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m* ROBERT FOSSIER LA SOCIEDAD MEDIEVAL Traducción castellana de JUAN VIVANCO 0,fr. A

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ROBERT FOSSIER

LA SOCIEDAD MEDIEVAL

Traducción castellana de

JUAN VIVANCO

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Quedan- rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares delcopyright, bajo las sanciones establecidas en las Ieyes, la reproducción total o parcialde esta obra.por cualquier medio o procedimiento,

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"ttratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella -.aiunt"'urluirá, opréstamo públicos.

Título original:LA SOCIÉTÉ MÉDIÉVALE

Revisión de JOAN BUSQUETA

Cubierta: Enric SatuéIlustración de la cubierta: cristoforo De predis, De sphaera, miniatura, Biblioteca

Estense, Módena.@ 1991, 1994: Armand Colin Éditeur, parfsO 1996 de la traducción castellana para España y América:___qlIICA (Grijalbo Mondadori, S. e.l, Ár"g", :iS, OSOr: BarceronaISBN: 84-7423-700-9Depósito legal: B. 6.594-1996Impreso en España1996. - NOVAGRAHK, S. L., puigcerd¿, 127, 08019 Barcetona

INTRODUCCIÓN

En el tímpano de San lázaro de Autun, en el de Bourges y en offo§,los resucitado| §e apresuran hacia el iuga, ad Juicio. como en lasdanzas sinfin a las que, más turde, t", oríirtro la Muerte, esiinLprr_sentados todos los <<estados» del siglo: olispo, y iirjui,-;;;;;r, ycabalreros, labradores, usurero§, peiegrinos o artesanos. Más ard de lasensibilidad de su tiempo, el artiita,ipo i"¡t"¡o, b; r;;;;r;*;;;íio*_bres que le rodeaban. 'Su

cincel k, á;;;;;;n embtema, un vestido, u,aexp re s ión que caracte rizan s u e stado, convirtié ndob, ;í' ;, ;ipil?o"¡o.les. Es posible, pues, hacer una hir;;r;;;;;;"1 de la Edad Media.pero no debemos ranzar rat ,amponii ái ruao. cuon¿i-ilriiólogoo el economista de hoy ?tu 4" i"r"itiloi i a"scribir un grupo social, sefiiará más en er nivei de ,¡¿a ¿" lii''nl*oQ que lo componen que ensus reacciones mentales, en la naturaleza de-su quehaclr iioii'qu,en su papel en la nación. para ét no habri octase ,;;p;;;;r;'íi ,inr¡"-:: rl"t: obrera, sino que descubrirá o,breros'olrorarios>> y «mensua-les»,p e que ño s c ome rc i ant e s y e s tud i ant e s. D i s tin g uirá

" noi, otii' iiili' o rvindicativas y otras atenazaao, por rt iiiio i,y conservadbres, jóvenes y viejos. ,, "r*rf";'#:!"#'rf;r!':rfrí:;:mentos, la extrema movilidad que los an¡*i, ío, n rioi-rt^¡i"1"¡rr",que impone continuamente_ nuestra época ie movim¡eni iái"l;;; *idea de «clase» resulte ambigua, , *;;;;'q;; se use este término en unaacepción fan amplia que se difumine: clas¡e de los op¡*¡¿rr,'ii"rí ¿"los explotadores. para er hisñriado, a" iiy,-ra homogeneidad de esrcsgrupos sociales puede ser de corta duracíán, pero su aglutinante mdssólido es ra conciencia de un.destino ;;¿;;rr:;, común a quienes ros for-man- ¿Podrá irutentar semejante anárisis ii n*roriá)"-ir"ú" iir¿

Y:!::, ?:tO" luego que no. Bastante nori *, no dejarse llevar por lastrustones que suere acarrear una dispersión tan enorme de ras fuentes.Aparece así el primer obstáculo: u níri.ra'iiini;;t;;d";rt#;;';;"drá que realizarse con pequeñas calas, deberti conformarse con aproxi-

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INTRODUCCIÓN

8 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

maciones, tolerar la tiranía de los «mdrgenes»' ¿Podrd-elevarse a esta

noción de «clase»», no reconocida por los perusadores de la época' que

debemos buscar leg*tm.iminte eru'medio áe estos destinos mezclados?

Para dibujar sus contornos todavía vaSo; ¿acaso el historiador no

deberá hacer nuis n¡"iriíi ,"-lit *rnñtidoá", que en el d.e.recho, en

los estallidos de vioteni'¡a- que en la fluctuación de los precios' en los'i¡iri-iii

rn las leves? Es ina tarea diflcil' pero sin duda apasionante'

En cuanto a los c,itirios aplicailoi' p'oio'an una dificultad añadi-

ao,io cabe d.uda de que los himbres de esta época, al igual que.noso-

;;t,'Ír;;;" sensibles'a las oposiciones creadas en el cuerpo social por'iiñiiurr,

el dinero o la iepindencia económica' Pero muchas nociones

i*-ii*irrt servíqn paii clasi¡car a los-individuos carecen de valor

iryiináto. Todos losliÁ¡'"t l-o casi todos- sentían el peso de la lev

dlvlna, que acompasobo ,u, vidas y regía su moral' pero en cambio no

tanlan los mismos arn'nii¡"'iid¡cis' §er¡a un error no contar entre los';lr*;;;t

rnotores de h sáciedad el peso de los preceptos -religi.o'sos

ilpiroriuor, o el entreclicho iurtdico' É" yry sociedad poco diversifica-

da aún, pero muy ,"rtA''áí irg'umento d'e la autoridad' la teoría ocupó

un lugar más dertacad'o q'e en"nuestro Yunlo materialista' y lo irracio-

'iálíi"i,¿, explicar por íí solo unas actitudes sociales que nos parecen

aberrantes,Habráqu,bu"o'lassucesivas«motivaciones>'delossiglosmedievales, d'oao q'i lo'- h'ombres' pese a las numerosas contradiccio'

nes en que incurrie*i,-opi""n'on^s.u sociedad a través de sus preiui-

cios, al igual que "otiiittTá

ipinión popular decide en función de las-liás-aeiá

¿páca' un hombre es lo que se considera que es'*"nr*iiirt, finalrnente, qnte un

'nU¡mo.obstdculo: una máscara tapa

ta ,iibioi'*ááitrot,- pi"ita por los clérigos' que durante.mucho tiem'

oa fue¡on los únicos í,poiito'iot del arte de escribir' Sin duda' a partirt;rti!ñ';;;i; rrlíiiii¡" dudatambién, qntes de estafecha, et.his-

áitn¿nr'iulio¿o ¿rUurd coteiar las p,eroratas del monie, momlizador y'iiliÜeuui ion toi li"io*' qu"'t" proporcione el arqueólogo o la

abn dt arte, Lo cuat iá-iipUe que de in *undo en el que triunfan sobre

tado lo oraly lo r*uoi il s"tu) el símbolo'.nos haya quedado paraiuz-';;;;'r;;i;'todo

aquello" que'es-cribieron tos miembros de una casta

nduclda, atentos y tal vezhonrados' pero nada competentes' Su vocabu-

lerlo,comoverelnoscon.frecuencia,-esvagoycontradictorio,ynofaci-llta la tarea Ael n*toriaíoi-i p'"*i a' q'á nátn las palabras ambiguas

_como «libertadr_ liirii"'r"""r el mismo sentido entonces y ahora.

Me encuentro máí cómoda cuando se trata de delimitar el campo de

astudio, También n"l in'"í*des' pero h-abía que realizar una elección

que resultara poro'aiiitiae' iágub la evilución de una sociedad

durantelosmilañosdesuhistoriamedieval,manteniendolasuficientealtura como para que se difuminen los matices secundarios y aparezcan

till ri,tiri pi¡"cipiles, obliga a buscar como.terreno de observación aque-

ttas reiroies de Europa dánde un mismo ritmo de desarrollo' un mismo

niveleconómicoyunmismocomportamientomentalsosteníanglobal-Áen¡e et movimiánto. l,o cual tmplica renunciar al estudio de los países

iiia" U ley rnusulmana sustitu;ó a los principios cristianos y propició

el establecimiento de otras relaciones sócialei' como la España central

y *"iafonrt entre los siglos vru y xta, o \s que estuvieron mucho tiempo'ri¡riro, con ropaies bízant¡noi, como el sur de ltalia antes del siglo xt.

ioiporc sería muy provechoso hacer un repaso rápido de -los

pals.es

,iuírii, yo que hay áemasiada d'iferencia en la evolución y el contenido

económico intr, "i

Este y el Oesie como para que el esrudio paral.elo no

fir"rro muy afiificioro-'D" mod'o que oit' *í p"'*anece la c-ristiandad'latina de óccidánte, concierto de'pueblos muy diversos, admitidos en

ella con mayor o fi7enor rapidez, *,i, o *'not aptos para iu-gar en ella

u" pipa pieponderante, piro todos ellos marcados por lafe rornanay

uno, Lroi ¡irldicos en lis que se encuentran estrechamente mezcladns

io ri¡turniio de Romay h áe los germanos.' Porque afllta de otraiusti-jr:oíion cronológica, ál *"no, si podrd decir que la historia social de'la Edad Media ámpieza cuando a uno y otro lado del limes romqno se

;:rrd;r" un orrrrornirnto de los usos mentales y la1 prácticas económi''ro, d" los dos mundos hasta entonces irreductibles' Es así como nos

)iron ro*o, con la Hispania y la ltalia latinas' las islas celtas y saio-

nas, Galia, Germania y las tierras escandinavas'

Desde luego, en ,rt" *o,,o habíafuertes contrastes' ya que' lo mis'

mo que hoy, el tumperamento de un danés no era como el de un toscano'

n¡ rí i" uiiurgrai d.e Gante idéntico al de su eq.uivalente g.enovés' Peru

al margen de las reacciones naturales propias de cada etnia, no es diff-

cil encorutrar puntos en común, y en primer lugar la preocupación por

ta salvac¡ón, que explica el prolóngaáo dominio de la clase clerical y la";r;;;";;;;;

aL ut *dt hum¡tdes ánte las miserias de su tiempo; lueso

trni*o, el vigor de los «lazos carnales», recurso de los desheredados'pero

también"principal fundamento de las.aristocracias laicas; y tam-

U¡¿n ,t deseo de formir parte de un conjunto acabado' ierarquizado'

estable, del que son excluidos todos aquellos que preten-den ser singula-

ii o ¿liftoi"s' Por último, el miedo a lo nuáo' a lo desconocido'-a lo

iitlslitit l" novelté es un omal uso>>, €l mar un mundo temible' el'áirZn¡rro que estd de paso, ¿un erwiado de Dios o del Diablo? No fal'toi, ¿rta, iuego, el *árino áudaz ni el aventurero o el peregrino' pero

¡os'd.emás viván sumidos en la angustia generada por un mundo al que

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ill'10 LA socrEDAD MEDTEvAL

no se sabe dominar No es que se trate de una sociedad inmutable, peroestos rasgos se manilenen durante mil años, ro m¡sma*qri""n liirono-mía ly estrecha dependencia ¿, to roiuioizo.Corwiene, por otra parte, hacer la siguinte salvedad: los grupos so_ciales no viven al ma.rsen de lasÍuerzar"¿rlo naturaleza. Sin caer en und

7.e rmi y x.m

2 g e o g r áfi c o q u

", u á k, i, i i*pl x n, h, b, ; i";- ; r;;;r-o t

" n _ción a la influencia der ririeve o del cEmL. En suma, nuestra repión sediv.ide en dos zonas, bien detimita¿o, ,¡ ii Ár;;;;;;;;;'ioiifo'iro, oorillas del mar latino, las lluvias, v¡otenias tdanun,""t;;,-;;;;;;;;;;;;";;;;:,!"ri"Íi,,trT;i!,í:?j;:#;

en los montes y la sequía en el llano. E;* i;, oüvos, bajo las encinas, elcultivo da una producción escasa, prro "i

ti*bre del campo, frugal pornecesidad, s9 aferra a su pequeño bien. En la vida ;;;¡;;;;;;; ,r"frecuencia el pastor trashimáwe, *ro i"Áiudo, que como er aldeanoes poco dado al progreso.técnico y al desairollo social, y depende poretto det habitante de tas ciudades y ta riiíi. mrqiiiil,i í¡"lríZriirro_ta, no sucede lo mkmo con el ma4 tan cercano: páís de mercaiiÁ, ii"r¡_nos, pescadores, regióy de la.s ciudades griegai y de laÍJrbs, ,riii*¡o,naturales propicios al.espíriru emprend"edoi oi o¡,in d; ;;;;i;;;';, ",c.ontacto con los pueblos visitadoi, a la sutiieza,'la gentilezía, rlríu¿",individuales que se combinan

"o*o pu,"iri-"on los ;rr;;;;;r; ;";;*_les que forman la «verdadera, Edid uini. g"¡ra

"iir"o-lirrpá:.#rapara adaptarse a las _contingencias irmei¡aa, o ,upri,Áriiíiñ¿,explicar el retraso en el q.ue fieron qu",iinn "rtus

regiones que habíandirigido el mundo. su debil¡dad *rál -."á momento en que ra tierralo ey ndg- ras reregó a ros dmbitos d"- ia-")eoc¡¿n artística y las ope-raciones bancarias, prestigiosos p"ro ,""u*áo,rios. Mucho *aí ,ii;iiiá, ytambién más diversos apaiec"n los países ,ilr"r y gerrnanos, donde cre_cen los robles y las espigas en la tiirra faitii-y "rp"ro,

y un pueblo den_so de campesinos y guerreros sieüq v;rdadáramente las bases de unasociedad nueva. No habrá dificu*a¿ "" "niii, tos m,atic"i ql-;;;;;"determ.inados

.r,,s,.os geognificos " b; i;;;;gerían las etnias: el hom_bre del boscaje bretón o rre ios montes á, riizr¡o, er pastor de saboya,diferente del labrador.suabo o picardo,et

"s*li. ri;:,:;;";r;;7:r"lugar"comparable al que tienei más al srr.'ü r"rdad es que un vigoro_so esÍuerzo de los historiadores del sol ha iaba¿o ,on ir-iriu";;7;;;,nórdico, antaño condescendiente con .u jiit, del sur», y i, íir'ii"mejor la originaridad y, a veces, ra precoíidad de mucüs ,rrrl*ir",mediterráneas. pero la'madera y el hierro, ,:llu"ro y la piel, el trigo y laleche, son típicarnente medievaíes, y irt

"oi"."forís suplantó a Roma, yfue por alguna razón.

El camino a recorrer también esú determinado por las observacio-nes anteriores. Si la «Edad Media» se disting-ue de la Antigüedad es porel desplazamiento del *orro g"ogr,i¡Á- rn' "t

qu" ,e *u"ri, sus.fuerzasuivas, por et progreso _qy" u aárír"¿, ¿rZí_ ü r"ír"o*;T t:*r*_

bres hasta entonces considerados i""i"¿oriot que imponen los germanoso recuperan los celtas. Esta lenta ósmosis "*pirzo á **porZl"'*¿o,

I o s h i s t o r i a d o re s c a l ffi c an a, " * * oiii' ;, ; i

" "i; r- ; "' i -r:

i {tí",,T *rr r, _mente en er ru. En este sentido, nuestros'cortes académicos conducen aengaño' sobre todo si nos ceñimos ar timbito de ra historia social: unavez terminada rafusión d9 ros dos mundos subsiste trn"¿i*"liái"¿" to,suieciones ! los marcos here(ad:y qg 9in-if*r. Lo único que vuela enpedazos -y no siempre- es lafni.gil dicir;ción "ruoo,r-qllffrr#)un_tó en su imperio. Un profundá ,i"r",io¿unsmo caracteriza, pues, loscinco primeros sistos_yedigvale¡, y-1tiri"¡r,r" i" ,;;";r;,;;;;:; r; ,r"buscar un hito es purq teoría o fastidioro iiiino.

Luego, en una lenta gestaiión _unos dos siglos_ entre 900 y I0g0según los lugares, se ua pefilando una ii"ro ,o"¡r¿ad en la que lasnecesidades de la familia y ios interes^ i" ir, grupos.se equilibran, enla .oye l2económíco prlaárii"11:iq* trlira¡"r, la retajación sobre etmiedg' Tbdo lo que re da a ra Edad Medía- europea su rugar en ra aven-tura humana surge durante los tres o ,;;;; siglos que van de los nor-mandos al lecho de muerte de san tu¡s: it aumento demogrdfico, laapropiación definitiva del suelo, la red de caminos,

"l p,riÁ"flááln*_

mo, y también la victoria de la pareja y el despegue de una Europa con_quistadora de los otros mundós. i"á" q;;í;;';;;;;;;r;; í;;*"acerca de las premisas, pero no acerca di la línea ¿" t;sájr." *"""-

- ¡una,mutaciónfundamentar! eunqui-i-no r"r¡" de choques violen-tos, por lo demás sin graves consecuencias, aceleren su curso o acen_túen sus rasgos, por lo menos después ¿, ii'so, t, "irirliil fi""ráiLroantes del año m, orosigue su iarcha tii "" verdadero cambio hastabien entrado el sigio xwil, -a

pesar (una ve7 más) de la vieja herencia delos cortes universitarios debuizoi. ñ; 17;;;r',,s¿o¿ M:"dil,;;;;,,tendré que fingir que creo en su existencia, pero ;; pr;;;;';;r";; ü*bre que conoció a Diocleciano es el i¡r*, ír, ,t qrl ri-, ir";r;;;;rr,que su descendiente atemorizado por el áli *r, se parece mucho alcampesino de Luis XV y que la articulaciin ¡unaam"ital ,, ,rZi"í""entre ambos. Desde luego, se pasó a través de *rrnii'rtopo";;;,1r,«estados>> a los «órden"ro, y á, éstos a las- o,clasesr; el clima mental,s 1!re. todo.e I re li gioso, s ufió alte racioiu-lir¿o de spre ciable s ; la aüo_rida d cambió de a so e cto,- y e.n la . ptoniiir,' i, fr";tr r- ;;l;iiT.íri íáuhay ilusión. Evidentemente, lo rcnáré ,n

"lrlio.

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13INTRODUCCIÓN

LA SOCIEDAD MEDIEVALt2

También puede ser provechoso que el le-ctor tenga una idea d'el ba'

gaie documentat de ,í"Tü'"7'"'i-11-'111111"r Dáscribir no es nada

fácil: las estrucruras políticás' los engranaies.de la iusticia' los resortes

'de ta economí', tt' ';;;i;;;"""t

i"tii¡i"it' tos séieros titerarios v tas

formas estéticas o'n'íi'\iá'io '¡iíto'¡oty iín" su tramd' El estudio

delosgrupos'o'iot"i'""q"u'"'i-ouo'¿o'""::;:'3r;2::":;;i;.0'rrtf:,aslectos, que a menudo se considera un an

?í;;;;'Tiol'o''io ááo7'í q"""mos ceñimos a este terna' rcnemos

aue reconocer que La niu*"ito'¡ón es muy escrrsa' El historiador del

iensamiento o del arte sólo tiene que comentar lo que han legado los

'siglos medievales' El ¿i-ti' ¡"t¡ti'iones y.el dereiho puede deshacer

el ovillo ¿, ,o"'*o'íi v pi""t"'ii i"":":: estdn vivas' digan lo que

dlgan los defensores-le'li' ti"*po' modernos' El economista ya no lo

ilane tan fdcil, pero hov en día incuentra una:ompensagiA\^1!1;¡ca-

sez de dabs escrito? t;" ; fu*rc desarrollo de las investigactones

amueológicas o de la "'oii'"oto' Pero el historiador de la sociedad

se tiene que limitar iasii exclusivarnente a los documentos' No hay

nada tan difícit de '"ri; ;;;;iá'iin¡d".¿" tos hornbres sobre uno de

ellos, tan impreciso íiáo * "¡'el d.e vida' tdn poco claro como una

conciencia de clase,"r";;;;;;¡'i;'nL.cifras v ooiniines divergentes' Y en

este caso no ,, pu"ii ,rpiro, niruguna ayuda seria de ras ciencias

afrnes, en su estado"l'ít{i'lí 'i;'1"'iisá' que estudia el comporta-

miento de las soc¡ed'íiis «primitivas.»' poaitá a'urar mu'chas c'osas al

medievalista, p"o tZ*íin'[x¡'¿* es d"Áasiaito tenue; el científico que

observa las manchis ,áu*"i i¡" audn le superird al historiador unas

eau§as cósmicas ¿i lno' cambios "uyo'iífg"n trata inútil'mente de

dcscnt rañarcl "suní;i't l'qie ¿lo so i al. exhumar un e s que leto mero-

vlnglo eon ¿ "an'oií'náíi'á'il¡';áo de cabaña' aportard una prue-

ha fu la vlolencia de la époc^a o de la meaiic'ina áe la artessnía; el

hlltorlodoraetarte.poaraofrecerparadistintasépocasunasrepresen-Melonc§ flguradas í;;;1i'i¿o't" del mundo''Pero todos ellos son'

';;;;;,'-^;;i",n*i"o'"'*;;;*';tlYy-r?.'rry:;;r':';':,;r:.'*"ulrt u dlstinguen mal' Hay que recurrtr'.p

¿,Qué actas? Y;'7"; h'';;;ionado la imprecisión del vocabulario

galtdct dc la ptuna"iíe- ui'no' hombr"s uncts veces enzarzados en concep-

rcn Jurtdlcos 'oauá1í'"áí'^ ""¡*yod?: ct unas realidades mal com-

prcndldas, po'qu''-io' tlÁ';i"¡;"' Tambiéi-ii t'o *'n'¡onado que el

'hlstorlador ¿'a' "iio'*io'"'il'ig"-

de la extrapolación en el caso de

los perbdos p"" ;;;;;;*''¿'í' De lo.s '¡rtoi'"t v N nos ha llegado

una veintena a" pííii¡i"'"r" yláriot mites ie actas. ¡.Es suficiefie para

dar una ¡a'o 'mío'fri"ít

í"¡in¿' sobri todo en Áquitania' saionia'

Eseociay Brutaña, de las que no sabemos absolutamente nada? Y todavfa

so ffata de un perlod'o bián conocido' en con'tparación con el siglo vn o

e I x. E s v e rd a d qu' p o' ái á"' l" ;; ; ;il' "" "

t to -b

a g ai 1

a um e nt a' -p-e

r o' h a.s'

m el final tropezamos ,íí t'"liüi¡¿o¿ a' lás'fuentes v la variedad

de los textos.

En efecto, una de las principales dificultades de la investigación es

ra diversidad. a" u, tááínie,ntás que háy que aoricar aros documentos.

IJ no s son texto s reglaiei:ntarios'^ c dnone s c onciliare s' ley e s bórbaras'

edictos, ordenanzas, 'or'¡'uto'"'' relaciones de derechos señoriales y

campesinos, ,o,to' u'í'on";;: {;i" "*i'it* la intención del legislador

;;;;;;";;-irto'o'íJ'n- ie votuntád' pretenden situar a tos srupos

sociales en cateSorru'"¡u''la'i'o' ¡ormalis' pero en realidad' ¿qué eran?

La mayoría a" m, ,'iii io lo íabe*ot' Ótot son documentos conta-

bles en el sentid.o o*píír,'á" bs polípticos carolingios.a los fogaies de

finales de la Edad' Me¿¡a'' nnt'e ittoi t" encuentrqn los listados de cen'

sos del siglo xu, to' oíii'it-"ito'¡ales del si.gto nv' las listas de cuentas

det siglo xv, documen)i"ilÁ)'"t's' voluminosos' precisos y dignos de

crédito, pues reflejan" """"t¡'i"'¡An de hecho no viciada por ninguna

irá"típíl¡* í, p'i"'¡pi"i intención dolosa' Pero estos documentos no

Drestan mucha atencián a los grupos sociales' sólo aportan algunas

'indicaciones cifradas' t hs otras por su yolumen:

Hay una tercera categoría rnuy supenor t

los documenn, a" u pii'i¡'o' "itot' donaciones' arriendos' testamen-

tos, reconocimientos 1ii'Ñ's¡ot' « el p-a1^nuestro del rnedievalista»'

Sólo para Francia t';;;;;;; *¿t ¿"'5'000 carrularios' eclesiásticos

o laicos, varios cientÁ";;;;k;; d" ortgina_les o copias, en total cerca de

dos millones de textoi,á''áti'i t" há.editado *Znot det 10 por 100' y

nunca se non "rru¿ioáá"íriá'Áirr,

las los terceras partes. Allí se

encuentra t, *otrriofiín'¡p'oli'- nu"ttra investiSa'ción' porque a través

de estos textos tan í;;;;;';; perciben los móviles y las segundas

intenciones, ,, *¡¿rn"lo"i'iíir*"io, de la riqueza o el poder se perfila,

en surna, la silueta ái lrt ir,ÁUres, y de todos los «estados»' Sólo con

una explotacion ,i'ti*lt¿ii ¿ii "í'' *ina se podrtin dilucidar muchas

c ue st ione s c ontrov e r tidas'por último, ,"n"*oi lo, obras literarias' Su reputación se basl sobre

tudo en to que tienen ;"";;;;;;:;:o' a diferencia de los otros textos' I'os

tip o s sociale s de una iái' ¡¿" de ge sta' in fabliaiu o una balada de c orte

principesca t, prrr"lill i n¡i*in¿or de -ta

sociedad -¡por fin!- una

imagen acabada; p";;';;;'qi" 'ou"' calibrar la sinceridad del poeta o

el cronista, su inteti';;";ía'"iiiá"ao a un lado la moda y los preiuicios

sociales. Pero tambi-én en este caso' ct pes&r d'el esfuerzo realizado para

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14 LA socIEDAD MEDTEVAL

ir ryds allá del simple cornentario estétlco o «literarto» analizando laspalabras,y comparando las situaciones, con la ayuda del sóciólogo,estamos lejos de conseguir nuestro fin.

En definitiva, la principal debitidad de la historia social de la EdadMedia no es la imprecisión de los términos, el origen parcial de losdocumentos ni su desigual distribución, sino ta grin iisuficiencia delas ir»estigaciones realizadas hasta ahora. Inclulo t" pu"á" decir queesta-historia está en pañales. Este retraso er-compaiación con oirosperíodos históricos se explica en primer lugar poique el irwestigadorpresta mds atención a otros sectores de estudio, mái favorecidos ior tadocumentación o de contornos más craros. La economía, la sensibilidadrelig-iosa y la política parecen ruis fiiciles de abordar, y lo social sólo esun decorado de fondo. Por otra parte, durante demasiado tiempo se hapresentado la sociedad a través det prisma del derecho: cudntas ,rcon-dición de personas>> y «condición de bienes» han servido para clasificara pequeños grupos de hombres en los cajones imagiruados por los juris-tas. Pero ¿y la distancia que hay entre el anhelo clel príniipe y lá vidadiarta? ¿Y los imperativos de ra psicología, corectivi o no,'frinte a lasesperanzas del juez? No es que el derecho, aunque no se respete, carez_ca de interés, pero el hábito no hace al monji. Ahora biei, no fartanelementos, todavía dispersos, que permitiríai

"ono"", al ohombre me-

dieval» de carne y hueso. Resulta alentado4 ya que cabe esperar quecon un empleo razonable de todas las posibilidadis que brindin las iéc,nicas modernas, pronto lleganí el día en que se puedan hacer estadísti-cas sistemáticas de los términos, comparándolos, aprecióndolos, paraalcanzar, con todas las reservas que imponen las ineparables h§unasdocumentales, el estadio de una explotación cuantitaiva de las fienteseconómicas o sociales. Mientras la investigación histórica no ílrgu, oé1, todos los intentos serdn tímidos e incompretos, al nivel de las hípóte-sis de trabajo, como sucede con el que sigue.

Il,l

I

II

I

li

Primera parte

LA CONTRACCTóN @.320_c. eIo)

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,)

fD

Durante más de cinco siglos en Europa occidental hubo períodos

prolongados de conmociones-políticas o guerreras con pausas interme-

dias. Cada una de estas últimas corresponde a un esfuerzo de apacigua'

ñ;;;;l; coaccián, y probablemerte implica unas- condic.iones

económicas halagtienas. pánlipiot del siglo w' finales del v' mediados

á"i-rri,-ptir"ipiís aet ,i. p"ro a las generaciones que realizaron.este

esfuerzo, las de Const*tino, Teodorió' Dagoberto.y Luis el Piadoso'

i"r-ro."ái"ron hombÁ que hicieron frente a invasiones o revueltas y

i;;;il."paces de dominarlas' Los contemporáneos -igual que noso-

tros- sólo eran ,"n.iÜt., u io inmediato' Unó de los rasgJs mai 9ris.rn1; Iles de este tiempo queJó reflejado en sus relatos: la imrpción O*{:,:l

I

no"", "itu y

"i "ri", p* mart por.tierra' a caballo o a pie' u" n'"11"":

I

nuevos o poco "ono"rá*

t'grandes.invasiones>>' una expresió1 gue has; I

;Ñ;;ientes sirvié páa designar el comienzo del peúodo, Pero-i

que vale Para el conjunto.'-- P, t* cinco siglos anteriores podemos señalar tantas <<invasiones>>

"orno lu, que se pioárj"ton entonces,- y desconocemos por igual^cada

uno de estos medios *ii"nior. pero se trá ¿ado en situar una ruptura his-

tá¡tu "nttt

los siglos v y vI' con el paso de-las «sociedades antiguas» a

la «Edad Media». unus íe"é, se invoca el demrmbamiento de la autori-

Jad ro*unu central, otras se hace hincapié en sucesos militares destaca-

áár, "orno

la toma ¿" ná*u o la preponderancia de los caballeros' Pero

ninguno de estos *otiro, ,e basa en hechos sociales -ni tampoc" "1,?" \

,árñi"or-. Los historiadores del siglo xvlu, más acertados .que sus

I

Sucesores del XX, consideraron a Carlomagno el primer príncipe *tl; \

rx"liif*":1ffi *",Ti,:*:i11"'?i#:r::i'",1;xlT$:'F5j\oue hacemos nuestra, ya qu"

"n la historia social' cuando no en todas' no

existe un cambio radical entre Roma y el siglo tx'

§T";;ñry;;;" de la historia europea que marca lo suficiente los

. orimeros siglos <<medievales>> como para que ie pueda considerar el sig-

\ ffi;;;-;ilui" J" color, cuando no de estrucrura: el peso cada vez ,,\;""ñ;; rot pu"urot celtas y geffnanos en los usos' las técnicas y el '

l, - l,osslER

Page 8: fossier 1

18 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

pensamiento. El hecho esencial del medio milenio cuyo estudio voy aabordar es uu desplazamiento geográfico muy acusado del marco natu_ral de la historia. Poco importa si su causa fueron las <<invasiones biárba-ras>>, al acelerar la mudanza del Bajo Imperio romano, como enseña latradición, o si no sucedió nada decisivo antes de que el Islam rcchazaraa-la Cristiandad lejos del mar, como afirmaba pirenne, ya que el pro-blema que tenemos que debatir aquí no es el de las causas,-sino ei delas condiciones de este desplazamiento hacia el norte y hacia la masadel continente. En términos de historia social debo indagar más bien enla naturaleza de los grupos sociales que se movían en la <<Romanidad» yen la «Barbarie>), cuya fusión es el rasgo esencial de los primeros tiem-pos medievales. Poco importa el sustantivo en -ismo que inventen losdoctrinarios para designar cada fase de esta larga historia. poco importatambién que nos preguntemos, como el poeta, acerca de la supervivénciade las civilizaciones. Poco importa, por último, si el <<mundo antiguo>>fue <<asesinado>> o se extinguió fras una larga enfermedad. Donde ésténlas enseñanzas de los cementerios, que se quiten estos juicios de mora-lista o de sociólogo.

1. UN MUNDO MULTICULTURAL

Pocas discusiones históricas acerca de períodos tan rejanos han teni-do tantas resonancias contemporán"u. "o-o

ta compa.acián "*" ro.niveles respectivos de ras sociidades romqna y bárbari, cuanáo-ffi"r0

su progresiva fusión en el siglo m de nuestra éra.Ladisputa, uri."riu¿ucon argumentos nacionaristas o incluso racistas, resurta irt¿¡i, yu áu" ,,basa más en testimonios literarios qu" "n

ia arqueotogía, en reaccionesocasionales de una minoría qr" "n

los signos duraderos de la fusión.Afortunadamente, la eo.oc1..tro1eri9u, qu" í" nu prdiil;;;;_lr'Jon Ude las «invasiones>>, se ha librado ¿e un tratami"nto t* g;;;;J;; .,la actualidad, con ros difíciles probremas áela asimilación entre curturasdiferentes que se-nos presentan, tiene un gran interés para el historiador,y más aún para el ciudadano,indagar los irp""to. antiguos.De entrada descafemos los tJstimonios anacrónióos. por ejempro,

es superfluo darre muchas.vueltas a ra descripció"q;ñ; Tei,i¿'Jru,costumbres germánicas. Aunque estemos ,Éguro, de comprenderla, yano concierne a las poblacionei del_siglo *. io, elogios , á*i.^, ürAdeexageradosJ que provocó en er r"é"ri" er papet cadavezmás desta-cado de los b¿írbaros, se basan en reáccionerie o.¿"n,,oiul,-nu*u o"orden técnico, y se explican por el rango .o"iut o ras convicciones firo_sóficas del escritor. Los moáerno, *oñ qui*.s han trasladado ra riva-lidad al terreno de ras cuaridades poríticas o gu"o"rur, de ros méritoseconómicos, del gusto y la agudeLa intelectual. En el siglo v no haynada parecido: Rutilio Namaciáno, hacia +tt, reprocha a los biírbaros suafán de <<sobrevivir alarazaromana>r. Un contemporáneo suyo, también*"jtig^ l!l{": se queja de estar

"prot"giJá por hombres que son dela mrsma raza que nuestros esclavos», pero un hombre ¿"f pu",tfo, "o_oel sace¡dore Salviano, en la misma rn9.1, etolia at bud;;ir;j; qr;;;

"regenerar Ia sociedad rena de viciosl sóro arg"unos van más aIá de estosjuicios.de valor y ven Ias cosas en sus ¡us-t-8s términos. un aristócratacomo Sidonio, obispo de Clermont, se "siente

distinto d" i;_ ñ;;,

ü

Page 9: fossier 1

LA SOCIEDAD MEDIEVAL

quienes debe alojar, pero no tanto por su nivel cultural o su arte extraflo,sino porque viven en clanes y cocinan con mantequilla. Pero la actitudde la mayoría de sus contemporáneos, de esta masa enofme que no tomóla palabra, atestigua la inutilidad de las disputas de los historiadores: loscementerios, la vida agraia,los nombres de los hombres o de sus aldeas,

su ropa, sus costumbres familiares, en vez de reflejar una lucha entre dos

fuerzas rivales, una de las cuales sucumbió sin que se sepa por qué,

denotan una aproximación lenta, irresistible, en ocasiones combatida oalentadapor los hombres dedicados al oficio de pensar. Asl pues, no dis-cutamos sobre el <<pangermanismo>> de los godos o el valor comparadodel arte helenístico, o de las fíbulas sajonas; tratemos de rehuir la ten-dencia

-muy común en Francia, sin que se haga nada por combatirla-

a considerar el principio de la Edad Media como un <<retroceso», un«decaimiento>>, o la desaparición del mundo romano como un desastre,<<el fin de servicios incomparables» (F. Lot). Todos estos son juicios de

estetas o moralistas. Ante nosotros tenemos la tarea de describir dos

tipos sociales, mostrar cómo pudieron interpenetrarse -porque

ese fueel resultado- y, si acaso, destacar dónde la fusión fue fácil y deseada, ydónde se impuso dolorosamente y con el paso del tiempo.

I. Vtol¡,Ncr¡, Y coNSERVADURISMo

«Un régimen social de una desigualdad indignante, un sistema pó-lítico que llevaba dos siglos basado en la coacción y la sospecha, unajusticia parcial de una ferocidad absurda y creciente ... un sistema que

funcionaba a tontas y a locas, e iba de desastre en capitulación ...>>, así

ve el Bajo Imperio un historiador contemporáneo (Musset).<<Una guarida de vicios, un lugar de elección del desenfreno, la trai-

ción, la crueldad, la rapacidad ... sin tradiciones, sin ideal, sin virtudes

.- públicas ni privadas, una sociedad sin cuadros definidos ... un cuerpo sin

\., dma ... " (F. Lot): esta vez se tata de los biárbaros, y en concreto de losfrancos, cuyas costumbres germánicas habían quedado al margen de

"' cualquier cpntagio romano y merecen esta condena sin paliativos. Vemos

aquí frente a frente, sumidos en el mismo oprobio, dos mundos rivalesenfrentados por la Historia.

Los detractores y los defensores de los germanos estrín de acuerdo

en los efectivos numéricos de las poblaciones que se adentraron más alládel limes romano, tanto en el siglo rI como a mediados del ry, en eltranscurso del v, y, más tarde, los sarracenos, los vikingos y los húngaros.

Basándose en sólidos argumentos se propone la cifra de 100.000 ostro-

UN MUNDO MULTICULTURAL

godos, un poco menos de viíndalos y un poco más de francos y lombar-dos. Cinco siglos después de su establecimiento en Bretaña, los sajonesy los daneses ---{omo atestigua el Domesday Book- apenas pasabandel millón. La exactitud de las cifras tiene poca importancia, lo quecuenta es su proporción, un <<bárbaro>> por cada treinta <<romanos>>. Lasminorías dirigen el mundo, es verdad, pero en esta proporción parecedudoso. Sin embargo, durante unas pocas generaciones existió tal identi-dad de reacciones mentales entre galorromanos y francos, italianos ylombardos, que habrá que admitir que un 3,5 por 100 de la población dela antigua Romania, con la ayuda de los bárbaros del otro lado del lirnes,esas regiones que §e describen como <<vacías y horrorosas>», fueron,capaces de acabar nápida y completamente con los usos mentales de sus \nueyos compatriotas. Las quejas de los clérigos de la época proceden de !una categoría social privilegiada, que esta,ba quedando relegada en un imundo en plena naniformaóión, péro fuera de esta elite los romuno. y !

los bfubaros estaban en pie de igualdad. I

1. l,a edad oscurct

Para empezar, compartían el mismo culto a la violencia, la bestiali-dad, el salvajismo, sin más límites que los morales. Durante los prime-ros siglos de nuestra era el orden romano había tratado de poner coto asus desastrosos efectos, al precio de fuefes coacciones policiales. Elprogresivo relajamiento de la autoridad o el despertar del egolsmo localdesencadenaron los apetitos. Pero a lo largo de los siglos u y vII no fue-ron los francos ni los visigodos quienes se enfrentaron con furia en Galiao en los reinos hispánicos. Los personajes codiciosos, sin fe y brutalesque enumera plácidamente Gregorio de Tours y que se matan entre sícon cualquier pretexto, son galos. Los bretones no tenían nada que envi-diar a los sajones en ferocidad. En todas las leyes había castigos crueles,y las poblaciones que se mezclaban con pasión en las absurdas dispu-tas guerreras eran <<romanos». ¿Imágenes de la época «biárbara»? peromás adelante no cambió nada. El <<Renacimiento carolingio» está teñidode sangre, baste citar los 5.000 sajones que el <<gran emperador>> Carlos,fríamente, hizo degollar en un dla a orillas del Weser. De esta forma, conel terror que inspira, acrecienta su prestigio el guerrero, el franco, elsajón o el lombardo, que se hacen enterrar con sus ¿umas, y todos losque tienen una espada. Tuvieron que llegar los húngaros y superar elhorror para que los cronistas se conmovieran.

Al fin y al cabo, ¿acaso no somos víctimas de una admiración exa-

2t20

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l

-*'tlI

Page 10: fossier 1

LA SOCIEDAD MEDIEVAL

i nivel comparado de las costumbres entre el siglo ur y el vn.

gerada por lo antiguo, y no ha sido siempre así? Lapax rom.ana se con-i, rTpone-condemasiada ligereza a las «bandas, grr.áni.us. Esto supone,r' obviar las abominables matanzas y saqueos de héroes preclaros como

Escipión, césar o Trajano, los esclavos encadenados de séneca, ocultostras las peroratas del filósofo, los pretorianos, los gladiadores, la sangreen el circo. cicerón nos esconde a Espartaco, y de pronto sólo vemos aesie úItimo. ¿Es mejor arrojar a un esclavo a las morénas y a un crisüanoa los leones, o beber una copa rebosante de ra sangre freica de un caba-llo_ degollado? Los siglos bárbaros no merecen el oprobio en el que han- caído. En ellos no hubo más torturas, matanzas, robós y opresión que enotras épocas, lo que ocurre es que después del siglo iv iodas nuistrasfuentes sobre la moral prÍblica proceden de los hómbres de la Iglesia,indignados con unos abusos que sus predecesores de la Antigüedaá gre-comomana describen sin emoción o reseñan por alusiones. Los condesmerovingios no fueron más sanguinarios y rapaces que muchos pretoresromanos,,los príncipes o nobles no fueron más perversos y ,oráces quedurante el siglo de Augusto. sólo se podrá advertir un désphzamientode las causas y efectos de la amoralidad, y sería inútil discutir sobre el

como la peste o el cólera que asolaron Occidente entre 550 y 750, puesen los siglos xv y xv ras hubo peores. Es sobie todo a causa á"r

"riiri" i"1pavorosa coacción que inmoviliza a los hombres en su condicion y enrr-¡lece su persona. Tampoco en este caso encontramos ninguna diferencia]entreromanidad y barbarie: ambas sociedades se basan ,", r",..r""ffiiya hablaremos de eilo-.La Iglesia protesta débilmente, prr" ."Á"

""¡ri-9:* gl" el trabajo es alienalrc, no ti"n" nuáu ,"¡o qr;;rop;;;;. ;i;;._tejo del esclavismo avanza sin novedad: esiancamrento técnico, falta deespecialización, rendimientos bajos, riesgo de estalridos desesperados ysangrientos- Proseguirá mientrai dure ra"Antigtiedad. pero los hombreslibres también están sujetos a ras coaccián"r iirpu"rtus por ra fam,ia, elpoder público y er dueiio de ra tierra. sn il;án por retener ras piedrasque se desprenden de la bella construcción rornuni, to, ".np"ruaJrl.*J"tsiglo rv dejaron a ros hombres inmov,izaJor

"n ,u porición social o eco_nómica, como hacen ros jefes_brárb-or p*u qr" Ia tribu sea más maneia-ble, y como tratarán de hácer tos caroti,ijior;;á;;á;;.1 .t;i;il"^*,

2. Una exigencia de renovación, una movilidad constante

Ins¡omanos y los bárbaros comparten un fuerte deseo de cambio. siuno de los rasgos mentales de la Eáad Media, que hoy podemos com_prender perfectamente, es la aspiración a ofra cosa, el más allá, los nue-vos horizontes, una suerte mejor, antes ae ú iregada de ros germanos yase advierre con craridad. En lá época ¿e Ausorio, orñá"r" püJur*los atractivos de ra vida der terraienient","ilá"¿ de una sociedad cn Iaque cada-cual ocupa su puesto. pero <<la pequeña heredad, ,"i* áJ*i,antepasados» cantada por el poeta, ",

,n *"áo de privilegiados: Eñ;;-s'or conservadurismo rgmano exaspera a tos trumil¿á;:ñ;;r;;i""recordar las manifestaciones de júbiio qr" ,utrá*or, ñiq¡"d;L;il-bres nuevos, porque fueron escasas. En nombre ¿" ci""?á" y [rñ;,Aurelio, no

-se presta atención a la masa u¡uriurt" de ros desheredados.

Oigamos a Salviano: «... DesposefOos, gápeaa"r, *r**,;;r;;;;.perder el derecho a la libertad_ ro*-u, ioi pob.", han perdidoiurñüi¿"

"rhonor det nombre romano ... Muchos ¿e etts,lncuy"roo !"nt" J"-üünucuna ... van a buscar entre ros bárbaros la humanidaá ¿" ror"r*-oJl..rr.«Mito del buen salvaie>>, se burlan los saUitron¿o.. ¡iui r"rflp"-'riinterviene la Iglesia y ""rguro*

r"nuáorá. *rii"ru, que entre los b¡árba-ros sus intereses están a,salvo, henos aqui sin habÉrlo p."ui*á, * iuGalia <<merovingia». por lo menos huy iá h;;ho relevante: este racismoque envenena nuesho siglo no es medieval. Las uniones ,i*1;;;i;,

22UT.I MUNDO MULTICULTURAL 23

t,De todos modos, se produce una cierta modiñcación en dos planos

que merece nuestra atención. Para empezar, rebrota una ferocidad colec-tiva, contenida desde la conquista romana, como en Galia y los reinoshispiínicos, que se desata de nuevo enfre los indígenas, próbablementedebido al desorden político y la inseguridad sociar. Áunqué los germanos

1o fue1on sus instigadores, sospechamos que no se quedaronálaragu.La orgía de violencia es un rasgo de las mentalidadeJfranca, alamánica,sajona, y más tarde escandinava. El guerrero se convierte en un hombre-oso (berserkr) que apenas cohsigue dominar el miedo a la condenación.Las venganzas privadas (faida), que la Iglesia no consigue atajar, provo_can una proliferación de disputas, asesinatos y expediciones áe cásügo.Las necrópolis anteriores al siglo vm están llenas de esqueletos

"on Io,

miembros rotos, los cráneos aserrados, el tórax hundido, iestimonios elo-cuentes de las brutalidades del siglo. En algunos pueblos que pennane-cieron en un estado menos civilizado, como los saJones de ias islas o deGermania, estrán atestiguadas las cabelleras como trofeos (¿acaso no eseste el sentido de lá tonsura de los reyes merovingios?),la iazade cabe-zas y las matanzas rituales hasta finales del siglo vm.

i si los historiadores anglosajones llamaron a esta época <<edad oscu-J ra, no fue sólo por la violencia de las costumbres. Todós los siglos, a sumanera, recurrieron a la fuerza bruta, la mentira y la traición. El nuestroestá a punto de batir las marcas. Tampoco se debió a las pandemias,

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24 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

cuerpos mezclados de las necrópolis lo demuestran. Ya volveré sobre eltema. A veces aparece algún remilgado que se queja del olor fétido o lajerga de los recién llegados, pero es la voz del pasado. Además, sólo en

nuestra época se ha dado a la palabra <<bárbaro» el sentido peyorativoque tiene para nosotros. Para los <<romanos>>, el <<bárbaro» no era más que

el extranjero, ¿o habría que decir el «inmigrante>>? Como la Iglesia toda-vía es poco importante, la idea del «infieb> carece de sentido antes delIslam, o antes de las empresas cristianizadoras de los siglos vln y x.

Además, ¿qué sentido tiene despreciar la aportación germánica? An-tes de ella, el barniz grecoromano se resquebrajaba por doquier ante el

empuje de rebrotes de todo tipo, lingüísticos, mentales o familiares. Loque el bárbaro apofa de nuevo no merece en absoluto el descrédito en que

ha caído por culpa de unos eruditos henchidos de romanidad. La propia

Galia -Jullian

se desesperaba por ello-- no había ganado tanto con laocupación romana. A partir del siglo v no hay una sola tumba que no

refleje la superioridad de las técnicas artesanales del biírbaro, comparadas

con los mediocres usos mediterriáneos. Con la ayuda del arco eléctrico se

ha comprobado esta superioridad en las armas y henamientas. En cuanto a

la construcción en madera y el arte animalista o abstacto, no desmerecen

en absoluto a los de una Antigüedad exhausta y crispada.Los hombres no paran quietos. Antes del Renacimiento, cuando

Europa occidental llegó a ser durante cuatro siglos un pueblo «asenta-

do», la gente de la ciudad y el campo da muestras de una movilidadincreíble. De entrada, esta observación resulta sorprendente, si se piensa

en el mundo urbano, enlas villae ancladas al suelo, en las indestructibles

calzadas. La legislación se empeña en encadenar a los hombres a su

aldea, a su oficio, a su familia, y todavía en 460 lo exige Mayoriano.Además, el desorden debeúa llevar, y lleva con frecuencia, a agruparse

en torno a un padre, un amo, un jefe guerrero. Más adelante los carolin-gios siguieron intentando reclutar a los rurales, exigiendo juramentos,

situando alosiuniores bajo el control delos seniores. Todo en vano. Laatracción de lo nuevo y la inseguridad arrancan a los hombres de su tri-bu, de su suelo. Rompen sus vínculos, abandonan sus bienes y sus fami-lias y entran en la ilegalidad, donde estará durante siglos cualquier hom-

bre solo. En los siglos v, vI, y luego en el x y el x, se huye de Bélgica aProvenza, de Gales a Armórica, de Aquitania a Auvernia. Los numero-

sos tesoros de los siglos [I-Iv, o del x, escondidos en un bosque, no lejos

de un camino o una villa, revelan la existencia de estos movimientosprecipitados, sin regreso, a menos que brotara de nuevo una rama injer-tada a 2.000 kilómetros de su origen. Nuestro tiempo, móvil e inquieto,apenas puede darnos una idea (en la que no creían nuestros padres) de lo

"r

t n \o..o.::',-' tl-.

uN MUNDo MULTICULTURAT- 25

que ocurrió entonces. Los hombres, sometidos a un destino violento y -]

con frecuencia oscuro, atan y desatan los vínculos que les sujetan a su I

estado. No cabe duda de que nada favoreció más el avance de la religión icristiana que la angustia de los pueblos que habían perdido sus certezas.

t

No se puede limitar el alcance de este movimiento a unos grupos de \

bandidos y hambrientos que saquean los campos e insultan a las ciuda- i

des, bagauda.s en Galia, iircumieliones en el norte de África, sin ver en I

él una insumisión crónica y una protesta social. )Pero no vamos a conformarnos con esta constatación. En el mundo

grecorromano pudo haber una movilidad similar, aunque las causas fue-ran distintas. Se realizaban visitas, se intercambiaba correspondenciaentre York e Hipona, entre Clermont y Frigia, pero siempre dentro de unestrecho marco geogriífico,,7a Romnnia cenffada en el Meditenáneo.Laruptura, pronto irremediable, entre un Occidente y un Oriente cristianos,y el avance del Islam por todo el flanco sur del mar, intemrmpieron estas

ielaciones. Pero en el mismo momento -fenómeno

capital, él único que Ipuede justificar realmente que el paso de lo antiguo a lo medieval se i

iit i" ".r

los siglos v a vIl- las zonás marginales dJdonde se sacaban los I

esclavos y los metales entraron en el concierto <<romano». La palabra I

llega a estas áreas de cultura despreciada y les proporciona toda clase de i

contactos. Esla dilatatio de los pensadores carolingios: los mundos ger- i

miínico, escandinavo, eslavo y celta se vuelven <<romanos>>. Sus habitan- I

tes se llaman y se consideran <(omanos». Clodoveo es <<cónsul>», Teodo- /rico habla de unas <<costumbres dignas de la tog», Carlomagno va aRoma para ser <<emperador>>. Mucho antes de las <<invasiones», los cen-

tros vitales, los polos económicos o intelectuales ya habían ido al en-

, r, cueiltro de estos espacios nuevos, de Roma a MiLán o a Tréveris; y entrei. i los siglos vt y x, York y Paderborn rivalizaron'-eon el sur. Mucho antes de

\\ qu" Alarico la tomara en 410, Roma ya no está en Roma, y ha dado paso

\l u un uasto mundo nuevo, abierto a los hombres en busca de esperanza.\

3. El peso del Cielo

"La lglesia en primerafila

A principios del siglo v, a falta de la Ciudad de los hombres, san

Agustín les dice a estos hombres que sólo deben esperar en la Ciudad de

Dios. La Iglesia no tiene ningún motivo para oponerse a esta nuevasituación, todo lo contrario. Se suele hablar de las ventajas obtenidas porClodoveo con su conversión y los inconvenientes que encontraron los

lI

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UN MUNDO MI,JLTICULTURAL 27LA SOCIEDAD MEDIEVAL

visigodos y los vándalos debido a su arianismo. un historiador ha lle-gado a decir que el sacerdote fue el primer <<obrero>> de la sociedad de laátta g¿a¿ tr¡e¿ia. se olvida que en el corazón mismo de la península ,/Ibérica, por no hablar, evidentemente, de Galia, durante el siglo u nt'había en todo el país más de un 10 por 100 de cristianos. Ofuscados por

=§ las historias de reyes, obispos y habitantes de las ciudades, obviamos la/ onseñanza de los cementerios. En ellos, hqqtq."-L§glg lllJg§§rg3ot-gd§=tianos pierden la b.3g¡lla-antelas-hueltls-rte'u".- nismo-obsti{ññTredaspdáE -más atlá, ofrendas rituales). Más aún, el resurgimientode los cultos agrarios antiguos, muy anteriores a los romanos, es patente:los ritos de devoción al agua, fuentes o lluvia, a los árboles, al tn¡eno oa la luna llenan de indignación a los predicadores. Su tarea es ardua, yaque sin llegar a las <<supersticiones» que denunciarán los exempla delsiglo xnr, proliferan las condenas de los concilios como los de Toledo yBraga en el siglo xr, y el de Estinnes a finales del siglo vm. Las bendi-ciones de piedras sagradas o la adopción de los ritos de fecundidad enGalia contrastan con la tala de árboles sagrados o los bautismos forzadosde sajones en pleno período carolingio. La Iglesia se plegó cuando nopudo vencer. Desde luego, el hecho de que los obispos apoyaran o seopusieran a un rey es importante, pero de carácter político, no social.Sólo unas costumbres más fundamentales que el dogma trinitario, comolos usos funerarios, podían impedir el acercamiento. El hecho de quemara un muefio y no creer en la supervivencia de las almas podía levantaruna barrera infranqueable. Los sajones no pudieron superarla y tuvieronque matar o expulsar a los bretones, pero en todos los demás lugares unaevolución paralela a ambos lados del limes reunió a los romanos y losbárbaros alrededor de los sarcófagos. De modo que no debemos darimportancia al hecho de que en 496 o más tarde Clodoveo, Recaredo ocualquier otro, encabezando a una parte de sus fieles

-más o menos

. el 0,5 por 100 de toda la población-, avalaran la autoridad episcopal.

i Lo más importante es que en los cementerios merovingios o lombardosi los miles de tumbas alineadas con la cabeza orientada al oeste (.Rei-i hengrtiber) podían ser tanto de un germano como de un indígena. EntreI los treviros hay una época con tumbas francas y tumbas galas, es decir,, dos necrópolis separ.adas, pero luego, poco a poco, se realiza la fusión.: En algún caso, por ejemplo, las armas parecen atestiguar que se trata de,! un guerero gernano, pero ya no se podría asegurar.

En realidad, ¿qué tiene esto de extraño? Las enseñanzas de la Iglesia,

[' sea cual sea la responsabilidad que se le atribuya en la degradación de laautoridad romana, se adaptan perfectamente a los cambios sociales.i Muchos clérigos encontraron en esto una justificación de su adhesión a

la Iglesia, que se enfrentaba a una justicia formal y de orden_ público,

aflojaba el iesorte patriótico de la lucha contra los enemigos de Roma,

conáenaba los benéficios de la actividad de intercambio, freconizaba el

acercamiento de todos los hombres hermanos en Dios, se felicitaba de la

victoria de los sencillos sobre los hábiles -los primeros eran los bárba-

ros-, apoyaba a la autoridad local frente al interés de la Ciudad de los

hombrel, ánunciaba el fin cercano del mundo, e incluso -¿por

qué

no?- rechazaba cualquier noción de culto al cuerpo, en pro de las satis-

facciones del alma.

Ia lglesia manos a la obra

26

. Sin entrar en asuntos que se salende los límites de este trabajo, conviene señalar que a ello contribuyeron

r . dos factores. El primero, sin duda el principal, fue echar enla RomanialaU rg§3"_]CpefroC.uiasi+2ra_Bescar-q lgg hombres. El cristianismo pasó de

ser tÍpicamente urbano a rural, un ñétñó*füñáamental que conocemosespecialmente mal Ya se tratara de un terrateniente que aceptaba instalarpilas bautismales en su propiedad (Eigenkirche), o la plebs (panochia noes de esta época) procediera del obispo de la ciudad próxima, esta con-quista de las almas fue asombrosamente lenta. A orillas del Meditenáneofue más rápida, realizándose entre los siglos v y vr, aunque las pieve,como en Iüalia, eran demasiado amplias. En otros lugares hubo que espe-rar cien años, en el norte de Galia o en Bretaña hasta el siglo vm, y enGermania hasta los siglos x y x. Mientras la <<parroquio> fue un territorioenorne, mal administrado y mal dirigido por el obispo de la ciudad, laIglesia sólo avanzó con pasos contados. Imaginar que triunfó con rapidezporque un rey era sagrado, porque todos sus consejeros eran obispos,como entre los anglosajones o los carolingios, sería olvidarse de lo másimportante: del pueblo <<cristiano>> que adoraba al árbol o a Mercurio.

fñ El otro elemento es un asunto de eclesiásticos: se aplica ellagaieVgogm4tico d-e lalgtesi . El legado de los padresJffie

-todo de Jerónimo y Agustín, las compilaciones de Hilario de poitiers,Isidoro de Sevilla y Gregorio I de Roma forman su base, desde luego.Pero es una base teórica, a menudo ciega ante una sociedad profunda-mente pagana. El siglo x, el del <<renacimiento»> carolingio (¡curiosa|._expresión!), fue el que estableció las reglas de comportamiento quelhabía que imponer a los fielés. Los penitenciales, los concilios y las Icolecciones canónicas son de esta época, y no me voy a extender sobre

I

U

II

\

\

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Es de suponer que, una vez pasado elde las dos comunidades, la

Page 13: fossier 1

IF

0 nr.,

\"(LA SOCIEDAD MEDIEVAL

,i I este asunto. Como armas son eficaces, pero ¿se pueden usar ya? La Igle-I sia es amenazadora, pero su hora todavía no ha llegado.

Ante la decadencia del poder eminente, la Iglesia era la primera

! autoridad moral, y su actitud en los contactos entre las comunidades- / romana y brárbara fue crucial. Su misión universal podía haber hecho

que rechazara el conservadurismo social heredado del Bajo Imperio,desinteresándose de la res publica, de los asuntos públicos. Por el con-trario, fue el principal elemento de estabilidad de la nueva sociedad. Almargen de los juicios morales que pueda sugerir su actitud, es justoadmitir que no era posible ninguna otra posición, ni probablementedeseable, si se querían conservar las frágiles raíces de la nueva fe. Loselementos de acción que poseía la Iglesia, negativa a sufragar con dinerolas necesidades de los príncipes y Írmenazas de sanciones espirituales,no eran nada eficaces, y supo usados para defender tanto sus intereses

, como los de Ios más humildes. Por desgracia, la propia naturaleza de su

f reclutamiento jeriárquico y la amplitud de su misión secular hicieron quese solidarizara con la aristocracia.

En efecto, hasta el siglo vu la Iglesia es sobre todo el obispo, comohe dicho antes. El obispo, además, es casi exclusivamente el amo de lasciudades. La importancia de sus tareas -{ue no vamos a analizaraquí- y la enorme responsabilidad moral y material que acaffean nopueden caer sobre las espaldas de un hombre humilde. El obispo debetener clientes, apoyos, dinero, capacidad para dirigir un tribunal, encar-gar una construcción y vigilar a los esclavos. Pudo haber obispos dedudosa moralidad. Gregorio de Tours condenó a varios de ellos, nodemasiados en total; pero muchos menos no fueron de origen aristocráti-co, por lo general romano. Aunque tuvieran cierta independencia de cri-terio y caridad, tanto Gregorio de Tours como Avito de Lyon y Desideriode Cahors son proceres, no encuentran ninguna contradicción entre suformación y su misión. Socorren a los pobres, condenan la esclavitud,reprenden a los tiranos, pagan honradamente a sus trabajadores yluchan contra la venganza privada y las malas costumbres, pero admi-nistran enorrnes patrimonios (el obispo de Roma se hace cargo del fiscode la ciudad), cobran parte de las multas y requisan la mano de obra.Como no pueden derribar el orden social, predican la resignación alesclavo y procuran que el rico considere la riqlueza como un beneficiodivino que implica más deberes que derechos. Por último, muy pronto,ya que los primeros indicios datan del concilio de Agde de 506, justodespués del hundimiento de Roma, la Iglesia se pone a salvo. Parapoder llevar adelante su misión caritativa, solicita a los jefes bárbarosquedar al margen de la justicia pública, y lo consigue. El fuero eclesiás-

UN MI,JNDO MULTICULTURAL 2928

tico de Galia, confirmado más de diez veces en el siglo vt,grs-raúficado

por los reyes en 614, justo cuando lo obtiene la Iglesia de Iós reinos his-

pánicos. Puede que sea una sabia precaución, pero en una época en que

ia Iglesia se ahorra cualquier contradicción interna, porque no hay vitali-dad dogmática en Occidente

-¡pensemos en el fuerte impulso de la

Iglesia oriental, o budista, en el mismo momento!-, la Iglesia latina

encarna el triunfo de una casta aristocrática. Otra precaución fue la pro-

liferación de inmunidades, que pusieron sus bienes materiales a salvo

de las expoliaciones privadas. Hacia 650 algunos laicos gozaban aún de

este beneficio fiscal, que poco a poco se fue limitando a las tierras de la -,Iglesia. Para los más humildes, ya no haY diferencr:,:Y:jl"l::li:

\de la iglesia y el del palacio. No tenemos noticias de que se le reprocha-

ra al primero que se comportase como el segundo' Para los crisúanos, y

este deslizamiento es fundamental, la lglesia carece de rostro en la tierra.

No es una protección inmediata, un refugio para miserables, sino una

gran esperanza abstracta. Las consecuencias morales son enoffnes, y van

desde el éxito muy precozdel monaquismo, retirado del mundo, haita la iprofunda espiritualidad colectiva de toda la Edad Media. J

II. Esra»o v ¡eRAnQuÍA,

Aunque la Edad Media es vista con interés por nuestros contem-poráneos, no tiene buena reputación en el ámbito <<político>>. Se suele

considerar un período sin orden ni autoridad. Los príncipes bárbaros

oscilan entre lo odioso y lo grotesco, en los tiempos feudales reina la<<anarquía>>, y en general las guerras y las pestes lo oscurecen todo' Es el

resultado de una reflexión -y una enseñanza- marcada por el espíritujacobino, y un poco antes por el del absolutismo. Sólo se da valor a loque estrá centralizado. Es sabido que en Francia esta convicciónrozalacaricatura, pero sin llegar a esos extremos nuestros vecinos tampoco se

libran de esta noción de unidad, fuente primordial de la <<nación»: Reich

alemán, Corona britrínica, Patria italiani, por citar sólo algunas. No con{cebimos la idea de que un orden local sólido o la influencia de una enti-

|

dad que sobrepasa los <<estados>> puedan constituir una forma de gobier- | a,no de los hombres. Desde este punto de vista la Edad Media no es más |

*que <<ruido y furia». Esta noción me parece equivocada, y el lector deberá

Ihacer un serio esfuerzo de independencia de criterio para seguirme en \mi afirmación de que pocas veces han estado tan implantadas la idea \de la autoridad central y una estrictajerarquía de las personas como en

Ilos primeros siglos de la Edad Media. J

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30 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

f-rN uur.l»o MULTTcT.JLTURAL

1

3t

1. El recuerdo de la «res publica»

En el proceso que se hace tan a menudo a ra sociedad bárbara en suscomienzos, la primera acusación es ra debilidad del pensamiento poríti-co. Esta opinión se susrenra en er increíbb il;;á;'d"];;;í*p".merovingios, y del siglo vn lombardo. En realidad, pri-* t u¡Ju qu"demostrar que- el.Bajo- Im¡erio romano, á"spues ¿" t"o¿o.iá,:f,resentaun panorama distinto. La insubordinación diros gobernu¿oi"r, i;ir"p*tencia de la fuerza pública,Ia anarquía en er palaüo y ruirrn.á.iuá. ru.leyes no son menores en 450 qu.

", OOO. ir.trrol, ¿grrñpriUl".germiánicos se advierte una capácidad para volver u ta ,oEion á"'uu,ori_dad pública' Teodorico y varibs de sus sucesores ostrogodos en Italia,con sus hermanos visigodos e¡-tiempo de Leovigildo o"¿, n"""ruinto,legislaron e inquirieron por er bien i,iuii." tanto como Mayoriano, erúltimo soberano romano digno ¿" ".i"

nornUr".Aunque nos ciñamos a Ios pueblos que han merecido un juicio más

severo, hay que reconocer que se muestran mugho más capaces de Io quese dice de tomar er rerevo a Roma. Los nietos de crodoveé ár" ," ¿*t

"-zan entre sf tienen mala reputació.1, pero poseen tropas, un poco de di_1erg, 1eún9n con regularidad su tribunal y están ,od*;u¡;. áJ; p,lñuaode fieles. Dos siglos antes, Honorio, er"óndido

"o, utguro, ;;;;;;

"Ravena, 1o fu9 capaz de reunir ras 4.000 ribras y a ros 10.000 hombresque habrían salvado a Roma de Ararico. La autoridad regia ¿e lor-u,erüá-

ros no es muy inferior a ro que en er Bajo Imperio queda"ba ¿" r. pr"."-gativas públicas. La propia noción ae páAer, aunqoé mry i*pregnaaa O"preocupaciones guerreras _pero ¿acaso los empéradorés nó erin elegi_dos por.ef q&cito?-,persiste aep"ues a. ru "uraááá1áp"i".ñ1.áil "rp!T_o"uJ. in¿fgena al que los franios, Ios visigodos, Ios lombardos y losDurgundros contiaron Io que quedaba de ra administración, segurá ai-

:luL9::::lanq { creyenáo en ta permanencia de un corc"pi"áBrou"rooe unload rmpenal, sino que los propios jefes bárbaros compartían estepunto de vista. En ninguna parte encontramos un espíritu ¿e áominaciongermánica, ninguno de estos pueblos pretendió imponerse rlá, .*.r"i_dos». sólo orosio despertó en er visigodo Ataúrfo ra ambició;de;;;aruna Gothia, y puede que se trate de üna invenciór. r"á"iiá, ;;;_derososcomo-el ostrogodo Teodorico, ros más artivos."rL

"i"-"rgí¿"Eurico,fos más alejados como Chilperico, nieto de Clodoveo, ," utñUu_yen títulos romanos e incruso Iregaia flamarse servidores ¿"i"*p"iáá",de Oriente.

En cuanto a los pueblos, permanecen fieles a ra noción de autocra-

cia' Antes era romana' ruego pasó a ser bá¡bara, un simpre desrizamien-to que no afecta para nada ala naturalera ie ti ""r"¡á"á.

gr;;;r"parte se abre camino, entre las conmociones guerreras del siglo vr, unareivindicación de ros indígenas .ont ulu tuáia germanica. Ar contrario-r-y es un rasgo esencial_, esta especie de liberáismo a;; ñ;;ñ,la sociedad un gobierno más zuave prop¡"iolá consoridación de un sen-ti4ie¡to asombroso, una solidariduá

""t " io_anos y gernanos, casi un«qacionalismo». Su aparicjó1fue más jr.iái ani¿árá" "ip#",iilr_mo,habfa sido importanteincluso *_tu epo.u romana, en pleno siglo u,como la Galia central.o Hisp¿¡i¿. En este ,ittrrno país los habitantesayudaron a expulsar a los biz¿ntino.

", "i rigio ,rr.'E, Jil;;;;;,turonenses y auverneses se entusiasman po, "t'.erui.ro

u u, i"v üaru*o.Inclus.o en.Itaria.er puebro apoya a ioí árirogoaos conr¡a el ejército(romano» de Justiniano.

§?n:E1 definitiva, el mejor ejemplo de esta identidad de las reaccionesmentales ro tenemos "n

Bretaha, áonde ra expursión casi totar de los indí-gelas hace que no se pueda hablar de influencia bir;ir, ;iJ;;;;;*sión moral de las antiguas pobraciones romanizadas. pero ná láy pií"1 rpes cuyas exigencias administrativas sean más ngurosa, y ."gutur", ql" \los sajones, por ejemplo los del suroesre, qr" iñpr*turi

"i?"r""iJ¿" talbergue (feorm),la corveapública y la l"ra'*ifitu.. O..¿"i_"g", ñ; ioficinas, tribunales ni legislación, y ro ," pu"a" "o_p**-ui?"Vi."'¿"

IMercia con constantino. Br predominio dá;;u autoridad estrictamente Jp.ersopl sin el soporte de mecanismos administrativos, ni ,iq;i;;;;;;"_riorados,. impide cualquier comparación

", ,rt" sentido. pero resuhademasiado cómodo contraponer Ll i¿"¿ del emperado.-*ugirt uao, [u"ejerce el tmrerum por deregación der pueblo Ln p.o der interés común,con la brutal tiranía de un jefegu"o- qu" consiáera "tp;il;;;;;;,bien familiar; y condenar,lvidéntementé sio rp"tu.ión, er <<régimen de-...la banda guerrero>. La idea de una int"*.n.iai de los ciudad;;;;;1. Ielección del magistrado supremo_ll"uubu yu -ucho tiempo ,r.ri;;;*d;,

icomo hacía mucho que uná noción de poáer divino t uurá ¿"r"irt"uáo""r ii,ae.at {e la res publica, y hacíamucho, en ¿"firitiua, qr;;; ;i;iüj" ide las Iegiones el imperio era un patrimonio a explotar. ----"

J

2. Reyes <<romanos>»

Las generaciones de intelectuales que asistieron al paso del poder amanos de los jefes bárbaros tardaron "idar."

cuenta de que "ri;;;;;"cambiaba apenas la esencia de ra autoridad. cuando crégorio d! iour.

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LA SOCIEDAD MEDIEVAL

habla de la res publica sólo piensa en el emperador de Oriente, pero yahe dicho que los hombres corrientes eran más realistas cuando recono-cían en Clodoveo o Recaredo los elementos de la autoridad <<romana».

Como los emperadores de los siglos Iv y v, para no remontarnos másatrás, el <<rey>> bárbaro es ante todo un jefe guerrero. Su legitimidad des-cansa en la victoria permanente, de modo que si sufre una derrota caesobre él la damnatio memorie, es destituido y borrado de la memoria,como muchos generales <<romanos>>, usurpadores fracasados del BajoImperio. Los lingüistas sabriín si el Mund germánico sustituyó ala For-tuna antigta: la fuerza y la suerte se combinan para colocar en el mismoplano a Teodorico y Constantino.

En segundo lugar, se advertirá que el jefe «b¿{rbaro>> es divas, comoel emperador de antaño, sagrado en el sentido común del término, y tam-bién sagrado en el sentido religioso, bíblico -lo cual no ocurría con losromanos-. La unción que reciben los visigodos en 621 y regularmenteal final del siglo vn, la de los reyes sajones, la que obtiene Pipino el Bre-ve, la del propio papa en 571, convierten al rey en mensajero de Dios.Puede llevar la púrpura y la diadema solar como Teodorico. Mejor aún:esta legitimidad casi sobrenatural, tan codiciada por Roma, adopción oherencia, sin obteneda de forma duradera, la tienen de nacimiento losreyes <<bárbaros». La familia de los Baltos en los godos y la de Meroveoen los francos poseen una genealogía divina, un aura mágica, un carismareligioso que los emperadores, los <<Césares>> y <<Augustos>> apenas

habfan acariciado, y Teodorico, en efecto, se hizo llamar augustus.Unossignos visibles designan al elegido, como los cabellos sueltos de losreges criniti francos, entre los cuales la tonsura, probablemente el cortede la cabelleÍa, eta la marca de la separación de la familia sagrada.

lncluso en el poder jurídico se conserva la marca <<romana>. Laadministración urbana se resquebraja, los engranajes fiscales se oxidan,el cursus publicus romano se extingue. Pero el rey, como no hacíamucho el emperador, <<promulga unas leyes que él es el primero enrespetar>>, como decía san Ambrosio. Y no se toman más libertadescon ellas en el siglo uI que en el ry. Los edictos de Recesvinto o de Clo-tario II en el siglo vII, los de Teodorico antes y los de Liutprando des-pués, revelan una preocupación por el buen gobierno que no tiene nadaque envidiar a la de Honorio o Valentiniano III. Además, se ponen porescrito, condición indispensable para que los intelectuales y la Iglesiaconsideren «civilizado» a su autor.

Nos expondrÍamos a no entender la obra de la familia carolingia siobviáramos esta continuidad, si viéramos en ella una novedad -*{omohacen muchos historiadores- y no un resultado. No me propongo aquí

¡¡\rr\'"\', ' ii¡:'{ *"\i} ¡ tt

i

\ UN MTJNDO MULTICULTURAL

scguir sus etapas, sino sólo recordar que lo que precedió o siguió a la

coionación de diciembre de 800, que restauraba la dignidad imperial en

Occidente, sólo en pequeña medidá es fruto de las circunstancias: la eli-

minación de los vislgodos por el Islam, las divisiones entre los anglosa-

jones, replegados soire sí mismos, las contrariedades de los lombardos

.o, .i póu Í Bizancio dejaron el papel principal para los franco9,.9ue.tal

u., ".*joi menos indicados para desempeñarlo. Pero la combinación

de la fuerza militar de los austráiicos, la firme esperanza de los cleros his-

pano (Teodulfo), italiano (Pablo Diácono) e inglés (Alcuino), y los inte-

ieses del papado, hicieron que se franquearan las últimas etapas en la

segunda mita¿ ¿et siglo vul. Se habló entonces de Renovatio, porque

la-generación de Carlomagno y la de su hijo Luis se extasiaron, como

o"i*" u menudo, con sus propias gestas. Pero las palabras del papa León

cuando designó a Carlos con la aclamación ritual: <<coronado por Dios

grande y pacífico emperador de los romanos>>, no añadían gran cosa a los

usos antiguos.

3. El imperio cristiano

Los esfuerzos realizados por la familia carolingia y el puñado de

obispos y literatos que la ayudaron resultan un poco conmovedores.

Estoi hombres, cuyoi medios, como veremos, eran escasos o nulos, qui-

sieron hacer realidad su sueño de un verdadero <<imperio cristiano». La

expresión es de Alcuino y anterior a 800. Pero si observamos más aten-

tamente vemos en ella todos los elementos vigentes entre los siglos vy vIu. De entrada, el príncipe es un guerrero designado por sus.solda-

dos, <<elegido>> por ellos, lo cual explica la furia de Carlos en diciembre

de 800, cuando el papa hizo que la aclamación del <<pueblo>>' es decir, la

elección guemera, pasara a un segundo término, después de la coro-

nación con sus manos. Gracias al apoyo de todos los hombres libres que

combaten, el príncipe tiene toda la potestas, pero debe afianzarla, por-

que la lealtad de aquéllos podría flaquear. Este es sin duda el origen de

lbs juramentos de fidelidad que se pidieron er,789,793 y 802 a los hom-

breá en estado de ser armados. Luego viene la auctoritas, eI prestigio

moral del hombre providencial y sus allegados. Un usurpador como el

carolingio no podía invocar el aura mágica de los merovingios, y tuvoqu" uná*r. con cuidado, reemplazándóh po. la coronación de la que

hablaré más adelante. Es curioso ver cómo la familia austrásica, que ca-

recla de este prestigio sobrenatural, se acabó imbuyendo de él hasta el

punto de que más adelante la única forma de legitimarse que tuvieron

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3, - FOSSTER

Page 16: fossier 1

t

todos los poderosos, empezando por los reyes de Francia, fue relacionar-

§\ se con ella. En todo caso, durante el siglo Ix, como antaño, el regnum es'-\) algo natural, como un bien de familia, un patrimonio que se pueáe com-

partir, en detrimento de la «unidad romano). pero es un error ver unacontradicción entre estas dos ideas: a partir de Verdún (843) y hastamucho después, los sistemas de las <<confraternidades>>, con un jefe quees el único emperador, mantienen la noción del imperio cristiano. ¿ñose toma en serio? Entonces, ¿por qué se admiten las divisiones romanasque empezaron en el siglo n? Por último el aspecto sagradolmás ade-lante llamado <<santo») del imperio y de su jefe resulta de ly'unción, decuya antigüedad hablaré enseguida. si a carlos no le llarharon divus,como a sus predecesores romanos, Adriano I le llama magnus y León IIIq.ugustus. La Providencia le inspira, como a Samuel o a David, con quie-nes le comparan. Es de suponer que la Iglesia aprecia esta forma de ladignidad imperial. Los círculos eclesiásticos del siglo vlll, y luego enel x la gente del sur que sigue a Luis y sus ideas rornanas, Como Heli-sachar, Benito de Aniano y más tarde el molesto Hincmar de Reims,esperan que el píncipe propague la fe, mantenga la paz de Ios cuerpos yproteja Ia de las almas. El globo que sujeta át prfncipe, encima áe hcruz,7a mitra y la corona, imagen de Ia Jerusalén celeitial, se mezclancon el trono en forma de silla curul antigua y el vestido militar. La ico-nografía refleja bien las intenciones, y el único punto que sigue siendooscuro es hasta qué punto una propaganda hábil pudo hácer qie penetra-ra la idea en la masa de los <<súbditos>>.

'...:

i-,,,,,, UN MUNDO MULTICULTURAL 35

(: i'r :ril.tr

:frt:-r]l^ prerrogativas der Estado, un Estado que sin duda es <<cristia--qp?jr'pero apenas más que el de Teodosio, y se parece mucho at na¡ofp'perio.

ii ',1a¡xtEran unos objetivos ambiciosos, demasiado ambiciosos. Lo que si-1,.,.,., 4ódemoltró que, como ocurriera antes con Roma, las contradicciones

-e¡impotencias lrevaron ar fracaso. Apoyarse en los guerrero, u"rrái.d"_, lesfodos los años la oportunidad ¿á reat¡iar saqueos, pero defender al,, H:T-",,::l!:]1 yciOn,Ae. paz, legislar y ."r-on"_ ante un pueblo ile_, Tdo y.preocupado.por lo inmedia-to, o.íp*r" d"."ono*iu i"-

"n ,nclima de total recesión,. sin caminos, sin dinero y sin hombres... Ut epi_flf,":1*.iTlingio es

"Ujrr" ¿"

"pr"áu"'ioi., dispares. para unos es un.n',principio, para otros, entre los qüe m"

"u"niá, u, firul; uro, *rláVun lo

,,,,,Qu!,sgbrevivió de é1,^otros to que re faltó. pero todos esLán de acuerdo, ''en la grandeza der esfuerzo y ei mérito de ios homb."r. io ,,i*o'qu".;'Roma para los hombres de ú alta g¿a¿ MeJia, rr.

"*áiingiár, ná r"..,', C._e,los siglos sucesivos, fueron un gr*i""uJ.¿o.

34 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

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I

A primera vista no faltaban medios para ello, y me extenderé unpoco al respecto sin adentrarme demasiádo en lo «político». cuandoca¡los o Luis refuerzan el <<palacio>> a Ia antigua, que ágrupa a sus ñelesy a sus agentes, optando entre recuperar la villa o fundar una capital,Roma o Aquisgráh, no se alejan de la tradición romana, sino toáo locontrario. Para llegar a los hombres se usaron medios que no conocíanlos soberanos del siglo v: convocar a los guerreros, o poi lo menos a susjefes, antes_de la campaña,anual, en el Campo de m;zo o de mayo, yuna vez allí comunicarles la volundad del amo con esos «capitulares,escritos por los allegados del príncipe, cuyos enviados (r¿¡ss¿) garan-tizan luego su ejecución. Dar a conocer lás grandes inspiracionés delreinado con unas <<admoniciones», como las de 7g9 o de g23, en lascuales, invocando la Providencia, el soberano, su brazo ejecutor, exponela's metas morales o materiales que se propone, esperanáo qr. .u* .úb-difos le ayuden en la tarea- yelar porque ie haga justicia en palacio yfuerl de é1, regular las medidas o la moneda, or¿eni que se redacten los

4. El ejército, crisol de la sociedad

Todas. las- poblaciones germiánicas eran guerreras por inclinación,por necesidad y por costumbre. Hasta los vi-sigodo* _:b* ;;i;;q""eran enterrados sin armas- dieron muestras halta el siglo vrr a"üglunimportancia que concedían a los méritos guerreros. Es,"pues, ;;y pl;,sible qte los primeros geÍnanos que entraron en el imperio,

"í.i*o,capturados o voluntarios, se hicieran soldados. se tra querido u"iLn ro.laeti establecidos por pequeños grupos familiares a partir del siglo m enGalia, Panonia y otros rugares, á uños prisioneros biárbaros

"rrótuao. yconvertidos en colonos, o unos cuerpos mercenarios: ros sermaize,

Allaines y La Fréze de nuestros campós serían reminiscencias ¿e ser-matas, alamanes o francos que estuvieron a[í. u"or irr"riffio[*-!alemanes han llegado a afirmar que se trató de una auténtica coroniza- Ición. ocasional o sistemática, debida a ra debilidad o a ra trauiti¿a¿:;" Ipolítica llegó a ser frecuente en er sigro rv, ya fuera po. t"uu. ,nu;t# ]cuando los recrutas romanos huían, ya fuerá por tratádos me¿iarte tJ, jcuales las tribus asumían racustodia

-de ona ."gion *""" r ¡;ff;;;;;;. iSería ocioso hacer aquí un repaso de las'sucesivas etapas d"-;i; J

invasión pacífica. La resistencia de los campesinos u *"*i, "i "i "jZr.i "y.la.interdicción que separaba prudentemenie de él a lo,

"r.luro, íu

"tr_vrrtreron en una práctica. corriente. En la segunda mitad der sigtá rv etejército sólo posee un miembro romano, er ómperadoa que vrsíe pietesestados de bienes, los del fisco real y los de los noblei, en una palabra,

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LA SOCIEDAD MEDIEVAL

de unimales y se deja levantar sobre un escudo cuando pasa revista. Enou¡nto a los «federados>>, a partir del primer acuerdo de 332 hasta el€nvfo dc los ostrogodos a ltalia, en principio avalado por la autoridadlmporlal, al final del siglo v, su papel, su influencia, pertenecen a la his-iorl¡ dG todo ol imperio. Estos cuerpos de ejército, aunque nos ciñamosal oJérelto rcgular, suelen ocupar unos cÍrmpamentos instalados a lo lar-¡o dÉ loa grandes itinerarios, por grupos de varias cohofes. Sin dudadebomor atribuir al deseo de integrar a los soldados, romanos o bár-bttst, en la masa de campesinos, lá creación en el siglo ru o quizá antesdr g¡r¡ «a¡rociudades» en pleno campo, algunas de las cuales han sidoatefvadaa on Galia y Bretaña. Constan de un campamento ligero, tem-plol, torEo y tcrmas, que son lugares de encuentro e intercambio. Si nosbU¡mor Én ol aislamiento total de los restos, podemos pensar que su€fffelón fuo un fracaso, pero el esfuerzo revela ya un interés por nomPüff fl oj6rcito de la población, y esa meta lejana era una etapa dec¡plt¡l lmportancia.

, Gomo todos los hombres estiín sujetos hereditariamente a su condi-alón, para loe indfgenas debía tratarse de una casta como cualquier otra,ftpnto a la cual no cabfa tener una actitud de reserva. Además, antes dequo Bo gcncralizara este tipo de defensa en profundidad, planeada en laépoea de Valentiniano, las guarniciones del limes o las de las ciudades¡tclbloron privilegios que, en la intención de los emperadores, debíanC¡tlmular cl voluntariado o retener a los desertores. En el nivel de losotlclnloe se concede un igualamiento entre títulos civiles y militares,püf lot duqucs la dignidad de clarissimi, para la tropa la concesión detlrnar y la posibilidad de vivir en familia, y para los veteranos exonera-

' 6lona¡, Puo¡ bion, más tarde los bárbaros reclutados convirtieron estasVant{il En un olcmento de fuerza. No las aprovecharon para desruir ellmpcrlo o Bometer a las poblaciones, y en cambio dieron muestras deUnf ¡rAü fldolidad y moderación, como admiten sus propios detractores.hm flgnto a los campesinos galos o ilirios adquirieron un <<peso>> socialO leonómico que convirtió al ejército en uno de los elementos crucialesdo la aproximación entre ambas comunidades.

Evldcntemente, seía necesario calcular sus efectivos, y también

¡ locallzarlos. Por un documento del siglo w,la Notitia dignitatum, cono-

\ ecmos unos datos numéricos de gran precisión: cerca de 400.000 infan-

I tu* y 100.000 caballeros para todo el imperio, de los cuales la mitad por

I lo menos, en esa época, estaba acantonada en Occidente. El aspecto for-

I mal de esta enumeración ha hecho que los historiadores la consideren

| rcórica. En realidad, sabemos que Honorio o Aecio fueron incapaces de' reunir a más de 20.000 soldados, obligados a llamar en su ayuda a los

federados, que tampoco eran muy numerosos, entre 15.000 y 20.000guerreros como mucho entre los ostrogodos en 490. No obstante, creoque las oficinas de Milán o Constantinopla donde se elaboraron esas lis-tas se basaban engañosamente en la capacidad para reunir estas cifras,más que en las propias cifras. Es posible que todavía hacia 400 o 420hubiera, incluyendo a los federados, medio millón de soldados, peroesto no significa que todos estuvieran disponibles, pues se encontrabansumergidos en pequeños grupos dentro de la masa campesina, realizan-

, do una imprecisa labor de policía, y mezcliíndose cada vez más con los,/ hombres del lugar. De esta forma ayudaron al nacimiento de la sociedad' ,furú y a la vez guerrera de la alta Edad Media, cuya aparición no se¡' poüía explicar sin tener en cuenta esta lenta y prolongada penetración

del elemento militar en el nivel más bajo de la sociedadLa eliminación progresiva de cualquier autoridad «romana>> sobre la

res militaris provocó un cambio de peso importante. Tal como era su cos-tumbre, para los jefes getmanos cualquier hombre libre y útil era un gue-rrero. Como dijo Halphen, <<la guerra es la industria de los francos»>.Llegó un momento, como la época de Teodorico, en que el ejército sóloestaba formado por <<bárbaros>>, y a los (<romanos» se les prohibió llevarannas. Se podría pensar que esta dispensa tuvo buena acogida, pero nofue así. Las poblaciones de la península Ibérica, Galia, Italia y sobre todolos bretones, agredidos constantemente, se vieron mezcladas en los con-flictos cotidianos de sus reyes, que eran Heerkónigen, jefes guerreros. Elservicio de las armas pasó a ser una obligación natural y dejó de ser eloficio de unos pocos. En este sentido los sajones fueron los más exigen-tes, pese a carecer de recuerdos <<federados»>, y el fyrd (la milicia) sólofue un principio. Este cambio de mentalidad sólo pudo tener como causauna vuelta a la violencia espontánea como forma de solucionar las dispu-tas y un culto a lafuerza, antes mitigados por el derecho. No es un asuntode táctica o técnica, se considera que el arte del herrero germano o inclu-so del celta era superior al de los artesanos grecoromanos, pero esto essólo un detalle, lo principal es que los sajones y los francos són peatones,los godos y los vándalos caballeros, los primeros manejan el hacha y lossegundos la espada, al menos antes del siglo vu. Estos combatientes,indígenas o inmigrantes, se organizan muy deprisa. No luchan entre síban{as dispersas, sino unidades dirigidas-por oficiales o algo parecido(tiufado, senescal, que podría significar jefes de criados). Náturálmente,estas tropas no se pueden comparar con la legión o la falange, pero desdeluego hay que descartar la imagen de unas hordas de asesinos.-

Los carolingios, una vez más, ordenaron todo esto, y su herencia fueesencial. D@vm predomina Ia caballería. El paso

36 UN MUNDO MULTICULTURAL 37

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38 LA SOCIEDAD MEDIEVAL

{e marzo a mayo para el momento de la reunión armada (hacia775 enGalia) podría responder a la necesidad de encontrar forraje maduro en tie-rra enemiga. Al respecto se cita el ejemplo de los berebáres, pero es másapropiado el de los lombardos, famosos jinetes, especialistaJen h cargapesada. Ahora bien, esta carga requiere un caballo valioso, y remonta,aünas capaces de aguantar el choque frontal, coÍaza-llamada brogne_y casco cón nasal. Los capitulares de carlos y Luis describen el empleode todo esto, pero también despotrican contra quienes se escabullen b seabstienen al abrigo de estas riquezas, escasas y preciadas. Es así comovemos surgir con faerzala siguiente noción: el verdadero soldado no sóloes libre, también es rico, o incluso es un mandado que ha sido armado aexpensas del rico, para que luche en su lugar o a su lado. ¿Los demás? Seles sigue convocando a la hueste, por principio, pero van a pie. Entrevarios de ellos se elige a aquel que debe combatir,iuando se encuentrancerca del escenario de la guerra. Y a los libres en general, ¿cómo se lesobliga? Deben cumplir el iervicio, pero lo hacen loáment","y

"on menos

gastos. ¿El caballero, eminente y temible, el featón que tira del carodetrás de é1, con forraje y vino? ¿Quién adivina lo que sigue?

Heredado de tiempos antiguos y reforzado con el asentamiento delos germanos, el conservadurismo impera durante cinco siglos entre loshombres de occidente. El soberano carolingio, como antañb valenünia-no, está convencido de que cada cual ocupa su puesto en la armoníasocial, y cualquier cambio acarrearia el desmoronamiento del Estado.Pero cuando el emperador romano relegaba a cadahombre a su oficio, asu función, pensaba que estaba trabajando por el bien común, y esperabael consentimiento de los más clarividentes. El príncipe franco está con-vencido de que la yuxtaposición de clases sociales procede de un de-creto de la Providencia: Dios ha situado a cada individuo en un grupo(ordo),le ha dado una tarea (ministerium), y esto no se puede cambiarsin cometer sacrilegio. El propio prÍncipe ocupa su lugar, y Luis el pia-doso e¡ una <<Advertencia a los órdenes del reino>> deduce que le corres-ponde ser el guía y consejero moral de todos sus súbditos.

La profunda religiosidad que caracteriza a los primeros siglos me-dievales, mientras se va borrando el recuerdo dela res publica, explicaesta concepción. Pero hay que añadir que los eclesiásticos son los únicosque se dedican a pensar, y para ellos el ideal es el ordo de los monjeshacia el cual todos deben tender. Para los pensadores del siglo Ix, comoTeodulfo, obispo de Orleans, la sociedad está dividida en tres <<órdenes>>:

los monjes que viven al pie del trono divino, los clérigos que preparana los fieles para la salvación, y los laicos que <<dan vueltas a la rueda del

UN MUNDo MULTICULTURAL 39

molino»' Es una concepción meramente morar de las relaciones socia-les, y los clérigos de la é-poca sabían de sobra que no respondía ararea-lidad, ya que, por ejemplo, uno de los rasgos característi;o, á" r" Jp*afue el ingreso de laicos en su orden.

^ Parece evidente que_ra principal causa de esta fusión progresiva es erfervor compartido por er espíritude jerarquía. La leyenda ¿J ro* g"r*a- ;nos fraternalmente libres, o más ta¡áe de-la iguddád ¿" to,

"s"u'náina-Iol,- hL estado vigente durante varios lustrorl p"ro ni siquiera iá.itohabía dicho nada parecido, y en er sigro r habrab a de princip),

"o clÁa-

nia. Más adelanre veremos que no sé sabe de ningún pu"ft. g;;Ai;"que no poseyera esclavos, ni de ninguno que no establiciera e*n sus tari_ vfas de composición penal una escará de válores de los hombres bastantemás rigurosa que todo el aparato fiscal romano. La ausencia ¿e ciu¿aáLsy lo limitado de las actividades de intercambio reregan esta jerar[uia armundo rural, pero al otro rado der rimes tanbién ,"-buru

", io. ,ni.-o,

criterios. A cada nivel de la sociedad romana t" "oo"rponA",n;G,social biárbaro con prerrogativas y erementos de poder comparauteslvtes

adelante lo explicaré con detane, de momento baste decir qir. ,ri. áirp"-sición de la sociedad en capas superpuestas facilitó, .er!u".uffi0,otro factor, una fusión de ambos puebros acadanivei: ros,ornunórilo,bárbaros se' aproximaron horizoniarmente, por soridaridad dt ññiEn efecto, las barreras entre las capas sociares ¿euieron-sii'iniran-queables. Es una situación bien conocida en er caso de no*a, ¿óroe apartir de Diocleciano, y luego con varentiniano, la sociedad .ráuu.rni-da con un verdadero corsé de castas herméticas que sólo se renovabanpor herencia. Dentro de él se debatía y se ahogaba; todavía

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Mayoriano clama contra quienes ,.ro qui"re, pennanecer en el estadoen que han nacido». Estas medidas tan óonservádora, se tomaban con elpretexto de la lucha contra ros perigros exteriores o interiores. »".pre,a9.t s¡sto vrr estos peligros parecen menos acuciantes

-¿."utiouJíitu-sión?-, pero persisten, aunque sólo se trate del hambre"y i;;irú;;r.La sociedad tiene varias caras, o varios valores culturales.'Bur"u u-qr"tioque pr eda tranquilizarla, darre firmeza, porque en definitiva l" d; ;i;"-ra sus facciones es el miedo.