Eucaristía y Misterio Pascual 4
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Meditacin cuaresmal: Eucarista y Misterio Pascual_______________________________________________
Centro Internacional Teresiano Sanjuanista vila 2008
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MEDITACIN CUARESMAL: EUCARISTA Y MISTERIO PASCUAL
(Retiro de Cuaresma, CITeS - Avila, 9-II-2008)
Introduccin1:
El objetivo de la presente charla no es el de hacer una catequesis dogmtica
sobre la Eucarista. Lo que nos proponemos es reflexionar entorno a los dos grandes
Misterios de la Eucarista y de la Pascua, como dos realidades que iluminan y
acompaan la vida del creyente. Este tiempo de cuaresma que iniciamos es un tiempo
propicio para ello. Al mismo tiempo, queremos adherirnos al proyecto de la dicesis
que se ha propuesto en este ao y los siguientes, ahondar en el misterio eucarstico.
El objetivo es que cada eucarista en la que participemos sea vivida con una
mayor conciencia de todo lo que all celebramos y todo lo que Dios nos ofrece. Ello
dar, seguramente, grandes frutos en nuestra vida. Quisiera comenzar citando el
prembulo de la Encclica de Juan Pablo II, sobre la eucarista: La Iglesia vive de la
Eucarista. Esta verdad no expresa solamente una experiencia cotidiana de fe, sino que
encierra en sntesis el ncleo del misterio de la Iglesia. sta experimenta con alegra
cmo se realiza continuamente, en mltiples formas, la promesa del Seor: He aqu
que yo estoy con vosotros todos los das hasta el fin del mundo (Mt 28, 20); en la
sagrada Eucarista, por la transformacin del pan y el vino en el cuerpo y en la sangre
del Seor, se alegra de esta presencia con una intensidad nica. Desde que, en
Pentecosts, la Iglesia, Pueblo de la Nueva Alianza, ha empezado su peregrinacin
hacia la patria celeste, este divino Sacramento ha marcado sus das, llenndolos de
confiada esperanza. (EE 1)2
Estas afirmaciones de Juan Pablo II nos colocan frente a la importancia
sustancial que el sacramento de la Eucarista tiene en nuestra vida de fe, tanto como
memorial, o realizacin metahistrica (como afirmara Odo Casel) del Misterio Pascual,
como misterio de la presencia real y continua de Cristo en medio de nosotros. 1 Siglas ms usadas: EE: Ecclesia de Eucarista de Juan Pablo II (17 de abril 2003 jueves santo) SC: Sacramentum Caritatis de Benedicto XVI (22 de febrero de 2007) 2 EE 1.
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Eucarista y misterio pascual
Nos proponemos reflexionar en este retiro sobre la Eucarista y el Misterio
Pascual. Estamos frente a dos Misterios que constituyen la base fundamental de nuestra
fe. Del misterio pascual, sin desligarlo nunca del Misterio de la Encarnacin, brota el
sentido de la obra que Dios ha realizado por nosotros, de su compromiso con el hombre,
y de la ratificacin de su misterio de amor trinitario. Y junto al Misterio Pascual,
misterio de muerte y resurreccin, aparece ligada la institucin de la eucarista, el
nacimiento de la iglesia, el sacramento del orden, y el elemento esencial que
contradistingue al discpulo de Cristo: el servicio a Dios en el hermano (al amor a Dios
y al prjimo, es decir, el mandamiento del amor).
Ciertamente no podemos adentrarnos en esta jornada de retiro en el significado
de todos y cada uno de estos elementos. Por eso, quisiera dirigir nuestra reflexin hacia
el lazo de unin intrnseco entre el misterio eucarstico y el misterio pascual. O dicho de
otro modo, en qu sentido la eucarista la ltima cena del Seor- expresa y actualiza
cuanto el Dios Trinidad nos ofrece en la cruz y la resurreccin. Ciertamente no pretendo
agotar el tema, cosa que sera del todo imposible... Me conformara con que esta
meditacin nos ayude a renovar nuestra fe viva en el Misterio del Amor de Dios. Al fin
y al cabo, tanto la Eucarista como el Misterio Pascual que se actualiza en ella, no son
otra cosa que la manifestacin de lo que el mismo Dios es. Y si, adems, conseguimos
acercarnos a la Eucarista en una actitud que nos lleve a vivir y saborear algo ms de su
plenitud, pues mejor que mejor.
La unin existente entre el Misterio Pascual y la Eucarista es algo esencial al
sentido y valor de ambas realidades: la una se explica en la otra y viceversa. Y, en cierto
modo, lo que podemos aplicar a una realidad se significa y descubre tambin en la otra.
Y Del misterio pascual nace la Iglesia. Precisamente por eso la Eucarista, que es el
sacramento por excelencia del misterio pascual, est en el centro de la vida eclesial.
(EE 3). Unin que evoca constantemente y actualiza el misterio de nuestra redencin, al
que est indisolublemente ligado: El Seor Jess, la noche en que fue entregado (1
Cor 11, 23), instituy el Sacrificio eucarstico de su cuerpo y de su sangre. Las palabras
del apstol Pablo nos llevan a las circunstancias dramticas en que naci la Eucarista.
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En ella est inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasin y muerte del
Seor. No slo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de
la Cruz que se perpeta por los siglos. (EE 11)
Su valor central en la vida cristiana y de la Iglesia es algo ms que evidente. Es
fuente y culmen, pero al mismo tiempo realiza lo que es el proyecto de Dios con los
hombres: la filiacin divina, la redencin y la unin con Dios y entre los hombres. Por
eso no es de extraar que en el contexto catlico sea apreciada como el don central: La
Eucarista, presencia salvadora de Jess en la comunidad de los fieles y su alimento
espiritual, es de lo ms precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la
historia. (EE 9)
Misterios de vida
Seguramente la plenitud de sentido de la eucarista no fue comprendida hasta
despus de la realizacin del misterio pascual y la venida del Espritu Santo. Incluso
podramos decir, que slo a la luz de toda la vida y ministerio de Jess podemos llegar a
penetrar algo ms en el sentido del misterio, sin perder de vista la rica tradicin de la
Iglesia, que con el pasar del tiempo ha ido reflexionando sobre su contenido y
significado.
Tratando de acotar y centrar an ms nuestra reflexin, me gustara centrar esta
meditacin en el mensaje vital-existencial que tienen para nosotros creyentes el
Misterio Pascual y el Misterio Eucarstico: cmo ambas realidades nos ayudan a vivir
la plenitud que Dios en Jesucristo vino a regalarnos y nos regala cada da en la
celebracin eucarstica.
El Papa Benedicto XVI en su exhortacin apostlica postsinodal sobre la
eucarista afirma: Sacramento de la caridad, la Santsima Eucarista es el don que
Jesucristo hace de s mismo, revelndonos el amor infinito de Dios por cada hombre. En
este admirable Sacramento se manifiesta el amor ms grande , aquel que impulsa a
dar la vida por los propios amigos (cf. Jn 15,13). En efecto, Jess los am hasta el
extremo (Jn 13,1). Con esta expresin, el evangelista presenta el gesto de infinita
humildad de Jess: antes de morir por nosotros en la cruz, cindose una toalla, lava los
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pies a sus discpulos. Del mismo modo, en el Sacramento eucarstico Jess sigue
amndonos hasta el extremo , hasta el don de su cuerpo y de su sangre. Qu
emocin debi embargar el corazn de los Apstoles ante los gestos y palabras del
Seor durante aquella Cena! Qu admiracin ha de suscitar tambin en nuestro corazn
el Misterio eucarstico! (SC 1)
En el contexto de un banquete o comida
Prestando atencin al contexto de la institucin de la eucarista. Lo primero que
nos llama la atencin es que el mbito de la institucin se realiza en una cena. Para
algunos la cena pascual, para otros un preludio de la cena pascual, dado que la cena
pascual propiamente se celebraba el da en que Cristo fue crucificado (nuestro viernes
santo). Este hecho vendra a simbolizar, quizs mejor, que la verdadera pascua es el
viernes santo, da en que el cordero de Dios entrega su vida por amor, trayendo
consigo la salvacin, la redencin del pueblo, la liberacin de la esclavitud. (no
obstante, no nos detenemos en las razones exegticas de esta distincin).
No es la primera vez que Jess nos es presentado en el contexto de una comida.
Es ms, muchos de los grandes gestos y conversiones durante la vida de Jess se dan en
el contexto de una comida, casi como pre-anuncio de la ltima cena. Aunque no todos
participan en esas comidas con la misma disposicin: unos critican, otros juzgan, otros
simplemente estn ah ciegos sin percatarse de todo lo que all se ofrece y acontece, y
otros los menos- son capaces de llegar al fondo de lo que est aconteciendo, dejndose
cuestionar por la presencia de Jess, y lo que verdaderamente significa que el Hijo de
Dios se haya dignado compartir con nosotros.
Se me ocurre pensar que para captar an mejor el significado de esa ltima cena,
-sin prescindir de sus matices propios y caractersticos-, podramos evocar esas otra
comidas que Jess comparti a lo largo de su vida pblica. Creo que en ellas se va
significando y realizando lo que significa la eucarista en la que Cristo se constituye
en presencia real, en centro vitalizador de la misma.
Podramos recordar algunos de esos contextos. Los evangelios nos relatan
comidas celebradas con sus discpulos ( Mt 8, 14-15; Mc 14, 17-31), con amigos o
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posibles familiares (Mc 14, 3-9; Lc 10, 38-42; Jn 2, 2); tampoco es extrao encontrarse
a Jess comiendo o compartiendo alimento con las multitudes (Mc 6, 30-44; Mc 8, 1-9).
Ms desconcertante aparece la presencia de Jess en comidas con publicanos (Mc 2, 13-
17; Mt 9, 9-11), con fariseos (Lc 7, 36-50; 11, 37) y gente contraria a l (Lc 14,1).
Tampoco resulta ajeno a los evangelios las parbolas que tienen como smbolo central
un banquete. En muchos casos Jess es invitado a la mesa (Lc 5, 29; 7, 36; Jn 12, 2); en
otros casos es l el que invita (Jn 6, 5; 7, 37; Mc 14, 12) o simplemente provoca la
invitacin (Lc 19, 5, 24, 28-30; Jn 4, 7).
Es decir, Jess durante su vida no hace exclusin de nadie para sentarse a la
mesa. En muchas ocasiones esas comidas son lugar de salvacin y redencin, como en
el caso de Zaqueo. Y en esa lnea podramos descubrir matices que luego se consumarn
en la ultima cena.
Los manjares elegidos por Jess
Supongo que muchas veces nos hemos parado a reflexionar o a meditar porqu
Jess elige unos manjares tan simples como lugar de su presencia salvfica, cuando
podra haber escogido otros ms dignos. Su valor sencillo o incluso insignificante,
simboliza tantas cosas, pero, sobre todo, est en perfecta consonancia con lo que es
Dios, con su modo de actuar y de hacerse presente en la historia. Los alimentos tendran
que ser reflejo simblico de la misma vida de Jess: un hombre del pueblo, sencillo,
humilde, encarnado en su realidad, la cual asume y valora en lo que es. Un hombre-
Dios dueo de la creacin, que valora y conoce lo esencial. Un Dios que no hace alarde
de su categora, sino que se despoja de s para darse, para entregarse, para compartir.
Un pedazo de pan
Me parece muy elocuente la reflexin que hace Benedicto XVI sobre el pan en
su libro sobre Jess en la explicacin de la oracin del Padrenuestro: La cuarta peticin
del Padrenuestro nos parece la ms humana de todas: el Seor, que orienta nuestra
mirada hacia lo esencial, a lo nico necesario, sabe tambin de nuestras necesidades
terrenales y las tiene en cuenta. l, que dice a sus Apstoles: No estis agobiados por
la vida pensando qu vais a comer (Mt 6, 25), nos invita no obstante a pedir nuestra
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comida y a transmitir a Dios esta preocupacin nuestra. El pan es fruto de la tierra y
del trabajo del hombre, pero la tierra no da fruto si no recibe desde arriba el sol y la
lluvia. Esta combinacin de las fuerzas csmicas que escapa de nuestras manos se
contrapone a la tentacin de nuestro orgullo, de pensar que podemos darnos la vida por
nosotros mismos o slo con nuestras fuerzas. Este orgullo nos hace violentos y fros.
Termina por destruir la tierra; no puede ser de otro modo, pues contrasta con la verdad,
es decir, que los seres humanos estamos llamados a superarnos y que slo abrindonos a
Dios nos hacemos grandes y libres, llegamos a ser nosotros mismos. Podemos y
debemos pedir. Ya lo sabemos: si los padres terrenales dan cosas buenas a los hijos
cuando las piden, Dios no nos va a negar los bienes que slo l puede dar (cf. Lc 11, 9-
13).3
Al mismo tiempo, el pan es smbolo de un Dios que se encarna en lo pobre, en lo
sencillo. El pan, en la cultura mediterrnea es un manjar presente en todas las mesas, las
de ricos y pobres. Pero son los pobres los que tienen que trabajar y luchar por el pan
cotidiano. El pan significa lo mnimo para poder sobrevivir. (Dios escoge lo pobre e
insignificante del mundo....). Ya para el pueblo de Israel el man, el pan cado del cielo,
simbolizaba la mano protectora de un Dios providente, preocupado por la salud y la
vida de su pueblo.
Pero Jess no slo escoge lo pequeo e insignificante, sino que lo transforma en
algo grande: su propio cuerpo (para confundir a los grandes, para decir que su mesa
est abierta a todos....?)
Quizs, porque lo verdaderamente importante no es el manjar, sino el compartir,
la comunin. Un manjar sencillo hace orientar la mirada hacia lo fundamental y
esencial. No nos rene Jess para ofrecernos un gran banquete, de manjares exquisitos,
sino para ofrecerse l mismo: su pan, es un pan partido y compartido. l comparte su
vida. Y, en cierto modo, nos invita a todos a entrar en comunin y sintona con esa
entrega. Es el sentido del pan de vida que nos relata el evangelista San Juan4: hay
3 Joseph RATZINGER, Jess de Nazaret, p. 65. 4 Aunque en nota, no quiero dejar de citar la reflexin que al respecto hace el Papa Benedicto XVI: El gran sermn sobre el pan, en el sexto captulo del Evangelio de Juan, revela el amplio espectro del significado de este tema. Inicialmente se describe el hambre de las gentes que han escuchado a Jess y a las que no despide sin darles antes de comer, esto es, sin el pan necesario para vivir. Pero Jess no
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descubrimos el mbito solidario con los ms pobres, y el mbito de que el verdadero
pan es Jesucristo.
Pero no es un pan cualquiera, es un pan que se parte, al igual que Cristo en su
pasin y cruz: El pan que yo dar es mi carne para la vida del mundo (Jn 6,51). Y un
pan que es fuente de vida eterna.
Un poco de vino
Pero el pan aparece acompaado del vino. Tambin un alimento comn en la
cultura mediterrnea, que expresa la alegra, la fiesta, el gozo de compartir. El vino es
un alimento que se hace muy pronto presente en la vida pblica de Jess. Para el
evangelista San Juan, el vino es el resultado de la primera intervencin pblica de Jess
en las bodas de Can (Jn 2, 1 ss.). De todos es de sobra conocido el relato. En este
momento yo quisiera subrayar tan slo dos elementos que considero enriquecen el
sentido del vino eucarstico.
Tal como nos lo narra el evangelista Juan, dicho matrimonio se celebr tres
das despus. Y si tratamos de indagar la referencia temporal, nos encontramos con que
no hay una fecha a partir de la cual contar, aunque s parece hacer referencia al texto
vocacional anterior (eleccin de Felipe y Natanael), por lo que tendramos una semana
completa. En el juego teolgico de Juan parece hacer referencia implcita al Misterio
permite que todo se quede en esto, no permite que la necesidad del hombre se reduzca al pan, a las necesidades biolgicas y materiales. No slo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt 4,4; Dt 8,3). El pan multiplicado milagrosamente recuerda de nuevo el milagro del man en el desierto y, rebasndolo, seala al mismo tiempo que el verdadero alimento del hombre es el Logos, la Palabra eterna, el sentido eterno del que provenimos y en espera del cual vivimos. Si esta primera superacin del mero mbito fsico se refiere inicialmente a lo que tambin ha descubierto y puede descubrir la gran filosofa, inmediatamente despus llega la siguiente superacin: el Logos eterno se convierte concretamente en pan para el hombre slo porque l se ha hecho carne y nos habla con palabras humanas. A esto se aade la tercera y esencial superacin, pero que ahora constituye un escndalo para la gente de Cafarnan: Aquel que se ha hecho hombre se nos da en el Sacramento, y slo as la Palabra eterna se convierte plenamente en man, el don ya hoy del pan futuro. Despus, el Seor rene todos los aspectos una vez ms: esta extrema materializacin es precisamente la verdadera espiritualizacin: El Espritu es quien da vida: la carne no sirve de nada (Jn 6, 63). Habra que suponer que en la peticin del pan Jess ha excluido todo lo que nos dice sobre el pan y lo que quera darnos como pan? Si tomamos el mensaje de Jess en su totalidad, no se puede descartar la dimensin eucarstica de la cuarta peticin del Padrenuestro. La peticin del pan de cada da para todos es fundamental precisamente en su concrecin terrenal. Pero nos ayuda igualmente a superar tambin el aspecto meramente material y a pedir ya ahora lo que pertenece al maana, el nuevo pan. Y, rogando hoy por las cosas del maana, se nos exhorta a vivir ya ahora del maana, del amor de Dios que nos llama a todos a ser responsables unos de otros. Jess de Nazaret, p. 67.
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Pascual, a lo acontecido entre la muerte y la resurreccin. El tercer da es el de la
Resurreccin. El milagro de la transformacin del agua en vino acontece al tercer da.
El simbolismo del vino en una boda evoca claramente la alegra y la fiesta. Pero
cuando se nos habla de que eran seis tinajas de piedra, aproximadamente unos 520
litros. Esa abundancia o exageracin tambin nos est transmitiendo un mensaje: la
resurreccin es un don sobreabundante, su cantidad asegura que no hay peligro de que
termine la fiesta.
Pero an hay otro aspecto que subraya el evangelista Juan. Las tinajas de piedra
eran para las purificaciones de los judos. No es un agua cualquiera la que viene
transformada en vino, es el agua destinada al culto. Por eso, hemos de entender, que
Jess inaugura tambin un culto nuevo, totalmente diferente, como el agua y el vino son
diferentes. La eucarista es ese nuevo culto, la sangre derramada, que es un vino mejor y
abundante.
Un canto de toda la creacin
Los manjares elegidos por Jess para simbolizar y realizar su presencia entre
nosotros son, al mismo tiempo, un canto de la creacin entera. Elegir algo que es fruto
de la tierra y del trabajo del hombre, es como la santificacin de la naturaleza entera,
y del resultado del esfuerzo del hombre: Y vio Dios que era bueno... El pan y el vino
son el resultado directo de la transformacin realizada por el hombre del trigo y de la
uva. Y Cristo a hechos suyos estos alimentos, para que se conviertan en su cuerpo y en
su sangre, para dar vida al mundo5. Por eso descubrimos que la eucarista es, adems,
una accin de gracias a Dios de toda la creacin, que se una a la accin de gracias de
Jesucristo: As, toda la perenne ofrenda sacrificial de Cristo -en la cruz, en la misa y en
la gloria eterna del cielo-, puede considerarse como una nica gran accin de gracias -
como eucarista-: accin de gracias por la creacin, la redencin y la plenitud. Cristo se 5 Edith Stein deca: Los frutos de la tierra se han convertido en su carne y sangre, llenos de su vida. La creacin visible en la que entr ya por su encarnacin, est ahora unida a l de un modo nuevo, misterioso. Las sustancias que sirven para el mantenimiento del cuerpo humano se transforman radicalmente y por su recepcin creyente se transforman tambin los hombres: incorporados a una unidad de vida con Cristo y llenos de su vida divina. La fuerza de la Palabra creadora de vida est vinculada al sacrificio. La Palabra se hizo carne para ofrecer la vida que recibi; para ofrecerse a s mismo y a la creacin redimida por su ofrenda como sacrificio de alabanza al Padre. Edith STEIN, La oracin de la Iglesia, en OC V, p. 110
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ofrece a s mismo en nombre de toda la creacin, cuyo prototipo es l y a la que ha
descendido a fin de renovar desde dentro y llevarla a la plenitud. Pero llama tambin a
la creacin entera para que, en unin con l, ofrezca ella misma al Creador la accin de
gracias que se le debe.6
Con Pablo no podemos olvidar que el Misterio Pascual realiza la redencin de
toda la creacin, pues en Cristo todo ha de ser recapitulado: (Col 1, 15 ss):
l es imagen de Dios invisible,
primognito de toda criatura;
porque por medio de l
fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por l y para l.
l es anterior a todo, y todo se mantiene en l.
l es tambin la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
l es el principio, el primognito de entre los muertos,
y as es el primero en todo.
Porque en l quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por l quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz.
En el contexto de la Ultima cena
Todos sabemos que la ltima cena es el prembulo del Misterio Pascual. O
mejor, all ya se realiza y aparece en todo su significado lo que despus se consuma en
la cruz y en la resurreccin. Por eso queremos dirigir ahora la mirada a ese momento,
incluso con las peculiaridades y diferencias propias de cada evangelista. En su conjunto
nos transmiten la dimensin pascual del misterio eucarstico. Nos detenemos sobre
algunos aspectos:
6 Edith STEIN, La oracin de la Iglesia, en OC V, p. 110
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1. Servicio y amor: es uno de los elementos que con mayor fuerza descubrimos
en el misterio de la ltima cena y de la pascua: misterio de un Dios que se hace amor
hasta el extremo, ofrecindose l mismo como alimento, como vctima para nuestra
redencin7.
El evangelio de Juan nos sita en una cena de despedida, y as la relata (captulo
13). Un Jess lleno de emociones, que tiene mucho que decir y que dar. Para Juan aqu
se consuma el matrimonio de Dios con el hombre, la plenitud de su amor. Ya se haba
realizado en la encarnacin, pero ahora se consuma nuevamente con un sello que ya no
deja lugar a dudas de hasta donde llega el amor de Dios. Posiblemente por eso Juan nos
presenta la cena del amor hasta el extremo, y todos los simbolismos apuntan a ello. El
lavatorio de los pies: con su dos gestos: el hecho de desprenderse de Jess para lavar, y
el gesto de lavar los pies: un Dios que renuncia y se despoja de su naturaleza divina para
encontrarse con el hombre, y limpiarle los pies, es decir, la suciedad que va acumulando
en su caminar por el mundo.
Seguramente es por eso que el evangelista Juan prefiere darle un carcter
eucarstico a la vida entera de Jess, especialmente cuando se presenta como el pan de
vida, el verdadero pan bajado del cielo, de donde proviene la vida eterna. Tambin
Juan es el nico que nos presenta el episodio de las bodas de Can, donde el agua es
transformada en vino. Pero no un agua cualquiera, sino el agua de las purificaciones, de
los rituales: como significando que Cristo inaugura una nueva religiosidad, una nueva
manera de relacionarse con Dios. Un Dios que se relaciona hacindose alimento y
bebida, es decir, queriendo penetrar en la humanidad del hombre, unindose a l. Es por
eso que slo en la dinmica del Amor ms puro podemos entender la Eucarista, y la
Pasin y resurreccin. Ciertamente si acentusemos ms dentro de nosotros esta
dimensin, nuestro acercamiento al sacramento, nuestra manera de vivirlo, cambiara
profundamente, y nos transformara desde dentro. 7 El don de s mismo que Jess hace en el Sacramento memorial de su pasin, nos asegura que el culmen de nuestra vida est en la participacin en la vida trinitaria, que en l se nos ofrece de manera definitiva y eficaz. La celebracin y adoracin de la Eucarista nos permiten acercarnos al amor de Dios y adherirnos personalmente a l hasta unirnos con el Seor amado. El ofrecimiento de nuestra vida, la comunin con toda la comunidad de los creyentes y la solidaridad con cada hombre, son aspectos imprescindibles de la logik latrea, del culto espiritual, santo y agradable a Dios (cf. Rm 12,1), en el que toda nuestra realidad humana concreta se transforma para su gloria. (SC 94)
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El Papa Juan Pablo II expresa muy bien la dimensin de servicio y amor de toda
eucarista: Muchos son los problemas que oscurecen el horizonte de nuestro tiempo.
Baste pensar en la urgencia de trabajar por la paz, de poner premisas slidas de justicia
y solidaridad en las relaciones entre los pueblos, de defender la vida humana desde su
concepcin hasta su trmino natural. Y qu decir, adems, de las tantas contradicciones
de un mundo globalizado , donde los ms dbiles, los ms pequeos y los ms
pobres parecen tener bien poco que esperar? En este mundo es donde tiene que brillar la
esperanza cristiana. Tambin por eso el Seor ha querido quedarse con nosotros en la
Eucarista, grabando en esta presencia sacrificial y convival la promesa de una
humanidad renovada por su amor. Es significativo que el Evangelio de Juan, all donde
los Sinpticos narran la institucin de la Eucarista, propone, ilustrando as su sentido
profundo, el relato del lavatorio de los pies , en el cual Jess se hace maestro de
comunin y servicio (cf. Jn 13, 1-20). El apstol Pablo, por su parte, califica como
indigno de una comunidad cristiana que se participe en la Cena del Seor, si se hace
en un contexto de divisin e indiferencia hacia los pobres (Cf. 1 Co 11, 17.22.27.34).(
(EE 20)
2. Entrega gozosa: quizs se una dimensin no tan resaltada en la reflexin
sobre la Eucarista y el Misterio Pascual. Por eso creo que se hace necesario tratar de
centrarnos en los sentimientos de Cristo. Ya Pablo nos invita a configurarnos con sus
sentimientos.
Posiblemente sea el momento ms gozoso y alegre de la vida de Jess: es la
consumacin de su misin, es la plasmacin de su amor, del Amor infinito de la
Trinidad para el hombre: el amor de un Dios dispuesto a despojarse de s por amor a su
criatura predilecta: el ser humano.
Cuanto se significa en el Misterio de la Encarnacin aqu se consuma. Por eso,
entre lneas, podemos descubrir el sentimiento de gozo de Jess: estaba a punto de
consumar su obra y su amor. Cada palabra de cuanto conocemos como consagracin
expresa ese gozo mximo. Quizs nos hemos acostumbrado demasiado a subrayar el
aspecto sacrificial y victimal de la Pascua. Sin olvidar esta realidad no podemos perder
de vista el punto central del sacramento y de la entrega: el AMOR. Dios es Amor, y por
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eso su entrega slo podemos alcanzar a entenderla en clave de amor. Tanto am Dios
al mundo, que entreg a su Hijo nico, para que no perezca ninguno de los que creen en
l, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mand a su hijo al mundo para condenar
al mundo, sino para que el mundo se salve por l (Jn 3,16-17)8. De otra manera se nos
van los ojos simplemente a la necesaria retribucin y expiacin. Para el que ama lo que
cuenta es que su amor sea acogido. Esa es su manera de perdonar... y slo del amor
brota el perdn. De otra forma estaramos hablando de un contracambio, de una
retribucin, de mritos.
Pero quin es capaz de acumular mritos suficientes como para agradecer esta
obra que Dios gratuitamente nos ofrece? Quin podra presentarse como justo ante el
Seor, si l no nos hubiese ya justificado con su amor?. Es, como afirma Benedicto Xvi
(cf. SC 8), el Dios Trinidad quien se nos entrega gratuitamente en la Eucarista.
El gozo de Jess, llega a su plenitud en este instante porque est culminando su
obra, la obra para la cual el Padre lo ha enviado: la reconciliacin del hombre con Dios.
Por eso lo que humanamente podra expresarse omo alegra en el sufrimiento de la cruz
queda plasmado en la eucarista como don del amor eterno del Dios Trinidad9.
3. Memorial de la Pascua. Jess no slo celebra esa cena especial con los
suyos. A ellos y a todos nos invita a que se convierta en memorial: haced esto en
memoria ma. No como recuerdo o simple celebracin, sino como adhesin vital y
existencial a esa entrega.
8 El Papa Benedicto, comentando este prrafo de Juan, dice: Estas palabras muestran la raz ltima del don de Dios. En la Eucarista, Jess no da algo , sino a s mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega as toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino. l es el Hijo eterno que el Padre ha entregado por nosotros. En el Evangelio escuchamos tambin a Jess que, despus de haber dado de comer a la multitud con la multiplicacin de los panes y los peces, dice a sus interlocutores que lo haban seguido hasta la sinagoga de Cafarnam: Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo (Jn 6,32-33); y llega a identificarse l mismo, la propia carne y la propia sangre, con ese pan: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que coma de este pan vivir para siempre. Y el pan que yo dar es mi carne, para la vida del mundo (Jn 6,51). Jess se manifiesta as como el Pan de vida, que el Padre eterno da a los hombres. (SC 7). 9 Respecto al sacrificio de la cruz ligado a la Eucarista nos dice Benedicto XVI: Situando en este contexto su don, Jess manifiesta el sentido salvador de su muerte y resurreccin, misterio que se convierte en el factor renovador de la historia y de todo el cosmos. En efecto, la institucin de la Eucarista muestra cmo aquella muerte, de por s violenta y absurda, se ha transformado en Jess en un supremo acto de amor y de liberacin definitiva del mal para la humanidad. (SC 10).
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Pero, qu implica verdaderamente la vivencia y celebracin de la eucarista
como memorial? Benedicto XVI nos lo explica con estas palabras: En efecto, el
memorial de su total entrega no consiste en la simple repeticin de la ltima Cena, sino
propiamente en la Eucarista, es decir, en la novedad radical del culto cristiano. Jess
nos ha encomendado as la tarea de participar en su hora . La Eucarista nos adentra
en el acto oblativo de Jess. No recibimos solamente de modo pasivo el Logos
encarnado, sino que nos implicamos en la dinmica de su entrega . l nos atrae hacia
s . La conversin sustancial del pan y del vino en su cuerpo y en su sangre introduce
en la creacin el principio de un cambio radical, como una forma de fisin nuclear ,
por usar una imagen bien conocida hoy por nosotros, que se produce en lo ms ntimo
del ser; un cambio destinado a suscitar un proceso de transformacin de la realidad,
cuyo trmino ltimo ser la transfiguracin del mundo entero, el momento en que Dios
ser todo para todos (cf. 1 Co 15,28). (SC 11)
4. Misterio del amor de Dios y del perdn. Aunque ya hemos subrayado la
dimensin del amor junto al servicio, ahora conviene mirarlo en unin a otro elemento:
el del perdn. ... en la Eucarista nos muestra un amor que llega hasta el extremo
(Jn 13, 1), un amor que no conoce medida. (EE 11)
Creo que puede resultar enriquecedor, si nos centramos en los diferentes relatos
evanglicos. Ah nos encontramos con diversos matices o peculiaridades, que de una u
otra manera subrayan el amor hasta el extremo ligado al perdn. Concretamente el
Evangelista Mateo, a diferencia de Marcos, en la oracin sobre la copa de vino aade
para el perdn de los pecados (Mt 26, 28), como subrayando el matiz de que el
sacrifico de Cristo tiene una clara finalidad de derrota del pecado. Es la consumacin y
la muestra mxima del amor de Dios que se entrega en la Cruz, un amor que ni siquiera
viene a menos en el momento y en las personas que lo crucifican. Ese perdn, que es
universal, alcanza incluso a sus asesinos (Lc 23, 34). De otra manera el amor de Dios
hubiese sido derrotado. Es quizs la demostracin ms evidente del por qu Dios nos
pide a nosotros el amor a los enemigos. Slo desde esa dinmica, la cadena del odio
encuentra una barrera que no puede arrastrar tras de s: la justicia humana, el castigo, la
pena... no hacen ms que prolongar la dinmica del no-amor, del odio, de la venganza....
Palabras muy duras y que difcilmente aceptamos los humanos y los cristianos... No nos
interesa muchas veces el Dios del Amor hasta el extremo...
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Y es en esa dinmica que Mateo nos traza toda la pasin: el no usar la espada
(26, 52), el no defenderse; y el evangelista Lucas presentndonos un Jess que en el
momento ms crtico y trgico de su existencia vive el perdn: para con el ladrn
arrepentido (es el caso de Lucas 23, 43) y sus verdugos.
Quizs por eso el evangelio de Juan nos presenta una perspectiva tan diferente
al menos en su forma literaria- de lo que fue la ltima cena: para Juan no acontece en la
noche de Pascua, sino el da antes (13, 1): l prefiere situar la Pascua el mismo da de la
crucifixin: porque Cristo es el verdadero Cordero inmolado, porque Cristo hace su
Pascua definitiva hacia el Padre, y porque la Pascua juda adquiere su sentido y
realizacin en plenitud: el pueblo es salvado y redimido definitivamente.
5. La eucarista y el misterio pascual nos comprometen. Anunciar la muerte
del Seor hasta que venga (1 Co 11, 26), comporta para los que participan en la
Eucarista el compromiso de transformar su vida, para que toda ella llegue a ser en
cierto modo eucarstica . Precisamente este fruto de transfiguracin de la existencia y
el compromiso de transformar el mundo segn el Evangelio, hacen resplandecer la
tensin escatolgica de la celebracin eucarstica y de toda la vida cristiana: Ven,
Seor Jess! (Ap 22, 20). (EE 20) Edith Stein dira que las ltimas palabras de la
celebracin eucarstica Ite missa est (el actual podis ir en paz) ha de entenderse como
un envo solemne a llevar la vida divina al mundo, a las actividades cotidianas. Tambin
Benedicto XVI subraya esta realidad: Quisiera detenerme ahora en lo que los Padres
sinodales han dicho sobre el saludo de despedida al final de la Celebracin eucarstica.
Despus de la bendicin, el dicono o el sacerdote despide al pueblo con las palabras:
Ite, missa est. En este saludo podemos apreciar la relacin entre la Misa celebrada y la
misin cristiana en el mundo. En la antigedad, missa significaba simplemente
terminada . Sin embargo, en el uso cristiano ha adquirido un sentido cada vez ms
profundo. La expresin missa se transforma, en realidad, en misin . Este saludo
expresa sintticamente la naturaleza misionera de la Iglesia. (SC 51)
6. Eucarista es la propia vida: nos basta con citar algunos textos del Nuevo
Testamento para percatarnos de lo que significa: Os exhorto, por la misericordia de
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Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; ste es
vuestro culto razonable (Rm 12,1).
Cuando comis o bebis o hagis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria
de Dios (1 Co 10,31). El cristiano est llamado a expresar en cada acto de su vida el
verdadero culto a Dios. De aqu toma forma la naturaleza intrnsecamente eucarstica de
la vida cristiana. (cf. SC 71)
7. La Eucarista es una invitacin a la interioridad, al encuentro ntimo y
personal con el Seor. Este enunciado podemos entenderlo de diferentes maneras:
- en las palabras mismas de la institucin (de la consagracin): Tomad y
comed... Tomad y bebed.... El uso de los verbos indica la necesidad de asimilar lo que
se come y se bebe, hacerlos propios, introducirlos dentro de s. Casi como si la
invitacin se ampliara a un dejarme entrar en vosotros para que yo os pueda
transformar en mi carne y sangre. Sabemos que tal transformacin acontece por gracias,
pero es necesaria siempre la disposicin y voluntad del hombre para dejar espacio
dentro de s al Cristo eucarstico10.
-tambin podemos acoger esas palabras como la invitacin a hacer propio el
sacrificio (entrar en comunin), con la vida y la obra de Cristo, que nos compromete
a que nosotros mismos nos entreguemos sin medida11.
10 El Seor Jess, que por nosotros se ha hecho alimento de verdad y de amor, hablando del don de su vida nos asegura que quien coma de este pan vivir para siempre (Jn 6,51). Pero esta vida eterna se inicia en nosotros ya en este tiempo por el cambio que el don eucarstico realiza en nosotros: El que me come vivir por m (Jn 6,57). Estas palabras de Jess nos permiten comprender cmo el misterio credo y celebrado contiene en s un dinamismo que lo convierte en principio de vida nueva en nosotros y forma de la existencia cristiana. (SC 70) 11 La gran tradicin litrgica de la Iglesia nos ensea que, para una participacin fructuosa, es necesario esforzarse por corresponder personalmente al misterio que se celebra mediante el ofrecimiento a Dios de la propia vida, en unin con el sacrificio de Cristo por la salvacin del mundo entero. Por este motivo, el Snodo de los Obispos ha recomendado que los fieles tengan una actitud coherente entre las disposiciones interiores y los gestos y las palabras. Si faltara sta, nuestras celebraciones, por muy animadas que fueren, correran el riesgo de caer en el ritualismo. As pues, se ha de promover una educacin en la fe eucarstica que disponga a los fieles a vivir personalmente lo que se celebra. Ante la importancia esencial de esta participatio personal y consciente, cules pueden ser los instrumentos formativos idneos? A este respecto, los Padres sinodales han propuesto unnimemente una catequesis de carcter mistaggico que lleve a los fieles a adentrarse cada vez ms en los misterios celebrados. (SC 64)
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Y como una invitacin a vivir eucarsticamente, quisiera concluir con estas
palabras de Edith Stein. Nos orientan a vivir la plenitud de todo lo que se nos regala:
Dios ha preparado todo para el banquete12. Pero tambin nosotros tenemos que
prepararnos. La eucarista es la mayor fuente de gracia, porque el Seor est all
presente. Y a esto debe corresponder la preparacin.... Nuestra vida debe ser la
preparacin y la eucarista nuestra preparacin para la vida, para que nuestra accin de
gracias sea una vida eucarstica. Nosotros queremos rememorar en el santo sacrificio la
vida y la muerte de Cristo. Pero esto no es un mero recuerdo. La pasin del Seor se
hace presente eficazmente en la santo sacrificio. Se hace fructfero en nosotros si
nosotros le dejamos obrar en nosotros, [36] y hasta nos transforma en sacrificio, que
nosotros mismos como cristianos debemos ofrecer.13
Francisco Javier Sancho Fermn, ocd
12 Cf. Lc 22, 7-12. 13 Edith Stein, Apndice OC V, Ejercicios 1937.