Formación del pensamiento político contemporáneo

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LA FORMACIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO CONTEMPORÁNEO. UNA HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS. Análisis y textos. Zaragoza, 1999 © Javier Velilla Gil y Margarita Gambó Grasa 1

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Un libro sobre la formación del pensamiento político contemporáneo. Incluye explicaciones y textos.

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LA FORMACIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO CONTEMPORÁNEO. UNA HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS.

Análisis y textos.

Zaragoza, 1999

© Javier Velilla Gil y Margarita Gambó Grasa

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INTRODUCCIÓN

En nuestro país no es frecuente que la Historia de las Ideas Políticas aparezca en los currículos de Historia, mucho menos en enseñanza secundaria. Las razones de esta situación son oscuras, aunque algo tendrá que ver el escaso trabajo que sobre este tema se ha desarrollado en España, sin duda relacionado con la falta de libertades que ha caracterizado nuestra historia reciente, y el peso que ha adquirido el análisis social y económico de los sucesos históricos, en este caso como reacción a la visión “positivista” y acrítica que ha primado en nuestra historiografía.

No es necesario señalar la importancia de intentar llenar ese vacío. Hoy que en nuestra sociedad han arraigado profundamente los valores democráticos, la pluralidad ideológica se está haciendo mayor, y para permitir que los jóvenes puedan tener acceso a ella y, con ello, enriquecerse personalmente.

El presente trabajo aborda el tema de la formación del pensamiento político contemporáneo, desde una perspectiva histórica. El punto de partida se sitúa en el pensamiento ilustrado, con el que se entroncan las grandes corrientes del pensamiento político reciente: el liberalismo, el nacionalismo y el marxismo, que se abordan tanto desde el punto de vista de sus formulaciones teóricas, como del de su desarrollo histórico, atendiendo especialmente a sus raíces sociales. El trabajo concluye con un recorrido por las principales aportaciones que el siglo XX y los primeros años del XXI han realizado al pensamiento político y al análisis político de la realidad actual. En estos últimos capítulos se ha optado por dejar que el lector aborde los temas directamente, para ello se ha realizado una cuidada selección de los textos de los autores que han conformado el pensamiento actual.

Los objetivos del libro, como señalábamos antes, han sido marcadamente didácticos, no sólo porque se ha intentado llenar un vacío en los libros de texto y currículos de Historia, sino porque los autores han planteado el desarrollo de los diferentes temas relacionándolo con lo que sí tratan los libros de texto y los currículos, favoreciendo así su utilización, tanto por parte de los profesores como de los alumnos que puedan estar interesados. Por otra parte, y con el fin de facilitar la utilización didáctica del trabajo aquí presentado, los diferentes temas y capítulos del libro recogen una abundante colección de textos, que pueden ser utilizados en el aula.

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1. El comienzo. Tomas HOBBES (1588-1679)

Hobbes es uno de los pensadores que más han influido en la formación del pensamiento político, no sólo en cuanto formuló la base doctrinal que utilizó el autoritarismo monárquico del Antiguo Régimen, sino porque esbozó parte de los fundamentos epistemológicos de las teorías políticas contemporáneas.

Las raíces del pensamiento de Hobbes hay que buscarlas en:

- Los acontecimientos de su tiempo, que analizó -y que le costaron once años de exilio-, ante los que respondió con una actitud de temor, de rechazo. La inseguridad política ocasionada por la decisión del Parlamento británico de decapitar al monarca y por la llegada al poder de Cromwell, que se correspondía con la situación ocasionada en Francia por la Fronda, está en la base de su pensamiento político: la incertidumbre, el temor, es la esencia de la infelicidad. Las reflexiones de Hobbes buscan las raíces de esa infelicidad y los remedios a ella.

- El racionalismo. La Naturaleza, como el hombre, en cuanto parte de ella, es un mecanismo. Es, aunque no necesariamente es lo que debe ser. La Razón trasciende la Naturaleza mostrando la Verdad, lo que debe ser. Naturaleza y Razón no son la misma cosa. La primera es el campo de lo mecánico, cuyas leyes no hay que buscarlas en lo que debe ser, sino en lo que de hecho es. En este sentido, se abre una cesura entre Razón y Naturaleza: lo natural no es racional, aunque la Razón pueda pensarlo, pero lo hace transcendiéndolo, mejorándolo, creando otro mundo no-natural, racional, artificial, aunque no por ello menos real que el natural, dado que también existe. Es más, lo racional es superior a lo natural.

El hombre, para Hobbes tiene dos facetas:

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1. En cuanto parte de la Naturaleza, es un mecanismo que actúa/se mueve obedeciendo a sus apetitos/deseos, buscando su bien, su placer. Pero para poder obtener el fin de estos “apetitos”, el hombre dispone de ciertas capacidades, de poder, de medios de acción, físicos e intelectuales El problema es que en la Naturaleza el hombre está con otros hombres, que son iguales a él1., con las mismas capacidades y las mismas ambiciones2. De tal forma, que es inevitable que los deseos de los hombres choquen entre sí, que la posesión de uno sea anhelada por los demás. El resultado es un estado de guerra constante3, en el que todos los hombres luchan contra los demás. Homo homini lupus. El hombre natural vive, pues, con temor a los demás hombres, y esto le cohíbe, le impide ser libre, pues vive en una situación de “temor continuo y continuo peligro de muerte violenta”. Además, en la guerra no hay propiedad (consecución del deseo), sino posesión momentánea.

2. En cuanto racional, el hombre descubre y es consciente de que el temor a la muerte (espíritu de supervivencia) está en su esencia natural y es común a todos los hombres, llevándole a pensar la necesidad (por la apetencia de seguridad) de superar o transcender ese estado natural. Este espíritu de supervivencia4 es lo único en lo que los hombres pueden ponerse de acuerdo,

1 “La Naturaleza ha hecho a los hombres tan iguales en las facultades del cuerpo y del espíritu que, si bien un hombre es, a veces evidentemente, más fuerte de cuerpo o más sagaz de entendimiento que otro, cuando se considera en conjunto, la diferencia entre hombre y hombre no es tan importante que uno pueda reclamar, en base a ella, para sí mismo, un beneficio cualquiera al que otro no pueda aspirar como él...”HOBBES, “El Leviatán”, capítulo III2 “Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria.La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera para ganar reputación. La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nación...” (HOBBES, op. cit.)3 “La condición del hombre… es una condición de guerra de todos contra todos, en la cual cada uno está gobernado por su propia razón… en semejante condición, cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en el cuerpo de los demás. Y, por consiguiente, mientras persiste este derecho natural… no puede haber seguridad para nadie…” HOBBES, op. cit.)4 “Mientras persiste ese derecho natural de cada uno con respecto a todas las cosas, no puede haber seguridad para nadie (por fuerte o sabio que sea) de existir durante todo el tiempo que ordinariamente la Naturaleza permite vivir a los hombres. De aquí resulta un principio o regla general de la razón, en virtud de la cual, cada hombre debe esforzarse por la paz… de esta ley fundamental… se deriva esta segunda ley: que uno acceda, si los demás consienten también… La causa final, fin o designio de

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pero en el mismo momento en el que se ponen de acuerdo transcienden su estado natural, actuando como “animales racionales” y adoptando una primera ley racional: “no hagas a los demás lo que no quisieras que te hagan a ti”, o lo que es lo mismo: “renuncia a tu derecho absoluto sobre las cosas” a cambio de tu tranquilidad.

El problema radica en que el hombre no es sólo razón, su faceta natural no desaparece y su tendencia “egoísta” pervive5. La Razón no es una fuerza lógica y moral ante la que los deseos retrocedan inexorablemente. Por el contrario, muestra como “deben ser las cosas” pero siempre en conflicto con el deseo, con el como son. Por eso, el simple acuerdo entre los hombres para “no hacer a los demás lo que no se quiere para uno mismo” no es suficiente, hace falta algo -más allá de la simple obligación racional-moral- que obligue a cumplirlo, algo con un poder de intimidación tal que subyugue al deseo, hace falta el Estado (Leviathan).

El Estado, pues, es el resultado de la reflexión racional, es un artificio, algo que no es natural, obra de los hombres, es el resultado de la renuncia de los hombres al ejercicio de su poder. Pero para que el estado pueda sobrevivir a los propios hombres, para que pueda cumplir su función -asegurar la tranquilidad- por encima de las tendencias egoístas humanas es necesario que tenga un poder ante el que no quepa desafío: el poder del Estado es el resultado de la suma de los poderes a los que los hombres han renunciado6. Y lo han hecho para siempre, puesto que cualquier resquicio de poder que quede entre los hombres siempre podrá alentar el comportamiento egoísta. En este sentido, el Estado es absoluto, tiene todo el poder y todo el derecho a ejercerlo y nadie puede discutírselo y los hombres se han convertido en súbditos. Los hombres contratan entre ellos un compromiso, pero en ese mismo momento renuncian a su soberanía, a su derecho a ejercer su poder, pasan a obedecer. Sólo hay un límite: que el Estado no cumpla su función, que no

los hombres… al introducir esta restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su propia conservación… es decir, el deseo de abandonar esa miserable condición de guerra…” HOBBES, (op. cit.)5 “Las leyes de la naturaleza son, por sí mismas, cuando no existe el temor a un determinado poder que motive su observancia, contrarias a nuestras pasiones naturales, las cuales nos inducen a la parcialidad, al orgullo, a la venganza y a cosas semejantes…” HOBBES, op. cit, cap. XVII6 “Esto es algo más que consentimiento o concordia; es una unidad real de todo ello en una y la misma persona, instituida por pacto de cada hombre con los demás, en forma tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transfiero a ese hombre o asamblea de hombres mi derecho a gobernarme a mí mismo, con la condición de que vosotros transferiréis a él vuestro derecho… Hecho esto, la multitud así única en una persona se denomina Estado… Esta es el origen de aquel gran Leviatán, o más bien hablando… de aquel dios mortal, al que debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa, porque en virtud de esta autoridad que le confiere cada hombre, el Estado posee y utiliza tanto poder y fortaleza que por el terror que inspira es capaz de conformar las voluntades de todos ellos para la paz…”HOBBES, op. cit. Cap. XVII

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asegure la “seguridad”, entonces se convierte en algo inútil, en la encarnación de un poder particular que no representa al conjunto de los hombres, sino los intereses de uno o unos pocos hombres. En esta situación los súbditos tienen derecho a darse otro soberano, a cambiar de amo.

Esta necesidad absolutista es ajena a la forma del Estado (aunque para Hobbes la forma más perfecta sea la monarquía, por ser la más eficaz y la más útil) porque lo esencial es el ejercicio del poder, su capacidad para intimidar, para asegurar la tranquilidad. Tres consecuencias de ello:

-El Estado es el único con capacidad y derecho a ejercer la autoridad, ninguna institución ni nadie puede disputárselos. La libertad política no es el ejercicio de ciertas parcelas de poder, sino la “capacidad para hacer todo lo que el Estado no prohíba”.

-La Ley, prerrogativa exclusiva del Estado, es siempre justa, porque la única fuente del Derecho radica en el Estado. Puede ser mala o buena según la conveniencia (necesidad) de esa ley, pero no injusta porque: 1/nadie tiene capacidad/poder para dictaminar sobre ello (los hombres se han despojado voluntariamente de su libertad de juicio sobre el bien y el mal, sobre lo justo y lo injusto); 2/el Estado no es arbitrario, sino que es el reinado de la ley. En este sentido, la necesidad de la Ley no deviene de sus contenidos (para los ilustrados, el “bien general”), sino del simple hecho de la necesidad de que haya leyes. De la misma forma, la obligatoriedad de la Ley no deviene de sus contenidos, sino de la autoridad de quien la ha promulgado, el Estado. Los contenidos de la Ley tienen que ver con las realidades que se quiere regular, por eso se puede juzgar que son necesarias o innecesarias, pero no justas o injustas. La Ley es, pues, positiva.

-El Estado es único y no admite fragmentaciones porque el ejercicio del poder debe ser único y no estar debilitado por un ejercicio compartido, en el que se pueden infiltrar los deseos egoístas o que puede hacerle perder su esencia, su poder intimidatorio.

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Así, la legitimidad de un Estado no depende de su representatividad, ni de ser el “portador” de la soberanía del pueblo, sino de su necesidad racional y del cumplimiento de su finalidad.

Similares planteamientos realiza Hobbes al abordar el tema religioso. En primer lugar, diferencia entre “verdades reveladas”, que se encuentran en las Escrituras, y las leyes o doctrina religiosa, que son un hecho positivo, producto de la interpretación que los hombres hacen de las Escrituras.

En el estado natural, cada hombre tenía derecho a su propia interpretación, de tal forma, que había tantas interpretaciones, leyes, como hombres, pero en el contrato el hombre transfiere ese derecho de interpretación junto con los demás derechos. Así, el Estado se convierte en el único interprete, en el único que tiene derecho a fijar las leyes religiosas positivas. Iglesia y Estado son la misma cosa: si el conjunto de hombres que transfieren su poder son cristianos, el estado resultante será cristiano, cada nación tendrá su propia religión. De suerte, que ningún supuesto poder espiritual tiene derecho a erigirse en rival del Estado soberano, ni tan siquiera en un poder dentro del Estado. La Iglesia es un organismo subordinado del Estado, que todo lo controla que todo lo puede. Ahora bien, la religión tiene un componente “espiritual”, la fe, que escapa a la Razón y que pertenece a las conciencias individuales, en las que el Estado no puede entrar, siempre y cuando no supongan un cuestionamiento explícito del mismo, porque corresponde a la individualidad humana (natural), a su intimidad.

2. LA ILUSTRACIÓN.

2.1. La Ilustración. Raíces de su pensamiento.

Fue un movimiento intelectual, que tuvo sus más importantes pensadores y plasmaciones (la Enciclopedia) en Francia, aunque rápidamente se extendió por toda Europa y América. No son ajenos a esta rápida expansión:

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o La idea de la época de “comunidad de sabios”, que hacía que entre las principales “cabezas pensantes” de Europa hubiese una especie de solidaridad intelectual y un sentido ecuménico. Los sabios se conocían (aunque fuese epistolarmente) entre sí, ponían en común sus ideas y, considerándose por encima de las vulgares cosas del mundo, habían establecido una especie de “república de las letras”.

o El comienzo de sistemas nuevos de difusión de las ideas. Para la ciencia comienzan a editarse y distribuirse gacetas y enciclopedias, para las ideas más cotidianas se dejan los cafés, salones y las sociedades secretas (sobre todo la francmasonería).

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La Ilustración tan apenas aportó ideas nuevas, sino que más bien reelaboró con aportaciones anteriores un pensamiento innovador: recogió ideas ya existentes y al pensarlas conjuntamente obtuvo elementos que rompían con lo anterior. Lo que sucede es que los ilustrados no fueron muy conscientes de las consecuencias revolucionarias que se podían sacar de sus teorías, hizo falta que las leyesen gentes que se iban a dedicar a la política.

Las principales fuentes del pensamiento ilustrado son:

1/ La Ciencia, especialmente NEWTON, y su afirmación de que los fenómenos de la Naturaleza podían expresarse en principios universales simples (leyes). La Naturaleza aparecía así como susceptible de ser analizada y comprendida (y, por lo mismo, explotada) por los hombres. La razón del hombre era capaz por sí misma, sin necesidad de recurrir a explicaciones transcendentales, de conocer, de explicar por medio de leyes racionales la Naturaleza, que, por lo tanto, tenía “comportamientos” racionales. A partir de este momento, la Ciencia trabará una encarnizada batalla contra las explicaciones “no racionales”, contra las supersticiones.

2/ El racionalismo. No podemos olvidar el origen mayoritariamente francés del movimiento. Descartes había aportado dos principios importantes:

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-La “duda metódica”: la necesidad de someter todo a la razón, a la par que un escepticismo radical hacia todo aquello que viniese de ámbitos ajenos a ella.-La constatación, base del racionalismo, de que las cosas existen en cuanto se dan en el pensamiento (“pienso, luego existo”, es decir, tengo conciencia de mi pensamiento, pienso que pienso, luego existo; la existencia se da, así, inicialmente en mi conciencia, en mi pensamiento). Los ilustrados tomarán de aquí la afirmación, reafirmada y demostrada por Newton, de la identidad de Razón y Naturaleza: la Naturaleza es racional.

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3/ El individualismo. En el Antiguo Régimen (AR) la sociedad no se entiende como constituida por individuos, sino por estamentos y corporaciones... (pequeñas sociedades). No obstante, dos corrientes de pensamiento llevaban implícito el concepto de individuo:

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-El protestantismo, que con su teoría de la “justificación por la fe” y su “intimismo”, eliminaba la función mediadora de la iglesia y planteaba la relación directa del hombre-individuo (pecador y sujeto de salvación) con Dios. Más radical, Calvino, había llegado a plantear el derecho del individuo (como creyente) a enfrentarse al Estado, allí donde este mantuviese principios falsos o persiguiese los verdaderos.

-Las teorías políticas absolutistas, imbuidas de Derecho Romano, que habían concluido en la supremacía de la soberanía del Estado-Monarquía y en la necesidad de eliminar la capacidad política de estamentos, corporaciones... (“poderes intermedios”), para constituir una comunidad homogénea de súbditos (individuos) frente al Estado. En este sentido, HOBBES, monárquico inglés exiliado en París tras la “revolución inglesa”, ya había señalado que el estado “natural” del hombre es el individual, y que sólo la necesidad de preservar la vida y la propiedad (seguridad) llevan al hombre a vivir en sociedad, a darse una autoridad.

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4/ El utilitarismo, en su criterio central de buscar en el beneficio de la mayoría el criterio de la moral. HELVÉTIUS (1715-1771), planteaba que la utilidad es el único criterio satisfactorio-científico de la moral, y la utilidad se medía según sus efectos sobre la felicidad humana. En el mismo orden de cosas, HUME (1711-1776) sostenía que las leyes humanas son convenciones útiles, en la medida en que garantizaban la propiedad y el respeto a los compromisos adquiridos. Los ilustrados tomarán cuatro ideas importantes:

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-La desvinculación de las leyes (morales, políticas) de principios o autoridades ajenas a los hombres. La “destranscendentalización” de las normas de la conducta humana.-La idea de que el objetivo de la Humanidad es su felicidad.-La comprensión de que esta felicidad debe ser terrenal (no esperar al Cielo) y debe llegar al mayor número de personas.-La existencia de dos motores para la conducta humana: el interés particular y el interés general.

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5/ La idea contractual del pensamiento político aristocrático. Lo que sucede es que ahora no será un contrato entre los “poderes intermedios” y el rey, sino un contrato entre los individuos para formar una sociedad, un estado.

Estas son, simplificadas, las principales corrientes de pensamiento de las que bebieron los ilustrados. Ahora cabe hacerse una pregunta ¿qué les llevó a formular un pensamiento innovador?. Los ilustrados, como ya hemos dicho, eran mayoritariamente gentes que pertenecían a los estamentos privilegiados del AR, cultos, con conocimientos de otros países (especialmente Inglaterra) algunos de ellos, que veían con desasosiego la crisis de la sociedad en la que vivían y optaron por analizarla para encontrar los males que la acosaban. A pesar de que la “ideología burguesa revolucionaria” se alimente de la ilustración, en ningún momento cabe pensar que los ilustrados eran burgueses o defendían sus intereses. En el mejor de los casos, los pensadores ilustrados despreciaban a la burguesía, a la que consideraban vil y mezquina. La ilustración tiene un talante aristocrático: no cuenta para nada con las masas, ni cree que nada bueno vaya a venir de un movimiento de las mismas. Por el contrario, confía en la educación, en la extensión de la ideas correctas (iluminación), que llevarán a la Humanidad por el buen camino, pero esta educación debe partir de aquellos que ya poseen esas ideas, de esa aristocracia del pensamiento (que lo era también social) que debe ilustrar al pueblo. En este sentido, el culpable de la situación “actual” es la ignorancia, el no darse cuenta de cual es el verdadero-correcto camino, y corresponde a este grupo de ilustrados mostrarlo.

Ahora la pregunta es ¿a quién se lo mostraron?. No cabe duda de que los ilustrados, sobre todo cuando ocuparon cargos ministeriales en el Estado, procuraron la alfabetización del pueblo y la extensión de la educación. Lo que sucede es que tenían una visión clasista de la educación: la masa debía educarse para producir más y mejor, no para participar en elevados debates teóricos. Así, las forma más divulgativa de la Ilustración fueron las enciclopedias, destinadas a los alfabetizados, con tiempo para leer y una cultura y unas preguntas intelectuales que hacerse, es decir, en tiempos del final del AR, la nobleza, el clero y las burguesías, es decir los grupos dominantes del AR, a los que se quiere confiar la tarea de la construcción de la felicidad colectiva. Por eso, es en las bibliotecas de estos grupos sociales donde aparecen los libros de la Ilustración, ellos son sus lectores.

La Ilustración se configura, pues, como un movimiento intelectual de los grupos privilegiados, pero, entonces, ¿cómo podían divulgar las ideas que luego acabarían con su AR?. En primer lugar, porque no eran conscientes de las implicaciones políticas que esas ideas tenían. Repetimos: la Ilustración no es un movimiento político, sino intelectual, serán los acontecimientos los que hagan que hombres políticos puedan hacer la lectura política-revolucionarias de esas ideas. En segundo lugar, porque esas ideas se concebían para ser divulgadas entre el reducido número de los privilegiados, entre los que no cabía la posibilidad de hacer una lectura revolucionaria (contraria a sus intereses). Por último, porque en la base de su pensamiento estaba el “modelo inglés”, de una alianza-encuentro entre los intereses de la nobleza-aristocracia y la burguesía que reformase la sociedad, por un lado, y la monarquía, por otro. No hay que

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olvidar que Voltaire, furibundo crítico de la autoridad, el oscurantismo y la intolerancia, tenía una visión censitaria de la sociedad, en la que cuando habla de libertad la asocia a la propiedad, dejando que las masas ignorantes queden al margen, incapaces de aportar nada.2.2. Principales ideas de la Ilustración.

La Razón y la Naturaleza son las dos ideas básicas del planteamiento ilustrado:

1) La Razón entendida:

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-Como capacidad o instrumento humano para conocer. No se duda de la capacidad de la Razón para llegar a la verdad. De hecho, la Razón es el camino para llegar a la verdad. Las leyes de la Razón son objetivas, verdaderas. La Ilustración francesa, a la manera cartesiana, realizó una feroz crítica a la ideología de la época, basándose en este hecho, la Razón discrimina entre la verdad y la superstición. Lo que es ajeno a la Razón es oscurantismo, engañoso. La Ilustración alemana (Aufklärung), con KANT a la cabeza, establecen la base del idealismo: la Razón es el camino para llegar a la verdad, que se encuentra en la misma razón, es un desenvolvimiento de la propia Razón.

-Como conjunto de leyes de la Naturaleza, que la explican (leyes físicas, por ej.) y la rigen. Se trata de la acepción “la razón de las cosas”.

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De esta forma, se produce un esquema coherente: nuestro pensamiento-razón es capaz de aprehender la razón de las cosas. Hay una ley esencial, la Razón, que rige en la Naturaleza y nuestro pensamiento.

2) La Naturaleza es lo objetivo, lo que es, lo verdadero. Esta asignación de valor a lo natural (real, existente), de inspiración científica (Newton había demostrado que se podían establecer leyes racionales que explicaban el funcionamiento de la Naturaleza), contrasta con la concepción anterior, en la que lo natural es lo que había sido. Para la Ilustración lo natural es lo que en sí mismo tiene capacidad de ser y no hay que buscar fuera (en lo transcendente, por ej.) razones que lo justifiquen, es decir, lo verdadero es lo que debe ser. Por eso tiene leyes con fuerza universal. Para el pensamiento anterior lo natural necesita de elementos exteriores para tener validez, se desconfía del cambiante mundo de la Naturaleza, por eso se afirma que lo verdadero es lo que ha sido, luego sus leyes no hay que buscarlas en su ser, sino en su Historia, es su proceso de formación, en la tradición. En última instancia, en quien ha creado la Naturaleza. Este planteamiento es importante porque marca las dos actitudes del hombre del AR y de la Ilustración. Mientras que para el primero lo que era (lo que le rodeaba) era lo que debía ser (siempre había sido así), por tanto, no había “que buscarle tres pies al gato”, para el hombre ilustrado lo que es (lo que les rodeaba), si no se ajustaba a la leyes naturales, no debía ser. Esta admisión de la posibilidad de cambio, da lugar a un cambio en la concepción que los hombres tienen de sí mismos. Para el pensamiento tradicional el hombre poco puede hacer, sino dejarse llevar. Así, un científico como PASCAL decía: “cuando me puse a considerar en alguna ocasión las diversas agitaciones de los hombres... descubrí que toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa, que es el no saber permanecer en reposo en una habitación...” Por el contrario, el hombre ilustrado, como veremos, es capaz y se siente impelido a la acción en la medida en que conoce-sabe como deber ser las cosas. Voltaire señala “... el hombre ha nacido para la acción... para el hombre no estar ocupado y no existir es la misma cosa...”

La Naturaleza es una máquina única, regida por leyes que son racionales, en la cual está el hombre. Así:

-El hombre forma parte de la naturaleza, está sometido a sus leyes (leyes naturales), que son anteriores a él mismo y que señalan lo que debe ser, lo que tiene que hacer es descubrirlas. La ley natural es anterior a las leyes humanas, la conducta del hombre debe ceñirse a estas leyes, si no lo hace es por ofuscación, por no emplear su razón. Las consecuencias son la vulneración del estado natural: la vulneración de sí mismo como ser natural, su infelicidad.

-El hombre está (vive) en la Naturaleza y tiene capacidad para comprenderla, para beneficiarse de ella (vive de ella). La razón de los hombres es, así, un instrumento eficaz de progreso; cuanto más sabemos de la Naturaleza, mejor podemos servirnos de ella. La Ciencia ha de ser un disciplina útil, productiva. El hombre es un ser optimista, cuanto más avanza su pensamiento más beneficios obtiene.

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3) El hombre es, pues, un ser racional y capaz (capacidad de acción sobre la Naturaleza), y por eso ocupa la más alta jerarquía de la Naturaleza. De ello derivan varias consecuencias:

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-El hombre es un ser individual, puesto que cada hombre tiene su razón y sus capacidades. Luego, por naturaleza, el hombre es individuo (recordemos que en el pensamiento del AR el hombre era lo que era en cuanto pertenecía a una sociedad).-Los hombres al nacer son iguales, porque la razón es única (todos nacen animales racionales). Será la educación-experiencia la que moldee esta razón añadiendo las diferencias. Luego, en estado natural, todos los hombres son iguales, aunque luego la vida produce que haya diferencias (en el AR los hombres nacían ya diferentes: uno es quién es según el lugar que ocupe en las jerarquías).-Los hombres son libres, porque son capaces de razonar (conocer) y de actuar. La libertad se entiende como capacidad de acción y, en este sentido, se asocia a propiedad, que se entiende como el resultado de la acción del hombre sobre la Naturaleza para garantizar la vida. Sin ese derecho a garantizar los bienes necesarios para vivir, el hombre pierde su capacidad, su libertad. Así, libertad y propiedad son derechos naturales. Aunque el concepto de libertad ilustrado es hijo del AR (libertad como autonomía), las diferencias son notables: todos los hombres nacen igualmente libres, la libertad no nace del privilegio sino de la propia esencia del hombre. Con la propiedad sucede algo similar: todos hombres nacen con la capacidad-derecho a ser propietarios (en el AR esto se vinculaba al privilegio), serán luego sus luces (como eduque su razón) lo que haga que sea más o menos propietario, pero en el límite siempre será propietario de su persona. La experiencia, la vida, desenvuelven estos derechos, pero no los anulan, son naturales.-El hombre-individuo vive con otros hombres, en esta convivencia se produce una confrontación de las libertades-capacidades de los diferentes hombres: la libertad ilimitada (poder hacer lo que se quiera, dentro de los límites de lo humano) choca con las otras libertades ilimitadas. Esta confrontación produce el miedo a perder la libertad (y, por ende, la propiedad). El ejercicio de la libertad del otro puede traer consigo la merma de mi libertad. El interés particular de uno puede vulnerar el interés de otro. El hombre es entonces infeliz, tiene miedo. Es entonces cuando la razón (hay que fijarse en la oposición tácita que se da entre “deseo no racional-interés particular” y “razón-interés general”) debe actuar para descubrir que sólo cuando el conjunto de hombres que conviven deciden vivir conforme a la ley natural (lo que debe ser) son felices y la ley natural dice que todos los hombres son individuos iguales, libres y propietarios. Por tanto, la ley de la sociedad debe respetar los derechos naturales y hacerlo para todos. Luego:

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-La sociedad, entendida como un conjunto de hombre que conviven con una ley común, es obra de los propios hombres, de su decisión de pactar vivir bajo la ley. Ni es obra de la providencia, ni de la Historia, ni puede haber diferentes leyes. La sociedad es un acto humano y puede ser erróneo (la razón se puede ofuscar). -El fin de la sociedad es la felicidad de los hombres que conviven en la misma (los ciudadanos), no el engrandecimiento del Estado, ni otras cosas ajenas a los propios individuos.-La ley debe garantizar los derechos naturales: igualdad, libertad y propiedad. Ahora bien, la ley limita la libertad ilimitada del “hombre solo” o pre social, pero es que el “hombre solo” sólo existe en cuanto entidad psicológica, en cuanto actúa lo hace conviviendo con otros, entonces su libertad ilimitada no existe: la cohíben la libertad de los otros. Así, el hombre para ser libre debe eliminar ese miedo, debe tener garantizados sus derechos naturales, debe perder el derecho ilimitado a su libertad para recuperar la verdadera libertad. Sólo la ley de obligado cumplimiento puede garantizar la libertad.-Las sociedades, creaciones humanas, que no garanticen los derechos naturales (el AR, por ej.) no son buenas, contradicen la naturaleza. En realidad, no son sociedades, simplemente suponen el estadio presocial, en el que un/unos hombres han conseguido imponen su libertad (interés particular) al resto de los hombres. Pero estos individuos sometidos no pierden por ello su naturaleza de libres, iguales y propietarios, sino que la conservan, aunque sometida, infeliz.-Se puede hablar pues de un interés general (felicidad: ejercicio de las facultades naturales del hombre) y de un interés particular (ejercicio de las facultades naturales de un hombre), que la sociedad articula: la razón señala claramente que el interés particular de los hombres es el interés general (los individuos sólo son felices cuando puede cada uno de ellos ejercer sus prerrogativas naturales). La razón señala, pues, el interés general, la comprensión de ello provoca la “voluntad general”, la idea de pacto.-El gobierno de las sociedades es producto de la ley, pero mientras la ley es un texto abstracto, el gobierno lo ejercen las personas (no han olvidado su libertad ilimitada), de tal forma que siempre existirá la tentación entre los gobernantes de utilizar el imperio de la ley en su beneficio, para imponer su interés particular. La forma de evitarlo es la división de poderes: el poder que el conjunto de ciudadanos delega en la ley-gobierno debe estar dividido en unidades que se autolimiten para que ninguna de ellas pueda imponerse a las demás y a la propia sociedad. Así, el Estado debe tener delimitados tres poderes: legislativo (hacer las leyes), ejecutivo (hacer que se cumplan las leyes) y judicial (juzgar si se han cumplido o no las leyes).-La Historia del hombre es la de la convivencia presocial, la de la opresión. Sociedades anti-naturales han hecho infeliz al hombre. Ha imperado la sinrazón. Nadie ha sido feliz (aquí Hegel encontró la raíz de su dialéctica histórica): los oprimidos por verse privados de su naturaleza y los

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opresores por el temor a que los oprimidos tomasen la revancha. No obstante, ahora la Ilustración supone un cambio radical: es el siglo de las luces, de la Razón, por fin el hombre se da cuenta de lo correcto, de lo que debe ser, de su realización depende la felicidad de los hombres, la vida en sociedad.

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La sociedad aparece como algo único, compuesto por el conjunto de individuos que deciden formar parte de ella, y que se transforman en ciudadanos: dejan su libertad individual ilimitada (que conlleva el ilimitado derecho a actuar) en manos de esa colectividad llamada “sociedad” o “nación” y reciben la libertad política, la libertad en las relaciones entre esos ciudadanos. Las diferencias con el AR son evidentes: sociedad única, ley única, frente a sociedad fragmentada. Formar una sociedad o, lo que es lo mismo, decidir las normas de convivencia, es una reivindicación revolucionaria porque ataca las mismas bases políticas del AR. No tanto por su aspecto democrático, como por el hecho de que es la alternativa a la esencia del viejo régimen: la fragmentación.

La sociedad, como ya hemos dicho, es obra de los hombres (no de la tradición o de Dios) y se forma porque la Razón conduce a ella. Lo natural es el individuo y sus derechos. La raíz del Derecho cambiará. Frente al predominio del derecho consuetudinario o positivo, ahora alcanza su primacía el derecho natural (el de los derechos naturales del hombre) y el derecho político (el de los derechos racionales que elaboran los hombres para su convivencia). Uno y otro, natural y político, no son contradictorios, sino que se complementan (sin sociedad no hay respeto a los derechos naturales). La artífice de esta complementariedad es la Razón.

4) La educación es el arma esencial que conduce a que todos los hombres lleguen a comprender la verdad-lo que debe ser. Sólo una sociedad de hombre “ilustrados” será feliz y progresará (sabrá sacar todo el provecho a la Naturaleza). La Ilustración es optimista, confía en el hombre como ser racional.

2.3. Principales ilustrados:

1. John Locke (1632-1704)

Vivió y comentó la revolución inglesa y fue un firme partidario de la misma. Sus publicaciones hallaron un fuerte eco entre los ilustrados, hasta el punto de poder decir que la imagen que tenían de la “libertad inglesa” es la que transmitió este autor. Filósofo “empirista” dedicó al tema político dos obras principales: “Ensayo sobre el Gobierno Civil” y “Cartas sobre la Tolerancia”. Algunos estudiosos lo consideran un precursor de la Ilustración, aunque por la coherencia de sus pensamientos y la proximidad de las ideas expuestas, preferimos analizarlo en este capítulo.

Parte de la diferenciación de los dos estadios: natural y social. En estado natural el hombre es libre, igual (todos los hombres nacen cuan “tabula rasa”) y propietario (la mejor forma de hacer uso de los bienes que la Naturaleza nos brinda es la propiedad), como ser racional. Estas tres características del hombre le confieren un poder, una capacidad, que tiene dos vertientes:

-El hombre dicta sus propias leyes-El hombre tiene derecho a castigar las lesiones sufridas.

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En este estado el hombre es feliz, pero no del todo. Su razón le enseña que:

-No debe dañar a otro-Debe salvaguardar su propiedad (lo que necesita para vivir)

Pero también le señala una amenaza: existe el peligro de perder la equidad, pues cada uno es juez de sí mismo.

De esta forma, el hombre es feliz pero le cabe un temor que impide que la felicidad sea completa. La única forma racional de evitar ese temor es establecer un poder supremo que garantice la seguridad mutua, la vida tranquila y el goce de la propiedad. Pero este poder no puede venir de fuera, sino que tiene que ser “netamente humano”. Se establece mediante un pacto.

La sociedad civil se establece mediante este pacto entre los hombres, por el cual:

-Los hombres (un conjunto de hombres) deciden vivir en sociedad.-Los hombres delegan sus poderes en esta sociedad:

+El poder dictarse leyes en el poder legislativo.+El poder castigar en el poder ejecutivo.

-Esta delegación no es renuncia, dado que los derechos naturales son irrenunciables. -Mediante el pacto el hombre pierde parte de su libertad potencial (no mucha, dado que su razón ya la limitaba cuando le enseñaba a no dañar a otros), pero a cambio gana en seguridad, que le permite ejercer más ampliamente la libertad de la que dispone.

-El fin de este pacto es la felicidad: la conservación de los derechos naturales.

Este pacto exige dos condiciones:

-Que sea libre, una libre decisión de cada individuo que decide vivir en sociedad.-Que sea igual para todos, nada ni nadie tiene más derechos que los demás.

Constituida la sociedad civil, queda el tema de la personificación de ese poder constituido, de las instituciones en las que se va a encarnar, del Estado. Para Locke estas instituciones son dos:

-El poder legislativo, que lo ejerce el Parlamento, con el consentimiento (elección) del pueblo.-El poder ejecutivo, que lo ejerce el rey. Esta afirmación le causa a Locke algún problema argumental: ¿de dónde le viene el poder al rey? Lo resuelve con razones de tipo práctico (educación, tradición, evitar que el poder caiga en cualquier mano, etc...) y con el argumento de que el rey está subordinado al Parlamento como máximo órgano de la voluntad general. En definitiva, funcionariza a la monarquía.

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Por último, para Locke se trata de evitar que este poder supremo se vuelva contra el pueblo, que haga mal uso de los poderes concedidos. Para ello se dan dos recursos:

-La limitación de poderes, como ejercicio de los mismos por distintas manos.-El derecho del pueblo a retirar el derecho a gobernar cuando considere que sus derechos naturales están siendo vulnerado.

2. Montesquieu (Charles de Secondat, barón de M. y señor de la Brède) (1689-1755)

Representa la ideología de la ilustración aristocrática, como veremos en su defensa de la Historia como razón de la Ley, en la justificación de los “poderes intermedios” como equilibradores del poder del Estado, y en la defensa de la monarquía. Dos obras son fundamentales “El Espíritu de las leyes” y sus “Cartas persas”. Dividiremos su estudio en tres capítulos:

1/ El espíritu de las leyes. Para Montesquieu las leyes son lo que organiza la convivencia, la sociedad. Así, se pueden diferenciar:

-Leyes que llevan implícito el deber de cumplirlas (que se cumplen con autocomplacencia).-Leyes promulgadas, pero que hay que obligar a los hombres a cumplirlas porque no las asumen como un deber.

A Montesquieu le interesan las primeras, las segundas le parecen leyes tiránicas, injustas, porque la ley ha de ser necesaria, el individuo ha de sentir la necesidad de su cumplimiento. De aquí deriva el problema capital de la obra del autor: la búsqueda de lo que está en el origen de las leyes, de lo que las fundamenta y las convierte en deberes.

Para nuestro pensador, como buen ilustrado, se da una correspondencia entre Naturaleza y hombre: en la Naturaleza se dan leyes universales y necesarias, que deviene de la propia naturaleza de las cosas, pues bien, en la sociedad también tienen que darse esas leyes y también deben devenir de la propia naturaleza de las sociedades (no de algo trascendental ni de un acuerdo (voluntad) entre los hombres). Aquí es donde nuestro autor recurre al pensamiento aristocrático-tradicionalista: esta “naturaleza de los pueblos”, su esencia, su espíritu, es el resultado de su historia, de lo que a lo largo de los siglos han conseguido hacer como comunidad-sociedad. Así, la Historia es un compendio de los historias de cada pueblo, que consisten en una síntesis de circunstancias objetivas (geográficas, su entorno...) y de su voluntad (como ejercicio de su libertad).

La ley encuentra pues su fundamento en el espíritu de los pueblos, que es el resultado de su historia. De ello se deriva:

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-La universalidad de la ley: las leyes obligan a los pueblos.-La necesidad de que cada pueblo tenga leyes diferentes, según su espíritu.

-La idea de Justicia no puede ser entendida como una abstracción: no existe una ley justa que lo sea para todos los pueblos, sino que cada pueblo tiene sus leyes concretas y justas.-La verdadera justicia consiste en la correspondencia de la ley con el espíritu del pueblo.-La razón no fundamenta la ley, sino que nos conduce a descubrirla. Es la historia, las

peculiaridades de cada pueblo lo que fundamentan la ley.

2/ La libertad y el Estado. La formas de gobierno-instituciones se fundamentan también en el espíritu de los pueblos, y son el resultado de la aplicación de la ley. En este sentido, como para los ilustrados, las leyes son anteriores a las instituciones, y solo son justas si se atienen a aquellas.

La libertad no es hacer lo que se quiera (dado que no es un concepto individual, sino social: el individuo no es el punto de partida de Montesquieu, sino el pueblo-sociedad), sino poder hacer lo que se debe, y no estar obligado a lo que no se debe. Libertad, pues, es poder hacer lo que la ley ordena. En este sentido, la libertad viene de la ley, que es la que dice lo que debemos-podemos hacer. Nuestra capacidad de acción (libertad) viene de los límites y la fuerza que nos da la ley.

El Estado tiene una doble faceta:

-Es la encarnación de las leyes en la medida en que su forma-instituciones devienen de ellas y en la medida en que es el poder que garantiza su cumplimiento.-Es el legislador, es el lector del espíritu del pueblo que lo escribe en forma de leyes.

Esta doble función pone en peligro la libertad: el Estado puede obligar a cumplir leyes injustas. De aquí que sea necesario limitar el poder del estado. Se debe hacer de dos formas:

-Separando las dos facetas-poderes:

-El legislativo, que debería estar representado por los parlamentos.-El ejecutivo, representado por la monarquía, como encarnación de la idea de autoridad.

-Limitando el poder de los grupos sociales-intereses que forman parte del Estado, para evitar una lectura sesgada del espíritu del pueblo. Para ello plantea la existencia de un equilibrio entre tres instituciones:

-La Cámara Baja (representación del pueblo), que hace las leyes.-La Cámara de los Lores (representación de la aristocracia, de lo más sano), que debe moderar y ratificar a la Cámara Baja.

-La Monarquía.

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En este punto Montesquieu se adhiere a las teorías de la reforma aristocrática del AR, considerando a la nobleza como la mejor garantía para la libertad.

3/ Las formas de gobierno. Nuestro pensador analiza las diferentes formas de gobierno de su tiempo haciendo alarde de un notable escepticismo: si cada pueblo tiene su espíritu, cada uno debe tener una forma de gobierno que sea acorde a ello, por tanto no hay una forma de gobierno en sí misma justa, sino diferentes formas que se deben acoplar a las peculiaridades de cada pueblo. No obstante, el autor se inclina siempre por aquellas formas de Estado en las que predomina la división de poderes y el equilibrio, que para él son la base de la libertad. En particular por la monarquía constitucional, en la que el rey gobierna según las leyes fundamentales (seg. espíritu) y modera su tendencia al ejercicio ilimitado del poder con la existencia de unos “poderes intermedios” (la Cámara Baja” y la “Cámara de los Lores”).

Las otras formas de gobierno le parecen cuando no injustas (la república democrática en la que el pueblo legisla y ejecuta, como un poder autocrático y absoluto, o el despotismo en el que el rey legisla y ejecuta sin poderes intermedios) si peligrosas (la república aristocrática en la que ve el peligro de que esta aristocracia se corresponda con un grupo social que haga una lectura sesgada de las leyes, por ello ve necesaria la monarquía, que es el contrapeso a esa posibilidad).

Se observa, un claro apoyo al sistema inglés y sobre todo una defensa de “los poderes intermedios” del AR. Montesquieu apoya una reforma, pero no la destrucción de su sociedad.

3. Juan Jacobo Rousseau (1712-1778)

Fue, sin duda, el pensador más decisivo de la Ilustración, tanto por la trascendencia de sus teorías en el pensamiento político posterior, como por su influencia sobre los hechos posteriores. Sus obras principales fueron “El Contrato Social o el primer principio del Derecho Político” y “Emilio o la Educación”.

Corresponde a una segunda generación de ilustrados, con planteamientos más elaborados, saca las primeras consecuencias políticas de las teorías. No obstante, tampoco es un revolucionario, ni pretende actuar para cambiar las formas de gobierno. Se limita a ilustrar, a enseñar como ser más felices. Lo que sucede es que las bibliotecas de los revolucionarios si que contendrán los libros de Rousseau y estos si que harán una lectura política de sus obras y sacarán conclusiones revolucionarias.

1/ Los estados del hombre. Rousseau parte de un análisis del hombre, que, como se verá, es un análisis histórico. El hombre en su estado natural, en sí mismo, como individuo, es libre y absolutamente igual al resto de los hombres. es un ser feliz, en el que razón y deseos se cumplimentan. El problema se plantea cuando consideramos que el hombre vive con otros hombres, en relación con otros hombres. Entonces caben dos posibilidades:

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-Que se deje dominar por el deseo-egoísmo, entones la superstición impera sobre la razón, en cuyo caso entrará en una situación de lucha con el resto de los hombres, que Rousseau llama el estado actual, refiriéndose a la sociedad que a él le rodeaba. Esta forma de relacionarse no tiene reforma posible: el deseo solo conduce al encadenamiento del hombre a sus pasiones, la razón queda impedida para actuar. En este sentido, el peor enemigo del hombre es él mismo. Es un estado en el que el hombre feliz del estado natural se corrompe.

-Que se deje dominar por la razón, entonces encauzará sus deseos: se olvidará como individuo en conflicto con otros hombres y se pensará como miembro de un colectivo con intereses comunes: ser felices, ser libres, ser iguales, ser fraternos. Estaremos en el estado político, en el que el hombre es ciudadano (miembro de una sociedad política).

Esta visión del hombre es también su visión histórica: el primitivismo es aquella época, que se pierde en el origen de los tiempos, en el que el hombre disponía de todo porque nadie competía con él. El hombre era propietario, pero su propiedad no entraba en contacto con la de los demás, se circunscribía a lo necesario para vivir. La ignominia llegó cuando el hombre ansió (deseó) poseer lo que otros tenían, entonces empiezan los tiempos históricos, la opresión, que se encuentran en un punto terminal: se está poniendo al descubierto la Verdad. Alumbran tiempos nuevos en los que el hombre va a volver a ser feliz, va a realizarse como ser racional.

2/El fundamento de la sociedad política (para Rousseau la palabra política es positiva) es el pacto, el acto por el que los individuos se piensan miembros de una colectividad y se asignan, pactan, unas normas de convivencia. Este pacto es el que constituye la sociedad política, en la que los hombres dejan de considerarse individuos enfrentados, para ser ciudadanos (miembros de la comunidad). En este sentido:

-La sociedad-comunidad es el producto de la voluntad de los hombres.-La sociedad es una necesidad racional.

Rousseau llama al pacto contrato, pues:

-Nace del consentimiento libre de los hombres, que guiados por la razón se dan cuenta de qué es lo mejor: el bien común. Pero este pacto entre los hombres es también un pacto consigo mismo: el hombre reconoce su deber y asume las normas de la comunidad como propias, se deja guiar por el bien común.-Es un pacto entre iguales: todos los hombres son iguales ante el pacto, ante la ley. Todos los hombres dan-aportan lo mismo: su poder (su libertad ilimitada), todos reciben lo mismo: su libertad política (unos derechos y unos deberes que se corresponden al bien común).

El contrato se fundamenta en la idea de Bien Común, concepto esencialmente racional, que está por encima (racionalmente es mejor) de los bienes-intereses particulares, según el cual el hombre (la razón) se da cuenta que para vivir con otros

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hombres (formar una sociedad) debe dar su capacidad-libertad ilimitada para obtener libertad de actuar entre los hombres. Me explico: la libertad ilimitada no puede convivir con otras libertades ilimitadas, pues se limitan unas a otras y se contradicen. La libertad para convivir con otras libertades debe partir del reconocimiento mutuo entre las diferentes libertades, de la regulación, de la Ley. Este objetivo, la Ley que organice la convivencia en la sociedad, es el Bien Común. La libertad deja de ser el poder o la capacidad individual y se convierte en el poder actuar dentro de la sociedad (como ciudadano). Pero el hombre no pierde nada en esta transacción-contrato: da un derecho individual que no puede ejercer en sociedad y recibe un derecho colectivo que si puede ejercer con otros hombres. La nueva libertad es mejor:

-El hombre adquiere y conoce su poder, pues la ley (la colectividad) se lo reconoce (ahora puede ejercer su libertad). Antes disponía del derecho a actuar pero no podía ejercerlo porque estaba en conflicto con las demás libertades. Si había alguien libre era porque oprimía a los demás.-El hombre ahora puede hacer lo que le dicta su conciencia-razón, sin violentarse consigo mismo. Antes, oprimido u opresor estaba sometido a otras leyes que contradecían la razón o, en el segundo caso, imponía leyes que contradecían la de los demás.-El hombre vive tranquilo: la ley protege su libertad y evita que otros puedan esclavizarlo.

Esta voluntad racional (darse cuenta de que es lo mejor) de cada uno de los miembros de la sociedad en la Voluntad General. Si todos los hombres tuviesen un mismo nivel cultural y no se equivocasen habría unanimidad siempre, pero ni todos los hombres tienen la misma educación ni están al margen del error, por tanto, la voluntad general se expresa por la voluntad de la mayoría.

3/ La soberanía. Por soberanía entiende Rousseau el fundamento del poder. La sociedad, como acabamos de decir, se constituye por un contrato entre sus miembros, por el cual estos ceden su poder. De acuerdo con este razonamiento, “el poder- la soberanía” está en la colectividad, en la sociedad. Las formas de gobierno con las que se dote no reciben la soberanía, sino que son los instrumentos de esa comunidad para administrar su poder. Así, la soberanía radica en la colectividad, en el pueblo, si lo entendemos como el conjunto de los ciudadanos.

Ahora bien, el ciudadano no queda desarmado ante la poderosa colectividad, tiene unos derechos inalienables, que son lo que ha recibido del contrato, por lo que lo ha firmado, su libertad, su igualdad y su fraternidad. Si la comunidad se corrompe y le niega esos derechos, el contrato se da por zanjado.

Por lo mismo, si el aparato del estado hurta la soberanía a la comunidad, esta está en su derecho de abolir esas instituciones creadas para lo contrario, para asegurar el libre ejercicio de la Ley.

Así, pues, el armazón del pensamiento rousseauniano radica en la idea de contrato (contrato social), que es la que hilvana las de individuo - colectividad -

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instituciones. El individuo se convierte en ciudadano (miembro con todos los derechos de la comunidad), la sociedad en la depositaria de la soberanía, como capacidad de actuar-poder, el aparato del estado es un simple administrador de la colectividad.

En cuanto a las formas de gobierno-aparato de estado, Rousseau analiza las tres de la época:

-La monarquía le parece criticable en cuanto establece la primacía de un ciudadano por encima de los demás (el contrato no se realiza entre individuos libres e iguales)-La república le parece una utopía, sólo viable en un pueblo de dioses (seres perfectamente racionales y ajenos al error), en cuanto la confusión (en esto sigue a Montesquieu) de poderes ejecutivo y legislativo son un peligro para la libertad.-El gobierno aristocrático electivo (los más sabios) le parece el mejor, el que más se acomoda a la realidad de los hombres.

En este sentido, vemos como el mismo Rousseau , que lleva hasta el límite las consecuencias del pensamiento ilustrado, adolece que ese estigma aristocrático de la ilustración: desconfía de las masas a las que se pretende salvar.

2.4. La Fisiocracia

Por este nombre conocemos la teoría y la política económica que siguieron gran parte de los déspotas ilustrados. Hija de su tiempo, recoge los principales postulados de la Ilustración. Su principal teórico fue F. de QUESNAY (1694-1774).

El punto de partida es que la agricultura es la única actividad económica creadora de riquezas, considerando que la industria lo que hace es transformar y el comercio trasladar, pero no crear. La fisiocracia es hija de un tiempo en el que la agricultura era el sector económico predominante (80%) y ello debía hacerse presente. Pero, por otro lado, esta doctrina se enfrenta a la teoría económica hasta ese momento vigente: el mercantilismo, que establecía que la riqueza de las naciones era su tesoro. Analicemos las diferencias:

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-Para la fisiocracia la fuente de las riquezas es una actividad productiva, mientras que para el mercantilismo es la política económica: el tesoro garantiza una política monetaria que no derive hacia la inflación, hacia unos precios demasiado altos que empobrezcan al país y lo hagan poco competitivo (el mercantilismo también es hijo de su tiempo: de los movimientos inflacionarios originados por la llegada masiva de plata americana y el fuerte impulso comercial del comercio con los territorios ultramarinos). Esta diferencia es importante, porque sitúa el crecimiento económico en la órbita de la producción, como corresponde a las teorías que se desarrollarán (liberalismo económico) al compás de la revolución industrial.-Para fisiocracia la riqueza de las naciones se mide en términos de crecimiento económico (producción) y no como en el mercantilismo, en función de la balanza de pagos, de las cuentas del Estado. Mientras esta teoría partía de una identificación del país con el Estado-Monarquía, aquella, más moderna, establece ya las diferencias entre la actividad económica y la política.

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El segundo aspecto importante es la defensa de la propiedad “exclusiva”, nosotros hablaríamos de propiedad privada o propiedad plena. En primer lugar, porque se reconoce como un derecho natural de los hombres (“el hombre recibe de la misma naturaleza la propiedad exclusiva de su persona y la de las cosas adquiridas por sus esfuerzos y trabajos”), y en segundo lugar, y más importante, porque se afirma que la propiedad exclusiva es el motor del crecimiento económico: sólo los propietarios, que obtienen el producto de sus esfuerzos, son capaces de invertir para mejorar la productividad de su actividad. Dos conclusiones:

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-La propiedad agraria exclusiva, que es la predominante y la que más interés tiene para los fisiócratas, supone la capitalización de la agricultura: la asignación de un valor en dinero a la propiedad y, por tanto, la necesidad de cuidar la inversión para que sea rentable (sino ese dinero se podía invertir en otras cosas). Es el salto que se dará con las desamortizaciones en España o con la venta de los bienes de la iglesia en Francia o los “enclousures” ingleses. Resulta evidente el contenido revolucionario del concepto de una sociedad (la del AR) en la que lo esencial era la propiedad “no plena”.-Como motor del crecimiento económico se considera el aumento de la productividad, las inversiones y los cuidados necesarios para que aumente la capacidad de producir. Verdadero caballo de batalla de los ilustrados, encuentra en la fisiocracia la argumentación teórica.

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De estos conceptos se deriva un tercer axioma: la necesidad del liberalismo económico. Se enfrenta con este principio al proteccionismo mercantilista (como lo fundamental era la balanza de pagos, era imprescindible proteger la producción interior con altos aranceles que gravasen los productos importados, para que no fuesen competitivos), pero además entronca con el liberalismo de Adam Smith. El Estado no puede poner trabas a la iniciativa privada, sólo la libre competencia genera riquezas. Si la propiedad exclusiva es el motor del aumento de la productividad (por tanto, del aumento de la competitividad), nada debe ponerle límites, hay que dejar que sean los agentes económicos los que actúen libremente en el mercado. Así, hay que eliminar todo tipo de limitaciones: el proteccionismo, las reglamentaciones gremiales, las ordenanzas, etc...

¿Qué papel le cabe, pues, al Estado? En primer lugar, velar por la propiedad, ser el garante de ella, para eso dispone de poder coercitivo y por eso tiene derecho a recaudar impuestos con los que mantener ese poder. En segundo lugar, proteger esa libertad.

La fisiocracia tuvo escasa vida porque el liberalismo económico acabaría barriéndola. Lo que sucede es que este era hijo de la revolución industrial, que se impondría en los principales países europeos, mientras que nuestra teoría se fundamentaba en la economía agrícola de finales del AR. No obstante, tenía en sí los elementos esenciales para anunciar el futuro.

3. LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ESTADOS LIBERALES

3.1. El liberalismo. Conceptos generales sobre la formación de la ideología liberal.

En este capítulo vamos a realizar una síntesis de lo que fue el liberalismo, como corriente política entre 1789 y 1870. En la actualidad, cuando decimos política liberal solemos referirnos a una forma de hacer política que se encuentra entre el autoritarismo de derechas y el socialismo, favorable a la libertad de la iniciativa privada

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frente a las “injerencias” o intervencionismo del Estado, pues considera que el motor del bienestar se encuentra en la competencia. En este sentido, en los países con tradición democrática, el liberalismo se constituye en el adalid de la conservación de las instituciones que garantizan esas libertades individuales: el sufragio, las asambleas representativas y la responsabilidad del poder ejecutivo ante el electorado. Todo ello teñido del reconocimiento del “ciertos principios de moral política”, esencialmente el planteamiento de que “el fin no justifica los medios7”. En el panorama electoral, los ciudadanos se encuentran con el hecho de que se suele asociar liberalismo y conservadurismo (recordemos esa tendencia a conservar), frente a otras doctrinas que ponen el acento en el cambio, y que suelen autoequitetarse como progresistas. En un modelo anglosajón, que parte de una concepción bipartidista.

No obstante, a pesar de este “etiquetado” electoral, en los actuales países democráticos, al menos desde la década de los sesenta, todos8 los partidos políticos y todas las opciones políticas son liberales, en el sentido en que basan sus concepciones del estado en los principios que inspiró el liberalismo, y su acción política parte del axioma, antes señalado, de que el fin no justifica los medios. Las diferencias entre unos partidos y otros se asientan en aspectos relacionados con el grado en el que se deben entender la participación en las instituciones y la capacidad de acción que se otorga a esas instituciones. Así, ninguna opción política viable, con capacidad de ejercer el poder9, pone en entredicho los principios mismos del liberalismo, sólo se discute la aplicación de los mismos: el límite de la libre competencia, los límites del estado, los límites a las libertades de los individuos... Vivimos, pues, en unos Estados que son una herencia liberal.

Cabe hacer dos últimas precisiones. La primera, es que el liberalismo actual ya no es completamente liberal. La evolución histórica le ha obligado a limitar su liberalismo: admite ciertos límites:

-En la libre competencia, para evitar o suavizar las consecuencias más destructivas del libre mercado, tanto desde el punto de vista de los empresarios como de los trabajadores.

-En el individualismo, considerando la validez-legitimidad de la acción “agrupada”, entendiendo el Estado liberal como el armonizador de esos intereses de grupo.

-En las relaciones entre el individuo y el Estado, dándole a éste último una mayor capacidad de intervención.

En segundo lugar, cabe referirnos al concepto de democracia. El término se utiliza en diferentes sentidos:

7 A la inversa: que los medios empleados en la consecución de un fin lo moldean.

8 Sólo quedan fuera una exigua minoría, además decreciente.

9 El del Estado u otro nuevo frente al Estado.

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-Como diferenciador de regímenes liberales (aquí como sinónimo de liberal) frente a otros que no lo son: fascismo y comunismo.

-Como tendencia progresiva: democratizar, hacer más democrático. En este sentido, democracia hace referencia tanto a su significado etimológico: participación del pueblo, como a la necesidad (constante histórica) de ir perfeccionando el sistema.

-Como distinta a liberalismo. Entonces es utilizada por los enemigos políticos de los partidos liberales. Se trata de un uso heredado del pasado, cuando se estableció la distinción entre unos partidos liberales de derecha y unos partidos liberales más radicales, más a la izquierda, a los que se denominó “demócratas”, partidarios de ir más allá en la democratización.

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Después de esta breve introducción, que pretende aclarar el significado actual del concepto “liberalismo”, vamos a analizar sus orígenes, su evolución y sus acciones. Nos vamos a situar en nuestro período de referencia: 1789-1870.

En la mayoría de los manuales se habla del siglo XIX, particularmente de 1789 a 1870, como el siglo del “liberalismo”, en dos sentido que son ciertos:

1. El liberalismo fue la ideología de esa elite innovadora que llevó a cabo o dirigió las transformaciones/revoluciones que concluyeron con el establecimiento de una sociedad burguesa. En este sentido, fue la ideología hegemónica: dominó las mentalidades de la época, fue la ideología de los nuevos estados y todas las opciones políticas bebieron ella. En una palabra, exceptuando los movimientos obreros revolucionarios10, nadie puso en duda los principios del liberalismo.

El liberalismo, pues, fue la forma de pensamiento que movió la Historia, que modeló los comportamientos personales, las creencias personales, la moral, las modas, etc...

2. En sentido político, el liberalismo se concreto en doctrina de partido. En general, todos los partidos, exceptuando los ultras y los socialistas11 b/ En cuanto al movimiento

10 Que adoptan posiciones clara y netamente anti sistema, es decir antiliberales, desde 1848, y que habrá que esperar bastante tiempo para que se constituyan en una alternativa viable, de masas, al modelo liberal.

11 No obstante hay que señalar:

a/ En cuanto a los partidos “ultras”, defensores del Antiguo Régimen, su escasa entidad política, tanto por sus contenidos doctrinarios (luego analizaremos brevemente a De Maistre o a Bonald) como por el apoyo que recibieron, así como su carácter arcáico (partidos de la “inercia”) en una sociedad que ya avanzaba por otros derroteros, les dió una corta vida y una escasa importancia sobre el futuro: la consolidación de los estados liberales los contaminó de los principios del liberalismo y acabaron convertidos en el ala derecha del arco parlamentario liberal. Los recalcitrantes partieron al “exilio interior”, como define Jardín a la actitud de la indiferencia política de quienes se beneficiaron de los logros económicos de un régimen en el que no creían. En 1830, es difícil encontrarlos en la Europa occidental.

Es muy significativo el caso de los “emigrados” franceses, que en teoría deberían ser los más recalcitrantes. La realidad fue otra: la mayoría eran clases ilustradas que sintieron traicionados son principios y abominaron del “racionalismo” que conducía a la revolución, pero construyeron sus nuevos esquemas mentales sobre la base de la ideología de los círculos sociales en los que se movieron en el exilio: la Aufklärung alemana, el constitucionalismo inglés (Burke), los círculos suizos (síntesis de constitucionalismo inglés y fuerte religiosidad) y el romanticismo conservador. La

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socialista, ya hemos señalado las fechas para su comienzo, pero sería muy interesante analizar los orígenes ideológicos de ciertos postulados suyos, como, por ejemplo, las relaciones entre el jacobinismo y su teoría de la revolución, las relaciones entre Rouseau y las primeras concepciones socializantes, partieron de los principios liberales, aunque cabe hacer alguna matización:

-Entre los liberales defensores del orden y de la autoridad del Estado, tendentes a reducir la participación de los ciudadanos en las instituciones y a limitar las libertades civiles.

-Entre los liberales que luchaban por “acabar” la construcción del estado liberal, democratizándolo (aumentando la participación y las libertades y frenando el poder del Estado.

-Los liberales de centro que se constituyeron en un grupo “bisagra”, equidistante, defensor de limitar el poder del Estado y de limitar las participación de las masa en el poder político, aunque sin hacer de ello dogmas. Son políticos posibilistas, que no dudan en acudir a las masas frente al autoritarismo estatal y al Estado frente al “desorden” provocado por las masas.

-Entre los partidos que están en el poder y los que están en la oposición. En dos circunstancias:

restauración del orden por Napoleón (que los invitó a volver y algunos lo hicieron) y de la idea de “grandeur” de Francia fueron moderando sus ansias revanchistas: Cuando regresaron a Francia, con la Restauración de los borbones, se dividieron en dos grupos: los que aceptaban el liberalismo, aunque desde una óptica ligitimisma y muy conservadora, y los que “nada habían aprendido y nada olvidaban” que se organizaron en un grupo ultra cercano a la corte. No obstante, bajo Luis XVIII ambos grupos se integraron en las estructuras “liberales” (luego haremos un análisis más profundo sobre la liberalidad de este reinado) del nuevo estado. Sólo será en el reinado de Carlos X (1824-30) cuando lleven a cabo su “golpe” político. 1830 marcará el final de su actividad: indemnizados por las expropiaciones revolucionarias, asustados por los movimientos incipientes de las masas, beneficiados por el desarrollo económico del régimen orleanista y conscientes del triunfo definitivo del régimen liberal (juicio a los integrantes del gobierno Polignac), se integrarán en el régimen liberal.

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-Cuando están en un estado liberal, los partidos liberales se muestran tolerantes con la oposición conservadora y autoritarios con la oposición “democrática”, que vivió en la clandestinidad o semi-clandestinidad gran parte de su oposición.-Cuando su acción política se desarrolla en el seno de un régimen escasamente12o nada liberal, la doctrina de los partidos liberales se radicaliza, adoptando tintes “revolucionarios” y tendiendo a la alianza con los grupos demócratas.

12 Sobre la liberalidad o no de ciertos regímenes políticos hay ciertas controversias ¿erán liberales los regímenes de la Restauración en Francia o de Federico Guillermo IV tras la carta del de 5 de diciembre de 1848?. Nosotros creemos que sí, en la medida en que podían cumplir los mínimos liberales: la existencia de una constitución y el reconocimiento de unos derechos básicos de los ciudadanos. Otra cosa muy diferente es si su política era autoritaria. Pero no hay que olvidar que regímenes políticos reconocidos universalmente como liberales (República del 48 en Francia, gobiernos ingleses (torys o whigs) durante el período, gobiernos alemanes (incluidos los prusianos) surgidos con la revolución de 1848) reprimieron los movimientos insurrecionales de las masas e impusieron medidas autoritarias, limitando las libertades. En resumen, que deberemos diferenciar entre “estados liberales” y acción política de los liberales. Estados liberales lo serán en la medida en que se fundamenten en una constitución (primacía de la ley), tengan instituciones representativas (legislativo electivo) y garanticen un mínimo de libertades civiles: conciencia, igualdad ante la ley, reunión...

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En realidad, la plasmación concreta de la ideología liberal en programas y acciones de partidos políticos está en función de dos principios:

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1. El estado en el que se encuentra la transformación o desarrollo de la elite innovadora en un grupo más amplio, clase en terminología marxista, nuestra “burguesía”. 2. El estadio en el que la elite innovadora se encuentra en su tarea de construcción del Estado liberal.

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Ambos aspectos están intrínsecamente relacionados: esa elite se va conformando conforme avanza en su tarea de construcción estatal, para lo que genera una ideología o construcción intelectual13 que argumenta tal construcción. La constitución de esta elite14 pasa, de esta manera, a ser un elemento capital para comprender el desarrollo de las doctrinas liberales.

Partiremos de un hecho obvio: este grupo innovador se forma según se va creando una identidad de intereses, en dos sentidos:

1. Se va desarrollando un modelo de estado (el estado liberal) que origina un consenso interno dentro del grupo:

-En la medida en que permite que el grupo se identifique con lo que el estado va representando. Desde la óptica liberal, el Estado debe ser el lugar (escenario) en el que se resuelven las naturales disputas entre los intereses de los individuos, impidiendo que estos intereses rompan la convivencia, la comunidad. El Estado se convierte, así, en “el moderador”, el “racionalizador” de la conflictividad social, en el cauce por el que deben discurrir las desavenencias civiles.

-En la medida en que permite que el grupo se sienta amenazado por el exterior, por otras alternativas que percibe contrarias a sus intereses. En nuestro caso, por el desarrollo de las incipientes teorías-políticas igualitarias, atentadoras contra la propiedad privada. La elite se consolida y atrae a otros grupos (pequeña burguesía urbana y agrícola) que encuentran en este grupo su mejor defensa.

Ahora bien, este “tener enfrente al enemigo” no quiere decir enfrentarse a él para eliminarlo. El estado y la ideología liberales, al contrario que el marxismo, pretenden integrarlo en el sistema, conseguir un consenso de toda la ciudadanía (nación, en el marco nacionalista). Para ello, necesitó perfilar un sistema de participación-representación y unos contenidos ideológicos. Estos dos elementos son capitales: la defensa de la propiedad privada sólo puede garantizarse en la medida en que los defensores de la igualdad encuentren cauce para sus demandas en el seno de un estado (no fuera, en movimientos contra el Estado) que les garantiza la igualdad de oportunidades para hacerse propietarios. La igualdad se convierte en la igualdad de oportunidades. No podía ser de otra manera: la propiedad privada no puede defenderse en un sistema que margina y hace antagónica a la mayoría de no propietarios. Este consenso universal con el Estado se va a pretender conseguir y lograr en muchas ocasiones mediante:

-El sufragio universal.

13 Como ya hemos señalado antes, no sólo en el campo de la teoría política. Se trata de la acuñación de una espistemología que conforma la “forma de pensar”.

14 De la construcción del estado hablaremos en el siguiente capítulo.

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-Contenidos ideológicos que desarrollan entre los ciudadanos creencias en el individualismo, la tolerancia, la superioridad de los estados liberales, la defensa de la propiedad, etc...-Una política tendente a implantar progresivamente la propiedad en el seno de las familias no poseedoras de los medios de producción: en la vivienda, utensilios, etc...

La extensión de la escuela pública, con unos planes de estudio universales, hizo lo demás.

2. La progresiva práctica de políticas socioeconómicas impulsoras del desarrollo. Entendiendo por ello:-Políticas industrializadoras. No podemos olvidar que los estados liberales, a pesar de los postulados no intervencionistas, llevaron a cabo políticas activas de apoyo a la industrialización.-Políticas fiscales y económicas favorecedoras del aumento de los beneficios empresariales.-Políticas de regulación de los conflictos sociales, que van desde el desarrollo de la beneficencia pública, los primeros controles sobre “seguridad e higiene en el trabajo, la regulación de la edad de los trabajadores, hasta la represión cuando la agitación social se hacía insoportable a juicio de esa elite gobernante.

Este proceso de formulación de las doctrinas liberales tuvo para los países centrales europeos15 tuvo dos fases principales:

a/ De 1789 a 184816, en el que la elite innovadora va recibiendo las adhesiones de importantes sectores de la antigua aristocracia, a la vez que se consolida como grupo dominante. Es la etapa de crecimiento “hacia arriba”. Sus postulados doctrinales tienden a diferenciar el liberalismo del concepto de revolución, que se asocia con desorden, anarquía y tiranía de las masas. La Convención jacobina y las guerras napoleónicas siguen en la mente de este nuevo grupo dominante. Es la época de esplendor del utilitarismo, de los ejecutivos fuertes (garantía de estabilidad), del censitarismo, de las monarqías bicameralistas (la monarquía y la cámara alta como contrapeso a los posibles desmanes de los sistemas representativos) y de las medidas restrictivas contra las libertades.

15 Para Estados Unidos se puede considerar la fecha de 1829, con el triunfo jacksoniano: implantación del sufragio universal, limitación de los poderes del Estado y desarrollo de los poderes locales, extensión de la educación, etc...

16 Son interesantes también las interpretaciones que llevan esta fase hasta 1856 (acontecimiento frontera: la guerra de Crimea), considerando que es el momento en el que se quiebra el “espíritu de equilibrio del Congreso de Viena”, en lo internacional con la destrucción del sistema de división en dos bloques (el Este -Rusia y el imperio austro-húngaro defensores de sistemas tipo AR; el Oeste con sistemas liberales), y en política interior con el desarrollo de la industrialización y los regímenes democráticos.

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b/ De 184817 a 1870 (1873), en el que se puede considerar constituida la burguesía, acogiendo en su seno a la denominada pequeña burguesía. Es el período de crecimiento “hacia abajo”. El síntoma más claro es que la burguesía abandona definitivamente las pretensiones revolucionarias, “las barricadas”, ya tiene algo que defender; también es el momento en el que comienzan a desarrollarse los movimientos obreros revolucionarios18. El comienzo de los procesos industrializadores en Francia y Alemania son el colofón de este proceso. Doctrinalmente, el liberalismo deja de elaborar grandes tratados teóricos (el liberalismo está lo suficientemente asentado para que no haya que argumentar en su favor). Las políticas se centran en:

-Desarrollo del sufragio universal.-Ampliación y respeto de las libertades, especialmente de prensa, reunión y conciencia.-Indiferencia entre monarquía o república.-Preminencia del legislativo, que pugna y consigue controlar al ejecutivo.-Introducción de políticas sociales19.

Desde el punto de vista del escenario político, el liberalismo presenta tres opciones: el liberalismo clásico, ahora llamado conservador, el nacionalismo (que también es conservador, como veremos posteriormente) y el radical (demócratas y republicanos).

Para concluir, diremos que el liberalismo (de momento, dejamos de lado el nacionalismo) tiene dos centros principales de elaboración doctrinal: Gran Bretaña y Francia, que ofrecen dos modelos que se corresponden a la diferente problemática política del mundo británico y el francés. El primero, embarcado en un proceso industrializador y con un régimen político muy estable, centra sus esfuerzos en el liberalismo económico y sus repercusiones políticas20; mientras el segundo trabaja especialmente sobre aspectos políticos, dada la complejidad de su evolución política: Revolución, Imperio, Restauración, Orleanismo, República, Imperio, República.

17 Inglaterra en torno a 1840, con la progresiva adopción de medidas librecambistas, aunque la reforma electoral de 1832 fue el primer peldaño del proceso.

18 1848, aparición del Manifiesto Comunista de Marx y Engels.

19 Aunque ya antes se habían desarrollado algunos aspectos (Prusia, en 1839, había prohibido el trabajo a ¡los menores de ocho años!; o Inglaterra, en 1833, había realizado la primera y muy tímida regulación de la salubridad de los establecimientos fabriles), pero no dentro de una política estratégica de atracción de las clases más desfavorecidas.

20 Elaboran la armazón teórica del laissez-faire, de sus implicaciones sociales y de las relaciones con la política: limitación del estado y relaciones entre política y economía (especialmente desde que son conscientes de que la imposición del liberalismo pasa por conseguir la mayoría parlamentaria).

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Más que hacer un relato cronológico de los diferentes avatares políticos del período, analizaremos los sucesos y procesos que resultaron más significativos para comprender como se construyó el estado liberal.

3.3. El modelo inglés.

La revolución inglesa tuvo unos principios muy tempranos (1642, comienzo de la “guerra civil” entre el Parlamento y los defensores del absolutismo), pero fue la que más duró en su doble tarea de construcción de un estado liberal plenamente desarrollado y constitución de la clase dirigente, la burguesía. Parece una paradoja que el país que antes inició sus transformaciones -o rupturas- más tardase luego en finalizar el proceso. Por lo demás, muestra algunas similitudes con el proceso francés:

-Se ejecutó a un monarca y se acabó con una dinastía.-Se formó un ejército (parlamentario).-Tuvo un período republicano (1649-1660).-Tuvo una restauración legitimista (1660-68).-La elite innovadora esta formada por amplios sectores del AR (cuya ideología se sintetiza en los postulados tories de la época y sectores de la burguesía de los negocios (ideales whig).

No obstante, el mismo proceso revolucionario fue más lento y diferente: las masas no actúan en la calle, sino que desde el primer momento lo hacen integradas en el nuevo ejército; a los ideales constitucionales se suma un componente ideológico (creemos que es el mecanismo utilizado para conseguir el consenso de la población); no acaba en la imposición de un texto legal coherente, sino en una mixtura de usos tradicionales, leyes, declaraciones y códigos21 que regularan la vida política inglesa.

Esta heterodoxia con respecto a los movimientos continentales se debe esencialmente a la prontitud con que apareció en Inglaterra esa “necesidad de implantar el mercado” (libre mercado), sin duda relacionada con la expansión del modelo colonial inglés y con la necesidad de afrontar las crisis de hambre de la segunda mitad del siglo XVII. Esta necesidad llevó al progresivo, aunque lento, afianzamiento de la alianza entre los grupos que formarán esta nueva elite. Sin embargo, hay otros dos aspectos singulares:

1. Esta elite no acaba totalmente con el estado del AR, sino que se conforma con que respete ciertos elementos: las libertades del pueblo inglés y el carácter protestante del Estado; así, deja perdurar ciertos elementos: mantenimiento de ciertos privilegios, fuerte concentración de poder en el ejecutivo22, por ejemplo. Las causas de esto, quizá, haya que buscarlas en que el estado inglés prerrevolucionario, si bien impedía el libre desarrollo de la iniciativa privada, estaba desarrollando políticas activas favorables al

21 Test Act de 1673, Habeas Corpus de 1670, Bill of Right de 1689, Act of Settlement de 1701, etc.

22 Es jefe de los tres poderes.

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desarrollo de esta iniciativa (ampliación de mercados exteriores). Esta contradicción explica también el papel y el peso de la nueva aristocracia terrateniente en el seno de la elite innovadora: entiende el proceso revolucionario como sustitución dinástica y tiende a mantener posiciones de privilegio23 en el nuevo estado.

2. La nueva elite no realiza una alianza estratégica, sino que se basa en acuerdos coyunturales, fruto de los cuales es esta forma de entender el constitucionalismo. Así, tendrá que desarrollarse el proceso industrializador para que la identidad de intereses entre los diferentes grupos les conduzca a la fusión en una clase. No hay que olvidar que el librecambismo se implantó durante gobiernos tories, que en torno a 1840 se “convierten” al liberalismo económico.

23 Fuertes poderes de la Cámara de los Lores, fuerte predominio en el censo de electores, sistema electoral que beneficia claramente (permitió su hegemonía política hasta 1830) a las aristocracias rurales...

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De forma general, de 1789 a 1848, la política inglesa estuvo regida por cuatro grandes temas interrelacionados:

-La cohesión interna entre los diferentes reinos y territorios: el problema irlandés y, en menor medida el escocés.-El proceso industrializador.-La necesidad de la reforma electoral.-El librecambismo.

El proceso industrializador24, iniciado en la segunda mitad del siglo XVIII, va a originar un doble proceso: 1) la capitalización (propiedad privada y mercado interior) de la agricultura25 genera un fuerte aumento de la producción, pero insuficiente ante el gran desarrollo de la demanda originado por el crecimiento demográfico y el proceso de urbanización. Este desajuste entre oferta y demanda genera una elevación de precios26

que genera fuertes beneficios a los empresarios agrícolas y una notoria falta de competitividad de la agricultura inglesa frente a la colonial y la continental. Esta situación lleva a los grandes terratenientes, en su mayoría pertenecientes a la antigua aristocracia, a adoptar posiciones defensoras del proteccionismo, cuyo máximo exponente son las Corn Law; 2) el desarrollo industrial, con una clase de empresarios interesados en ampliar mercados para su creciente producción, por tanto con intereses librecambistas. Este choque entre proteccionismo y librecambismo será crucial en la vida política y señala la existencia de dos facciones en el seno de esta elite innovadora27, además será el motor de la producción doctrinal del liberalismo británico, en la medida en que desde principios de siglo son conscientes de que sólo conseguirán

24 Es interesante también el análisis de la lectura que el Gran Bretaña se dio a la Revolución Francesa. En un primer momento (1789-91), se hizo una interpretación política y se originó una controversia entre los defensores y los detractores. No obstante, desde 1793 y especialmente en el período napoleónico, las circunstancias cambiaron, el núcleo de la interpretación deja de ser político (aunque se utilicen argumentos políticos) y pasa a ser económico. El sistema napoleónico amenaza a la industrialización británica: la posibilidad de la formación de un mercado paneuropeo controlado por Francia y las veleidades expansionistas de Napoleón por el próximo oriente atacan directamente los intereses vitales de la industrialización (mercado) británica y, por ende, de sus clases dirigentes. Fue entonces cuando se desarrolló una posición antirrevolucionaria entre los liberales ingleses, que pasan a identificar revolución con Terror, con anarquía. En el plano interior se traduce en actitudes conservadoras.

25 Con un fuerte desarrollo de formas de gran propiedad (“enclousures”...)

26 Aumentada durante el período del bloque napoleónico.

27 Será el desarrollo industrial (Inglaterra entra en la denominada segunda fase en torno a 1840-50) el que originará una identificación de intereses, atrayendo a los sectores de burguesía media y baja, convirtiendo a esos terratenientes proteccionistas en inversores industriales y dando posiciones de prestigio a los grandes empresarios industriales.

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su objetivo si logran eliminar el monopolio político de la aristocracia terrateniente. El arma que utilizarán en esta lucha es la reforma electoral, dado que, como hemos señalado antes, el sistema electoral estaba en la base de ese monopolio.

Tres autores son fundamentales:

1. ADAM SMITH (1723-1790)

Fue el fundador de la escuela de la Economía Política inglesa y el formulador de sus principales axiomas. Por eso, a pesar de corresponder a un período anterior, lo incluimos aquí.

Adam Smith parte de un concepto esencialmente individualista, para él el estado natural (lo más justo y lo mejor) es aquel en el que los hombres actúan como individuos que persiguen su propio interés, en competencia con los demás. No hay, pues, como en las formulaciones francesas, necesidad alguna de llegar a un contrato que supere la confrontación, la confrontación es:

-Buena porque está en la base del crecimiento económico (objetivo de todas las sociedades): la libre competencia asegura el crecimiento económico, que da lugar a un mayor bienestar social, que llega incluso a los más pobres.

-Justa porque parte de una situación natural y está basada en la más equitativa de todas las relaciones: la absoluta igualdad entre los individuos.

-El origen de la sociedad. Adam Smith establece que la conducta humana28 de mueve por tres pares de motivos:

-Egoísmo-altruismo-Deseo de ser libre-sentido de la propiedad-Hábito de trabajo-propensión al intercambio

Estas disyuntivas forman parte de la esencia del hombre en la medida en que es individuo y animal social, y son aspectos que se equilibran y se limitan mutuamente. Así, “cada hombre, al permitírsele perseguir sus propios interese, promueve inconscientemente el bien común”.

El autor considera que el objetivo de toda política ha de ser el bienestar de la sociedad, bienestar que tiene su base en el crecimiento económico (la primacía de los aspectos económicos sobre los políticos del liberalismo inglés queda establecida desde ahora, y no es casual29), que se fundamenta en el aumento de la productividad,

28 Fue profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow.

29 No hay que olvidar que la industrialización, con sus aspectos concomitantes en otros sectores económicos y en el plano social, está siendo el caballo de batalla de esta elite

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de la capacidad de producir, que se asienta en la división del trabajo30. Esta ofrece dos virtudes: permite la especialización de la mano de obra y la transferencia31. En este sentido, las transferencias se realizarán desde los sectores que obtienen menos beneficios a los que los dan mayores. Como los beneficios se asentarán en la diferencia entre precios de mercado y precios reales, dependerán de abaratar los componentes del precio real, lo que se consigue mediante el aumento de la productividad (producir más al mismo coste) o de abaratar el coste de los salarios. Lo primero (la división mayor del trabajo) sólo se podía realizar en esa fase de la industrialización en los sectores primario y secundario. de mano de obra de los

innovadora británica en el proceso de construcción del estado, y de ella misma como clase.

30 Es interesante observar como este primer liberalismo interpreta que las “ventajas” de la industrialización están en la división del trabajo, aunque, como veremos a continuación, esta requiera de la ampliación de los inputs. No conviene olvidar que la primera fase de la “revolución” industrial se realiza sobre una tecnología muy precaria, con máquinas muy sencillas y baratas.

31 Esta transferencia se produce porque los intereses económicos se dan/mueven en el libre mercado, y aquí es necesario introducir la rudimentaria teoría del valor de Smith. Rudimentaria pero muy significativa, pues pone de manifiesto que, en 1776, cuando escribe La riqueza de las naciones ya es evidente en Inglaterra esa “certidumbre” que nosotros situamos en el origen de esa elite innovadora. Pensemos además que el proceso industrial inglés se encuentra en sus fases iniciales. Parece, pues, que el establecimiento del mercado es una precondición del desarrollo industrial.

La teoría del valor de Smith parte, así, del hecho de la producción para el mercado, por eso los productos, que no son sino los componentes de la oferta, se pueden considerar desde dos perspectivas: por su valor y por su precio. Por su valor en cuanto contienen en sí algo que les permite ser consumidos (valor de uso, que para la ciencia económica carece de interés, es más bien el campo de la ingeniería) y por tanto cambiados (valor de cambio, que ya interesa a la economía como ciencia). Este valor depende de los tres factores que constituyen el proceso productivo: trabajo, capital y tierra.

Pero como se produce para el mercado, el valor (que es intrínseco al producto) no es suficiente, es necesario hablar del precio, que es el valor que otorga el mercado, por tanto extrínseco, depende de la oferta y la demanda. El precio también presenta dos aspectos: el precio natural, que es el resultado de sumar los costes de los tres factores del valor de cambio: salarios, beneficios y rentas (por rentas entiende los beneficios que el empresario agrícola obtiene por la calidad de sus tierras), y representa el “valor real” de un bien (no sólo los costes, dado que se incluyen los beneficios y la renta, de los que hablaremos luego); en segundo lugar, tenemos el precio de mercado, al que realmente se va a vender/comprar y que fija la rentabilidad o no de los procesos productivos.

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sectores “no productivos” a los más productivos32. Ahora bien, el crecimiento de la productividad, por consiguiente, también, de la producción, requiere:

-Un aumento constante de los mercados, que requiere un aumento de la demanda (conseguido mediante el “natural” aumento del bienestar social-nivel de riqueza y mediante una política estatal creadora de mercados nuevos: librecambista33 y colonialista). De esta necesidad deviene uno de los aspectos esenciales del liberalismo inglés: la limitación del papel del Estado. Para Smith el ideal es la no intervención, las instituciones tienen que limitarse al mantenimiento del orden y la ley, la administración de justicia y la defensa nacional. La utopía34 la inexistencia de estados: la Humanidad como un mercado universal35. No es difícil adivinar detrás de estos postulados un doble trasfondo: 1/el de la necesidad de ampliar mercados para la creciente producción británica; 2/el de un grupo de la elite innovadora, vinculado a la naciente industrialización, que establece el corpus doctrinal de su enfrentamiento con el sector de terratenientes, tanto sobre el librecambio como sobre los privilegios supervivientes.

-Un aumento constante de las inversiones que supone: 1/libertad a la libre circulación del dinero (de nuevo frente a los postulados de los tories), que debe buscar el máximo beneficio; 2/un aumento del ahorro, que no se puede originar por un descenso del gasto-demanda36 sino de un aumento de los beneficios empresariales. Es aquí donde Smith establece su teoría del beneficio. Según el autor, el ahorro doméstico de los asalariados es demasiado limitado y está vinculado a la mejora de su nivel de vida, mediante el aumento de sus gastos y, por tanto de la demanda37. Es el ahorro empresarial el que se convierte en inversiones, dado que la propia mejora de la empresa redunda en un aumento de los beneficios. Ahora bien, ¿de dónde proviene el

32 Para Smith, los sectores productivos son aquellos de los que se obtiene objetos tangibles, cuya producción da lugar a un “excedente”, que permita una posterior reinversión. Está claro que incluye aquí a los sectores primario y secundario, dejando como “no productivos” a los servicios.

33 En el exterior con el levantamiento de las barreras arancelarias, y en el interior abrogando todas las limitaciones a la libertad de empresa y al libre comercio.

34 Utopía en la medida en que los procesos industriales se llevaron a cabo en el marco de entidades territoriales estatales y con políticas económicas activas.

35 K POLANI, en La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, Madrid,1989, señala para el siglo XIX, como período de hegemonía del liberalismo, el establecimiento de la idea dominante de que el establecimiento del mercado autorregulado-libre marca un nuevo concepto en las relaciones exteriores: los conflictos se sitúan en esta óptica mercantil y no en la belicista.

36 Aunque si, del gasto improductivo.

37 Es el viejo/nuevo postulado ultra liberal: “¡ustedes gasten, que del ahorro se encargan las empresas!”.

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ahorro empresarial?. De su agudeza para los negocios y de su actuación sobre el precio natural, de la rebaja de los costes de producción. En general, afirma Smith, los precios de mercado presentan una tendencia decreciente, ocasionada por el aumento de la competencia, que conduce a su aproximación a los precios naturales, por lo que las expectativas de obtener beneficios mediante la especulación mercantil son cada vez más limitadas. Es necesario actuar sobre los componentes del precio natural: salarios, beneficios y renta. Los dos últimos son esenciales para la inversión y, por ello, para el crecimiento económico, pero se encuentran limitados por los salarios: la tendencia natural (interés particular) del trabajo a luchar por unos salarios más altos choca con la necesidad económica de unos beneficios mayores. Este choque, esta confrontación se desarrolla en el seno del mercado: un incremento de los salarios que limite los beneficios sólo puede ser episódico38, dado que supone un retroceso en la inversión y, por ello, un retroceso en la competitividad de la empresa, que conduce a la necesidad de descenso de los salarios o al cierre de la empresa. No obstante, será Ricardo el que elabore con más precisión la teoría de los salarios que esboza Smith.

Así, Smith realiza la primera formulación teórica sistemática sobre el funcionamiento de la economía capitalista. Conceptos como crecimiento económico, productividad, división del trabajo, salarios, beneficios... se encuentran ya en su teoría. Es lógico interpretar que Smith es el portavoz de esa elite innovadora que está llevando a cabo las transformaciones en Gran Bretaña; pero es necesario señalar algo más: Smith muestra las confrontaciones internas de esa elite y las dificultades que está encontrando para convertirse en clase: sólo la industrialización lo conseguirá. En este sentido, se entiende el planteamiento que el autor realiza del tema agrario. La agricultura le parece un sector básico y productivo, y la concibe como un sector capitalista: produce para el mercado y se mueve con criterios del máximo beneficio, pero encuentra algo extraño en su funcionamiento:

-La agricultura produce una forma de beneficio propia: la renta, que no tienen que ver con los beneficios obtenidos de la división del trabajo, sino de la calidad productiva de la tierra (una tierra buena produce más con el mismo trabajo e inversión). Para nosotros es un problema baladí: la calidad de la tierra repercute en el precio de la misma, por tanto hay que incluirlo en el capítulo de inversiones. Pero Smith no lo entiende así, para él la tierra tiene dos fuentes de beneficios: la producción y la especulación de la compra/venta39 Sobre el tema de la mercantilización de la

38 En circunstancias en las que la demanda de trabajo supere a la oferta, que necesariamente no se pueden prolongar.

39 Desde el siglo XVI se produjo en Inglaterra una explosión del mercado inmobiliario rústico: diferentes reglamentaciones (usos y testamentos, en 1536 y 1540) liberalizaron la propiedad, se vendieron las propiedades de las órdenes monásticas, se expropiaron las de los “regalistas” durante el período del interregno... Esto produjo dos consecuencias importantes: 1/ mientras en la Europa continental se pugnaba por acabar con las manos muertas, en Inglaterra se recurría a cerrar el mercado con una norma restrictiva, la strict settlement, de 1640, que vinculaba la tierra al hijo

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propiedad rústica, hay que hacer constar que la introducción de la strict settlement no supuso una marcha atrás, sino simplemente un parón momentáneo, dado que a la vez que se producía, se desarrollaba la política de enclousures, se abolieron (1646) las tenencias feudales y el Court of Wards (derecho a administrar una finca durante las minorías de edad de los herederos, que la monarquía vendía a particulares), liberalizando completamente la propiedad.. Argumentación propia de una época en la que la agricultura sigue siendo el sector fundamental de la economía, y de una situación concreta (ver pág. 14, nota 2).

-Smith considera más productivo el beneficio industrial que la renta agraria, porque afirmaba que los terratenientes mostraban una tendencia antieconómica al lujo y a mantener empleos improductivos40, mientras que el empresario industrial, que no obtiene más beneficios que los de su inversión y su trabajo, necesita ahorrar para seguir creciendo. En el mismo sentido, criticará la política de subvención a la exportación de granos, que hizo elevarse los precios interiores. Para nuestro autor no cabe duda de la importancia de la agricultura, pero tampoco cabe duda de la necesidad de que se liberalice completamente. Reconoce el papel de la gentry pero ve el futuro en los nuevos empresarios que se están formando con el proceso industrializador.

primogénito; 2/ el desarrollo de un proceso muy temprano de empresarios capitalistas de la tierra, sector compuesto por antiguos miembros de la gentry y por nuevos gentlemen, que han invertido sus ahorros en agricultura. Este nuevo grupo es el que junto a sectores de la burguesía negociante constituye la elite innovadora.

40 Seguramente por la obtención de esa doble plusvalía: renta y beneficios.

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2. DAVID RICARDO (1772-1823)

Ricardo fue un importante teórico de la economía, actualizó las doctrinas de Adam Smith y formó parte del grupo de radicales que dieron la batalla a los tories en favor del librecambismo y contra las Corn Law.

Para Ricardo el motor de la economía, como para Smith, es el crecimiento económico, que entiende como aumento de la producción, pero este proceso genera una contradicción:

Aumento de la produccióncrecimiento demográficoaumento de la demanda de alimentos aumento de los precios aumento de los salarios descenso de los beneficiosdescenso en la producción

Por la cual, el crecimiento económico no redunda en un aumento de los beneficios que aseguraría la inversión y, por tanto, el crecimiento de la producción41. De este primer diagnóstico salen tres importantes consecuencias, que son las recetas para asegurar el crecimiento y los ejes principales que debería seguir una política económica positiva:

1. En la situación actual (contemporánea a Ricardo) la distribución de la renta se desplaza en favor de la agricultura, que, gracias al proteccionismo y a la “renta”, presentan tasas de beneficios más importantes que la industria. Así, si las cosas siguen de esta manera, el proceso de expansión económica mina sus propios cimientos.

El crecimiento económico necesita de la libertad de mercado, en dos sentidos:

-Para que las fuerzas económicas discurran naturalmente y la industria reciba las inversiones necesarias para el desarrollo económico.-Para ampliar mercados, de tal forma que las nuevas demandas absorban el constante aumento de la producción industrial.

Para afirmar las ventajas de Inglaterra y de la industria como actividad económica, en un mercado libre Ricardo elaboró la teoría de la ventaja comparativa, según la cual:

-En la libre competencia, obtienen ventaja los agentes económicos que se especializan en aquello en lo que son más eficientes. Las consecuencias políticas de esta afirmación eran evidentes: la Inglaterra “taller del mundo” (su gran ventaja)

41 En realidad, al afirmar esto, Ricardo leía su tiempo: en la primera mitad del siglo XIX, el desarrollo industrial inglés asiste a un proceso de descenso de los beneficios empresariales, en el marco de un período (ciclo) recesivo. La solución al problema la encontraron los empresarios en una política de descenso salarial, que condujo a la masa obrera a una situación de gran penuria y a una fuerte agitación social (sus años más significativos son 1815, 1819, 1836, 1846)

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no podía seguir manteniendo una política proteccionista que castigaba al sector industrial y beneficiaba a aquellas actividades (agricultura) en las que mostraba una clara ineficacia-desventaja.

-A largo plazo, obtienen mayor ventaja las actividades con un alto contenido tecnológico, porque aseguran mayores beneficios y permiten un afianzamiento del lugar preeminente en el mercado.

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-A largo plazo, la política más eficaz para salir de las crisis de beneficios es la introducción de innovaciones, que Ricardo interpreta como proceso de maquinización, porque:

- Dan ventaja en el mercado y permiten colocar la producción, mejorando los beneficios.- Permiten aumentar la capacidad de producción del trabajo, abaratando los costes salariales.- Disminuyen la necesidad de mano de obra, originando paro y, por tanto, un abaratamiento de la mano de obra.

En este sentido, el proceso de maquinización de la actividad industrial lleva consigo la tendencia de los salarios a mantenerse en un nivel de subsistencia:

Aumentos salarialesdescenso de los beneficios introducción de innovaciones descenso salarial paro

El mercado que regula estos procesos que aseguran el crecimiento, se encargaría también de mejorar la situación de la clase trabajadora: un mercado libre permitiría importar productos alimenticios más baratos, por lo que los asalariados, aunque no viesen aumentar sus salarios, podrían mejorar sus condiciones de vida o, al menos, no empeorarlas.

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Como se puede observar, Ricardo fue un gran defensor del librecambismo; de hecho, elaboró la base de la doctrina librecambista posterior. Además, con sus argumentos, contribuyó a la abrogación de las Corn Law.

3. JEREMY BENTHAM (1748-1832)

Participó también en las luchas contra las Corn Law, que como se ve fueron el principal caballo de batalla de los liberales ingleses en el período 1815-1846, en la medida en que se convirtieron en un símbolo del monopolio político ejercido por los terratenientes.

Bentham elaboró la teoría utilitarista que está en la base de este primer liberalismo.

Parte de una concepción del hombre como individuo libre, impulsado por el natural deseo de poder (propiedad). De tal forma, que lo natural no es la armonía, sino la confrontación. Lo que caracteriza a la sociedad es la confrontación de intereses. En esta situación, siguiendo en parte la argumentación de Locke, el hombre siente temor y realiza contratos42 con sus iguales, que regulan la vida social. Desde este principio, Bentham argumenta la necesidad del Estado, que tiene que ser el garante del cumplimiento de estos contratos. La ley obliga a respetar los contratos porque castiga su incumplimiento. Así, la ley tiene su fundamento en su utilidad y no en el deber de los ilustrados o en la moral de algunos liberales. La Ley es buena porque es útil43, porque tranquiliza a los individuos en sus relaciones con otros hombres.

Pero la Ley, a pesar de ser buena por su utilidad, es un mal en sí misma, en la medida en que supone sanciones, dolor, castigos, por ello debe limitarse al máximo, sólo se debe legislar en la medida en que es útil.

El Derecho debe partir, así, de tres principios:

1. Su fundamento de situarse en la “búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número posible”. Por tanto, no hay leyes universales y eternas, las leyes deben acomodarse a los tiempos y a las relaciones sociales que pretenden regular. No hay un

42 Es importante destacar el plural, pues para Bentham no hay un interés general racional, sino intereses particulares. Los contratos se realizan porque interesan a cada individuo para el mantenimiento de su tranquilidad.

43 Es necesario destacar la enorme influencia de los postulados de Hume sobre el liberalismo inglés. Su principio de que “las leyes existen en cuanto son útiles”, que fue utilizado en el proceso de “demolición del aparato de derechos irrevocables”, según Sabine, es releído por los liberales radicales en su búsqueda de argumentos en favor de reformas que permitiesen la inclusión de la burguesía industrial en el seno de la elite que controlaba el poder.

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corpus único que de sentido al sistema44, ni un Contrato en su origen. La Ley es un asunto exclusivamente humano y positivo.

2. La Ley tiene su origen en la necesidad de garantizar la libertad que siente el individuo (atemorizado por los otros individuos) y la razón de su cumplimiento radica en su capacidad sancionadora. Así, la ley es útil en la medida en que beneficia a la libertad de la mayoría y perjudica a la minoría que la vulnera.

3. La Ley es útil en la medida en que garantiza “el natural deseo de poder” de los individuos, por eso debe garantizar la propiedad, que es la base de la propiedad, en la medida en que garantiza la capacidad de actuar de los hombres y es el natural objeto de ese “deseo”. Para garantizar la propiedad y no dañar la igualdad natural de todos los individuos, la Ley debe evitar el establecimiento de desigualdades arbitrarias (privilegios) y debe tratar de establecer un equilibrio entre seguridad de la propiedad e igualdad, que se consigue garantizando la igualdad de oportunidades para el acceso a la propiedad.

El Estado, pues, se fundamenta en su utilidad, que ha establecido una doble costumbre:

-La de un grupo de hombres a gobernar.-La de la mayoría a obedecer.

Costumbre que ha sobrevivido en la medida en que ha sido útil; no obstante, la forma de los estados debe adaptarse, para servir, a la sociedad del momento, de lo contrario, en vez de garantizar la libertad, la obstruiría. La mejor forma de conseguir esa constante adaptación es mediante el sufragio, que lleva al Parlamento los intereses de los diferentes individuos e impide que los individuos que ocupan el poder lo utilicen en su beneficio y no como garantía de la libertad. El sufragio no tiene, de esta forma, su origen en el Contrato, sino en su utilidad: traslada la confrontación social al ámbito político y permite que el Estado siga siendo útil.

Como vemos, la principal característica del utilitarismo es que no funda su estado en el Contrato, como elemento racional que supera la libre concurrencia de intereses individuales, sino en la afirmación de la necesidad de esa libre concurrencia. Necesidad que deviene de la naturaleza del hombre. El papel de Estado es garantizarla.

Los paralelismos con la situación constitucional y social británicas son obvios, como lo es el contenido político del discurso de Bentham.

3.4. El modelo francés. Revolución y liberalismo.

1. La Revolución francesa. La ideología revolucionaria.

44 Recordemos que Gran Bretaña no tenía una Constitución.

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1.1 Francia, 1789

El detonante del proceso revolucionario fue el problema financiero del Estado francés: el sistema fiscal se mostraba ineficaz e insuficiente. En 1788, el 49 % de los gastos se dedicaban al pago de la deuda pública. La situación era insostenible. No obstante, el problema fiscal, al albur de los diferentes interese sociales en juego, se transformó en un problema social: cómo acabar con los privilegios. A su vez, el problema social, en el marco de una monarquía defensora del privilegio, se transformó en un problema político: la creación de un nuevo estado. Este ascenso en el nivel de los cuestionamientos del AR se produjo en paralelo a un proceso de creación de una conciencia revolucionaria entre esa elite que va a realizar el proceso revolucionario. Esto no quiere decir que la creación de esta elite y de sus axiomas ideológicos haya sido casi instantánea y como resultado de unos fenómenos puntuales. Evidentemente, ya antes existían unas aspiraciones y unos ideales, unos grupos sociales descontentos y una situación económica, social y política que los determinaba. Pero, la plasmación concreta en unos grupos sociales “revolucionarios”, con unas alternativas “viables”, se produjo sobre la marcha, sin premeditación alguna, como si los acontecimientos obligasen a definirse sobre la marcha, a la delimitación de los campos de la revolución y de la reacción. Tampoco hay que entender que se produjese ya la elaboración de una conciencia social burguesa. Como ya hemos señalado, hará falta un período que nos lleva hasta 1848 para poder hablar con propiedad de una burguesía, al menos como hoy la entendemos. De hecho, la utilización de conceptos ambivalentes (libertad, igualdad...) y la forma de entender la abolición del AR45, nos dicen que estamos en un momento inicial en la formación de esa conciencia-ideología, en el que las certezas afectan a la conciencia de unos intereses que están en peligro. Intereses en lo esencial económicos y de posición social (si es que unos y otros no son lo mismo). La localización de ese enemigo y los intentos para su neutralización marcan este comienzo del proceso revolucionario, las primeras rupturas.

Precisamente esta perentoriedad de los hechos nos interesa en la medida en que va suponer el paso de la teoría ilustrada a la ideología liberal, el paso de unos postulados teóricos a unas doctrinas políticas. Las lecturas que estos hombres de acción van a hacer de la ilustración van a deberse a unas circunstancias concretas, y sus conclusiones van a ir elaborando la doctrina liberal.

Vamos a intentar analizar estos hechos partiendo de tres aspectos que nos parecen muy significativos:

-El Estado del AR y sus urgentes necesidades financieras, que lo van a llevar a una política equívoca: defenderá el orden de cosas generado sobre el privilegio pero intentará la igualación fiscal y algunas reformas liberalizadoras46, que permitirán cierto

45 Ya hemos señalado la peculiar forma en que se pretendió abrogar el feudalismo.

46 “No por ir de mal en peor cae una sociedad necesariamente en la revolución. Sucede muy a menudo que un pueblo que ha soportado sin queja, como si no las sintiera, las leyes más opresivas, las desecha violentamente tan pronto como se alivia de su peso...

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acceso al poder (asambleas provinciales, por ejemplo) a los sectores “liberales”, pero acabará refugiándose entre su aristocracia cuando sienta el peligro de unos cambios que acabarían con su esencia: el fin de los privilegios.

-La aristocracia47 del AR que intentará descargar las necesidades fiscales del estado sobre las espaldas del Tercer Estado. En el último momento, impelido por los hechos, admitirá la igualación fiscal, pero no renegará de sus privilegios.

-Sectores liberales de la aristocracia y del clero y sectores de la burguesía (alta burguesía o aristocracia burguesa) que ven (lo están viendo en ese momento) como el Estado del AR les comienza a abrir las puertas al poder, pero a la vez se convierte en el principal obstáculo al desarrollo de sus intereses: mayor presión fiscal, peligro de quiebra del sistema de rentas públicas y de las finanzas, defensa de la limitación de la propiedad plena... Una vez que comienzan a vislumbrar las posibilidades de cambio (asunción generalizada de la necesidad de liberar el comercio -de granos...-, defensa de la libertad, acceso a las asambleas locales con duplicación de sus representantes, etc.), su acción irá encaminada a controlar ese poder, en el proceso se encontrarán con que hay que revolucionarlo. Para ello, utilizará48 las teorías elaboradas por la ilustración49. Tal revolución inicialmente consistirá en el derribo de los privilegios, aunque los hechos provocarán que sean necesarios más cambios.

En la cumbre de su poder, el feudalismo no inspiró a los franceses tanto odio como lo hizo en la víspera de su desaparición...” y “el orden social destruido por una revolución es casi siempre mejor que el que la precedía inmediatamente y la experiencia muestra que el momento más peligroso para un mal gobierno es, por lo general, cuando se propone realizar una reforma...” A TOCQUEVILLE, El Antiguo Régimen y la Revolución, 1856. El autor destaca la importancia de la asunción de las posibilidades de acceso al poder en la formación de la conciencia revolucionaria.

47 Es muy importante entender que esta aristocracia no debe asimilarse a los conceptos de nobleza o alto clero, sino al conjunto de notables que habían conseguido su posición social gracias al AR y vinculaban su supervivencia a la del régimen. Quienes defendieron el privilegio hasta su último momento no fueron la aristocracia y el clero como grupos sociales con idénticos intereses, sino fracciones de estos grupos y fracciones de “burgueses” que entendían que del mantenimiento del régimen de privilegios dependía su supervivencia. Los más claros exponentes son las dos instituciones que se enfrentarán con la monarquía, primero, y con el Tercer Estado, después: los Parlamentos y las asambleas de notables. Para estudiar la composición de los Parlamentos, es significativa la del de París: siete príncipes de sangre, siete pares eclesiásticos, 27 nobles laicos y el resto, hasta 144, antiguos intendentes y altos funcionarios. Es decir, mayoría de notables cuyo encumbramiento social y posición dependía del mantenimiento del AR. En cuanto a las Asambleas de Notables, la convocada en 1787 (hacía ciento sesenta años que no se convocaba ninguna) estaba compuesta por prelados, nobles, miembros de los Parlamentos, intendentes, consejeros de estado, miembros de las asambleas provinciales y de las corporaciones urbanas, elegidos por el rey. Es decir, otra vez, el grupo de los notables, de la oligarquía del AR, que no se corresponde necesariamente con la nobleza.

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¿Cuál es el marco en el que se van a producir estas cesuras en la tradicional base social del AR? Viene definido esencialmente por dos asuntos económicos:

-El problema financiero del AR y sus secuelas fiscales, que producen el debilitamiento del Estado y la conciencia de la necesidad de reformarse.

-La recesión desatada desde 1778-1780. La “prosperidad” de los últimos cuarenta años se quiebra. Los precios comienzan un proceso decadente y los negocios comienzan a languidecer. Los grupos sociales “dominantes50” se sienten amenazados en sus intereses y necesitan de una reforma, aunque disientan sobre el alcance y características de la misma. Todos están de acuerdo en la necesidad de modernizar la economía, eliminando las trabas que se imponían a la liberalización; pero diferirán en cuanto al alcance de las reformas del Estado: el grupo más vinculado al funcionamiento (los que viven del statu quo) del AR se plantea su supervivencia vinculada a la del régimen y hacen de la defensa del privilegio su caballo de batalla, pretendiendo una vuelta al control del Estado por los poderes intermedios; el grupo “más liberal” no vincula su situación social preminente al mantenimiento del privilegio y del Estado, sino al desarrollo de un marco más acorde con sus intereses: la liberalización económica, social y política, entendida como la limitación o el fin del privilegio y la “fragmentación”. El “modelo inglés” les sirve de referencia.

Tres acontecimientos son importantes: el tratado de libre comercio con Inglaterra, de 1786, el comienzo de una etapa de malas cosechas y de profunda crisis económica en 1787-88, y la bancarrota, de 1788, suponen el fin de las esperanzas de este último grupo en las posibilidades de mantenimiento del statu quo. Viendo en peligro sus intereses y las perspectivas de desarrollo, optarán por llevar a cabo las reformas que estimaban convenientes.

48 Adoptará algunas ideas, rechazará otras, modificará muchas y al final quedará un compendio de hechos e ideas que forman parte de la primera herencia liberal.

49 Lo que no quiere decir las teorías ilustradas fuesen patrimonio exclusivo de estos grupos. Por el contrario, la aristocracia del AR y el propio Estado también utilizan ideas ilustradas: defensa aristocrática de la libertad individual frente al “absolutismo”, defensa monárquica de la “igualdad ante la ley”... Pero, sólo la lectura de esta elite será eficaz y “viable” y dará lugar a un corpus coherente.

50 Esa aristocracia del dinero que se había formado en el AR y que P GOUBERT define brillantemente: “una «alta sociedad» unida por la riqueza, el poder y el brillo. En ella se mezclan la Iglesia, la espada, la toga, las finanzas y el talento; en ella la nobleza inmemorial se codea con la más reciente; los plebeyos opulentos, cultivados o ingeniosos acceden a ella... No la caracteriza verdaderamente ningún tipo de ingresos; los más acomodados tienen tierras, señoríos, castillos, residencias urbanas, rentas, deudas, participaciones en el arriendo general y hasta intereses en el gran comercio y en las minas de hulla... Casi todos están estrechamente ligados al régimen, al que muchos sirven y que los enriquece...” El Antiguo Régimen, Madrid, 1979, vol. 2, pág. 250.

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No obstante, lo que si está claro es que “todos los que contaban” eran conscientes de la necesidad de cambios: acabar con el “despotismo” era la bandera común. La terminología ilustrada era utilizada por doquier: nación, soberanía, contrato, libertad, leyes fundamentales, etc. aparecen en el vocabulario de todas las opciones políticas. El problema es que se quería decir con ellas: la monarquía buscaba un nuevo pacto que le permitiese sobrevivir, los notables reaccionarios limitar el poder de la monarquía y afianzar sus privilegios, y la elite innovadora conservar la monarquía pero bajo un régimen representativo y constitucional. No se trataba de la utilización demagógica de los términos ilustrados para ganar adeptos, sino de las diferentes lecturas que se estaban realizando de los textos teóricos de los ilustrados, que a fuerza de ser divulgados y leídos se habían convertido en el lenguaje político de la época.

Ahora bien, que pasaba con “los que no contaban”, que sufrían de forma evidente las consecuencias de la crisis: el malestar social se manifestaba en abundantes movimientos insurgentes contra los “señores”, los “recaudadores” y la reivindicación de abastecimiento y “precios fijos” para el grano.

Desde 1780 comienza un proceso en el que la elite innovadora conseguirá la “hegemonía” política, los componentes de lo que Soboul llama “partido patriota51” comenzarán a elaborar la ideología de esta elite y a difundirla entre los demás grupos sociales, hasta convertirse en las aspiraciones de la mayoría. Ahora bien, esta “doctrina” se elaborará, como decíamos antes, “sobre la marcha”, como argumentación en la lucha política contra los grupos defensores de la “inercia”.

Pasemos a los hechos:

1.2. Los intentos de reforma del Estado.

Como ya hemos señalado en el capítulo del Antiguo Régimen, el Estado desde 1695 estaba intentando llevar a cabo una serie de reformas que le permitiesen sobrevivir financieramente, para ello utilizaba una doble política: proyectos de reforma en el sistema de recaudación e intentos de limitar los bastiones52 desde los que los notables defendían sus privilegios. Ninguno de estos proyectos llegó a fructificar porque la monarquía se asustaba del “abismo” que estas reformas abrían a sus pies. Nos interesa de forma especial el planteado por Calonne.

En 1786 (20 de agosto) presentó su Plan d´amélioration des finances, que presentaba un conjunto de reformas que podemos clasificar en tres grupos:

51 “Formado por hombres nacidos de la burguesía, juristas, escritores, hombres de negocios, banqueros, a los que se sumaron aquellos privilegiados que habían adoptado las nuevas ideas, los grandes señores... o parlamentarios...” A SOBOUL, La Revolución... pág. 98

52 Parlamentos, especialmente el Parlamento de París, y Asambleas de Notables.

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-Transformación del sistema fiscal: paso de un sistema que grababa los bienes territoriales y establecía exenciones por el rango o calidad de la propiedad, a otro que se establecía proporcionalmente a las rentas, de cualquier tipo (agrario, industrial, comercial o financieras) y sin distinción de rangos. Se trataba de la universalización del impuesto sobre los beneficios.

-Establecimiento de medidas tendentes a favorecer la creación de un mercado interior (supresión de barreras arancelarias internas) y la eliminación de ciertas limitaciones fiscales al desarrollo de la producción (timbre del hierro...)

-Reforma administrativa: institución de asambleas municipales elegidas “censitariamente” (propietarios con más de 600 libras de rentas), que enviarían delegados a asambleas de distrito, que, a su vez, los enviarían a las asambleas provinciales. Se trataba de una “democratización” de la administración territorial, pero lo importante es que se establecía que el Tercer Estado tendría representación doble (igual número de representantes que la nobleza y el clero juntos) y el voto se haría por cabeza, no por estamentos separados.

En realidad, como vemos recogía las principales reivindicaciones que desde 1788 planteará la elite innovadora.

La vida del proyecto fue corta. Una asamblea de notables convocada para febrero de 1787 se negó53 a aceptarlas. El rey destituyó a Calonne del puesto de Inspector General de Finanzas y nombró a Brienne. Éste, ante la acuciante situación del Tesoro y de la economía del reino, se vio obligado a una política parecida a la de su predecesor:

-Instauración de la “subvención territorial”. Impuesto menos ambicioso que el de Calonne, pero que pretendía recaudar del clero y los nobles.

-Sustitución de las prestaciones personales de los campesinos por una contribución en metálico. Era una forma de compensar a los privilegiados por el pago de impuestos.

-Establecimiento de la libertad en el comercio de granos.

De nuevo, los notables se opusieron a este proyecto, ahora agrupados en torno al Parlamento de París. Cuando el rey ordenó el registro de estas medidas, el Parlamento se negó. El 4 de enero de 1788, votó y aprobó el establecimiento de una requisitoria contra las órdenes de registrar las medidas y la reclamación de la libertad individual como derecho natural. El 3 de mayo, establecía una “Declaración de las Leyes Fundamentales del Reino”, en la que señalaba, entre otras cosas, que el voto de los impuestos pertenecía a los Estados Generales, la ilegalidad de los arrestos

53 Aceptó de buen grado la liberalización del mercado y la institución de poderes “intermedios”, pero se negó a aprobar los cambios fiscales, para los que exigía la convocatoria de los Estados Generales.

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arbitrarios, la necesidad de mantener las costumbres en las provincias y la inamovilidad de los magistrados54.

La impresión que estos hechos producen es de confusión: la monarquía pretendía una serie de reformas económicas en la línea de lo que eran los intereses de nuestra elite innovadora; la aristocracia se hacía con la defensa de la libertad frente al “absolutismo”. ¿Hacia donde se inclinaría nuestro grupo transformador?.

El Estado tomó el camino del enfrentamiento con el Parlamento: arrestó a dos cabecillas parlamentarios55 e impuso el registro de varios edictos que limitaban el poder parlamentario, vaciándolo de prerrogativas judiciales en favor de los tribunales de bailía y creando una Corte Plenaria encargada de las funciones de registro.

La reacción que estas medidas produjeron fue muy significativa: las asambleas provinciales, instauradas por Calonne, donde había mayoría del Tercer Estado, se declararon mayoritariamente en favor del poder parlamentario, impidiendo la instauración de los tribunales de bailía, provocando un receso (¿huelga?) en las actividades judiciales y pidiendo la convocatoria de Estados Generales. Las conclusiones que podemos sacar son:

-La burguesía56, como afirman muchos historiadores, se había aliado con la aristocracia en contra del estado despótico57. Lo que sucede es que esa es una alianza contra natura, que equivalía a refrendar el AR.

-La burguesía que participaba en esas asambleas provinciales estaba, en un marco territorial más pequeño, donde el poder se siente más cerca, bajo la influencia de los magnates locales y actuaba en consecuencia. De donde cabe discernir que no existía propiamente aún una “conciencia” burguesa, como identificación de un grupo con unos principios y unos intereses.

-Los planteamientos de estos grupos burgueses “de las provincias” no se adecuaban a los planteamientos parisinos, mucho más innovadores.

Posiblemente se trate de una mixtura de las tres, aunque creemos que el segundo aspecto es el más importante. Hasta que la aristocracia del AR no cuestione el poder del Tercer Estado, esa elite innovadora no se formará como tal (no verá en

54 Recordamos: ambivalencia en el lenguaje político.

55 Duval d´Epremesnil y Goislard de Montsabert, declarados por el Parlamento refugiados en su seno y bajo la protección de la ley.

56 Nosotros entendemos los grupos preminentes de la burguesía que monopolizaban la representación del Tercer Estado, que se integraba en lo que denominamos “elite innovadora”.

57 En una guerra en dos etapas: alianza con la aristocracia contra el “absolutismo” y, posteriormente, batalla contra la aristocracia.

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peligro sus expectativas de poder58), los grupos que la compondrán se encuentran dispersos y sólo la perspectiva del acceso al poder político los unirá, obligándolos a dotarse de un programa, de una doctrina.

1.3. El poder del Tercer Estado. Los asuntos electorales

El 5 de julio de 1788, Brienne, ante el cariz que tomaban los acontecimientos, prometió convocar Estados Generales para el primero de mayo del año siguiente. Poco después era sustituido por Necker y se restablecían los parlamentos.

Es a partir de este momento cuando se produce una eclosión de panfletos, libelos, proclamas, hojas volantes, discusiones, etc. De esa corriente de opinión que Soboul identificaba con el “partido patriota”. Las reivindicaciones de este grupo son muy generales: igualdad civil y fiscal, libertades básicas y gobierno representativo, y sólo se concretan en dos aspectos que van a ser cruciales: la necesidad de dotar al Tercer Estado del doble de diputados (los mismos que nobleza y clero juntos) y la abolición del voto por estamento (establecimiento del voto por cabeza). Reivindicación que no es algo nuevo, ya estaba en la institución de las asambleas provinciales por Calonne. Lo que es nuevo es que el Tercer Estado59, o mejor, aún, los publicistas de esta corriente de opinión, se planteasen por primera vez el acceso directo al poder, para el que va a resultar imprescindible acabar con los privilegios y su máxima manifestación política: el estado del AR.

Otro aspecto de singular importancia fue la propia convocatoria de Estados Generales. En las cartas de convocatoria de los diputados se establecía que éstos “se hallarán provistos de instrucciones y de poderes generales y suficientes para proponer, amonestar, aconsejar y consentir en todo lo referente a las necesidades del estado, las reformas de los abusos, el establecimiento de un orden fijo y duradero en todas las partes de la administración...” (27 de abril de 1789). Esta exigencia de representantes dotados de autentica representatividad para llevar a cabo el establecimiento de “un orden fijo y duradero” fue interpretado por los sectores innovadores como que el rey

58 Vinculamos la afirmación de una conciencia política de grupo a su conformación como grupo de poder. El creciente peso económico y el establecimiento de cauces “razonables” de participación en las asambleas provinciales situaban a esta elite innovadora en condiciones de considerar que iban adquiriendo poder político. El cuestionamiento del mismo producirá una cristalización de la ideología en una conciencia política, entendida como la asunción de los derechos del grupo al ejercicio del poder político.

59 La identificación de los intereses del Tercer Estado y de esa elite innovadora requiere una explicación. Bajo el concepto de Tercer Estado se incluía a todos los grupos sociales que contaban, pero que no eran privilegiados. Era, pues, un grupo demasiado heterogéneo; no obstante, la historia tradicional ha tendido a utilizar el concepto para significar los intereses de la burguesía, aún a sabiendas de la inexactitud del concepto, basándose en que las reivindicación de la participación del Tercer Estado supusieron en 1789 la quiebra del monopolio del poder político por los privilegiados.

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había devuelto la palabra a la nación soberana y que la tarea que iban a tener los representantes era la creación de una constitución para el reino. Se entiende, así, las enormes expectativas que levantó y el ímpetu con el que el partido patriótico se tomó la tarea de formar una opinión pública. Según Jardin, parecía como si la derrota del despotismo ilustrado hiciese ver que existía la posibilidad de establecer un nuevo régimen y el peligro de que este fuese aristocrático. No hay que olvidar que, desde 1614, era la primera vez que se iban a reunir los Estados Generales, donde la opinión y los intereses del Tercer Estado y de los sectores innovadores iban a cobrar carácter político; esos intereses y esas opiniones iban a dejar el ámbito de los salones, las tertulias y algunas sociedades para incorporarse al ámbito de las discusiones políticas oficiales.

Va a ser en el marco de estas expectativas y de la confrontación política donde se va a formar esa conciencia política que dará lugar a la conformación como grupo de nuestra elite innovadora.

Brienne dimitió el 24 de agosto y fue sustituido por Necker, que restableció los Parlamentos y mantuvo la convocatoria de Estados Generales, en un afán “liberal60" por buscar un consenso en la realización de las reformas necesarias. El problema principal se encontrará en las reivindicaciones sobre el sistema electoral del “partido patriota”.

Necker convocará al Parlamento de París (21 de septiembre) y a una Asamblea de Notables (noviembre) para que den su opinión. Ambas fueron negativas para las pretensiones de la elite innovadora. Los notables se manifestaban a favor de que los Estados Generales se compusiesen y se reuniesen según la norma de 1614: composición en tres grupos iguales para el clero, la nobleza y el Tercer Estado, y voto por separado de los tres órdenes. Sólo el 5 de diciembre logró arrancar al Parlamento la admisión de la duplicación del número de representantes del Tercer Estado, pero no el voto por cabeza en reunión única.

En enero de 1789 veía la luz el folleto ¿Qué es el Tercer Estado?, escrito por Sieyes, que tuvo un enorme éxito, y que marca el establecimiento de la base de la doctrina política que encabezará el proceso revolucionario: la afirmación taxativa no ya de derechos a participar en el poder político, sino el derecho exclusivo al poder político. Un salto cualitativo importante; ya no se trata de limitar los privilegios sino de acabar con ellos. Podemos considerar que la conciencia política de nuestra elite ya se había formado y cobraba carácter público:

“(La economía) abarca trabajos particulares y funciones públicas. Trabajos particulares en los que distingue cuatro categorías: los del campo, los de «la industria humana» que agrega un valor segundo, los de los comerciantes y negociantes, y los de los cuidados «útiles y agradables para la persona» que van desde las profesiones liberales hasta las labores de los criados; todos estos trabajos son los que tocan en suerte a los miembros del Tercer Estado. Las funciones públicas también se dividen en cuatro: la espada, la

60 Liberal en el sentido de búsqueda de la “armonización” de intereses, que será la óptica desde la que este personaje aborde el proble del cambio.

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toga, la Iglesia y la administración, en las cuales el tercer Estado ejecuta el trabajo arduo, mientras la nobleza obtiene los puestos que dan dinero y honor. Por todo, el Tercer Estado es una nación completa. «Es el hombre fuerte y robusto, uno de cuyos brazos aún permanece encadenado. Si se quitase al orden privilegiado, la nación no sería algo menos, sino algo más»”

El 24 de enero de 1789, Necker convocaba los Estados Generales, con la duplicación del número de representantes del Tercer Estado, pero sin definirse sobre la segunda reivindicación del partido patriota.

1.4. La ruptura. 1789.

Los resultados de las elecciones fueron:

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-Estamento del Clero: 291 representantes electos, de los que aproximadamente 200 correspondían al bajo clero, la mayoría curas.-Estamento nobiliario: 270 diputados, de los que 90 se identificaban con la elite innovadora.-Tercer Estado: 578 diputados con mayoría aplastante de los defensores de las nuevas ideas. Su composición: 200 hombres de leyes, 100 banqueros, comerciantes y financieros, 50 propietarios rurales, y el resto muy variado, pero cabe destacar la ausencia de hombres no propietarios y la presencia de algún “liberal” procedente de los órdenes privilegiados.

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En esta situación, se procedió al acto protocolario de la apertura de los Estados Generales, el 5 de mayo. Al día siguiente, los representantes del Tercer Estado rehusaron constituirse en cámara particular y solicitaron la reunión conjunta de los tres órdenes y el voto “por cabeza”. La nobleza (141 votos frente a 4761) y el clero (133 votos frente a 114) rechazaron la propuesta.

El día 10 de junio, el Tercer Estado invitó a la nobleza a acudir a la Sala de los Estados a la verificación común de los poderes de los diputados. Dos días después lo hizo al clero. Obtuvo respuestas negativas.

El 15 del mismo mes, el Tercer Estado, después de varias discusiones terminológicas, se proclamó Asamblea Nacional, representante de los intereses de los ciudadanos franceses. A la par, y muy significativamente, aprobó un decreto por el que se aseguraba el pago de los impuestos y los intereses de la deuda pública. Desde el primer momento, queda claro este espíritu de “orden”.

El clero será el primero en ceder. El día 19 aprobó por escasa mayoría acudir a la comprobación conjunta de las credenciales.

La monarquía y su Consejo de Estado vieron el abismo que se abría bajo sus pies (el sistema político del AR se resquebrajaba) y ordenaron la clausura de la Sala de los Estados, donde se reunían los representantes del Tercer Estado. Al día siguiente, estos se reunieron en el Jeu de Paume y “Heridos en sus derechos y en su dignidad, advertidos de la importancia de la intriga y del encarnizamiento con que intentaban empujar al rey a desastrosas medidas, los representantes de la nación han de unirse al bien público y a los intereses de la patria por medio de un juramento solemne62...” comprometiéndose a “no separarse jamás y a reunirse en todo momento que las circunstancias lo exigiesen, hasta que la Constitución quedase establecida y afirmada sobre fundamentos sólidos...”

Se acuñan, así, lo que serán fundamentos del pensamiento liberal: su carácter universal (“representantes de la nación”), su carácter patriótico (“unidos al bien público y a los intereses de la patria”) y su carácter constitucionalista. Pero de ello trataremos en capítulos posteriores. Lo esencial aquí es señalar que el juramento del Jeu de Paume supuso la afirmación del poder político de la elite innovadora: desafió al AR, representado en su Estado y en sus grupos privilegiados.

El 23 del mismo junio llegó la respuesta del Estado. En la sesión real conjunta, el rey ordenó reunirse por separado a los tres estamentos, ante lo cual el Tercer Estado permaneció inmóvil. El rey dio la orden a los guardias de corps de disolver a los diputados. Un grupo numeroso de representantes de la nobleza se opusieron (algunos

61 Obsérvese el número de abstenciones.

62 Declaración de MOUNIER en la reunión del Juego de Pelota, citada por A SOBOUL, La Revolución... pág. 107.

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“llevaron su mano a la espada”). El rey cedió: el Estado del AR tenía los días contados: al día siguiente la mayoría del clero acudía a las reuniones del Tercer Estado. Un día después se le sumaban 47 diputados nobles.

La confrontación llegaba a su punto culminante: los dos bandos tienen delimitados sus campos. Mientras tanto, ¿que pasa con “las masas”? Asisten expectantes, conmocionadas por una lluvia de mensajes políticos, la inmensa mayoría revolucionarios, y acuciadas por el fantasma del hambre. Su participación tiene que esperar.

El 26 de junio, el Estado y sus privilegios intentaron su última baza: el recurso al ejército. El rey ordenó reunir veinte mil hombres a las afueras de París y, un día después, admitía la reunión en asamblea única (recomendaba a la nobleza y el clero acudir a la reunión del Tercer Estado63), la aprobación de los presupuestos por los Estados Generales, las garantías individuales y la libertad de prensa, aunque dejaba intactos los principios sociales del AR: afirmaba categóricamente la existencia de los diezmos y obligaciones señoriales y feudales y prohibía las reclamaciones sobre privilegios sin el consentimiento de las partes interesadas. Era el último intento por frenar el avance del Tercer Estado: ceder en que ya se había perdido, pero garantizar que el movimiento no iría más allá. Los notables encontraban en su Estado su último baluarte, y el Estado se reconfortaba con su último sostén. Pero el Tercer Estado ya era consciente de su poder y va a dar tres pasos esenciales:

-El 7 de julio se creó, en el seno de la Asamblea Nacional, un “comité constitucional”, encargado de elaborar una constitución. El día 9, se amplió la perspectiva y la propia Asamblea Nacional se convirtió en Asamblea Constituyente. El Tercer Estado actuaba ya libre de tutelas.

-El 10 de julio, los electores64 parisinos del Tercer Estado se reunieron en el Ayuntamiento y empezaron a obrar como poder municipal, su primera tarea fue la constitución de una guardia armada burguesa, la futura guardia nacional. El resultado fueron dos pasos importantes en la constitución del nuevo poder: el comienzo de la toma de los poderes municipales (el movimiento se extendió por la mayoría65 de las municipalidades) y el inicio de la creación de una fuerza armada propia y diferente.

-Por estas fechas, se estableció en el Palais Royal el cuartel general del denominado “partido patriótico” y comenzó su política de atracción de las “masas”.

63 Aunque sólo para los asuntos de interés general. Mantenía las reuniones por separado para los asuntos pertenecientes a cada estamento.

64 El cuerpo de electores que había enviado a sus representantes a los Estados Generales. Las elecciones del tercer Estado fueron indirectas.

65 Unas veces siguiendo el modelo parisino, otras con una “revolución desde arriba” (asumiendo los nuevos principios la anterior oligarquía municipal), otras mediante acuerdos entre los diferentes grupos...

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Rudé señala: “por la noche, se congregaban miles de personas, que recibían consignas y directrices -y también, posiblemente, los fondos66-...” A pesar de que la Asamblea Nacional había enviado, el día 8, una apelación a Luis XVI solicitando el alejamiento de las tropas, las “masas” pasan a ser consideradas por la elite innovadora como el “cuerpo de choque” militar de la revolución. No obstante, no cabe tampoco despreciar la labor propagandística en el seno del propio ejército, tendente a ganarse adeptos. La situación del ejército del Estado distaba mucho de ser ideal, al ya tradicional malestar de parte de la tropa “reclutada a la fuerza”, hay que sumar la penuria en la que se movía, la irritación originada por las reformas militares de Brienne, y la llegada a su seno (por la propaganda revolcionaria) de las controversias políticas entre privilegiados (mandos) y tropa. Esta debilidad ya se había puesto de manifiesto en la negativa de la tropa a disparar contra la masa en los sucesos de 1788 (sublevaciones en Burdeos, Dijón, Grenoble, etc...) y del 23 de julio de 1789. Por eso, Luis XVI había ordenado que las tropas que se concentrasen en torno a París fuesen regimientos suizos y alemanes fieles. Pero este hecho permitió a los revolucionarios producir otra reivindicación: el AR utilizaba extranjeros contra su propio pueblo. Una forma más de ensalzar los contenidos patrióticos y populistas.

El 11 de julio se desencadenaron los acontecimientos definitivos: Luis XVI destituyó a Necker (sustituido por el conservador Breteuil) y no accedió a alejar las tropas de París. Al día siguiente, cuando llegó la noticia a París, se produjo una enorme agitación. El “partido patriota” llama a la sublevación de las “masas”, asociando las ideas de aristocracia y hambre.

La situación de penuria en la capital ya había provocado algaradas que se resolvían en el saqueo de las viviendas y almacenes de supuestos “acaparadores” y en que quema y destrucción de los puestos aduaneros67 que circundaban París, a los que se consideraba culpables, en parte, de la carestía. Sobre esta base insurreccional, típica de los “motines de hambre” del AR, el “partido patriota” va a introducir otra consigna: la necesidad de armarse para hacer frente a la amenaza aristócrata. El día 12 comenzaron los saqueos a las armerías, casa religiosa, herrerías, etc, buscando armas. El movimiento asustó a la elite innovadora y los electores de París decidieron intentar “moderar” el movimiento popular: nombraron a un comité provisional para controlar el movimiento y entendieron la premura de poner en pie la guardia nacional.

El día 14 de julio se produjeron dos sucesos definitivos: las masas consiguieron armas de fuego en el saqueo de Los Inválidos y tomaron (se rindió) la Bastilla (habían ido a buscar pólvora), símbolo de la represión del AR. París amanecía al nuevo régimen. Las consecuencias fueron definitivas:

1/ La aristocracia del AR comenzó la emigración y, en consecuencia, su poder comenzó a desmoronarse.

66 La Europa Revolucionaria. 1783-1815, Madrid, 1974, pág. 113

67 No conviene olvidar esa primera presunción de la necesidad de un mercado libre para evitar el hambre.

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2/ París, definitivamente en manos de los electores (forman la Comuna de París, primer ayuntamiento del nuevo régimen), se convierte definitivamente en el centro de irradiación de la revolución. El movimiento, como hemos señalado en la página anterior, se extendió por el resto de las municipalidades.

3/ El mundo rural comenzó a conmocionarse. La situación de penuria, provocada por las malas cosechas y la crisis económica, ya había producido desde el año anterior todo un rosario de “motines de hambre”, que habían consistido en levantamientos de consumidores que atacaban y saqueaban convoyes de granos, graneros y molinos, buscando abastecimiento y destruyendo los símbolos de lo que entendían eran los causantes de su mala situación. Pero un acontecimiento vino a cambiar las cosas: el Gran Pánico. Las confusas noticias que llegaban de París y de las ciudades formaron la idea de un país en desorden, sin gobierno. Las mentalidades de estos campesinos, habituados a la existencia y control de un señor, asociaron estas ideas con las del temor a que sus señores de siempre se estuviesen preparando, con la ayuda de los “bandidos”, para dar un escarmiento. Asustados por este hipotético peligro, se armaron, y como el peligro no se concretaba, espoleados por el hambre y por las noticias que seguían llegando, que contaban el fracaso de los señores, se dirigieron a las residencias de estos, las saquearon y, lo que era más importante, quemaron los registros, donde se encontraban los documentos que aseguraban los derechos de los señores. Ahora ya no se trataba de simples “motines de hambre”, la situación había cambiado, la revolución había tocado el campo: el movimiento se generalizó y cambió de objetivos, ya no se trataba de abastecerse y vengarse, sino de eliminar las pruebas de su opresión.

4/ El rey tuvo que viajar a París y dar su aquiescencia a lo que estaba sucediendo.

Estos sucesos repercutieron en la formación de nuestra elite innovadora. Dos problemas esenciales se planteaban:

- La necesidad de construir un Estado que se correspondiera con el nuevo orden de cosas: habían alcanzado el poder y ahora tenían que elaborar las leyes que asegurasen esa “felicidad” prevista. - La necesidad de dar cabida en el nuevo sistema a esas “masas” que se habían armado, conseguir el consenso que permitiese el desarrollo estable de la nueva sociedad. En seguida, se asociaron, como opuestas, las ideas de estabilidad y orden con la de “masas”.

Los dos problemas se conjugaron y tuvieron sus principales puntos de concreción en tres procesos:

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a/ La ampliación de la elite innovadora, que va acogiendo en su seno a parte de los aristócratas que se acercan al poder68 ante el temor a las “masas” y a sectores medios de la burguesía (especialmente parisina) que hacen de la defensa de la propiedad privada su interés básico frente a la iniciativa de los movimientos populares. La idea de innovación comienza a envolverse con la idea de orden y de estabilidad. Pero esta ampliación viene acompañada de la fragmentación en diferentes grupos de opinión:

68 Es muy significativo que en la sesión vespertina de la Asamblea, del 4 de agosto, “todos los privilegios de los estamentos, de las provincias, de las ciudades, se sacrificasen en el altar de la Patria” (A SOBOUL, La revolución..., pág. 118). Consenso que se produjo porque el día anterior la Asamblea había dejado claro donde estaba el poder: “ninguna razón puede legitimar las suspensiones de los pagos de los impuestos o de cualquier otro rédito hasta que la Asamblea se haya pronunciado respecto a esos diferentes derechos...”; y porque se entendía, como veremos luego, que la abolición del “feudalismo” suponía la transformación de la antigua propiedad en la nueva propiedad plena, privada.

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-Un ala derecha, partidaria de poner el acento en el orden social, que considera que la revolución ya ha ido bastante lejos, y que ya se trataba de poner límite y fin al movimiento de las “masas”. Considera que ha llegado el momento de un acuerdo entre la aristocracia, la monarquía y la nueva elite innovadora que de lugar a una constitución “a la inglesa”. Plantea el bicameralismo y el veto real como contrapeso a la previsible irresponsabilidad de los movimientos populares.

-Un ala izquierda, que considera que la revolución no ha hecho sino empezar y que hay que llevarla hasta la democratización de la sociedad. Para ellos, hasta la fecha no ha habido sino una “revolución en las alturas”, y ahora se trata de llevarla -en un sentido mesiánico- hasta las “masas”, que se consideran la principal arma revolucionaria. Son los difusores de la idea de la revolución acosada por los traidores internos.

-Un ala “centro”, mayoritaria y equidistante de las otras dos posiciones, que intenta utilizar-frenar a las masas y que tiene como objetivo una monarquía constitucional. Sus doctrinas políticas se amoldan a los acontecimientos y son esencialmente posibilistas.

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La confrontación política entre estas corrientes de opinión no supone la fragmentación de esta elite innovadora, sino, por el contrario, su consolidación; en la medida en que su esencia ideológica es la afirmación de la representación de los intereses de la sociedad, la universalidad, la aparición en su interior de diversidades es entendida como la asunción por la sociedad de su hegemonía. Aunque estas confrontaciones sean, a veces, sangrientas, no supondrán, como se puede observar en el proceso histórico que nos conduce hasta 1848, la división del grupo innovador, pues la defensa de la propiedad privada (como veremos al analizar el jacobinismo) los une.

b/ El proceso constitucional, que acaba el 14 de setiembre de 1991, cuando es promulgada por Luis XVI. Este proceso se entiende en un doble sentido: creación del Estado y establecimiento de las leyes que establezcan el orden. En el período que estamos analizando nos interesan dos aspectos:

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-La abolición del feudalismo. Como ya hemos señalado varias veces, en la sesión vespertina del 4 de agosto de 1789 la Asamblea, urgida por las noticias que llegaban del mundo rural, acordó la abrogación del feudalismo. Pero realmente ¿qué se abolió?. Se abolieron los derechos de caza, los diezmos, los cotos, los palomares, las jurisdicciones señoriales, la venalidad de los cargos... es decir, las dependencias personales, pero no los derechos económicos vinculados a la idea de propiedad. En realidad, lo que se hizo fue asimilar la propiedad señorial a la propiedad privada: se respetaron las obligaciones económicas (ahora del campesino con respecto al señor, aunque, conscientes de los abusos anteriores, se exigió a los propietarios mostrar los documentos que acreditasen sus derechos y se abrió a los campesinos la posibilidad de redimir estos derechos mediante su compra. Es decir, la visión de la Asamblea sobre la abolición del feudalismo consistía en:

-Eliminar las dependencias personales, pero no las relaciones económicas, que pasan a considerarse contractuales, asegurando la intangibilidad del concepto de propiedad.-Eliminar la fragmentación del AR (recordemos la existencia de sociedades en el seno de la sociedad por la existencia de múltiples relaciones de dependencia), dando lugar a la igualdad de todos los franceses ante la Ley.

Naturalmente, esta visión no se correspondía con lo que los campesinos esperaban de una revolución. Por ello, su actitud fue de rechazo: progresivamente, de forma tácita, fueron ejerciendo su plena libertad sin pagar su “redención”. En 1793, la Convención dará carta legal a esta “expropiación”, consiguiendo una sociedad rural de pequeños propietarios deudores de la revolución, amantes de la propiedad y enemigos de cualquier cosa que pusiese en entredicho sus derechos a la misma: tanto desde el punto del peligro que podían suponer sus antiguos señores (la contrarrevolución), como del que podían suponer las ideas igualitarias que comenzaban a emitir las ciudades.

-El problema del rey. Para la mayoría de la Asamblea el problema monárquico era un problema de legitimidad del nuevo régimen: la continuidad de la línea dinástica daba, ante el exterior y ante la mayoría del interior, legitimidad a la nueva legalidad. El problema era la actitud del rey ante la solicitud que la nueva mayoría le hacía para que se sumase a la nueva realidad, en el marco de una monarquía constitucional. Luis XVI, y su cada vez menos numerosa corte, no confió en una monarquía limitada (da la impresión de que interpretó el movimiento de 1789 como un “motín” que con el tiempo sería sofocado por las fuerzas del AR) y practicó una política obstruccionista. Así, se negó69 a ratificar las medidas anti feudales del 4 de agosto y, posteriormente, la Declaración de Derechos del Hombre, de 26 del mismo mes, y volvió a intentar la estratagema de julio: llamó a Versalles al regimiento de Flandes. La situación política se complicaba: la izquierda acuciaba a las “masas”, soliviantadas por el hambre70, a

69 “Nunca consentiré en despojar a mi clero y a mi nobleza”, citado por A SOBOUL, La Revolución..., pág. 120

70 Se asiste en los meses de setiembre y octubre a una agudización de la crisis económica producida por la sequía que impedía a los molinos producir la harina al ritmo que la demanda solicitaba y por la salida del país de considerables fortunas en

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sublevarse jugando con la asociación de aristócratas traidores y hambre, y corriendo el rumor de que la corte de Versalles era la culpable del desabastecimiento de la capital71; la derecha buscaba una transacción con el rey que evitase una nueva movilización de las “masas”. Los acontecimientos se sucedieron. El primero de octubre, los guardias de corps ofrecieron al regimiento de Flandes un banquete de bienvenida en el que se cantaron canciones monárquicas y se realizaron actos antirrevolucionarios. Las noticias llegaron a París y las “masas” de sublevaron. Pero realizaron un significativo itinerario: primero marcharon sobre el Ayuntamiento, exigiendo pan y armas, posteriormente, acompañados por la guardia nacional, marcharon sobre Versalles para traer el rey a París. El día 6, Luis XVI se instalaba en París, “alejado de la funesta influencia de su corte” y refrendaba los decretos de la Asamblea.

Decíamos significativo porque muestra la asociación de ideas que se produce en la mentalidad popular entre hambre y poder, y porque significa los intentos de la elite innovadora72 por no verse sobrepasados por las “masas”, que primero fueron al Ayuntamiento.

c/ El problema de las “masas”. Estas estaban siendo organizadas por el ala izquierdista del grupo innovador:

-Los distritos de París formaban asambleas y clubes que agrupaban a la población y ejercían funciones administrativas.-Se comenzaba a divulgar la idea de una democracia de masas. Es significativa la solicitud que el Palais-Royal hizo llegar a la Asamblea el 31 de agosto, con motivo de la discusión sobre el veto, pidiendo que se suspendiese la discusión sobre el tema, “hasta que los distritos, lo mismo que las provincias, se hayan pronunciado”. -Se estaba produciendo una creciente politización de los movimientos de “masas”, que estaban dejando de tener características de “motines de hambre” y convirtiéndose en movimientos políticos.

Ante esta situación, y ante la necesidad que aún tiene de las masas para enfrentarse al ejército leal al orden anterior, la posición de la Asamblea se ve claramente en las medidas que tomó tras la marcha sobre Versalles: ley marcial, pena de muerte por rebelión y censura de la prensa radical. Se marcaba claramente el territorio: dentro del nuevo orden se podía actuar, fuera de él no.

La Constitución de 1791 fue el primer texto legal sistemático del liberalismo europeo y es interesante porque inicia una trayectoria y enuncia unos problemas que

manos de los aristócratas emigrados. Junto a ello, la crisis se cebó en las ciudades en forma de crisis manufacturera y artesanal, que provocó paro.

71 La canción que cantaban las “masas” el día 5 de octubre, cuando marchaban sobre Versalles era “traigamos al panadero, a la mujer del panadero y al chico del panadero”.

72 Es importante la insistencia con la que el centro y la izquierda urgieron a Lafayette, jefe de la guardia nacional, para que condujese a esta a Versalles.

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serán los caballos de batalla durante la primera mitad del siglo XIX. Su elaboración fue larga (desde el 28 de agosto de 1789 hasta el 3 de setiembre de 1791, cuando fue votada por la Asamblea) y fue el fruto de las concepciones políticas de la elite innovadora, que no son sino la cristalización del proceso de constitución de la misma.

Tres problemas parecen fundamentales:

-La organización del estado de acuerdo con las máximas liberales.-La integración del pueblo francés (las “masas”) en el sistema-Estado.-La necesidad de garantizar la libertad frente al privilegio.

El punto de partida es la afirmación de que la división de poderes es la mejor garantía para la libertad, que se entiende como libertad individual frente al Estado, a la autoridad. La Declaración de Derechos del Hombre señalaba el reconocimiento de las libertades individuales, la igualdad ante la ley y la libertad de culto, de prensa y de reunión. Pero, frente a esta tendencia reductora del poder estatal, se oponía la necesidad de un ejecutivo fuerte que garantizase el “orden”. La monarquía hereditaria pareció el modo más seguro de limitar las “posibles veleidades” de la opinión pública, el contrapeso a la representatividad que podía dar estabilidad.

En segundo lugar, partiendo de la soberanía nacional, se articuló un sistema para plasmar esa soberanía en la participación en el Estado, estableciendo el concepto de representatividad. El Estado debía ser representativo de la opinión pública, lo que se hacía mediante el sufragio para la cámara legislativa. Pero no se otorgaba el mismo derecho a toda la nación, que se dividía en dos grupos: ciudadanos activos y ciudadanos pasivos. El criterio era económico (sufragio censitario). Todos los varones mayores de 25 años que pagasen una renta superior a tres días de trabajo tenían derecho al voto. Por otra parte, dentro de esta línea de contrapesar el poder de la opinión pública, se establecía un sistema electoral indirecto: en la base se elegía a los componentes de una asamblea electoral primaria-cantonal, que enviaba representantes (debían tener una renta superior a 150-450 jornadas de trabajo) a una asamblea de Departamento, que elegía a los representantes que iban a acudir a la Asamblea. El argumento, que ya hemos descrito, para tal limitación de los derechos era simple: sólo aquellos que tenían verdaderos intereses en la marcha de las cosas y tiempo y educación suficiente se podían hacer cargo de los asuntos públicos. En realidad se trataba de una concepción de la “nación” como el conjunto de los propietarios, y de una arraigada desconfianza hacia la opinión pública, en el sentido más amplio de la palabra.

El poder legislativo se encomendaba a una sola cámara, la Asamblea Legislativa, compuesta por 745 miembros, con iniciativa para elaborar leyes y el derecho a aprobarlas.

El ejecutivo recaía en el rey, que debía someterse a la Ley y prestar juramento a la Constitución (monarquía constitucional). La figura real se consideraba inviolable y sagrada. El monarca elegía los ministros, que eran responsables ante él, y tenía derecho a proponer a la Asamblea la declaración de guerra y los tratados de paz, era

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jefe de la diplomacia (aunque la política exterior debía consultarla con la Asamblea), de la administración (nombraba a los funcionarios) y del ejército. Aparte de estas funciones de control de los aparatos de “dominación” del Estado, el rey tenía también derecho de veto a las leyes que dictase la Asamblea, pretendiendo un último “filtro” a la participación ciudadana.

El poder judicial debía su poder a la delegación de la nación, por eso sus miembros eran electos y su jurisdicción universal. Se establecía una jerarquía para todo el estado, que se iniciaba, en la base, con los jueces de paz y avanzaba a través de los tribunales de distrito, los tribunales de apelación de distrito, el Tribunal de Casación y el Tribunal Superior de Justicia. Para los casos criminales se establecían los jurados, compuestos por personas elegidas por sorteo.

La administración territorial se concebía también de forma jerarquizada: comuna (antes parroquia)-cantón-distrito-departamento-Estado. cada una de estas instancias tenía sus instituciones, en las que se daba el mismo principio de contrapeso: disponían de una asamblea, que elegía un directorio, y de un representante del Estado (procurador general) encargado de “recordar a estas instituciones los derechos de los ciudadanos y el interés general de la nación.

El resultado, como se ve, era un régimen restrictivo, con amplios poderes para el ejecutivo, que pronto se encontró con dos problemas importantes:

-La armonización del funcionamiento de los poderes ejecutivo y legislativo. Porque el funcionamiento del Estado puso de manifiesto que los poderes no sólo deben estar separados, sino que deben articularse para que uno no obstruya al otro. Los vetos reales y las disputas sobre la capacidad de las dos instituciones para tratar los diferentes ámbitos de la política fueron los terrenos en los que se desarrolló gran parte de la actividad política institucional.

-La necesidad de encontrar un lugar para incluir a los ciudadanos “pasivos” y evitar que pasasen a engrosar las filas de los “anti-sistema”. El Estado de 1791 no contó con ese problema, pues, heredero del AR, no contemplaba la posibilidad de que esos grupos pudiesen tener acceso al poder, a la participación. Por ello, las “masas” actuaron al margen del Estado, especialmente las más activas, las parisinas, y fueron un constante peligro para él.

1.5. 1793. La imposición de la “dominación”. El modelo jacobino.

Vamos a intentar explicar este período desde la hipótesis de que el período jacobino fue, en su momento, asumido por la elite innovadora como una etapa “excepcional73. El problema teórico que plantea es importante para el liberalismo: la

73 La ideología liberal entiende la excepcionalidad como una etapa en la que se prescinde de lo normal que es la constitucionalidad. La justificación de estas “excepciones” deviene de la existencia de momentos en los que la fuerza legal de las leyes es insuficiente para el mantenimiento del orden constitucional. Esta insuficiencia

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Ley, que según la ideología ilustrada era racional-universal (la Razón llevaba consigo el deber), a veces, no convence y necesita de algo más que su propia promulgación: una fuerza coactiva (recordemos los planteamientos de Bentham) y un fundamento del deber que sea algo más que la Razón, la moral. Como luego veremos, el liberalismo afirma la raíz moral de la ley.” ante los peligros que acechaban a las conquistas de la libertad. Esta excepcionalidad, que es asumida como necesidad en el momento de producirse, se interpreta en el tiempo inmediatamente posterior como censurable, en la medida en la que ha supuesto “abusos”. En este sentido, los que con su silencio (en no pocas ocasiones aquiescente) o su voto apoyaron el acceso al poder de los jacobinos acabaron denostando el período y, durante unos años, jacobinismo se asoció a dictadura antiliberal, a terror, siendo el anatema que los liberales lanzaban contra aquellas corrientes políticas que pretendían superarlos por la izquierda.

Tras la proclamación de la Constitución de 1791, nuestro grupo innovador se había hecho con los centros neurálgicos del poder(localizados en la ciudades, especialmente París), había implantado la “hegemonía” de su ideología y había dotado a Francia de una constitución que plasmaba en leyes esta ideología, pero aún no dominaba (en sentido gramsciano): la situación económica era pésima, las “masas” se escapaban del marco constitucional, los instrumentos de “dominación” no estaban establecidos (se había creado la guardia nacional, pero faltaba el ejército nacional y una administración completa) y se cernía el peligro de una guerra exterior. En resumen, había que acabar el proceso revolucionario: encontrar un consenso social al cambio de régimen y completar la obra de imposición de éste.

No obstante, a nuestro modo de ver, el período jacobino, ni sus etapas posteriores hasta 1815, supondrán el fin del proceso revolucionario, que no se alcanzará hasta 1848.

Analicemos brevemente la situación a finales de 1791. En primer lugar, se daba la existencia de una situación económica crítica74, que se caracterizaba por una clara

proviene tanto de la existencia de fuerzas (interiores) que se consideran anti-sistema y, por tanto, ajenas al deber de las leyes, como de situaciones puntuales en las que la vida normal-constitucional de la “nación” se ve alterada por fuerzas o situaciones exteriores a ella y, por tanto, exteriores a la propia constitución (generalmente asociadas a un enemigo “de fuera”). Esta excepcionalidad es racionalizada por la necesidad de preservar la constitución. De tal forma, que no es un período anticonstitucional, sino, por el contrario, un período proconstitucional.

74 Se debe citar aquí la constatación por muchos historiadores de la economía del hecho de que la revolución frenó la senda de crecimiento económico que se inició en el segundo tercio del siglo XVIII. Es cierto que la crisis de los años 1770-80 supuso un deterioro de esta situación, pero parece ser que las incertidumbres, la guerra (economía de guerra, bloqueo inglés...) y ciertas medidas de política económica (restricciones al mercado, emisiones casi incontroladas de asignados, repartos de la propiedad agraria...) frenaron momentáneamente el desarrollo de la libre iniciativa, que

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tendencia inflacionista, provocada por la depreciación de asignado y por el colapso del mercado interior y exterior, y por la falta de abastecimiento75 a las ciudades, especialmente París. Esta situación producía un profundo malestar, tanto entre los propietarios como entre las “masas” populares.

Estas últimas manifestaban esta inquietud que se manifestaba en frecuentes revueltas urbanas y motines agrarios que se resolvían con ataques a comboyes y asaltos a las propiedades de los emigrados. Pero es más, la participación de estas “masas” en los acontecimientos revolucionarios las estaba dotando de una organización (comunas, secciones, clubes...) y de la conciencia de su capacidad de intervención política.

La elite innovadora se sentía amenazada en sus negocios y en su posición social y era consciente de la necesidad de imponer autoridad, de imponer el orden económico, social y político que habían diseñado76.

iba a suponer uno de los primeros pasos para la industrialización. Cabe hacer una puntualización: la historiografía liberal resaltará este hecho, buscando un argumento a sus planteamientos políticos contra las revoluciones. Especialmente, en lo referente al parcelamiento agrario de las propiedades de los emigrados y a la abrogación de la redención en metálico de los derechos feudales, donde esta línea historiográfica encuentra una de las razones esenciales para el “retraso” francés. Pero también cabe preguntarnos si esas medidas no fueron otra forma de implantación de la propiedad privada y de la libre iniciativa, que, a fin de cuentas, tuvieron un resultado estructural (en cuanto concluyeron en una estructura económica industrial) parejo al del modelo inglés. Por otra parte, también es necesario señalar que la situación protoindustrial francesa no era la misma que la inglesa en 1789.

75 “El labrador, que no quiere meter papel (asignados) en su capital, vende de mala gana sus granos. En cualquier otro comercio hay que vender para vivir de los beneficios. El labrador, al contrario, no compra nada; sus necesidades no están en el comercio. Esta clase está acostumbrada a guardar todos loa años en especies una parte del producto de la tierra. Hoy prefiere conservar sus granos en lugar de amasar papel”, SAINT-JUST, en un discurso a la Convención, del 29 de noviembre de 1792.

76 BARNAVE, en su discurso a la Asamblea, el 15 de junio de 1791: “¿vamos a terminar la revolución o vamos a volverla a empezar...? Un paso de más sería funesto y culpable; un paso más en la línea de la libertad sería la destrucción de la realeza; en la línea de la igualdad, la destrucción de la propiedad...” Citado por A SOBOUL, La revolución..., pág. 172

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La amenaza exterior77 contribuía a desarrollar esta sensación de amenaza. La confrontación civil amenazaba con convertirse en una guerra internacional. Se temía el castigo por “las culpas revolucionarias”. Pero es que ante esta amenaza la situación para afrontar una guerra era desastrosa: la economía desarticulada, la sociedad sin cohesión, el ejército en una situación de desintegración78. Además, se extendía la conciencia de las conspiraciones del rey con las potencias extranjeras para restaurar el AR.

Por último, la Constitución Civil del Clero (12 de julio de 1790) había provocado la escisión entre refractarios (contrarios a esta ley y progresivamente contrarrevolucionarios) y constitucionales. Las masas católicas acusaron el golpe, y una parte considerable de ellas, guiadas por esos curas, corría el peligro de pasarse al bando del AR. Los desórdenes y motines suscitados por ese tema lo atestiguaban.

Las opciones que barajaba el grupo innovador se pueden resumir en tres:

-Una alianza con las posiciones aristocráticas que condujese a la restauración del orden en base a la vuelta a una sociedad del privilegio, aunque con reformas que garantizasen la posición de los nuevos prebostes sociales.

-La opción girondina, de una dictadura de clase.

-La opción de la montaña de una dictadura con apoyo de las “masas79”

Analizaremos estas dos últimas con más detalle. En principio, tanto girondinos como montañeses, más propiamente la fracción jacobina, son partidarios de una dictadura80 Por no extendernos en las medidas finales: creación de tribunales

77 SOBOUL, en La revolución...: “los emigrados que el conde de Provenza mantenía unidos multiplicaban las provocaciones: publicación de un manifiesto anunciando la invasión de Francia, ataques violentos contra la Asamblea, concentración de tropas a las órdenes del príncipe de Condé sobre el territorio del elector de Tréves, en Coblenza...” (pág. 178).

78 De los 12.000 oficiales, al menos la mitad había emigrado. Los efectivos totales no superaban los 150.000 hombres, sumando las tropas regulares y los voluntarios alistados en 1791. Las divisiones de la sociedad francesa habían llegado al ejército, disociando al mando y a la tropa. La disciplina se resentía. El mando se componía de generales “políticos” y de mediocres...

79 Desde este punto de vista, la concepción de la dictadura de los jacobinos fue tremendamente “moderna” y a algunos autores les ha llevado a emparentarla con los fascismos del siglo XX. Su utilización demagógica de las masas, su populismo (incluso algunas de sus medidas tendentes a la reglamentación), su uso de la fuerza... conduce a esa noción de dictadura consensuada tan querida por los dictadores de nuestro siglo.

80 Las primeras medidas intimidatorias las tomaron los girondinos: el 27 de mayo de 1792 se decretaba que todo sacerdote que fuese denunciado por veinte ciudadanos de

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revolucionarios y comités de vigilancia o la institución de Comité de Salvación (6-4-93), amparada en la proclamación de “la patria en peligro81”, que conducía a la necesidad de un período excepcional, en la medida en que se planteaba la existencia de un enemigo doble: el exterior y el interior. Pero, los primeros optaron por una dictadura directa de clase, del grupo innovador (que pretendía cohesionar hacia la derecha, defendiendo la autoridad y el orden), que situaba frente a ella a todos sus enemigos, especialmente a los de la izquierda; mientras que los jacobinos plantean una dictadura de estado, que defiende, como es obvio, unos intereses, pero que pretende incluir en el régimen especialmente a las masas, porque lo que se plantea como prioritario no es defender unos intereses concretos sino al estado que los representa. Esta diferencia es fundamental, porque explica el final de la dictadura jacobina: cuando las masas estaban encuadradas dentro del aparato estatal (sus dirigentes “funcionarizados” o admitidos en la nomenclatura, y sus instituciones “domesticadas” dentro del Estado) dejó de tener sentido. Además da sentido a los vaivenes de la política jacobina.

Así, el período girondino condujo a una exasperación de las confrontaciones y a un continuo ceder ante las presiones, que le llevaron a una política errática, que no solucionaba los problemas que le habían dado origen. Por el contrario, el período jacobino concluyó habiendo puesto las bases para el período termidoriano.

La doctrina girondina la podemos sintetizar en:

-Defensa del “orden”: “los desorganizadores son aquellos que quieren nivelar todo, las propiedades, el bienestar, los precios de las mercancías, los diversos servicios que pueden prestarse a la sociedad82”, poniendo los límites en la defensa de las instituciones, la propiedad83 PETION en Lettre aux Parisiens (1793), “vuestras

su departamento sería deportado; el 29 de mayo, la supresión de la Guardia Real; y los decretos de octubre-noviembre del año anterior contra los emigrados. En el mismo sentido, la figura de los comisarios, como delegados-responsables del control del ejército y los departamentos, la creación de un Tribunal Criminal Extraordinario encargado de juzgar los crímenes contra el Estado, la imposición a clérigos y funcionarios de jurar fidelidad a la Constitución, la autorización de registros domiciliarios, el ataque contra las congregaciones y las manifestaciones públicas del culto, etc. fueron obra de los girondinos. De la misma forma, el primer terror (ejecuciones en las cárceles, 3.000 arrestos en dos días), desencadenado desde el 28 de agosto, con la ley de “sospechosos”, se dio bajo mayoría y gobierno girondino.

81 Proclamación girondina, del 11 de julio de 1792.

82 BRISSOT en Appel à tous les Républicains de France, sur la société des jacobins de Paris, 1792.

83 VERGNIAUD, el 10 de abril de 1793, ante la Convención: “desde la abolición de la realeza he oido hablar mucho de la revolución. Me he dicho a mí mismo: no hay más que dos posibilidades: la de la propiedad o ley agraria (parcelamiento y reparto de los

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propiedades están amenazadas y cerráis vuestros ojos ante ese peligro. Se excita la guerra entre aquellos que poseen y los que no poseen y no hacéis nada vosotros por evitarla. Parisienses: salid al fin del letargo y haced entrar en sus guaridas a esos insectos venenosos...” (los dos textos están sacados de A SOBOUL, La revolución..., págs. 232 y 233) y el librecambismo (libertad del comercio de granos, el 8 de diciembre de 1792).

-Defensa del federalismo y la descentralización, buscando el apoyo de bases sociales más amplias para frenar el “avispero de París”.

-Defensa de la guerra84, que la entendieron (y la impulsaron) como la forma de encontrar el consenso nacional, de poner a toda la nación en pos de un ideal común: a las “masas” difundiendo una especie de “protonacionalismo85” (colocar al enemigo fuera y no dentro) que las incluyese en el deseado “consenso”, y a la derecha obligándola a tener que optar entre la defensa de Francia o la colaboración con el enemigo; a la par que la guerra serviría para reforzar los instrumentos del Estado: ejército, administración, autoridad, etc... y consolidar los aparatos de “dominación”. Por otra parte, los girondinos se manifestaron herederos de la tradicional grandeur francesa, en dos sentidos:

1/Fueron expansionistas86. Para ellos la guerra tuvo el objetivo final de extender las fronteras hasta el límite natural del Rihn.

2/Exaltaron el papel de Francia como “luminaria” de Europa: la guerra fue una guerra de expansión de la “buena nueva” revolucionaria, de extensión de la libertad. También en un doble sentido:

-Como la creación de estados amigos y correligionarios.-Como arma militar-política: la extensión de la libertad suponía el debilitamiento de los estados enemigos.

No obstante estos principios, la situación fue empeorando progresivamente. En el plano militar, tras los primeros éxitos87 vinieron sonados fracasos como el de la

bienes de los emigrados y de los nacionales) y la que nos lleva al despotismo. He tomado la firma resolución de combatir a la una y a la otra...”

84 “Un pueblo que ha conquistado su libertad después de diez siglos de esclavitud necesita la guerra: es preciso la guerra para consolidarla...” BRISSOT, el 6 de diciembre de 1791, respondiendo a los jacobinos en la Asamblea.

85 Llamamiento al alistamiento popular y levas.

86 Su política con los territorios ocupados lo demuestra.

87 A finales de 1792, Francia controlaba Bélgica, Niza, Saboya, Spiro, Worms, Maguncia y Francfort.

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ofensiva contra Holanda, o las pérdidas de Bélgica y los territorios renanos. El ejército francés se encontraba el la primavera del 93 en una situación crítica: falto de efectivos humanos (las primeras victorias se habían conseguido con una base de voluntarios, que se habían alistado por una campaña y posteriormente abandonaron sus regimientos), con escasas perspectivas de llevar a cabo una leva masiva88, con recursos insuficientes (se financió en base a empréstitos forzosos, que levantaron resistencias entre los adinerados, que tampoco demostraban gran entusiasmo con una dirección girondina que no acababan de imponer orden) y con un fuerte malestar interno entre la tropa y los mandos, la tropa regular y los voluntarios. La “conspiración” de Doumoriez vino a colmar el vaso de los desaguisados militares.

Desde el punto de vista del movimiento popular los resultados tampoco eran mejores. Alentadas y organizadas por la montaña, las masas se agitaban y presionaban arrancando importantes conquistas a la debilidad girondina:

-El 10 de agosto de 1792, triunfó una insurrección que impuso la convocatoria de una Convención, mediante sufragio universal, y la supresión de la monarquía. Resultado, también, de este movimiento fueron otras medidas de segundo orden pero muy significativas:

-Creación de un centro de poder alternativo en la Comuna de París.-Las secciones parisinas adquieren el derecho a elegir a los jueces que formarán el Tribunal Criminal Extraordinario.-Establecimiento de “tribunales populares”-Prohibición de las manifestaciones públicas del culto religioso.-Medidas de requisa a los agricultores para abastecer los mercados.-Abolición de los impuestos señoriales sometidos a “eredención”.-Salida a la venta (desde el 14 de agosto, divididos en pequeños lotes) de los

bienes de los emigrados.

El resultado era una política errática: pretendiendo una dictadura de clase se estaba consiguiendo fortalecer a la oposición, leyes restrictivas... La única coherencia que se observaba era la tendencia a no aplicar las leyes contrarias a los ideales girondinos que el movimiento popular le imponía. Este no cumplimiento excitaba aún más el espíritu insurreccional de las secciones parisinas, entrando en un laberinto de desórdenes, que hacía la situación insostenible para nuestra elite innovadora.

-El 31 de mayo de 1793 y el 2 de junio del mismo año, insurrección popular, con el apoyo de la guardia nacional, que toma la Convención e impone el gobierno de la montaña.

88 El 24 de febrero de 1793, la Convención aprobó una leva de 300.000 hombres, pero tan apenas se reclutaron la mitad. La tradicional eversión popular a las levas, la forma en la que se planteó el reclutamiento y la falta de apoyo popular al gobierno girondino fueron las causas de este fracaso.

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Desde el punto de vista económico, la situación también era desastrosa. La emisión incontrolada de asignados había llevado su depreciación hasta el 50%, en febrero de 1793. El acaparamiento originaba la escasez de alimentos básicos en las ciudades y exacerbaba las tendencias inflacionistas, a la par que se desataba un fuerte movimiento especulador. Las medidas reguladoras89 aprobadas al calor de la presión popular no se aplicaban o se hacía con una enorme laxitud, especialmente fuera de París (y del control de las masa parisinas, y la economía entraba en una situación de incertidumbre y colapso, que se veía amplificada por la frecuencia con la que se producían desórdenes y motines de hambre (en el otoño del 92, fueron importantes los de Lyón, Orleans, Versalles, París...). Sólo los negocios vinculados con el ejército iban bien, pero estos caían en las manos de la burguesía próxima al poder y originaban un ambiente de corrupción y descrédito que colaboraba a ampliar el ambiente de rechazo al gobierno girondino.

Para que la situación de la revolución entrase en una fase agónica solo faltaba la insurrección de los departamentos:

-En marzo de 1793 (el 10) comenzaba el levantamiento de La Vendée. La causa directa fue el malestar ocasionado por la leva y la forma de llevarla a cabo, pero las causas profundas se encuentran en la escasez y miseria en la que se encontraban las masas campesinas, que se movilizaron tras las consignas de eclesiásticos refractarios y aristócratas de provincias. El movimiento se expandió rápidamente por el noroeste francés y hasta octubre permaneció invencible.

-En mayo de 1793 se inició un acercamiento -alianza- de los girondinos provinciales con la aristocracia y la derecha de los departamentos, que pretendía contrarrestar el peso cada vez mayor de la montaña en París. El resultado fue el desarrollo de movimientos de persecución contra los jacobinos y montañeses y de políticas obstruccionistas a las leyes izquierdistas que llegaban desde París, así como a sus agentes (comisarios). Cuando los jacobinos tomen el poder, esta alianza se traducirá en un levantamiento antiparisino y contrarrevolucionario que manchará la memoria de los girondinos durante varias generaciones.

Los jacobinos eran una facción de la izquierda, a la que solemos denominar la montaña, y que tenía otra tendencia más a la izquierda, que denominamos los cordeliers, los más radicales representantes de los sans-culottes. Como hemos señalado antes, los jacobinos practicaron una dictadura apoyándose en las “masas” (muy especialmente parisinas). Conscientes de la necesidad de encontrar un consenso social al régimen, llevaron a cabo políticas de atracción de las “masas”, pero sin consentir que estas tomasen el control del poder. El objetivo final era controlar el movimiento popular, introducir a las “masas” en el estado que la revolución (la elite innovadora) había creado. No se trataba sólo de “aprovecharse” o utilizar a las “masas”, se trataba de hacerles un sitio en el “nuevo régimen”. En nuestra opinión, si

89 El 11 de abril de 1793, se decretó el curso forzoso del asignado; el 4 de mayo, el “máximo almacenamiento” de granos en los departamentos; el 20 de mayo, un empréstito forzoso de 1.000 millones.,

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las intenciones de una política se miden por sus resultados, la dictadura jacobina no fue la dictadura del pueblo de París, sino que fue la que acabó con el afán reivindicativo de ese mismo pueblo: en junio del 94, sus principales líderes habrán sido ejecutados o estarán en la cárcel, las estructuras organizativas populares habrán sido destruidas o habrán sido asimiladas por el régimen, y sus reivindicaciones aparecerán como utopías o las habrá hecho suyas el nuevo estado.

En general, se puede decir que las bases del jacobinismo eran las pequeñas burguesías precapitalistas (artesanos, pequeños comerciantes...), apartadas por el censitarismo90 del poder y sometidas por el avance de la libertad de mercado y la protoindustrialización a un proceso de deterioro inapelable; aunque contó con el apoyo de los “desarrapados” o sans-culottes, que veían en el gobierno jacobinos la conclusión de la revolución91 y el pago a sus esfuerzos y movilizaciones92 desde 1789., la extracción social de sus dirigentes se corresponde con la de los grupos sociales de la elite innovadora: “nosotros que éramos, nada menos, hombres bien nacidos u hombres bien criados, honradas gentes y gentes como se debe ser, hombres de leyes y financieros, togados u hombres de espada...” (ROBESPIERRE, en el Discurso sobre la Constitución, el 10 de mayo de 1793).

Pasamos a analizar los principales aspectos del ideario jacobino:

-El eje sobre el que se produce esa “atracción” de las “masas” es la idea de igualdad. Si para los girondinos y la derecha igualdad era igualdad ante la ley, para los jacobinos “la enorme desproporción entre los recursos es la fuente de muchos males... Pero no por ello estamos menos persuadidos de que la igualdad de bienes es una quimera93". Igualdad, pues, como equilibrio que evite desigualdades excesivas, que suavice la

90 JP MARAT: “Para concedernos el magro privilegio de ser considerados miembros de un Estado, del que hasta el momento hemos soportado todas las cargas, del que hemos realizado los deberes penosos... exigís inhumanamente de nosotros el sacrificio de tres días de un trabajo que apenas si puede darnos el pan...” Textos escogidos, Barcelona, 1973, pág. 215

91 ROBESPIERRE, en el plan (13 al 21 de julio de 1793) de Lepeletier de Saint-Fargeau, sobre la educación nacional, “ las revoluciones que se han venido sucediendo durante tres años han trabajado para las otras clases de ciudadanos, casi nada todavía para las más necesitadas, para los ciudadanos proletarios, cuya única propiedad es el trabajo. El feudalismo está destruido, pero eso no sirve para ellos, pues nada poseen en los campos liberados. Las contribuciones están repartidas de modo más equitativo, pero por su misma pobreza esta clase es casi inaccesible al impuesto... La igualdad civil está establecida, pero la instrucción y la educación les faltan... Aquí está la revolución del pobre...” citado por A SOBOUL, La revolución... pág. 247.

92 JP MARAT: “ la filosofía preparó, comenzó, favoreció la actual revolución; esto es incontestable: pero los escritos no bastan; son precisas acciones por lo tanto, ¿a qué debemos la libertad, sino a los motines populares?...” en Textos escogidos, Barcelona, 1973

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miseria, porque la propiedad no se pone en duda94, pero se le ponen ciertos límites: ¿cuál es el primer objetivo de la sociedad? Garantizar los derechos imprescindibles del hombre. ¿Cuál es el primero de estos derechos? El de existir. La primera ley social es, pues, aquella que garantiza a todos los miembros de la sociedad los medios para existir: todas las demás están subordinadas a ella. La propiedad sólo ha sido instituida o garantizada para cimentarla, y es, ante todo, para vivir para lo que se tienen propiedades...” de donde deviene, segun Robespierre, que “todo aquello que es imprescindible para conservarla (la vida) es una propiedad común a la sociedad entera. Sólo los excedentes son una propiedad individual95”.

Este concepto de propiedad encuentra sus límites, pues, en el derecho a la supervivencia de los demás, pero este derecho no justifica el ataque a la propiedad ajena96, sino que ampara el derecho del Estado para regular la economía: con un sistema fiscal progresivo, con requisiciones de productos, con la regulación del mercado, etc...

De donde deviene otro elemento trascendental: su concepción de la “libertad de mercado”: “la libertad del comercio es necesaria hasta que la codicia homicida comienza a abusar de ella97”. Así, la libertad económica es buena, genera desarrollo y riqueza, pero no es un valor absoluto98, como tampoco lo es la propiedad, requiere moderación que evite el ahondamiento en la miseria de los más desfavorecidos. Los limites que los jacobinos ponen (influidos por la coyuntura a la que les tocó hacer

93 ROBESPIERRE, Discurso sobre la nueva declaración de derechos, 24 de abril de 1793, en Discursos, Madrid, 1968, págs. 97 y 98

94 Es recogida en el primer artículo de la nueva Declaración de Derechos del Hombre, de 1793, “La propiedad es el derecho que cada ciudadano tiene a gozar y disponer de la proporción de bienes que le ha sido garantizada por la ley”.

95 ROBESPIERRE, Discurso sobre las subsistencias, 2 de diciembre de 1792, en Discursos... pág. 52 y 53.

96 Durante el gobierno jacobino no se realizaron expropiaciones a propietarios “presentes” (sólo se facilitó el acceso a la propiedad con los bienes de los emigrados, los bienes nacionales y los bienes comunales). Por el contrario, se respetó la ley del 18 de marzo del 93, que condena a pena de muerte a los defensores de la “ley agraria”, del reparto de la propiedad agraria.

97 ROBESPIERRE, ver cita 1.

98 ROBESPIERRE: “en todo país donde la naturaleza colma con prodigalidad las necesidades de los hombres, la escasez no puede ser imputada más que a los vicios de la administración o de las propias leyes... Es un hecho generalmente admitido que el suelo de Francia produce mucho más de lo necesario para alimentar a sus habitantes, y que la escasez presente es una escasez artificial...” Discurso sobre las subsistencias... pág. 51 y 52

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frente) son la regulación99 parcial del comercio de granos en caso de escasez, la implantación de una “economía de guerra” en esas circunstancias especiales y la evitación del monopolio, la especulación-acaparamiento y el trato de favor. En realidad, vemos que se trata de regulación en circunstancias especiales y de medidas que perfeccionan el mercado.

Así, el mismo Robespierre, en el discurso de presentación de la nueva Declaración de Derechos, decía: “¡almas de cántaro que sólo estimáis el oro! No voy a embolsarme vuestros tesoros, por muy impuro que sea su origen...” dejaba claro, para tranquilizar a los sectores de la llanura, que no pretendía cambiar el sistema de propiedad, ni a realizar ninguna reforma agraria. La igualdad que predican se queda en el subsidio a los indigentes y pobres (para los que se dictaron normas para el establecimiento del primer sistema de seguridad social) y en la evitación de situaciones de dislocación del mercado (carestías y escaseces), que son analizadas por los jacobinos en la vertiente moral -injusticia- y política -crea el malestar entre los sans-culottes-.

-Desde el punto de vista político, destacaremos varias ideas clave:

a/ Los jacobinos se autodefinen como patriotas, en el sentido en que anteponen los intereses de la revolución a los suyos propios, acuñando el tipo de militante concienciado, auténtica vanguardia de las masas. A partir de este momento, jacobinismo se asociará a conspirador, a sociedad secreta y a heroísmo. El romanticismo exaltará esta imagen de la entrega por unos valores superiores. Robespierre definía así a su grupo: “desde el comienzo de la revolución, han permanecido ajenos a todas las facciones, imperturbablemente ligados a la causa del pueblo... han seguido por el mismo camino en busca del único objetivo de toda constitución libre, el reino de la justicia y de la igualdad... se han dado a conocer en la Revolución del 10 de agosto y... quieren que haya sido hecha para el pueblo y no para una facción...” (La influencia de la calumnia sobre la Revolución, discurso del 26 de octubre de 1792). Frente a ellos, los moderados y los girondinos son políticos interesados, que ponen la acción al servicio de su beneficio, son traidores y engañan-utilizan al pueblo. Para los jacobinos, todos los grupos a su derecha son representantes de los intereses aristocráticos, que materializan en: defensa de la monarquía, del censitarismo y de la desigualdad100.

99 Las principales leyes jacobinas sobre el tema son: la ley sobre acaparamiento de 26 de julio del 93; la ley de precios y salarios máximos de 29 de setiembre, la ley de empréstito forzoso de 10 millones para socorros sociales y la lay de 22 de octubre que estableció la Comisión de subsistencias. No obstante, la aplicación de estas leyes no fue rigurosa, exceptuando el caso de los salarios y del precio del trigo, adoptando una actitud transigente y relativista con respecto a su aplicación, que se puso en consonancia con la situación concreta que se atravesaba. El lugar donde más se aplicaron las medidas reglamentistas fue en París. Muchas de estas medidas se aplicaron más con funciones militares (buscando una economía de guerra) que civiles.

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A la izquierda, los cordeliers son tachados de servir a los intereses de la contrarrevolución. El argumento es muy significativo: aquellos que luchan desde fuera del sistema y contra él, debilitan la revolución y hacen el juego a la reacción. Las soluciones no se encuentran fuera del Estado, sino dentro de él, en la lucha política por llegar al poder. La crítica a la utopía y a los “excesos” se centra en el debilitamiento del estado y en el alejamiento del pueblo del mismo. Decíamos significativo porque señala muy bien el papel que les tocó jugar a los jacobinos: el asentamiento del Estado, con el consenso de las “masas”. “Los conjurados predicaban la pobreza. Hambrientos de oro y de poder, predicaban insolentemente la igualdad para hacerla odiosa. La libertad era para ellos la insolencia del crimen; la revolución, un comercio; el pueblo, un instrumento; la patria, una presa. Incluso el poco bien que trataban de hacer no era sino un pérfida estratagema para ocasionarnos más fácilmente daños irreparables... No se atrevían a decirle (al pueblo): el hijo del tirano, u otro Borbón, o bien uno de los hijos del rey Jorge, te harían feliz. Le decían, en cambio: eres desgraciado. Le dibujaban el cuadro de la escasez que ellos mismos trataban de aumentar... No le decían que su libertad valiese algo; que la humillación de sus opresores y las restantes consecuencias de la Revolución fuesen bienes muy apreciables, que siguiera combatiendo por ellos...” (Robespierre, Sobre las relaciones de las ideas religiosas y morales con los principios republicanos y sobre las fiestas nacionales, 7 de mayo de 1794).

b/ Tradicionalmente se ha considerado a los jacobinos como los defensores de gobiernos despóticos (“el despotismo de la libertad”), seguramente al hilo de las lecturas marxistas de la revolución, que implican una fase de “dictadura del proletariado”. Ahora bien, los jacobinos diferenciaron bien entre el modelo de gobierno que gobierno que correspondería a una etapa de normalidad, de estabilidad, que se correspondería con lo que podemos denominar “república constitucional101", y el modelo de gobierno para momentos excepcionales, en los que lo fundamental es

100 “Desde el principio, han aterrorizado a los ciudadanos con el fantasma de una ley agraria, han separado los intereses de los ricos y de los pobres, se han ofrecido a los primeros como sus protectores frente a los sans-culottes, han atraído hacia su partido a todos los enemigos de la igualdad. Se han adueñado del gobierno y de todos los cargos, han copado los tribunales y los cuerpos administrativos, se han hecho depositarios del tesoro público. Y utilizan todo ese poder para frenar los progresos del espíritu cívico, para reanimar la monarquía y para resucitar la aristocracia, para oprimir a los patriotas convencidos, para proteger a los moderados hipócritas...” ROBESPIERRE, Contra Dumouriez y los girondinos, 10 de abril de 1793, en Discursos... pág. 69

101 Ahí está la redacción de la Constitución de 1793, que no se aplicó, sino que quedó en suspenso hasta que pasase el “peligro”. “Para fundar y para consolidar la democracia entre nosotros, para llegar al reino pacífico de las leyes constitucionales, se hace preciso terminar la guerra de la libertad contra la tiranía, y atravesar felizmente las tormentas de la revolución: tal es el objetivo del régimen revolucionario...” ROBESPIERRE, Sobre los principios de moral política que deben guiar a la Convención nacional en la administración interior de la República, 5 de febrero de 1794, en Discursos... pág.141.

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defender la revolución: “la Revolución es la guerra de la libertad contra sus enemigos; la Constitución es el régimen de la libertad victoriosa” (Discurso de Robespierre a la convención, el 25 de diciembre de 1793). Esta excepcionalidad de la situación viene de la declaración de la patria en peligro, peligro ocasionado por los enemigos exteriores e interiores102, que buscan el mismo objetivo: la destrucción de la revolución. Para ello, utilizan las armas, la conspiración-debilitamiento del estado y el estrangulamiento económico. Por ello, se impuso una política de guerra (“Entendamos, por fin, que estamos en estado de guerra, que la seguridad del pueblo es ley suprema, y que todo medio es bueno, cuando es eficaz, para deshacerse de pérfidos enemigos que se han situado por encima de las leyes y que no dejan de conspirar contra la felicidad pública103”), que tiene su principal arma en el terror, entendido como ejercicio autoritario del poder y como utilización de la intimidación104.

Para ejercer el terror se utilizaron varios instrumentos:

-La implantación de la idea de “sospechoso”.-La institución de tribunales especiales y de procesos sin garantías.-La utilización de medios arbitrarios en las detenciones y enjuiciamiento.-El otorgamiento a instituciones populares irregulares del papel de policía.-Una escenificación (ejecuciones públicas) de los castigos.-La utilización abundante de la pena capital.

102 “En el exterior, los tiranos nos cercan. En el interior, todos los amigos de la tiranía conspiran... Hay que ahogar a los enemigos exteriores o interiores o perecer con ella (la patria)” y “No se debe protección social más que a los ciudadanos pacíficos, y los únicos ciudadanos de la República son los republicanos. Los realistas y los conspiradores sólo son para ella extranjeros, o mejor aún, enemigos. La terrible guerra que contra la tiranía sostiene la libertad es indivisible...”ROBESPIERRE, Sobre los principios... pág. 148 y 149. Y “los enemigos interiores del pueblo francés se han dividido en dos partes... Caminan bajo banderas de diferentes colores y por caminos distintos; pero caminan hacia el mismo objetivo. Tal objetivo no es sino la desorganización del gobierno popular, la ruina de la Convención, es decir, el triunfo de la tiranía...” pág. 153

103 MARAT, Textos escogidos... pág. 205

104 “Si la fuerza del gobierno popular en la paz es la virtud, la fuerza del gobierno popular en la revolución es a la vez la virtud y el terror: la virtud porque, sin ella, el terror es funesto. El terror porque, sin él, la virtud es impotente. El terror no es otra cosa que la justicia actuando con rapidez, con severidad, con inflexibilidad...” ROBESPIERRE, Sobre los principios... pág. 148 Y MARAT: “nadie más que yo aborrece la efusión de sangre; pero para impedir que se derramen ríos, os incito a que derraméis unas gotas. Para conciliar los deberes de la humanidad con el cuidado de la seguridad pública, os propongo diezmar a los miembros contrarrevolucionarios de la municipalidad, del departamento, a los jueces de paz y a la Asamblea nacional...” Textos... pág. 193

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No obstante, los jacobinos procuraron regular el terror, utilizándolo como arma política. Desde su llegada al poder, intentaron frenar el terror ciego que encarnaban los movimientos populares parisinos, procurando dosificarlo y, sobre todo, ponerlo bajo el control del Estado. Las cifras que da Soboul son para París: 1.500 detenidos (en prisión) hasta finales de agosto del 93, que se amplían a 2.398 a principios de octubre y 4.525 a finales de año; en el momento de máximo apogeo, en junio del 94, las cárceles de París albergaban a 8.000 detenidos. En cuanto a la aplicación de la pena capital, las cifras fueron en aumento, conforme se iba “desgastando” el poder jacobino; así, entre octubre y diciembre, se quitó la vida a 177 personas, pero en junio del año siguiente, las cifras llegaban a 1.376. En provincias, el terror dependió del afán represor de los representantes públicos y, especialmente, del grado de sumisión que la población demostraba al nuevo régimen. Los casos más llamativos fueron Nantes, donde entre 2.000 y 3.000 personas fueron eliminadas, entre diciembre y enero, por el terrorífico sistema del ahogamiento en el río, como consecuencia del fracaso del movimiento de la Vendé; y Lyón, donde se ejecutó a 1667 personas.

c/ Dejando de lado lo que consideramos régimen excepcional, los jacobinos realizaron una constitución y reflexionaron sobre el modelo estado que se correspondía a su visión política, elaborando varios conceptos de una gran modernidad. Parten de un concepto de libertad como ejercicio de la participación: “la democracia es un estado en el que el pueblo soberano, guiado por leyes que son obra suya, realiza por sí mismo cuanto puede realizar, y por medio de delegados cuanto no puede realizar por sí mismo105". Pero no se trata de una democracia directa, asamblearia, como defendían los cordeliers (“la democracia no es un estado en el cual el pueblo, constantemente reunido, regule por sí mismo todos los asuntos públicos... semejante gobierno no ha existido nunca, y si existiera sólo podría volver a llevar al pueblo el despotismo”), sino del ejercicio de la participación y el control sobre las instituciones, que se ejercita mediante la limitación106 del poder de las mismas, el desarrollo de instituciones

105 ROBESPIERRE, Sobre los principios... pág. 141.

106“Evitad la antigua manía de los gobernantes a querer gobernar demasiado. Dejad a los individuos, dejad a las familias el derecho a hacer aquello que no perjudique a los demás. dejad a las comunas la facultad de normalizar por sí mismas sus propios asuntos...” ROBESPIERRE, Sobre la Constitución, 10 de mayo de 1793, en Discursos... pág. 121.

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“populares” legales107, la prensa (el caso de Marat es significativo) y la asunción del principio de la responsabilidad de los gobernantes.

Frente a esta idea del poder compartido, se opone la libertad entendida como equilibrio de poderes, que es censurada: “este equilibrio no puede ser más que una quimera o una calamidad pública, que supondría la nulidad absoluta del gobierno, cuando no ocasionase necesariamente la alianza de poderes rivales en contra del pueblo108". Así, el postulado liberal según el cual la libertad dependía de la no opresión del estado, que se conseguía neutralizando, por medio de la división de poderes, la tendencia de la autoridad a extralimitarse, conducía a entender la libertad como un ejercicio individual garantizado por la no intervención estatal. Los jacobinos comienzan a entrever un concepto más complejo y más moderno, la libertad como ejercicio del poder109, como derecho a participar a intervenir en las decisiones. En este sentido, sometieron su Constitución a referéndum e impusieron el sufragio universal.

Pero el desarrollo de esta participación y, en general, el correcto funcionamiento del Estado requieren del desarrollo del civismo, de la virtud, que los jacobinos entienden como una mezcla de moral pública y privada110, de capacidad para imponer los interés colectivos sobre los privados, y que nosotros definiríamos como la imposición de la “hegemonía” ideológica: la aceptación del Estado como el campo en el que se deben resolver los problemas. Este desarrollo de la virtud se deja en manos de la educación, que es otro elemento de modernidad: la implantación111 de una

107 Dentro del Estado. No se trata de que las organizaciones de la trama social intervengan en el estado, sino de institucionalizarlas. Por ello, se frenaron y luego se disolvieron los comités de vigilancia, el ejército revolucionario, los comisarios de acaparamientos, las sociedades populares... “La democracia perece por dos abusos: la aristocracia de los que gobiernan o el desprecio del pueblo hacia las autoridades que el mismo ha establecido, desprecio que hace que cada camarilla y cada individuo atraiga hacia sí mismo el poder público y conduzca al pueblo, por los abusos del desorden, al aniquilamiento o al poder de uno sólo...” ROBESPIERRE, Sobre los principios... pág. 161.

108 ROBESPIERRE, Sobre la Constitución...pág. 118

109 “Sólo hay un tribuno del pueblo que yo pueda reconocer: el propio pueblo” ROBESPIERRE, Sobre la Constitución... pág. 119.

110 “Hay dos clases de egoismo. Uno, vil, cruel, que aisla al hombre de sus semejantes, que busca un bienestar exclusivo al precio de la miseria de los demás. El otro, generoso, bienhechor, que confunde nuestra felicidad en la felicidad de todos, que asocia nuestra gloria a la de la patria...” ROBESPIERRE, Sobre las relaciones... pág. 173 y 174.

111 Afirmada en el artículo 22 de la Declaración de Derechos del Hombre de 1793. El 21 de octubre del mismo año se instituyeron las “escuelas primarias del Estado”, y el 19 de diciembre se ordenó la creación de una red nacional de escuelas primarias, obligatorias, gratuitas, laicas y controladas por el Estado.

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enseñanza pública, obligatoria y homogénea es el arma principal que utiliza el Estado para crear a sus “ciudadanos modelo”. El nacionalismo será el que utilizará por primera vez de forma consciente y sistemática este mecanismo, al que deben su éxito el idioma alemán o el italiano.

d/ La Constitución de 1793. Fue redactado en muy pocos días, siete, y es la plasmación del modelo de estado jacobino, que no se pudo llevar a cabo, porque el gobierno la dejó en suspenso, adoptando formas de excepcionalidad, que se justificaron en la gravedad de la situación que atravesaba el país. No obstante, conviene que resaltemos los aspectos más destacados:

-La República aparece como el sistema más justo, porque “no reconoce otro poder que el del pueblo soberano” (art. VI). La monarquía se corresponde a las formas de gobierno aristocrático.-Sustituyó el concepto de “nación” por el de pueblo, más amplio e igualitario. Así, se establece el sufragio universal masculino para los mayores de 25 años.-Da la primacía al poder legislativo que nombra y controla al ejecutivo. No obstante, se deja a los poderes cantonales una amplia autonomía para realizar reglamentos y ordenanzas que articulen la vida colectiva.-Se establece la división de poderes y las limitaciones de estos, tanto temporales como funcionales. Se manifiesta una gran preocupación por el mal ejercicio del poder: prevaricación y corrupción, para lo que se establecen normas fiscalizadoras de las fortunas de los representantes populares y un tribunal encargado de estos casos.-Los derechos individuales se recogen el la Declaración de 1793, que se establece como el pilar de la Constitución:

-Derecho a la propiedad-Derecho al trabajo y a la asistencia social (como limitación de la propiedad.

-Igualdad de derechos-Derecho de reunión.-Derecho a la educación.-Derecho a todas las funciones públicas.-Derecho a conocer las deliberaciones de las instituciones.-Derecho a la insurrección frente a la opresión.

En general, podemos decir que es una constitución liberal que introduce tres variantes:

-Una ampliación de las libertades públicas.-Un desarrollo de las medidas de protección social.-El sufragio universal.

e/ El insurreccionalismo. El jacobinismo, tras su derrocamiento el 9 de termidor (27 de julio de 1794), fue el alma de los movimientos revolucionarios hasta 1848. Su populismo, sus propuestas, sus modelos organizativos y su moral militante están presentes en todos los movimientos democráticos de la primera mitad del siglo XIX. Es más, las autoridades constituidas tachaban de “jacobinos” a los movimientos que se les

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oponían, asociando la idea de jacobino a la de “anarquía”, desorden y despotismo. La sombra del terror acompañó a la imagen del jacobinismo durante mucho tiempo. No obstante, es cierto que el jacobinismo acuñó una idea de la insurrección y, con sus hechos, dejó establecido un modelo. Analicémoslo.

El punto de partida es la idea de “orden”: “la fuente del orden es la justicia... la más firme garantía de la tranquilidad pública es la felicidad de los ciudadanos... Las largas convulsiones que desgarran a los Estados no son sino el combate de los prejuicios contra los principios, del egoísmo contra el interés general112...” Por eso, todo régimen que se basa en la desigualdad es opresor, y el pueblo tiene el derecho “natural” a rebelarse contra él, y el artículo XXIX de la Declaración de Derechos lo plantea: “la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indeclinable de los deberes del pueblo... cuando el gobierno viola los derechos del pueblo”. No se trata de un argumento “presentista”, establecido al albur de los acontecimientos, sino de un postulado político de calado: la insurrección es la manifestación extrema del derecho a la participación, a la libertad. Robespierre, en el discurso del 28 de octubre del 92, señalaba: “llamar doctrinas destructoras del orden público a las máximas filosóficas aplicadas a la organización de las sociedades políticas; denominar anarquía al derrocamiento de la tiranía; disturbios, desórdenes y facciones a los movimientos de la Revolución...” es el argumento de la reacción para aniquilar el movimiento popular, porque “el pueblo es naturalmente recto y pacífico... siempre lo guía una intención pura”, “los males de la sociedad nunca vienen del pueblo, sino del gobierno... el interés del pueblo es el bien público, el interés del hombre que tiene una cierta posición es un interés privado”. Pero hay peligros: “a veces son los mismos hombres que soliviantan al pueblo para encontrar un pretexto de degollarle y para convertir la propia libertad en algo terrible... (aunque) cualquiera que, sobre todo, conozca al pueblo francés, sabe que no está al alcance de cualquier insensato o de cualquier mal ciudadano sublevarlo sin ninguna razón contra las leyes que ama, y menos aún contra los mandatarios que ha elegido y contra la libertad que ha conquistado...” El limite se encuentra en la efectiva igualdad política, todo movimiento que conduzca a la primacía de unos individuos sobre el conjunto es censurable: así, Robespierre critica (y condenó) a los movimientos hebertistas porque “trataban de encadenarlo (al pueblo) por medio de la subversión, por la rebelión...”

La insurrección se establece, pues, como el arma definitiva, como la garantía de la libertad y se desdramatiza la fenomenología revolucionaria y se asocia la idea de “orden” con la de los intereses que la defienden. Marat señala: “es la moral de los hombres que han conseguido dignidades y poder. Entre los abusos de la autoridad y los horrores de la tiranía, no hablan más que de apaciguar al pueblo, no trabajan sino para impedir que se entregue a su justo furor113".

Pero este derecho a la insurrección tiene unos cauces en la Constitución: “cuando los derechos del pueblo sean violados por un acto del poder legislativo o del

112 ROBESPIERRE, Sobre las subsistencias... pág. 63

113 Textos escogidos... pág. 184

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gobierno cada departamento podrá someterlo a examen del resto de la República, y las asambleas primarias se reunirán en el plazo que se determine, para manifestar su opinión sobre este punto” (art. XIX). El derecho de insurrección no es algo absoluto, hay que diferenciar situaciones: frente a un estado esencialmente opresor, la insurrección se desarrolla contra ese estado para establecer otro; frente a un estado no opresor, que comete errores, el movimiento se desarrolla dentro del mismo. Asunto muy importante, pues, es la clave para entender el período jacobino: apoyándose en el movimiento popular lo neutralizo como enemigo del sistema.

Veamos el modelo de insurrección contra el estado opresor, que es el que perdurará. Se entiende al pueblo organizado en sociedades patrióticas114, clubes, etc. que son los mecanismos de concienciación y de acción. Acción sobre los centros de poder (toma de la Asamblea e imposición de medidas, conquista de la guardia nacional...), por eso son esencialmente urbanas (ya hemos señalado anteriormente la nueva configuración territorial que se estaba imponiendo). En realidad, los movimientos populares del período adoptaron formas de motín: levantamiento súbito y ataque directo contra la autoridad que se consideraba culpable, por lo que se les podría considerar herederos de los motines del AR. No obstante, hay una varias de novedades que los hacen distintos y contemporáneos:

-Exigen un trabajo previo de preparación (conjura o conspiración).-Se plantean la toma del poder, para ejercerlo según sus intereses.-Tienen objetivos políticos, aunque partan de reivindicaciones económicas.

No obstante, perviven elementos precedentes:

-Confían en el papel de una minoría de concienciados, no se plantean como un movimiento de masas que cree una nueva “hegemonía”, sino como la acción contundente de un grupo para conseguir unos fines concretos, confiando en que la bondad de esos fines generará el consenso que justificará la acción. De aquí el extraordinario papel de París en el proceso revolucionario-Entienden el poder como el gobierno, la autoridad, sin entrar en consideraciones más profundas sobre la raíz de ese poder o las múltiples formas en las que ese poder se ejerce a nivel económico, social, cultural, etc.-Carecen de alternativas globales, sólo pretenden cambios parciales.-Se marcan un campo de acción limitado: la ciudad, la región, sin aspirar a extender el movimiento más allá. Hacen suyo su territorio y esperan a que las fuerzas represivas del Estado acudan para enfrentarse a ellas.

Los jacobinos accedieron al poder tras el levantamiento insurreccional del 2 de junio de 1793, pero, y a nosotros nos parece lo más importante, contaron con el

114 MARAT, Textos... pág. 198: “cuando se trata de impedir que la patria perezca, las sociedades patrióticas tienen derecho a ser, no sólo sociedades deliberantes, sino activas, represivas, punitivas, homicidas, tras haber agotado vanamente todas las vías legales de reprimir a los enemigos públicos...”

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respaldo de la mayoría de la Convención, la llanura. En este sentido, no nos parece apropiado entender el período jacobino como el resultado de la presión popular, preferimos interpretarlo como la adopción por parte de la elite innovadora de la opción jacobina por las ventajas que reportaba y cayó cuando esa mayoría de la Convención consideró que ya no se daban esas circunstancias excepcionales y que esa dictadura ya había cumplido sus objetivos: victorias militares, paz interior, inclusión del movimiento popular en el sistema. Como señala SOBOUL, “no teniendo que temer una nueva jornada revolucionaria ahora que el movimiento popular había sido domesticado, ¿qué razón podía haber para que la Convención soportase por más tiempo la tutela de los comités”.

1.6. La consolidación de la burguesía. 1794-1848.

Del 22 de julio de 1794 al 9 de noviembre de 1799 dura el período que suele denominarse “la república burguesa”, que acoge al período de Convención termidoriana y al del Directorio. Tras la experiencia jacobina y quebrado el sistema organizativo de las masas (parisinas, especialmente), la elite innovadora va a iniciar un período en el que va a asentar las bases de su cohesión hacia arriba, buscando resolver definitivamente el problema de la antigua aristocracia del AR y su inclusión en el nuevo grupo social de poder. Este período dura hasta 1830, cuando comienza a hacerse importante el problema de la integración del pueblo en el Estado, de los sectores bajos de la burguesía en la elite del poder. Mientras tanto, de 1794 a 1830, una situación económica más favorable, la represión y la difusión de los primeros mitos ideológicos burgueses (patriotismo, nacionalismo, progreso, igualdad ante la ley, necesidad de orden...) van a mantener a esas “masas” apartadas y controladas. Analicemos la situación.

En la Francia de 1794, se había consolidado un grupo que había capitaneado la Revolución y que había sacado provecho de ella (le había concedido un nivel social preponderante). Este grupo, al que nos parece prematuro denominar “burguesía115” tiene una clara conciencia de que ni quiere un retorno al Antiguo Régimen, ni una vuelta a los excesos jacobinos. El miedo a una revancha de los emigrados116 se unía al miedo a la abrogación de las compras de los bienes nacionales, y al pánico ante posibles nuevos “excesos” populares. Se trata de una etapa en la que va a predominar la idea de orden, del nuevo orden. Para consolidarlo, que es de lo que se trataba, se perseguirá la progresiva integración de los representantes del “antiguo orden (AR)” en el nuevo. Los elementos que se utilizarán para este fin serán: la garantía de la propiedad y la indemnización por las expropiaciones, la concesión de derechos

115 Está constituido por un aglomerado de aristócratas reciclados, antiguos funcionarios liberales, rentistas de la tierra, nuevos propietarios de bienes inmuebles agrarios, profesiones liberales y burguesía de los negocios (negocios de la guerra, el comercio, etc..).

116 Prácticamente hasta 1830 no desaparecerá el miedo a una revancha borbónica contra los que votaron a favor de la condena a Luis XVI y los que promovieron las represiones contra los “blancos” o realistas.

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políticos (parcelas de poder) a la aristocracia hasta ese momento excluida, y la sujeción de las “masas”. Será un proceso largo, en Francia dura hasta 1830, que tiene diversas etapas.

La fase de la “república burguesa” representa un primer estadio de transición, pero marca el inicio de lo que será la ideología liberal, en un sentido estricto. Tras la experiencia jacobina, que no se va a olvidar (el terror no sólo no se va a olvidar, sino que constituye un fantasma que va a acompañar a esta conciencia política durante todo el período), se pretende un Estado que conjugue dos características:

-Un ejecutivo débil, incapaz de una nueva dictadura, que se corresponda a un estado limitado a la manera del liberalismo inglés, propio de una situación en el que los grupos “del poder” se sientes y se encuentran sólidamente asentados. La Constitución del año III establece, como expresión de este ejecutivo, el Directorio, compuesto de cinco miembros117, elegidos por los Antiguos de una lista que presentaba la asamblea de los Quinientos, la renovación se establecía que sería de un miembro cada año. Se trataba de impedir que el ejercicio del poder generase tentativas a perpetuarse en el mismo. Las funciones de este ejecutivo eran: velar por la seguridad de la República, la jefatura de las fuerzas armadas (tenían prohibido acercarse más allá de un perímetro trazado en torno al Legislativo), proponer la guerra y la paz y formular órdenes de detención. Pero no tenían facultad para tomar iniciativas legislativas, ni derecho de veto ni derecho a asistir a las sesiones del Legislativo.

-Un sistema de representación que impidiese que el Legislativo se escapase de las manos de esta elite innovadora. Se establecía un sistema de sufragio censitario118 e indirecto, en la declaración de derechos no se proclamó la libertad de prensa119, y se establecía un sistema bicameral120, buscando un sistema de contrapeso a las, ya citadas”, “posibles veleidades” de la opinión121 -Se genera un contradicción en la

117 Actuaban colegiadamente, aunque uno ejercía la presidencia trimestral. Estaban acompañados por los ministros.

118 Electores todos los contribuyentes y elegibles aquellos que tuviwesen bienes estimados entre 100 y 200 jornadas de trabajo.

119 Se trataba de controlar la opinión pública: no se hacían prohibiciones expresas, pero se dejaba la prerrogativa de actuar contra la formación de corrientes de opinión adversas.

120 Elegidas las dos por tres años, con renovación anual de un tercio.

121 La idea que se va imponiendo es la de asegurar la continuidad del Estado frente a los posibles cambios que se puedan producir en las opiniones. Es importante remarcar esto porque es significativo :

-El Estado se está convirtiendo en el valladar que los intereses del grupo dominante oponen a la anarquía de los de las “masas”, en el “armonizador”, el regulador de la vida social. La igualdad, definida expresamente en la Declaración de

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ideología liberal: defensores de la minimización del Estado, apuestan fuerte por él (comienza a aparecer la razón de Estado) cuando se trata de mantener el orden.. La cámara baja era la de los Quinientos, cuya misión era la proposición de leyes, que aprobaba la cama alta, la de los Antiguos, compuesta de doscientos cincuenta miembros, pero que no podía enmendar las proposiciones de la cámara baja.

El ideólogo de esta concepción liberal del poder fue CONDORCET (1743-1794), que ya había elaborado el proyecto de constitución girondina. Dos ideas nos interesan:

-La política entendida como ciencia, que descubre a los hombres las leyes de la vida social y le permite ser libre y feliz. De tal forma, que cabe suponer el establecimiento de un grupo de “científicos-políticos” que serían los portadores de estos conocimientos superiores, hasta que el pueblo no fuese instruyéndose. Amén del papel de la educación en la política y del sentido restringido del ejercicio político que supone esta concepción, interesa una reflexión sobre el carácter educado de la acción política, entendiendo por educado reflexionado, ponderado, acorde con las leyes del comportamiento social, todo lo contrario de la “anarquía” y el desorden de los movimientos (¿”furores”?) incontrolados jacobinos.

-La idea de progreso como base del nuevo régimen, que se fundamenta en la capacidad humana para innovar (Razón), sojuzgada en el AR por el privilegio y la opresión. La Revolución ha traído el reino del individualismo y del progreso. Las desigualdades sociales existen y no son buenas, el progreso las irá progresivamente amortiguando. No se trata de realizar un cambio brusco que acabe con el individualismo (libertad de comercio, de empresa, igualdad ante la ley, etc...), que es la base del progreso -porque es el fundamento de la creatividad y el desarrollo-, sino de dejar tiempo y encauzar ese individualismo. Este es el papel del Estado: armonizar el interés particular para progresivamente ir adaptando la desigualdad real a la igualdad de oportunidades. Este papel social progresista se plasma en cuatro políticas:

-Fomentar el desarrollo económico que llevará el bienestar a la mayoría.-Desarrollar sistemas de seguridad social que amortigüen las desigualdades excesivas.-Favorecer sistemas de crédito para los menos pudientes que permitan su acceso a la propiedad.-Desarrollar la educación, fomentando la igualdad de derechos (enseñanza pública, homogénea y universal).

El planteamiento de la idea de progreso, como constante y caracterizadora del régimen establecido fue importante, pero lo fue más el hecho de que a partir de ese momento fue el arma dialéctica e ideológica de la elite innovadora contra la idea de revolución. El consenso en el seno de esta elite se realizará sobre la base de este progreso, que se entenderá como desarrollo, y con las “masas” como mejora del bienestar que debe devenir de este “desarrollo”. La crítica a las doctrinas

Derechos como igualdad ante la ley, como el elemento central de las relaciones sociales.

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revolucionarias se centrarán en que no promueven el desarrollo, el crecimiento, que generan pobreza (equiparación de igualitarismo y empobrecimiento). Los partidos progresistas serán los que, desde dentro, pugnen por conjugar desarrollo y medidas sociales para “hacer extensivo el desarrollo a todas las clases sociales”.

El resultado de esta “composición” constitucional fue un estado escasamente eficiente. Las trabas a cada una de las instituciones eran excesivas y la descoordinación entre ellas grande. El resultado fue un clima de inestabilidad, que era justo lo contrario de lo que quisieron crear los hombres de termidor. Clima de inestabilidad que se venía incrementado por el desarrollo de movimientos (de opinión e insurrecciónales) de los realistas -alentados por el apaciguamiento de la Revolución y las ideas de orden122 de la elite innovadora-, y de los neo-jacobinos, que ven como las conquistas del 93 se perdían irremediablemente. La respuesta del Estado ante estos movimientos fue la represión123, que lo fue dejando, cada vez más, en manos de los aparatos de dominación, especialmente, el ejército. La trama constitucional carecía de eficacia y obligaba a los grupos de poder a recurrir a las fuerzas armadas.

La evidencia de esta realidad se fue imponiendo y condujo al período bonapartista. El golpe de brumario, desde esta perspectiva, no fue sino la continuación124, corrigiendo errores125, del período de “república burguesa”. El comienzo, con reveses, de la guerra general, las revueltas realistas en provincias y el avance jacobino en París, vuelven a ser argumentos para la excepcionalidad, en este caso de un golpe de estado y de un cambio constitucional “desde dentro”, de

122 No olvidemos que se está intentando integrar a los grupos de orden del AR en la nueva elite.

123 Represión a los motines de hambre de mayo-junio del 95, al movimiento monárquico de 13 de vendimiario; golpe de estado de 18 de fructidor del año V ante los avances electorales de lo monárquicos; represión, en mayo del 97, del movimiento de Baboeuf; golpe de estado del 30 de pradial del año V (dirigido por Sièyes) para imponer “orden”; destitución del general Bernardotte ante la creencia de que estaba preparando un golpe de estado jacobino.

124 Aunque no es esencial, es importante para observar esa continuidad reseñar el papel de instigadores y organizadores del golpe de los principales prebostes del régimen republicano, así como la coincidencia de la mayoría de los ideólogos liberales de la época en la conveniencia de “un golpe de fuerza para salvar la república”.

125 El anuncio, citado por Soboul, del Le Moniteur, del 24 de brumario, es muy significativo sobre los ideales de la elite y sus aspiraciones en el nuevo régimen: “Francia quiere algo grande, permanente. La inestabilidad la ha perdido, es la seguridad lo que quiere. No quiere la realeza, está proscrita; quiere la unidad en la acción del poder que ejecutará las leyes. Quiere un cuerpo legislativo independiente y libre... Quiere que sus representantes sean conservadores pacíficos, y no innovadores turbulentos. Quiere, por último, recoger los frutos de diez años de sacrificio”(La revolución... pág. 417).

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establecer el sistema político que la elite innovadora necesitaba para afrontar los retos del Estado y consolidarse “hacia arriba”.

La idea central, expresada por Napoleón, es: “la revolución ha cristalizado conforme a los principios que le dieron comienzo, ahora ha concluido”, se trata de desarrollar en leyes y “orden” estos principios. El progresivo autoritarismo napoleónico, no previsto por quienes dieron su aquiescencia inicial al régimen, ofendió al liberalismo, pero este se cuidó mucho de llevar a cabo ninguna revolución, entendida como alteración del orden (con las “masas”), como fenomenología. La oposición se circunscribió a la agitación parlamentaria hasta 1799, conforme el régimen fue eliminando las prerrogativas a la participación-control a ese grupo de políticos que se habían habituado al poder y se consideraban los representantes de lo más digno de la nación, y a la asistencia a salones y tertulias donde censuraban los “abusos” del nuevo cónsul y luego emperador. Las “masas” encuadradas en los ejércitos, consultadas en los plebiscitos constitucionales, exaltadas con los nuevos valores patrióticos, y moderadas con la recuperación de la religión como “fuerza espiritual que sirve de sosten al orden social” -y reprimidas cuando quisieron mostrar oposición al régimen-, apoyaron al régimen, dando su consenso al estado napoleónico. Era el modelo de relación con el pueblo que habían intentado desarrollar los regímenes representativos de 1791 y del año III: la generalización de las libertades pero sin someter el Estado al “populacho”, la libertad como libertad privada-individual, no como participación. El malestar liberal venía no de que se quebrase su orden, sino de que se excluía a sus tradicionales representantes del control del poder.

La obra constitucional de Napoleón se realizó en tres etapas: la Constitución del año VIII (1800) establecía el consulado decenal (tres cónsules, aunque el Primer Cónsul tenía facultad de decidir); la reforma de 1802 establecía el consulado vitalicio, y la de 1804 el tránsito al Imperio. Las tres normas constitucionales fueron aprobadas en plebiscito muy mayoritariamente, lo que nos muestra el “apoyo popular” al régimen y la forma de entender la soberanía popular del mismo. El pueblo daba su consentimiento a las normas generales de convivencia (el resultado del contrato) pero luego no participaba en las instituciones, sino que era administrado por ellas. Era el principio establecido cínicamente por Sièyes, “autoridad desde arriba” y “confianza desde abajo”.

Dos principios se articulan en la obra constitucional napoleónica: un ejecutivo fuerte y un legislativo multicameral y censitario. El resultado era un régimen autoritario. El problema es que autoritarismo engendró lo que los liberales llamarían el vicio del sistema, la tendencia a tener un legislativo dócil, que no impugnase el poder del ejecutivo, que se manifiesta en las medidas de control que este impuso sobre aquel. Vayamos por partes.

-El poder ejecutivo, primero en manos de los cónsules (aunque con primacía del primer cónsul) y luego del emperador, tenía amplias funciones: derecho a dictar reglamentaciones, encargado de la seguridad interior (derecho a detener sospechosos y a limitar las libertades públicas cuando peligrase el “orden”), y de la exterior (derecho

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a negociar tratado y jefe del ejército126), derecho a nombrar los funcionarios y monopolio de la iniciativa legislativa (que se ejercía teóricamente a través del Consejo de Estado). El desarrollo de un estado policiaco intimidador127, de una fuerte censura128, del ejercicio de una política corruptora129 de los cargos públicos y la creación de una nueva aristocracia (de los negocios y social) con el grupo de los colaboradores del régimen se encargaron de reducir la oposición. El ejecutivo tuvo las manos libres para actuar a sus anchas.

-El poder legislativo, como hemos señalado antes, partía del principio de la conveniencia de la multicameralidad (asegurar el contrapeso) y del censitarismo en la representatividad. Pero el resultado fue más allá de lo previsto. El ejecutivo no quería restricciones a su poder. Se optó por tres cámaras:

a/ El Senado, guardián de la Constitución e institución suprema del poder legislativo, era, también, el encargado de elegir a los componentes de las otras dos cámaras y de los cónsules. Sus miembros, al principio ochenta, eran elegidos130 por el mismo Senado por el sistema de la cooptación entre una lista con tres candidatos propuestos por el Primer Cónsul, el Tribunado y el Cuerpo Legislativo.

b/ El Cuerpo Legislativo, compuesto de trescientos miembros y renovado anualmente en un quinto, tenía como función la votación de las leyes, pero sin poderlas comentar o enmendar, para adoptar su decisión se atenían a las argumentaciones del Consejo de Estado (que proponía las leyes) y del Tribunado. Su elección era muy particular: el Senado elegía a sus miembros entre las listas que elaboraban asambleas

126 Es muy importante destacar que es ahora cuando el ejército se convierte en el elemento crucial del aparato de “dominación”, aunque no sea necesaria su actuación expresa, se convierte en el elemento disuasorio definitivo. Las funciones cotidianas (expresas) de “dominación” se encomiendan a la recien creada (Fouché) policía. Como podemos ver, se asiste a la institucionalización de funciones del aparato del Estado que antes estaban en manos de la masa social. De la idea de una guardia nacional y un ejército de patriotas se pasa a la de un ejército nacional del Estado, de la idea de “comités de vigilancia” a la de una policía estatal.

127 Detenciones arbitrarias, generalización de un ambiente de “delación”...

128 El número de periódicos se redujo notablemente. En París se pasó de 73, en 1799, a 4, en 1811. Se estableció un censor por periódico, que se convirtió en el redactor jefe; se expropió a la prensa crítica y se repartió la propiedad entre los afines al régimen. En lo referente a la publicación de libros, la aplicación de secuestros de ediciones, de castigos a los autores y a los editores, etc... produjo un descenso notabilísimo de publicaciones, que prácticamente se redujeron a obras menores o aduladoras del poder.

129 La obtención de beneficios personales, en forma de cargos, negocios, tolerancia ante prácticas corruptas... a cambio de la fidelidad política fue algo común y generalizado.

130 El primer Senado lo eligió el ejecutivo.

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departamentales (las listas no debían superar a una décima parte de sus componentes y se establecían criterios censitarios), compuestas por los delegados (una décima parte) de las asambleas electorales cantonales, que se formaban por sufragio universal masculino.

c/ El Tribunado, elegido por el Senado entre la lista que aportaban los departamentos, era el encargado de discutir los proyectos de ley y expresar dictámenes razonados sobre ellos.

Así, el legislativo no sólo era restrictivo, sino que además se garantizaba la docilidad al ejecutivo. El colofón a cualquier carrera política se establecía en el acceso al Senado, cuyos escaños estaban dotados de abundantes rentas y de una posición social preminente. La creación, en 1802, de la Legión de Honor, como máxima distinción del Estado fue en ese camino: se trataba de crear una nueva jerarquía de notables (desde 1807, se les entregaron mayorazgos y títulos nobiliarios antiguos), que adquirían su condición por los servicios al Estado131, por su fidelidad. Las llamadas a los emigrados para su regreso a la “patria” para cumplir con su deber fue la forma institucional de regular esa ambición de la elite innovadora de consolidarse “hacia arriba”.

No obstante la importancia de la obra constitucional, lo esencial de la obra napoleónica radicó en tres cuestiones:

-Generalizó el sentido patriótico (la máxima expresión fue su exaltación como “héroe”), dando unidad a la nación francesa, no en torno a los criterios de libertad, igualdad y fraternidad (o de “patria en peligro”), sino en torno a criterios nacionalistas, como defensa de lo francés, de la “grandeur”. Este invento ideológico, que luego tendrá su eclosión en los nacionalismos, tendrá singular importancia luego.

-Desarrolló “los frutos de diez años de revolución”: el Código Civil (1804), la reestructuración de la administración territorial centralista, la organización de la administración de la Justicia, de las Finanzas, se creó el Banco de Francia (1800), se organizó el ejército, se crearon las bases de un sistema de asistencia social pública y se creó un sistema de enseñanza para Francia. En una palabra, se creó el aparato institucional del Estado, que ya no se componía solamente de las instituciones políticas, sino que pasaba a estar dotado de todas aquellas que le permitirán ejercitar ese papel armonizador-regulador de la vida civil.

-Expandió las ideas revolucionarias por Europa. Las victorias militares napoleónicas pusieron de manifiesto la “superioridad” del modelo francés, desde el punto de vista tradicional del poderío del Estado. El ejemplo inglés corroboraba el argumento. Esta evidencia hizo que nada fuese ya igual. Los estados, incluso los más antirrevolucionarios y apegados al AR, introdujeron novedades que les permitiesen emular algunos aspectos del “sistema francés”. Personajes como von Stein en Prusia o

131 Acorde con la idea liberal de preminencia basada en el mérito.

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von Stadion en Austria son significativos de este espíritu. Evidentemente no se trataba de acabar con el AR, sino de reformarlo para hacerlo competitivo en el nuevo marco internacional: se buscó una mayor cohesión interna132 que permitiese la construcción de ejércitos nacionales133 (leva universal) y el establecimiento de reformas que racionalizasen la administración, llegando al caso de intentos de establecimiento de regímenes de monarquía constitucional, con cierta separación de poderes134, que procuraron olvidar en cuanto declinó el poder francés y se hizo innecesario contar con ese consenso popular.

Por otra parte, el modelo de imperio que estableció Napoleón contribuyó a implantar ideas revolucionarias en los lugares que estuvieron bajo dominación directa (adquisiciones, como provincias) y en los lugares donde estableció monarquías títere (estados “vasallos”). Así, Holanda, Bélgica, la Confederación del Rihn, Italia (especialmente el Sur) España y Polonia recibieron con su incorporación al “Gran Imperio” la liberación del régimen feudal-servidumbre, la implantación del Código napoleónico y sistemas constitucionales más o menos sólidos. Si la idea apuntada por Polani, sobre el intento napoleónico de crear un bloque económico anti inglés, bajo la hegemonía francesa, fuese cierto, no cabe la menor duda de que Napoleón pretendió crear un “núcleo duro” dentro de este bloque con las zonas más centrales, en las que se daban mejores condiciones protoindustriales, situadas en torno a la cuenca renana, donde el desarrollo económico hacía que hubiese elites innovadoras que alcanzasen el poder de la mano de Napoleón. En este sentido, la implantación de esas “novedades liberales” se utilizó como arma contra el AR y como garantía de la fidelidad. Ciertamente, tuvo éxito el emperador en esta tarea: los territorios de este “núcleo duro” no olvidaron los logros de la época imperial, mantuvieron o implantaron rápidamente regímenes constitucionales y representativos y se mantuvieron en la órbita del liberalismo.

El dominio napoleónico también fue interpretado como invasión. Especialmente allí donde el AR tenía firmemente asentadas sus raíces y no se había constituido una elite innovadora “viable”, las novedades traídas e “impuestas” son tachadas de extrañas a la tradición propia, que es exaltada como valor superior. Son la iglesia y la aristocracia las difusoras de estas interpretaciones que se encuentran en la base del nacionalismo conservador. Los levantamientos populares anti napoleónicos de España, Prusia y el Tirol, o el carácter patriótico de la guerra para los rusos son claros ejemplos de esta actitud. En el mismo sentido, la reorganización del mapa europeo por Napoleón

132 En Prusia se proclamó el fin de la servidumbre y de las corporaciones. No obstante, se diseñaran sistemas tan complejos que no ocultan su origen: los campesinos debían redimir con un pago en efectivo sus obligaciones y dar una fuerte proporción de la tierra que cultivaban para hacerse con la propiedad sobre la misma. Con lo cual, se mantenía la preminencia social, económica y política de las antiguas aristocracias.

133 Ejércitos nacionales y levantamientos populares contra Napoleón. Por ejemplo, Austria, Prusia...

134 Llegó a plantearse incluso en Rusia.

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permitió a territorios y pueblos hasta ese momento fragmentados unirse en unidades más racionales (lo que List denominará estados suficientes), lo que abrió perspectivas hasta ese momento no imaginadas para el nacionalismo.

En resumidas cuentas, la obra del imperio napoleónico fue mucho más allá de su obra constitucional, estableciendo las instituciones que caracterizarán al estado liberal y sacando al liberalismo del coto anglosajón-francés.

Entre el 30 de mayo de 1814 y junio de 1815 se derrumbaron los últimos sueños napoleónicos. Las potencias enemigas “de la Revolución” vencieron. El Congreso de Viena inicia el período de la Restauración, bajo la tutela de dos grandes potencias, Inglaterra y Rusia, una potencia emergente como Prusia, y dos que aspiran a mantener el lugar central que habían ocupado, Austria y Francia. El ideólogo del proceso restaurador fue Metternich, que aportó el concepto, básico para comprender el período, de “equilibrio135”. Equilibrio en las relaciones internacionales europeas continentales, para evitar que una potencia pudiese manifestar tendencias “expansivas” (aunque no se contemplaba la expansión “fuera del continente”); equilibrio entre dos bloques europeos, el occidental organizado políticamente con monarquías constitucionales y el oriental con monarquías autoritarias; equilibrio interior en los estados, como “pacto” entre los diferentes grupos sociales (aristocracia del AR y elite innovadora, donde tuviese carácter “viable”). Se trataba se sustituir la confrontación por el arreglo, el acuerdo, la diplomacia, de acabar con la idea de ruptura, de revolución y de agresión, para asentar la de continuidad, que se manifiesta en la práctica de políticas legitimistas en la asignación-restauración de las monarquías anteriores a 1789, y en la vuelta a las fronteras pre-napoleónicas. Los ejércitos de la Santa Alianza actuarían, en principio, como garantía de este equilibrio. La alteración del “equilibrio” en un Estado se consideraría la alteración del equilibrio europeo. Las revoluciones, lo había demostrado Francia, no sólo eran asuntos internos, las ideas se contagiaban.

Esta idea de equilibrio se podía traducir en la idea más convencional de “orden”, por eso fue aceptada por los grupos sociales “dominantes”, la elite innovadora porque quería el orden para sus nuevos estados y porque, para asentarse definitivamente, necesitaba la fusión con los sectores mayoritarios del AR; la vieja aristocracia porque, dado lo inevitable del cambio, necesitaba un acuerdo que la incluyese en los nuevos tiempos.

Los principales enemigos del equilibrio fueron:

-Los grupos sociales que no aceptaron la idea de equilibrio, bien sectores vinculados al AR que no quisieron llegar a acuerdos políticos con sectores innovadores más débiles, condenándolos a la “subversión”, bien sectores de las “masas” que, excluidos del

135 No es de extrañar que fuese Austria la potencia estipuladora, pues este “equilibrio” era esencial para mantener el statu quo que le beneficiaba: mantener su posición internacional, mantener la situación interna de su aglomerado territorial (donde pronto las tensiones nacionalistas y las pretensiones de terceros comenzarían a actuar), mantener la monarquía de los Habsburgo.

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nuevo orden y espoleados por las consecuencias que la situación económica recesiva del continente136 en este período, optaron por la revuelta. La alianza de estos sectores137 daría lugar a los exitosos, al menos temporalmente, movimientos “revolucionarios” de 1830 y 1848. Los intentos de los años 20 se vieron abocados al fracaso por la falta de concurrencia de las “masas138” y la intervención de la Santa Alianza139.

-El desarrollo de ideas nacionalistas expansivas que pretenden remodelar el mapa trazado en Viena. Desde nuestro punto de vista (ver capítulo sobre el nacionalismo), estas ideas tienen que ver con los intentos de sectores aristocráticos por capitalizar el “cambio” desde posiciones conservadoras (en este período, Zollverein, alemana) o con sectores innovadores liberales débiles, que representan alternativas “no viables” desde el punto de vista de su enfrentamiento con grandes potencias dominadoras140, y que acabarán en fracasos141, sino cuentan con el respaldo de otras grandes potencias, como fueron los casos griego, servio o belga.

-La situación en las relaciones internacionales. Parece ser que el fracaso napoleónico de crear un “bloque” continental frente a la gran potencia inglesa, dió lugar al surgimiento de un nuevo enfrentamiento, esta vez entre Inglaterra y Rusia, que tenía dos escenarios claros: el continental europeo y el exterior (especialmente Próximo Oriente y Asia). El escenario europeo, que es el que aquí nos interesa, quedó diseñado

136 Especialmente en los momentos de agudas crisis agrarias, que provocaron de nuevo problemas de subsistencia y carestía (1817-18, 1826-29, 1836-39, 1846-48), que se tradujeron en motines, que adoptaron formas “jacobinas”, aunque no todos los contenidos.

137 Y la entrada en una fase crítica de la Santa Alianza por los desacuerdos entre las grandes potencias a propósito de la independencia griega.

138 A falta de masas con las que enfrentarse a los aparatos de “dominación” (especialmente policía y ejército) del Estado, utilizaron parte de estos aparatos, esencialmente a regimientos del ejército (pronunciamientos militares).

139 Esta internacionalización de la represión fue paralela a la creación de redes de sociedades de conspiradores, que, como los sectores reaccionarios, entendían la revolución como un asunto europeo, no concibiendo la “revolución en un sólo país”. No obstante estas redes, para la explicación de la extensión continental de los movimientos insurreccionales hay que tener en cuenta otros factores como el carácter paneuropeo de los fenómenos de crisis económica, el desarrollo de los medios de comunicación, la existencia de grupos de exiliados en los respectivos países, etc...

140 Generalmente aliadas a aristocracias no innovadoras. Sólo cuando estas aristocracias, o sectores de ellas, se alíen con otros sectores innovadores, bajo la cobertura del nacionalismo, esta opción se convertirá en viable, pero adoptará posiciones conservadoras.

141 Intentos italianos (Nápoles y Piamonte)

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bajo la idea de “equilibrio”, que, desde este punto de vista, significa mantenimiento de un statu quo, resultado de la contienda bélica. Rusia ejercería su hegemonía sobre la parte oriental e Inglaterra “iluminaría” la occidental. El “bloque” oriental adoptaría formas reaccionarias tendentes a conservar el AR, mientras el occidental se inclinaba hacia formas “constitucionales”. Las políticas proteccionistas aplicadas por los estados, al amparo de la situación recesiva, frenarían el desembarco inglés en el continente, y la división en bloques limitaría el afán expansionista ruso. A la estabilidad de este esquema geoestratégico se oponen dos problemas:

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-Los intentos rusos por ampliar su área de influencia más allá del “bloque” oriental, a través de la Santa Alianza, que no es apoyada por Inglaterra, especialmente en el caso de las colonias americanas de España.

-Las multinacionalidades austriaca y turca, que se encuentran en los límites de la zona de confrontación anglorrusa del próximo oriente, donde no está claro se hay que aplicar la política de “bloques”, en cuyo caso, Rusia tendría las manos libres, o la de expansión. Los casos servio y griego son paradigmáticos de estas tensiones.

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En general, cabe decirse que esta situación dejará142 el liberalismo, al menos como opción “viable”, en manos occidentales. Analizaremos brevemente el caso francés.

La Restauración francesa se entendió por las potencias vencedoras de 1815 como el resultado de dos variables básicas:

-La imposición de un régimen que ya no inquietara a Europa143, con una monarquía que se debiese a los vencedores y, por tanto, olvidase veleidades expansivas, asegurando, además, el principio legitimista, establecido en el Congreso de Viena.

-La necesidad, para consolidar este régimen, de que el mismo fuese aceptado por la mayoría de los franceses o, al menos, por los “grupos de poder”, esto es, nuestra elite innovadora.

142 En 1848-50 se produce una ruptura: la expansión del liberalismo, el comienzo de los intentos unificadores prusianos, la guerra de Crimea, la expansión del liberalismo. En una palabra, el “equilibrio” continental europeo se rompe y se pasa a una fase de confrontaciones limitadas, pero que prepara la Primera Guerra Mundial.

143 Desde el punto de vista geoestratégico, era una idea complicada, pues, se trataba de mantener a Francia como potencia que asegurase el equilibrio, evitando una clara preponderancia austrorrusa. El éxito prusiano se debió a las mismas pretensiones.

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Las posibilidades para materializar estas premisas eran limitadas, en realidad se limitaban a que Luis XVIII aceptase los cambios básicos que la revolución-elite innovadora había establecido. Por su parte, esta elite debía encontrar en la restauración borbónica el mecanismo para consolidar la inclusión de la antigua aristocracia en su grupo, en fin, de “buscar un equilibrio”. La historia de la Retauración es, en Francia, la historia de esa aceptación y de ese equilibrio.

Las condiciones que los borbones debían aceptar, y que el autoritario Alejandro I “impuso” o aconsejó a Luis XVIII, eran:

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-Un régimen representativo-constitucional.-Libertad de prensa-Libertad de cultos-Conservación de la preminencia socioeconómica, que se plasmaba en:

-Mantenimiento de grados y ventajas en el ejército-Reconocimiento de la deuda pública y sus rentas-Prohibición de averiguaciones y represalias por las opiniones y hechos acaecidos durante la Revolución.-Consideración de la irrevocabilidad de la venta de los bienes nacionales.

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Las condiciones de la futura monarquía giraron en torno a:

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-Aceptación de un ejecutivo fuerte (papel de la monarquía, que se resistía a reinar pero no gobernar), que se manifestaba en:

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-Aceptación de la monarquía hereditaria borbónica como legítima, lo que llevaba aparejado un modelo de transacción que justificase su aceptación de los nuevos tiempos sin que la idea monárquica sufriese menoscabo, que se encontró en la aceptación de una Carta (constitución) otorgada libremente por el monarca (las constituciones napoleónicas habían sido obra del Senado, aunque habían sido plebiscitadas)-Importantes funciones en manos del ejecutivo, que no era responsable ante el legislativo, y que no sobrepasaban las que había tenido Napoleón.-Establecimiento de limitaciones a la soberanía nacional:

-Restricción del derecho al sufragio.-Bicameralismo

-Limitaciones a los abusos en la libertad, especialmente la de opinión y prensa.

-Reconocimiento de las propiedades de la antigua aristocracia, indemnización por las expropiaciones realizadas e integración en los grupos de poder.

El resultado de este “arreglo” fue la promulgación, el 4 de junio de 1814, de la Carta francesa, que recogía todos estos aspectos, estableciendo la división de poderes (limitada por la importancia del ejecutivo, que tenía en exclusiva la iniciativa de las leyes), entre un legislativo con dos cámaras144, la de los Pares145 y la de los Diputados146, un sistema de sufragio muy reducido147, el catolicismo como religión del Estado, aunque se afirmaba la libertad de cultos. La idea de una “declaración de derechos” se traducía ahora en el “Derecho Público” francés148, que establecía la igualdad ante la ley, el derecho igual a ocupar cargos, la libertad de conciencia y religiosa y la de prensa.

Si comparamos esta carta con las constituciones napoleónicas no encontramos grandes diferencias, amén de los caracteres “populistas” de estas últimas, que el afianzamiento del carácter legitimista impedía continuar. Los dos regímenes se corresponden a sistemas autoritarios, aunque el régimen borbónico tuvo una vida parlamentaria más rica, siempre y cuando entendamos que este parlamentarismo se reducía a la selecta elite de los poderosos. Da la impresión de que los instigadores-conspiradores del 18 de brumario, que luego fueron relegados por el autoritarismo

144 Era necesaria la aprobación de las dos cámaras para que se promulgase una ley.

145 Compuesta por individuos nombrados por el rey (mantuvo a una mayoría del anterior Sebnado napoleónico), que adquirieron el título con carácter hereditario.

146 Elegida por la nación y representante de ésta.

147 Trescientos francos para ser elector y 1.000 para ser elegible, que daban un censo de 100.000 electores y de 20.000 elegibles para toda Francia, quedando un 90% de los franceses excluidos de participar.

148 Se perdían las connotaciones de “derechos naturales” y “derechos universales”, para recoger las ideas de “derecho positivo” y de “caracteres propios nacionales”.

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napoleónico, ahora estarían contentos, habrían visto triunfar su modelo de Estado, y que se sintetiza muy bien en estas frases de Chateaubriand:

“Debemos conservar la obra política que es el fruto de la Revolución... pero debemos erradicar a la Revolución de esta obra...”

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El acontecer político hasta 1830 fue el reflejo de:

-Las tensiones entre las facciones de la elite del poder en sus afanes de cohesión entre el grupo innovador -hijo y padre de la Revolución- y la antigua aristocracia. Los gobiernos moderados de 1816-20, de centro-derecha (1820-21), de derecha (1821-27), de centro-derecha (1827-29) y de derecha-ultra (1829-30), marcan los diferentes ajustes políticos149 que se intentaron realizar, para concluir en 1830, con la “no viabilidad” del nuevo régimen, que, bajo el reinado de Carlos X, se había refugiado en la defensa del AR. No obstante, resulta muy clarificador sobre los intereses políticos de estas elites, el hecho de que la sustitución de la monarquía borbónica por la orleanista, en 1830, no supuso un cambio drástico en la estructura política, sino en las formas: una atenuación del autoritarismo150. Es decir se trataba de mantener el poder en las mismas manos, aunque repartiéndoselo mejor, dando más opciones a las diferentes facciones de esa elite. Quizá, el cambio más importante fue que los sectores ultras, representantes de las fracciones de la aristocracia definitivamente no innovadora, quedaron definitivamente alejados del poder y de las pretensiones “viables” para ocuparlo151.

-Las tensiones entre la elite en el poder y la mayoría de los excluidos, que se refleja en la adopción de formas insurrecciónales, asociadas a la existencia de “sociedades secretas” (clandestinas) para los movimientos de la burguesía urbana media y pequeña, y a los tradicionales motines de hambre para los grupos inferiores, también esencialmente urbanos. Cuando los dos movimientos coincidan (1830) se volverá a las formas jacobinas y podrán poner en entredicho los poderes constituidos. El poder político, mientras tanto, optará por la represión152 de estos movimientos, sin dar lugar a consenso alguno.

149 El principal dilema del régimen es que pretendió asentarse sobre la base de la preminencia del ejecutivo y una representatividad muy reducida, por lo que tuvo que ir escorándose hacia el autoritarismo (suspensión progresiva de las libertades, establecimiento del “doble voto” para los mayores propietarios, depuraciones en la administración y el ejército, concesión de privilegios a la iglesia católica...) frente a una elite innovadora que observaba como ese autoritarismo llevaba al régimen a situarse al lado de la antigua aristocracia (los ultras) y a una mayoría de los franceses, excluida del poder, que volvían a ver a los borbones como los representantes del régimen que la Revolución había derrotado.

150 La Carta dejó de ser otorgada y se pasó a un modelo contractual entre el príncipe y la nación (aunque no se establece la primacía de los derechos de la nación), afianzamiento de las “libertades” (abolición de la censura), reducción de las funciones del ejecutivo, mayores prerrogativas a las cámaras -coiniciativa legislativa con el ejecutivo, derecho a realizar enmiendas, voto de presupuesto por capítulos, etc.-En resumen, el paso de una monarquía representativa autoritaria a una monarquía representativa constitucional. Pero se mantuvo el bicameralismo, el censitarismo, el título de carta y no de constitución.

151 Su destino fue el “exilio interior”, del que hemos hablado antes.

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Analicemos cuáles eran esas facciones de la elite de las que venimos hablando y que postulados teóricos tenían.

a/ Los grupos ultras son los representantes de la vieja aristocracia que “nada habían aprendido ni olvidado”, asociados a la idea borbónica, de la que esperan una restauración de su antigua posición social. Para ellos, la revolución había sido un fenómeno accidental153, producto del desarrollo del libre examen y de la funesta filosofía de la Razón, tolerada, ¡craso error!, por una monarquía que no supo darse cuenta de cuales eran sus verdaderos adalides. Sus dos ideólogos más importantes son DE MAISTRE (1753-1821) y BONALD (1754-1840). Para ellos, la política debe estar basada en la Historia, no en la Razón, que genera “abstracciones”, entes cuya viabilidad no puede estar demostrada. Dejar la política en manos de “ideólogos” racionalistas es someter a los países a experimentos catastróficos, como la revolución francesa había demostrado. Por el contrario, la Historia muestra la experiencia de generaciones154, cuyo resultado ha sido una sucesión de instituciones estables, “demostradas”, mejorables pero difícilmente sustituibles. El argumento definitivo lo encuentran en la “providencia”, mano ejecutora de la Historia. Así, la tradición revela un

152 La quiebra de las estructuras organizativas populares, la falta de cohesión dentro del grupo de excluidos entre aquellos que “recuerdan con horror los sucesos del 93", cuando los “desarrapados” pusieron en peligro/duda sus propiedades, y aquellos a los que la evolución económica (imposición lenta pero inexorable de una economía de mercado que está convirtiendo a las formas artesanales y manufactureras tradicionales en sectores “maduros”; descenso salarial al amparo de las leyes de “reducción del beneficio”; recesión económica que provoca una deflación de los precios que repercute en una pérdida de renta de los pequeños productores, etc.), y política está situando en una posición cada vez más difícil, que, a falta de un ideario (conciencia) “viable”, los convierte en grupos de la “inercia”, en grupos “desesperados”. El campo, mientras tanto, está constituyendo su estructura de pequeños propietarios (Francia) beneficiados por las medidas de 1789-94, y no quiere ni oír hablar de otra cosa que no sea de “orden”, entendiendo, además, que este fenómeno se está dando en el marco del nuevo proceso de esclerosis social que se está comenzando a producir en su seno, con la disociación entre el grupo de los que si van a poder seguir viviendo de las actividades agrarias y aquellos que comienzan a ver como la proletarización llama a sus puertas, como la “economía moral de la multitud” asociada a las anteriores relaciones sociales (derechos a la protección, bienes comunales...) es sustituida por nuevas relaciones sociales basadas en el mercado. Unos y otros adoptarán posiciones conservadoras. Los primeros como defensa del statu quo, los segundos como oposición a los cambios que les está imponiendo la mercantilización de las relaciones económicas y sociales, que se asimilan a la imagen de lo”urbano”. La religiosidad, restaurada en su prestigio por Napoleón y Luis XVIII, dará tinte ideológico (conservación de valores tradicionales) a este conservadurismo.

153 Para De Maistre, la Revolución es una obra de expiación querida por Dios.

154 J. Fiévée (1767-1839)

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orden natural155, previo, unas jerarquías en las que los hombres tienen señalado un lugar. No son los individuos (el hombre abstracto, como lo concibe la Ilustración, no existe, existen hombres particulares156) los que constituyen la sociedad, sino ésta la que da lugar a las diferentes individualidades. Orden que, como la Historia demuestra, ha sido el querido por Dios157.

Con estos planteamientos se trataba de rebatir el individualismo y la idea de soberanía y contrato liberales. Pero la Restauración les impuso la tarea de dar cabida en su teoría a la aceptación (una asimilación lógicamente interesada) de la herencia revolucionaria. ¿Cómo introducir los conceptos de libertad y de “régimen representativo” en estas doctrinas, para justificar su estancia en las instituciones del nuevo régimen borbónico? Dos argumentos:

1/ El concepto de estabilidad158, que a lo largo de la Historia nos muestra que es el fruto de la integración de la tradición y de las innovaciones propias de los avances sociales159. En esta integración, la tradición está representada por la legitimidad monárquica y el concepto de libertad que representa (del que hablaremos a continuación) y la innovación por el régimen representativo. Pero como no se trata de una integración de ideas abstractas o de entidades “nuevas”, sino de la adecuación de la tradición a los nuevos tiempos, la monarquía no tiene que llegar a ningún acuerdo o contrato con la innovación, simplemente debe asimilarla en su seno, mediante el otorgamiento de ese régimen representativo. ¿Qué cambia? La composición de la aristocracia que sostenía a la monarquía, pero no el hecho esencial160 de que la

155 En el sentido, del orden que siempre ha sido, no en el sentido “natural” de los ilustrados: el orden que, aunque no sea, “debe ser”. El resultado es una visión positivista de la filosofía política.

156 Particularidad que, desde el punto de vista social, consiste en su particular posición en la jerarquía social.

157 La expresión más hiperbólica de esta teoría la realiza De Maistre, cuando señala que el orden terrestre tiene bases teocráticas: el rey es el representante del poder de Dios en la tierra, de donde recibe el derecho a gobernar-soberanía y a ser obedecido; sólo el Papa tiene una magistratura superior.

158 Esta estabilidad es la causante del poder de los Estados, de la armonía social y del desarrollo económico, que son los fines de cualquier estado.

159 Innovaciones que no son el producto de la Razón o de valores (derechos) anteriores a la misma Historia, sino el resultado del propio acontecer histórico. Así, el ya citado Fiévée, sostiene que esas innovaciones se deben a la evolución socio-económica, que había llevado a la sustitución de la antigua nobleza basada en el privilegio por una nueva aristocracia basada en el prestigio. Chateaubriand, más literario, asienta los cambios en las costumbres.

160 En un claro entronque con la ideología “de inercia” de la aristocracia del AR.

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monarquía se base en “el honor y la fidelidad161" que representa la aristocracia, que es la encargada de la administración del Estado.

-El concepto de la verdadera libertad, que se manifiesta en las libertades “locales” (comunales y departamentales, entendidas como autoadministración) y en la sujeción (contrapeso) del Estado a la tradición y los “poderes intermedios” (las libertades locales y la representatividad de la aristocracia). La libertad no es, pues, participación.

El resultado, como se ha podido apreciar, es intento de adaptación de los valores del AR a la realidad de una nueva elite. Pero estaba condenado al fracaso porque el Estado que se estaba construyendo no tenía su fundamento en el privilegio.

b/ La aristocracia moderada representa a los sectores que “si habían aprendido algo” y preferían olvidar si ello les podía suponer la incorporación a esa nueva elite del poder. Pero, para ello, necesitaban innovar. Son conservadores pragmáticos, que por eso mismo no realizaron grandes sistematizaciones doctrinales y prefirieron teorizar (dar un barniz ideológico) la realidad concreta del régimen restaurador. Su mejor exponente es Pier-Paul ROYER-COLLARD (1763-1845), para el que el restablecimiento de la dinastía (el carácter hereditario de la monarquía la sitúa más allá de las veleidades políticas) debía suponer la vuelta a la estabilidad, la vuelta a las instituciones naturales162 propias de Francia. Pero, para que el Estado (el restaurador francés y cualquier otro) tuviese éxito era necesario que se sustentase en la idea de equilibrio entre los diferentes derechos e intereses que se dan en toda sociedad, y que, en ese momento, se podían concretar en monárquicos, aristocráticos y democráticos. Los primeros se correspondían con el mantenimiento del Estado, en la medida en que suponía el mantenimiento de la dinastía; los segundos con el mantenimiento del “orden”, que garantizaba su lugar preminente; los terceros con los de la libertad, entendida como libertades individuales. La mejor forma163 de lograr ese equilibrio era el régimen representativo, que es interpretado como la representación de esos intereses: la cámara de los Pares era el escenario de los intereses aristocráticos, la de los Diputados la de los democráticos. El establecimiento de un sistema de equilibrio entre ejecutivo-monarquía, cámara alta y cámara baja suponía la representación de ese equilibrio necesario para todo Estado.

Como pude observarse, estos aristócratas moderados coinciden con los ultras en la afirmación de la tradición como fuente de la política, donde fundamentan sus privilegios y los derechos de la dinastía. Pero, y esto es importante porque permite que se puedan incorporar a la elite innovadora, admiten la idea de las libertades individuales y de la aceptación de los “intereses democráticos”. Su defensa del “orden” y el planteamiento de un sistema de participación limitado coincidían, además, con los planteamientos políticos que en ese momento tenía la elite innovadora.

161 Chateaubriand

162 La familia, la comuna, la aristocracia y la monarquía.

163 La que la Historia había llevado a cabo (herencia de los sucesos desde 1789).

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c/ La elite liberal heredera de la Revolución estaba compuesta por la elite innovadora que había capitaneado en proceso revolucionario, cuyos diferentes avatares habían ido moldeándola, incorporando nuevos sectores, alejando a otros, y cimentando una mayor cohesión en su seno. Les une una imagen negativa de la experiencia revolucionaria, especialmente del período de la Convención, que asocian a la ideas de “masas incontroladas” (anarquía) y despotismo, llegando a la afirmación de que ambas se engendran mutuamente: el despotismo (refiriéndose al AR) genera el justo derecho anarquía, tanto porque genera unas relaciones sociales arbitrarias (e injustas) como porque origina descontento y levantamientos, que son el origen de la anarquía; a su vez, la anarquía origina la opresión de las mayorías que han alcanzado el poder por medios no liberales, dando lugar a nuevas formas de despotismo.

La influencia inglesa, el recuerdo del terror164 y la necesidad de impulsar el desarrollo económico165, producen en la ideología de esta elite innovadora una serie de cambios con respecto a las fuentes ilustradas, que se encuentran en su origen. Si para esta teoría la base se encontraba en la concepción del hombre dotado de unas capacidades naturales (Razón) que imponían los conceptos de libertad (como capacidad de acción-intervención) y de contrato (acuerdo para sublimar166 los intereses particulares en uno general), ahora de trata de los hombres concretos como punto de partida: ya no hay una unidad inicial (el hombre), que lleve a una afirmación hiperbólica de la igualdad, sino de seres individuales movidos por intereses particulares; la sociedad será, así, el resultante de ese libre juego de intereses y la Razón no los sublimará sino que impedirá que nada los limite. El interés general no será la “superación” del interés particular, sino el libre juego de este.

164 Germaine STAËL (1766-1817), que tenía un influyente salón, donde acudía lo más granado de la elite liberal, y que había vivido muy de cerca el proceso revolucionario, señalaba que el Terror surge de “la lucha de los que nada tienen contra los que sí tienen”. De donde deducía en sus escritos finales (D´Allemagne) que era necesario tener una mirada benévola para con el pueblo, pero que en ningún momento se le debía permitir “salirse de su lugar”.

165 Consideran que ya ha llegado el momento de desarrollar las potencialidades económicas que el depotismo tenía encadenadas. Así, Constant señala que se encontraba en un momento en el que “el mundo moderno es el universo del comercio, en el que el hombre por su iniciativa propia trata de adquirir el desahogo económico y la paz”.

166 La Razón hacía al hombre abandonar su interés para asumir como propio el interés colectivo. Así, la libertad consistía en abandonar el egoísmo para abrazar la solidaridad: frenar los impulsos-deseos (el ejercicio individual de esa capacidad ilimitada de acción) para regirse por la voluntad racional (reconocer que las acciones de otros infieren en las mías, limitando mi propia capacidad de acción, y, por tanto, la necesidad de llegar a un acuerdo que establezca unas normas que señalen las fronteras de esas capacidades, la libertad.

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De estos planteamientos se deducen unos cambios trascendentes:

-La afirmación de la bondad del interés particular, porque es la base del desarrollo.-La libertad como no limitación. Si antes era el Estado-la mayoría, producto del contrato, la causa de ella (en cuanto legislador), ahora el Estado-la mayoría es uno de sus peores enemigos, en la medida en que puede limitar, mediante leyes, el libre juego de los intereses particulares. La libertad tiene su origen en las capacidades individuales y no en la sublimación de éstas.-La ley es positiva, no es natural; tiene su origen en la legislación humana, por tanto, es susceptible de evolución, de cambios, no es universal ni eterna; garantiza la libertad no limitándola.-La libertad deja de ser un bien general, para convertirse en un bien particular: el tranquilo disfrute de los bienes. En este sentido, libertad deja de significar participar para querer decir no limitar.-El estado debe ser el garante de esa libertad. Para realizar esta garantía, debe ser representativo de los intereses particulares. Así, el Estado ya no debe ser representativo de la nación que realiza el contrato, sino de los intereses que están en juego. En primer lugar, porque estos intereses necesitan una entidad que les garantice que no serán limitados, y, en segundo lugar, porque sólo la concurrencia de todos esos intereses impide que un interés se imponga al de los demás. El Estado, así, es también positivo, susceptible de evolución y cambios: debe amoldarse a la evolución de la sociedad, de los intereses.-El interés particular es lo natural, por ello, el derecho a tener intereses particulares es natural e igual para todos los hombres. Pero del interés particular nace la desigualdad real: no todos los hombres acaban siendo iguales; la dedicación, la instrucción y las “luces” de cada uno están en la base de estas diferencias. Así, la igualdad es una igualdad ante la ley, pero el desarrollo de esta conduce a la desigualdad real. -No existe un interés general absoluto, ni tampoco todos los intereses son iguales. La desigualdad genera que haya individuos con intereses más importantes que otros. Aquellos que “nada tienen” tienen menos intereses que otros: tienen menos que perder y menos autonomía167 para poder pensar en sus intereses. Por tanto, el Estado debe limitar la representatividad a los “verdaderos intereses”.-Una representatividad “generalizada” conduce al despotismo, a la limitación de los verdaderos intereses particulares; primero, porque se corre el riesgo de dejarse llevar por las “veleidades” de los irresponsables que pueden fácilmente arrastrar a aquellos que, sin tener verdaderos intereses, nada pierden con ello y “todo lo pueden ganar168”; segundo, porque estos últimos, “los que nada tienen” (con lo cual ya han demostrado que “poco pueden conseguir”), tienen un interés “destructor” (amotinados y luddistas),

167 Entendida como “ocio” (Constant) para poder pensar en sus intereses y, sobre todo, porque se piensa que los que dependen para subsistir de otros ya tienen sus intereses representados por esos de los que dependen, que, además, por su posición preminente defenderán mejor esos intereses.

168 Se genera una ética de la laboriosidad, por la que la jerarquía social obedece al esfuerzo. La propiedad aparece como la fuente de la “responsabilidad”, pues limita la arbitrariedad.

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tienden a hacerse con lo que no tienen por medios poco decorosos. Dado que el interés por poseer es natural, algunos lo realizan “bien”, mediante el esfuerzo y el trabajo en la “libre competencia”, otros, sintiendo ese natural deseo de poseer, buscan los medios para plasmarlo de “otra manera”, mediante la utilización abusiva del Estado.-El estado liberal tiene dos facetas: la libertad es igual para todos en cuanto igualdad ante la ley, pero la participación se limita a “los que tienen algo que decir”.

1.7. B. CONSTANT

Benjamín Constant (1767-1830) parte de un concepto de libertad netamente individualista (había estado exiliado en Inglaterra), de hecho la define como “el triunfo de la individualidad”, como la afirmación de la particularidad individual, que, desde un punto de vista social, se define por la posesión. Dos enemigos tiene la libertad:

-Las mayorías que pretenden someter la opinión-conciencia individual.-La extralimitación de la autoridad, si impone leyes que limitan la capacidad

individual.

Para Constant la sociedad consiste en un conjunto de individuos que establecen relaciones y contratos entre ellos, de los que obtienen beneficios (económicos, sociales, culturales, políticos, etc...). De ello, deduce la necesidad de asegurar la libertad de esa acción individual beneficiosa.

El Estado tiene su origen en la soberanía popular, que nace de la certidumbre de la bondad de la iniciativa particular. Por tanto, esta certidumbre limita, es previa, a la soberanía; nada debe hacer el Estado contra la libre iniciativa, sino conculcaría su fundamento, sería despótico e ilegítimo. En el mismo sentido, el propio concepto de soberanía popular no puede suponer la idea de una voluntad general mayoritaria que, en pos de un interés general, limite la libre iniciativa. Por el contrario, al nacer de la citada certidumbre, la soberanía popular debe ser la garantía de esa iniciativa particular.

La manifestación de la soberanía popular es el régimen representativo, que consiste en “poner los asuntos públicos en manos de apoderados suyos, en los que ha depositado su confianza, que decidirán en su nombre y le rendirán cuentas”. Pero esta representatividad, para asegurar “la libre iniciativa”, debe tener dos limitaciones:

-Debe estar restringida a los “propietarios que vivan de sus recursos”, pues son los que pueden disponer de “ocio para poder interesarse en los asuntos públicos169” y los que tienen la suficiente “independencia de juicio” para que su juicio sea libre.

169 Queda recuerdo de la Constitución del 93 que establecía el pago de un salario por la asistencia a las instituciones representativas, favoreciendo, así, la participación de los que de no podían perder un día de sueldo para poder vivir. La lectura liberal es que entonces el Estado se convierte en “el empleo” de estas gentes y deja de ser el agente neutral necesario.

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-Debe articularse en el marco de la división de poderes, que no sólo es la garantía de que ninguno de ellos intentará imponerse a los demás, sino que es, y es lo más enfatizado en el momento, la garantía de la estabilidad. Dado que el legislativo es cambiante por las periódicas elecciones, se hace necesario un elemento de estabilidad en el ejecutivo, que comentaremos después, y en la bicameralidad. La existencia de una cámara alta representativa de las elites vinculadas al Estado da lugar a un elemento que defenderá los elementos de permanencia de ese Estado, moderando las iniciativas de una cámara baja, donde se encontrarán los intereses particulares.

El poder ejecutivo se entiende desdoblado en dos funciones: el gobierno, que lo realizan los ministros, y la jefatura del estado, que está en manos del rey o del presidente de la república, cuya misión es ser un poder neutro que:

-Asegure la continuidad del Estado, junto con la cámara alta.-Arbitre en las normales disputas entre el gobierno y el legislativo.

Sobre la forma del Estado, Constant afirma su relativismo. Las instituciones humanas (obras de los hombres) son buenas si se corresponden con las sociedades a las que representan, si se adaptan a su momento histórico. En este sentido, las formas del Estado dependen de cada país y de cada momento. Conviene observar aquí que esta idea relativa abre las puertas no sólo a la Restauración (los borbones como algo francés), sino también a la justificación de los hombres de 1789, que llevaron a cabo la adaptación de las instituciones políticas a la nueva realidad social.

El único criterio que Constant salva de este relativismo es la necesidad de garantizar la iniciativa particular, que se manifiesta en la existencia de estados representativos, como ya hemos visto, y limitados. Limitados porque su misión en garantizar la libertad y un excesivo intervencionismo del estado la limitaría. Partidario del librecambismo, que extrapola a una concepción de la diplomacia similar al laissez-faire170, sostiene que en lo único que el Estado tiene que manifestarse fuerte es en la garantía de esa liberalidad.

Por último, Constant plantea un tema que el romanticismo había recuperado, pero que Napoleón y la propia Restauración habían llevado al primer plano político, la religión. Olvidadas las actitudes antirreligiosas de los primeros años revolucionarios, cuando se hizo pagar a la Iglesia por haber sido un soporte (ideológico, económico, social y político) del AR, se recupera el tema religioso, pero separándolo de la idea de iglesia, buscando sus aspectos “morales”. Robespierre ya había señalado la necesidad de una cierta religiosidad que fuese la fuente del civismo y de la virtud. Napoleón expresó su certeza de que la religiosidad era un elemento esencial del orden social. Los nuevos liberales refinan el argumento: el sentimiento religioso ha sembrado en el alma humana las semillas de la moralidad, que se resumen en las ideas de justicia, de

170 Según él, desde 1815, Europa ha entrado en una fase en la que la guerra ya no tiene sentido, porque las relaciones de los países han abandonado el campo de las armas para situarse en el del comercio.

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amor, de libertad y de piedad. En pocas palabras, la base del conceptos de dignidad humana.

Eliminar la religiosidad es un acto innecesario, despótico (oprime las conciencias individuales) y negativo. Sin religiosidad los hombres actúan cruelmente en esa sociedad de la libre iniciativa, los derrotados en el combate de la competencia no obtienen ni clemencia ni consuelo. Así, como en Adam Smith aquellos rasgos básicos del comportamiento humano, la religiosidad en Constant es un elemento de armonización social, ha generado el sentimiento de “justicia social” en el alma humana, entendida como “benevolencia” en su sentido etimológico, que permite socorrer al necesitado, ayudar al derrotado, no explotar las condiciones de ventaja, etc.

Por tanto, la religión aparece como el corrector del “libre mercado”, pero no a través de leyes o prescripciones, sino de las conciencias de los individuos, porque es imprescindible que iglesia y Estado vivan separados, que reine la libertad de cultos y la tolerancia.

“Durante 40 años he defendido el mismo principio: libertad en todo: en religión, en filosofía, en literatura, en industria y en política; y por libertad entiendo el triunfo de la individualidad; tanto sobre la autoridad que quisiera gobernar despóticamente, como sobre las masas que reclaman el derecho de someter la minoría a la mayoría. El despotismo no tiene ningún derecho. La mayoría tiene el de obligar a la mayoría a respetar el orden; pero todo lo que no altera el orden, todo lo que es solamente interior, como la opinión, todo lo que, en la manifestación de la opinión, no hace daño a otro, bien provocando violencias materiales o bien oponiéndose a una manifestación contraria, todo lo que, en materia de empresa, deja a la empresa rival ejercerse libremente, es individual y no podría someterse legítimamente al poder social...” (Mélanges de littérature et de politique, 1829)

“Bajo el jacobinismo, se dijo que no había salvación más que en la República y que era preciso inmolarlo todo en aras de la República y la patria; pero la masa nacional se percató perfectamente bien de que aquello a lo que se llamaba República no era la libertad y que formaban la patria, precisamente, todos los afectos y todos los disfrutes cuyo sacrificio se exigía en nombre de la abstracción a la que se daba aquel nombre.

En ese tiempo, escuché animadísimas arengas y presencié demostraciones por demás enérgicas; fui testigo de solemnísimos juramentos; no tenía esto el menor valor, pues la nación se prestaba a estos juegos como si fueran ceremonias para no disputar y luego cada cual regresaba a su casa, tan descreído o sintiéndose tan poco obligado como antes...” (Les journaux intimes, ed. 1952)

“Al convocar a la clase industriosa al disfrute de los derechos políticos, la ley electoral ha situado el poder en la clase que es el centro de las luces prácticas, porque en ella figuran por igual las clases ricas y las clases pobres. Es más imparcial que las primeras porque, situadas como están en la cima del Estado social, no conocen de sus intereses más que lo que los afecta inmediatamente. es más ilustrada que las segundas a las que absorbe el trabajo mecánico.

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En la clase industriosa reside la independencia, porque todo el mundo necesita de ella y ella no necesita a nadie.

En esta clase reside el espíritu de igualdad, porque es demasiado numerosa como para tener, como los grandes propietarios, preocupaciones necesariamente restringidas a un corto número de personas.

En esta clase reside el patriotismo, porque sus intereses, a diferencia de los de los capitalistas puros, no se pueden aislar de los intereses nacionales...” (Principes de politique, 1815)

1.8. E. BURKE (1729-1797). El liberalismo “conservador”.

Edmund Burke, británico pero estudioso y analista de la Revolución Francesa, representa la ideología de los liberales que censuraron los excesos de la Revolución. Como liberal, apoyó a los colonos norteamericanos y las reivindicaciones de los católicos irlandeses, pero, en 1790, en sus Reflexiones sobre la Revolución francesa, censuró el proceso revolucionario francés en cuanto supuso, según él, una ruptura innecesaria.

La revolución es vista como el experimento de los filósofos franceses171: la puesta en práctica (forzada, de ahí la necesidad de violencia, de revolución) de las ideas racionalistas y abstractas de los ilustrados, el intento de llevar a la práctica unas ideas abstractas; y para nuestro autor, en política no valen abstracciones sino las cosas concretas: el Hombre no existe, es una invención, existen los hombres diversos y diferentes, productos de la Historia. Por lo cual, la aplicación de abstracciones supone siempre forzar la realidad, tiranizar la realidad, porque los entes racionales, por definición, tienen carácter paradigmático pero no se corresponden exactamente con la realidad. Esta inexactitud de las racionalizaciones ilustradas-revolucionarias es lo que conduce a tener que modificar la realidad para adecuarla a las ideas. La Filosofía no es el instrumento de la Política.

La política debe procurar el bien de los ciudadanos, pero estos ciudadanos son seres concretos, con intereses concretos. Por ello, la política consiste en armonizar esos intereses concretos, en buscar el interés común a todos esos individuos concretos. La aplicación de un ideario abstracto no puede sino tiranizar a los individuos, no puede ser sino la imposición de algo ajeno a la realidad social172.

171 Los denomina “experimentadores de una nueva moral”.

172 Llegando más lejos, se puede afirmar que esa tiranización es realizada por hombres concretos en un momento concreto y sobre unos individuos concretos; de tal forma, que se puede concluir que en realidad obedece a unos intereses concretos. La revolución se convierte, así, en una nueva forma de despotismo.

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¿Dónde está la fuente de las ideas políticas? En la Filosofía no, está en la Historia, donde se encuentran los procesos que han conducido a la realidad actual, el conjunto de “tradiciones, de prudencia, de moral incorporada en los usos y en las costumbres”. La Historia es la principal fuente de lecciones para el político, porque el hombre puede modificar la realidad, pero no crearla, pues siempre tendrá que contar con un punto de partida, con una realidad social. Burke opone la Revolución francesa a la inglesa. La primera intentó levantar un edificio sobre una tabla rasa y condujo al desastre tiránico; la segunda realizó “una amplia y sutil armonía de costumbres, prejuicios e instituciones concretas depositadas en el curso de los siglos”. Dicho con otro aforismo: “las constituciones no pueden hacerse, sino crecer”.

Para Burke, pues, lo censurable de la Revolución francesa fue el hecho revolucionario, porque la pretensión de acabar con un “orden de siglos” para instaurar uno nuevo es quimérica, porque ni la libertad ni la igualdad se consiguen por decreto. Los hombres son más o menos libres y más o menos iguales, según la Historia los ha hecho; lo único que puede hacer el político es armonizar mejor los diferentes grados de libertad y de igualdad. Pero, esta acción optimizadora no puede partir de imponer a esos hombres un orden nuevo, sino de analizar como hacer funcionar mejor la sociedad.

Para cerrar el sistema, Burke señala que la Historia (creadora de la realidad) es obra de la Providencia. Así, a la necesidad de contar con la realidad se une el deber de conservarla, y la acción del político se convierte en una acción moral: mejorar la sociedad no es sino hacerla más virtuosa, más armónica, situarla en el camino trazado por la Providencia.

De esta manera:

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-El hombre nace inmerso en una sociedad (no existe el Hombre, ni hombres aislados unos de otros), que es anterior a él y que lo individualiza. Una sociedad que es el resultado de la Providencia, una sociedad que debe ser. El contrato no es una obra racional del hombre sino una consecuencia moral.-El hombre es un ser moral, cuya conciencia vive la confrontación entre la virtud y el deseo. De esta moralidad deviene la tendencia a exigir ser respetado (asegurar la integridad personal) y a respetar a los demás. El hombre virtuoso es el que sigue los dictados de la moral y vence al egoísmo, el que se impone el deber de respetar a los demás sobre el deseo de dominarlos.

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Por lo tanto, la misión del político virtuoso-moral, es la de legislar para asegurar esta individualidad (el derecho a una conciencia moral), la de proteger los derechos de los hombres, entendidos como la necesidad moral de poder ser libres. La felicidad de las sociedades radica en la armonización de las pretensiones individuales, en la posesión de leyes que sean la plasmación de esos dictados morales.

Para acabar, el gobierno de las sociedades debe estar en manos de hombres virtuosos, de aquellos que encarnan “la disciplina personal y las virtudes severas y restrictivas”, de una aristocracia natural, cuyos componentes nacen ya en el seno de la virtud y se educan en ella. Pero no se trata de una aristocracia del privilegio, sino de la que sabe situarse por encima de los intereses particulares para servir a la sociedad.

“Puedo yo hoy (1790) felicitar a esta misma nación (Francia) por su libertad? Porque la libertad, en su sentido abstracto, deba ser colocada entre los bienes del género humano, ¿iría yo seriamente a cumplimentar a un loco que se hubiera escapado de la protectora constricción y de la saludable oscuridad de su calabozo, por la recuperación de la luz y de su libertad? ¿Iría yo a cumplimentar a un salteador de caminos o a un asesino que hubiese roto sus cadenas por la recuperación de sus derechos naturales? Esto sería renovar la escena de los galeotes y de su heroico libertador, el metafísico Caballero de la Triste Figura...” (Reflexiones sobre la Revolución Francesa” 1790)

“Negaré siempre muy formalmente que figure en el número de los derechos directos y primitivos del hombre en la sociedad civil... El gobierno no se forma en virtud de los derechos naturales que pueden existir, y que existen, en efecto, independientemente de él; estos derechos son mucho más claros y mucho más perfectos en su abstracción, pero esta perfección abstracta es su defecto práctico; teniendo derecho a todo, se carece de todo. El gobierno es una invención de la prudencia humana para proveer a las necesidades de los hombres... Se está de acuerdo en que entre todas estas necesidades la que más se hace sentir es la de sujetar suficientemente las pasiones... En este sentido, la sujeción cuenta entre los derechos humanos tanto como la libertad...” (Reflexiones...).

“La simple idea de la formación de un nuevo gobierno basta para inspirarnos disgusto y horror; deseábamos en la época de la revolución, y seguimos deseando todavía hoy, no deber nada de lo que poseemos más que a la herencia de nuestros antepasados. Hemos tenido gran cuidado de no injertar en este cuerpo y en esta cepa de herencia ningún retoño que no fuese de la naturaleza de la planta originaria... La política permanente de este reino... es considerar nuestras franquicias y nuestros derechos más sagrados como una herencia... Tenemos una corona hereditaria, pares hereditarios y una Cámara de los Comunes y un pueblo que mantienen sus privilegios, sus franquicias y su libertad por la herencia de una larga serie de antepasados... Esta política me parece ser ele efecto de una profunda reflexión, o, más bien, el feliz efecto de esa imitación de la naturaleza que, muy por encima de la reflexión, es la sabiduría por esencia... Nuestro sistema político está en una simetría y en un acuerdo perfecto con el orden del mundo...” (Reflexiones...)

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(Es menester...) “que las operaciones sean lentas y, en algunas circunstancias, casi imperceptibles. Si, cuando trabajamos sobre materias inanimadas, las circunspección y la prudencia son sabiduría, ¿no se convierten, con mayor razón, en un deber cuando los objetos de nuestra constitución y de nuestra demolición no son ladrillos y maderajes, sino seres animados, cuyo estado, modo de ser y hábitos no se pueden alterar súbitamente sin convertir en miserable a una muchedumbre de otros seres semejantes? Pero se diría que la opinión dominante en París es que para hacer un perfecto legislador las únicas cualidades requeridas son un corazón insensible y una confianza que no duda en nada...” (Reflexiones...)

1.9. Liberales católicos

Para continuar con el tema religioso, cabe citar a un curioso personaje que ha tenido importancia en el pensamiento social de la iglesia católica173, Lamennais174. Amén de sus escritos y actividades para crear una orden reformadora en el seno de la iglesia, nos interesan sobre todo sus escritos sociales. Partió del sentimiento de conmoción que le causó la miseria de las clases trabajadoras, de los pobres, que, además, consideró que iba en aumento. Las causas de esta situación las situó en los

173 El catolicismo social se planteó de una forma clara y sistemática a a partir de 1890, con el “paternalismo” de De Mun o La Tour de Pin, y el sindicalismo católico), pero Lamennais fue el primero que introdujo el tema de las clase populares en el debate católico. La iglesia católica se había situado, desde el siglo XVIII, en una posición contraria al desarrollo de las ideas innovadoras. El desarrollo del “libre examen”, las tendencias anticlericales (críticas a los regulares, a la opulencia de la iglesia y expulsión de los jesuitas), la pérdida de privilegios y la difusión en su seno de esas ideas ilustradas habían colocado a Roma en una situación incómoda, de pérdida de influencia. La extensión del laicismo le parecía la raíz de todos lo males. Las medidas expropiadoras de la Revolución francesa, que pronto fueron acogidas por la mayoría de los países europeos, restó a la iglesia la fuente de su tradicional forma de vida. No ha de extrañarnos, pues, que Roma reaccionase enérgicamente contra el liberalismo, situándose netamente en el campo de “los que nada habían aprendido, ni olvidado”. Así, la encíclica “Mirari vos” (15 de agosto de 1832), criticaba explícitamente “todas las doctrinas que ponen en duda la fe y la sumisión debida a los príncipes”, denostando, de paso, a las sociedades secretas, el indiferentismo religioso y la libertad de conciencia y de imprenta. La materialización del problema en el propio seno del Estado Pontificio, a través del nacionalismo italiano, exacerbará estas posiciones. La encíclica “Quanta Cura”, de 1864, y el “Syllabus errorun”, donde se señala: “el Romano Pontífice no puede ni debe reconciliarse con el progreso, el liberalismo y la civilización moderna”, son claros exponentes. Por ello, la aparición de un personaje como Lamennais es novedoso y supone, a pesar de los particulares puntos de vista de nuestro autor, el inicio de una visión diferente.

174 Robert de la Mennais, cuando rompió lazos con las posiciones reaccionarias de la aristocracia, comenzó a firmar Lamennais.

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vicios del liberalismo, que se manifestaban en un cruel egoísmo, que no manifestaba piedad por los desfavorecidos, rompiendo así la tradicional armonía (volvemos a la “economía moral de la multitud”) que había reinado en el AR. Pero Lamennais, al menos en esta fase, no era partidario de una vuelta al AR, sino de una recuperación de la moralidad en las relaciones sociales que venciese al egoísmo. Para ello, pensó en tres líneas de acción:

1/ Mejorar la situación de estos grupos sociales mediante el establecimiento de organizaciones cuasi-sindicales y cooperativas.2/ La concienciación-moralización de la sociedad, que debía conseguirse con su recristianización, para lo que llevó a cabo una enorme labor divulgadora (con bastante éxito, por otra parte), intentó la reforma de la institución eclesiástica, para acercarla a los pobres y defendió la separación de la iglesia175 y el Estado.3/ La democratización política, que otorgase el sufragio universal, único medio para que estos grupos sociales pudiesen manifestar sus intereses. Esta democratización debía de ir acompañada del desarrollo de la libertad religiosa, de educación, de prensa y de asociación.

Lamennais fue un innovador, pero su inconstancia en los planteamientos y la censura que suscitó por parte de la iglesia, quitaron importancia a su obra.

2.10 l radicalismo y el republicanismo

Desde nuestra perspectiva, las Tres Gloriosa de 1830 (27, 28 y 29 de julio) supusieron un reajuste entre las elites del poder, que se saldó con la definitiva eliminación de los grupos ultras y de las posibilidades borbónicas, que se había aliado a estos. Pero nada cambió en lo esencial del ejercicio del poder: se rehabilitó la bandera tricolor, se suprimió la religión de Estado, la monarquía se hizo contractual, se limitaron las funciones del rey (perdió el derecho a veto y el monopolio de la iniciativa parlamentaria), pero el sufragio siguió siendo censitario y muy restrictivo, continuó el bicameralismo, con una cámara de los Lores ahora vitalicia y no hereditaria, se mantuvo la continuidad con la idea de “la Carta” (ahora no otorgada sino pactada entre el rey y la soberanía nacional). En resumen, que las reformas dan la impresión de ser más una democratización del ejercicio del poder de la elite, perdida la esperanza de recuperar para el nuevo régimen a la vieja aristocracia, que una democratización del ejercicio del poder propiamente dicho. La mayoría de la población pudo, mientras no “incordió” al poder, disfrutar de una mayor libertad de prensa, pero quedó marginada de la participación. La idea la expresó muy bien Guizot, cuando decía que “era necesario despolitizar a la nación”, dando prioridad a los logros económicos. El consenso al nuevo régimen, al ejercicio del poder por nuestra elite innovadora vendría de la extensión del bienestar, del “desarrollo176”, no de su participación en el Estado.

175 Según él, la iglesia podía llevar a cabo su misión sin las servidumbres al poder, en un régimen de libertad.

176 Que se midió en tres parámetros: cubrir Francia con el ferrocarril benefactor (pensando en industrializar), mejorar la instrucción pública y elevar el nivel de vida

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Pero las jornadas de 1830 supusieron algo más, fueron la demostración del poder del “pueblo177 en armas178”. Los liberales tomaron nota: era necesario atraer a esas “masas” (como ya hemos dicho, no mediante la participación, sino por medio del “desarrollo”) y crear una fuerza represora eficiente, que se consiguió relanzando y reformando la guardia nacional, que pasó a disponer en octubre de 1830 de más de medio millón de hombres armados, dejando de ser un grupo de burgueses armados.

Por otro lado, el convencimiento de que sólo con un movimiento de masas se podían cambiar las cosas llevó a la opción republicana, representante de los que aspiran a un “orden mejor179”, a una vuelta al jacobinismo, cuya imagen había sido rehabilitada por la explosión de romanticismo que supuso el éxito de los “heroicos tres días gloriosos”. Para atraer a esos “excluidos” urbanos, el republicanismo volvió a trabajar con la idea jacobina de igualdad y de propiedad. La igualdad política debía manifestarse en la implantación del sufragio universal masculino, la igualdad socio-económica en la aplicación de medidas correctoras al librecambismo, inspiradas en el robespierrismo pero adaptadas a los nuevos tiempos, como mejoras laborales, sistemas de lucha contra el paro a través de talleres nacionales, o la búsqueda de la seguridad en el empleo. La República quería aparecer como:

-La desaparición definitiva de los privilegios (derecho igual a la participación política), asociando a éstos todos “los males que aquejan a la sociedad”: la carestía, la crisis económica, el paro eran consecuencias de un libre mercado en el que persistían los privilegios, permitiendo que “cruelmente” hubiese acaparadores, patronos tiránicos o competencia desleal. El régimen perfecto era la república social, que recuperaba ese espíritu de la “economía moral de la multitud”.

-La mejor manera de conseguir “una justa distribución del trabajo y de las riquezas”. No se ponía en duda la propiedad privada, es más, el ideal republicano, denotando su origen social, era una sociedad armoniosa de pequeños propietarios, pero se limitaba, a través de la acción fiscal del Estado, la libre iniciativa, para paliar los efectos que producía.

No hay grandes aportaciones teóricas por parte de los republicanos franceses, se trata más bien de políticos pragmáticos180, cuyas publicaciones tienen más de divulgaciones proselitistas, que de sistematizaciones doctrinarias. En realidad, se trata

general de la población.

177 Seguimos entendiendo grupos numerosos del “pueblo” de París, pero no un movimiento de las masas francesas. Lo cual pone de manifiesto la debilidad de un Estado que carecía de fuerzas represivas para acabar con la insurrección parisina y que estaba limitado por la falta de un consenso social.

178 De nuevo la insurrección de las “masas”, en una situación de carestía y penuria, aliadas con sectores liberales.

179 Amalgama de los pequeños y medios propietarios excluidos y los grupos “de inercia”.

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de una versión radical del liberalismo, que pone su acento en los conceptos de libertad como anterior al Estado (Laboulaye181) y de progreso (Edgar Quinet y Jules Simón182) como camino hacia la nivelación social183. Por lo demás, su confuso concepto de igualdad tampoco hubiese soportado más esfuerzos teóricos.

Con esta política populista y un extraordinario trabajo publicista, los republicanos se alzaron como la primera opción política184 que intentaba capitanear esta amalgama de intereses que constituía el grupo de los “excluidos” urbanos. Su éxito se vio en las calles parisinas el 24 de febrero de 1848. La elite innovadora tomó buena nota: era necesario incluir todos los intereses en el seno del Estado, era necesario el sufragio universal185, pero había que acabar con las “barricadas”, con las insurrecciones186, con la puesta en tela de juicio del “orden”. El Estado debía dejar de ser el armonizador de esta elite innovadora (cohesionada187 ya plenamente tras el proceso industrializador

180 En 1848 acaba el sueño romántico revolucionario y comienza la real politik.

181 1811-1883.

182 1803-1875 y 1814-1896, respectivamente.

183 Gambetta (1838-1882) definía la República como “la creación de un orden que transformaría a Francia en una democracia sin clases, abierta a todos, pacífica y amiga de las artes”.

184 El republicanismo tuvo un gran éxito de masas, logrando que durante bastantes años los movimientos reivindicativos de las clases precarias se identificasen con ese credo político. De hecho, las corrientes socialistas de clase tuvieron que competir muy duro para poderles arrebatar ese caudal político.

185 Reconocido en la Constitución aprobada el 4 de noviembre de 1848.

186 La toma del Ayuntamiento de París por el movimiento insurgente, el 24 de febrero, y su constitución como gobierno provisional, que fue el organismo desde el que la elite innovadora pasó a controlar el movimiento. Su urgencia en consultar al pueblo sobre el establecimiento de la República se justifica por la necesidad de impedir que el movimiento parisino se pudiese extender a las provincias y al campo. No se consintieron más insurrecciones, fueron reprimidas las “jornadas de abril”, las insurrecciones “obreras” del 22-26 de junio, se declaró el estado de sitio. Es más, la mayoría de orden acabó volviendo los ojos al bonapartismo (Napoleón III) para sofocar el miedo que les inspiraban las masas.

187 Es significativa la forma en la que se produjo el proclamación definitiva de la República en 1975. Dividida la opinión pública y la elite del poder entre las opciones “monarquía o república”, se dejó un período transitorio ¡desde 1970 a 1975! para las negociaciones entre los diferentes bando. Los monárquicos esperando que el fallecimiento del duque de Chambord dejase los derechos en las manos del conde de París, mecho más constitucional y liberal y más “presentable” ante la opinión pública. Los republicanos temiendo que la inmediata proclamación de la República originase un

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que iba a comenzar y frente a ese populacho que ponía en tela de juicio esa posición “que tanto les había costado ganar”), para pasar a convertirse en el articulador de todos los grupos sociales188. La defensa de la propiedad privada frente a la amenaza del caos y de la anarquía (que se identificaba con las ideas socializantes) comenzaba a cuajar en una burguesía como hoy la conocemos. Ese mismo año, Carlos Marx y Federico Engels publicaban el Manifiesto Comunista, comenzaba un proceso de concienciación de la nueva clase trabajadora que daría como resultado la plasmación de una alternativa, de un “fantasma” que iba a atemorizar y cohesionar los intereses de la burguesía.

Habrá que esperar al fin del neobonapartismo de Napoleón III, que coincide con el inicio de la industrialización francesa, para que quede plenamente establecida la burguesía y el estado liberal. En el período de tiempo que va de 1830 a 1870 el principal problema teórico con el que se enfrentó el liberalismo fue el de incluir a las “masas” en su sistema, como estaba realizando en la práctica política. A. de Tocqueville realizó las aportaciones más interesantes e importantes en este terreno.

2.10. A. DE TOCQUEVILLE

Alexis de Tocqueville (1805-1859) es una de los analistas teóricos del nuevo estado más importante y el que con más profundidad abordó el tema del individuo y las “masas” en el estado que se estaba creando. La democracia en América (1835-1840) y El Antiguo Régimen y la Revolución (1856) son dos obras capitales en la historia del liberalismo.

Para nuestro autor, el estado moderno, que denomina democracia, en cuanto integra a todos los individuos, es el resultado del juego de dos ideas: libertad e

caos social y el acceso incontrolado de las “masas” al poder. Sólo la urgencia de los acontecimientos llevó a la proclamación definitiva de la República, que se pacto presidencialista para que siempre pudiese ser sustituida por una monarquía constitucional. La cohesión estaba lograda, dirigida por la elite innovadora, la forma del estado no era problema frente a la verdadera tarea que se presentaba: encontrar el lugar y los límites para integrar al conjunto de los franceses. El estado francés ya no sería puesto en tela de juicio, excepto por las opciones revolucionarias de los trabajadores y de una forma discutiblemente “viable”.

188 La concepción ideológica es: el Estado es el lugar en el que se deben dar los conflictos, fuera de él, sin sus límites, sólo hay anarquía. A su vez, el Estado no debe limitar la iniciativa privada, sólo paliar los efectos más negativos. esta especie de contradicción entre un Estado árbitro de disputas y, a la par, ajeno al libre juego de intereses, se resuelve distinguiendo entre la normal confrontación de los intereses “legítimos”, que es una materia civil y que no requiere más árbitro que el libre mercado, y los conflictos que exceden esa normalidad, que ponen en peligro la integridad de la libre iniciativa, en cuyo caso, el estado debe intervenir para garantizar esa libertad, moderando los intereses en juego.

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igualdad, que son dos aspiraciones básicas de los hombres. Por libertad entiende el libre albedrío, “la libertad de elección de la persona humana, su poder moral sobre su propio destino, su deber y su derecho a hacerse responsable a sí misma189...”. Pero junto a la libertad, el “corazón humano” alberga la pasión por la igualación. De la fusión de estas ansias, que son universales e irresistibles nace la revolución democrática, que, para Tocqueville, es un hecho ineluctable porque responde a la naturaleza humana y siempre ha sido así. La Historia no es sino la lucha de los hombres por la libertad y, sobre todo, por la igualdad. Nada puede, pues, frenar el avance de la democracia190, es un hecho irreversible y además en sí misma, como idea, es la forma de sociedad humana que más felicidad proporciona al ser humano191. Pero el problema es que, para nuestro autor, la democracia, como toda acción humana, encierra el peligro de la corrupción, cuya principal raíz se encuentra en la relación que mantienen libertad e igualdad.

El individuo (Tocqueville, como excelente liberal, parte de un concepto individualista de la sociedad) se basa en los dos conceptos:

-La libertad le otorga, en cuanto le da capacidad para decidir, su entidad, su diversidad, hace a los diferentes hombres distintos, individuos. Es la base de la moralidad, que representa los mejores valores de la libertad.

189 CHEVALIER, Los grandes textos políticos, Madrid, 1974, pág. 239.

190 “A cualquier lado que dirijamos nuestras miradas vemos la misma Revolución que continúa en todo el universo cristiano. Por todas partes se vieron los diversos incidentes de la vida de los pueblos resultar en provecho de la democracia... El desarrollo gradual de la igualdad de condiciones es, pues, un hecho providencial; tiene, en efecto, los principales caracteres de estos: es universal, es duradero, escapa un día y otro al poder humano; todos los acontecimientos, como todos los hombres, sirven a su desenvolvimiento. ¿Sería prudente creer que un movimiento social que viene de tan lejos puede ser suspendido por los esfuerzos de una generación?...”

191 La descripción que Tocqueville hace de la democracia norteamericana, que toma como modelo, es significativa: “la sociedad actúa allí por sí misma y sobre sí misma. No existe poder más que en su seno... El pueblo participa en la creación de las leyes con la elección de los legisladores, y en su aplicación con la elección de los agentes del poder ejecutivo; puede decirse que gobierna él mismo, tan débil y restringida es la parte que se deja a la administración, y hasta tal punto se resiente esta de su origen popular y obedece al poder del que emana. El pueblo reina sobre el mundo político americano como Dios sobre el universo. El es la causa y el fin de todas las cosas; todo sale de él y todo se absorbe en él...”

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-La igualdad es, no obstante la pasión más fuerte192 de los hombres (porque es insaciable, porque jamás encuentra un grado que la colme193), es la base de la sociabilidad, lo que provoca que los individuos tiendan a relacionarse.

Libertad e igualdad recuerdan las dicotomías de Adam Smith que garantizaba la armonía social. No obstante, para Tocqueville, el equilibrio entre los dos conceptos es difícil y es la clave de la perfección de la democracia: la libertad frena a la igualdad, impidiendo que oprima a los individuos, dándoles un margen para que desarrollen su individualidad, sus capacidades, su ser moral; y la igualdad frena a la libertad, impidiendo que el absoluto desarrollo del individualismo genere sociedades injustas, que se basen en una jerarquía opresora e inmoral. Empero, la igualdad tiende a imponerse a la libertad, porque, como hemos dicho, es una pasión más viva, más fuerte. En nuestra opinión, porque Tocqueville, anunciando teorías venideras de signo muy distinto, identifica igualdad con “masas” frente a libertad con individuos, dando a la acción colectiva una efectividad mayor, y más nociva, como veremos luego, que a la individual.

De esta dificultad nacen los peligros para la democracia, que se pueden esquematizar en tres grandes grupos:

1/ Cuando la exageración de la igualdad conduce a la consideración de que la soberanía del pueblo es un bien absoluto, lo que se traduce en la apreciación de que la “mayoría” tiene poderes absolutos194, oprimiendo la diversidad, la disidencia, la individualidad. Se trata, entonces, de una tiranía de la mayoría.

192 “La libertad política proporciona de tiempo en tiempo, a cierto número de ciudadanos, sublimes placeres. La igualdad proporciona todos los días una multitud de pequeños goces a todos los hombres. Los encantos de la igualdad se sienten en todo momento y están al alcance de todos; los más nobles corazones no son insensibles a ellos, y las almas más vulgares hacen de ellos sus delicias. La pasión que la igualdad hace nacer debe ser, pues, enérgica y general...” y “la más pequeña desemejanza parece chocante en el seno de la uniformidad general; la vista de ella se hace más insoportable a medida que la uniformidad es más completa...”

193 Dando a entender un conflicto entre la pasión igualitaria y la creación de desigualdades; como si, mientras el hombre tiende a la nivelación, fuese creando desigualdades. La raíz de este “eterno” conflicto radica en que la libertad genera diferenciación y, desde el punto de vista social, desigualdad; mientras la igualdad tiende a lo contrario. Pero no se puede dar un concepto sin el otro: sin libertad no puede expresarse la igualdad y, sin ésta, no se puede dar aquella.

194 “Cuando un hombre o un partido padece una injusticia en los Estados Unidos, ¿a quién queréis que se dirija? ¿A la opinión pública? Es ella la que forma la mayoría. ¿Al cuerpo legislativo? Representa la mayoría y la obedece ciegamente. ¿Al poder ejecutivo? Es nombrado por la mayoría... ¿A la fuerza pública? La fuerza pública no es otra cosa que la mayoría en armas. ¿Al jurado? Es jurado es la mayoría revestida del derecho de pronunciar sentencias...”

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2/ Cuando la extralimitación de la igualdad lleva a la consideración de que el individuo es un bien absoluto, capaz de todo, sin reconocer la autoridad moral de la tradición, los valores morales, el sentido de la justicia o de ciertos hombres superiores. Entonces, cuando el individuo se considera todo poderoso, la única forma de determinar la verdad, la bondad y la autoridad radica en la mayoría195, la opinión mayoritaria, sojuzgando, de nuevo la individualidad, las minorías y la disidencia. El espíritu humano se encadena a las voluntades generales del mayor número.

3/ Cuando la igualdad llega a tal extremo en que el individuo se cree tan poderoso que no necesita nada exterior a él mismo, entonces se vuelve sobre sí mismo y abandona196

la sociedad, que el ha ayudado a crear y de la que forma parte, a sí misma. Esta situación, que a Tocqueville le parecía la más complicada y peligrosa y que es la que, para nosotros tiene más actualidad, presenta dos situaciones:

-El hombre aislado, ajeno a la sociedad, se vacía de toda sustancia de civismo, se convierte en un ser egoísta, que no reconoce los valores sociales. El resultado es una sociedad anárquica197, en la que desaparece todo atisbo de igualdad y predomina la ley del más fuerte.

-El hombre lleva su aIslamiento al punto de abandonar sus deberes-derechos como ciudadano, dejando todo el poder en manos del Estado, que lo ejerce sin freno, que se convierte en una entidad autónoma (con respecto a quien la creó, que pasa de ser la ciudadanía para convertirse en un conjunto de súbditos) muy poderosa pues ha recibido (contrato) el poder de todos los contratantes. Se trata de una nueva forma de absolutismo198, muchos más peligrosa, pues ahora es un estado que ejerce su

195 Entendiendo, en el caso de esta exageración, “que hay más luz y sabiduría en muchos hombres reunidos que en uno solo”, porque “en los tiempos de la igualdad, los hombres no tienen ninguna fe los unos en los otros, a causa de su semejanza; pero esta misma semejanza les da una confianza casi ilimitada en el juicio del público, pues no les parece verosímil que, teniendo todos luces semejantes, no se encuentre la verdad del lado del mayor número...” El peligro es que este concepto conduce a que esa mayoría “no persuade de sus creencias; las impone y las hace penetrar en las almas por una especie de presión inmensa del espíritu de todos sobre la inteligencia de cada uno...”

196 “El habitante se considera como una especie de colono indiferente al destino del lugar que habita. Los mayores cambios sobrevienen en su país sin su concurso; ni siquiera sabe con precisión lo que ha pasado; tiene barruntos...”

197 “Este hombre, aunque haya hecho un sacrificio tan completo de su libre arbitrio, no ama la obediencia más que cualquier otro. Se somete, es verdad, al capricho de un empleado; pero se complace en desafiar la ley, como un enemigo vencido, en cuanto la fuerza se retira...”

198 “Veo una muchedumbre innumerable de hombres semejantes e iguales, que giran sin descanso sobre sí mismos para procurarse pequeños y vulgares placeres, con los

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autoridad sobre un mayor número de súbditos (antes el concepto de súbdito era mucho más limitado) y, además, las nuevas formas pseudo-democráticas le permiten un ejercicio del poder más suave, menos violento y menos cruel, por eso acaba con los individuos sin atormentarlos, es más engañoso, más nocivo.

En el mismo sentido, este estado autónomo genera sus propios intereses de supervivencia y utiliza la idea de igualdad extrema para acrecentar su poder sobre los individuos: el individualismo y la uniformidad exagerados facilitan su ambición por ampliar su poder. Este estado se convierte en patrono, industrial, educador, benefactor... va absorbiendo las capacidades individuales, convirtiendo a los hombres en títeres bajo su control, “en un poder inmenso y tutelar, que es el único que se encarga de asegurar sus (de los hombres) goces y de velar por su suerte. Es absoluto, detallado, regular, previsor y suave...”

El freno a estas corrupciones sólo puede venir de desarrollo de la libertad, que se consigue, tomando ejemplo de la revolución norteamericana, que le parece “la menos corrupta y más admirable de todas”, por cuatro caminos:

1/ Moderando el peso del Estado, mediante:

-Su fragmentación en instituciones libres y cercanas a los individuos, que obliguen a los ciudadanos a salir de sí mismos, a olvidar sus propios negocios, para ocuparse de los asuntos públicos.-La descentralización que da vida política y estimula la participación en cada fracción del territorio, imponiendo la necesidad de autoadministrarse199.-La separación de poderes y la bicameralidad que impiden el desarrollo del autoritarismo del gobierno, de las mayorías o de cualquier aristocracia.

2/ Desarrollando la participación del tejido social mediante la creación de una estructura organizativa que permita a los individuos asociarse200 (sociedades civiles) para defender sus intereses frente al Estado.

que llenan su alma. Cada uno de ellos retirado y aparte y como extraño al destino de todos los demás; sus hijos y sus amigos particulares forman para él toda la especie humana... Por encima de ellos se eleva un poder inmenso y tutelar, que es el único que se encarga de asegurar sus goces y de velar por su suerte. Es absoluto, detallado, regular, previsor y suave. Se parecería al poder paterno si, como este, tuviese por objeto preparar a los hombres para la edad viril; pero, por el contrario, no persigue más que fijarlos irrevocablemente en la infancia; le gusta que los ciudadanos gocen con tal que no piensen más que en gozar...”

199 Es “en la comuna donde reside la fuerza de los pueblos libres. Las instituciones comunales son a la libertad lo que las escuelas primarias son a la ciencia: la ponen al alcance del pueblo, le hacen gustar su uso pacífico y lo habitúan a servirse de ella. Sin instituciones comunales, una nación puede darse un gobierno libre, pero no tiene el espíritu de la libertad...”

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3/ Estimulando la autonomía individual mediante la educación cívica, que desarrolle los valores participativos.

4/ Dando un importante peso específico a la religión, que fortalece la moralidad de los individuos, dando enorme peso a su autonomía personal y a su capacidad para poder controlar sus propias acciones. La idea de religiosidad que tiene Tocqueville está inspirada en USA201, donde la región está separada del Estado (de lo contrario este dispondría de un enorme poder sobre las almas y aquella se degradaría como una moral del Estado) y se da una gran tolerancia, existiendo una enorme variedad de sectas, que han ido configurando una especie de vulgata religiosa, más preocupada en la utilidad moral que interesada en el dogma. La religión, pues, estimula los valores individuales y, a la vez, “impide concebirlo todo y le prohíbe (al individuo) atreverse a todo”; pero se trata de una concepción de la religión como sentimiento religioso, como moral, que como institución eclesial, que como tal se convierte en un poder.

Para Tocqueville, pues, el problema central es el de la relación del individuo con el Estado en un régimen democrático, que entiende como aquel en el que tiene cabida toda la sociedad. Ya no se trata de una controversia sobre el derecho a la participación política de los ciudadanos, sobre el sufragio universal. Para él, es obvio, independientemente de lo que se pueda pensar202, que la Historia evoluciona en ese sentido, que el futuro son los estados democráticos, que suponen el advenimiento de las “masas”, de las mayorías. La relevancia de sus teorías le viene/vino de que supo situarse justo en el momento político que estaba viviendo y de que intuyó la problemática a la que las teorías políticas tuvieron que hacer frente años después. No obstante, como buen liberal, partió de cuatro conceptos capitales:

-El individualismo como base del pensamiento político. Para él, el individuo es el objeto de toda política y es un “bien absoluto”, porque es el resultado de los dos valores

200 “No hay nada que la voluntad humana desespera de alcanzar por la acción libre del poder colectivo de los individuos... En cualquier caso en que, a la cabeza de una empresa nueva, veis en Francia al gobierno y en Inglaterra a un gran señor, contad con que veréis en los Estados Unidos una asociación...”

201 Donde la libertad vio en la religión “la compañera de sus luchas y de sus triunfos, la cuna de su infancia”.

202 Tocqueville era de familia aristócrata y reconocía virtudes en la monarquía del AR, como el freno que para el Estado suponía el poder de la aristocracia o los “poderes intermedios, pero considera que se está en una situación irreversible y que además hace más felices a mayor número de personas. Además, no plantea restringir la democracia, sino que la acepta, pero plantea los problemas que acarrea. Problemas que no son los derivados de su imposición sobre la antigua aristocracia, que para él ya ha muerto, sino los derivados del propio funcionamiento de la democracia.

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esenciales: la libertad y la igualdad. En fin, el individuo203 es el enemigo del absolutismo, la base de la verdadera democracia.-Los intereses particulares que se asocian al concepto individualista, y que tantos rompimientos de cabeza habían dado a los teóricos liberales anteriores, son admitidos como buenos y necesarios, son la manifestación del equilibrio entre libertad e igualdad. La libertad los permite y la lucha por no perder, por no “ser menos que”, por la igualdad los produce. Una sociedad con una democracia corrompida es una sociedad en la que la confrontación de intereses particulares no existe (están regulados) o en la que el conflicto se traduce en guerra.

-La libertad tiene una base moral. En realidad, el individuo tiene un fundamento moral. De donde se deduce que las leyes, la política deben tener un fundamento moral. No se trata, como en los ilustrados, de que la filosofía política sea una afirmación de lo que debe ser, según postulados racionales, sino de que la acción política tiene un fin moral: la afirmación de la autonomía ética de los individuos. Por eso la libertad no se concibe sino se vincula al individuo, la libertad está sometida a la no regulación. No es la Libertad entendida como capacidad de acción, que supondría una igualdad de partida en esas capacidades, sino la libertad como acción libre, independientemente de que cada individuo libre tenga más o menos capacidad para ejercerla. Se trata de una reducción del concepto libertad al marco de la política, del Estado, en la medida en que a este se le asigna la función de árbitro de garante de esa libertad. Así, la libertad viene de las leyes, que son las que la afirman. Las diferencias sociales y económicas, que determinan la capacidad de actuación social, se dejan en un plano inferior, que sin la Ley acaba en la discordia, en la guerra, en la anarquía.

-El Estado se separa de la sociedad civil, es considerado como una entidad superior, en la medida en que es la fuente de la armonía, y esta separación es significativa: lo sustrae a la realidad de los conflictos civiles originados por la distinta posesión, convirtiéndolo en el predicador y actor de la libertad y la igualdad... ante la ley.

203 “He querido exponer a plena luz los peligros que la igualdad hace correr a la independencia humana, porque creo firmemente que estos peligros son los más formidables, así como los menos previstos, de todos los que encierra el porvenir. Pero no los creo insuperables...”

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Por ello, la confrontación entre libertad e igualdad está en el centro de los debates del liberalismo desde que este consideró que había llegado el momento de incluir a las “masas” en su seno. La propia diferenciación de estos conceptos obedece a la percepción exclusivamente política de estos conceptos, ajena a la consideración de la existencia de desigualdades que impiden acceder en igualdad de condiciones a la libertad. Los liberales de los años 30 lo habían intuido, Tocqueville le da una formulación teórica definitiva. No se trata de restringir la libertad o de no entenderla como participación, como hacían los censitaristas. Efectivamente la libertad política es participación política, es su esencia, y Tocqueville la ensalza y critica cualquier forma de limitación. Pero ¿la libertad es sólo libertad política?.

De la misma forma, la igualdad se entiende como igualdad política, y el análisis de Tocqueville gira en torno a los problemas que la igualación política puede originar para la libertad política. Pero no aborda los problemas que puede acarrear para la igualación socioeconómica, para un concepto de libertad más amplio. Es más, no los aborda porque sostiene que la igualdad extrema, sin límites, es el principal enemigo de una sociedad democrática.

¿Podía ser de otra manera? La obra revolucionaria se había entendido desde un primer momento como la lucha por el poder, por arrebatarlo a los poderes de “la inercia” del AR, y por la construcción, con ese poder, de un estado nuevo que estableciese una nueva forma de relaciones sociales. Debemos fijarnos en que las transformaciones que se pretenden tienen su origen en el Estado, porque el poder se entiende como un asunto político, sacándolo de la órbita del ejercicio del poder en los terrenos económico y social. De esta forma, en adelante la lucha por el poder será la lucha por el Estado y no la confrontación por las raíces del poder económico y social204. La revolución la inicia una elite innovadora, que se va ampliando hasta convertirse en una clase social, porque la revolución se plantea como transformación política para liberar a los demás ámbitos de la actividad humana de las ataduras que limitan su desarrollo, pero no para transformar las relaciones de poder en esos ámbitos, sino para reformarlas sólo en la medida en que esas transformaciones son necesarias para el desarrollo.

Las “masas” son un problema. Es necesario su consenso, se acaba integrándolas205, mediante el sufragio universal y la posterior aparición de los partidos de clase, en el sistema político, porque no se las puede dejar al margen, leyendo el conflicto social como un conflicto de la esfera civil206. Pero el peligro de la integración de

204 “Los pueblos democráticos odian frecuentemente a los depositarios del poder central, pero aman siempre al poder mismo...”

205 Al referirse a la democracia americana, que le parece la más perfecta de todas, señala que la participación del pueblo genera que allí no se encuentra a “nadie que se atreva a concebir y, sobre todo, a expresar idea de buscarlo (el poder) en otra parte...”

206 “Yo digo que para combatir los males que la igualdad puede producir no hay más que un remedio eficaz, que es la libertad política...”

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las “masas” en el sistema político consiste en que alguna vez pretendan utilizar ese poder político para transformar el resto de las relaciones de poder, en que la igualdad exceda a la libertad.

Para acabar, cabría plantear un último interrogante ¿en el supuesto caso de que las “masas” accediesen al poder político para transformar las demás relaciones de poder, no volverían a repetir el esquema?, ¿la localización de la base del poder en el ámbito político, al que se encarga del resto de las transformaciones, no volvería a suponer una repetición de la confrontación entre igualdad y libertad?

3. El liberalismo británico y el tratamiento de “las masas”En el Reino Unido el liberalismo de mitad de siglo abordó también problemas

sociales o de las “masas”, pero, mientras los teóricos franceses centraban sus esfuerzos en el análisis sobre la participación de estas en el Estado, en Inglaterra el problema que se estudia es el de las consecuencias sociales del libre mercado y la forma de atenuarlas. La participación política popular la concede el Estado lenta y progresivamente: en 1867, una reforma electoral concede el voto a un tercio de los varones adultos (socialmente llega hasta la pequeña burguesía y los obreros especializados207); en 1884, una nueva reforma electoral lleva el censo de votantes hasta las tres cuartas partes del conjunto de los varones adultos (se incluye a los campesinos propietarios de una vivienda); y será en 1918, cuando se promulgue el sufragio universal -las mujeres sólo las que tienen más de treinta años-. El liberalismo inglés da primacía a la suavización de las consecuencias del mercado en la sociedad civil, en vez de primar la participación en el Estado, como forma de regular-armonizar esta sociedad civil.

Una fecha es clave, 1840-50. Las “masas” inglesas hasta esas fechas han centrado sus reivindicaciones en el campo político. El movimiento cartista, que logró reunir un millón de firmas en 1839 y más de tres millones trescientas mil -un tercio de los varones adultos- en 1842, plantea unas reivindicaciones centradas en el sufragio universal208, y, en 1839, en el momento álgido de la Convención de Londres, cuando se planteaba una situación superficialmente parecida a la francesa de 1789 (dos tipos de representación enfrentados: la Convención como representante del “pueblo”, el Parlamento como representante de la elite del poder), esta decidió encauzar su movimiento solicitando al Parlamento la aprobación de las reivindicaciones de la Carta. Pero hay otra diferencia con el movimiento popular francés, el movimiento cartista tuvo una infraestructura propia y extendida209 El propio proceso innovador británico obedeció

207 Principales componentes de las Trade Union.

208 Elecciones anuales a la Cámara de los Comunes, sufragio universal masculino, voto secreto, distritos electorales iguales, abolición de los requisitos de propiedad para ser elegible, salario para los miembros electos del Parlamento.

209 No se trata de movimientos de hambre coincidentes en el tiempo, sino de un movimiento organizado. No obstante, no pone en tela de juicio el “sistema”, sino que pugna por conseguir el poder para legislar medidas suavizadoras de las consecuencias

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a este modelo: fue una continuación de etapas en las que se fueron integrando en el poder las elites burguesas emergentes. Por ello, no fue necesario partir de una Constitución, ni de un Estado nuevo, sino que se reformó el existente para dar cabida a las nuevas iniciativas. La aristocracia británica, al compás de la imposición del mercado, se reformó, renegando de los sectores “de inercia” y pudo formar parte de la elite innovadora. por gran parte del país. No fue un movimiento londinense, ni de sólo los grupos “de inercia”, sino que abarcó a un número muy importante de la sociedad civil “excluida” de la participación política. Fue un intento unitario por alcanzar cuotas de poder. Pero, en 1842, en medio de una fuerte crisis económica, se produjo la primera huelga general, significativa del proceso de cambio que estaban sufriendo las mentalidades de una parte de esos excluidos: dejaban de llevar la protesta social al ámbito político y la centraban en la sociedad civil. Es a partir de estos años cuando comienza a desarrollarse el Tadeunionismo, la formación de los sindicatos ingleses, que llevarán adelante la protesta centrada en temas salariales y laborales210.

sociales del liberalismo económico. Precisamente la asunción de parte de esas reivindicaciones sociales por parte de los tories, y de los conservadores después, como una forma de presión política contra los whigs (posteriormente, los liberales), contrarios a cualquier legislación social que alterase el libre mercado, supone otra característica inglesa. En Francia son los sectores más a la izquierda los que recogen las reivindicaciones sociales, como una forma de capitalizar el movimiento de las “masas”. En el Reino Unido, la legislación social obedece a la práctica de un modelo de construcción política transacional: el estado las asume para evitar un excesivo alejamiento de la sociedad civil, que pueda generar una situación embarazosa. Este modelo obedece a una elite que no concibe el Estado como una sublimación (estado armonizador) de los conflictos de la sociedad civil, sino como el ejercicio del poder que corresponde a los poderosos de la sociedad civil. Por esto, la evolución política inglesa obedece a la asunción por parte del Estado de los nuevos poderes que van surgiendo en la sociedad civil. El único límite es la puesta en duda del Estado y la propiedad. Entonces el Estado reprime. Así, la sociedad civil inglesa fue vigorosa, se desarrolló, sobre todo en el campo de las actividades innovadoras, una fuerte corriente asociativa, tanto de patronos como de trabajadores (cajas de resistencia, asociaciones, sindicatos, clubes, sociedades...), la política no fue el campo en el que la confrontación social se armonizaba, sino que se situó al margen, limitándose a aceptar situaciones de poder nuevas (reconocimiento de las Trade Unión, reformas electorales...). El consenso social al estado liberal no dependió de la participación, sino de la realidad de la inclusión en el Estado de los poderes emergentes. En Inglaterra, así, la protesta no pretende acceder al poder para llevar a cabo transformaciones, sino fortalecerse en la sociedad civil para conseguir mejoras-cambios en las relaciones sociales. Se trata de protestas menos ideologizadas, menos “revolucionarias”, pero que tuvieron un amplio consenso social.

210 La intervención explícita en política no se volverá a desarrollar hasta que, con la fundación de la “Sociedad Fabiana” (1883) y, posteriormente, con la del Independence Labour Party, en 1893, no se plantee el acceso al poder, pero esta vez no para participar sino para gobernar.

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Nos encontramos, pues, ante una elite de poder que, en la década de los cuarenta, está lo suficientemente segura y cohesionada (está comenzando el desarrollo de los ferrocarriles que supondrán el desarrollo definitivo de la industrialización211) para negarse aceptar desde el Parlamento las peticiones cartistas y para no necesitar a las “masas” para asentar el Estado. Han conseguido asentar el consenso hacia las transformaciones no en la participación en el Estado, sino en la situación de este por encima de las confrontaciones. El poder no se entenderá exclusivamente en el ámbito político, aunque este sea el ámbito en el que la burguesía (como clase que se constituye definitivamente con el período industrializador) tenga los últimos recursos que garantizan su “dominio”.

John Stuart Mill (1806-1873) supone una primera revisión del liberalismo individualista para recoger a las “masas”. El punto de partida es una revisión del utilitarismo. Para Stuart Mill el bien, el objeto de la ciencia política no es lo bueno para la mayoría, sino lo que es bueno para todos los hombres. Se plantean dos problemas: 1/ la existencia de una jerarquía de bienes (lo que es bueno para uno, para varios, para la mayoría y para todos); y 2/ la necesidad de buscar unos criterios que identifiquen de forma general qué es lo bueno. Los dos problemas conllevan la necesidad de la existencia de un sistema de valores anterior al propio juicio-jerarquización de la bondad, de la existencia de una ley moral anterior y superior a todo juicio político.

La afirmación de la supremacía moral le conduce a considerar inaceptables ciertas situaciones sociales, que antes se soslayaban con el argumento de su naturalidad, de ser inevitables, de ser un “mal menor”.

Por otra parte, nuestro autor intenta conciliar estas ideas con la defensa del liberalismo. No se trata, para él, de que la sociedad liberal sea mala sino de llevar a cabo ciertas reformas, ciertas adecuaciones a la realidad, para mejorarla.

Para Stuart Mill el análisis social diferencia tres realidades: el individuo (definido como intimidad, “cuando la acción del hombre no afecta a otros hombres”), la sociedad (conjunto de relaciones sociales e instituciones sociales) y la organización política (instituciones políticas que dependen de las formas sociales). De los tres planos, el fundamental le parece el social, donde se dan las relaciones entre los hombres, donde se da la aplicación de esta moral social. Dos aspectos destacan:

211 En 1940, había un tendido de 2.390 Km; en 1850, 9.797; en 1860, 14.603; en 1871, 21.558. Pero, lo que es más importante, la distribución de Producto Nacional por sectores presentaba los siguientes porcentajes: sector primario, 22%, secundario, 34%, y servicios, el 44%.

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-De la dependencia de las instituciones políticas de las formas sociales, deviene la necesidad de que aquellas se vayan acomodando a los cambios en estas, dejando, así, abierta la puerta a ese aspecto transacional del Estado tan típicamente británico. Por otro lado, al poner el acento en las relaciones sociales se está teorizando la forma de construcción del Estado en el proceso de innovación inglés antes descrito.

-La sociedad está compuesta en lo esencial de “relaciones sociales” entre individuos que persiguen su propio interés y de “instituciones sociales”, como la propiedad, las asociaciones, normas de conducta, etc., que son el marco en el que se dan las relaciones y que son la manifestación-institucionalización de las normas morales de la sociedad. Stuart Mill señala que las relaciones sociales se dan -y se deben dar- en un marco de libertad (sociedad liberal), pero que las instituciones, para se morales, deben representar una trilogía de valores básicos: libertad, integridad y respeto a la persona. La tensión entre igualdad y libertad, que en Tocqueville se producía en el estado democrático, producto de la Revolución, la traslada nuestro autor al plano de la sociedad y como tensión entre libertad e individuo. No se trata, pues, de un conflicto político, sino de una tensión social (sociedad civil). No se trata de una confrontación entre el Estado-mayoría y el individuo, sino entre la libertad y las consecuencias que su uso absoluto plantea.

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La llave para abordar esta tensión la encuentra Stuart Mill en el concepto de distribución. Para Smith y Ricardo, la sociedad liberal era esencialmente una sociedad productiva natural y, cuanto más creciese la producción, más bienestar llegaría a la mayoría. La libertad (libre mercado) debía ser la norma que reinase en todos los ámbitos de la vida social porque aseguraba el “desarrollo”, la correcta asignación de recursos y la innovación. El reparto social de los beneficios de este “desarrollo” se realiza a través del mismo mercado, que garantiza la continuidad del “desarrollo” (feed back) y la equidad (a cada uno según sus aportaciones al mercado). La pauperización de las clases laboriosas se explicaba como el resultado de su mala posición en el mercado, y Ricardo dejaba establecido que los salarios debían mantenerse inexorablemente a un nivel de supervivencia, que garantizase la pervivencia de los trabajadores y de la competitividad en el marco de un proceso de descenso de los beneficios.

Stuart Mill, por el contrario, sostiene que es necesario diferenciar entre condiciones de la producción y de la distribución. Para las primeras, mantiene las posiciones del liberalismo clásico; para las segundas, plantea la necesidad de moderar la libertad de mercado. El análisis es el siguiente: las relaciones económicas se mueven (o se deberían mover) exclusivamente en el campo del libre mercado, que garantiza el desarrollo, pero las relaciones sociales se dan en el contexto de unas instituciones sociales que perturban el libre mercado, produciendo una distribución injusta. Nuestro autor está leyendo su tiempo: las relaciones sociales no se dan sólo entre individuos, sino que están apareciendo sindicatos, asociaciones de patronos, el Estado practica una doble política de librecambismo, por un lado, y apoyo a la expansión, por otro, la propiedad permite a los patronos negociar en el mercado con ventaja. En pocas palabras, el mercado, aplicado a la sociedad civil, tiene condicionantes (instituciones) por los cuales no todos compiten en igualdad de condiciones212.

Estas instituciones, no obstante, no pueden considerarse como obstáculos, sino como producto de la evolución social y de la aplicación de las normas de la moral social. El papel del Estado (que está determinado por la sociedad civil) debe ser, entre otros, el de moderador de las consecuencias sociales de la distribución, el de armonizar igualdad de oportunidades (que es lo que no se produce en una sociedad civil en que sólo domina el libre mercado) y libertad (libre mercado). Se abre, así, camino la política social, pero en un marco limitado a la tendencia hacia la igualdad de oportunidades en el libre mercado.

Para nuestro autor, pues, la confrontación tiene lugar en la esfera de la sociedad civil y el Estado lo que debe hacer es impedir que el conflicto salga de allí, porque ese es el lugar en el que se resuelve naturalmente, libremente. Para conseguirlo es necesario que ese conflicto no se haga irresoluble, porque las instituciones sociales lo

212 En el tema salarial, la sobreabundancia de mano de obra (inmigrantes rurales, irlandeses...) provoca una tendencia clara al descenso salarial y al paro.

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agudicen y provoquen que las partes implicadas puedan poner en duda el criterio básico de “libertad”. Las sociedades son una consecuencia de la existencia de una conciencia social, de la asunción de unas normas por el conjunto de la sociedad como algo bueno para todos. Pero la “conciencia social” no es algo estanco, evoluciona conforme lo hace la sociedad; cuando la “conciencia social” se aleja de las “instituciones sociales”, estas están condenadas, se producen cambios históricos. Obviamente, cuando importantes grupos sociales son alejados del bienestar, se forma una conciencia reivindicativa, que, si se hace mayoritaria, impone el cambio. La defensa de las instituciones y del libre mercado está, así, vinculada a la necesidad de que este no produzca ese alejamiento.

En otras palabras, para Stuart Mill, el “consenso” se encuentra en que el libre mercado no excluya a las “masas”. El papel del Estado, si quiere garantizar el libre mercado, es impedir esta “exclusión” mediante la aplicación de medidas correctoras en las consecuencias sociales. Pero esta política social no debe encaminarse a viciar el mercado (el campo productivo queda excluido del control) sino a reincorporar a él a los que, por la propia dinámica mercantil, van siendo excluidos. La igualdad de oportunidades se entiende, de esta forma, como un reciclaje para el mercado de los derrotados por el mismo.

El consenso británico se había conseguido en base a una sociedad civil dinámica, en la que la protesta debía encontrar posibilidades de acceder a la consecución de ciertos éxitos, en la que el libre mercado debía permitir que los derrotados por la competencia reincorporarse al circuito. De lo contrario, se generarían poderes civiles alternativos, que podían poner en duda el mismo marco social. La amenaza para la libertad ya no viene del Estado, como en los primeros liberales, sino de sociedades egoístas e intolerantes con las minorías, de sociedades civiles que generan la exclusión.

4. EL COMUNISMO

1. MARXISMO

El pensamiento marxista, formulado sistemáticamente a partir de 1848, vino a trastocar el marco del pensamiento político: parte de supuestos distintos, levanta la perspectiva (que adoptó visos de realidad de forma progresiva, hasta que se confirmó en 1917) de una nueva revolución y, sobre todo, de plantea como el sistema de pensamiento de la clase proletaria, a la que hasta ese momento se le había otorgado un lugar secundario en el panorama político, ideológico e intelectual. No son de extrañar las palabras que abrían el Manifiesto Comunista de 1848:

“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”

El desconcierto de las clases burguesas fue enorme y parejo a su “miedo”: ¿quién iba a pensar que esa creciente masa de “chusma” se iba a presentar como

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alternativa a la sociedad liberal, que tantos esfuerzos le había costado sacar adelante a la clase ahora en el poder?. Así, E. Wallon escribía en 1848:

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“Un rojo no es un ser moral, inteligente y libre, como usted y como yo (...) Sacrifica su libertad, sus instintos y sus ideas para que triunfen sus pasiones más brutales y groseras; es un ser caído y degenerado. Por lo demás, lleva en el rostro el signo de esta decadencia. Una fisonomía abatida, embrutecida y sin expresión; ojos sin brillo, móviles, jamás miran a la cara y huidizos como los del puerco; los rasgos burdos, sin armonía; la frente baja, fría, aplastada y deprimida; la boca muda e insignificante como la de un asno; los labios gruesos, salientes, índice de pasiones bajas; la nariz sin finura, sin movilidad, gorda, grande y fuertemente pegada al rostro; he ahí los caracteres generales de semejanza que encontraréis en la mayoría de los repartidores...”

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Y, sin embargo, esta masa “informe” comenzaba a organizarse, a reivindicar mejores condiciones de trabajo y salario y, lo que era más “inconcebible” y terrorífico para esta clase “bien pensante”, a plantear la necesidad de una nueva y definitiva revolución que pusiese en sus manos los “medios de producción”.

Todos los autores que analizan el pensamiento de C. Marx (1818-1883) y F. Engels (1820-1895) comienzan por señalar su complejidad y es que el marxismo pretendió ser un sistema de pensamiento que diese respuesta a interrogantes de todo tipo: filosóficas, científicas, políticas, económicas, sindicales, etc. el resultado fue una enorme obra bibliográfica, a la que hay que sumar la densidad del pensamiento de sus principales autores.

Para hacer una síntesis asequible, comenzaremos por los axiomas básicos del “sistema marxista”, por las claves de las que parte el conjunto, para luego avanzar en su análisis de la sociedad burguesa, de la revolución y del comunismo.

1. La filosofía o, simplificando, el método de análisis, del marxismo es el materialismo dialéctico, que pretende ser una síntesis de las aportaciones de las ciencias (materialismo) y del pensamiento de Hegel. Vayamos por partes:

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-La dialéctica213. Para Marx y Engels la realidad no es algo fijo, estable, compuesto de seres inalterables, sino que está sometida a procesos de cambio, de evolución. Pero no cambia aleatoriamente, sino que esos cambios tienen un sentido: conducen hasta lo que es la realidad hoy. Desde una perspectiva optimista, podríamos decir que “progresa”. De esta forma, el estudio de la realidad debe ser el estudio de ese cambio, de ese progreso, de las leyes que rigen esa historicidad. Leyes que para el marxismo son las de la dialéctica: el enfrentamiento entre contrarios (tesis y antítesis), entre lo que se es y lo que no se es, que conduce a la superación (síntesis), en lo que se será, de los mismos. De donde podemos deducir que la realidad o la Verdad (el ser de los filósofos) es su propia historia.

Además, el pensamiento de esa realidad también es dialéctico: no existen verdades absolutas ni formas de pensamiento absolutamente ciertas y para siempre, sino que la Ciencia evoluciona o debe evolucionar a la par que la realidad, la técnica y la sociedad en la que se desarrolla. De esta forma, la Verdad radica propiamente en el proceso de conocimiento mismo, en el desarrollo histórico de la Ciencia, que es un proceso dialéctico.

213 “Para la dialéctica, que concibe las cosas y sus imágenes conceptuales, esencialmente, en sus conexiones, en su concatenación, en su dinámica, en su proceso de génesis y caducidad (...) La naturaleza es la piedra de toque de la dialéctica, y debemos señalar que las modernas ciencias naturales nos muestran como prueba de esto un acervo de datos extraordinariamente copioso y enriquecido cada día que pasa, demostrando con ello que en la naturaleza, en última instancia, todo sucede de modo dialéctico, que no se mueve en la monotonía de un ciclo eternamente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aquí hay que citar en primer término a Darwin, quien, con su prueba de que toda la naturaleza orgánica existente, plantas y animales, y entre ellos, también el hombre, es el producto de un proceso de evolución que dura millones de años, ha asestado a la concepción metafísica de la naturaleza el más rudo golpe...” F ENGELS, Anti-Dühring, 1877

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-El materialismo214. El dilema básico que había debatido la Filosofía era la relación entre nuestras ideas y la realidad: si se podía acomodar lo elaborado por nuestra inteligencia con objetos materiales, si nuestro cerebro era capaz de elaborar ideas verdaderas, si, en último término, la verdad dependía de la realidad exterior a nosotros o de las leyes/lógica de nuestro pensamiento. El marxismo señala que la verdad está en la realidad material, a la que corresponde también el hombre y su pensamiento, que no es sino un proceso material que se lleva a cabo en un objeto material que es el cerebro, y, ante la relación entre pensamiento y realidad, vuelve a la dialéctica: nuestras ideas se comportan como tesis que se enfrentan a la realidad (antítesis) para resolverse (síntesis) en la práctica215 que las supera pues demuestra la veracidad de nuestras ideas y transforma la propia realidad.

214 “En esto se viene a pensar cuando se considera “la conciencia”, “el pensar”, con un criterio absolutamente naturalista, como algo dado, contrapuesto de antemano al ser, a la naturaleza. Y no tiene uno más remedio que maravillarse al ver como coinciden la conciencia y la naturaleza, el pensar y el ser, las leyes del pensar y las leyes naturales. Pero si seguimos preguntando, qué son, y de dónde proceden el pensar y la conciencia, nos encontramos con que son productos del cerebro humano y con que el mismo hombre no es más que un producto natural que se ha desarrollado en su ambiente y con él; por donde llegamos a la conclusión, lógica por sí misma, de que los productos del cerebro humano, que en última instancia no son tampoco más que productos naturales, no se contradicen, sino que corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza...” F. ENGELS, Anti-Dühring...

215 “El problema de si al pensamiento humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico, sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrara la verdad, es decir, la realidad y la fuerza, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento aislado de la práctica es un problema puramente escolástico...” C. MARX, Tesis sobre Feuerbach, 1888

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El siguiente paso es importante porque intenta explicar el por qué de las diferentes formas de pensar: si el pensamiento tiene una base material, ¿cuál será la causa de las diferentes formas de pensamiento que ha habido a lo largo de la Historia y que hay en la actualidad?. La realidad material que rodea al Hombre. Para el estudio de esa realidad material humana se recurre al materialismo histórico, que pretende ser la concreción del materialismo dialéctico aplicado al estudio de la historia humana.

2. El materialismo histórico parte de la idea de hombre como ser social, de tal forma que la realidad humana historiable216 es su sociedad. Pero lo material de esa sociedad, lo básico que da lugar a lo demás, son las relaciones de producción, que son las que permiten sobrevivir a la sociedad y las que le dan forma, pues, para el marxismo, son las que originan las formas de las relaciones sociales217. Ahora bien, la producción no es algo exclusivamente económica, sino que se realiza en una sociedad, por lo que está atravesado por esas relaciones sociales. Por eso, el marxismo habla de relaciones de producción. Así, sociedad y producción tienen unos lazos esenciales, intrínsecos, que no permiten aislar los conceptos.

Esta parte básica de la sociedad es lo que el marxismo denomina “infraestructura económica”, que determina en última instancia a la superestructura política e ideológica, las formas políticas y las formas de pensar, que también se dan en el seno de la sociedad y también, por tanto, se ven íntimamente determinadas por las relaciones sociales en las que se dan218.

216 “Contemplada desde este punto de vista, la historia de la humanidad no aparecería ya como un caos árido de violencias absurdas, igualmente condenables todas... y buenas para ser olvidadas cuanto antes, sino como el proceso de desarrollo de la propia humanidad, que al pensamiento incumbía ahora seguir en sus etapas graduales y a través de todos los extravíos, hasta descubrir a través de todas las eventualidades aparentes las leyes internas por que se guía...” F ENGELS, Anti-Dühring...

217 “El resultado general a que llegué y que una vez obtenido sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El sistema de producción de la vida material condiciona todo el proceso de la vida social, política y espiritual. No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia...” C MARX, Prólogo a la Contribución a la critica de la economía política, 1859

218 En este sentido, Marx y Engels replican a sus opositores ideológicos: “mas no discutáis con nosotros mientras apliquéis a la abolición de la propiedad burguesa el criterio de vuestras nociones burguesas de libertad, cultura, derecho, etc. Vuestras

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Ahora bien, la sociedad, entendida como conjunto de relaciones sociales (en los ámbitos económico, político...), no es algo estanco y absoluto, sino que es el lugar en el que se han producido una serie de luchas, de conflictos, entre diferentes grupos sociales. La Historia, así, encuentra su motor en esta conflictividad social que ha llevado a diferentes grupos sociales a ostentar el poder, a dominar e imponer su forma de “ver” la sociedad.

La clave esencial del pensamiento marxista está en el análisis de esa conflictividad social. Efectivamente, si lo básico es la infraestructura económica, para analizar las relaciones sociales habrá que recurrir al trasfondo económico: la sociedad se compone de grupos sociales que se enfrentan por intereses económicos: pero esto ya lo había dicho el liberalismo. La novedad es que el marxismo sostiene que la división de la sociedad en grupos se produce porque unos grupos explotan a otros grupos. Es más, porque unos grupos existen como grupos porque viven de explotar a otros grupos219. De esta forma, la sociedad se divide en clases explotadoras y explotadas220. Y, segunda aportación del marxismo, todo esto es posible porque existe la propiedad privada, la apropiación de los medios de producción por parte de una clase que utiliza el trabajo de otra -desposeída-, que percibe por ello lo que le permite sobrevivir, pero que es menos que lo que su trabajo vale al propietario. Esta diferencia

ideas mismas son producto de las relaciones de producción y de la propiedad burguesas, como vuestro derecho no es más que la voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase...” y más tarde: “ ¿acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre...” en el Manifiesto comunista, 1848

219 “¿Es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el proletario? De ninguna manera. Lo que crea es capital, es decir, la propiedad que explota al trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado para volver a explotarlo...” Manifiesto...

220 “Toda la historia ha sido una historia de lucha de clases, de luchas entre clases explotadas y clases explotadoras, entre clases dirigidas y clases dirigentes, en los diversos estados de la evolución social...” Prefacio de 1883 (de F ENGELS) al Manifiesto Comunista

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entre lo que realmente aporta el trabajo221 y lo que el trabajador obtiene de él es lo que Marx denominó plusvalía.

La dialéctica de la Historia aparece, así, como el enfrentamiento entre explotadores (tesis), que luchan por mantener el estado de las cosas, y explotados (antítesis), que luchan por cambiar las cosas222, y que en un momento determinado, cuando las relaciones sociales son un obstáculo al desarrollo de la producción (fuerzas productivas), realizan una revolución, toman el poder y establecen una situación nueva (síntesis), en la que pasan a ser explotadores de nuevos grupos sociales.

Para el marxismo, la sociedad inaugurada por la Revolución Francesa y la Industrialización es la sociedad burguesa, que se caracteriza por el enfrentamiento entre capital y proletariado: “la condición de existencia del capital es el trabajo asalariado” (El Manifiesto Comunista).

3. La sociedad burguesa se caracteriza por ser la etapa histórica en la que la lucha de clases aparece de forma más notoria: la explotación del trabajo por el capital se muestra clara, sin los velos (esclavitud, servidumbre, relaciones gremiales, etc.) que la enmascaren, a través de la conversión del trabajo en mercancía223 con la que se comercia en el mercado; los diferentes grupos sociales se funden, por sus intereses, en dos grandes clases antagónicas: los poseedores del capital y los que se ven obligados a venderles su trabajo; el proceso, a través de la mundialización de las relaciones mercantiles, se universaliza y abarca a todo el Planeta224. Pero la sociedad burguesa ya

221 Es interesante el concepto de alienación de Marx: “lo que este hecho expresa es, sencillamente, lo siguiente: el objeto producido por el trabajo, su producto, se enfrenta a él como algo extraño, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo que se ha plasmado, materializado en un objeto, es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta realización del trabajo, como estado económico se manifiesta como la privación de realidad del obrero, la objetivación como la pérdida y esclavización del objeto, la apropiación como extrañamiento, como enajenación... Todas estas consecuencias vienen determinadas por el hecho de que el obrero se comporta hacia el producto de su trabajo como hacia un objeto ajeno. En efecto, partiendo de esta premisa resulta claro que cuanto más se mata el obrero trabajando, más poderoso se torna el mundo material ajeno a él que se crea frente a sí, más pobres se vuelven él y su mundo interior, menos se pertenece el obrero a sí mismo...” Manuscritos económico-filosóficos, 1848

222 “La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases...” Manifiesto...

223 “Estos obreros, obligados a venderse al detall, son una mercancía como cualquier otro artículo de comercio, sujeta, por tanto, a todas las vicisitudes de la competencia, a todas las fluctuaciones del mercado...” Manifiesto...

224 “El trabajo industrial moderno, el moderno yugo del capital, que es el mismo en Inglaterra que en Francia, en Norteamérica que en Alemania, despoja al proletario de

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ha oído los “clarines” que anuncian su muerte: las fuerzas productivas ya han encontrado el sistema estrecho para su expansión y pugnan por el cambio. Tres son las manifestaciones de esta entrada en crisis del “sistema”:

todo carácter nacional...” y ello porque: “espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, crear vínculos en todas partes”. Manifiesto...

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-La creciente conflictividad entre trabajo y capital, que del lado del trabajo va adquiriendo fuerza conforme se va “universalizando225”, adoptando la forma de “unidad internacional” (“¡proletarios de todos los países, unios!”).-La aparición de la ideología comunista, que supone, como veremos luego, que, por primera vez, el proletariado dispone de un ideario que se corresponde con su conciencia de clase226 (el comunismo pretende hacer explícito y claro lo que hasta ese momento habían sido intuiciones y motivo de luchas aisladas).-Las crisis económicas del capitalismo, que son definidas como crisis de superproducción227, en las que el sistema, que se sostiene en los axiomas de “producir para el mercado” y “producir cada vez más”, se encuentra con que el mercado al que da lugar es incapaz de absorber toda la producción de la que son capaces las fuerzas productivas. De esta forma, mientras una porción importante de la producción se elimina sin poder ser distribuida, mientras una parte importante de los medios de producción entra en crisis y deja de producir, mientras una parte importante de la fuerza del trabajo se queda inactiva, parada, la mayoría social pasa hambre y privaciones.

225 “Pero la industria, en su desarrollo, no sólo acrecienta el número de proletarios, sino que los concentra en masas considerables; su fuerza aumenta y adquieren mayor conciencia de la misma. Los intereses y las condiciones de existencia de los proletarios se igualan cada vez más a medida que la máquina va borrando las diferencias en el trabajo (...) Los obreros empiezan a formar coaliciones contra los burgueses y actúan en común para la defensa de sus salarios... Aquí y allá la lucha estalla en sublevación...” Manifiesto...

226 “Los comunistas... representan siempre los intereses del movimiento (proletario) en su conjunto (...) Tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario...” Manifiesto...

227 “Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación... Durante cada crisis comercial, se destruye sistemáticamente, no sólo una parte considerable de productos elaborados, sino incluso de las mismas fuerzas productivas ya creadas. Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera parecido absurda, se extiende sobre la sociedad la epidemia de la superproducción (...) Las relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en su seno...” Manifiesto...

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4. La revolución proletaria. La revolución es definida por Marx como “arrancar por la violencia el poder de la clase dominante”. Pero vamos a ir por partes:

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a/¿Qué es imprescindible para que se pueda dar la revolución?, que la clase obrera tenga conciencia de su situación y de su tarea histórica. Su situación: no se trata sólo de que asuma las reivindicaciones socio laborales en favor de una mejora de sus condiciones de trabajo y salario, sino de que sea consciente de su papel en la lucha de clases y esa lucha adquiere un horizonte político228: la conquista del poder. Las reivindicaciones salariales son para el marxismo un medio y no un fin. Son el camino por el que el proletariado se sensibiliza con su situación concreta, por el que despierta, se une y se organiza. Pero es a través de esa lucha cotidiana, y con la ayuda del marxismo, como adquiere conciencia de la lucha de clases y de su papel histórico, como su lucha pasa de ser sindical a revolucionaria.b/¿Por qué una lucha política? por que el Estado es el mecanismo que la clase dominante, ahora la burguesía, utiliza para garantizar su dominación: constituciones, leyes, burocracia, ejército, policía... son organismo creados para encauzar, convencer y, si es necesario, reprimir la conflictividad social. El estado forma parte de la superestructura política pero es el último baluarte del poder de la clase opresora229: la ideología convence, consigue “despistar” a las clases opositoras, pero, cuando esto falla, aparecen los cuerpos represivos del Estado: la opresión se hace explícita y la clase explotadora defiende su posición a través de la policía y el ejército. Por eso, para acabar con la explotación es necesario tomar el Estado, y, por eso, esta toma política lleva consigo violencia230, porque ninguna clase social está dispuesta a dejarse arrancar aquello de lo que vive.

c/ Ahora bien, ¿puede considerarse que la revolución proletaria consiste sólo en tomar el poder político?, no. La conquista del Estado es sólo el primer paso, es necesario también derrotar los otros elementos que utiliza la burguesía para “dominar” al proletariado: la ideología, el aparato jurídico, la religión, etc... Esta derrota tendrá dos etapas:

228 “El verdadero resultado de sus luchas (del movimiento proletario) no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros... Más toda lucha de clases es una lucha política (...) Esta organización de proletariado en clase y, por tanto, en partido político...” Por eso, los objetivos del movimiento comunista son: “constitución de los proletarios en clase, derrocamiento de la dominación burguesa y conquista del poder político por el proletariado...” Manifiesto...

229 “El poder político es, en sentido propio, el poder organizado de una clase con vistas a la opresión de otra”, Manifiesto...

230 Previendo como se desarrollará la revolución proletaria, señalan Marx y Engels: “el proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital... Esto, naturalmente, no podrá cumplirse al principio más que por una violación despótica del derecho de propiedad y de las relaciones burguesas de producción...” Manifiesto...

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*En un primer momento se tratará de que el proletariado se libere de la contaminación del ideario burgués, de que adquiera conciencia de clase, para lo que realizará sus propias elaboraciones ideológicas y adoptará sus propias formas organizativas . Es lo que el marxismo denomina “constituir un movimiento proletario autónomo, de la inmensa mayoría”.

*En una segunda fase, desde el Estado recién conquistado, el proletariado eliminará los vestigios del poder burgués e impondrá los suyos propios, a la par que arranca los medios de producción de las manos burguesas y los hace propios. Pero, esto es importante, no los distribuye o los colectiviza inmediatamente porque aun quedan restos de la ideología burguesa, y esta distribución o esta colectivización se convertirían en un reparto de la propiedad privada, en una vuelta a un sistema burgués, más equitativo sí, pero en una vuelta a un sistema capitalista. Lo que el marxismo plantea es que la propiedad la asuma temporalmente el Estado proletario231 O, más explícito aun: “el proletariado... mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, suprime por la fuerza las viejas relaciones de producción, suprime, al mismo tiempo que estas relaciones de producción, las condiciones para la existencia del antagonismo de clase y de las clases en general, y, por tanto, su propia dominación como clase”. Manifiesto..., y que, cuando hayan desaparecido los últimos vestigios de la dominación burguesa, cuando fuerzas productivas y las relaciones de producción marchen a la par, se colectivice la propiedad. Entonces el Estado será innecesario, no existirán clases sociales y será el reinado de la igualdad, habremos entrado en la etapa definitiva, en el comunismo.

231 “El proletariado se valdrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas...

Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido la diferencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político...”

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De esta forma, la revolución lo que hace es instaurar un período transitorio que se denomina la dictadura del proletariado, según Marx y Engels, necesario para abrir paso a la liberación definitiva, un mal necesario para conseguir el fin último.

5. Las aportaciones de Lenin. Vladimir Ilich Ulianov (1870-1924)

“La idea de educar de manera sistemática a las masas en esta idea... de la revolución violenta está en la base de toda la doctrina de Marx y Engels... Una revolución es con toda seguridad la cosa más autoritaria que existe, un acto por el cual una parte de la población impone a la otra su voluntad a tiros de fusil, a ballonetazos y a cañonazos, medios autoritarios, si los hay. Le es forzoso al partido que ha triunfado mantener su dominación por el temor que sus armas inspiran a los reaccionarios... Así, pues, una de dos: o bien los antiautoritarios no saben ellos mismos lo que dicen, y en este caso no crean más que confusión, o lo saben, y en este caso traicionan la causa del proletariado. En los dos casos sirven únicamente a la reacción...”

“Recuento y control: he aquí lo esencial para la organización, para el funcionamiento regular de la sociedad comunista en su primera fase. En ella todos los ciudadanos se transforman en empleados asalariados del Estado, constituido por los obreros armados... Todo consiste en obtener que trabajen en la misma medida, que observen exactamente la misma medida de trabajo y que reciban en la misma medida. El recuento y en control en todos estos dominios han sido simplificados hasta el extremo por el capitalismo, que los redujo a las operaciones más simples de vigilancia y registro... Cuando la mayoría del pueblo proceda por sí misma y por todas partes a este recuento, a este control de los capitalistas (transformados entonces en empleados) y de los señores intelectuales que hayan conservado todavía hábitos capitalistas, este control se hará verdaderamente universal, general, nacional, y nadie podrá ya sustraerse a él. Toda la sociedad no será ya más que una gran oficina y un gran taller, con igualdad de trabajo e igualdad de salario...

Cuando haya desaparecido la esclavizante subordinación de los individuos a la división del trabajo y, con ella, el antagonismo entre el trabajo intelectual y el trabajo manual...; cuando con el desarrollo múltiple de los individuos las fuerzas productoras crezcan y todas las fuentes de la riqueza colectiva broten con abundancia, solamente entonces el estrecho horizonte del derecho burgués podrá ser completamente superado y la sociedad podrá inscribir en sus banderas: De cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades...”(Textos de El Estado y la Revolución, 1917)

2. EL ANARQUISMO. Miguel Bakunin (1814-1876)

“Soy partidario convencido de la igualdad económica y social, porque sé que, fuera de esa igualdad, la libertad, la justicia, la dignidad humana, la moralidad y el bienestar de los individuos, lo mismo que la prosperidad de las naciones, nunca serán más que otras tantas mentiras. Pero, partidario incondicional de la libertad, esa condición primordial de la humanidad, pienso que la igualdad debe establecerse

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en el mundo por la organización espontánea del trabajo y de la propiedad colectiva de las asociaciones productoras libremente organizadas y federadas en las comunas, y por la federación también espontánea de las comunas, pero no por la acción suprema y tutelar del Estado.

Este es el punto de vista que divide principalmente a los socialistas, o colectivistas revolucionarios, de los comunistas autoritarios, que defienden la iniciativa absoluta del Estado. Su fin es el mismo: un partido y otro quieren igualmente la creación de un orden social nuevo, fundado exclusivamente sobre la organización del trabajo inevitablemente impuesto a cada uno y a todos por la fuerza misma de las cosas, en condiciones económicas iguales para todos, y sobre la apropiación colectiva de los instrumentos de trabajo.

Ahora bien; los comunistas se imaginan que podrán llegar a eso por el desenvolvimiento y por la organización de la potencia política de las clases obreras, y principalmente del proletariado de las ciudades, con ayuda del radicalismo burgués, mientras que los socialistas revolucionarios, enemigos de toda ligazón y de toda alianza equívocas, piensan al contrario, que no pueden llegar a este fin más que por el desenvolvimiento y por la organización de la potencia no política, sino social, y por consiguiente antipolítica, de las masas obreras, tanto de las ciudades como de los campos, comprendidos en ellas los hombres de buena voluntad de las clases superiores que, rompiendo con todo su pasado, quieran reunirse francamente a ellas y aceptar íntegramente su programa.

He aquí dos métodos diferentes. Los comunistas creen deber organizar las fuerzas obreras para posesionarse de la potencia política de los Estados; los socialistas revolucionarios se organizan teniendo en cuenta la destrucción, o, si se quiere una palabra más cortés, teniendo en cuenta la liquidación de los Estados... Los socialistas revolucionarios sólo tienen confianza en la libertad. Partidarios unos y otros de la ciencia que debe matar la fe, los primeros quisieran imponerla; los otros se esforzarán por propagarla, a fin de que los grupos humanos, convencidos, se organicen y se federen espontáneamente, libremente, de abajo arriba: por su movimiento propio, y conforme a sus intereses reales, pero nunca según un plan trazado de antemano e impuesto a las masas ignorantes por algunas inteligencias superiores...” de La Comuna de París y la noción de Estado, 1971

5. EL NACIONALISMO

El nacionalismo es y fue una corriente política que dio lugar a importantes acontecimientos en la Historia. Podemos hablar de varios tipos de nacionalismo:

-Como sentido patriótico, el nacionalismo consiste en un sentimiento que exalta la pertenencia a una nación, basándose en la identificación de algunas características que definen lo propio/diferencial de esa nación, generalmente se trata de algún tipo de virtudes, como el heroísmo, la laboriosidad o la honradez. Esta exaltación es común a casi todas las corrientes políticas y la encontramos en el liberalismo, el republicanismo o el socialismo. Los objetivos de este sentimiento son varios, pero destacamos dos: disponer a los individuos para que sacrifiquen parte de su individualidad (pagar impuestos, cumplir el servicio militar, respetar las leyes,

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etc.) en favor del Estado, y conseguir el consenso de la sociedad en favor de las instituciones (amar España es amar sus instituciones). La máxima expresión del nacionalismo se produce cuando esta exaltación de la “patria” llega al punto en el que se considera que la propia es mejor y superior a las demás, de tal forma que la pertenencia a esa nación otorga derecho a actuar sobre las otras naciones.

-Como sentido de opresión por otras naciones, que se sientes distintas a la propia. Es el nacionalismo de las nacionalidades sojuzgadas, que identifica a un grupo por unas características que considera propias y desnaturalizadas por la supremacía de otra nación. Es resultado es el desarrollo de movimientos de liberación nacionalistas. Es un nacionalismo disgregador, que pretende la construcción de estados nuevos.

-Como sentimiento de falta de unidad de un pueblo, que tiene unas características comunes pero que no ha conseguido formar un estado. Es un movimiento expansivo, que tiende a unir entidades menores en una mayor.

El primer sentido, como ya hemos dicho, es común a casi todas las formas de pensamiento político y acompaña a los otros dos sentimientos. Se desarrolla en menor o mayor grado en las diferentes etapas históricas y se ha dado a lo largo de toda la Historia. La novedad radica en que en las etapas precontemporáneas no era un sentimiento general de toda la sociedad, sino que abarcaba a los pequeños sectores que se identificaban con el estado: las aristocracias, mientras la mayoría de los “súbditos” de ese estado eran por completo ajenos a él, identificándose preferentemente con entidades sociales, territoriales y políticas menores: su terruño, su comarca, etc. La edad contemporánea, al traer estados que pretenden identificarse con el conjunto de la “ciudadanía” (el contrato de la comunidad), hace del sentido patriótico algo general al conjunto de la sociedad. No es de extrañar que el comienzo del patriotismo “general” se produzca con el advenimiento de las revoluciones burguesas, que tildan de antipatriotas a los defensores del AR, de los privilegios. No obstante, la fecha a partir de la cual el sentimiento patriótico alcanza un mayor desarrollo es 1848, momento en el que comienza a extenderse por todos los estados el sufragio universal (masculino), que hace a todos los hombres partícipes de los estados.

El sentido disgregador del nacionalismo se dió también desde el principio del período que aquí estudiamos, pero su consolidación, logros y manifestación política coherente se dan a partir de 1870, por lo que lo dejaremos a un lado de momento. Aquí lo que realmente nos interesa es el tercer sentido, porque es uno de los aspectos determinantes de la política europea entre 1848 y 1870.

Antes de continuar conviene definir tres conceptos de los que parte el entramado ideológico nacionalista:

a/ Nación o “conjunto de habitantes regidos por un mismo gobierno”. El país es su expresión geográfica (territorial) y el estado su forma jurídico-institucional.

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b/ Nacionalidad o “conjunto de caracteres peculiares que identifican a una nación, y son su razón de ser”

c/ Nacionalismo o “corriente política que busca que se produzca la situación óptima, en la que nación, país y estado coincidan”. El nacionalismo, en sí mismo, no determina la forma del Estado, necesita de otros contenidos políticos para éllo. Así, nos encontramos con un nacionalismo liberal o con un nacionalismo socialista, etc...

5.1. Los orígenes del nacionalismo

De forma general, podemos decir que el pensamiento nacionalista se forma con la pretensión por conseguir o con la consecución misma de estados democráticos, que, como ya hemos señalado, se identifiquen con el conjunto de la sociedad. Estos estados, reales o imaginados (por conseguir), generarán sentimientos nacionalistas en la medida en que los utilizan para arrastrar a las masas en pos de ellos.

Las raíces del nacionalismo son múltiples, pero podemos sintetizarlos en:

1/ La idea de soberanía nacional232 entendida como voluntad de constituirse en nación. Este planteamiento ilustrado, que se encuentra en la base de las ideas de contrato, da lugar a dos consecuencias:

-Los estados, producto de esa constitución de los individuos en nación, deben corresponderse con ese carácter voluntario-democrático y participativo. Son los estados liberales-representativos, que parten de la máxima: la soberanía nacional.

-El planteamiento del cómo se construye-constituye esa nación o. lo que es lo mismo, ¿por qué ese grupo de individuos decide constituirse en nación?. Las respuestas son de dos tipos:

- El planteamiento liberal puro sostiene que es un acto de raciocinio por el cual los individuos se dan cuenta de las ventajas de la vida en sociedad. Es más asumen la inevitabilidad de la vida social, dado que sólo en sociedad-nación el hombre puede ser/es feliz233

232"La soberanía es una, indivisible e imprescindible. Pertenece a la Nación y ninguna parte del pueblo, ni ningún individuo pueden atribuirse el ejercicio de la misma” (Constitución francesa de 1791, tit.III a.1)

233 “Supongo a los hombres llegados a ese punto en que los obstáculos que se oponen a su conservación en el estado natural vencen por su resistencia a las fuerzas que cada individuo puede emplear para mantenerse en ese estado. Entonces, ese estado primitivo ya no puede subsistir, y el género humano perecería si no cambiara su manera de ser...

Encontrar una forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común a la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual, uniéndose cada

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Estas cláusulas, bien entendidas, se reducen a una sola: la enajenación total de cada asociado con todos sus derechos a toda comunidad...” (ROUSSEAU, El Contrato Social, 1762).. Es un planteamiento universalista: habla de la sociedad como algo único. Cuando a estos liberales se les planteaba la existencia de diferentes sociedades, muchas veces en conflicto (y a veces en guerra) unas con otras, atribuían estos particularismos a una falta de desarrollo racional. El final del proceso/progreso se vislumbraba en una sociedad-nación universal, en la que la Razón dominase todas las conciencias por igual, en la que hubiese una armonía universal (Kant).

- El planteamiento nacionalista incide en la existencia de razones por las que los individuos se identifican en unos grupos234 “Puesto que el hombre nace de una raza y dentro de ella, su cultura, educación y mentalidad tienen carácter genético. De ahí esos caracteres nacionales tan peculiares y tan profundamente impresos en los pueblos más antiguos que se perfilan tan inequívocamente en toda su actuación sobre la tierra...” JG HERDER, Ideas para una Filosofía de la Historia de la Humanidad, 1784-91 y no en otros. Es decir, los individuos forman sociedades-naciones y no una única sociedad, por ello se trata de analizar el por qué de esos particularismos. La respuesta se encuentra en la existencia de caracteres propios a diferentes grupos humanos, que los llevan a identificarse unos con otros y a diferenciarse de los demás grupos. Montesquieu ya había señalado la existencia de un “espíritu de los pueblos”. Los nacionalistas hablan ahora de diferentes nacionalidades. Como se ve es un planteamiento particularista.

Hay otro aspecto que conviene destacar: del planteamiento ilustrado deviene la idea de la nación como autoconstrucción, como resultado de la voluntad de sus componentes. Así: 1/ la imposición de la nación a los individuos es sinónimo de

uno a todos, no obedezca sin embargo más que a sí mismo y permanezca tan libre como antes...

234 “He aquí lo que es un pueblo en el sentido elevado de la palabra, desde el punto de vista de un mundo suprasensible: un conjunto de hombres que viven en sociedad y se forman unos a otros espiritual y naturalmente, obedeciendo a una ley de desarrollo, especial y cierta, de la divinidad. La unidad de esta ley especial es lo que, tanto en el mundo eterno como en el temporal, convierte a las multitudes en un todo compacto y natural...” FICHTE, Discursos a la nación alemana, 1807

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opresión235, 2/ los individuos pueden y deben liberarse de esa opresión236

construyendo sus naciones en su camino hacia la felicidad. La Historia se entiende como el camino de las naciones en su autoconstrucción.

La afirmación de la nacionalidad planea dos problemas que no son teóricos:

1/ El papel del individuo en su relación con la colectividad-nación. La existencia de unos caracteres que definen esa nacionalidad obliga al individuo237, lo conducen por el camino de la construcción de la nación. En este sentido, el individuo deja de ser totalmente libre. No obstante, caben dos interpretaciones:

a/ Considerar que las nacionalidades son el producto de las conductas (historia) de los hombres a lo largo de los siglos238, en cuyo caso se admite que existen unas normas superiores al hombre (un deber), pero se les da un origen humano. Es un planteamiento que se da en nacionalidades que han tenido a lo largo de la Historia concreciones en forma de nación.

b/ Considerar que esas características son naturales y anteriores a los procesos históricos. Generalmente se recurre a fenómenos étnicos o lingüísticos. En este caso, el individuo se encuentra con un deber “casi

235 “...El estado más natural sea también un pueblo con carácter nacional. Este se conserva por miles de años y puede desarrollarse con mayor naturalidad si el príncipe respectivo se empeña en ello... Por consiguiente, nada se opone tanto al fin de los gobiernos como esa extensión antinatural de las naciones, la mezcla incontrolada de estirpes y razas bajo un solo cetro...” JG HERDER, Ideas...

236 Los estados no nacionales, “no poseen vida auténtica y a los que viven dentro de ellos, unidos por la fuerza, sólo una maldición del destino podría condenar a la inmortalización de su desgracia. Precisamente la política que produjo semejante aborto es también la que juega con los pueblos y hombres como con cuerpos inertes; pero la historia demuestra a las claras que estos instrumentos de la soberbia humana son de arcilla y se quiebran o deshacen como toda la arcilla en esta tierra...” JG HERDER, Ideas...

237 Es el sentido de la ley nacional de Fichte, “esta ley precisa y completa es lo que se llama el carácter nacional de un pueblo; la ley que preside el desarrollo de lo primitivo y lo divino...” en Discursos...

238 “A la pregunta «¿qué es un pueblo?», contestaban: un montón de seres efímeros con cabeza, manos y pies que en este momento desdichado campan por sus respetos, con todos los síntomas exteriores de la vida, en este trozo de tierra que se llama Francia; en lugar de contestar: “un pueblo es la comunidad sublime de toda una larga serie de generaciones pasadas, en vida y venideras, unidas todas a vida y muerte en un sólo vínculo íntimo y grandioso y en cada generación, a su vez, cada individuo garantiza la unión común... ¡cuán bella e inmortal comunidad no se hace patente a los ojos y a los sentimientos generales, en el idioma común, en las costumbres y leyes comunes...!” A MÜLLER, Elementos de Política, 1808-1809

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religioso” con el que cumplir239. Este planteamiento, en sus versiones más exageradas, conduce hacia el autoritarismo: la construcción de la nación se pone cómo objetivo supremo de la actividad política, las instituciones con las que se pretende dotar a la nación se las hace corresponder con esos caracteres propios y suele ir acompañado de las ideas de superioridad nacional. El resultado no puede ser peor: son los nacionalismos fascistas.

2/ El nacionalismo en su búsqueda de nacionalidades puede caer en el excesivo particularismo: buscando las características identificadoras de los pueblos se puede llegar a un particularismo extremo. Es necesario poner un límite, encontrar las auténticas nacionalidades y discriminar entre nacionalidad y particularismo. La tarea no es fácil y, por el contrario, históricamente ha sido peligrosa. La asignación de nacionalidades no ha sido un acto fortuito, sino que se ha realizado en el seno de unos intereses y de unos grupos sociales, el nacionalismo se convierte, así, en un arma para otros fines: la consecución de un mercado, la obtención de grupos sociales “inferiores”, la ampliación territorial de los estados, etc. En este sentido, el nacionalismo puede, y lo ha hecho (caso húngaro, por ejemplo) oprimir240 a otras nacionalidades, convirtiéndose en la afirmación de una nacionalidad frente a otras, pero obviando la existencia de otras nacionalidades subyugadas en su seno. Por lo mismo, el requisito de que los estados nacionales recojan las peculiaridades de las nacionalidades impone unos caracteres homogeneizadores que tienden a suprimir-oprimir a las minorías. Es el caso de la homogeneización lingüística. El alemán, que se pretendía en el origen de la nacionalidad alemana, era un idioma hablado sólo por las elites intelectuales, aristocráticas y burocráticas de los estados alemanes, pero que la constitución del estado alemán impuso como idioma oficial, anulando la multitud de dialectos-idiomas que hablaba la mayoría y que constituía una extraordinaria riqueza cultural.

Fue List, un economista alemán, el que planteó este problema con mayor claridad: las naciones debían tener un tamaño suficiente para ser viables. Claro el planteamiento tiene sus orígenes en la situación alemana: el nacionalismo germánico consistió en la creación de una nación viable económicamente. No obstante, el concepto de “umbral” es importante, porque:

239 Ver cita de la nota 2, pág 20.

240 A propósito del sentido de la unidad alemana, señalaba, en 1810, H. VON GAGERN, “¿Es que nosotros, teniendo presentes los intereses nacionales, podemos abandonar en el futuro las provincias extra alemanas de Austria a sí mismas o al azar? Yo he concebido la misión del pueblo alemán como una misión grande y universal. ¿qué unidad debemos aspirar? como quiera que nosotros hemos de vivir conforme a la misión que nos ha sido asignada en el Este, debemos incorporar, como satélites, dentro de nuestro sistema planetario, a aquellos pueblos situados a lo largo del Danubio que no tienen ni vocación ni derecho a la independencia...” Claro que Bismarck se manifiesta más expeditivo en una carta a su hermana, en 1861, “hay que golpear a los polacos hasta que renuncien a vivir. Siento gran compasión por su situación, pero si queremos perdurar no tenemos más remedio que exterminarlos...” citados en F HEER, Europa madre de las revoluciones, Madrid, 1980

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-Permite discernir claramente entre nacionalidad y particularismo.

-Muestra un origen económico en el nacionalismo (al menos en el anterior a 1870), que aparece así como el arma política para conseguir naciones que se adecuen al nuevo concepto territorial que impone la revolución industrial. El territorio fragmentado e inconexo del AR va a ser destrozado por la industrialización, especialmente por dos imperiosas necesidades:

- El proceso de urbanización va a dar lugar al crecimiento del fenómeno urbano241, quebrando demográfica y regionalmente el mundo rural242. El propio concepto de región preindustrial (ámbito básico de las actividades agrarias de autoconsumo, por tanto de pequeñas dimensiones) se sustituye por otro243, en el que prima la idea de “mercado suficiente”, de mayores dimensiones y complejidad.- El proceso de urbanización va a dar lugar a una red de interinfluencias (cuyos centros-nódulos son las ciudades) y a una jerarquía territorial que van a articular el territorio y que requiere un tamaño superior para poder tener éxito.

En este sentido, el nacionalismo es el arma política para la articulación del territorio de los grupos sociales que dirigen la revolución industrial, bien, como en el caso alemán o el italiano, para asentar regiones suficientes, bien como en el caso catalán o vasco para conseguir que subsistemas regionales obtengan un lugar más relevante en las jerarquías (más poder) española o paneuropea.

-Manifiesta el grupo social que está en el origen del nacionalismo: la nueva elite que se acabará convirtiendo, como ya hemos visto, en la burguesía.

2/ El liberalismo es una fuente importante del nacionalismo. En primer lugar, desde una perspectiva negadora: el liberalismo, fundamentalmente el económico

241 No ha de ser causalidad que las ideas comiencen a circular en una red urbana. Es muy satisfactoria la imagen de un mundo urbano progresivo -liberal e industrializador- y un mundo rural regresivo -conservador y enemigo de la industrialización-; no obstante, sin plantear estereotipos demasiado fáciles si que se puede afirmar que las nuevas ideas se extienden sobre la red territorial que esta creando la revolución industrial, siguiendo los caminos que están marcando las influencias económicas.

242 Esta quiebra, acompañada de los evidentes efectos económico-sociales (emigración a la ciudad, sometimiento a una economía comercial...), produce en el mundo rural un desapego notable con respecto a las “ideas de la ciudad”, que conduce hacia el conservadurismo. Precisamente, será el nacionalismo conservador el que con la exaltación del patriotismo y del primitivismo “nacional” consiga enganchar a estas masas. Napoleón III, por no seguir con los ejemplos alemanes, es un paradigma de ello, y sus victorias políticas en los plebiscitos lo demuestran.

243 El nuevo concepto de región se encuentra en la base de la idea de nación.

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(Adan Smith), en su afán de exaltación del individualismo, tienden a limitar el peso o poder de los estados y, con ello, el de las naciones. Lo importante es el individuo y su potencialidad, el interés individual es la fuente del progreso, etc. son postulados que necesariamente reducen el papel de la nación, del estado y de las nacionalidades, como conceptos referidos a la colectividad. No obstante, al liberalismo se le planteó un problema que no podía resolver, una contradicción: para que reine el individuo es necesaria la existencia (recordemos a Rousseau) de un estado garante de las libertades, garante del individualismo. De mayores o menores dimensiones el estado aparece como imprescindible. Desde el punto de vista económico (Hobsbawn), el problema es el mismo: el interés particular es la fuente de la riqueza y el progreso, pero los procesos económicos (la industrialización) se realizan en el seno de las naciones. Es más, en el seno del desigual desarrollo de las naciones encontró la revolución industrial una de sus principales ventajas, uno de sus más importantes motores (mercados).

Esta contradicción, este problema es el que va a estar en la base del desarrollo del nacionalismo, que viene a resolverlo. El liberalismo, amén de lo anterior, aportará al nacionalismo una armazón teórico-ideológica. No conviene olvidar que hasta 1830-48 nacionalismo y liberalismo avanzaron de la mano, que los principales nacionalistas eran liberales convencidos. Así, tenemos:

a/ El concepto de libertad como salvaguarda del individuo frente a la opresión de la masa o del Estado, da fundamento a:

-La idea de liberación frente a la opresión de los estados que no se corresponden a las nacionalidades244. La libertad no es plena, el hombre no es feliz, si hay opresión. Para los nacionalistas gran parte de esa opresión proviene de la imposición de la nación no deseada. La lucha nacional es una lucha por la libertad.

-El derecho de las nacionalidades, en la medida en que forma parte esencial del derecho a la libertad, es inalienable y previo a cualquier consideración política. Así, Mazzini sostiene que el hombre tiene por naturaleza dos libertades: la libertad personal y la de asociación nacional, sin el ejercicio de las dos no puede haber libertad total.

-La opresión de las nacionalidades proviene del Estado y de las mayorías que imponen formas culturales, sociales, políticas, etc. ajenas a la naturaleza de las nacionalidades. Esta opresión-imposición adopta necesariamente una mecánica política que hace que los estados tengan que asumir formas despóticas: tienen que disponer de aparatos represivos de los naturales sentimientos nacionalistas (policía, ejército, sistema educativo, sistema político, etc.). Incluso aún cuando las instituciones tengan aspecto democrático, en la medida en que imponen “su nación”, son

244 “Le es imposible al Estado aceptar de ningún otro pueblo noción alguna de abolengo y de idioma diferente, sin perjudicarse a sí mismo y a su propia formación...” JG FICHTE, Discursos...

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despóticas, pues tales instituciones son los vehículos de los que se sirve la nación opresora para anular la nacionalidad oprimida.-La concepción del individuo como motor esencial de la vida política da lugar a la exaltación del poder del individuo, de su capacidad para la acción. El nacionalismo parte de esa capacidad del hombre para variar o transformar el estado de las cosas, aunque traslada esa potencialidad al concepto de nacionalidad (ya hemos visto los problemas del individuo y la nacionalidad en el nacionalismo). Las naciones existentes pueden ser modificadas, no son inmutables, lo esencial y previo son las nacionalidades.

b/ La idea de soberanía, que ya hemos comentado antes.

c/ El creciente positivismo. Los problemas de la construcción de los estados y la necesidad de ordenar la sociedad conducen al pensamiento liberal a olvidar el ius naturalismo y a afirmar el origen positivo del derecho245. Esa natural dependencia del derecho de la costumbre y del carácter del pueblo, se conserva también en el progreso del tiempo, no dentro modo que en el lenguaje...”, De la vocación de nuestro siglo para la legislación y la jurisprudencia, 1814, releyendo a Montesquieu, para encontrar la justificación a las formas concretas que iban adoptando los estados, muchas veces alejadas de los ideales primigenios de igualdad, libertad y fraternidad. Esta historicidad sirve de base a la afirmación histórica de las nacionalidades, en ella encuentra el nacionalismo las características definitorias de las nacionalidades246. El romanticismo no es ajeno a ello. El rechazo romántico de la fría racionalidad que había conducido a esa vida mezquina propia de “los burgueses” y la exaltación del pasado, como esos tiempos legendarios en los que el hombre, en armonía con la Naturaleza y con los demás hombres, era feliz está en la base de la mitología nacionalista:

-La existencia de un pasado, legendario y remoto, mejor, edad de oro para algunos, se convierte en argumento esencial que justifica la reivindicación nacionalista. Esta visión del pasado se realiza a la manera romántica, como exaltación de valores heroicos, grandes epopeyas... habitualmente situados en la Edad Media247. Generalmente es una

245 FC SAVIGNY: “Preguntaremos ante todo a la historia cómo se ha desenvuelto realmente el derecho entre los pueblos primitivos, con el fin de procurar ver y juzgar qué es lo que hay en ese desenvolvimiento de necesario, de útil y de censurable.

En todas las naciones, cuya historia no ofrece duda, vemos al derecho civil revestir un carácter determinado, peculiar de aquel pueblo...

246 “El carácter de los pueblos antiguos se originó de los rasgos raciales, la región en que habitaban, el sistema de vida adoptado y la educación, como también de las ocupaciones preferidas y las hazañas de su temprana historia. Las costumbres de los mayores penetraban profundamente y servían al pueblo de sublime modelo...” JG HERDER, Ideas...

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mixtificación: en el caso de haber existido, se hace abstracción de todos los elementos fríamente racionales-banales, como las situaciones de opresión social y política o la opresión sobre otros pueblo, y se insiste en aquellos aspectos que generan más sentimentalismo nacional.

-La existencia de una Naturaleza o territorio (país) idílico en el que se vivía en aquellos remotos tiempos, con el que se identifica la esencia de la nacionalidad y que considera vulnerado, deteriorado o explotado, por los agentes opresores. La reivindicación nacionalista se equipara con la reivindicación de esa Naturaleza armoniosa. En algunos casos, como una vuelta ecológica al pasado, en otros, como una reivindicación territorial.

-La existencia de una sociedad perfecta, fraterna y virtuosa legendaria que fue destruida-oprimida por el invasor. Sociedad que tenía características propias248 “Se las aglutina (diferentes nacionalidades) unas con otras dentro de una máquina precaria que se llama máquina estatal, sin vitalidad intrínseca ni simpatía de los componentes. Reinos de esta índole que tan problemático hacen el título de padre de la patria a cualquier monarca, aunque fuera el mejor, ocupan en la historia el lugar de aquellos símbolos monárquicos en el sueño del profeta, donde la cabeza del león se une con la cola del dragón y el ala del águila con la pata del oso en un conglomerado estatal que lo es todo menos patriótico...” JG HERDER, Ideas..., conformes a la manera de ser de esa nacionalidad. Por ello, el movimiento nacionalista pretende que el nuevo estado en construcción adopte esa caracterización.

Amén de esta mitología nacionalista, conviene resaltar que la necesidad de justificar la nacionalidad hará del nacionalismo una corriente que desarrolle el trabajo histórico249. Verdaderas oleadas de publicaciones sobre la historia nacional preceden a los movimientos nacionalistas y serán intelectuales los que realicen los corpus doctrinales nacionalistas. Michelet es uno de los mejores ejemplos (es francés, de una nacionalidad con nación, y por tanto, carece de motivaciones para querer buscar en la Historia lo que esta no tiene). Para él, la nación es un ser organizado, no una colección de individuos, sino algo vivo y armónico, con un alma (la moral nacional y los sentimientos nacionales) y una misión. Cada nación tiene

248 “Los que viven de una vida creadora, los que dejan a un lado la nada cuando otra cosa no pueden hacer, y esperan a que se adueñe de ellos una vida creadora; los que, aún sin llegar tan lejos, por lo menos aspiran a la libertad, amándola, en vez de temblar ante ella, todos esos son hombres primitivos, y si se los estudia, se les considera como una colectividad, forman un pueblo primitivo (Urvolk): el pueblo alemán en una palabra... En la nación que hasta nuestros días se la llamado propiamente pueblo, o sea alemán, la colectividad ha mantenido hasta hoy el progreso y la vida...” JG FICHTE, Discursos...

249 Destacamos las historias de la Revolución francesa de THIERS, MIGNET, MICHELET, la Historia de la Civilización de GUIZOT, o la Historische Zeitschrift alemana (1857).

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sus propias características, así, Francia es la nación de la libertad y su misión es extenderla al resto de la Humanidad.

Podemos observar, como ya antes hemos señalado, que el nacionalismo retira al individuo del lugar preeminente en que lo coloca el liberalismo, ahora hay fuerzas que lo superan: su pertenencia al grupo, la moral, la nacionalidad, etc. Sin embargo, ya el liberalismo había comenzado a insinuar esta tendencia en su pensamiento: el individuo es el fin de toda actividad política, pero ese individuo vive en sociedad y debe regirse por unas normas que, si bien en el pensamiento ilustrado eran naturales y partían del individuo en cuanto ser racional, para el liberalismo, constructor de estados y amante del orden social, se encuentran por encima del propio individuo. Para Destutt de Tracy la ley es un acto positivo, resultado de la existencia de una autoridad que tiene el derecho a gobernar. La ley natural-racional comienza a dejar paso a la ley real, útil. Las leyes, como las entiende el liberalismo inglés (de Hume a John Mill), son convenciones humanas que deben su vida a su utilidad. En el mismo sentido que Benjamín Constant afirmará que las instituciones humanas son el resultado de la adaptación del sentimiento de justicia social, propio del hombre, a las circunstancias concretas en las que se desarrolla esa acción. Igualmente, Guizot afirmará la primacía de las normas morales sobre el individuo y las instituciones políticas, que deben ceñirse a los dictados (deber) morales. Se ha olvidado la universalidad de la ley racional ilustrada y del individuo todo poderoso, ahora entramos en el campo del relativismo político (está bien lo que sirve) y de la sumisión del individuo a normas superiores a él. No son ajenos a estas tendencias los desarrollos teóricos del conservadurismo, que sostiene a la Historia como fuente de las instituciones. Sin llegar a los extremos de Bonald (afirma que la tradición revela el orden natural), José de Fiévée señala que la fuente de las instituciones estables (por ello, buenas) es la integración de la tradición y las innovaciones propias de los avances sociales. La felicidad, fin de toda actividad humana (la política es una parte importante), consiste en la victoria de la virtud sobre el interés particular (individual), virtud que no es sino el resultado de los usos y costumbres heredados, que han permitido la supervivencia y el progreso de los hombres.

Así pues, el nacionalismo sitúa al individuo en un segundo plano con respecto a la nacionalidad, a la nación-estado250 “. El estado no es una manufactura, granja, sociedad de seguro o mercantil; es la conexión íntima de todas las necesidades físicas y espirituales, de todas las riquezas físicas y espirituales, de toda vida interior y exterior de una nación para constituir un gran todo enérgico e infinitamente movido y vivaz”, A MÜLLER, Elementos de Política, 1808-1809 y a la Historia. La Historia es el desarrollo del espíritu de las naciones, el camino de su afirmación, en el sentido en que Chateaubriand señalaba que las sociedades poseían un impulso, algo que les da vida, que les hace desarrollarse.

3/ La filosofía alemana dará al nacionalismo un fuerte soporte ideológico y conceptual. Hegel planteó los principales postulados de los que beberá el nacionalismo alemán: 1/ la primacía del Estado como la esfera en la que se concilia

250 “El corazón de los súbditos tiene que latir por el Estado, cada ciudadano debe estar dispuesto a ofrecer y sacrificar todo a otro todo...

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lo particular y lo universal, donde se da la libertad real (la que da la Ley), síntesis de la libertad individual y la Libertad racional251 “La unidad de la voluntad subjetiva y de lo universal, es el orden moral y, en su forma concreta, el Estado. Este es la realidad, en la cual el individuo tiene y goza su libertad; pero por cuanto sabe, cree y quiere lo universal... Sólo en el estado tiene el hombre existencia racional... Todo el valor que el hombre tiene, toda su realidad espiritual, la tiene mediante el Estado...” HEGEL, Filosofía de la Historia Universal, 1822-1831. Ver también la nota 5 de la página 19.. Ese Estado, conjunto de leyes, es superior al individuo y es el resultado del desenvolvimiento histórico de la razón, el objetivo final de la Historia. 2/ La Historia se concibe como un desarrollo dialéctico en el que cada fase se corresponde con la afirmación-objetivación de un grupo social252 sobre otros. Esta afirmación se materializa en la forma de un Estado, que es puesto en entredicho por los grupos sociales oprimidos, que aspiran a derribarlo y a la construcción de uno nuevo. 3/ El comportamiento de los individuos es el resultado de la tensión entre la libertad individual-subjetiva y la norma-el deber, el resultado es la superación de esa tensión: la plasmación concreta de unos usos y unas costumbres, de una organización espiritual propia de cada pueblo, que para realizarse debe adoptar la forma de un Estado.

De estos planteamientos parte el estatalismo del nacionalismo alemán, que considera que el estado es la instancia suprema, a la que se debe el individuo (el individuo le debe su libertad al Estado, que es el que le permite, con sus leyes, ejercerla). El proceso de construcción nacional se entiende como un proceso guiado por el Estado, en el que éste mismo se construye en la lucha contra el individualismo y contra otros estados. Así, la afirmación nacional tiene una doble vertiente:

-La superación del individualismo disgregador. No hay que olvidar lo que tardó el nacionalismo alemán en comprender el liberalismo y el régimen representativo.-La superación del conflicto con otros estados en una dialéctica de opresor-oprimido.

251 “El Estado no es una institución artificial, una de tantas invenciones útiles y agradables de la vida social, sino que es el todo de esa misma vida, necesaria en cuanto se dan hombres, ineludible, fundada en la naturaleza del hombre, diría, si, considerado desde todos los puntos de vista juntos, no fueran una y la misma cosa la existencia humana y la civil...” A MÜLLER, Elementos...

252 “El Estado es... el objeto inmediato de la historia universal... El espíritu, en la historia, es un individuo de naturaleza universal, pero a la vez determinada, esto es: un pueblo en general. Y el espíritu del que hemos de ocuparnos es el espíritu del pueblo... Ningún individuo puede transcender de esta sustancia; puede, sí, distinguirse de otros individuos, pero no del espíritu del pueblo... Cuando el pueblo ha hecho de sí mismo su propia obra, desaparece la dualidad entre lo que es en sí, en su esencia, y lo que es en la realidad. El pueblo se ha satisfecho; ha desenvuelto como su mundo propio lo que en sí mismo es...” HEGEL, Filosofía...

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Desde esta doble perspectiva se entiende que el nacionalismo alemán entienda el proceso de construcción de la unidad alemana como un proceso de afirmación del poder del Estado. Afirmación interior en cuanto el Estado domine sobre los individuos, y afirmación exterior en cuanto el Estado alemán se afirme con respecto a los otros estados. Si a esto le sumamos la confianza hegeliana en la supremacía alemana, encontraremos las raíces ideológicas de la acción bismarquiana.

Siguiendo con el tema, paralelo a este “estatalismo” se encuentra las concepciones de Herder sobre lo que constituye una nacionalidad, un “pueblo” (volk), como comunidad inconsciente de raza, lengua o costumbres. Esta no necesidad de la conciencia nacionalista para que exista una nacionalidad es una afirmación cargada de consecuencias, dado que da valor de necesidad a la construcción nacional, independientemente de los sentimientos de los integrantes de esa nación. Así, encuentra justificación la política de unificación-anexión prusiana, se trataba de la defensa de lo alemán, del Estado alemán, aunque hubiese que someter a los mismos alemanes.

4/ Una última raíz del nacionalismo la encontramos en los propios acontecimientos históricos que vivieron (al menos vivieron su memoria) los formuladores de la doctrina. Destacaremos tres:

a/ La Revolución francesa fue vivida como:

-La confirmación de la fuerza de la voluntad de la nación, la primera afirmación de la soberanía de la nación. Aunque transformando, como ya hemos visto, el concepto de nación, el nacionalismo encuentra aquí:

-La objetivación de la idea de soberanía nacional.-La certidumbre de la realidad de la posibilidad de afirmar las soberanías.-La idea de que los pueblos los constituyen sus componentes y no un grupo de ellos o unas instituciones.

-La revolución levantó sentimientos ambivalentes, mientras para unos era un acontecimiento admirable e imitable, para otros, horrorizados por el desorden y el Terror, era algo a evitar. Serán estos últimos los que enarbolen la bandera de lo nacional para defenderse de las influencias francesas o extranjeras. Es más como la visión que los contemporáneos tuvieron de la revolución fue la de la obra de “los filósofos”, de los ilustrados (la mayoría de los cuales, al menos los más conocidos, era francesa), el pensamiento contrarrevolucionario adoptará posiciones radicalmente antifrancesas. Es conocido el ejemplo alemán, donde las cortes estaban desde el siglo XVIII profundamente afrancesadas en sus gustos y costumbres, lo que provocó entre los primeros nacionalistas-románticos un fuerte rechazo, que los llevó a germanizar sus formas.

-La revolución consistió en la destrucción de un estado y la construcción de otro. La misma idea de destrucción de algo hasta entonces

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considerado eterno u obra de la Providencia ilumina las perspectivas nacionalistas. Pero, además, la mecánica de como se hizo ilustrará los manuales de estrategia nacionalistas (movimientos de masas, proclamación de una asamblea constituyente, etc.), como en el caso de la Asamblea de Francfort, o marcará el camino que no se debe seguir (evitar las alteraciones del orden, la desorganización política, etc.) como es el caso de la visión prusiana del nacionalismo.

-La revolución fue realizada por hombres que acuñaron:

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EL NACIONALISMO

-Un nuevo modelo de comportamiento, la ética revolucionaria. El hombre activo, participativo, arriesgado, que impone sus obligaciones sociales a las personales, el héroe... dan lugar a la figura del luchador que es común a los movimientos radicales democráticos y a los conspiradores nacionalistas. Encontramos esta ética en las sociedades secretas, cenáculos en los que se movió el primer nacionalismo, y es pareja a la extensión del “jacobinismo”.

-La primera imagen del patriotismo contemporáneo, entendido como ardorosa y valiente defensa de los logros revolucionarios frente a los enemigos de la revolución (enemigos de la revolución = enemigos de la patria). Claro que esta concepción sólo era posible si se defendía un estado de todos, un estado basado en la soberanía nacional. Las banderas nacionales, los himnos y las fiestas patrióticas comienzan ahora y son los símbolos de este patriotismo. El nacionalismo tomará de aquí su sentimiento de la nacionalidad.

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EL NACIONALISMO

b/ Las guerras revolucionarias. La revolución francesa cambió la forma de concebir la guerra. Ahora deja de ser únicamente un asunto de soldados por cuestiones territoriales y se convierte en:

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EL NACIONALISMO

-Un asunto de la nación que defiende su estado. En este sentido, el modelo de ejército nacional se impondrá partir de ese momento. Las guerras dejan de ser guerras entre reyes y se convierten en guerras nacionales.-Un asunto en el que se dan dos campos de batalla: el bélico, propiamente dicho, y el de las conciencias. Los revolucionarios franceses divulgaron sus conquistas como una forma de ganar adhesiones y debilitar a su enemigo absolutista. Guerra y política, pues, comenzaron a ir juntas: la guerra se admitió como una forma de hacer política (en este caso, extender la revolución y sus bondades) y los planteamientos políticos justificaron hacer la guerra. Los nacionalistas, que se verán inmersos en procesos bélicos jugarán con estas ideas.

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Por otro lado, las guerras revolucionarias extendieron la revolución: llevaron e impusieron en los territorios dominados las leyes y las costumbres revolucionarias. Pueblos enteros pudieron vivir los beneficios de la revolución sin necesidad de hacerla y durante decenios no olvidarán estos años. Es más, cuando se produzca la Restauración, muchas de las políticas revolucionarias no se abolirán: la desamortización de los bienes eclesiásticos, la abrogación de la servidumbre, etc. perdurarán de una forma u otra. La idea de soberanía nacional será una de esas que perdurará.

Por último, la guerra sojuzgó a otras naciones. El imperio napoleónico se construyó sobre la base de la conquista, aunque luego la aplicación de las leyes francesas (o parte de ellas) se utilizase para camuflar la conquista con el disfraz de la liberación. Estos pueblos sojuzgados sintieron como su animosidad ante el innovador exaltaba sus sentimientos nacionales, llegando incluso al planteamiento de guerras populares contra el gigante francés: guerra de la Independencia en España, en el Tirol o levantamiento prusiano.

c/ La modelación de un nuevo mapa europeo por Napoleón tuvo también consecuencias, especialmente en el caso alemán (Confederación del Rhin) y en el italiano. Napoleón fue el primero que planteo la necesidad de que las fronteras marcasen entidades políticas viables, evidentemente esta idea no tenía aún el calado que le dio posteriormente List, pero sirvió para poner en la palestra lo que ocupará gran parte del sigo XIX europeo.

5.3. La formulación de las nacionalidades

A lo largo del texto hemos ido haciendo referencia a la raza, la lengua, la historia o la voluntad de los pueblos como los determinantes que nos llevan a asignar el concepto de nacionalidad a un grupo social, diferenciándolo de otros. Todos los movimientos nacionalistas utilizan uno u otro concepto para este fin, llegando incluso a discutir si uno u otro son los más idóneos. Es el caso del nacionalismo francés que se enfrenta al nacionalismo alemán por los territorios de Alsacia y Lorena. Para el primero la nacionalidad de estos pueblos está en función de la voluntad de sus habitantes, para el segundo, el idioma alemán deja bien sentado que Alsacia y Lorena pertenecen al ámbito alemán.

Lo importante de este concepto de nación es que supone la idea de la superioridad de la nacionalidad con respecto a la voluntad de sus habitantes. Antes hemos comentado los postulados de Herder, pero sin llegar a esos extremos, los nacionalismos que parten de estas concepciones adoptan posiciones irredentistas, iluministas y elitistas, para las que las masas no son sino un conjunto de necios a los que es preciso “salvar” o, al menos, concienciar.

Es muy interesante en este punto citar a Hobsbawn cuando habla del protonacionalismo popular, para hacer referencia a la posibilidad de existencia de

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“ciertos sentimientos de pertenencia colectiva” (a una comunidad-nacionalidad) previos al proceso nacionalista (en nuestro caso, anteriores al siglo XIX), afirmados rotundamente por el nacionalismo.

Para el autor estos sentimientos se pueden clasificar por su pertenencia social en dos grupos: 1/ populares (“formas supralocales” de identificación, que van más allá de las que circunscriben los espacios reales en los que las personas pasaban la mayor parte de su vida”) y 2/ elitistas (“lazos y vocabularios políticos, que pueden posteriormente popularizarse”). Hobsbawn niega la existencia previa de estos sentimientos populares, al menos en la etapa cronológica que aquí estudiamos, y afirma que en realidad su afirmación por los políticos y los estados nacionalistas forma parte de la mistificación ideológica que utiliza el patriotismo, en su versión “victimista” (el buen pueblo oprimido) o en su versión heroica (las hazañas del pueblo en el proceso de liberación). Esta mistificación ideológica tiene que ver con el encubrimiento de la realidad: los sentimientos de nacionalidad, según nuestro autor, partieron de la conciencia de las elites políticas, administrativas e intelectuales, y luego, con la ayuda de los recién creados estados, se difundieron entre el “pueblo”.

Hobsbawn analiza los tres aspectos que el nacionalismo planteó para afirmar las nacionalidades: la lengua, la raza y la conciencia de pertenecer o haber pertenecido a una entidad política duradera. En el primer caso, afirma que “las lenguas nacionales (especialmente el alemán y el italiano) son casi siempre conceptos semiartificiales, virtualmente inventados”. Las hablas populares de la etapa protonacional eran un sinfín de dialectos e idiomas253, con mayor o menor parentesco entre sí, que el proceso de construcción nacional envía al saco del folclore o los mantiene como piezas del museo lingüístico, cuando impone la lengua oficial-nacional. Sobre el origen de esta lengua señala dos caminos: la imposición de un dialecto sobre los demás (cuando la construcción del estado nacional se realiza desde un grupo nacional predominante) o la imposición de una lengua de elite (cuando es esa elite la que dirige el proceso). Es más, esta imposición lingüística no sería un fenómeno neutro, por el contrario, es una manifestación de la jerarquización social dentro de la nación: afirma la supremacía del grupo dominador a la vez que degrada (los dialectos populares pasan a ser considerados como “paletos”, arcaicos, etc.) a los grupos dominados.

En cuanto a la raza, señala dos hechos básicos:

-La población de los grandes estados-nación territoriales “es casi invariablemente demasiado heterogénea para (poder) reivindicar una etnicidad común.

253 En Francia, sólo la mitad de los franceses hablaban francés antes de su adopción como idioma oficial y su implantación en los planes educativos (la implantación real de las lenguas nacionales corre paralela a la implantación de los sistemas educativos generalistas y universalistas). En Italia, sólo un 2,5 % utilizaban el italiano de forma cotidiana, mientras en el territorio alemán, no llegaba a medio millón el número de personas capaces de leer en ese idioma.

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-Los sentimientos étnicos aparecen frecuentemente asociados a la pertenencia a un grupo social. Así, en Francia la aristocracia ya en el AR se proclamaba heredera de los “conquistadores francos” (con lo cual encontraban la raíz de sus privilegios: grupo guerrero que ha conseguido la preminencia por su superioridad), que organizaron el país tras imponerse sobre los galos. En la Prusia oriental, la aristocracia se identificaba con los germanos, pueblo guerrero que hizo lo propio.

Desde esta perspectiva, parece, pues, que la raza es otro invento ideológico para justificar la construcción nacional y la opresión de otros grupos étnicos (generalmente adscritos a los niveles más bajos de la sociedad, como por ejemplo, los polacos en Alemania) por el proceso liberador.

El tercer elemento, la conciencia de haber pertenecido a una comunidad con instituciones y autonomía política, plantea también importantes dudas:

-Hay muchos grupos humanos que han tenido a lo largo de su historia esta autonomía política y que no reivindican su nacionalidad.

-La autonomía política en las formas preburguesas, como vimos al estudiar el AR, no afectaba a la inmensa mayoría, que vivía apegada a su terruño, dependiendo de un señor (podía notar el cambio de señor) y ajena por completo a las formas políticas, de las que no tenía más noticia que cuando la guerra pasaba por su comarca o los recaudadores se acercaban. Al alcance de este pueblo analfabeto y demasiado ocupado en trabajar sólo estaban ciertos símbolos religiosos y políticos que le permitían identificarse con una unidad política, y los sermones y comentarios del cura. Es decir, los mensajes de las elites.

-Fueron las elites (en el AR y posteriormente) las que escribieron y leyeron las crónicas e historias nacionales, que sirvieron de base a la historicidad de las nacionalidades.

Así, como en los otros dos casos, observamos como la historia de la nacionalidad aparece como una versión ideológica interesada, elaborada por una elite que pretende generalmente justificar el proceso de construcción del estado nacional y su posición relevante dentro de él.

No cabe, pues, más remedio que negar, según Hobsbawn, estos sentimientos populares protonacionalistas, que no son otra cosa que el resultado de la lectura que las elites realizaron de la Historia. No obstante, si que se puede afirmar, en muchos casos, la existencia de una conciencia protonacional entre las elites. Pero conviene señalar un aspecto básico: las elites del AR entendieron el sentimiento de nacionalidad como la defensa del privilegio (derecho a autoadministrarse de un territorio, una provincia, etc.) frente a la política de las monarquías. El “pactismo”, el contractualismo, etc. del Derecho positivo preburgués así lo demuestran. Los nuevos estados, más o menos liberales, no podrán mantener la reivindicación nacionalista en este estrecho margen, necesitan

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implicar a la soberanía nacional en él. Por eso, crean y difunden el mito de los sentimientos populares protonacionales.

5.4. Elementos para un análisis de los procesos nacionalistas 1848-1875

La “revolución burguesa” tuvo una segunda vía para realizarse, la vía nacionalista. Esta se produjo con más retraso254, en los lugares donde la burguesía era más débil255 y la elite (sectores importantes)256 del AR tuvo que tomar la iniciativa para adaptarse a los tiempos, o lo que es lo mismo para poder competir con éxito en el nuevo mercado capitalista que se estaba abriendo. Este apremio económico es importante y va a marcar el camino de la vía nacionalista:

1/ Los “nuevos” estados se construirán como una forma de aumentar el poder económico (por ende, político) dentro de una concepción geoestratégica en la que se concibe el mundo como una lucha por la supremacía257 (competencia).

254 Aunque las ideas nacionalistas puedan haberse desarrollado antes, los procesos nacionalistas reales, lo que condujeron a procesos de construcción nacional y a regímenes liberales se iniciaron en 1821 en Grecia, 1830 en Bélgica y 1848 para Italia y Alemania (también cabría citar a Irlanda). No obstante, los casos griegos y belga son peculiares. El primero vió una conjunción de intereses internacionales que condujo a que la victoria griega se debiese a la decisiva intervención militar conjunta de Francia, Rusia y Gran Bretaña contra las tropas otomanas. La constitución del estado belga se debió a un proceso revolucionario tipo 1830, pero que también contó con el apoyo decisivo de Francia y Gran Bretaña.

255 Se trata de sociedades con un fuerte predominio agrario, en las que las se presentan fuertes diferencias en cuanto al reparto de la propiedad rústica, y en las que las relaciones sociales del campo obedecen a fuertes criterios de sometimiento. La debilidad y dispersión (Norte-Sur, ciudades-campo en Italia, y Oeste-Este, ciudades-campo en Alemania) de la burguesía le da escaso peso en la formación de la elite revolucionaria, siendo ejemplares los casos alemán e italiano, en los que los procesos de unificación van a ser llevados a cabo por gobiernos que reprimen los movimientos liberales típicamente burgueses. Guillermo I, Victor Manuel, Bismarck y Cavour odiaban profundamente a los “revolucionarios” y aceptan las reformas liberales de sus estados como una faceta más de su realpolitik. No obstante, estas reformas y sobre todo el proceso de industrialización van a acabar integrando a amplios sectores de la burguesía en esta “nueva elite”.

256 Lo que justifica el conservadurismo del que hace gala el nacionalismo real desde 1848. Es más, Piamonte y Prusia eran estados conservadores, con una monarquía autoritaria y escasísimo respeto por los postulados liberales.

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2/ Los procesos nacionalistas reales (los que van a tener éxito) se realizan uniendo procesos políticos y económicos258. La construcción de Alemania se concibe, en este sentido, como dos procesos paralelos: industrialización259 y creación del estado alemán, mientras que en el ámbito de las construcciones liberales se otorgaba una primacía clara al establecimiento previo del marco sociopolítico260 en el que luego se iba a dar el desarrollo industrial.

3/ Concebido como cuestión de poder261, los nuevos estados serán fuertes262 (ejercerán una fuerte dominación, en términos gramscianos) y

258 J.A.S. GRENVILLE: “en Alemania la unificación de las instituciones políticas se basó en la unificación de las instituciones de mercado”, pág. 356. y J. DROZ: “Estas (las cuestiones nacionales) son inseparables de la organización aduanera italiana”, pág. 181. La Zollverein, creada en 1834, será el eje esencial del desarrollo económico prusiano y alemán y la vinculación a esta unión aduanera será el motivo por el que los grandes estados alemanes tengan que aceptar las pretensiones prusianas: la exclusión supondría la imposibilidad de un mercado suficiente, base del desarrollo económico.

259 Sobre el desarrollo económico, originado por la primera fase de la industrialización a partir de 1850, F ZIEGLER señala en una carta a su amigo Ruge, de 1864, “Todo el mundo va detrás del poder material, esto es de la riqueza. Esta se amontona en cantidades colosales, se consigue con facilidad y el éxito es un decreto que amnistía cualquier fraude...”

260 Para Bismarck las instituciones son una pantalla “un engaño” para asegurar el poder. Así, F. HEER señala “ni la tradición ni la decencia importaban gran cosa a Bismarck. Con frecuencia habla en la intimidad del “engaño legitimista”, del “engaño nacional”, del “engaño colonialista” y hasta del “engaño del imperio...” en Europa madre de las revoluciones, 1980. El mismo Bismarck declaró taxativamente: “la rama sobre la que nos sustentamos es el ejército, y el que corte esta rama es mi enemigo...”

261 Así, LASSON, embebido por la exaltación posterior a 1871, señala: “un Estado poderoso es el mejor de los Estados; su pueblo, el mejor de los pueblos, y su cultura, la más valiosa de las culturas...” (Principio y porvenir del Derecho internacional, 1871). En 1886, aclara: “un estado considerado pequeño no es realmente un estado, sino simplemente una comunidad tolerada, que pretende, ridículamente, ser un Estado sin ser capaz de ejercitar las funciones más esenciales de éste, cual es el poder rechazar con la violencia cualquier imposición...” (El ideal de la cultura y de la guerra)

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mostrarán rasgos autoritarios y militaristas.

4/ Los movimientos nacionalistas reales se desarrollan a partir de 1848263, exceptuando los casos griego y belga, en los que las relaciones internacionales, como hemos señalado antes, jugaron una importancia decisiva.

5/ Estos movimientos partieron de estados relativamente264 poderosos (Prusia, Piamonte), que vieron en el proceso una forma de ampliar su peso específico político y económico (industrialización).

263 Cuando el ideario nacionalista es recogido por esta “nueva elite”. Previamente había quedado en manos de intelectuales y universitarios, que son los que crearon la cultura nacionalista y dieron justificación ideológica a la reivindicación de la nacionalidad. Estos movimientos previos, asociados al liberalismo y a los fenómenos revolucionarios de 1820 y 1830, fracasan en 1848 y se opondrán durante un tiempo al nacionalismo real, conservador, que se va a desarrollar. Son significativos los casos de Mazzini y Cavour en Italia, o el cambio ideológico y las dudas de Garibaldi con respecto a la monarquía de Víctor Manuel.

264 Prusia el más poderoso del ámbito alemán, Piamonte del italiano.

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Los movimientos nacionalistas reales (especialmente italiano y alemán-prusiano) se produjeron donde se daban tres características esenciales:

a/ El dominio político (directo en el caso italiano e indirecto en el alemán) por potencias extranjeras, esencialmente Austria, manifiestamente retardatarias en lo económico y en lo político.

b/ El umbral mínimo, en palabras de List, para que se pueda hablar de un estado viable no se daba, especialmente por la ausencia de un mercado que pudiese ser la base de un proceso industrializador265.

c/ La burguesía innovadora era débil numéricamente, estaba alejada del poder y se encontraba dispersa geográficamente. Situación en la que la elite innovadora pasa a estar integrada por fracciones importantes de la aristocracia del AR, que ven en las alternativas burguesas (modelo liberal) más un peligro que un aliado. Será la revolución industrial (uno de los objetivos del proceso), en sus diferentes pasos, que se corresponden con la introducción de reformas liberales en los estados, lo que articulará266

progresivamente a la burguesía267 y a estos sectores aristocráticos en la nueva elite. Mientras esto se produce, la burguesía innovadora presentará alternativas no viables (fracasarán) partiendo del modelo liberal, por ejemplo, la Asamblea de Francfort268, y recurrirá al modelo insurreccional.

265 Es conveniente insistir en la fuerza de las razones mercantiles en estos procesos unificadores, como también en la importancia del proceso industrializador en la base de las motivaciones nacionalistas.

266 En un doble proceso: hacia dentro organizando a los diferentes grupos (sectores burgueses, sectores nacionalistas y no nacionalistas de la elite del AR) en torno a la idea de la defensa del modelo capitalista y a los beneficios económicos y sociales que el proceso industrializador les reporta; y hacia fuera, como defensa frente a los enemigos: el fantasma del comunismo.

267 O KLEIN-HATTINGEN, en 1911 se lamenta de que “los liberales participaran en la Kulturkampf como aliados voluntarios del gobierno, que en materia política no era, en modo alguno, liberal...” (Historia del liberalismo alemán).

268 En funciones desde el 31de marzo de 1848 hasta junio del año siguiente, adoptó carácter constituyente desde el 18 de mayo de 1848, tras la realización de elecciones. Es la primera manifestación de la soberanía nacional alemana, a la que pretendía dotar de una constitución típicamente liberal. Aprobó una declaración de derechos fundamentales de los alemanes, entre los que destacan la igualdad ante la ley, la supresión de los privilegios de clase, las libertades de reunión, asociación, religión y prensa, y la concesión de garantías procesales. La constitución propiamente dicha establece un sistema bicameral, con una cámara baja elegida por sufragio universal masculino directo, y una división de poderes “a la liberal”: el ejecutivo en manos de Káiser, que no es responsable ante el legislativo, aunque este tenga expresar su

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En estas condiciones, como decíamos antes, la elite que asumirá la tarea de la construcción del nuevo estado tendrá un predominio de las viejas clases del AR y el resultado, como es lógico, será menos innovador (más conservador) que en la vía liberal269. Partirán de un concepto elitista de la revolución: revolución desde arriba, en el que, aunque el resultado sea la construcción de una sociedad-estado burgués, se dejará escaso margen, cuando no se reprimirá fuertemente, a la iniciativa popular. Destacaremos tres aspectos:

a/ La noción de pueblo-nación que se acuña es elitista270. La afirmación de la nación por una lengua (alemán o italiano) que no hablaban la inmensa mayoría de los habitantes del territorio (como hemos señalado en los capítulos anteriores) que se pretendía la nación, sino que era patrimonio de las aristocracias, así lo demuestra. De la misma forma, la apelación a un largo pasado común en sociedades en las que la inmensa mayoría se identificaba con su terruño más próximo, y de las grandes instituciones políticas del pasado sólo conservaba la imagen de unos signos acuñados por los estados o las iglesias nos reafirman en la idea.

consentimiento en los temas legislativos, en los presupuestarios y en el control del gasto. Ofrecieron la corona a Federico Guillermo IV, que no la aceptó porque, amén de considerar prematuro el intento de unificación, no estaba dispuesto a encabezar un régimen que no partía del principio dinástico del poder. La disolución de la asamblea por las tropas del príncipe de Württemberg, tras la sofocación de los movimientos insurreccionales en Berlín y Viena, marca el definitivo fracaso de esta vía liberal del nacionalismo alemán. En Italia este cambio se producirá en 1860.

269 Sobre el ideario constitucional de estas elites, señala Grenville, refiriéndose a la constitución otorgada (a la manera en que Luis XVIII otorgó la Carta): “el objetivo de estos conservadores prusianos no era un gobierno parlamentario ni la soberanía del pueblo, sino un pacto entre el pueblo y el monarca, que dejara al monarca el ejercicio de todo el poder ejecutivo, pero a la vez garantizara la libertad básica de sus súbditos frente a los actos ilegales por parte del Estado” (La Europa remodelada, 1848-1878, Madrid, 1979, pág. 165. Así, esta afirmación del poder del ejecutivo, en contraposición a las ideas liberales de control/equilibrio con el legislativo será postulada en la misma constitución del 48 y aparecerá en la de la Confederación Alemana del Norte, de 1867, que será el modelo de la del Imperio.

270 “Actualmente, con la confusión general de clases, con el ascenso de los inferiores al lugar de los superiores orgullosos, agotados e inútiles -para llegar a ser dentro de poco peores que ellos-, se socavan cada vez más los cimientos más fuertes y más necesarios de la humanidad; penetra profundamente la masa de corrompida savia vital... No es posible explicar por medio de una breve comparación el proceso de decadencia desde hace un siglo del verdadero prestigio voluntario de los superiores, de los padres y las más altas jerarquías en el mundo...” HERDER, JG, Filosofía de la Historia para la educación de la Humanidad, 1774.

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b/ La concepción de la construcción nacional como unificación-anexión van en el mismo camino. La voluntad general-nacional se dejan a un lado, para dar paso a la necesidad de cumplir “la misión271 “La Providencia misma, el plan divino que presidió la creación del género humano y que no existe más que para ser pensado por los hombres y realizado por ellos, os conjuran a que les conservéis el honor y la existencia (la de los héroes de la nación alemana)” FICHTE, Decimocuarto discurso a la nación alemana, 1807-1808”, en la que la voluntad de los habitantes carece de importancia frente a la necesidad-objetividad del destino272 “Si hay un punto de verdad en lo que hemos expuesto en estos discursos, sois vosotros quienes, entre todos los pueblos modernos, poseéis más netamente el germen de la perfectibilidad humana y a quienes corresponde la precedencia en el desenvolvimiento de la Humanidad...” FICHTE, Decimocuarto discurso.... El concepto de Razón ilustrado se sustituye por el más romántico de sentimiento. El consenso al proceso nacionalista no se encuentra en la participación del pueblo en su consecución (se consigue mediante ejércitos) sino en la exacerbación de ese sentimiento nacionalista.

c/ Los procesos de construcción nacionalista sitúan al enemigo (lo que hay que derribar-derrotar) en otro estado, no en el propio, por lo que:

-Se da una alianza entre el viejo estado y la nueva elite (la novedad estriba en sus nuevos intereses). El viejo estado propio se irá reformando en la medida en que se vayan cumpliendo los objetivos. No es casual que la introducción de reformas liberales en el estado prusiano sean paralelas a su proceso de expansión económica y política. Pero no se crearán situaciones de “vacío” político (derribo de un estado y edificación de uno nuevo) ni se atacará el principio de autoridad, que en lo esencial se ejercerá con rasgos marcadamente antiliberales (autoritarios).

271 La nacionalidad “es la parte que Dios confiere a cada pueblo en el trabajo de la Humanidad; su misión, la tarea a cumplir sobre la Tierra para que el pensamiento de Dios pueda realizarse; es la obra que le da derecho de ciudadanía en la Humanidad, el bautismo que le confiere su carácter y le asigna un puesto entre los pueblos, sus hermanos...” MAZZINI.

272 “Podéis elegir. ¿Queréis ser un punto terminal, los últimos representantes de una raza despreciable y despreciada más allá de toda medida por la posteridad?... ¿O bien queréis ser un punto inicial, el comienzo de una época nueva, cuyo esplendor sobrepasará vuestros sueños más audaces?... Reflexionad, que sois los últimos en poder provocar esta gran transformación... Vuestra salvación depende de vosotros solos...” FICHTE, Decimocuarto discurso ...

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-Las armas que se utilizarán en la construcción nacional no serán el pueblo alzado en armas, sino los ejércitos de los viejos estados, aunque reformados (ampliados y reorganizados para vencer) y convertidos en ejércitos nacionales (el ejemplo napoleónico). Las milicias nacionales liberales (tan queridas por los liberales alemanes) jugarán un papel secundario, de refuerzo a lo sumo de la fuerza principal.

-La revolución se sustituirá por la guerra y los estados resultantes tendrán un matiz militarista.

-Al concebirse el proceso nacionalista como integración (ampliación) en una unidad preexistente, el resultado será un fuerte estatalismo.

El resultado son unos estados-sociedades conservadores, en los que los sectores innovadores del AR llevan a cabo las transformaciones pero conservando su importancia social, económica y política.

Este conservadurismo, por otra parte, se corresponderá con los modelos que por esas fechas adoptan los modelos liberales (los textos constitucionales prusianos y los de Napoleón III son en esencia parejos, los comportamientos políticos represivos también), por lo que se podrán integrar fácilmente en el mundo europeo del “progreso”.

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6. TEXTOS PARA LA COMPRENSIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO CONTEMPORÁNEO

6.1. La doctrina nacionalsocialista

Adolfo Hitler (1889-1945)

“La observación más superficial basta para mostrar cómo las formas innumerables que toma la voluntad de vivir de la naturaleza están sometidas a una ley fundamental y casi inviolable que les impone el proceso estrechamente limitado de la reproducción y de la multiplicación. Ningún animal se acopla más que con su congénere de la misma especie... Solamente circunstancias extraordinarias pueden acarrear derogaciones de este principio: en primer término, la constricción impuesta por la cautividad, o bien algún obstáculo que se oponga al acoplamiento de individuos pertenecientes a la misma especie. Pero entonces la naturaleza pone en juego todos sus medios para luchar contra estas derogaciones, y su protesta se manifiesta de la manera más clara, ya por el hecho de negar a las especies bastardas la facultad de reproducirse a su vez, ya delimitando estrechamente la fecundidad de los descendientes; en la mayor parte de los casos los priva de la facultad de resistir a las enfermedades o a los ataques de los enemigos... Tal acoplamiento está en contradicción con la voluntad de la naturaleza, que tiende a elevar el nivel de los seres. este fin no puede ser alcanzado por la unión de individuos de valor diferente, sino solamente por la victoria completa y definitiva de los que representan el más alto valor. El papel del más fuerte es dominar al más débil, y no fundirse con él, sacrificando así su propia grandeza. Únicamente el débil de nacimiento puede encontrar cruel esta ley, pero es porque se trata de un hombre débil y limitado...

Todo en este mundo puede llegar a ser mejor... siempre que la sangre se haya conservado pura. Pero la pérdida de la pureza de la sangre destruye para siempre la felicidad interior, abate al hombre para siempre... es en la sangre solamente donde reside la fuerzo o debilidad del hombre. Los pueblos que no reconocen o no aprecian la importancia de sus fundamentos racistas se parecen a gentes que quisiesen conferir a los perros de aguas las cualidades de los lebreles... Los pueblos que renuncian a mantener la pureza de su raza renuncian al mismo tiempo a la unidad de su alma...”

“Ciertamente, el lamentable rebaño de pequeños burgueses de hoy nunca podrá comprender esto. Se reirán, o levantarán sus hombros contrahechos, y repetirán suspirando la excusa que dan siempre: sería bello en principio, pero es imposible. Con ellos es, en efecto, imposible; su mundo no está hecho para esto. Ellos no tienen más una preocupación: su propia vida; y un dios: su dinero. Solo que no es a ellos a quienes nos dirigimos, mas sí al gran ejército de los que son demasiado pobres para que su propia vida les parezca la mayor felicidad que hay en el mundo, a los que no miran el oro como el amo que regula su existencia, sino que creen en otros dioses. Nos dirigimos, ante todo, al poderoso ejército de nuestra juventud alemana. Crece ella en una época que es un gran punto de inflexión en la historia, y la pereza y la indiferencia de sus padres la fuerzan a combatir. Los jóvenes alemanes serán un día los arquitectos

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de un nuevo Estado racista, o bien serán los últimos testigos de un completo derrumbamiento, de la muerte del mundo burgués...”

“La nación, invención de las clases «capitalistas» -¡cuántas veces iba a oír esta frase!-; la patria, instrumento de la burguesía para la explotación de la clase obrera; la autoridad de las leyes, medio de oprimir al proletariado; la escuela, institución destinada a producir un material humano de esclavos, y también de guardianes... No había nada puro que no fuese arrastrado por el fango...”

“El temor que el chauvinismo inspira a nuestra época es el signo de la impotencia de esta. Toda energía desbordante le falta, le es incluso inoportuna. El destino no la llamará ya a cumplir grandes cosas. Pues las más grandes innovaciones que se han producido sobre la tierra habrían sido inconcebibles si sus resortes hubieran sido, en lugar de pasiones fanáticas e incluso histéricas, la virtudes burguesas, que estiman la calma y el buen orden. es seguro que nuestro mundo se encamina hacia una revolución radical. Toda cuestión está en saber si se producirá para la salvación de la humanidad aria o para el provecho del eterno judío... es al pueblo que primero se lance por este camino al que le corresponderá la victoria...”

“Si el movimiento nacionalsocialista quiere realmente obtener ante la historia la consagración de una gran misión en favor de nuestro pueblo..., debe, sin miramientos para «tradiciones» y «prejuicios», encontrar el valor de reunir a nuestro pueblo y su poder, para lanzarlo por la vía que lo sacará de su estrecho habitáculo actual y lo llevará hacia nuevos territorios... El movimiento nacionalsocialista debe esforzarse por hacer desaparecer el desacuerdo entre la cifra de nuestra población y la superficie de nuestro territorio -considerado este como fuente de subsistencia y como punto de apoyo del poder político-, por suprimir también el desacuerdo existente entre nuestro pasado histórico y nuestra impotencia actual, para la cual no hay salida. Debe tener conciencia de que, guardianes de la más alta humanidad en este mundo, tenemos también las más altas obligaciones; y podrá satisfacerlas cuanto más se preocupe de hacer tomar conciencia de su raza al pueblo alemán... Un estado que en una época de contaminación de las razas vela celosamente por la conservación de los mejores elementos de la suya debe convertirse un día en el dueño de la tierra...”

(Textos obtenidos de Mein Kampf, 1923-1925/27)

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6.2. El Psicoanálisis. S. Freud (1856-1939)

  «Porque podríamos objetar: ¿acaso no constituye un logro positivo de placer, un innegable aumento de la sensación de felicidad, el hecho de poder escuchar tantas veces como desee la voz del hijo que vive a centenares de kilómetros de mi lugar de residencia? ¿O que mi amigo me comunique, inmediatamente después de haber desembarcado, que ha sobrellevado bien el largo y penoso viaje? ¿Acaso no tiene importancia que la medicina haya conseguido reducir tanto la mortalidad infantil y el riesgo de infección de las parturientas y que se llegue a prolongar la media de la longevidad humana en un número considerable de años? Y todavía podríamos añadir una larga lista de estos beneficios que hemos de agradecer a la tan menospreciada era del progreso técnico y científico; sin embargo, ya oímos la voz de la crítica pesimista que nos recuerda que la mayoría de estas satisfacciones sería como aquella "distracción barata" que recomendaba cierta anécdota y que consistía en sacar en las frías noches de invierno la pierna desnuda de debajo de la manta y, después, volverla a cubrir. Si no existiera el ferrocarril, que permite superar las distancias, el niño nunca tendría que abandonar la población natal y, por lo tanto, tampoco tendríamos la necesidad de escuchar su voz por teléfono. Y, si no existiera la navegación transoceánica, el amigo tampoco habría emprendido el viaje marítimo y yo no necesitaría el telegrama para apaciguar mis temores. ¿De qué me sirve la reducción de la mortalidad infantil si, precisamente por culpa de ello, nos hemos de reprimir a la hora de engendrar criaturas, de modo que, a fin de cuentas, no criamos más niños que en la épocas anteriores al dominio de la higiene, pero sí que nuestra vida sexual en el matrimonio se halla sometida a difíciles condiciones y probablemente actúa en contra de la benéfica selección natural? Y, finalmente, ¿para qué esta larga vida, si acaba resultando tan penosa, carente de alegrías y tan llena de sufrimientos que sólo podemos dar la bienvenida a la muerte como una liberación?»

Texto obtenido de FREUD, Sigmund. El malestar en la cultura. Madrid: Alianza Editorial, 1970.

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6.3. La desilusión frente al “socialismo real”. A. Huxley (1894-1963)

“Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo. El Gobierno, por medio de porras y piquetes de ejecución, hambre artificialmente provocada, encarcelamientos en masa y deportación también en masa no es solamente inhumano (a nadie, hoy día, le importa demasiado este hecho); se ha comprobado que es ineficaz, y en una época de tecnología avanzada la ineficacia es un pecado contra el Espíritu Santo. Un Estado totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto amarían su servidumbre. Inducirles a amarla es la tarea asignada en los actuales estados totalitarios a los Ministerios de Propaganda, los directores de los periódicos y los maestros de escuela. Pero sus métodos todavía son toscos y acientíficos. La antigua afirmación de los jesuitas, según los cuales si se encargaban de la educación del niño podían responder de las opiniones religiosas del hombre, fue dictada más por el deseo que por la realidad de los hechos. Y el pedagogo moderno probablemente es menos eficiente en cuanto a condicionar los reflejos de sus alumnos de lo que lo fueron los reverendos padres que educaron a Voltaire. Los mayores triunfos de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que ese algo se haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde un punto de vista práctico, el silencio sobre la verdad. Por el simple procedimiento de no mencionar ciertos temas, de bajar lo que Mr. Churchill llama un telón de acero entre las masas y los hechos o argumentos que los jefes políticos consideran indeseables, la propaganda totalitarista ha influido en la opinión de manera mucho más eficaz de lo que lo hubiese conseguido mediante las más elocuentes denuncias y las más convincentes refutaciones lógicas. Pero el silencio no basta. Si se quiere evitar la persecución, la liquidación y otros síntomas de fricción social, es preciso que los aspectos positivos de la propaganda sean tan eficaces como los negativos. Los más importantes Proyectos Manhattan del futuro serán vastas encuestas patrocinadas por los gobiernos sobre lo que los políticos y los científicos que intervendrán en ellas llamarán el problema de la felicidad; en otras palabras, el problema de lograr que la gente ame su servidumbre. Sin seguridad económica, el amor a la servidumbre no puede llegar a existir; en aras a la brevedad, doy por sentado resolver el problema de la seguridad permanente…”

Texto obtenido de A. HUXLEY, Un Mundo Feliz, 1986

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6.4. El advenimiento de las masas y el pensamiento liberal. Ortega y Gasset (1883-1955)

“Dondequiera ha surgido el hombre-masa de que este volumen se ocupa, un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es idéntico de un cabo de Europa al otro. A él se debe el triste aspecto de asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales». Más que un hombre, es sólo un caparazón de hombre constituido por meres idola fori; carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob...

Con extraña facilidad, todo el mundo se ha puesto de acuerdo para combatir y denostar al viejo liberalismo. La cosa es sospechosa. Porque las gentes no suelen ponerse de acuerdo si no es en cosas un poco bellacas o un poco tontas. No pretendo que el viejo liberalismo sea una idea plenamente razonable: ¿cómo va a serlo si es viejo y si es ismo! Pero si pienso que es una doctrina sobre la sociedad mucho más honda y cara de lo que suponen sus detractores colectivistas, que empiezan por desconocerlo. Hay además en él una intuición de lo que Europa ha sido, altamente perspicaz...

Al contemplar en las grandes ciudades esas inmensas aglomeraciones de seres humanos que van y vienen por sus calles y se concentran en festivales y manifestaciones políticas, se incorpora en mí, obsesionante, este pensamiento: ¿Puede hoy un hombre de veinte años formarse un proyecto de vida que tenga figura individual y que, por lo tanto, necesitaría realizarse mediante sus iniciativas independientes, mediante sus esfuerzos particulares? Al intentar el despliegue de esta imagen en su fantasía, ¿no notará que es, si no imposible, casi improbable, porque no hay a su disposición espacio en que poder alojarla y en que poder moverse según su propio dictamen? Pronto advertirá que su proyecto tropieza con el prójimo, como la vida del prójimo aprieta la suya. El desánimo le llevará, con la facilidad de adaptación propia de su edad, a renunciar no sólo a todo acto, sino hasta a todo deseo personal, y buscará la solución opuesta: imaginará para sí una vida estándar, compuesta de desiderata comunes a todos, y verá que para lograrla tiene que solicitarla o exigirla en colectividad con los demás. De aquí la acción en masa... Ante el feroz patetismo de esta cuestión que, queramos o no, está ya a la vista, el tema de la «justicia social», con ser tan respetable, empalidece y se degrada hasta parecer retórico e insincero suspire romántico. Pero, al mismo tiempo, orienta sobre los caminos acertados para conseguir lo que de esa «justicia social» es posible y es justo conseguir, caminos que no parecen pasar por una miserable socialización, sino dirigirse en vía recta hacia un magnánimo solidarismo.

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Ésta nos muestra la vanidad de toda revolución general, de todo lo que sea intentar la transformación súbita de una sociedad y comenzar de nuevo la historia, como pretendían los confusionarios del 89. Al método de la revolución opone el único digno de la larga experiencia que el europeo actual tiene a su espalda. Las revoluciones, tan incontinentes en su prisa, hipócritamente generosa, de proclamar derechos, han violado siempre, hollado y roto el derecho fundamental del hombre, tan fundamental, que es la definición misma de su sustancia: el derecho a la continuidad... El hombre no es nunca un primer hombre: comienza desde luego a existir sobre cierta altitud de pretérito amontonado. Éste es el tesoro único del hombre, su privilegio y su señal. Y la riqueza menor de ese tesoro consiste en lo que de él parezca acertado y digno de conservarse: lo importante es la memoria de los errores, que nos permite no cometer los mismos siempre. El verdadero tesoro del hombre es el tesoro de sus errores, la larga experiencia vital decantada gota a gota en milenios. Por eso Nietzsche define el hombre superior como el ser «de la más larga memoria»…

Hay un hecho que, para bien o para mal, es el más importante en la vida pública europea de la hora presente. Este hecho es el advenimiento de las masas al pleno poderío social. Como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad, quiere decirse que Europa sufre ahora la más grave crisis que a pueblos, naciones, culturas, cabe padecer. Esta crisis ha sobrevenido más de una vez en la historia. Su fisonomía y sus consecuencias son conocidas. También se conoce su nombre. Se llama la rebelión de las masas... La muchedumbre, de pronto, se ha hecho visible, se ha instalado en los lugares preferentes de la sociedad. Antes, si existía, pasaba inadvertida, ocupaba el fondo del escenario social; ahora se ha adelantado a las baterías, es ella el personaje principal. Ya no hay protagonistas: sólo hay coro...

El concepto de muchedumbre es cuantitativo y visual. Traduzcámoslo, sin alterarlo, a la terminología sociológica. Entonces hallamos la idea de masa social. La sociedad es siempre una unidad dinámica de dos factores: minorías y masas. Las minorías son individuos o grupos de individuos especialmente cualificados. La masa es el conjunto de personas no especialmente cualificadas. No se entienda, pues, por masas, sólo ni principalmente «las masas obreras». Masa es el «hombre medio». De este modo se convierte lo que era meramente cantidad -la muchedumbre- en una determinación cualitativa: es la cualidad común, es lo mostrenco social, es el hombre en cuanto no se diferencia de otros hombres, sino que repite en sí un tipo genérico...

Creo que las innovaciones políticas de los más recientes años no significan otra cosa que el imperio político de las masas. La vieja democracia vivía templada por una abundante dosis de liberalismo y de entusiasmo por la ley. Al servir a estos principios, el individuo se obligaba a sostener en sí mismo una disciplina difícil. Al amparo del principio liberal y de la norma jurídica podían actuar y vivir las minorías. Democracia y ley, convivencia legal, eran sinónimos. Hoy asistimos al triunfo de una hiperdemocracia en que la masa actúa directamente sin ley, por medio de materiales presiones, imponiendo sus aspiraciones y sus gustos...”

Textos obtenidos de J. ORTEGA Y GASSET, La rebelión de las masas, Madrid, 1982

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6.5. El liberalismo contemporáneo. La sociedad abierta. Popper (1902-1994)

“¿Qué hay que instaurar en lugar de la polarización izquierda-derecha?

Mi propuesta es que una de las partes —espero que la más importante de las dos— declare: desmantelemos la maquinaria de la guerra ideológica y adoptemos un programa humanitario, más o menos común, semejante al que sigue. (Nótese que, aunque se logre un acuerdo pleno sobre nuestros programas, debería haber al menos dos partidos, para que una oposición pueda controlar la honestidad y la capacidad administrativa del partido mayoritario.) He aquí nuestro programa alternativo, y estamos dispuestos a discutirlo y mejorarlo.

1. Refuerzo de la libertad, controlada por la responsabilidad.. Esperamos poder lograr un máximo de libertad personal, cosa que sólo es posible en una sociedad civilizada —lo que equivale a decir en una sociedad dedicada a una vida sin violencia—. El rasgo que define a una sociedad civilizada es la búsqueda constante de soluciones pacíficas a los problemas.

2. Paz mundial. Desde la invención de la bomba atómica y de las armas nucleares, todas las sociedades civilizadas deben cooperar en mantener la paz y en controlar estrechamente la proliferación de las armas de fisión y fusión. Este es, evidentemente, nuestro primer deber, ya que de otra manera la civilización y, poco después, la humanidad desaparecerían. Quizá alguien considere esta verdad tan simple como imperialismo occidental; no importa en absoluto.

3. Luchar contra la pobreza. Gracias a la tecnología, el mundo es lo bastante rico, al menos potencialmente, como para eliminar la pobreza y reducir el desempleo a un mínimo tolerable. Los economistas han encontrado esto muy difícil —sin duda lo es— y han dejado, casi de repente (alrededor de 1965), de considerarlo como su principal objetivo. Ahora parece un problema insoluble y muchos economistas obran como si existiesen pruebas de ello. Sin embargo, las pruebas demuestran exactamente lo contrario, aun cuando resulte muy difícil evitar algunas interferencias en el mercado libre. Pero nosotros interferimos constantemente en el mercado libre y probablemente mucho más de lo necesario. La solución de este problema es urgente, y el que no esté de moda preocuparse de él resulta escandaloso. Si los economistas no alumbran métodos mejores, utilizaremos las obras públicas, especialmente obras públicas privatizadas, como la construcción de carreteras, escuelas, formación de maestros, etc., intensificándolos en períodos de creciente desempleo, con el fin de instrumentar una política que enmiende la coyuntura.

4. Combatir la explosión demográfica (1). Con la invención de las píldoras abortivas, además de otros métodos de control de la natalidad, la tecnología bioquímica ha alcanzado un nivel en el que la educación sobre el control de la natalidad está a disposición de todo el mundo. La idea de que ésta es una política imperialista de Occidente puede quedar contrarrestada si las sociedades abiertas se esfuerzan en lograr una reducción ulterior de su población.

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Este punto es de la mayor urgencia y relieve en la agenda política de todos los partidos que tienen programas humanitarios. Si reflexionamos un solo instante, vemos que los llamados problemas medioambientales se deben esencialmente a la explosión demográfica. Por ejemplo, puede ser cierto que nuestro consumo energético per cápita va en aumento, y deba ser reducido, pero aunque así sea, resulta mucho más urgente atacar las causas de la explosión demográfica, que es la causante de la pobreza y del analfabetismo. Además, por razones humanas, es preciso hacerse a la idea de que sólo deben nacer los hijos deseados. Es cruel engendrar un niño cuyo nacimiento no se desea, pues esto produce violencia mental y física.

5. Educación para la no violencia. Creo modestamente (aunque, desde luego, pudiera estar equivocado) que la violencia ha aumentado últimamente. De cualquier forma, se trata de una hipótesis que merece la pena investigar. Creo que hay que averiguar si educamos o no a nuestros niños en la violencia. Si así lo hiciésemos, sería urgente actuar en contra, pues aceptar la violencia supone una amenaza clara a nuestra civilización. Pero, ¿velamos para que nuestros hijos tengan todas las atenciones precisas? Se trata de un punto de la mayor importancia, ya que a su temprana edad están en nuestras manos, y nuestra responsabilidad respecto de ellos es inconmensurable.

Es evidente que este punto está estrechamente conectado con otros enumerados anteriormente, como, por ejemplo, el de la explosión demográfica. Es preciso inculcar en nuestros niños, si no la virtud del pacifismo, al menos la verdad de que el mayor de los vicios, y el peor de los males, es la crueldad. No digo la «crueldad innecesaria», ya que ésta no sólo nunca es necesaria, sino que nunca debe ser permitida. Aquí se incluye la crueldad mental que a menudo cometemos sin pensar, y que es estupidez, pereza o egoísmo.

Me temo que se ha hecho intempestivo hablar de problemas educativos, debido a nuestra libertad para hacer lo que nos gusta, aunque esto sea un vicio en relación con la moral pasada de moda. Admito que hay mucha hipocresía en todo lo que se relaciona con la moralidad. A esto responde lo que Kant nos aconsejó: «Atrévete a saber». Yo puedo decirles, quizá más modestamente: atrévanse a desafiar a las modas y sean un poco más responsables cada día. Esto es lo mejor que se puede hacer por la libertad.

6. Mi sexto y último punto, por el momento es, domesticar y reducir la burocracia y, aunque tendría mucho que decir en este terreno, no pretendo hacerlo ahora…”

Obtenido de K Popper, “El colapso de la agresión marxista” Rev. Atlántida, nº 11

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“Menos conocida es la paradoja de la tolerancia: La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia. Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que presten oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos…”

Obtenido de POPPER, Karl. La sociedad abierta y sus enemigos, 1981

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6.6. MARCUSE (1898-1979) Y EL HOMBRE UNIDIMENSIONAL

“Los grupos sociales burgueses en ascenso habían fundamentado en la razón humana universal su exigencia de una nueva libertad social. A la fe en la eternidad de un orden restrictivo impuesto por Dios opusieron su fe en el progreso, en un futuro mejor. Pero la razón y la libertad no fueron más allá de los intereses de aquellos grupos cuya posición a los intereses de la mayor parte de los hombres fue cada vez mayor. A las demandas acusadoras la burguesía dio una respuesta decisiva: la cultura afirmativa.

Esta es, en sus rasgos fundamentales, idealista. A la penuria del individuo aislado responde con la humanidad universal, a la miseria corporal, con la belleza del alma, a la servidumbre extrema, con la libertad interna, al egoísmo brutal, con el reino de la virtud del deber. Si en la época de la lucha ascendente de la nueva sociedad, todas estas ideas habían tenido un carácter progresista destinado a superar la organización actual de la existencia, al estabilizarse el dominio de la burguesía, se colocan, con creciente intensidad, al servicio de la represión de las masas insatisfechas y de la mera justificación de la propia superioridad: encubren la atrofia corporal y psíquica del individuo...

La cultura debe hacerse cargo de la pretensión de felicidad de los individuos. Pero los antagonismos sociales, que se encuentran en su base, sólo permiten que esta pretensión ingrese en la cultura, internalizada y racionalizada. En una sociedad que se reproduce mediante la competencia económica, la exigencia de que el todo social alcance una existencia más feliz es ya una rebelión: reducir al hombre al goce de la felicidad terrenal no significa reducirlo al trabajo material, a la ganancia, y someterlo a la autoridad de aquellas fuerzas económicas que mantienen la vida del todo. La aspiración de felicidad tiene una resonancia peligrosa en un orden que proporciona a la mayoría penuria, escasez y trabajo. Las contradicciones de este orden conducen a la idealización de esta aspiración. Pero la satisfacción verdadera de los individuos no se logra en una dinámica idealista que posterga siempre su realización o la convierte en el afán por lo no alcanzable... La satisfacción de los individuos se presenta como la exigencia de una modificación real de las relaciones materiales de la existencia, de una vida nueva, de una nueva organización del trabajo y del placer…

La corrosión tecnológica de la sustancia trascendente de la cultura superior invalida el medio en que halla expresión y comunicación apropiadas, provocando el colapso de las formas literarias y artísticas tradicionales, la redefinición operativa de la filosofía, la transformación de la religión en un círculo de la posición social. La cultura se define de nuevo por el estado de cosas existente: las palabras, tonos, formas y colores de las obras perennes siguen siendo los mismos, pero lo que expresaban está perdiendo su verdad, su validez; las obras que anteriormente aparecían sorprendentemente apartadas de y contrarias a la realidad establecida han sido neutralizadas como clásicas; de este modo ya no mantienen su alienación de la sociedad alienada. En la filosofía, la psicología y la sociología, predomina un pseudoempirismo que refiere sus conceptos y métodos a la experiencia restringida y reprimida de la gente en el mundo regulado, y que quita valor a los conceptos no

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conductistas al descalificarlos como confusiones metafísicas. Así, la validez histórica de ideas como las de Libertad, Igualdad, Justicia e Individuo residía precisamente en su contenido insatisfecho, en que no podían ser referidas a la realidad establecida, la cual no podía darles validez ni se la dio porque eran negadas por el funcionamiento de las mismas instituciones a las que se atribuía su realización. Eran ideas normativas; eran no operativas no en virtud de su carácter metafísico y acientífico, sino en virtud de la servidumbre, la desigualdad, la injusticia y la dominación institucionalizadas en la sociedad. Los modos de pensamiento y de investigación predominantes en la cultura industrial avanzada tienden a identificar los conceptos normativos con su realización social predominante, o, más bien, toman como norma el modo en que la sociedad traduce estos conceptos en la realidad, tratando a lo sumo de mejorar la traducción; el residuo no traducido se considera especulación anticuada…”

Texto perteneciente al libro H. MARCUSE, Ensayos sobre política y cultura, 1970

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6.7. UTOPÍA Y REALIDAD. K. MANNHEIN (1893-1947)

“En este sentido, la correlación entre la utopía y el orden social existente resulta ser de carácter dialéctico. Con ello se quiere decir que cada época permite la aparición (en grupos sociales diversamente localizados) de aquellas ideas y valores en los que están contenidas, en forma condensada, las tendencias no realizadas y no consumadas, que representan las necesidades de esa época. Esos elementos intelectuales se convierten luego en el material explosivo para hacer estallar los límites del orden social existente. El orden social existente hace nacer utopías que, después, rompen las ataduras de ese orden...

Pero si miramos al pasado, parece posible encontrar un criterio bastante adecuado para diferenciar lo ideológico de lo utópico. este criterio es el de su realización. Las ideas que, con posterioridad, resultaron haber sido meras representaciones falsas de un orden social pasado o potencial, fueron ideológicas; mientras que aquellas que fueron oportunamente realizadas en el orden social subsecuente, fueron utopías relativas...”

Texto obtenido de K MANHEIN, Ideología y Utopía, 1929

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6.8. la alienación del hombre contemporáneo. T. Adorno (1903-1969)

“El mundo entero es pasado por el cedazo de la industria cultural. La vieja esperanza del espectador cinematográfico, para quien la calle parece la continuación del espectáculo que acaba de dejar, debido a que éste quiere precisamente reproducir con exactitud el mundo perceptivo de todos los días, se ha convertido en el criterio de la producción. Cuanto más completa e integral sea la duplicación de los objetos empíricos por parte de las técnicas cinematográficas, tanto más fácil resulta hacer creer que el mundo exterior es la simple prolongación del que se presenta en el film. A partir de la brusca introducción del elemento sonoro el proceso de reproducción mecánica ha pasado enteramente al servicio de este propósito. E1 ideal consiste en que la vida no pueda distinguirse más de los filmes. El film, superando en gran medida al teatro ilusionista, no deja a la fantasía ni al pensar de los espectadores dimensión alguna en la que puedan moverse por su propia cuenta sin perder el hilo, con lo que adiestra a sus propias víctimas para identificarlo inmediatamente con la realidad. La atrofia de la imaginación y de la espontaneidad del consumidor cultural contemporáneo no tiene necesidad de ser manejada según mecanismos psicológicos. Los productos mismos, a partir del más típico, el film sonoro, paralizan tales facultades mediante su misma constitución objetiva. Tales productos están hechos de forma tal que su percepción adecuada exige rapidez de intuición, dotes de observación, competencia específica, pero prohíbe también la actividad mental del espectador, si éste no quiere perder los hechos que le pasan rápidamente delante. Es una tensión tan automática que casi no tiene necesidad de ser actualizada para excluir la imaginación. Quien está de tal forma absorto en el universo del film, en los gestos, imágenes y palabras, que carece de la capacidad de agregar a éstos aquello por lo que podrían ser tales, no por ello se encontrará en el momento de la exhibición sumido por completo en los efectos particulares del espectáculo que contempla. A través de todos los otros filmes y productos culturales que necesariamente debe conocer, han llegado a serle tan familiares las pruebas de atención requeridas que se le producen automáticamente. La violencia de la sociedad industrial obra sobre los hombres de una vez por todas.

Los productos de la industria cultural pueden ser consumidos rápidamente incluso en estado de distracción. Pero cada uno de ellos es un modelo del gigantesco mecanismo económico que mantiene a todos bajo presión desde el comienzo, en el trabajo y en el descanso que se le asemeja. De cada film sonoro, de cada transmisión radial se puede deducir aquello que no se podría traducir como efecto a ninguno de ellos aisladamente, pero sí al conjunto de todos en la sociedad. Inevitablemente, cada manifestación aislada de la industria cultural reproduce a los hombres tal como aquello en que ya los ha convertido la entera industria cultural. Y todos los agentes de la industria cultural, desde el productor hasta las asociaciones femeninas, velan para que el proceso de la reproducción simple del espíritu no conduzca en modo alguno a una reproducción enriquecida…”

Texto obtenido de HORKHEIMER, May y ADORNO, Theodor, Dialéctica del luminismo, 1988.

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6.9. La ortodoxia marxista. L. Althuser (1918-1990)

“¿Qué se aprende en la escuela? Es posible llegar hasta un punto más o menos avanzado de los estudios, pero de todas maneras se aprende a leer, escribir y contar, o sea algunas técnicas, y también otras cosas, incluso elementos (que pueden ser rudimentarios o por el contrario profundizados) de “cultura científica” o “literaria” utilizables directamente en los distintos puestos de la producción (una instrucción para los obreros, una para los técnicos, una tercera para los ingenieros, otra para loscuadros superiores, etc.). Se aprenden “habilidades” (savoir-faire).

Pero al mismo tiempo, y junto con esas técnicas y conocimientos, en la escuela se aprenden las “reglas” del buen uso, es decir de las conveniencias que debe observar todo agente de la división del trabajo, según el puesto que está “destinado” a ocupar: reglas de moral y de conciencia cívica y profesional, lo que significa en realidad reglas del respeto a la división social-técnica del trabajo y, en definitiva, reglas del orden establecido por la dominación de clase. Se aprende también a “hablar bien el idioma”, a “redactar” bien, lo que de hecho significa (para los futuros capitalistas y sus servidores) saber “dar órdenes”, es decir (solución ideal), “saber dirigirse” a los obreros, etcétera.

Enunciando este hecho en un lenguaje más científico, diremos que la reproducción de la fuerza de trabajo no sólo exige una reproducción de su calificación sino, al mismo tiempo, la reproducción de su sumisión a las reglas del orden establecido, es decir una reproducción de su sumisión a la ideología dominante por parte de los agentes de la explotación y la represión, a fin de que aseguren también “por la palabra” el predominio de la clase dominante.

En otros términos, la escuela (y también otras instituciones del Estado, como la Iglesia, y otros aparatos como el Ejército) enseña las “habilidades” bajo formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante o el dominio de su “práctica”. Todos los agentes de la producción, la explotación y la represión, sin hablar de los “profesionales de la ideología” (Marx) deben estar “compenetrados” en tal o cual carácter con esta ideología para cumplir “concienzudamente” con sus tareas, sea de explotados (los proletarios), de explotadores (los capitalistas), de auxiliares de la explotación (los cuadros), de grandes sacerdotes de la ideología dominante (sus “funcionarios”), etcétera…”

Texto de Althusser, L, Ideología y aparatos ideológicos del estado, obtenido en http://www.infoamerica.org/documentos_pdf/althusser1.pdf pag. 6

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6.10. Globalización y “sociedad del bienestar”. La crítica de izquierdas. Haberlas (1929-)

“Los antiguos problemas de la paz y de la seguridad internacional, de las desigualdades económicas entre Norte y Sur, así como el peligro de los desequilibrios ecológicos eran desde entonces de naturaleza global. Todos se complican ahora por otro problema, hasta ahora desconocido, que cubre a los demás. Si en el proceso de globalización del capitalismo hay un golpe más, esta vez definitivo, se limitará también la capacidad de acción de ese grupo selecto de Estados que, al contrario de los Estados económicamente dependientes del Tercer Mundo, habían logrado conservar una relativa independencia. La creciente globalización económica significa el desafío más importante para el orden social y político de la Europa surgida de la postguerra. Una salida podría consistir en que la fuerza reguladora de la política hiciera crecer de nuevo a los mercados que escaparon al control de los Estados nacionales. ¿O la falta de una orientación iluminadora en el diagnóstico de la época nos enseña que sólo podemos aprender de las catástrofes?

Ironías de la historia. Las sociedades desarrolladas enfrentan a fines del siglo la vuelta de un problema que, al parecer, creyeron haber solucionado bajo la presión de la lucha de los sistemas. El problema es tan antiguo como el capitalismo: ¿cómo aprovechar efectivamente el descubrimiento y la localización de mercados que se regulan a sí mismos, sin tener que cargar con las distribuciones desiguales y los costos sociales que han sido, a su vez, irreconciliables con las condiciones de integración de las sociedades liberales y democráticas? En las economías mixtas de Occidente, el Estado dispuso de una parte muy importante del producto social, y también de un espacio para transferencias y subvenciones, quiero decir: para una efectiva infraestructura y una política social y de ocupación. El Estado pudo afectar el marco de la producción y la distribución para también incidir en el crecimiento, la estabilidad de los precios y el empleo. Dicho de otro modo: por una parte el Estado podía favorecer medidas que estimularan el crecimiento; por la otra, promover al mismo tiempo la dinámica económica y asegurar la integración social.

Dejando a un lado las enormes diferencias, el sector de la política social en países como los Estados Unidos, Japón y la República Federal de Alemania se extendió en los años ochenta. Sin embargo, desde entonces empezó un cambio de tendencia: el auge del rendimiento se redujo. Se dificultó el acceso a los sistemas de seguridad y aumentó el desempleo. La reforma y reducción del Estado de bienestar social ha sido la consecuencia inmediata de una política económica orientada hacia la oferta, que busca entre otras cosas una desregulación de los mercados, la reducción de las subvenciones, el mejoramiento de las condiciones de inversión, una política monetaria y fiscal antinflacionaria, así como la reducción de los impuestos directos, la privatización de empresas estatales y otras medidas semejantes.

La liquidación del Estado de bienestar social tuvo, sin duda, una consecuencia directa: las crisis que había logrado detener resurgieron con más fuerza. Esos costos sociales dañaron la capacidad política de integración de una sociedad liberal. Los

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indicadores revelan de modo inequívoco un aumento de la pobreza, de la inseguridad social, de desigualdad de los salarios; todo esto resume las tendencias de la desintegración social. El abismo entre los empleados, los subempleados y los desempleados aumenta cada día más.

Con el aumento de los excluidos —del empleo, de la educación continua, de las subvenciones estatales, del mercado de la vivienda, de los recursos familiares—, surgen las subclases. Estos indigentes excluidos del resto de la sociedad ya no pueden dominar por sí mismos su propia condición social. Sin embargo, una falta de solidaridad como ésta destruye a la larga toda cultura política liberal, cuyo proyecto universal es imprescindible para las sociedades democráticas. Por otra parte, los acuerdos mayoritarios —que cumplen todas las formalidades— muchas veces socavan la legitimidad de los procedimientos y las instituciones, porque sólo reflejan los miedos de los grupos amenazados con el descenso social, es decir, reflejan las atmósferas populistas de derecha.

Ralph Dahrendorf llama a este dilema "la cuadratura del círculo": "Se trata de unir tres cosas sin conflictos: conservar y fortalecer la capacidad de competencia en el viento huracanado de la economía internacional; no sacrificar la cohesión social ni la solidaridad; y llevarlas a cabo bajo las condiciones y en las instituciones de una sociedad libre". En este ensayo no puedo intentar una descripción aceptable de este dilema, ni tampoco fundamentarla. Se podría resumir en dos temas: 1) Los problemas económicos de las sociedades prósperas se explican por la transformación estructural —que se resume con la idea de la globalización— del sistema económico internacional. 2) Esta transformación restringe a los Estados nacionales de tal forma en su capacidad de acción, que las opciones que les quedan no bastan para amortiguar las indeseables sacudidas de un mercado trasnacionalizado.

El Estado nacional cuenta cada vez con menos opciones. Dos de ellas han quedado excluidas: el proteccionismo y la vuelta a una política económica orientada a la demanda. Hasta donde los movimientos del capital pueden controlarse todavía, una política proteccionista dentro de las economías nacionales, bajo las condiciones de la globalización, tendría consecuencias inaceptables. Los programas estatales de empleo fracasan actualmente no sólo por el endeudamiento de los presupuestos públicos, sino también porque han dejado de ser efectivos dentro de los marcos nacionales. Bajo las condiciones de una economía globalizada, el "keynesianismo en un solo país" ya no funciona. En este contexto, tiene más perspectivas una política de previsión, inteligente y preocupada por la adaptación de las condiciones nacionales a las de la competencia global. Las medidas acreditadas siguen teniendo solvencia: una política industrial previsora, el incremento de la investigación y el desarrollo, es decir, de innovaciones futuras, la profesionalización de la fuerza de trabajo, el mejoramiento de la educación, así como una coherente flexibilidad en el mercado de trabajo. Estas medidas traen a mediano plazo ventajas dentro del país; sin embargo, no transforman las desventajas en la competencia internacional. Por donde quiera uno verla, la globalización de la economía destruye siempre la tradición histórica que hizo posible transitoriamente el compromiso del Estado de bienestar social. Aunque este compromiso no sea la

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solución ideal de un problema inherente al capitalismo, mantuvo siempre los costos sociales dentro de límites aceptables…”

Texto obtenido de J HABERMAS, Nuestro Breve Siglo, en http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/habermas_a.htm

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6.11. El pensamiento feminista. Las sufragistas. Declaración de Seneca Falls, 1948

 

CONSIDERANDO: Que está convenido que el gran precepto de la naturaleza es que «el hombre ha de perseguir su verdadera y sustancial felicidad». Blackstone en sus Comentarios señala que puesto que esta Ley de la naturaleza es coetánea con la humanidad y fue dictada por Dios, tiene evidentemente primacía sobre cualquier otra. Es obligatoria en toda la tierra, en todos los países y en todos los tiempos; ninguna ley humana tiene valor si la contradice, y aquellas que son válidas derivan toda su fuerza, todo su valor y toda su autoridad mediata e inmediatamente de ella; en consecuencia:

DECIDIMOS: Que todas aquellas leyes que sean conflictivas en alguna manera con la verdadera y sustancial felicidad de la mujer, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y no tienen validez, pues este precepto tiene primacía sobre cualquier otro.

DECIDIMOS: Que todas las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posición inferior a la del hombre, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y, por lo tanto, no tienen ni fuerza ni autoridad.

DECIDIMOS: Que la mujer es igual al hombre - que así lo pretendió el Creador- y que por el bien de la raza humana exige que sea reconocida como tal.

DECIDIMOS: Que las mujeres de este país deben ser informadas en cuanto a las leyes bajo la cuales viven, que no deben seguir proclamando su degradación, declarándose satisfechas con su actual situación ni su ignorancia, aseverando que tienen todos los derechos que desean.

DECIDIMOS: Que puesto que el hombre pretende ser superior intelectualmente y admite que la mujer lo es moralmente, es preeminente deber suyo animarla a que hable y predique en todas las reuniones religiosas.

DECIDIMOS: Que la misma proporción de virtud, delicadeza y refinamiento en el comportamiento que se exige a la mujer en la sociedad, sea exigido al hombre, y las mismas infracciones sean juzgadas con igual severidad, tanto en el hombre como en la mujer.

DECIDIMOS: Que la acusación de falta de delicadeza y de decoro con que con tanta frecuencia se inculpa a la mujer cuando dirige la palabra en público, proviene, y con muy mala intención, de los que con su asistencia fomentan su aparición en los escenarios, en los conciertos y en los circos.

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DECIDIMOS: Que la mujer se ha mantenido satisfecha durante demasiado tiempo dentro de unos límites determinados que unas costumbres corrompidas y una tergiversada interpretación de las Sagradas Escrituras han señalado para ella, y que ya es hora de que se mueva en el medio más amplio que el Creador le ha asignado.

DECIDIMOS: Que es deber de las mujeres de este país asegurarse el sagrado derecho del voto.

DECIDIMOS: Que la igualdad de los derechos humanos es consecuencia del hecho de que toda la raza humana es idéntica en cuanto a capacidad y responsabilidad.

DECIDIMOS, POR TANTO: Que habiendo sido investida por el Creador con los mismos dones y con la misma conciencia de responsabilidad para ejercerlos, está demostrado que la mujer, lo mismo que el hombre, tiene el deber y el derecho de promover toda causa justa por todos los medios justos; y en lo que se refiere a los grandes temas religiosos y morales, resulta muy en especial evidente su derecho a impartir con su hermano sus enseñanzas, tanto en público como en privado, por escrito o de palabra, o a través de cualquier medio adecuado, en cualquiera asamblea que valga la pena celebrar; y por ser esto una verdad evidente que emana de los principios de implantación divina de la naturaleza humana, cualquier costumbre o imposición que le sea adversa, tanto si es moderna como si lleva la sanción canosa de la antigüedad, debe ser considerada como una evidente falsedad y en contra de la humanidad…”

Obtenido en:http://popeng.lycos.de/redirect/10100617603/0/http://www.geocities.com/Athens/Parthenon/8947/declaracion.htm

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6.12. El feminismo actual. Feminismo de la diferencia. Feminismo y diversidad.

“Según el exhaustivo e influyente análisis de Echols, el feminismo radical estadounidense habría evolucionado hacia un nuevo tipo de feminismo para el que utiliza el nombre de feminismo cultural. La evolución radica en el paso de una concepción constructivista del género, a una concepción esencialista. Pero la diferencia fundamental está en que mientras el feminismo radical -y también el feminismo socialista y el liberal- lucha por la superación de los géneros, el feminismo cultural parece afianzarse en la diferencia...

Tras las manifestaciones de fuerza y vitalidad del feminismo y otros movimientos sociales y políticos en los años setenta, la década de los ochenta parece que pasará a la historia como una década especialmente conservadora. De hecho, el triunfo de carismáticos líderes ultraconservadores en países como Inglaterra y Estados Unidos, cierto agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX, más el sorprendente derrumbamiento de los Estados socialistas, dieron paso a los eternos profetas del fin los conflictos sociales y de la historia. En este contexto, nuestra pregunta es la siguiente: ¿puede entonces hablarse de un declive del feminismo contemporáneo?, y la respuesta es un rotundo no. Sólo un análisis insuficiente de los diferentes frentes y niveles sociales en que se desarrolla la lucha feminista puede cuestionar su vigencia y vitalidad. Yasmine Ergas ha sintetizado bien la realidad de los ochenta: “si bien la era de los gestos grandilocuentes y las manifestaciones masivas que tanto habían llamado la atención de los medios de comunicación parecían tocar su fin, a menudo dejaban detrás de sí nuevas formas de organización política femenina, una mayor visibilidad de las mujeres y de sus problemas en la esfera pública y animados debates entre las propias feministas, así como entre éstas e interlocutores externos. En otras palabras, la muerte, al menos aparente, del feminismo como movimiento social organizado no implicaba ni la desaparición de las feministas como agentes políticos, ni la del feminismo como un conjunto de prácticas discursivas contestadas, pero siempre en desarrollo".

Efectivamente, el feminismo no ha desaparecido, pero sí ha conocido profundas transformaciones. En estas transformaciones han influido tanto los enormes éxitos cosechados -si consideramos lo que fue el pasado y lo que es el presente de las mujeres- como la profunda conciencia de lo que queda por hacer, si comparamos la situación de varones y mujeres en la actualidad. Los éxitos cosechados han provocado una aparente, tal vez real, merma en la capacidad de movilización de las mujeres en torno a las reivindicaciones feministas, por más que, paradójicamente, éstas tengan más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el consenso entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la violencia o una política de guarderías públicas es, prácticamente total. Pero resulta difícil, por no decir imposible, congregar bajo estas reivindicaciones manifestaciones similares a las que producían alrededor de la defensa del aborto en los años setenta...

Terminaremos esta exposición con una referencia al problema del sujeto de la lucha feminista. En algunos textos se ha acuñado ya el término de "feminismo de tercera ola" para referirse al feminismo de los ochenta, que se centra en el tema de la

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diversidad de las mujeres. Este feminismo se caracteriza por criticar el uso monolítico de la categoría mujer y se centra en las implicaciones prácticas y teóricas de la diversidad de situaciones de las mujeres. Esta diversidad afecta a las variables que interactúan con la de género, como son el país, la raza, la etnicidad y la preferencia sexual y, en concreto, ha sido especialmente notable la aportación realizada por mujeres negras. Sin embargo, aún reconociendo la simultaneidad de opresiones y que estos desarrollos enriquecen enormemente al feminismo, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿"Dónde debemos detenernos en buena lógica? ¿Cómo podemos justificar generalizaciones sobre las mujeres afroamericanas, sobre las mujeres del Tercer Mundo, o las mujeres lesbianas?" (44). Efectivamente, llevando esta lógica a su extremo, tendríamos que concluir que es imposible generalizar la experiencia de cada mujer concreta. Tal vez sea pertinente concluir con unas palabras de Celia Amorós a propósito de otro debate. Señala esta que autora que tan importante como la desmitificación y disolución analítica de totalidades ontológicas es no perder, al menos como idea reguladora, la coherencia totalizadora que ha de tener todo proyecto emancipatorio con capacidad de movilización…”

Texto de DE MIGUEL, A, Los feminismos a través de la historia. Feminismo de la diferencia y últimas tendencias.

Obtenido en: http://www.nodo50.org/mujeresred/historia-feminismo4.html

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6.13. El escepticismo y la crítica a las ideologías. E.M. Cioran (1911-1995)

“No puede saberse lo que un hombre debe perder por tener el valor de pisotear todas las convenciones, no puede saberse lo que Diógenes ha perdido por llegar a ser el hombre que se lo permite todo, que ha traducido en actos sus pensamientos más íntimos con una insolencia sobrenatural como lo haría un dios del conocimiento, a la vez libidinoso y puro. Nadie fue más franco; caso límite de sinceridad y lucidez al mismo tiempo, de ejemplo de lo que podríamos llegar a ser si la educación y la hipocresía no refrenasen nuestros deseos y nuestros gestos.

        "Un día un hombre le hizo entrar en una casa ricamente amueblada y le dijo: 'Sobre todo no escupas en el suelo'. Diógenes, que tenía ganas de escupir, le lanzó el lapo a la cara, gritándole que era el único sitio sucio que había encontrado para poder hacerlo" (Diógenes Laercio).

        ¿Quién, después de haber sido recibido por un rico, no ha lamentado no disponer de océanos de saliva para verterlos sobre todos los propietarios de la tierra? Y, ¿quién no ha vuelto a tragarse su pequeño escupitajo por miedo a lanzarlo a la cara de un ladrón respetado y barrigón?

        Somos todos ridículamente prudentes y tímidos; el cinismo no se aprende en la escuela. El orgullo, tampoco.

        Menipo, en su libro titulado La virtud de Diógenes, cuenta que fue hecho prisionero y vendido y que le preguntaron qué sabía hacer. Respondió: "Mandar", y gritó al heraldo: "Pregunta quién quiere comprar un amo".

        El hombre que se enfrentaba con Alejandro y con Platón, que se masturbaba en la plaza pública ("Pluguiere al cielo que bastase también frotarse el vientre para no tener ya hambre"), el hombre del célebre tonel y de la famosa linterna, y que en su juventud fue falsificador de moneda (¿hay dignidad más hermosa para un cínico?), ¿qué experiencia debió tener de sus semejantes? Ciertamente la de todos nosotros, pero con la diferencia de que el hombre fue el único tema de su reflexión y de su desprecio. Sin sufrir las falsificaciones de ninguna moral ni de ninguna metafísica, se dedicó a desnudarle para mostrárnosle mas despojado y más abominable que lo hicieron las comedias y los apocalipsis.

        "Sócrates enloquecido", le llamaba Platón. "Sócrates sincero", así debía haberle llamado. Sócrates renunciando al Bien, a las fórmulas y a la Ciudad, convertido al fin en psicólogo únicamente. Pero Sócrates - incluso sublime - es aún convencional; permanece siendo maestro, modelo edificante. Sólo Diógenes no propone nada; el fondo de su actitud y la esencia del cinismo, está determinado por un horror testicular del ridículo de ser hombre.

        El pensador que reflexiona sin ilusión sobre la realidad humana, si quiere

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permanecer en el interior del mundo y elimina la mística como escapatoria, desemboca en una visión en la que se mezclan la sabiduría, la amargura y la farsa; y, si escoge la plaza pública como espacio de su soledad, despliega su facundia burlándose de sus "semejantes" o paseando su asco, asco que hoy, con el cristianismo y la policía, no podríamos ya permitirnos. Dos mil años de sermones y de códigos han edulcorado nuestra hiel; por otra parte, en un mundo con prisas, ¿quién se detendría para responder a nuestras insolencias o para deleitarse con nuestros ladridos?

        Que el mayor conocedor de los humanos haya sido motejado de perro prueba que en ninguna época el hombre ha tenido el valor de aceptar su verdadera imagen y que siempre ha reprobado las verdades sin miramientos. Diógenes ha suprimido en él la fachenda. ¡Qué monstruo a los ojos de los otros! Para tener un lugar honorable en la filosofía, hay que ser comediante, respetar el juego de las ideas y excitarse con falsos problemas. En ningún caso el hombre tal cual es, debe ser vuestra tarea. Siempre según Diógenes Laercio:

        "En los juegos olímpicos, habiendo proclamado el heraldo: 'Dioxipo ha vencido a los hombres', Diógenes respondió: 'Sólo ha vencido a esclavos, los hombres son asunto mío'."

        Y, en efecto, los venció como ningún otro, con armas más temibles que las de los conquistadores; él, que no poseía más que una alforja, el menos propietario de los mendigos, verdadero santo de la risotada.

        Tenemos que agradecer el azar que le hizo nacer antes de la llegada de la Cruz. ¿Quién sabe si, injertada en su desapego, una malsana tentación de aventura extra-humana le hubiera inducido a llegar a ser un asceta cualquiera, canonizado más tarde y perdido en la masa de los bienaventurados y del calendario? Entonces es cuando se hubiera vuelto loco, él, el ser más profundamente normal, porque estaba alejado de toda enseñanza y toda doctrina. Fue el único que nos reveló el rostro repugnante del hombre. Los méritos del cinismo fueron empañados y pisoteados por una religión enemiga de la evidencia. Pero ha llegado el momento de oponer a las verdades del Hijo de Dios las de este "perro celestial", como le llamó un poeta de su tiempo.

Texto obtenido de EM CIORAN, Breviario de podredumbre, Madrid, 1972

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6.14. El pensamiento humanista. E. Fromm (1900-1980)

1.- Creo que la unidad del hombre, a diferencia de otros seres vivientes, se debe a que el hombre es la vida consciente de sí misma. El hombre es consciente de sí mismo, de su futuro, que es la muerte; de su pequeñez, de su impotencia. Es consciente del otro en cuanto otro. El hombre está en la naturaleza, y sometido a sus leyes, aunque la trascienda con el pensamiento.

2.- Creo que el hombre es consecuencia de la evolución natural: que ha nacido del conflicto de estar preso y separado de la naturaleza y de la necesidad de hallar unidad y armonía con ella.

3.-Creo que la naturaleza del hombre es una incoherencia, debida a las condiciones de la existencia humana, que exige buscarle soluciones, las cuales a su vez crean nuevas incoherencias y la necesidad de nuevas soluciones.

4.- Creo que toda solución a estas incoherencias puede cumplir realmente la condición de ayudar al hombre a superar el sentimiento de separación y a lograr un sentimiento de concordancia, comunidad y participación.

6.-Creo que la alternativa fundamental para el hombre es la elección entre "vida" y "muerte", entre creatividad y violencia destructiva, entre la realidad y el engaño, entre la objetividad y la intolerancia, entre fraternidad con independencia y dominio con sometimiento.

7.- Creo que podemos atribuir a la "vida" el significado de continuo nacimiento y constante desarrollo.

8.-Creo que podemos atribuir a la "muerte" el significado de suspensión del desarrollo y continua repetición.

9.- Creo que, con la solución regresiva, el hombre trata de encontrar la unidad librándose del insoportable miedo a la soledad y a la incertidumbre, desfigurando lo que lo hace humano y lo atormenta. La orientación regresiva se desarrolla en tres manifestaciones, juntas o separadas: La necrofilia, el narcisismo y la simbiosis incestuosa.

Por necrofilia entiendo el gusto por todo lo que es violencia y destrucción : el deseo de matar, la adoración de la fuerza, la atracción por la muerte, el suicidio y el sadismo y el deseo de transformar lo orgánico en inorgánico sometiéndolo al "orden". El necrófilo, por carecer de las cualidades necesarias para crear, en su impotencia encuentra más fácil destruir, porque para él sólo una cualidad tienen valor: la fuerza.

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Por narcisismo entiendo la falta de un interés autentico por el mundo exterior y un intenso apego a uno mismo, al grupo, clan, religión, nación, raza, etc., con graves distorsiones del juicio racional. En general, la necesidad de satisfacción narcisista deriva de la necesidad de compensar una pobreza material y cultural.

Por simbiosis incestuosa entiendo la tendencia a seguir ligado a la madre y a sus equivalentes : la estirpe, la familia o la tribu ; a descargarse el insoportable peso de la responsabilidad, la libertad y la conciencia, para ser protegido y amado en un estado de seguridad con dependencia, que paga el individuo con el cese de su propio desarrollo humano.

10.-Creo que, escogiendo avanzar, el hombre puede encontrar una nueva unidad mediante el pleno desarrollo de todas sus energías humanas, que se muestran en tres orientaciones, juntas o separadas : la biofilia, el amor a la humanidad y a la naturaleza y la independencia y libertad.

11.- Creo que el amor es la llave principal para abrir las puertas al "crecimiento" del hombre. El amor y la unión a alguien o algo fuera de uno mismo permite trabar relaciones con otros, sentirse uno con otros, sin reducir el sentido de integridad e independencia. El amor es una orientación positiva, para la cual es esencial que se hallen presentes al mismo tiempo la solicitud, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento del objeto de unión.

12.- Creo que la experiencia del amor es el acto más humano y humanizador que es dado gozar al hombre y, como la razón, carece de sentido si se entiende de manera parcial.

14.- Creo que libertad es la capacidad de obedecer la voz de la razón y del conocimiento, en contra de las voces de las pasiones irracionales. Es la emancipación que libera al hombre y lo pone en el camino de emplear sus facultades racionales y de comprender objetivamente el mundo y el papel que en éste representa.

15.- Creo que la "lucha por la libertad" tiene, en general, el sentido excluido de lucha contra la autoridad impuesta sobre la voluntad individual. Hoy "lucha por la libertad" debe significar liberarnos, individual y colectivamente, de la "autoridad" a la que nos hemos sometido "voluntariamente" : liberarnos de las fuerzas interiores que exigen este sometimiento porque somos incapaces de soportar la libertad.

Fragmentos del libro de E. FROMM El Humanismo como utopía real, 1994

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6.15. El fin de las ideologías y el triunfo del liberalismo. F. Fukuyama (1952-) y el “Fin de la Historia”. EL “Fin de la Historia” y el 11 de septiembre

"El triunfo de Occidente, o de la idea occidental, es evidente antes que nada en el total agotamiento de alternativas sistemáticas viables al liberalismo occidental.

(Este triunfo) puede verse en la extensión irresistible de la cultura occidental de consumo en contextos tan diversos como los mercados de campesinos y los aparatos de televisión en color ahora omnipresentes a través de China, los restaurantes cooperativos y tiendas de ropa abiertos en Moscú, , el Beethoven entubado en las grandes tiendas japonesas, y la música de rock deleitando tanto en Praga, Rangún o Teherán.

Quizás estamos siendo testigos no sólo del fin de la Guerra Fría, o del pasaje de un período particular de la historia de posguerra, sino del fin de la historia como tal: esto es, el punto final de la historia ideológica de la humnidad y la universalización de la democracia liberal occidental como la forma final de gobierno humano (...) hay poderosas razones para creer que este ideal será el que gobierne el mundo material en el largo plazo…"

Obtenido de F FUKUYAMA, El fin de la Historia, 1989

El fin de la Historia y el 11 de septiembre

“Una serie de analistas han afirmado que la tragedia del 11 de septiembre demuestra que yo estaba absolutamente equivocado cuando dije, hace más de una década, que habíamos llegado al fin de la historia…

A primera vista resulta absurdo, e insultante para la memoria de aquellos que murieron el 11 de septiembre, declarar que este ataque sin precedentes no alcance el nivel de hecho histórico. Pero la forma en que yo utilicé la palabra historia, o, mejor dicho, Historia, era distinta: se refería al avance de la humanidad a lo largo de los siglos hacia la modernidad, caracterizada por instituciones como la democracia liberal y el capitalismo.

Mi observación, hecha en 1989, en la víspera de la caída del comunismo, era que este proceso de evolución parecía estar llevando a zonas cada vez más amplias de la Tierra hacia la modernidad. Y que si mirábamos más allá de la democracia y los mercados liberales, no había nada hacia lo que podíamos aspirar a avanzar; de ahí el final de la historia. Aunque había zonas retrógradas que se resistían a este proceso, era difícil encontrar un tipo de civilización alternativa que fuera viable en la que la gente quisiera de verdad vivir, tras haber quedado desacreditados el socialismo, la monarquía, el fascismo y otros tipos autoritarios de gobierno.

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Yo creo que en el fondo sigo teniendo razón. La modernidad es un poderoso tren de mercancías que no descarrilará por los acontecimientos recientes, por muy dolorosos y sin precedentes que hayan sido. La democracia y los mercados libres seguirán expandiéndose a lo largo del tiempo como los principios dominantes de la organización en gran parte del mundo. Pero merece la pena pensar en el auténtico alcance del desafío actual.

Siempre he creído que la modernidad tiene una base cultural. La democracia liberal y el libre mercado no funcionan en todo tiempo y en todo lugar. Donde mejor funcionan es en sociedades con ciertos valores cuyos orígenes pueden no ser enteramente racionales. No es casualidad que la democracia liberal moderna surgiera primero en el Occidente cristiano, dado que la universalidad de los derechos democráticos se puede interpretar muchas veces como una forma secular de la universalidad cristiana.

La cuestión principal planteada por Samuel Huntington es si las instituciones de la modernidad, como la democracia liberal y el libre mercado, funcionarán sólo en Occidente o si su atractivo es lo suficientemente amplio como para permitirlas abrirse camino en las sociedades no occidentales. Yo creo que es así. La prueba está en los avances que han experimentado la democracia y el libre mercado en regiones como Asia oriental, Latinoamérica, la Europa ortodoxa, el sur de Asia e incluso África. La prueba está también en los millones de inmigrantes del Tercer Mundo que todos los años votan con sus pies por vivir en las sociedades occidentales y que acaban por asimilar los valores de Occidente. El flujo de personas que se mueve en dirección contraria, y el número de los que quieren hacer saltar por los aires a Occidente hasta donde puedan, es, en comparación, insignificante.

Pero parece que hay algo en el Islam, o por lo menos en las versiones fundamentalistas del Islam, que ha predominado en los últimos años, y que hace que las sociedades musulmanas sean especialmente resistentes a la modernidad. De todos los sistemas culturales contemporáneos, el mundo islámico es el que tiene menos democracias (sólo Turquía) y no incluye ningún país que haya hecho la transición del Tercer al Primer Mundo a la manera de Corea del Sur o Singapur.

Hay muchos pueblos no occidentales que prefieren el componente económico y tecnológico de la modernidad y esperan conseguirlo sin tener que aceptar igualmente la política democrática o los valores culturales de Occidente (por ejemplo, China y Singapur). Hay otros a los que les gusta tanto la versión política como la económica de la modernidad, pero simplemente no dan con la forma de alcanzarlas (Rusia es un ejemplo). Para ellos, la transición a la modernidad al estilo occidental puede ser larga y dolorosa. Pero no hay ninguna barrera cultural insuperable que pueda evitar que finalmente lleguen allí, y ellos constituyen las cuatro quintas partes de la población mundial.

El Islam, en cambio, es el único sistema cultural que parece producir con regularidad gente que, como Osama Bin Laden o los talibanes, rechaza la modernidad de pies a cabeza. Esto suscita la pregunta de hasta qué punto son representativas

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estas personas de la gran comunidad musulmana, y si su rechazo es de alguna forma inherente al Islam. Porque si aquellos que la rechazan son algo más que marginales lunáticos, entonces Huntington tiene razón y vamos hacia un conflicto prolongado que se hace peligroso en virtud de su capacitación tecnológica.

La respuesta que los políticos de Oriente y Occidente han venido dando desde el 11 de septiembre es que los que simpatizan con los terroristas son una 'pequeña minoría' de musulmanes, y que la inmensa mayoría está sobrecogida por lo que ha sucedido. Es importante para ellos decir esto para evitar que los musulmanes como grupo se conviertan en blancos del odio. El problema es que el odio y el disgusto por Estados Unidos y lo que representa están mucho más extendidos que todo eso.

Está claro que el grupo de personas dispuestas a ir en misiones suicidas y a conspirar activamente contra Estados Unidos es pequeño. Pero la simpatía hacia ellas se pudo manifestar en un primer sentimiento de alegría maligna ante la visión de las torres que se desmoronaban, un sentimiento inmediato de satisfacción al ver que Estados Unidos tenía lo que se había merecido, seguidos después, y sólo después, por unas manifestaciones de desaprobación puramente formales. Si medimos por este rasero, la simpatía por los terroristas es una característica de mucho más que una 'pequeña minoría' de musulmanes, y se extiende desde las clases medias de países como Egipto hasta los que emigran a Occidente.

Esta aversión y odio más amplios parecen representar algo más profundo que una mera oposición a las políticas estadounidenses como el apoyo a Israel o el embargo contra Irak, e incluir un odio por la sociedad subyacente. Después de todo, hay mucha gente en el mundo, incluso muchos estadounidenses, que están en desacuerdo con las políticas de Estados Unidos, pero eso no les lanza a paroxismos de rabia y de violencia. Ni tampoco es cuestión necesariamente de ignorancia sobre la calidad de vida en Occidente. El secuestrador suicida Mohamed Atta era un hombre culto de una familia bien de Egipto que había vivido y estudiado en Alemania y Estados Unidos durante varios años. Quizá, como han especulado muchos analistas, el odio nace de un resentimiento hacia el éxito de Occidente y el fracaso musulmán.

Pero, en lugar de psicoanalizar el mundo musulmán, tiene mucho más sentido preguntarse si el Islam radical constituye una alternativa seria a la democracia liberal occidental para los propios musulmanes. (No hace falta decir que, a diferencia del comunismo, el Islam radical no tiene prácticamente ningún atractivo en el mundo contemporáneo, excepto para aquellos que son culturalmente islámicos).

Para los propios musulmanes, el Islam político ha resultado ser mucho más atractivo en abstracto que en la realidad. Tras 23 años de gobiernos religiosos fundamentalistas, la mayoría de los iraníes, y en especial casi todos los menores de 30 años, querrían vivir en una sociedad mucho más liberal. Los afganos que han vivido bajo el régimen talibán sienten más o menos lo mismo. Todo el odio contra Estados Unidos cosechado a golpe de tambor no se traduce en un programa político viable que pueda ser seguido por las sociedades musulmanas en los años venideros.

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Seguimos estando en el fin de la historia porque sólo hay un sistema de Estado que continuará dominando la política mundial, el del Occidente liberal y democrático. Esto no supone un mundo libre de conflictos, ni la desaparición de la cultura como rasgo distintivo de las sociedades. (En mi artículo original señalé que el mundo poshistórico seguiría presenciando actos terroristas y guerras de liberación nacional).

Pero la lucha que afrontamos no es el choque de varias culturas distintas y equivalentes luchando entre sí como las grandes potencias de la Europa del XIX. El choque se compone de una serie de acciones de retaguardia provenientes de sociedades cuya existencia tradicional sí está amenazada por la modernización. La fuerza de esta reacción refleja la seriedad de la amenaza. Pero el tiempo y los recursos están del lado de la modernidad, y no veo hoy en Estados Unidos ninguna falta de voluntad de prevalecer…”

Texto obtenido de Lecciones de guerra en la revista Noticias, número 1291, del 22 de setiembre

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6.16. El fin de las ideologías y el choque de las civilizaciones. S. Huntington (1927-)

Entrevista de J. JOFFE a S. Huntington, en Die Zeit, traducida por R. Falcó y publicada en La Vanguardia, el 11 de setiembre de 2002

“El 11 de septiembre del 2001, hace hoy exactamente un año, el ataque terrorista contra Estados Unidos relanzó a la actualidad a Samuel P. Huntington, profesor de Harvard, por sus polémicas teorías sobre el "choque de civilizaciones". El politólogo estadounidense sostiene ahora que se ha abierto una nueva era: la de las guerras musulmanas.

-Hace casi diez años escribió "El choque de civilizaciones", un artículo en "Foreign Affairs", que en 1996 se hizo famoso gracias a un libro del mismo título que fue traducido a 32 idiomas. ¿El 11 de septiembre ha confirmado su teoría?

-En cierto modo sí.

-Los atentados del 11-S fueron la perfecta ilustración de su tesis. No se trataba de una guerra entre estados como en el siglo XIX o entre ideologías como en el XX, sino del ataque de un grupo islámico que actuó a título particular contra un símbolo de la civilización occidental: EE.UU.

-Así es, eran personas que se identificaban de modo decidido con una rama de la civilización islámica. Ossama Bin Laden también ha hablado de "lucha de las culturas".

-Para él, era una "guerra contra los cristianos y los judíos".

-Exacto. Aunque era un choque limitado. Justo después del 11 de septiembre dije: "Esto no debería degenerar en una lucha entre Occidente y todo el Islam". Un verdadero choque mundial sólo ocurriría si los gobiernos y las sociedades islámicas se pusieran del lado de Bin Laden.

-En la guerra del Golfo, algunos países árabes se pusieron de parte de Estados Unidos contra Irak. Sin embargo, ahora que está a punto de desatarse una segunda guerra contra Irak, casi todo el mundo musulmán ha mostrado su oposición a Estados Unidos e Israel, ambos representantes prototípicos de occidente. El "choque entre civilizaciones" se nos muestra en toda su crudeza.

-Existe potencial para que se dé un verdadero choque. La lucha de culturas se ha dado de dos maneras: en la escalada entre India y Pakistán y en la segunda "intifada". Los musulmanes de todo el mundo se identifican con los palestinos...

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- ... Y el choque se amplía. En su época, su tesis recibió muchas críticas. Ahora parece más convincente que nunca. La lista de conflictos entre civilizaciones es cada vez más larga: musulmanes contra hindúes en India, contra cristianos en Nigeria, contra judíos en Oriente Próximo...

-La primera mitad del siglo XX fue la era de las guerras mundiales, la segunda fue la era de la guerra fría. En el siglo XXI ha empezado la era de las guerras musulmanas.

-¿Qué son las guerras musulmanas?

-Son todas las que ha mencionado. A las que hay que añadir Chechenia, Azerbaiyán, Afganistán y Asia central, Cachemira, Filipinas, Sudán y, por supuesto, Oriente Próximo. Son todas las guerras en que musulmanes luchan contra no musulmanes, así como entre ellos mismos.

-Entonces no se trata de una "lucha de las culturas", sino de una lucha entre una cultura, el Islam, y todas las otras. Una frase famosa de un artículo suyo dice: "El Islam tiene fronteras sangrientas".

-Así es.

-¿Por qué?

-No porque el Islam sea por principio una religión sanguinaria. Aquí entran en juego muchos factores. Uno de ellos es el sentimiento histórico que albergan los musulmanes, y sobre todo los árabes, de que han sido sometidos y explotados por Occidente. Otro factor es el rencor debido a políticas occidentales concretas, en particular el respaldo de Estados Unidos a Israel. Un tercer factor es la demografía del mundo islámico. El grupo de edad de los 15 a los 30 años es el más grande. Estos hombres no encuentran trabajo en casa. Por lo tanto, intentan emigrar a Europa o se dejan reclutar en la lucha contra los no musulmanes. Al Qaeda paga muy bien.

-¿Entonces la lucha de culturas es provocada por un factor demográfico que se alimenta de los altos índices de desempleo de los jóvenes?

-Un hecho es consecuencia del otro. Las sociedades viejas no van a la guerra. A esto hay que añadir que a los musulmanes les indignan muchas cosas de Occidente.

-¿Europa disfruta de paz porque es vieja y gris?

-Los europeos eran muy violentos hace cien años, cuando su perfil demográfico se parecía al del mundo islámico. La masacre de la Primera Guerra Mundial sólo pudo tener lugar porque había muchos hombres a los que matar. Pero no debemos exagerar este factor. En el año 2020, esta cohorte habrá disminuido mucho. Este cambio permitirá que resulte más sencillo mantener relaciones de paz con el Islam.

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-¿Y hasta el 2020?

-Hay que tener en cuenta otro factor: el resentimiento que alberga contra Occidente y, en especial, contra Estados Unidos. Antes del 11-S, las simpatías estadounidenses estaban del lado de los chechenos o de los cachemires. Las simpatías occidentales, y sobre todo las de Estados Unidos, por los palestinos eran más fuertes.

-¿Perdería el Islam sus "fronteras sangrientas" si Estados Unidos pusiera fin a esta ayuda?

-Las "fronteras sangrientas" hacen referencia a un fenómeno más amplio que el conflicto palestino-israelí. Sin embargo, es cierto que los musulmanes consideran a Estados Unidos un país parcial que tiene en cuenta la seguridad de Israel como un interés nacional.

-¿Y el resto de los conflictos que moviliza a musulmanes contra no musulmanes? ¿De Nigeria a Filipinas, pasando por Sudán? Bernhard Lewis, gran erudito sobre el Islam, cree que esta religión en conjunto tiene un problema con Occidente. Él también habló de un "choque de civilizaciones".

- Así es, y antes que yo.

-Él ve la "reacción histórica de un viejo rival civilizador contra nuestra herencia judeocristiana, nuestra presencia secular y la propagación mundial de ambas".

-Es, de hecho, una rivalidad histórica que existe desde el siglo VII, desde el nacimiento del Islam y de la conquista árabe del norte de África, de Oriente Próximo y a continuación de parte de Europa. En el siglo XIX se volvieron las tornas, cuando Occidente empezó a colonizar a Oriente Próximo, proceso que completó en el siglo XX.

-Usted mismo ha escrito sobre la hostilidad islámica a ciertas ideas occidentales: individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad de grupos y sexos, democracia...

-Debemos diferenciar entre corrientes y agrupaciones. Por supuesto que hay musulmanes que comparten estos valores occidentales. Lo que ocurre es que en general parecen ser una minoría con poca influencia y poder. La mayoría de regímenes del mundo islámico son dictaduras.

-¿Se trata entonces de una colisión de las formas de gobierno?

-La pregunta es: ¿por qué no hay democracia en Arabia? Quizá el motivo sea cultural. Pero examinemos el Islam en general: Turquía es una especie de democracia. Bangladesh tiene un gobierno democrático. Pakistán lo ha tenido a veces. No creo que el Islam como tal no sea democrático.

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-Entonces, ¿sólo el Islam árabe?

-Lo cierto es que en esa zona no existe la democracia, con la excepción de Líbano, pero se trata de un país que era más cristiano que musulmán; cuando las mayorías se invirtieron, estalló la guerra civil. Pese a todo, hay grandes diferencias entre los cuarenta países islámicos.

-Usted también ha escrito sobre una "relación islámico-confuciana", con ejemplos como el flujo de armas de China y Corea del Norte a Oriente Próximo. ¿Es una cuestión cultural o política?

-La base son los intereses comunes. Las culturas son muy distintas. Los intereses se refieren a un oponente común: Estados Unidos. Quizá Occidente en general. La política imperialista no termina nunca. Se refuerza mediante la cultura y la religión, aunque esto no lo explica todo. Véase, si no, la alianza entre Turquía e Israel.

-Aún existen más ejemplos que contradicen su tesis de lucha de las culturas. Usted describe Rusia como centro del "cristianismo oriental". Sin embargo, ¿esta cultura oriental no se decanta de manera decidida hacia occidente?

-Rusia lo ha hecho desde la época de Pedro el Grande. La occidentalización y la modernización son un viejo motivo de la historia rusa. Pero también lo contrario, el motivo eslavo, según el cual Rusia tiene un destino distinto al de Occidente y debería encaminarse hacia él. Esta vía se ve también en el bolchevismo, bajo el lema rojo: "Somos distintos y mejores, somos el futuro y enterraremos a Occidente".

-El conflicto "dentro" de las culturas es a veces más agresivo que el conflicto entre culturas. Iraq ha atacado a Irán y Kuwait. Por otro lado, Turquía se acerca más a la Unión Europea cristiana.

-Seguramente existen graves conflictos dentro del Islam, tal y como subrayo en mi libro. A propósito de Turquía: hace veinte años que intenta entrar en la UE, pero sigue al final de la cola. Polonia, Chechenia, Estonia y Lituania subirán, pero no Turquía, porque la UE cree que no pertenece al club, y quizá también debido a motivos culturales.

-¿Qué tienen en común países como Uzbekistán o Kazajstán con Egipto, Argelia o Iraq?

-Todos son musulmanes y todos tienen movimientos fundamentalistas. Y regímenes extremadamente autoritarios. Lo más interesante del bloque que pertenecía antes a la Unión Soviética es que la democratización y las reformas económicas se desarrollan a lo largo de fronteras culturales muy precisas. Todos los países que pertenecieron a Occidente en el pasado, es decir, a Europa Central, han logrado grandes progresos. Las culturas ortodoxas como la búlgara, bielorrusa o ucraniana las

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siguen con retraso y la Albania musulmana o las repúblicas ex soviéticas de Asia central están mucho más atrasadas.

-¿En su proceso de desarrollo, sufre el Islam de una cultura de mentalidad atrasada?

-Sólo en cuestiones económicas y políticas, no en las culturales. De los 25 países del antiguo bloque soviético, el desarrollo democrático y económico está en correlación con las diferencias civilizadoras. ¿Por qué le va mejor a Polonia que a Ucrania, a pesar de que la república del mar Negro era uno de los centros motores de la URSS?

-Por lo tanto, se debe a un destino cultural.

-No existe nada como el destino. Pero históricamente la cultura ha sido una fuerza muy poderosa y hoy en día lo sigue siendo.

-¿No existen también líneas de ruptura civilizadoras dentro de Occidente pese a la cultura que compartimos? Los conflictos entre Europa y Estados Unidos aumentan, desde Kioto hasta el Tribunal Penal Internacional. Y casi ningún país europeo quiere participar en la guerra contra Saddam.

-Primero debemos diferenciar entre cultura y estructura, es decir, la estructura de la potencia global. En la guerra fría había dos superpotencias; ahora sólo hay una, más media docena de potencias regionales. Entre éstas y la superpotencia surge un conflicto natural. ¿Por qué? Porque Estados Unidos tiene intereses en todo el mundo. Por eso se inmiscuye en todos lados, para influir. Por otro lado, las potencias regionales (la UE, Rusia, China, India, Brasil) intentan encauzar cualquier asunto en la dirección que más les conviene. Esto provoca tensiones.

-Así, ¿la estructura pesa más que la cultura?

-En realidad, no. Estados Unidos y la UE comparten una cultura occidental común. En consecuencia, la lógica de la cultura trabaja contra la lógica de la potencia. Tomemos como ejemplo el 11 de septiembre, cuando esta cohesión cultural provocó una ola de compasión e identificación con Estados Unidos. Los europeos se vieron como miembros de una cultura occidental común. Sin embargo, ahora ha vuelto a imponerse la lógica de la potencia, junto con las antiguas diferencias. Los europeos no quieren tomar parte en la guerra contra Iraq y también han criticado la guerra contra el terror. A esto hay que añadir ciertas disputas económicas y ecológicas. El conflicto de potencias tiene un segundo aspecto. Las potencias secundarias, que no quieren ser dominadas por el poder principal de la región, se muestran como socios naturales de Estados Unidos.

-Como Inglaterra...

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- ... Cuyos vínculos culturales con EE.UU. son más estrechos. Polonia, Ucrania y Uzbekistán mantienen relaciones más cordiales con EE.UU. porque no quieren volver al yugo de Rusia.

-¿El equilibrio político clásico es decisivo?

-No, ambas cosas son importantes, tanto cultura como estructura. Las líneas de ruptura más importantes están ahí donde las diferencias de poder y cultura se solapan. EE.UU. y Europa no se enfrentarán en una guerra. Es más que probable que India y Pakistán acaben haciéndolo, igual que Israel y los árabes. Y China y EE.UU.

-Otra de sus citas dice: "The rest against the West" (el resto contra Occidente). Pero si tenemos en cuenta las tensiones transatlánticas, ¿podría convertirse en "the rest of the West against the US" (el resto de Occidente contra EE.UU.)?

-No, ya que la cultura común modera el conflicto de potencias. Lo cual no es el caso de China y Estados Unidos, donde el abismo cultural agudiza el conflicto de intereses.

-Entonces, ¿no llegarán al Tribunal Penal Internacional los actos de violencia?

-Es probable, aunque aquí se ha abierto un conflicto de potencias. Estados Unidos no quiere dejarse encadenar, porque tenemos soldados en todo el mundo que no quieren exponerse al peligro de un procesamiento penal.

-Sabíamos cómo habíamos evitado en el pasado los grandes conflictos ideológicos y de política imperialista. Occidente venció a la Alemania nazi, limitó políticamente e intimidó militarmente a la Unión Soviética. Pero, ¿cómo se lucha en una guerra de culturas? ¿Y contra quién?

-Esto depende del escenario. Al Qaeda es algo completamente nuevo. Bush habla de guerra contra el terrorismo. Políticamente es un concepto útil, porque todo el mundo está contra el terrorismo, pero analíticamente plantea problemas, porque este término puede abarcar distintas guerras. Rusos, chinos, indios, israelíes, todos califican a sus enemigos de terroristas. En el fondo son conflictos territoriales. La guerra de Al Qaeda contra Estados Unidos y la civilización occidental es harina de otro costal porque no tiene nada que ver con una guerra por un territorio...

-¿Sino con una guerra de civilizaciones?

-Por supuesto que lo es.

-¿Cómo se lucha en una guerra de este tipo?

-Antes que nada, hay que cortar el apoyo que recibe un grupo como al Qaeda de otros miembros de su civilización. Cuando estos grupos o estados se alían con una

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parte en conflicto, la escalada es inminente. Es lo mismo que ocurrió en Serbia, donde Belgrado apoyaba militarmente a los serbios de Bosnia y Kosovo. Por lo tanto, al Qaeda debe quedar aislada en el mundo musulmán, lo cual es muy difícil porque opera en cincuenta o sesenta países. De forma que hay que atraer a estos países a nuestro bando. Sin embargo, el Gobierno de Bush tenía un problema después del 11 de septiembre: ¿Cómo ganarse el apoyo de todas las potencias regionales, que no eran precisamente los mejores amigos de Estados Unidos, como Rusia, China, e incluso Irán?

-¿Volverá a atacar Al Qaeda?

-Como mínimo lo intentará…”

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6.17. Las Nuevas Tecnologías y la nueva sociedad. N. Negroponte (1943-)

Entrevista con N. Negroponte para la revista “Nova Economía”, obtenida de www.maccare.com.ar

-En su opinión ¿Cuál es la mejor manera para resolver los problemas de las ciudades reales al mismo tiempo que se construyen las digitales? Como arquitecto y experto en tecnología, ¿Puede sugerir una manera en la que la ciudad digital pueda ayudar a la real?

-Mi época de arquitecto se remonta a los años sesenta, por lo que no diría que soy un experto acerca de las ciudades reales. Lo que puedo decir es que el mundo digital será más importante para los jóvenes y la educación, lo cual debería tener un impacto positivo en las ciudades. Quizás, más importante que ayudar a las ciudades reales tal como las conocemos es darse cuenta de cómo cambiarán su papel, convirtiéndose más en elementos socializadores y decreciendo como espacio económico de negocios. Tal como se organizan los negocios, cada vez menos cerrados jerárquicamente, la ciudad sólo tendrá significado como un lugar para el intercambio humano, para el arte y el entretenimiento.

-Usted coloca en oposición radical los átomos y los bits. Sin embargo, los bits, normalmente se definen como átomos de información. ¿No está defendiendo, en última instancia, un radical atomismo informacional? ¿No cree que lo más importante es la interacción a distancia entre los seres humanos por encima de la digitalización?

-Las telecomunicaciones son realmente importantes. La interacción es la base de la telefonía, la video-conferencia, y las futuras proyeccionesholográficas, las cuales le colocarán a uno en la sala de estar de otra persona. Pero la diferencia entre los átomos y los bits es mayor. El negocio de bits está evolucionando, es aquél en el que la gente hace bits o añade valor a los bits existentes. Bajo esas condiciones, la naturaleza de cómo hacer negocios cambia. Se encuentra, por primera vez en la historia, el concepto de una industria casera global (anteriormente sólo existían multinacionales, sólo compañías realmente grandes) Una pequeña compañía multinacional es ahora novedosa y posible gracias al nuevo tipo de producto, un producto que no tiene peso, tamaño, color o masa, y que puede viajar a la velocidad de la luz.

-Hasta ahora, los actuales dispositivos multimedia están basados en sistemas audiovisuales y, por esta razón, se dirigen sólo a dos de nuestros sentidos. ¿Qué sabe sobre la situación de las investigaciones acerca de otros sentidos como el tacto o el olor? ¿Es posible un mundo o cultura digitales que no impliquen los demás sentidos?

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-El elemento audiovisual es generalmente de una dirección -del computador a usted-. No puede recorrer el sentido contrario; no le puede ver u oir. Por lo tanto, los primeros pasos serían una buena visión y audición (incluyendo el reconocimiento de voz). Los pasos siguientes serían el tacto y la retroalimentación de fuerza, dos sentidos sobre los cuales respondemos muy poco en las comunicaciones con el ordenador. El último sería el olor. ¿Sabe por qué? No porque sea difícil de realizar, sino porque es díficil librarsede ellos.

-En sus propias palabras, existen personas sin hogar digital, pero también existen los sin hogar en el Tercer Mundo. ¿Puede la cultura digital ayudar a los sin hogar digitales a adquirir una casa real? ¿Puede esta cultura (digital) mejorar sus condiciones de vida?

-Esta la pregunta más habitual de las que se me hacen. Lo considero, y mi respuesta, no ha de sorprender, va a ser optimista. El Tercer Mundo tiene dos ventajas. La primera es que esos países tienen una infraestructura de telecomunicaciones muy pequeña y lo que funciona en la actualidad es la fibra óptica, la conexión sin cable y lo digital- no tienen la carga de historia de telecomunicaciones de los países desarrollados. La otra es su población, que tiende a ser joven, a menudo con el 50% de la población por debajo de los veinte años -gente que se desenvuelve como pez en el agua cuando accede a los computadores.Pero se necesita apoyo, recuérdese que éstos son bits, no átomos. Los bits no se pueden comer, no puede uno vestirse con ellos o usarlos como refugio.

-Los ordenadores actuales (compuestos de teclados, ratones e impresoras) serán obsoletos muy pronto. Por lo tanto ¿Merece la pena formar a nuestros niños con estos mecanismos, o es mejor esperar a las nuevas carpetas digitales, con reconocimiento de voz o toque) que usted menciona en "Mundo Digital"?

-Esto es como comprar una cámara de 35 milímetros. Sabemos que cada año van a ser mejores y van a cambiar. Pero no espere. Esperar es lo peor que se puede hacer. Es cierto que el ordenador de hoy no se parecerá al de mañana, pero sería un crimen hacer esperar a los niños, porque los niños no lo son por mucho tiempo. Cuando se aprende lo que se necesita hoy, incluso si se convierte en el latín de mañana, se hace uno más flexible y mucho más capaz para adaptarse.

-¿Deben las escuelas asumir las labores educativas o deben ser los padres los cuales son en su mayoría analfabetos informáticos? Si lo deben ser lasescuelas ¿Cómo podemos evitar que introduzcan sus propias normaseducacionales?

-Podría ser como la educación sexual, que no pertenece a las escuelas y ligeramente a los padres. Los niños aprenden de los niños. Es realmente un medio de oído a oído. En el ámbito de la escuela, los niños saben más que los profesores. Esto es precisamente bueno para su ego y para su aprendizaje de cómo deben enseñar. Pero esto precisa de un profesor que piense profundamente para trabajar en este entorno. En casa, es lo mismo. En los países desarrollados, los niños ricos tienen más medios informáticos que en sus escuelas. En el mundo desarrollado esto es, con frecuencia, un incentivo.

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-La educación digital es un elemento educacional estratégico que los Estados Unidos han desarrollado recientemente. Pero ¿Considera que los futuros gobiernos serán capaces de garantizar un acceso igual y democrático, con suficientes fondos y oportunidades para todos los estudiantes?

-Mi predicción es que sí. El acceso a los ordenadores será en general tan importante como el aire limpio, el agua depurada, y la medicina preventiva. Ningún gobierno garantiza estas cosas, pero sería difícil imaginar uno que no lo intentara.

-El término "analfabeto digital" es muy expresivo. Pero puede entenderse incorrectamente y puede ser interpretado de forma polémica. ¿Podemos pensar, más allá de la metáfora, que en nuestro futuro digital, ser un analfabeto informático podría ser tan malo como un analfabeto lingüístico?

-Ser un analfabeto informático podría ser, de hecho, peor que analfabeto lingüístico. Al menos, si se es un analfabeto respecto al lenguaje, se puede trabajar, jugar, y formar una familia con cariño. Pero en tanto en cuanto el mundo se vuelve cada vez más digital, tocará todos los aspectos de nuestras vidas. El impedimento será enorme.

-Continuando con la alfabetización digital, en España, en el comienzo de la industria informática (durante los setenta), la programación se consideró como la clave para el desarrollo informático. Como consecuencia, mucha gente se dedicó a aprender los principios básicos de la programación. En la actualidad, y tal como usted propone en su libro, la facilidad tecnológica debe ser el objetivo de los desarrollos actuales. Por lo tanto, la tendencia ha cambiado. ¿Podría usted sugerir un currículum para la enseñanza secundaria?

-Sugerir materias básicas para un currículo es como recomendar una clase de física a un jugador de baloncesto o clases de dicción a alguien que llama por teléfono. Es hora de dejar que los trabajos de informática vayan por su cuenta. Esto no quiere decir que las matemáticas o la electrónica, o que las muchas teorías del lenguaje, el significado o las comunicaciones deban ignorarse. Pero todas estas deben provenir de la pasión y de un estilo cognitivo, no de los currículos.

-Europa trata de mantenerse en línea con Estados Unidos y Japón en el desarrollo informático. ¿Cree usted que EEUU está haciendo las cosas correctamente? Si no es así, ¿Cuál es su mayor error?

-Estados Unidos y Japón son muy diferentes en cuanto a su desarrollo informático. En América hay un crecimiento de la vida digital. Japón, en cambio, está atrapado en su propia homogeneidad histórica. Los japoneses hacen ordenadores, pero, como sociedad, los utilizan muy poco. Su presencia en Internet es realmente reciente. Lo que debería hacer Estados Unidos es desregular y animar a las naciones a privatizar sus telecomunciaciones mucho más deprisa. La ausencia de los ordenadores en la vida europea puede atribuirse casi enteramente a los altos costos de sus telecomunicaciones.

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-¿Cuál es su respuesta a la brecha entre los países desarrollados y los del Tercer Mundo? Esta está creciendo, sobre todo respecto a la informática. Los países del Tercer Mundo necesitan una política específica para reducir esta distancia. Por favor, mencione algunos puntos básicos para esta política.

-Soy alérgico a la palabra "política", pero comprendo su pregunta. Mi respuesta incide casi completamente sobre los costos. Las comunicaciones en los países del Tercer Mundo son ridículas, en el sentido de que están en manos del gobierno, se gestionan de mala manera, y muchas veces obtienen más del treinta por ciento de sus ganancias de llamadas telefónicas que no se completan. Pero los ordenadores son también demasiado caros. Windows 95 no sirve para el Tercer Mundo. Es demasiado grande, ocupa demasiada memoria y tiene excesivas opciones. Es mucho más necesaria una máquina que cueste 150 dólares…”

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6.18. El nuevo papel de la Ciencia y la Ecología.

“Hay un sentimiento creciente en numerosos sectores de que la ciencia no está respondiendo adecuadamente a los desafíos de nuestro tiempo, especialmente a aquellos que nos plantea la búsqueda de un desarrollo sostenible…

La falta de adecuación del enfoque científico tradicional se ha revelado con claridad en el episodio de la enfermedad de las "vacas locas", una situación "problemática" paradigmática. Durante años, los investigadores y asesores acreditados aseguraron al gobierno del Reino Unido que la posibilidad de transferencia del agente infeccioso a los seres humanos era muy pequeña. No se dieron cuenta de los elementos en juego en la decisión implícitos en la política, donde la alarma pública y el gasto del gobierno se percibían como los principales peligros. El riesgo de una epidemia entre los humanos (con sus consiguientes costos) fue descartado por los expertos y, a la larga, oficialmente negado…

El mundo experimenta actualmente un periodo de extraordinarias turbulencias que reflejan el nacimiento y la intensificación de profundos cambios económicos, sociales, políticos y culturales relacionados con la actual revolución técnico- económica. Además, la velocidad y la magnitud del cambio global, la interconexión creciente de los sistemas sociales y naturales a nivel planetario, y la creciente complejidad de las sociedades y de su impacto en la biosfera, da como resultado un alto nivel de incertidumbre y de impredictibilidad, que plantean nuevas amenazas (y también nuevas oportunidades) para la humanidad. Por otro lado, las tendencias actuales son insostenibles (tanto ecológica como socialmente). Se ha reconocido oficialmente la necesidad de un cambio de dirección en la Cumbre de la Tierra, celebrada en junio de 1992. Sin embargo, aún no se ha definido claramente la nueva dirección y la mayoría de los debates y recomendaciones siguen estando muy compartimentados.

La complejidad de las situaciones y problemas ha aumentado rápidamente en los últimos decenios (Gallopín 1999, Munn et al. 1999). Esto se debe a diversas razones, como las siguientes.

Cambios ontológicos: los cambios provocados por el hombre en la naturaleza del mundo real, que avanzan a ritmos y escalas sin precedentes y cuyo resultado también es la creciente interconexión e interdependencia en numerosos niveles. Las moléculas de dióxido de carbono emitidas por la quema de combustibles fósiles (sobre todo en el norte) se unen con las moléculas de dióxido de carbono producidas por la deforestación (sobre todo en el sur) y provocan un cambio global del clima. Una crisis económica en Asia repercute en el sistema económico global, y afecta a países muy distantes.

Cambios epistemológicos: cambios en nuestra comprensión del mundo relacionados con la conciencia científica moderna de la conducta de los sistemas

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complejos, entre ellos el reconocimiento de que lo no predecible y la sorpresa quizá se encuentren en los tejidos mismos de la realidad, no sólo en el nivel microscópico (es decir, el principio de incertidumbre ya conocido de Heisenberg) sino también en el nivel macroscópico, como se describirá más tarde.

Cambios en la toma de decisiones: en muchas partes del mundo, se abre camino un estilo más participativo en la toma de decisiones que reemplaza a los estilos tecnocráticos y autoritarios. Esto, junto con la aceptación cada vez más amplia de otros criterios, como el medio ambiente, los derechos humanos, el género y otros, así como el surgimiento de nuevos actores sociales, como las organizaciones no gubernamentales y las empresas transnacionales, conduce a un aumento del número de dimensiones utilizadas para definir los temas, problemas y soluciones y, por ende, a una mayor complejidad.

Es cada vez más claro que la búsqueda de un desarrollo sostenible requiere integrar factores económicos, sociales, culturales, políticos y ecológicos. Requiere la articulación constructiva de los enfoques de desarrollo de arriba abajo con las iniciativas de abajo arriba o de base. Requiere tener en cuenta simultáneamente las dimensiones locales y globales, y la forma en que interactúan. Y requiere ampliar los horizontes de espacio y tiempo para acoger la necesidad de la equidad intrageneracional e intergeneracional. En otras palabras, lo que se necesita no es ni más ni menos que un cambio fundamental en la manera en que enfocamos el desarrollo de las relaciones entre sociedad y naturaleza…”

Textos obtenidos de: Gilberto C. Gallopín, Silvio Funtowicz, Martin O'Connor, Jerry Ravetz, Una ciencia para el siglo XXI: del contrato social al núcleo científico. en: http://www.campus-oei.org/salactsi/gallopin.pdf