Fredy

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Luis Fredy jerez 11-03

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Luis Fredy jerez

11-03

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¡Ve! si en oriente la graciosa luz su cabeza flamígera levanta, los ojos de los hombres, sus vasallos, con miradas le rinden homenaje. Y mientras sube al escarpado cielo, como un joven robusto en su edad me-dia, lo siguen venerando las miradas que su dorada procesión escoltan. Pero cuando en su carro fatigado deja la cumbre y abandona al día, apártense los ojos antes fieles, del anciano y su marcha declinante. Así tú, al declinar sin ser mirado, si no tienes un hijo, morirás.

WILLIAN SHEKESPEARE

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EXTRELLAS FIJAS

Te vi un punto;

era una noche de julio, noche tibia y perfumada,

noche diáfana,

de la Luna plena y límpida,

límpida como tu alma,

descendían

sobre el parque adormecido gráciles velos de

plata;

ni una ráfaga

el infinito silencio

y la quietud perturbaban;

en el parque

evaporaban las rosas los perfumes de sus almas,

para que los recogieras

en aquella noche mágica;

para que tú lo aspiraras su último aliento exha-

laban,

como en una muerte extática;

y era una selva encantada,

y era una noche de ensueños y claridades fantás-

ticas!

EDGAR ALLAN POE

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Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre. Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar Trajo la muerte al mundo y todos nuestros males Con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande, Reconquistó para no-sotros la mansión bienaventurada. En la secreta cima del Horeb o del Sinaí tú inspi-raste aquel pastor que fue el primero en enseñar a la escogida grey Cómo en su principio salieron del caos los cielos y la tierra; Y si te place más la colina de Sion o el arroyo de Si loé Que se deslizaba rápido junto al oráculo de Dios, Allí invocaré tu auxilio en favor de mi osado canto; Que no con débil vuelo pretendo remontarme Sobre el monte Aonio al empeñarme en un asunto Que ni en prosa ni en verso na-die intentó jamás. Y tú singularmente ¡Oh Espíritu! que prefieres A todos los templos un corazón recto y puro, Inspírame tu sabiduría. Tú estabas presente desde el principio desplegando como una paloma tus poderosas alas Cubriste el vasto abismo haciéndolo fecundo, Ilumina mi oscuridad; realza y alienta mi baje zapara que desde la altura de este gran propósito Pueda glorificar a la Providencia eterna Justificando las miras de Dios para con los hombres. PARAISO PERDIDO JOHN MILTON

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La necedad, el error, el pecado, la tacañería,

Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuer-

pos,

Y alimentamos nuestros amables remordimientos,

Como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepenti-

mientos cobardes;

Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,

Y entramos alegremente en el camino cenagoso,

Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras

manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto

Que mece largamente nuestro espíritu encantado,

Y el rico metal de nuestra voluntad

Está todo vaporizado por este sabio químico.

AL LECTOR

Charles Baudelaire

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A usted, estos versos, por la consoladora gracia De sus ojos grandes donde se ríe y llora un dulce sue-ño; A su alma pura y buena, a usted Estos versos desde el fondo de mi violenta miseria. Y es que, ¡ay!, la horrible pesadilla que me visita No me da tregua y, va, furiosa, loca, celosa, Multiplicándose como un cortejo de lobos Y se cuelga tras mi sino, que ensangrienta. Oh, sufro, sufro espantosamente, de tal modo Que el primer gemido del hombre Arrojado del Edén es una égloga al lado del mío. Y las penas que usted pueda tener son como Las golondrinas que un cielo al mediodía, Querida, en un bello día de septiembre tibio.

A una mujer

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Con diecisiete años, no puedes ser formal. -¡Una tarde, te asqueas de jarra y limonada, de los cafés ruidosos con lustros deslumbrantes! -Y te vas por los tilos verdes de la alameda. ¡Qué bien huelen los tilos en las tardes de junio! El aire es tan suave que hay que bajar los párpados; Y el viento rumoroso -la ciudad no está lejos¬- trae aromas de vides y aromas de cerveza.

De pronto puede verse en el cielo un harapo de azul mar, que la rama de un arbolito enmarca y que una estrella hiere, fatal, mientras se funde con temblores muy dulces, pequeñita y tan blanca... ¡Diecisiete años!, ¡Noche de junio! -Te emborrachas. La savia es un champán que sube a tu cabeza... Divagas; y presientes en los labios un beso que palpita en la boca, como un animalito.

Aventura

Arthur Rimbaud

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"No poseo nombre:

pero nací hace dos días."

¿Cómo te llamaré?

"Soy feliz.

Me llamo alegría."

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

¡Bonita alegría!

Dulce alegría, de apenas dos días,

te llamo dulce alegría:

así tú sonríes,

mientras yo canto.

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

Alegría

William Blake

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"No poseo nombre:

pero nací hace dos días."

¿Cómo te llamaré?

"Soy feliz.

Me llamo alegría."

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

¡Bonita alegría!

Dulce alegría, de apenas dos días,

te llamo dulce alegría:

así tú sonríes,

mientras yo canto.

¡Que el dulce júbilo sea contigo!

Alegría

William Blake

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Al comenzar mis estudios, el primer paso me agra-

dó mucho,

El mero hecho consciente, las formas, el poder mo-

verme,

El menor insecto o animal, los sentidos, la vista, el

amor,

El primer paso me dominó y tanto me agradó

Que me costó proseguir y si me detuve fue

Porque quise detenerme allí, holgazaneando para

cantar

eso en mis extasiados cantos.

Al comenzar mis estudios

Walt Whitman

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En la gran oscilación...

Fernando Pessoa

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En la gran oscilación...

Fernando Pessoa

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¡Si! Os respondí anoche,

¡No! Esta mañana, Señor, he dicho.

Los colores, vistos a la luz de las velas,

No brillan igual durante el día.

Cuando los tambores sonaron perfectos,

Las lámparas arriba y las risas abajo,

Ámame sonaba como algo sínico,

Tanto para el Sí como para el No.

Llámame falsa, o llámame libre;

Y no importa qué luces brillen,

Ningún hombre verá en tu rostro

La incierta pena de mi inconstancia.

Pues el pecado oscila sobre ambos;

(Es tiempo de danzas y no de compromisos,

Y la luz de la promesa destruye la fidelidad)

Abate sobre mí la cobardía que yace en tí.

El Sí de la Dama

Elizabeth Barret Browning

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Otra vez huele el bosque,

se ciernen las alondras, elevándose

con el cielo, que estaba pesado en nuestros

hombros;

cierto es que se veía por las ramas el día

qué vacío que estaba;

pero tras de lluviosas tardes largos

vienen las horas nuevas,

soleadas de oro,

huyendo de las cuales, en fachadas lejanas,

todas las desgarradas

ventanas temerosas agitan sus batientes.

Luego se hace la calma. Hasta la lluvia

cae más queda en el brillo de la piedra, que en

paz

se ensombrece. Los ruidos enteros se agaza-

pan

en los fúlgidos brotes de las yemas.

De un abril

Rainer María Rilke

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SALUTACION DEL OPTIMISTA

RUBEN DARIO Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda, espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve! Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos; mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto; retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte, se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña, y en la caja pan dórica de que tantas desgracias surgieron encontramos de súbito, talismán Ica, pura, riente, cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino, la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza! Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo, ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras, mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos, del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando, digan al orbe: la alta virtud resucita, que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

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Rodando a goterones solos, a gotas como dientes, a espesos goterones de mermelada y sangre, rodando a goterones cae el agua, como una espada en gotas, como un desgarrador río de vidrio, cae mordiendo, golpeando el eje de la simetría, pegando en las costuras del alma, rompiendo cosas abandonadas, empapando lo oscuro. Solamente es un soplo, más húmedo que el llanto, un líquido, un sudor, un aceite sin nombre, un movimiento agudo, haciéndose, espesándose, cae el agua, a goterones lentos, hacia su mar, hacia su seco océano, hacia su ola sin agua.

AGUA SEXUAL

PABLO NERUDA

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Calma Chica

Esperando que el viento

doble tus ramas

que el nivel de las aguas

llegue a tu arena

esperando que el cielo

forme tu barro

y que a tus pies la tierra

se mueve sola

pueblo estás quieto cómo

no sabes

cómo no sabes

todavía que eres el viento

la marca que eres la lluvia

el terremoto.

MARIO BENEDETTI

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ADIOS

¡Adiós! si dicha se concede al hombre

de una plegaria en premio, ésta tu nombre

elevará hasta el trono del Señor.

Promesas, quejas, llanto, fueran vanos;

más que el lloro, exprimido, ya sangrante,

de ojos sin luz, tenaz remordimiento

esta palabra dice... ¡Adiós! ¡Adiós!

Secos están mis ojos, extinguida

mi voz, pero al dejarte, de mi vida

se adueña para siempre un gran dolor.

Aunque el pesar y la pasión torturan

mi corazón, quejarse no le es dado...

Yo sólo sé que en vano hemos amado...

Sólo puedo sentir... ¡Adiós! adiós.

LORD BAIRON

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Las fuentes se unen con el río

y los ríos con el Océano.

Los vientos celestes se mezclan

por siempre con calma emoción.

Nada es singular en el mundo:

todo por una ley divina

se encuentra y funde en un espíritu.

¿Por qué no el mío con el tuyo?

Las montañas besan el Cielo,

las olas se engarzan una a otra.

¿Qué flor sería perdonada

si menospreciase a su hermano?

La luz del sol ciñe a la tierra

y la luna besa a los mares:

¿para qué esta dulce tarea

si luego tú ya no me besas?

LA FILOSOFIA DEL AMOR

Percy Bysshe Shelley

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Las fuentes se unen con el río

y los ríos con el Océano.

Los vientos celestes se mezclan

por siempre con calma emoción.

Nada es singular en el mundo:

todo por una ley divina

se encuentra y funde en un espíritu.

¿Por qué no el mío con el tuyo?

Las montañas besan el Cielo,

las olas se engarzan una a otra.

¿Qué flor sería perdonada

si menospreciase a su hermano?

La luz del sol ciñe a la tierra

y la luna besa a los mares:

¿para qué esta dulce tarea

si luego tú ya no me besas?

LA FILOSOFIA DEL AMOR

Percy Bysshe Shelley