Frontera Norte

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Historias de Frontera Héctor Cobo Gómez

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Historias de Frontera

Héctor Cobo Gómez

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Historias de Frontera

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Prólogo

La sucesión de puntos en una misma dirección crea una línea. Una línea puede ser inter-pretada como el recorrido de algo, también puede ser un límite. En las fronteras, la línea es todo lo anterior, es una sucesión de historias puntuales que llevan a una misma dirección: a refugiarse fuera de esta línea limítrofe que deja atrás su hogar y su lí-mite de peligro por culpa de la violencia de la producción de drogas. Este relato fotográfico cuenta tres historias de frontera que narran las vidas de perso-nas que han cruzado o quieren cruzar la línea imaginaria para que sus sueños se cumplan y poder vivir en una realidad diferente.

Héctor Cobo Gómez

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Presenta a Héctor Cobo Gómez en un relato fotográfico en la frontera entre Colombia y Ecuador.

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Introducción

Después de una exhaustiva investigación y convivencia con las personas que habitan en la frontera, escuchar sus historias y preocupaciones, entendí que realmente el hombre debería ser libre para transitar por el mundo y crear su vida como quiera, en-tendí también, que eso es una utopía en un mundo donde una línea no es una sucesión de pensamientos libres, sino por lo contrario, es un límite de distancia territorial en el que el ser humano es catalogado por donde nació o le tocó nacer. Creo firmemente que mientras el ser humano siga pensando que la tierra es de uno u otro no podrá vivir en armonía, no se dará cuenta que la tierra es de todos, sí el ser humano sigue otorgando valor a las cosas bajo un concepto equivocado o manipula-do jamás podrá entender que todos pasan por la tierra, viven y mueren en ella, pero somos seres de tránsito y ella siempre permanecerá.

Héctor Cobo Gómez

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SOÑANDO A HACER SOÑAR

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Lago Agrio Provincia de SucumbíosEcuador

En la frontera existe mucho secretismo respecto a las personas que no son de la zona. En frontera todos pueden ser informantes de diversos grupos, algunos están con la guerrilla, otros con los narcotraficantes, quizás con los paramilitares, con la policía o militares. Ahí nadie sabe nada y todos saben todo, es algo que aunque suene irracional e ilógico es lo más cuerdo en su realidad.

Eddy es un joven colombiano refugiado en Ecuador a causa de la violencia en su país. Me cuenta su diario vivir en Ecuador, desde que se levanta por la mañana intentando que su existencia trascienda en su plan de vida, hasta la lucha constante para que esto deje de ser una utopía y se convierta en una realidad palpable.

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La alarma del celular levanta por la mañana a Eddy. Al mirar la hora y desactivarla, mira el retrato de su padre de quien heredó el don de la música, él todavía vive en Colombia, pero pronto se reunirá con Eddy y su familia.“Todas las mañanas sin falta me despierto para rasgar acordes de guitarra o para practicar un poco, me acompaña a todas partes mi gran compañera” me comenta mientras su hermano duerme al fondo, soñando con lo mismo que sueña Eddy: grabar un disco y ser un cantante profesional. Los dos tienen el talento, pero las oportunidades son más escasas al no pertenecer al país y estar dentro de una minoría.

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Después de practicar un poco, Eddy se prepara para salir a su trabajo. Se siente bendecido, en muchos casos la xenofobia ha hecho que el empleo sea muy difícil en Ecuador.

La migración colombiana aumentó considerablemente por las diversas facilidades que tienen para ingresar al país y por la visión de que el dólar aumentará los ingresos en sus hogares. Muchos colombianos cruzan la frontera para trabajar y soñar con mejores oportunidades, se sienten tranquilos en un país que no tiene guerrillas, paramilitares y en el que el narcotráfico no es tan violento y abundante como en el suyo. Sólo vienen para estar tranquilos y hacer una vida libre y digna. Lamentablemente, en todos los países del mundo existen personas buenas y malas y no todos los refugiados colombianos en el Ecuador son gentes de bien, pues en el país aumentó la violencia y hoy por hoy tenemos que luchar con el incremento de narcotraficantes, sicarios y un sinnúmero de gente reprobable.

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Eddy trabaja como administrador en el ho-tel Selva Real en Lago Agrio. Las perso-nas que trabajan con él lo quieren mucho por su don de gente y responsabilidad. En muchos lugares del mundo se han eti-quetado a los colombianos con falsos membretes: el colombiano es ladrón, ma-tón, narcotraficante, sicario, productor de drogas; la colombiana hace lo mismo y además se dedica a la prostitución. Éstas son algunas de las cosas que se dice de los que se han atrevido a dejar de lado a sus familias para buscarse un futuro, pero hay que mirar a las personas des-de su individualidad y calidad humana. A Eddy se lo reconoce por ser buen tra-bajador, gran músico, por ser el joven que suelta el estuche de su guitarra so-lamente para sacarla y alegrar al resto.

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El Sr. José Uldemar Maysincho, dueño del hotel Selva Real, cuenta que en Lago Agrio la xenofobia ha incrementado mucho por la violencia de estos últimos años. También me explica que él no es igual que los que dejan de lado a los refugiados colombianos; cree que lo importante es que las personas, sean de donde sean, tengan una oportunidad y la clave está en tratar bien y con confianza a todos, hay muchos que lo conocen y respetan y por eso no le roban, saben que él no es una persona con prejuicios y eso hace que ni los malos le hagan daño. A Eddy lo contrató y le dio toda su confianza. Cuando su madre llegó a Ecuador, también le echó una mano hasta que consiguió trabajo; dice que quiere mucho a este muchacho que le llena de alegría con su guitarra y su melodiosa voz, espera que algún día pueda tener la oportunidad de ser un gran artista, pues cree que Eddy se lo me-rece. José sonríe entre sus anteojos oscuros que tapan su ceguera mientras dice irónico: “es que yo tengo buen ojo con las personas”.

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Mientras cuenta el dinero de la caja del hotel, Eddy recuerda sus dificultades en Colombia; narra que su familia no tenía mucho, que su padre trabajaba en el campo; comenta que el dinero es la maldición de mu-chos que él conoce, que en la zona donde vivía exis-tía mucho dinero negro que circulaba de lado a lado. Dice que los sembríos de coca eran en cierta manera un descontrol que nunca vieron llegar los campesinos. El consumo de coca refinada era muy extendido y cre-cía aún más, “el infierno” dice, pues todos empezaban a tener algo que ver con el oro blanco, los mayo-res lo producen en los campos, otros lo compran y lo distribuyen y la juventud empieza a perderse. Al ver esa realidad muy diferente a la que él quiere en su vida, empieza a tener problemas con muchas personas.

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Hay personas que entran a los grupos violen-tos por convicción política; pero otras, la mayoría, porque les ofrecen trabajo y suel-do; otras por banalidades como un teléfono de última generación o simplemente porque al-guien más lo hizo y le siguieron. Hay quie-nes ingresan porque es la única vía para ver a sus familiares ya inmersos en ese mundo. El dinero es la fuente de todo; los narcos no nacieron o estudiaron para ser malos, son per-sonas que tienen visión de mercado y hacen di-nero para sí mismos y en algunos casos para sus comunidades, hay quienes incluso los consideran santos. Lo que saben muchos colombianos es que a algunos de estos seres llegan a idolatrarlos y temerles a otros. Lo que sí saben todos es que ninguno es inmortal y que tarde o temprano caen en la cárcel o mueren. Eddy está lejos de ese círculo después de vivirlo de muy cerca y ahora maneja el negocio hotelero con respon-sabilidad y libertad, que es lo que hace que viva en paz y no sentirse tentado a nada malo.

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Las drogas en Colombia son un estilo de vida. Se consumen desde los estratos sociales más bajos hasta las altas esferas sociales. Los mensajes que se mandan a la juventud son muy distorsionados o en todo caso bas-tante codificados. La interpretación de la realidad es muy subjetiva, pues las reali-dades son tan diferentes tanto como mundos distantes entre una persona y otra. Eddy quiere ser músico, pero nadie le ayuda en su país; no tiene oportunidad en un mundo donde incluso la entrada a la música tiene que ver con la coca, “talvez no sea en to-dos lados, pero el que se quiere bautizar tiene que conseguir padrino”. Por ello mu-chos buscan quien los patrocine y quienes tienen dinero son los que hacen más dine-ro… En el Ecuador parece igualmente difí-cil, pero existe una diferencia grande: los ecuatorianos no tienen miedo a muchas co-sas porque no las han vivido y eso hace que sueñen todos en un mundo de oportunidades. Por eso vino a la mitad del mundo: a hacer uno de sus sueños y de su familia realidad.

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En el Ecuador, algunos colombianos han visto una segunda patria, pues al existir una buena cantidad de migrantes de Colombia tam-bién se acrecentó el número de pequeños empresarios que han logra-do poner su negocio y así la gastronomía colombiana está en todo el país, algo que siempre se agradece cuando se está fuera de casa.

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Oportunidad es una palabra muy inte-resante. Una oportunidad es una espe-ranza, es la fe en conseguir algo pun-tual. Todos tenemos ese concepto, pues sólo así podemos levantarnos por las mañanas esperando que algo bueno pase. Entre las cosas y personas importantes de la frontera colombo-ecuatoriana se encon-trar gente muy buena y realmente positi-va. El Sr. José Uldemar Maysincho tiene una lesión que le ha permitido ver a la vida con una perspectiva muy diferente, él sabe que Eddy algún momento cumpli-rá su sueño, pues cree que las oportu-nidades son de quien corre a buscarlas. Eddy está en Ecuador, dejó atrás las co-sas que le hicieron salir, mas no huyó de la violencia o del narcotráfico, está aquí buscando su oportunidad. No huye, busca su felicidad y sabe que puede encontrarla, ya que hace muchos méritos y las perso-nas en la ciudad empiezan a reconocerlo.

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Una de las personas más conocidas en el ám-bito radial de la ciudad de Lago Agrio es el Sr. Esteban Cepeda, productor independiente, quien sabe lo que es soñar y lo difícil que puede ser realizar su sueño. Esteban reali-za producciones radiales, es DJ en fiestas y animador de eventos. En su programa de radio comenta que ha visto pasar muchos jóvenes que prometen mucho en la industria musical, pero no todos con la convicción de seguir en esta dura carrera. Le comenté sobre Eddy y me dijo que él tuvo la oportunidad de escucharlo en un evento en el que estaba trabajando y que Eddy, al igual que muchos jóvenes, se queja-ba de no tener una oportunidad. Esteban me dice que en su casa tiene un pequeño estudio montado para realizar trabajos de audio, su sueño es seguir profesionalizándose y armar un estudio realmente bueno para trabajar, pero que por otro lado la tecnología le ayuda mucho y puede hacer bastante con su computa-dora. Decidimos que podríamos grabar a Eddy, hacer un demo y aprovechar el vínculo con las radios que tiene Esteban para lanzarlo.

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Eddy se volvió loco de contento con la noticia. Sacó rápidamente su guitarra y empezó con su repertorio; tocó unas can-ciones de sus grandes referentes musi-cales y luego nos dio la gran sorpresa: tenía tres canciones inéditas que podría-mos utilizar. Además, como otra mues-tra del gran amor a su familia, comen-tó que quien siempre lo acompaña es su hermano pequeño Andro, quien entre sue-ños siempre escucha sus prácticas matuti-nas y se sabe de memoria sus canciones. Eddy cuenta que su hermano, a quien no hace mucho pudieron traerlo a Ecuador, ya le está acompañando en pequeñas pre-sentaciones que tiene. Los dos refugia-dos colombianos, Carlos Enríquez quien me acompaño en la producción de este relato, Esteban Cepeda y yo, fuimos al estudio a grabar y disfrutamos del mejor concier-to en la frontera colombo-ecuatoriana.

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Esteban Cepeda cree que con el demo grabado podría-mos presentarle a Eddy en algunas radios o que por lo menos, su grabación pueda ser una herramienta para visualizarse con productores musicales. Mu-chos jóvenes tienen el sueño de ser artistas, pero no todos tienen la constancia que lo requiere. Es-teban, por su parte, dice que lo lindo sería que nuestro amigo se convierta en una estrella y el único pago que quiere es que la gente aplauda a Eddy pues de alguna forma será también su logro.El dueño del hotel, Don José Uldemar Maysincho, se entusiasmó mucho por uno de sus empleados y por supuesto, le dio el día libre para que pueda grabar sus temas, deseándole toda la suerte del mundo. Su familia no lo podía creer y aunque no estaban todos, sabían que pronto la toda familia estará reunida, pues existe la posibilidad que los otros hermanos de Eddy y su padre también se refugien en el Ecuador. Carlos y yo, al igual que Esteban, estamos con-vencidos que pasarán cosas buenas en la vida de Eddy, pues a alguien que ha vivido den-tro del infierno sin contaminarse y ha sido tan constante, sólo puede esperarle cosas buenas.

Eddy tiene mucha esperanza en que esta produc-ción es parte de la oportunidad que buscaba.

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SUEÑO DE UNA REINA

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Lago Agrio Provincia de SucumbíosEcuador

Paloma es el nombre que nos dice una re-fugiada colombiana en la frontera norte ecuatoriana. Ella vivió un camino muy di-ferente. Cuenta que en su tierra el nar-cotráfico era una cosa muy distinta a lo que se cree, para ella los narcos no son gente mala, pues dan trabajo a muchos de los que viven en pueblos abandonados por el Estado. El trabajo que tiene es justa-mente uno de los más antiguos del mundo y aunque esta frase sea trillada, ella lo ve como eso, como un oficio más en el que tiene que aprovechar para salir adelante en la vida. En su mirada existe algo distinto al resto, existe la necesidad y la constancia de lograr sus objetivos. Dice que muchas mujeres sexo servidoras de su país son en-gañadas y otras incluso raptadas, pero que ella forma parte de una minoría que son libres y trabajan por su cuenta.

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Hay mujeres realmente violentadas en el negocio y cuenta que incluso ha visto a niñas menores de edad que han sido raptadas. Todo tiene que ver con los números, cada persona genera dinero y cada cliente aporta dinero. Hay muchas víctimas, hay muchos riesgos, pero al final del día es una cifra la que cuenta, cuánto se pudo ganar en el día. Paloma trabaja en la mañana con independen-cia y libertad en las calles, transitando como cualquier peatón, ya posee clientes fijos quie-nes paran su vehículo y la llevan a una casa o un hotel. Cuando trabaja en los burdeles el precio que gana es más bajo, pero le represen-ta mucho, pues allí están los posibles clien-tes fijos con los que se pueda encontrar fuera.

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“Cuando abro cada puerta de hotel o mi habitación en el burdel pienso en lo que realmente quiero”, me dice Paloma. Ella tiene sus objetivos claros y sabe que sólo si se proyecta en sus metas, puede realizar el trabajo. Existen muchos clientes y de diferentes clases sociales, incluso dice que en ocasiones se ha tenido que negar a cumplir con su trabajo por el fétido olor que emanan algunos trabajadores de la zona. En la frontera hay pe-troleras y se hacen tours sexuales para ellos, puede estar con un obrero como con un ingenie-ro, no le importa mientras paguen por sus ser-vicios, lo único que no tolera es el mal olor. En su tierra vio como muchas jóvenes trabajaron para los grandes narcotraficantes y como tuvieron acceso fácil a grandes viviendas y joyas, “así es como yo quiero vivir, como una reina” comenta.

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Su vida está plagada de secretismo. Dice que en Colombia los que trafican con coca también eran buenos prospectos de clientes, ellos que-rían seguir ascendiendo y ser los principales expendedores mundiales, sueños de grandeza y tras ellos las mujeres de la mafia que ya no son simples acompañantes, pues también se han dado casos de liderazgo. Paloma siente envi-dia de las mujeres que tienen dinero y según su concepto de felicidad, para alcanzarla debe tener dinero y cambiar su joyería de fantasía por diamantes de verdad, pues uno de los mayo-res logros de trabajar en este negocio, como en cualquier otro, es ir escalando posiciones.

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Seguramente, lo más difícil sea ver a diario diferentes rostros en busca de sexo. “El afecto no es parte de este trabajo” según Paloma. Dice que incluso muchas veces ni siquiera se quita la ropa, levanta apenas su falda para que los hombres hagan uso de ella por unos minutos. Lo importante es cobrar el dinero para ahorrar, pues en este año se operará su nariz y su dentadura. “Tienen que verme bonita, así podré tener más clientes”. El número de hombres no importa en su trabajo y según su régimen de vida hay mujeres que son violenta-das a la fuerza para ejercer el trabajo y tipos que se están forrando de dinero a costilla de las chicas. Ella se exige igual o peor que un hombre de aquellos que atormenta a una sexo servidora, pues la meta es tener una gran casa de tres pisos y vivir como una reina. “Las enfermedades de transmisión sexual están en el pasado de las mujeres que no se cuidaron por ignorancia”. Paloma se hace chequear muy a menudo con los docto-res y se cuida con muchos métodos anticonceptivos; utiliza preservativos y además toma pastillas pues no quiere ser como otras mujeres que se quedan embarazadas y traen a la vida un niño que les recuerda algún trauma. Ella dice tener muy claro ese tema, no quiere amor, ni hijos por el momento, quiere realizar su sueño de grandeza.

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La religión en los negocios ilícitos, con-trario de lo que se piense, tiene mucho que ver. Los sicarios rezan sus balas para que éstas lleguen a su lugar de destino acaban-do con la vida de alguien; los narcotrafi-cantes lanzan fuegos artificiales en honor a los santos, agradeciendo cada triunfo en el exterior cuando la mercadería entra; así mismo, ella pide a Dios que no se encuentre con un mal hombre, que no le roben su dine-ro y que no la enferme de nada malo. Entre sus oraciones está poder seguir trabajando para terminar el resto de operaciones que consiste en: prótesis en sus glúteos y pró-tesis mamarias, pues según ella, con eso tendría todo para triunfar en el Ecuador hasta poder ahorrar dinero para ir a Europa donde según le han dicho se gana de verdad.

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Vivir entre las sombras ha hecho que no vea con clari-dad y tenga un cúmulo de excusas para darle sentido a su vida. Ella dice que es un trabajo en el que el afec-to no es necesario y que en él incluso sus amistades son pasajeras y de poca confianza, un mundo donde la soledad y su pensamiento es lo único que tiene, donde no importa el cliente, pues él al igual que todo lo que tiene que ver con el negocio son simples números.

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“Tener valor es poder tomar la decisión de salir adelante cueste lo que cueste”, me repetía Paloma en sus relatos de la mujer que quiere ser cuando llegue a Europa y gane todo el dinero para su jubilación. “Voy a exprimir mi vida para tener una vejez digna” me dijo y mientras le preguntaba si creía sí su juventud es digna, bajaba su cabeza y casi susurrando respondía “Mi juventud, en todo caso, ha sido muy dura”. Pa-loma vive en Ecuador refugiada por la violencia que vivió en su país. Su historia es muy confusa, pues entre las cosa que nos dijo es que sus padres no tenían dinero hasta que ellos tenían una carpintería de muebles finos, que hacían trabajos tallados muy elegantes para los narcotraficantes del sector. A Paloma en nuestra entrevista se le escaparon un par de nom-bres diferentes al referirse a ella. Su historia en cierta medida es un cúmulo de cosas que suceden en la frontera y un poco de mentiras convenientes para resguardar su identidad.

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Esta mujer tiene el sueño de convertirse en una reina, cree ser libre y se hace llamar Pa-loma; cree que controla su destino y no se equivoca, lo hace y mientras lo hace, intercambia poco a poco su vida a un mundo material, plástico y sin amor. Investigamos a muchas chicas que tuvieron grandes traumas y eran obligadas a realizar este trabajo, pero nos llamó mucho la atención la auto-esclavización de una mujer que dice ser feliz explotándose, una mujer que al final del día se derrumba y finge que todo está bien, quien se autoengaña para darse una razón y tener fuerzas al día siguiente y hacerlo nuevamente; una mujer, que al final de la entrevista, nos dice que el maquillaje se le metió en su ojo, para justificar una lágrima que recorre su mejilla y muere en las cobijas de su cama que son las que guardan su verdad.

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SUEÑO DE RIESGO

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Colombia

Luis recolecta hojas de coca y las pica con su machete hasta que esta queda muy pequeña. La exprime con sus manos, mientras nos co-menta que en el campo ya no es igual, pues hoy, el Gobierno Colombiano los fumiga ma-tando los sembríos, pero los cocaleros no son los únicos afectados, pues otros culti-vos como el maíz se están muriendo y la tie-rra es cada vez menos fértil. Los campesinos viven en la pobreza por la falta de trabajo y por las leyes que pone un Gobierno que no entiende su realidad.

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En los campos sembrar maíz o cualquier otro pro-ducto no era conveniente. La coca hizo que los campesinos tengan una fuente de trabajo muy ren-table, en una semana se podía ganar el sueldo de un mes y eso les dio el dinero para incluso com-prar ganado y aumentar las tierras en sus fincas. “Al Gobierno no le gusta que el campesino tenga dinero,” me dice Luis mientras esparce la hoja de coca explicando que no entiende las leyes, pues comenta que en Colombia les exigen cuidar el medio ambiente por un lado y por otro extermi-nan los campos de maíz, arroz, cacao, café, en-tre otros por terminar con la coca. Cuenta que en una ocasión caminaba por el campo y una avioneta soltó el líquido de fumigación que cayó sobre él, que la comezón fue insoportable y sus brazos dan fe de su relato. “El Gobierno dice que eso no es malo porque no le cae a él, pero eso es lo que está terminando con el campesino y con las tierras.” Pero como todo, lo que fácil llega, fácil se va. “Quien empezó a corromper la coca fue la humanidad porque la cocoa no es mala” nos comenta Don Luis, que cuenta que las personas que llegaron a tener dinero por el cultivo envidiaban al vecino y em-pezaron la violencia. Se mandaban a matar por la mínima cosa, eso también hizo que se cree el trabajo del sicariato, hecho por lo general por jóvenes.

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Luis pone cemento blanco para dar tratamiento a la hoja. Un guerrillero le enseñó a traba-jarla. Al conocer los beneficios del cultivo de la coca, empezó a trabajar en una finca, pero no sólo aprendió a trabajarla, también a consumirla, algo muy habitual en quienes la procesan. De lo que ganaba empezó a llevar un poco para fumar en el monte. “Me degeneré sólo en el vicio” afirma diciendo que en otras cosas jamás se metió. Nunca mató ni robó, dice que su vicio se lo pagaba sin hacer daño a nadie.

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Esparcir y mezclar la hoja es un proceso minucioso. La rentabilidad de la coca en los campos ha de-caído, pues en los cultivos es todo diferente, todo empeoró. La producción es para los narco-traficantes. En ocasiones, se la lleva la gue-rrilla; otras veces para los militares, quienes les quitan una parte o en otras ocasiones la queman. En fin, todos llevan su tajada, aho-ra el campo no es igual y esto ha generado inestabilidad y constante peligro para todos.

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Mientras pisa la hoja sobre el plástico me ex-plica que aunque no es tan rentable como antes, sigue pagando mejor que cualquier otro empleo, no se puede vivir de otra cosa, pues si se quiere ganar dinero sembrando algo que no sea coca, se corre el riesgo que de igual manera el gobierno extermine tu campo fumigando por equivocación. Ya no es siquiera el que quieran o no trabajar en los campos cocaleros, muchos campesinos son trabajadores y se encargan de la siembra y cosecha, no tienen nada que ver con el narcotráfico. Si el maíz diera trabajo, pro-bablemente estaría sembrando y cosechando maíz, pero las tierras ya no son fértiles por los quí-micos que se han lanzado, quien más gana es el que menos pierde, y el que da trabajo. Por eso incluso el que tuvo un campo de maíz ahora pre-fiere sembrar coca para recuperar sus pérdidas.

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La gasolina y los químicos se preparan para refinar la coca.Cuando se casó con una mujer mucho más joven y na-ció su primer hijo dice que cometió una imprudencia grave, fumó coca con su hijo en brazos, al hacerlo se dio cuenta que su vida estaba mal. Al llegar su esposa a casa, él le dejó al niño y salió con una funda cargada de mercancía; dice haberse subido a un árbol en el monte y cargar muy bien a un cigarro de coca. Después de fumar hasta el papel sin dejar ni un solo residuo, fue y lanzó el resto de cocaína prometiéndose que jamás volvería a fumar. Comenta que lo hizo porque jamás quiso darles mal ejemplo a sus hijos y ahora sabe que ellos son gente sana.

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Después de remover con un palo por largo tiempo y probar el ácido amargo, hace una mueca. “Mientras más amargo mejor”, dice Don Luis. Continúa comentando sobre la vida en Colombia. Cuenta que es muy complica-do, pues todos los precios han subido y no se puede vivir así. Además, la violen-cia es demasiado peligrosa y no quiere que sus hijos se vean tentados por las drogas que circulan como algo normal en la zona o por último alguien se equivoque y los maten por descuido como ha ocurrido mu-chas veces. Los muchachos son fáciles de manipular en estos lugares; todos quieren salir adelante y muchos ven una salida el mercado de la droga. Antes, los campesinos eran felices con sembrar y cosechar lo que sea, si es coca y hay más dinero mejor, pero el problema es que ahora ya no quieren sólo ser campesinos, los jóvenes quieren cambiar el machete por armas, quieren ser sicarios o mafiosos, piensan en salir del país y meter mercadería en otros países. Todo se corrompió, no queda nada del con-cepto del principio, donde la coca era una planta que te ayudaba a trabajar más mien-tras se la masticaba, ahora es un producto.

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Cemento, gasolina, ácidos y hoja de coca pisada con unas botas sucias, es increíble que sea esto lo que tanto dinero produce en el mercado negro.Generalmente se piensa que existen laborato-rios de alta calidad en los que se procesa la droga para un consumo de élite y la verdad es otra. Los laboratorios pueden ser muy ela-borados o tan simples como éste, con baldes de plástico y ollas viejas. La muerte está a las espaladas de las muchas personas que trabajan en este negocio y lo irónico es que ellos producen la muerte para quienes abusan de su consumo, esta es una de las cosas más importantes que me dice Luis en su relato.

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Lo peculiar del proceso es que la hoja de coca ha sido exprimida al máximo, al igual que la vida de los hombres que la trabajan o los niños que mueren cobrando o quitando vidas en el sicaria-to; exprimida la hoja como las niñas que sueñan en convertirse en mujeres adineradas casadas con grandes mafiosos; exprimida la hoja como la vida de quienes probaron ser grandes y perdie-ron su vida al jugar a los mafiosos; la hoja se extingue al igual que se consumen las familias colombianas que viven atemorizadas trabajando o estando rodeadas de tanta violencia; se exprime y se quita la esencia de la hoja como se expri-me y se quita la esencia de todos quienes la consumen procesada llena más de químicos que de coca. Y al igual que con la hoja, las personas después de utilizarlas son tiradas a la basura.

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Luis corta la coca con otro químico más. Explica que este proceso es muy importante, pues es casi el último para que la mercadería esté lista. Hay que separar la gasolina y bajar la espuma del lí-quido que se tiene y colarla en un trapo para lue-go secarla. Así es como se hace artesanalmente. También en este proceso se puede torcer o exprimir con una máquina que presione el trapo. Sabe que ya existen maquinarias especializadas para cada proceso, pero solo lo sabe, pues en el campo casi todos la procesan artesanalmente. Le pregunté so-bre los narcotraficantes y respondió que ellos son campesinos, y que lo que hacen con la mercade-ría ya es una cosa que sólo saben los patrones de las fincas y quienes la llevan. Los campesinos son simples empleados que siembran, cosechan y procesan porque no existen fuentes de trabajos y no hay tierra buena para trabajar otra cosa.

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Mientras gira el trapo intentando secar la mercadería, recuerda su infancia. Luis cuen-ta que así como ese trapo la vida misma da muchas vueltas. De pequeño fue abandonado por su madre y siempre le faltó ese afec-to que nunca encontró. Su padre, por otro lado, lo descuidó toda la vida, pues se dedi-caba a beber todo el tiempo y con ese ejem-plo él también siempre estuvo descarriado.

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Cocina la coca y mientras menea con la cucha-ra sigue removiendo su pasado. De niño tuvo una guitarra que, según dice, para él fue su vida. Cuando aprendió a tocarla su sueño empe-zó. “Quería ser cantante, pero todos me dieron la espalda”, cuenta que todos le decían que no sirve para nada y su confianza en sí mismo bajó. Empezó a trabajar en el campo y se reen-contró con una guitarra, en sus tiempos libres dice que componía corridos y cantaba con sus amigos. Uno de sus relatos es sobre un amigo que pertenecía a la guerrilla, él le propuso componer canciones para su grupo y que le pa-garían por su trabajo. Sonreímos mientras nos relata la historia. Luis dice que le habría encantado cobrar dinero por cantar, pues ese era su sueño. La música es su vida, pero nunca compuso para nadie, no porque no lo quisiera, sino porque incluso en ese aspecto correría peligro su vida por lo que no aceptó la oferta.

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Ya cocinada y seca, se fija que no esté gru-mosa o chiclosa como él le llama. La pone en fundas plásticas y se prepara para pesar. Pre-guntamos cuánto pesa cada funda de cocaína y responde que pesa una vida entera, pesa tanto que las vidas son aplastadas, ya sea de los que la consumen como de los que la trabajan y la distribuyen. Dice que a él le ha pesado en gran medida, pues ahora está solo y quiere sa-lir de esa vida de peligro. Lo más importante para Luis es la familia, talvez sea porque él no tuvo una. Cuando su familia estaba con él en Colombia les enseñó a ser trabajadores y personas responsables. Les dijo que en la vida podían lograr todo lo que se propongan, siempre y cuando sean constantes. Luis no quiso que su familia viva en el peligro y la contaminación que viven en el sector, contaminación no sólo por las fumigaciones sino también mental “con-taminación de la cabeza que es la peor”. Quie-re a su familia viva, que todos puedan reu-nirse con sus guitarras y cantar en la noche, sin tener que preocuparse por los disparos.

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Luis con guitarra en mano nos ofrece una canción de su au-toría. Comenta que si bien nunca escribió para nadie, siem-pre lo hizo para él. Los acordes acompañan a esta introduc-ción y nos canta la historia de su infancia, ese es el sueño de su vida, tener la familia que no tuvo, apoyar a sus hi-jos en todo, vivir con su esposa en armonía y seguir tocan-do con sus hijos. Al terminar le aplaudimos y él nos confiesa que ya está ahorrando dinero para reunirse con su familia en el Ecuador. Nos dice que sus hijos son muy buenos músicos y que por lo que le han contado del otro lado de la línea fron-teriza, se puede vivir mejor, pues su hijo ya se presenta en algunos lugares y le va muy bien en el hotel donde trabaja.

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Dedico esta relato fotográfico a todas las personas que viven en frontera y que saben que las líneas que dividen las tierras están en la cabeza de quienes no han comprendido que somos ciudadanos del mundo y que decidimos donde podemos vivir mejor para salvaguardar a nuestras familias y hacer grande al mundo con una sola bandera, la de la humanidad.

Dirección Fotográfica: Héctor Cobo Gómez

Producción: Carlos Enríquez

Producción Ejecutiva y diseño de proyecto: Iris Disse e Ibeth Paucar, PINIMA FILMS

Textos: Héctor Cobo Gómez

Correcciones de Estilo: Ibeth Paucar

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Relato fotográfico que recoge las vivencias de colombianos que se han refugiado en el Ecuador. Diversas razones en torno a la violencia de las drogas ha hecho que migren dejando atrás sus raíces y familias. Historias en la Fron-tera Colombo-Ecuatoriana en la que los sueños pueden cambiar cruzando una línea invisible.