Fraternitas crucis

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FRATERNITAS CRUCIS

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FRATERNITAS

CRUCIS

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BEATI SERVIENDI

[1] FELICES DE SERVIR a Dios a través de la Iglesia mediante un llamado

especial, queremos consagrar nuestra vida al Señor y dedicar por entero nuestra

existencia a esparcir el amor de Cristo en este mundo, a extender la misericordia de

Dios por la oración y la donación de nuestras vidas y a defender nuestra fe con

nuestras palabras y obras.

[2] Llamados, pues, para servir en el amor de Cristo, permanecemos firmes

en la fe, fieles al magisterio y siempre obedientes al Santo Padre, a él, Vicario de

Cristo en la tierra, a quien amamos con todo el corazón. Juramos solemnemente

mantenernos a perpetuidad como hijos entregados y obedientes a la Santa Madre

Iglesia, aún a costa del derramamiento de sangre. Fieles hasta el martirio: Mártires

por el Evangelio, mártires por Cristo, nuestro Camino, Verdad y Vida.

DISPOSICIONES GENERALES

[3] Nuestra fraternidad no es nuestra, sino de Aquél que nos ha llamado a

vivir, ya desde la tierra, los tesoros del Cielo. Sólo somos hijos de Dios, hermanos

de Cristo, que buscando ser agradables a Dios, queremos hacernos pequeños ante su

mirada, de modo que nuestra grandeza sea sólo dada y cimentada en nuestro

Creador.

[4] Queremos llamar a nuestra pequeña hermandad Fraternitas Crucis

(Fraternidad de la Cruz), porque es en ella donde se consuma el sacrificio de Cristo,

siendo como una puerta que nos abrió los cielos cuando no lo merecíamos. Y,

siguiendo a Cristo, que se entregó por nosotros para salvación del género humano y

la redención del universo, así también nosotros queremos ser entregados y

crucificados con Él, nuestro maestro y Señor, centro de nuestras vidas. Lo aspiramos

para mayor gloria de Dios y la salvación de las almas.

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[5] Nos queremos entregar como víctimas de amor por la salvación de un

mundo en decadencia. Y siendo conscientes de que no somos necesarios deseamos

entregarnos por amor siguiendo las palabras de Cristo cuando dijo: «Nadie me

quita la vida, yo la doy porque quiero.» Jn 10, 18. Éste será nuestro principal

carisma: el ofrecimiento de nosotros mismos para que todos los pueblos lleguen al

conocimiento de la verdad; y posterior a éste: el amor y la misericordia. Nuestra

fraternidad toma como norma las palabras de san Pablo dirigiéndose a los romanos

«Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a

vosotros mismos como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios: tal será

vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien

transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis

distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto.» Rom

12, 1-2.

[6] El fin de nuestra fraternidad no es otro que el del amor, pues creemos que

sólo el amor nos puede salvar. Queremos hacer todo por amor: por amor, orar; por

amor, obrar en favor de nuestros hermanos; por amor, trabajar; por amor, vivir.

Todo por amor.

[7] Nuestra regla de vida es el Evangelio: centro, fuente y culmen de nuestra

fraternidad, constituyéndose así como el origen de nuestra espiritualidad, nuestra

razón en la fe y nuestro credo en la razón.

[8] El modo de vivir este amor será en diversos aspectos de la cotidianeidad

de la vida; así, creyendo que Dios nos llama a expresar el amor que nos tiene,

deseamos expresar nuestro amor por él, en la vida en comunidad, en la oración

contemplativa, en la dirección espiritual, en el santo abandono, en la santa

indiferencia, en la pobreza, en la castidad, en la obediencia, en la mortificación, en

la liturgia, todo esto con un corazón de niños, capaz de elevar todo cuanto es vivido

al culmen de la vida cristiana que es la caridad, teniéndola como punto de partida y

meta.

[9] Nuestra fraternidad no busca ser grande en número ni extensión. Tampoco

buscamos ser elitistas ni exclusivistas, simplemente creemos que Dios nos ha

llamado como una mínima comunidad que se ofrezca a él, buscando siempre crecer

más en santidad que en número. Por ello, sólo queremos ser pocos monjes, que en

reclusión quieran derramar el amor de Cristo por sus hermanos en la Iglesia.

[10] Nuestra fraternidad pretende ser un oasis de amor y misericordia para

todos aquellos necesitados y desamparados, tanto en lo espiritual como en lo

material, de modo que en el desierto de la indiferencia podamos comunicar el amor

de Cristo, siguiendo las palabras del Señor que dice: «Venid a mí todos los que

estáis fatigados y sobrecargados, y yo os proporcionaré descanso. Tomad sobre

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vosotros mi yugo, y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón; y

hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga

ligera.» Mt 11, 28-30.

[11] Queremos llegar a todos los que son despreciados, a todos los que no son

importantes para el mundo y acompañarlos con oración, con penitencia, con

dirección espiritual, y los otros medios que la Santa Madre Iglesia pone a

disposición de todos sus hijos (laicos o consagrados), siendo para ellos hermanos y

compañeros de camino, sirviéndoles con nuestras vidas.

EL MANDAMIENTO MÁS IMPORTANTE: EL AMOR

[I] «Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la Ley?» Él le dijo: «Amarás

al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.

Este es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste:

Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda

la Ley y los Profetas.» Mt 22, 36-40.

[12] Sólo el amor nos puede salvar. Creemos de todo corazón que sólo el

hombre es hombre cuanto más ama, sobre todo cuando ama a su Señor sobre todas

las cosas, pues como lo ha dicho Nuestro Señor, quien ama a Dios amará a su

prójimo y amando a Dios y a su hermano, cumplirá la ley, siendo el cumplimiento

de ésta una consecuencia del amor y no su finalidad primera en cuanto tal.

[13] Así, nosotros queremos amar al Señor con todo el corazón, con toda el

alma, con toda nuestras fuerzas, de modo que en nuestras vidas no haya otra razón

más que la de amar y amar mucho. Y así, de tal manera, que nuestro amor por Dios

se refleje en el amor por nuestros hermanos. Tomemos en cuenta, pues, las palabras

de san Pablo que nos enseña la importancia del amor en la vida de todo cristiano ya

que sólo el amor justifica las buenas obras, el amor es el artífice de los milagros, el

amor da sentido a los sacrificios, el amor santifica nuestras vidas, el amor nos abre

las puertas del Cielo:

[II] «Ya podría yo hablar las lenguas de los hombre y de los ángeles; si no tengo

amor, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe. Ya podría yo tener el

don de profecía y conocer todos los misterios y toda la ciencia, o poseer una fe

capaz de trasladar montañas; si no tengo amor, nada soy. Ya podría repartir

todos mis bienes, e incluso entregar mi cuerpo a las llamas; si no tengo amor,

nada me aprovecha. El amor es paciente y bondadoso; el amor no es envidioso,

no es jactancioso ni orgulloso; es decoroso; no busca su interés; no se irrita; no

toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad.

Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor no

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acabará nunca; (…). Ahora subsiste la fe, la esperanza y el amor, estas tres

realidades. Pero la mayor de todas ellas es el amor.» 1Cor 13, 1-8a.13.

[14] Nuestra vocación pues, es el amor, es nuestra misión en esta vida a dar

testimonio del amor que hemos recibido de lo alto. Tengamos en el corazón estas

palabras de san Pablo, pues nada de lo que hagamos vale si carece de amor.

[III] «Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo lo he

amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros

sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el

siervo nunca sabe lo que suele hacer su amo; a vosotros os he llamado amigos,

porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.» Jn 15, 12-15.

[15] Cristo es el amigo fiel que se ha entregado por nosotros. Nosotros hemos

sido elevados de siervos a amigos suyos sólo por voluntad suya por medio del amor.

Sepamos esto, cada vez que llevamos a Cristo a nuestros hermanos, en cualquier

medio posible, nosotros siendo instrumentos de Nuestro Señor, quitamos las cadenas

de la servidumbre de sus almas, los liberamos y les damos, primero, la condición de

hombres libres, y simultáneamente, la condición de amigos de él. Es él el que

entregó su vida por nosotros, nosotros demos la vida por él, incluso seamos valientes

de dar la vida por Jesús en aquellos que nos odien, persigan y calumnien, pues dice

el Señor: «(…) Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para

que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y

buenos, y lloves sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué

recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no

saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No

hacen eso mismo también los paganos? Vosotros, pues, sed perfectos como es

perfecto vuestro Padre del cielo.» Mt 5, 44-48.

[16] Esto es parte también del morir a uno mismo, es parte también del

ofrecimiento como víctimas de amor, es manifestación clara de la cruz que se lleva

para santificación de ellos y de nosotros, recordemos, hermanos que nuestro juicio

será conforme al juicio que hayamos tenido para con nuestro prójimo cf. Mt 7, 2. Así,

Nuestro Señor lo explica en casa de Simón, el fariseo: «(…)Por eso te digo que

quedan perdonados sus numerosos pecados, porque ha mostrado mucho amor.

A quien poco se le perdona, poco amor muestra.» Lc 7, 47.

[17] Tengamos siempre en el corazón esto: si estamos aquí, si hemos sido

llamados, es porque Dios se ha dignado perdonar, no poco, sino TODO pecado que

hemos hecho. Haciendo esto consciente nos debemos sentir sobrecogidos por tanto

amor hacia nosotros pecadores, de modo que sólo reconociendo que no merecemos

tanto amor de su parte, no seamos ingratos con él y paguemos a su amor con mucho

amor y gratitud de nuestra parte.

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«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como

yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois

discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros.» Jn 13, 34-

35.

[18] Si tan sólo quisiéramos cumplir este mandato del Señor, nuestro mundo

sería diferente. Los invito hermanos a que nos esforcemos por realizar, entre

nosotros y entre los demás, estas palabras de Cristo, pues sólo el testimonio de

nuestro amor por el Señor Jesús en medio de nosotros será un poderoso ejemplo

contra el odio y la desconfianza en el otro. Quiero creer que Nuestro Señor nos lo

pide con tal de seamos sal de la tierra cf. Mt 5, 13. Seamos discípulos del Señor en el

amor entre nosotros.

CARIDAD

[IV] «Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre,

recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del

mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de

beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo,

y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.” Entonces los justos le

responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o

sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o

desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a

verte?”. Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de

estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.”» Mt 25, 34-40.

[19] Todos nuestros esfuerzos estarán destinados a la caridad, pues es la

caridad la expresión más viva del amor de Dios que se manifiesta a través de los

cristianos. No es que seamos los miembros más caritativos de la Iglesia,

simplemente queremos desgastar nuestra vida en beneficio de nuestros hermanos,

atendiendo a Nuestro Señor en la carne del otro. Queremos ser “testigos del amor

en sumisión callada (…) testigos de cansancio de una vida inmolada, a golpe de

Evangelio, a golpe de la espada” (Himno de Laudes del común de mártires, extractos), es

decir, sacrificar nuestra vida por el Cristo encarnado en el prójimo, sobre todo en el

prójimo olvidado, el prójimo triste y desconsolado, el prójimo despreciado del

mundo, el prójimo hambriento y sediento en el cuerpo y en el alma, el prójimo preso

de sí mismo y cautivo del pecado. Queremos ser esa luz, ese consuelo, ese pan que

es comido para dar vida, ese vino derramado sobre las heridas para sanarlas cf. Lc 10,

34; queremos ser, pues, la mano de Cristo que acaricia a sus hermanos y los saca de

sus sepulcros.

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VOCACIÓN: LA CRUZ POR AMOR

[V] «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los

pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos

y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año

de gracia del Señor.» Lc 4, 18-19.

[20] Estas palabras del profeta Isaías leídas por Nuestro Señor en la sinagoga

deben ser tomadas por nosotros como el sentido y orientación de nuestras vidas,

como aquello que ordena nuestro existir y que nos hace sentir emoción en la

humildad ante tan profundo designio y misterio, pues, de instrumentos insuficientes

como nosotros, el Señor ha tenido a bien disponer de nuestro ser para darnos a sus

hijos predilectos: los pobres de espíritu (para enriquecerlos), los esclavos del pecado

(para ser liberados), los ciegos (para disipar las tinieblas del error y la ignorancia),

los oprimidos (para suavizar su yugo), de modo que cada día, cada acontecimiento,

cada año esté lleno de la gracia del Señor.

[VI] «No me habéis elegido vosotros a mí; más bien os he elegido yo a vosotros,

y os he destinado para que vayáis y deis fruto, de modo que todo lo que pidáis

al Padre en mi nombre él os lo conceda.» Jn 15, 16.

[21] El Señor nos ha llamado, y nos ha llamado a amar, para que, amando,

enseñemos a otros a amar y, así lleguemos a ser santos junto con todos aquellos a los

que Dios nos haya encomendado en nuestras vidas. Ése será nuestro trabajo: ser

sembradores de semillas de amor, para que así el mundo se convierta en un bosque

de amor. Ése será nuestro fruto: la santidad alcanzada por medio del amor; para que

así se cumpla lo que dijo el Señor: «Por sus frutos los conoceréis.» Mt 7, 16a.

[VII]¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios

según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza. Dios ha escogido

más bien a los que el mundo tiene por necios para confundir a los sabios; y ha

elegido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes. Dios ha escogido lo

plebeyo y despreciable del mundo; lo que no es, para reducir a la nada lo que

es. De ese modo, ningún mortal podrá alardear de nada ante Dios. 1 Cor 1, 26-29.

[22] San Pablo nos lo advierte, nosotros no somos grandes a los ojos del

mundo, debemos tener muy presente eso, siempre presente. Que no nos creamos

más que los demás, ni tampoco hijos predilectos de Nuestro Señor, pues todos

estamos llamados a servir a Dios en nuestros hermanos; nosotros, sólo por

misericordia y compasión suya, nos ha invitado a seguirlo, pero nuestro seguimiento

particular es ser como otro Cireneo, que carga la cruz de Cristo hasta el Calvario, ser

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otro Juan que lo acompañe hasta su crucifixión. Estamos llamados a ser crucificados

con Cristo y en esto está nuestra grandeza: en nuestra pequeñez y el desprecio del

mundo por nosotros, pues sin desearlo, seremos como bofetadas de amor para los

grandes y poderosos, para los soberbios y orgullosos, de modo que se haga en

nosotros verdad lo que dijo Nuestro Señor: «(…) no he venido a llamar a justos,

sino a pecadores.» Mc 2, 17b.

[23] Hemos sido llamados a morir ¡sí, hermanos! ¡Hemos sido llamados a

morir! Pero no una muerte que entristece, como en la ausencia de un ser querido, ni

tampoco una muerte espiritual que aniquila la esperanza del alma ¡no! Estamos

llamados a morir a nosotros mismos, morir en la cruz de cada día, ahí

encontraremos nuestra gloria, ahí encontraremos nuestra recompensa.

[24] Este morir sólo se da como consecuencia del amor, porque la cruz sólo

se carga por amor y sólo se muere en la cruz por amor. Sólo este tipo de muerte

enriquece como la semilla que muere para dar fruto cf. Jn 12, 24. Pero, ¿cómo es este

morir? ¿qué significa? Significa cansarse y desgastarse por los demás, renunciar a

nuestros gustos, dejar atrás las comodidades, considerar al otro como mayor y más

importante que uno mismo. La cruz resume todo, en la cruz se consuma todo cf. Jn

19, 30; crucifiquémonos con Cristo porque en su muerte los justos renacerán y vivirán

eternamente; pues ya lo dice san Pablo a los romanos: «Si verdaderamente hemos

muerto con Cristo, tenemos fe de que también viviremos con él, pues sabemos

que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no muere; la muerte no

tiene ya poder sobre él. Su muerte fue un morir al pecado de una vez para

siempre, mas su vida es un vivir para Dios. Así también, considerad vosotros

que estáis muertos al pecado, pero que vivís para Dios en unión con Cristo

Jesús.» Rom 6, 8-11.

POBREZA

[VIII] «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre

que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en

el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que

socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. Mt

6, 19-20.

[25] La pobreza es una extraordinaria actitud de vida, pero también una

altísima virtud. Ciertamente, no es un don infundido por Dios de manera

sobrenatural, pero la gracia divina si dispone al corazón, para que aceptando la

pobreza, acoja con mayor benignidad las riquezas y los tesoros del Cielo.

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[26] Hermanos, esforcémonos por vivir en la pobreza, pues el que es pobre de

corazón no tiene nada que perder, nada estorba tampoco para entregarle el corazón

al Señor, pues quien no necesita de nada para vivir, tampoco necesitará de sí mismo

y será todo de Dios. Vivamos en la pobreza de espíritu reflejada en la pobreza

material, de tal manera que no tiendo nada, en el cuerpo y el espíritu, lo ganemos

todo del Cielo. No hay que temer a la pobreza, pues si sólo tenemos al Señor como

pertenencia, ¿nos hará falta algo más? Recordemos también las palabras de Nuestro

Señor «no sólo de pan vive el hombre (…)» Mt 4, 4a, vivamos pues de su palabra

para que nuestro corazón esté sólo en los tesoros del Cielo.

[27] Que el mundo no sea, con sus seducciones de fama, riqueza, poder, la

cadena que nos ate y nos impida emprender el vuelo, lo que sea del mundo

dejémoslo en el mundo, y lo que sea del cielo, démoslo al cielo, «Pues lo del César

devolvédselo al César, y lo de Dios a Dios.» Mc 12, 17.

[IX] Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda,

cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo;

luego, ven y sígueme.» Mc 10, 21.

[28] El señor ha fijado su mirada bondadosa y misericordiosa en cada uno de

nosotros, no por mérito nuestro sino por amor. Él, como a ese joven nos repite lo

mismo y nos invita a “vender” todo lo que tengamos y se lo demos a los “pobres”,

es decir, a sus hijos más desprotegidos. ¡qué hermosa exhortación, qué bello

llamado! Pues nos llama para que empobreciéndonos enriquezcamos a sus hijos

desamparados, Jesús quiere que “vendamos” nuestras vidas por ellos, y que en ellos,

los “pobres” se la entreguemos a él.

[29] La escritura dice, «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, me ha

tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad.» Sal 15, 5-6. Antiguamente los

levitas, quienes no tenían una porción física de la Tierra Prometida, poseían

únicamente como herencia a Dios mismo, pues ellos serían la tribu sacerdotal. Que

nosotros seamos, pues, como otros levitas en medio de este mundo, a nosotros no

nos pertenece nada, que solamente sea el Señor nuestro Dios nuestra pertenencia,

que sea nuestro lote hermoso, y seamos para él su heredad reflejada con nuestras

vidas.

CASTIDAD

[X] «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha

concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay

eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron

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tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender que

entienda.»

Mt 19, 11-12.

[30] La castidad no es castración, sino la concentración de todo el poder del

amor que una persona es capaz de dar, pero reorientada la consecución de la obra de

Dios.

[31] Hermanos, Nuestro Señor nos llama a ser Eunucos por el Reino de los

Cielos, nos llama a amar más de una manera indivisa. San Pablo afirma que el

soltero se preocupa de las cosas del Señor, preocupémonos pues de entregarle toda

nuestra existencia al amor divino para que ese fuego del amor, que en el mundo nos

quemaría hasta morir, pueda hacernos morir de amor para transformar al mundo y

hacerlo renacer desde las cenizas de la pureza.

[32] No tengamos miedo de la castidad, ¿qué podemos perder? Es poco a lo

que renunciamos, con tal de ganar todo en Cristo, para nosotros y para la salvación

del mundo. Reconozcamos en nuestros prójimos a nuestros hijos a semejanza del

Padre que está en los cielos; reconozcamos en nuestros prójimos a nuestros

hermanos y amigos por quienes al entregar la vida demostramos que no hay amor

más grande que darla por ellos a semejanza del Hijo que está sentado a la derecha

del Padre; reconozcamos en nuestros prójimos el amor que nos inunda y nos

consume a semejanza del Espíritu Santo que al devorar en todo en el fuego del amor,

lo renueva.

OBEDIENCIA

[XI] Y en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente

hasta la muerte, y una muerte de cruz. Flp 2, 8.

[33] Jesús es nuestro perfectísimo ejemplo de obediencia. Él que siendo todo,

se hizo poco, y siendo el más grande se humillo como quien no tiene dignidad.

Ahora bien, todos nosotros hemos sido dignificados por Cristo por su muerte y

resurrección, así, buscando obedecer primero la voluntad de nuestro Padre Dios y

luego la voluntad de nuestros superiores, renunciemos a nuestra voluntad propia, de

modo que no haya lucha de intereses a causa de la diferencia natural entre nuestra

voluntad y la de Dios, despojémonos pues de la nuestra y sólo tengamos la de Dios

en nuestras vidas. Así, cumpliremos todo cuanto él desee aún muy por encima de

nuestros gustos, preferencias y reticencias.

[XII] Obedeced a vuestros guías y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras

almas como quienes han de dar cuenta de ellas; así harán todo con alegría y sin

lamentarse. De lo contrario, no sacaríais provecho alguno. Hb 13, 17.

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[34] La obediencia es difícil, pero no lo es tanto para quien por su libre

voluntad la cede y la pone en manos de Dios en sus superiores. La obediencia

siempre es una cruz, pero ¿acaso no estamos aquí para ser crucificados con Cristo?

Vayamos pues hermanos a obedecer, tal como Nuestro Señor espera de nosotros,

hasta la muerte propia. Quisiera, sin embargo, invitarlos a ver más allá del precepto,

sino la mística de este consejo evangélico, pues la obediencia no es más que la plena

confianza en los designios de Dios que se manifiesta de una manera amorosa y

misericordiosa, aunque a veces desconcertante, pero que Dios lo permite y, de algún

modo, así le ha parecido bien. Dejemos pues que Dios sea Dios y nosotros seamos

hijos obedientes de él, de modo que se haga vida lo que dice la Escritura: Hijos,

obedeced en todo a vuestros padres porque esto es grato a Dios en el Señor. Col

3, 20.

SANTO ABANDONO Y SANTA INDIFERENCIA

[XIII] «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, pensando qué

comeréis, ni por vuestro cuerpo, discurriendo con qué os vestiréis. ¿No vale

más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del

cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, pero vuestro Padre

celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién

de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de

su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo,

cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en todo su

esplendor, se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del

campo, que hoy es y mañana se echa al horno, ¿no lo hará mucho más con

vosotros, hombre de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué

vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos?, pues por

todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que

tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y

todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del

mañana, pues el mañana se preocupará de sí mismo: cada día tiene bastante

con su propio mal.» Mt 6, 25-34.

[35] El santo abandono no significa vivir a la ligera, sino todo lo contrario, viviendo

siempre atentos, siempre esforzados, pero con una confianza tal en Dios, que no

tengamos otro gozo y consuelo que lo propiamente dictado por el Señor para cada

uno de nosotros. No se trata tampoco de una actitud resignada ante los

acontecimientos de la vida, sino una postura llena de fe en el Señor, es decir, una

manera de afrontar la vida como lo hizo Nuestro Señor antes de su pasión y que fue

anunciado a sus discípulos: «(…) yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

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Os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión

conmigo. En el mundo encontraréis dificultades y tendréis que sufrir, pero

tened ánimo, yo he vencido al mundo.» Jn 16, 32b-33.

[36] El santo abandono nos impulsa a estar siempre puestos en los brazos de

Dios que no suelta de la mano a sus pequeños hijos, sino que los toma y los guía por

el camino de la vida.

[37] El santo abandono significa vivir cada día como si fuera el último, para

vivirlo en plenitud a pesar de las contrariedades mismas de la vida. El santo

abandono para nosotros significa, darlo todo, confiando en que, el Señor en su

infinita sabiduría y en su Providencia divina permite que sucedan las cosas para bien

de quienes lo aman y que nos utiliza como indignos instrumentos para llevar a cabo

su plan de salvación.

[38] El santo abandono significa no hacer nuestra voluntad sino la del Padre,

a imitación de Cristo, el más sublime ejemplo de abandono en Dios, cuando en

Getsemaní decía: «Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa, pero no sea

como yo quiero, sino como quieres tú.» Lc 22, 42.

[XIV] El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios

nuestro señor y, mediante esto, salvar su alma; y las otras cosas sobre la haz de

la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del

fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar de

ellas, cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas, cuanto para

ello le impiden. Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas

criadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no

le está prohibido; en tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud

que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que

corta, y por consiguiente en todo los demás; solamente deseando y eligiendo lo

que más nos conduce para el fin que somos criados. (EE 23, Principio y fundamento).

[39] Queremos tomar de san Ignacio de Loyola su manera de hablar de la

santa indiferencia y tomarla como regla para nuestra vida. La santa indiferencia no

significa olvidarnos del mundo y pretender que no exista, tampoco significa dejar a

un lado aquello que nos estorba o incomoda, no, no es eso. La santa indiferencia

para nosotros es una sublime expresión de amor por Dios que nos pide tener libre el

corazón, libre la vida, sin cadenas que nos aten a este mundo, de tal manera que

siendo humildes ante el Señor reconozcamos que nada de lo que tenemos es

necesario y que si lo tenemos es sólo por gracia de Dios que, sin mérito nuestro, se

ha dignado otorgárnoslo. También significa que, desprendidos de las cosas de este

mundo, podamos tener una fuerza de voluntad tan grande pero también tan humilde

que sea capaz de renunciar a todo aquello que el Señor nos pida, teniendo siempre

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puesta nuestra mirada y nuestro corazón en el Señor, pues no busca algo de

nosotros, sino todo.

[40] La santa indiferencia significa, pues, que teniendo algo, cualquier cosa,

seamos capaces de dejarla atrás con tal de seguir a Cristo, como nos lo ejemplifica el

Evangelio con el ciego de Jericó: «Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino

ante Jesús.» Mc 10, 50. De tal modo que, no nos importe el ser ricos o pobres, sanos o

enfermos, pues sabemos que si somos ricos, lo somos por Cristo Jesús, si somos

pobres, lo somos por Cristo Jesús, si estamos sanos, lo estamos por Cristo Jesús, o si

enfermos, lo es por Cristo Jesús.

RENUNCIA

[XV] Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «si alguno

quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque

quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por

el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero

si arruina su vida? ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Mc 8, 34-37.

[41] ¿A qué somos capaces de renunciar por Cristo? Meditemos esa pregunta.

Imaginemos, hermanos, todo aquello que anhelamos tener, todo aquello que siempre

hemos deseado, todo aquello por lo cual suspiramos y que, sin ser prohibido por la

ley de Dios, sea lícito poseer. ¿Qué pasaría si, nos dijeran, ve con Dios, pero deja

aquí, al inicio del viaje todo eso que has anhelado, deseado y por lo cual has

suspirado? Pero, hay una condición más: lleva esta cruz sobre tus hombros.

[42] Hermanos, ¿a qué estamos dispuestos a renunciar? Realmente lo

dejaríamos todo por seguir a Cristo. Quisiera que siempre llevásemos estas palabras

en el corazón, pues el Señor quiero que dejándolo todo lo sigamos, como lo hicieron

los santos apóstoles Pedro, Andrés, Santiago, Juan y Mateo; quiere que no

busquemos nuestra vida de una manera egoísta, superficial o intimista, sino que la

busquemos en Cristo mismo, desinteresadamente, generosamente, desprendidamente

y en compañía de los demás. Pensemos pues, ¿de qué nos sirve ganar todo si eso nos

hace perder a Cristo? Además, san Pablo advierte, «todo me está permitido, pero no

todo me conviene», pero ¡cuánto nos cuesta desprendernos de lo que no nos

conviene! Renunciemos, hermanos, renunciemos a todo lo que nos ata al mundo.

[XVI] Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te

hemos seguido.» Jesús dijo: «Yo os aseguro que nadie que haya dejado casa,

hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio,

quedará sin recibir el ciento por uno: ahora, al presente, casas, hermanos,

hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo

Page 14: Fraternitas crucis

14

venidero, vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos,

primeros.» Mc 10, 28-31.

[43] Podemos, incluso, caer en la tentación de recriminarle a Nuestro Señor

las renuncias que, en apariencia, hacemos por él, (pero que en el fondo no son más

que reflejos de un egocentrismo manifestado en mayor o menor grado), como

esperando que nos clarifique cuál va a ser nuestra recompensa, y aun así, Jesús, con

tanto amor nos dice que nos dará aún en mayor medida cada cosa que hayamos

renunciado por él, pero advierte también que junto a ello también vendrán las

pruebas, que serán como el fuego que purifica el oro.

[44] Quiero abundar aún más en el tema de la renuncia, pues quien desee

pertenecer a esta fraternidad deberá renunciar por amor a muchas cosas, quizá la

renuncia más difícil no será la renuncia del mundo, sino la renuncia del Yo, pues las

cosas materiales se quitan y se dejan, pero yo mismo, ¿cómo renuncio a mí mismo?

Ese es algo que el fiel cristiano aprenderá durante toda su vida, ya que la vida del

discípulo de Cristo es una constante renuncia, con mayor razón lo será para el fiel

que es llamado por el mismo Dios a vivir más de cerca con él, el maestro que «no

tiene donde recostar su cabeza» Mt 8, 20b y que sin embargo nos colma de

bendiciones.

[45] El que renuncia a sí mismo, renuncia al mundo con mayor facilidad,

pues muchas veces nuestro peor enemigo es uno mismo. Renunciar significa morir,

como dijo el apóstol «Vayamos también nosotros a morir con él.» Jn 11, 16.

Vayamos pues a morir para resucitar a una vida nueva, que es a eso a lo que nos

llama el Señor. Si nuestro Yo no muere, será como una pared manchada a la que

solamente se le agregan capas de pintura para cubrir sus inmundicia sin antes

rasparla y que con el tiempo, sólo es un cúmulo de capas de pintura que termina por

caerse y deja al descubierto la inmundicia original. No, no seamos así, renunciemos

para poder decir como san Pablo: (…) Olvido lo que dejé atrás y me lanzo a lo

que está por delante, corriendo hacia la meta, al premio a que Dios me llama

desde lo alto en Cristo Jesús. Flp 3, 13b-14 después de todo, como dijo el mismo

Cristo: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el

Reino de Dios.» Lc 9, 62.

CORAZÓN DE NIÑO

[XVII] En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron:

«¿Quién es el mayor en el Reino de los Cielos?» Él llamo a un niño, lo puso en

medio de ellos y dijo: «Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los

niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, el mayor en el Reino de

los Cielos será el que se humille como este niño. Mt 18, 1-4.

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15

[XVIII] Entonces le fueron presentados unos niños para que les impusiera las

manos y orase; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús les dijo: «Dejad que los

niños vengan a mí; y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el

Reino de los Cielos.» Mt 19, 13-14.

[XIX] Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les

reñían. Mas Jesús, al ver la escena, se enfadó y les dijo: « Dejad que los niños

vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de

los Dios. Yo os aseguro: el que no acoja el Reino de Dios como un niño no

entrará en él.» Y abrazaba a los niños y los bendecía poniendo las manos sobre

ellos. Mc 10, 13-16.

[XX] Y tomando a un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó entre sus

brazos y les dijo: «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me

recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha

enviado.» Mc 9, 36-37.

[46] Estos cuatro pasajes que sean para nosotros no sólo un fundamento sino

también una meta, pues Nuestro Señor considera en tan alta estima la pureza, la

limpieza, la sinceridad, la confianza, el amor de los niños que asegura que siendo

como ellos entraremos en el Reino de los Cielos. Pero, ¿cómo se llega a ser niños?

Ciertamente no se trata de ser infantiles, sino que, asombrosamente Cristo pone de

manifiesto que la madurez espiritual equivale la simpleza y sencillez de los niños.

¡Imaginémonos, hermanos, cuán grande es un niño en el cielo! El cardenal Ratzinger

en su libro El Dios de los cristianos reflexiona sobre la infancia de Jesús y dice que

debió haber sido tan significativa que la pone de ejemplo para llegar al cielo.

[47] Hermanos, seamos como niños, ¡seamos como niños porque Dios nos

quiere así para él! Un padre no quiere separarse de su hijo bebé cuando éste está en

sus brazos durmiendo, así, nuestro Padre Dios no quiere que nos separemos de sus

brazos y que permanezcamos recostados en su regazo, pues apartándonos de él

seremos como los racimos que se separan de la vid.

[48] Exponemos aquí las palabras del Cardenal Ratzinger, del libro citado arriba:

«Jesús se hizo niño. ¿Qué es eso de ser niño? Significa, ante todo, que se depende, que se

recurre, que se necesita, que se remite uno a otro. En cuanto niño, Jesús procede no sólo de

Dios, sino de otro ser humano. Se ha gestado en el seno de una mujer de la que ha recibido su

carne, su sangre, su latido, su garbo, su habla. Ha recibido vida de la vida de otro ser humano.

Lo propio, que procede así de lo ajeno, no es meramente biológico. Quiere decirse que Jesús

recibió de los hombres que le precedieron, y en último término de su madre, los modos de

pensar, de contemplar, la impronta de su alma humana. Quiere decirse que, con la herencia de

los antepasados, asumió el largo camino recorrido que lleva de María a Abrahán, y aun a

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16

Adán. Cargó con el peso de esa historia; la vivió y la sufrió de nuevo, sacándola de todas sus

negaciones y tergiversaciones a la pura afirmación: ‹El Hijo de Dios, Jesucristo, no fue sí y

no, antes bien, en él se halla realizado el sí› (2 Cor 1,19).

Llama la atención lo señalado puesto que Jesús asigna a la infancia en la condición

humana ‹Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el reino

de los cielos› (Mt 18, 3). Para Jesús, pues, la niñez no es un estadio transitorio de la vida

humana, que deriva de su condición biológica y que luego se borra sin dejar huella; en la

infancia se realiza hasta tal punto lo específico del ser humano, que está perdido quien perdió

lo esencial de la niñez. (…) Jesús recordaba su infancia como unos años felices, ya que siguió

considerando tan preciosa la niñez, e incluso ésta tuvo para él el valor del modo más puro de

existir como hombre. Se podría aprender ahí el respeto al niño, que precisamente en su

indefensión reclama nuestro amor. (…) ¿Qué es eso tan propio de la niñez, para que Jesús lo

tenga por tan insustituible? (…) La niñez ocupa un lugar tan destacado en la predicación de

Jesús porque está en la más profunda correspondencia con su más personal misterio, con su

filiación. Su dignidad más alta, la que remite a su divinidad, no es en último término un poder

del que él disfruta, sino que se funda en su referencia al otro, a Dios, al Padre…(…) ser niño

en el sentido de Jesús es aprender a decir Padre.

El hombre quiere ser Dios y debe serlo. Pero cuando intenta alcanzarlo, como en la

eterna charla con la serpiente del paraíso, emancipándose de Dios y de su creación, alzándose

sobre y ante sí, cuando, en una palabra, se hace completamente adulto, totalmente

emancipado y echa a un lado la niñez como forma de existencia, entonces termina en nada,

porque se pone en contra de su verdad, que consiste en remitirse a alguien. sólo cuando

conserva el núcleo más íntimo de la niñez, la existencia filial vivida por Jesús, entra con el

Hijo en la divinidad de Dios.

(…) Otro aspecto de lo que Jesús quiere cifrar en la niñez se percibe en su bienaventuranza

de los pobres: ‹Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios› (Lc 6, 20). En esta

frase los pobres ocupan el lugar de los niños. De nuevo, no se trata de contemplar

románticamente la pobreza, de emitir juicios morales sobre pobres y ricos individuales, sino

de la hondura de la condición humana misma. En la condición de pobre se deja ver algo de lo

que significa la niñez: de suyo, el niño no posee nada. Vive de los demás y es, de ese modo,

libre en su carencia de poder y de propiedad. No tiene aún posición alguna que ahogue, como

una máscara, lo que le es característico. La posesión y el poder son las dos grandes

tentaciones del hombre, que se hace prisionero de su propiedad y pone en ella su alma. Quien

aun siendo poseedor, no puede permanecer pobre y no reconoce que el mundo está en manos

de Dios y no en sus manos, ha perdido una vez más aquella niñez sin la cual no hay acceso al

Reino.»1

SER PEQUEÑOS

[XXI] Mas Jesús los llamó y dijo: «Sabéis que los jefes de las naciones las

dominan como señores absolutos, y los grandes los oprimen con su poder. No

ha de ser así entre vosotros, pues el que quiera llegar a ser grande entre

vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre

vosotros, que sea vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre,

1 J. RATZINGER, El Dios de los Cristianos. Meditaciones, 71-74.

Page 17: Fraternitas crucis

17

que no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por

muchos.» Mt 20, 25-28.

[49] Que ésta sea la regla fundamental de nuestra grandeza, pues sólo los

pequeños, sólo los humildes, sólo los que se hacen esclavos de los demás, serán

grandes, serán exaltados, serán liberados en y para el Reino de los Cielos.

Hermanos, no estamos aquí para quitar la lana de las ovejas, y mucho menos,

trasquilar las ovejas ajenas, pues nosotros somos, a imitación de Cristo Buen Pastor,

los buenos pastores que dan la vida por ellas y que no las dejan desprotegidas. No

estamos llamados para ser servidos sino para servir, y en el servicio manifestaremos

la caridad, pues es la caridad la expresión más alta de amor. De tal modo que,

atendiendo las palabras de Jesús que dice «Si uno quiere ser el primero, que sea el

último de todos y el servidor de todos.» Mc 9, 35; así, y sólo así, podremos dar

cumplimiento a nuestro deber de amor para con los demás, para que cuando estemos

en la presencia de Dios, nuestro amo y Señor, seamos capaces de decir «No somos

más que unos pobres siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer.» Lc

17, 10. Atendiendo de un modo significativo las palabras del apóstol san Pablo:

«Efectivamente, a pesar de sentirme libre respecto de todos, me he hecho

esclavo de todos para ganar a los más que pueda. (…) Me he hecho débil con los

débiles para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos para salvar a algunos

al precio que sea. Y todo esto lo hago por el Evangelio, para ser partícipe del

mismo.» 1 Cor 9, 19.22-23.

[50] Que nuestra recompensa en el cielo sean las almas ganadas para Dios

aquí en la tierra, que nuestras fuerzas desgastadas tengan su descanso en el cielo,

para poder decir como san Pablo: «Por mi parte, muy gustosamente gastaré y me

desgastaré por vosotros.» 2 Cor 12, 15a.

ORACIÓN

[XXII] «Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de

cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve

en lo secreto, te recompensará. Ahora bien, cuando oréis, no charléis mucho,

como los paganos, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados.

No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de

pedírselo.» Mt 6, 6-7.

[51] Nosotros estamos llamados a ofrecernos por los que no se ofrecen, orar

por los que no oran, amar por los que no aman, adorar por lo que no adoran, creer

por los que no creen y ser siempre ofrendas que se entregan a Dios por los

hermanos. Oraremos pues, por la conversión del mundo y la salvación de las almas.

Page 18: Fraternitas crucis

18

[52] Oraremos mediante la Eucaristía, centro y culmen de nuestra vida diaria.

No escatimemos nada para glorificar a Dios en la Santa Misa, pues es la acción de

gracias más grande que los hijos de Dios podemos ofrecer al Padre: el Cuerpo y la

Sangre santísimos de Nuestro Señor Jesucristo. En consecuencia, no se limite en

nada el esplendor, la devoción y la reverencia por Nuestro Señor en la sagrada

liturgia, no sólo en la Eucaristía, sino en todos los sacramentos.

[53] Se cantará siempre en canto gregoriano y, en lo posible, en polifonía,

tanto en lengua vulgar como en lengua latina.

[54] La Liturgia de las horas será cantada en comunidad en las Laudes, las

Vísperas y las Completas. El Oficio de Lectura se rezará de manera personal,

mientras que las Horas Tercia, Sexta y Nona, serán rezadas de manera libre, es decir,

personalmente o en compañía de algún(os) otro(s) monje(s), o bien, en comunidad

según lo exijan las circunstancias.

[55] Se guardará siempre una profunda reverencia y respeto por el Santísimo

Sacramento. Habrá diariamente al menos una hora para la adoración en comunidad.

La comunidad determinará el método más adecuado según las circunstancias.

[56] Se guardará siempre el silencio y se caminará con paso orante,

reverencial y meditativo siempre en la capilla u oratorio, pues es un lugar sagrado,

consagrado a Dios.

[57] Habrá devoción por la Santísima Virgen de manera especial, siendo

consagrado a ella nuestras vocaciones, y recordando eso todos los sábados. El Santo

Rosario será rezado todos los días, ya sea en comunidad o de manera personal según

lo exijan las circunstancias.

[58] El silencio sagrado se guardará desde las Completas hasta la Santa Misa,

la cual siempre será celebrada por la mañana después del canto de las Laudes.

[XXIII] Manteneos siempre en la oración y la súplica, orando en toda ocasión

por medio del Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por

todos los santos. Y orad también por mí, para que Dios me conceda la palabra

adecuada cuando abra mi boca para dar a conocer con valentía el misterio del

Evangelio, del cual soy embajador entre cadenas, y pueda hablar de él

valientemente, como conviene. Ef 6, 18-20.

Page 19: Fraternitas crucis

19

TRABAJO

[XXIV] No nos cansemos de obrar el bien, que a su debido tiempo podremos

cosechar, si no desfallecemos. Por tanto, mientras mantengamos oportunidad,

hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe. Ga 6,

9-10.

[XXV] Pero os exhortamos, hermanos, a que sigáis progresando más y más, y a

esmeraros en vivir con tranquilidad, ocupándoos en vuestros asuntos y

trabajando con vuestras manos, como os lo tenemos ordenado, a fin de que

viváis dignamente antes los de fuera, y no necesitéis de nadie. 1 Tes 4, 10b-12.

[XXVI] Ya sabéis cómo debéis imitarnos. Recordad que, cuando estuvimos

entre vosotros, no vivimos desordenadamente, ni comimos de balde el pan de

nadie, sino que día y noche, con fatiga y cansancio, trabajamos para no ser una

carga a ninguno de vosotros. No porque no tengamos derecho, sino por daros

en nosotros un modelo que imitar. Además, cuando estuvimos entre vosotros os

mandamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. (…) A ésos

les mandamos y les exhortamos en el Señor Jesucristo a que trabajen con

sosiego para comer su propio pan. 2 Tes 3, 7-10.12-13.

[XXVII] Cuando estuve entre vosotros, me vi necesitado; pero no fui gravoso a

nadie. 2 Cor 11, 9a.

[59] El trabajo ha de ser un medio de santificación, que dignifica al hombre

por su esfuerzo, que ofrece a su Señor el sudor de su frente con el que ha de ganarse

el pan.

[60] El trabajo será una parte importante de nuestra jornada en la que

mediante él, transformamos el mundo y lo llevemos a Dios.

[61] El trabajo será manual, buscaremos tener labores de agricultura y el

cuidado de algunos animales que nos suministren alimentos y que puedan garantizar,

hasta cierto punto, una autosuficiencia.

HÁBITO

[XXVIII] Os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os habéis

revestido del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un

conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador. (…) Así que, como

elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas de misericordia, de

bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros y

perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como le Señor os

Page 20: Fraternitas crucis

20

perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del

amor, que es el broche de la perfección. Col 3, 9b-10.12-14.

[XXIX] Así que, como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de entrañas

de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia,

soportándoos unos a todos y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja

contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por

encima de todo esto, revestíos del amor, que es el broche de la perfección. Col 3,

12-14.

[62] El hábito será la manifestación externa de nuestra renuncia al mundo y

nuestra pertenencia a Cristo.

[63] El hábito será: traje talar negro, con escapulario negro y una cruz blanca

bordada en el pecho, cíngulo blanco con tres nudos que simbolizan la pobreza, la

castidad, y la obediencia. También llevará esclavina negra con capucha. Y según el

caso también podrá llevar capa negra. El calzado será sandalia cerrada de cuero.

[64] Los miembros de la fraternidad, con el objetivo de vivir más

perfectamente la pobreza, no tendrán más que cuatro pantalones negros y cuatro

camisas blancas.

VIDA EN COMUNIDAD

[XXX] Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la

comunión, en la fracción del pan y en las oraciones. (…) Todos los creyentes

estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes

y repartían el importe de las ventas entre todos, según la necesidad de cada

uno. Acudían diariamente al Templo con perseverancia y con un mismo

espíritu; partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y

sencillez de corazón, alabando a Dios y gozando de la simpatía de todo el

pueblo. Hch 2, 42.44-47a.

[XXXI] La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y un solo espíritu.

Nadie consideraba sus viene como propios, sino que todo lo tenían en común.

Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con gran

poder. Y gozaban todos de gran simpatía. No había entre ellos ningún

necesitado, porque todos los que poseían campos o casas los vendían, traían el

importe de las ventas y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada

uno según su necesidad. Hch 4, 32-35.

Page 21: Fraternitas crucis

21

[65] Queremos vivir en comunidad, pues en la relación con los hermanos en

donde nos encontraremos más cerca de Nuestro Señor, sabiendo que cualquier cosa

que hagamos a ellos estaremos haciéndolo a Cristo mismo.

[66] Ningún miembro de la fraternidad tenga propiedades, pero que quien las

tenga decida si las pone a disposición de la comunidad o las hereda a alguien más

fuera de la fraternidad. Para asegurar esto, la fraternidad sólo contará con su casa

general, es decir, con un único monasterio. Éste será lugar de residencia, oración,

trabajo, etc.

[67] Que todo lo que haya, lo haya en común, excepto los bienes propios

necesarios e indispensables para el aseo personal y que le aseguren una vida digna y

decorosa pero sin lujos ni holguras.

[68] Todos han de recibir los alimentos juntos. Sólo habrá tres comidas al día,

sin nada entre comidas a excepción del agua natural. Se procurará que la comida sea

suficiente para dar fuerza sin comprometer la salud de los monjes, pero sin

prodigalidades que relajen la mortificación del cuerpo, de tal modo que se ponga en

riesgo el ejercicio de la fortaleza y el fortalecimiento de la voluntad. Es bueno comer

a su tiempo y dar muchas gracias por los alimentos recibidos. Que la comunidad los

reciba como si no los mereciera y sea capaz de desprenderse de ellos si algún

hermano interno o no, esté más necesitado del pan de cada día.

[69] Sólo los enfermos podrán comer a otras horas, según lo establezcan los

médicos y mejor convenga a los pacientes.

[70] Habrá también un tiempo diario de recreación y de descanso, de modo

que los monjes puedan recuperar las fuerzas necesarias para la consecución de sus

labores diarias. Es obligatorio que cada cierto tiempo la comunidad pueda hacer

algún paseo fuera del monasterio que le permita recrearse y además entrar en mayor

intimidad con su Creador.

[XXXII] Os exhorto, pues, yo, prisionero por el Señor; a que viváis de una

manera digna de la llamada que habéis recibido: con toda humildad,

mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo

empeño en conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz. Pues

uno solo es el cuerpo y uno solo el Espíritu, como una es la esperanza a que

habéis sido llamados. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo

Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por todos y está en todos. Ef 4,

1-5.

Page 22: Fraternitas crucis

22

MARÍA

[XXXIII] Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu

palabra.» Y el ángel la dejó y se fue. Lc 1, 38.

[XXXIV] Pero su madre dijo a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» Jn 2, 5.

[XXXV] Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo

a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a

tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Jn 19, 26-27.

[71] La Santísima Virgen María será para nosotros modelo de vida cristiana,

madre de todos nosotros, protectora de nuestras vocaciones y Reina de nuestros

corazones. Todo lo haremos para la mayor gloria de Dios por medio de María, para

que nuestras miserias puedan ser dignificadas por sus manos.

EXHORTACIONES FINALES

[72] Ya que no es mi deseo ser juez, ni ser mediador entre el cielo y nosotros,

los exhorto hermanos a que nuestra vida sea como perfume derramado a los pies del

Señor, tomando en cuenta no mis palabras sino las palabras de la Sagrada Escritura,

que dice: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.» Sal 119

(118), 105. Así pues, meditemos, hermanos la Palabra de Dios y prestemos atención al

mensaje divino que nos manifiesta la voluntad del Padre para nosotros sus hijos, sus

siervos.

[XXXVI] Lo que importa es que llevéis una conducta digna del Evangelio

de Cristo, para que, tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga que os

mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis unánimes por la fe del

Evangelio sin dejaros intimidar en nada por los adversarios. Flp 1, 27.

[XXXVII] Así pues, si hay una exhortación en nombre de Cristo, un

estímulo de amor; una comunión en el Espíritu, una entrañable misericordia,

colmad mi alegría, teniendo un mismo sentir, un mismo amor, un mismo

ánimo, y buscando todos lo mismo. No hagáis nada por ambición o vanagloria,

sino con humildad, considerando a los demás superiores a uno mismo, y sin

buscar el propio interés, sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos

sentimientos que Cristo (…). Flp 2, 1-5.

Page 23: Fraternitas crucis

23

[XXXVIII] En cuanto a mí, ¡Dios me libre de presumir si no es en la cruz

de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y

yo un crucificado para el mundo! Ga 6, 14.

[XXXIX] Pretendo así conocerle a él, sentir el poder de su resurrección y

participar en sus padecimientos, haciéndome semejante a él en la muerte y

tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. No es que lo dé ya por

conseguido o que crea que ya soy perfecto; más bien continúo mi carrera por

ver si puedo alcanzarlo, como Cristo Jesús me alcanzó a mí. Flp 3, 10-12.

[XL] Así que doblo mis rodillas ante el Padre, de quien toma nombre

toda familia en el cielo y en la tierra, para que, en virtud de su gloriosa riqueza,

os conceda fortaleza interior mediante la acción de su Espíritu, y haga que

Cristo habite por la fe en vuestros corazones. Y que de este modo, arraigados y

cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos la anchura y la

longitud, la altura y la profundidad, y conozcáis el amor de Cristo, que excede a

todo conocimiento. Y que así os llenéis de toda plenitud de Dios. Ef 3, 14-19.

[XLI] Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier cosa, hacedlo

todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo ni a judíos ni a griegos ni

a la iglesia de Dios; lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en

todo, sin procurar mi propio interés, sino el de todos, para que se salven. 1 Cor

10, 31-33.

[XLII] Que la paz de Cristo reino en vuestros corazones, pues a ella

habéis sido llamados formando un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Que la

palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza. Instruíos y

amonestaos con toda sabiduría, cantando a Dios, de corazón y agradecidos,

salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo cuando hagáis, de palabra y de

obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre

por medio de él. Col 3, 15-17.

TERMINADA ESTA REGLA EN LA CIUDAD DE GUADALAJARA, JAL.

EL VI DOMINGO DE PASCUA, SOLEMNIDAD DE LA ASCENCIÓN DE

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA, BAJO EL TERCER AÑO DE

PONTIFICADO DE SU SANTIDAD FRANCISCO PAPA. MAYO 17, 2015.