entendida comoproceso, da cuenta del rechazo a la dominación. Así es como las sociedadesindígenas, a través de préstamos culturales, inovaciones y creaciones, culti-varon su especificidad y, al mismo tiempo, se transformaron. En resumidascuentas, la resistencia de los pueblos nativos no remite a una operación pu-ramente negativa o conservadora de preservación o de vuelta a las tradi-ciones y a los modos de organización social prehispánicos. Pero, a la inversa,tampoco es cierto que se desarrollan en una suerte de “no man’s land estruc-tural”. En definitiva, para aprehender las modalidades del contacto y susefectos sobre las sociedades amerindias hace falta estudiar la praxis de losnativos, vale decir “reconectar los acontecimientos a las estructuras y resti-tuirle sentido a estas últimas reubicándolas en el flujo de la historia” (Wachtel1966: 93).

Respecto a ese último punto, cabe notar que la tercera parte de La visiónde los vencidos, dedicada a la praxis indígena, consta de un capítulo sobre laresistencia nativa en las áreas llamadas fronterizas. Según Wachtel, el estu-dio de las guerras chichimecas y araucanas así como también el de los proce-sos de aculturación que se desarrollaron en esas fronteras septentrionales ymeridionales del imperio español tiene como propósito establecer las bases

Page 5: Frontera Boccara

25Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

para una comparación entre México y Perú (1971a: 283). Ahora bien, y paraseguir entrando en el tema del presente trabajo, para tratar de repensar lasfronteras americanas hace falta proporcionar entonces algunas precisionesadicionales en cuanto a lo que Wachtel entiende por “guerra” y “aculturación”.

GUERRA, ACULTURACIÓN Y DOMINACIÓN

La guerra indígena no se encuentra definida de manera específica en laobra de Wachtel. En efecto, lo que le interesa al autor no es tanto dar cuentadel hecho guerrero en las sociedades nativas sino explicar los mecanismosen juego en los fenómenos de préstamo cultural y de inovación técnica. Dehecho, Wachtel aborda los casos de la resistencia chichimeca y araucana conel fin de poner en perspectiva las razones del éxito y la rapidez con la que selogró la conquista de los imperios inca y mexica. Según él, el fracaso españolen las zonas de fronteras se explicaría, en parte, por la naturaleza de lassociedades a las cuales los conquistadores se enfrentaron: mayoritariamentenómadas, organizadas en una infinidad de unidades políticas independien-tes y dispersas pero sobre todo los habitantes de estos lugares no estabanacostumbrados y dispuestos a producir un excedente para pagar tributo.Wachtel observa con razón que los chichimecas eran los “bárbaros” de losmexica y que los araucanos representaban los “aucaes” de los incas. Y dehecho los límites septentrionales y meridionales de la conquista españolacoinciden con los de los antiguos imperios nativos (Wachtel 1974: 179). No-temos al pasar que los planteos del último capítulo de La visión de los venci-dos dedicados a las fronteras indígenas así como también los de un artículoescrito tres años después llamado De la aculturación (1974) se fundamentansobre una documentación de segunda mano y además que el autor hace unuso exhaustivo de la bibliografía disponible en la época.

Con respecto a la noción de aculturación, se puede afirmar que ocupaun lugar central en la reflexión teórica de Wachtel. Ubicado “en un lugarestratégico del campo de las ciencias humanas de la época” (Wachtel 1974:24), este concepto permite establecer un vínculo entre historia y antropolo-gía. Concepto bisagra, pues esta noción de aculturación “nace en el terrenode la etnología pero se ubica inmediatamente, y por definición, dentro deuna perspectiva histórica orientada hacia el estudio de los fenómenos decambio” (Wachtel 1974: 25) 1. Ahora bien, ese término que sirve para descri-bir “todos los fenómenos de interacción que resultan del contacto entre dos

1 Recordemos la definición a la cual llegaron Redfield, Linton y Herskovits en su

Page 6: Frontera Boccara

26 Guillaume Boccara

culturas” (Wachtel 1974: 174) sufre de una doble ambigüedad y mantiene desu origen colonial dos características complementarias: “la primera, interna,tiene que ver con la heterogeneidad de las culturas presentes; la otra, exter-na, remite a la dominación de una cultura sobre la otra” (Wachtel 1974: 175) 2.Wachtel asume esta ambigüedad mediante un uso más flexible de la nociónde dominación que tiende a abarcar el estudio de los hechos coloniales dedominación tanto directa como indirecta.

En la línea de investigación trazada por el antropólogo norteamericanoEdward Spicer (1961), Wachtel define un cierto número de parámetros (so-ciedades en presencia, modalidades del contacto, etc.) que deben permitirdeterminar situaciones coloniales de diferentes tipos para, a partir de ahí,captar las características y los efectos producidos por la aculturación (eso eslo que Spicer llama types of acculturative change a partir del análisis de larelación entre el tipo de contacto y el tipo de cambio, 1961: 6) 3. Sin embargo,

Memorandum de 1936: “Acculturation comprehends those phenomena which result whengroups of individuals having different cultures come into continuous first-hand contact,with subsequent changes in the original cultural patterns of either or both groups” (1936:149). Un año más tarde, Herskovits escribe lo siguiente: “Many specific problems in cultu-ral dynamics can best be investigated advantageously through studies of acculturation”, yañade que la aculturación permite al antropólogo “to employ the laboratory of history” asícomo también “reinforces the historical flank of anthropological investigation” (1938: 262-264). Para una presentación sintética del lugar ocupado por la noción de aculturación enla antropología cultural estadounidense de los años 1930 véase M. Herskovits (1938).2 En otro texto, Nathan Wachtel escribe lo siguiente: “la notion d’acculturation souffred’une ambiguïté. Le terme voudrait désigner tous les phénomènes d’interaction qui résultentdu contact de deux cultures. Mais les études d’acculturation, nées pratiquement desproblèmes de la situation coloniale, traitent le plus souvent de rapports entre sociétés deforce inégale, l’une dominante, l’autre dominée, si bien que la notion, comme entâchéed’un péché originel, comporte une ‘une hypothèque de suprématie’: elle désignegénéralement le passage, à sens unique, de la culture indigène à la culture occidentale(implicitement considérée comme supérieure). Il convient de rétablir l’équilibre” (1971b:794). Sobre este mismo tema de la ambigüedad del concepto y su origen colonial caberecordar que la noción de aculturación ocupó durante muchos años un lugar central en laantropología indigenista aplicada de Latinoamérica. Sobre este punto remitimos a la enor-me cantidad de artículos publicados en la revista América Indígena entre los años 1940 y1950 así como también a la síntesis de Gonzalo Aguirre Beltrán (1957). Ello nos permitever que la noción de aculturación sigue siendo, en pleno siglo XX y en el campo muyconcreto de las políticas indigenistas latinoamericanas, un instrumento que permite pen-sar la dominación colonial y que sirve para implementar un colonialismo interno de unnuevo tipo.3 Hace falta notar que ya en 1935 los antropólogos estadounidenses R. Redfield, R. Lintony M. Herskovits habían sido encargados por el Social Science Research Council de deter-

Page 7: Frontera Boccara

27Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

Wachtel advierte que dado que solo se han estudiado algunos casos concre-tos usando esta grilla interpretativa, todavía estamos lejos de cualquier tipode generalización. Según él, la elaboración de una teoría de la aculturación,vale decir de una teoría etnológica o histórico-antropológica del cambio so-cial y cultural, no está en la orden del día (Wachtel 1974: 176, Spicer 1961:528). Lo que sí se puede intentar es echar las bases de tal teoría a través de lamultiplicación de estudios de caso concretos. De hecho, los ejemplos másconocidos en la época se encuentran sometidos a un anális minucioso porparte de Wachtel, quien logra llegar a una primera distinción entre dos tiposde aculturación: la aculturación impuesta y la espontánea. La primera seencuentra generalmente asociada a situaciones de contactos dirigidos (exis-tencia de una comunidad de invasores en situación de dominación según ladefinición de Spicer) y remite a “los procesos de pasaje de la cultura indíge-na a la cultura occidental” (Wachtel 1971a: 310). La segunda, que se desarro-lla principalmente en un contexto de contactos no-dirigidos (por ejemplo, lasituación de simetría en la cual ninguna de las dos sociedades se ubica enuna posición subordinada) corresponde a “la integración de elementos occi-dentales en la cultura indígena” (Wachtel 1971a: 310).

A partir de esta primera distinción Wachtel plantea que los fenómenosde aculturación se reparten entre dos polos: integración y asimilación. Elprimer proceso se caracteriza por la incorporación de elementos foráneosque se encuentran sometidos a los esquemas y a las prácticas indígenas. Loscambios generados por esta incorporación de elementos exógenos se inscri-ben en la continuidad de la tradición, de los modelos y los valores autóctonos.En cuanto a la asimilación remite al proceso inverso en el cual la adopciónde elementos europeos se acompaña con la eliminación de las tradicionesindígenas y su sometimiento a los modelos y valores de la sociedad domi-nante (Wachtel 1974: 183). Inspirándose en los estudios norteamericanos,Wachtel señala que entre esos dos polos existen varios tipos intermedios.Con respecto a eso, es dable notar que algunos años antes, como conclusiónde un libro colectivo dedicado al estudio de los procesos aculturativos entrelos navaho, yaqui, pueblos, mandan, wasco y kwakiutl, Spicer había distin-guido entre seis tipos de cambios o mezclas, a saber: incorporative integration,assimilative o replacive integration, fusional integration, isolative integration,bicultural (social integration) y hybridation (entre indígenas que compartenun universo cultural relativamente próximo) (1961: 517-543) 4.

minar la importancia del estudio de los fenómenos de aculturación para la investigaciónantropológica. A raíz de su investigación estos tres famosos antropólogos publicaron elanteriormente citado Memorandum en 1936 [véase nota 1].4 Ya en 1936, Linton, Redfield y Herskovits precisaban lo siguiente: “acculturation is to be

Page 8: Frontera Boccara

28 Guillaume Boccara

Ahora bien, y antes de empezar a interrogarnos sobre el destino de lanoción de aculturación y las interpretaciones propuestas por Wachtel conrespecto a las dinámicas sociales y a los procesos históricos en las zonasfronterizas, conviene precisar algunos puntos vinculados a la emergencia deesa nueva manera de enfocar el tema del devenir de las sociedades indígenasen el contexto colonial de violencia cruda o sutil.

En primer lugar hay que remarcar que, al igual que los estudiosos esta-dounidenses reagrupados alrededor del antropólogo Edward Spicer, NathanWachtel insiste sobre la centralidad de los hechos de dominación en laestructuración de los fenómenos e instituciones sociales. No es pensable niposible estudiar el devenir de las sociedades indígenas sin tomar en cuentalas relaciones de fuerza, de dominación y las imposiciones de índole tantopolítica, como económica y religiosa. Wachtel pone énfasis sobre el hecho deque las desestructuraciones y reacciones indígenas no constituyen nada másni nada menos que la otra cara de la praxis de los españoles (1971a: 308). Sihay que reconocer que un cierto culturalismo o esencialismo se deja entreverde vez en cuando a través del uso de algunas expresiones (traditionfarouchement défendue, transformation sans mise en péril de la cultureoriginale, etc.); las culturas, tradiciones, identidades étnicas, así como tam-bién las prácticas sociales y el sentido que los agentes sociales otorgan a susprácticas, aparecen como fundamentalmente determinados por el contextocolonial. Por lo tanto, en la obra de Wachtel existe una preocupación deíndole política y una aproximación sociológica que, de hecho, persistirá através de los años ya que, después de haberse interesado por los vencidos delPerú, Wachtel se dedicará al análisis de la trayectoria histórica de los urus deBolivia que llama de manera claramente bourdieusiana “los dominados delos dominados” (1990). Para Wachtel se trata de dar cuenta de los hechosculturales en sus dimensiones y determinaciones sociales y políticas.

En segundo lugar, conviene señalar que los trabajos de Wachtel y deotros etnohistoriadores de la época contribuyeron a operar una ruptura conrespecto a las tradiciones esencialista y ahistórica imperantes en el estudiode las sociedades nativas en la época colonial. Según esta nueva corrienteetnohistoriográfica, los préstamos y las creaciones, las reformulaciones cul-turales e identitarias o las reinterpretaciones de las tradiciones no deben ser

distinguished from culture-change, of which it is but one aspect, and assimilation, whichis at times a phase of acculturation. It is also to be diffirentiated from diffusion, whichwhile occurring in all instances of acculturation, is not only a phenomenon which frequentlytakes place without the occurrence of the type of contact between peoples specified in thedefinition [véase nota 1], but also constitutes only one aspect of the process of acculturation”(1936: 149-150).

Page 9: Frontera Boccara

29Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

tratadas como contaminaciones que conducen a la inevitable desaparicióndel ser social indígena, o de una supuesta pureza cultural original. Pues losmestizajes o las mezclas pueden, en cierto contexto y en función del estadode las relaciones de fuerza, de la naturaleza del contacto y del sentido quelos agentes dan a sus prácticas, tener formas indígenas. Las aproximacionesen términos de esencia cultural se encuentran invalidadas por Wachtel quienaprovecha la oportunidad para poner en tela de juicio el corte articificial eideológicamente nefasto entre sociedades primitivas (“las otras”), por un lado,y sociedades históricas (“las nuestras”), por el otro (Wachtel 1974: 199). Asíes como, al criticar radicalmente la dicotomía entre “sociedades frías” y “so-ciedades calientes”, Wachtel abre un camino que permite revisar otra seriede dudosas oposiciones tales como pureza originaria versus mestizaje, es-tructura versus historia, etc. 5.

Un último punto sobre el cual volveremos en la segunda parte de esteartículo es si existe en los trabajos de 1971 y 1974 una suerte de dobledescentramiento. Pues además de volcar la mirada hacia “el otro lado de laconquista”, Wachtel tiende a mirar a los lejos, vale decir hacia las zonasfronterizas. Abandona por un momento los centros de las Américas indíge-nas y coloniales llamadas “civilizadas” (México, Perú) para interesarse porlos márgenes, las periferias o fringes. En las extremidades de las Américasespañolas, lejos de los senderos comúnmente transitados por los estudiososlatinoamericanistas es que Wachtel encuentra el caso más notable y exitosode resistencia y reestructuración: el de los famosos “araucanos” o mapuche.

Es precisamente a partir de este aspecto de las investigaciones de Wachtelque me propongo arrancar con la segunda parte de este trabajo. Mostraréahora que si bien el enfoque en términos de resistencia/aculturación era por-tador de una potencialidad interpretativa notable, su uso indiscriminado podíaconducir, sin embargo, a cierto número de escollos. Por otra parte, veremosque los estudios dedicados a las fronteras americanas (marginales a fines delos años 1960) han experimentado una suerte de boom y que en muchosaspectos han tendido a inscribirse en la continuidad de los trabajos pionerosde Wachtel.

LOS INDíGENAS, SU(S) HISTORIA(S) Y “NOSOTROS”

Desde principios de la década de 1970, tanto la etnología como la antro-pología histórica dedicadas al estudio de las poblaciones indígenas del con-

5 Sobre este mismo tema véase Jonathan Hill, ed. 1988.

Page 10: Frontera Boccara

30 Guillaume Boccara

tinente americano se han enriquecido notablemente. Además de haberse mul-tiplicado, las investigaciones sobre las realidades sociales de los pueblosnativos se han llevado a cabo de manera más coherente y sistemática. Por suparte, los estudios latinoamericanistas sobre fenómenos sociales tan funda-mentales como la guerra, el estado, el parentesco, el shamanismo, lahistoricidad de los pueblos no-occidentales o las conceptualizaciones indí-genas del medio ambiente han tendido a alimentar la reflexión antropológicamás allá del área cultural considerada. Con respecto a la antropología histó-rica, la fecundidad de una aproximación que combina los métodos y pers-pectivas de la historia y de la etnología ha permitido, por un lado, restituir alas sociedades amerindias un poco de su espesor sociohistórico y, por otro,ha conducido a la elaboración de nuevos objetos y problemas de estudio. Eluso de papeles de archivos que no habían sido explotados hasta hace poco,así como la relectura de crónicas y relaciones de la época colonial desde unaóptica y un cuestionamiento propiamente antropológicos ha contribuido ahacer emerger progresivamente nuevas facetas del llamado Nuevo Mundo:las facetas negra, mestiza, indígena, marrana, etc. 6.

No hace falta precisar que estos progresos se hicieron con rupturas, re-trocesos, tensiones y confrontaciones. En primer lugar porque no es fácil darcuenta de las prácticas de los agentes sociales subalternos. Pero también por-que durante mucho tiempo tanto antropólogos como historiadores velaroncuidadosa y celosamente por la especificidad de sus respectivas disciplinasy reprodujeron fronteras disciplinarias rígidas que los mismos hechos socia-les estudiados conducían a permeabilizar.

Por otra parte, es preciso recordar que la complejización del abordajeetnohistórico relativo a las dinamícas socioculturales del Nuevo Mundo nosolo remite a la lucidez de los investigadores o a la voluntad de alejarse delsentido común y del sistema de representaciones dominante en cuanto a lanaturaleza de las sociedades indígenas y latinoamericanas coloniales y repu-blicanas. El movimiento de renacimiento indígena, las luchas alrededor dela definición de la noción de cultura, las críticas posmodernas a los modelosestructuralista y marxista, así como también la puesta en tela de juicio delparadigma estatal y nacional en un mundo desde ahora vivido y conceptua-

6 Desde este punto de vista, la segunda mitad de la década de 1960 y la de 1970 represen-tan un momento capital para el desarrollo de la antropología histórica latinoamericanista.Al historizar el estructuralismo y romper con un funcionalismo ahistórico, sin volver a lasconjeturas históricas del evolucionismo ni caer en el neohistoricismo, los investigadoresde esa época sentaron las bases de la etnohistoria entendida a la vez como reconstrucciónde los procesos históricos de los pueblos indígenas y como restitución de la historicidadindígena.

Page 11: Frontera Boccara

31Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

lizado como “globalizado” contribuyeron de manera crucial a la transforma-ción de las perspectivas de estudio en antropología histórica durante las dosúltimas décadas 7. Por lo tanto, son las luchas, los jeux y enjeux políticos yculturales del presente los que condujeron a una relectura del pasado colo-nial. Desde ese punto de vista, resulta lógico que algunas preocupaciones encuanto a la naturaleza de los contactos interculturales solo se encuentren enestado embrionario en los primeros textos de Wachtel. De hecho, Los Venci-dos y De la Aculturación fueron precisamente redactados en una época enque las críticas posmodernas, el renacimiento indígena y la crísis de losmodelos desarrollistas e ideológicos europeos se encontraban en un estadoincipiente.

Mencionaremos cuatro aspectos sobre los cuales la investigaciónlatinoamericanista nos parece haber experimentado una reconfiguraciónnotable desde la publicación de Los Vencidos:

1. El análisis de los cortes operados por los colonizadores en el cuerposocial indígena con el fin de pensar, clasificar, controlar y diferenciar cultu-ral y socialmente a los grupos nativos.

2. El estudio de las formas y razones de las guerras indígenas así comotambién el de sus transformaciones.

3. La reflexión sobre la naturaleza de los contactos interétnicos einterculturales en las zonas fronterizas.

4. La focalización del estudio sobre la emergencia de Mundos Nuevosen el Nuevo Mundo.

Retomemos cada uno de los puntos que acabamos de mencionar.

CLASIFICACIONES COLONIALES Y ZONAS FRONTERIZAS

Interrogarse sobre las clasificaciones coloniales es un preámbulo im-prescindible para quien desea evitar los escollos del etnocentrismo. Hoy re-sulta una obviedad afirmar que los conquistadores percibieron las realidadesamericanas a partir de sus propias categorías y que más que descubrir, inven-taron los mundos americanos. Observemos sin embargo que, hasta hace po-cos años atrás, el análisis del orden del discurso colonial y de las operacio-

7 Sobre este tema véase la respuesta que Stuart Schwartz y Frank Salomon dieron (L’Homme2003:167-168) a la reseña que Claude Lévi-Strauss escribió sobre la Cambridge History ofthe Native Peoples of South America.

Page 12: Frontera Boccara

32 Guillaume Boccara

nes de clasficación y normalización operadas en las zonas llamadas fronteri-zas no se había llevado a cabo de manera sistemática y satisfactoria. Podría-mos incluso afirmar que hasta hace muy poco, los etnohistoriadores tendie-ron a perpetuar los découpages, denominaciones y procedimientos de pen-sar/clasificar las realidades indígenas presentes en la documentación de laépoca colonial y republicana. Al considerar los datos y las descripcionesplasmados en los documentos coloniales como datos etnogáficos que refleja-rían el estado real de las sociedades indígenas a la llegada de los conquista-dores, los especialistas contribuyeron a poblar las fronteras americanas dequimeras y participaron de la operación de reificación de las prácticas y re-presentaciones indígenas. Demos un ejemplo concreto del mecanismo a tra-vés del cual una cierta etnohistoria acrítica ha tendido a retomar, muy a me-nudo sin saberlo, el orden del discurso colonial.

Consideremos la noción de frontera. No parece a priori plantear ningúnproblema en particular. De hecho, los mejores libros dedicados a la historiadel Nuevo Mundo suelen distinguir entre el centro y las periferias, los már-genes o fronteras. Noción neutra que sirve para describir una realidad que esla de toda zona de contacto, la frontera aparece como un estado natural, ob-jetivo, como una noción que adhiere perfectamente al fenómeno universaldel contacto entre dos entidades política y culturamente diferentes. Hasta sepodría decir que la frontera es usada en ciertos estudios no como una metá-fora que permite evocar el contacto, sino como el contacto mismo. Y creoque ahí nos encontramos con un problema notable pues en realidad la fron-tera es una construcción (retórica, material, ideológica) y el hecho de consi-derarla como un espacio, una institución o un fenómeno social dado a prioriimpide interrogarse sobre la percepción o a-percepción del mundo indígenaque ella implica. Pero para entender la naturaleza real de la frontera y paracomprender en qué medida necesita ignorarse como tal, vale decir como es-pacio estructurante y dinámico que marca un límite entre dos espaciosheterogéneos -el primero salvaje, nómade y poblado de gente “sin ley, sinrey, sin fe”, y el segundo “civilizado”, sedentario y en el seno del cual reinala policía- necesitamos dar un paso hacia atrás. Esta postura crítica que con-siste en no tomar las cosas como dadas a priori nos permitirá dar cuenta delos aspectos cruciales de este verdadero operador de civilización que repre-senta la noción de frontera, pues no cabe ninguna duda de que la frontera hasido pensada y ha funcionado como espacio transicional. Además, no soloconsiste en un espacio. Es también, desde la perspectiva teleológica presenteen la documentación, un espacio-tiempo de la transición en la medida enque se considera a menudo que las poblaciones que viven más allá de lafrontera, entendida en este caso como límite, se encuentran en una etapainferior del desarrollo de las civilizaciones. Ahora bien, pensar y construir la

Page 13: Frontera Boccara

33Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

frontera como espacio-tiempo de transición implica que se haya planteadoen un primer momento la existencia de diferencias culturales y políticasesenciales entre los grupos que viven de cada lado de ese límite. Es por elloque nos parece posible afirmar que antes de ser una frontera (en términos deespacio transicional, permeable, fluido, sujeto a la circulación permanentede personas, ideas y objetos) la zona de contacto fue pensada como límite.

Lo que queremos decir es que el límite es lógica y cronológicamenteanterior a pesar de que puede existir a veces en concomitancia con la fronte-ra. Una heterogeneidad de principio fue postulada en los primeros tiemposde la colonia y es en base a esta heterogeneidad que las realidades amerindiasde los márgenes del imperio fueron pensadas y clasificadas. Desde esa pers-pectiva, tanto los aucaes o “araucanos” del centro-sur chileno como los lla-mados “tobosos” del norte de México no podían ser nada más que unos caza-dores-recolectores belicosos y nómades. Hoy sabemos que estas denomina-ciones no remiten a ninguna entidad étnica real dotada de un cierto númerode atributos culturales, sino más bien a categorías sociopolíticas genéricas.Sabemos, además, que muchos de estos grupos “fronterizos” o de “tierra aden-tro” eran horticultores y sendentarios. El otro lado del límite definitivamen-te era, en la mente de los colonizadores, el ámbito del salvajismo: los indiosque vivían ahí no podían hacer ni ser otra cosa que grupos de gente quevagaban casi desnudos por el mundo de las sierras y de los montes, ignoran-tes de la idea de dios e incluso desprovistos de ídolos, organizados enbehetrías, viviendo y comiendo como bestias, etc. Pensamos que solo toman-do en cuenta estas operaciones de “ensauvagement” 8 preliminares es posi-ble dar cuenta de las prácticas y de los discursos civilizadores que tienden aasentarse posteriormente en los espacios llamados fronterizos. Desde estaperspectiva parece más pertinente hablar de un límite que tiende a transfor-marse en frontera o de una frontera cuyo horizonte es no tener más límite amedida que se van implementando los mecanismos de inclusión e incorpo-ración de la alteridad a través de la construcción de otro tipo de diferencia;una diferencia social ya no pensada en clave civilizacional pero sí necesariaa la reproducción de los mecanismos de explotación y de extracción de tri-buto. Por lo tanto, la misión de los intermediarios consiste en hacer desapa-recer ese límite con el fin de unir los nuevos grupos sobre una base sana yrealmente universal 9.

8 El historiador francés Christophe Giudicelli analiza de manera magistral el proceso de“chichimequización” de los indígenas del norte de México (Giudicelli 2000).9 En 1641, el gobernador de Chile Francisco López de Zúñiga dijo lo siguiente durante elparlamento de Quillín entre mapuche y autoridades españolas: “Hazeos cristianos y ten-gamos un corazón y una fe; que a menos que lo seaís, no podemos tener unión verdadera;

Page 14: Frontera Boccara

34 Guillaume Boccara

Observamos que este trabajo sobre la liminalidad se acompaña de sacri-ficios, de martirios y de un verdadero martiriologio, de batallas y toma deposesión rituales, etc. En fin, los dispositivos de conquista generan salvajesen los márgenes y estos salvajes se encuentran reificados para ser finalmenteincorporados a través de mecanismos casi estándares que encontramos entodas las Américas fronterizas: el requerimiento, la cruz, la capilla y el fiscalde indios son elementos centrales en la tecnología de marcaje y apropiaciónsimbólica del territorio indio, además de la humillación y deslegitimaciónde los “hechiceros” indígenas, el discurso sobre el mundo salvaje nómade ycaníbal, etc. Todos estos dispositivos simbólicos y discursivos deben ser in-terpretados como ritos de liminalidad y de construcción de alteridad.Parafraseando a Marcello Massenzio (1994) podríamos decir que este espa-cio ritualmente cerrado se encuentra reconectado al espacio restante con elobjetivo de imprimirle las marcas de una cultura particular. Los “límites-fronteras” llegan a ser los emblemas de la cultura misma y no remiten nece-sariamente a una frontera territorial. Es una frontera social y cultural quesirve para identificar un ethnos que no se encuentra sistemáticamente vincu-lado a un espacio físico determinado. El límite separa y luego, en un segundotiempo y a través de su metamorfosis en frontera, establece una relación desujeción política, de dominación social, de control cultural y de explotacióneconómica.

Al considerar las fronteras como espacios dados a priori y las supuestas“naciones” que viven al otro lado de la frontera como entidades presentesdesde siempre, los estudiosos han tendido a deshistorizar los actos de domi-nación, construcción simbólica y territorialización realizados por los agen-tes coloniales 10. En fin, se tendió a invisivilizar y naturalizar los actos dedominación y el colonialismo de la frontera a través de un neocolonialismoacadémico que los nuevos intelectuales indígenas de hoy en día critican conlegítima vehemencia 11.

Al adoptar una perspectiva constructivista, varios trabajos recientes hanpuesto en tela de juicio esta aproximación y han intentado dar cuenta de lamanera cómo los ritos de conquista y colonización generan alteridad y

porque no hay unión entre las naciones si no es por la religión, y lo que las divide es ladiversidad de la creencia y adoración” (de Ovalle [1646] 1696).10 Para un análisis crítico de la continuidad entre clasificaciones coloniales y tipologíasantropológicas véase Boccara 2003, Mignolo 1995, Rabasa 2000.11 Para un análisis del discurso colonial, de la violencia de la escritura y de la naturalezaoximorónica de la noción de “conquista pacífica” véase el estudio de José Rabasa (2000).Rabasa muestra cómo la conquista y la violencia se ejercen no solamente a través de lo queel llama el “hate speech” sino también a través del “love speech”.

Page 15: Frontera Boccara

35Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

etnicidad. Sabemos, por ejemplo, que la identidad contrastada entre “carib”y “arauca” es producto de la conquista. También se ha demostrado que tér-minos como “chichimecas” o “araucanos” son heterónimos que no corres-ponden a entidades e identidades étnicas que hayan existido en la realidad.El principio de bipartición de las tierras americanas entre salvajes y civiliza-dos así como también las operaciones de categorizaciones étnicas deben serestudiadas en sus modalidades, procedimientos y efectos. No cabe duda deque la imposición de un principio dominante y legítimo de visión y divisióndel mundo indígena por parte de los invasores así como las prácticas, a me-nudo violentas, vinculadas a los ritos de conquista produjeron efectos pro-fundos y duraderos en las sociedades indígenas. Estos efectos de contraccióndel tejido social, de homogeneización cultural, de reificación y deespacialización remiten tanto a las geografías imaginarias occidentales comoa los dispositivos de conquista y colonización. De manera que antes de abor-dar el estudio de los procesos de aculturación de las sociedades de los már-genes de los imperios se hace necesario aprehender los mecanismos a travésde los cuales el otro lado de la frontera (el indígena) se encuentra pensado,clasificado y creado por este lado de la frontera (el hispano-criollo). Podría-mos incluso interrogarnos sobre el valor explicativo de las aproximacionesen términos de aculturación para esclarecer los procesos de etnificación yreificación. Veremos más adelante que el mismo problema se plantea cuandose abordan los procesos de etnogénesis.

LAS GUERRAS INDÍGENAS Y SUS TRANSFORMACIONES

Desde principios de la década de 1980, los estudios sobre las guerrasindígenas se multiplicaron y enriquecieron. La interpretación finalista dePierre Clastres que veía en la guerra una pieza central del dispositivo anti-estado de las sociedades primitivas por un lado, y la sociobiológica deNapoleón Chagnon que reducía el hecho bélico a una historia de proteínaspor otro, han sido sustituidas por aproximaciones mucho más sutiles y com-plejas. Aunque no cabe exponer acá en detalle los últimos planteamientosantropológicos con respecto a las prácticas y representaciones de la guerraen las sociedades amerindias; sí conviene evocar, aunque sea brevemente,algunos aspectos de los estudios recientes que contribuyeron a una mejorcomprensión de las dinámicas socioculturales entre las sociedadesmulticefálicas y las sociedades coloniales estatales y capitalistas.

Observamos en primer lugar que varios estudios ven en la guerra elmotor de la máquina social indígena. Institución central en la producciónmaterial y simbólica de la sociedad la guerra, en tanto dispositivo de

Page 16: Frontera Boccara

36 Guillaume Boccara

predación, representa el lugar en el que se juega la definición del Self y, porconsiguiente, el espacio socio-simbólico a partir del cual se determinan losdistintos grados de alteridad. La guerra constituye así un dispositivo de pro-ducción, captación e incorporación de la diferencia y de la exterioridad. Estávinculada al ejercicio de la función de shamán (“guerrero de lo invisible”) yremite a las concepciones energéticas de las poblaciones amerindias (energíaen cantidad limitada). De este modo, se ha llegado a plantear que la relaciónguerrera era instituyente, en el sentido de que fue a través de ella que elgrupo se definió en tanto grupo y en relación a otros grupos (Combès 1992).El carácter medular de la guerra de predación o de incorporación en las so-ciedades multicefálicas remitiría al modo particular de definición identitariade esas, a saber: una identidad flexible, nómade, fluida que se construye enuna relación de apertura hacia el otro (Viveiros de Castro 1993). Esta guerrade incorporación constituye así el vector de profundas transformaciones. Sunaturaleza explica, en gran parte, tanto la extrema flexibilidad cultural queestas sociedades mostraron como los procesos de adaptación y derestructuraciones que experimentaron durante el periodo colonial. Así escómo, a través del estudio pormenorizado del “cómo” de la guerra, nos esposible entender el “por qué” de la resistencia. Una resistencia que, en razóndel principio guerrero-predatorio que la anima, no es conservadora sino quese despliega en un movimento de adherencia de los indígenas a la historia.De forma que lejos de ser sociedades frías, muchas sociedades amerindiaspodrían ser calificadas de extremedamente calientes.

Constatamos aquí en qué medida la fecundidad de los estudios sobre lanaturaleza sociocultural de la guerra contribuye a enriquecer nuestra reflexiónsobre los procesos de resistencia y aculturación en las zonas fronterizas. Ahorapodemos dar cuenta de las lógicas estructurales que explican la rapidez deciertos procesos de adaptación y progresar en la explicación del sentido delas praxis indígenas. Si bien esta perspectiva se inscribe en la continuidadde las hipótesis formuladas por Nathan Wachtel percibimos aquí que la na-turaleza misma de la guerra indígena nos conduce a interrogarnos sobre elvalor heurístico del concepto de aculturación en situaciones en las cuales ladominación colonial no se ejerce y en las que los indígenas buscan, sin em-bargo, identificarse con los invasores. Así el cacique mapuche que adopta elcaballo se deja crecer barba y bigotes, se viste con ropa española, come elcorazón del cautivo sacrificado para captar su sustancia, colecciona los crá-neos-trofeos de los enemigos valientes, se casa con mujeres “blancas” e inte-gra los individuos exógenos a su propia comunidad, parece trascender, porsus actos y representaciones, el campo explicativo e interpretativo delimita-do por las aproximaciones en términos de aculturación. Eso se debe a algoque Nathan Wachtel ya había remarcado en sus primeros trabajos, a saber: la

Page 17: Frontera Boccara

37Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

ambigüedad del concepto mismo de aculturación. Al postular en primer lu-gar la existencia de una situación en la cual la dominación se ejerce efectiva-mente y, en segundo lugar, al inscribir la resistencia en la voluntad explícitade perpetuar una tradición cultural se tiende a dejar escapar el hecho de quequizás sería mas pertinente distinguir entre la existencia de la heteronomíapor un lado y la apertura a la innovación cultural, por el otro. Según mipunto de vista, estas cuestiones merecen ser profundizadas pues si bien enlas últimas décadas el concepto de aculturación ha tendido a caer progresi-vamente en desuso hay que reconocer que es más por asuntos de moda y depolitical correctness que por haber sido sometido a un análisis crítico real.

El segundo aspecto sobre el cual las investigaciones de los últimos añoshan tendido a romper con las interpretaciones tradicionales y reductoras delfenómeno guerrero tiene que ver con la relación existente entre guerra y co-mercio. Respecto a este asunto, fue Pierre Clastres quien llamó la atenciónsobre el hecho de que la guerra no era un dérapage o accidente de la socie-dad primitiva (1980). La guerra no es intercambio que ha fracasado insiste elantropólogo francés, en contra del discurso del intercambio de Claude Lévi-Strauss. Y si uno desea esclarecer el vínculo entre guerra y sociedad es másdel lado de la positividad de la guerra donde se debe indagar. Según Clastres,el ser social primitivo es un ser-para-la-guerra y la guerra, del mismo modoque el intercambio o incluso lógicamente antes del intercambio, es una es-tructura de la sociedad primitiva. La guerra se encuentra en una posición deanterioridad con respecto a la alianza y remite a un ideal autárquico y deindivisión de la sociedad primitiva.

Aunque los análisis clastreanos contenidos en las Recherchesd’anthropologie politique que se inscriben en la continuidad de los plantea-mientos de La Société contre l’État parecen hoy un poco reductores, en razónde su carácter finalista y esencialista existe por lo menos un aspecto quesigue teniendo pertinencia, a saber: la relación existente entre guerra, comer-cio y sociedad. Hoy sabemos que la desaparición progresiva de las guerras deincorporación y de las diversas formas de canibaslimo ritual fue concomi-tante con la aparición de formas de definición identitaria radicalmente nue-vas así como con la conexión de las economías indígenas a las redes comer-ciales capitalistas. Por lo tanto, parece absolutamente legítimo interrogarsesobre los vínculos entre la transformación de la naturaleza de las economíasindígenas (a través de la monetarización, la producción masiva para los mer-cados fronterizos, la participación en el tráfico de esclavos), la formación deunidades sociopolíticas macrorregionales, la emergencia de nuevos leadersque combinan y acumulan distintas especies de capital (político, económi-co, cultural, social, informacional), la cristalización de nuevas identidades yla desaparición de las guerras de captación. La transformación en la natura-

Page 18: Frontera Boccara

38 Guillaume Boccara

leza de las guerras indígenas (de guerras de incorporación a guerras de pilla-je o razzia) así como el lugar central ocupado progresivamente por las alian-zas políticas y los intercambios comerciales interétnicos deberían incitarnosa reconsiderar, en una perspectiva dinámica, los planteamientos de PierreClastres.

DINÁMICAS INTERCULTURALES EN LAS ZONAS FRONTERIZAS

Desde principios de la década de 1980, los estudios etnohistóricos de-dicados al estudio de las relaciones interculturales en los márgenes de losimperios han tendido a poner en tela de juicio muchos de los principios yconcepciones relativos a la naturaleza de los contactos entre grupos de cul-turas diferentes. Entregando una imagen más compleja de la dinámicasociopolítica y de la naturaleza de los contactos entre invasores y pueblosautóctonos en la larga duración, los estudios fronterizos han contribuido acorrernos del paradigma de la guerra permanente que postulaba la oposiciónentre dos bloques monolíticos y homogéneos, a saber: los irreductibles salva-jes, por un lado, y los violentos conquistadores y colonizadores, por el otro.Y de hecho, las cosas son más complejas. Evoquemos brevemente algunos delos aspectos en los cuales la visión otrora dominante de la naturaleza delcontacto euro-indígena ha tendido a transformarse.

En primer lugar, observamos que las investigaciones recientes han con-tribuido a restituir toda su importancia a los fenómenos de mestizaje. Larápida emergencia de individuos, y a veces grupos, que se sitúan definitiva-mente entre dos mundos y juegan un papel de intermediarios o passeursrepresenta un hecho central de la historia de la conquista y colonización delNuevo Mundo (Bernand y Gruzinski 1993). El cuidado especial que se hatenido en dar cuenta de los procesos de mestizaje no quita nada al carácterviolento y arbitrario de la conquista y colonización. Tiende más bien a apre-hender los hechos de dominación y resistencia en toda su complejidad. Sinla participación de los mestizos (biológicos, culturales y sociales), las empre-sas de dominación social, sujeción política y explotación económica hubie-sen sido, en muchos casos, imposibles. De modo inverso, vemos que los mes-tizos jugaron un rol crucial en las resistencias indígenas. Transgrediendo suspropias normas y optando por una vida más libre en el seno de las socieda-des indígenas, de los hinterlands, numerosos individuos tomaron el caminode la transculturación (Giudicelli 2000, Hallowell 1963). Ellos jugaron el pa-pel de mediadores entre indígenas e hispano-criollos, burlaron la máquinacolonial y fueron el origen de la producción de efectos perversos o no previs-tos por los agentes dominantes. Es así como, por ejemplo, los capitanes de

Page 19: Frontera Boccara

39Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

amigos, agentes políticos de la Corona encargados de vigilar a las comunida-des mapuche y de contribuir al proceso de normalización o “civilización” delas sociedades indígenas del centro-sur de Chile, se transformaron muy amenudo en consejeros de los caciques más poderosos, casándose con muje-res indígenas de las comunidades que se les había asignado y participandoen el desarrollo del comercio ilegal que tendía a reforzar las capacidadesbélicas y económicas de los grupos indígenas. Del mismo modo, la existen-cia de una población flotante de mestizos vagamundos, malentretenidos yconchavadores en las fronteras del Bío Bío y de Valdivia permitió que losmapuche se abastecieran de ganado, armas y vino, a pesar de que las autori-dades españolas intentaron controlar los intercambios comerciales a travésdel asentamiento de ferias y licencias y transformar el comercio en un armapolítica (Boccara 1999). Notemos que desde la publicación de los primerostrabajos de Nathan Wachtel, y en parte gracias a ellos, las investigacionesetnohistóricas han tendido a alejarse de una visión simplista y reductora dela conquista y colonización en términos de oposición entre dos bloques cla-ramente definidos que habrían obedecido a lógicas políticas y sociales radi-calmente heterogéneas sin que jamás apareciera, en los intersticios de la his-toria, el desorden, lo imprevisto, la transgresión, la mezcla.

En segundo lugar, me parece importante subrayar que el paradigma bé-lico ha tendido a caer en desuso para caracterizar el tipo de relación existen-te en las zonas fronterizas. Si bien es cierto que los primeros contactos fue-ron extremadamente violentos y mortíferos, y que durante varias décadasprevaleció la llamada “guerra a sangre y a fuego” (íntimamente ligada al trá-fico de esclavos indígenas), se ha podido establecer que otro tipo de institu-ciones de conquista y colonización tendieron a sustituir paulatinamente aldispositivo guerrero mientras aparecían nuevos espacios de comunicación.Una vez más no se trata de decir, como lo hacen los estudiosos de la corrientehistoriográfica de los Estudios Fronterizos en Chile, que la era de la convi-vencia pacífica reemplazó a la era de guerra. Tampoco se trata de perder devista el proyecto colonial de dominación y normalización y dedicarse a res-tituir una visión encantada y depurada del middle ground 12. Se trata másbien de separarse de la concepción reductora del poder y de la dominacióncomo pura negatividad que se ejercería fundamentalmente a través de la re-presión y de la violencia cruda. Pues el poder, como lo demostraron MichelFoucault, Gilles Deleuze y Pierre Bourdieu, sobre todo bajo su forma moder-

12 Sobre este tema véanse las acertadas críticas del historiador francés Gilles Havard (2004)a los planteamientos de Richard White relativos a la existencia de un middle ground en elPaís de Arriba (Pays d’en Haut, zona de los grandes lagos de los Estados Unidos y deCanadá) durante el siglo XVII.

Page 20: Frontera Boccara

40 Guillaume Boccara

na de ejercicio disciplinario es en gran parte creador y los procesos de domi-nación y de imposición de un arbitrario cultural se despliegan tanto a travésde la coacción como a través de la violencia simbólica y de la participaciónde los dominados en su propia dominación, vía la interiorización de normas,valores y disposiciones mentales que conforman los habitus de clase o étnicos.Así es como conviene enfatizar el hecho de que la guerra no fue el únicomedio usado por los invasores para sujetar a las poblaciones amerindias. Enlas zonas fronterizas, vale decir en las zonas donde la conquista por las ar-mas había fracasado y donde se mantenía la soberanía indígena, los euro-peos mostraron una gran capacidad innovadora. La misión, las institucionesde negociación política (tratados, parlas, parlamentos), la educación a travésde las escuelas para hijos de caciques, los agentes intermediarios de norma-lización y control (capitanes de amigos, comisarios de naciones, indiossendentarios, indios amigos), la creación de nuevas formas organizacionales(caciques embajadores, cabezas de las naciones indias), el control del comer-cio, etc. fueron los dispositivos de saber-poder asentados por los agentes delestado con el fin civilizar, normalizar, y sujetar a los grupos todavía autóno-mos. Las fronteras septentrional de México, meridional de Chile, occidentalde Argentina, caribeña de Venezuela y Colombia y altlántica de Nicaraguaofrecen numerosos ejemplos de la implementación de un diagrama de podernormalizador que tiende a continuar la guerra por medios políticos. Las mi-siones, los parlamentos y las ferias no constituyen espacios neutros de lalibre comunicación, son instituciones fronterizas que tienen como meta prin-cipal establecer un orden. Ellas participan de la elaboración de la communemesure, tienden a producir individualidades indígenas positivas y funcio-nales así como también a inscribir el poder en los cuerpos y en las almas delos indígenas creando de paso lo salvaje en los márgenes del Imperio.

Esta nueva gestión de las resistencias indígenas puede percibirse a tra-vés de la transformación del léxico utilizado para caracterizar los actos ymovimientos indígenas sobre los cuales los invasores no tienen control. Losindígenas ya no son considerados, como en los primeros tiempos de la con-quista, como unos guerreros indómitos que cometen crímenes de lesa majes-tad. Son percibidos como unos ladrones que realizan actividades juzgadasdelictivas que tienden a perturbar el orden público. La implementación dedispositivos de poder tales como la misión, el parlamento, etc. se acompañade la elaboración de un orden discursivo nuevo y de dispositivos de saberque tienen como meta registrar, censar, ordenar, cuadricular, territorializar,vale decir, conocer a la vez que construir el ser social indígena con el fin depoder actuar sobre este último de manera eficiente y positiva. Estos mecanis-mos estatales contribuyen, sin lugar a duda, a reificar las prácticas indíge-nas, a simplificar el paisaje étnico y sobre todo a crear etnicidad. Hemos

Page 21: Frontera Boccara

41Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

visto que las categorías étnicas o socioétnicas supuestamente prehispánicashan sido retomadas por muchos estudiosos quienes, a partir del sentido co-mún ordinario, han elaborado un sentido común científico.

Si nos dedicamos ahora a escudriñar el revés de la frontera observamosque el hecho de abandonar el prisma guerrero nos permite también tomar encuenta los procesos de adaptación de las sociedades indígenas. Pues los in-dígenas de las fronteras no se parecen en nada al estereotipo del guerreroempedernido que se opone a todo tipo de cambio y que vela por la perpetua-ción de unas tradiciones inmemoriales. Al igual que los colonizadores, losindígenas demostraron una gran capacidad de creación. De guerreros temi-bles se transformaron en hábiles comerciantes y negociadores. Su resistenciaarmada y el mantenimiento de su autonomía les permitió embarcarse en unaexitosa reconversión económica y política. Y de hecho, es gracias a suinserción en los nuevos circuitos comerciales, vía la ampliación de su con-trol territorial y su participación en las negociaciones políticas en las cualesse aprovechaban de las tensiones internas de la sociedad colonial-fronterizay de las rivalidades entre potencias coloniales que estas poblaciones logra-ron escapar a la dominación, la explotación y la sujeción. Por lo tanto, laresistencia se hizo posible gracias a cambios notables. Basta con citar loscasos mapuche, chiriguano, guaycurú, wayú, miskitu, yaqui, apache,comanche, kiowa, iroqués, seminole, cherokee, etc. para darse cuenta de quelas resistencias y fronteras indígenas fueron mucho más numerosas de lo quese pensaba en los años 1970. Los espacios americanos bajo control indígenaeran, en el momento de las guerras de independencia, extremadamente am-plios. Ya hemos dicho que resistencia no significa preservación de una tradi-ción inmutable. Los grupos indígenas que lograron sustraerse al yugo colo-nial experimentaron transformaciones importantes. Con el fin de escapar ala heteronomía se lanzaron en esta nueva historia que se había abierto con lallegada de los europeos. El invasor, cuyo lugar estaba quizás ya inscrito en elpensamiento amerindio como lo planteó Lévi-Strauss, se volvió efectivamenteun elemento estructural de las sociedades indígenas de las fronteras y de lastierras adentro.

Mencionemos finalmente un tercer aspecto que merece ser destacado:el estudio de una zona fronteriza es definitivamente parcial si no se tomanen cuenta las otras fronteras frecuentadas por los grupos indígenas y las tanfamosas como enigmáticas tierras adentro o hinterlands. Sabemos que losefectos de la presencia europea se hicieron sentir mucho más allá de laszonas de contacto. Estos fenómenos de difusión son raras veces considera-dos a la hora de evaluar los procesos de adaptación y las estrategias de resis-tencia de las poblaciones indígenas. Sin embargo, si queremos evitar el esco-llo del etnocentrismo se hace necesario restituir el conjunto de los puntos de

Page 22: Frontera Boccara

42 Guillaume Boccara

vista y de los lugares a partir de los cuales se contruye el actuar indígena.Más que de frontera parece que habría que hablar de complejo fronterizo,pues los indígenas no sometidos evolucionan en distintas fronteras. De he-cho, es gracias a la combinación de actividades diversas (guerra, pillaje, di-plomacia, comercio) en espacios fronterizos distintos que los indígenas lo-gran mantener su soberanía y autonomía. Beneficiándose de lo que podría-mos llamar unas ventajas comparativas varios grupos organizados en redesasientan prácticas sociales discriminantes ofreciendo así no uno sino varios“revés” de la frontera (Adelman y Aron 1999; Boccara 2005, 2002, 1998;Picon 1983). Estas prácticas hubiesen sido imposibles sin la existencia de loshinterlands, verdaderos laboratorios de las hibridaciones interindígenas ycomponente esencial en la estructuración de los nuevos espaciosmacrorregionales 13.

NUEVO MUNDO, MUNDOS NUEVOS

Los trabajos recientes en términos de mestizaje, middle ground,etnogénesis y etnificación permiten evitar caer en el culturalismoantropológico, esa forma duradera de esencialismo. No hace falta adherir alindividualismo metodológico para ver que la persistencia de ciertas accio-nes y prácticas rituales depende de la naturaleza de las instituciones y es-tructuras en el seno de las cuales esas primeras cobran significado y sedespliegan. Si las estructuras no son congruentes con un cierto tipo de ac-ción, y si eso tiende a agudizar las contradicciones y tensiones, cabe pregun-tarse por qué esas primeras tendrían que perpetuarse de manera idéntica através del tiempo. Los agentes sociales, a pesar de la fuerza o del peso de losprocesos de socialización, adaptan sus comportamientos a situacionesnovedosas a fortiori cuando se encuentran confrontados a momentos de cri-sis (social, demográfica, ideológica) o a transformaciones profundas en lalarga duración. En tales casos la adaptación llega a ser sinónimo de supervi-vencia material y social. Las leyes y estructuras sociales “son regularidadeslimitadas en el tiempo y en el espacio que existen en la medida en que lascondiciones institucionales subyacentes tienden a permanecer” (Wacquant1992: 42) 14. Por lo tanto, no tenemos por qué presuponer la inflexibilidadsistemática de las construcciones culturales que emanan de los procesos de

13 Para un estudio ejemplar de las dinámicas interindígenas en varios espacios fronterizosy en conexión con el hinterland pampino y nor-patagónico véase Vezub (2005).14 “Les lois et structures sociales apparaissent comme des régularités limitées dans le temps

Page 23: Frontera Boccara

43Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

socialización y, sobre todo, su prevalencia en relación a los cambios de situa-ciones y posicionamientos sociales y políticos en los cuales los individuos ygrupos se encuentran en un momento dado de su historia 15. Por consiguien-te, tenemos todas las razones para cuestionar las afirmaciones de algunosantropólogos según los cuales “lo esencial” o “la caja negra” de una culturase perpetuaría a pesar de unas transformaciones sociales siempre interpreta-das como superficiales (Galinier 2000) ¿Podemos seriamente hablar de “cajanegra” de una cultura cuando las condiciones materiales y sociales han sidosometidas a cambios radicales y cuando además el estatus social, la inscrip-ción de un grupo social dentro una sociedad mayor y las formas de defini-ción identitaria han sido profundamente modificados? Cabe preguntarse enefecto si este tipo de etnología, reivindicada como tradicional o vieillotte, nonos condena a caer en una nueva forma de esencialismo y primitivismo.Pero sobre todo parece poco adecuada para dar cuenta de los fenómenos con-temporáneos de reemergencia étnica que se despliegan ante nuestros ojos.En fin, el supuesto arcaísmo de las sociedades llamadas primitivas parecieraser más bien el arcaísmo real de una cierta antropología 16.

De hecho, el culturalismo antropológico está íntimamente vinculado alprimitivismo, vale decir a esta disposición que conduce al observador a in-terpretar los mestizajes y cambios como algo superficial cuando solo se dis-pone de datos parciales con respecto a los contextos anteriores. Confrontadoal mestizaje y a los procesos de etnogénesis que conllevan transformacionesen las estructuras cognitivas y objetivas de una sociedad dada, no es raroencontrar el tipo de discurso antropológico siguiente: “esto se parece almestizaje (o al cambio), tiene el sabor del mestizaje (o del cambio) pero notiene nada que ver con el mestizaje (o el cambio) porque detrás de la superfi-cie existe un significado escondido y permanecen estructuras simbólicas defondo”. En contra de ese tipo de discurso, observaré que no solo, de acuerdoal pensamiento existente en algunas sociedades amerindias, “el hábito haceel monje” (Vilaça 1999) sino que además uno puede legítimamente pregun-tarse por qué razón debería postularse la existencia de estructuras simbóli-cas de fondo presentes en algún “cielo puro de las culturas” (Sayad 1999).

et l’espace qui existent aussi longtemps que les conditions institutionnelles qui les sous-tendent sont autorisées à durer” (Wacquant 1992:42).15 Para un estudio acabado sobre las reestructuraciones sociales y la redefinición del papelde las mujeres en las redes de parentesco espritual en el Oeste de los grandes lagos entrelos siglos XVII y XIX remitimos al libro de Susan Sleeper-Smith (2001).16 Para una crítica similar acerca del arcaísmo de una cierta antropología véase StuartSchwartz y Frank Salomon (2003).

Page 24: Frontera Boccara

44 Guillaume Boccara

Obviamente, las superposiciones existen. Edward Spicer ya lo demostró conéxito en su estudio pormenorizado del proceso de aculturación de los indiospueblo (1961). Pero además de no representar el tipo aculturativo más co-mún se desarrolla en un contexto específico del que hay que dar cuenta y,finalmente, puede coexistir en una misma sociedad con otros tipos de mez-clas (integración, fusión, asimilación) que ocurren en ámbitos diversos (Bloch1998, Boccara 2000). Desde este punto de vista, Nathan Wachtel ya habíamostrado que las reestructuraciones que operan en un sistema social obede-cen a ritmos diversos, lo que conduce a la producción de desfases entre losniveles económico, social, ideológico y político. Precisemos para terminarque el análisis histórico-antropológico no tiene por qué ignorar los fenóme-nos indeterminados, enigmáticos o los objetos híbridos que plantean proble-mas de fondo. Es por ello que las aproximaciones en términos de mestizaje,etnogénesis y etnificación representan, en mi opinión, un aporte real a laproducción de un nuevo conocimiento etnológico y etnohistórico pues, ade-más de permitirnos ir más allá de la dicotomía resistencia/aculturación, de-jan definitivamente atrás la perspectiva arcaizante sobre las sociedades indí-genas y su devenir histórico. Parafraseando a Pierre Bourdieu diría que lasestructuras no se despliegan en el aire sino que son la historia misma, mate-rializada en las cosas y en los cuerpos.

Precisemos para terminar este apartado que el hecho de hablar demestizaje, middle ground, etnogénesis y etnificación no implica afirmar quelas transformaciones sociales o la emergencia de nuevas formaciones socia-les ocurran a partir del caos o de la nada cultural. La dificultad radica preci-samente en la necesidad de entender los distintos sistemas sociales en pre-sencia para dar cuenta de los efectos producidos por el contacto en contextoshistóricos específicos. Hablar de mestizaje o de middle ground equivale ainterrogarse sobre la manera en que las estructuras objetivas y cognitivas dedistintos sistemas sociales se ajustan, o no, en un contexto preciso de con-quista y colonización. En fin, se trata de aprehender la doble historicidad delas estructuras mentales a través de los procesos de ontogénesis y filogénesis.Con respecto a los conceptos de etnogénesis y etnificación solo notaremosque el primero remite a la capacidade de creación y adaptación de las entida-des indígenas y a la emergencia de nuevas formaciones sociales (miskitu,mapuche, kiowa, seminole, wayú, etc.). El segundo sirve para caracterizarlos dispositivos coloniales (de estado y capitalista) que producen efectos denormalización y espacialización y participan de la creación de lo étnico através de la reificación de las prácticas y representaciones de las sociedadesindígenas (Boccara 2002). Conviene precisar acá que no se pueden analizarlos procesos de etnogénesis sin abocarse, en el mismo movimiento analítico,al estudio de los procesos de etnificación (Boccara 1998; García 1996, 1999;

Page 25: Frontera Boccara

45Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

Sider 1994; Taylor 1991; Whitehead 1996, 1992). Etnogénesis y etnificaciónson las dos caras de un misma realidad. La separación arbitraria de estas dosdimensiones de un mismo fenómeno remite, en última instancia, a la separa-ción impuesta por la división del trabajo y de las competencias entre lasdisciplinas etnológica por un lado e histórica por el otro.

CONCLUSIÓN

Al adoptar una aproximación en términos de resistencia/aculturación,Nathan Wachtel asentó una grilla interpretativa que dio resultadosincuestionables. Hoy las ambiciones de los estudios fronterizos en particulary de las investigaciones en antropología histórica en general parecen, portodas las razones mencionadas en este artículo, diferentes. Si bien es ciertoque los fenómenos de resistencia y aculturación se dieron durante la épocacolonial nos parece que quedan por analizar muchos otros tipos de procesossociohistóricos: los mecanismos del mestizaje en los márgenes de los impe-rios, las modalidades de los contactos interculturales y la emergencia demiddle ground en los zonas fronterizas, la construcción material y simbólicade las fronteras y la génesis de new peoples a través de complejos procesosde etnogénesis y etnificación, las hibridaciones interindígenas, etc. Note-mos, sin embargo, que al plantear la existencia de una relación dialécticaentre resistencia y aculturación Nathan Wachtel ya había apuntado haciaesta perspectiva de investigación. De hecho, sus trabajos más recientes sobrelos nuevos cristianos o marranos (1999) van en esa dirección. Sus análisissobre las fronteras interiores de la sociedad colonial o sobre el “revés” o el“otro lado” de los mismísimos colonizadores nos indican, una vez más, quees hacia el estudio de la emergencia de nuevas lógicas (religiosa, económica,política) que debemos volcar nuestra energía. Es dable notar que al igual quelos marranos, los indígenas de las fronteras americanas no eran grupos domi-nados en el sentido estricto de la palabra. Evolucionaban entre dos mundos,controlaban amplias redes comerciales, practicaban el tráfico de esclavos yhabían hecho de la clandestinidad, del secreto, del contrabando, de la ver-dad oculta y de la máscara engañosa los elementos esenciales de su identi-dad y práctica social y cultural. Del mismo modo que los cripto-judaizantesfueron los precursores de una forma de conciencia judía casi laica, la neo-indianidad y las estrategias de enmascaramiento desplegadas por los indíge-nas de las fronteras anunciaban una cierta forma de modernidad.

Para concluir, diría que los estudios etnohistóricos de las últimas dosdécadas nos han permitido enriquecer y complejizar notablemente la aproxi-mación que se tenía respecto a las dinámicas políticas y los procesos sociales

Page 26: Frontera Boccara

46 Guillaume Boccara

y culturales fronterizos. Para resumir mencionaré algunos puntos que meparecen dignos de destacar :

1. Se ha llegado a redefinir la unidad de análisis y se ha planteado que resul-ta más pertinente hablar de espacio o complejo fronterizo que de fronterastricto sensu. Vale decir que para entender las dinámicas políticas que sedespliegan en esas áreas de soberanías imbricadas, o de interpenetraciónde varios espacios políticos, tenemos que ampliar la unidad de análisis alespacio fronterizo entendido como región que abarca varias fronteras ysus hinterlands. Por lo tanto tenemos que considerar los mecanismos deintegración intra e interregionales de un espacio fronterizo dado y resti-tuir las cadenas de sociedades que participan de la estructuración de eseespacio.

2. Al estudiar un complejo fronterizo se hace necesario dar cuenta de lasrepresentaciones que dan de ese espacio las autoridades coloniales pueslos sistemas de clasificación, las tipologías y representaciones del paisajeétnico-político que los europeos elaboran constituyen un elemento cen-tral en la construcción de la frontera como frontera, vale decir como espa-cio-tiempo de transición. De ahí la necesidad de analizar los procedimien-tos de construcción de una visión y división eurocentrada del mundo so-cial indígena.

3. Se hace necesario emprender una etnografía histórica tanto de los indíge-nas como de los invasores. Los rituales de toma de posesión de las tierrasamericanas, las estrategias de sometimiento o los dispositivos de saber/poder asentados por los colonizadores son tan importantes para entenderlas dinámicas fronterizas como las propias dinámicas indígenas. Tenemosque practicar una suerte de vaivén permanente entre los dos lados de unafrontera específica pues, en muchos casos, lo que es percibido como unespacio central y desconectado del resto del macro espacio fronterizo porlos colonizadores, no es nada más que un punto dentro de la geopolíticaindígena global 17.

4. Los dispositivos de poder/saber no deben ser entendidos como dispositi-vos de homogeneización sino de normalización y diferenciación. La crea-ción de un espacio cristiano unificado, o de un orden social uniforme, no

17 Sobre este tema véase el estudio que el historiador Pekka Hamalainen (2001) dedica a laconstrucción del Imperio Comanche.

Page 27: Frontera Boccara

47Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

pasa por la homogenización social sino por la imposición de una normasocial y la implementación de mecanismos de subalternización.

5. Finalmente, el estudio de los procesos de etnogénesis y etnificación a ni-vel macro no debe conducirnos a menospreciar el análisis microsociológicode la redefinición de las identidades vía la formación de nuevas redessociales. La identidad social de los agentes individuales y colectivos sedefine tanto por su inscripción en unidades políticas y étnicas macro comopor su posición dentro de un espacio relacional dado. Para evitar lareificación o esencialización se hace necesario dar cuenta de los vínculosentre agentes individuales así como también de la formación de las identi-dades vía el parentesco o las redes comerciales y políticas. Adoptar unaperspectiva macro pero a la vez hilar fino permite reconstruir la dobledinámica en juego en los espacios fronterizos. A nivel macro, una políticade imperio y de contrahegemonía que delimita y define grupos o etnias; anivel micro, una sociedad fluida en la cual existe una gran intimidad yfuertes vínculos entre indígenas, mestizos y criollos. Esa tensión entre lacristalización de las identidades y unidades sociales a nivel macro y lafluidez e interdigitación a nivel micro, entre el paradigma de la alianzapor un lado y el de la conquista y subordinación por el otro, se manifiestaen la figura ambigua del mestizo y en la instauración del middle ground.Ahora bien, aunque es cierto que los espacios fronterizos son propicios ala formación del middle ground no hay que olvidar que siempre permane-ce una tensión estructural entre la alianza y las ambiciones colonialistas.Las zonas fronterizas son zonas de instauración de un pacto colonial perodonde siempre permanece la voluntad de instaurar una paz hispánica.

Si tuviera que proponer una definición tentativa de la noción de com-plejo fronterizo me arriesgaría a plantear lo siguiente: un complejo fronterizoes un espacio de soberanías imbricadas formado por varias fronteras y sushinterlands en el seno del cual distintos grupos -sociopolítica, económica yculturalmente diversos- entran en relaciones relativamente estables en uncontexto colonial de luchas entre poderes imperiales y a través de las cualesse producen efectos de etnificación, normalización y territorilización y sedesancadenan procesos imprevistos de etnogénesis y mestizaje.

Fecha de recepción: agosto 2005.Fecha de aceptación: septiembre 2005.

Page 28: Frontera Boccara

48 Guillaume Boccara

BIBLIOGRAFÍA CITADA

Aguirre Beltrán, Gonzalo1957. El proceso de aculturación y el cambio socio-cultural en México.México, Universidad Nacional Autónoma de México.

Adelman, Jeremy y Stephen Aron1999. From Borderlands to Borders: Empires, Nation-States, and thePeoples in Between in North American History. The American HistoricalReview 104-3: 814-841. Bloomington, Indiana University.

Bernand, Carmen y Serge Gruzinski1993. Histoire du Nouveau Monde II. Les métissages. París, Ed. Fayard.

Bloch, Maurice1998. How We Think They Think. Anthropological Approaches toCognition, Memory & Literacy. Oxford, Westview Press.

Boccara, Guillaume1998. Guerre et ethnogenèse mapuche dans le Chili colonial. L’inventiondu Soi. París, Ed. L’Harmattan.

1999. El poder creador: tipos de poder y estrategias de sujeción en lefrontera sur de Chile en la época colonial. Anuario de Estudios Ameri-canos LVI-1: 65-94. Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos.

2000. Antropología diacrónica. Dinámicas culturales, procesos históri-cos y poder político. En Boccara, G. y S. Galindo (eds.); Lógica mestizaen América: 21-59. Temuco, Universidad de La Frontera.

2002. Etnogénesis, etnificación y mestizaje. Un estudio comparativo.En Boccara, G. (ed.); Colonización, Resistencia, y Mestizaje en las Amé-ricas: 47-52. Lima/Quito, Ed. Abya Yala -Instituto Francés de EstudiosAndinos.

2003. Rethinking the Margins/Thinking from the Margins. Culture,Power, and Place on the Frontiers of the New World. Identities. GlobalStudies in Culture and Power 10: 59-81. Philadelphia, Taylor & Francis.

2005. Independencia económica y resistencia en territorio mapuche.Boletín del Museo y Archivo Histórico de Osorno 7: 189-200.

Page 29: Frontera Boccara

49Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

Clastres, Pierre1980. Recherches d’anthropologie politique. París, Ed. Du Seuil.

Combès, Isabelle1992. La tragédie cannibale chez les anciens Tupi-Guarani. París, Ed.PUF.

de Ovalle, Alonso[1646] 1969. Histórica Relación del Reino de Chile y de las Misiones yMinisterios que exercita en la Compañía de Iesus. Santiago de Chile,Universidad de Chile.

Galinier, Jacques2000. Penser hors de soi. Miroirs identitaires en Mésoamérique.Recherches Amérindiennes au Québec XXX-1: 9-18. Montréal.

García, Claudia1996. The Making of the Miskitu People of Nicaragua. The SocialConstruction of Ethnic Identity. Acta Universitatis Upsaliensis.

1999. Interacción étnica y diplomacia de frontera en el reino miskitu afines del siglo XVIII. Anuario de Estudios Americanos LVI-1: 95-121.Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-americanos.

Giudicelli, Christophe2000. Guerre, identités et métissages aux frontières de l’Empire espagnol:le cas des Tepehuán en Nouvelle Biscaye au début du XVIIème siècle.Thèse de Doctorat, Université de París III. Ms.

Hallowell, Irving A.1963. American Indians, White and Black: The Phenomenon ofTransculturalization. Current Anthropology 4-5: 519-531. Illinois,University of Chicago Press.

Hamalainen, Pekka2001. The Comanche Empire. A Study of Indigenous Power, 1700-1875.Helsinki, Helsinki University Press.

Havard, Gilles2004. Empire et Métissages. Indiens et Français dans le Pays d’en Haut,1660-1715. Septentrion, Presses de l’Université de París-Sorbonne.

Page 30: Frontera Boccara

50 Guillaume Boccara

Herskovits, Melville J.1937. The Significance of the Study of Acculturation for Anthropology.American Anthropologist 39: 259-264. Arlington, AmericanAnthropological Association.

1958 [1938]. Acculturation. The Study of Culture Contact. Gloucester,Mass., Peter Smith.

Hill, Jonatthan (ed.)1988. Rethinking History and Myth. Indigenous South AmericanPerspectives on the Past. Illinois, University of Illinois Press.

Massenzio, Marcello1994. Sacré et identité ethnique. Frontières et ordre du monde. París,École des Hautes Études en Sciences Sociales.

Mignolo, Walter1995. The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality &Colonization. Ann Arbor, University of Michigan Press.

Picon, François René1983. Pasteurs du Nouveau Monde. Adoption de l’élevage chez lesindiens guajiros. París, Maison des sciences de l’homme.

Rabasa, José2000. Writing Violence on the Northern Frontier. The Historiography ofthe Sixteenth-Century New Mexico and Florida and the Legacy ofConquest. Durham & London, Duke University Press.

Redfield, Robert, Ralph Linton y Melville J. Herskovits1936. Memorandum for the Study of Acculturation. AmericanAnthropologist 38: 149-152. Arlington, American AnthropologicalAssociation.

Sayad, Abdelmalek1999. La double absence. Des illusions de l’émigré aux souffrances del’immigré. París, Ed. Du Seuil.

Schwartz, Stuart y Frank Salomon2003. Réponse à Claude Lévi-Strauss. L’Homme, Revue Françaised’Anthropologie 167-168: 315-18. París, École des Hautes Études enSciences Sociales.

Page 31: Frontera Boccara

51Memoria Americana 13 - Año 2005: 21-52

Sider, Gerald1994. Identity as History. Ethnohistory, Ethnogenesis & Ethnocide inthe Southeastern United States. Identities 1-1: 109-122.

Sleeper-Smith, Susan2001. Indian Women and French Men. Rethinking Cultural Encounterin the Western Great Lakes. Amhrest, University of Massachussetts Press.

Spicer, Edward H. (ed.)1961. Perspectives in American Indian Culture Change. Illinois,University of Chicago Press.

Taylor, Anne-Christine1991. Ethnie. En Bonte, P. et al. (eds.); Dictionnaire de l’ethnologie et del’anthropologie: 242-244. París, Ed. PUF.

Vezub, Julio Esteban2005. Valentín Saygüeque y la “Gobernación Indígena de las Manza-nas”. Poder y etnicidad en la Patagonia Noroccidental (1860-1881). Te-sis de doctorado en Historia, Universidad Nacional del Centro. Ms.

Vilaça, Aparecida1999. Devenir Autre: chamanisme et contact interethnique en AmazonieBrésilienne. Journal de la Société des Américanistes 85: 239-260. París,Musée de L’Homme.

Viveiros de Castro, Eduardo1993. Le marbre et le myrte. De l’inconstance de l’âme sauvage. EnMolinié A. y A. Becquelin (comps.); Mémoire de la tradition: 365-431.Nanterre, Société d’Ethnologie.

Wachtel, Nathan1966. Structuralisme et histoire. A propos de l’organisation sociale deCuzco. Annales, ESC 21-1: 71-94. París, École des Hautes Études enSciences Sociales.

1971a. La vision des vaincus. Les indiens du Pérou devant la conquêteespagnole, 1530-1570. París, Ed. Gallimard.

1971b. Acculturation et pensée sauvage: l’espace et le temps chez Feli-pe Guaman Poma de Ayala et l’Inca Garcilaso de la Vega. Annales ESC26-3/4: 793-840. París, École des Hautes Études en Sciences Sociales.

Page 32: Frontera Boccara

52 Guillaume Boccara

1974. L’acculturation. En Jacques Le Goff & Pierre Nora (dirs.); Faire del’histoire. Tome I: 174-201. París, Ed. Gallimard.

1990. Le retour des ancêtres. Les Indiens Urus de Bolivie, XXème-XVIèmesiècle. Essai d’histoire régressive. París, Ed. Gallimard.

1992a . Prefacio a La vision des vaincus. Ed. Folio histoire.

1992b. Note sur le problème des identités collectives dans les Andesméridionales. L’Homme 122-124: 39-52. París, École des Hautes Étudesen Sciences Sociales.

1999. Una América subterránea: redes y religiosidades marranas. EnCarmagnani M. et al. (comps.); Para una historia de América II. Losnudos 1: 13-54. México, Fondo de Cultura Económica/Colegio de Méxi-co.

Wacquant, Loïc1992. Introduction. En Bourdieu, Pierre; Réponses: 13-42. París, Ed. DuSeuil.

White, Richard1991. The Middle Ground. Indians, Empires, and Republics in the GreatLakes Region, 1650-1815. Cambridge University Press.

Whitehead, Neil L.1992. Tribes Make States and States Make Tribes. Warfare and theCreation of Colonial Tribes and States in Northeastern South America.En Brian F. y N. Whitehead (eds.); War in the Tribal Zone. ExpandingStates and Indigenous Warfare: 127-150. Santa Fé - New México, Schoolof American Research Press.

1996. Ethnogenesis and Ethnocide in the European Occupation of NativeSurinam, 1499-1681. En Hill J. (ed.); History, Power & Identity.Ethnogenesis in the Americas, 1492-1992: 20-35. Iowa, University ofIowa Press.