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CARLOS FEDERICO LIRA

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© Carlos Federico Lira© Fundación Editorial el perro y la rana, 2007

Av. Panteón. Foro Libertador. Edif. Archivo General de la Nación, planta baja. Caracas-Venezuela, 1010

Tels.: (58-0212) 5642469 - 8084492 / 4986 / 4165

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Hecho el Depósito de Ley

N° lf 40220078003243

ISBN 978-980-396-639-3

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e lpe r r o y l a r a n a

F u n d a c i ó n E d i t o r i a l

Presentación

Existe un encuentro que se hace golpe sobre papel, en todo lugar están las voces de nuestra gente que retumban desde tiempos ancestrales y se precisan susurro estridente, grito inevitable, respuesta urgente ante la convulsión de todos los mun-dos que forman al ser humano. Se nos presenta entonces la palabra, ella que edifica los tejidos del sueño, que da contundencia al puño que se defiende, porque recla-ma, hurga, retumba contra las paredes de la realidad, ella que se manifiesta como artefacto peligroso e incontrolable. Es por esta combustión creativa que surge la Colección Cada Día un Libro, producto de la masiva participación a la convocatoria del Certamen Mayor de las Artes y las Letras; esta colección es en estricto rigor un merecido acto de reconocimiento a los escritores y artistas de nuestra tierra, es tren y boleto que permite a los lectores viajar indefinidamente hacia los distintos planos que refrescan el imaginario venezolano. Ante la fuerza que exige ese compromiso la colección se bifurca en seis series: Poesía construye un amplio campo vibrante a quienes decididamente se lanzaron al abismo de la imagen, de la hermosa locura necesaria; Narrativa se abre al concierto de tintas que convergen en la lucha directa contra el silencio, a los que tienen cosas por contar; Ensayo presta su espacio a la mirada crítica de aquellos que cimientan diversas propuestas y debates inaplaza-bles; Historia se hace eco de esas voces que guardan la memoria que nos perpetúa; Encrucijadas reúne textos de múltiples naturalezas para el interés general de todo lector; y finalmente Testigos convoca las miradas que han presenciado situaciones que despiertan nuestra atención, desde crónicas, anecdotarios, entrevistas, hasta testimonios, diarios y reportajes. En tal sentido sirva este espacio a los hermanos que levaron anclas para adentrarse en el picado mar de las publicaciones.

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La macagua

De pronto, le aparece una hermosa mujer medio des-nuda al cazador, y con voz extraña le dice: “estoy sola” o “soy sola”. El hombre, prendido de la recién aparecida be-lleza, se le acerca para abrazarla, pero ella, con una agilidad asombrosa, se aleja unos metros para repetirle su llamado y esperar que se le acerque nuevamente, la escena se repi-te varias veces, hasta que, el cazador se ha adentrado tanto en el bosque, que ya jamás hallará el camino de regreso a casa. Entonces, la misteriosa dama se convierte en un ave parecida a una gallina y se aleja repitiendo su siniestro lla-mado. Atrás, un campesino se persigna al escuchar la voz del ánima sola, y reza una oración por el alma del incauto que fue engañado en esta oportunidad por la aparecida, que venga la muerte de los animales del bosque por parte de los cazadores. La macagua pertenece al grupo de las soiso-las, que reciben su nombre debido a su canto, característico de algunas Tinamidaes, el cual pareciera decir “soy sola, soy sola”.

En Venezuela existen varias especies y subespecies de soisolas, de las cuales la macagua es endémica de Margarita, es decir, sólo se encuentra en esta isla.

Fue descrita por primera vez por los científicos William Phelps y William Phelps hijo. Su coloración está dominada

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por tonalidades pardas y grises, destacando sus patas por su coloración roja que contrasta con el resto del cuerpo.

Habita en el sistema de la serranía del Parque Nacional Cerro Copey, pero debido a su coloración y a su carácter tímido y esquivo, es más fácil escucharla que verla. Se ali-menta de pequeños insectos, así como de flores y frutos de ciertos árboles como: guarame, clavellina de monte, cafeci-llo y limoncillo.

Su vuelo es corto y bajo. Pasa muy poco tiempo en los árboles, prefiriendo la tierra, donde puede correr con gran velocidad y agilidad.

Los huevos de la macagua son morados, puestos en el suelo sobre la hojarasca y sin construir nido. La hembra co-loca los huevos en un número nunca mayor de tres y éstos son incubados exclusivamente por el macho.

La macagua es, junto con la cotorra margariteña, uno de los representantes más característicos de la avifauna de Margarita, sin embargo, su supervivencia está siendo grave-mente amenazada por la cacería furtiva y por la destrucción de su hábitat.

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La guacharaca

Los dos gallos se observan fijamente e intentan saltar de los brazos de sus amos para iniciar la refriega. Inmedia-tamente son liberados comienza la lucha, los animales pa-recen fuertes, pero uno de ellos es más ágil y rápidamente ataca con saña a su rival, con golpes secos y certeros de sus espuelas y unos pocos picotazos dirigidos a los puntos más vulnerables de su oponente, lo vuelve un guiñapo sangui-nolento. El dueño del ave perdedora comienza a gritar que hubo trampa, que el vencedor era producto de un cruce de gallo y guacharaca.

Esta ave, que según la creencia popular les confiere tal ferocidad a sus descendientes híbridos, pertenece a la familia Cracidae, del orden Galliforme.

Los crácidos son una familia de aves exclusiva de los trópicos americanos, que se caracterizan por poseer una cola alargada, un copete de plumas eréctiles en la cabeza, un área desprovista de plumas en la cara, alas robustas y redondea-das, y el dedo posterior de las patas implantado al mismo nivel de los anteriores como consecuencia de su adaptación a una vida eminentemente arborícola.

Las guacharacas llegan a tener una longitud de hasta 53 cm y un peso de 500 a 800 gr. La nidada consta de dos a

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cuatro huevos blancos que son depositados en un nido rús-tico de pasto y pequeñas ramitas secas construido en troncos y ramas bajas.

Habitan en los bordes y claros de bosques poco densos, así como en espinares y matorrales. Su canto figura entre los más potentes y estrepitosos de las aves, llegando vagamente a recordar su nombre.

Las guacharacas pueden ser cazadas en forma legal en-tre el 1° de enero y el 31 de marzo de cada año en toda su área de distribución, con excepción del municipio Liberta-dor y del estado Nueva Esparta. Sin embargo, en Margarita, es muy buscada por los cazadores furtivos, los cuales la per-siguen con saña en el sistema de la serranía del centro, que es el lugar donde habita, siendo capturada principalmente me-diante el empleo de trampas tipo nasa y con armas de fuego.

Esta cacería furtiva está poniendo en serio peligro la supervivencia de la especie, la cual no es muy abundante en nuestra isla. Otro factor que también está atentando contra la guacharaca es la destrucción de su hábitat por parte de co-nuqueros y por la presión urbanística.

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La iguana

La operación ha sido un éxito, al menos en apariencia. Al animal se le extrajeron varias docenas de huevos y, luego de rellenarle la cavidad abdominal con hojas secas y cenizas, se le cosió la herida para que sanara y volviera a reproducirse en el futuro.

Esta popular creencia ha llevado a los campesinos a co-meter uno de los crímenes más crueles contra animal algu-no que pudiese imaginarse. La iguana, en efecto, se marcha, muy debilitada por la pérdida de sangre y adolorida por la castración de que acaba de ser objeto. De no ser por las hojas que le introducen en su abdomen, quizás pudiese sobrevivir a la extirpación de sus órganos reproductores, que ocurre al extraerle la ristra de huevos, aunque lo cierto es que no volvería a reproducirse. Pero el “caritativo” detalle de re-llenarle el vientre condena a la iguana a una muerte segura. En Margarita, la suerte de este reptil no es “tan mala” por cuanto, si es descubierta por un cazador, morirá en el acto, aún cuando sea tan pequeña que parezca más una lagartija que una iguana.

La iguana puede alcanzar a medir de 1,5 a 2 m, de los cuales cerca de 70% corresponde a la cola, mientras que su peso puede alcanzar de 2 a 3 kg.

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Esta especie posee una amplia distribución, que se extiende desde las tierras bajas del centro de México hasta Suramérica. En nuestro país está presente en prácticamente todo el territorio, incluidas islas como La Blanquilla, La Or-chila, Los Roques y Margarita, estando ausente en las zonas montañosas, por encima de 700 m.s.n.m. (metros sobre el nivel del mar).

Vive generalmente en las vecindades de ríos y quebra-das, a cuyas aguas no vacila en lanzarse en caso de peligro, para huir en un rápido nado. Pasa la mayor parte del día en la rama de los árboles, tomando el sol, alimentándose o moviéndose sigilosamente. Sin llegar a ser tan espectacular como los camaleones, exhibe cierto grado de capacidad de cambiar de color cuando está excitada y también por cam-bios en la calidad de la luz y por cambios de temperatura.

La iguana se reproduce, por lo general, entre los meses de enero y febrero, aún cuando estas fechas cambian depen-diendo de la ubicación geográfica. En cada temporada re-productiva, una hembra puede colocar 50 ó más huevos en un nido excavado en tierra arenosa en los márgenes de los ríos y quebradas intermitentes. La reproducción ocurre una sola vez al año.

La cacería de iguana está prohibida en Margarita, he-cho éste que parece no importarle a los cazadores furtivos, los cuales, como señalamos antes, las capturan sin importar-le su talla ni su peso, usando para ello lazos, rifles de aire o escopetas.

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El caballito de mar

Al acercarse el momento del nacimiento de las crías, el animal se aferra fuertemente con su cola de cualquier sopor-te y frota la bolsa de su abdomen contra una concha o roca hasta que salen los hijos, con fracciones del tejido interno de la bolsa. Este agotador “parto” descrito no fue realizado por una hembra, sino por el macho de un pez muy curioso que recibe el nombre de caballito de mar, por la semejanza que existe entre su cabeza y la de los equinos terrestres.

Este pez, que quizás es el que despierta más simpatía entre los seres humanos, es el único pez que tiene la cabeza situada en ángulo recto con respecto al cuerpo. Ha perdido la aleta de la cola, quedando una cola puntiaguda y prensil que puede enrollarse de una planta acuática o cualquier otro soporte, para anclar al animal en reposo. Nada en posición erecta, ayudándose por vibraciones ondulantes de la aleta de su lomo.

El cuidado de los jóvenes, como ya se relató, está a car-go del macho, el cual ha llegado a tal extremo de especiali-zación, que posee una bolsa para llevarlos, formado por las placas óseas del cuerpo. Al aparearse, en algunas especies, macho y hembra se enrollan mutuamente por las colas, y en esta posición, los huevos pasan de la cloaca de la hembra a la

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bolsa de cría del macho, donde se desarrollan y eclosionan, permaneciendo allí hasta que consuman todo el vitelo.

Otras curiosidades de estos interesantes peces son las siguientes: muestran cambios en su coloración, según sean los tonos del lugar donde se encuentran; además, sus ojos se mueven independientemente uno del otro y moviendo ligeramente la cabeza pueden vigilar toda el área en que se encuentran.

Los caballitos de mar viven en aguas tranquilas, en los mares templados y tropicales de todo el mundo, con excep-ción de algunas áreas de África y de la región Indopacífica. Pueden llegar a medir hasta 30 cm (dependiendo de la es-pecie) y, durante la época reproductiva, un macho de buen tamaño puede “dar a luz” más de 400 descendientes, prove-nientes del apareamiento con varias hembras.

Pueden ser mantenidos en acuarios de agua salada, a los cuales dan gran majestuosidad y colorido, pero deben ser alimentados con alimento vivo, principalmente con micro-crustáceos, los cuales succionan con sus largos hocicos.

En Margarita, estos peces se encuentran en las aguas del Parque Nacional Laguna de La Restinga, donde retozan asi-dos a las raíces de mangle. También es fácil conseguir ejem-plares disecados, que son ofrecidos como souvenirs a turistas y residentes en el parque y en algunas tiendas de artesanía.

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El alacrán

El albañil levanta un bloque para pegarlo en el muro que está construyendo cuando de pronto, siente un dolor muy agudo en un dedo, al buscar la causa del malestar, des-cubre a un alacrán que va huyendo a esconderse bajo otro bloque; rápidamente, entonces, aplasta al animal y usa sus tripas como emplasto para colocárselo en la herida. Este re-medio casero al emponzoñamiento por picadura de alacrán tiene propiedades curativas nulas, pero su uso está muy ex-tendido por todo el territorio nacional.

Los alacranes, o escorpiones, son animales relacionados con las arañas, se les reconoce fácilmente por su forma, en especial por tener una región caudal bien desarrollada, cuyo extremo distal posee un aguijón. Se alimentan principal-mente de arañas, grillos, cucarachas, etc. Pueden matar a su presa con su ponzoña, o devorarla viva, según la especie y la potencia de su veneno. Entre ellos existe el canibalismo aun cuando es falso que los hijos devoren a la madre.

Son animales nocturnos, se refugian durante el día en sus madrigueras bajo rocas, troncos, o cualquier otro lugar que les ofrezca protección. Durante la noche, son cazadores eficaces, una vez detectada su presa, la capturan con gran precisión.

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Las crías de los alacranes nacen vivas, pero escasamente desarrolladas, por lo cual deben contemplar su desarrollo en el dorso de la madre, para ello la madre, al notar que los pe-queños alacranes comienzan a nacer, curva hacia adentro sus dos primeros pares de patas para recibir a sus hijos a medida que vayan naciendo, éstos suben entonces para ubicarse en el dorso de la madre donde van a completar su desarrollo, el cual tarda de 16 a 29 días, dependiendo de la especie, y durante ese tiempo sólo se alimentan del vitelo acumulado en su organismo. Es por ese fenómeno del cuidado paren-tal en el dorso que ha surgido la creencia que los jóvenes se alimentan de su madre. Sin embargo, es de hacer notar que durante este período los pequeños alacranes no tienen las te-nazas lo suficientemente desarrolladas como para desgarrar la coraza de la madre.

El emponzoñamiento por alacrán puede ser leve, grave o mortal. En el primer caso sólo hay dolor en el lugar donde penetró el aguijón, mientras que en los otros casos puede haber oscurecimiento de la vista, dolor de cabeza, mareo, náusea, sudoración, vómitos, taquicardia, arritmia cardiaca, aumento y descenso brusco de la presión sanguínea, pudien-do llegar incluso al coma, asfixia y muerte.

Por suerte, las especies más comunes en Margarita (a excepción quizás del género tytus) no son tan ponzoñosas, aun cuando su veneno no deja de ser peligroso, sobre todo en caso de alergias.

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La ardilla de Margarita

Quizás muchos margariteños hayan visto en televisión un curioso y gracioso roedor de cola erguida y muy peluda que se acerca a comer los maníes y otros alimentos que le ofrecen los visitantes de los parques, o tal vez hayan visto una ardilla de peluche. Pero probablemente muy pocos se-pan que en Margarita tenemos nuestra propia subespecie de ardilla, aunque nadie sepa por cuanto tiempo.

En efecto, en Venezuela existen cinco subespecies de ar-dillas, una de las cuales es exclusiva de Margarita. La ardilla es un roedor esencialmente arborícola, puede subir o bajar por los troncos y ramas con gran rapidez y, en caso de ser necesa-rio, puede salvar distancias de hasta cuatro metros de un solo salto. No sobrepasa los 45 cm, de los cuales 20 corresponden a la cola, y el peso no llega a sobrepasar ½ kg. Su alimentación se basa principalmente en frutas y semillas, aun cuando no desdeña los huevos de algunas aves.

Su nido, hecho con hojas, se encuentra en los huecos que se forman en el tronco de algunos árboles y posee varias entradas. En éste, la hembra cuida y alimenta a sus crías, las cuales pueden ser de 2 a 4, que nacen después de un período de gestación que tarda aproximadamente mes y medio. Ge-neralmente son de hábitos diurnos.

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Estos animales poseen cinco dedos en sus patas traseras y sólo cuatro en sus manos o patas delanteras. De ellos es típica la costumbre de sentarse sobre sus patas traseras mien-tras toman el alimento con sus manos y lo llevan a su boca.

Lamentablemente, la ardilla de Margarita está consi-derada como vulnerable de extinción, lo cual significa que enfrenta un alto riesgo de extinción a mediano plazo. No se conoce el tamaño actual de sus poblaciones, pero se sabe que están severamente fragmentadas por la destrucción genera-lizada de su hábitat. Igualmente, se encuentra bajo presión de cacería por parte de cazadores de subsistencia, que apro-vechan su carne como fuente de alimento.

La ardilla de Margarita puede ser observada aún en bosques húmedos y deciduos, cerca de la cabecera de las quebradas en las montañas ubicadas hacia el oeste de la isla. Algunas pequeñas poblaciones habitan en el Parque Na-cional Cerro Copey y en los monumentos naturales Cerro Matasiete y Cerro Guayamurí; sin embargo, estas áreas pro-tegidas se encuentran bajo presión de destrucción de hábitat para el establecimiento de conucos y por la cacería furtiva, por lo cual no está asegurada la supervivencia de la especie.

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El sapo

Al filo del anochecer se escuchan unos ruidos raros en la entrada de una modesta casa del pueblo, al salir la dueña sólo encuentra, frente a la puerta, un sapo con la boca co-sida en cuyo interior se consigue un papel con el nombre del ama de casa, así como unos extraños sortilegios y maldi-ciones. Esta práctica de brujería es poco probable que sirva para algo, excepto para provocar la muerte segura del pobre animal.

En Venezuela los sapos (familia Bufonidae) están repre-sentados por tres géneros y trece especies, de las cuales el sapo común o “casero” (Bufo marinus), es la más abundan-te y de más amplia distribución. También es la especie más grande, existiendo ejemplares que sobrepasan los 20 cm de longitud y 1 kg de peso. Su cuerpo es grueso y cubierto por grandes verrugas. Sus patas son cortas y carecen de mem-branas entre los dedos.

La “leche” de los sapos es una sustancia bastante tóxica que estos animales utilizan para su defensa y que se secreta en las glándulas parótidas, ubicadas detrás de los ojos. Este lí-quido puede ser peligroso para el hombre cuando llega a estar en contacto con tejidos delicados como los de los ojos. Sin embargo, es falso que los sapos puedan arrojarlos a grandes

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distancias, como también es falso que el contacto con la piel de éstos provoque la aparición de verrugas.

El sapo común es principalmente terrestre, de hábitos nocturnos y prácticamente cosmopolita. El contacto directo con los rayos del sol puede provocarle la muerte por deshi-dratación, es por ello que transcurre el día en lugares húme-dos y a la sombra, saliendo al anochecer a cazar insectos, que son su principal alimento.

Durante la época reproductiva, que coincide con la época lluviosa, la hembra pone en charcas más de 3.000 huevos unidos por una sustancia gelatinosa. A los pocos días nacen los renacuajos, a los cuales, con el tiempo, se les de-sarrollan primero las patas y luego reabsorben la cola, para convertirse en pequeños sapitos que están prestos para aban-donar la charca e iniciar la vida terrestre.

Además de los enemigos naturales de los sapos (garzas, por ejemplo), la contaminación y la destrucción del hábitat atentan contra la supervivencia de estos menospreciados ser-vidores del hombre.

En nuestro país, el sapo sólo sirve para completar las re-cetas de algunos aprendices de brujos y para saciar el sadismo de algunos ociosos que los matan por placer. En Australia y Hawai esta especie, otrora desconocida, ha sido introduci-da por el hombre, como un agente de control de plagas en plantaciones de caña de azúcar con resultados desalentadores pues sus renacuajos son tóxicos y han causado mortandades masivas de predadores incautos que los han consumido des-conociendo su toxicidad.

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El caimán de la costa

Uno de los relatos más populares de las leyendas anima-les establece que el cocodrilo, después de devorar a su presa en el agua, sale a la orilla a llorar por ella, lo cual ha dado origen al refrán de “llorar con lágrimas de cocodrilo” para referirse a las personas que expresan una pena o dolor que no sienten. En nuestro país existen dos representantes de la familia de los Cocodrilos: el caimán de la costa y el caimán del Orinoco, el primero de los cuales existió, hasta años re-cientes, en nuestro territorio insular, pero lamentablemente fue cazado hasta exterminarlo por completo, quedando, a nivel nacional, sólo algunas pocas poblaciones en los estados Falcón, Yaracuy, Carabobo y Zulia, lo cual representa me-nos de 20% de su extensión original.

El caimán de la costa es un reptil relativamente grande, que puede llegar a medir hasta 7 m, habita en una gran va-riedad de cuerpos de agua, que abarca desde ríos y lagunas de agua dulce hasta aguas marinas, mostrando preferencia por ríos y estuarios, y aventurándose solo ocasionalmente a mar abierto.

Este reptil posee una glándula excretora de sales, pero la misma sólo está completamente desarrollada en organis-mos adultos, por lo cual los jóvenes no pueden sobrevivir en

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el mar. Debido a ello, los caimanes deben reproducirse cerca de agua dulce.

En la época reproductiva, la hembra excava un nido en la arena o tierra, y en él deposita entre 30 y 35 huevos alar-gados, luego, procede a recubrir el nido con la misma arena, utilizando para ello las patas y la cola, y se queda en las cer-canías cuidando el nido de los posibles predadores.

Como ya se señaló, las poblaciones del caimán de la costa han mermado en más de 80%, debido principalmente a la cacería indiscriminada, sin embargo, a partir de 1979 se inició una veda indefinida a la cacería de la especie, con la finalidad de lograr su recuperación. También se han inicia-do algunos estudios de cría en cautiverio con fines de repo-blación. Ojalá tales programas tengan éxito y no se repita en esas poblaciones la historia ocurrida en Margarita y en otras zonas donde ya ha desaparecido la especie.

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El conejo de monte

En medio de la noche se escucha un ruido muy ligero proveniente de unos matorrales, es un conejo que ha salido en busca de alimento. Rápidamente una luz lo ilumina, de-jándolo temporalmente ciego, al punto que el animal queda totalmente inmóvil e indefenso mientras le dura la momen-tánea ceguera, tiempo este más que suficiente para el caza-dor furtivo que procede a acribillar al indefenso animal. Este método de cazar al conejo, más que deportivo, es criminal, por cuanto no le concede al animal ninguna posibilidad de escape, sin embargo, y lamentablemente, es una práctica muy usual, aun cuando está prohibida por la ley.

El conejo de monte, o conejo sabanero, al contrario de lo que mucha gente cree, no es un roedor, sino que al igual que los otros conejos y las liebres es un Lagomorfo. Los animales pertenecientes al orden Lagomorfa presentan un gran parecido externo con los roedores (orden Rodentia) y a menudo son confundidos con éstos. La principal diferen-cia entre ambos grupos consiste en que los roedores poseen dos grandes dientes, denominados incisivos, en la mandí-bula superior, mientras que en la mandíbula superior de los Lagomorfos están presentes dos incisivos bien desarrollados adelante, y otros dos más pequeños atrás.

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Los conejos silvestres llegan a medir de 35 a 45 cm y a pesar entre 1 y 1,5 kg. Pueden reproducirse entre tres y cinco veces al año, llegando a procrear entre 4 y 6 crías que pesan unos 30 gr. La hembra alimenta y cuida a sus crías du-rante unas tres semanas, hasta que comienzan a alimentarse por sí mismos.

Las extremidades anteriores de estos animales son más cortas que las posteriores, lo cual les facilita una carrera rápi-da y a base de pequeños saltos.

No viven en madrigueras, sino que construyen nidos en el suelo con hojas y paja, donde permanecen escondidos a inactivos durante el día para luego, desde el crepúsculo hasta el alba, buscar su alimento que consiste básicamente de hier-bas, hojas y frutos.

El conejo sabanero está representado en Venezuela por varias subespecies, siendo el conejo margariteño una sub-especie endémica de la isla, la cual se encuentra amenazada por la acción conjunta de la destrucción del hábitat debido a la fuerte presión urbanística de los últimos años y por la cacería furtiva.

Los métodos más usados en la caza del conejo sabanero en Margarita son todos prohibidos, y entre ellos están: el empleo de luz artificial, mediante el uso de trampas o lazos cebados con frutas y vegetales.

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El mono margariteño

La madre, presintiendo un peligro desconocido, se ase-gura que su cría está bien asida a su espalda e intenta una rá-pida huida, sin embargo, una lluvia de perdigones le destroza completamente la cara y el animal, con su hijo a cuestas, cae instantáneamente fulminado, el cazador se aproxima enton-ces a las víctimas a comprobar si el monito bebé ha sobrevivi-do, si es así, habrá conseguido una “mascota” para vendérsela a algún citadino “amante de los animales”, en caso contrario, probará suerte con otra pareja de monos. Esta práctica, por demás inhumana, es la forma usual, o la única forma que tie-nen los cazadores furtivos de conseguir monitos para el mer-cado negro de mascotas.

El mono de Margarita pertenece al grupo de los monos capuchinos, de los cuales existen en Venezuela por lo menos tres especies diferentes. La especie a la cual pertenece nuestro representante de los Primates, es una especie de amplia dis-tribución, que abarca prácticamente toda la cuenca amazóni-ca. De ésta, la única población existente al norte del Orinoco se encuentra en la isla de Margarita, donde permanece aislada del resto de la especie y conforma una subespecie endémica.

Es el Primate venezolano en mayor peligro de extin-ción, lo cual es probable que ocurra en el futuro inmediato

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si no disminuyen o cesan los factores que lo amenazan, los cuales son: reducción del hábitat debido al desplazamiento de las actividades agrícolas hacia las montañas por el acele-rado crecimiento de la población de la isla y al uso de tierras agrícolas con fines urbanísticos; y debido a una alta presión de cacería principalmente porque son considerados una pla-ga de los cultivos.

Actualmente quedan menos de 300 individuos y su población continúa decreciendo drásticamente. Además de ello, la población está fragmentada en pequeños grupos fa-miliares, dispersos y aislados en las diferentes montañas de la isla, lo cual disminuye aún más las posibilidades de su-pervivencia de la especie por la endogamia y la subsecuente pérdida de la variabilidad genética.

Esta subespecie, próxima a engrosar la lista de los ani-males extintos de Margarita, iniciada con el caimán de la costa, está representada por animales pequeños, que no so-brepasan 50 cm de largo, sin incluir la cola que puede llegar a medir otros 50 cm y su peso está cercano a 3,5 kg. La ges-tación dura unos seis meses, luego de los cuales la hembra da a luz una única cría, la cual sube a la espalda materna, agarrándose fuertemente de los pelos de ésta y enrollando su cola a la de la madre. El cuidado parental dura otros seis me-ses, tiempo en el cual el pequeño mono se ha desarrollado y se ha independizado.

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El ñángaro

La lluvia cae a raudales e inunda el orificio que se en-cuentra en el tronco de un mangle, ahogando a los pichones de una de las pocas parejas de ñángaros que había logrado escapar del saqueo de sus nidos por los hombres y de la de-predación de sus pichones por parte de las ratas. Esta tempo-rada quizás ningún pichón llegue a la edad suficiente para poder volar y abandonar el nido.

El ñángaro, o carpaico, es un perico de mediano ta-maño, el cual se puede reconocer por su corona azul y por su cola que presenta una coloración roja en la parte ventral. Esta especie se distribuye desde el noroeste de Colombia hasta Argentina. En Margarita se encuentra la única pobla-ción insular de la especie, la cual es considerada una subes-pecie diferente.

Son aves gregarias, es decir, que conviven en grupos numerosos, aunque generalmente se les observa volar en pa-rejas durante el amanecer y el anochecer, mientras se dirigen del área de dormidero al área de alimentación y viceversa.

Los ñángaros se alimentan de flores, hojas, frutos y se-millas de plantas como el yaurero, el yaguarey, el guamache, la tua-tua y el guaritoto, que abundan en las quebradas se-cas de la península de Macanao. Habitan únicamente en la

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laguna de La Restinga, donde tienen sus nidos, los cuales consisten en cavidades en los troncos de mangle negro. Po-nen entre 1 y 8 huevos, los cuales tardan cerca de un mes en eclosionar. El cuidado de los pichones puede durar hasta dos meses, cuando éstos adquieren todo su plumaje y pueden abandonar el nido. El período reproductivo comprendido entre la puesta del primer huevo y el vuelo del último pi-chón, puede extenderse desde mayo hasta octubre.

Lamentablemente existe un riesgo muy alto de que esta especie se extinga en un futuro inmediato. Estudios realiza-dos por investigadores de Provita, una organización conser-vacionista no gubernamental, arrojan resultados realmente alarmantes. Existen sólo cerca de 120 individuos en vida sil-vestre y se considera que cerca de 80 a 100% de los pichones son capturados anualmente para ser usados como mascotas.

Aparte de la alta presión de cacería, también atentan contra la supervivencia de esta especie la depredación de pi-chones por ratas domésticas, la destrucción de nidos por caí-das de árboles, la inundación de las cavidades de los árboles en época de lluvia y la destrucción de su hábitat.

Esta ave ha sido adoptada como mascota en algunas actividades turísticas de Margarita, sin embargo estas ini-ciativas no han ido nunca acompañadas por programas bien orientados de educación ambiental que permitan que la po-blación tome conciencia sobre la problemática que aqueja a esta especie y se realicen esfuerzos por lograr salvarla, y sólo ha sido usada como un “gancho ecológico” con fines de lu-cro.

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El turpial

El turpial es el ave nacional de Venezuela, esta “distin-ción” se debe a la belleza de su plumaje, a lo melodioso de su canto y a su amplia distribución en nuestro país. En efecto, esta ave se encuentra desde la península de La Guajira en el estado Zulia, hasta el estado Sucre, en el litoral y práctica-mente en todo el territorio nacional al norte del Orinoco, también está presente en la isla de Margarita. Sin embargo, no es exclusiva de Venezuela, al contrario, posee una amplia distribución en Suramérica, desde Colombia hasta Argenti-na, y también se encuentra en Aruba, Curazao y Trinidad; y ha sido introducida en Puerto Rico y Saint Thomas.

El patrón de coloración del turpial está dominado por el amarillo-naranja en casi todo el cuerpo, excepto en la ca-beza y las alas que son negras con partes blancas. También presentan un pequeño pero intenso anillo azul alrededor de los ojos.

No es gregario, prefiriendo vivir solo o en pareja, en lugares cálidos como los llanos, cardonales, matorrales es-pinosos, bosques deciduos y selvas de galería. Construye su nido, con hierbas y ramitas, en las ramas de los árboles me-dianos. Por lo general tiene dos pichones que son cuidados por sus padres hasta que alcanzan la madurez suficiente para

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poder volar y alimentarse solos. Su dieta consiste de flores, frutas e insectos.

En el libro Fauna de Venezuela se describe el comporta-miento seguido por el turpial para cazar saltamontes:

...no lo apresa enseguida sino que trata primero de asegurarse que el insecto no utilice sus fuertes patas para saltar o escapar. Por ello el turpial, en una acción veloz, le rompe una pata con el pico, luego se retira; a continuación le inutiliza la extremi-dad posterior. Una vez que el insecto queda indefenso, el ave se acerca y se lo come tranquilamente.

El hecho de ser el ave nacional, no le garantiza la su-pervivencia a la especie. Su principal amenaza es la captura para mantenerlo vivo en cautiverio. Esta presión de cacería es considerable a nivel nacional, siendo una de las aves más capturadas y comercializadas. A nivel internacional también existe demanda por esta especie, aunque es abastecida por otros países suramericanos.

En nuestra isla esta ave ya es extraña en algunas zonas donde otrora era abundante, debido, además de la cacería furtiva, a la destrucción de su hábitat. Sin embargo, se des-conoce la situación real actual de la población insular de este símbolo viviente de nuestro país.

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El mapurite

El aprendiz de sabueso agita alegre la cola y ladra repeti-das veces, ha encontrado una pequeña presa, sin embargo, el pequeño animal no se da a la fuga, sino que, al contrario lo enfrenta y le muestra sus fuertes garras y sus afilados dientes, esto molesta al galgo, que decide demostrar quien es el amo, ar-queando el lomo, mostrando sus colmillos y ladrando con más fuerzas, al ver que su víctima no huye, se lanza presto al ataque, más de pronto, la supuesta víctima se vuelve y levantando la cola, lanza un potente chorro de un líquido amarillento, espe-so, y en verdad pestilente. El perro escapa aullando, intentando inútilmente escapar de la fetidez que lo acompañará durante varios días, quizás así aprenda a no meterse con un mapurite.

El mapurite es un mamífero que pertenece a la familia de los Mustélidos, la misma que agrupa también a comadre-jas, hurones y nutrias o perros de agua. Mide más de 65 cm, de los cuales, cerca de 20 corresponden a una cola cubierta de unos pelos largos y tupidos. Sus patas son pequeñas. Lo cual le confiere cierta gracia al caminar. El cuerpo, a excep-ción del hocico, está cubierto de un denso pelaje. Su colo-ración es oscura, con una gruesa franja blanca que se inicia en la cabeza y a la altura de las orejas se bifurca en dos franjas más delgadas que corren por el lomo hacia la cola.

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Es de hábitos nocturnos, se alimenta principalmente de insectos, larvas, gusanos y pequeños lagartos y mamíferos. También gusta de cazar serpientes, especialmente las vene-nosas, a cuya picadura es muy resistente.

Habita en bosques deciduos y sabanas, así como en áreas xerófilas. La hembra da a luz entre 1 y 3 crías, des-pués de un período de gestación de aproximadamente dos meses. El líquido pestilente que los caracteriza es producido por una de las glándulas almizcleras ubicadas cerca del ano y es un excelente sistema defensivo al punto que el mapurite casi no posee enemigos naturales, los cuales prefieren rehuir su perfumado chorro.

En los llanos, el principal enemigo del mapurite es el hombre, que transita en sus vehículos a altas velocidades por las carreteras, atropellando no sólo a estos animales sino también a muchos otros.

Otros factores que afectan a la especie son la destruc-ción del hábitat y el uso de plaguicidas.

En Margarita, aun cuando no es una especie muy abun-dante, puede observársele en algunas de las áreas boscosas que todavía quedan.

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El cachicamo montañero

Según un hermoso cuento del poeta José Lira Sosa, el origen de los cachicamos se remonta a la época de la con-quista, cuando soldados españoles ataviados con sus pesadas armaduras y agobiados por la temperatura y humedad del trópico, renegaron de Dios, siendo en castigo transformados en estos curiosos animales.

El cachicamo o armadillo tiene una amplia distribución en toda América, y dependiendo de la especie, prefieren ha-bitar en zonas boscosas o en áreas de sabana. El cachicamo montañero puede medir cerca de 90 cm, de los cuales un poco menos de la mitad corresponden a la cola. Posee el cuerpo cubierto por una coraza de color marrón, en la cual pueden contarse entre ocho y once bandas óseas, aunque ge-neralmente son nueve.

Junto con las perezas y los osos hormigueros forman un grupo de organismos exclusivos del continente americano y que se caracteriza por carecer de dientes o tener dientes rudimentarios y que han recibido el nombre de “Edentata”, que no es más que desdentados en latín.

Los cachicamos están representados por tres géneros y seis especies, de las cuales el cachicamo montañero o de nueve bandas es el de más amplia distribución.

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Estos animales son de hábitos nocturnos y con sus po-derosas garras delanteras construyen madrigueras profundas en las cuales permanecen durante el día o se esconden cuan-do se sienten amenazados, también emplean las garras para escarbar el suelo en busca de larvas, insectos, lombrices y pequeñas lagartijas, que constituyen su alimento principal, aunque también se alimentan de vegetales.

Un fenómeno curioso en la reproducción de los cachi-camos es la poliembrionía. Después del apareamiento queda fecundado un solo óvulo, del cual se originan cuatro em-briones del mismo sexo y absolutamente idénticos entre sí. Estos embriones no se desarrollan de inmediato, sino que quedan inactivos durante más de tres meses, luego comien-za la gestación que durará otros cuatro meses.

Las crías de cachicamo nacen en un estado de desarro-llo relativamente avanzado, con el caparazón completamen-te formado, aunque no muy duro, tienen los ojos abiertos y son capaces de caminar a las pocas horas de nacidas.

Los cachicamos de Venezuela están vedados a la caza debido a su gran importancia en la biomedicina, por cuan-to son usados como conejillo de Indias en investigaciones acerca de la lepra y el mal de chagas y son necesarios para la producción de la vacuna contra la primera de estas enferme-dades.

En Margarita, el cachicamo es una especie muy escasa y que enfrenta una fuerte presión de cacería furtiva por me-dio de trampas. Habita principalmente en el Parque Nacio-nal Cerro Copey.

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La estrella de mar

El animal, por accidente, perdió uno de sus cinco bra-zos, pero no hay de que preocuparse, pronto regenerará un brazo nuevo. ¿Y qué ocurrirá con el brazo perdido?, asom-brosamente, ¡regenerará el cuerpo o disco central y los otros cuatro brazos perdidos!

Las estrellas son animales marinos de apariencia estre-llada (de allí su nombre), normalmente de cinco brazos o radios que se reúnen en una porción central llamada disco.

Su cara inferior, aplanada, es la cara oral, sobre la cual el animal camina, en su centro se encuentra la boca, y reco-rriendo los brazos se encuentran unos surcos llamados am-bulacrales, en los que se encuentran los pies ambulacrales, con los cuales el animal se desplaza. La cara opuesta recibe el nombre de cara aboral.

Las estrellas de mar, como ya se señaló, comúnmente poseen cinco brazos radiales, pero algunas especies poseen un número mayor de brazos, como la estrella chilena Heliaster he-liconthea que posee cincuenta. En Margarita existe una especie del género Luidia que posee nueve brazos.

Estos animales están emparentados a los pepinos de mar, los lirios de mar y los erizos de mar, los cuales forman el gru-po de los Equinodermos, término que literalmente significa

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“piel espinosa”, todos ellos son exclusivamente marinos, no existiendo ni una sola especie, actual o fósil, que viva o haya vivido en ambientes de agua dulce.

La estrella de mar es muy voraz y se alimenta principal-mente de bivalvos, como el mejillón o la almeja, a los cuales obliga a abrir sus valvas o conchas con un fuerte abrazo para posteriormente “evaginar” o expulsar su estómago, que en-tra en contacto con la presa, la cual digiere externamente para luego retraer su estómago. También puede alimentar-se de erizos y a veces de pequeños peces, pero la digestión siempre es externa.

En Venezuela, el estudio de las estrellas de mar es re-ciente, iniciándose en 1967 con un trabajo de la profesora (UCV) Zoppi de Roa, pero quizás la mayor contribución al estudios de estos organismos en nuestro país la haya realiza-do la ya jubilada profesora (UDO) Aidé Martínez, de la cual pueden leerse muchos de sus artículos en el Boletín del Insti-tuto Oceanográfico de Venezuela, editado por la Universidad de Oriente.

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El guaripete o lagartija

El gato se ha ido acercando sigilosamente a su víctima, que no ha logrado intuir el peligro que se le avecina. En un abrir y cerrar de ojos, el felino se arroja sobre la presa y le lanza un zarpazo. La idea es sólo atontarla, pues antes de devorarla tiene que jugar con ella, dejarla correr y luego, cuando se crea a salvo, saltar nuevamente sobre ella como burlándose de sus vanas esperanzas de escapar.

Pero esta vez el burlado es él, ya que después del primer ataque, se ha entretenido jugando con la desprendida cola del guaripete, mientras el dueño de ésta a logrado escabu-llirse prácticamente ileso, el trozo de cola perdida pronto volverá a crecer.

El guaripete pertenece al grupo de los Lacertilios, co-nocidos comúnmente como lagartijas. Este grupo de or-ganismos ha colonizado una gran cantidad de ambientes, desde las selvas y desiertos tropicales, hasta la zona ártica, estando ausentes sólo en la Antártida. Se conocen cerca de 3.000 especies de Lacertilios en todo el mundo y en nuestro país se han reportado más de 90 especies.

Es un animal omnívoro, se alimenta tanto de pequeños animales, principalmente insectos, como de flores y peque-ños frutos.

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En los guaripetes, existe la separación de sexos (es de-cir, unos son machos y otros hembras), son ovíparos y las hembras ponen los huevos en grietas o bajo las rocas, de és-tos surgen las crías completamente desarrolladas y aptas para valerse por sí mismas.

Un dato curioso con esta especie, según narra Gorzu-la en el capítulo de lagartijas del libro Fauna de Venezuela - Vertebrados, es el hecho que existen poblaciones de gua-ripetes al sur del país, que carecen de machos y las hembras se reproducen “partenogenéticamente”, lo cual significa que los huevos puestos por las hembras se desarrollan sin la nece-sidad de ser fecundados por los machos. En este caso, toda la prole va a ser también del sexo femenino.

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La tortuga cardón

La quietud de noche de pronto se ve alterada por un extraño movimiento en la arena de la playa, un poco por en-cima del límite donde llega la marea durante las mareas más altas. El lugar pareciera estar hirviendo. Sorpresivamente de la arena comienzan a emerger tortuguillos como salidos de la nada. Ahora comienza la lucha por la subsistencia, tienen que correr raudas al mar, antes que cangrejos, perros, gavio-tas y otros depredadores se percaten de su nacimiento. Son pocos los metros hasta las “salvadoras” aguas. Pero, ¿qué ocurre? Los tortuguillos se detienen, titubean y.... comien-zan a correr en dirección contraria. Las luces de hoteles y restaurantes las desorientan y en vez de dirigirse al mar, cada vez se alejan más de él. Demasiado tarde, ya han sido vistos y en un abrir y cerrar de ojos, la playa parece un festín necró-fago donde numerosas aves y perros se disputan las indefen-sas presas. Los pocos “afortunados” que logren escapar de la cacería, en pocas horas morirán calcinas por el sol que co-mienza a despuntar en el horizonte, pues están demasiados lejos y desorientados como para llegar al mar. Otra nidada de tortuga cardón que se perdió irremediablemente.

La tortuga cardón es la mayor de las tortugas marinas y uno de los reptiles vivientes más grandes del planeta, sólo

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superada en tamaño por algunas especies de cocodrilos. El ejemplar más grande de que se tenga noticia midió 2,57 m y peso 916 kg.

Esta especie es fácilmente distinguible de otras tortugas porque su caparazón es coriáceo (con consistencia de cuero) y sin escamas óseas y porque presenta unas crestas o quillas parecidas a las de la planta de cardón, de la cual se deriva su nombre.

La cardón está mundialmente distribuida en todos los mares tropicales y subtropicales del mundo. Vive práctica-mente toda su vida en el mar y la hembra sólo sale a tierra cuando va a realizar la postura de sus huevos.

La reproducción de una hembra ocurre cada dos o tres años y en cada temporada de reproducción puede anidar en cuatro a cinco oportunidades. Los nidos son construidos cerca de línea de marea alta, para lo cual emplea sus patas traseras como palas para excavar un orificio en el cual depo-sitará de 61 a 126 huevos, algunos de los cuales (en ocasiones hasta la mitad) no son viables, pues son muy pequeños y ca-recen de yema. Luego la hembra tapará el nido y no regresa-rá más al mismo. La incubación de los huevos es por medio del calor natural y dura un período de 50 a 78 días, luego de los cuales saldrán los tortuguillos y se dirigirán al mar.

Muy pocos tortuguillos llegarán a la edad adulta (me-nos de 1 de cada 1000) y se podrá reproducir. Es por ello que la supervivencia de la especie es muy delicada y es una especie considerada en peligro de extinción y su captura está prohibida por una veda permanente.

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Las littorinas

En prácticamente todas las costas rocosas de las zonas tropicales y subtropicales de nuestro planeta, inmediata-mente por encima de la zona donde el mar baña permanen-temente la roca, se consiguen unos pequeños caracoles de escasos milímetros de talla, los cuales por lo general son de color oscuro o de franjas claras y oscuras. Estos caracoles son las littorinas (familia Littorinidae).

Debido a su amplia distribución y a su ubicación en esta zona supralitoral, las littorinas son de gran interés en ecolo-gía y con su nombre se ha designado la franja en la cual se ubican. Prácticamente todas las especies de littorinas son de reducidas dimensiones, con excepción de una especie (Litto-rina littorea) de las costas europeas, que puede alcanzar hasta 4 cm de longitud.

Para alimentarse, raspan con su “lengua” o rádula, las al-gas, diatomeas, líquenes y hongos que crecen sobre la roca. A su vez, son presa de numerosos organismos, entre los cuales se pueden señalar otros caracoles, cangrejos y langostas.

La mayoría de las especies produce una larva que nada en el plancton hasta convertirse en un pequeño caracol. Sin em-bargo, una especie chilena presenta la curiosa característica que las larvas se mantienen en la cámara branquial de la hembra

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(algo así como sus pulmones), hasta que completan su desarro-llo y son “paridos” como jóvenes totalmente formados.

Toleran altas temperaturas, lo cual les permite resistir las fuertes radiaciones cuando quedan expuestas directa-mente a los rayos del sol y sin la humedad que proporciona las gotas generadas por las olas.

En nuestro país están representadas por al menos 12 es-pecies pertenecientes a 4 géneros. De aquéllas, al menos 7 están presentes en las costas de Margarita.

Entre los caracteres que los especialistas utilizan para determinar a qué especie pertenece un ejemplar en parti-cular se encuentran: la presencia o ausencia de umbilico (el cual no es más que una abertura en el la base del eje sobre el que se enrolla la concha del caracol), la presencia o ausencia de ornamentaciones en la concha y la coloración.

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Los playeritos

Bajo la atenta y vigilante mirada del padre, un peque-ño niño juega a la orilla del mar, cuando la ola se retira, baja presurosa a perseguirla, pero cuando una nueva ola se le aproxima, sale corriendo en dirección contraria, como si temiera mojarse los pies. Varios metros más allá, un grupo de aves pareciera estar imitando los movimientos del niño en su aproximarse y huir del mar. Son los playeritos.

En Venezuela, se agrupan bajo el mismo nombre común de playeritos, unas 20 especies pertenecientes a 2 familias distintas de aves, las familias Charadriidae y Scolo-pacidae.

Estas dos familias de aves pueden ser diferenciadas entre sí de una manera relativamente sencilla: los repre-sentantes de la familia Charadriidae poseen un pico corto y abultado en la base, mientras que los Scolopacidae tienen el pico largo y delgado.

Los playeros son, en su mayoría, aves pequeñas que habitan en playas, manglares y lagunas de aguas salobres de la costa e islas del país. Muchas de estas aves son mi-gratorias y sólo vienen al país para transcurrir el invierno, regresando a sus lugares de origen durante el verano para anidar y reproducirse.

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Entre los Charádridos que se encuentran en Margarita se pueden mencionar: “el playero cabezón”, animal arisco, solitario, que busca su alimento en pantanos fangosos y pla-yas arenosas, anida en zonas circumpolares y visita el país entre agosto y abril; “el playero acollarado”, solitario o en pequeñas bandadas, habita playas del mar, lagunas y panta-nos fangosos, anida en la región ártica de Norteamérica y reside en el país de agosto a mayo; y “el playero picogrue-so”, que habita en manglares y playas arenosas y del cual una subespecie reside permanentemente en el país y la otra emi-gra hasta Norteamérica para anidar.

En el otro grupo, el de los Scolopácidos, se pueden mencionar: “el playero coleador”, que habita cerca de cuer-pos de agua hasta los 1.600 m.s.n.m., en selvas, riachuelos, lagunetas, manglares, playas y pantanos, transcurre el tiem-po solitario o en grupos no mayores de cinco individuos, reside en el país desde julio hasta abril y anida en Norteamé-rica; “el playero aliblanco”, que anida en el país y habita pla-yas y riberas arenosas, pantanos y manglares; y “el playero semipalmeado”, que visita al país entre julio y mayo y anida en la región ártica de Norteamérica, entre otros.

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El venado margariteño

La plácida quietud de la noche se ve de pronto inte-rrumpida, todos los animales del monte, como uno solo, presienten el peligro e intentan escapar en una rápida y ruidosa huida, suena entonces una terrible explosión y un proyectil surca el aire hasta morder a su presa que cae aba-tida, una venada que no fue lo suficientemente veloz para ponerse a salvo, quizás por estar embarazada no corrió tan rápido como solía hacerlo. El cazador alborozado se acerca a recogerla y, antes de levantarla, se detiene por unos segun-dos, luego sonríe y la carga mientras piensa en lo tonto que era cuando niño y en cuánto lloró con la película “Bambi”, pero eso fue hace mucho tiempo, lamentablemente ya no era un niño y todo rastro de humanidad y de piedad tam-bién habían quedado atrás con su niñez, por eso no le im-portaba, o más bien disfrutaba de haber dado muerte a uno de los pocos venados margariteños que aún quedan.

En Venezuela existen dos grupos de venados, los ca-ramerudos o de astas ramificadas y los matacanes, de cor-namenta pequeña y simple. El venado margariteño es una subespecie de venado caramerudo endémica de la isla (algu-nos científicos no lo consideran como una subespecie sino como una especie distinta).

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El venado de tierra firme alcanza los 140 cm de longi-tud y 60 kg de peso, aunque el margariteño es ligeramente más pequeño y liviano que sus congéneres de tierra firme.

Su pelaje es suave y de color marrón o crema, excepto en el vientre, parte inferior de la cola y fosas nasales, que son de color blanco.

El nombre de caramerudo deriva de la presencia de su cornamenta ramificada o “carama”, la cual es exclusiva de los machos, comienza a crecer cuando el animal tiene el año de edad, y anualmente se cae y es renovada por otra más gruesa, larga y ramificada que la anterior.

La reproducción ocurre en cualquier época del año y la hembra da a luz una o dos crías, luego de una gestación de siete meses, que nacen con el pelo rojizo oscuro, salpicado con manchas blanquecinas.

El venado margariteño era muy abundante en la anti-güedad y se encontraba distribuido por toda la isla, pero en la actualidad sólo quedan algunos pocos ejemplares confi-nados a los más apartados rincones de la península de Maca-nao y del Parque Nacional Cerro Copey, y a pesar de estar protegidos por una veda permanente, aún es blanco de nu-merosos cazadores furtivos que “hacen vida” destruyendo a nuestra fauna insular.

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El pelícano

“...Como se darán cuenta no es recomendable dejar en libertad a su pelícano y menos si es Ud. uno de esos inte-lectuales que leen y conservan libros. En ese caso no será raro que tenga que sacarle de su inmenso buche un tomo de El Capital de Marx, uno de la Crítica de la Razón Pura de Emmanuel Kant y una Antología de poemas de Saint-John Perse, lo cual puede demostrar el excelente gusto filosófico y literario de su pelícano, pero entraña un grave peligro para su biblioteca...”, esta era una de las Recomendaciones para la cría de pelícanos que el poeta José Lira Sosa entregó en una oportunidad a sus lectores en su genial y recordada columna “Granos de Sal” con la cual diariamente nos instruía, edu-caba y divertía.

Los pelícanos a los cuales se refería el poeta, son aves acuáticas muy adaptadas para la natación cuya principal ca-racterística es su largo pico provisto de una bolsa membranosa expansible, unida a la mandíbula inferior flexible, y que es utilizada para atrapar peces. Sus patas son cortas y poderosas, están situadas muy atrás en el cuerpo, lo cual les permite nadar muy rápidamente, pero hace difícil su locomoción en tierra.

Son buenos nadadores, desplazándose en grupos por los aires, con la cabeza recogida. El guía dicta las pautas de vuelo

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y el tipo de movimientos de las alas, ejemplo que es segui-do progresiva y ordenadamente por los demás miembros del grupo. Su vuelo se ve favorecido por el hecho que todo su cuerpo, incluso los huesos, está surcado por bolsas de aire.

Se reproducen en forma gregaria (es decir, en grupos) y construyen sus nidos con ramitas en árboles bajos o man-glares cerca de la orilla del mar. La hembra pone de 1 a 4 huevos blancos y luego de una incubación que dura 30 días, nacen las crías ciegas, sin plumas, y de color rosado, volvién-dose de color negro o pardo con el tiempo, a la vez que les crece un plumón gris o negruzco.

Ambos padres alimentan a las crías, abriendo el pico y dejando que éstos introduzcan sus cabezas dentro de la bolsa membranosa, lo cual dio origen a una creencia medieval de que los pelícanos alimentaban a sus crías con chorros de san-gre de su propio pecho.

En el país existen dos subespecies de pelícanos, una que reside permanentemente en nuestras costas y la otra migra-toria. En Margarita estas aves son compañeras entrañables de los pescadores durante sus faenas de pesca y pueden ser admiradas en cualquier playa de la isla.

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La ostra perla

Un día, sin saber por qué, comenzó la ostra a fabricar una perla de extraña forma. Día a día iba añadiendo más nácar a la perla, la cual crecía en longitud a grandes pasos. Con el tiempo, la joya fue adquiriendo una forma más clara y detallada, que luego podría identificarse, sin temor a du-das, con una pierna humana a escala y perfectamente deta-llada. Las demás ostras le preguntaban por qué le había dado esa forma tan curiosa a la perla, en lugar de hacerla redonda como era la costumbre y ésta no sabía que contestar, pues sólo había seguido un impulso más fuerte que ella misma. Todos los días, cuando los pescadores de perla estaban cerca, nuestra ostra, al igual que las restantes, cerraba la boca y se ocultaba para que no le robaran su creación. Sin embargo, en una oportunidad fue tal su asombro al reconocer en uno de esos pescadores a una pierna tan semejante a la recreada por ella, que abrió la boca admirada, el pescador vio entonces la perla y la sustrajo de la ostra sin hacerle a ella ningún daño. Era la primera perla del día y según lo había prometido, se la llevaría a la Virgen del Valle por haberle salvado la pierna herida algún tiempo atrás y que estuvo a punto de perder.

La ostra perla, o concha perla como también se le cono-ce, es un molusco bivalvo (o sea que tiene dos conchas como

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el chipichipi o el guacuco) que alcanza una talla máxima de 10 cm. Las valvas o conchas son amarillentas a marrones en la parte externa, con varias franjas o radios de color oscuro, e internamente son nacaradas brillantes.

Habita en aguas someras hasta 40 m de profundidad, sobre fondos de arena gruesa o cascajos formando agrega-ciones de varios individuos unidos gracias al biso (filamento fuerte y de color verde oscuro que secreta el animal y que le permite fijarse a otra concha o cualquier otro sustrato).

La reproducción de esta especie ocurre durante todo el año y un dato curioso, según lo reseña el profesor Alfredo Gómez (UDO) en su extraordinario libro Los recursos ma-rinos renovables del estado Nueva Esparta, es que estos anima-les son hermafroditas protándricos, lo cual quiere decir que inicialmente son machos, los cuales luego de reproducirse cambian de sexo y se convierten en hembras, por ello todas las conchas pequeñas, hasta 56 mm, corresponden a indivi-duos machos y por encima de esa medida a hembras.

La fecundación es externa, es decir, las ostras expulsan sus gametos sexuales al agua donde ocurre la fecundación y se produce un oocito que después eclosionará en una larva planctónica que después de varias etapas se convertirá en un joven y se fijará al fondo marino.

La ostra perla es de muy buen sabor y se puede consu-mir cruda o cocida, su carne, una vez extraída de la concha, se conoce con el nombre de tripa de perla.

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El caballito del diablo o libélula

Confieso que antes de escribir estas líneas estaba con-vencido que el nombre que comúnmente se le da a este cu-rioso y bello insecto era exclusivo de esta ínsula de hijos’er diablo, sin embargo no es así, este nombre está casi tan ex-tendido como el mismo animal que lo posee, denominán-dose de esta manera incluso en algunos países europeos.

Los caballitos del diablo son insectos alados, robustos, carnívoros, comunes en las cercanías de charcos y ríos. Tie-nen dos pares de alas delgadas, un abdomen delgado y alar-gado y unos ojos prominentes.

Están distribuidos mundialmente en todas las zonas tropicales y templadas, existiendo unas especies que incluso habitan cerca del círculo polar ártico.

Pueden reproducirse en ríos caudalosos y de corrien-tes rápidas o en los de aguas tranquilas, incluso hay especies adaptadas a reproducirse en estanques temporales, charcas, saltos de agua o en el agua que se recoge en las hojas de cier-tas plantas forestales.

Las larvas son totalmente acuáticas y tienen el labio muy modificado para atrapar sus presas, pequeños insectos que atrapan de una forma poco habitual: permanecen quietas has-ta que se les aproxima una presa, extendiendo repentinamente

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el labio, en cuyos extremos hay unos anzuelos que enganchan a la presa y la atraen hasta la mandíbula.

Los caballitos del diablo ponen sus huevos en el agua o cerca de ella, de cuyo interior saldrá la larva, la cual mudará la piel de 8 a 15 veces antes de desarrollarse por completo. Cuando esto ocurre, la larva trepa por alguna rama fuera del agua, y la siguiente muda la convierte en adulto, un proceso conocido como “emergencia”.

El tiempo transcurrido entre la salida de la larva del agua hasta que el adulto está listo para volar dura aproxima-damente 20 minutos y por lo general el proceso ocurre en horas de la noche.

La libélula recién aparecida es pálida y suave, con las alas resplandecientes. Se aleja entonces del agua y pasa los si-guientes días (hasta 15 según la especie), alimentándose ac-tivamente mientras desarrolla su coloración completa y llega a la madurez sexual. Entonces busca el agua y entra en el período reproductivo, que puede durar más de seis semanas.

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El cazón

Uno de los aspectos más pintorescos de la isla de Mar-garita es la profusión de empanaderas, señoras margariteñas que preparan junto al fogón la sabrosa empanada rellena de diferentes ingredientes: queso, pollo, carne molida o me-chada y la más tradicional de todas, la empanada de cazón.

Con el nombre de cazón se conocen no una, sino dos especies de peces cartilaginosos (que en lugar de huesos tie-nen cartílago) distintas: Rhizoprionodon porosus y Carcharhinus acronotus las cuales se diferencian entre otras cosas por el ta-maño y la coloración. Mientras la primera especie tiene un tamaño promedio de 75 cm y una coloración de marrón a marrón grisáceo, la segunda alcanza 1 m de longitud y su coloración es más amarillenta.

Las dos especies son principalmente costeras comunes en estuarios y bahías, aún cuando la especie mayor prefiere fondos rocosos y coralinos, la menor prefiere aguas calientes cercanas a los ríos. Ambas se encuentran normalmente en aguas poco profundas o hasta los 100 m de profundidad.

Son especies muy comunes en la región del Océano Atlántico occidental y el Mar Caribe. En Venezuela, se dis-tribuye desde el golfo de Venezuela, a lo largo de la costa hasta el margen atlántico. Son abundantes alrededor de la

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isla de Margarita y La Blanquilla, en el Golfo de Santa Fe y el Golfo Triste.

Ambas especies son vivíparas y la descendencia está re-presentada por 1 a 6 embriones. Se alimentan de peces, ca-marones y algunas especies de caracoles.

Los cazones son peces de importancia comercial, prin-cipalmente en la pesquería artesanal, la cual genera 90% de las capturas. En el oriente del país se registra 70% de la producción nacional, donde el estado Sucre contribuye con 50%, el estado Monagas con 10% y el estado Nueva Esparta aporta 9%. Las máximas capturas de cazones para el oriente se obtienen entre junio y noviembre. Se capturan principal-mente por medio de un arte de pesca denominado palangre de fondo, el cual consiste —básicamente— en un cordel de nylon con anzuelos grandes, llamados cazoneros. También lo capturan con redes.

La pesca industrial, principalmente la pesca de arrastre, también captura al cazón y aporta 10% del total de la pesca de estas especies.

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La cotorra margariteña

Una madre preocupada porque su niño de dos años y medio aún no ha comenzado a hablar, decide prepararle un caldo especial para que suelte la lengua, con ese remedio que le enseñó su abuelita, pronto su hijo hablaría como un lorito, y es que el remedio no era otra cosa que un caldo de pichón de cotorra. Lamentablemente no servirá para otra cosa que para acabar con la vida de un pobre pichón, y para matarle el hambre a su hijo por un rato.

Las cotorras, como la mayoría de los Psitácidos (fa-milia a la cual pertenecen, junto con los pericos, loros y guacamayas, entre otros), tienen la habilidad de repetir so-nidos, entre ellos la voz humana, por lo cual la creencia popular les atribuye la capacidad de hablar y entablar con-versación.

En Margarita tenemos una cotorra que hemos re-conocido como nuestra y le damos nuestro gentilicio, la “cotorra margariteña”, a pesar de que según Provita, la or-ganización que más sabe de la cotorra margariteña, pues lleva muchos años estudiándola y protegiéndola, señala que también se encuentra en algunas zonas áridas de tierra firme y en las islas de La Blanquilla y Bonaire, y que ante-riormente se encontraba también en Aruba y Curazao.

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La cotorra margariteña alcanza a medir hasta 33 cm. Su coloración es, en su mayor parte, verde, con los bordes de las plumas negros, mientras que la garganta, lados del cuello, hombros y toda la cabeza son de color amarillo, por lo cual se le conoce también como cotorra cabeciamarilla.

Esta ave se reproduce durante los primeros meses del año. Para anidar utilizan casi exclusivamente cavidades que se encuentran en árboles, principalmente palosano, quebra-hachos, guayacán, yaurero y cotoperí. La hembra deposi-ta en el nido entre 2 y 5 huevos, los cuales incuba durante un lapso de aproximadamente 26 días, al cabo de los cuales eclosionan unos pichones de vientre abultado, piel rosada y cubierta de un plumón blanco, ojos y oídos cerrados. Antes de los tres meses ya los pichones están listos para abandonar el nido.

La cotorra margariteña es el ave regional del estado Nueva Esparta, desde el 13 de agosto de 1990, según de-creto regional N° 71, sin embargo se encuentra en peligro de extinción, debido principalmente a la destrucción de su hábitat (pues tienen la mala costumbre de vivir, la mayoría de ellas, en las areneras de la península de Macanao), y la cacería furtiva, bien sea para la comercialización de sus pi-chones, o porque algunos campesinos las consideran plagas de sus cultivos.

En Margarita, para 1990 se estimaba que la población de cotorra no excedía de 1.500 individuos, sin embargo, y gracias a los esfuerzos de Provita, este número se ha venido incrementado ligera y paulatinamente.

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El vampiro

En la oscuridad de la noche una sombra cruza la habi-tación hasta salir por la ventana. En la cama, pálida como un cadáver, la chica dormida presenta unas singulares marcas en el cuello, de donde manan dos hilillos de sangre. Cuando des-pierte no será más un ser humano normal, ahora ella también será un vampiro y deberá consumir sangre humana para man-tenerse con vida. Esta aterradora escena que se ha repetido en innumerables oportunidades en el cine ha contribuido a darle una muy mala imagen al murciélago vampiro, o simplemente vampiro, que además ha perjudicado a sus otros parientes que consumen insectos o frutas y néctar de flores y que nada tie-nen que ver con sus peculiares gustos alimenticios.

Los vampiros son murciélagos de la familia Desmodidae. En el continente americano existen tres especies de vampi-ros, todas ellas presentes en Venezuela, pero sólo el vampiro común se distribuye también en el territorio margariteño.

Son de pequeño tamaño (3 a 5 cm y 24,7 a 37,4 gr de peso), con la hembra ligeramente más grande que el ma-cho. Presentan una coloración grisácea más clara en la parte ventral que en la dorsal, mientras que sus alas son negras o negruzcas, sus orejas son medianas, anchas y con puntas triangulares.

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Son de hábitos nocturnos, gregarios, formando grupos constituidos por 1 macho y 4 a 12 hembras y sus crías. Se re-producen durante todo el año, pudiendo una hembra adulta tener dos o tres partos por año.

Viven en gran variedad de hábitats, que incluyen saba-nas arboladas, matorrales y diversos tipos de bosques, du-rante el día se refugian en cuevas, huecos en árboles, bajo puentes y muy raras veces en casas abandonadas.

Los dientes incisivos de la mandíbula superior de estos animales son muy grandes y afilados y se parecen unos cani-nos. Con ellos practican una herida superficial en la piel de diversos mamíferos (ganado, animales silvestres, seres hu-manos). La saliva posee unas sustancias de propiedades anes-tésicas y anticoagulantes, lo cual evita que su presencia sea detectada y que la sangre se coagule antes de ser consumida.

De esta herida brotan unas cuantas gotas de sangre que son lamidas por el vampiro. El principal peligro de estas he-ridas no lo representa la perdida de sangre sino la posibilidad de contagio de la rabia, de la cual los vampiros son unos de los principales portadores.

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La cochinilla de la humedad

Jugando en el jardín, el niño levanta una piedra, que-dando al descubierto un grupo de pequeños animalitos que rápidamente corren en desbandada, cuando el niño inten-ta atrapar algunos, éstos, asombrosamente se convierten en unas pequeñas peloticas. Estos curiosos animalitos no son otros que las cochinillas de la humedad.

Las cochinillas son Crustáceos isópodos, es decir, que son familia lejana de las langostas y cangrejos. Tienen el cuerpo aplanado y las patas de igual longitud (iso = igual; podo = pie). Poseen un par de antenas bien desarrolladas y otro par (las anténulas) reducidas, casi insignificantes.

Son principalmente herbívoros, pero también pueden consumir animales muertos, y a su vez, son consumidos por pequeños mamíferos y aves, sin embargo, algunas especies secretan una sustancia de sabor desagradable para proteger-se de sus posibles predadores. En ocasiones pueden causar grandes daños en jardines y sembradíos.

Cuando crecen mudan de piel como otros crustáceos, y la piel vieja es consumida luego de ser desprendida, en al-gunos casos puede presentarse el canibalismo.

Las crías se desarrollan en bolsas especiales que posee la hembra y las cuales contienen hasta 35 huevos. El período

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de gestación depende de la especie y en algunos casos puede llegar hasta 60-80 días, pero en la mayoría de los casos tar-da entre un mes y mes y medio. Normalmente una hembra puede reproducirse dos veces al año. Estos animales, en cau-tiverio, pueden vivir hasta seis años.

Normalmente habitan en lugares húmedos, protegidos del sol, como debajo de rocas, entre hojas secas, debajo de la corteza de los árboles, etc.

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La cochinilla rosada

De pronto cunde el pánico entre los científicos, ¡se ha detectado un brote de cochinilla rosada! Pero, ¿qué es ese animal que inquieta tanto a los investigadores? No, no se trata de una puerquita gorda y rozagante, es un insecto que puede destruir hectáreas y hectáreas de vegetación.

Este terrible insecto ataca a más de 125 especies de plantas, entre las que se encuentran hortalizas ornamenta-les, frutales, forestales y malezas. El anón, cafeto, trinitaria, mango, papa, uva, batata, coco y la tuna, entre otros, son susceptibles a ser atacados por la plaga de cochinilla rosa-da, la cual ya reviste visos de plaga mundial, por cuanto ha atacado plantas en Asia, Medio Oriente, África, Oceanía, casi todas las islas del caribe, incluyendo Grenada, Trini-dad y Tobago, Antillas Holandesas, Islas Vírgenes, Puerto Rico, Jamaica y Margarita, así como en la parte continental de América en Guyana, Surinam, Belice, México y Estados Unidos.

Se alimenta de la savia de las plantas y al succionarla, las hembras, inyectan una saliva tóxica que ocasiona la malfor-mación de las hojas y las yemas terminales, cese del creci-miento y eventual muerte de la planta. Cuando la plaga ataca las hojas, éstas se encrespan y enrollan en forma similar a lo

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que ocurre durante un ataque de virosis. Cuando el ataque es muy alto, se presenta un acortamiento de los internudos de la planta, dando la apariencia de “rosetas”, además, se presenta el desarrollo de una película negra, en la superficie de éstas, que reduce el proceso de fotosíntesis. Si el ataque es sobre los frutos, ocasiona su resecamiento o caída, en cambio, si ocurre sobre las inflorescencias, reduce el porcentaje de polinización y los frutos producidos son deformes. También puede afectar algunas raíces como la de la papa, el maní y algunos pastos.

Las colonias de cochinilla rosada son de color blanco, pues los insectos se cubren de cera blanca que las confiere apariencia nívea. Las hembras de la especie tienen tres esta-dios de ninfas y los machos cuatro. Las hembras adultas son ovaladas y de color rosado, miden de 1 a 3 mm de longitud y carecen de alas, mientras que los machos son negros y ala-dos. Estos insectos se congregan en grupos para depositar sus huevos en estructuras denominadas ovisacos. Cada hembra pone de 300 a 500 huevos en cada ovisaco. Los huevos se desarrollan en 3-9 días, dependiendo de las condiciones cli-máticas.

Estos insectos, especialmente sus ninfas, son fácil-mente dispersadas por el viento, la lluvia, los pájaros, las hormigas, y en la ropa de las personas, debido a que la cera que los cubre se adhiere fácilmente a cualquier superficie. El transporte de plantas contaminadas con la enfermedad también es un medio propicio para su dispersión. La ins-pección de plantas, verduras, frutas y flores en los puertos de entrada es un paso fundamental para la prevención de su introducción desde otros lugares que ya han sido ataca-dos por la plaga. En sitios como Margarita, sin embargo, su control es muy difícil por cuanto no existe el personal calificado para ello en las aduanas y por otra parte, muchos

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pescadores traen consigo plantas o frutas desde otros luga-res, los cuales no son inspeccionados en ningún puerto y penetran sin la debida revisión sanitaria.

Lamentablemente la cochinilla rosada ya está en Mar-garita y los esfuerzos deben estar ahora centrados en con-trolar la plaga y en afinar los mecanismos para prevenir el ingreso de otras enfermedades de animales y/o plantas a la región. Debido a la presencia en la isla de la plaga, ac-tualmente estamos en cuarentena, por lo cual no debe salir ningún material vegetal hacia tierra firme para evitar que la plaga se siga propagando.

Mientras, la lucha por controlar la plaga está centrada es una “guerra biológica”, por cuanto se basa en la producción de unos insectos llamados coquitos o mariquitas (y de los cuales esperamos hablar luego). Así, profesionales del Mi-nisterio de Producción y Comercio actúan como “ganade-ros”, criando estos insectos que después son liberados en el campo, como ya lo han hecho en numerosas oportunidades, para que se alimenten de la cochinilla rosada. Por eso, está contraindicado intentar controlar a la cochinilla haciendo uso de plaguicidas, pues la placa cerosa que produce la co-chinilla los protege de estos químicos, los cuales terminan matando a los coquitos y no a la plaga que se pretende erra-dicar.

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El delfín común

De pronto, como surgida de la nada, una terrible tem-pestad desata toda su furia sobre una pequeña embarcación que no consiguió ponerse a cubierto. La angustia se refleja en el rostro de los cinco pescadores mientras el bote hace aguas y amenaza con zozobrar. Una ola gigantesca arroja al mar a uno de los pescadores mientras los otros, impotentes, comienzan a llamarlo y a intentar divisarlo entre las múlti-ples olas. Tiempo después el mar comienza a calmarse y los pescadores consiguen llegar a tierra, entristecidos por la pér-dida del amigo, pero para su sorpresa, éste estaba en tierra, un delfín lo había salvado de una muerte segura.

Los delfines son mamíferos marinos de talla media, lle-gan a medir hasta 2 m de largo y alcanzan 170 kg de peso. La cabeza es grande y posee una boca bastante prolongada armada con 45 - 60 dientes cónicos pequeños. Su alimenta-ción principal está constituida por sardinas, anchoas y cala-mares.

Son altamente gregarios y constituyen grupos de hasta 2.000 individuos. Alcanzan una velocidad superior a los 30 km/h, lo cual no está en relación con su capacidad muscu-lar, este fenómeno ha sido denominado “Paradoja de Gray”, por el nombre del biólogo que lo señaló por primera vez.

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Los delfines carecen prácticamente de olfato, pero dis-ponen en cambio de un “sonar” que les permite orientarse en la oscuridad o en las aguas más turbias, evitar obstáculos e incluso identificar a sus presas.

La gestación de los delfines dura 9 meses, luego de los cuales la hembra da a luz una única cría que mide unos 80 cm de longitud y es amamantada por su madre hasta que aprende a capturar sus propias presas. Al nacer, la cría se presenta por la región caudal, el cordón umbilical se rompe espontáneamente y la madre se apresura a llevar al recién na-cido a la superficie para que pueda realizar su primera respi-ración lo antes posible, puesto que el pequeño delfín tiende a hundirse ya que sus pulmones aún no contienen aire.

La respiración en los delfines no es un proceso auto-mático, sino por el contrario, exige del animal un esfuerzo consciente y permanente, por lo cual, bajo la influencia de cualquier narcótico, deja de respirar y muere.

En Margarita existe un recién creado Centro de Inves-tigación de Cetáceos, al cual debemos brindarle nuestro ma-yor apoyo y colaboración por el beneficio de estos hermosos e inteligentes animales.

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Los peces loros

Temprano en la mañana el pescador leva la nasa que había dejado pescando y comienza a vaciarla en el bote, y comienza un estallido de bulliciosos colores que convierte al fondo del bote en una fiesta carnestolenda de rojos, azules y amarillos que saltan de un lado para otro; en la nasa venían muchos loros.

Los loros son peces en su mayoría de colores vivos y contrastantes. Todos ellos se caracterizan por tener los dien-tes mandibulares parcial o totalmente fusionados, llegando en ocasiones a formar una sola placa de borde continuo y cortante, y hablo de dientes mandibulares porque estos pe-ces, al igual que algunos otros, poseen unos dientes en la faringe, que en este caso también están fusionados, los infe-riores formando una placa y los superiores formando dos.

La mayoría son herbívoros y se alimentan de algas u otras plantas marinas, otras especies raspan el coral para ali-mentarse de las algas que en él están incrustadas, utilizando los dientes mandibulares para raspar el coral y los dientes faríngeos para triturar el material obtenido. Los loros que se alimentan de esta última manera, son muy importantes en la formación de los suelos arenosos en los alrededores de las formaciones coralinas.

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Viven en aguas claras, transparentes, someras (es de-cir, poco profundas), casi nunca más allá de los 25 m de profundidad, cerca o en las formaciones coralinas, donde constituyen el grupo más característico y uno de los más abundantes.

La vida sexual de estos peces es por demás interesan-te (y digna de cualquier novela erótica), pues aparte de los machos y las hembras “de nacimiento”, también existen en algunas especies los denominados machos secundarios, los cuales son animales hermafroditas, es decir, que han nacido como hembras y posteriormente cambian de sexo y se trans-forman en machos, este fenómeno, aparte de colaborar en el mantenimiento y supervivencia de la especie, no hace sino complicarle la vida a los científicos que se dedican a estudiar los peces (los ictiólogos), pues la coloración, que en muchas oportunidades ayuda a identificar las especies, en estos casos es diferente para el macho “primario”, el macho “secunda-rio” y para la hembra, por lo cual, cualquier investigador aficionado o recién iniciado en el área podría creer que esta lidiando con tres especies cuando en realidad pudiera sólo tener una.

En Venezuela los loros son muy abundantes y son com-ponente importante de la captura con nasa. Entre las especies que se encuentran en nuestras aguas se pueden mencionar el loro jabonero, la guacamaya negra, la guacamaya azul, el loro perico, loro ñángaro, loro verde, loro colorado y loro gris, este último descrito originalmente por un conocido científi-co, el doctor Fernando Cervigón en 1982 con base en ejem-plares capturados en la isla de Cubagua.

Precisamente el Dr. Cervigón describe clara y detalla-damente éstos, y todos los peces marinos conocidos de Ve-nezuela, en su extraordinaria y monumental obra Los peces

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marinos de Venezuela, la cual no debería faltar en la bibliote-ca de ningún biólogo, profesional o aficionado, de nuestro país.

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El cunaguaro

La quietud de la noche es rota por un barullo de ga-llinas que despierta a todos en la casa. El gato de monte, de seguro era el gato de monte que había entrado a robarle una gallina. Ya era la tercera vez este mes, ya se había pasa-do de la raya, y este último robo había decidido su suerte, mañana mismo iría a cazar a ese animal del diablo para que aprendiera a dejar de robar gallinas. No salía esa misma noche a capturar al ladrón pues Licho, el mayor de sus hijos aún no había llegado y ya él estaba muy viejo para andar solo, y de noche, por esos montes de Dios. Así que mejor se iba a dormir de nuevo... mientras Licho, con sus amigos, seguía bebiendo al pie del cují, y preparando el sancocho con gallina que le había robado al viejo.

Ese gato salvaje, al cual injustamente habían acusado, y que quizás pagará las culpas de un crimen no cometi-do, no es otro que el cunaguaro, el predador silvestre más grande, y más amenazado, de la isla de Margarita.

Si, en Margarita hay cunaguaros en estado silvestre, pero ya quedan tan pocos, que más temprano que tarde pa-sarán a engrosar la lista de los animales extintos de la isla, iniciada con el caimán de la costa y que aparentemente, en los próximos años contará con numerosos nombres como

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el ñángaro, el mono margariteño, el venado margariteño, la polla de mangle, la macagua, entre otros.

El cunaguaro es un felino de patas relativamente cor-tas, el cuerpo compacto y una cola larga y densamente pe-luda. Su coloración es parda amarillenta, con numerosas manchas y líneas irregulares negras y marrones oscuras. Sus ojos son grandes como los de todos los cazadores noc-turnos.

Es un animal solitario, y aun cuando es principalmente de hábitos nocturnos, también puede estar activo durante el día.

La hembra pare 1 o 2 cachorritos, rara vez 4, luego de un período de gestación de 70-80 días. Habita desde espina-res y cujisales hasta el bosque premontano.

Es carnívoro, alimentándose principalmente de peque-ños mamíferos (ratas, ratones), aves (palomas y otras aves), reptiles (culebras, lagartos, iguanas), anfibios (ranas), insec-tos, cangrejos y ocasionalmente puede alimentarse de restos vegetales.

El cunaguaro está considerado como vulnerable de ex-tinción, es decir, que puede extinguirse a mediano plazo si no se toman las medidas adecuadas.

En Venezuela, está vedado a la cacería desde noviembre de 1979, sin embargo, sigue siendo cazado principalmente por campesinos que los consideran plagas, aunque también por personas inescrupulosas interesadas solo en un “bonito trofeo” de caza y por pseudoamantes de los animales para tenerlos como mascotas.

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La comadrejita

Cuando hablamos de Marsupiales, la mayoría de noso-tros pensamos en los canguros debido a que son, sin lugar a dudas, los representantes más conocidos de este grupo. Sin embargo, en nuestro país tenemos al menos 20 especies de Marsupiales, entre los que se incluyen el rabipelao, el faro, el perrito de agua, entre otros.

Los Marsupiales son mamíferos cuyas hembras poseen en la piel del vientre unos repliegues que forman una especie de bolsa llamada marsupio, en donde están ubicados los pezo-nes y en la cual la cría permanece hasta completar su desarro-llo.

Nuestros marsupiales son pequeños y poseen gran pa-recido, a primera vista, con los ratones y otros roedores, sin embargo, se diferencian de éstos por presentar el marsupio y por no presentar los dos incisivos muy desarrollados en ambas mandíbulas, propio de los roedores, presentando en su lugar 10 incisivos pequeños en la mandíbula superior y 8 en la in-ferior.

En Margarita, el grupo de los Marsupiales está repre-sentado por la comadrejita, un pequeño animal que no so-brepasa los 112 gr de peso, posee una cabeza relativamente pequeña, el hocico puntiagudo, ojos bastante grandes y

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orejas bien desarrolladas. Su coloración dorsal es de pardo canela a pardo amarillenta, mientras que el vientre es de amarillo crema a anaranjado pálido o blanco.

Es una especie de hábitos nocturnos. Pasa la mayor parte del tiempo sobre los árboles. Se alimenta principalmente de insectos y frutas. Se reproduce una o dos veces al año, llegan-do la hembra a parir hasta 19 crías, luego de una gestación que dura dos semanas. Las crías nacen escasamente desarrolladas y deben completar su desarrollo en el marsupio materno.

Se le puede conseguir en una gran variedad de hábitats, que van desde espinares y cardonales hasta bosques deciduos (de plantas que estacionalmente pierden todas sus hojas) y semideciduos. Habita en gran parte del territorio nacional, pero está completamente ausente al sur del Orinoco y en el estado Delta Amacuro.

Cuando la comadrejita se siente amenazada, dirige la cabeza hacia atrás, abre ampliamente la boca y produce unos chasquidos muy fuertes, así como una serie de ruidos pare-cidos a los de una matraca.

Esta especie fue descrita con base en una hembra preñada colectada en esta isla en 1895 por el capitán Wirt Robinson. La principal amenaza actual a su supervivencia la representa la destrucción de su hábitat.

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El pepino de mar

Una joven bañista pisa un objeto extraño que estaba se-mienterrado en la arena marina, curiosa, introduce las ma-nos en las aguas para sacarlo del agua; una vez fuera, resulta ser un objeto extraño, blando y parecido en su forma al fruto del pepino, pero de repente, comienza a expulsar las vísceras de su interior, las cuales se adhieren a la mano de la incauta, quien asqueada arroja al animal lejos, pero aún tiene que batallar un poco para poder despegarse las vísceras de los dedos. El extraño objeto no era otra cosa que un pepino de mar, el cual puede expulsar sus tentáculos y parte del sistema digestivo como estrategia defensiva cuando se siente ame-nazado, posteriormente estos tejidos podrán ser regenerados por el organismo.

Los pepinos de mar son Equinodermos, lo cual los hace familia de los erizos y las estrellas de mar, pertenecen al gru-po de los Holoturoideos, los cuales se caracterizan por te-ner un cuerpo alargado o cilíndrico, con la boca y el ano dispuestos en los extremos opuestos. La boca está rodeada de diez tentáculos que pueden ser simples o ramificados. En la pared corporal poseen espículas calcáreas esparcidas, éstas son unas especies de huesesillos con forma de agujas, barras, cruces, ganchos etc., y que le dan estabilidad al cuerpo. Estas

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espículas son de gran utilidad para los científicos que traba-jan en la identificación de las diferentes especies.

Muchas de las especies de pepinos de mar viven escon-didos en grietas o debajo de rocas o entre las hierbas marinas, mientras que otros pueden enterrarse en la arena o el fango. Algunas se alimentan del plancton, para lo cual extienden sus tentáculos y atrapan microorganismos y partículas ali-menticias del agua marina. Otras en cambio se alimentan de detritus y de materia orgánica del fondo marino, la cual ob-tienen tragando la arena. Se calcula que un solo organismo puede tragar hasta 45 kg de sedimento al año. En Bermudas se determinó que una población localizada en una pequeña bahía de unos 3 km2 ingerían entre 500 y 100 Tm(toneladas métricas) de sedimentos al año, lo cual indica que estos orga-nismos son de particular importancia ecológica por la canti-dad de material que procesan.

Los pepinos de mar son un plato muy apetecido por los asiáticos los cuales los consumen frescos o preservados secos o salados, por lo cual, en algunos países de América Latina fueron sobreexplotados para su exportación al mercado asiá-tico, lo cual provocó su casi total extinción en Ecuador.

En Venezuela se dieron algunos permisos para su ex-plotación y exportación, sin un estudio científico previo que permitiera establecer cuotas de captura que no pusieren en peligro las poblaciones locales, sin embargo, la oportuna intervención de científicos alertaron sobre el problema, im-pidiendo que en nuestro país se repitiera la historia.

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La abeja africanizada

Un campesino camina por un sendero en el campo de regreso a su hogar después de una agotadora jornada. En casa le espera un sabroso sancocho para reponer sus fuerzas. De repente comienza a escucharse un murmullo extraño que pareciera ir aumentando en intensidad. Antes que el campesino determinara el origen del ruido, se ve arropa-do por una nube de insectos que comienzan a atacarle con saña. La cara, los brazos, la espalda, nada escapa de los te-rribles animales que entierran inclementes sus aguijones en su cuerpo. El campesino, en el borde de la desesperación, no sabe que hacer, comienza a intentar sacudirse a sus ata-cantes, las cuales sintiéndose amenazadas atacan con más bríos. Campesino e insectos parecieran formar ya un solo ser amorfo que se desplaza con pasos erráticos, cuando el campesino intenta correr para huir del lugar, lamentable-mente ya es muy tarde, da dos o tres pasos y luego cae. Los insectos siguen picándolo por un rato hasta dejarlo al bor-de de la muerte....

El anterior relato, que más pareciera ser el prólogo de una película de terror, intenta describir el ataque de un en-jambre de abejas africanizadas a un ser humano. Este tipo de ataques, aún cuando no es tan frecuente como quisieran

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muchos periódicos amarillistas, puede ocurrir, y en algu-nos casos son mortales.

Las abejas africanizadas son el origen del cruce entre las abejas comunes y las abejas africanas. Estas últimas llegaron al continente americano en 1956, cuando fueron traídas del centro-sur del continente africano por investigadores brasi-leños interesados en realizar estudios para mejorar la produc-ción de miel de las abejas locales, un año después escaparon 20 enjambres y debido a que encontraron un ambiente fa-vorable se reprodujeron rápidamente y al cruzarse con las abejas locales de origen europeo generaron una población híbrida denominada africanizada.

Las colonias de abejas africanas se reproducen en pro-medio 10 veces más que las europeas, esto facilitó que los enjambres avanzaran con rapidez, en un promedio de 300 km anuales, dispersándose miles de colonias de abejas afri-canas por países de Suramérica y Centroamérica, llegando incluso hasta Norteamérica.

A simple vista las abejas africanas y europeas son igua-les, sin embargo las africanas son ligeramente más pequeñas que las europeas. Las mayores diferencias están en su com-portamiento pues las africanas (y las africanizadas) son muy irritables y defensivas, además, su territorio es más amplio, por lo cual persiguen a gran distancia a las personas y ani-males, además un gran número de ellas atacan al mismo tiempo.

La picada de la abeja raramente es fatal (menos de 1% de los casos), a menos que la persona resulte tener una suscepti-bilidad marcada al veneno y se genere una reacción alérgica severa y sobrevenga un choque anafiláctico.

En caso de un ataque de abejas africanizadas deben se-guirse las siguientes recomendaciones:

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1. Quitar el aguijón lo más pronto posible raspando perpendicular al o a los aguijones con el borde de un objeto filoso, una regla, tarjeta de crédito, etc. Si intenta remover el aguijón agarrándolo con los dedos, inyectará más veneno en la herida.

2. Lavar el área con agua y jabón. Puede untarse pa-paína o frotarse con ajo fresco molido. Otra opción es la de frotar la(s) picada(s) con ablandador de carne. Éste contiene enzimas que desnaturalizan las proteínas del veneno. Lave las picadas y coloque hielo por unos minutos para reducir el dolor y la hinchazón.

3. Si ha sido picado por más de 30 abejas o nota que el área se hincha en forma progresiva, busque ayuda médica.

4. Menos de 1 % de la población tiene una reacción alérgica severa a la picada de la abeja. Esta reacción aparece luego de los 20 minutos de la picada y puede incluir sínto-mas como: sudor frío, mareo, dificultad al respirar, urticaria e inclusive, pérdida de conocimiento. Ésta es una condición de emergencia por lo que debe de buscar ayuda médica in-mediatamente

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La ratonera

Un ruido apenas perceptible acompaña a un ligero mo-vimiento de la vegetación, de pronto, una serpiente completa-mente negra aparece en un claro entre la hierba, el campesino ágilmente toma el machete y le destroza la cabeza de un cer-tero golpe. El campesino sabe que hay muchas serpientes ve-nenosas en el monte que está preparando para el cultivo, y está dispuesto a eliminarlas a todas ellas para proteger la vida de su pequeño hijo, pero ha cometido un lamentable error en su guerra personal, pues acaba de matar a un aliado. Se trataba de una ratonera, la cual es completamente inofensiva para el hombre y, más aún, las serpientes venenosas como la mapana-re forman parte común de su dieta.

La ratonera presenta un patrón de coloración muy inte-resante. Los ejemplares más pequeños son completamente ro-jas, mientras que los ejemplares jóvenes poseen un color rojo en el cuerpo, pero la cabeza y la nuca son negras, y los ejem-plares adultos son de color negro brillante en el dorso y marfil en el vientre.

Es una especie terrestre, de hábitos nocturnos, que se reproduce por medio de huevos. Se alimenta de roedores y, especialmente, de otras serpientes, como la mapanare, a cuyo veneno es totalmente inmune.

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Este reptil se distingue, entre otras cosas, por tener la cabeza ovalada y diferenciada del cuello; ojos con pupilas verticales, cuerpo cilíndrico y robusto y una cola mediana y puntiaguda. Puede llegar a medir hasta unos 2,5 m de lon-gitud.

Otros aspectos que utilizan los herpetólogos (que es como se llaman los científicos que estudian los reptiles) para identificar a ésta y otras especies, son el conteo del número y tipo de dientes, así como del número y disposición de las es-camas, si alguno de mis lectores está interesado en ponerse a contar las escamas y los dientes de serpientes, puede ponerse en contacto conmigo y le enviare la información referente a esta especie, sin embargo, le sugeriría asegurarse primero que va a comenzar contando los dientes de especies no ve-nenosas, pues no estoy interesado en perder ningún lector.

La ratonera está distribuida a lo largo de toda Centro-américa y Suramérica, en nuestro país vive en casi todas las zonas tropicales y subtropicales, incluyendo la isla de Mar-garita, desde el nivel del mar hasta aproximadamente unos 2.000 m.s.n.m.

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El chipichipi

Un niño de poco más de cuatro años, haciendo uso de uno de los “artes” de pesca más curiosos, introduce uno de sus pequeños dedos en la arena, y moviéndolos como unos gusanitos, comienza a hurgar en ésta, hasta que, al tocar algo, dobla ahora los dedos en una especie de gancho y ex-trae un chipichipi con algo de arena, luego procede a lim-piarlo con un poco de agua que la ola ha arrastrado hasta donde estaba pescando y arroja su presa en un perolito don-de está guardando el fruto de su trabajo para que luego su mamá le haga un consomé.

El chipichipi es una especie pequeña de molusco bival-vo (o sea que posee dos conchas), que alcanza hasta 3 cm de longitud, de concha fuerte y gruesa, de forma triangular y alargada, de color claro con radios normalmente marrón a gris y violeta. Es abundante en la zona donde barre la ola en playas arenosas de oleaje fuerte.

Según el profesor Alfredo Gómez en su libro Los recur-sos marinos renovables del estado Nueva Esparta, al cual me he referido en otras oportunidades en esta columna, los chipi-chipis poseen una segregación de tallas en la cual, los ejem-plares más pequeños (menores de 1,5 cm) se ubican en la parte más alta que alcanza la ola en su barrido, mientras que

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los ejemplares de mayores tallas se ubican en los niveles in-feriores.

Viven enterrados en la arena, pero periódicamente sa-len a la superficie, donde se dejan arrastrar por las olas para posteriormente volver a enterrarse.

Su forma triangular y su poderoso pie, le permiten en-terrarse rápidamente (en menos de dos segundos), lo cual le permite huir de sus predadores, principalmente cangrejos y aves marinas.

Tienen sexos separados y comienzan a reproducirse an-tes de los seis meses de edad. La reproducción es externa, expulsando sus productos sexuales al agua, donde ocurre la fecundación y luego de 20 horas aparecen las primeras lar-vas que se desarrollan en el plancton para luego dirigirse al sustrato donde continúan su desarrollo como jóvenes y pos-teriormente como adultos. La reproducción ocurre durante todo el año, pero con picos entre los meses de julio y di-ciembre.

El chipichipi generalmente se captura a mano o con la utilización de palas y rastrillos. En Margarita se colecta en las playas de La Galera, Manzanillo, Guacuco, La Guar-dia, La Restinga, La Pared, Punta Arenas, Bocachica, entre otras.

Se consume principalmente en forma de consomé, siendo uno de los platos más populares de la isla. Debido a su poder afrodisíaco (según la creencia popular), podría ser considerado (por aquellos que lo necesiten) como una sa-brosa y natural alternativa al famoso Viagra.

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La perdiz sabanera

El grupo se dirige apretadamente en una misma di-rección, de pronto, un ruido provoca la desbandada, cada ave huye en una dirección distinta pero, pocos metros más adelante, al cesar el peligro, el grupo, como si se tratasen de gotas de azogue, vuelve a juntarse. Estas aves de comporta-miento tan gregario no son otras que las perdices.

Las perdices son aves de la familia de los Fasiánidos, la misma que incluye a los faisanes y al famoso pavo real, y que en Venezuela está representada por tres especies de per-dices montañeras y por la perdiz sabanera. Esta última está ampliamente distribuida en todo el territorio venezolano, incluyendo la isla de Margarita.

Es un ave pequeña (hasta 20 cm de longitud y 160 gr de peso); su plumaje presenta bandas blancas, negras y cas-tañas, su vientre y la parte inferior de la cola tiene manchas blancas moteadas de negro mientras que su cabeza presenta una cresta blanca y fina, más desarrollada y evidente en los machos.

Como ya se señaló, es una especie muy gregaria, que vive en bandadas de ocho a doce individuos, formados prin-cipalmente por un grupo familiar al que pueden unírsele aves que no se han reproducido o que han perdido sus crías.

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En época reproductiva forman uniones monógamas. En la época de celo (que coincide con el inicio de las lluvias) los machos se posan en árboles y arbustos mientras ejecutan su canto territorial, mediante el cual atraen a la hembra y advierten a otros machos su posesión del territorio, al cual defienden como los gallos lo hacen en el gallinero.

El nido es construido en el suelo, formando una tosca “ponchera” de paja acolchada con algunas plumas. En él la hembra coloca entre 8 y 16 huevos blancos.

Se alimenta principalmente de pequeñas semillas y fru-tos, así como de gran variedad de invertebrados.

La perdiz es un ave de interés cinegético y es una de las pocas especies cuya cacería esta permitida en Margarita, con la obtención de la respectiva licencia de cacería.

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El corocoro

Una de las especies de peces más populares dentro de la alimentación de los margariteños es, sin lugar a dudas, el corocoro. Este es un pez de cuerpo elíptico, de coloración pardo-grisáceo en la parte superior (dorsal) y plateado en la parte inferior (ventral), además el cuerpo y la cabeza presen-tan gran cantidad de manchas pardas pequeñas que desapa-recen hacia la parte ventral. Las aletas son de color pardo o marrón oscuro.

El corocoro es una especie demersal (es decir que se en-cuentra cerca del fondo) asociada a fondos de grava, arenosos y semiduros, hasta 180 m de profundidad. Esta especie es carac-terística de la plataforma continental del Mar Caribe, estando ampliamente distribuida desde Honduras hasta Brasil. En Ve-nezuela es muy abundante en el golfo de Venezuela, principal-mente en las costas del estado Falcón; y en la región oriental, donde se encuentra con mayor frecuencia en las costas del es-tado Nueva Esparta y en la costa norte del estado Sucre.

Esta especie puede presentar tallas de hasta 33,5 cm, sin embargo, la mayor proporción de los individuos presen-tan tallas que oscilan entre los 20,5 y 25,5 cm de longitud, mientras que el peso se encuentra entre 80 y 542 gr, con un promedio de 256 gr.

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El corocoro se reproduce durante todo el año, pero presenta una mayor intensidad reproductiva entre los meses de enero y julio. Una hembra puede llegar a poseer más de 170.000 ovocitos.

Es una especie carnívora que se alimenta principal-mente de crustáceos y poliquetos (gusanos marinos); cala-mares, estrellas de mar, erizos, pepinos de mar y algunos peces también pueden, ocasionalmente, formar parte de su dieta.

En el oriente del país no existe estacionalidad marcada en cuanto a su captura, pudiendo ser pescado en cualquier mes del año, aún cuando en los meses de marzo, julio y sep-tiembre las capturas se presentan ligeramente mayores que en el resto del año.

Este pez se explota de manera artesanal y mediante el sistema de arrastre industrial. El mayor aporte a la produc-ción nacional procede de la pesca artesanal, que contribuye con 60% de la captura, mientras que el sistema industrial de arrastre aporta 40% restante.

La región oriental del país se destaca como la mayor productora de esta especie, su contribución a la producción nacional es de 53%, siendo el estado Nueva Esparta el que presenta las mayores capturas. Se pesca con cordel (línea de mano), nasa, chinchorro playero y con redes de arrastre ca-maronero.

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El mosquito patas blancas

El niño se sacude inquieto por el malestar que le pro-vocan los pinchazos del mosquito, este último, sin embar-go, continúa alimentándose de la sangre del niño; por mala suerte era un mosquito patas blancas y dentro de varios días la enfermedad hará presa de él.

El dengue es una enfermedad contagiosa transmitida por un mosquito llamado “patas blancas” o Aedes aegypti para los científicos. Los mosquitos o “plagas” son insectos con dos alas, de los cuales se conocen unas 3.000 especies en el mundo. Muchas de estas especies se alimentan de sangre, pero esta alimentación es exclusiva de las hembras, pues los machos sólo se alimentan de sustancias azucaradas como el néctar de las flores.

Los mosquitos pasan por cuatro estados larvales y uno de pupa durante su desarrollo. Las larvas se desarrollan en el agua y nadan por medio de movimientos ondulatorios del cuerpo. En nuestro país estas larvas son conocidas común-mente como “gusarapos” o “guasarapos” y son comunes en aguas estancadas en recipientes tales como baldes, cauchos viejos, floreros, latas, etc.

El mantenimiento de agua en estos recipientes en la época de sequía anula el efecto estacional de las lluvias sobre

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las densidades poblacionales de los mosquitos, permitiendo la existencia de una población sostenida de patas blancas du-rante todo el año lo cual implica que los serotipos del den-gue y otras enfermedades transmitidas por este insecto se mantengan vigentes, por lo cual es imprescindible eliminar los criaderos artificiales durante la época de sequía para ex-tinguir las poblaciones locales de los virus y así controlar la transmisión continua.

El mosquito patas blancas es vector (es decir, transmi-sor) del dengue clásico, del dengue hemorrágico, de la fiebre amarilla y de la encefalitis equina. Es de hábitos diurnos y su horario de picada es de 7:00 am a 7:00 pm.

Puede encontrarse en cualquier tipo de hábitat, desde el espinar hasta el bosque, incluyendo las áreas rurales y las ciudades, y está ampliamente distribuido en todo el terri-torio nacional. En Margarita no había sido detectado por los científicos, pero en 1995 fue colectado en la ciudad de Porlamar.

Debido a ello es conveniente eliminar de casa todos los recipientes que pudiesen contener aguas y permitir el desa-rrollo del mosquito de manera de prevenir cualquier riesgo de epidemia de dengue (clásico o hemorrágico), o cualquier otra de las enfermedades que transmite antes de que aparez-can, pues siempre es mejor prevenir una enfermedad que luego tener que curarla.

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Los cangrejos ermitaños o ladrones

Un niño juega en la playa. En determinado momento su atención se ve atraída por un caracol que camina de una manera graciosa entre las rocas. Curioso, toma el molusco entre sus pequeñas manos, cuando de pronto, un “mons-truo” sale del caracol y muestra sus tenazas amenazadora-mente; el niño, asustado, suelta la concha y corre a refugiarse en los brazos de su padre. Ese terrible monstruo que asustó al niño no era más que un inofensivo cangrejo ermitaño o ladrón.

Los cangrejos ermitaños son crustáceos que, por regla general, poseen un abdomen muy blando por lo cual deben protegerlo introduciéndolo en conchas vacías de caracoles. Algunas especies, sin embargo, no utilizan este tipo de ob-jetos, sino tubos de poliquetos (unos gusanos marinos), ca-ñas de bambú, esponjas, entre otros, incluso una especie de hábitos terrestres (Birgus latro) no utiliza ningún tipo de pro-tección al abdomen durante su vida adulta, y en este caso, presenta el abdomen endurecido, al contrario de las otras es-pecies que si se protegen.

Las conchas de los caracoles representan una especie de refugios móviles para los ermitaños, las cuales poseen todas las ventajas de una cueva y pocas desventajas.

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Es falsa la creencia que los ermitaños se comen a los caracoles para robarles su concha, pues la mayoría de ellos se alimentan de partículas alimenticias que se encuentran so-bre el fondo marino (detritus), otras se alimentan de carroña o de algas marinas y sólo unas pocas se alimentan de presas que capturan vivas.

En estos animales existen sexos separados y la fertiliza-ción es interna. Los huevos fecundados dan origen, después de un breve período de desarrollo embrionario, a unas lar-vas denominadas zoeas y que viven en el plancton. Las zoeas van a experimentar sucesivos cambios hasta convertirse en glaucothoes que se desplazan al fondo y comienzan a ocupar objetos cóncavos.

Las conchas de los ermitaños no crecen con ellos, por lo cual, al aumentar de tamaño, deben buscar otras conchas donde su abdomen se ajuste mejor.

Los ermitaños suelen estar asociados con otros organis-mos, siendo la asociación con anémonas una de las más in-teresantes. En algunas especies, cuando no hay pulpos en el área, los ermitaños no presentan anémonas en sus conchas, pero cuando hay pulpos, las conchas de los ermitaños están provistas de anémonas (que son urticantes y les proveen de protección), también se ha señalado, en otras especies, que cuando el ermitaño debe cambiar de concha, se lleva a “su anémona” consigo.

En Venezuela hay por lo menos 48 especies de ermita-ños, de las cuales, al menos 17 están presentes en aguas ma-rinas de la isla de Margarita.

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La morrona o culebra de dos cabezas

Aquejado por el terrible dolor reumático, el anciano se sienta y comienza a friccionarse con el remedio que su compadre le había traído hace apenas dos noches atrás. El “milagroso” remedio en el cual el anciano ha puesto todas sus esperanzas no es más que una morrona en ron blanco, y quizás, si le ayuda sea más por su fe que por las propiedades terapéuticas que este remedio pueda tener.

La morrona, o “culebra de dos cabezas”, como se le conoce en Venezuela, es un reptil del suborden Amphisbae-nia, que en griego significa “que caminan por ambos lados” (Amphi = doble, ambos; baino = ir, proceder, deambular) y que agrupa una serie de reptiles que pueden arrastrarse tanto hacia delante como hacia atrás.

La morrona, externamente, se parece a las serpientes, pero su parentesco con estas especies es muy lejano. Posee un cuerpo cilíndrico, con una cola corta y redondeada que no se diferencia marcadamente del resto del cuerpo, y una cabeza también redondeada, que, con unos ojos pequeños y semiocultos debajo de la piel, y unos oídos sin orificios ex-ternos, tampoco está bien diferenciada del resto del cuerpo.

No posee patas y su locomoción se realiza mediante movimientos ondulatorios de la piel, la cual está formada

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por unos anillos cubiertos por pequeñas escamas cuadradas. El cráneo está especializado para excavar túneles en la tierra, donde consigue refugio y su alimento, consistente en hor-migas, bachacos, etc., transcurre la mayor parte de su vida bajo tierra, de donde sólo emerge en la estación lluviosa.

La morrona no es venenosa, sin embargo es muy agre-siva y, al defenderse, toma una posición de “U”, con la cola y la cabeza dirigidas hacia arriba, lo cual aunado a su capaci-dad de dirigirse en dos direcciones, ha motivado la creencia que tiene dos cabezas. Puede ocasionar heridas muy doloro-sas pues posee una musculatura mandibular muy fuerte.

En Venezuela sólo existen 5 especies de las 140 cono-cidas a nivel mundial. En Margarita son muy poco abun-dantes, hasta el punto que no han sido referidas en ningún trabajo científico sobre la fauna local (por lo menos en ninguno de los cuales yo tenga noticias), sin embargo, re-cientemente fue localizada una en Salamanca, la cual proba-blemente pertenezca a la especie Amphisbaena alba, la cual es la especie más abundante en el país.

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La reinita

En las calurosas tardes margariteñas es frecuente escu-char, en cualquier patio o jardín, un canto melodioso aun-que no muy intenso ni variado, cuyo origen proviene de una pequeña ave, de no más de 12 cm de largo incluyendo la cola, pico delgado y curvo, plumaje negruzco en el lomo y las alas, gris en la garganta, amarillo intenso en el vientre y blanco en las cejas.

Esta ave se le conoce con el nombre de reinita y se en-cuentra en gran variedad de hábitats, desde las áreas de ve-getación rala y espinosa a nivel del mar, hasta la selva virgen nublada a más de 2000 m.s.n.m , en las laderas y cimas de los tepuyes.

Es una especie muy tolerante a la presencia humana, por lo cual se le puede observar alimentándose, e incluso anidando, en plazas, patios y jardines.

Es un ave muy activa y sociable, que busca su alimento en parejas o grupos pequeños. Su alimentación consiste en pequeños frutos y néctar de flores. El nido, grande y en for-ma de cúpula, es construido por la hembra. La puesta consta de tres a cinco huevos los cuales son incubados por la madre. Luego de un período de dos semanas de incubación nacen los polluelos, los cuales son ciegos y carecen por completo

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de plumas. El cuidado de los polluelos está a cargo de ambos padres y luego de unas tres semanas, están en capacidad de abandonar el nido y volar, siendo también común observar cuando los padres están enseñando a los pichones sus prime-ras lecciones de vuelo.

La reinita tiene un amplio rango de distribución, en-contrándose, en el continente, desde Centroamérica hasta el oeste de Perú, Brasil y Argentina, también se encuentra en Las Bahamas, Las Antillas, y desde Aruba hasta Trinidad y Tobago.

En Venezuela está representada por 14 subespecies, las cuales están distribuidas a lo largo de casi todo el territorio nacional (incluyendo las islas), excepto en la región Mara-caibo y en los Andes de Táchira y Mérida.

En las islas de Margarita y Coche está representada por la subespecie Coereba flabeola intermedia.

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El guaraguao o zamuro

Uno de los lugares más bellos de la isla, a pesar de lo inseguro que resulta y de lo contaminado de su playa, es, sin lugar a dudas, el Paseo Rómulo Gallegos. Este paseo es conocido también como Paseo Guaraguao, debido a que se encuentra en la bahía del mismo nombre. Y es muy proba-ble que muy pocas personas recuerden el significado de esta palabra, que no es otro que “zamuro” en el idioma guai-querí.

El guaraguao o zamuro es un ave carroñera familia del cóndor y del rey zamuro, mide hasta 56 cm de altura y po-see una envergadura de 1,40 m. Es de color negro, con una gran mancha blanca en el interior de las alas, cerca de la punta. La frente, los lados de la cabeza y de la garganta están desprovistos de plumas y presentan una coloración negro pizarra.

Anida en grietas de rocas, en el suelo de cuevas o en huecos en los troncos de los árboles, donde la hembra pone su nidada consistente de dos huevos de color verdoso a ma-rrón y que son incubados por ambos padres. Las crías se alimentan solas antes de los tres meses de edad.

Los zamuros se alimentan principalmente de anima-les muertos, los cuales localizan con su potente vista; pero

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también pueden alimentarse de materiales de origen vege-tal, como el fruto de la palma africana, pudiendo llegar a convertirse en una plaga de este tipo de cultivos.

Los zamuros están ampliamente distribuidos por el te-rritorio nacional, y son huéspedes infaltables de los basure-ros y rellenos sanitarios, donde se alimentan de cualquier resto de carne putrefacta y otros desechos orgánicos, por lo cual son mal vistos por algunas personas, sin embargo, su papel ecológico es muy importante, al impedir la propaga-ción de enfermedades que pudiesen generarse por la presen-cia de este tipo de desechos.

En algunas regiones del país, los zamuros suelen ser compañeros de las aves de corral, pues son criados por los campesinos debido a la creencia de que aleja de las galli-nas la enfermedad conocida como moquillo. En estos casos, sus gustos alimenticios cambian, convirtiéndose en sibaritas que sólo aceptan carne en buen estado y en ocasiones verdu-ras cocidas.

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colección CADA DÍA UN LIBRO

Los porcelánidos

Un joven aprendiz de acuariófilo va contento a casa para meter en el acuario unos pequeños y hermosos can-grejitos que recién acaba de atrapar en la playa. Se trata de unos animalitos extraños pues tienen largas antenas y unos apéndices bucales que parecieran ser muy grandes para su boca; sus colores son brillantes, parecieran estar hechos de trozos de porcelana. Sin embargo, al meter los cangrejitos en el acuario, estos rápidamente corren a esconderse debajo de las piedras, aireadores, algas o a meterse en los recove-cos más apartados del acuario y prácticamente se hacen in-visibles. Estos tímidos cangrejitos no son otra cosa que unos porcelánidos.

Los porcelánidos son unos pequeños crustáceos muy parecidos a los verdaderos cangrejos (que pertenecen a otro grupo de crustáceos), aunque se diferencian de éstos por al-gunos detalles entre los que pudiéramos mencionar sus lar-gas antenas y que poseen el último par de patas reducidas y dobladas a los lados del caparazón.

La mayoría de las especies de porcelánidos son habitan-tes de aguas someras, viviendo entre grietas de rocas, bajo piedras, o asociados a otros animales como anémonas y poli-quetos entre otros.

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Fauna margariteñaCARLOS FEDERICO LIRA

Tienen sexos separados y se reproducen por medio de huevos de los cuales emergen unas larvas denominadas zoeas, que dan origen a una megalopa, que, como su nombre lo in-dica, es un cangrejo diminuto con ojos desproporcionalmen-te grandes y que luego se transforman en cangrejos jóvenes. En las regiones tropicales pueden reproducirse durante todo el año, mientras que en las especies de aguas templadas presentan una reproducción estacional que puede ocurrir una o dos ve-ces al año.

Son de gran importancia ecológica por cuanto sus zoeas son componente principal del plancton marino, el cual cons-tituye la base de todas las cadenas de alimentación que se dan en el mar.

Se alimentan principalmente del plancton al cual atrapan con unos apéndices bucales denominados maxilípedos los cua-les poseen unas setas que permiten atrapar su alimento como si fueran unas redes de pesca.

Existen al menos unas 250 especies de porcelánidos dis-tribuidas a través de todas las regiones marinas tropicales y templadas del mundo. En Venezuela existen cerca de treinta especies, una de las cuales sólo había sido encontrada en la cos-ta pacífica del continente americano y que recientemente fue encontrada en aguas de Margarita, Cubagua y Sucre. En nues-tra isla son conocidas con el nombre de “carachas patonas”.

Uno de los más grandes especialistas en el estudio de este grupo de organismos, a nivel latinoamericano, es Gonzalo Hernández, un profesor jubilado de la UDO en Boca de Río, y del cual tengo el privilegio y el orgullo que sea, aparte de mi asesor y amigo, el padrino de mi hijo. Así que si quieren ahon-dar en el conocimiento de estos organismos, diríjanse a él y díganle que van de parte mía, que gustosamente les atenderá.

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Índice

La macagua 9

La guacharaca 11

La iguana 13

El caballito de mar 15

El alacrán 17

La ardilla de Margarita 19

El sapo 21

El caimán de la costa 23

El conejo de monte 25

El mono margariteño 27

El ñángaro 29

El turpial 31

El mapurite 33

El cachicamo montañero 35

La estrella de mar 37

El guaripete o lagartija 39

La tortuga cardón 41

Las littorinas 43

Los playeritos 45

El venado margariteño 47

El pelícano 49

La ostra perla 51

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El caballito del diablo o libélula 53

El cazón 55

La cotorra margariteña 57

El vampiro 59

La cochinilla de la humedad 61

La cochinilla rosada 63

El delfín común 66

Los peces loros 68

El cunaguaro 71

La comadrejita 73

El pepino de mar 75

La abeja africanizada 77

La ratonera 80

El chipichipi 82

La perdiz sabanera 84

El corocoro 86

El mosquito patas blancas 88

Los cangrejos ermitaños o ladrones 90

La morrona o culebra de dos cabezas 92

La reinita 94

El guaraguao o zamuro 96

Los porcelánidos 98

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Edición al cuidado de María Alejandra Rojas Corrección Rodolfo Castillo

Diagramación Aarón MundoDiseño de colección Mónica Piscitelli

Los 3000 ejemplares de este títulose imprimieron durante el mes de agosto de 2007

en la Fundación Imprenta del Ministerio de la Cultura

Caracas, Venezuela

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