Evolución del Modelo estratégico. Guerra asimétrica y terrorismo
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LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS MODELOS ESTRATÉGICOS Y DE
CONFLICTO. GUERRA ASIMÉTRICA Y TERRORISMO.
De modo que vamos a hablar de Estrategia, de cómo ha ido evolucionando a lo
largo del tiempo y de cómo, en los últimos años, ha dado un giro tremendo que
ha supuesto tener que rediseñar muchos de los conceptos que habíamos dado
por sentados hasta ahora. La Globalización ha supuesto un cambio en el
escenario, en el campo de batalla y, por lo tanto, ha requerido rediseñar
también la estrategia.
Ante las nuevas reglas, ha hecho aparición una nueva forma de Guerra
Asimétrica, distinta de los guerrilleros y los bandoleros de nuestra Guerra de la
Independencia. Y también ha aparecido una nueva forma de terrorismo. En
otras charlas se hablará de terrorismo nacional e internacional. Aquí vamos a
hablar del terrorismo como estrategia.
Lo bueno y lo malo de hablar de estrategia es que todo el mundo cree entender
del tema. Es bueno porque es un tema que despierta interés ya que, como uno
sabe sobre lo que se va a hablar, quiere comprobar si sus ideas coinciden con
la del ponente y, si no coinciden, hacerle ver al charlatán de turno que está
equivocado. Lo malo es que puede que tengan razón y me demuestren que,
después de lo que me ha costado prepararme la charla, estoy equivocado.
Aquí vemos documentado como la
Señorita Hilton leyó el tratado de “El
Arte de la Guerra” de Sun-Tzu.
Unos pocos hemos leído el libro
pero seguro que todos sabemos
hasta donde ha llegado Paris. No se
ha demostrado, no obstante,
causalidad entre la lectura del libro y
sus actividades más o menos
públicas.
Desde el momento en que el primer
homínido se planteó cuál sería el
mejor modo de abrirle la crisma a otro, estamos hablando de estrategia. Siendo
la guerra y la violencia organizada – junto con la risa, al parecer – uno de los
pocos rasgos distintivos del ser humano, el de estratega debe ser el primero –
quizás el segundo – oficio más antiguo del mundo. Para los creyentes, el
Génesis ya relata el primer episodio violento entre Caín y Abel que, en realidad,
nos informa de las disputas entre agricultores (Abel) y ganaderos (Caín) por los
recursos de la zona. Caín utilizaría una quijada de una de las reses de sus
rebaños para matar a Abel. Para los amantes de Kubrick, la guerra comienza
en los primeros fotogramas a los acordes de Strauss.
Durante miles de años, la guerra va a evolucionar muy poco. El concepto de
guerra se basaba en la destrucción física del adversario. En cada cultura ese
adversario venía definido de una manera. En unos casos se trataba de su
ejército, en otros de sus ciudades, en otros, en fin, de su población en general.
Y en cada caso, había buenas razones para que este objetivo fuese el que era
y no otro.
Aparte de la lenta evolución del armamento que se empleaba en las campañas,
las variaciones más importantes venían dadas por la preponderancia de uno u
otro elemento del ejército, por la naturaleza de las tropas y el ámbito en que se
desenvolvían.
Los egipcios, en contra de lo que vemos en las películas de Hollywood,
basaban su fuerza en la infantería y en un ejército de leva. Los asirios y persas
utilizaban algo más los carros y a los arqueros. En general, casi todos los
ejércitos tendían a ser masas caóticas de campesinos reclutados para la
ocasión y un pequeño grupo selecto de nobles que, profesionalizados y mejor
equipados, dirigían las operaciones y se ejercitaban descabezando enemigos.
La tónica fue más o menos similar con algunas excepciones de tropas de élite
profesionales (como los Inmortales persas) hasta la aparición de la falange
griega y macedónica. Los hoplitas seguían siendo campesinos (Sócrates era
un hoplita) o ciudadanos que servían en el ejército entre cosecha y cosecha. La
relativa profesionalización y
entrenamiento de las
formaciones permitió el
desarrollo de algún atisbo de
táctica más sofisticada. Sin
embargo, difícilmente podemos
hablar de una estrategia global
con un alcance superior a los
diez primeros minutos de la
siguiente batalla.
Los romanos mejoraron bastante la situación a partir de Mario, el suegro de
Julio César. Mario creó un ejército profesional permanente, entrenado,
disciplinado y dirigido por suboficiales profesionales muy cualificados. La
carrera de las armas era, en Roma, una parte fundamental del cursus honorum
y no se concebía que alguien se presentase a un cargo público sin poder
exhibir heridas o trofeos de guerra. Algunos países siguen criterios muy
similares a los de la República romana. La última campaña presidencial
norteamericana vio al candidato republicano, el Senador McCain, basar su
credibilidad en sus años de servicio y de prisionero de guerra en Vietnam.
Las apariciones de los pueblos bárbaros hicieron que la preponderancia
pasase, durante un tiempo, a la caballería. Los hunos no desmontaban jamás y
en su ejército no existía la infantería. En la Edad Media, se priman las armas de
asedio y la caballería hasta las batallas de Crecy y Agincourt. Cientos de
nobles franceses sucumbieron en cada una de estas batallas sin poder romper
las formaciones de arqueros inglesas.
Llega un momento en que el armamento es el que marca la estrategia. Las
armas de fuego suponen una revolución pero su baja cadencia de disparo y
precisión obligan a esas formaciones compactas que vemos en las batallas
napoleónicas y que tan absurdas nos parecen ahora. Sin embargo, el corso
introduce conceptos que revolucionarán el arte de la guerra. De esta época son
Clausewitz y Jominí, los grandes pensadores estratégicos.
La guerra va a seguir evolucionando de forma cada vez más rápida. El alcance
de las armas, la precisión, la movilidad de las fuerzas y la información
disponible van cambiando el panorama. En Agincourt, los arqueros ingleses
defendían una línea de quinientos metros, en Waterloo, exactamente
cuatrocientos años después, el frente medía dos mil quinientos hasta la llegada
de Blücher. En el Somme, cien años más tarde, en la Primera Guerra Mundial,
las trincheras se extendían en un frente de 25 kilómetros. Ya en la Segunda
Guerra Mundial los frentes tenían cientos de kilómetros de longitud. En la
Guerra del Golfo abarcaban desde la frontera con Jordania hasta Kuwait. Y en
la Segunda Guerra del Golfo se consideró un grave inconveniente que Turquía
no permitiera abrir un segundo frente por el Norte.
Claro que, a estas alturas, hace tiempo que el frente se ha convertido en
tridimensional con la aparición de la aviación, de la que han estado hablando
en la charla anterior.
¿Y hoy? ¿Cuánto miden los frentes de batalla hoy? ¿Qué Arma, qué Ejército es
el dominante en el campo de batalla?
Después de miles de años de ir ampliando las dimensiones en cada ocasión,
los frentes de batalla de hoy en día abarcan el ancho de una calle, el ancho de
un pasillo, incluso el ancho de banda de una conexión de internet.
El General de los Marines
norteamericanos Charles
Krulak definió el concepto de la
Guerra de las Tres Manzanas
(de casas) en la que hablaba
de que se podían estar
desarrollando misiones bélicas,
de mantenimiento de paz y de
ayuda humanitaria, simultáneamente, en el espacio de tres manzanas de una
ciudad.
Pero volvamos a Sun-Tzu. Esta vez había pensado ponerles un video de Paris
Hilton en lugar de una foto para ilustrarlo pero, en esta Escuela la libertad de
cátedra, siendo amplia, tiene sus limitaciones.
Sun-Tzu, al que todo el mundo se empeña en representar muy parecido al
maestro del Pequeño Saltamontes de la serie Kung-Fu, fue uno o varios
pensadores. En realidad no lo sabemos. Yo prefiero imaginarlo como el
protagonista de la película “El acantilado rojo”, que ha aparecido hace unas
semanas en los cines. Es una super-producción china. Eso significa que sale
mucha gente, que hay media docena de héroes que manejan muy bien una
determinada arma y que matan mucho y, fundamentalmente, un concepto
similar a los “Siete Samuráis” de Kurosawa pero en chino en vez de en japonés
– para el que sea capaz de distinguirlo – y con efectos especiales del siglo XXI.
En fin, el protagonista es un estratega, civil, que es el que piensa en la película.
Los demás se dedican a repartir mandobles como corresponde a los militares.
En realidad, esto refleja bastante bien la realidad. La mayor parte de los
estrategas que en este mundo han sido, eran civiles. Muchas veces hasta se
ponían un uniforme porque quedaba bien en su época o por la erótica que
tienen los uniformes, pero eran, básicamente, civiles. A base de dedicarse a
pensar en la táctica y en la técnica, los militares han ido haciendo dejación de
la estrategia y han cedido el campo a pensadores civiles que, en el colmo del
atrevimiento, han adaptado obras como la de Sun-Tzu a la estrategia
empresarial y de los negocios.
Al fin y al cabo, el mismo Clemenceau dijo que “La guerra es un asunto
demasiado serio para dejarlo en manos de los militares”.
Sun-Tzu escribe de una forma muy simple – una vez traducido – principios
evidentes pero universales. Aboga por la preparación de la campaña, por la
utilización de todos los medios disponibles, por la recopilación de información y
por la maniobra antes de por el combate propiamente dicho. Todos podemos
estar de acuerdo con sus ideas. No sólo son aplicables a la guerra, también a
la vida diaria y a los negocios.
Dice Sun-Tzu, con cierta arrogancia: A general who listens to my calculations,
and uses them, will surely be victorious, keep him; a general who does not
listen to my calculations, and does not use them, will surely be defeated,
remove him.
Para Sun, la Guerra es engaño: Warfare is
the Way of deception.
Therefore, if able, appear unable, if active,
appear not active, if near, appear far,
if far, appear near. If they have advantage,
entice them; if they are confused, take them, if
they are substantial, prepare for them, if they
are strong, avoid them, if they are angry,
disturb them, if they are humble, make them
haughty, if they are relaxed, toil them, if they
are united, separate them. Attack where they
are not prepared, go out to where they do not
expect.
Es un maestro de la logística. La guerra es
demasiado cara como para luchar si no va a resultar en un beneficio mayor que
el riesgo que se corre.
Sun-Tzu no se para en la batalla. Para él, evitar la batalla es mejor que ganarla
si se consiguen los mismos efectos. Generally in warfare, keeping a nation
intact is best, destroying a nation second best; keeping an army intact is best,
destroying an army second best; keeping a battalion intact is best, destroying a
battalion second best; keeping a company intact is best, destroying a company
second best; keeping a squad intact is best, destroying a squad second best.
Therefore, to gain a hundred victories in a hundred battles is not the highest
excellence; to subjugate the enemy's army without doing battle is the highest of
excellence.
El sabio chino no pretende dar la receta para ganar las batallas, sino las
guerras: Therefore, the best warfare strategy is to attack the enemy's plans,
next is to attack alliances, next is to attack the army, and the worst is to attack a
walled city.
Y advierte de que, siguiendo sus preceptos, no está garantizada la victoria. Sin
embargo, ignorándolos, está garantizada la derrota.
Sinceramente, el libro es muy corto y merece la pena tenerlo a mano y releerlo
de vez en cuando. ¿No nos sirve en cualquier momento que alguien nos
recuerde que conviene atacar con nuestro lado fuerte el débil del enemigo de
modo que sea más sencillo de derrotar poco a poco?
Sun-Tzu sigue vigente veinticinco siglos después. Cuando escribió su libro, o
sus tablillas, Alejandro Magno todavía no había nacido (ni Sócrates ni Pericles
tampoco, por otro lado), Roma estaba luchando por su supervivencia en el
centro de Italia y en España, la Dama de Elche acababa de salir de la
peluquería.
Hasta el siglo XIX de nuestra era no se conocen más pensadores sobre el Arte
de la Guerra. Hay muchos escritos
que describen el uso del armamento,
la técnica del asedio, la utilización
correcta de los trirremes y otros
aspectos tácticos pero la Guerra con
mayúsculas no vuelve a recibir un
tratamiento profundo hasta
Clausewitz.
El prusiano escribe un sesudo
tratado que se quedó incompleto
cuando llevaba ocho volúmenes. Su
viuda lo publicó tras su muerte y
pasó a estudiarse en la práctica
totalidad de las Escuelas de Guerra de todo el mundo. La experiencia de Karl
von Clausewitz tiene una escuela excelente: luchó contra Napoleón en su
juventud. Para un prusiano – como para casi cualquier otro europeo – esa era
una experiencia las más de las veces dolorosa.
Clausewitz pretende interpretar al genio corso y traducir su forma de hacer la
guerra. En eso coincide con Antoine-Henri Jomini. Este general suizo
contemporáneo de Clausewitz discrepa, sin embargo de él en algunos puntos.
La aproximación tradicional al estudio de la estrategia contrapone a Clausewitz
con todos los demás pensadores, de manera que son pro-Clausewitz o anti-
Clausewitz en algún aspecto concreto. En realidad, pocos son los que se
oponen frontalmente a sus ideas pero si los que las matizan.
Respecto a Sun-Tzu, Clausewitz prima el combate sobre la maniobra, el ataque
directo sobre el indirecto – si bien también considera que la guerra es un
“camaleón” que va cambiando y que el engaño es importante – y la destrucción
del ejército enemigo como objetivo último que tiene que conseguirse para
ganar la guerra. Los dos consideran la flexibilidad y la capacidad de adaptación
como fundamentales.
Mientras que para Sun-Tzu la fuerza es el instrumento para convencer al
enemigo de la inutilidad de la lucha, Clausewitz aboga por un método más
directo de convicción: la destrucción física del enemigo.
Algunos de las expresiones que utiliza el prusiano han pasado a formar parte
de la jerga habitual de los estrategas. La “niebla” que provoca incertidumbre; es
decir, las mil y una variables que somos incapaces de conocer y que van a
suponer que no podamos planificarlo todo. La “fricción” que hace que la
maquinaria chirríe y no funcione nunca de forma perfecta.
Jominí, por su parte, es considerado el padre del Arte Operacional. Más
partidario de la maniobra, del planteamiento global de las campañas, de la
medida de las distancias y los tiempos, las rutas y los suministros, Jomini
acuñó términos que siguen utilizándose hoy en día.
Sin embargo, Jomini no entra a plantearse qué es la guerra, sólo le interesa
cómo se hace la guerra. La frase más famosa de la obra de Clausewitz – y la
que le ha dado fama universal y ha sido objeto de más interpretaciones
erróneas – es, simplificando, “la guerra es la continuación de la política por
otros medios”. Como decimos, igual que a Maquiavelo, el lector casual ha
malinterpretado el sentido de las palabras del general prusiano. Su intención
era explicar el carácter continuista de la política de un país, que utiliza los
medios a su alcance para lograr sus objetivos. Llegado el caso, la guerra es
uno más de los medios disponibles, el último y definitivo.
Aunque, en mi humilde opinión, Sun-Tzu sigue siendo más actual que
Clausewitz, la verdad que transmite la famosa frase que acabamos de ver no
puede tener mayor aplicación en estos momentos.
Podríamos seguir viendo la evolución histórica del pensamiento estratégico.
Hay numerosos autores que han desarrollado ideas a favor de Sun-Tzu o de
Clausewitz, que han matizado aspectos y que los han ido adaptando a los
nuevos medios disponibles. Ingleses y americanos, muy dados a escribir – y,
en muchos casos, a reescribir – han construido sus propias versiones a las que
han incorporado la Revolución Industrial, la mecanización, la aparición de la
aviación y otros detalles técnicos.
Podríamos seguir pero seguro que acabaría teniendo que despertar a alguno.
De este modo, vamos a dar un gran salto. Vamos a trasladarnos a los últimos
años del siglo XX y vamos a estudiar qué circunstancias nuevas han aparecido
en los últimos años que han dado una nueva dimensión a la guerra. Tan nueva
que han dejado obsoletos muchos conceptos y, según algunos, a las mismas
Fuerzas Armadas tal y como están concebidas.
Durante la Segunda Guerra Mundial se alcanza lo que se creía sería la
culminación de la extensión de la guerra. El ámbito fue, ciertamente, global. SE
luchó en todos los continentes, en todos los ambientes, de todas las formas
imaginables. Churchill, el Premier británico lo expresó en su famoso discurso
tras la derrota de Dunkerke: “…we shall not flag or fail. We shall go on to the
end. We shall fight in France, we shall fight on the seas and oceans, we shall
fight with growing confidence and growing strength
in the air, we shall defend our island, whatever the
cost may be. We shall fight on the beaches, we shall
fight on the landing grounds, we shall fight in the
fields and in the streets, we shall fight in the hills; we
shall never surrender, and even if, which I do not for
a moment believe, this island or a large part of it
were subjugated and starving, then our Empire beyond the seas, armed and
guarded by the British Fleet, would carry on the struggle, until, in God's good
time, the new world, with all its power and might, steps forth to the rescue and
the liberation of the old.”
En la SGM se lucha con todas las armas posibles; incluso la nuclear. Los
ejércitos utilizan todo tipo de tácticas y el objetivo es la población, la moral, la
esencia misma del pueblo enemigo. Es la culminación de una lucha en la que
hay dos bandos poderosos con fuerzas importantes y con un enemigo claro
más allá de la frontera o la línea del frente.
Los estrategas se esfuerzan por diseñar conceptos en los que se incluyan
todos estos parámetros, por entender la implicación de las enormes flotas de
aviones que cruzan miles de kilómetros para dejar caer sus bombas en las
ciudades enemigas. Aún así, la guerra sigue siendo convencional. Los
partisanos que utilizan tácticas de guerrillas lo hacen forzados por la situación,
en un ambiente defensivo y, en cuanto la fuerzas aliadas llegan a su altura, se
incorporan a ellas y se transforman en fuerzas regulares.
Incluso Vietnam e Indochina, donde las tácticas del Viet-cong eran en buena
parte muy poco convencionales, sigue siendo una guerra a la vieja usanza. El
enemigo tiene que utilizar métodos primitivos para su logística pero las batallas
se producen, adaptadas al medio en que se desarrollan, entre dos fuerzas
organizadas y que buscan destrozarse mutuamente. La componente guerrillera
es muy grande, la asimetría en cuanto a las capacidades también, pero los
objetivos siguen siendo, en su mayor parte, convencionales.
La Guerra Fría supone un equilibrio de fuerzas. Cambia la guerra en tanto que
la capacidad del armamento añade unas implicaciones importantes. Sin
embargo, los dos bandos tienen capacidad destructiva y, por lo tanto, se
comportan de modo convencional. Los países pequeños se apoyan en los
grandes – o son manejados por estos – para seguir llevando a término guerras
de, más o menos, un aspecto similar a las anteriores.
Mientras los berlineses cruzaban el Muro caído de Berlín, el mundo cruzaba el
límite entre la mundialización y la globalización. Las guerras ya no iban a ser
sólo mundiales, también iban a ser globales. El concepto de global implica que
abarca todo el Globo; pero también que engloba todas las disciplinas, todas las
técnicas y tácticas, todos los aspectos de la vida y los ámbitos en que tiene
lugar. Global es mucho más que mundial.
En el siglo XXI la asimetría ha sobrepasado la flexibilidad de la guerra y la ha
roto. Ya no hay un bando más fuerte que otro; hay una poderosa máquina de
guerra que, como en Kósovo, impone sus condiciones sin conceder siquiera
una baja propia. La misma sensación de indefensión de los humanos ante las
máquinas que llegan de Marte en “La Guerra de los Mundos” de Wells es la
que tienen los países que se enfrentan a la OTAN. No hay por donde atacarla
porque lo domina todo en todas las esferas.
La guerra, para los Aliados, da un último paso adelante con el control total del
campo de batalla. Clausewitz murió en los últimos años del siglo XX. La
“niebla” de la guerra prácticamente desaparece cuando el ojo-que-todo-lo-ve de
los satélites y los UAV remite información de todo lo que ocurre al Jefe en
tiempo real. La “fricción” es mínima ya que la capacidad de Mando y Control es
casi perfecta. En Kósovo, el Cuartel General tenía imagen de video “en vivo” de
los blancos que iban a atacar los aviones de la Alianza y capacidad para decidir
si continuar con el ataque o pararlo.
Pero, apenas diez años después de la implosión de la URSS, cuatro aviones
comerciales volvieron a trastocar todo el Arte de la Guerra. El enemigo – eso
sí, un enemigo no estatal – elegía actuar bélicamente con medios totalmente
civiles (y, lo que es peor, propios de la víctima) y basaba toda su estrategia en
acciones asimétricas en las que asumía, además, el papel de “pequeño”.
Como hoy las ciencias – incluida las bélicas – adelantan que es una
barbaridad, la idea se desarrolló de forma inmediata. Las Guerras del Golfo y la
de Afganistán se ganan en cuestión de días pero sus consecuencias bélicas se
mantienen vivas durante años. No hay enemigo al que exterminar y, en lugar
de bombardear a la población civil enemiga, como en Dresde hasta arrasarlo
en la SGM, hay que ganarse sus “corazones y su mentes”.
Los medios de comunicación e internet se convierten en sofisticadas armas de
destrucción masiva. Las imágenes de los niños palestinos apedreando
inútilmente a los carros blindados israelíes hicieron mucho más daño que todas
las piedras que le lanzaron. Las noticias se manipulan, no sólo en Palestina,
donde se organizan “montajes” de masacres para su difusión por la prensa
internacional, también en el mercado de Sarajevo y en las plazas de Bagdad.
Las fuerzas americanas “embeben” periodistas entre sus filas para ganarse los
“corazones y mentes” de su propia gente en casa, los terroristas emiten videos
de las ejecuciones de los rehenes para conseguir el efecto contrario.
Mientras, en las Tres Manzanas de Krulak se desarrollan las acciones bélicas,
humanitarias y de mantenimiento de la paz, en el sótano de una de las casas
se están fabricando billetes falsos para desestabilizar una economía, en el
segundo piso están atacando la red informática del enemigo y en el ático, los
traficantes de las armas que se están disparando abajo, celebran con
champagne las ganancias. La guerra quirúrgica y sin bajas permite eso y
mucho más. Nos permite matar selectivamente pero también nos permite ser
blancos indiscriminados estemos donde estemos y cuando estemos.
Cuando la guerra cambia, las Fuerzas Armadas que la luchan deben cambiar
también. En eso estamos.
Una de las características de la globalización es que alcanza a todos los
aspectos de nuestra vida. La dimensión que adquieren las noticias se ve
magnificada y aproximada, sin embargo, también se ve relativizada por el mero
volumen de información que nos ofrecen a diario. El efecto de las noticias hay
que mantenerlo vivo, alimentarlo. La inmediatez con que obtenemos la
información es otro factor determinante. No estamos dispuestos a esperar.
Tampoco estamos dispuestos a sufrir, ni a perder. Occidente es dueño y
esclavo del fenómeno globalizante y, paradójicamente, está poco adaptado
todavía a todas sus consecuencias.
Guerra asimétrica es aquel conflicto que se desarrolla entre varios
contendientes cuyas
capacidades militares son,
normalmente, distintas y cuyo
modelo estratégico es,
fundamentalmente, diferente.
David no tenía ninguna
posibilidad de salir airoso contra
Goliat en un combate cuerpo a
cuerpo. Es muy probable que
los filisteos vieran el uso de la
honda por parte de David como un acto, cuando menos, cobarde y tramposo.
Sin embargo, la caída de su guerrero tuvo el efecto deseado.
También está claro que el Photoshop funciona en todos los sentidos.
No nos habíamos terminado de creer el adagio de que “todo vale en el amor y
en la guerra” hasta que nos hemos visto implicados en una en la que,
efectivamente, no hay más reglas que la de salir vencedor.
Me llama la atención cuando los marineros de los pesqueros españoles del
Golfo de Adén se llevan las manos a la cabeza y se asombran de que “parezca
que estuviéramos en una guerra”. Efectivamente, en eso estamos, pudo
parecer retórica imperialista en su día, pero la Guerra contra el Terror tiene su
doctrina en las publicaciones de la Casa Blanca. Estamos en guerra contra un
enemigo invisible y que nos va a golpear en nuestra propia casa. Las Fuerzas
Armadas han dejado de ir al frente a buscar al enemigo porque el enemigo ha
traído el frente a nuestras casas y nos han convertido a todos en soldados.
Como militares, aportaremos unos conocimientos, unas habilidades y unas
capacidades diferenciadas al esfuerzo común para ganarla, pero tenemos que
pelearla entre todos.
La diferencia fundamental entre la guerra asimétrica actual y la pasada es que,
ahora, la asimetría desde abajo se emplea como arma ofensiva en territorio
enemigo. No se trata de una reacción a un ataque de un enemigo superior y,
en muchos casos, ni siquiera el enemigo es superior. Simplemente, es una
forma más de hacer la guerra.
Pakistán, potencia nuclear, difícilmente puede calificarse de país débil. Sin
embargo, fomentó en su día la existencia de grupos de guerrilleros, los
talibanes, para operar en Afganistán. Al mismo tiempo que mantenía una
guerra discontinua con India en Cachemira y que utilizaba la disuasión de su
arsenal atómico, utilizaba grupos irregulares para conseguir sus fines.
Irán es otro caso de utilización de grupos terroristas, como Hezbolá, para
conseguir lo que no quiere o puede por medios convencionales. Estados
Unidos infiltró comandos en Afganistán para luchar junto a sus aliados con
tácticas de guerrilla.
“Terrorismo” es un término muy genérico que empleamos para definir
fenómenos que no son iguales. Las acciones terroristas, en contextos
internacionales, han pasado a ser operaciones bélicas asimétricas. Así las
perciben los que las utilizan y así debemos tratarlas para ser capaces de
hacerles frente. De las opciones que tiene un Estado – o un actor no estatal –
el terrorismo es otra más.