Francisco Ruiz Millán, sdb Licenciado en Teología Pastoralpulos está referida a su muerte ... el...

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El sacramento de la Eucaristía es “fuente y culmen” de toda la vida cristiana. Como memo- rial de la Pascua de Cris- to, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cris- to, hacemos presente su obra de salvación por la acción litúrgica. Para todo creyente es importante compren- der su significado e importancia, descubrir su historia y conocer los elementos para una adecuada celebración. María, mujer “eucaris- tíscia”, nos introduce en el misterio de la reden- ción. Francisco Ruiz Millán, sdb Licenciado en Teología Pastoral fragmento de la vidriera de la sacristía del Santuario de María Auxiliadora en Córdoba

Transcript of Francisco Ruiz Millán, sdb Licenciado en Teología Pastoralpulos está referida a su muerte ... el...

El sacramento de la Eucaristía es “fuente y culmen” de toda la vida cristiana. Como memo-rial de la Pascua de Cris-to, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cris-to, hacemos presente su obra de salvación por la acción litúrgica.

Para todo creyente es importante compren-der su significado e importancia, descubrir su historia y conocer los elementos para una adecuada celebración.

María, mujer “eucaris-tíscia”, nos introduce en el misterio de la reden-ción.

Francisco Ruiz Millán, sdbLicenciado en Teología Pastoral

fragmento de la vidriera de la sacristía del Santuario de María Auxiliadora en Córdoba

SIGNIFICADO E IMPORTANCIA DE LA EUCARISTÍA PARA EL CRISTIANO

Pascua judía

El nombre de este sacramento procede de la palabra griega eujaristein que significa agra-

decer, expresar agradecimiento. En realidad, este término es el utilizado para traducir el hebreo berakah que manifiesta la alabanza, la bendición que el pueblo dirige a Dios recordan-do sus intervenciones salvadoras.

Los judíos celebran anualmente su liberación de la esclavitud de Egipto en una cena pascual. En ella, el niño más pequeño de la casa sigue pre-guntando al anciano de cada familia el porqué de la celebración, y éste le narra con detalle las hazañas que Dios ha hecho para sacarlos de la es-clavitud.

La última cenaEn los textos de la institución de la

Eucaristía, la cena de Jesús con sus discípulos está referida a su muerte en favor de los hombres (Lc 22,14 21 y paralelos; 1 Cor 11,23 27). Por esta referencia que tiene el banquete eu-carístico, el partir el pan y beber de la misma copa son dos gestos que han de estar siempre en el corazón de la comunidad cristiana.

Con estos gestos, Jesús expresa la actitud de servicio con que se pre-sentó entre los hombres. Un servicio que fue una constante en su vida (Mt 20,28; Flp 2,7) y que tiene en la en-trega de la propia vida (Jn 13,1; 15,13 15) la mejor garantía de seriedad y autenticidad.

El evangelio de Juan se ocupa largamente de la Eucaristía (Jn 6), pero no nos narra su institución. Sin embargo, deja en su lugar dos he-chos que nos ponen en contacto con su signi-ficación fundamental:

- Jesús toma una jofaina y, en actitud de siervo, se pone a lavar los pies de sus discípulos. Es el gesto anticipado de su muerte como servi-cio a la humanidad (Jn 10,11).

- Jesús proclama un único man-damiento: el del amor mutuo, pero al estilo de su amor, es decir, has-ta el sacríficio de la propia vida (Jn 13,34 35).

La nueva PascuaEn los evangelios se establece una

estrecha conexión entre la cena eu-carística y la fiesta de la Pascua (Mt 26,2.17.18 19 y paralelos; Jn 6,4; 11,55; 1 Cor 5,7). Esto nos indica que para los evangelios la Eucaris-tía es la nueva Pascua de los cris-tianos.

Sabemos que, en la tradición del Antiguo Testamento, el aconteci-miento de la Pascua se pone en estrecha relación con la salida de Egipto (Ex 12,21 23). La celebra-ción de la Pascua estaba dedicada a conmemorar lo que Dios hizo con su pueblo al liberarlo de la esclavitud (Dt 16,1; Ex 12,11 14).

En la Pascua de Jesús se vence la esclavitud de la muerte y el pecado, abriéndose el camino hacia la sal-

vación. Si la Eucaristía viene a sus-tituir para los cristianos lo que era la antigua Pascua para los judíos, el sentido de la Eucaristía es también el de celebrar la liberación integral que nos consigue Jesús.

La Eucaristía aparece así como la gran fiesta de los hombres libres que se comprometen a generar en el mundo la misma libertad de la que ellos gozan.

Actualización del sacrificio de CristoLa cena pascual consistía, ade-

más, en el sacrificio de un cordero (Ex 12,1-14.43 45). El paralelismo que existe entre Jesús y el cordero pascual (Mc 12,22 24; Lc 22,19s; Jn 19,36; 1 Cor 5,7) nos hace ver que la Eucaristía es la actua-lización del auténtico sacrificio, en el que Jesús se entrega por los demás.

El carácter de sacrificio de la Eu-caristía se halla claramente indicado

en las palabras que Jesús pronunció sobre el cáliz, según el evangelio de Mateo: “Esta es mi sangre, la sangre de la alianza, que se derrama por to-dos para el perdón de los pecados” (Mt 26,28). Esta frase evoca el rela-to en el que Moisés rocía sangre del sacrificio del Sinaí sobre el pueblo, al tiempo que dice: “Esta es la sangre de la Alianza que el Señor hace con vosotros “(Ex 24,8).

Los profetas del Antiguo Testamen-to fueron profundizando en el senti-do del sacrificio, desvinculándolo de las meras ofrendas exteriores y co-nectándolo con una vida coherente con la Alianza (Is 1,10 16; Os 6,6; Mi 6,5 8). En este sentido es en el que la carta a los Hebreos pone en boca de Cristo las palabras del salmo 40: “Sacrificios y ofrendas no los quisis-te, en vez de eso me has dado un cuerpo a mí, holocaustos y víctimas expiatorias no te agradan; entonces dije: «Aquí estoy yo (en el libro hay un título que se refiere a mí) para realizar tu designio, Dios mío»” (Heb 10,5 7). Por consiguiente, la ofrenda de Jesús no es algo exterior a él, sino que ofrece su cuerpo entregado y su sangre derramada.

Siguiendo el encargo del Señor, “haced esto en memoria mía” (Lc 22,19; 1 Cor 11,24), cuando la Igle-sia celebra la Eucaristía actualiza el sacrificio único de Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos, se hace presente el sacrificio de la cruz, de un modo incruento (cf. DS 1738 41, 1743).

La presencia real de Cristo

Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mt 26,26 y paralelos). En esta frase sorprende el realismo con que se identifica al sujeto “esto” (el pan) con el predicado “mi cuerpo” (la persona de Jesús). Las palabras de Jesús no dejan lugar a dudas. No se trata de una compa-ración: esto es como mi cuerpo, sino de una afirmación real: esto es mí cuerpo. La comunidad cristiana ha afirmado siempre esta presencia singular de Jesucristo, al tiempo que la definía como misterio de Fe (cf. DS 1636, 1651, 1652; SC 7). Por ello, la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía no tiene relación con el substrato accesible al estudio científico, sino a un ámbito no accesible a la experiencia huma-na sensible. El pan y el vino pierden en la Eucaris-tía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucris-to. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace presente realmente Jesucristo, que se entrega por noso-tros.

El sueño de las dos columnas de Don Bosco

Sus tres grandes amores son Jesús Sacramentado, María Auxi-liadora y el Sumo Pontífice, quienes fueron protagonistas en uno de sus mas famosos sueños proféticos:

Don Bosco vio que una gran barca (la Iglesia) navegaba en un mar tempestuoso guiada por el Papa, y a su alrededor muchísi-mas navecillas pequeñas (los cristianos). De pronto aparecieron un sinnúmero de naves enemigas armadas de cañones (el ateísmo, la corrupción, la incredulidad, el secularismo, etc., etc.) y empezó una tremenda batalla.

A los cañones enemigos se unen las olas violentas y el viento

“Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación íntima que une Iglesia y Eucaristía, no po-demos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia [...]

A primera vista, el Evangelio no habla de este tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embar-go, que estaba junto con los Apóstoles, «concordes en la oración» (cf. Hch 1, 14), en la primera comu-nidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar ciertamente en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos «en la fracción del pan» (Hch 2, 42).

Pero, más allá de su participación en el Banquete eucarístico, la relación de María con la Eucaristía se puede delinear indirectamente a partir de su actitud interior. María es mujer «eucarística» con toda su vida. La Iglesia, tomando a María como modelo, ha de imitarla también en su relación con este santísimo Misterio.

Mysterium fidei! Puesto que la Eucaristía es mis-terio de fe, que supera de tal manera nuestro enten-dimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta. Repetir el gesto de Cristo en la Última Cena, en cumplimiento de su mandato: «¡Haced esto en conmemoración mía!», se convierte al mismo tiempo en aceptación de la invi-tación de María a obedecerle sin titubeos: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). [...]

En cierto sentido, María ha practicado su fe euca-rística antes incluso de que ésta fuera instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía, mientras remite a la pasión y la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación. María concibió en la anunciación al Hijo divino, in-cluso en la realidad física de su cuerpo y su sangre, anticipando en sí lo que en cierta medida se realiza sacramentalmente en todo creyente que recibe, en las especies del pan y del vino, el cuerpo y la sangre del Señor.

Ecclesia de Eucharistia, 53-55

EN LA ESCUELA DE MARÍA, LA MUJER

“EUCARÍSTICA”

tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean completamente a la Nave Grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas de los cris-tianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas columnas. Sobre la primera columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra la imagen de la Virgen Santísima.

La nave del Papa y las navecillas de los cristianos se acercan a los dos pilares y asegurándose de ellos ya no tienen peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas sale un viento fortísimo que aleja o hunde a las naves enemigas, y en cambio a las naves amigas les arregla todos sus daños. Todo el ejército enemigo se retira derrotado.

•¿ViveslaEucaristíacomounafuentedealimento espiritual?.

•¿CreesquelaEucaristíaconstruyelaco-munidad cristiana?.

•¿Conquèvaloresdelaespiritulidadeu-carística te identificas con María?

•¿Conocesbienloselementosdelacele-bración eucarística y su significado?

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