Facebook, más allá de la vida

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FACEBOOK, MÁS ALLÁ DE LA VIDA A los pies de este murono encontramos flores, velas ni santitos; solo palabras e imágenes flotando en un espacio tan infinito como real. Matías, product manageren Comercial Cabo de Hornos, estudió en la Universidad de Santiago y nació un 29 de marzo. En su lista de contacto danzan centenares de nombres, humanoides del siglo XXI que también entraron a Facebook y no encontraron el camino de regreso. Varios álbumes fotográficos adornan el templo de Matías en la Red. Al compás de un clic las imágenes digitales van sucediéndose, como dibujando una radiografía del usuario en carne y hueso. En su ‘muro’ se despliegan innumerables mensajes y muestras de cariño: dedicatorias, confesiones, peticiones inclusive. Pero Matías no responde, al menos no por escrito. Seguimos deslizándonos con el mouse y hacia el final de la página descubrimos una bitácora interminable de condolencias. Dos años después de sufrir un fatal accidente aéreo en las Líneas de Nazca, algunos cercanos continúan refiriéndose a él como si él todavía estuviera disponible u ‘online’. La foto que hoy aparece en su perfil es elocuente: una banca vacía en medio de un jardín. El rito 2.0 Este caso no es único; solo es un ejemplo que grafica lo que ocurre con miles de internautas. Por un lado, usuarios de Facebook que desaparecen del mundo físico y cobran vigencia en el mundo virtual. Por otro, amigos y familiares del difunto que no se resignan a perder su vínculo cotidiano. ¿Cómo explicar el surgimiento de estos fenómenos culturales? Para Mario Unda, sociólogo de la Universidad Central del Ecuador, la respuesta comienza por nuestra naturaleza social y la necesidad de comunicarnos: “La comunicación es básica para que la sociedad y las personas podamos existir, y cada época tiene sus tecnologías de comunicación”. Dicha necesidad es ambivalente: comunicarnos con quienes están y con quienes no están. Esta última “(…) es una necesidad que ha estado presente siempre, lo que pasa es que antes se resolvía desde el punto de vista religioso”, afirma el catedrático. Así, la oración, en la religión tradicional; el espiritismo, en la religión informal; o la ouija, en el ámbito del juego, son ritos que hemos ido incorporando para comunicarnos con nuestros muertos. Para Unda, instituciones como la familia o la Iglesia han sido incapaces de comprender las problemáticas que afectan a las generaciones contemporáneas. Por lo mismo, sumado al hecho de que Facebook es la tecnología comunicacional de moda en nuestro tiempo,

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FACEBOOK, MÁS ALLÁ DE LA VIDA A los pies de este ‘muro’ no encontramos flores, velas ni santitos; solo palabras e imágenes flotando en un espacio tan infinito como real. Matías, ‘product manager’ en Comercial Cabo de Hornos, estudió en la Universidad de Santiago y nació un 29 de marzo. En su lista de contacto danzan centenares de nombres, humanoides del siglo XXI que también entraron a Facebook y no encontraron el camino de regreso. Varios álbumes fotográficos adornan el templo de Matías en la Red. Al compás de un clic las imágenes digitales van sucediéndose, como dibujando una radiografía del usuario en carne y hueso. En su ‘muro’ se despliegan innumerables mensajes y muestras de cariño: dedicatorias, confesiones, peticiones inclusive. Pero Matías no responde, al menos no por escrito. Seguimos deslizándonos con el mouse y hacia el final de la página descubrimos una bitácora interminable de condolencias. Dos años después de sufrir un fatal accidente aéreo en las Líneas de Nazca, algunos cercanos continúan refiriéndose a él como si él todavía estuviera disponible u ‘online’. La foto que hoy aparece en su perfil es elocuente: una banca vacía en medio de un jardín. El rito 2.0 Este caso no es único; solo es un ejemplo que grafica lo que ocurre con miles de internautas. Por un lado, usuarios de Facebook que desaparecen del mundo físico y cobran vigencia en el mundo virtual. Por otro, amigos y familiares del difunto que no se resignan a perder su vínculo cotidiano. ¿Cómo explicar el surgimiento de estos fenómenos culturales? Para Mario Unda, sociólogo de la Universidad Central del Ecuador, la respuesta comienza por nuestra naturaleza social y la necesidad de comunicarnos: “La comunicación es básica para que la sociedad y las personas podamos existir, y cada época tiene sus tecnologías de comunicación”. Dicha necesidad es ambivalente: comunicarnos con quienes están y con quienes no están. Esta última “(…) es una necesidad que ha estado presente siempre, lo que pasa es que antes se resolvía desde el punto de vista religioso”, afirma el catedrático. Así, la oración, en la religión tradicional; el espiritismo, en la religión informal; o la ouija, en el ámbito del juego, son ritos que hemos ido incorporando para comunicarnos con nuestros muertos. Para Unda, instituciones como la familia o la Iglesia han sido incapaces de comprender las problemáticas que afectan a las generaciones contemporáneas. Por lo mismo, sumado al hecho de que Facebook es la tecnología comunicacional de moda en nuestro tiempo,

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muchas personas buscan en esta plataforma su propio ritual y una suerte de comprensión inmediata a sus problemas. El duelo HTML A juicio de Paulina Barahona, psicóloga clínica de la PUCE, Facebook ha tomado un rol protagónico en la vida de una mayoría de hombres y mujeres habituados a Internet, quienes ven en este espacio una oportunidad para afianzar sus lazos sociales y afectivos. “De igual forma, cuando una persona muere, parecería que Facebook está tomando un papel en ese duelo”, reflexiona la docente. Este nuevo tipo de duelo no consiste en invocar al espíritu para interactuar con él a través de un chat, cuestión imposible, onírica, sino en dialogar con uno mismo y con los demás integrantes de la Red, la que podría servir como soporte o contención emocional para procesar ese luto. De esta manera, los mensajes y fotografías que la gente cuelga en el ‘muro’ de aquel ser que ya partió son un reflejo de sus legítimas carencias e incertidumbres.

El milagro Actualmente, Facebook pone a disposición de sus miembros un formulario que permite solicitar que las cuentas de los difuntos sean borradas del sistema o, como segunda opción, para solicitar una conversión en cuenta ‘conmemorativa’, modalidad mausoleo a la que solo tiene acceso un número limitado y más bien íntimo de contactos. Por lo tanto, salvo que sea por total desinterés o desconocimiento del tema, el no poder suprimir la cuenta de un ser querido ya no es una excusa para quienes, en todo su

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derecho, han decidido mantenerla activa (esta es la alternativa que no requiere de formulario). En definitiva, Facebook sería algo así como una prótesis o extensión del usuario, de su necesidad ancestral de comunicarse con los presentes y los ausentes, y de rendirle tributo a sus almas. Milagrosamente, hoy Matías, como cientos de otros náufragos de este océano llamado Internet, podría presumir –o quizás hasta bromear– por la paradoja de tener Facebook más allá de la vida.

Revista Latidos. Julio del 2012.