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Extinciones cuaternarias o la incomodidad que supone para la Arqueología prehistórica el inoportuno meteorito que acabó con la vida de los dinosaurios Jordi Estévez Escalera (1) (1) Dr. Vinculado al CSIC, Grup de recerca d'Arqueologia Social Americana, Unidad Asociada al CSIC. Departament de Prehistòria. Universitat Autònoma de Barcelona [email protected] A Ab bs st tr ra ac ct t ( (Q Qu ua at te er rn na ar ry y e ex xt ti in nc ct ti io on ns s: : p pr re eh hi is st to or ri ia an ns s u un ne ea as sy y a ab bo ou ut t t th he e m me et te eo or ri it te e t th ha at t k ki il ll le ed d o of ff f t th he e d di in no os sa au ur rs s) ) . . The paper begins with an historical review that explains scientists' dislike for catastrophes, the importance of including sudden changes in scientific expla- nations, and the author's belief that there are historical-political and also methodological-epistemological reasons. Current expla- nations for extinctions are discussed and a new way to deal with complexity using a hierarchical articulation of triggering, domi- nating and determining causes is proposed. A new hypothesis is advanced, taking into account several initial indicators and sugges- ting the decisive influence of the development of resource exploitation strategies over possibly dominant abiotic and biotic factors, as well as certain triggering effects driven by sudden changes. Finally, the paper highlights the tasks pending for the resolution of questions concerning the extinction of several animal species between the Middle Pleistocene and the present. P Pa al la ab br ra as s c cl la av ve e: : Extinciones, Cambios súbitos, Elefantes, Meteoritos K Ke ey y w wo or rd ds s: : Extinctions, sudden changes, elephants, meteorites. 2 15

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Extinciones cuaternarias o la incomodidad que suponepara la Arqueología prehistórica el inoportuno meteoritoque acabó con la vida de los dinosaurios

Jordi Estévez Escalera (1)

(1) Dr. Vinculado al CSIC, Grup de recerca d'Arqueologia Social Americana, UnidadAsociada al CSIC. Departament de Prehistòria. Universitat Autònoma de Barcelona

[email protected]

AAbbssttrraacctt ((QQuuaatteerrnnaarryy eexxttiinnccttiioonnss:: pprreehhiissttoorriiaannss uunneeaassyy aabboouutt tthhee mmeetteeoorriittee tthhaatt kkiilllleedd ooffff tthhee ddiinnoossaauurrss)) .. The paper begins with anhistorical review that explains scientists' dislike for catastrophes, the importance of including sudden changes in scientific expla-nations, and the author's belief that there are historical-political and also methodological-epistemological reasons. Current expla-nations for extinctions are discussed and a new way to deal with complexity using a hierarchical articulation of triggering, domi-nating and determining causes is proposed. A new hypothesis is advanced, taking into account several initial indicators and sugges-ting the decisive influence of the development of resource exploitation strategies over possibly dominant abiotic and biotic factors,as well as certain triggering effects driven by sudden changes. Finally, the paper highlights the tasks pending for the resolution ofquestions concerning the extinction of several animal species between the Middle Pleistocene and the present.

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z Introducción

¡Extinciones! Esta palabra nos trae enseguida la ima-gen popularizada de una bola de fuego cayendo sobreun paisaje cretácico pletórico de dinosaurios que sonbarridos por la onda expansiva de una especie de hon-go atómico. A la mayoría de las personas que trabaja-mos sobre el Pleistoceno o el Holoceno no nos incomo-da demasiado esa representación si se trata de dinosau-rios, pero no estamos en cambio tan fácilmente dispues-tos admitir la importancia de los cambios súbitos si se tra-ta del Cuaternario o de la evolución de la especie huma-na. Hoy estamos más inclinados a contemplar la histo-ria de la Tierra, de las especies y de la propia especiehumana como un proceso continuo. Parece que admitirla trascendencia de los cambios súbitos o de gran esca-la, como por ejemplo los astronómicos, en la historiade la Tierra, tiene algo de acientífico o místico. Sin embar-go no reconocer que la Tierra es una bolita ínfima quese mueve a más de 100.000 Km. por hora junto a otras mu-chas partículas cósmicas sí sería un ejercicio metafísico(en el sentido más estricto de la palabra). Aunque esmuy poco probable que se produzcan grandes colisio-nes contra una partícula tan pequeña como nuestro pla-neta, también es verdad que basta una brizna de ape-nas 10km de diámetro para causar un cráter colosal co-mo el de Chicxulub en México.

En esta cuestión de la renuencia a considerar cientí-ficamente los cambios súbitos convergen a mi modo dever dos factores. El primero es de orden histórico, dehistoria de la Ciencia: se trata de renovar ciertos postu-lados teóricos básicos. El segundo es epistemológico y me-todológico, se trata de la necesidad de replantear la me-todología y ciertos procesos analíticos para poder contras-tar eficazmente los corolarios que se desprenden de unenfoque no mecánico sino dialéctico.

Estamos enfrentados a un cambio súbito en las con-diciones de nuestro planeta y frente a la cuestión de si lascausas son abióticas, bióticas o antrópicas recurrimos abuscar una respuesta en el pasado. La paradoja es quepara investigar el pasado hemos tenido que recurrir al pre-

sente. Así pues esta tarea de revisión y re-enfoque es ur-gente en el momento histórico actual, pues la ofensiva delas posturas sociales neoconservadoras viene acompa-ñada de un revisionismo anticientífico que aprovechacualquier grieta en la explicación racional para reintro-ducir elementos mitológicos y metafísicos amparándo-se en el relativismo o en el escepticismo de cierta postmo-dernidad. Así en el caos de la sopa de aminoácidos pri-migenia nos cuelan el diseño inteligente.

z ¿Son incompatibles los cambiossúbitos con la explicación científicadarwinista?

La ciencia en Biología, Paleontología y en Prehistoriaen sus orígenes enfatizó el carácter procesal y paulatinode los acontecimientos históricos como vía para descu-brir las concatenaciones causales. El incremento geo-métrico maltusiano con su inacabable tendencia al infi-nito crecimiento de la población es un buen ejemplo deeste tipo de aproximaciones que pretendieron dar ex-plicaciones nomotéticas que pudieran utilizarse comopredicciones. El actualismo y el realismo que constitu-yeron las piedras angulares de la explicación en todaslas ciencias con un objeto de estudio de carácter históri-co, necesitaban del gradualismo como corolario para laverosimilitud de sus teorías realistas. La teoría de la Evo-lución por Selección Natural de C. Darwin, por ejem-plo, precisaba de unos tiempos evolutivos largos.

No es pues sorprendente que frente a las ideas ma-terialistas transformistas los partidarios de la explicaciónmitológica en la sociedad occidental reaccionaran reto-mando la Teoría Catastrofista como alternativa más con-veniente y ajustable a la explicación bíblica, en la cual serecogen relatos de catástrofes exterminadoras de origendivino. Para ello se apoyaron en el reputado naturalistaCuvier. El barón, un monárquico convencido, apartede su racismo declarado no era una persona precisamen-te progresista en su época. Había escrito su “Discours surles révolutions de la surface du globe” en 1825 y para

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la reacción resultó un buen adalid del fijismo en la cé-lebre discusión (en 1830, el mismo año de la revolu-ción burguesa de Paris y del inicio de la publicación delos Principios de Geología de Lyell) contra las posicio-nes científicas transformistas defendidas por Saint Hilai-re, el que fuera su mentor. A pesar de la intención cien-tífica de su Discurso, su creencia en la existencia de prin-cipios y leyes es perfectamente compatible con unapostura metafísica aristotélica. Su fijismo, además de ensus creencias religiosas, se basa en la preeminencia quele otorga a la forma. Por coherencia sólo admite unavariabilidad anatómica restringida y niega el gradualis-mo y el uniformitarismo. Como no existiría en la ac-tualidad ningún fenómeno o catástrofe que produzca unefecto (de magnitud) semejante al que habrían produ-cido los depósitos fosilíferos, éstos estarían causados porcataclismos súbitos. Los cambios paulatinos como porejemplo los del clima, si los hubo, no tienen importan-cia porque ninguna causa lenta podría provocar nuncaunos efectos súbitos. Los cambios que se habrían pro-ducido habrían consistido básicamente en la desapari-ción de especies. Los cataclismos que provocaron, se-gún él, las revoluciones habrían dado paso a las edadesque se caracterizarían por el predominio de asociacionesde fósiles de criaturas extinguidas, distintas y nuncaantecesoras de las actuales. Aunque procuraba evitar lareferencia bíblica directa se refería a los humanos co-mo la última y más perfecta obra del Creador, para afir-mar que no existen fósiles suyos entre los restos de loscataclismos precedentes. Sus restos sólo se encontraríandespués de la última catástrofe o revolución. Los hu-manos perteneceríamos pues a la cuarta sucesión jun-to con los animales domésticos. Finalmente como seresistía a admitir “Creaciones” sucesivas tuvo que de-jar entre interrogantes dónde se habrían refugiado ycómo se habrían salvado “el Hombre” y “sus animales”durante las Eras en las que los diferentes cataclismos fue-ron sepultando a los animales extintos (Cuvier, 2002).

Sin duda en la Historia del desarrollo de la Arqueolo-gía prehistórica en el siglo XIX la “autoridad” del barónde Cuvier fue la mas recurrida por los “padres” y nobles

próceres de nuestra Prehistoria española (Estévez y Vila1999). La Historia cultural que se impuso aquí frente alEvolucionismo cultural tuvo la virtud de hacer parecercompatible el gradualismo científico con un carácter mar-cadamente catastrofista de su perspectiva: aunque tal vezgradualmente, las culturas sucesivas habrían nacido, sehabrían desarrollado y muerto (lo cual no es sino otra ma-nera de catastrofismo “convenientemente” ralentizado)o habrían sido barridas por culturas invasoras más jóve-nes y potentes.

Como defensa frente a la posición mitológica, iden-tificada con el catastrofismo, es comprensible que, enla búsqueda de leyes de causa-efecto, que permitan rea-lizar previsiones razonables y aceptablemente acertadas,se rechazaran fenómenos súbitos desmesurados… ¿Có-mo se podían construir narrativas históricas racionales siuna catástrofe imprevisible de golpe extingue y borra lacohorte de especies que están evolucionando penosa ylentamente? Paradójicamente, un fijista discípulo deCuvier, Jean-Louis-Rodolphe Agassiz (que había acepta-do la prueba básica del Catastrofismo: el congelamien-to súbito de los grandes mamíferos que se estaban encon-trado en Siberia (particularmente el del mamut de Adamsdescubierto en 1799), propuso el marco perfecto paraexplicar los cambios biológicos y culturales desde unaperspectiva gradualista y adaptativa al proponer en 1837la existencia de glaciaciones (Agassiz, 1837).

El gradualismo ganó por fin la partida cuando se pudoatribuir una larga duración para los periodos glaciares,aunque la causalidad astronómica y de baja frecuenciapropuesta primero por James Croll no se aceptara y lascronologías de Milankovitch (1920 y 1941), Wladimir Köp-pen y Alfred Wegener (Die Klimate der Geologischen Vor-zeit, 1924), no fueran demostrables plenamente hasta quese dispuso de los estudios de columnas de fondos marinosde Emiliani (1951) y las dataciones en los años sesenta delsiglo XX (Broecker, 1966; Shakleton 1967; Hays, Imbriey Shakleton 1976).

La aproximación sistémica ha considerado los fenóme-nos externos como indeseables perturbaciones que debenser dejadas de lado pues pueden romper la dinámica

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del equilibrio normal de los sistemas y su funcionamien-to mecánico. Y es cierto que para avanzar la Ciencia (laNueva Arqueología también) debió insistir en las correla-ciones y en las recurrencias significativas cuyo nivel deprobabilidad al menos fuera “aceptable”.

Esta imagen de procesos lineales puede considerarsecierta a un determinado nivel, pero también es una sim-plificación que obvia el hecho de que estos procesosaparecen como fenómenos discretos. En todos ellos,desde el clima, las sedimentaciones hasta las especies ani-males o las actividades humanas pueden delimitarsediscontinuidades y cambios cualitativos.

Una de las causas de esa apariencia de los fenómenosradica en el hecho de que la mayor parte de nuestros da-tos proceden de un muestreo. Aunque la evolución de unaespecie es efectivamente una historia de reproducción con-tinua (una transición gradual sin interrupciones entre pro-genitores y descendencia), la acumulación de pequeñoscambios cuantitativos se transforma en un salto cualita-tivo y sabemos, por ejemplo, que es muy poco probableque mamut se pudiera haber reproducido con masto-donte del que descendía por línea directa. Pero no dispo-nemos de la documentación de esa secuencia continuasino sólo de una serie de muestras puntuales que ofre-cen una imagen de discontinuidades, y además es difícilmodelizar ese proceso dialéctico de salto de cambios cuan-titativos a cambio cualitativo. Igualmente es difícil pasarde la evidencia física de una serie de fósiles a la secuen-cia de reproducción genética que los ha producido. Es lomismo que nos pasa en Arqueología cuando queremos darel salto de lo que venimos denominando registro estáti-co al pasado dinámico (Gándara 1982 y Bate 1993).

Pero lo realmente interesante de esta historia es queinmediatamente después de conseguir las datacionesde las series paleoclimáticas se evidenció que las transi-ciones, especialmente entre una fase fría a una cálida, sonbruscas y no lentas como se había supuesto (Broecker yVan Donk, 1970). Finalmente en 1975 los datos fueron so-metidos a un filtro de Fourier demostrándose que losciclos de las series de isótopos del oxígeno contenían ci-clos marcados con periodos de aproximadamente

100.000, 41.000 y 23.000 años (tal como por otra parte pre-veía la hipótesis de Milankovitch). Así pues se demostróque una trayectoria aparentemente caótica en realidadpuede estar ocultando la combinación de ciclos de dife-rente longitud y amplitud de onda. En definitiva que lacombinación de ciclos lentos regulares se puede tradu-cir en cambios bruscos.

Los eventos históricos no son una serie de sucesosinconexos yuxtapuestos sino un encadenamiento de acon-tecimientos en los que los previos condicionan los siguien-tes y en los que pueden intervenir decisivamente pe-queños factores independientes de las otras variables.

La concatenación de causas y efectos que explica la evo-lución-extinción de las especies se torna mucho mas com-pleja: el cambio a nivel molecular (la mutación, la va-riabilidad del ADN) puede tener su causa en fenómenosde escala astronómica (por ejemplo, la explosión de unaremota supernova, que se traduce en un bombardeo departículas subatómicas). El cambio en las condiciones delbiotopo responsable de la selección natural puede ser laconsecuencia de la combinación de ciclos de la órbitaterrestre, que a su vez desencadenan vertidos masivos deaguas continentales frías o de armadas de icebergs al mar.Estos pueden modificar la circulación de las corrientesmarinas, que a su vez pueden derivar icebergs que a suvez modifican las corrientes marinas…que afectan alclima global.

Las relaciones causales entre todos estos eslabonesde concatenaciones pueden ser tan remotas que las per-cibimos como elementos independientes y a lo más quepodemos aspirar es a establecer un régimen estocástico.

Así pues hace falta un sistema de acercamiento a la rea-lidad más complejo que el de un modelo sistémico enel que cada elemento cumple una función y se relacio-na mecánicamente con otros. La modelización más ade-cuada para los fenómenos históricos no se encuentraen las correlaciones y en las ecuaciones lineales, sinoen las diferenciales. Es bien conocido que en este tipode ecuaciones existen umbrales en los que un incre-mento insignificante en una variable produce un saltoo cambio súbito de dirección.

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En lo que se refiere a la Evolución de las especies, yapara Darwin (1859, On the Origin of Species by Meansof Natural Selection, or the Preservation of FavouredRaces in the Struggle for Life) el escenario de la selec-ción natural no era estático, sino el balance dinámico en-tre la tendencia expansiva de una población frente a loslímites ecológicos. La tergiversación de los argumentosdarwinistas por la insistencia en el elemento adaptati-vo, de reminiscencias lamarkianas, hizo irreconciliablela Ley de la Evolución con los eventos súbitos, como sepuede observar por ejemplo en los términos que he resal-tado en un texto como el que sigue: “Increasing clima-tic oscillations during the past 3 Myr have driven manyrange changes in all parts of the world. It was necessaryto move, adapt or go extinct, and present lineages had theability and luck to survive such shifts.” (Hewitt, 2000)

El problema del impacto de los cambios súbitos (yde las catástrofes que pueden provocar en la historia delas especies) es perfectamente asumible por la formula-ción darwinista de la Ley de la Evolución si tenemos encuenta ciertos puntos. En primer lugar, si enfatizamosel factor de “Selección de los caracteres más adecuadoso beneficiosos”, se trata entonces de una cuestión de es-calas (1). Existen distintas escalas de cambio, tanto en ladimensión temporal como de las propias condiciones bió-ticas y abióticas del medio, a las que se ve sometida lavariabilidad (la tolerancia) de las especies. En segundo lu-gar se trata de aceptar la moderna expresión de la Leyde la Evolución tal como la plantea S.J. Gould (2004). Seadmiten distintos ritmos y la existencia de momentosde equilibrio frente a otros de cambio acelerado. Tambiénpodemos considerar que evolución y extinción son dos ca-ras de la misma moneda: una unidad de contrarios, pues-to que no puede existir evolución sin extinción (sustitu-ción) de la especie antecesora. O incluso que la extin-ción es una selección a una escala mayor (la de toda una

especie o familia), lo que favorece a otros organismos queocuparán su lugar en el planeta.

Aun más, si optamos por un enfoque auténticamentedialéctico, deberemos admitir que una situación puede darpaso a su contraria. Podemos considerar que la SelecciónNatural ha dado como resultado la implantación (ha ido se-leccionando) de su contraria: en humanos podemos hablarde conductas antiselectivas, que actúan a favor (seleccio-nan positivamente) la parte de la población o el compor-tamiento menos adaptativo, menos favorecido por el me-dio o menos selectivo (Tort, 1992). En definitiva que fren-te a una Selección Natural “pasiva” la especie humana esla que más ha desarrollado un carácter adaptativo “activo”,una conducta regida por la transmisión no genética (cf. Aya-la, 1998). Las estrategias de producción y reproducción hu-manas (técnicas e instrumentos) han seleccionado una for-ma física que no es precisamente la más robusta y resisten-te de la filogenia homínida y obviamente la menos adapta-da para vivir “a pelo” en las condiciones ambientales en lasque nos movemos.

Al final nos encontramos frente al segundo de los pro-blemas, el metodológico, que he mencionado al princi-pio: está muy claro que una aproximación mecánicaunilineal es insuficiente. Frente a la complejidad existe latentación de soslayar la explicación arguyendo que to-do influye en todo. Esta posición da lugar a un escepti-cismo que favorece las posiciones anti-científicas. Para su-perar la postura escéptica derivada de la percepción de lacomplejidad del problema, de la falta de correlacioneslineales y de nuestra impotencia para la modelizaciónes interesante, pero no es suficiente, realizar relatos li-terarios en los que se hilvanan una serie de teorías (cf.Schuster y Schüle, 2004): es necesario un acercamientoepistemológico nuevo.

Es posible intentar desglosar las relaciones entre los fac-tores que intervienen en un fenómeno como el de las ex-tinciones estableciendo distintos niveles de relación yuna jerarquización de causalidad. Yo he propuesto (Esté-vez, 2006) una estrategia general propia del análisis delos fenómenos complejos y así distinguir entre las causasdominantes, las determinantes y las detonantes. A su vez

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(1) Por otro lado y volviendo al principio del texto, la probabilidad deque un gran meteorito impacte en la Tierra varía desde casi 0% (mien-tras estoy escribiendo estas líneas) a casi el 100% (antes de que la Tierrasea engullida por el Sol). Se trata pues también de un problema deescala temporal.

hace falta ir construyendo un índice o protocolo de un pro-grama para la verificación de los corolarios implicados quesupere la inoperatividad y la perplejidad de la masiva reco-gida y acumulación mecánica de datos inconexos.

z La búsqueda de explicaciones y causas para las extinciones

Cuando se analizan los estudios dedicados al temade las extinciones se puede percibir una dicotomía: porun lado hay trabajos teóricos que proponen acercamien-tos y modelos dentro de la teoría del caos o desde los frac-tales sin una base de datos concretos sólida. Por otraparte están los estudios empíricos que de una formasimplista intentan fijar “EL momento” y encontrar “LAcausa”. Entre estos últimos la tendencia mayoritaria tien-de a particularizar los distintos fenómenos de extin-ción, aunque finalmente no se propongan explicacio-nes causales esencialmente diferentes a las de otros fenó-menos semejantes.

Una diferencia en las explicaciones tiene un compo-nente paradójico: para las extinciones más lejanas en eltiempo, aunque no sin discusiones (ver el debate en Inter-net entre Gerta Keller de la Universidad de Princeton, ypor otro lado por Thierry Adatte de la Universidad de Neu-châtel, Suiza), se han admitido causas cataclísmicas, (aun-que precisamente esa lejanía en el tiempo hace más di-fícil afinar la coincidencia cronológica de las extincio-nes con eventos súbitos). En cambio raramente se admi-te ni siquiera plantear causas catastróficas para eventosde extinción más recientes para los que sí sería más fá-cil buscar las coincidencias cronológicas. Así pues hay unadiferencia fundamental entre las extinciones del Cua-ternario (especialmente la masiva desaparición sin des-cendencia de especies al final) y las extinciones anterio-res. La diferencia es nuestra capacidad de percepcióndiferencial de la escala temporal, la baja probabilidadde que acontecimientos de muy baja frecuencia se hayandado precisamente en los escasos dos millones de años in-volucrados en las extinciones cuaternarias pero a cambio

existe una mayor posibilidad de detectarlos (si se buscan)y de sincronizarlos.

Desde Lyell una de las causas mecánicas simples pre-feridas para explicar las extinciones (globales y regio-nales) han sido los cambos climáticos. Se suponía que és-tos habían sido lentos y por tanto había sido lenta tam-bién la variación (extinción) de los animales no adapta-dos. Así se satisfacían los requerimientos gradualistas ypor tanto eran causas preferibles a los cambios súbitosde menor frecuencia o regularidad. Se entendía que lasespecies se hubieran ido extinguiendo lentamente enconsonancia con el gradual cambio climático y se recu-rrió al cambio climático para explicar tanto las extin-ciones en el tránsito K-T, como las del Pleistoceno inicial,medio y final, en todo el continente americano o en la is-la de Sicilia.

Esta asunción podría ser aceptable en una escala tem-poral larga: es evidente que la temperatura media gene-ral del Cretácico que permitía medrar a los dinosauriosera más alta que la de Cuaternario en la que aquellospodrían haber tenido problemas para sobrevivir. Pero pri-mar una “gradual degradación climática” como explica-ción primera tiene algo de tautológico (¿porque no seadaptaron a un cambio gradual? Aunque en realidad sí lohicieron a una escala global (¡en forma deTheropoda!). Así,a pesar de aceptar la importancia de los eventos súbi-tos, como el meteorito o las erupciones de Deccan se in-siste en atribuir esos cambios a cambios paulatinos (de-rivas continentales o climáticas) aunque sea constatandoun hiato en el registro de entre cinco y diez millones deaños (p.e. Pascual y Gelfo, 2004).

Respecto al Cuaternario, los avances de la Paleoeco-logía han dado un vuelco a la causación climática. Aho-ra se ha demostrado que los cambios climáticos puedenproducirse como eventos súbitos, que se puede pasarde un extremo a otro de la variabilidad en setenta añosy que enfriamientos como el Dryas reciente pueden serdesencadenados por vertidos masivos súbitos del agua dellago Agassiz al Atlántico norte. También en la latitud dela Península Ibérica (Sánchez Goñi y D’Errico, 2005), aligual que en la Península italiana (el conocido sondeo

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de Monticcio, Allen et al. 1999) los cambios drásticos enla vegetación son extremadamente rápidos (en unos150 años). Esos desencadenantes y sus consecuencias pue-den tener un carácter mucho más aleatorio o imprevisi-ble que otros como el vulcanismo por ejemplo, que poresa razón eran descartados como explicación razonablee interesante.

Así pues la explicación climática se torna insuficien-te a no ser que se aplique a escala local o que se demues-tre todo lo contrario de lo que se suponía, es decir quela extinción fue tan súbita como el cambio climático.

Otro problema para la explicación climática simple dela extinción de las especies del Cuaternario es que lamayor parte de ellas sobrevivieron a cambios previos dela misma amplitud y ritmo, y que las especies no se extin-guen sincrónicamente en América y en el continenteEurosiberiano ni tampoco dentro mismo de este último(Sher, 1997; Vereshchagin y Baryshnikov, 1984)

Frente a esa palpable insuficiencia explicativa, co-mo complemento al cambio climático se ha añadido eltrastorno que éste provocaría en el régimen de nieves.Los grandes animales se habrían muerto simplementede sed (por falta de agua en estado líquido) o por hambre(por quedar congelada la nieve que recubría las plantasen invierno y no poder atravesar esa capa de hielo) opor intoxicación (debida a la substitución de unos ti-pos de plantas por otros). Pero al igual que en el casode la explicación simple, la compleja se torna difícil por-que habría que explicar porqué se producen estos fe-nómenos fatales precisamente en un determinado cam-bio climático y no en los previos. Habría que demos-trar que la deriva evolutiva va descapacitando cada vezmás a las especies para hacer frente o sobrevivir al pró-ximo evento semejante.

O habría que demostrar qué regla general hace queciertos cambios particulares en el Cuaternario afecten aciertas especies en concreto y las extingue. En definiti-va, una causa general, la climática, se debe particularizarpara cada caso. La pretendida explicación general noexplica los casos particulares o lo que es lo mismo notiene suficiente poder explicativo.

z Humanos y animales en un mismo saco

Una alternativa explicativa ha sido recurrir a la com-petencia interspecífica (p.e. neo- contra paleo-) y a los mo-vimientos de las poblaciones animales (se supone que porel establecimiento de puentes y cambios de vegetación,en última instancia provocados también por el clima –enel lapso de tiempo del Cuaternario).

Si somos coherentes y tratamos de analizar los elemen-tos diferenciales de las extinciones cuaternarias deberemosreconocer que uno de esos hechos diferenciales es la expan-sión homínida, que al final del Cuaternario abarca la ma-yor parte de los ecosistemas. Pero una de las cuestiones quemás llama la atención es la disociación existente entrelos estudios sobre extinciones animales y los dedicados ala evolución del genero Homo (independientemente desi se reconoce o no la distinción dicotómica que he desta-cado antes entre la acción de la Selección Natural y la capa-cidad de adaptación de homínidos), aunque se admitaque los homínidos también están condicionados por el cli-ma. Se analiza la interacción entre carnívoros o entre éstosy los herbívoros pero los homínidos no intervienen en esasrelaciones ni como unos ni como otros (p.e. Hemmer, 2004).A veces se ha atribuido a una forma homínida la capacidadde extinguir o de erradicar a otra, sin embargo esa poten-cialidad se suele negar cuando se trata del poder de esos ho-mínidos de hacer lo mismo con otras especies animales.

Al buscar razones para las extinciones del final del Cua-ternario, algunos autores admiten que los homínidos pu-dieron tener cierta influencia pero como un elementoanecdótico o secundario: puede ser la puntilla a una espe-cie ya de por si agonizante o estresada, o la causa indi-recta de la extinción al provocar serios disturbios en elecosistema (por ejemplo, quemando la vegetación) o in-troduciendo vectores de epizootias (p.e. el perro domés-tico introduciría virus que al ser contagioso acabaríacon la megafauna americana, MacPhe y Marx, 1997).

Un ejemplo de esta predilección por los factores decambio ambiental se recoge en un interesante artículo enel que se dice:

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“We believe that human impact cannot be solely res-ponsible for such a global crisis, although it might havebeen a minor local factor. Similarly, toxic compoundsemitted by vegetation under strong pressure from feedingherbivores remain a possible local factor in the extinc-tion. It was clear that the disappearance of mastodons,ground sloths and equids from the Cordillera occurred fo-llowing the climate deterioration of last glacial maximumand that anthropic influences in the megafauna refugiaalong the coastal area were of secondary importance, withrespect to the unusual biological pressure caused bythe high faunistic concentrations (…). However, the cau-ses of the final magafaunal extinction at around 8000yr BP remain unclear.” (Ficcarelli et al. 2003: 843) (2)

Esa desacredito de los homínidos como elementos capa-ces de perturbar la supervivencia de otras especies, tiene suorigen en la reacción frente a explicaciones que enfatizabantodo lo contrario. No cabe duda que las interpretacionesde Dart (1957) de la industria osteodontokerática, o la inter-pretación de Isaac (1978) sobre el sitio HAS dieron lugar avulgarizaciones sobre Australopiteco asesino o sobre lahipótesis del cazador que con unos pocos análisis tafonómi-cos quedaron desacreditadas (Brain, 1981; Binford, 1981;Binford y Bertram, 1977). De ahí pasamos a una especiede síndrome de la “charca africana” por el cual hemostendido a ver todos los sitios como palimpsestos en losque los homínidos “apenas pasaban por allí” arrancando su-brepticiamente algún pedacito de carne seca y pútrida o ro-bando algún hueso para llevárselo “al campamento base”.

La tesis de Martin (Martin, 1967; Martín y Klein, 1984),sobre el impacto exterminador de la primera oleadahumana en América, que se vulgarizó como hipótesis del

“Blitzkrieg”, fue igualmente criticada por ciertas impli-caciones de política ecológica que tenía esa vulgarización(Grayson, 1984, Grayson y Meltzer, 2002, 2003 y 2004 ver-sus Fiedel y Haynes 2003) y por la falta de rigor tafonómi-co de sus pruebas de campo, aunque se demostrara su po-sibilidad mediante modelos cuantitativos (Alroy, 2001).

Al final tampoco las hipótesis alternativas –desde lasde un cambio radical en los biotopos hasta la del virusmortal- han aportado ninguna prueba significativa con-cluyente que haya permitido su verificación.

En la misma dirección que Martin pero con una pro-puesta algo más moderada y completa está el trabajo de Su-rovell, Waguespack y Brantingham. Plantean (2005) trescondiciones necesarias para la extinción de los probosci-dios desencadenada antrópicamente: la evolución de unhomínido tecnológicamente capaz de cazar, la suficienteflexibilidad para ocupar todo el rango de los ecosistemasy habitar en todos los ambientes ocupados del territorio deexpansión de los animales, pero señalan: “Although humanpredation ultimately caused local extinctions of probos-cideans, the combined impacts of predation, range frag-mentation, Allee effects, and demographic stochasticitywould have hastened them.” Y siguen abogando por unaprimera ola o “frente de choque” extinguidor.

A mi entender el problema de la explicación de Mar-tin es que va demasiado ligada a la tesis “Clovis first” y querequiere además que las especies desaparezcan ense-guida. Eso hace que deba excluirse cualquier evidencia deuna presencia humana pre- Clovis y requiere una explica-ción satisfactoria de porqué los humanos no extinguenlas mismas especies antes en Eurasia. La ventaja de lahipótesis es que aunque podríamos decir que tiene un ca-rácter catastrofista, se reconoce su excepcionalidad (sonlos humanos los que le dan ese carácter de anomalía al-ternativa).

En este aspecto se puede ligar el problema de la ex-tinción al de “la primera aparición”. Y en esto el caso ame-ricano también tiene mucho en común con el europeo.Para admitir la relevancia del impacto humano en lasextinciones se exige a los “acusadores” que demuestrenla sincronía de la extinción con la llegada humana, una

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(2) En el trabajo demuestran que la fauna ha sobrevivido hasta entradoel Holoceno y que por lo tanto el cambio climático no es el elementodeterminante. También admiten la presencia humana junto a restos demegafauna extinta. Pero aunque no pueden demostrarlo, prefierenminimizar la acción humana mediante una serie de consideracionessubjetivas (que he remarcado en itálicas) y sin aportar pruebas concre-tas ni del estrés ni de la concentración inusual de fauna (para ello haríafalta al menos una mayor discusión tafonómica y algunas datacionesrealizadas sobre la misma fauna y no sobre moluscos). Así al finaldeben admitir que la causa de la extinción queda poco clara.

reproducción humana masiva, y además se piden prue-bas del “corpus delicti” y de las “armas” (p.e., como inten-ta proporcionar Surovell, 2000 o Surovell et al., 2005). Pa-ra reforzar la sincronización se ha intentado depurar laevidencia y negar la presencia pre-Clovis. En parte por unmotivo parecido también se ha querido retrasar al Pleis-toceno medio o a >600ka la llegada homínida a Europa(p.e. Villa 2001 versus equipo de Atapuerca) coincidiendocon “los achelenses cazadores de elefantes” (Roebroeks yVan Kolfschoten,1998 :162).

z Una hipótesis alternativa afrontando la complejidad

Frente a esa controversia (Grayson y Meltzer, 2002,2003, 2004, versus Fiedel y Haynes, 2004 etc.) entre im-pacto antrópico o causalidad en ultima instancia abióti-ca, los posibles eventos súbitos, desde los de escala as-tronómica a los propiamente terrestres, simplemente nohan sido tenidos en cuenta. Apenas si se han publicado al-gunas sospechas sobre las consecuencia de un impacto re-moto importante de un meteorito en los comienzos delPleistoceno (Farley, 1995) o sobre los efectos globales dela erupción del Toba (Ambrose, 2000; Rampino y Am-brose, 2000) y en particular sobre la evolución de la lí-nea homínida. Es curioso observar como los autores quehan trabajado con la paleogenética han encontrado en esaexplosión del Toba un adecuado desencadenante del “cue-llo de botella” evolutivo que necesitaban para encajarla cladogénesis de la forma moderna actual (Kaessmanny Pääbo, 2002). El resto habrían sido fenómenos sólocon repercusión local o muy limitada, provocando co-mo efectos algún disturbio o alguna extinción local de es-pecies endémicas en “culs de sac”.

Sin embargo tenemos algunos indicios de la existen-cia de fenómenos de cambio súbito que deben ser iden-tificados y explicados. También existen evidencias de quefenómenos de colisiones con cuerpos extraterrestres sehan producido durante el Cuaternario.

Frente a las explicaciones mecánicas simples unifac-toriales o frente a la inefectividad del simple reconoci-

miento de la complejidad, debemos trabajar con hipó-tesis explicativas que asuman la complejidad de las es-calas temporales, los distintos ritmos y los saltos cuali-tativos, identificando y situando en una jerarquía de cau-sas encadenadas la posibilidad de fenómenos de cam-bio súbito o disturbios de gran escala.

De igual forma sea cual sea la causa, su dirección yla velocidad de los cambios en los biotopos y concreta-mente en las faunas, habrá que investigar cómo hanpodido afectar los cambios faunísticos a las estrategias desubsistencia, y por tanto a la propia reproducción, evo-lución y desarrollo de los homínidos. Los fenómenos deextinción tienen repercusión en dos direcciones: la pro-pia especie afectada y sus comensales o depredadores ylos competidores. En este sentido habrá que explicar cuálfue la repercusión del cambio (la extinción) animal sobrelos grupos humanos, Qué supuso para la gente “Clovis”la extinción de la megafauna americana (que según Mar-tin ella misma había provocado).

Otro de los fenómenos que deben quedar explicadoses porqué las extinciones parecen focalizadas en las espe-cies animales terrestres de mayor tamaño, para descartarque no se trate de un “artefacto” causado por su tam-bién mayor visibilidad paleontológica.

La explicación de una causa determinante climáticachoca de entrada con el carácter euritermo de la ma-yor parte de esos grandes mamíferos extintos –comolos grandes carnívoros. En el caso de los proboscidios, co-nocemos bien su capacidad de resistencia a condicio-nes ambientales adversas: tienen el recurso a la altamovilidad y además se ha constatado que se han trans-formado muy rápidamente en condiciones muy res-trictivas de insularidad (en las islas del Mediterráneo, delPacífico y del Ártico). Es muy difícil que en todo su rangode extensión las últimas especies representantes de losproboscidios euro y nordasiáticos y americanos no hu-bieran encontrado biotopos relictuales adecuados parasu supervivencia, aunque fueran sólo del tamaño de la Is-la de Santa Rosa (Dudley, 1999) o de Wrangel (donde sísobrevivieron hasta entrado el Holoceno, con llegadade los humanos).

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En todo caso este espectro de animales por su alta mo-vilidad y su flexibilidad frente a las condiciones ambien-tales tienen otras causas de reducción de la población fren-te a las cuales son especialmente sensibles por su bajatasa de reproducción. En efecto la población se ve afec-tada especialmente cuando existe presión sobre los ju-veniles y en especial sobre las hembras pre-reproductivas.La mortalidad infantil puede deberse a un estrés ambien-tal, pero éste puede explicarse por ejemplo a nivel de lacompetencia intra- o interespecífica; y en ese juego debe-mos situar también a los homínidos.

Si optamos por definir esa intervención antrópicacomo causa determinante final (en el sentido de Mar-tin) debemos considerar la existencia de pruebas de unapresencia humana previa a ese acontecimiento de ex-tinción masiva, y explicar el porqué no se produjo en elprimer momento sino que se dio una posible acción re-tardada.

En ese sentido he planteado (Estévez, 2006) la posi-bilidad de que la capacidad de extinguir efectivamentea las diferentes especies no es una potencialidad “dada”desde el mismo momento primero de la expansión. Esacapacidad está ligada al desarrollo tecnológico y el desa-rrollo de esas capacidades organizativas y tecnológicas enlos humanos no es necesariamente un proceso paulatinosino que se produce abruptamente por palieres: por ejem-plo, el dominio de las técnicas de talla, raspado, pulido,torsión, ligado, etc. están ya desarrolladas mucho antesde que todas confluyan en un momento dado en la fa-bricación de un arco.

Así, formulo una posibilidad alternativa, que parecebien documentada en algunas islas, que consiste en laexistencia de una fase previa de ocupación muy tenue queaunque no deja demasiadas trazas antrópicas directas pue-de tener un gran impacto sobre la fauna insular, segui-da de una segunda fase de colonización efectiva, adap-tación y ocupación intensiva en la que se acaba definiti-vamente con las especies más sensibles a la depreda-ción humana (para Chipre ver p.e. Simmons, 1999 o paraMadagascar, Godfrey y Jungers, 2003).

Así en Europa (meridional o no) aunque hubiera habi-

do homínidos cazadores-carroñeros-recolectores oportu-nistas antes de 500ka su número pudo estar limitadopor la predación por parte de toda una cohorte de car-nívoros (existen bastantes pruebas de esta acción) y su ca-pacidad para ejecutar una matanza efectiva y masiva delos grandes herbívoros debía estar limitada por sus ca-pacidades tecnológicas y organizativas. El cambio se da-ría en el Pleistoceno medio: no creo que puedan habermuchas dudas del salto que supuso el uso habitual del fue-go en los dos sentidos: protección frente a la depredacióny posibilidad de desarrollar estrategias e instrumentos decaza efectivos.

De la misma forma que postulo una fase de ocupaciónescasa y limitada y una fase de expansión del impacto hu-mano en Europa, pienso que cabe la misma posibilidadde una fase “exploratoria” de escasa ocupación en Amé-rica, si como indican algunos yacimientos, los grupos ho-mínidos la alcanzaron, al igual que otras especies de lafauna euroasiática, antes del Pleniglaciar. A esa fase po-dría seguir una “explosión” del impacto antrópico (es-pecialmente sobre la megafauna) a partir del momentoen que se desarrolla y se expande el uso de los proyectilescon punta de piedra (tipo Clovis o similares) por todo elcontinente. En definitiva no hizo falta, a mi entender, quelos humanos llegaran ya con las “puntas preparadas” (yno existen indicios claros de qué parte del extremo nor-dasiático vendrían).

La evidencia de una retirada humana de Europa cen-tral (Street y Terberger, 1999) durante el último Pleni-glaciar y la extinción final tardía de los mamuts nordsi-berianos me hace plantear la hipótesis que las técni-cas efectivas de termoregulación de los asentamien-tos se debieron consolidar sólo a partir del Paleolíticosuperior final y que ello supuso hasta el Tardiglaciar unhandicap en la progresión del poblamiento establehacia el Norte y, entre otras cosas la posibilidad de unrefugio final para la supervivencia de los mamuts. Aho-ra bien, la paulatina desaparición del mamut de oestea este se consuma de golpe una vez superada esa ba-rrera térmica con el acceso a las últimas zonas de repro-ducción.

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z Unas pistas preliminares

En general y en la Península en particular tenemos unamuestra relativamente escasa y todavía mal datada de lasfaunas cuaternarias al menos hasta el Pleniglaciar último.Pretender secuenciar o situar extinciones en el tiempo estodavía un poco osado pues no podemos establecer ape-nas más que algún término potsquem a partir del restomas moderno de cada especie extinta (3) Todavía es másdifícil pretender llegar a explicaciones satisfactorias bienfundamentadas de las posibles causas de la extinción. Asípues es igualmente arriesgado o el mismo ejercicio de sal-to al vacío optar por unas causas graduales climáticas oestructurarlas en explicaciones que tengan en cuentaun espectro más amplio de posibilidades incluyendo loscambios súbitos.

Con todas esas premisas claras, este ensayo que si-gue sólo es un ejercicio para señalar esas posibles brechasen la explicación gradualista pura. Su objetivo no esotro que dar ejemplos que pueden ser completados conotros pero que necesitan en cualquier caso una falsa-ción convincente o seguir aportando las pruebas para unaexplicación provisionalmente más sencilla (y más acepta-ble por el principio de la Navaja de Occam).

Aparte de la mencionada acción del Toba tenemos po-cos indicios de eventos bruscos de ese tipo, y muchos me-nos de su relevancia en la extinción de especies o en eldesarrollo del género Homo. Sin embargo sí existen algu-nos temas que hay que explicar. Uno de ellos es la subs-titución, al menos en Europa, de la fauna del Pleistoce-no inferior que se marca como un acontecimiento nota-ble en el registro fósil. La instauración de unos ciclosclimáticos de distinta periodicidad no pueden ser argu-mentos explicativos suficientes. La inmigración de herbí-

voros y carnívoros “nuevos” (como Panthera leo) tam-poco en sí misma es una explicación, sino algo a ser expli-cado. En la Gran Dolina de Atapuerca, si no tenemos encuenta las objecciones cronológicas (Roebroeks y VanKolfschoten, 1998) que recurren a argumentos de lar-gas perduraciones endémicas, hay interrupciones nota-bles (además del nivel 7 de calcarenitas datado por lainversión magnética, los niveles 8 superior y nivel 9) enla secuencia que separan según los autores (Cuenca etal. 2004) las faunas del Pleistoceno medio de las del in-ferior. Cabría la remota posibilidad de que la distancia cro-nológica entre los dos niveles con fauna 8A y 10 fuera ma-yor y que, como se ha planteado en otros casos, la sustitu-ción de algunas especies no debiera explicarse en reali-dad como sustitución sino como sucesión, especialmen-te por el escaso número de efectivos y la dificultad enalguna determinación. Pero desde luego lo más proba-ble es que realmente exista una ruptura interesante en lasecuencia normal. Todavía más interesante sería integraren una misma explicación ese cambio (¿relativamente?)brusco de las faunas y la diferencia entre las formas hu-manas a ambos lados del hiato. Recurrir al paso de OIS16a OIS15 es aplazar la respuesta hasta saber qué caracterís-ticas diferenciales tiene ese cambio que no tengan los pre-cedentes.

Otro cambio interesante es la disminución brusca delos proboscidios al final del Pleistoceno medio, seguidode un momento en que son relativamente más abun-dantes en el global de la evidencia fósil. Esto podría ser ex-plicado (Estévez, 1979) como el resultado de una explota-ción dirigida hacia ese tipo de grandes mamíferos por par-te de los humanos. El aumento de su presencia en el re-gistro fósil puede estar muy relacionado con el hecho quela mayor parte de ese registro proviene precisamentede lugares con intervención antrópica.

Como condición de verificación de la intervención ho-mínida en la disminución de los paquidermos en generaldebería quedar establecida primero la capacidad homíni-da de cazar efectivamente ese tipo de animales.

Como ya hemos dicho la interpretación de los sitioscon proboscidios y señales de acción humana han teni-

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(3) La práctica en Paleontología (p.e. Masini y Sala,2007) de establecercronozonas, biocronologias rellenando las tablas cronológicas con rec-tángulos correspondientes a periodos o fases a partir de muestras pun-tuales; promediar requerimientos climáticos de las especies presentes oestablecer asociaciones (como la llamada "estepa de mamut") en base aun par de especies, no favorece precisamente esta tarea, al contrario delo que podría parecer a priori (cf. Palombo y Sardella, 2007 para unavisión crítica).

do una historia interpretativa pendular: desde la exalta-ción de la actividad cazadora hasta su negación (y no só-lo en el caso de arcantropinos sino extendida a Homosapiens). Los análisis tafonómicos que al principio desen-cadenaron el escepticismo sobre la asociación real dehominidos y paquidermos en sitios clásicos como To-rralba y Ambrona, parece que están dando una vuelta, vol-viendo a admitir la actividad humana por lo menos sobrelos cadáveres (Villa, P., 1990 y Villa et al., 2005).

Las pruebas directas sin embargo no han cambiadotanto a lo largo de todo este tiempo, desde principiosdel siglo XX, y si lo han hecho ha sido a favor de una in-terpretación de caza activa. El hallazgo de la punta de lan-za de madera en Clacton no es nuevo: se produjo en 1911.En el otoño del 1995 se le sumó la primera lanza del ya-cimiento Schöningen 13 II y desde entonces se le han aña-dido ocho más del mismo sitio. Aunque ese sitio pro-porcionó una mayoría de restos de caballo (de más de19 individuos), también se hallaban presentes otras espe-cies como rinoceronte, bisonte, asno. Pero en el yacimien-to sincrónico (Interglacial Reinsdorf) de Schöningen 12además de Equus mosbachensis, Stephanorhinus kirch-bergensis había Palaeoloxodon antiquus, Cervus elaphus,Capreolus capreolus y Uro (Lütgert, 2008; Thieme, 2005).En ambos yacimientos había pruebas del uso del fuego.

Aunque es posterior en cuanto a la atribución crono-lógica, el hallazgo previo (Adam, 1951) de la lanza de Leh-ringen era aún más significativo: una lanza de 2,38mde longitud asociada a la caja torácica de un probosci-dio (Thieme y Veil, 1985). Ya demostraba dicha capacidadde caza activa.

Naturalmente se puede objetar que es una evidenciaescasa si consideramos la globalidad de los sitios en losque han aparecido restos de paquidermos. Tal cuestio-namiento sería tendencioso: pues ¿en cuántos sitios delPleistoceno medio/ superior en los que se ha practicadouna excavación rigurosa se ha conservado la madera?Sobre esta cifra el porcentaje de sitios con lanzas ya no esmenor. Por otra parte argumentar que la asociación nodemuestra su utilización es también tendencioso: ¿cuán-tas evidencias directas de caza (proyectiles incrustados en

la presa- existen para el Paleolítico superior (momento pa-ra el que no se duda de la actividad cazadora activa)?

Parece que en los hallazgos de elefantes asociados a ar-tefactos las pruebas de que esos animales se hayan ca-zado son sometidas a un “control de calidad” por el queno pasarían la mayor parte de pruebas en ese mismo sen-tido referidas a otros animales en yacimientos paleolíti-cos (o de cualquier época) para los que sí se acepta esaactividad cazadora.

Incluso sin mejores pruebas se afirma que la cazadel mamut en Siberia en el Paleolítico superior se realiza-ría con trampas y no tanto de forma activa (Vasil’ev, 2001).Se ha sugerido que, aunque no se documenten “cemen-terios” de mamuts o canteras de sus huesos, las “cabañas”o los amontonamientos de huesos se habrían hecho pre-cisamente extrayendo dichos huesos de cementerios yque además ello tendría un sentido “ritual” especial(Soffer, 1985).

Un estudio colectivo (Gaudzinski et al., 2005) realiza-do desde esa prevención muestra sin embargo algunastendencias interesantes: hay sitios de una sola carcasa quesuelen corresponder a animales adultos, mientras queotros sitios de carcasas múltiples muestran tendencia acontener restos de animales juveniles. Otra revisión delos sitios con asociación de proboscidios y acción huma-na lleva a la conclusión que, en todo el mundo, donde me-jor se ha documentado la intervención humana directaes en los sitios americanos y en los del Pleistoceno me-dio de la Península (Surovell y Waguespack, 2007).

En los estudios realizados se afirma que las marcasde corte dejadas en los huesos y que indicarían un apro-vechamiento cárnico son escasas, al tiempo que se re-conoce que es difícil que se dejen marcas en huesos rode-ados de tanto tejido blando. Sin embargo no se ha reali-zado un estudio del porcentaje de sitios donde la con-servación de la cortical es la adecuada para la conserva-ción de esas marcas. La mayor parte de los sitios son de-pósitos aluviales y otros son depósitos de loess que nosiempre dejan posibilidad a la observación de marcas. Pa-ra darle sentido a ese indicio se debería hacer un estu-dio comparativo de la proporción de marcas observadas

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en huesos de otros animales menores aprovechados parala extracción de carne (es decir excluyendo las marcasde desarticulado y las de despellejado). Tampoco estaríade más realizar estudios de residuos y de desgaste enlos instrumentos líticos asociados, cosa que apenas seha llevado a cabo.

Una vez podamos demostrar satisfactoriamente lacapacidad de caza de paquidermos por humanos, la si-guiente cuestión a resolver es hasta qué punto pudo esaactividad desencadenar o acabar provocando la extinciónde esos animales. Tendríamos también que establecer cuá-les pueden ser los rasgos definitorios que permiten dis-tinguir sus consecuencias de las consecuencias de cau-sas determinantes alternativas. La modelización, comohe comentado, ha demostrado que en teoría la causalidadantrópica es posible. La evidencia de la acción humana enislas grandes como Madagascar (Godfrey y Jungers, 2003)demuestra que después de un impacto de reducción no-table pueden quedar bolsas relicto en lugares menos ac-cesibles. La diferencia pues entre este efecto y el queprovocaría una pandemia o una circunstancia climáticaadversa es que en estos últimos casos lo normal sería unarecuperación desde esos refugios al superarse el proble-ma crítico, mientras que el mantenimiento sostenidode una presión antrópica acaba definitivamente con esossobrevivientes.

Esta característica probablemente diferencia la depre-dación humana de la del resto de carnívoros. Es normalque la especialización de un carnívoro en un tipo depresa concreta tenga como consecuencia la extinción delcarnívoro antes que la de su presa. Sin embargo los huma-nos no somos un tipo de carnívoro especializado sino quenos caracterizamos por la alta flexibilidad que nos pro-porciona el desarrollo de la conducta aprendida.

En ese sentido se ha discutido bastante sobre quérepresenta o cómo se definiría e identificaría una econo-mía especializada (cf. Orquera, 1983), que pudiera com-prometer la supervivencia de las especies de los gran-des paquidermos. En realidad es muy difícil que unacomunidad humana pueda mantenerse exclusivamentede la explotación especializada de un único tipo de ma-

mífero salvaje. O bien esa especie es de tamaño grande ypor tanto de reproducción demasiado lenta o bien esdemasiado pequeño como para garantizar el rédito ali-mentario imprescindible. Incluso las sociedades cazado-ras recolectoras con más experiencia histórica acumu-lada y cuya economía se ha focalizado en una especie con-creta de mamífero de talla mediana han debido contro-lar su propia reproducción e integrar en sus estrategiasde supervivencia la explotación de recursos alternativos.Ello a pesar de que no hayan tenido acceso directo alos lugares de reproducción y por tanto no hayan puestoen peligro la supervivencia de la especie elegida. Este fueel caso de la gente canoera de Tierra del Fuego (Esté-vez, Vila y Terradas, 2002). Una cuestión relevante en esesentido es ¿cuántos elefantes se puede comer un grupoen una semana o en un mes antes de que se pudra lacarne? y cuántos se puede volver a encontrar antes de pe-recer de hambre –sobre todo si se ha efectuado una ma-tanza masiva?

La modelización con la evidencia del Paleolítico su-perior final cantábrico (Marín, 2007) demuestra que ladensidad de población es un factor crítico que puedehacer a la larga inviable una explotación especializada enun animal de la talla del ciervo. Así pues se requeriría unaalta movilidad junto con una baja densidad de pobla-ción para hacer viable una incipiente especializaciónen la dependencia de la explotación de proboscidios.Pero es difícil pensar que esa especialización podría serexclusiva. Por el contrario, lo esperable sería encontraruna alternancia entre una explotación en proboscidiosy una explotación en los animales de talla media máscorrientes en el biotopo. La cuestión entonces es cómodistinguir ese palimpsesto del producido por una explo-tación azarosa o no especializada. Uno de los elementosque se ha tenido en cuenta es la existencia de una tec-nología especialmente diseñada para la adquisición de eserecurso así como el aprovechamiento intensivo de to-das las materias primas que ofrece y de elementos ideo-lógicos centrados en él. Estos caracteres concuerdan biencon los asentamientos del Paleolítico superior de la llanu-ra central y oriental europea desde los de Moravia hasta

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los del Volga. Y por supuesto los de Siberia, donde sedocumentan todo tipo de asentamientos vinculados ala explotación del mamut: sitios de caza, asentamientoscentrales, sitios de aprovisionamiento de carne conge-lada y canteras de materias duras de estos animales (Vasi-l’ev, 2001). Elementos ideológicos enfatizando el valor delos proboscidios no faltan tampoco en sitios donde nose documenta su explotación directa (desde Gönnersdorfen Alemania hasta Las Caldas en Asturias).

Tomando como referencia estos sitios especializa-dos podríamos compararlos con los sitios antiguos. Encuanto a las características del palimpsesto sería muy in-teresante comparar los sitios del Pleistoceno mediocon elefante con los sitios del Paleolítico superior, co-mo Dolni Vestonice (en los que por supuesto no hayaun aprovechamiento como elementos de construcción)en los que pueda admitirse una caza dirigida. En cuan-to al aprovechamiento intensivo de las materias pri-mas o los elementos ideológicos obviamente no podemoscomparar los sitios de Ucrania con sitios centenares demiles de años más antiguos. Sin embargo hay algúnelemento interesante como es el aprovechamiento indus-trial de materias primas duras (hueso y colmillos) espe-cíficamente de elefante en yacimientos inferopaleolíti-cos, o el traslado hasta un asentamiento central, aleja-do del lugar de matanza, de elementos no asociadoscon el aprovechamiento alimentario: por ejemplo losfragmentos de colmillo hallados en la cueva del Caudel Duc de Torroella (Estévez, 1979).

En el otro extremo cronológico deberíamos profun-dizar en las posibles diferencias en estrategias organiza-tivas entre las poblaciones del Pleistoceno más antiguoy las asociadas con elefantes del Pleistoceno medio (cf. Car-bonell, Diez y Soto, 1987; Díez y Rosell, 1998).

Una pregunta sencilla nos puede ayudar a orientarnuestras teorías explicativas: si los elefantes de los si-tios del Pleistoceno medio fueron carroñeados en suslugares de muerte y si los elefantes no habían sido re-ducidos drásticamente, ¿dónde están entonces los sitiosequivalentes a Torralba o Ambrona o Áridos del Pleisto-ceno superior? La evidencia en la Península Ibérica es crí-

tica para poder discriminar realmente cuáles fueron lascausas dominantes y cuales las determinantes en ese pro-ceso de extinción de Palaeoloxodon antiquus, pues es ellugar donde por el momento tenemos las fechas mastardías para esa especie: unas piezas atribuidas a ella hansido datadas en El Castillo entre 45 y 30ka BP, un momen-to en el que en Siberia está ya documentado Mammuthus,la ultima de las especies euroasiáticas (Stuart, 2005; Stuartet al., 2002; Vasiliev 2001)

z Carnívoros y neanderthales

De la misma manera en que la forma Homo nean-derthalensis se supone una continuidad de Homo heidel-berguensis la discusión acerca de las estrategias de explo-tación de los recursos animales asociadas pasa de una for-ma humana a su relevo.

Pero además aquí se requiere una explicación con-vincente no sólo de las causas de la extinción definitivade ciertas especies animales sino de la desaparición dela propia forma humana neanderthalensis. Aunque seguirel debate es fascinante no voy a entrar aquí en si la formaneanderthal se extinguió sin más (Ovchinnikov et al.,2000; Noonan et al., 2006) o si hubo el breve reencuen-tro que postula la microencefalina (Evans et al., 2006), unode los frutos del cual podrían ser individuos como el niñode Lapedo en Portugal (Zilhao y Trinkaus, 2002).

Aunque hay restos datados de 38ka, no se ha podidoestablecer una fecha clara para los humanos modernosen Europa una vez descartados algunos ejemplares quese habían considerado paradigmáticos del Paleolíticosuperior inicial (Conard et al., 2004). Los problemas sonla mitología alrededor de la paleogenética y las inter-pretaciones simplistas (Ayala, 1998) y probablemente serequieran modelos algo más complejos (Hayden, 1993; Fa-ria, 2000).

Los estudios sobre este problema han sido innume-rables, pero ya planteé en otros trabajos la convenien-cia de ligarlo con la práctica desaparición sincronizada,al menos en la Península, de toda una serie de grandesmamíferos: el rinoceronte, la hiena, el oso de cavernas

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y casi inmediatamente después del león de cavernas To-dos estos animales son abundantes en el registro ar-queozoológico asociado al Paleolítico medio pero prác-ticamente desaparecen del registro del Paleolítico supe-rior peninsular. Lo que es particularmente interesante esque son animales sobre los que hacen énfasis las repre-sentaciones rupestres y mobiliares más antiguas. Sonlos animales más llamativos representados en la GrotteChauvet o en el arte mueble de yacimientos del sur de Ale-mania.

Siguiendo un razonamiento biológico son animalesque estarían más expuestos frente a una depredaciónactiva humana directa o frente a una competencia caza-dora efectiva (en el caso de los carnívoros). Ninguna deellas (incluida la homínida) son en cambio las especies queteóricamente hubieran podido ser más afectadas directa-mente por un cambio climático.

Así pues la competencia humana es una de las cau-sas determinantes con mayores posibilidades.

Después de un auge de la hipótesis del carroñeo y dela de caza no especializado de baja intensidad (p.e. Soffer,1985; Stiner, 1991, 1994 y 2002), el debate sobre las estra-tegias de subsistencia se ha vuelto a centrar en las eviden-cias de caza (Burke, 2000a). La potencialidad de una ca-za activa se ha visto reforzada en este caso no sólo porla lanza de Lehringen que hemos mencionado sino tam-bién por otros indicios en el otro extremo de la extensiónde esta forma humana con el hallazgo de una punta in-sertada en un hueso animal (Böeda et al., 1999).

Las evidencias de una caza planificada han sido reco-piladas desde Crimea (Burke, 2000b) hasta el PróximoOriente (Rabinovich y Hovers, 2004) y desde Alemania (Co-nard y Prindiville, 2000) hasta Francia (Patou- Mathis,2000) o la Península (p.e. González et al. 2005).

Aquí los estudios tafonómicos intensivos (Diez,2006:311) demuestran que “la presión de predación de-bía ser alta ante tan gran diversificación de carnívoros,y la demostrada presencia de homínidos. La competenciaentre ambos agentes es palmaria…” y en ella los carnívo-ros parece que iban por detrás carrroñeando los restos yadesechados y abandonados por homínidos.

Lo mismo que se detecta en Valdegoba se puede hacerextensivo desde A Valinha en el noroeste, pasando por LaErmita, Millán, los yacimientos del valle del Ebro hastaMollet I en Catalunya.

En la mayoría de las cuevas peninsulares hay unaasociación repetida de Crocuta - rinoceronte junto a unrepertorio de carnívoros (grandes –Panthera, Ursus, Lu-pus y pequeños Lynx, Vulpes, Martes, Lutra, Felis), bovi-nos, equinos, Cervus y herbívoros menores: Capreolus,Rupicapra, Sus).

En algunos yacimientos la presencia de carnívoroses ínfima, lo que refuerza la preeminencia de la acciónantrópica sobre la animal.

Queda pues abierta la posibilidad de que una causa do-minante o determinante deba buscarse en el stress y lacompetencia interespecífica centrando ésta en los huma-nos. La cuestión sería en este caso discriminar si es la pre-sión continuada de neanderthalensis (p.e., la causa domi-nante) y/o unas nuevas estrategias aportadas por sapiens(p.e., la causa determinante). El problema es que, comohe comentado, no tenemos claro aún cuando (o inclusosi) se establece el predominio de esta segunda. Lo que síestá claro es que la gente que realizó las pinturas en Chau-vet (después del 40ka) vieron en Francia un paisaje enel que no faltaba toda esa fauna, y que en Alemania hu-bo episodios de caza específicamente dirigidos hacia eloso cavernario (Münzel et al., 2001).

En los yacimientos peninsulares privilegiados dondeexiste una secuencia que contiene Paleolítico medio y su-perior antiguo (p.e., Castillo en Cantabria, Arbreda en Ca-talunya), se ha destacado la continuidad en las estrategiasde explotación de la fauna entre los dos niveles (PikeTay et al. 1999). A pesar de la continuidad en la ocupaciónde los asentamientos existen elementos que marcandiscontinuidades estratigráficas: en Castillo el nivel 19,que se superpone al “Musteriense”, es estéril y el nivel 17,que se superpone al 18 “Auriñaciense”, también. Es de-cir tenemos un hiato en la ocupación antes del 40ka BPy otro después del 37 ka BP (Cabrera y Bishop, 1989; Ca-brera et al., 2001) en Arbreda un nivel de rexistasia en-cima de los niveles bien caracterizados del Paleolítico me-

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dio y en otros yacimientos la situación es parecida (Es-tévez y Vila, 2006).

También hay otros elementos que, dentro de la con-tinuidad, han cambiado: aparte del tema estrella sobre elcambio de la forma homínida, uno es la práctica ausen-cia de los grandes carnívoros y otro que la caza en todala Península se centra en el trinomio ciervo – caballo-cabra. Especies mayores como el uro son un componen-te raro.

La cuestión es que queda abierta la posibilidad de la in-fluencia de un evento brusco por lo menos como detonan-te del cambio. También es normal que se busque entre losepisodios climáticos Heinrich al culpable y las sospe-chas recaigan en el número 4, que es el que se encuen-tra más cercano (Jöris, Alvarez y Weninger, 2003; o San-chez-Goñi y D’Errico, 2005).

Sin embargo quedan algunos indicios sueltos. El másinteresante es el de la irregularidad en el C14. La gran ano-malía en el C14 se da en 42cal Ka BP con una enorme pro-porción de C14. Le sigue una bajada brusca y en 35calka BP hay otro pico notable (aunque no llega al del 42calka BP). Las variaciones del C14 de ciclo largo se atribu-yen a los cambios en el campo magnético, las de cortociclo (centeniales) se justifican por cambios en la circu-lación marina y a los ciclos solares. Pero estas oscilacio-nes son tan notables que se ha planteado la posibilidad deque esté mal el periodo de semidesintegración que seha tomado como referencia (Chiu et al., 2007).

Con independencia o no de este fenómeno hay algu-nos otros que habría en todo caso que tener en cuentasino rastrear. Se trata de los posibles disturbios causa-dos por colisiones con un meteorito. Es posible que nosgane el escepticismo debido a la baja probabilidad y ala ausencia de indicios popularizados. A este respecto hayque recordar sin embargo que un cráter de 25km de diá-metro tan evidente como el de Nördlingen, ubicado jun-to a una ciudad alemana, sólo fue identificado y admiti-do como tal en 1961 (Shoemaker y Chao, 1961) graciasa la presencia de Stishovita y Coesita. A pesar de que ya sesospechaba que lo era (Stutzer, 1936). Fue causado por unimpacto de un asteroide de sólo 700m de diámetro y

acabó con toda señal de vida en 100km a la redonda, y pro-bablemente fue acompañado de otro impacto menor.

La propia historia de la investigación sobre el crátermexicano Chicxulub es muy ilustrativa. A pesar de te-ner 180-190 Km. de diámetro interno y 300 de anillo ex-terno, su estructura sólo fue puesta de manifiesto porla realización de exploraciones petrolíferas en el Golfo deMéxico. Sin embargo no se dio crédito a las hipótesissobre su causa por impacto de un meteorito hasta onceaños después de la publicación sobre la extinción catas-trófica de los dinosaurios (Álvarez et al., 1980), cuandose realizaron las pruebas que evidenciaron las irregula-ridades magnético-gravitatorias (Hildebrand, et al., 1991).

En lo que se refiere al tema que nos interesa no faltanimpactos cercanos en el tiempo (PSSC 2008): hay eviden-cias de cráteres de impactos de meteoritos datados al-rededor de 50ka BP: Barringer en USA (49±0.3ka BP),Odessa en USA (<50ka BP), Lonar en la India (52±0.6kaBP) o Boxhole en Australia (54±0.15ka BP). Estos, aunquerelativamente pequeños, están documentados por es-tar en la superficie lo que equivale a un tercio de posi-bilidades de impacto teniendo en cuenta que la super-ficie del planeta está cubierta en sus dos terceras par-tes por mares.

Otro interesante acontecimiento brusco es la erupciónvolcánica de los Campi Flegrei en el sur de Italia (Fedeleet al., 2002). Aunque es un episodio volcánico relativamen-te pequeño comparado con las evaluaciones (Rampinoy Self, 1992 y 1993) de la explosión de hace unos 74kadel Toba (150 km3 DRE y magnitud 7 VEI frente a los 2500-3000 km3 DRE del Toba) es el mayor registrado en losúltimos 200ka en la zona mediterránea. Los depósitos cu-brieron la mitad meridional de Italia, todo el Pelopone-so y la parte occidental de Turquía. La ignimbrita cu-brió 30,000km2 expulsando coladas piroclásticas hasta60km de distancia y cenizas hasta Rusia. Las datacionesdirectas han dado 39,490 y 39,170 BP y su efecto podríaidentificarse (Allen et al., 1999) con la zona 8 del Dia-grama palinológico del sondeo en el lago Monticchioen el que se observa un neto descenso de la biomasa ve-getal, que podría corresponder a los efectos de un in-

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vierno atmosférico. Este fenómeno se dataría en la colum-na en 32,970cal BP.

Sin embargo a nivel global el registro de GISP no re-vela nada especialmente chocante: el estadio GI8 en el quese habría producido la erupción es análogo al GI12 (Jö-ris, Álvarez Fernández y Weninger 2003). Toda la serieGI12-GS9 es muy parecida a la GI8-GS5. (Jöris, Alvarez yWeninger, 2003) Por ello parece que el evento no dominaa nivel global el clima en el hemisferio norte.

Tampoco se aprecia nada anormal en el sondeo del Marde Alborán comparado con el sondeo de GISP de Groen-landia (Moreno et al., 2002).

Aún así el efecto de la erupción ha quedado registradoen los yacimientos del sur de Italia y, como las grandeserupciones del Pleistoceno medio (285ka BP, 355ka BP,etc. Palombo y Sardella, 2007) debió perturbar seria-mente la continuidad de la vida en toda la Penínsulaitaliana. Sin embargo hasta hace poco no ha sido conside-rado en este sentido por los paleolitistas que han traba-jado en esos yacimientos, a pesar de constatar nivelespirogénicos e hiatos en el poblamiento (p.e. Magaldi, 1977,Sarti, Boscato y Lo Monaco, 2000; Palma di Cesnola, 1966).Algo más lejos Finlayson se percató de ese hiato de ocupa-ción de la Península pero lo atribuye, como es normal,al clima (Finlayson, 1999).

z Un posible programa de investigación

La resolución de las causas de las extinciones es unacuestión que habría que abordar desde una perspectivaglobal, para luego a través de las diferencias en los pro-cesos evidenciados poder contrastar mejor las implicacio-nes de las diferentes hipótesis causales explicativas.

Una estrategia interesante que se ha implementado esseguir, a lo largo del tiempo y de una extensión geográ-fica amplia, la trayectoria de la posible relación entrehumanos y una especie ubicua pero sensible por su repro-ducción lenta a la sobre-explotación antrópica. Son los ele-fantes (y en menor medida los rinocerontes) los animalesmás adecuados para este seguimiento. La ventaja de los

proboscidios es su ubicuidad y sobre todo el hecho quehayan sobrevivido en las islas hasta mediado el Holoce-no. Otra clase de animales significativa son los grandescarnívoros (p.e. O’Regan, Turner y Wilkinson, 2002) porcuánto, además de tener los mismos caracteres (grantolerancia climática, ubicuidad y reproducción lenta), hanpodido entrar en competencia con homínidos cazadores.Obviamente hay que realizar esta investigación teniendoen cuenta la interacción (homínidos-especie elegida) y suintegración en el sistema ecológico. En el último caso pro-puesto se podría intentar establecer cual de los dos ele-mentos (homínidos-carnívoros) es el que sale con venta-ja. Al mismo tiempo puede constituir un sistema de con-trol de la incidencia causal del clima, ya que se suponeque puede afectar directa o indirectamente a ambos.

Pero en esta investigación de bien poco sirven los es-tudios generales grosso modo tipo Demars (2006). Senecesita hacer una reconstrucción de los procesos tafonó-micos (al estilo ya propuesto por Marean y Bertino, en1994 o el realizado por Villa et al., 2005).

Probablemente las discusiones (Gifford- Gonzalez,1989; Domínguez-Rodrigo, 1997, O’Connell y Lupo 2003versus Domínguez-Rodrigo, 2003; Pickering, Marean y Do-mínguez-Rodrigo, 2003; Stiner,1990…) sobre los criteriosdiferenciales entre caza y carroñeo como las que se hanrealizado hasta ahora buscando qué agente humano o car-nívoro accede primero al cadáver tampoco puedan so-lucionar el problema de si las presas se han cazado ono. Eso es así porque se han centrado en la representacióndiferencial de las partes del esqueleto y en la cuantifica-ción de fracturas y marcas de dientes o instrumentos. Pro-bablemente fuera más discriminante que un análisis cua-litativo de superposiciones guíe la cuantificación más querecurrir, como se ha hecho, a ejemplos de gente caza-dora “actual”. De momento una persona externa al de-bate tiene difícil decidirse entre los argumentos contra-rios que se aportan.

Pero la cuestión de las extinciones no se puede resol-ver en absoluto si previamente no se afronta la necesidadde reenfocar la toma de muestras: el análisis fino de lassedimentaciones, de las relaciones horizontales y sobre

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todo de programas para la datación pormenorizada de losrestos fósiles aparentemente discordantes.

La línea de dataciones del proyecto Quaternary Me-gafauna Extintions in Europe and Northern Asia es ne-cesaria aunque las sorpresas de dataciones de elemen-tos descolocados es consecuencia de un planteamientodescontextualizado. No son en absoluto extrañas las da-taciones de elementos fósiles que no concuerdan (que sondemasiado antiguos) con el nivel en el que se han halla-do. Un ejemplo es la datación de 30,920+240-220GrA24788 del nivel a2/b del abrigo de Cueva de los To-ros de Cantavieja (Montes et al., 2007).

Más llamativo es el fechado de unos huesos de El Cas-tillo (Bernaldo de Quirós, Cabrera y Stuart, 2006): en launidad 20 se obtuvieron fechas de restos de Palaeoloxo-don antiquus de 42,900±1400. que concuerdan bien -con las dataciones de hueso de Stephanorhinus(42,100±1500BP). Pero un resto de esta especie encon-trado en el nivel “Magdaleniense superior final” (quehabía proporcionado fechados de 10,310±120 BP o12,390±130BP) dio una datación de 31,800±700BP. Ladatación más cercana es la del nivel 16 que dio34300±1000BP.

Los autores remarcan que este tipo de evidencias noson inhabituales y recuerdan los restos de oso más anti-guos de lo que corresponde a su nivel en Kniegrotte ode mamut en yacimientos magdalenienses alemanes y sepueden explicar sin necesidad de recurrir a problemas es-tratigráficos para explicar las anomalías.

En efecto uno de los problemas que tenemos paraestablecer la fecha de extinción de les especies es la ero-sión y redepositación por causas naturales (geológicas obióticas –animales fosores, desarraigo…) a veces difíci-les de detectar. Pero el problema añadido es el de la uti-lización de elementos esqueléticos por parte de humanosantiguos. Estas gentes pudieron movilizar materiales des-de lugares lejanos e incluso extraer materiales deposita-dos o fosilizados milenios antes para utilizarlos como ele-mentos vinculados con la reproducción social (dientes decarnívoros que pudieron encontrar depositados en cavi-dades cársticas, o marfil que pudieron extraer de cante-

ras para ser utilizados como materia prima). Creo queejemplos de removilización natural podrían ser algu-nos restos aislados de carnívoros de cavernas (oso, leóny hienas) hallados en niveles de Paleolítico superior enel Cantábrico, donde existen cavidades en las que aún hoydía se encuentran en posición primaria, incluso en super-ficie, restos óseos de carnívoros cuaternarios muertos na-turalmente en la cueva. Yacimientos como La Garma ola ya citada Grotte Chauvet son perfectamente ilustrati-vos de tal posibilidad. Y por supuesto estos restos en su-perficie pudieron ser recogidos y reubicados por la gen-te paleolítica.

Sospechosos son algunos restos de mamut del Pale-olítico superior de Catalunya y tal vez otros de Astu-rias. Podrían haber sido reubicados antrópicamente obien traídos de canteras lejanas como elementos noalimentarios. Esta práctica, como he dicho se puederastrear probablemente hasta el Paleolítico medio y talvez más atrás. Cuando se trata de restos de moluscosfósiles como los de niveles de Paleolítico medio en la Co-va de l’Arbreda la conclusión no es difícil. Establecer lacontemporaneidad del depósito y los restos óseos sub-fósiles no debería comportar mayor inconveniente quela necesidad de datar directamente con AMS los ejempla-res clave.

Pero es más difícil de discriminar si son restos subfó-siles no tan lejanos en el tiempo (que se produjeron den-tro de la horqueta de probabilidades de resolución delC14) o que son cuasi contemporáneos pero traídos des-de lejos. No excluyo que ese sea el caso de otros elemen-tos raros como el percutor en asta de reno (Estévez, 1978b)o del molar de Ovibos moschatus de l’Arbreda (Estévez,1978a).

El criterio discriminante que he seguido en estos ca-sos es que se trata de elementos ecológicamente con-trastantes con el resto de la fauna. Pero en realidad noes raro hallar elementos ecológicamente contradicto-rios entre las faunas de un mismo estrato. Normalmen-te se ha aceptado que la explicación más parsimoniosa esla de una tolerancia climática o a la existencia de bioto-pos vecinos muy diferentes.

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Cabe aún otra explicación para el problema de la pa-radoja paleoambiental pues como ya se sabe ahora loscambios de un extremo de la variabilidad a la siguientepueden ser extremadamente rápidos, del mismo modoque lo pueden ser las reacciones de la vegetación. En elDryas reciente por ejemplo hay una excursión cálida queduró unos treinta años según el registro de Groenlan-dia. Estos cambios climáticos de corta duración no que-dan reflejados en la estratificación, al menos tal comose puede percibir ésta macroscópicamente en el curso dela excavación, y sin embargo sí habrían sido suficientescomo para hacer llegar faunas a sitios inhabituales.

El hecho de que se trate de huesos con marcas dedescarnación tampoco es un indicio unívoco de su origenlocal, pues una utilización como materia prima no exclu-ye ese tratamiento previo de limpieza. Restaría poderexplorar si a través del análisis comparativo del conte-nido isotópico o de oligoelementos químicos entre esosrestos respecto a otros de procedencia claramente localse puede llegar a discriminar su carácter alóctono.

A la hora de hacer frente a este problema, en el casodel Paleolítico inferior y medio, estas oscilaciones rápidasse suman a la dificultad que suponen los márgenes deincertidumbres para esta cronología. No es demasiado ex-traño que un mismo hueso libre dos fechas distintas42,1±1,5ka y 45,7±1,7ka BP. El mismo nivel 20 (sensuCabrera, 1984) bien y coherentemente datado de El Cas-tillo tiene (Cabrera y Bishop, 1989) fechas entre 42,1 a47,3ka BP lo cual prolonga la formación de este estratoa lo largo del GS13 hasta el Gi11 (dos transiciones bruscasde frío a cálido).

En síntesis, queda todavía el trabajo de fijar cronologí-as y ajustarlas a los cambios climáticos y ambientales quese van perfilando cada vez mejor. Sin este requisito noes posible verificar ni afirmar la importancia de los cam-bios climáticos en la extinción de especies. En cualquiercaso estamos aún lejos de este objetivo puesto que sedebería establecer también el porqué uno ha sido más de-cisivo que los anteriores. Tampoco es posible, si no se fi-ja una cronología ajustada y una discusión tafonómica fi-na, reconocer el papel antrópico. No es una buena es-

trategia científica rechazar por sistema las fechas anti-guas de presencia humana (p.e. van Kolfschoten, 1996 oVilla, 2001) o rechazar también las “demasiado” moder-nas de fauna extinta (como hacen algunos autores ameri-canos partidarios de la “Blitzkrieg”) para acomodar la evi-dencia a un esquema preestablecido (ver discusión en Es-tévez, 2006).

Pensar que los homínidos no podían cazar o bien todolo contrario, que sabían planificar sus estrategias a medioy largo plazo para evitar la sobreexplotación de los recur-sos o que el balance-coste/rédito comercial lo autoregu-la todo, es pasar de un extremo a otro dando bandazos.Existe una posibilidad intermedia pero opuesta a lasdos: los homínidos en unos momentos dados de su proce-so de acumulación de las experiencias transmitidas a lolargo de las generaciones estuvieron en condiciones desuperar ciertos dinteles limitantes y acabar con unas fau-nas más sensibles a la depredación. Aquellas especies queteniendo un ritmo de reproducción lento quedaban ex-puestas a ser apresadas con las técnicas y estrategias or-ganizativas de cada momento.

Los humanos tuvieron que aprender luego (¿o toda-vía?) que esta explotación puede acabar con los recur-sos y que ello nos obliga a buscar un reajuste organiza-tivo sustantivo (Estévez et al. 1998).

En esa búsqueda de una articulación coherente delas causas no deberíamos rechazar de entrada tener encuenta fenómenos bruscos o de ciclo largo, que no por po-co frecuentes son imposibles y pueden actuar bien co-mo detonantes o incluso como causa determinante inme-diata. Paradójicamente parecen en principio más fáci-les de verificar empíricamente que las graduales que hansido más aceptadas.

z Conclusiones

Existe en las academias cierta tendencia a presentarcomo antítesis, irreconciliables, las aproximaciones queintentan plantear hipótesis explicativas generales y lasdescripciones que se pretenden fruto de un análisis cien-tífico aséptico y objetivo. Tal dicotomía es consecuen-

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cia de un positivismo chato y miope que ha sido tannefasto como las meras especulaciones sin base empí-rica: por un lado han provocado una predecible reacciónanticientifista postmoderna mientras que al mismo tiem-po las interpretaciones positivistas, a falta de una refle-xión y una discusión serias sobre los postulados y axio-mas admitidos, van dando bandazos entre modas (co-mo la disyuntiva que hemos recordado entre la cazaactiva o el carroñeo pasivo) que se imponen por el cri-terio de autoridad. En esta línea se llega a admitir co-mo criterio de apoyo el comentario personal (pers. com.)de una persona que se considera “autorizada” y finalmen-te se cae en la paradoja de aceptar como opciones vero-símiles la acción de virus invisibles, la existencia de ex-traños rituales funerarios con piedras talladas de colores,ofrendas de lanzas de madera o tabúes de caza/ de respe-to a los elefantes.

Una persona puede estar a favor o en contra de una hi-pótesis particular o teoría general, de la misma forma quese puede estar predispuesto/a hacia un método o su alter-nativa. Lo importante no es si es general o particular sinoexplicitar las premisas, las posiciones epistemológicas departida y evaluar la capacidad actual y las condicionesde verificabilidad.

z Agradecimientos:

Este trabajo, como mi libro precedente (Estévez,2006), pretende ser una llamada de atención frente a esatendencia a debates dualistas mecánicos: que el gra-dualismo no sea sustituido “vengativamente” por unatendencia a resaltar catastrofismos. Para mi son las doscaras de una misma moneda dialéctica. Debo agrade-cer la incomprensión de algunos colegas, pero sobretodo la libertad y la confianza que me ha concedidoCarlos Díez, editor de este libro al invitarme a partici-par en él.

Este trabajo ha sido realizado en el curso del disfrutede un año sabático concedido por la Universidad Autòno-ma de Barcelona y dentro del grupo SGR de investigacionAGREL de la Generalitat de Catalunya.

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