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  • AAhhoorraa YY SSiieemmpprree

    Jack Finney

    Ttulo original Time and Again

    Para Marg, a quien le gust

    Comentario [LT1]:

  • Ahora Y Siempre Jack Finney

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    Sinopsis

    "Solo dormirs un rato (...) Al despertar, todo lo que conoces sobre el siglo XX habr desaparecido de tu mente... Mientras duermas, todo ese bloque de conocimientos se encoger dentro de tu cabeza, ir disminuyendo hasta quedar reducido a un puntito inmovilizado en tu cerebro, fuera de tu alcance. Ya empieza a ocurrir. No existen cosas como los automviles. No hay aviones ni ordenadores, ni televisin, ni un mundo en el cual esto sea posible. Trminos como "nuclear" o "electrnica" no constan en ningn diccionario de la Tierra. Nunca has oido el nombre de Richard Nixon, ni el de Eisenhower, o el de Adenauer, Stalin, Franco, General Patton, Gring, Roosevelt, Woodrow Wilson, akmirante Dewey... Todo cuanto sabes acerca de las ltimas ocho dcadas se ha borrado de tu mente, todo. Grande o prqueo. De lo ms importante a lo ms insignificante." Simon Morley roza la treintena y trabaja como ilustrador en una agencia publicitari de Nueva York, ocupacin ms cercana a la rutina que a la creatividad. Su relacin con Katie est muy lejos de ser apasionada, pero la tienda de antigedades que ella posee es una fuente inagotable de rancias fotografias y objetos variopintos que fascinan al joven y lo sumergen en el encanto del ayer. Su imaginacin, su carcter y su devocin por la historia lo convierten en el candidato idneo para llevar a cabo un experimento planeado en secreto por el gobierno de Estados Unidos: un viaje al pasado.. Despus de trabar relacin con los sngulares personajes que intervienen en el proyecto y tras someterse a una instruccin rigurosa, Simn acepta involucrarse a condicin de visitar la Nueva York de finales del siglo XIX. Su despertar en una fra maana de enero de 1882 marca el inicio de una aventura inslita en un tiempo que no conoce todavia el uso de ordenadores o el poder de las armas nucleares, un mundo fascinante donde todo parece nuevo y sin embargo familiar. Simon anota, dibuja, fotografa y descubre que hay de cierto en el pasado y que hay de falso en las palabras del gobierno de su pais. Con este bagaje volver a nosotros y a las pginas de esta inslita novela en la que Jack Finney demuestra sus habilidades como escritor y su buen conocimiento de la historia.

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    Me hallaba trabajando, en mangas de camisa, tal como era mi costumbre, en un boceto de la pastilla de jabn que haba pegado con esparadrapo a una de las esquinas superiores de la mesa de dibujo. Haba arrancado cuidadosamente el envoltorio de papel dorado de modo que pudiera leerse gran parte de la marca impresa. Antes de conseguir el efecto deseado haba estropeado el envoltorio de media docena de pastillas. Se trataba de desarrollar una nueva idea: ensear el producto a punto para un uso que, segn el texto publicitario que lo acompaaba, resultaba ms fragante, espumoso y adorable. Mi trabajo consista en dibujarlo para media docena de anuncios, en cada uno de los cuales la pastilla de jabn apareca desde un ngulo ligeramente distinto.

    Este trabajo resultaba exactamente tan aburrido como suena, de modo que lo interrump y, volviendo la cabeza hacia la ventana que tena al lado, contempl la calle Cincuenta y cuatro, doce plantas ms abajo, y las diminutas siluetas que circulaban por la acera. Era un da claro y soleado de mediados de noviembre de 1970, y me habra gustado estar all fuera, con toda la tarde libre y sin nada que hacer. Es decir, sin la obligacin de hacer nada.

    Inclinado sobre la mesa para montaje se encontraba Vince Mandel, el especialista en rotulacin; era delgado y moreno, y probablemente se senta tan enjaulado como yo ese da. Trabajaba con el aerosol y se haba cubierto la boca con una mascarilla de algodn. Estaba rociando con pintura color carne la foto de una chica en baador recortada de la revista Life. El efecto, cuando finalizara, sera la supresin del baador, lo cual hara que la chica pareciese desnuda a excepcin de la banda que cruzaba su tronco desde el hombro hasta la cadera, y en la que se lea MISS MAQUINARIA COMERCIAL. Esta clase de trucaje era la ocupacin favorita de Vince en el trabajo, siempre que se senta inspirado, y la foto retocada se aadira a otras parecidas que haba en el tabln de anuncios del departamento de arte. Tabln al que Maureen, de diecinueve aos, nuestra mensajera y encargada de montar los originales, se negaba a mirar por mucho que insistiramos.

    Frank Dapp, el director artstico, una pequea bola de energa, se acerc trotando al cubculo que haca las veces de mi despacho, en el rincn noreste de la sala del departamento artstico. Al pasar junto al gran armario metlico de la entrada, donde se guardaba el material, choc violentamente contra la puerta abierta y solt un alarido atronador. Aquella rutinaria liberacin de energa, parecida a la de una locomotora que soltara un chorro de vapor, fue una sorprendente erupcin sonora. No obstante, ni Vince ni Karl Jones, que estaba frente a m, inclinado sobre su tablero, levantaron la mirada. Estaba seguro de que nadie lo haba hecho tampoco en la sala de redaccin, que se hallaba al otro lado. Sin embargo, se saba que en otras ocasiones algunas personas que aguardaban en la salita de recepcin del departamento artstico se haban levantado de un salto ante un alarido similar.

    Aquel viernes era un da de lo ms normal. Faltaban veinte minutos para la hora del almuerzo, cinco horas para salir y para el fin de semana, diez meses para las vacaciones, treinta y siete aos para la jubilacin. Entonces son el telfono.

    Hay un hombre aqu que quiere verte. Era Vera, la telefonista. No tiene cita.

    Est bien. Es mi contacto. Necesito una dosis.

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    Lo que t necesitas no tiene arreglo contest Vera, y colg. Me levant preguntndome quin sera, pues los dibujantes de una agencia de

    publicidad no suelen recibir muchas visitas... La recepcin principal se encontraba en la planta de abajo, de modo que eleg el trayecto ms largo a travs del departamento de contabilidad y el de prensa, pero no vi que hubiesen contratado a ninguna chica nueva.

    Frank Dapp haba bautizado a la sala de recepcin el Off Broadway. El lugar estaba decorado con una alfombra autnticamente oriental, varias vitrinas con objetos antiguos de plata pertenecientes a la coleccin de la esposa de uno de los tres socios de la empresa y una elegante matrona, cuyo cabello tambin era de plata antigua, que transmita a Vera las peticiones de los visitantes.

    Cuando entr en la recepcin, mi visitante estaba de pie, observando uno de los anuncios enmarcados que colgaban de la pared. Algo que no me gusta admitir, y que he aprendido a disimular, es cierta timidez ante el hecho de conocer a una persona, y en aquellos momentos cuando el hombre se volvi al or mis pasos, experiment una leve y familiar aprensin. Era calvo y bajito, apenas me llegaba a la altura de los ojos, y yo mido menos de un metro ochenta. Deba de tener unos treinta y cinco aos, pens mientras me acercaba, y era notablemente ancho de pecho; me superaba en peso, si bien no poda decirse que fuera un hombre obeso. Llevaba un traje de gabardina verde oliva, que no casaba con su rosado cutis de pelirrojo. Espero que no se trate de un vendedor, pens. Luego, cuando entr en el vestbulo, l sonri. Su sonrisa era tan autntica que al instante me cay bien y me relaj. No, ste no ha venido a venderme nada, me dije. Pero no poda estar ms equivocado al respecto.

    Seor Morley? Asent y le devolv la sonrisa. El seor Simn Morley? insisti, como si en la agencia pudiera haber

    varios con el mismo apellido y quisiera asegurarse. S. Todava no estaba satisfecho. Slo por curiosidad, recuerda usted su nmero de serie en el ejrcito?

    pregunt, al tiempo que me coga del codo, y empezaba a andar hacia el pasillo de los ascensores, lejos de la recepcionista.

    Me apresur a decrselo, sin plantearme por qu lo haca ni averiguar la razn de su pregunta.

    Exacto! exclam con tono aprobatorio, y me sent halagado. Ya habamos salido al pasillo y no haba nadie alrededor.

    Pertenece usted al ejrcito? Si es as, me basta por hoy. Sonri, pero me di cuenta de que no contestaba a mi pregunta. Soy Ruben Prien dijo, y se detuvo por un instante, como si esperara a que

    yo reconociese su nombre. Luego prosigui: Debera haberle telefoneado para concertar una cita, pero ando tan escaso de tiempo que he preferido arriesgarme y dejarme caer por aqu.

    No se preocupe, slo estaba trabajando. Si puedo hacer algo por usted... Hizo una mueca ante la dificultad de lo que tena que decir. Necesitara una hora de su tiempo. Ahora mismo, si puede arreglarlo.

    Pareca turbado. Lo siento, pero..., si pudiera confiar en m, aunque slo fuera un ratito, le estara muy agradecido.

    Yo ya estaba atrapado; haba conseguido despertar mi inters. De acuerdo. Son las doce menos diez. Le importara almorzar conmigo?

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    Podra salir un poco antes. Perfecto, pero preferira no hablar en un local cerrado. Podramos comprar

    unos bocadillos y comer en el parque. Le parece bien? No hace demasiado fro... Asent y dije: Voy en busca de mi abrigo y me reunir aqu con usted. La verdad es que

    me ha intrigado. Me detuve, indeciso, y examin detenidamente a aquel hombrecito calvo y fornido, aunque de aspecto agradable, luego aad: Aunque supongo que usted ya saba que iba a mostrarme intrigado. De hecho, ya ha representado este papel otras veces, no es as? Incluida esa mirada suya de tur-bacin.

    Sonri e hizo chasquear los dedos. Y yo que crea que lo dominaba... En fin, tendr que seguir practicando

    delante del espejo. Vaya en busca de su abrigo; no perdamos ms tiempo. Caminamos por la Quinta Avenida hacia el norte, pasando por delante de

    increbles edificios de cristal y acero, cristal y metal esmaltado, cristal y mrmol, y por delante tambin de los ms antiguos, en los que haba ms piedra que cristal. Se trata de una calle sorprendente e increble a la que nunca me he acostumbrado, y me pregunto si alguien ha conseguido habituarse a ella alguna vez. Existir otro lugar donde todo un montn de nubes se refleje por completo en las ventanas de un solo edificio y an sobre espacio? Ese da de finales de otoo en especial yo disfrutaba de hallarme en la Quinta Avenida. Era casi medioda, haca una temperatura de unos quince grados y el aire era fresco. Hermosas muchachas salan alegres de los edificios por los que pasbamos, y yo pensaba en que era una lstima no poder conocerlas o siquiera hablar con la mayora de ellas.

    Primero le informar acerca del motivo de mi visita dijo el hombrecito calvo que caminaba a mi lado, luego escuchar sus preguntas. Tal vez incluso conteste a alguna. Pero todo cuanto puedo decirle realmente lo habr dicho antes de que lleguemos a la calle Cincuenta y seis. Debo de haber hecho esto mismo ms de treinta veces, pero jams he encontrado la mejor forma de decirlo; ni siquiera parecer lo bastante cuerdo mientras lo expongo... As que ah va.

    Existe un proyecto. Un proyecto del gobierno de Estados Unidos, supongo que debera aadir. Secreto, por supuesto. Qu cosa no lo es en el gobierno actualmente? En mi opinin, y en la de un puado de personas, es aun ms importante que los programas de investigacin nuclear o de exploracin aeroespacial, incluidos satlites y naves espaciales, si bien muchsimo ms pequeo. Quiero dejar claro de inmediato que no puedo decirle nada acerca de ese proyecto. Y crame, nunca llegara a imaginrselo... Le aseguro que nada de lo que los seres humanos han intentado en toda la alocada historia de nuestra especie se acerca siquiera a esto en cuanto a su absoluta fascinacin. La primera vez que me hablaron de este proyecto estuve casi dos noches sin pegar ojo; y no utilizo el trmino como suele utilizarse habitualmente, sino en su sentido ms literal... Es ms, la tercera noche, para poder dormir tuve que ponerme una inyeccin en el brazo, y eso que se supone que soy un tipo sin imaginacin, que lo consigue todo a fuerza de perseverancia... He logrado captar su atencin?

    Por supuesto. Si no he entendido mal, finalmente descubri algo ms interesante que el sexo.

    Es posible que descubra que no est exagerando en absoluto. Pienso que un viaje a la Luna sera casi aburrido comparado con lo que tal vez tenga la posibilidad de hacer. Se trata de la mayor aventura posible, y yo dara todo cuanto tengo, o tendr alguna vez, por estar en su piel. Dara aos de mi vida slo por

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    una oportunidad como sta. Y eso es todo, amigo Morley... Podra seguir hablando, y de hecho lo har, pero eso es realmente todo cuanto tena que decirle. Excepto una cosa: no se debe a sus mritos o virtudes, sino a la mera suerte, el que se le haya invitado a unirse a este proyecto. A comprometerse con l. Absolutamente a ciegas. Ser un compromiso a ciegas, en efecto. Pero, Dios, menudo compromiso...! Hay muy buenas charcuteras en la calle Cincuenta y siete, de qu prefiere el bocadillo?

    De lomo, de qu si no? Compramos bocadillos y un par de manzanas, luego seguimos hacia Central

    Park, dos calles ms al norte. Ruben Prien aguardaba alguna clase de respuesta, pero caminamos en silencio a lo largo de media manzana. Deseaba mostrarme educado pero no saba qu decir; me encog de hombros con irritacin.

    Qu se supone que debo contestar? Lo que quiera. Muy bien. Por qu a m? Bueno, me alegro de que formule esa pregunta, como suelen decir los

    polticos. Necesitamos una clase de hombre muy peculiar. Tiene que poseer cierto nmero de cualidades. Una lista algo especial de ellas, en realidad; una lista extensa... Adems, debe poseer esas cualidades de manera bastante equilibrada. Esto es algo que no sabamos en un principio. Creamos que cualquier joven inteli-gente y dispuesto servira. Yo, por ejemplo. Ahora sabemos, o al menos creemos saber, que tiene que ser fsicamente adecuado, psicolgicamente adecuado y anmicamente adecuado. Tiene que tener una forma especial de ver las cosas. Debe poseer la habilidad, hoy bastante rara, de ver las cosas tal como son y, al mismo tiempo, tal como podran ser, si es que esto tiene algn sentido para usted... Probablemente lo tenga, ya que tal vez estemos refirindonos a esto al hablar de la visin del pintor. sas slo son algunas de las cualidades que este hombre debe poseer. Hay otras, pero no hablar de ellas por el momento. El problema reside en que, por una cosa u otra, esto nos obliga a desestimar a gran parte de la poblacin. La nica forma prctica de encontrar probables candidatos es repasando los tests que el ejrcito hace a los reclutas. Se acordar usted de ellos, verdad?

    Vagamente. Ignoro cuntas de estas pruebas se han estudiado, dado que esto no atae a

    mi departamento. Millones, probablemente... Utilizan un programa informtico para las primeras comprobaciones, eliminando las pruebas que se apartan ostensiblemente del modelo estipulado. Despus de esto, se empieza a trabajar con personas de carne y hueso. No podemos desperdiciar a ningn candidato, dado que encontramos condenadamente pocos. Hemos estudiado no s cuntos millones de fichas del ejrcito, incluidas las ramas femeninas. Por alguna razn, entre las mujeres hay ms candidatos que entre los hombres; aunque desearamos tener ms gente a la que estudiar. En cualquier caso, un tal Simn L. Morley, con el nmero de serie referido, fue elegido como probable candidato. Cmo es que no pas de soldado raso?

    Debido a una absoluta falta de talento para idioteces como no salirme de la fila.

    Creo que el trmino tcnico es marchar en formacin... Del centenar aproximado de posibles candidatos que hasta ahora hemos encontrado, unos cincuenta han escuchado ya lo que ahora estoy dicindole, y nos han dado calabazas. Otros cincuenta han aceptado, pero ms de cuarenta han fracasado en algunas pruebas posteriores. En resumidas cuentas, despus de un montn de tra-

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    bajo se han clasificado hasta el momento cinco hombres y dos mujeres. La mayora, o tal vez todos, fracasar en la prueba actual... No estamos seguros de ninguno. Nos gustara disponer de veinticinco candidatos, si fuera posible. Preferiramos cien incluso, pero no creemos que haya tantos por ah. O al menos no sabemos cmo encontrarlos. Pero usted podra ser uno.

    Jess! En la calle Cincuenta y nueve, mientras aguardbamos en el semforo, observ

    el perfil de Ruben y exclam: Ruben Prien, claro! Usted jugaba al ftbol... Cundo fue eso? Har unos

    diez aos, verdad? Se volvi hacia m y sonri. Veo que se ha acordado. Es usted un buen muchacho. Me habra gustado

    comprarle un trozo de esas tartas gruesas y untuosas, de esas que me han prohibido comer. Si tuviese quince aos menos, pero la verdad es que ya no soy el joven apuesto que vean en m.

    Dnde jugaba usted? No consigo recordarlo. La luz del semforo cambi a verde y ambos bajamos de la acera. En West Point. Ya me pareca! Usted sirvi en el ejrcito! As es. En fin, lo siento dije sacudiendo la cabeza, pero har falta alguien ms,

    aparte de usted... Se necesitarn ms de cinco fornidos muchachos de la polica militar para arrastrarme de nuevo al ejrcito, y ni por un instante dejar de patear y chillar. No tengo ni idea de qu anda usted vendiendo, pero sea lo que sea no me interesa. El aliciente de las noches sin dormir en el ejrcito no es bastante, Prien. Ya tuve bastante de eso.

    Al llegar al otro lado de la calle subimos a la acera, la cruzamos, giramos en un sendero de tierra y grava que conduca al interior de Central Park y seguimos por l en busca de un banco vaco.

    Qu tiene en contra del ejrcito? pregunt Ruben, fingindose ofendido. Usted afirm que para esto necesitara una hora; yo precisara de una

    semana slo para los ttulos de los captulos. Est bien, no se una al ejrcito. Alstese en la armada. Haremos de usted lo

    que quiera, desde segundo contramaestre a teniente de navo. O enrlese en el Ministerio del Interior. Podr ser guardabosque, con su propio sombrero de polica montada. Prien se estaba divirtiendo. O elija la oficina de Correos, si quiere. Le convertiremos en inspector auxiliar y le daremos una insignia y poder para detener a quien cometa fraude postal... Hablo en serio, elija cualquier departamento del gobierno que le guste, a excepcin del Ministerio de Asuntos Exteriores o el cuerpo diplomtico. Escoja cualquier cargo que le apetezca y cuyo salario no sobrepase los doce mil dlares al ao, y siempre que no sea un cargo electivo, porque no es cuestin, Simn... Oye, te molesta si te tuteo? pregunt de pronto con impaciencia.

    En absoluto. Entonces llmame Rube, si no te importa... Como te deca, tcnicamente da

    igual en qu nmina ests. Cuando afirmo que esto es secreto, lo digo en serio. Nuestro presupuesto est diseminado a travs de la contabilidad de toda clase de ministerios y oficinas, nuestra gente se halla inscrita en todas las nminas excepto en la nuestra. Oficialmente, no existimos. Y s, todava soy miembro del Ejrcito de Estados Unidos. Pienso seguir en l hasta que me jubile, y, adems, por excntrico

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    que esto te parezca, me gusta el ejrcito. Mis uniformes estn guardados, no tengo que hacer el saludo a nadie hoy en da, y el hombre de quien recibo rdenes es un profesor de Historia de la Universidad de Columbia, actualmente en excedencia. Hace un poco de fresco aqu a la sombra. Busquemos un sitio al sol.

    Elegimos un banco a unos doce metros del sendero, al lado de un gran afloramiento de rocas negras. Nos sentamos en la parte soleada, apoyando la espalda contra la clida roca, y desenvolvimos nuestros bocadillos. Los rascacielos de Nueva York se elevaban por el sur, el este y el oeste, y parecan cernirse sobre los lmites del parque igual que una cuadrilla de peones dispuesta a entrar precipitadamente y cubrir de cemento todo el verdor que nos rodeaba.

    Sin duda estaras en la escuela primaria cuando leas acerca de Rube Prien, el quarterback con pies de gacela a quien llamaban el Volador.

    Probablemente. Ahora tengo veintiocho aos... Di un mordisco a mi bocadillo: era muy bueno, de carne cortada en rebanadas muy delgadas y abundantes, sin grasa.

    Veintiocho el 11 de marzo especific Rube. De modo que tambin sabes eso, eh? Vaya con el polizonte santurrn. Est en tu ficha del ejrcito, como es lgico. Pero tambin sabemos algunas

    cosas que no aparecen en ella... Por ejemplo, que te divorciaste hace dos aos, y el motivo por el que lo hiciste.

    Te importara explicrmelo? An no he logrado averiguarlo. No lo entenderas... Tambin sabemos que en los ltimos cinco meses has

    salido con nueve mujeres, si bien slo con cuatro de ellas en ms de una ocasin. Y que aproximadamente las ltimas seis semanas esta lista se ha reducido a una sola mujer. Por eso mismo, no creemos que ests listo para volver a casarte. Es posible que pienses que lo ests, pero nosotros creemos que todava te da miedo... Tienes dos amigos, con los que de vez en cuando sales a almorzar o a cenar. Tus padres han muerto y no tienes hermanos ni hermanas...

    Estaba ruborizndome. Lo not y procur que el tono de mi voz sonara tranquilo.

    Rube, me caes bien como persona, pero siento que debo decrtelo; quin diablos os ha dado permiso para hurgar en mi vida privada?

    No te enfades. Si, no vale la pena. No hemos investigado mucho ms, en todo caso no hemos hallado nada ilegal o de qu avergonzarse. No somos como un par de agencias gubernamentales que podra nombrarte. No creemos que hayamos sido elegidos por voluntad divina. No realizamos investigaciones al margen de la ley ni colocamos micrfonos ocultos. Estamos convencidos de que la Constitucin tambin debe aplicarse en nuestro caso. Aun as, quisiera que no nos separemos sin que nos autorices a registrar tu apartamento antes de que regreses all esta noche.

    Apret los labios y negu con la cabeza. Rube sonri y me cogi del brazo. Slo bromeaba un poco contigo, pero confo en que no te importe. Estoy

    ofrecindote la oportunidad de participar en la experiencia ms grandiosa que se le haya presentado nunca a un ser humano.

    Y no puedes contarme nada al respecto? Me sorprende que hayas conseguido siete personas. O siquiera una.

    Rube baj la vista hacia el csped, al parecer reflexionando acerca de qu decirme. Luego volvi a mirarme.

    Querramos averiguar ms cosas dijo, arrastrando las palabras, ponerte

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    a prueba en otros aspectos... Aunque creemos que ya sabemos mucho sobre tu manera de ser, sobre cmo piensas. Por ejemplo, tenemos en nuestro poder dos pinturas originales de Simn Morley procedentes de la Exposicin de Directores Artsticos que se celebr esta ltima primavera... Adems de dos acuarelas y varios bocetos, todos comprados y pagados. Sabemos ciertas cosas acerca de la clase de hombre que eres, y hoy he averiguado algo ms. De modo que pienso que puedo decirte lo siguiente: estoy dispuesto a garantizarte, y me considero en disposicin de hacerlo, que si asumes esto con responsabilidad y te comprometes por dos meses, dando por sentado que pases estas otras pruebas, me lo agradecers... Me dirs que yo tena razn, que slo con pensar en que podras haberte perdido esto sientes escalofros... Cuntos seres humanos han existido? Cinco mil millones? Seis mil, quiz? Bueno, pues, si pasaras la prueba te convertiras en uno de esa posible docena de personas en disposicin de participar en la aventura ms grande que un ser humano sea capaz de experimentar... Tal vez en el nico.

    Eso me impresion. Permanec sentado comindome la manzana, con la mirada al frente, reflexionando. De repente, me volv hacia Rube:

    No has agregado ni un maldito detalle a lo que ya me habas explicado! Te has dado cuenta, eh? Algunos ni lo advierten... Esto es todo lo que

    puedo decirte, Si. Bien, debo reconocer que eres excesivamente modesto, porque tu discurso

    para vender el producto ha funcionado de maravilla... Sin embargo, aceptaras de alguien el puente de Brooklyn como un pago a cuenta? Por el amor de Dios, Rube! Qu se supone que debo contestar? Por supuesto que me enrolo! Dnde quieres que firme?

    Rube asinti. Lo s, es duro, pero no hay otra forma de hacerlo. Eso es todo. Se qued

    all sentado, mirndome. Luego, en voz baja, aadi: Pero para ti sera ms fcil que para la mayora. No ests casado, no tienes hijos, y tu trabajo te aburre mortalmente. Lo sabemos muy bien. Por qu iba a ser de otra forma? No conduce a nada, no vale nada. Ests cansado, te sientes insatisfecho contigo mismo y el tiempo pasa. Dentro de dos aos cumplirs los treinta, y todava no sabes qu hacer con tu vida. Rube apoy la espalda contra la roca y volvi la mirada hacia la gente que paseaba por el sendero, bajo el soleado medioda otoal, al tiempo que me conceda la oportunidad de reflexionar. Tena razn en lo que acababa de decir.

    Cuando lo mir otra vez, Rube estaba aguardando. De modo que lo que tienes que hacer dijo es aprovechar la ocasin.

    Respira hondo, cierra los ojos, apritate la nariz y salta. Acaso prefieres seguir vendiendo jabn, goma de mascar, sostenes o cualquier maldita baratija que salga al mercado? Por el amor de Dios, eres joven todava! Se sacudi las manos para desprenderse de las migajas y meti varias bolas de papel parafinado dentro de su bolsa del almuerzo, luego se levant con presteza y agilidad, como un ex jugador de ftbol. Sabes a qu me refiero, Si... La nica forma de hacer esto es dar un salto hacia delante.

    Yo tambin me levant. Caminamos hacia una papelera de rejilla metlica asegurada en torno a un rbol y depositamos en ella nuestras bolsas de papel. Cuando regresamos al sendero, yo estaba convencido de que si hubiera sujetado mi mueca entre el ndice y el pulgar habra notado cmo el pulso se me aceleraba. Estaba asustado. Al contestar, lo hice en un tono de irritacin que me

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    sorprendi. Sera una soberana estupidez confiar sin ms en la palabra de un

    desconocido! Y si me enrolara en este gran misterio y luego descubriera que no es fascinante en absoluto?

    Eso es imposible. Pero y si lo fuera? Una vez lleguemos a la conclusin de que eres un posible candidato y te

    informemos de lo que estamos haciendo, tendremos que estar seguros de que continuars... Necesitamos tu promesa, de lo contrario no podemos hacer nada.

    Tendra que abandonar la ciudad? Ms adelante. Con alguna excusa para tus amistades. No podemos permitir

    que alguien vaya por ah preguntndose dnde y por qu Si Morley ha desaparecido.

    Ser peligroso? Creemos que no. Pero tampoco puedo asegurarte que lo sepamos realmente. Mientras caminbamos hacia la esquina del parque con la Quinta Avenida y la

    calle Cincuenta y nueve, pens en lo que haba sido mi existencia desde que dos aos atrs llegara a Nueva York en busca de trabajo como dibujante; un desconocido de Buffalo con un portafolios lleno de bocetos bajo el brazo. De vez en cuando sala a cenar con Lennie Hindesmith, un dibujante con quien haba trabajado en mi primer empleo en Nueva York. Por lo general, despus de cenar solamos ir al cine, o a la bolera, o a algn sitio por el estilo. Tambin jugaba al tenis a menudo en las pistas al aire libre en verano y en el pabelln en invierno en compaa de Matt Flax, un joven contable de mi actual agencia, quien cada lunes por la noche me arrastraba a una partida de bridge y que probablemente acabara por convertirse en un buen amigo mo. Pearl Moschetti era una ayudante administrativa para una firma de perfumera en la que yo haba trabajado al principio, y desde entonces salamos juntos espordicamente, en ocasiones incluso algn fin de semana, si bien ahora llevbamos cierto tiempo sin vernos. Y pens tambin en Grace Ann Wunderlich, procedente de Seattle, con quien ligu casi por casualidad en el bar Longchamps, de la calle Cuarenta y nueve esquina Madison, al advertir que empezaba a llorar debido a que le resultaba insoportable estar sentada sola ante una bebida que no quera o no le gustaba, mientras todos los dems en el local parecan disfrutar de la compaa de amigos. Despus de aquello, cada vez que nos veamos terminbamos bebiendo demasiado, supongo que siguiendo la pauta de la primera vez, por lo general en un bar del Village. A veces me daba una vuelta por all, pues ya conoca a los camareros y a algunos de los parroquianos, y, adems, me recordaba un maravilloso bar que sola frecuentar durante unas vacaciones en Sausalito, California; el local se llamaba Bar Sin Nombre... Pero sobre todo pens en Katherine Mancuso, una chica a quien vea cada vez ms a menudo, y de quien sospechaba que finalmente le pedira que se casara conmigo.

    Al principio, gran parte de mi existencia en Nueva York haba sido solitaria; luego la haba abandonado voluntariamente. Pero ahora, cuando pasaba a solas dos o tres noches a la semana leyendo, viendo alguna pelcula que Katie no quera ver, mirando la televisin en casa, o sencillamente deambulando por la ciudad, no me importaba. Tena amistades, tena a Katherine, y me gustaba disponer de un poco de tiempo para m.

    Reflexion sobre mi empleo. En la agencia estaban conformes conmigo y me pagaban un salario aceptable. El trabajo no era precisamente lo que yo tena en

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    mente cuando me inscrib en la Escuela de Arte de Buffalo, pero la verdad es que ya no recordaba qu tena en mente en aquel entonces, si es que tena algo.

    De modo que, en general, no haba nada realmente malo en mi vida. Excepto que, como le ocurra a la mayora de la gente que yo conoca, haba un enorme agujero en ella, un inmenso vaco, y no saba cmo llenarlo, o siquiera cmo escapar de l.

    Abandonar mi trabajo le dije a Rube. Renunciar a mis amigos. Desaparecer... Cmo s que no eres una especie de negrero?

    Mrate en el espejo. Salimos del parque y nos paramos en la esquina. Bien, Rube... Hoy estamos a viernes. Me dejas que lo piense? Al menos

    dame el fin de semana. No creo que me interese, pero ya te lo har saber. En este momento no se me ocurre qu otra cosa decirte.

    Y ese permiso...? Me gustara hacer la llamada telefnica ahora mismo. Desde la cabina ms cercana, de hecho. En el Plaza. Con la barbilla seal el viejo hotel, al otro lado de la calle Cincuenta y nueve. Para enviar un hombre a que registre tu apartamento esta tarde...

    Una vez ms, sent que me sonrojaba. Todo cuanto hay all? Rube asinti. Si hay cartas, l las leer. Si hay algo escondido, l lo encontrar. De acuerdo, maldita sea! Adelante! Puedes estar seguro de que no hallar

    nada interesante! Lo s. Rube estaba burlndose de m. Porque l no va a mirar nada. No

    hay ningn hombre al que deba telefonear. Nadie va a registrar tu asqueroso apartamento. Ni nunca lo han hecho.

    Entonces a qu viene todo esto? No te das cuenta? Me mir fijamente por un instante, luego sonri

    abiertamente. No, no te das cuenta, y adems no te lo vas a creer. Pero esto significa que ya has tomado una decisin.

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    El sbado por la maana, Katie y yo salimos en coche dispuestos a pasar el da en Connecticut. Yo no recordaba un invierno ms largo que aqul, y el tiempo an era claro y soleado. Pero no poda durar mucho ms, de modo que, como no queramos desperdiciarlo, habamos salido con el MG de Katie, un modelo antiguo, con estribos y radiador frontal a la vista. Aunque Nueva York no es en realidad una ciudad para tener coche, Katie haba comprado se porque encajaba exactamente en un estrecho callejn que haba junto a la tienda, despus de cruzar ilegalmente por encima de la acera. Cuando lo tena all aparcado, para subir o bajar de l haba que hacerlo saltando por detrs, pero esto le ahorraba a Katie el alquiler del garaje y le permita tener coche.

    Katie posea una diminuta tienda de antigedades en la Tercera Avenida, a la altura de la calle Cuarenta. Sus padres adoptivos que se haban hecho cargo de ella cuando tena dos aos haban muerto haca un par de aos, con un intervalo de seis meses entre uno y otro. Los dos ya eran viejos, ms de lo que lo habran sido sus padres naturales. Despus de eso Katie se haba trasladado de Westchester a Nueva York, haba trabajado como estengrafa y, al ver que esto no le gustaba, al cabo de un ao haba montado la tienda con algunos miles de dlares que haba heredado. Pero el negocio era un fracaso. Katie decidi vender tarjetas de felicitacin e incorporar una pequea biblioteca de alquiler, lo cual no le ayudaba gran cosa, y ambos sabamos que cuando la siguiente primavera expirara el alquiler tendra que renunciar a la tienda.

    Yo lo senta. Por Katie y porque me gustaba aquel sitio. Me gustaba fisgonear por all, descubrir algo que no haba advertido con anterioridad: una caja de insignias pertenecientes a antiguas campaas polticas debajo del mostrador, quiz; o algo nuevo que Katie acababa de comprar, como un gorro de almirante, que yo poda probarme. Y cuando dispona de tiempo o tena que esperarla, como era el caso aquella maana, sola sentarme con uno de los esteroscopios esos aparatos para contemplar imgenes en relieve que ella tena y con varias cajas grandes repletas de vistas estereoscpicas, la mayor parte de Nueva York... Debo decir que siempre he sentido gran curiosidad por las fotografas antiguas, lo cual no resulta fcil de explicar. Si bien es posible que no necesite explicarlo, que ustedes comprendan qu quiero decir... Me refiero a esa sensacin de arrobamiento que se experimenta al contemplar esas extraas prendas, esos fondos difuminados, mientras uno es perfectamente consciente de que lo que est viendo fue realidad en el pasado. Que esa luz se reflej en una lente desde unas

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    caras y unos objetos que ya han desaparecido. Que una vez esas personas estuvieron verdaderamente ah, sonriendo a la cmara. Que en aquel tiempo, uno habra podido entrar en esa escena, tocar a esa gente y hablar con ella. Que habra podido entrar en ese edificio extrao y anticuado y ver lo que ya no podra ver, lo que haba justo al otro lado de la puerta.

    Pero ese prodigio es incluso ms intenso con las vistas estereoscpicas. El par de fotografas prcticamente idnticas, aunque no del todo, montadas una a cada lado de la rgida cartulina, producen un milagroso efecto de profundidad al contemplarlas a travs del visor... Para m nunca ha sido un misterio que en otro tiempo todo el mundo enloqueciera por ellas, pues las buenas fotografas, las realmente difanas, eran casi reales. Bastaba insertar una foto, deslizara hasta que se enfocaba, y de repente la antigua escena saltaba delante de uno, sorprendentemente tridimensional. La admiracin que esto despertaba en m era realmente intensa, pues entonces poda ver el instante paralizado, hasta el punto de que, si lo miraba con atencin, era como si la vida atrapada all tuviera que proseguir. Como si los cascos que el caballo levantaba en el aire, tan sorprendentemente ntidos contra el fondo, tuvieran que descender de nuevo hasta tocar la slida superficie del suelo; como si las ruedas del carruaje fueran a rodar otra vez, la chica a acercarse caminando, o el hombre a abandonar la escena. La sensacin de que la inasequible realidad del momento desaparecido poda atraparse de algn modo de que si segua mirando lo bastante conseguira detectar ese primer movimiento casi imperceptible era la respuesta a la pregunta que Katie me haba formulado en ms de una ocasin: Cmo puedes estar sentado ah tanto tiempo, sin apenas moverte, mirando sin cesar la misma fotogra-fa? Por eso me gustaba la tienda, porque en ella haba cosas como las vistas estereoscpicas, y tambin porque gracias a ella haba conocido a Katie, la nica vez en la vida en que haba logrado reunir el valor suficiente para actuar como lo hice.

    Yo estaba trabajando en un anuncio y necesitaba dibujar una antigua lmpara de mesa, y al pasar por delante de la tienda de Katie me detuve a mirar el escaparate justo cuando ella sacaba algo de all. La mir fijamente. Era una joven hermosa, de esas que tienen una abundante cabellera cobriza a la que poco le falta para ser pelirroja, cutis ligeramente pecoso y los ojos castaos que suelen acompaarlo. Pero fue su rostro lo que me cautiv; me refiero a su aspecto, a su expresin... Una de esas caras que nada ms verla se sabe que pertenece a una persona extremadamente encantadora. As de sencillo. Me gust al instante, tanto el ser humano como la muchacha de aspecto encantador. Y estoy seguro de que fue por eso que cuando me mir tuve el valor incluso antes de recordar que yo careca de l de llevarme los dedos los labios y lanzarle un beso a travs del cristal, a la vez que bizqueaba. Katie sonri y, antes de que ese valor tan poco habitual me abandonara, entr en la tienda con la esperanza de que se me ocurriese algo. Y as fue. Le dije que andaba buscando otro sombrero de Napolen, pues me haban arrebatado el que tena. Ella volvi a sonrer, lo cual demostraba su grado de amabilidad, y empezamos a hablar. Dado que en aquel momento no poda acompaarme a tomar una taza de caf, regres al da siguiente y salimos a cenar.

    Estos recuerdos concluyeron al bajar Katie de su apartamento, que se encontraba encima de la tienda. Luca una gabardina corta de lona marrn y un pauelo amarillo en la cabeza; una maravillosa combinacin de colores. Luego me entreg las llaves del coche y me pidi que condujera, pues saba que me

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    encantaba hacerlo cuando se trataba del MG. Haca un da esplndido, y a ltima hora de la tarde yo conduca por una

    pequea carretera rural que haba descubierto, un camino de tierra, con granjas a los lados, de vez en cuando un murete de piedras, y muchos rboles, algunos de los cuales todava conservaban su follaje otoal. Yo no iba a ms de treinta y cinco kilmetros por hora, conduca perezosamente, con una mano en el volante, casi sin pensar en nada. Durante el da me haba acordado varias veces de Rube Prien y estaba ansioso por hablar de l con Katie. Pero como no lograba recordar si le haba prometido que no mencionara nuestra conversacin, no dije nada.

    El tiempo todava era bastante clido, y a ltima hora de la tarde an haba mucho sol, de modo que Katie se quit el pauelo, ech la cabeza hacia atrs y sacudi la frondosa cabellera, realmente cobriza bajo la luz sesgada del sol, que luego se ahuec por detrs en una fantstica combinacin de gestos femeninos. La mir y sonre. Ella me devolvi la sonrisa mientras alisaba el pauelo en su regazo, encima de una falda de tweed color verde. Sin dejar de mirarme, se acerc a m con un gesto agradable y halagador. Sujet entonces el pauelo por las dos esquinas, tir de l con las manos y lo levant justo por encima del parabrisas, de modo que el aire lo sacudi, tensndolo a partir de los extremos por donde ella lo sujetaba. A continuacin lo desplaz por encima de mi cabeza, y entonces, con un gesto rpido como una exhalacin baj las dos esquinas por delante de mi cara, justo debajo de la barbilla, y solt el pauelo. El viento lo adhiri de inmediato contra mi cara, como una segunda piel amarilla, y qued totalmente a ciegas. Incluso me costaba respirar, o al menos eso pens, de modo que dej escapar un grito ahogado y por unos instantes un pnico irracional me domin.

    Intntenlo alguna vez... Conduzcan por una carretera con un maldito pauelo aplastado contra los ojos. No sabrn qu hacer, si seguir agarrados al volante mientras intentan conducir de memoria, frenando lo ms rpidamente posible y sin patinar hasta salirse de la carretera, o si seguir conduciendo mientras tratan de arrancarse el pauelo antes de que se apelotone sobre la cara.

    Intent ambas cosas. Con una mano todava en el volante, y procurando recordar dnde estaban los lmites de la carretera, agarr el pauelo con la otra, pero al hacerlo cog tambin un mechn de cabellos, de manera que el pauelo no se desprendi. Al frenar con excesiva brusquedad, not que la parte posterior del coche patinaba, y comprend que, si all las cunetas eran tan profundas como lo haban sido durante el trayecto, el MG forzosamente caera dentro de una. Trataba de arrancarme el pauelo de la cara, pero mis dedos slo conseguan resbalar sobre la escurridiza tela de nailon. Luego nos detuvimos, el motor se cal, y el coche gir a medias, rozando el arcn con las ruedas traseras. Cuando por fin consegu apartar de mi cara el pauelo, vi que Katie, apoyada contra la portezuela de su lado, tenda el brazo flccidamente hacia m y me sealaba con el dedo, casi a punto de desternillarse de risa.

    En cuanto recuper la visin, examin la carretera tanto delante como detrs, y observ que no haba nadie en ninguna de las dos direcciones. De lo contrario, Katie no habra hecho lo que hizo. Adems, las cunetas laterales eran tan poco profundas all que resultaban casi inexistentes, aparte de que no haba agua en ellas.

    Fantstico dije. Absolutamente maravilloso. Tenemos que repetirlo! En la alameda, cuando regresemos esta noche.

    Oh, Dios, qu cmico estabas! exclam, casi sin aliento. Estabas tan divertido!

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    Sonre, complacido con aquella alocada muchacha, y en ese instante, as como durante el resto del fin de semana, el misterioso proyecto de Rube Prien no tuvo conmigo la menor posibilidad.

    No voy a explicar aqu todo lo referente a Katie y a m. He ledo narraciones de esta clase, completamente explcitas y detalladas, en las que no se omita nada, y cuando han sido buenas, las he disfrutado. En ellas, incluso he aprendido algo sobre la gente, a veces, casi tanto como en las experiencias reales, lo cual es realmente positivo. Pero mi forma de ser es distinta, sencillamente. No me gus-tara revelarlo todo sobre m mismo, y, adems, no podra. Me gusta leer estos relatos, pero no me gustara escribirlos. En mi caso no hay nada extraordinario que ocultar. De modo que, si de vez en cuando consiguen leer entre lneas, es posible que acierten, o tal vez no. Como quiera que sea, todo cuanto podra contar acerca de Katie y de m no es lo que me interesa describir en estas pginas.

    No creo que durante aquel fin de semana pensara gran cosa en Rube o en la propuesta que me haba hecho. Sin embargo, a las dos y media de la tarde del lunes termin con el ltimo de los dibujos del jabn ms adorable, entr en el despacho de Frank Dapp, los deposit sobre su mesa, y cuando me dispona a dar media vuelta para salir, permanec all delante de l, abr la boca y me escuch dar la noticia. Le dije que haba ahorrado algn dinero y que antes de que fuera demasiado tarde iba a tomarme un tiempo para comprobar si era capaz de hacerme un nombre en el mundo del arte. Era mentira, aunque debo admitir que haba pensado en ello a menudo.

    Quieres dedicarte a pintar? pregunt Frank, retrepndose en su silln. No. La pintura es excesivamente abstracta hoy en da. Ests en contra de la pintura abstracta? No. La verdad es que soy una especie de admirador de Mondrian, aunque

    pienso que su pintura lo condujo a un callejn sin salida. Pero mi talento, si es que tengo alguno, se halla en lo figurativo. As que pienso dedicarme al dibujo.

    Frank asinti con expresin nostlgica. Era lo que l hubiese querido hacer, pero tena dos hijos en el instituto, y pronto iran a la universidad. Contest que si tena prisa por marcharme, podra hacerlo en cuanto hubiese concluido los trabajos que tena empezados; que antes de que me fuera quera invitarme a una copa y desearme buena suerte. Le di las gracias, no sin sentirme despreciable por semejante mentira, y a continuacin cog el ascensor hasta el vestbulo del edificio y las cabinas de telfonos. All marqu el nmero que Rube me haba dado.

    Pas un buen rato antes de que se pusiera al telfono. Tuve que hablar con dos personas, primero una mujer, luego un hombre, y despus esperar todava ms de dos minutos. La operadora intervino para que pusiera ms monedas. Finalmente, cuando Rube contest, anunci:

    Telefoneo para decirte que, si hago esto, tendr que informar a Katherine de lo que ocurre.

    Se produjo un largo silencio. Bueno dijo al fin, no podrs explicarle gran cosa mientras no estemos

    seguros de que sirves como candidato. Si resultara que no eres adecuado, te agradeceramos las molestias y, en ese caso, no creo que tuvieras que explicarle nada. De acuerdo en esto?

    De acuerdo. Si llegaras a formar parte del proyecto, a conocer lo que estamos haciendo...

    Titube. En fin, maldita sea, si crees que debes decrselo, supongo que no quedar ms remedio. Tenemos a dos tipos que estn casados, y sus esposas lo

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    saben. Les hemos hecho jurar que guardaran el secreto, y confiamos en que lo hagan. Eso es todo.

    De acuerdo, pero qu ocurrira, Rube, si ella hablara? O si lo hiciera yo? Slo por curiosidad.

    Un tipo vestido con malla negra bajara por tu chimenea y te disparara un silencioso dardo paralizador. Luego te introduciramos en un enorme bloque de plstico transparente hasta el ao 2001. No ocurrira nada, por el amor de Dios! Crees que la CA iba a matarte, o algo por el estilo? Todo cuanto se nos permite hacer es reclutar personas en quienes poder confiar. Adems, ya hemos visto a Katherine, sabes? La hemos investigado, muy discretamente y todo lo dems. De vosotros dos, es ella quien mayor confianza me merece... Debo entender con eso que has decidido unirte a nosotros?

    Sent el impulso de titubear, pero lo desech. S. De acuerdo. El primer da que puedas, presntate alrededor de las nueve de

    la maana en esta direccin... Y fue as como tres das ms tarde, el jueves por la maana, poco despus de

    las nueve y demasiado nervioso para coger un taxi, iba yo andando bajo la lluvia dado que el buen tiempo haba concluido en busca de la direccin que Rube me haba dado. Me senta cada vez ms confuso. Aqulla era una zona de la parte alta del West Side, llena de pequeas fbricas, garajes, tiendas al por mayor y talleres de encuadernacin. Los coches estaban aparcados a los lados de la calle, con las ruedas de un costado sobre el bordillo. Las aceras se hallaban cubiertas de papeles mojados, pequeos envases de zumo de naranja estrujados y cristales rotos, y no haba peatones a la vista. A medida que comprobaba direcciones, avanzaba hacia el oeste, acercndome cada vez ms al ro. Pas por delante de BUZZ BANNISTER, fabricante de letreros de nen, un edificio de estuco blanco cubierto de suciedad y con las ventanas selladas con cajas de cartn. En el local de al lado estaba HNOS. FIORE, GNEROS AL POR MAYOR, con un candado en la puerta y una botella de vino rota sobre el portal. Detrs de una alambrada al otro lado de la calle, silenciosa y desierta bajo la lluvia, haba centenares de coches convertidos en cubos oxidados.

    Empezaba a preguntarme si me habran engaado, si Rube Prien sera... Qu cosa? Un actor, contratado tal vez para llevar a cabo una broma pesada? No me pareca probable, aunque el nmero que me haba dado, si es que exista, tena que estar en la manzana que tena ante m. No obstante, todo cuanto poda ver era que la manzana entera estaba ocupada por un gran edificio de seis plantas, de ladrillo oscurecido por el holln, coronado por una alcubilla de madera desgastada por el tiempo. Justo debajo del tejado, en una amplia franja de pintura blanca desteida, se lea: MUDANZAS Y GUARDAMUEBLES HNOS. BEEKEY, 555-8811. Por el aspecto de aquel letrero, habra asegurado que llevaba varios aos all.

    No haba ventanas en las paredes, salvo en la esquina que tena justo delante de m y en la pared de enfrente. En sta haba dos ventanales a nivel de la calle en los que rezaba, con letras de oro ya descascarilladas: HNOS. BEEKEY. En el pequeo despacho que haba tras los cristales, una muchacha permaneca sentada a un escritorio adosado al mostrador, tecleando en una mquina. Arriba, en la pared frente a m, un panel rectangular pintado sobre los ladrillos informaba: TRANSPORTE LOCAL Y DE LARGA DISTANCIA. ESPECIALISTAS EN GUARDAMUEBLES. AGENTES DE LA FEDERACIN DE TRANSPORTISTAS DE MUDANZAS. En la calle, varios pisos por debajo del panel, una furgoneta verde en cuyos costados pona

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    MUDANZAS Y GUARDAMUEBLES HNOS. BEEKEY, se hallaba aparcada en un lateral del edificio, frente a la reja metlica para entrada de camiones. Dos hombres vestidos con mono blanco estaban lanzando paquetes de mantas protectoras en la parte trasera de la furgoneta.

    No poda hacer otra cosa que seguir caminando hacia el edificio, pero tena la seguridad de que el nmero que figurase en la puerta de aquella oficina no sera el que Rube me haba facilitado. Y as fue. Segu andando. Durante lo que quedaba de manzana camin bajo la lluvia, siguiendo la pared de ladrillo curtida por el tiempo. Entre sta y la acera, sobre una estrecha franja de tierra batida, creca un seto ralo y descuidado, de medio metro de altura. En sus pequeas ramas haban quedado atrapados restos de cinta adhesiva, en la pared aparecan obscenidades escritas con aerosol, y me pregunt si tendra el valor necesario para pedirle a Frank que me readmitiera en la agencia.

    En la pared del edificio, casi al final de la manzana, apareci una puerta corriente de madera, con un viejo pomo de bronce y una placa circular en torno a la cerradura. La pintura gris estaba cuarteada y medio saltada en algunas zonas, dejando entrever la madera desnuda. La puerta pareca cerrada con llave. Pero en los hmedos ladrillos de encima, escrito con pintura blanca y tan desteido que apenas poda leerse, estaba el nmero que Rube me haba dado. Llam a la puerta con los nudillos, y el silencio que sigui slo fue roto por el murmullo que emita la ciudad un jueves por la maana y por la lluvia al golpear sobre los caps y los techos de los automviles aparcados detrs de m. No cre que fueran a contestar a mi llamada, ni que al otro lado de la puerta hubiera alguien para orla.

    Pero s haba alguien. El pomo chirri al girar, la puerta se abri y se asom un joven de cabello negro y mono blanco. Encima del bolsillo delantero, bordado en rojo, pona Don, y en una mano sostena un ejemplar de Sports Illustrated.

    Hola me salud. Entre. Vaya da ms asqueroso... Pas por su lado y entr. Mientras l cerraba la puerta, vi que en la espalda de

    su mono pona, con letras de molde rojas, HNOS. BEEKEY. Estbamos en un despacho sin ventanas de no ms de diez metros cuadrados,

    amueblado con un escritorio, un silln giratorio y un par de sillas de roble con la mayor parte del barniz descascarillado. La luz provena de unos fluorescentes, y en una pared colgaban un calendario de los Hermanos Beekey y unas cuantas fotografas de obreros sonrientes posando frente a los camiones de la empresa.

    S? pregunt el joven del mono, al tiempo que se sentaba detrs de su escritorio. En qu puedo servirle? Mudanzas? Guardamuebles?

    Contest que quera ver a Rube Prien, esperando que l me mirara sin entender. Pero me pregunt mi nombre, luego marc un nmero de telfono y, con la barbilla, me seal un par de ganchos en la pared.

    Cuelgue ah su sombrero y el abrigo dijo, luego, al telfono, aadi: El seor Morley, para el seor Prien. Escuch por un instante. De acuerdo. Colg el auricular y me mir. Bajar dentro de un minuto... Haga como si estuviera en su casa. Dicho esto, se retrep en su silln y empez a leer la revista.

    Me sent, tratando de intuir qu pasara a continuacin, pero como no se me ocurri nada, me puse a examinar las fotografas enmarcadas. Una de ellas, en la que con tinta blanca haban escrito La Pandilla, 1921, mostraba un camin de Beekey, un viejo Mack de los que utilizaban ruedas con radios de metal y slidos neumticos de goma. La mitad de los obreros lucan enormes bigotes.

    O un chasquido procedente de la puerta embutida en la pared que tena a mi

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    derecha. Volv la cabeza y cuando aqulla se abri me di cuenta de que careca de manilla en el lado donde yo me encontraba. Rube sujetaba con el pie la puerta abierta a sus espaldas. Llevaba unos vaqueros gastados y limpios y una camisa blanca de manga corta, con el cuello abierto. Sus brazos estaban cubiertos de vello rojizo y eran tan gruesos como mis bceps, y ms musculosos.

    Bueno, veo que nos has encontrado. Me tendi la mano. Bienvenido, Si. Me alegro de verte.

    Gracias. S, he encontrado el sitio. A pesar del camuflaje... Oh, en realidad no nos hemos camuflado. Me hizo seas de que entrase,

    luego solt la puerta para que se cerrara a nuestras espaldas y, al producir sta un golpe amortiguado, advert que slo estaba pintada como si fuera de metal.

    Nos hallbamos en un pequeo pasillo con el suelo de cemento, escasamente iluminado por una bombilla desnuda que colgaba del techo dentro de una jaula de alambre. Frente a nosotros haba dos puertas de ascensor, esmaltadas de color verde. Rube se adelant para pulsar el botn, y dijo:

    La verdad es que el edificio est igual que aos atrs. Por fuera. Hasta hace unos diez meses sta era una empresa familiar de mudanzas y almacenaje. La compramos y seguimos realizando ciertas tareas de mudanzas, y un poco de almacenaje en una seccin aislada del edificio. Para mantener las apariencias. Las puertas del ascensor se abrieron, entramos en l y Rube puls el 6. El otro bo-tn visible corresponda al 1. Los dems estaban anulados mediante una sucia cinta adhesiva. A los empleados ms antiguos se los jubil. Los dems fueron sustituidos gradualmente por nuestra gente. Cuando me contrataron, la verdad es que trabaj como mozo de mudanzas durante un mes. Poco falt para que el maldito trabajo me matara. Rube sonri, con aquella sonrisa tan sincera que obligaba a corresponder. Ahora nuestros presupuestos tienden a ser un poco caros. No mucho, slo un poco; de modo que los negocios suelen ir a parar a un competidor. Aunque damos la sensacin de estar ocupados como siempre. Incluso hemos aadido nuevos camiones. Hemos sacado de aqu gran cantidad de material con nuestros propios vehculos. El edificio entero, de hecho. E imagino que habremos trado otra clase de cosas.

    Las puertas verdes se abrieron y salimos a una planta de oficinas. Ola a nuevo y pareca una planta de oficinas como cualquier otra: lustrosos pasillos de baldosas de vinilo bajo una ristra de claraboyas, paredes pintadas de color beige con flechas negras sealando los distintos grupos de despachos, mangueras de extintores enrolladas detrs de unos cristales, de vez en cuando alguna fuente de agua potable, cierto nmero de puertas empotradas y, al lado de cada una, pegadas en la pared, etiquetas de plstico negras con un nombre escrito en blanco. Al fondo, al doblar por otro pasillo, vi que una chica con blusa blanca y falda negra avanzaba hacia nosotros con una pila de papeles en los brazos. Antes de que consiguiese distinguir su rostro, entr en un despacho. A medida que pasaba por delante de las puertas yo iba mirando las etiquetas de plstico, por si me daban alguna pista. Pero no eran ms que nombres sin significado alguno: W. W. O'NEIL, V. ZAHLIAN, K. WEACH...

    Rube me seal la puerta que tenamos justo al frente, cuya etiqueta rezaba PERSONAL.

    Primero tenemos que pasar por aqu. Retencin de impuestos, Cruz Azul, seguros, etctera... Ni siquiera nosotros podemos obviarlo. Abri la puerta, me hizo seas de que entrara primero, y pasamos a una pequea antesala medio ocupada por un escritorio tras el cual una muchacha escriba a mquina. Rose,

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    ste es Simn Morley, un nuevo colaborador. Si, Rose Macabee. Nos saludamos y luego Rube pregunt: Cunto vas a necesitarlo, Rose? Media hora?

    Ella contest que veinticinco minutos. Rube dijo que volvera entonces y se march.

    Haga el favor de pasar ah dentro, seor Morley. La muchacha abri la puerta y me hizo entrar en un despacho corriente, sin ventanas y prcticamente sin muebles, iluminado por una gran claraboya. Tome asiento, por favor. Me acerqu a una mesa escritorio y me sent en la butaca giratoria que haba delante. Los formularios tienen que estar ah. La joven abri un cajn y sac un pequeo manojo de seis u ocho impresos de diferente color y tamao, unidos con un clip. Sac el clip y extendi los impresos bajo la lmpara de mesa, al tiempo que encenda sta con la otra mano. Estn todos. Rellene nicamente los espacios en blanco, seor Morley. Conteste primero a ste ms largo. Aqu tiene un bolgrafo. Me lo dio. No debera llevarle mucho tiempo. Llmeme si tiene alguna duda. Seal una mesita que haba al lado de la butaca que yo ocupaba, del tamao justo para el telfono blanco que haba encima. Luego sonri y sali, cerrando la puerta detrs de s.

    Por un instante permanec con el bolgrafo en la mano, mirando alrededor. En la pared de enfrente haba un archivador de color verde, y en la que tena detrs, un espejo. En la de la derecha, junto a la puerta, haba un pequeo cuadro enmarcado: una acuarela de un puente techado, en absoluto desdeable, si bien bastante tpica. Eso era todo lo que haba por ver, de modo que baj la vista hacia los impresos desparramados bajo la lmpara de mesa. Eran formularios para la retencin de impuestos, hospitalizacin y cosas por el estilo. Cog el ms extenso, encabezado con la leyenda Hoja de Datos de Personal, y empec a rellenarlo. En el primer espacio en blanco escrib mi nombre, lugar de nacimiento (Gary, Indiana), fecha de nacimiento (11 de marzo de 1942), al tiempo que me preguntaba si alguien leera alguna vez esos datos. De pronto, el telfono que haba sobre la mesita comenz a sonar. Hice girar mi silln, descolgu, y... un escalofro recorri mi espalda, porque el telfono era de color verde. Tena que ser blanco, de eso estaba seguro, pero ahora era verde.

    Dgame? El seor Prien ha venido a buscarle, seor Morley. Ha terminado ya? Terminado? Pero si acabo de empezar. Hubo una breve pausa. Acaba de empezar? Seor Morley, lleva usted... Se produjo otra pausa,

    como si la joven estuviera consultando la hora. Lleva usted ms de veinte minutos ah. Advert cierta contrariedad reprimida en su voz. Bien, haga el favor de concluir lo ms rpidamente posible, seor Morley. El seor Prien ha concertado una entrevista con el director.

    La joven interrumpi la comunicacin y yo colgu lentamente el auricular. Cmo era posible que me hubiese dejado arrastrar a una ensoacin de veinte minutos? Me volv de nuevo hacia el impreso que estaba rellenando y el pnico que se apoder de m me hizo dar un respingo, con lo cual la butaca sali rodando hacia atrs hasta chocar contra la pared. En los espacios en blanco que haba debajo de mi nombre y del lugar y fecha de nacimiento aparecan escritos el nombre de mi padre (Earl Gavin Morley), su lugar y fecha de nacimiento (Muncie, Indiana, 1908), el apellido de mi madre (Strong), mis aficiones (dibujo y fotografa) y mi historial completo de empleos, empezando por Neff & Carter, en Buffalo. Los datos que aparecan en los dems impresos tambin estaban completos. Todos, al

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    igual que el primero, con mi inconfundible letra. Era imposible que yo hubiese hecho todo aquello sin darme cuenta, pero all estaba. No era posible que hubieran transcurrido veinte minutos, pero deba de ser as. Y el telfono blanco volv de nuevo la mirada hacia l segua siendo verde. El vello de la nuca se me erizaba y el miedo hizo que sintiese un nudo en el estmago.

    Luego todo se calm. Yo no haba rellenado aquellos impresos, de eso estaba seguro. No llevaba en la habitacin ms de tres o cuatro minutos, como mximo, y de eso tambin estaba seguro. Mientras meditaba acerca de lo ocurrido, entorn los ojos y repar en la acuarela que haba en la pared, a la derecha. El puente techado haba desaparecido y en su lugar ahora haba una montaa cubierta de abetos con las copas nevadas. Solt una carcajada y el miedo desapareci de inmediato. En ese instante la puerta se abri y entr Rube Prien.

    Has acabado ya? Qu es lo que pasa? Rube, qu diablos crees que ests haciendo? pregunt con una sonrisa

    mientras se acercaba al escritorio. Por qu debo suponer que llevo aqu veinte minutos?

    Porque es as. Y el cuadro de la pared? Lo seal con la barbilla. Ha cambiado el

    puente por la montaa? El cuadro? Rube estaba de pie ante el escritorio, y se volvi intrigado

    hacia la acuarela. Siempre ha habido una montaa. Y el telfono siempre ha sido verde? Volvi la mirada hacia el aparato. S, supongo. Que yo recuerde... Sacud lentamente la cabeza, sin dejar de sonrer. Es intil, Rube. Como mximo llevo cinco minutos aqu dentro. Seal los

    documentos que haba encima del escritorio. Y nunca he rellenado estos impresos, por mucho que sta parezca mi letra.

    Por unos segundos, Rube me mir fijamente, con un brillo de preocupacin en sus ojos.

    Supongamos que te juro que lo has hecho, Si... Que has estado aqu poco menos de veinticinco minutos.

    Mentiras. Supongamos que Rose tambin lo jura. Me limit a negar con la cabeza. Luego, de pronto, me agach junto a la mesita

    lateral y mir debajo. All colgaba el telfono blanco, en su sitio, con el auricular sujeto mediante una ancha abrazadera de cobre en forma de U clavada en los laterales de la parte inferior de la mesita. Junto a l haba una cajita metlica de la cual salan dos cables que bajaban por el lado interno de la pata de la mesa. Apret el tablero de la mesa cerca del borde y un panel de complicado diseo gir sobre s mismo, dejando a la vista el telfono blanco a la vez que el telfono verde se deslizaba bajo la abrazadera de cobre. Cuando alc la mirada, Rube sonrea, y por encima del hombro hizo una seal hacia la puerta del despacho que haba a sus espaldas.

    Un hombre en mangas de camisa estaba de pie en el vano de la puerta. Era joven, de cabello oscuro y bigote fino cuidadosamente recortado; me miraba complacido.

    El doctor Oscar Rossoff lo present Rube mientras se acercaba. Simn Morley.

    Nos saludamos, luego l tendi la mano hacia m. Y cuando tend la ma por

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    encima del escritorio, no la estrech, sino que me cogi la mueca entre el pulgar y los dems dedos.

    Pulso casi normal... Bajando rpidamente dijo al cabo de unos instantes. Bien. Me solt la mano, al tiempo que sonrea alegremente. Cmo lo ha averiguado? Qu le ha dado la pista?

    Rose nos miraba desde el umbral, sonriendo. Nada, slo que era imposible. Saba, sencillamente que no haba rellenado

    esos impresos. Que no llevaba aqu veinte minutos. Seal el cuadro y no pude evitar sonrer. Y que, minutos antes, esta horrible montaa era un puente.

    Siguiendo su propio instinto murmur Rossoff antes de que yo pudiera concluir. Esto est bien dijo dirigindose a Rube, una excelente reaccin. De nuevo se volvi hacia m. Puede que a usted le parezca extraordinario, pero le aseguro que mucha gente reacciona de manera distinta. Hubo un hombre que sali corriendo por esa puerta. Tuvimos que detenerlo en el vestbulo y explicrselo.

    Bien, estupendo. Me alegro de haber pasado la prueba. Trat de no exteriorizarlo, pero me senta como un muchacho que acabara de aprobar las matemticas. Sin embargo, cul era la intencin? Y cmo lo han hecho?

    Ya conocamos tus datos explic Rube. Un experto falsificador necesit cuatro horas para rellenar estos documentos con tinta qumica. Todos los espacios en blanco exceptuando los tres primeros del impreso ms general. Estos los dejamos para ti. Hay una pequea bombilla de rayos infrarrojos en la lmpara del escritorio, la cual hace que varios segundos despus de que la enciendan la tinta se haga visible. Rose vigila a travs del espejo que hay detrs de ti, desde un pasillo que conduce a su despacho. Apenas ve que has rellenado los tres primeros espacios, te telefonea por una extensin y conecta la lmpara de infrarrojos. Mientras hablas por telfono y dejas de mirar los impresos, voila!, los espacios en blanco se rellenan.

    Y el cuadro? Rube se encogi de hombros. Un agujero en la pared detrs del marco y el cristal. Mientras el candidato

    est escribiendo, yo saco el puente y meto la montaa. Bueno, no hay duda de que sorprendera al ms pintado, pero cul es la

    intencin? Comprobar cmo reaccionan ustedes cuando ocurre algo imposible

    replic el doctor Rossoff. Algunos no logran entenderlo. Personas que cuentan con que las cosas son lo que deben ser y que se comportan como siempre lo han hecho. Cuando de pronto no es as, pierden la cabeza, porque son incapaces de so-portarlo... En ese mismo escritorio es donde fracasan. Don, el chico de abajo, fue uno de ellos. Tuvimos que administrarle un calmante incluso despus de que supiera qu haba ocurrido. Pero usted se ha dejado guiar desde dentro, no desde fuera. Usted sabe lo que sabe... Ahora venga a mi despacho y tomaremos un caf. Una copa, si lo prefiere. Se la ha ganado.

    Para ir al despacho de Rossoff debamos volver al pasillo que Rube y yo ya habamos recorrido, luego se doblaba una esquina y se entraba por una puerta que anunciaba ENFERMERA. Cuando Rossoff la empuj para que Rube y yo entrramos, me record a un hospital, y me di cuenta de que la puerta era ms ancha que la mayora. Entramos en una sala grande, iluminada nicamente por la luz que se filtraba a travs de una claraboya. En la sala haba un escritorio, una hilera de sillones de mimbre a lo largo de una pared, un fluoroscopio, un grfico para

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    comprobar el grado de visin, y lo que intu deba de ser una mquina de rayos X porttil.

    A partir de ahora no habr ms trucos, Si dijo Rube. Te lo prometo. se ha sido el primero y el nico.

    No me importa. En un lateral de la gran sala que cruzbamos haba otras habitaciones, stas

    iluminadas. O que en una de ellas conversaban amigablemente. En otra vi a un hombre que llevaba una bata blanca de hospital, tena un pie escayolado y estaba sentado en una camilla, leyendo un ejemplar del Reader's Digest.

    Entramos en una salita de recepcin, donde una enfermera de uniforme blanco se hallaba de pie ante un archivador, revisando las carpetas del cajn superior, que tena abierto. Sujetaba un bolgrafo entre los dientes, y sonri lo mejor que pudo. Al pasar, Rube fingi que iba a darle un azote en el trasero, y ella fingi creerlo, girando para apartarse. Era una mujer robusta, de aspecto sano y buen carcter, hacia el final de la treintena, con el cabello muy canoso.

    Azcar? Leche? pregunt Rossoff, ya en su despacho, mientras se acercaba a una mesita baja, encima de la cual haba una jarra transparente de caf sobre una placa elctrica. Confo en que no le apetezcan, porque no tenemos ninguna de las dos cosas.

    Creo que lo tomar solo dijo Rube, sentndose en un silln tapizado de tela. Y t, Si?

    Me va bien solo... Me instal en una butaca de piel color verde y mir alrededor. Era una habitacin grande y rectangular, sin ventanas, pero iluminada por luz natural a travs de dos enormes claraboyas. La estancia me gust y me sent cmodo en ella. Estaba enmoquetada de gris y las paredes empapeladas con un alegre estampado rojo y verde. A un lado, el escritorio del doctor estaba cubierto de libros y papeles en completo desorden. En el otro, una serie de estantes repletos de libros ocupaban la pared del suelo hasta el techo. Al tenderme la taza de caf, Rossoff advirti que los miraba.

    Vaya y eche un vistazo dijo. Me levant y me acerqu, al tiempo que tomaba un sorbo del caf, que no era

    excesivamente malo. Haba esperado que los libros fueran de medicina, y muchos lo eran, pero

    unos dos metros o dos metros y medio de la librera estaban ocupados por obras de Historia: libros de texto universitarios, libros de consulta, biografas, toda clase de tomos pertenecientes a cada perodo, pas o personaje histrico imaginable. Y deba de haber unas doscientas novelas, muchas de ellas muy antiguas a juzgar por la encuadernacin. Ninguno de aquellos ttulos me resultaba familiar. Al regresar a mi silln, mientras segua sorbiendo el caf, ech un rpido vistazo a los diplomas enmarcados, al ttulo emitido por el estado de Nueva York y a las fotografas que cubran casi la pared por encima del enorme sof, tapizado tambin de cuero verde. Vi que Rossoff haba estudiado Medicina y Psicologa en la Universidad John Hopkins, as como que tena una esposa de aspecto risueo, dos hijas en edad escolar y un perro basset.

    Todos mos, en especial el perro dijo al advertir que miraba las fotografas.

    Mientras tombamos el caf, hablamos durante unos cinco minutos de vaguedades, sobre todo de los Giants de San Francisco y del plan de Rossoff para obligarlos a regresar a Nueva York, consistente en secuestrar a Willie Mays. Luego Rube deposit su taza en la mesita que tena al lado y se levant.

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    Gracias, Oscar, el caf era espantoso. Si, regresar cuando el doctor acabe contigo. Luego iremos a ver al director.

    Rube se march. Rossoff me pregunt si quera ms caf y yo contest que no. Bien, pues. Suspir. Dentro de unos instantes deber someterlo a ciertas

    pruebas. Estoy convencido de que encontrar la mayor parte de ellas familiar. Le pedir que examine unas cuantas manchas de Rorschach y me diga qu asquerosidades le recuerdan; esa clase de cosas... Si lo hace usted bien, tal vez querramos averiguar hasta qu punto sabe mentir. Quiz le pida que, sin previo aviso, se comporte como alguien determinado; un abogado, por ejemplo. Que aguante el interrogatorio de tres o cuatro personas que aparentemente sospechen de su impostura. O que niegue que es usted dibujante, o que nunca haya estado en Nueva York, mientras charla animadamente con varios desconocidos, todos los cuales tratarn de ponerlo en evidencia. Pero primero tendr que hacer otra cosa... Por cierto, se le ha ocurrido pensar que tal vez estemos todos locos, y que ha entrado en un enorme manicomio?

    Es por eso que me he unido a ustedes. Perfecto, sin duda es usted el tipo que necesitamos... Me gustaba Rossoff:

    si pretenda tranquilizarme, estaba consiguindolo. Lo han hipnotizado alguna vez, por algn motivo?

    No, nunca. Tiene algo en contra de que lo hipnoticen? pregunt. Confo en que

    no... se apresur a aadir. Esto es muy importante, y antes que nada debemos tener la seguridad de que podemos hipnotizarlo. Hay gente a la que no se puede, como sin duda sabr... La nica forma de averiguarlo es intentndolo.

    Vacil, luego me encog de hombros. Bueno, supongo que si lo hace alguien competente... Yo lo soy, y ser quien lo haga. Si usted est de acuerdo. Lo estoy. Si he llegado hasta aqu, carecera de sentido permitir que esto me

    detuviera. Rossoff se levant, se acerc a su escritorio y cogi un lpiz de color amarillo.

    Luego volvi a sentarse y aproxim su silln al mo, hasta que quedamos sentados el uno frente al otro, a slo un metro de distancia.

    Vamos a utilizar un objeto dijo, sosteniendo verticalmente el lpiz por la punta, frente a m. Esto servir tan bien como cualquier otra cosa. No tiene que ser forzosamente algo brillante... Limtese a mirarlo, por favor. No hace falta que lo haga intensamente. Y si quiere parpadear o desviar los ojos, hgalo. Lo nico que importa es que, si se pone tenso y se resiste, no lograr hipnotizarlo. Necesito su consentimiento en algo ms que meras palabras; necesito que consienta mentalmente. En su interior. Por completo. Todo el rato. No luche contra ello. No se resista... Est usted totalmente cmodo? Limtese a asentir si lo est. Asent. Perfecto... Si nota cualquier resistencia en su mente, no le haga caso. Basta con que permanezca sentado observando cmo se disuelve, luego deje que se escurra. Por cierto, relaje los msculos... Quiero que se sienta absolutamente cmodo. Relaje incluso la mandbula, deje que su boca se abra ligeramente y que sus ojos se desenfoquen. Creo que ya lo nota un poco. Es usted inteligente y perceptivo, y pienso que acepta esto muy bien. En verdad que lo acepta muy bien... Resulta bastante agradable, verdad? Y no hay nada por lo que deba preocuparse. De vez en cuando practico la autohipnosis, algo que puede hacerse con facilidad y que usted tambin aprender... Cuatro o cinco minutos de autohipnosis, lo cual significa abrir la mente a la sugestin, a las propias sugeren-

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    cias, puede resultar maravillosamente estimulante. Con ella consigo que la jaqueca producida por la tensin desaparezca; nunca tomo aspirinas... Dira que percibe ya lo relajante que es esto. No es una forma muy agradable de descansar? Mejor que una copa, mejor que un combinado... Baj el lpiz. Voy a decirle cuan maravillosamente relajado est en realidad... Observe su brazo derecho, que descansa sobre el brazo del silln. Est completamente relajado, ms de lo que lo ha estado jams, incluso ms que cuando est dormido. Tanto, que no puede levantarlo. Los msculos se niegan a moverse. Lo comprobar cuando yo cuente hasta tres. Intente levantarlo cuando yo diga tres. Ver como no puede... Uno. Dos. Tres.

    Intent mover el brazo, sin xito. Lo mir fijamente, acercando la cabeza, luchando mentalmente para moverlo. Pero permaneci absolutamente quieto; ante mi silencioso requerimiento, no se movi ms de lo que lo habra hecho el escritorio del doctor.

    Bien, no debe preocuparse en absoluto me tranquiliz Rossoff. Se ha sometido voluntariamente a mi sugestin hipntica, y lo ha hecho muy bien. Ahora hablar con usted durante unos pocos minutos. Por cierto, es usted libre de mover el brazo cuando quiera.

    Levant el brazo, lo flexion y comenc a cerrar y abrir los dedos como si se hubiese dormido. Luego me recost en la suave piel del silln, ms cmodo y satisfecho de lo que recordaba haberme sentido nunca.

    En cierto modo continu Rossoff, la mente est compartimentada. Distintas partes del cerebro desempean distintas funciones. Si se le eliminara una determinada parte del cerebro, debido a un accidente, pongamos por caso, y perdiera usted la habilidad del habla, podra aprender de nuevo entrenando otra parte del cerebro. Y lo mismo podramos afirmar del recuerdo, si fuera preciso. A los recuerdos tambin se los puede aislar. Enterrarlos como si nunca hubiesen existido. Cuando esto ocurre de manera generalizada, lo llamamos amnesia. Ahora mismo proceder a desconectar una pequea parte de su memoria. Cuando d un golpecito con este lpiz sobre el brazo de mi silln, usted olvidar el nombre del hombre que lo trajo hasta aqu. Por el momento desaparecer de su memoria, le resultar tan imposible de recordar como si nunca lo hubiese conocido. Dio un golpe con el lpiz en el brazo de cuero de su silln; el ruido fue casi inaudible, pero aun as lo percib. Recuerda al hombre que contact con usted y lo indujo a venir aqu, verdad? El que acaba de tomar caf con nosotros. Puede recordar su cara?

    S. Por cierto, cmo iba vestido? Vaqueros desteidos, camisa blanca de manga corta, mocasines marrones. Sera capaz de hacer un dibujo de su cara? Por supuesto. Muy bien, dgame cul es su nombre. Nada acudi a mi mente. Reflexion. Repas mentalmente una lista de

    nombres: Smith, Jones, apellidos de gente a la que conoca o a la que haba conocido, nombres que haba ledo o de los que me haban hablado. No haba ninguno que significara nada para m; sencillamente, haba olvidado su nombre.

    Entiende por qu no puede acordarse, que se halla usted bajo los efectos de la sugestin hipntica?

    S, lo s. Bien, veamos si es capaz de romperla. Haga todo lo posible. Usted conoce el

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    nombre de ese hombre, lo ha utilizado y lo ha escuchado varias veces hoy. Vamos, intntelo. Cmo se llama?

    Cerr los ojos, esforzndome. Busqu en el fondo de mi mente, trat de encontrar all ese nombre, pero no hubo forma de hallarlo. Era como si me parasen en la calle y me preguntaran el nombre de un desconocido.

    Cuando vuelva a golpear con el lpiz el brazo del silln, lo recordar. Despus de golpear el cuero con el lpiz, insisti: Cul es su nombre?

    Ruben Prien. Exacto. Cuando d una palmada, saldr usted de la hipnosis por completo.

    No quedar ningn resto, ningn vestigio. Toda la sugestin hipntica habr desaparecido. Dio una palmada, no muy fuerte, aunque produjo un ruido seco y hueco. Se encuentra bien?

    S, perfectamente. Deje que me asegure. Cuando golpee con el lpiz sobre el brazo del silln se

    le olvidar mi nombre. Ser incapaz de recordarlo... De nuevo dio un golpecito con el lpiz. Bien, cmo me llamo?

    Alfred E. Neuman. Vamos, no bromee ahora con esto. Rossoff. Doctor Oscar Rossoff. Muy bien. Era slo una prueba y ya la ha pasado. Lo ha hecho muy bien, es

    usted un tipo de primera clase... Tuve esa corazonada. La prxima vez har que ladre como una foca y coma pescado crudo.

    Seguidamente examin las manchas del test de Rorschach e inform a Rossoff acerca de los pensamientos que stas provocaban en m. Estudi unos dibujos, los interpret y tambin realic algunos. A continuacin pas una prueba consistente en escoger entre cierto o falso. Complet algunas frases con las palabras que falta-ban. Habl sobre m mismo y contest a un interrogatorio. Con los ojos cubiertos con una venda, escog algunos objetos, describ su tamao y su forma, y a veces su utilidad.

    Ya basta dijo al final Rossoff. Es ms que suficiente. Por lo general suelo someter a la gente a pruebas durante das, en ocasiones una semana... Pero la verdad es que no estamos en absoluto seguros de que yo sea capaz de determinar los requisitos necesarios para llevar a cabo lo que probablemente sea algo imposible. Tengo una fuerte corazonada respecto a usted, de modo que no habr prueba que me haga cambiar de opinin. Por otro lado, todas lo confirman. Hasta donde soy capaz de intuirlo, usted es un candidato. De pronto se volvi hacia la puerta cerrada, con el odo atento. Se oy el rumor de la voz de un hombre, luego la risa de una mujer. Rube! grit, aparta tus manos de Alice y ven ac!

    La puerta se abri y entr un hombre ya maduro, muy alto y delgado. Rossoff se puso bruscamente de pie.

    No soy Rube mascull el recin llegado, y no meta mano a Alice, lamento decirlo.

    Era al revs explic la enfermera, asomndose al despacho para coger el tirador de la puerta. Luego, sonriendo, la cerr.

    Rossoff hizo las presentaciones. El recin llegado era el doctor E. E. Danziger, director del proyecto. Nos dimos la mano; la de l, grande y peluda, con venas prominentes, era tan enorme que abarc la ma. Me mir con ojos vivaces, interesados, ansiosos por saberlo todo acerca de m.

    Qu tal van las pruebas? pregunt como a borbotones, y mientras Rossoff se lo explicaba aprovech la ocasin para estudiarlo.

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    Se trataba de un hombre al que bastaba haberlo visto una vez para reconocerlo. Deba de tener entre sesenta y cinco y sesenta y seis aos, pens, a juzgar por las arrugas que surcaban su frente y sus mejillas. Las de stas formaban una serie de tres parntesis, que empezaban en las comisuras de la boca y se extendan hasta los pmulos, ensanchndose y hacindose ms profundas cuando sonrea. Era calvo, de tez bronceada, con pecas en la parte superior del crneo. El cabello de los lados todava era negro, o tal vez lo llevase teido. Deba de medir un metro noventa, tal vez ms. Era delgado y de espalda ancha, si bien iba algo encorvado. Llevaba una vistosa pajarita a topos, un traje cruzado color canela, al estilo antiguo, con la chaqueta desabrochada. Debajo de sta se vea un suter marrn, de cuello alto. A pesar de su edad ofreca un aspecto saludable, viril. Tuve la sensacin de que no le habra importado en absoluto meter mano a Alice, y que quizs a ella tampoco le hubiese importado.

    T dices que s? le pregunt a Rossoff, arrastrando las palabras, y cuando el otro asinti, aadi: Entonces yo tambin.

    Se volvi hacia m y me observ con expresin seria unos segundos, como si estuviera examinndome. En ese momento Rube entr en el despacho y, en silencio, cerr la puerta tras de s. Empezaba a sentirme ya algo turbado a causa de la mirada del doctor Danziger, cuando ste sonri:

    Bien, bien, bien! Ahora seguramente le gustar saber en qu asunto se ha metido... Bien, primero Rube se lo mostrar y luego yo intentar explicrselo. Se agarr las solapas de la chaqueta con sus enormes y pecosas manos y me mir al tiempo que esbozaba una sonrisa y asenta lentamente. Como si me aprobara, pens, y me sent ms halagado de lo que haba imaginado. Al fin, prosigui: Tengo a mi cargo la direccin de este proyecto. De hecho, fui quien lo empez. Pero en este momento le envidio. Tengo sesenta y ocho aos, y hace dos, cuando me enter de que este proyecto iba a realizarse, por vez primera en mi vida empec a preocuparme por mi salud. Dej de fumar... Nunca haba pensado en abandonar el tabaco, ni nunca me cre capaz, pero lo dej. Hizo un chasquido con los dedos. En un abrir y cerrar de ojos. Lo echo en falta. Su mano regres a la solapa. Pero no volver a empezar. Bebo con moderacin; como si fuera una medicina, en realidad. Y eso que en el pasado a veces beba mucho. Con bastante frecuencia. Porque me gustaba... Pero ahora ya no. Y, adems, sigo un rgimen. Que a qu vienen tantas tonteras? Levant una mano, con el ndice apuntando hacia arriba. Porque quiero vivir y continuar en este proyecto todo lo posible. He llevado una vida interesante; no me han timado. He pasado dos guerras, he residido en cinco pases, he tenido dos esposas, gran cantidad de amigos de ambos sexos, y en una ocasin fui rico durante cuatro aos. No he tenido hijos, sin embargo. No se puede tener todo. Me mir fijamente una vez ms, con expresin amistosa y de envidia, las manos colgando de las solapas. Pero si este proyecto alcanzara el xito, sera lo ms notable que un mortal haya conseguido nunca, y yo sera capaz de renunciar a cualquier cosa a cambio. Seguira una dieta a base de nabos crudos y estircol de caballo slo para conseguir un ao extra, o siquiera un mes de vida extra. Sin embargo, por mucho que un hombre se cuide, a los sesenta y ocho tiene los aos contados. Usted, en cambio... Cuntos tiene usted? Veintiocho? Asent. Bien, entonces me lleva una ventaja de cuarenta aos, y si pudiera robrselos lo hara, alegremente, sin contemplaciones. Le envidio incluso este da. Nunca ha regalado a alguien un libro con el que hubiese disfrutado enormemente, y ha experimentado una sensacin de envidia porque estaban a punto de leerlo por primera vez, algo que

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    usted nunca podra volver a hacer? S. Huckleberry Finn. Perfecto. Bien, pues as es como me siento por lo que usted va a vivir a

    continuacin. Llvatelo, Rube. Hay que ensearle un montn de cosas y tenemos prisa. Levant la mueca para mirar su reloj. A la hora del almuerzo acompalo a la cafetera.

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    Fuera, mientras Rube y yo andbamos por los pasillos, la gente pasaba por nuestro lado, entrando y saliendo de los despachos. Haba hombres y mujeres, jvenes en su mayora, y al cruzarse con nosotros comentaban algo con Rube o le dirigan una sonrisa tras mirarme con curiosidad. Rube me observaba con una expresin risuea, y cuando volv la mirada hacia l me pregunt:

    Qu imaginas que vas a ver? Incapaz de hallar una respuesta, negu con la cabeza. No tengo la menor idea, Rube dije. Bien. De veras lamento tener que mostrarme tan misterioso, pero es el

    director quien explica las cosas, no yo... Y tienes que verlo antes de que l te lo explique.

    Doblamos una esquina y luego otra, entrando en un corredor ms estrecho que los dems. Giramos una vez ms y luego enfilamos un pasillo muy angosto y largo.

    En una de las paredes no haba nada, en la otra haba una serie de ventanas con el cristal ahumado, a travs de las cuales poda verse el interior de lo que Rube calific como salas de instruccin. Las tres primeras estaban vacas, amuebladas como un aula normal. En cada una haba de seis a ocho sillas de madera con un solo brazo, el cual se ensanchaba para convertirse en una mesita para escribir. Tambin haba pizarras, libreras, y un escritorio y una silla para los profesores. Tras la cuarta ventana vi un aula similar en la que haba dos hombres sentados, uno al escritorio y el otro en una silla de madera, frente a l. Nos detuvimos a ob-servar.

    Podemos verlos explic Rube, pero ellos no pueden vernos a nosotros. Todos lo saben. Se trata de no distraer a la gente mientras trabaja.

    El hombre sentado en la silla de estudiante estaba hablando, serenamente, aunque haciendo frecuentes pausas. A veces se frotaba la cara, como si estuviera pensando. Deba de tener unos cuarenta aos, era delgado y moreno, y llevaba un suter azul marino y una camisa blanca con el cuello abierto. El instructor era ms joven y vesta una chaqueta deportiva de pao marrn. A un lado de la ventana, sobre una placa de acero inoxidable, haba dos botones. Rube puls uno y a travs de un altavoz instalado tras una rejilla sobre la ventana escuchamos la voz del hombre que hablaba.

    Lo haca en un idioma extranjero. Al cabo de unos instantes cre reconocerlo, e iba a comentarlo, pero no lo hice. En un primer momento cre que era francs, un

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    idioma que reconozco de odo, pero de pronto ya no estuve tan seguro. Segu escuchando atentamente; algunas palabras sonaban como si fuera francs, estaba casi seguro, aunque el hombre no las pronunciaba correctamente. Sigui hablando con bastante fluidez, aunque de vez en cuando el profesor le correga la pronunciacin. Entonces el hombre repeta la palabra varias veces antes de proseguir.

    Es francs? Por la forma en que Rube sonri, intu que estaba esperando que lo

    preguntara. En efecto. Pero francs medieval. Hace cuatrocientos aos que nadie habla

    as... Rube puls el otro botn y, si bien el altavoz enmudeci, los labios de aquel

    hombre siguieron movindose. Seguimos andando. Al llegar a la siguiente ventana, Rube presion el botn del altavoz y escuchamos unos gruidos ahogados y un sonido de madera golpeando contra madera. Me detuve a su lado y mir dentro de la sala.

    Las paredes estaban acolchadas y forradas con una gruesa lona. Por lo dems, todo lo que haba era un par de hombres que luchaban con bayonetas. Uno luca un gorro plano, una camisa color caqui de cuello alto y polainas de tela pertenecientes al uniforme norteamericano durante la Primera Guerra Mundial. El otro llevaba botas negras, uniforme gris y el relumbrante casco de los alemanes. Las bayonetas eran de un color plateado falso, y comprend que eran de goma pintada. Ambos hombres tenan la cara baada en sudor y el uniforme estaba manchado en las axilas y en la espalda. Mientras les observbamos no paraban de atacarse y parar el golpe, empujar y levantar el arma, soltando un gruido al chocar los fusiles. De pronto, el alemn retrocedi bruscamente, hizo una finta, desvi un contragolpe y empuj su fusil contra el estmago del otro, con lo cual la bayoneta de goma se dobl sobre la tela color caqui.

    Ests muerto, cerdo americano! grit. Y un cuerno! replic el otro. Esto es slo una pequea herida en el

    estmago! Los dos se echaron a rer, pinchndose mutuamente, y Rube los mir fijamente

    al tiempo que murmuraba: Mal, mal, los muy estpidos! Un comportamiento totalmente equivocado! Me volv hacia l. Tena los labios apretados, y en los ojos, entrecerrados,

    advert una expresin perversa y peligrosa. Durante largo rato los mir en silencio, luego apret con furia el botn de desconexin y se alej de la ventana.

    En la siguiente sala haba una docena de hombres sentados. La mayora llevaba mono de carpintero, y unos pocos vestan tjanos con camisa de trabajo. Junto al escritorio, un individuo con pantalones color caqui desteidos y en mangas de camisa sealaba con una regla una maqueta de cartn que ocupaba todo el tablero. Era la maqueta de una habitacin, a la cual le faltaba una pared, como si se tratara del decorado de un escenario. En aquellos momentos el hombre sealaba el techo en miniatura. Rube puls el botn que haba al lado de la ventana.

    Las vigas estn pintadas deca el profesor, si bien slo en los puntos ms altos del techo, donde est oscuro. Desplaz la regla hacia una pared. Ah abajo es donde empiezan las autnticas vigas de roble y el yeso. Mezclado