Fantasmandino 3 - Geremias y Zenon Aira Diaz

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FANTASIO (zEfJON a»ra diaz) SERIE CUENTOS SERRANOS FANTASMANDINO LOS TRES TOROS ENCANTADOS DE CEííRO y NUEVE CUENTOS AUTOCTONOS CERREMOS

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Fiel a nuestra promesa de seguir dialogando con nuestros lectores sobre temas de las riquezas de nuestro folklore andino, lanzamos esta edición de la 3ra. serie de "FANTASMANDINO", con un repertorio completamente nuevo a los publicados en la 1ra. y 2da. serie.En nuestro afán de dar valor a nuestro acervo cultural andino hemos reunido otro nuevo lote de cuentos para nuestra chiquillada que son los que se deleitan con los cuentos y exigen a sus progenitores que les cuente antes de entregarse al sueño.Todos al mismo tiempo, maduros o verdes, tenemos amor a la narración. Esta manifestación del espíritu es lo que hace agradable a la existencia que de otra manera no tendría razón de ser. Asemejaríamos a los seres desprovistos de esta expansión espiritual.La narración no sólo divierte a la persona, sino que le dota de experiencia y conocimientos que elevan al nivel cultural superior. Eso es el punto de partida en nuestra meta que nos tenemos trazado alcanzar. Mediante ello nuestros lectores adquirirán madurez mental que de por si solo jamás podrán adquirir.Precisamente para entregar este vagaje de relatos útiles nos cuesta bastante sacrificio que nuestros favorecedores podrán tener la felicidad de adquirir sin esfuerzo alguno y empaparse de su contenido, en provecho de sí y de sus vástagos, por cuya felicidad trabajamos todos.Como ya nos hemos dejado comprender, la 4ta. serie estará pronto en sus manos, también con la misma diferencia de otro repertorio distinto que se halla en preparación. El editor

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F A N T A S I O (zEf JON a » r a d i a z )

S E R I E

C U E N T O S S E R R A N O S

F A N T A S M A N D I N O

LOS TRES TOROS ENCANTADOS DE CEííRO

y NUEVE CUENTOS AUTOCTONOS CERREMOS

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G I R f M I A S Y Z C N O N A I R A D I A Z

CUENTOS SERRANOS

can nucaaá ze/a¿aá andina A

ILUSTRACIONES: DIMAR BAKY

E D I C I O N E S S I E R R A S IGNOTAS Inprtsí por la gd t i t t r i i l ANDBAMERICANA, Jirón Yanii 299, Cerro Js Pisco

PERU 1 B 7 8

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Sditoriaí zAndeamericana - Geno de Tcaco - Terú

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P R O E M I O

Fiel a nuestra promesa de seguir dialogando con nuestros lectores sobre temas de las riquezas de nuestro folklore andino, lanzamos esta edición de la 3ra. Serie de "FANTASMANDINO", con un repertorio completamente nuevo a los publicados en la Ira. y 2da. Serie.

En nuestro afán de dar valor a nuertro acervo cultural andino hemos reunido otro nuevo lote de cuentos para nuestra chiquillada que son los que sa de­leitan con los cuentos y exigen a sus proginitores que les cuente antes de entregarse al sueño.

Todos al mismo tiempo, maduros o verdes, tene­mos amor a la narración. Esta manifestación del espí­ritu es lo que hace agradable a la existencia que de otra manera no tendría razón de ser. Asemejaríamos a los seres desprovistos de esta expansión espiritual.

La narración no sólo divierte a la persona, sim que le dota de experiencia y conocimientos que elevan

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al nivel cultural superior. Eso es el punta de partida en nuestra meta que nos tenemos trazado alcanzar. Me­diante ello nuestros lectores adquirirán madurez mental que de por si sola jamás podrán adquirir.

Precisamente para entregar este vagaje de relatos útiles nos cuesta bastante sacrificio que nuestros favore­cedores podrán tener la felicidad de adquirir sin esfuerzo alguno y empaparse de su contenido, en provecho de sí y de sus vastagos, por cuya felicidad trabajamos todos.

Como ya nos hemos dejado comprender, la 4ta. Serie estará pronto en sus manos, también con la mis­ma diferencia de otro repertorio distinto que se halla en preparación.

E L E D I T O R .

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Calzonaso Brujo.

S A R M I E N T O M A G O D E L A R P A

Cuento de Paucar de las encañadas de Cerro de Pasco.

Paucarino que hablaba con el diablo hacía

cantar el arpa como nadie mediante una var i ta

mágica que dentro de su chaleco cargaba; quien

en una ocasión cuando participó en un concurso

de música ganó el pr imer premio, no obstante

haber sido el último concursante de mala trasa

con un instrumento de pésima confección.

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I Pueblo de Paucar, caminando de Yanah t u n ­ca para Ambo se encuentra en la rivera del

riachuelo que avanza por esa quebrada, no muy dis­tante y hoy cuenta con una carretera que da hasta la ciudad de Ambo.

Es antiquísimo el poblado que lo constituye y es como tal guardador de muchas leyendas interesantes que han sido conservadas por generación por medio de la trasmisión oral lo único del que se han valido nues­tros antepasados incásicos pero con nitidez.

En aquellos t iempos que no había sido traspor­tada la escritura y la religión europea, sólo se creía aquí en la Madre Tierra. El Sol, la Luna y fas estre­llas; de la misma manera también en las espíritus ma­lignos y benignos. Así es como han sido muchas na­rraciones en ese antiguo lar agrícola que más de les cuentos de or igen real también hay micos Interesante.

Por hoy vamos a contar una cosa real que ha dado mucho que pensar en la época de su aconteci­miento, dando fama a esa t ier ra y haciéndola muy co­nocida y referida en los departamentos de la Sierra Peruana,

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m Hará cuarenta años en la ciudad de Cerro de

Pasco se convocé un concurso de música y baile, con un premio ambicionable para el pr imer ganador y o¬tros menores también codiciables. El concurso era de carácter interprevinciai , pudiendo participar les Depar­tamentos del Cent ro : Junín, Huánuco y Huancavelica. En esa fecha no existís todavía el Departamento d» Pasco, por ser Capital del Departamento de Junín. Hu ­bo mucha publicidad mediante afiches y oficios a t o ­dos ios distr i tos por medio de las autoridades mun i ­cipales, ya que por entonces no estaba todavía d i fun ­dida las poderosas emisoras con que hoy contamos.

Para la realización del día señalado para «i Con ­curso empezaron a llegar a la ciudad, músicos y baila­rines con cargamentos de ropaje de costumbre del lugar de su procedencia; en igual forma con sus ins­t rumentos extraños también usados en cada rincón. Faltaban hoteles dando lugar a improvisaciones de alo­jamientos en casas particulares. Por fin llegó el gran día esperado por chicos y grandes. Se d io inicio a la gran Fiesta del arte musical de baile. Desde medio día el teat ro estaba circundado de compradores de lo­calidades, obstruyendo el paso de los transeúntes por la calle donde se encontraba ubicado el lacal. Faltó campo para el ingreso de la mitad de los concurren­tes, que obligó suspender la venta de boletos.

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Con atronadores aplausos se dió comienzo al C o n ­curso, saliendo al prócenlo los mas destacados en ves­t imenta , instrumentos y presencia. La competencia con­sistía en la participación de conjuntes y solistas, en la música, al canto y en el baile.

El desarrollo de la fiesta fué espléndida, quedan­do contentos los espectadores que se cansaban de pal-motear las manos. Llegaba ya la media noche, pero fal ­taba todavía la presentación de muchos participantes. Siguió ei espectáculo hasta que salió el último músi­co que debía tocar un solo de arpa. La muchidumbre se prorrompió en carcajadas al ver al arpista con su indumentaria desconocida por la ciudad y también por los concurrentes. Se había ataviado de calzonazo de entre sus compoblanos. Algunos asistentes a la función empezaron a salir del teatro, porque parecía que iba ejecutar mal el arpista despreciado, puesto que ni si­quiera aplaudieron con una palmada. Pero éste empe­zó a afinar su instrumento y luego sus manos dieron

- un rose extraño a las cuerdas en posición no usada hasta «se momento por ningún arpista y el arpa so¬nó con unas notas clarísimas y cautivadoras. El públi¬co se enmudeció complétamente como manejado por un botón eléctrico y el artista que comprobó que es­taba perfecta la afinación, miró serio a las localidades y en quechgua preguntó cual era su pedido, porque él no sabía por donde empezar. Gritaron ' ' un huayno un huayno un huayno"

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Salió el huayno eclipsando todo el ambiente, por ­que el huayno era desconocido por todas las almas que se encontraban rellenados en el local del teatro. Recién a gente se alocó y arrancó en aplausos. Terminado el

toque, pidieron con una gritería ensordecedora, más huaynos. Tocó tres part i turas. Volvió el público a g r i ­tar con una bulla que nada se podía entender Se es­cuchó sin embargo una vez que pedía un yaraví. Ejectt-tó el maestro, también ot ra música desconocida. Hasta los mismos participantes en el evento empezaron a a¬plaudir. Continuaron pedidos de toda clase de piezas, vernaculares o de salón. Y todo sabia el paucarino y sus entonaciones eran todas nuevas a tal extremo de que no querían los asistentes que saliera el mago fue­ra del procenio, a donde Invadieron, para abrazarlo, que casi lo ahogaron. Sacaron a la calle a hombros rec­lamando el pr imer premio para él. Así fué e efecto, el pr imer premio fué descernido a! último eje­cutante solista, ya casi al amanecer, porque nadie se «cordaba de que había terminado la función.

A la salida del teatro y camino a sus casas todo el mundo hablaba sólo del Mago del Arpa. Muchos no han creído que era de Paucar. porcfuéímo se entendía cómo puede haber aprendido a tocar así y todo. Ot ros creían, porque no hablaba castellano, no sabía. Tampo_ co faltó quienes di jeron que en alguna academia de . bié haber estudiado y que tan sólo para dar fama a su pueblo se hizo al que entendía e! lenguaje español.

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as Lo c ier to del caso es que ai arpista le descubrió

con el t iempo que tenia relaciones con el diablo; él que solamente escoge a rarísimas personas para ayu­darle. Verdaderamente, el artista, según contó el mis­mo, fue ayudada por el espíritu misterioso, cuando de niño no más h izo comprar a su padre el ins t ru ­mento y ha empezado a manipular, Cuando se penis a tocar estando sólo un niño de la edad de él se le

•presentaba a escucharle. Ese niño iba creciendo ai igua' que él y se congeniaron y di jo con el t iempo que él era un ángel y no una persona, No debi» asustarse de él y le llamaría cuando le necesitara por su nombre f iel . Un día menos pensado, cuando ya había dominado el arpa. Fiel le regaló una barita de madera, advirtién­dole de que para casos de emergencia llevaría escondi­do dentro de su ropa y para t r iunfar sólo necesitaba agitar en el aire. Lo cual ejecutaría disimulado sin de­jarse notar. Sarmiento afirmaba a contadas personas que algunas veces le había robado la varita mágica, pe­ro ella se perdía de la posesión del ladrón, aparecien­do dentro de su chaleco, en el que tenía cocido un bolsil lo especial.

Brevemente es lo único que contaba el artista a los curiosos paro de su íntima y de absoluta confianza; no

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queriendo hablar de otra cosa más. Al preguntársele dónde vivía el diablo, decía no saber, sabsenáo tan só­lo que procedía de! cielo y como hablaban mucho nc v i ­vía tamp©co en los lugares espantosos y temibles, y qua nunca la había llevado tampoco a ningún sit io, como abras, cuevas, lagos, ríos y tantas afirmaciones existentes.

non GE1EMIA3.

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El Condenado convertido en Piedra

Cuento antiguo del Pueblo de Pucurhuay.

E l condenado de Pucurhuay no pudo

andar, sin su cordón . Una vez recuperado

este auxiliar místico, p e r s i g u i ó a Antuca

por los alrededores de Ticlacayán para co­

m é r s e l a ; sin embargo con la ayuda de los

tayta jircas ha sido trasquilado por los ra­

yos de la tarde hasta rodar abajo donde

fue convert í do en piedra para siempre.

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udiera haber sido allá por el año 1890 o más antes cuando las comunidades ind'ger.as

_ i i o hablaban tadavía el lenguaje castellano, si­no que orguiiosamenta conversaban en su propio len­gua autóctona, lo que ha habido ana noticia desconcer­tante entre las gentes de esa cultura antigua.

El pueblo de Pucurhuay. en esa época todavía era una estancia abandonada, no muy cerca al d i s t r i to da

? Huariaca ni la ciudad de Huánuco y Pasco, donde v i ­vían un campesino y su única hija llamada Antuca. Eran

.sus costumbres, de cuando en cuando viajar da Pucur­huay a Huariaca. a veces solo y otras veces los dos. El fin de su continuo viaje era de proveerse de las tiendas de Huariaca cosas que necesitaban infal iblemen­te para pasar sus vidas en el v i l l o r io .

Wn día por la mañana se encontraba don Anchi en el pueblo de Huariaca. En este viaje ya no se ¡da­ba da t iempo para volver a Pucurhuay en el debido lap­so, por circustancias de que en las chinganas no falta­ban amigos y compadres que trataban dilatar las ho­ras conversanácles entre tragos y piscos.

Los charlatanes pasarían las horas sin dar impor ­tancia lo que en cada segundo puede ocu r r i r una des­gracia en el campo. Algo sucedía con Antuca en la misma estancia, cuando el sol se ocultaba en lontanan­za. Sa le acercaba un ser diabólico. Ella de corazón fuerte y empedernido ante el miedo, estaría sólo pre-

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m sa de preocupación de su padre, que ya debería llegar.

Por la lejana ruta por donde aparecería don A n ­che cubría la oscuridad da noche. Sólo se oía el murmul lo del r io cargado de caudal, apenas destín-guiéndose en cerca el eonocid© camino como por n i ­ños traviesos pintarraglados de blanco, pero con algo de una belleza natural. Antuca se entró en sosiego parece de acuerdo y juntamente con la Naturaleza en el momento en que se presentó un caminante vestido • de negro y se aproximaba lento. Imaginaría el arr ibo de su padre o de un viajero atrazado en el camino.

En esos años cuando los españoles se sentían en­señoreados en t i e r ra de los indios, no faltaban en par­tes silencios el mal denominado Pishtacos, esperando futivamente a pasajeros sin compañía; de eso más se preocupaba Antuca o de otros maleantes que por gus­t o mataban a los humildes aldeanos.

No podfa reconocer quien era aquel negro al que lo llamó pora Interpelarlo sin no fuera su padre:

—¡Taytaaá, quien eres! ¿Ven, quiero preguntarte? ¡Ay tayta no te pases, vente, quedaremos aquí!

A l sentir el g r i t o , cortó pasos. Parece tardaba en orientarse de donde procedía la voz de una cam­pesina t ierna. Apartó del camino dirigiéndose a la cho-

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m za escondida en la arboleda, entonces la Antuca se ca­yó de risa de pura emoción.

A pesar que ella de nacimiento era familiarizada con el ambiente, la Intranquil idad rola su espíritu de sexo débil, donde sólo se advierte montañas altas, quebradas accidentadas, praderas sin rebaños; sin em­bargo alguien ya llegaba.

Con particular manera de hombre común se acer­caba al patio, De cerca se notó, la cabesa calda so­bra su hombro , y de una soguilla ceñida la muñeca.

—Tayta, pasa, a donde se va solo, plshtacos pue­den cortar te ; no dudes, quedaremos en la casa.

— Gracias, será así, preciosa — Contestó con voz ronca, invadiendo a la cubacha con un o lor a car­ne ranciada.

Fn el in te r io r de la casa se desató una larga con­versación. El desconocido le contaba su vida tormentosa v llena de odisea. Pero no se razonaba de donde era ni a donde iba. Apenas si se daba cuenta que por un camino desconocido se Iba, eso era que pasaba por Pucurhuay. Viajaba en su sueño, guiado y obligado por un ser diabólico con voz macabra.

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m No ha terminado la relación acerca de su sueño,

mientas que la hora avanzaba iba cerrándole los ojos * Antuca; es que su cuerpo pedía reposo en la cama. Por f in , le venció el sueño con el que se quedó recos­tada sobre la abrigada micharra. Ella no tenía siquiera un "mechero " (1), a falta de él era oscura la casa. El parlanchín condenado le conversaba inenterrumpida-mete, ella ya no le contestaba; siendo asi, extendió el brazo para atocarla, en que percibió que se había en­tregado al sueño. También confiado en la liberalidad de Antuca, el condenado se acostó a su lado; apenas alumbrado por la micharra que se estaba apagando.

Antes del canto de los gallos, al día siguiente se despertó Antuca, y a más rato toda suerte de aves gorgojeaban retozando; entoncea ella tenía que levantar­se a preparar el desayuno para invitar le al dormilón condenado. En el barr i l no había agua, ella sin per­der momentos tuvo que correr al r io con barr i l i to l i ­viano; entretanto el sol matut ino acababa 4t invandir a todo rincón de la quebrada, abrigando el ambiente del lugar desolado de Pucurhuay.

M E C H E R O . - E l una lámpara que utilizan los campesinos para alumbrar tua casas. Arda son grasa animal mayormente.

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Movida por presentimiento sobre aquel hombre desconocido, desde e! ríe miró a la choza, viendo al instante que de la choza el humo de la champa ele­vaba al cielo en señal de prenderse la micharra. Tenía que retornar acelerada para preparar el desayudo. Con los ojos fijos de ver al hombre se acercaba y entró a la casa. Antuca se quedó pasmada al ver estirado con mortaja negra y puesta de un cucurucho en la cabeza. Además en la mano tenía un cordón trenzado de ramo. La frente y la mejilla desfiguradas, razón por fe que no podía conocer lo siquiera qué edad frisaba,

Abrió el condenado los ojos sentándose en ia ca­ma, en siguida preguntóla:

— ¿ Preciosa a dónde fuiste? — ¿ Me f u i por agua, tío.

— ¿ Vas volver ot ra vez por agua ?

—I j Si tío, cada mañana dejo lleno el barri l ! — Anda vaya rápido y ten este cordón que te

ayudará en todo que quesieras hacer.

— Gracias. ¿Pero cómo, en todo puede ayudarme? — ¿ Es cómo el Angel de la Guarda y algo más

todavía sirve a todos en sus difíciles momentos.

M I C H A R R A . - Es muy parecida a la cocina, propia de ios aborígenes indios, preparada de arcilla y piedras. Este tipo de oocina, de por si, da guato sabroso a la comida y mantiene se­co a la easa, curando a reumáticos y otras eaferm .¡dados, debi­do a que arde con champa,

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Tiene su verdad que el cordón posee un poder misterioso que al momento de cogerlo se le despertó los sentidos: se le v ino la idea de escaparse a Ticla-cayán, a razón de que moría de miedo y de espanto con la presencia terrorífica de aquel pasajero, levanta­do de algún cementerio llamado CONDENADO.

Que estupenda la justicia del Supremo Hacídcr de haberlo ordenado a sufrir en esta clase de cenitencia dotándole el espíritu de un demonio, de alguna fecho­ría perpetrada estando vivo y sano.

La campesina desesperada antes de correr hacia Ticlacayán, con el cordón que le dió el condenado, a¬marró una piedra en el centro del ríe, asegurando con un nudo. Este artemaña para ella guardaba un secreto para que el condenado en todo su intento pusde fra-cazar, hasta de caerse al suelo no podría levantarse.

Tenía por único compañero un perr i to al qaa lo envolvió oon una manta y se eargó a la espalda. Y haciendo crueea al aire comenzó a jugarse a todo trance para salvar la v ida .

•—¡A dónde te vas, dónde te ves — Gritábale el condenado.

Sorda a la l lamada se alejó hacia arr iba.

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m Entre tanto , sin el cordón no podía hacer nada

y hasta el cuerpo no le obedecía levantarse l i j e ro . T o ­do cuanto se daba de esfuerzo para pararse era en-vano; viendo estas dificultades, tenía que rodarse al r io sosteniéndose en las ramas de los árboles.

En si río logró agarrar el cordón después de pe-ratidad»s. Ha sido una maravilla que C O E el cordón se levantó el condenado, y le siguió a Antuca por el ras­t r o dejado por entre las chacras recién recolectadas.

Vencida por el cansancio culminaba Antuca la cumbre de Paucarbamba. Faltaba poco para llegar a Ticlacayán, donde podría hallar socorro y amparo re­ligioso,Ferozmente perseguida por aquel condenad© se hallaba rendida y jadeante. Pero, viene una bendición inimaginable a favor de Antuca. Por todos los lados del f i rmamento se cargaba la lluvia anunciando que momentos más breves descargarían truenos con la lluvia.

Faltata pocos pasos que la víctima iba ser cogi ­do por les trenzas largas en la misma cumbre ; pero fráelas a la prodigiosa actuación de las jircas protec­toras, que con sus ensordesedores truenos comenzó a descuartizar las alturas llenando de oscuridad a todos los lados. En eso lo destruyó al malvado condenado, cuya cabeza y el cuerpo por separado se rodaron aba­jo , quedando para siempre convert ido en piedra.

• • ~ - ZENON AIRA DIAZ.

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ES

— Valoración ds Fantasmattdino A los cuentos inmemoriales que están

perdiéndose) son el correr de los años, seguiremos d i fundiendo por medio del t i t u l o

da " F A N T A S M A N D I N O " hasta f e m a r varios volúmenes con los números de continuación.

Nuest ro ambiente andino oculta en sus * entrañas sinnúmero de cuentos de diferentes

gustos y con protagonistas peregrinos, y t ienen sabores que qu i t a al sueño de ancianos, adultcs, niños cuando leen o re latan alguien de buen gusto en esta mater ia de relatos autóctonos.

Se debe dar valor en las escuelas, en los • velo*ics, viajes, más a nuestro fo lk lora

or ig inar io para salir de esa categoría plagiaría y baja. E n los centros de enseñanza, los niños más asimilan ios cuentos exóticos venidos del

ext ran jero con buenas ilustraciones por ¡as editoriales mil lonarias- Se debe dar preferencia

de nuestro pueblo todas sus creaciones, que hemo3 heredado da ios incas. A estas riqueza»

espirituales, como nuestros cuentos que andan dispersos, ©aparamos que den acogida con esta narración ya grabada en papel como Las M i l

y una Noches en las antigüedades. 3

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P A C H A P A S H I M I N

CUENTO D E LAS ALTURAS DEL

DISTRITO DE CARHUAMAYO

De poco se salvó el campesino madru­

gador que iba caerse a las tres de la

mañana al fondo ascuro de la boca del

cerro chucaro que se abrió de .por sí a

manera de un barranco gigante. El anda­

riego vió que de adentro salían vientos

fríos y nubes arrolladoras, cubriendo las

pampas y los cerros cercanos.

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i alegre anciano con su áspera voz me con­versaba, mostrándome un talle a l to, netamen­

te vestido a lo campesino porque fue de campo. Allí nació y vivió conforme a la suerte se le atr ibuye pa­ra todo después de nacer.

¿Quién era aquel hombre alto de gracia refinada?

Don Zacarías Bazán.

El mes de jun io de 1975, la tristeza invadió de noche a la mañana los corazones de los buenos a-mígos que conocían la liberalidad de Zacacho. ¡Ha muerto como cualquiera, pero.. . ! Y hoy no hay quien podría heredar su apodo popular "Gal la l l in l l i ' ' ; por ma­la suerte no tuvo hijos, sino un solo hi jo de apariencia adoptiva y para el colmo enclenque de hueso y pellejo a consecuencia de un mal pernicioso.

Se expiró contento, de haberlo viv ido a la vida con holgada for tuna: con ganado variado y con él go­zó en sus sentidos el mejor de los placeres sólo en su mundo prop io .

En el último momento de cerrar los ojos, venci­do ya per la fuerza de la muerte , profirió lento:

—¡Ya me voy, ya me voy, échenme agua fría, échen­me...; — Abría apenas la boca — Ahora, otros gozarán de mujeres, andarán por mis caminos... — Cerró les ojos r iendo.

»

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® Padres de aquel finado, pertenecía a la clase de

los graciosos, que andaba provocando risas en malhu­morados campesinos. Pero, a pesar de su den de gracia vivía en la estancia Jancacancha (Jane», sinónimo de nieve en Keehwa; cancha, lugar propic io para v iv ir con rebaños) A la estancia, antiguamente, lo cubría en los inviernos nevadas espesas, como también a \os cerros Runnunsyoc y Tuctupunta. En los veranos yerguen em­pinados estos picos, despertando el Interés de mu­chos que se debieran visitarlos, para poder contem- ' piar las cajas de las montañas orientales y la inmen-s í Meseta de Bombón azulada son agua del Chinchay-cocha.

Estancia Jancacancha, ubicada al pie de dos cerros elevados, en el l indero del Departamento de Pasco y Junín. Perdido entre ásperas jircas vivía una familia con constancia y familiarizada hasta con rebaños de que se ocupaba por años. Nicanor Bazán se llamaba al mismo jefe del hogar. Cada vez que iba a o t ra estancia, tenía -que valerse de los sentidos Intuit ivos para levantarse de la cama sin un re lo j ; porque para ellos son difíciles adquir i r ese instrumento de precisar el t i empo.

Es asi que, según el tanteo, faltando mucho para una mañana fresca, ni aun cantaban los ' 'Pucuys" (1); sin embargo, Don Nicacho ya había saiido de su cho­za tiznada, en ella dejando a su esposa en sueño.

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Fuera de la casa, en lugar de ver los relieves, altibajos con sombras, quebradas y eerros en sus noches, se le presentaba una masa de nube dormida en la su­perficie e cabrosa; no se dejaba abrirse algún rato pa­ra mirar los caminos que apenas se veían.

— Debo.de una vez acabar con esta neblina que no deja caminar— Di jo el viajero Gallal l inl l i , caminando por los precipicios, cuevas negras y horrepMantes. Echa­ba pases por el camino que subía arr iba, de muy subida cuesta, que culminaba en el costado del pico Tuctupunta

En la cumbre final donde la ruta era visible, la aspereza de un cuerpo rocoso, las minas antiguas-las grietas de boca negra, provocando en su ] espíritu tranqui lo un present imiento, que por un mal momento podría presentarle malos espíritus que deanbulan, de tal manera dkjo:

— ¡Jesús, Jesús, cuídeme!

Sin o ir susurros de tes yerbas, sin el compañero siquiera un per ro , sólo con un silbido alegre, se ar­maba de coraje don Gallal i inl l i , acelerando pasos hacia la cuesta arriba, pronto para acabar la pañolería peli ­grosa.

— ¡Wlshlc, wishic, wishlc!

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— ¡ So carajo, qué me anticipas, qué me presa­gias, tuco de mier,..! ¿Algún pel igro, una desgracia?

A pisar que la lechuza presagiaba una inminente desgracia, trataba contrarrestar el miedo y continua­ba con mayor ahinco los pasos, sacudiendo de rato en rato su poncho mojado per la neblina.

— ¡ Tueuuú, tucuuú, c u r r u r r r !

—• ¡Tuco carajo, cómo me lloras así; piensas que voy mor i rme o estoy acompañado de algún espíritu ! ¡Quítese de mi eamlno; el buán espíritu, espíritu de tayta j irca me proteje.

El pobre cr iatura de la soledad, de la cum­bre oscura, era de un anuncio veraz, dotado de una sensibilidad superior para percibir sucesos que han de o¬cur r i r en el momento más próximo; por eso, por ser más bueno que el hombre, daba avisos con una ono-matopeya sospechosa, de algo difícil de entender en nuestro sentido humano. Si Gallal l inll l hubiera desci­frado la voz del tuco, dejaba de subir al momento .

Un extravagante mister io aparece, a es© de las tres de la mañana cuando extendió su mirada aquel hombre humilde, que por nada había pensado cosa al­guna sucediese en cerros desolados.

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n Comenzó soplar un viente frío con impetuosidad,

arrebatando el liviano cuerpo de la densa neblina, con que se estremecía el viajero, a turd ido por el crudo y penetrante frío. La arrol ladora fuerza de la corr ien ­te procedía de las tremendas grietas, del fondo de las minas, hasta que por f in no supo con la sorpresa a donde esconderse o guarecerse.

Para no ser vencido fácilmente por la fuerza na­tura l , tenía que caminar persignándose y orando a las jlrcas, que así debía ser salvo de las tentaciones de los diablos. Quiso culminar la gasha, pero en vano puso decisión férrea contra el furioso ventarrón; como fina! acertó los pasos. En el momento se comenzó a crecer un bull icio fragoroso con el golpe insesante de vien­t o contra las rocas; se parecía como piedras arrojadas por una mano extraña que tuviera poder sobrenatural.

Aun todavía, el viajero, en su ingenuidad a t r i ­buía la pronta llegada de una tempestad, de cómo em­pezaba algunas veces la lluvia en los gradientes de los Andes. Sostuvo el sombrero que pudiera quitarle el v iento, y se puso a guarecerse en una sombra for ­mada por rocas; que antes del alba calmaría el t i e m ­po en ss turbulencia para seguir la marcha.

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El golpe del viento disipó la neblina que cubría de ropa gruesa a los cerros. Que para Nlcasio corre ­teaba con mayor fuerza, a manera de cataratas de-agua que l impiando irla en su curso a los cuerpos livianos. Nicasio. l ibre de ser arrol lado, sordo al t emor , miró hasta donde dfbía alcanzar su visión a esa hora, que faltaba pocas horas para rayar el cielo en el or iente .

A p oco de su percepción a lejanía lóbrega, se le presentó un aterrador pr lc ip ic lo sin fondo, una aber tu ­ra cabernosa que se jalaba de entre los cerros compa­ñeros en lejos, terminándose en las altaras del Case¬río Lacshamaray. En efecto, sería una tegua de largo hasta donde alcanzaba su mirada de noche. Esa era la Boca de la Tierra «PACHAPA SH1MIH", de profundidad oscura, con contenido de lluvia, rayos retumbantes, y vientos furiosos que repartían sus fuerzas contra todos.

Invitado por la curiosidad, deslumbrada, se acercó al borde del barranca extravagante:

_ ¡Ah ! Esto es que me hablaban de Pachapa Shimin, i y dónde la plata que escondió los incas? Muchos me decían son encantados y una sola vez le aparece la fortuna a los que han nacido con estrella.

A la o t ra banda, en un vasto pendiente, ardía s i ­mi lar a fogatas, cuyas llamas intermetentemente ele­vándose al aire, también al pie de las caevas morían luces con llamas verdosas.

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33 Ha sido verdaderamente para devanarse los cesos

con estas apareciones encantadas, que puede haber si ­do cierta quimera o una fantasía de la imaginación, jamás visto por él én una madrugada.

— ¡La riqueza de! inca que se venga! No será para otros, sea para mí, aunque la plata y o ro se es­condan de mi dichoso—Se enseñoreaba a apodarse de las supuestas joyas que estaban al alcance de sus manos.

Quiso coger la ocasión por el pelo, que una sola vez se la apareció en toda su vida. Gal lal l lnl i i , desde su uso de razón había oído hablar a sus antepasados, que la Boca de la T ierra era en Tuctupunta y guar­daba en sus entrañas la fabulosa fortuna del Inca, Mu­chas veces se Ies aparecía a les pasajeros nocheriegos predestinados para ver y ser ricos en el f u tu ro .

Se había avanzado la hora hasta que contemplaba el andarín las manifestaciones Inexplicables de b s jircas; entretanto aclaraba el f i rmamento; entonces no ha­bía t iempo que perder, tenía que volver a su familia para avisar lo ocur r ido entre los cerros.

Acompañados de sus pr imos, tíos, hijos hasta de viejos tomaron el camino hacia Tuctupunta; entoces estaban con la hora de ver las cordilleras con los p r i ­meros rayos del sel dentro de la serenidad del amien-

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Ilfi ta serrano. Llegaron al s i t io pavoroso, miedosos como par?, hacersa cruces. En la cumbre de Tuctupunta no había nada en absolato lo que G i l l a l ' in l l i vló a t e r ro r i ­zado. A veces es así los enigmas de los Andes. En el momento de sus arr ibos, Galla, tomó un .buen desa­yuno consistente en tremendos t ra jeadas por "bado-iaque" y ment iroso, que a su edad no se hubiera b ro ­meado a tal ex t remo, haciendo perder el t iempo a sus vecinos y familiares, qua aun todavía sudaron agua al subir precipitado a la pendiente escabroso de Tuc tu ­punta.

Z B N O N A I R A D I A Z .

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E L C E R R O ENCANTADO DE MISHIHUAGANAN

E n 1900 llegó el tren a Smelter. Se em­

pezó a construir la línea férrea al cerro

cumbre de Mishihuaganan. Esta cumbre en­

cantada no permitió el avance de la l ínea

cayendo muchos obreros afectados y muer­

tos. Pero al fin se venc ió con misas y ben­

diciones. L a cumbre encantada se doblegó

y se pudo llegar a ella y con facilidad la

bajada para Goyllar y el ramal para Cerro

de Pasco. Sin embargo, esa cumbre gruñe

sus gritos en la luna nueva y llena.

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BO iSCS u e $ t r a t , e r r a <? u e abarca la Provincia de Pas-¡jggjyjj» co, t iene muchas historias interesantes y de ­bemos saber valorizar. Este es como lección y estímu­lo ; por otra parte como recreación ya que el hombre no sólo vive de pan. Lo cual es importante pora dar un reposo a las preocupaciones de la inteligencia.

Por lo dicho, en una palabra, vamos a recordar las peripicias sufridas por ¡os trabajadores al avanzar la línea de Smelter a la famosa cumbre de Mishihua­ganan. Este es bravo. Como todos ya conocen, de Smelter a la cumbre refer ida es subida.

Cuando se comenzó a construir el camino para tender las líneas hacia la cumbre surgieron un mun ­do de dificultades, cayendo mochos enfermos y aban­donando sus trabajos, porque mayoría de ellos eran procedentes de otras provincias. Y esos fallecían en sus t ierras.

Los gringos que dirigían la obra ni los obreros trabajadores no sabían por qué había esa dif icultad, Los t i ros no surtían sus efectos, se rompían los ba­rrenos; producían accidentes en los trabajadores. Se luchó duro y parejo con la decisión de los gringos que no reparan en supersticiones o apariciones. Son 'éreos en sus actos hasta vencer toda dif icultad.

Con tanto esfuerzo por f in se llegó recién cer­ca al Cerro famoso; pero ahí morían la gente con vó­mitos y hemorragias por la nariz. De noche gritaba un gato en un sonido que hacía repercut i r a los cerros, por cuanto los gr i tos eran de un volumen extraordinario.

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Así continuaron los trabajos hasta con tanto es­fuerzo se ¡legó a tender les rieles hacia la cumbre c i ­tada. Para continuar con los trabajos adelante, estaba lista pues la línea ferroviar ia para inaugurar, puesto que había costado dificultades. Pues se habla culmina­do con una obra ante la oposición del cerro encanta­do abstinado a poner trabas a todo trabajo de cons­trucción, como saben los experimentados en esas la­bores de desfiguración de) estado natural de la super­ficie ter rest re .

Con el t r i un fo alcanzado, la Cer ro de Pasco Rail-way & Co. se dispuso a inaugurar el t ramo concluido hasta el cerro de "Mlshlhuaganan", ree'.én, por cuanto faltaba todavía para alcanzar la cumbre que se hallaba distante más arr iba.

Fijada la fecha de la inauguración, los gringos, a la usanza de su lar, t ra jeron pastores elegantes con sa­co y pantalón, con guitarras, bandurrias y órganos, a-cerdeones y melodios, amen de instrumentos evangé­licos, para dar pompa a la celebración.

Eran las ocho de la mañana de un día domingo, cuando empezó una nevada tupida que antes que los participantes a la gran fiesta ya no podían moverse.

En menos de una hora ya todo el r iel tendido se encontraba completamente desaparecido per la cuber­tura de la nevada.

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La locomotora que iba conducir a la comitiva de la Estación de Srnalter a Misblhuaganan habrá sido i n ­terceptad© por la madre natura; más dan había fraca­sado la fiesta, codo el día nevó y los invitados tuv ie ­ron que retornar a sus casas. '

Esa misma noche a! gringo maquinista que iba conducir el t ren inaugurante, rodearon en su casa una cantidad de negros cabalgados pidiendo su. salida a su disposición. Salló el amenizado agarrando su carabina, pero ante la presencia de los desconocidos se devmsi-yó; el gati l lo de su arma no le obedecía. Había un bu­l l ic io lúgubre alrededor de la casa y los cenes se des­pertaron y met ieron bulla a ta l extremos de que el vecindario se puso de pié y salieron a ver lo que pa­saba fuera de su casa. A l maquinista le encontraron agarrado su carabina y votando espuma por la boca.

.Condujeron a ¡a asistencia médica que poseía la Railway. Ahí falleció al tercer día de ser internado.

Los comentarlos sobre el suceso diabólico cre­cieron de volumen. Entre esa perplejidad de los traba­jadores surgió una vez de un desconocido trabajador.

— ¿Per qué r«e l® darán agasa os a l Saña? € a.-»o, ' pa ra que no ncr, i n te r rumpa?

La pregunta del desconocido concitó un silencio sepulcral en los oídas de una agrupación que se había

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reunido después de haber cumplido la tarea del día. Lamentaban la muerte del maquinista que había sido bueno con todos los trabajadores de la sección que re­gentaba.

Después del stato que momentáneo, todos se pu ­sieron a re i r , dando que comprender que ¡& que aca­baban de escuchar era una superstición.

—Se ríen ustedes, pero existe el gobierno de la ma­dre natura sobre sus propiedades de los tres reinos de que tenemos conocimiento. Así expresó el desai­rado proponente.

— Entonces encárgate pues tu de amanzar si cerro chucaro. En son de tomadura de pelo, asi le i n t e r r u m ­pió entre el cor r i l l o al iniciador de la polémica.

E l atacada que no perdió la tereninidad ante la burlóse» intervención de loa demás, les aflrmi qua podía realizarlo.

E n la noche el creyente de loa cerros y e'us misterios, fué redaad»), en- su su«ño pof hermosas damas que, adelante; í e : ua anciano cubierto do tupidas y largas barb«s pendientes h&stn. tI abdomen, cantando una hermosa canción de tonalidad eotiis-tscedor», coyas letras decían así:

A éi, sólo a é1., Nos ha dicho ñeí le concederemos . que una íissta nos harán el paso del tren para nuestra ira s calmar, por sa raza ds bisa, y dejaremos en paz.

Troa d® ellas y :\ personaje central d# la aigarabia, venían una negrería de bailantes, con ratilsütes p.lhaja« de plsía y oro, precedida de une b a r . á » másiso» buroerosa y da uisloói» pradominante.

Por la impresión que le causó esta visión de la sub-concicncia, ei v idente místico, se puso más en poner atención sobre la sugerencia qua había planteado in ­concientemente en delante de sus compañeros. La re-valaclón debería sar llevada a cabo ya que había sido anticipada

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3 8 Los gringos no se dieron por vencido, ante los

embates de la madre t ie r ra . Acordaron trazar por o t r o sitio la continuación del ferrocarr i l . Y mientras seguían los comentarios de la propuesta del trabajador desconocido, cuya procedencia nadie conocía ni se pre ­ocupaba en averiguar. La noticia llegó a oídos del Su­perintendente del Ferrocarr i l , quien no era sordo a las creencias y supersticiones misteriosas. Hizo l lamar a su presencia al extraño conocedor de los cerros.

Sin t i tubear el franco y tenaz abusionista, dueño en una terca decisión, le di jo al jefe de la empresa, q '

- él era conocedor de la maña de los cerros, por cuan­t o había trabajado en muchos trabajos parecidos, y él podía encargarse de dominar la agresividad de las p u ­nas, y de una manera segura del Mishihuaganan.

El isterlocutor pidió cendiciones bajo pena de ser despedido del tra­baje sin reconocimiento de todo sus beneficios sociales.

Una vez pactado el contrato , el obrero pretextó levantar una capilla en el cerro aludido y chucaro. Ese caso era reservado, para evitar comentarios y burlas. Con estas últimas declaraciones desapareció del lugar sin que nadie supiera donde se hubiera refundido; sus compañeros d i je ron que por ocioso se había mandado mudar a o t r o centro de trabaje.

Estaba ya olvidada la desaparición misteriosa, cuan­do el héroe de la prepuesta de dominar el cerro bra­vo, aparlció con una banda de músicos de Tumayquich-gua y doce jóvenes bailarines de Negrería, que era des­conocida en la región de Pasco. A la llegada misma se celebró la víspera en una plazuela de Smelter. Los g r i n ­gos y la muchedumbre presenciaron y escucharon las actuación de los visitantes. Fuá grande la admiración q ' cosecharon sin embargo de no estar ataviados con sus ropas especiales.

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m

Al anuncio que habla circulado para la colocación de la pr imera piedra de la capilla al llegar a! cerro r e ­belde, acentuada en la llegada da la banda desconoci­da, todos los pueblos y estancias circundantes a Smel­ter , empezaron a llegar en la misma noche de la v is i ­ta sorprendente. Subterráneamente había circulado ya la llegada de bailarines y banda desconocidos, traídos por el susodicho eje de la noticia.

Para no hablar mucho, a las ocho de la mañana, todas las calles de Smelter estaban atestadas de gen­tes, tocando sus instrumentos cada cual; habían gui ta ­rras, mandolinas, arpas, violines y todo Instrumento conocido por la reglón de estas alturas. Atraído como por un imán gigante, toda la gente trabajadora ert los dist intos campos de actividad hablan concurr ido. Ese es el espíritu de la gente de la sierra. Le gusta la fies­ta , la alegría, la bebida.

Entre la muchedumbre, se erguía la presencia del Santo Vicar io de Cer ro de Pasco, rodeado de damas y caballeros con sus flores en sus manos Ordenó e| San­t o Padre, que en acción de penitencia, debían i r a pié toda la cuesta hasta el Mishlhuaganan en procesión. Así empezó la romería para poner la pr imera piedra de la espilla, promet ida. Con cánticos de la concurren­cia y los cohetes incesantes, acompañado de la ban­da principal traído de Huánuco, iba la marcha por la cuesta con dirección al cerro indomlnable. Ese r a to había hecho su aparición ejecutando danzas descono-

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40 cidas ¡os bailantes de la negrería que más arriba de Smelter, denominado A l t o Perú, se había vestido con sus lujosos atuendos y refulgentes alhajas. Bajaban bai­lando seguidos de muchedumbre compacta que habían llegado da Colquijirca. Se unieron a la masa de ola hu ­mana que subía de Smelter. Los ruidos estremecían de todo el género de bullicios, se hizo incompren­sible de comprender toda de lo que producía la con­fusa expresión de alegría que lanza al aire la loca »• legría de la hormiga humana, que cuando se trata de una fiesta se exalta... se deshace el júbilo, y más cuan­do endrogados por el alcohol. Precisamente toda la va­riedad de acompañantes de la procesión nunca vista, se hallaban en estado etílico.

Se llegó al s it io afamado, en el que se había pre ­parado severa capilla para celebrar una misa dedicada en honor al espíritu del cerro inaugurando al mismo t iempo la puesta de la pr imera piedra de la capilla o¬frecida por el organizador de la fiesta. Empezó la mi¬sa con todas las ceremonias necesarias con toda devo­ción. El Santo Padre invocó en su prédica intermedia la bondad del espíritu de! cerro indomable. Parecía el imper io de la puna se iba doblegando; el t iempo se había aclarado hasta completar la claridad del firmanen-t o , pues había un sol clarísimo y el corazón de los participantes de la fiesta se hallaban de júbilo. Ter­minó asi la misa con toda felicidad y todo el mundo se entregó a la comelona ya que habían viandas de t o ­do gusto.

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El sol caminaba marcando el medio día y la fiesta seguía ya con los trabajos y los bailes confundidos, los ánimos y la embreaguez. La atmósfera empezaba car­garse de nubes negrass y osearas. El Santo Padre se r e t i ­ró al advert ir la serenidad del t iempo. El resto de la mu l t i t ud no se acordaba de nada, ya que como con­tagiada por una sola corr iente eléctrica, todos los con¬cúrrenles encontrábanse embriagados y alegres, vivan­do al Señor de Mlshihuaganan, que ellos imaginaban ancestral y natura, que al salirse encontraba. Algún es­píritu poderoso dueño del cerro embravecido.

N o se dejó esperar mucho rato en que apare­

cieron vientos huracanados que se convergían de los

cuatro lados al centro de Mlshihuaganan, levantando las

carpas y produciendo confusión entre los festejantes.

De p ron to envolvió al cerro ciclones de polvareda den­

sa de la t ie r ra natural y de las cenizas de la fundición

de Smelter. Todo el ambiente se había oscurecido;

aparecieron relámpagos que cruzaban a distintas direc­

ciones sobre al cielo de Mlshihuaganan, acompañado de

truenos ensordecedores con temblores en el suelo. To.

do era como la resurrección de N. S. jesucr l to en la

a l tura del Gólgeta.

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42 En su retirada desbandada sin t i no ni atención

toda la gente se escapaba a distintas direcciones para salvarse del torbe l l ino que se retorcía alrededor de la colina peligrosa. Lejos ya del pel igro los espantados fes­tejantes, observaron que todos los vientos se concen­traban en remol ino en el punto donde se celebró la misa. Reventaba el aire concentrado como dinamita con tal estruendo que producía chispas candentes. De pronto se vió por encima del t remando ciclón que un inmenso gato negro corría como si estuviera co r r i en ­do sobre el campo y el nubarrón negro de la tempes­tad acompañada de una granizada tupida de! tamaño de los huevos de paloma lo hacía más espantoso la ca­tástrofe, e iba sosteniendo por debajo del animal que se er.fi'ó con el ciclón a las alturas de jumasha. Se d i ­ce que era el mineral de Vanadium que ha sido ex­puesto por los trabajadores que ha sido obligado por la abligada construcción del fe r rocar r i l .

Pasada h conmoción anotada, el pronete de la fiesta di jo que el alma del cerro ya se había ret i rado. Sin embargo, no era demás que la máquina que ha de ¡legar al cerro temido , debe ser conducido por un ma­quinista peruano, porque los cerras de la Sierra son celosos. Dan preferencia a sus gentes nativos. Así fué que de la Oroya han tenido que traer un maquinista peruano. Llegó la petición general y la locomotora nuevamente intentó subir la cuesta imposibil itada pa­ra el tráfico.

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Sin ningún t ropiezo el animal acerado llegó con l en t i ­tud a la cumbre ambicionada.Fué indescriptible de unos cuantos curiosos que le habían acompañado a! doma­dor de la subida. Se abrazaron y regresaron a la Es­tación a celebrar el t r i un fo . Desde esa fecha ya no ha­blan sueños que amenazaban a los trabajadores contruc-teres. N o hablan apariciones de Gatos Negros que les empañaba la vista cruzándose por su delante con sa ­tos; así como Smelter mismo en donde en las medias noches gigantescos gatos se cruzaban por sobre el lo-mo¡del t ren a la vista de los guachimanes que de cons­ternación se iban a sus casas y renunciar al trabajo.

¿ Cuál será el mister io de la Santa Tierra ?

Com«s recuerdo de esos tiempos pasados, confor­me van pasando los t iempos, en el lugar afamaado no deja d t lanzar sus gritos un gato en las noches de luna llena y luna nueva con una claridad asombrosa que de las estancias cercanas escuchaban muchas vo­ces que algún animaüto debe andar perdido.

5

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¡Cuidado con los esqueletos que andan de noche!

Estimados niños:

En la I ra . y 2da . Serie, leyan Cuentos

de nuestros abuelos, que todavía

vendemos al a lcance del bolsillo

de fodos sin guil lermina.

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44

El Sapo Anciano

El Doctor Añash

y el lomo

Recibiendo Honorarios.

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abia un tapo anciano que desde la hora y

momento de su nacimiento sufría una dea-

dicha en bu propia earne, dentro de «a hueco. Per­

manecía moviendo apenas el euerpo en ese fondo de!

abismo oscuro, tapado por una piedra laja y pesada.

Lamentaba y gritábale a su propio destino, que por

mala hora había reñido al mundo torturante, a la

condena perpetua, sólo para ver d© adentro afera

por la unión de dos piedras nna centelleante luz, que

cada mañana, le inquieta su corazón. Ningún anima!

de la comarca o peregrino pasaba siquier© por allí,

para pedirle socorro a que destapasen, por misericor­

dia, la piedra pesada.

Algún día, un hombre llamado WEGRO. estan­

do de paso cerca al hueco, oyó voces quejumbrosas

propio de un sapo, de cómo desesperadamente llama­

ba el auxilio. E l otro tuvo compasión al prisio­

nero y preguntóle el motivo de su zozobra.

— Respeta dísimo mi buen amigo Sa pito, desgra­

cias contigo a qué se obedece, para vivir sin el ria­

chuelo, sin el sol, sin una 'pradera, sin conocer tu

propia especie...

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— Por i n fo r tun io de m i existencia, abrí mis ojos a la oscur idad, el frío me sancocha apenas abrigán­dome al saltar ar r iba y caerme abajo; y para seguir v i v i endo me a l imento de pedacitos de t i e r ra caída. No habrá sabandijas chicas n i grandes brutos con la suerte mía: en la constante t s r t u r a . Pienso despierto, del i ro dormiendo por ver la g lor ia y el cielo. M i t a ­rea es saltar ar r iba dando cabezazos a las piedras y se me duele descanso. Pobre de mí, la piedra me a¬plasta. E l favor no sólo con el favor se paga; en los accidentes de la v ida si caeses en ¡a suerte mía, ha ­ré todo por tí, siempre me necesitará mientras anda­mos en ¡a glor ia florida. No me niegue... puede ser pecado para la naturaleza no salvar a los indefensos. Compadr i to Wegro, arrímalo la piedra eon t u fuerza; con ese previlegio naciste superior a la fuerza mía.

Oyendo de afuera, el Wegre aguardaba duvi ta-

t i v o s iaceptaría a socorrer al pobre ancianito sapo.

— E l bien que se hace no tardará llegar en tí, ese b ien será grande y beneficioso a t u v ida . Ayúdame salir de esta suerte que he nacido estrellado, m i com­pad r i t o , m i compadr i to Wegro!

Comenzó a t rabajar depositando toda su v o l u n ­t a y fuerza para destapar la pesada laja de encima del hueco en que se ahogaba el auquish sapo.

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Al poco rato, el saplto penitente ya se encon­

traba afuera trasluciendo una sonrisa al esplendor

del día, libre de tortura, dando placer a su» sentidos

eon todo lo que veía y saboreaba la eoencii. fresca del

ambiente y la del viento acariador de la puna.

Pasó un tiempo prolongado pa-a entonces; el sa­

po andaba apenas eon la edad que frisaba noventa

iaños. E n el transcuro de esos años, se había cansado a

todas las cosas que le rodeaba y se le presentaba.

Los accidentes de su andanza creó un aborrimiento

a la vida, aeomplejándole espiritualmente: cansaba a

sus compadres, le insultan y zumbaban las moscas

en su derredor. Los rapaces ambrienfcos le perseguían,

torturaba el frío del verano y dormía al riesgo de

tapado por los aluviones en los inviernos.

Cansado de todo, cambió de parecer poco a po­co, eso era volvorse a su hueco donde estaba me­dianamente tranquilo. Vivía en mejor tranquilidad sin ver las cosas del mundo. Conceb'dola comenzó a maldecir a su venerado compadre Huegro, amana-

zando comerlo de un mazcaso, Para esto lo citó, el

Sapo, un plazo determinado que a él bu compadra

por qué lo sacó de su escondrijo establecido en que

ne pasaba la vida tal como lo destinó el Omnipoten­

te para ser de una vida eterna dentro de ia piedra

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Como todo ser viviente llora y padece después

de nacer, hasta ¡as plantitag. E l lloraba a los sinsa¬

bores de su existencia. Pero no era para compade­

cerlo, sino cumplía alguna ley desconocida, impuesta

por el Supremo Hacedor, como se denomina a todo

misterio insondable. Eso era el argumento de la ame­

naza a su compadre Wegro.

Herviéndole la sangre a Wegro de cólera, entró

en un aprieto de difícil de arreglar buenamente, a

consecuencia de los favores ya citadas.

Iba pasando los días, contando las horas, mu­

chas veces en las noches sin cerrar los ojos, pensati­

vo en quien podría acudir pidiendo la ayuca. por­

que iba perder la vida de cosas de poca importancia.

Se le vino la idea en su desvelo valerse de alguien

nada menos de las autoridades privilegiadas por sus

justicias de equidad, ü n zorrillo estaba encargado

de hacer justicias a muchos aoimalea de la tierra

cuando caían en errores delectivos. También al ma­

gistrado lo llamaba por el AÑAS. E l era pulido y

acabado en el manejo de las lenguas de toda especie

de animales. Y en materia de arreglo ¡de demandas

era impareial y veloz. Transaba rápido, apenas oía

y llegaba a su conocimiento algunos líos.

Page 52: Fantasmandino 3 - Geremias y Zenon Aira Diaz

Entre tanto el Wegro , maldeciendo la peripecia qoe le abrumaba, entraba ot ros días al despacho del Añas, en su lenguaje interponiendo la demanda plena­mente justificada por el deüto de amenaza de muerte con su persona, en un momento más próximo, por aquel que fue todavía su compadre. En esas épocas no había t inter i l la jss, sino cada demandante hacía valer sus derechos según los casos con pruebas infragantes.

La demanda se en contra en pleno proceso, debien­do llevarse a término una confrontación de ambos l i ­t igantes; para eso, el Doc to r Añas, había dictado una orden de comparendo coactivo, a la madrugada de un día el igido habrían de apersonarse ante lo sutuosa S 8 , a d e l n i t r a d o Añas, tanto el Weg ro como el re ­negado sapo.

Orgul loso de salirse l ibre de culpas, o t r o día ya se en ­contraba sentado en el t r ibuna l el Sapo, manifestán­dose en su pul ido verbo, en base a su legítimo derecho que «¡ pobre W s g r o debe ser comido por la cabeza por de l inqui r en forma desatinada contra la estabilidad del hogar en el hueco. El just ic iero Añas se quedaba deslumhrado al oír tales expresiones de un sentido le­gal y lógico. En conclusión, le había sacado del hueco al «p i to que vivía tal conforme de nacimiento, y en efecto no era para compadecerlo ni l iber tar lo .

Page 53: Fantasmandino 3 - Geremias y Zenon Aira Diaz

El W e g r o en su adolescencia se había dejado de

engañar por la apariencia de sollozos y llamadas desde

adentro de la t i e r ra ; entonces no hubo para el Wegro

justicia alguna a su favor. A! encontrarse en este t r an ­

ca defícultoso, el demandante Weg ro se volvió exigen­

te con la superior idad, que a su demanda muy p r o n ­

t o resolverían de alguna f c r m * o por misericordia a

que faltaba poco para ser comido con toda su ropa y .

pelo.

El magistrado Añas, dictaminó a su modo que el Weg ro debe terminar su vida de un solo mascazo por la cabeza per el glotón sapo; pero la víctima no esta­ba conforme con lo pronunciado, entonces rogábale día y noche clamando l iber tad. Por fin el just ic iero Añas se. torció en su actuación, en seguida pasando a los pleitistas con su voluminoso expediente a su inmedia- f

t o superior donde debería ser ventilado esta naturale­za de de l i to perpetrado por el Weg ro .

Se sentía envilecido y se vanagloriaba cuando se le

iba bien todos los recursos de la causa, y trascendía

una bulla tremenda entre todas las especies de anima­

les, y al momento recibía aplausos atronadores por

parte de sus compañeros sapos verdes y negros, que

ellos eran destacados conocedores de derechos.

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Superior del Doctor Añas era el Guachgua que velaba la justicia en el mar y en la t i e r ra . Y un día l le ­ga en su conocimiento el juicio te j ido de argumentes todos los papeles. El magistrado, excelente en la materia penal, y empapado el contenido de los recur­sos de cada l i t igante, ordenó llamar uno por uno a la .Sala de la Justicia para dar la inmediata transacción a la demanda dilatada.

O t r o día, con puntualidad los dos se encentraban sentados en la sala, solicites a las preguntas que le hacía el venerada Huachgua, pr imorosamente vestido de blanco y botas rojas. Por o t r o lado, el Weg ro con los ojos a! cielo, contestaba, que él había cont r ibu ido con un favor a su desgracia: salvar de la penitencia perpetua a aquel Sapo Anciano que estaba internado en oscuridad y en frío morta l del hueco. El sapo quien de nacimiento sufría sumergido en l ianto y crecido en tal situación calamitosa según contababa y hablaba el mismo Wegro .

Luego de acabarse la instructiva y preventiva da ambos animales, y hubo muchas aves en defensa de l Wegro , y c ierto había demostrado su liberalidad en socorrer al Sapo. Visto rodo, pronunció el Huachgua que la víctima tenía derecho a andar y respirar hasta cuando reclame el cielo just ic iero.

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53

Habían también por ©tro lado, moscones, arañas que cuchicheaban a favor y contra los pleitistas, y aun contradecía a la superioridad en la sala del t r ibuna l .

Ejemplos razonables y convincentes se les salían en su conversación, de modo que al Guachgua le deja­ban con la boca abierta. Que ellos eran sufridos en la 5

t i e r ra como las otras sabandijas en general que ago­nizan en pantanos, o acaban sus vidas en el pico de las, aves. De esto no se debe culpar a nadie; por entonces la situación llena de aflicción era cosa natura l ; siendo un hombre de raciocinio el Weg ro mitió la pata sin conocer el fundamento de la realidad de como viven los seres después de nacer: siempre penando mueren según ordena la esencia de lo desconocido. C ie r to era entonces su razón del demandado Sapo anciano.

El Guachgua condenó al pobre Wegre , cuyo cuerpo en un día señalado debe ser acabado por orden rigo- -roso de aquella superioridad para escarmiento de t o ­dos los animales que pueblan la t i e r ra . Las cosas que se presentan se debe hacerlo razonándose conforme nosotros los wegros estamos dotados de sentidos su­periores que otros seres infer ieres.

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54

E! W e g r o , ayudado por buenos consejeros asnos y caballos, argumentó pretextos para seguir aplazando los trámites del proceso. El día menos pensado, el Wegro , pidió que le pasara a la única y máxima autoridad que era el rey de los vuelos, el cóndor.

Después de pasar un t iempo, tampoco en asta alta autoridad se absolvió según #1 parecer del W e g r o sino todo dictamen en bien del sabido sapo fue dicta¬do, desmoralizando al rival culto cara.

Días después, enterado a fondo acerca del caso, el Cóndor interrogó al agobiado Wegro , y luego apeló el ju ic io al penalista y psicólogo, diplomático, astuto y corredor Z o r r o , quien en forma part icular arregla­ba demandas difíciles; no obstante, esta autoridad de renombre vivía de su honorarios vitalicios consisten­tes en exiguos bocados de carne. A t i empo llegó un cl iente más para pedir le un honorar io más per una justicia que se le absolviera con cuidadosa astucia a aquel de taita Wegro .

El demandado era de fortuna suficiente, pero no de plata, sino contaba con un crecido número de o¬vejas, los cueales tenía que pagar en v ivo , sabiendo qu® eso le apetecía al Z o r r o i lustrado y honrado.

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55

Apenas refirió el W e g r o su situación penosa drs su vida, que con un intención le amenaza su compa­dre Sapo en comerlo; así que ai Z o r r o le saltó ¡os o¬jos por la presa grande, de manera su maña y astucia emplearía en la situación del l i t igante Wegro , mas con una condición especial; eso era que el Z o r r o recibie­ra sus honorarios todo el t i empo y también sus des-cendlentes sigan recibiendo tal derecho hasta fin del mundo.

El Z o r r o ladino, pe r i to en la justica, hizo llamar a su juzgado equitat ivo en v i r tud de delucidar y poner f in a la contienda que duraba un prolongado t iempo, y además el Wegro , lánguido y abrumado en su alma pasaba los días y meses. ¡Enfermaría pronto.. .*. !

Gumplié el plazo prescrito por el Z o r r o , ent re ­tanto los dos unidos que fueron ante compadres, esta­ban obligados a ejecutar en el lugar pruebas tan ¡gua­les que se cometió el supuesto e r ro r por el Weg ro en perjuicio Irreparable del Sapo pris ionero; A mane-de reconstrución, la autoridad experta obligóle hacer al instante de la llegada y d i jo :

—Ponte a la prueba, en qué estado estabas v i ­viendo como pr is ionero eterno, y colócate a la forma idéntica que antes estuviste. Así te obl igo para comen­zar a investigar el caso.

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El Wegro miraba atento, que ejecutaba la recons­trucción del caut iver io. En seguida el excelente jus t i ­ciero Z o r r o , en un abrir y cerrar de ojos, alzando una tremenda piedra lo tapó el hueco en que yacía el Sapo Todavía al hueco lo rellenó con piedrecillas y t i e r ra , para que así sea arreglado vebz el p le i to que escandalizaba en todas las especies de animales, creando un reprochable ambiente en la urbanidad de los seres respetuosos y diplomáticos.

Los comentaristas de este cuento que se está per­diéndose en boca de la gente indígena, dicen, si el Z o r r o no hubiera intervenido en el caso, el Sapo por seguro Iba comer a! Wegro , al final todos los descen­dientes de aquel sapo vieja y p r im i t i vo hubiera siguí-do comiendo al hombre; más claro nosotros hubiése­mos sido un ansiado bocadito de los ambrientcs sa­pos, y vivíamos fuguit ives en las cavernas y peñas. La humanidad vive ahora fuera del pel igro y los sapos son prisioneros para siempre dentro de las piedras apenas teniendo l ibertad en las noches.

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N© deje de leer este folklore netamente

andino, que se publica con el nombre de

F A N T A S M A N D I N O

en Cerro de Pasco, por la Editorial

f r u / e a m e l í c a n a,

con ¡declinable intención de conservar

algunas de las riquezas espirituales propias

de los incas y de generaciones

ancestrales

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IOS TRES TOROS ENCANTADOS BEL CSII I PE PASCO

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LOS T R E S TOROS ENCANTADOS

L E Y E N D A Q U E S E P I E R D E E N E L TIEMPO.

LOS INCAS NO CONOCIAN A L C E R R O . E N LA

EPOCA D E L V I R R E Y N A T O , CAZADORES

ESPAÑOLES PISARON POR P R I M 1 R A V E Z ,

LOS T R I S TOROS FABULOSOS VOTARON

A LOS CAZADORES. D E S P U E S VINO

HUARICAPCMA h D E S C U B R I R LOS M I N I R A L I S

E N PEÍlA BLANCA. E S T E P E R S O N A J E HA

SIDO AMAINADO POR L@S E S P A f © L I S

A L B B V á L A B S U D E S C F B R I M I E N T O .

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mm En realidad no sabemos nada sobre el desenvolvimiento del mundo. Todo es una transformación continua. La edad primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria de las que nos describe la Geología, no es una verdad absolu­ta- Lo que nos cuenta la Biblia peor. Contradice a la ciencia exploradora absurdamente. Ante estas razones que vamos a exponer sobre los tres cornúpteros que a¬dornaban los pastizales de los cerros de Uliachín, Leon-gasha, San Juan, Shucupunta y Cuchis.

Esta hermosa ciudad circundada por los cerros des­critos era bellísima como el Paraíso Ttrrenal de Adán v Eva. Chaqukocha, no era seca; porque antiguamente ¡as lluvias eran continuas; había en esa laguna una in­finita variedad de patos preciosos, desde el diminuto chorlo, liclish, hasta los corcobades, que se multiplica­ban sin ser molestados por los demonios que hoy nos calificamos de hombres. Había totorales en todo su de­rredor. Sus aguas de esa desaparecida laguna estaban conectadas con las lagunas de tomar y lavar de Putar-cocha. Tope a tope lleno hasta la altura del jirón Bo-lognesi actual, Lamapampa, actual terreno del Estadio; no exhtía división de tierra seca. Esas dos lagunas es­taban rodeadas de hermosas totoras que llegaban hasta los dos metros. Y en estos totorales se recreaban ¡as diferentes aves acuáticas que cuando amanecía una ma­ñana cubierta de nevada se elevaban al cielo, cantando cada especie su música natural, como himno al Crea­dor Supremo para que envié los rayos solares. Luego venia un calor tremendo que derretía la nevada y to­dos esos seres de la creación se entregaban al reposo.

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B 1

Poniendo un paréntesis a la descripción, debe­mos de mencionar a ¡a laguna de La Esperanza, que hoy día ocupa El Poleclínico Obrero y la Cárcel Públi­ca. Este lugar era una laguna de importancia en don-di había un bosque de totoras, con otra infinidad de aves va­riadísimas, que ponía huevos de diferentes tamaños y co­lores. Esta laguna descargaba sus aguas a la ¡aguda de Quiulacocha, de agua cristalina y no como hoy de minerales.

Ahora hablemos de los pajonales. Fuera del con­torno de los totorales y lagunas, se tendían tupidas s imponentes pajqnalazas que medían hasta de dos metros de altura, también en donde un hombre estaba expuesto a perderse. La madre .naturaleza en ¡a amigüedad era pródiga y fecunda, Todo era exhuberante. Hoy ya está d:generándose toda la especie orgánica.

En la cubertura de esos pajonales disfrutaban su vida común los tarugos, los venados, ios ciervos y otros .especies de animales más aparte de los conocidos por la zoología. No habían zorros, ni cóndores. Era para que­darse lelo. Toros en los lugares más vesikles se ponían a dormir cuando había sol agradable. En seguida los cóndores que tienen un olfato de la go alcance apare­cían por todos los lados y les rodeaban a los toros ten­didos en distintos sitios estratégicos, cuando los atacan­tes comenzaban a picotear el duro pellejo de ¡os vacu­nos, estos se levantaban de repente y empezaban a vo­lar, porque misteriosamente se ¡es aparecía sus alas con ¡os cuales a todos los cóndores melaban a aletazos. Destrozados los devoradores de animales, ¡legaban los zorros atraídos por el olor de la carne. Pobre de ellos. Conforme iban llegando los toros que corrían triple veces de ellos, los atrapaba a cornadas y ninguno regresaba con vida a su procedencia,

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1

fiEl Como resultado de esos invasores a la familia pacífica que

no invadían a ningún sitio, había carne 'para celebrar un ban­quete y las aves de todas las lagunas acudían can todas las aveci­llas a participar del festín y todo terminaba en la devoración de los animales rapaces.

Agunas veces los zorros querían interrumpir la noche y co­ger una presa; pero estaban equivocados. Habían unos buhos corpulentos capaces de alzar a un hombre. Estos guardianes noc­turnos al detectar ¡a presencia de un zorro a cualquier hora de l a noche se avanzaban sobre el lomo del infeliz aventurero y luego conduciendo con sus garras soltaba sobre una de las la­gunas donde liquidaba a picotazos.

Así transcurría la tranquila y armónica florecen-

cia de la vida que a pesar de ser de diferentes consti-

•uciones físicas, vivían ayudándose unos a otros, sin Ser

mokstrdos por ¡os hombres, porque los incas ni sus an­

tepasados no habían ¡legado por estos sitios. Ellos y

sus antepasados habían establecido su recorrido por la mar­gen derecha del Chinchaycocha, por Huayllay, Pampania pa-

. r a empalmar su camino a Huarautambo de Yanahuanca, en los que existen huellas dejadas por el transcurso de ios tiempos.

Animales irracionales se comprenden mejor que los

hombres. No porque tienen un pellejo diferente, pelos

como el mono, plumas como las aves, no se hacen da­

ño por gusto. Quien conoce la montaña sabe mejor que

un sabio el detalle. Entre los diferentes pobladores de

la Selva hay cosas que admirar.

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B3 En la selva reina el orden. Raras veces se oye

encuentros armados entre los chunchos por ejemplo. Ahí no existe, la religión, la política, la legislación. En las ciudades pobladas, ahí están los engaños, la astucia, la lujuria y todcs las maldades que han inventado los satcnaces que se dicen ser humanos.

Así como ha habido un Paraíso en el Cerro de Pasco, hay todavía paz y amor en algún lugar aparta­do de las poblaciones "civilizadas" (i) en los que no hay huelgas, guerrillas, asaltos, sólo se vive ¡a vida na­tural y de corazón, Y continuemos con nuestro relato sobre la existencia que se ha desarrollado en la hoya­da de Cerro.

Cérea a esta privilegiada extensión de tierra cir­cundada por hermosos cerros descritos, no hablan es­tancias ni gente que habita, debido a que por esas épo­cas no había crecido todavía la densidad de la población humana que hoy se alarma. Smelter, Colquijirca, Yana-mate, Tullurauca, Pucayacu, Rumiallana, Paragsha, Ran­eas, Yurajhuanca, Pacoyán, y Quiulococha, eran cu­biertas de una vegetación que oscilaban la altura de dos metros, en donde las perdices, los acacllos, vivían feli­ces, sin ser perseguidos como hoy por la maldad y la bestialidad. Los huachguas, avecillas más grandes que-el pato, con sus azulados y blancos plumajes, conducían a sus hijitos desde la cueva a las lagunas sin ser mo­lestados para enseñar a nadar. Maravillas mil sobre la'< existencia ¡de esos animales indenftnscs han tenido lugar dentro de esta ciudad lacustre que hombres primitivos odiaban extendiéndose sobre la superficie de la tierra, llegaron a bautizar con el nombre de YAURICO-CHA (que en traducción legitima quiere decir Laguna Fría) En diferentes sitios hay lagunas eon este nombre. Que no se nos olvide.

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64 La conquista española qus tras del Í74.0 había

iniciado sus conquistas en !a mayor parte de ios t e ­r r i to r ios del Mundo también extendió sas tentáculos por la América entera. Trajeron estos más perjuicios que adelantos ai Cont inente Americano. Exterminó a muchos pueblos nativos; sus.artes, su cultura general y diferentes progresos. Entre esa invasión ¿estructura estaba incluido el Perú, La ingenuidad de todos les nativos d® América, desconocedores de la astucia, el engaño, la malicia y el robo, fueron burlados con faci ­lidad y atropellados inicuamente.

Dominado así nuestra patria inocente como una cr iatura recién nacida, ya hemos sido inf i l trados por una epidemia que todas nuestras invalorables bellezas, organizaciones agrícolas, ganaderas e industriales. Esa invasión incontenible fue minando peco a peco la con­tex tu ra de nuestra vida organizada bajo la influencia de la raza y la naturalidad expontánea de nuestra nece­sidad, ya no obedecían a la razón, sino a la imposición y el desconocimiento al derecho del ser v iv iente.

De España y toda la Europa en la época del Co­loniaje han empezado a venir toda clase de elementos nocivos: ladrones, brujos, §di¥inss y mil estafs&'eres. Entre esos aventureros, qua conocían la iodlosincracia de nuestra raza conformista y acostumbrada a la vida natural , inva­dieron a nuestro t e r r i t o r i o cazadores de serpientes, aves y otras especies

Entre esa algarabía de maleantes hablan venido u¬na banda de otros maldades, ios que guiados también por los ignorantes, llevaban a los sities donde había hermosos animales or iundos de nuestra Patria sin s imi ­lares en todo el mundo. Entre Ies zorros no más ha-

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bía cinco especies; entre ellos teníamos casi del tama­ño de un cu/e no más y los más grandazos de la a l ­tu ra de un met ro y de! rabo a la nariz de más de dos metros.

Entre esa variedad se lucían les zorros plateados y dorados tan parecidos a los toros que vamos a des­c r ib i r a continuación.

Así esos invasores antojadizos que sin contro l por los españoles sin previsión ni visión, exportaban nuestros animales al exter io r . Buscaban por todas par­tes y encontraban para capturar o matar.

Esos canallas sin sentido por la belleza de la Na­turaleza, en sus andanzas habían sido informados de que en las cumbres del Cerro de Pasco, existían seres desconocidos y de extraños pelajes. Se enteraren de que había tres toros de diferentes colores en los al­rededores de la Laguna de Lauricocha, distante a po­cas leguas al nor te de la gran laguna de Chlnchayco-cha o junín.

Impulsados por la ambicia, organizaron una expedición en Lim* con buenas mutas y abundantes provisiones, porque en aquellos tiempos no existía el ferrocarril.

L a noticia que habían escuchado contaban de que esos animales no eran de les que se conocen y se conocían. Eran de tamaños considerables, mas o menos de tres metros de alto. Tenían tres euernos con las puntas para adelante; uno de ellos en la coronilla y los dos restantes a los costados de la cabeza. Estos toros como ya hemos desorito brevemente, tenían la mi-sién de cuidar a todos los demás animales menores que vivíac en la cuenca de la Laguna de Laurieooha. en la qne nadaban también cuando había abundante sol.

E l pelo de uno de ellos era dorado; euando salía de su ba­ño habitual brillaba lejos y las avecillas euriosiaban y querían ponerse encima.

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66 El o t r o tenía'pel'ejo cubierto da color plata, que así

mismo cuando salía a solearse encendía una bri l lantez irresist ible a los ojos d® los demás s i m a l e s que sólo se atrevían a rodearle y sondearle de una distancia prudente .

El último de los extraños cuadrúpedos, era de color negro, del que igualmente emanaba un reflejo reververante después ds terminar su baño.

Se desconoce la extraña aparición de eras espe­cies desconocidas que sólo fueren vistes por pastores llegados a ese sit io en busca de sus animales ext ra ­viados.

Eses pastores han muer to a! regreso a sus estan­cias lejanas después de contar a sus familiares. Han perdido el apet i to y el color de sus músculos, que no tenían sangre cuando fueron examinados. A cambio de ese percance sus animales han aumentado como h o r m i ­gas, sin enfermedad ni pérdidas, llegando a ser gran­des ganaderos descendientes de los finados, *» quien de grat i tud por su sacrificio le han er igido sus mausoleos costosos.

Pasaban los t i empo con sus diversas estaciones en todos los lugares y los expedicionarios destructores iban terminado sus preparativos, Hasta mujeres atre­vidas se hablan alistado deseosas de conocer las ex t ra ­ñas t ierras de la Sierra del Perú.

Al fin al cabo salió la expedición atrevida, la que como impedido por la Madre Natura, no avanzaba. Había hura­canes y derrumbes que la- obstaculizaba la marcha. Muchas veces habían cambiado de rumbo regresando al mismo lugar que ha había cruzida. Un día hubo un eclipse de sol también duró algunas horas considerables. Asi mimo habían nevadas de hasta un metro de altura que atajaba todo avance que se tornaba imposible.

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Mientras el combate férreo de los cerros, ata­jaba, se les iba terminándolas provisiones alimenticias que les obligó a ponerse de acuerdo para suspender el viaje y organizar de una fuerza con más ventajas. Se regresaron a Lima t odo destrozada la salud.

Después de un nuevo preparativo en forma, ot ra vez empezó la salida en busca de la for tuna. Ya no les impedería a los bravos cazadores ningún impedimento de las fuerzas naturales de los cerros ni del cielo. Tendrían la seguridad de llegar al s i t io inexplorado. Y asi fué efectivamente.

En mayor número que la banda anter ior no fue­ron acogidos tampoco con agrado por la agresividad de los enemigos naturales del ambiente serrano que fué mas hosti l que en la pr imera tentat iva. Sin em­bargo, como ya estaban preparados para vencer los obstáculos naturales, fueron venciendo con tenacidad, ayudados por sus recursos preparados y prevenidos. Se armaron de una valentía incomparable y una i m ­posición a los esfuerzos contra las adversidades de la madre naturaleza.

En to ta l , de todos los esfuerzos, llegaron los a¬rriesgados de la muerte a la Estancia de Huayllay. De ahí, bajaron a Canchacucho; de este lugar errumbáron con dirección a Huarauctca; por esa pampa plana y desierta, Igualmente que Cerro cub ier to de espesas vegetaciones de pajonal con diferentes animales.

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B B

Subieren por Colqui j i rca; de ahí a Yanamate, con­t inuando el viaje después de una pascana en ese últi­mo sitio toda una noche alentada y estimulada por tragos fuertes y estupefacientes. Eran las ocho de la mañana, cuando los ojos de los aventureros posaron sobre la superficie de la Laguna o Lagunas de Lauri-cocha que todavía estaba en reposo. Una verde vege­tación al rededor de las lagunas enlazadas y en el res­t o de las pampas una extensa y crema vegetación de pajonales. Los atrevidos invasores se apostaron sobre los lomos del cerro de Uiiachfn. Dispararon sus fusiles y como si fuera una advertencia divina, en cuanto se escuchó la detonación de sus armas, tembló la t i e r r a con una fuerza que todos se cayeren al suelo. En se­guida aparició una densa neblina con fuertes vientos por todos ios contornos de las lagunas enlazadas. La t i e r r a seguía con sus sacudidas. En el cielo aparició SAN SANTIAGO, esgrimiendo tremendos rayos. Toda la atmósfera se oscureció y los exploradores no tuv ieron o t r o recurso que escaparse de la agresión de las lagu­nas y los cerros. Implorando perdón a los cerros, se aposentaron a medio día en las alturas de Cuchis que se encuentra en la parte elevada de Garga, un s i t io de lagunas también en la parte final de la cuenca ce-rreña. Anocheció la tempestad con el recor r ido de! anciano San Santiago con espesas y largas barbas que en medio de las nubes correteaba como un muchacho que hace sonar su sumbador.

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63 La tormenta no cesó toda la noche y as! amane­

ció. Los pobres extranjeros , simbolizando su valentía amanecieron temando sus tragos y drogas, resignados a m o r i r .

Los cerros indómitos los tuvo lástima. No ios mató. Permitió que viv ieran, pero que aprendieran a ser buenos con los seres viv ientes. La nevada había cubier to tota lmente a los cerros hasta la altura de un met ro . En seguida cuando el sol hizo su aparición en el f i rmamento, aparecieron de todos los costados de! Ce r ro grandes remolinos de vientes de color amari l len­t o oscuro, que a los excursionistas les puso en retirada a la cumbre de Tinyahuarco. De ahí continuaron espec­iando las obras macabras de la t i e r ra encantada de las lagunas chúcaras llamadas de Laurlcocha. Se elevaron de la cuenca Inexplorada, tres grandes torbel l inos que se dir ig ieron a tres puntos diferentes. Conducían dentro de sus oscuros y pavorosos movimientos a los TRES

TOROS DESCONOCIDOS por los exploradores, quie­nes pasmados de la obra da la encantada región mi ra ­ban atónitos el espectáculo. t

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7 G

Una polvareda nef ra se la llevaba al TORO NEG­

RO con dirección a Goyllarisquizga y en esa dirección bajó a tierra. Luego el TORO DORADO se elevó al cielo impulsado por un remolino amarillento. San San­tiago nuevamente apareció con sus rayos que asem -jaban serpientes de candela, sin medida ni extremo. Al toro le llegó en la cabeza y cayó muerto el animal al

_ Cer ro mismo. Continuaba la descarga de la cólera de Dios. La polvareda que se habla levantado, tenia do­minado al ambiente, Parecfa que el crepúsculo de la tarde ya invadía la atmósfera. Ne era así. Recién eran las diez de la mañana.

EL TORO PLATEADO seguía dando vueltas por las nuves de Lauricocha, que después de dos horas

más, fue conducido por los vientos a Colquíjirca a don ­de desaparlció enveulto por la polvareda y cayendo a

s tierra.

Vino le medio día, despejándose la atmósfera - y el sol empezó a consolar a los espectadores absortos.

Estos se desalentaron completamente a volve sitio de su curiosidad y se pusieron en camino de retorno para contar la exploración fracasada en todo Lima.

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71 Se dice que el o t r o t o r o negro ha ido z con­

vert i rse en el CARBON de la región de Geii lar. El

TORO D O R A D O se quedó transformado en la r ique ­

za minera del COBRE de C e r r o . El TORO PLATEA­

D O fue .a derr i t i rse en la reglón de Colqui j i rca, Unish

y Huaraucaca, en cuyas entrañas está la plata a medi ­

das inconmensurables sin fin para el i n te r io r . Y se ha

comentado que hay URANIO también.

Esta charla sin fecha ni explicación concretas co­

mo todos los explicados en t odo el mundo sobre d i ­

ferentes tópicos son para divert i rse. La duda es su

única enemiga, porque puede h*ber sido cierta su

existencia.

O tal vez t odo lo que estamos viviendo es sola­mente como lo ha dicho el Príncipe de los Ingenios Calderón de la Barca, "La Vida es un Sueño."

Cubierta la tragedia desoladora de la cuenca de

LAURICOCHA por los años, aparece un nativo rudo,

que sólo sabe cuidar sus animales llamado WAR I CAP-

C H A que traducido en el antigua idioma Indígena sig­

nifica JOVEN CAPCHA, y de quien se ha hablado m u ­

cho y hasta se le ha puesto o t r o nombre de pila:

SANT IAGO. Se t ra ta pues de mitos.

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72 El tal Huaricapcha, fue a parar en busca de la

gente civilizada y llegó a Huánuco del descubr imiento que había hecha de la existencia de pista y cobre en el Ce r ro , llevando las muestras que había practicado derretiend© solamente con el juego de las pajas.

El infortunado Capcha ya no volvió. No se su­po nada de él . Pero sí «s c ierto que a peces días de su desaparición, aparecieron ios españoles a buscar lave-tas denunciada por el pobre indio. Existe la suposición de que ha sido asesinado para que no fuera a ofrecer a otros extranjeros, elmineral o minerales encontrados.

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73 waaammmmmm mmmmrnnmmmmwmmmmmmmsm

Dos Piedras! Isas reí

Rayos, Vientos y

Lluvias de Sangre

C U E N T O D E L P U E B L O D E Y A N A C A C H I

Con verdadero afecto dedico este cuentecillo, a mi amigo entrañable, Eladio M-¿¡partid» M.

quien vive junto con la Naturaleza en aquel Pueblo legendario.

poco t i empo después de la edificación del Templo del Pueblo de Yanacachi, por aquel t i empo de los españoles que se enseñorea­ban con los indios del Tahuantinsuyo, un

taita cura escaba encomendado a velar y vigilar a todos los ornamesuos de la Iglesia que eran valiosos por su calidad acaba la.Por delicadeza, de t iempo en t iempo, daba cuenta a sus superiores en Huánuco en unión con el pueblo indígena, quienes estaban entregados a la ora ­ción frecuente por orden de aquel religioso cura.

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74 El reverendo érase atento y activo con la comu­

nidad que desfilaban al templo para la oración. Un dfa, a su llegada de Cer ro a Yanacachi, relig¡essnuri­te ordenó a todos hacer traslado de dos piedras que estorbaban a los que sallan y entraban al t emp lo . Co­mo le convenía a toda gente campiña hacer faena un día por lo menos; para mejor parecer del taita debe­ría ser l impiado el pat io pedragoso para las procesión.

Las dos piedras cuyas formas raras eran visibles ante los ojos de la comunidad y si alguien las acer­caba, enarboladas se mostraban en la. misma cumbre acompañado con la Iglesia y la t o r r e . Diferenciaban de otras piedras comunes por el co lor a sangre y por sus sombreros que cargaban las ambas parejas, cosa que se asemejaban a una pareja de aldeanos en dete ­nida conversación.

O t r o día, nuevamente dió por terminada la j o r ­nada de casi de un día de viaje aquel taita. En su l le­gada ya no volvió a ver en esa ioma. En efecto, las vió votadas fuera del camino, en un lugar pendiente, con visibilidad notándose por sus colores ¿Pereque había sucedido durante la ausencia del taita cuando a las pie­dras palanqueaban la comunidad? No pasó mucho, ai día siguiente del regreso del religioso, el t iempo t ran ­qu i lo en su estío, comenzó a descomponerse, armando por todos los horizóntes una tempestad negra con una extrañeza de que las nubes jugaban a velocidad en el C'e¡o

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"75 Entre tan to , listos a trabajar los pobladores can-

pestres, por fin se pusieron en movimiento una ma­

ñana muy temprano. No faltaban en la faena, ancla-

nos, jóvenes, mujeres, niños hasta viudas y cojos; por

obligación iban todos, siquiera sus presencias conta­

ban en la labor; a pesar que la lluvia se aproximaba

por encima de los cerros circundantes y por quebra­

das de C"uchlhuaín", En el momento, todos se pusie*-

ron de acuerdo siempre vencer y ganar la lluvia tras­

ladando las piedras a fuerza de palancas y cuñas.

En el Instante de votar las, sonaron las peñas con el soplo de vientos huracanados; la t i e r ra con su pa­jonal se retaceaban, en confl icto con las detonaciones de ios rayos con que estremecían las alturas de Ya-nacahi, a eso de las ocho de la mañana, que otros días no conocían rayos por la madrugada.

Se dieron cuenta la mayoría de los faeneros =

que no eran de mover esas piedras enclavadas; pues, co­

mo consecuencia, traerían malos resultados para todos *

los que trabajaban hasta para los animales dcrrésticcs:

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•76 enfermedad rara o la muerte prematura, que muchos pueblos y caseríos exterminaba *¿i por a t rev imiento a la Madre Natura, que encierra misterios insondables f rente ai sentido humano. Sin embargo, cumplieron al pie de la letra la indicación y orden del religioso cu­ra; porque, por o t ra parte , era pecado no cumpl i r a lo que decía y mandaba, más que nada en esa época, poco t iempo después de ia llegada de los españoles al Perú.

A estas dos parejas de piaras paulatinamente a r r i ­maban tedas a una sola fuerza luego para colocar cer­ca a la loma "Huancadanzanan", donde hoy se hallan erguidas vesiblemente si alguien hace correr su mirada per la margen del Pueblo. Avanzaban despacio hacia abajo, dirección al r íe, pero en eses momentos no los tejaba trabajar la lluvia torrencial; en seguida comenzando a caer co lor de sangre, hasta el cielo se tiñió de rojo v ivo. A este fenómeno acompañaba un arrollado? v iento que a su paso romovfa a la t i e r ra y hacía rodar piedras, con los cuales los indios quedaron destemplados y me­ditabundos en ex t remo.

A duras penas terminaron de llegar al logar señalado, co­locando a las dos piedras vivas casi en la misma posición como estaban anteriormente.Recién las aves y avecillas entraron en cal­ma como si comprendieran el misterio de las piedras y del uni­verso inconmensurable. Parece ordenado por alguien el viento se disipó en su furia en coordinación con los rayos atronadores. Es­pantadas las mujeres faeneras soplaban al aire ia coca de su boca evocando tal vez un perdón a los jircas, que no se las suceda na­da en el momento y en el futuro.

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-7~7

Asemejaba el día matut ino con un anochecer té­t r i co de una tarde, o con un eclipse to ta l del sol, cuan­do el to rbe l l ino de polvo y lluvia se iba en calma,es­cuchándose con tono el río cargado de su caudal que pasa por el pie de aquella comarca elevada y enigmá­tica. El soplo del v iento se volvió tenue, la lluvia gra­nizada en bolas se tornó en aguacero, cayendo al suelo en vert ical . Con los cuales fue una faena pasada de un día fatal, pocas veces visto por los antepasados. .

Unos cuantos gatos contados y conocidos, en la época pasada, vivían en holgura por las faldas de Yana­cachi, alimentados y nutr idos de agua y v iento puros. En esos t iempos de reciente colonización de los "mataper ros " españoles, los or iginar los, sólo ya habían conocido a aquel taita que alzaba la vista al c ie lo, i n ­culcando ideas sagradas en el frágil cerebro de los aborígenes que solamente vivían en empl i tud y paz del ambiente andino.

Pasaron algunas quincenas contadas, empero, po r la mañana de un domingo, se vió la presencia del cura con pasos delicados que arribaba a la loma de Yanacachi en que erguía la t o r r e y la iglesia, "p i r cados" con aban-zada arquitectura, como para quedarse admirado, t o d a ­vía a base de piedras escogidas y traídas de qué lugares-, sería. Fue el mismo y quedó contento al encontrar sólo una huella nada más de pobres " r u m i s ' ' que es­torbaban en las procesiones y misas sagradas. A la uzsn-sa, la campana suspendida llamaba a la misa, que todos los calzonazos seguirían convertiéndose en devotos.

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7 8 Terminada ia misa, contaron humildemente al

taita cura, lo que había sucedido con las piedras cuan­do tumbaron al suelo. El sacerdote no hizo caso t o ­ta lmente a los testigos presentes. Sólo di jo que t c d o debería acabar con orar y venerar a Sos crucifi jos de la Iglesia. Y afirmaba, que eso les había sucedido por pecadores con la Providencia y con la Iglesia. Este caso es un mister io indescifrable hasta hoy. Las pie­dras en aquel paraje braman y Iforan de noche en fe ­chas conocidas. De eso, son cerciorados la mayoría de ¡os pobladores de Yanacachi.

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fislé atento a (á aparición del Uc. volumen de

— F A N T A S M A N D I Ñ O —

estamos llamados a leer aqueíhs cuentes u leyendas

propios del Qtrro de Tasco.

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CUENTO DE G0YLLARIS0U.7MA

RECOGIDO EN EAS Sil NA

DE CARBON

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82

A ños atrás cuando la extracción del carbón se encontraba en su mayor apogeo, es en esa época aconteció muchas cosas como pa­ra no olvidar lo que fue Goyllar, mucho an­

tes de ahora. No hay que olvid»r el ferrocarril de in­mensa importancia por los servidos diarios en la con­ducción de pasajeros y la traslación de las ingentes cantidades de c-arbón al Cerro y a la fabricación del koke en Smelter. Esas veces no se daba mérito a la gasolina y el kerosene de valor despreciado por la fal­ta de cocinas y primus sin cotización por estar en pa­ñales su fabricación y fuera de propaganda. Quiere de­cir, el carbón era el preciado combustible por doquier. Bellísimas estufas de ladrillos, micharras para los ho­gares, calefacciones de moldes impecables importados del extranjero: son los que predominaba en la utilidad de ese preciado combustible. Esa edad del carbón codicia­do por aquellos tiempos fue el que dió Impulso al trabajo, ocupado por miles de obreros y extrsidos con njétodos antiguos de necesidad a ocupar muchos bra-zeros

En esa plenitud de movimiento de dinero, nego­cio* y otras variadas ocupaciones, provenientes de las minas, es cuando un caso extraño se le acontece a un servidor de la Compañía de Cerro de Pasco Co-pper Corporaelon, propietaria de tas minas.

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B3 En todo trabajo todos los obreros no tienen el

mismo empeño en cumpl i r su deber; hay mataperros, de ideas extraviadas en el sentido de no empeñarse en beneficio de lo ajeno; o t ros , ya por negligencia, creados en ambientes de ociosidad; y los más, por ne­cesidad de descansar, por trasnochadores de varios mo­t ivos. Esas fallas mecánicas en el trajín de la vida de trabajo, t ienen sus consecuencias funestas como vamos a ver adelante para aprender a conducirnos en ia vida.

Ya estaba escrito el holocahustro del que iba ser una víctima de un sueño profundo. Este amigo de Mor-feo, tenía la costumbre de sustraer come sea la aten­ción de sus jefes. De alguna man ra pegaba su escapa­da para do rm i r en algún recobeco oscuro. Para no ser in te r rumpido en su delicioso ronquido, al pasar por un aposento algún compañero o supericr . Sabedores de su debil idad, muchos no, sino todos con quienes traba­jaba, no invídiaban su sueño dorado; "Ya nos va co­

rresponder cuando vamos a una jarana", decían. Era pues un gran guitarr ista condenado a mor i r tocando su is-t rumento , tan apreciado, desde el punto de vista de fal ­ta de radios, tocadiscos y la mar de artefactos de que está dotado en el día, la gente de Ja alegría y de la chu­pa. Con esa confianza y estimación de las que él goza­ba, como de costumbre, una noche se fué a dar placer al cuerpo exigente del sueño pesado.

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B 4

Llegó la bora de salida, cumplida las ocho horas ds labor; habían ingresado todos a las tres pasado me­ridiano y debían salir a las cnce pasado meridiano Los compañeros, buenos de corazón, echaren de me­nos al gato dormilón, el que no faltaba en retornar antes de la hora de salida. En vista de que no era po­sible abondenar a media noche en la soledad de la mina y en al rincón de su r e t i r o , sabe Dios, donde se pu ­sieron a buscar; encontrando t i rado en el suele, muy lejos del lugar donde estaba trabajíndo ellos. N o t e ­nía acción para levantarse ni para habíar. AS levantar­le los compañeros d i jo débilmente que cuatro muquís le habían atacado cuando estaba dormido , y ai deiper-se y querer defenderse, fue dominado con gelpes en la cabeza, los que dejó inconsciente y no recuerda nada m is hasta el momento en qu» era levantado por ellos, sus buenos amigos y compasaros Subieron des­pués ds todo s la superficie, a iriternír.dde en segui­da al hospital de la Empresa. Los facultativos, allí ío examinaron mlnuciatamente y no encontraren n ingu ­na huella de maltratos. Cuando le preguntaron qué dc¬

- lor sentía, explicó que te do el cuerpo se hallaba des­mayado y adolor ido. Lo que estaba haciendo sufr ir mis era la "posadera" (porque no dominaba castellano)* que le estaba dol iendo mucho (se refería al recto con esa palabra).

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S5

Les galenos, curiosos por saber que es lo que

puede haber ocurrid© con el trabajador enfermo, acor­

daren tomar una radiografía. Asi lo hicieron y por teda

respuesta del exper imento real izado, en la película de

los rayos X encontraron que t odo el " r e c t o " en una

longi tud considerable se hallaba amoratado, dando como

conclusión del examen que había sido traficado por un

o unos-cuerpos duros de un alcance de más de 20 pu l ­

gadas Sin embargo, para felicidad del enfermo, no ha­

bía ningún riesgo en su mal, que p ron to estaría domi ­

nado y sano; por lo t a n t o , quedándose hospitalizad©

hasta cuando estaría en condiciones de obtener su alta.

Las conjeturas más precisas sobre lo sucedido al atrapado minero, tendían más a afirmar sobre una fuer ­te impresión al ser golpeado p o r les atacantes; por no presentar también ninguna contusión en su cuerpo. El resultado del examen médico corroboraba más a esta afirmación, trocándose de un pasajero lamento una sar. cástica tomadura de pelos entré los obreros, dicién­dose "mucho cuidado con los muquís que te van afa-

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s e

Para los viejos mineros enterrados por más de 20 y

30 años en el subsuelo, no había ninguna duda: el soño­l iento vergellsta, había sido v iolado por los muquís vi­

vos, buscadores ábidos de dormi lones y embreagados, ya que, por añadidura, los muquís, también salen a la superficie, a media noche, a buscar a los obreros amon­tonados en algún s i t io de poco tráfico, atrapándoles a mansalva e Internándose después dé realizar su fecho­rías, a las entrañas de la t i e r r a , a festejar sus t r iunfos con danzas y cantos, sin música e instrumentos de los que ellos carecen, tal vez porque no les gusta o por ser molestoso cargar, come el arpa, por e jemplo. El chupacaña que se queda rendido por el alcoholismo en exceso, se queda amontonado muchas veces en cami­no hacia su casa en ¡as barriadas alejadas Ahí es don­de t iene que pagar el pato, inerme y sin fuerzas para defenderse. Los muquis ambreadcs, ahí es donde hacen su agosto a su manera en la 50 posiciones de o¬rigen desconocido A consecuencia de eses atracos des­conocidos, muchos huasqueros han fallecido misterio-sementé, atribuyéndcse equivocadamente a ataques de auquíKcs, golpts de aire, intoxicaciones alcohólicas; pe­

ro la realidad es o t r a , como acabamos de contar.

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8 T

Ahora viene lo más interesante de la charla. El descalificado jaranista, maldiciendo el destino t ra idor cambió de método de v ida, escuchando las bufunadas que intercambiaban los compañeros de trabajo; con la convicción absoluta de que habla sido damnificado por los muquís en su estado de inconsciencia al ser agre­d ido y quedarse inconscientizado hasta el momento de ser auxil iado por sus compañeros. Ya no gui tarra ni t rago, menos dormideras de dia.

Al cambio de vida, tras de su caída vergonzosa, duplicó su progreso en la mina. Aparecía a cada j o r ­nada que empezaba, los carbones ya caídos en los cos­tados menos pensados de les diversos j irones. Sin gas­ta r , entonces, fuerza ni sudar encontraba listo su t r a ­bajo a satisfacción de sus superiores. Aplacaba sus l u ­cubraciones el hecho de que el abandonó al trago era lo que estaba dando sus util idades. A esa justificación de sus pensamientos, en semanas apenas, nada más, re­cibió un golpe déla buena suerte: encontró entre les escombros del carbón que estaba lampeando, una bola de diamante. A la hora de salida sin dar aviso a nadie se lo llevó a su casa. Pensó llevarla a Lima a consultar con las joyerías.

Al cabo de pocos días después del hallazgo, pidió permiso por una semana. Se fue a la Capital, Lima, a ofrecer la tremenda joya. Se apersonó a la joyería más grande después de averiguar bien. El negocio resultó inmensamente cuantioso para su imaginación. Recibió una suma de fabulosa cantidad. Volvió a Goyl lar, com­pletamente cambiado de carácter, que rayaba en despó­t i co . N o quizo trabajar ya. Presentó su carta de r e t i r o .

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BB

Desapareció del asiente minero , en donde sólo quedó el recuerdo de que habla sido beneficiado por los muquis agresores. El exdormilón feliciano constru ­yó casas en el Metrópoli Limeño. Jauja, Tarma y Huan-cayo; extendió su capital a la compra de muchas l i n ­cas agropecuarias en Chsnchamayo, Satipo y Tingo .María. El valor del diamante benefició a innumerables trabajadores da la construcción y la agr icul tura, así co­mo la ganadería. No era part idario de amontonar la plata en los bancos. La plata hace plata, decía. Ya ia fortuna iba pues en aumento, aumentó y aumentó en en todas direcciones y en diferente inversiones.

Para concluir nuestra conversación sobre el Mu­

quí de Carbón, vamos hacer una descripción no p ro fun ­da sino ligera, de como es su figura ex te r io r , t rasmi ­

t i d o por mineros ya en ot ra vida, en estos momentos de evolución materialista continúa de una tendencia

.cambiaría diaria.

Hablando en singular y no de todas, los muquis

del mineral negro ton varios y muy diferentes en su constitución física de los propietar ios enigmáticos de 'os o t ros minerales, como el cobre, el o ro , la plata, etc.

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8 9

El muquilucho dtl combustible oscuro, es apenas menos del 50 cms.; tiene unt cabellera bien poblada y tupida, crecida hasta el suelo, cuando se contempla parado. Le sirve de cubertura contra toda curiosidad y les efectos del frió y el calor. Cuando se les antoja se visten de minero, con su casco, lámpara, correa an­cha, botas y otros accesorios propios de un minero. Según nuestros cinco sentidos de los que nos valemos para apreciar todo lo que nos rodea, apenas sabemos sobre sus inclinaciones perversas con nosotros los te.-rrenaíes civitizsdes y racionales con que nos autoelo-giamos Más allá nada; de si tienen ascendencia y des­cendencia, de si su vida es limitada o ilimitada.

Lo que sobrepasa a nuestra curiosidad infantil es lo que tiene un "miembro" extraordinario. Ya no del tamaño de los muquis comunes de los diferentes mi­nerales que no son de carbón. Sobrepasa a ia cabeza; para que no le estorba, estando colgado o al ceñir a la cin­tura, cuelgan sobre el hombro quedando pendiente en la espalda, la cabeza, semejante a ta de un shushupi d* nuestra montaña. Esto es todo lo que podemos informar sebre la existencia del muquí carbonífero v

Ahora en el curso de la narración hay jergas y barba-rismos que nuestros lectores inteligentes han de saber inter­pretar, desde el punto ee vista de que no hay palabra mal dicha sino mal interpretada. Hemos empleado la ambigua para no ser ersseros.

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RELATO DE UN MINERO

F.EOOüIBO POR LOS SOCABONES

ÚE LAS DIFERENTES MINAS. DE

LOS DOS MOROCOCHAS:

MOEOtiOCRA N f K V A

¥ MOMOOOCHA Y I E J A .

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32

El minero vegestorio e m p e z ó a contar con un bostezo de tristeza prolongado, dicien­do: cuando uno está de malas hasta la mujer pare hijo ajeno y se parece a uno. Un joven

recién casado procedente de las quebradas agrí­colas, obligado por la necesidad de formar hogar, llegó a la región alta, hormiguera de diferen­tes bocaminas. No había trabajo para dar cabi­da en las empresas que sol icitó.

Aconse jado por los mineros bondadosos de­cidióse a trabajar por contrata. E n c a m i n ó a dar brío a todo su entusiasmo; y el tiempo iba co­rriendo como un invidioso que se opusiera a su avance. Cumplió un año, pero sin ningún triunfo; s iguió luchando sin medir el tiempo es tér i lmen­te. Cumplió otro año más , t a m b i é n sin resultado satisfactorio; adeudándose con sus ayudantes y con los comerciantes; no encontraba vetas buenas sino muy pobres en le/ Esto era lo que no de­jaba utilidades en su afán de prosperar. A la mala suerte él no hacía caso: cont inuó trabajan­do y jurando no abandonar la mina con terque­dad, a la admirac ión lastimera de los mineros asalareados.

En esa lucha de guerrero empecinado llegó a abandonarle su mujer eon un hijito único y va­rón que tenían ambos. No fue presa de la decepción y la desesperación, común en estos casos. Absolutamente no le importó nada la traición que le había inferido un sarpaso. Indeferente continuó trabajando como si nada hubiera pasado.

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3 3 Su único consuelo era el niñito que lloraba la

desesperación de su madre. Supo tranqui l izar lo hasta que el niño olvidó todo .

Con el amor que tanto tenía para con su ch iqu i ­l lo , pensó no dejarlo en su casa; compró su hermosa pelota de varios colores para que se d iver t ie ra den t ro de las minas Juntos bajaban con la jaula y juntos también subían después de cumpl i r con las jornadas diarias. Llevaban su fiambre y comían juntos en las horas que tenían hambre.

El chiquillín como todo chigolo de la infancia no se cansaba de curiosear todos los diversos compar t i ­mientos de la mina, subían a las chimeneas, se per­dían en los f rontones , pero con el cuidado que le im ­partía su padre todos los días.

Transcurridos algunos meses ya, el preguntón menudo, ya aparecían en las horas señaladas por el pa­pá. La transgresión todavía era acompañada de una sonrisa fel iz, dada día que aba zaba, en vez de achicarse

Un día menos pensado el minero incansable, es­cuchó unas carcajadas del chicuele que llegó débilmen­te de una de las frontones. Atraído por la sorpresa, desde luego que no había chicos allí con quienes po ­dían provocarse una vocinglería; se fue en su busca y el bul l ic io alegre cont inuaba. Per fin dobló una esquina el padre cur ioso y sin dejarse ver divisó lejos a su p r o ­le jugando la bola con un chiqui to m ine ro , casi del mismo tamaño del niño. Se pasaban los balonazos, l le­gando mayormente a la cara del muquí, provocando las risas continuas del muchacho.

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3 4

El padre, se regresó sin dejarse sentir su pre­sencia, esperando preguntarle en la casa que porqué se demoraba en volver pronto. Gon absoluta reserva de lo que había visto preguntó débilmente qué cosita agradable había encontrado dentro de la mina durante el tiempo que estaba permaneciendo y si se había acos­tumbrado, advirtiéndole al tiempo de que ya dentro de poco ya ño dejaría los dos a su trabajo, porqua si estaba volviéndose desobediente.

La pregunta no le desagradó, le dijo a su papá quede un frontón muy lejano venía un amige suyo a jugar con su pelota, y ambos se adjudicaban buenos pelotazos en la cara, en la cabeza y en el vientre, a pe­sar de la afición a la bofa, amigo no quería hacerse ver con nadie, apenas escuchaba algún ruido desapare­cía. Esa era la causa por lo que demoraba a llegar a sus horas, y el encanto por el juego de su amige siem­pre hacía pasar los minutos. Y le rogó a su padre de que no se separaría de ia amistad del personaje extrañe con quien se habla congeniado en extremo insoluble.

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El padre bondadoso no quizo her i r la susceptibt-Idad de su niño quer ido, más bien se dispuso a inda­

gar de los viejos mineros sobre la presencia de les se­res extraños que habían dent ro de la t i e r ra Habló con muchos y quienes le d i jeron que era I» buena suerte de su hi jo . Aconsejaron capturar lo , pero que «ra ci- : f íc i l ejecutar. Para esto había que conseguir varics ra ­bos de caballo, para torcer una soga larga y con esto .

nlazarlo. Lo cual se debía torcer a la izqu ierda y no c^mo a las sogas corr iente a la derecha. El laceador a confeccionarse se llama "chicollo" y este secreto fue tra ml t ldo por los incas a los españoles que no han sabido apoderarse de otros muchos secretos que po . seían los sucesores de Manco Cápac, por su t r a to b r u ­tal sin t ino ni inteligencia con los nativos incásicos.

A l cabo de muchos días de sacrificio, el contra­tista desafertunado, llegó a reunir la verdad necesaria y terminó de torcer el extraño lazo de agarrar muquis, 4

sin avisar a su h i j i to sobre el plan que estaba prepa­rando, teniendo en cuenta que el chiqui l lo inocente > pondría en alerta a su amigo de su cariño entrañable. Se rompió el cerebro varias noches, ya que la a lmo­hada es el mejor consejero para conseguir una v ic tor ia . Tenían que, en p r imer término, expl icar le el chico, sobre la importancia y el poder de su amigo, que él ignoraba. Conversarle de sacar un t r i un fo Invalorable

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9 6 con su amistad. Da lo cont ra r io , él abandonarla la mina, porqua iba fracasando. Explicó que tal su amigo era dueño de los minerales y se necesitaba de su p r o ­tección. Lo cual podía conseguirse, solamente, cap­turándola y amenazando sacar fuera de la mina, a la superficie, a donde no estaban acostumbrados a sopor­tar , peor la luz del sol; morían instantáneamente t o ­dos' los muquís. Es, entonces indefensa de su vida, ayudaban a los secuestradores o a quienes simpatizaban.

A l pie de la letra fue realizándose el desarrollo de la t re ta preparada. Duró apenas tres días el estre­no, cuando el padre fracasad® escuchó I t carcajada de consigna impart ida al h i jo . Se fúe a toda carrera al l u ­gar de donde provenía la voz de la señal convenida. A l llegar el muchacho lo correteaba al muquí a destin­tos lados amarrado del pescuezo sin que el fenómeno de los minerales se daba cuanta, y que más bién se re ­gocijaba con su captura. Antes que se diera cuenta, é l minero agarró la soga de 1 muchacho y comenzó a jalar para conducir al paradero de la jaula, amenazándo­le en pa labns furiosas de que Iba sacar a ia superficie porque estaba engañando a su hijo para hacer algún daño.

El muqui pr is ionero tenía el cuerpo cubierto de pelo espeso de color marrón, su contextura había sido exactamente de un mono; sus patitas y sus manes con dedos largos y uñas largas. Estaba vestido de minero con su chiquita lámpara, su casco y sus botas, inclusive su casaca.empuñando además de una picsa(pico pequeño)

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Severo y sin inmolación habló fuer te impunién­dole a que soltara a cambio de hacerle un gran mine­ro y no le prevaría de la amistad de su niño hasta cuando él deseara. De lo con t ra r i o en el momento se explosionaría y mataría a los dos. A te r ro r i zado el cap-t u r a d o r l e soltó, esperando ser favorecido por la p r o ­mesa,

A l día siguiente, el valiente minero encontró fle­chas en el suelo que conducía a unos sit ios insospe­chados, siguiendo los pasos encontró señalados con aspas unas vetas dotadas de minerales de alta ley. De ese momento comenzó a br i l l a r su fe l ic idad. Día tras día sacaba y amontonaba mineral puro sin desmontes inútiles de perder t i empo . El hombre se erguió como un obelisco; encontró operarios; superó otres contra ­tantes en la extracción del mineral ; como por un en­canto diabólico los trabajos se abanzaban sin ningún obstáculo. El prod ig io del muqu i se hallaba en mar­cha incontenible. Las ganancias habían superado sus espectativas en forma abstracta, sin explicación.

Satisfecho é l su f r ido minero , de su vida feliz, p r o ­digó grandes beneficios para el pueblo , escuelas, mue ­bles, enseres diversos, capillas y mi l hernatos eran inaugurados cont inuamenta y entregados al pueblo de su fel ic idad.

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7 B

Como parte final de sus ansias de progreso in­vitó a su hijo a los Estados Unidos a estudiar la ingenie­ría de minas y la geología; el quedespués de concluldo sus estudios volvió al Perú, convirtiéndose en un tre­mendo empresario de minas y otras explotaciones.

El viejo, después de realizar sus sueños dorados -como para esperar tranquilo la Parca, se retiró de las actividades mineras, y se casó con una joven, su sec­

r e t a r i a internándose a su hogar.

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En la 4ta. Serie, ámpliamente relataremos sohre la leyenda de esta piedra extraña, que está parada, parecido a un huma­no y pertenece con toda riqueza de leyenda a Cerro de Pasco.

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1QO

En las punas inhóspitas, donde todavía el indio goza de so instrumento sropio, ahi es donde se llora de aige y muerde el dolor si una quena lanza un lamento extrañe, que hasta los pajonales acompaña a sollozar.

Un ojo henmjisimo, ia Laguna de Patarcocha, pronto a desaparecer, come una perla que se puede perder para todo el tiempo.

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Continuará

la 4ta. Serie

siempre

con sus

Mitos,

Leyendas

y Cuentas,

propios

de los

Andes

del

Cerro

de

Pasccv

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E D I C I O N E S S I E R R A S IGNOTAS

R E G I S T R O INDUSTRIAL £ 0 9 9 8

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