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ARQUEOLOGIA

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Bernd Fahmel Beyer, “El Estado durante la época Monte Alban II”

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ARQUEOLOGIA

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EL ESTADO DURANTE LA ÉPOCA MONTE ALBAN II

Bernl Fahmel Beyer

Instituto de Investigaclones Antropológicas - Ur'!AM

Re¡un¡m. Dtra¡te los últimos veinte años se ha escrito mucho sobre el surgimiento del Esra-

do en Oaxaca y las consecueflcies de este hecho erl la orgaflización de los valles centrales. Sin€mbargo, poco se ha dicho sobre Ia relación que mantüvieron entre sí los sitios menores, o

sobre Monte Albán y sus vecinos mayores. De ahí que el prescnre trabajo enfoque algunos de

estos probl€mes, cuestionando ma¡cos concepruales cerrados y evaluando un posible enfoquemultiétnico y pluricultural. Para ello se propone la hipótesis de que en Oaxaca se logró unEstado duranre la época II de Monte Albán, y que éste perduró g¡ácias al sistema económi-co abierto €n qu€ s€ jns€rtó.

Polobros clove. Mo¡te Albó¡, Ooxoco, Estodo, mulietñicidod, pluriculturolidod

Las culturas prehispánicas de la región montañosa que aba¡ca el actual estado

de Oaxaca, y la de Monte Albán en pa¡ticular, con frecuencia han sido descri-tas como introspectas debido a la falta de un resumen cultu¡al que destaquc elalto grado de interdependencia de sus sociedades, tanto en el interior como enel exterio¡. Como resultado de la diversidad metodológica con que ha sido es-

tudiada dicha región desde los finales del siglo pasado, se cuenta con un cor?zreno¡me de obietos e ideas que reposa en bodegas y publicaciones en espera dcuna buena compilación. En este trabaio discutiremos uno de tantos elementosculturales que Oaxaca compartió con los mayas y con Teotihuacan, y lo que di-chas relaciones significan pa¡a nuestra comprensión de la organización socro-política de los valles centrales de Oaxaca durante el Clásico temprano.

I

Durante los últimos veinte años, aproximadamente, las discusiones oaxa-queñistas han girado en torno a Monte Albán y el su¡gimiento del Estado(Flannery, Marcus y Kowalewski, l98l: 83-93). Fueron aplicadas va¡ias téc-nicas de campo en los extensos recorridos de superficie para obtener las evidencias materiales que apoyaran los modelos de desa¡rollo social planteadospreviamente (Blanton, 1978; Blanton et al., 1982; Kowalewski et al., 1989)-

Debido a diferencias teóricas y metodológicas, empero, los investigadores

4,. Aotop., 3r (19941,9t-103

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involucrados no han llegado a resultados concluyentes (Sanders y Santley,

1978; Blanton, 1980; Sanders y Nichols, 1988). Mientras que para algunos

Monte Albán I estableció un orden milita¡ con un régimen tributario, para

ot¡os fue Monte Albán II la que construyó un imperio expansionista basado

en un cuerpo administ¡ativo altamente organizado e instau¡ado durante laépoca anterior (Spencer, 1982;Flannery y Marcus, 1983). Ahora bien, a pesar

de las diferencias cronológicas y de contenido de estas propuestas, se obser-

va cierta consistencia en las premisas con que trabajan sus autores; es decir,ambas posiciones enfatizan el uso de la fuerza y la economía como ¡azones

últimas para el desarrollo de una organización social más compleja. La hipó-tesis sobre el surgimiento concomitante de la ciudad tiene su origen en ladefinición aristoteliana del hombre como zoon politifton (Krader, 1972: 24),

la cual a través de un tour de force ha permitido a algunos autores señalar

determinadas 2olrs como lugares donde se desarrollaron las actividades no

agrícolas. De safortunadamente nunca se ha aclarado cuál fue la organizacióninte¡na del Estado en Monte Albán y cómo fue cambiando con el riempo.

Más aún, hay pocas evidencias sobre el tipo de relación que existía entre los

sitios localizados en los valles y su ciudad capital. Falta entender, también,cómo estuvie¡on distribuidos los cent¡os productivos menores con respecto

a ellos mismos y qué ámbitos de ci¡culación tuvieron sus productos compa-

rados con los elaborados en Monte Albán,En una región caracterizada por paisajes áridos y quebrados, en la que

aún predomina la agricultura de roza y quema, resulta fundamental el abas-

tecimiento de alimentos y la explotación de recursos localizados, pero así lorequiere la dieta balanceada y el inte¡cambio de bienes codiciados. Visto des-

de la perspectiva arqueológica, esto significa que desde épocas temp¡anas la

topografía oaxaqueña debió inducir una serie de vínculos y nexos culturalesque trascendieron los límites de los sitios arqueológicos, su hinterland o, en

general, regiones geográficas impermeables (MacNeish, Peterson y Flannerv,1970; Flannery y Marcus, 1994). Dicha circunstancia parece invalidar algu-

nos supuestos básicos de las taxonomías sociales particularizantes y los estu-

dios de caso ext¡aídos de su contexto regional (Kroeber y Kluckhohn, 1963;

Cla¡ke, 1978). La histo¡ia de las exploraciones arqueológicas en Oaxaca, por

su parte, sugiere que la antropología, como disciplina más amplia dent¡o de

la cual se insc¡iben aquéllas, debe recorrer un buen trecho antes de que poda-

mos equiparar unívocamente el ¡egistro material del pasado con grupos que

portaron un determinado ethnos. De lo anterior surge el interés, por no decirla necesidad, de trabajar con un enfoque abie¡to que trascienda las unidades

homogéneas y las interpretaciones catastrofistas, y que a la vez nos acerque

al significado de la continuidad cultural dentro de contextos pluriétntcos.

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Las consideraciones previas dan origen a la pregunta: ¿qué es realmen-te un Estadol, y a la duda de si los oaxaqueños prehispánicos alguna vez

alcanzaron este nivel de organización. No nos detendremos en estudios teó-

ricos detallados que se basan en definiciones cuidadosas (Krader, 1972; Claes-

sen y Skalnik, 1978; Claessen, 1979), y solamente enfocaremos un as¡rcto quecaracteriza al Estado de Ley, esto es, la imposición de un orden legal que so-

brepasa la organízacrín comunal.lJna manera de comprobar arqueológicamente la existencia de un códi-

go legal consiste en buscar leyes explícitas o codificadas en documentos y tex-

tos epigráficos. Un segundo enfoque depende del registro mate¡ial ubicadoen un cie¡to ámbito de estudio, cuyos atributos formales se toman como indi-cado¡es de una estratificación social reconocida y admitida. Ejemplos del

segundo incluyen el tamaño y calidad de las unidades habitacionales, su dis-tancia de los recu¡sos naturales y distritos administrativos, la calidad de su

equipamiento y la originalidad de su equipo instrumental. Este enfoque pro-clama la libertad individual para adoptar patrones de comportamiento defi-nidos económicamente y sancionados por la sociedad, aunque restringe a los

humanos en su de¡echo de escoger y conformar patrones individuales. Tam-bién les adscribe la categoría de ciudadanos cuando asume un modo de vidacent¡ado en líneas de producción estacionadas, fundamentalmente, dentro de

asentamientos calificados como ciudades.

Ahora bien, ¿cuales criterios definen a un as€ntamiento como ciudadl Mu-chos autores aún se adhieren a las formulaciones de Gordon Childe, y a muypocos les agrada el rechazo de la monumentalidad arquitectónica como un cri-terio para el l<.rgro de la "revolución u¡bana" (1950, 1957). Por otra parte,las apre-ciaciones de los u¡banistas actuales han permitido introduci¡ en la discusión unaserie de variables que supuestamente ayudan a medir el grado de complejidadsocial obtenido por los habitantes de un sitio arqueológico. Desde entonces, múl-tiples investigadores han salido al campo para buscar los indicadores con quécalcular densidades de población y niveles de nucleación, o para localizar las

expresiones físicas del poder, Estos indicadores consisten básicamente en

densidades cerámicas y de montículos habitacionales, en el volumen de las cons-

trucciones mayores y Ia calidad de la infraestructura urbana (Blanton, 1978; San-

ders, Parsons y Santley, 1979; Blanton eial., 1982; Kowalewskier ai., 1989). Unavez definido el tipo de asentamiento, la distribución de los materiales arqueo-lógicos menores ha permitido intelegir niveles de especialización artesanal,localización de mercados, características del tributo, etc. De safortunadamen-te, en este proceso no siempre se consideran los antiguos sistemas de valores olas estrategias sociales dentro de las cuales éstos se manifestaron, y que deberíanser el obietivo de los estudios arqueológicos. Si bien la discusión sobre modos

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de producción o la propiedad de los bienes de producción cabe dentro de este

enfoque, poco se ha dicho en este sentido o sobre los modos de distribución yconsumo, Cuando se presta atención a los últimos, generalmente se asume quelas ciudades son expresión de iusticia social y bienestar, y un modelo a seguirpor las poblaciones circundantes.

Una manera distinta de aproximarse al problema vería en la ciudad un oasrs

de libertad, en el sentido europeo anti guo de Stadtluft macht frei. En el caso d,e

Monte Albán esta visión fue aplicada iunto con ideas que corresponden a las

democracias representativas modernas,lo que produjo duras réplicas por par-te de los mate¡ialistas y ecologistas culturales (Blanton, 1978, 198Q Sandey, 1980).

Dicha polémica concluyó cuando ambas partes reconocieron el abuso del registroarqueológico que habían cometido sus aparatos teóricos.

Una línea de pensamiento menos restringida lleva de la discusión sobre cen-

t¡os administrativos flotantes al análisis de sus compromisos políticos con otroscentros productivos, Estas conside¡aciones fue¡on introducidas por R. Santley(1980) en su discusión con R. Blanton (1980) en cuanto al papel de Monte Al-bán como ciudad capitalde los zapotecas. Quince años más tarde,luego de queeste campo de trabajo se aisló de los desarrollos teóricos más recientes, nos pa-rece necesario reconside¡ar la coexistencia de varios sitios menores y la de sus

centros rectores en un intento por mantener un balance entre varias organiza-ciones estatales semejantes. Este enfoque parecería más productivo si conside-ramos el entorno de las tierras altas oaxaqueñas y las limitaciones impuestas almovimiento de bienes en ausencia de animales de tiro o de ca¡ga. Santley tam-bién realza la integración dinámica de Monte Albán en la política de los vallesde Oaxaca, aunque su pequeña escala difícilmente se compara con el sistema co-

mercial extendido de Teotihuacan, Varios autores concuerdan en la coexistencia

de distintos linajes y facciones, moieties o grupos económicos y religiosos en di-versos sitios mesoamericanos (p. ei. Sahagún, 1975; Cabrera, 1987; Milbrath,1988; Fahmel, 1990; Villa Rojas, 1990; Folan, 1992; Laporte,l992). Otros hanenfatizado el predominio de me¡cados solares basados en ci¡cuitos económicos

complementarios como una manera d€ ligar distintas gentes y medios natura-les (Marroquín, 1965; Nash, 19ó6; Scott, 1973; Beals, 1975; Scott y Diskin, 1976;

Barabas y Bartolomé, 1986). A continuación detallaremos estas dos mane¡as dever a la sociedad, buscando atenernos a nuestros propósitos iniciales.

II

La mayoría de los arqueólogos esta¡ía a favor de que Monte Albán I fuegobernada por una élite sacerdotal o secular jerarquizada, la cual por razo-nes aún desconocidas escogió un cerro de 400 metros de altura sobre el nivel

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de los valles para instalar un nuevo asentamiento humano aproximadamen-te en el año 500 a,C. Esta fecha, como las demás que se mencionan en estetrabajo, cabe en el esquema cronológico armado para la cerámica de MonteAIbán (Caso, Bernal y Acosta, 1967) y ampliado a los monumentos escultó-ricos y a la arquitectura de este lugar.

Hacia principios de nuestra e¡a un grupo de gente arribó del árca mayaint¡oduciendo la segunda época en Monte Albán. Tal aseveración se basa nosólo en la aparición de estilos ce¡ámicos y arquitectónicos foráneos, sino en laconstrucción de un Compleio de Conmemoración Astronómica e n el centrode Ia plaza principal (Acosta, 1965; Bernal, 1950, 1965; Caso, Bernal y Acos-ta, 1967; Fahmel, 1992). Arreglos constructivos semejantes se pueden encon-t¡ar en va¡ios sitios mayas del Petén, en la Depresión Cenrral de Chiapas eincluso en Teotihuacan (Fialko, 1988; Laporte, 1988). En todos estos casos, unbasamento piramidal conf¡onta a un edificio largo sobre el que se encuentrantres edificios detrás de los cuales sale o se pone el sol, o alguna estrella parti-cular, en determinados días del año solar, En algunas ocasiones también se ob-serva una cancha de iuego de pelota en [a que se imitaba el movimiento del solen su trayectoria entre los dos hemisferios de la bóveda estelar.

Ahora bien, la geografía sagrada que int¡oduio el Complejo de Con-memoración Astronómica en Monte Albán implica la presencia activa de ungrupo de actores sociales que manejaban un erquema espacial incorporadoa una cosmovisión de tipo solar, La puesta en práctica de dicha cosmovisión,empero, debió concilia¡ el nuevo ideario con un concepto del tiempo <1ue pro-bablemente estuvo ligado al dios Cocijo desde antaño; es decir, una medidadel deveni¡ que comprende el tiempo de lluvias y el tiempo de secas. Esteconcepto, a su vez, hubo de adoptar un matiz diferente al aumentar las exi-gencias de una población creciente y responder el aparato administ¡auvo amodelos económicos más ambiciosos (De la Cruz, 1995: 156; Fahmel, 1995).

Durante los siguientes 850 años el grupo arquitectónico en cuestión se

torna¡ía en asiento de una institución que dirigiría y balancearía el iuegosocial, político y económico entre los distintos componentes de la sociedad ylas relaciones de Monte Albán con ot¡os sitios oaxaqueños, Exploracit¡ncs rea-lizadas en la región mixteca, el Istmo y la Cañada confi¡man estos vínculosy las transformaciones que se fue¡on dando en Ios nexos cultu¡ales a travésdel tiempo (Caso y Bernal, 1952; Spencer, 1982; Gaxiola, 1984; Guevara, 1990;Plunket, 1990; Zeitlin y Zeidin, 1990). Con respecto a sitios más aleiados, tan-to en Monte Albán como en Teotihuacan los respectivos complejos de con-memoración debieron ser la sede de actividades que coordinaba un slsremade producción intensivo basado en dos ciclos agrícolas complementarios, loscuales a su vez regulaban otras actividades, una organización laboral dual,

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itinerarios complicados y un extenso sistema de intercambio (Fahmel, 1995).

Así como sucede en la Oaxaca contemporánea, debie¡on existir mercados

solares que ¡ecibían a mercaderes de nichos ecológicos complementarios,

quienes acomodaban sus actividades dentro de fiestas religiosas en honor a

divinidades locales o dioses del Estado. Algunas de estas deidades pertene-

cían a los niveles más altos del panteón mesoamericano, como Xipe-Mic-

tlantecutli y Cocijo-Ehécatl en su papel de patronos de [a agricultura.

Como señalamos antes, en Monte Albán el Compleio Ast¡onómico Per-maneció en uso hasta mediados del siglo tx. Al mismo tiempo se dio un desa-

rrollo urbano relativamente parejo o balanceado en todo el sitio, ocupándose

terrazas y grupos cívico-ceremoniales en todos los cerros y faldas alrededor

del recinto principal. En Teotihuacan, en cambio, el Complejo de Con-

memo¡ación Astronómica fue modificado alrededor del año 400 d.n e.

(Cabrera, Sugiyama y Cowgill, l99l). Este hecho debió implicar una recon-

sideración del plan de desarrollo de la ciudad, y el inicio de un proceso qu€

conduio a una nucleación considerable en su secto¡ noroccidental No es nece-

sario indicar que esta concentración llevó a presiones demográficas que esti-

mula¡on el apogeo, pero también el primer incendio de la ciudad interior,

al¡ededo¡ del año 550 d.n.e., y el colapso final cien años después (Rattray,

1991). Por 1o que se sabe, en el área maya los complejos de conmemoración

astronómica también fueron usados hasta el Clásico tardío (Laporte, 1988).

Sin embargo, un sistema organizativo basado en dinastías divinas parece

haberlos ido desplazando y haber introducido un orden competitivo que

transformó múltiples sitios pequeños, caracterizados Por un asentamiento dis-

perso, en bastiones de guerreros y mercade¡es aristocráticos. Hacia el siglo txalgunos de estos sitios reintrodujeron los compleios ast¡onómicos iunto con

un sistema de mercados menos ierarquizado, dando pie a un sistema de cami-

nos terrestres muy elaborado y al florecimiento de varios estilos arquitectó-

nicos regionales (Gendrop y Heyden, 1973; Folan, 1980).

Con esto volvemos a los valles de Oaxaca y al esquema organizativo de

la época II, dent¡o del cual los centros de poder mayores debie¡on ser di¡i_

gidos por una élite y sus cortesanos, incluyendo á¡eas menores pare e) tra-

bajo agrícola y artesanal, un pequeño aparato administrativo y un extenso

cuerpo diplomático que representaba todos los niveles de interacción socro-

política (Bernal, 1965; Blanton, 1978; Sanders y Nichols, 1988). Como cabeza

de un Estado, Monte Albán II hab¡ía fundado su existencia en la coordina-

ción de circuitos económicos muy compleios y comple mentarios, basados

todos ellos en el reconocimiento de una institución legal que podía balancear

a los grupos de poder y resolver sus disputas. Conforme a la definición del

Estado de Ley, una institución de este tipo habría requerido que sus miem-

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bros fue:an peronae juridba; Ia información etnohistó¡ica del siglo xvl, erhpe-

ro, sugiere que la dinámica política en Mesoamérica nunca prescindió total-

mente de la organización familiar (I-opez Austin, 196l; Spores, 1967). Esta

paradoja plantea un problema a los esquemas clasificatorios que desconocen

la responsabilidad de los individuos o el desarrollo temPrano de una legis-

lación y de tribunales (López Austin, 1961; Claessen, 1979). Desde nuestro

punto de vista, representantes de linaie responsables pudieron haber coordi-

nado el buen funcionamiento de corporaciones complementarias a nivel esta-

tal, mientras que una serie de oficiales menores habría representado a sus

linaies en los asuntos locales, relacionados con la producción y distribuciónde bienes.

CoNCLUSIoNES

Un punto de interés, que deriva tanto de los argumentos de R. Santley (1980)

como del desar¡ollo arquitectónico y urbano de Monte Albán, atañe al aspec-

to motriz que condujo a la adopción del Estado. En este sentido se ha dicho

muchas veces que la presión demográfica conduce a presiones económicas y

al surgimiento de la complejidad. Sin embargo, esto sólo es cierto si se mane-

ia el problema en función de números y estadísticas obtenidos del recuento

de los materiales arqueológicos. Como indica Sandey, es necesario conside-

rar las presiones que se manifiestan sobre los recursos que ya están en manos

de una sociedad. Esto nos lleva de un paradigma predatorio a uno en el cual

la compleiidad se construye de manera congruente sobre la base de un cuer-

po iurídico y un aparato legal.

En cuanto a las propuestas de desarrollo para las épocas I y II de Mon-

te Albán, referidas inicialmente, el señalamiento de R. Sandey apoyaría la

tesis de Spencer (1982) sobre la prioridad de un aparato administrativo bien

estructurado en la senda que conduce hacia la formación estatal. Cabe notar,

empero, que los sistemas vivos responden a una dinámica que los coloca cons-

tantemente ent¡e estados de interiorización y de expansión' De ahí que dichas

propuestas respondan más a una polarización teórica ent¡e los distintos oaxa-

queñistas que a la dinámica misma del pasado, la que indudablemente pre-

senció diversos grados de cohe¡encia en cada una de las épocas de su historia.

Conside¡ando que las sociedades mesoamericanas del siglo xvl aPenas

incursionaban en la metalurgia, y que por miles de años no hubo cambios tec-

nológicos de consideración que hubieran rePercutido en incrementos de com-

pleiidad social y ciclos de expansión económica, uno de sus principales logros

radica enel establecimiento de un elaborado sistema de comunicaciones basado en

una economía política que venció a la topografía, a la diversidad climática y al

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aislamiento cultural al que estaban expucstos sus integrantes. De e¡ta maneraIes fue posible asegurar el acceso a la mayorla de los recursos que necesitaban,incluyendo su propia identidad,la cual constantemente tenía que ser rencgo-ciada y reforzada como facto¡ de delimitación y de integración. ¿Hasta dónde,empero, esta situación conduio al surgimiento de u¡ orden estatal?

A nivel teórico, el carácte¡ multiétnico y pluricultural de una sociedad cons-tituye un elemento es€ncial dentro de su carrefá en favof del Estado. Aunquedicha circunstancia llega a ser un problema cn cuanto a la metodologla con quedebe ser estudiada, ha sido aceptada para el pasado y el presente mesoamericano,por lo que se torna en argumento a favor del desarro o de Estados quc defen'dieron la diversidad. Por supuesto, el marco geográfico incide en los alcancesde la economfa política de una región, en el grado con que distintas poblacio-nes pudieron interactuar, y en lá utilidad de un cuerpo dc normas legales, y cnOaxaca falta detallar la ma¡era cómo se relacionaron los distintos sitios enuesí. [-a introducción del Complejo de Conmemoración en Monte Albán y la am-plia distribución de elementos culturales comuncs a este sitio, ernpero, sugic-ren que durante la época Il se impuso un Estado de L,ey que más tarde permi-tió entabla¡ relaciones con Teotihuacan e incluso enlazar a esta ciudad con ot¡asdel área maya, Queda por resolver, ahora, cómo cvolucionó el Estado duran-te el periodo Clásico y qué papel jugaron los sitios menores entre sí. A esto se

vincula el tipo de interacción que hubo entre los difercntes grupos sociales oa-xaqueños y el porqué Monte Albán pudo conservar un lugar predominante den-tro de los distintos circuitos económicos v culturales,

ABsrRAcr

During the last decades, much has been written about the birth of the statc in Oaxa-ca, and its consequences in the Central Valleys. Not as much has been said aboutthe relarionship between smaller settlements o¡ about the interaction of MonteAlbán with other major cities. This paper deals with these issues, proposing a mul-tiethnic and pluricultu¡al context and not a closcd conceptual framework. Our mainpoint is that the state began in Oaxaca during the period of Monte Alb.in ll, and itendured becausc ir had an opcn economical system.

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