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Universidad de Buenos Aires Facultad de ciencias Sociales Carrera de Ciencias de la Comunicación Teorías y prácticas de la comunicación I, cátedra Mangone Módulo 1: Introducción a la comunicación “La comunicación” 1 Definir la comunicación El término “comunicación” comporta y/o sugiere actualmente una serie de significados diferentes y aun opuestos. Por una parte, “comunicar” es poner en contacto o vincular lugares, polos, individuos no conectados; este significado positivo supone una relación intencional, recíproca, interaccional, de ida y vuelta entre dispositivos o sujetos que cumplirían indistintamente las funciones de emisor y receptor. Se trata del sentido de “comunicación” más cercano al vocablo latino “communico”: poner en común, compartir, ponerse de acuerdo, estar en comunión y demás. Este sentido supone la existencia de un código o sistema de signos compartido, sin el cual la comunicación no podría tener lugar. Por otra parte, el término remite a la transmisión intencional de información de manera unidireccional, en general mediante dispositivos tecnológicos cuyos poderosos emisores envían mensajes a una cantidad enorme de receptores separados entre sí; en este sentido, “comunicar” ya no se asocia al fomento de la participación y el intercambio de roles en la situación comunicativa, sino a maniobras de influencia, persuasión y manipulación de los mensajes; en otros términos, al funcionamiento 1 Por Carlos Mangone 1

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Universidad de Buenos Aires

Facultad de ciencias Sociales

Carrera de Ciencias de la Comunicación

Teorías y prácticas de la comunicación I, cátedra Mangone

Módulo 1: Introducción a la comunicación

“La comunicación”1

Definir la comunicación

El término “comunicación” comporta y/o sugiere actualmente una serie de significados dife-

rentes y aun opuestos. Por una parte, “comunicar” es poner en contacto o vincular lugares, polos, in-

dividuos no conectados; este significado positivo supone una relación intencional, recíproca, inte-

raccional, de ida y vuelta entre dispositivos o sujetos que cumplirían indistintamente las funciones

de emisor y receptor. Se trata del sentido de “comunicación” más cercano al vocablo latino “com -

munico”: poner en común, compartir, ponerse de acuerdo, estar en comunión y demás. Este sentido

supone la existencia de un código o sistema de signos compartido, sin el cual la comunicación no

podría tener lugar.

Por otra parte, el término remite a la transmisión intencional de información de manera unidi-

reccional, en general mediante dispositivos tecnológicos cuyos poderosos emisores envían mensajes

a una cantidad enorme de receptores separados entre sí; en este sentido, “comunicar” ya no se aso-

cia al fomento de la participación y el intercambio de roles en la situación comunicativa, sino a ma-

niobras de influencia, persuasión y manipulación de los mensajes; en otros términos, al funciona-

miento de los mensajes en el ámbito del conocimiento (nuevo o existente), de los valores y las ideo-

logías.

Finalmente, el alcance de “comunicación” se determina a partir del contexto o situación; en

ciertas circunstancias, el simple contacto fático (tecnológico o sin mediación de un soporte externo

al hombre) basta para hablar de comunicación; en otras, sólo se considera que hay comunicación

cuando se produce una profunda comprensión de los mensajes y un cambio de actitud. Así, dos per-

sonas que hasta entonces no se conocen u otras dos que se encuentran separadas por una gran dis-

tancia “se comunican” por el simple hecho de presentarse o saludarse telefónicamente, mientras que

otras dos que conviven desde hace años, tienen proyectos en común, crían hijos, etcétera concluyen

en que “ya no se comunican”, o en que, como dicen algunos especialistas en la relación entre padres

1 Por Carlos Mangone

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e hijos, tienen problemas de “incomunicación”. Estos sentidos de “comunicación” están ligados, co-

mo se ve, a pautas de conducta y costumbres.

Ahora bien, todos los sentidos analizados coinciden en que la comunicación es una actividad

específicamente humana y voluntaria, diferenciada de los envíos de señales no intencionales que

producen otros seres vivos, como los animales o las plantas. (Por tanto, el uso pronominal que se

observa en frases como “la cocina se comunica con el patio”, en el que “comunicarse” se aplica a

cosas inanimadas y significa “tener correspondencia o paso” no será considerado aquí como expre-

sión de comunicación.)

En principio, formularemos, entonces, una definición amplia, capaz de abarcar la mayor

cantidad posible de los rasgos y las diferencias expuestas para la comunicación humana: La comuni-

cación es una forma de la interacción social intencional que actúa sobre los modos de conocimien-

to y de valoración de los actores sociales, y ayuda a dar significado a la realidad; se produce en un

cierto contexto cultural, a través de información codificada.

Influencia, persuasión y manipulación

Como se dijo, la transmisión unidireccional de información se asocia a maniobras de influen-

cia, persuasión y manipulación de los mensajes. En realidad, toda comunicación entre individuos,

mediados o no por soportes tecnológicos, produce una mutua –aunque desigual– influencia, es de-

cir, determinados efectos. En ciertas circunstancias, en efecto, una sola palabra o un solo gesto al-

canzan para provocar rubor, angustia, incomodidad o felicidad en el interlocutor. La influencia en la

comunicación es, por tanto, inevitable.

Ahora bien, es posible que el emisor busque, mediante su acto comunicativo, obtener el con-

senso del receptor; por ejemplo, que se manifieste de acuerdo con determinadas creencias políticas

o religiosas, que consuma ciertos bienes, que realice tal o cual valoración estética y demás. En este

caso, se habla de persuasión. La conformidad parcial o total con los mensajes recibidos y la realiza-

ción de las conductas indicadas son expresiones de la eficacia de mensajes –masivos, institucionales

o interpersonales–, cuyos dispositivos argumentativos logran la adhesión sin violentar aparentemen-

te la libertad de elección y decisión de los receptores. En la persuasión, se produce en cierta manera

una correspondencia entre los objetivos de los mensajes y las expectativas y necesidades de los re-

ceptores. Como se habrá inferido, esto es evidente en la publicidad.

En ocasiones, la influencia que alcanzó el nivel de la persuasión no deja ya margen para que

los receptores desoigan las indicaciones de los mensajes. En estos casos, se produce una manipula-

ción (del latín, “manipulus”: que se puede tener en una mano y también unidad militar) que coarta

la libertad de información de los individuos. La comunicación manipulatoria se ejerce en sociedades

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con autoritarismo político, en las existen la censura y un discurso oficial muy dominante, así como

en sociedades formalmente libres pero con sistemas de información muy concentrados u oligopóli-

cos, en donde la libertad de elegir resulta muy restringida.

Es muy difícil que la manipulación se concrete totalmente, porque los individuos pueden re-

sistir y leer críticamente los mensajes; sin embargo, para que esto ocurra, resulta necesario contar

con competencias culturales que permitan decodificar los mensajes en función de los propios intere-

ses y no de los objetivos mercantiles de los grandes medios o de los objetivos políticos del autorita -

rismo.

Redes de comunicación

Como se habrá inferido, más allá del vínculo interpersonal, que constituye la red de comuni-

cación más básica y simple, en la sociedad existe una innumerable cantidad de situaciones comuni-

cacionales estructuradas en forma de red, es decir, como sistemas de conexiones e interconexiones.

Así, el concepto de red es útil para analizar la comunicación en diferentes dimensiones: interperso-

nal, grupal, social, masiva.

En las redes se pone en juego el propio concepto de comunicación, en tanto conducta inten -

cional, recíproca y que busca resultados estratégicos de influencia. En el caso de las redes comuni-

cacionales interpersonales, por ejemplo, se pone en juego el número de miembros que el sistema de-

be tener para que la combinación de relaciones comunicacionales sea efectiva. Históricamente, el

número de diez o doce integrantes ha gozado de gran prestigio por su capacidad de interconexión;

es el caso de los apóstoles, las unidades de infantería, ciertas formaciones deportivas y demás, si

bien la red no debe jerarquizar los lugares de emisión y debe asegurar la capacidad deliberativa de

cada lugar de emisión para dar lugar a una comunicación en sentido estricto.

El concepto de red de comunicación también puede servir a los fines de interpretar el carácter

de determinadas áreas: social, tecnológica y económica, así como de reflexionar acerca de los efec-

tos culturales de su funcionamiento. Un ejemplo históricamente importante es la red de ferrocarriles

argentinos, que, cuando gozaba de dinamismo, implicó una poderosa fuerza de desarrollo, aunque

centralizada hacia el puerto de Buenos Aires y desigual. La “lectura” del diseño de esa red comuni-

cacional proporciona información acerca de las intenciones con las cuales se la estructuró.

Desde este punto de vista, el sistema económico y productivo también puede ser representado

como una red comunicacional. Por ejemplo, la producción en cadena propia del fordismo se corres-

ponde con una red unilineal, de secuencia consecutiva, cuyo destino final es la meta de terminar un

producto.

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Finalmente, el concepto de red puede ser utilizado para analizar ciertos funcionamientos de la

política: la familia funciona como una red comunicacional desde donde fluye información que es

usada para construir los consensos necesarios para que las medidas adoptadas sean aceptadas sin

mayores oposiciones.

Clasificar la comunicación

Los intentos de clasificar la comunicación han sido múltiples. Dichos intentos responden a

distintas concepciones sobre la comunicación, parten de distintas disciplinas –Matemática, Lingüís-

tica, Psicología, Sociología– y suponen diversos modelos –técnicos, lingüísticos, psicológicos, psi-

cosociológicos–, algunos de los cuales serán tratados en los prácticos. El carácter de los participan-

tes, los objetivos de la comunicación, las formas de los mensajes, los temas tratados, el ámbito ele-

gido y los canales utilizados son, entre otros, criterios empleados para caracterizar, aunque siempre

incompletamente, una situación comunicativa. Veamos aquí dos ejemplos.

Según los alcances de su influencia, la comunicación podría clasificarse como micro, meso y

macro comunicación. La dimensión comunicacional es un aspecto muy importante: cuanto más se

expande la llegada de la emisión, más necesarios son, por una parte, recursos tecnológicos comple-

jos y, por otra, instancias intermedias entre la emisión y la recepción que controlen el correcto fun-

cionamiento del circuito. La comunicación de masas, aunque ficcionalice diálogos afectivos e ínti-

mos con los receptores, se ubicará dentro de la macrocomunicación.

La mesocomunicación, también llamada “comunicación intermedia”, utiliza tanto recursos

formales como informales; en este caso, el “feedback” o posibilidad de que el receptor asuma el rol

de emisor puede ser inmediato o diferido en el tiempo. La comunicación que se produce en el marco

de las instituciones, donde coexisten mensajes formales y diferidos –como las circulares, los infor -

mes y los carteles– con mensajes informales “cara a cara” –como los intercambios orales– constitu-

ye un ejemplo de mesocomunicación.

La microcomunicación, por su parte, comprende las interacciones interpersonales “cara a ca-

ra”, desde las más íntimas y familiares hasta las propias de los ámbitos informales de la vida coti -

diana, como los clubes, los bares y los lugares de estudio y trabajo.

Desde otra perspectiva que considera los condicionamientos a la comunicación, ésta se clasi-

fica en masiva, institucional e interpersonal. En principio, se afirma que en la comunicación inter-

personal, por su carácter informal, no hay restricciones para ejercer la comunicación y tratar cual -

quier tema, en oposición a las limitaciones que imponen el carácter público de las comunicaciones

de masas y el ámbito jerarquizado de las instituciones.

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Sin embargo, una de las paradojas de la comunicación es que, muchas veces, la distancia per-

mite, como en el caso de las cartas o de un desconocido con quien se traba conversación en un bar–

manifestar opiniones, sentimientos y juicios de valor que caen bajo la inhibición cuando la relación

es “cara a cara” con alguien socialmente cercano.

Por otra parte, en la conversación interpersonal, el tiempo y el espacio inclinan a los partici -

pantes a optar por ciertos temas adecuados: dos compañeros de oficina en horario laboral charlan

más de lo relacionado con el trabajo; dos hinchas de fútbol en una tribuna, de su equipo; dos adoles-

centes que acaban de conocerse en un bar, de su vida y de sus gustos. En cualquiera de esos contex-

tos se podría comentar también la política económica, algún escándalo de la farándula, el clima, las

declaraciones de una celebridad o la estructura del átomo, sin embargo, esto es menos probable.

Por último, estar cara a cara hace que los interlocutores constituyan en un tiempo mínimo un

contexto en común al que hacer referencia, el cual se amplía cuando se conocen desde antes del

intercambio. Esto da lugar a que parte del contenido de las réplicas sea implícito, es decir,

sobreentendido, como en Te queda mejor tu color.

Como se ve, sujeto, lugar, tiempo y universo de referencia, son factores que complican las

posibilidades de plantear una tipología de los actos de comunicación.

La comunicación no verbal

Una tipología común, incompleta como todas, opone la comunicación verbal a la no verbal.

Si bien el lenguaje verbal es el principal instrumento con el que cuenta el hombre para comu-

nicarse y aquello que lo distingue fundamentalmente de otras especies, desde los lejanos tiempos

utilizó –primero, como única posibilidad de relación y, luego, como un importante complemento–

un conjunto de recursos no verbales que, aunque no tienen la estructura formal de una verdadera

lengua, son parte inherente de la cultura de una sociedad. Antes de desarrollar el lenguaje articula-

do, el hombre se manejaba sólo con esta serie de elementos para comunicarse con sus semejantes: el

espacio, el cuerpo, los objetos.

Durante mucho tiempo, la comunicación interpersonal fue asimilada a la comunicación ver-

bal, lo que dejó de lado el hecho de que, inevitablemente, se producen y se reciben mensajes no ver-

bales –no expresados por palabras– o paraverbales –superpuestos a los verbales, como la entona-

ción. Estos mensajes pueden ser o no intencionales, y envían siempre una información que es deco-

dificada por los receptores y que los ayuda no sólo para comprender el sentido, sino también para

desenvolverse adecuadamente en el sistema cultural.

Por otra parte, la actual cultura audiovisual que, reproduce continuamente representaciones

de cuerpos, gestos y miradas, ha vuelto imprescindible el análisis de los significados de la comuni-

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cación no verbal: sólo por esta vía pueden producirse mensajes lo menos ambiguos posible. Esto

ocurre también en el marco de una globalización cultural que ha promovido la migración de millo-

nes de personas y, en consecuencia, intercambios culturales lingüísticos y paralingüísticos: la incor-

poración en una nueva cultura exige el conocimiento del código no verbal.

Como se verá más en detalle en los prácticos, es posible afirmar que la primera relación no

verbal que establece el hombre es el espacio. Cada cultura tiene un manejo diferente del espacio, ya

que otorga a éste un significado particular; para comprobar esto, basta observar que, en las diferen-

tes lenguas, la definición de lo cercano y lo lejano presenta matices semánticos distintos.

En la comunicación humana, la noción de espacio integra el concepto de territorio, delimita-

ción geográfica que implica una pertenencia colectiva y marca relaciones de exclusión e inclusión o

fronteras entre un “adentro” y un “afuera”; en este sentido, el espacio territorial ayuda a construir

las identidades por afirmación y por diferenciación. Las distancias marcadas y los “permisos” para

eliminarlas adquieren sentido en el marco de cada cultura; por esta razón, para los sajones y los lati-

nos, para los occidentales y los orientales en general, etcétera, el espacio íntimo, el personal, el so-

cial y el público se representan de manera diferente: el saludo protocolar con el apretón de manos

resulta escaso para culturas efusivas y excesivo para otras que ponen “distancia” ante lo reciente-

mente conocido.

Otra de las formas clave de comunicación no verbal es la mirada que, por un lado, sirve para

el reconocimiento del otro y de uno mismo, y, por el otro, a los fines de delimitar la inquietud de la

tranquilidad. La mirada fija y persistente resulta molesta para la mayoría de las culturas y significa

–como para los animales–, amenaza. El movimiento de ojos regula la conversación, determina los

asentimientos y los énfasis y se diferencia según los sexos, las edades y los niveles de confianza.

Los gestos faciales, por su parte, acompañan toda interacción verbal y ayudan a la correcta

interpretación de los mensajes. Movimientos de la cabeza, de las cejas, la propia sonrisa o el mensa-

je más ambiguo de las lágrimas (alegría o tristeza) tienen sentidos diversos en las culturas y varían

en frecuencia y énfasis según los produzcan mujeres u hombres y según las generaciones a que és -

tos pertenezcan.

El “lenguaje de las manos”, la postura del cuerpo, el contacto táctil y el olfato son otras for -

mas de comunicación no verbal.

La comunicación institucional

A mitad de camino entre la micro y la macrocomunicación, los mensajes institucionales

adoptan formas tanto de la comunicación interpersonal y grupal, como de la comunicación de ma-

sas, y organizan un conjunto de mensajes que adquieren características propias. Un emisor privile -

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giado de la comunicación institucional, junto con los organismos públicos y las organizaciones so-

ciales, son las empresas.

En este comienzo del siglo XXI, después de más de ciento cincuenta años de capitalismo, las

empresas han logrado una rehabilitación social. Si antes eran presentadas como un espacio de acu-

mulación económica privada, de explotación laboral y búsqueda afanosa de lucro, y su estrategia

comunicacional estaba basada en el producto a través del prestigio que adquiría la marca , en los úl-

timos tiempos predominan los mensajes en los cuales ofrecen la imagen de una institución con obje-

tivos comunitarios; así, en lugar de la marca, predomina el lema institucional (“Estamos para servir -

lo”).

Este pasaje de la empresa a la institución coincide paradójicamente con la transformación de

las instituciones públicas y sociales en verdaderas empresas que buscan la eficacia en la gestión. De

allí la importancia tanto de la llamada comunicación externa de la empresa-institución como de la

denominada comunicación interna o de gestión. Una eficiente comunicación global de la empresa es

aquella que concreta un mensaje coherente hacia adentro y hacia fuera del espacio de trabajo, y que

logra que los significados de sus discursos produzcan una identificación positiva tanto en los consu-

midores como en los ejecutivos, los empleados y los obreros que conforman su personal.

La moderna comunicación institucional construye su legitimidad en las campañas públicas,

en mensajes “no comerciales”; para esto, se utilizan los recursos retóricos y estéticos de la publici -

dad, pero, a la vez, se ofrece un discurso que se hace cargo no sólo de las necesidades materiales de

los consumidores, sino también de sus expectativas culturales y espirituales.

Como se verá más en detalle hacia el final de la cursada, cuando se aborde específicamente el

tema comunicación y empresa, la comunicación institucional apela a dos tipos principales de discur-

so institucional que pueden combinarse. Por un lado, el discurso puede traducir una identificación

con la empresa por su categoría, por su superioridad; se trata de un “Digo quién soy”, en el que la

legitimidad se alcanza con la sola mención de la empresa y sus atributos, frecuentemente exagera-

dos mediante superlativos e hipérboles. Por otra parte, el discurso puede traducir una identificación

con el “espíritu de servicio”; en esta caso, en el mensaje predomina el receptor de los mensajes,

concebido como beneficiario de la tarea de la empresa, así como la interpelación cálida y afectiva.

Fenómenos micro y macrocomunicaionales: rumor, secreto y chisme en la comunicación

Existen informaciones que nacen y circulan interpersonalmente y que, luego, son reflejadas

por los medios de comunicación de masas, revestidas de cierta autoridad con respecto a su

veracidad: son los rumores. A diferencia de las mentiras, que pueden ser verosímiles si poseen

alguna cuota –aunque sea mínima– de verdad, el rumor es un sustituto de las noticias que no surge

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de canales institucionales y que responde a una insatisfacción con respecto a la oferta de

información que brindan los medios. Si bien los estudios demuestran que la gran mayoría de los

rumores son verdaderos, éstos adquieren autoridad sólo cuando se comprueba su verdad o son

puestos en circulación por alguna institución de la comunicación social; en otros términos, necesitan

una certificación.

En la microcomunicación, es decir, en espacios acotados, el rumor adopta la forma de

murmuración. Ésta se limita a grupos pequeños, locales, cuyos miembros están unidos por vínculos

personales, y se relaciona con detalles un tanto íntimos de los rasgos y las conductas de personas

específicas. El rumor, en cambio, generaliza mucho más y sufre una serie de transformaciones a

medida que va circulando de persona en persona; así, cumple en algunas circunstancias la función

de un arma de combate; es el caso, por ejemplo, de la “guerra psicológica”, que busca mellar la

moral de las tropas enemigas en el desarrollo de una contienda bélica.

Rumores y murmuraciones suelen proliferar con un sentido de resistencia en sociedades con

un nivel de censura muy alto, en las que predomina el secreto. Curiosamente, en la sociedad actual,

que, como vimos, suele denominarse “de la información”, todavía abunda, por razones de Estado

(privado o público), el secreto: militar, financiero, clínico-médico, etcétera. Por otra parte, y como

una nueva paradoja de la tecnología, los sistemas de control de la información pueden conocer tanta

información acerca de los individuos como ellos mismos o, inclusive, más (algo similar ocurre con

los países y el control satelital de su territorio). Por lo tanto, los aparatos de búsqueda y

almacenamiento de la información operan contra el secreto como resistencia del individuo contra la

invasión de su privacidad y a favor del secreto que permite a esos mismos aparatos tener un poder

adicional sobre los individuos aislados.

Por último, habría que referirse a un fenómeno macrocomunicacional que se ha convertido en

núcleo central de la televisión mundial y que se relaciona directamente con el rumor, la

murmuración y el secreto; se trata del chisme, forma degradada de la información no autorizada.

Más allá de los bajos costos de los programas de chisme, el género explota la curiosidad de las

personas sobre la vida cotidiana de los ricos y los famosos, colocándolos en una posición de

“creadores” de información.

La noción de información

Hemos dicho que comunicar implica transmitir información. Conviene, por lo tanto, que nos

detengamos a analizar la noción de información.

El concepto de información puede ser analizado desde diferentes perspectivas. Por una parte, en

el campo de la estadística y la probabilidad, la teoría de la información, de origen matemático, aplica

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criterios que permiten prever con algún grado de fundamento la aparición de una señal. La señal es una

cantidad de energía determinada y no un signo o relación cultural entre una expresión (significante) y

un concepto (significado). Desde esta perspectiva, un emisor codifica un mensaje mediante la selección

de señales de una fuente o repertorio y el mensaje es decodificado por un receptor; ni el emisor ni el

receptor deben ser necesariamente humanos: puede tratarse también de máquinas o de organismos. La

fuente puede tener una memoria que organice las probabilidades de ocurrencia de una señal; por

ejemplo, puede contemplar que la terminación en consonantes n y s de las palabras castellanas es muy

superior a la terminación en cualquier otra consonante. Así, la información sería una medida de la

frecuencia relativa o de la probabilidad de ocurrencia –una medida estadística– de una señal o un

mensaje.

La teoría de la información contempla también la posibilidad de ocurrencia de fenómenos

desestabilizadores de la comunicación o ruidos, es decir, la distorsión producida a partir de un

inadecuado funcionamiento del canal o sistema físico-técnico que sirve de vehículo a las señales.

Los factores desestabilizadores son neutralizados mediante la redundancia, proceso por el cual se

reiteran las señales, los mensajes –o de parte de ellos– para reforzar las posibilidades de

decodificación. En la práctica, la redundancia se mide como el excedente relativo de señales en

relación con el número mínimo que habría sido necesario para transmitir la información.

La extrapolación de este modelo a la comunicación humana recibe, entre otras, la crítica de

suponer un receptor que, meramente, identifica lo codificado por el emisor, cuando, en realidad, la

recepción es una nueva actividad de construcción del mensaje. En efecto, el receptor realiza

inferencias, aplica estrategias de selección de la información e, incluso, actúa como emisor mientras

el emisor emite; por ejemplo, haciendo gestos que van condicionando la emisión.

Desde el punto de vista de una de las ramas de la psicología cognitiva contemporánea, el

procesamiento de información posibilita la construcción de conocimiento. El conocimiento es pen-

sado no como una copia de la realidad, sino como el resultado de la interacción entre las capacida-

des innatas y las posibilidades informativas que otorga el medio. Para realizar dicha construcción, la

persona cuenta, fundamentalmente con esquemas que construyó en su relación con el medio. Los

esquemas son representaciones de las situaciones, de los conceptos y demás que permiten manejar-

los internamente y enfrentarse a situaciones iguales o parecidas en la realidad, tratándolas como in-

formación. En otras palabras, los procesos de comunicación organizan y convierten los datos, las

situaciones, etcétera en unidades de información. Los datos están potencialmente al alcance de la

persona, pero deben ser organizados selectivamente. Así, el conocimiento no es acumulación de

información, sino un modo particular de organización de la información en la mente.

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Uno de los presupuestos básicos de la psicología cognitiva es que la mente humana es com-

parable, en términos generales, a un ordenador. En ambos casos existe un hardware y un software:

por un lado, el soporte físico mediante el que se realiza la incorporación de información (en el caso

del ordenador, el soporte electrónico, y en el del ser humano, los circuitos neuronales), y, por otro,

una serie de programas que sirven para ordenar y utilizar la información que se tiene. Además, co -

mo el ordenador, la mente humana tiene dos tipos de memoria: una es la permanente, donde se al -

macena toda la información que se ha introducido, y otra es la transitoria, con la que puede trabajar

hasta que la información se transfiere a la memoria permanente. La memoria a corto plazo tiene una

capacidad limitada, al igual que la de los ordenadores; esa limitación se ha precisado en alrededor

de siete elementos, que podrían retenerse durante unos veinte o treinta segundos. Para que mayor

cantidad de informaciones nuevas pasen a formar parte de la memoria a largo plazo, es necesario

mejorar las estrategias de relación con la información que ya se posee; procesar la información,

mantenerla durante algún tiempo y otorgarle algún tipo de plan.

En general, la comparación mente humana-ordenador en relación con la información recibe la

crítica de dejar de lado los problemas que impone el significado: un programa informático es ante

todo una construcción formal y sintáctica; si un programa fuera capaz de operar los símbolos chinos

para construir una pregunta, por ejemplo, la construiría formalmente, según reglas sintácticas, pero

sin entender el significado de una sola palabra del chino.

Una tercera acepción toma la información como una práctica discursiva y como una

institución de la sociedad moderna, también llamada “sociedad de la información” por estar

caracterizada, a la vez, por el flujo de noticias y la informatización. Desde este punto de vista, la

información tiene una dimensión histórica y social; se canaliza a través de soportes específicos,

como la prensa o los medios audiovisuales; utiliza formatos reconocibles, como los géneros

periodísticos, y construye consensos para la toma de decisiones o acerca de lo que se denomina la

“actualidad”. Desde esta línea, la sociedad actual es una sociedad informatizada, informativa e

informada.

A partir de las acepciones de información vistas, se podría interrogar la función de los medios

masivos. Así, podrá observarse que la redundancia, mecanismo central en la comunicación interper-

sonal (con el gesto se refuerza la afirmación verbal, con ciertas estructuras textuales se resume (algo

dicho), cumple una función totalmente diferente en la comunicación de masas de carácter audiovi-

sual: sobre todo en los mensajes publicitarios y promocionales de las industrias culturales, la redun-

dancia tiende a producir una sobreinformación con efectos “desinformadores”, ya que la posibilidad

de recibir adecuadamente tal cantidad de mensajes repetidos queda anulada por la saturación.

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Por otra parte, retomando los principios de la psicología cognitiva, si el conocimiento es el

resultado de la interacción entre las capacidades innatas y las posibilidades informativas que otorga

el medio exterior a la persona, las posibilidades informativas se ven limitadas por los medios masi-

vos. Ciertamente, éstos manejan un concepto de información que, en reiteradas oportunidades, no

sirve para la construcción de una visión autónoma de la realidad, ya que su “actualidad” no

jerarquiza la información pertinente para la comprensión de los fenómenos, sino que selecciona la

información (real o falsa) que puede circular como mercancía, es decir, que resulta rentable.

La dimensión comunicacional de la cultura y la dimensión cultural de la comunicación

Comunicación y cultura son términos estrechamente vinculados. Su relación no es solamente

un problema de palabras o de conceptos, sino que la historia demuestra que las prácticas culturales

se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales y tecnológicos. Senderos,

ríos, personas, cables, frecuencias y ondas vehiculizan transportes, individuos, mensajes, palabras e

imágenes. Los hombres se reconocieron en la mirada de los otros, se acercaron, formaron comuni -

dades y, al mismo tiempo, se alejaron para formar otras comunidades en territorios más distantes,

para lo cual necesitaban también mecanismos de conexión y comunicación. La aparición de nuevas

tecnologías, de las más simples a las más complejas, que permitieron al hombre desplazarse y co -

municarse reformularon en la cultura las nociones de espacio y tiempo, que, en realidad, son repre-

sentaciones humanas.

Del hombre muy sedentario de las cavernas, se pasó al nómade que se alejaba del peligro o,

en otros términos, de la emigración en busca de nuevos destinos al anclaje en un territorio. Las cul-

turas agrícolas, los descubrimientos de la navegación, la formación de las ciudades, las crisis econó-

micas, las guerras, etcétera fueron factores que colaboraron en la existencia de un movimiento de

oscilación en uno y en otro sentido –emigrar y arraigarse–, lo que promovió el intercambio cultural

y la creación de nuevas formas de comunicación.

En primera instancia, las tecnologías deslumbraron al hombre, que reaccionó como ante

aquellos fenómenos de la naturaleza que no comprendía; luego pasó a conocerlas y a utilizarlas en

su provecho. Las tecnologías fueron y son innovaciones surgidas de las necesidades sociales, ya que

se caracterizan por solucionar problemas que se le plantean al hombre, aunque originan nuevos pro-

blemas para los que hay que buscar soluciones distintas.

La utilización de las tecnologías deja efectos culturales, moldea reacciones y conductas hu-

manas, condiciona la comunicación social y caracteriza toda una época. Hubo etapas caracterizadas

por el movimiento de la navegación; otras, por la cultura del caballo como medio de transporte y

trabajo; en nuestro siglo, el automóvil hizo construir autopistas que, como en Los Ángeles, dejan

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poco espacio para el simple peatón. Hay asistimos a la cultura del teléfono móvil, de la conferencia

por Internet, del “chateo”, que también dejan efectos culturales entre quienes los utilizan. El chateo

entre personas desconocidas, por ejemplo, sirve para reflexionar sobre diversas relaciones entre co-

municación y cultura. Para esas personas, chatear significa comunicarse; implica un umbral de rela-

ción y vínculo que, sin embargo, generalmente, no pasa de una conversación sobre cuestiones se -

cundarias. De todas maneras, el chateo permite ocultar la verdadera identidad (aspecto que en otro

tipo de comunicación se percibe muy negativamente) y, de esa manera, despejar los efectos de los

prejuicios sobre la raza, el sexo, la ideología o la religión de los participantes, que sólo se manifes -

tarían a partir de algunas de expresiones. Como vemos, la tecnología permite avances culturales y,

al mismo tiempo, plantea interrogantes acerca de sus efectos.

Ahora bien, en realidad, cualquier modificación cultural acentúa un proceso social preexis-

tente, que ya se ha desarrollado lo suficiente como para articularse con la nueva tecnología y acele -

rar su crecimiento. En este sentido, la sociedades no separan más a los individuos porque éstos cha -

teen, usen constantemente teléfonos móviles, o escuchen música en sus walkman sin mirar al próji-

mo; por el contrario, el aislamiento de las personas en las sociedades modernas es el resultado de

procesos sociales y económicos que tienen su correlato en una fragmentación cultural, productiva y

familiar. Paradójicamente, en muchas oportunidades, ese aislamiento y esa fragmentación son com-

pensados por una cultura de masas que devuelve al hombre la imagen de pertenecer a una comuni-

dad y de poseer una identidad.

Universidad de Buenos Aires

Facultad de ciencias Sociales

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Carrera de Ciencias de la Comunicación

DOCUMENTO DE LA CÁTEDRA MANGONE, COMUNICACIÓN I

Teorías y prácticas de la comunicación I, cátedra Mangone

“La cultura”2

Aparición de la cultura

La comunicación y la cultura están estrechamente vinculadas; en efecto, la historia demuestra

que las prácticas culturales se estructuran sobre circuitos de comunicación naturales, interpersonales

y tecnológicos. Por esta razón, dado que ya nos hemos introducido algunas las nociones básicas so-

bre la comunicación, pasaremos a ocuparnos de la cultura.

Imaginemos un momento en que el hombre, ya erguido y en la búsqueda de sustento, descu-

bre por azar que, al mover fuertemente el árbol que le da alimento, los frutos caen. Acostumbrado a

batirse contra fenómenos naturales que no entiende y contra seres que lo superan en fuerza, como

los grandes animales, el hombre comprende entonces una relación de causa y efecto que lo incorpo-

ra en una dimensión cultural. Dejando de lado que, en realidad, los procesos de evolución implican

millones de años, podemos pensar que se ha producido una modificación fundamental en el vínculo

entre el hombre y la naturaleza: en cierto momento, aquél interrumpió el ciclo natural y comenzó a

usar los productos de ésta en su provecho. A partir de allí, la necesidad de transmitir esta experien-

cia forzará a su organismo a encontrar un instrumento adecuado que comunique y que permita, de

alguna manera, archivar la información que se volvió consciente. El “trabajo” del hombre sobre la

naturaleza, la conciencia de los efectos concretos que la aplicación de técnicas produce sobre la Tie-

rra y su entorno, el desarrollo, entonces, de su “inteligencia” sobre la realidad, así como la aparición

del lenguaje y la representación del tiempo —en función de la previsión y el futuro— son los requi-

sitos necesarios para el desarrollo de la dimensión cultural.

Cultura, desde entonces, se va a asociar a esta doble instancia –un tanto paradójica–: conser-

var experiencias del pasado para transmitirlas y plantearse estrategias hacia el futuro, compartir pro-

yectos y objetivos.

La posibilidad de compartir las experiencias a partir del desarrollo de los mecanismos de

transmisión y comunicación —al respecto, será fundamental la aparición del lenguaje articulado—

permitirá el pasaje de la mencionada dimensión cultural a una “cultura” propiamente dicha, muchas

veces identificada con el término “civilización”, es decir, la comunión en un tiempo y en un espacio

de valores, ideas, creencias, rituales y formas de vida.

El hombre empezará a simbolizar la nueva relación con la naturaleza de múltiples maneras.

Inicialmente, identificará los fenómenos físicos y climáticos como sobrenaturales y proyectará so-2 Por Carlos Mangone

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bre ellos la angustia de una existencia finita y débil. La religión y el arte canalizarán gran parte de

estas nuevas inquietudes y serán la base de las primeras manifestaciones conscientemente “cultura-

les”. No por casualidad, si bien todas las personas “tienen cultura”, los primeros individuos recono-

cidamente “cultos” se encuentran en las filas de los clérigos, los filósofos y los artistas, es decir, los

especialistas en interpretar los códigos culturales de cada civilización.

Una cultura, como se ve, se define en principio por la serie de prácticas que ponen en juego

palabras e imágenes en los rituales celebratorios que cada civilización realiza para confirmar su

identidad, conservar su memoria, diferenciarse de otra cultura y asegurar la incorporación de los

nuevos integrantes.

Es fácil notar que, desde los comienzos, en el funcionamiento de la cultura están presentes

elementos que se pueden observar actualmente, en tiempos de dominios audiovisuales, relaciones

globales de comunicación y multiplicación casi infinita de mensajes: una idea del pasado, una vi -

sión de los tiempos futuros, técnicas de producción y transmisión de la experiencia, procesos de

simbolización, relaciones entre la palabra y la imagen, rituales y celebraciones. El dominio sobre la

naturaleza quizá sea mayor y más efectivo, pero la angustia existencial de los comienzos es la mis-

ma.

La relación cultura, comunicación y tecnología

Desde el momento en que el hombre —en la etapa del deshielo de los glaciares y con un cli-

ma más benigno— salió de su caverna, comenzó un largo camino en que sus costumbres y sus prác-

ticas de subsistencia estuvieron determinadas por las condiciones del medio que lo rodeaba. Al salir

de la caverna, amplió su campo visual y los órganos se adaptaron a las nuevas funciones, de la piel

que servía como cortinón de la boca de la caverna tomó la idea de cubrirse el cuerpo con una indu-

mentaria. Desde entonces, la vida cotidiana del hombre estará signada por un proceso ambivalente

de relación gregaria con otros (así va a llegar a comunicarse y desarrollar la facultad del lenguaje) y

de búsqueda de una autonomía personal (que se refleja en la paulatina separación de la tribu, de la

que dependía para defenderse del clima y de los grandes animales).

El modo en que el hombre logra el sustento y en que vive en sus horas de descanso y ocio ex -

plican, en cada época, por una parte, sus relaciones con su hábitat y con la tecnología y, por otro la-

do, las formas que adquieren sus creencias. La tendencia a lo gregario se simboliza en la formación

de aldeas, pueblos y ciudades; en la colaboración para lograr el sustento y, luego, para realizar el

trabajo creador. Los hombres se juntan para sobrellevar las inclemencias del tiempo, la angustia por

la finitud de la vida y para vencer el cansancio de la tarea diaria.

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Sin embargo, como vimos, al mismo tiempo que se iguala en el conjunto, el hombre comien-

za un proceso de diferenciación a través de una serie de símbolos, de posesiones, de formas de ac-

tuar, de lenguas, de costumbres culturales.

Ya en la Revolución industrial, el creciente urbanismo hacinó grandes muchedumbres que

fueron buscando en los suburbios y en la casa propia su territorio, de la misma manera que, en los

tiempos primitivos, se lo demarcaba para deslindar un espacio. De esta forma, las innovaciones tec-

nológicas ligadas a los procesos productivos se desarrollaron también en función de nuevas necesi-

dades, como las distancias entre el trabajo y la residencia, la conformación de la casa y del espacio

público. La cultura se fue llenando de variantes comunicacionales. En el espacio público, senderos

que se convirtieron en rutas y, posteriormente, en calles (lo que a su vez fue exigiendo vehículos

que trasladaran a las personas más rápido y cómodamente). En la parte privada, pasos comunicantes

como los pasillos, las galerías, las escaleras. A fines del siglo XIX, en los países más avanzados se

consolidó la idea burguesa de un hogar propio y, dentro de él, de habitaciones que brindaran alber-

gue y privacidad a cada miembro de la familia. Esta disposición del hábitat reformuló la higiene so-

cial y privada, y resultó un proceso de autonomía de los individuos que culminó en este comienzo

de siglo y milenio, en el que los sectores sociales más pudientes pueden utilizar su ambiente (y el

propio automóvil como tal) con comodidades que anteriormente eran compartidas por todo un gru-

po familiar: televisor, equipo de música, teléfono, etcétera.

Si bien actualmente nos encontramos con un formidable desarrollo de las tecnologías, las pre-

guntas centrales acerca de su aparición, su desarrollo y su crisis en relación con la cultura no cam -

bian mucho desde los tiempos remotos, cuando el hombre advirtió que, ejerciendo una determinada

técnica sobre la naturaleza, producía una modificación que mejoraba su nivel de existencia y aho-

rraba gasto de energía. De allí que, ante la aparición de nuevas tecnologías, resulta importante pre -

guntarse no sólo qué funciones tradicionales viene a cumplir, sino también en qué medida mejora

realmente el nivel de vida de la sociedad y qué efectos culturales produce. Por otra parte, no hay

que dejar de advertir que la relación paulatina que inicialmente tuvo el hombre con los fenómenos

de la naturaleza (temor, adoración, ignorancia, conocimiento, utilización) puede trasladarse a las

reacciones que manifestó en este siglo frente a cada nueva tecnología.

Una clasificación de las funciones de la tecnología en la cultura reconocería por lo menos las

siguientes:

1) Mejorar los resultados prácticos de la actividad: Esto se observó claramente en el “progre-

so” de las armas con el fin de contraponer la mayor fuerza de los animales. Es la búsqueda de una

mayor eficacia y una mayor productividad, y se sintetizaría en la ecuación de más potencia y más

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velocidad en la producción, así como el incremento de lo producido. Vale hoy para analizar tecno-

logías que hacen hincapié en la rapidez y en la producción masiva y en todo tipo de traslados en el

espacio.

2) Archivar la información para transmitirla en el tiempo: Se trata de técnicas fundamentales

para la aparición y la conservación de una cultura como civilización e implican sistemas de codifi-

cación como los signos icónicos o verbales. La complejidad creciente de las sociedades requirió ins-

trumentos cada más sofisticados para almacenar la información ya sistematizada y jerarquizada, cu-

ya transmisión en el tiempo permitiera integrar a futuros individuos en la cultura preexistente. La

escritura, la imprenta y la moderna cibernética determinan momentos cruciales de esta función tec-

nológica que supera los límites de la memoria en las culturas orales.

3) Controlar y dominar: En oportunidades, resulta una condensación de los progresos de las

funciones militares y de archivo de las tecnologías, ya que implica el control de los registros, las

identidades y las posesiones de los sujetos y los grupos sociales. Algunos especialistas debaten

acerca del progreso tecnológico de la humanidad en relación con las tareas de control y dominio, y

consideran para ello la función de las primitivas armas que sirvieron al hombre para ser más autóno-

mo del poder de los animales, así como de las actuales tecnologías de destrucción masiva de la era

nuclear y neutrónica.

Si se tuviera que optar por una función de la tecnología que abarcara los principales rasgos de

las mencionadas funciones, sería la de ahorrar esfuerzo, tanto muscular como intelectual. La coro-

nación en la cultura moderna serían la suma de la informatización (capacidad de almacenamiento de

información y simplificación del trabajo intelectual) y la robotización en todas sus formas (sustitu -

ción del trabajo físico humano de carácter rutinario o peligroso).

Ahora bien, en ocasiones, los objetivos buscados entran en contradicción con los re-

sultados reales de su aplicación, es decir, se producen las llamadas “paradojas del progreso

tecnológico”: la incomunicación de la sociedad de la información, la alienación tecnológica

o posibilidad de que se produzca un gran gasto de energías físicas e intelectuales por el es-

fuerzo de ahorrarlas, etcétera. Tomemos un ejemplo: la videocasetera es aprovechada en un

10% de sus funciones; es dominada por el hombre que la ha creado en su provecho, pero,

en cierta manera, empieza a volverse en contra de su libertad de dominarla; y no se ha lle -

gado a dominar por completo la video cuando ya viene el DVD; como en la cinta del gim-

nasio, el hombre corre cada vez más rápido para estar siempre en el mismo lugar.

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Las definiciones de cultura

El término “cultura” deriva del latín, “colere”, que significa cultivar, cuidar, criar. En su

sentido original se entiende por el cuidado y perfeccionamiento de un objeto a través de la actividad

humana. Por extensión, el significado implicó el propio mejoramiento espiritual y artístico del

hombre. Un hombre “cultivado” será luego aquel que dispone de ciertas capacidades para producir

o recibir mensajes de alguna complejidad formal y que, además, accede a la información de la

historia y de la filosofía. El racionalismo humanista y, posteriormente, el Iluminismo dieron al

concepto de cultura un significado de resultado, dejando de lado, en principio, los procesos que

permiten ese “cultivo”. Una reacción romántica, ejemplificada en el alemán Johann Gottfried

Herder, suma a los resultados los procesos de formación y autoformación del espíritu y del

conocimiento. Al extenderse el concepto a las prácticas sociales que vayan más allá del sistema

educativo o de la producción artística, el significado de “cultura” comienza a integrar todo aquello

que participa de la vida social y cotidiana de los individuos. Nos acercamos, así, a una concepción

más antropológica de la cultura, que se podría definir como el conjunto de respuestas colectivas a las

necesidades vitales. Esta amplia caracterización incluye la llamada “cultura material”, la tecnología y

las normas que regulan las relaciones productivas en una determinada sociedad, así como los valores,

las reglas jurídicas, los sistemas simbólicos, la religión, el arte, la producción económica y la

superestructura política.

Luego, esta ampliación a “todo hacer” del hombre va a ser limitada en parte al nivel de los

símbolos y de los discursos; la cultura será definida entonces como una estructura significativa que

ayuda a construir identidades en espacios relativamente acotados.

Como se ve, las definiciones de la cultura o consideraciones de lo que está adentro y afuera de la cul -

tura dependen del punto de vista del que las enuncia, sea un sujeto, un movimiento o una civilización, y de-

termina. En la historia no faltan ejemplos de pueblos que denominaron a otros “incultos” sólo porque no ha -

blaban su propia lengua. De allí el significado de “bárbaro”: los griegos percibían las lenguas extranjeras co -

mo un continuo “bar-bar-bar”. Este etnocentrismo explica a veces los juicios desvalorizantes sobre las cos-

tumbres ajenas, también culturales, que los individuos producen cotidianamente, así como las descalificacio-

nes sobre formas de vestirse (el “mal gusto”), de comer (“no tiene cultura gastronómica”), de hablar (“utiliza

lenguaje vulgar”), etcétera.

Clasificaciones de la cultura

Cultura alta, masiva y popular

El carácter amplio o restringido del concepto de cultura y la intolerancia frente a la diversidad

cultural dan lugar a distintos tipos de clasificaciones. Por ejemplo, existe una clasificación en “nive-

les de cultura”. La cultura históricamente considerada más importante se identifica con lo que

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usualmente denominamos “arte”. Desde este punto de vista, un hombre cultivado, educado, es

aquel que puede sentir, percibir y comprender una obra artística en todas sus dimensiones, para lo

cual pone en funcionamiento una serie de competencias innatas y adquiridas por educación familiar

y escolar que le permiten no sólo contemplar con naturalidad la obra, sino también extraerle la ma-

yor cantidad de sentidos posibles. La poesía en particular y la literatura en general; la música espe-

cialmente; la pintura, la escultura y, por mucho tiempo, el teatro formaron parte de la formación

cultural más reconocida y excelsa. Si bien la propia palabra “arte” supone artilugio, técnica de si -

mulación de la realidad, las producciones del arte se entienden como piezas únicas, irrepetibles y

dignas de ser conservadas y transmitidas de generación en generación por la tradición cultural. Qui-

zás, el ejemplo que condense los aspectos centrales de esta cultura sea la ópera, en donde intervie-

nen varias de las formas mencionadas (la música, el teatro, la plástica en la escenografía, la danza,

etcétera).

En esta clasificación, paralelamente a estas producciones culturales, dirigidas a un público

minoritario (en oportunidades, integrado por los mismos autores) e inscriptas en una cultura letrada,

las clases populares sin instrucción ni alfabetización no tienen cultura; sin embargo, desde una

perspectiva más amplia, es evidente que desarrollan prácticas culturales propias, muchas veces co-

mo contrapunto con esa cultura elitista y de sociedades muy estratificadas. En estas prácticas de cul-

tura popular, no está tan presente la idea de autor, de un sujeto dotado de amplias competencias in-

telectuales, sino que la creación se percibe como algo colectivo que da identidad al conjunto que

participa de la manifestación cultural como productor y receptor al mismo tiempo. Esta recepción, a

diferencia de lo que ocurre con la cultura alta, es participativa y transformadora. Como ocurría con

el mito y con la leyenda, que se iban transformando mientras se transmitían a través del espacio y

del tiempo, en las prácticas de la cultura popular aparecen nuevos “ingredientes” que surgen de la

creatividad de los protagonistas. Las fiestas religiosas populares, los juegos y deportes, la música

popular, los carnavales, las ferias artesanales, las fiestas de la producción agrícola, son, entre otras,

manifestaciones de profunda raigambre cultural que, en muchos pueblos, resultan al mismo tiempo

fiesta, trabajo y creencia.

La cultura popular, que, como se advierte, abarca mucho más que el denominado “arte”, no

produce piezas únicas; quizás, el mejor ejemplo sería la artesanía, que tiene algo de arte (por ser ca-

si siempre distinta) y también lo repetido de la manufactura (propia de la etapa industrial previa a la

estandarización de las mercancías).

Finalmente, en esta tensión entre cultura alta y cultura popular aparecieron, con el proceso

mencionado de la revolución industrial, las llamadas industrias culturales que, a imagen y semejan-

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za de la producción de bienes materiales, entregaron la posibilidad de acceder a los bienes culturales

masivamente. Algunos estudioso, entonces, introdujeron el concepto de “cultura masiva”.

Aquí, si bien retorna la idea de autor, el carácter de la producción distingue claramente el al-

cance del concepto respecto del artista tradicional que manejaba casi totalmente los elementos de su

obra. El cine, la televisión, la radio, la prensa, la publicidad, el diseño, el arte multimediático, la fo-

tografía son producidas casi siempre desde modelos muy establecidos que se conectan directamente

con los llamados “gustos” de las masas. Existe una cadena de “autores” que suman sus destrezas pa-

ra entregar en cantidad –y, a veces, también en calidad–, los productos de la cultura audiovisual que

predomina actualmente. A diferencia de la cultura alta y de la popular, en la cultura de masas rige la

ley de la ganancia mercantil y, por lo tanto, el prestigio o la tradición están subordinados a la fama,

la popularidad y al “rating” (en ventas, en cantidad de espectadores, en tirada de revistas y demás).

Hasta hace algún tiempo, quedaba muy claro qué práctica pertenecía a cada nivel de cultura,

lo que, a su vez, hablaba de clases sociales nítidamente distinguidas; sin embargo, actualmente, la

diferenciación resulta mucho más compleja. Las prácticas de la cultura alta se conservan y difunden

en tecnologías, soportes y formatos de la cultura masiva (composiciones musicales, fragmentos de

ópera, literatura, pinturas, etcétera); la propia cultura masiva adopta temáticas y transforma estilos

de la cultura alta: utiliza las competencias que la escuela enseña a los individuos sobre la literatura

clásica, la formación musical o la historia para producir los argumentos de películas, de historietas y

series, y, además, en relación con la cultura popular, se permite el lujo de difundirla de manera do-

cumental, pintoresca y folclórica, por lo que la cultura popular se adapta a la forma de circulación

de la cultura masiva para obtener repercusión y visibilidad.

Un ejemplo permitiría advertir mejor esta mezcla de culturas que es conocido con el nombre

de “hibridez”. Hasta hace pocos años, el fútbol –tal vez, el deporte más popular del mundo– tenía

más allá del campo de juego un contexto de prácticas populares que no eran relevadas en absoluto

por la cultura masiva: cantos de tribuna, indumentaria, banderas y estandartes, archivo de la memo-

ria de las instituciones, personajes relevantes de los clubes, tradiciones, etcétera. A medida que la

industria audiovisual cubrió las prácticas del fútbol profesional a tal punto que hoy es su sostén eco-

nómico, fue extendiendo su mirada hacia esos contextos, y éstos empezaron a producir sus prácticas

teniendo en cuenta que, a partir de entonces, iban a ser televisados.

Algo parecido ocurrió con el carnaval, tal vez la manifestación de cultura popular más rele-

vante por el componente trasgresor y de contrapunto con la cultura oficial. El carnaval producía –y,

en parte, produce– el simulacro de la inversión de roles sociales: el rey es pordiosero; el pobre, rey;

el animal viste ropas de humano; el hombre, de animal; los sexos se intercambian, etcétera. Sin em-

bargo, el carnaval que, junto con la risa, fue en la Edad Media una fuente de resistencia frente a la

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opresión y una válvula de escape para las clases populares, resultó paulatinamente incorporado a la

cultura oficial y “registrado” como parte del cronograma anual del turismo.

Por lo tanto, se observa una neutralización del potencial cuestionador de la cultura popular no

a partir de su represión y su censura, sino mediante su incorporación como mercancía cultural en de

los innumerables mensajes de las industrias culturales.

Culturas y subculturas

En cada sociedad, si bien predominan determinadas visiones del mundo, funcionan también

sistemas de valores y de signos que abarcan espacios más limitados y que ayudan a la construcción

de identidades a través de prácticas culturales específicas. Habitualmente, se denomina a esos siste-

mas “subculturas”, no porque se los considere de menor importancia, sino por su menor alcance de

influencia social.

Se podría afirmar que todo conjunto de signos con un determinado grado de coherencia inter-

na, una fuerte diferenciación con respecto a otros agrupamientos culturales y una identificación co-

mo grupo se define como subcultura; ejemplos muy importantes son la subcultura juvenil y la sub-

cultura femenina. La subcultura juvenil, por ejemplo, se caracteriza por el uso de ciertos vocablos y

giros propios (aunque a veces originados en los consumos de la cultura masiva), por el afán de dife-

renciarse de los adultos en conductas, opiniones y signos exteriores como la indumentaria; esto es-

tablece una diferenciación y cohesiona al conjunto. Hay que advertir, sin embargo, que el concepto

de subcultura disimula en parte las diferencias sociales y económicas de sus integrantes.

También hay subculturas determinadas por el espacio geográfico: la subcultura rural, la marí-

tima, la del río y de la sierra y, aunque es la predominante y, por lo tanto, es difícil denominarla de

esta manera, la propia cultura urbana.

Otras subculturas se refieren a gustos o afinidades electivas, como los “hobbies”, las aficio-

nes deportivas o los diversos gustos musicales, como es el caso de la cultura del “rock” (la cultura

“heavy”, la cultura “pop”, la “punk”, entre otras). En muchas oportunidades, las subculturas pueden

integrarse en las estrategias del sistema cultural general y, si los tuvieron, perder los aspectos con-

testatarios o transgresores que les dieron origen. Un buen ejemplo es la subcultura hippie de los

años sesenta, que, en principio, cuestionó la sociedad de consumo, simbolizada en la gran ciudad, y,

luego, en los años setenta, fue absorbida por la misma cultura consumista, lo que la despojó de sus

aspectos más transgresores y la opuso muchas veces a la juventud politizada. En otros casos, desde

el comienzo de su desarrollo, las subculturas en aparecen en cierta forma como dominadas.

El concepto de subcultura resulta muy útil sobre en la época de las culturas audiovisuales, en

que la segmentación de los consumos culturales busca la identificación de los individuos como par-

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te de un subconjunto económico, social y cultural. Las subculturas deben “negociar” su autonomía

con el sistema cultural en su conjunto y, en numerosas oportunidades, son reconocidas por la publi-

cidad, el diseño, los géneros cinematográficos y la oferta televisiva; principalmente, la de transmi-

sión por cable.

Cultura, sociedad y comunicación verbal

Como se observó, las relaciones entre cultura y comunicación verbal son muy estrechas, ya

que el desarrollo del pensamiento y la capacidad de abstracción del hombre están directamente vin-

culados a la posibilidad de transmitir a otros la experiencia de transformación de la naturaleza.

Por otro lado, el lenguaje como institución social que se produce a partir de interacciones en-

tre individuos y grupos refleja en su estructura los condicionamientos propios de la sociedad en la

cual funciona. Al ser manejado por sujetos que se ubican en diferentes escalas sociales, el lenguaje

cumple funciones diferentes. Como lo indican estudios sociolingüísticos, las clases de menores in-

gresos económicos, que acceden a un nivel de instrucción básico o insuficiente, hacen un instru-

mental y práctico del lenguaje verbal; muchas veces, lo que se denomina el “habla popular” termina

transformando la lengua. Las clases más acomodadas, en cambio, generalmente hacen un uso con-

servador de la lengua, aunque también está vinculado a fines prácticos, en este caso, preservar su

ubicación de dominio.

Las capas medias de la sociedad, por su parte, además de buscar los fines comunicacionales

básicos, protagonizan prácticas más vinculadas a la eficacia comunicacional y estética; en otras pa-

labras, toman el lenguaje no sólo como instrumento de comunicación, sino también como objeto de

reflexión. El comercio, la docencia, las tareas administrativas, la actividad cultural, el discurso polí-

tico, la publicidad y los medios masivos dependen en general para ser eficaces del control de la or -

ganización del discurso y son tareas habitualmente emprendidas por integrantes de la clase media y

de la pequeña burguesía.

Tradicionalmente, las jergas populares estuvieron fuera tanto del ámbito de la escuela –que

históricamente fijó las normas lingüísticas promedio– como de los medios masivos de comunica-

ción. Sin embargo, a medida que las industrias culturales se desarrollaron, comenzaron a influir en

el habla popular al mismo tiempo que adoptaban muchos de los giros y de las palabras de propias de

ella. Es el caso del lenguaje informal, coloquial, que incluye los giros habitualmente denominados

“malas palabras”, tema de gran importancia en el discurso televisivo actual. El lenguaje informal —

criticado y no adoptado por la escuela y ausente por décadas de los medios— era el usado en el

seno familiar con la salvedad de los términos “vulgares”. En cierta forma, era una manera de trans -

gredir la censura oficial de una gran cantidad de términos que pertenecían legítimamente a la lengua

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y que, sin embargo, quedaban afuera. Cuando los medios los adoptan y los imponen como norma

lingüística promedio, su uso pasa a ser “oficial”y el poder de trasgresión de la jerga popular ya no

es tanto. Lo que suponía un enriquecimiento del uso del lenguaje, se transforma, al ser utilizado de

manera estereotipada y repetida, en un gran empobrecimiento que, lamentablemente, se traslada a

las propias aulas del sistema educativo. Un ejemplo claro de lo mencionado es el uso como muleti-

lla en el habla adolescente y juvenil de algunas de las llamadas "malas" palabras, que si bien han

perdido su sentido negativo, muestran limitaciones en el uso del vocabulario personal.

Se trata, como es fácil ver, de un proceso común a cualquier relación social en la cual se pon-

ga en juego la influencia lingüística: aquellas instituciones que tienen poder político, social y cultu-

ral en la sociedad son las que poseen más posibilidades de ejercer el dominio en los parámetros del

uso de la lengua.

EDMOND MARC Y DOMINIQUE PICARD:

La interacción social. Cultura, instituciones y comunicación

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Capitulo 1. “Los modelos de Comunicación”

1. Si se intenta describir y analizar el proceso de la comunicación, se llega, en un primer

momento a hacer un recuento de los diferentes modelos que han intentado formalizarlo.

Los primeros han sido modelos técnicos, elaborados para dar cuenta de la transmisión

de las señales en los sistemas de comunicación.

Sin embargo, pronto se vio que los esquemas que se inspiran en los funcionamientos

mecánicos no pueden esclarecer más que parcialmente la comunicación humana. Esta, co-

mo se apoya esencialmente en el lenguaje, se ha estudiado entonces a través de modelos

lingüísticos.

Pero éstos también tienen sus límites. La comunicación es ciertamente una relación

por medio del lenguaje, pero es al mismo tiempo una relación psicosocial. Es necesario,

pues, abordarla también desde este ángulo.

En fin, concebida al principio con una relación lineal entre una fuente y un destinata-

rio, la comunicación se ha revelado como un proceso interactivo, perspectiva que se expre-

sa especialmente en los modelos de interlocutores.

1. Los Modelos técnicos

1. El modelo de referencia es sin duda el de Shannon y Weaver (1949) que presenta la

comunicación como la transferencia de un mensaje bajo la forma de señal, desde una

fuente de información, y por medio de un emisor y un receptor; esta transmisión pue-

de ser afectada por fenómenos parasitarios llamados “ruidos”:

CanalEMISOR RECEPTOR

Este esquema, derivado de la telecomunicación, se ha aplicado a las comunicaciones

humanas en la medida en que existen también, cuando hablamos con alguien, factores que

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mensaje códigoFUENTE Des-codifica-ción

mensaje DESTINATARIO

ruido

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perturban la transmisión de información, algunos de naturaleza energética y otros de natu-

raleza informacional.

Otro interés de este esquema reside en que, al subrayar los procesos de “codificación”

y “descodificación” (procesos que se encuentran en la comunicación a través del lenguaje),

permite esclarecer las razones por las cuales una señal es raras veces idéntica cuando se re-

cibe a como era en su emisión. Pero las limitaciones de esta analogía consisten en que el

código del lenguaje no tiene las mismas características que un código formal (por el cual a

un significante corresponde un único significado, como por ejemplo en el morse).

2. Casi en la misma época, Norbert Wiener inventa el término “cibernética” (1948), que tie-

ne una resonancia inmediata aportando a la comprensión de la comunicación una noción es-

encial dos puntos la de feedback.

Esta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa la reacción del receptor al mensaje emitido y su retorno hacia el emisor. Se pueden distinguir, al menos, tres funciones diferentes del feedback (R. Escarpit, 1976, pág. 50).a) Una función de “regulación”, destinada a “mantener una situación estable” (es el princi-

pio del termostato, que mantiene una temperatura constante a pesar de las variaciones am-

bientales). En este caso, el emisor envía una señal, y el receptor le reenvía las respuestas

que indican los efectos de este mensaje (por ejemplo, en la comunicación humana, todas las

señales que expresan que el receptor ha recibido bien el mensaje y que la emisión puede

proseguir).

b) Una función de “acumulación cíclica” destinada “a hacer evolucionar una situación “en

espiral” “ por el añadido de instrucciones del programa de base de los mensajes reenviados

en feedback cuando cada uno de ellos pasa por el emisor”; en este caso el receptor reenvía

al emisor sus propias señales a las cuales añade nuevos datos (es lo que pasa, por ejemplo,

cuando el emisor desarrolla un razonamiento y utiliza ciertos argumentos en respuesta a las

objeciones planteadas por el receptor).

c) Una función de “acumulación didáctica” destinada “a reenviar hacia la memoria de la

fuente informaciones sucesivas sobre los efectos de sus mensajes”. Existe en este caso la

constitución de un saber y almacenamiento en la memoria; lo cual permite a la fuente nue-

vas estrategias de comunicación que integran las experiencias pasadas.

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Page 25: Facultad de Ciencias Sociales - Cultura y … · Web viewEsta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa

La introducción de la noción de feedback en el análisis de la comunicación constituye

el paso esencial de la comunicación constituye el paso esencial de la comunicación a la in-

teracción. Conduce a considerar que la fuente y el destinatario son de hecho “emisores-re-

ceptores” que ejercen funciones diferenciales en un proceso circular y no lineal (como en el

esquema de Shannon y Weaver).

Inspirados por funcionamientos mecánicos, los modelos técnicos tienen la ventaja de

proponer una formulación muy general de los procesos de comunicación. Sin embargo, no

dan cuenta de la naturaleza específica del lenguaje verbal, lo que justifica el recurso a los

modelos de tipo lingüístico.

2. Los modelos lingüísticos

1. Una de las tentativas más fecundas para proponer un modelo de análisis de la co-

municación inspirado en la lingüística es el de Roman Jakobson. Este ha subrayado

que no se puede asimilar un intercambio de mensajes a la transmisión física de la in-

formación. Es necesario, pues, describir la comunicación humana en toda la compleji-

dad de los elementos que hace intervenir.

Utiliza un modelo “componencial” con el que intenta mostrar las funciones comuni-

cativas específicas de cada componente. Su descripción distingue seis factores esenciales:

“el emisor envía un mensaje al destinatario. Para ser operante, el mensaje requiere, en prin-

cipio, de un contexto en el que envía (...), contexto perceptible para el destinatario y que es

verbal o susceptible de ser verbalizado. A continuación el mensaje requiere un código co-

mún, al menos en parte, al emisor y al destinatario. Finalmente, el mensaje necesita un con-

tacto, un canal físico y una conexión psicológica entre el emisor y el destinatario, contacto

que le permita establecer y mantener la comunicación” (R. Jakobson, 1963, Págs. 213-214,

subrayado por nosotros). El concepto de contexto aquí tiene doble significado de “entorno

de una unidad determinada” y de “conjunto de condiciones sociales” a las que se refiere el

mensaje.

Un mensaje es una secuencia de señales donde la sustancia es la información que

transmite y su forma supone una “codificación” y la identificación una “descodificación”

(de donde se introduce el componente código); por contacto, se entiende la unión física y la

conexión psicológica que existe entre destinatario y emisor.

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Page 26: Facultad de Ciencias Sociales - Cultura y … · Web viewEsta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa

A estos seis factores, Jakobson añade seis funciones lingüísticas que expresan dife-

rentes dimensiones de la comunicación.

-La función expresiva o emotiva que se refiere al emisor y que comprende la expresión

afectiva de la actitud del sujeto respecto a lo que dice.

-La función conativa orientada al destinatario y que devuelve la acción que el emisor quiere

ejercer sobre él por medio de la comunicación.

-La Función metalingüística que se ejerce cuando el emisor y destinatario verifican que uti-

lizan el código en el mismo sentido.

-La función denotativa, cognitiva o referencial que ésta orientada hacia el contexto y del

que depende el significado del mensaje (cuando hace referencia a los elementos de este

contexto).

-La función poética, que se refiere a la forma del mensaje en la medida en que esta forma

tiene un valor expresivo en sí misma.

Así se llega al esquema siguiente:

Jakobson con este modelo se esfuerza en separar los aspectos dominantes del inter-

cambio lingüístico dando la espalda a una visión abstracta y mecanicista de la comunica-

ción. En su ensayo Lingüística y teoría de la comunicación (en 1964, pág. 87 y sig.), prosi-

gue, por otra parte, su reflexión denunciando a los que “postulan un código desligado de la

comunicación efectiva (y) existiendo peligro de reducir el lenguaje a un ficción escolástica”

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CONTEXTO(f. referencial)

EMISOR MENSAJE DESTINATARIO(f. emotiva) (f. poética) (f. conativa)

CONTACTO(f. fáctica)

CÓDIGO(f. metalingüística)

Page 27: Facultad de Ciencias Sociales - Cultura y … · Web viewEsta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa

(pág. 95), también se plantea el feedback y la actitud activa del destinatario en la escucha:

“existe sin lugar a dudas feedback entre palabras y escucha, pero la jerarquía de los dos pro-

cesos se invierte cuando se pasa del codificador al descodificador. Estos aspectos diferentes

del lenguaje son irreducibles el un al otro, los dos son esenciales y deben verse como com-

plementarios” (pág. 94). Se podría añadir el feedback como séptimo elemento del modelo

(con sus funciones de regulación, acumulación cíclica y acumulación didáctica).

No obstante, el modelo de Jakobson, aunque incluye las condiciones sociales de la

comunicación en el contexto, no les da un lugar muy preciso. Durante mucho tiempo, los

lingüistas han ignorado el problema de las relaciones sociales en el estudio de intercambios

lingüísticos y Bakhtine fue un precursor aislado cuando en 1929 recusaba el “objetivismo

abstracto” de Saussure y escribía que “la verdadera sustancia del lenguaje no está constitui-

da por un sistema abstracto de formas lingüísticas (...) sino por el fenómeno social de la in-

teracción verbal” (1977, pág. 136).

Esta posición ha sido, al contrario de la anterior, reivindicada por la corriente de la

“etnografía de la comunicación”, de la que D. Hymes fue, junto con J. J. Gumperz, el pio-

nero y a quien se debe una nueva formalización; el modelo “Speaking”. Mientras Jakobson

se centraba en las funciones lingüísticas implicadas en el intercambio, Hymes ponía en pri-

mer plano el concepto de situación social.

2. El modelo “Speaking” fue presentado por primera vez en un artículo en el año 1962 y

fue modificado en 1972. Propone una aproximación pragmática de los principales aspectos

de las interacciones lingüísticas desplazados a la situación social donde se sitúan.

Hymes aísla ocho elementos en que cada inicial corresponde a las tres que componen

la palabra “Speaking”, de ahí el nombre de su modelo.

-Situación (setting): Componente bipolar que engloba a la vez el marco (término que se

aplica “al momento y el lugar donde se desenvuelve el acto de hablar y de una forma gene-

ral, a todo lo que le caracteriza desde un punto de vista material” y la escena (“el “marco

psicológico” o la forma en que un acontecimiento se encuentra culturalmente definido co-

mo un cierto tipo de escena”). (D. Hymes, 1980, pág. 140).

-Participantes: Se trata no solamente del destinatario y del emisor, sino también de todos

los que participan en la escena y que influyen en su desarrollo a causa de su presencia.

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-Finalidades (ends): Componente bipolar en el que es necesario distinguir los “objetivos-

intenciones” (lo que se desea hacer comunicado y los “objetivos-resultados” (lo que se ha

logrado).

-Actos (acts sequences): Doble componente que expresa a la vez el contenido del mensaje

(los temas abordados) y la forma del mensaje (el estilo en la expresión).

-Tono (keys): Este componente permite moldear el contenido del mensaje mostrando “el

acento, forma, o el espíritu donde el acto se ejecuta, y corresponde en cierto modo a las mo-

dalidades de las categorías gramaticales” (pág. 142); actos idénticos con un mismo marco

pueden diferir por el tono, según sea lúdico o serio, rebuscado o negligente; un tono que se

opone al contenido puede incluso, anularlo, como en el caso del sarcasmo.

-Instrumentos (instrumentalities): Componente bipolar que agrupa los canales y las formas

de la palabra. Escoger un canal “ significa escoger un medio de transmisión de la palabra”

(pág. 143), pero es también indispensable determinar los modos de utilización de los cana-

les (ya que un canal oral, por ejemplo, podrá utilizarse para cantar, hablar, silbar...). Para

determinar las formas de la palabra, se deben tener en cuenta tres criterios: la, procedencia

histórica del lenguaje (lo que se entiende habitualmente por “lengua” o “dialectos”); la pre-

sencia o ausencia de mutua comprensión (o “códigos”), y la especialización del uso (llama-

do generalmente “variedad” o “registro”).

-Normas (norms): componente bipolar que comprende las normas de interacción y las nor-

mas de interpretación. Las normas de interacción agrupan “los componentes particulares y

las propiedades que están ligadas a la comunicación -el hecho de que se tenga el derecho de

interrumpir a los demás o que no se tenga, por ejemplo-” (pág. 144), es decir, todos los me-

canismos de regulación interaccional de la conversación (turnos de palabra, interrupcio-

nes...). Las normas de interpretación “implican el sistema de creencia de una comunidad”

(pág. 145) y suponen que los mensajes son transmitidos y recibidos en función de un siste-

ma de representaciones y hábitos socioculturales.

-Género: “Esta palabra se aplica a categorías como: poema, mito, cuento, proverbio, adivi-

nanza, plegaria, un discurso solemne, conferencia, letra comercial, editorial, etc. Bajo un

cierto ángulo, analizar la palabra en los actos es analizarla en los ejemplos del género. El

concepto de género supone que es posible identificar características formales que son tradi-

cionalmente reconocidas” (pág. 145).

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En algunos aspectos, el modelo de Hymes recorta el de Jakobson presentando ciertos

matices en relación a él: el concepto de situación no es exactamente el de contexto; igual-

mente el concepto de tono se puede acercar a la función expresiva de Jakobson o el de par-

ticipante es más extenso que la pareja emisor-destinatario.

Introduce nuevos elementos como las finalidades (más extensas que la función cona-

tiva) y las normas. Precisa también la forma del mensaje introduciendo conceptos de estilo,

registro de palabra, género.

No obstante, se le puede reprochar una cierta suavidad en los conceptos propuestos:

casi sistemáticamente, presenta componentes bipolares que le llevan a asociar elementos

que merecían estar separados y a poner al mismo nivel procesos diferentes; es así en “las

normas de interacción” y las “normas de interpretación” que no introducen los mismos me-

canismos sociales en juego o bien “del canal” y las “las modalidades de la palabra” o “el

contenido” y “la forma” del mensaje que no tienen funciones superpuestas en la comunica-

ción.

Los modelos lingüísticos como los de Jakobson y de Hymes nos dan una compren-

sión, mucho más precisa que la de los modelos técnicos, del proceso de comunicación, de

los elementos que pone en juego, de las diferentes funciones que se encuentran implicadas.

Pero aunque se esfuerzan en mostrar interacciones concretas, describen en cierta ma-

nera un proceso “ideal”; en efecto, no permiten explicar la mayor parte de las dificultades

que se encuentra la comunicación en la realidad y solamente se refieren a razones lingüísti -

cas de forma limitada; revelan a menudo causas psicosociológicas, por lo que parece nece-

sario completar el estudio de la comunicación en este aspecto.

3. Los modelos psicosociológicos

Para abordar los factores psicosociológicos de la comunicación se puede partir del modelo

propuesto por Anzieu y Martin (1971).

1. Este modelo es susceptible, según ellos, de suplir carencias de un modelo “formal” “in-

capaz de advertir las interpretaciones erróneas, incompresiones paradójicas, lo más flagran-

tes contrasentidos, los conflictos más evidentes” (1971, pág. 133). Intenta integrar la situa-

ción de los que hablan y sus campos de conciencia (porque en la realidad “entran en contac-

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to, no una “caja negra” emisora y una “caja negra” receptor, sino un “hablante” u un “ha-

blado”, generalmente dos o más personalidades participan en una misma situación común

y debaten mediante significaciones”, pág. 133).

Proponen un esquema que abarca el campo de conciencia de los “que hablan” y señala los filtros sucesivos que se interponer entre la intención del “hablante” y la recepción del “hablado”. Este muestra también que la respuesta a los estímulos que constituye el mensaje del “que habla” puede tomas dos vías: la de una respuesta verbal directa, o la indirecta de una acción (las dos constituyen el feedback del mensaje inicial):

Respuesta (indirecta, por ejecución de una acción)

Respuesta (directa, con los mismos medios)

Este modelo incluye también tres elementos importantes que no aparecen explícitamente en

el esquema:

a) En principio, la personalidad de los participantes se caracteriza por “una historia perso-

nal, un sistema de motivaciones, un estado afectivo, un nivel intelectual y cultural, un mar-

co de referencia, un status social y roles psicosociales (pág. 135). Todos estos elementos

tienen un impacto sobre la comunicación. Definen la identidad de los interactuantes consti-

tuida a la vez por elementos biopsicológicos (como la edad y el sexo) y elementos psicoso-

ciológicos relativos a grupos de pertenencia (geográfica, profesional, ideológica...) Estos

factores identificativos sitúan a cada individuo en el interior de las relaciones instituidas por

30

Actitud intencio-nal

Feedbac

Campo de

Conciencia

HABLANTE

Campo de

Conciencia

HABLADO

Estado de

Pérdidas

Comunicación

Estímulos

Pérdidas

Selección de inform

Pérdidas

Actitud Intencional

Page 31: Facultad de Ciencias Sociales - Cultura y … · Web viewEsta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa

la cultura y la sociedad (padre/hijo; joven/adulto; hombre/mujer; patrón/asalariado; produc-

tor/consumidor...). estas relaciones prescriben ciertos tipos de comunicación y prohíben

otros.

b) En segundo lugar, la situación común; ya que “la comunicación hace posible la acción

sobre otros en el interior de una situación definida” (pág. 135). En principio es un medio

para hacerla evolucionar. También depende de los objetivos y de los fines que los partici-

pantes fijan (informarse, convencer, rivalizar, seducir, amenazar, reconfortar, distraer...), fi-

nes que influyen en el contenido y el estilo de la comunicación, es decir, su necesidad o re-

chazo, sus características, pueden ser inducidas por la misma naturaleza de la situación.

c) En tercer lugar, la significación; ya que “los hombres no sólo comunican una cierta canti-

dad de información sino que también intercambian significaciones” (pág. 135). Estas signi-

ficaciones son el resultado, sobre todo, de símbolos que inducen a asociaciones de sentido.

Las personas comunican mejor cuando se sitúan en el mismo universo simbólico y tienen

los mismos marcos de referencias. Al mismo tiempo, este universo simbólico y el sistema

de valores propio a cada uno, desempeña un rol de “filtro” (que conlleva una recepción se-

lectiva de la comunicación) y ejerce un efecto inconsciente de “halo” (“constituido por la

resonancia simbólica despertada en el espíritu del interlocutor por la significación de lo que

emite o recibe” y que desencadena una cadena asociativa) (Pág. 136).

Es necesario añadir que la significación conduce también a las representaciones so-

ciales más o menos compartidas por una colectividad (debido a ello, facilitan la comunica-

ción) y a las ideologías que las organizan.

B. Rimé se une a este punto de vista cuando sostiene él también que la comunicación

frecuentemente no transmite significaciones abstractas y neutras sino que añade a cada sig-

nificado un universo de representaciones que mueven, atraen, calman, paralizan y suscitan

en él conjunto de actitudes.

Si estas significaciones están unidas por un lado a representaciones sociales también

están ancladas en la experiencia corporal y emocional del sujeto (“así, lo que trata el que

habla cuando evoca su referente en la comunicación no es ni mucho menos las formas sim-

bólicas o conceptuales, como se ha considerado generalmente, sino las representaciones ge-

nerales que comportan además de estos aspectos simbólicos y conceptuales, importantes

elementos interoceptivos, posturales y motores, rasgos de las motivaciones, actitudes y es-

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tados emocionales experimentados por este sujeto a través de las experiencias del referen-

te”) (B. Rimé, pág. 435).

Esto subraya el hecho (que no habíamos tenido en cuenta hasta este momento) de que la comunicación no es solamente verbal sino que también implica gestos, mímica, movimien-tos, actitudes posturales; aspectos que se han definido habitualmente por la expresión de “comunicación no verbal”. Los lingüistas han minusvalorado generalmente estas manifesta-ciones y han sido sobre todo los psicólogos quienes las han estudiado de forma sistemática.

2. El lenguaje del cuerpo aparece entones como una dimensión fundamental de la interac-

ción. Los especialistas en esta materia como Birdwhistell (1970) y Argyle (1975) han soste-

nido que la parte más importante de la comunicación no pasaba por las palabras. Sin embar-

go, la expresión corporal ¿constituye un lenguaje al mismo nivel que la lengua? Si algunos

gestos (como mover la mano para decir adiós) pueden actuar como signos, otros no respon-

den a una intención comunicativa y no transmiten información sino que transmiten impre-

siones sobre el estado emocional y afectivo del locutor. Varias experiencias muestran que la

gesticulación que se utiliza hablando no se inscribe en la lógica del código tal como se ex-

presa en la lengua (Rimé, 1984).

La Escuela de Palo Alto ha diferenciado por su parte dos formas de lenguaje: una di-

gital (la lengua fundada sobre signos arbitrarios) y una analógica (la expresión corporal

fundada sobre signos “motivados” (Watzlawick y otros, 1972). Sin embargo, esta distinción

parece insuficiente para dar cuenta de la complejidad de la comunicación no verbal.

Lo que importa en efecto en el análisis del proceso de interacción, no es tanto el ori-

gen de los signos como la función desarrollada en razón de su naturaleza. Y ya que se de-

muestra que ciertas funciones pueden ser aseguradas a la vez por signos verbales y no ver-

bales, se puede pensar que esta distinción es sin duda insuficiente.

Vale la pena partir de la base de la existencia de una “multicanalización” de comuni-

cación humana. Este concepto significa “en una interacción cara a cara, por ejemplo” que

cada interactuante emite (y recibe) un enunciado total, heterogéneo, resultante de la combi-

nación generalmente sinérgica de varios elementos: unos bucoacústicos, reconocidos como

los más antiguos, constituyen la parte verbal del enunciado (la “verbalidad” estudiada por

los lingüistas) y su parte vocal, entonaciones, timbre, altura, intensidad, acentos, ritmo (...).

Otros visuales surgidos de varios códigos que son o bien estáticos (morfotipos, artificios,

adornos) o bien, cinéticos lentos (risas, posturas, muecas) o bien cinéticos rápidos (mímicas

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faciales, gestos) (...). Finalmente se pueden citar lo canales olfativos, táctiles y térmicos...”

(Cosnier y Brossard, 1984, pág. 5).

Lo que diferencia las señales es la naturaleza de sus significantes y las relaciones más

o menos “motivadas” que mantienen con sus significados.

Es el fundamento de la categorización que ha establecido J. Piaget (1970) según tres

tipos: Los índices, los símbolos y los signos.

En el índice, el significante o está diferenciado del significado (a parte del hecho de

que el significante tiene una función señalizadora): constituye “una parte, un aspecto o un

resultado causal de este significado”. Los índices son esencialmente corporales (enrojecer,

por ejemplo, es el resultado de confusión o vergüenza). El índice no se emite voluntaria-

mente en términos generales.

En el símbolo, los significantes están diferenciados de los significados pero todavía

“motivados por una similitud o analogía con sus significados”.3 Supone una elaboración de

expresión, el recurso a un código; es un acto concebido para comunicar. A veces está for-

mado por la repetición mímica y voluntaria de un índice (por ejemplo, cuando se gesticula

para rechazar alguna cosa con expresión de disgusto); o bien es simplemente metafórico

(como cuando se golpea con el dedo sobre una mesa para convencer a alguien, como si se

quisiese meterle un mensaje en la cabeza). Estas señales son, también, sobre todo, corpora-

les; pero un comportamiento puede tomar un valor simbólico (como ofrecer flores para ex-

presar su amor).

El signo tiene un carácter puramente convencional. Recordamos que en la definición

de Saussure sobre el signo, el lazo que une el significante con el significado es arbitrario. El

lenguaje representa la fuente esencial de los signos en la comunicación, aunque la expre-

sión no verbal también puede contenerlos (son todos los gestos convencionales, como el

apretón de manos o un dedo levantado para pedir la palabra).

La comunicación utiliza el conjunto de estos signos, que pueden intervenir sucesiva o

simultáneamente. Este conjunto dinámico lo utiliza el interlocutor; frente a él reacciona y

responde en función de sus propios códigos y sus propios mecanismos interpretativos. Ve-

mos que este análisis no estaría completo sin que nos preguntásemos si estos signos son in-

tencionales o no y si son conscientes o no. Dicho de otra forma, sin que nos hagamos la

3 Si los indicios funcionan según el modelo de la metonimia; los símbolos actúan bajo el modelo de la metáfora.

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pregunta de en qué medida lo que emite es voluntario o se escapa al emisor. Cada señal

(verbal o no) no tiene significado por sí misma y no tiene sentido demás que en su relación

con los otros signos que la preceden, la acompañan o la siguen (por ejemplo, levantarse ten-

diendo la mano es señal de apertura comunicativa al principio de una secuencia y de clau-

sura en los otros casos). Se lo llama generalmente por el término de co-texto a este entorno

verbal o mimogestual de un signo o de una secuencia. Por esto R. Ghiglione propone el

concepto de sistema de comunicación, sistema global en el cual los interactuantes utilizan,

a la vez, palabras, entonaciones, gestos, posturas, comportamientos, mímicas para construir

el sentido. Los significados elaborados y transmitidos resultan “de interacciones entre dife-

rentes sistemas de signo -estructuralmente compatibles- unidos a ellos” (1986, pág. 172).

Por otra parte, las diferentes señales asumen diversas funciones en la comunicación:

función expresiva, conativa, referencial (según Jakobson); también de puntuación y regula-

ción de la interacción, como lo veremos más adelante.

Esto es lo que hace tan compleja la secuencia real de comunicación y hace necesaria

la utilización de un aparato conceptual y modelos teóricos de análisis, para dar cuenta de

ella.

3. La perspectiva psicosociológica ha contribuido a enriquecer nuestra comprensión

de la comunicación en muchas direcciones.

a) En principio ensanchando su campo que no sólo está limitado a los intercambios verba-

les. Se llega a una concepción de una “comunicación total”, verbal y no verbal, digital y

analógica, implicando varios subsistemas (la lengua, la voz, la mirada, la mimogestualidad,

las posturas, los movimientos...). Todo comportamiento puede tener un valor comunicativo

en una situación de interacción (callarse puede ser también una forma de comunicarse).

b) Después, el acento se desplazó de la transmisión de información a la elaboración y al re-

parto de significados. Comunicar es convocar y organizar un conjunto de representaciones

y esforzarse en transmitirlas. En este sentido, el lenguaje no aparece como un simple medio

de transporte de información sino como una dimensión esencial de la cultura donde se ins-

criben la mayor parte de los valores y de las representaciones sociales que fundan el inter-

cambio y las prácticas colectivas.4

4 Para dar un ejemplo elemental, ciertas terminologías en francés que designan roles no tienen dos géneros por lo que se habla de un ministro, un profesor y una empleada de hogar.

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c) la comunicación se ha revelado no solamente como una relación entre un emisor y un re-

ceptor sino fundamentalmente como “el establecimiento de una forma de relación psicoso-

cial entre dos personas” (Rimé, 1984, pág. 420). Por la relación psicosocial hay que enten-

der una relación determinada por la identidad social de los interactuantes (su edad, sexo,

rol, status; es decir, un cierto lugar en la estructura y la jerarquía social...) y por la posición

respectiva y el tipo de relación que une estas identidades unas con otras.5

d) En fin, la aproximación psicosociológica permite precisar el concepto de contexto que

tiene, como se ha visto, al menos dos sentidos y designa, a la vez, los hechos del lenguaje y

los hechos sociales.

En el primer sentido, el contexto es un entorno semiótico que puede ser el entorno

lingüístico inmediato de un signo, un enunciado, un mensaje (lo hemos designado como co-

texto). Puede ser también, más ampliamente, el universo de significaciones, discursos y re-

presentaciones a que se refiere un mensaje (se le llama intertexto).6

En el segundo sentido, se hablará de situación, designando este término el marco y

las circunstancias en las que se desenvuelve una interacción. Se trata sin embargo de un

concepto muy amplio en el que parece oportuno distinguir varios niveles:

-En principio, el marco donde se sitúa el encuentro; es a la vez, el entorno físico, el lugar

donde sucede y la temporalidad en la que se inscribe. Como se verá, el marco no es un sim-

ple entorno neutro, sino una estructura marcada por la cultura que influye en el proceso de

comunicación.

-Después, la escena donde juegan los interactuantes, este concepto incluye la relación que

los une, el “escenario” del encuentro, la dinámica que los impulsa (los motivos que reúnen

a los protagonistas, sus intenciones, esperas, la idea que se hacen los unos de los otros, las

estrategias comunicativas que desarrollan...).

-Hay también, el contexto institucional que determina el rol y status de los interactuantes,

las relaciones, las obligaciones estructurales que pesan sobre ellos.

5 Varias experiencias muestran, por ejemplo, que cuando existe una relación jerárquica entre interactuantes, esta relación influye sobre la calidad de la comunicación y a menudo, en sentido negativo. Así, en una experiencia, los alumnos de bajo nivel instruidos por tutores de nivel bajo comprenden y realizan muy bien la tarea que les comunicaron, lo que no pasaba cuando estaban instruidos por tutores de alto nivel (Rimé, 1984 pág. 420).6 Este término indica el hecho de que todo enunciado, todo discurso, es la recepción, interpretación o transformación de otros discursos anteriores a los que remite su significación y que el lenguaje es, pues, autorreferencial.

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Page 36: Facultad de Ciencias Sociales - Cultura y … · Web viewEsta noción, que se ha traducido a menudo por “retroacción” (lo que tiene el riesgo de restringir su significado), designa

-Existen finalmente los rituales propios de cada cultura, que proponen un sistema conven-

cional de reglas que rigen las interacciones sociales (se designa corrientemente como los

usos; las costumbres, la cortesía).

Todos, estos elementos, constitutivos del contexto, influyen según modalidades y dife-rentes grados en la comunicación. Sobredeterminan los significados que son intercambia-dos entre los interactuantes. Más profundamente, estructuran el proceso de comunicación y les otorgan sus características específicas que dependen estrechamente de las que definen la situación.

4. Los modelos interlocutivos

La evolución entre los modelos que se han presentado lleva progresivamente a desta-

car la dimensión interactiva y convencional de la comunicación. Este punto de vista en-

cuentra su más clara expresión en las aproximaciones que introducen el concepto de inter-

locución en el centro de su reflexión. Estas aproximaciones se sitúan en el encuentro entre

la lingüística pragmática y la psicología social.

1. Proponen la hipótesis de “un hecho relacional irreductible” según la expresión de F. Jac-

que (1986, pág. 115) señalando que la comunicación es la primera forma de reconocimiento

entre los hombres y el campo donde se funda la intersubjetividad antes de toda apropiación

personal.

En la palabra, “intercambio” se expresa un principio de reciprocidad que sostiene las

relaciones humanas. Para él, los interlocutores están atrapados en una actividad de coopera-

ción verbal donde son inseparables; no se trata de una actividad común sino de una activi-

dad conjunta, ya que el enunciado de cada uno se apoya sobre el enunciado del otro. F. Jac-

ques muestra, por ejemplo, que “la referencia al mundo no podrá ser adquirida más que en

el espacio lógico de la interlocución”.

Afirmando la irreductibilidad de la reciprocidad relacional, anuncia la imposibilidad

de pensarla a partir de sus componentes; hace de la interlocución el concepto “primitivo”

del que se derivan los conceptos de “locutor” o “hablante” y “al que se habla” (considera-

dos asociados -en el acuerdo como en el conflicto- a la producción de un solo discurso).

Su identidad se suscita por y en el dispositivo enunciativo: el “Yo” (je) no se descu-

bre a él mismo más que en la “alocución” a “Tú”; es en la palabra intercambiada donde el

sujeto se reconoce por la relación con los otros.

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La interlocución aparece así como el proceso fundamental donde se fundan, a la vez,

la identidad de los interlocutores, los significados que comparten y la comunicación. “La

palabra -escribe aún F. Jacques- no consiste en un juego de significaciones dadas. Es nece-

sario continuar pensando en ella en la dirección de una responsabilidad intersubjetiva (...).

Hasta el punto de que no es exagerado afirmar que no existe significación, referencial in-

cluso, más que por un movimiento reglado que atraviesa todo significado dado”. (1979),

pág. 388).

2. Estas posiciones han inspirado una reformulación parcial de los modelos psicosociológi-

cos de la comunicación.7 Se expresa a través del concepto de contrato de comunicación que

significa que cuando los interlocutores entablan un intercambio, están de acuerdo implícita-

mente sobre los principios y las reglas que constituyen dicho intercambio.

“Comunicar es co-construir una realidad con la ayuda de sistemas de signos, aceptan-

do un cierto número de principios que permiten el intercambio y un cierto número de re-

glas que lo rigen”. (R. Ghiglione, 1986, pág. 102).

Los principios invocados aquí son los siguientes:

a) El principio de pertenencia que permite a los individuos reconocerse como interlocutores

potenciales (en consideración a su competencia lingüística, discursiva, comunicativa...).

b) El principio de contraactualización que marca el paso de una situación potencialmente

comunicativa a una comunicación real y efectiva.

c) El principio de reciprocidad (ya evocado) que marca el reconocimiento del otro como in-

terlocutor efectivo.

d) El principio de influencia que remite al hecho de que todo intercambio comunicativo es

portado de un “juego” en el que cada interlocutor busca asegurarse el dominio compitiendo

con su pareja.

En cuanto a las reglas, son a la vez discursivas (las reglas que presiden la construc-

ción del discurso y el intercambio) y situacionales (las que se derivan del status, roles y ri-

tuales socioculturales).

7 Véanse los estudios de R. Ghiglione (1986), A. Trognon (1981). C. Chabrol (1985)...

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3. Esta perspectiva lleva a definir el concepto de interlocutor ya a concebir la comunicación

como un encuentro dialéctico entre dos procesos: un proceso de expresión donde un “Yo

(je)-enunciador” se dirige a un “Tú-destinatario” y un proceso de interpretación donde un

“Tú-interpretante” se construye una imagen del “Yo (je)-enunciador” (según la terminolo-

gía de P. Charaudeau, 1983). Así la comunicación entre dos interlocutores aparece de hecho

como un intercambio entre cuatro personajes.

Del lado de “Yo” (je) hay “el sujeto comunicante”, el que actúa y se expresa; pero

existe también el “Yo (je)-enunciador” que se presenta con su propia palabra (“Yo os digo

que yo no estoy de acuerdo”) y que expresa sus intenciones; visto del lado del “Tú”, repre-

senta la imagen construida de lo que es la intencionalidad del “Yo(je)-comunicante”, reali-

zado en el acto de expresión.

Del lado del Tú, existe el “Tú-destinatario” que es el interlocutor “fabricado por el

“Yo” (je) como destinatario ideal, adecuado a su acto de enunciación” (y pro el que el “Yo

(je) piensa que su intención con la palabra es transparente como lo es para él mismo.) Pero

está también el “Tú-interpretante” que es un ser activo (independiente de la imagen cons-

truida por el “Yo” (je) que se sitúa en relación a ella, confirmándola o rechazándola); la in-

terpretación que se hace del “Yo (je)-enunciador y de sus intenciones no corresponde nece-

sariamente con las del “Yo” (je) (Charaudeau, 1983, págs. 39-42).

Este desdoblamiento del “Yo” (je) del “Tú” ayuda a comprender ciertas dificultades

en la comunicación que tienden a la separación entre la intención del anunciador y la inter-

pretación del destinatario, entre el sujeto enunciante y el sujeto tal como se introduce en su

propio discurso, entre el interlocutor imaginado y el real.

La interlocución une a los sujetos comunicantes, a la vez, por un contrato (que marca

su aceptación de las reglas del juego comunicativo) y por estrategias (que son la expresión

del “juego” y de los efectos que cada uno persigue en la comunicación).

Por consiguiente, desde los modelos técnicos a los modelos interlocutivos hemos lle-

gado a precisar progresivamente las relaciones entre comunicación e interacción; la

perspectiva interaccional está claramente expresada en esta reflexión de Birdwhistell: “Un

individuo no comunica, sino que forma parte de una comunicación donde él se convierte en

un elemento(...). En otras palabras, no es el autor de la comunicación sino que él participa.

La comunicación como sistema no debe ser concebida bajo el modelo elemental de la ac-

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ción y la reacción. En tanto que sistema, debe abordarse como un intercambio” (citado por

Y. Winkin, 1981, pág. 75).

Universidad de Buenos Aires

Facultad de ciencias Sociales

Carrera de Ciencias de la Comunicación

Documento de la cátedra Mangone, Comunicación I

“CRONOLOGÍA”Los momentos culminantes en el desarrollo de los sistemas de comunicación, usos

de las tecnologías y relevamiento de los efectos culturales tendría que tener en cuenta: 1)

las invenciones que ahorran esfuerzo y energía;2) las que mejoran la productividad y la ve-

locidad de las tareas;3) aquellas que aumentan la capacidad de archivo y almacenamiento y

4)las que mejoran, a través de la miniaturización y del carácter ambulante y portátil las po-

sibilidades de uso continuo.

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Prehistoria: algunos momentos fundamentales para el desarrollo de las comunicaciones y

para el desarrollo cultural.

* Deshielo: desplazamientos de regiones.

* Salida de la caverna: aumento del campo visual, contacto con otros grupos gregarios.

* Consumo de carne animal: aumento proteico y desarrollo cerebral.

* Dedo oponible: posibilidad de manipulación de instrumentos

* Señales y gestos: formas primitivas de comunicación y anticipo del lenguaje articulado.

* Trabajo: modificación de la naturaleza en provecho humano.

* Actitud gregaria: desarrollo de comunidades y primeros contactos entre culturas.

* Fuego: aparición de la comida cocida, se transmite la experiencia y se cohesiona una cul-

tura.

* Pinturas rupestres: aparición del arte con funciones prácticas y mágicas

* Grafitis en las piedras, caminos, muros

* Uso del hierro: dominio sobre los animales y mejora de las construcciones

Historia

* Rueda: un mecanismo que ahorra esfuerzo muscular y aumenta la capacidad de traslado.

* Escritura: archivo y transmisión de la experiencia y la cultura. Aparece el concepto de ci-

vilización.

* Brújula: orientación en el espacio. Posibilidad de garantizar viajes largos a lugares desco-

nocidos

* Reloj: orientación el en tiempo, permite la organización de la jornada de trabajo y en el

futuro de ocio.

* Máquina de vapor: aumenta la productividad en la elaboración de manufacturas y en el

desarrollo de los transportes. Motor de la Revolución industrial.

Fechas importantes para los sistemas de comunicaciones

1448: Imprenta: aumenta la capacidad de archivo de transmisión de documentos.

1690: Guillaume Amontons: comunicación por semáforos

1770: Circulación de coches al galope Mejoras de carreteras.

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1790: Primer censo en Estados Unidos.1801 En Inglaterra y Francia

1793-94: Telégrafo óptico: constitución geográfica del Estado Moderno.

1794: Telégrafo Chappe

1800: Volta: invención de la pila

1814: Imprenta mecánica

1825: Primera línea ferroviaria importante en Gran Bretaña

1826: Primera fotografía conservada de Niepce.

1830-1840: Estandarización de la producción industrial : de piezas a productos.

1833: Primer número de New York Sun.

1835. Creación de la agencia de noticias Havas.

1836: Prensa de masas: con publicidad y folletines.

1837: Telégrafo eléctrico: desarrolla la información financiera y comercial.

1838: Primer daguerrotipo (Daguerre)

1840: Código Morse: a partir de la secuencia de una señal larga y una señal corta.

1840: Creación de la primera agencia de publicidad en Filadelfia. Estados Unidos (Palmer)

1840: Invención del sello postal adhesivo (estampilla).

1845: Primer cable transatlántico. Hasta 1866 no se consolida su uso.

1848: Creación de la agencia norteamericana de noticias AP (Associated Press).

1850: Fotograbado: mejora la ilustración de las revistas.

1855: Exposición Universal de París. Primera gran demostración d elos logros del indus-

trialismo, la técnica y el diseño.

1861: Cable submarino Francia-Inglaterra. Creación de la agencia Reuter.

1865: Rotativa: aumenta la posibilidad de edición gráfica

1866: Primera máquina de escribir.

1869: Apertura del Canal de Suez.

1869: Fotografía en colores

1870: Aparece el "silencio" en el teatro y en los bares. Cambia la vida cotidiana y algunos

espectáculos.

1870: "Hogar dulce hogar". Las clase medias de la ciudades y suburbios buscan una resi-

dencia propia. Empieza a desmembrarse la parentela familiar.

1876: Graham Bell: "Sr.Watson venga aquí lo necesito". Prueba del futuro teléfono.

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1877: Explotación comercial del teléfono por la Bell Telephone Company.

1877: Edison: grafófono

1878: Plan de electrificación de Nueva York.

1878: Primera central telefónica de abonados en Estados Unidos.

1878: Fonógrafo

1880: Teatrófono. Uso del teléfono para escuchar óperas desde la casa. No tuvo éxito ante

la aparición del fonógrafo.

1884: Adopción del tiempo universal (Meridiano de Greenwich)

1884: Tarjeta perforada: prototipo anticipado de la era cibernética.

1886: Invención de la linotipia (Mergenthaler)

1888: Fundación del Financial Times.

1888: Kodak: máquina personal fotografía y revelado comercial, permite su uso aficiona-

do. Lema de Eastman, su creador:"Apriete el botón, nosotros hacemos el resto"

1888: Gramófono o aparato de discos

1890: El diario Le petit journal alcanza un millón de ejemplares.

1890: Se apagan las luces de la sala teatral y solo se ilumina el escenario.

1890: Uso público y comercial de los fonógrafos como medio de ocio. Anticipo del pa-

sadiscos comercial.

1893: Antena radioeléctrica (Popov)

1894: Primeros comics en los periódicos de Hearst y de Pulitzer.

1895: Proyección cinematográfica de Lumiere: "Los objetos vienen".

1896: Marconi desarrolla la adecuación de la frecuencia entre emisor y receptor, es decir la

sintonía. Se acerca la radio.

1896: Impresión en color de los comics. De allí el rótulo de amarillismo para los periódicos

que los incluían.

1896: Primeras exhibiciones cinematográficas en Madrid, Londres Nueva York y en capita-

les latinoamericanas.

1897: Radio

1900: Las obras de teatro comienzan a desarrollar sus conflictos en escenografías hogare-

ñas.

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1900: Una cuarta parte de los habitantes de Estados Unidos y Gran Bretaña tienen piano

propio.

1901: Primera transmisión telegráfica sin hilo por el Atlántico, experimentaciones de la ra-

dio de Marconi.

1904: Impresión gráfica en el sistema Ofset.

1906: Transmisión de la voz humana por radio.

1907: Uso generalizado del teléfono en la zona rural norteamericana.

1910: Con la figura de Mary Pickford se inaugura el start-system (estrellas de cine).

1912: El Titanic se hunde. Se percibe la necesidad de la radio como socorro. Se impone en

la navegación.

1913: Hollywood se convierte en un barrio separado de Los Angeles y se transforma en la

Meca del cine.

1914: Inauguración del Canal de Panamá.

1917: Actas en Estados Unidos para regular la información pública acerca del Estado.

1920: Lanzamiento en la república de Weimar en Alemania de las primeras revistas de ac-

tualidad.

1920-1930: Experimentación y desarrollo de la aviación deportiva y militar.

1922: Primeras emisiones regulares de radio. Comienzo del fordismo.

1925: Primeros estudios de mercado en los Estados Unidos.

1926: Comienzo del cine sonoro. Primera radio de noticias en red: Network en Estados

Unidos. La radio es servicio (BBC de Londres)

1926: Experimentación con la imagen televisada

1927: El actor de jazz primera, película sonora. "El público parlante del cine mudo se con-

virtió en el público mudo del cine sonoro".

1928: Primeros intentos de teorizar sobre las relaciones públicas.

1929: Las radios soviéticas comienzan a transmitir hacia el extranjero en onda corta.

1930: Concentración de la producción cinematográfica en manos de las cinco grandes pro-

ductoras.

1932: Reforzamiento de la censura en la Unión Soviética.

1933: Edwin Armstrong logra inventar la Frecuencia Modulada (FM)

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1933: Acceso al poder de Hitler. Creación de un Ministerio de "Propaganda e ilustración

del pueblo".

1935: Aparición de la televisión como sistema comercial. Se interrumpe su desarrollo por la

Segunda Guerra.

1936: Primer cable coaxil Nueva York- Filadelfia

1936: Aparece el magazine Life. Primeros sondeos de Gallup en una campaña política.

1939: Desarrollo del concepto de "guerra psicológica"(rumores e informaciones falsas con

propósitos de desmoralización militar)

1945: Terminación del último gran calculador ENIAC concebido bajo secreto militar.

1947: Creación de la CIA (Central de Inteligencia Americana). Aparece el disco a 33 revo-

luciones.

1948: Aparición del concepto de Industria Cultural (Escuela de Frankfurt).

1948: Invención del transistor. Permitirá los medios portátiles y miniaturizados.

1949: Aparece el disco de 45 revoluciones y el tocadiscos.

1950: Primera formulación cibernética de la empresa como sistema en los Estados Unidos.

1954: Primera radio de transistores fabricada en Estados Uidos. La recepción radial móvil e

individual.

1955: "Rock alrededor del reloj" de Bill Haley. Empieza la segmentación de los consumos

musicales.

1956: Primera cable telefónico submarino a través del Atlántico.

1957: Primer satélite artificial, el Sputnik soviético.

1959: IBM pone a punto el primer ordenador de transistores.

1959: Magnetoscopio. Grabador de voz

1960: Desarrollo del proceso de digitalización 1960-1970

1960: Desarrollo del videotape. Posibilidad de archivar las imágenes en formato televisivo.

1964: Satélite geoespacial. Televisación vía satélite de los primeros juegos olímpicos glo-

bales de Tokio.

1964: Creación del Intelsat (satélites de para uso comercial). La URRS lanza su primer

satélite de comunicaciones.

1969: Alunizaje: Apolo XI

1970: Difusión del casette, sustituto del disco de vinilo como archivo musical

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1970: Fibra óptica

1971: Microprocesador

1978: Digitalización de la imagen televisiva. Aumenta la posibilidad de los efectos especia-

les. Se desarrolla la estética del Videoclip.

1979: Se crea el walkman en Japón, la "burbuja comunicacional".

1981: Primer ordenador personal de IBM

1982: Guerra de Malvinas. Armas inteligentes y desinformación periodísticas .

1985: Aparece la difusión del teléfono celular

1985: Escalada de fusiones en al industria de la información y del entretenimiento.

1990: Guerra del Golfo. La CNN se vuelve la red global de la información.

2000: Explosión del desarrollo de la Internet

2001: Mapa del genoma humano. Desarrollo de la información genética.

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