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E vuelto!”. Grito en medio de la tormenta que nos re- cibe mandándonos otra granizada a las caras. Es- toy en Tierra del Fuego, donde se levantan las montañas con el peor tiempo del mundo. Conmigo vienen Jörn Heller y el fotógrafo alpi- nista Ralf Gantzhorn. Nos conocemos bien y formamos una cordada con ex- periencia. Y estuvimos aquí antes, en nuestra Odisea de Magallanes, una as- censión en estilo alpino y la tercera al Monte Sarmiento, el pico que domina la Cordillera Darwin. Hemos decidido a navegar hasta aquí de nuevo. Nuestro barco, el Polarwind, pa- troneado por el capitán Osvaldo Torres Escobar y con Nico como contramaestre, se dirige al suroeste de la Cordillera Dar- win, una extensa cadena que se levanta sobre un costa muy irregular y muy acci- dentada por los fiordos. Las montañas surgen del mismo mar, como torres crista- linas de color marfil. Glaciares azul hielo se asientan entre verdes selvas subpolares. Es una región donde todas las elevaciones que aparecen en los pocos mapas que exis- ten están marcadas con la palabra mágica: “Inexplorada” (en español en el original), por descubrir. A por un monte virgen N UESTRO destino es una de esas mon- tañas inexploradas. Tiene al menos tres nombres diferentes según los mapas disponibles. En la cartografía marina de Chile se llama Monte Buckland. Para Goo- gle Earth es Monte Aosta, topografía otor- gada por el mismo Instituto Chileno que produce las cartas de navegación. Y por su parte, Alberto María de Agostini, el gran misionero y explorador italiano, lo llamó Monte Giordano en su libro Esfinges de hielo (1958). Menos mal que la mayoría de las fuentes coinciden en la altura: se su- pone que tiene 2.040 metros de altitud. Ralf lo descubrió en el año 2005 y le hizo una fotografía que nos quitó el aliento. La montaña tiene forma de una gran pirámi- de que se eleva sobre el fiordo de Agostini. Mt. Giordano LA ARISTA DE LA ALETA DEL TIBURÓN Una Primera La Tierra del Fuego es también la de la lluvia, nieve y tormentas continuas. En estas condiciones partiendo del mar, cruzando una selva y luego el glaciar, modestas altitudes de unos 2.000 m (o 1.500) como la del Giordano se agigan- tan. “Quienes quieran descubrir la zona tienen que navegar por mares sal- vajes. Quienes quieran escalar tienen que estar preparados para todo”. H El Monte Giordano o Bruckland, también podría llamarse Aleta de Tiburón. Abajo, felices en su nocturna primera ascensión. CON NOCTURNIDAD

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Page 1: felices en su nocturna LA ARISTA DE LA ALETA DEL TIBURÓN · Arista de la Aleta de Tiburón 6de abril 2012. El barómetro ha subido progresivamente de marcar malo a razo-nablamente

E vuelto!”. Grito en mediode la tormenta que nos re-cibe mandándonos otragranizada a las caras. Es-toy en Tierra del Fuego,

donde se levantan las montañas conel peor tiempo del mundo. Conmigovienen Jörn Heller y el fotógrafo alpi-nista Ralf Gantzhorn. Nos conocemosbien y formamos una cordada con ex-periencia. Y estuvimos aquí antes, ennuestra Odisea de Magallanes, una as-censión en estilo alpino y la tercera al

Monte Sarmiento, el pico que domina laCordillera Darwin.

Hemos decidido a navegar hasta aquí denuevo. Nuestro barco, el Polarwind, pa-troneado por el capitán Osvaldo TorresEscobar y con Nico como contramaestre,se dirige al suroeste de la Cordillera Dar-win, una extensa cadena que se levantasobre un costa muy irregular y muy acci-dentada por los fiordos. Las montañassurgen del mismo mar, como torres crista-linas de color marfil. Glaciares azul hielose asientan entre verdes selvas subpolares.

Es una región donde todas las elevacionesque aparecen en los pocos mapas que exis-ten están marcadas con la palabra mágica:“Inexplorada” (en español en el original),por descubrir.

A por un monte virgen

NUESTRO destino es una de esas mon-tañas inexploradas. Tiene al menos

tres nombres diferentes según los mapasdisponibles. En la cartografía marina deChile se llama Monte Buckland. Para Goo-

gle Earth es Monte Aosta, topografía otor-gada por el mismo Instituto Chileno queproduce las cartas de navegación. Y por suparte, Alberto María de Agostini, el granmisionero y explorador italiano, lo llamóMonte Giordano en su libro Esfinges dehielo (1958). Menos mal que la mayoríade las fuentes coinciden en la altura: se su-pone que tiene 2.040 metros de altitud.Ralf lo descubrió en el año 2005 y le hizouna fotografía que nos quitó el aliento. Lamontaña tiene forma de una gran pirámi-de que se eleva sobre el fiordo de Agostini.

Mt. GiordanoL A A R I S T A D E L A A L E T A D E L T I B U R Ó N

Una PrimeraLa Tierra del Fuego es también la de la

lluvia, nieve y tormentas continuas. En

estas condiciones partiendo del mar,

cruzando una selva y luego el glaciar,

modestas altitudes de unos 2.000 m (o

1.500) como la del Giordano se agigan-

tan. “Quienes quieran descubrir la

zona tienen que navegar por mares sal-

vajes. Quienes quieran escalar tienen

que estar preparados para todo”.

H

El Monte Giordano oBruckland, tambiénpodría llamarse Aletade Tiburón. Abajo, felices en su nocturnaprimera ascensión.

CON NOCTURNIDAD

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No sabemos por qué tiene esos nombres,pero como se parece a las aletas de los ti-burones es así como comenzamos a lla-marla.

Aproximación marina

LAS tormentas y granizadas nos obliga-ron a esperar sentados toda la semana

con la ruta hacia el oeste bloqueada. Nues-tro plan de llegar al Monte Giordano ame-nazaba ruina. La dura realidad de la Tierradel Fuego nos tiene atrapados y eso signifi-ca tormentas y más tormentas. Y cuandono hay tormentas, llueve.

Han pasado tres semanas desde que sali-mos de Alemania el 6 de marzo. Nuestraprogramación se ha ido al traste y todavíaestamos en la primera etapa de nuestro via-je, navegando hacia el Monte Giordano.300 millas marinas que parecen estirarsehasta el infinito. Por el camino fondeamosen Lagunas, Funny, Akar y Yagan antes del

primer obstáculo principal de nuestra expe-dición, el Paso Brecknock. Así lo describe elchileno Francisco Coloane en su libro derelatos Cabo de Hornos (1941): “El pasoBrecknock, es tan formidable como la duratrabazón de sus consonantes, es muy corto;pero sus olas son tan grandes, se empinancomo cráteres que van a estallar junto a lospeñones sombríos que se levantan a gran al-tura y caen revolcándose de tal manera quetodos los navegantes sufren una pesadilla alatravesarlo” (El témpano de Kanasaka).

Cuando entramos en el Paso Brecknocknuestro barco sube y baja como un patitode juguete contra el viento, que ha rolado yahora sopla hacia el este. Nos vemos obli-gados a buscar refugio continuamenteen las bahías de la costa. Se imponíaesperar bajo cubierta con un frío yuna humedad que nos estaba atacan-do los nervios. La decisiónacerca de si podemos o no con-tinuar depende de nuestro ca-

pitán Osvaldo. Los períodos prolongadosde inactividad convierten este tipo de expe-diciones en una verdadera prueba que hacete lleva hasta los límites mentales. Lluvia,nubes, niebla, todo aquí es de color gris.Gris oscuro, gris claro, gris azulado, grisverdoso, gris azul hielo. Estoy descubrien-do infinitos tonos de gris.

Primer encuentro con el MonteGiordano

LA niebla aclara para regalarnos nuestraprimera vista del Monte Giordano. La

montaña tiene un color gris marrón por se-manas de lluvia. Es un espectáculo angus-tioso. La roca del pilar que pretendemos es-calar parece frágil. Sobre el glaciar, hay mu-chísimas piedras caídas, señal del peligropotencial de los desprendimientos de rocas.El bosque que hay que atravesar tambiénparece cualquier cosa salvo accesible, comouna pared verde y salvaje. Osvaldo nos in-forma de que es demasiado peligroso fon -dear aquí o en cualquier lugar cercano. Ba-jando a los camarotes hay un cartel que dice:

“La palabra del capitán es la ley”, así queno vamos a discutir con él. Llegamos

a un acuerdo: tres horas en tierrapara hacer un reconocimiento.

No es mucho,pero nos servirápara encontrar uncamino a través de

la primera parte del bos-

que. Desaparecimos en la selva aparente-mente impenetrable y pantanosa.

Al cabo de un rato Jörn flaquea. Le dueleel pecho y le cuesta respirar. Parece como situviera una costilla rota. Resbaló en el bar-co la semana anterior y quiza el golpe hayasido más serio de lo que pensamos. Un ac-cidente aquí, en el fin del mundo, tiene unaclara alternativa: nos damos la vuelta o ape-chugamos con la situación. Jörn es un tipoduro y le quita importancia.

Volvemos a trompicones por la jungla deregreso al mar, donde el Polarwind nos es-pera. Osvaldo parece preocupado: “¡Tene-mos que salir de aquí, se acerca otro hura-cán!”. No se equivoca. Durante las próxi-mas horas vientos de hasta 70 nudos pene-tran en los fiordos formando trombas y re-molinos que zarandean nuestro barquito.

Bahía Angelito y la mala suerte

Ala mañana siguiente la tormenta es me-nos intensa. Navegamos de regreso a

Bahía Angelito, dos horas más cerca de lamontaña. No sólo es un lugar más seguropara echar el ancla, también es mejor paranosotros, ya que significa dos horas menospara llegar donde queríamos. Teníamos laesperanza de montar el campamento basejusto debajo del Monte Giordano, peronada parece salir como estaba planeado enesta expedición.

Desde el principio, desde que aterriza-mos en el aeropuerto de Ushuaia, hemos te-

nido mala suerte. Un excursionista israelí,al quemar su papel higiénico, causó ungran incendio forestal en Torres del Paine,por lo que las autoridades chilensas del CO-NAF (Corporación Nacional Forestal) res-tringieron drásticamente todos los permi-sos de expedición. Así que allí estábamos, apesar de nuestra planificación meticulosa,en Puerto Williams, el puerto más australdel mundo, atrapados antes de empezar.

Pero lo peor estaba por venir. Sábado,somos los únicos clientes en un pequeñorestaurante de Puerto Williams y no nospodemos creer lo que vemos por la televi-sión. Punta Arenas, inundada. La ciudadmás grande de la Patagonia estaba bajometro y medio de agua, en estado deemergencia, con todos los edificios oficia-les cerrados. Nos quedamos impactadospor el destino de su gente. Y ahora nosquedamos incluso más atascado. Sin nadaque hacer, me dediqué a entrenar. Ya queme había traído una tabla de suspensio-

nes, las dominadas fueron una buena for-ma de soportar la frustrante espera.

Mostrando considerables dotes diplomá-ticas, Osvaldo logró ver al gobernador local(Gobernador de la Provincia de Tierra delFuego y la Antártida). Nos dijeron que vol-viéramos a la mañana siguiente. Así lo hici-mos para encontrarnos el permiso esperan-do sobre su mesa, casi no podíamos creernuestra suerte.

Arista de la Aleta de Tiburón

6de abril 2012. El barómetro ha subidoprogresivamente de marcar malo a razo-

nablamente malo en las últimas 24 horas.Arriba en las montañas, la dirección delviento es obvia mirando las nubes: del oestey suroeste al noroeste. Nuestro instinto me-teorológico, o quizá el convencimiento deque podía ser nuestra última oportunidad,nos invita a tener la esperanza de que vieneun periodo de buen tiempo.

Mt. GiordanoL A A R I S T A D E L A A L E T A D E L T I B U R Ó N

Arriba, en el fiordoAgostini buscandoaguas calmas. Izquier -da, desembarcando enel chinchorro y aproxi-mación desde la costahasta la montañapasando por la selva.

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Mientras navegamos las dos horas de re-greso a nuestro punto de desembarco elcielo se cubre. Sin embargo, tomamos elchinchorro y vamos a tierra. Es difícil en-contrar palabras para describir las condi-ciones. No teníamos más remedio que va-dear los ríos por la cintura, hundirnoshasta las rodillas en los pantanos y treparpor los troncos de árboles traidores, todocon las pesadas mochilas. El tiempo mejo-ra y nos vamos olvidando de la difícilaproximación. Al llegar a un pequeñolago, vemos nuestra montaña por primera

vez. Es una visión increíble que nos evadede la nieve profunda que pisamos. El pilarsur tiene más de 800 metros, si estuvieraen los Alpes seguramente inspiraría unmillón de postales turísticas.

Nos dimos prisa para llegar al borde delglaciar, donde nos cambiamos de equipo ydejamos las cosas de repuesto. Nos quita-mos la ropa de agua que fue ideal para lapantanosa aproximación y nos ponemos lade montaña. No hay tiempo para viva-quear. ¡Nos vamos! Rápidos y ligeros, enestilo alpino. Ralf no es del todo feliz,

como fotógrafo preferiría algo de sol paracapturarlo todo de cara a la posteridad.Pero no hay opción ante la posibilidad deperder lo que podría ser nuestra única op-ción de cumbre. Mejor una ascensión denoche que ninguna.

De la costa a la cumbre

ABRIMOS huella a toda velocidad. Pen-sábamos decidir por dónde entrar

cuando estuviéramos al pie de la montaña,pero cuando llegamos vimos que ella ha-bía decidido por nosotros. El riesgo deavalancha hacía demasiado peligroso su-bir el pilar sur, así que en su lugar nos di-rigimos hacia la cresta oeste, que parece laúnica alternativa posible dadas las condi-ciones. En primer lugar tenemos que ne-gociar la zona de seracs, donde constante-mente estamos obligados a sortear grietasgigantescas.

Poco antes del anochecer llegamos alinicio de la cresta. Las vistas son increí-bles, por debajo de nosotros se encuen-tran los abruptos fiordos, amplios bosquesy el impresionante archipiélago de Tierra

del Fuego. No hay ninguna señal de vidahumana en ningún lugar. Tenemos lunallena, una linterna de color miel cuya luzse refleja en la inmensidad del mar y lanieve iridiscente. Por un breve instante,nos olvidamos de la dura realidad del es-trecho de Magallanes.

Pero de repente la luna se oculta detrásde las nubes. Encendemos las frontales ynos dirigimos hacia la cima piramidal quese encuentra a más de 2,5 kilómetros dedistancia. La cresta es fácil al principio,pero luego se vuelve más difícil y más ex-puesta. Sin darme cuenta me encuentro depie encima una torre rocosa, la “aleta” denuestra ruta. Estoy rodeado por la oscuri-dad. ¿A dónde vamos desde aquí? Bajo aJörn por el lado norte de la arista para queeche un vistazo pero su veredicto es claro:“¡No hay salida por aquí, subo!”. Así quenos vemos obligados a seguir por la crestay es lo que hacemos.

Más allá monto reunión lazando un blo-que y descuelgo a Ralf unos 30 metrosverticales. “¡Tíos, no vamos a poder esca-lar esto al volver! Ante esta opinión meentran las dudas. Jörn rapela. “Tendremos

que poder con esto, Ro-bert” , l e o igo dec i r. Deacuerdo, es mi turno. Si nopuedo escalar este tramo al vol-ver, habremos caído en trampa ya quenuestra vía es el descenso obligado. Rape-lo la torre con aprensión, la roca está unpoco suelta como todo lo que hemos vis-to. Dentro de un rato tendré que escalarlo.Creo que será como M7 así que no deberíatener problemas. Mientras rapelo buscositios para colocar las protecciones perono veo ninguno.

De los trajes de agua alos de alpinismo y de vadear ríos por lacintura a abrir huellapor el pecho a toda velocidad. Mejoruna ascensión denoche que ninguna.

Mt. GiordanoL A A R I S T A D E L A A L E T A D E L T I B U R Ó N

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Nuestra luna llena ha vuelto a desapare-cer detrás de las nubes. Y las nevadas oca-sionales nos recuerdan que el dios del tiem-po está a punto de cerrar la ventana. En al-gunos lugares la nieve es profunda hasta elpecho y nos turnamos para abrir huella.Abro hasta la siguiente parte de la aristapor terreno mixo y aseguro a Jörn y Ralf.Hay secciones de M4 y M5. Al final, llega-mos a la cima del Monte Giordano pocodespués de medianoche, con -15 ° C. Nosabrazamos y felicitamos. No nos lo pode-mos creer. Pero pronto nos guardamos lascelebraciones; después de todo, una ascen-sión sólo tiene éxito si todos regresan.

El paso clave, al bajar

EL paso clave sigue siendo la secciónvertical de la aleta que rapelamos al su-

bir. Y ahí está esperándonos. Como bien sa-bíamos, la roca que hay debajo del hieloestá muy suelta y sólo encuentro milimétri-cas muescas para los piolets. A la luz delfrontal no veo ningún sitio donde colocaruna protección fiable, salvo una laja huecapara un friend. No parece genial, pero leviene bien a mis nervios. No puedo permi-tirme el lujo de cometer un error, sencilla-mente porque una caída aquí podría resul-tar fatal. Finalmente me las arreglé para su-bir los 30 metros, con tres seguros bien du-dosos, para llegar a la reunión del bloquede donde habíamos rapelado. Aseguro a losamigos y continuamos descendiendo. Te-ner que depender de la luz de los frontalespara navegar es un asunto delicado queexige atención total.

Por fin abajo. Continuamos el camino deregreso entre las grietas del glaciar hasta latienda de vivac y el equipo que dejamos.Completamente agotados, nos metemos enlos sacos de dormir totalmente humedeci-dos. Pero no conseguimos descansar mu-cho, a las tres horas nos despierta el agua-nieve que chorrea en nuestra tienda afecta-da por la tormenta.

Empapados hasta los huesos, penamos elregreso por la selva, otra vez cargados, has-ta donde Osvaldo nos dejó hace 27 horas.En el barco celebramos nuestro éxito conun café, un bizcocho Monte Giordano re-cién horneado y una botella de champánque el capitán consiguió mantener a salvode las tormentas. Ahora que por fin esta-mos de vuelta a bordo, empiezo a sentirmeorgulloso de lo que hemos hecho. Se tratade una primera ascensión.

Salgo a cubierta y noto que mi cara semoja, no sólo por los copos de nieve queestán cayendo. Con ellos se funden mis lá-grimas de alegría.

Robert JASPER

Situación: Cordillera Darwin, Tierra del Fuego

(Chile).

Nombres y altitudes varias: La montaña tiene

varios nombres y altitudes. Según Alberto M. de

Agostini, Monte Giordano, 2.042 m. La misma

altura en los mapas marinos chilenos, pero con

el nombre de Monte Buckland. Según nuestros

datos GPS, 1.517 metros. Coordenadas de la

cima: S 54°27`11’’, W 070°12`11’’.

Ruta: Arista oeste o Shark’s Fin (aleta de tibu-

rón). M7, 2.200 m.

Primera ascensión: Robert Jasper, Jörn Heller y

Ralf Gantzhorn, 6 y 7 de abril en 12 horas de es-

calada. Tiempo total barco-cima-barco incluido

vivac de 4 horas: 27 horas.

Características: Escalada mixta extremadamen-

te exigente en un lugar remoto. Lo normal es que

el tiempo y las condiciones sean terriblemente

malas. El paso clave de M7 (la aleta) está en el

rápel vertical que ha de escalarse al volver. // R.J.

EL MONTE GIORDANOY LA ARISTA OESTE

Las mayores dificulta-des que se encontraron

fueron escaladas denoche. Arriba, el pastel

Monte Giordano y la ruta seguida.

Mt. GiordanoL A A R I S T A D E L A A L E T A D E L T I B U R Ó N