Evolución de la crítica literaria de Gabriel René Moreno · EVOLUCION DE LA CRITICA LITERARIA DE...

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CARLOS CONDARCO SANTILLAN t Evolución de la crítica literaria de Gabriel René Moreno SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE GABRIEL RENE-MORENO (1836-1908) Ediciones SIGNO La Paz - Bolivia 1986

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CARLOS CONDARCO SANTILLAN

t Evolución

de la crítica literaria

de Gabriel René Moreno

SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO

DE GABRIEL RENE-MORENO (1836-1908)

Ediciones SIGNO

La Paz - Bolivia

1986

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CARLOS CONDARCO SANTILLAN

Evolución

de la crítica literaria

de Gabriel René Moreno

SESQUICENTENARIO DEL NACIMIENTO

DE GABRIEL RENE-MORENO (1836-1908)

Ediciones SIGNO

La Paz • Bolivia

1986

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Este ensayo debía editarse en "Signo" 18-19, dedicado a resaltar el sesquicentenario del nacimiento de Gabriel René-Moreno. Por error involuntario no fue incluido en el momento del armado. Ediciones "Sig. no" se complace en presentar al público lector, en fascículo, el intere­sante estudio del escritor Condarco Santillán.

El Consejo de Redacción.

EVOLUCION DE LA CRITICA LITERARIA DE GABRIEL RENE - MORENO

_ _ CARLOS CONDARCO SANTILLAN

A Hugo Morales Cavero

IN MEMORIAM

Las letras bolivianas se levantan hasta rematar en una cumbre bisulce. A un lado, Moreno; ostentando el señorío sereno de la prosa. Al otro, Tamayo; con el triunfo perdurable del verso. "Los dos ángeles negros de la literatuura bo­liviana ", los ha llamado la pluma de Fernando Diez de Medina, sabia en bellas imágenes.

¿Cómo consiguió Moreno llegar al situal que hoy nadie osa disputarle? Llegó por su talento, robustecido en la vida soledosa y estoica en que discurr ie· ron sus días fecundos. Llegó por la firmeza de su voluntad, sin la cual las mejor dotadas inteligencias se malogran tristemente. Llegó por la indeclinable f idel i· dad a una 9enuina vocación de escritor.

Esta egregia personalidad intelectual, tiene el merecido privilegio de que hayan escrito sobre ella los más claros talentos de nuestras letras. Entre los primeros escritores, en cierta manera, tomo a un precursor de los futuros mo­renistas, mc,ncionaremos a don Alberto Gutiérrez. Después de él, estudiaron al maestro: Ignacio Prudencia Bustillo, Gustavo Adolfo Otero, Enrique Finot, Carl or, Medinaceli, Humberto Vázquez-Machicado, Enrique Kempff Mercado, Roberto Prudencio , Rigoberto Vi llarroel Claure, Guillermo Francovich , Fernando Diez de Medina, Juan Ouirós, Hernando Sanabria Fernández, Gunnar Mendoza, Ramiro Condarco Morales, Valentín Abecia Baldivieso, Juan Siles Guevara y otros más.

Se han escrito- biografías. Se ha estudiado el pensamiento sociológico de Moreno. Se ha visto al historiador, al críti co y al bibliógrafo. Lo que no cono· cernos es 1·n trabajo sobre su estilo. Todos vemos y admiramos en Moreno al escritor castizo, dueño y señor de una prosa magnífica y purista, barroca y arcai• zante, pero se siente la falta de un estudio analítico de su estilo, aunque no es imposible que exista en algunos medios académicos. Este estudio, constituiría la base, para, sobre ella, levantar la estructura sólida de un juicio objetivo.

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El país, actualmente, tie~e excelentes · críticos, formados en las nuevas dis­ciplinas de la moderna estlllstica. Ocasionarla regocijo unánime que alguno · de ellos tomase el trabajo para sí. La empresa bien vale la pena. Quien la empren­

da. encontrará un campo virgen, o casi virgen.

El quehacer de los morenistas bolivianos, labor que ha puesto ya los fundamentos sólidos de una tradición de estudio en nuestra literatura e historio­grafía, ha ido mostrándonos, con perspicuidad cada vez mayor, la obra ingente de Moreno. Las nieblas se han disipado y vemos, nítidamente, los basamento$ de esa cordillera. Se han tornado distintos los perfiles de sus altas cumbres; ncs ha sido revelada la riqueza de sus venas íntimas y profundas; ya podemos orientarnos en la diversidad, compleja y varia, de los cursos que toman sus ver­

tientes.

Entre la numerosa y excelente producción, por la materia de este traba­jo. fijaremos nuestra atención, casi exclusivamente, en los escritos que versan sobre la crítica literaria de René Moreno. Esto se comprende, considerando que nuestro propósito es el de hacer un estudio de la evolución de est a cr ítica.

Nuestro estudio, se basará, fundamentalmente, en el coment ario de los ensayos críticos de Moreno. Para arribar al fin propuesto, empezaremos a es­'tudiar los trabajos del alba, aquellos de 1858, dedicados a María Josefa Mujía y Manuel José Tovar. Concluiremos examinando el ensayo sobre Francisco de

Rioja.

Emp,,zamos la t area, enterándonos de lo que nuestros estudi osos han opi­

m:ido sobre la crítica de René-Moreno.

Uno ce los estudios que integran la obra Elogio de la crítica de Rigoberto

Vi llarroel Claure, está dedicado a la figura de Moreno. El subtítulo nos hace ver que son unas "anotac iones ". Estas anotaciones, pretenden servir de orientación para futuros estudios críticos sobre el autor tratado. Veamos estas páginas. Le­yéndolas, advertimos que se recomiendan, particularmente, por la fecundidad pro­digiosa de sus desatinos, por el pintoresco desorden de las ideas y la garrulería contradictoria de su esti lo. Toda una fiesta. Comienza, Villarroel Claure, por re­conocer que Moreno es "el primer arquitecto que ha puesto los cimientos de un edificio histórico. . " (Vi llarroel Claure, 51). Luego hace una prosopografía del autor estudiado, para después, viéndonos distraídos, sorprendernos con esta com­parnción bel laca, que no le perdonaremos jamás mientras vivamos: "Así, es~e nuevo Amadís, que nunca encontró su Oriana, pasó su vida lanza en blanco . . . • . Por supuesto, el "nuevo Amadís es don Gabriel René. ¿Qué les parece? Apro­vechando la estupefacción ocasionada por sus palabras, Villarroel, sin darnos tiempo para asirle, se mete de rondón en los Elementos de literatura preceptiva (que Amadís, ¡perdón! queremos decir Moreno, publicó el año 1891), para saiir, luego, pidier,do cotufas en el golfo, o peras al olmo, que todo es uno, al extrañar la ausencia de ideas, conceptos y elucubraciones teóricas, que no tenían por qué estar presentes en una obra didáctica, escrita a propósito para la enseñanza me­dia, como rtinadamente observó, después, Vázquez-Machicado. Villarroel Claure, pretende sepultar los Elementos (que al presente están i:;idiendo una reedición

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a gritos) diciéndonos que su autor no poseía: un bagaje propio, extraído del estudio; sus nociones son rudimentarias, erróneas y retardadas para su épo­ca ... • (Villarroel Claure, 53-54) . ¡Tate, tate! , don Rigoberto, le decimos, mientras opinamos para nuestro coleto que el · retardado• para su época y para cualquier otra no fue precisamente Moreno, sino, más bien . . . Bueno. Yo me entiendo y basta, como Don Quijote.

Páginas más adelante, Villarroe l Claure, con la conciencia abrumada por la pesadumbre de sus erorres y demaslas, ensaya una breve palinodia, ento­nada a regañadientes: "El caso de René-Moreno es un brote de cultura litera­ria fi rme. pues se asienta en un campo nutritivo que le da el sello de autor clásico, a despecho de su falta de originalidad oriunda•. Villarroel Claure, 68) . En buenas cuentas, preguntamos mientras mordemos un nabo arrancado del " campo nutritivo ", ¿qué es lo que quiere, y no puede, decir Villarroel ? ¿Hay · un brete de cu ltura literaria firme"?, o, por el contrario, ¿unas ' nociones rudimen­tarias, errór,eas y retardadas para su época "? Villarroel parece tan estupefac­to como nosotros. Pero se rehace y , empeñosamente, prosigue con su dispa­ratorio. Impenitente, rico en dislates, torna a las andadas -¡qué travieso!- y nos dice: "Es verdad que su crítica carece de una orientación propia ; igno­ra una norma estética que defina su cultivo; es más bien fruto de una cultura retórica y c:ásica .... " (Villarroel Claure, 57). No podemos contenernos y, con vehemente indignación, replicamos: ¿No es la retórica un conjunto de normas? La retórica y la poética, ¿no constituyen una canónica que ha normaóo el de­senvolvimiento de la vida literaria a través de muchos siglos? ¿No son la retó­rica y la poética disciplinas que hasta el siglo XVIII, y aún más adelante, han i luminado, al!nque dogmáticamente, el ejercicio de la creación y de la cr ítica l i­t eraria? ¿Un saber retórico y una cultura c lásica, no determinan, de por sí, una orientación? (Nos limpiamos la espuma de la boca y respiramos profundamente para serenarnos. iHabráse visto!).

El estudio de Vi llarroel Claure está inficionado por el error y embrollo por las contradicciones. Podemos adivinar, tomando uno que otro pensamiento co~ tenacillas, aue tal vez sospechó que la crítica literaria de Moreno estuvo, en un principio, influenciada por la crítica. histórica, yendo, más tarde, hacia los modelos de Sainte-Beuve. No tenemos la paciencia suficiente para desenmara­ñar el ovi l lo de los embrollos en que se enreda Villarroel Claure. Ni tampoco, los proclamamos, para esperar a ninguna Oriana, lo que se debe, sin duda, a que no estamos " lanza en blanco", como cualquier Amadís de los contornos. Algunos verán, en el trabajo de Villarroel , el mérito de ser uno de los primeros en su tema. A éstos, les recordamos que la "precursoridad " no es siempre meritor ia ni buena. Ahf tenemos, para universal ejemplo y escarmiento, a Caín, indudable precursor de todos los homicidas.

Con auténtico placer , cedemos el gusto de rebati r los desaciertos de Vi­llarroel Claure a don Humberto Vázquez-Machicado, eser itor sereno, pulcro y reflexivo. Y valgan los contrastes.

Entre los mejores trabajos sobre Moreno crítico, tenemos el que escri­bió Humberto Vázquez-Machicado Esta composición, presenta los Estudios de

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Literatura Boliviana. Segt'in esté autor, las opiniones vertidas por Villarroel C1au­re. son hijas de la parcialidad y el prejuicio teórico. por cuanto: • Villarroel Claure está de acuerdo con el concepto personal que tiene de la crítica que considera

como 'vida, emoción, reflejo de la naturaleza'. Pero olvida que no era ese el

concepto en la época en que René-Moreno escribía sus ensayos críticos, que como hemos dicho se remontan a 1858, cuando el autor apenas contaba veinti­

dos años de edad". (Vázquez-Machicado, 11). En cuanto a los Elementos, nos di­ce: "Vi llarroel Claure olvida que se trata de un texto para escolares de segund¡¡ enseñanza, y no de un curso universitario, ni de una obra fundamental de ideas ... •

(Villarroel ( 12). Después, trayendo a colación las opiniones de don Alberto Gu­tiérrez, explica la actitud de Moreno hacia los poetas románticos bolivianos como

un resultado natural de su formación clásica. No pasa por alto, sin embargo, el hecho de que Moreno pudo encontrar, aparte de todo prejuicio de escuela, los poemas no muy buenos: "preciso es agregar, dice, que la principal causa de esa frialdad de René-Moreno, eran los mismos versos". Una observación valiosa a nuestros ojos, es la que hace sobre la evolución intelectual y afectiva de Mo­

reno: "Hay una gran diferencia en el René-Moreno que estudia a Néstor Gal indo del que estudia a Arcesio Escóbar. En el primero es más un crítico positivista

Que analiza y desmenuza la persona misma del poeta buscando en su alma y en lo más recóndito de su espíritu las causas de la tristeza que !e agobia, y en Arcesio

Escóbar se ve al amigo emocionado ante el recuerdo del vate - y aquí algo que no se halla en sus demás trabajos- vibrar con los mismos versos, no obstan­te de ser románticos, sobre todo con unas traducciones de Lord By ron". La ma­nifiesta emoción de Moreno, perceptible en la biografía de Escóbar, se debe a varias causas: El poeta amigo había fallecido en plena juventud; hay que con­

siderar, también, que el espíritu neoclásico, que estrechó al Moreno de los pri­meros tiempos, fue perdiendo hegemonía y rigor; por otra parte, el fluir de la vida incontenible, la renovación de ideas y experiencias, que son formas de en­riquecimiento continuo. Por fin, el hecho indiscutible de la calidad misma de los versos de Escóbar. Su traducción de Byron, nos parece una hermosa pieza del

romanticismo elegíaco.

El ensayista, Gustavo Adolfo Otero, considera importantes las influencias que respiró Moreno en la atmósfera cultural de su tiempo. Estos influjos, deter­min¡¡ron la progresión de su crítica. Otero manifiesta: "En aquella hora literaria,

la cr ítica tenía algunos cultores notables, cuya influencia aún no ha desapareci­do en 1864 Villemain, Guizot, Cousin, eran leídos con entusiasmo fervoroso y

su irradiación no era raro que hubiese llegado a un espíritu que era una ante­na receptora tan sensible como René-Moreno. Tras la presencia de estas figuras

de la crít ica europea, se perfila ya con general influjo en Hispanoamérica Saint­Beuve (sic) que realiza la crítica de orden psicológico, al reconstruir la persona­lidad del autor estudiado en función de su temperamento ... " (Otero, XXVII). Añade Otero que: "En muchos de los estudios literarios de René-Moreno, tales como en el Padre Calancha, Alejo Alvarez, Vicuña Mackena, se puede percibir la línea brillante de Saint-Beuve (sic) ... • (Otero, XXVIII).

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Apreciamos que en muchos aspectos sustanciales los criterios de Váz­quez-Machicado y los de Otero son coincidentes. Ambos aceptan la influencia del autor de Port Royal. Ambos ven la crítica moreniana como algo cambiante:

Roberto Prudencio, escritor de gran lucidez y sagacidad, publicó, en Ko­

llasuyo, su estudio "Moreno Crítico·. En su trabajo, Prudencio destaca la forma­ción clásica de Moreno, que es algo que debe siempre tenerse en cuenta al estudiarlo. Nos habla después de la ironía de Moreno; nos dice que más que ironía es la " socarronería española", "de un realismo punzante, y, a las veces, amargo·. Observa, y esto es importante, que: • Moreno no comprendió nunca el modernismo literario. No lo censura, pero lo silencia .. " (Prudencio). Esta actitud de Moreno, según Prudencia, resultaba de considerar el modernismo co­mo "una moda de audaz originalidad", sin futuro previsible "por no tener mucho asidero en las clásicas formas literarias·. Si tal pensó Moreno, se equivocó de cabo a rabo, como lo demuestra la historia literaria. ¡Qué hermoso hubiera sido que Moreno juzgase la poesía de Darío, Lugones, Jaimes Freyre, Herrera y Reissig !

Sobrr, el método de Moreno, Prudencio anota que: • Pocas veces ( . . . ) se refiere a los tropos. Los conceptos tienen más importancia que las imágenes ". (Prudencio) En estas palabras, la conocida acuidad de Prudencio, ha dejado es­tablecida la presencia de lo neoclásico de la crítica moreniana. Este juicio, se complementa con la síntesis que hace Prudencio del concepto que tiene More­no de lo que debe ser un poema: •una obra lírica basada en una idea central, cuyas estancias bien compuestas en metro y rima, armonicen con aquella idea en un conjunto perfectamente lógico, sin descuido del ritmo y la cadencia " (Pru­dencio). E~ta conclusión orientará grandemente a quien estudie la c rítica de M o1·eno en su primera época; período inicial, y, como ta l, de principio y búsquc da. En esta etapa de su vida, Moreno estaba muy apegado a Hermosi l la y, tam­bién, sabía muy bien su Horacio. El concepto que dedujo Prudencio del estudio de los ensayos morenianos , es, a todas luces, correcto, ya que interpreta ca­balmente e1 pensamiento del joven crítico. Este concepto sobre la poesía, le fue inculcado por Hermosilla, a quien, por buenos motivos, consideramos el tra­tadista que más influjo tuvo en el joven escritor. Hermosilla tratando de la poe­sía lír ica y preceptuando ( ¡cuándo no!). sobre ella, escribía: " no pudiéndose dar para su composición otra regla que la de que a la naturalidad, finura, gracia, etc . de los pensamientos acompañan expresiones felices, y una versificación la más melodiosa, f luída, suave y sonora que ser pueda . . . " (Hermosilla, 11, 126) . Aqu¡ tenemos el ideal neoclásico, expuesto por uno de los más recalcitrantes dómines que esta escuela tuvo en España. Este ideal, guió los primeros trabajos crít icos de Moreno. En los trabajos de lo que consideramos el período intermedio, perdió dominio, frente a la Orientación histórico-social y biográfico-psicológica. No obstan­te, subyació. El rigor moreniano, viene a ser resultado de la pervivenci a del ideal neoclásico. Moreno no olvidó nunca a sus primeros maestros. Consecuenc ias in­t eresantes resultarían de comparar el Arte de hablar en prosa y verso con los Eie­mentas de Literntura preceptiva. Nos hubiera gustado hacer este trabajo, pero no disponemos de la obra de Moreno, contamos, tan sólo, con unos pocos apun­tes, tomados a toda prisa en la Biblioteca Nacional de Sucre.

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Pasamos, en este momento, a escuchar los 'juicios de un crítico sobre otro Una verdadera crítica de la crítica. Monseñor Juan Ouirós, el más sutil y culto de los críticos literarios con que cuenta Bolivia en los días que vivimos, conce­dió una entrevista al doctor Carlos Castañón Barrientos. En la interesante con­versación que tuvieron, se trató el tema de la crítica literaria nacional, y, por su­

puesto, de la obra de Moreno en este género.

Juzgando a su predecesor, Monseñor Quirós expresa que la obra precepti­va de Moreno "está concebida dentro de las normas clásicas, aunque se aparte (Moreno era muy invididualista) de la mentada de Gómez Hermosilla. Creo que el boliviano, sin salirse de las normas clásicas, se mueve con más desenvol tura que el español. Sin rebasar los módulos indicados, Moreno era un crítico de la llamada línea subjetiva, lo que no significa decir nada nuevo ya que todos los críticos son a la postre críticos subjetivos·. En el mismo lugar, Monse1ior Ouirós lamenta que Moreno no se hubiese dedicado a juzgar las figuras de los • gran­des autores·, labor que hubiera dado frutos tan bellos y maduros como el ensa­yo sobre Rioja, que Monseñor Ouirós califica como "un trabajo verdaderamente maravilloso· (Castañón, 348).

Comr,artimos el criterio de Monseñor Quirós sobre la crítica "subjetiva pe Moreno. pero lo restringimos para aplicarlo a los períodos de madurez plena. Siendo del parecer que en los primeros tiempos su crítica fue neoclásica y luego, o:i la segunda etapa, de corte histórico, social y biográfico. En cuanto a la no in­fluencia de Hermosilla en los Elementos, nos guardamos de opinar hasta que no hayamos hecho, si las circunstancias. lo quieren. un trabajo comparativo entre am­bas obras. Sin embargo, aún tenemos la sospecha de que sí hubo influencia del

preceptista neoclásico español.

Finalizando esta parte, veremos un estudio valioso para nosotros. Su autor es el conocido morenista y prestigioso historiador Juan Siles Guevara. Este au­tor, en un artículo sobre la influencia de Andrés Bello en René-Moreno, demuestra. cumplidamente, la analogía de la crítica de Bello, cuando enjuicia a Olmedo, con la de Moreno, en su juicio sobre la octava que Bustamante dedicó a Bolívar. Si­les Guevara opina que la influencia de Sainte-Beuve fue posterior a la de Bello, y que los rrimeros trabajos de Moreno son "artículos concebidos dentro del espíritu de la crítica neoclásica, tal como la practicaron Bello y sus discípulos in­mediatos• (Si les Guevara 54-55). Para Siles Guevara. Moreno evolucionó "ba­jo el intlujG de Sainte-Beuve • hacia el retrato literario, sin perder el "hábito clásico", "cuyo ejemplo vivo, nos dice, fue personificado en Don Andrés Bello " (Siles Guevara, 56). Siles Guevara ha expuesto, con mucha claridad, casi todo el ciclo evolutivo de la crítica literaria de René-Moreno.

A esta altura, es necesario que hagamos un alto, para resumir el conteni­de los Juicios anteriores. Una rememoración de lo expuesto, nos hace ver, des­de un principio, que los juicios no son contradictorios, sino, más bien, comple­mentarios. Con esta premisa, procedemos a unificar los criterios.

Resumiendo: Hubo una evidente influencia neoclásica en los primeros en­sayos críticos de René-Moreno; posteriormente, Moreno recibió el influjo de la

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crítica de base histórico-social y biográfico-psicológica; al final, Moreno adoptó una posición subjetivista, lo que se identificaría con la crítica impresionista.

Nos disponemos a segu_ir a René-Moreno en el itinerario de su labor crí­tica. Haciendo un "flash back", como dicen los angliparlistas, l legamos junto al

joven Gabriel René-Moreno.

Evocaremos al Moreno joven. A este fin , recurrimos a la mejor biografía

que se tiene sobre nuestro autor: Grandeza y soledad de Moreno, de la autoría

de el notable historiador y biógrafo Ramiro Condarco Morales.

Gustavo Adolfo Otero, es del parecer que a Moreno" no podríamos imaginarle

en su gallarda juventud, ni en su madurez vendimia!, sino en el retablo de su magnífica ancianidad·. Justas palabras. Mas. ahora, nos hemos propuesto verlo en su gallarda juventud•. Bien lejos de la trad icional imagen que acude cuando se

pronuncia el nombre del ilustre escritor. Imagen que nos muestra un señor con cara de pocos amigos, con todas las trazas de ser "de la cáscara amarga·, con el sobre­cejo fosco, los most achos agresivos y la penetrante mirada aqui lina. Esta ima­gen inspira respeto y veneración, es verdad, pero no deja que se asomen las

sensitivas y tímidas flores del afecto.

¿Por qué preferimos evocar a Moreno joven? Porque es necesario, para

nuestros designios , hacerlo. Y también porque sabemos que la madurez es cum­plimiento de la promesa juvenil , como son los días senescentes el tiempo de

su declinaciGn y caducidad.

Evocrmos, pues, al Moreno joven, al que adorna la palidez de su rostro con un bow endrino. Al de la caballera negra, sedosa y ligeramente rizada. En

suma, al joven de señorial estampa andaluza. En esta fresca faz , todavía no ha puesto la vida el signo de la amargura y el desencanto, porque todo es una p:·o·

mesa, cuando las ilusiones y las esperanzas están invictas. En su rostro, sin embargo, está impresa la gravedad propia del estudioso: Non est magnum inge­

nium sine melanchoíia.

En Santiago de Chile, en 1858, , obtuvo Moreno su t ítulo de bachiller en Humanidad€s. El año anterior, e l destacado discípulo, recibió el encargo, de su

maestro de retórica, don Migue l Lu is Amunátegui, de compilar las poesías de los más notables poetas que había, a la sazón, en Bolivia. Moreno cumplió lo encomendado con su pecul iar responsabilidad y esmero. Por razones que no co­nocemos, los poemas y referencias biográficas acopiados por Moreno, no fueron

utilizados por su maestro. Suponemos que entonces despertó, decididamente, la vocación del escritor. Moreno sentíase lo suficientemente madu ro para habérse­

las con las letras. Moreno tuvo una madurez intelectual temprana, como bien ha observacio Ramiro Condarco . El estudio metódico y consecuente, hab ía da­do solidez a su pensamiento y había acentrado su gusto. Sin esta última cu::i lidad, no hay crít ica posible. El bagaje teórico, a quien esté desprovisto de gusto, le será, si no inútil , insuficiente, para el ejercicio de la crítica. Sus obras no pasarán de ser penosos simulacros.

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·Morer.o nacro y pasó su nrnez en el seno de un hogar aristocrático y dis­tinguido, en su Santa Cruz natal, cuya Universidad fue un importante núcleo difusor del pensamiento desde tiempo de la Colonia. Muy temprano, Moreno sintió el llamado de las letras. Adolescente, tal vez niño todavía, estudió latín, lengua en la que debió perfeccionarse, posteriormente, en Chile. Ha leído a los clásicos, le atraen. en forma especial, l.os latinos y los del Siglo de Oro español.

La biblioteca paterna, para satisfacer la curiosidad intelectual del joven estudiante. entre otras, le proporcionó las siguientes obras: la Ortología y Pro­sodia de Sicilia; la fomosa Gramática de la lengua Casteltana según ahora se htbla (París 1830) del ilustre filólogo valenciano Vicente Salvá y Pérez (1786-1849)... "(Condarco Morales, 57). Aparte de los señalados, Ramiro Condarco consigna los siguientes títulos: las Instituciones oratorias, de Quintiliano; la traducción de la llíada y el Juicio crítico de los principales poetas españoles, ambas de Gómez Hermosilla. Exceptuando la de Ouintiliano, todas las obras ano­tadas ubícanse dentro de la esfera del neoclasicismo. Otros autores que ocupan los plúteos de la biblioteca del distinguido abogado don José Gabriel Moreno, son: Alfredo de Musset, Alejandro Dumas, Eugenio Sue y José Joaquín de Mora, el adversario irreductible del romanticismo.

La viva curiosidad de Moreno, al poco tiempo, debió encontrar exiguo el modesto caudal que le ofrecía la biblioteca del padre.

En Chile su cultura se enriqueció, afinándose su espíritu con el trato de otros, refi nados y cultos, en los cír<:ulos intelectuales, que con tanta cordialidad lo acogieron. Don Andrés Bello era rector de la Universidad. El pensamiento, asom­brosamente rico , de Bello, había determinado el rumbo de la intelectualidad chi­lena, influyendo en él decisivamente. Miguel Luis Amunátegui , discípulo connota­do de Bello, maestro de retórica de Moreno, y profesor casi desde su niñez, era un represer.tante distinguido de la crítica literaria. Estas dos influencias, la de Bello y Amunátegui, se sumaron, en la joven y despierta inteligencia del bolivia­no, a la de Hermosilla, el primer maestro, cuyo Arte de hablar en prosa y verso hcbía leído y releído. Encontramos, pues, a Moreno, a sus veintidós años, hecho un flamante profesor de retórica, formado en poética, gramática y latín. Conoce­nocedor ya respetable de los clásicos. Este joven profesor, tiene en su poder cartas, poemas y referencias biográficas de los poetas de su distante y extrañada tierra. ¿Qué hacer? Una inspiración luminosa, súbita: ¡Escribir sobre sus conte­rráneos!

Fue providencial que Moreno tomase esa decisión. Gracias a ella, conoce­mos la producción, modesta y sin mucho brillo, es cierto, pero hondamente nues­tra, de los albores esforzados de nuestra literatura.

Moreno merece la gratitud de Bolivia por lo anterior. Su labor de bibliógrafo - enorme labor- ha registrado la vida del país durante una buena parte del si­glo pasado. ¡Cuánto tuvo que leer Moreno! Medinaceli, con su peculiar humor, se asombraba de cómo don Gabriel René no acabó embruteciéndose, como resultado de leer toda la broza que se escribió en Bolivia. (Es para asombrarse, realmente. Por menos, otros han acabado idiotas. Conocemos más de un caso).

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Principiamos el examen de los ensayos críticos de Moreno, en la parábo­la temporal de 1858 a 1880.

MARIA JOSEFA MUJIA (1858)

Este pequeño ensayo no es de intención analítica ni valorativa. Lo consi­deramos importante por ser, quizás, el primero que escribió Moreno con el pen­samiento de publicarlo (1) . Esta conjetura tiene su origen en la apreciación de las particularidades de estas páginas alboreales.

La intención del crítico se contiene en estas palabras: "vamos a dar a co­

nocer algur.os antecedentes sobre la poetisa boliviana, reproduc iendo al mismo tiempo varias ( ... ) composiciones". Y la verdad es que cumple, con toda fide­lidad , lo manifestado. Con acento sinceramente conmovido, narra el origen de la ceguedad de la poetisa. Se aproxima hasta la joven mujer con simpatía y emo­

ción: "cisne misterioso, escribe, que desde su lóbrego nido daba al aire tan sen­tido acento". Hace el relato de las desgracias familiares, que han herido el co­

razón sensicle de María Josefa Mujía con una frecuencia t rágica .

La crítica no se declara. Se insinúa, débi lmente, en este pasaje -que alude a opiniones ajenas, que ta l vez interpreten la propia opinión del autor- . " En al­gunas de las estrofas anteriores (2) han c reído algunos oír este grito de angus­t ia suprema, que no se debe confundir sin embargo con los violentos e irónicos de la desesperación y el despecho•.

Más que por los poemas, Moreno está conmovido por el infortunio de la poetisa: "Esta con todo lo que la rodeaba, joven, bella, pura, sum ida en so_ledad

y negra noche, atribulada todavía más por la pérdida de algunos seres amados, y siempre llena de humilde resignación y de vida intelectual, encerraba todo lo que tiene de bello y sublime el dolor: era un manantial de poesía y de inspira­

ción· . Moreno, que había catado las aguas de este manantial (3), no opina sobre ellas, y prefiere transcribir fragmentos , más o menos extensos, de las poesías de María Josefa, para que e l lector las ,guste por su cuenta. En todo, Moreno ha

cumplido su expresado propósito.

El estilo del joven escritor es seguro, sencillo y elegante. Su misma emo­ción. guarda los l ímites y la contenc ión dictados por el buen gusto. Esto será ya para siempre.

Nuevamente, ya casi al fina l de su trabajo, Moreno insinúa, velándolo dis­cretamente_ por un ~entimiento de hida lga y noble conmiseración po r la desven­tura de la poetisa, su parecer, en esta forma delicada: "A su t iempo vendrá !n crítica que ( ... ) analizará (las poesías de la Mujía) y juzgará, decidiendo si 18 seriorita MLl'Jía merece en efecto ocupar un lugar distinguido entre los bardos bo­livianos, o sí e lla y sus versos pasarán solamente, según algunos piensan, como una anécdota más o menos interesante de la l iteratura boliviana". Ese "algunos piensan • puede no decir nada o decir mucho. De todas maneras, la probidad del es­critor, se ha refugiado en una discreta prudencia. Esta actitud obedeció, sin du-

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da, a la nobleza y caballerosidad hispanas, que tan celosamente atesoraba el

espíritu de Moreno.

El autor, concluye su trabajo anunciándonos: "Tal vez nos demos lugar en lo sucesivo para hablar de los señores Blanco, Bustamante, Calvo (4), Cortés, Ga­l indo. Ramallo y otros poetas bolivianos; y lo haremos como al presente sin pre­tensiones de ningún género, sin adelantar el menor juicio sobre ellos, y limitán­donos únicamente a trazar algunos rasgos biográficos y copiar aquellas composi­ciones o fragmentos que ( . .. ) les den mejor a conocer ... ". Considera que este trabajo debe ser anterior al de la crítica, la que vendrá luego.

Pero esas eran solamente palabras. El espíritu de Aristarco iba pronto él

presentarse Fue algo ineluctable. El temperamento crítico era demasiado vigoro­so en Moreno para poder silenciar su voz.

MANUEL JOSE TOVAR (1858)

Para efectos de nuestra demostración, debemos extendernos más de lo que deseáramos en el comentario de este estudio. Lo deploramos. pero nos consuela el pensamiE.nto de que más lo han de lamentar nuestros abnegados lectores.

Moreno establece la existencia de dos •categorías" en los poetas boli­vianos: • Pertenecen a la primera -dice-, aquellos que hace mucho tiempo se han creado la reputación de tales, con razón o sin ella, conquistándose en el país el honroso título de literatos, y cuyos nombres, por haber desempeñado puestos distinguidos en la administración, efl la magistratura y en la enseñanza, están rodeados de cierta aureola de prestigio y popularidad". Estos señores, tenían lo que llamaba Unamuno • el prestigio de otros prestigios". En la severidad del tono empleado y los conceptos vertidos vemos ya asomar al descontentadizo don Gabriel René_ a sus veintidós años; ahora, más que floridos, laboriosos y medi­tativos.

En 13 segunda categoría de los poetas bolivianos, figuran "todos esos jó­venes entusiastas que desde diez años a esta parte han estado dando a luz en los periódicos muchas composiciones poéticas ( ... ) pero cuyos conocimien­tos y corta carrera ne les han hecho subir todavía hasta lo alto de la posición social de los otros".

Son disímiles, las obras poéticas de estas dos generaciones: "tienen tam­bién sus rasgos y caracteres peculiares", lo que hace "más notable aún la se­paración que entre ellas existe". En las poesías de la primera categoría, Moreno encuentra valores estimados dentro del ideal neoclásico: "El plan de las compo­siciones de los unos es sencillo y bien concebido, y perceptible la lógica interior que regula sus ondas más acaloradas; hay abundancia de ideas, más elevación, profundidad en los pensamientos ( ... ) manifestando en lo general más arte. más estudio; una imaginación más castigada. Si no temiéramos abusar de la pa­labra diríamos que estos vates componen la escuela clásica de su país".

Los de la segunda generación: "Ostentan ( ... ) en sus poesías imágenes caprichosas y variadas, y profusión de comparaciones, metáforas ( ... ) dejan es-

10 e Signo XVIII - XIX

f t

c~par de vez en cuando esos acentos apasionados y energ1cos, hijos de un alma llena de ardimiento ( ... ) hacen, por lo común, alarde de un sentiment alismo me­lancólico ... •. Moreno considera a estos poetas como a "los románticos de la poesía boliviana; debiendo agregar, en honra de estos bardos , que no pertenecer, a la peor familia de las muchas que componen esta numerosísima casta".

Notamos que Moreno está identificado con los poetas de la primera gene­ración, más próxima que la segunda al ideal neoclásico y preceptista de la poe­sía. Pero no advertimos ninguna · incomprensión" hacia los "románticos ", a quie­nes trata con más cariño que a los "clásicos" ... abusando de la palabra .

Pero no es todo. Moreno augura a los "románticos" "mejores y más es­pléndidos triunfos en el porvenir . .. " . Por el momento, sus poesías deben consi­derarse " un alimento a la curiosidad de los amantes de las letras ", que • se han corr.placido siempre en observar los primeros pasos del genio en cualquier clima, y en medi r los progresos graduales de las literaturas nacientes" ¡Eso es ! ¡Las literaturas nacientes! Dícenos, además, que la crítica no ha de ser muy se­vera • ejerciendo más de una vez con ellos un magisterio hasta cierto punto doctrina! ".

Ahí tene mos el pensamiento estético del joven crítico. Adherido a la t ra­dición clásica - por e l ámbito neoclásico de sus estudios preceptivos--, pero ntento al rumor de los vientos románticos. En este período es frecuente que ci­te a Horacio pero también a Lamartine y Byron. También es notorio el que Mo­reno ubique los fenómenos que juzga, dentro de un cuadro que destaca sus ver­daderas dimensiones. Está consciente de que es el primer crítico de una de las "nacientes literaturas" y comprende la importancia de su misión.

Manuel José Tovar, forma entre los "románticos ". Moreno empieza por hacer una reseña de la biografía del poeta. Pinta, con animación, escenas de la vida cultural en Sucre allá por los años de 1850. En el relato de las inquietudes literarias d3 algunos frailes, florece el humor socarrón -pero no ácido- de Moreno. Esta es ot ra característica que debía permanecer, derivando , más tarde, hacia formas caústicas de ironía. Vale la pena leer a Moreno: " El · Amigo de la Verd6d' [periódicos del tiempo C'.C.S. ( ... ) tuvo no sabemos s i la debili­dad o la extravagancia de dejar invadir su redacción por unos frailes: y estos piadosos varones, pero pésimos escr itores, ensartaron en él una serie de artícu­los en que, con un estilo lleno de sandias jocosidades, c:'e triviales refranes y de latines de sacristía, trataban cuestiones graves y asuntos muy elevados . . . ". En el misn,o periódico, • aparecieron algunas poesías de Tovar y de otros, que escasas de invenciones y pobres de pensamientos, pero ostentando algo de las formas y manera de - Espronceda y Zorrilla, produjeron un efecto admirable al la­do de los franciscanos engendros'. Aquí tenemos una ironía velada con infinita gracia. Es casi, benóvola.

Analizando el poema más extenso y reputado de Tovar, La Creación, lo juzga un poema lírico descriptivo en que ha ostentado una fantasía r ica y esplen­dorosa, descubierto muchas aptitudes para la descripción, y hecho oír la sono­ra entonación de que es sucoptible su lira cuando obedece al entusiasmo poé-

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tico ... • . Añade que es • una obra de largo aliento para el pueblo en que ha sido escrita" . Moreno inscribe la obra en el cuadro correcto, que le corresponde y muestra 5us verdaderas proporciones. Expresa que, en el Canto tercero, el va­te • se ha mostrado muy digno de su asunto, lo que ciertamente constituye al poeta de mérito~. Al leer estas palabras recordamos estas otras, de Hora­clo en su Ad Pissonem: "Elegid, escritores, una materia igual a vuestras fuer­zas ... • (5).

En la misma cornposIcIon, Moreno observa, reprochándolos, algunos defec: tos en el fondo; pero elogia la imaginación y dones descriptivos del autor, com• para ndo su obra con la de Milton. En otro poema, el crítico se detiene en ciertos defectos de acentuación rítmica. En todo esto, vemos el peso de las lecciones de Hermosilla, pero donde más nítidamente se deja sentir es en el juicio de Mo­reno acerca de la oda El Porvenir. El crítico juz;ga que " peca por el fondo y por la forma", Prosigue, opinando que • muchos de sus pens1:.mientos son falsos, y los que no lo son se prestan a erróneas int erpretaciones a causa del enlace que con los falsos tienen .. . ". En tratándose de materia tan grave como la ver· dad de lo~ pensamientos, el dómine español era terminante. "No hay belleza sin verdad" , proclamaba recordando a Boileau, Hermosilla acepta para las obras poéticas, cerno suficiente, la verdad relativa, pero no menos . Increpa a los pon­tas " creyeron sin duda que en su calidad de hijos de Apolo les era todo perrni1 i· do; y si se les ocurría un pensamiento que a primera vista pareciese nuevo r,

ingenioso no se curaban de que fuese verdadero o falso ... " (Hermosilla, 1, 10) . En la mism'l oda, Moreno considera " inoportuno y exagerado" el empleo de "at,, · vidas figuras". Y cita:

......................... .. ...... de ese viento de vana vanidad vamos volando

Sobre esto opinó Roberto Prudencia que a Moreno: "no le hacían grncia las aliteraciones y paronomasias que tanto emplearon luego los modernistas ". Nosotros pensamos ·que IC' que no le hizo gracia a Moreno fue lo inoportuno e inconveniente de la figura (aliteración y derivación, todo en uno) y no ·a figura misma. Las aliteraciones fueron frecuentes en la poesía latina, tan adrni • rada y cor.ocida por Moreno. Citamos de la Eneida:

Quaeque lacus late líquidos, quaque aspera dumis,

y de una oda horaciana:

Piscium et suma genus haesit ulmo

Moreno hace votos porque permanezcan inéditos los poemas de Tovar e5• critos en octosílabos, porque " no son sino prosa rimada". El crítico siente qu, les falta el os magna sonaturum horaciano (Sat., 1, 4) , que había percibido e.l La Crei:.ción. Tovar, en estos poemas, no es hijo de las musas, pudiendo decir. con Horacio ( ¡con quién había de ser!): ." Yo no entro en el número de los poe­tas; no basta componer versos que consten; y si alguno los escribiera como yo en un estilo semejante a la prosa no se vaya a creer que es poeta " (Sat,. l. 4).

12 e Signo XVIII -XIX

El joven cr ítico -ya podemos llamarlo así, con certitud- procura ser ecuánime. Alaba lo que juzga digno de alabarse y censura lo que encuent ra cen­surable. Su dictamen está orientado por la preceptiva. Por los preceptos del vie­jo Horac io ; del moderno -junto a Horacio, se entiende- Hermosilla. No olvida­mos, aquí , que el clásico, cuando juzga, lo hace pensando en paradigmas.

No extraña que el magister io de Horacio se manifieste en forma tan paladi­na, porque, como dice el eminentísimo don Marcelino Menéndez Pelayo: " Casi todos los preceptos de Horacio son aforismos que corresponden a leyes eter­nas del espíritu humano" (Menéndez Pelayo, 1, 182). La influencia de Hermosil la, por otra parte, fue notabilísima durante e l siglo pasado. Sobre esto, el maest ro ya citado, asevera: "La grande influencia de Hermosil la como preceptista de la fracción más extremada y recalcitrante del neoclasicismo ha sido , en parte, úti l, y, en parte, no menos dañosa" (Menéndez Pe layo , VI, 187) . Don Marcelino, es de opinión de que el tratado de Hermosilla no t iene ri val en algunos aspectos. Reconoce que su estudio puede ser "trivial, mecánico, enfadoso ", pero af irma que es necesario. Según el mismo crítico : "Las Lecciones de Blair están saquea­das a manos llenas en todo lo relativo a la teoría de los géneros literarios ". Ob­viamente, el autor del saqueo fue el v ilipendiado Hermosi lla. Con el bot ín, enri­queció su tamoso Arte de hablar en prosa y verso. Hugo Blair habia publ icado un tratado , que tuvo enorme influencia y difusión, con el t ítulo de Lectures on Rhetoric and Selles Lettres, el año 1782. Es muy posible que Moreno , inicialmen­te, hubiese tomado conocimiento de las doctrinas del profesor escocés en la obra de He. masilla.

ApartP de todo, tenemos la indemostrable opinión oe que el interés y la admiración de René-Moreno por Francisco de Rioja, nació en la obra de Hermo­silla. El preceptista es pródigo en citas del poeta sevillano, cuya obra elogia y encarece de continuo. Aquí dejamos esto.

RICARDO JOSE BUSTAMANTE (1860)

Este ensayo, es de considerable extensión, comparado con los anteriores. Atribuimos el hecho a la importancia de la personalidad estudiada. Bustamante, a no dudarlo, fue el poeta más importante de la primera época románt ica boli· viana.

Moreno divide su ensayo en tres partes. Al principiar la primera, consi­derando el interés que despierta Bustamante, dice que va a ofrecernos unas cuantas noticias sobre su vida y antecedentes literarios, y algunos apuntes crí­ticos sobre varias de- sus composiciones " . Es verdad que en el caso de Tovar había hechu lo mismo; pero en las palabras que citamos se enuncia una delibe· rnda manera de proceder, es decir, un método.

Moreno narra los peregrinajes de Bustamante: Buenos Aires, Uruguay, Eu· ropa. Estudios en la Sorbona. El retorno a Bolivia y el posterior avecindamiento del poeta en Salta. El poeta está desencantado del universo t odo. Los infortunios de su patria "envuelta en todo género de miserias• le han hecho perder "mu-

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cho de su calor y su brío·, haciéndole abandonar "los deseos de reputación y la

ardiente sed de gloria literaria". En Bolivia, Bustamante no encontró "Nada que halagc1se su fantasía, nada que aguzase su ingenio, nada oue conmoviera enérgi­camente su alma ... ". Moreno, auscultando el ánimo del poeta diagnostica: • La funesta indolencia de Bustamante debía con el tiempo convertirse en un mal cró­nico, en una firme creencia, e·n un verdadero sistema". Procede luego a examinar una carta enviada por Bustamante al poeta Corpancho, Aquí nos parece oportuno

recordar que Sainte-Beuve ponía especial interés en el análisis microscópico de

la correspondencia de sus autores estudiados.

Bust¡¡mante, en su extensa carta, es profeta del más grande pes1m1smo que

imaginarse puede. Comparado con él, Schopenhauer nos parece una colegiala , ra­diante de felicidad, por su coronación en una fiesta de primavera. ¡Pobre don Ri­cardo José! Bustamante no cree ni espera. Schopenhauer, por lo menos creía, o aparentaba creer, en la conveniencia de practicar una sabia y prudente "eudemono­

lo9ía ". Quienes deseen buscar en los negros nubarrones del alma de don Ricado

José, lean la carta que Moreno transcribe.

El pesimismo de Bustamante, y sus presuntas raíces originarias, son brio­

samente refutadas por el equilibrio y sano espíritu de· don Gabriel René. "Ne 'quid ni mis", había dicho Horacio. "Ne quid nimis ", piensa el crítico. Quienes

deseen enterarse de los conceptos expuestos en esta confutación, no tienen otra

cosa que hacer sino leerla.

A nosotros lo que nos interesa, particularmente, es el pasaje en el cual

Moreno resume el pensamiento de la carta de Bustamante, que es, según el cri­t ico "una verdadera oración fúnebre pronunciada sobre la tumbra de la poesía y las letras ". Escuchemos al crítico: "Bustamante apunta como causas de nues·

tra esteri lidad literaria: primera, la sed de oro que en la época actual devora al común de las almas; segunda, la decadencia de la literatura europea, nuestra maestra y nuestro modelo; y tercera, nuestras discordias civiles". Moreno pro­sigue: "Prohada la falsedad del hecho, como creemos haberlo probado, nada te­nemos ya que ver con las causas, si no es para considerarlas como simples fenómenos sociales que hayan tenido una influencia más o menos directa en nuestra literatura". La influencia de los hechos sociales en la literatura empie­za a ser tomada en cuenta por el crítico. Mucho después, este pensamiento aflo­rará con mayor ponderación.

Habí~ ya, Moreno, leído a Sainte-Beuve. También a Villemain, a quien , en este ensayo, cita. Como bien suponía Gustavo Adolfo Otero, la antena sensitiva de Moreno captó las ideas de la nueva crítica europea, cuyos más esclarecidos representantes fueron madame Staiil , Villemain y Sainte-Beuve. Que abrieron la senda hacia la gran sistematización de Hipólito Taine.

Moreno ya no ve la obra literaria con ojos, únicamente, de retórico y pre­ceptista. Los criterios históricos y sociológicos exigen su lugar. Moreno se los cor.cede. A~ora, tal vez, ya podría decir con Sainte-Beuve: "No renuncio a Quin­tiliano: lo circunscribo". La tercera parte de su estudio, la ha reservado More-

14 O Signo XVIII-XIX

r:o para el enjuiciamiento de la obra de Bustamante. Quinti liano retorna por sus fueros. Veamos.

Moreno considera a Bustamante un poeta cívico, primordia lmente, . porque casi todas sus poesías líricas • son la expresión del entusiasmo o sentimiento

públ ico ". Destaca la versificación robusta y armoniosa del poeta, pero la echa de mer.os en la Armonía fúnebre, que, en su entonación, "carece ( .. . ) de esa f luidez y flex ibi lidad que por el título ( ... ) debería ostentarla en muy alto gra­C:o ". Observa con disgusto la presencia de unos ritornellos, que dada la índole elegíaca del poema " son hasta una especie de ultraje al dolor". El poema de 8ust amante queda más abrumado al ser comparado con la traducción de una oda de Lamartine. En suma, el alto tr ibunal de la crítica lo ha condenado.

No sale, tampoco, muy bien librada la famosa octava dedicada a Bol ívar: "Este trozo de poesía, dice Moreno, es una prueba más del prestigio y novedad

que dan a pensamientos obvios y aún comunes, los encantos de una versif ica­ción fácil, robusta y armoniosa ". No encuentra en la octava "el gran pensamiento

de una generación entera sobre el genio de Bolívar ". En cuanto a los pensamien­tos, hubiera deseado el influjo de "una lógica profunda, aunque no resaltante

ni ostensib le . . . ".

M as, a pesar de lo v isto, al f inal del balance crítico, el saldo es favorable pnra el poeta. El crítico sentencia, con ind iscut ible autoridad de magistrado, que Bustamante "puede ocupar un asiento honroso entre los poetas distinguidos de lo América española".

Concluimos expresando que, aparte de digresiones de alguna extensión, D

nuestro parecer, en este ensayo se equilibra el tratamiento biográfico con el crí· r ico-estético

MARIANO RAMALLO (1862)

En el año 1845, "ha comenzado a rayar en Bolivia la aurora de su naciente literatura nacional . . . •. Aparecen sociedades literarias , y, a la sazón, se pu­blican los primeros poemas de Ramallo. Luego de una breve reseña bicgráficc1 del poeta orureño -la tranquila vida de Ramallo no era campo férti l para mu• chos alardes-, el crítico procede al enjuiciamiento de la obra.

La poesía de Ramal.lo le parece modesta y humilde. Una poesía de toilo menor que "En su forma y sustancia ( ... ) carece de esos primores artísticos y de esos 2-rranques de inspiración que prodigan en sus obras los poetas insig­nes ... ". Continuand~ con su apreciación, en determinado momento, René-Mo­no es venc ido por la tentación de la ironía. Su espíritu, bien pred ispuesto tem­peramentalmente para ello, cede sin esfuerzo. ¿Qué sucedió? Belzu, habiendo leído un poema de Ramallo dedicado a la muerte de Ballivián, con despectiva burla lo calificó como "coplas de doctor". Haciendo pie en esta anécdota, More• no no pierde la oportunidad de clavar un alfiler con guante de seda, diciéndonos : "Coplas de doctor, dijo el General Belzu; y habló sin saber como un La Harpe" . La ironía se na mitigado en el contexto, haciéndose de una levísima suti l idad. Es-

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tamos ante un verdadero carientismo. Dejamos señalado esto considerando que puede servir a quienes estudian las formas de la ironía en Moreno.

En este trabajo, en realidad, lo más importante para nuestro estudio es la protestación de Moreno sobre su concepción particular de la crítica, a estas alturas de su vida literaria, que había llegado ya al cuarto año de su labor pro· ductiva. Dícenos: "Hay un linaje de crítica que, sacando en cierta manera su origen de las tradiciones clásicas de la l iteratura, tiene por sistema el fundir las obras en el crisol del análisis, a fin de comparar sus primores con otros análo­gos que la historia de las bellas letras suministra y de apuntar los defectos oca­sionados por la mala aplicación e inobservancia de los preceptos que establece la metafísica racional del arte". En estas palabras está pintiparada la crítica neo­clásica, que gobernó el ensayo sobre Tovar. Pero, dejemos continuar a don Ga­briel René: "hay asimismo otra crítica, que, sin dejar nunca de apoyarse en la estética inmutable del espíritu humano, pero buscando sus luces principalmente en la ciencia social, trata siempre de descubrir todo lo que del mundo contem­poráneo hay en las creaciones del moderno ingenio y de examinar hasta qué pun·· to ésas se adaptan en su concepción y desempeño a las condiciones particula­

res de v ida y desenvolvimiento del pueblo que con ellas se saborea y alimenta ". Estamos, sin lugar a dudas, ante la crítica de substrato histórico y social.

Moreno, con espíritu moderno y amplio, adopta una posición ecléctica, h,, ciendo ver su conformidad con la conjunción de ambas corrientes críticas. Con estas discretas palabras, exterioriza su parecer: "como en sana filosofía no exis­te entre un,; y otra crítica una separación profunda, hanse concertado más de una vez para caminar unidas y obrar de consuno en el campo l ibre de la literatura, y especialmente en los sagrados dominios de la poesía, una influencia prol ifera y regeneradcra". Este sincretismo dirigirá la crítica moreniana en su segundo

período.

El ensayo sobre Ramallo quedó inconcluso; al parecer, su autor no deseó. por alguna ignota razón, darles fin. ¡Lástima grande! Este ensayo se interrumpe cuando más enardecida estaba nuestra curiosidad, en virtud del anuncio hecl1J por el crítico de continuar el trabajo con un estudio destinado, según sus propios palabras, a "penetrar hasta el alma de Ramallo, para atisbar en una de sus fases más recónditas algunos de sus movimientos más instantáneos: Vamos a asomar­nos por un momento a lo interior de la vida íntima y espiritual de un semejant:, nuestro ... ". Daríamos, gustosísimos, diez años de la vida de nuestros amigos

por leer el estudio anunciado. ¡Mala suerte!

Pero no quedamos satisfechos. ¿Cómo pensaba proceder Moreno en su in­tento de penetrar en el alma de Ramallo con el claro y manifiesto propósito de escudriñar, íntimamente, la esencia de su poesía? ¿Podría suponerse la intención de realizar un estudio biográfico más amplio y minucioso, que alumbrase la psi­cología del autor y expl icase el carácter de la obra. Un estudio a la Sainte-Beuve?

Nosotros preferimos pensar en que el crítico tuvo la intención, no sabe­mos si cumplida, de hacer un estudio de la forma expresiva, para, a través de ella, penetrar en el mundo interior del poeta, hasta llegar a las más profundas

16 e Signo XVIII -XIX

mot¡vaciones. a la fue_nte de su poesía. Alcanzando a ver a ésta desnuda y con­vertida en pura esencia. Esto nos trae a mientes algunos trabajos de la moder­na esti l ística. Lo acabado de expresar, es, por supuesto, solamente una conjetura.

INTRODUCCION A LOS POETAS BOLIVIANOS (1864)

Este es un cuadro. Los colores son propios, pero el boceto ha podido es­tar in~pirado por Villemain, el autor célebre de los tableaux.

Esta pintura desolada, nos muestra a la pat ria sumida "En medio del si­lemcio que sigue a l estruendo de la guerra civil . . . •. Pero, entre los escombros de la ruina resuenan • gratas armonías de músicas peregrinas, los acordados acentos de líricos cantares, que, tras el sangriento naufragio del bienestar na­cional, han venido a colmar el anhelo de los corazones, sed ientos de algo que

fuese noble tierno y puro ... •. ¿Quiénes son estos seres que cantan entre las ruinas? ¿Como "cisnes después de una tempestad"? Se pregunta Moreno.

Son los poetas.

Moreno cita un fragmento de los Soliloquios de Murco Aurelio (Lib. IV). En él, el Emperador filósofo aconseja la conveniencia del recogimiento interior; la evasión hacia el asilo que encontramos dentro de nosotros mismos, donde está el "reino más apartado y tranquilo•. Nada alcanza a perturbarlo. Las obras de los poetas bolivianos se deben, según Moreno, a que • los poetas son hombres que han sabido ante todo practicar las máximas de la filosofía estoica arriba cop iadas". ¿Esto por qué? Porque en Bolivia el • huracán revolucionario" no de­ja punto de reposo a los espíritus. Las "orgías políticas " son como súcubos que extenúan 1.-is • almas vigorosamente templadas para sentir y declarar las maravi­llas de la poesía". Moreno, a pesar de la visión desoladora que t iene ante sí, piensa que esta • anarquía incesante " y este • desborde de violentas pasiones". que agitan a la joven América, no se asemejan • a las agonías de la muerte ", más bien son "las convulsiones dolorosas del alumbramiento" . De entonces acá, la situación no ha sufrido cambio ostensible, lo que nos lleva a suponer que el parto se está retrasando notablemente.

Moreno menciona a Cortés, Bustamante, Galindo, Ramallo , Tovar, Calvo y a María Josefa Mujía Casi todos e llos sufrieron el mart irio de los vaivenes de la política; hembra andariega y versátil, como la fortuna, su hermana mayor. Mcreno ve a los poetas, con sentido cariño y conmiseración, como a "esforza­dos nautas •· y como a "pilotos que se mantienen todavía en la superficie ", en medio del horror de un mar en tempestad deshecha. Con estos térm inos, estable­ce Moreno la relación entre literatura y medio social: "Ninguno de los bardos ha podido llevar una vida uniformemente l iteraria. Ninguno ha podido sustraer­se a la acción deletérea de los acontecimientos de la época". Un hecho cobra interés re levante ante los ojos del crítico: "la presión ominosa que el estado político del país ejerce sobre el desenvolvimiento libre y activo de las faculta­des del alma". Luego declara con meridiana claridad que "a la crítica literaria le cumple examinarlo por el lado de las secretas y perniciosas influencias que es­te hecho obra allá en el santuario de la vida interior y espiritual del individuo".

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Estas palabras guardan inconfundibles resonancias de las ideas que contenían las proposiciones de madame Stael. Moreno empieza a comprender la necesidad

de juzgarla en medio del ambiente general en que ha sido concebida, sin olvidar la influencia que sobre su concepción tuvieron multitud de causas; porque, co­mo nos dice un autor contemporáneo: • al examinar la obra literaria es preciso descender hasta esas causas, no desgajarla de la placenta que la nutrió, no prescindir del clima social que la envolviera desde su nacimiento, como hacía

la vieja crítica de Voltaire, de Marmontel, de La Harpe" (Bonet, 35). Y como hacía la primera crítica de Moreno, añadimos.

Moreno concluye pidiendo comprensión y benevolencia para los poetos

de su tierrn. a quienes compara, en hermoso símil , con "los ríos que llevan tra­bajosamente sus aguas por las profundas y escondidas quebradas de las sie·

rras andinas".

NESTOR GALINDO (1868)

Es la pintura de un temperamento. A la manera de Sainte-Beuve, la in­dag2ción biográfica, sutilmente llevada a efecto, conduce hacia la concepción de una auténtica psicografía. Uno de los más altos grados a que puede alcanzar la tarea biográfica. En este sitio, será bueno recordar que "El método de Sainte­Beuve ha creado el arte de la biografía" (Bonet, 58). Acaso sería más conve­niente decir: de la biografía moderna.

Ouieries deseen conocer las peculiaridades de la compleja y atormentada psiquis de Galindo, deben leer el ensayo de Moreno, en el que el autor se apro­xima. con rara penetración, hasta los meandros lóbregos del alma anubarrada del malogrado vate, haciendo una suerte de anatomía del humor melancólico. No consideramos necesario extendernos más sobre estos aspectos.

El ensayo concluye con un análisis, de fondo y forma, como era de supo­nerse, de los poemas de Néstor Galindo.

DANIEL CALVO (1868)

Comn en los ensayos anteriores, Moreno procedió de acuerdo al métod•:; de Sainte-Beuve. Es revelador que hubiese titulado "Biografía" a estas páginas, que sirven de pórtico al libro Rimas, de Calvo, y que son, al mismo tiempo, más y menos que una biografía.

René Moreno había solicitado al autor "datos prolijos" sobre su vida. Es­to tenía, indudablemente, una finalidad. Con una modestia que es muy raras ve­ces sincera entre los literatos, en cualquier tiempo y lugar , Calvo escatimó 2

Moreno el proporcionarle referencias sobre su vida. En una carta, que hizo co­nocer Ignacio Prudencia Bustillo, le dice: "no me remuerde la conciencia de ha­ber sido rebelde a sus repetidas insinuaciones, respecto a suministrarle algunos datos prolijos sobre mí vida e incidentes relativos a mis versos; porque eso, de todo punto necesario tratándose de figuras importantes, tiene sus airecillos de ridículo cuando se consigna con referencia a pigmeas individualidades". Esta

18 e Signo XVIII - XIX

actitud de l poeta chuquisaqueño, determinó que Moreno escribiese la parte bio­gráf ica recurriendo a incidentes y hechos de la vida de Calvo que eran de co­nocimiento público. Por esa razón, esta semblanza, más que del poeta , es del político.

La crítica de los poemas de Calvo se cumple debidamente. Sin concesio­nes .. ni elogios desmedidos. Son páginas amicales. Mas, sin perder la cortesía . el crítico se distancia del amigo lo suficiente para poder ser objetivo en sus ,uic:os: paró tener la perspectiva necesaria, que acend re y c larifique su esti -

111Gción.

DON FRANCISCO DE RIOJA (1880)

Quien revise los trabajos de Moreno que hasta aquí hemos comenrndo, ,idvertirá que, en forma progresiva, a medida que la experiencia y el t iempo van depurando el enju iciamiento valorativo del crítico, se hacen menos frecuentes las

transcripciones de los versos enjuiciados, que en los primeros t rabajos constitu­yen largas t iradas. Esta observación, ¿tiene alguna importancia? Estamos segu­

ros de que sí la tiene.

El crítico joven, buscaba demostrar sus opiniones sobre aspectos de forma y contenido. Por eso nos pone frente a los poemas mismos y nos hace, en algunos casos, comparar los con otras composiciones, que juzga paradigmáticas. El críti­co maduro. p:eno, seguro de sí y de sus opiniones, no de¡a entrever el andam ia­je exegético. Lanza su juicio con aplomo y rotundidad. Este crítico, ha llegado a la altura suma de su magisterio. Toda crítica, de una forma u otra, es tácita

y encumbrada docencia.

En el hermoso ensayo sobre Rioja, Moreno está en todo su esplendor de maestro. Había l legado , después del itinerario que hemos recorrido, a la cum­bre de su grandeza de prosista. En este ensayo, el juicio tiene la rectitud y la precisión de un dardo. No yerra el blanco, va hacia é l en derechura, sin la r,poyatura v;sible de los métodos.

Otro maestro, en verdad insigne, Alfonso Reyes, ha escr ito sobre el ju i­cio en el campo de la crítica literaria: "Llamo así al último grado de la esca la. a aquella crítica de última instancia que def initivamente sitúa la obra en e l sal­do de las adquisiciones humanas. Ni extraña al amor, en que naturalmente se funda, ni ajena a las técnicas de la exegésis, aunque no procede conforme a el las porque anda o aun vuela por sí sola y ha soltado ya las andaderas del método. es la corona de la crítica· (Reyes 104). Esta corona había ceñido las sienes, no nevc:das aún , de do.n Gabriel René-Moreno, cuando estaba en el v igor de su:; cuarenta y cuatro años, plenos de madurez espléndida y 3apiente.

"Situar la obra en el saldo de las adquisiciones humanas . .. " . Eso, a ca­b¡¡lidad, hizo Moreno con la poesía de Rioja. Tratar de resumir lo escr ito, ser ía una profanación. Este ensayo, por sí solo, merece un estudio aparte. Preferimos que , por ahora, quede intacto en su íntegra belleza. Como la flor a la que can­tó el poeta de la antigua Hispalis:

Signo XVIII - X IX f) 19

Page 13: Evolución de la crítica literaria de Gabriel René Moreno · EVOLUCION DE LA CRITICA LITERARIA DE GABRIEL RENE -MORENO _ _ CARLOS CONDARCO SANTILLAN A Hugo Morales Cavero IN MEMORIAM

Pura, encendida rosa, émula de la llama que sale con el día ...

Hemos llegado al punto en que se hace necesario que expongamos nues• trns conclusiones. No son muy originales, pues vimos que ya existían criterios claros sobre la crítica de Moreno. Acaso nuestro trabajo no tenga otro mérito -si alguno tiene- que el de la demostración; por encima de cualquier posi­ble aporte conceptual.

Creemos que se determinaron tres períodos en la crítica de Gabriel René­Moreno. Estos pueden señalarse del siguiente modo:

Primer período: De influencia clásica y neoclásica. Está representado por el trabajo dedicado a Manuel José Tovar.

Segundo período: Las influencias de las corrientes históricas, sociales y biográficas de la crítica literaria. Comprende los trabajos que van desde 1860 hasta 1871. El sentido clasicista en la valoración estética no se ha desestima­do, persiste. Este período es esencialmente ecléctico en lo que podemos consi­derar el método crítico.

Tercer período: El subjetivista. En éste se presenta el enjuiciamiento puro y definitivo Está representado por el ensayo sobre Rioja.

De esta manera, hemos rendido nuestro homenaje a don Gabriel René-Mo• reno, en el sesquicentenario de su nacimiento.

Oruro, diciembre de 1895.

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NOTAS

1.- Tenemos noticias del ensayo publicado por Moreno, en este mismo año, sobre Daniel Calvo, pero no lo hemos leído.

2.- Del poema que empieza: Yo no puedo contar ni los placeres . ..

3 .- Moreno escribe: "Tenemos una colección de cuarenta poemas de ta señorita Mujía.

4.- Esto pnece demostrar que el trabajo que comentamos fue anterior al que escribió. el mismo año, sobre Calvo.

5.- Sumit, materiam vestris, qui scribitis, aequam viribus ... ............................ .

BIBLIOGRAFIA

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