Florecerá el Desierto

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“Florecerá el Desierto” (cf. Isaías 41,19) “El don de la Creación y sus desafíos en nuestro tiempo, tarea para la Iglesia”. CHILE Pastoral Social Documento de trabajo Documento de trabajo Pastoral Social Caritas Chile Pastoral Social Caritas Chile

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El ser humano tiene, por condición y vocación, la tarea de desarrollarse integralmente; es decir, estamos llamados a crecer como comunidad humana en calidad de vida, en dignidad como personas, en convivencia armónica y solidaria de unos con otros y haciendo uso adecuado de las cosas, cuidando nuestro medio ambiente.

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“Florecerá el Desierto” (cf. Isaías 41,19)

“El don de la Creación y sus desafíos en nuestro tiempo, tarea para la Iglesia”.

CHILE

Pastoral Social

Documento de trabajo Documento de trabajo

Pastoral Social Caritas ChilePastoral Social Caritas Chile

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Agradecemos las fotografías aportadas por:DAS Caritas Temuco; Das San Felipe; Área Social del Vicariato de Aysén (Comisión Agua y Vida); Fundación CRATE (Área Talca); Pastoral Indígena; Archivo CECh y Pastoral Social Caritas.

ISBN: 978-956-7571-08-6

Contenido

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

PARTE 1 | NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS

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LA CRECIENTE PREOCUPACIÓN AMBIENTALLUCES Y SOMBRAS DE LA SITUACIÓN MEDIOAMBIENTAL EN NUESTRO PAÍS

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Situaciones complejas que nos afectan a todosAvances frente a los grandes desafíos ambientales en Chile

RECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

PARTE 2 | LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓNLA CREACIÓN, DON DE DIOS Y PROYECTO DE AMORLA NOVEDAD DEL SEÑOR JESÚS EN LA CREACIÓNUNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN EL MUNDOUNA ÉTICA DE LA CORRESPONSABILIDAD Y DE LA SOLIDARIDADRECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN

PARTE 3 | ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN

PROPUESTAS DESDE LA IGLESIA PARA EL BUEN HABITAR LA CREACIONA nivel personal y comunitarioA nivel pastoral

CONCLUYENDO

RECAPITULEMOS... | PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y COMUNITARIA

Producción y edición general:

Pastoral Social Caritas Chilewww.caritaschile.org

Diseño e ilustración:

AJíCOLORwww.ajicolor.cl

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abril de 2009, los Obispos de Chile, reunidos en Villarrica reflexionaron sobre los actuales de-

safíos medioambientales y el rol de la Iglesia en este campo. Este trabajo estuvo animado por

el documento “El cuidado de la Creación, una oportunidad para la ética del amor”, elaborado

por la Comisión Nacional Justicia y Paz.

En esa ocasión los Obispos dialogaron sobre la necesidad de disponer de un documento de trabajo

que ayudara a sensibilizar a las comunidades y a abrir espacios de diálogo y colaboración con

personas e instituciones comprometidas con el cuidado del medioambiente, y encargaron al Área

de Pastoral Social Caritas que asumiera ese desafío.

A partir de esa solicitud, la Pastoral Social Caritas constituyó un equipo y consultó, perso-

nalmente o a través de documentos, a diversos especialistas; realizando, simultáneamente,

encuentros para recoger las prácticas y miradas de los equipos diocesanos que están imple-

mentando iniciativas ambientales.

El resultado de ese proceso es el presente Documento de Trabajo. Este busca ser un aporte al

objetivo planteado por los Obispos: “contribuir a la sensibilización, reflexión y actuación de la

comunidad nacional frente a los actuales desafíos ambientales, desde la identidad y enseñanza

de la Iglesia”.

Este trabajo ha sido posible por el impulso inicial del Equipo de Medio Ambiente constituido en

la Comisión Nacional Justicia y Paz, que estuvo integrado por Cristóbal Barros, Juan Cavada, Filma

Canales y Emilia Mozzó; su esfuerzo y entusiasmo aportaron la base para desarrollar este camino.

• PRESENTACIÓN •

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Agradecemos especialmente la valiosa colaboración de los equipos del DAS Copiapó, DAS San

Felipe, Fundación CRATE de Talca y DAS Temuco, por sus aportes y compromiso activo en favo-

recer espacios de diálogo que fueron dando cuenta de las realidades y -también- de las expe-

riencias y desafíos. Una mención especial a las diócesis de Linares, Villarrica, Ancud y vicariato

apostólico de Aysén, cuyas experiencias son recogidas como propuestas de camino. En esta

parte del proceso debemos hacer un agradecido reconocimiento a Bernardo Reyes, ecólogo,

cuya lúcida mirada y pasión por el cuidado de un ambiente que garantice una vida digna para

todos permitió visualizar en su complejidad y riqueza los retos a que nos enfrentamos.

Una especial mención a Misereor y Caritas Alemana, cuya confianza ha permitido abrir es-

pacios para dialogar sobre la realidad desafiante que constituye para toda la sociedad el

cuidado de la creación.

Finalmente, nuestra gratitud por la presencia, cercanía y constancia de pastores que han sido

un signo profético en la defensa y cuidado de la Creación en nuestro país: Mons. Juan Luis

Ysern, obispo emérito de Ancud; Mons. Gaspar Quintana, obispo de Copiapó; y Mons. Luis

Infanti, obispo vicario apostólico de Aysén.

Esperamos con este Documento de Trabajo de la Pastoral Social Caritas Chile, contribuir a

una reflexión de nuestros estilos vida para avanzar hacia un Desarrollo Humano Sustentable,

Integral y Solidario, que nos permita vivir en justicia, solidaridad y armonía como comunidad

humana y con la Casa Común que habitamos.

+ Manuel Camilo Vial Risopatrón ISPSch

Obispo de Temuco

Presidente Pastoral Social Caritas Chile

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ser humano tiene, por condición y vo-

cación, la tarea de desarrollarse inte-

gralmente; es decir, estamos llamados

a crecer como comunidad humana en calidad

de vida, en dignidad como personas, en convi-

vencia armónica y solidaria de unos con otros y

haciendo uso adecuado de las cosas, cuidando

nuestro medio ambiente.

Este camino de humanización lo vivimos inte-

rrelacionados con el entorno, el que -por me-

dio de la actividad humana- podemos cambiar,

afectar o influir directa e indirectamente. Es

preciso, pues, tener conciencia de que lo que

hagamos o no, influye en miles de personas,

conocidas o desconocidas, así como en las ge-

neraciones futuras.

Esta responsabilidad de desarrollarnos y cuidar

el mundo en que vivimos, para los creyentes

se ilumina desde la acogida de nuestra vida y

de toda la creación como un don precioso de Dios

que nos invita a ser colaboradores en su obra,

aprendiendo a vivir como hijos y hermanos. Así, la

humanidad entera está llamada a tomar concien-

cia de su papel como responsable del cuidado del

planeta, “nuestra casa común” como la llamó Be-

nedicto XVI en su Mensaje para la Jornada Mundial

de la Paz de 2008 .

Para los católicos, esta responsabilidad humana es

una de las dimensiones y consecuencias de nues-

tra fe en el Señor Jesús, como señala el Compendio

de Doctrina Social de la Iglesia, “la relación del hom-bre con el mundo es un elemento constitutivo de la identidad humana. Se trata de una relación que nace como fruto de la unión, todavía más profunda, del hombre con Dios” . Así, desde hace varios años la

Iglesia ha sido una de las voces que ha llamado a

pensar y revisar los modelos de desarrollo desde la

perspectiva de la dignidad humana y el respeto y

cuidado por la creación. Somos conscientes de que

• INTRODUCCIÓN •

el ser humano no debe “disponer arbitrariamen-te de la tierra, sometiéndola sin reservas a su voluntad, como si ella no tuviese una fisonomía propia y un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar” .

En las últimas décadas esta conciencia de la

responsabilidad por “nuestra casa común” ha

ido creciendo en muchos ambientes de nues-

tra sociedad y cultura, lo cual ha ocurrido de

la mano de los serios problemas medioam-

bientales a nivel planetario y, por tanto, tam-

bién en nuestro país.

Se constata una tendencia a la “explotación in-considerada de la naturaleza” que va generando

diversos problemas al ser humano y su medio

ambiente, como son la deforestación, la degra-

dación del suelo, la contaminación ambiental, el

agotamiento de los recursos, el cambio de las con-

El

BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Familia humana, comunidad de paz” (2008) n° 8.PONTIFICIO CONSEJO “JUSTICIA Y PAZ”, Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2004), n° 452. En adelante CDSI.JUAN PABLO II, Encíclica Centesimus annus (1991), n° 37.PABLO VI, Carta Apostólica Octogesima adveniens (1971), n° 21.

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diciones naturales y el habitar en zonas de riesgos.

Se trata de situaciones o prácticas ambientales,

tecnológicas y urbanísticas que afectan directa o

indirectamente la calidad de vida de las personas.

La transformación del entorno es la actividad hu-

mana que más favorece la vulnerabilidad de los

espacios y sociedades, con inequitativas conse-

cuencias al afectar principalmente a los grupos

más pobres y desfavorecidos de la sociedad.

Referirse al tema medioambiental requiere un diag-

nóstico complejo que involucra ámbitos diversos

como lo social, económico, cultural, político, cientí-

fico y religioso; sin embargo, más allá de las acen-

tuaciones y matices de los diversos diagnósticos

y análisis, es preciso constatar que los problemas

medioambientales y sus desafíos nos golpean a dia-

rio y dramáticamente. Habrá quienes consideren este

tipo de reflexiones alarmistas y propias de intereses

que en nada aportan a las necesidades de un país

que requiere crecer económicamente. Habrá otros

que se incomoden con la palabra de la Iglesia

en temas de marcado carácter técnico, donde lo

ético, aparentemente, poco y nada tendría que

aportar. Sin embargo, como Iglesia estamos se-

guros de que habrá también quienes escuchen

atentos un mensaje que apela a la conciencia

humana y a la esperanza, y se comprometan a

ser una luz en medio de un país que sufre serias

vulneraciones sociales y ambientales.

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La Conferencia Episcopal de Chile, desde el área

de Pastoral Social Caritas, ofrece el presente docu-

mento de trabajo para contribuir a la sensibiliza-

ción, reflexión y acción de la comunidad nacional

frente a los actuales desafíos ambientales, desde

la identidad y enseñanza de la Iglesia. Así, quere-

mos dar una mirada amplia a los diversos desafíos

ambientales que vive nuestro país, presentar la

mirada de la fe cristiana sobre la creación e invi-

tar a acciones de cuidado del hábitat para bien de

toda la humanidad y de las generaciones futuras.

La Iglesia ha sido una de las voces que ha llama-

do al mundo a pensar sus modelos de desarrollo

desde la perspectiva de la dignidad humana y

el desarrollo integral, discerniendo permanente-

mente sobre la realidad desde la fe y como parte

de la reflexión sobre los procesos de la globaliza-

ción, la situación medioambiental y su impacto

en la justicia y la solidaridad.

Lo hacemos animados por la palabra del Papa

Benedicto XVI cuando señala que “la Iglesia tie-ne una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida” .

BENEDICTO XVI, Encíclica Caritas in veritate (2009), n° 51.5

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PARTE 1

NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS

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esta primera parte queremos mirar algunos de los problemas y

desafíos de la situación del medio ambiente que se dan en nues-

tro país y que parecen más relevantes. No pretendemos refe-

rirnos a todo, ni abundar en datos acerca de los problemas y desafíos,

sino dar una mirada de conjunto que nos ayude a tomar conciencia del

problema y acoger los principales intentos para enfrentarlo, tanto

desde la legislación como desde las acciones que para ello se realizan.

· LA CRECIENTE PREOCUPACIÓN AMBIENTAL ·

El incierto escenario mundial producido por la

escasez de combustibles fósiles, la inseguri-

dad alimentaria, la pérdida de biodiversidad, la

contaminación ambiental, el temor a la falta de

energía, el calentamiento global en paralelo con

la creciente recurrencia de desastres naturales, y

la renovada amenaza de contaminación nuclear

y sus impactos para la vida, han despertado un

profundo interés por la cuestión ambiental.

PARTE 1

• NUESTRO MEDIO AMBIENTE: SITUACIÓN Y DESAFÍOS •

En la última década, la preocupación por la llamada

“crisis ambiental” ha traspasado a los grupos de exper-

tos y se ha instalado progresivamente como un desafío

para toda la sociedad. Cada vez más, las personas y

comunidades se hacen conscientes del impacto que los

problemas ambientales tienen en su vida cotidiana, por

ejemplo, los efectos de la contaminación atmosférica o

del adelgazamiento de la capa de ozono se han instala-

do en la experiencia diaria de las personas.

Si bien se observa un creciente despertar de la

preocupación por los desafíos que suponen los

temas ambientales en nuestro país y a nivel mun-

dial, ésta aún no es suficiente para que todos

asuman una forma de vida que responda a las

necesidades que este nuevo escenario demanda.

Antes de posicionarse como tema significativo

dentro de la opinión pública nacional y en las

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preocupaciones de los sectores públicos, privados y de la sociedad civil de

nuestro país, la cuestión medioambiental emergió como un desafío global

dada la evidente transversalidad de las problemáticas y el encadenamiento

de los fenómenos en una escala planetaria. Son diversos los estudios y aná-

lisis al respecto, destacándose aquí dos ámbitos que reflejan una realidad de

carácter mundial:

Cambio climático, sostenibilidad y justicia socio-ambientalEste concepto se refiere a cambios en el clima atribuidos, directa o

indirectamente, a la actividad humana y que alteran la composición de

la atmósfera mundial, sumándose a la variabilidad natural del clima.

El problema del cambio climático es, ante todo, una cuestión de sos-

tenibilidad y de responsabilidad ante las futuras generaciones, pues a

menos que se protejan adecuadamente los recursos naturales, a me-

diano y largo plazo, no será posible vivir una vida digna en la Tierra.

La acción del ser humano requiere una cuidadosa atención a las con-

secuencias que tiene en este ámbito, pues -como señala el Papa Juan

Pablo II- “toda intervención en un área del ecosistema, debe considerar sus consecuencias en otras áreas y, en general, en el bienestar de las generaciones futuras" .

La crisis del cambio climático puede comprenderse como una gran hipoteca

medioambiental sobre las posibilidades de consumo actuales y de las futu-

ras generaciones, pues sin sostenibilidad ecológica, los triunfos en la lucha

contra la pobreza tendrán únicamente una duración limitada.

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JUAN PABLO II, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Paz con Dios creador, paz con toda la creación”(1990) nº 6

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Globalización y crisis ecológicaCon el avance de las tecnologías y los medios de comunicación social, hoy es posible ver de

manera casi instantánea los eventos y catástrofes que ocurren en distintas partes del mun-

do. Las hambrunas y guerras civiles o los efectos de los grandes desastres ambientales y

los conflictos sobre los recursos, son hoy más visibles a más personas, con solo encender el

televisor o acceder a Internet. Esto ha permitido que la opinión pública esté más informada

respecto de la intensidad, la escala y la rapidez con que se deteriora el medio ambiente. Con

un mayor conocimiento sobre la cuantía de los daños detectados en el entorno biológico y

físico, emerge progresivamente en algunos sectores técnicos, académicos y ciudadanos una

percepción cada vez más arraigada de que la situación actual corresponde a una “crisis eco-

lógica”, que a su vez es una de las muchas manifestaciones de la denominada “crisis global”

que hace percibir el mundo en que vivimos como un lugar más incierto y menos seguro.

En este contexto, el debate actual se refiere a las posibilidades que tiene el actual modelo de

desarrollo de proporcionar progreso integral y bienestar al conjunto del planeta; con sombrías

previsiones que acrecientan la sospecha de que la escasez de bienes esenciales para la vida

del ser humano será uno de los hechos que marcará la vida en extensas regiones del planeta

durante las primeras décadas del nuevo milenio. “Ante el trasfondo de la globalización y el límite cada vez más visible de los bienes del planeta, así como la grave crisis del mercado desregulado, es necesario definir nuevamente el concepto de bien común, considerando que las perspectivas nacionales sólo inciden de forma insuficiente. A nivel internacional la presión sobre los bienes naturales aumenta intensamente y en el futuro la seguridad sobre el suministro de materias primas y de alimentos determinará en forma esencial las relaciones bilaterales y multilaterales, poniendo en serio riesgo la paz” .

b)

CELAM – MISEREOR, Simposio "El bien común ante la escasez de recursos", Ciudad del Vaticano, marzo 2009, p. 11.7

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· LUCES Y SOMBRAS DE LA SITUACIÓN MEDIOAMBIENTAL EN NUESTRO PAÍS ·

Chile evidencia un desarrollo con contrastes,

donde el alto crecimiento económico no se con-

dice con las profundas desigualdades sociales en

la distribución del ingreso, los bajos índices de

participación ciudadana, la existencia de secto-

res sociales y territoriales postergados y una si-

tuación de pobreza que al 2009 afectaba al 15,1%

de la población . Los avances en términos de cre-

cimiento, economía y productividad, entre otros

indicadores, contrastan también con la fragilidad

de la situación medioambiental, donde si bien

se han realizado avances enmarcados en la cre-

ciente preocupación y relevancia que ha tomado

este tema, hay serias y diversas vulnerabilidades

generadas por el modelo económico agroexpor-

tador, el modo de producción y uso de recursos,

los altos índices de contaminación y el monopo-

lio de recursos.

Situaciones complejas que nos afectan a todos

El desarrollo desigual que se verifica en Chile cobra

aun mayor relevancia al reconocer los diversos focos

de conflicto ambiental existentes en nuestro país,

los cuales interpelan a la toma de conciencia y a la

acción. Son variados los actores técnicos y académi-

cos, centros de estudio y organizaciones ciudadanas,

entidades públicas y privadas, que han evidenciado

un diagnóstico crítico respecto de la situación; reco-

gemos aquí algunas de situaciones significativas que

tocan a nuestro país:

π

π

La explotación de minerales en la zona norte

(regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá, An-

tofagasta, Atacama) produce serias consecuen-

cias a causa del extensivo uso de agua, gene-

rando contaminación y escasez de este recurso,

lo que se suma a los efectos de los desechos

tóxicos y relaves mal tratados.

Las centrales termoeléctricas ubicadas en el

norte y centro-sur del país, con una significa-

tiva contaminación atmosférica y marina, van

generando -también- en diversas ocasiones

derrames de metales pesados nocivos y con

reconocidas consecuencias graves para la

salud humana.

La desertificación, producto de la defores-

tación, las malas prácticas agrícolas y ga-

naderas, y el uso intensivo de agua por la

gran industria es otro mal que afecta trans-

versalmente al país, poniendo en serio

riesgo la sostenibilidad de la vida.

La disminución del bosque nativo por la

introducción de monocultivos comerciales,

forestales o frutícolas, que se observa prin-

cipalmente entre O’Higgins y La Araucanía,

produce cambios importantes en los eco-

sistemas de origen y provoca el despobla-

miento de poblaciones rurales.

Las plantas productoras de celulosa entre las

regiones del Maule y Los Ríos también han

evidenciado importantes contaminaciones,

causando incluso la muerte de avifauna.

La existencia -en todo el país- de diversos

problemas que afectan la disponibilidad

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Cf. Ministerio de Planificación (MIDEPLAN), Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica (CASEN) 2009. 8

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de agua: escasez para consumo y peque-

ña producción, uso intensivo por la gran

industria, contaminación de ríos, lagos y

costas, y concentración de la propiedad.

En Los Lagos y Aysén, el auge y poste-

rior caída de la empresa salmonera trajo

serias consecuencias a los recursos ma-

rinos producto de los desechos biológi-

cos y el uso masivo de antibióticos; en

su derrumbe generó serios problemas

sociales a causa de la cesantía, además

del cambio cultural que produjo su rápi-

da inserción.

Relevante es el caso de Hidroaysén, que

ha puesto en cuestión los efectos ambien-

tales y sociales de los grandes proyectos

hidroeléctricos y la precariedad de la regu-

lación ambiental chilena.

Propuestas como el proyecto minero en

Isla Riesco, en Magallanes, que impactan

en zonas de ecosistemas frágiles y que

constituyen zonas de reservas naturales.

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Estamos, pues, ante un conjunto de situaciones que

configuran un problema que afecta a todo el país -el

cual, a su vez, se inserta en un contexto planetario-

tocando el conjunto de la vida humana, la calidad

de ésta y los modos de producción, el acceso equi-

tativo a los bienes comunes, la responsabilidad con

las generaciones futuras en la sustentabilidad de la

vida humana y de la biodiversidad.

Hay algunas realidades que es preciso afrontar en la re-

flexión, en el análisis y en la acción en torno a los temas

ecológicos, pues soslayarlos conduciría a una mirada

sesgada del problema, sin considerar sus principales

causas estructurales. Aquí nos limitamos a indicarlas:

La profundización de un modelo económico ex-portador de recursos naturales: la estrategia ex-portadora ha liderado el proceso de desarrollo

y acumulación económica, mostrando grandes

avances en sectores como la minería, el forestal,

la pesca y la agricultura, rubros que explican en

gran proporción el crecimiento económico obser-

vado en estas dos últimas décadas. Si bien el mo-

delo, desde una perspectiva macroeconómica, pa-

rece gozar de buena salud, desde una perspectiva

social muestra tonos de luz y sombra. Las políticas

a)

b)

Complejas situaciones de concentración de

población urbana con altos niveles de con-

taminación ambiental, problemas de manejo

de desechos y aguas servidas, de transporte

urbano, y la presencia de industrias conta-

minantes asentadas en ambientes urbanos.

π

Esta breve descripción de algunos de los conflic-

tos medioambientales presentes en nuestro país

expresa el carácter generalizado del problema

que afecta variados ámbitos de la vida personal

y social de los habitantes de Chile. Los diversos

conflictos locales que existen han ido generando

progresivamente una conciencia de lo ecológico,

asumida de forma más o menos generalizada

por personas a quienes invade una sensación

de apremio y de corresponsabilidad en la bús-

queda de soluciones. La creciente conciencia de

la necesidad del cuidado de nuestro hábitat no

está confinada a la esfera de grupos de acción

ciudadana, sino que se ha instalado en el ám-

bito de una conciencia social y ética de nuestra

sociedad, incluyendo al Estado y sus organismos

vinculados al tema, a la comunidad científica, a

las organizaciones sociales y a la Iglesia.

sociales y el aumento del empleo han permiti-

do disminuir de manera sustantiva la pobreza

y la indigencia, sin embargo Chile presenta

una de las más altas tasas de inequidad .

Un aspecto en común del modelo de agri-

cultura de exportación, el sector forestal,

la pesca industrial y la acuicultura, es que

sus éxitos económicos no se condicen con

condiciones de vida digna de sus trabaja-

dores, ni con el desarrollo local. Junto con

la concentración de la propiedad y la ri-

queza, también se produce un deterioro

de los sistemas naturales, la contamina-

ción de las tierras y las costas, y el em-

pobrecimiento y migración de las comuni-

dades locales. La deuda social y ecológica

del modelo pareciera aumentar año a año,

haciendo difícil proyectar cambios sustan-

tivos sin una decidida política pública que

proteja los bienes comunes y genere medi-

das efectivamente redistributivas.

El modo de producción y el uso de los re-cursos: la fragilidad de los ecosistemas chi-

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Agua: disminución en cantidad y calidad

de los recursos hídricos.

Bosques: impacto del crecimiento de las

plantaciones forestales en la pequeña

agricultura y las comunidades rurales,

disminución del bosque nativo y de bio-

Aire: la preocupación por la contami-

nación atmosférica de la vida urbana y

de la actividad industrial se concentra

en Santiago, mientras muchas otras

ciudades de Chile son zonas también

saturadas de contaminantes atmosfé-

ricos (Calama, Tocopilla, Ventanas, Te-

muco, Chillán, Talca, Osorno, etc.).

Uso de pesticidas: su aplicación masiva

a grandes extensiones de terreno afec-

ta a trabajadores, al aire, a las fuentes

de agua y pozos profundos.

Ríos: se han ido transformando en ver-

tederos de aguas servidas domésticas

y vertederos de desechos industriales.

Borde costero: afectado por el derra-

me de combustibles y de diversos de-

sechos industriales.

c)

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Δ

Δ

diversidad, alta concentración de la pro-

piedad forestal, altos índices de pobreza

en las “comunas forestales”.

Energía: carencia de una política energéti-

ca, alta concentración de la propiedad de

la producción de energía (en especial, la

energía eléctrica), gran cantidad de con-

flictos socio-ambientales asociados a la

presencia y a la construcción de centrales

hidroeléctricas o termoeléctricas.

Contaminación: el manejo de los residuos de to-

das las formas de presencia y actividad humana

es un problema creciente, tanto a nivel de de-

sechos domésticos como industriales. Es una

tarea que -habitualmente- no es asumida por

las empresas, sino que su costo es transferido

al conjunto de la sociedad. Las manifestaciones

de la contaminación y el deficiente tratamiento

de desechos tiene diversas manifestaciones:

lenos, basados en la explotación intensiva y

muchas veces irracional de los recursos na-

turales, particularmente los no renovables

como el suelo y agua, junto con la estrate-

gia de desarrollo basada en el monocultivo,

entre otros factores, ha puesto de manifies-

to de manera dramática los daños al medio

ambiente que genera un determinado modo

de producción y uso de los recursos en base

al modelo económico agroexportador.

Al recorrer Chile se observa cómo la interac-

ción del hombre con su entorno genera, en

muchas ocasiones, negativas consecuen-

cias en las aguas, el aire, los suelos y la

biodiversidad de la flora y fauna. Los pro-

blemas aparecen por doquier, entre otros:

Δ

Δ

Δ

Δ

Entre los numerosos estudios sobre el tema: según el Banco Mundial, organismo que realiza el seguimiento a la evolución del Índice de Gini, que mide desigualdad; Chile ha mejorado su distribución del ingreso, sin embargo sigue siendo el 6° país más desigual de Latinoamérica, tras Colombia, Bolivia, Panamá, Brasil y Guatemala, y se ubica entre los 20 del mundo con peor dis-tribución (http://www.capital.com.pa/?p=2412). Estudios de ONU Habitat de 2010, señalan que nuestro país tiene dos ciudades entre las más desiguales de América Latina: Santiago ocupa el 5° lugar, con un índice Gini de 0,55; y Chillán el 7°, con 0,51.- Entre las 10 ciudades latinoamericanas con mayor desigualdad es superado por: Goiania (0,65) Brasil; Bogotá (0,61) Colombia y Ciudad de México (0,56). (http://www.lanacion.cl/santiago-desigualdades-urbanas-y-proyecciones/noticias/2010-12-06/200016.html). Según The Economist, la inequidad es un fenómeno que crece en el mundo y no solo en nuestro país, que a la vez, está ubicado en el continente con peor distribución del ingreso: “Unbottled Gini: Inequality is rising. Does it matter-and if so why?” Jan 20th 2011 (http://www.economist.com/node/17957381?story_id=17957381&fsrc=scn/tw/te/rss/pe).

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Acceso y propiedad de recursos naturales: otra

dimensión que ha sido relevada por los diver-

sos actores vinculados con el sector medioam-

biental, y que muestra una de las particulari-

dades del caso chileno, son las condiciones de

acceso y propiedad de los recursos naturales,

en donde se opera bajo una lógica de mercado

que, en muchas ocasiones, genera negativas

consecuencias principalmente para las pobla-

ciones más pobres y vulnerables.

Entre los diversos ámbitos de problemas

del acceso y propiedad de recursos natu-

rales es particularmente significativo el del

agua: la legislación que rige y ordena los

derechos de uso y propiedad del agua, no

ha protegido adecuadamente este recurso

vital y en muchos lugares se manifiesta una

sobreexplotación y concentración, con acuí-

feros agotados y serios conflictos entre las

comunidades locales y los sectores produc-

tivos que concentran estos derechos.

El agua se ha transformado en una mercan-

cía transable en el mercado, prácticamente sin

restricciones. La asignación de derechos de uso

a perpetuidad constituye, en la práctica, derecho

de propiedad individual, independiente del dere-

cho de propiedad sobre la tierra. Como en ningún

otro país, los derechos de agua pueden venderse,

comprarse y transferirse libremente, vulnerán-

dose las relaciones territoriales que vinculan los

recursos hídricos con el suelo y a las aguas super-

ficiales con las subterráneas. Al mismo tiempo, las

solicitudes de asignación de nuevos derechos no

están sujetas a prioridades según el tipo de uso.

Limitación y desgaste de los recursos naturales: es

una verdad de orden físico que en un planeta li-

mitado y finito, los recursos no son ilimitados e

infinitos. Siendo que los recursos son cada vez

más limitados, su uso debe estar regulado de

manera de favorecer un desarrollo sustentable

y en solidaridad con las generaciones futuras.

El uso racional y equitativo de los recursos, así

como el cuidado de la biodiversidad es una ta-

rea que requiere de una legislación adecuada

tanto como de una coherente formación en una

cultura de responsabilidad ecológica, en todos

los niveles de la población.

Avances frente a los grandes desafíos ambientales en Chile

Si bien nos falta mucho camino por recorrer en el

desarrollo de una conciencia de responsabilidad y

equidad en la relación con el medio ambiente, en

medio de las complejas situaciones que nos afec-

tan hay indicios de un despertar de dicha concien-

cia que se manifiesta en algunas iniciativas de los

diversos actores sociales implicados.

d)

a)

e)

Cambios en materia medioambiental en el sector público

En octubre de 2010 comenzó a regir en

Chile la ley 20.417, que dio origen a una

nueva institucionalidad ambiental que

significó la creación del Consejo de Mi-

nistros para la Sustentabilidad, organis-

mo que, a través de un nuevo instru-

mento de gestión ambiental denominado

Evaluación Ambiental Estratégica, tiene

como propósito velar para que la pers-

pectiva medioambiental esté incorporada

en los planes, programas y políticas de

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Page 19: Florecerá el Desierto

las distintas carteras del Estado. Además se es-

pera que el segundo semestre del 2012 entre en

total funcionamiento la Superintendencia del Me-

dio Ambiente, con la misión de fiscalizar el cum-

plimiento de la normativa ambiental vigente y de

las condiciones sobre cuya base se aprueba el

desarrollo de proyectos o actividades, aplicando

sanciones en caso de detectar incumplimientos.

Para esto, se avanza en la generación de tribu-

nales ambientales que conocerán y resolverán

los conflictos de carácter ambiental en nuestro

país. En igual situación se encuentra el Servicio

de Biodiversidad y Áreas Protegidas, entidad para

velar por la preservación de la naturaleza y la con-

servación del patrimonio ambiental.

Con el establecimiento del marco normativo, la ges-

tión ambiental ha generado avances en los últimos

años. Chile se ha convertido en un referente para

otros países de la región en materias de desconta-

minación atmosférica urbana y gestión de los resi-

duos sólidos domiciliarios. La experiencia en la

reducción de la contaminación atmosférica de la

capital chilena, Santiago, ha sido gravitante en la

Iniciativa de Aire Limpio para ciudades de Améri-

ca Latina . Ademas, con el objetivo de recuperar

los niveles de calidad ambiental de las zonas ale-

dañas a las megafuentes mineras, se implemen-

taron también planes de descontaminación.

Para aumentar el porcentaje de cobertura en el tra-

tamiento de aguas servidas, el Gobierno exigió a

COMISIÓN NACIONAL DEL MEDIO AMBIENTE, Chile: ejemplos de desarrollo sustentable, 2010.

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Page 20: Florecerá el Desierto

las empresas sanitarias presentar planes de desa-

rrollo, con un cronograma que obliga a las empre-

sas sanitarias a construir plantas de tratamiento,

con la meta de lograr casi un 100% de cobertu-

ra para el año 2010. Como forma de remediar la

contaminación en ríos, lagos y costas producto de

descargas industriales, se definieron normas para

controlar las emisiones y la calidad de esas aguas.

La paulatina construcción de plantas de tratamien-

to de aguas servidas está permitiendo recuperar

gran parte de los recursos de agua dulce del país. A

la fecha se han tratado alrededor de un 35% de las

aguas servidas .

En el tratamiento de residuos, a principios de la

década del 90 Chile ya contaba con una cobertu-

ra de un 98% de recolección de residuos sólidos

domiciliarios en zonas urbanas; sin embargo, la

disposición final de éstos se realizaba en sitios sin

certificación ambiental, por tanto sin tratamiento

alguno para controlar los efectos que provocaba

su disposición final en el medio ambiente. En 1996

se estableció la obligación de certificar ambiental-

mente en los proyectos de Impacto Ambiental, el

tratamiento y disposición de los residuos sólidos.

Además, se han construido rellenos sanitarios que

deben cumplir exigencias técnicas y ambientales.

En 1996, sólo el 13% de la basura generada en

el país iba a rellenos sanitarios, cifra que en el

2002 llegó al 50% .

A pesar de las complejas situaciones señaladas

que nos afectan, es posible constatar que se van

implementando cuerpos legales y políticas esta-

tales orientadas a la protección del medio am-

biente; sin embargo la magnitud y cuantía de los

problemas hacen ver la necesidad de un mayor

desarrollo de dichos cuerpos legales y políticas

estatales que permitan enfrentarlos de modo

eficaz y oportuno. 11

12

Ibid.Ibid.

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Page 21: Florecerá el Desierto

Opinión pública y acciones ciudadanas en materia medioambiental

Frente a los conflictos ambientales que

se han manifestado en el país en los úl-

timos años, la ciudadanía ha tenido un

rol protagónico en la denuncia y acción

colectiva frente a megaproyectos que

afectan a comunidades locales y siste-

mas ecológicos frágiles; han sido pro-

cesos de movilización que vinculan a la

comunidad civil con organismos científi-

cos y académicos, entidades políticas y

otros actores sociales. Estas movilizacio-

nes son el reflejo de una sociedad civil

más activa ante sus derechos, con mayor

conciencia y responsabilidad en los te-

mas vinculados al desarrollo, al medio

ambiente y a la sostenibilidad de la vida.

Algunos ejemplos de la incidencia que

ha tenido la ciudadanía en la promoción

y defensa de sus derechos ambientales

han sido casos como el proyecto minero

de Isla Riesco en la región de Magalla-

nes; las protestas de habitantes de la lo-

calidad de Caimanes en rechazo a la insta-

lación de un tanque de relaves en la Región

de Coquimbo; las movilizaciones en contra

de la aprobación de la Central Termoeléctri-

ca Castilla en Copiapó, así como lo ocurrido

con la Central Termoeléctrica Barrancones,

donde la fuerza de la movilización ciuda-

dana frenó el desarrollo del proyecto pro-

poniéndose su relocalización definitiva. La

experiencia más masiva de movilización so-

cial es la que se ha generado con el proyec-

to hidroeléctrico Hidroaysén, donde miles

de personas han manifestado su rechazo

al proyecto en distintos puntos del país,

desplegando además una importante pre-

sencia en los medios de comunicación.

Estas situaciones han evidenciado que el

tema medioambiental es una preocupación

importante en la opinión pública, interpe-

lando al sector público y privado por sus

actos u omisiones. Son acciones que re-

flejan una creciente conciencia ambiental

colectiva dispuesta a defender el medio

ambiente, la calidad de vida y la susten-

tabilidad y carácter integral del desarrollo.

Responsabilidad social empresarial

En los últimos años ha empezado a to-

mar fuerza la noción de responsabilidad

medioambiental en el marco de la respon-

sabilidad social empresarial, expresada en el

compromiso de las empresas en la aplicación

de las regulaciones ambientales existentes y

el desarrollo de buenas prácticas de produc-

ción y su impacto en el medio ambiente.

Diversas empresas de un amplio rango

de sectores y áreas geográficas, han en-

contrado el valor y la ventaja competiti-

va de desarrollar iniciativas ambientales

sustentables, tanto en su relación con la

comunidad como en el impacto ambien-

tal que generan. En este sentido, tam-

bién el mercado ha sido traspasado por

la tendencia mundial hacia el cuidado de

la naturaleza; sin embargo, se trata de

una tendencia que aún poco incide en la

solución de los problemas, pues un nú-

mero significativo de ellos proviene -pre-

cisamente- de diversos tipos de proyec-

tos productivos de empresas privadas.

b) c)

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Acción de la Iglesia

La Iglesia en Chile ha tenido una preocu-

pación constante en temáticas relacionadas

con el resguardo del medio ambiente como

parte del designio de Dios para toda la hu-

manidad. El desarrollo rural, la promoción

humana de las comunidades en situacio-

nes de exclusión y la organización social

para el resguardo de derechos han estado

dentro de las líneas de acción de diversos

programas de pastoral social que, junto a

las comunidades y otras organizaciones de

la sociedad civil, han implementado inicia-

tivas de promoción, conservación y manejo

de recursos naturales. Las acciones de la

Iglesia en el campo ambiental se manifies-

tan principalmente a través de:

El testimonio en acciones concretas: muchos laicos y laicas, consagrados y

consagradas, agentes de pastoral so-

cial se han involucrado en iniciativas

de agricultura sostenible, educación

medioambiental y recuperación del

patrimonio natural.

π

π

π

π

π

La interpelación: expresada principalmente a

través de documentos y gestiones públicas

que han buscado hacerse parte de la realidad

de comunidades en conflicto.

La organización: de diferentes grupos y comu-

nidades para la defensa de temas como el cui-

dado y protección del agua, en la defensa y

derecho a un aire limpio, en el uso y propiedad

de los suelos, en el uso de la energía y en el

cuidado y protección de la biodiversidad.

Procesos de formación de la conciencia de las personas: a través del conjunto de la acción

pastoral, motivando y promoviendo jornadas

formativas, cursos y seminarios sobre el valor

del medio ambiente y la responsabilidad de to-

dos en su cuidado.

Declaraciones públicas: cuando en la agenda públi-

ca existen temas ambientales de alta relevancia, la

Conferencia Episcopal ha manifestado la doctrina

de la Iglesia acerca de la responsabilidad común en

el cuidado de la creación y en el desarrollo integral

de la persona en relación con el medio ambiente.

Si bien se reconoce un esfuerzo importante de

parte del Estado, de la sociedad civil, del sector

privado y de la Iglesia para avanzar en un cami-

no de desarrollo sostenible, en la práctica, hay

carencias y debilidades en la capacidad de aten-

der adecuadamente a los problemas medioam-

bientales que deben ser asumidos desde el rol

propio de los diferentes sectores del país.

d)

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Para vivir y desarrollarse, hombres y mujeres deben necesariamente interrela-

cionarse con su entorno y crecer en él. En dicha vinculación, pueden cambiar,

afectar o influir directa e indirectamente en su hábitat, lo que plantea la

exigencia de tener conciencia de que lo que hagamos o no, influirá en miles

de personas, tanto aquellas que comparten un tiempo y un espacio, como las

generaciones futuras.

Las condiciones críticas en el manejo ambiental y de los recursos afectan

la calidad de vida de las personas, haciendo más vulnerables a grupos

humanos, principalmente a los grupos más pobres y desfavorecidos. Así,

el problema medioambiental es también un problema social, de justicia

y solidaridad.

Chile evidencia un desarrollo con contrastes, donde los avances en términos de

crecimiento, economía y productividad, entre otros indicadores, no se condicen

con la fragilidad de su situación medioambiental. Si bien se han realizado avances

que no se deben desconocer, la balanza arroja un resultado negativo debido a las

diversas vulnerabilidades producto del modelo económico agroexportador, el modo

de producción y uso intensivo de recursos, los altos índices de contaminación, la

monopolización de recursos y la falta de un modelo sustentable de desarrollo.

Hoy existe una creciente preocupación ambiental a nivel mundial y local, producto

de la constatación de los diversos riesgos y problemáticas ecológicas, así como la

vivencia de sus efectos en la vida diaria de personas y comunidades. No obstante

aquello, ésta aún no es suficiente para que todos y todas asuman una forma de

vida cuidadoso con la Creación.

Recapitulemos…

Preguntas para la reflexión

• ¿Cuáles son los problemas ambientales que más afectan a mi ciudad o localidad? ¿A qué se deben? ¿Qué puedo hacer para enfrentarlos?

• ¿Qué tan informado estoy de la situación ambiental de nuestro país?

• ¿Cómo contribuyo al cuidado o al deterioro del medio ambiente?

• ¿Qué cambios es posible realizar en nuestra forma de vida para ir resolviendo los problemas ambientales?

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PARTE 2

LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓN

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Page 29: Florecerá el Desierto

la raíz de la fe cristiana se encuentra un

gran acto de amor. Se trata del amor de

Dios a este mundo, tal como lo mani-

fiestan las palabras de Jesús: “tanto amó Dios al mundo que envío a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). A lo largo de los siglos

las generaciones de cristianos no han dejado de

admirar el amor de Dios a nuestro mundo, de

tratar de comprender la medida infinita de ese

amor (“tanto amó…”), y de caminar por la vida

siguiendo al Señor Jesús hacia la plenitud de

todo lo que Dios ha creado.

En la vida entregada de Jesús y en su resurrec-

ción por el poder de Dios, la fe cristiana contem-

pla el amor de Dios que no abandona su obra

amada -este mundo- y su triunfo sobre todo lo

que amenaza con destruir su obra creadora: el

pecado y la muerte. Desde la fe en Dios hecho

hombre en Jesús, contemplamos el amor infinito

que el Padre Dios tiene por este mundo y todo lo

que Él ha creado.

De esta manera, la fe cristiana busca -en su ca-

mino de conversión- ir entrando cada vez más

en la mirada de amor que Dios tiene por este

mundo y por todas su creaturas, pues mirando

al Señor Jesús descubrimos que este amor sin

medida de Dios por su creación no es un amor

posesivo sino el amor irrenunciable del Padre

por su obra y por la culminación de toda esta

obra creadora: el ser humano.

La mirada de la fe cristiana sobre este mundo no

procede, entonces, de alguna consideración oca-

sional sobre este mundo, ni de un valor estético

acerca de la belleza de la naturaleza, ni de algún

tipo de naturalismo panteísta, ni de consideracio-

nes productivas o económicas; sino que procede

del amor salvador de Dios manifestado en Jesús: a

este mundo herido y distorsionado por el pecado

EN

PARTE 2

• LA FE CRISTIANA Y EL CUIDADO DE LA CREACIÓN •

de los hombres Dios no lo abandona; es más,

Dios entra en el mundo y al encarnarse en Jesús

se hace parte del mundo.

Los cristianos no nos cansamos de admirar

este gran misterio de amor manifestado en

la encarnación de Jesús: Dios entra en la mis-

ma creación y tiene “experiencia humana” en

la humanidad de Jesús. Cuando Dios se hace

parte de la misma creación en la humanidad

de Jesús es para salvar la creación llevándola

hacia Él: en la resurrección del Señor Jesús

la materia de este mundo -la humanidad de

Jesús- ya entra en la plenitud de Dios para la

que fue creada. Así, con gratitud admiramos

que toda la creación viene de Dios y camina

a su plenitud en Dios: hacia “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21, 1).

Desde esta mirada del misterio de la fe en Dios

Creador y Salvador manifestado en el Señor Je-

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Page 30: Florecerá el Desierto

sús, los cristianos nos acercamos a toda la reali-

dad del universo, a la grandeza y dignidad del ser

humano, a la maravilla de una naturaleza que nos

muestra la sabiduría de su Creador, a las obras del

hombre en este mundo que, con su inteligencia y

libertad, es capacitado por Dios para colaborar en

su obra. Nos acercamos, también, a los delicados

y complejos desafíos que el cuidado de la creación

pone a la inteligencia humana, teniendo clara con-

ciencia de que en estos desafíos se está jugando

nuestra misma conversión al Dios que ama sin me-

dida a su creación y que nos ha confiado la misión

de ser testigos de ese amor en este mundo.

Pasemos, pues, a revisar algunos de los

contenidos fundamentales y sig-

nificados de esta misión de

los cristianos con respecto a

toda la creación.

· LA CREACIÓN, DON DE DIOS Y PROYECTO DE AMOR ·

El pueblo de Dios de la primera Alianza, Israel, fue

descubriendo que el Dios que los había sacado de la

esclavitud en Egipto y los había creado como pueblo

era el Señor y Creador de todo el universo (cf. Is

45,18) y que ese era su modo de actuar: dar vida,

dar el ser a lo que no existe, dar forma a una rea-

lidad que el ser humano puede admirar, trabajar y

vivir allí en relación con ese Dios siempre misterioso

y cercano a la vez.

Así fue como la fe del Pueblo de Dios fue dando for-

ma, varios siglos antes de la venida de Jesús, a los

que llamamos “relatos de la creación” (cf. Gén 1 y 2),

que son narraciones que en su lenguaje simbólico y

figurativo nos comunican las verdades fundamenta-

les acerca del universo como creación de Dios:

π

π

π

yace a todo el texto bíblico es que Dios es

totalmente Otro, es trascendente e inefa-

ble, es el origen de todo y no pertenece a

la creación, sino que ésta es su obra y le

pertenece: “Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes; Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos” (Sal 23, 1).

Pero, al mismo tiempo, si bien esta crea-

ción es radicalmente distinta de Dios, está

vitalmente ligada con Él y manifiesta, aun-

que de modo imperfecto, rasgos de su

Creador. Todo lo que existe es un gran acto

de comunicación de Dios, Él se comunica

a sí mismo en todas sus criaturas y así

“lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a tra-vés de sus obras” (Rom 1, 20).

Todo lo creado es bueno, pues todo procede

del Dios creador, no hay una realidad bue-

na y otra mala, sino que la bondad de Dios

está presente en todo lo que existe, preci-

samente porque existe como obra de Dios.

Este universo maravilloso no es fruto del azar

ni tiene su origen en alguna voluntad humana

o posibilidad humana. Todo lo creado es obra

de Dios, todo procede de sus manos, “en el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gén

1,1). Precisamente, la idea de Dios que sub-

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El relato simbólico de Génesis 1 da cuenta

de esta bondad de la creación a través de la

expresión “y vio Dios que era bueno” que

sucede a cada obra que va siendo creada

(Gén 1, 4. 10. 12. 18. 21. 25).

Esta obra creadora de Dios tiene su punto

culminante en la creación del ser humano:

“creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer lo creó” (Gén 1, 27). El ser humano

es creado como imagen de Dios, de frente

a Dios y en diálogo con Él (“y los bendijo Dios con estas palabras…” Gén

1,28), La creación del ser

humano es

dual -varón y mujer- en igual dignidad y de-

rechos, y es la pareja humana en su sexua-

lidad dual la que es presentada como “ima-gen y semejanza” de Dios. El ser humano es,

pues, la obra culminante del Creador y pues-

to en relación dialogal con Él, es el centro de

esa creación y es al ser humano a quien se

le confía para hacerla producir: “Dijo Dios, vean que les he dado toda hierba de semilla que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla;

π π

eso les servirá de alimento” (Gén 1, 29).

Luego de la creación del ser humano, el re-

lato simbólico del libro del Génesis señala

que “vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien” (Gén 1, 31).

La obra creadora de Dios que Él continúa

siempre realizando es confiada al ser hu-

mano como una obra que ha de seguir

siendo realizada con su colaboración.

Puesto que el ser humano es creado en

una relación dialogal con Dios es llamado

a ser su representante y su colaborador.

El texto bíblico ex-

presa esta

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Page 32: Florecerá el Desierto

colaboración del ser humano en la obra

creadora de Dios diciendo que el hombre

y la mujer están llamados a ser fecundos,

a llenar la tierra y someterla (cf. Gén 1,

28) y, al mismo tiempo señala que “tomó Yahvé Dios al hombre y lo dejó en el jardín del Edén, para que lo labrase y lo cuidase”

(Gén 2, 15). Así, el texto bíblico señala la

doble tarea humana en la creación a la

que el mismo hombre pertenece: some-

terla para hacerla producir de manera de

colaborar en la obra de Dios y cuidarla en

representación del mismo Creador.

De esta manera, Dios se presenta a no-

sotros como Creador y como Criador (es

Padre Providente) de todo lo que existe,

llamando a la humanidad a colaborar en

esta tarea, dignificándola con una capaci-

dad que no le viene de ella misma, sino

que la recibe de su Creador que la asocia

a su obra dándole autoridad sobre todo

lo que existe (cf. Gén 1, 26) y poniéndola

para que cuide la creación como represen-

tante de Él mismo.

Cuando los creyentes reflexionaban sobre

el origen de todo lo que existe y del lugar

y misión única del ser humano, la oración

expresaba esta maravillada conciencia de la

misión recibida:

π

π

π

“Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos;la luna y las estrellas que has creado,¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,el ser humano, para darle poder?Lo hiciste poco inferior a los ángeles,lo coronaste de gloria y dignidad,le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Señor, dueño nuestro,¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 4 - 7. 10).

Así, la colaboración del ser humano en la obra

de Dios se manifiesta en la fecundidad de la

sexualidad humana en su carácter dual (varón

y mujer) y en el trabajo humano, en el cual

se ejerce la misión de hacer producir y cuidar

toda la creación en representación del Creador

y en diálogo con Él.

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Page 33: Florecerá el Desierto

La distorsión que introduce el pecado del hombre en la

creación no rompe la confianza que Dios tiene en el ser

humano y en su capacidad de bien. Dios sigue llamando

al hombre a colaborar en su obra creadora.

Desde las primeras páginas de la Biblia se manifiesta la

convicción de que el trabajo es una dimensión esencial de

la existencia humana, es una vocación (el hombre ha sido

llamado por Dios a colaborar con Él) y una misión (hacer

producir y cuidar en Su nombre la creación que pertenece

a Dios).

De esta manera, a través de su capacidad de trabajo, del

uso de su inteligencia y creatividad en todos los dominios

de la ciencia y de la técnica, la humanidad está llamada

a desarrollar una vida buena y digna para todos, tal como

Dios lo ha querido al crear esta tierra para todos. La dig-

nidad de todo trabajo humano se funda en su carácter

de colaboración a la obra siempre en acto que es la

creación, su productividad y su cuidado en beneficio

de toda la humanidad y de las generaciones futuras.

La autoridad que el ser humano ha recibido so-

bre toda la creación se funda, entonces, en que

el hombre en su racionalidad es capaz de captar

el sentido que tiene el designio de Dios mani-

festado en la creación, es decir, el ser humano

está de frente a Dios en diálogo con Él y, por

eso, puede actuar en su nombre en el mundo.

Es decir, es una autoridad para hacer crecer a

otros, para que el hombre puesto en el mundo

“lo labrase y lo cuidase” (Gén 2, 15).

En esta visión bíblica del mundo, del hombre y

de su actividad humana en el mundo, éste no

es simplemente una cantera a explotar en vir-

tud de intereses particulares o grupales -eco-

nómicos, militares, científicos, etc.-, sino una

realidad en la que se manifieste la grandeza de

la colaboración humana en una productividad

equitativa y cuidadosa de toda la creación, de

manera que ésta pueda realizar el sentido que

tiene como servicio a la humanidad entera.

Así, cuando contemplamos asombrados y agra-

decidos el avance de la técnica y la ciencia que

sirven para mejorar la calidad de vida de muchas

personas, no podemos dejar de contemplar con

el mismo asombro, el daño que un avance sin

dirección puede causar por haberse realizado

π Sin embargo, esta obra creadora de

Dios ha sido herida por el drama del

pecado de los hombres, que en la

desobediencia al designio de Dios (cf.

Rom 5, 19) se separa de Él y del senti-

do que ha dado a la creación. De esta

manera, “las actitudes y las posturas opuestas a la voluntad de Dios y al bien del prójimo y las estructuras que éstas generan parecen ser sobre todo dos: el afán de ganancia exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de poder, con el propósito de imponer a los demás la propia voluntad” .

CDSI, n° 119. 13

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con una visión simplista o sesgada del manda-

to original, creyendo que puede disponer arbi-

trariamente de la tierra, sometiéndola sin re-

servas a su voluntad, olvidando que ella tiene

una fisonomía propia y un destino anterior que

el hombre está llamado a desarrollar pero que

no puede ni debe traicionar. La grandeza de la

colaboración humana en la obra de Dios está

siempre amenazada por el drama del pecado

que viene a distorsionar el sentido de la crea-

ción y de la actividad humana, así “en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la natu-raleza, más bien tiranizada que gobernada por él. Esto demuestra, sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del hombre, animado por el deseo de poseer las cosas en vez de relacio-narlas con la verdad, y falto de aquella actitud desinteresada, gratuita, estética que nace del asombro por el ser y por la belleza que permite leer en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las ha creado” .

El ser humano necesita aprender a contemplar -ad-

mirado- la maravilla de la creación y lleno de asom-

bro por las capacidades y tareas del hombre en su

colaboración en la obra de Dios y, desde allí, puede

ir acogiendo y realizando -con toda su inteligencia y

capacidades tecnológicas, con el sentido de justicia

para que todos se beneficien, con la acogida de la

belleza que debe ser cuidada y ofrecida a todos- su

vocación de colaborador en la obra de Dios como

servidor de toda la creación. Así, si el hombre in-

terviene sobre la naturaleza creada se puede decir

que “interviene no para modificar la naturaleza, sino para ayudarla a desarrollarse en su línea, la de la creación, la querida por Dios (...) En el fondo, es Dios mismo quien ofrece al hombre el honor de cooperar con todas las fuerzas de su inteligencia en la obra de la creación” .

· LA NOVEDAD DEL SEÑOR JESÚS EN LA CREACIÓN ·

En Jesús acontece algo que supera nuestras limi-

tadas comprensiones humanas, pues “lo que ni el ojo vio, ni el oído escuchó, ni el entendimiento humano imaginó, es lo que Dios preparó para los que lo aman” (1 Cor 2, 9): en la encarnación

del Hijo de Dios, en el Señor Jesús que confesa-

mos como Dios hecho hombre, es Dios mismo

quien entra en su creación y se hace parte de

ella. Jesús es la Palabra eterna de Dios, por la

cual fueron creadas todas las cosas (cf. Col 1, 15

- 17), en Él “la Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 14).

El Señor Jesús, Dios hecho hombre, es la ma-

nifestación del amor de Dios a este mundo (cf.

Jn 3, 16) presente humanamente en el mundo.

En la encarnación en Jesús, al tomar naturaleza

humana Dios se hace “mundo”, se hace parte

de la creación, la cual queda indisolublemente

unida a Dios no sólo como obra suya sino como

una dimensión de su misma realidad personal.

JUAN PABLO II, Encíclica Centessimus Annus (1991), n° 37. CDSI, n° 460.

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La novedad que acontece en el Señor Jesús -en

su encarnación y obra redentora- es el amor total

e ilimitado de Dios por su creación: se une a ella

y se entrega por ella para llevarla su plenitud.

La encarnación del Hijo de Dios y su entrega por

este mundo nos manifiesta que el ser humano

distorsionado por el drama del pecado -en el cual

acarrea a toda la creación- no es rechazado por

Dios. La condición humana es amable -digna de

ser amada- por el amor del Creador que se da a

conocer como Padre que envía a su Hijo para que

sea el Primero entre una multitud de hermanos:

“Él es el principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la pleni-tud, y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, los seres de la tierra y de los cielos” (Col 1, 18 - 20).

La Palabra hecha carne es Señor y Maestro y,

puesto que en el Señor Jesús podemos decir que

Dios mismo tiene “experiencia humana”, es Él

en su humanidad quien nos permite conocer lo

que significa ser verdaderamente hombre, ser

hombre según Dios: “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado (…)Cristo, el nuevo Adán (…), manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimi-dad de su vocación” .

En su ministerio, Jesús aparece como aquel que en las

parábolas nos recuerda que todas las cosas, incluso

las más humildes y cotidianas, como el trigo, un re-

baño de ovejas o un diminuto grano de mostaza; son

parte de un lenguaje que nos habla de Dios, y nos

enseña que en la contemplación de la creación hay

una invitación a comprender el amor del Padre, que

da fuerza y serenidad (Lc 12, 22-31). Jesús interpreta

los signos de la naturaleza y los enseña, pero también

ejerce su señorío y domina sobre ella, poniéndola al

servicio de la humanidad con la certeza de que no

será abandonada por el Padre providente: “miren las aves del cielo (…) miren los lirios del campo (…) el Padre de ustedes ya sabe lo que ustedes necesitan”

(Mt 6, 26-32).

El punto culminante de la novedad del Señor Jesús

es el Misterio Pascual, es decir, su muerte y resu-

rrección, donde la naturaleza misma -su humanidad-

participa del rechazo que sufre el Hijo de Dios y

de su triunfo en la resurrección. Allí, en su propia

Persona, el Señor Jesús ha realizado la reconci-

liación del ser humano y del mundo con Dios,

por tanto -como dice San Pablo- “el que está en Cristo es una nueva creación; lo viejo ha pasa-do, todo es nuevo” (2 Cor 5, 17). En la muerte y

resurrección de Jesús se manifiesta que la crea-

ción no está destinada a la destrucción, sino a su

plenitud en Dios (cf. Rom 8, 15 - 25).

De esta manera, en la acogida del don del Espí-

ritu de Dios y en una vida en su seguimiento, el

cristiano vive caminando en la esperanza de una

renovación total -esperamos “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Apoc 21,1)- mientras trabaja-

mos en este mundo y colaboramos en que sea

Dios quien reine en toda la creación y no otros

intereses humanos que terminan transformán-

dose en ídolos que buscan desplazar el único

señorío del Dios en toda la creación.

CONCILIO VATICANO II, Constitución Gaudium et spes, n° 22. 16

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· UNA EXPERIENCIA ESPIRITUAL EN EL MUNDO ·

La novedad del Señor Jesús en la creación es su

amor salvador que nos comunica el mismo Es-

píritu que anima toda su vida: el Espíritu Santo

que lo movió a entrar en el mundo (“por obra y gracia del Espíritu Santo”), que lo llevó a ad-

mirar las obras de su Padre en toda la creación y

a estar lleno de un amor de compasión por este

mundo herido y desfigurado por el pecado; un

amor de compasión que lo llevó hasta la entrega

en la Cruz para reconciliar allí todas las cosas.

Este mismo Espíritu de Dios es entregado por Él a

sus discípulos en la Iglesia para que continúen su

obra en el mundo.

La fe cristiana desde su raíz es una experiencia

espiritual de encuentro con el Señor Jesús que

comunica su mismo Espíritu para que le demos

nuestra adhesión y vivamos movidos por Él.

Hasta tal punto se encuentra esta experiencia en

el Espíritu Santo en el dinamismo permanente

de la fe que “nadie puede decir ‘¡Jesús es Señor!’ si no es movido por el Espíritu Santo” (1 Cor 12,

3). La vida cristiana es, pues, una vida según el

Espíritu; es una experiencia espiritual transforma-

dora en un progresivo y permanente proceso de

conversión para ir viviendo según el Espíritu de

Dios y no según otros espíritus: el propio espíritu

que lleva a vivir centrado en sí mismo y en los pro-

pios intereses, el espíritu de este mundo marcado

por el poder y el afán de posesión, el espíritu de

las corrientes de pensamiento dominantes que no

ponen al ser humano en el centro de la creación, el

espíritu de los intereses económicos que saquean

una creación que Dios ha dispuesto para el bien

de todos sus hijos, etc… Este permanente proceso

de acogida del don gratuito del Espíritu Santo y

de conversión a Él es el camino de santidad que

el cristiano está llamado a vivir en la Iglesia y en

el mundo.

Por otro lado, todos los serios conflictos que ex-

perimenta nuestra sociedad en relación al medio

ambiente tienen su raíz fundamental en la ruptura

de esta relación vital en el Espíritu de Dios que

es el que reconcilia todas las cosas. En la raíz de

las diversas expresiones de la crisis ecológica se

encuentra el pecado de ruptura con el designio de

Dios sobre toda la creación, un designio del cual

el ser humano está llamado a ser colaborador y

no un destructor ni un depredador, un designio

de salvación que estamos todos llamados a ser-

vir caminando en la gracia, es decir, en el Espíri-

tu Santo que nos regala Jesús. De este designio

de salvación y de la vida según el Espíritu de

Dios, la Iglesia, comunidad de los creyentes en

Cristo, está llamada a ser un signo e instrumen-

to para toda la humanidad.

De esta manera, los rasgos fundamentales que

marcan la vivencia espiritual cristiana en rela-

ción al medio ambiente los encontramos en la

misma experiencia del Señor Jesús:

Toda la espiritualidad cristiana acerca del

medio ambiente nace de la acogida de

todo el universo como creación de Dios.

Este universo maravilloso no es obra del

azar ni es un producto del ingenio huma-

no, es un don del Creador a todas sus crea-

turas. Es la conciencia de sentirnos regala-

dos por Dios en el don de la vida y en el

universo que nos ofrece para nuestro ple-

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no desarrollo humano como hijos suyos,

llamándonos a ser sus colaboradores en

su permanente obra creadora. La acogida

de la vida y de todo el universo como don

de Dios coloca al ser humano en su lugar

justo: pequeño y precario, pero digno y

agradecido por el don.

La vida según el Espíritu es el don de la mi-

rada de amor de Dios sobre este mundo y,

por lo mismo, es un camino de conversión

de nuestra mirada sobre la creación. Esta

“mirada” significa ir lleno de compasión,

mirar este mundo herido y desfigurado por

el pecado de los hombres. Se trata de una

gracia, un regalo: mirar nuestro mundo con

la mirada de amor del Señor Jesús que lo

llevó a entregarse por él, y acoger esta gra-

cia significa un serio trabajo de conversión

en nuestra manera de mirar, de pensar y de

valorar al ser humano y sus obras, así como

a la naturaleza creada.

Este camino de entrar en la mirada del

amor de Dios sobre nuestro mundo sig-

nifica, también, ir entrando en la mirada de

Jesús que sabe admirar la belleza de la obra

del Padre en toda la creación. Sin una mirada

de admiración que aprende a contemplar la

sencilla belleza de las obras de Dios -particu-

larmente en todo aquello que el espíritu del

mundo no valora- es imposible amar la crea-

ción, pues solo se ama aquello que se admira.

La espiritualidad cristiana es una experiencia

de aprender a contemplar con admiración toda

la obra de Dios para entrar en un amor por el

mundo que no es posesivo, sino que busca el

crecimiento del otro y toda la creación.

La vida según el Espíritu de Dios no desprecia

nada de lo creado, precisamente porque pro-

cede de Dios. No desprecia ni el mundo, ni la

materia, ni el cuerpo humano, ni las diversas

manifestaciones de la ciencia y la tecnología

con las que la inteligencia humana busca cola-

borar en el desarrollo de nuestro mundo; todo

lo acoge como don de Dios, todo lo valora bus-

cando vivirlo según el Espíritu de Dios, es de-

cir, al servicio y desarrollo de toda la creación

en el designio de salvación. Esta acogida de

todo lo creado está hermosamente plas-

mada en el testimonio de San Francisco

de Asís y su “Cántico de las creaturas”; se

trata, pues, de una experiencia de gratitud

por la creación y de gozo en ella.

La espiritualidad cristiana, movida por el

mismo Espíritu que trajo al Señor Jesús

a este mundo, no busca evadir a este

mundo y sus conflictos, sino entrar en él

para vivirlos transformadoramente en el

Espíritu de Jesús. Por eso, es una expe-

riencia espiritual que trabaja por la paz

y la justicia en la creación; es decir, para

que la vida en el mundo sea buena para

todos -como Dios quiere-, especialmente

para aquella creatura que es el centro de

toda la creación y administrador de ella:

el ser humano. La espiritualidad cristia-

na está marcada por su impulso funda-

mental hacia Dios en la oración, y por el

trabajo en este mundo para contribuir a

su desarrollo en la justicia, como hace

siglos lo formulara San Benito -y como

sigue siendo cultivado en la vida monás-

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tica cristiana- “Ora et labora”, es decir,

“Ora y trabaja”.

La vida según el Espíritu en medio de

este mundo maravilloso creado por Dios

nos hace descubrirnos a todos los seres

humanos en una mutua relación de cola-

boración y servicio, necesitamos unos de

otros y nadie puede ser excluido de los

bienes de Dios. No es posible colaborar en

la obra de Dios de modo individualista, ni

tampoco sin pensar en la responsabilidad

que tenemos con las generaciones futu-

ras. La transformación de la persona en la

experiencia espiritual cristiana nos lleva a

aprender a vivir como hijos del Padre co-

mún, es un llamado a la conversión para

aprender a vivir como hermanos.

· UNA ÉTICA DE LA CORRESPONSABILIDAD Y DE LA SOLIDARIDAD ·

La complejidad y gravedad de los problemas que afectan

la relación del ser humano con el medio ambiente tocan

prácticamente todos los ámbitos de la vida humana, del pre-

sente y del futuro de nuestro mundo, de nuestro continente

latinoamericano y de nuestro país. Todos estos problemas

repercuten de modo especial en los más pobres y pequeños,

los cuales están siempre más expuestos a sufrir las conse-

cuencias negativas de los problemas de nuestra sociedad.

Nuestra mirada es confiada y esperanzada,

confiamos en el amor de Dios a este mun-

do y en su amor preferencial por los po-

bres y pequeños, confiamos en las capa-

cidades del ser humano para afrontar

los desafíos de justicia y los desafíos

tecnológicos que plantea la situación

del medio ambiente, confiamos en la

bondad y solidaridad de los creyentes

y de tantas personas de buena voluntad

que buscan una vida justa y buena para

todos y que abren espacios para dialogar y au-

nar esfuerzos para el bien de toda la creación.

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La complejidad de los desafíos y la injusticia de

la pobreza nos obligan a revisar nuestro cami-

no, a darnos nuevas reglas y a encontrar nue-

vas formas de relación y de acción, a apoyarnos

en las experiencias positivas y a rechazar las

negativas. De este modo, la crisis se convier-

te en ocasión de discernir y proyectar nuevos

modos de relación; una ética de la correspon-

sabilidad humana y de la solidaridad con toda

la creación, en la perspectiva de una capacidad

moral global de la sociedad, tal como lo plan-

teó el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas

in veritate: “Para salvaguardar la naturaleza no basta intervenir con incentivos o desincen-tivos económicos, y ni siquiera basta con una instrucción adecuada. Éstos son instrumentos importantes, pero el problema decisivo es la capacidad moral global de la sociedad. Si no se respeta el derecho a la vida y a la muer-te natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investiga-ción, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir

a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden exigir unos y conculcar otros. Es una grave antinomia de la mentalidad y de la pra-xis actual, que envilece a la persona, trastorna el ambiente y daña a la sociedad” .

Son diversas las intervenciones del Magisterio de

la Iglesia que han intentado proponer nuestra mi-

rada de creyentes en Jesucristo ante los problemas

de la relación con el medio ambiente , sin ningu-

na pretensión de exhaustividad queremos recoger

algunos de los contenidos que allí se proponen.

se advierte sobre los peligros para la paz

producto de “la falta del debido respeto a la naturaleza, la explotación desordenada de sus recursos y el deterioro progresivo de la calidad de la vida”, y se manifies-

ta la necesidad de abordar el problema

moral que causa la crisis ambiental a tra-

vés de una “conciencia ecológica” y una “nueva solidaridad”.

El Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (2004), en su capítulo X titulado “Sal-vaguardar el medio ambiente”, busca ser

un instrumento para el discernimiento ético

y pastoral sobre la crisis ecológica que ca-

racteriza nuestro tiempo, inspirando, tanto

en el ámbito individual como colectivo, los

comportamientos y opciones que permitan

mirar al futuro con confianza y esperanza. A

esta capacidad moral global de la sociedad,

la enseñanza recogida en el Compendio, le

propone adoptar nuevos estilos de vida que

permitan “la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comu-nión con los demás hombres para un de-

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En el Mensaje del Papa Juan Pablo II para la

Jornada Mundial de la Paz del año 1990, “Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación”,

BENEDICTO XVI, Encíclica Caritas in veritate (2009), n° 51.Entre otros, las Encíclicas Populorum Progressio, n 22, 23-24, 69; Centesimus Annus, n 37-38; Laborem Exercens, n° 4; Mater et Magistra, n 196, 199; Octogesima adveniens, n° 21; Evangelium Vitae n° 42.

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sarrollo común”, estilos de vida que debe-

rán estar presididos “por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social”. Estos cambios exi-

gen “abandonar la lógica del mero con-sumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesida-des primarias de todos”. De esta forma y

a través de una “renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra”, se debieran

eliminar las diversas causas de los desastres

ecológicos, promoviéndose “una auténtica solidaridad de dimensión mundial”.

El Papa Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in veritate (2009) apela a la responsabilidad de

todos los actores frente a los desafíos mun-

diales: sobre consumo, energía, pobreza, des-

igualdad, en la perspectiva de construir un

mundo donde la vida sea respetada en todas

sus manifestaciones, situando los problemas

del medio ambiente en una llamada a desarro-

llar la “capacidad moral global de la sociedad”.

π

π También, en el Mensaje para la Jornada Mundial

de la Paz del año 2010, “Si quieres promover la Paz, protege la Creación”, señala que todos

problemas relativos al medio ambiente repercu-

ten profundamente en el ejercicio de derechos

humanos básicos como el derecho a la vida, a la

alimentación, a la salud y al desarrollo. Y hace

un llamamiento a mirar la “crisis ecológica” de

manera integral, no “separándola de las cues-

tiones ligadas a ella, ya que está estrechamente

vinculada al concepto mismo de desarrollo y a

la visión del hombre y su relación con sus se-

mejantes y la creación. Por tanto, resulta sensa-

to hacer una revisión profunda y con visión de futuro del modelo de desarrollo, reflexionando

además sobre el sentido de la economía y su

finalidad, para corregir sus disfunciones y dis-

torsiones. Lo exige el estado de salud ecológica

del planeta; lo requiere también, y sobre todo,

la crisis cultural y moral del hombre” .

Asimismo, en la Conferencia del Episcopado de

América Latina y del Caribe, celebrada en Aparecida

(Brasil), en 2007, los Obispos del continente seña-

laron que ante el deterioro del medio ambiente “se

está tomando conciencia de la naturaleza como una herencia gratuita que recibimos para pro-teger, como espacio precioso de la convivencia humana y como responsabilidad cuidadosa del señorío del hombre para bien de todos. Esta herencia se manifiesta muchas veces frágil e indefensa ante los poderes económicos y tec-nológicos. Por eso, como profetas de la vida, queremos insistir que en las intervenciones so-bre los recursos naturales no predominen los intereses de grupos económicos que arrasan irracionalmente las fuentes de vida, en perjui-cio de naciones enteras y de la misma humani-dad. Las generaciones que nos sucedan tienen derecho a recibir un mundo habitable y no un planeta con aire contaminado” .

Igualmente, en Chile, las Orientaciones Pas-

torales de la Conferencia Episcopal, tituladas

“Si conocieras el don de Dios…” (2001-2005),

recogen la preocupación por la falta de cui-

dado por la creación, señalando que “la pro-blemática ambiental, además de ser un desafío económico y político, está directamente vin-culado a los fundamentos culturales y éticos

BENEDICTO XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Si quieres promover la paz, protege la creación” (2010) n° 5.CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO (CELAM), Documento de Aparecida, n° 471.

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que orientan las actitudes y comportamientos individuales y sociales. Si se sigue incentivando el consumismo, el derroche, la satisfacción del interés propio y el inmediatismo, no habrá po-lítica capaz de generar una relación más armó-nica con el medio ambiente” . En su Capítulo

III señala que “la búsqueda de riqueza, que no repara en los medios, ha puesto en eviden-cia la irracionalidad con que se explotan los recursos naturales. Valoramos una legislación y una educación que apunten al cuidado del medioambiente y postulamos una ecología hu-mana que respete escrupulosamente la vida en todas sus manifestaciones” .

A partir del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, que intenta establecer una presenta-

ción integrada de su posición frente al medioam-

biente, queremos presentar en forma sintética

los principios y criterios que orientan una ética

cristiana en relación al medio ambiente :

La tierra como la casa común de todos, que

invita a mirar el medio ambiente no simple-

mente como “recurso”, sino fundamental-

mente como “hogar”. Establecer el balance

correcto significa que utilizamos y apreciamos a

la creación del modo en que utilizamos y apre-

ciamos nuestro propio hogar. Hogar no es solo

el techo que nos cubre, sino también la red de

relaciones entre las personas y las generaciones,

entre nuestras necesidades y las necesidades de

la creación en toda su integridad.

La integridad de la creación significa el respeto

a la humanidad en el universo, así como el res-

peto que hombres y mujeres deben tener res-

pecto de la integridad de éste. Es decir, se trata

de aquella perspectiva y criterios que Benedicto

XVI señala en “Caritas in veritate” como la

“capacidad moral global de la sociedad” que

nos brinda criterios y finalidades para la correc-

ta comprensión y acción acerca de lo humano y

todo el resto de la creación.

La justicia y el destino universal de los bie-nes, que nos recuerda que los bienes de la

tierra fueron creados por Dios para ser utiliza-

dos y compartidos equitativamente por todos.

El Concilio Vaticano II en Gaudium et Spes lo

expresó bellamente: “Dios ha destinado la

tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En conse-cuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égi-da de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las institu-ciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino uni-versal de los bienes” (GS nº 69).

La responsabilidad con las generaciones futuras, que nos recuerda que el desarro-

llo sustentable es aquel que reconoce y

respeta las necesidades de las generacio-

nes futuras y que resguarda para ellas la

integridad de los ecosistemas y la natu-

raleza: “La responsabilidad de salvaguar-dar el medio ambiente, patrimonio común del género humano, se extiende no solo a las exigencias del presente, sino también a las del futuro” (CDSI nº 467). Una res-

ponsabilidad que involucra también a los

Estados y a la comunidad mundial.

Orientaciones pastorales CECh 2001-2005; nº 158Orientaciones pastorales CECh 2001-2005; nº 75CDSI, n°451 – 487.

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Preguntas para la reflexión

• ¿Qué significa -en concreto- para cada uno y para el grupo en que se desenvuelve “entrar en la mirada de amor de Dios a este mundo”, especialmente por la creación que está más herida y desfigurada por el pecado de los hombres?

• En la vida cotidiana: ¿de qué manera vamos cultivando una mirada de admiración por el conjunto de la obra creadora de Dios?, ¿me doy tiempo para ello?, ¿de qué manera lo hago?

• ¿Qué actitudes reconocemos en nuestra vida como personas (familia, comunidades, empresa, capilla, etc.) que encarnan la mirada y actitud cristiana ante los problemas del medio ambiente? ¿qué hacemos para compartirlo con otros?

• ¿Qué pasos de conversión me siento llamado a dar y a cultivar para ser mejor testigo de la fe en Dios creador y de la vocación humana de ser colaborador en la obra de Dios?

Recapitulemos…

Nuestra fe cristiana mira todo lo creado como un don de Dios, en el cual se comunica el mismo Dios y ofrece al ser humano una vocación de colaborador en la obra de Dios. Dios no abandona nunca su obra y en el Señor Jesús lleva a plenitud todo lo creado. El Dios creador y salvador cuida la vida de todo lo creado y llama al ser humano a colaborar en esta tarea.

La vida cristiana es una vida según el Espíritu de Dios en el mundo, es un camino para ir entrando en el amor de Dios por su creación y acogerla como un don y una tarea: “Dios puso al hombre en el jardín para que lo labrase y lo cuidase” (Gén 2, 15).

La experiencia espiritual del cristiano se expresa en un modo de vida, en una ética que busca estar en el mundo a la manera del Señor Jesús, Así, la fe cris-tiana busca vivir una ética que se afirma en la mirada de integralidad de la creación, en la dignidad de las personas y de la vida, en la corresponsabilidad en el desarrollo, en la solidaridad actual y con las generaciones futuras.

El Magisterio de la Iglesia ha asumido la denuncia profética de la “crisis am-biental” entendida como parte de una crisis más amplia, que amenaza la vida actual y la de las generaciones futuras, y llama a cultivar la “capacidad moral global de la sociedad”.

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PARTE 3

ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN

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partir de la mirada global de la situación ac-

tual del medio ambiente y sus implicancias

para la humanidad entera, para Chile y cada

uno de sus habitantes, desde los fundamentos teo-

lógicos, espirituales y éticos con que nos acercamos

a la realidad ecológica nacen una serie de desafíos

y, por consiguiente, tareas irrenunciables que com-

prometen nuestra vida y acción en el mundo.

Diversas experiencias revitalizadoras y estimulan-

tes, que emergen del compromiso social y am-

biental de la Iglesia en Chile, nos interpelan por

sus signos de vida y aportan orientaciones para el

actuar convencido y solidario en la construcción

de un hábitat donde sea posible vivir con la dig-

nidad inherente a cada persona. Son iniciativas

-a veces modestas, otras no tanto- que apuestan

por un desarrollo sustentable, culturalmente per-

tinente, donde hay grupos humanos que crecen

en calidad de vida y en convivencia armónica ha-

ciendo uso adecuado de los bienes de la creación.

Estos signos esperanzadores son testimonio de una

fe enraizada en la capacidad del Señor Jesús de hacer

nuevas todas las cosas y de las experiencias que en-

señan que es posible una nueva manera de convivir

y habitar el planeta. Sería muy larga la lista de las

diversas acciones que se realizan en las diócesis de

nuestro país, pero para alentar la esperanza que nos

anima recogemos de modo sintético algunas de esas

acciones de la Iglesia en nuestro país:

PARTE 3

• ORIENTACIONES PARA LA ACCIÓN DESDE UNA ESPIRITUALIDAD Y ÉTICA DEL CUIDADO DE LA CREACIÓN •

Los organismos diocesanos de Pastoral So-

cial Caritas realizan numerosos proyectos

educativos y de capacitación, de apoyo

técnico y de organización, iniciativas de

producción alternativa y de reciclaje, así

como de interacción con variadas organi-

zaciones sociales a lo largo del país sobre

diversos y urgentes problemas locales re-

lativos al medio ambiente.

La acción de las fundaciones de Desarrollo

de las Iglesias diocesanas que realizan pro-

yectos de cuidado y protección de la biodi-

versidad en la generación de información y

conservación de las semillas y formas tradi-

cionales de mejoramiento de semillas.

La sensibilización y formación a través de

cartillas tituladas “El grito de la Tierra” por

parte de la Conferencia de Religiosos y Re-

ligiosas de Chile, CONFERRE. Asimismo, di-

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Cartas Pastorales de algunos obispos ante

complejas situaciones medioambientales que

se dan en sus diócesis.

La celebración de la Semana Social Nacional en

el año 2006 convocó a agentes pastorales y de la

sociedad civil en general, a dialogar sobre el uso

y propiedad de los bienes de la creación. Esta re-

flexión continuó en Jornadas nacionales de medio

ambiente en 2007 y 2008, donde diversos agentes

pastorales reflexionaron sobre la incorporación

de la dimensión ambiental en sus servicios.

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versas congregaciones religiosas han colabo-

rado en la capacitación de agentes pastorales

que promuevan la sensibilidad medioambien-

tal en sus respectivos apostolados.

· PROPUESTAS DESDE LA IGLESIA PARA EL BUEN HABITAR LA CREACIÓN ·

Frente a estas iniciativas y compromisos de tantos

hombres y mujeres de nuestro país, está el desafío

de apoyar las acciones emprendidas y profundizar

en la conciencia respecto del cuidado del medio

ambiente y sus exigencias para promover acciones

que acojan y valoren la creación como don de Dios

y como espacio vital para todos los habitantes, sin

distinciones ni exclusiones.

Estas orientaciones para el actuar desde el plano

personal, comunitario y ciudadano, buscan abrir

pistas que aporten al cuidado y protección del me-

dio ambiente en la perspectiva de un desarrollo hu-

mano integral, corresponsable y solidario. Es tarea

de cada uno y de cada comunidad e Iglesia local

desplegar una creatividad cada vez mayor que nos

permita estar a la altura de los desafíos y ser tes-

tigos creíbles de nuestra fe en la acción de Dios

creador y salvador.

A nivel personal y comunitario

a)

b)

A través de estas acciones la Iglesia en Chile ha

procurado ir viviendo su fe en la creación como

obra de Dios y el llamado a colaborar en ella;

sin embargo, la actual situación y sus delicados

problemas exigen una renovada conciencia acer-

ca del tema, así como líneas de acción que nos

permitan ser testigos más nítidos de la fe en Dios

creador y salvador colaborando con otras perso-

nas y organizaciones en el bien común y en el

cuidado del medio ambiente.

Evangelizar con el anuncio la comprensión de la naturaleza como creación de Dios.Como creyentes reconocemos en la natura-

leza el maravilloso resultado de la acción

creadora de Dios, que el hombre puede uti-

lizar responsablemente para satisfacer sus

legítimas necesidades -materiales e inma-

teriales- respetando el equilibrio inherente

a la creación misma. Si se desvanece esta

visión, se acaba por considerar la naturale-

za como un tabú intocable o, al contrario,

por abusar de ella. Ambas posturas no son

conformes con la visión cristiana de la na-

turaleza, fruto de la creación de Dios.

Vivir en actitud agradecida por el don de la creación.“Como discípulos misioneros de Jesús, en América Latina nos sentimos invitados a dar gracias por el don de la creación, re-flejo de la sabiduría y belleza del Creador. En el designio amoroso y maravilloso de Dios, el hombre y la mujer están llamados a vivir en comunión con Él, en comunión

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entre ellos y con toda la creación. El Dios de la vida encomendó al ser humano su obra creadora para que ‘la cultivara y la guardara’ (Gén 2, 15). Jesús conocía bien la preocupación del Padre por las criaturas que Él alimenta (cf. Lc 12, 24) y embellece (cf. Lc 12, 27). Y, mientras andaba por los caminos de su tierra, no sólo se detenía a contemplar la hermosura de la naturaleza, sino que invitaba a sus discípulos a reco-nocer el mensaje escondido en las cosas (cf. Lc 12, 24-27; Jn 4, 35)” .

Comprometerse con la problemática medioambiental como un urgente desa-fío ético. La cuestión ecológica es responsabilidad de

todos: de la comunidad internacional y sus

organizaciones, de los estados y los pueblos,

y requiere que se aborde desde sus múlti-

ples dimensiones: la economía, las institu-

ciones, las normativas y la política. No obs-

tante, es necesario resaltar que, como se ha

dicho, se trata ante todo de un tema ético

que interpela a cada persona y, por tanto,

c)

d)

es necesario promover un cambio cultural que

signifique transformar sustantivamente los es-

tilos de vida actuales, marcados por el indivi-

dualismo, el consumo y la discriminación, hacia

modos de vida más solidarios y respetuosos del

medio ambiente y de las personas.

Valorar el trabajo humano como expresión de la vocación del ser humano a colaborar en la obra de Dios.Mediante el trabajo, el hombre y mujer se ha-

cen parte en el proceso de la creación, tutelan-

do su armonía y desarrollo. Su ejercicio permite

a los seres humanos proveerse de los bienes

necesarios para su vida y la de sus familias

y comunidades; y construir solidariamente el

mundo. En escenarios laborales, sociales y am-

bientales de fuerte transformación, una eco-

logía a escala humana demanda valorar

el trabajo como herramienta de

transformación y expresión

de dignidad humana, para

una vida que responda a su

condición de colaboradores

en la obra creadora de Dios.

CELAM, Documento de Aparecida, n° 470.25

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Este cambio en los estilos de vida requiere de ac-

ciones y actitudes proactivas y creativas donde cada

persona, familia o comunidad, desde el discerni-

miento de su realidad medioambiental local, se com-

prometa a la toma de medidas que contribuyan al

respeto y cuidado de la creación, al uso más eficiente

de los recursos y el mejor manejo de los residuos,

y a la toma de conciencia del rol que cada hombre

y cada mujer tiene en el habitar la tierra. Hoy, son

muchas las iniciativas mediante las cuales diversos

actores de la sociedad abren la posibilidad de inte-

grarse creativamente a esta tarea. El deber está en

informarse, movilizarse y actuar en base a una espiri-

tualidad y una ética del cuidado de la creación.

A nivel pastorale)

a)

Comprometerse con el medio ambiente a través de nuevos estilos de vida.Habitar la tierra como nuestra casa común

implica el desarrollo de la solidaridad y

comunión entre las personas y su hábitat.

“Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida (…) tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisci-plina, tanto a nivel personal como social. Es necesario abandonar la lógica del mero consumo y promover formas de producción agrícola e industrial que respeten el orden de la creación y satisfagan las necesidades primarias de todos. Una actitud semejante, favorecida por la renovada conciencia de la interdependencia que une entre sí a todos los habitantes de la tierra, contribuye a eli-minar diversas causas de desastres ecoló-gicos y garantiza una capacidad de pronta respuesta cuando estos percances afectan a pueblos y territorios“ .

Asumir la preocupación por el medio ambiente como parte de la misión de la Iglesia.Como señala el Papa Benedicto XVI en

la encíclica Caritas in Veritate, la Iglesia

“tiene una responsabilidad respecto de la creación y la debe hacer valer en público”

(cf. n° 51), y frente a los desafíos actuales,

nos hacemos parte del llamado a buscar y

construir nuevos caminos para la paz en

armonía, solidaridad y corresponsabilidad

con la creación: “Es la hora de una nueva actitud de la Iglesia dentro de su propia misión, convocada a la tarea de buscar caminos para un nuevo orden global, en colaboración con otros grupos y organi-zaciones. Los pobres y excluidos han de ser también sujetos y actores de un nuevo orden político, económico, social, ecológi-co. En el ejercicio de la solidaridad y sub-sidiariedad con auténtica voz profética, se impone un cambio en los estilos de vida y modos de producción” .

CDSI, n° 486.CELAM - MISEREOR, Simposio El Bien Común ante la escasez de recursos. Ciudad del Vaticano, 2009.

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Fomentar espacios e itinerarios formativos al cuidado del medio ambiente desde una pers-pectiva cristiana de la vida y de la creación.“Evangelizar a nuestros pueblos para des-cubrir el don de la creación, sabiéndola contemplar y cuidar como casa de todos los seres vivos y matriz de la vida del pla-neta, a fin de ejercitar responsablemente el señorío humano sobre la tierra y los re-cursos, para que pueda rendir todos sus frutos en su destinación universal, educan-do para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias” .

Fortalecer la pastoral en los sectores más vul-nerables y amenazados por los atropellos y explotaciones del desarrollo actual.El Documento de Aparecida plantea la ne-

cesidad de una mayor presencia pastoral

en las poblaciones más débiles y amena-

zadas por el desarrollo, y apoyarlas en sus

esfuerzos para lograr una equitativa distri-

bución y respeto de la tierra, del agua y de

los espacios urbanos .

b)

c)

d)

e)

Promover e incentivar la reflexión sobre mo-delos de desarrollo alternativo, integral y so-lidario, basados en una ética que incluya la responsabilidad de todos por una auténtica ecología natural y humana. Los Obispos latinoamericanos nos señalan

claramente que la búsqueda de modelos al-

ternativos de desarrollo integral y solidario,

se fundamenta en el evangelio de la justicia,

la solidaridad y el destino universal de los

bienes. Superando así la lógica utilitarista e

individualista del mundo de hoy, y sometien-

do a criterios éticos, también, los poderes

económicos y tecnológicos .

Incentivar el diálogo y la participación ciuda-dana para la promulgación de políticas públi-cas que favorezcan el medio ambiente.El Documento de Aparecida propone también

para nuestros pueblos latinoamericanos el

empeñar nuestros esfuerzos en la promul-

gación de políticas públicas y participacio-

nes ciudadanas que garanticen la protección,

conservación y restauración de la naturaleza,

a través del trabajo en redes, la realización

CELAM, Documento de Aparecida, n° 474.Cf. Ibid.Cf. Ibid.

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bienes ofrece una orientación fundamental, moral y cultural, para deshacer el complejo y dramático nexo que une la crisis ambien-tal con la pobreza. La actual crisis ambien-tal afecta particularmente a los más pobres, bien porque viven en tierras sujetas a la ero-sión y a la desertización, están implicados en conflictos armados o son obligados a migra-ciones forzadas, bien porque no disponen de los medios económicos y tecnológicos para protegerse de las calamidades. Multitudes de estos pobres viven en los suburbios con-taminados de las ciudades, en alojamientos fortuitos o en conglomerados de casas degra-dadas y peligrosas” .

de prácticas conjuntas y el monitoreo y

control social de los estándares ambienta-

les internacionales .

Promover la justicia ambiental en perspec-tiva de derechos y deberes.Los problemas ambientales están asociados

a situaciones de injusticia y falta de solida-

ridad, en primer término entre personas y

pueblos actuales, y también con las futuras

generaciones. Como señala el Compendio

de la Doctrina Social de Ia Iglesia, “también en el campo de la ecología la doctrina so-cial invita a tener presente que los bienes de la tierra han sido creados por Dios para ser sabiamente usados por todos: estos bienes deben ser equitativamente compar-tidos, según la justicia y la caridad. Se trata fundamentalmente de impedir la injusticia de un acaparamiento de los recursos: la avidez, ya sea individual o colectiva, es con-traria al orden de la creación” .

El mismo Compendio nos recuerda que

“el principio del destino universal de los

f)

De aquí, entonces, es necesario abordar el trabajo

en este ámbito desde la perspectiva de la justicia

ambiental y del derecho que todos tienen a un am-

biente sano. El cuidado del medio ambiente cons-

tituye un desafío para toda la humanidad: se trata

del deber ético, común y universal, de respetar un

bien colectivo, destinado a todas las personas.

La necesidad de mayor justicia en nuestro país no se

refiere sólo a la desigual distribución del ingreso, a la

Cf. Ibid.CDSI, n° 481.CDSI, n° 482.

313233

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falta de igualdad de oportunidades de educación

y trabajo, a las diferencias entre hombre y muje-

res o a las desiguales posibilidades de desarrollo

de las regiones. También se refiere a la necesidad

de una mayor justicia ambiental, es decir, del re-

conocimiento de que todos poseen los mismos

derechos de acceso e idénticas opciones a los

beneficios de la oferta ambiental y cultural del

planeta. La justicia ambiental, así entendida, se

expresa como protección e implementación polí-

tica, social y económica de esos derechos, local

y globalmente.

Por cierto, hay otro nivel de acción en el cual

la Iglesia está llamada a actuar: se trata de la

colaboración a nivel institucional con el Estado,

con los medios de comunicación social y otros

organismos de la sociedad, particularmente los

encargados de la educación, de manera de inte-

grar un nuevo paradigma cultural que reconoz-

ca y asuma lo finito de los recursos naturales

y busque aliados para acrecentar la conciencia

de la necesidad del cuidado del planeta. Asimis-

mo, estaremos siempre dispuestos a colaborar

-desde nuestro aporte específico- en todas las

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políticas públicas que favorezcan el cuidado de

la creación en la búsqueda de modelos de de-

sarrollo limpio, equitativo y sostenible; así como

colaborando a que estas políticas públicas no se

limiten a un enfoque compensatorio o asistencia-

lista sino que tiendan a cambios estructurales para

combatir las causas de la pobreza.

o asistencia-

ucturales para

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Preguntas para la reflexión personal y comunitaria

• ¿Cómo nos estamos haciendo cargo personal y comunitariamente del resguardo y cuidado de nuestro medio ambiente?

• En la búsqueda de nuevos estilos de vida que cuiden el medio ambiente, ¿de qué manera incorporamos los criterios de sobriedad, templanza, autodisciplina, así como el ejercicio de la solidaridad? ¿Qué experiencias concretas podemos desarrollar en este sentido?

• ¿Cómo incorporamos, en nuestro quehacer pastoral, la dimensión del compromiso ambiental al cual todos estamos llamados?

Recapitulemos…

La Iglesia católica ha desarrollado en Chile diversas experiencias de cui-dado y cultivo del medio ambiente, a través del testimonio, la interpe-lación profética, la formación y concientización y, de acciones concretas de organización e intervención.

Desde la mirada a la realidad, al Magisterio social de la Iglesia y al camino de esperanza ya recorrido, que se fundamentan desde nuestra convicción de que

el ser humano es colaborador de Dios en la creación y administrador de ella, se aportan elementos de orientación para un actuar desde la espiritualidad y ética del cuidado de la creación.

Por eso creemos que los desafíos medioambientales deben asumirse a nivel personal y comunitario, y deben considerarse en todo el quehacer pastoral de la Iglesia.

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CONCLUYENDO

Deseamos con este documento contri-

buir, modestamente, a avanzar en el cre-

cimiento de la responsabilidad que cada

persona, así como cada comunidad, orga-

nización, empresa, el Estado y el conjun-

to de la sociedad, debieran asumir en el

resguardo y cuidado del medio ambien-

te. Todos habitamos esta casa común y

dependemos unos de otros en el orden

universal establecido por el Dios creador

y salvador.

Para ello, contamos con la esperanza que

surge de nuestra certeza de que en el Se-

ñor Jesús todo se renueva y camina hacia

su plenitud en Dios.

En esta confianza que brota de nuestra fe

en el Señor Jesús, volvemos a proclamar

con las palabras de San Francisco de Asís

el “Cántico de las criaturas”, que nos her-

mana con toda la creación:

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor, tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.

Loado seas por toda criatura, mi Señor, y en especial loado por el hermano sol, que alumbra, y abre el día, y es bello en su esplendor, y lleva por los cielos noticia de su autor.

Y por la hermana luna, de blanca luz menor, y las estrellas claras, que tu poder creó, tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son, y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

Y por la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor! Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol, y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado mi Señor!

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Y por la hermana tierra, que es toda bendición, la hermana madre tierra, que da en toda ocasión las hierbas y los frutos y flores de color, y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

Y por los que perdonan y aguantan por tu amor los males corporales y la tribulación:¡felices los que sufren en paz con el dolor, porque les llega el tiempo de la consolación!

Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!

¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios! ¡No probarán la muerte de la condenación!

Servidle con ternura y humilde corazón. Agradeced sus dones, cantad su creación.

Las criaturas todas, load a mi Señor .

Cántico de las criaturas. Original de San Francisco de Asís (1182-1226); versión de León Felipe (España 1884-Mexico 1968)

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