Fabrica Infelicidad

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Biffo

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Traficantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera unaeditorial independiente que contempla la publicación de unacolección variable de textos críticos. Es, por el contrario, unproyecto, en el sentido estricto de «apuesta», que se dirige acartografiar las líneas constituyentes de otra forma de vida. Laconstrucción teórica y práctica de la caja de herramientas que,con palabras propias, puede componer el ciclo de luchas de laspróximas décadas

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin con-cesiones con el narcisismo literario, sin lealtad alguna a losusurpadores del saber, TdS adopta sin ambages la libertad deacceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida y abiertala reproducción total o parcial de los textos publicados, encualquier formato imaginable, salvo por explícita voluntad delautor o de la autora y sólo en el caso de las ediciones con ánimode lucro.

Omnia sunt communia!

traficantes de sueños

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Mapas. Cartas para orientarse en la geografía variable de lanueva composición del trabajo, de la movilidad entre fronteras,de las transformaciones urbanas. Mutaciones veloces que exi-gen la introducción de líneas de fuerza a través de las discusio-nes de mayor potencia en el horizonte global.

Mapas recoge y traduce algunos de los ensayos, que con mayorlucidez y mayor fuerza expresiva han sabido reconocer las posi-bilidades políticas contenidas en el relieve sinuoso y contro-vertido de los nuevos planos de la existencia.

mapas 5

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Condiciones del Copyright

Se permite la copia parcial o total, enpapel o en formato digital, de los con-tenidos de este libro siempre y cuandose respete la autoría de los textos.© 2003, Franco Berardi Bifo. © 2003, Traficantes de Sueños.

Septiembre de 2003

Título:La fábrica de la infelicidadAutor:Franco Berardi BifoTraducción:Patricia Amigot LeatxeManuel Aguilar HendricksonMaquetación y diseño de cubierta:Traficantes de Sueños.Edición:Traficantes de SueñosC\Hortaleza 19, 1º drcha.28004 Madrid. Tlf: 915320928e-mail:[email protected]ón:Queimada Gráficas.C\. Salitre, 15 28012, Madridtlf: 915305211

ISBN: 84-932982-4-7Depósito legal:

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La fábrica de la infelicidad.

Nuevas formas de trabajo y movimiento global.

Franco Berardi Bifo

traducción y notas:Manuel Aguilar Hendrickson

y

Patricia Amigot Leatxe

traficantes de sueñosmapas

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Introducción a la edición en castellano 9

Introducción 29

1. La ideología felicista 33

2. El trabajo cognitivo en la red 59

3. New economy & semiokapital . 99

4. Globalismo inhumano, horizonte posthumano 131

5. Rekombinant 157

Conclusiones fuera de tema 185

Bibliografía y sitografía 189

índice

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CUANDO ESTE LIBRO FUE ESCRITO en la primavera de 2000, lanew economy mostraba los primeros signos de una crisis quese agravó hasta desencadenar la recesión en la que el mundoentró en 2001. La crisis se precipitó de forma trágica cuando,el 11 de septiembre, el símbolo del poder económico occi-dental, las torres del World Trade Center, fueron destruidaspor el ataque de un comando suicida.

En el último decenio hemos visto sucederse con vertigi-nosa rapidez tres fases diferentes: el ascenso de una clasesocial ligada a la virtualización, que halló su triunfo en laimpresionante subida de las acciones tecnológicas en laBolsa; la crisis ideológica, psíquica, económica y social delmodelo de la new economy; y por último la precipitación de lacrisis y su revés angustioso en forma de violencia, guerra ymilitarización de la economía.

La fábrica de la infelicidad es un libro dedicado al análisisde la ideología virtual, de sus aporías teóricas y, sobre todo,de su fragilidad cultural.

La ideología virtual es una mezcla de futurismo tecnoló-gico, evolucionismo social y neoliberalismo económico.Floreció a mediados de los años noventa, cuando la revistacaliforniana Wired se convirtió en el Evangelio de una nuevaclase cosmopolita y libertaria,1 optimista y sobreexcitada.

En los últimos años, todos han empezado a darse cuenta deque el neoliberalismo no es el más perfecto de los programas

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Introducción a la edición castellana

1. En el sentido norteamericano de liberal radical partidario de unaabsoluta libertad de los individuos frente al Estado, distinto de su acep-ción europea como sinónimo de anarquista. [N. del E.]

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políticos, de que el mercado no se corrige a sí mismo, y deque la mano invisible de smithiana memoria no es capaz deregular los procesos sociales y financieros hasta produciruna perfecta autorregulación del ciclo económico. Se hahecho evidente que la infoproducción no es ese reino de la feli-cidad y de la autorrealización que la ideología había prome-tido como premio a los que trabajan en la economía de lared, en las condiciones de continuo estrés competitivo de laempresa fractal individualizada. La promesa de felicidad yautorrealización en el trabajo estaba implícita en el edificiodiscursivo e imaginario de la new economy. Esta promesa semarchitó: la crisis financiera de las acciones tecnológicashizo estallar un malestar que hasta ese momento fue oculta-do y calmado con masivas dosis de sustancias �—financierasy psicotrópicas. Ese malestar no se ha podido mantener ocul-to al quedar claro que las inversiones disminuían y, con ello,desaparecería el incentivo para aplazar toda reflexión, todorelajamiento y toda profundización.

En el centro de la new economy, entendida como modeloproductivo y como discurso cultural, se halla una promesade felicidad individual, de éxito asegurado, de ampliaciónde los horizontes de experiencia y de conocimiento. Estapromesa es falsa, falsa como todo discurso publicitario.Impulsados por la esperanza de lograr la felicidad y el éxito,millones de jóvenes trabajadores altamente formados hanaceptado trabajar en condiciones de un espantoso estrés, desobreexplotación, incluso con salarios muy bajos, fascinadospor una representación ambigua en la que el trabajador esdescrito como un empresario de sí mismo y la competiciónes elevada a regla universal de la existencia humana.

El hundimiento de la ideología felicista ligada a la econo-mía de red comenzó cuando los títulos tecnológicos empe-zaron a perder puntos en las Bolsas de todo el mundo y seempezó a prever que la llamada «burbuja especulativa»pudiera pincharse. El sentimiento de malestar se acentuócuando a la crisis financiera siguió una auténtica crisis eco-nómica, con rasgos de crisis de sobreproducción semiótica ytecnológica. Finalmente, se abrió un vertiginoso y temibleabismo cuando la clase virtual descubrió que es físicamentevulnerable, cuando la violencia se demostró capaz de entraren el edificio transparente de la virtualidad. El apocalipsis hahecho que la clase virtual descubra que no es inmune a la cri-sis, a la recesión, al sufrimiento y a la guerra.

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En ese momento, las perspectivas cambiaron de modo radi-cal. Cuando las torres de Manhattan fueron destruidas porhombres convertidos en bombas, la clase virtual que des-arrollaba su trabajo atrincherada en esas torres salió de sucondición de espíritu puro, descubrió que tiene un cuerpofísico, carnal, que puede ser golpeado, herido, muerto. Y des-cubrió también que tiene un cuerpo social, que puede empo-brecerse, ser despedido, ser sometido al sufrimiento, a lamarginación, a la miseria; y también un cuerpo erótico, quepuede entrar en una fase de depresión y de pánico. En otraspalabras, la clase virtual ha descubierto que es, además, cog-nitariado, es decir: trabajo cognitivo dotado de un cuerposocial y carnal, que es sometido conscientemente o no al pro-ceso de producción de valor y de mercancía semiótica, quepuede ser sometido a explotación y a estrés, que puede sufrirprivación afectiva, que puede caer en el pánico, que inclusopuede ser violentado y muerto. La clase virtual ha descubier-to un cuerpo y una condición social. Por eso ha dejado desentirse clase virtual y ha empezado a sentirse cognitariado.

El hundimiento y la disolución de la new economy, es decir,del tejado ideológico y de categorías bajo el cual se desarrollóla semioproducción en los años noventa, no supone el hundi-miento de la net economy, es decir, del proceso de producciónconectado en red. La infraestructura de la red ha seguido cre-ciendo y articulándose a pesar de la crisis, y la prioridad hoyreside en crear los contenidos, imaginar los usos, las funcionessociales y comunicativas de la red futura. ¿Qué encadena-mientos sociales se crearán con el desarrollo de la bandaancha, de la fibra óptica, del UMTS,2 es decir, de las infraes-tructuras técnicas producidas durante la onda expansiva delos últimos años noventa y hoy muy infrautilizadas?

Se abre un vasto campo a la imaginación. Se trata deimagi-nar para los próximos años interfaces de uso, modosde encadenamiento, formatos de narración conectiva ynarración en inmersión, de activar una nueva mitopoiesis3

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2. UMTS, tecnologías que permiten el acceso a Internet a través de losteléfonos móviles. [N. del E.]

3. Mitopoiesis podría ser traducido como generación creativa de mitos. Elneologismo, de doble raíz helénica, ha quedado sin embargo incoporadoal léxico político de los movimientos, gracias en buena mediad a la acti-vidad del grupo italiano Wu Ming, y de su predecesor europeo LutherBlissett. Para un desarrollo de la actividad de este grupo léase Wu Ming,Esta revolución no tiene rostro, Madrid, Acuarela, 2002. [N. del E.]

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de la red, caminando al borde del abismo que la guerra y larecesión han abierto.

Se trata de imaginar todo aquello que se volverá produc-tivo durante y después de la apertura del abismo porque, sila humanidad no desaparece, la red sobrevivirá.

Consecuencias ideológicas del dotcom crash4

En los años noventa, gracias a la participación masiva en elciclo de inversión financiera, los productores cognitivospudieron actuar como capa económica autosuficiente.Invirtieron sus competencias, su saber y su creatividad yhallaron en el mercado financiero los medios para crearempresa. Durante unos años la forma de la empresa ha sido elpunto de encuentro entre capital financiero y trabajo cogniti-vo de alta productividad. Una forma de autoempresa queexaltaba a un tiempo la autonomía del trabajo y la dependen-cia del mercado. La ideología libertaria y liberal que dominóla cibercultura de los años noventa idealizaba el mercado alpresentarlo como una dimensión pura. En esta dimensión,natural como la lucha por la supervivencia que hace posible laevolución, el trabajo hallaba los medios para autovalorizarsey hacerse empresa. Abandonado a su dinámica pura, el siste-ma económico reticular debía lograr resultados óptimos paratodos, propietarios y trabajadores. Este modelo, teorizado porautores como Kevin Kelly y transformado por la revista Wireden una especie de visión del mundo digital liberal, altanera ytriunfalista, ha quedado en entredicho en los dos primerosaños del nuevo milenio, junto con la new economy y gran partedel ejército de autoempresarios cognitivos que animaron elmundo de las dotcom.

Ha quedado en entredicho porque el modelo de un merca-do perfectamente libre es falso en la teoría y en la práctica. Loque el neoliberalismo ha favorecido a largo plazo no es el libremercado sino el monopolio. Mientras el liberalismo idealiza el

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4. Hundimiento de las acciones de las empresas dotcom («puntocom»),empresas cuya actividad se realiza sobre todo en, y en relación con,Internet. [N. del E.]

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mercado como lugar libre en el que compiten saberes, com-petencias y creatividad, la realidad ha mostrado que losgrandes grupos de poder actúan de un modo nada libertario,introduciendo automatismos tecnológicos, imponiéndosepor medio de la fuerza de los medios de comunicación o deldinero y, por último, robando sin pudor alguno a la masa deaccionistas y al trabajo cognitivo. La falsedad del libre mer-cado ha quedado completamente a la vista con la presiden-cia Bush. La política del gobierno Bush consiste en favorecerde modo explícito a los monopolios �—empezando por elescandaloso indulto a Bill Gates, a cambio de una alianzapolítica y de los correspondientes apoyos financieros electo-rales. La política del gobierno Bush es de tipo proteccionista,que impone la apertura de los mercados a los países débilespero permite a los Estados Unidos de América manteneraranceles del 40 por ciento sobre la importación de acero.Con la victoria de Bush, la ideología liberal y libertaria haquedado derrotada, reducida a la hipócrita repetición delugares comunes sin contenido.

La ideología que acompañó a la dotcommanía consistía enuna representación un tanto fanática de optimismo obligato-rio y economicista. Pero el proceso real que se desarrolló enlos años de las dotcom contiene elementos de innovaciónsocial, además de tecnológica. En la segunda mitad de losaños noventa se desarrolló una auténtica lucha de clases enel seno del circuito productivo de las altas tecnologías. Eldevenir de la red ha estado marcado por esa lucha. El resul-tado de la misma, en este momento, aún es incierto. La ide-ología del mercado libre ha demostrado ser un señuelo. Laidea de que el mercado pudiera funcionar como un espaciopuro de confrontación en igualdad de condiciones entre lasideas, los proyectos, la calidad productiva y la utilidad delos servicios ha sido barrida por la amarga verdad de unaguerra que los monopolios han conducido contra la multi-tud de trabajadores cognitivos autoempleados y la masa untanto patética de microaccionistas. En la lucha por la super-vivencia no ha vencido el más eficaz ni el mejor, sino el queha sacado los cañones. Los cañones de la violencia, de larapiña, del robo sistemático, de la violación de todas lasnormas éticas y legales. La alianza entre Gates y Bush hasancionado la liquidación del mercado, y con ello ha con-cluido una fase de la lucha interna en la virtual class. Una

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parte de ésta se ha incorporado al complejo tecnomilitar,mientras otra ha sido expulsada de la empresa y empujadahasta el borde de la proletarización. En el terreno culturalse están creando las condiciones para la formación de unaconsciencia social del cognitariado. Este podría ser el fenó-meno más importante de los próximos tiempos y la únicaalternativa al desastre.

Las dotcom han sido el laboratorio de formación de unmodelo productivo y de un mercado. El mercado ha sidofinalmente conquistado y ahogado por los monopolios y elejército de autoempresarios y de microcapitalistas de riesgoha sido disuelto y despojado. Se inicia así una nueva fase: losgrupos que prosperaron con el ciclo de la net economy se hanaliado con el grupo dominante de la old economy �—el clanBush, representante de la industria petrolera y militar�— yello ha marcado un bloqueo del proceso de globalización. Elneoliberalismo ha producido su propia negación, y quienesfueron sus más entusiastas defensores se convierten en vícti-mas y marginados.

En cuanto la red empezó a difundirse y a mostrar siner-gias culturales, técnicas y comunitarias llegaron los comer-ciantes y los publicitarios y toda su cohorte de fanáticos delbeneficio. Su pregunta era muy sencilla: ¿puede Internetconvertirse en una máquina de hacer dinero? Los «expertos»�—un puñado variopinto de artistas, hackers y experimenta-dores tecnosociales�— respondieron de manera sibilina. Loscalifornianos de Wired respondieron que Internet estaba des-tinada a multiplicar la potencia del capitalismo, a abririnmensos mercados inmateriales y a trastocar las propiasleyes de la economía, que prevén crisis, recesiones, rendi-mientos decrecientes y caídas de la tasa de beneficio. Nadiedesmintió a los vendedores digitales. Artistas de la red ymediactivistas tenían otras cosas que hacer y sus críticas yreservas fueron tomadas por los lamentos del perdedor,incapaz de entrar en el gran juego. Visionarios digitalescyberpunk y artistas de la red dejaron que el globo creciese.Lo que entraba en el circuito de la red era dinero útil paradesarrollar todo tipo de experimentación tecnológica, comu-nicativa y cultural. Alguno lo ha llamado funky business. Eltrabajo creativo encontró el modo de sacarle unos durillos auna marea de capitalistas grandes, grandísimos, pero tam-bién pequeños.

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Pero Internet no es una máquina de hacer dinero. No lo hasido nunca y no puede convertirse en ello. Esto no quieredecir que la red no tenga nada que ver con la economía. Por elcontrario, se ha convertido en una infraestructura indispensa-ble para la producción y la realización del capital. Pero su cul-tura específica no puede ser reducida a la economía. Internetha abierto un capítulo completamente nuevo del proceso deproducción. La inmaterialización del producto, el principio decooperación, la continuidad inseparable entre producción yconsumo han hecho saltar los criterios tradicionales de defini-ción del valor de las mercancías. Quien entra en la red no creeser un cliente sino un colaborador, y por eso no quiere pagar.Ni AOL ni Microsoft ni los demás tiburones pueden cambiareste hecho, que no es sólo un rasgo cultural un tanto anarcoi-de, sino el corazón mismo de la relación de trabajo digital. Nodebemos pensar que Internet es una especie de isla extrava-gante en la que ha entrado en crisis el principio de valoriza-ción que domina el resto de las relaciones humanas. Más bien,la red ha abierto una grieta conceptual que está destinada aagrandarse. El principio de gratuidad no es una excepciónmarginal, sino que puede convertirse en el principio universalde acceso a los bienes materiales e inmateriales

Con el dotcom crash el trabajo cognitivo se ha separadodel capital. Los artesanos digitales, aquellos que en los añosnoventa se sintieron empresarios de su propio trabajo, seirán dando cuenta poco a poco de cómo han sido engañados,desvalijados y expropiados, y ello creará las condiciones deaparición de una nueva consciencia de los trabajadores cog-nitivos. Comprenderán que a pesar de poseer toda la poten-cia productiva, les ha sido expropiado el fruto de su trabajopor una minoría de especuladores ignorantes pero hábilesen el manejo de los aspectos legales y financieros del proce-so productivo. La capa improductiva de la clase virtual, losabogados y los contables, se apropian del plusvalor cogniti-vo producido por los físicos, los informáticos, los químicos,los escritores y los operadores mediáticos. Pero éstos puedensepararse del castillo jurídico y financiero del semiocapita-lismo y construir una relación directa con la sociedad, conlos usuarios. Tal vez entonces se inicie el proceso de autoor-ganización autónoma del trabajo cognitivo. Un proceso que,por lo demás, ya está en marcha, como lo demuestran lasexperiencias del activismo mediático y la creación de redesde solidaridad del trabajo migrante.

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El sistema nervioso digital como centro de un nuevo campo disciplinar

Acabado el período del triunfalismo capitalista y de la hege-monía ideológica neoliberal, ¿debemos volver a las viejas cate-gorías analíticas del marxismo y a las estrategias políticas delmovimiento obrero del siglo XX, a los horizontes del socialis-mo democrático o del comunismo revolucionario? Nada seríamás inútil y equivocado. El capitalismo reticular de masas quese ha afirmado plenamente en los años noventa ha producidoformas sociales irreducibles al análisis marxiano de las clases.No nos bastan las categorías de la crítica de la economía polí-tica, porque los procesos de subjetivación atraviesan camposbastante más complejos. Se empieza a dibujar un campo dis-ciplinar en el punto de encuentro entre los territorios de laeconomía, la semiología y la psicoquímica.

El modelo productivo que se dibuja en el horizonte de lasociedad postmoderna es el Semiocapital. Capital flujo, quese coagula, sin materializarse, en artefactos semióticos. Losconceptos forjados por dos siglos de pensamiento económi-co parecen disueltos, inoperantes, incapaces de comprendergran parte de los fenómenos que han aparecido en la esferade la producción social desde que ésta se ha hecho cognitiva.La actividad cognitiva siempre ha estado en la base de todaproducción humana, hasta de la más mecánica. No hay tra-bajo humano que no requiera un ejercicio de inteligencia.Pero, en la actualidad, la capacidad cognitiva se ha vuelto elprincipal recurso productivo. En el trabajo industrial, lamente era puesta en marcha como automatismo repetitivo,como soporte fisiológico del movimiento muscular. Hoy lamente se encuentra en el trabajo como innovación, como len-guaje y como relación comunicativa. La subsunción de lamente en el proceso de valorización capitalista comportauna auténtica transformación. El organismo consciente ysensible es sometido a una presión competitiva, a una acele-ración de los estímulos, a un estrés de atención constante.Como consecuencia, el ambiente mental, la infosfera en la quela mente se forma y entra en relación con otras mentes, sevuelve un ambiente psicopatógeno. Si queremos compren-der el infinito juego de espejos del Semiocapital, es necesariomirarlo desde tres ángulos:

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·- La crítica de la economía política de la inteligencia conectiva,·- La semiología de los flujos lingüístico-económicos,·- La psicodinámica del ambiente infosférico, los efectospsicopatógenos de la explotación económica de la mentehumana.

El proceso de producción digital está adquiriendo una dimen-sión biológica. Tiende a asemejarse a un organismo. El siste-ma nervioso de una organización tiene analogías con el siste-ma nervioso humano. Toda empresa industrial tiene sistemasautónomos, procesos operativos que tienen que funcionarpara que la sociedad sobreviva. Lo que hasta ahora ha faltadoson los enlaces entre las informaciones, análogos a las interco-nexiones neuronales del cerebro. La empresa digital reticularque hemos construido funciona como un excelente sistemanervioso artificial. En él, la información fluye con la velocidady naturalidad del pensamiento en un ser humano, y podemosusar la tecnología para gobernar y coordinar grupos de per-sonas con la misma rapidez con la que nos concentramos enun problema. Según Bill Gates (en Business @ the Speed ofThought),4 hemos creado las condiciones de un nuevo sistemaeconómico, organizado en torno a lo que podríamos llamar«empresa a la velocidad del pensamiento».

En el mundo conectado, los bucles retroactivos de la teo-ría general de los sistemas se funden con la lógica dinámicade la biogenética en una visión posthumana de la produc-ción digital. La mente y la carne humana podrán integrarsecon el circuito digital gracias a interfaces de aceleración ysimplificación. Nace así un modelo de producción bioinfoque produce artefactos semióticos con las capacidades deautorreplicación de los sistemas vivos según las leyes defuncionamiento económico del capitalismo. Cuando estéplenamente operativo, el sistema nervioso digital podrá ins-talarse con rapidez en cualquier forma de organización. Esoquiere decir que Microsoft sólo en apariencia se ocupa dedesarrollar software, productos y servicios. En realidad lafinalidad oculta de la producción de software es el cableadode la mente humana en un continuo reticular cibernéticodestinado a estructurar los flujos de información digital a

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4. Bill Gates y J. A. Bravo, Los negocios en la era digital, Barcelona, P & J 1999.

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través del sistema nervioso de todas las instituciones clavede la vida contemporánea. Microsoft debe ser entonces con-siderada como una memoria virtual global escalable y listapara ser instalada. Un ciberpanóptico inserto en los circuitosde carne de la subjetividad humana. La cibernética acaba pordevenir vida o, como le gusta decir a Gates, «la informaciónes vuestra linfa vital».

La depresión en el corazón

El sistema nervioso digital se incorpora progresivamente alsistema nervioso orgánico, al circuito de la comunicaciónhumana. Lo recodifica según sus líneas operativas y su velo-cidad. Pero para que este cambio pueda realizarse, el cuer-po-mente tiene que atravesar un cambio infernal, que esta-mos presenciando en la historia del mundo. Para compren-der y para analizar este proceso no nos bastan los instru-mentos conceptuales de la economía política ni del análisisde la tecnología. El proceso de producción se semiotiza y laformación del sistema nervioso digital implica y conecta lamente, el psiquismo social, los deseos y las esperanzas, losmiedos y la imaginación. Por ello tenemos que ocuparnos dela producción semiótica, del cambio lingüístico y cognitivo.Ese cambio pasa por la difusión de patologías.

La cultura neoliberal ha inyectado en el cerebro social unestímulo constante hacia la competencia y el sistema técnicode la red digital ha hecho posible una intensificación de losestímulos informativos enviados por el cerebro social a loscerebros individuales. Esta aceleración de los estímulos esun factor patógeno que alcanza al conjunto de la sociedad.La combinación de competencia económica e intensificacióndigital de los estímulos informativos lleva a un estado deelectrocución permanente que se traduce en una patologíadifusa, que se manifiesta, por ejemplo, en el síndrome depánico y en los trastornos de la atención.

El pánico es un síndrome cada vez más frecuente.Hasta hace unos años los psiquiatras no conocían siquieraeste síntoma, que pertenecía más bien a la imaginaciónliteraria romántica y que podía asemejarse al sentimientode quedar desbordados por la infinita riqueza de formas

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de la naturaleza, por la ilimitada potencia cósmica. Hoy elpánico es sin embargo denunciado, con frecuencia cada vezmayor como síntoma doloroso e inquietante, como la sensa-ción física de no lograr controlar el propio cuerpo, con la ace-leración del ritmo cardíaco, una creciente dificultad para res-pirar, incluso hasta el desvanecimiento y la parálisis.

Aunque, hasta donde sé, no hay investigaciones conclu-yentes sobre esto mismo, se puede apuntar la hipótesis deque la mediatización de la comunicación y la consiguienteescasez de contacto físico pueden producir patologías de laesfera afectiva y emocional. Por primera vez en la historiahumana, hay una generación que ha aprendido más pala-bras y ha oído más historias de la televisión que de sumadre. Los trastornos de la atención se difunden cada vezmás. Millones de niños norteamericanos y europeos son tra-tados de un trastorno que se manifiesta como la incapacidadde mantener la atención concentrada en un objeto por másde unos segundos. La constante excitación de la mente porparte de flujos neuroestimulantes lleva, probablemente, auna saturación patológica. Es necesario profundizar la inves-tigación sociológica y psicológica sobre esta cuestión.Podemos afirmar que si queremos comprender la economíacontemporánea debemos ocuparnos de la psicopatología dela relación. Y que si queremos comprender la psicoquímicacontemporánea, debemos tener en cuenta el hecho de que lamente está afectada por flujos semióticos que siguen unprincipio extrasemiótico, el principio de la competencia eco-nómica, el principio de la máxima explotación.

¿Cómo podría hablarse hoy de economía sin ocuparse depsicopatología? En los años noventa la cultura del Prozac hasido indisoluble de la cultura de la new economy. Cientos demiles de operadores, directivos y gerentes de la economíaoccidental han tomado innumerables decisiones en estadode euforia química y ligereza psicofarmacológica. Pero alargo plazo, el organismo puede ceder, incapaz de soportarhasta el infinito la euforia química que hasta entonces ha sos-tenido el entusiasmo competitivo y el fanatismo producti-vista. La atención colectiva está sobresaturada, y ello provo-ca un colapso social y económico. Desde el año 2000 en ade-lante, tras las cortinas de humo del lenguaje oficial que hablade probable recuperación económica, de leve recesión, o de

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double dip recession, hay algo evidente. Como sucede con unorganismo ciclotímico, como le sucede al paciente que sufretrastorno bipolar, a la euforia le ha seguido la depresión. Setrata precisamente de una depresión clínica, una depresión alargo plazo que golpea desde la raíz la motivación, el impul-so, la autoestima, el deseo y el sex appeal. Cuando llega ladepresión es inútil tratar de convencerse de que pasarápronto. Tiene que seguir su ciclo.

Para comprender la crisis de la new economy es necesariopartir del análisis psicoquímico de la clase virtual. Es nece-sario reflexionar sobre el estado psíquico y emocional demillones de trabajadores cognitivos que han animado laescena de la empresa, la cultura y el imaginario durante losnoventa. La depresión psíquica del trabajador cognitivoindividual no es una consecuencia de la crisis económica,sino su causa. Sería sencillo considerar la depresión comouna consecuencia de un mal ciclo de negocios. Después detrabajar tantos años felices y rentables, el valor de las accio-nes se ha desplomado y nuestro brainworker se ha pilladouna depresión. No es así. La depresión se ha producido por-que su sistema emocional, físico e intelectual no puedesoportar hasta el infinito la hiperactividad provocada por lacompetencia y los psicofármacos. Como consecuencia, lascosas han empezado a ir mal en el mercado. ¿Qué es el mer-cado? El mercado es un lugar semiótico, el lugar en el que seencuentran signos y expectativas de sentido, deseos y pro-yecciones. Si queremos hablar de demanda y oferta debemosrazonar en términos de flujos de deseo, de atractores semió-ticos que han tenido appeal y ahora lo han perdido.

Infosfera y mente social

El mediascape es el sistema mediático en continua evolución, eluniverso de los emisores que envían a nuestro cerebro señalesen los más variados formatos. La infosfera es el interfaz entreel sistema de los medios y la mente que recibe sus señales; esla ecosfera mental, esa esfera inmaterial en la que los flujossemióticos interactúan con las antenas receptoras de las men-tes diseminadas por el planeta. La mente es el universo de losreceptores, que no se limitan, como es natural, a recibir, sino

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que elaboran, crean y a su vez ponen en movimiento nuevosprocesos de emisión y producen la continua evolución delmediascape. La evolución de la infosfera en la época videoelec-trónica, la activación de redes cada vez más complejas de dis-tribución de la información, ha producido un salto en lapotencia, en la velocidad y en el propio formato de la infosfe-ra. Pero a este salto no le corresponde un salto en la potenciay en el formato de la recepción. El universo de los receptores,es decir, los cerebros humanos, las personas de carne y hueso,de órganos frágiles y sensuales, no está formateado según losmismos patrones que el sistema de los emisores digitales.

El paradigma de funcionamiento del universo de los emi-sores no se corresponde con el paradigma de funcionamientodel universo de los receptores. Esto se manifiesta en efectosdiversos: electrocución permanente, pánico, sobreexcitación,hipermotilidad, trastornos de la atención, dislexia, sobrecargainformativa, saturación de los circuitos de recepción.

En la raíz de la saturación está una auténtica deformidad delos formatos. El formato del universo de los emisores ha evolu-cionado multiplicando su potencia, mientras que el formato deluniverso de los receptores no ha podido evolucionar al mismoritmo, por la sencilla razón de que se apoya en un soporte orgá-nico �—el cerebro cuerpo humano�— que tiene tiempos de evo-lución completamente diferentes de los de las máquinas.

Lo que se ha producido podría llamarse una «cacofonía»paradigmática, un desfase entre los paradigmas que confor-man el universo de los emisores y el de los receptores. En unasituación así, la comunicación se convierte en un proceso asi-métrico y trastornado. Podemos hablar de una discrasia entreciberespacio, en ilimitada y constante expansión, y cibertiem-po. El ciberespacio es una red que comprende componentesmecánicos y orgánicos cuya potencia de elaboración puede seracelerada sin límites. El cibertiempo es, por el contrario, unarealidad vivida, ligada a un soporte orgánico �—cuerpo y cere-bro humanos�—, cuyos tiempos de elaboración no pueden seracelerados más allá de límites naturales relativamente rígidos.

Paul Virilio sostiene, desde su libro Vitesse et politique de1977,5 que la velocidad es el factor decisivo de la historia

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5. Paul Virilio, Vitese et politique: essai de dromologie, Paris, Galilée 1977.

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moderna. Gracias a la velocidad, dice Virilio, se ganan lasguerras, tanto las militares como las comerciales. En muchosde sus escritos Virilio muestra que la velocidad de los des-plazamientos, de los transportes y de la motorización hanpermitido a los ejércitos ganar las guerras durante el últimosiglo. Desde que los objetos, las mercancías y las personashan podido ser sustituidas por signos, por fantasmas virtua-les transferibles por vía electrónica, las fronteras de la veloci-dad se han derrumbado y se ha desencadenado el proceso deaceleración más impresionante que la historia humana hayaconocido. En cierto sentido podemos decir que el espacio yano existe, puesto que la información lo puede atravesar ins-tantáneamente y los acontecimientos pueden transmitirse entiempo real de un punto a otro del planeta, convirtiéndose asíen acontecimientos virtualmente compartidos. Pero ¿cuálesson las consecuencias de esta aceleración para la mente y elcuerpo humanos? Para entenderlo tenemos que hacer refe-rencia a las capacidades de elaboración consciente, a la capa-cidad de asimilación afectiva de los signos y de los aconteci-mientos por parte del organismo consciente y sensible.

La aceleración de los intercambios informativos ha produ-cido y está produciendo un efecto patológico en la mentehumana individual y, con mayor razón, en la colectiva. Losindividuos no están en condiciones de elaborar consciente-mente la inmensa y creciente masa de información que entraen sus ordenadores, en sus teléfonos portátiles, en sus panta-llas de televisión, en sus agendas electrónicas y en sus cabe-zas. Sin embargo, parece que es indispensable seguir, conocer,valorar, asimilar y elaborar toda esta información si se quiereser eficiente, competitivo, ganador. La práctica del multitas-king,6 la apertura de ventanas de atención hipertextuales o elpaso de un contexto a otro para la valoración global de losprocesos tienden a deformar las modalidades secuenciales dela elaboración mental. Según Christian Marazzi, economista yautor de Capitale e linguaggio,7 la última generación de opera-dores económicos padece una auténtica forma de dislexia,una incapacidad de leer una página desde el principio hasta el

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6. Realización simultánea y en paralelo de más de una tarea. [N. del E.]7. Christian Marazzi, Christian Marazzi, Capitale e linguaggio. Dalla neweconomy all'economia di guerra, Roma, DeriveApprodi 2002., Roma,DeriveApprodi 2002.

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fin siguiendo un proceso secuencial y una incapacidad demantener la atención concentrada en el mismo objeto pormucho tiempo. La dislexia se extiende por los comportamien-tos cognitivos y sociales, hasta hacer casi imposible la prose-cución de estrategias lineales.

Algunos, como Davenport y Beck,8 hablan de economía dela atención. Que una facultad cognitiva pasa a formar partedel discurso económico quiere decir que se ha convertido enun recurso escaso. Falta el tiempo necesario para prestaratención a los flujos de información a los que estamosexpuestos y que debemos valorar para poder tomar decisio-nes. La consecuencia está a la vista: decisiones económicas ypolíticas que no responden a una racionalidad estratégica alargo plazo sino tan sólo al interés inmediato. Por otra parte,estamos cada vez menos dispuestos a prestar nuestra aten-ción gratuitamente. No tenemos ya tiempo para el amor, laternura, la naturaleza, el placer y la compasión. Nuestraatención está cada vez más asediada y por tanto la dedica-mos solamente a la carrera, a la competencia, a la decisióneconómica. Y, en todo caso, nuestro tiempo no puede seguirla loca velocidad de la máquina digital hipercompleja. Losseres humanos tienden a convertirse en despiadados ejecu-tores de decisiones tomadas sin atención.

El universo de los emisores �—o ciberespacio�— procede yaa velocidad sobrehumana y se vuelve intraducible para el uni-verso de los receptores �—o cibertiempo�— que no puede irmás rápido de lo que permiten la materia física de la que estáhecho nuestro cerebro, la lentitud de nuestro cuerpo o la nece-sidad de caricias y de afecto. Se abre así un desfase patógenoy se difunde la enfermedad mental, como lo muestran lasestadísticas y, sobre todo, nuestra experiencia cotidiana. Y amedida que se difunden las patologías, se difunden los fár-macos. La floreciente industria de los psicofármacos baterécords cada año. El número de cajas de Ritalin, Prozac, Zolofty otros fármacos psicotrópicos vendidas en las farmaciascrece, al tiempo que crecen la disociación, el sufrimiento, ladesesperación, el terror a ser, a tener que confrontarse cons-tantemente, a desaparecer; crece el deseo de matar y de morir.

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8. Thomas H. Davenport y John C. Beck, La economía de la atención: el nuevovalor de los negocios, Barcelona, Paidós 2002.

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Cuando hacia finales de los setenta se impuso una acelera-ción de los ritmos productivos y comunicativos en las metró-polis occidentales, hizo aparición una gigantesca epidemiade toxicomanía. El mundo estaba saliendo de su épocahumana para entrar en la época de la aceleración maquinalposthumana. Muchos organismos humanos sensibles empe-zaron a usar cocaína, sustancia que permite acelerar el ritmoexistencial hasta transformarse en máquina. Muchos otrosorganismos humanos sensibles empezaron a inyectarse he-roína, sustancia que desactiva la relación con la velocidaddel ambiente circundante. La epidemia de polvos de los añossetenta y ochenta produjo una devastación existencial y cul-tural de la que aún no hemos sacado las cuentas. A continua-ción, las drogas ilegales fueron sustituidas por las sustanciaslegales que la industria farmacéutica pone a disposición desus víctimas, y se inició la época de los antidepresivos de loseuforizantes y de los reguladores del humor.

Hoy la enfermedad mental se muestra cada vez conmayor claridad como una epidemia social o, más precisa-mente, sociocomunicativa. Si quieres sobrevivir debes sercompetitivo, y si quieres ser competitivo tienes que estarconectado, tienes que recibir y elaborar continuamente unainmensa y creciente masa de datos. Esto provoca un estrésde atención constante y una reducción del tiempo disponiblepara la afectividad. Estas dos tendencias inseparables devas-tan el psiquismo individual. Depresión, pánico, angustia,sensación de soledad, miseria existencial. Pero estos sínto-mas individuales no pueden aislarse indefinidamente, comoha hecho hasta ahora la psicopatología y quiere el poder eco-nómico. No se puede decir: estás agotado, cógete unas vaca-ciones en el Club Méditerranée, tómate una pastilla, cúrate,deja de incordiar, recupérate en el hospital psiquiátrico,mátate. No se puede, por la sencilla razón de que no se tratade una pequeña minoría de locos ni de un número marginalde deprimidos. Se trata de una masa creciente de miseriaexistencial que tiende a estallar cada vez más en el centro delsistema social. Además, hay que considerar otro hecho deci-sivo: mientras el capital necesitó extraer energías físicas desus explotados y esclavos, la enfermedad mental podía serrelativamente marginalizada. Poco le importaba al capital tusufrimiento psíquico mientras pudieras apretar tuercas ymanejar un torno. Aunque estuvieras tan triste como unamosca sola en una botella, tu productividad se resentía poco,

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porque tus músculos podían funcionar. Hoy el capital nece-sita energías mentales, energías psíquicas. Y son precisamen-te ésas las que se están destruyendo. Por eso las enfermeda-des mentales están estallando en el centro de la escena social.La crisis económica depende en gran medida de la difusiónde la tristeza, de la depresión, del pánico y de la desmotiva-ción. La crisis de la new economy deriva en buena medida deuna crisis de motivaciones, de una caída de la artificiosa eufo-ria de los años noventa. Ello ha tenido efectos de desinver-sión y, en parte, de contracción del consumo. En general, lainfelicidad funciona como un estimulante del consumo: com-prar es una suspensión de la angustia, un antídoto de la sole-dad, pero sólo hasta cierto punto. Más allá de ese punto, elsufrimiento se vuelve un factor de desmotivación de la com-pra. Para hacer frente a eso se diseñan estrategias. Los patro-nes del mundo no quieren, desde luego, que la humanidadsea feliz, porque una humanidad feliz no se dejaría atraparpor la productividad, por la disciplina del trabajo, ni por loshipermercados. Pero se buscan técnicas que moderen la infe-licidad y la hagan soportable, que aplacen o contengan laexplosión suicida, con el fin de estimular el consumo.

¿Qué estrategias seguirá el organismo colectivo para sus-traerse a esta fábrica de la infelicidad?

¿Es posible, es planteable, una estrategia de desacelera-ción, de reducción de la complejidad? No lo creo. En la socie-dad humana no se pueden eliminar para siempre potenciali-dades, aún cuando éstas se muestren letales para el individuoy, probablemente, también para la especie. Estas potencialida-des pueden ser reguladas, sometidas a control mientras esposible, pero acaban inevitablemente por ser utilizadas, comosucedió �—y volverá a suceder�— con la bomba atómica.

Es posible una estrategia de upgrading9 del organismohumano, de adecuación maquinal del cuerpo y del cerebrohumano a una infosfera hiperveloz. Es la estrategia que sesuele llamar posthumana.

Por último, es posible una estrategia de sustracción, dealejamiento del torbellino. Pero se trata de una estrategia quesólo podrán seguir pequeñas comunidades, constituyendoesferas de autonomía existencial, económica e informativafrente a la economía mundo.

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9. Puesta al día, incremento artificial de su capacidad. [N. del E.]

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Este libro no se alarga hasta ese punto. No trata de elaboraruna estrategia de sustracción. Este libro se propone señalar ycartografiar un nuevo campo disciplinar que se encuentra enla intersección de la economía, la tecnología comunicativa yla psicoquímica. Una cartografía de este nuevo campo disci-plinar es indispensable si queremos describir y comprenderel proceso de producción del capital y la producción de sub-jetividad social en la época que sigue a la modernidad indus-trial mecánica y, por tanto, si queremos elaborar estrategiasde sustracción.

¿El Imperio del Caos?

A fines de 2002, mientras escribo esta introducción, el mun-do parece colgado sobre el abismo de la guerra. Negri yHardt, en Imperio, sostienen que el dominio global tiene losrasgos de un Imperio, parecido al Imperio Romano. Hayalgo de cierto en esa descripción, pero resulta más ajustadaa los años noventa que a la actualidad. En los años de la pre-sidencia Bush todo parece haber cambiado. Mientras lanueva economía sufre una crisis de mercado y, sobre todo,de confianza, la vieja economía, la del petróleo y las armas,ha recuperado su fuerza y trata de guiar el mundo.

Si el imperio tuvo los rasgos de un dominio cada vez másextenso, construido por medio de la imposición de estánda-res tecnológicos, de la hegemonía de un imaginario mercan-til globalista, lo que aparece en los años de la recesión no separece al imperio soft del que nos hablan los autores de eselibro, escrito a mediados de los noventa. No soy capaz de ver,en la política del grupo dirigente norteamericano, una lógica,un pensamiento racional, una estrategia equilibrada y lineal.Entreveo el efecto de una locura que se va difundiendo portodos los espacios de la vida planetaria. La enfermedad men-tal ha alcanzado la cabeza del imperio, porque el proyecto decontrol total es un proyecto enloquecido, destinado a produ-cir desastres incluso para quienes lo han concebido.

Los Estados Unidos de América son la mayor potencia dela Tierra, como lo fue Roma en los primeros siglos de la eracristiana. Pero como sugiere Marguerite Yourcenar en Lasmemorias de Adriano, los imperios pueden mantener su domi-nio mientras no pretendan someter al Caos por medio de la

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fuerza. El Caos no se derrota por medio de la guerra, pues elCaos se alimenta de cuanto lo combate. Por ello, la guerra ili-mitada que el Imperio ha decidido desencadenar contracualquier desviación del orden establecido por los integris-tas cristiano-liberales está destinada a erosionar el poder glo-bal, hasta hundirlo en la demencia y el caos. Tal vez estemosa punto de entrar en una fase de descomposición aceleradade todo orden y toda racionalidad. Y el Imperio que emer-gerá será el Imperio del Caos.

Diciembre 2002

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Introducción

UNA OLA DE EUFORIA HA RECORRIDO los mercados en los últi-mos años. Desde los mercados se ha extendido a los mediosy desde éstos ha invadido el imaginario social de Occidente.La tercera edad del capital, la que sigue a la época clásica delhierro y el vapor y a la época moderna del fordismo y lacadena de montaje, tiene como territorio de expansión lainfosfera, el lugar donde circulan signos mercancía, flujosvirtuales que atraviesan la mente colectiva.

Una promesa de felicidad recorre la cultura de masas, lapublicidad y la misma ideología económica. En el discursocomún la felicidad no es ya una opción, sino una obligación,un must; es el valor esencial de la mercancía que produci-mos, compramos y consumimos. Ésta es la filosofía de la neweconomy que es vehiculada por el omnipresente discursopublicitario, de modo tanto más eficaz cuanto más oculto.

Sin embargo, si tenemos el valor de ir a ver la realidad dela vida cotidiana, si logramos escuchar las voces de las per-sonas reales con quienes nos encontramos todos los días, nosdaremos cuenta con facilidad de que el semiocapitalismo, elsistema económico que funda su dinámica en la producciónde signos, es una fábrica de infelicidad.

La energía deseante se ha trasladado por completo aljuego competitivo de la economía; no existe ya relación entrehumanos que no sea definible como business �—cuyo signifi-cado alude a estar ocupado, a no estar disponible. Ya no esconcebible una relación motivada por el puro placer deconocerse. La soledad y el cinismo han hecho nacer el de-sierto en el alma. La sociedad planetaria está dividida entre

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una clase virtual que produce signos y una underclass queproduce mercancías materiales o, sencillamente, es excluidade la producción. Esta división genera naturalmente deses-peración violenta y miseria para la mayoría de la poblaciónmundial. Pero esto no es todo.

El semiocapitalismo es una fábrica de infelicidad tam-bién para los vencedores, para los participantes en la eco-nomía-red, que corren cada vez más rápido para mantenerel ritmo, obligados a dedicar sus energías a competir contratodos los demás por un premio que no existe. Vencer es elimperativo categórico del juego económico. Y, desde elmomento en que la comunicación se está integrando pro-gresivamente con la economía, vencer se convierte tambiénen el imperativo categórico de la comunicación. Vencer esel imperativo categórico de todo gesto, de todo pensamien-to, de todo sentimiento. Y sin embargo, como dijo WilliamBurroughs, el ganador no gana nada.

Mientras el estereotipo publicitario muestra una socie-dad empapada de felicidad consumista, en la vida real seextienden el pánico y la depresión, enfermedades profesio-nales de un ciclo de trabajo que pone a todos a competir contodos, y culpabiliza a quien no logra fingirse feliz.

Los ciclos innovadores de la producción �—la red y la bio-tecnología�— no son, como los que dominaron la épocaindustrial, la producción de mercancías por medio del cuer-po y la mente, sino la producción directa de cuerpo y mente.La felicidad no es ya, por tanto, un valor de uso accesorio alas mercancías, sino la quintaesencia de la mercancía.

Algunos sostienen que la new economy está destinada adesinflarse como un globo o a derretirse como la nieve al solporque se funda sobre una ilusión. Pero las ilusiones son elmotor de la economía capitalista, son la fuerza que mueve elmundo. La economía es cada vez más directamente inver-sión de energía deseante. Lo que el historicismo idealista lla-maba alienación era el intercambio de la autenticidad huma-na con el poder abstracto del dinero. Nosotros ya no habla-mos de alienación, porque no creemos que exista ya ningu-na autenticidad de lo humano. Sin embargo, tenemos laexperiencia cotidiana de una infelicidad difusa, porque losseres humanos invierten una parte cada vez mayor de suexistencia inmediata en la promesa siempre aplazada de la

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mercancía virtual. La devastación capitalista del medio na-tural y la mediatización de la comunicación reducen casi a lanada la posibilidad de gozar de la existencia de forma inme-diata. Y la existencia desensualizada se dedica sin resisten-cias a la inversión, que es en esencia inversión emocional,intelectual, psíquica.

Como mostró Freud, la sociedad burguesa fundaba lafuerza productiva de la industria en un empobrecimientofísico y material y en una represión de la libido que produ-cía neurosis. El precio de la seguridad psíquica y económicaera la renuncia a la libertad. En su libro La postmodernidad ysus descontentos,1 Zygmunt Bauman invierte el diagnósticode Freud: los problemas y los malestares más comunes hoyson producto de un intercambio por el cual renunciamos a laseguridad para obtener cada vez más libertad. Pero ¿de quélibertad hablamos, si nuestro tiempo y nuestras energíasestán completamente absorbidas por el business?

El tránsito postmoderno ha estado marcado por un desen-cadenamiento de la libido, por un intercambio en el quehemos renunciado a gran parte de la seguridad burguesa acambio de una libertad que se concreta cada vez más sólo enel plano económico. La llamada revolución sexual de los añossesenta y setenta no fue, o no fue sólo, un aumento de la can-tidad de cuerpos disponibles para el sexo. Fue sobre todo unamutación en la percepción del tiempo vivido. El tiempo de lavida era tiempo del encuentro de las palabras, de los cuerpos,sin otra finalidad que aquella gratuita del conocerse.

No sé si hoy se hace el amor más o menos que en aquellosaños. Me parece que mucho menos, pero no es esa la cues-tión. La cuestión es que la sexualidad no tiene ya relación conel conocerse, con la gratuidad. Es descarga de energía rabio-sa, exhibición de estatus y, sobre todo, consumo. La prostitu-ción no es ya, como en tiempos pasados, una dimensión mar-ginal y viciosa, sino una actividad industrial regulada, laprincipal válvula de desahogo de la agresividad sexual deuna sociedad que no conoce ya la gratuidad. La desregula-ción económica completa una desregulación existencial que

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1. Zygmunt Bauman, La postmodernidad y sus descontentos, Madrid, Akal2001.

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tomó su impulso de las culturas antiautoritarias. Pero paralas culturas antiautoritarias la libertad era ante todo un ejer-cicio antieconómico y anticapitalista. Hoy la libertad ha sidoencerrada en el espacio de la economía capitalista y se redu-ce a la libre competencia en un horizonte obligatorio.

Cuando a la libertad se le sustrae el tiempo para podergozar del propio cuerpo y del cuerpo de otros, cuando laposibilidad de disfrutar del medio natural y urbano es des-truida, cuando los demás seres humanos son competidoresenemigos o aliados poco fiables, la libertad se reduce a ungris desierto de infelicidad. No es ya la neurosis, sino elpánico, la patología dominante de la sociedad postburguesa,en la que el deseo es invertido de forma cada vez más obse-siva en la empresa económica y en la competencia. Y el páni-co se convierte en depresión apenas el objeto del deseo serevela como lo que es, un fantasma carente de sentido y sen-sualidad. El sufrimiento, la miseria existencial, la soledad, elocéano de tristeza de la metrópolis postindustrial, la enfer-medad mental. Éste es el argumento del que se ocupa hoy lacrítica de la economía política del capital.

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Vancouver, febrero de 2000.Día lluvioso como sucede con frecuencia en aquella costa acci-

dentada y boscosa. Mi amigo A. Zen me lleva a ver el estableci-miento en el que trabaja.

El lugar está en la periferia extrema de la ciudad, casi limitacon el bosque. Si te paras a mirar por las ventanas oscuras puedeque veas los osos detrás del aparcamiento en el que se alinean losautomóviles de los seiscientos empleados de Electronic Arts, una delas empresas más importantes de producción de videojuegos.

Hay agitación en el ambiente. Son los días del lanzamientomundial de la nueva PlayStation 2 de Sony.

Newsweek muestra en la cubierta la cara de un chico quepulsa las teclas delante de una pantalla psicodélica. Para producirla PlayStation 2, Sony ha creado una «máquina» llamada EmotionEngine, capaz de generar veinte millones de micropolígonos porsegundo. La PlayStation de primera generación, las que han esta-do en circulación hasta 2000, sólo podían generar trescientos mil.Por «micropolígono» se entiende el punto luminoso que permitepercibir una profundidad tridimensional en la pantalla.

Por consiguiente, el efecto de la nueva plataforma será un rea-lismo de inmersión extremadamente refinado y envolvente.

Las investigaciones sobre realidad virtual, que durante los añosnoventa quedaron en segundo plano, vuelven al centro de la esce-na. La PS2 es la puerta de acceso a la difusión popular de la realidadvirtual. Está, además, concebida para poder conectarse a Internet.Cada vez tendremos más posibilidades de participar en juegos deaventura on line con jugadores lejanos: se formarán bandas deladrones, mercenarios o caballeros a la caza de dragones.

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A principios del año 2000 la fusión de America On Line y TimeWarner inició la era de la convergencia. Pero en el proceso de con-vergencia mediática los actores no son sólo la televisión y la red. Laconvergencia hacia un hipersistema narrativo se dibuja como unproceso con tres actores. La red engloba la televisión �—o más bien,o alternativamente, la televisión invade la red�—, pero se apunta elinjerto de un tercer componente, el de la inmersión perceptiva, larealidad virtual.

En 1999 los beneficios derivados de la venta de PlayStation supe-raron ya a los derivados de las salas de cine en todo el mundo. ¿Quésignifica esto en términos psicoperceptivos, antropológicos y, portanto, sociales? ¿Qué significa en términos de tiempo emocional?

Los usuarios de las PlayStation son mayores y pequeños �—aprincipios de 2000 se calcula que el 51 por ciento del mercado loformaban personas menores de dieciocho años. Es posible preverque el tiempo emocional de las nuevas generaciones de seres llama-dos humanos estará cada vez más absorbido por tecnologías produ-cidas por la Sony y la Microsoft �—la empresa de Bill Gates ha deci-dido entrar en el sector de las tecnologías inmersivas a principiosde 2000, precisamente en medio de la tormenta judicial desencade-nada por las autoridades antimonopolísticas norteamericanas.

El consumo, la emoción, el trabajo, la relación, el lenguaje.Todo esto está en juego cuando hablamos de la convergencia hiper-mediática.

Mi amigo A. Zen me habla de la organización del trabajo en suempresa. El se ocupa de la motion capture, es decir, de las técnicasgracias a las cuales es posible transferir el movimiento del cuerpohumano a la pantalla, y hacer que los movimientos de los autómatasvirtuales sean cada vez más realistas, cada vez más humanos.

En el establecimiento se trabaja en islas relativamente autóno-mas, cada uno organiza el tiempo de trabajo como prefiere, lostiempos son elegidos libremente por los trabajadores, lo importan-te es que el proyecto esté terminado dentro de los límites estableci-dos al principio.

A. Zen me acompaña a la sección de ensayos. En una enormesala con luces cálidas, separados por mamparas de plástico, traba-jan ciento cincuenta chicos. Su trabajo �—pagado a unos tres mildólares canadienses al mes, cerca de cuatrocientas mil pesetas�—consiste, literalmente, en jugar todo el día. Ensayan los juegos quesaldrán a los diferentes mercados del mundo. Automóviles que sesalen de carreteras rotuladas en alemán, jugadores de baloncesto

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que corren por la pantalla lanzando el balón mientras pasan anun-cios en chino o en turco, un peligroso guerrero de rasgos malayosque se lanza contra un muro mientras grita palabras inconexas encastellano. Y frente a cada pantalla, un chico que controla el fun-cionamiento del juego durante horas.

Charlamos con uno de los jóvenes ensayadores, bebiendo uncafé en la colorida sala de descanso, mientras fuera, más allá de lasparedes de vidrio, el cielo se ha oscurecido.

«¿Vives en casa con tus padres?», pregunta mi amigo A. Zenal joven ensayador que lleva un minúsculo pendiente en la orejaderecha.

«No, me he mudado», contesta el chico, «ahora vivo solo con miPlayStation».

«¿Qué quieres decir? Cuando vuelves a casa ¿sigues jugan-do?», le pregunto pasmado, interrumpiendo a mi amigo.

«¿Qué otra cosa debería hacer?», sonríe el chico de la secciónde ensayos. «¿Sabes? En el último mes sólo he recibido una llama-da telefónica, y era un tipo que se había equivocado de número.»

Ideología felicista y neuromutación

El proceso de producción globalizado tiende a convertirse enproceso de producción de mente por medio de la mente. Suproducto específico y esencial son los estados mentales. Poreso se apoya en una auténtica ideología de la felicidad que,sin embargo, esconde o, más bien, deja de lado efectos deinfelicidad crecientes que se manifiestan fuera del circuitovirtualizado pero también en su interior, en el trabajo, en lavida y en el psiquismo de aquellos que están inmersos en elproceso de producción virtual.

El sufrimiento de la mayoría de la población mundial, deaquellas personas que están excluidas del circuito de la info-producción o que son tan sólo terminales pasivos de éste, semanifiesta como empobrecimiento material y como superex-plotación. El sufrimiento de la clase virtual, de la minoríaque participa en la red, tiene en esencia un carácter mental,psíquico. Por lo que se refiere a los infoproductores, la eco-nomía psíquica absorbe y redefine el territorio mismo de laeconomía material.

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La economía digital construye un sistema tecnocomunicati-vo orientado hacia una nueva condición cognitiva global. Através de un trabajo incesante e invasivo de programación,cableado, creación de interfaces y conexión, el circuito de laproducción digital crea las macro y microestructuras deestos nuevos modelos de sensibilidad y cognición. Lainfraestructura social tiende a hacerse una con el proceso deelaboración cognitiva e interactiva de la mente. Tal procesono se da sin una auténtica mutación antropológica que enprimer lugar afecta al psiquismo social e individual.

La Sony ha decidido llamar Emotion Engine al motor de laPlayStation 2. Es una elección conceptualmente significativa,que nos permite comprender lo que de decisivo se está pro-duciendo en la relación entre el tecnocosmos digitalizado yla mente humana: la máquina digital incorpora un ciertonúmero, un número creciente de automatismos emocionalesque son inoculados en el organismo humano desde la infan-cia, desde las primeras fases formativas.

No entenderemos nada de la sociedad que se está des-plegando si no tenemos en cuenta el hecho de que sus célu-las constitutivas, esos organismos bioconscientes que porconvención acostumbramos a considerar seres humanos,están atravesando una fase de reprogramación neurológica,psíquica, relacional. El hardware de los organismos biocons-cientes está en fase de mutación, de rediseño acelerado. Noes posible pensar que sobre estos nuevos terminales puedacorrer el mismo software que corría sobre los organismosgenerados por la revolución humanista.

Por ejemplo, en el caso de los videojuegos, de las panta-llas tridimensionales y de las tecnologías de inmersión, asis-timos a un proceso que se dirige hacia la creación de interfa-ces de inmersión que hacen posible la estimulación de emo-ciones asistida por ordenador.

La emoción, entendida como estimulación de relacionesfísicas y psíquicas, sólo parcialmente controlables por larazón, es cada vez con más frecuencia despertada y provo-cada por cadenas de automatismos tecnológicos. Esto nopuede suceder sin una mutación del sistema emocionalhumano y, tal vez, incluso sin mutaciones del propio apara-to neuronal, del propio hardware cuerpo y mente.

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En este sentido se observa una convergencia entre tecnologí-as informáticas y tecnologías psicotrópicas de tipo químico�—psicofármacos, drogas�— y de tipo biotécnico �—injertoselectrónicos, inducción calculada de neuromutaciones.

Las características de la semiosfera inmersiva hiperme-diática tienen efectos sobre el sistema emocional. Podemosentrever sus primeros síntomas en el emerger de formaspánicas o depresivas de la psique social y del comporta-miento colectivo.

Advertencia: hay que deshacerse del prejuicio según elcual el homo sapiens representa el punto de llegada último yóptimo de la evolución. Por ello es necesario abandonar elpunto de vista del homo sapiens, que nos predispone a la sos-pecha, al rechazo y a la incomprensión frente a la mutaciónen curso del organismo bioconsciente.

Sin timón ni brújula en el océano fractal

Dos actitudes mentales predominan en el panorama intelec-tual. Una deriva del pensamiento crítico del siglo XX, de lasexperiencias políticas de tipo socialista. La otra florece en lafrondosa jungla de la economía postindustrial.

La primera actitud se funda en el miedo a la innovacióntecnológica y económica como portadora de un mal o, por lomenos, de un peligro. Esta actitud se manifiesta en una cul-tura política conservadora y retrógrada. La flexibilidad deltrabajo es vista tan sólo como un ataque a las condiciones devida y de salario. La globalización económica es vista comouna maquinación del imperialismo norteamericano, la difu-sión de nuevos imaginarios y de la lengua inglesa, como unpérfido instrumento de sometimiento de la cultura mundial.Internet es un instrumento ambiguo que se puede aceptartan sólo porque vehicula mensajes ideológicos de alarmasobre la peligrosidad del propio instrumento, y porqueinforma sobre la cultura pasada como si fuese una extensiónilimitada de la biblioteca.

La segunda actitud consiste, por el contrario, en la exal-tación de la economía capitalista como si a ella se debieraatribuir el enriquecimiento que proviene de los progresosde la ciencia y la tecnología. El mercado competitivo es

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considerado como el único medio en el cual son posiblestales conquistas y la violencia competitiva, la miseria y lamarginación son consideradas su inevitable precio. Del mismomodo en que la evolución natural con su despiadada selecciónelimina a los débiles y permite a los fuertes prosperar, así lasociedad humana no puede progresar si no es gracias a la vio-lencia y la explotación. El trabajo, la productividad, la compe-tencia son considerados los valores-guía a los que todo debeser sacrificado. La violencia, la guerra, la miseria, son residuosmarginales provisionales de un mundo aún no perfecto. Sólola plena homologación económica podrá eliminarlos.

Ambas posiciones son intelectualmente insatisfactorias,moralmente hipócritas y políticamente paralizantes.

El conservadurismo antagonista propone de nuevomodelos de pensamiento y de acción que no tienen ya vitali-dad alguna y sobre todo no son seguidos por las masasexterminadas de los miserables de la tierra. Se ha perdido elhorizonte de la alternativa social, porque el comunismo en elque se encontraba dicho horizonte se ha revelado como unsistema social totalitario y estático, incapaz de competir conel dinamismo tecnológico del capitalismo. Ha perdido todacapacidad de atracción y de orientación de las masas deexplotados, porque éstos se han convertido a los cultos oscu-rantistas del integrismo, del nacionalismo y el tribalismo. Deese modo, el antagonismo socialista, olvidada su antiguavocación internacionalista, ha terminado por identificar suenemigo principal en la globalización y en esta oposición seencuentra codo a codo con el fascismo y las obsesiones iden-titarias exasperadas por la desterritorialización capitalista.

La ideología liberal tiene de su lado la energía de la inno-vación, la potencia de un imaginario internacionalista que elsocialismo ha perdido. Pero no ofrece ninguna esperanza dereducir la masa de miseria y exclusión. Al contrario, cuantomás rica, eficiente, agresiva se hace la clase global que domi-na las nuevas tecnologías y concentra en sus manos el domi-nio de la red mundial, más se expande la masa de los exclui-dos. Hasta el punto de que se hace realista la previsión deuna separación a largo plazo entre una minoría que producey comunica en el circuito de la conexión global obteniendode ello ventajas crecientes en el plano económico y en elplano cultural, y una enorme mayoría de excluidos obligada

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a desarrollar, en condiciones de semiesclavitud, las funcio-nes dependientes de ese circuito global, cuando no condena-da a la guerra, a la miseria y a la enfermedad.

El pensamiento creativo debe estar hoy a la altura de unasituación que no tiene precedentes, a la altura de una socie-dad que no se parece nada �—o casi nada�— a la sociedad enla que crecieron las organizaciones políticas revolucionarias,y en las que germinaron los regímenes socialistas o las gran-des democracias de Occidente. Ni la revolución socialista�—expresión del todo quimérica e inconsistente que hoy sólopuede usar quien pretenda hacer el ridículo�— ni la demo-cracia �—expresión muy utilizada pero no menos falsa einconsistente�— son capaces de ofrecer una perspectiva, decontener y disolver la obsesión identitaria que cuaja en losnazismos reemergentes o en los integrismos enfrentados.

Tal vez haya que desembarazarse de la propia política.Este arte del gobierno no tiene de hecho ningún realismo enuna sociedad infinitamente compleja, en la que la voluntades incapaz de lograr sus objetivos, en la que los objetivos sonespejismos, porque no apoyamos los pies sobre suelo firme,sino que navegamos en un océano absolutamente inestable.

Buscamos un método de cambio que esté libre de las pre-misas �—hoy engañosas�— de la gobernabilidad, la finalidad,la reductibilidad del mundo a diseños racionales. La políticafue una técnica capaz de producir efectos de conjunto a par-tir del gobierno de un cierto número de procesos decisivos.

Nosotros tenemos que actuar en una situación en la cuallos procesos decisivos son infinitos, ingobernables, y las muta-ciones tienen carácter fractal y recombinante. Es del todoinsensato proponerse el derribo del océano fractal en el quenavegamos. Solo yendo en el sentido del proceso podemosintroducir elementos de modificación del proceso. La modifi-cación sólo puede tener un carácter fractal y en ningún modoun carácter frontal.

La sociedad de la época pasada podía ser descrita comouna realidad de tipo territorial. Se podía dirigir el timón haciauna isla que aparecía en el horizonte y con fuerza de voluntad,alcanzarla y conquistarla. Pero no tiene ningún sentido propo-nerse finalidades, objetivos, cuando uno se mueve en un océa-no en el que todas las islas que vemos en el horizonte son flo-tantes y se desplazan con velocidad diferente e imprevisible.

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Buscaremos aquí un método de cambio que saque partido delos principios de la navegación, de la fractalidad y de larecombinación. No tenemos ni brújula ni timón. Y no sabe-mos a dónde queremos ir.

El límite del cibertiempo

Rosa Luxemburg decía que el capitalismo se ve empujadodesde dentro hacia un proceso de expansión contínua. Elimperialismo era para ella la consecuencia económica, políti-ca y militar de esta necesidad íntima de expansión. Pero, ¿quésucede cuando todo espacio del territorio planetario ha sidosometido al poder de la economía capitalista y todo objeto dela vida cotidiana ha sido transformado en mercancía?

Durante algún tiempo la conquista del espacio exteriorfue considerada la dirección de desarrollo de una nuevaaventura de expansión capitalista. Después, por motivosdifíciles de descifrar, esa dirección de desarrollo fue inte-rrumpida, o al menos perdió impulso, y en la actualidad ladirección de expansión y desarrollo parece orientarse haciala conquista del espacio interior, del mundo interior, el espa-cio de la mente, del alma: el espacio temporal.

La colonización del tiempo ha sido un objetivo funda-mental del desarrollo del capitalismo durante la edadmoderna: la mutación antropológica que el capitalismo haproducido en la mente humana y en la vida cotidiana hasido sobre todo una transformación de la percepción deltiempo. Pero en la actualidad algo nuevo está sucediendo: eltiempo se ha convertido en el principal campo de batalla.Tiempo-mente, cibertiempo.

¿Qué quiere decir cibertiempo? Para responder a estapregunta debemos, en primer lugar, regresar a la definiciónde ciberespacio, término éste cuyo uso se ha extendido en ellenguaje en éstos últimos diez años. El ciberespacio es laesfera de interacción de innumerables fuentes humanas ymecánicas de enunciación, la esfera de conexión entre mentey máquinas: esta esfera experimenta una expansión prácti-camente ilimitada, puede crecer indefinidamente, porque esel punto de intersección del cuerpo orgánico con el cuerpoinorgánico de la máquina electrónica.

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Pero el ciberespacio no es la única dimensión que emerge deldesarrollo de esta conexión. Hay otro aspecto que debemostener en cuenta, el cibertiempo.

El cibertiempo es la cara orgánica del proceso, el tiemponecesario para que el cerebro humano pueda elaborar lamasa de datos informativos y de estímulos emocionales pro-cedentes del ciberespacio.

El cibertiempo no es expansible sin límites, porque suexpansión está limitada por factores orgánicos. Se puedeexpandir la capacidad de elaboración del cerebro mediantelas drogas, el adiestramiento y la atención, gracias a laampliación de las facultades intelectuales, pero el cerebroorgánico tiene límites que tienen relación con la dimensiónemocional y sensible del organismo consciente.

Llamamos ciberespacio al universo global de las relacio-nes posibles en el seno de un espacio rizomático que conec-ta virtualmente cualquier terminal humano con cualquierotro terminal humano, a través de máquinas digitales. Elciberespacio es un rizoma neurotelemático, es decir, una redno jerárquica y no lineal, que enlaza mentes humanas y dis-positivos electrónicos. Éste se caracteriza por una expansibi-lidad ilimitada. El cibertiempo, al contrario, no es ilimitada-mente extensible, porque guarda relación con la intensidadde la experiencia que el organismo consciente dedica a ela-borar informaciones que proceden del ciberespacio.

La esfera objetiva del ciberespacio se expande a la veloci-dad de la replicación digital, pero el núcleo subjetivo delcibertiempo evoluciona a ritmo lento, al ritmo de la corpo-reidad, del goce y del sufrimiento.

Es necesario fijarse con atención en este punto, porque enla relación ciberespacio/cibertiempo se crean las condicio-nes de la mutación pero también las contradicciones delmodelo infoproductivo.

La composición técnica del mundo cambia, pero la apro-piación cognitiva y la reactividad psíquica no siguen demanera lineal esta mutación. Quede claro que no pretendoafirmar que las modalidades de elaboración mental seannaturales, inmutables. Al contrario, considero que se ha pro-ducido una mutación a consecuencia de la exposición de lamente orgánico a la tecnosfera digital, pero la mutación del

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ambiente tecnológico es mucho más rápida que la mutaciónde los hábitos culturales y de los modelos cognitivos.

El estrato de la infosfera se vuelve cada vez más denso, y elestímulo informativo invade cada átomo de la atención huma-na. Pero el tiempo humano no es infinito, ni expansible deforma ilimitada. El núcleo subjetivo del cibertiempo elaboralas señales con el ritmo lento de la materia orgánica. Podemosaumentar el tiempo de exposición del organismo a las infor-maciones, podemos pasar más tiempo delante de la pantalladel ordenador, o acelerar los tiempos de reacción a los estímu-los procedentes del universo hipermediático. Pero la experien-cia no puede ser intensificada más allá de cierto límite.

Más allá de cierto límite la aceleración de la experienciaprovoca una reducción de la consciencia del estímulo, unapérdida de intensidad que concierne a la esfera de la estéti-ca, de la sensibilidad y también a la esfera de la ética.

Se banaliza la experiencia del otro, que es sustancia de ladimensión estética y de la ética. El otro se hace parte de unestímulo ininterrumpido y frenético en el que es cada vezmás difícil separar lo que existe físicamente y lo que es esti-mulado de forma virtual. La singularidad de la experienciase disuelve en favor de una repetición estandarizada.

La intensidad de la emoción no ha disminuido, pero larealidad del objeto emocional queda suspendida. El organis-mo consciente, el cuerpo-mente individual no deja de sentiremociones cuando es reclamado por un ambiente virtual. Alcontrario, los estímulos emotivos se intensifican y determi-nan reacciones cada vez más aceleradas. Pero el objeto emo-cional deja de ser reconocible, distinguible, pierde concre-ción. El objeto emocional no es ya otro ser vivo, sino un estí-mulo como tantos otros. Un estímulo que es elaborado rápi-damente, cada vez más rápidamente.

Encontramos una versión, particularmente pesimista, deeste paso en las obras recientes de Paul Virilio, quien sostie-ne desde hace tiempo que la aceleración produce un empo-brecimiento de la experiencia y la virtualización produceuna disolución de la alteridad. El imperativo moral «ama atu prójimo» desaparece, dice Virilio. Se nos invita a amar allejano (tele). Y el lejano es el otro sin su realidad física, sin elolor del cuerpo, sin el miedo y el dolor de un ser vivo. El leja-no es el otro cuya existencia, cuya verdad intensiva, cuyareciprocidad deseante no podemos verificar.

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Más información y menos significado, dice por su parteArthur Kroker. Para acelerar y hacer fluida la circulación delas informaciones es necesario, de hecho, eliminar de lasautopistas comunicativas toda ambigüedad, y no hay signi-ficado sin ambigüedad. Más información y menos significa-do, más información y menos placer en el comunicar.

Las posiciones expresadas por Arthur Kroker y PaulVirilio tienen un tono conservador porque adoptan una pos-tura negativa frente a la innovación tecnológica, como sifuese posible pararla, o como si fuese posible identificar unaautenticidad de lo humano, definir condiciones humanasnaturales fuera de las cuales lo humano se pervertiría.

No hay duda de que las tesis de Kroker y Virilio contie-nen muchos elementos de verdad. Pero su discurso estádominado por un sentimiento conservador, nostálgico, porla nostalgia de una autenticidad humana que la tecnologíaestaría eliminando.

Pero no existe autenticidad humana alguna independien-te de las condiciones en las que lo humano se determina con-cretamente. Es necesario desplazar el eje del análisis y la crí-tica: no podemos hablar del ser humano concreto a partir deuna autenticidad humana ideal.

¿Cuál puede ser el punto de vista a partir del cual juzgar elmundo presente, las relaciones de producción e intercambio,las tecnologías y las formas sociales que éstas determinan?

Creo que no hay ningún punto de vista útil para un jui-cio sobre lo existente que no sea el de la felicidad del orga-nismo consciente. Sólo el sufrimiento y el placer del organis-mo consciente �—individual y colectivo�— son útiles para uncriterio ético y político que no contenga supuestos de valorde tipo idealista �—como el de la autenticidad humana�— ohipóstasis como la de la naturaleza humana.

Una palabra que no se debería usar

La palabra felicidad no se debería usar en los libros. Es unapalabra que no se debería escribir sino, tan sólo, allí dondesea posible, habitar en silencio. Es una palabra tabú, quequizá podamos vivir a duras penas, pero no, desde luego,

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pensar de forma sistemática. Por eso esta palabra ha sidoexpurgada del discurso de las personas acreditadas y notiene carta de ciudadanía en la república del saber científico.

Aristóteles dijo que todos los hombres desean ser felices.Terencio Varrón contaba 289 interpretaciones de la palabrafelicidad. Watzlawick, por su parte, cuenta aquella historiajudía. «Pienso casarme con la señorita Katz» dice el hijo."Pero la señorita Katz no tiene dinero para la dote» respon-de el padre. «Sólo con ella podré ser feliz» replica el hijo.«¿Ser feliz?» concluye el padre «¿y qué ganas con ello?».

Todo el discurso de Watzlawick está dirigido a des-montar la idea de que exista una condición sana, natural,de la existencia y de que debamos hacer real esa condiciónpara poder ser felices. Precisamente la pretensión de queexista una condición feliz es la premisa de la infelicidad,dice Watzlawick.

Y, más aún, Freud en una carta a Fliess habla del carácterinterminable del análisis. Con esta expresión Freud define elfin, el punto de llagada e incluso el sentido último del psico-análisis. Al decir que el punto de llegada del proceso analíti-co es la comprensión del carácter interminable del análisis,quiere decirnos que ninguna ciencia y ninguna técnicapuede proponerse alcanzar la felicidad.

Si la felicidad puede ser definida como una integraciónplena y sin residuos del organismo consciente en su entorno,podemos afirmar que tal integración es irrealizable, porqueel código de la mente y el del mundo son intraducibles, o talvez porque la factura del organismo consciente y del mundoson imperfectas.

En uno de sus libros más conocidos y bellos, El malestaren la cultura,1 Sigmund Freud explica por qué en el discursocientífico sobre la sociedad humana no puede aparecer lapalabra felicidad. El acceso a la cultura supone la elimina-ción, la destrucción, la puesta entre paréntesis de la propiaidea de felicidad. El acceso a la cultura, precisamente porquecomporta una inversión productiva y racional de la libido,implica una sublimación del deseo y de lo que Freud definecomo instintos primarios (Trauben). Esta eliminación es el

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1. Sigmund Freud, El malestar en la cultura, Madrid, Alianza 1998.

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fundamento del sacrificio sobre el que se funda el progresode la civilización, el aplazamiento del placer, la inversión delas energías de forma socialmente útil, intercambiable, acu-mulable. El desarrollo de la economía capitalista se apoyaparticularmente en este desplazamiento de la relación entreel deseo y lo vivido.

Lo que se acumula en el tiempo, constituyendo la premi-sa y la base del desarrollo económico y del progreso culturales precisamente la separación entre el deseo y lo vivido.Gracias a esta separación el mundo de las cosas ha podidoextenderse, complicarse, absorbiendo tiempo de trabajo einteligencia. Lo que se acumula en la economía capitalista esplacer no vivido, o bien, placer sublimado.

Esta problemática se halla en el centro del libro de críticade la economía capitalista de Bataille, La parte maldita.2

Partiendo de la idea de que el desarrollo económico se fundasobre la acumulación de placer no vivido, Bataille formula lahipótesis de que la parte maldita sea el exceso de deseo,aquel deseo que debe ser sacrificado para dejar espacio aldesarrollo de la economía. La parte maldita es la críticaviviente de la economía y del capitalismo, el deseo que rea-firma su existencia contra la lógica sacrificial del capitalismo.

Los neurofisiólogos están en condiciones de definir losfenómenos psíquicos, emotivos, humorales como manifesta-ciones de procesos químicos que se desarrollan en el cerebro.Pero es dudoso que este tipo de explicaciones sirva paraexplicar el comportamiento humano en su complejidad y enel contexto de las relaciones sociales.

¿Cómo se pone en movimiento, cómo se alimenta todaesta química y esta hidráulica de agentes químicos de la neu-rotransmisión, del humor y de la (in)felicidad? ¿Cuáles son lasarquitecturas sociales de la psicoquímica? ¿Cuáles las arqui-tecturas tecnológicas, cuáles las arquitecturas culturales?

Podemos, desde luego, considerar la felicidad como efec-to de un proceso fisioquímico y por tanto podemos interve-nir sobre ciertos tipos de infelicidad, sobre diversas formasde sufrimiento mental como la ansiedad o la depresiónsuministrando sustancias, como los psicofármacos, capaces

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2. George Bataille, La parte maldita, Barcelona, Icaria 1987.

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de actuar sobre las moléculas del cerebro. Pero el sufrimien-to mental no puede ser reducido a esto. No basta con expli-car los procesos neurofísicos que lo acompañan y lo produ-cen para comprender cómo se determinan la depresión, lostrastornos mentales, la melancolía, la tristeza, el miedo, elpánico. Estos fenómenos de la vida psíquica no son reduci-bles a sus determinantes químicos y neuronales, aunqueéstos sean necesarios.

Neurólogos y fisiólogos fundan sus diagnósticos y susterapias en la condición física del cerebro humano y a partirde ahí analizan la relación entre mente y mundo. Es un pro-cedimiento de gran utilidad y la psicoterapia saca gran pro-vecho del uso de los psicofármacos. Sustancias como elProzac se han mostrado capaces de modificar los modos deinteracción mente-mundo y hay toda una farmacopea deansiolíticos, antidepresivos, tranquilizantes, euforizantes,que desempeñan una función esencial para regular elhumor, reducir el sufrimiento y hacer tolerable la existencia.

El punto de vista de la psicofarmacología es legítimo yeficaz en la práctica. Pero su comprensión del sufrimientomental tiene un carácter mecanicista y reductivo. Se trata deuna perspectiva absolutamente parcial, unilateral, insufi-ciente para explicar los fenómenos del trastorno mental y delmalestar, y de todo punto inadecuada para modificar el pro-ceso psicopatógeno, salvo en sus aspectos clínicos.

Si queremos analizar la relación entre la mente y elmundo, un enfoque de tipo mentalista tiene indudables ven-tajas. Si pensamos que el mundo es una proyección de lamente, podremos llegar a la conclusión de que bastará concorregir, curar y pacificar la condición en que se encuentra elpanorama de la mente para que el mundo se vuelva mejor.

En una perspectiva de este tipo, una vía resolutiva paraenfrentarse con el problema de la felicidad puede hallarse enlos psicofármacos, pero también en las técnicas de medita-ción del yoga. Por útil e interesante que resulte considerar elmundo como una proyección de la actividad mental, esnecesario reconocer que ésta es sólo una parte de la realidad.

La psicología budista considera la relación con el mundoy con los demás seres humanos, e incluso la propia realidadobjetiva, como un efecto de las proyecciones de la mente. Nisiquiera los demonios más terroríficos deben atemorizarnos

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porque no son sino proyecciones de nuestra mente, dice elBardo Thodol, el Libro tibetano de los muertos3 que, aún siendoanterior a la introducción del budismo en el Tibet porPadmasambhava, anticipa los fundamentos de la psicologíabudista. Puesto que el bien y el mal que se manifiestan en elmundo son proyecciones, lo que debe ser curado, modifica-do, perfeccionado no es el mundo sino el estado de la mente.

Por completo diferente es el enfoque de la felicidadimplícito en el pensamiento político moderno. En el vocabu-lario político esta palabra tiene un lugar muy marginal, aun-que la constitución norteamericana afirme que todo indivi-duo tiene el derecho a buscar su propia felicidad. LaIlustración inocula en el espíritu de la modernidad la idea �—que se ha mostrado poco fundada en los hechos�— según lacual el progreso científico y civil produciría un constanteincremento de la felicidad colectiva. Pero más allá de lasdeclaraciones de principio, todo discurso sobre esta cuestiónaparece como ligeramente incómodo, tal vez por la buenarazón de que cualquier valoración cuantitativa de la felici-dad es imposible y resulta abusiva cualquier objetivación deun concepto tan vago.

Hoy los hombres y las mujeres ¿son más o menos felices?¿Cómo podemos intentar hacer una valoración cuantitativasobre el volumen de felicidad del que gozaban los humanosen épocas pasadas de la historia?

Las agencias demoscópicas pueden hacer sondeos sobre lasexualidad, el placer y la insatisfacción. Pero ¿cómo se hacepara considerar fiables sondeos sobre estas cuestiones?Suponiendo que las personas entrevistadas dijeran la verdady no está claro que sea así ¿no es acaso evidente que cada serhumano percibe de forma diferente su propio cuerpo y regis-tra sus estados mentales con criterios del todo personales?

Alguna vez he oído decir que la felicidad y la infelicidadestán distribuidas de forma equilibrada en el tiempo y en elespacio, con independencia de las condiciones sociales. Esposible, pero parece imposible dejar de considerar laAlemania de la época hitleriana �—piénsese en El huevo de laserpiente de Ingmar Bergman�— o la Rusia de Stalin �—piénsese

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3. El libro tibetano de los muertos (Bardo Thodol), Barcelona, Obelisco 1994.

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en El maestro y Margarita de Bulgakov4�— como ambientes par-ticularmente predispuestos a una tristeza difusa y a la angustia.

Así pues, no podemos tener certezas ni es oportuno cons-truir teorías sobre la felicidad. Sin embargo, a pesar de estasdificultades y precauciones, querría apuntar algunos aspec-tos del panorama psíquico de la sociedad contemporáneapartiendo de sus condiciones productivas, comunicativas ytecnológicas.

La felicización del discurso económico

La felicidad no es un objeto científico, sino un objeto ideoló-gico muy importante. De ese modo debe ser estudiado. Enotras palabras, aunque no sea posible tener un discurso cien-tíficamente motivado y coherente sobre la felicidad �—y quepor tanto sólo pueda definirse de forma muy vaga�—, en eldiscurso público circulan flujos de comunicación construi-dos en torno a una idea de felicidad. Vemos circular frag-mentos y reclamos imaginarios, escasamente motivados ycoherentes, pero no por ello menos eficaces. El discursopúblico se funda sobre la idea de que ser feliz no sólo esposible, sino casi obligatorio y que si se quiere alcanzar eseobjetivo es necesario atenerse a algunas reglas, seguir ciertosmodelos de comportamiento.

La historia del pensamiento ilustrado y del positivismoha introducido en la cultura moderna la convicción o, másbien, la ilusión de que el progreso científico, económico ytecnológico tienen el efecto de extender la felicidad humanay consolidar sus bases hasta generalizarla.

Durante la época clásica de la modernidad, pero tambiénen el siglo XX y en los años siguientes a la Segunda GuerraMundial, este discurso ideológico ha funcionado, permean-do en cierto modo el fondo inconsciente de los comporta-mientos y de las expectativas de la mayoría de la sociedad.

El positivismo identificaba el progreso científico con elprogreso de la felicidad humana, aunque Freud contradije-ra esta fe en su propio terreno, el de la ciencia positiva, pro-

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4. Mijail Bulgakov, El maestro y Margarita, Madrid, Alianza 2002.

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yectada hacia las profundidades de la mente humana. Elsiglo XX ha seguido cultivando la ilusión positivista, almenos en la cultura de masas y en el trasfondo implícito dela cultura política.

El discurso político totalitario y el democrático, en elsiglo XX, han colocado por igual la felicidad como horizontede la acción colectiva. El totalitarismo ha impuesto procedi-mientos de comportamiento obligatorios y ha pretendidoque los ciudadanos los aceptasen con entusiasmo, so pena dela marginación o la persecución como derrotistas.

La democracia no pretende un consenso entusiasta, antesbien, en una visión madura la democracia se entiende comouna búsqueda interminable de un modus vivendi que concedaa cada uno la posibilidad de desarrollar las conductas perso-nales y públicas que le permitan procurarse una relativa feli-cidad. El capitalismo, que a menudo �—y sin motivo�— es pre-sentado como el compañero inseparable de la democraciamientras sabemos cómo florece a menudo y de buen grado ala sombra de regímenes nada democráticos, no es sin embar-go tan tolerante. Exige una participación entusiasta en la com-petencia universal, en la que no se puede vencer si no se des-pliegan con plena convicción todas las energías propias.

En nombre de una felicidad colectiva y homologada, losregímenes totalitarios, como el nazismo, el fascismo y elsocialismo autoritario de las democracias populares, hannegado la libertad de las personas y han creado las condicio-nes de una tristeza inmensa. Pero también la economía libe-ral, con su culto del beneficio y del éxito, representada deforma caricaturesca pero persuasiva en el discurso publicita-rio, ha acabado por producir una infelicidad mediante lacompetencia, el fracaso y la culpabilización. El discursopúblico de nuestro tiempo �—que traduce en el proceso deglobalización el triunfo de la economía liberal�— está empa-pado de la ideología de la felicidad. Por ello no podemos elu-dir el problema de la felicidad, a pesar de las cautelas y per-plejidades que hemos presentado en las páginas precedentes.

La ideología de la new economy afirma que el libre juegodel mercado crea el máximo de felicidad para la humanidaden general. Y no podemos sustraernos al juego, no podemosevitar preguntarnos qué entienden los economistas, los políti-cos y los publicitarios cuando hablan de felicidad. Y que no se

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nos diga que el discurso de economistas y políticos es dife-rente del de los publicitarios. Uno de los efectos de la new eco-nomy en el terreno ideológico consiste precisamente en la asi-milación de estos discursos y en la transformación de la publi-cidad en una especie de paradigma de pensamiento económi-co y de acción política. Y así se hace necesaria una comproba-ción: ¿es cierto que la evolución tecnoproductiva y tecnoco-municativa está produciendo un incremento de la felicidad?

Estamos obligados a usar esta palabra que preferiríamosvivir. Y estamos obligados a decir aquello que solamentequerríamos habitar en silencio, porque en torno a esta pala-bra gira la ideología contemporánea y gira también el imagi-nario social que el media system produce de forma incesante.

Es cosa archisabida que el discurso publicitario se fundasobre la creación de modelos imaginarios de felicidad conlos que los consumidores son invitados a conformarse. Lapublicidad es producción sistemática de ilusión y por lotanto también de desilusión, de competencia y, por tanto,también de fracaso, de euforia y, por tanto, también dedepresión. El mecanismo comunicativo de la publicidad sefunda sobre la producción de un sentido de inadecuación ysobre la llamada a un consumo que permitirá volverse ade-cuados y hacer real por fin aquella felicidad que se escapa.

Que ésta sea la sustancia del mecanismo publicitario escosa fácil de entender. Pero es más interesante ver cómo, enlos últimos años, la cuestión de la felicidad ha salido delrecinto de los persuasores publicitarios y ha saltado al cen-tro del discurso económico.

La autorrealización y el rechazo del trabajo

La irrupción de la felicidad en el campo del discurso econó-mico no puede considerarse como un simple efecto superfi-cial, como una contaminación de la austera disciplina econó-mica por parte de la resplandeciente cultura de los comuni-cadores publicitarios. Entendámonos, eso también pasa.Pero es preciso fijarse en algo más profundo para explicar lafelicización del discurso económico. Para ello debemos rec-troceder a los años en los que fue más profunda la crisis delmodo de producción industrial, caracterizado por formas

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repetitivas de trabajo asalariado y por la despersonalizaciónde la cadena de montaje.

En los años sesenta y setenta, precisamente cuando el sis-tema industrial alcanzaba su punto culminante y hacía realla perfección del modelo fordista, repetitivo y mecánico, elsentimiento obrero de rechazo del trabajo industrial y desentirlo como ajeno se fundió con un filón cultural que hacíade la alienación su elemento crítico esencial. En su significa-do filosófico, alienación significa pérdida de la propia auten-ticidad humana e intercambio de cuanto de humano hay enhombres y mujeres con algo materialmente valorable, comoel salario, el dinero, los objetos de consumo. Filosofías de ori-gen idealista y de influencia existencialista se difundieronampliamente en los movimientos de contestación de aque-llos años. Éstas consideraban al capitalismo como la causa deuna alienación que arrebataba a las personas su autenticidadhumana y que les daba a cambio la posibilidad de participaren el circuito de las mercancías. Por ello, estas filosofías seña-laban como objetivo político principal la conquista de unacondición social en la que el trabajo productivo y la realiza-ción de uno mismo fuesen la misma cosa.

En los años setenta los movimientos feministas, juvenilesy homosexuales se reconocieron en la idea de que «lo perso-nal es político». En la lucha social, querían decir, no sólo estáen juego el poder político y el gobierno de la república. Estántambién en juego, en primer lugar, la calidad de la vida coti-diana, el placer y el sufrimiento, la realización de unomismo, el respeto a la diversidad: está en juego el deseo queactúa como motor de la acción colectiva.

Una revista que tuvo cierta influencia en los movimien-tos juveniles de los años setenta, llamada A/traverso, titulóuno de sus número «la felicidad es subversiva cuando sevuelve colectiva». El movimiento del 77, en su versión italia-na, colorista y creativa, y en su versión inglesa punk, góticae inquietante, se fundaba en una intuición: el deseo es lafuerza que pone en movimiento todo proceso de transfor-mación social, todo cambio del imaginario, todo desplaza-miento de la energía colectiva. Sólo a partir del deseo seexplican el rechazo obrero del trabajo asalariado, el rechazoa someter la propia vida a los ritmos de la cadena de monta-je, el absentismo, el sabotaje.

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La aparición, en aquellos mismos años, del valor político dela felicidad y de la autorrealización personal está ligada alrechazo de y a la imposibilidad de soportar el modo de pro-ducción industrial, que ya aparecía como maduro y decrépi-to en su perfección técnica y funcional. En esa situación, laindividualidad rica y consciente, capaz, por fin, de liberacióny autonomía productiva y cultural, se alejaba con rabia de laideología sacrificial y de la ética del trabajo. El trabajo esdenunciado como pura ejecución repetitiva y jerárquica,carente de inteligencia y de creatividad.

Así pues, en ese movimiento, la ideología de la felicidadcumplió un papel poderoso de disgregación; de la fabricataylorista y del ciclo productivo fordista, pero también delconjunto de la organización social y disciplinar que seestructuraba sobre el modelo de la industria.

Tecnología de la infoproducción

En los años siguientes transformaciones decisivas han dadolugar a un vuelco completo del panorama productivo,social y cultural.

En primer lugar, se ha difundido con velocidad impre-sionante una nueva tecnología de producción: la tecnologíadigital, que ha introducido transformaciones de diversanaturaleza en la organización del trabajo productivo y en suconcatenación.

En segundo lugar, la estructura jerárquica sobre la que sefundaba el modelo industrial ha entrado en crisis. La aspira-ción a la autorrealización se ha convertido en el resorte fun-damental de la reconstrucción de un modelo social que fun-cione y se ha integrado perfectamente en las modalidadesproductivas digitales. Resulta estúpida y victimista la posi-ción que lee este tipo de dinámicas en términos de recupera-ción, como si las fuerzas sociales estuviesen empeñadas enuna especie de eterna fuga para alejarse del control y comosi el sistema estuviese empeñado en una especie de perpetuacarrera para adelantarse a los comportamientos subversivos.

Es más interesante ver la historia social como una cons-tante interrelación entre rechazo del trabajo dependiente yreestructuración del sistema productivo, en la que coexisten la

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confrontación y las coincidencias de intereses. Capital y claseobrera en la sociedad industrial tenían intereses opuestos,pero también intereses comunes. La confrontación derivabadel hecho de que el capital procuraba extraer del trabajo vivola mayor cantidad posible de tiempo de trabajo y de valor,mientras los obreros trataban de evitar ser exprimidos comolimones y de guardar para sí energías físicas e intelectuales.

El elemento común residía en el hecho de que tanto losobreros como el capital procuraban reducir el tiempo de tra-bajo necesario, introduciendo automatismos productivos,máquinas, tecnologías. Y es esto lo que ha sucedido. La luchapor el poder obrero ha empujado al capital a sustituir obrerospor máquinas, exactamente como previó Karl Marx en elcapítulos sobre las máquinas de los Grundrisse. La introduc-ción de tecnologías microelectrónicas, la digitalización de lamaquinaria y la informatización de los procesos productivosllevan rápidamente a una transformación de las característi-cas del trabajo y a su intelectualización general. Durante todoel siglo XX se planteó el problema de la relación entre trabajomanual y trabajo intelectual. Max Weber tematiza esta rela-ción, Lenin la convierte en la base de la teoría del partido,Gramsci la repiensa bajo una nueva luz. Pero cuando en latradición teórica del movimiento obrero se habla de trabajointelectual se entiende como una función separada del proce-so productivo de mercancías, como una función de control,de gobierno, de organización ideológica del consenso: ensuma, como una función de tipo dirigente o político.

La función esencialmente productiva queda en esenciadelegada en el trabajo manual, es decir, en la transformacióndirecta de la materia física. El trabajo intelectual adquiereuna fuerza material en tanto que instrumento de potencia-ción, técnica y política, del trabajo industrial y de la claseobrera. Ya en la propia época industrial madura se habíaempezado a difundir la automatización, es decir, la posibili-dad de que las máquinas absorbieran funciones de transfor-mación de la materia, de modo que hacía del trabajo manualuna actividad enormemente más productiva. En los años se-tenta, con la introducción de las máquinas de control numé-rico y de los sistemas de automatización flexible, se intensi-ficó la transferencia de tareas operativas a las máquinas.Pero la transformación decisiva llega en los años ochenta,con la informatización sistemática de los principales sectores

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productivos. Gracias a la digitalización, cualquier aconteci-miento material puede ser no sólo simbolizado sino tambiénsimulado, sustituido por una información. Así se hace posi-ble la reducción de todo el proceso productivo a la elabora-ción e intercambio de informaciones.

¿Qué es, en realidad, la información? La información noes únicamente transferencia de signos que se refieren a unobjeto o a un acontecimiento. La información es creación deforma que es inoculada en el acontecimiento o en el objeto.La información es creación de valor, producción de mercan-cía. Todo objeto, todo acontecimiento, toda mercancía puedeser sustituida por una información, por un algoritmo corres-pondiente capaz de llevar a una existencia intercambiableese objeto, ese acontecimiento.

Por eso el paso de la economía industrial a la infoecono-mía no es, como se empeñan en pensar los economistas orto-doxos, un fenómeno importante pero sectorial destinado asustituir una parte del proceso productivo, pero no a afectara la producción de mercancías materiales.

La infoproducción se extiende a todos los ciclos de pro-ducción de mercancías, de servicios, de objetos materiales ysemióticos porque la digitalización crea un simulacro delmundo, funcionalmente integrado en el mundo físico. Laformación del modelo infoproductivo se ve acompañada poruna evolución cultural, psíquica, que afecta a la fuerza detrabajo, a la percepción misma de la actividad.

En la sociedad industrial clásica el trabajador se sentíaexpropiado de su propia intelectualidad, de su propia indivi-dualidad y de su propia creatividad. Esta despersonalizaciónpuso en marcha una reacción cultural, social y, en último tér-mino, abiertamente política contra la forma del trabajo indus-trial masificado. El modelo infoproductivo emergente de losúltimos decenios parece interpretar y acoger precisamenteesta protesta. En la producción high tech, de hecho, son preci-samente las facultades cognitivas las que son puestas a traba-jar y las peculiaridades personales las que son valorizadas.

Hay una continuidad objetiva, aunque no siempre cons-ciente ni culturalmente explícita, entre rebelión antijerár-quica y desregulación económica, entre voluntad de auto-rrealización personal y florecimiento de la autoempresainfoproductiva. La autonomía de la sociedad respecto al

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Estado es un tema fuertemente arraigado en los movimien-tos antiautoritarios de los años sesenta y setenta y alcanzasu máxima expresión precisamente cuando, en 1977, elmovimiento antiautoritario rompe abiertamente sus lazoscon el movimiento obrero del siglo XX y se distancia de laconcepción estatista del movimiento socialista y comunista.El asunto de la autonomía social se salda objetivamente conla reivindicación liberal de una absoluta libertad de laempresa frente a las regulaciones estatales y frente a cual-quier vínculo solidario y social.

Aparece aquí una contradicción que nunca ha sido asumi-da conscientemente y, por tanto, nunca ha sido criticada ysuperada para quienes, como nosotros, interpretamos teórica-mente aquellos movimientos antiautoritarios y después nosvimos combatiendo el liberalismo que, sin embargo y en cier-ta medida, había recogido nuestra herencia y había sacadopartido de sus efectos culturales y sociales. No es casualidadque tantos de los empresarios innovadores de los ochenta ynoventa se hayan formado en los setenta en los movimientosantiautoritarios, anarquistas, autónomos. Esto no es un indi-cio de traición a los valores revolucionarios y tampoco debeconsiderarse una muestra de la superioridad intelectual dequienes han sabido transferir la vanguardia política al terrenode las profesiones innovadoras. Se trata tan sólo de una con-vergencia de intereses entre autonomía social y de-sarrollo delcapital que la clase obrera revolucionaria ya había conocido yexperimentado en la segunda posguerra mundial.

La intelectualización del trabajo, que es una consecuenciano secundaria de la transformación tecnológica y organizati-va del proceso de producción en los dos últimos deceniosdel siglo abre posibilidades de autorrealización completa-mente nuevas que los movimientos libertarios habían tenidocomo objetivo. Pero también un campo de energías total-mente nuevas para la valorización del capital.

Hacia el fin de los setenta, la desafección obrera por eltrabajo industrial, la crítica difusa de la jerarquía y la repe-titividad habían quitado energía al capital. Todo el deseoestaba fuera del capital y atraía fuerzas que se alejaban desu dominio. Hoy sucede lo contrario: el deseo llama a lasenergías hacia la empresa, hacia la autorrealización en eltrabajo. Y fuera de la empresa económica, fuera del trabajo

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productivo, fuera del business no parece quedar ningúndeseo, ninguna vitalidad.

Precisamente gracias a la absorción de la creatividad, deldeseo, del impulso individualista y libertario hacia la auto-rrealización el capital ha sabido reencontrar su energía psí-quica, ideológica y también económica.

Deseo/economía

Este lazo paradójico entre fuerza liberadora del deseo yreconstitución del vínculo económico ha sido objeto de refle-xión filosófica en el ámbito del pensamiento radical postes-tructuralista. En Paris, hacia fines de los años setenta, estareflexión se manifiesta por medio de una polémica entrealgunos de los filósofos más importantes. Por una parte,Gilles Deleuze, Félix Guattari y Michel Foucault habían ana-lizado el carácter sustancialmente represivo de la formasocial del capital y habían identificado en la corporeidaddeseante la fuerza principal de una revolución libertaria, deuna ruptura de los mecanismos de control y de explotación.Por otro lado, Jean Baudrillard criticaba esta visión, afir-mando que, de hecho, el deseo debía considerarse una ener-gía capaz de recargar el capitalismo, de poner en circulaciónlas fuerzas que aquél había perdido.

En Olvidar a Foucault,5 por ejemplo, Baudrillard ataca lasteorías del deseo con el argumento de que toda liberacióndel deseo está destinada a poner de nuevo en marcha lamáquina energética de la valorización capitalista.

Hay algo cierto, naturalmente, en la observación deBaudrillard. Es cierto que el capital ha sacado partido de formaespasmódica del culto al yo que nace precisamente del recha-zo a la despersonalización industrial. Este rechazo se masificaa fines de los años setenta. Y, en los dos decenios siguientes,el individualismo de masas se convierte, en dos planos, en elresorte del hipercapitalismo hoy desplegado y aparentemen-te insuperable. En el plano productivo, el individualismo seencuentra con las tecnologías individualizadas del ordenador

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5. Jean Baudrillard, Olvidar a Foucault, Valencia, Pre-Textos 2000.

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y hace estallar el fenómeno de la microempresa como signo deautorrealización. En el plano del consumo, produce una pro-liferación de nuevas necesidades, de nuevos productos acomercializar, y una progresiva mercantilización de cualquieraspecto de la relación social, afectiva o cultural. Pero, ¿ennombre de qué principio debemos oponernos a este matrimo-nio del deseo con la economía?

El radicalismo dialéctico respondía con seguridad: ennombre de la abolición del capitalismo. Desde la imposibili-dad de una visión dialéctica resulta difícil creer en las aboli-ciones. Y menos que nunca en la del capitalismo. El capitales una modalidad de semiotización del mundo que ha per-meado irreversiblemente las formas cognitivas, los compor-tamientos, las expectativas, las motivaciones.

El pensamiento radical de origen hegeliano �—del queforma parte sin duda el situacionismo�— considera cualquierevolución del capital como una recuperación de una energíaoriginal en la que se manifiesta dialécticamente la autenticidadnegada del estado presente de las cosas. La obsesión por larecuperación es una de las fijaciones características del pensa-miento radical, que lo ha llevado sistemáticamente a la impo-tencia o a la desesperación. En ocasiones el discurso de losantirrecuperadores adquiere características sacrificiales yautolesivas. Estarían dispuestos a hacerse daño a sí mismospor fastidiar al capital y temen como el mayor de los peligrosla propia felicidad si ésta corre el riesgo de dar energía al odia-do enemigo. Los tardosituacionistas, nostálgico dialécticos,parecen creer que el capital existe como entidad separada,como voluntad abstracta o como subjetividad maléfica que sealimenta y se nutre de las energías procedentes de la sociedad.

En realidad, el capital es una modalidad específica devalorización económica de las energías sociales e intelectua-les y empapa todo el sistema cognitivo de la sociedad, mode-lando su percepción, su comportamiento. Lo que podemosproponernos no es en realidad abolir el capital �—que querríadecir abolir una función cognitiva, una modalidad de semio-tización encarnada en el cerebro de la sociedad�— sino des-plazar constantemente su equilibrio, impedir su estabiliza-ción y, por tanto, impedir que se consolide una forma depoder inmóvil, cuando el contenido productivo está en cons-tante mutación.

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2. El trabajo cognitivo en la red

Se pasan de doce a quince horas al día pegados al video y a vecesprolongan su actividad hasta pasada la medianoche. Acumulanhoras extraordinarias que no se pagan, y corren siempre el riesgode ser puestos de patitas en la calle de hoy para mañana. He aquíel lado oscuro de la red, los forzados de Internet. Éstos han creadoun sitio web que se llama Netslaves, en el que se cuenta la vida detrabajo en las pequeñas y grandes empresas informáticas nortea-mericanas. En el vientre de la new economy.

En ese sitio encontramos relatos como los de angry sister,que cuenta con qué presiones psicológicas le han hecho la vidaimposible como moderadora de un newsgroup. Dee Dee traba-ja para una empresa dedicada al comercio electrónico y habla desu horario de trabajo. Le habían dicho que la pausa para comerera de treinta minutos no retribuidos, pero desde el primer díacomprobó que la pausa para comer sólo existía en el papel. Undía, terminada su jornada de trabajo a las 18.30, se va. Al díasiguiente alguien le dice: «¿cómo se te ha ocurrido marchartesin permiso del gerente?». Y Paula, empleada del servicio deatención al cliente, se ha visto obligada a quedarse ante el videodesde medianoche hasta las ocho de la tarde del día siguiente,para encontrarse a continuación que se le negaba el derecho aque se le pagaran horas extraordinarias. Pero los netslaves nose rebelan. Han sido atraídos hasta la trampa digital por elseñuelo de pertenecer a una élite y por la promesa, repetidahasta la saciedad, de que cualquiera puede hacerse su propia for-tuna, si de verdad vale. Negarse a hacer horas extraordinarias,¿no sería una mezquindad de un trabajador por cuenta ajena?¿Y acaso no somos aquí todos profesionales libres que nosmovemos por el aire electrónico?

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Hasta ahora, a pesar de la precariedad de los contratos, de la impo-sición de horarios infernales, del salario que, una vez descontadosimpuestos, se reduce a un salario obrero normal, son poquísimoslos que se atreven a mandar a freír espárragos la nueva economíade la ilusión. El espejismo de participar en un circuito de moda, detener algún día la idea genial que les hará millonarios prevalecesobre la frustración y la fatiga.

Pero ¿qué sucederá el día en que los netslaves se den cuenta deque sencillamente han sido tratados como imbéciles?

Trabajo digital y abstracción

¿Qué significa trabajar hoy? Como tendencia, de forma cadavez más general, el trabajo tiene aspecto físico uniforme: nossentamos frente a una pantalla y movemos los dedos sobreun teclado: tecleamos.

El trabajo se ha vuelto al mismo tiempo mucho más uni-forme desde el punto de vista físico, ergonómico, y muchomás diferenciado, especializado en lo que respecta a los con-tenidos que se elaboran. El arquitecto, el agente de viajes, elprogramador y el abogado realizan los mismos gestos físi-cos, pero nunca podrían intercambiar sus trabajos porquecada uno de ellos desarrolla una tarea específica, local eintraducible para quien no ha seguido ese particular currí-culo formativo, para quien no está familiarizado con esecomplejo contenido de conocimientos.

Cuando el trabajo era despersonalizado, en sustancia,intercambiable, se percibía como algo ajeno. Una tareaencargada mecánicamente y sometida a una jerarquía, des-arrollada a cambio de un salario. La definición de trabajo porcuenta ajena y de trabajo asalariado se adecuaba por tanto aeste tipo de actividad social, pura prestación de tiempo.

Las tecnologías digitales abren una perspectiva comple-tamente nueva para el trabajo. Ante todo, transforman larelación entre concepción y ejecución y, por tanto, la relaciónentre el contenido intelectual del trabajo y su ejecuciónmanual. El trabajo manual tiende a ser desarrollado por má-quinas dirigidas automáticamente y el trabajo innovador, elque realmente produce valor, es el trabajo mental. La mate-ria a transformar es simulada mediante secuencias digitales.

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El trabajo productivo consiste en llevar a cabo simulacionesque los automatismos informáticos transfieren después a lamateria.

El contenido del trabajo se mentaliza, pero al mismotiempo los límites del trabajo productivo se vuelven impre-cisos. La propia noción de productividad se hace imprecisa:la relación entre tiempo y cantidad de valor producido sehace difícil de establecer, porque no todas las horas de untrabajador cognitivo son iguales, desde el punto de vista delvalor producido.

Es necesario redefinir la noción de abstracción y de tra-bajo abstracto. ¿Qué quiere decir, en el lenguaje de Marx,«trabajo abstracto»? Significa suministro de tiempo que pro-duce valor sin distinción de su cualidad, sin relación con lautilidad específica y concreta de los objetos que dicho traba-jo trae al mundo. El trabajo industrial tendía a ser abstractoporque su cualidad específica y su utilidad concreta eran deltodo irrelevantes frente a su función de valorización econó-mica. Pero esta reducción abstracta, ¿sigue actuando en laera de la infoproducción?

En cierto sentido sí. Más aún, se puede decir que esa ten-dencia se intensifica hasta su máxima potencia, puesto quede la acción de trabajar desaparece todo residuo de su mate-rialidad y de su carácter concreto y permanecen sólo abs-tracciones simbólicas, los bits, los dígitos, las diferencias deinformación sobre las que se ejerce la actividad productiva.La digitalización del proceso productivo ha hecho que todoslos trabajos sean iguales desde el punto de vista físico y ergo-nómico. Todos hacemos lo mismo: nos sentamos frente auna pantalla y pulsamos las teclas de un teclado. Nuestraactividad es transformada por la cadena de máquinas en unproyecto arquitectónico, en un programa de televisión, enuna operación quirúrgica, en el desplazamiento de cuarentacajas metálicas o en el aprovisionamiento de los restaurantesde una zona de playa.

Desde el punto de vista físico no hay diferencia entre unagente de viajes, un operador de una refinería de petróleo yun escritor de novela negra, en el momento en el que des-arrollan su trabajo. Pero, al mismo tiempo, lo contrario tam-bién es cierto. El trabajo se ha convertido en parte de un pro-ceso mental, en la elaboración de signos cargados de saber.

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El trabajo se ha hecho muy específico y especializado. Elabogado y el arquitecto, el informático y el dependiente desupermercado están ante la misma pantalla y pulsan las mis-mas teclas, pero ninguno de ellos podría ocupar el puesto deotro, porque el contenido de su actividad de elaboración esirreductiblemente diferente y no es traducible.

Un obrero químico y un obrero metalúrgico realizan tra-bajos del todo diferentes desde el punto de vista físico, pero aun metalúrgico le hacen falta sólo unos pocos días para adqui-rir el conocimiento operativo del trabajo de un obrero quími-co y viceversa. Cuanto más se simplifica el trabajo industrialpor medio de la maquinaria, más intercambiable se vuelve.

Frente al ordenador, conectados a la máquina universalde elaboración y comunicación, los terminales humanos de-sarrollan los mismos movimientos físicos. Pero cuanto másse simplifica el trabajo desde el punto de vista físico, menosintercambiables se vuelven sus conocimientos, sus capacida-des, sus prestaciones. El trabajo digitalizado manipula sig-nos absolutamente abstractos, pero su funcionamientorecombinante es cada vez más específico, cada vez más per-sonalizado, cada vez menos intercambiable.

Por ello los trabajadores high tech tienden a considerar eltrabajo como la parte más esencial de sus vidas, la parte mássingular y la más personalizada. Exactamente al contrario delo que le sucedía al obrero industrial, para quien las ochohoras de prestación asalariada eran una especie de muertetemporal de la que despertaba sólo con la sirena que marca-ba el fin de la jornada.

Empresa y deseo

La noción de empresa sugiere varias cosas. En su acepciónrenacentista y humanista, empresa es la actividad que da almundo su forma humana. La empresa del artista delRenacimiento es el signo y la condición de la independenciade la esfera humana frente al destino y la voluntad divina.En el pensamiento de Maquiavelo la empresa es lo mismoque la política, que se emancipa de la fortuna y da vida a larepública, espacio en el que las voluntades humanas cons-truyen y confrontan su astucia y su capacidad de creación.

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Sin perder el sentido de acción libre y constructiva, en suacepción capitalista la palabra empresa adquiere nuevostonos que derivan de la oposición entre empresa y traba-jo. La empresa es invención y acción libre. El trabajo esrepetición y acción ejecutiva. La empresa es inversión decapital que produce nuevo capital, gracias a la valoriza-ción que el trabajo hace posible. El trabajo es prestaciónasalariada, que valoriza el capital pero desvaloriza al tra-bajador. ¿Qué queda hoy de esta oposición y cómo estácambiando la noción de empresa y su percepción en elimaginario social?

En la percepción social, empresa y trabajo cada vez seoponen menos. Lo mismo vale para la conciencia de los tra-bajadores cognitivos, es decir, de los trabajadores que expre-san el nivel más alto de productividad y la mayor capacidadde valorización y que encarnan la tendencia general del pro-ceso de desarrollo del trabajo social. Quien desarrolla un tra-bajo de alto contenido cognitivo y, por ello, de baja inter-cambiabilidad, no contrapone su trabajo a la creación deempresa. Al contrario, tiende a considerar su trabajo, a pesarde que éste sea dependiente desde el punto de vista formaly también sustancial, como la empresa a la que dedica lomejor de sus propias energías, con independencia de ladimensión económica y jurídica en la que se manifiesta.

Para comprender este cambio en la percepción de laempresa es necesario tener en cuenta un hecho decisivo:mientras que el trabajador industrial ponía en su prestaciónasalariada sus energías mecánicas, siguiendo un modelorepetitivo, despersonalizado, el trabajador high tech dedica ala producción su competencia singular, sus energías comu-nicativas, innovadoras, creativas, en suma, lo mejor de suscapacidades intelectuales.

En consecuencia, la empresa �—con independencia de larelación jurídica entre propiedad y trabajo�— tiende a ser elnúcleo pulsante del deseo, el objeto de una inversión queya no es sólo económica, sino psíquica, de deseo. Sólo si setiene en cuenta esto puede entenderse cómo en los últimosdecenios la desafección y el absentismo se han convertidoen fenómenos marginales, a pesar de que constituyeron elelemento decisivo de la relación social de trabajo en laépoca tardoindustrial.

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Las investigaciones realizadas por Julet Schor1 demuestranque en los años ochenta �—y más aún en los noventa�— eltiempo de trabajo medio aumentó de forma impresionante.En 1996, el trabajador medio norteamericano prestó al año148 horas más que un compañero suyo de 1973. Según el USBureau of Labor Statistics, la proporción de personas que tra-bajaban más de 49 horas semanales creció del 13 por cientoen 1973 al 19 por ciento en 1998. Por lo que se refiere a losdirectivos, esta proporción subió del 40 al 45 por ciento.

La previsión de que el desarrollo de las tecnologíasinformáticas, al favorecer la automatización, determinaríauna reducción del tiempo de trabajo social se ha reveladoal mismo tiempo verdadera y falsa, aunque en último tér-mino, falsa. Es cierto que el tiempo de trabajo necesariodisminuye en la esfera de la producción industrial y, portanto, es cierto que un número creciente de puestos de tra-bajo industrial quedan libres, sustituidos por maquinaria odesplazados a las zonas del mundo en las que el trabajoobrero cuesta poquísimo y carece de protección sindical.Pero es también cierto que el tiempo aparentemente libe-rado por la tecnología es transformado en cibertiempo, entiempo de trabajo mental absorbido por el proceso de pro-ducción ilimitado del ciberespacio.

¿Cómo se explica la conversión de los trabajadores de ladesafección al trabajo a la adhesión al mismo? Desde luego, seexplica en parte por la derrota política que sufrió la clase obre-ra desde finales de los años setenta, como consecuencia de lareconversión tecnológica, del desempleo que trajo consigo yde la represión violenta contra sus vanguardias. Pero eso nolo explica del todo. Para comprender a fondo el cambio psico-social producido en relación con el trabajo es necesario teneren cuenta un cambio cultural decisivo que tiene relación conel desplazamiento del centro de gravedad social desde la esfe-ra del trabajo obrero hacia la esfera del trabajo cognitivo.

¿Qué sucede en el ámbito del trabajo cognitivo? ¿Por quéconsidera este nuevo tipo de trabajador que el trabajo es laparte más interesante de su vida, por qué no se resiste a la

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1. Julet B. Schor, Overworked American: The Unexpected Decline of Leisure,Nueva York, Basic Books 1991.

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prolongación de su jornada de trabajo y tiende a prolongar-la por propia iniciativa y voluntad?

La respuesta a esta pregunta debe tener en cuentamuchos factores, algunos de los cuales son difíciles de anali-zar en este contexto. Por ejemplo, en los últimos decenios lacomunidad social y urbana ha perdido progresivamenteinterés y se ha ido reduciendo a una carcasa muerta de rela-ciones sin humanidad y sin placer.

La sexualidad y la convivialidad se han ido transforman-do progresivamente en mecanismos estandarizados y mer-cantilizados y el placer singular del cuerpo ha sido sustitui-do progresivamente por la necesidad ansiógena de identi-dad. La calidad de la existencia se ha deteriorado desde elpunto de vista afectivo y psíquico como resultado del dete-rioro de los vínculos comunitarios y de su esterilizaciónsecuritaria, como muestra Mike Davis en libros como Ciudadde cuarzo y Control urbano: la ecología del miedo.2

Parece que se encuentra cada vez menos placer y menosseguridad en la relación humana, en la comunicación afecti-va. Todo esto debe analizarse de forma más profunda, cosaque no podemos hacer aquí. Pero sin embargo podemosseñalar cómo una consecuencia de la deserotización de lavida cotidiana es la inversión de deseo en el trabajo, que seconvierte en el único lugar de confirmación narcisista parauna individualidad acostumbrada a concebir al otro segúnlas reglas de la competencia, es decir, como un peligro, comoun empobrecimiento, como un límite, más que como unaexperiencia, un placer, una forma de enriquecimiento.

Durante los últimos decenios se ha ido determinando enla vida cotidiana un efecto de desolidarización generalizada.El imperativo de la competencia se ha vuelto dominante enel trabajo, en la comunicación, en la cultura, a través de unasistemática transformación del otro en competidor y, porello, en enemigo. El principio de la guerra ha tomado elmando de cada instante de la vida cotidiana, de cada aspec-to de sus relaciones.

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2. Mike Davis, Más allá de Blade Runner. Control urbano: la ecología delmiedo, Barcelona, La Llevir-Virus Editorial 2001, y Ciudad de cuarzo:Excavating the Future in Los Angeles, Madrid, Lengua de Trapo 2003.

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¿Qué quiere decir riqueza?

Pero no hemos respondido aún a nuestra pregunta. ¿Porqué, después de un largo período de rechazo del trabajo y deautonomía social, después de un largo período en el que lasolidaridad prevalecía sobre la competición, en el que la cali-dad de la vida prevalecía sobre la acumulación de poder yde dinero, el trabajo ha podido recuperar una posición cen-tral en el imaginario, en la escala de valores socialmentereconocidos y en el psiquismo colectivo?

¿Por qué una parte tan amplia de los trabajadores consi-dera hoy el trabajo como la parte más interesante de su viday no se oponen a la extensión de la jornada de trabajo? Ellose debe, en parte, al drástico empeoramiento de las condi-ciones de protección social provocado por veinte años dedesregulación y de desmantelamiento de las estructuraspúblicas de asistencia. Pero no sólo a esto.

Podemos responder de dos formas muy diferentes, talvez opuestas, a la pregunta «¿qué es la riqueza?». Podemosvalorar la riqueza por medio de la cantidad de bienes quepodemos consumir, o bien por medio de la calidad del goceque la experiencia puede producir en nuestro organismo.En el primer caso la riqueza se identifica con una cantidadobjetivada, en el segundo con la calidad subjetiva de laexperiencia.

El dinero, la cuenta bancaria, el enriquecimiento económi-co no son el único factor que explica la renovada afección altrabajo que domina la escena psíquica y económica de los últi-mos veinte años. Pero sin duda son un factor decisivo. La ide-ología de la new economy se centra de forma obsesiva en la con-vicción de que la afección al trabajo se traduce en dinero y queel dinero da la felicidad. Cosa que sólo es cierta en parte.

Repitamos la pregunta: ¿qué quiere decir riqueza? Laúnica respuesta de la que dispone el discurso económico es,como es natural, una respuesta económica: riqueza es la dis-ponibilidad de medios que permiten consumir, disponibili-dad de dinero, de crédito, de poder. Pero se trata de una res-puesta pobre, parcial, tal vez precisamente de una respuestacompletamente errónea, que produce miseria para todos,incluso para quien logra acumular mucho.

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Repitamos la respuesta: la riqueza puede ser consideradacomo proyección de tiempo acumulado en ganar poder decompra y de consumo, o como capacidad de goce del mundodisponible: tiempo, concentración y libertad.

Naturalmente estas dos definiciones de riqueza estánen conflicto. Pero no sólo están en conflicto las definicio-nes; se trata en realidad de dos formas de relación con elmundo, con el tiempo y con el cuerpo. Cuanto más tiempodedicamos a la adquisición de medios para poder consu-mir, menos tiempo nos queda para gozar del mundo dis-ponible. Cuanto más invertimos nuestras energías nervio-sas en la obtención de poder adquisitivo, menos podemosinvertirlas en el goce.

En torno a este problema, por completo ignorado por eldiscurso económico, se juega la cuestión de la felicidad y dela infelicidad en la sociedad hipercapitalista que la new eco-nomy representa ideológicamente. Para tener más poder eco-nómico �—más dinero, más crédito�— es necesario prestarcada vez más tiempo al trabajo socialmente homologado.Pero esto significa que es necesario reducir el tiempo delgoce, de la experiencia, en pocas palabras, de la vida.

Se trata de una cuestión banal, elemental, que deberíaestar al alcance de cualquier inteligencia simple. Y, sinembargo, la convergencia entre un psiquismo securitario,reprimido y ansioso y el discurso ideológico de la economíahan transformado esta obviedad en un misterio insondableal que sólo pueden tener acceso déracinés marginales y vás-tagos de familias multimillonarias.

La cuestión puede entenderse de dos modos distintos.La riqueza entendida como goce disminuye a medida queaumenta la riqueza entendida como acumulación econó-mica, por la sencilla razón de que el tiempo mental es des-tinado a acumular en vez de a gozar. Desde el otro lado,la riqueza entendida como acumulación aumenta cuandose reduce el placer dispersivo del goce, mientras comoconsecuencia el sistema nervioso social es sometido a unacontracción y a un estrés sin los cuales no puede produ-cirse la acumulación.

Pero ambas perspectivas se resuelven en un mismo efec-to: la expansión de la esfera económica coincide con unareducción de la esfera erótica. Cuando las cosas, los cuerpos,

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los signos, entran a formar parte del modelo semiótico de laeconomía, la experiencia de la riqueza solo puede producir-se de forma mediada, refleja, aplazada.

Como en un infinito juego de espejos, en el que lo que sevive en realidad es la producción de escasez, de necesidad,que se compensa con un consumo veloz, culpable y neuróti-co, para no perder tiempo y volver al trabajo.

La riqueza entonces no es ya goce del tiempo de las cosas,de los cuerpos y de los signos, sino producción acelerada yexpansiva de su carencia, transformada en valor de cambio,transformada en ansia.

Llegados a este punto podemos dar algunas respuestasa la pregunta «¿cómo es posible que el trabajo haya recu-perado una posición central en la afectividad social?»,«¿cómo es posible que la sociedad se haya vuelto de nuevoafecta al trabajo?». En primer lugar, la ofensiva liberal y elhipercapitalismo han devastado la vida social de tal modoque buena parte de la población ha vuelto a vivir en lamiseria absoluta, de modo que los trabajadores se ven obli-gados a aceptar el chantaje primordial: o morir o trabajarcuanto y como quiera el patrón. Hay también una segundarespuesta, que tiene relación con el empobrecimiento de lavida cotidiana, de la relación con el otro, con la deserotiza-ción de la experiencia comunicativa.

No sólo el empobrecimiento material derivado del hun-dimiento de las garantías sociales, sino también el empobre-cimiento de la existencia y de la comunicación está en el ori-gen de la reafección al trabajo. Uno se vuelve afecto al traba-jo porque la supervivencia económica se hace más difícil, yporque la vida metropolitana se vuelve tan triste que tantoda cambiarla por dinero.

Trabajo, comunicación, comunidad

Una parte considerable aunque minoritaria del trabajo social�—minoritaria a escala mundial, pero no en los países de altodesarrollo tecnológico�— ha cambiado sus característicashasta adquirir las connotaciones de la empresa. La palabraempresa, que en la fase industrial del capitalismo significómera organización del capital con un fin económico como la

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explotación del trabajo humano y la acumulación de valor,hoy significa algo mucho más complejo. La palabra empresaha recuperado algo de su significado humanista original yviene a significar la iniciativa que la persona carga sobre sípara la transformación del mundo, de la naturaleza y de larelación con los demás.

Como es natural, la empresa se desarrolla en un entornoque es el de la economía capitalista, y en consecuencia sulímite está precisamente en las formas esenciales del capita-lismo, la explotación, la producción de escasez, la imposiciónviolenta de reglas basadas en la fuerza. Pero es precisamenteesta ambigüedad la que es necesario captar: la empresa estásometida a la norma capitalista, pero empresa y norma capi-talista no son la misma cosa. En esta divergencia potencial sefunda el desesperado intento de hallar libertad, humanidad ofelicidad allí, en el reino de la acumulación de valor.

La inversión del deseo está en juego en el trabajo, desdeel momento en que la producción social ha empezado aincorporar fragmentos cada vez mayores de la actividadmental, de la acción simbólica, comunicativa y afectiva. En elproceso de trabajo cognitivo queda involucrado lo que esmás esencialmente humano: no la fatiga muscular, no latransformación física de la materia, sino la comunicación, lacreación de estados mentales; el afecto y el imaginario son elproducto al que se aplica la actividad productiva.

El trabajo industrial de tipo clásico, sobre todo en laforma organizada de la fábrica fordista, no tenía relaciónalguna con el placer, salvo la de comprimirlo, aplazarlo,hacerlo imposible. No tenía relación alguna con la comuni-cación que, antes bien, era obstaculizada, fragmentada,impedida mientras los obreros se encontraban en la cadenade montaje e incluso fuera de la jornada de trabajo, en su ais-lamiento en la vivienda. El trabajo industrial era sobre todoaburrimiento y sufrimiento, como lo muestran los testimo-nios que los obreros de las fábricas del metal daban a lossociólogos que en los años cincuenta y sesenta se esforzabanpor comprender las condiciones de alienación y atomizaciónde los trabajadores. El obrero industrial no tenía otro lugarde socialización que la comunidad obrera subversiva, lasorganizaciones políticas o sindicales en las que organizarsecontra el capital.

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El comunismo obrero ha sido la única forma de identifica-ción humana de aquella raza a la que el capital obligaba �—obliga�— a vivir la mayor parte de su tiempo de vida en con-diciones que no tienen nada de humanas. La única forma deconciencia para esa raza a la que el capital obligaba y obligaa vivir en condiciones de pasividad mental. El comunismofue la forma de conciencia universal producida por la comu-nidad obrera, por los obreros que salían de su condición detrabajo abstracto para reencontrar una comunicación concre-ta por medio de un proyecto común, de una mitología com-partida. Este comunismo no tiene nada que ver con el comu-nismo histórico impuesto a lo largo del siglo veinte porburocracias feudales, militares o ideológicas. La única rela-ción entre comunismo político y comunismo obrero se hallaen la violencia que el primero ha ejercido sistemáticamentecontra el segundo para someterlo, disciplinarlo o destruirlo.El comunismo político ha sido el poder de burocracias retró-gradas y despóticas, capaces de explotar el comunismo obre-ro para usarlo como escudo contra la dinámica globalizado-ra del capital. Cuando esa dinámica se volvió más fuerte quela resistencia retrógrada de las burocracias, el comunismopolítico fue finalmente derrotado por el capitalismo planeta-rio, por la fuerza económica de la globalización capitalista.El comunismo obrero ha sufrido una suerte distinta: parale-la, en ciertos aspectos, pero distinta.

El comunismo obrero ha sido en parte subsumido por elcapital, que ha transformado el rechazo obrero en una diná-mica innovadora �—rechazo del trabajo, sustitución del tra-bajo obrero con máquinas, desplazamiento de la producciónhacia el ciclo digital. En otra parte, por el contrario, el comu-nismo obrero ha sido reducido a residuo desecado y cadavez más marginal. No hay comunismo obrero porque losobreros ya no tienen ninguna comunidad.

Los obreros industriales no han desaparecido de la faz dela tierra. La globalización ha ampliado enormemente el ciclodel trabajo industrial, desplazándolo hacia las periferiaspobres del planeta y reduciéndolo a condiciones de semies-clavitud. Pero la desterritorialización capitalista ha adquiri-do un ritmo rápido, infinitamente más rápido que los tiem-pos lentos que son necesarios para que los obreros puedanconstruir su comunidad.

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Paul Virilio ha descrito muy bien el papel de la velocidad enla relación entre los Estados y los bloques militares en elcurso de la edad moderna. Pero no ha sido menos decisiva lavelocidad en la guerra entre las clases, entre clase obrera ycapital. La tecnología telemática y el predominio de lo finan-ciero en la economía mundial han acelerado los tiempos dedesplazamiento del capital, los tiempos de transformaciónde la organización del trabajo, la creación y desmantela-miento de centros productivos en las cuatro esquinas delmundo. Esta aceleración impide la formación de comunida-des en los lugares en los que el capital pone en marcha elproceso productivo. Si el trabajo obrero no contenía comuni-cación y no atraía energías deseantes, para el trabajo cogniti-vo vale justo lo contrario.

El trabajo artesano, que tuvo un papel predominante en laépoca anterior al desarrollo industrial, funcionaba como fac-tor de atracción de energías deseantes, en la medida en queconstituía un núcleo fuerte de identidad. Pero lo hacía de unmodo muy diferente del actual. El trabajo artesano represen-taba una forma de identidad equilibrada, de percepción de unpapel útil que el trabajador podía desempeñar en el seno de lacomunidad. En el artesano se encuentra una especie de senti-miento equilibrado de utilidad del propio trabajo. La comuni-dad reconocía su función, y le aseguraba un papel relativa-mente estable en la distribución social de la identidad.

Tal vez pueda describirse al infotrabajador como un arte-sano, pues con frecuencia tiene el poder de organizar sutiempo y sus relaciones. Pero su deseo se refiere a directricesde fuerte desterritorialización y de fuerte carencia de identi-dad. El deseo se manifiesta precisamente en el desplazarsede un punto a otro de la red productiva, buscando fragmen-tos de información para recombinarlos en un contexto quecambia constantemente. La inversión de deseo, que al arte-sano muy ligado a las necesidades de la comunidad territo-rial le daba seguridad, en el caso del infotrabajador siguelíneas ansiógenas, que crean inseguridad, líneas que sonconstantemente redefinidas. Moverse, desplazarse, cambiarde perspectiva, de relaciones. Esto es lo que en el lenguajesindical se llama flexibilidad y que el trabajador tradicionalve como un peligro, como un ataque a su condición. Para elinfotrabajador, por el contrario, aquí reside el núcleo doble

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de su deseo y de su productividad. El hecho es que la expe-riencia, el conocimiento y el flujo son al mismo tiempo lamateria de la que está hecha la existencia y el contexto delacto de trabajar. El trabajo cognitivo es, en esencia, trabajo decomunicación, o bien comunicación puesta a trabajar. Desdecierto punto de vista, esto puede significar enriquecimientodel trabajo. Pero también puede significar �—y en general esasí�— empobrecimiento de la comunicación, porque la comu-nicación pierde su carácter de gratuidad, de placer, de con-tacto erótico y se transforma en necesidad económica, fingi-miento sin placer. No todas las formas de prestación defini-bles como actividad mental están ligadas a la comunicación,la invención o la creación. Es característico del infotrabajo nopoder ser reducido a ninguna categoría, ni siquiera a la de ladesterritorialización, la autonomía o la creatividad. Los ope-radores de terminal que se encuentran ante un terminal pararepetir miles de veces la misma operación cada día tienenuna relación con el trabajo similar a la del obrero industrial.

Pero lo que debemos aprehender es el elemento novedoso:el hecho de que el trabajo creativo, en el circuito de red, es ili-mitadamente flexible, puede ser descompuesto y recombina-do y que en esta desidentificación se halla precisamente sudeseo y su ansia. En el conjunto del trabajo mentalizado debe-mos distinguir el trabajo propiamente cognitivo, en el que seempeñan las energías intelectuales en forma de constante des-territorialización creativa y el trabajo mental de ejecución, quesigue siendo predominante en términos cuantitativos.

Podemos distinguir así entre brain workers3 y chain wor-kers,4 incluso dentro del ciclo del trabajo mental. Pero nuestra

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3. Bifo se refiere aquí a los trabajadores «del cerebro», trabajadores inte-lectuales, que tienen que hacer un especial uso de sus facultades men-tales o cognitivas. [N. del E.]

4. Chain workers: trabajadores «de cadena», trabajadores de las grandescadenas de distribución o servicios. El concepto, que se ha intentadoarticular como un auténtico «nombre común» para los trabajadores delas cadenas de comida rápida y de servicios estandarizados, ha sidopopularizado por la iniciativa del grupo milanés que lleva el mismonombre. Para un desarrollo más exahustivo véase, Chain workers, Roma,Derive Aproddi, 2002. [N. del E.]

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atención debe concentrarse en las formas más innovadoras,más específicas, porque en ellas se aprecia la tendencia quetransforma el conjunto de la producción social.

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Para comprender cómo ha cambiado en los últimos años lapercepción social del trabajo y cómo se ha determinado lacondición de dependencia cultural y psíquica de los trabaja-dores, es necesario analizar las inversiones de deseo en laesfera de la infoproducción y las características formales dela relación de trabajo.

La transformación tecnológica digital ha puesto en marchados procesos diferentes pero integrados. El primero es la pues-ta en red, es decir, la coordinación de los diferentes fragmen-tos de trabajo en un único flujo de información y de produc-ción, posible gracias a las infraestructuras de la red telemática.El segundo es la diseminación del proceso de trabajo por unarchipiélago infinito de islas productivas formalmente autóno-mas, pero coordinadas y, en último término, dependientes.

La función de mando no tiene ya el carácter de imposi-ción jerárquica localizada en la fábrica, sino el de una fun-ción transversal desterritorializada, que impregna cada frag-mento del tiempo de trabajo, aunque no se identifique conun lugar particular, con una persona, con una jerarquía. Lafórmula jurídica del trabajo autónomo tiende entonces adifundirse y a proliferar en el circuito productivo global.Ante todo, como es natural, en las tareas productivas digita-lizadas, aquéllas que consisten en la elaboración de informa-ciones. Pero también en otras tareas, las de transformaciónfísica, cada vez con mayor frecuencia encargadas a trabaja-dores formalmente autónomos, que dependen de un progra-ma informativo común y rinden cuentas a una tabla imper-sonal pero ineludible de automatismos.

Con frecuencia cada vez mayor, por tanto, el trabajadorse considera su propio empresario y, en el plano jurídico, loes. En el plano sustancial, la autonomía de este trabajadorempresario es una pura ficción, pues no es él quien decidelos planes a largo plazo, las modalidades de desarrollo de laactividad, etc.

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Pero las consecuencias de esta diseminación pseudoempre-sarial son múltiples. Desde el punto de vista económico haceposible una desestructuración del salario global. A diferen-cia del trabajador asalariado clásico, a quien el empresariodebía garantizar una cobertura asistencial, una pensión yvacaciones pagadas, el trabajador autónomo debe hacersecargo de tal protección, descargando así al capitalista de loscostes indirectos del trabajo. Desde el punto de vista cultu-ral, el trabajador autónomo se ve empujado a identificarsepsicológicamente con su tarea, a considerar su trabajo comouna misión existencial que la sociedad le ha encomendado ya cargar con un logro o un fracaso cuyo significado no essólo económico. La desafección, que en el caso del trabajadorasalariado podía manifestarse frente a su trabajo y a su fábri-ca, resulta así cancelada de raíz, porque el trabajador se veempujado a actuar como su propio guardián y a considerarel trabajo como el ámbito de confirmación principal de suvida. En la ideología del trabajo autónomo hallamos huellasevidentes de las culturas que animaron las protestas antiin-dustriales de los años sesenta y setenta. Pero trabajo autóno-mo y trabajo creativo no son necesariamente la misma cosa.Al contrario. Podemos definir como autónomo al trabajadorque mantiene una relación directa con el mercado, que sededica a vender directamente el producto de su trabajo aalguien que se lo encarga y que, por tanto, carga sobre sí lasfunciones económicas y financieras de la empresa. Pero en lamayor parte de los casos, el infotrabajador pone su creativi-dad y sus conocimientos al servicio de un patrón, según losmodos clásicos del trabajo asalariado, a pesar de que no seapersonalmente identificable con el viejo patrón de la fábrica,patrón que presenta las características de una sociedad anó-nima y cuyas decisiones no son discutibles ni cuestionablesporque aparecen como el producto de automatismos tecno-lógicos o financieros. Cuando el trabajo tiende a convertirseen su generalidad en trabajo cognitivo, la cooperación socialencuentra en la red su ámbito más adecuado. El trabajo cog-nitivo se manifiesta como infotrabajo, es decir, como infinitarecombinación de miríadas de informaciones que circulansobre un soporte de tipo digital. Cuando la cooperaciónsocial se convierte en transferencia, elaboración y descodifi-cación de informaciones digitalizadas, está claro que la redle sirve de ambiente natural.

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El carácter no jerárquico de la comunicación en red se hacepredominante en el conjunto del ciclo del trabajo social. Ellocontribuye a representar el infotrabajo como trabajo inde-pendiente. Pero, como ya hemos visto, tal independencia esuna apariencia ideológica, bajo la cual se va formando unanueva forma de dependencia que cada vez tiene menos quever con la jerarquía formal, con el mando voluntario y direc-to sobre el gesto productivo. El infotrabajo se encarna cadavez más en la fluidez automática de la red: interdependenciade fragmentos subjetivos separados pero objetivamentedependientes de un proceso fluido, de una cadena de auto-matismos externos e internos al proceso de trabajo, queregulan cada gesto, cada fragmento de éste. Aquellos quedesarrollan tareas ejecutivas, tanto como los que desarrollantareas empresariales, perciben con agudeza la sensación dedepender de un flujo que no se interrumpe y al que no sepueden sustraer sin pagar el precio de la marginación. Elcontrol sobre el proceso de trabajo no es realizado por unajerarquía de jefes y jefecillos, como sucedía en la fábrica tay-lorista, sino que está incorporado al flujo.

El teléfono de bolsillo es probablemente el artefacto tec-nológico que mejor ilustra esta forma de dependencia reti-cular. El móvil, que la mayor parte de los infotrabajadorestiene encendido incluso en las horas en las que no trabaja,desempeña una función decisiva en la organización del tra-bajo como empresa formalmente autónoma y realmentedependiente. La red telemática constituye la esfera en la quees posible la globalización espaciotemporal del trabajo: eltrabajo global es recombinación continua de una miríada defragmentos de producción, elaboración, clasificación y des-codificación de signos y de unidades de información de todotipo. El trabajo es actividad celularizada sobre la cual la redopera una constante recombinación. El teléfono celular es elinstrumento que hace posible esa recombinación.

Todo infotrabajador es portador de la capacidad de ela-boración de un segmento semiótico particular, que debeencontrarse e integrarse con innumerables otros fragmentossemióticos para componer el cuadro de una combinatoriaque constituye la infomercancía, el semiocapital.

Pero para que esta combinación se haga posible, no bastaque cada segmento productivo sea ilimitadamente flexible

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�—y responda en cualquier instante a la llamada del semio-capital�—. Es necesario un instrumento capaz de efectuar lallamada y de poner los segmentos en relación unos conotros, un instrumento de coordinación continua, capaz delocalizar en tiempo real los fragmentos de la infoproducción.El teléfono de bolsillo, que el cretinismo consumista ha pre-sentado publicitariamente como el instrumento que sirvepara llamar constantemente a la madre, desempeña exacta-mente esta función. El trabajador industrial debía encontrar-se ocho horas al día en un lugar determinado para recibir susalario a cambio de gestos productivos realizados repetitiva-mente en un área territorial precisa. La movilidad del pro-ducto era posible gracias a la cadena de montaje, y el traba-jador estaba inmóvil, en el espacio y el tiempo. Por el con-trario, el infotrabajador se mueve continuamente a lo largo,ancho y alto de la esfera ciberespacial. Se mueve para locali-zar signos, elaborar experiencia o simplemente para seguirlos itinerarios de su existencia. Pero en todo momento ylugar es alcanzable y puede ser llamado a desempeñar sufunción productiva y a reinsertarse en el circuito global de lainfoproducción. En cierto sentido, el móvil es la realizacióndel sueño del capital, que consiste en chupar hasta el últimoátomo de tiempo productivo en el preciso momento en el queel ciclo productivo lo necesita, de forma que pueda disponerde toda la jornada del trabajador pagando sólo los momentosen los que es celularizado. El infoproductor �—o neurotrabaja-dor�— predispone su sistema nervioso como aparato receptoractivo tanto tiempo como puede. Toda la jornada se vuelvesensible a la activación semiótica, que se hace directamenteproductiva sólo cuando es necesario. ¿Qué precio emocional,psíquico, existencial comporta el estrés cognitivo debido a lapermanente electrocución productiva?

Agentes libres y flexibilidad

New York Times Magazine, 5 de marzo de 2000. El suplemen-to semanal del diario está dedicado a la Free Agent Nation.«En la alabadísima realidad de los agentes libres, los trabaja-dores están liberados de la rutina, de los hábitos de trabajo yde las obligaciones de la oficina, pero también de las garan-tías, las vacaciones y el salario regular.»

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En 1984, un economista del Massachussets Institute of Tech-nology, Martin Weitzman, en un libro titulado The ShareEconomy,5 proponía un modo de reducir el desempleo: hacerposible una reducción de los salarios cada vez que la econo-mía requiriese menos trabajo. Su propuesta se ha llevado a lapráctica por medio de una flexibilización general de la rela-ción de trabajo. Pero para que la flexibilización fuese posible,era necesario introducir mecanismos tecnológicos de regula-ción del flujo productivo. El sistema de red es la realizaciónde la infraestructura flexible del trabajo social. Gracias a ladinámica del flujo, a lo largo de los años noventa se ha idodesestructurando el sistema salarial fijo y la relación de tra-bajo dependiente. Una parte creciente de la fuerza de traba-jo es «emancipada» del trabajo fijo y se convierte en fuerzade trabajo formalmente independiente, que presta su trabajode forma temporal. Nace así lo que, para usar el lenguaje dela new economy, se llama el free agent.

La pregunta que se hace el free agent no es ya «¿cómopuedo hacer carrera en mi empresa?» sino «¿cómo puedomaximizar mis ganancias?». Los efectos de este desplaza-miento de óptica son varios y contrapuestos. Por un lado, esindudable que ello garantiza al trabajador una autonomía denegociación muy alta, puesto que puede negarse a prestarsu trabajo si no se aceptan sus condiciones. Pero esta libertadde negociación sólo es efectiva para quien posee una compe-tencia escasa e indispensable, mientras que es puramenteilusoria para los demás. La otra cara de esta moneda es quetodas las cargas sociales corren por cuenta del trabajador. Elinterlocutor del trabajador no es ya una determinada empre-sa, sino el mercado, lugar de oportunidades ilimitadas, almenos en apariencia.

En los Estados Unidos, en los dos o tres últimos años,Internet se ha convertido en el principal instrumento de estacondición de absoluta movilidad y flexibilidad. La red ofre-ce la información sobre el mercado de trabajo y hace posiblela puesta en contacto directa de quien ofrece su trabajo yquien lo demanda. Este contacto, en último extremo, podríarenovarse cada día.

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5. Martin Weitzman, The Share Economy: Conquering Stagflation,Cambridge (Mass. EE UU), Harvard University Press, 1984.

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En el número del New York Times Magazine citado, un artí-culo de Michael Lewis titulado «The artist in the grey flannelpajamas» observa que este proceso de transformación de lasrelaciones de trabajo ha marcado la crisis definitiva, unaauténtica quiebra, de la jerarquía tradicional de la empresa,desde el momento en el que no es posible identificar unarelación de sometimiento formal del trabajador respecto alempleador. Pero Lewis concluye con estas palabras:

«Lo que el trabajador encuentra atractivo en esta nuevaapertura del mercado reside en el hecho de que es un pla-cer ser vendedor en un mercado dominado por el vende-dor, y este placer se ve incrementado porque el interlocu-tor es una empresa anónima a la que no se debe nada. Peroeste placer tiene un precio: el riesgo de encontrarse un díacomo vendedor en un mercado dominado por el compra-dor, en el que el comprador es una empresa anónima queno te debe nada..»6

www.FreeAgent.com es el sitio en el que quien tiene unacompetencia que ofrecer encuentra las empresas o personasprivadas que necesitan esa competencia por un cierto perío-do de tiempo. Ari Horowitz, creador de este sitio, habla asíde su empresa: «La idea según la cual es necesario estar enuna oficina de 9 a 5 se ha terminado, ya no vivimos en esemundo. No es necesaria ya ninguna fidelidad a la empresani nada por el estilo.»

¿La libertad, por fin conquistada? No exactamente, si escierto lo que dice el mismo Horowitz: «Soy un empresario,por tanto tengo que trabajar todos los días, no puedo des-aparecer, no puedo ni cogerme vacaciones.»

En teoría, los agentes libres pueden tomarse vacaciones.Pero ¿lo hacen? El paso de la condición de trabajo asalariado ala de trabajo autónomo en red ¿marca un aumento de la liber-tad de movimiento? ¿Un aumento de autonomía personal?

Aparece aquí una ambigüedad que debe ser abordada deinmediato. La flexibilidad no es una pérfida invención de loscapitalistas para explotar el trabajo y pagarlo peor de lo

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6. Michael Lewis, «The artist in the grey flannel pajamas» en New YorkTimes Magazine, 5 de marzo de 2000, página 48.

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debido. La flexibilidad es, ante todo, una invención de losjóvenes obreros que, en los años sesenta y setenta, cuando lademanda de trabajo por parte de las industrias era fuerte, yfortísimo el deseo de libre comunidad y nomadismo, descu-brieron que era posible trabajar algunos meses para unpatrón, despedirse, llevarse los ahorros del salario y el fini-quito y recorrer el mundo en busca de aventuras hasta quevolvía a ser necesario buscarse otro trabajo temporal. La pro-visionalidad del trabajo dependiente fue la primera formade flexibilidad de masas y fue una conquista de libertad.Después, con el desarrollo de las tecnologías telemáticas, laflexibilidad se ha convertido en algo muy diferente. Pero noha dejado de ser una posibilidad de liberación y de enrique-cimiento para la mayoría de las personas.

Los sindicatos, que fundan su poder sobre el trabajodependiente de carácter estable nunca han aceptado la ideade que los trabajadores puedan gestionar su propio tiempode forma independiente de los órganos oficiales de negocia-ción. Ello significaría, como es obvio, el fin de su poder. Porello siempre han luchado contra la flexibilidad y cuandohan tenido que rendirse ante la evidencia de un mercado detrabajo cada vez más flexible, han difundido la idea de quela flexibilidad es un mal inevitable que es preciso encauzary, en lo posible, regular.

El resultado es que las nuevas generaciones de la fuerzade trabajo rechazan la sindicalización. Hasta aquí no haynada malo. El aspecto negativo es que el trabajo flexible haacabado por quedarse expuesto a la tiranía de los empleado-res y excluido de cualquier capacidad de negociación colec-tiva. Flexibilidad y aislamiento han acabado por ser sinóni-mos, mientras que la flexibilidad podría ser una condiciónde fuerza colectiva de los trabajadores.

Cuando la comunidad proletaria juvenil tenía reglasculturales autónomas ampliamente compartidas, precarie-dad del trabajo significaba máxima movilidad, nomadis-mo, pero también autoorganización social y defensa delsalario. Cuando, por el contrario, la agresividad capitalistaha ganado la mano y la organización proletaria se ha des-vanecido, la flexibilidad se ha convertido en plena depen-dencia del tiempo de vida social de las exigencias de la pro-ductividad y la explotación.

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Pero aún hoy queda alguna huella del origen autónomo ylibertario de la libre flexibilidad, aunque con el signo cam-biado. En su origen, la flexibilidad del trabajo significabaplenitud de la comunidad libre. Hoy, la ideología de la flexi-bilidad es inseparable de un estilo y de una imagen que sefunda en el dinamismo, la confianza en el futuro y, digamosla palabra, en la alegría y la felicidad.

El cavaliere Silvio Berlusconi, que ha sido y es un gransostenedor de esta ideología, solía invitar en sus conferen-cias a los agentes de ventas que trabajaban en sus empresasa presentarse a los clientes con una sonrisa deslumbrante�—la misma sonrisa que el cavaliere no cesa de exhibir.«Debéis pensar siempre que tenéis el sol en el bolsillo»decía el cavaliere.

Tratemos de imaginar a esos jóvenes de Brianza que tro-tan de un barrio a otro de la gris Lombardía en otoño ven-diendo contratos de Publitalia. Tratemos de imaginar el solque arde en sus bolsillos. Y nos haremos una idea bastanteprecisa de la carga de miseria psicológica y de autoviolencianecesarias para desempeñar ese oficio: agente libre a comi-sión con el sol en el bolsillo.

El síndrome pánico-depresivo y la competencia

En su libro La fatigue d'être soi, Alain Ehrenberg habla de ladepresión como una patología de fuerte contenido social,especialmente ligada a una situación caracterizada por lacompetitividad.

«La depresión empieza a afirmarse en el momento en el queel modelo disciplinar de gestión de los comportamientos, lasreglas de autoridad y de conformidad a las prohibicionesque asignaban a las clases sociales y a los sexos un destino,cae frente a normas que incitan a cada uno a la iniciativaindividual, ordenándole que sea uno mismo. A causa de estanueva normatividad, toda la responsabilidad de nuestrasvidas recae sobre cada uno de nosotros. La depresión se pre-senta entonces como una enfermedad de la responsabilidad

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7. Alain Ehrenberg, La fatigue d'être soi, Paris, Odile Jacob, 2000, pág. 10

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en la que domina el sentimiento de insuficiencia. El depri-mido no está a la altura, está cansado de tener que ser élmismo,»7

La depresión está íntimamente ligada a la ideología de laautorrealización y al imperativo felicista. Y, por otro lado, ladepresión es un modo de identificar con el lenguaje de lapsicopatología un comportamiento que no era desde luegoidentificable como patológico fuera del contexto competiti-vo, productivista e individualista.

«La depresión entra en una problemática en la que dominano tanto el dolor moral como la inhibición, la desaceleracióny la astenia: la antigua pasión triste se transforma en un obs-táculo para la acción, y precisamente en un contexto en elque la iniciativa individual se convierte en la medida de lapersona,»7

La competitividad conlleva un estímulo narcisista que tieneun riesgo. Naturalmente, en una situación competitiva �—como por ejemplo la de la economía capitalista en general yla de la new economy de modo particularmente acentuado�—muchos son los llamados y pocos los elegidos. Pero la normasocial no admite la posibilidad del fracaso, porque éste essituado en el terreno psicopatológico. No hay competenciasin derrota sin fracaso, pero la norma social no puede reco-nocer la normalidad del fracaso sin poner en entredicho susfundamentos ideológicos y, en último término, su eficienciaeconómica.

El uso de sustancias psicoestimulantes o antidepresivases, naturalmente, la otra cara de la nueva economía. Una caraoculta, negada, escondida, pero absolutamente decisiva.¿Cuántos de los operadores de la new economy sobreviven sinProzac, sin Zoloft, sin cocaína? La habituación a sustanciaspsicotrópicas, a las que se compran en las farmacias y a lasque se compran en el mercado ilegal, es un elemento estruc-tural de la economía psicopatógena. Cuando el imperativopsicológico fundamental de la vida social es el de la compe-tencia económica, podemos estar seguros de que se están

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8. Alain Ehrenberg, op. cit., página 18.

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produciendo las condiciones de aparición de una depresiónde masas. Y eso es lo que está pasando ante nuestros ojos. Lospsicólogos sociales observan la gran actualidad de dos pato-logías en los últimos decenios �—en especial en los deceniosdel hipercapitalismo liberal�—: el pánico y la depresión.

El pánico es un síndrome del que los psicólogos sabenmuy poco, porque parece que en el pasado las crisis de estetipo eran muy raras. El síndrome de pánico, en efecto, sóloha sido identificado como fenómeno específico hace pocotiempo y es difícil identificar sus causas de tipo físico y psí-quico. Aún más difícil es encontrar una terapia adecuada.

No pretendo ofrecer una explicación y, menos aún, unasolución al problema patológico planteado por este síndro-me. Me limitaré a algunas consideraciones sobre el significa-do de la palabra pánico.

Pánico es el sentimiento que experimentamos cuando,situados frente a la infinitud de la naturaleza, nos sentimosdesbordados, incapaces de acoger en nuestra consciencia lainfinita gama de estímulos que el mundo despierta en nos-otros. La etimología procede de la palabra griega pan, quesignifica «todo lo que existe» y la divinidad identificadacon este nombre aparece como portadora de una sublimelocura que estremece a quienes reciben su visita.9 Pero¿cómo podemos explicar la difusión de un síndrome comoéste en nuestro tiempo? ¿Es posible hallar una relaciónentre ese síndrome y el contexto en el que se manifiesta ydifunde? El contexto social es el de una sociedad competi-tiva, en la que las energías son movilizadas hacia una posi-ción de prevalencia frente al otro. La supervivencia nodepende ya de alcanzar una posición de suficiente prepa-ración y capacidad, sino que es constantemente puesta encuestión porque si no se gana se puede acabar eliminado,destruido en el plazo de pocos meses o días.

El contexto tecnológico es el de una constante aceleraciónde los ritmos de la máquina global, de una constante expan-sión del ciberespacio frente a las limitadas capacidades delcerebro individual, frente al cibertiempo. El contexto comu-

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9. Véase a propósito James Hillman, Pan and the Nightmare, Woodstock,Conn., Spring, 2000.

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nicativo es de una expansión ilimitada de la infosfera, esdecir, de la esfera que contiene las señales de las que depen-de la competitividad, la supervivencia. ¿No se trata de unasituación muy similar a la que sugiere la etimología griegade la palabra pánico?

La infinita vastedad de la infosfera supera la capacidadde elaboración del organismo humano, del mismo modo enque la sublime naturaleza supera la capacidad de sentimien-to del hombre griego cuando el dios Pan se le aparece en elhorizonte. La infinita velocidad de expansión del ciberespa-cio y la infinita velocidad de exposición a señales que elorganismo percibe como vitales para su supervivencia pro-ducen un estrés perceptivo, cognitivo y psíquico que culmi-na en una peligrosa aceleración de todas las funciones vita-les, la respiración, el ritmo cardíaco, hasta el colapso.

Si hay algo de sensato en esta interpretación del pánico,entonces no se trata tanto de una patología individual comode la manifestación individual de una patología social muydifundida, que tiende a generalizarse. Es el comportamientocolectivo el que muestra los signos más evidentes de pánico.Por otro lado, el pánico colectivo genera fenómenos como laagresividad irracional contra los inmigrantes, como la vio-lencia insensata de masas en los estadios, y también fenóme-nos aparentemente normales como los que caracterizan lasrelaciones personales en el espacio urbano contemporáneo.Estos comportamientos no pueden ser abordados con losinstrumentos de la persuasión política ni de la represiónjudicial por el sencillo hecho de que no tienen casi nada quever con la política o la ideología, sino que derivan de unapatología psíquica desencadenada por la sobrecarga infosfé-rica, por la hiperestimulación y por el estrés cognitivo inin-terrumpido al que el organismo social es sometido por laelectrocución permanente.

La electrocución permanente es la condición normal deun sistema en el que las tecnologías comunicativas de red �—que inserta el organismo en un flujo infinito hiperveloz deseñales económicamente relevantes�— son utilizadas en unacondición social competitiva.

Cuando el organismo alcanza un punto insosteniblede sobrecarga puede manifestarse una crisis de pánicoque lo lleve al colapso o bien puede producirse un des-

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cuelgue del organismo del flujo de la comunicación y unarepentina desmotivación psíquica a la que los psicólogosllaman depresión.

En la depresión asistimos, ante todo, a una desinversiónde la energía anteriormente invertida de modo narcisista.Cuando el organismo se da cuenta de que no está en condi-ciones de responder más a la tensión competitiva y de per-der en la relación que absorbe por entero sus motivaciones,se produce una especie de puesta a cero de la relación deintercambio entre el organismo consciente y su mundo.

En la depresión asistimos siempre a un proceso de des-motivación en toda regla que tiene su origen en la pérdidade un objeto sobre el que se había concentrado la atenciónnarcisista del sujeto. «El mundo ya no tiene sentido» dice eldeprimido, porque el objeto de su pasión narcisista ha des-aparecido. Esto explica probablemente la difusión de ladepresión como síndrome patológico secundario �—respec-to al primario que me parece que es el pánico�— en unasociedad fundada sobre el principio competitivo y dotadade instrumentos tecnológicos de aceleración infinita de loscircuitos comunicativos en los que el organismo conscienteestá inserto. La descripción de estos dos síndromes com-plementarios puede servir para indicar el marco psicosocialen el que la patología psíquica del presente se genera y sealimenta continuamente.

Los agresivos jóvenes anfetamínicos que derrapan ensus coches cargados de accesorios para ir a sus trabajos enlos que podrán dar lo mejor de sí mismos para aumentarsu share de los beneficios de la corporation y obtener un elo-gio de su jefe, están en la antesala del pánico, del mismomodo en que sus hermanitos de cabeza rapada que semasacran a golpes los domingos en el estadio son la formadesplegada del pánico que se acumula en la normalidadlaboral durante toda la semana.

Y los millones de compradores de Prozac ¿acaso no sonaquellos que, llegados al punto de la desconexión depresivay de la desmotivación patológica, se ven completamenteobligados a volver a ponerse en condiciones de competir o,al menos, de continuar la comedia social si no quieren hun-dirse en el abismo de la miseria y la marginación? ¿Cuántospsicofármacos consumen los brillantes profesionales que el

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cavaliere Berlusconi manda por el mundo con el sol en losbolsillos? ¿Qué tienen de verdad en sus bolsillos en realidadlos autómatas psicópatas que votan a Forza Italia? ¿El solque les aconseja el cavaliere o la anfetamina y el Prozac, lacocaína para el día y el Tavor para la noche?

La cultura política no quiere reconocer el hecho de que lasdrogas, las legales que se venden en la farmacia y dan fantás-ticos beneficios a la Roche y a la Glaxo y las ilegales que danbeneficios a la mafia, son un factor esencial �—el más esencialde todos, para ser precisos�— de la sociedad competitiva.

La patología psíquica nace precisamente allí donde losapologetas de la new economy ven una especie de paraíso deoportunidades. La propia palabra oportunidad es psicopató-gena además de ilusoria. Cuando un apologeta de la nuevaeconomía usa la palabra «oportunidad» debéis tener cuida-do: quiere decir que hay alguien que quiere lucrarse de vues-tro trabajo y haceros creer que si no estáis dispuestos a deja-ros exprimir corréis el riesgo de perderos algo.

El felicismo frígido de la world philosophie

Mi insistencia en los aspectos psicopatológicos de la socie-dad dominada por la economía competitiva tal vez sea con-siderada excesiva. Desde luego, no se conforma a las reglasdel pensamiento crítico de derivación marxista, ni con lasreglas del pensamiento político dominante. Con más razónaún, contrasta radicalmente con el discurso económico hoydominante, que funda la apología del sistema existente pre-cisamente en su supuesta capacidad de producir el máximode felicidad para el mayor número de personas. Si alguienme preguntase a quién me refiero cuando afirmo que lafelicidad se ha convertido en la falsa promesa que circulaen el discurso ideológico de la economía, no me limitaría adecir que ese es el pan de cada día de la publicidad y deldiscurso político �—dos formas expresivas que, por lodemás, tienden a identificarse cada vez más. Contestaríaque el propio discurso económico, en los últimos diez añosy coincidiendo con la difusión de las tecnologías de red, haacabado por transformarse en una especie de apología feli-cista. De la sistemática paranoia del pensamiento crítico del

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siglo XX, parece que los ideólogos se han pasado con armas ybagajes a la sistemática imbecilidad del énfasis apologético.

La cosa no es, después de todo, tan sorprendente. Desdeel momento en que los estados mentales son el productogeneral de la economía digital, no debe extrañarnos que laideología haga de la felicidad el criterio de valor con el quejuzgar el sistema productivo. De ahí que gran parte de la lite-ratura teórica high tech norteamericana asegure que change isgood, como lo hace la revista más significativa de los noven-ta, la californiana Wired, que titulaba con esa frase el núme-ro con el que cumplía cinco años. En esa revista se mezclande modo programático artículos, servicios y entrevistas apo-logéticas con inserciones publicitarias en las que se magnifi-ca la potencia simuladora de las tecnologías que generanuna realidad más que real, que hacen del mundo un reino enel que todos los niños están bien alimentados y sonríen ytodos los padres están entusiasmados con trabajar sin inte-rrupción, porque el trabajo y el placer son evidentemente lamisma cosa. Véase la fantástica publicidad de un ordenadorportátil en la que un joven teclea mientras esquía sobre lasolas, bajo el lema «Trabajar en todas partes».

En la introducción de su último libro World philosophie,10

Pierre Lévy cita a Spinoza: «Perfección y realidad para mí sonla misma cosa.» Pierre Lévy sabe muy bien que cuandoSpinoza escribe esas palabras no intenta decir que el estadopresente de las cosas, el mundo como se presenta a nuestraexperiencia, deba considerarse perfecto. También Hegel afir-ma que todo lo que es real es racional. Pero sólo los simplespueden pensar que estas palabras impliquen una exaltacióndel mundo dado. Tanto Hegel como Spinoza, de modo dife-rente, distinguen entre realidad y mundo dado. Más aún,precisamente la divergencia entre el mundo dado y el proce-so de devenir mundo es la realidad. En Hegel, la realidad estáen la dialéctica que niega el estado de cosas presente, mien-tras que en Spinoza la realidad es el devenir cósmico, el flujode la naturaleza en el que nuestra experiencia es trascendida.

Pierre Lévy ha escrito algunos libros de gran belleza y deuna cierta originalidad, en los que emergen las implicaciones

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10. Pierre Lévy, World philosophie, Paris, Odile Jacob 2000.

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filosóficas de las nuevas tecnologías. En sus primeros libros �—La machine univers, Les technologies de l'intelligence, L'idéographiedynamique�—11 el análisis de las tecnologías informáticas se des-arrolla en un marco filosófico que es el del devenir deleuziano.El devenir deleuziano está fundado en el principio nietzchea-no de la afirmación, en oposición al principio hegeliano e his-toricista de la negación dialéctica. Deleuze, siguiendo aNietzsche, dice sí al devenir, no al estado existente de cosas.

Los primeros libros de Pierre Lévy suscitaron en mí unentusiasmo sincero, hasta el punto que hace muchos añosdecidí traducirlos al italiano y convencí a un pequeño editorpara que publicara Les technologies de l'intelligence. El librofue un pequeño éxito y llamó la atención del público italianosobre el joven autor francés.

Leyendo World philosophie confieso, por el contrario, sen-tir cierta incomodidad. El libro exhibe un optimismo que enparte me convence y fascina, pero que por otra parte meparece que esconde la verdad sobre el mundo contemporá-neo y en especial la verdad de un sufrimiento difundido nosólo en el gran mundo de los excluidos de la virtualización,sino también dentro del ciclo del trabajo cognitivo. Lévytiene razón cuando sostiene que la dirección fundamentalimplícita en el desarrollo de las tecnologías digitales hahecho posible una potenciación de la capacidad productivade la humanidad. Tiene razón cuando afirma que la redconstituye un factor de enriquecimiento de la potencia cog-noscitiva y práctica de la sociedad.

Y, sobre todo, tiene razón cuando rechaza molesto el estilorencoroso de la intelectualidad crítica de estilo novecentista:

«Yo no veo los mismos objetos que ven los rencorosos. Másque concentrarme en aquello que muere, yo me maravillode lo que está creciendo. En la gran rueda de la vida, los dosmovimientos de nacimiento y muerte son complementarios,y yo trato de ver lo que está naciendo.»12

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11. Pierre Lévy, La machine univers: création, cognition et culture informati-que, Paris, La Découverte, 1987; Les technologies de l'intelligence : l'avenirde la pensée à l'ère informatique, Paris, La Découverte, 1990; y L'idéographiedynamique: vers une imagination artificielle?, Paris, La Découverte, 1991.

12. Pierre Lévy, op. cit., pág. 13.

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Aplaudo con entusiasmo las páginas en las que Lévy mal-trata el punto de vista de la crítica sistemática y paranoica.

«La posición crítica se orienta hacia el pasado. Fabrica unaconciencia cada vez más esquizofrénica e infeliz, porquecada uno de nosotros, a su modo, participa activamente enel movimiento que se denuncia. La mayor parte de la críticacontemporánea de la mundialización capitalista, de la ciber-cultura y de la tecnociencia sirve por desgracia más paradifundir el resentimiento y el odio que para difundir unavisión positiva del futuro. (�…) La crítica fue en un tiempoprogresista y hoy se ha vuelto conservadora. Era visionaria,y hoy avanza hacia el futuro caminando hacia atrás.

La posición que me esfuerzo por adoptar aborda abierta-mente el movimiento real de la evolución en curso y trata dedistinguir su sentido más favorable, de modo en que lo hagaposible. Sólo insertándonos intelectualmente y afectivamen-te en la corriente que nos lleva podremos orientarlo, en lamedida de lo posible.»13

Me convence también la intuición acerca de la relación entreinteligencia innovadora y empresa económica.

«El punto de encuentro entre economía e inteligencia, elcentro secreto de la sociedad humana del futuro es proba-blemente la capacidad de escucha y de manipulación de laconciencia colectiva que fluctúa en los millones de canalesdel ciberespacio. El punto esencial es que esta manipulaciónestá ella misma guiada por el vagar de la atención y de lainteligencia colectiva fractal que el marketing on line trata decaptar y comprender en todos sus modos. Este nuevo mar-keting puede caracterizarse como el proceso de interfazdinámico y circular por medio del cual la conciencia colecti-va toma conciencia y se manipula a sí misma. Las institu-ciones, los Estados, los partidos, las empresas, las asociacio-nes, los grupos, los individuos que desdeñen el estudio delos modos para insertarse en los procesos de la inteligenciacolectiva no podrán esperar jugar ningún papel importanteen el mundo que viene.»14

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13. Pierre Lévy, op. cit., pág. 64-65.

14. Pierre Lévy, op. cit., pág. 67-68.

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Sin embargo, hay algo fundamental que no me convence deeste libro. Ante todo, no me gusta el modo de presentarse. Elmodo de presentarse del autor es francamente antipático.Basta leer la primera página del primer capítulo, que se titu-la pretenciosamente Manifiesto de los planetarios:

«Henos aquí. Los planetarios. Conducimos los mismosautomóviles, tomamos los mismos aviones, dormimos enlos mismos hoteles, tenemos las mismas casas, las mismastelevisiones, los mismos teléfonos, los mismos ordenadores,las mismas tarjetas de crédito. Navegamos por Internet.Tenemos nuestro sitio. Participamos en la silenciosa explo-sión de la hipercorteza infinitamente reticulada de la WorldWide Web.»

Son palabras bastante irritantes.¿Quién le ha dicho a PierreLévy que su lector tiene la misma tarjeta de crédito? Por loque a mí respecta, puedo tirar mi tarjeta de crédito a la pape-lera, porque los versos ni un rublo me dieron, ni muebles demaderas caras y, salvo una camisa limpia, en conciencia diréque no necesito nada. Como habría dicho Maiakovski.

¿Navegamos por Internet? ¿Tenemos nuestro sitio? Eldiscurso de Lévy se desliza, en muchos puntos, hacia un esti-lo publicitario. La extraordinaria claridad y brillantez de sulenguaje coincide a veces con una cierta simplificación de losproblemas. En las obras anteriores esta simplificación sepodía perdonar. Pero no aquí, no cuando, por ejemplo, escri-be: «tratamos de ser artífices de nuestra propia vida».15

Porque esta parece una frase propia de un anuncio de lociónpara después del afeitado de hombres de éxito.

El discurso desarrollado en World philosophie es una espe-cie de autoglorificación de la clase virtual. El concepto declase virtual fue propuesto por Arthur Kroker en un libro de1993,16 en el que se intuían algunas de las tendencias implíci-tas en el encuentro entre economía e Internet. Por clase virtualpodemos entender la capa social constituida por los trabaja-dores del ciclo cognitivo en red, es decir, aquella parte del

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15. Pierre Lévy, op. cit., pág. 85.

16. Arthur Kroker y M.A. Weinstein, Data Trash. The Theory of the VirtualClass, Nueva York, St Martin's Press, 1994.

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trabajo mundial que produce el universo de las mercancíasmentales y la infraestructura virtual de la globalización. Setrata de una minoría social en el planeta, pero es la minoríadecisiva para la economía semiocapitalista. Pero la expresiónclase virtual permite entender también la clase de los que noson clase, porque aunque participan en la red global comotrabajadores cognitivos, no tienen en común las condicionessalariales, existenciales y de trabajo que permitirían identifi-carlos socialmente como se podía hacer con las clases socia-les de la época del capitalismo industrial. En su libro, PierreLévy se refiere a una clase virtual �—aunque no use estaexpresión y prefiera hablar de «los que tienen la misma tar-jeta de crédito» o «los que duermen en los mismos hote-les»�—, pero su descripción felicista de la condición virtualolvida algunos aspectos decisivos de la condición de estostrabajadores y de la evolución de la red global.

Lévy escribe que la economía y la competencia son lasformas a través de las cuales se desarrollan hoy la civiliza-ción y la cultura. Es difícil discutírselo. Quien lo niega es undefensor fuera de plazo de un peligroso dogmatismo �—puesto que los regímenes que han querido negar la econo-mía de mercado sólo han podido hacerlo mediante la coer-ción violenta�— o un moralista probablemente hipócrita.Pero esto no basta. La apología de la economía es falsa por-que no tiene en cuenta un elemento esencial del panoramacontemporáneo, esto es, la violencia que la economía llevaconsigo, la marginación que inevitablemente produce y elapartamiento que implica.

Ante todo, un apartarse de la corporeidad. Hay un pasoante el cual Lévy se extasía: la economía implica un aplaza-miento. Leamos:

«Nada tiene valor salvo lo que vaya a crecer en el futuro.Esta frase debe ser entendida en sentido casi contable, peroinvito al lector a discernir su sentido filosófico mucho másprofundo. El futuro no existe aún hoy, sólo es virtual,potencia. La virtualización de la economía significa que elpropio futuro se ha convertido en objeto de la economía.»17

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17. Pierre Lévy, op. cit., pág. 87.

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Pero la economía ha sido siempre este sacrificio del presente ennombre de un futuro constantemente aplazado. Virtualizacióndel placer en nombre del progreso. Es algo que las hormigassaben desde siempre y de lo que desde siempre han intentadoconvencer a las cigarras. Por lo que a mí respecta, quisieradefender las razones de la cigarra.

Las razones de la cigarra son las de la disipación, y ladisipación se sustrae al monocultivo económico del queLévy es �—se ha convertido en�— apologeta. El hiperecono-mismo de Lévy tiene como motivo la plena integración demercado y consciencia:

«En el momento en que la actividad de conocimiento y laproducción se interpenetran, cuando la comunidad científi-ca y la de los negocios se mezclan, en el instante en que laeconomía virtual converge hacia un libre mercado de lasideas en el ciberespacio, se hace cada vez más evidente quela atención, podemos decir también la conciencia, es la fuen-te misma de la creación del mundo humano. El mundo vir-tual reacciona mucho más velozmente que el mundo físico alos desplazamientos de nuestra atención (�…). Cuando laeconomía se convierte en una economía de la atención, esdecir, de la conciencia, no queda ya diferencia alguna entreeconomía y espiritualidad.»18

Nos encontramos ante una especie de teología economicis-ta en la que la perfección de la Inteligencia Colectiva es elresultado de la integración tecnológica de las mentes indi-viduales y de su absoluta integración funcional mediadapor el mercado.

No me escandaliza en absoluto el carácter teológico deldiscurso, que por lo demás es comparable con el más laico ydarwinista, pero en lo sustancial convergente, que KevinKelly analiza en su libro Out of Control;19 pero el magníficodelirio teológico de estos dos ingeniosos jóvenes sólo funcio-na si se suprime �—cancela, niega, olvida�— dos realidadesque no pueden considerarse simples residuos.

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18. Pierre Lévy, op. cit., pág. 136.

19. Kevin Kelly, Out of Control: The Rise of the Neo-biological Civilization,Reading (Mass. EE UU), Addison-Wesley 1994.

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La primera realidad es el cuerpo erótico singular, que nopuede ser disuelto en el intelecto puro llamado a la presen-cia del Dios tecnoeconómico. La segunda realidad es el cuer-po planetario, que no puede ser excluido de la purísimavisión mística de la Inteligencia Colectiva, ni evacuado sic etsimpliciter en virtud de su impureza, de su inadecuación eimperfección �—a menos que supongamos que la miseriaterrena de las masas excluidas del paraíso de la new economysea un castigo divino, un infierno al que están destinadosaquellos que no han merecido la inscripción en la perfectísi-ma Inteligencia Colectiva.

Todo cuadraría en el razonamiento teológico del perfec-tísimo Pierre y en el razonamiento biológico del naturalísi-mo Kevin si no fuese por el cuerpo. Puede que Pierre yKevin no sepan nada del cuerpo. Pero el cuerpo no es unasunto secundario cuando se habla de felicidad.

Del cuerpo planetario martirizado por la economía capita-lista hablaremos más adelante. De momento querría decir doso tres cosas sobre el cuerpo erótico singular, que Pierre Lévyparece ignorar por completo. En el apartado titulado «econo-mía general de la consciencia» la noción de conciencia es libe-rada (aligerada) de su historia cultural, de su complejidad psí-quica, es decir, precisamente de su corporeidad. Se dibuja asíun (apasionante) panlogismo virtual en el que la fisicidad esprogresivamente disuelta y, finalmente, completamente supe-rada (aufheben), o más bien evacuada, eliminada. Es un hege-lismo posthistórico el que Pierre Lévy logra esbozar: un hege-lismo depurado de su pathos, de su carácter contradictorio. Unhegelismo matemático o, más bien, informático, digital. Ytodo esto sería realmente perfecto si no fuese por el incons-ciente, que corroe la perfección de la Inteligencia inmaterial.

El inconsciente, que Freud considera el Inner Ausland yGuattari ve más bien como la fábrica del deseo, puede seren todo caso considerado como el resurgir de la fisicidad enel proceso de autoconstrucción de la mente. Todo sería per-fecto, en la esfera de la Inteligencia, si no existiese elInconsciente, si no existiese la fisicidad que reemerge, noreducible a matemática alguna. De todo esto, claro está,Pierre Lévy no quiere saber nada. «La conciencia humanaempieza a objetivar la diversidad viviente de su universosemántico colectivo»20 escribe, como si el universo semánti-

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co colectivo pudiese prescindir del erotismo, del deseo, dela tradición, de la descomposición, de la enfermedad y dela muerte. Y en un momento, el espíritu puro de PierreLévy parece sentir una duda: «¿Y el inconsciente?, se pre-guntará alguno». Pero la duda es rápidamente resuelta,matemáticamente disuelta:

«El inconsciente, es decir, todo aquello de lo que la cons-ciencia aún no se ha apropiado, es evidentemente muchomás vasto que la consciencia. El inconsciente no es más queconciencia virtual, es decir, al mismo tiempo el fondo deenergía y de complejidad viviente del que asciende la con-ciencia y el territorio infinito de las formas que quedan porconquistar (�…). El inconsciente es lo virtual.»21

Pero el inconsciente no es precisamente eso. Lo que Lévydice brilla como una lámpara de araña de cristal falso. Puraplástica, sólo comerciable en un mercadillo de periferia. Elinconsciente no es lo virtual, no es la potencialidad por lle-gar a la consciencia, salvo que se hagan juegos de trilero,salvo que se haga desaparecer con la brillantez de un len-guaje de encantador de serpientes todo aquello que todosnosotros conocemos bien por experiencia �—incluido el purí-simo Pierre, quiero creer�—: que la existencia no es reducibleal discurso. El inconsciente, la íntima tierra extranjera de laque nos habla Freud, no es el continente que mañana coloni-zaremos con la Inteligencia purísima y la tecnología. Elinconsciente es lo irremediable. ¿O acaso Lévy �—nuevocomisario del pueblo�— ha venido a prometernos una per-fección alcanzable a condición de librarnos de nuestrasimperfecciones? Hay una herida que nada puede cicatrizar:la herida del tiempo ¿Ha oído hablar de ella Lévy?

Nada sabe la matemática de esta herida. De hecho, lamatemática no sabe nada del deseo, ni de la corporeidad, nide la muerte ni de la historia. Pero la inteligencia colectivade la que estamos hablando no puede dejar de inscribir elconocimiento del devenir otro. Si no, no vale un duro,salvo que sea falso.

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20. Pierre Lévy, op. cit., pág. 139.

21. Pierre Lévy, op. cit., pág. 139-140.

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No querría que mis palabras se leyeran como una polémicacon el pensamiento de Pierre Lévy, al cual, repito con fuerza,atribuyo una gran importancia en el nuevo campo de la ciber-filosofía. Lo que pasa es que sus afirmaciones y, sobre todo,su tono argumental, con frecuencia dibujan las formas de unaespecie de pensamiento frígido. El pensamiento frígido seadecua bien al mundo cultural de las tecnologías digitales.Éstas se fundan en la negación de la naturaleza física delmundo, que es sustituida por algoritmos simuladores capa-ces de reproducir el conjunto de las formas, vacías de unasola cualidad, su tangibilidad, su fisicidad �—y por tanto, suposibilidad de deterioro. Muchas son las definiciones de lapalabra virtual �—Lévy ha escrito sobre ello un bello libro perola que, en última instancia, me parece más interesante es ésta:virtual es la realidad que se sustrae a la fisicidad tangible. Elpensamiento frígido se reconoce con facilidad en el mundode la red telemática donde florece la sensibilidad nerd22: larelación con la alteridad es artificiosamente euforizada, perotambién sustancialmente desexualizada. El otro sólo existecomo algo remoto, y la única interacción concreta es la delbusiness, la del intercambio económico.

El pensamiento frígido nace y se desarrolla por efecto dedos acontecimientos convergentes y contemporáneos. Por unlado representa el intento de separarse del sobrecalentamien-to que la historia ha conocido en los últimos diez años, porefecto de la explosión de las agresividades identitarias, de lairrupción de alteridades desesperadas y en conflicto. En losúltimos años la historia de la humanidad ha entrado en unafase de violencia, de odio. Ningún principio universal pareceser más común entre los seres humanos y la pertenencia se haconvertido en criterio de juicio, de inclusión y de exclusión.

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22. Nerd: El empollón de la clase, retratado tantas veces en las películasy las series de televisión norteamericanas, generalmente con dificultadpara relacionarse socialmente y que en cambio suele destacar en mate-ria tales como las matemáticas o la astronomía. En la jerga hacker se haasumido de forma irónica («news for nerds») es el lema de slashdot, elforo web más importante dedicado a tecnología y software libre, per-diendo el matiz original despectivo y ha acabado usándose como sinó-nimo de alguien que se preocupa por las cosas importantes y no seentretiene en trivialidades. [N. del E.]

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Paradójicamente, aunque no tanto después de todo, la agre-sividad identitaria es contemporánea a la ubicuidad comuni-cativa y a la globalización del imaginario. La distancia físicay geográfica no es ya un obstáculo a la proximidad comuni-cativa, económica e imaginaria. A la globalización del imagi-nario corresponde, sin embargo, una fragmentación de loscódigos éticos, una disolución del universalismo político quehabía, en cierta forma, unificado el horizonte de la moderni-dad. La desterritorialización imaginaria se añade al nomadis-mo físico de masas humanas que se desplazan hacia los cen-tros en los que se concentra la riqueza económica y la energíaimaginaria y estos movimientos producen efectos de intole-rancia, de violencia y de auténtica guerra.

Quien puede hacerlo se encierra en una cápsula presuri-zada e hiperconectada. Físicamente lejano de los demásseres humanos, que se han convertido en un factor de inse-guridad, y al mismo tiempo ubicuo, presente en cualquierlugar virtual en el que desee estar. El propio Pierre Lévy des-cribe muy bien esta nueva geografía en Cyberculture,23 rela-tando la historia del nuevo arca de Noé.

Al igual que Noé encerró en su arca los animales de la tie-rra para salvarlos del diluvio, así hoy podemos entrar en nues-tra pequeña arca de aire acondicionado y navegar sobre las olasdel diluvio digital, sin por ello perder el contacto con el patri-monio cultural acumulado de la humanidad y permanecer encontacto con las demás pequeñas arcas mientras allá abajo, enel planeta físico, hordas bárbaras se apiñan y guerrean.

Esta geografía esquizofrénica requiere, como es lógico,dos catálogos diversos, dos atlas distintos que describenmundos que se pretenden separados.

El catálogo de la clase virtual está sanitarizado. Proponeobjetos de los que el tiempo y la fisicidad ha sido eliminada,constitutivamente. Y la eliminación de la corporeidad esgarantía de una felicidad inmutable pero, naturalmente, frí-gida. Y, por tanto, también falsa.

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23. Pierre Lévy, Cyberculture: rapport au Conseil de l'Europe dans le cadredu projet Nouvelles technologies, coopération culturelle et communication,Paris-Estrasburgo, Odile Jacob-Consejo de Europa, 1997.

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Génesis filosófica de la noción de cognitariado

¿Por qué es falsa la felicidad frígida que nos promete la ide-ología new economy? Porque ignora la corporeidad o, mejordicho, la elimina sin poder ignorarla. No ya la de los demás,sino la propia, la del trabajo mental, la de la sexualidad y ladel carácter perecedero de la mente corpórea.Precisamente a partir de estas consideraciones aparece lanecesidad de una noción nueva, que permita hablar de laclase virtual en términos corpóreos, sexuales e históricos, entérminos sociales. La noción de clase virtual tiene un carác-ter paradójico que me gusta, porque ilumina el caráctersocialmente esquivo, elusivo del flujo de trabajo que produ-ce el semiocapital. Clase virtual es la clase de los que no sonclase, porque no se determinan materialmente y socialmen-te, en la medida en que su definición consiste precisamenteen el proceso de eludir la propia corporeidad social.

En este sentido la noción me gusta. Querría, sin embargo,disponer de una noción complementaria que nos permitadefinir la carnalidad eliminada y la socialidad eludida deltrabajo mentalizado que actúa en la producción del semioca-pital. Con este fin hablo de cognitariado. Cognitariado es elflujo de trabajo semiótico socialmente difuso y fragmentadovisto desde el punto de vista de su corporeidad social.

La clase virtual no tiene necesidades, el cognitariado sí.La clase virtual no sufre el estrés psíquico derivado de laexplotación constante de la atención. El cognitariado sí. Laclase virtual no puede dar vida a ningún proceso colectivo yconsciente que no sea el de la Inteligencia Colectiva. El cog-nitariado puede reconocerse como comunidad consciente. Yesta diferencia es decisiva, aunque no describa un dato sinoque identifique una posibilidad.

La noción de cognitariado es el punto de llegada de unareflexión que recorre todo el proceso de transformación pro-ductiva, tecnológica y social de la modernidad tardía. En elorigen de esta reflexión está, evidentemente, una noción mar-xiana, la de general intellect, dos palabritas escritas en ingléspor un autor de lengua alemana. ¿Por qué en inglés? Yo diríaque si Marx hubiese escrito Algemeine Intelligenz habríamosleído este concepto como la enésima kokettieren hegeliana, elenésimo vuelco de un idealismo que nunca se libera de sí

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mismo. General intellect quiere decir, por el contrario, sólo loque debe decir: la forma general de la inteligencia humana ensu convertirse en fuerza productiva, en la esfera del trabajosocial global y de la valorización capitalista. La potencia de laciencia y la tecnología puesta a trabajar por la cooperaciónsocial y orientadas a la intensificación de la productividad y,por tanto, del aumento de plusvalor. Gracias a estas dos pala-britas podemos comprender que el capital no se reduce a suforma industrial: manipulación de materia mecánica, despla-zamiento de masas humanas proletarias, reducción del flujotemporal a bloques de tiempo cuantificable.

La expresión general intellect es empleada por Marx en uncapítulo en la que se pone en relación el desarrollo tecnoló-gico de la maquinaria con la reducción del tiempo de traba-jo socialmente necesario. Lo que Marx no dice �—pero, desdeluego, no podemos pedírselo�— es que, mientras que lamaquinaria con alta concentración de inteligencia reduce eltiempo de trabajo material necesario, al mismo tiempo nece-sita un aumento del tiempo de trabajo específicamente cog-nitivo necesario para la producción de valor.

Quede claro: cuando uso la noción de trabajo cognitivo soyplenamente consciente de que el trabajo es siempre, en todoslos casos, cognitivo. Hasta la producción de una flecha de pie-dra por parte del hombre de Neanderthal conlleva el empleode una inteligencia con finalidad y hasta el más repetitivo delos trabajos de cadena de montaje implica la coordinación delos movimientos físicos según una secuencia que requiere delas facultades intelectuales del obrero. Pero al decir trabajocognitivo queremos decir un empleo exclusivo de la inteligen-cia, una puesta en acción de la cognición que excluye la mani-pulación física directa de la materia. En este sentido definiría eltrabajo cognitivo como la actividad socialmente coordinada dela mente orientada a la producción de semiocapital.

Trabajo cognitivo es el proceso de trabajo de la acciónconectiva del cognitariado. ¿Qué significa la palabra cog-nitariado? Esta palabra híbrida lleva dentro de sí dos con-ceptos: el de trabajo cognitivo y el de proletariado. Cuandouso el término corporeidad social no lo hago a la ligera. Loque está en juego en la definición social del trabajo cogni-tivo es precisamente el cuerpo, la sexualidad, la fisicidadperecedera, el inconsciente.

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En su libro más celebrado,24 Pierre Lévy propone la nociónde inteligencia colectiva. El teólogo que se esconde en él tejeen ese libro un fascinante castillo teórico. Parte de la filoso-fía de Al-Farahbi25 e invierte la noción plotiniana26 de ema-nación para convertirla en una noción simétrica de fusión delas inteligencias en la Inteligencia del Uno. Gracias a la redtelemática, argumenta Lévy, toma forma concreta la imagi-nación de una participación basada en la colaboración detodas las inteligencias humanas en la creación de una inteli-gencia colectiva, que es la creación del mundo en las condi-ciones tecnológicas digitales y virtuales.

Pero la existencia social de los trabajadores cognitivos nose agota en la inteligencia: los cognitarios, en su materialidadexistencial, también son cuerpo, es decir, nervios que se ten-san en el esfuerzo de la atención constante, ojos que se can-san al fijarse en la pantalla. La inteligencia colectiva no redu-ce ni resuelve la existencia social de los cuerpos que produ-cen esta inteligencia, de los cuerpos concretos de los cognita-rios y las cognitarias.

Y, menos aún, la inteligencia colectiva no reduce niresuelve la complejidad y el sufrimiento del cuerpo plane-tario que se enmaraña, ahí fuera, sin inteligencia ni riquezani paz.

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24. Pierre Lévy, L'intelligence collective : pour une anthropologie du cybers-pace, Paris, La Découverte 1994.

25. Abu Al-Nasr Al-Farabi, filósofo neoplatónico nacido en Turkistán deorigen persa, conocido como al-Farabius en Europa (870-950 DC).

26. Por Plotino (205-270 DC), filósofo neoplatónico.

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3. New economy & semiokapital

La red no es un instrumento sino una esfera. Todo el mundo reco-noce ya que Internet representa una innovación decisiva en la pro-ducción y la comunicación. Pero, en general, se piensa que la redes un instrumento de comunicación que permite transmitir lasmismas cosas de antes de modo más funcional. No es así. Internetes, desde luego, un instrumento de comunicación, pero este es suaspecto menos significativo. El hecho decisivo es la constitución deuna nueva esfera del hacer social.

Una dimensión en la que los procesos de simulación modelan lasustancia misma del intercambio económico, de la decisión políti-ca, de la vida cotidiana y de la propia cotidianidad y afectividad.

El desarrollo social de la red no depende de un progreso linealde la tecnología, sino de los modelos económicos y los proyectosculturales que determinan el cambio de las interfaces tecnolingüís-ticas y comunicativas. Internet ha crecido como un campo en elque los recursos de espacio son ilimitados. Pero la red es objeto deprocesos de colonización económica: la privatización de productosdel saber colectivo, auténticos cierres con vallas del ciberespacio,acompaña el desarrollo de Internet, a pesar de que la red parecerenovar continuamente sus energías para eludir o disipar los pro-cesos de sometimiento.

Cada vez que el poder económico o político trata de colonizarInternet, la red reacciona de modo espontáneo y proliferante.Microsoft intentó la colonización de la red al integrar MicrosoftNetwork (MSN) en Windows 95, pero fue entonces cuando comen-zaron los problemas de Bill Gates. America On Line y TimeWarner han dado vida a un consorcio que busca el dominio estra-tégico de la cultura televisiva sobre la cultura de red, aunque por

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el momento el único efecto parece haber sido el de la proliferaciónde las InternetTV de bajo precio. En la actualidad se va dibujandoel perfil de las tecnologías UMTS �—difusión de Internet por mediode teléfonos de bolsillo conectados por satélite�—. Podría ser el ini-cio de un proceso de limitación del acceso a Internet, pues las fre-cuencias son limitadas, pero aún no sabemos que efectos tendrá eso.(Rekombinant, http://www.rekombinant.org/)

La economía de red como organismo vivo

En la primera parte de este libro, al hablar del trabajo cogni-tivo en la red, he puesto en el centro de atención la elimina-ción del cuerpo erótico, de la temporalidad singular, de lasensibilidad. He usado el lenguaje de la psicopatología y delesquizoanálisis: la subsunción del trabajo cognitivo en la redproductiva del semiocapital desplaza el conjunto de la activi-dad productiva hacia la creación de estados mentales. Porconsiguiente, el discurso económico tiende a englobar un dis-curso sobre la mente y la ideología económica se hace ideolo-gía de la felicidad. De ahí deriva una retórica tras la cualentrevemos los contornos de un cambio que no afecta sólo alas tecnologías y a la sociedad, sino también a la propia cog-nición y, por tanto, al psiquismo individual y colectivo.

En esta segunda parte, querría hablar en el lenguaje de laeconomía y la política, de la ética y de la geofilosofía. Elasunto es el de la globalización, de la cual la llamada new eco-nomy constituye el eje, el motor propulsor.

La expresión new economy se utiliza hoy con mucha fre-cuencia, pero al transformarse en una especie de comodínperiodístico su significado se ha hecho impreciso y un pocomítico. ¿Por qué es nueva la new economy? ¿Qué hay de nuevoen ella? ¿La naturaleza social de las relaciones entre los agen-tes económicos, o bien el discurso social sobre la actividad deproducir e intercambiar? Una cosa y la otra, como veremos.

La modalidad de producción, el modo en el que se des-arrollan los procesos de trabajo e intercambio son nuevos,pero también lo es la ideología que mueve a invertir y adedicar las energías al esfuerzo económico. No nos dejemosdespistar por la retórica de lo nuevo y no demos por buenala previsión de los apologetas, según la cual el boom está des-tinado a durar decenios y la crisis financiera o económica novolverá a aparecer.

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Por lo demás, este tipo de retórica no es original.

No hay ninguna razón para creer que los modelos cíclicoshayan desaparecido. ¿De dónde surge esta noción de nuevaeconomía? En cierto sentido siempre ha sido una idea ame-ricana, producida por auténticas manías, como la construc-ción de carreteras transcontinentales, el mercado rampantede los años veinte o el optimismo de la Great Society de losaños sesenta..1

Huyendo de la retórica de la new economy, debemos entendersus razones, y para hacerlo es oportuno ver cómo hablan deeste asunto aquellos que primero sintieron el viento de lainnovación, como por ejemplo los de Wired, que duranteaños han propuesto la idea de una economía de red y de unlargo período expansivo libre del peso de la sociedad indus-trial y de la recesión.

En la New Economy Encyclopedia los redactores de Wiredescriben:

Cuando hablamos de nueva economía hablamos de unmundo en el que la gente trabaja con su cerebro en vez de consus manos. Un mundo en el que la tecnología de la comunica-ción crea una situación de competencia global. Un mundo enel que la innovación es más importante que la producción enmasa. Un mundo en el que la inversión compra nuevas ideasen vez de máquinas. Un mundo en el que el rápido cambio esuna constante. Un mundo tan diferente que su surgimientosólo puede ser descrito como una revolución.

La nueva economía es el poder sin precedentes del mer-cado global de crear nueva riqueza y de distribuirla delmodo más justo, pero esto no basta para entender la cues-tión en su integridad. Los propios mercados están cam-biando profundamente.

La información es más fácil de producir y más difícil decontrolar. Los ordenadores pueden copiarla y enviarla acualquier sitio, casi instantáneamente y casi gratis. La pro-ducción y la distribución son un dato obvio, la innovación yel marketing lo son todo. Así, una sociedad de la informa-

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1. A.B. Perkins y M.C. Perkins, The Internet Bubble: inside the overvaluedworld of high tech stocks and what you need to know to avoid the coming sha-keout, Nueva York, HarperBusiness, 1999, pág. 178.

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ción es más abierta, no hace falta una línea de producciónpara competir, basta una buena idea.

Pero también es más competitiva. La información no essólo fácil de duplicar, sino también de replicar. Las empre-sas de éxito tienen que seguir innovando si quieren mante-ner su primacía sobre todos aquellos que les copian lasideas. El tamaño medio de las empresas disminuye. Losnuevos productos aparecen en el plazo de meses y no deaños, y el poder del mercado se funda cada vez más en lacapacidad de orientarse en la abundancia de ideas más queen la racionalidad de los recursos materiales escasos. Todaconexión añadida a una red de conocimientos multiplica elvalor del conjunto. El paso a una economía de la informa-ción está redefiniendo el modo de pensar en los tiemposbuenos y los de crisis. No sabemos cómo medir esta nuevaeconomía porque la productividad de un decisor es másdifícil de medir que la de un fabricante de automóviles. Nosabemos cómo controlarla y ni siquiera si hay necesidad decontrolarla. Una última cosa que desconocemos es dónde ocómo terminará esta revolución. La estamos construyendojuntos, todos, con la suma de nuestras elecciones colectivas.2

La premisa es, por tanto, que a partir de determinado mo-mento de la historia de la producción social, todo ha empe-zado a girar en torno a la mente, a las actividades cognosci-tivas, al intercambio de signos entre mentes distantes, a lacooperación entre mentes en el trabajo. El proceso de pro-ducción y el objeto de la producción se han vuelto mentales.

Debemos, por tanto, partir de la transformación de la pro-ducción en infoproducción, es decir, en producción de dife-rencias semióticas capaces de identificar objetos mentalescomplejos, pero también de poner en marcha procesos mate-riales de transformación de la materia mecánica. A consecuen-cia de la digitalización se transforma todo el proceso de pro-ducción de mercancías. Las mercancías muestran cada vezmás su carácter semiótico y el proceso de producción y circu-lación de las mercancías es cada vez más reducible a su carác-ter comunicativo. «La comunicación, que es lo que en el fondoson los nuevos medios y la tecnología digital, no es tan sólo unsector de la economía. La comunicación es economía.»3

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2. New Economy Encyclopedia, 1997, www.wired.com3. Kevin Kelly, New Rules for the New Economy, Nueva York, Viking 1998,pág. 11.

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La informatización de las mercancías produce un salto en laelasticidad de la circulación, que se convierte en un procesofluido. El proceso de producción y el de circulación y consumotienden a confundirse y el flujo económico conecta y sintetizaun número creciente de fragmentos, de gestos fractales detransformación del producto global, que Kevin Kelly identifi-ca con la Mente Global. «Desde el momento en que vastas redespenetran el mundo artificial, vemos las primeras señas de loque emerge de esa red: máquinas que adquieren vida, inteli-gencia y que evolucionan, una civilización neurobiológica.»4

¿Podemos hablar de un carácter neurobiológico de lasociedad que emerge de un sistema de redes, como sugiereKelly en este fragmento? Yo creo que sí, y tal vez sea ésteprecisamente el elemento decisivo del asunto. Pero, ¿en quésentido podemos hablar del sistema económico como de unsistema vivo? ¿Cuáles son las características definitorias deun sistema vivo?

Un sistema vivo está dotado de la capacidad de evolu-cionar sobre la base de las instrucciones que posee dentro desí, instrucciones insertas como resultado del propio procesoevolutivo. Un sistema vivo, un organismo, es capaz de auto-rregulación, de autocorrección. Además, un organismo es unsistema en el cual las interconexiones entre los elementosque lo forman son demasiado numerosas y complejas comopara que pueda pensarse en someterlo a un gobierno racio-nal de tipo mecánico o voluntarista.

Kevin Kelly añade una consideración decisiva: en ciertosentido, de la cultura y de la economía de la red emerge unaespecie de Mente Global. Ésta es la expresión que utiliza. LaMente Global es la conexión funcional entre todas las men-tes individuales �—o subglobales�—:

La Mente Global es la unión entre el ordenador y la natura-leza, teléfonos y cerebros humanos y otras cosas. Es unacomplejidad enorme de forma indeterminada, gobernadapor una mano invisible de tipo particular. Nosotros, loshumanos, no somos conscientes de lo que piensa la MenteGlobal. No porque no seamos lo bastante inteligentes, sino

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4. Kevin Kelly, Out of control: The Rise of Neo�–biological Civilization,Reading (Mass. EE. UU), Addison�–Wesley 1994, pág. 260.

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porque el diseño de una mente no permite a las partes com-prender la totalidad. Los pensamientos particulares de laMente Global y sus consiguientes acciones estarán fuera denuestro control y más allá de nuestra comprensión. Así, laeconomía de red genera un nuevo espiritualismo.5

Ésta es en mi opinión la mejor introducción a la nueva econo-mía. En ella hallamos algunos de los rasgos distintivos del sis-tema productivo que se va constituyendo: la red es un procesoen el que se conectan un número impreciso de mentes huma-nas. Está claro que el funcionamiento del conjunto de redes esde grado superior, respecto de las mentes singulares y tambiénde grado superior a cualquier asociación subglobal de mentes.

En segundo lugar, vemos que la red va desarrollando, enel curso de su expansión, automatismos que no son produc-to de la voluntad de una mente o asociación de mentes, sinoque se trata de modos de gestión del funcionamiento queemergen, casi espontáneamente, de la propia actividad delas mentes en cooperación.

Pierre Lévy habla de inteligencia colectiva para dar cuen-ta de la cooperación entre las inteligencias que entran enconexión. Kevin Kelly ve en esta cooperación la condición deun funcionamiento conectivo que da vida a un organismovivo superindividual. Hablando de mente global nos poneante el resultado del proceso de conexión, ante el producto dela inteligencia colectiva: el superorganismo bioinformático.

En el texto de Kelly subrayamos el retorno de una nocióntomada del lenguaje de la economía política clásica, y másprecisamente, del pensamiento de Adam Smith: el conceptode mano invisible.

La mano invisible y los automatismos tecnolingüísticos

La mano invisible de la que habla Smith es el efecto de auto-rregulación global del mercado gracias al cual, según Smith,cuando un cierto número de agentes económicos están encondiciones de actuar de modo completamente libre, sin

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5. Kevin Kelly, Out of Control�… op.cit., pág. 260.

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control estatal ni interferencias de otro tipo, dan lugar a unasituación de equilibrio en la que cada uno de ellos y toda lacolectividad obtienen el máximo beneficio.

Pero la situación de la que habla Kelly se diferencia de laque pensó Smith no sólo en que en el mercado actúa unnúmero enormemente mayor de sujetos económicos, sinotambién porque el campo del mercado está invadido poruna red de cerebros humanos y automáticos. La presencia delos agentes tecnológicos cambia de modo espectacular laproductividad, la potencia, la omnipresencia y también lacomplejidad del sistema económico de nuestro tiempo.

Esto tiene dos efectos: en primer lugar, se hace cada vezmenos probable la existencia de un control voluntario, de ungobierno racional centralizado. La cantidad de informaciónque circula entre los diversos puntos de la red es infinita-mente superior a la cantidad de información que puede sergestionada, controlada y gobernada por una voluntad políti-ca, por eficiente que sea.

En segundo lugar, las relaciones, los intercambios, lasjerarquías, las prioridades y los criterios que regulan el mer-cado red están cada vez más incorporados a la propiamaquinaria, entran a formar parte del código de programa-ción de las máquinas y de los interfaces del ser humanomáquina. En cada poro del sistema social se inserta una redde automatismos tecnolingüísticos y acaba por regular cadavez más detalladamente el tráfico comunicativo y las posibi-lidades de acción, de movimiento, de elección.

Mientras el liberalismo clásico habla de mano invisiblepara referirse sólo a la autorregulación del mercado en con-diciones de libre juego de sus agentes, el tecnoliberalismoque toma cuerpo en el pensamiento de nuestra época tieneque dar cuenta de dos articulaciones de la mano invisible.Una de ellas es la económica, cada vez más vasta, prolife-rante, compleja, molecular fractal. Cada agente persigue supropio interés y de este modo se obtiene un óptimo para elinterés general �—por lo menos dentro del circuito de lanueva economía con alta conexión tecnológica, mientras queno está claro qué sucede con quien vive fuera de sus límitesy sólo recibe su impacto.

La otra articulación de la mano invisible es la del sistemaglobal de automatismos. La digitalización de los procesos

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informativos y la conexión electrónica entre sistemas infor-máticos e infraestructuras sociales transforma la economíaen una tecnosfera regulada.

Los automatismos se manifiestan ante todo en el planotécnico, en el de la programación informática y en el de larelación de programas informáticos y procesos productivos.A continuación, se manifiestan en el plano lingüístico, pueslos automatismos informáticos seleccionan y dirigen las mis-mas formas de la comunicación. Por último, incorporadas ala maquinaria informática, penetran profundamente en loscircuitos del intercambio financiero, que se convierte en unatupida retícula de funciones interdependientes.

Esta retícula de funciones gobierna la economía de formaautomática. Cada vez son menos los seres humanos, los gru-pos económicos, los Estados nacionales los que eligen entredistintas alternativas. La elección entre alternativas es resul-tado de cadenas lógicas preinscritas en los programas y sis-temas integrados. Las inversiones, los desplazamientos decapitales, el destino de los recursos hacia éste o aquél sectordel gasto público no dependen ya de opciones voluntarias,de las estrategias, de las políticas, de las decisiones. Cada vezmás dependen de la acción interconectada de automatismostecnofinancieros que se imponen con la fuerza de la necesi-dad natural �—aunque de naturales tengan poco�—.

El procedimiento de la decisión �—el acto de seleccionaruna perspectiva entre las infinitas posibles�— está cada vezmenos en manos de las voluntades humanas, sean indivi-duales, grupales, institucionales o estatales. La paradoja deldecisor consiste en el hecho de que cuanto más compleja yveloz sea la información circulante, menor será el tiempodisponible para examinar la información necesaria para rea-lizar una elección consciente.

Por consiguiente, las interdependencias entre datos ydecisiones aparecen cada vez más incorporadas en la maqui-naria, en el lenguaje y en los interfaces persona máquina y suejecución es encargada a mecanismos sociales tan desperso-nalizados como es posible.

Lo que parecen ser decisiones humanas son con frecuenciainterpretaciones humanas de decisiones automáticas depen-dientes de la interconexión entre los datos introducidos y laelaboración informática programada según criterios obje-

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tivados. Desde luego, la objetivación técnica de los criterios dela interdependencia no es natural, no es neutral y no es casu-al. Responde al criterio de maximización del beneficio.

El sistema de automatismos es efecto de la semiotizacióncapitalista de la máquina tecnolingüística global. Desde aquídebemos empezar si queremos comprender cómo funcionael semiocapital y si queremos imaginar la posibilidad de unadeconstrucción de esta máquina.

Dinámica fractal del mercado

En 1999, mientras la leyenda metropolitana del efecto 2000provoca un gigantesco desplazamiento de dinero hacia unamiríada de pequeñas y grandes empresas informáticas con-vocadas por instituciones e industrias para remediar el hipo-tético fallo, estalla en la bolsa norteamericana e internacionalel boom de los títulos tecnológicos.

El fenómeno de los start up de alta tecnología que cotizanen bolsa proyectos antes que productos determina una pro-funda transformación de los criterios de análisis económicotradicional.

Los teóricos de la new economy explican que es así preci-samente porque debe ser así. En la economía de red lo quecuenta no es la replicación industrial de un producto �—cuyovalor tiende a cero�—, sino la idea, el prototipo, el algoritmo.Y la comunicación.

Los economistas ortodoxos se resisten a esta idea.Algunos sostienen precisamente que la new economy es sólouna ilusión o un bluff, alimentada no demasiado inocente-mente por grupos económicos que han invertido mucho enla producción de alta tecnología.

El gobernador de la Federal Reserve, Alan Greenspan,máxima autoridad financiera de los Estados Unidos, aconse-ja prudencia, advierte que el mercado de los títulos financie-ros new economy se ha inflado demasiado deprisa y que elglobo corre el riesgo de desinflarse con la misma rapidez.

En los primeros meses de 2000, en las bolsas de todo elmundo y, en especial en el índice Nasdaq norteamericano, sepone en marcha un columpio sobrecogedor. Los títulos ligados

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a la infoeconomía, que en un año se han apreciado de modoimpresionante, pierden de improviso un 23 por ciento de suvalor en un solo día y recuperan unos días más tarde buenaparte del valor perdido. Este columpio sigue durante semanas.

Las empresas comprometidas con el sector de la infoeco-nomía tranquilizan a sus inversores. El mercado se está asen-tando y la economía digital está destinada a reforzarse yextenderse a largo plazo, por lo que invertir en sus títulosseguirá siendo un negocio rentable.

Pero, tal vez, para comprender lo que está sucediendosea necesario modificar los modelos analíticos y las expecta-tivas. Tal vez lo que está sucediendo en el terreno financierodeba ser interpretado como la introducción de una nuevadinámica económica.

Hemos oído decir muchas veces que la new economy estáreinventando el comercio. Una red sin desgarros de consu-midores, vendedores y operadores hace posible una mayoreficiencia, un análisis de las ventas en tiempo real, unamenor necesidad de stocks y la eliminación de muchos de losobstáculos que se interponen entre producción y distribu-ción y consumo. En el comercio empezamos a ver que apa-rece un precio dinámico, en el que los precios fluctúan libre-mente en relación con la oferta y la demanda. Algunoshablan de dynamiconomy y algo de esto se refleja de formanatural en la marcha de la bolsa, lo que la hace al tiempo másinestable y más estable.

El problema consiste en que el operar financiero y elcomportamiento económico de los productores y de los con-sumidores se va coordinando en tiempo real gracias al siste-ma de red y al mismo tiempo se fractaliza, se descompone enmiríadas de microtendencias que desequilibran y reajustanen rápida sucesión las relaciones económicas.

Pierre Lévy alude a este fenómeno con su especial cla-ridad:

Cada vez que gastamos dinero animamos a la máquina eco-nómica a moverse en un sentido u otro. La economía, tan cri-ticada, devuelve a nuestra sociedad su imagen como un espe-jo. Esto es precisamente lo que acabamos de adquirir: estacomida, esta retransmisión televisiva, esta casa, este coche,esta ciudad, este gobierno. No estamos en absoluto obligados

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a adquirir. El sistema no es algo que nos sea exterior; estádentro de nosotros y nosotros estamos dentro de él.6

¿Tienen razón los economistas ortodoxos cuando prevén unacreciente fragilidad del sistema económico? ¿O tienen razónlos futuristas que prevén una dinámica cada vez más inno-vadora e intensa, desequilibrada pero autorregulada, unadisolución del modelo cíclico dominante en los últimos dossiglos, un cambio profundo de la naturaleza de las crisis?

Volvamos a las fluctuaciones de la Bolsa. ¿Significandebilidad como piensan los ortodoxos o bien la potencia dela economía flexible, como piensan los futuristas? Hay quereconocer que, hasta ahora, las fluctuaciones del Nasdaq,aunque fuertes, no han producido un fenómeno de pánicoaunque las pérdidas hayan sido muy importantes.

Para comprender los fenómenos de crisis general, como lade 1929, es necesario tener en cuenta la dinámica psicocomuni-cativa que implica. El pánico puede ser descrito como un fenó-meno de tipo propagatorio o contagioso. Algunos aconteci-mientos, más o menos relacionados entre sí, son leídos por losactores individuales del mercado como una tendencia emer-gente. Por ejemplo, la bancarrota de cierto número de empresases leída como tendencias hacia un hundimiento general.

Esta previsión hace que la tendencia se refuerce, porquelos agentes económicos empiezan a desinvertir por imitacióny ello produce una crisis generalizada y de hundimiento.

El pánico se puede describir como una profecía autocum-plidora. La profecía de la crisis generalizada produce el efec-to de la crisis generalizada, en la medida en que el equilibriofinanciero depende directamente de las previsiones de losagentes. Pero la homogeneidad de los comportamientos irra-cionales tiene algo que ver con las dimensiones del campo enel que el fenómeno se propaga.

Cuando los inversores son pocos, el contagio se producemás deprisa y es mayor la probabilidad de tener influenciasobre la mayoría de los agentes.

Si el número de inversores crece y cada uno de ellosinvierte una suma limitada, la atención a las fluctuaciones

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6. Pierre Lévy, World philosophie, Paris, Odile Jacob 2000, pág. 133.

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se reduce y, en términos de probabilidad, la velocidad depropagación del contagio sobre el conjunto del mercadotiende a reducirse. El carácter fractal del mercado, su cone-xión en red y su penetración en la vida cotidiana, en loshábitos masivos de los inversores no profesionales consti-tuye, es cierto, un elemento de relativa inestabilidad delmercado de acciones. Pero al mismo tiempo funciona comoestabilizador a medio y largo plazo.

Cuando los agentes que invierten en la Bolsa son unpequeño número de profesionales el contagio requiere pocotiempo para producirse, pero cuando los agentes que invier-ten su dinero son muchos millones, el tiempo necesario parauna difusión general del pánico es más largo, diferenciado,fragmentado y por tanto son mayores las probabilidades deque el sistema restablezca su equilibrio antes de que la diná-mica de crisis pueda tener efectos destructivos. En el últimodecenio la participación en las inversiones bursátiles se haampliado enormemente. Gracias a la difusión de Internet,cada vez más personas invierten cantidades en ocasionespequeñas. El gran número de pequeños accionistas ha intro-ducido, sin duda, aleatoriedad en los comportamientos de laBolsa, pero al mismo tiempo actúa como factor de estabili-dad, porque absorbe, fragmenta y hace más lentos los efectosde las reacciones de pánico. Las fluctuaciones se hacen másfrecuentes, pero a medio plazo la evolución se estabiliza y laconfianza se reconstituye porque la aleatoriedad es absorbi-da psicológicamente y el organismo financiero se inmuniza.Al ampliarse hasta incorporar a decenas de millones deinversores, el mosaico de la Bolsa on line se hace cada vez másindescifrable, fragmentado y aleatorio, pero ello permite alsistema alargar la dinámica de un desastre evitando así caeren él y absorber los desequilibrios sin devastación.

No pretendo hacer una previsión sobre la marcha futurade la Bolsa, entre otras razones porque no me considero com-petente para ello, puesto que jamás he invertido una lira y nisiquiera sabría cómo hacerlo. Pero conozco un poco las diná-micas psíquicas de la comunicación y me parece el enfoquemás oportuno del fenómeno de las finanzas moleculares.

La economía digital posee una dinámica mucho �—infini-tamente�— más flexible que la de la economía industrial delsiglo XX. Por ello la noción de new economy no puede ser des-echada sin más como un bluff.

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Para una crítica de la new economy: un textode Geert Lovink

En una de sus intervenciones en Nettime, Geert Lovink haanalizado estas dinámicas y sus posibles evoluciones, en untexto que reproduzco en su integridad.

Hasta hace poco, las redes financieras globales, en las que enpocos segundos se desplazan alrededor del mundo miles demillones de dólares en acciones, en obligaciones y en mone-da, han funcionado como una entidad cerrada, unida porredes privadas, celosamente custodiada por organizacionesmuy opacas. Desde luego, el primer gran boom económicode mediados de los ochenta fue impulsado por la conver-gencia de las nuevas tecnologías y los esfuerzos de lobbyingentre bastidores.

Desde mediados de los 90, esto está cambiando. Los múl-tiples accesos a Internet permiten a cualquiera que dispon-ga del capital necesario convertirse en un day trader. Los bro-kers online como Schwab y e�–Trade tienen un éxito enorme.En un movimiento paralelo, los mercados financieros se hanconvertido en noticia de prime time televisivo y cuentan concanales dedicados.

Los cambios parecen haber fortalecido la influencia deestas redes. Cada vez más personas han ligado la suerte desus ahorros a la del mercado y los medios difunden cadavez más las ideologías de la especulación. El programa neo-liberal parece haberse convertido en lo que Ignacio Ramonetllama «el sistema de una sola idea»: el mercado desregula-do, a parecer sin alternativa alguna..7

Sin embargo, los fenómenos de crisis sistémica en México,el sureste de Asia, Rusia y Brasil han tenido efectos devas-tadores, y han dejado a millones de personas en la pobreza.La economía mundial, que aún no se ha recobrado de talesgolpes, tarde o temprano se sumergirá en la próxima rece-sión, que probablemente sea más destructiva que cualquie-ra de las recientes. Enfrentada a esta realidad, la gente haempezado a poner en cuestión la autonomía global de lasredes financieras y el programa neoliberal de globalizacióny libre comercio que tiene detrás.

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7. Véase el texto de Ignacio Ramonet «The One Idea System» enhttp://www.ctheory.net/text_file.asp?pick=145

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Hasta ahora, el núcleo duro del análisis macroeconómico noha sido sometido a una crítica en profundidad, ni se hanpuesto sobre la mesa perspectivas tecnológico�–culturales niartísticas. Por el contrario, en la situación actual, son juiciosmorales los que predominan. La crítica radical regresa condemasiada facilidad a defensas emotivas del Estado�–nación yde sus instituciones de resolución de conflictos y compromi-so social históricamente asociadas al mismo como los sindi-catos o la asistencia social. La propia democracia parece estaren juego cuando esta defensa se asocia a un nacionalismoreinventado, que trata de armar a la población contra las fuer-zas exteriores del mal, sean éstas los especuladores judíos, loseurodólares de los árabes, el imperialismo norteamericano, laexpansión japonesa, el gobierno angloamericano del mundoo cualquier otra.

Paradigmas académicos que en un tiempo fueron innova-dores, como el postmodernismo y los estudios culturales,son incapaces de dar cuenta adecuadamente de estos fenó-menos. Por el contrario, se enzarzan en estériles luchasintestinas y de jerga, condenando o a sus practicantes yseguidores a la cómoda cárcel del discurso autorreferencial.Desde la «crisis del marxismo» de mediados de los setenta,las ciencias humanas parecen haber perdido por completo lapista de la economía. Las ciencias sociales se han retirado alterreno seguro de la investigación académica subvenciona-ble. Esto se traduce en el predominio del periodista de nego-cios, el cronista de nuestro tiempo, quien, en la mayoría delos casos se limita a reescribir las notas de prensa.

Aunque los centros del discurso se vean atrapados en suspropias contradicciones, sus márgenes, por el contrario,están muy activas. Es cada vez más posible reunir prácticasy disciplinas separadas: la nueva generación de economistaspolíticos, los activistas anti�–FMI y anti�–OMC, los analistascríticos de la economía de Internet y del «capitalismo decasino» de Wall Street, junto con los críticos de los nuevosmedios de comunicación y los desarrolladores de software,como la comunidad del software libre.

El objetivo debería ser desarrollar conceptos atractivos yproductivos para una crítica progresiva, no regresiva, de lalógica central misma de la economía en red. Nuestra tarea�—es decir, la tarea de la naciente intelectualidad virtual,translocal, que se encuentra en el corazón mismo de esasredes de poder�— podría ser comprender los mecanismos, yno sólo las consecuencias, de la economía global en red. Eshora de ponerse al día, de desarrollar conceptos, con el fin

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de ir más allá del discurso de «adáptate o muere» de losvisionarios de la Tercera Vía y sus adversarios nacionalistasreaccionarios. Es hora de concebir estrategias para escaparde la depresión izquierdista e ir más allá de la simplificaciónactivista, que con frecuencia confunde el lugar con la lógica:atacar lobbies vacíos. Las protestas contra la reunión de laOMC en Seattle en diciembre de 1999 han mostrado que esposible que una coalición amplia y diversa de ONGs, sindi-catos y ciudadanos conscientes ponga la falta de transpa-rencia en la agenda de los medios de comunicación mun-diales y de los políticos.

Es de importancia estratégica dejar de separar el mundocerrado de las finanzas y la llamada nueva economía. Lassobrevaloradas acciones de Internet y el increíble poderadquisitivo que ofrecen son sólo uno de sus aspectos. Lacaída en picado de esas acciones puede iniciar la próxima cri-sis económica o puede no hacerlo. Aún así, se están produ-ciendo toda una serie de procesos subyacentes que deben seranalizados y discutidos públicamente con urgencia. El sectorde las tecnologías de la información y la comunicación, ¿estárealmente haciendo crecer con rapidez la productividad?¿Cuáles serán las consecuencias a largo plazo de los sistemascomerciales descentralizados, no locales, que funcionan 24horas al día? ¿Ha pensado alguien qué sucedería si, de lanoche a la mañana, toda la población propietaria de accionesperdiera sus ahorros? ¿Cuál será el futuro de Internet comoforo público si todo el esfuerzo de investigación y desarrollose dirige hacia el comercio y los negocios electrónicos?¿Quién será el propietario de los backbones del futuro? Enpocas palabras, seguirá siendo controlable en el siglo XXI la entiempos abierta y descentralizada estructura de Internet?

(�…)Los servicios públicos de Internet �—tanto en su sentido realcomo virtual�— que no se han estructurado para su usocomercial o no se han regulado para excluir contenidos peli-grosos han sido marginados o han dejado de existir. Lafinanciación pública se ha cortado y, como consecuencia, lared ha sido depurada para dejar sitio a los negocios. Losgobiernos, que en un principio financiaron la investigaciónbásica en estándares de redes informáticas, sólo se interesanahora por la regulación de los contenidos y corren a legis-lar sobre comercio electrónico. La comunicación se ha con-vertido en un residuo del comercio electrónico, y el destinode las comunidades virtuales es un triste ejemplo. Hasta laideología «californiana» de Wired está a punto de ser expul-

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sada para hacer sitio a los grandes jugadores, a los que nointeresa demasiado la cháchara hippie libertaria.

La reciente fusión de America OnLine y Time Warner, elinterés desmesurado por las acciones tecnológicas y el pre-dominio del NASDAQ simbolizan juntas la nueva formaciónde un poder económico en red. Pero ¿por cuánto tiempo?

Así pues, lo que se necesita no es una observación alternati-va de las modas sino un intento de formular una crítica globalde la new economy, y dar forma a un discurso de colaboraciónpara quienes están construyendo redes. Un análisis informadoy anticipatorio de esas nuevas formaciones debería crear laocasión de actuar e intervenir en este nuevo entorno.8

La colonización económica del ciberespacio

La new economy tiene su centro en la relación entre economíay comunicación o, dicho de otro modo, en la progresivasumisión del proceso comunicativo al modelo económico.

Pero ¿qué es la economía, en qué consiste su modelo? Esuna pregunta demasiado difícil para que yo la pueda con-testar. Me limitaré a decir que la economía es, entre muchasotras cosas, la ciencia y la técnica de la gestión de recursosescasos. Es necesario que un recurso sea escaso para quepueda ser sometido al régimen de la economía.

El aire que respiramos �—al menos por ahora�— no esobjeto de la economía porque al no ser escaso no hay necesi-dad de producirlo y venderlo, no se adquiere en el mercado,no es objeto de apropiación ni de escasez.

Que la escasez sea una condición derivada del entorno enel que se hallan los humanos o que, por el contrario, sea pro-ducto de una acción específica, es objeto de controversia.Pero sí podemos decir que, a lo largo de la historia humana,hemos asistido a operaciones de producción de escasez.

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8. Geert Lovink, «Conceptual background», parte del documento de con-vocatoria de la conferencia Tulipomania Dotcom: A Critique of the NewEconomy, Amsterdam�–Frankfurt am Main, 2�–4 de junio de 2000.Difundido en la lista Nettime�–NL, archivado en http://amsterdam.net-time.org/Lists-Archives/nettime-nl-0003/msg00021.html

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En los primeros siglos de la era moderna, por ejemplo, loscampesinos británicos cultivaban tierras de las que obtení-an lo necesario para sobrevivir. Los landlords decidieron encierto momento �—en un proceso que duró varios siglos�—cercar los terrenos, estableciendo derechos de propiedad yexpulsando a los campesinos. Las enclosures �—cercamien-tos, privatizaciones�— arrojaron al hambre a los campesi-nos que hasta entonces habían vivido en esas tierras. Deese modo los land-lords pudieron obligarles a contratarsecomo jornaleros para trabajar las tierras a cambio de unsalario. Muchos otros campesinos se vieron obligados aemigrar a las ciudades donde encontraron trabajo comoasalariados de la industria.

El capitalismo nació de un acto de producción de escasez.Este acto sometió al dominio de la economía aquellos bienesque antes eran objeto del libre disfrute por parte de la comu-nidad. A continuación, el capitalismo colonizó las áreas geo-gráficas, los objetos de consumo, las formas de la vida coti-diana, y hasta las actividades de cuidado, de educación y deafecto que ligan a los seres humanos. Al decir esto no tratode hacer un juicio de valor. No negaré que de este modo seha iniciado un proceso que ha llevado al desarrollo delmundo de las mercancías, a una mayor cantidad y variedadde consumos, a una ampliación de los horizontes cognosciti-vos y a la creación de un sistema mundo. Sólo trato de seña-lar que la economía no es una forma natural, como tampocolo es la escasez. La escasez de recursos es la precondición deldesarrollo del capitalismo y por ello el capitalismo tiende agenerar constantemente escasez. Al generar escasez con lafuerza de las armas, de las leyes o de la persuasión, la eco-nomía se vuelve capaz de colonizar nuevos campos de laacción humana y de la naturaleza. Como la tierra, el agua,las materias primas o la actividad productiva de los sereshumanos, también el espacio comunicativo es objeto de colo-nización económica.

El ciberespacio, es decir, el espacio existencial generadopor la conexión, ha sido desde sus primeros años un espaciodifícil de colonizar por la economía. En los primeros años deInternet, industriales y cerebros de la economía no com-prendían en qué podía serles de utilidad eso de los ordena-dores conectados por teléfono.

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Con la excepción de algunos empresarios iluminados conconocimientos de informática que habían entrevisto un posiblenegocio en la producción de máquinas y programas y quelograron, desde los años sesenta y setenta, sentar las bases deldesarrollo de empresas florecientes, la mayor parte de los ope-radores económicos reaccionó con lentitud ante la novedad.

En el último año del decenio de los noventa estalló la fie-bre de las dotcom. En Estados Unidos, en Europa y en Japón,las empresas que actúan en red se multiplican hasta conver-tirse en un sector decisivo del producto global. Aunque semultipliquen los sectores de la red dedicados al comercioelectrónico o a servicios e información de pago, el ciberespa-cio sigue siendo un terreno al que cualquiera puede accederlibremente, con un coste limitado, y con alguna posibilidadde exponer sus informaciones, sus opiniones, sus propuestaso, si quiere, sus mercancías.

El proceso de colonización económica se inicia con unafrenética actividad de cercado que trata de obtener, antetodo, la escasez del ciberespacio, la privatización de las víasde tránsito y una progresiva reducción de la comunicaciónde red al dominio de la economía lucrativa.

La guerra de los nombres, el UMTS ylos formatos futuros de la red

La colonización del ciberespacio pasa por una serie de gue-rras de conquista que se libran en el terreno virtual y en eleconómico. La guerra de los nombres fue una de las prime-ras. El nombre constituye un instrumento fundamental enuna economía de la atención. Para atraer la atención de lamasa de navegantes que pueden convertirse en comprado-res, accionistas o inversores, es importante disponer de unnombre fácil de reconocer y memorizar. Por ello, para cons-truir la visibilidad en la red de una empresa la adquisición deun domain name �—nombre de dominio�— es un acto de comu-nicación importante. En una economía virtual, en la que laatención constituye el campo en el que se libra la batalla delmercado, el nombre de dominio es un capital determinante.Eso se hizo evidente cuando se desató la batalla etoy.

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Un grupo de artistas de Zurich gestiona desde 1994 undominio llamado etoy. Su intención es atacar y burlarse delconsumismo y, en especial, poner en evidencia el consumode juguetes fabricados en países pobres con salarios de mise-ria, que son prácticamente regalados a los niños de familiasricas de Occidente. Para colmo, estos juguetes con frecuenciarepresentan armas mortíferas. Los artistas de Zurich des-arrollaban desde hacía tiempo su acción sobre los valoressimbólicos que representa ese comercio.

En 1997 nace una empresa multinacional que fabrica yvende juguetes por vía electrónica con el nombre Etoys. Hasta1999 Etoys no se da cuenta de la existencia de etoy. La simili-tud de los nombres (etoy, Etoys) constituye, en la red, una pro-ximidad virtual y, al mismo tiempo, directamente económica.

Muchos padres y madres compradores de juguetes Etoysque buscasen el sitio web de la empresa para comprarle unametralleta de plástico a su angelito rubio , en vez de entraren el seguro supermercado donde se vende el producto deltrabajo de niños esclavos indonesios a los niños ricos deCarolina del Norte, podían entrar por error en el inquietan-te dominio de los saboteadores, que les aguan la fiestahablando de la explotación infantil en la producción dejuguetes o la violencia de las armas de juguete para niñoscon aspiraciones homicidas.

En 1999 los comerciantes creyeron que podrían quitar deen medio a los alteradores de la paz pública ofreciéndolesuna suma fabulosa: 500 mil dólares. Los artistas contestaron:no nos interesa vuestra oferta y seguiremos dando la lata.

Entonces estalló la guerra. Los abogados de Etoys soste-nían que el sitio etoy podía ser perjudicial para la conscienciade algún niño inocente que, por error, no escribiese la «s»final y viese las obras de artista que usan un lenguaje pocoeducado. Un mes más tarde un tribunal de Los Ángelesordena el cierre de etoy, bajo multa de 10 mil dólares por díade incumplimiento.

Parecía que la multinacional había ganado. Pero la gue-rra no había hecho mas que empezar. Los artistas se exilian.Desde allí enviaron un mensaje electrónico denunciando losucedido. El correo electrónico se extendió, el mensaje sedifundió por newsletters, por grupos de discusión, por listasde distribución. En 24 horas el mensaje recorrió el mundo yempiezó la toywar.

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Miles de niños, de artistas y de activistas de todo el mundodirigieron mensajes de protesta y de insulto a Etoys, repro-dujeron la estrategia comercial de la empresa y boicotearonsus mensajes. La protesta resonó por toda la red contra laprepotente empresa que había desahuciado a los artistas.

Mientras crecía el ejército de saboteadores que se pusodel lado de etoy, crecía la suma de dinero que Etoys estabadispuesta a pagar por quitarse de encima esta fastidiosa his-toria. Pero para etoy y para la comunidad de la red la cues-tión no residía en el dinero. Se trataba de que la multinacio-nal se disculpase y de demostrar que es posible vencer a unenemigo más poderoso.

La Bolsa empezó a mirar con malos ojos esta situación.Finalmente, la empresa pidió excusas, se retiró, aceptó pagar40 mil dólares por gastos judiciales y los artistas de etoypudieron regresar del exilio y reabrir su sitio.

Esta fue la primera batalla de los nombres ganada por losbuenos. Pero no está claro que vaya a ser así siempre. Todo locontrario.

Algo parecido sucedió con el sitio Leonardo. Desde haceaños existe una revista de ciencia y arte llamada Leonardo. Ungrupo financiero que usa el nombre del autor de la Giocondaha abierto un servicio en Internet y, con el aire de quien dice«¡dejadme trabajar!», los financieros han desalojado a artis-tas y científicos. Y seguirán otros casos parecidos.

En la actualidad, especuladores interesados en el comer-cio electrónico han empezado a comprar miles y miles denombres de dominio, empezando por los de tres letras,siguiendo por los de cuatro, y así sucesivamente. Tratan deasegurarse así la propiedad de un territorio inmaterial quetratarán de vender mañana, a un precio cien veces mayor, aquienes quieran usar esos nombres para sus negocios.

Desde el momento en que la apuesta de la economía seconvierte en una apuesta intangible, el nombre se convierteen el primer territorio a conquistar y la guerra de los nom-bres puede ser considerada la primera acción de coloniza-ción del ciberespacio por parte de la máquina económica.Los nombres se vuelven escasos, alguien se apropia de ellosy los somete a su control y así entran a formar parte de laesfera económica.

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La colonización del ciberespacio pasa por la progresivaextensión del espacio dedicado a funciones de tipo económi-co �—comercio electrónico, banca y servicios financieros online, intranet de empresa, etc.�—. La investigación y desarro-llo sobre nuevas interfaces se ocupa cada vez más de estasfunciones y reduce el espacio de uso cultural de la red.

Pero, sobre todo, los nuevos usuarios de Internet, llama-dos por la publicidad y la televisión que ya han empezado aconsiderar la red como la nueva frontera del viejo territoriode la comunicación centralizada, serán atraídos por las fun-ciones económicas, comerciales y financieras. Los instru-mentos más poderosos de colonización son la simplificacióndel interfaz, la facilitación de itinerarios y la banalización delos contenidos. Bill Gates dijo, hace tiempo, que el poderconsiste en hacer las cosas fáciles �—making things easy.

Facilitar el acceso es al mismo tiempo el camino parademocratizar la comunicación social y para la colonizacióndel ciberespacio por las fuerzas económicas que quierentransformar la red en un inmenso supermercado.

En esta perspectiva, es necesario comprender con rapi-dez los efectos a largo plazo que se derivarían de la difusiónde la nueva tecnología de conexión telefónica celular con lared, cuya puerta de acceso es UMTS.

En Europa se desencadenó en la primavera de 2000 unagran carrera para hacerse con la propiedad de los sistemasUMTS que hacen posible el acceso a Internet de los usuariosde teléfonos móviles. La instauración del sistema UMTS tienedos importantes consecuencias para el futuro de Internet.

La primera es la siguiente: el sistema UMTS accede a lared por medio de un número limitado de frecuencias �—4 o5 según la zona geográfica. Mientras que la estructura deInternet que hemos conocido en los últimos dos decenioscarece de centro �—un ordenador puede recurrir a cualquierservidor para acceder al conjunto de la red�— con las cone-xiones por satélite UMTS el acceso será canalizado por unospocos grandes proveedores. Esto explica porqué los gran-des grupos financieros europeos están invirtiendo sumasfabulosas en la compra de frecuencias. Los propietarios delas frecuencias se convierten en poseedores del terreno porel que se prevé que en cinco años pasará la mayor parte deltráfico de la red.

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La segunda consecuencia hace referencia al propio interfazde recepción, el pequeño teléfono portátil, con su minúsculapantalla y los modos de recepción que producirá: un modomás ágil y pragmático. Podremos pararnos en la esquina ynavegar por la red con el teléfono portátil y buscar informa-ción sobre lo que sucede detrás de la esquina. Es previsibleque este nuevo modo de uso estimule una simplificación delos contenidos, una reducción del contenido a la informaciónimprescindible para un usuario distraído o pragmático. Unabanalización del contenido, pero también una nueva fronterapara la creatividad de la netculture.

En sus dos primeros decenios, Internet ha sido un entornopara usuarios sedentarios. Te sientas delante de tu ordenadoren tu cuartito y pasan por delante de ti mundos lejanos en losque puedes participar sin desplazarte. Con la difusión de losterminales portátiles por satélite entramos en un nuevo modode uso y recepción, y se abren nuevas posibilidades de enca-denamiento y recombinación tecnocomunicativa. En esteterreno se juegan los escenarios por venir de la new economy:caballeros que galopan por las calles construyendo sobre suspequeñas pantallas los entornos en los que cruzar sus lanzas.

Ultima on line es un multi-user dungeon (MUD). Los MUD

son entornos de red en los que la gente se encuentra parainventar juegos de rol, para vivir aventuras simuladas, paracombatir guerras o construir ciudades virtuales. Para inscri-birse en Ultima on line hay que pagar una suma para obtenerla contraseña que permita entrar en los espacios en los quese desarrollan los diversos juegos.

Quien logra superar todas las pruebas de habilidad paraconquistar el oro puede ingresar en su cuenta corriente unasuma equivalente al valor de dicho oro. El oro que puedesganar o perder combatiendo por campos y colinas de lalegendaria Britania de los bardos y caballeros cotiza en Bolsa.

Lo que periodísticamente se llama new economy es, portanto, el proceso de semiotización económica del ciberespa-cio, marcar el ciberespacio con los criterios de la escasez ydel intercambio, de la circulación de signos abstractos, purosportadores de valor. Pero la new economy es también lo inver-so: una ciberespacialización de la economía, que significadesterritorialización de los procesos productivos y virtuali-zación de la economía.

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La economía clásica se desarrolló como disciplina científicaen el marco epistémico newtoniano: gravitación universal,estable atracción recíproca de los cuerpos sólidos que semueven pesadamente en el espacio �—el espacio del univer-so interplanetario, de la metrópoli industrial.

En el universo aleatorio de la física posmoderna, los cuer-pos no gravitan en equilibrio ni se desplazan según leyes pre-visibles, como sucedía en el universo mecánico, sino que osci-lan acercándose y alejándose según ritmos que no se puedendeterminar. La lógica heisenberguiana de la indeterminaciónnos permite comprender que no podemos saber todo de unapartícula en movimiento. Podemos conocer su velocidad,pero no su posición exacta en el espacio en un momentodado. Del mismo modo, al estudiar los comportamientos delos agentes económicos en un sistema infinitamente comple-jo como la economía fractal e informatizada, no podemosprever los efectos de determinado fenómeno ni el desarrollofuturo de determinada tendencia.

Sin embargo, esta imprevisibilidad del itinerario de unagente determinado no quita estabilidad al sistema en su con-junto, resultado previsible de un número cada vez mayor ymenos calculable de trayectorias particulares imprevisibles.

Economía de la indeterminación

Jean Baudrillard anticipó esta tendencia en su libro másbello, El intercambio simbólico y la muerte.

El principio de realidad ha coincidido con un estadio deter-minado de la ley del valor. Hoy todo el sistema se precipitaen la indeterminación, toda la realidad es absorbida por elcódigo y la simulación. En lugar del antiguo principio derealidad, lo que nos gobierna es un principio de simulación.Los fines han desaparecido: son los modelos los que nosgeneran�… El capital ya no es del orden de la economía polí-tica, sino que se sirve de la economía política como modelode simulación.9

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9. Jean Baudrillard, El intercambio simbólico y la muerte, Caracas, MonteAvila, 1993, página 12.

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El sistema productivo del capital no está concebido en fun-ción de la utilidad del producto, sino de la rentabilidad, dela capacidad de producir valor.

El capital no pone en marcha la producción por el placerde producir objetos útiles para la comunidad o por el placerde organizar actividades concretas. El capital pone en mar-cha el proceso de producción para obtener plusvalor, y eltrabajo que es requerido en la producción de valor es traba-jo abstracto, trabajo completamente indiferente a las cuali-dades útiles de sus productos. Pero hoy nos encontramosfrente a un paso ulterior, a un salto de magnitud de la abs-tracción del proceso productivo.

Los mismos indicadores económicos se autonomizan delproceso productivo, y se constituyen como un sistema sin-crónico, estructural, autorreferencial e independiente delmundo real. Las finanzas no traducen sólo los signos de laeconomía, sino también los de la esperanza, las expectativas,la euforia, el pánico y la angustia.

El código que traduce los signos de la economía no esdesde hace tiempo un código económico, un indicador de losdesplazamientos reales que se producen en el mundo de lasmercancías materiales, sino que se ha convertido en un sis-tema de sensores financieros que registran desplazamientoscomunicativos, emocionales y psíquicos.

La economía realista estaba regida por los fines, por elingenuo fin del valor de uso que satisface necesidades deter-minadas o por el astuto fin de la valorización, del incremen-to del capital invertido. Podemos decir, con Baudrillard, quela economía está regida por el código, no por el fin:

La finalidad está allí desde el principio, inscrita en el códi-go. Como se ve, el orden de los fines cede ante el juego delas moléculas y el orden de los significados al juego de lossignificantes infinitesimales, reducidos a su conmutabili-dad aleatoria.10

La economía aparece entonces como hiperrealidad, como unmundo simulado, duplicado, artificial e intraducible en tér-minos de la producción real.

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10. Jean Baudrillard, El intercambio simbólico ..., op. cit., pág. 71.

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Michel Albert ha mostrado cómo esta aleatoriedad de losvalores económicos está ligada a la transformación del pro-pio sistema de la empresa:

Estamos en presencia de una nueva alianza entre la globali-zación financiera, por un lado, y el cambio del papel de losaccionistas bajo la influencia de los medios de comunica-ción, por otro. Esta globalización financiera y mediáticaplantea en términos realmente nuevos la cuestión de la éticade la empresa.

La gran novedad, hoy, es que el Estado se ha vuelto impo-tente. Puesto que los capitales circulan de un lado a otro delplaneta con mayor facilidad que cualquier otro fluido, lasleyes ya no se aplican.

El accionista, incluso cuando tiene en su poder una parteimportante del capital de la empresa, se comporta cada vezmenos como propietario, ya que no asocia de forma dura-dera su inversión con la suerte de esa empresa. No le liga ala empresa una affectio societatis y se ve llevado a tratar demodo muy frío al conjunto de factores de producción,incluido el humano.

Es libre de contratar y despedir, destruyendo a unos yhaciendo afortunados a otros en una noche. De este modogenera una especie de generalización de la desconfianza. Losactores no permanecen inertes, sino que tratan de protegerse.11

Esta es la otra cara de la economía de red de la que hablaKevin Kelly en su libro New Rules for the New Economy.

Kelly nos presenta el sistema económico en su conjuntocomo un sistema biológico en el que los diversos factoreshallan espontáneamente su equilibrio, según una lógica ins-crita en el conjunto. El modelo de crecimiento social imagi-nado por Kelly sería cierto si estuviésemos hablando de unsistema puro. Pero la economía planetaria no es un sistemapuro, porque entra en contacto con una cantidad de impure-za social, política, cultural y psíquica.

La acción de los estratos espurios, que no se pueden redu-cir al juego abstracto de agentes semioeconómicos, hace que

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11. Michel Albert, «Un monde écartelé», Paris, Le débat 1991, págs. 186y siguientes.

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la realidad del planeta sea muy diferente de como la presen-ta la utopía bioeconómica. La visión bioeconómica describeadecuadamente el modelo de proliferación de una red dejadaa su marcha espontánea sin intervenciones voluntarias, polí-ticas o legislativas, pero, paradójicamente, infravalora, igno-ra o esconde un rasgo fundamental de todo sistema autorre-gulado, la tendencia a eliminar todas las unidades que no soncapaces de seguir el ritmo de evolución. En la sociedadhumana, a diferencia de lo que sucede en organismos bioló-gicos de otro tipo, la reacción antisistémica puede producirdesastres colosales e incluso convertir el desarrollo en catás-trofe. Kelly parece no ver esto.

La visión evolucionista es, desde luego, mucho más ade-cuada que la historicista para explicar fenómenos socialescuando la sociedad pasa de la forma territorial y mecánica ala forma multiplanar de red. Pero la descripción no es sufi-ciente para definir una política y, menos aún, para pensar entérminos éticos.

Nos hallamos aquí ante un problema que, en la actualidad,permanece sin resolver: cómo es posible un gobierno volunta-rio y consciente en una situación cuya complejidad supera lacapacidad de elaboración intelectual crítica y racional.

Semiokapital und kognitariaat

El proceso de integración de la actividad intelectual en elproceso productivo es el camino por el que se ha realizado,en los últimos decenios, la definitiva conexión del modelocapitalista con el sistema nervioso de la humanidad. Parapoder realizar esta integración, el propio código capitalistaha tenido que cambiar, porque ha tenido que incorporarmodelos de actividad que no pueden coexistir con los prin-cipios de determinación mecánica y cuantitativa del valor.

Para vencer la batalla por el poder político, la batallaque durante todo el siglo XX ha opuesto a obreros y capital,éste ha tenido que liberarse de su forma industrial y redu-cirse a su esencia de código abstracto, capaz de modelarpor la vía puramente semiótica los procesos concretos deelaboración y producción.

Los factores decisivos del campo económico no son ya,como en la época de la economía clásica, la tierra, el trabajo

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y el capital. Marx ya decía que el capital no era una simpleacumulación de mercancías y recursos, sino sobre todouna relación de producción, una forma. Sin embargo, en laépoca de Marx, esta relación de producción de los conteni-dos físicos y mecánicos daba forma a un tiempo cuantifi-cable �—el tiempo del trabajo manual, de los gestos repeti-tivos en la industria.

En la actualidad, el capital es una relación de produc-ción que da forma a meros procesos de elaboración formal.El capital es hoy forma que organiza forma, códice semióti-co que ejerce su acción performativa sobre la propia activi-dad semiótica.

Los factores que determinan la producción no son ya cuan-tificables. El trabajo cognitivo no puede ser calculado en tér-minos de tiempo secuencial, porque su productividad es dis-continua y aleatoria. La esfera del ciberespacio �—a diferenciade la de las mercancías materiales�— es una esfera en expan-sión ilimitada. Si no se puede calcular su valor global, nopuede calcularse tampoco el valor relativo de cada fragmento.

El tiempo de trabajo necesario para reproducir un signo-mercancía puede ser irrisorio �—por ejemplo, para copiar unprograma informático�—, o puede ser enorme �—por ejemplo,para producir un programa informático.

Sin embargo, el valor del programa que usamos en nues-tro ordenador no depende ni de la complejidad del trabajodel programador ni de la simplicidad o rapidez del trabajodel que copia el programa. La digitalización conlleva, ade-más, una revolución de la reproducibilidad técnica.

Muchos de los conceptos fundamentales para definir laforma clásica del capitalismo en la época industrial hanquedado reducidos a formas vacías, cada vez menos ade-cuados para representar y gobernar los procesos sociales yeconómicos.

El concepto de propiedad privada, por ejemplo, pierde suconsistencia cuando se trata de productos del trabajo digital,porque la reproducibilidad ilimitada y perfecta sin recurso altrabajo humano hace inservible el principio de propiedad.

Un bien material, como una manzana o un automóvil, nopuede ser disfrutado simultáneamente por dos personas dis-tintas en dos lugares diferentes del espacio. Un bien inmate-rial, como un programa informático o una grabación del últi-

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mo concierto de Peter Gabriel, puede ser disfrutado almismo tiempo por personas distintas en lugares diferentes.Y su reproducción no cuesta trabajo alguno, sólo un disco.

Es cada vez más difícil definir el precio sobre la base delvalor y el valor a partir del tiempo de trabajo necesario.¿Cómo se puede definir el tiempo de trabajo necesario para laproducción de un estilo, de una innovación, de un proyecto?

La ciencia económica no es capaz de explicar la transiciónque se está produciendo porque se funda en un paradigmacuantitativo y mecanicista que servía para comprender yregular la producción industrial, el trabajo mecánico demanipulación de la materia física, pero que resulta inade-cuado para explicar y regular el proceso de producción fun-dado sobre la actividad mental, que es una actividad aleato-ria que no puede ser fácilmente reducida a medidas cuanti-tativas y constantes repetitivas.

Peter Drucker, uno de los más destacados estudiososinternacionales de los problemas de la gestión de empresas,se pregunta desde hace tiempo si la economía es todavía unmarco conceptual capaz de explicar el conjunto de fenóme-nos que se desarrollan en el mundo contemporáneo, una vezque la información se ha convertido en fuerza productivadirecta y mercancía general.

Por ciencia se entiende un modo cognoscitivo que producesu objeto identificando constantes y elementos previsibles enel mundo real. El objeto de la ciencia económica es el universode los actos de producción y de intercambio. Su finalidad eshacer posible una teoría del uso óptimo de recursos escasos. Sufunción es identificar constantes que hagan posibles previsio-nes de futuros probables. Pero esto ya no funciona.

La economía se convirtió en ciencia cuando, con la difu-sión del capitalismo, se estableció un conjunto de reglascomo principio general de la actividad productiva y deintercambio. No parece posible reducir a ninguna reglaeconómica la infinita complejidad de un sistema en el quela fuerza productiva principal es el imprevisible trabajo dela mente y en el que la información autorreplicante es lamercancía universal. Nociones como propiedad, valor, pro-ductividad, que son centrales en el pensamiento económi-co moderno, pierden gran parte de su sentido cuandoentramos en la esfera del trabajo mental.

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La teoría económica internacional está obsoleta. Los factorestradicionales de la producción, tierra, trabajo y capital seestán convirtiendo en sus límites más que en sus motores. Elconocimiento se está convirtiendo en el único factor decisi-vo de la producción. Este se manifiesta en dos formas: elconocimiento aplicado como productividad y el conoci-miento como innovación.

El conocimiento es el recurso clave que no conoce ningúnlímite geográfico. Sostiene el fenómeno más significativo ysin precedentes de este siglo [el siglo XX]. Ninguna clase hacrecido tan rápidamente en la historia como la de los obre-ros industriales, y ninguna clase ha declinado tan deprisa.

Es necesario repensar todo el concepto de propiedad inte-lectual, que nació con la palabra impresa. En unos años talvez haya desaparecido la diferencia entre palabra impresa ytransmisión electrónica. La única solución puede ser el siste-ma de licencia universal. En ese sistema, todo el mundo seconvierte en suscriptor y todo el mundo debe saber que todolo que sea publicado puede ser reproducido. En otras pala-bras, si no quieres que alguien lo sepa, no hables de ello.12

Las principales categorías descriptivas y normativas quepermiten explicar el funcionamiento del sistema económicoen la época moderna y mantener unidos los innumerablesfragmentos de actividad humana en un marco explicativoúnico quedan en entredicho. Esto es consecuencia de la pro-liferación de sistemas técnicos de producción, circulación yconsumo que no están modelados según las reglas paradig-máticas de la economía capitalista y los modos tecnológicosde la producción mecánico industrial.

¿Qué significa la propiedad de un bien, cuando éste yano es identificable y limitable en su consistencia física y ensu unicidad? Puedo decir que un automóvil, una manzana oun terreno es de mi propiedad, porque si yo disfruto de esebien, ningún otro puede hacerlo al mismo tiempo.

Pero cuando el bien es un programa informático, una com-posición musical, una película o un proceso técnico, y esreproducible en soporte digital, no identificable, no único, ypuede ser disfrutado al mismo tiempo en varios lugares pordiferentes personas sin quitarle nada a nadie, la noción mismade propiedad empieza a parecer evanescente y arbitraria.

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12. Peter Drucker, «The new Realities» en Wired 1993.

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La reproducibilidad técnica de los productos del ingenio huma-no no acaba de aparecer. Pero en la historia de esa reproducibi-lidad la digitalización introduce un salto cualitativo. El produc-to es reducible, en última instancia, a la existencia y la compo-sición de unidades que, en sí mismas, carecen de sentido y deconsistencia: los bit, meras diferencias de información.

Linux es subversivo. ¿Quién habría imaginado, tan sólohace cinco años (en 1991), que habría podido desarrollarsede modo casi mágico un sistema operativo de nivel mundialpor medio de la cooperación de varios miles de personasdispersas por el planeta, unidas tan sólo por los finos cablesdel Internet? (�…)

El estilo de desarrollo de Linus Thorvald, que consiste endistribuir pronto y con frecuencia, delegar todo lo que sepuede delegar, y ser abierto hasta la promiscuidad, llegócomo una sorpresa. La comunidad Linux no aparece comola construcción lenta y reverente de una catedral, sino másbien como un ruidoso bazar de programas y enfoques dife-rentes �—que refleja adecuadamente el sitio de archivos deLinux, que acepta aportaciones de cualquiera. De este bazarpodía surgir un sistema operativo estable sólo gracias a unasucesión de milagros. (�…)

Linux es el primer proyecto que utiliza consciente y efi-cazmente un talent pool. No creo que sea una coincidenciaque el período de gestación de Linux coincidiese con el naci-miento de la World Wide Web, ni que alcanzase la mayoría deedad con el despegue del sector de los ISP �—proveedores deacceso a Internet�— y la primera explosión de uso masivo dela red. Linus fue la primera persona en aprender a jugar conlas nuevas reglas que la red difusa de Internet permitía.13

La idea del shareware, del que Linux representa la aplicaciónsistemática, presupone que la relación entre productores yconsumidores sea de cooperación, de participación en unmismo ciclo productivo, más que de mercado. Además, elproductor se hace directamente empresario de sí mismo y,en vez de un salario recibe, de aquellos que están interesadosen los productos de su trabajo, algo parecido a una suscrip-ción para que su trabajo pueda continuar.

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13. Texto de Eric Raymond, en http://www.lucas.hispalinux.es/Otros/catedral-bazar/cathedral-es-paper-00.html

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Con el shareware nos encontramos con un modo de funcio-namiento del proceso productivo que escapa de modo con-creto a las reglas de la economía capitalista y prefigura laposibilidad de crear comunidades productivas culturalmen-te motivadas, capaces de elaborar sus propias reglas parasostenerse y ampliarse. El shareware constituye un principioinnovador también por lo que se refiere a la forma de la coo-peración productiva: el trabajo cognitivo se diferencia deltrabajo manual por su inmaterialidad y su no territorialidad.

Los obreros que producen un automóvil tienen que estarfísicamente reunidos en un espacio físico, porque tiene quecooperar en la transformación física del metal y de los mate-riales necesarios para producir el objeto que es resultado desu cooperación. Esta cooperación tiene que producirse en elmismo tiempo y espacio para que el objeto sea producido.

Pero un grupo de programadores que producen una apli-cación informática puede perfectamente desarrollar su traba-jo en lugares distantes en el espacio y en momentos diferentesen el tiempo. Más aún, la optimización de la productividaddel trabajo cognitivo se logra en condiciones de desterritoria-lización. La productividad del trabajo cognitivo no puede serintensificada artificialmente en la unidad de tiempo.

El trabajo cognitivo tiene ritmos e intensidades quedependen de factores difíciles de manipular. No se puedeaumentar la productividad del trabajo cognitivo por mediode la disciplina, la amenaza, ni si quiera con el señuelo de unsalario mayor. El único modo de optimizar las potencialida-des productivas consiste en la posibilidad de dispersar por elespacio las máquinas y ampliar el tiempo de trabajo hastaabarcar el día entero. Para ello es necesario descentralizar elespacio de trabajo y conectar tanto como sea posible a los tra-bajadores cognitivos descentralizados.

La red constituye, por tanto, la condición ideal para con-centrar y sacar partido de modo unificado de los esfuerzosproductivos de la inteligencia colectiva. La inteligenciacolectiva �—el general intellect que se concreta por medio de lared�— es la estrategia de maximización de la productividaddel trabajo cognitivo.

La propia categoría de valor queda en entredicho. Ladeterminación del valor está ligada al hecho de que los ele-mentos de la producción en el régimen industrial son esca-

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sos �—la tierra, el capital, el trabajo. Pero cuando el factorfundamental de la producción es la inteligencia, hay querepensarlo todo, porque la inteligencia no es un recursoescaso. La potencia productiva de la inteligencia es ilimitaday sus límites derivan sólo de las condiciones materiales y deparadigma en las que se organiza.

Por lo demás, si se acepta que el valor de una mercancíaestá determinado por la cantidad o tiempo de trabajo necesa-rio para producirla, ¿cómo calcular el valor de una mercancíacuando el trabajo utilizado no es manual? El trabajo manual escuantificable al ser claramente separable de otras actividadesde la vida cotidiana, pero no sucede lo mismo con el trabajomental, en el que el límite entre prestación para otros y activi-dad creativa es indefinible. Como escribe John Perry Barlow:

Las leyes sobre propiedad intelectual no pueden extendersepara abarcar la expresión digital. La mayor parte de los queproducen objetos de software, los programadores, los hackers,los net surfers lo saben. Por desgracia las grandes empresasy sus abogados no tienen la suficiente experiencia en mer-cancías inmateriales como para comprender el problema. Secomportan como si las viejas leyes pudiesen funcionar dealgún modo, por medio de alguna grotesca extensión o porla fuerza. Pero se equivocan. El copyright funcionaba porque,a pesar de Gutenberg, era difícil hacer un libro. Además, loslibros congelaban su contenido en una situación en la queera difícil alterarlo y reproducirlo.

Desde el punto de vista práctico, las leyes tradicionalessobre derechos de autor protegen la botella, no el vino. Ladigitalización permite reemplazar todas las formas pasadasde almacenamiento de la información con una metabotella:modelos complejos y altamente líquidos de unos y ceros. Lasnociones de propiedad, valor, pertenencia y la naturalezamisma de la riqueza están cambiando de modo más drásticode lo conocido desde que los sumerios marcaron por prime-ra vez unos signos cuneiformes sobre arcilla húmeda y lo lla-maron grano en el almacén. Sólo unos pocos son conscientesde la enormidad de este cambio, y poquísimos de ellos sonjuristas o políticos. Los humanos no han vivido aún en elciberespacio lo suficiente para desarrollar un contrato socialadecuado a las nuevas condiciones de ese mundo.14

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14. John P. Barlow, «Economy of the ideas», en Wired, octubre 1994.

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4. Globalismo inhumano, horizonte posthumano

En 1993, en una fábrica de juguetes cerca de Bangkok se desató unincendio. 188 obreras murieron y 469 resultaron gravemente heri-das. Algunas tenían menos de 13 años y trabajaban en el montajede muñecos para niños norteamericanos. Un aspecto macabro delsuceso es que la noticia no se conoció en Estados Unidos, a pesarde que los juguetes eran vendidos en todos los grandes almacenes,como Walmart y Toys �‘R�’ Us.

Sin embargo, la masacre superó el número de víctimas delincendio del Triangle Shirtwaist Factory de 1911, la mayorcatástrofe industrial de la historia norteamericana, a la que se ase-mejaba incluso en algunos detalles: las salidas estaban bloquedas oeran inadecuadas, las puertas estaban cerradas con llave, habíamateriales inflamables almacenados sin ninguna precaución, y nose habían respetado las más elementales normas contra incendios.En el incendio las obreras tailandesas saltaron desde las ventanasde los pisos superiores de los almacenes, como lo habían hecho lasobreras norteamericanas ochenta y dos años antes.

En China, en 1994, en una fábrica textil de Zhuhai, morían enotro incendio 93 obreras y 1 690 resultaban heridas. En 1993, enla fábrica Zhili cercana a Shenzhen, las muertas eran 47. En 1991,72 personas murieron quemadas en una fábrica de Dongguan. En1993, en la provincia de Fuzhou, 61 obreros corrieron la mismasuerte en una fábrica textil.

Fijémonos en los nombres de las provincias donde se repite elexterminio: Shenzhen, Fuzhou, Dongguan. Se trata de las zonaseconómicas especiales, regiones en las que desde 1984 el gobiernochino ha permitido a las empresas extranjeras que inviertan encondiciones especialmente favorables. Gracias a ello, las empresaspueden imponer condiciones y tiempos de trabajo inimaginables enun país occidental.

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En 1999 murieron 24 obreros y 40 resultaron heridos en la ZhimaoElectronics de Shenzhen. Shenzhen es la ciudad símbolo del des-arrollo económico acelerado que la nueva China ha experimentadoen el último decenio y es la ciudad en la que los accidentes de tra-bajo mortales son más frecuentes, casi diarios.

¿No recordamos Bhopal, la ciudad india en la que se hallabanlas fábricas de la empresa norteamericana Union Carbide? En1984 una nube tóxica se escapó de la fábrica matando a miles depersonas. Cinco mil perdieron la vida y decenas de miles resulta-ron lesionadas de un modo u otro.

Como es natural, se descubrió que las normas de seguridadmás elemental eran ignoradas y la empresa fue sometida a unproceso judicial en el que se le pidieron indemnizaciones por da-ños para las víctimas.

Mientras se esperaba la sentencia, la cotización en Bolsa deUnion Carbide vacilaba. Los tribunales indios condenaron a laempresa a pagar una indemnización de mil dólares a cada personaafectada por la nube tóxica. En las horas siguientes, cuando quedóclaro que el proceso se había cerrado sin pérdidas excesivas, las accio-nes de Union Carbide subieron de tal modo que compensaron concreces la suma impuesta como indemnización. (Las informacionessobre los accidentes se han obtenido de www.globalexchange.org.)

La negación del cuerpo planetario

¿Qué significa la palabra globalización? Muchos de los quese han ocupado de ella han insistido en aspectos como laapertura de los mercados, la caída de las barreras aduaneraso la difusión planetaria de las mercancías. Todos éstos sonfenómenos significativos que tienen que ver con la cuestión.Pero las consideraciones sobre la distribución, la circulacióny el consumo no bastan para definir la globalización. Si fueraasí, tendrían razón los que sostienen que no es un fenómenotan nuevo como se quiere hacer creer, como los economistasingleses Hirst y Thompson en su libro titulado precisamenteGlobalization in question.1

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1. Paul Hirst y Grahame Thompson, Globalization in question: the interna-tional economy and the possibilities of governance, Cambridge, Polity Press1996.

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Desde tiempos de Cristóbal Colón una parte considerabledel producto de cada área geográfica es comercializada enotra y la proporción de los intercambios exteriores en rela-ción con el producto bruto mundial era mayor en 1914, antesde que la Gran Guerra interrumpiese el flujo de los inter-cambios planetarios, que en los años noventa, cuando lapalabra globalización entró en el léxico común. Sin embargo,la globalización no debe ser considerada como un fenómenolimitado al ámbito de la circulación de mercancías, sino antetodo como un fenómeno de innovación en la producción.Sólo se puede hablar de globalización desde el momento enel que las tecnologías digitales hacen posible una simulacióninformática y una virtualización de los procesos de trabajo,es decir, desde que hacen posible la recombinación del pro-ceso de producción desterritorializado.

Gracias a la simulación informática del producto y a lacooperación virtual en la red, es posible proyectar un pro-ducto en Milán, cortar los materiales en Indonesia, montar-los virtualmente en Rio de Janeiro y comercializarlos enBirmingham. De este modo, la fluidez de proceso producti-vo va de la mano de la integración funcional de los diversosmomentos de la producción. Se pueden valorizar así, almismo tiempo, las características locales de la mano de obra�—bajo coste, escaso nivel de organización sindical, compe-tencias artesanales específicas, etc.�— y el carácter desterrito-rializado del proceso global de producción.

La desterritorialización del proceso productivo sólo hasido posible en los dos últimos decenios, pero se ha difundi-do con un ritmo muy rápido y ha modificado las condicio-nes económicas y sociales del planeta arrollando cualquierresistencia política, social o ideológica. El coste del trabajo,que en los años sesenta y setenta había aumentado en lospaíses industriales desarrollados como consecuencia de lasluchas y la organización obreras, ha sido reducido drástica-mente en cuanto ha sido posible invertir en países pobrísi-mos, en los que no existía tradición obrera y la miseria y eldesempleo son tales que colocan a la fuerza de trabajo enuna situación de total dependencia.

Se ha producido una rápida polarización del procesoproductivo en el planeta. El trabajo industrial de transfor-mación mecánica de la materia física se desarrolla en los

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países carentes de tradición obrera, en las zonas pobres delplaneta en las que el coste del trabajo es bajísimo y la explo-tación no tropieza con barrera alguna. En las zonas de altodesarrollo tecnológico se concentra, por el contrario, el tra-bajo cognitivo con un alto nivel de cualificación y una bajaintercambiabilidad. Este trabajo está relativamente bienpagado, aunque dentro de este grupo el abanico salarial esmuy amplio. Las condiciones de este trabajo, sin embargo,hacen que su explotación no esté sometida a ningún límite.El horario de trabajo es ilimitado y los trabajadores tiendena identificarse con las tareas que desarrollan, hasta el puntode considerar secundaria la defensa de su vida frente a lainvasión del trabajo productivo.

La polarización entre zonas de infoproducción y zonas detrabajo industrial descentralizado hace visible una profundadicotomía que corre el riesgo de volverse irreversible, unafrontera quebrada pero que no puede ser atravesada entreclase virtual planetaria y proletario planetario sin organiza-ción ni identidad social. La frontera no separa el Norte y elOccidente de un Tercer Mundo geográficamente reconocible,sino que atraviesa cada continente, cada país y cada ciudad,y rehace el mapa de las relaciones de proximidad y lejanía. Laclase virtual puede hallarse físicamente en cualquier ciudadde India, de Norteamérica o de Brasil, pero participa de unmismo flujo global de intercambios informativos, producti-vos, afectivos y culturales, y por ello forma un continuo espa-cial virtual, una especie de nación virtual que no se tropiezacasi nunca con la underclass2 planetaria. Ésta, a su vez, se hallaconfinada en las metrópolis del Sur y también del Norte, enlas zonas submetropolitanas entre las que la posibilidad decomunicación directa es escasa. En consecuencia, la comuni-cación interna de la underclass proletaria del planeta es ges-tionada por las centrales de comunicación de la clase virtual.

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2. La palabra underclass, muy utilizada en el debate político�–social nor-teamericano y británico, no tiene traducción satisfactoria en castellano.Mientras unos optan por la literal infraclase, otros recurren a exclusión /excluidos. En todo caso, el concepto de underclass, tal como se empleahabitualmente, incluye una connotación negativa de diferencia «cultu-ral» con la mayoría de la población y, en cierto modo, de comporta-miento «desviado» o marginal, que no aparece normalmente en el usofrancés y castellano de exclusión. [N. del E.]

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El circuito mundial informativo y la producción global delimaginario parten de la clase virtual hacia la underclass.

Este fenómenos se aprecia bien en la música. Al hacersemundial la circulación de personas y sonidos musicales,desde que los músicos de todo el mundo viajan y llevan con-sigo sus instrumentos y sus sonidos, se ha puesto en marchala máquina de la world music, que ha reelaborado las diver-sas experiencias en un único circuito de gusto que tiende ahomologarse.

Pero la underclass permanece atada a su dimensión localpor razones materiales: no es posible entrar a formar partede la clase virtual si no se poseen unos medios tecnológicosmínimos y la formación necesaria para participar en el cicloinformatizado de la sociedad.

Los teóricos de la new economy dicen que es necesariover las cosas de modo dinámico, y que la expansión de lasinversiones tecnológicas tiende a promover el desarrollo delas zonas pobres del mundo y a crear riqueza en ellas. Peroel desarrollo no crea automáticamente riqueza para todos.De momento lo que se observa es la tendencia a la separa-ción de dos humanidades diferentes en experiencia, cono-cimiento y renta.

En general, la desterritorialización del trabajo industrialha producido enormes aumentos de la tasa de beneficio,pero no ha llevado riqueza ni autonomía económica a lospaíses pobres. Es fácil comprobarlo si se ven cuáles son lossalarios que las multinacionales con base en Europa oNorteamérica pagan en países como Indonesia, China oBrasil. La gente trabaja por salarios que representan la déci-ma o veinteava parte de los que se cobran en los países occi-dentales y el patrón puede prolongar unilateralmente la jor-nada de trabajo según su interés.

Pero esto parece preocupar muy poco a los teóricos de lanueva economía, que suelen discutir acerca de la extraordi-naria evolución económica en curso tomando para ello encuenta el diez por ciento de la humanidad que saca partido�—a veces enorme�— de la nueva economía, olvidando casipor completo analizar los efectos económicos y sociales queel nuevo orden planetario produce en la vida del restantenoventa por ciento.

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La nueva geografía se dibuja gracias a la tecnología telemáti-ca, que permite participar en un mismo proceso de trabajo ocultural a pesar de encontrarse a gran distancia física. De estemodo, la clase virtual se encuentra en su espacio desterrito-rializado, en el que produce segmentos de infoproducciónque la red recompone. Pero cuando se trata de la vida urbanafísica, la nueva geografía se dibuja por medio de una rígidamilitarización del espacio. En los países del Sur, como Brasil,Venezuela o Indonesia, esta militarización es muy evidente.En sus barrios exclusivos, la clase virtual está protegida porun urbanismo neofeudal, en castillos con aire acondicionadoseparados del resto de la metrópoli por barreras, verjas, siste-mas electrónicos de vigilancia, policías públicas y privadas.

Es cierto que es necesario estudiar el proceso desde unpunto de vista dinámico. Los efectos positivos de las nuevastecnologías tienen un carácter progresivo y difusor, por loque es necesario impulsar este proceso para que sus efectosbeneficiosos alcancen a las zonas sociales hasta ahora exclui-das o a las que sólo padecen sus efectos negativos.

El cambio antropológico producido por la difusión delprincipio de red tiene efectos irreversibles. Pero este procesopuede seguir dos direcciones muy diferentes. Puede conver-tirse en un proceso extensivo e inclusivo, o puede estabilizarun modelo social dual. En las actuales condiciones sociales yeconómicas de distribución de la riqueza y del poder, meparece más probable que prevalezca la tendencia hacia cons-tituir un doble régimen económico mundial, asentado en doshumanidades distintas desde el punto de vista de sus com-portamientos culturales y sus competencias cognitivas. Unaglobalizada y funcionalmente integrada, la otra viviendo enun régimen de semiesclavitud y desgarrada por intermina-bles conflictos tribales.

Me parece, por tanto, que en el discurso de la clase vir-tual se produce una doble supresión. En primer lugar,hemos visto que ese discurso suprime la temporalidad vivi-da del cuerpo erótico. Pero también elimina la realidad vivi-da del cuerpo planetario, las condiciones sociales de la granmayoría de las personas que viven sobre la Tierra, sus mise-rias y expectativas, sus sufrimientos y sus insatisfacciones, elimaginario, el rencor, la violencia: el inmenso potencialexplosivo que se está acumulando.

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Pierre Lévy escribe, en las primeras páginas de su libroWorld philosophie,3 que él no ve las mismas cosas que ven losrencorosos, y que prefiere ver la flor que se abre que lapodredumbre de la que saldrá. Yo querría seguir su indica-ción y tener su misma postura. Pero me pregunto y le pre-gunto: ¿Debemos hacer como si no existieran cuatro quintaspartes de la humanidad? ¿Qué valor cognoscitivo, qué valorético podrá tener una «filosofía del mundo» que ignore cua-tro de sus quintas partes?

Paradojas

¿Por qué debería contratar a un licenciado norteamericano,que cuesta 30 mil dólares al año, cuando puedo conseguir unlicenciado con las mismas competencias que me cuesta 100dólares al mes y vive en China? Se preguntan hoy muchosempresarios de la nueva economía. Millones de virtual aliens4

trabajan ya en sus teclados en Shangai, Nueva Delhi o HongKong en los locales de empresas con sede en Europa o losEstados Unidos. Hacen el mismo trabajo que haría un colegaque viviese en una ciudad alemana o norteamericana, perohacen la compra en un país cuyo coste de la vida es una vein-teava parte y, por ello, se contentan con un sueldo que tam-bién es la veinteava parte del occidental. Además, no paganlos impuestos europeos o norteamericanos. En los añossesenta, Asia sólo producía el 4 por ciento del productomundial y hoy produce el 25 por ciento. En los EstadosUnidos el producto interior bruto ha crecido un promediodel 3 por ciento anual, pero la costa del Pacífico ha conocidoun crecimiento al doble de velocidad. La infraestructura tec-nológica digital hace fluido el proceso de circulación de sig-nos producidos por el trabajo en red.

La unidad constitutiva del proceso de producción es launidad de información inmediatamente transferible yrecombinable en contextos diversos. Sin embargo, la reglade funcionamiento de la relación social sigue estando

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3. Pierre Lévy, World philosophie, Paris, Odile Jacob 2000.

4. Virtual aliens podría traducirse por «inmigrantes virtuales» o «resi-dentes (extranjeros) virtuales». [N. del E.]

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dominada por criterios cuantitativos, heredados de la eco-nomía clásica. Esto da lugar a una serie de paradojas, porquela forma epistémica y práctica de la economía no es capaz deexplicar el devenir conjunto de la tecnología y la inteligenciaconectiva. Pretendemos calcular el valor de una mercancíasegún la regla de la época industrial, a partir del tiempo detrabajo necesario para producir la mercancía. Pero, ¿cómo secalcula el tiempo necesario para producir una idea?

El material de construcción tiene características comple-tamente nuevas, es instantáneamente transferible de unlugar a otro del planeta, es infinitamente descomponible yrecomponible y, además, no se reduce con facilidad a las for-mas tradicionales de apropiación privada.

La economía industrial era una economía fundada en lamateria sólida, mientras que en la actualidad estamosentrando en una economía que se funda en una materia flui-da, como las sustancias líquidas o gaseosas. El material sobreel que actuaba el trabajo humano se componía de trozos demetal, de cemento, de materia sólida, cuyo uso y propiedadestaban rigurosamente delimitados. Hoy, por el contrario,tenemos que trabajar con flujos de información digital que secolocan temporalmente en contenedores provisionales ydespués transmigran hacia otras formas.

En la esfera sólida de la industria, cuando usamos unproducto hacemos imposible el uso simultáneo de esemismo producto por otro. Si yo me como esta manzana, nopuedes comértela tú; si conduzco este automóvil no pue-des conducirlo tú. Cuando usamos información, una obradel ingenio, un saber hacer o un protocolo, en definitiva,un producto del trabajo infoproductivo, el objeto que usa-mos no se empobrece o consume por nuestro uso. Al con-trario, cuantas más personas usen cierta información,mayor es el valor que adquiere.

El principio de propiedad, que en la sociedad industrial seconsideraba sagrado e inviolable, tiende a volverse cada vezmás indefinible, como un artificio jurídico o, más bien, comoun intento de proteger intereses socialmente poco justifica-bles. Pensemos, por ejemplo, en los intereses de las grandesempresas de producción biotécnica �—Montsanto, Novartis oGenentech, por ejemplo. Estas empresas adquieren conoci-mientos sobre el patrimonio biogenético del planeta o sobre el

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cuerpo humano gracias al trabajo de científicos, técnicos einvestigadores. Los saberes así obtenidos, mediante laapropiación de la experiencia milenaria de las poblaciones,de muestras de la fauna, la flora o del cuerpo humano,deberían ser puestos a disposición de la sociedad, paraabrir horizontes de enriquecimiento y bienestar comparti-dos por todos.

Pero no es eso, precisamente, lo que sucede. Los saberesadquiridos por medio de procedimientos plenamente socia-les son privatizados y sometidos a formas de patente y decopyright que limitan su uso social, causando perjuicios a losindividuos y peligros para la humanidad.

La apropiación privada de los saberes puede tener efec-tos destructivos, porque el interés privado prevalece sobre lautilidad social en la producción de los interfaces que mode-lan la generación misma de la vida colectiva. Los que se con-vierten en propietarios de un patrimonio plenamente socialconsideran, con toda naturalidad, prioritario su beneficiofrente a los intereses de los cuerpos directamente afectados.La naturaleza, el cuerpo humano y los productos del sabercolectivo no pueden ser sometidos a un régimen de propie-dad privada, sin que queden reducidos a mera herramientaal servicio de un fin ciego, el beneficio privado. La nuevaeconomía debe hacer frente a paradojas como éstas, que laponen en tensión con categorías heredadas de la economíaclásica. La paradoja central reside en el hecho de que la eco-nomía se integre con la comunicación.

La comunicación es un proceso esencialmente gratuito,que deriva de su carácter recíproco. Pero cuando la econo-mía se integra con la circulación de signos y cuando la eco-nomía se semiotiza, la gratuidad del proceso comunicativoentra en conflicto con el proceso de valorización del capital.

Piénsese en el destino de Internet. Por el momento, siguesiendo un misterio cómo logrará la producción de red hacer-se económicamente rentable, es decir, producir beneficioseconómicos suficientes para pagar los costes del trabajonecesario para construir la World Wide Web. Ni cada produc-ción multimedia ni cada servicio está en condiciones decubrir los costes ni de remunerar las inversiones en Bolsa. Essabido que las empresas nacidas en Internet no han dado,hasta la fecha, beneficios suficientes para compensar las

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inversiones. Sin embargo, esas infraestructuras son ya indis-pensables para la coordinación de toda actividad producti-va, para abrir nuevos canales comerciales o para otros finesútiles para el conjunto de la economía.

Ante estas paradojas, se pueden formular escenariosdiversos. Una primera posibilidad es la de que todo el casti-llo de la new economy es un bluff condenado a venirse abajoantes o después, con efectos desastrosos para todos aquellosque han invertido en el sector. Una segunda posibilidad esque, de las innumerables empresas que invierten en la red,sólo logren sobrevivir aquellas que sepan colocarse comolíderes del sector; estaríamos, así, aún en la fase de luchaencarnizada para obtener esa posición.

Una tercera posibilidad, por el contrario, es que Internetnunca llegue a ser rentable en términos de recuperación delcapital invertido, aunque el sistema económico esté muy inte-resado en mantener su existencia y su desarrollo como servi-cio indispensable para la economía industrial tradicional.

Queda, por último, otra posibilidad, la más audaz, perono por ello la menos probable. Es la hipótesis de que el para-digma de la red haya entrado en colisión con el paradigmade la economía, en el sentido de que el intercambio de redsea un modo de intercambio que por muchas razones eco-nómicas y culturales no se funda en la lógica económica, almenos en la lógica económica capitalista. Esta última hipóte-sis me parece la más interesante.

Globalización funcional y particularismos culturales

La antropología se ha ocupado sobre todo de describir laestructura de las culturas como realidades de tipo sincróni-co. Tiene una fuerte huella del estructuralismo y, por tanto,se ha constituido epistemológicamente como ciencia de losmodelos culturales desde un punto de vista sincrónico.Precisamente por eso, la antropología tiene dificultades hoypara interpretar el proceso de transformación que se des-arrolla a lo largo de dos líneas: la de la contaminación étnicolingüística y la de la interrelación entre universo virtual yuniverso físico cultural.

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Asistimos desde hace tiempo, y no sólo como espectadores,a la formación de una especie de hipermundo. La formacióndel hipermundo deriva de la superposición del paradigmadigital, acéntrico y rizomático sobre la realidad de un terri-torio físico y psíquico de tipo jerárquico y mecánico, estruc-turado de modo arborescente.

La herencia de las culturas tradicionales, de las mitologíasy los rituales inscrita en la historia de las culturas no se disuel-ve al entrar en contacto con la globalización capitalista. Por elcontrario, esta herencia interfiere con la nueva informaciónque lleva consigo el modelo epistémico y pragmático de laglobalización capitalista, de modo a veces sinérgico, a vecesconflictivo. Durante los años ochenta y noventa, el proceso deglobalización se ha desarrollado gracias a la difusión de la tec-nologías electrónicas, que han hecho posible una aceleraciónde la velocidad de circulación de signos, de los sistemas socio-simbólicos y, por tanto, de los efectos psicoquímicos que éstosproducen. Las tecnologías de la comunicación instantáneahan producido una circulación muy rápida y omnipresentede los flujos imaginarios que modelan la psique social. Laintegración económica se ha visto acompañada por un proce-so de homogeneización de los modelos de consumo.Naturalmente, la televisión y la publicidad han tenido unafunción decisiva en este proceso, al crear las condiciones parauna asimilación e integración de las culturas, del imaginario,de las expectativas y las motivaciones que mueven lo social.

Pero ello no significa que en el mediascape global prevalez-ca la homogeneidad. El capitalismo no funciona esencialmen-te como homogeneizador, sino como poder de sobredetermi-nación semiótica. Mientras los medios de comunicación pro-ducen una homogeneización de los valores culturales, se poneen marcha la tendencia inversa, un movimiento de reterrito-rialización y de cicatrización de los sistemas de valores tradi-cionales. El capitalismo realiza su dominio no sólo homolo-gando las necesidades y las expectativas de consumo, sinosobre todo resemiotizando las formas culturales identitarias.

Pongamos un solo ejemplo para mostrar como se produ-cen esta integración y esta sobredeterminación. En Anatomiadella dipendenza,5 Takeo Doi describe el modelo psicológico

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5. Takeo Doi, Anatomia della dipendenza, Milan, Rafaello Cortina 1991.

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de la dependencia que los japoneses llaman amae: la perte-nencia afectiva, la dependencia como fuente de seguridadrecíproca y de reconocimiento entre seres humanos. Se tratade un rasgo tradicional de la cultura japonesa, un legadoidentitario arcaico, pero no puede comprenderse el desarro-llo de la economía capitalista en Japón en los últimos dece-nios si no se tiene en cuenta la especificidad psíquica y cul-tural de su cultura, que ha podido plegarse y hacerse fun-cional a unos fines económicos integrados.

En este sentido, podemos hablar de sobredeterminaciónsemiótica. Un sistema de valores simbólicos, como el amae,ha podido conservarse en su estructura interna mientras suinterfaz semiótica y su valor funcional se han transformadopara adecuarse a una finalidad nueva. El modelo cultural delamae, dependencia psicológica y afectiva de una fuente depertenencia y de seguridad, ha funcionado como cemento deun sistema de dependencia social que ha sido capaz degarantizar una aceptación casi indiscutible de la política dedesarrollo acelerado y de sobreexplotación. Cuando el vín-culo de dependencia que tradicionalmente liga al individuocon su familia, en forma de una pertenencia afectiva queotorga seguridad, es reorientado hacia la gran empresa capi-talista, este valor sufre una sobredeterminación que lo trans-fiere a una dimensión hipercapitalista.

En la integración hipermoderna, las culturas tradicionalesse ven sometidas a un proceso que distorsiona y conserva almismo tiempo sus caracteres tradicionales y los pliega a lasfinalidades dominantes de la economía. Las competencias eco-nómicas, productivas, los lenguajes de la publicidad y el mer-cado son rápidamente asimilados, pero los modelos simbóli-cos en los que se funda la identidad de una cultura y de unpueblo no se pueden modificar con la misma rapidez. La par-ticipación en el circuito comunicativo planetario produce unarápida y exasperada expectativa de consumo, cuyo ritmo no esalcanzado por el crecimiento de los ingresos y de las posibili-dades de obtener efectivamente lo que la publicidad promete.6

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6. Esta dialéctica entre segmentación del mediascape global e integraciónfuncional en la circulación de mercancía imaginaria ha sido analizada deforma original por Arjun Appadurai en Modernity at Large: Cultural Dimen-sions of Globalization, Minneapolis, University of Minnesota Press 1992.

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En las sociedades industriales europeas, durante la fase clá-sica de la modernidad, las diferenciaciones y las segmenta-ciones se fueron sedimentando a lo largo de varias genera-ciones, de modo que nacieron defensas sociales y mediacio-nes culturales que no se encuentran en las sociedades tradi-cionales que en los últimos decenios se han visto sometidasa la ola de globalización económica y cultural.

Las consecuencias son, en ocasiones, dramáticas: unacompetencia exasperada entre los que son atraídos por elproceso de hipermodernización, la ruptura de los vínculos desolidaridad de la sociedad tradicional, la explosión de con-flictos arcaicos con armas ultramodernas. Lo que llama laatención al observador occidental cuando se asoma a la rea-lidad de sociedades de reciente modernización es la bruta-lidad con la que se expresan los conflictos y las tensionescompetitivas entre los actores del juego económico, preci-samente porque los vínculos sociales heredados de la cul-tura tradicional carecen ya de valor frente a los procesos deenriquecimiento, de socialización y de exclusión que sedesarrollan de acuerdo con reglas simbólicas desconocidashasta ayer y no asimiladas. En el curso de los años ochentay, de modo explosivo, en los noventa, el crecimiento des-medido de las expectativas de consumo ha producido unacriminalización sin precedentes de las sociedades en trans-formación. Además, la frustración que sigue a la insatisfac-ción de las expectativas de consumo da lugar a reaccionesde reafirmación agresiva de la identidad tradicional y dedefensa desesperada de aquellos valores tradicionales quela hipermodernización ha hecho saltar por los aires, sin susti-tuirlos por otras fuentes de seguridad material o psicológi-ca. La integración funcional ha redefinido los sistemas sim-bólicos tradicionales, sometiéndolos a la finalidad capita-lista. Pero cuando el capitalismo empieza a tener conse-cuencias de conflicto, los valores tradicionales y las formasde pertenencia arcaicas suprimidas por la modernizaciónretornan, con una violencia aumentada por el rencor, laimpotencia y el sentimiento de exclusión. El nacionalismo,el integrismo religioso, la agresividad étnica, son algunasde las formas que adquiere la reemergencia de lo suprimi-do que sirve de contrapunto a la ilusoria homologaciónhipermoderna.

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Por último, en algunas de las sociedades tradicionales someti-das a un rápido proceso de modernización capitalista, sucedeque los nuevos valores económicos, la exaltación de la com-petencia y del éxito, más que destruir los valores tradicionalesde pertenencia familiar y de solidaridad de clan, se integranen ellos, dando origen a estructuras de tipo mafioso. Por todasestas razones, la transformación hipermoderna se ve acompa-ñada por y mezclada con el reemerger de normas culturalesarcaicas que han recobrado funcionalidad como agentes demáxima violencia de la competitividad capitalista.

En su Anti�–Edipo,7 Deleuze y Guattari definen la historiadel capitalismo como un proceso de desterritorializaciónininterrumpido. La desterritorialización es el paso de unasituación codificada según reglas tradicionales a una situa-ción en la que el código capitalista hace que los sistemas dereferencia sean aleatorios y nomádicos. El capitalismo no sefunda sobre una codificación simbólica determinada, puedeapropiarse de cualquier símbolo y recodificarlo según susfines y sus procedimientos de semiotización. Pero el efectopsíquico de la desterritorialización inducida por el capitalis-mo en los sistemas culturales tradicionales origina un segun-do movimiento que Deleuze y Guattari llaman de reterrito-rialización. Se trata de un movimiento de búsqueda de unaidentidad capaz de reconstruir la seguridad que el capitalis-mo no está en condiciones de ofrecer. La reterritorializaciónno restaura un territorio originario, una identidad étnica,social y psíquica auténtica y originaria, sino que construyeun territorio fantasmático que produce seguridad, da vida auna identidad que se pretende auténtica pero que se fundaen una estrategia agresiva frente al otro.

El proceso de globalización desencadena una reacción delocalización regresiva, de afirmación agresiva de identidadesque se pretenden originarias y que, en realidad, son proyec-ciones fantasmáticas. Precisamente porque se funda sobretecnologías de la comunicación sin presencia, la hipermoderni-dad pone en marcha un proceso de cancelación de las refe-rencias a lugares identificables, un proceso que hace ubicuaslas fuentes de enunciación. La economía virtual es una

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7. Gilles Deleuze y Félix Guattari, Capitalismo y esquizofrenia: 1. El anti�–Edipo, Barcelona, Paidós 1985.

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dimensión atópica. Pero el lugar eliminado es sustituido porun infierno de expectativas frustradas, de promesas incum-plidas y de artificios que confunden la identificación. La ubi-cuidad telemática cortocircuita la identidad y abre el caminoa una deriva que sólo una pequeña parte de la humanidadpuede aceptar conscientemente. Para los demás, la necesidadde reterritorialización renace con fuerza, en el psiquismo deindividuos y grupos, y también en las estrategias de los gran-des aparatos políticos, de las naciones y de los Estados.

Reterritorializaciones agresivas y crisisdel universalismo ilustrado

La hipermodernidad es una condición de extrañamiento y derápido desarraigo de las formas de vida y de lenguaje. En lasculturas que sufren la hipermodernización, sociedades quehasta hace quince años estaban inmersas en la cultura tradi-cional se ven proyectadas hacia la circulación comunicativaplanetaria, hacia una infosfera sobrecargada de señales�–estí-mulo, hacia una tecnosfera digitalizada. El cambio cultural ycognitivo afecta así a poblaciones enteras. Determina unaaceleración y una multiplicación extraordinarias de las capa-cidades productivas, pero también un desarraigo difícil deasimilar en el plano psíquico. El psiquismo de masas parecereaccionar de modo patológico. Las identidades heredadasde la tradición se deshacen en una sola generación.Jerarquías sociales sedimentadas a lo largo de milenios sonbrutalmente desestructuradas por la irrupción de reglas eco-nómicas desconocidas y asimiladas con rapidez por la crea-ción de nuevos ámbitos de competencia y saber.

Toda la historia del capitalismo ha sido la historia de unaprogresiva e inexorable desterritorialización, a la que lahumanidad se ha habituado poco a poco, reconstituyendosus territorios fantasmáticos a lo largo de los siglos de lamodernidad. Pero se está desarrollando un proceso de des-territorialización sin precedentes en Asia, en ExtremoOriente, en el centro y sur de América, en la Europa del este,que arrastra con la fuerza centrífuga del espectáculo, de lamercancía y de la abstracción digital a los dos tercios de lahumanidad que habían quedado al margen. Esto no da lugar

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a una inclusión activa sino más bien a la abstracción y laexclusión. La globalización tecnológica, económica y finan-ciera se desarrolla con ritmo fulminante. Pero tanto el asen-tamiento psíquico y cultural como la reacción social se haránvisibles sólo a largo plazo, con los tiempos lentos y largos delorganismo consciente en su dimensión colectiva. Sin embar-go, ya podemos empezar a identificar las líneas de desarro-llo de esta reacción. Según el modelo de Deleuze y Guattari,a un proceso de desterritorialización corresponde, en elplano psicosocial, un proceso de reterritorialización fantas-mática. Es lo que ya estamos viendo, en cierta medida, en laEuropa del Este. En el mundo islámico, el proceso de hiper-modernización ha dado origen desde hace tiempo a unareacción integrista, que inició su marcha con la revoluciónjomeinista en Irán y, desde entonces, no ha dejado de exten-derse. ¿Qué formas adquirirá la reterritorialización fantas-mática en el Sur de China, en Indochina, en el subcontinen-te indio o en México?

La cultura burguesa moderna ha infravalorado la pro-fundidad de las raíces culturales y ha malentendido el papelde la revolución ilustrada en la creación de las condicionesdel desarrollo social y político de lo que podríamos llamarcapitalismo liberal. Es cierto que la revolución ilustrada tuvouna importancia enorme en la creación de las condicionesdel desarrollo moderno, pero la Ilustración no puede enten-derse de forma abstracta, ignorando que su arraigo en la cul-tura y las formas políticas europeas y americanas no es inde-pendiente del sustrato antropológico creado por la alfabeti-zación, la comunicación escrita, la reforma protestante, latradición urbana milenaria, etc. Sin estas premisas, laIlustración no puede arraigar con la misma naturalidad y sepresenta como una imposición difícil de asimilar o, másbien, como una violencia que provoca reacciones violentas.La experiencia de estos últimos años muestra que el univer-salismo político es una ilusión, si los valores universales dela democracia, de la igualdad y de la libertad política no sonmedidos en relación con el contexto antropológico, tecnoco-municativo y psicocognitivo.

El proyecto ilustrado de la modernidad es un proyectode afirmación de la ley como ley universalmente humana.Condorcet afirmaba: «Una buena ley debe ser buena para

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todos, de modo en que una proposición verdadera es verda-dera para todos.» Pero este proyecto universalista ha podidosostenerse mientras su área de aplicación coincidía con elmundo relativamente homogéneo de las culturas alfabetiza-das, occidentales, monoteístas, modernizadas por influenciade la reforma protestante. El siglo XX ha desmentido la linea-lidad de esta perspectiva universalista.

El capitalismo se ha podido expandir sin límites, impo-niendo su forma económica e invadiendo la psicoquímicaplanetaria con su imaginario, pero las formas políticas y cul-turales que han acompañado al desarrollo del capitalismo enOccidente no se han difundido de modo análogo y comple-mentario. El proceso de globalización ha destruido la ilusióndel universalismo ilustrado y democrático. La prédica uni-versalista de la democracia se ha encontrado con la realidaddel desarrollo desigual, de la violencia económica, el impe-rialismo y la guerra. El factor unificador no ha sido el valoruniversal de la ley política, sino la ubicuidad del códigosemiótico y encarnado en la economía capitalista y en lapotencia performativa de la tecnología. La tecnología hatomado el puesto de la finalidad universal, que hallaba sufuerza normativa en la ley. La norma finalista y universal hasido sustituida por el modelado performativo del códigocapitalista y las interfaces tecnosociales.

Las interfaces tecnosociales modelan el comportamiento,pero no conquistan el alma. El alma es presa del pánico y dela angustia indescifrable, y por esto se aferra al rencor.

El humanismo en cuestión

Global es la forma de un mundo inervado por los circuitosde la conexión generalizada en el que todo punto puedeponerse en contacto con otro punto cualquiera. Esta posibili-dad de conexión da lugar a una especie de colapso de la geo-grafía, de la distancia espacial, y a una omnipresencia plane-taria de imágenes, de informaciones y de mercancías.

El colapso de la distancia espacial y la extraordinaria ace-leración que conlleva en la circulación de la información tie-nen efectos contradictorios: reacciones identitarias, un atrin-cheramiento desesperado en las identidades que la desterri-

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torialización tiende a destruir. Se agudizan la pertenenciaidentitaria, los integrismos religiosos y las agresividadesétnicas o nacionales. El particularismo crece y tiende a supri-mir el valor de universalidad al que aspiraban la ley y lapolítica en la época moderna. Las tecnologías de comunica-ción digital hacen conectable a cualquier agente humanomaquinal con cualquier otro, pero al mismo tiempo parecedesaparecer, o al menos perder eficacia cultural, social opolítica, cualquier principio de universalidad.

La universalidad es un concepto ético y político, mientrasque globalidad es un concepto funcional. La raíz de lamoderna noción de universalidad se halla en la idea cristia-na de amor.

La universalidad cristiana se funda en el amor que pro-viene de Dios y del que Cristo fue transmisor: un amor queno es exclusivo, se funda en su origen y en su destino divi-nos, y no tiene carácter retributivo, en el sentido de que supremio no es de este mundo. La reformulación laica e ilus-trada de la universalidad tiene, por el contrario, carácterretributivo: su premio es de este mundo, y es el premio dela certeza de la ley, de la seguridad, y del progreso econó-mico y civil.

Si para el cristiano todos los hombres son iguales anteDios, la modernidad fundamenta esa igualdad en la univer-salidad de la razón que guía a los hombres, con indepen-dencia de sus diferencias o de su situación cultural. La uni-versalidad de los modernos funciona mientras alguien �—elEstado�— está en condiciones de garantizar el respeto a laLey y la reciprocidad de los principios de respeto y toleran-cia que la Ley representa. En cuanto la Ley deja de ser capazde hacer frente a la complejidad de las relaciones sociales, ode contener la explosión de la violencia, la universalidadpierde coherencia y credibilidad y se afirman los particula-rismos. Cada familia protege a sus miembros, cada etniadefiende su territorio y cada fe se vuelve integral y agresiva.Es lo que sucede al final de la época moderna, en coinciden-cia no casual con la afirmación de la globalidad.

La noción de globalidad nace en evidente discontinuidadcon el concepto de universalidad al que los modernos ha-bían confiado el discurso del conjunto social. La referencia altodo, que en la Ilustración se entendía de acuerdo con un

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principio de racionalidad universal y en el romanticismo enuna perspectiva histórica y espiritual, en la era de la técnicatiene carácter interactivo y funcional.

El concepto de global conlleva la correlación de todos loselementos que se hallan en el mundo entre sí. Esa correlacióntiene un carácter funcional y no conlleva referencia alguna aprincipios universales ni la persecución de fines jurídicos,políticos o espirituales.

Globalismo y universalismo se distinguen por esto: mien-tras el universalismo afirma principios que deben valer conindependencia de su funcionalidad, sea ésta técnica o econó-mica, el globalismo afirma la primacía de la eficacia funcional�—fitness, en el sentido darwiniano. La eficacia performativatiende a sustituir a cualquier criterio de juicio. Quien tengamás fuerza, quien sepa usar con mayor eficacia los instrumen-tos técnicos, quien pueda movilizar más recursos está destina-do a vencer y, en consecuencia, somete o elimina a quienes nopertenezcan a su familia, a su etnia o a su empresa.

Por ello, el globalismo coincide, y no por casualidad,con una disolución de los horizontes universalistas quedurante la época moderna han contribuido a disciplinar laenergía de las fuerzas sociales y su desarrollo. La desregu-lación que desde Reagan ha constituido la directriz delcapitalismo liberal significa, en el fondo, eso: hay que qui-tar de en medio cualquier regla, excepto la del máximobeneficio. La regla del máximo beneficio se ha convertidoasí en el criterio que informa todas las secuencias de auto-matismos que sirven de interfaz entre las esferas financie-ra, tecnológica y social. Cuando la lógica de los automatis-mos funcionales se difunde e inerva en los circuitos dedecisión de la sociedad, la Ley, la decisión política y lademocracia tienen que ceder paso a la potencia performati-va de los automatismos tecnofinancieros y a la omnipre-sente potencia del sistema mediático.

En Holzwege,8 Heidegger habla del nihilismo como elmovimiento mismo del mundo moderno. Con estas palabrasentiende el instituirse del dominio de la técnica, que no es uninstrumento sino un lenguaje. Por la expresión lenguaje de la

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8. Martin Heidegger, Caminos del bosque, Alianza, Madrid, 1998.

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técnica Heidegger entiende el hecho de que la técnica se con-vierta en lenguaje omnipresente, y que por medio de laomnipresencia técnica cualquier relación entre componenteshumanos deviene un proceso de recombinación reguladopor un código: el capital es hoy ese código. Por eso podemoshablar de semiocapital. El capital no actúa ya como subjetivi-dad, como imposición de una disciplina, sino simplementecomo regulador del tráfico semiótico entre humanos. Lapolítica, como ejercicio organizado y finalista de la voluntadcolectiva, pierde en este punto cualquier eficacia, porque lavoluntad no tiene ya el gobierno de los procesos determi-nantes, que están regulados por automatismos técnicosemióticos.

Es comprensible que, en este contexto, el darwinismoreaparezca en la escena ideológica. Charles Darwin repre-sentó la escena de la evolución universal en términos delucha por la vida y la supervivencia del más fuerte. Unaespecie sólo puede mejorar sus características gracias a la leyque premia al más fuerte, es decir, al mejor adaptado alentorno. Es evidente la afinidad entre el principio de selec-ción natural y la teoría de la mano invisible, a la que la ideo-logía liberal atribuye al capacidad de guiar los movimientoseconómicos de los hombres hacia el mejor equilibrio posible.Charles Darwin mostró que la evolución natural procedepor medio de la selección de la especie mejor adaptada, y delindividuo mejor adaptado dentro de la especie. El liberalis-mo reformula la tesis de este modo: en la evolución naturalprevalece el más fuerte y eso es lo mejor que puede suceder,porque de ese modo se produce una selección que lleva a lamejora de las especies animales.

Es inútil esperar que una especie más débil o peor adap-tada al ambiente sobreviva o prevalezca a largo plazo. Lomismo, al decir de algunos, sucedería con el mundo huma-no que, en el fondo, funciona según las mismas reglas quegobiernan la naturaleza. La protección de los individuos ode los sectores débiles tiene como consecuencia una ralenti-zación de la dinámica económica y, en último término, nofunciona, ya que la economía, máquina darwiniana, acabapor hacer prevalecer al más fuerte. Esta teoría fue relanzadacon entusiasmo por los ideólogos del neoliberalismo. LaEscuela de Chicago, liderada por Milton Friedman, y su gran

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corte de epígonos más o menos desinteresados, han dicho yescrito hasta la saciedad que las intervenciones públicas afavor de los más pobres son un obstáculo al desarrollo deuna economía sana. Sólo se puede favorecer un crecimientoeconómico floreciente si se deja campo libre a los agenteseconómicos más agresivos, para lograr así que, a largo plazo,toda la sociedad se beneficie del crecimiento.

Desde los primeros años ochenta, esta visión conocidacomo darwinismo social alcanzó una amplísima difusióntanto en medios académicos como periodísticos, tanto enel discurso común como en la polémica política. Según lateoría neodarwiniana, el fin del desarrollo y la afirmacióndel individuo o del grupo mejor adaptado al entorno sonla misma cosa. Pero ¿quién ha creado el entorno? Cuandose trata de la supervivencia de un insecto en la selva vir-gen se puede sostener que la selección la explican factoresnaturales, pero si se trata de seres humanos en una socie-dad metropolitana, debemos preguntarnos quién ha deci-dido cuáles son las características del entorno, que es his-tórico y social? ¿Acaso no es el entorno producto de laacción humana?

Cuando los liberales afirman que las grandes empresasconquistan el mercado y se afirman como actores económi-cos dominantes gracias a sus capacidades y a su mayoradaptación al entorno, ¿no olvidan acaso el papel que elEstado desempeña para hacer posible el predominio tecno-lógico y económico de unos y no el de otros? «Sin el apoyodel Estado, en especial a través de los gastos militares, cues-tión que el discurso liberal nunca menciona, muchos deestos monopolios no durarían mucho.»9

En un libro titulado Darwin�’s Spectre,10 el estudioso dar-winista Michael Rose pone en duda las pretensiones del dar-winismo social y se pregunta si es posible encontrar un mer-cado perfecto en el que los seres humanos se comporten úni-camente como agentes económicos.

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9. Samir Amin, El capitalismo en la era de la globalización, Barcelona,Paidós 2001, página 18.

10. Michael R. Rose, Darwin�’s Spectre. Evolutionary Biology in the ModernWorld, Princeton, Princeton University Press, 1998.

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Por mi parte, diría que el principio liberal de la competenciaperfecta sería correcto si los seres humanos fuesen única-mente agentes económicos y no cuerpos sexuados. Seríaaceptable si no hubiese otro lenguaje que el de la equivalen-cia económica generalizada, carente de ambigüedades y per-fectamente traducible. Pero no es así, y por esto esta línea depensamiento, a pesar de su potencia despótica, no es unabuena teoría de la sociedad sino una jaula ideológica. La con-quista de la preeminencia económica no puede entendersesólo como un hecho puramente económico. Por ejemplo, lafuerza militar ha sido determinante para que Occidenteobtuviese su posición de dominio y de ventaja sistemática enel mundo. La acción cultural e imaginaria de los grandesmedios de comunicación actúa favoreciendo a algunos ope-radores económicos frente a otros. Por eso, la idea de lamano invisible que regula los mercados libres de influenciasextraeconómicas es, en buena medida, un cuento.

Mientras la voluntad humana pueda interferir la dinámi-ca de los factores económicos, la doctrina de la selección nat-ural no podrá explicar el proceso de competencia económi-ca, pues en el mismo intervienen factores que dependen dela voluntad humana, de la ideología y de la Ley.

Sin embargo, cuando se pasa de la forma moderna �—dis-ciplinar�— del capital a su forma digital, reticular y fractal, elmodelo de la selección natural gana fuerza, pues la econo-mía tiende a parecerse cada vez más a un proceso biológico.Cuando entramos en el dominio de la Técnica, cuando a tra-vés de la Técnica la economía se estructura como lenguaje, laacción humana es semiotizada por un conjunto de automa-tismos lingüísticos, de modo que la capacidad de acciónvoluntaria de los seres humanos se ve mermada.

El universo maquinal que ha generado nuestra inteligen-cia técnica, se automatiza y se autonomiza de nuestra capa-cidad de control. El mercado tiende así a presentarse comonaturaleza, como un sistema infinitamente complejo contrael que la voluntad humana nada puede hacer.

Con el paso de la sociedad industrial al sistema de info-producción digital se produce un hecho decisivo: los proce-sos sociales y productivos dejan de ser secuencias voluntariasgobernadas por la decisión y el proyecto, para convertirse enréplicas potencialmente ilimitadas de secuencias semióticas

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incorporadas como automatismos independientes de laacción humana. La creación de máquinas capaces de elaborarinformación desemboca en la capacidad de autorreplicaciónmaquinal. Cuando las máquinas informacionales son puestasen red, la proliferación biológica que la informática ha intro-ducido en el circuito de las máquinas acaba por invadir elcampo de la comunicación entre seres humanos.

Desde la formación de la red, conexión siempre incon-clusa y en crecimiento entre máquinas informáticas y cere-bros humanos en comunicación, la extensión y la compleji-dad de la relación social prolifera de modo imparable y,sobre todo, incontrolable.

El mundo que nosotros mismos hemos producido se havuelto tan complejo que tenemos que volver la mirada haciael mundo de la naturaleza (born) si queremos saber quéhacer. Es decir, cuanto más mecánico hagamos el ambienteque fabricamos, más biológico tendrá que ser si queremosque funcione. Nuestro futuro es tecnológico, pero no será unmundo gris acero. Nuestro futuro tecnológico tiende, másbien, hacia una civilización neobiológica.11

La lógica del bios se introduce en las máquinas al tiempo quela lógica del tecnos se introduce en la vida.

Llegados a este punto, el darwinismo social se presentabajo una luz nueva: la teoría de la selección natural, la ley delmás fuerte, tiende a realizarse como utopía bioeconómica delcapitalismo. El darwinismo social no es tanto una descripcióncomo un proyecto, una utopía. Es la utopía de la reprogra-mación de la naturaleza viva por parte de un código genera-tivo uniformizado por las leyes de la economía capitalista.

Como señala Michael Rose, en el horizonte de nuestrotiempo y gracias al desarrollo de las biotecnologías, se vadibujando una especie de eugenesia liberal no demasiadodiferente de la eugenesia nazi. Los nazis se mostraron abier-tamente partidarios de la selección natural para avanzarhacia procedimientos de eliminación de los más débiles ennombre de la creación de una raza superior. El liberalismo

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11. Kevin Kelly, Out of control: The Rise of Neo�–biological Civilization,Reading (Mass. EE. UU), Addison�–Wesley 1994, página 2.

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está haciendo algo parecido, aunque la selección no busqueuna raza superior sino la eficiencia económica. No es impo-sible, además, que ambas cosas coincidan: gracias a oportu-nas modificaciones genéticas, las clases dominantes podríanpronto introducir en su patrimonio genético automatismoscognitivos orientados a lograr el éxito económico.

Kevin Kelly ha expuesto de modo fascinante y completouna teoría de la sociedad neobiológica, mostrando que la redproduce una dimensión que no es reducible al gobierno polí-tico ni al control racional. La evolución de la humanidad unavez que ha entrado en la esfera de la red, no puede estar yabajo nuestro control. La conexión de cerebros y de máquinasda vida a un superorganismo bioinformático cuyos movi-mientos no dependen de ninguna voluntad de nivel inferior alglobal, sino del juego fractal y recombinatorio de sus células.

¿En qué dirección va esta evolución? No podemos saber-lo. Kevin Kelly nos tranquiliza, asegurando que la direcciónes positiva:

En una ocasión, uno de sus estudiantes le preguntó a StuartKauffman: ¿qué hacemos con la evolución de cosas que noqueremos? Entiendo qué hay que hacer para que un sistemaevolucione en la dirección que queremos. Pero, ¿cómo pode-mos asegurarnos de que la evolución no cree aquello que noqueremos? Buena pregunta, joven. Podemos definir lo quequeremos de modo lo bastante preciso como para poderlogenerar. Pero a menudo no sabemos ni siquiera qué es loque no queremos. O, si lo sabemos, la lista de cosas inacep-tables es tan larga que no resulta práctica. ¿Cómo hacemospara eliminar los efectos colaterales negativos? «No sepuede» respondió con brusquedad Kauffman. «En eso con-siste el pacto evolutivo. Cambiamos potencia por control.Para maníacos del control como nosotros, es un auténticopacto con el diablo. Abandonemos el control y haremos sur-gir artificialmente nuevos mundos de riquezas jamás soña-das. Relajaos y todo irá bien.»12

La evolución es demasiado compleja como para que unainteligencia la gobierne. Desde el momento en que la inteli-gencia es un producto de la evolución, un momento de paso

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12. Kevin Kelly, Out of control, op. cit., página 401.

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en el devenir evolutivo, ¿cómo podría ese momento de pasogobernar el proceso que la ha generado?

Es difícil rechazar la visión que Kelly nos presenta, entreotras cosas porque parece no tener alternativa. Pero es nece-sario reconocer plenamente las consecuencias de esta visión,dejando a un lado la hipocresía de un felicismo de la posthu-manidad. Hay que reconocer que la introducción �—tal vezimparable�— de una bioeconomía difusa supone el fin delhumanismo moderno, de su vocación racionalista y del uni-versalismo que se sustenta en él. Es el espacio mismo de lapolítica, como gobierno consciente del devenir de la socie-dad, el que desaparece.

La grandeza del humanismo moderno, que alcanza suplenitud con el florecimiento del racionalismo ilustrado,consiste en un desafío del que hoy reconocemos su potenciay productividad, pero también sus límites. El humanismomoderno creó el espacio conceptual en el que pudo desarro-llarse la política, arte del gobierno voluntario del mundo,arte de la persecución voluntaria de fines conscientes.

Desde Maquiavelo hasta Hobbes, desde Hegel hastaLenin, la voluntad pretende gobernar la historia, la genera-ción de los acontecimientos sociales. El humanismo moder-no estableció también la convicción soberbia de que el sabercientífico es la base de una potencia técnica sin límites, capazde penetrar en los mecanismos de la naturaleza y de some-terlos a los fines del hombre. La potencia de la política y lade la tecnociencia han plasmado el mundo artificial en losúltimos cinco siglos, pero el resultado de ese triunfo está a lavista: la realidad generada ha alcanzado un nivel de com-plejidad superior al que sería práctica y cognoscitivamentecontrolable. La potencia de la técnica se vuelve, a partir decierto momento, una fuerza incontrolable, porque la socie-dad compleja y el tecnocosmos alcanzan una velocidad queno puede ser sostenida por la decisión informada y racional,ni gobernada por la acción voluntaria y coordinada. Elhumanismo moderno conlleva la afirmación de una autono-mía de la voluntad frente a la fortuna y el destino. Pero elpunto de llegada de esa voluntad autónoma es la construc-ción de un tecnocosmos de potencia trascendente, que apa-rece como una nueva figura del Destino.

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El humanismo moderno sancionó la separación entre volun-tad humana y proyecto divino, y afirmó de ese modo unasoberanía de los hombres en la esfera del hacer humano. Enesa esfera de soberanía era posible pensar la política:Maquiavelo dice que la tarea del príncipe es someter la for-tuna a la ley y a la voluntad. Pero la soberanía de los hom-bres sobre su propio destino asociado ha ido mermando, apartir del momento en que la economía y la sociedad se hanconvertido en el campo de acción de automatismos tecnoló-gicos encadenados.

La democracia moderna sancionó la separación entrerazón social y ley natural, y creyó en la capacidad de lavoluntad política organizada de someter la acción ciega de lanaturaleza. Pero esta capacidad de gobierno parece disolver-se cuando la complejidad de los factores sociales en juegosupera la posibilidad de un conocimiento adecuado y lavelocidad de los procesos se hace superior a los tiemposnecesarios para una acción consciente y con finalidad.

La acción eficaz es aquella que interviene sobre aconteci-mientos segmentarios, sobre microprocedimientos, sobre lananotecnología social. Los macroprocesos son recombinacio-nes guiadas por reglas incorporadas al tecnocosmos.

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5. Rekombinant

El sabio, el guerrero y el mercader se han sucedido en el escenariodel siglo XX, jugando la partida que hoy, a la luz de Seattle, parecela verdaderamente decisiva.

El sabio es el heredero del trabajo humano, de la inteligenciaacumulada en la infinita sucesión de gestos de trabajo y de actos derechazo del trabajo. El rechazo del trabajo �—el ahorro de fatiga�—es el motor evolutivo de la inteligencia. La inteligencia es el recha-zo del trabajo que se materializa en forma socialmente útil. La cien-cia moderna es consciente de esta función suya. Galileo dice que lafunción de su saber es reducir el trabajo de los artesanos multipli-cando su potencia, y Francis Bacon dice con ambigüedad: kno-wledge is power. El conocimiento es potencia y/o poder.

El sabio sabe que conocer es potencia. El mercader y el guerre-ro quieren obtener poder del conocimiento. Para ello deben someteral sabio. Pero si el sabio no se somete, el conocimiento no acepta eldominio. Por eso el guerrero y el mercader recurren a astucias ytriquiñuelas, para someter la potencia del pensamiento al poder deldinero y de la violencia.

En un libro que se publicó en italiano con el título Gli appren-disti stregoni [Los aprendices de brujos],1 Robert Jungk cuentacómo el guerrero capturó al sabio en la Segunda Guerra Mundial.La historia del Proyecto Manhattan, la creación de la bomba ató-mica, es muy instructiva. Un grupo de científicos �—entre los queestaban Albert Einstein y Robert Oppenheimer�— fueron sometidosal siguiente chantaje: Hitler está preparando la bomba atómica �—

1. Robert Jungk, Brighter then a Thousand Suns: a Personal History ofAtomic Scientists, Nueva York, Harcourt Brace 1958.

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Heisenberg, que se había quedado en Alemania, tenía los conoci-mientos para hacerlo. El gobierno de los Estados Unidos logró con-vencer así al sabio de que cediera al chantaje. La prueba de aqueldominio fue Hiroshima.

Desde ese momento se inicia la lucha de liberación del sabiofrente al guerrero, lucha que culmina en el 68. El 68 fue, en esen-cia, eso: la negativa del sabio a prestar su saber al guerrero, la deci-sión de poner el saber al servicio de la sociedad.

En ese momento se presenta el mercader y trampea al sabiosometiendo su saber al dominio de los automatismos técnicos queel propio saber produce.

Los dos decenios iniciados por Reagan son aquellos en los queel saber ha sido puesto a trabajar sometido a la dependencia delcapital. La ciencia ha sido incorporada a los automatismos de la téc-nica y pierde con ello la posibilidad de reflexionar sobre sus fines.La aplicación intensiva del saber a la producción, que se materiali-za en la creación de la tecnosfera digital, tiene un efecto de extraor-dinaria potencia. Pero esa potencia queda subyugada por el poder.Sometida a la lógica del beneficio, la técnica se convierte en multi-plicador de miseria.

Cuando éramos niños en los sesenta, comprábamos cromos quenos mostraban cómo sería el año 2000 y oíamos decir que en el2000 todos los problemas de la humanidad se habrían resuelto, por-que la técnica habría asegurado la paz, la libertad y la abundancia.Pero, ahora que el 2000 ha llegado, en gran parte del mundo en vezde paz hay guerra y la bomba atómica está en manos de fanáticosintegristas. En lugar de libertad existe el dominio indiscutible delas prioridades económicas; en vez de abundancia, la esclavitud, lamiseria y el hambre de dos tercios del planeta. Es necesario parar lalocura que nace de la aplicación fanática de las reglas del mercado,parar la carrera hasta que se redefina su dirección.

La dirección de la carrera no la puede decidir ni el guerrero niel mercader. Sólo el sabio puede fijarla. Sólo el conocimiento huma-no, siguiendo sus reglas, sus prioridades y sus líneas de posibili-dad, tiene el derecho de redefinir las reglas de la producción y elintercambio. Sólo las mujeres y los hombres, en cuanto sujetos deconocimiento de sus propias vidas, de sus técnicas y de sus propiasnecesidades, pueden decidir en qué dirección debe ir el mundo.

Esta es la gran noticia que llega desde Seattle. Los mercaderesno tienen derecho a decidir sobre la vida de miles de millones de

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personas dando prioridad a su beneficio privado. Los que pregonanlos beneficios de la tecnología son hipócritas si no reconocen queesos beneficios interesan sólo al diez por ciento de la humanidad.

Sólo un movimiento de investigadores, del trabajo de alta tec-nología, puede bloquear la infame dictadura de las multinacionalesde las finanzas.

En Seattle había campesinos que defendían los cultivos tradi-cionales y obreros que defendían su puesto de trabajo. Tienen todoel derecho de hacerlo y fue una suerte que decidieran salir a la calle.Pero no serán ellos quienes abran un camino hacia lo nuevo.

El punto de apoyo de la revuelta de Seattle fue la inteligenciacolectiva. El pueblo de la red convocó a la lucha al proletariado hightech y creó las condiciones para que la revuelta estallase con fuer-za en el corazón del sistema mediático mundial.

Esta no es una lucha contra la globalización, por el retorno altiempo de las soberanías nacionales ni a la necia identidad de los pue-blos. Tan es así que la clave misma de la fuerza de esta revuelta es sucarácter global, su uso de los medios de comunicación globales y suestímulo de una repolarización imprevista del imaginario global.

Esta revuelta nos indica una dirección: la globalización debe serguiada por el saber éticamente motivado y debe ser potencia paratodas las mujeres y todos los hombres, no poder para una minoría.

El global riot del 30 de noviembre de 1999 fue la primera granmanifestación por la recomposición cognitiva, antes incluso que lasocial, del trabajo inmaterial. La recomposición entre trabajo técni-co científico y su uso social requiere la autonomía de la investiga-ción científica frente a los intereses de los mercaderes. Y la recom-posición de la subjetividad de técnicos, científicos e investigadorespone en juego los componentes existenciales que motivan la activi-dad de investigación.

¿Qué es el movimiento global?

En los primeros días de diciembre de 1999, varios millonesde personas de todo el mundo participaban en una especiede asamblea permanente virtual para discutir en tiempo reallos acontecimientos de Seattle N30, la contestación del vérti-ce de la Organización Mundial del Comercio, que supuso elnacimiento del movimiento global.

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En esos días, muchos tuvieron la sensación de que se abría lacrisis de la ideología liberal y del terrorismo económico que,en los últimos veinte años, ha destruido la fuerza política dela clase obrera y ha sometido el medio ambiente terrestre y lasociedad planetaria a una acción de devastación sistemática.La hegemonía liberal no fue derrotada, pero desde entoncesno es un evangelio irrefutable. Después de Seattle se empiezaa entender lo que ha sucedido en los veinte años anteriores:las tecnologías digitales han hecho posible una organizaciónde la producción cada vez más independiente del territorio yde la fábrica. La producción se ha convertido en un ciclo con-tinuo y globalizado en el que se ponen en conexión fragmen-tos de trabajo lejanos y diversos, bajo el mando unificado delcapital. Gracias a la transferencia instantánea de la informa-ción, el capital puede desplazarse de una parte a otra del pla-neta sin tener que respetar leyes, normas o contratos de nin-gún tipo. Esto le ha permitido sacar partido del trabajo demillones de personas que carecen de protección sindical y detradición democrática y obrera. Se calcula, por ejemplo, quehay veinticinco millones de niños trabajando en el mundo enel ciclo industrial sometido a las empresas de Occidente.

La esclavitud ha reaparecido como forma decisiva delproceso de trabajo global.

Al mismo tiempo emerge en el horizonte el ciclo de pro-ducción biotécnica, que transformará radicalmente el campode la economía y, sobre todo, el de la vida social. La pers-pectiva de una manipulación técnica de la vida a escalaindustrial crea una enorme oportunidad de enriquecimientoy, al mismo tiempo, corre el riesgo de someter a la lógica delbeneficio el mismo proceso de generación de seres humanos.Si este enorme potencial es dirigido y orientado por los inte-reses de unos pocos grupos financieros, la modificación bio-técnica puede ser el inicio de un infierno irreversible: unaspocas empresas multinacionales obtendrían un dominio sinoposición de las fuentes de alimentación y reproducción detoda la humanidad, y se abriría el camino al control privadodel patrimonio genético de la humanidad. La eugenesianazi, que quería mejorar la humanidad seleccionando susmiembros con criterios raciales, amenaza con reaparecer,sólo que con los criterios de eficiencia técnica y competitivi-dad económica de la eugenesia liberal.

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Sin embargo, es posible obtener de la biotecnología un resul-tado completamente distinto, si somos capaces de lograr queel saber no esté sometido a la economía. La biotecnología,igual que la informática, puede abrir horizontes de riqueza yde mejora de la vida que sería inútil y conservador rechazar.Pero es necesario romper el dominio que las grandes empre-sas globales tienen sobre la investigación y la tecnología.

El núcleo esencial de la movilización iniciada en Seattlees la toma de consciencia sobre esta cuestión. En los mesesque siguieron, la movilización se desplegó por todo el pla-neta: Davos en Suiza, Filadelfia y Washington, despuésGénova y Bolonia, para seguir con Melbourne, Praga �—el 26de septiembre de 2000�— y otras citas que seguirán. En todasestas ocasiones, decenas de miles de personas se reunieronpara boicotear las cumbres de las organizaciones internacio-nales �—OMC, FMI, Banco Mundial, OCSE�— que funcionancomo instrumento administrativo y legislativo del dominiode las multinacionales sobre la economía del planeta.

Estas organizaciones carecen de legitimidad democráti-ca. Fueron creadas por las potencias occidentales para admi-nistrar las relaciones financieras entre los Estados y los gran-des grupos, y para planificar intervenciones económicas endiversas zonas del planeta.

Gracias a este poder han ejercido una presión sistemáticasobre los países en vías de desarrollo y del antiguo bloquesocialista para obligarles a adoptar políticas liberales basadasen la reducción del gasto público y la entrada de las grandesempresas globales en sus mercados de trabajo. Como respues-ta, han nacido en todo el mundo grupos de activistas que ata-can simbólicamente el poder sin límites de estos organismosilegítimos y, por ende, el dominio del beneficio sobre la pro-ducción de saber y tecnología. Mientras unas decenas de milesde activistas globales se desplazan de Seattle a Praga, produ-ciendo en el terreno simbólico una crisis de la ideología global-capitalista, millones de personas reciben mensajes y visitansitios web del movimiento global, se informan, intercambianopiniones, discuten en enloquecidas listas de correo. Todasestas personas, que participan en una asamblea permanentesentadas frente a su ordenador, trabajan en el ciclo del trabajocognitivo, viven en la red como su ámbito privilegiado de tra-bajo y usan la red como espacio de autoorganización social.

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Las pancartas de los manifestantes de Seattle decían StopGlobalization, y eso ha llevado a identificarles como un movi-miento contra la globalización. Pero se trata de un malenten-dido. Este es el primer movimiento social global, una ondaque atraviesa el circuito productivo del semiocapital, introdu-ciendo en él un principio de autoorganización social de lainteligencia conectiva. Desde este punto de vista, podemosdecir que Seattle ha sido la primera revuelta de la net culture.2

Es cierto que en la movilización no sólo había eso. En lascalles de Seattle estaban los ecologistas que luchan porimpedir que la Monsanto y unas pocas empresas másobtengan un dominio ilimitado sobre la producción de ali-mentos genéticamente modificados, pero también pequeñosagricultores que defienden privilegios locales. Estaban losactivistas que luchan contra la explotación esclavista deniños paquistaníes o malayos, pero también los obreros dela AFL-CIO,3 que defienden su salario frente al peligro amarillode la inmigración asiática. Estaban los internacionalistasque reivindican la libre circulación de las personas comocontrapartida de la libre circulación del capital, pero tam-bién la extrema derecha de Pat Buchanan, que quiere blo-quear la inmigración.

Aunque desde los días de Seattle haya empezado a cre-cer un movimiento global progresista, no debemos de olvi-dar que al mismo tiempo se está dibujando en el planeta unfrente antiglobal de tipo regresivo en el que se coaligan fuer-zas sociales residuales que están siendo marginadas por laglobalización con otras que sacan su fuerza de la propia glo-balización. Se trata de un frente contradictorio, irreducible auna estrategia común porque está formado por particularis-mos en conflicto, como los integrismos religiosos y los nacio-nalismos étnicos. No se trata de un movimiento coherente nicapaz de establecer una estrategia común, pero no se trata deun fenómeno inocuo. Este frente está originando violencia,cerrazón, militarización y autoritarismo.

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2. «Cultura de la red».

3. American Federation of Labor�–Congress of Industrial Organizations, laprincipal central sindical de los Estados Unidos (www.aflcio.org). [N.del E.]

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La base social planetaria del frente global antiglobal estácompuesta por la parte de la población que carece de los ins-trumentos para ganar en el juego de la competencia.Incapaces de encontrar una alternativa o una vía de salidapolítica, esta parte de la población opone una asunción ínte-gra de pertenencia a la frenética desterritorialización queconlleva la flexibilidad del trabajo, el nomadismo planetario,y la globalización productiva. El integrismo de pertenenciase manifiesta como una patología identitaria, cada vez deforma más agresiva. La identidad se siente amenazada por ladesterritorialización, la contaminación y la marginación, ypor ello se hace más rígida en nombre de una pureza fantas-matica o de la autarquía económica y cultural. Se transformaen patología identitaria.

La identidad puede ser definida como el conjunto dereacciones psíquicas frente al entorno que hacen posible a unorganismo consciente reconocer su continuidad de experien-cia de un momento del tiempo al siguiente. En sí misma, laidentidad no es, desde luego, una patología. Pero cuando ladesterritorialización hace que el organismo consciente dejede reconocer su territorio psíquico y geográfico, ese organis-mo puede mostrar reacciones de reterritorialización deses-perada y agresiva, pudiendo buscar seguridad en la ilusoriapureza de la comunidad de pertenencia. La reacción identi-taria se difunde hoy sobre todo en las zonas sociales margi-nadas por el flujo de la virtualidad y de la riqueza económi-ca generada por la new economy: el sur del planeta y las peri-ferias metropolitanas occidentales. En estos lugares la globa-lización es percibida al mismo tiempo como promesa de con-sumo y de participación feliz y como agresión externa yexpropiación que hace perder seguridad. El retorno a formasde comunidad más o menos integrales no es sólo un peligropolítico, sino, también y sobre todo, una ilusión.

Bruce Chatwin, en un libro de terrible belleza,4 cuenta elregreso de los descendientes de los africanos llevados a Brasilcomo esclavos en el siglo XVIII. Regresan del Brasil civilizado yportugués pensando que encontrarán la tierra de fábula quesus abuelas les han contado en leyendas y canciones. Llegana las costas de África occidental con sus ropas portuguesas y

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4. Bruce Chatwin, El virrey de Ouidah, Barcelona, El Aleph 1997.

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occidentales, con sus pequeñas familias semiurbanizadas,con sus hijos que han ido a escuelas con curas católicos yrezan a un Dios blanco. Las selvas oscuras y los indígenassemidesnudos y amenazantes les producen el mismo miedoque les produciría a un grupo de colegialas escocesas.

Cuando, en los últimos decenios, las comunidades rasta-fari jamaicanas han querido regresar a la madre África, sobrela que fabula la música reggae y han llegado a la Etiopíadevastada por la guerra civil y el hambre, han visto disol-verse sus ilusiones de regreso a los orígenes en las áridasaldeas de Sheshami. Sucede siempre que se busca la autenti-cidad originaria. El origen no existe; es una ilusión nostálgi-ca y peligrosa. Buscando el origen sólo se puede encontrar laviolencia intolerante y la guerra. El origen no existe; la per-tenencia es tan sólo una ficción que adquiere realidad pormedio de la agresión.

A principios de los años noventa se proyectó una pelícu-la francesa de Mathieu Kassowitz titulada El odio.5 La pelícu-la nos cuenta, en un deslumbrante blanco y negro, el cicloinfernal de la exclusión social y económica y de la reivindica-ción agresiva de una alteridad fijada de forma identitaria. Lostres jóvenes personajes, un africano, un árabe y un skin judío,viven en una de las ciudades artificiales de la banlieue parisinaa un tiempo atraídos por la esfera imaginaria de la metrópo-li y rechazados por su realidad social, reaccionan movilizan-do de modo paranoico sus energías en una agresividad con-denada a la derrota. Anfetaminas, insensatez, agresión rabio-sa. Trasladadas a escala planetaria, las dinámicas descritas enla película de Kassowitz dibujan una realidad que tiende confrecuencia creciente a tomar la forma de una Guerra frag-mentaria interminable. Mientras la fuerza de la ideología y lapolítica arrojaba al mundo a una contraposición militar bipo-lar, la guerra tenía la forma de Guerra total asintótica. Elmundo occidental llamado libre se oponía al mundo llamadosocialista en una especie de equilibrio que reconducía las ten-siones locales en un esquema de guerra total. Amenaza per-manente, nunca podía estallar de hecho. Este equilibrio per-mitía y fomentaba el estallido de guerras periféricas, que ser-

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5. La haine (El odio), dirigida por Mathieu Kassowitz en 1994, editada envideo en España por Manga Films.

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vían para redefinir continuamente los confines entre las dossuperpotencias en un marco de aplazamiento asintótico. Perocon la crisis del esquema bipolar del mundo, del modelo fun-dado en la oposición de dos proyectos ideológicos universa-listas, la guerra se propaga fuera de cualquier esquema uni-tario, como proliferación de contraposiciones identitarias,irreducibles a un proyecto finalista y universalista.

La guerra se hace entonces fragmentaria, porque no esreducible a un modelo unitario, e interminable, porque no esreducible a ningún proyecto.

La perspectiva del salario mínimo planetario

El movimiento nacido en Seattle no puede ser identificadocomo movimiento antiglobal, aunque en la representaciónideológica y mediática que se ha dado haya una caracteriza-ción conservadora. Pero cuando hablamos de un movimien-to naciente, hay que distinguir entre las formas de autorre-presentación y las tendencias sociales que contiene y expresa.

Lejos de tratarse de un movimiento contra la globaliza-ción, creo que lo que se está manifestando es el primer inten-to de ir más allá de la interdependencia unilateral del capi-talismo y abrir el camino hacia un proceso de globalizaciónde los derechos y del salario. La cuestión del salario ha que-dado hasta hoy oculta en el debate sobre la globalización.

La globalización capitalista es cualquier cosa menos glo-bal. La red del trabajo mundial, de hecho, es cada vez másintegrada e interdependiente, desde el punto de vista de losresultados productivos. Pero desde el punto de vista de lascondiciones sociales y salariales el ciclo internacional del tra-bajo nunca ha estado tan dualizado como hoy. Las condicio-nes de salario y de trabajo de las que goza la clase virtualestán completamente separadas de las de la enorme masa detrabajadores industriales dirigidos por la red, pero ajenos asus circuitos de decisión.

Hasta ahora nadie ha intentado realizar una investigaciónsistemática sobre las condiciones de trabajo y de salario deltrabajo planetario integrado en la red global. No se trata deuna empresa fácil, pues el mercado de trabajo tiene tal gradode aleatoriedad y flexibilidad que cada día cambian los datos.

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Algunos sitios de la red tienen elementos de investigaciónque dan una cierta idea de las condiciones de trabajo y losniveles salariales.6

Los obreros textiles camboyanos ganan 40 dólares al mescosiendo vestidos para la empresa Gap Inc. Las mujeres asiá-ticas inmigradas a Saipan7 trabajan en un sistema producti-vo servil. Muchas de las 45 mil trabajadoras viven en barra-cones sin servicios higiénicos donde cosen vestidos 12 horasal día, siete días a la semana, para tiendas como WalMart,Sears Roebuck, J.C. Penney, Tommy Hilfiger y The Limited.

En Tehuacan, capital de la producción de pantalonesvaqueros en México, el trabajo infantil está muy extendido.Los salarios son tan bajos que las familias se ven obligadas amandar a sus hijos a trabajar en vez de ir a la escuela.

En China, la mayor parte de los trabajadores industrialesganan menos de un dólar al día. La mayor parte de las fábri-cas de juguetes impide la creación de sindicatos indepen-dientes.

En 1998, el National Labor Committee8 descubrió lassiguientes condiciones de trabajo en 21 fábricas chinas queproducen textiles de gran consumo en los Estados Unidos.Horarios semanales de 60 a 90 horas, semanas de trabajo de6 o 7 días, salarios de 13 a 28 céntimos de dólar a la hora. Losambientes de trabajo son insalubres y los alojamientos de lostrabajadores son dormitorios hacinados. Los empleadosestán sometidos a vigilancia 24 horas al día.

La WalMart �—una conocida cadena de tiendas america-na�— produce una línea de bolsos en la fábrica Liang Shi,donde los obreros trabajan 10 horas al día, seis días a lasemana por 12 céntimos de dólar a la hora. Las chaquetasRalph Lauren, que cuestan 88 dólares en Estados Unidos,están hechas por mujeres jóvenes que trabajan 12 horas dia-

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6. Uno de ellos es www.globalexchange.org/economy/

7. Isla del Pacífico occidental, en el archipiélago de las Marianas, bajosoberanía estadounidense. [N. del E.]

8. El National Labor Committee es una organización no lucrativa inde-pendiente dedicada a la promoción y defensa de los derechos humanosy de los trabajadores en la economía global. Está basada en Nueva York.. [N. del E.]

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rias por 23 céntimos a la hora. Las chaquetas AnnTaylos, quecuestan 200 dólares, están hechas por obreras que trabajan12 horas al día por 14 céntimos a la hora.

En los últimos años se han realizado campañas de pro-testa y presión en Estados Unidos contra empresas �—comoNike y Reebok�— que invierten en países orientales o su-damericanos en condiciones de pura explotación. Estas cam-pañas, consistentes en bloquear tiendas donde se vendenesos productos y en acciones de contrapublicidad en campusy escuelas, han dado algunos resultados. Varias empresashan hecho públicos datos sobre sus inversiones en el exteriory algunas han empezado a mejorar las condiciones en susestablecimientos. Pero es necesario prepararse para abordarla cuestión en términos más radicales.

La perspectiva del salario mínimo planetario está a laorden del día. Es el gran objetivo de civilización que empie-za a dibujarse en el horizonte. El movimiento nacido enSeattle está destinado a crecer en esta dirección, a pesar deque en este momento no estemos en condiciones de señalarlas direcciones precisas de un desarrollo realista de una pers-pectiva como ésta.

Será necesario presionar sobre los gobiernos para queimpongan a las empresas que vendan productos en su terri-torio el respeto de determinadas condiciones, la primera deellas la de un salario mínimo para todo obrero que trabaje enel mercado mundial.

Proponerse un objetivo como el de un salario mínimomundial significa poner en marcha un proceso de redistri-bución efectiva de la riqueza global, una ampliación de laeducación y la sanidad; en suma, un progreso para todos yno sólo para la minoría occidental.

Es evidente que a corto plazo no se trata de un objetivorealista. La política de las organizaciones internacionales deinspiración occidental �—el G8, la OMC, el Banco Mundial, elFMI, la OCSE�— se orienta a maximizar los beneficios de lasempresas occidentales y subordina a ese objetivo cualquierotra cuestión.

Además, los gobiernos de los países pobres son muyconscientes de que su competitividad en el mercado mun-dial depende de que sus salarios sean bajos, y de que no exis-

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ta legislación alguna que defienda a los trabajadores. Loúnico que hace competitivos a los países pobres es la escla-vitud y la posibilidad de cometer cualquier violencia contrala vida humana es el incentivo que anima a las empresasoccidentales a invertir en los países pobres.

La clase obrera de los países pobres tiene una debilidadcontractual y una escasez de experiencia política tan fuerte,y sufre un terror represivo tan difuso que no hay muchasesperanzas de que se desarrolle un movimiento obrero acorto plazo en ese segmento del trabajo mundial, que puedehacer frente a la barbarie esclavista.

Esta es una tarea que corresponde realizar al movimientoglobal que se está desarrollando no sólo en Occidente sinotambién en los sectores escolarizados de la población de lospaíses pobres.

Ha sido el cognitariado global quien ha empezado aponer esta cuestión en el orden del día y es ese mismo cog-nitariado el que debe hacer crecer la reivindicación delsalario mínimo interplanetario. Aunque esa propuestapueda parecer utópica en la actualidad, con la actual rela-ción de fuerzas políticas y sociales, es previsible que amedio plazo crezca la presión a favor de un salario míni-mo planetario.

El movimiento nacido en Seattle es con frecuencia erró-neamente identificado con la consigna Stop Globalization.Será precisamente el movimiento del cognitariado el que seemancipe progresivamente de su ideología antiglobalista,para tomar conciencia de que su objetivo es la globalizaciónde los derechos humanos fundamentales.

Netriot

Desde que la red empezó a difundirse socialmente comoinfraestructura de una comunidad virtual, se planteó unnuevo problema teórico: el sistema virtual ¿debe ser entendi-do como una representación del mundo territorial o como unmundo en sí mismo, que sigue sus propias reglas? Más aún:el sistema virtual ¿debe ser considerado un mapa del territo-rio real y de la economía industrial o es un territorio con exis-tencia propia, un sistema independiente y con capacidad

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autónoma de actuar? ¿Se trata de un mapa que representa elmundo o una cartografía que retroactúa sobre el territorio?

La new economy es la demostración de que lo que sucedeen la esfera virtual pone en movimiento un proceso de pro-ducción absolutamente real. Los acontecimientos produci-dos por el movimiento global desde Seattle muestran quetampoco desde el punto de vista cultural y social lo virtuales una representación, ni un mapa que reproduce las faccio-nes, los límites, las asperezas o las marañas del territorioreal. Es un terreno de prácticas sociales reales, el lugar deuna producción económica específica, un lugar de produc-ción de valor. Por eso, lo que sucede en el plano virtual nodebe entenderse en absoluto como la consecuencia, la super-estructura o la representación de lo que sucede en el mundofísico, en la sociedad territorializada. Por el contrario, losprocesos decisivos de la presente época, los procesos decisi-vos de la producción, el intercambio, la relación social, lacultura y, también, del movimiento social y político se des-arrollan y se desarrollarán cada vez más en un espacio queno es físico sino virtual.

La premisa principal de la net culture es precisamente esa:la acción cultural, social y política que se desarrolla en la redtelemática global no es un proceso superestructural, unasimple comunicación de símbolos que remiten a un territo-rio de referencia que sería el territorio físico, de la economíaindustrial o de las acciones en la calle. Lo fundamental delproceso económico contemporáneo se desarrolla en el planode la producción de signos, de información y de saber, y laclave de un movimiento subversivo contemporáneo consisteen la capacidad de atravesar los circuitos de la comunicaciónglobal con flujos desestructurantes.

No hay, pues, acción política más eficaz que la que reco-rre como contratendencia el circuito entero de la comunica-ción global. En eso consiste, en esencia, el significado y eléxito del movimiento global desde Seattle. Si en Seattle sehubiese producido una simple batalla callejera para alteraruna reunión de funcionarios de la OMC, no habría tenidodemasiada trascendencia. Aunque la OMC no pudo reunirsecomo quería esos días, eso no bloqueó su funcionamiento: losburócratas se pudieron reunir en los días siguientes en diver-sos lugares, y, desde luego, los procesos de sometimiento del

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trabajo planetario al mando capitalista no se agarrotaronporque unos miles de personas levantasen barricadas en lascalles. El efecto Seattle fue, en esencia, algo diferente: la movi-lización del circuito global de la infoproducción. El mediasystem, el circuito de la investigación científica, la cadena demontaje inmaterial de la producción en red, los cien millonesde fragmentos que componen la clase virtual planetaria oye-ron sonar la campanilla, levantaron la cabeza y se pusieron aintercambiar signos en una dirección alternativa a la delsemiocapital globalizado. Como es natural, la batalla en lacalle tuvo una función decisiva, porque ese era el signo quepodía ser vehiculado por la red y servir de elemento derecomposición imaginaria, cultural, política y social. Pero loque el movimiento global supo hacer fue activar y polarizarla red con signos de un fuerte valor simbólico y un fuerte con-tenido alternativo. Los nuevos activistas son conscientes deque la victoria o la derrota de la acción no se mide tanto enlas calles como en los efectos comunicativos que la acciónproduce. Pero, cuando se habla de comunicación, no se tratade lo que muestran los periódicos y las televisiones. No setrata de aquello que lo simbólico muestre de lo real. Se tratadel modo en el que la red de trabajo cognitivo global se pola-riza en torno a un signo capaz de producir una reestructura-ción del campo imaginario en su conjunto.

El problema no es cómo hablen de este movimiento laprensa y la televisión, sino cómo puede el propio movimien-to llegar a construir una esfera pública propia, autoorgani-zada y eficaz, para influir desde dentro en el mundo de lainvestigación, en la conciencia de los científicos, de los técni-cos, de los investigadores, de forma que pueda producirseuna autoconciencia y una autoorganización del ciclo del tra-bajo cognitivo. Por eso, el movimiento iniciado en Seattle noes un movimiento de oposición, ni siquiera la reivindicaciónutópica de una sociedad más moral sino, sobre todo, un pro-ceso de autoorganización y autoconciencia, del trabajo cog-nitivo global. Este movimiento pone en cuestión el procesode globalización, pero no puede evitar acompañar su diná-mica. Correr a lo largo de la dinámica del acontecimiento,por catastrófico que sea, es el único modo de modificar sutrayectoria actuando desde dentro, como elemento dedeconstrucción y reorientación.

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La globalización no es un proceso al que sea posible oponer-se. No es una opción política voluntaria a la que se puedacontraponer la opción contraria. Es el plano desterritoriali-zante en el que nos encontramos sin posibilidad de retorno.

Por ello es necesario inventar y poner a punto métodosde acción social que no tengan nada que ver con los viejosconceptos de poder y oposición, de derrocamiento y desuperación.

El concepto guía de un método de acción social adecua-do al semiocapital es recombinación. La función social capazde actuar de modo recombinatorio es el trabajo cognitivo.Sólo el trabajo cognitivo puede deconstruir y recombinar lamáquina de coordinación productiva del capital globaliza-do. Para hacerlo, los fragmentos humanos de trabajo en redtienen que ser capaces de usar exactamente los mismos ins-trumentos de la producción global, de la innovación tecno-científica, de la concatenación automática. Y, además, tienenque ser capaces de invertir su funcionamiento y su sentido.

Ése es el proceso que debe desarrollarse en el próximodecenio, mientras �—de modo inevitable e imparable�— sedesplieguen sobre las poblaciones los efectos catastróficos delos veinte años de dictadura liberal que tenemos sobre laespalda. Este movimiento podrá hacerlo porque está convo-cando a su alrededor precisamente a los trabajadores cogni-tivos, precisamente aquellos a los que el capital global nece-sita para succionar la sangre y la vida de la humanidad. Esostrabajadores cognitivos �—que son cada vez más�— querechazan ser instrumentos bien �—o mal�— pagados de laabyección, la masacre y la monstruosidad.

Trabajo cognitivo, función transversal

Toda forma de trabajo humano �—hasta la más elemental�—incluye un elemento de trabajo cognitivo. La transforma-ción de la naturaleza por parte del Homo sapiens requiere elejercicio de funciones de naturaleza superior: atención men-tal, orientación finalista, resolución de problemas, elecciónentre alternativas. Pero sólo con la construcción de un siste-ma de conexión telemática entre mentes que trabajan ha

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sido posible la cooperación productiva de formas de activi-dad cuya única naturaleza es la de elaborar signos, inter-cambiarlos, montarlos, desmontarlos, modificarlos, enviar-los, borrarlos, etc. El trabajo intelectual no nació, desdeluego, con el ordenador y la conexión en red. Pero, mientrasque en el pasado desempeñaba funciones externas al proce-so productivo �—organización del consenso, elaboraciónideológica�— y obtenía de la renta los medios para su super-vivencia, hoy, por el contrario, el trabajo intelectual produ-ce valor gracias a su interacción con más trabajo intelectual,y no gracias al mando y la explotación de la fuerza de tra-bajo física y de ejecución.

Hablamos de trabajo cognitivo en red para mostrar la espe-cificidad productiva de los sistemas de conexión electrónicapara el intercambio de unidades informativas recombinantes.

La digitalización ha hecho posible la transformación deltrabajo productivo en un proceso globalizante y cognitivo.La digitalización es el proceso por el que los objetos y los tex-tos son transformados en combinaciones de señales de valorbinario �—1/0, encendido/apagado. Gracias a la digitaliza-ción es posible actuar sobre la realidad física por medio de lasimple manipulación de la información.

La manipulación del mundo �—de los objetos de consu-mo, de las imágenes y los imaginarios�— se produce median-te un proceso de combinación semiótica. El trabajo cognitivoes el actor de ese proceso, que se vuelve continuo gracias a laexistencia de la red global, de sus terminales elaboradores yde sus interfaces tecnoproductivos y tecnolingüísticos.

Definir las características del trabajo cognitivo es unatarea ardua, tal vez imposible. Muchos lo han intentado.Robert Reich ha propuesto, en El trabajo de las naciones,9 elconcepto de symbolic analyst. Pero ninguna definición pareceexhaustiva, tal vez porque el propio objeto «trabajo cogniti-vo» no es más definible que la actividad humana en general.

El trabajo cognitivo abarca, de hecho, todos los aspectosde la actividad �—cognoscitivos, estéticos, comunicativos,afectivos, emocionales, terapéuticos, formativos�— en tanto

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9. Robert Reich, El trabajo de las naciones, Villaviciosa de Odón, JavierVergara 1993.

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que son capaces de producir valor económico. Por eso adop-ta las infinitas formas de la relación entre un ser humano yotro, y entre seres humanos y el mundo que les rodea.Ninguna categoría general permite unificar las infinitasmanifestaciones del trabajo cognitivo. El trabajo industrialestaba unificado por sus procedimientos mecánicos, por sudependencia jerárquica, y por sus condiciones sociales ysalariales. Con el trabajo cognitivo no sucede lo mismo.

En tiempos se utilizaba el concepto de centralidad obrerapara expresar la posición central del proceso de producciónindustrial en el conjunto de la dinámica económica pero,sobre todo, para expresar el papel motor que la clase obrerapodía desempeñar en la transformación social.

En la época industrial clásica era legítimo hablar de cen-tralidad. El centro es una metáfora espacial, adecuada para lasociedad industrial en la que el espacio es el campo limitadoen el que se desarrolla la batalla principal por el dominio yla valorización.

Pero la metáfora del centro pierde sentido, como cual-quier metáfora espacial, porque en el universo de la infopro-ducción el tiempo se vuelve la dimensión decisiva, no elespacio. El ciberespacio es ilimitado, el cibertiempo no.

La metáfora del centro permitía describir la configura-ción del sistema industrial, porque tiene un carácter jerár-quico y su territorio se estructura según modelos de tipocéntrico. La fábrica estaba en el centro de la vida social delos barrios o de la ciudad. Los obreros industriales, graciasa su unidad y homogeneidad cultural, podían impulsar losprocesos de organización social, enviando mensajes a lossucesivos círculos concéntricos que, desde la fábrica, irra-diaban hacia el territorio circundante, hasta alcanzar a otrosestratos sociales. Pero la metáfora del centro no funciona enabsoluto cuando la producción se despliega en forma de redy cuando el proceso de producción tiende a inervarse en laretícula infinita de la actividad mental, hasta el punto desuperponerse, de convertirse en la misma cosa. La metáforadel centro no funciona en la relación entre trabajo y territo-rio. El trabajo cognitivo no se concentra en lugares produc-tivos separados de la sociedad, ni puede actuar comonúcleo de procesos de agregación social, como supo hacer elproletariado industrial.

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La relación entre producción y consumo que tuvo un carác-ter unidireccional en la sociedad industrial, tiene hoy uncarácter interactivo. Los roles de productor y consumidor seconfunden, se invierten sucesivamente. El consumidor de lared es también quien la está produciendo, del mismo modoen que las grandes empresas que producen enormes canti-dades de contenidos son también consumidoras de ciberes-pacio como cualquier otro usuario.

No subjetividad sino recombinación

Desterritorialización y aterritorialidad son característicasfundamentales del semiotrabajo. Sería, por ello, ingenuopensar que el trabajo cognitivo pudiera actuar como sujetocentral de un proceso social de agregación. No se trata deesperar a la formación de una subjetividad central que sus-tituya a la que en el siglo XX la izquierda y el movimientoobrero atribuyeron a la clase obrera. El trabajo cognitivoconectivo no es una subjetividad ni aspira a serlo. Es, másbien, una función transversal, la función que atraviesa y con-tinuamente recombina el entramado social. No se trata ya dehablar del gobierno de la conciencia sobre el proceso. Lanoción de gobierno presupone una superioridad del gober-nante sobre el gobernado, una extrañeza soberana. Pero esacondición de externalidad ya no existe, porque el proceso deproducción social es proceso de elaboración mental y portanto se coloca en el mismo plano que la acción de gobernar.

La conciencia no es ya gobierno sino capacidad transver-sal de recombinar, capacidad de emitir signos que reestruc-turen el campo semiótico, capacidad de difundir virus queproduzcan mutaciones conscientes. No se trata de gobernarsino de recombinar, entre otras cosas porque el trabajo cog-nitivo manipula elementos semióticos previamente existen-tes. Su operatividad no consiste en reinventar o en dar nuevafinalidad a la totalidad, sino en el desplazamiento de uno ovarios elementos, de forma que se recombine el conjunto demodo integrado con la acción de otros agentes de recombi-nación. Esta actividad de combinación productiva estásometida, sin embargo, a vínculos, que dependen en lo fun-damental del poder económico y que se convierten en vín-

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culos culturales, automatismos tecnolingüísticos, límites a lacreatividad y a la relación social.

La prioridad que se concede al beneficio económico y ladependencia de la investigación del sistema financiero sonlos verdaderos vínculos que regulan el flujo del trabajo cog-nitivo. Estos vínculos tienen carácter de automatismos tecno-lógicos, no de reglas jurídicas o de voluntad política. Lavoluntad política es cada vez menos capaz de modificar odirigir los automatismos insertos en los procedimientos. Sólodesde el interior del ciclo del trabajo cognitivo es posibleponer en marcha una deconstrucción de los automatismos.Sólo aquellos que los han construido y los gestionan puedeniniciar una deconstrucción. El trabajo cognitivo no es repre-sentable en las formas de la política. Pensemos en el trabaja-dor industrial. El obrero de la cadena de montaje no hallaninguna vía de expresión, de creatividad, de emoción o deinnovación en el trabajo que desarrolla durante ocho horas aldía en la cadena de montaje. Si quiere organizar su inteligen-cia, su voluntad y su emotividad, tiene que salir del ámbitodel trabajo y organizarse en los circuitos de una comunidadque es, inmediatamente, política. La comunidad obrera esinmediatamente subversiva para el capital y, por ello, losobreros hacen política cuando son comunidad. El partidoobrero fue eso: inteligencia colectiva que se organiza fuera ycontra el proceso productivo para conquistar autonomía.Pero la separación entre trabajo e inteligencia, que define altrabajo obrero, no se da ya en el trabajo cognitivo. El trabajocognitivo es trabajo inteligente en red y produce valor deforma intensiva. Eso no significa que la inteligencia se hayavuelto fuerza de gobierno del proceso social en su conjunto.Al contrario: la fuerza de gobierno es y sigue siendo el capi-tal. Es el capital quien establece los criterios, los fines y lasprioridades de la producción. Es el capital �—no como sujeto,sino como lógica, como huella impresa semiótica y viral�—quien establece los criterios según los cuales la inteligenciadebe manifestarse, encadenarse y producir. Pero inteligenciay trabajo son una misma cosa, y la inteligencia puede reco-nocerse y autoorganizarse en el propio ciclo de trabajo.

En la época industrial, para poner en cuestión la relaciónentre trabajo y capital era necesario salirse de la cadena demontaje y reunirse en la sede del comité obrero. En la red del

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trabajo cognitivo no hay distinción entre lugar de trabajo ylugar de autonomía, de autoorganización.

El trabajo cognitivo no necesita representarse política-mente, porque su acción política y la recombinación �—local,pero interconectada�— de su proceso de trabajo, de su activi-dad de interfaz entre puntos de la red, son una misma cosa.Los trabajadores de la red no necesitan alejarse de su puestode trabajo si quieren llevar a cabo transformaciones, decon-trucciones de los automatismos tecnológicos, reposiciona-miento y reorientación de los interfaces tecnolingüísticos. Elmétodo de acción social en el universo digital consiste en larecombinación de elementos sociogenéticos: la interfaz entretecnología y relación social.

Algunos se lamentan porque la izquierda no ha com-prendido bien el plano en el que se mueve el proceso de red.La verdad es que no se trata de un retraso de comprensión,sino de un signo de la incompatibilidad del proceso de auto-organización del trabajo cognitivo conectivo con las formasde representación política, sean las que sean. La decadenciade la democracia no es consecuencia de las malas artes denadie. Es un signo del hecho de que la decisión entre alter-nativas no es obra ya de los políticos, que tienen un conoci-miento cada vez menos eficaz de los mecanismos y procedi-mientos que ponen en circulación los flujos sociales determi-nantes. No es la política quien gobierna la sociedad, sino losautomatismos que el trabajo cognitivo segrega y gestiona.Cada vez que se presenta una alternativa entre posibilidadesdiferentes, se desarrolla un automatismo técnico para tomarla decisión, entre otras cosas porque la complejidad de lasvariables en juego es tal que impide la elaboración de la deci-sión en un tiempo útil por un cerebro que no sea digital ytecnoconectivo. Las decisiones pasan a ser competencia delos automatismos incorporados en el funcionamiento semió-tico de los dispositivos tecnolingüísticos, tecnofinancieros ytecnosociales. Ninguna representación política �—ningúnjuego de mayorías democráticas�— puede poner en marchaun proceso de deconstrucción de los automatismos insertosen el tecnocosmos.

El trabajo cognitivo en la red puede hacerlo. Pero el tra-bajo cognitivo no necesita de formas políticas para ejercer sudecisión, para determinar transformaciones en el proceso del

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que forma parte. No hay separación alguna entre el espaciode la acción productiva y el de la acción recombinante. Sonacciones diferentes, contradictorias, pero adyacentes. Se des-arrollan en el mismo plano: el plano de la emisión semiótica,de la programación informática y de la comunicación. Porconsiguiente no debemos imaginar que el proceso de recom-binación construya sedes separadas del lugar mismo en elque se desarrolla el proceso de investigación y de produc-ción. El proceso de organización del trabajo cognitivo tienela misma extensión que el trabajo cognitivo mismo, en lamedida en que no es sino su recombinación.

El método recombinante

El término recombinación procede de campos disciplinareslejanos pero decisivos desde el punto de vista tecnológico yepistemológico: de los campos de la biología molecular y labiogenética, y del campo de la informática. Además, alcanzaa los campos de la semiótica y de la psicoterapia.

Para comprender el significado del término recombinaciónes necesario partir de la existencia de un conjunto de ele-mentos que ya están dispuestos formando una cierta serie.En los años cincuenta, los científicos Watson y Crick descu-brieron que la generación de la vida parte de series de infor-mación contenidas en el ácido desoxirribonucleico (ADN).Gracias a su descripción del proceso epigenético se pudohablar, desde finales de los años setenta, de ADN recombi-nante o, más bien, de la posibilidad de recombinar la mate-ria portadora de información de modo que se modificase lapropia información y, por tanto, los procesos biogénicos quepone en movimiento.10

Recombinar significa modificar la relación entre los dife-rentes elementos de modo que se produzca un resultadosemiótico y funcional distinto del que derivaba de la combi-nación precedente. El trabajo cognitivo produce estados men-tales, encadenamientos técnicos e imaginarios. Los efectos deencadenamiento cognitivo que ese trabajo produce en la

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10. Véase, por ejemplo, Francis Wade, Il dna programato, 1977.

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mente social son irreversibles. Cuando la inteligencia conec-tiva adquiere para su patrimonio cierto conocimiento o pro-cedimiento, no es posible borrarlo o hacer que retroceda.Nadie puede pretender que un cuerpo de conocimientoadquirido por la humanidad retroceda. En ese sentido, elcapitalismo es eterno, no biodegradable e irreversible.Constituye un modo de semiotización de la acción humanaque no puede ser borrada de ningún modo. No es posible la«superación», la aufheben, de acuerdo con la visión historicis-ta hegeliana dialéctica de la que derivó la teoría política de larevolución comunista. No es posible borrar de la mente socialun modo de semiotización de lo real que funciona. Se puedencrear otros, se pueden reducir los espacios de acción de unparadigma a favor de otros, pero no es posible pensar que elparadigma pueda ser superado, evacuado, olvidado o abolido.La abolición o aufhebung no es un concepto pensable en eluniverso recombinante.

Es posible recombinar la relación entre la variable semió-tica capitalista y las demás variables semióticas �—técnica,afectiva, estética, etc. Esta tarea puede realizarse si uno seencuentra en el lugar no�–lugar en el que se producen losinterfaces entre un plano de la acción social y otro. En eselugar no�–lugar se halla el trabajo cognitivo. No se puedepensar en someter la técnica a la ética �—nadie puede decirqué la ética sea universal�— ni a la política por democráticaque sea, porque ninguna mayoría puede establecer qué pue-den saber o encadenar individuos o grupos de individuos.Por esto hay que considerar al cognitariado como el agentedel proceso de recombinación capaz de funcionar de modotransversal a todo el campo de lo social.

El cognitariado es el área productiva de los que elaboran,crean y hacen circular los interfaces tecnolingüísticos, tecno-financieros, tecnosociales, tecnomédicos, etc., que inervancada vez más profundamente la sociedad contemporánea.

La sociedad está hecha de cuerpos, de personas que actú-an, comunican, sufren y se rebelan. Pero la red de vínculos,restricciones y automatismos producidos por el desarrollodel capital hace que esos cuerpos sean cada vez más depen-dientes �—lo sepan o no�— del funcionamiento de la red glo-bal. ¿Cómo se hace para actuar en una situación como esa, enla que los automatismos tecnolingüísticos se inervan en

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todos los nexos de la relación social haciendo imposible oinefectiva cualquier desviación del procedimiento? Sólo losque desarrollan el trabajo de construcción de los automatis-mos pueden deconstruirlos y reorientarlos.

Funky business?

Hemos intentado de todo para hacer descarrilar el sistemadel capital, para interrumpir la cadena de su dominio. Todoel siglo XX está recorrido por intentos de los anticapitalistasde todo tipo, y todos han fracasado. La razón de ese fracasoestá en el hecho de que el capital ni es una cosa, ni es una ins-titución ni el resultado de la voluntad de ningún ser malva-do, sino un modelo de semiotización inscrito en las propiasformas cognitivas de los seres humanos en sociedad.

Vemos ahora, al final de la historia, aparecer un nuevotipo de rebelde que se disfraza de capitalista para provocarun descarrilamiento por exceso de velocidad. ¿O, tal vez, unnuevo tipo de capitalista que se disfraza de rebelde para suc-cionar y poner a trabajar todas sus energías, incluidas lasmás subversivas?

Todos nosotros contribuimos a la sociedad que se desarrollabajo nuestros ojos. Es horrenda y fantástica. Es pavorosa ydivertida. Es deprimente y es alegre. Es Funky Village.11

A lo largo del siglo XX, dos fuerzas en conflicto determinaronla dinámica social innovadora que dio lugar al paso de laeconomía industrial a la new economy digital y a la globaliza-ción cultural y económica. Esas dos fuerzas en conflicto y enconvergencia fueron la clase obrera y el capital.

Clase obrera y capital eliminaron juntos las resistencias ala dinámica de la sociedad global: el orden disciplinar, elEstado nacional, el autoritarismo nazi y fascista, el sistemafeudal�–comunista ruso y chino. Después de haber eliminadotodos sus enemigos comunes, el capital acabó por absorber el

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11. Jonas Ridderstrale y Kjell Nordström, Funky Business, Madrid,Pearson Educación, 2000, página 41.

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empuje procedente de los movimientos libertarios y derechazo del trabajo obrero, se libró de la clase obrera redu-ciéndola a trabajo asalariado disgregado sin identidad políti-ca ni cultural, y disolvió la potencia política obrera en la frac-talización del proceso productivo, en la llamada new economy.

Ya no queda otra dinámica que la del capital. Todas lasdemás fuerzas sociales son reaccionarias, conservadoras o sim-plemente estáticas. Toda oposición victimista es retrógrada.

El planeta físico sigue produciendo conflictos sin genera-lidad alguna: conflictos tribales, religiosos, raciales y nacio-nales, carentes de cualquier diseño universal. La únicadimensión universal que queda es la de la autorreproduc-ción del capital, indiferente a la suerte de los seres humanos,de la sociedad humana, del propio ser humano. El futuro nonecesita ya de seres humanos, como dijo Bill Joy, cofundadory director científico de Sun Microsystems:

En un mercado completamente libre, los robots superiores afec-tarían desde luego la existencia de los seres humanos (�…). Lasindustrias robóticas competirían ferozmente entre sí por lamateria, la energía y el espacio, lo que acabaría por elevar suprecio por encima del alcance de los humanos. Incapaces depagarse lo que necesitan para vivir, los seres humanos biológi-cos serían expulsados de la existencia.12

En la actualidad ya sucede que para vencer en la competen-cia económica es necesario ser capaz de reducir al mínimo lohumano que hay en nosotros y potenciar nuestros automa-tismos agresivos, competitivos y despiadados.

¿Es feliz esta perspectiva? ¿Es feliz para los organismosconscientes y sensibles que pertenecen al género humano?La ideología de la new economy responde, eufórica, que sí. Enla voz de los apologistas se nota un exceso de excitación, unaespecie de histeria que hace dudar de sus declaraciones.

Mi impresión es que los apologistas se parecen a los dro-gados con anfetaminas; saben que en cualquier momento laola que les empuja puede derribarlos y arruinarlos, pero

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12. Hans Moravec, Robot: Mere Machine to Trascendent Mind, citado porBill Joy, «Why the future doesn�’t need us», en Wired, abril 2000(www.wired.com/wired/archive/8.04/joy.html).

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saben también que su única esperanza de mantenerse en laola consiste en seguirla, cueste lo que cueste. Aterrorizadosy eufóricos, los apologistas de la new economy saben perfec-tamente que el ídolo ante el que se inclinan está devastandoel medio ambiente planetario y la psique humana. Pero nopueden hacer otra cosa que no sea correr siguiendo la mar-cha del desastre, confiando en que no se los trague como yaha hecho con la enorme mayoría de sus semejantes.

La cultura crítica de tradición novecentista y tardosocia-lista contrapone a esa euforia hipócrita un victimismo quemira hacia el pasado, una defensa de valores y estilos devida que no existen ya ni volverán.

Para las empresas eso implica que pueden ser desechables: unasentamiento temporal para nómadas que, después, se marcha-rán al encuentro de otra gente y de nuevos retos. Pues para esohemos aceptado que casi todo lo que nos rodea sea desechable.Tal vez deberíamos pasar a lo que sir Paul McCartney resumíacomo «vivir y dejar morir».13

Flexibilidad, aleatoriedad y movilidad son rasgos inherentesa un proceso económico fundado sobre elementos composi-tivos recombinables. Trabajo en la red significa actividadproductiva fractal y recombinable. No se trata de una elec-ción malvada de la patronal, sino de una característica esen-cial del modo de producción recombinante. La rigidez socialdel trabajo es un elemento de resistencia desesperada a lainnovación. «Si el conocimiento es la clave, entonces todosestamos en competencia contra todos. El genio ha salido dela lámpara y es imposible volver a meterlo dentro.»14

El genio es la tecnoestructura producida por la inteligen-cia colectiva que ha acabado por constituirse como sistemade mando sobre la propia inteligencia colectiva. Sólo la pro-pia inteligencia colectiva puede deconstruir su obra, peropara hacerlo tiene que poner en marcha una dinámica con-flictual, debe recuperar el sentido de su propia fisicidad,emotividad y humanidad.

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13. Jonas Ridderstrale y Kjell Nordström, Funky Business op. cit., página 67.

14. Jonas Ridderstrale y Kjell Nordström, Funky Business op. cit., página 34.

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¿Cómo puede reconstituirse una dinámica conflictual que nosea mera resistencia de formas particularistas agresivas?¿Qué fuerza social tiene tanta potencia universal como elcapital y puede, por tanto, enfrentarse a su acción determi-nando procesos que no sean pura resistencia local sino rede-finición del campo global?

El motivo que impulsa hoy a fuerzas particularistas aoponerse al capital es tan sólo un motivo retrógrado:defender intereses de casta contra la dinámica económica delcapital, el localismo frente a la movilidad globalizante, elmiedo a la innovación, el sedentarismo y la seguridad en elpuesto de trabajo frente al nomadismo y la flexibilidad delcapital globalizado. Eso puede dar lugar a resistenciaspotentes pero regresivas.

¿Cuál puede ser el motivo que impulse una fuerza socialinnovadora, capaz de correr a lo largo de la dinámica de laglobalización? La defensa de la identidad sólo puede serregresiva. La resistencia sólo puede llevar a la derrota.

El mundo en el que hemos entrado no es reversible deningún modo. De nada sirve volver a plantear en estemundo las posiciones, los objetivos y los métodos que perte-necen a un mundo pasado. El comunismo político, régimentiránico e ineficiente, ha acabado en la ignominia. Pero elcomunismo social de los obreros se ha disuelto con la formaindustrial del capitalismo, para transmigrar hacia las formasde autoorganización del trabajo mental que depende de loscircuitos reticulares de la new economy.

El cerebro humano no está controlado por los accionistas, ni porlos fondos de inversión ni de nadie: George Soros puede deses-tabilizar las monedas y los mercados, pero no posee el controlde vuestros cerebros. Los gobiernos pueden emitir tanta propa-ganda como quieran, pero vuestro cerebro es vuestro. Está con-trolado, para bien y para mal, por el individuo.15

Este tipo de exaltaciones eufóricas de la libertad individualson cada vez más frecuentes en la publicística de la new eco-nomy. Contienen un núcleo de verdad, mezclado con unabuena dosis de hipocresía. Aunque sea cierto que mi cerebro

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15. Jonas Ridderstrale y Kjell Nordström, Funky Business op. cit., página 18.

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es de mi propiedad, el funcionamiento social de la mente nodepende de su propietario sino del contexto en el que seforma la mente, de los flujos mediáticos, de los impulsos esté-ticos, de las exigencias que la infosfera impone de muchasmaneras. Es falsa la idea de que la mente es individual.Cuanto más tupida sea la red de interacciones comunicativasy tecnológicas entre las diversas mentes y las diversas máqui-nas de elaboración mental, más tiende la mente individual aser simple articulación de la mente global. Por ello el discursode los autores de Funky Business es mera retórica publicitaria.

Por otro lado, lo que escriben Ridderstrale y Nordstromtiene su punto de verdad paradójica. Es cierto que no quedaotra opción que partir de la actividad del cerebro, de lamente, si queremos reconstruir una perspectiva de vidahumana y de libertad que no sea puramente mercantil. «Si elconocimiento es poder, entonces el poder se encuentrapotencialmente en todas partes» escriben Ridderstrale yNordstrom. Esta frase quiere decir dos cosas opuestas. Elpoder reside en todas partes en el sentido de que el códigosemiótico del capital ha invadido todo espacio mental, yobliga a la mente a trabajar de modo unidireccional. Pero estambién cierto que cada uno de nosotros tiene el poder deexperimentar una vía independiente.

La realidad económica de nuestra época implica que todaempresa puede competir con otra. Todos competimos en elámbito internacional. Las personas compiten en el ámbito inter-nacional. Las empresas compiten en el ámbito internacional Nohay hacia dónde correr y en dónde esconderse. Ni para usted.Ni para la FIAT. Ni para U2. Ni para Ricky Lake. Ni para Robertde Niro. Ni para Meg Ryan. Ni para Augusto Pinochet.16

Un mundo ansiógeno y generador de enfermedad mental.Eso es lo que describen Ridderstrale y Nordstrom. Pero¿podemos acaso negar que las cosas estén así?

Las cosas están así. Pero cuáles sean el resultado y laperspectiva no está claro. Podría producirse una mutacióndel ser humano que suprimiese toda emotividad pro-piamente humana y nos pusiera en condiciones de actuar

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16. Jonas Ridderstrale y Kjell Nordström, Funky Business op. cit., página 34.

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como auténticos agentes económicos, o como autómatascapaces de eliminar sin titubear a los débiles. Pero tambiénes posible que esa mutación no se produzca y, entonces, laacumulación de sufrimiento, estrés, violencia sufrida y vio-lencia ejercida se volvería tan insoportable que produciríauna especie de hundimiento emocional generalizado.

¿Nada que ver con la crisis de época que tenemos enci-ma? ¿Nada que ver con los hundimientos financieros o lainflación, o con las devastadoras crisis de sobreproduccióndel pasado?

Sí y no. La economía parece haber creado los automatis-mos de autocorrección necesarios para impedir el descarrila-miento. Pero la depresión psíquica puede transformarse encrisis económica, dada la relación cada vez más estrechaentre producción, consumo y mente social.

La producción de informercancía requiere una mentesocial dispuesta a consumir continuamente en cantidades cre-cientes. El tiempo mental socialmente disponible no es ilimi-tado, como lo es la posibilidad de expansión productiva. ¿Y sila infelicidad que se acumula en los rincones ocultos del cibe-respacio y en los pliegues inconfesables del eficiente funkyvillage acabase por bloquear la máquina social, como la arenapuede bloquear los engranajes del más potente ingenio?

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Conclusiones fuera del tema

NO EXISTE ALTERNATIVA EN EL HORIZONTE de la historia. Lasexperiencias del siglo XX nos han enseñado que el capital noes una etapa histórica superable, sino un modo de semiotiza-ción inscrito definitivamente en el bagaje cognitivo de lahumanidad. La propia noción de humano, históricamentedeterminada y culturalmente indisociable del contexto delhumanismo moderno, debería ser redefinida radicalmente,puesto que los automatismos técnicos, lingüísticos y decomportamiento inscritos en el circuito social digitalizadotransforman los organismos conscientes de tal modo que des-aparecen muchas de la características que definen lo humano.

¿Es necesario entonces oponerse y resistir? La resistenciano sirve para nada, nunca ha servido para nada. Resistir sig-nifica tan sólo conservar algo que ya se ha disuelto íntima-mente, valores ya no creíbles, o formas de vida residuales. Siqueremos encontrar una perspectiva ética para el tiempoque viene y, sobre todo, si no queremos perder el contactocon la vida, la belleza, el placer y el conocimiento, es necesa-rio abandonar el plano histórico. El camino no es histórico,sino singular. La singularidad sabe, sin embargo, hacersecontagiosa cuando halla el camino de la felicidad.

Tratemos de imaginar otro cuadro conceptual diferente delde la acción histórica. Tomemos como referencia del discursodos conceptos que vienen de una tradición de pensamientodistante del historicismo, como es la tradición budista.

Interroguemos a la situación presente en términos degran compasión y comprensión del vacío. El concepto de grancompasión, en la tradición mahaiana es un concepto muy

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cercano al del amor universal del pensamiento cristiano.Pero mientras el amor cristiano se funda sobre el común ori-gen divino de los seres humanos, en el pensamiento budistala pertenencia a un mismo género tiene una tonalidad másconcreta, una tonalidad que podemos denominar sensual.Nuestro cuerpo no es más que un terminal del continuoviviente de la humanidad, así que no podemos dejar desufrir por el sufrimiento del otro, a menos que matemos ennosotros mismos cualquier sensibilidad. La gran compasiónno es un deber ético como creen las religiones sacrificiales.La compasión es el compartir perceptivo del sufrimiento delos demás porque los demás son continuación de nuestrocuerpo y de nuestro inconsciente. La compasión es el modode ser natural del organismo sensible, porque la sensibilidadsignifica precisamente continuidad sensual entre los diez milseres. La ausencia de compasión tan evidente en la ciudad dela modernidad tardía no es una culpa moral, es una enfer-medad psíquica. No somos ya capaces de reconocer el cuer-po del otro como coextensivo al nuestro, porque ya no sabe-mos sentir nuestro cuerpo.

La mediatización del sufrimiento, la proliferación de vio-lencia y de muerte que golpea la percepción cotidiana estáproduciendo un efecto de pánico y, al mismo tiempo, de habi-tuación de la percepción colectiva. La violencia, el dolor y lamuerte han sido siempre una realidad de la existencia huma-na, en toda sociedad y en toda época. Pero sólo alcanzaban ala conciencia humana en los casos excepcionales en los quegolpeaban a una persona o su entorno de vida cotidiana, y lle-vaban toda el dramatismo de la experiencia vivida en la pro-pia piel o en la de los seres queridos. La mediatización generauna sobrecarga de la experiencia extrema, le quita dramatis-mo y la banaliza, y banaliza así el propio cuerpo del otro.

La mente contemporánea, expuesta a las temperaturassemióticas de la infosfera electrónica, parece entrar en un uni-verso fantasmagórico que en la lengua del hinduismo sapien-cial podemos llamar maya. Se trata de un maya tecnológico, deuna especie de tecnomaya hecho de ilusiones absolutamentereales: reales en el imaginario de la economía, en el incons-ciente, pero también en la guerra entre los pueblos.

En el pensamiento hinduista, que filtra refinándose elpensamiento mahaiano, el mayor logro es liberarse del maya,

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pasar a la comprensión de la vacuidad, que hace posible lamoksha o liberación del carácter cíclico de la existencia �—sam-sara. En el torbellino del tecnomaya se abre la perspectiva dela comprensión del vacío. La comprensión del vacío, la plenacomprensión de la condición de la Vacuidad, es el nivel máselevado del conocimiento budista �—Bardo Thodol. Una con-dición mental de ligereza y disponibilidad, la ausencia demiedo y agresividad. Propongo que veamos estos dosmodos de la mente, gran compasión y comprensión del vacíocomo horizontes de la época global.

La gran compasión es muy dolorosa si no se acompaña dela comprensión del vacío. Y la comprensión del vacío es purocinismo si no se acompaña de la gran compasión.

Iniciado en Vancouver en marzo de 2000acabado en Bolonia en octubre de 2000

Conclusiones 187

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