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Rostros de la migración Experiencias comentadas de inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España

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Rostros de la migración

Experiencias comentadas de inmigrantes colombianos y ecuatorianos

en España

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Rostros de la migración

Experiencias comentadas de inmigrantes colombianos y ecuatorianos

en España

Javier Murillo Muñoz

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© 2009, FUNDACIÓN ESPERANZA

ISBN: 978-958-97407-3-6

Primera edición: Junio, 2009

Director GeneralOSCAR GÓMEZ D.

Directora Binacional Proyecto SECEMIMARÍA CLARA APONTE L.

Director NacionalProyecto SECEMIJAIRO MUÑOZ M.

EdiciónJAIRO MUÑOZ M.

Diagramación e impresión:EDITORIAL CÓDICE LTDA.Cra. 15 No. 54-32 Int.: 1 Bogotá, D. [email protected]

“El contenido de la presente publicación es responsabilidad del autor y no compromete a la Comisión Europea”.

Esta publicación es posible gracias al apoyo deUNIÓN EUROPEA al proyecto SERVICIOCOLOMBO ECUATORIANO DE MIGRACIONES - SECEMI

Murillo Muñoz, JavierRostros de la migración. Experiencias comentadas de inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España.Bogotá. Fundación Esperanza. 2009.230 p.

ISBN: 978-958-97407-3-6

1. MIGRACIONES. 2. EMIGRANTES COLOMBIANOS. 3. EMIGRANTES ECUATORIANOS. 4. LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA, SS. XX-XXI. 5. SOCIOLOGÍA DE LOS HECHOS MIGRATO-RIO, S. XXI. 6. ASPECTOS PSICOSOCIALES DE LA MIGRACIÓN.

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IN MEMORIAM

A Ofelia Gómez, paradigma de integralidad y grandeza, con quien tuve el honor y el placer de compartir,

antes de su viaje definitivo en busca de su amado hijo. Su apoyo y entusiasmo desde la Dirección del Proyecto

Servicio Colombo Ecuatoriano de Migraciones - SECEMI, hicieron posible este libro.

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RECONOCIMIENTO

A Omar, Lucía, Luis, Ana Cecilia, Soñadora, Arturo, Irma, Angelines, César, Edgar y demás colombianos y ecuatorianos en España,

que aportaron, tanto sus valiosos testimonios de la experiencia migratoria, como su colaboración y solidaridad,

incondicionales con este proyecto.

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Contenido

Pág.

Prólogo ........................................................................................................ 11

Presentación................................................................................................. 17

Introducción................................................................................................. 21

Primera parteTESTIMONIOS

César T. ........................................................................................................ 27 Verónica ....................................................................................................... 32 Arturo .......................................................................................................... 36 Andrea ......................................................................................................... 43Soñadora ...................................................................................................... 46Angelines ..................................................................................................... 53Teresa ........................................................................................................... 58 Oscar ............................................................................................................ 64Luis .............................................................................................................. 70César Z. ........................................................................................................ 76Ana Cecilia ................................................................................................... 82José Luis ...................................................................................................... 89Cindy ........................................................................................................... 93Nathalie y Julia ............................................................................................ 96Esteban Tomás ............................................................................................. 101Trinidad ....................................................................................................... 106

Segunda parteANÁLISIS - COMENTARIOS

Razones para el viaje migratorio .................................................................. 121Vivir en España ............................................................................................ 127 Relaciones personales .................................................................................. 145

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Rostros de la migración

Prejuicio, estigma y discriminación .............................................................. 155 Sueños, expectativas, proyecto de vida y frustraciones ................................ 164La familia ..................................................................................................... 173 Bienestar subjetivo y/o felicidad .................................................................. 187Identidad nacional, nostalgia y relación con la cultura de origen ............... 192 Adolescentes ................................................................................................ 202 Españoles que trabajan con inmigrantes ...................................................... 206Apuntes desde la perspectiva de los derechos humanos ............................... 210 El balance .................................................................................................... 214Un año después ............................................................................................ 219

Referencias bibliográficas ............................................................................. 223

Anexo: Instrumento (las preguntas) ............................................................ 229

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Prólogo

Hace ya unos cuantos años Zygmunt Bauman reflexionaba, en su obra Comuni-dad. En busca de seguridad en un mundo hostil, sobre el difícil equilibrio al que está sometido el ser humano entre la búsqueda de seguridad (ofrecida por la comunidad) y el ejercicio de la libertad (la cual sólo es posible en individualidad); equilibrio para el cual, a juicio del pensador, no se ha encontrado aún “una receta infalible”. En épo-cas donde ha existido un fuerte sentido de comunidad, ésta ha ejercido un contun-dente control social, pudiendo llegar a asfixiar cualquier sensación de libertad. Por el contrario, el mundo actual se presenta, al menos en muchos lugares, más libre que nunca, pero se extiende la sensación de desarraigo, de falta de calidez, de certeza, de seguridad. El tránsito de la comunidad a la sociedad, ya descrito por Tönies hace más de un siglo, parece que va adquiriendo cada vez más velocidad, aun cuando haya conatos de comunitarismos que pretendan mitigar, cuando no evitar, el creciente des-arraigo y soledad del ser humano. Como nos dice Bauman, “se ha acabado la mayoría de los puntos de referencia constantes y sólidamente establecidos que sugerían un entorno social más duradero, más seguro y más digno de confianza que el tiempo que duraba una vida individual”1. Pero, lejos de lo que pudiera parecer razonable, la soledad no une a las gentes que la sufren, sino que las separa aún más: “el tipo de incertidumbre, –escribe Bauman– de oscuras premoniciones y temores respecto al futuro que acosan a hombres y mujeres en el entorno social fluido, en perpetuo cambio, en el que las reglas del juego cambian a mitad de la partida sin previo aviso o sin pauta legible, no une a los que sufren: los separa y los aísla. (…) La decadencia de la comunidad se perpetúa a sí misma: una vez que se inicia hay cada vez menos estímulos para contener la desintegración de los lazos humanos y buscar formas de religar lo que se ha desgajado”2.

1 Bauman, Z. Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil. Madrid, Siglo XXI, 2001; 58.2 Ibid.; 59.

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Rostros de la migración

Las palabras anteriores describen un proceso aplicable a las relaciones que se desarrollan en sociedades territorializadas; esto es, a relaciones entre sujetos que comparten y viven un mismo entorno físico (familia, trabajo, escuela, ocio…): ese lugar “en el que se desarrolla o se espera desarrollar la vida entera”. ¿Qué pasará, en-tonces, con aquellos que abandonaron físicamente “ese lugar” en el que comenzaron sus vidas? ¿Cuánta más incertidumbre acontece en las vidas de quienes dejaron un entorno que, aunque más fluido e incierto que en épocas pasadas, al menos les pro-porcionaba una mínima sensación de pertenencia y seguridad?. El libro que el lector o lectora tiene en sus manos trata de esto; de historias migratorias que describen, casi con precisión milimétrica, los procesos que Zygmunt Bauman nos desgrana en los breves ensayos que conforman su obra Comunidad; como si el escritor hubiese estado pensando en las historias concretas de Verónica, de Arturo, de Andrea… y de tantos y tantos migrantes sometidos a procesos de desarraigo adicionales a los comunes de las actuales sociedades fluidas e inciertas.

Javier Murillo Muñoz nos presenta un libro en el que describe “memorias migra-torias” de personas inmigrantes concretas, y lo hace con brevedad y precisión a través de la voz de los propios protagonistas. Asombra cómo en tan pocos párrafos el autor ha sabido recoger los sentimientos nucleares que se desprenden de los acontecimien-tos concretos de cada una de las historias de los protagonistas de la primera parte del libro. Y asombra constatar las coincidencias entre ellos, a pesar de las diferencias de género, edad, condición social, historia migratoria y éxito o fracaso de la misma. Las expresiones como “tengo todo, pero tengo desorden”, “han desbaratado hogares por cantidades [los gobiernos de origen]”, “al corazón le falta un trozo”, “el dolor de recordar”, “aquí lo tengo todo, pero no tengo nada”, que se repiten una y otra vez, de una forma u otra, nos remiten a ese poso de desconcierto presente en todas las historias de la primera parte del libro. Desconcierto común a quienes exhiben expe-riencias migratorias exitosas y a quienes no; a quienes quieren quedarse y a quienes quieren regresar. En todos los casos hay un vacío común, una ruptura, un duelo, que ya no se repara ni aquí ni allí. Esto hace que en los relatos aparezcan continuamen-te sentimientos ambivalentes, encontrados, contradicciones e incluso incongruencias discursivas, y que en la mayoría de ellos se repita la idea de “no se si mereció la pena emigrar”. “No se”…. “Quizás”… No hay certezas, o las hay pocas y no demasiado de-finitivas. Incertidumbre, acomodación, resignación. Incluso en las experiencias más exitosas hay cierta resignación. Siempre falta algo.

Pero, como apuntábamos al principio a través de las palabras de Bauman, lo paradójico es que las soledades no parecen generar solidaridad. Este es otro de los descubrimientos que, siquiera de forma provisional, nos ofrecen los relatos de los in-migrantes. En muchos de los casos aparecen competencias, envidias, malas prácticas entre los propios compatriotas. Lejos de ser la hostilidad de la sociedad receptora un

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acicate para solidaridad y el sostenimiento afectivo, en muchos casos se produce la competencia ante el recurso escaso: la supervivencia misma, o incluso la aceptación social. En este último caso se trata de evitar el estigma de “inmigrante” mediante la separación de los compatriotas, para “que no me confundan con ellos”.

Todo ello nos hace dudar de la validez de la emigración como recurso positivo para resolver cualquier tipo de situación vital. Los costes parecen grandes, indepen-dientemente del lugar al que se llegue y del trato que se reciba. No sólo está la sensa-ción de vacío, de desarraigo; la experiencia migratoria puede llegar a endurecer a las personas. Más aún si la recepción es hostil. Pero incluso esta sensación de anestesia afectiva aparece en situaciones que no son autopercibidas como negativas. “Feliz no soy; infeliz tampoco. Soy como todos”.

Quizá pueda parecer ésta una visión pesimista de la migración. No lo es; o al menos no más que la referente al devenir actual de las sociedades contemporáneas. Ciertamente las migraciones pueden ofrecer muchas y buenas oportunidades de me-jorar la vida propia y la de la familia. Oportunidades para encontrar un trabajo o un trabajo mejor, oportunidades de ejercer una mayor libertad personal, incluso oportu-nidades para simplemente vivir. Sin duda alguna. Pero no es de acontecimientos con-cretos y puntuales de lo que hablamos aquí, sino del incremento de las incertidum-bres, del vacío que hace que la gente no se sienta feliz, incluso “teniéndolo todo”….(pero “no teniendo nada”).

En este punto creemos necesario hacer dos matizaciones importantes. Prime-ra, que estas impresiones se derivan de las percepciones de quince (15) personas inmigrantes en España. Es un número demasiado reducido como para generalizar, a pesar de que los procesos señalados aparecen en la segunda parte del libro, en la que el autor sintetiza los resultados de un mayor número de entrevistas. En todo caso el número de experiencias es demasiado pequeño para establecer procesos generales, y así lo indica el propio autor. A pesar de ello, es importante poner de relieve lo que cada investigación, por pequeña que sea, hace emerger de las fuentes de información utilizadas. Sin generalizar, pero sin minimizar. Las historias están ahí.

Segunda matización importante: de los relatos analizados sí se desprenden las sensaciones descritas más arriba; el desarraigo, la resignación, la incertidumbre, la falta de esperanza…., la falta de algo. Pero en el conjunto de esta sensación de fal-ta habría que poder determinar qué parte se debe a la propia personalidad (más o menos optimista, más o menos esperanzada…); qué parte corresponde al proceso migratorio (y, por lo tanto, diferencia a los migrantes de los que no lo son); qué parte se debe a los procesos generales de incertidumbre de las sociedades fluidas contem-poráneas (y que, por lo tanto, son comunes a los migrantes y a los que no lo son); y,

Prólogo

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Rostros de la migración

por último, qué parte de la falta corresponde a la propia naturaleza humana; esa falta que describió Jacques Lacan como “la falta del ser propiamente hablando”3, y cuya experimentación incita al ser humano al deseo de la completud; deseo que, indefec-tiblemente, se ha de ver frustrado, generando esa sensación de vacío que a todos se nos ha presentado alguna vez de forma expresa, pero que, sin duda, está presente de forma latente. Habría que analizar si esa sensación de vacío, común a todo ser hu-mano, se manifiesta con más fuerza en la experiencia migratoria, o si la experiencia migratoria añade sensaciones específicas de vacío a la falta común.

Pero las anteriores no son las únicas reflexiones a las que invita Javier Murillo. Además de las historias de inmigrantes contadas a través de las palabras de sus propios protagonistas, nos ofrece también un análisis de otras entrevistas realizadas, más nu-merosas, de las que extrae algunas conclusiones, eso sí, “provisionales”, “a beneficio de inventario”. Es la segunda parte del libro. En ella el autor repasa de forma detallada y con gran riqueza analítica muchos de los procesos que nos sugieren de forma directa las entrevistas de la primera parte. En este sentido Javier Murillo entrelaza con habilidad las historias recogidas por él con las aportaciones de otros estudios e investigaciones relativos a cada una de las dimensiones abordadas, intentando, como él mismo dice, evitar las generalizaciones pero, a la vez, comprender los procesos que se producen en las vidas de los migrantes. Entre las dimensiones que preocupan al autor destacan más las subjetivas que las propias condiciones de vida, quizá entendiendo, como los propios inmigrantes indican de forma directa o indirecta, que “el bienestar subjetivo no parece ser un estado al que se acceda necesariamente por la vía económica”.

En suma, estamos ante una obra de gran interés, tanto por lo testimonial como por el ejercicio sintético de descripción, no sólo de los detalles concretos de las dife-rentes situaciones migratorias, sino también de los procesos psicosociales que acon-tecen en las vidas de las personas migrantes. Y este es, a mi juicio, el gran valor añadido del libro: el ser un homenaje a la persona migrante. Y ello por tres razones fundamentales: primero porque le cede el protagonismo a través de la concesión de la palabra; segundo, porque permite al lector o lectora conocerle a través de sus pro-pios relatos; y, tercero, porque la preocupación analítica del autor se centra más en el bienestar subjetivo y en la felicidad de los migrantes que en sus condiciones objetivas, materiales y/o económicas.

Así, la primera parte es una compilación de historias relatadas en primera per-sona. Nada mejor para conocer “al otro” que escucharle. En este caso a través de la

3 Lacan, J. “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”. 1954-1955. El Seminario de Jacques Lacan Vol. 2. Barcelona, Paidós, 1983.

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palabra escrita. Pero al leer los relatos se produce una sensación real de “escucha”, de solemnidad y respeto por la historia de ese “otro” que nos habla; que, de una manera u otra, ciertamente nos habla. Y este hablar y escuchar los propios migrantes lo agra-decen: “me he sentido escuchado –dice uno de ellos– cosa que pocas veces ocurre y eso sabe a gloria; necesitaba poder hablar…”.

La segunda parte, como el propio autor indica, es un análisis de estas y otras entrevistas que permiten sacar algunas conclusiones en torno a la experiencia migra-toria circunscrita a un contexto concreto de recepción (España) y a unos orígenes migratorios también específicos (Ecuador y Colombia).

Por último creo que es de justicia resaltar no sólo las valiosas aportaciones ana-líticas o el acierto de ceder protagonismo a los migrantes en esta obra, sino la ho-nestidad metodológica de su autor. No es frecuente encontrar investigadores que planteen y reconozcan sus propias limitaciones metodológicas, a pesar de que, como en cualquier obra humana, siempre están presentes en nuestras investigaciones. Se podrán compartir o no los procedimientos metodológicos, pero no podemos dejar de valorar muy positivamente que, lejos de la tendencia general a intentar “sentar cátedra”, Javier Murillo Muñoz nos invita a “no generalizar resultados”. Sin duda, un valor más que añadir a la obra.

Cristina BlanCo Fernández de valderraMa

Universidad del País VascoBilbao, 18 de mayo de 2009

Prólogo

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Presentación

Los expertos e investigadores en el tema migratorio, los funcionarios públicos que tienen que ver con dicho tema, y quienes se interesan y trabajan por la población migrante están acostumbrados a examinar las dinámicas de movilidad humana a partir de estudios basados en datos estadísticos, en informes de entidades estatales o privadas y en fin, en análisis macro y generales que pretende dar cuenta de esta realidad incontrovertible: los flujos migratorios en la época global.

Pero son pocos quienes analizan los procesos de migraciones internacionales partiendo de los testimonios de sus protagonistas, de sus experiencias en las que se entrecruzan las motivaciones, los sueños, las expectativas, los imaginarios, los sentimientos encontrados, los recelos, las alegrías, las frustraciones, en fin, las miradas y relatos de los migrantes mismos. A través de las historias de vida que se ofrecen en este libro se alcanza a dimensionar lo que implica el proceso concreto que viven muchos colombianos y ecuatorianos cuando se establecen en otro terri-torio ajeno a su país de origen, en este caso en España. Partir del punto de vista de ellos y desentrañarlo en sus alcances y limitaciones, no es otra cosa que dar cuenta, en estos tiempos de intensa movilidad, de la condición humana. Además, es profundamente enriquecedor para todos aquellos que buscan comprender lo que son las migraciones.

Es bueno recordar que gran parte de los aportes de los estudiosos de la sociedad y de la historia han tenido como anclaje no las disquisiciones abstractas o las reflexio-nes meramente conceptuales, sino los hechos empíricos observados con agudeza y los testimonios de personas y grupos protagonistas de estos hechos para que sean ellos los que hablen. Se trata, pues, de un análisis que refleja el punto de vista de los informantes. Es lo que en antropología social se conoce como la perspectiva émica. Malinowski, afirmaba que “el objetivo final que el etnógrafo nunca debe perder de vista es, en pocas palabras, captar el punto de vista del nativo, su relación con la

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vida, llegar hasta su visión del mundo”1. Profesionales de otras disciplinas como la psicología o la semiología son también deudores de esta perspectiva en muchos de sus estudios, como lo es el autor del libro que presentamos.

No sobra recordar que la Fundación ESPERANZA tiene como eje central de sus acciones a los migrantes y sus familias. Su Sistema de atención al Migrante (SAM) dirige sus esfuerzos y recursos precisamente a atenderlos, a través de diversas formas y mecanismos. Sus propuestas de política pública migratoria están encaminadas a que se garanticen su bienestar y sus derechos como seres humanos y ciudadanos. Las acciones de sensibilización que adelanta están enfocadas a que tanto los migrantes como la sociedad de su entorno y los mismos gobernantes se percaten que se requiere información de calidad para el viaje migratorio e incluso para crear condiciones, en el país de origen y de destino, que faciliten tomar conciencia de los derechos y res-ponsabilidad que a todos compete en este terreno. Su apuesta de apoyar proyectos sustentables en comunidades de alto impacto migratorio o de generar desarrollo local tiene en la mira a personas y organizaciones concretas para que sean las que reciban el impacto positivo de las acciones que se deriven de dichos proyectos. Y en fin, el Ob-servatorio Colombiano de Migraciones y en particular su Unidad de Investigaciones, procuran examinar las migraciones no sólo a través de datos estadísticos relevantes y actualizados, sino también de estudios cualitativos que auscultan la realidad de los migrantes y el sentido que ellos mismos atribuyen a esta experiencia vital.

Además de información para dimensionar cuantitativamente los alcances de la dinámica y de los hechos migratorios, se hace imprescindible contar con la palabra y las experiencias de quienes establecen su morada en otros territorios de realidades y sueños. Este tipo de estudios cualitativos generan nuevas reflexiones e insumos que redundan en mejores políticas y mejores servicios para la población migrante a quien la Fundación, tanto en Ecuador como en Colombia, dirige sus acciones. De esta forma cumple con su misión de ser una organización de la sociedad civil comprometida con el pleno ejercicio de los derechos humanos, especialmente vulnerados, de la pobla-ción en contextos de movilidad nacional e internacional.

La Fundación ESPERANZA está satisfecha de poner en manos de los lectores este interesante trabajo de carácter cualitativo, donde el investigador Javier Murillo nos regala las experiencias de vida de inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España; para su análisis las organiza en temas de gran interés y las interpreta a través de un enfoque psicosocial, pero sin olvidar la voz de sus protagonistas. Las rastrea cuidadosamente no tanto para que sean el soporte de sus textos explicativos, sino

1 Malinowski, citado por Marvin Harris, en “El desarrollo de la teoría antropológica”.

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para que sirvan de diálogo con él mismo y otros autores que convoca. Esto facilita la comprensión cabal de estos testimonios de vida.

Al recorrer cada una de las páginas, el lector logra compenetrarse de estos Ros-tros de la migración, puede imaginarlos, casi que vivirlos o sentirlos, pero a la vez en-tenderlos, lo que le permite tener hacia el futuro una mirada comprensiva y por qué no, solidaria con esta especie de “aventureros”, que dejan lo conocido: su país y su familia, para ir hacia lo desconocido, donde encontrarán zonas oscuras y luminosas, sueños a medio cumplir o postergados, avances y retrocesos. Es lo que el autor trata de escudriñar y comprender. Hasta llegar a un balance que los mismos protagonistas hacen de su vida como inmigrantes en España. Estas experiencias ¿qué les han deja-do? ¿Han valido la pena? Es la última pregunta que ellos responderán.

Quien desee, pues, incursionar en el mundo de los migrantes qué mejor ocasión que estos relatos contados por ellos mismos de la mano acuciosa y respetuosa del autor que por varias ocasiones y muchas jornadas los escuchó y dialogó con ellos.

Jairo Muñoz M.Director Proyecto Servicio Colombo-Ecuatoriano de Migraciones

Fundación Esperanza

Presentación

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Introducción

España, uno de los destinos preferidos por la diáspora internacional en los ini-cios del siglo XXI, cuenta con aproximadamente 5 millones de inmigrantes venidos de diferentes países del globo terráqueo. Entre ellos se cree que hay cerca de un millón de ecuatorianos y más de medio millón de colombianos. Mientras, muchos cientos de miles más, quizás millones en estos dos países, hacen lo posible y a veces hasta lo imposible, por emigrar a la “madre patria”. Lo desean fehacientemente, por tanto participan del mito del gran mundo; ese lugar donde las posibilidades existen como en ningún otro. Para unos, dichas posibilidades son materiales; para otros, son sencillamente existenciales. ¿Pero, que tanto conocen de la realidad migratoria en España? ¿Hasta donde poseen información de primera mano, sobre tan particular experiencia?

Este trabajo pretende llenar vacíos al respecto. Ofrecer una panorámica más allá de las habituales estadísticas sobre el número de inmigrantes o sobre la cuantía de las remesas enviadas por estos. Pretende acercarse a la inmigración colombiana y ecuatoriana en España a través del contacto con los protagonistas directos; los pro-pios migrantes. La metodología utilizada para tal fin, es esencialmente cualitativa. La fuente principal de dicha aproximación está constituida por entrevistas a profundi-dad, que con un formato semiestructurado se realizó, por espacio de varias horas, a 12 inmigrantes adultos (6 colombianos y 6 ecuatorianos) de ambos sexos, con varios años de residencia en la nación Ibérica; sus historias migratorias son recreadas en el texto, omitiendo las preguntas, para lograr así una narración fluida –las preguntas que dieron lugar a las narraciones aparecen si, como anexo–. Tales entrevistas fueron realizadas en Madrid y Barcelona en el último trimestre del año 2007, excepto una, la de José Luís, que se efectuó un año después –finales del 2008–.

Dos entrevistas más, fueron realizadas a tres adolescentes mujeres de ambos países. Para ellas se utilizó un formato libre, en el que cada respuesta podría originar la siguiente pregunta. El autor consideró este formato, más apropiado para las jóve-

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nes. Igualmente aparecen en el texto. Un complemento importante, incorporado de la misma manera, fue el de dos entrevistas efectuadas a españoles que trabajan con inmigrantes. Ellos, un hombre y una mujer con años de experiencia en la materia, ofrecen la otra perspectiva que contribuye a enriquecer la visión del fenómeno mi-gratorio. De igual forma como sucedió con las adolescentes, se trata de entrevistas no estructuradas, que conservan en el libro las preguntas realizadas personalmente por el autor. Todas las anteriores entrevistas, son incluidas en la primera parte del libro y pueden, la mayoría de ellas, considerarse historias migratorias.

Otras dos fuentes constituyen invaluables insumos para este trabajo investigati-vo; la primera es la realización de cerca de ochenta entrevistas mas, con inmigrantes así mismo colombianos y ecuatorianos, residentes en varias ciudades españolas, con los que el autor conversó a través de un formato variado, por un tiempo fluctuante entre una y varias horas, acerca de su experiencia migratoria y los tópicos abordados en las entrevistas ya reseñadas. Tales entrevistas no integran el texto, pero a no du-darlo, hacen posible un mejor conocimiento del tema por parte del autor y facilitan a la vez, un buen número de las conclusiones que aquí se presentan.

La última fuente importante de este trabajo está representada en la observación por parte del autor, de la vida cotidiana en España, de muchos de aquellos migrantes de ambos géneros y edades diferentes que se han mencionado. En efecto, el autor ha compartido una buena cantidad de horas libres de su tiempo, ha visitado sus pisos, ha participado de sus reuniones y les ha acompañado en sus actividades no labora-les. Todo ello ha permitido enriquecer una visión en principio estereotipada de sus procesos migratorios. El proceso de observación ha tenido lugar en esencia, pero no exclusivamente, durante el último trimestre de los años 2007 y 2008, periodos en los que el autor, residente en Colombia, viajó a España.

Es necesario agregar que el libro presenta en su estructura, dos partes clara-mente diferenciadas; en la primera, se incluyen las narraciones y entrevistas logradas con tal propósito y que son representativas de las diferentes experiencias e historias de vida migratoria. En la segunda parte, el autor analiza, a la luz de los insumos se-ñalados, una serie de facetas o tópicos de interés desde una perspectiva psicológica y psicosocial. Si bien, las entrevistas constituyen el insumo mas ponderado en este análisis, hay facetas en las que el peso mayor del análisis puede recaer en otro insu-mo, como la observación.

Finalmente deberemos reconocer como posibles limitaciones identificadas por el autor: a) Que las entrevistas no fueron grabadas con el propósito de evitar preven-ciones de parte de los entrevistados. Se optó en su lugar por el cuaderno de apuntes, tomando el autor nota textual de la narración de cada entrevistado, cada que ello

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fue posible y sometiendo luego el texto reconstruido al escrutinio de cada uno de los que compartieron su historia migratoria, dando ellos su visto bueno o haciendo los correctivos que considerasen pertinentes; se procuraba así, reducir los riesgos de interpretación. b) Que la nacionalidad del autor –colombiano– podría eventualmente facilitar la confianza de los inmigrantes de su propia nacionalidad entrevistados, pero no así la confianza de los ecuatorianos. A pesar de que las historias seleccionadas lo fueron sobre un criterio riguroso que deja un mínimo de duda al autor, no podemos desconocer que ello constituye una limitación. c) Una tercera limitación nace de la conjunción de dos factores: la naturaleza cualitativa del estudio que obliga a no gene-ralizar resultados, y la tendencia humana a generalizar testimonios u observaciones particulares, a las que no escapa el autor. Las conclusiones que aquí se extraen deben tomarse con beneficio de inventario, como todos los trabajos de este tipo.

Introducción

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Primera parte

TESTIMONIOS

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César T.

Ecuatoriano. Treinta y cuatro (34) años. Soltero. Oriundo de Guayaquil. Reside en Barcelona, ciudad a la que llegó hace nueve (9) años proceden-te del Ecuador. Sus padres residen en Guayaquil junto a cinco (5) de sus hermanos. Otros tres (3) hermanos viven en Barcelona como él. Tiene una novia española desde hace varios años.

Fui el conchito, o sea el menor de la familia. Estudié hasta que tuve unos doce (12) o trece (13) años y luego me dediqué a ayudarle a mi padre en su carpintería. Después volví a estudiar hasta que terminé el bachillerato o secundaria pero sin dejar de traba-jar con mi padre en su carpintería, pero como me gustaba más el dinero me dediqué de nuevo al trabajo solamente. Después hice una tecnología por correspondencia y luego seguí estudios en la universidad por un año y ahí paré ya mis estudios y a tra-bajar.. ah! … y también las fiestas y la gente; yo era influenciable y me dejaba llevar por las noches. En el trabajo llegué hasta oficial de primera –maestro, en Ecuador–. Hubo un momento en que se vino una hermana para España y me tentó; como yo tenía dificultades con mi padre porque era chapado a la antigua, cedí a la invitación. Era una manera de tomar distancia de mi padre, pues su manera de ser con nosotros me molestaba. Claro que hoy doy gracias a Dios y a él, porque fue así.

Cuando mi hermana me llamó, me dijo: “porque no pruebas… si lo hice yo que tengo hijos (cinco)”; y bueno, lo hice. En esa época era más difícil llegar acá como inmi-grante por que te veían como raro. Viajé con el dinero de la herencia de mi madre. Yo no tenía expectativas o sueños así como muy puntuales. Sabía que ganaría más dinero y que tendría por esa razón mejores posibilidades, pero no más. Yo no pensaba en el asunto; era lo de mi padre lo único que me impulsaba… pero hoy le agradezco –repite–.

Este mundo es muy diferente. Muchas cosas que yo desconocía. Por ejemplo, yo no sabía que era un metro; solo el de medir. Cuando llegué fui a un hotel pero me ha-

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Rostros de la migración

bían engañado en la agencia de viajes donde me hicieron los trámites y no pagaron. Como traía dinero prestado conmigo por si se presentaba algo, me fui a un hotel de la calle Pelayo. Pagué unas doce mil (12.000) pesetas que era algo así como ochenta (80) euros. Claro que en esa época aún no circulaba el euro, pero es el equivalente. Estuve cuatro (4) días allí esperando a poder buscar a mi hermana, pues por razones de su trabajo no lo podía hacer los primeros días. Al comienzo no me atrevía a buscar opciones. Lo único que yo conocía era el restaurante de Mc Donalds. Apenas se me acabó el dinero quedé desubicado. Contacté a mi hermana y ella consiguió que yo pudiera quedarme hospedado con un amigo suyo en Plaza España. Yo no sabía como era el movimiento en esta ciudad y todo era muy extraño. Pero había más problemas. Él trabajaba y vivía en un parking y allí no tenía buen espacio; solo tenía voluntad. Lo más terrible es que el invierno estaba llegando y los fríos eran inaguantables. Pasaba las noches congelado; sentía que ya no aguantaba más. Hasta que unos gitanos que necesitaban unos muebles me contrataron y se los hice. Con ellos me gané treinta mil (30.000) pesetas y de ellas le di 5.000 a mi amigo. Me busqué un piso entonces y continué buscando trabajo. Fue así, como un día me encuentro en Plaza Cataluña con un primo al cual no veía desde hacían unos diez (10) años. Mucha casualidad esa. El se iba para Ecuador por lo que nos dejó una habitación para que la compartiéramos cinco (5) compatriotas; esto es normal entre inmigrantes de diferentes países y no solo de ecuatorianos.

He hecho de todo aquí; he sido soldador, albañil y carpintería en los últimos años. Soy autónomo ahora. Prefiero independiente porque muchos patronos no pagan. … espa-ñoles… digo como jefes, y eso me ha obligado a rebuscarme los fines de semana. Hoy es más fácil porque ahora tengo la residencia, pero aun no tengo la nacionalidad.

Me levanto todos los días a las siete (7) de la mañana y voy al trabajo para entrar a las 8 y 30 y trabajo hasta las seis (6) de la tarde. Tengo un descanso al mediodía. En las noches voy a casa y veo televisión hasta tarde. Los lunes en la noche aprendemos salsa con unos cubanos. Los sábados, si no he trabajado, salgo con mi novia, tomamos una copa, cenamos y después a casa donde vemos televisión; soy una persona muy casera y mi forma de recrearme es sencilla. Los domingos descanso en la mañana y duermo hasta más tarde que de costumbre para ir por la tarde a trabajar como ani-mador de una discoteca que es también academia de baile. Nosotros –los animado-res– sacamos a bailar a las mujeres que van o entusiasmamos a las parejas para que lo hagan. Yo trabajo con una venezolana que es la directora de la academia. A esa discoteca va gente de diferentes países; van muchas españolas y muchos españoles. A los catalanes les encanta la salsa, yo no lo hago mal, pero reconozco que los cubanos y los colombianos son los mejores en salsa; tengo aún que aprender y lo estoy hacien-do. Es un buen trabajo; y me recreo, gano un dinero extra y hago amistades.

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He visto la discriminación dirigida a otras personas, y también le he vivido en cuerpo propio. He pasado por la experiencia incómoda de ser mirado como una cosa rara; incluso me han insinuado que soy salvado. ¡Salvado de qué! Como que el hecho de venir a vivir a España nos hubiera salvado de una tragedia. Ellos nos ven a nosotros los inmigrantes como poca cosa, pero lo que no toman conciencia es que reciben lo mismo de Europa que los ven también como inferiores. Es muy paradójico que varios que me han tratado como un ser inferior, se han convertido con el tiempo en buenos amigos.

Yo tengo una novia española hace bastantito ya. Es una buena relación. He tenido relación con mujeres de varios países pero las que mas me han durado son las que he tenido con españolas y más concretamente con catalanas. Pero tuve una relación que fue terrible con una mujer que me decía “inmigrante de mierda”, cada que se enoja-ba; me trataba realmente mal. A pesar de todo, tengo que decir que he tenido mejor relación con novias catalanas que con latinoamericanas. Pero a las españolas hay que darles su espacio porque son más liberales; yo se los doy.

Para mí, después del primer año, no ha sido realmente complicado adaptarme a la vida española. Creo que me he adaptado a todo, menos al bar; lo del bar es una rutina diaria para ellos, sin lo cual no pueden vivir; todo español tiene que pasar por el bar primero antes de irse a dormir, o incluso antes de llegar a casa. Se toman unas cerve-zas; comen unas tapas y ahí sí; a casa. Yo no puedo hacerlo.

La mayoría de mis amigos son españoles. Me entiendo muy bien con ellos; les gusta que puedo hablarles de temas diferentes por que para mi es importante leer, enterar-me de diversas cosas y hablar de ello; eso es algo muy importante para los catalanes que son personas con una buena cultura. Para mi realmente la relación con ellos no ha sido difícil.

Yo no tengo muchos amigos ecuatorianos pues para mí no ha sido fácil cultivar una relación con ellos. La envidia es más grande entre nosotros mismos lo que no pasa con la gente de aquí. Los españoles son más humanitarios; se siente más su apoyo, cosa que yo no he podido vivir con mis compatriotas. No lo entiendo, pero varios compa-triotas que he considerado amigos demostraron que no lo eran; me han cerrado las puertas.

Hay frustraciones en mi vida pero a pesar de ello, no me puedo quejar de mi vida. He crecido más de lo que hubiera pensado algún día; hoy soy otra persona, soy más humanitario; he crecido y sigo tratando de crecer. Así que por que razón me voy a quejar.

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Rostros de la migración

Hoy día sí llevo una vida digna. Me lo he ganado a pulso lo que soy y lo que tengo. Siento que hoy se respetan mis derechos pero no puedo decir lo mismo de los prime-ros años cuando se irrespetaban; me los irrespetaban por ilegal, por inmigrante… nos juzgaban por la apariencia. El esfuerzo ha arrojado frutos positivos.

La felicidad es algo supremamente difícil de alcanzar en su totalidad. Yo no la he podido tener como tal vez hubiera querido, pero he logrado cosas; es parcial esa felicidad. Soy afortunado en gran medida por las muchas cosas que he alcanzado, pero al no poder abrazar a toda mi familia se siente una parte de vacío; es la vida. La felicidad sería poder cumplir los objetivos que uno se ha trazado en la vida al lado de los seres queridos.

Gano unos dos mil quinientos (2.500) euros al mes como promedio; de ahí, pago el alquiler del piso que me sale un poco costoso por que vivo solo, son seiscientos (600) euros mensuales; no quiero compartirlo con otras personas pues prefiero la privaci-dad … ya que puedo hacerlo. Hasta hace poco pagué una hipoteca pero ya terminé. También le envío unos doscientos (200) euros mensuales a mi madre y ocasionalmen-te le ayudo a mis hermanos del Ecuador.

Yo no tengo inversiones. No las tengo en Ecuador, pero tampoco en España. Solo estoy pagando una casa en Ecuador y llevo ya varios años haciéndolo. Es imposible comprar una casa en dos años y menos aún, al año. Uno no entiende como hay per-sonas que lo hacen. La única forma razonable es cuando se vienen varias personas de la misma familia. Imagínese, si yo que gano bien no lo puedo hacer, como será en el caso de quienes ganan mucho menos.

En todos estos años he podido viajar solamente en dos oportunidades a mi país; lo hice en el 2002 y regresé hace un año, en el 2006. Hay una sola razón para ello y es económica. Esos viajes salen muy costosos y habría que gastarse casi todo en ellos. Los que menos viajamos somos quienes tratamos de llevar una vida normal aquí, con calidad; quienes tenemos un coche, un piso, una hipoteca, actividades; quienes vivimos. Pueden viajar quienes viven mal aquí; los que viven hacinados en una ha-bitación estrecha y todo lo ahorran para el viaje. Esas personas llegan a lo grande a Ecuador. Los reciben con músicos en el aeropuerto; lo pagan todo; las fiestas; las invitaciones a los amigos; los gastos desmedidos y aparentando que están llenos de plata para luego volver a meterse siete (7) personas en una habitación.

Llamo a mis padres aproximadamente cada quince (15) días. Ellos están bien y por eso no intento traerlos; para que, si además tienen más de setenta (70) años. Están con una hermana. El tema de traerlos es complicado. Voy a traer en cambio a un

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hermano con la ayuda de mi jefe que me da faena; es un contrato de trabajo; de otra manera es muy complicado hacerlo.

Añoro mucho mi país; sí, claro. Sueño cada día con él. El año pasado que fui, lo traje en mi cabeza al regreso. ¡Como pensaba en él! Te vienes tocado. ¡Cuanto cuesta vol-ver! ¡Es tan difícil todo eso! Tengo estabilidad económica, sí… pero han sido muchos años aquí. Es realmente inexplicable a veces. Los tres primeros años era muy difícil. El factor económico es fundamental; por la estabilidad. Uno no quiere regresar con la cabeza gacha; es un asunto de orgullo también. Mis compatriotas guardan mucho las apariencias; en eso gastan mucho dinero. Claro que es en cierta forma comprensible que no queramos desprendernos de lo seguro para ir a lo inseguro. Yo si creo que los costeños somos diferentes de los serranos; los veo más preocupados por aparentar.

Yo quisiera regresar a Ecuador pero mientras la situación de mi país esté como está, lo veo muy imposible. Si fuera diferente, yo estaría luchando con ellos allá, pero creo que ahora la fuerza migratoria es en gran medida el motor del país, así que valió la pena haber emigrado por que se mejoró, pero no lo es todo… hay esa otra parte.

Yo quiero finalmente darle las gracias por esta oportunidad. Me he sentido escucha-do, cosa que pocas veces ocurre y eso sabe a gloria; necesitaba poder hablar de lo que he vivido y lo hice. Si esto sirve para algo…

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Rostros de la migración

Verónica

Ecuatoriana. Veintidós (22) años. Reside en Madrid hace cuatro (4) años, Proviene de la provincia de Cotopaxi. Estudia para convalidar su bachillera-to en un centro para inmigrantes. Su familia está compuesta por sus padres, dos (2) hermanos y cuatro (4) hermanas, todos en Ecuador.

Yo estudié mi bachillerato y un curso de tres años en mi país. Allí, en Cotopaxi, vivía con mi abuela, no tenía una razón especial para vivir con mis padres, solo vivía con mi abuela. Allá no tenía novio; a mí no me han gustado los hombres ecuatorianos, pero además lo que tenía pensado para mi futuro era ser monja. Tal vez fui influen-ciada por las monjas del colegio donde estudié.

No tuve una razón personal poderosa para venirme a España, ni fue un proceso largo. No me imaginaba nada de España; no tenía expectativas… solo que un día mi abuela me animó a que viajara y así me vine. Salí de mi país de la manera más espontánea. Cuando mi abuela me lo dijo, pensé que sí, que podría ayudar a mi familia. Yo soñaba era Inglaterra y sigo soñándolo; eso por que siempre he querido aprender inglés.

Me trajo una tía que vive aquí hace bastante… ella me dio el pasaje y así vine a vivir con ella, pero no fue fácil, pues ella tiene unas reglas distintas… muy rígidas, y yo soy mas liberal; no estaba acostumbrada a ese estilo. No me gustaba que me diera órdenes todos los días.

He tenido varios trabajos. Siempre he cuidado niños. El primer trabajo que tuve fue por dos (2) años interna, con una señora muy buena. Ella me trataba como si yo fuese alguien más de la familia. Me impulsaba a estudiar y me apoyaba tanto que por las tardes cuidaba los niños porque yo estudiaba. Su esposo es el director de un Instituto. Me iba a estudiar por las tardes y estudiaba hasta las diez (10) de la noche. Me pagaban seiscientos cincuenta (650) euros al mes. Luego tuve otros patrones muy

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buenos también. Estuve con ellos cerca de dos (2) años, pero al patrón lo traslada-ron a Estados Unidos. Quisieron llevarme con ellos por que me querían mucho, pero yo no me fui. Él trabaja con una compañía internacional. Ahora estoy desempleada y buscando. ¡Me ayudaban y aconsejaban tanto!: “tienes que estudiar”, me decían. Nosotros no perdemos el contacto. Como sería la confianza que hasta me dejaron las llaves de su casa. Ganaba setecientos cincuenta (750) euros al mes, pero pagaba trescientos (300) por un piso… un cuarto, por que el piso es compartido; aquí los pisos son muy caros.

En todos estos cuatro (4) años, solo estuve un mes desempleada al llegar. Conseguir empleo fue fácil. Me duró más la nostalgia de mi país y los míos… unos tres (3) me-ses… pero mi primera patrona me ayudó tanto a superarla. Ella intentaba ayudarme en todo… bueno, he trabajado por tiempos con otras personas, haciendo horas.

Ahora, desempleada, mis días son suaves, pero cuando trabajaba externa mi jornada era diferente; me despertaba a las siete (7) de la mañana y a las ocho (8) ya estaba en el trabajo. Despertaba al niño y le llevaba el desayuno. Era un niño de dos (2) años. Luego me tocaba llevarlo al cole, luego recogerlos y llevarlos a la casa y hacerles dormir la siesta, que en España es una cosa obligatoria… aquí hay que tumbarse… o descansar. Luego a las cinco (5) de la tarde me iba al Instituto y volvía a la casa las once (11) de la noche. No me podía ir a la cama al instante, pues tenía que estudiar hasta las tres (3) de la mañana… esto fue así por unos nueve (9) meses; era duro.

Los fines de semana no he trabajado. Son lo más de aburridos… como yo no soy como otros chicos que hacen su plan de fin de semana. Me levanto como a las diez (10) y hago las tareas del hogar. A las cinco (5) de la tarde voy a clases de inglés y luego voy a una asociación de jóvenes. Después me veo con mi novio… él es colombiano… es del departamento del Valle. Somos muy parecidos en la manera de ser; no nos gusta beber, ni nos gusta el ruido. Los domingos es parecido. Hago los deberes, voy a misa y en la tarde voy al centro de Entre culturas. Allí tomo un curso y luego me veo con mi novio.

Personalmente yo no he sido discriminada en ninguna parte. Mi experiencia en ese sentido es muy buena. Pero todo el mundo no puede decir lo mismo y personas cono-cidas cuentan historias desagradables. Por ejemplo, a una amiga que es de Ecuador, una señora le dijo de todo. Dicen que venimos a quitarles lo que es de ellos y se re-fieren en malos términos a los suramericanos. Una señora boliviana contó unas cosas muy feas que le pasaron… otra cosa es que quieren pagar muy mal.

Yo estoy ayudando a traer una de mis hermanas… intentamos traerla con un contrato de trabajo, que es como se puede ahora. Es que hace falta llegar a la habitación y que

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Rostros de la migración

te digan ¡hola! Llamo a mi familia cada mes; ese es mi contacto con ellos. Pero bueno, para eso está mi novio; con él, no vivimos juntos porque no queremos todavía, pero tenemos una relación muy buena. Siempre que lo necesito, él está allí, pendiente. Su familia que vive aquí, también, son como mi familia… me siento bien con ellos. No es como me habían dicho, en especial mi tía, que los colombianos solo buscan pasar el rato… llevar las chicas a la cama. Mi tía me decía muchas cosas por esta relación y le dijo de todo a él. Pero se equivocó. Yo tenía temor de que fuese verdad, pero no, la relación ha sido realmente maravillosa. De mucha confianza. Llevamos tres (3) años y no tenemos problema. Como decía; hasta parecidos somos.

Lo que menos me gusta de las costumbres españolas es como celebran la navidad y año nuevo. Es toda apagada; no hay árbol, no hay luces, belenes, ni regalos. Lo que si me gusta es como se visten las sevillanas.

Yo no tengo problema con los españoles. Me adapté muy rápido a su forma de ser. Ellos te explican bien las cosas. En el instituto donde estudio, la mayoría de los pro-fesores son españoles, pero a pesar de que son de carácter fuerte, les entiendo muy bien. Dicen allá que soy la enchufada del instituto.

Con mis compatriotas tengo una buena relación, pero realmente son muy poquitos con los que me frecuento. La mayoría de mis amigos son colombianos y españoles. Tengo muchas amigas de Colombia y la relación es muy buena. Solo me molesta cuando hablan burradas de los ecuatorianos. Para mi es más difícil relacionarme con los bolivianos y… bueno, mas difícil aún es con los paraguayos.

No sé si esto es lo que soñé. Tal vez no… mis sueños eran distintos. A mí, me hubiera gustado ser actriz. Creo que el país ideal para hacer realidad ese sueño, era Méjico. Ese sueño aún se me podría cumplir; tal vez algún día lo logre. Lo que no tengo es frustraciones; de eso no hay. Estoy bien y ayudo a mi familia.

Siento que mis derechos si se respetan en España… ¡si no me los respetaran! … Hay chicas que cuentan que no, que a ellas no se los han respetado, pero en mi caso, si eso pasara… no se que pasaría, por que yo tengo un carácter muy fuerte y cuando me siento irrespetada… pues no me dejo. Luego hasta se arrepienten de provocarme.

¿Feliz? Si… en gran medida, pero no totalmente. Me hace falta mi familia para serlo por completo. La felicidad es algo muy difícil de definir… esa pregunta no es fácil. Um … um… creo que es haber conseguido lo que uno se ha propuesto y … tener con uno a su familia; a los padres… a las hermanas y llevarse bien con todas estas personas queridas.

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No ahorro ahora. No, no… trabajando de externa no me queda nada. Solo cuando trabajo de interna, que puedo guardar. Externa gasto en habitación, transporte, ali-mentación. Le envío ciento cincuenta (150) euros al mes a mi madre. La meta que tengo es sacarme el título de educadora infantil. Hacerme un grado superior. En Ecua-dor estoy haciendo una casa… la hago de mis ahorros. No tengo préstamo, no lo he hecho ni me lo he planteado. La construyo poco a poco, pero no me endeudo.

Tengo planeado quedarme en España. A mi me gusta esto; la nacionalidad… aquí está mi novio. Hay trabajo… aquí se abren mas puertas. Sueño con tener a mi familia en España en el futuro. Ya me acostumbré al estilo de vida español y sé que ya no es el de Ecuador.

Estuve hace dos (2) meses en Ecuador. Fui por quince (15) días y no me gustó la ex-periencia. Me trataron mal en el aeropuerto; había veinte mil controles en Quito. Que cosa tan desagradable. Me puse bravísima y les dije a los guardas que renunciaría a mi nacionalidad. Yo estaba tan enfadada que me miraban como sorprendidos. Yo soy residente española y ya he empezado a tramitar la nacionalidad española. También me pasó otro incidente en un paso de cebra… un autobús no respetó mi paso y yo estuve enojadísima; les dije de todo y el conductor se me quiso alterar pero yo estaba más. Por eso estamos como estamos, les dije. Aquí en España si se respeta el paso de cebra. Conductor que no lo respete, le va mal, pero allá… tal vez por eso ya no añoro mi país como lo añoraba antes. Si lo añoro, claro, pero no igual.

Los ecuatorianos son más unidos que los españoles, pero lo malo es que los hombres de mi país beben muchísimo. También me molesta que se conforman con cualquier cosa. Otra cosa es que las chicas se comprometen muy jóvenes… son menores de edad y ya tienen marido.

Para mí si valió la pena haberme venido. Si se volviera a presentar la oportunidad, yo me vendría nuevamente; son varias las razones… por la economía… por la forma de ser… porque puedes expresarte libremente acá.

Quisiera agregar que mi historia no es la historia de la mayoría de ecuatorianos. Hay muchas mujeres aquí, que tienen sus hijos en Ecuador… ellas sufren más; yo soy una mujer soltera, joven… y puedo tener metas… tengo una buena relación de pareja acá.

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Rostros de la migración

Arturo

Colombiano. Treinta (30) años. Natural de Palmira, Valle. Reside en Ma-drid. Llegó hace siete (7) años a España. En Colombia reside su familia inmediata; su madre y una hermana.

Yo estudié una pedagogía en Colombia pero me faltó un año para graduarme. Trabajé en un colegio hasta que me vine para España. Era un trabajo bien remunerado y en el que me había ganado ya un respeto. Tenía también una relación de noviazgo de varios años, que era buena y estable.

Me vine para España porque tenía un sueño que me acompañó desde niño y que creo que todos los suramericanos tenemos, y es vivir algún día en el extranjero. Al presen-tarse la oportunidad de una manera casi inesperada, vi que tenía allí la realización del sueño y me vine. La cosa fue que un amigo de infancia que había vivido por muchos años en Europa, se regresó un tiempo y estaba totalmente desadaptado al país; todo para él, era como nuevo, así que yo le ayudo a la adaptación. De esa manera, nos hacemos muy buenos amigos… aún más que antes, y cuando se regresa a Europa me ayuda a venirme, me ayuda con el pasaje.

Mi expectativa cuando viajo, era conquistar España. Mostrar mi trabajo. Si allí he vis-to grandeza –pensaba–, allí voy triunfar con mi trabajo. Quería naturalmente mejorar mi situación económica, pero el deseo mayor, era viajar. Jamás me detuve a pensar por cuanto tiempo estaría aquí.

He vivido experiencias fuertes. Llegué donde unos amigos. Hubo sentimientos encon-trados… expectativas, frustraciones. Digno o indigno. No me esperaba que más que por mi trabajo, sería valorado por la condición de legalidad o no. Al llegar, uno como que esperaba que todos los viejos amigos se van alegrar de verlo, pero… llego a un piso, compartido por tres (3) o cuatro (4) parejas. Lo más duro para mi es descubrir

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que todos estaban centrados en el factor dinero. La consigna para todos es ahorrar. Todo es planificado; uno cocinaba el lunes, otro el martes y un tercero cocinaba el miércoles. Nadie te atendía y yo que no estaba enseñado a eso, no abría la nevera. El mensaje era muy claro; el que ponía su parte, tenía derechos y yo, ¿Qué podía poner? Por eso muchas veces no comía, pues me daba mucha vergüenza, ya que no tenía como ayudar con dinero. Esa experiencia me dejó marcado; bastantes veces me quedaba sin comer y nadie te preguntaba si lo habías hecho.

Otra cosa es, que esperaba que me bajara del avión y al otro día ya estaría trabajan-do; pero que gran mentira me había tragado. Todos los días salía a buscar trabajo y en cada lugar que lo solicitaba, me preguntaban si tenía papeles: “entonces no se puede”, era la respuesta. En esas me la pasé un mes completo, hasta que consigo mi primer trabajo; fue en la hípica. Era un asunto muy bueno; se ganaba bien, pero era solo de fin de semana.

Mis amigos solo pensaban en el signo $, pero yo los veía pobres. En una fiesta que se hizo me emborraché, pero de que forma. Lloré lo que no te imaginas –sus ojos se humedecen de llanto al contarlo–. Yo gritaba, “viva Colombia” y también, “la vida no es solo pesetas”, la que aún era la moneda en España.

Después empecé a trabajar en construcción, que es por donde empezamos el mayor número de inmigrantes. Mis compañeros de trabajo eran cuasi-analfabetas. No sabían donde quedaba mi país. Mientras botaba escombros o picaba piedra, fui bueno. Uno tiene que ser bueno en lo que hace. Algo que me pasaba por esa época es que cuando escuchaba un español diciendo “me cago en la virgen” o, “me cago en tu madre”, se me hacía durísimo. Como era ilegal y te pagaban lo que querían, me generaba ma-lestar. Me sentía impotente ante muchas cosas. Entre otras, el término ilegal no me gusta; es que no pertenecemos a un país; pertenecemos al mundo.

Yo descubría las diferencias que se dan entre la gente de España y los que son de otros países. Me impactaba negativamente saber que hay que competir por mostrar que se es el mejor. Competir entre nosotros mismos que es lo doloroso. De hecho mi principal verdugo en aquella época fue un ecuatoriano, que entre otras cosas, me quitaba las herramientas. Tallaba de muchas formas… recuerdo que me quitaba las herramientas. Él me ganaba de avispado y yo recién llegado e ingenuo; se comporta-ba como si tuvieran un cargo superior al mío y yo de inocente le creía. Pues resulta que era un peón igual a mi. Todo se hizo tan difícil con él, que una vez me sapeó con el jefe y ahí estallé; le agredí verbalmente… estaba tan alterado ya, que casi le pego. Así me lo saqué.

Desafortunadamente hay gente que si te ven decente en el trato, te la montan.

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Rostros de la migración

Había también un colombiano que me tenía indignado porque vivía hablando mal de Colombia. Tiempo después comprendí cual era la razón, según creo, y es que en Colombia él había vivido en un ambiente muy duro y claro; si esos eran sus recuerdos del país.

Fui aprendiendo con dolor; había perdido el rol social que tuve en mi país… retro-cedido en otras palabras. Veía mis ampollas; me di cuenta entonces de que era cierto algo que algunas personas suelen decir; que los inmigrantes venimos aquí a hacer lo que los españoles no quieren hacer. Venimos a ser “los limpia mierda”. Suena duro pero es cierto. Eso me dejó mucha reflexión. Me di cuenta que en Colombia, yo había sido temeroso p’a buscar alternativas; ¡si en Colombia nos rebuscáramos como hace-mos aquí!

Luego trabajé como ayudante de mecánica y me sentí más útil. Por mucho tiempo ha-bía tenido un ritmo endiablado. En semana trabajaba la construcción; el viernes en la noche trabajaba en un bar; el sábado de día, trabajaba en la hípica y en la noche otra vez al bar y el domingo me tocaba en el hipódromo, para madrugar el lunes a construc-ción. Así estuve por un período mayor a seis (6) meses. Creo que el que más disfrutaba era el trabajo del bar porque yo he sido alegre y rumbero y entonces animaba y le agra-daba a los clientes. Me volví amigo de muchos de ellos. Recibía muy buena propina, pero había un problema y era que bebía mucho. Los clientes me invitaban a tragos. El trabajo de la construcción lo perdí; me sacaron porque llegué tarde en dos ocasiones.

Después estuve viajando por toda España en un trabajo de construcción, pero no pagaban mucho. Volvía cada dos semanas a Madrid y me iba a rumbiar. En el bar terminé teniendo problemas por picaflor. Como era de buenas con las mujeres, me puse de alegre y estalló.

Hace cinco (5) años me salió la documentación; la residencia legal con derecho a trabajar. Pensé que ahora si iba a poder ganar mucho más pero que va; no fue así. Me ofrecieron solo seiscientos (600) o setecientos (700) euros con la excusa de que al ser legal, ahora tendrían que pagar mi seguridad social. Lo único que pasó fue que mis gastos se aumentaron. No ahorraba nada pues ganando poco y con la rumbita, no había manera. Buscando trabajo, encontré en vigilancia. Llevando algún tiempo en ello, descubrieron corrupción y sacaron a la gente y eso me permitió ascender; quede encargado de un grupo, pero como no dejaba de ser “un puto inmigrante” mandando sobre españoles, tenía muchos problemas, pero tengo que reconocer que la dirección me apoyó; me gané su confianza.

Después me promocionaron nuevamente y es así que hoy tengo un grupo muy grande a mi cargo. Lo nuestro es vigilancia en centros de rehabilitación de jóvenes trans-

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gresores. Es fregado por que la responsabilidad es muy grande y sobre todo por que despierto muchas envidias entre los vigilantes españoles… “¿Como así que un puto inmigrante logra en poco tiempo lo que nosotros no hemos logrado en el doble?”, es una expresión que se ha escuchado.

He conquistado España, pero he sufrido… y mucho. Toca demostrar lo que uno vale y tener el convencimiento de que España no me va a comer a mí. De una cosa estoy completamente seguro, y es que yo a Colombia, el país del que una vez salí decidido a triunfar, no vuelvo ni por el carajo, con la cola entre las patas.

He compartido pisos siempre. Aquí toca por obligación, por que uno solo, se gastaría todo pagando un piso. A veces se comparte un piso entre muchos e incluso varias personas en la misma habitación.

... Personas con las que no se ha compartido nunca y no se tiene confianza; eso es muy tenaz. Como son pisos en edificios, la mayoría antiguos, es difícil, ya que haces cualquier ruido y al momento te viene alguien a tocar la puerta para reclamar. Los latinos que somos rumberos y ponemos música así no sea muy duro, tenemos muchas veces visita del encargado del piso e incluso de la policía porque alguien se quejó.

No tengo un horario fijo de llegada al trabajo, pero me toca estar coordinando por celular desde muy temprano y así es todo el día hasta tarde de la noche. Que faltó alguien a un turno y hay que suplirlo, que hay un reclamo de alguien o una queja de un hogar. Cosas así… es muy estresante.

Los fines de semana si duermo hasta tarde, hago pereza, me veo con mi novia y sa-limos a comer o de rumba. También con los amigos. Hay muy buenas discotecas co-lombianas aquí y uno va a bailar y a gritar hasta muy temprano de la madrugada del domingo. La diversión de muchos aquí, en especial de los más jóvenes, es dormir has-ta tarde, escuchar música e ir a una discoteca colombiana. Hablo del fin de semana.

El estigma ya no es como antes. El español normalito se resistía al ver que llegaban personas provenientes de muchos lugares y entonces te miraban raro. El colombiano no es el que mas gusta aquí por el estigma de las drogas y por la violencia, pero hay cosas de los colombianos que gustan; por ejemplo, consideran que hacemos muy buen manejo del idioma. Curiosamente gustamos también porque somos orgullosos y no nos dejamos. España vive mucha ambivalencia con relación a los colombianos; a unos les encantamos y a otros les producimos cierto rechazo. Se siente en muchos la hipocresía que también manejan los medios españoles. Los medios tienen mucha culpa en esto. Hay gente que de frente nos elogia pero, por detrás…

Testimonios

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Rostros de la migración

Yo soy una persona desprendida a pesar de que soy acogedor y eso se expresa con mi familia. Lo que necesito con relación a ellos es saber que están bien en Colombia… eso es esencial para mí. Hubo un momento en que me golpeo tanto la experiencia de inmigrantes que quise evitar que alguno de los míos lo viviera. Pero luego, he inten-tado ayudar a la venida de mi hermana porque entiendo su necesidad de progresar. Claro que si yo pudiera le ayudaría para que se evitara tener que vivir esto tan duro de la emigración. Dejo claro que no es que yo sea desagradecido con España que me acogió, pero la experiencia es innegablemente muy dura.

Mi vida sexo-afectiva ha sido muy movida. Es que mi trabajo en el bar lo facilitaba mucho. La mayoría de las mujeres con las que he tenido algo acá, son colombianas… les hacía daño porque se enamoraban. El desenfreno sexual conduce al apego. Esa vida desenfrenada ha dejado experiencias gratas pero en el momento; a largo plazo ha dejado inestabilidad y culpa. En el fondo es mas lo negativo pues también me enamoré y sufrí. Uno por acá tiene que buscar compañía para sobrellevar la soledad. Mucha gente lo oculta, pero es que somos humanos y necesitamos… y como estamos lejos del país, se facilita.

Veo al español poco comprometido con lo laboral y eso me indigna. Tiende a ser muy cómodo; esquivan el trabajo. Quizás por eso gustamos los colombianos, ya que respondemos laboralmente… es una de las razones. La relación con las mujeres espa-ñolas me ha sido también difícil. Me cuesta llegarles.

Yo me puse en los zapatos de los españoles; es tenaz que en un lapso tan pequeño de diez (10) años, la economía de un país llegué a crecer tan rápido, pero que las condi-ciones laborales se hagan más deprimidas. Ellos ven en los inmigrantes, abundancia de mano de obra barata y claro, ven el signo $; lo que ven, es la ganancia.

He tenido facilidad para acomodarme a los diferentes contextos. De los españoles me gusta que hacen lo que quieren; ellos trabajan hasta la hora en punto y paran.

Tengo dos (2) grandes amigos españoles; la verdad es que no tengo problema para entenderme con ellos. De todas maneras me da igual, si los españoles me hablan o no. Lo que si me parece tenaz es que vengan aquí inmigrantes a delinquir como ocurre mucho y así, pues uno comprende que esta gente se moleste.

Mi relación con los colombianos no es mala. Yo no me meto con nadie; tengo bastan-tes amigos; sirvo a quien puedo, pues me parece terrible el egoísmo de algunos aquí. Les digo la verdad a los que quieren venirse y es que esto no es fácil. Hay muchos compatriotas aquí con ideas erradas que no aprenden a ganarse un puesto y eso hay

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que saber hacerlo… también hay que aprender a respetar las normas de los españo-les; estamos en su país y no en el nuestro.

Mi relación con gente de otros países es buena. Eso a pesar de que los colombianos a veces nos sentimos superiores a nuestros vecinos. A uno le molesta que los ecuato-rianos sean tan sumisos y regalen además su trabajo, por que eso afecta lo que nos pagan a nosotros, pero no es que lleve a problemas serios con ellos. Tengo un poco de prevención con los moros, por que los veo poco razonables.

Mi sueño jamás ha estado en el factor económico o en lo material. Yo he tenido muchas frustraciones pero con el factor adicional de que soy “inmigrante”. El rótulo pesa.

¿Vida digna? Depende. Tengo una vida con muchas carencias. Visto bien… tengo todo, pero tengo desorden. Los derechos si se respetan pero fundamentalmente en el papel; es decir, los derechos están contemplados en las leyes, pero la verdad, con frecuencia no los respeta la sociedad. Es que aunque existan leyes bien intencionadas, esas leyes son aplicadas a veces por españoles resentidos. Lo que es la constitución, si me parece ejemplar.

Yo no soy feliz. Pero, no creo que se deba al hecho de ser inmigrante. Pienso que es un asunto más personal. España me ha brindado momentos felices, pero son momentos. Creo que la felicidad es algo indescriptible… en todo caso, no es el dinero; es paz espiritual… es cumplir un sueño. Para mí, no hay felicidad, hay momentos felices.

Mi salario es de mil seiscientos (1.600) euros al mes. Es muy poco lo que realmente ahorro; gasto mucho por mi estilo de vida. Nunca concebí trabajar para ahorrar; más bien he concebido hacerlo para vivir bien. Ahora, lo que nunca hago ni he hecho, es abandonar una responsabilidad para darme gustos. A mi madre la ayudo de mane-ra regular y tengo una casa en Colombia, desde hace año y medio. La adquirí de la misma manera que la adquieren la mayoría de inmigrantes; obteniendo un préstamo bancario.

Proyecto de vida no tengo; metas tampoco tengo. Ni siquiera sé si los he tenido… nos fundimos en esta realidad… se pierde. En teoría siempre estas bien. Tienes lo que necesitas, por lo que parece que todo está bien. Estoy cansado de ser inmigrante, pero si acá la situación se pone difícil, no me regresaría a Colombia. Me iría a otro país, ya que tengo la nacionalidad española. Me encanta ir a pasear a mi país… la calidez de los colombianos no se reemplaza fácil, pero desafortunadamente allí las oportunidades son muy pocas.

Testimonios

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Rostros de la migración

Desde que vivo en España, he ido dos (2) veces a Colombia. He ido por documentos, porque a decir verdad, para que va uno sin dinero, si uno vá y gasta mucho… mucho. Los colombianos gastamos mucho aquí en España y poco nos queda para emplear en otras cosas. Es asombroso, pero nos sale más económico ir a pasear a otros países. Eso me afecta poco, porque cuando uno vá a Colombia, ya ni siquiera encuentra los amigos. Uno termina, con el tiempo, no siendo colombiano, pero tampoco español; se pierde la identidad.

Yo escucho el himno nacional y se me hace un nudo en la garganta el tenaz. El país se lleva dentro y duele. Me enfada sobre manera que la televisión española y las pelícu-las colombianas solo muestran drogas, putas y violencia.

Si fuera posible retroceder el tiempo, no me habría venido de mi país porque se han producido cambios en mí, en mis valores, que no me gustan. Al momento de venirme yo tenía valores más trascendentales de los que tengo ahora y he perdido eso. Hoy día me veo girando alrededor del consumismo y eso no me gusta; no es algo de lo que me sienta orgulloso.

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Andrea

Ecuatoriana. Treinta y tres (33) años. Oriunda de Cuenca. Reside en Ma-drid desde su llegada a España ocurrida hace siete (7) años. Estudió hasta tercer año de bachillerato en su país. Es madre soltera de una niña de cator-ce (14) años, quien vive con su abuela materna en el Ecuador. El padre de Andrea falleció cuando ésta era aún muy pequeña.

En mi país yo trabajaba como empleada doméstica en una casa. Trabajaba como externa. El papá de la niña me dejó embarazada y se fue, pero yo no quiero saber de ese tema ni hablar ahora de él. Estuve con la niña hasta que ella tenía siete (7) años y entonces me vine.

Para mi viaje a España me ayudó una hermana que vive aquí desde mucho antes. Me vine porque lo que ganaba no era suficiente en ese momento. Sencillo, decides que vas a viajar. Te duele el alma dejar el país y dejar los tuyos, pero los dejas; qué más.

Cuando viajé me esperaba mi hermana en el aeropuerto. En el avión, yo miraba por la ventanilla y veía todo seco llegando aquí a España y me decía “qué horrible es todo esto”. Llegué en un invierno, pero a pesar de todo, no me golpeó adaptarme. Solo la familia me hacía falta; ya no es tanta la falta que me hace, pero pienso a veces en mi hija; me pregunto qué estará haciendo en ese momento.

Apenas llegar, yo tenía un trabajo pero me salí después, porque me negaron los docu-mentos; entonces me busqué trabajo en otra casa, yo trabajo siempre en casas.

El primero que tuve no era muy bueno; estas personas pensaban que yo tenía que recogerles todo y en mi país no es así… yo no me acostumbraba a eso. En el primer trabajo yo ganaba seiscientos cincuenta (650) euros y en el segundo me pagaban setecientos cincuenta (750) euros, pero era solo una limpieza y no vivía con los pa-trones por lo que tenía que pagar mi piso y así no me resultaba. Desde hace cinco (5)

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Rostros de la migración

años trabajo en otra casa y allí si estoy contenta. Me tratan bien y me pagan mejor; me gano ochocientos cincuenta (850) euros al mes. En este trabajo estoy interna y no he tenido dificultades; la verdad es que en general no he tenido muchas dificultades, solo con una compañera, otra empleada colombiana… es que las colombianas no le ponen mucho amor.

Me levanto como a las 8:30 a.m. limpio, hago la comida, veo mis novelas, que me divierten. Por la tarde también veo novelas o salgo un rato. Trabajo hasta las 10:30 u 11:00 de la noche. Me acuesto casi siempre por ahí a la una de la madrugada.

Saco libre los fines de semana, desde el sábado a mediodía. Me voy entonces para donde mi hermana y allá me quedo. Aparece la persona esa con que salgo. Pienso en dejarla porque no estoy satisfecha, no hay alegría. Es un español que trabaja la cons-trucción: creo que el presiente que quiero dejarlo; no sé por que, lo creo. Son tres (3) años saliendo con él. Vamos a tomar algo y luego a cenar. Después vemos televisión, los domingos descanso. Mas nada… a veces me veo de nuevo con ese novio.

A mi no me ha pasado que me discriminen… o yo no me he sentido así. Hay amigas que me cuentan que a ellas si, las han tratado mal. Lo que si conozco es el caso de amigas que trabajan en casas y que los niños que cuidan son malos y tienen que aguantarse eso, pero a ellas las tratan bien… aguantarse.

Yo llamo a Ecuador a veces… por lo general un vez a la semana. Llamo sobre todo a mi hija. Con ella tengo muy buena relación; estudia en primero de bachillerato allá en Cuenca. Al principio me reclamaba por que me había venido o por que no iba. Después ya no lo hizo más. Ella quiere venirse conmigo. Yo me la traigo pero solo con papeles, pero quiero que primero acabe el bachillerato allá.

En estos siete años solo he ido una vez al Ecuador. No es que no me guste ir o visitar a mi familia; a mi hija; el problema es que los pasajes son muy costosos. Está costando unos mil quinientos (1.500) euros y ese no sería el único gasto. No puede uno.

Yo no veo dificultad acá. No he tenido problema con las costumbres, la comida es muy rica; me gusta. Tal vez en las ciudades grandes no son muy cálidos, pero en los pueblos sí. Así es allá en mi país. En las ciudades es diferente.

Tampoco he tenido problemas con los españoles. Mi relación con ellos es normal. En España cada quien va por lo suyo pero es así. Lo que si no tengo es muchos amigos españoles. Tengo muchas amigas de mi país… eso sí. Si nos vemos pues charlamos de cosas sin importancia. Eso pasa a veces. Sin problema no más. Fuera de mi país, tengo amigas bolivianas. Con el resto no pasa nada. Solo siento recelo de los marroquíes. Es

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que ellos miran y miran y después se ríen, son como morbosos. Se ríen y hablan en su idioma, cuando lo miran a uno.

Claro que esto no es lo que soñé. Cuando me vine yo pensaba que era solo tres (3) años. Pero frustración no tengo. Hace un tiempo la tuve, pero ya no; es que si te frus-tras te deprimes y… entonces, no.

Feliz, no soy. Infeliz tampoco. Soy como todos. Pienso que la felicidad es algo que pasa de momento y ya. Lo que me gano lo gasto más o menos así: Ahorro unos tres-cientos (300) euros al mes; a mi hija le envío doscientos (200) euros mensuales y el resto es lo que yo gasto para sobrevivir aquí. Pero es que el ahorro no es exactamente dinero que esté ahorrando, es p´al pago de un préstamo que hice para la construc-ción de una casa. Esa la hice pero terminé odiándola, así que todo el dinero lo mando para la casa y la ayuda. Lo que tengo que hacer es reunir para traerme a mi hija; es que ella ha sido una niña muy madura; no me da problemas. Siempre me dan buenas noticias de ella.

A veces añoro mi país, aunque cada vez menos. He tenido el sueño de terminar to-talmente la casa y regresarme a Cuenca, pero no, ya no, volverme al Ecuador, no. tal vez si mi país se desarrollara más. Cada vez pienso menos en el regreso… para que, si aquí estas mejor. En este país, la ley se cumple… allá en nuestro país, te matan y no sabes quien lo hizo. La inseguridad, el desorden, la forma en que funcionan las cosas, está mal; por eso me quedo y algún día traeré a mi hija. No me gusta la cultura de mi país por que es muy atrasada. Es que allá, no respetan a las mujeres… ni eso. Además el abandono a los niños. Tampoco hay educación sexual; los niños crecen así no más, como si…

Mi hermana intentó en tres (3) ocasiones traerse a su hijo, antes de lograrlo… la reagrupación. Ahora si lo tiene, pero ya con 18 años. Esa lucha por la reagrupación es igual o casi igual para todos; es difícil. Los que no quieren quedarse son los boli-vianos; esos si se regresan a su patria. Les he escuchado decir que no se quedan ni estando locos. No se adaptan a los controles de España. Lo que pasa es que como allá ponemos música en cualquier parte, en la calle y aquí no se puede hacer eso. A los que les gusta, lo añoran mucho más.

Testimonios

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Rostros de la migración

Soñadora

Colombiana. Cuarenta y dos (42) años. Separada. Reside en Madrid. Eco-nomista. Proviene de Palmira, ciudad de la que llegó hace seis (6) años. Ma-dre de dos (2) hijos, de veintiseis (26) y veinticuatro (24) años. La mayor emigró hace poco a Estados Unidos luego de un intento fallido por instalarse en España.

En Colombia vivía sola con mis hijos. Teníamos un negocio familiar. Yo no tenía pa-reja desde que me separé hace dieciséis (16) años. Solo salía de rumba a veces con mis amigos y amigas hasta que hace poco mas de seis (6) años, mi hija se me fue para Estados Unidos por un tiempo y mi hijo embarazó la novia; eso fue casi simul-taneo. Él se fue a vivir con ella por lo que yo quedé sola en ese momento. Me sentía terriblemente sola pues no estaba preparada para quedarme sin ellos de la noche a la mañana. Para colmo el negocio no andaba muy bien. Teníamos un socio y el socio quería vender su parte. Se complicó la vida y decidí venirme. Si bien había problemas económicos, la principal razón para el viaje no fue la económica; fue la soledad. Yo tenía unas amigas que vivían en España y fueron de visita a Colombia; como me que-rían mucho, quisieron llevarme con ellas. Yo acepté viajar pero solo una temporada. Quedarme a vivir aquí jamás estuvo en mis planes.

Así que viajé, cuando venir aquí no era problema y ya estaba en España. Pero llego a la estrechez. Dormir en un sofá y pagando. Eso me generaba insatisfacción. Viví me-dio año de esa manera. Yo tenía una idea dándome vueltas en la cabeza y era hacer labor con niños, que me encanta; siempre me ha fascinado. Buscando esto, llegué a una entidad que trabajaba con niños de personas inmigrantes de varios continentes. Entré como voluntaria. Les ayudaba a hacer los deberes –las tareas–. Yo estaba muy feliz con mi voluntariado pero la señora que dirigía la entidad era una patán; borde… me trataba mal, así como trataba a todo el mundo y eso me aburrió. Y eso que yo era voluntaria, que no me pagaba. Aguantaba por mis niños… pero todo tiene un límite y yo no tenía `porque aguantármela. La señora no es española; es inmigrante también:

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A esa señora no la aguanta nadie… me decían después las personas que la conocían, que yo fui quien más la aguantó. Como lo social es lo mío, seguí buscando y fue así como llegué a un centro de atención de inmigrantes.

Estaba que me volvía para Colombia, pero no, aplace y aplace. Aplazando el regreso. Ya empezó el signo $ a contar… yo ahorraba porque cuidaba niños en casa. Era un matrimonio español y les cuidaba dos (2) niños, eran buenos conmigo y teníamos buena relación, al menos los primeros años.

Cuando llegué al centro de inmigrantes, me ofrecí como voluntaria, pero me dijeron que primero tenía que estudiar allí y me quedé estudiando. Estudié lo que en Colom-bia llamamos el bachillerato, que acá lo llaman la ESO –secundaria–. Al año presenté los exámenes, que no son fáciles por que la secundaria de aquí es dura y los gané. Yo siento que los españoles valoran mucho el estudio. En el centro me consiguieron una carrera de administrativo, pero es como una tecnología… de muy buen nivel. Lo superé en año y medio y entonces ayudo en el centro, apoyando la labor con los inmigrantes; es que aquí las cosas son fregadas y antes de dejar que uno ayude lo prueban con el estudio.

También trabajé con una señora española por un período de medio año o un poco menos. Yo le cuidaba un niño, pero ella no quería a los inmigrantes y era una situación muy desagradable porque solo me hablaba cuando quería enrostrarme lo que hacían los colombianos u otros inmigrantes. Cuando había noticias de televisión relacionadas con drogas, con violencia, con problemas creados por inmigrantes en España, la señora me decía “mira lo que hace tu gente… ves como crean problemas… todos son iguales. “ Ella me amenazaba por todo y por nada. Y siempre sacándome en cara que yo era inmi-grante ilegal. Hay quienes creen que por esa razón uno tiene que aguantarse todo.

Pero con la primera pareja que trabajé si fue muy bueno los primeros años. Se com-partía bastante; era magnifico. Muy interesados en mí… en mis cosas; muy flexibles, realmente era tratada como alguien de la familia. Me contaban sus cosas. Pero des-pués empezó a generarse distancia y la situación ya no es igual. Trabajé con ellos interna, pero ahora lo hago solo hasta las dos (2) de la tarde. Ya no vivo con ellos; ahora vivo con unas amigas en un muy buen piso. Vivo en Las Rosas que es un muni-cipio donde vive la gente muy pudiente económicamente; la mayoría de los del piso son bolivianos.

Yo trabajo hasta las dos (2) de la tarde; luego voy a estudiar y después en la noche… a las siete (7), vuelvo a trabajar hasta las diez (10). Llego a casa a estudiar, y luego a dormir a la una. Duermo unas cinco (5) horas hasta las seis (6) o seis y media de la mañana.

Testimonios

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Rostros de la migración

Me sigue gustando mucho el baile y voy de vez en cuando; es muy ocasional, porque la forma en que mas me recreo, es organizando reuniones de comida con mis amistades inmigrantes, en especial los del centro. Hacemos reuniones de celebración de los cum-pleaños de los asiduos al centro de inmigrantes. Mi rutina de fin de semana de todas maneras es irme al centro a ayudar. Voy los sábados en la tarde y los domingos. En los últimos meses nos estamos reuniendo cada ocho (8) días los integrantes de la directiva de la asociación que impulsé para ayudar a niños de mi ciudad. Hicimos los estatutos y diseñamos una estrategia para canalizar ayudas para mis niños en Colombia.

Los españoles nos han soltado a los latinos y a los colombianos después del once (11) de marzo de 2004; después de la bomba de Atocha. Agarraron a los musulmanes. El prejuicio es más sutil ahora con nosotros. Escucho con frecuencia conversaciones en los autobuses refiriéndose a los inmigrantes: “Se quieren apoderar de nuestro país”, dicen unos… otros dicen: “Se les dan cosas y quieren más”. … muchos colombianos les contestan: “pero ustedes fueron los primeros que se fueron a robar a nuestro país”… eso los ofende, pero hay otros que lo aceptan. Reconocen que ellos fueron un país emigrante. Otra manera de prejuicio con los inmigrantes es que pa´ tomar un piso, nos piden mas que a los españoles. Nos ponen miles de trabas… nos piden documentos que a ellos no les piden.

El ayuntamiento controla el número de personas que viven en una casa y cuando se enteran que en un piso hay muchos, lo citan a uno. Pero eso de vivir muchos inmi-grantes en un piso, es frecuente… es que uno fue a ahorrar y que más hace… no es que guste, es la necesidad. Yo, por ejemplo, vivo en este momento en un piso con más de quince (15) inmigrantes. Claro que el piso es grande y es caro por que está en buen sitio; pero que más se puede hacer.

Deberíamos enfrentarlos con hechos; demostrarles que no somos lo que dicen… que valemos tanto o más que ellos; que sabemos comportarnos. Hay un señor que me mo-lesta porque parqueo el carro en el parqueadero, que es compartido… donde queda el centro de inmigrantes. Me la tiene montada. La coordinadora del centro defiende mi derecho y le discute. Yo lo sigo parqueando porque tengo derecho; según él, esto no es para extranjeros… se refiere a… se refiere a sudacas, como nos llaman muchos… a subsaharianos, magrebies, a rumanos, búlgaros, ucranianos; no se refieren a Ingleses, alemanes, gringos; esos no son extranjeros para ellos.

Llamo por teléfono a Colombia y a Estados Unidos, cada vez que puedo… mínimo una vez por semana. Llamo en especial a mi hija y a mi hijo, ellos no viven juntos, ya que tienen cada uno su hogar; y ella pues se fue a Estados Unidos. Llamo también a mi mamá y a mis hermanas. Me comunico mucho con una hermana que vive en las canarias… (Sollozos)… perdona… no puedo hablar del tema sin llorar… (Sollozos)

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aguanto por adaptación… yo no lo llamo sacrificio económico. Nos enseñamos a un dinero, que entra… que gastamos… que ya tenemos comprometido… solo viviendo aquí podemos… si en Colombia me ganara siquiera un millón al mes… un millón doscientos… algo así. Es que con menos de un millón es muy difícil vivir en Colombia y yo que estudié mi carrera y sin un trabajo estable… me tocó lo del negocio, pero ya sabes. También les envío fotos y me envía mi hija. Nos comunicamos también por video-conferencia.

No tengo a nadie en España… pareja no hay. No busco… me desilusiono fácil. Me valoro mucho. No sé … no tengo vida sexual … no … no se trata de que haya renun-ciado definitivamente, pero no forma parte de mis preocupaciones principales… me preocupa mas poder ayudar a los niños que en Colombia necesitan mucho.

Para mi no ha sido fácil adaptarme a ciertas costumbres españolas… yo creo que la principal es la falta de baño… huelen mal, en especial los hombres. Pasan varios días sin bañarse y eso para nosotros no es fácil… eso ayudó a que me distanciara de mis jefes.

De los españoles me gusta que no se fijan en la manera como se viste el otro; no es como en Colombia que vivimos pendientes de lo que se ponen o no, las demás per-sonas. En general a los españoles no les importa la vida del otro… no se meten. Me gusta ver que señoras de hasta noventa (90) años se divierten bailando… señoras bai-lando con señoras y nadie mira eso como raro. Es un desprendimiento del que dirán. En eso saben vivir mejor la vida que nosotros. Igualmente me gusta que consumen muchas verduras y mucho pescado.

Pero una cosa que me parece muy bonita de los españoles es que cooperan mucho con la gente que lo necesita. Ayudan mucho a los países pobres. Uno los ve, que en África, que en países de América Latina, que en Asia. También me gusta que no hay que po-ner el billete para que nos agilicen algo. Nosotros estamos tan enseñados a eso, que en una ocasión se me enojó un conductor porque hablé de pagar una recompensa si me ayudaba a recuperar unas gafas que se me habían perdido. Me dijo que en España eso no funcionaba así… que no era necesario para que aparecieran mis gafas.

Yo si tengo amigos españoles, pero son menos cercanos. Es que ellos son así y yo sencillamente me amoldo. Las relaciones que los españoles establecen no son tan estrechas… es su manera. Con ellos se tienen buenas relaciones, pero se comparte mucho menos.

Con los colombianos tengo buenas relaciones, pero… muchos colombianos pisotean al que no tiene papeles, se aprovechan de eso… de la necesidad de la gente. También

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Rostros de la migración

eso lo hacen otros latinoamericanos…, los ecuatorianos por ejemplo, se aprovechan de los suyos, si están sin papeles. Yo me inclino mucho por tratar de despertar senti-mientos de solidaridad en otros compatriotas o en inmigrantes de Latinoamérica… de que ayuden a los niños; a veces me responden que estoy loca. Hay otros que lo ad-miran. Escaso el que apoya, excepto el circulo que frecuenta el centro de inmigrantes, allí todos respetan lo que hago, incluyendo la gente que viene de otros países; con todos me llevo muy bien.

¿Frustraciones? Si claro; muchas frustraciones. Los niños… el apadrinamiento que hago a niños pobres en Colombia y que quisiera encontrar apoyo fuerte. Tener más gente ayudando en la asociación que conformamos. También quisiera estar en Co-lombia… vivir allá… pero no como está ahora… es frustrante. Uno, aquí no siembra raíces. No pienso quedarme de por vida.

Como la vivienda es tan cara, esto es inestable… realmente puedo decir que tengo la mitad de mi corazón lejos… en Colombia.

Yo si vivo una vida digna… en lo posible si… no se trata de que todo me sobre, porque no. Ahora, no creo que sea ropa… casa grande… bienes materiales… coche. Tengo lo que necesito. En ese sentido, tengo lo necesario. Además se respetan mis derechos y si en algún momento se vulneran… lo bueno es que aquí se puede hacer algo al respecto; hay mecanismos para protestar… para hacerlos valer si alguien te los está pisoteando… están las hojas de reclamación, que les tienen pánico… las instituciones donde ir a denunciar.

¿Feliz? Si. La felicidad, según la veo, es ponerse metas y lograrlas. Yo me he puesto metas y las estoy logrando; al menos puedo decir que están en camino de cumplirse. Mientras sea así, soy feliz.

No he logrado ahorrar nada. Mi ahorro es enviar para los pagos de la matrícula de los niños que apadrino. También pago mis deudas; las del carro que compré, aprovechan-do que me lo dieron muy barato, una señora amiga, y la deuda que adquirí para traer-me a mi hija y a mi nietecito. Fue un intento fallido ya que los devolvieron del aero-puerto y solo me quedó la deuda. Es una deuda grande. Gano mil cien (1.100) euros, entre los dos trabajos. Los gasto además de pagar las deudas, enviando la ayuda a mi hijo, pues mi hija gracias a Dios, ya tiene trabajo en Estados Unidos, y también a mi mamá. Claro que ellos son muy considerados y me dicen “mamá… tranquila que noso-tros nos arreglamos”, pero uno no es capaz. Muchos meses lo envío todo; en promedio son de seiscientos (600) a novecientos (900) euros. Por suerte yo gasto poco, vivo solo con lo que necesito. No requiero lujos… no es prioridad para mí. Tengo como metas cambiar de trabajo… es una búsqueda lenta… la fundación… fortalecerla. Y claro, la

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unión familiar; seguir insistiendo en la unión con mis hijos. Reunirme con ellos donde sea, pero no en los Estados Unidos. No me gusta. Mi mayor sueño definitivamente es que mi ciudad sea ejemplo nacional de niños escolarizados.

Solo he viajado en una ocasión a Colombia en estos seis (6) años… no he tenido el dinero, pero cuando si lo tuve, solo podía viajar por una semana; que sentido tiene eso así… ¡para qué!

Yo intenté reunirme con mi familia aquí; primero hice el intento por traerme a mi hija, para después tratar con mi hijo. Con mi hija todo salió mal porque acudimos a un señor que supuestamente tenía contactos buenos en España, para que ella entrara como refugiada política.

Nos dijeron que así era que funcionaba, porque a nosotros eso no nos gustaba; la mentira no es nuestra. Sin embargo nos dijeron que tranquilos, que ellos se encar-gaban… y como tenían antecedentes conocidos de haber pasado otras personas y tantos contactos, pues le creímos. Pero no era cierto. Todo era mentiras. La montaron en el avión y aquí la dejaron a su suerte, tirada y… preciso; ella no fue capaz de mentir… se quedó callada cuando la entrevistaron y el resultado fueron tres (3) días encerrada, sin comer y con mucha presión de una policía. Lo peor fue que ella estaba embarazada y no tuvieron consideración. Intentamos ayudarla con la coordinadora del centro y con una periodista conocida que trató de hablar con ella, pero nada. La devolvieron después de hacerla llorar; ahí se perdieron varios millones. Por eso, ella regresó a Colombia y ya mismo para Estados Unidos. Allá acaba de nacer el bebé. Su esposo espera en Colombia a tener una oportunidad.

Añoro demasiado a mi país. Es mi tierra… (Lágrimas)… nuestros gobiernos deberían ponerse a pensar que han desbaratado hogares por cantidades. Los que se vienen de-jando una pareja en Colombia, están un tiempo así y luego se consiguen otra pareja acá; la soledad es un asunto muy difícil. Están los que han hipotecado casas. Conozco también varios casos en los que personas que se han traído a la pareja y cuando esta, ya está viviendo acá, se van a vivir con la otra que se consiguieron… eso es la des-trucción de la familia.

A mi no me gusta de los colombianos es el egoísmo. Parece que no les importa su país; ni lo que pase con su gente; “yo vengo es a trabajar para mi familia y para mí”, me dicen, cuando les hablo de ayudar a los niños necesitados. Quieren conseguir dinero para su propio beneficio y ya. Muchos quieren tener casa aquí y quedarse; ese es un proyecto de vida único. Los inmigrantes no aprovechan las oportunidades de estudiar que les ofrecen aquí. Eso ocurre especialmente en los jóvenes, cuando la familia se los trae. Cuando entran a un colegio, sufren por el prejuicio de sus compañeros y no

Testimonios

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Rostros de la migración

quieren ya estudiar. Las mujeres quieren tener pareja española, pero como los hom-bres de aquí son “guarros” y no son cariñosos, se desilusionan y entonces eso no les funciona.

Lo más positivo que yo veo en los colombianos es el aseo personal. En conjunto somos más aseados que casi todos los que uno se encuentra aquí. Otra característica positiva es que somos muy vivaces para los negocios; tenemos un espíritu empresarial muy fuerte que se expresa de muchas maneras; los colombianos acá nos destacamos por ser muy buenos trabajadores; nos lo reconocen. Además somos bastante cálidos: es-tas cosas nos dan como prestigio.

No sé hasta donde pudo haber valido la pena, salir de Colombia; tal vez no. Tal vez no emigraría de nuevo.

Si nuestro país brindara oportunidades creo que nunca saldríamos de Colombia. Uno se va es por que allá no se ofrecen oportunidades. Es lejos, cuando uno está fuera de Colombia, que valoramos la familia, el calor de nuestra gente… y todas esas cosas que después nos hacen falta. Eso deberían pensarlo aquellas personas que se quieren venir a vivir lejos de la patria.

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Angelines

Ecuatoriana. Treinta y siete (37) años. Soltera. Residente en Majadahonda, Madrid, ciudad a la que llegó hace ocho (8) años, procedente de Guayaquil, su ciudad natal. Sus padres y sus hermanas y hermanos viven allí. Tiene estudios de secundaria y un año de ingeniería, en Ecuador. Con condiciones de líder, apoya espiritualmente a otros inmigrantes.

En mi país yo trabajaba como secretaria de una empresa y estaba además muy meti-da en grupos juveniles de mi iglesia, la iglesia católica. Me vine para España porque mi madre siempre quiso que yo saliera del país en busca de futuro. Yo no estaba tan interesada. Luego una amiga se venía y trato de animarme… y mi madre que sí… que sí… y bueno me vine pero no sin pasar dificultades antes, pues le entregamos a una persona dinero y mi pasaporte ya que el tipo prometió ayudarme, pero el hombre desapareció. Después de buscarlo unos días lo recuperamos pero yo me había desani-mado y no quería. Uno ponía dinero, él ponía la bolsa y luego de lograr entrar había que devolvérsela. Pero entonces otra amiga me prestó de nuevo el dinero y como no necesitamos de visa en Ecuador, pues viajé.

Mis expectativas, no mis sueños, era trabajar en lo que sea por unos dos (2) o tres (3) años y luego regresarme a Ecuador, pero llevo ocho (8) y aún no me devuelvo. Digo que no era mi sueño, por que yo no los tenía, eran los de mi madre. Yo lo que tenía era un compromiso con ella, se lo debía pues había luchado tanto por mí, por mi futuro. Era solo ella pues mi padre no jugaba un papel importante.

Para mi no ha sido fácil adaptarme a los contrastes que uno encuentra aquí. Los espa-ñoles hablan castellano igual que nosotros y no les entiendes. Ves mucha gente mayor y te preguntas donde están los niños… ¿dónde? Sientes esa frialdad. Te miran raro. Como si fueras un bicho raro. Mi primer trabajo fue como interna. Duré dos (2) años en él… antes había llegado donde unos familiares cuando llegué de mi país, estuve

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Rostros de la migración

con ellos dos (2) meses, justo en invierno y ya te imaginas la experiencia tan dura que es. Fue un invierno fuertísimo, que congelaba todo. Una vez me quedé por fuera del piso por no tener llaves y no había nadie. ¡Horrible! Menos mal que mi primer trabajo fue muy bueno. Ganaba cuatrocientos ochenta (480) euros (equivalente) y podía librar porque vivía también los fines de semana. Mis jefes me trataban bien. Lo mejor fue que me apoyaron para que pudiera estudiar. Estudié graduado escolar… La ESO… educación básica. Mi jefa me ayudaba a hacer las tareas de la misma forma que le ayudaba a su propio hijo.

Luego me salí, pues ya no quería trabajar más de interna después de dos (2) años; quería tener amigas y compartir con ellas. Además iba a nacer un tercer niño cuan-do ya era difícil cuidar de dos (2) y como salió la regularización, pues ya está; pude abrirme a otras posibilidades.

Luego trabajé como auxiliar administrativo por un año, pero era mucho trabajo y poco dinero; seiscientos (600) o setecientos (700) euros. Hubo otros trabajos y en-tonces decidimos con una muy buena amiga colombiana irnos para Segovia a ensa-yar. Estuvimos un año, pero fue una mala experiencia; fue como una mano adelante y otra atrás. Trabajamos en un bar, pero el dueño a veces tenía para pagarnos y a veces no, hasta que nos hizo la jugada definitiva; nos hizo firmar el finiquito diciendo que ya nos entregaría la paga, pero nunca nos la dio. Aburridas regresamos a Madrid.

Yo he hecho de todo; reponedora, guardia de seguridad, masajista, camarera, asisten-te… son muchos trabajos. Todos entre setecientos (700) y novecientos (900) euros, pero teniendo que pagar el alquiler de un piso o una habitación.

En lo psicosocial ha sido más complicado. Salí de interna y te relacionas con más gente, pero ahí empiezan los inconvenientes; la piedra en el zapato, tallando. Ir de habitación en habitación. Gente que te quiere cobrar hasta el último centavo… expri-mirte. Lo que más duele es que son de los nuestros; pero como ellos son los responsa-ble del piso. Es otro cantar cuando logras tener un piso, cuando eres responsable del piso. Yo siento que lo más duro de la inmigración es la convivencia, compartir el piso con otros. La gente se quiere aprovechar que tiene el piso a su nombre. Piden mucho y no dan nada. Súmale a eso la costumbre de muchos de llegar en la noche de rumba, haciendo ruido e impidiendo que otros podamos dormir; los escándalos. Actualmente yo trabajo como empleada de hogar –asistente le dicen acá–. Gano novecientos (900) euros entre dos trabajos de medio tiempo.

Yo me levanto en un día corriente a las 7 de la mañana, trabajo de las 9 hasta la 1:30 en el primer trabajo y de inmediato me voy al otro, donde trabajo hasta las siete (7). Luego voy al piso, organizo mis cosas y me acuesto por ahí a las once (11) de

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la noche. Los fines de semana, hago limpieza del piso, voy de compras, cocino y a la calle… voy a misa y a comer. Luego voy al centro de inmigrantes en la tarde y en la noche al grupo de oración y ya; esa es mi rutina.

He sido víctima también del estigma en más de una ocasión; una vez en Segovia cuando vivía con mi amiga la colombiana tuvimos problemas en el piso. Bastaba con hacer un poco de ruido y nos reclamaban. Pero era solo a nosotras, porque no actuaban igual con el ruido de los españoles. Parece que nosotras pagábamos por el ruido que habían hecho otros ecuatorianos que vivieron antes allí y que armaban el desorden; nos miraban mal en el piso, nos vigilaban y se notaba de muchas maneras la intención de controlarnos. Eso nunca lo he sentido en Majadahonda. Otra forma es la expresión que utiliza conmigo en ocasiones un hijo de mi jefe quien me dice; “hola aborigen, ¿cómo estas?”; esconde así su disgusto por que estamos aquí. Muchas veces he sentido que lo que pasa es que el español nos ve a los inmigrantes como aquellos que le limpiamos la casa, pero dejando de lado que somos personas. La xenofobia es más fuerte con los serranos que con los de la costa. Yo creo que su pecado grave es tener la piel oscura y ser más bajitos; claro que también dan papaya porque los serra-nos toman mucho licor en los parques.

Con mi familia me comunico una vez por semana de promedio. Los llamo o me lla-man, la relación es buena. Mi madre ahora quiere que me regrese al Ecuador. Como paradójico, ella que tanto me empujó para que viajara, pero yo la entiendo; es que quería que solo fuera por un tiempo para que consiguiera dinero. Ella no quería que me quedara definitivamente.

De amores, no hay mucho que contar y menos en este momento; no soy una persona de estar saliendo y pues así no se consigue. Además me estoy recuperando de una re-lación que tuve por cinco (5) años y que se terminó hace apenas unos seis (6) meses. Fue una relación muy estable y de mucha entrega. Nos apoyábamos bastante. Había sentimiento… aún lo hay… pero sentimos que podíamos terminar haciéndonos daño, así que de momento somos buenos amigos; es un colombiano.

Hay dos (2) costumbres españolas a las que yo no he podido acostumbrarme, ni aún con el paso de los años. La primera es que nos presionan para que hagamos silencio en los pisos. Les molesta que hagamos ciertos ruidos como poner música, hablar duro, con alegría y sin embargo es contradictorio; ellos hablan a gritos.

Otra costumbre que no logro asimilar de los españoles es su desaseo y su desorden; no se duchan ni se cepillan los dientes. Los niños no se cepillan la lengua y así se quedan. Yo he intentado con los niños que he cuidado, pero si sus padres no se pre-ocupan por ello…

Testimonios

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Rostros de la migración

En cuanto a mi relación con la gente de España, puedo decir que he tenido muy buenas amigas, pero amigos… um m m m… haber… solo uno realmente que pueda considerar amigo. A muchos españoles les gusta nuestra forma de ser alegres; se contagian. De mi parte hacía ellos, puedo decir que no hay característica de ellos que para mi sea especial… que me guste y excepto lo que ya dije que no me gustaba no hay otras cosas que yo rechace.

La que no considero buena es mi relación con otros ecuatorianos; diría mejor que es una mala relación. Solo son cercanos a mí; una pareja que es de Guayaquil y viven en Madrid y un grupo de serranos que viven en Barcelona y ya. Yo creo que las razones para ello son dos; que casi no salgo y que además los evito –los serranos– porque tienen comportamientos que creo nos denigran y lo hacen por ahorrarse dinero y claro, las cosas que hacen públicamente cuando están borrachos. También me parecen traperos.

Mi relación es buena en especial con los colombianos –colombianas ante todo–. Me ha gustado porque son despiertos, hábiles socialmente, se desenvuelven muy bien, pero para mi no ha sido fácil porque disfrutan mucho haciéndonos bromas pesadas a los ecuatorianos; nos machacan y ha hecho que con frecuencia me ofenda y me retire eno-jada. Mi amiga me ha ayudado a entender que es su forma de ser, siempre bromeando, y si paso tanto tiempo con ellos, imagínate lo molesto, pero últimamente he aprendido hasta hacerles bromas… claro que no tan pesadas. Esas habilidades –alegres, desen-vueltos y rumberos– es la razón por la que muchos ecuatorianos se presentan como colombianos. Tengo también una buena relación con gente de México, Venezuela y Bolivia. Con los peruanos si es fatal, excepto un chico con el que compartimos piso.

Sueños… sueños… no. De hecho yo nunca soñé con este viaje o con un resultado eco-nómico determinado. Este fue el sueño de mi madre y no el mío. Vivo, si muy a gusto con lo que tengo, en especial me refiero a la libertad y a la comodidad… y también a la seguridad que uno respira aquí; es que en mi país es muy desagradable saber que no puedes llevar nada porque te lo quitan. Tengo varias frustraciones; una es saber que no puedo comprarme mi casa porque no tengo con que; tengo un terreno en mi país, pero sin posibilidad hasta ahora de construir. Pese a todo estoy contenta. Si vine en busca de una casa, no sabía que la casa que habría que construir era la mía, la de adentro. Me he construido como persona y sigo haciéndolo.

Creo que vivo una vida digna. Básicamente. Me queda mucho por luchar y por conse-guir, pero hay algo muy importante y es que aquí aprendí a vivir de mi propio sueldo. En el Ecuador yo no sabía que era eso por que eran mis padres. Esa vida digna incluye que en España uno siente que se respetan los derechos, creo que es así.

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Yo no podría afirmar que soy feliz del todo… para serlo faltan cosas. A medida que pasa el tiempo, la lejanía de la familia va dejando vacío; es un vacío grande que no se llena plenamente porque tengas otras cosas.

Definitivamente puedo decir que al corazón le falta un trozo… el concepto de felici-dad que yo tengo es que ella es estar a gusto conmigo misma, sabiendo quien soy y a donde quiero llegar, que soy, pero además estar rodeada de la gente que quiero y me quiere; avanzo en el primer sentido pero me falta el segundo.

Yo no ahorro. Quisiera hacerlo y es algo en lo que pienso mucho y no deja de pre-ocuparme. Gasto todo lo que me gano. No hay excedente. Entre mis gastos para sobrevivir aquí y lo que logro enviar mensualmente a mi familia en Ecuador, que son en promedio 150 a 200 euros, se me agota lo que gano. El envío a mi familia puede variar dependiendo de las necesidades; en ocasiones puede ser más de lo que dije e incluso hay meses en que no puedo hacerlo. No tengo inversiones en mi país, excepto el terreno que ya comenté y unas vacas que tengo en Esmeraldas, en una tierra de unos familiares, nada más. Vengo pensando en invertir desde que llegué, pero estuve muy desordenada un tiempo y aún lo estoy pagando. Actualmente no puedo decir que tengo una meta. Mi sueño es tener una casa algún día ojalá no muy lejano.

He viajado solo dos veces a ver a mi familia, no es lo que hubiera querido pero en un viaje se gasta mucho… mucho dinero. No es solo el dinero del pasaje. Uno quiere lle-varle detalles a la familia y allá asume muchos gastos, así no lo planees inicialmente. Por eso es mejor no viajar tan seguido. Esos viajes serían la única forma de ver a mi familia porque ellos no se vienen para acá.

Añoro mucho a mi país, a la gente, su calidez. El conjunto de los colombianos con que me relaciono y que son de mi grupo, ha suplido ese espacio. Pero a pesar de toda esa añoranza de mi gente, no quisiera volver y la razón es mi libertad; la necesito. No estoy dispuesta a renunciar a ella y si regreso al lado de mis padres tendría que hacerlo, ya que ellos siempre coartaron mi libertad a pesar de que cuando me vine a España, estaba ya próxima a los treinta (30) años, ¿ves? Sé que sería igual al volver a su lado. No per-mitirían que yo hiciese mi vida. Tendría que ser la vida que ellos me escogieran.

Así que a pesar de todas las dificultades… de todas las añoranzas, para mí valió la pena este sacrificio… y mucho. Y valió la pena por aquello de la libertad, que para mí es esencial, es mi vida y acá la tengo.

La distancia de mi familia es el precio que tengo que pagar por que mi casa ha sido un cuartel general. Quiero mucho a mi familia pero ellos allá, yo aquí.

Gracias por escucharme.

Testimonios

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Rostros de la migración

Teresa

Colombiana. Cuarenta y tres (43) años. Oriunda de Cúcuta. Vive en Barce-lona, ciudad a la que llegó hace cinco (5) años, procedente de Israel. Salió por primera vez de Colombia, rumbo a Israel hace dieciocho (18) años. Vive con su esposo (Yair, colombiano, 40 años) y tres (3) hijas, las dos (2) últimas hijas de Yair (cuatro y un año, respectivamente).

Tuve varios trabajos en Colombia… almacenes, oficinas… y luego en vigilancia, hasta que prestando la vigilancia a una empresa, un compañero se suicida una noche al parecer por una depresión. Lo hace con el arma de dotación que teníamos asignada, por que yo hacía turno con él. Adelantan la investigación y claro, como es normal, nos involucran en ella, al jefe y a mí. Él se había retirado a otra parte de la empresa y no regresa. Cuando lo busco, lo encuentro muerto y el arma ahí. Él tenía, al parecer mu-chos problemas de infancia, pero eso se va descubriendo después. Pude haber hecho algo por ayudarlo, pero si hubiera sabido. Ante esas situaciones tienes que hacerte preguntas; por ejemplo, por que no existían fotos de él, solo de cuando era niño. Esa situación me dejó muy afectada, aunque se aclara que yo no tenía que ver y es enton-ces que mi esposo que estaba en Israel, me envía el tiquete para que me vaya. El ti-quete me lo envía con destino a Tel Aviv. Él se había ido de Colombia como mochilero. Él era un personaje muy particular. Me casé, quizás, porque estaba aburrida en la casa y quería salir de allí. Parte de esos problemas tenían que ver con un padre alcohólico. Era la abuela la que me criaba. Después de que nos casamos, él salía temporadas para Bogotá y que se donde; resulta que era mochilero y yo que lo ignoraba hasta después de casada, que me lo contó; él no podía estar en un mismo lugar… y bueno, el tiquete llega de sorpresa… ¡es que yo ni sabía que él estaba por allá y de pronto un tiquete! Como sería de difícil para mí, sin mundo… ¡sí le tenía miedo a viajar a Fusagasugá, imagínate, Israel, un país extraño! Viajo, si pero me voy desconcertada… es que no había otra salida, al menos yo no la veía… pero, mal… muy mal… me salio todo en Israel. Él me recibe y al día siguiente me entrega 20 shegalims, que es la moneda de allá, me da también una guía de la ciudad y… defiéndete… fue terrible; yo lloraba a

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diario. Hice lo que me dijo y me fui a conocer la ciudad para aprender a defenderme. Una vez me perdí; no me bajé del autobús, donde tenía que bajarme y cuando me di cuenta, estaba en un lugar desconocido… extraño. Era al otro lado de Tel Aviv. Me encuentro perdida, sin dinero, por que se me había acabado; sin móvil, por que no existían comercialmente en esa época, y lo peor, sin una sola palabra de hebreo para preguntar. Lloro. Era Sabat, estaba todo solo… muy solo. Un tipo creyó que yo era una mujer de la vida fácil y empezó a hacerme insinuaciones cada vez más agresivas. Un conductor vino a defenderme… era todo un asco; el idioma es gutural y yo solo oía sonidos guturales, incomprensibles. El conductor que me defendió llamó a otro y este si iba en una ruta que me servía. Todo adivinando.

Comprar allá es una experiencia muy difícil. Cuando iba al mercado tenía que com-prar por señas; un kilo… muuu … muuu … (vaca); un kilo … oink … oink … oink (cerdo). Algo aparentemente tan sencillo, se vuelve complicado. Si en Israel te invitan a tomar un café, entonces quiere decir que te están invitando a la cama… tan ama-bles, ¿no? Poco después, embarazo. Pero no podía tenerlo por que era muy costoso. Un parto costaba Tres mil (3.000) dólares. Angustia… desesperanza, pero aparece una religiosa española y me ayuda; me lleva a Belén… la frontera estaba cerrada… si, por la guerra; íbamos con un taxista árabe por el desierto que era por donde podía-mos ir. ¿Qué hacer? … orar. Nos podían coger a bala los soldados israelíes… ya sabes como es eso. Por fin llegamos.

La atención fue muy buena; fue un parto muy católico, bonito. Pero luego estalló de nuevo la guerra. Mi esposo se perdía mucho porque tenía una amiga. En la guerra, comprar era aún, mucho mayor problema. Colas interminables. La televisión hacía seguimiento a la guerra e informaba de manera permanente. Relataba los peligros y advertía sobre la posibilidad de que una bomba estallara; que hacer en ese caso. Era el caos; la niña pequeña, el biberón, esas mascaras de oso hormiguero que se nos en-tregaba; nos daban un botiquín; como utilizar los refugios… seguimiento a la última bomba que ya casi nos llega. Instrucciones por montones para sobrevivir. Me quiero ir a Colombia. Tuve que firmar un documento para poder salir.

Al regresar a Colombia, me voy con la familia de mi esposo a Fusagasugá. Allí me quedo con ellos y sin noticias de él. Apareció solo años después con una amiga; seguía siendo un mochilero… una persona sin compromiso con nadie… por el mundo… con relaciones aquí y allá.

Me vuelvo a Israel, unos cuatro (4) años después del primer viaje. Lo hago por dinero, a pesar de la dura experiencia que había tenido. Lo hago por mi hija y ella queda con los abuelos. En Colombia tenía todo tipo de trabajos; pedicure, trabajos a máquina, ventas; de todo. Me ayudaban, pero… mi suegro es el que empuja para que me regre-

Testimonios

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Rostros de la migración

se a Israel. Me ayuda, vendiendo su coche y prestándome el dinero. Había una buena relación con ellos.

Llego otra vez a Israel y allí me recibe el padre de mi hija; me quiere de amante. La gente que yo conocía de antes, ya no estaba. Habían viajado. Me toco pedir limosna; lo hice solo una vez y fue para hacer una llamada. Consigo trabajo a través de una señora a la que le había trabajado. Un conocido suyo me ubica. La nueva patrona me dice: ¡“Feliz navidad”!; con eso se me cae el mundo. Pienso en mi hija. Cuando veo esa casa, casi me desmayo; parece un bunker; son tres (3) pisos, hay ocho (8) gatos y tres (3) niños; es una locura… como si fuera un restaurante. Hay que lavar la ropa de todos. Hay que hacer la comida hasta para los amigos de la familia. ¡Era demasiado duro; yo me acostaba a la una de la madrugada y a eso de las seis (6) de la mañana, ya tenía que estar levantada. Pero a pesar de la dureza, yo aguantaba todo… todo, menos las golpizas que el señor le propinaba a la señora. Una vez, el señor le estaba pegando y yo me puse furiosa y lo confronté. Entro en calzoncillos por pañales y yo que ya tenía rabia y además me sentí irrespetada por eso… y se los arrojé al piso… “eres una mierda colombiana”, me dijo… y yo… “si… pero, no soy tu esclava”; me salí de ese trabajo por Yair. Los niños me decían mamá, ganaba setecientos cincuenta (750) dólares. Cuando me retiré tuvieron que conseguir tres (3) chicas y les pagaban a todas dos mil quinientos (2.500) dólares; ese era el precio del trabajo que yo hacía. La diminuta colombiana les hacía todo… y hago énfasis en lo de diminuta, por que cuando entré me miraron y me expresaron que no creían que yo fuera capaz.

Conseguí luego trabajo por horas y me hacía dos mil (2.000) dólares. Yo me había ido ya a vivir con Yair; empezamos como buenos amigos y la cosa progresó. Él tenía un buen trabajo. Yo huía de las redadas en la calle. Cuando las hacían, eso era peor que si todos fuéramos delincuentes. Un señor me salvó… me dijo “mi amor”. En Israel es donde mas se violan los derechos humanos con los inmigrantes; hay unos policías que son una porquería. Una chica se mato huyendo de la policía; una inmigrante, y al esposo lo cogieron y lo llevaron al entierro esposado; así de ese tamaño, es.

Yair tenía visado de trabajo que es temporal. Yo seguía ilegal; la única forma de le-galizarse es haciéndose judío; no hay otra. En vista de eso nos vinimos a España. Un amigo nos ayudó. La vida estaba hecha. Fui a Colombia a traerme mi niña. Tenemos trabajo. En Israel había que desalojar los buses, los pisos; era muy constante. Había que hacerlo cada vez que había posibilidad de una bomba. La zozobra y la angustia era terrible. Pero además, a pesar de que mi hija era nacida en Israel, solo en España me dejaban tenerla conmigo. Por eso, España, a pesar de que se gana mucho menos.

Queríamos tener un hijo en España y por tanto no podríamos ahorrar. Esa expectati-va y poder vivir con los seres queridos, son cosas que uno quisiera; por las que uno

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sueña. Aquí se puede vivir y trabajar. Yo trabajo en limpieza por horas. Trabajo cuatro (4) horas y me gano ochocientos (800) a novecientos (900) euros. Ya metimos pape-les para la nacionalidad. Yair se gana de mil (1.000) a mil quinientos (1.500) euros al mes. Depende de que tanto trabajo tenga; el trabaja en mensajería. He obtenido beneficios por el parto y por tener familia numerosa. Nosotros compartimos en fa-milia tanto en semana como los domingos. Pocos pueden hacerlo acá, pero nosotros pensamos que es importante y lo hemos luchado. Vivimos en un país europeo pero somos una familia colombiana. Procuramos, más que la estabilidad económica, tener estabilidad emocional. No buscamos tanto el dinero; es el afecto, es el amor.

Llamamos a mi suegra a Colombia, casi diariamente: Sobre todo la llamo yo; es como mi mamá. Ella está presente en nuestras vidas todo el tiempo y tenemos una magní-fica relación. A mi madre solo la conocí hace pocos años. Nunca hubo relación. Mi padre falleció hace pocos años; lo mató un cáncer. Mi abuela también falleció; es por eso, que la familia que tengo es la de Yair. Hay un hermano que quisiera venirse para España, pero yo no lo veo aquí. La vida del inmigrante es demasiado dura; hasta el más guapo, el más valiente, el más duro, el más frío, sufre. Vivimos muy apegados al olor de la guayaba, como dice García Márquez. Con frecuencia lloramos, pero llorar en serio, cuando escuchamos el Himno Nacional. Tenemos amigos que disfrutan mu-cho de la música u otras expresiones artísticas, que vienen de Colombia, pero no por que les guste la variedad del folklore colombiano, no por que amen eso, si no solo por que proviene de nuestro país; la tierra cuando se esta lejos, se añora con ganas.

Nosotros no ahorramos; pensamos que hay que vivir como personas. Lo poco que teníamos hubo que invertirlo. Además a Yair le robaron la moto y tuvo que comprar una nueva ya que la requiere para el trabajo. También tenemos un nuevo piso. Otra cosa es que Yair tiene una hija en Canadá; se fue hace poco y él le ayuda. Nos trajimos a mi hija que llegó de once (11) años y eso suma. Por suerte no hubo problemas de adaptación para ella. Solo con el aprendizaje del catalán; lo normal, claro. Ella estu-dia con españoles: Es líder, le gusta el arte, como a mí y la lectura.

La adaptación mía ha sido fácil en España. Realmente un paseo, después de la fuerte experiencia de Israel que fue terrible.

No hemos sentido el estigma. A otras personas que conocemos a veces les pasa… si…; uno lo llega a ver, pero no es como se pensaría, a todos y en todo lugar. La televisión emite mensajes contra la discriminación; en el metro también puedes ver el llamado a que nos integremos. Es que ellos también nos necesitan, pues España era un país que se estaba despoblando… quedando sin niños. Los españoles llegaron a rechazar la po-sibilidad de tener un hijo… no tienen hijos por pensar en el piso, en tener o cambiar el coche, les gusta viajar y los hijos atan. Lo curioso es que ahora están reaccionando

Testimonios

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Rostros de la migración

con los inmigrantes; se han dado cuenta del valor de tener hijos. Varios españoles me lo han dicho o les he escuchado; los sacudimos sin pensarlo.

Mi relación con la gente española es absolutamente normal; yo me relaciono con muchos y muchas. Nosotros tenemos una costumbre que es útil, si uno va a otro país y es informarnos sobre sus cosas, para así poder respetar lo de ellos; conocer que les importa, que celebran, de que pueden estar pendientes… aquí es importante por ejemplo el día del santo y no la fecha de cumpleaños. Así uno tiene muy pocos pro-blemas. Los vecinos del edifico a veces bajan al piso; es grato.

La relación con los colombianos y con otros latinoamericanos es normal. Tenemos amigos colombianos; nos vemos con algunos con cierta frecuencia. Con los latinoa-mericanos o con gente de cualquier lugar, nuestra consigna es; no importa de donde eres, hay que ayudar.

Duele que un compatriota mío venga a dar problemas a este país; es que no solo afec-ta su propia imagen si no la de su país. Igualmente la de otros colombianos de aquí o que tal vez vengan luego. ¡Que somos conflictivos! ¡Que no se puede mirar su mujer porque hay lío! ¡Que golpes! Para ser sinceros, no es que los colombianos demos más problemas que los demás; es que tenemos la fama de violentos… o de drogas y no se requiere si no que los noticieros nos muestren y ellos lo muestran. ¡Si!, lo mismo que otros también hacen.

Recuerdo que en Israel decían: “en Colombia… en las casas… café… coca… salsa”.

Creo que con todo, valió la pena emigrar. Nos ha enriquecido. Se tuvo experiencia. Hemos conocido cosas nuevas, lugares nuevos… valió la pena por la familia que tenemos. Incluso, diría que valió la pena para poder identificarnos más con lo nues-tro; con nuestras enseñanzas; respetar a los mayores; el apego… aquí le pegan a los padres… al profesor… “¡Que la madre que te parió!”. Fue necesario conocer esos paralelos. Aprender a valorar lo bueno de cada país.

¿Regresar?... tuve un apartamento en Colombia, se alquiló y no pagaban… hubo muchos problemas… así, uno no se anima con esa mala experiencia. Yo le digo a mi esposo, que ahora no, que regresar ahora sería un error; que lo hagamos cuando estemos viejos con una pensión … tendremos una casita allá en Colombia… una en-fermera que nos cuide… es que la vejez aquí en España es dura; ¡los llevan a un asilo de ancianos!

Yo quisiera dejar una reflexión para el que quiera emigrar… que se lo tiene que pen-sar muy bien. La vida del emigrante es una vida muy dura; hay quien se prostituye;

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quien se casa por papeles. Los inmigrantes se ven envueltos en líos para los que no estaban preparados. Muchos caen engañados. Hay muchas historias que no son tuyas, pero sientes como tuyas. Las que se casan por papeles y luego les hacen una mala jugada. Ahora, el sacrificio mas grande es separarse de la familia; a veces pesa mas la sangre que lo que pesa un tiquete de avión; eso es algo realmente dramático a lo que tiene que enfrentarse un emigrante.

Esta entrevista me la pensé mucho. Tanto… tanto… es que tenía el dolor de recordar.

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Rostros de la migración

Oscar

Colombiano. Cuarenta y cinco (45) años. Divorciado. Reside en Madrid donde vive bajo figura de libertad asistida, luego de cumplir cerca de diez (10) años de cárcel por narcotráfico. Llegó a España hace diecisiete (17) años, proveniente de una ciudad de la zona cafetera. Su madre y dos her-manos residen en Colombia.

En Colombia hasta poco antes del viaje, estudié en la universidad, luego de cambiar de carrera en varias oportunidades. Nunca me gradué por vivir la buena vida; realmente lo que yo hacía allá era vagar. Yo tenía una novia con la que duré ocho (8) años hasta el momento del viaje. Era una gran mujer; con ella vivía muy buena vida y además relacionado con el poder; su familia era política y su padre era alcalde de mi ciudad. Mi familia era acomodada económicamente; yo era el más rico del barrio, aunque del colegio era el más pobre o uno de los más pobres. Mi padre fue importador.

Debido a mi vagancia, mi madre me amenazó con sacarme de la universidad y empacar mis maletas; quería que yo tomara juicio. Estábamos en esa cuando mi mejor amigo me invito para los Estados Unidos, pero no quise, ya que como yo era muy buen lector, leía mucha geografía universal y vivía enterado sobre los países del mundo y la parte que más me atraía era el norte de Europa y en especial los países nórdicos, Holanda y Bélgi-ca. En esa época España era fácil; no entraba nadie aquí. El dinero estaba en Holanda y Suiza. Entonces mi amigo, el mismo que me había invitado a los Estados Unidos, vende una propiedad raíz y con el dinero de ese negocio se compra dos (2) pasajes a España y 2.000 dólares; uno era para él y el otro era para mí. Tanto su familia como la mía, ponen el grito en el cielo, pero ya él y yo nos habíamos montado en ese viaje. Realmente yo no tenía un sueño o un propósito acerca del viaje a España; este país era una incógnita y quizás ante todo era un trampolín para ir a otros países; yo no quería España.

Apenas llegar, mi amigo se trae la mujer y se van a vivir juntos, así que yo quedo solo. Como yo traía dinero, en principio eso no era problema. Vivo entonces en Sol,

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que es un buen lugar. Comparto un piso con una amiga que estaba aquí estudiando sociología. Pudo haber algo, con ella, creo... pero no lo hubo. En cambio conozco a la que después sería mi esposa, la francesa; la conozco por esta amiga, quien me la presenta. Yo trabajo en un restaurante y ahí cometo el segundo error –el primero fue venirme de la forma que lo hice– y es que me retiro. Allí pude progresar de haberlo querido pues el dueño tiene restaurantes en muchos países y a quien se destaca en el trabajo, lo promociona, pero yo no aproveché.

Luego viene un accidente automovilístico y caigo en coma. Tengo también fracturas múltiples en diferentes partes del cuerpo. Mi familia hace el intento de llevarme para Colombia, quizás aprovechando la situación, pero me niego a irme. Me voy en cam-bio para las islas Canarias. En estado de recuperación aún, retorno con la francesa y me caso con ella en las Islas Canarias. Allá me desordeno; tengo malas amistades; drogas; cosas fáciles; me vuelvo autodestructivo. Entre las amistades de la droga hay colombianos pero también de otras nacionalidades. Me daba la gran vida; esa que siempre me gustó; ha sido una debilidad mía.

Yo tenía contacto tanto con gente que ofrecía la droga, como con gente que la nece-sitaba, hechos todos desde que trabajaba en el restaurante. De hecho yo los conecta-ba… y descubro entonces que era un error hacerlo gratis… ¡gratis!...

¡Arriesgar tanto gratis! Mi grupo era compuesto por españoles, colombianos, ecuato-rianos, chilenos, y turcos principalmente. Me enredo cada vez más; es por mis conoci-mientos de química, ya que entre las varias carreras que inicié en la universidad, una era la de química. Allí di otro paso clave; tomé la decisión de traer droga y empecé a mandar españoles a Suramérica por coca. Yo la distribuía; era mi propio negocio. Es-tuve cuatro (4) años en ello… dedicado completamente. Hubo momentos muy fuer-tes; andaba armado. Gané, gané, perdí, me robaron, nunca robé, inicié personas en el asunto, entre ellas una novia colombiana que me conseguí. La inicié en ese mundo y también la inicio en tríos con otras mujeres. Yo iba de putas; las iniciaba en droga y tragos; droga pura; ese era mi secreto; ¡droga pura! Por eso me iba tan bien; era un triunfador. Burlaba todo. Era especialmente hábil en el negocio. Conseguía viejos para traer la droga; viejos europeos, españoles.

Se me murió un viejo; era un viejo español. Yo iba en mi lujoso carro por él. Era enfermo, yo lo mandaba de viaje de lujo a Colombia, Ecuador y la cosa iba bien, pero el verraco hombre contrata dos chicas en Colombia para gozar y las trae y entran en celebración con coca pura que trae un ecuatoriano; un rico estudiante universitario; la había traído desde Quito... y se murió el viejo por el efecto de la droga, el alcohol y las putas. Tremenda combinación. De esa historia, quedaron diez (10) años de cárcel, nos aventaron; alguien nos aventó; fue un español. Pudo ser

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Rostros de la migración

mucho mas, estaba agarrado ya, con las pruebas y todo en contra, por lo que tocó acogerse a sentencia anticipada; uno no puede ser pendejo. Toca reconocer cuando las cosas están pérdidas.

La cárcel es terrible. El día más terrible de tu vida, sin saber aún como serán los de-más, fue el día que caí, no se como no me desmayé. Desde mucho antes sabía que todo el que delinque, cae tarde que temprano. Sabía que era una especie de ley; el que la hace la paga y por esta razón quise salirme... pero… mi sexto sentido me decía, “me cogerán”. Tenía seis (6) coches y turnaba el uso diario de cada uno de ellos inten-tando despistar a los investigadores. Cambié de celular, dirección; cambié también de aspecto, todo intentando camuflarme. Quise incluso irme para los estados Unidos y radicarme allá, haciendo otro tipo de cosas, cosas licitas ya, pero… necesitaba gente de confianza, pero no, esa gente no existe; con la gente parece que la confianza es agarrarla de los huevos.

Me hicieron tres (3) juicios y en todos tres me declaré culpable. Era la única manera de sacarla relativamente fácil. De todas formas el asunto no deja de ser ridículo; el 75% de lo senadores en Italia dieron positivo en un examen que se les hizo para mi-rar consumo de heroína, cocaína y marihuana. En otras palabras estoy diciendo que todo el mundo mete droga, pero a nosotros nos estigmatizaron, nos enjuician. Tanto es así, que mira, tal vez te asombre saber que los funcionarios españoles consumían de la droga que yo les llevaba, y ellos mismos me aventaron. ¡Estoy hablando de funcionarios del ministerio del interior!, no estoy hablando de gente con otras com-petencias. Aún así pago cárcel; son las ironías de la vida, y bueno, se me acerca el final de la pena; desde el año anterior, en vista de que soy niño bueno, me dejan salir y yo lo aprovecho, salgo a tomar y a putiar y eso no constituye delito; otros salen a delinquir porque eso de que la cárcel resocializa es una gran mentira; la cárcel es una gran estupidez, una pérdida de tiempo. Todo te lo dan, es fomentar la vagancia como pocas cosas lo hacen.

Actualmente estudio ciencias políticas en la universidad, he podido hacerlo desde la cárcel, es a distancia, con todo es muy tenaz la pérdida de libertad; frustrante. Una cosa muy dramática es saber todo lo que perdí y que puede verse en el hecho de que entré, cuando la moneda era la peseta y al salir es en euros; entré en tiempos del CD y salí con el MP3; hay muchas cosas nuevas en pocos años.

Yo duermo en la prisión, me levanto a las 5 y 30 AM, me aseo, desayuno y voy a trabajar ya que ahora puedo hacerlo. Me gusta mi trabajo; es muy técnico, montar andamios. Por mis conocimientos profesionales puedo ganar un poco más de $1.000 euros.

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Trabajo de ocho (8) en la mañana hasta las seis (6) p.m., luego vivo y a prisión a las 10:30 en la noche. Los fines de semana son míos también. Llevo medio año así; des-pués de la cárcel, volver a vivir es una experiencia de vida increíble.

Yo me recreo leyendo, me fascina el conocimiento; es el eje de mi vida, si bien no abandono la vida cómoda. La droga si se abandonó. Tal vez la consumiría, pero el tráfico no. Esa parte ya quedo atrás; es una experiencia para no repetir. Yo rompí definitivamente con eso; no hay riesgo de ningún tipo, de que vuelva a traficar. Hay cosas en la vida que uno sabe y esta es una de ellas. Honradamente, viviré bien. Si vuelvo a consumirla dependerá tal vez de mi bolsillo, porque cuando consumí droga fue pura; es cara.

El estigma para mí no existe; eso es algo que depende de uno mismo; si uno se valora y se hace respetar, no existe; si ellos no se dan cuenta a no ser por nuestra apariencia, por nuestros modales, porque sepamos comportarnos acorde con las circunstancias. Tengo claro, amigos a los que si les ha pasado pero a mi nunca; ellos lo han propi-ciado. Nos integramos con gente de todo el puto mundo y no pasa nada. No somos diferentes, ni en la piel, ni en la estatura, ni por el comportamiento. Por mi expe-riencia en la cárcel, puedo decir que los colombianos que estaban allí y se sentían discriminados, lo eran porque se discriminaban ellos mismos. Yo no,… no me siento menos que nadie. Jamás.

Mi relación con la familia es excelente. Mejor que antes, incluso. Mi madre vino y no me culpó: Ahora, no es que aprueben lo que hice; es que –lo sé– antes les preocupaba más; quizás veían todo más incierto en mí.

Cuando yo estuve bien económicamente –claro que jamás estuve realmente bien– no les ayudaba; no lo necesitaban y además si yo tenía un millón era porque debía tres. Cuando uno se mete en ese tipo de vida, quiere más, se endeuda; la ambición, creer que va a llegar más y más. Pero es que tampoco sabían en que andaba. No se sí lo presumían, pero… .

Hoy soy organizado con mis manejos. Tengo dos (2) tarjetas; una es Master Card Oro y tengo otra además. Llamo a mi madre casi a diario; me hace falta, me hace falta mi familia, pero en mi vida no hay insoportables; soy adaptativo. También me hace falta tener amantes, lo quisiera, pero no; fatal. Sé que no ligo por que soy engreído; les resulto insoportable.

Mi relación con los españoles es fenomenal. Yo con ellos no tengo ni he tenido pro-blemas. No pasa nada ahí. Es igual que con gente de cualquier otra parte. Igual es con los colombianos; es maravillosa excepto en la cárcel, que tiene la virtud de sacar

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lo peor de ti y de multiplicarlo además; allí, el ladrón se vuelve más ladrón; el vio-lento se vuelve más violento y el hijueputa se vuelve más hijueputa. Tenemos que reconocerlo; somos una “mala raza”, llena de vicios, que en la cárcel se exhiben más abiertamente. Así que los colombianos en la cárcel, parecen muertos de hambre, sin dignidad; no tienen dignidad, pidiendo mas comida, demostrando el hambre. Eso me da rabia. También la malicia. Pero no somos los únicos, al igual que los colombianos, también los demás latinoamericanos padecen esos males; son igual de maliciosos y muertos de hambre.

Lo que soñé… ja… ja… ja… solo tres días… es lo que soñé. Estoy lleno de cicatrices y tatuajes en el cuerpo y en el alma. Frustraciones, claro que tengo, como no. La prime-ra es no ser profesional… otra es no tener abdominales perfectas. Claro que es Light, claro que es gilipollez, pero tontería y todo, no ligo nada en España. En Colombia, si ligaba. Solo me sentía Rey en los burdeles; claro, un colombiano con tarjeta de cré-dito y coca pura; eso si que atrae a las putas; eso sí que las llamaba; en los burdeles yo me sentía el Rey.

¿Llevar una vida digna? No… no en lo que yo quisiera llevarla hoy. He tomado deci-siones importantes, como por ejemplo que jamás habrá más prostitutas, eso a pesar de que una puta me salvó la vida, eso a pesar de que García Márquez solo menciona putas; eso a pesar de María Magdalena. Ese es un mundo de riesgo… no lo puedo llevar más. Me lo propuse; tengo que rebajar orgullo y malas costumbres. Lo estoy haciendo.

Yo no soy feliz. Pero no es un asunto de España. Igual me habría pasado de haber vivido en Colombia. He pensado en el suicidio muchas, pero, muchísimas veces.

A Colombia no voy desde hace nueve (9) años, casi diez (10). Desde poco antes de ir a la cárcel. ¿Cómo iba a ir si estaba encerrado? Eso me afecta bastante. Añoro mucho el país, la gente.

Ahorros, muy poco… algo quedo de aquella época de supuesta bonanza. Ahí los ten-go guardados esperando para ganarme la vida honradamente.

Realmente no sé, si valió la pena haber salido de mi país de la forma en que lo hice; supongo que sí, en cuanto he conocido mundo … pero también los diez (10) años de cárcel han formado parte de esta experiencia y eso no ha sido fácil … no se … . Tam-bién debo reconocer que he sido autodestructivo. Destruí el significado maravilloso de poder estar aquí en plaza mayor o en puerta del sol, viendo edificios con cientos de años de antigüedad o gente del mundo; de todo el mundo, porque lo maravilloso

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es que para donde mires, hay alguien de un país diferente; de todos los continentes. Significa mucho eso de estar en medio de la historia y de la cultura.

Mis hermanos son profesionales de mucho éxito, con reconocimiento social, con es-tabilidad económica y yo… yo construyo andamios. Quizás por esa razón tengo una gran responsabilidad en eso… debo ser el mejor.

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Rostros de la migración

Luis

Colombiano. Treinta y cinco (35) años. Reside en Barcelona. Llegó a Es-paña hace cinco (5) años procedente de Cali, su ciudad. Es bachiller, vive con su familia, compuesta por su esposa (36) y dos hijos (15, mujer y 11, hombre).

Yo hice muchas cosas en Colombia en los años previos a mi viaje. Principalmente intenté varios negocios, pero en ninguno pude despegar. Tenía y tengo una pequeña finca cerca de Cali, pero ya no resulta rentable, por lo que he buscado en otras cosas. De todas maneras a mi me gusta demasiado el campo y si no estuviese tan difícil, yo sería feliz en él. Allá vivía en la finca, que está pegada a la ciudad.

Cuando yo tomé la decisión de viajar, lo hice por que mi relación de pareja no pasaba por un buen momento; esa fue la razón principal, si bien reconozco que las dificul-tades económicas pesaron mucho. Además la finca se vio rodeada por gente que me dejaba dudas y pensé que con mayor razón debíamos salir de allí. Una familiar me hablo de la posibilidad de venirme a España, administrando una finca. La finca queda en un pueblo de Andalucía. Cultivan olivos. Dije si a mi familiar y ella me contactó. Hablé por teléfono, acordamos que me venía por un periodo de prueba y que si me gustaba, pues me quedaría definitivamente. Vine y después de estar aquí pocos me-ses, cambié de idea y me regresé a Colombia para ponerme al frente de la finca; tenía un proyecto productivo en marcha, pero el proyecto no dio resultado. De nuevo me vine pero esta vez me vine con documentos legales; mi señora me convenció para que nos viniéramos ya que los documentos salieron para los dos.

Esa primera experiencia nos dio durísimo, los niños nos hacían una falta terrible. Se nos enfermaban y nos desesperábamos por irnos. Ellos quedaron con una y otra abuela. Nos llamaban y nos reclamaban… nos volvimos a Colombia… el arraigo del país, la familia… los hijos.

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Intenté de nuevo con siembra en la finca, pero tampoco estuvo bien la producción. Cuando me cansé de luchar con eso, por la desprotección del agro, precisamente en ese momento, me llaman de España y me dicen que me mejoran las condiciones económicas. A los pocos días estábamos de nuevo en Andalucía con mi mujer… los papeles completamente legalizados y una expectativa diferente; debía explorar el camino que Dios me señaló. Mi mente en blanco y el convencimiento de que Dios lo quería así.

Ya en Andalucía, la gente nos recibió de maravilla. Es un pueblo muy pequeño y habitado casi en su totalidad por personas mayores como la mayoría de pueblos en España. Los niños en la escuela no superaban la docena y nosotros éramos de los adultos más jóvenes. Diría que entre unos trescientos (300) habitantes, doscientos (200) tenían mas de cincuenta (50) años o sesenta (60). Mi jefe, a pesar de que era muy buena gente, era muy fuerte conmigo; autoritario y necesitado tal vez de hacer-me sentir su superioridad. Daba una orden y yo tenía que obedecerle de inmediato, aunque yo supiera del asunto del agro. Administré una finca grande de producción de olivos, que es casi lo único que hay allí. El jefe pasaba en un instante de una actitud paternalista a una explosión de ira, si no se sentía obedecido de inmediato.

Nos trajimos los niños, que fueron recibidos como reyes en el pueblo. Eran los mima-dos. A la gente le sorprendía mucho nuestra piel blanca y nuestra estatura mayor que ellos, pues nos imaginaban indiecitos a todos los colombianos. Los niños no se adap-taban y expresaban constantemente el deseo de irse a Colombia. Aunque los pocos chicos y chicas del pueblo los buscaban, el aislamiento los mataba, en especial a la niña; mas grandecita. Es que en Colombia, aunque viviéramos en el campo, teníamos contacto diario con Cali.

Como mi señora necesitaba trabajar, nos fuimos a una ciudad intermedia también en Andalucía, pero ahí tampoco pudo encontrar; yo si pude trabajar, pero luego de una temporada de varios meses, un amigo nos ayudó a conseguir empleo aquí en Barce-lona y aquí estamos. Ambos trabajamos contentos pero es muy duro. Trabajo en una empresa en la que me tocan turnos de noche de 10-12 horas. Tengo un salario muy bueno y tengo grupo a cargo.

Trabajo de noche de siete (7) u ocho (8) a seis (6) de la mañana o siete (7) y llego una hora después a la casa. Saludo a mi familia antes que se vayan al trabajo o es-tudio y a dormir hasta las 11:30 o 12. Luego cocino para la familia o a veces estudio un curso. Después me vuelvo a la cama y duermo hasta las cinco (5) o seis (6) de la tarde. Luego empiezo de nuevo la rutina. Hay ocasiones en que hago turnos diurnos además de los nocturnos; es muy agotador.

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Rostros de la migración

El fin de semana llego al piso el sábado a las tres (3) AM. y duermo hasta las nueve (9) de la mañana. En la tarde comparto con mi familia en casa o salimos a conocer la ciudad o a comer. El domingo también compartimos temprano y luego en la tarde duermo un rato para prepararme para el turno en la noche. Antes de ir a trabajar voy a misa. Como puedes ver el trabajo es difícil y a veces lo hace más difícil un compa-ñero de trabajo que intenta agredirme, diciéndome cosas fuertes. He observado que quieren tratarme como si fuese menos y les molesta que me porte con altura; con decencia.

Puedo decir que si he sentido la discriminación. A medida que me he ido superando laboralmente he sentido que me echan en cara la condición de suramericano. A veces las expresiones se las dirigen a uno directamente y otras ocasiones las utilizan como hablando a propósito de otras personas, pero… uno sabe que lo incluye; “sudaca”, dicho despectivamente, o “que no vengan a creerse de mucho aquí”, o “son delincuen-tes”, o también me ha tocado escuchar que dicen cuando me han promocionado en el trabajo: “nosotros no dejamos que un sudaca nos dirija”. En general, en el trabajo en Barcelona, he tenido que escuchar esas alusiones. En el pueblo era diferente. Esas cosas son muy duras, pero haber logrado tener la familia conmigo en Barcelona, te-ner a nuestros hijos y tener un buen trabajo, al igual que mi señora, lo considero una bendición que hace que soporte las incomodidades.

Para mi no es fácil compartir con los españoles. El problema para mi no son tanto sus costumbres, como su manera de ser, en especial su forma de hablar tan fuerte … como agresiva, que sean tan secos para decir las cosas, incluso entre ellos; eso me resulta difícil de asimilar.

De todas maneras a mi los españoles me parecen buenas personas. Creo que son bon-dadosos pero temperamentales. Su estilo de vida es muy agitado. Son como egoístas, aunque esto parece como contradictorio con lo anterior. Claro que no es algo gene-ralizado… no es que todos sean así. Creo que la distancia inicial es producto de los medios de comunicación que siempre crean los estereotipos y nos muestran como delincuentes y también, claro, de algunos compatriotas o de otros inmigrantes de países diferentes, que vienen a hacer cosas indebidas.

Entonces los españoles creen que todos somos iguales y nos miran con recelo. Pero los españoles cuando se abren a otra persona, así sea inmigrante, pueden ser bastante sinceros. El problema con ellos es que rivalizan mucho en lo laboral. Yo tengo pocos amigos españoles, pero los tengo.

No tengo mucha relación con otros colombianos; en Andalucía, quizás un poco, solo un poco. He sido más bien temeroso a verme involucrado en los asuntos de otros,

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como drogas o algo así… uno nunca sabe. Por eso he evitado. Allá tenía una relación muy buena en especial con uno, pero mejor he tomado distancia.

Tuve relación con un peruano pero no me gustó, por que lo sentía ofensivo. Me decía cosas como “¿de que te las picas si eres colombiano?” O también “¿Por qué eres tan alto, si eres colombiano?”. Él intentaba sacarme del trabajo para traer otros peruanos. También me relacioné con un ecuatoriano, que era muy prevenido con los españoles. Pero también he trabajado con otro peruano y este es otro cuento bien diferente; es decente… puesto en su sitio. Creo sinceramente que hay de todo en cada nacionali-dad. Pienso que eso va con los niveles culturales, educativos… con la formación que cada persona tenga.

Ahora, si este es mi sueño realizado, tengo que decir que no; no es mi sueño, pero tampoco puedo decir que sea mi frustración. No estoy especialmente contento, como no estoy decepcionado de mi suerte… es solo el camino que Dios quería para mí. Mi vida es en gran medida una vida digna, lo ha sido. De lo que no estoy seguro es, si se respetan mis derechos laborales; tiendo a creer que no, si bien pienso que en aspectos diferentes a lo laboral si me han respetado. En el trabajo de Andalucía… en el pueblo, allá no se me respetaba. Sentía el asunto como medio esclavista. Incluso en el trabajo anterior, el jefe inmediato era déspota conmigo. Hablo del primero que tuve aquí en Barcelona; él quería que yo asumiera sus fallas, incluso, que me culpara a mí mismo de sus errores.

Decir si soy una persona feliz, es bastante complicado. Yo disfruto en buena medida de mi familia y lo que España me ha ofrecido. Tener a mi familia conmigo, tenerlos en un país que nos esta brindando posibilidades, me hace feliz a medias. Pero, faltan las otras personas que uno quiere y que también quisiera tener. Tu corazón está en Colombia en buena parte. De ahí que la felicidad es tener lo que has querido, al lado de los que uno quiere.

Gano más de dos mil (2.000) euros al mes, pero es muy poco lo que ahorro. Aún hoy, estoy pagando deudas por gastos que tuvimos los primeros años en Andalucía; la venida nuestra, la traída de los niños, el préstamo para comprar el carro. Nos estamos estabilizando poco a poco. El ahorro no es tan sencillo como uno pudiera pensar. Al ser España un país desarrollado quieres tener muchas cosas y te excedes en gastos… bueno, ese no es exactamente mi caso, pero… si logro ahorrar, tal vez sea en Barcelona, pues al menos ya tengo mi familia conmigo. Inversión en Colombia no hay. Absolutamente nada. Hay, pero el deseo. Ayudo a mi familia allá, solo cuando puedo y lo considero estrictamente necesario. Tengo muy claro cual es mi meta en la vida; que mi familia esté bien. Que mis hijos tengan universidad y que yo pueda estar bien con mi mujer… esto se lo dejo a Dios. Mi proyecto de vida es definitivamente

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tener una tierra y ponerla a producir; en Colombia no; lo veo muy complicado. Estoy mirando en España, cerca de Barcelona, por que me gusta y para no estar cambiando tanto de ciudad.

Viajes a Colombia no ha habido. No, desde que traje a mis hijos. ¿Cómo con tantas deudas y proyectos? Tenemos muchas obligaciones que cumplir. Amamos mucho a nuestra tierra y a nuestra gente, pero no es el momento. Tenemos planes de hacerlo el próximo año. Veremos si se puede, por que el viaje es costoso y somos cuatro (4) personas.

La posibilidad de traerse más familia, la veo muy difícil. Tal vez traer padres y suegros por una temporada pero no a vivir. Somos conscientes que les sería muy difícil venirse del todo a su edad. En otros familiares no se ha visto la intención. Creo que no les entusiasma por que es muy complicado… las cosas podrían no salirles muy bien.

Yo quisiera volver a Colombia a visitar los míos. Visitar los sitios en que vivimos… sentirlos. Es algo que quisiera hacer pronto, pues hemos hablado con mi señora y compartimos el temor a que volvamos un día y ya no encontremos nuestros seres queridos… que hayan partido. Cuando tú te vienes eres parte de algo y ese algo se queda allá y al volver descubres que ya no lo eres; está en otras cosas y tú pensando que todo seguía igual que cuando viajaste. Cuando fui, antes de traernos a nuestros hijos, me pasó y… me sentí muy extraño. Sentí ganas de regresar a España; todo ha-bía cambiado… es una sensación extraña. Regresar del todo, es difícil pues mi familia y mi proyecto están aquí. La añoranza es grande, pero el proyecto se puede cumplir aquí.

Creo que los colombianos tenemos mas cosas buenas que negativas. La educación y el nivel cultural nuestro es bueno. Somos gente respetuosa. Nuestra forma de ha-blar impacta. Nos falta, tal vez, vivir experiencias duras como las vivió Europa, para aprender como sociedad.. Los choques que tenemos se dan por ciertos sectores que vienen a buscar la vida fácil.

Siento que esta experiencia como emigrante sí valió la pena. Claro que esto no ha terminado; aún falta camino, pero hasta aquí, ha valido la pena y lo haría de nuevo, porque es que yo no tenía alternativa.

La experiencia migratoria es muy, pero muy dura. Desprenderse de las raíces; el des-arraigo que uno vive, en especial los primeros años. Eso es definitivamente lo mas duro… lo es mas que cualquier dificultad que puedas encontrar en el trabajo.

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Es que desprenderse de todo lo que has querido, es una experiencia que marca… que endurece; te enseña y te endurece, pero frívolo no te deja. Creo que te vuelve más sen-sible a los problemas del prójimo. Así como te vuelves capaz de enfrentar la vida, los problemas, con dureza, así mismo, quieres evitar que otros vivan esas experiencias; que las sufran… bueno, al menos con los seres queridos. Estoy totalmente de acuerdo con quienes han dicho que cuando uno emigra, deja de ser del país que viene, pero tampoco llega a ser del país al que llega; pero bueno hay que intentarlo… hay que hacer hasta lo último para adaptarse… es la única alternativa que uno tiene.

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César Z.

Ecuatoriano. Treinta y nueve (39) años, hizo varios semestres de univer-sidad. Casado con Dolores (abogada, 34 años). Tienen tres (3) hijos (18 años, mujer; 10 años, hombre; y 18 meses, hombre). Este último es español. Proceden de Manta, provincia de Manabí. Residen en Madrid desde hace cinco años y medio (5 1/2). En esta entrevista interviene también Dolores, su esposa.

Yo era cerrajero en Ecuador, en Manta. Vivía una vida muy tranquila y mucho más familiar. Tenía mi familia bien constituida, estable, sin dificultades entre nosotros; tampoco había problemas económicos, pues a mi me iba bien en la cerrajería, aunque Dolores no tenía trabajo. El mío si era estable.

En una ocasión, cuando asistíamos a un almuerzo familiar, uno de los asistentes nos sugirió el viaje y nos puso a pensar, ya que la economía andaba de para abajo en Ecua-dor, y por eso lo maduramos. Después de darle vuelta en pareja, Dolores y yo, llegamos a una conclusión; que valía la pena intentarlo y que Dolores debía venirse primero a sondear el terreno. Era lógico que fuera Dolores, ya que era quien no tenía trabajo en el momento. Ella se vino y le resultaron cosas muy buenas en poco tiempo.

En Ecuador nuestro ingreso promedio, era de unos cuatrocientos (400) dólares aproximadamente. Cuando vi cuanto se ganaba Dolores aquí; mucho más que lo que nos hacíamos en nuestro país… ya está; para España. Aquí vine a dar. Dolores había pasado como soltera y el título de abogada fue lo que impidió que la devolvieran del aeropuerto. Yo me vine con el niño pequeño, que tenía cinco (5) años en ese momen-to, poco mas de un mes después. Dolores ya trabajaba.

Nuestro sueño al venirnos para España era progresar económicamente… ¡queríamos ser millonarios! … ja… ja… ja…. Queríamos que los chicos pudieran tener un futuro mejor, del que tendrían en Ecuador; es que sobre todo para la niña, tal vez uno podría

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esperar el mismo futuro de la mayoría de las adolescentes en mi país y es que se casan muy jóvenes allá.

Como piensan todos los que se vienen, nosotros también pensamos que solo estaría-mos un par de años en España y que nos regresaríamos con dinero; hacer fortuna; tener también las visas, que es algo conveniente… y a Ecuador.

Pero la realidad fue muy diferente a lo que habíamos esperado. Los familiares nos habían pintado un vaso de cristal, pero este se rompió apenas llegué.

EN ESTE MOMENTO DE LA ENTREVISTA INTERVIENE DOLORES Y DICE: Ellos nos habían ofrecido piso, pero al mes escaso de yo estar viviendo allí; el mismo día que lle-gó César, la esposa de mi tío, me llamó a otro lugar de la casa y me dijo: “no te puedes quedar, tienen que irse hoy mismo”; ¿te imaginas lo duro que es eso? … nos botó de la casa, sin darnos explicación… sin darnos unos días para encontrar un lugar para irnos. Mi prima también nos dijo que teníamos que irnos. En ese momento, en medio del des-espero, nos acordamos de un amigo. Él vivía en seis (6) metros cuadrados con su padre y una prima.

Prosigue CÉSAR: Llegué con mi niño pequeño de un viaje de doce (12) horas… el cambio de horario me tenía borracho.

Pero mientras hablábamos con el amigo, teníamos que resolver lo de ese día… les pedí incluso a nuestros familiares que permitieran solo unos días a mi señora y a mi niño, pues la niña grande aún no había viajado, ya que tenia que terminar su estu-dio, les dije que yo me iba a un parque… pero no cedieron; fue especialmente duro y asombroso de nuestra propia familia. Nos acercamos entonces a los encargados del piso, que eran unos colombianos para que autorizaran que pudiéramos dormir en el área común del piso –no en el cuarto de nuestros familiares– y ellos lo hicieron; fue-ron mas solidarios con nosotros, los encargados del piso, unos desconocidos, que el tío de Dolores y su familia; eso duele, claro, pero no somos personas de odios.

Fuimos donde los amigos y ellos nos recibieron a pesar de tener tan poco espacio en el cuarto que ocupaban, que nos tocaba dormir en el suelo e incluso al niño le tocaba dormir debajo de la cama. Eso de vivir en hacinamiento es para nosotros muy, pero muy difícil. Se nos ha preguntado si para los ecuatorianos esto es normal, pero no; lo he escuchado, pero si ocurre tal vez sea con los de la sierra, que tienen costumbre distintas a nosotros… somos realmente muy diferentes a ellos.

DOLORES: Yo les contaba a mis padres solo a medias, ocultándoles las cosas que podrían preocuparlos mas y a pesar de eso me preguntaban si para eso me había matado estu-

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diando y me insistían en que nos regresáramos … pero no …, no lo podíamos hacer; no podíamos admitir la derrota,… cuesta mucho.

Continúa CÉSAR: Pude conseguir un trabajo por horas. Era botando escombros en la noche. Con eso podíamos ayudarnos más, pues ya Dolores trabajaba en una casa. También cambiamos de piso y nos fuimos donde una amiga y su esposo. Después, buscando un trabajo mejor, me fui a un pueblo cercano, pero solo tenía el dinero para la ida. Al regresar me di cuenta que no tenía e imagínate la reacción… ¡el pueblo queda a hora y media de Madrid en tren!, me tocó pedir y una chica ciega me los dio cuando le expliqué. Yo le dije que se los pagaría y así hice; cuando conseguí trabajo me fui al pueblo a pagarle.

Como nosotros pagábamos arriendo con el compatriota con que vivíamos, supimos que nos hacía pagar más de lo justo, nos sentimos explotados y le hicimos reclamo; su respuesta fue enojarse. Al día siguiente cambió la chapa de la puerta para que no pudiéramos entrar al piso. Nos tocó irnos a otro lugar sin nuestras cosas, sin más ropa que la puesta. Seis (6) meses después, no quería dejarnos sacar nuestras cosas a no ser que le pagáramos un mes más.

Nuestro hijos solo tenían vida en la habitación; era terrible. Pagamos trescientos (300) euros. No nos atrevimos a denunciarlo porque éramos ilegales. Necesitábamos la ropa para el invierno que llegaba.

De allí nos vinimos al piso actual. Dolores dijo: “¡Nos regresamos!”, pero no. Vinimos a este piso pagando setecientos (700) euros... Dios se acordó de los pobres; poco después de estar en este piso, los familiares que nos botaron, fueron botados y nos pidieron que los dejáramos vivir aquí un tiempo; los dejamos y estuvieron con noso-tros; aunque solo dos (2) meses. Aquí también creaban problema y la dueña del piso nos dijo que no los quería.

El trabajo que conseguí era muy bueno, pero se fue dañando. Empecé ganando mil ochocientos (1.800) euros al mes; cerraba seguido todo el día, pero el señor terminó pagándome seiscientos (600) … ¡menos de lo que pagaba por el piso! Me pasé a otro ganando mil cien (1.100) euros.

DOLORES: Yo duré dos (2) años en una casa de familia, trabajé también como camare-ra. No ha habido un trabajo estable y bueno.

Continua CÉSAR: Yo estoy trabajando ahora como soldador con inoxidables. Me gano Un mil doscientos cincuenta (1.250) euros, mas lo que se gana Dolores que hace turno en un restaurante los fines de semana. Nos ganamos entre los dos, unos mil

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setecientos (1.700) euros al mes. Casi la mitad la pagamos por el piso –arriendo–. Pero el piso es bueno y estamos solos.

Me levanto cada día a las 6:45. Me voy al trabajo donde entro a las 8:00 a.m. Me llevo unos cuarenta y cinco (45) minutos en llegar; metro mas renfe. Regreso, a veces a las seis (6) de la tarde y otras a las ocho (8) o diez (10) de la noche.

Los fines de semana me toca cocinar; hago buenas tortillas con patatas. Como Dolores trabaja con Kentucky, los viernes, sábados y domingos, nos vemos solo las noches en días de semana. Yo estoy a cargo de los niños los fines de semana. A veces nos recreamos visitando un bar con Dolores. Vemos los partidos del real Ma-drid por televisión… ¡eso es infaltable! A veces voy a jugar fútbol con el niño. En otras ocasiones lo llevo a ver un partido. En un principio quisimos ir a parques. En Madrid hay parques muy bonitos. No volvimos, porque vimos cosas que nos avergonzaron; serranos bebiendo mucho y eso no es nuestro ambiente. Los serranos beben dema-siado. Evitamos ciertos sitios por el comportamiento de los inmigrantes. Interviene DOLORES para decir: Sí… veíamos con frecuencia latinoamericanos haciendo pis en la calle, en los parques. ¡Que vergüenza!

En el tema del estigma, interviene DOLORES: Si nos ha pasado. Especialmente recuerdo una vez que fui al hospital clínico, teniendo el niño muy pequeño… lo llevaba en mis brazos. Iba en un autobús sentada en la parte de adelante. Entonces escuché que un señor dijo: “a eso es que vienen… a parir”. Yo no dije nada… el señor me tocó y dijo… “es contigo… vienen a tener hijos a montón, para hacerse a los documentos… para quedarse con lo nuestro”. Me sentí muy mal. Una señora me dijo: “no hagas caso”. Otra se ofendió y dijo: “es cierto, vienen a quitarnos lo nuestro…”. Empecé a llorar… no me podía defender pero otras señoras si me defendieron. Un señor les recordó que los españoles habían sido emigrantes también. Terminaron discutiendo entre ellos, mientras yo lloraba.

CÉSAR: Si, claro que pasa mucho. Fuera de lo que pasó con Dolores, que fue muy duro para nosotros, también les ha ocurrido a conocidos nuestros. Por eso, somos solidarios con las manifestaciones contra la xenofobia y apenas nos enteramos del caso de la niña de Barcelona… lo del tipo que le dio patadas en el metro y que se estaba convocando a una protesta en puerta del sol, nos hicimos presentes. Debemos ser solidarios.

Para nosotros ha sido difícil pero hemos privilegiado la familia. Por esa razón, Dolores solo trabaja los fines de semana; para que los días normales ella este con los niños y cuando ella trabaje, pues sea yo, el que los acompañe. No nos deja mucho tiempo para nosotros, pero que más se hace.

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La cosas que nos han resultado más difíciles de las costumbres españolas son, el trato chocante que tienen…. tutean a cualquiera. Nosotros no. También el despotismo con los mayores; son muy agresivos. Poco respetuosos… pero, es su forma de ser y hay que resignarse. Otra cosa es que los pisos aquí son muy pequeños; en Ecuador son más amplios.

La gente española es muy amable. Las mujeres me gustan. Lo que no me gusta, es que los jóvenes son muy directos, déspotas… y los niños malcriados. DOLORES: claro que a mí, a estas alturas me gusta que sean tan directos como son. Creo que cuando uno se va a vivir a un país que no es el suyo, hay que adaptarse a sus costumbres. También tenemos amigos españoles, pero no son muchos; sobre todo tenemos un amigo muy especial… Javi, un andaluz… que lindo.

Con nuestros compatriotas no tenemos unas relaciones muy estrechas. Somos más bien selectos. Unos pocos amigos aquí en Madrid y unos amigos serranos de Barce-lona. Evitamos por que nuestra gente bebe mucho, en especial los serranos y somos muy escandalosos.

Tenemos amigos de todas las nacionalidades, pero en general no son muchos. La úni-ca prevención es con los rumanos que no generan confianza. Son déspotas… se creen únicos. Claro que aún entre ellos tenemos algunos que son muy buenos amigos.

Esto no es lo que yo soñaba –Tampoco yo, dice DOLORES– Esperábamos mas oportuni-dades. Pensábamos que se valoraba más a las personas por su conocimiento, y no por su acento o el color de su piel. Esto se ve incluso en el sueldo, pues ganamos como promedio un 10% o 15% menos que los españoles. Así que frustraciones si hay.

Ahora, la vida que llevamos es tranquila; la consideramos digna hasta cierto punto. Quizás por esa tranquilidad que encontramos aquí, a pesar de todas las dificultades, es que nos decidimos a buscar la nacionalidad.

Puedo decir que soy una persona feliz por lo familiar; por la vida que llevamos en familia, pero me falta ser millonario… siempre quise serlo.

DOLORES: y a mí me falta poder ejercer mi profesión para serlo. Creo que la felicidad es la globalización de los sueños… hacerlos realidad. Exacto, para mí también –remata CÉSAR–.

Nosotros ahorramos muy poco. Hicimos un gasto grande en nuestro viaje al Ecuador. Antes enviábamos trescientos (300) euros mensuales para una cuenta bancaria que

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tenemos allá. Nuestra meta es hacernos a una casa lograda con nuestro trabajo. Real-mente no hemos invertido, ni aquí, ni allá… pensamos hacerlo.

Hemos hecho solamente un viaje al Ecuador. Este año lo hicimos. No hemos ido más por razones económicas y al comienzo por la dificultad que se originaba en no tener documentos. También había un factor psicológico; a Dolores le hacía daño.

Dolores: Si yo no era capaz de ir, porque me destrozaba saber que ya no estaban mis abuelos. A César, lo afecta más, después de ir. Luego de este viaje se puso mal, al regresar a España.

Además nuestra hija está ahora en la universidad y aunque quisiéramos irnos, dejarla sola mucho tiempo no nos agrada, agrega CÉSAR.

DOLORES: La familia, si nos ha hecho mucha falta, pero quizás fue menor el desprendi-miento ahora, por que ya mis padres habían muerto… aún así, es muy duro.

Añoramos mucho nuestro país. Uno si quisiera volverse muchas veces, pero es que aquí tenemos oportunidades de conseguir algo… además… nuestra hija en la univer-sidad… en una buena universidad… de renombre, haciendo una buena carrera… es algo que nos amarra ya a España.

Yo si creo que emigrar fue una experiencia que valió la pena, en esencia por la opor-tunidad que se le abrió aquí a nuestros hijos. Si se volviese a presentar lo haría de nuevo.

DOLORES: Yo no lo haría. Fue frustrante. Me gustaría al menos, poder volver algún día a mi país. Hacer un dinero y volver. No tenemos ese ahorro, pero algún día si lo tendremos y entonces regresar. Si pudiera regresar el tiempo, no emigraría.

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Rostros de la migración

Ana Cecilia

Colombiana. Cuarenta y dos (42) años. Viuda. Residente en Madrid desde hace seis (6) años. Es oriunda de Cali, ciudad de la que llegó directamente a la capital española. Hizo estudios de bachillerato en Colombia, país donde reside su único hijo, de once (11) años y dos (2) hermanas adultas, que constituyen junto con su hijo, su única familia cercana.

Yo vivía bien en Colombia, con mi familia, es decir mi esposo y mi hijo. Teníamos una buena relación. Él me ayudaba mucho en lo económico, pero yo tenía además un pequeño negocio. Pero luego me entero que mi esposo andaba con otra mujer y eso me dio muy duro. ¡Que tal! Yo en moto… él en carro con la vieja. Entonces yo me voy para Costa Rica con mi niño, explorando… entonces hay un acercamiento con mi es-poso, y él también se va… observa el comercio, pero no le gustó la plaza y se regresa. Yo me quedo con el niño, pero es pasando dificultades pues estaba muy pequeño y no tenía quien me lo cuidara para poder trabajar. En ese país había pasado una luna de miel muy linda con Luis –esposo–. Fue en la costa. Unas playas bellísimas. Después regreso a Colombia, pero ya no quería quedarme, por lo que intento con Estados Uni-dos, pero lo gringos me niegan la visa. Por eso resulté en España.

Fue con la ayuda de una amiga que vine a dar aquí a España. Otra amiga la había ayudado a ella y yo le había ayudado a la vez. Me vine solo con el pasaporte pues en esa época no pedían visa. Mi amiga habló con un conocido suyo aquí en Madrid para que me recibiera. Mi expectativa era trabajar… ¡ah! y ¡Europa!, El gran mundo… pero no… te estrellas… es una mierda esta vaina.

Mi primer trabajo es como interna cuidando una niña. Todo iba bien hasta que un día le pido a la mamá, una española, que me deje salir los sábados y la señora se me enojó. Discutimos porque me dijo un montón de cosas por eso y yo me voy; regreso donde mi primer amiga, la que me ayudó y ella me saca… se olvidó cuando estuvo bien mal. Un día me deja la razón de que me vaya. ¡Que tal!, ni siquiera me lo dice

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ella. Me voy. ¡Joder! Donde otras amigas; pagué un mes de arriendo, pero no me gustó; una de ellas estaba metida en la prostitución y como compartíamos la habita-ción, no me gustó. Después trabajé en una panificadora… luego conocí a M., y ella me habla de una señora muy rica donde ella trabajaba. La señora claro, es española; M., es colombiana. Entro a trabajar allí, pero no, que horrible; sufría mucho, pues la señora es humillativa y a las pobres ecuatorianas las humillaba peor que a M. y a mí… ellas eran sumisas. Lo increíble es que a la señora le gustaba que las colombianas no nos dejábamos; nos lo daba a entender de varias formas. Con ella estuve un año. Me dio los papeles. Fui a Colombia. Era por solo diecisiete (17) días el permiso que tenía, pero que va, me quede dos (2) meses. Imagínate, mi hijo, tanto tiempo sin verlo; ¡Que tal! Cuando regreso a los dos meses la señora me liquida bastante enojada. Con esa señora la pasé bien, pensándolo… es que viajaba mucho y yo viajaba con ella. Así conocí lugares muy lindos de España.

Luego trabajo con una condesa… me daba igual que lo fuera. Le caí bien pero como éramos un grupo de empleadas y notaban que yo le caía súper bien, eso las enojaba. Les daba muchos celos. Cecilia, una ecuatoriana, era la que mas se molestaba. Estan-do con la condesa, me llamó la anterior, pero no… ¡que tal!, si me había liquidado. De todas maneras me salí de donde la condesa por que me contaron unas cosas todas raras de ella, y yo no me iba a exponer; me dijeron que la señora robaba pescado y otras cosas en los mercados. ¡Te imaginas! Una andando con ella y que se ponga a robar y la pesquen. No van a decir que fue ella, Sino yo… la inmigrante. Me habrían culpado, pues quien se imagina a una condesa robando cosas insignificantes.

Luego trabajo con Mónica. Tenía cuatro (4) niños… Ella era maltratante pero tenía un corazón muy bueno. Teníamos buena relación y cuando quería maltratarme, yo no me dejaba. Estando con Mónica fue cuando murió mi padre. Muy duro… me fui para Colombia y cuando volví, estaba muy mal de los nervios… muy golpeada. Es que mi madre había muerto ya, hace unos cuantos años en un accidente de tránsito en Colombia. Allí, en ese accidente, perdí también a mis dos (2) primeros hijitos y me llevó mucho recuperarme. Mónica me ayudó mucho… mucho.

Trabajé después con otra señora que tenía la pendejadita de seis (6) hijos. Eso fue fa-tal. El trabajo era excesivo y el agotamiento era mucho. En esa casa abusaban del tra-bajo. Luego de este trabajo, del cual lógicamente me salí pronto, tuve varios cortos… cuidando niños insoportables; es que los niños españoles son insoportables porque los malcrían de una forma terrible. He trabajado también con compañeras “cotillas” … Me salgo porque yo no me dejo tocar las narices de nadie. Yo no busco problema, pero que no me lo busquen a mí, porque no me la dejo montar. Actualmente aseo una oficina. Estoy muy contenta allí. Llevo cerca de un año y la paga es buena y el trabajo no es excesivo. En eso no se parece a la mayoría de trabajos, que son agotadores pero

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de dinero, poco. ¡Que vayan a explotar a su abuela! También he compartido pisos con otros y otras pero no es fácil. A mí me gusta mucho la limpieza y el orden. Las respon-sabilidades compartidas… y si son colombianas o latinas, pues les gusta la limpieza, pero muchas veces no colaboran. Si son españoles, como me ha pasado, no puedo soportar que son muy guarros –cochinos, desaseados–.

Yo me levanto todos los días a las 7 a.m., pero no me alcanza el tiempo. Es que soy lenta porque entro a trabajar a las 10 a.m. y el trabajo me queda cerca; solo cambio de línea de metro una vez y en poco más de media hora estoy en la oficina. Salgo todos los días a las ocho (8) p.m. de trabajar y a veces hago servicios sociales después de esa hora y por toda la noche; es con viejitos y así me gano un dinero extra. Tam-bién hago un aseo los días viernes en la noche por dos (2) horas. Me acuesto por lo regular a las 12 y 30 o una (1) de la madrugada.

Mis fines de semana son muy rutinarios cuando no trabajo en el servicio social. Hago el aseo del piso, lavo, organizo, voy a la peluquería y después de compras. Me gusta mucho ir por el centro, por los lados de puerta del sol… busco una tienda grande como “Zara” o “el Corte Inglés”; luego como. Generalmente me gusta hacerlo en “el Museo del Jamón” y entonces voy a llamar a Colombia. Hablo con mi hijo los sábados o a veces los domingos. Los sábados por la noche voy a la iglesia pues pertenezco a un grupo de oración católico y al salir de allí, me gusta tomarme una copa. Así es cada ocho (8) días. Otra cosa que me gusta hacer pero que cada vez hago menos es caminar, sobre todo el parque del retiro, en verano, claro, porque en invierno es otra cosa y también por los lados del palacio real.

Mis ingresos mensuales son de unos mil cuatrocientos (1400), –mil quinientos (1500) euros, con los turnos en el servicio social. Es bueno y eso me tiene contenta porque yo sé que la mayoría de inmigrantes ganan menos. Claro que se me van pagando deudas y con el envío a mi hijo; yo le mando unos cuatrocientos (400) euros cada mes incluido el pago a la señora que me lo cuida, que es una vieja amiga. También me doy mis gusticos… risa… el arreglo del pelo, comer en restaurantes… españoles y colombianos…; no ahorro; los ahorros me los he gastado; no tengo nada. Compré una casa pero pude hacerlo con un préstamo bancario que estoy pagando. Era la casa de mis padres que tenía una hipoteca y tocaba salvarla, así que hice el préstamo al banco y otra parte la quedé debiendo a mis hermanas. Mi único ahorro es lo que estoy pagando por ella.

El estigma de ser colombiana se siente demasiado. Los españoles te ven inferior; creen que en Colombia usamos taparrabo… hasta se asombran los gilipollas cuando nos ven vestidos como ellos. Algunos reconocen que hablamos bien y somos educa-dos. Otra forma de discriminación se ve en el mayor cobro de los pisos. Si vivimos

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con españoles, es decir, si ellos son los arrendatarios del piso, nos sale más barato, pero no es bueno porque se meten en nuestras vidas. En los almacenes se puede ver la desconfianza que nos tienen y además nos demoran la atención mucho mas que a los clientes españoles. Algo que si tienen de bueno los españoles es que siempre dan las direcciones correctamente y con amabilidad. No siempre se ve el racismo, pero uno escucha muy frecuente expresiones como “ah… Cali… drogas… ciudad peligrosa…” Otra cosa es que la televisión siempre pasan lo mas feo de Colombia… parece que buscaran los morideros o solo las cosas malas… eso me da mucha rabia. Claro que así como hay colombianos que venimos a trabajar decentemente, también hay otros que ¡ave María!, la embarran. Tras de la mala fama que tenemos y dar papaya con un mal comportamiento. Cada que yo escucho un español hablando mal de nosotros, lo enfrento con rabia; le discuto y… yo si lo pongo en su sitio.

Mi familia se reduce a mi hijo y dos (2) hermanas, que viven en Colombia, pues ade-más de mi madre, mi hermana mayor y mis dos (2) pequeñitos que murieron en ese accidente, mi padre y mi esposo murieron ambos el penúltimo año. Luis falleció en un accidente de moto. El dolor fue muy grande; aún no me recupero. Lo recuerdo a cada rato por muchos detalles.

Él vivía pendiente de mí y me ayudaba a resolver los problemas; era tranquilo para reaccionar y por eso lo recuerdo más cuando tengo una dificultad.

Mi niño estuvo con una de mis hermanas por mucho tiempo pero tuve algunas con-tradicciones con ella y entonces preferí evitar. Desde eso, me lo cuida una amiga, que es donde lo llamo una o dos veces por semana. Le pago a ella ciento cincuenta mil ($150.000) pesos al mes por cuidármelo y claro, le doy además pa´todos los gastos del niño. Él no presenta problemas y le va bien en el estudio. Lo único es que es un poco indisciplinado y me ha tocado ponérmele seria por teléfono. A los profesores también los llamo para hablar de él. Me colaboran manteniéndome informada.

En España he tenido dos (2) novios, ambos españoles. Me gustan los hombres espa-ñoles y uno busca lo que le gusta, ¿no? Una amiga en Colombia me dijo, “bueno, ¡no sea que te vayas a España a conseguirte un novio caleño!... ¡del barrio obrero!” y pues si, ese comentario me sonó; por eso me he abierto a los españoles. Pero hay un pro-blema con ellos. Y es que quieren envejecerla a una, saliendo y ya; no más. De asunto serio, nada. A mi, mucha gente me dice que los españoles son secos, desatentos, que son muy fríos, pero que va… se equivocan. Especialmente el primer novio que tuve, era bastante romántico, atento, tierno…, pero él no quería nada en serio; quería te-nerme nada más que para las saliditas de unos fines de semana, por que si venía uno, no venía al siguiente y a mi que cuando no me cuadra una cosa, lo voy diciendo, pues lo saqué de una; yo no como cuento fácil.

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Para mí fue bastante difícil adaptarme a la comida española. Cuando llegué a trabajar de interna por primera vez con una familia española y me van sirviendo lentejas, un vaso con agua y pan francés… ¡y ya! Fue un desastre. Yo decía para mis adentros, ¿qué es esto? Imagínate, yo que estaba acostumbrada a comer bien, por que con mi marido nunca me faltaba nada. Él siempre fue muy generoso con la comida. Pero ya me adapté. Me llevó tiempo, pero listo; ya está. Otra cosa muy difícil es ver a los niños gritar a los padres. ¡Qué horrible! Y no creas que se ve solo en los de baja educación o entre pobres. Se ve en pobres y también en ricos. Que decirle a los padres ¡gilipollas! ¿puedes creer?

En general yo noto que a los españoles les falta educación. Son muy gritones y agre-sivos. ¿Has visto como se suenan la nariz en la mesa? … no… a mis dos novios me ha tocado educarlos… es un proceso desde abajo; como enseñando a los niños a que hagan sus deberes. Que enseñarles que deben cepillarse los dientes después de co-mer… que tienen que bañarse a diario, por que muchos no se bañan en muchos días. He trabajado interna y lo veo en sus casas. Así que no me digan que estoy exageran-do. Unos monazos elegantes, pero sin baño y cepillado de los dientes. Claro que mi segundo novio era menos guarro. Él era relativamente limpio. Imagínate, si pasa con médicos. ¡Que uno ir a consulta y que el médico tenga mal olor. Me ha tocado que apestan; ¡eh! Y con un tabaco en la boca, por que fuman mucho.

Claro que a pesar de todo me gusta relacionarme con ellos y así aprender a compor-tarme como ellos se comportan.

Así que no es que me guste la forma de ser de los españoles… bueno… hay una cosa… y es que cuando se casan son fieles… bueno, en pareja, porque uno se puede dedicar a educarlos y es uno solo.

Con los colombianos me he llevado bien. Yo tenía un grupo. Era de diversión, la pasa-ba estupendo porque con el ambiente colombiano uno la pasa rico, … pero siempre te están tirando económicamente; cobran mas caro por cada cosa o negocio que hagas con ellos; cobran mas por el arriendo de un piso o un cuarto, cobran por el teléfono . Cuando he vivido con españoles cobran menos por todas estas cosas.

Con los que casi no mantengo relación es con personas de otros países. Aunque tengo amigos inmigrantes de diferentes lados, son pocos y procuro mantener cierta distan-cia. Solo me relaciono de cerca con españoles y un poco con otros colombianos.

La vida que llevo no es lo que yo soñé. Nunca. Uno no sigue aquí porque quiera seguir, si no porque debe tratar de tener un dinero. Lo que realmente yo quisiera hacer es casarme e irme a vivir a Colombia. Casarme con un español y llevármelo para Colom-

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bia. Pero si y estoy aquí y tengo deudas pues que mas hago; trabajar aquí y pagarlas… y tratar de conseguir algo. Esto es diferente y es difícil. A veces parece que no fuera a aguantarlo pero debo hacerlo. No es que me llame la atención traerme a mi hijo a España, pero bueno, es lo que tengo.

Tengo una frustración mayor; naturalmente es la de mi hijo; son seis (6) años sin él, desde que tenía solo cinco (5) añitos. Esa es la que duele en el alma y a la que no le encuentro sentido; él allá y yo aquí. Es muy duro.

Ahora yo si pienso que llevo una vida digna pues tengo un trabajo decente… ¿Qué he hecho de malo? Bailar hasta el otro día, pero incluso esa etapa ya la quemé.

Yo no creo que aquí se respeten nuestros derechos. No… que va, si no pagan lo que debe ser. Siempre te quieren explotar. ¡Que hay que trabajar más, pero también pa-garnos más! Se aprovechan de los inmigrantes. ¡Gilipollas! Claro que nos explotan laboralmente pero no lo hacen en los arriendos.

Yo no soy feliz… no lo soy… como voy a serlo, si no he podido tener mi hijo conmigo. Me hago tantas preguntas sin respuesta. Mi concepto de felicidad es sencillamente el de tener a mi hijo conmigo. ¡Ah! Y creo también que ayudar a los demás es algo que puede hacer feliz a una persona. A mi me daría mucha felicidad.

Yo no tengo inversiones pues mi única inversión es la casa que estoy pagando. Pago una cuota de trescientos (300) euros al banco en España, que ya hablé de eso. Quedé amarrada, ya no me puedo ir de España pues tengo que pagar y son varios años. Mi meta es poder arreglar la casa en Colombia; ponerle una buena plancha… Es que yo quisiera que algún día, ojala y no muy lejano, fuera posible que nos reuniéramos en ella con nuestras hermanas. Para eso, varios pisos y claro, la meta próxima ahora es traerme a mi hijo a vivir conmigo aquí en España. Con eso sueño mucho.

Solamente he podido ir a Colombia en dos (2) oportunidades. Me afecta no ir y me afecta ir porque ya no quisiera volverme. Me gustaría mucho poder irme cada diciem-bre y pasar las navidades con mi hijo, pero como hago, si tengo planes de traérmelo no me puedo dar el lujo de estar gastando en viajes. Esos viajes salen muy costosos porque uno no solo se gasta el dinero en pasaje sino mucho más. Son mayores los gastos diferentes al pasaje.

Añoro muchísimo a Colombia. Añoro todo. La gente tan cariñosa, el calor humano, que las personas son muy humanitarias y uno siente que lo que nos pasa le interesa a las demás personas. Añoro la tierra. La tierra jala mucho. Tiene imán. Me hacen falta mis mangos, mi chontaduro. Esa vida mucho más tranquila y no este estrés que

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se vive aquí todo el tiempo. Aquí está el trabajo, es cierto. También es cierto que en Colombia hay coca y hay violencia y que eso es muy complicado, pero aún así, yo no permito que se hable mal de mi país. Al menos no en mi presencia; he peleado por esa razón con españoles en varias ocasiones. Hablan mal de nosotros pero no se en-teran que aquí son mas materialistas que nosotros. ¡Que cosa tan horrible! Nosotros somos mas solidarios. En Colombia, cuando uno tiene algo, la gente se interesa y te preguntan por lo menos… ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa?; aquí no… nadie se interesa por nadie. Cada quien por su lado, como si las personas fuéramos mundo aparte unos de otros. Se añora muchísimo el país.

No estaría segura de si valió la pena emigrar. Creo que no valió la pena. Si se volviera a presentar la oportunidad, emigraría de nuevo pero solo si fuera acompañada de mi hijo, por que lo que es sola, no lo haría de nuevo. Es que fueron seis (6) años sin mi hijo; me perdí lo más hermoso; sus vivencias… sus cambios. Ahora ya está volvién-dose adolescente y cuando me vine era un niño. Bueno, conocí muchas cosas nuevas y eso es bueno, pero….

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José Luis

Ecuatoriano. 30 años. Reside en Madrid desde hace ocho (8) años. Es na-tural de Loja. Su madre y un hermano viven y trabajan con él en Madrid, mientras su padre y otros hermanos viven en Loja. José Luis administra su propio restaurante-bar.

Soy ingeniero de minas y llegué a España con la intención de hacer una maestría, pero me sacaron de la universidad por que no tenía documentación legal. En un prin-cipio me sentí muy frustrado por que mi sueño era estudiar.

En mi país nunca trabajé; solo estudiaba. Aquí en España, primeramente trabajé como camarero en un restaurante japonés y su propietario me tomó tanta confianza que en poco tiempo tenía ocho (8) o nueve (9) camareros a mi cargo. Aún hoy me dice que si quiero volver las puertas están abiertas.

Pero yo tenía mis ambiciones y ya quería conseguir, por lo que un día al pasar por aquí –la entrevista se desarrolla en su restaurante– vi que vendían un bar español. Mejor dicho, lo traspasaban. Me entusiasme y le propuse a mi madre y mi hermano. Se hizo el negocio por cuarenta y dos mil (42.000) euros con préstamo del banco Santander que pagué en unos años. El local deben respetármelo hasta el año 2025. Fue un fiasco; este bar estaba muerto, le faltaba todo, no tenía luz… vajilla. Todo estaba dañado.

Empecé a trabajar con comida española, pero entraban muy pocos clientes, así que trabajaba solo para los gastos… para vivir. Los españoles entraban y me preguntaban, ¿de donde eres? … cuando les contestaba que ecuatoriano, se iban… discrimina-ción… joder. ¿Qué pasa? Quise tirar la toalla. Tomé la decisión de dejar el bar. Regre-sé al restaurante japonés; mi madre y mi hermano quedaron en el bar. Yo ganaba en el restaurante japonés unos 810 euros y de esos, 750, eran para pagar a la cocinera en

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el bar. Así estuve por 4 o 5 meses, hasta que un día, una señora conocida me sugirió vender comida latina… y yo que quería traspasarlo, digo … putas… pusimos un aviso que decía, “Necesito cocinera ecuatoriana”.

Contraté una buena cocinera y entregué publicidad en todas partes… locutorios… el metro… contraté también otra chica. Como no tenía papeles, nos cayeron. Pagué una multa muy fuerte. Como la cosa empezó a funcionar bien, pude dejar nuevamente el trabajo del restaurante japonés. En un principio empezó a venir más gente de la Sierra por la comida. Se hacían más platos serranos. El bar empezó a salir del hueco. Me hicieron incluso ofertas de compra pero no quise aceptar, aunque eran buenas.

Pero se me metió la competencia al lado. La gente ecuatoriana es envidiosa. Me empezó a quitar el sueño por que no era una competencia sana. Hacía muchas cosas sucias; ponía la comida con menor precio… pero lo más grave no era eso, si no que la policía empezó a llegar constantemente a mi restaurante; que una denuncia… que otra. Nunca comprobaban nada. Tuve indicios que era el del restaurante del lado. El mal no paga. Fíjese que a los 3 o 4 meses tuvo que cerrar.

El bar puede generarnos unos nueve mil (9.000) euros al mes, que nos repartimos en-tre mi madre, mi hermano y yo. Claro que ahora con la crisis el asunto se pone difícil. Ahora incluso muchos clientes me dejan cosas para pagar cuando no tienen para la cuenta. Anillos, por ejemplo. A este restaurante vienen mucho, además de los ecuato-rianos, bolivianos, colombianos, peruanos e incluso de cabo Verde. Es que la comida africana no es tan diferente de la nuestra. Ah… y también vienen españoles. En el bar propiamente tengo tres tipos de clientes; los peruanos, los colombianos y los ecuato-rianos. No quisiera vender más licor porque mis compatriotas ponen mucho problema cuando beben, pero es que ellos nos sostienen. Si a un peruano o a un colombiano le digo que ya no se le vende más licor, entienden, pero si es un ecuatoriano, se enoja… beben mucho. Para que se hagan una idea, un español se bebe durante un partido de fútbol –vienen al bar a verlo por televisión– dos (2) botellas de cerveza. Mientras, un ecuatoriano se bebe diez (10) cervezas. A mi, claro me conviene mas él. Pero además el ecuatoriano es mas rentable por que su aperitivo, que recibe de cortesía nuestra como se acostumbra en los bares en España, es platanitos, maíz tostado, chifles o cositas así, económicas. Al español en cambio hay que darle pulpo, langostino a la plancha y otros aperitivos que son mucho más costosos. Como no me va a convenir.

Yo he optado por hacer algunos cambios en el bar; por ejemplo, hoy día pongo solo música alegre… bailable, mucha música colombiana o caribeña, incluso interpreta-das a veces por grupos ecuatorianos. Es que trato de cambiarle un poco el ambiente a los clientes, por que al ecuatoriano le gusta es la música corta venas… la música melancólica, la escuchan y se ponen a llorar y eso a mi no me gusta. Por esta razón

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desde hace tres años que tomé la decisión de que solo pondría música alegre en mi negocio.

Así pues que trato de sobrellevar la crisis, por que se siente y mucho. Es que en el bar, la mayor parte de mis clientes son de la construcción y muchísimos, demasiados diría, están en el paro… al no tener trabajo pues no hay dinero, entiende. La situación se ha tornado tan difícil que muchos compatriotas se están regresando para el Ecuador; son familias enteras, las que están retornando con la ayuda que les ofrecen los dos gobier-nos; el ecuatoriano y el español. Pero no se van tanto por esa ayuda, como por que no tienen que hacer, pues estar sin trabajo en un país extraño es bastante complicado.

Yo no me voy ahora… no me iría hasta que no tenga propiedades suficientes para vivir de ellas. Me gusta mucho España… aquí tenemos la nacionalidad y estamos aho-rrando. Seguiré haciéndolo por un tiempo; supongo que unos años, por que al final si me iré a mi país. Aguanto por que hay dinero de por medio. He logrado conseguir varias propiedades en Ecuador y también en España. En mi país, tengo propiedades en Loja, compré incluso en el centro de Loja y vamos a seguir haciéndolo.

En España logré hacerme a tres propiedades… tres pisos, por hipoteca. Pero estoy amarrado pues pago tres mil ochocientos (3.800) euros al mes, solo por esas hipo-tecas; se imagina lo que es eso… solo por hipotecas. Este es un problema que afecta especialmente a los ecuatorianos, más que a otros inmigrantes, por lo que conozco. Es que fuimos muy estúpidos… ambiciosos. Muchísimos ecuatorianos han quebrado ahora y están en una sin salida. Ganaban antes unos 3.000 euros al mes trabajando en obras de infraestructura y por eso se metían con la hipoteca. Ahora, que están ganando solo 800 a 1.100 euros al mes, como guardas o camareros, no tienen como sostener el pago y lo pierden todo. Yo me sostengo por que el bar mete caña aunque sea pequeño; me da para pagar siete (7) personas; aún así, trabajo solo para el banco y uno por momentos se siente esclavo de la situación en la que se metió.

Creo que la rivalidad entre costeños, o monos, como les dicen a los de Guayaquil, y Serranos es una debilidad nuestra muy seria. A mi no me gusta y cuando me entero de algo en ese sentido, les digo que todos somos ecuatorianos. Es que a mi me toca verlo y vivirlo aquí en el bar; muchos serranos rechazan una comida solo por ser de la sierra y el serrano se torna agresivo cuando bebe y como se quiere meter toda la botella de alcohol en la cabeza. Yo que soy de Loja y no me considero ni lo uno ni lo otro puedo ver el problema de la rivalidad.

Otra cosa que no me gusta es que a los ecuatorianos nos falta querer mas lo nuestro; muchos y en especial chicas, se quieren hacer pasar en acento y en general en la for-ma de hablar, como colombianas y españolas. A muchos compatriotas les escucha uno

Testimonios

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con expresiones colombianas: parce, mija, gonorrea, berraco, hágale pues, o cosas así. Pienso que tal vez pasa, por que el colombiano es como elegante en su manera de comportarse.

Personalmente nunca he vivido la discriminación. Es más, mucha gente española nos ha ayudado. Yo le alquilo una habitación a un español de 70 años y tenemos una relación magnifica. Él no se va a ir de nuestro lado por lo que veo, por lo bien que le tratamos. Vive pendiente de nosotros, nos ayuda en cosas que requieren gestionarse. Con los pisos a veces si hay problemas, pero es que también hay que entender que si les hacen escándalo. Conozco de bolivianos que hacen escándalo. También paso que la presiden-ta de la comunidad me llamó porque un ecuatoriano que vivía en el edificio se orinaba en las escaleras, cuando estaba borracho y también elevaba el volumen de la música a unos niveles que no se los iban aguantar. Así, como no se iban a molestar. Me vi obliga-do a pedirle el piso. Es que España nos abrió la puerta, pues debíamos respetar.

La policía si es xenófoba, pues si ven un sitio latino, paran el coche y entran... piden documentos del bar. Yo me he sentido acosado por ellos en varias ocasiones. Se ha regado la voz que aquí se vende droga. La gente es muy cabrona.

Tengo una novia peruana hace cuatro (4) años. No sé como me aguanta con la cali-dad de vida que tengo... soy un esclavo del trabajo... compartimos muy poco. Incluso su familia dice que soy un enfermo del trabajo; por eso digo que me aguanta, ya que mi vida social es cero; así de sencillo. Ella se adaptó a mi vida de tal manera que aho-ra vive conmigo en mi piso. La conocí en el restaurante japonés y nos gustamos. Nos entendemos bien. Yo no tengo problema con su nacionalidad, como no lo tengo con el color de piel de las personas o con la raza.

Yo no soy feliz. Desgraciadamente no lo soy. La manera de vivir aquí, es difícil para nosotros; nos trae mucho conflicto. La calidad de vida no es la que un día buscamos. Hace 4 años que no me siento a cenar con mi familia. Con tantas cosas por hacer para sostener esto, no queda tiempo. Todo quiero hacerlo rápido; me enseñe a hacerlo así. Estoy un poco jodido….

No volvería a emigrar; me arrepiento de ello. No… no… quisiera tener 10 años me-nos para remediarlo. Yo no aguantaba hambre… Ahora es demasiado tarde. Hay cosas por las que si, pero hay otras… Mi familia por ejemplo, se destruyó… Yo viví cinco (5) años con mi padre. Solo cinco años; éramos uña y mugre. Él era profesor y cuando me gradué en la universidad y me vine, él tuvo un bajón impresionante. Se destruyó su memoria. Estuvo en un tratamiento especializado muy prolongado, se recuperó algo, pero… tuvo un nuevo matrimonio. Una hermana mía allá, le ayuda. Ellos allá… nosotros acá… La migración destruye; algo que uno aprende es que el dinero no es lo único importante.

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Cindy

Adolescente ecuatoriana. Dieciocho (18) años. Llegó hace cinco (5) años a Madrid a reunirse con sus padres, procedente de Manta, Manabí. Estudia primer año de enfermería en la universidad Complutense. Vive con sus pa-dres y dos (2) hermanitos.

Yo no me quería venir para España, ni salir del Ecuador. Solo me enteré tres (3) se-manas antes de los planes de mis padres; tenía trece (13) años. Pero aunque no me gustaba la idea, he sido niña obediente y no les puse dificultad.

El viaje, recuerdo, fue en la empresa aérea Santa Bárbara, después de ir de Manta a Quito, tuvimos allí el primer problema. Venía con una tía y nos encontramos que el avión se lleno y no pudimos viajar. Por cierto, yo no entiendo eso, ¿Cómo así que ya no hay cupo, si uno ha comprado un tiquete? Nos fuimos después por Caracas y allí cambiamos de avión.

Yo no tenía expectativas; no pensaba en nada. Si yo no había decidido el viaje… bueno, pensaba en los muchos amigos que dejaba en mi ciudad. Pensaba también en mi familia y me preguntaba, ¿como será eso?... ¿Cómo será la gente? me entiende… solo preguntas.

A mí me traía un señor… un señor al que le habían pagado por hacerme entrar a España. A mi me habían dado instrucciones de que dijese que era mi padrino. Pero hubo problema en el aeropuerto de Barajas. Cuando ya salíamos, se nos acercaron unos policías y nos ordenaron que los acompañáramos. Nos llevaron a una comisaría y nos interrogaron. Primero nos preguntaron si con nosotros había más gente; cuando les contestamos que no, hicieron otras preguntas y se fueron. Al rato, llegaban otros policías para hacerte la misma pregunta cada dos por tres. Yo estaba muy asustada y lloraba. Finalmente me soltaron. Al señor también lo soltaron pero quedó con un

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juicio pendiente… el traía gente a cada rato; nosotros lo sabemos porque trajo gente conocida nuestra y era muy recomendado. Claro que algo que nos resultó bastante extraño es que siendo tan conocido en eso y ya con un juicio y sin embargo hace poco lo vimos aquí en Madrid… en la calle. Llevaba gente con maletas, suponemos que era de lo mismo.

De la experiencia de los primeros meses no guardo buenos recuerdos; fue muy mala. No sé… empecé en un instituto donde había muchos extranjeros, la mayoría. Como se-ría que de veinticinco (25) de mi grupo, solo dos (2) eran españoles y yo… no termina-ba de adaptarme. La gente fumaba; aún niños de once (11) años, los veía yo fumando. Niños de la ESO. Al baño de las mujeres entraban los chicos. Era un colegio público.

Pasé a otro instituto y ahí las cosas fueron diferentes. Todo estuvo bien. Allí hice la se-cundaria sin problema y luego presenté la prueba de selectividad para la universidad; su valor era del 40%, porque las notas de la secundaria, tenían un valor del 60%. La suma te da el ingreso. De acuerdo a la nota, te da la carrera y por esa razón no pude medicina que era la carrera que yo quería, pero si me permitió enfermería. Desde que me vine del Ecuador, tanto mis padres como yo, teníamos claro, que yo no venía a tra-bajar… venía a estudiar. La universidad es al comienzo, otro mundo, nuevo, extraño, muy diferente a todo lo anterior, pero es bueno; yo estaba emocionada por haberlo logrado. El ambiente de la universidad me gusta. Además estudio una carrera en la que me siento muy bien; la universidad es una de las mejores.

A mi lo que más me ha impresionado de España es ver a niños de diez (10) años fumando como si nada. Tienen mucha libertad para eso y en general. También me impresiona ver que se trata a la gente de tú, sin conocerla. Eso es falta de respeto en mi país. Cuando uno trata a una persona joven de usted, no les gusta… dicen que no son mayores… se sienten viejos por eso.

Mis amigos son la mayoría españoles. Amigos inmigrantes pocos; ni de mi país. Lo que pasa es que en el medio en que yo me muevo, hay muy pocos. Casi no sé de sus cosas… vivo centrada en mi estudio. No conozco a nadie de los latin Kings, ni porque se han metido a eso; me imagino que ocurre por que los padres trabajan y no se dan cuenta de sus hijos; como la gente viene aquí es a trabajar.

Como dije, la mayoría de mis amigos son españoles. Ellos son… guau… de película; muy bien. Incluso, mi novio… es un español. Nos conocimos en la ESO –escuela secundaria–. Desde esa época el chico me pedía que saliéramos y yo que no… no. Nos alejamos luego en segundo de bachillerato… es el último año de la secundaria. Después, estando ahora en la universidad, nos vimos y… bueno; somos novios y nos entendemos.

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He compartido muy de cerca con varios amigos españoles y no me parece que sea cierto eso que dicen… que son desaseados. Mis amigos por lo menos son aseados… no huelen mal… yo borré esa impresión del metro; no huelen como huele el metro en verano; con ese olor insoportable. Mis amigos, no. Es que se generaliza… lo típico es generalizar sin conocer a toda la gente y luego cuando la conoces y ves que cada persona es distinta a otras; yo aprendí a no generalizar.

En la facultad solo somos seis (6) extranjeros, entre trescientos cincuenta (350) en primer año, me sorprendió que seamos tan pocos. Yo no mantengo con los extranjeros sino con españoles. Le he escuchado a mucha gente que es muy difícil el trato con ellos, pero a mi, no me parece. Mi mejor amiga, también es española. Hemos hecho viajes incluso y todo es bien. Uno tiene que aprender a llevarse bien con la gente; tengo por ejemplo amigos peruanos y con ellos todo bien, cuando en Ecuador hay prevención. Tengo también una amiga ecuatoriana de la sierra y con ella todo muy bien.

La verdad, después de tener resistencia a venirme del Ecuador, ahora ya no quisiera volver allá, a no ser que vaya de paseo. Me gusta esto, me gusta como es… me gustan mucho mis amigos de aquí, es donde quiero estar. Yo no se que pase mañana. No he ido a Ecuador ni a pasear porque cuando mis padres fueron, yo me quedé por que estaba estudiando.

Una cosa que no me gusta es que las noticias generalizan mucho lo malo de algunos inmigrantes; eso es lo que vende, porque lo que hacemos de bueno los inmigrantes, no vende. Solo cuando los inmigrantes hacen oposición. Por eso a los latin Kings si les prestan atención. . . cuando se cogen el espacio que no es de ellos; el espacio público y no dejan pasar a la gente… bueno, creo que son los latin Kings, los que hacen eso.Yo tengo claro lo que soy; yo no soy española; yo no soy ecuatoriana de Ecuador… de allá no soy; yo soy ecuatoriana en España… es lo que soy.

Soy así, quizás por que me gusta el estudio, por que vine a estudiar, porque no perma-nezco con inmigrantes; tal vez por eso, soy un poco atípica; no soy igual a todos.

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Nathalie y Julia

Adolescentes colombianas, ambas con quince (15) años de edad, residentes en Barcelona y oriundas de Manizales y Cali, respectivamente. Julia vive con sus padres, mientras Nathalie lo hace solo con su madre, ya que su padre reside en Bogotá.

¿Recuerdan ustedes sus expectativas, cuando sus padres decidieron traerles a Es-paña en condición de inmigrantes?

NATHALIE: Sí. Yo tenía solo siete (7) años y recuerdo que tenía sentimientos contra-rios. Por un lado estaba muy triste por dejar a mi papá, pero por otro, estaba recon-tenta por la aventura y muy feliz por que ya podría vivir con mi mamá.

JULIA: Yo no quería venirme, pero me tocaba. Varias veces antes me habían prometi-do ese viaje y nada. Ya no creía en él y tampoco quería quedarme acá Lo que más de-seaba era volverme para mi país y… mis amigos me hacían una falta impresionante. Todavía quiero volverme. Para serte sincera, aquí lo tengo todo, pero no tengo nada.

NATHALIE: A mí lo que más duro me dio, fue no tener a mi hermanita conmigo. Ella es hija de mi papá y tenemos una relación súper de buena.

¿Han viajado a Colombia desde que residen en España?

NATHALIE: Yo he ido dos (2) veces; hace cuatro (4) años y este año. Regresé hace poco y la pasé muy contenta. Estuve en Bogotá y en Manizales. Dejé muchos amigos.

JULIA: Yo no he ido ni una sola vez. Estoy que viajo desde que llegué; le digo mucho a mis padres, pero ellos no me hacen caso. Les da temor que me vaya y luego no quiera regresarme. También es falta de confianza, por que creen que soy muy loca.

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¿Sienten ustedes que ya se han adaptado a la cultura española?

JULIA: Yo no. Nunca me adaptaré. No veo la hora de estudiar una carrera y ser inde-pendiente para irme a vivir a Colombia.

NATHALIE: Yo si. Llevo siete, casi ocho años y ya cogí cariño a España y a sus costum-bres; sé catalán y francés. La pasé mal solo al comienzo. Cuando llegué al colegio, me trataron muy mal. Era marginada por los niños españoles en el cole. No era yo la que me marginaba; eran ellos… ni siquiera me hablaban y una vez me pusieron chin-chetas. Estaba malgeniada y todo eso hizo que yo cogiera rencor. Cambié entonces de colegio pero seguía rencorosa. En el nuevo cole, si hay inmigrantes. Allí fue que conocí a Julia.

JULIA: En este si hay gente de todas partes; peruanos, ecuatorianos, chinos, filipinos y… hasta una americana hay.

¿Cómo fue la experiencia en este colegio?

NATHALIE: Para mí ha sido una experiencia muy buena; aprendí que no todos los españoles son iguales y que hay unos increíbles. Me gustan los chicos españoles, pero la comida no. Un chico español, incluso me dejaba notas.

JULIA: A mí tampoco me ha gustado la comida del colegio. Pero, Naty, ¿quién fue ese chico?... ¡no me lo habías contado,…! ...me imagino quien es… hay una larga pausa.

¿Qué ha sido lo más difícil de esta experiencia?

NATHALIE: Aprender el catalán, me ha costado mucho, pero ya lo aprendí.

JULIA: Todo. Para mí lo difícil es, estar aquí. La experiencia que viví en Extremadura, fue tenaz. Llegamos un pueblo donde nos atendían súper… pero me metieron a la cárcel… era una cárcel llamada internado. Cuando supe, creía que eso era un inter-nado tipo “rebelde”, pero no, que frustración; era de monjas. Horrible… los controles, la comida espantosa, era solo de mujeres y había dos grupos: las “pijas” y nosotras, las nuevas. Teníamos mucho problema; querían montármela y yo a no dejarme. Mis padres solo me llamaban dos veces a la semana. Fue… lo peor que me haya pasado. Estuve tres meses pero para mi fue eterno. Sacaba excusa para no ir, después de un fin de semana con mis padres; me enfermaba. Me sentía tan mal que tomé límpido –tenía trece (13) años–. Yo no quería volver, pero tampoco quería morirme; solo que me sacaran de esa cárcel. Estuve una semana interna en el hospital. Después de eso me sacaron del internado… me escucharon. Seguí estudiando en el mismo colegio,

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pero externa. Fue diferente; allí no tuve problema. Luego para Barcelona y aquí, pues menos duro, pero, ¡no es que esté contenta, eh!

Les invito ahora a que hablemos de su relación con los españoles.

JULIA: Yo no tengo buenas relaciones con los chicos españoles; mi relación es con los latinoamericanos. No sé si es porque yo no me hago a la idea de estar aquí … todo lo que quiero es estar en Colombia… o en México, me gustan las novelas mexicanas y mi mejor amigo es mexicano… ; me lo conseguí a través de Internet y con él, he aprendido cosas de su país que me gustan. Pero hablando de los de aquí, diría que los catalanes te tratan mejor de lo te tratan los extremeños, que son muy secos.

NATHALIE: Yo si la voy muy bien con los catalanes; mejor que con otros. Además, ellos me dicen que les gusta como soy; madura, loca, liberada, alegre. Les gusta que yo digo las cosas que pienso. A diferencia de Julia, a mi si me gustan los chicos ca-talanes. Otra cosa es que en la relación con ellos me gusta llevar la contraria en el sentido de que si ellos no toman la iniciativa, yo si la tomo. Claro que lo que no quiero es coger el acento español.

¿Mantienen ustedes contacto con Colombia? ¿Con personas allá?

JULIA: En mi caso, cada que puedo; quisiera llamar todos los días; a mis amigos, a mi tía, a mis abuelos. Con mis amigos me comunico por correo electrónico, por el mes-senger, a diario, no ser que mis padres me lo prohíban, que a veces lo hacen. Dicen que estoy obsesionada. Mis amigos me mantienen informada de todo.

NATHALIE: Yo muy poco… o al menos no tanto como Julia. Me hablo con mi papá, mi familia y mis amigos por Internet, pero no me dejaría mi mamá hacerlo tan seguido.

¿Qué tipo de música escuchan? … ¿Les gusta la música española?

JULIA: A mí no; soy mas latina… la bachata, el merengue, la salsa.

NATHALIE: A mí tampoco me gusta la música española, si no el pop.

Bueno, hemos hablado del cole y de los chicos del cole, pero, ¿Qué hacen ustedes cuando no están en el colegio?

NATHALIE: Cuando salimos del colegio, cada una pega p’al piso. Salgo poco o estoy en el restaurante con mi mamá –su madre trabaja allí–. Escucho música, leo a veces un libro que me dio mi mamá u otros libros, el messenger, a veces voy al cine y claro hago las tareas.

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JULIA: A mi me hace falta el cole, por mis amigas, por Natha… que es mi mejor amiga o una amiga peruana con la que también la voy muy bien. Veo televisión, escucho música y mucho Internet; me la paso comunicándome con mis amigos en Colombia. No soy como Natha, que siempre está contenta… yo me aburro en el piso, pero… tampoco me gusta salir mucho.

NATHALIE: Es que Julia se mete mucho en el cuento de Colombia… Colombia… ella siempre quiere hablar de Colombia y así… pues… no se va a alegrar su vida.

Esto nos lleva al tema de la felicidad ¿Pareciese que July no lo es mucho? Y ¿Na-thalie?

NATHALIE: Yo si lo soy. Disfruto mi vida.

JULIA: Ella se ríe todo el tiempo y así le alegra la vida a otros. Tal vez por eso me gusta tanto estar con ella. Me hace reír. Yo en cambio. …depende… me pregunto ¿Qué tengo aquí?... ¿Qué tengo allá?. Todo en Colombia. Pienso que si me hubieran traído más pequeña. En España nunca estoy conforme; tengo el propósito de irme a Colombia cuando me gradúe; no sé si de secundaria… me gustaría, o si no, al menos de mi carrera. Toda mi vida está allá.

NATHALIE: En mi paseo a Colombia, disfruté mucho. Esos dos meses estuve a gusto y al volver, quise irme a vivir allá; pero… ya… no me duró mucho. Las condiciones son mejores en España; tengo más futuro.

¿Qué les gusta de España? Me imagino, Julia, que a pesar de tu malestar aquí, habrá algo que te guste.

JULIA: Si la historia. A mi siempre me ha fascinado la historia y España es un país con mucha historia; ciudades antiguas, castillos… también me gustan algunos sitios de Barcelona como el Maremagnun o el UpanDown.

NATHALIE: Todo. Voy a nacionalizarme. No me quejo de nada. Me gusta de este país, la historia, la cultura, el mar; que nos queda muy cerca; todo. Las personas parecen frías por fuera, pero cuando las conoces a fondo, son amables, simpáticos, agrada-bles. Yo tengo una visión más agradable de España, que Julia.

JULIA: Eso es por que te trajeron pequeña.

¿Creen ustedes que es igual el proceso de adaptación para chicos y chicas inmi-grantes, o encuentran diferencias?

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NATHALIE: No. Es mucho mas duro para los chicos. A los españoles les da igual si una chica es colombiana, española o de cualquier otro país y en cambio a las chicas españolas no les gustan los latinos; tienen mala fama para las relaciones.

JULIA: Estoy de acuerdo; ellas son prevenidas con los latinos. A ellos les va peor. A ellas no les gustan los latinos y a mi no me gustan los españoles. A Natha, sí.

NATHALIE: A mi los españoles no tanto; me gustan más los ingleses, los de Estados Uni-dos, Australia y si… muchos españoles, pero los que son de ojos verdes, rubios, blancos.

JULIA: Ah … no. Es que esos a mi también me gustan.

Bueno, veo que insisten en el tema del galanteo. Abordémoslo de nuevo. ¿Cómo es en España y más concretamente en Barcelona?

Ambas: … ja …ja … ja… muy diferente.

JULIA: Aquí las chicas se tienen que poner las pilas, o si no… olla. Hasta pa´ bailar y todo. Yo comparo a mis amigos y es grande la diferencia.

NATHALIE: Los colombianos te toman… te parchan… y ya.

JULIA: Y los españoles te lian y … ya. Ja… ja… definitivamente todos los hombres son iguales. Yo como que ya no creo en un príncipe azul. Claro que aún guardo la esperanza en el de Manila –Manizales–, pero el muy… tenía novia. Quizás por eso evito a los españoles; porque siempre busco que me recuerde a Colombia. Bueno, esto es tan diferente que las tías en España son muy lanzadas.

NATHALIE: Nooo… que va … las lanzadas son las colombianas y las latinas.

Hablemos ahora de su relación con otra generación… sus padres. ¿Creo que acá no hay mucho tiempo para compartir, o es solo una impresión mía?

NATHALIE: ¡Horrible! Mi madre trabaja seis (6) días a la semana y hasta muy tarde en la noche. Ella sale a las once (11) o doce (12). Lo único que puedo es ir darle vuel-ta al restaurante porque vivimos cerca. No compartimos, pero ya me adapté. Cuando no se puede, no se puede. Que mas va hacer uno.

JULIA: A mi me da muy duro. Me duele mucho. Mi papá trabaja de noche y me dá rabia que no esté cuando uno mas lo necesita. Igual pasa con mi mamá. A medio día, solo la veo un rato. Con mi hermano, solos todo el día. Me aburro… bueno, aunque también me voy adaptando. Me ha tocado ser ama de casa… en la adolescencia, que es cuando uno mas lo necesita.

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Esteban Tomás

Gerente de AESCO, España. Diecisiete (17) años trabajando por los dere-chos de los inmigrantes. Extremeño.

¿Por qué un extremeño decidió dedicar su vida a la causa de los inmigrantes?

R/ Yo venía del movimiento estudiantil, del cual había sido líder universitario en Extremadura. Había estudiado Derecho, estando próximo a graduarme, cosa que fi-nalmente no sucedió pues pudo más el compromiso con las causas sociales. Se me ofertó la posibilidad de trabajar en una organización en Madrid. Estando en ella, en 1990, nos planteamos que el tema migratorio crecería hasta convertirse en una problemática de enormes dimensiones. Veíamos que España pasaría de ser un país de emigrantes como hasta entonces había sido a ser un país de inmigrantes y eso traía consigo los primeros síntomas de racismo y xenofobia. También sabíamos que el tema era más que eso; creímos que se debía trabajar en los derechos de los inmigrantes… los nuevos parias.

Fue así como poco a poco, me acerqué cada vez más a las asociaciones de inmigran-tes de diferentes países y a conocer el tema. Llegué a la junta directiva de mi ONG y empezamos a asesorar dichas asociaciones o a inmigrantes individuales. Así profun-dizábamos cada vez más en el asunto migratorio.

Desde entonces he ayudado a organizar varias asociaciones de inmigrantes; rumanos, dominicanos… entre otros. Metido a fondo con el tema, participé de muchas acciones de defensa de sus derechos y en ese interactuar conocí y llegué a AESCO.

Ya en el 2002-2003 veíamos que Europa se traería inmigrantes cualificados para desarro-llar trabajos que los europeos no querían… y mal pagados. De hecho, puedes ver clara-mente que la tarjeta azul, recientemente aprobada, no es otra cosa que una fiel copia de

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la visa verde de los norteamericanos. Entonces –hay que preguntarse– ¿Qué les vamos a dejar a los países del llamado tercer mundo, si nos traemos su gente preparada? Traer la mano de obra extensiva; traer la inteligencia de esos países, detiene su desarrollo.

¿Qué ha dejado esta entrega en lo personal?

R/ La entrega a la causa de los inmigrantes deja satisfacciones que son personas; una confesión humana de lo que debe ser un trabajo. Aunque cuando se habla de inmigrantes se habla de números, no hay que olvidar que detrás suyo hay vidas, sue-ños… fracasos. Es absolutamente necesario bajarse de tu despacho a tocar esas caras. ¡Cuanta satisfacción hay en ver a esas personas salir adelante!

¿Qué piensas de las políticas en materia migratoria?

R/ Es claro que los necesitamos, pero lo que uno encuentra es lo negativo respecto a ellos; que crean problema; que son ilegales, o cosas por este estilo, pero no se perca-tan de lo positivo que hay en su llegada; por ejemplo, ayudan a crecer la economía; enriquecen la cultura. Aún en el 2020, cuando llegue el momento de sostener sus pensiones, la renovación lo asumirá.

El discurso del cierre de las fronteras, es un discurso lamentable. Hace poco un pre-sidente latinoamericano, habló de reagrupación y España dijo: ¡si! … pero reagrupa-ción en su país. Con ayuda, pero va a ser muy difícil. De hecho, hay dos (2) millones de españoles fuera, que no han vuelto, aún con la reactivación de nuestra economía. Si los inmigrantes han conocido el bienestar en España, no van a volver a su país. Se sienten extraños allá cuando van; los amigos ya no están; encuentran una cosa dife-rente a lo que dejaron, ya no vuelven. Hay una serie de ventajas relativas que encuen-tran aquí, comparadas con su país. Por ejemplo, la educación es gratuita. La policía nuestra, con todas las fallas que pueda tener, tiene controles, cosa que difícilmente ocurre allá. Eso les hace sentir ciudadanos. Para los españoles hay muchas fallas en nuestro sistema, para ellos es el paraíso. Sus hijos vienen, buscan trabajo, novia; con todo lo anterior es muy difícil que vuelvan.

El tema de las identidades superpuestas es difícil, pero la tendencia es a que el mundo se achica. Cada vez más las fronteras pierden sentido.

El tema de las identidades superpuestas en nuestro mundo actual es un tema maneja-ble. Por eso, el discurso es errado; su lógica es una lógica que no se puede soportar. Una consideración importante que hacer aquí es que un inmigrante me llega for-mado y por tanto no me cuesta, lo que no ocurre con un español, cuya formación

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le cuesta al país. Quizás tengamos que poner para integrarle, pero aún así, el coste es muy bajo. Deberíamos tener en cuenta eso para darles algo en cambio a esos países.

¿Qué relación existe entre la mano de obra barata y la empresa privada espa-ñola?

R/ Es un problema serio. No hay estudios. Los inmigrantes que llegan hoy reempla-zan año, tras año, a los que se salen de las empresas por los malos salarios. Es que con salarios de ochocientos (800) euros al mes; ¿como van estas personas a vivir aquí, a pagar las deudas adquiridas para poder viajar y a la vez enviar las ayudas a su fami-lia? . Al año de haber llegado, renueva su tarjeta y ya con un soporte legal empieza a buscar un mejor empleo. Es la cadena. La empresa los reemplazará con otros.

Habría que tomar medidas; si esas empresas no generan empleos, se les debería ter-minar o emplazar, por ejemplo a dos años. Deben cumplir una función social. Habría que explicarle como gracias a esta gente… esta gente que están explotando, ellos y España obtienen muchos beneficios. Deben sensibilizarse si todos los beneficios se hacen rebajando salarios, algo anda mal. Se genera riquezas para el empresario y no para el desarrollo social y los costos los asume el estado.

¿Se puede hablar de que existe un punto de vista español respecto a la inmigra-ción?

R/ Hasta cierto punto. Hasta cierto punto por las declaraciones. Hay una cosa que señalar y es que los mismos estereotipos que hoy repetimos los españoles acerca de los inmigrantes, los repetían los alemanes de los españoles. Vender ideas superficia-les, sencillas, es extremadamente fácil… asociar los inmigrantes al delito es fácil, es simple. En eso basaban los nazis su propaganda contra ciertas minorías… judíos y otros.

Hablemos de la xenofobia en España

R/ Faltan campañas de sensibilización con la población española y eso se nota. Lo típico es que los periódicos o los noticieros de televisión reseñen exclusivamente o casi exclusivamente los hechos negativos asociados a los inmigrantes. Pocas veces lo hacen con los positivos. Se debería ir más allá de las simples campañas publicitarias. Pero es el trabajo de los organismos sociales el que hay que apoyar. Es necesario ser más duros con los xenófobos. Recientemente a un vigilante que la partió la nariz a un marroquí lo condenaron por el golpe y no porque lo llamo moro de mierda. Debemos dejarles claro un mensaje: ¡que no vamos a consentir extralimitaciones!

Testimonios

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Rostros de la migración

¿Tienes algún comentario sobre el caso de la niña ecuatoriana que fue brutalmen-te golpeada en el metro de Barcelona?

R/ Que dan ganas de vomitar. Dice muy poco de nuestra sociedad. Ese tipo de salvajes los hay mas en la derecha que en la izquierda, pero esta última no ha sabido jugar. En poco, estoy seguro, aparecerá un tipo… un político, que utilizará el tío que hizo esto, para ganar votos con un discurso en contra de los inmigrantes como ya ha ocurrido en otros países europeos.

Ahora, las asociaciones de inmigrantes deben hacer algo. Uno de los temas que no comprendo de ellas es que terminan en confrontación con otras asociaciones de sus mismos países o de países vecinos. Es absurdo que se dediquen a buscar que los se-para y no que los une.

¿Se violan los Derechos Humanos de los inmigrantes en España?

R/ Creo que la expulsión de inmigrantes sin atención jurídica es una de las mas serías violaciones de sus derechos.

No estamos poniendo en marcha allí, esa igualdad de derechos que pregonamos. Les tratamos como si fueran ciudadanos de segunda clase y eso en una sociedad que se precia de haber avanzado mucho en la materia… nos da, por ejemplo, miedo que vo-ten, pero si pagan impuestos… si tienen obligaciones, como no concederles derechos iguales. Si no tienen una autentica igualdad de derechos, no se integraran a nuestra sociedad; tal cosa es una condición previa para que la integración tenga lugar.

Otro aspecto es la dureza en materia de reagrupación familiar; las exigencias por ejemplo, en materia de vivienda, si también se las aplicásemos a los españoles, mu-chísimos no podrían tener familia… millones. ¿Con cincuenta (50) metros cuadrados por piso? … no se dan cuenta que flexibilizar puede producir un efecto diferente al que tanto temen. Un profesor universitario decía, refiriéndose a este punto, que los inmigrantes vienen y si les va mal, sencillamente se regresan, pero con tantas normas… con tantos obstáculos… ¿como se van a regresar, si les ha costado tanto llegar?. Cuando ha costado tanto, se quedan.

Recuerdo un tío, en un pueblo de Extremadura que cada año venía de Alemania don-de había emigrado y contaba con trescientos mil ($300.000) pesetas, como le había ido de bien en Alemania. Así cada año se regresaba con tres (3) o cuatro (4) personas mas a ese país. Posiblemente el tío no se tomaba un vaso de agua en todo el año, para así poder traer el dinero de mostrar. Esto trae cada año más inmigrantes. Lo mismo puede estar pasando con los que vienen de otro lugar a España. A nadie le gusta decir

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que es un fracasado… en su tierra tienen que demostrar que son algo. ¿Qué sentido tendría su vida de otra manera? Mil (1.000) euros son mucho dinero en Ecuador. Este fenómeno no es nuevo ni particular; existe desde que existe el hombre.

¿Qué es lo más difícil de la emigración desde tu perspectiva de conocedor del tema?

R/ para mi lo mas difícil es la familia. Yo he estado en Ecuador y conozco como se maneja el asunto allí. En Ecuador la decisión de emigrar no la toma una sola perso-na… es por el contrario una decisión familiar… es una inversión familiar y eso hace el asunto complejo.

Otro asunto que debe considerarse es la presencia de elementos psicológicos com-plejos. El inmigrante suele tener en su mente la idea de volver, pero llega un día que descubre que aquí tiene lo que quiere ahora… que a pesar de la nostalgia que siente por su país, allá no encuentra lo que busca… está por ejemplo la enorme desigualdad de la mayoría de países latinoamericanos, lo cual trae graves consecuencias… es que si en estos países no se remedia la desigualdad en la distribución de la riqueza… seguirán saliendo personas por grandes cantidades. Aquí hay un menor control a la movilidad social y es posible escalar económicamente, no a una zona rica… rica … pero, por lo menos, si ascender niveles..

Testimonios

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Rostros de la migración

Ma. Trinidad Cabra de Luna

Coordinadora del centro de formación y encuentro de inmigrantes “ENTRE CULTURAS” del municipio de Majadahonda, comunidad de Ma-drid. Religiosa.

¿Por qué razón, decidiste dedicar tu vida a la causa de los inmigrantes?

R/ Soy una persona que decidí hace muchos años que mi vida tenía sentido si me en-tregaba al servicio de los demás. He tenido la oportunidad de viajar por el mundo… de estar en otros continentes y fue en esos viajes, en pueblos sin futuro ni presente, que nací para la vida. Soy profesora de historia y por azares de la vida, un buen día me encontré trabajando en la producción de materiales para inmigrantes… pero a mi me había gustado esencialmente, trabajar con personas… estar en contacto con la gente, por lo que, cuando se me propuso organizar el centro de Majadahonda con una perspectiva diferente, de como hasta ese momento había funcionado, no tuve reparo y acepté. Hicimos de él, un centro de formación holística (integral) en el que hay, no solo capacitación, orientación, sino apoyo social, humanitario, jurídico, ges-tión, empleo.

¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con inmigrantes provenientes de lugares tan disímiles?

R/ ¡Fantástica! … ¡enriquecedora! Trabajar con gente del cuarto mundo para que se integren al primer mundo es enriquecedor.

¿No es agresiva esa expresión… integrar gente del cuarto mundo, al primero?

R/ Si lo es… claro… pero es la simple realidad. Es que venir desde fuera de la unión europea lo que se llama aquí de terceros países y además sin papeles hace a estas

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personas NO CIUDADANOS. ¿Qué los hace no ciudadanos? Te preguntarás… dos razones: no tener documentos legalizados y además no ser europeos. La primera es esencial por que no existes en el país al que has llegado. Al estar sin documentos, toda la vida se hace difícil, más difícil de lo que la vida por si misma es. Sin documentos, por ejemplo, el alquiler de una vivienda es imposible. En un principio no tienen dine-ro… o no tienen suficiente… tienen que hacinarse varios, a veces muchos, por habita-ción. Son explotados y algo muy triste; los primeros que los explotan son sus propios compatriotas. Los españoles no alquilan habitaciones y si lo hacen lo hacen con unas garantías que los recién llegados no tienen. Los compatriotas los reciben… duermen en el sofá, y luego les dicen que tienen que pagar y… en Europa todo se paga con dinero ¿de dónde?... ¿Y si no tienes trabajo? ¡Así que a buscar trabajo rápidamente! Hasta hace poco las mujeres trabajaban principalmente como internas en casas de familia, eso era positivo al menos si se comparaba con los hombres… estos la tienen mas difícil. Ellas al menos tenían techo y comida. Ahorraban, porque no olvides que tenían que pagar la deuda. Ahorraban para eso y para mandar algo de dinero al país. Tenían en cambio que pagar una contraprestación: ¡soportar a la jefa por veinticuatro (24) horas! Hoy esta situación ha cambiado; muy pocas quieren trabajar internas. Al pagar al menos trescientos (300) euros por habitación individual más gastos de agua, luz… la situación se hace pesada y entonces para pagar menos duermen dos o tres en una habitación, lo que los inmigrantes llaman compartir. Y en ocasiones dos en la misma cama o lo que se llama “cama caliente”, cuando uno se levanta otro se acues-ta. Esto genera xenofobia de los vecinos, que se escandalizan al ver tantas personas en un piso, que hacen ruido, pelean … la otra cara es que para llevar aquí una vida un poco digna hay que trabajar por que los gastos se duplican; comida, habitación, y enviar dinero para allá… y entonces vienen los problemas musculares por demasiado esfuerzos o psicológicos por agotamiento.

Cuando llegan nada de todo esto se prevé, sueñan con ganar dinero y enviarlo al país para solucionar los graves problemas de allí muchas mujeres piensan en los hijos que dejaron y no hacen otra cosa que trabajar y trabajar.

¿Qué problemas se plantean con la inmigración?

R/ Varios. El primero es la vivienda. España no ha tenido unas políticas correctas de vivienda. Los españoles han podido ante la carencia de vivienda, ayudar a sus hijos, pero al inmigrante, ¿quien lo ayuda?... nadie. Es evidente que son errores de quienes han gobernado a España. Los inmigrantes que han legalizado su situación, están en ventaja con el español si su salario es mas bajo y algunos consiguen ayudas y eso ge-nera, en ocasiones, xenofobia. Muchos españoles se preguntan ¿como este que acaba de llegar, (lleva al menos cuatro o cinco años en el país) consiguió vivienda en tan poco tiempo? Quiere decir que aunque tenga menos ingreso, lleva menos tiempo pa-

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gando impuestos. ¿Por que tiene un cole? En España hay unos requisitos para entrar en un colegio y la renta es muy importante. Ese tipo de malestar se da básicamente entre los españoles de clase social baja, porque no son esas las cosas que preocupan a las clases altas. A estas lo que les molesta es ver pobres en la calle; otros modos de comportarse que consideran inadecuados. Pero, ¿que mas hacen los inmigrantes? Si no es en las calles, ¿dónde más van a reunirse, si no tienen otros lugares?, se reúnen donde pueden. En Madrid está ahora la política favorecedora de que ocupen los par-ques pero que los dejen limpios después de haber estado en ellos.

¿Son realmente xenófobos los españoles?

R/ Ya he comenzado a contestar esta pregunta. Pero además hay que añadir que el sistema educativo español es memorístico y desaprobador, es acumulativo de conoci-mientos y permisivo en el trato profesor alumno. Por esa razón a un niño surameri-cano le golpea muy duro; está aprendiendo cosas de otra cultura, no tiene referentes para ello, no tiene soportes, quizás su nivel de estudios sea diferente y su forma an-terior de aprender también. Aquí hay que aprender muy rápido y dedicar todo el día a ello. Si capta el modo de aprendizaje y se adecua a la nueva situación no se genera problema, pero si no lo logra se atrasa y viene el problema, el ritmo de la clase va mas lento… sí nosotros los españoles estuviésemos aprendiendo en otro país, de otro continente, también tendríamos problema. Pero, a los padres de los niños españoles, compañeros de clase del chico inmigrante, lo que les preocupa es que su hijo no avan-za en los procesos educativos por culpa del inmigrante; así lo ven. … El inmigrante detiene el proceso. Realmente al terminar 4º de la educación secundaria obligatoria (ESO) tiene que haberlo aprobado, y los niños que no han superado todas las mate-rias no pueden pasar ni hacer un modulo, un ciclo de formación de grado medio, ni pasar a hacer el bachillerato. Se convierten entonces en obreros no cualificados. Si esto se aumenta por que los niños no pueden avanzar lo suficiente debido a la llegada de niños inmigrantes el caldo para la xenofobia está servido.

Dada la realidad, de que han venido muchos niños inmigrantes en muy poco tiempo, los gobiernos tenían que haber tomado medidas mas serias para un mejor reparto para estos niños en diferente colegios de forma que no haya muchos niños extranjeros en pocos colegios y así el avance sea mucho mas lento dada las diferencias educativas previas, como antes he comentado. Sin estas medidas se alimenta la xenofobia; ten-go que añadir, por otro lado que los niños inmigrantes han salvado la educación en España por que al no haber niños españoles muchos colegios se hubieran tenido que cerrar y muchos profesionales de la educación estarían en paro hoy.

Además los medios de comunicación, con su forma de presentar las noticias, tam-bién alimentan la xenofobia. La forma de hablar de la realidad crea opinión y en los

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tiempos del PP, anterior legislatura, se emitían los comunicados sobre inmigración de forma que se alentaba la xenofobia. “nos están invadiendo…” se hablaba de la inmigración como problema… ha habido momentos que han metido miedo a la po-blación y no han dicho la verdad de que los empresarios necesitaban mano de obra, la empleaban y, a veces, explotaban, pero a la vez quieren que esa precaria mano de obra inmigrante sea invisible pretenden un imposible, por que sabiendo que hay per-sonas sin documentación trabajando no han puesto la solución correcta: Inspecciones de trabajo. Les convenía pagar “dinero black” y eso solo se puede hacer con los “sin papeles”. A los españoles y a los que tenían documentación hay que pagarles con no-mina. No pensaban que eran personas que necesitaban unas condiciones dignas para vivir; es como si dijesen “¡que trabajen de día en España y de noche vayan a su país, para regresar al día siguiente a trabajar!”.

El intelectual suizo Max Frish ya había escrito mucho antes, entre la década de los 40-50 “pedimos trabajadores, mano de obra y nos vinieron personas”.

Tampoco el PSOE ha tenido una política clara a largo plazo. Hizo la regularización, a principios de su mandato como había prometido, lo que sacó a la luz la mucha economía sumergida que había e hizo posible que muchos inmigrantes que trabajan tuviesen documentación, y empezaran a pagar los impuestos que les corresponde para que el país progrese realmente y no sean solo unos cuantos los que paguen y sustenten el sistema del que todos se benefician. La regularización fue una medida muy necesaria y acertada que ha beneficiado a todos, aunque Europa al principio se opuso, y también el PP, fue una acción de la que se desprendieron consecuencias muy positivas. Muchos inmigrantes, más de 600.000, pasaron a ser reconocidos como ciudadanos, y comenzaron a colaborar en la construcción del país donde viven y que puede llegar a ser el suyo, si quieren en un plazo corto, porque cuando tengan dos años de residencia, si son sudamericanos, pueden comenzar a tramitar su naciona-lidad española, que la adquieren sin perder la propia, y la que una vez conseguida les hace ciudadanos europeos. Después de esta excelente medida, el gobierno no ha seguido dando pasos y al dejar que sigan entrando extranjeros estamos de nuevo con una gran bolsa de indocumentados, lo que sigue generando la tan dañina xenofobia. ¿Por qué?, me preguntarán. Pues muy sencillo. Todo inmigrante que llega, aunque no pueda documentarse, puede si la persona con la que vive quiere o puede hacerlo, empadronarse y con ello consigue que sus hijos se escolaricen y obtiene la tarjeta sa-nitaria. No puede pagar impuestos, aunque quisiese, pero si puede y debe ir al médico cuando se enferme, y lógico, esto hace que cada médico tenga que ver más pacientes; las medicinas también tienen una rebaja y si necesita ser operado, pues se hace, pero la población española protesta, porque las listas de espera se alargan y el tiempo para obtener una cama es mayor.

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¿Hay solución para dichos problemas?

R/ Si los queremos afrontar la hay. No cabe duda que la situación es compleja pero para eso están los gobiernos, para resolver los problemas. Los que nos gobiernan ganan mucho dinero y para que la vida sea más humana y digna para todos para eso se les vota, no para que beneficien a unos pocos o al capital. Hay que hacer regulari-zaciones cada vez que sea necesario, nos guste o no, no cuando la situación está para explotar, porque si no estamos haciendo el círculo cuadrado: los dejamos entrar pero no los reconocemos.

Hay profesores de economía de algunas universidades que han hecho estudios muy interesantes al respecto. Cito al Prof. Dolado, de la universidad Carlos III de Madrid, al que recientemente, (2008) le he escuchado en un curso sobre economía organizado por la fundación “La Caixa” de Madrid y que ha hecho una propuesta muy interesante, sobre la necesidad de ir regularizando periódicamente a los que están trabajando, lo que beneficia a todos pero parece que universidad y gobierno no dialogan y las consecuencias las sufrimos todos y en especial los mas pobres. Con este método de te dejo entrar pero no puedes trabajar, pero si encuentras quien te deja trabajar en condiciones de irregularidad hazlo, se están violando sus derechos humanos. ¿ De que creen los dirigentes que puede vivir la población sin trabajar en una ciudad? Si realmente no se puede seguir entrando, tendría que haber más control al ingreso. Que no haya doble política, ni doble discurso, ni una doble ética, y para los que se dicen cristianos ni una doble moral, eso es muy peligroso. El problema es la frontera y España tiene tres tipos de fronteras: la marí-tima, la terrestre y la aérea. Un bajo control, permite que mucha gente entre, ¡pero en que condiciones se quedan!; es preferible que entren menos, pero en mejores condiciones.

¿Puedes, a partir de tu contacto con inmigrantes, caracterizarlos según su proce-dencia?

R/ Si. El rumano (no me refiero al rumano gitano que ese es otro colectivo con di-ferentes características) y la gente de los países del Este, son blancos y eso cuenta aquí… el color de la piel. Además saben trabajar al estilo de aquí, conocen los elec-trodomésticos… sabe ordenar las casas y presenta un alto rendimiento en su trabajo, lo tienen más fácil sobre todo al inicio.

El colombiano tiene un alto nivel humano. Se ha hecho un hueco en la sociedad y en campo del trabajo. Hoy todos son legales. Tiene una identidad nacional muy gran-de. Llega huyendo por lo general de los flagelos. Quiere trabajar y en muchos casos continuar su formación. Son personas con un nivel educativo previo muy adecuado

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para continuar su formación en España. Desgraciadamente hay un grupo que comete extorsiones y esto daña.

El ecuatoriano se ha marchado de Majadahonda. Presenta… ¡que curioso!, menor identidad, aunque ha organizado asociaciones de nativos. Les interesa trabajar más que seguir formándose. El boliviano tiene una alta identidad nacional, pero más re-gional. Les atrae estudiar, pero cuando ven lo difíciles que son los estudios aquí, los abandonan. Ha venido mucha población joven y que está en edad de sacrificarse y poder estudiar pero quizás por trabajar más, quizás por querer divertirse, abandonan. Poco tiempo antes de que entrase en vigor el visado de Bolivia (abril 2007) vino mu-cho campesino, en especial mujeres con un bajo nivel educativo. Se han agrupado de hecho y no legalmente. Creo que las mayores dificultades se están presentando con los jóvenes dominicanos. Llegan adolescentes y sin ningún hábito de estudio, sus ma-dres se han sacrificado durante muchos años para conseguir la nacionalidad y poder reagrupar a sus hijos, pero cuando estos vienen, madres e hijos no se conocen. Los estilos de vida aquí y allí son muy diferentes y como las madres trabajan, los chicos quedan solos y no están en edad de incorporarse al sistema educativo, y si lo hacen no se suelen integrar por todo lo expuesto antes, tampoco en edad de trabajar… quieren bonche …y no hay integración posible. Pasado algún tiempo, si trabajan, se incorporan a la sociedad. Esto sucede también con otros jóvenes de las distintas nacionalidades.

¿Donde está la mayor dificultad para los inmigrantes en España, según tu opinión?

R/ Creo que lo más difícil es aceptar que aquí no son nadie hasta que logran permiso de residencia. Que han dejado sus países y que llegan aquí y se convierten en invi-sibles. Su sueño de triunfo fácil se desvanece en menos de dos meses. Aunque sigan soñando los primeros años en volver, la realidad se va apoderando de ellos. Mientras más de aquí se sienten, menos de allí son. Eso no quiere decir que sus raíces no estén allí, pero ven que si vuelven no se adecuarán. La libertad que este país da no la pue-den tener en el suyo. Además la mujer aquí ha obtenido unas cotas de poder que en otros países es todavía impensable. Los recuerdos los mantienen vivos y los unen con sus familias, y la relación se alimenta por teléfono o Internet. Aquellos que vienen de países de habla hispana, esperaban que por ser hijos de la madre patria, se les acogería como tal… con ventajas, pero no, si bien para los africanos es aún peor, se sienten tratados peor que perros, en muchas ocasiones, dicen ellos. Las dificultades como ya hemos visto afloran por cualquier parte. Otra parte de la realidad es que si bien el hispanoamericano habla español, tiene códigos diferentes por que nuestra forma de hablar que es muy directa, les resulta agresiva; a nosotros no nos gusta en cambio, que sean tan indirectos; eso nos suena engañoso. Otro asunto que les re-

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sulta muy complicado es el cumplimiento de las leyes, y aquí si infringes una ley, te puede costar mucho… El problema de los subarriendos es otra realidad que genera mucha dificultad; si no tienen un respaldo económico, no consiguen piso y entonces pasan a depender y a ser explotados por quien arrendó el piso, que por lo general es otro inmigrante y con frecuencia lo explota, porque no le da las condiciones que les prometió, lo puede echar en cualquier momento porque no hay contrato escrito, y al que subarrienda tampoco le interesa ir a la policía porque no tiene “papeles” y el miedo se impone, porque realmente pueden recibir una orden de expulsión; no queda más que aguantar. Tampoco encuentran con facilidad, quienes les orienten correctamente.

¿Significan algunas respuestas tuyas, que encuentras justificable la xenofobia de muchos españoles?

R/ No sé si mis respuestas han podido dar la sensación de cierta xenofobia, no lo hu-biera querido pero si así fuese me gustaría que me hiciese caer en la cuenta de dónde puede habérseme “colado”. A mi entender nada puede justificar la xenofobia. Si es por ignorancia, no exime de la culpa, pero puede ser rectificada. Que haya quienes no cumplan leyes en el país –que no es de acogida, según mi punto de vista porque no acoge–, sino de llegada, no justifica la xenofobia. Es un hecho que hay razones por la que la gente española la justifica pero, no,… el que comete un delito debe ser castigado, mejor, sancionado y rehabilitado. No debemos olvidar que el mundo es de todos. Otra cosa es que es necesario organizarlo. Pero, ¿vamos acaso a olvidarnos de que el poblamiento del mundo se hace por desplazamientos, “las migraciones de la época”… y de que la difusión de la fe cristiana es una migración y que EEUU ha sido poblado y formado por inmigrantes?

Los medios de comunicación no deben tener dobles discursos, por un lado decir que son necesarios trabajadores y por otro meter miedo a la población por aquello de que “nos están invadiendo” y que nos quitan los puestos de trabajo. Esto se sabe que no es así, los inmigrantes ocupan los nichos laborales que no quieren los nacionales, y a su vez los que llegan más tarde, los puestos que no quieren los que llegaron primero. Pero si de esto no se informa claramente a la población surge la xenofobia. Esto es dis-tinto a creer que las migraciones tienen que organizarse por que realmente, aunque necesarias e imprescindibles en el actual estadio del sistema económico capitalista, no pueden dejarse al libre albedrío de cada uno porque se pueden volver contra las personas migrantes, es decir, si no hay trabajo suficiente se pervierten estas, porque las personas vienen para trabajar y ayudar a sus gentes y si esto no es posible… y por otro lado si hay muchos trabajadores y poco trabajo los salarios bajan y se pervierte el sistema afectando principalmente a los más pobres. Cada país tiene una capacidad y puede recibir cierto número de personas no todas las de otros países.

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¿Cómo percibes la distancia cultural, según el país de origen?

R/ Hay, según los países, unas diferencias culturales grandes. El grado de desarrollo intelectual es muy diferente de unos países a otros; los colombianos con los que trato tienen un buen nivel cultural, intelectual, un poco mayor que los ecuatorianos. Tam-bién la construcción de los valores son diferentes y las formas de comportarse varían. Y donde más se notan las diferencias es en las costumbres. Por ejemplo, la puntuali-dad; aquí hemos aprendido que si se dice a una hora, a esa hora se debe estar y sobre todo en el ámbito del trabajo. Si hay grados de desarrollo diferentes y enfoques vitales distintos. El caso de la concepción del varón respecto a la mujer, es otro ejemplo a un nivel más profundo de las diferencias en un sentido cultural. Esto daría para un estudio que ahora no es el caso. De lo que estoy convencida es que la gran diferencia se da entre las personas que en sus países de origen han sido pobres y aquellos que vivían como clase media. La gran diferencia cultural viene dada por la riqueza o po-breza más que por el lugar donde uno se haya desarrollado como persona. Aunque no minimizo que las diferentes culturas con sus peculiaridades también influyen mucho, y posiblemente es lo que más se aprecia a primera vista. En ocasiones es difícil la adaptación para personas profesionales en su país, y que aquí vienen a ser empleados de bajo rango y mal remunerados … Los problemas son personales y de integración social, pero por otro lado sobre todo las que son madres y tienen que mantener a varios hijos en el país de origen, se les plantea un problema; o pagar allí los estudios de los hijos, limpiando por horas y sacando un salario que lo hace posible o tener un trabajo menos duro y ganar menos … ciertamente es una cuestión compleja. Luego también sueñan con que sus hijos vengan a España y si lo hacen estos se ven obligados a empezar el mismo proceso de trabajos de poca consideración social y sin cualifica-ción, aunque en sus países sean profesionales, y entonces su autoestima baja.

¿Pero en los estudios de aculturación se señalan mucho las diferencias originadas en el hecho de que la mayoría de los inmigrantes provienen de culturas colectivis-tas, mientras España es considerada una cultura individualista?

R/ Desgraciadamente la cultura europea en general es muy individualista, y mientras más al Norte está el país; más lo es. No sé exactamente a que se debe este mayor aumento de individualismo pero lo que si sé, porque he vivido en zonas rurales en España, es que la gran diferencia está en vivir en una ciudad o en un pueblo. El pue-blo hace más fácil la solidaridad primaria, todos necesitan de todos y hay otros bienes como los productos de la huerta, los animales… En la ciudad, el único medio de vida, está dado por el sueldo y el que no gana no puede sobrevivir con un mínimo de dig-nidad y mínima holgura. Esto lo aprenden sufriéndolo rápidamente los que llegan y los primeros en enseñárselo son los propios compatriotas. Les cobran cada servicio que les prestan: comida, cama, agua… en menos de dos (2) meses ha desaparecido

Testimonios

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la idea comunal que traen. Y lo expresan así: “Tal persona, en muchas ocasiones un familiar, en mi país no era de ese modo, se comportaba de otra manera” Ante esta realidad los recién llegados rápidamente se ven obligados a adoptar un estilo de vida más acorde con el que ven aquí entre sus compatriotas y que es el de los españoles que viven en la ciudad.

¿En tu opinión, cual es el impacto del hecho migratorio en la familia?

R/ La mujer inmigrante, por lo general, una vez que está aquí ya no quiere volver. Y si vuelven se dan cuenta que ya no son de allí. Ellas quieren trabajar aquí, para ayudar a sus hijos, pero teniéndolos allá, sobre todo en los primeros tiempos, no quieren que sufran lo que ellas sufren y que pasen las mismas penalidades: hacinamiento, caren-cias… y temen que los hijos les pidan mas de lo que ellas les pueden dar. Además se aterrorizan de la libertad con la que aquí viven los jóvenes. Esto genera, como fácil-mente se puede comprender, un problema afectivo grave para las madres aquí, que viven soñando con trabajar para enviar remesas; ellas llegan a enviar hasta 400 euros mensuales para alimentación y en su caso universidad, se sacrifican hasta el límite para que los hijos reciban el dinero y los hijos allí reciben el dinero pero les falta cari-ño. Comienza en muchas ocasiones por parte de los hijos un proceso de manipulación y por parte de las madres un proceso de querer paliar la ausencia y la culpabilidad que se les genera enviando más dinero para caprichos. Por otra parte las relaciones familiares se comienzan a deteriorar. Las abuelas se cansan porque los niños crecen y ya no les obedecen, estos pasan a manos de las tías… Además si se ha cerrado la frontera pidiendo visado, el proceso de la posible venida del hijo se hace más largo porque la reagrupación familiar es un proceso muy lento y de muchos requisitos.

Hablo mas de mujeres porque en muchos casos las familias son monoparentales y a cargo de mujeres.

Un modo distinto de proceder lo han tenido muchos bolivianos, que una vez que supieron que el visado entraba en vigor, (abril 2007) se arriesgaron haciendo todo lo posible para traer a sus hijos pidiendo dinero prestado, y lograron traer a sus hijos. Ciertamente la experiencia me dice que los hijos viven mejor con la madre que con los abuelos.

Para poder sobrevivir, que las tienen allá, los hijos tiene que hacerse fuertes… ¡Que les queda! Palian el dolor y la distancia con las llamadas telefónicas, los mail y las video conferencias. Hay un trasiego de fotografías de aquí para allá y viceversa.

Mi experiencia me indica que colombianas y ecuatorianas, si no logran traer peque-ños a los hijos, por reagrupación, única forma posible, deben traerlos a los dieciocho

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(18) años, con un contrato de trabajo. Cuando viene a los 17 años es muy posible que no integre y esto genere problemas. Aquí un muchacho de 17, 18… años, es un crío y allí es un hombre, y cuesta mucho esa mentalización. El sufrimiento añadido es muchísimo. Si se adapta a vivir con carencias y a cambiar su rol y pasar a ser un adolescente, entonces puede obtener beneficios porque puede estudiar pero, también empezando por lo más elemental, el aprendizaje de un oficio y tiene que olvidarse por muchos años de ir a la universidad. Esta experiencia la he tenido en Entre Cultu-ras con muchas chicas bolivianas que llegaron con 17, 18 años, antes de la entrada en vigor del visado, habiendo abandonado sus estudios para venir y las madres les ha-bían prometido que seguirían estudiando, y ahora están como empleadas del hogar. Quizás estas mujeres repetirán el esquema de sus madres, trabajar, trabajar… muy posiblemente sueñan con comprar una casa y lo harán pero quien la vivirá. Los va-rones cuando vienen lo que desean es trabajar, y no estudiar. Los que trabajan, tanto hombre como mujeres muy pronto buscan pareja y si nacen hijos, se repite la historia de vivir en condiciones de precariedad.

Las familias sudamericanas en su mayoría, tanto las que se forman aquí como las que estaban formadas, son mono parentales con hijos a cargo de las mujeres.

Después de todo lo dicho creo que se entiende fácilmente que la mujer no quiera volver, salvo excepciones. Ella aquí, trabaja, sufre, pero puede tomar decisiones, no hay nadie que le imponga su criterio, ni esposo ni la familia propia ni la del marido, ella es ella.

Personalmente tengo una tesis que es la siguiente: En lo más profundo de su ser la mujer al inmigrar busca la libertad aunque sea disfrazada de necesidad, esta tesis está avalada por las confesiones que muchas mujeres me han hecho.

¿Qué pasa con aquellas madres que traen a sus hijos y pronto estos van a pan-dillas?

R/ Eso sucede más a menudo de lo que nos podemos imaginar, sobre todo si los hijos llegan al nuevo país siendo adolescentes y si las madres no están muy atentas y no les ponen unos límites claros. Lo que es muy difícil porque la educación española hoy, es muy permisiva.

Pero también conozco a muchos chavales que se han integrado y salen adelante. Eso depende mucho de la madre… si su complejo de culpa es tan grande, que quiere compensarlos por haberlos dejado… digo madre… por que el padre por lo general no existe, le hace un gran mal. Es que hay muchos riesgos al dejar los hijos solos tanto allí, como luego cuando vienen aquí, por ejemplo, el riesgo de dejar una chica allá

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en su país, con sus abuelos, tíos, etc. Y luego cuando se la traen después de años, hay problemas, tanto la hija (o) como la madre han cambiado y además con frecuencia descubren que su madre tiene un hombre con el que convive y se tiene que dar un proceso de ajuste de nuevo. Hay mucho reproche como ¿Porque me abandonaste? ¿Por que no me dejaste en mi país?

¿Qué hacer al respecto?

R/ Trabajar. Hay que trabajar para que estos niños no sean generaciones perdidas. Sería una tarea de maestros en el propio país en los que se desarrollasen unos progra-mas de formación para educar a esos niños cuyos padres están a miles de kilómetros –tarea afectiva y escolar– … y luego preparar estos chicos para que cuando los trai-gan, y que al llegar aquí, se sientan valiosos y no niños en la calle. Eso se puede lograr con trabajo programado por ambos países. Se de escuelas en algunos países donde la mayoría de los niños tienen sus padres fuera del país. La inmigración supone un cambio de mentalidad para los de allí y los de aquí.

Ah… y otra cosa… los maestros de los niños aquí y allí, no son iguales y eso desubica mucho a los niños al llegar.

Tengo un caso muy satisfactorio, y es una chica peruana que se ha formado con el asesoramiento del Centro, y que ya ejerce como maestra en una escuela de prima-ria en Madrid, donde hay muchos inmigrantes y me cuenta como los niños acuden a ella constantemente. Esto es debido a que los niños la ven como alguien que es igual a ellos. También he escuchado, en un congreso de Teología en septiembre del 2007, que hay una asociación de maestros inmigrantes que ya han convalidado sus estudios que están llevando programas en este sentido. Tendrá también que haber psicólogos y profesionales de los países de origen que lleven a cabo estas tareas. Aquí había un artículo de Ley de Extranjería según la cual si un estudiante a los 18 años no tenía permiso de residencia, ya no podía seguir estudiando. Ha habido desde 2001, muchos que tuvieron que abandonar los estudios. Hoy podemos decir había una norma, porque es maravilloso los pasos positivos que se van dando en el proceso de integración; gracias a los que trabajamos en pro de conseguir un mundo más justo para todos, esa norma ha caído … una sentencia del tribunal superior de justicia la ha abolido porque está en contra de los derechos humanos. Luego estamos más cerca de que los menores puedan integrarse sin tener que dejar de estudiar cuando tengan 18 años. Pero cuidado que este proceso requiere mu-cho cambio de mentalidad y saber que en España una persona de 18 años aunque jurídicamente es mayor de edad realmente no lo es porque no es independiente económicamente.

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¿Cuáles son las violaciones mas frecuentes de los Derechos Humanos de los inmi-grantes?

R/ Son mucho más flagrantes con los africanos que con los sudamericanos, pero a estos tampoco, a veces, les son reconocidos los derechos humanos. Está el asunto de los propietarios de pisos y la discriminación a que someten los inmigrantes. Está luego el trato que les dan en ciertas administraciones. La policía a veces les trata mal. Un asunto muy fuerte es el de las colas desde las cinco (5) A.M. para renovar papeles. Esas madrugadas, colas interminables y además el mal trato que les dan; un trato que no les dan si son españoles. Con frecuencia reciben también mal trato en el trabajo. Pero la mayor violación y más generalizada es saber que están aquí, pero no garan-tizarles unos derechos mínimos; reconocerlos como trabajadores legales. No aceptar esa realidad… es tener doble moral. Porque se saben que están aquí y lo que es mas duro, están porque son necesarios. ¿Cómo trabajaría la mujer? ¿Quién cuidaría a las personas mayores?... Si queremos un mundo en paz, debemos hacer buenas políticas. Tenemos que ser conscientes que el mundo pobre va a querer ir al mundo rico. De eso Europa y EEUU parecen no darse cuenta.

¿Cambian las expectativas de los inmigrantes con los años?

R/ Ellos llegan con una expectativa; ahorrar rápidamente, y regresar pronto con di-nero para abrir un negocio. Cuando se empiezan a dar cuenta de la realidad, se plan-tean; ¿Cómo voy a decir que esto no es lo que yo esperaba? … ¿Cómo reconocer que no puedo mandar a mis hijos lo que quería tan rápidamente? … ¿Cómo decir que no voy a volver, al menos tan pronto? Lo más fuerte es lo de los hijos. Si disponen del dinero, son ellas las que deciden sobre ellos desde aquí. Sus expectativas son ambiva-lentes; volver o sentirse libres. Sienten necesidad de hombre y se enganchan… pero se enganchan con hombres mayores por lo general o con paisanos que en muchos casos no las respetan, porque quieren seguir dominando como en el país de origen. Sienten dolor. Ellos les ayudan económicamente, Incluso se ven muchos matrimonios de conveniencia; así tienes dinero y documentos de legalización… solo que podría tratarse únicamente de un documento de residencia, sin autorización de trabajo. Bue-no, lo usual es que quieran volverse, pero los dos primeros años y luego se quedan y trabajan para traer a sus hijos.

¿Se puede hablar de una posición española?

R/ Hay una postura conservadora, no española, que no quiere admitir que la sociedad española llegó al límite biológico y que necesitó crecer y por eso permitió la entrada de lo que necesitaba; trabajadores. Pero no pensó en que llegaban personas… de ahí

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Rostros de la migración

la célebre frase: Hemos buscado trabajadores y nos han venido personas. Creen los más puritanos que atenta contra su cultura, pero, ¿cuál es su cultura? Yo no sé cuál es, esa cultura de la que se habla en ciertos momentos. La cultura es viva y se va formando con el aporte de todos. La inmigración en España ha sido necesaria por su propio desarrollo y por el estadio de capitalismo en el que estamos. Además no nos olvidemos, la inmigración es una realidad estructural, cambian quienes y a donde se emigra pero no el hecho en sí. Antes emigraban españoles y ahora somos país recep-tor de emigrantes. No podemos olvidar nuestra historia.

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TESTIMONIOS

Segunda parte

ANÁLISIS -COMENTARIOS

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Razones para el viaje migratorio

De manera habitual la migración externa que traslada definitivamente o por un pe-ríodo prolongado, ciudadanos del mundo no desarrollado o en vía de desarrollo hacía los países ricos, es atribuida exclusiva o casi exclusivamente a factores económicos y más concretamente a la pobreza de aquellas personas o aquellos países desde los cuales se origina el viaje. José Antonio Ocampo (Ocampo, 2006), alto funcionario de las naciones unidas y autoridad en el tema, dice: “una de las fuerzas motrices mas importantes de la migración internacional, es la atracción que ejerce un puesto de trabajo bien pagado en un país de altos ingresos. Esta atracción se ha intensificado debido a los crecientes diferenciales de ingresos entre países”. Este autor, si bien no señala con exclusividad el factor económico como determinante de los procesos mi-gratorios externos, si coloca el énfasis en el mismo.

España, una de las naciones con mayor tasa de inmigrantes en el mundo, fenómeno presentado de manera especial en la última década, como también de mayor cre-cimiento económico en Europa durante los últimos veinte años, no es ajena –posi-blemente por la asociación entre uno y otro factor– a las atribuciones referidas en el párrafo anterior, y es así como desde diferentes perspectivas (Vila, J. M. y Vila, C, 2005; Garay, L. J., 2006), se han señalado factores económicos como la búsque-da de empleo, para su creciente flujo migratorio. Mas aún, en una caracterización de potenciales migrantes de la región cafetera en Colombia, región especialmente vulnerable a tales procesos, hecha con 3.024 personas con intención migratoria, la mayoría hacía España, por la organización especializada en el tema, América-España, Solidaridad y Cooperación –AESCO–, el 51,6% de los sujetos encuestados manifiesta que la búsqueda de empleo es el objetivo perseguido con su viaje (AESCO, No. 19, 2007), seguido de lejos por la reagrupación familiar con un 22%. Quedaría soportado de esta manera, que al menos para este grupo humano, las razones económicas pesan más que otras causas sumadas entre sí.

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Rostros de la migración

Sin embargo y a pesar de que dicha afirmación es posiblemente cierta para la mayo-ría de migrantes internacionales, incluidos los nativos de América Latina, al menos en el sentido de reconocerse las razones económicas como las de mayor contun-dencia, también es cierto que como lo ilustran con claridad matinal los testimonios de nuestros entrevistados, colombianos y ecuatorianos inmigrantes en España, el asunto no es mecánico y se pueden identificar un buen número de factores de otro orden, que confluyen en la diáspora y que incluso explican con alta frecuencia, mas allá de lo esperado, el viaje migratorio. Se podría postular además a la luz de estos hallazgos, que cuando el factor económico es preponderante, no necesariamente actúa en forma única o lineal como búsqueda de supervivencia individual por parte de quien emigra.

Para comprender mejor las afirmaciones contenidas en el párrafo precedente, apoyé-monos en la narración de las historias migratorias que se han presentado en la pri-mera parte del libro; Verónica (22 años, natural de Cotopaxi en Ecuador), dice: “me vine por que lo que gano no es suficiente en ese momento. Sencillo, decides que vas a viajar”. La razón económica en Verónica es explicita y es personal, como también lo es en César Z. (ecuatoriano, de 39 años, proveniente de Manabí), quien reitera su anhelo económico. Pero la decisión migratoria de César, tomada en compañía de Do-lores (abogada), plantea una particularidad en relación con Verónica y que es a su vez compartida por muchos otros inmigrantes; su situación económica previa al viaje no refleja penurias. Este hombre “trabajaba cerrajería y ganaba bien”, como lo expresa en sus propias palabras. Él, insiste en varios momentos de la entrevista, en su deseo de ser millonario. La decisión tomada por César y Dolores, es motivada, no por razo-nes de supervivencia, sino por el deseo de mejorar su estatus socioeconómico. Ambas motivaciones -la de Verónica y la de César- son económicas, pero en el segundo caso se impregna de los valores propios de la sociedad consumista y España le representa la posibilidad de hacerse rico. Para él como para muchos ecuatorianos, colombianos, latinoamericanos en general y ciudadanos de Europa Oriental, es un nuevo paraí-so de calles de oro. De hecho, César recuerda en algún momento de la entrevista, como, cuando su esposa –quien viajó primero por común acuerdo– recibió el primer salario, se hacía por parte de ellos la conversión a moneda de su país y el resultado les parecía tan favorable, que les hacía soñar ya con ahorros no imaginados. Ello acabó de catapultar su viaje migratorio. Es una escena que muchos migrantes conocen.

Pero la presión económica no nace única y necesariamente de las entrañas del propio migrante; muchos de ellos, como se hace evidente en Andrea y Angelines, vinieron a España por la presión de miembros de su familia, quienes visualizaron el viaje mi-gratorio, como la gestación de un sueño tal vez colectivo; un proyecto económico que presumiblemente habría de beneficiarles a todos. De esta manera Angelines, quien tenía una vinculación laboral en Guayaquil antes de emigrar, lo hizo por insinuación

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de su madre, insinuación a la que no se sentía capaz de oponerse. Emigrar a España no fue un sueño de Angelines, lo fue de su madre. La razón económica actuó en esta última, mientras en la primera actuaba la incapacidad de oponerse a la autoridad de aquella. Así mismo Andrea (33 años, natural de Cuenca), reconoce no haber imagi-nado previamente su viaje a España, hasta que un día su abuela le “animó”. Aceptó por que pensó que esta sería la manera de ayudar económicamente a su familia. La solidaridad y la obediencia con el grupo familiar son características acentuadas en las culturas latinoamericanas como lo han resaltado ya varios autores (Zlobina, 2004; Basabe, Zlobina y Páez, 2004), por lo que no resulta extraño la construcción de un fuerte compromiso con los seres queridos. Es tal vez por ello que se ha identificado como en Ecuador, el proyecto migratorio tiene un alto componente de proyecto fami-liar (Esteban Tomás, entrevista personal, este mismo libro; UNFPA – FLACSO – Ecua-dor, 2006).

Una tercera forma mediante la cual se manifiesta el aspecto económico, es actuando como componente de una decisión migratoria que es mixta en su génesis. Un ejemplo de esta integración de factores nos lo ofrece Luis, ya que en él, además de sus intentos fallidos por posicionar una impresa agrícola suya en Colombia, el viaje fue motivado, como él mismo lo reconoce, por el mal momento que atravesaba su relación de pare-ja; el dinero y el amor no solo se funden en el matrimonio, también lo hacen en los proyectos migratorios y no siempre señalan en la misma dirección, si bien, en el caso de Luis si lo fué. Ambas fuerzas, que lo son, empujaban en dirección a España.

Así como no resulta sorprendente encontrar causas económicas tras un proyecto mi-gratorio, ya que es lo que siempre se ha esgrimido, si lo es, hallar razones de orden psicológico, determinando esencialmente un viaje de estas características y es lo que se revela en el discurso de un buen número de aquellos quienes nos han ofrecido su testimonio; factores de orden afectivo, emotivo y relacional aparecen explicando la decisión migratoria por parte de tres de sus propios protagonistas, quienes atribuyen a este tipo de razones, en forma categórica, que hayan optado finalmente por viajar a España; recuérdese que César T. (34 años, procedente de Guayaquil), manifiesta haber aceptado la propuesta de su hermana, quien ya residía en Barcelona, solo para tomar distancia de su padre, al que consideraba “chapado a la antigua”. Para él, como para muchas personas que se sienten asfixiadas por el excesivo control de su familia, las fronteras nacionales, y mucho más las trasatlánticas, son una especie de muralla que impide a la mano controladora, seguir ejerciendo su dominio psicológico.

No importa en este caso que con el paso de los años, César haya concluido, que su padre actuaba correctamente y haya además terminado por agradecerlo; hubo un momento en que aquel comportamiento le resultó tan molesto, que quiso poner océa-nos de por medio con su progenitor.

Análisis - Comentarios

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Rostros de la migración

Ana Cecilia (42 años, procedente de Cali) por su parte, intentaba de igual manera poner distancia de por medio con el padre de su hijo; trataba una vez más de paliar el despecho causado por la relación de su esposo con otra mujer, relación que sentía con agravantes desde su perspectiva, al comparar su propia situación económica y mate-rial con la que la pareja “ilegitima” vivía. No son tanto las limitaciones económicas las que duelen; es el peso psicológico acrecentado de que su pareja haya elegido a otra y que además la “intrusa” reciba iguales o mayores beneficios –ser paseada en el coche– que la propia Ana Cecilia. La migración constituye en su caso, un esfuerzo por escapar a una realidad dolorosa. Los espacios y escenarios familiares, asociados a situaciones penosas, especialmente impactantes en lo emocional, como es el caso de una relación extramarital de la pareja, resultan con frecuencia tan devastadores, que las personas necesitan sustituirlos por otros totalmente diferentes y lejanos. La distancia en este caso, y como valor agregado, impide regresar en un momento de debilidad; aquellos en que el amor y no el rencor hacía el esposo, sea el sentimiento predominante.

Pero las razones psicológicas para el viaje migratorio no se agotan en lo emocional – afectivo o en lo relacional; van más allá, hasta situarse en terrenos cuyo estudio es propio, no solo de la psicología individual, como también de la psicología social; Arturo y Oscar, si bien tomaron caminos diferentes, adentrándose el segundo, por el sendero del delito, compartían un sueño que trasciende la perspectiva económica; ambos querían conocer Europa, vivir en Europa… dominar el gran mundo. El pri-mero (Arturo, 30 años, Palmira), tenía un buen trabajo en Colombia, pero como él mismo lo admite, “me vine para España porque tenía un sueño que me acompañó desde niño y que creo, todos los suramericanos tenemos, y es vivir en el extranjero”. Es posible que, cuando Arturo expresa su opinión acerca de lo que él considera un deseo generalizado en los suramericanos, de vivir en el extranjero –expresión que por el contexto de la conversación, entendemos, podría señalar a los países desarrollados, más que a cualquier país del tercer mundo diferente al propio–, esté proyectando en otros, su propia realidad interna; que considere su sueño el sueño de todos. Es posible también que Arturo, sencillamente de cuenta con su afirmación, de sus conversacio-nes en España, con inmigrantes tanto de origen colombiano como de otros países latinoamericanos con los cuales se haya identificado en ese sentido. Pero sea que proyecte o sea que recoja opiniones de otras personas, el hecho inobjetable es que en Arturo se hace evidente una actitud de apertura al cambio, dimensión que respon-de a los tipos motivacionales de valores de estimulación y auto-dirección, dentro de la muy conocida clasificación de los valores de Schwartz (Schwartz, 1994; Zlobina, 2004), esto es, búsqueda de variedad, novedad, desafíos en la vida, independencia y satisfacción de la curiosidad.

La fascinación por el gran mundo europeo, es aún más visible en Oscar (45 años, zona cafetera), quien veía a España como un trampolín que habría de situarlo en el norte

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de Europa –fenómeno que se repite con cierta frecuencia entre migrantes radicados en España–. A pesar de su apego al dinero y al poder, que en su momento obtenía del narcotráfico, Oscar parece disfrutar aún más el contacto con la historia y la geografía europea; “el valor inconmensurable de estar en puerta del sol, en medio de edi-ficios centenarios, escuchando hablar en diversos idiomas”. Su motivación para el viaje migratorio, según se desprende del relato incluido en el libro, como también de conversaciones previas con él sostenidas, estaría dada por la búsqueda de satis-facciones generadas por el contacto con Europa; por el descubrimiento de un mundo nuevo para él.

Finalmente y a manera de conclusiones más importantes sobre las razones que los sujetos entrevistados tuvieron para emigrar, podemos destacar las siguientes:

Primero. No son necesariamente siempre o casi siempre los más pobres o los desempleados quienes emigran. Este hallazgo surgido de los diferentes relatos, tan-to de los incluidos en la primera parte del libro como de aquellos que no lo fueron, soporta aproximaciones conceptuales y/o teóricas y trabajos de campo previamente realizados, como los de Ocampo (2006) y AESCO (2007). El primero había afirmado: “niveles severos de pobreza en el país de origen, no necesariamente se asocian con mayores flujos migratorios. Generalmente los más pobres no poseen los recursos sufi-cientes para cubrir los costos ni los riesgos… la mayoría de migrantes internacionales provienen de hogares de ingresos medios”. Por su parte la investigación adelantada por AESCO (2007), ya reseñada en este capítulo, con sujetos que presentaban clara intención migratorio en el eje cafetero colombiano, indica que solo un 39% de ellos estaban desempleados al momento de acercarse a dicha agencia en procura de obte-ner información que fuese útil para la realización de su deseo migratorio. El resto, o sea un 61%, tenía un empleo de ingresos modestos; querían sencillamente mejorarlos. Es el caso de varios de nuestros sujetos. El propósito indiscutible es mejorar el estatus socio-económico. La interpretación que hacen de la realidad social de su país, más la presunción que tienen de una España que permite hacer dinero a quienes como ellos migran allí (Murillo y Molero, 2007), son aspectos relevantes en tal sentido.

Segundo. El factor económico, no obstante ser el más frecuentemente citado, no suele actuar solo; por el contrario, se presenta en combinación con razones de orden diver-so, entre las cuales las psicológicas y las psicosociales parecen tener un peso mucho mayor al que tradicionalmente se les reconoce. Incluso a la teoría del Push-pull o de expulsión-atracción (ver guarnizo, 2006, entre otros), la más popular entre aquellas que intentan explicar las migraciones, debe dársele un mayor alcance, que supere los limites tradicionales de lo socio-económico y lo político, para abrir campo al recono-cimiento de los aspectos psicosociales que expulsan del origen o atraen al destino a millones de migrantes internacionales.

Análisis - Comentarios

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Rostros de la migración

Tercero. Habría que destacar finalmente la evidencia aportada por nuestras historias, para aquella perspectiva de estudio de los procesos migratorios que otorga un pre-ponderante papel a las redes familiares y de amigos. Uno a uno, una a una, los pro-tagonistas y las protagonistas de estas historias migratorias de colombianos y ecua-torianos a España, van mostrando en su relato que su viaje fue posible gracias a una mano amiga o una mano familiar; mano que sirvió, ya para el empujón inicial allá en su patria o ya para permitirles llegar a puerto seguro en España, como también para prestar el dinero con el cual comprar el pasaje o aún, para entregar el pasaje mismo. Una hermana de César, una amiga de Angelines, los familiares de Dolores, la hermana de Verónica, un amigo de Arturo, el esposo mochilero de Teresa que le llevó a Israel o el amigo que ayudó a esta y su nuevo esposo para que llegaran a Barcelona, los amigos de soñadora, una amiga de Ana Cecilia, el familiar que sirvió de contacto a Luis o el amigo aventurero que compró el pasaje de Oscar junto con el propio.

Es evidente que, así después la generosidad aparente resulte un fiasco, como les ocurrió a César y Dolores con los familiares de esta, la migración internacional no presentaría las dramáticas cifras que hoy ofrece sin la existencia de estas redes, espe-cialmente aquellas conformadas por quienes ya habían emigrado previamente; estos últimos quizás combaten su propia soledad en el país receptor, facilitando el viaje de otros conocidos o familiares suyos. Al ayudarles a emprender el viaje, se están ayudando a si mismos; con aquellos les llega una importante porción de su propia cultura. De cierta manera trasladan su cultura de origen a su nueva residencia y con ello el “corazón partido”, ya no lo está tanto.

Los testimonios aquí recogidos, que ilustran la interacción de factores económicos con factores psicológicos y psicosociales, si bien por su naturaleza no permiten hacer generalizaciones, sugieren si, que no existe razón para pensar que ellos serían los únicos casos que obedecen a dicha lógica. En cierto sentido, este trabajo guarda co-rrespondencia con el realizado por Boneva, y Frieze (2001), que identifica factores psicosociales y de personalidad, como elementos que predisponen a la migración.

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Vivir en España

La expresión Vivir en España puede abarcar una gama de aspectos excesivamente amplios que no se pretende abordar aquí, en razón precisamente de dicha amplitud. Nos limitaremos por el contrario a comentar brevemente en este capitulo, varias de las experiencias y situaciones propias de la migración de colombianos y ecuatorianos en la nación Ibérica, que se ven reflejadas en el discurso de los entrevistados y que no son abordados centralmente en otros capítulos.

Descubriendo dificultades

Independiente de que el recién llegado haya construido personalmente unas expec-tativas elevadas acerca de su proceso migratorio, o que su viaje tenga una relación mas directamente ligada a las expectativas de uno o varios de los miembros de su familia –recuérdese lo dicho por Angelines y Andrea, por ejemplo–, la llegada a un país extraño, con características culturales diferentes, con el propósito de permane-cer en él, necesariamente habrá de generar inquietudes asociadas, tanto al futuro inmediato como mediato; ¿y ahora qué?... ¿Qué va a ser de mi vida?... ¿Cómo será esto?... ¿Me adaptaré? … ¿Qué tan fácil o difícil será esta experiencia para mi?... ¿Cuándo podré regresarme a mi país, con ahorros suficientes para poder vivir con mi familia, dignamente?, son tan solo unas pocas de las muchas preguntas que tí-picamente suelen hacerse los nuevos migrantes. Ellas naturalmente van en primera instancia, de la mano con dos emociones intensas; la que se origina en el alejamien-to de los seres queridos y de todo aquello que hasta entonces resulta familiar, y la que se produce como resultado del contacto con un mundo más desarrollado pero a la vez cargado con vestigios arquitectónicos tales que hacen sentir al migrante en medio de la historia. “Es como estar en el centro del mundo”, es una expresión corriente en labios de muchos de ellos, reconociendo implícitamente que proceden de la “la periferia del mundo”.

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Pero no hay tiempo para la contemplación; a pesar de que la mayor parte de los re-cién llegados han salido de su país por vez primera, al llevar en sus bolsillos dinero suficiente solo para unos pocos días y en sus mentes una idea obsesiva, estabilizar su situación en España, el descubrimiento de ese nuevo mundo no obedece a la lógica del descubrimiento turístico en el cual, el placer, la recreación y el deleite son aspec-tos predominantes; obedece por el contrario a la lógica del apremio al trabajo y del miedo ante lo desconocido. Ello ha quedado plasmado explicita o implícitamente en diversas narraciones recogidas. El miedo y el apremio se mezclan con la grata emo-ción de lo bello y novedoso. Emociones encontradas son pues el pan diario del recién llegado.

Ahora, las dificultades como es obvio, no se limitan a aquellas que surgen de la con-frontación de los propios sentimientos y emociones; las hay de orden práctico y se aparecen fácilmente desde el primer día en el enorme aeropuerto de Madrid –Bara-jas–, como también en el de Barcelona; en el eficiente y orgulloso metro de Madrid, ese gigantesco y misterioso monstruo subterráneo que revela una ciudad bajo tierra en la que cientos de miles de personas se apretujan a tu lado sin mirarte nunca a los ojos, a no ser que se trate de inmigrantes recién llegados del trópico. Se revela tam-bién en los primeros contactos con los familiares o amigos que ofrecieron el hospeda-je inicial y los cuales con frecuencia, parecen haber olvidado la hospitalidad, en solo unos pocos años de residir en la nación ibérica.

El aeropuerto, por sus dimensiones abrumadoras, sus códigos indescifrables, su prisa desconcertante y ese trato desigual a quienes acaban de llegar; los que tienen pasa-porte de la unión Europea, Reino Unido o Norteamérica, que lo tienen todo fácil por que tienen dinero para gastar y son propios o extranjeros y por tanto dignos de res-peto y los otros … los que vienen del sur, con su piel oscura, su menor estatura y su cara de miedo, y los cuales parecen sospechosamente inmigrantes (Moreno y Vallejo, 2005). El metro, por que te recuerda a cada instante que vienes del subdesarrollo, que aquí todo va de prisa, y te enrostra que en España cada quien va por lo suyo, pues no es una cultura colectivista*; lo ves en los rostros de mirada hacía dentro de los europeos que tienes en frente. Los familiares y amigos por que van a darte mucho menos de lo que de ellos esperabas, y es esa posiblemente la primera gran dificultad,

* Una de las clasificaciones más populares acerca de las dimensiones culturales, es la de Hofstede (1999, pero citado por Zlobina, 2004,a y 2004,b).Según aquel autor, en esta dimensión, las culturas se ubican en un con-tinuo que va del individualismo al colectivismo; el primero, es un conjunto de creencias, valores y prácticas culturales en el que los intereses individuales predominan sobre los grupales, se enfatiza la independencia, la autonomía, la distinción y la autosuficiencia. El colectivismo, se asocia a la dependencia y lealtad de las per-sonas con respecto a los grupos de pertenencia y/o familiares; predomina el “yo” interdependiente, vinculado a la lealtad grupal, familiar o de clan. Hoy tiende a aceptarse que las naciones latinoamericanas son más colectivistas y los países del norte desarrollado, tienden al individualismo.

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la de verdad… la que duele en el alma. Las dos anteriores pueden ser solamente cau-sa de dificultad anecdótica, al menos por ahora.

La primera gran decepción

No todo inmigrante colombiano y ecuatoriano en España tiene tras de sí, historias marcadas por sentimientos de decepción respecto a aquellos considerados los suyos y sin embargo, las narraciones centradas en eventos con alto contenido de frustración que tienen como protagonista activo y principal a un familiar o amigo, se repiten tanto, que generan el riesgo de hacernos creer que ellas son absolutas y constantes. Arturo (30 años, Palmira) expresa, tratando de comunicar el dolor que le ocasionó en su momento, sentir que su llegada no representaba el motivo de alegría para sus amigos, que él suponía habría de darse: “uno como que espera que todos los viejos amigos se van a alegrar de verlo”.

Y más adelante agrega… “lo más duro para mi es descubrir que todos estaban cen-trados en el factor dinero”. Cuando Arturo llega a España, se infiere de su discurso, es un idealista, y la migración internacional típica, parece no ser para esta clase de personas, pues no son adaptativas. Es en el fondo la misma queja planteada por Ana Cecilia en relación con la amiga que le hospedó al llegar; ella también quedó marcada por tal experiencia. Angelines por su parte, tiene también una historia, de esas que no se olvidan fácil, cuando casi se congela una noche de invierno y recién llegada a España, porque sus familiares no le habían entregado llaves del piso y debió quedarse fuera de él, esperando que ellos regresaran. El dolor, que aquella y otras experiencias vividas con respecto a quienes consideraba su gente y que esta mujer lleva dentro, queda reflejado en la siguiente frase suya: “te quieren cobrar hasta el último centa-vo… exprimirte. Lo que más duele es que son de los nuestros”.

Pero es la experiencia de César Z. y Dolores, su esposa, la que mayor drama expresa; son los propios familiares de Dolores, quienes les expulsan del piso, el mismo día que César y su pequeño hijo habían arribado de Ecuador. Esta vez la mano amiga que no esperaban, llegó de los titulares del piso, unos colombianos, pero no de sus propios familiares. El recuerdo de ese incidente ha quedado grabado en sus mentes e impregna su discurso, con más dolor y decepción que rabia. Es un hecho; estos cuatro migrantes, tal como muchos otros ecuatorianos y colombianos en España, han comprobado que sus familiares, amigos y compatriotas, llegados antes que ellos, ya no son los de entonces; la migración o este país… o los dos, les han cambiado. Su sensibilidad ha sido afectada y el espíritu gregario que caracteriza a las sociedades de las que proceden parece haberse evaporado por arte de magia en dichas personas. Podemos creer que el estilo y la concepción de vida de las sociedades con mayor desa-

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rrollo material y tecnológico y a las que España hizo su ingreso reciente, mucho más individualistas, les han arropado.

No es suficiente, sin embargo; otro elemento explicativo nos parece muy plausible: puesto que un proyecto económico, familiar o personal subyace al viaje migratorio, los inmigrantes ya establecidos, en este caso en España, se centran de tal manera en su realización que procuran eliminar o por lo menos hacer a un lado, todo lo que pueda percibirse como un obstáculo para su alcance; ello supone, así no sean muy conscientes de sus propios procesos internos, cambios importantes en su jerarquía de valores; el ahorro es ahora y de manera categórica como posiblemente no lo fue nunca antes, mucho más importante que la solidaridad. Los recién llegados a España, presumiblemente habrán de generar gastos para quien los hospede, cosa que estos últimos no estarán dispuestos a tolerar mucho tiempo, por lo que, ante el temor de que tal situación se les pueda convertir en crónica, y teniendo claro ahora, que cada quien debe preocuparse por resolver sus propios obstáculos, optan por cortarla; al nuevo inmigrante no debe quedarle asomo de duda acerca de que no se le permitirá “recostarse”, es decir, volverse una carga económica. Si ha logrado ya, hacerse a un trabajo, podrá, desde la perspectiva de quien le hospeda, contribuir al ahorro, pagan-do lo “justo” por su hospitalidad. Le subyace el convencimiento de que la expresión justo, incluye retribución por su generosidad. Así, la definición de lo que es justo o no, carece de soporte objetivo; es el responsable del piso, quien decide que lo es.

Además, y es acentuado en los migrantes pioneros, los nuevos deberán sufrir, lo que ellos sufrieron para que “sepan como es esto. Aquí uno no se la viene a ganar fácil”. Una conclusión se impone, al menos para esta fase; el ahorro es la unidad de medida de todas las cosas… a que más, si no a conseguirlo, vino un inmigrante, que justifique todos los sacrificios que se han asumido.

El trabajo

El aterrizaje brusco en la nueva realidad se ha producido, y si bien los sentimientos de añoranza y dolor le embargan, una cosa es clara y le impele a ser pragmático; debe conseguir empleo a como de lugar –asunto cada vez más complejo en la crisis mundial que se desató en el segundo semestre del 2008 y que impacta de manera especial a España–. Pronto se da cuenta que no es sencillo para la gran mayoría; el concepto de supervivencia cobra su total sentido en el nuevo migrante, como quizás no lo había tenido antes en su país de origen, donde estaba rodeado de la solidaridad de los suyos; un inmigrante lo expresa así: “uno tiene una idea muy diferente de esta experiencia antes de viajar. Uno ve que la gente manda plata y cree que las cosas son muy fáciles” (Arias, 2007). Pero no, el migrante deberá estar preparado para empezar

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desde abajo en la nueva sociedad ( De la Merced, Sanz y Berrocal 2005) y ello supone muchos, variados y humildes … los más humildes trabajos. La posibilidad contraria no existe para la inmensa mayoría; así lo atestigua César T, quien afirma haber hecho de todo y también Angelines, quien ha sido empleada domestica interna, camare-ra, masajista, guarda y haberse desempeñado en otros empleos. Igualmente Arturo, quien a la par de compartir con el lector, como ha trabajado en construcción, en bares, en la hípica o como guarda raso de un centro de reclusión para adolescentes, confiesa compungido haber perdido el rol social que tuvo en su país, donde estudió pedagogía y ejercía como docente, ocupaciones en las que como él mismo dice, se había ganado el respeto de otras personas. Para este pedagogo, como para muchos otros, no ha sido nada fácil perder estatus social, así se gane en posibilidades econó-micas. Previo al viaje, innumerables personas declaran en Ecuador y Colombia, estar dispuestas a trabajar en “lo que sea” en otro país, si con ello mejoran el ingreso; pero una cosa es afirmarlo en la distancia y otra es asumirlo en la realidad cotidiana.

Ahora, no todos los inmigrantes han hecho el amplio y tortuoso recorrido por las diferentes ocupaciones propias de los niveles bajos de la escala de jerarquía social; hay quienes solo han trabajado en construcción (hombres) y hay quienes (mujeres) solo han trabajado como empleadas domésticas internas. Estas últimas, se ahorran así el pago de arrendamiento; Andrea y Verónica son un ejemplo de permanencia en una misma ocupación; no son trabajos variados los suyos, pero son siempre, trabajos ubicados en la base de la pirámide social. No todas lo soportan. Un buen número de mujeres migrantes tuvieron en sus países, empleadas domesticas en casa y no soña-ron jamás con llegar a serlo ellas mismas en otro lugar de la tierra. Ana María (Vila y Vila, 2005), una bióloga y maestra dominicana, manifiesta a los autores, que nunca hubiera creído que el único trabajo para una inmigrante culta como ella fuese el ser-vicio doméstico. Este, como muchos otros mitos, acompaña en especial a las clases medias de países latinoamericanos con deseo de migrar; “con mis estudios me abriré campo rápidamente en España, donde además se habla nuestro idioma”.

Podemos entonces afirmar que la experiencia de quienes nos han obsequiado su his-toria migratoria para este libro, no es exclusiva de ellos; refleja por el contrario, una constante de los procesos migratorios internacionales. Aparició (2006), a partir de una investigación con colombianos en España, de la que participó, y realizada en el 2002, indica como al comienzo del recorrido migratorio, un 44,5% de los hombres y un 43,1% de las mujeres, se ocupan, respectivamente de la construcción y el servicio domestico, para luego distribuirse en otros empleos. La misma autora señala como son las clases media y alta en Colombia, las mas sacrificadas con la migración, por tanto, al comparar la clase social de los sujetos de la muestra, antes y después de migrar, su porcentaje pasa del 17,6% al 3.7%. Dicho en otras palabras, 4 de cada 5 migrantes colombianos en España, descendieron drásticamente de clase social o esta-

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Rostros de la migración

tus –Arturo es representativo de ellos–. Una similar y llamativa tendencia se observa con los inmigrantes ecuatorianos en España, según se desprende de un informe del fondo de población de las naciones unidas y la FLACSO – Ecuador (UNFPA – FLACSO – Ecuador, 2006), que muestra un notable incremento de los empleados y obreros con la migración y así mismo un notable decrecimiento con la migración, de los patronos o del trabajo independiente. Dolores es representativa, entre ecuatorianos (as), de quienes bajaron su estatus al emigrar. Es posible que sea esa la principal razón de su insatisfacción. El listado de aquellas ocupaciones laborales humildes que aglutinan al 71% de los inmigrantes en España, nos lo presentan De la Merced, Sanz y Berrocal (2005); servicio domestico, agricultura, construcción, hostelería y comercio al por menor. Tal dato es valido para migrantes de diferentes orígenes y no solo ecuatoria-nos y colombianos.

Los salarios

Pocas cosas adquieren en la vida del migrante, la notoriedad de los asuntos relacio-nados con la cuestión salarial; posiblemente no hay otro tema, exceptuando el de la familia en la primera fase de la experiencia migratoria, si aquella quedó allá en su país, sobre el que más se establezcan conversaciones con sus amigos. Tal cosa no incluye solamente a quienes viajaron de manera exclusiva por razones relacionadas con un proyecto económico. También parece ser aplicable, aunque con menor inten-sidad, a migrantes que vinieron por otras razones, pero que al estar aquí, fácilmente se pueden embarcar en una carrera contra el tiempo, por ahorrar lo suficiente para poder regresar en dos o tres años, como es el mito de la mayoría en sus primeras fases migratorias, o en dos o tres años más, como puede ser el caso de muchos de los que ya agotaron el primer plazo sin poder cumplir con su objetivo. Que su regreso dependa de cuanto se gana y cuanto se ahorra, y aún, que su decisión de quedarse en España definitivamente, dependa de una justificación que haga más livianos, eventuales o muy probables sentimientos de culpa, además de posibilitar dicha intención, son co-sas que hacen preponderante o saliente el asunto del salario.

Por lo general el primer contacto con la cuestión salarial, se tiene antes de viajar –al menos por parte de quienes viajan con un objetivo explícitamente económico–, cuando por información de migrantes previos, aquellos que mostraron el camino y generaron el entusiasmo, muchos de los que hoy están en España, hicieron entonces el ejercicio de multiplicar al cambio, descubriendo que en la “madre patria”, podría obtenerse un salario superior a los cuatro millones de pesos colombianos, unos dos mil dólares para los ecuatorianos, cifra impensable en el propio país para las amplias mayorías. Vendrían entonces las cuentas ingenuas al estilo en que lo hicieron César y Dolores; aquellas según las cuales, la mayor parte de dicha cantidad, que por cierto

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se les antoja, una cifra astronómica, podría ahorrarse mensualmente, ignorando que en España, así como se gana en euros, se gasta en euros.

Pero la realidad muestra otra cosa; Garay (2006), a partir de un estudio realizado en el 2005, con colombianos residentes en Madrid, estableció que el 20% de ellos, ganaban entre 500 y 700 euros; el 17% entre 700 y 900; el 20% entre 900 y 1.000 euros y el 18% entre 1.000 y 1.300; salarios que con el elevado costo de vida de la capital española, resulta a todas luces, insuficiente para el anhelado ahorro. El estudio ya referido por Rosa Aparicio (Aparicio obra citada) por su parte, establece salarios aún menores, hasta el punto de que aproximadamente un 90% no supera los 1.200 euros. Recuérdese no obstante, que dicho estudio fue realizado en el año 2002.

Hasta aquí podría concluirse que los salarios de los nuestros son inferiores a las ex-pectativas salariales. ¿Pero podría decirse que son también inferiores a los promedios de los españoles con trabajos semejantes? La revista española XL SEMANAL, en su nú-mero 1.045 de noviembre del 2007, citando como fuentes al ICSA de la universidad de Salamanca y fuentes propias, ofrece una tabla de salarios promedio en España, que nos sirve de referencia y que señala entre otros, los salarios promedios de las si-guientes profesiones: Médico, 4.993 euros; diputado, 4.500 euros; catedrático, 3.800 euros; obrero calificado, 2.600 euros; Ingeniero, 2.230 euros; profesor de instituto, 1.670 euros; soldador, 1.410 euros; albañil, 1.390 euros; cocinero, 1.335 euros; ca-marero, 1.166 euros; dependiente, 1.079 euros; Teleoperador, 886 euros. En todas estas profesiones hay colombianos y ecuatorianos ejerciéndolas en España. Se podría suponer que la cifra que ganan mensualmente gira alrededor del promedio, con ten-dencia a la baja, en especial en los oficios más humildes, donde el grado de control por parte del Estado es menor y por tanto el grado de explotación al inmigrante es mayor, sobre todo, si su documentación en España no está debidamente reglamenta-da. Tal cosa no obstante, las recientes y cada vez más estrictas medidas, promulgadas por el gobierno español y que forman parte de acuerdos de la comunidad europea, tendientes a prohibir la contratación de irregulares, castigando a los empleadores que las transgreden.

Comparando los salarios presentados en el párrafo anterior, incluidos aquellos referi-dos por los estudios de Garay y Aparicio, con los que han reconocido obtener nuestros (as) protagonistas de la primera parte de este libro, se puede constatar que nuestros (as) entrevistados no salen mal librados. Recordemos que los ingresos mensuales de César T., son del orden de los 2.500 euros; que en Angelines son de 900 euros; César Z, 1.200 euros; Verónica, 750; Arturo, 1.600; soñadora, 1.100 euros (con medio tiem-po adicional); Teresa, 800-900 euros (medio tiempo); Ana Cecilia, 1.400 (con turnos adicionales); Luis, aprox. 2.200 (con turnos extras) y Oscar, un poco más de 1.000

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euros. Varios de ellos, presentan ingresos en general superiores al promedio para este tipo de ocupaciones. ¿Cómo lo han logrado?

Presumiblemente la respuesta podría estar en cuatro factores presentes, tanto explici-ta como implícitamente, en sus discursos narrativos y que podríamos sintetizar así: a) En el reconocimiento del que en general parecen gozar colombianos y ecuatorianos, como buenos trabajadores, comparados con aquellos de otras latitudes, si acogemos como ciertas las orgullosas expresiones que en tal sentido nos compartieron los mis-mos migrantes protagonistas de este libro y unos cuantos españoles conocedores del tema, a los que se entrevistó. b) En la fuerte disposición de los nuestros a tratar de abrirse paso en España, intentando una y otra vez, hacerse a un mejor empleo, esto es, a una actitud no conformista que les lleva a la búsqueda constante por mejorar sus condiciones laborales por medio de la movilidad personal. c) Al hecho de que muchos tienen trabajos parciales extras, como ocurre en los Estados Unidos, donde el Part Time es corriente entre los migrantes latinos, y d) En las condiciones laborales relativamente elásticas de la sociedad española (demanda alta de empleo, legislación laboral favorable al propósito anterior, etc.) que permiten al inmigrante salir fácil de un empleo y obtener otro, así mismo con facilidad. Esta afirmación es valida para el momento en que las entrevistas fueron realizadas –2007–. Así por ejemplo, en un lapso de 2 meses, varios de los entrevistados cambiaron de empleo. Es claro que con el advenimiento de la crisis económica mundial que ha golpeado duramente a Espa-ña, e incrementado el desempleo, desde el segundo semestre del 2008, el cambio de empleo resulta complicado y riesgoso para el trabajador.

Es en conjunto evidente que las condiciones mencionadas puedan beneficiar a los más hábiles, que optan, como lo indicamos ya, por la movilidad individual. Los suje-tos cuyas historias fueron seleccionadas para el libro podrían pues dejar una sensa-ción equivocada en tal sentido, que no refleje necesariamente la realidad que viven muchos otros. Por ejemplo, un considerable número de entrevistados, cuyas narra-ciones no se incluyen aquí, se quejaron al autor, acerca de las diversas formas de sobreexplotación a que han sido sometidos muchos inmigrantes por su condición de indocumentados.

Ahora, regresando al aspecto salarial y como ya se dijo en otro lugar, las cuentas ale-gres que suelen hacer los potenciales migrantes con motivación económica, pecan por lo general de una buena dosis de ingenuidad, ya que los gastos en que debe incurrir un inmigrante son elevados; el pago del piso y la alimentación, que en España son costosos, en especial el primero; el giro o remesa, que por lo regular se envía mensual o bimensualmente a la familia; el pago de la deuda adquirida para el proyecto migra-torio y otros gastos de los que se hablará más adelante, aplazan el cumplimiento de las metas una y otra vez.

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El piso

Uno de los más serios problemas de las grandes ciudades españolas es el de la vi-vienda; su déficit posiblemente sea el principal causante de su elevado costo, por lo que en promedio, un piso –apartamento– puede tener un precio de compra que oscila generalmente en el 2007, antes de estallar la crisis económica mundial, entre 200.000 y 500.000 euros, dependiendo de su ubicación y características, lo que incluye si es de antigua o reciente construcción; esto, extrapolado a pesos colom-bianos es equivalente a un valor de $600 a $1.500 millones. Para un ecuatoriano comprar un piso en Madrid o Barcelona, significa desprenderse de una cifra entre 300.000 y 750.000 dólares aproximadamente. Los hay más baratos y los hay, aún, mucho más caros. Los arrendamientos son por tanto, en concordancia con su valor comercial de compra-venta, demasiado elevados para el bolsillo de un inmigrante. Un piso de 60 a 80 Mts2, tiene un canon mensual que usualmente oscila entre 600, los baratos y 1.200 euros, los de valor medio en las zonas donde suelen vivir los inmigrantes. Unos y otros son, pues, los accesibles de manera corriente para los in-migrantes típicos, pues en un estrato alto, el arrendamiento de un buen piso puede superar los 4.000 euros al mes (12 millones de pesos en Colombia y unos 6.000 dólares en el Ecuador).

El lector, conocedor de los ingresos promedio de los inmigrantes, podrá entonces tratar de descifrar cómo logran estos vivir con un salario inferior a 1.500 euros men-suales, que es el de la mayoría, no solo de migrantes, sino de españoles. La respuesta para los primeros es el hacinamiento. Quien gane un salario promedio y desee vivir solitario en un piso, deberá desprenderse de las tres cuartas partes de sus ingresos, exclusivamente para pagar su alquiler. De ahí, que Arturo afirme, “uno se gastaría todo pagando un piso”. Surge entonces la estrategia del piso compartido entre varios; un piso, que de manera corriente tiene 2 ó 3 habitaciones, es compartido por tantos inmigrantes como habitaciones tiene en el mejor de los casos, y por 3, 4, o aún 5 personas por habitación en el peor (situación, que hay que reconocerlo, no es la de la mayoría, siendo además ilegal). De esa manera, el gasto que cada uno destina al pago del arrendamiento tiende a situarse entre 150 y 500 euros.

Soñadora, quien vive en el exclusivo sector de las Rosas, comunidad de Madrid, com-partiendo un piso grande con no menos de 15 bolivianos y César T., quien ha contado como cuando su primo viajó a Ecuador, dejó su habitación de Barcelona a 5 compa-triotas, ofrecen ejemplos gráficos de un mayor hacinamiento. Este último parecería ser, entre los suramericanos, más común en migrantes ecuatorianos y bolivianos. No obstante, está por establecerse plenamente, si se trata de eventos particulares cono-cidos por el autor, o de tendencia generalizable a una proporción mayor entre dichos colectivos. De ser cierta la segunda posibilidad, podría originarse, más que en prácti-

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cas culturales traídas de sus países, como si parece ser el caso de muchos africanos, en una fuerte disposición al sacrificio, propia de las gentes de las zonas altas de los andes; sacrificio que se haría en función del ahorro.

Un aspecto digno de ser analizado y relacionado con la tendencia a compartir el piso, que según Garay (obra citada) se presenta en un 60% de los migrantes colombianos en Madrid, es el de las frecuentes dificultades que tal práctica suele ocasionar cuando el piso se comparte con personas diferentes a la familia. Por ejemplo, se invaden los espacios personales de sujetos que culturalmente no están familiarizados con ello. Además del malestar psicológico que puede darse al sentir la invasión del espacio personal, es común, que cuando tal cosa sucede, los individuos pretendan que los otros se adapten a su estilo de vida, más que adaptarse con facilidad al estilo de vida ajeno. Ocurre con mayor razón cuando se comparte piso obligadamente por razones económicas y no como expresión de voluntades.

Ana Cecilia señala uno de los problemas corrientes que ella enfrenta; “a mi me gusta mucho la limpieza y el orden…”. Tratar de exigirlo a otros con quienes se comparte piso, que no son así mismo ordenados, puede ocasionar fricciones. Importante des-tacar también que no solo el aseo y el orden crean dichas fricciones personales. Las crea además el turno para la ducha y el uso del baño, que se gaste mucho el pápel higiénico y las servilletas, se prendan o apaguen las bombillas de luz eléctrica, se to-men alimentos de la nevera, comprados por el compañero de piso, o se eleve el volu-men de la televisión o la música. La convivencia cotidiana exige de las personas, una fuerte disposición a negociar constantemente los pequeños conflictos y los migrantes deben hacer un curso extrarrápido, sobre la marcha de los acontecimientos, lo cual les resulta a muchos, extremadamente difícil. Fracasos reiterados en tal sentido, pue-den conducir como lo refiere Angelines, a un interminable trajinar de habitación en habitación… de piso en piso.

Pero los problemas de convivencia en los pisos, no se presentan solamente con los connacionales; consuetudinariamente se ocasionan con vecinos españoles por los ruidos producidos por los inmigrantes, como lo han destacado entre otros, Arturo y Angelines; cuando los inmigrantes elevan el tono de la voz, ríen a carcajadas, sus niños saltan en los frágiles pisos, se eleva el volumen del equipo de sonido con una canción tropical, o aún, cuando una persiana cae para proteger del frío ocasionado por los fuertes vientos otoñales, se exponen a la visita inmediata del ocupante de un piso contiguo, quien a veces amablemente, a veces desencajado, exige silencio y ame-naza con llamar a la seguridad si no se escucha su reclamo. En ocasiones el llamado a la seguridad se produce antes de la amenaza. En muchas otras tal reclamo resulta comprensible, dada la fuerte inclinación de aquellos venidos del trópico a escuchar su música predilecta con altos decibeles, o su predisposición a transgredir ciertas nor-

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mas de convivencia, como bien lo reconoce e ilustra con ejemplos, José Luis, asunto de todas maneras, mucho más corriente en sus países de origen.

El problema es que no resulta extraño que en otras ocasiones como consta al autor, los ruidos del vecino español puedan superar en volumen y frecuencia a los del inmi-grante; pero estos no son los ruidos que perturban; se perciben como los ruidos que produce “el dueño de casa”, lo cual es un otorgamiento de derechos abiertamente discriminatorio a los de su propia cultura, en la medida en que estos mismos no son otorgados al migrante, sea este incluso, ciudadano español ahora. Para un buen número de españoles, un migrante no deja de ser un visitante no deseado y psicoló-gicamente es mucho más molesto un ruido producido por un “intruso”, que el mismo producido por alguien de la casa.

Ocupación del tiempo libre

Son muchas y variadas las actividades en las que los inmigrantes ecuatorianos y co-lombianos ocupan su tiempo libre, en especial el fin de semana –ya que en el trans-curso de esta, son pocas las horas que disponen para si mismos–, como lo son también las de quienes residen en Colombia y Ecuador. Varios de nuestros entrevistados hicie-ron alusión expresa a tales actividades; en otros, el conocimiento de ellas provino de la observación originada al compartir su tiempo, o de charlas informarles previas o posteriores a la entrevista semiestructurada.

Fue así como pudimos conocer que el celular o móvil, está en la agenda diaria de casi todos, de una manera a veces compulsiva, como lo está dormir casi que invariable-mente hasta muy tarde los sábados y domingos –lo que naturalmente llega al limite mas alto en las estaciones frías–; que ver la televisión entretiene relativamente a po-cos (César y Andrea la señalan entre sus pasatiempos favoritos), con la excepción de las transmisiones en directo de los partidos de fútbol que protagonizan el Real Madrid y el Barcelona F. C. (César Z., Luis, Arturo) que son seguidos con mucho interés por la mayoría de los hombres migrantes de nuestros países, tal vez por que el fútbol es una pasión de multitudes, en especial masculinas, casi en cualquier lugar del mundo occidental, o tal vez por que es una de las buenas y efectivas maneras de integrarse a la sociedad española, pues hablar con entusiasmo del último partido del equipo amado, Real Madrid o Barcelona, convierte al inmigrante en alguien que comparte identidad con millones de ibéricos.

La observación ha permitido conocer también, que el aseo del propio piso continua siendo una preocupación expresa en el conjunto de mujeres, que no en el de los hom-bres –recuérdese que la mayoría de las entrevistadas lo mencionan como actividad de

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fin de semana– con lo cual hacen extensivo a territorio español la división sexual del trabajo, que es típica de sus países de origen. Tanto es así, que muchas mujeres tienen por costumbre en su tiempo libre, asear el piso de sus amigos y/o novios, también migrantes.

Así mismo se pudo constatar, que las compras del día sábado están agendadas, pues, este es uno de los placeres que se permiten; que el paseo de la historia, que tanto dis-frutan Oscar y Cecilia y el cual les lleva a recrearse con la contemplación de edificios y palacios centenarios ya no entretiene, años después, a todos los migrantes, pues un porcentaje importante de ellos, están centrados en otros asuntos relacionados con el proyecto económico y la contemplación estética no forma parte de sus prioridades; se hace evidente de igual manera, que el hábito de leer, si alguna vez se tuvo, es algo que escasea de manera alarmante entre los migrantes entrevistados y observados, con raras excepciones (Oscar, César Z., Edgar, docente de origen palmirano, residente en Barcelona, forman parte del pequeño grupo de quienes siguen disfrutando de un buen libro y claro está, los asilados políticos de procedencia académica).

El Internet en cambio, crece de manera impresionante en sujetos ávidos de comu-nicación alternativa, quienes al parecer, más que en el país de origen, pasan horas, haciendo correr los mismos e-mails de unos a otros, como diciendo a los amigos en su país o en el mismo exilio, “aquí estoy. Existo”. Tales manifestaciones son mas evidentes en los jóvenes y en ello no se diferencian de los pares en sus respectivos países; solo que genera la impresión de que el internet ocupa mas espacio vital en los primeros que en los segundos, en especial entre aquellos que enfrentan proble-mas de adaptación al medio español, con lo cual su relación con el mundo social es cada vez mas virtual; para muchos inmigrantes es tarea obligada cada día, sentarse ante el computador –ordenador, en España– por varias horas, luego de su trabajo, con el único propósito de enviar un mensaje y otro, de los que circulan en la red, con lo que, mas que ser emisores o protagonistas de la comunicación, son el medio que la difunde.

Pero hay dos actividades recreativas que contribuyen de manera notable al mante-nimiento de la identidad de origen, como son, escuchar las emisoras de inmigrantes que transmiten música y noticias de la cultura de la que se proviene –da la impresión de ser mas acentuado entre colombianos– y visitar restaurantes que ofrecen comida típica de su país, sea este Colombia o Ecuador. La proliferación, tanto de emisoras como de restaurantes, que contribuyen a mantener en lo alto el orgullo por lo nacio-nal, es un fenómeno relativamente reciente, llegado con la migración masiva de los últimos años y que contribuye sin duda, a garantizar que la experiencia migratoria sea menos nostálgica que como quizás lo fue para los pioneros, logrando así, que la añoranza del origen permanezca atrapada por lo menos en las papilas gustativas o en

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los oídos a través de las canciones de antaño regrabadas por el cantante de moda que, por cierto, suele visitar cada tanto, las grandes ciudades españolas.

Habría que decir también, que aquellos que emigraron con su familia o que pudieron reagruparse con ella después de mucho esfuerzo, como también quienes hicieron suya la familia de su pareja (ejemplos de unos y otros son: Luis, César Z., Andrea, Verónica, Teresa, María, y Ricardo, estos últimos migrantes colombianos en el país Vasco) conocen en tierras lejanas el placer de, sencillamente estar con los suyos. “Es-tar con la familia”, es una expresión que brota mucho de sus labios, cargada por si sola de contenido, queriendo tal vez con ello, significar que no importa tanto el lugar o la actividad; lo que verdaderamente importa en tierras extrañas, es blindarse afecti-vamente en compañía de los suyos; que la migración tiene sentido solo con ellos. Eso es lo que reconocen de una u otra manera, Teresa y Luis entre otros.

Otras actividades que merecen comentario especial, son, la visita al locutorio y el compartir con los amigos que tienen las mismas raíces culturales, sean estas colom-bianas, ecuatorianas o sencillamente latinoamericanas y las cuales forman parte del ritual de fin de semana.

Sobre el papel del locutorio en la vida de los inmigrantes en España, e independien-temente de que la mayoría no lo haya explicitado en su narración, como si lo hizo Ana Cecilia, quien religiosamente llama a su hijo los días sábados, desde uno de estos lugares, hay que decir que aquellos –los locutorios- les son esenciales en tanto simbo-lizan mas que cualquier otro, el punto de encuentro con los propios; con los de allá, al otro lado de la línea telefónica o de la red de internet. Su importancia es tal, que no es exagerado afirmar que sin ellos, la comunicación con la familia en el origen no tendría punto de comparación con la que hoy mantienen.

El locutorio, llamativamente invisible para la mayoría de españoles, que pasan por sus puertas como si no existiese, como bien lo registran Parraga, Mena y Alvarado (2005), cobra vida en la medida en que hay inmigrantes; es su razón de ser y su ori-gen. De hecho, lo extraordinario es encontrar un locutorio que no sea propiedad de uno de estos, o por lo menos administrado y operado por quienes tienen la misma condición que aquellos que constituyen su clientela. Es más, allá en el origen, prolife-ran hoy establecimientos del mismo tipo, que cumplen exactamente la misma función en la dirección inversa; comunicar a la familia con quien hizo parte de la diáspora. Es la demostración de que hay fuerte migración internacional; ha terminado por ser un pedazo de patria en el exilio, en el que corrientemente se realizan también envíos de dinero o giros, adelantándose en este sentido a los bancos que hoy tratan de recupe-rar el monopolio. El inmigrante envía la remesa, llama luego a su familia y después, es muy probable que muchos se sienten frente al computador, para escribir unos

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cuantos correos a sus amigos o comunicarse por el Messenger ahora, con su familia. El dolor marcado de los primeros tiempos, es matizado por lo menos, gracias a estos lugares.

Permite además el locutorio, a fuerza de visitarlo una y otra vez, entablar relaciones en múltiples ocasiones, con el del lado, el de la otra cabina, quien ahoga con sus gritos, los propios, hablando con su familia al otro lado de la línea; instruyendo a su pareja, madre o hermana, sobre el uso del dinero, o jugando a que aun orienta los procedimientos educativos de los hijos pequeños o adolescentes. El locutorio es por lo general, una de las primeras vías a través de las cuales, los recién llegados logran socializar con compatriotas u otros inmigrantes que hablen su mismo idioma y com-partan su mismo drama, sus mismas esperanzas. Esto a pesar de que en principio son seres cuya proximidad física, dada la estrechez de los locales donde suelen funcionar, contrasta con la distancia psicológica que con aquellos se tiene.

En cuanto a la segunda actividad referida, las reuniones con los amigos de su misma nacionalidad o con migrantes de otros países latinoamericanos, tales pueden darse en diferentes contextos y con diferentes y aparentes propósitos. Aparentes, porque el objetivo fundamental que subyace, suele ser el encuentro consigo mismo, con la raíz, a través del otro, ya que lograr un grupo con el cual identificarse es esencial, aun más en un país extraño, donde con frecuencia se es discriminado y donde además dicha discriminación puede impactar psicológicamente en forma severa. Podemos identifi-car así, varias y diferentes tendencias, las más importantes de las cuales se expresan en los testimonios ofrecidos por los entrevistados. La primera tiene que ver con la predisposición rumbera propia de los colombianos y también ecuatorianos de la zona costera (ver Arturo y César T., por ejemplo). Para muchos, igual que ocurre en sus países y zonas de origen, resulta impensable un fin de semana, sábado o domingo, en el que no se visite una discoteca. Solo que para ellos, en España, cumple una función adicional, muy probablemente de mayor valor que en el origen, y es la de fortalecer los lazos comunes con quienes les rodean; sentir que no están solos, que pertenecen a un grupo.

En la discoteca, a la vez que se consume licor y se baila al ritmo de la música alegre de moda o de aquella que evoca los recuerdos, provenientes ambas de su cultura, se socializa y galantea. Esto ultimo –el galanteo con los que comparten el origen–, parece ser mas acentuado en los colombianos, en conjunto, como se ha establecido antes (Zlobina 2004a; Darío Páez, entrevista personal), mas proclives al fin y al cabo, a buscar establecer relaciones endogámicas.

La visita periódica a la discoteca, que como se ha insinuado, no es absoluta entre quie-nes comparten su origen, representa ventajas y desventajas para quienes la practican;

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entre las primeras, recordemos, están: a) que se logra un mayor grado de cohesión e identificación con el propio grupo. b) Que permite un mayor ejercicio de la endoga-mia, entendiendo por tal al conjunto de comportamientos de galanteo, conducentes al establecimiento de pareja sexo-afectiva, dentro del propio grupo cultural, con lo cual aquel se mantiene fortalecido y vital como colectividad, y c) que al desarrollarse dicha actividad en espacio cerrado, se hace menos visible y resulta por lo tanto menos agresiva para los españoles. Entre las desventajas, se puede citar el que se trata de una actividad frecuentemente asociada al consumo de licor –igual que ocurre en su país– y que estimula además la estrategia de la separación, con lo que la integración al medio español se hace mas difícil y complica por tanto la vida a personas que no obstante, van a continuar viviendo en España. (Ver Zlobina, 2004; Berry, 2001; Páez y Zlobina, 2007).

Los ecuatorianos de la sierra por otro lado, como lo señalan César Z., Dolores y An-gelines, entre otros, comparten con inmigrantes bolivianos y en cierta medida con muchos peruanos, el gusto por la bebida en espacios abiertos, en especial parques, donde se reúnen en gran número los fines de semana. Dicha práctica, posiblemente de mayor aceptación en su país y comprensible además, dado que no disponen de otros espacios para reunirse, es, al igual que en el caso anteriormente citado de la discoteca en los colombianos, una práctica que les permite socializar con los suyos, mantener viva su cultura, desahogar emociones hablando de sus seres queridos y su patria lejana (Guarderas y Montenegro, adelantaron un estudio cualitativo, publica-do en el año 2007, con mujeres ecuatorianas que se reúnen en parques con los mis-mos propósitos), y por tanto alimentar su identidad nacional, pero les expone, al ser altamente visibles, al rechazo de muchos españoles en los que se produce la sensación de estar siendo invadidos, produciendo además vergüenza en otros ecuatorianos, que como César Z., Dolores y Angelines, sienten que con ello se ofrece una mala imagen y procuran por tanto, distanciarse de aquellos compatriotas que beben en espacios públicos.

Naturalmente que no solo en discotecas y parques pasan su tiempo libre y se recrean los inmigrantes. La visitas de fin de semana al piso de un compatriota, escuchar mú-sica, preparar con gusto y alarde un buen plato de comida típica colombiana o ecua-toriana, a la vez que compartir pesares, nostalgias, decepciones y esperanzas, son expresiones usuales de búsqueda de soporte emocional y fortalecimiento del orgullo nacional y la identidad. También lo son los centros de apoyo a los inmigrantes, forma-dos con frecuencia por iniciativa incluso de ciudadanos españoles y obviamente, las asociaciones nacionales respectivas, que no solo abogan por los derechos de quienes portan un rotulo afín, si no que también generan espacios para el compartir. Los pri-meros, como es el caso de Entre culturas, reciben cada fin de semana a varias doce-nas de inmigrantes, como soñadora, Verónica y su novio colombiano o Angelines.

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Centros y asociaciones, asombrosamente poco visitados (as) por la mayoría de mi-grantes, ofrecen varias grandes ventajas. Citemos entre ellas, las siguientes: a) recibir apoyo emocional. b) Socializar con los suyos y fortalecer la identidad con el grupo de origen. c) Oportunidad de aprendizaje en áreas de utilidad práctica en España. d) Favorecerse de información y/o gestión que facilite la consecución de empleo o los trámites de sus documentos. Ahora, si se trata de centros de apoyo a inmigrantes de nacionalidades diversas, dinamizados por españoles, se agregarían como venta-jas, la posibilidad de interactuar con estos en un plano de cooperación y afecto, lo cual indudablemente habrá de favorecer su integración a la sociedad española, a la vez que la posibilidad de construir una identidad alternativa, la de inmigrante, en especial inmigrante latinoamericano. El análisis de este hecho, se presentará en un capitulo posterior. Es ello lo que permite que sean precisamente aquellas personas que frecuentan un centro de tales características, como lo hacen Angelines, Verónica o soñadora, quienes logren una red de apoyo plurinacional, lo cual se comprueba al pasar revista al listado de sus buenos amigos.

Adaptación a la cultura española

“Esto no es fácil. Para triunfar en España, hay que estar dispuestos a pasar dificulta-des y a sufrir”. La anterior frase, constituye una sentencia frecuentemente esgrimida, mediante la cual, los migrantes veteranos pretenden oficiar el rito de iniciación de aquellos que apenas dan comienzo al periplo migratorio. Ya no son los correos opti-mistas que los primeros enviaban a los segundos, cuando aún residían en el origen y mediante los cuales invitaban a conquistar un nuevo mundo; es una advertencia lapidaria que indica al recién llegado que debe prepararse, mediante un conjunto de estrategias de afrontamiento, para salir avante en los obstáculos que esa nueva rea-lidad le plantee. Y no son los obstáculos ya señalados en este capitulo solamente; los hay tal vez mayores y entre ellos, están naturalmente, los relacionados con el choque cultural. Este último es definido por Moreno y Vallejo (2005) y siguiendo a Overa, como “la experiencia de estrés y ansiedad provenientes de la pérdida de símbolos y signos familiares que tienen lugar por la exposición a un ambiente extraño”. La ex-presión ambiente extraño, significa muchas cosas, entre ellas y en el sentido que nos ocupa, un medio social en el que las situaciones sociales y el comportamiento de las personas, no obedecen a la lógica a la que uno está acostumbrado y resultan por lo tanto, generadores de estrés y rechazo. Exigen pues que el migrante haga uso de lo mejor de sus herramientas para lograr una adaptación satisfactoria.

La adaptación a la nueva cultura, es según Ward y Cols (2001), de dos tipos: a) psicológica y b) ajuste socio-cultural. Este último tiene que ver con el aprendizaje cultural. Veamos cuales son las mayores dificultades que ecuatorianos y colombianos

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entrevistados, reconocen haber encontrado para adaptarse al medio español. Varios testimonios, nos sirven de muestra:

“Para mí no ha sido fácil adaptarme… sientes esa frialdad… hay dos costumbres a las que no he podido adaptarme… la primera es la presión para que hagamos silencio en los pisos…otra… es… su desaseo y desorden; no se duchan ni se cepillan los dientes” (Angelines).“El problema para mi, no son tanto sus costumbres como su manera de ser… hablan tan fuerte… como agresiva. Su estilo de vida es muy agitado” (Luis).“No ha sido fácil adaptarme a ciertas costumbres españolas… lo fundamental es la falta de baño” (Soñadora).“Los niños españoles son insoportables por que los malcrían de una forma terrible… ho-rrible ver a los niños gritar a los padres… son muy gritones los españoles… los españoles son guarros, no los puedo soportar… aquí nadie se interesa por nadie” (Ana Cecilia). “Cuando escuchaba a un español diciendo me cago en la virgen o me cago en tu ma-dre, se me hacía durísimo” (Arturo). “Lo que menos me gusta de las costumbres españolas es como celebran la navidad y año nuevo. Es toda apagada; no hay árbol, no hay luces, belenes ni regalos” (Verónica).“El trato chocante que tienen… tutean a cualquiera… también el despotismo con los mayores; son muy agresivos, poco respetuosos… otra cosa es que los pisos aquí son muy pequeños… los jóvenes son muy directos, déspotas… y los niños malcriados” (César).

En general, los hábitos y las costumbres españolas, de más difícil aceptación por par-te de los entrevistados, parecen ser: a) La mayor distancia en el trato personal por parte de los españoles. Ello tiende a interpretarse como frialdad, dureza, carencia de calidez e interés por la persona, autoritarismo, agresión. b) La forma directa de hablar por parte de los españoles. Se percibe como agresión. c) El trato de los niños y los jóvenes para con los adultos. Se percibe como falta de respeto. Se le atribuye al método educativo menos centrado en la autoridad y la obediencia, por lo que los niños y jóvenes son percibidos como malcriados. Esto produce un fuerte impacto en los migrantes de ambos países, que temen, en caso de reagrupación familiar, que sus hijos, puedan aprender dicha forma de relacionarse con los adultos. d) La falta de aseo personal diario, por parte de muchos españoles –que no son todos, ni probable-mente mayoría– lo cual en Colombia y Ecuador, es mucho más infrecuente. e) Las expresiones consideradas vulgares, por parte de la mayoría de españoles con quienes se relacionan. Impacta especialmente la expresión “me cago en tu madre… en la virgen… en Dios”, figuras veneradas en los países andinos, por lo que, para sus nacio-nales, estas expresiones son blasfemas. f) Los pisos pequeños y de poca privacidad, lo cual les expone, como varias veces se muestra a lo largo del libro, a los constantes reclamos por parte de los españoles, por lo que estos últimos consideran escándalos inaceptables. g) Las celebraciones navideñas, percibidas como mucho más frías en España que en Latinoamérica, por los inmigrantes de este origen, lo cual incrementa

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su nostalgia en diciembre. Es por ello, que la mayoría prefieren visitar su país y sus familias en estas fechas. h) El individualismo de la sociedad española –que no es el mayor entre las sociedades desarrolladas–, se interpreta como egoísmo; como que a nadie le importa lo de nadie.

Los aspectos referidos por los migrantes en sus historias migratorias, se ilustran con creces, por que según González y Aguilera (2004), el choque cultural y la nostalgia por el país de origen, son señalados en un estudio, como los dos elementos que más fuertemente golpean a los integrantes de la diáspora internacional. Golpean más, quizás, en la medida en que resulte cierta la afirmación de Srivastava, Locke y Bartol (2001), en el sentido de que a mayor devaluación de un grupo minoritario (migran-tes), por uno mayoritario (españoles), más se fortalece la distintividad del primero, como intento suyo por afrontar las amenazas. Esto es, en otras palabras, que las di-ferencias percibidas con los españoles, tenderán a verse mayores, y más grandes sus “defectos”, si se sienten excluidos y rechazados por aquellos.

Finalmente debemos señalar, que la adaptación exige superación de las dificultades y ello supone entre otros, el desarrollo de habilidades especiales que permitan abrirse camino; ser excelentes trabajadores, buenos en el uso del idioma, alegres, o magní-ficos bailarines de salsa, son entre otras habilidades, varias de las desplegadas por nuestros entrevistados. Basta recordar las narraciones de César T., Arturo, José Luis, y soñadora, entre otros, para entender el esmero que ellos ponen en sus acciones.

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Relaciones personales

En este apartado examinaremos brevemente: a) Las relaciones personales que los inmigrantes establecen con miembros de su propio grupo, esto es, de colombianos con otros migrantes colombianos en España y de ecuatorianos con ecuatorianos que residen también en España. b) Las relaciones personales que tanto colombianos como ecuatorianos establecen con ciudadanos españoles. Y c) Las relaciones con miembros de otras comunidades migrantes en aquel mismo país.

Fieles a la metodología planteada, el referente o insumo principal para este capitulo, proviene de los testimonios o historias incluidas en la primera parte del libro, pero sin olvidar, tanto los aportes que se originan en las diferentes entrevistas adelantadas con otros migrantes colombianos y ecuatorianos cuyas historias no son explicitadas aquí, como aquellos que se derivan de la observación.

La relaciones con el propio grupo

La importancia de analizar comparativamente la relación personal que los inmigran-tes establecen con miembros de su propio grupo o nacionalidad de origen, Vs la relación que ellos mismos establecen con los miembros de la cultura anfitriona –es-pañoles– radica en que tal aspecto constituye, según los más importantes investiga-dores de la psicología transcultural, uno de los dos grandes indicadores, junto con la actitud frente a la conservación de las costumbres de la cultura de origen, Vs. La ac-titud frente a la cultura anfitriona, de lo que se conoce como actitud de aculturación (ver Berry, 1997; Berry, 2001; Zlobina, 2004a; Páez y Zlobina, 2007; Basabe y Páez, 2004). Entendemos entonces por actitud de aculturación, a la predisposición positiva o negativa de un migrante a adquirir pautas culturales y a relacionarse con personas, de la cultura anfitriona a la vez que su predisposición, positiva o negativa a mantener pautas culturales y relaciones con los individuos de su propia cultura.

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La lectura cuidadosa de las narraciones de cada uno de los sujetos entrevistados, y en particular de los incluidos en la primera parte del libro, permite apreciar en el caso de los colombianos, que su relación con los miembros de su propio grupo tiende en gene-ral a ser buena y valorada por ellos. Que tienden así mismo, a compartir con estos su tiempo libre. Su discurso no constituye en ningún caso, y en este sentido, experiencia de unos pocos; “con los colombianos tengo buenas relaciones”, dice soñadora; “con los colombianos me he llevado bien “afirma Ana Cecilia. Como “normal” describen la relación con sus compatriotas, Teresa y Arturo. Agrega además Ana Cecilia que, “con el ambiente colombiano, uno la pasa rico”, expresión que condensa lo manifestado por muchos otros y que pretende reconocer en pocas palabras, la tendencia alegre, mamagallista (bromista) y fiestera del colombiano, lo cual contribuye a una cohesión relativamente fuerte, lo mismo que a la llamativa vitalidad de esta comunidad en Es-paña, comparada con otras (Páez y Zlobina, 2007; Páez, entrevista personal).

Es posible que esta buena relación de los colombianos con otros miembros de su grupo, pueda alimentar a su vez en gran medida, la predisposición de este colectivo a “encerrarse” en si mismo, es decir, a producir cierto nivel de aislamiento con rela-ción a los españoles –si bien el autor no cree que sea la única causa que lo explique–. Es, como se afirma en otro capitulo, lo que se conoce en la psicología social y otras disciplinas cercanas, como estrategia de separación, consistente básicamente en man-tener una actitud proclive a las costumbres y personas de su propio grupo cultural y cerrada ante los miembros y costumbres del grupo dominante, los españoles para este caso. Pero no son absolutas las buenas relaciones –como no podrían serlo–; son matizadas en algunos colombianos, como queda plasmado en las afirmaciones de Ana Cecilia y Soñadora y es igualmente sostenido por otros compatriotas. Se refleja claramente cierto grado de resentimiento con los suyos, por cuenta de la explotación a que muchos de estos someterían a sus connacionales. Dicho resentimiento, si bien no es generalizado, ya que se reconocen así mismo manifestaciones de solidaridad, si afecta a un buen número de integrantes de la diáspora.

Otro ingrediente que matiza también la relación con los suyos, es el miedo de muchos colombianos a verse involucrados en asuntos de narcotráfico, tema ya abordado pre-viamente por Mejía (2007) y Bidegain (2006), entre otros autores. Dicha razón hace que una franja importante de naturales de este país, residentes en España, eviten en lo posible la relación con sus compatriotas, tomando distancia de estos. El estigma que cae sobre los colombianos, de narcotraficantes y violentos, del que son plena-mente conscientes todos aquellos con los que el autor pudo compartir, es un pesado refuerzo a dicho temor; recuérdese la expresión de Luis en tal sentido; “he sido más bien temeroso a verme involucrado en los asuntos de otros, como drogas o algo así… uno nunca sabe”. Luis no se queja de experiencias negativas con otros colombianos,

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no refiere problemas o mala relación con ellos; solo manifiesta temor a verse involu-crado en asuntos de droga o afines, razón por la cual, él y su familia, mantienen una prudente distancia de sus connacionales.

Las narraciones de los ecuatorianos por otro lado, tanto las de aquellos cuyas histo-rias migratorias son recreadas en este libro, como las que provienen de entrevistas realizadas con sujetos que mantienen su condición anónima, reflejan cierto grado de complejidad y heterogeneidad. En efecto, en contraste con el mayor predominio observado entre los colombianos, de la tendencia a buscar los de su propio grupo y a lograr una mayor interacción con ellos, se aprecia entre los migrantes ecuatorianos que han compartido sus historias, cierto equilibrio entre quienes manifiestan tener una buena relación con los suyos y quienes se declaran distantes y deliberadamente evitativos con los de su país de origen. Es más, parecería que cuando dicho equilibrio se rompe, lo hace en esta última dirección. Andrea y Verónica por ejemplo, son repre-sentativas de quienes confiesan buenas relaciones con otros inmigrantes provenientes de Ecuador, mientras César T., César Z. y Angelines, lo son, de aquellos que argumen-taron tener pobres relaciones con los mismos, e incluso procurar evitarlos.

Puesto que una mejor relación con los miembros de su propio grupo social y en especial cuando se reside en una cultura diferente a aquella de la que se procede, parecería no requerir mayor explicación, siendo la respuesta esperada, ya que como lo insinúan Dovidio, Gaertner, Flórez y Snider (2001), contribuye a la construcción de identidad grupal, como estrategia que ayude a contrarrestar los perniciosos efectos de la estigmatización, vale la pena, si, que se haga un esfuerzo por ahondar en las razones que factiblemente den cuenta de la predisposición de muchos ecuatorianos a mantenerse alejados de su propio grupo en España.

Varias posibles explicaciones, unas de mayor visibilidad que otras para los propios migrantes ecuatorianos, pueden facilitarnos la tarea comprensiva. En primer lugar podría tratarse de una consecuencia obvia del esfuerzo que hacen muchos inmigran-tes –y muy fuerte en nuestra opinión, en los ecuatorianos– por integrarse a la socie-dad española, lo cual podría llevarles a marginarse de sus compatriotas, ya que de lo contrario se estaría dificultando el cumplimiento de su objetivo, al mantenerse atados a su propia cultura y los miembros de esta. En realidad no se trataría en el sentido estricto de una estrategia de integración, si no de asimilación (ver Berry, 1997, 2001; Zlobina, 2004a, para ampliación de los conceptos), la que conduce a la absorción del migrante por parte de la nueva sociedad. En este sentido, resulta pertinente recordar que incluso Andrea y Verónica, quienes si han manifestado tener buenas relaciones con otros ecuatorianos, expresan en su discurso, una actitud fuertemente favorable a la ruptura cultural con su país.

Análisis - Comentarios

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La segunda razón que aparece explicita en Angelines y César Z., y soportada por la voz neutral de José Luis, es la marcada rivalidad entre costeños y serranos. Los ecua-torianos residentes en su país, conocen con certeza que allí, dicha pugna es notoria, especialmente entre los naturales de Quito y Guayaquil y podría, como parece ser el hecho, haberse trasladado a territorio español. Como justificación de esta rivalidad, se argumentan señalamientos puntuales de comportamientos indebidos de unos y otros, lo que fácilmente puede leerse en varias de las narraciones que tienen como protagonistas a ciudadanos de aquella nación. Tal polarización, logra al parecer, que muchos costeños sencillamente no perciban al serrano o muchos serranos no perciban al costeño, como miembro de su propio grupo, no busquen su compañía y les genere además comportamientos elusivos para impedir así, ser considerados, uno de ellos. En este contexto, determinadas conductas parecen cobrar importancia trascendental y recibir un profundo rechazo.

Nuevamente, la más visible de aquellas conductas rechazadas, según se percibe, es la costumbre de muchos ecuatorianos, en especial oriundos de la Sierra, de beber licor hasta embriagarse en lugares públicos, y como ya se dijo, especialmente en los parques. Tal cosa, según se desprende de sus testimonios, les avergüenza y les aleja. Dicha práctica, que como se ha reconocido, no es potestativa de ecuatorianos de la Sierra, si no que según se ha corroborado por parte del autor al recorrer varios par-ques de Madrid y conversar con sus protagonistas, es compartida por inmigrantes originarios de las partes altas de países andinos, no es habitual en los españoles, que beben en los bares, y tampoco parece serlo a igual nivel en los ecuatorianos de la costa. Para estos últimos, de esa manera se desmejora la imagen de los ecuatorianos en España, ya que no solo es mal visto por el grueso de los autóctonos, sino que de manera frecuente, ocasiona roces con la policía.

Una tercera e importante razón, que en nuestra opinión influye para que muchos ecuatorianos inmigrantes en España, esquiven la relación con los suyos, tiene que ver con la fuerte composición indígena de la diáspora ecuatoriana en España, lo cual les hace fenotipicamente visibles, y vulnerables por tanto al estigma y la discriminación en un país, que como España, ha visto crecer el número de xenófobos, en ecuación positiva al crecimiento migratorio. La xenofobia, tema que se comenta en el capitulo siguiente, provoca agresiones frecuentes a personas y grupos que responden a los atributos estigmatizados –ya sean físicos o de otro orden–, por lo que, como se ha pro-bado en varias investigaciones con otros grupos sociales victimas del prejuicio social, estos últimos suelen echar mano de diferentes estrategias a fin de prevenir los ata-ques xenófobos. Una de estas, suficientemente documentada y puesta en marcha por individuos del grupo victima, es la de mantenerse aislados de dicho grupo. Subyace tal vez, la ingenua creencia de que así, su condición no se hará notar tan visiblemen-te, o que al no estar agrupados, resultarán menos amenazantes para los xenófobos.

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Es corriente según se pudo registrar, que tal medida se acompañe –y esta no solo por ecuatorianos, sino también por muchos colombianos– del acento español, al hablar, a fin de proveerse de un buen escudo contra la discriminación, según creemos. Parece que, soportado en cierta dosis de ingenuidad, piensan que hablando con acento es-pañol y no relacionándose con los suyos, podrían confundirse con españoles o por lo menos dar la impresión de estar completamente asimilados a dicha cultura.

A las razones expuestas, posiblemente haya que agregar, la ancestral desconfianza de los miembros de grupos descendientes de etnias indígenas, que abusados por siglos, han incorporado en muchos casos, una buena dosis de recelo en su relación personal, temor que naturalmente se incrementa por las condiciones en que deben moverse en España; es simplemente una estrategia de supervivencia. El autor pudo confrontarse con ella, cuando en varias ocasiones fue esquivado por inmigrantes serranos –según se pudo constatar–, en su intento por entrevistarlos. Negaron su origen ante el desco-nocido y se alejaron rápidamente.

Las relaciones personales con españoles

Lograr una buena y permanente relación personal con los españoles es esencial para los inmigrantes, por tanto constituye, no solo una adecuada manera de adaptarse a la cultura anfitriona, sino que puede significar además la superación de un reto personal en muchos de ellos. Fortalece su autoestima, al comprobar de esta forma, que han sido aceptados por los autóctonos, asunto nada despreciable en un medio en el que la xenofobia crece preocupantemente. De hecho, una investigación adelantada por MaK y Nesdale (2001) con migrantes asiáticos en Australia, reveló que para estos era más importante tener amigos angloaustralianos (australianos no aborígenes), que contar con una buena red de amigos étnicos. Se trata según los autores, de reducir así, el distres psicológico (malestar psicológico).

Pero la tarea no es sencilla, ya que los migrantes deben vencer la distancia cultural percibida y en especial el hecho de que los españoles sean más individualistas y per-cibidos como fríos, distantes e irrespetuosos por los latinoamericanos, según varios estudios (ver Zlobina, 2004a; Basabe, Zlobina, Páez y Cols, 2005) y según nuestros propios resultados con colombianos y ecuatorianos. Esta percepción al igual que la discriminación percibida, son factores en contra, de una contundencia tal, que pue-den bloquear en muchas ocasiones la intención de relacionarse personalmente con los ibéricos.

Vistos en su conjunto, los resultados de las entrevistas realizadas y la observación mis-ma, apoyan los hallazgos del profesor Darío Páez y su equipo en el país Vasco (Páez

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y Zlobina, obra citada), en el sentido de que los colombianos son más resistentes que otros colectivos, incluido el ecuatoriano, a relacionarse personalmente con españoles y tienden como ya lo habíamos reseñado al inicio de este capitulo, a relacionarse fun-damentalmente, con los miembros de su grupo nacional (estrategia de separación). Sin embargo, y puesto que nuestro propósito principal no es revelar tendencias, tanto como contenidos, veamos algunos que brotan claramente de las narraciones y que demostrarían según creemos el decisivo papel que juega la autoestima en las estrate-gias de las que los inmigrantes echan mano, a la hora de relacionarse personalmente con los españoles:

a) Hay inmigrantes que manifiestan no encontrar diferencia en su relación personal con españoles versus su relación personal con miembros de su propia nacionali-dad (Oscar, Arturo, Teresa, e incluso Verónica). Son aquellos que por lo general a lo largo de la entrevista, parecen revelar una autoestima relativamente elevada o dicho de otra manera, mostrar una actitud de conquista y dominio del medio español; podríamos decir que se trata precisamente de quienes asumen el proce-so migratorio como un desafío a enfrentar sin complejos. Por ejemplo, Oscar, aún en la prisión, se lamenta de la ausencia de orgullo de sus compatriotas y demás latinoamericanos, los cuales, en sus propias palabras, “parecen muertos de ham-bre, sin dignidad”. Tanto a él, como a demás migrantes mencionados arriba, la actitud prevenida, xenófoba o discriminatoria de muchos españoles, no les hace mella, afectando su autoestima, o por lo menos, no registran en su conciencia, dicha actitud. Utilizan, como recurso de afrontamiento, el llamado efecto de la tercera persona, consistente en creer que los discriminados son otros, o si reco-nocen la discriminación personalmente, optan por no hacerle caso, haciendo uso de artilugios psicológicos (afrontamiento centrado en la emoción).

b) Están por otro lado quienes como Luis y Soñadora, manifiestan mantener bue-nas relaciones con los españoles, pero guardando cierta distancia respecto a ellos. Uno y otra (Luis y soñadora), son personas de muy buenas maneras, re-lativamente cultos y se resienten con el trato demasiado directo, diriase brusco, de los autóctonos. Su forma de ser, allegada a la espiritualidad, les permite com-prender quizás, más no digerir emocionalmente, la dureza en su estilo, de estos últimos. Características semejantes podrían ser las de Angelines, si bien ella de-dica pocas palabras a su relación con aquellos en la entrevista formal. Prefieren pues refugiarse entre los suyos –Angelines, no obstante, se encuentra cómoda entre colombianos–; presumiblemente su autoestima saldría lastimada en una relación más estrecha con españoles, por lo que la distancia es protectora.

En el caso de los colombianos, nuestro intento explicativo resulta según creemos, co-herente, tanto con el estudio de Zlobina (2004a), quien registra como entre todos los

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colectivos migrantes en el país Vasco, son los de esta nacionalidad quienes presentan los más altos niveles de separación, como con otras mediciones que arrojan resulta-dos altos para los colombianos en autoestima, comparado con otras nacionalidades. Mantenerse entonces, un poco lejos de los españoles, podría evitar que se sintieran humillados y que lesionen de esta manera su autoestima. Nótese además que César Z. y Dolores, ecuatorianos de buen nivel cultural, abogada la segunda, declaran tener poca relación con los autóctonos, si bien reconocen que cuando se presenta, esta no es mala. Pareciese que en general aquellas personas cuya autoestima, se presenta como mas susceptible de ser vulnerada por el trato fuerte y percibido como agresivo, por parte de los españoles, evitan establecer relaciones cercanas con ellos, prote-giendo así, la valoración que tienen de si mismos, mientras que, quienes tienen auto confianza suficiente, abordan mas fácilmente dichas relaciones.

Un comentario especial merecen César T. y Ana Cecilia, inclinados ambos a sostener relaciones de pareja preferiblemente con españolas y españoles, ya que reflejan una estrategia diferente en la forma de afrontar el trato personal con los autóctonos. César, quien durante su tiempo de estadía en Barcelona, ha tenido novias de dife-rente procedencia, prefiere las españolas, con las que, según expresa, a pesar de las dificultades, ha logrado relacionarse mejor. Este ecuatoriano, ha sido victima en repetidas ocasiones, de comentarios agresivos sobre su origen, lo que podría jugar un papel importante en la satisfacción que le brinda el galanteo y la conquista de muje-res españolas. Hombre de estilo agradable y cortés, posiblemente conquista España, cuando conquista una de sus hijas, ya que no hay forma más profunda de penetrar en la cultura local que estableciendo una relación seria de pareja con un miembro de dicha cultura. Además, y sin negar otras motivaciones –que suele haberlas variadas–, debemos reconocer que pocas cosas hay tan placenteras, como conquistar los amores de la mujer, cuyo padre se niega a ser suegro; es humano, es el placer de dominar subrepticiamente a quien trata de dominarte o rechazarte.

Ana Cecilia por su lado, quien no tiene mayor dificultad para lograr relaciones perso-nales con otros individuos, independiente de su nacionalidad, reacciona con altivez cada que siente que su país es atacado, confrontando a quien lo hace; pero a pesar de que tales situaciones le han generado altercados fuertes con españoles y que ade-más percibe a estos últimos como desaseados, cosa que le repugna mucho, insiste en buscar novio español. Ella tiene su propia explicación. Pero, ¿por qué no pensar que también en esta colombiana orgullosa de serlo, se manifiesta, como en César T., la primaria necesidad del dominio? Una y otro, podrían estar empleando una estrategia diferente a Oscar y Arturo, pero compartir con ellos la motivación del dominio psico-lógico sobre un medio cultural que les plantea desafíos, les niega derechos, e intenta hacerles sentir su superioridad aplastante.

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Relación con inmigrantes de otros países

Uno de los procesos psicológicos de mayor importancia y a la vez de mayor interés que se desencadenan a partir de la migración internacional, es el que se produce a nivel de la identidad social y el concepto concomitante de la categorización nosotros-ellos. La identidad social, es el proceso psicosocial que surge del conocimiento que una persona tiene de su pertenencia a uno o varios grupos sociales y del significa-do emocional y evaluativo asociado a dicha pertenencia (Morales, 2007, recogiendo la definición clásica de Tajfel). La categorización social por su parte, es el proceso mediante el cual agrupamos a las personas de acuerdo a características que les son comunes y que las diferencia de otras personas (Herrera y Reicher, 2007). La cate-gorización nosotros-ellos, según lo reconocen Bourhis, Gagnon y Moise (1996), es fundamental en el ser humano bajo cualquier circunstancia social, pero adquiere con-notaciones muy especiales e insospechadas en ciertas situaciones, como es el caso de la fuerte migración internacional en España, donde confluyen millones de personas provenientes de diversos países.

Por lo general, cuando un inmigrante llega a su nuevo destino –España en este caso–, el “nosotros” supone para él, la inclusión de todas aquellas personas que proceden de su misma cultura o país y “ellos”, incluye a quienes no lo son, es decir, españoles e inmigrantes llegados de países diferentes al suyo. Para un ecuatoriano, su grupo (endogrupo) incluye usualmente a otros ecuatorianos y para un colombiano, incluirá solo a otros colombianos. Pero muy pronto, como los testimonios de nuestros entre-vistados lo corroboran, habrá de descubrir que no es necesariamente así y para ello cuenta con la ayuda de los medios de comunicación españoles, de los funcionarios públicos de los organismos donde debe tramitar los documentos para reglamentar su situación, y en general, de muchos autóctonos, los cuales hablarán siempre en térmi-nos de “nosotros” (españoles, Vascos, catalanes, etc.) y “ustedes los inmigrantes”. Se entera entonces que las categorías “colombiano”, “ecuatoriano” o “español”, no son las únicas y que quizás no sean incluso, las que mejor responden a la situación; los conceptos de inmigrante o inmigrante latinoamericano, serían tal vez más ajustados. Nuevas alianzas y nuevas identidades son posibles y necesarias. Casos como el de Oscar, para el cual no existe un “nosotros” y un “ellos”, son la excepción más que la regla.

La necesidad de tener un grupo de pertenencia con el que se comparten rasgos comu-nes, adquiere un sentido más inmediato espacialmente, como lo adquieren también los grupos (exogrupos) a los que no se pertenece y con los que no se comparten dichos rasgos. Se comparten, con migrantes del mismo país (pero no ya con los com-patriotas que quedaron allá en el origen). Se comparten también esos rasgos que son ahora significantes, en este su nuevo espacio, con inmigrantes de otras nacionalida-

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des (Montón, 2002) que hablan el mismo idioma, tienen un sistema de valores por lo menos semejante al suyo, hábitos y estilo de vida un poco parecidos, y ante todo, un proyecto de vida, ese sí, muy parecido. Además los españoles los agrupan bajo una misma denominación. Es en este sentido y en este contexto que para muchos migran-tes, la categoría inmigrante latinoamericano indica de mejor manera lo que se llega a sentir que se es (Rodríguez, 2005; Smith, Gianini, Helkama, y cols, 2005). Estos últimos autores, recuerdan un estudio de Salazar y Salazar, publicado en 1996, según el cual, migrantes de varios orígenes se identificaban más como latinoamericanos que incluso como nacionales del propio país).

Y es ahí donde varias de las historias migratorias incluidas adquieren sentido; muchas de las entrevistas realizadas para este libro, muestran el proceso psicológico que en esa dirección se desarrolla en sus protagonistas, proceso que es quizás más claro entre quienes asisten regularmente a las actividades propias de los centros de apoyo a inmi-grantes, o quienes se reúnen en otros lugares como parques, alrededor de un equipo de fútbol, etc. No lo es tanto como es natural, entre quienes visitan periódicamente las sedes de las asociaciones nacionales, los cuales se aferran más al grupo de perso-nas originarias de su propio país. Ejemplo de esa integración con migrantes de otras nacionalidades latinoamericanas diferentes a la propia, son quizás Soñadora, Veróni-ca o Angelines, quienes a pesar de tener reparos a la manera de ser de ciudadanos de dichos países –Verónica y Angelines por ejemplo, reconocen que no les ha sido fácil manejar el humor, a veces agresivo de los colombianos, estilo al que no han estado acostumbradas- han logrado establecer buenas relaciones con estos, construyendo además identidades comunes. Así mismo Andrea, quien además de sus compatriotas, encuentra fácil relacionarse con bolivianas o César Z., son también representativos de aquellos que no tienen un grupo de referencia formado solo por inmigrantes, que compartan su nacionalidad. Las múltiples ventajas de ampliar las redes de apoyo y amistad a grupos de inmigrantes más diversos, entre las que se incluye hacer frente a los efectos de la estigmatización, tener soporte emocional o facilitar la búsqueda de un mejor empleo, han sido documentadas entre otros por Dovidio, Gaertner, Flórez y Snider (2005) y Calvo (2007), para citar solo dos de los muchos autores que se han ocupado del tema.

Pero curiosamente la presencia de inmigrantes de otras nacionalidades ofrece, no solo la posibilidad de establecer relaciones de soporte para un inmigrante; permite también encontrar un recurso de afrontamiento emocional que coadyuve a recuperar la autoestima, lacerada por la estigmatización de medios de comunicación o ciudada-nos españoles (ver Basabe y Páez, 2004; Techio, Calderón y Prada, 2005). Hablamos en este caso de la comparación, recurso constante en las narraciones de nuestros entrevistados, explicito o no, quienes reiteradamente hacen alusión a elementos des-ventajosos de otros colectivos como los marroquíes, los rumanos o los subsaharianos,

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en quienes se perciben comportamientos cuestionables moral o socialmente. La com-paración negativa, pues de esa hablamos, está dirigida también, aunque en menor escala, a otros colectivos latinoamericanos por parte de muchos de los entrevistados, si bien tal aspecto, más que en las entrevistas formales, se manifiesta mediante expre-siones sueltas y callejeras, cuando con ellos se comparte. La comparación ventajosa, además de ser un mecanismo normal en los humanos para dar realce a los valores del propio grupo y por tanto los de si mismo, como individuo que pertenece a dicho grupo, es alimentada en España por una muy extendida estigmatización de los inmi-grantes o particularmente de ciertos colectivos, por parte de medios de comunicación y en especial por la televisión.

Finalmente es necesario resaltar, respecto a la relación misma entre colombianos y ecuatorianos, que ésta es globalmente, una de las mejores que hayamos podido ob-servar entre migrantes de dos colectivos diferentes y Arturo, Angelines, Verónica, Soñadora y Ana Cecilia son tan solo unos pocos ejemplos representativos de dicha afirmación –la conclusión como es natural, es valida solamente para cerca de un centenar de entrevistados de las dos nacionalidades y no puede ser generalizada–. La buena relación sin embargo, no es óbice para que al igual que ocurre con otros grupos nacionales, se presente también en aquellos, rivalidades y comparación. Como se dijo, juegan estos mecanismos, un papel determinante a la hora de neutralizar psi-cológicamente, los molestos efectos del estigma de que ambos grupos son victimas, dada su numerosa presencia en España.

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Prejuicio, estigma y discriminación

Una de las más difíciles experiencias que deben enfrentar los inmigrantes en España, es la de jugar el rol de victimas del prejuicio, el estigma y la discriminación, lo cual de hecho ha sido reconocido así, por un número muy representativo de ellos, en este y otros trabajos investigativos. Si bien dicha experiencia, no es exclusiva de los migran-tes en este país, ya que tal situación se vive en muchos otros, incluidas naturalmente varias naciones europeas receptoras de migración internacional, si es necesario reco-nocer que el muy rápido ritmo de crecimiento de la diáspora en España, que pasó en pocos años, de ser un país de emigrantes a serlo de inmigrantes, alimentó en forma dramática los sentimientos xenófobos de muchos españoles, que no estaban prepara-dos psicológicamente para ver en sus parques, calles, vecindarios y estaciones del me-tro, altas concentraciones de individuos de piel generalmente mas oscura (Romero, 2005) y procedentes de países en vía de desarrollo. Incluso, la definición misma de lo que es un inmigrante, tanto en España, como en Francia, Alemania y otras naciones europeas, es fundamentalmente y de por sí, una muestra de discriminación, ya que reconoce como tales, a personas que provienen de `países pobres, y necesitados de trabajar, pero reserva el calificativo de extranjeros para los que vienen del Norte rico (Moreno y Vallejo, 2005). Esta, relativamente sutil discriminación, se hace extensiva como lo admiten Sabatier y Berry (1996), a los descendientes de aquellos, nacidos en el nuevo país, a quienes, a pesar de la contundencia del hecho, se les insiste en llamar inmigrantes de segunda generación.

Ahora, existe una amplia variedad de formas mediante las cuales, los migrantes en España experimentan el contacto con la xenofobia, el estigma, el prejuicio y la dis-criminación –y por tanto son vulnerados sus derechos humanos o quedan expuestos a ello–, pero antes de abordarlas a partir de los relatos de los protagonistas de este libro, veamos rápidamente el significado de estos conceptos. Entendemos por Xeno-fobia, al rechazo abierto a determinadas personas, por el solo hecho de pertenecer a un grupo étnico o nacional diferente al de quien les rechaza. Por estigma social, entendemos, siguiendo a Molero (2007), al fenómeno que se produce cuando una

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persona posee de forma real o a los ojos de los demás, algún atributo o característica que le proporciona una identidad social, negativa o devaluada en un determinado contexto. Por su parte, el concepto de prejuicio social, se refiere, también de acuer-do a Molero (misma obra), a la actitud hostil o desconfiada hacia una persona que pertenece a un grupo, simplemente debido a dicha pertenencia. Finalmente, la dis-criminación social se puede definir como un comportamiento hostil, desconfiado o excluyente hacia alguien por pertenecer a un determinado grupo. La discriminación es básicamente la parte comportamental del prejuicio.

Viviendo la discriminación

Un recorrido rápido de la mano de quienes nos han regalado sus testimonios, permite graficar como la discriminación se manifiesta o puede manifestarse en espacios dife-rentes como el piso, el lugar de trabajo, el autobús, o un establecimiento público, por mencionar solo varios. Veamos unos pocos ejemplos, empezando por el primero de los espacios: “en Segovia, cuando vivía con mi amiga la colombiana, tuvimos proble-mas en el piso. Bastaba con hacer un poco de ruido y nos reclamaban. Pero era solo a nosotras, por que no actuaban igual con el ruido de los españoles” (Angelines). “En los pisos le cobran más a los inmigrantes que a los españoles por el arrendo” (Ana Cecilia).

Los anteriores, y otros testimonios recogidos por el autor entre inmigrantes anóni-mos, permiten identificar tres tipos básicos de discriminación a que son sometidos los inmigrantes en los pisos donde habitan: 1) la dificultad para poder tomar un piso en arrendamiento. Son frecuentes las negativas de los propietarios o administradores, cuando el aspirante habla un acento diferente al típico español o su piel tiene una coloración diferente. Estaría por verse los posibles efectos que en tal sentido, pudiera tener la crisis económica mundial del 2008 y que como se ha señalado, ha tenido en España fuertes repercusiones; quizás, muchos españoles deban ser ahora mas elásti-cos a la hora de decidir a quien se le renta o no, un piso. 2) Cuando un inmigrante logra que se le rente un piso, es muy probable que su canon de arrendamiento sea superior al que pagaría un autóctono. Son múltiples las experiencias que al respecto, refieren los migrantes entrevistados. 3) Excesivas exigencias comportamentales. Un número alto de inmigrantes que habitan pisos en un edificio, perciben con frecuen-cia trato diferenciado de vecinos, administradores del edificio e incluso autoridades, quienes conminan mucho más fácilmente al inmigrante por sus ruidos o hábitos, que cuando estos mismos comportamientos provienen de otro español. El autor debe re-cordar aquí, como ya se afirmó en otro capítulo, haber sido testigo presencial de la ve-racidad de esta queja por parte de miembros de la diáspora colombiana y ecuatoriana en Madrid y Barcelona. Entre los efectos reconocidos de dicho trato discriminatorio,

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están el resentimiento y la actitud de desafió en que varias victimas han caído, lo cual ocurre en especial luego de obtener la ciudadanía, o al menos la residencia, es decir, cuando sienten que ahora si tienen un respaldo legal.

Pero más que las situaciones vividas en el piso, con las que muchos migrantes apren-den a vivir, se podría decir que estos tienden a sentirse más amedrentados con las provocaciones que algunos deben enfrentar en el sistema de transporte urbano (au-tobuses y metro); la experiencia de Dolores, ya comentada en otro lugar de este libro, vivida en un autobús cuando tenía su pequeño hijo aún en brazos, y en la cual debió soportar silenciosamente, molestas agresiones verbales, girando en torno a las supuestas intenciones de los inmigrantes de tratar de apoderarse de lo que pertenece a los españoles, no es exclusiva suya. Varios entrevistados han narrado situaciones se-mejantes. Tal parece que dichas situaciones afectan en mayor grado, a aquellos cuyas características fenotípicas les hace más fácilmente identificables, esto es, inmigrantes de baja estatura y/o piel oscura. Como hemos sugerido, esto podría ser una de las explicaciones acerca de porque el autor, encontró mayor dificultad para entrevistar migrantes de las zonas altas del Ecuador –Serranos– que se mostraban en general mas escurridizos, que la que encontró para hacerlo con ecuatorianos de la costa y/o colombianos, en general, mas abiertos a la entrevista. Angelines podría tener razón cuando dice, “la xenofobia es mas fuerte con los serranos… su pecado grave es tener piel oscura y ser mas bajitos”.

Ser de baja estatura o tener la piel oscura sin embargo, distan mucho de ser los únicos rasgos susceptibles de identificación como migrantes, por parte de autóctonos que ven en ellos, una amenaza; los rasgos faciales o un acento diferente para hablar el castellano, son de por si, características que despiertan el malestar de un xenófobo. Ana Cecilia, colombiana de más de un metro con setenta (1.70) de estatura, refiere haber sido provocada en el sistema público de transporte con comentarios agresivos.Pero también, debe reconocerse que el listado de espacios en los que los inmigrantes internacionales, especialmente los no comunitarios, pueden ser sometidos a las accio-nes discriminatorias de los xenófobos o por lo menos percibido así por aquellos, no se agota en el piso o en el sistema de transporte público. La misma Ana Cecilia dice ha-berlo sentido en la mirada de desconfianza de quienes atienden almacenes, mientras soñadora por ejemplo, ha tenido que luchar con un vecino español, quien en un par-queadero colectivo, contiguo al centro de inmigrantes donde ella es voluntaria, ocupa conscientemente, no solo el espacio propio de su coche, si no el que corresponde al centro, bajo el pretexto de que ese parqueadero no es para extranjeros, refiriéndose como ella misma lo explicita, a “sudacas”, marroquíes o subsaharianos. Es tal vez por estas situaciones desagradables, que un alto número de los sujetos entrevistados, se quejan de que miembros de su propio colectivo las propicien, al tener comportamien-tos transgresores de las normas culturales y legales españolas, ofreciendo con esto,

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justificación a los autóctonos que les rechazan por su origen y que se nutren precisa-mente de comportamientos como aquellos. Y es que el prejuicio hacia otros grupos étnicos hoy, no conserva las mismas características de antaño, cuando era mucho mas explicito y soportado en la supuesta superioridad racial, si no que se presenta de manera mucho mas sutil (Molero, 2007), argumentándose razones tales como la inconveniencia de permitir comportamientos que afecten sus normas culturales.

El estigma colombiano

Ricardo, caleño de aproximadamente 50 años y residente en el país Vasco, se sentía tan asfixiado por las continuas agresiones verbales de un compañero de trabajo es-pañol, que un buen día le dijo, entre enojado y astuto; “en mi país por cosas como esta, cortamos a la gente en pedazos”. No dijo mas, pero funcionó; el hombre dejo de molestarlo desde entonces. Ricardo es un inmigrante como tantos otros que vino a trabajar y logró traer a su familia; es un hombre pacífico y no un paramilitar o un narcotraficante habituado a hacer ese tipo de cosas. Lo suyo no era una advertencia que pudiera cumplirse; era sencilla y llanamente el simple conocimiento de que el estigma que pesa sobre los colombianos, de ser narcotraficantes y violentos, podía utilizarse para quitarse al hombre de encima. Todo colombiano adulto, aun los que residen en Colombia, pero con mayor razón los que residen en el extranjero, sabe que en los mas insólitos rincones del planeta, se piensa que ser natural de este país, es sinónimo de traficar con drogas y matar con facilidad; eso creen también muchos españoles, eso venden los medios masivos de comunicación, propagadores por exce-lencia del estigma. Con eso se enfrentan los colombianos en España, como también en Francia, Italia, Alemania e Israel (lo confirma Teresa, al compartir su dura expe-riencia en aquel país del cercano oriente), donde el prejuicio contra los inmigrantes irregulares, parece ser mayor aún, según sus propias palabras.

Así que cuando un colombiano pisa territorio español, poco habrá de sorprenderse –mas si habrá de enojarse– al corroborar que lo que se afirma en Colombia es cier-to; que en lo fundamental solo se transmiten noticias negativas del país; las últimas masacres de los paramilitares; la ultima toma violenta de la guerrilla; la última in-cautación de drogas ilícitas, ingeniosamente camuflada; que apresaron una banda de asaltantes de bancos y joyerías en España y que varios de sus integrantes eran colombianos; y que poco o nada se habla acerca de los colombianos que si generan noticias positivas, que por ser positivas, no son noticia; las que protagoniza la mayo-ría de nacionales, que no tienen nada que ver con drogas ilegales o violencia o que así mismo protagonizan los inmigrantes de este país que trabajan dentro de la ley y son excelentes trabajadores, lideres, ingeniosos y creativos, según se ven a si mismos, al parecer estimulados por comentarios, que manifiestan en su mayoría haber recibido

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de patronos españoles y gentes de otros países. De esta absurda ironía hablan casi to-dos los colombianos residentes en España, que aceptaron ser entrevistados; necesitan desahogar algo que oprime su pecho, compartir un dolor, el de sentirse injustamente maltratados, señalados. Hay rabia concentrada, acumulada.

El estigma colombiano pesa. Lo confirma Ana Cecilia, quien una vez mas protesta; “el estigma de ser colombiano se siente demasiado… uno escucha muy frecuente expresiones como… Cali… drogas… ciudad peligrosa… la televisión pasa lo mas feo de Colombia, los morideros”. Luis va un poco mas allá de la lamentación e intenta una explicación razonable: “creo que la distancia inicial –con los españoles– es pro-ducto de los medios que siempre crean estereotipos y nos muestran como delincuen-tes”. Arturo, reconoce el estigma pero piensa también que este se ha matizado. Así mismo lo cree soñadora. El primero, afirma: “el estigma ya no es como antes… el colombiano no es el que mas gusta aquí por el estigma de las drogas y la violencia, pero hay cosas de los colombianos que gustan… los medios tienen mucha culpa de esto” . Que la opinión de Arturo puede estar ajustada a la realidad, da fe una in-vestigación referenciada por Aparicio (2006), en la que se preguntó a migrantes de 10 países como se sienten tratados en España y el resultado de mejor a peor, fue: 1. Ingleses. 2. Alemanes. 3. Argentinos. 4. Cubanos. 5. Ecuatorianos. 6. Peruanos. 7. Colombianos. 8. Polacos. 9. Rumanos. Y 10. Marroquíes. La investigación no mide el trato real, se refiere en cambio a la percepción que los grupos mencionados tie-nen de ese trato. Habría que decir no obstante, que esa percepción suele reflejar un consenso y por tanto puede tener una base subjetiva “real”, como lo han planteado Páez y Herranz (2004).

Precisamente tratando de aproximarse a esa base real de la percepción del “estigma colombiano”, hicimos entrevistas personales, a una cifra superior a la docena de españoles, de nivel educativo superior y creadores no masivos de opinión (docentes universitarios, escritores especializados, españoles que trabajan con migrantes) y la respuesta mayoritaria de estos indica que en su opinión, tal estigma se mueve mas a nivel de medios masivos de comunicación que en el nivel personal. Consideran que en este ultimo nivel, el colombiano dista de ser el peor evaluado y tratado en España.

De lo que si no cabe la menor duda, es que para que los colombianos logren quitarse de encima el estigma del narcotráfico, deberán pasar un número considerable de años y acontecimientos diferentes a la caída frecuente de un envío de drogas ilícitas cuyo origen se sospeche o compruebe está en Colombia. Los estigmas son así; tan pegajo-sos, que parecen adherirse a tu cuerpo como un desagradable, viscoso y nauseabundo líquido. No logras despegarlo con facilidad. Tampoco logras evitar que huela. Menos logras evitar que otros teman quedar atrapados y guarden distancia. Sin embargo, en

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España otros grupos estigmatizados hacen el trabajo por ti, te arrebatan la mala fama y eso en el fondo, tranquiliza a muchos colombianos entrevistados.

La asociación narcotráfico –Colombia– migración internacional, es sólida e inteligen-temente abordada por Mejía (2006; 2007), quien entre otros planteamientos, ofrece una comprensión lógica del conjunto de circunstancias que llevan a los migrantes a dejarse atrapar muchas veces por las redes del narcotráfico. Entre estas circuns-tancias, refiere: 1. Menor temor al estigma por la condición delincuencial, dado el aislamiento social del migrante. 2. Puesto que el migrante colombiano ya está previa-mente estereotipado, no tiene realmente que perder. 3. El sentimiento de anonimato del migrante puede estimular el riesgo. 4. Las redes del narcotráfico suelen funcionar, apoyándose en individuos a los que se conoce personalmente, lo cual es muy proba-ble que ocurra con los migrantes colombianos (Mejía, 2006).

Podríamos agregar, además de las razones anteriores, que al tener las redes del nar-cotráfico, conocimiento de las necesidades económicas o situación de desempleo – lo cual se ha disparado con la crisis económica, 2008- del inmigrante, resulta más fácil ejercer presión sobre él, o chantajearle. Su condición de vulnerabilidad es a todas luces, mayor. Esta ultima guarda relación quizás, con los planes truncados de venir solo por dos o tres años a este país; cuando este lapso de tiempo es superado, un mi-grante tiene generalmente tres opciones; a) regresarse a Colombia pobre como vino pero con el sabor de la frustración. b) aplazar indefinidamente el regreso al origen, con todos los costos psicológicos que ello acarrea. Y c) aceptar, “solo por una, o pocas veces”, la colaboración con quien le hace la propuesta “indecente”. Muchos que optan por esta tercera opción, piensan sinceramente que lo harán solo una vez, para salir del apremio en que se encuentran. Eso piensan ellos. Pero se sabe ya, que después de abrir la puerta, es difícil cerrarla.

Como sea, el estigma está ahí… es tan visible que podría ser el causante principal de algo que se convirtió en una práctica nacional generalizada; algo así como el deporte nacional de los colombianos y al que muy pocos escapan: preguntar a los extranjeros, ¿cómo nos ven? Es una pregunta a la que subyace una esperanza arraigada y profunda; que cuando el extranjero responda, diga otras cosas. Que no hable de narcotráfico o violencia. Bueno... o que en el peor de los casos, se confirme el temor a la perpetuidad del estigma. Esta necesidad de preguntar a otros, una y otra vez, “como nos ven”, es tan notoria, tan dramática y a la vez tan patética, que el conocido periodista y escritor mexicano Jorge Ramos (Ramos, 2000), migrante él mismo, en Estados Unidos, dice de los colombianos; “debe ser terrible que cada que alguien menciona tu país, surjan in-mediatamente las palabras secuestros, asesinatos, guerrilla… como si no hubiera nada mas. Quizás por eso, los colombianos preguntan tanto: ¿como nos ves? Es ya una espe-cie de ritual… ¿Qué piensan aquí de nosotros? … ¿Tenemos mala imagen?”.

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Reaccionando ante la discriminación

“Cada que yo escucho un español hablando mal de nosotros, lo enfrento con rabia”. La expresión anterior es de Ana Cecilia. Su carácter fuerte, su orgullo de ser colom-biana, impiden que pase de agache cuando a su alrededor escucha expresiones nega-tivas acerca de su grupo. Pero su reacción no es universal; son variadas las posibles reacciones que una persona que se siente discriminada puede asumir y eso se expresa en colombianos y ecuatorianos entrevistados, cuando experimentan dicha sensación en su relación con los españoles.

Es más, la forma e intensidad con que se percibe un acto supuestamente discriminato-rio, no es necesariamente igual al acto mismo y esto es válido, no solo para los nacio-nales de aquellos dos países; también lo es para otros; Zlobina (2004a) por ejemplo, puntualiza como en su investigación con migrantes de varios orígenes en el país Vas-co, los magrebíes (norte de África, en especial marroquíes), se sienten más cercanos a los españoles si se comparan con los subsaharianos, a pesar de que si se pregunta a los españoles mismos, estos se sienten más próximos al subsahariano (del sur del Saha-ra, en especial Senegaleses). En otras palabras, un comportamiento discriminatorio fuerte puede ser percibido como de poca monta, o al contrario, un comportamiento no discriminatorio o solo ligeramente discriminatorio, puede sentirse xenófobo por alguien muy susceptible a ello (Phinney, Madden y Santos, 1998).

La respuesta de Ana Cecilia, se enmarca en el tipo de respuesta de afrontamiento de la discriminación, conocida como Afrontamiento centrado en la acción, es decir, aquel que genera un comportamiento tendiente a introducir modificaciones o cam-bios en el ambiente y/o persona que discrimina. Al igual que Ana Cecilia, otros inmi-grantes colombianos y ecuatorianos, afrontan con acciones el acto discriminatorio, como lo recuerda soñadora, al afirmar que muchos de sus compatriotas contestan al español que les discrimina o agrede; “pero fueron ustedes los primeros que fueron a robar a nuestro país. Eso les ofende, pero hay otros que lo aceptan”, dice. Esta es una reacción de carácter impulsivo, que se presenta en el momento mismo de la discrimi-nación o acto excluyente y/o prejuiciado y que hay que reconocerlo, produce proba-blemente cambios mínimos sobre la xenofobia, jugando más un papel tranquilizador sobre el discriminado que siente su orgullo resarcido por su propio mérito. Aparece con frecuencia alta en las narraciones de los colombianos y en menor escala en la de ecuatorianos, si bien, algunos confiesan haber actuado de esta manera.

Un argumento de cierta efectividad que se esgrime corrientemente por parte del mi-grante y que es respaldado por muchos ibéricos conscientes de sus experiencias pa-sadas, es aquel que les recuerda a los españoles, cómo ellos fueron inmigrantes en otros países hasta hace no muchos años, cómo su nivel de desarrollo socio-económico

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Rostros de la migración

alcanzado hoy, se nutrió de remesas enviadas por los suyos desde Alemania o Ingla-terra y cómo sus compatriotas o ellos mismos, fueron maltratados en el primero de los dos países mencionados e incluso en otras naciones europeas donde los veían con desdén.

Pero los ecuatorianos, quienes de poder generalizarse lo observado y escuchado por el autor entre aquellos colaboradores de este libro, tienden al parecer, a ser mas pasi-vos en sus reacciones individuales contra la discriminación y la xenofobia, dieron sin embargo, una muestra de respuesta colectiva y planificada de gran impacto social, cuando participaron de actos públicos de protesta en varias ciudades españolas, con el propósito de denunciar y exigir medidas contra el xenófobo agresor de una joven ecuatoriana en el metro de Barcelona, evento ocurrido en octubre del 2007 y ya comentado y ampliamente divulgado por los medios masivos de comunicación en Es-paña y en el mundo –en la televisión pudo verse la brutal agresión gracias a un video grabado por las cámaras de seguridad del metro–. Esta protesta, que en Madrid se desarrolló en la emblemática plaza del sol, junto a la aun más emblemática escultura del oso y el madroño, convocó, no solo a ecuatorianos, sin distinción de su condición de Serranos y Costeños, sino también a inmigrantes de otras nacionalidades, miem-bros de ONG’S de derechos humanos y de apoyo a los inmigrantes, representantes gubernamentales, e incluso a muchos españoles, que sentían el acto agresivo, como vergonzoso y que exigía una manifestación de dignificación hacia el pueblo ecuato-riano. La protesta fue a la vez, una exaltación del orgullo étnico del mestizaje. Fue un auténtico afrontamiento centrado en la acción, que desafortunadamente constituye una respuesta puntual más que formar parte de un conjunto de acciones concatena-das para combatir las agresiones contra las minorías étnicas y nacionalidades migran-tes. No obstante, su carácter simbólico, puede haber contribuido a frenar agresiones semejantes en gestación.

Por una vez, muchos migrantes que en otras ocasiones evitaron a sus compatriotas tratando de no ser identificados como miembros del grupo objeto del rechazo (ver Jasinskaja, Liebkind y cols 2006; Phinney y Cols, 2001, para ampliación de los con-ceptos), recurrieron a la alternativa contraria; mostrarse colectivamente acrecentan-do el orgullo de minoría y la identidad nacional de procedencia. De hecho, varios estudios (Phinney y Cols, obra citada; Zlobina, 2004a, Branscombe, Schmitt y Harvey, 1999); han postulado como la discriminación real o percibida puede incrementar la identidad del grupo social de pertenencia, asunto que se abordará un poco más en otro capítulo.

Por otro lado como ya se dijo, existen además de las estrategias de afrontamiento de la discriminación centradas en la acción, otras que se ubican en el terreno emocional o cognitivo, es decir, que no tienen por propósito procurar cambios en la realidad

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objetiva, si no, disminuir el malestar subjetivo originado en la conducta discrimina-toria o xenófoba. Un claro ejemplo de ello, nos lo podrían estar proporcionando en sus narraciones, Verónica, Andrea y Teresa, quienes afirman contundentemente no haberse sentido discriminadas (las dos primeras) y/o estigmatizada (la última). Si bien, no puede negarse a ultranza, que lo suyo corresponda a una ausencia real de experiencias discriminatorias o estigmatizantes, es mucho más probable que ellas estén haciendo uso del muy corriente recurso de la negación, esto es, no reconocer dichas experiencias como tales; sentirlas como no amenazantes o como si estuviesen dirigidas realmente a otras personas. Muchos ejemplos de este recurso pueden ser también encontrados en un libro de testimonios de migrantes de diferentes proceden-cias, escrito por los periodistas Vila y Vila (2005) y en el cual, diversas entrevistadas, al igual que nuestros y nuestras protagonistas, utilizan el efecto de la tercera persona, consistente en afirmar, “a mi no me ha pasado, otras personas que conozco, si han vi-vido situaciones en las que se les discrimine “. El recurso de la tercera persona, como lo es el de la negación, más que obedecer por lo general, a un propósito consciente de quien lo usa, podría ser una ausencia de registro de hechos del orden que nos ocupa, en su memoria de largo plazo.

Un último recurso de afrontamiento de la discriminación, reconocido por teóricos de la materia y que aparece en las narraciones sobre las historias migratorias que hemos recogido, el cognitivo, está dirigido básicamente a procurar una respuesta argumen-tal de la víctima o una explicación de la conducta discriminatoria. Tales argumentos o explicaciones pueden ser objetiva y absolutamente ciertas, parcialmente ciertas o incluso tener muy poco asidero en la realidad, pero como recursos psicológicos que son, su valor estriba fundamentalmente en que quien hace uso de ellos, los cree con sinceridad. Oscar nos aporta varios ricos ejemplos de esta forma de afrontamiento basado en la contra argumentación. Así mismo, César T, quien recuerda como los españoles han vivido la misma situación con el resto de Europa, o Angelines, con su intento explicativo del comportamiento discriminatorio, ilustran la estrategia. De la misma naturaleza, es la tendencia de un número importante de entrevistados, a en-contrar ciertas formas de justificación de la discriminación, en el comportamiento in-adecuado de compatriotas suyos. Constituyen tales intentos, un colchón explicativo, que siendo no obstante, ciertos en gran medida, sirven para digerir psicológicamente las experiencias en las que se es víctima de rechazo, o para redireccionar el malestar hacia miembros del propio grupo. Su valor consiste en que proporcionan tranquilidad emocional; su debilidad radica, en que no se dirige a la modificación de patrones xenófobos o a la disminución de formas de exclusión social, a que son sometidos muchos inmigrantes por el hecho de serlo.

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Rostros de la migración

Sueños, expectativas, proyecto de vida y frustraciones

El proyecto migratorio

Si bien se puede aceptar como válida, para un sector de migrantes, la afirmación hecha por Martínez (2005), en el sentido de que la migración externa, comienza con la elaboración de un proyecto migratorio, como alternativa a las actividades de vida del contexto local, debe reconocerse también, que para muchos otros, como lo evidencian varios testimonios de nuestros protagonistas colombianos y ecuatorianos, sencillamente se carece al inicio de lo que se conoce como un proyecto de vida. Ellos no tenían un sueño inicial, y mucho menos habían visualizado un conjunto concate-nado de metas y acciones de corto, mediano y largo plazo, aspectos que son los que en última instancia, definen el concepto; así lo reconocen César T. y Verónica, por ejemplo. Así mismo acepta Teresa, que cuando viajó a Israel, solo disponía de un tiquete de avión en sus manos; nada mas estaba claro para ella.

Pero sumados a los migrantes sin proyecto de vida migratoria, están naturalmente aquellos para los cuales, el objetivo inicial no dejaba lugar a dudas; conseguir dinero –hacerse millonarios, dice César Z.–, si bien no sabían exactamente como. Un elevado número de integrantes de la diáspora internacional, lo sabemos desde hace tiempo, y se expresa en esta muestra testimonial, han viajado por dinero; para sí, para la fami-lia, para lo que fuese, pero por dinero. Y están también quienes como Arturo, tenían el interés puesto en la conquista del gran mundo. Sabían que debían trabajar, pero ese trabajo no constituía un fin. Otros como Angelines, solo respondían al deseo de un familiar suyo, que en el caso de ella, era su madre. Debe quedar claro sin embargo; un tiquete en las manos, un deseo propio, un deseo ajeno, una actitud expectante, no son exactamente los aspectos que definen un proyecto de vida migratorio.

Así pues, que más que proyecto migratorio, lo que acompaña al integrante típico de la diáspora, en su comienzo, es un paquete de motivaciones variadas, tales como el

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logro, la estimulación, la auto-dirección y la benevolencia (para ampliación de los conceptos, ver Schwartz, 1994) y claro; emociones intensas. Tiene pues, una maleta cargada de expectativas, muchas expectativas de diversa índole, una de las cuales, compartida por casi todo migrante entrevistado, es la del retorno en pocos años. Piénsese bien en el asunto; no han llegado aún a España, y ya están pensando en el regreso. La mayoría lo sitúa en 2, 3, o 4 años (Garay, 2006; Arias, 2007). Este fenó-meno, conocido en la literatura especializada en asuntos migratorios, como el mito del retorno, podría ser en nuestra opinión, responsable de que en poco tiempo la mayoría de los migrantes que hayamos conocido, luego de explorar el terreno en el país de acogida, estén, ahora sí, construyendo un proyecto de vida migratoria.

Es realmente llamativo, descubrir que lo único verdaderamente común a casi to-dos aquellos inmigrantes entrevistados, es su decisión primigenia de volver en poco tiempo al origen, donde habitan todos sus afectos. Esto es naturalmente mucho más cierto, en quienes fueron en busca de un objetivo económico. Pero, para regresar, es necesario hacerlo con dinero y el dinero se mide en euros y estos a la vez se miden en tiempo de trabajo, lo cual supone una cuantía mensual ahorrada, además de unas ac-tividades planificadas. Y entonces, con unas metas claras en su mente y unas acciones conducentes a su cumplimiento, surge en el migrante que conocimos, un elemento, que parece convertirse en una fijación para la mayoría; comprar su “casita”, así en diminutivo, con afecto y tratando de no inflar demasiado las expectativas –que tal vez empiezan a aterrizar–. Será quizás, una casa sencilla, pero propia.

La casa constituye entonces la unidad de medida principal de los logros obtenidos en esa experiencia migratoria. Ella habrá de definir centralmente el cumplimiento del objetivo. Incluso varios entrevistados que reconocieron no haber viajado por razones económicas, reconocieron también, que ahora, si habían de regresar al origen, debían tener al menos con qué comprar su casa. En los relatos de las personas entrevistadas, estén o no explícitamente referenciados en el libro, el tema de la casa es un tema reiterado: con frecuencia una obsesión. Esto lo tienen claro en especial, las entidades financieras que lo aprecian como una oportunidad de negocio prospero –para ellas naturalmente– y tratan de impulsar un comercio de vivienda en su país, para el mi-grante. También otros entes, para los cuales el fenómeno migratorio internacional se reduce a “casa y remesa”.

Cambio de planes

El inmigrante sin embargo, abrumado como suele estar después de los primeros años, por una realidad distante de aquella que había imaginado, en la que pesan por un lado, las nostalgias de los viejos afectos que quedaron en el origen (De la Pava, 2006),

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y por otro, los planes económicos –hasta ahora frustrados– que le amarran a la cultu-ra receptora, empieza a reconstruir sus proyectos si es que estos existieron, o por lo menos a re-direccionar sus deseos. Hay cambio paulatino de apetencias y una vida no imaginada previamente se aposenta en su interior como posibilidad. Impacta descu-brir que tantos migrantes lleguen casi textualmente a la misma expresión de Arturo: “yo a Colombia no vuelvo ni por el carajo, con la cola entre las patas”. A Colombia dicen los colombianos, a Ecuador dice los ecuatorianos. Y no los convencen fácilmen-te, ni el creciente desempleo que afecta a España, con tasas que no se presentaban desde hace muchos años y que impacta de manera especial sobre los inmigrantes, ni las ofertas económicas que los gobiernos hacen cual golosinas, para que regresen al país de origen, a “montar empresa”.

Pero el asunto no es, que no se desee volver; es que por mucho que el origen hale, el temor a volver tan pobres, como un día salieron de sus países, impide que lo hagan. No, para no volver a la pobreza. No, para no sentirse pobres, y no, para no proyectar imagen de pobres, pues tal cosa significa sentirte perdedor y que te vean perdedor. Hay que alargar la estadía tanto como sea necesario; hay que pagar las deudas adqui-ridas con bancos del nuevo país, ya para enviar con que pagar las cuotas de la casa recientemente adquirida en Colombia o Ecuador, ya para una ayuda extraordinaria a un familiar en desgracia, ya para un costoso viaje de vacaciones a ver a los suyos por primera vez en varios años y a los cuales llevarán buenos, muy buenos regalos. También en muchos, debe pagarse la hipoteca que adquirieron para hacerse a un piso en España. Ana Cecilia, lo plantea así: si las deudas están aquí y el trabajo está aquí; es necesario quedarse aquí… pero… el hijo está allá. ¿Que hacer?. La respuesta que se impone, primero en unos (as), luego en otros (as), es traer a su familia. La reagru-pación familiar. La nueva meta de Ana Cecilia es traer a su hijo. La nueva meta de An-drea es traer a su hija. Teresa ya lo logró. También lo intentó soñadora. Posiblemente lo vuelva a intentar, después del viaje frustrado de su hija.

El tantas veces anhelado regreso, se ha convertido en un objetivo difuso, o no es por lo menos ahora, la única opción en la vida del inmigrante.

Las nuevas cadenas que atan a España han apresado también a César Z; su hija estu-dia en la universidad en Madrid y esta es una meta demasiado alta hecha realidad, como para abandonarla así nada más. De igual manera Verónica, quien aún sueña con ser actriz un día en México, tiene ahora novio en España, pero además estudia, ya que una nueva meta, más próxima y real, apareció en su vida; quiere ser educadora infantil en España. Y así de esta manera, uno a uno, fueron encontrando motivos para aplazar el regreso de manera indefinida, tal vez definitiva; Angelines descubrió la libertad; también la seguridad, en la península. Los nuevos planes que según Ga-ray (2006) aparecen a partir de los tres o cuatro años, han hecho su arribo y en ello

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contribuyen inobjetablemente las noticias que llegan de su país, según las cuales la situación allá es cada vez peor. Lo dicen colombianos, pero también ecuatorianos. ¿Regresar a que?, se preguntan. España parece resultarles cada vez más familiar. Ad-quieren dominio sobre su vida allí. No todo les resulta extraño.

Es mas, hay quienes incluso experimentan esa sospechosa sensación de extrañeza en su propio país, cuando regresan a él en viaje de vacaciones. Verónica encuentra, con desagrado, las enormes desventajas de vivir en Ecuador, si se compara con España. Andrea termina odiando la casa que con esfuerzo construyó en su país, escalón deter-minante desde la perspectiva psicológica para afianzarse en el país de acogida. Cecilia quiere esposo español, como lo confesó también Laura, inmigrante boliviana, a Vila y Vila (2005). También lo desean muchas de las inmigrantes en Italia, que ahora quie-ren pareja italiana, según un estudio de Stefanile, Meringolo y Carpi (2007), ya que el fenómeno no es exclusivo de inmigrantes colombianas y ecuatorianas en España. –Es mas, las colombianas estarían entre las que mas se resisten a buscar pareja entre hombres de nacionalidad diferente a la suya–.

La asimilación, ese proceso mediante el cual los inmigrantes, lentamente por lo gene-ral, se van inclinando por el estilo de vida del país receptor, está en marcha; que mas les queda, se trata de sobrevivir, de no sufrir tanto por los amores distantes, sean es-tos, pareja, padres, hijos, amigos, o sencillamente la cultura que les vio nacer o crecer. Bien lo plantean Roccas, Herenczyk y Schwartz (2000); “la relocación cultural puede afectar muchos aspectos del yo, requiriendo redefiniciones significantes y reconstruc-ción personal de ambas identidades, la personal y la social”. Nuestros protagonistas lo reflejan con claridad; los planes ya no son los mismos.

Ahorro e inversiones

La experiencia migratoria de colombianos y ecuatorianos en España está llena de sorpresas y paradojas y el tema del ahorro y la inversión es precisamente uno de los más reveladores en tal sentido. Sorprende en primer término la uniformidad de las respuestas dadas por los inmigrantes entrevistados, a la pregunta acerca de si habían ahorrado o no, algún dinero, después de años de proceso migratorio. Uno a uno, hombres y mujeres, colombianos y ecuatorianos, confesaron en su amplia mayoría, no estar ahorrando o haberlo hecho en muy poca cantidad, que no se preguntó cual era, pero que evidentemente indicaba insatisfacción de su parte, por tanto ella re-presentaba una cifra mucho menor, si es que la habían comparado con los cálculos y expectativas que estas personas hubiesen construido previamente. Sin importar si dichas respuestas provienen de Angelines o Teresa, quienes reportan ingresos men-suales menores a 1.000 euros, o si por el contrario, quien responde tiene ingresos

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cercanos a 2.000 euros mensuales, como Arturo, o incluso muy superiores como es el caso de Luis o César T., la expresión “yo no ahorro”, es repetida cual grabación, por cada uno de los migrantes que accedieron a compartir su experiencia.

En segundo lugar y al tratarse la carencia de ahorros, de una queja tan generaliza-da, es inevitable concluir que para estos inmigrantes, como para muchos otros, los sueños construidos con esmero, antes y después del viaje, pareciesen no estar mate-rializándose. El ahorro en España, como en sus países de origen, alcanza para dichas personas con frecuencia, la condición de utopía; aquel sueño tantas veces perseguido y tantas otras frustrado y que se constituye a pesar del fracaso reiterado en obtener-lo, en el motor que explica la perseverancia de quien sigue luchando por alcanzarlo, como si se tratase de una brillante luz que coqueta y esquiva, se ofrece en el horizonte para luego esfumarse, reapareciendo poco después en algún otro lugar, dejando así la impresión de que tarde o temprano puede ser atrapada. Esta “frustración objetiva” –para diferenciarla del sentimiento subjetivo de frustración que se comenta en un capitulo posterior–, es relevante, al momento de analizar las grandes paradojas de la migración internacional, en tanto se refiere al que constituye sin duda, el objeti-vo más importante de todos los objetivos perseguidos habitualmente por el común de los migrantes en la primera fase del proceso, ya que estos tienden a ver en él, la posibilidad de asegurarse el futuro para sí y para su familia. Ello ocurre incluso, en aquellos que pudieran haber tenido otra motivación inicial para el viaje, pero que ya en territorio español, lo visualizan como la tabla salvadora que aparece ante sus ojos en un mar de aguas turbulentas. El ahorro habrá de ser pues, el indicador principal de cumplimiento de propósitos y su inexistencia habrá de sugerir por lo menos, que dichos propósitos no fueron alcanzados.

Inevitable también resaltar en tercer lugar, la paradoja relacionada con las razones esgrimidas por nuestros protagonistas para no estar ahorrando, ya que las mismas son por lo general, consecuencias del viaje.

En efecto, la lectura cuidadosa de las narraciones, permite descubrir que no se aho-rra: a) por que aún se están pagando deudas asumidas para el viaje, ocurrido hace varios años –no se entrevistaron personas con menos de cuatro (4) años de residencia en España–. b) por que los escasos ahorros que se tenían, se gastaron en los así mismo escasos viajes a su país, en procura de visitar a los seres queridos; viajes acerca de los cuales uno y otro enfatiza, salen extremadamente costosos, ya que además del pasaje, se generan otros gastos; gastos que asumen en tanto “migrantes ricos”, es decir, para cumplir con un rol artificial, entre todos construido. c) por que se ha logrado traer la familia, por reagrupación legal, o más costoso aún, ilegal, o por que el dinero que se tiene no es considerado un ahorro, ya que está destinado a este propósito. En otras

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palabras, no hay ahorros, por que el dinero conseguido se agota en tratar de estar de nuevo con los seres queridos de los que hubo que alejarse un día para venir en busca de un ahorro. Quizás haya que esperar entonces, a que pasen muchos más años de proceso migratorio, para descubrir si la inversión fue una inversión de rentabilidad a muy largo plazo. d) por que al haber emigrado, se generaron compromisos implícitos con los familiares, según los cuales, las dificultades económicas de estos, deben ser resueltas por quien emigró, precisamente por haber emigrado, lo cual le convierte en sinónimo de benefactor de personas cercanas, esencialmente familiares en el origen, ante problemas actuales. e) por que el migrante –o por lo menos, muchos de ellos–, cansado de sacrificios que son propios de la diáspora uno a uno, trabajando ardua-mente los primeros tiempos, para enviar con que pagar las deudas nacidas del viaje, opta poco a poco por “vivir”, esto es, llevar una vida normal en España, que disminu-ya su impacto psicológico, lo que incluye discoteca, restaurantes, espectáculos, ropa, carro o un mejor piso; al hacerlo, habrá de gastar por lo menos tanto como se gana.

La “disposición a vivir el momento”, que al parecer se manifiesta por lo general unos años después de haber llegado, presenta varias facetas y consecuencias dignas de resaltarse; unas, entre ellas, afectan de manera ostensible los planes y proyectos y en general, la jerarquía de valores en el individuo, los cuales presentan cambios nota-bles. Otras, afectan sus relaciones con el origen y en especial con la familia y serán mencionadas de manera un poco más amplia en el capítulo respectivo.

Finalmente y en cuanto a la posibilidad de inversión, de nuevo aparece el tema infal-table de la casa, y es que ella parece ser la única constante que permite al migrante típico, como son aquellos que dieron lugar a este libro, tener alguna inversión en su país. Al ser como se argumentó unas páginas atrás, una fijación para la mayoría de quienes tuvieron un proyecto migratorio, es apenas obvio suponer que el primer gran esfuerzo económico, luego de pagar las deudas relacionadas con el viaje, esté dirigido a la compra de una vivienda y así, en efecto, lo han intentado casi todos aquellos a los que el autor tuvo acceso.

Ahora, puesto que la construcción o compra de vivienda es casi la única inversión que atrae a inmigrantes, es que posiblemente se ha posado sobre ella, como hemos señalado, la mirada de entidades financieras, asociaciones, e incluso entes guberna-mentales. Todos han reconocido una realidad inocultable y es que para los migrantes, inversión y vivienda es la misma cosa. Habría en nuestra opinión, dos razones princi-pales para tan estrecha relación: la primera es que consideran demasiado arriesgado otro tipo de inversión, que no pueda ser manejado directamente por ellos mismos y que les obligue por tanto a depositar su absoluta confianza en un tercero. Es al fin y al cabo, la ancestral necesidad humana de tener control sobre las cosas que interesan.

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La segunda razón, muy de estirpe psicológica, es que culturalmente el concepto de vi-vienda se relaciona tan estrechamente a los de hogar y familia, que la adquisición de la primera, se considera el mejor indicador de la intención de búsqueda de la estabili-dad familiar. Estaría en ella pues, la única justificación moral de un viaje, que alejó al migrante de los suyos y el cual con frecuencia le genera confusión y remordimiento. Sin casa, el viaje podría perder toda su justificación. Todo lo demás se pierde en el reino de lo etéreo. He ahí la última gran paradoja; se ha producido un intercambio en el cual se entrega la unidad familiar, excesivamente importante en las culturas colec-tivistas como la colombiana y la ecuatoriana (Páez, entrevista personal), a cambio de un techo bajo el cual puedan habitar algunos miembros del grupo familiar y la pro-mesa de que en un día no muy lejano, lo podrán hacer todos. Como ya se sabe, esta última promesa no puede ser cumplida en muchos casos, demasiados, quizás.

Pero adquirir vivienda en su país, no ha estado exento de dificultades como lo confir-ma Verónica, quien la construye poco a poco para no endeudarse, o Andrea, quien la construyó con préstamo y como lo confesó, terminó odiándola, o Ana Cecilia, quien se hizo a su casa a través de un préstamo bancario que ahora la tiene maniatada económicamente. No todos han contado con la suerte –o habilidad– de José Luis, el joven lojano, que a sus 30 años, ya tiene varias propiedades en Ecuador, gracias a su exitoso restaurante. Al igual que las primeras, un elevado número de colombianos y ecuatorianos en España –que entre los entrevistados para este libro, constituyen casi la totalidad– han descubierto que el sueño de construir o comprar casa en uno o dos años, es solo eso, un sueño, como reconoce César T.

¿Frustraciones?

Desde una perspectiva psicológica, la respuesta que los inmigrantes entrevistados han dado a la pregunta relacionada con la existencia o no de frustraciones después de largos –y por lo general dolorosos– años en España, constituye incuestionablemente uno de los más interesantes aspectos de la experiencia. Un balance provisional de la aventura deja claro que los objetivos más importantes que fueron establecidos por sus protagonistas, no se cumplieron, con lo cual podría esperarse en primera instancia, que nos encontrásemos con un fuerte y generalizado sentimiento de frustración; si luego de varios años de iniciado el proceso, una gran mayoría confiesa no tener aho-rros y tampoco tener a la vista el anhelado retorno en “condiciones dignas” al origen, ello supone lo que la sabiduría popular colombiana denomina haberse quedado “sin la soga y sin el ternero”.

¿Pero que revelan las respuestas obtenidas? Cuatro aspectos merecen en nuestra opi-nión, ser resaltados:

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Primero. Hay una tendencia mayoritaria de los inmigrantes entrevistados a reconocer en sí mismos, sentimientos de frustración respecto a su experiencia migratoria: no encontraron en España aquello que deseaban o esperaban encontrar. En Angelines, dicha frustración se origina principalmente en la imposibilidad de comprar su casa a la fecha. En César Z. y Dolores, esta tiene que ver con el descubrimiento según ellos, de que en España no se valora el conocimiento como esperaban. En soñadora, la frus-tración está asociada al fuerte sentimiento de impotencia para ayudar como quisiera a los niños pobres de su país, cosa que consideraba podría hacer más fácilmente al encontrarse en España, pero también en no haber podido retornar a Colombia. En Ana Cecilia, en el hecho de mantenerse alejada de su hijo, pues no ha podido regresar con él, como tampoco ha logrado a la fecha traerlo a la península. En general, las razones son diversas y diferentes de unos a otros, pero revelando como factor común, una realidad esquiva, alejada de las expectativas que cada quien pudiese haber tejido. Pocos, como Verónica y Andrea, negaron albergar el molesto y lesivo sentimiento de la frustración.

Segundo. En conjunto, este trabajo investigativo evidencia mayores niveles de frus-tración en el grupo colombiano, que entre los inmigrantes ecuatorianos, lo que no significa que no lo haya entre los últimos. A nuestro modo de ver, existen tres posibles razones que expliquen dicha diferencia percibida: a) por que los primeros asumieron el desafío que significó el viaje migratorio con más expectativas que los segundos. No se trataría solamente de expectativas económicas, ya que por ejemplo, la discrimina-ción percibida parece impactar con más fuerza entre los colombianos, que entre los ecuatorianos, sin que objetivamente pueda señalarse que los españoles discriminen más o menos a unos u otros, cuando les identifican como tales. b) que los segundos logren adaptarse mejor a la frustración y hacer un manejo psicológico de ella. Y c) podría tratarse sencillamente de casos particulares, a los cuales se accedio fortuita-mente, sin que tales casos reflejen una tendencia generalizable.

Tercero. Se revela una gran capacidad negociadora con la realidad de un buen nu-mero de migrantes, que podría incluso ser mayoría, si lo encontrado entre quienes fueron entrevistados, se mantiene en los demás integrantes de la diáspora binacional. Es posible hallar en sus respuestas, mecanismos de compensación, que son indispen-sables en el ser humano para lograr la adaptación a situaciones que les resulten ame-nazantes. Se trata de mecanismos de afrontamiento psicológico ante la dificultad. Es así como César T, confiesa que a pesar de las frustraciones, no se puede quejar, por tanto, en sus propias palabras; “he crecido más de lo que hubiera pensado un día; hoy soy otra persona, soy más humanitario”. Angelines por su parte, al reconocer su frustración, agrega; “si vine en busca de una casa, no sabía que la casa que habría de construir era la mía, la de adentro. Me he construido como persona y sigo haciéndo-lo”. Luis, en la misma dirección que los anteriores, argumenta; “ahora, si este es mi

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Rostros de la migración

sueño realizado, tengo que decir que no; no es mi sueño, pero tampoco puedo decir que sea mi frustración… es solo el camino que Dios quería para mi…”. Sus manifesta-ciones equivalen a decir, que no se ha logrado aquello por lo que se vino, pero que se logró en cambio, una ganancia alterna en la que no se había pensado anteriormente, pero que ante todo, el curso de los acontecimientos por él, vividos en España, cumplió un designio divino, y frente a los designios divinos, cuando se cree en ello, solo hay una opción; aceptarlos.

Vistos globalmente, estos y otros testimonios reflejarían una reacción natural entre inmigrantes internacionales (Zlobina, 2004a), cual es el negarse a admitir los fra-casos ante quienes permanecen en el origen; presentarse ante los demás como un perdedor tiene un costo psicológico demasiado alto. Agregaríamos entonces que para convencer a otros que no hubo fracaso; es necesario convencerse a si mismo. Forman parte dichos mecanismos psicológicos de la enorme potencialidad del ser humano, para transformar realidades; cuando las externas no pueden ser transformadas, el recurso alternativo es transformar las internas.

Cuarto. Por último debe reconocerse como, contra todo, contra el no cumplimiento de los principales objetivos de la aventura migratoria, contra el sufrimiento causado por la distancia de la familia, subsiste en nuestros protagonistas la capacidad de con-tinuar soñando, fórmula indispensable para evitar la depresión y mantener en cambio una actitud optimista –Zarza y Sobrino (2007), resaltan como la tasa de suicidios de hispanoamericanos en España, es mayor que la de sus propios compatriotas en el origen y también que la tasa de suicidios de los españoles–. Es quizás por esa maravi-llosa capacidad de los humanos y en particular, de los latinoamericanos, de enfrentar el infortunio con el sueño y la utopía, que Verónica aún piensa que hará realidad algún día, su deseo de ser actriz en México, que Ana Cecilia continua soñando con un esposo español, que Teresa cree que su vejez será al lado de Yair en una casita de campo en Colombia y que Luis persiste en su meta de tener un terreno productivo en los campos españoles; es posible que gracias a ello, a que no renuncian al sueño por más frustraciones acumuladas que haya, llegará el día en que muchos lo harán posible. Estos migrantes saben que es posible renunciar a todo, menos a la posibilidad de soñar. Es el sueño aquello que los mantiene vivos. Es aquello que les hace levantar cada mañana en procura de mejorar su situación.

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La familia

Todo intento comprensivo del fenómeno migratorio, pasa necesariamente por el aná-lisis de los aspectos psicológicos asociados al tema de la familia de los protagonistas de la diáspora. Ello es particularmente cierto en los inmigrantes provenientes de las culturas colectivistas como es el caso de la colombiana y la ecuatoriana, ya que en estas, como se ha insinuado en otros apartados, es mucho mayor el peso psicológico de la institución familiar*. Es precisamente por la premisa anterior que resulta in-comprensible el escaso número de publicaciones dedicadas al tema, comparado con las publicaciones realizadas en torno al impacto económico de la migración interna-cional y en especial sobre la perspectiva de las remesas, asunto este último, que pare-ciese copar todo el interés de gobiernos y especialistas de la diáspora internacional. Y es que, como mostraremos en las páginas siguientes, la relación migrante-familia, abarca contenidos que van mucho más allá del simple envío del giro o remesa, como se ha llamado a la ayuda económica periódica del primero a la segunda.

La familia, esté o no presente físicamente, juega un papel protagónico en todo el proceso migratorio, incluso antes de la toma de decisión, convirtiéndose en muchas ocasiones en la razón fundamental del viaje, ya por que este último sea motivado por el deseo de ayudar económicamente a los suyos, como por otra serie de causas, varias de las cuales se pueden descubrir en las palabras de César T., Angelines, Teresa, soñadora, Ana Cecilia o Luis. La necesidad de tomar distancia de un ser querido, el deseo de satisfacerle, el intento por escapar a la soledad, que el matrimonio o viaje de un hijo, o el simple despecho amoroso ocasionado por el comportamiento de la pareja, además de la bien conocida presión que por argumentos económicos esgrimen familiares, son solo algunas de las múltiples formas en que la familia o uno de sus miembros, puede determinar el viaje migratorio de alguien, como lo confirman los

* Según Zlobina(2004,b), el valor cultural asociado al colectivismo y típico de América latina, es el familismo, el que comprende una fuerte identificación y vinculación de las personas con su familia nuclear y extensa, así como fuertes sentimientos de lealtad, reciprocidad y solidaridad, entre los miembros de esa familia.

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testimonios de las personas arriba citadas. De hecho, como lo señala Garay (Garay, 2006), a partir de su estudio con colombianos en la comunidad de Madrid, la familia suele participar directamente en la decisión. Un papel semejante o aun superior, si nos basamos en la voz autorizada de Esteban, un español que ha dedicado muchos años de su vida a trabajar con inmigrantes latinoamericanos, podría jugar la familia en la decisión de los ecuatorianos que optaron por emigrar a otro país.

Pero la familia, no solo juega un papel decisivo en la causalidad de la migración in-ternacional; también –y esta podría ser la principal asociación– recaen sobre aquella un conjunto de consecuencias originadas en la migración, siendo el vinculo familiar quizás el mas afectado con el viaje prolongado del migrante. Este, como lo han ma-nifestado varios entrevistados, sufre a veces hasta lo indecible, con el alejamiento físico de sus seres queridos, lo cual le conduce finalmente a generar sus propios me-canismos adaptativos, dirigidos precisamente a evitar dicho sufrimiento, haciendo la comunicación cada vez menor, con lo cual produce con elevada frecuencia, fuertes escisiones o fracturas en la relación, sea esta de pareja –o especialmente de pareja–, pero también con hijos, padres o hermanos. El sufrimiento de los primeros tiempos, cede en muchos su lugar, a cierta apatía emocional y afectiva, sobre la cual se puede labrar el distanciamiento y este a su vez puede llevar a la separación familiar –y no solo de pareja–. Lo que muchos académicos llaman familia transnacional, responde-ría mejor en diversas situaciones al concepto de familia escindida en nuestra opinión. Donde había una familia, hay ahora dos, o más, incluso.

Apropiándonos de la definición que de familia, hacen Palacio y Rodrigo (Torrente, Ruiz, Ramírez y cols, 2005), en el sentido de que esta es la unión de personas que comparten un proyecto duradero de existencia en común, en el que se generan fuer-tes sentimientos de pertenencia, compromiso personal, intimidad, reciprocidad y de-pendencia y dado que demasiadas familias, en las que al menos uno de sus miembros ha migrado, son gravemente fracturadas por dicha migración, consideramos insufi-ciente el concepto de familia transnacional –aquella en la que sus miembros residen en países diferentes– para describir lo que con ellas ocurre. No obstante, que esta última categoría, sigue siendo útil, no puede ser aplicada a todos aquellos casos en los que existiendo lazos biológicos, económicos, legales o aún afectivos, entre migrantes y sus parientes en el origen, el proyecto en común, el compromiso personal –que no es solo económico–, la intimidad y la dependencia emocional, han desaparecido o se han reducido al mínimo; para ellas, consideramos más apropiado el concepto de familias escindidas por migración. Es naturalmente claro por otro lado, que las úni-cas familias escindidas, no son las afectadas por la migración externa, pues hay otras razones por las que esta institución puede escindirse y cuyo estudio no es propósito de este trabajo.

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La relación económica

Varios comentarios se imponen sobre el tema de la ayuda económica a la familia, luego de las entrevistas en profundidad realizadas con inmigrantes colombianos y ecuatorianos en España. En primer lugar, debe destacarse que a una mayoría de ellos, les resulta al parecer, menos cómodo hablar de la cuantía que cada uno envía a su respectiva familia como giro regular, que hablar sobre sus ingresos generales o sobre gastos de otro tipo. Es posible que en algunos subsista cierto recelo al manejo que se haga de una información tan puntual. Es posible también, que otros le teman a las comparaciones que puedan hacerse entre el monto de su giro regular y aquel que los demás migrantes envían a sus familiares. Se trata al fin y al cabo de un asunto que remueve, como lo han resaltado Bidegain (2006) y Guarnizo (2006), fuertes sentimientos de culpa. Estos y otros autores atribuyen a tal sentimiento en quien ha migrado, su tendencia al envío de costosos regalos o cifras elevadas de dinero a sus hijos, como una forma de compensarles por haberles privado de su compañía y apoyo psicológico, interpretación que compartimos luego de varios años de aproximación al mundo psicológico del migrante. El sentimiento de culpa puede estar afectando a quien envía giros de elevada cuantía, pero podría afectar tanto o más, a quien no lo puede hacer, ya que no cuenta como el primero, con un mecanismo de compensación que logre aliviar su malestar.

En segundo lugar, es necesario puntualizar que el asunto de las remesas no debe ma-nejarse como un comparativo absoluto, ya que el mismo depende del parentesco que une al migrante con aquellos a quienes les envía el giro. Es apenas razonable que el nivel de compromiso afectivo, cultural y/o legal, sea en promedio mayor con la pare-ja, los hijos y la madre que con otros familiares y ello se manifiesta en la regularidad y el monto de las remesas. Luis, César Z. y Teresa, que tienen su pareja consigo en España, así lo reflejan.

En tercer lugar, nos inclinamos a creer que el peso de la relación económica que se tiene con la familia, comparado con el de otros vínculos mantenidos con aquella, tiende a fluctuar con el transcurso de los años, variando de un peso casi hegemónico en los primeros meses del proceso a uno menor en una fase intermedia, para llegar a constituirse en el único lazo importante con el paso del tiempo, cuando la distancia se ha encargado de disminuir, por simple ley de supervivencia, los niveles de com-promiso afectivo. Al igual que un esposo típico divorciado, cuyos hijos quedaron con la exconyuge, y que tiene bien clara su responsabilidad económica con ellos, el paso de los años mantiene intacta su cuota mensual, pero no así su apropiación emocional del quehacer diario de aquellos hijos y/o demás familia en el origen. El dolor, de no optar por este mecanismo psicológico, sería posiblemente algo insoportable. Con los años pues, lo económico llega a ser casi la única forma de relación constante, entre

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el migrante típico que hemos conocido y sus seres queridos. El afecto, que no necesa-riamente ha desaparecido, está sí, mediado por la razón. Dicho fenómeno ameritaría estudios que profundicen en las consecuencias que se generan en los hijos, que en nuestra opinión son muchas y trascendentales. Desde la perspectiva de ese hijo o hija, podría percibirse como una negociación obligada, en la que se entregó un padre o una madre, a cambio de un giro.

Una cuarta conclusión –si bien este libro no tiene por propósito el estudio de los promedios estadísticos– es que la cuantía difícilmente pasa para la mayoría, de 300 euros mensuales, siendo por lo general de una cifra entre 200 y 300 euros (Garay, 2006, la promedia en 265 para los colombianos en Madrid). Y es que este es tal vez, el tope razonable para quienes ganen 1.000 euros o menos y los cuales requieren de un mínimo de 600 a 800 euros para sobrevivir en España, siempre que vivan en un piso compartido.

La quinta y última consideración sobre el tema de las remesas es la relacionada con la finalidad del giro. Este, además de contribuir objetivamente a la supervivencia de quienes quedaron en el país de origen y como naturalmente lo desea todo o casi todo migrante (ver Garay, obra citada; Bidegain, 2006; Salazar y Cols, 2007), lo cual es evidente en nuestros protagonistas, y de ayudar a la mitigación de las culpas como ya se subrayó, cumple un pápel esencial y poco estudiado en el mantenimiento de las expectativas y el estatus adquirido por quien partió, ya que la pérdida de poder ante sus familiares –lo mismo que de reconocimiento–, por su alejamiento físico, solo puede compensarse por el poder emanado de su condición de sostenedor económico principal o exclusivo del hogar. Los seres humanos, todos, tenemos necesidades no solo afectivas; también de dominio o poder, y un migrante, que en el nuevo país tiene muchas menos posibilidades que en el propio, de satisfacer dichas necesidades de poder y reconocimiento, logra ejercer influencia sobre su familia en el origen, en la medida en que aquella dependa económicamente de él. Ello es necesario no solo para responder a pulsiones filogenicas, como también para sentir que tiene una familia o unos lazos que le unen a otras personas y que ejerce un control sobre ellos, lo cual le es útil al motivo de afiliación. En otras palabras, es también una curiosa forma de combatir el sentimiento de soledad y el temor al anonimato.

La comunicación

El teléfono es por excelencia sobre otros medios, la forma preferida que los inmigran-tes entrevistados utilizan para establecer comunicación con sus familiares en el país de origen. Sea desde un locutorio o desde un teléfono móvil, pero ante todo desde el primero, las llamadas ocurren con una frecuencia y regularidad, que muchos (as)

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mantienen con el paso de los años. Llaman con frecuencia variada y a veces decre-ciente, pero llaman. Lo hace Teresa casi a diario a su suegra, que es como su madre; lo hacen semanalmente soñadora, Angelines, Andrea o Ana Cecilia; unas a los hijos, otras a la madre. Llama Arturo con frecuencia irregular, César T., cada quince días o Verónica cada mes. Llaman todos los demás entrevistados.

La comunicación telefónica con la familia, podría, en los tiempos de la globalización y las nuevas tecnologías y superada ya la época – que hoy suena a prehistoria – de la carta en manuscrito enviada por correo aéreo, tener una doble ventaja sobre otra que gana adeptos, pero que no amenaza la popularidad de la primera; el correo elec-trónico y el messenger. Primeramente requiere menor esfuerzo que estos últimos y ante todo, menos dominio de la tecnología; es más fácil. En segundo lugar, hay un valor especial en el contacto voz a voz. Nada deja una sensación tan profunda, tan real, de estarse comunicando con alguien como escuchar su voz. En su timbre, en sus emociones expresadas verbalmente, en esas cosas que se dicen con la espontaneidad de la palabra hablada, lo que no ocurre necesariamente con la palabra escrita, está la persona que es…, “la autentica”…, la que se dejó años atrás… ese es su valor; hace aflorar las emociones como nada.

Es por eso, que en gran parte de la comunicación hablada o telefónica, aparecen contenidos intrascendentes, pues poco importa lo que se dice; importa más, mucho más, lo que se siente. Para hablar de dinero, de pagos, de casa, de lotes, del embargo o la hipoteca, están los hermanos o hermanas, el tío o la tía, en fin, personas con las cuales, si bien existe vinculo afectivo, es mediado por la razón. Con el hijo o hija en crecimiento, con la madre, con la esposa o esposo cuando el tiempo y la distancia no ha deteriorado la relación, importa el sentimiento… sentir que está allí, que espera el regreso, que sigue siendo la persona –o personita– de los afectos profundos. La lla-mada telefónica, que casi siempre ocurre del migrante a su familia en el origen y no de esta al primero, ya que le subyace quizás el supuesto de las mayores posibilidades económicas de quien se fue al país de las calles de oro, representa como lo reconoce Arias (2007), un apoyo emocional.

Y tal vez por que el apoyo emocional está en escuchar la voz de los seres queridos mas que en lo que se dice o se escucha, es que con frecuencia no hay mucho que con-tar… o mejor, no se quiere contar mucho… ¡para que!, suelen decir quienes viven el exilio voluntario. La expresión que recoge el sin sentido de la información detallada, es clara y muy general; “no quiero preocuparles”. Y para no preocupar a la familia, no se les comparte de las tristezas y depresiones, de las dificultades económicas, del hacinamiento en los pisos de inmigrantes o que alguien en el metro o en el autobús le gritó “sudaca de mierda”. Poco se habla de todas esas experiencias incómodas de las que está llena la vida migratoria en España –y en otros países–. Y al no hacerlo

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se refuerza en la familia y en el origen, ese imaginario colectivo plagado de fantasía acerca del destino migratorio.

Para no hablar de cosas que preocupen es que se habla a los hijos, del Barsa F. C. o del Real Madrid, y se les cuenta que hay castillos muy antiguos o que algún día conocerán el palacio real, aquel donde viven los Reyes de España, por que un día no muy lejano, “voy a traerles conmigo”. Así la ilusión del gran mundo, del mundo de las calles de oro (Zlobina, 2004a), se transmite de una generación a otra. Para no preocupar. Pero también, hay que decirlo, por que confesar la frustración como hemos afirmado, no es fácil, por que reconocer la equivocación tampoco lo es; está en juego el orgullo, el amor propio, mantener la autoestima y esta se nutre entre otros, de presentar una imagen ganadora ante los demás.

Pero así como el migrante poco habla de sus penas, tampoco escucha mucho de las penas de los suyos después de un tiempo. Como es natural, poco después de haber migrado, quiere recuperar cada instante… conocer cada detalle… saber la última tra-vesura de sus pequeños hijos o nietos… saber que hizo su esposa el viernes… como le fue en el mercado. Pero eso cambia. Tiene que cambiar. El tiempo se encarga de ello. También, como hemos insistido, los recursos psicológicos que poseemos los humanos para evitar el sufrimiento. Es así como con el transcurrir de los años, las historias del origen tienden a perder el detalle, a caer en generalidades. Es una especie de acuerdo implícito entre las partes; “no te hago muchas preguntas… no me cuentas mucho. Solo lo básico. ¿Cuánto necesitas? … ¿Cómo va la niña en el colegio? … ¿Cómo están todos… bien? … Gracias a Dios… y a propósito, ¿qué fue lo que pasó en Cali, que lo escuché en las noticias? … ¿Y la niña, la llevaste al médico?... si necesitas algo más, me dices”. Preguntar más, es torturarse innecesariamente en medio de la impotencia. Contar más, es hacer daño al sostenedor económico del hogar –porque una cosa es que muchos no hayan viajado por razones económicas y otra muy diferente es que la gran mayoría resultan al cabo del tiempo, soportando la economía familiar.

El acuerdo implícito es pues, “yo envío el dinero… tu resuelves el problema, cual-quiera que sea, allá, pero no me cuentes aquello que me haga daño, solo resuélvelo. Esa es tu parte… la mía es el giro”. Por esta razón, la comunicación del migrante con su familia en el origen, no se fundamenta tanto en lo que se habla; su fundamento es lo que se siente… que aun hay raíces que están allí al otro lado de la línea –habla-mos claro, de aquellos que aun tienen la pareja o los hijos en Colombia o Ecuador que siguen siendo un porcentaje muy alto; mas de la mitad, según el estudio del que participó Rosa Aparicio (Aparicio, 2006)– y al otro lado de la línea están los hijos y sus cuidadores, que, según estudio de AESCO, en el caso del hombre migrante, es la madre de ellos en un 89% y en el caso de la mujer migrante pueden ser las abuelas en un 35,6%, los padres en un 33,4%, o tías y otras personas cercanas (AESCO, 2007).

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Arturo quien no tiene hijos en Colombia, pero si madre, hermana y sobrina, sintetiza magistralmente aquello que los migrantes llegan a sentir con el tiempo acerca de sus seres queridos en su país de origen: “solo necesito saber que están bien”. Y él contri-buye a que estén bien.

Reconozcamos, luego de acompañar docenas de inmigrantes y para terminar, que las nuevas tecnologías siguen acercando al migrante con su familia, convirtiéndose en un magnifico complemento de la comunicación telefónica, al facilitar un contacto mas constante, prolongado y económico. Puede incluso permitir que, al sentarse ante un computador aquí y allá, el migrante y su familia, el primero vea en directo como luce su esposa, el último vestido que esta compró con el giro anterior, o que su hijo en desarrollo, exhiba puestas las nuevas zapatillas. Aun reconociendo tales meritos, es bueno decir también, que hay una falacia en quienes afirman que con ellas la co-municación entre los integrantes de la diáspora y los miembros de sus familias, puede ser mejor que lo que esta era antes del viaje. Es posible que en ciertos casos en los cuales la comunicación era muy deficiente, la distancia haya generado en quien vive ahora lejos de los suyos, deseos de recuperarla, de ser menos agresivo o de compartir un poco más, pero eso es otra cosa; son casos particulares.

La comunicación virtual no puede, en términos de comunicación humana, superar a la comunicación entre personas físicamente presentes. El abrazo virtual dista mucho de transmitir lo que transmite el abrazo real. El calor del otro cuerpo, la intensidad física del abrazo, permiten “medir” la intensidad psicológica del mismo, cosa no tan clara en el primero. La mirada frente a frente, cara a cara, produce respuestas que no se disparan al ver el rostro del ser amado en la pantalla. Pero ante todo, la retro-alimentación emocional que surge del contacto físico-visual, simultáneo e inmediato, es la que en esencia caracteriza la comunicación entre personas unidas por lazos afectivos fuertes y esta es limitada en la comunicación virtual. El reconocimiento de esta realidad, es el que nos lleva a invitar al aterrizaje interpretativo de los entusiastas incondicionales de las tecnologías comunicativas. La comunicación a distancia –tele-fónica o por internet– no alimenta igual que la presencial, la relación con los seres queridos; alimenta si, la esperanza, la ilusión y ese es su mérito.

La familia escindida

Uno de los efectos más notables de la migración internacional es la brusca separación física, con sus claras consecuencias emocionales, de los miembros de las familias protagonistas de la diáspora. Rara vez quien emigra es un individuo solitario; por el contrario, suelen hacerlo personas con fuertes y estrechos vínculos, tanto afectivos como de otro orden, con los demás integrantes de su familia, como bien lo registran

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las historias documentadas en este libro, lo cual les impacta psicológicamente de tal manera, que no es extraño que en su mayoría se debatan por un largo periodo, entre el deseo de regresar a su país de origen y la necesidad de quedarse en España. El do-lor de sentir fracturada la familia es pues, uno de los más fieles compañeros de quien migra –al menos durante los primeros años y con frecuencia por muchos más– y así lo revelan las entrevistas realizadas con colombianos y ecuatorianos. Manifestaciones expresas y típicas de ese dolor se ven reflejadas en soñadora, Dolores, Ana Cecilia y Arturo, entre muchos otros, quienes lo resaltan sobre otras grandes dificultades de la vida migratoria. De la Pava (2006), recoge el dolor del desprendimiento que ocurre con la migración, cuando dice, “emigrar es dejar de ver a los parientes, es olvidar el olor de los amigos, es no volver a besar a los amados”.

Ahora, no todos los momentos impactan de igual manera al migrante, en relación con el dolor de la separación, pues así como hay momentos y vivencias que lo mitigan, hay muchos otros que lo exacerban y la llegada al piso cada noche es uno de ellos. Verónica nos ofrece un ejemplo gráfico de esta confrontación emocional, cuando dice: “hace falta llegar a la habitación y que alguien te diga, ¡hola!”. Pero ese alguien cuya compañía reclama esta joven ecuatoriana, no es cualquiera, ya que ella y demás mi-grantes, muy probablemente comparten vivienda con otras personas que les saludan cada mañana o cada noche; por el contrario, el hola por el que clama es un hola afectivo… y muy particular … un hola familiar y cargado de sentimiento especial. Un hola nacido en los labios de miembros de la familia que se quedó en el origen –Al parecer, ese hola ausente no ha podido ser reemplazado por el de su novio, a pesar de que está muy satisfecha con aquel y siente la suya, una buena relación–. Es tal el peso psicológico de no ver mas a los seres queridos, de no tocarlos, de que se con-viertan en una especie de recuerdo intenso y obsesivo, que la definición de felicidad que han plasmado muchos migrantes en las historias que forman la primera parte de este libro y tema que abordaremos en un capitulo posterior, pasa necesariamente por la alusión a la posibilidad de estar, al lado de aquellos que el destino, o mejor el viaje migratorio, les arrancó.

Pero a pesar de que la separación geográfica duradera entre miembros de una misma familia, suele significar una pesada carga emocional entre latinoamericanos, dado el mayor compromiso emocional-afectivo, que como promedio parece existir entre los integrantes de la familia de aquel continente, en comparación con aquellas típicas del mundo desarrollado (ver por ejemplo en Zlobina, 2004a y 2004b, la confronta-ción percibida con la familia Vasca), las fuerzas que halan la migración internacional tienen tal dimensión, que hoy, es cada vez mas corriente, encontrar familias cuyos miembros se encuentran dispersos en ciudades diferentes de dos o mas países y eso también se expresa en los inmigrantes colombianos y ecuatorianos entrevistados en este trabajo investigativo. Edgar por ejemplo, colombiano de 50 años, residente en

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Madrid, tiene su esposa e hijos en Londres y su madre en Colombia. Los hijos de so-ñadora por su parte, que como se recuerda vive también en Madrid, residen, una en Estados Unidos y otro en Colombia. Su hija a la vez, espera anhelante el momento de reunirse con su esposo, ya que este vive en Colombia. Por si lo anterior fuese poco, un hermano de soñadora reside en las Islas Canarias y una hermana hace lo propio en Cerdeña. Yair, esposo de Teresa, quien vive con ella en Barcelona, tiene los hijos menores con ellos, pero no así a su hija mayor, quien se ha domiciliado en Estados Unidos, como tampoco a sus padres quienes residen en Colombia. La lista en fin, seria interminable, ya que al hablar con inmigrantes en España acerca de sus familias, no es extraño enterarse que muchos de ellos tienen un hermano en Francia, otro en Ca-nadá, un tercero en Holanda y sus padres en Colombia. Lo único en común, que pare-cen compartir todas estas personas migrantes dispersas por el mundo desarrollado, es el deseo convertido en esperanza, de que un día no muy lejano podrán habitar no solo en la misma ciudad, sino en el mismo barrio, e incluso en una misma casa ampliada para tal efecto, como en un intento por recuperar el tiempo perdido. Recuérdese por ejemplo, que este es un sueño que siempre acompaña a Ana Cecilia.

Pero, ¿Cual es el impacto de este fenómeno en la familia? Al parecer, y por la escasa literatura disponible, no son muchos los que se han empeñado en encontrar respues-tas. Y es que excepto el haber encontrado un nombre para aquellas familias cuyos miembros residen en países diferentes –familia transnacional– y haber estudiado el comportamiento de las remesas, lo mismo que las ventajas económicas, tanto para la propia familia como para la economía nacional, no se aprecia un gran interés por descifrar ciertos enigmas desde la perspectiva psicológica. Lo cierto es que hasta el momento, conocemos solo la punta del Iceberg. No vasta con darle un nombre al fenómeno; y con resaltar beneficios económicos, ya que, la institución familiar es mucho más que ello. Se nos antoja incluso que de continuar creciendo esta tendencia transnacional de la familia del mundo en desarrollo, puede llegar a cuestionar el con-cepto mismo de la institución. Los lazos biológicos que unen sus miembros son indes-tructibles; los lazos económicos se mantienen y a veces se incrementan como nuestros protagonistas lo evidencian, pero los lazos comunicativos y afectivos son severamente impactados con la migración internacional y la respuesta unificada o de síntesis, que la familia latinoamericana tradicional ha tenido frente a diversas situaciones que la vida cotidiana plantea, es profundamente resquebrajada.

Más allá, sin embargo, la forma misma en que se codifican los conceptos de pareja formal y/o familia sufren transformaciones. Garay (2006), ha señalado a partir de su estudio con colombianos en Madrid, como existe una tendencia marcada a la sepa-ración de parejas transnacionales, siendo más acentuado en mujeres, cuando estas residen en España, comparado con los hombres, cuando son ellos los que viven en la nación Ibérica y sus parejas en Colombia. En otras palabras, estamos diciendo que

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donde antes había una familia, la migración internacional está dejando dos, tres o cuatro familias, pues como es apenas natural que ocurra, cuando la madre o el padre conforman nueva pareja en España, su cónyuge lo hace también en su país, si no es que lo ha hecho antes, mientras los hijos quedan bajo el cuidado de las abuelas.

Mención particular merece por otro lado la suerte de los hijos pequeños y adolescen-tes que quedan en el origen en manos de familiares y aun amigas de los padres, cuan-do estos últimos o uno de los dos, emigra –asunto que ocurre especialmente cuando quien sale del país es la madre–. Abuelas ancianas, tías exhaustas por el compromiso con su propio esposo e hijos, y amigas que reciben un pago a cambio de su labor, no logran sustituir, por mas que se esfuercen, el rol vacante de la madre; estos chicos y chicas se convierten psicológicamente con dramática frecuencia, en hijos ( as) de nadie. Y es que la relación afectiva no es igual con sus cuidadores que con sus padres. Tampoco lo es la autoridad que los primeros pueden ejercer sobre los pequeños y adolescentes, y aunque lo fuese, estos suelen como es apenas natural, ser embargados por un molesto, por decir lo menos, sentimiento de orfandad afectiva… de pérdida o vacío, por la ausencia de sus progenitores, que dentro de lo probable, deberá afectar su estructura de personalidad y su autoestima.

No resulta fácil para un menor, entender las razones por las que su madre, su padre, o los dos, le han dejado, y no le bastan los argumentos basados en lo económico, para que logre aceptar esa nueva realidad. Pero con el tiempo, sus mecanismos psi-cológicos de afrontamiento de la realidad, a la vez que la repetición por parte de los adultos, de la importancia de hacer sacrificios para lograr el bienestar económico de la familia, logrará sus frutos. Así como los pueblos terminan apropiándose de la propaganda hegemónica de los dictadores, en defensa del régimen y sus postulados, de tanto escucharla, los pequeños hijos terminan con el paso de los años, aceptando que lo único que ellos requieren de sus padres –o de aquel que emigró–, es el dinero que este le envía para compensar su ausencia. Para muchos, su madre o su padre se ha convertido en sinónimo de giro mensual. En ocasiones, lo único que de ella o él le interesa, adaptado a la nueva realidad.

Ante la ausencia de un referente afectivo fuerte, de una autoridad percibida como legitima –por que la autoridad de quien reemplazan a los padres puede no percibir-se como tal–, es, por mas que se niegue, muy probable, como en efecto ocurre y lo atestiguan muchos migrantes, sus familias entrevistadas en el origen, al igual que educadores de los menores, que a los problemas afectivos, sigan drásticos problemas de personalidad y comportamentales, incluso mas que de aprendizaje.

Pero, ¿qué puede hacer un migrante proveniente de culturas colectivistas y familistas como son la ecuatoriana y colombiana, quien dejó a su familia en el país de origen,

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cuando se entera –si es que se entera– de que su hijo (a) está presentando problemas psicológicos?

Cuatro son las respuestas posibles: a) sufrir lo indecible, siendo además poseído por un sentimiento profundo de impotencia, dada la distancia geográfica. b) Regresar al origen, privilegiando el problema psicológico de su hijo o hija, sobre el proble-ma económico. c) Intentar la reagrupación familiar en el país de acogida, en este caso España y d) Hacer uso de estrategias paliativas del dolor. Es claro además que muchos intentan combinar varias de estas estrategias. El sufrimiento, que es la res-puesta primigenia ante eventos dolorosos sobre los que no se tiene control, por su carácter insano, pronto deberá ceder su lugar a otra, dado el enorme desgaste de perpetuarse. El retorno, sencillamente se antoja imposible para muchos en vista de la enorme inversión en el viaje –no solo inversión económica–. La reagrupación en destino, posibilidad óptima, se convierte con frecuencia en una meta deseable cuya realización se prolonga en el tiempo, pues está mediada por factores no controlados por el migrante.

Quedan pues las respuestas dirigidas a mitigar el dolor y son estas las que poco a poco van imponiéndose en muchos migrantes y así como Ana Cecilia sigue luchando por traer a su hijo, o Luis logró hacerlo con los suyos, otros, entre los cuales al parecer se encuentra Andrea, van endureciéndose psicológicamente. Hemos llamado endu-recimiento psicológico a la elevación en una persona –un migrante en este caso–, del umbral a partir del cual las experiencias y situaciones negativas le resultan dolorosas y se generan reacciones fuertemente emotivas. De aquellos entrevistados cuyas histo-rias migratorias son recogidas en el libro, Andrea nos ofrece quizás el mejor ejemplo; según ella, con la migración, “solo la familia me hacía falta, ya no es tanta la falta… pero, pienso a veces en mi hija”, expresiones que muestran como con el tiempo, se fue haciendo inmune al dolor. Para ella y otros, las noticias que llegan del origen, que antes pudieran generar mucha preocupación, ahora la generan en menor cuantía; se pondera como menos grave, como algo que ya habrá de superarse.

Una expresión que hemos escuchado en diversas ocasiones a migrantes, refiriéndose a problemas de sus hijos es; “ya se le pasará”; otras son; “tendrá que entender” o “no se le debe hacer caso, pues solo está intentando manipular”, respuestas todas dirigi-das a restarle importancia a la situación-problema que se le informa. Es como se le ha llamado, un afrontamiento centrado en la emoción; en reducir el daño psicológi-co propio. Otras formas de eludir el dolor, varias de ellas conductuales son, reducir la frecuencia de las llamadas, el uso alternativo del correo electrónico como forma principal de comunicación, evitar hacer preguntas puntuales que puedan ofrecer res-puestas puntuales, los intentos por justificar moralmente su viaje o comportamiento, centrarse en vivir el “aquí y el ahora”, regreso cada vez mas infrecuente en viaje de

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vacaciones al origen, la ruptura con la pareja que quedó en su país, abrirse a nue-vas relaciones de pareja en España, etc. Todas estas, forman parte de un conjunto de estrategias emocionales o comportamentales exitosas, en el objetivo consciente o inconsciente de evitar o disminuir el dolor que causa, conocer de noticias negativas relacionadas con sus hijos. Pero mientras los migrantes logran desatender el proble-ma, muchos de sus hijos se sumergen más en ellos, en la distancia.

Reagrupación familiar

Si bien los inmigrantes no responden necesariamente de manera homogénea en el terreno psicológico, lo cierto es que la tendencia predominante revelada en las entre-vistas, sugiere una secuencia lógica presente en la mayoría, en la que un fuerte, qui-zás angustiado, impulso al retorno, luego de enfrentar las dificultades iniciales para las que evidentemente no estaban preparados, es seguido en su defecto, de un intenso deseo de poder regresar al menos cada año –y de ser posible durante las festividades navideñas– de vacaciones a su país. El propósito esencial es uno; compartir con su familia. Pero no ocurre ni lo uno, ni lo otro, como lo testifican diversas historias de migración recogidas, que ilustran como ese primer viaje para compartir con la familia tiende a aplazarse. La escases de dinero y de documentación legal, suele impedir que lo hagan.

Solo varios años después, cuando los ahorros y los documentos requeridos se encuen-tran en su bolsillo, permitiendo el viaje de vacaciones, pueden los migrantes con-frontarse con una extraña e inesperada realidad, reconocida por muchos y expuesta también en otro capítulo; luego de la alegría por volver a encontrarse y abrazarse con su familia, manifiestan haberse topado con un país de origen, costoso, inseguro y ex-traño, en el cual muchos de los amigos de siempre parecen haber desaparecido de la faz de la tierra y otros, los que si están, son percibidos de tal manera que parecen no ser los mismos de antaño. No es raro pues que concluyan, como muchos lo afirman, que lo único que les queda en la cultura nativa, es su familia. Y si lo único que allí les queda es la familia`, ¿entonces por qué no modificar los planes? Surge así, cobrando fuerza en poco tiempo, un sueño alternativo, que ya no es reunirse con los suyos en el origen, sino lograr hacerlo en el destino, en España.

La reagrupación familiar se convierte en el anhelo por excelencia. Esto incluye de manera preponderante, a la pareja y a los hijos, si los tienen, pero precedido usual-mente del ejercicio de colaboración con otros familiares, hermanos y hermanas en la mayoría de ocasiones. Es posible que además de un gesto de solidaridad con estos, estén también organizando una avanzada que siente las bases para el traslado con mayor asidero de toda la familia. Empieza para muchos, a cobrar sentido el fenóme-

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no conocido como bola de nieve, ese mismo que llevara a Cifuentes (2007), a titular un artículo suyo, “detrás del uno, va el otro”, que no es otra cosa que el proceso escalonado que habrá de conducir a que una gran delegación familiar traslade su residencia a la tierra prometida y que deberá concluir con la reagrupación con esposo (a) e hijos (as).

Y finalmente muchos lo logran. Después de varios años de ahorros forzados e incle-mentes esfuerzos, un elevado número de familias dejan de ser esencialmente trans-nacionales, para convertirse en familias esencialmente migrantes. Unos pocos afor-tunados como Luis o César Z, ya habían alcanzado por su parte el sueño de estar en territorio español con los suyos. Pero no la tienen fácil las familias migrantes y en especial aquellas en las que sus hijos llegan ya adolescentes a España y después de una prolongada espera para poder estar al lado de sus progenitores o uno de ellos.

Varias razones impiden una reunificación armoniosa, a pesar de que en conjunto como lo ha resaltado Zlobina (2004a), la presencia de la pareja es factor protector. La convivencia con aquella al igual que con los hijos, después de varios años de se-paración geográfica, suele ser bastante complicada y conflictiva y conducir con cierta frecuencia a una separación definitiva como lo destacan Torrente, Ruiz, Ramírez y García (2005). Y es que muchos factores contribuyen a las dificultades, que no obs-tante lo afirmado por los últimos autores referidos, tienden a ser mayores, vistos glo-balmente según nuestra opinión, en los hijos que en la pareja misma, ya que esta se refugia por lo general en el trabajo, participando ambos de un proyecto económico, el que a la vez que les plantea obstáculos relacionados con el poco tiempo compartido, les ofrece como objetivo común, el afán de consolidar un ahorro. El proyecto econó-mico compartido, puede entonces, actuar en múltiples ocasiones como factor protec-tor para los adultos pero no así para los hijos pequeños o adolescentes, en los cuales, aquel se puede convertir mas en un factor de riesgo, pues generalmente se traduce en trabajo excesivo por parte de los padres. Es típico que los inmigrantes laboren mayor número de horas que los españoles; es típico que busquen trabajos adicionales; es típico entonces que el tiempo que les quede libre para compartir con sus hijos, sea tan escaso que estos se resientan, además de que quedan sin el control de la autori-dad filial la mayor parte del tiempo. Se sabe que esta es una de las razones de mayor peso para explicar el pandillaje juvenil o la participación en grupos de jóvenes, cuyo comportamiento transgrede normas señaladas por la ley.

Si a lo anterior se le suma que años de separación pudieron haber generado altas expectativas acerca del reencuentro, es muy probable que las frustraciones y decep-ciones nacidas de la convivencia con aquel del que tanto se espera, no tarden en apa-recer. En ello puede jugar un papel determinante el fuerte rechazo de los migrantes adultos al modelo educativo español, muy laxo y complaciente en su opinión (como

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varias de las narraciones incorporadas al libro lo demuestran) y responsable según ellos, de que en España los hijos maltraten a sus padres, algo que aseguran, no permi-tirán les ocurra en carne propia. Por tal razón no es extraño que el inmigrante intente de entrada, demostrar a sus hijos recién llegados, que él es la autoridad, cosa que puede causar malestar y rebeldía a un adolescente que por años esperó afecto y no órdenes estrictas. El autor pudo constatar personalmente en varias ocasiones, la ocu-rrencia de la situación aquí planteada y escuchar la justificación de los migrantes –en especial de las madres– amparada en el profundo rechazo que el comparativamente laxo, modelo español les provoca.

Pero además, cuando los migrantes adolescentes venidos por reagrupación ingresan a la institución educativa en España, suelen enfrentarse en carne propia, a la moles-ta experiencia del prejuicio y la discriminación, aspecto este que es por lo general más acentuado y constante entre jóvenes que en población adulta, por lo que no es sorprendente que se alimente un resentimiento, posiblemente ya incubado en los menores, en tantos años de ausencia de sus padres. Ahora, si hay varios jóvenes en un sector, que se encuentren en una situación semejante, es decir, embargados por sentimientos de abandono y desprotección crónica, son victimas del estigma y la discriminación, están desescolarizados y forman parte de alguna pandilla juvenil, no es de extrañar que puedan adentrarse poco a poco, por senderos que les coloquen en contravía de la normatividad legal, y es eso, lo que ocurre con muchos migrantes adolescentes. (Ocariz, Bermejo y San Juan, 2005).

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Bienestar subjetivo y/o felicidad

Tema obligado, cuando tratamos de adentrarnos en las implicaciones psicológicas de la migración internacional, es el asunto de la felicidad o bienestar subjetivo. Y lo es por que dicha migración contiene elementos agregados abruptamente, que con-frontan como pocas otras experiencias lo hacen, al individuo, con la necesidad de evaluar su propia vida; de detenerse a mirarla globalmente y sentir hasta que punto esta le resulta satisfactoria. Abandonar su propia cultura, adentrándose de la noche a la mañana en un medio, a la vez, novedoso, extraño y con alta frecuencia, percibido como amenazante; exponerse, como ocurre con molesta recurrencia, a ser victima de la discriminación y el estigma; poner a prueba el soñado proyecto de vida eco-nómico, razón principal que trajo a muchos de ellos –quizás mayoría– al nuevo país y alejarse de su propia familia, rompiendo una marcada tendencia a las relaciones dependientes con aquella, son entre muchos otros, los aspectos principales que han de confrontarle en tal sentido. La importancia de explorar el tema del bienestar subje-tivo en los protagonistas de la diáspora internacional, podría ser mayor en el caso de migrantes colombianos y ecuatorianos, si tenemos en cuenta que provienen de países –especialmente el primero– catalogados entre los más felices del mundo en diferentes mediciones hechas con sus ciudadanos en el propio terruño. (Diario El Tiempo, agos-to 24/08; El Espectador, marzo 25/09).

Como señalan Federico Javaloy, Darío Páez y Cols (2007), siguiendo a Veenhoven, los términos bienestar subjetivo, satisfacción con la vida y Felicidad son intercam-biables en los estudios sobre el tema y todos ellos constituyen el aspecto psicológico central, de lo que se conoce como “calidad de vida”, es decir, que tan a gusto se en-cuentra una persona con la vida que lleva. Por nuestra parte, habremos de manejar los conceptos de felicidad y bienestar subjetivo en ese mismo sentido.

Pero, ¿cómo definen la felicidad los inmigrantes entrevistados? … ¿hasta que punto se sienten ellos mismos felices?. Sin duda, la respuesta que estos den a la primera pregunta, hablará de su propia experiencia y su propio sentir, pues su perspectiva

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naturalmente no es teórica; nace de sus vivencias directas, especialmente de aquellas experimentadas en los últimos años, dentro de las cuales, la migración y su impacto, serán el factor determinante. Veamos sus respuestas y el sentido de las mismas a las dos siguientes preguntas; ¿eres feliz?... ¿Qué es la felicidad?:

“La felicidad es algo supremamente difícil de alcanzar en su totalidad… yo no la he podido tener como tal vez hubiera querido… soy afortunado… por las muchas cosas que he alcanzado, pero el no poder abrazar a toda mi familia, se siente una parte de vacío…La felicidad sería poder cumplir los objetivos que uno se ha trazado en la vida al lado de los seres queridos”, (César T.).“No podría afirmar que soy feliz del todo… para serlo faltan cosas. A medida que pasa el tiempo, la lejanía de la familia va dejando un vacío; es un vacío grande que no se llena plenamente porque tenga otras cosas… El concepto de felicidad que yo tengo es que ella es estar a gusto conmigo misma, sabiendo quien soy y a donde quiero llegar… Pero ade-más estar rodeada de la gente que quiero y me quiere; avanzo en el primer sentido, pero me falta en el segundo”, (Angelines).“Puedo decir que soy feliz por lo familiar, por la vida que llevamos en familia. Pero me falta ser millonario… siempre quise serlo”, (César Z.).“Y a mi me falta poder ejercer mi profesión para serlo. Creo que la felicidad es la globa-lización de los sueños… hacerlos realidad”, (Dolores).“Me hace falta mi familia para serlo por completo. La felicidad es algo muy difícil de definir… creo que es haber conseguido lo que uno se ha propuesto y tener uno a su familia…”, (Verónica).“Feliz no soy. Infeliz tampoco. Soy como todos. Pienso que la felicidad es algo que pasa de momento y ya”, (Andrea).“Yo no soy feliz, pero no creo que se deba al hecho de ser inmigrante… España me ha brindado momentos felices pero son momentos. La felicidad… no es el dinero, es paz espiritual… es cumplir un sueño. Para mí no hay felicidad, hay momentos felices”, (Ar-turo).“Procuramos más que la estabilidad económica tener estabilidad emocional. No busca-mos tanto el dinero; es el afecto, es el amor”, (Teresa).“La felicidad según la veo, es ponerse metas y lograrlas. Yo me he puesto metas y las estoy logrando; al menos puedo decir que están en camino de cumplirse. Mientras sea así, soy feliz… tengo como metas cambiar de trabajo… la fundación… y claro, la unión familiar”, (Soñadora).“Yo no soy feliz…como voy a serlo si no he podido tener a mi hijo conmigo… Mi concepto de felicidad es sencillamente el de tener mi hijo conmigo. ¡Ah! Y creo también que ayudar a los demás es algo que puede hacer feliz a una persona”, (Ana Cecilia).“Decir si soy una persona feliz, es bastante complicado. Yo disfruto en buena medida de mi familia y lo que España me ha ofrecido… me hace feliz a medias, pero faltan las otras personas que uno quiere… Tu corazón está en Colombia en buena parte… La felicidad es tener lo que has querido al lado de los que uno quiere”, (Luis).“He tomado decisiones importantes, como por ejemplo que jamás habrá más prostitutas, eso a pesar de que una puta me salvo la vida, eso a pesar de que García Márquez solo

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menciona putas… me lo propuse; tengo que rebajar orgullo y malas costumbres. Lo es-toy haciendo. Yo no soy feliz, pero no es un asunto de España. Igual me habría pasado de vivir en Colombia. He pensado en el suicidio muchas, pero muchísimas veces… debo reconocer que he sido autodestructivo… destruí el significado maravilloso de poder estar aquí en Plaza Mayor o en Puerta del Sol viendo edificios con cientos de años de antigüe-dad o gente del mundo”, (Oscar).

Como los testimonios incluidos lo reflejan, no existe una respuesta homogénea a las dos preguntas planteadas, pero si una acentuada coincidencia entre ellas, o al menos en la mayoría, en los aspectos que podríamos considerar son nucleares. En primer término, exceptuando a Soñadora, todos los demás protagonistas convergen en el re-conocimiento de no haber alcanzado la felicidad; de aceptar que, si bien han logrado cosas que ofrecen satisfacción, aún hay un vacío –expresión que textualmente utilizan César T. y Angelines–, vacío que existe en tanto faltan cosas por conseguir. Ese algo por conseguir puede variar, y de hecho varía en cada inmigrante entrevistado, sopor-tando la definición de Basabe (Basabe, 2003; Zlobina, 2004a), quien afirma que la satisfacción con la vida, es la evaluación global de la calidad de vida del individuo basada en criterios elegidos por él mismo. Así, mientras lo que le falta a César Z. para ser feliz, es mucho dinero, a Dolores su esposa, le hace falta ejercer su profesión para sentirse feliz, según ella misma cree.

Ahora, a pesar de que el criterio que decide cuales son los aspectos que hacen la feli-cidad, es muy personal, resulta inevitable reconocer que, exceptuando César Z., todos los demás omiten el dinero como fuente de aquella; ese dinero que tal vez llegaron buscando varios o muchos de ellos, y que hoy no parece ser su prioridad, en busca del estado, tal vez utópico de la felicidad; es más, explícitamente lo dicen Arturo y Teresa; no es el dinero. De manera definitiva creemos, que las experiencias fuertes como lo es la experiencia migratoria, pueden producir cambios en la escala de valores y muchos individuos de los que alguna vez pensaron que si llegasen a poseer poder económico, serían felices, hoy han descubierto que no. (Este tema de la relación entre dinero y bienestar subjetivo es abordado entre otros por una interesante investigación de Srivastava, Locke y Bartol, 2001).

Pero así como el bienestar subjetivo no parece ser un estado al que se acceda necesa-riamente por la vía económica, según lo confiesan, manifiesta o sutilmente, nuestros protagonistas, otro factor surge con impetuosidad, como elemento central para el logro de la felicidad en la casi totalidad de los migrantes a los que se pudo abordar, incluidos o no, directamente en este libro; la compañía de los seres queridos, en espe-cial la familia no presente. Uno a uno, tanto los que la tienen consigo como aquellos que la han dejado en el país de origen, manifestaron su pápel sine qua non, en la ob-tención de la felicidad. “Como voy a serlo, si no he podido tener a mi hijo conmigo”,

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expresó Ana Cecilia, resumiendo de la manera más cruda, el clamor generalizado. Indicando donde está el vacío que no se llena.

Se podría pues afirmar, que al menos para los migrantes que constituyen nuestra muestra, la definición de felicidad pasa de manera obligada por tener a la familia consigo. Y ello se ve refrendado en el propio intento por lograr una definición de tan etéreo concepto, ya que dos son los componentes fundamentales que más se repiten en las diferentes respuestas: a) el cumplimiento de metas, objetivos y/o sueños y b) que tales propósitos se logren al lado de los seres queridos, generalmente la familia (César T., Verónica, soñadora, Luis, entre otros, expresan de manera manifiesta los dos componentes). Lo anterior supone afirmar, que para estas personas, la felicidad es un estado rara vez alcanzado en quienes se apartan de los seres amados en el in-tento por hacer posible sus metas y que cuando sienten haberlas alcanzado, el peso psicológico de no tener a su lado a la familia, es tan grande y el vacío es tan notorio, que puede incluso opacar cualquier logro obtenido en el primer sentido. Nos pregun-tamos, si puede ser dicho factor, uno de los importantes entre aquellos que subyacen al fenómeno llamado paradoja del migrante latino en Estados Unidos, ya que a mayor tiempo residiendo en aquel país, mayores son sus problemas de salud mental –e in-cluso física–. Esta problemática, generalmente conocida como el síndrome de Ulises (Zarza y Sobrino, 2007; Ramos Villagrosa y García, 2007), reviste tal vistosidad, que ha sido bautizada con este nombre, reconociendo por un lado, la variedad de sín-tomas presentes y por otro lado, la imposibilidad de sembrar raíces como ocurriese con el héroe mitológico griego, condenado a navegar por tierras extrañas, lejos de su Penélope y su descendencia.

Entendiendo el impacto enorme que para sujetos provenientes de culturas tan fami-listas como lo son la colombiana y la ecuatoriana, (para ampliación de los conceptos y soporte teórico, ver Zlobina, 2004,a; Zlobina, 2004,b y Markus y Kitayama,1991), tiene alejarse de su familia, es que podría cobrar sentido la negación de la existencia de la felicidad que hacen Arturo y Andrea, para quienes, esta se reduce a momen-tos. Ellos sencillamente habrían reconocido la utopía que subyace a una definición absoluta de tal concepto, otorgándole condición relativa y pasajera; su experiencia migratoria les podría haber enseñado que a la vida no puede exigírsele tanto. Quizás por esta razón es que a pesar de que proceden de países con niveles tan altos de fe-licidad en sus ciudadanos residentes en el origen, como ya se ha indicado (Colombia en especial), los entrevistados, como otros migrantes en los cuales se ha estudiado dicho aspecto, parecen presentar niveles menores en satisfacción con la vida, que los propios europeos (Bilbao, Techio, Basabe y Páez, 2007).

Naturalmente que a la separación de la familia como los propios migrantes lo reco-nocen, habría que agregarle el papel de factores que ellos no mencionan explícita-

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mente en este punto, quizás por que no son conscientes, o tal vez por que les cuesta reconocerlo, como la discriminación percibida (Basabe y de Luca, 2004; JasinsKaja, Liebkind, y cols 2006; Mak y Nesdale, 2001; Hernández Pozo y Alonso, 2004; Roc-cas, Herenczyk y Schwartz, 2000), el choque cultural (Moreno y Vallejo, 2005) y las dificultades para sentir que se tiene un adecuado apoyo social (Martínez, 2005; Hernández, Pozo y Alonso, 2004). Casi todas las investigaciones hechas en la materia, demostrarían que el primero, más que los otros, es el factor en el destino con más fuerte relación con el bienestar subjetivo o satisfacción con la vida, correlacionando negativamente, con la felicidad. La razón para tal correlación podría estar en que la discriminación percibida afecta seriamente la autoestima, tanto personal como colec-tiva (Roccas y Cols, 2000). Sin embargo, como lo han sugerido los estudios del grupo de trabajo de la universidad del país Vasco, esta podría ser una razón por la que los colombianos a diferencia de otros colectivos, optan por la separación, incrementando la identidad nacional. La teoría del rechazo – identificación de Branscombe y Schmitt, así lo soporta.

Finalmente y como prueba de que también los procesos propios de la psicología in-dividual pueden determinar el estado de infelicidad, Oscar comparte el intenso sen-timiento de culpa que le embarga, por haber sido autodestructivo como el mismo lo afirma; por haber destruido “la maravillosa posibilidad de poder estar aquí, en Plaza Mayor o puerta del Sol”. Se refiere a como malogró la posibilidad de estar en contacto con el mundo antiguo y con su historia, adentrándose en las actividades del narcotráfico, por lo cual pagó cerca de 10 años de cárcel. Como ya se conoce por la psicología clínica, pocas cosas pueden hacer tan infeliz a alguien como el sentimiento de culpa y de este, saben mucho los migrantes típicos, que se debaten corrientemente en dudas originadas por tan desagradable sentimiento, así no hayan incursionado en el narcotráfico; a ellos les afecta haber abandonado a su familia y una y otra vez se preguntan acerca de si su decisión de emigrar fue la correcta. No estar seguro de haber actuado en la forma correcta, en los asuntos trascendentales de nuestras vidas, puede hacernos profundamente infelices con frecuencia.

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Identidad nacional, nostalgia y relación con la cultura de origen

Desde que Henry Tajfel (1982), puntualizara la importancia que para el conjunto de las personas tiene el sentirse miembro de un grupo, el tema de la identidad social se ha convertido en uno de los preferidos de la psicología social. Dicha importancia es resumida por Techio y Calderón Prada (2005), en el cumplimiento de dos funciones básicas; el afrontamiento de la percepción de amenaza y el mantenimiento de la co-hesión intragrupal. De ahí, que ante estas dos necesidades, se tienda por parte de los individuos al aumento de la identidad con el propio grupo.

El concepto de identidad social, ya definido en otro capítulo, y que en general es entendido como el conocimiento que tienen las personas de su pertenencia a un o unos grupos sociales y la significación emocional y evaluativa que resulta de dicha pertenencia (Tajfel, obra citada; Bourhis, Gagnon y Moise, 1996; Herrera y Prasts, 1995; Zlobina, 2004a), puede ser aplicado a todo tipo de grupos sociales, incluidos los grupos étnicos –que supera el concepto demasiado biologista de grupo racial–, los grupos regionales y naturalmente que también los grupos nacionales, entre otros. En consecuencia, la identidad nacional seria entonces, el conocimiento que las personas tienen de pertenecer a un grupo denominado “nacionalidad” y la significación emo-cional y evaluativa que resulta de esta pertenencia. Una nacionalidad puede corres-ponderse o no, con lo que se conoce como país.

En términos generales decimos, que alguien tiene alta identidad nacional, cuando además de un fuerte convencimiento de su pertenencia a una nacionalidad, da cla-ras muestras de orgullo por dicha pertenencia. El asunto es especialmente relevante cuando de migrantes internacionales se trata, por cuanto estos abandonan físicamen-te su cultura o patria y deberán debatirse entre dos opciones, que en principio parecen antagónicas, si bien no necesariamente lo son: a) de manera pragmática rompen los lazos que les unen a ese lugar del mundo del que proceden, por lo que su identidad nacional cae en menoscabo. O b) continúan atados a él mediante el uso de estrategias

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que mantengan la identidad nacional. No son antagónicos pues se trata de procesos graduales que de hecho coexisten en el migrante. Es la lucha de los opuestos dentro de una misma persona. Con excepciones, la segunda alternativa tiende a prevalecer hasta tanto no sea reemplazada por otra identidad, ya que para aquel como para el resto de mortales, resultaría extremadamente lesivo ir por el mundo sin sentir que tienen un grupo social de referencia. Al fin y al cabo, como lo expresa Ángela Gómez (Gómez, 2007); ”cada migrante está atado a esa parte del planeta que le construyó unos valores, le dio familia, amigos y en cierto sentido, le dejó ser”. Naturalmente, los migrantes tienen siempre la posibilidad de optar por medidas intermedias, las cuales no son sencillas, ya que los humanos experimentamos la necesidad interior de decidirnos, entre dos fuerzas que chocan, por una u otra.

Veamos ahora como se las arreglan los migrantes colombianos y ecuatorianos entre-vistados, para mantener la relación con su cultura de origen y su identidad nacional. Asimilamos este último concepto pues, a reconocerse y sentirse (muy poco, poco, mucho, muchísimo) colombiano y/o ecuatoriano. De manera corriente esto se logra: 1. Mediante la relación con otros compatriotas en España. 2. Mediante la participa-ción en ambientes y actividades propias de la cultura originaria, lo cual incluye entre otros, el baile, la música, y las reuniones rituales al mejor estilo de sus regiones de procedencia. 3. A través de la gastronomía y otros bienes materiales de consumo. 4. Mediante la relación con el origen, sea, vía medios de comunicación masivos o perso-nales, sea, con viajes a su país. Y 5. Mediante la relación con el mito de pertenencia, el cual se alimenta subjetivamente, entre otras, con estrategias psicológicas como la comparación, la añoranza, el sentimiento de orgullo y el ensalzamiento de las carac-terísticas propias de su gente. Hay quienes alimentan su identidad, implementando acciones en los 5 frentes referidos, mientras otros lo hacen solo con algunos de ellos. Todo esto se puede apreciar mejor, si recordamos las alusiones expresas que en tal sentido hacen nuestros protagonistas en sus narraciones:

“La mayoría de mis amigos son españoles… yo no tengo muchos amigos ecuatorianos pues para mí no ha sido fácil cultivar una relación con ellos. La envidia es más grande entre nosotros mismos, lo que no pasa con la gente de aquí… En todos estos años he po-dido viajar solamente en dos oportunidades a mi país; lo hice en el 2002 y regresé hace un año, en el 2006… llamo a mis padres aproximadamente cada 15 días… añoro mucho a mi país; si, claro. Sueño cada día con él. El año pasado que fui, lo traje en mi cabeza al regreso… ¡Cuánto cuesta volver!” (César T.)

“Con mi familia me comunico una vez por semana. La que si no considero buena es mi re-lación con otros ecuatorianos; diría mejor que es una mala relación… Mi relación es buena en especial con los colombianos –colombianas ante todo–. He viajado solo dos veces a ver a mi familia… Añoro mucho a mí país, a la gente, su calidez. El conjunto de los colombianos con que me relaciono y que son de mi grupo, ha suplido ese espacio” (Angelines).

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“Para mi fue bastante difícil adaptarme a la comida española. Con los colombianos me he llevado bien… (Luego expresa reparos acerca de sus compatriotas en España)… solo me relaciono de cerca con españoles y un poco con otros colombianos… solamente he podido ir a Colombia en dos oportunidades. Me afecta no ir y me afecta ir porque ya no quisiera volverme… Añoro muchísimo a Colombia. Añoro todo; La gente tan cariñosa, el calor hu-mano… Añoro la tierra. La tierra jala mucho, tiene imán. Me hacen falta mis mangos, mi chontaduro… yo no permito que se hable mal de mi país… nosotros somos más solidarios (en comparación a los españoles). … se añora mucho al país” (Ana Cecilia).

“Vivimos en un país europeo pero somos una familia colombiana… la vida del inmigran-te es demasiado dura… vivimos muy apegados al olor de la guayaba, como dice García Márquez. Con frecuencia lloramos, pero llorar en serio, cuando escuchamos el himno Na-cional. Tenemos amigos que disfrutan mucho de la música y otras expresiones artísticas que vienen de Colombia, pero no porque les guste la variedad del folklore colombiano… si no solo porque proviene de nuestro país; la tierra cuando se está lejos, se añora con ganas. La relación con los colombianos y con otros latinoamericanos es normal. Tenemos amigos colombianos; nos vemos con algunos con cierta frecuencia” (Teresa).

“No tengo mucha relación con otros colombianos… he sido más bien temeroso a verme involucrado en los asuntos de otros, como drogas o algo así… viajes a Colombia no ha habi-do. No, desde que traje a mis hijos… yo quisiera volver a Colombia a visitar los míos. Visitar los sitios en que vivimos, sentirlos… cuando tu te vienes eres parte de algo y ese algo queda allá… la añoranza es grande. Creo que los colombianos tenemos más cosas buenas que ne-gativas… Estoy totalmente de acuerdo con quienes han dicho que cuando uno emigra, deja de ser del país que viene, pero tampoco llega a ser del país al que llega” (Luis).

“A Colombia no voy desde hace nueve (9) años, casi diez (10)…, ¿como iba a ir si estaba encerrado? Eso me afecta bastante. Añoro mucho el país, la gente… los colombianos en la cárcel parecen muertos de hambre, sin dignidad; no tienen dignidad, pidiendo más comida, demostrando el hambre” (Oscar).

“Con mis compatriotas tengo una buena relación, pero realmente son muy poquitos con los que me frecuento. La mayoría de mis amigos son colombianos y españoles… Tengo planea-do quedarme en España. A mi me gusta esto; la nacionalidad… ya me acostumbré al estilo de vida español y sé que ya no es el de Ecuador. Estuve hace dos (2) meses en Ecuador; fui por quince (15) días y no me gustó la experiencia (habla de algunos problemas, que afirma, no se presentan en España)… Tal vez por eso ya no añoro mi país como lo añoraba antes. Si lo añoro, claro, pero no igual. Los ecuatorianos son más unidos que los españoles, pero lo malo es que los hombres de mi país beben muchísimo” (Verónica).

“Yo llamo a Ecuador a veces… por lo general una vez a la semana, llamo sobre todo a mi hija… En estos siete años solo he ido una vez al Ecuador… yo no veo dificultad acá. No he tenido problema con las costumbres, la comida es muy rica… tengo muchas amigas de mi país… eso sí, si nos vemos pues charlamos de cosas sin importancia… A veces añoro

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mi país, aunque cada vez menos… (Luego hace una comparación entre España y Ecua-dor, que desfavorece al último)…” (Andrea).

“En Madrid hay parques muy bonitos. No volvimos porque vimos cosas que nos avergon-zaron; serranos bebiendo mucho… (César Z.). Si, veíamos con frecuencia latinoamerica-nos haciendo pis en la calle, en los parques. ¡Qué vergüenza! (Dolores)… con nuestros compatriotas no tenemos unas relaciones muy estrechas. Somos más bien selectos… He-mos hecho solamente un viaje al Ecuador… quizás por esa tranquilidad que encontramos aquí, a pesar de todas las dificultades, es que nos decidimos a buscar la nacionalidad” (César Z.).

“Me sigue gustando mucho el baile y voy de vez en cuando… la forma en que más me recreo, es organizando reuniones de comida con mis amistades inmigrantes… En los úl-timos meses nos estamos reuniendo cada ocho (8) días, los integrantes de la directiva de la asociación que impulsé para ayudar a niños de mi ciudad… deberíamos enfrentarlos con hechos (a los españoles xenófobos); demostrarles que no somos lo que dicen… que valemos tanto o más que ellos… llamo por teléfono a Colombia… mínimo una vez por semana… con los colombianos tengo buenas relaciones, pero… muchos colombianos pisotean al que no tiene papeles, se aprovechan de eso… También eso lo hacen otros latinoamericanos… los ecuatorianos por ejemplo… solo he viajado a Colombia en una ocasión… Añoro demasiado a mi país. Es mi tierra… (Lágrimas)… a mi no me gusta de los colombianos es el egoísmo. Lo más positivo que yo veo en los colombianos es el aseo personal… somos más aseados que casi todos los que uno se encuentra aquí… los colom-bianos acá nos destacamos por ser muy buenos trabajadores… además somos bastante cálidos; estas cosas nos dan como prestigio” (soñadora).

“Mi relación con los colombianos no es mala… tengo bastantes amigos; sirvo a quien puedo, pues me parece terrible el egoísmo de algunos aquí… Mi relación con la gente de otros países es buena. Eso a pesar de que los colombianos a veces nos sentimos superiores a nuestros vecinos;… he ido dos veces a Colombia… cuando uno vá a Colombia, ya ni siquiera encuentra los amigos. Uno termina con el tiempo, no siendo colombiano, pero tampoco español; se pierde la identidad. Yo escucho el himno nacional y se me hace un nudo en la garganta el tenaz. El país se lleva dentro y duele. Me enfada sobre manera que la televisora española y las películas colombianas solo muestran drogas, putas y violencia. … La calidez de los colombianos no se reemplaza fácil… el colombiano no es el que mas gusta aquí por el estigma de las drogas y la violencia, pero hay cosas de los colombianos que gustan; por ejemplo consideran que hacemos muy buen manejo del idioma… gustamos también por que somos orgullosos y no nos dejamos… hay muy buenas discotecas colombianas aquí y uno va a bailar y a gritar hasta muy temprano en la madrugada del domingo” (Arturo).

Ahora, si bien esta historias de vida migratoria, no dan cuenta de la amplia gama de posibilidades para el mantenimiento de la identidad nacional de todos aquellos que decidieron vivir en un país extraño al suyo, si son un rico ejemplo de cómo muchos

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de ellos se las arreglan para lograrlo y son a la vez representativas del conjunto de discursos, que en tal sentido pudimos escuchar de parte de colombianos y ecuatoria-nos en España.

Sus testimonios permiten apreciar en primer término, como la mayor constante es el contacto telefónico con sus familiares, siendo este el único puente en ocasiones, o por lo menos el principal, con la cultura de origen*; esas llamadas que ocurren cada se-mana para muchos o cada 15 ó 30 días para otros, constituyen no solamente el man-tenimiento del vinculo con sus consanguíneos, sino también con la cultura que les vio crecer y determinó, tanto su lectura de la realidad, como su forma de relacionarse con el mundo, a través de diálogos que como afirmábamos antes, son con frecuencia intrascendentes en apariencia. Están logrando información que ata, expresando sen-timientos que unen y reforzando una visión compartida del mundo social que de no ser así, sufriría rápidas transformaciones.

Los viajes de vacaciones al país de origen, en la casi totalidad de nuestros protago-nistas –tan escasos que promedian alrededor de uno cada tres o cuatro años– tienden a generar en ellos, un efecto ambiguo, tal como lo ha indicado Ana Cecilia, ya que producen, tanto la alegría del reencuentro como la tristeza de la nueva partida, sen-timientos ambos, que no obstante marchan en la misma dirección, cual es, alimentar el apego por aquellas cosas que solo su propia cultura o su propio país les proporcio-nan; de nutrirles con ellas, luego de esa larga temporada de abstinencia y de hacerles sentir que el país se lleva nuevamente recargado en su propia “cabeza” como adecua-damente lo manifiesta César T.

Pero no son la alegría del reencuentro y el dolor de la partida posterior, las únicas fuerzas que impactan la identidad nacional como consecuencia de un viaje de vaca-ciones al origen, ya que también una sensación de extrañeza al contacto de sus luga-res y personas suele embargarles. Ocurre generalmente de manera creciente a me-dida que los años de exilio se multiplican. Esta rara y molesta sensación es resaltada por Luis y Arturo de la misma forma como ya lo había hecho Rosa Aparicio (Aparicio, 2006). Puesto que han encontrado dificultades en su adaptación al medio español, en especial los colombianos, es de suponer que las expectativas que se tejen con el reen-cuentro sean elevadas; albergan la ilusión de volver a lo suyo, ya que la cultura donde

* Llamativamente, y al menos para las personas entrevistadas, el contacto con el origen a través de medios masivos de comunicación y nuevas tecnologías, demostró gozar de una popularidad definitivamente menor; con la excepción de unos pocos que acceden a un canal televisivo de su país en el sistema cable, o hacen uso del correo electrónico y/o chatean, la mayoría manifiesta hacer solo uso del teléfono. Como ya se dijo previamente, la mayor excepción la constituyen los más jóvenes y el uso corriente que hacen de las nuevas tecnologías que ofrece el sistema de Internet.

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se emigró es percibida ajena; pero no, tan ajena les resulta la una como la otra, ahora. Se acentúa con el tiempo como lo afirmará la última autora citada (Aparicio, misma obra), la sensación de no pertenecer a cultura alguna; la de origen o la de acogida o destino. Una expresión convertida ya en clásica por muchos migrantes recoge lo que al respecto sienten; “No soy de aquí, ni soy de allá”. Reflejan como ninguna otra, el drama del migrante; la tragedia de Ulises expresa, más que una realidad objetiva, una realidad subjetiva, un estado del alma.

El testimonio de Verónica permite apreciar por otro lado, un elemento que no cons-tituye para nada patrimonio exclusivo suyo, siendo por el contrario un componente ordinario dentro del conjunto de ambigüedades, que los migrantes viven con relación a su país de origen. Hacemos referencia a los sentimientos de decepción respecto a su patria, que aunque pueden haber preexistido, se renuevan vigorosamente con cada viaje, ya que la distancia fácilmente pudo haber contribuido –de hecho, suele ser así– a la idealización de la cultura de origen, de la misma manera como se idealizaba a la persona amada pero distante, en el amor cortes de los siglos XII y XIII y de cierta manera, continua haciéndose en el amor romántico de nuestro tiempo cuando hay separaciones temporales. Ese país idealizado con todas sus características positivas, principales y salientes, tiende a desplomarse al contacto directo y a dejar ver sus imperfecciones sociales, más grandes que nunca. Su inseguridad, sus carencias, su corrupción estatal, la tendencia de los ciudadanos a transgredir la norma social, son aspectos todos, que golpean emocionalmente al migrante de vacaciones. “Ese no es el país que yo quiero”, parecen decir muchos migrantes cada que tocan de nuevo con él. Les acompañará probablemente y de todas maneras –al menos a un elevado número de migrantes–, el dolor de comprobar que las cosas están mal allí y la ilusión de que ello pueda cambiar. Uno y otra, son por cierto, ataduras que como cadenas, les man-tienen forzosamente unidos al nido.

La relación con los compatriotas en España, que en conjunto revela mayor intensidad en los colombianos que en los ecuatorianos entrevistados, podría tener una doble conexión con la identidad nacional, siendo a la vez causa y efecto de ella; la alegría; el humor, el compartir más intenso y esa mayor vitalidad de la que hablaran Páez y Zlobina (2004a) entre este colectivo, puede contribuir, y mucho mas en un medio extraño y con frecuencia adverso, a que la identidad nacional se acentué y a su vez, esta, fortalecida, puede llevarles a buscar relaciones más estrechas con sus compa-triotas, lo mismo que a desarrollar conjuntamente dinámicas y actividades variadas. Esta característica, destacada entre otros por Ramos (2000), quien se sorprende de la particular alegría de sus fiestas, comparadas con las de muchos otros inmigrantes en Estados Unidos, logran sin duda, estimular la cohesión al grupo y el bienestar psico-lógico, cada vez que una reunión con los suyos tenga lugar.

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Y es que son precisamente las reuniones con los suyos, en discotecas unos, en par-ques otros, en los propios pisos donde habitan –quienes no tienen problema con los vecinos al hacerlo–, o en la preparación de un plato típico del origen, formas por ex-celencia de retroalimentar la identidad étnica y/o nacional, ya que son las costumbres y en especial aquellas asociadas al esparcimiento, prácticas que como ninguna otra quizás, conllevan cultura; son cultura misma. Es pues trasladar la cultura del país del que se procede, al país donde se reside. Además, como lo esgrime De la Pava (2006); “agruparse, acompañarse en la soledad del exilio, es un mecanismo de defensa y pro-tección de la identidad de la propia cultura. Estos actos gregarios buscan evitar poner en riesgo lo que ya se encuentra en riesgo, la identidad”.

Mas allá de los excesos en que puedan incurrir –y que de hecho incurren– muchos colombianos alicorados en una discoteca o muchos ecuatorianos de la Sierra en un parque, y que deben ser controlados por diferentes razones, tenemos que reconocer que “la rumba” de unos o el consumo de licor en lugares públicos, de los segundos, son expresiones estrechamente ligadas a su cultura, que contribuye a mantener sus identidades étnico –cultural y nacional–. Son sus formas de asociación de antaño co-nocidas y como lo reconocen Zelaya, Martínez, Taboada y Elgorriaga (2007), los aso-ciados presentan mayores niveles de identidad étnica que los no asociados. Plantea si, retos y desafíos para quienes trabajan con migrantes en España y para los respectivos gobiernos comprometidos, en el sentido de generar pautas de comportamiento más saludables y controladas, sin que los hábitos de recreación compartida se pierdan. Es mas, y con respecto al baile y al jolgorio, Arturo, César T., Ana Cecilia y Soñadora entre otros, han descubierto que dichas actividades acompañadas siempre de música, contribuyen a la generación de efectos psicológicos y psicosociales notables, incluyén-dose entre ellos el bienestar emocional, la satisfacción de pertenecer al grupo con que se disfruta aquella actividad y el orgullo que se experimenta entre sus practicantes, al comparar esas actividades con las que desarrollan otros grupos, convencidos como están, que lo suyo es lo mejor.

Y es que, a propósito de orgullo por lo propio, este es, una de las manifestaciones más claras de una fuerte identidad nacional. Dicho sentimiento brota con facilidad en varios de los discursos de nuestros entrevistados. Los lectores pueden apreciar tales expresiones de manera especial en Arturo, Soñadora, Luis y Ana Cecilia, todos los cuales destacan diversos aspectos positivos de los colombianos. Ya Tajfel (1981) y Herrera Prats (1995), habían enfatizado el papel que juega la comparación con otros grupos, al igual que la distintividad, como elementos que contribuyen decididamente a elevar el sentimiento de valoración del propio grupo, esto es, a sentirse de alguna manera en situación ventajosa respecto al otro grupo comparado y en el sentido en que se presenta la comparación.

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Tal como lo plantearan los autores referidos, estos colombianos, al igual que otros entrevistados del mismo país, aluden ventajas comparativas en el aseo personal (soñadora), solidaridad (Ana Cecilia), ser buenos trabajadores (Soñadora), uso del idioma (Luis y Arturo), calidez (Soñadora y Arturo). Este sentimiento de orgullo al comparar características percibidas en los miembros de su colectivo, respecto a otros exogrupos, expresado por muchos colombianos, va posiblemente de la mano con la corriente preocupación de los nacionales de este país, por la imagen que proyectan (ya mencionada en otro lugar), al igual que con cierta tendencia a puntuar alto en las mediciones de autoestima, como es el caso del resultado que personalmente obtuvi-mos en un estudio previo en el cual se aplicó la escala de autoestima de Rosenberg (Murillo, 2006). La probable relación entre la autoestima y el orgullo que despierta su pertenencia social, componente esencial de la identidad nacional, es pues una in-teresante hipótesis que deberá ser probada.

Contrastando con los colombianos, no se denota una fuerte manifestación de orgullo nacional en la mayoría de ecuatorianos entrevistados; no solo sus comparaciones con otros colectivos son mas escasas –ventajosas o no–, sino que además los compor-tamientos evitativos respecto a sus propios compatriotas y expresados, como ya fue mencionado y analizado en un capítulo anterior, en varios de ellos (Angelines, César Z., Verónica, Dolores), reflejan una doble relación de causa-efecto sobre la identidad nacional; evitarlos para no ser asociado a ellos, indica poco orgullo por su grupo (Jasinskaja, Liebkind y cols, 2006) y a la vez, mientras mas se eviten, menos posi-bilidad existe de construir conjuntamente razones que acrecienten el orgullo de ser ecuatoriano. Verónica y Andrea, quienes claramente demuestran haber optado por la estrategia de asimilación por parte de la cultura española, a la que se han adaptado mas fácilmente que otros, están con ello, borrando trazos de su propia cultura. No hay en ellas, en especial en la primera, palabras que demuestren sentirse orgullosa de sus raíces. Si otros trabajos indicaran resultados semejantes, constituiría sin duda, una invitación al gobierno ecuatoriano para desarrollar campañas tendientes a for-talecer el orgullo nacional de sus ciudadanos en España. La asimilación, y eso no se puede ocultar, esconde por lo general un deseo de ser incluido en la cultura española, sacrificando rasgos de la propia.

En cuanto a la añoranza, esta es expresada de diversas maneras por los migrantes, pero cobra mayor énfasis en la narración, cuando se resaltan símbolos como el himno nacional (Teresa, por ejemplo), los productos típicos del país (Cecilia expresa su nos-talgia por determinados frutos de la tierra) y ante todo, por una característica com-portamental que una y otra vez es señalada como propia de las personas en el origen; el calor humano en el trato personal. Nuevamente son los colombianos, mas que los ecuatorianos entrevistados, quienes dejan ver en promedio, intensas manifestaciones relacionadas con la identidad nacional. Este ultimo aspecto –el calor humano– es

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no obstante, objeto de constantes referencias también en migrantes ecuatorianos, se trata al fin y al cabo de una de las características propias de las culturas colectivistas, que determina en gran medida las relaciones personales allí y que diferencia aquellos países, de las naciones llamadas individualistas, como es el caso de España (que sin embargo dista mucho de ser el mejor prototipo de individualismo).

Existen en la migración internacional, además de la distancia, razones que de manera apenas obvia, estimulan la nostalgia por el país de origen y aquellas cosas suyas que ya no se tienen para ser vistas, tocadas u olfateadas y que solo nos llegan a través del sentimiento, como los discursos se encargan de mostrarnos; una de ellas, quizás la mas importante, es la diferencia cultural percibida con los españoles y su medio cultural. Mientras menos ofrezca España de aquello que es familiar a los migrantes, mayor será la añoranza. De ahí, que la proliferación en los últimos años de negocios culturales en las grandes ciudades españolas, en especial Madrid y Barcelona, tipo restaurantes, discotecas o panaderías, podría estar menguando en los inmigrantes, la añoranza del origen y produciendo efectos por lo menos confusos, en la identidad nacional.

Un buen restaurante típico ofrece no solo la mejor gastronomía de su país, si no que la acompaña además de música del origen y de un ambiente, tal, que hace sentir a los integrantes de la diáspora en el corazón de su cultura. Una buena panadería por otro lado, permite a estos, acompañar una taza caliente de café en las mañanas de la misma manera que lo hacían en su país. Hace una década, como lo afirma Juan Car-los, colombiano residente en Barcelona, era impensable este tipo de manifestaciones culturales, con lo cual la relación con la cultura de origen era mucho más distante y la nostalgia era mayor. Es quizás por ello, además de su buena cocina, que “los Messera-ges”, restaurante ecuatoriano en la zona de carabanchel en Madrid o “patacón pisao”, restaurante colombiano también en la capital española, se han convertido en punto de referencia para sus compatriotas residentes; el cliente, no solo degusta de un plato, se siente ante todo, “como en su país”. En este sentido vale la pena recordar una intere-sante reflexión aportada por Guarnizo (2006), quien plantea: “el vivir transnacional engendra dos tipos de procesos asociados al deseo de los emigrantes de reproducir prácticas y costumbres culturales para mantener sus identidades locales, regionales y nacionales; así como su ambiente social en el extranjero … El deseo de los migrantes de seguir viviendo como antioqueños, como paisas y como colombianos, mientras resi-den en Boston, Massachussets, genera una demanda considerable de bienes y servicios de su localidad y país de origen. El comer y beber alimentos y bebidas de la tierra natal o escuchar y bailar auténtica música nacional se hace normativo, especialmente entre aquellos que viven segregados en enclaves étnicos residenciales…”.

Esa demanda de bienes y servicios provenientes de su país, a los que se refiere Guar-nizo, no solo compromete restaurantes; también otros establecimientos, como alma-

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cenes e iglesias, son espacios para alimentar la identidad (Bidegain, 2006), pues allí, siguiendo a este último autor, se continua desarrollando cultura. El autor por ejem-plo, pudo asistir hace poco a una nutrida misa oficiada por un sacerdote colombiano en un ayuntamiento de la comunidad de Madrid. La casi totalidad de los asistentes eran inmigrantes latinoamericanos, que evidentemente asistían a ella, no solo por razones religiosas. La misa era algo más que una liturgia ligada a la fé católica; era también un ritual en el que se afirmaba la identidad cultural de los venidos de Amé-rica Latina; era “nuestra misa”.

El mito de lo nuestro, es alimentado pues, por llamadas, viajes, reuniones, visitas a restaurantes o discotecas, celebraciones y rituales colectivos, bailes, escuchar emiso-ras con programación musical del origen, etc., pero ante todo y como ya se dijo, lo es por estrategias psicológicas, contando para ello curiosamente con la complicidad de autóctonos xenófobos, los cuales, sin saberlo, estimulan el orgullo de pertenencia de aquellos a quienes intentan hacer sentir vergüenza de su origen. Las actitudes prejuiciadas, pero principalmente las conductas discriminatorias por parte de espa-ñoles, como pudo comprobarse en varias narraciones de migrantes, pudieron haber incrementado, mas que disminuir, su orgullo étnico o el orgullo nacional de varios de nuestros protagonistas, acentuando además la distintividad respecto a quienes así les tratan; el convencimiento de ser distintos, pero además mejores. Ana Cecilia, Arturo y Soñadora, nos ofrecen ejemplos claros relacionados con tal aspecto, en los que se puede encontrar evidencia empírica, de tipo cualitativo, para quienes han afir-mado reiteradamente que una respuesta muy probable de quienes son victimas de la discriminación, es el incremento de la identidad grupal (por ejemplo los trabajos de Branscombe y sus colegas publicados en diferentes revistas científicas).

De la misma forma señalada por Techio y Calderón Prada (2005), en el sentido de que la percepción de amenaza puede conducir a un afrontamiento, en el cual se aumenta la identidad con el propio grupo como mecanismo de defensa y de cohesión con este, los migrantes señalados, parecen sentir y demostrar más orgullo de su grupo, cuando sienten que son atacados por ciudadanos españoles. Incluso en inmigrantes ecuatoria-nos, en los cuales como se ha afirmado es frecuente la estrategia de evitación de los suyos como intento de diferenciación, que disminuya el estigma. Recordemos el caso de la adolescente brutalmente golpeada por un joven español en el metro de Barce-lona y filmado por las cámaras de seguridad, el cual produjo una fuerte reacción de solidaridad y orgullo étnico y nacional, cuando por centenares se arrojaron a la calle, protestando visiblemente y exigiendo respeto para su grupo social. Si acaso a este acto bárbaro y otros afines, pudiese atribuírseles un aspecto positivo, el seria el acrecenta-miento de la identidad nacional en su componente del orgullo, su cohesión concomi-tante y la correspondiente solidaridad que despierta en otros colectivos, incluido el de los españoles mismos que lo encontraron vergonzante y despreciable por millones.

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Adolescentes

La migración internacional de menores y adolescentes, plantea una serie de parti-cularidades comparada con la misma en personas adultas, razón por la cual fueron incluidas en este libro, entrevistas con tres jóvenes –dos colombianas y una ecuato-riana–; el propósito en concreto, es facilitar la tarea de comentar varias de dichas particularidades. Dos observaciones previas son pertinentes sin embargo: a) a pesar de que en varias ocasiones el autor concertó citas con jóvenes de sexo masculino –en especial ecuatorianos– para adelantar entrevistas formales, tal intento fue fallido siempre, por el incumplimiento a la cita de aquellos. Hay que decir que no obstante, varias entrevistas informales habían sido logradas ya, con adolescentes hombres, tanto colombianos como ecuatorianos. Es esta la razón por la que en el libro solo se incluyen entrevistas con mujeres adolescentes, lo cual constituye sin duda una limitante. b) una segunda observación es que Cindy, una de las jóvenes que compar-tió su historia y su sentir, no corresponde a un caso típico de migración de menores en el sentido de su inusual proceso adaptativo, que incluye un rápido ingreso a la universidad; pero ese es precisamente su valor y por tal razón, fue incluido al lado de las narraciones de dos jóvenes que si responden en mayor grado a esa tipicidad. Se procura como en las demás historias migratorias, que los lectores tengan acceso a diferentes experiencias.

Ahora, adentrándonos en materia, una primera particularidad consiste en que en los menores, el proceso migratorio, viaje inicial y retorno incluidos –si este se presenta en pocos años– es generalmente producto de una decisión ajena, de manera corriente tomada por sus padres y en la que los adolescentes terminan siendo protagonistas pasivos. Pero además de ajena, la decisión suele ser muchas veces en contra de su voluntad, como bien lo afirma Cindy: “yo no quería venir para España ni salir del Ecuador”, es su argumento, el mismo que esgrime Julia (en Nathalie por su parte, había sentimientos encontrados respecto al viaje, puesto que su madre ya residía en España). Ser llevadas a España a pesar de su oposición, con argumentos que quizás no entienden aún por su edad, pero además encontrarse con que la posibilidad de un

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retorno definitivo e incluso un viaje de vacaciones al origen, son asuntos que no son decididos con su consentimiento, puede fácilmente constituirse en el primero entre varios eslabones, que conducen a serios problemas en los menores migrantes.

No a todos y todas afecta igual, naturalmente, pero si hay que reconocer que decisiones de tal magnitud, contrarias a la voluntad de los menores migrantes, pueden propiciar a su vez, una serie de implicaciones, las que sumadas al hecho de que la adolescen-cia es por sí misma una edad de mayor vulnerabilidad, pueden acarrear problemas. Entre las implicaciones más importantes tenemos: 1. Incremento de la rebeldía como retaliación contra los adultos –sus propios padres o el mundo social en que ahora se encuentran–. Dicha reacción suele presentarse con mayor probabilidad en aquellos chicos (o chicas) que fueron llevados a una edad mayor. 2. Que se presente en los (as) menores, mas dificultad para desprenderse de aquellos elementos constitutivos de su cultura de origen, que en el caso de los adolescentes, seria fundamentalmente la relación con los pares y la subcultura juvenil, más que con la cultura predominante en el mundo adulto. Tal cosa supone a su vez dificultades de adaptación adicionales a la cultura anfitriona –España en este caso–. De nuevo hay que decir que la adaptación, tiende a ser más problemática en adolescentes que migraron a mayor edad (Zlobina, 2004a), como también en jóvenes con menor nivel académico (Martínez, Paterna, López y Martínez, 2007). 3. Que como lo plantea Zlobina (obra citada), encuentren más obstáculos para el desarrollo de su identidad social a diferencia de los adultos, cuyas más grandes complicaciones se presentan en el aprendizaje cultural. Adoles-cencia, viaje contrario a su voluntad y hecho migratorio en sí; he ahí factiblemente tres elementos fuertes que se conjugan para obstaculizar el desarrollo de su identidad social. 4. Que de manera concomitante a los aspectos señalados, se propicie en ellos, una mayor predisposición a la marginación, donde tanto la cultura de acogida como la de origen sean rechazadas –esta última en su versión migrante–.

La comparación de las tres historias de menores incorporadas al libro, demuestra que es Julia quien presenta las mayores dificultades en los aspectos referidos, incluido un intento de suicidio. Ella ilustra mejor que nadie, los problemas que muchos adoles-centes de ambos sexos encuentran en su experiencia migratoria. Fue quien al parecer presentó la mas fuerte oposición al viaje; llegó a una edad mayor que Nathalie, como ella misma lo señala tratando de explicar sus mayores contratiempos; siente gran nos-talgia por el origen y lo que este le representa, adicional a un cierto rechazo por los elementos de la cultura local, haciendo la adaptación, un proceso más complicado; se queja del poco tiempo que sus padres pueden dedicarle y pasa gran parte del día y la noche, refugiada en el internet. Con todos estos factores que juegan en contra, no es de extrañar sus dificultades de adaptación. Su caso no es aislado; muchos otros jóvenes inmigrantes enfrentan situaciones semejantes en España. Habría que agregar que tanto Julia como su amiga Nathalie, reconocen que el proceso es más difícil para

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los adolescentes hombres, algo que ya ha sido señalado antes por conocedores del tema.

Otra particularidad que diferencia la migración internacional de adolescentes, de la migración adulta y que se expresa claramente en la entrevista sostenida con Nathalie y Julia –mas no así con Cindy–, ya que constituye el punto neurálgico de sus inter-venciones, es el interés predominante en la socialización y el galanteo. En efecto, mientras los adultos, migrantes o no, pero en especial los primeros, hablan ante todo de los aspectos laborales y del dinero que aquello les representa, los jóvenes, igual que lo hacen Julia y Nathalie, centran su atención en ámbitos que se desprenden de la interacción con otros (as) adolescentes y muy especialmente con los (las) del gé-nero contrario; de todo el conjunto de comportamientos y factores que aluden a los rituales de socialización y galanteo. Es una socialización que resultó bastante difícil y amenazante para las tres protagonistas, como lo resultó para otros (as) jóvenes entre-vistados (as) al respecto, en sus inicios, pero que dejó de serlo para Nathalie y Cindy con el paso del tiempo. El colegio –el cole como le llaman, al estilo español que omite silabas generosamente– es al parecer para Julia y Nathalie, ante todo, el lugar don-de conocen chicos y cortejan con ellos, más que un recinto en el que desarrollan su proyecto de vida. Este último es solo una prioridad para Cindy. Ella es, lo repetimos, atípica, por cuanto tiene por prioridad un proyecto de vida. En el caso de Nathalie y Julia, ese proyecto, lo es por excelencia de sus padres y no suyo.

Pero eso es lo natural, no constituyendo novedad alguna en la adolescencia, que chi-cas y chicos piensen más en los amigos y en novios (as) potenciales que en lo que van a ser, ya adultos. Puede sin embargo, plantear problemas adicionales a las de por si numerosas dificultades que cabria esperar en esta etapa, si vivieran en su país. ¿Que pasa –por ejemplo– cuando la adolescencia transcurre en un medio que como el de la migración internacional, antepone serias dificultades para la libre expresión de las necesidades propias del eros? Pero también, ¿qué ocurre cuando, como sucede con la mayoría de jóvenes inmigrantes, la relación con los autóctonos se ve obstaculizada por el rechazo y con otros inmigrantes de su misma nacionalidad por escasez de ma-teria, impidiendo una selección adecuada de aquellos (as) chicos (as) de su interés?. La soledad, los amigos virtuales, el incremento de impulsos agresivos y la nostalgia por su cultura de origen es la respuesta. He ahí otro factor de riesgo presente en innu-merables jóvenes. El testimonio de Julia demuestra que dicho riesgo existe. El de Na-thalie demuestra que es posible sobreponerse a ello y el testimonio de Cindy, que no todos los (as) jóvenes marchan inexorablemente en esa vía, como una condenación.

Con todo, hay que reconocer que los (as) adolescentes son más vulnerables que los adultos en el proceso migratorio, lo cual es otra de las particularidades a las que se hizo referencia al inicio de este capítulo. Lo son, entre otros, por factores tales como

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la inmadurez relativa de los primeros, comparados con los segundos; por su menor autonomía económica, social y psicológica; por que como ya se afirmó, no son due-ños de la decisión de emigrar o retornar –que es por cierto, una consecuencia obvia del punto anterior–. También, por factores que nacen directamente de la experiencia migratoria y entre los cuales es posible mencionar: 1. Por que las expresiones de xe-nofobia tienden a ser mas bruscas entre los jóvenes, y aun los niños, que entre los ma-yores (Nathalie y Julia comparten su experiencia en este sentido), siendo común en las narraciones adolescentes, la referencia a las agresiones físicas recibidas. 2. Porque el trabajo de los padres, por lo general de mayor intensidad horaria que el mismo en su país de origen, sumado a la dificultad práctica de establecer relaciones interper-sonales con muchos chicos (as) de su edad, les condena corrientemente a una mayor soledad. 3. La conjugación de 1 y 2 suele con frecuencia, dar como resultados jóvenes con altos niveles de resentimiento y a la vez huérfanos de autoridad, lo que no deja de ser una bomba de tiempo, que la misma Cindy ofrece como explicación al fenómeno de los latin Kings. Estos últimos, son agrupaciones juveniles con un alto componente de subcultura juvenil contestataria y con regularidad asociada a la transgresión de normas, que se caracterizan por una fuerte composición de menores ecuatorianos.

Varios autores, entre ellos Ocariz, Bermejo, y San Juan (2005); Navarro Aguilar, Pi-ñero y Cols (2005); Zarza`y Sobrina (2007), han sugerido, después de estudiar el fenómeno del menor infractor, que existe un perfil del mismo, caracterizado por una relación precaria con sus padres, en tiempo compartido, autoridad y/o afecto, a la vez que el contar con amigos en riesgo social, tendencia a la no escolaridad y alto porcentaje en situación de consumo de sustancias psicoactivas. Estos factores, pero en especial el primero, que actúa como disparador de los otros, serian el caldo de cultivo de las pandillas juveniles, tanto en Estados Unidos como en España, según los últimos autores citados.

Posiblemente en esta conjugación de factores como los referidos –principalmente es-tos– radica el fenómeno del menor inmigrante transgresor y si bien, las tres adoles-centes entrevistadas no han tenido problemas en tal sentido y ni siquiera forman par-te de pandillas, si dejan, en especial Nathalie y Julia, testimonio acerca de aquellos elementos que en general comparten con la mayoría de menores migrantes en España y que les hacen altamente vulnerables. Cuando decidimos incluir sus testimonios migratorios, no lo hacíamos por tanto se considerase sus casos, representativos del menor transgresor, sino por cuanto reflejan, y en ello si son representativas, al menor en situación de vulnerabilidad. De hecho, la mayoría de los hijos de la migración in-ternacional, están en riesgo psico-social.

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Españoles que trabajan con inmigrantes

Sabemos, por la información registrada a través de los medios masivos de comunica-ción, que dan cuenta de los actos bárbaros de españoles xenófobos, que un sector al parecer creciente, de nacionales de aquel país, rechazan con intensidad preocupante, la presencia de migrantes venidos de países en vía de desarrollo. Pero, ¿son ellos representativos de la población española? … ¿piensan todos los españoles, como los xenófobos, que la inmigración internacional es un problema generador de consecuen-cias negativas para España y sus conciudadanos? La respuesta es no. Definitivamente no. Así como el número de españoles, a los cuales se les ha exacerbado su sentimien-to de rechazo al otro diferente, crece, en la medida en que aumenta la inmigración, crece también el número de españoles que entienden al migrante y se solidarizan con este; la ecuación es sencilla; a mayor presencia de la diáspora en su territorio, decrece el número de españoles indiferentes ante el fenómeno, esto es, abandonan su actitud neutral y se dirigen a uno u otro extremo del espectro. Unos odian dicha presencia y a sus integrantes. Otros generan simpatía por aquellos que han abandonado sus raíces y su familia en procura de construir lo que consideran un mejor futuro, y procuran expresar con ellos, su solidaridad.

Puesto que los primeros reciben suficiente atención de los medios de comunicación por sus comportamientos antisociales, y los segundos avanzan en su labor prosocial de manera silenciosa, consideramos en este trabajo, que es nuestro deber escucharles. Es por dicha razón, que han sido incluidos testimonios de dos de los muchos espa-ñoles (as) dedicados a ofrecer su mano amiga a los inmigrantes. Es, no solamente un merecido homenaje a su compromiso, si no también el reconocimiento de que su punto de vista sobre la cuestión migrante, es demasiado valiosa como para dejarle pasar; ellos al fin y al cabo, en lugar de rechazar, se acercaron a los migrantes, cono-cieron su realidad, la interpretaron y se esmeran en transformarla acorde con precep-tos soportados desde los derechos humanos. Resaltemos pues, algunos aspectos que aparecen en las entrevistas con Esteban y Trinidad, las cuales responden a un formato no estructurado.

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Tanto Esteban como Trinidad-Triny, para los migrantes que con ella se relacionan -, comparten una fuerte sensibilidad por lo social y un compromiso con las causas de los sectores más vulnerables. Su llegada al trabajo en ONG’S que se ocupan de la causa migrante, no es mas que una expresión de aquello; esta es la razón quizás, por la que uno y otra, definen su experiencia como enriquecedora; para ellos no se trata de un trabajo, es una vocación de servicio. No son los únicos; muchos españoles de ambos sexos, recuerdan la época –hace ya varias décadas– en que ellos mismos o sus propios connacionales, migraron a Alemania y fueron sometidos a condiciones que se niegan a repetir ahora con los venidos del sur. Se trata de personas que conocen del rol de victima y saben de la dureza de la experiencia migratoria.

Pero mas allá de sus simpatías por la causa migrante, Esteban y Trinidad, comparten una lectura del fenómeno migratorio que riñe con las posturas pesimistas e incluso con la lectura gubernamental; para ellos, la inmigración en España no es un proble-ma, es una solución, bien manejada, a algo que si es un problema; la escases de mano de obra en ciertas áreas sociales y productivas. Y si es una solución…, si aportan a España y a los españoles, lo que se debe hacer, es brindarles condiciones favorables a quienes tanto sacrifican para venir en busca de futuro para los suyos, pero aportando soluciones a la península. De ahí que ambos coadyuven en la búsqueda de esas mejo-res condiciones. Esteban, incluso, va más allá, cuando dice; “un inmigrante me llega formado y por tanto no me cuesta, lo que no ocurre con un español, cuya formación le cuesta al país… Deberíamos tener en cuenta eso, para darles algo en cambio a esos países”.

Otro elemento a destacar en Esteban y Trinidad, es su postura critica con las políticas migratorias; con la tendencia superficial a estereotipar, alimentada por los medios de comunicación y muy especialmente con los empresarios y su carencia de sensi-bilidad frente al drama humano que subyace a esa mano de obra barata, que tanto les complace.

Respecto a las políticas migratorias, resulta evidente que ellos expresan el punto de vista predominante en las organizaciones no gubernamentales, el cual considera que el gobierno hace muy poco por buscarle solución integral y justa a la situación de los inmigrantes. Hay sin embargo apreciaciones opuestas o por lo menos diferentes en ciertos aspectos, entre Trinidad y Esteban. Mientras la primera considera que debe limitarse la entrada de inmigrantes, pero garantizar mejores condiciones a los que ya viven y trabajan en España, eliminando lo que percibe como un doble manejo y por tanto cuestionable éticamente, el segundo, califica como lamentable el cierre de fronteras, e ironiza incluso, acerca de la postura oficial de propiciar la reagrupación, pero en el origen. Ambos reconocen si, como más regresivo el discurso de la derecha, que en España representa el partido popular –PP–, lo cual resulta inobjetable para la

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mayoría de observadores y obviamente para la mayoría de inmigrantes. Se encuentra unanimidad, sí, en su rechazo a los mensajes estereotipados que manejan los medios de comunicación, que contribuyen de esta manera a incrementar las posturas xenó-fobas, nutriéndose de la asociación que se establece entre inmigración y delito, entre inmigración y problema.

Ahora, en el tema de los empresarios, Trinidad pone el dedo en la llaga cuando in-terpreta su actitud, representativa de las clases sociales y económicas privilegiadas, como contradictoria, al pretender mano de obra barata, pero inmigrantes invisibles; con una frase recoge lucidamente dicha contradicción: “que trabajen de día en Espa-ña y de noche, vayan a su país, para regresar al día siguiente a trabajar”. Para esta religiosa, es evidente que el malestar de muchos españoles respecto a los inmigrantes, está en buena medida determinado por la clase social; mientras a los trabajadores españoles les resulta incómodo la competencia por empleos, salarios y subsidios que la diáspora les plantea, a las clases socio-económicas altas, lo que les resulta agresivo es la presencia de los nuevos pobres en la calle; el asunto estético, le interpretamos. Esteban por su lado, clama por educación para los empresarios, pero también por mano dura para con ellos, ya que, al centrarse exclusivamente en los beneficios que obtienen de los bajos salarios que pagan a los inmigrantes, olvidan la función social que uno y otro, debieran cumplir. Es la misma mano dura que ambos piden para quie-nes incurren en acciones xenófobas.

El profundo conocimiento que Trinidad y Esteban han alcanzado del mundo interno de los inmigrantes, de las condiciones en que estos se mueven, e incluso de su país de origen, se aprecia en diversos apartes de sus respuestas; es así como abundan afirma-ciones relacionadas con tópicos, que sin duda han sido señalados ya por especialistas en el estudio de la migración internacional en España y a los cuales incluso habíamos también accedido en nuestras entrevistas con colombianos y ecuatorianos; nos referi-mos por ejemplo, a las expectativas que estos últimos tienen acerca de un pretendido trato deferente por parte de los españoles, dada su condición de hijos de la “madre patria” (Trinidad); la intensa lucha interna que se libra en los migrantes, luego de unos cuantos años en España, respecto a la necesidad psicológica de volver al origen, por un lado, versus la resistencia a hacerlo, dado que conocieron ya las ventajas de vivir en un mundo en el cual, no solo tienen más posibilidades de movilidad social, sino que además les permite gozar de más garantías en conjunto a la hora de defen-der la vida y sus derechos (Esteban y Trinidad); la explotación a que, con frecuencia, se somete a los nuevos migrantes por parte de sus mismos connacionales (Trinidad); y el drama familiar que inevitablemente acompaña el tema migratorio. Dan luces incluso sobre aspectos relacionados con los derechos humanos y su violación, y sobre los cuales a veces no son muy conscientes los mismos inmigrantes, dado que provie-nen de países en los que el tema no forma parte de sus prioridades. Este, se comenta

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brevemente en el apartado siguiente. Podemos recordar una vez más para finalizar, que el aporte de los españoles que trabajan con inmigrantes, es definitivamente im-prescindible en el intento por comprender el fenómeno y Esteban y Trinidad son un buen ejemplo de ello.

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Apuntes desde la perspectiva de los derechos humanos

Si bien este trabajo gira fundamentalmente en torno a los aspectos psicológicos y psi-cosociales, surgidos de experiencias normales de inmigrantes normales y para nada, ha pretendido recoger aquellos testimonios mas sobrecogedores por su dramatismo, o por su especial impacto desde la perspectiva de los derechos humanos, es también cierto que aún ellos, reflejan situaciones violatorias de uno o varios de los artículos de la Declaración universal que hiciese la asamblea general de las Naciones Unidas en diciembre de 1948.

Y es que la migración internacional es por sí, un fenómeno altamente sensible al tema de los Derechos Humanos y a la transgresión de los 30 artículos de la Declaración, ya que esta fue hecha, ante todo, pensando en la protección de los ciudadanos por parte de los estados nacionales y no en la protección de los no ciudadanos, es decir de quienes, como los migrantes, deben recorrer un largo camino hasta alcanzar dicha condición. Ello pudo haber dejado vacíos que facilitan su violación. Arango (2005), ha señalado al respecto, que los inmigrantes se encuentran entre los grupos más ex-puestos a la violación de sus derechos; por su alejamiento del poder, por la asociación inmigración-pobreza, por la xenofobia, pero también por 2 características adicionales que incrementan su vulnerabilidad: a) la proliferación de tráficos clandestinos, y b) por la extraordinaria extensión de la inmigración irregular. Está claro, que ese grueso grupo de inmigrantes, por su condición de irregulares, son, no solamente lo suficien-temente invisibles como para ser protegidos por el Estado, sino que precisamente esa condición, les deja mas expuestos a diversas formas de sobreexplotación y dis-criminación e incluso, a la persecución de organismos policiales que les asimilan con delincuentes. Como indica Pajares (2005), las sociedades de inmigración –y España lo es–, se dividen en dos grupos; los ciudadanos nacionales y los inmigrados. A su vez estos últimos se dividen en dos: los que están en situación regular y los que lo están de manera irregular.

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Es propósito en este apartado, identificar, de la mano de nuestros protagonistas, si-tuaciones en las que ellos hayan sido víctimas de violaciones a los Derechos humanos. Antes de hacer el recorrido, debemos reconocer que posiblemente muchas otras, que pudieron haberse presentado, no se reflejan en sus testimonios. De hecho, la ma-yoría considera que lleva una vida digna. Dos razones hay para ello: la primera, es que con frecuencia las expresiones violatorias de los Derechos Humanos suelen ser sutiles, esto es, no presentan la brutalidad y el dramatismo que por ejemplo tuvo la golpiza a la joven ecuatoriana en el metro de Barcelona en el 2007, o la que recibió un ciudadano colombiano en Las Rosas, comunidad de Madrid, unas pocas semanas después del primer incidente. La segunda razón tiene que ver con el origen mismo de la inmigración internacional típica; puesto que en su inmensa mayoría, los inmi-grantes provienen de países en vía de desarrollo, en los cuales el Estado se encuentra aún en proceso de maduración, las violaciones allí, a los derechos de los ciudadanos son lugar común, de tal manera que el inmigrante puede considerar “normal” dicha situación y no ser plenamente consciente de cuando se están violando sus derechos. Sencillamente no ha codificado una cultura de los Derechos Humanos. Sea por la su-tileza con que muchas veces ocurre, o por que el inmigrante no alcanza a dimensionar los incidentes desde una perspectiva de los Derechos Humanos, muchas veces, dichos incidentes, pasan desapercibidos.

Con todo lo expuesto, demos una mirada a lo que nos cuentan en sus discursos los ecuatorianos y colombianos entrevistados: partamos de lo obvio; todos y cada uno de ellos han narrado sus experiencias desde su condición de inmigrantes irregulares –que lo fueron en algún momento– y su proceso en dirección a legalizar su situación en Es-paña, dentro de las regulaciones de la Ley de extranjería; pues bien, estas leyes, como resalta Pajares (2005), restringen derechos considerados universales y establecen una legislación diferenciada que riñe, por lo menos, con el artículo 13 de la Declaración de la ONU, referido a la libre circulación; a la posibilidad de movilizarse dentro de un Es-tado y a salir de él, que no limita tal movilización, al territorio de su nación de origen, si bien no necesariamente incluye otros Estados, y es uno de los vacíos sugeridos en el párrafo segundo de este apartado. La libre circulación no es algo de lo que hayan go-zado nuestros inmigrantes en todo momento. Peor aún, el articulo 16 de la declaración universal contempla el derecho de las personas a casarse y a fundar una familia –y por extensión, a mantenerla– y es ese precisamente uno de los derechos no garantizados a los inmigrantes que más negativamente les impacta, dadas las enormes dificultades que ellos y ellas encuentran para la reagrupación. Recordemos lo mucho que debió luchar la hermana de Andrea, para lograr por fin traer a su hijo; cuanto ha sufrido Ana Cecilia, intentando cumplir los requisitos para traer al suyo; recordemos que el asunto fue aún peor para Teresa en Israel, lo que le obligó a emigrar a España, país que no obstante oponer numerosas trabas y dilaciones a la reagrupación de sus inmigrantes con sus familias respectivas, tiene normas mucho mas elásticas que las que tiene Israel.

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Siendo cierto que hay naciones con restricciones aún mayores que España a la reagru-pación familiar, no deja de ser preocupante, como lo expresa Esteban en su entrevista, la dureza con que la nación Ibérica asume el asunto de la reagrupación, lo cual, mas que por las normativas, se puede apreciar en las dificultades de orden práctico que aquellas le plantean al migrante. ¿Cuantos españoles podrían tener a sus propios hijos con ellos, si se les aplicase el mismo termómetro?. Dicha reflexión hecha por el extremeño, tiene absoluta validez, ya que sugiere un trato desigual, lo cual invoca varios artículos de la declaración universal. Allí, una vez mas, se hace evidente la diferencia en la aplicación de la Ley entre ciudadanos nativos y quienes portan el rotulo de inmigrantes.

Ahora, una de las quejas más generalizadas de quienes compartieron sus historias migratorias y en especial, los colombianos, es la que tiene que ver con el estigma y la asimilación del origen con la delincuencia. Muchos migrantes, entre ellos, Ana Ceci-lia, Arturo, Luis y Soñadora, hacen referencia tanto al papel de los medios masivos de comunicación en la propagación del estigma, como a situaciones concretas en las que ciudadanos españoles señalan la condición de colombiano, suramericano o migrante, como sinónimo de delincuente. Soñadora por ejemplo, recuerda con dolor y molestia, aquella patrona que una y otra vez le enrostraba los delitos cometidos por algunos que compartían su origen y acto seguido agregaba a manera de estocada final; “todos son iguales”. El articulo 12, de la declaración de la ONU, prohíbe los ataques a la honra y la reputación de las personas, lo cual es práctica corriente en contra de los inmigrantes de ciertas nacionalidades, convertidos en delincuentes, no por cuenta de sus acciones, sino por su origen. Difícilmente hay mayor atentado contra la honra y reputación de una persona, que acusarle de narcotraficante o delincuente por tener una nacionalidad.

Pero son más y variadas las situaciones violatorias de los derechos Humanos a las que corrientemente se exponen los inmigrantes. En materia laboral por ejemplo, Ange-lines ha compartido la experiencia vivida en la linda ciudad de Segovia, cuando tra-bajando en un bar, con su amiga colombiana, el patrón les hizo firmar previamente a entregarles la paga, como si esta ya hubiese ocurrido, para luego de obtener la firma, no entregarles el dinero. Con mucha probabilidad, tal cosa no habría ocurrido, de no ser inmigrantes irregulares temerosas de ser reportadas a las autoridades migratorias. De ello son conscientes Arturo y Ana Cecilia ahora, cuando se queja el primero, acer-ca de cómo se les pagaba lo que al jefe se le antojase por no tener documentación, o la segunda, cuando recuerda haber tenido problemas con una jefa anterior, debido a que esta última pretendía negarle su derecho al descanso de fin de semana. Varios artículos de la declaración universal de los Derechos Humanos establecen obligato-riedades que se ven transgredidas aquí: entre ellos tenemos, el 1º; que postula el de-recho a la igualdad; el 23, que señala la equidad respecto a las condiciones laborales y el 24; que señala el derecho al descanso y al tiempo libre.

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Puntos que no pueden ser obviados, y que no señalan tanto al Estado español como responsable, ya que este se ha esmerado en atacar el problema, como a la sumatoria de condiciones en que se da la migración internacional, son: el tráfico de personas, la discriminación general y la xenofobia contra los migrantes del tercer mundo, úni-cos reconocidos como tales – ya abordado en otro capítulo -, el hacinamiento en los pisos en que habita la diáspora, y naturalmente la práctica probada de muchos pro-pietarios de pisos, de eludir a los migrantes como posibles arrendatarios y en caso de aceptarlos como tales, de cobrarles más que a los españoles, a la vez que de hacerles mayor número de exigencias para tomar el piso. No están exentos de abusos con el piso, los propios compatriotas de los migrantes, que habiendo arribado años antes, gozan ya de ventajas que les permite con frecuencia, explotar a quienes recién llegan, como bien lo han consignado en sus testimonios, varios de los entrevistados. No se reflejan en los testimonios respectivos, el cumplimiento de derechos inalienables de todas las personas, sin exclusión de raza, sexo, o cualquiera otra condición, como los expresados en los artículos, 1,2,4,5 y 7, artículos todos, que protegen valores como la libertad, la dignidad y la igualdad en todas las personas.

Debemos para finalizar, recordar que existen, a diferencia de las anteriores, situa-ciones transgresoras de los Derechos Humanos que si comprometen al Estado o al menos a representantes suyos, varias de las cuales son señaladas por los pro-tagonistas principales de este libro, e incluso por Trinidad y Esteban, protectores españoles de esos derechos. Tenemos entre ellas: la experiencia vivida por la hija de soñadora en el aeropuerto de Barajas, en estado de gravidez, la cual fue confirmada al autor por otras fuentes además de soñadora; las visitas “selectas” al bar de José Luis, hechas por representantes de la autoridad policial y que es tema recurrente, observado por el autor, en contra de quienes tienen establecimientos comerciales, siendo inmigrantes; las colas interminables de inmigrantes desde la madrugada, en comisarías y otras instancias oficiales, en procura de documentación para legalizar la propia situación o para lograr traer un familiar invitado a España, y que lúcida-mente denunciara Trinidad; los excesos policiales con ciudadanos no comunitarios; la expulsión de migrantes sin la adecuada atención jurídica, denunciada por Este-ban, y en general un conjunto de otras situaciones, que pueden ser cubiertas bajo la expresión de Trinidad; “saber que están aquí pero no garantizarles unos derechos mínimos”. Son pues muchas violaciones de los Derechos Humanos a que son some-tidos los integrantes de la diáspora en España, y si bien debemos reconocer que los avances por parte del gobierno español son importantes y por cierto reconocidos también por los propios migrantes, cuando afirman que en la península si viven una vida digna –con lo cual hacen implícitamente una comparación con su país de origen–, es mucho lo que resta por hacer por “los no ciudadanos del mundo desa-rrollado”, caso concreto, España.

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El balance

Si bien los capítulos anteriores constituyen un adelanto en torno de lo que podría entenderse como un balance hecho por los migrantes, acerca de su experiencia en España, hay, en sus narraciones, respuesta puntual a una pregunta del autor que podría hacer claridad, mas que ninguna otra, respecto a dicho asunto: ¿hasta donde valió la pena haber vivido la experiencia migratoria? Las respuestas de las personas entrevistadas y más en concreto de quienes forman parte con su historia migratoria, de la estructura de este libro, permiten apreciar tres tipos de actitud al respecto; a) la de aquellos convencidos de que la experiencia, a pesar de todo, mereció vivirse. b) la de quienes sienten que no lo merecía y en el ejercicio hipotético de regresar el tiempo, no emigrarían de nuevo, y c) la de aquellos que se declaran confusos al respecto, esto es, no están seguros de si esta experiencia mereció ser vivida o no. Cabe señalar, como el lector puede constatar, que el primer grupo tiene mayor re-presentación.

Ahora, puesto que no se trata de ponderar estadísticamente como se distribuyen las respuestas, sino de explorar el contenido de las mismas, avancemos en el sentido de la sustentación que cada uno de ellos, o al menos algunos, ofrecen. Veamos el primer grupo:

“Para mí, si valió la pena haberme venido. Si se volviera a presentar la oportunidad, yo me vendría nuevamente; son varias razones… por la economía,… por la forma de ser… porque puedes expresarte libremente acá” (Verónica).“Yo si creo que emigrar fue una experiencia que valió la pena, en esencia por la opor-tunidad que se les abrió aquí a nuestros hijos. Si se volviese a presentar lo haría de nue-vo” (César Z.).“Así que a pesar de todas las dificultades…de todas las añoranzas, para mi va-lió la pena este sacrificio… y mucho. Y valió la pena por aquello de la libertad, que para mi es esencial, es mi vida y acá la tengo” (Angelines).“Valió la pena haber emigrado por que se mejoró, pero no lo es todo… hay esa otra parte” (César T.).

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“Hasta aquí, ha valido la pena y lo haría de nuevo, porque es que yo no tenía alternativa” (Luis).“Creo que con todo, valió la pena emigrar. Nos ha enriquecido. Se tuvo experiencia. He-mos conocido cosas nuevas, lugares nuevos… valió la pena por la familia que tenemos. Incluso, diría que valió la pena para poder identificarnos mas con lo nuestro… aquí le pegan a los padres… al profesor… fue necesario conocer esos Paralelos” (Teresa).

Varios elementos merecen, en nuestra opinión, ser resaltados:

Primero. La presencia casi invariable de un a pesar de todo, esto es, con muy pocas excepciones, quienes defienden la decisión, reconocen explicita o implícitamente la dureza de la experiencia y el dolor que ha acompañado el proceso. No es para ellos, asunto de blanco y negro; de todo o nada. Es un autentico balance en el que colocan un poco por encima los frutos positivos de la experiencia de los que puedan ser con-siderados negativos.

Segundo. Muy llamativo resulta observar que en este primer grupo, están quienes pudieron traer su familia consigo o quienes han logrado consolidar una relación de pareja estable en España. A ellos, posiblemente les resulta más fácil evaluar de ma-nera favorable el proceso. Lo anterior, resulta coherente con los hallazgos de traba-jos previos que demuestran como la existencia de soporte social para el migrante, neutraliza en gran medida, el efecto negativo de los estresores propios del ejercicio migratorio (Mak y Nesdale, 2001; Martinez, M.F, 2005). Naturalmente que entre todas las formas de soporte social, sobresale aquel que proviene de la familia o de la pareja estable, puesto que mas que cualquier otro, favorece el equilibrio emocional – afectivo.

Tercero. La exaltación, dentro de la argumentación favorable al hecho migratorio, de factores a los cuales, de no haber salido de su país, no habrían podido acceder; para Angelines es la libertad; para César Z. es la oportunidad que se abre a sus hijos; para Teresa es el crecimiento global obtenido; para Verónica son las posibilidades econó-micas y de libertad de expresión. Resulta evidente que tales factores ocupan un papel preponderante en la jerarquía interna de valores e importancias de estas personas y es ello lo que les impide arrepentirse de la decisión. En este primer grupo no se percibe deseo por el retorno o si existe dicho deseo, es en cualquier caso menor, al temor que les produce la posibilidad del retorno; César T., es quien mejor sintetiza tal temor, cuando dice: “uno no quiere regresar con la cabeza gacha… es en cierta forma comprensible que no queramos desprendernos de lo seguro, para ir a lo inseguro”.

En cuanto al segundo grupo, conformado por quienes se sienten arrepentidos de ha-ber migrado, podemos apreciar los siguientes argumentos:

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“Yo no lo haría (emigrar de nuevo); fue frustrante. Me gustaría, al menos, poder volver algún día a mi país. Hacer un dinero y volver. No tenemos ese ahorro, pero algún día si lo tendremos y entonces regresar. Si pudiera regresar el tiempo, no emigraría” (Dolores).“Si fuera posible retroceder el tiempo, no me habría venido de mi país porque se han producido cambios en mi, en mis valores, que no me gustan ... hoy día me veo girando alrededor del consumismo y eso no me gusta; no es algo de lo que me sienta orgulloso” (Arturo).“No volvería a emigrar...; me arrepiento de ello. No… no… quisiera tener 10 años menos para remediarlo. Yo no aguantaba hambre… ahora es demasiado tarde. Hay cosas por las que si, pero hay otras… mi familia por ejemplo, se destruyó... yo viví 5 años con mi padre… solo 5 años; éramos uña y mugre… la migración destruye; algo que uno aprende es que el dinero no es lo único importante” (José Luis).

Como se puede observar, Dolores hace una valoración general de la experiencia como frustrante. En otros apartados, esta abogada ecuatoriana ofrece razones en las que se demuestra como en conjunto, sus expectativas fueron más altas que los logros obte-nidos. Arturo por su parte, centra su arrepentimiento en los cambios ocurridos en su sistema de valores y mas concretamente en el hecho de que se siente girando en torno al consumismo, lo cual no le hace sentirse exactamente orgulloso de si mismo. Pero no regresaría a Colombia, se iría a otro país.

En él, como en la mayoría de migrantes entrevistados, hay un malestar manifiesto en relación con su país, pero a diferencia de aquellos, no pretende jugar al cara y sello; quedarse en España o regresar al origen. Representa mejor quizás este educador, como pocos integrantes de la diáspora, un ejemplo magnifico de lo que es un estado de insatisfacción existencial, algo muy común entre migrantes. Finalmente descubrie-ron que lo mejor de la vida no está en su país, pero tampoco está en el destino migra-torio. ¿Entonces donde esta? Tal vez se pregunten. Posiblemente no tienen respuesta para ellos. José Luis, el tercero entre quienes manifiestan total arrepentimiento por haber migrado, sustenta su postura principalmente por la escisión producida en su familia, tema ya comentado en otro capítulo y deja, como quien no quiere la cosa, tres moralejas: “yo no aguantaba hambre”, o sea que solo el hambre justificaría haber emigrado; “la migración destruye”, o sea, trae mas daño que bienestar; y “algo que uno aprende, es que el dinero no es lo único importante”, que entendemos como su balance definitivo a partir de sus logros económicos, que sin embargo no compensan sus pérdidas afectivas. Para José Luis y demás migrantes que comparten su actitud de arrepentimiento, la migración arranca tantas cosas valiosas a sus protagonistas, que no se justifica arriesgarlas y de ser posible devolver el tiempo, se abstendrían de hacerlo. Pero no, el tiempo no puede regresarse y ellos lo saben.

Pero hay un tercer grupo expresado en las historias migratorias incluidas en el li-bro; es el que conforman soñadora, Ana Cecilia y Oscar. Se trata de aquellos que no

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encuentran fácil señalar los factores positivos de su migración como predominantes sobre los negativos, pero tampoco estos últimos sobre los primeros. Veamos sus res-puestas y lo que ellas reflejan:

“No estaría segura de si valió la pena emigrar. Creo que no valió la pena. Si se volviera a presentar la oportunidad, emigraría de nuevo pero solo si fuera acompañada de mi hijo, porque lo que es sola, no lo haría de nuevo. Es que fueron seis (6) años sin mi hijo; me perdí lo mas hermoso; sus vivencias… sus cambios. Ahora ya está volviéndose adoles-cente y cuando me vine era un niño. Bueno, conocí muchas cosas nuevas y eso es bueno, pero…” (Ana Cecilia).“ No se hasta donde pudo haber valido la pena, salir de Colombia; tal vez no. Tal vez no emigraría de nuevo.” Y mas adelante, “si nuestro país brindara oportunidades creo que nunca saldríamos de Colombia… es lejos, cuando uno está fuera de Colombia, que valo-ramos la familia, el calor de nuestra gente…” (Soñadora).“Realmente no se, si valió la pena haber salido de mi país de la forma en que lo hice; su-pongo que si, en cuanto he conocido mucho… pero también los diez (10) años de cárcel han formado parte de esta experiencia y eso no ha sido fácil…. No se….” (Oscar)

Sin duda alguna, ellos o ellas, han encontrado ventajas en el hecho de haber emigra-do; Cecilia conoció muchas cosas que le han impresionado gratamente; igualmente ocurrió en Oscar y otros tantos integrantes de la diáspora originada en Colombia y Ecuador, quienes ponderan como muy positivo poder conocer el mundo, como tien-de a señalarse cuando se habla de los países mas desarrollados, como si estos tuvie-ran el patrimonio exclusivo del concepto “mundo”. Pero, para ellos la evaluación no termina ahí; conocer, no fue un hecho aislado de haber tenido que dejar a su hijo, de perderse su proceso de crecimiento, de poder expresarle físicamente su afecto, de compartir cada momento con él. Oscar conoció mundo, si, pero su proceso estuvo acompañado de la experiencia del narcotráfico como protagonista y ante todo, del castigo de diez años de cárcel recibido por dicha participación durante su primera etapa migratoria –la segunda es la prisión–. Se podría argumentar que lo suyo es un caso particular, y si, pero de estos casos hay también, y muchos, en la migración internacional. Ellos también hacen su evaluación del proceso; ellos también lo de-fienden o se arrepienten.

Soñadora, por su parte, en medio de la duda a la hora del balance, tiende a inclinarse por el no… no valió la pena emigrar. Pero cuando parece claro el arrepentimiento, cuando sugiere que tal vez no emigraría de nuevo, surgen las quejas sobre la situa-ción colombiana; quejas que escuchamos también a muchos colombianos y a otros tantos ecuatorianos… si el país de origen brindara oportunidades… y ese es parte del drama del migrante, de muchos de ellos al menos, demasiados; no saber nunca, si la decisión que un día tomó, fue la correcta. Reconocer la dureza de la experiencia, la-mentarse de haber dejado a sus seres queridos y al mismo tiempo sentir que de haber

Análisis - Comentarios

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Rostros de la migración

seguido en el origen, las cosas habían podido ser peores; igualmente y con relación a su futuro, tener sentimientos fuertemente encontrados; desear el retorno (Arias, 2007, Vila y Vila, 2005), pero a la vez temerlo, hasta el punto de decidir aplazarlo (Aizpurua y Fisher, 2007). Aplazarlo para cuando “estemos viejos”.

Podría argumentarse que de todas maneras, los sentimientos contrapuestos son pan diario en todos los humanos y respecto a casi todas las situaciones que los miembros de nuestra especie podamos enfrentar y ello podría ser cierto; no obstante, hay que reconocer que en los migrantes suelen cobrar una intensidad tal vez mayor, que en la mayoría de personas y situaciones a la vez que comportarse con frecuencia como un péndulo; aun quien hoy está decidido a quedarse definitivamente en España, puede levantarse un día con nostalgia del origen; aun quien hoy está decidido a regresar, puede cambiar su actitud favorable al retorno, en un viaje de vacaciones, cuando se confronta con la inseguridad o inestabilidad de su país. Con todo, es difícil encontrar migrantes que no exclamen, ¡se aprendió!

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Un año después

Último trimestre del 2008. Un año después de las entrevistas en profundidad que dieron lugar a la parte central del libro. De nuevo estamos en España y hemos pro-curado encontrar a los protagonistas principales. Queremos conocer de la evolución de sus procesos migratorios. Existe un valor agregado a nuestro interés natural de se-guimiento y es que la crisis económica mundial, desatada en el segundo semestre del año, ha afectado dicho país, como a ninguna otra nación europea; el déficit externo es el más alto de su historia, la productividad ha caído de manera alarmante, se pre-vé que el PIB, tenga para el 2009, un decrecimiento del 1,5% (El país, Nov. 22/08), pero ante todo, la nación Ibérica ostenta el record europeo de desempleo (revista Semana, No. 1392) y tal cosa afecta de manera especial a los inmigrantes, dada su condición de mayor vulnerabilidad. Se calcula que España comienza el año 2009, con un desempleo del 13% y que este llegará en el 2010, a un 17% (Euromundo global, No. 167). Con este sombrío panorama, las cosas no pintan bien para los propósitos de los inmigrantes, que creyeron resolver aquí sus necesidades económicas y para otros con sueños ajenos al asunto económico, pero que necesitan de un buen empleo para lograrlos.

Así que antes de ir con nuestros protagonistas, miremos el contexto y las repercusio-nes generales de la crisis sobre la diáspora en España: varias noticias copan el interés de los diarios; el invierno es el más fuerte en muchos años; la organización separa-tista vasca, ETA, sigue golpeando con sus atentados terroristas; a su vez el gobierno español le ha propinado en respuesta, certeros golpes a su cúpula; los rumanos son ahora, por encima de ecuatorianos y marroquíes, el mayor colectivo inmigrante. Sin embargo, el impacto de la crisis, es la mayor noticia del año.

En principio, hemos conocido como generalidad, que los inmigrantes han visto afec-tadas sus vidas, como repercusión de la desaceleración de la economía, de las siguien-tes maneras, principalmente: 1. Al ser el sector de la construcción, el más golpeado por el desempleo, a la vez que aquel que más ha absorbido a nuestros inmigrantes

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Rostros de la migración

en sus primeros años en España, un gran contingente de ellos llevan ya meses de paro (desempleo). Muchos españoles aceptan hoy, los trabajos humildes que antes no aceptaban y que eran copados por migrantes. Así mismo, miembros de la diáspora ubicados en otros sectores económicos y laborales, han perdido también sus empleos. 2. Un importante número de migrantes, se han visto obligados a aceptar empleos peor remunerados que aquellos que tenían hace un año. En ciertos casos, debieron aceptar menor ingreso para conservar el trabajo, si es que permanecen en él. 3. Como consecuencia de los puntos anteriores, los giros o remesas dirigidos al sustento de sus familias en el origen, también disminuyen. Las cifras globales sin embargo, pare-cen no corresponder y seguir creciendo en el caso de los colombianos –a finales del 2008–; una posible explicación que al respecto se teje, es que muchos ahora envían giros destinados al ahorro o inversión, preparando un posible retorno. 4. Una conse-cuencia no negativa, para los inmigrantes, es que a finales del 2008, los precios de los pisos (compra-venta y arrendamiento) han disminuido notablemente. Ahora consi-guen pisos a mejor precio que los referidos en el capitulo segundo y posiblemente sin tantas trabas; el problema es que muchos no tienen con que pagar ese menor costo. 5. Por otro lado, una derivación importante de la crisis es que ha obligado al gobier-no español, a impulsar una agresiva campaña de retorno, dirigida a estimular a los inmigrantes desempleados de veinte países, la mayoría latinoamericanos, con los que tiene convenios firmados de seguridad social, para que se acojan a un plan de retorno “voluntario” que implica para estos recibir en dos (2) cuotas (una en España y otra en el origen), los aportes hechos a las prestaciones por desempleo contributivo, a cambio de que renuncien a volver a España en por lo menos tres años. Dicho ofrecimiento del gobierno, es en principio mirado con recelo por la mayoría de migrantes, que se resisten a desistir de su proyecto. El tamaño y la duración real de la crisis, decidirá que tanto aguanta su resistencia. 6. Finalmente, entre las situaciones generadas por la “depresión” económica, habría que destacar como una de las mas dramáticas, el que un número significativo de migrantes, en especial ecuatorianos, que se habían hecho a un piso por la modalidad de hipoteca, se debaten hoy entre la espada y la pa-red, ya que al perder sus empleos o percibir un menor ingreso, sus hipotecas se hacen impagables, de tal manera que no pueden abandonar España sin cancelar la deuda; los bancos no les reciben el piso como contraprestación al préstamo. Su única opción es pagar y no tienen con que.

Veamos ahora, que ha pasado con quienes hace un año compartieron con nosotros su experiencia migratoria, o al menos aquellos que pudieron ser localizados nueva-mente:

Angelines trabaja en un restaurante de comidas rápidas, en el que se encuentra sa-tisfecha, si bien salarialmente no es un buen empleo. Su situación emocional y su postura frente a la vida no presentan cambios significativos.

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César Z., trabaja como cerrajero con un mejor salario que el que percibía en su an-terior empleo, luego de estar desempleado por varios meses. Su sueño de hacerse millonario continúa alimentando su permanencia en España. Dolores, su esposa, no se encuentra vinculada laboralmente en el momento. En nada ha cambiado su frus-tración con la experiencia migratoria.

Cindy continúa firme en su proceso académico en la universidad, al igual que con su proceso de adaptación a la cultura española.

Soñadora ha agregado un trabajo extra a su jornada laboral, acosada por las deudas adquiridas. Su sueño por ayudar a los niños pobres de su ciudad de origen, es el mo-tor que la mantiene en territorio español.

Ana Cecilia, ha logrado realizar con enorme esfuerzo y también con gran satisfacción, el sueño de traer a su hijo, quien ahora vive con ella en un pequeño piso, no compar-tido con más personas, lo cual le plantea serias dificultades económicas, que sortea con fe; mucha fe. Ha perdido su trabajo anterior; por lo que debió reemplazarlo por dos empleos parciales que le significan menos ingresos y más sacrificios.

Luis se vio obligado a renunciar a su empleo anterior, en vista de que el trabajo noc-turno había afectado peligrosamente su salud. Luego de un periodo de paro, intenta con éxito inicial, su propia empresa como transportista. A pesar de que el tiempo que estuvo desempleado afectó su estado emocional, sigue siendo una persona con mucha fe en el futuro.

Arturo, ha perdido su empleo anterior hace muy poco. Procura actualmente, empren-der un negocio particular, luego de acceder a la ciudadanía española. Su visión crítica del proceso migratorio continúa intacta.

Julia, quien ahora vive en una población costera, vecina a Barcelona, parece ligera-mente más adaptada al medio español, al haber aumentado su número de amigos (as). No obstante, el retorno sigue siendo su obsesión, y para nada se siente feliz en España; solo tiene claro que su regreso al origen es posible cuando ella misma pueda proporcionárselo.

Verónica, Oscar, Teresa, César T., Andrea y Nathalie, no pudieron ser contactados (as). Se obtuvo información de terceros, según la cual, no se han presentado cambios en sus vidas.

Análisis - Comentarios

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Rostros de la migración

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Anexo

Instrumento

Se presenta a continuación el formato de preguntas que guiaron las entrevistas se-miestructuradas realizadas con cada uno de los inmigrantes. Su manejo fue flexible.

Nombre: __________________________________________________ (Real o ficticio)

Edad: ____________ Sexo: ___________ Ciudad de residencia: __________________

Ciudad de origen: _________________________ Tiempo en España: ______________

Familia: __________________________________________________________________

1. ¿Cómo era su vida en Colombia / Ecuador, antes de emigrar?

2. ¿Cómo se originó el viaje? ¿Cuáles eran las expectativas respecto a este?

3. Hablemos de la experiencia migratoria: dificultades, situaciones vividas, trabajo, vivienda, anécdotas.

4. ¿Como es un día corriente suyo?

5. ¿Cómo son sus fines de semana? ¿Cómo se recrea? ¿Con quiénes comparte esa recreación?

6. ¿Cómo ha sido su experiencia con el prejuicio y la discriminación? ¿Lo ha senti-do en carne propia? ¿Se ha sentido estigmatizado por su origen?

7. ¿Cómo es la relación con la familia? ¿Dónde están? ¿Cómo se comunican? Rela-ciones afectivas.

8. ¿Cuáles son las costumbres españolas que mayor dificultad le han generado?

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Rostros de la migración

9. Hablemos de la relación con los españoles: ¿Cómo los percibe? ¿Qué le gusta y que no le gusta de ellos? ¿Qué tanta proximidad o distancia hay con ellos? ¿Tie-ne amigos españoles?

10. ¿Cómo es su relación con otros colombianos / ecuatorianos?

11. ¿Cómo es su relación con inmigrantes de otras nacionalidades? Comentarios.

12. ¿Lleva el tipo de vida que soñó? ¿Hay frustraciones?

13. ¿Se podría afirmar que lleva una vida digna en España? ¿Son respetados sus derechos aquí?

14. ¿Es feliz? ¿Qué le hace feliz? ¿Qué es la felicidad?

15. Ahorros: ¿Cuánto gana? ¿Cuánto gasta? ¿Cuánto ahorra? ¿Ayuda a su familia económicamente?

16. ¿Invierte o ha invertido en Colombia / Ecuador?

¿Tiene una meta o proyecto económico?

17. ¿Qué tanto le ha afectado la distancia de su familia? ¿Reagrupación familiar?

18. ¿Con qué frecuencia visita su país? ¿Cómo le afecta ir, o no ir?

19. ¿Quisiera volver definitivamente? ¿Hay añoranza?

20. Visto en la distancia y habiendo vivido fuera de su país varios años, ¿qué aspec-tos positivos o negativos resaltaría de los colombianos / ecuatorianos?

21. ¿Valió la pena el sacrificio? ¿Si fuese posible retroceder el tiempo, emigraría de nuevo?