ÉTICA, ECONOMÍA Y POLÍTICAS SOCIALES

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1 ÉTICA, ECONOMÍA Y POLÍTICAS SOCIALES Jorge Iván González B.

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ÉTICA, ECONOMÍA

Y POLÍTICAS SOCIALES

Jorge Iván González B.

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SERIE PENSAMIENTOS Ética, Economía y Políticas Sociales

Primera edición Abril del 2006

Medellín, Colombia

ISBN: 958-8134-29-3 ISBN Serie Pensamientos: 958-8134-25-0

Edita:CORPORACIÓN REGIÓN

Calle 55 Nº 41-10 Tel: (57-4) 2166822Fax: (57-4) 2395544 Medellín, Colombia

[email protected]

Coordinación editorialLuz Elly Carvajal G.

CarátulaCarlos Sánchez E.

Diseño e impresión: Pregón Ltda., Medellín

Para esta publicación la Corporación Región recibe el apoyo de las agencias de cooperación internacional Diakonia y Misereor.

Impreso en papel ecológico fabricado con fibra de caña de azúcar.

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A Clara, que me acompañó estos años.

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CONTENIDO

Capítulo I: TEORÍAS ECONÓMICAS ..................................................... 11– El teorema de la imposibilidad de Arrow: Una invitación

a recrear el camino hacia una teoría de la justicia ................................... 13– La elección social y los límites del mercado ........................................... 25– Elección social y macroeconomía ........................................................... 35– Comentarios a “Elster para economistas”

de Salomón Kalmanovitz ......................................................................... 49– La dimensión de lo razonable en la micro

de William Vickrey (1914-1996) ............................................................. 57

Capítulo II: ÉTICA Y ECONOMÍA .......................................................... 103– El pensamiento económico es por naturaleza ético ................................. 105– La simpatía en la “Teoría de los sentimientos morales”

de Adam Smith ........................................................................................ 127– El utilitarismo de Bentham ...................................................................... 139– Las dos tríadas de Bejarano ..................................................................... 175

Capítulo III: POLÍTICAS ECONÓMICAS Y SOCIALES ......................................................................................... 201

– Reflexiones sobre las causalidades entre la distribución del ingreso y el crecimiento ............................................. 203

– Una aproximación, desde la macroeconomía, a la pobreza y a la distribución del ingreso ............................................. 233

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– El valor razonable y los derechos económicos, sociales y culturales ............................................................ 257

– Apuntes para una agenda de estudios sobre la pobreza .......................... 269– Exclusión y gobernabilidad en el caso colombiano ................................ 283– Salud para los pobres en Colombia: De la planeación centralizada

a la competencia estructurada. Análisis del régimen subsidiado de salud en Colombia ................................................................................... 319

– Imparcialidad financiera y equidad Otra lectura del informe de la Organización Mundial de la Salud, 2000 ................................................ 343

– Salud y seguridad social: Entre la solidaridad y la equidad .................... 353

Listado de tablas ............................................................................................ 381Listado de gráficas ......................................................................................... 382

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PRESENTACIÓN

Un reconocimiento a la coherencia teórica y al compromiso social y político

“En las facultades de economía no se enseña economía, lo que se hace, en la mayoría de ellas, es dictar matemáticas”.

“En las facultades no se promueve la lectura de los clásicos, lo que se lee son malas interpretaciones de esos autores”.

“El pensamiento económico es por naturaleza ético, con lo cual es imprescindible establecer relaciones adecuadas entre el estudio y la aplicación de la economía y de la ética”.

“No hay que seguir exigiendo sacrificios a la gente, con la promesa de que, los sacrificios actuales, se verán recompensados con la felicidad en un futuro bastante incierto. Hay que buscar y garantizar esa felicidad hoy y para todos. Recursos hay para lograrlo, lo que se precisa son políticas y acciones redistri-butivas, democratizadoras”.

Estas son algunas frases que reiteradamente le hemos escuchado a Jorge Iván González y que, reflejan, de algún modo, el pensamiento del sabio. Sí, a Jorge Iván, sus amigos y amigas, lo llaman cariñosamente el sabio y al conocer la dimensión y profundidad de su obra, tienen razón en esta alusión.

Jorge Iván hace una lectura juiciosa de los clásicos de la economía, de la filosofía, del derecho y de otras disciplinas. A más de conocer los fundamentos

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de estas disciplinas, tiene la capacidad, nada fácil en nuestro medio, de aplicar creativamente las enseñanzas y reflexiones de esos autores a los problemas con-cretos de la economía y el desarrollo social de Colombia.

Persona comprometida con los problemas y demandas del tiempo y lugar en que se ha desenvuelto. Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia; ha sido decano de la facultad de economía y director del Centro de Investigaciones para el desarrollo (CID) de esta universidad, y es docente de otras importantes universidades del país, participa de varios grupos de investigación y ha publicado más de 180 artículos en revistas nacionales e internacionales.

Desde los años setenta ha sido uno de los principales investigadores del Ci-nep; tiene vínculos de distinta naturaleza con otras ONG y con organizaciones y movimientos sociales. Igualmente ha apoyado con gran generosidad, con sus conceptos y recomendaciones a distintos gobiernos locales, a movimientos y par-tidos políticos democráticos.

El reconocimiento a su trabajo hace que organismos internacionales lo bus-quen, lo consulten y lo tengan como un importante asesor en materia de políticas y programas económicos y sociales. Organismos como Planeación Nacional, con su Misión Social lo tuvo como consultor por varios años y hasta Álvaro Uribe lo llamó a ser asesor de la Misión de lucha contra la pobreza.

En todos estos espacios mantiene su postura independiente y crítica, lo que hace incómoda su presencia para algunos directivos y funcionarios de estas insti-tuciones, pues, la costumbre, la norma, en muchos organismos gubernamentales y en algunos internacionales es la actitud incondicional, el acomodamiento y, sobre todo, el arribismo de querer buscar a toda costa un “cupito” en la burocracia internacional o en la obtención de prebendas de distinta naturaleza.

Jorge Iván es firme en sus convicciones teóricas y políticas y hasta ahora opta por seguir su vida como docente, investigador y activista social y político con la clara intención de contribuir a la construcción de un país más democrático, justo y equitativo. Es un buen ejemplo del intelectual riguroso, creativo y comprometido que la sociedad colombiana requiere y reclama.

Por todas estas razones, la Corporación Región decide embarcarse en la difícil misión de efectuar una selección de su basta obra de este autor y presentarla a la comunidad académica y a la sociedad en general convencidos como estamos de que será de gran utilidad tanto en los espacios universitarios como en los organismos gubernamentales y no gubernamentales y la sociedad en general.

La obra se agrupa en tres grandes capítulos. El primero, recoge elaboraciones y debates en el plano de la teoría económica. Aquí se desarrolla el debate sobre el teorema de la imposibilidad de Arrow, las distintas perspectivas sobre la elección

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social (de la elección individual a la elección colectiva), la justicia social y los límites del mercado. Las complejas relaciones entre la eficiencia y la equidad y entre la libertad y la igualdad social.

El segundo, aborda los vínculos entre la ética y la economía. Aquí se demuestra cómo para los grandes teóricos de la economía siempre estuvo presente el efecto ético y moral de las políticas y acciones económicas. Desde la gran obra de Adam Smith, La teoría de los sentimientos morales queda clara la exigencia ética para la actividad económica.

El tercero, incluye una serie de análisis y de propuestas sobre la política social que debe corresponder a un proyecto de sociedad democrática e igualitaria. Los asuntos de la distribución del ingreso, de la pobreza, de los derechos económicos y sociales y de la salud y la seguridad social. En este campo, Jorge Iván es cate-górico en afirmar que sólo un crecimiento pro-pobre que garantice un desarrollo productivo de la economía y una profunda redistribución del ingreso y de la riqueza permitirá construir una auténtica sociedad democrática en Colombia.

Es un privilegio y una gran alegría poder entregar esta selección de la gran obra.

Jorge Bernal MedinaDirector General Corporación Región

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Capítulo I

TEORÍAS ECONÓMICAS

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El teorema de la imposibilidad de Arrow: Una invitación a recrear el camino

hacia una teoría de la justicia*

Así pues, aún bajo los supuestos más favorables para la descentralización de la toma de decisiones, hay una necesidad inevitable de una elección social o colectiva sobre la distribución.

Arrow (1972:184).

El 12 de diciembre de 1972, Arrow terminaba su conferencia en homenaje a Alfred Nóbel con estas palabras: “Todavía no están claras las implicaciones filosóficas y distributivas de la paradoja de la elección social. Ciertamente no hay una solución sencilla. Espero que otros tomarán esta paradoja como un reto y no como una barrera desalentadora” (Arrow, 1972:187).

Esta perplejidad de Arrow frente a la teoría de la elección social, no era sino el reflejo de sus profundas dudas con respecto a la teoría del equilibrio general: “El equilibrio de la oferta y la demanda dista mucho de ser perfecto” (Arrow, 1972:156). Así, Arrow vinculaba las debilidades de la teoría de la elección social con las limitaciones metodológicas de la economía.

Hoy, veinte años después de que Arrow recibiera el premio Nóbel1, la teoría de la elección social ha ganado un espacio importante, no sólo en el campo de la economía sino también en el de las otras ciencias sociales2.

∗ Texto publicado en Cuadernos de Política de Desarrollo. Nº 1. Bogotá: Universidad Javeriana, 1994.

1. En 1972 el premio Nóbel de Economía se otorgó conjuntamente a Arrow y a Hicks.2. Comenta Sen que ante la proliferación de artículos sobre la elección social, los editores de Eco-

nometrita, Journal of Economy Theory, Review of Economic Studes, no tuvieron más alternativa que escribir notas informando a sus potenciales colaboradores que, por favor, no enviaran más

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La teoría de la elección social ha puesto sobre el tapete dos problemas fun-damentales: La necesidad de examinar el método de equilibrio desarrollado por el programa de investigación neowalrasiano3, y la importancia de un acercamiento interdisciplinario al estudio de la decisión —individual y social—.

Ambos aspectos están íntimamente ligados. La revisión del programa de investigación neowalrasiano nos llevará a concluir que no es un sistema cerrado. Su gran debilidad radica en que todavía no logra incorporar los juicios de valor dentro del corpus teórico. En otras palabras, la teoría neoclásica no sabe cómo abordar la dimensión ética sin socavar el método del equilibrio.

A lo largo del ensayo me sumergiré en algunos temas de la microeconomía —relacionados con la elección social— del programa de investigación neowal-rasiano. Ello implica dejar de lado otros aspectos de la micro, como la teoría de la firma. No me referiré a importantes discusiones macroeconómicas. Apenas si menciono las propuestas keynesianas, marxista, o la de otros programas de inves-tigación que no se inscriben en la lógica walrasiana.

Las razones que han motivado esta decisión son las siguientes: En primer lugar, hago énfasis en la micro y no en la macro, porque la teoría neoclásica cada vez insiste más en la conveniencia de fundar la macro sobre la microeconomía4. Referirse exclusivamente a los temas macro sería como quedarse en las ramas. Una aproximación desde la macro no sería compatible con el método neoclásico que exigiría una crítica que también tocase los aspectos microfundantes.

A nivel internacional, el replanteamiento de la macro ha estado acompañado de un renovado interés por aquellos tópicos de la microeconomía que contribuyan a fundar la teoría de la elección social. Algunos autores, todavía minoritarios, vuelven los ojos a Arrow y asumen con rigor el reto planteado por su teorema de la imposibilidad, aún cuando ello implique enunciar a la pretensión de construir un sistema cerrado. Las puertas están abiertas y allí tienen cabida todos los cien-tíficos sociales. Si aceptamos la invitación de Arrow no sólo araremos en tierra fértil, sino que estaremos perforando los cimientos de la teoría del equilibrio, fundamento del pensamiento neoliberal.

artículos sobre el tema. Se fundaron revistas especializadas en el área: Social choice and welfa-re, Journal of Mathematical Economics, Theory and Decisión, Mathematical Social Sciences, entre otras. La creciente importancia de la elección social está ligada al desarrollo de la teoría de la decisión racional (Sen, 1985:1.765). Y como bien lo anota Medina, esta ha adquirido un importante estatus en las ciencias sociales: “Lo que hoy conocemos como la teoría de la decisión racional se inició como un subproducto de la economía a finales del siglo pasado y ha tenido tal desarrollo, que hoy día la situación ha revertido, de modo que ahora es la teoría económica la que constituye un caso particular de la teoría de la decisión (Medina, 1993:25).

3. Sobre el significado de la categoría programa de investigación neo-walseriano, véase Weintraub, 1979.4. Un excelente resumen de este debate se encuentra en Weintraub, (1979 y 1985).

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Los economistas neoclásicos no han tenido cabeza para repensar el programa de investigación neowalrasiano dentro del cual están inmersos. En los años setenta sus preocupaciones eran de otra índole: Con Friedman a la cabeza luchaban por mostrar que en el terreno de la política económica Keynes se había equivocado. A partir de numerosos ejercicios empíricos, Friedman y Schwartz (1963) llegaban a la conclusión de que la demanda de moneda era estable en el largo plazo, que la política fiscal era ineficiente y que, finalmente, la disyuntiva inflación-desempleo no era pertinente (Friedman, 1978). Desde los años ochenta los neoclásicos hacen ingentes esfuerzos por incorporar la teoría de la decisión dentro del viejo molde del equilibrio walrasiano5. No están dispuestos a replantear su método como lo proponía Arrow en 1972.

La corriente neoclásica no es un bloque monolítico. Por ello, numerosos au-tores han tomado en serio las preocupaciones de Arrow (Hahn, 1973; Buchanan, 1978; Tullock, 1974), aceptan que la teoría de la elección social debe abordarse con una perspectiva interdisciplinar (Blaug, 1985:702), aún cuando ello implique renunciar al equilibrio.

En el campo de la elección social, Sen es el autor que mejor expresa la rup-tura desde dentro6. Cito a Sen porque, además de la simpatía que siento por su obra, considero que nos ofrece luces para entender de qué manera podría hacerse compatible la eficiencia con la equidad. Esta preocupación que siempre ha estado en el corazón de la teoría del bienestar, debe hacer parte de la agenda de toda Política de Desarrollo.

En segundo lugar, dejo por fuera los enfoques keynesiano y marxista porque la academia colombiana ya ha recorrido este camino. Es necesario que los problemas también se analicen desde otros ángulos.

En los años setenta la crítica se hizo desde el marxismo. Se trataba de en-frentar dos sistemas, suponiendo que ambos eran internamente consistentes. Los postulados de la elección social neoclásica se rechazaban con argumentos de este tipo: “(…) El consumidor no es soberano (…)”, “(…) la agregación de las utilidades individuales no es pertinente (…)”, etc. La teoría neoclásica de la firma se cuestionaba porque suponía que “(…) la productividad marginal del trabajo es igual al salario real”. Esta lógica discursiva no nos permitió comprender las características internas de los sistemas y no entendimos que la crítica formulada por los grandes artífices del pensamiento neoclásico contemporáneo, como Arrow y Hicks, era más contundente que la crítica marxista. Hicks, por ejemplo, tenía

5. Sargent (1987), expresa bastante bien esta problemática.6. De la extensa obra del autor destacamos: Sen: 1973, 1976, 1982, 1983, 1985, 1985b, 1987,

1987b, 1992; Sen y Williams, 1982.

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serias reservas sobre la validez factual de la identidad: Productividad marginal-salario real. Insisto en que este comentario se refiere a la academia marxista co-lombiana. A nivel internacional no siempre sucedió lo mismo. Hubo excelentes trabajos críticos que desde el marxismo trataron de entender la dinámica interna del programa de investigación neowalrasiano. Me refiero, por ejemplo, a los estudios de Dobb (1969) y de Kornai (1971).

A finales de los setenta y comienzos de los ochenta, la crítica se hizo desde Keynes. Las obras de Davidson (1978, 1982, 1983) y Minsky (1975, 1986) marcan una ruptura7. Estos autores no sólo replantean la visión que tradicionalmente se tenía de Keynes, sino que la relectura que proponen de su obra —especialmente el Tratado sobre la moneda— abre un rico campo de investigación en el área de las relaciones monetarias y financieras. Por vías diferentes, marxistas heterodoxos como Aglietta (1979)8, llegan a conclusiones similares. No obstante, las especi-ficidades de cada autor, los trabajos críticos que se realizaron durante la década pasada tienen dos características comunes: Reconocen que los sistemas no son cerrados y le otorgan una gran importancia a los factores noeconómicos —éticos, jurídicos, institucionales, antropológicos, sociológicos—.

La revisión de los textos de Keynes sobre la moneda, facilitó la comprensión de las debilidades de la Síntesis neoclásica, dejando en evidencia la poca capacidad explicativa de la macroeconomía convencional —neoclásica y keynesiana—. Los nuevos keynesianos —Davidson, Minsky— y los nuevos neoclásicos —Lucas, Sargent— han intentado reformular la macro, dándole una importancia capital a las relaciones monetarias y financieras. Los aspectos noeconómicos han sido introducidos a través de las expectativas y de la teoría de la decisión9.

Aunque en Colombia se han dado pasos importantes en el campo de la teoría monetaria y financiera10, se ha avanzado muy poco en la elaboración de un dis-

7. Desde una perspectiva diferente, los trabajos de Benassy (1975, 1984); Benassy, Boyer y Gelpi (1979); Chand (1984); Chick (1987) también insisten en la conveniencia de rescatar los aspectos monetarios dentro de un marco de desequilibrio.

8. Además de este estudio vale la pena mencionar los siguientes trabajos: Aglietta y Orleans, (1982); Aglietta y Brender (1984); De Vroey (1981, 1985); Lipietz (1983, 1985, 1987).

9. En la violencia de la moneda, Aglietta y Orleans van mucho más lejos. Ponen al desnudo la dimensión ética de la economía. Retoman las conclusiones del antropólogo Girard (1972) para mostrar que la moneda es el vehículo de la violencia y que la cuestión monetaria es ante todo, “una cuestión política” (Aglietta y Orleans, 1982:52). La teoría institucionalista también rescata la dimensión social y política de la economía. “Cuando la fuerza bruta queda confinada a un substrato de la actividad social, el dinero se convierte en el principal instrumento para obtener el poder político y económico. El dinero es poder” (Peterson, 1992). La cursiva es mía.

10. Algunos de los trabajos más significativos que se realizaron en Colombia desde esta perspectiva fueron los de: Chica, 1984a, 1984b; Kalmanovitz y Tenjo, 1983; Kalmanovits, 1988; Tenjo, 1983; Ocampo, Londoño y Villar, 1985; Misas, 1985, 1986; y Contraloría General de la República, 1985.

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curso que involucre los aspectos neomonetarios. La reconstrucción del camino metodológico seguido por la teoría de la elección social puede ayudarnos a llenar este vacío.

Eficiencia y equidad: Un problema no resueltoLa vieja distinción entre justicia en el intercambio y justicia distributiva ha

adquirido relevancia en los últimos años. La teoría de la justicia de Rawls (1971), renace con nuevo vigor. Para quienes no creemos que la democracia occidental haya alcanzado su máximo desarrollo, la reflexión sobre significado de lo justo adquiere una relevancia de primer orden.

La pregunta por las condiciones de posibilidad que permitirían un quehacer ético basado en la justifica distributiva, no es ajena a la economía. Por el contra-rio, esta reflexión ha sido constitutiva del discurso económico desde sus orígenes. No haré referencia a la filosofía moral de los pensadores clásicos. Comenzaré el análisis a partir de Pareto11.

En 1938, Bergson afirmó que la eficiencia paretiana no tiene nada que ver con la justicia distributiva. Para que una asignación sea paretoeficiente, basta con que haya justicia en el intercambio. Las modificaciones que se produzcan en la distribución del ingreso son irrelevantes. Al decir de Blaug (1985:701), la formulación de Pareto tiene el gran mérito de haber permitido la separación analítica entre eficiencia y equidad12. En efecto, la propuesta paretiana: Primero, encaja perfectamente en el sistema walrasiano de equilibrio (Jeffe, 1977), ya que permite hacer una síntesis perfecta entre los óptimos del productor y del consumidor. Segundo, no implica realizar comparaciones interpersonales en términos de utilidad.

He resaltado equilibrio y comparaciones interpersonales para subrayar la naturaleza diferente de ambas cuestiones. Mientras que el equilibrio tiene una

11. Pareto nació en Italia, vivió entre 1848 y 1923. De él dijo Schumpeter (1983): “Pareto consi-guió lo que Walras no había sido capaz de lograr: formar una escuela en el pleno sentido de la palabra”

12. No es fácil precisar el significado de los conceptos eficiencia y equidad. Con el ánimo de ofre-cerle al lector una pauta de referencia general, propongo la siguiente definición. Un sistema es eficiente si está en equilibrio y si garantiza los óptimos del productor y del consumidor. El significado de la equidad todavía menos preciso que el de la eficiencia. En los casos de Pareto y de Pigou, la equidad es consistente con la idea de la justicia en el intercambio y, en este sen-tido, la equidad se identifica con la equiproporcionalidad: Dadas las asignaciones iniciales, un sistema es equitativo si todos los individuos pueden participar en igualdad de condiciones en el proceso de maximización de sus utilidades. La equidad en los casos de Arrow y Sen se basa en la justicia redistributiva y exige replantear las asignaciones iniciales. Sen enfatizará los aspectos relacionados con la distribución del ingreso.

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connotación objetiva, las comparaciones interpersonales remiten a una realidad más subjetiva. Recuérdese que en la Universidad de Lausanne, Pareto no sólo sucedió a Walras en la cátedra de economía política; en 1912 ocupó en propiedad la cátedra de sociología. Pareto concebía la economía política como una rama de la sociología. En la época en que Pareto escribe su tesis de ingeniería, La elasti-cidad de los cuerpos sólidos, las ciencias sociales estaban tratando de desarrollar un discurso objetivo, comparable al de las ciencias físicas. Pareto lucha, entonces, por minimizar la distinción entre el sujeto que actúa de manera caprichosa y la realidad que responde a leyes y normas preestablecidas. Este ingeniero, profesor de sociología y de economía política, intenta construir una ciencia objetiva de la sociedad y para que ello sea posible, debe subsumir al individuo en relaciones armónicas de equilibrio.

El óptimo de Pareto no es una mera proposición económica. Es la expresión de la totalidad de un sistema. Allí se conjugan maravillosamente las ciencias del hombre y la naturaleza. Dentro de este esquema, internamente cerrado y lógica-mente consistente, las reflexiones éticas tenían cabida. En cierta forma, ya todo estaba resuelto. Bastaba con que en el momento del intercambio se respetasen unas reglas previamente establecidas. De manera enfática, Robbins declaraba en 1932 que en el análisis científico no hay lugar para los juicios éticos13.

Al sistema paretiano le cabe el comentario que hacen Prigogine y Stenger a propósito de la ciencia clásica: “(…) la nitidez extrema, la claridad, la certeza no se obtienen más que en detrimento de la realidad” (Prigogine y Stenger, 1983:56).

Después de Pareto la teoría neoclásica ha ido redefiniendo el significado y las implicaciones de los dos supuestos sobre los cuales se construyó el sistema paretiano: El equilibrio y el de la ausencia de comparaciones interpersonales. Independientemente de la corriente teórica, en todos los casos se busca conjugar la eficiencia con la equidad.

Pigou14 propone dos mecanismos a través de los cuales podría mejorarse el bienestar general:1. “Cualquier causa que —aceptada libremente— lleve a los individuos a traba-

jar más de lo que lo harían normalmente, a incrementar la productividad y a mejorar el ingreso nacional, siempre y cuando no perjudique la distribución del ingreso, ni disminuya el nivel de consumo, mejora el bienestar” (Pigou, 1920:47).

2. “Cualquier causa que incremente la proporción del ingreso nacional que re-ciben los pobres, siempre y cuando no ocasione una reducción del ingreso nacional, mejora el bienestar económico” (Pigou, 1920:53).

13. Sobre esta posición de Robbins, véase Samuelson (1947:220).14. Pigou nació en Inglaterra, vivió entre 1877 y 1959. Sucedió a Marshall en Cambridge.

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Estas dos proposiciones se refieren, respectivamente, al mejoramiento de las condiciones de productividad en un sistema de equilibrio y al problema de las comparaciones interpersonales. Para expresarlo en otras palabras, la primera proposición concierne a la eficiencia y la segunda a la equidad.

Aún cuando Pigou va a reafirmar el método de equilibrio y los principios de la utilidad marginal, su planteamiento avanza considerablemente con respecto a las formulaciones paretianas: Introduce las comparaciones interpersonales de utilidad. Pigou muestra que las comparaciones interpersonales de utilidad —proposición 2— no riñen con los óptimos del productor y del consumidor —proposición 1—.

La segunda proposición de Pigou no rompe con el principio de la utilidad marginal decreciente. La utilidad que experimenta una persona pobre por cada nivel adicional de ingreso, es mayor que la utilidad marginal de una persona rica. Por consiguiente, cuando se mejora la utilidad del pobre, el bienestar social aumenta más que cuando se mejora la utilidad del rico. Formulado así, el principio del maximin15, se inscribe perfectamente dentro de la lógica de la utilidad marginal.

La introducción de las comparaciones interpersonales representa un paso sig-nificativo en el desarrollo de la teoría de la elección social. Años antes de Pigou, Jevons había objetado cualquier pretensión de hacer comparaciones interpersona-les: “(…) no entiendo cómo pueden hacerse comparaciones interpersonales si la mente de cada individuo es inescrutable y, además, los sentimientos humanos no tienen un denominador común que los haga comparables” (Jevons, 1879:125). Para responder a esta vieja preocupación, Pigou sostenía que, aún cuando las personas son diferentes, las comparaciones de utilidad son posibles si se consideran grupos de individuos —los ricos o los pobres—, por ejemplo. En este caso es factible establecer ciertos criterios de homogeneidad. Nótese que en la lógica de Pigou, la homogeneidad se origina en la semejanza que habría en las utilidades de los individuos pertenecientes a cada grupo y no en la similitud de sus ingresos.

El mérito de Pigou consiste en cerrar un sistema que admite comparaciones interpersonales de utilidad. La consistencia interna se logra gracias a la reafirma-ción del principio de la utilidad marginal decreciente. Así, Pigou encuentra una vía que le permite conciliar eficiencia y equidad.

Arrow16 critica la forma como la teoría económica ha tratado de integrar las comparaciones interpersonales y la lógica del equilibrio. Considera que hay pro-blemas fundamentales de método que no están resueltos. Y, además, acepta que él no tiene la solución. Para Arrow la eficiencia y la equidad no son lógicamente conciliables. No hay un método que permita integrar consistentemente ambas rea-

15. Es decir, maximizar la situación del mínimo. Maximizar la situación del más pobre.16. Arrow nació en 1921.

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lidades. En lugar de un sistema cerrado, la economía tiene que desarrollar caminos alternativos en donde no tendrían cabida la formulación de conclusiones ciertas y predeterminadas. Arrow nos coloca a las puertas de una auténtica revolución: La nueva economía debe fundarse en el azar, la incertidumbre17 y el equilibrio.

Como en los casos de Pareto y Pigou, me referiré a dos puntos: La concepción del equilibrio y las comparaciones interpersonales.1. Piensa Arrow que la teoría del equilibrio general es “incompleta” e “incon-

gruente con algunas de sus tesis fuertemente arraigadas en la teoría económica. El programa de investigación walrasiano, dentro del cual se inscribe pareto, presenta numerosas fisuras (Arrow, 1967, 1972, 1981; Arrow y Hahn, 1971). Arrow critica el equilibrio del mercado y las condiciones de posibilidad de los óptimos del consumidor y del productor.

– El sistema de ecuaciones que define el equilibrio general no tiene una solución única. Entre otras razones, porque si se abandona el numerario y se introduce la moneda, el sistema de precios relativos ya no opera. La economía walrasiana es una economía de trueque, donde no hay lugar para la moneda. Cuando ésta es endógena el equilibrio se derrumba. A diferencia de Walras, Arrow afirma la importancia de la moneda. El mercado es incapaz de resolver los desbara-justes creados por la relación monetaria. Para contrarrestar las distorsiones originadas por la moneda, se establece un sistema de contratos que reduce la incertidumbre y obliga a honrar a los compromisos adquiridos. Los contratos y las instituciones extramercado18. Sin ambages, Arrow (1972:66) concluye que la igualdad entre la oferta y la demanda es un estado transitorio. No es la situación habitual, como en el esquema de equilibrio walrasiano-paretiano.

– Los supuestos que fundamentan la teoría de la producción no son suficientes para analizar los procesos productivos reales. Bajos rendimientos constantes a escala no hay una solución de equilibrio única19.

17. La incertidumbre no es exactamente lo mismo que el riesgo. En el caso de éste último la persona conoce la distribución de las probabilidades del evento futuro. Por ejemplo, si en un talego hay 10 bolas negras y dos blancas, de antemano se sabe que la probabilidad de sacar una bola blanca es de 1/5. En cambio, cuando se habla de incertidumbre no se conoce cuál es la probabilidad de que se cumpla el evento “X”.

18. “(…) si se toma en serio la moneda, el hecho de que los contratos se realicen en términos monetarios es de suma importancia” (Arrow y Hahn, 1971:357). Los aspectos institucionales que subyacen a este tipo de afirmación, han sido estudiados por la teoría “institucionalista” (Peterson y otros) y, en menor medida por los “regulacionistas” (Aglietta y otros). No obstante sus diferencias, estos trabajos parten de una hipótesis común: las instituciones son necesarias para contrarrestar las fallas del mercado.

19 “(…) bajos rendimientos constantes a escala no existirá nunca una función de un solo valor, que defina los insumos y productos como una función de los precios; por el contrario, para conjunto

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– En el esquema de Pareto se consigue el óptimo del consumidor en el momento en que se igualan las tasas marginales de sustitución y las razones de precios. El óptimo paretiano no se cumple cuando hay una situación de esquina; es decir, cuando el individuo decide no consumir algún bien. Arrow señala que en la vida cotidiana todos nos abstenemos de consumir muchos bienes. Por consiguiente, la situación de esquina no es la excepción sino la regla. La crí-tica de Arrow es más contundente cuando se refiere a la función de bienestar social. Deja sin piso las soluciones de Pigou y Pareto.

2. El Teorema de la posibilidad general, conocido como el Teorema de la im-posibilidad de Arrow, trata de responder a la pregunta: ¿Cómo combinar las preferencias de los individuos en una función de bienestar social? En palabras de Arrow:

(…) un ordenamiento dado de las preferencias corresponde a muchas funcio-nes de utilidad diferentes. Para cualquier conjunto dado de ordenamientos de preferencias de los miembros de la economía, escójase para cada uno de ellos las funciones de utilidad que impliquen ese ordenamiento de las preferencias, y luego el bienestar social se expresará como alguna función W (U

1,….., U

n) de

las utilidades individuales. La función W cambiará adecuadamente si cambia el indicador de utilidad de los ordenamientos dados de las preferencias, de modo que toda la representación es congruente con la interpretación ordinal. Sin embargo, la función W no está prescrita en forma única, como en suma de utilidades de Edgerworth-Bentham, sino que es ella misma la expresión de las actitudes hacia el bienestar social que pueden diferir de un individuo a otro (Arrow, 1972:162-191).En otras palabras, un sistema eficiente con conduce por sí mismo a una

solución de equidad única. Obsérvese que esta conclusión parte de la premisa de que el sistema es eficiente. Ya he mostrado que Arrow pone una serie de cortapisas que llevarían a dudar de la posibilidad de tal eficiencia. Pero si, en gracia de la discusión, se aceptase que el sistema es eficiente, la solución de equidad no sería única. De esta reflexión se sigue que cuando se parte de un sistema de ineficiencia, los resultados del teorema de la imposibilidad serían aún más contundentes.

La aceptación del teorema de Arrow implica que la función de bienestar social tiene que ser definida de manera deontológica. Los juicios de valor y la

dado de precios no hay ningún vector de insumo-producto maximizador del beneficio o hay toda una gama de tales vectores” (Arrow, 1972:164). La teoría neoclásica de la firma funciona adecuadamente cuando los rendimientos son decrecientes a escala. En la realidad numerosas firmas operan con rendimientos crecientes. La teoría de equilibrio neoclásica es incapaz de explicar este tipo de situaciones. Sobre las fallas de mercado y las limitaciones analíticas de la teoría neoclásica, véase Chica, 1992.

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normatividad que subyacen a cualquier función de bienestar social no son ajenos a la teoría de economía. Son constitutivos de ésta. En contra del planteamiento de Robbins, la ciencia económica tiene que vérselas con los juicios de valor. Las consecuencias que se desprenden de esta nueva perspectiva analítica son tan azaro-sas que la teoría neoclásica continúa encontrando subterfugios para minimizar las conclusiones radicales de Arrow. Los textos de microeconomía siguen presentando sistemas cerrados inmersos en la lógica del equilibrio. La teoría económica, no se atreve a considerar en serio los juicios de valor porque le teme a la incertidum-bre. La economía no dispone de los instrumentos metodológicos que la ayuden a convivir con el azar20.

El teorema de la imposibilidad de Arrow coloca en el centro de la teoría de la elección social el problema de la justicia distributiva. En la definición de és-ta, “intervienen las cuestiones filosóficas más profundas” (Arrow, 1972:161). El campo para el ejercicio disciplinar está abierto. En la terminología de Arrow, la formación de los juicios de bienestar se expresa en la “constitución”21. Sin entrar en los detalles relacionados con las condiciones que debe reunir todo proceso de elaboración de una “constitución”, Arrow llega a la conclusión de que la regla de la mayoría no es suficiente para legitimar un ordenamiento específico de las preferencias sociales. Desde el punto de vista lógico, un ordenamiento de prefe-rencias definido de acuerdo con la regla de la mayoría puede resultar injusto para una minoría.

Si, como dice Rawls, la justicia “es la primera virtud de las instituciones sociales”, ¿cómo hacer, entonces, que el sistema democrático garantice una jus-ticia para todos? La búsqueda de una respuesta a esta pregunta debería ser el eje articulador del trabajo de un instituto de políticas de desarrollo.

Algunas pistas para el futuroLa elaboración de un programa de investigación alternativo, debe consolidar

dos procesos que siendo relativamente autónomos, no son independientes: El análisis de relaciones económicas neoeficientes y el estudio de las condiciones de posibilidad de una sociedad gobernada por la justicia distributiva.

20. Los estudiosos de las ciencias naturales han avanzado mucho más en esta dirección. Por lo me-nos son más conscientes del problema que los economistas: “(…) sabemos que estamos sólo al principio de nuestra exploración; no se encontrarán síntesis teóricas universales justo después de un gran descubrimiento en cualquiera de los campos de la física. No vislumbramos un final a la incertidumbre o al riesgo. Hemos escogido presentar las cosas en su estado actual, plenamente conscientes de lo incompletas que son nuestras respuestas” (Prigogine y Stenger, 1983:25).

21. “(…) la constitución es una regla que asocia a cada conjunto posible de ordenamiento de pre-ferencias individuales una regla de elección social” (Arrow, 1972:185).

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Con respecto al análisis de relaciones económicas neoeficientes, se ha avanzado bastante. La propuesta analítica de Arrow sienta las bases necesarias para romper con el método de equilibrio. Este replanteamiento del programa walrasiano desde su interior, ha dado lugar al nacimiento de una teoría de desequilibrio walrasiana cuyos representantes más significativos son: Arrow y Hahn, 1971; Drèze, 1973, 1975 y Benassy, 1975, 1984. En los terrenos de la firma y del comercio interna-cional también se han dado pasos significativos22.

No creo que una teoría macroeconómica pensada en términos de desequili-brio tenga que fundarse necesariamente en una teoría de desequilibrio walrasiana. La micro y la macro tienen sus especificidades y sus dinámicas particulares. No obstante, y retomando lo dicho en las primeras páginas, es importante continuar desarrollando ambas dimensiones. Como decía atrás, en Colombia hemos avan-zado más en el campo macro que en las áreas micro. La reflexión académica sobre las políticas de desarrollo debe involucrar los aspectos micro. El trabajo de Benassy, por ejemplo, ofrece numerosos elementos de articulación entre lo micro y lo macro. Este autor comparte con los keynesianos la preocupación por las relaciones monetarias y está de acuerdo con Arrow en las limitaciones del método del equilibrio.

En cuanto a la justicia redistributiva, ya decía atrás que los trabajos de Sen son los más promisorios. Sen va mucho más lejos que Arrow. No sólo considera que las comparaciones interpersonales son indispensables sino que, además, piensa que éstas deben realizarse en términos de ingreso. El mejoramiento de la calidad de vida no puede lograrse sin una redistribución del ingreso. Pero el ingreso no lo es todo. “En numerosos escritos he insistido —dice Sen— que el espacio ade-cuado para abordar el tema de las desigualdades, no es el de la utilidad, ni el del ingreso, ni el de la apropiación de las mercancías, sino el de las realizaciones y capacidades” (Sen, 1985:1768). También Rawls considera que el ingreso no es sino uno de los bienes sociales básicos, al lado de otros como la libertad, la igualdad de oportunidades o la participación democrática. ¿Cómo lograr, entonces, que las transformaciones económicas favorezcan la constitución de la ciudadanía? (Corredor, 1992:314).

La pregunta deontológica por el tipo de sociedad que permita el logro de la justicia distributiva, tiene que ser el núcleo fundante de la dinámica investigativa de un Instituto de Políticas de Desarrollo. Si la invitación de Arrow sigue vigente a nivel internacional, en Colombia —el país más violento del mundo— se convierte en un reto acuciante.

22. No conozco suficientemente la literatura en estos campos. En el caso de la teoría de la firma, el lector interesado puede consultar el trabajo de Chica, 1992. Allí se ofrece una amplia bibliografía sobre el tema.

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La elección social y los límites del mercado

Elementos para una crítica al neoliberalismo∗

Desarrollaré la hipótesis siguiente. El pensamiento neoliberal no es conse-cuente con las premisas éticas, ni con la concepción del mercado de la teoría neoclásica.

De esta hipótesis se deriva una consecuencia básica: La ruptura que existe entre los postulados neoliberales y la teoría económica ha permitido el desarro-llo de una ideología conservadora y de una práctica económica concentradora y empobrecedora23.

Los neoliberales han declarado que la cientificidad de su propuesta económica se deriva de la tradición neoclásica. Aceptando este punto de partida, dialogaré con el neoliberalismo y con algunas vertientes de la teoría neoclásica a la luz del pensamiento de Arrow.

Arrow recibió el premio Nóbel de Economía en 1972. Su obra es un punto de bifurcación. Por un lado, junto con el trabajo de Debreu, ha servido para fundar y desarrollar los modelos de equilibrio general. Pero, por otra parte, sigue siendo

∗ Texto publicado en Theologica Xaveriana Nº 125. Año 48/1. Enero-marzo 1998.23. El reciente debate entre López y Gaviria es interesante porque explicita las implicaciones eco-

nómicas del modelo. Desde el punto de vista académico, las dos posturas más claras han sido la de Londoño (1997). Cfr Ocampo (1997). Mientras que el primero considera que la apertura ha

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favorecido el crecimiento y la distribución del ingreso, al tiempo que ha contribuido a reducir el número de pobres, Ocampo piensa que “(…) la experiencia latinoamericana en materia de equidad es particularmente frustrante. A las inequidades históricas tradicionales, se han agre-gado nuevas fuerzas que han tendido a deteriorar la distribución del ingreso” Ocampo, 1997:9). En González, (1997) criticó la incoherencia entre el discurso y la práctica neoliberal. Además Iguiñez, 1997; Parra, 1993 y Arroyo, 1993.

24. Sen (1963) trata de examinar cuidadosamente las implicaciones de Arrow en Social Choice and individual values, 1951. Con el transcurrir del tiempo, Sen se distancia cada vez más del utilitarismo. Piensa que el espacio del ingreso o de las utilidades es insuficiente para entender las necesidades humanas: “(…) La caracterización de las necesidades humanas implica ir más allá del marco de la utilidad, en el que estaba más o menos inmerso el libro del 73. En particular, es fundamental considerar cuál es el ‘espacio’ de la desigualdad analizada” (Foster y Sen, 1997). Las reflexiones de Sen sobre la pobreza absoluta lo llevan a concluir que el conflicto planteado por Arrow entre la elección individual y la elección social, no puede ser resuelto en el seno de la concepción utilitarista.

la percepción crítica más aguda de la imposibilidad de resolver, a través del mer-cado, el conflicto entre la elección individual y la elección social. Su trabajo del 51 marca la frontera entre el utilitarismo y el contractualismo.

En una entrevista reciente, Arrow (1995:2), decía:

Los mercados no son la solución a ningún problema. Los mercados no se inte-resan por el bienestar de los individuos porque la dinámica del sistema deja de lado las preguntas por la distribución. En los Estados Unidos y en Inglaterra ha ido creciendo una ideología del mercado. Fuera de otras patologías, estamos presenciando una caída en el bienestar de la población trabajadora.

La ideología del mercado, de la que habla Arrow, expresa la displicencia del discurso neoliberal frente a la forma crítica como algunos autores neoclásicos han asumido el mercado. La filosofía moral liberal de autores como Rawls (1971,1980, 1990) o Arrow, no está presente en la práctica neoliberal.

Mostraré que para Arrow la reflexión ética no es externa a la economía. Por el contrario, es constitutiva de la función de utilidad, que es el núcleo de la teo-ría neoclásica. Desde aproximaciones muy disímiles, la teoría neoclásica vuelve continuamente sobre Arrow. Pero ni siquiera autores los autores neoclásicos más progresistas han logrado asumir seriamente la propuesta de Arrow de introducir los esquemas valorativos en la función de utilidad. En cambio, por fuera de la tradición neoclásica, el reto sí ha sido aceptado por Sen, quien ha llegado a la conclusión de que la única manera de llevar el pensamiento de Arrow hasta sus últimas consecuencias es rompiendo radicalmente con el utilitarismo24.

Del planteamiento de Sen sigue que la bifurcación planteada por Arrow (1951, 1972) es definitiva. Es irreconocible. Desde el utilitarismo neoclásico no sería

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posible desarrollar una ciencia económica cuyo núcleo fuera la ética. Por tanto, Arrow no sería el gran armador de la teoría neoclásica sino, al contrario, su mayor crítico25.

Los límites del mercado y los límites de las institucionesLa teoría económica siempre ha estado intrigada por el mercado. No puede

explicarlo. El mercado es fascinante. El propósito de la economía es entender cuáles son los mecanismos que hacen posible la articulación de las decisiones autónomas de los agentes económicos26. La teoría neoclásica se inclina a pensar la relación entre agentes como armónica, en el sentido de que tiende al equilibrio.

Walras y Edgeworth, dos autores de la misma época, ofrecen pistas diferentes para entender el mercado. Elementos de economía pura de Walras se publica en 1887. En 1881, Edgeworth escribe Psíquica matemática. Takas recurre al subas-tador central, mientras que Edgeworth antepone las relaciones contractuales entre individuos a la dinámica propia de las mercancías.

Walras enfoca el mercado desde perspectivas de las mercancías. Al final del día, cuando las transacciones han terminado, la demanda excedente debe ser igual a cero. A Walras le importa que exista un sistema flexible de precios que garantice el equilibrio entre la oferta y la demanda de mercancías. Por su parte, Edgeworth centra la atención en la forma como los individuos contratan. Los acuerdos entre las personas no se realizan a través de un subastador central.

Las percepciones diferentes de Takas y Edgeworth muestran que desde finales del siglo XIX el debate de la teoría neoclásica ha oscilado entre dos extremos: El de la autonomía del mercado —así sea centralizado— y el de autonomía de los individuos que contratan.

La reflexión de Arrow (1951), que se inscribe en la línea de Edgeworth, se ha nutrido de la teoría de juegos y, recientemente, del pensamiento institucionalista.

25. Agradezco a José Felix Cataño, colega de la Universidad Nacional, la lectura cuidadosa de una primera versión de este trabajo. Comparto con él su admiración por la forma como la teoría neoclásica ha ido incorporando, junto con la dimensión ética, la historia, la familia, las instituciones, etc. Así lo evidencian los trabajos de algunos de los recientes Nóbel: Buchanan, Coase, Becker, Fogel y North. No obstante, con Sen habría que preguntarse si estos autores han llevado la propuesta de Arrow hasta sus últimas consecuencias. Quizá no puedan hacerlo y, lo más probable, es que quizás no les interese hacerlo. No hay que olvidar que la vigencia de la teoría neoclásica como paradigma dominante se explica por su capacidad de incorporar nuevos elementos sin necesidad de renunciar a los teoremas básicos, que han sido construidos bajo el enfoque utilitarista.

26. De Vroey (1987), considera que la teoría económica avanza en la medida en que explique el funcionamiento de mercados descentralizados.

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Para Arrow el contrato tiene relevancia analítica porque expresa una elección. Es sorprendente que la corriente principal haya reducido la obra de Arrow a ciertos aspectos aislados de su teoría del equilibrio general. Al despojarlo de la compleji-dad subyacente al proceso de elección, el modelo Arrow-Debreu se ha convertido en uno de los pilares de la ingeniería económica.

La excesiva formalización no permite ver que la axiomática de Arrow (1951) se inscribe en un contexto en el que la filosofía moral juega un papel determinan-te. Entre uno y otro teorema, Arrow va intercalando sus apreciaciones sobre: La concepción platónica del bien, la agudeza crítica de Veblen, la relevancia de la incertidumbre de Knight, el conocimiento de la naturaleza humana de Freud, el conflicto entre razón e imaginación de Shackle, los análisis sobre la participación política de Duncan Black, la diferencia entre los imperativos práctico y moral de Kant. Arrow toma en serio los aportes de estos autores. Se lamenta porque el rigor de la axiomática no le permite aprehender la riqueza del pensamiento de estos grandes maestros.

Reconoce que la teoría de la utilidad no es más que una mala caricatura del complejo mundo del deseo de Freud. Acepta la validez de los argumentos que subyacen a la mordaz ironía de Veblen. Admite que la envidia juega un papel central en el proceso de elección. No duda que la teoría de la elección debe ex-plicitar el imaginario shackliano. Valida el principio kantiano de la autonomía de la voluntad. También se pregunta hasta qué punto la función de bienestar social puede asemejarse al reino de los fines. Inmerso en la reflexión kantiana, indaga por las condiciones que hagan posible “(…) alguna suerte de consenso sobre los fines de la sociedad” (Arrow, 1951:83).

La lectura que hace Arrow (1972:155) cuando recibe el premio Nóbel tiene dos grandes partes bien diferenciadas. En la primera (secciones l-VI), relacionada con el equilibrio, el autor reconoce el grado notable de coherencia que existe entre el vasto número de decisiones individuales y aparentemente separadas acerca de la compra y venta de bienes. Después de expresar su admiración por el mercado, el autor muestra que el equilibrio de la oferta y la demanda “dista mucho de ser perfecto” y formula pruebas de existencia y unicidad del equilibrio. En la segunda parte (sección VIII), Arrow (1972) explicita el problema de la elección. Su pre-ocupación es similar a la de Rawls (1971): La normatividad constitucional debe realizarse de tal manera que los individuos realicen su elección pensando en el bien de la sociedad y no en el beneficio personal.

(…) la formulación de juicios de bienestar es lógicamente equivalente a lo que yo llamaré una constitución. En forma específica la constitución es una regla que asocia a cada conjunto posible de ordenamientos de preferencia individuales una regla de elección social. A su vez, la regla de elección social es una regla para la selección de una acción socialmente preferida en cualquier conjunto de

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alternativas que pueda ser viable (…) el problema real son las condiciones que hayan de imponerse a la constitución (Arrow, 1972:85).

Rawls recurre al velo de la ignorancia. Se trata de aquel estado ideal en el que “nadie conoce su situación en la sociedad ni sus dotes naturales y, por lo tan-to, nadie está en posición de diseñar principios que le sean ventajosos” (Rawls, 1971:166). En el texto del 51, Arrow compara su función de bienestar social con el ideal kantianao:

El imperativo moral [de Kant] que corresponde a nuestro concepto del orden social, también constituye el ordenamiento individual para cada persona; esto es el principio de la voluntad que regiría a cada individuo si fuera plenamente racional (Arrow, 1951:82).

En palabras de Kant:Como he sustraído la voluntad a todos los afanes que pudieran apartarla del

cumplimiento de una ley, que no queda nada más que la universal legalidad de las acciones en general —que debe ser el único principio de la voluntad—, es decir, yo no debo obrar nunca más que de modo que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal (Kant, 1785).

La lectura del 72 reafirma la idea básica, que ya Arrow había expresado en el 51: La lógica del mercado es incapaz de hacer compatibles los ordenamientos de las preferencias individuales con los de la sociedad. El mercado no zanja la profunda brecha que existe entre los valores individuales y la escogencia social. Esta percepción de los límites del mercado también se expresa en el método de análisis. En el texto del 72, Arrow trata de integrar los teoremas de existencia y unicidad del equilibrio con la reflexión ética introduciendo el concepto de estado del mundo en un contexto de incertidumbre (sección VII) (Arrow, 1972). Más adelante volveré sobre este punto.

El llamado Teorema de la posibilidad general (Arrow, 1951:82), o Teorema de la imposibilidad27, pone en evidencia la grieta profunda que existe al interior

27. En sentido estricto, se trata de los Teoremas 2 y 3 (Arrow, 1972) respectivamente. Arrow los formula en sentido positivo. Ambos teoremas afirman que el ordenamiento de las preferencias individuales es compatible con el ordenamiento social sólo si la función de bienestar es impuesta o si hay un dictador. El paso del ordenamiento individual al social es posible únicamente si media la imposición o la decisión dictatorial. En negativo, los Teoremas 2 y 3 expresan la imposibili-dad de que —en ausencia de imposición o de dictador— los ordenamientos individuales sean compatibles con el ordenamiento social. Además de los Teoremas 2 y 3 Arrow (1951: 48 y 78) también formula los Teoremas 1 y 4. El Teorema 1 muestra que el problema de elección no se presenta cuando sólo hay dos alternativas. El Teorema 4 afirma que tampoco hay problema de elección si todos los individuos tienen las mismas preferencias frente a las alternativas sociales y, además, si las relaciones de preferencia son fuertes (no se admite la indiferencia). En tal caso, se dice que las preferencias son de un solo pico, o de un solo máximo.

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de la teoría neoclásica: El mercado no garantiza el paso de la elección individual a la elección social. La formación de juicios de valor únicamente es posible gracias a la constitución, que es un ordenamiento —una regla— extramercado. En otras palabras, la función de bienestar social tiene que definirse por fuera del merca-do. Pensar que la función de bienestar social se deriva de las fuerzas autónomas del mercado es negar la complejidad inherente al proceso de elección social. El discurso neoliberal repite, una y otra vez, que la eficiencia del mercado conduce al bienestar general. Esta posición prekantiana no es más que una ideologización del mercado28.

La teoría neoclásica no ha asumido las implicaciones profundas de la reflexión de Arrow. Sigue confundida en medio de un simplismo sorprendente. Acepta que el mercado tiene fallas, pero supone ingenuamente que la intervención institucional, llámese Estado o como se quiera, corrige la falla. La externalidad termina siendo internalizada. Este enfoque no sólo obstaculiza el mercado, sino que también obstaculiza la institución. La visión simplista del mercado se completa con una concepción ingenua de las instituciones.

En Los límites de la organización, Arrow (1974) va mucho más lejos. No sólo el mercado es imperfecto. También las instituciones son limitadas. El mercado es intrínseca e irremediablemente incompleto. Las fallas del mercado no pueden ser corregidas por institución alguna. Los límites de las organizaciones interactúan con los límites del mercado.

El mercado es incompleto porque jamás podrá subsumir los “principios de la ética y la moralidad” que son “instituciones invisibles” (Arrow, 1974:26). Pero, además, las instituciones tampoco son la panacea porque se mueven dentro de los límites que les imponen “el poder y la corrupción del dinero” (Arrow, 1974:24). La responsabilidad individual va mucho más allá del sistema de precios: “(…) los precios no nos exoneran de nuestra responsabilidad hacia los otros” (Arrow, 1974:27). El mercado deja por fuera “la justicia distributiva” (Arrow, 1974:20). A lo largo del proceso del mercado “no hay nada que garantice la justicia de la distribución” (Arrow, 1972:182). Por consiguiente, la asignación de recursos debe realizarse a través de “métodos que no son los del mercado” (Arrow, 1974:26).

Arrow diferencia la justicia en el intercambio de la justicia distributiva. La primera puede ser garantizada por un mercado bien organizado, que disponga de las instituciones reguladoras que sean necesarias. Pero la justicia distributiva, que es la expresión de la elección social, no cabe dentro de los cánones del mercado.

Al explicitar los límites del mercado y de las instituciones, Arrow le muestra a la teoría neoclásica que tiene que asumir seriamente la dimensión ética y que

28. El llamado “agente representativo” de los libros de textos neoclásicos desconoce el conflicto de la elección social porque, de hecho, actúa como un dictador.

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ésta debe ser un elemento constitutivo del núcleo duro de la teoría. Para él no hay otro camino. Rechaza de plano la visión maniquea que lleva a separar la elección económica (que se realiza en el mercado), de la elección política (que se mani-fiesta a través del voto)29. El voto y los mecanismos de mercado no son más que “(…) casos especiales de la categoría más general: La elección social colectiva” (Arrow, 1951:5). La teoría de la elección es el elemento articulador. Aquí radica el quid del asunto.

A pesar de la radicalidad de su crítica, Arrow no deja a la teoría neoclásica en el vacío. Cree que es posible encontrar salidas que, desde el punto de vista de la elección social colectiva, integren los procesos de decisión política y económica. Pero para que la teoría de la elección social pueda cumplir esta tarea, se requieren dos condiciones: Primera, un cambio en el objeto de la elección y, segunda, un cambio en la percepción del proceso de elección.

Hacia un cambio del objeto y de la percepción del proceso de elección

Arrow (1951) propone que el objeto de la elección no sean “canastas de mercancías” sino “estados sociales” o “estados del mundo”. El “estado social” es un concepto amplio que incluye las mercancías que poseen los individuos, sus dotaciones, el trabajo que puede ofrecer, los recursos invertidos en cada tipo de actividad productiva, las diversas modalidades de organización, los servicios comunales y cualquier tipo de actividad social como la “erección de las estatuas a los hombres famosos” (Arrow, 1951:17)30. El estado del mundo compromete al individuo y a su entorno.

Esta modificación del objeto de la elección implica un cambio radical: Los ordenamientos de preferencia no dependen de los gustos sino de los valores. “El ordenamiento individual que entra como argumento en la función de bienestar

29. Robbins (1932), llevó el maniqueísmo hasta el extremo, diferencia al economista como técnico del economista como ciudadano.

30. Arrow, define de maneras muy diversas el “estado del mundo”: “Tomamos de la teoría de la probabilidad el concepto de un estado del mundo, que es una descripción del mundo tan precisa que define por completo todas las dotaciones iniciales de bienes y todas las posibilidades tecno-lógicas. La incertidumbre consiste en no saber cuál estado existirá en realidad. Arrow (1972:182), habla de “estados de la naturaleza” y de “acciones sociales”. “Podemos usar i para representar la acción, en este caso la acción social. Llamemos j a los individuos. Cada individuo ordenará sus posibles acciones y, por supuesto, los ordenamientos de los individuos serán diferentes. El problema es cómo conjugar estos ordenamientos de tal manera que sea posible escoger una acción social (Arrow, 1958:64).

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social definida aquí se refiere a los valores de los individuos más bien que a sus gustos” (Arrow, 1951:23).

Desde esta óptica, el espacio dejado por el hedonismo es ocupado por los juicios de valor. Arrow incrusta la ética en el corazón de la función de utilidad. Los estados del mundo son los argumentos de la función de utilidad. El forma-lismo neoclásico —y mucho menos el discurso neoliberal— no ha percibido este cambio dramático.

La teoría neoclásica convencional sigue considerando que los argumentos de la función de utilidad son las canastas de bienes. Esta posición no rompe con el hedonismo utilitarista y cierra las puertas a la incorporación de los juicios de valor. El temor a cambiar es explicable, ya que asumir la propuesta de Arrow implica dudar de algunos de los postulados fundantes de la teoría del equilibrio. Aceptar los postulados de Arrow exige:– Reconocer la irreversibilidad del tiempo. Aunque ninguna elección es re-

petible, la escogencia entre estados del mundo sí evidencia más claramente que la elección entre canastas de bienes, la irreversibilidad en el tiempo. El bachiller que eligió estudiar medicina puede arrepentirse y cambiar de carrera. Pero la segunda escogencia no es lo mismo que la primera. Son dos elecciones cualitativamente diferentes. Esta percepción no es aceptada por la teoría convencional. Los teoremas fundantes del núcleo duro neoclásico se han definido en condiciones de estática comparativa. Gracias a que el tiempo está ausente, la sustitución siempre es posible y la reversibilidad de la elección no es puesta en duda.

– Incorporar la probabilidad subjetiva. La capacidad predictiva de la teoría entra en cuestión. Puesto que el estado del mundo es complejo, la información es limitada y la probabilidad de acertar en la predicción disminuye.

– Explicitar las limitaciones del sistema de precios. Los estados del mundo incorporar realidades que escapan a la valoración monetaria.

– Destacar la relevancia de las dotaciones iniciales. Las dotaciones iniciales ya no son un dato exógeno, porque cualquier escogencia entre estados del mundo obliga a revelar la forma como se percibe la justicia distributiva.

– Aceptar que es factible hacer comparaciones entre estados del mundo. Pierde sentido la idea bergsoniana de que las comparaciones interpersonales no son posibles.

– Explicitar el proceso de elección. El agente representativo de la teoría neoclá-sica actúa como un pequeño dictador. El proceso de elección se oscurece. La dinámica agregativa desconoce la naturaleza intrincada de la escogencia. El paso de lo micro hacia lo macro es el resultado de una serie de elecciones, en las que interactúan las instituciones y los individuos. La explicitación del

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proceso de elección obliga a la teoría económica a pensar en la dimensión política, en el papel de las organizaciones y en la incidencia que tienen fenó-menos como el de la selección adversa o el “azar moral”.

Una reflexión finalEn una parte de su libro On ethics & economics, Amartya Sen (1987:22) resalta

los principios morales de Smith y nos recuerda que en La teoría de los sentimien-tos morales, Smith afirma que “(…) en aras del interés de la gran comunidad, el ciudadano debe estar siempre dispuesto a sacrificar su interés particular” (Sen, 1987:23). Además, Sen propone una relectura de La riqueza de la naciones, que muestra otra cara de Smith, radicalmente diferente a la que nos ha transmitido el discurso neoliberal. En general, Sen piensa que:

(…) Smith no le asignó un papel superior a la búsqueda del interés individual en ninguno de sus escritos. La defensa del interés particular la hace en contextos muy específicos, especialmente cuando se refiere a las barreras burocráticas y a otras restricciones que entorpecían las transacciones económicas y que dificul-taban la producción (Sen, 1987:25).

El utilitarismo de Bentham también está muy marcado por principios morales de un alto contenido social.

Los grandes enemigos de la paz pública son las pasiones egoístas e insociables (…) La sociedad se mantiene unida únicamente por los sacrificios que pueden ser inducidos a hacer sus miembros, de las satisfacciones que exigen: Lograr estos sacrificios es la gran dificultad y la mayor tarea del gobierno (Bentham, 1789:11).

El discurso neoliberal considera la dimensión ética como algo marginal, que no hace parte del corpus de la teoría. Esta percepción maniquea riñe con el utili-tarismo, con la visión de autores como Smith y, especialmente, con el enfoque de Arrow, uno de los grandes artífices del pensamiento neoclásico contemporáneo.

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Elección social y macroeconomía*

La teoría de la elección social ha tenido una incidencia muy pequeña en la macroeconomía. La explicación es relativamente clara: La macro sigue muy apegada al agente representativo. En la última década, gracias a la influencia de la teoría de juegos, se ha buscado diversificar los agentes: Gobierno, sindicatos, banco central, ciudadano, etc. Pero esta ampliación del número de agentes repre-sentativos no resuelve el problema de fondo: La macro continúa desconociendo la forma como cada uno de estos agentes decide. Los procesos de elección al interior de cada institución siguen tratándose como una caja negra.

Los trabajos de Arrow (1951, 1963) tienen la virtud de que formalizan las dificultades que se presentan cuando se pasa de la decisión individual a la elección social. El análisis lógico está acompañado de una cuidadosa axiomática que se ha convertido en el “álgebra” de la teoría de la elección social. La formulación de Arrow explicita la naturaleza de una preocupación que ya estaba presente, de muchas maneras, en la reflexión económica. El problema de la elección social aparece siempre que la utilidad individual se confronta con las funciones agregadas de utilidad o con las funciones de bienestar social.

La elección individual, que ha sido la base de la conceptualización económica convencional, presenta dos caras: La del objeto de la elección y la del sujeto que elige. La teoría neoclásica ha avanzado mucho más en la ampliación del objeto de la elección que en la comprensión de la manera como las decisiones de los individuos se van ampliando hasta expresarse en una elección colectiva.

∗ Texto publicado en Agenda, N° 2, oct. 1999. pp. 189-206.

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El objeto de la elección: De los bienes a la monedaComparada con las demás ciencias sociales, la economía ha avanzado con-

siderablemente en la formalización de los procesos de elección. El impacto de la revolución marginalista ha sido de tal magnitud que continúa siendo el paradigma dominante. Uno de los mayores éxitos de la revolución marginalista radica en su capacidad de explicar además de la demanda de bienes, la demanda de moneda. El objeto de la elección se ha ampliado, pasando de la dimensión de los valores al campo monetario. La formulación inicial de la teoría de la elección giró alrededor del valor. Esta aproximación tenía el inconveniente de que no contemplaba la decisión de demandar la moneda para propósitos diferentes a las transacciones.

La ampliación del objeto de la elección fue posible gracias a Hicks (1935), quien propuso extender los principios de la utilidad marginal al dinero, de tal forma que la teoría de la elección no sea válida únicamente en el mundo de los bienes sino que también tenga aplicabilidad en el campo monetario: “(...) si he llegado a interesarme en los problemas del dinero es porque no podía prescindir de él al tratar mis problemas no monetarios” (Hicks, 1935:82). Puesto que el principio de la utilidad marginal le dio sentido a la teoría del valor, dice Hicks, es necesario realizar una “revolución marginalista” que permita extender la utilidad marginal a la teoría monetaria. La ampliación propuesta por Hicks tiene una doble ventaja: De un lado, incrementa notablemente las posibilidades analíticas de la teoría de la elección y, de otra parte, ayuda a entender la complejidad de la teoría monetaria. Refiriéndose a la “simplificación” de Hicks (1935), dice Benetti: “(...) al asociar-la a la teoría del valor, Hicks plantea la cuestión de la moneda en su nivel más profundo” (Benetti, 1997:1).

Siguiendo la línea enunciada por Keynes (1930), Hicks distingue entre las demandas voluntaria e involuntaria de dinero. La primera se presenta cuando las personas demandan el dinero por él mismo. El dinero que se demanda de manera voluntaria no se utiliza para efectuar transacciones reales. La segunda es la demanda de dinero para realizar las transacciones entre bienes. Esta demanda es involuntaria porque una vez que la persona ha elegido un bien, no tiene más alternativa que pagarlo con dinero.

Para Hicks la pregunta central de la teoría monetaria es: ¿Por qué la gente demanda dinero si no lo va a gastar inmediatamente? ¿Por qué mantiene dinero en forma líquida? Esta preocupación lleva a Hicks a mostrar bajo qué condiciones la teoría de la elección puede extenderse adecuadamente a la demanda de dinero. Gracias a Hicks, el espacio de aplicación de los principios de la utilidad marginal se amplía considerablemente.

La teoría cuantitativa de la moneda se ha preocupado por estudiar la rela-ción entre la cantidad de dinero y el valor monetario de las transacciones. Esta

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aproximación tiene el inconveniente de que reduce el dinero a un simple medio de cambio. Desde esta perspectiva no habría, en sentido estricto, una demanda de dinero sino, más bien, una demanda de mercancías que se intercambian gracias al dinero. Los enfoques cuantitativos, como el de Friedman, terminan reduciendo la teoría monetaria a la demanda de dinero para transacciones. Este dinero involun-tario, que está amarrado a las operaciones reales no es interesante para formular una teoría de la elección. Así que la ampliación de la teoría de la elección a la moneda tiene sentido únicamente en el caso de la demanda voluntaria. A pesar de representar una fracción pequeña de la masa monetaria, el dinero voluntario “(...) es tremendamente importante: Porque es a través de esta parte “voluntaria” como se producen los desequilibrios monetarios y es sobre esta parte donde tiene sus efectos la política monetaria” (Hicks, 1966:31). Gracias a que hay demanda voluntaria de dinero, la teoría monetaria es “algo vivo e interesante” (Hicks, 1966:31-32).

Con el paso del tiempo, especialmente después de los años setenta, la demanda voluntaria de dinero se ha ido incrementando de manera notable. La globalización financiera ha conllevado un aumento del número de operaciones monetario-financie-ras31 y, como ya lo advertía Hicks desde mediados de los años treinta, el crecimiento de la demanda voluntaria de dinero se refleja en una mayor fragilidad del sistema financiero. Los efectos perversos de la volatilidad financiera internacional han sido denunciados, entre otros, por Tobin desde comienzos de los años setenta32.

La percepción inicial de Keynes sobre la demanda voluntaria de dinero ha tenido dos tipos de desarrollo. Uno liderado por Davidson (1978, 1982), que se inscribe en el pensamiento poskeynesiano. Y, otro, que sigue de alguna manera la línea de Hicks, en el que participan Patinkin (1956), Clower (1967), Sidrauski (1967).

Davidson está más preocupado por la incertidumbre y la relación entre la moneda y el mundo real, que por el problema de la elección como tal. En cambio, los análisis de Patinkin y de Clower parten de unos supuestos y desarrollan una lógica analítica que dialoga de cerca con el tema de la elección, tal y como es concebido por Hicks.

31. A comienzos de los setenta diariamente se realizaban en el mundo operaciones financieras por valor de 70 mil millones de dólares. Actualmente la cifra oscila alrededor de billón y medio de dólares. El aumento del número de operaciones financieras supera considerablemente el crecimiento de las transacciones reales. La mayor diferencia entre las transacciones reales y las operaciones monetarias significa que la demanda voluntaria de dinero cada vez es más impor-tante.

32. A raíz de la crisis financiera actual, Tobin (1998) concede una entrevista a Le Monde en la que reitera la necesidad fijar un impuesto a las transacciones financieras internacionales con el fin de reducir la volatilidad y la especulación.

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Para Clower (1967) la pregunta por la elección monetaria es ineludible. Ar-gumenta que el sistema neowalrasiano produce una concepción de la moneda que es “(...) empírica y analíticamente vacua”33. La reflexión de Clower va en dos sentidos. De un lado, explicita la interacción entre la moneda y los bienes. Y, del otro, muestra que los desajustes que se presentan tienen que ver con la demanda voluntaria de dinero.

En una economía monetaria, dice Clower, las transacciones no son de bienes con bienes, sino de bienes con moneda. Este postulado que parece evidente, no es reconocido por los modelos de equilibrio general de corte neowalrasiano, que conciben el intercambio como un simple trueque34.

Según Clower, el individuo está sometido a dos restricciones: De gasto y de ingresos. Por el lado del gasto,

(...) todas las compras netas deben estar respaldadas por una oferta de moneda suficiente para el intercambio... Durante un período dado, el valor total de los bienes demandados no puede, en ninguna circunstancia, exceder la cantidad de moneda que poseen los agentes que participan en las transacciones (Clower, 1967:209)35.

En cuanto a los ingresos, la restricción es que “(...) en el mercado las ventas netas implican la demanda de una sola mercancía: La moneda” (Clower, 1967:209). Así que la moneda es constitutiva de las restricciones de gasto y de ingreso.

Clower distingue entre las demandas nocional y efectiva. La demanda no-cional, que es compatible con el sistema walrasiano, no coincide con la demanda que efectivamente se presenta en el mundo real. La falta de correspondencia entre ambos tipos de demanda ha obligado a pensar en los problemas relacionados con las expectativas, el desequilibrio y las limitaciones que tienen los precios como mecanismos eficientes de asignación36.

33. Más recientemente, Clower y Howitt (1995:33) han insistido en que todas las economías modernas son monetarias. Argumentan por qué en el sistema de Walras la moneda no es importante. Y, además, consideran que para avanzar en la comprensión del sistema walrasiano es indispensable renunciar a la falsa imagen del subastador, que no aparece en Walras, y que ha sido introducida por la literatura neowalrasiana de los años sesenta. “No hemos podido seguirle la pista al “inven-tor” (de la categoría “commissaire-priseur”). Podría haber sido Richard Quandt. Ciertamente, el término se utilizaba oralmente en la Universidad de North-Western en 1959 y 1960. En Walras no aparece de manera explícita ningún “mediador” (Clower y Howitt, 1995:31). La presencia de un subastador tiene implicaciones inmediatas en la definición de la forma como se elige en el mercado walrasiano de bienes.

34. Este postulado de Clower ha tenido una gran incidencia en la macroeconomía contemporánea. Ver, por ejemplo, Snowdon, Vane y Wynarczyk (1994:144 y ss.), Blanchard y Fischer (1990:155 y ss).

35. Ver, Weintraub (1979:77 y ss).

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La idea de Clower es similar a la preocupación de Keynes, ya que en una economía monetaria de la producción, la elección lleva consigo intercambios mo-netarios. De los tres motivos keynesianos para demandar dinero: Transacciones, precaución y especulativo, los dos últimos dependen del nivel de incertidumbre. La desconfianza frente al futuro impide que todo el dinero se destine a las tran-sacciones37. Los individuos guardan una parte del dinero e interrumpen el ciclo de compra y venta. La demanda voluntaria de dinero crea un desbalance que obliga a realizar transacciones por fuera del equilibrio.

La secuencia: mercancía ⇒ moneda ⇔ moneda ⇒ mercancía, se rompe al introducir la especulación (Hahn, 1970:3), que es una de las manifestaciones de la demanda voluntaria de dinero. El cambio de mercancía a moneda no tiene mayor dificultad. La situación se complica al tratar de realizar el segundo paso, ya que quien posee moneda no necesariamente está dispuesto a adquirir mercancías38. La explicitación de la moneda y la extensión de la teoría de la elección a la demanda de moneda, ponen en evidencia la fragilidad del método del equilibrio.

Frente a la elección monetaria, la nueva macroeconomía ha tomados dos vías. Una, la de los modelos de ciclo real, consiste en decir que la moneda es neutra o superneutral, dependiendo de si el análisis se refiere a la estática comparativa o a la dinámica39. En cualquiera de los dos casos, la moneda no pasa de ser un medio de cambio y, por tanto, no hay demanda voluntaria de dinero.

La otra vía busca endogeneizar la moneda. Y para ello se diferencia la moneda “inside”, de la moneda “outside”. La primera, que se define como los “(...) de-pósitos bancarios que se originan en préstamos al sector privado” (Snowdon, Vane y Wynarczyk, 1994:108), es la moneda propiamente endógena. La moneda “outside” corresponde al efectivo y a los depósitos bancarios que no implican la generación de créditos.

36. “La insistencia de Clower en el papel único que cumple la moneda reforzó el estudio de las diferencias entre las economías de intercambio y monetaria y ayudó a combatir la visión de que en la macroeconomía la moneda no importaba, porque los numerarios no importan en los sistemas neowalrasianos” (Weintraub, 1979:78).

37. Refiriéndose a la tasa de interés y a la incertidumbre frente al futuro, dice Shackle: “No es la impaciencia, sino la ignorancia, lo que entra en escena a través de la brecha temporal entre el préstamo y el pago” (Shackle, 1972:203, subrayado mío).

38. “(...) si alguna vez se escribe seriamente una teoría monetaria, debe tenerse en cuenta que es de considerable importancia el hecho de que los contratos se realicen en términos monetarios” (Arrow y Hahn, 1971:357).

39. “Se dice que la moneda es neutral si los cambios en el cantidad nominal no tienen efectos en el equilibrio real. Se dice que es superneutral si los cambios en el crecimiento de la cantidad de moneda no tienen efectos en el equilibrio real” (Blanchard y Fischer, 1990:207, subrayado mío).

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La categorización “inside”, “outside” no logra involucrar, con todas sus im-plicaciones, la diferencia entre las demandas voluntaria e involuntaria de dinero. No hay correspondencia entre estos tipos de demanda y las monedas “inside” y “outside”. Hay demanda voluntaria e involuntaria para la moneda “inside” como para la moneda “outside”.

Desde una perspectiva más global, Sidrauski (1967) incluye la demanda de moneda como uno de los argumentos de la función de utilidad, de tal forma que u = u (c, m); u es la utilidad, c es el consumo y m representa el saldo monetario real. El modelo de Sidrauski introduce de manera explícita la preocupación de Hicks: La elección, tanto de los bienes, como de la cantidad de dinero, debe responder a los principios de la utilidad marginal. Pero, como sucede con la moneda “inside” y “outside”, la “m” del modelo de Sidrauski no permite hacer una distinción clara entre las demandas voluntaria e involuntaria de dinero.

La teoría neoclásica no sólo ha intentado ampliar el campo de la elección individual. También ha buscado replantear el contexto en el que se realiza dicho escogimiento. Inicialmente la atención se centró en la elección bajo condiciones de certeza. Y, posteriormente, se ha ido avanzando hacia el estudio de la elección bajo riesgo e incertidumbre40.

Sin entrar en los detalles de este proceso, baste con decir, a manera de resu-men, que la nueva macroeconomía clásica sigue teniendo numerosas dificultades para ampliar el campo de la elección individual. Continúa en el espacio del valor y no logra saltar hacia el espacio monetario. Todavía no ha sido capaz de asimilar las propuestas de Hicks y Clower. La elección bajo incertidumbre también ha sido difícil de asimilar porque pone en tela de juicio postulados centrales de la macroeconomía clásica como el de las expectativas racionales.

El sujeto de la elección: De la elección individual a la elección colectiva

La teoría de la elección social se preocupa por la consistencia entre la elección individual y la elección colectiva. Pero lo colectivo tiene múltiples dimensiones, que van desde organizaciones como la familia hasta niveles más globales como la nación. En la medida en que la teoría de la elección se ha preocupado por la decisión política y por la forma como funcionan el sistema democrático en occi-dente, lo colectivo, o lo social, corresponde al nivel de agregación propio de una comunidad que elige: Nación, municipio, etc.

40. Ver, por ejemplo, Kreps (1990), Arrow (1951b, 1963b, 1965).

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En la sección anterior se decía que la ampliación del campo de la elección de los bienes a la moneda se realiza en el marco del escogimiento individual. Al examinar el tema de la elección social, Arrow (1951) muestra que es necesario replantear la función de utilidad individual, con el fin de que incorpore estados del mundo (E). Y, entonces, u = u (E). Algunos estados del mundo serían, por ejemplo, estudiar medicina, votar por la paz, censurar a Clinton, etc. La decisión entre estados del mundo está muy marcada por la escala valorativa del individuo. La elección individual que incorpora bienes y cantidad de moneda, u = u (c, m), como en el modelo de Sidrauski, es insuficiente para subsumir los aspectos nor-mativos inherentes a la elección social (González, 1998). Arrow considera que en el campo de la elección social la dimensión valorativa termina haciéndose explícita y, por tanto, lo mejor es introducir, desde el comienzo, los estados del mundo, como argumentos de la función de utilidad. Esta relevancia de los valores se hace evidente cuando el centro de atención pasa de los objetos de la elección al sujeto que elige.

Una buena teoría de la elección debe encontrar reglas de decisión que sean aplicables a los diferentes niveles de lo colectivo. El método de Arrow (1951, 1963) consiste en formular teoremas de consistencia a partir de las características de la elección en su nivel más general. Y si estos resultados son los suficientemente sólidos podrán aplicarse a grupos más pequeños como la familia o la empresa: “(...) el paso del mapa del individuo al de la familia es un caso especial del paso de los ordenamientos individuales al social” (Arrow, 1951:9).

El examen del paso de la elección individual a la elección colectiva tiene sentido bajo ciertas condiciones mínimas:– Las personas que participan en el proceso de elección deben ser racionales.

Para Arrow esto significa que deben ser maximizadoras y que la secuencia de preferencias debe ser transitiva.

– La elección debe ser libre. La dictadura y la coacción quedan por fuera del análisis.

– El campo de decisión tiene que ser amplio. El dominio del conjunto de elec-ción debe incluir todas las combinaciones lógicamente posibles de los orde-namientos individuales.

– Debe existir una relación positiva entre el bienestar del individuo y la sociedad. Si la situación de una persona mejora, sin que ninguna otra se perjudique, también debe mejorar el bienestar colectivo.

– La decisión debe ser independiente de las alternativas irrelevantes.Arrow (1951, 1963) muestra que si se respetan estas condiciones mínimas, no

hay ningún mecanismo que garantice la consistencia entre la elección individual y la elección social. Estos resultados descorazonadores, que se conocen como los

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teoremas de imposibilidad, no desvirtúan la pertinencia de la problemática plan-teada por Arrow. Por el contrario, el notable desarrollo de la teoría de la elección social y el premio Nóbel otorgado a Sen, indican que el camino de investigación propuesto por Arrow es relevante.

Hasta hace muy poco la economía convencional consideraba que la teoría de la elección social no tocaba los aspectos centrales del núcleo de la disciplina. A comienzos de los sesenta, tal y como lo reseña Arrow (1963), autores como Little, Bergson y Mishan pensaban que la teoría de la elección social ni siquiera hacía parte de la economía del bienestar. Y, con cierta ironía, Arrow les concede la razón. Al fin y al cabo, la Nueva Economía del Bienestar “(...) no dice nada acerca de la elección entre las alternativas que son Pareto óptimas” (Arrow, 1963:108), que es el punto partida de la teoría de la elección social.

En palabras de Arrow, la teoría de la elección social busca las condiciones que posibiliten el paso del cuasi orden unánime paretiano a un ordenamiento social completo41. Las alternativas Pareto óptimas representan un cuasi orden porque no son completas: Entre varios óptimos la sociedad no tiene criterios para establecer relaciones de preferencia. Y lo paradójico es que el cuasi orden paretiano es com-patible con la unanimidad: Todos están de acuerdo en que las diferentes alternativas son Pareto óptimas, pero no hay forma de escoger entre ellas. Aquí termina la Nueva Economía del Bienestar. La teoría de la elección social pretende superar dicho límite. Y al colocarse en la frontera queda en una especie de limbo. De un lado, se la puede considerar como una extensión de la Economía del Bienestar y, entonces, no sólo haría parte de ésta sino que representaría un estadio superior de su desarrollo. Pero, de otra parte, la posición de frontera también puede llevar a pensar que se trata de una teoría diferente y, por tanto, que no tiene cabida en la Economía del Bienestar. De hecho, así fue como sucedió inicialmente. Pero con el paso del tiempo la teoría de la elección ha ido ganando un espacio impor-tante, no sólo en el campo de la Economía del Bienestar sino en el corazón de la disciplina económica.

La esquizofrenia de la macroeconomíaEn lugar de abordar seriamente esta problemática, la macro convencional ha

optado por desconocer la complejidad de la decisión colectiva y sigue resguar-dándose en el agente representativo. La nueva macroeconomía clásica, que es la corriente dominante, no está interesada en explorar los caminos abiertos por Arrow (1951, 1963) y, mucho menos, por Sen (1970, 1970b, 1987).

41. Una relación de preferencias es un cuasi orden si cumple las propiedades de reflexividad y transitividad. Es un orden si, además, es completa. Ver Arrow (1951:35), Sen (1970:8-9).

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La nueva macroeconomía clásica sufre una profunda esquizofrenia. De una parte, considera fundamental avanzar en la microfundamentación, que consiste en partir de las realidades micro. Y, específicamente, de la función de utilidad individual. Esta inclinación por la micro nace de su convicción de que la mi-croeconomía walrasiana es más consistente que la macro de Keynes. Pero, de otra parte, a pesar de reconocer la importancia del individuo, niega la diferencia. Considera que todos los agentes económicos tienden a comportarse de la misma manera. Y de allí nace el postulado básico del agente representativo, que aparece de diversas maneras: El individuo representativo, la empresa representativa, el sindicato representativo, etc.

Guiada por esta lógica esquizoide, la nueva macroeconomía acepta los aportes de Arrow en los aspectos concernientes al equilibrio general. En este mundo que se nutre del pensamiento de Walras, el individuo decide en el mercado frente a precios y cantidades. Pero en el momento en que Arrow plantea los problemas inherentes a la elección social, la nueva macroeconomía clásica se aleja, argumen-tando que a ella no le conciernen las decisiones políticas que toman individuos libres y distintos. La macroeconomía suele plantear juegos en los que interactúan el gobierno y el elector42. Cada parte decide como si fuera un agente homogéneo. Estos juegos tratan de explicitar las tensiones que se presentan entre las partes, pero continúan dejando por fuera el problema central de la elección colectiva, que es la pregunta por la consistencia entre la elección individual y la elección social. La macro no considera la naturaleza de la elección en el seno del gobierno, ni al interior del sindicato. La macro tampoco indaga por la forma como la regla de la mayoría termina legitimando la noción de un elector representativo.

En los modelos dinámicos la macro opta por la vía fácil de suponer que existe un dictador benevolente, o un planificador central, que elige una tasa de preferencia intertemporal que satisface a la generación presente sin perjudicar a las generaciones futuras43. Puesto que esta tasa refleja las preferencias de consumo de la generación presente, la pregunta por su valor absoluto termina siendo ineludible. Como la tasa de preferencia es social e intertemporal, el desarrollo lógico de los modelos de crecimiento obligaría a explicitar la regla mediante la cual la decisión individual se convierte en decisión social. Pero para evitar las complicaciones inherentes a la elección social, se escoge el camino fácil de suponer la existencia de un dictador

42. El libro de Attfield, Demery y Duck (1985) ilustra este tipo de interacciones. Blanchard (1997:559 y ss) propone juegos sencillos en los que participan los políticos y los electores. Repullo (1993) y Urrutia (1993) examinan juegos en los que intervienen el banco central, que lucha por reducir la inflación y los sindicatos que aspiran a tener salarios más altos.

43. Esta suposición es explícita, por ejemplo, en Blanchard y Fischer (1990).

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benevolente que impone una tasa de preferencia intertemporal positiva pero no demasiado alta, de tal manera que la generación presente disfrute del consumo, pero sin perjudicar a las generaciones futuras. Al recurrir de manera explícita al dictador o al planificador, se desconoce completamente la elección social: Una sola persona decide por el resto. Y, todavía más, este individuo no sólo tiene en sus manos el destino de la generación presente, sino también el de las futuras.

Gracias al dictador benevolente, la macro clásica evita el problema de la elección pero, además, rehuye la pregunta por el significado de lo bueno. El tema del bien ronda la teoría de la elección social. Cada individuo busca que la decisión colectiva refleje su visión de lo bueno. En las democracias modernas, dice Arrow (1951:86), lo bueno no puede ser definido por una persona o por un grupo de guardianes especializados, como sucede en el mundo de Platón. El ejercicio de la elección colectiva permite que la sociedad vaya reconstituyéndose en la medida en que va redefiniendo su percepción del bien.

Estos comentarios no desconocen los avances que ha tenido la macro al in-volucrar la teoría de juegos. Anteriormente, cuando prevalecía el modelo IS-LM, las variables determinantes de las decisiones de la política fiscal y monetaria eran los precios y las cantidades. Y el proceso de negociación entre agentes ocupaba un lugar muy secundario. Las elasticidades que resultan de la hidráulica del modelo IS-LM no dicen absolutamente nada sobre los actores involucrados. Ahora, gra-cias a la teoría de juegos, la dimensión política es explícita. El gobierno no puede aumentar demasiado el déficit fiscal con el fin de mantener contento al electorado, porque en el mediano plazo tendrá que incrementar los impuestos y, sin duda, el mandatario o su partido perderán popularidad. Las orientaciones de la política económica están mediadas por la forma como interactúan los agentes.

La incomodidad de la macro con la elección social se hace más evidente frente a los planteamientos de Sen (1970, 1970b), quien además del agente re-presentativo, también pone en tela de juicio otros cimientos de la macro actual, como la ausencia de comparaciones interpersonales y la bondad de la neutralidad de la intervención estatal.

Sen muestra la necesidad de hacer comparaciones interpersonales con el fin de tener elementos de juicio que le permitan a la sociedad y al gobierno definir políticas públicas en favor de quienes están en la peor situación44. Este enfoque es radicalmente diferente al de la macroeconomía clásica que, fiel a los principios de

44. El criterio del maximin (lo máximo a quien tiene el mínimo) ha sido ampliamente desarrollado por Rawls (1971). Este principio también es compartido por Arrow. La política pública es eficiente, dice Arrow, si recibe más quien tiene menos. La Contraloría General de la República (1995) aplica algunos de los principios de Arrow, de Rawls y de Sen al análisis del efecto redistributivo del gasto público en Colombia.

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la Nueva Economía del Bienestar45, no admite las comparaciones interpersonales de utilidad. Algunas de las soluciones de Sen a los teoremas de imposibilidad de Arrow, están basadas en la aceptación de las comparaciones interpersonales. Y a partir del reconocimiento de las diferencias, de ingreso y de oportunidades, Sen propende por una intervención compensadora del Estado que favorezca a los pobres.

Para Sen hay un vínculo directo entre la elección colectiva y la política pú-blica. La elección colectiva se refleja en el quehacer gubernamental. Gracias a la elección social, la política económica es economía política. Y, por tanto, la intervención fiscal y monetaria del Estado finalmente expresan una elección co-lectiva. La nueva macroeconomía clásica, que alaba el equilibrio fiscal y la acción neutra del Estado, no tiene instrumentos para asimilar los principios rectores de la concepción de Sen.

Al desconocer los procesos de elección y al homogeneizar a los individuos bajo la figura del agente representativo, la macro no sólo choca con la teoría de la elección social, sino que también tiene dificultades con la teoría de la elección pública46. Buchanan, que es uno de los pensadores más representativos de esta corriente, no está satisfecho con la macro porque deja por fuera la elección. Tam-poco está de acuerdo con la forma como Arrow plantea la elección social.

Buchanan le critica a la teoría de la elección social su idea de que exista una “racionalidad colectiva”. La elección, afirma Buchanan, es exclusivamente indi-vidual. La colectividad no puede escoger. A este comentario Arrow (1963:107) responde diciendo que la elección social no niega la elección individual. Por el contrario, su fundamento y su razón de ser es la elección individual. Además, continúa Arrow, la “racionalidad colectiva” es una forma de decir que las eleccio-nes sociales correspondientes a un conjunto de ordenamientos individuales están interrelacionadas de tal manera que satisfacen la definición de un orden. Arrow termina su argumentación señalando que Buchanan y Little “(...) sustituyen los argumentos genuinos con sofismas verbales”.

No obstante la importancia de la polémica entre Buchanan y Arrow, el as-pecto que interesa destacar para los propósitos de este ensayo es la insatisfacción

45. Samuelson (1947:249 y ss) asocia la Vieja Economía del Bienestar a Pigou y la Nueva Economía del Bienestar a Pareto. Mientras que la primera acepta comparaciones interpersonales de utilidad y bienestar, la segunda no.

46. Cuevas (1998:123) explica el lugar que le corresponde a la teoría de la elección pública dentro de la llamada economía constitucional. “(...) el enfoque de public choice es apenas un segmento del enfoque global de la Economía Constitucional o de la “Nueva Economía Política”, al lado de otros segmentos, como el análisis económico de los derecho de propiedad y de las leyes, la Nueva historia económica”, la Nueva economía institucional y la Economía política de la regulación.

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de Buchanan (1989:86) con la macroeconomía. “El ingreso o el producto na-cional, la tasa de empleo, la capacidad utilizada, o el crecimiento, son variables agregadas que no están sujetas, directa o indirectamente, a la elección (...)”. Y de manera enfática, considera que la macroeconomía “(...) no debería haber na-cido”. Independientemente de sus divergencias, Arrow y Buchanan coinciden en que los agregados de la macro desconocen la complejidad de la elección indi- vidual.

La aplicación de la teoría de juegos a la macro no resuelve los inconvenien-tes señalados por Buchanan. Primero, porque los jugadores actúan con la misma lógica del agente representativo. El gobierno, o el sindicato, se presentan como si cada uno fuera un bloque monolítico. Y, adicionalmente, porque estos agentes buscan incidir sobre variables, como los salarios o el empleo, que en términos de Buchanan, “(...) no están sujetas, directa o indirectamente, a la elección”.

Es interesante constatar que la microfundamentación también ha sido criticada por autores, como Solow, que no están preocupados por la elección social. Para Solow, la microfundamentación busca “(...) construir modelos macroeconómicos sobre bases walrasianas” (Solow, 1989:29). Pero la dificultad con estos procedi-mientos radica en que “(...) la teoría walrasiana del equilibrio general comienza dejando de lado los problemas que hacen que la macroeconomía sea interesante” (Solow, 1989:29). Al pretender microfundamentar la macro se parte de la idea de que la micro y la macro tienen preocupaciones similares. Solow no está de acuer-do con este postulado, ya que la macro analiza problemas que no son relevantes para la micro y, por consiguiente, no pueden ser microfundamentados. En lugar de microfundamentar la macro, Solow considera que es indispensable prestarle atención a la “(...) macrofundamentación de la microeconomía” (Solow, 1989:32). La especificidad de los fenómenos micro depende del contexto en el cual operan. Por tanto, la micro es incomprensible por fuera del espacio que determina la par-ticularidad de los procesos microeconómicos. Para estudiar el comportamiento de las firmas, diría Solow, es indispensable entender los factores estructurales que condicionan las decisiones de la unidad productiva.

Estos comentarios de Solow son interesantes porque el autor siempre ha sido considerado como uno de los principales exponentes del pensamiento neoclásico. Solow, al igual que Keynes (1936), critica el simplismo de la lógica agregativa basada en el agente representativo. Los autores destacan la especificidad de las relaciones macro. Sin desconocer la crítica de Buchanan a la macro, las reflexiones de Keynes sobre las convenciones y la idea de Solow de macrofundamentar la micro, abren espacios en los que cabrían algunas de las apreciaciones de Buchanan sobre el ordenamiento constitucional: Las reglas que se derivan de la Constitución condicionan el comportamiento de los individuos.

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Una vieja preocupación que sigue sin resolverseLa nueva macroeconomía clásica se ha quedado corta en dos sentidos. Pri-

mero, no ha sido capaz de involucrar la elección colectiva. Y, segundo, tampoco ha logrado asimilar las ampliaciones que ha realizado la micro en el terreno de la elección individual: La macro continúa haciendo abstracción de la moneda.

No obstante la preferencia de la macro por la elección individual, resulta inevitable que en el campo del bienestar y de la economía pública se explicite algún criterio de compensación o una regla de elección. La macroeconomía clásica acepta que el gasto público, los impuestos, los subsidios, la inflación, y muchas otras variables macro, tienen claros impactos redistributivos. Pero al desconocer la elección social, la macro no puede explicar por qué la sociedad prefiere un tipo de compensación a otra. Para evitar esta pregunta ética fundamental, la nueva macroeconomía clásica busca minimizar los impactos distributivos. De ahí nace, entre otras, la pretensión de que el sistema tributario sea neutro.

El corazón del problema de la elección social ya había sido planteado por Vickrey en el 45:

Desde el punto de vista teórico, la aproximación a la medición de la utilidad marginal a través de la “elección bajo riesgo” tiene la ventaja de que ofrece un vínculo directo con las cuestiones relacionadas con la distribución del ingreso y con la forma como se deben ir graduando los impuestos progresivos, especialmen-te cuando estos problemas se plantean desde la perspectiva de la maximización de la utilidad agregada. Si la utilidad se define como la cuantificación de la expectativa matemática que maximiza la decisión individual bajo condiciones de riesgo, entonces la maximización de la utilidad agregada del conjunto de la población es equivalente a escoger la distribución del ingreso que tal individuo escogería si se le preguntase de cuál de las variantes de la economía quisiese llegar a ser miembro, asumiendo que una vez que seleccione una economía particular con una distribución del ingreso dada, él tiene la misma probabilidad de estar allí que cualquiera de sus miembros (Vickrey, 1945:24).

Obsérvese que el punto de partida de la reflexión de Vickrey es la utilidad marginal y la elección bajo riesgo. Estos principios se inscriben en la línea definida por Hicks (1935). Pero en el campo de la elección social, Vickrey va más lejos que Hicks porque formula de manera explícita la conexión entre la maximización de la decisión individual y la “maximización de la utilidad agregada”. Y, antes de Harsanyi y de Rawls, Vickrey propone una regla que haría compatible la utilidad individual y la utilidad social: Cada individuo elige una economía particular asu-miendo que “él tiene la misma probabilidad de estar allí que cualquiera de sus miembros”.

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Pero dada la dificultad de conjugar la elección individual con la elección social, el pensamiento ortodoxo, el más cercano al enfoque neowalrasiano, con-tinúa minimizando la relevancia de la elección social y pretende seguir centrado en la elección individual. Pese a su reticencia a entrar de lleno en el terreno de la elección social, la teoría neoclásica ha tenido que reconocer que la pregunta por la elección social no puede seguir postergándose. Y que, de alguna manera, debe responderse.

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Comentarios a “Elster para economistas” de Salomón Kalmanovitz*

El pensamiento de Elster, como afirma Kalmanovitz, ayuda a ampliar la dis-cusión en economía. Elster llama la atención sobre las limitaciones de la elección racional. Algunas escuelas económicas han absolutizado la importancia de la ra-zón, dejando de lado el impacto que tienen los deseos y las creencias en la acción humana. Y además, han supuesto que la racionalidad opera en un contexto en el que la información es completa. Esta forma de percibir la racionalidad ha marcado el método de análisis de la llamada corriente principal. Pero cuando se mira el panorama desde un horizonte más amplio, se observa que pese al desprecio de la corriente principal las preocupaciones de Elster sí han estado presentes en el pensamiento económico. Desde mediados de los años cuarenta, Simon (1945) ya insistía en que la información es limitada y que la decisión de los empresarios no depende solamente del cálculo racional. Al examinar la naturaleza jerárquica de la empresa Coase (1937) muestra que las relaciones entre el gerente, los empleados y los clientes no pueden ser entendidas a la luz de los mecanismos propios del mercado. La información limitada de Simon y las reflexiones de Coase sobre las jerarquías no caben en los patrones convencionales de la corriente principal de la llamada teoría neoclásica. Si la información es limitada no hay forma de precisar las condiciones de optimización bajo los lentes del cálculo racional. Elster nos invita

∗ Texto publicado en Economía Colombiana, N° 297, jul.-agosto. pp. 118-123.

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a volver sobre estos tópicos recordándonos que su comprensión no es posible en el marco estrecho de la economía. Es necesario hacer una lectura comprehensiva de los problemas en la que intervengan el conjunto de ciencias sociales.

También comparto la invitación de Kalmanovitz a estudiar las potencialidades analíticas del individualismo metodológico sin prejuicios. Buchanan y Tullock (1962) recuerdan que el individualismo metodológico es compatible, tanto con el egoísmo como con el altruismo. El individuo escoge una u otra alternativa. Ovejero (1994) va en la misma dirección y considera que el individualismo metodológico es un instrumento que no conduce a una opción moral específica47. A continuación examino cada uno de los puntos mencionados por Kalmanovitz.

La racionalidadElster (1983) distingue entre la racionalidad en sentido estrecho y la racio-

nalidad en sentido amplio. La primera centra la atención en la consistencia. La segunda va más allá de los requerimientos formales. Cada una de las dos formas de racionalidad involucra las dimensiones individual y colectiva. La teoría económica ha girado básicamente alrededor de la racionalidad en sentido estrecho, y en este terreno el paso de la elección individual a la elección colectiva se ha reducido a un problema de consistencia48. La economía ha dejado de lado los aspectos sus-tantivos de la racionalidad amplia. No se ha preocupado por entender la naturaleza de los deseos y de las creencias, ni la forma como inciden en la racionalidad. La perspectiva amplia obliga a preguntarse por los aspectos históricos, sociológicos, antropológicos, etc., que condicionan y moldean la elección racional. A la luz de la racionalidad amplia pierden su razón de ser principios como la completitud, la estabilidad intertemporal de las preferencias, y la transitividad. La racionalidad amplia abre un mundo en el que las situaciones óptimas son la excepción.

47. “Del mismo modo que se puede hacer uso del mismo instrumento matemático en una pieza explicativa y en una normativa, sin que nadie piense que, por ello, el instrumento matemático en cuestión está subordinado a creencias teóricas o éticas, el individualismo metodológico, en tanto instrumento analítico, no supone ninguna doctrina moral. El individualismo metodológico puede servir tanto para formular el altruismo, cuando el individuo siente como propio el bienestar de los demás, como el egoísmo, la doctrina ética que sostiene que el único criterio de valoración moral es la obligación de promover el bienestar propio. Sin embargo, es independiente de cada una de esas teorías morales. Sencillamente, es una herramienta que ayuda a su formulación clara” (Ovejero, 1994:213).

48. La paradoja de Condorcet expresa bien la inconsistencia entre la elección individual y la co-lectiva. Mientras la primera cumple con los principios de la transitividad, la segunda no. La inconsistencia entre las elecciones individual y colectiva es el punto de partida de los teoremas de imposibilidad de Arrow (1951).

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La teoría de juegos permite poner en evidencia las limitaciones del ejercicio racional. El caso de los miembros de una pareja que tienen gustos distintos es suficiente para ilustrar las complejidades de las interacciones sociales. Si él pre-fiere la ópera y ella el cine, pero ambos quieren estar juntos, la pareja enfrenta una situación insoluble en el espacio de la optimización racional. Cualquier alter-nativa es subóptima porque en la ópera o en el cine, alguno de los dos no estará completamente satisfecho.

La consistencia intertemporal de las preferencias, dice Elster, tampoco se mantiene. La corriente principal en economía, muy inspirada por Barro (1974), afirma que las preferencias no se modifican a lo largo del tiempo. Y como en los modelos intergeneracionales el período dura 25 años, supone Barro que durante este lapso de tiempo las preferencias no cambian. El joven que el primer día de su trabajo decidió ahorrar el 20% de su ingreso en un fondo de pensiones, mantiene este porcentaje durante los 25 años de su vida productiva. Este supuesto de Barro ha sido criticado duramente por autores keynesianos como Tobin (1980), quien considera que las personas tienen horizontes de corto plazo y, fácilmente, modi-fican sus preferencias. Shackle (1961) va más lejos. Muestra que la consistencia intertemporal no es posible porque segundo a segundo los individuos reconstruyen sus imaginarios. Elster ilustra muy bien la forma como el don Juan modifica las estrategias de conquista a medida que va percibiendo las reacciones de la mujer amada. Hicks (1985) se coloca en una posición intermedia. Sostiene que las per-sonas son consistentes durante un día, y propone que el período de análisis de la teoría económica sea el día.

Kalmanovitz se refiere a Uvas amargas (Elster 1983) y a Ulises y las sirenas (Elster 1979). No estoy de acuerdo con Kalmanovitz cuando afirma que de acuerdo con el fenómeno de Uvas amargas la persona se “autoengaña”. El mecanismo de uvas amargas es de otra naturaleza: La persona reduce el espacio de elección eliminando las opciones que no son factibles. La familia de clase media que de-sea comprar un nuevo apartamento, no consulta las opciones que se ofrecen en el centro de París o de Londres. Únicamente incluye en su conjunto de elección las alternativas posibles, y ello no significa que se autoengañe. La zorra se aleja porque comienza a ver que, efectivamente, las uvas están verdes. El fenómeno de uvas amargas puede sintetizarse así: Dado que el individuo no puede modificar las restricciones reduce el conjunto de elección eliminando las opciones que no son posibles. Y como las alternativas imposibles están por fuera del conjunto no pueden ser preferidas a las opciones factibles. El mecanismo de Ulises es de una naturaleza diferente: Dado que no puede cambiar las preferencias, modifica las restricciones. Ulises les pide a los marinos que lo amarren al mástil porque sabe que el canto de las sirenas es irresistible.

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Las normas socialesLas normas sociales tienen sentido desde la perspectiva de Ulises. Puesto que

en determinadas condiciones el individuo difícilmente modifica las preferencias, la sociedad tiene que fijar normas. El equilibrio de poderes y las restricciones constitucionales evitan que algunos individuos caigan en la tentación de imponerle sus preferencias al resto de la sociedad.

Puesto que la presencia del otro modifica la elección individual, Sen (1970b) considera que no es posible encontrar un liberal paretiano49. En primer lugar porque, así lo quiera, el liberal no puede desconocer la presencia del otro. Y ade-más, porque cada persona juzga el óptimo paretiano en interacción con el otro50. La consistencia falla en presencia del otro. Esta idea es muy clara en un “viejo” institucionalista como Commons (1934). El autor introduce dos categorías: Per-sonalidad institucionalizada y razonabilidad. La decisión individual está mediada por las normas. Y en presencia del otro el comportamiento no es racional sino razonable. En el mundo de lo razonable los equilibrios son subóptimos51.

Aunque Kalmanovitz muestra acertadamente que las normas pueden tener efectos sociales negativos, no explica por qué razón la sociedad construye reglas que finalmente no son convenientes. Desde la mirada de Elster, las normas inade-cuadas podrían estar relacionadas con una falla en la intencionalidad: Queriendo ir desde A hacia B la sociedad llega a C. Las normas persiguen unos objetivos que finalmente no se alcanza. Y es probable que ello suceda porque la propia norma no permite que, efectivamente, se pueda ir de A a B.

Constituciones y desempeño económicoLos aspectos constitucionales, tal y como lo señala Kalmanovitz, presentan

diversos grados de formalidad. Las constituciones son relevante no son por su nivel de formalidad, sino por su capacidad de contribuir al ordenamiento de la sociedad. La constitución toma formas muy diversas. Para Buchanan y Tullock (1962) la constitución puede ser el prólogo de un libro en el que el compilador define la regla básica que aceptan los autores que participan en la edición: Escribir

49. Sen (1997) muestra de manera formal las implicaciones que tiene en la elección individual la presencia del otro. Sin el otro, el individuo i podría preferir x a z (x P

i z). Pero si la persona j

está presente, la decisión de i cambia radicalmente y ahora prefiere z a x (z Pji x). Pj

i significa

la elección de i en presencia de j.50. El óptimo de Pareto se alcanza cuando el aumento del bienestar de un individuo implica una

disminución del bienestar de la otra persona.51. Los equilibrios subóptimos de Nash ayudan a formalizar este tipo de situaciones. Ver, por

ejemplo, Nash (1953).

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sobre el tema Z. A los colaboradores se les deja total libertad de opinión y tan sólo se les pide que opinen sobre el asunto Z. Ahora, si alguien considera que no puede hablar de la cuestión Z sencillamente queda por fuera de la edición. Las constituciones breves que explicitan claramente las normas mínimas, continúan Buchanan y Tullock, ganan adeptos más fácilmente que las constituciones largas y ambiciosas, que buscan prefigurar el tipo ideal de sociedad. El reto es encon-trar una dinámica procedimental que logre conjugar de la mejor manera posible la eficiencia con la seguridad. A partir de Elster, Kalmanovitz reconoce que no hay ninguna fórmula que permita encontrar la dosis adecuada entre eficiencia y seguridad. Vickrey (1945) muestra que hay una tensión permanente entre libertad e igualdad. En palabras de Kalmanovitz diríamos que la libertad es compatible con la eficiencia, mientras que la igualdad tiene relación con la seguridad. En virtud de la inconsistencia intertemporal, las constituciones no son eternas. Bien sea porque la interpretación de la norma cambia a lo largo del tiempo. O bien sea porque la regla se modifica. Cada sociedad va diseñando la combinación de libertad e igualdad que juzga más conveniente52. Este ejercicio de redefinición de la inclinación de la balanza se realiza de manera adecuada si existen los controles y los contrapesos adecuados.

Además de la tensión entre eficiencia y seguridad, Kalmanovitz pone en evidencia la tensión entre la formulación ideal de la norma y su aplicabilidad. No basta con definir la norma adecuada. Es necesario, además, que la norma pueda ponerse en práctica.

Funcionalismo e independencia del Banco de la RepúblicaKalmanovitz analiza la independencia del banco central a la luz de los con-

troles y de los contrapesos institucionales. Y muestra que la autonomía del banco es legítima si otros poderes tienen la posibilidad de cambiar a los miembros de la Junta, o de modificar la ley que regula el funcionamiento del banco central. Estoy de acuerdo con Kalmanovitz en que la existencia de contrapesos efectivos es una garantía necesaria para evitar arbitrariedades. Pero dicha condición no es suficiente. A pesar de que Kalmanovitz incluye una cita de Elster en la que éste explicita con claridad la intencionalidad del banco central, termina dándole más

52. Fortman (2001) muestra que el derecho se va construyendo lentamente, de manera difícil y pe-nosa. Y en este proceso juegan un papel central la participación y la discusión de la ciudadanía. Fortman explicita las dificultades inherentes a la convergencia entre, de un lado, los derechos universales y, del otro, las posibilidades de que cada una de las personas pueda llevar una vida digna. Sobre la construcción de la ley en el pensamiento de Fortman, ver González (2002).

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importancia a los contrapesos institucionales que a la propia intencionalidad el banco. Así que el juicio sobre la independencia del banco central debe realizarse a dos niveles. El primero tiene que ver con la intencionalidad y el segundo con la institucionalidad y los contrapesos.

En el primer capítulo de Ulises y las Sirenas, Elster (1979) critica la preten-sión que han tenido las ciencias sociales de recurrir a la biología. En el mundo animal predomina la lógica funcionalista que se manifiesta en la búsqueda de máximos locales. En cambio, los seres humanos actúan guiados por una lógica intencional que se expresa en la búsqueda de máximos globales. En los noventa el Banco de la República obró con una lógica más funcional que intencional. La reducción de la inflación (el máximo local) fue el criterio determinante de su acción. En su afán por conseguir este máximo local, el Banco de la República no vio el máximo global (empleo y bienestar de la población). Kalmanovitz afirma, sin demostrarlo, que el régimen de meta de inflación resuelve el conflicto entre objetivos y medios. Lo sucedido en los noventa (baja inflación a costa de alto desempleo) indicaría, más bien, que en las decisiones de la autoridad monetaria predominó la visión funcionalista de corto plazo, y ello impidió que la sociedad avanzara hacia el máximo global.

La argumentación de Kalmanovitz está basada en un silogismo que tiene fallas. La premisa uno sería: Las sociedades con contrapesos institucionales tie-nen la capacidad de sancionar a quienes se equivocan. La premisa dos sería: En Colombia existen contrapesos institucionales a la autonomía del banco central. Y la conclusión sería: Puesto que los contrapesos no han actuado en contra del banco central, sus decisiones han sido buenas. Estoy de acuerdo con la premisa uno. No comparto la premisa dos, ya que en la práctica en Colombia no existen contrapesos institucionales a la autonomía del banco central. Y si la premisa dos es falsa la conclusión también.

En el país todavía no se ha desarrollado un contrapeso institucional que tenga la fuerza suficiente para evaluar y pedir cuentas a los banqueros centrales. En gra-cia de la discusión podría aceptar que la norma es suficientemente buena, y que ya existen los mecanismos legales que se requerirían para que tales contrapesos actuaran. Pero aún así, ni el Congreso, ni la sociedad encuentran los medios para ejercer un contrapeso real al Banco de la República. Y retomando a Fortman (2001), la construcción de la ley y la definición de las condiciones de su exigibilidad es un proceso “laborioso” y doloroso.

Y el Banco de la República todavía no tiene un contrapeso institucional efectivo porque hábilmente justifica su gestión con escenarios contrafactuales, que son la manifestación de lo que Elster llama la falacia intelectual del subproducto. Cuando pretendemos ir desde A hacia B fácilmente terminamos en C. El resultado (C)

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es un subproducto. Llegar a C sin quererlo es la falacia moral del subproducto. Y una vez que la persona está en C trata de reconstruir racionalmente el camino que la llevó de A a C. Esta reconstrucción racional es la falacia intelectual del subproducto. Cuando por causa de la política monetaria la economía termina en C y no en B, la afirmación típica (falacia intelectual) del Banco de la República es: gracias a que actuamos sobre A evitamos caer en una situación peor que C. Y frente a este argumento contrafactual y falaz, no hay réplica posible. Cualquier contra-argumento sería igualmente contrafactual y falaz. Y aunque entre dos ar-gumentos contrafactuales siempre puede decirse que uno es más plausible que el otro, la lógica demostrativa es tan débil que no alcanza a configurar un contrapeso institucional. Para salir de este callejón se requiere ir más allá de la argumentación contrafactual. Y ello es posible si se le abre espacio a los deseos y a las creencias. El contrapeso institucional al Banco de la República se construye, fundamentalmente, en la esfera política. Primero, porque el espacio de la técnica es muy limitado y termina ahogándose en argumentaciones y contra-argumentaciones de naturaleza contrafactual. Y segundo, porque en la política se manifiestan con toda su fuerza los deseos y las pasiones. Y desde esta perspectiva, “Elster para economistas” debería ser, ante todo, un llamado a los economistas para que volvamos a darle a la lucha política la importancia que merece.

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La dimensión de lo razonable en la micro de William Vickrey (1914-1996)*

Hace más de dos años recibí una carta del Secretario Perpetuo de la Acade-mia Colombiana de Ciencias Económicas, Raúl Alameda, comunicándome que había sido elegido como miembro correspondiente, e invitándome a presentar un ensayo en el que “trate el tema de ciencias económicas de su preferencia”. Por aquellos días había leído dos trabajos de Vickrey (1996) que me llamaron mucho la atención. El primero, Quince falacias funestas del fundamentalismo financiero. Disertación sobre la economía de la demanda; y el segundo, Measuring marginal utility by reactions to risk (Vickrey, 1945). La lectura de ambos textos me llenó de inquietudes. Vickrey parecía contradictorio. Por un lado, Quince Falacias... es un artículo que toca aspectos macroeconómicos de una forma heterodoxa, es un crítico radical de las falacias que han guiado la política económica en los años noventa. Y de otra parte, Measuring Marginal... es un texto micro, elaborado de una manera cuidadosa y rigurosa y, aparentemente, ortodoxo. A medida que fui conociendo más de cerca la obra de Vickrey crecía mi entusiasmo por su pensa-miento. Desde que recibí la carta de Raúl Alameda tuve claro que el trabajo de ingreso a la Academia debería ser sobre Vickrey, pero necesité más tiempo del previsto inicialmente para organizar algunas ideas. En dos seminarios de la Facultad

∗ Texto publicado en “The Dimension of the Reasonable in the Microeconomics of William Vickrey”, Colombian Economic Journal, vol. 2, no. 1, 2004, pp. 45-80.

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de Economía de la Universidad Nacional, tuve la fortuna de contar con un grupo de estudiantes, que me acompañaron en la lectura del autor.

El 8 de octubre de 1996 la Academia Sueca anunció a los ganadores del premio Nóbel: James Mirrlees y William Vickrey. Tres días después, el 11 de octubre, Vickrey moría de un infarto mientras conducía su automóvil. Estas páginas son un homenaje a Vickrey y, sobre todo, la expresión de mi asombro por la forma como el autor muestra que los postulados básicos de la micro tienen implicaciones normativas sustantivas. Discutiré cuál es la naturaleza y las consecuencias que se siguen de esta aproximación metodológica. Agradezco la invitación de la Acade-mia Colombiana de Ciencias Económicas, y espero que mi lectura de la obra de Vickrey no demerite la majestad de su pensamiento.

Quince Falacias... es un artículo muy crítico de los principios de la macro-economía neoclásica, es muy duro contra los programas de estabilización y, sobre todo, es de un espíritu profundamente keynesiano. Tan keynesiano que llevó a Paul Davidson, el editor del Journal of Post Keynesian Economics, a considerar a Vickrey como un preclaro poskeynesiano. Davidson matricula a Vickrey en su escuela, que es la más heterodoxa de las vertientes del pensamiento keynesiano53. Para Davidson el keynesianismo de Vickrey se refleja claramente en un artículo, A Trans-Keynesian Manifesto - Thoughts about an Asset-Based Macroeconomics (Vickrey, 1997), que va en la misma dirección de las Quince Falacias... Incluso, varios párrafos son idénticos. En A Trans-Keynesian..., Vickrey comienza diciendo que en lugar de poskeynesianismo, o nuevo keynesianismo, etc., debería hablarse mejor de trans-keynesianismo, porque esta noción pone en evidencia la presencia permanente de Keynes. La reflexión keynesiana dice Vickrey sigue permeando el análisis macroeconómico. ¡Keynes no ha pasado! Y gracias a sus políticas macroeconómicas será posible alcanzar el pleno empleo. A comienzos de los años noventa decía que la tarea urgente de los economistas es luchar contra el desempleo (Vickrey, 1993).

Recuerda Canova (1997) que para Vickrey es inadmisible cualquier nivel de desempleo estructural. El desempleo masivo contribuye a generar “patologías sociales” como pobreza, falta de vivienda, crimen, consumo de droga, divorcio, violencia doméstica, hogares destruidos, luchas raciales y religiosas, desprecio de oportunidades educativas. Rechaza los intentos que se hacen desde la micro para combatir el desempleo. Tales medidas serían similares a “mover a los individuos seleccionados al comienzo de la cola”. No solucionan ningún problema funda-mental, ya que el primero de la cola sigue tan desempleado como el último. Las

53. En una breve reseña que hace Davidson (1997:493) de la obra de Vickrey muestra que su visión de la economía se aleja de la del “saber convencional de la corriente principal”.

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respuestas al desempleo deben plantearse desde la perspectiva macro. Vickrey (1996) critica el Nairu (tasa de desempleo que no acelera la inflación)54 porque lleva implícito un mensaje de impotencia. Una vez que la economía ha alcanzado la tasa de desempleo compatible con el Nairu no hay nada que hacer porque cual-quier intento de reducir la tasa de desempleo acelera la inflación. Esta pasividad de la política económica es inaceptable porque menosprecia la difícil situación de las personas que no tienen empleo. Detrás de un Nairu, por ejemplo, del 4% hay miles de familias que viven los dramas causados por el desempleo. Y frente a esta situación el gobierno no puede negarse a actuar con el argumento de que cualquier medida que tome para reducir el desempleo es de naturaleza inflacionaria.

En lugar de permanecer a la expectativa, la política económica debe imaginar mecanismos que reduzcan la tasa de desempleo más allá del Nairu. El objetivo final de la política económica tiene que ser el pleno empleo. Para lograr este propósito es necesario recurrir a políticas de naturaleza keynesiana. Vickrey considera que el déficit es un instrumento fundamental de la política económica. Rechaza la forma como en los últimos años se ha absolutizado la búsqueda del equilibrio de las finanzas públicas. La política fiscal debería ser un instrumento al servicio del pleno empleo. Como alternativa al Nairu, Vickrey (1966) propone el Nairru, o la tasa de reducción del desempleo que no acelera la inflación. Se trata de disminuir el desempleo a un ritmo suave de tal manera que no acelere la dinámica de los precios. En su opinión “no hay nada” que impida bajar gradualmente el desempleo a niveles inferiores al 2%. La tasa correspondiente al Nairru no puede determinarse a priori. Depende del estado de la distribución, del exceso de capacidad instalada, especialmente en las industrias productoras de bienes de capital, del nivel educativo y del entrenamiento de la población desempleada, del grado de optimismo o de pesimismo, etc. Obviamente, reconoce Vickrey, la tarea será más difícil a medida que la población se va acercando al pleno empleo.

El Nairru es un camino esperanzador porque ofrece soluciones y evita el sino trágico anunciado por el Nairu. Por lo menos el Nairru invita a los economistas a que sean imaginativos. La política fiscal es uno de los instrumentos privilegia-dos con los que cuenta el gobierno para estimular el empleo. Y por esta razón el tamaño del déficit debe juzgarse a la luz de los objetivos de pleno empleo. La consecución del equilibrio fiscal no puede ser un principio absoluto. El déficit debe ser considerado un medio para otros propósitos. Y el objetivo último, insiste Vickrey, tiene que ser el pleno empleo. Los logros de la política fiscal tienen que juzgarse a la luz de sus éxitos en el empleo y la producción.

54. Un nivel de desempleo inferior al Nairu únicamente podría alcanzarse si se acelera la tasa de inflación.

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Para hacer compatible la lucha contra el desempleo y el control de la inflación, Vickrey (1986, 1992c) propone, entre otras medidas, el Plan de Mercado Anti-Inflacionario (Market Anti-inflation Plan –MAP–). La idea original es de Abba Lerner y David Colander. Se trata de crear un mercado en el que las empresas puedan negociar sus derechos de aumentar los precios. Una vez fijada la meta de inflación agregada, la autoridad monetaria le otorga un derecho a cada empresa para subir los precios hasta determinado nivel. Y esta opción puede ser negocia-da en el mercado55. Los acuerdos entre las empresas contrarrestan la apariencia impersonal de la inflación. Quienes participan en el MAP son corresponsables del aumento de los precios. Las empresas que no respeten el precio límite deben pagar un impuesto56.

El análisis micro de Vickrey, que trata de llevar la argumentación neoclásica hasta sus últimas consecuencias, exige un principio de razonabilidad que coloca el análisis en un campo distinto al de la lógica racional propia de la teoría con-vencional. Este distanciamiento es reiterativo. Se evidencia cuando el autor trata temas tan disímiles, como la función de utilidad (Vickrey, 1945, 1960, 1961c), la eficiencia y la fijación de tarifas a partir del costo marginal57, la determinación de peajes para túneles y autopistas (Vickrey, 1952, 1955, 1963b), la progresividad y la eficiencia del sistema tributario58, las finanzas públicas59, los sistemas electorales (Vickrey, (1961b), los mecanismos de subasta (Vickrey, 1961, 1962), la naturaleza de la ciudad como firma60, el método en la economía61. Así que lo razonable es un elemento constitutivo de la obra microeconómica de Vickrey. En el campo ético ello significa que la teoría micro tiene que hacerse la pregunta normativa desde sus fundamentos. Y de allí se deriva una consecuencia práctica que tiene enormes implicaciones: No es legítima la distinción maniquea que hace Robbins (1932) entre el economista como científico y el economista como ciudadano.

55. Es un mecanismo similar al que se utiliza con los cupos o derechos a la contaminación.56. En opinión de Canova (1997:104), este tributo sería comparable al impuesto de Tobin a las

transacciones financieras internacionales. En ambos casos el principal objetivo del impuesto es la estabilización. El MAP reduce la volatilidad de los precios y el impuesto de Tobin frena la especulación financiera y contribuye a estabilizar la tasa de cambio.

57. Jorgenson, Vickrey, Koopmans y Samuelson (1964), Vickrey (1948c, 1955b, 1958, 1961, 1961b, 1961c, 1961d, 1969, 1971, 1972, 1973, 1985, 1987).

58. Vickrey (1939, 1943, 1944, 1944b, 1945, 1945b, 1945c, 1945d, 1945e, 1947, 1947b, 1948, 1948b, 1948c, 1949b, 1950, 1954c. 1955c, 1957, 1968, 1972, 1972b, 1991, 1992). Entre los comentarios a Vickrey (1947) se destacan: Davidson (1997), Due (1947), Groves (1947), Hicks (1948), Jorgenson, Vickrey, Koopmans y Samuelson (1964).

59. Salant, Spahr, Vickrey y Groves (1948), Vickrey (1948, 1949, 1961b, 1961d, 1962b, 1962c, 1966, 1973b, 1992b).

60. Vickrey (1958, 1959, 1960, 1962, 1962b, 1962c, 1963, 1963b, 1969, 1969b, 1970, 1973, 1973b, 1977).61. Vickrey (1950, 1951, 1952, 1954, 1954b, 1955, 1995b, 1964, 1964b, 1964c)

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La macro de Vickrey conduce a la heterodoxia poskeynesiana62, y la mi-cro a la explicitación de lo razonable que, a la luz de la teoría convencional, es otra heterodoxia. El uso de las categorías micro y macroeconomía no es el más adecuado. Vickrey (1964, 1964b) prefiere hablar de microestática, metaestática y macroeconomía. No profundizo en la discusión que plantea el autor sobre el significado de estos conceptos y, por simplicidad, continuaré utilizando los tér-minos micro y macro, aceptando de antemano que cualquier línea divisoria que se pretenda establecer entre ambos es arbitraria.

Drèze y Arnott (1994) destacan tres cualidades del pensamiento de Vickrey: Anticipación, originalidad y clasicismo. Ya desde la década de los cuarenta el autor se anticipa en el sentido de que utiliza conceptos y problemas que sólo años más tarde se incluirán en el corpus de la teoría económica. Algunas de sus preocupa-ciones iniciales fueron: Los resultados subóptimos, o los segundos mejores, la fijación de tarifas a la hora pico, la polución, la congestión en los servicios públicos, la fijación de tarifas cuando los costos marginales son decrecientes, etc. Vickrey también anticipa el principio de equiprobabilidad de Harsanyi (1953, 1955), y el concepto de “posición original” de Rawls (1971b)63. Vickrey es original porque es independiente y creativo. Va más allá de los límites convencionales. Pone en evidencia las fronteras de los análisis usuales. El clasicismo tiene que ver con la forma elegante y rigurosa como se presentan los diversos problemas. Es una búsqueda minuciosa de la perfección. La obra de Vickrey está llena de pequeños detalles. Se asemeja a la pintura miniaturista. No quiere dejar nada suelto. No se contenta con esbozar los problemas porque todo lo lleva hasta sus últimas conse-cuencias. No se queda a mitad de camino.

No obstante su rigurosidad y su afán perfeccionista, Vickrey reconoce los límites del mercado y de la lógica de los precios. En palabras de Drèze y Arnott (1994:7), Vickrey “no es un prisionero del paradigma competitivo”. Los instru-mentos analíticos de la economía siempre se quedan cortos y las decisiones rele-vantes tienen que tomarse en la esfera política. La decisión colectiva entre óptimos paretianos es de naturaleza política. Los modelos económicos son insuficientes para determinar, por ejemplo, el monto del subsidio y los grupos beneficiarios.

62. Además de los textos macro ya mencionados, ver Vickrey (1959, 1986, 1991, 1992, 1992b, 1992c,1993, 1993b).

63. “Vickrey ocupa un lugar privilegiado entre los economistas contemporáneos. Ya desde 1945 había esbozado las bases del utilitarismo moderno que posteriormente sería desarrollado por Harsanyi (1953, 1955). Introdujo el concepto de “posición original” (subyacente al de “velo de ignorancia”), que es central para la construcción de la Teoría de la Justicia (Rawls, 1971)” (Drèze y Arnott, 1994:5).

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Tampoco hay manera de saber por fuera del espacio político, cuál es el valor de la compensación que debe dársele a las familias pobres que están obligadas a utilizar los servicios públicos a las horas pico, cuando las tarifas son más altas. Estas decisiones, dice Vickrey, tienen que ser tomada por el Concejo de la ciu-dad de New York. Este llamado insistente a la esfera política es la mejor prueba de que el sistema de Vickrey es abierto. El autor muestra, una y otra vez, que la lógica económica se agota y que los problemas de la sociedad siempre terminan resolviéndose en la esfera política.

La micro tiene implicaciones normativas sustantivasPor su misma naturaleza, la micro de Vickrey, la microestática, es normativa.

Y para clarificar los términos de la discusión sin necesidad de entrar en los detalles de la microestática, es pertinente afirmar que los temas que considera Vickrey en microestática son cercanos a la microeconomía, tal y como la conocemos hoy en los libros de texto (teoría del consumidor, teoría del productor, monopolio, economía del bienestar, introducción a la teoría de juegos, etc.). El acercamiento de Vickrey es interesante por dos razones. Primero, porque los problemas convencionales de la micro los enfoca desde una óptica analítica más rica. Y segundo, porque la di-mensión normativa aparece como una dimensión consustancial. A continuación me refiero a este último aspecto. La reflexión micro es más interesante precisamente porque incorpora los aspectos normativos.

Para ilustrar el significado de las implicaciones normativas sustantivas vale la pena traer a colación la crítica que le hace Walras (1926:53) a la definición de economía política propuesta por Smith (1776). En la Riqueza de las naciones, Smith define dos objetivos de la economía política. El primero es “ofrecer un ingreso pleno, o de subsistencia para la población”. Y el segundo, “garantizar que el Estado, o la nación, dispongan de los recursos suficientes para suministrar los servicios públicos”. La riqueza del pueblo y del soberano está garantizada si ambos propósitos se cumplen. La definición de Smith es consecuencialista porque los resultados importan más que el método. A Walras no le satisface la definición de Smith porque no distingue los aspectos relacionados con la ciencia, que corresponden a lo que Walras llama la “economía pura”, de los temas que tienen que ver con la aplicación de los principios de la ciencia a la industria, o al arte. La mezcla de la ciencia y el arte genera confusión. Para poder avanzar en la comprensión de la naturaleza de la disciplina económica, Walras propone distin-guir entre la ciencia, o la teoría pura; la industria, o el arte, que tiene que ver con la transformación que hace el hombre de la naturaleza; y las instituciones, que se refieren a las relaciones que establecen los hombres entre sí. Smith, dice Walras,

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no se concentra en la comprensión de la naturaleza de la ciencia porque termina definiendo “la ciencia por sus aplicaciones”.

En otras palabras, Smith se mueve en el campo de la teoría aplicada y no en el de la teoría pura. La naturaleza de la ciencia no puede confundirse con sus resultados prácticos. No es pertinente afirmar, por ejemplo, que la astronomía es la ciencia que se encarga de la navegación de los barcos. Gracias a la astronomía los barcos pueden orientarse mejor, pero la naturaleza de la astronomía no puede reducirse a las técnicas de navegación. Tampoco tiene mucho sentido decir que el objeto de la ingeniería es la construcción de puentes. El conocimiento científico, concluye Walras, tiene que ver con los elementos puros y no con las aplicaciones.

La distinción walrasiana entre ciencia, arte e instituciones llevó a los autores neowalrasianos a identificar el arte y las instituciones con la ética y la economía pura con la neutralidad valorativa. Diferencio a Walras de sus seguidores neowal-rasianos porque no hay una línea de continuidad64. Aunque Vickrey no entra en la discusión walrasiana sobre la ciencia, el arte y las instituciones, esta distinción facilita la comprensión de su búsqueda teórica. Desde la perspectiva de Walras es claro que la mayoría de la obra de Vickrey correspondería a la ciencia pura. Pero a diferencia de los neowalrasianos, Vickrey introduce la dimensión normativa en el campo de la teoría pura. La ética no es un tema de la economía aplicada, sino que es constitutiva de la economía pura. A partir del lenguaje de Walras podría decirse que la micro de Vickrey es un intento por poner en evidencia la dimensión del otro (las instituciones) desde la formulación de los teoremas básicos de la ciencia. En otras palabras, para Vickrey la pregunta por el otro es consustancial a la economía pura. El autor trata de llevar hasta sus últimas consecuencias las implicaciones que se derivan del principio paretiano: La maximización del bienestar de cada individuo no puede ir en contra del bienestar de los demás. Frecuentemente se olvida que el postulado paretiano tiene en cuenta al otro. El punto de referencia del bienestar de cada persona es el bienestar del otro.

Utilidad y elecciónDespués de discutir las características de la función de utilidad y de mostrar

sus limitaciones técnicas relacionadas con la homogeneidad, separabilidad e in-dependencia, Vickrey (1945) piensa que es necesario introducir una función de utilidad que incluya la probabilidad y el futuro. La función de utilidad convencional

64. Clower y Howitt (1995:31) muestran que los neowalrasianos cada vez se alejan más de los planteamientos originales de Walras. Recuerdan, por ejemplo, que la imagen del subastador del modelo de equilibrio no es de Walras.

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no incorpora la probabilidad65. La función que propone Vickrey permite comparar escenarios alternativos de bienestar en un contexto incierto.

En estas reflexiones el autor no cuestiona de manera explícita la noción de utilidad66, aunque algunos de sus planteamientos dan pie para pensar que su per-cepción de la utilidad se aleja de Bentham y del utilitarismo clásico67. Menciono tres distanciamientos: i) Vickrey no es consecuencialista y cree en el contrato. Bentham piensa lo contrario. Es consecuencialista porque le importan los resul-tados y menosprecia la formalidad del contrato68. ii) El axioma fundamental de Bentham, “la máxima felicidad para el mayor número” resulta de una agregación por suma. Vickrey no propone agregar por suma sino elegir, bajo condiciones de igual probabilidad, entre las sociedades alternativas. iii) Vickrey acepta la noción de utilidad ordinal y no requiere, como Bentham, de la cardinalidad.

Vickrey tampoco pone en tela de juicio la percepción de la utilidad que tiene la microeconomía contemporánea. Sus críticas tienen que ver con las características técnicas y metodológicas de la función de utilidad, más que con la noción misma de utilidad. El autor tiene el mérito de que desde una noción estrecha de la utilidad logra mostrar aspectos éticos fundamentales como: La igualdad de oportunida-des, la simpatía69, la tensión entre libertad y equidad. Al poner en evidencia estos espacios Vickrey encuentra un camino para avanzar desde la elección individual hacia la elección colectiva.

Sin necesidad de cuestionar la noción de utilidad, el autor explota las poten-cialidades normativas de la microeconomía convencional. Asume todas las implica-ciones que se derivan de la lógica procedimental. Vickrey no es consecuencialista. Centra la atención en los aspectos deontológicos. Su pregunta fundamental no es por lo bueno sino por lo correcto y lo justo. Para él la dimensión deontológica es inherente y constitutiva de los teoremas económicos básicos. Si expresáramos esta idea en las palabras de Walras diríamos que los postulados éticos subyacentes al arte y a las instituciones, también son constitutivos de la economía pura.

65. En la maximización intertemporal de la función de utilidad diseñada por Samuelson (1937), hay futuro pero no probabilidad ni incertidumbre.

66. Como sí lo hace, por ejemplo, Sen (1979, 1979b, 1985c), quien no acepta la visión subjetiva del utilitarismo clásico. Sen diferencia tres niveles: welfare, well-being y agencia. El welfare es la noción más cercana a la utilidad de Bentham, y es afín a nociones como placer, felicidad, etc. El well-being tiene que ver con la concepción de simpatía de Smith (1759): Ponerse en los zapatos de los demás. Y el estado superior, la agencia, el ser agente, significa decidir libremente, aún en contra de la propia satisfacción.

67. Sobre el utilitarismo de Bentham, ver González (2003). Y sobre Mill, ver Pérez (2003).68. Bentham (1776) no está de acuerdo con dedicarle demasiado tiempo a discutir las características

del contrato porque finalmente lo que cuenta son los resultados.69. La simpatía es el sentimiento moral que lleva a cada persona a colocarse en los zapatos de los

otros (Smith, 1759:3).

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El primer aspecto que destaca Vickrey en su examen de la función de utilidad es la incertidumbre. El autor muestra que la reflexión sobre los estados futuros alternativos no puede hacer abstracción de la relevancia del otro. Propone una función de utilidad en la que se destacan dos dimensiones: El futuro y el otro. Reproduzco un párrafo que ya es célebre,

Desde el punto de vista teórico, la aproximación a la medición de la utilidad marginal a través de la “elección bajo riesgo” tiene la ventaja de que ofrece un vínculo directo con las cuestiones relacionadas con la distribución del ingreso y con la forma como se deben ir graduando los impuestos progresivos, especialmen-te cuando estos problemas se plantean desde la perspectiva de la maximización de la utilidad agregada. Si la utilidad se define como la cuantificación de la expectativa matemática que maximiza la decisión individual bajo condiciones de riesgo, entonces la maximización de la utilidad agregada del conjunto de la población es equivalente a escoger la distribución del ingreso que tal individuo escogería si se le preguntase de cuál de las variantes de la economía quisiese llegar a ser miembro, asumiendo que una vez que seleccione una economía particular con una distribución del ingreso dada, él tiene la misma probabilidad de estar allí que cualquiera de sus miembros (Vickrey, 1945:25).

Vickrey conjuga el tiempo y la otredad de tal forma que logra desarrollar simultáneamente tres aspectos sustantivos a la teoría de la utilidad: El riesgo, la elección colectiva y la simpatía.

La simpatía y el colocarse en los zapatos de los otrosPara Smith (1759:5) la simpatía es el sentimiento moral que lleva a las per-

sonas a tratar de ponerse en los zapatos de los otros. Hay simpatía cuando se mira el mundo desde la perspectiva del otro. El mayor nivel de la simpatía se identifica con la máxima de la cristiandad “ama a los demás como a tí mismo”. Este ideal, dice Smith, sigue siendo egoísta porque el amor a los demás se mide a partir del amor a sí mismo. Hay un nivel superior, el de la magnanimidad, que se guía por la regla “ámate a ti mismo como amas a los demás”. Como este sentimiento moral es tan excepcional, Smith opta por construir una teoría económica que sea compatible con la simpatía y el egoísmo impuro.

La simpatía de Smith llega hasta el punto de que la percepción que cada individuo tiene de sí mismo depende de cómo se siente observado por los demás. Así que mi visión de la mirada que los otros tienen sobre mí determina la propia autoestima. De aquí se deriva una conclusión fundamental: Ni siquiera el egoísmo puede entenderse sin la simpatía. Si la visión de mí mismo está influenciada por la forma como me imagino que los otros me ven, el egoísmo está mediado por el imaginario que tengo de la percepción que los otros tienen de mí.

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No es extraño, dice Smith, que quien se ponga en los zapatos del otro tenga sensaciones encontradas (admiración, envidia, etc.). La simpatía no se reduce al sentimiento de aprecio por el otro. Es más complicada. Al tratar de comprender la perspectiva del otro es necesario diferenciar: La motivación del acto, el acto mismo, y sus consecuencias. La forma de juzgar cada una de estas dimensiones es diferente. Puedo considerar, por ejemplo, que la motivación que impulsa a la persona es buena, a pesar de que el acto sea reprochable. La buena voluntad del agente no garantiza la bondad del acto. Las consecuencias, que pueden ser buenas o malas, son independientes de la motivación de la acción y de las características del acto. Smith es consciente de las complejidades inherentes a la simpatía, y acepta que de todas maneras, la simpatía supone un ejercicio de la imaginación. Puesto que nunca sabemos cuál es la percepción que el otro tiene del mundo, no queda más remedio que imaginarla70. A pesar de que Vickrey no hace referencias explícitas a la simpatía de Smith, su aproximación al otro tiene elementos comunes con la de Smith.

El óptimo de Pareto obliga a hacerse la pregunta por el bienestar del otro y, en este sentido, incorpora la simpatía. Con el ánimo de profundizar en la rela-ción entre el óptimo de Pareto y la simpatía, traigo a colación los dos teoremas del bienestar. El primero y el segundo teorema no son simétricos. Ambos son de naturaleza cualitativamente diferentes. El primer teorema, directo, explicita la relación que va del equilibrio de mercado al óptimo de Pareto. Y el segundo teorema, inverso, va en la dirección contraria: Del óptimo de Pareto al equilibrio de mercado. El análisis de los dos teoremas del bienestar puede hacerse desde tres perspectivas. La primera aproximación, que correspondería al teorema directo, la llamaré liberal. La segunda, que sigue la lógica del teorema inverso, es la revo-lucionaria (Sen, 1993). Y la tercera, que desconoce las complejidades inherentes a los dos teoremas del bienestar, la catalogaré de estrecha. Este último enfoque supone que los teoremas son simétricos.

La aproximación liberal comienza afirmando que en un proceso de contrata-ción, como el de la caja de Edgeworth, ninguno de los agentes necesita colocarse en la situación del otro, porque bastaría con que cada persona revelara, a través de las preferencias, su bienestar. Pero en la realidad el vínculo con el otro va más allá de la simple constatación de las preferencias del otro. Y de alguna forma el individuo termina poniéndose en la situación del otro. De ahí la imposibilidad de que exista un liberal paretiano (Sen, 1970b, 1983b, 1992b). El conflicto po-dría plantearse en estos términos: Aún en la formulación paretiana más sencilla

70. “Puesto que no podemos experimentar directamente lo que los otros hombres sienten, no lo-gramos tener una idea de la forma como los hechos los afectan, pero sí podemos imaginarnos lo que nosotros mismos podríamos sentir en una situación similar” (Smith, 1759:3).

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el bienestar del liberal afecta el bienestar del otro. Si el liberalismo se llevara hasta sus últimas consecuencias se caería en la dictadura, o en la imposición. Y si se busca evitar estas formas de dominación, aún en el caso más simple, el del liberalismo mínimo, debe contarse necesariamente con la posición del otro. La opción liberal, por radical que sea, es incompatible con el óptimo de Pareto. El liberalismo radical es impensable desde el óptimo de Pareto. La micro de Vickrey es consecuente con el postulado paretiano y por ello coloca en primer lugar la dimensión del otro.

El teorema inverso es revolucionario. Si el óptimo de Pareto es un equilibrio de mercado, entonces es posible iniciar el proceso de contratación al interior de la caja de Edgeworth con unas asignaciones de recursos que sean equitativas. Dado que todos los óptimos de Pareto alternativos conducen al equilibrio de mercado, el revolucionario escoge el que sea más equitativo. La polémica alrededor del óptimo de Pareto y la distribución del ingreso adquirió relevancia en el debate entre, de un lado, Lange y Taylor (1938) y, del otro, las ideas liberales defendidas por autores como Hayek (1935). Haciendo eco de la argumentación de Lange y Taylor, Sen (1993) ha retomado el segundo teorema del bienestar, diciendo que puede ser considerado un verdadero manual del revolucionario, ya que implica una reformulación sustantiva de las dotaciones iniciales71. Si cualquier óptimo de Pareto es un equilibrio de mercado entonces, se preguntaría el revolucionario, ¿por qué no iniciar el proceso de contratación a partir de un óptimo de Pareto que sea más igualitario que otro? La discusión es apasionante porque la pregunta ética es explícita, tal y como se observó en el debate propuesto por Lange y Taylor.

El acercamiento a Pareto desde la óptica liberal es más próximo al espíritu y a la preocupación de Vickrey, que la discusión que se plantea alrededor de la distribución del ingreso y del óptimo de Pareto, tal y como se desprendería del segundo teorema del bienestar.

Las dos aproximaciones a los teoremas básicos del bienestar, ponen de mani-fiesto la falta de completitud del principio paretiano. Los ordenamientos parciales (incompletos) de Pareto tocan ambos teoremas pero desde énfasis diferentes. La relación entre el equilibrio de mercado y el óptimo de Pareto obliga a pensar en la relación con el otro, y en la medida en que se avanza desde el liberalismo mínimo hacia la elección colectiva, se acentúan las imperfecciones que se desprenden de los ordenamientos parciales.

71. Refiriéndose al “teorema inverso”: “Si queremos utilizar el equilibrio de mercado competitivo para conseguir cualquier óptimo social, tenemos que disponer de la distribución inicial de re-cursos correcta y, dependiendo de cómo de equitativos sean nuestros objetivos, tal cosa podría exigir una reasignación total de las relaciones de propiedad de cualquier sistema de relaciones que hayamos heredado históricamente. El “teorema inverso”, pues, pertenece a un “manual del revolucionario” (Sen, 1993:127).

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Desde la lógica de Vickrey el primer teorema es mucho más interesante que el segundo. Acepta el principio paretiano pero muestra sus limitaciones. Busca poner en evidencia las implicaciones que se derivan del óptimo de Pareto aún desde la perspectiva del primer teorema del bienestar. Puesto que no es posible que exista un liberal paretiano, ni siquiera en la versión más ortodoxa del óptimo de Pareto puede hacerse abstracción de la utilidad del otro. Vickrey no construye un teorema de imposibilidad, sino que prefiere expresar el problema en función de la tensión entre liberalismo y equidad.

Vickrey hace un ejercicio en tres etapas. En la primera muestra que el equi-librio de mercado que es óptimo de Pareto no puede concebirse sin el otro. Y en la formación de los precios de equilibrio el impacto de la congestión debe ser considerado de manera expresa. En la segunda etapa plantea el problema de la elección entre óptimos de Pareto alternativos, y sin demasiados rodeos reconoce que la decisión final es de naturaleza política. Y en la tercera etapa examina los equilibrios subóptimos que se alcanzan por fuera del núcleo72. Hay situaciones, como las que se presentan cuando los costos marginales son decrecientes, en las que no es posible determinar los precios de equilibrio73.

Vickrey (1962b) analiza el significado económico de la filantropía y las conse-cuencias fiscales que se derivan de los subsidios y las exenciones que el gobierno le otorga a instituciones como las iglesias. Con respecto a la filantropía, reitera que en la vida real no opera el modelo rígido y “sin corazón” de la teoría del equilibrio general. La filantropía es un elemento constitutivo de la organización social. Sin ella la convivencia con los otros no sería “tolerable”. En este contexto las iglesias cumplen una función importante porque sirven de vehículo a los sentimientos filantrópicos. El autor considera que, en la medida de lo posible, deben evitarse los subsidios y las exenciones. Estas transferencias no son convenientes. Lo ideal sería que estas instituciones fueran financiadas por sus propios miembros. Es muy fácil que las organizaciones filantrópicas abusen y, sobre todo, nunca es clara la frontera que divide las actividades que el gobierno debe, o no, apoyar. Se pregun-ta si es pertinente que el Estado destine recursos para el cementerio de perros, para el grupo de alpinista amantes del Everest, para los discípulos de Sarasvati, para las hermanas auxiliadoras del purgatorio, etc.74. El mecanismo de precios es insuficiente para resolver los dilemas que plantean las situaciones que acabo de

72. Sobre el significado de los equilibrios por fuera del núcleo, ver Vernon Smith (1974).73. El sistema de precios también opera de manera muy imperfecta en el caso de bienes como la

educación y la salud.74. Los abusos son de muy diverso grado. Pueden ir desde el uso que hace una iglesia, sin ninguna

compensación, del parqueadero público ubicado en su vecindad, hasta acuerdos más complejos como los que se presentan entre una religión específica y el Estado.

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describir. En estos casos, por fuera del núcleo, los precios operan de manera muy imperfecta y no queda más camino que recurrir a los acuerdos razonables.

Al examinar el comportamiento económico de los donantes deben considerarse dos aspectos. Por un lado, la satisfacción que siente el donante. La contribución voluntaria causa una satisfacción que es, por lo menos, igual a la que la persona habría experimentado gastando el dinero de otra manera. Pero, adicionalmente, el comportamiento del donante incentiva el sentimiento altruista de otros. La donación de A mejora el estándar de vida de X, Y, Z. E, igualmente, estimula el sentimiento altruista de B y C. Y se crea un círculo virtuoso porque las contribu-ciones voluntarias de B y C confirman la bondad de la acción de A, quien mejora su propia satisfacción. Inclusive, para forzar las contribuciones voluntarias de B y C, el primer donante (A) puede exigir una contrapartida. Este mecanismo, de interacciones positivas, puede ser contrarrestado por otro, de relaciones negativas, que se deriva de la competencia ente A y B.

En la gráfica 1 se describe el comportamiento económico del donante. El nivel de ingresos se representa sobre el eje horizontal. Los estados de ánimo del donante pueden ser de empatía (E) o de rivalidad (R). En la parte superior de la gráfica, la curva E

A(Y) indica el bienestar que siente el donante A por la satisfac-

ción del beneficiario. La intensidad de la curva depende del temperamento de A. En el extremo derecho se presenta una situación excepcional, que correspondería a la actitud de un donante carismático, que se siente muy bien con la satisfacción de los otros. Recordando a Smith, este nivel carismático podría ser alcanzado por una persona muy rica animada por los sentimientos propios de la máxima de la cristiandad, o de la magnanimidad.

La gráfica 1 muestra los sentimientos de rivalidad. La curva RA(Y) es más

pronunciada que EA(Y) pero con una varianza menor. Rápidamente cae a cero. La

empatía es un sentimiento positivo y la rivalidad negativa. De la diferencia entre ambas resulta la curva de interacción neta N

A(Y). Antes del punto A es positiva,

y después se vuelve negativa, dado el gran peso que tiene el sentimiento negativo de rivalidad. La actitud carismática no alcanza a ser contrarrestada por la rivali-dad, que en esos niveles ya es cero. La utilidad marginal del dinero U

A(Y) sigue

la tendencia usual. A medida que el ingreso es mayor, la utilidad del dinero va disminuyendo.

El balance final, o la utilidad marginal de las contribuciones MA(Y), se repre-

senta en la gráfica inferior. MA(Y) resulta de multiplicar N

A(Y)*U

A(Y). M

A(Y),

dice Vickrey, incorpora un “efecto contagio” difícil de precisar. Puesto que en el área que está a la izquierda de la línea vertical, la utilidad marginal del dinero es mayor, la satisfacción del donante alcanza sus puntos máximos en V, W. Estos niveles son superiores, incluso, a los que consigue el carismático (puntos K, L

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a la derecha de la línea vertical). La persona carismática de nuestro ejemplo es muy rica, y como la utilidad marginal del dinero que entrega es muy pequeña, la satisfacción puede ser menor a la que experimenta un donante menos rico y menos carismático.

El nivel de ingresos (Y) se representa en el eje horizontal. A es el donante. La empatía de A es EA. La rivalidad es RA. La interacción neta entre la empatía y la rivalidad es NA = EA-RA. La utilidad marginal del dinero para la persona A es UA. El balance final, o la utilidad marginal de las contribuciones es MA = NA*UA.Fuente: Vickrey (1962b:511).

Gráfica 1. El estatus económico del donante

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El ejercicio realizado por Vickrey pretende mostrar que las motivaciones que intervienen en la acción humana son de muy diversa índole. Y no obstante su complejidad, deben ser una preocupación central del análisis económico. La incidencia de la filantropía en la actividad económica puede pensarse por el lado de los impuestos. Dependiendo de la legislación, en mayor o menor grado, la fi-lantropía es un sustituto de los impuestos. Ya señalé algunos de los inconvenientes que le ve Vickrey a una política gubernamental que incentive la filantropía. Pero como el sentimiento humano de la filantropía es inevitable, la sociedad siempre tendrá que convivir con donantes que actúan por motivos muy diversos (amor, rivalidad, prestigio, ambición, etc.). Y aunque los costos de la filantropía pueden ser muy altos, es imposible fijar el nivel óptimo de donaciones75.

El futuro para cada persona es inciertoAl proponer la función de utilidad con una perspectiva de futuro, Vickrey

vincula la elección colectiva con la necesidad de colocarse en los zapatos del otro. Para resolver el conflicto entre las elecciones privada y colectiva el autor propone avanzar por etapas. En un primer momento supone que cada persona tiene cono-cimiento de las características de los mundos alternativos. Posteriormente, en un segundo momento, el individuo imagina cuál puede ser su bienestar en cada uno de los mundos posibles y escoge el mejor. En una tercera etapa la persona acepta que la equiprobabilidad es la regla de juego fundamental: Cada individuo tiene la misma probabilidad de ocupar cualquiera de los roles ofrecidos en el mundo preferido. Y finalmente, en la cuarta etapa, se realiza un sorteo con el fin de de-terminar cuál es la posición que cada quien ocupa en el mundo seleccionado.

Estas cuatro etapas se perciben mejor retomando la analogía que propone Vickrey. Supóngase que del puerto de Nueva York parten, de manera simultánea, barcos a diferentes islas. Para cada isla sale el barco una sola vez, así que no hay posibilidad de regresar para cambiar de destino. Cada isla tiene característi-cas particulares que los pasajeros conocen. Por ejemplo, la isla Aphrodita ofrece condiciones que favorecen la vida de los amantes. En la isla Hércules se propicia el desarrollo de las artes marciales. En la isla Zephyrus se desarrollan activida-des que permiten conocer y aprovechar el comportamiento de los vientos. En la isla Hermes hay condiciones favorables para los viajeros y comerciantes. Y así sucesivamente.

75. Sería muy interesante, dice Buchanan (1994), que la sociedad no tuviera que pagar el costo de los predicadores que son los principales promotores de los sentimientos de filantropía y de amor a los demás. Y al igual que Vickrey, Buchanan tampoco logra precisar cuál puede ser el balance óptimo entre los beneficios y los costos de la filantropía.

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Los requisitos de la primera etapa se cumplen una vez que cada viajero co-noce los detalles de los diferentes destinos. Todas las personas tienen información completa sobre las características de cada isla. En un segundo momento, y una vez que el individuo conoce la naturaleza de las distintas islas, trata de imaginarse cuál sería su bienestar en cada uno de los posibles destinos. Y de acuerdo con su percepción del bienestar aborda el barco que se dirige a la isla de su preferencia. Una vez en el barco, y es la tercera etapa del proceso, se discuten las funciones que garantizan la vida en la isla. Se llega a un primer acuerdo en el que se definen las funciones y el número de personas necesarias para llevar a cabo la tarea. Por ejemplo, diez se dedican a preparar la comida, cinco a hacer el aseo, tres a organi-zar la infraestructura física, etc. Este ejercicio imaginativo es realizado con plena conciencia de que habrá un sorteo, con equiprobabilidad, para determinar quien desempeña cada oficio. Puesto que todas las personas tienen la misma probabi-lidad de terminar realizando las tareas molestas, es muy factible que en el barco se decida que tales actividades son rotatorias. La equiprobabilidad garantiza que la forma de distribución de las tareas sea la más favorable a todos. Y finalmente, es la cuarta etapa, se hace el sorteo.

Agregación y elección colectivaEn opinión de Arrow (1994:14), Drèze y Arnott (1994:5) la solución que pro-

pone Vickrey (1945:25) al problema de elección colectiva se anticipa al principio de equiprobabilidad de Harsanyi (1953, 1955), y al velo de ignorancia de Rawls (1971b). Antes de Rawls, Vickrey (1945) y Harsanyi (1953, 1955) ya habían for-mulado acercamientos a la justicia como imparcialidad. Ambos autores identifican la imparcialidad con la equiprobabilidad76. Harsanyi va más lejos que Vickrey y

76. “(...) un juicio de valor sobre la distribución del ingreso alcanza la mayor impersonalidad posible si quien realiza dicho juicio escoge una distribución del ingreso específica, ignorando comple-tamente cuál sería su posición relativa (y la de quienes están cerca de su corazón) en el sistema elegido. Ello sería equivalente a si la persona tuviera exactamente la misma probabilidad de obtener la primera posición (correspondiente al ingreso más alto), o la segunda, o la tercera, etc., hasta la última posición (correspondiente al ingreso más bajo) disponible en el abanico de alternativas” (Harsanyi, 1953: 434-435. Subrayado mío).

“En efecto, los postulados éticos propuestos en las secciones II y III —o sea los postulados D, E y c— pueden ser considerados simplemente como una definición implícita de la clase de actitud “imparcial” o “impersonal” que se requiera para hacer resaltar las preferencias “éti-cas”: Estos postulados sirven esencialmente para excluir las preferencias subjetivas no éticas de las funciones de bienestar social. Sin embargo, este objetivo se puede lograr, también, más directamente, definiendo en forma explícita la actitud imparcial e impersonal que se requiere. En otra ocasión sostuve (Harsanyi, 1953) que las preferencias de un individuo satisfacen este requerimiento de impersonalidad, si indican la situación social que escogería cuando no supiese

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afirma que en presencia de equiprobabilidad no importa que la persona sepa cuál sería su situación en uno de los mundo alternativos. La lectura post-rawlsiana del texto de Harsanyi permite concluir que cuando se garantiza la equiprobabilidad el velo de ignorancia es redundante.

Si se acepta que en condiciones de velo de ignorancia una de las reglas posibles es la equiprobabilidad, habría convergencia entre ambos principios. La equiproba-bilidad implica la ignorancia. Pero en condiciones de velo de ignorancia se puede ir más allá de la equiprobabilidad. Puede afirmarse, por ejemplo, que las personas en las peores condiciones recibirán un tratamiento privilegiado. Esta regla de maximin es compatible con el velo de ignorancia porque ninguno de los participantes sabe si en el futuro tendrá un accidente y será una de las personas débiles. Pero la norma de maximin ya no encaja tan fácilmente en un postulado de equiprobabilidad, a no ser que se vaya restringiendo la cobertura con postulados como: Todas las personas con un handicap del tipo x tendrán un tratamiento igual.

La justicia en la perspectiva de Walras tiene tres dimensiones: i) justicia como imparcialidad, ii) justicia como equidad, iii) justicia como tratamiento igual. La justicia como imparcialidad es, al decir de Rawls, el significado más intuitivo de la justicia. Vickrey introduce la imparcialidad sin entrar en discusiones detalladas sobre su significado. Antes de proponer una definición precisa de la imparcialidad, Vickrey prefiere formular alternativas de financiación en las que la imparcialidad opera. Al exponer las características de los distintos sistemas de financiación, Vickrey identifica equidad e imparcialidad. Y la equidad tiene connotaciones di-ferentes, porque sus facetas son muy diversas. Normalmente la equidad suele identificarse con la equidad en términos de ingresos. La llamada equidad vertical supone que quien recibe más paga más. La equidad horizontal parte del principio de que ingresos iguales pagan el mismo impuesto.

Vickrey aplica el principio equiprobabilidad a múltiples situaciones de la vida social. Menciono el caso de gerrymandering (gráfica 2). La gerrymandering se presenta cuando la distribución espacial de los distritos electorales lleva a que la proporción de los representantes de un determinado partido supere la que resultaría del número de electores. La gerrymandering es una práctica censurable cuando la división espacial se realiza con el propósito de favorecer los intereses de un cierto partido. En líneas generales, es claro que la proporción de los representantes de

cuál sería su personal posición, sino que tuviese una probabilidad igual de obtener cualquiera de las posiciones sociales existentes en esta situación, desde la más elevada hasta la más baja. Por supuesto, no importa que este individuo ignore, en realidad cómo afectará su elección a sus intereses personales, o que se olvide de ese conocimiento mientras decide su elección” (Harsanyi, 1955: 74-75, subrayado en el texto original).

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Con el fin de evitar cualquier tipo de arbitrariedad, la escogencia de los distritos electorales debe responder a un proceso “completamente mecánico”, en el que “no haya ningún espacio para la elección humana” (Vickrey, 1961b:495). El procedimiento debe ser de tal naturaleza que el desenlace sea impredecible. Debe buscarse, entonces, que las personas que participan en el proceso no puedan afectar el resultado con sus preferencias partidistas. Para evitar que conozcan el desenlace final, en el camino debe introducirse un elemento aleatorio.

Para determinar los distritos de votación allí donde no existan, debe iniciarse un proceso cuyo punto de partida sea la información del censo de población. En-

Gráfica 2. Dos ejemplos de “gerrymandering”

Gráfica A - Situación inicial

Gráfica B - Alternativa 1 Gráfica C - Alternativa 2

cada partido según las áreas geográficas y según el número de electores no tiene por qué coincidir. Observa Vickrey (1961:495) que la representación geográfica suele ser ligeramente mayor que la correspondiente a la población. En principio, habría gerrymandering si “la minoría de los votos elige un número de representantes más que proporcional” (Vickrey, 1961b:495). Aceptando la pertinencia de este postulado básico, el problema radica en determinar el margen de diferencia permisible, o el límite más allá del cual la práctica puede ser considerada dolosa.

Suponga dos partidos políticos: El gris y el blanco. La distribución geográfica de la población según la simpatía partidista se presenta en la gráfica A. Es claro que el partido gris predomina en las regiones por donde cruzan las diagonales del rectángulo. El país debe dividirse en cuatro distritos electorales, y cada uno nombra un congresista. La distribución de la población en los cuatro distritos electorales puede hacerse de muy distintas maneras. Entre las alternativas posibles se escogen dos representadas por las gráficas B y C. En el escenario 1 (gráfica B), el partido gris nombra 4 congresistas. Con la alternativa 2 (gráfica C), el partido gris elige 2 congresistas y el partido blanco otros 2.Los diversos escenarios presentados en la gráfica han sido construidos a partir de Vickrey (1961b:494-495).

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tre la población que no ha sido asignada a ninguno de los distritos electorales, se escoge de manera aleatoria una zona que llamamos A. El siguiente paso consiste en determinar cuál de las zonas censales que no están asignadas a ningún distrito electoral se encuentra más lejos de A. Esta nueva zona es B. Y una vez situados en B, se van agregando las vecindades más próximas sin asignación hasta que la cuota de población ha sido alcanzada. En cada etapa del proceso, la cuota de población (CP) es igual a la relación entre la población sin asignación (PSA) y los escaños sin asignación (ESA), así que CP = PSA/ESA. Delimitado el nuevo distrito electoral se vuelve a A y, otra vez, se busca la zona censal sin asignación que esté más distante. Digamos que es C. Y desde C se repite el ejercicio reali-zado en B. El espacio sin asignación se va reduciendo a medida que el proceso iterativo avanza.

Con este artículo Vickrey muestra que es factible encontrar un método trans-parente para delimitar distritos electorales. Y la pureza del método nace de la imposibilidad de conocer el resultado del proceso. La escogencia de A es aleatoria. Incluso, podría aumentarse la incertidumbre si después de seleccionar el distrito electoral B, se vuelve a escoger de forma aleatoria un nuevo A. Vickrey termina el artículo expresando su confianza en que los políticos honestos acepten la bondad de un método como el propuesto.

Tal vez Vickrey cree demasiado en la equiprobabilidad. Sen (1970) critica el excesivo entusiasmo con el que suele defenderse una regla de esta naturaleza. La equiprobabilidad es un método apropiado pero insuficiente para determinar lo bueno. Un juego de ruleta rusa cumple con el principio de equiprobabilidad pero puede ser censurado desde el punto de vista ético. Un determinado grupo de personas, como los pasajeros que se dirigen a una de las islas, puede decidir que uno de ellos sea el esclavo. Para Sen esta sociedad no tendría ninguna justificación ética así todas las personas hubieran estado de acuerdo en participar en el sorteo, con igual probabilidad, para decidir quién es el esclavo.

Y en cuanto al velo de ignorancia que se deriva de la equiprobabilidad, traigo a colación la crítica de Habermas a Rawls. Para Habermas el velo de la ignoran-cia deja por fuera los problemas ligados a la acción comunicativa y al diálogo. No es claro cuál es el mecanismo a través del cual se llega al acuerdo. El velo de ignorancia supone un compromiso primigenio. Es un a priori no demostrado. En el planteamiento de Rawls no hay una explicación suficientemente clara de la forma como las personas se ponen de acuerdo sobre el mundo futuro que juzgan más apropiado. No basta con que las personas decidan cubiertas con el velo de ignorancia. Es indispensable, además, que se tenga en cuenta la forma como estos individuos desprevenidos, y sin segundas intenciones, se ponen de acuerdo sobre lo bueno.

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Neutralidad y progresividad de los impuestosPor el lado tributario Vickrey (1947) considera que, en principio, el sistema

impositivo debe ser neutral en el sentido de que no afecte la decisión económica de los agentes. La progresividad tiene que responder a un propósito expreso de la política económica, y sus implicaciones sobre la estructura tributaria y la actividad económica deben ser lo más transparente posibles77. La neutralidad sirve como punto de referencia para captar las dimensiones del tributo progresivo.

El impuesto es progresivo si “la tasa varía en una proporción mayor que la base”. Mientras que el propósito distributivo no sea claro y explícito, el sistema tributario debe ser lo más neutral posible. Un sistema impositivo es neutral si no afecta las decisiones individuales. Evidentemente, la disminución del ingreso se refleja en un menor consumo. La capacidad de demanda es mayor antes que des-pués de los impuestos. Y la definición de la neutralidad no pretende desconocer este hecho. La neutralidad significa que la caída en la demanda es proporcional, así que la estructura de consumo no cambia. El sistema impositivo es neutro si los tributos no modifican el orden de preferencias, y si el peso que tiene cada bien en la estructura de consumo no cambia.

Entre las medidas que Vickrey (1947) propone para mejorar la progresividad del sistema tributario mencionamos las siguientes. i) El impuesto a las ganancias de capital no debe tener privilegios y tiene que ser igual al de los otros ingresos. ii) Las exenciones a los intereses de los bonos del Estado y de los gobiernos locales deben ser reemplazadas por un crédito tributario fijado como un porcentaje de los intereses. iii) Los intereses provenientes de los seguros de vida deben incluirse en el ingreso imponible. iv) Se deben definir períodos de tiempo que permitan hacer un “saldo de cuentas” con la administración tributaria.

La tributación anual está muy marcada por los ciclos de corto plazo, y ello hace que los ingresos que más dependen del ciclo tengan, de hecho, un tratamiento fiscal distinto a los ingresos originados en actividades menos volátiles. Vickrey (1939, 1945d, 1947, 1972b) se preocupa por analizar de qué manera podría defi-nirse un sistema impositivo que sea neutro con respecto al momento en el que se generan o se informan todas las formas de ingreso. Para corregir las iniquidades intertemporales de cualquier sistema tributario, cada cierto tiempo debe hacerse un corte de cuentas con el fisco de tal forma que los impuestos provenientes de los ingresos cíclicos terminen siendo similares a los originados en los ingresos estables.

El autor muestra la tensión entre los impuestos de carácter general, que se determina en función de la capacidad de pago, y los tributos que están asociados al

77. Ver, además, Due (1947).

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beneficio del contribuyente. La frontera entre las dos modalidades de financiación es etérea. En parte porque los bienes no son homogéneos. Y también porque la modalidad de oferta del servicio incide en la demanda y en la manera de revelar las preferencias78.

En las consideraciones que hace Vickrey sobre la financiación de los servi-cios públicos destaca la relevancia del principio de la capacidad de pago frente al principio de beneficio. La progresividad de los impuestos tiene que ver con la capacidad de pago. Y la neutralidad está relacionada con el principio de beneficio. La aplicación de los postulados correspondientes a la capacidad de pago es más apropiada en el caso de los bienes que están más alejados de la lógica de los precios. A medida que el bien se va acercando a los criterios de mercado el principio de beneficio adquiere mayor relevancia. Vickrey pone en evidencia la tensión entre los dos principios. Y concluye que el conflicto no tiene solución. No cae en la tentación de considerar que uno de los polos que marca la tensión es mejor que el otro. Autores como Becker79 optan, claramente, por el principio de beneficio que lo considera más adecuado que el de capacidad de pago.

La teoría del capital humano en las versiones de Mincer, Blaug y Becker80 asocia el ingreso de la persona a los años de educación y a la experiencia laboral. Esta aproximación ha tenido gran aceptación, especialmente entre las entidades de crédito multilateral. Los modelos de capital humano colocan en primer plano la relación costo/beneficio desde la perspectiva individual. La secuencia del análisis es clara: La persona, que decide estudiar en lugar de trabajar, incurre en un costo (en términos monetarios y de tiempo), que posteriormente puede compensar, una vez que se vincule al mercado laboral. Se espera que el ingreso laboral sea mayor que los costos en los que incurrió el trabajador durante el tiempo de su formación. Este enfoque individualiza la relación costo/beneficio. Los afanes por estimular la eficiencia y al competitividad en el sector educativo han llevado a darle una importancia central a la individualización de la relación costo/beneficio.

En este marco se inscriben las propuestas que estos días están haciendo el FMI y el BM con el ánimo de incentivar el crédito educativo. La individualización a la que lleva la dinámica del crédito, establece una obligatoriedad de pago bajo el supuesto que el salario que recibirá la persona es, por lo menos, suficiente para

78. Si es ofrecido por empresas privadas que cobran una tarifa por unidad de consumo, la lógica de financiación es más cercana al principio de beneficio. Si, en cambio, el servicio es ofrecido de manera gratuita por una entidad pública a quien lo solicite, la forma de financiación corresponde más a la capacidad de pago.

79. Ver, por ejemplo, Becker (1962, 1968, 1973, 1974, 1974b).80. Por ejemplo, Mincer (1958, 1974), Blaug (1965, 1972), Becker (1962, 1968, 1973, 1974, 1974b,

1976, 1976b, 1981).

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pagar el crédito. Pero el modelo de capital humano es frágil porque el equilibrio entre ingresos y gastos puede romperse fácilmente. Si por alguna razón el trabajador no encuentra empleo, o si el salario no es suficiente, el equilibrio financiero no se cumple. El estudiante que desea inscribirse en filosofía o historia romana tiene dificultades para conseguir el préstamo si el acreedor considera que la inversión es riesgosa. Y en caso de que consiga el crédito, el estudiante no tiene ninguna certeza de que en el futuro los ingresos laborales sean suficientes para pagarlo. Al individualizar la relación costo/beneficio, la persona termina llevando sobre sus hombros toda la sanción del mercado.

Vickrey aborda el tema de la financiación de la educación desde una perspectiva más global. El autor expresa su simpatía por la declaración de renta como criterio para evaluar el efecto de la educación en el ingreso. Con esta información puede determinarse una tasa que explicite la corresponsabilidad del egresado frente a la sociedad. Bastaría, dice Vickrey, con preguntarle a la persona en la declaración de renta, de qué universidad es egresado. Y esta información, conjuntamente con el ingreso, se convierte en un insumo muy poderoso para definir criterios de finan-ciación de la educación. El Estado conoce el ingreso de la persona y, además, sabe de dónde es egresado. Desde el punto de vista de la equidad el gobierno podría decidir, por ejemplo, que a un mismo nivel de ingreso las personas que terminan sus estudios en una universidad pública pagan un porcentaje por el que no tienen que responder los egresados de las universidades privadas. Esta alternativa tendría dos ventajas. La primera es la socialización del riesgo. Y la segunda la introducción de un principio de beneficio que no riñe con la equidad, y que puede mejorar los recursos de las universidades públicas.

La socialización del riesgo rompe la visión individual que marca la financiación a través del crédito. La afirmación subjetiva del riesgo tiene el inconveniente de que amarra la decisión sobre la escogencia de la profesión a la demanda del mercado. Puesto que la persona debe pagar el crédito, tiene que estar atenta a la selección de una carrera que le permita obtener los recursos necesarios para responder por la deuda. Esta lógica es perversa porque la persona no selecciona los saberes que puedan ser más pertinentes desde el punto de vista individual y social.

El segundo aspecto tiene la ventaja de que evalúa el ingreso ex-post, una vez que la profesión ha sido filtrada por el mercado. Si el mercado reconoce la perti-nencia de la profesión a través de un mejor ingreso, la persona puede contribuir con la universidad pública por la vía impositiva. Quien ha recibido educación gratuita, o subsidiada, y posteriormente es reconocido por el mercado, debe contribuir a la financiación de la universidad.

En fin, Vickrey acepta que el conflicto entre eficiencia y equidad es insolu-ble. Ningún sistema tributario puede conjugar sencillez, eficiencia y equidad. No

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queda más remedio que hacer un compromiso, siempre incompleto e imperfecto, entre eficiencia y equidad. Y es inevitable que la inclinación hacia cualquiera de los dos lados de la balanza termine riñendo con la simplicidad.

El costo marginal social de corto plazoVickrey introduce la categoría costo marginal social de corto plazo (CMSCP),

que le permite explicitar la dimensión del otro, y los límites intrínsecos de la lógica micro. Desde esta perspectiva deben entenderse el costo marginal social de corto plazo. El autor le da especial importancia a la situación de las empresas que tienen costos marginales decrecientes. Centra la atención en algunos servicios públicos y en las aerolíneas. Explico el significado de la categoría por partes. Comienzo con el costo marginal (CM), continúo con el costo marginal de corto plazo (CMCP), y termino con el costo marginal social de corto plazo (CMSCP).

Vickrey considera que el costo marginal debe ser el punto de referencia para la determinación de los precios. Trata de llevar hasta sus últimas consecuencias la relación entre el costo marginal y el precio. Piensa que no es conveniente re-nunciar a la relación entre el costo marginal y el precio, ni siquiera cuando los costos marginales son decrecientes. Siempre debe ser mantenida como un punto de referencia.

La teoría económica tiene dificultades para determinar el precio cuando los costos marginales son decrecientes. Si el precio se fija de acuerdo con el costo marginal, habría un momento en que el precio sería cercano a cero. El costo mar-ginal del último pasajero que sube a un avión es una gaseosa y un sandwiche. El costo marginal del minuto de una llamada telefónica también va disminuyendo a medida que el servicio se utiliza más. Cuando el costo marginal es decreciente, dice Vickrey, es muy fácil caer en la tentación de recurrir a los precios regulados. Pero, en su opinión, esta solución no es adecuada. Los precios regulados son exógenos y su distanciamiento del costo marginal siempre es arbitrario. La instancia que determine dicho precio (comisión de regulación, secretaría de servicios públicos, etc.) puede actuar con criterios que se alejen demasiado de la lógica del mercado. Para Vickrey el costo marginal debe mantenerse como el punto de referencia.

Y entre el costo marginal de corto y de largo plazo, es preferible el costo marginal de corto plazo. El costo marginal de largo plazo (CMLP) es demasiado complejo de calcular. Los métodos de estimación existentes son heterogéneos y hay poco consenso sobre cómo medir componentes del costo tan neurálgicos como la depreciación. Además el tiempo conlleva la incertidumbre. Y en el largo plazo el desconocimiento es mayor que en el corto plazo. La estimación de los costos futuros tiene dificultades especiales relacionadas con la valoración de la tasa de

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rentabilidad esperada. Vickrey es muy escéptico sobre la posibilidad de precisar en el largo plazo, y desde la perspectiva intergeneracional, el balance entre el beneficio y el costo. El costo marginal de corto plazo tiene la ventaja de que establece una relación directa, en el momento presente, entre el beneficio recibido y el pago correspondiente. En otras palabras, el CMCP es más transparente que el CMLP.

El autor reconoce que el costo marginal de largo plazo tiene bastante acogi-da. Especialmente, porque tiene en cuenta el valor de la inversión futura. Pero, se pregunta Vickrey, ¿por qué la generación presente debe pagar los servicios de las generaciones futuras? El autor rompe la solidaridad intergeneracional, que es constitutiva del modelo de Barro (1974, 1976) y, en general, de los modelos de generaciones traslapadas. Piensa Vickrey que la generación presente debe mejorar los servicios, la infraestructura y, en general, las condiciones de vida. No importa que ello requiera aumentar la deuda. La próxima generación dispondrá de mejores medios y ella resolverá el problema del pago de la deuda. El ahorro presente en aras del bienestar de nuestros hijos no tiene mucho sentido. Importa, sí, que los dineros sean bien gastados, de tal manera que nuestros hijos encuentren en mundo mejor, así tengan que pagar la deuda.

Paso al tercer nivel de análisis. Al costo marginal de corto plazo Vickrey le agrega el calificativo de social. El costo marginal social de corto plazo es abordado desde dos perspectivas: La eficiencia económica y la dimensión del otro. El CMSCP es eficiente porque: i) mantiene el costo marginal como punto de referencia; ii) le permite a las empresas generar beneficios e, incluso, acumular para invertir en el futuro. Y la eficiencia es posible porque el CMSCP involucra la congestión, que es una forma de evidenciar la otredad.

La propuesta de Vickrey es muy sencilla en su formulación básica: La con-gestión debe ser castigada. Aunque cada persona es consciente de los costos aso-ciados a la congestión, motu propio no toma las precauciones necesarias para evitarla. Por tanto, es necesario crear incentivos para que las personas eviten la congestión. Y el mejor incentivo es el precio, así que la congestión es sancionada con un mayor precio.

La reflexión de Vickrey sobre los límites del análisis micro se manifiesta de varias formas. La fijación de las tarifas teniendo en cuenta la congestión es conveniente porque incorpora la dimensión del otro. Pero tiene la desventaja de que puede castigar injustamente a quienes están en la obligación de utilizar el servicio a las horas pico. Esta situación se presenta muy claramente en el caso de los obreros que deben tomar el metro para ir a su trabajo a una hora precisa. Algo similar sucede en las familias pobres con el consumo de energía. Tienen que cocinar los alimentos a determinadas horas, sin que les sea posible escapar a las franjas pico. La situación es muy distinta cuando se trata de llamadas telefónicas

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internacionales o de tiquetes de avión. En estos casos las tarifas más altas deriva-das de la congestión no están sesgadas en contra de nadie. La persona paga más simplemente porque prefirió llamar a determinada hora, o porque resolvió viajar en el último minuto. Sin duda, puede haber circunstancias en las que el margen de elección es muy estrecho, como cuando el individuo debe hacer la llamada a una hora específica, o cuando tiene que salir corriendo al aeropuerto porque un ser querido ha sido hospitalizado de urgencia. No parece difícil aceptar que estas circunstancias que constriñen el espacio de elección son de una naturaleza cua-litativamente distinta a las que impiden que los trabajadores pobres viajen en el metro en los momentos de menor congestión. Las inequidades que se presentan porque los pobres no tienen otro camino que usar algunos servicios básicos en horas pico (transporte, luz, agua, etc.), deben ser solucionadas razonablemente en la esfera política. Desde la economía no hay una respuesta única y por ello es indispensable recurrir a las alternativas políticas.

La presentación de Vickrey es esencialmente dinámica. Sería ideal que el precio se pudiera fijar en cada momento en función del nivel de congestión. Pero, en la práctica ello no siempre es posible y el precio debe determinarse ex-post, dependiendo de las horas en las que se presenta la congestión. Desde los años cincuenta Vickrey expresa una permanente preocupación por discutir los instru-mentos técnicos que permitan establecer en tiempo presente la relación entre el nivel de congestión y el precio. Menciona, por ejemplo, el conteo de automóviles y la determinación de las distancias recorridas mediante la instalación de radares en las carreteras. Actualmente ya hay mecanismos que permiten determinar, en tiempo presente, la relación entre el nivel de congestión y el precio. El valor de la llamada telefónica, por ejemplo, puede ser función del grado de congestión de la línea. Basta con que el consumidor digite el teléfono al que quiere llamar y se le informe cuál es el valor del minuto. Y la comunicación continúa sólo si la persona está de acuerdo con pagar la tarifa indicada.

El ejercicio analítico de Vickrey trata de aproximar la lógica de funcionamien-to de servicios como las carreteras, el transporte, los teléfonos, la energía, etc., a relaciones de mercado donde la utilidad marginal de cada persona explicite la demanda del otro. La utilidad marginal del individuo i es función de la utilidad marginal de j. La teoría de la utilidad marginal ha sido concebida sin referencia al otro, desconociendo las comparaciones interpersonales que son inevitables cuando hay congestión. En el debate sobre las comparaciones interpersonales suele hacerse explícita la preocupación por la unidad de medida. Pero Vickrey logra introducir las comparaciones interpersonales de tal manera que la discusión sobre la unidad de medida pase a un segundo plano. La solución no es conceptual sino práctica. Retomo el ejemplo de la llamada telefónica. El diferencial del tiempo de espera es

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una forma de expresar la heterogeneidad de las utilidades. Si los precios pueden determinarse en función del grado de congestión, el costo del tiempo de espera se sustituye por una mayor tarifa.

Cuando existe un precio regulado que es fijo, el usuario que desea llamar a una hora en la que la línea está congestionada, no tiene más remedio que esperar. La rivalidad lo obliga a pagar un costo que se expresa en el tiempo de espera. Esta lógica, dice Vickrey, es ineficiente porque la persona que desea usar el servicio a una hora específica no lo puede hacer. En estas circunstancias no hay lugar para ningún tipo de comparación interpersonal porque en un momento del tiempo la rivalidad se convierte en exclusión, hasta el punto que el usuario que queda por fuera ni siquiera puede revelar su preferencia. Peor aún, no puede usar el servicio. Esta forma de no revelación de preferencias es diferente a la que se presenta con los bienes públicos puros. En este caso sí es posible disfrutar del bien, ya que la persona no revela la preferencia pero está incluida. El sistema de precios regula-dos lleva, entonces, a una rivalidad que termina reflejándose en exclusión y en la imposibilidad de usar el servicio.

En lugar del precio regulado Vickrey propone evitar la congestión a través de un precio más alto. Si el precio sube con la congestión, se logra un doble propó-sito: i) se reduce la congestión y se estimula la eficiencia, ii) la persona revela la preferencia en función de las opciones de los otros, ya que la decisión del resto de personas está presente de manera directa en su elección.

Entre las perspectivas de Vickrey y de Walras hay una diferencia sustantiva. En Walras el precio sube porque el bien es escaso. En Vickrey el precio sube por-que hay congestión. En la oferta y demanda de Walras sólo hay bienes escasos. No importa si la escasez es ocasionada por el verano, o porque la víspera hubo mayor demanda. Walras únicamente considera al otro de manera indirecta, cuando relaciona los derechos de propiedad a la escasez. Pero en la determinación de la función de utilidad no importa el otro.

En la función de demanda, o de utilidad indirecta, hay un doble supuesto81. Primero, la utilidad del individuo i es independiente de la del individuo j. Y segundo, la utilidad que experimenta la persona por el consumo de cada uno de los bienes es independiente. La congestión de Vickrey responde a una función de utilidad de la forma u

i = u (x; u

j), siendo x el vector de bienes y u

j la utilidad de

la persona j. Otros autores también han propuesto funciones de utilidad altruistas pero la discusión ha girado alrededor de la función de utilidad de la familia82. El sentido altruista se percibe claramente en la propuesta que hace Barro (1974)

81. Ver, Samuelson (1937, 1938, 1938b).82. Ver, por ejemplo, Barro (1974), Becker (1976, 1976b, 1981).

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en su artículo clásico sobre la llamada equivalencia ricardiana. El bienestar de la generación presente depende del consumo actual y del bienestar futuro de la próxima generación. La perspectiva de Vickrey es más amplia. Se interesa, sobre todo, por la presencia del otro a través de los fenómenos de congestión, aunque reconoce la importancia de la filantropía y el altruismo.

Vickrey no discute el significado de una función de utilidad colectiva. Prefiere concentrarse en los aspectos más procedimentales83. No entra en la polémica que plantea Samuelson (1956) cuando critica las curvas de indiferencia comunitarias de Scitovksy (1942). Para Samuelson este tipo de función es demasiado general puesto que no es posible unificar las motivaciones y los comportamientos de todas las personas. La función agregada, continua Samuelson, apenas tendría sentido en el caso de las familias porque en dicho contexto es más plausible pensar en una motivación común, como la que se supone existe en una función de demanda unitaria. La preocupación por entender lo que sucede al interior de la familia se ha intensificado en los últimos años84. La reflexión de Sen también aborda el tema de la elección al interior de la familia pero la noción del otro desde una perspectiva más general85.

Pero el enfoque de Vickrey se diferencia de los anteriores en un punto crucial: El otro es incorporado en la teoría de los costos. El autor se preocupa por aplicar la dimensión del otro en todos los aspectos sustantivos de la micro. En este caso, en el análisis de los costos. Para Vickrey el otro importa en una dimensión diferente a la de Smith. Vickrey trata de asumir al otro desde los fundamentos de la micro. Lleva la preocupación de Smith hasta sus últimas consecuencias. Va tan lejos que, incluso, el espacio del otro le permite solucionar los vacíos de la teoría básica. La forma como el otro participa en la solución de inconsistencias lógicas del análisis

83. En una mesa redonda sobre los trabajos de Hirshleifer y Harberger (Jorgenson, Vickrey, Ko-opmans y Samuelson (1964), Vickrey opina que Harberger no debería centrar la atención en la medición de la ineficiencia de una opción entre varias alternativas sino, más bien, en la evalua-ción de la eficiencia a partir de la forma como el individuo escoge entre diversos métodos de elección. Estas apreciaciones muestran la naturaleza procedimental de la reflexión de Vickrey. Y sobre Hirshleifer acepta la idea de que la evaluación de la inversión del capital público se realice a partir de una tasa de interés propia. Pero observa que el riesgo del proyecto no puede analizarse de manera independiente. También debe considerarse el peso relativo que tiene cada inversión del capital público en el conjunto de las inversiones realizadas por el Estado. Cuando se examina la inversión pública total se presentan compensaciones porque los proyectos menos riesgosos soportan a los más riesgosos. Además, el conjunto de los proyectos estatales involucra a la población total y ello reduce el riego por persona.

84. Por ejemplo, Browning, Bourguignon, Chiappore, Lechene (1994), Bourguignon y Martínez (1996).

85. Sen (1985c, 1986, 1987c, 1990, 1992b, 1992c, 1995, 1999), Sen y Sengupta (1983).

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económico se ilustra muy bien con la dificultad que se presenta para definir los precios cuando el costo marginal es decreciente. En lugar de fijar un precio muy bajo acorde con el costo marginal, el precio debe tener en cuenta la congestión. Si ésta aumenta, el precio debe subir. Por este camino, la dimensión del otro se presenta como una alternativa a la inconsistencia de la teoría básica.

Vickrey considera que las soluciones que tratan de ser compatibles con la teoría convencional presentan muchas dificultades. El costo marginal social de corto plazo resuelve parte de los problemas pero no todos. Ya decía que la valoración del costo marginal tiene problemas intrínsecos. Además, el costo marginal social de corto plazo no se puede utilizar en todos los casos en los que se presentan costos marginales decrecientes.

Pero aún suponiendo que el principio del costo marginal social de corto plazo pueda aplicarse sin ningún problema, subsisten preguntas sobre la forma de determi-nar los precios de congestión. Es claro que la congestión debe ser desestimulada a través de un mayor precio. A diferencia de los precios regulados, la congestión tiene la virtud de que pone en evidencia los diferenciales que ocasiona la aglomeración en el sistema de precios. Frente a los precios regulados, los precios derivados de la congestión son sensibles al nivel de demanda en cada momento.

Pensando alternativas que favorezcan la justicia y que no interfieran con la equidad, propone la subasta de “segundo precio”, que también se conoce como la “subasta de Vickrey”86. Puesto que no hay individuos aislados, la subasta de segundo precio pone en evidencia la relevancia del otro y la necesidad de recurrir al espacio de lo razonable.

La idea del segundo precio es relativamente sencilla. En un proceso tendiente a otorgar una concesión, gana el proponente que ofrezca el mayor precio pero efectivamente tiene que pagar el valor ofrecido por el segundo proponente. Los participantes deben entregar sus propuestas en sobre cerrado, así que ningún parti-cipante conoce el monto ofrecido por los demás. A través de la lógica del segundo precio, Vickrey muestra las potencialidades de la maximización en presencia del otro. Si en algunas circunstancias la presencia de los demás lleva a situaciones subóptimas. Ahora, en el caso del segundo precio, la dimensión del otro tiene la implicación contraria: El precio propuesto por el segundo proponente (el otro) favorece la eficiencia.

La lógica del segundo precio es maximizadora desde la perspectiva de quien recibe los recursos. En efecto, el posible concesionario ofrece pagar más porque sabe que finalmente no tiene que responder por el monto que él ha prometido

86. Vickrey (1961). Sobre el tema, ver. Rothkopf y Harstad (1995), Rothkopf, Teisberg y Kahn (1990).

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sino por la suma fijada por el segundo proponente87. El mecanismo de segundo precio es preferible a la subasta de un sólo precio porque crea una doble tensión. De un lado, estimula el alza de todas las propuestas porque el participante tiene incentivos para subir el monto de su propuesta con el fin de ganar, pero sintiéndose tranquilo porque finalmente no debe pagar el monto elevado que propone. Los incentivos colectivos que halan las propuestas hacia arriba favorecen a la entidad que abre la concesión.

Vuelve a ser evidente el papel que cumple la ignorancia en el proceso de elección. Ninguno de los proponentes conoce el precio que va a pagar porque no sabe cuál es el monto ofrecido por el segundo proponente. La ignorancia favorece la imparcialidad. La subasta de segundo precio tiene dos ventajas. Por un lado, mejora la eficiencia. Y por otra parte, contribuye a la transparencia y a la imparcialidad.

El segundo precio de la subasta de Vickrey es consistente con su percepción del otro y con su postulado de razonabilidad. El comportamiento del otro no es conocido y, sin embargo, condiciona la preferencia e incentiva incrementos en el monto ofrecido. La solución final está marcada por la razonabilidad en la medida en que cualquier propuesta realizada por el individuo está condicionada por la percepción que cada quien tiene de las iniciativas del otro. Los individuos tratan de no hacer ofertas excesivas porque si todos lo hacen, el ganador se verá obli-gado a pagar un segundo precio muy alto. Es un proceso de maximización en el que la presencia del otro estimula el mayor valor y, al mismo tiempo, evita que el monto sea excesivo. El incentivo y el control están condicionados por el otro. El proponente no es un ser aislado que busca maximizar una función de beneficios, sino un individuo interactuando de manera explícita con otras personas.

En los acercamientos micro del libro de texto la presencia del otro no es tan clara como en Vickrey. Al poner de relieve la percepción del otro, el principio paretiano se presenta en toda su plenitud. Así que la subasta de segundo precio es perfectamente compatible con el óptimo de Pareto. Este acercamiento al óptimo es consecuente con el postulado que años más tarde expresa Sen (1970b): Es im-posible que exista un liberal paretiano. Para Vickrey sería claro que el liberalismo radical no es factible en virtud de la presencia del otro. En otras palabras, no hay liberalismo puro. La conclusión es similar a la percepción que tiene Smith de la simpatía y Edgeworth del egoísmo impuro. Ambos autores saben que los indi-viduos no pueden actuar por fuera de la perspectiva de los demás. Y, por tanto, reconocería que no hay razón para afirmar la existencia de un liberal paretiano. Vickrey, como Smith y Edgeworth, no es ingenuo y acepta la pertinencia de la interacción entre las personas.

87. Quizás sobra advertir que el ordenamiento de los proponentes depende del valor ofrecido.

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El teorema GHVLa disparidad entre precios y costos marginales, cuando éstos son decrecientes,

también se presenta en el caso de las ciudades. En The city as a firm (Vickrey, 1977), el autor muestra que la ciudad combina dos dinámicas: De un lado, las economías de escala; y de otro, los costos de transporte. Las economías de escala se derivan de las ventajas de la aglomeración. Pero junto a este aspecto positivo, la aglomeración puede llevar a un aumento de los costos de transporte. Vickrey muestra que el transporte en las aglomeraciones puede tener costos elevados, es-pecialmente a las horas pico. Aún después de incorporar los costos de transporte, y gracias a las ventajas de la aglomeración, los costos marginales podrían conti-nuar siendo decrecientes. Y si el precio se fija de acuerdo con el costo marginal, la empresa experimenta pérdida porque el costo medio total es más alto. El autor llama la atención sobre los costos intramarginales que se refieren al espacio que hay entre la curva de costos marginales y la curva del costo medio total. Para llenar la brecha entre el costo marginal y el costo medio total podría recurrirse a un subsidio. Pero los recursos para financiar este subsidio deben provenir de las mismas empresas que se favorecen de la aglomeración urbana. Gracias a la valorización de la tierra, fruto de las mejoras urbanas, los propietarios obtienen una plusvalía, que deben convertirse en la fuente principal del subsidio.

Desde la perspectiva de la ciudad como un todo, tiene que buscarse un equi-librio entre rentas y subsidios. En otras palabras, los recursos para financiar los subsidios deben provenir de las rentas. Vickrey propone el teorema GHV (Henry George, Harold Hotelling, William Vickrey)88.

En una economía de ciudades eficientemente organizadas y bajo condiciones de competencia perfecta, la renta de la tierra (calculada como el costo marginal social de tener una propiedad) generada por la aglomeración urbana, y que re-sulta de las economías de escala creadas en la ciudad, será igual a los subsidios requeridos para que estas actividades vendan sus productos a precios equivalentes a sus costos marginales (Vickrey 1977:344-345).

El teorema GHV pone en evidencia la necesidad de balancear la plusvalía derivada del desarrollo urbano con los subsidios necesarios para integrar a todas las personas en la dinámica de la ciudad. La inclusión tiene que ver con el acceso a los diferentes servicios que ofrece la aglomeración. El principio que inspira el teorema es muy simple: Quienes reciben beneficios especiales del desarrollo urbano tienen que garantizar los recursos necesarios para que la ciudad sea de todos.

88. George se preocupa por el diseño de los impuestos prediales de tal forma que beneficien al conjunto de la sociedad. Para Hotelling los tributos a la tierra deben financiar la diferencia entre los costos totales y los costos marginales.

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A partir de la reflexión de Vickrey es interesante traer a colación el pensa-miento de Walras sobre la importancia de la democratización de la propiedad de la tierra. Para él no hay duda que la tierra es el principal factor de producción. Y en virtud de la importancia fundamental de la tierra, llega a la conclusión de que el Estado tiene que ser el propietario de la tierra. Walras dice que es socialista por razones científicas y liberal por motivos políticos. Desde la perspectiva eco-nómica la propiedad estatal de la tierra favorece la competencia y el equilibrio del sistema de precios. Y estas son las razones por las cuales el socialismo es el camino más científico. Así que Walras relaciona la propiedad estatal de la tierra con la competencia y el equilibrio del mercado. La propiedad estatal de la tierra favorece el equilibrio más que la empresa privada. Menciono a Walras para poner en evidencia la importancia que tiene la gestión de la propiedad de la tierra en la consolidación del modelo de equilibrio.

Aunque Vickrey no parte de la propiedad estatal de la tierra como Walras, sí pone en primer plano la relevancia que tienen los impuestos sobre la tierra en la construcción de una sociedad justa. Este comentario adquiere importancia en el contexto colombiano porque en el país se observa una actitud muy displicente frente a la tributación de la tierra. Por un lado, los prediales continúan siendo bajos, especialmente el predial rural, cuya tasa efectiva no es superior al 2 por mil. Y de otra parte, los concejos municipales siguen siendo muy reacios a aplicar las normas existentes sobre plusvalías del suelo. Las disposiciones legales que favorecen la distribución de la tierra existen pero no se aplican. Las plusvalías del suelo originadas en las ventajas de la urbanización no se han reglamentado en la mayoría de las ciudades del país. En Colombia se desprecian las potencialidades del suelo como fuente de ingresos. Vickrey insiste en que los recursos necesarios para financiar los subsidios destinados a los pobres de la ciudad tienen que pro-venir del suelo, ya que el desarrollo urbano favorece de manera privilegiada a los propietarios de la tierra. Es importante orientar el análisis de la financiación de los subsidios hacia la dirección propuesta por Vickrey. Y en esta mirada, la tierra se convierte en una fuente privilegiada de recursos. Sería muy interesante que en estos momentos, cuando el país atraviesa por una situación fiscal difícil, se pen-sara en los tributos al suelo más que en otras alternativas como el impuesto a los pensionados. La tierra también puede ser una fuente de ingresos para financiar la seguridad social. La Ley 100 de 1993 supone que el sistema de seguridad social debe financiarse al interior de él mismo. Vickrey diría que la cobertura universal únicamente se conseguiría si los recursos necesarios provienen de la riqueza de la sociedad. Y entonces, la tierra aparece como una fuente privilegiada de fondos.

Es interesante observar que el equilibrio definido en el teorema GHV no es el resultado de una relación o de una fórmula técnica endógena. El monto del sub-

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sidio y el valor del impuesto se definen en la esfera política. No cree Vickrey que sea posible encontrar algo así como un nivel óptimo de subsidio o de impuesto. Estos valores no resultan de un modelo de equilibrio fundado en los postulados de racionalidad, sino de un acuerdo político en el que priman los criterios de razonabilidad.

Lo razonable en Vickrey y en RawlsHice mención a la racionalidad y a la razonabilidad. La primera es cercana

a los principios de optimización y la segunda a la maximización sin optimización. La optimización conlleva a la maximización, pero no toda maximización es op-timizadora. De acuerdo con Sen (1997b:746), “la optimización es absolutamente innecesaria para la maximización, que únicamente requiere escoger una alternativa que no sea considerada peor que cualquier otra”. La maximización es compatible con mundos imperfectos, al estilo de los equilibrios subóptimos de Nash.

La lógica racional de la micro de texto lleva a la optimización. Lo razonable en la perspectiva de Vickrey confluye en acuerdos posibles que no necesariamente son óptimos. Lo razonable acepta la pertinencia de lo racional sin absolutizarlo. Para Rawls (1993:69-70) “en la justicia como imparcialidad, lo razonable y lo racional se consideran dos ideas básicas distintas e independientes (...) como ideas complementarias, ni lo razonable ni lo racional pueden existir lo uno sin lo otro”.

Y de manera más amplia,

Más que definir lo razonable directamente, especificó dos de sus aspectos básicos como virtudes de las personas. Las personas son razonables en un aspecto básico cuando, por ejemplo, entre iguales, están dispuestas a proponer principios y normas como términos justos de cooperación y cumplir con ellos de buen grado, si se les asegura que las demás personas harán lo mismo. Consideran que esas normas son los suficientemente razonables para que todos las acepten y, por tanto, justificables para ellos; y están dispuestos a debatir sobre los términos justos que propongan las demás personas (Rawls, 1993:67).

Y

(...) Las personas son irrazonables en el mismo aspecto básico cuando planean comprometerse en esquemas de cooperación, pero no están dispuestas a buscar, ni siquiera a proponer, excepto como una simulación pública y necesaria, ningún principio general o normas para especificar los términos justos de la cooperación. En cambio, están dispuestos a quebrantar tales términos como convenga a sus intereses, cuando las circunstancias lo permitan (Rawls, 1993:68).

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Hay puntos comunes en las percepciones que tienen de lo razonable Vickrey y Rawls. La comparación es desigual en el sentido de que las referencias de Rawls a lo razonable son claras, directas y sistemáticas. Las de Vickrey son indirectas y tienen que ser derivadas de otras consideraciones, especialmente de las que tienen que ver con la equiprobabilidad.

En ambos casos el acercamiento a lo razonable se hace desde la óptica proce-dimental. Lo razonable se refiere, fundamentalmente, a la dimensión deontológica. En el caso de Vickrey, lo razonable nace de la regla básica que es la equiproba-bilidad del sorteo. El desconocimiento de los resultados puede ser equivalente al velo de ignorancia rawlsiano. El sorteo de Vickrey es compatible con la noción de razonabilidad de Rawls. Los individuos que aceptan participar en el sorteo consideran a los otros iguales y proponen principios y normas como términos justos de cooperación. Cada uno de los implicados tiene la certeza de que las demás personas harán lo mismo. La equiprobabilidad obliga a que los individuos discutan la regla básica que los afectará a todos. A la equiprobabilidad subyace un principio de reciprocidad, que también es una característica que le atribuye Rawls a lo razonable89. La reciprocidad ayuda a legitimar socialmente la regla. La simpatía de Adam Smith es una forma de reciprocidad. Pero la equiprobabilidad va más lejos porque no basta con colocarse en los zapatos de los otros. Una vez que la norma ha sido definida, es necesario que todas las personas estén en la misma situación.

Lo razonable conlleva una sensibilidad moral que no está presente en lo racional. Y a partir de allí es posible avanzar hacia la cooperación social justa90. Vickrey muestra que la micro se queda corta. Va más allá del sujeto individual a través de la equiprobabilidad. Y reconoce que es una condición necesaria para construir una sociedad justa, pero no es suficiente. Una regla de elección como la

89. “Decimos que a las personas razonables no las motiva el bien general como tal, sino el deseo mismo de que hay un mundo social en que ellas, como ciudadanos libres e iguales, pueden co-operar con los demás en términos que todos puedan aceptar. Insisten en que la reciprocidad debe regir en ese mundo, de manera que todo el mundo se beneficie” (Rawls, 1993:68. Subrayado mío).

90. “En realidad, los agentes racionales pueden tener toda clase de afectos por las personas y vín-culos con comunidades y lugares, incluso amor al país y a la naturaleza; y pueden seleccionar y ordenar sus fines de muy distintas maneras. Lo que le falta a los agentes racionales es la forma particular de sensibilidad moral que subyace en el deseo de comprometerse en la cooperación justa como tal, y para hacerlo en términos que otras personas, en tanto que sus iguales, podrían suscribir razonablemente. No pretendo decir que lo razonable constituye el todo de la sensibili-dad moral, pero incluye la parte que se conecta con la idea de la cooperación social justa. Los agentes racionales se acercan a la psicopatía cuando sus intereses sólo redundan en beneficio de sí mismos” (Rawls, 1993:69. Subrayado mío).

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equiprobabilidad, por conveniente que sea, no resuelve todos los problemas de la sociedad. Es inevitable que las decisiones colectivas de la sociedad se tomen en la esfera política. Y no sólo las opciones que tienen que ver con la regla básica, sino todas aquellas que no pueden ser resueltas en el marco de dicha regla. Por acabada que sea, la regla fundamental siempre es perfectible. Y la equiprobabilidad no es una regla perfecta. Favorece la justicia como imparcialidad pero no la garantiza de manera autonomática. La obra de Vickrey tiene el gran mérito de que abre la puerta a la discusión política entre personas razonables.

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ÉTICA Y ECONOMÍA

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El pensamiento económico es por naturaleza ético∗

Jesús Antonio Bejarano insistió en la importancia de que la teoría económica tenga en cuenta la dimensión del otro. En su opinión la economía no puede ser pensada por fuera de la ética. La inevitable presencia del otro hace que la reflexión económica sea, por naturaleza, ética. Y si el sentimiento moral nos lleva a colocarnos en los zapatos de los otros, como diría Adam Smith, el análisis económico no puede pretender construir un núcleo duro. El núcleo únicamente podría consolidarse en caso de que se hiciera caso omiso del otro. Y como ello no es posible, se equivocan quienes piensan que la economía avanza hacia la consolidación de sus axiomas fundantes. Apoyándose en los desarrollos de la economía institucional, Bejarano no cree que exista un núcleo duro. La diversidad de enfoques, los desacuerdos que se observan frente a principios básicos, y la heterogeneidad de los métodos, indican que en lugar de dar pasos hacia la unificación de la ciencia, y hacia la integración de los teoremas de la micro y de la macro, la economía mantiene la tensión, que fue claramente percibida por los grandes maestros, entre la ética y la ingeniería. Estas dos categorías las propone Sen (1987:3) en su libro On Ethics and Economics. Según este autor, a lo largo de la historia económica siempre se ha presentado el conflicto entre dos visiones de la disciplina. Una pone el énfasis en

∗ Texto publicado en: Economía y ética. Ensayos en Memoria de Jesús Antonio Bejarano, Uni-versidad Externado. Compilador Jorge Iván González. Bogotá, 2003.

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la “ética” y la otra en la “ingeniería”. Y aunque no falta alguna posición extrema que niegue la pertinencia de la ética en el discurso económico, lo cierto es que los grandes maestros de la disciplina siempre han sido conscientes que la teoría económica no puede hacer abstracción de la dimensión ética. Solamente con el ánimo de ilustrar esta idea, menciono algunos autores.

Smith (1759) destaca la importancia de sentimientos morales como la simpatía, la prudencia, la magnanimidad. Considera que la sociedad de personas magnáni-mes, y no la de individuos egoístas, sería el mundo ideal. Bentham (1776) propone el axioma fundamental que es la búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número. Mill (1848) amplía el horizonte de Bentham e incorpora dimensiones que no aparecen con suficiente claridad en el axioma fundamental. Piensa Mill que la felicidad no puede identificarse, sin más, con el placer.

Edgeworth (1881) pone en primer plano la tensión entre egoísmo y utilitarismo. Y como lo recuerda Sen (1977:84), termina reconociendo que no es posible concebir una sociedad de egoístas “puros” así que, en algún sentido, todas las personas son egoístas “impuras”, cruzadas por sentimientos de simpatía más o menos intensos. Edgeworth acepta que la pregunta por la justicia distributiva, que es equivalente a decidir el monto de las dotaciones iniciales, exige introducir algún principio utilitarista. El egoísmo puro es una conducta compatible con las condiciones de contratación al interior del núcleo, pero deja de ser relevante cuando la sociedad tiene que elegir entre diferentes óptimos de Pareto. El proceso de escogencia entre alguno de los óptimos supera el espacio de la decisión individual. En el momento en que se pasa al terreno de la elección colectiva la lógica del egoísmo puro se agota. Y las salidas alternativas obligan a considerar, de alguna forma, el axioma fundamental del utilitarismo: La mayor felicidad para el mayor número. Así que el principio de Bentham no cabe en el espacio de los egoístas puros.

Marshall (1892) muestra la necesidad de contextualizar la ley de pobres de manera que incorpore elementos estructurales que vayan más allá de la caridad. Walras (1936) afirma que la propiedad estatal de la tierra es una condición básica para que la competencia funcione. El monopolio de la tierra no es compatible con la competencia entre iguales.

Veblen (1899, 1904) analiza el consumo conspicuo y las implicaciones que tiene la envidia en la formación de las preferencias. Tanto el consumo conspicuo como la envidia incorporan elementos que son compatibles con la simpatía de Smith. El consumo conspicuo se caracteriza porque la preferencia de cada persona es función de su percepción de la visión que los otros tienen de él. La envidia es una expresión de la simpatía. Smith define la simpatía como el ejercicio de “ponerse en los zapatos de los otros”. Y la envidia es una forma de estar en los zapatos de los otros porque el individuo se siente mal frente a los bienes que posee

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el vecino. En la reflexión económica de Veblen el consumo conspicuo y la envida son aspectos sustantivos de la teoría. No se trata, entonces, de temas marginales. Las características del consumo conspicuo están determinadas socialmente. Las formas de comportamiento son validadas en una dinámica compleja. Entre las diversas maneras de echar la casa por la ventana sólo unas son aceptadas por la sociedad y calificadas como “apropiadas”1. Veblen (1904) pone sobre el tapete el conflicto entre las actividades empresariales y las pecuniarias. Las primeras están destinadas a la producción de bienes, mientras que las segundas a la especulación. El hombre de negocios produce bienes pero con la finalidad de hacer dinero. No le interesa la producción de bienes por sí misma, sino porque a través de ella accede al dinero2.

Después de Veblen otros dos “viejos” institucionalistas, Commons (1934, 1936) y Mitchell (1913, 1918) que también explicitan el espacio de la ética3. Com-mons introduce dos nociones que tienen un alto contenido ético: La personalidad institucionalizada y el valor razonable. La primera categoría obedece al principio siguiente: Las decisiones individuales están condicionadas por las instituciones que son el conjunto de reglas formales e informales. La historia, la cultura y, en general, la forma como se organiza la sociedad, inciden en la decisión individual. Desde la perspectiva de Commons no tiene mucho sentido pensar en individuos aislados que toman decisiones de manera autónoma. Así que la personalidad institucionalizada incorpora una dimensión ética fundamental.

El valor razonable pone en evidencia las limitaciones de los análisis basados en nociones estrechas de racionalidad. Los principios básicos de la racionalidad son la transitividad y la completitud. Bajo ciertas condiciones el comportamiento racional de los agentes conduce a soluciones que no son óptimos de Pareto. La elección entre los diversos óptimos de Pareto únicamente es posible por fuera de la lógica del mercado y en un contexto en el que los precios ya no operan. Y salirse del mercado es, en cierta forma, pensar la economía como una “institución

1. “Es muy claro que Veblen rechazó cualquier tipo de explicación hedonista del comportamiento del consumo; más aún, cualquier tipo de explicación hedonista de cualquier aspecto del com-portamiento. Para Veblen, el comportamiento humano era un comportamiento social, es decir, que está moldeado por un condicionamiento cultural. La teoría de la clase ociosa era una teoría del consumo explicado en términos culturales, no en términos individuales. Rechazaba el su-puesto básico de la teoría convencional de que las necesidades de cada individuo brotan de su esencia individual, que las necesidades deben ser consideradas como algo dado, cuyo origen es desconocido” (Hamilton, 1987:171).

2. Al destacar la predominancia del dinero Veblen se anticipa a Keynes. Dillard (1980) compara los enfoques de Keynes y Veblen.

3. La reflexión ética de Mitchelll se inscribe en el análisis de los ciclos económicos y de la incer-tidumbre frente al futuro.

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liberada del núcleo” (Williamson, 1993:103)4. La liberación del núcleo puede darse en dos sentidos. El primero tiene que ver con la naturaleza del bien. Y el segundo con la elección colectiva.

Para que tenga lugar el proceso de contratación al interior del núcleo se requiere que al bien se le pueda asignar un precio mayor que cero. Los bienes escasos y útiles tienen un valor. Pero al decir de Walras (1926) hay bienes muy útiles como el aire que no tienen precio porque son abundantes. Este tipo de bienes no se negocia en el núcleo. También están por fuera del núcleo aquellos bienes, como la educación y la salud, que siendo útiles y escasos no pueden ser valorados en el mercado5. Para analizar esta segunda clase de bienes se requiere pensar la economía como “institución liberada del núcleo”. Y una vez que se está por fuera del núcleo, el análisis económico ya no puede ocultar la relevancia de lo ético. De ahí la preocupación permanente de Smith (1759, 1776) por los daños que causa la división del trabajo6, y por la necesidad de pensar la educación, la salud y la exclusión social, desde la perspectiva de los sentimientos morales.

La liberación del núcleo también se hace evidente cuando se pasa de la elección individual a la elección social. La escogencia entre óptimos de Pareto alternativos coloca la decisión en el terreno de lo colectivo. Y entonces ya no se trata sim-plemente de la escogencia individual, en la que cada persona toma su decisión a partir de la información proporcionada por los precios. La elección colectiva, que obliga a preguntarse por el tipo de sociedad que se quiere, involucra anchuras que no caben en el espacio de la elección individual. La escogencia entre óptimos de Pareto obliga a pensar en el significado y los alcances de la justicia distributiva. Y en este campo lo razonable adquiere toda su relevancia. Frente a la justicia distributiva la dimensión ética es insoslayable.

Keynes (1936, 1937), como Marshall, también insiste en que la dinámica de la economía debe ser incluyente. Los empresarios mejoran sus ganancias si el salario aumenta y si la demanda crece. Sin que Keynes realice un análisis sistemático de

4. La expresión original es de Vernon Smith (1974).5. Vernon Smith pone en evidencia los límites de la teoría de Becker sobre la familia y el matrimonio.

“Gary Becker (1981) ha mostrado que la economía puede ser relevante para la institución del matrimonio. Pero si el divorcio es pensado como un problema social, dudo que pueda resolverse con su teoría del matrimonio” (Smith, 1974:321).

6. En su ensayo Medina trae a colación la preocupación de Adam Smith por los daños que ocasio-na la división del trabajo. “El hombre que gasta toda su vida realizando unas cuantas, simples operaciones, cuyo efecto es siempre el mismo, o casi el mismo, no tiene ocasión para ejercitar su entendimiento o su inventiva en buscar la forma de remover dificultades que nunca ocurren. Pierde, así, el hábito de tal ejercicio y, generalmente, se vuelve tan estúpido e ignorante como una criatura humana se puede volver” (Smith, 1776: Libro V, cap. 1, art. 2).

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la relación entre ética y economía, su preocupación por la demanda agregada lo lleva a plantear un modelo de desarrollo incluyente.

En los años cuarenta y cincuenta del siglo XX la dimensión ética aparece con mucha fuerza en el debate económico. La consolidación de la Unión Sovié-tica y, en general, el avance de las economías socialistas pone al orden del día la tensión entre libertad (eficiencia) e igualdad (justicia). La pregunta subyacente es ¿cómo avanzar hacia una sociedad justa sin renunciar a la libertad individual? El pensamiento económico liberal de mediados del siglo XX busca que la sociedad sea justa sin que la consecución de este objetivo sea incompatible con la libertad individual.

Mises (1949) en Human action analiza los determinantes y las características del comportamiento de las personas y de las sociedades. Desarrolla la noción de catalaxia que incorpora aspectos que van más allá de las relaciones de mercado. La catalaxia comprende, además de las transacciones, la relación entre las per-sonas y la conversión del enemigo en amigo. Este enfoque del mercado como catalaxia contiene una clara dimensión ética. La catalaxia es retomada por Hayek (1976:109).

En el caso de Arrow la liberación del núcleo se presenta tanto por el camino de la naturaleza del bien como por la vía de la elección social. Es muy interesante que sea Arrow quien muestre los límites intrínsecos de la teoría del equilibrio ge-neral, ya que él ha sido uno de sus grandes artífices. La liberación del núcleo en el primer sentido la expresa claramente en sus análisis sobre los servicios médicos y la salud (Arrow, 1963b, 1965). Estos bienes, por su naturaleza misma, están por fuera de la lógica del mercado. Y la liberación del núcleo en el segundo sentido, en el de la elección colectiva, es clara desde comienzos de los cincuenta cuando Arrow (1951, 1952) se plantea la pregunta por el paso de la elección individual a la elección colectiva. Y al tocar el terreno de la elección social Arrow se libera del núcleo, hasta el punto de que reconoce de manera explícita que los instru-mentos analíticos que dan cuenta de los procesos de contratación al interior del núcleo, dejan de ser pertinentes cuando se pasa al campo de la elección social. En el mundo de la decisión colectiva no se cumplen postulados tan básicos como la transitividad. Y si el andamiaje falla desde la formulación de este principio fun-damental, las pruebas de existencia, unicidad y estabilidad del equilibrio también pierden consistencia. La reflexión de Arrow sobre elección colectiva comienza proponiendo una función de utilidad cuyos argumentos son estados del mundo, en los que las opciones valorativas son evidentes. En esta presentación de la función de utilidad no hay dicotomía entre ética y economía. La ética es constitutiva de la función de utilidad. La liberación del núcleo por la vía de la elección colectiva tiene un costo: La renuncia a soluciones óptimas. En otras palabras, los equilibrios que tienen lugar en el espacio de la elección social son subóptimos.

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En los últimos cincuenta años el conflicto entre las elecciones individual y colectiva, que finalmente es de naturaleza ética, ha sido una preocupación central de la teoría económica. No obstante la heterogeneidad de las aproximaciones, en todos los casos se acepta que la elección colectiva obliga a expresar las opciones valorativas. Aunque el paso de la elección individual a la elección colectiva se ha reformulado desde distintos enfoques, para los propósitos de esta introducción no importa discutir cuál de las alternativas es superior. Basta con destacar que ninguna de ellas es posible por fuera del espacio ético. Entre las diversas formulaciones que desde la economía se han propuesto destaco las siguientes: Vickrey (velo de ignorancia), Arrow (imposibilidad), Buchanan y Tullock (negociación), Harsanyi (1953) (equiprobabilidad), Olson (acción colectiva), Simon (subsunción de la preferencia individual en la preferencia colectiva).

Vickrey (1945), antes que Rawls (1971), muestra la importancia de optar entre mundos alternativos sin que la persona sepa cómo le irá en cada uno de ellos. El autor introduce la incertidumbre en la función de utilidad. Y además, reconoce que la elección entre los mundos posibles depende de las opciones valorativas. Así que la función de utilidad no es concebible por fuera de la ética.

En numerosos artículos Vickrey reconoce las limitaciones de la microecono-mía. Puesto que la lógica micro se agota queda abierto el espacio para la discusión política. Después de examinar los criterios que deben regir la fijación de las tarifas cuando los costos marginales de los servicios son decrecientes, y una vez que ha explicado el significado de la categoría costo marginal social de corto plazo, concluye que preguntas neurálgicas como la forma de financiación del subsidio y el destino de las transferencias, tienen que ser resueltas en la arena política. La decisión final, concluye, está en manos de los concejales de la ciudad.

Arrow (1951b:82), citando a Kant, reconoce que la persona es fin y no me-dio7. Pero el problema radica en que los individuos conciben de manera distinta la relación entre medios y fines. Y desde el punto de vista lógico no es posible conciliar las preferencias individuales y colectivas. Arrow llama la atención sobre la necesidad de resolver el conflicto por la vía de lo razonable, que va más allá de la lógica puramente racional. Y lo razonable, el valor razonable de Commons, libera del núcleo. Al interior del núcleo de contratación el ejercicio de Arrow llega a una situación de imposibilidad. Sencillamente, no hay forma de que las elecciones de cada individuo sean compatibles con la decisión colectiva.

7. “Cada individuo debe tratar al otro como un fin en sí mismo (...) Un grupo de individuos en el que cada uno obedece su imperativo moral conforma un “reino de los fines” lo que en nuestra terminología sería equivalente a una sociedad con una función de bienestar social satisfactoria” (Arrow, 1951:82).

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Buchanan y Tullock (1962) proponen resolver el conflicto entre elección individual y colectiva por la vía de la negociación. Las preferencias individuales se negocian. Los acuerdos políticos permiten avanzar hacia soluciones colectivas que resultan de la forma como los individuos ponderan la relación costo/beneficio que se desprende del pacto político. Y la discusión programática obliga a explicitar los valores éticos. Mientras más básico sea el acuerdo, más fácil es la negociación. Buchanan y Tullock critican el énfasis que pone Arrow en los aspectos conse-cuenciales. El acuerdo colectivo es muy difícil de alcanzar cuando se somete a consideración de las personas un modelo muy acabado de sociedad. El acuerdo debe ser sobre reglas fundamentales, relativamente sencillas.

Olson (1965) muestra que hay una tensión permanente entre las preferen-cias de la persona y las preferencias del grupo. Por un lado, la persona busca la acción colectiva porque los objetivos de ésta le convienen pero, por otro lado, debe renunciar a sus pretensiones individuales en aras del éxito de la acción del grupo. El ejemplo que utiliza Olson para mostrar el conflicto entre los intereses individuales y colectivos es muy sencillo. Si un grupo de empresas decide utilizar su poder oligopólico para reducir la demanda y aumentar los precios, cada una de las empresas que participan en el acuerdo no puede, así lo quiera, aumentar su cuota de producción. En el momento en que una de las firmas decida incrementar la oferta, el pacto se rompe, los precios bajan y todas las empresas que hacían parte del grupo pierden los beneficios derivados del mayor precio8.

Simon (1945, 1955, 1983) muestra que el individuo puede renunciar a su pre-ferencia individual en aras de la preferencia colectiva. Las formas que adquiere esta subsunción son variadas. En la relación laboral, por ejemplo, el trabajador acepta las decisiones del jefe a cambio de un salario. La menor libertad del empleado es compensada con el salario. Y en función de la situación del mercado laboral y de las posibilidades de conseguir un nuevo empleo, el trabajador tiene un “margen de tolerancia”. Soporta más al jefe cuando el mercado laboral está deprimido. Y lo acepta menos cuando percibe que tiene buenas posibilidades por fuera de la empresa. En la perspectiva de Simon el salario tiene un alto contenido social. Y en lugar de la firma, Simon (1952) prefiere pensar las relaciones entre los traba-jadores, el empresario y los clientes a través de la organización. La firma es una caja negra. La organización, en cambio, permite captar las interacciones complejas que se presentan entre sus integrantes. Mientras que en la firma el salario óptimo resulta de un proceso matemático impersonal, en las organizaciones el salario es la expresión de fenómenos tan variados como autoridad, lealtad, eficiencia, etc.

8. “(...) mientras que todas las firmas tienen un interés común en vender a un precio más alto, ellas tienen intereses antagónicos en los que respecta a la cantidad de producto” (Olson, 1965:9).

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Simon formula sus planteamientos en el contexto de información limitada. La organización no puede ser concebida por fuera de las interacciones sociales que vinculan a sus integrantes.

No obstante la heterogeneidad de enfoques, las distintas aproximaciones a la elección colectiva tienen un elemento en común: La relevancia sustantiva de la ética. La economía es ética.

Jaime Lozano examina el “rompecabezas” de Jesús Antonio Bejarano: La relación entre ética, instituciones y economía. Para Bejarano siempre fue motivo de preocupación la relación entre ética y economía. El problema se manifiesta en los tres grandes tópicos que en los últimos años llamaron su atención: El proceso de paz, la construcción de una comunidad académica y el estudio del pensamien-to económico de las instituciones. La dimensión ética, piensa Bejarano, se hace realidad a través de un ordenamiento institucional9. No basta con las reglas, “lo que está en juego son las posibilidades reales que las instituciones de un siste-ma económico y político pueden ofrecer a los individuos para la realización de sus libertades” (Lozano, 2001). La economía institucional tiene la virtud de que explicita las interacciones complejas que se presentan entre, libertad, igualdad y eficiencia. Sin duda, el ideal sería que las tres fueran de la mano. Pero en la realidad ello no es posible.

En el pensamiento de Bejarano, recuerda Lozano, es claro que “la prosperidad material no puede agotar la idea de bien común”. La asignación de los recursos de la sociedad no puede realizarse por fuera de los valores y de las instituciones. Pero al mismo tiempo, Bejarano reconoce las bondades del mercado, pero se cuida de no absolutizarlo. Tampoco lo sataniza. Y como señala Lozano, en ello se diferencia de algunos colegas de su generación, que le atribuían los males de la sociedad al mercado. Uno de los problemas más complicados que se presentan al analizar el mercado es que se trata de una categoría resbalosa. “Bejarano, guiado por Barber, señalaba la perplejidad que produce revisar la historia del pensamiento y no encontrar menciones explícitas sobre lo que quiere decir mercado” (Loza-no, 2001). El mercado se absolutiza cuando se confunde sociedad de mercado y economía de mercado.

Ya decía que Bejarano no cree que la ciencia económica esté avanzando hacia la consolidación de un núcleo duro. Esta percepción del desarrollo de la ciencia, que es de corte lakatiano, no lo convence. Mucho menos después de que la economía institucional ha ido ganando espacio. En lugar de un núcleo duro que

9. “(...) para Bejarano la pregunta por la ética del sistema económico, no es por un aspecto más de la realidad como el político o el económico. Está inmersa más bien en un papel integrador de todas las esferas de las actividades humanas. Esta forma de plantear la pregunta es esencial para entender el vínculo entre el análisis económico de las instituciones y la ética” (Lozano, 2001).

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se va fortaleciendo, la economía institucional proporciona un “gran costal” en el que conviven enfoques y teorías muy diversas. La abundancia de temáticas es una ventaja en el sentido de que amplía el horizonte de análisis. Pero es una desventaja porque genera dispersión. De todas maneras, Bejarano encuentra en la economía institucional una respuesta a la crisis de la ciencia económica contemporánea. La crisis se manifiesta en falta de coherencia, de pertinencia y de realismo. Lozano explica el significado que Bejarano le atribuye a cada una de estas categorías y muestra las razones por las cuales el programa de investigación walrasiano no es pertinente.

Gracias a la economía institucional es posible retomar las preguntas básicas formuladas por Smith y Marx. Lozano recuerda que el trabajo de North como historiador partió de la obra de Marx. Lejos de cualquier dogmatismo, Bejarano encuentra elementos comunes entre Polanyi y Hayek. Ambos, cada uno a su ma-nera, son institucionalistas.

Hayek identifica la sociedad con el orden espontáneo de mercado. Polanyi, aunque también se centra en el intercambio reconoce en las bases instituciona-les del sustento del hombre el problema económico. Es decir no reduce ni lo económico al mercado, ni la sociedad al mercado, pero coincide con Hayek en que la supervivencia del orden social depende de las normas y valores (reglas) que sostienen los intercambios (Lozano, 2001).

Bejarano retoma la idea de catalaxia de Hayek y deriva sus implicaciones institucionales. Comparte con Hayek su crítica al intervencionismo. Pero no está de acuerdo en identificar el orden de mercado con el de la sociedad10. Polanyi reconoce los límites de la sociedad mercantil. Considera que el mercado apenas es “un tipo de interacción social” (Lozano, 2001).

Bejarano siempre se preocupó por la relación entre economía y política. Uno de los autores que más avanzó en este tema, aunque con profunda desconfianza, fue Barry11. Por fin hoy, y a pesar del escepticismo de Barry, la aplicación de la elección racional a la política ha sido aceptada12.

10. “El mercado no integra a la sociedad y por tal razón es importante reconocer en contra de lo que cree Hayek, que el mercado es una categoría analítica diferente de la sociedad. La virtud de la espontaneidad no puede llegar tan lejos. Bejarano desarrolla su crítica de Hayek en estos términos guiado por Buchanan y Polanyi” (Lozano, 2001).

11. “En 1970 Barry creía imposible encontrar una explicación de la estabilidad del orden social que partiera de la elección racional. Para él las deducciones que partían de argumentos basados en la racionalidad individual perdían toda su fuerza predictiva al integrarlos a las explicaciones del orden social o al articularlos a las instituciones” (Lozano, 2001).

12. “Treinta años después no solamente ha crecido en magnitud la aplicación de la teoría de la elec-ción racional a la política sino que, diría Bejarano, surgen disciplinas híbridas como la elección pública y la socioeconomía” (Lozano, 2001).

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En este contexto casi que es inevitable referirse al individualismo metodoló-gico. Para Bejarano el punto de partida del imperialismo económico es el indivi-dualismo metodológico. Y Lozano explica por qué el individualismo metodológico ha pasado por “períodos de prestigio y desprestigio”. No obstante sus bondades, Bejarano lo considera muy restrictivo. Le preocupa la fundamentación excesiva-mente individualista de la teoría de la elección pública. Expresa su desconfianza frente a muchos de los trabajos de los economistas sobre el crimen, la familia, el sexo. Para Bejarano estos análisis suelen ser muy restrictivos, ya que dejan de lado interacciones sociales estructurales que a su juicio son fundamentales. La fragmentación entre la política y la economía le hace daño a ambas, “los límites de la especialización han llevado al estancamiento intelectual de ambas disciplinas” (Lozano, 2001). La economía institucional es un campo ideal para que se lleve a cabo un diálogo fértil entre economía y política.

Varios obstáculos impiden el acercamiento entre economía y política. Amén de la excesiva formalización de la economía, Lozano menciona también: La “ideología que limita los intercambios”, la metodología, el objeto de estudio y los paradigmas. Las interacciones entre el derecho y la economía guardan mucha relación con el tema anterior. En el análisis institucional la mediación del derecho es central.

La crisis no es sólo de la economía. Afecta al conjunto de las ciencias sociales. Sería ideal poder microfundamentar las grandes macrohipótesis. Bejarano observa que las decisiones políticas individuales pueden darle el poder a un partido que no favorece el empleo. Y para el votante este resultado puede ser totalmente in-esperado. Desde la perspectiva de Bejarano sería ideal derivar las consecuencias macro de las decisiones individuales que las ocasionan.

Bejarano busca la pertinencia, el realismo y las posibilidades efectivas de la transformación que se consiga mediante los intercambios entre la economía, el derecho y la política. Por ello cuando “identifica los aportes de la teoría política al análisis económico tenía en mente la necesidad de construir una idea de lo co-lectivo fundamentada en lo económico y no en una idea etérea de interés público” (Lozano, 2001). De ahí la importancia que le dio al análisis de la violencia en Colombia a la luz de los elementos teóricos que le proporcionan la ciencia po-lítica, el derecho y la economía. En sus aproximaciones a la violencia Bejarano privilegia el enfoque procedimentalista. Es posible llegar al acuerdo si se busca el consenso sobre principios mínimos que sean básicos. Las conversaciones de paz lideradas por la administración Pastrana le dieron demasiada importancia al tipo de sociedad que se quería construir. En lugar de discutir sobre las reglas, las conversaciones se centraron en el imaginario de sociedad. Para Posada, Deas y Powel (2002) el énfasis que tomaron los aspectos consecuenciales fue una de las

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causas del fracaso de las conversaciones13. Es muy probable que Bejarano también hubiera compartido este tipo de diagnóstico. Su percepción era más deontológica, como la de Buchanan, que consecuencialista, como la de Arrow.

Piensa Bejarano que frente al conflicto entre los óptimos de Pareto y la efi-ciencia no queda más alternativa que recurrir a un criterio normativo de justicia. Y entonces, deben hacerse comparaciones interpersonales de bienestar. En la discusión sobre la forma de hacer compensaciones, Bejarano no cree que sea necesario acabar con la propiedad privada. La defiende. En su opinión, allí no radica el problema de la justicia. “La posición de Bejarano sobre la moralidad del sistema, en una primera aproximación, lo llevaba a aceptar la legitimidad moral de la propiedad privada, la búsqueda del propio interés y el mercado como mecanismo de coordi-nación” (Lozano, 2001). Al afirmar la propiedad, Bejarano es consecuente con su percepción del mercado y con su reconocimiento de las bondades de la sociedad liberal. Más interesante que la discusión sobre la propiedad privada puede ser la reflexión sobre el proceso mediante el cual se determina lo que socialmente se considera bueno. Bejarano rechaza las visiones monista del bien. “Ninguna idea del bien puede depender de un único principio” (Lozano, 2001).

El análisis de Luis Fernando Medina (1993) pone en evidencia la importan-cia que tiene la razón en la determinación del juicio moral. Ya desde el título del artículo, Ética racional y racionalización social, se muestra la pertinencia de la fundamentación racional de la ética. El texto de Medina comienza con una cita de Tomás de Aquino. Y a partir de allí el autor nos propone tres temas de reflexión: i) la existencia de un orden natural, ii) el sentido de los fines de acuerdo con el orden natural, iii) la preeminencia de los fines espirituales frente a los fines ma-teriales. Medina nos muestra de qué manera estos tres aspectos son retomados por Hegel, quien explicita la pertinencia de la razón en la configuración de la estructura social.

13. "El proceso de negociación con los grupos armados ilegales ha estado en buena parte determina-do por una amplia noción de la paz que, a su turno, condicionó la definición de los contenidos y del ritmo de las negociaciones. Según dicha noción, la paz no sería solucionar el conflicto armado entre el Estado y los grupos subversivos que le disputan su autoridad; la paz sería darle solución a los problemas sociales, económicos, políticos y hasta culturales de los colombianos. Esta diferenciación conceptual no es retórica: ella ha contribuido a la aceptación de una agenda negociadora en extremo ambiciosa, que aspira redefinir el modelo de la sociedad. Parecería entonces que la búsqueda de darle fin al conflicto armado no es prioritaria. Lo prioritario sería discutir el modelo de la sociedad. Mientras tanto, se posterga la discusión sobre las condiciones de reinserción de los grupos armados a la vida civil y constitucional del país (a menos que se entienda que tales condiciones son precisamente la solución de los problemas del país (con lo que la paz se ha vuelto así una meta utópica)” (Posada, Deas y Powel, 2002:40-41).

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Tomás de Aquino, siguiendo el camino propuesto por Aristóteles, busca afirmar la relevancia de la razón. Aquino, advierte Medina, no es oscurantista, ya que trata de fundar los principios teológicos en la razón. Y este ejercicio es revolucionario. En palabras de Medina (1993),

(...) la solución de Santo Tomás es todo, menos oscurantista. Al contrario, su propósito es generar certezas teológicas derivadas, no de la autoridad jerárquica, sino del examen riguroso del mundo mediante principios racionales.

El proceso iniciado por Aquino crea condiciones que favorecen el avance de la razón. Entre los siglos XIII y XVIII el progreso de la razón está acompañado de una afirmación del individuo. Pero el individuo racional vive en comunidad. Y para Medina la “tesis central” de su ensayo es: “Algunas de las preguntas fun-damentales sobre el diálogo entre ética y economía son preguntas sobre teoría social”. La razón ha cumplido diversas funciones a lo largo de la historia. En el orden medieval, “podía servir como instrumento para descubrir las normas del recto obrar” y así la percibía Aquino. Pero en los “nuevos tiempos”, “el orden que hacía tal empresa posible estaba siendo destruido, precisamente por el ejercicio de la actividad racional de los hombres”. Así que la pregunta por el poder normativo de la razón es neurálgica14. Hegel propone una solución. En su opinión los principios racionales no existen puros y abstractos, por fuera de la experiencia.

La racionalidad en Hegel, dice Medina (1993), “sólo se puede desplegar en un constante diálogo con las experiencias mundanas que le acaecen”. Pero Hegel defiende, incluso con mayor fuerza que Kant, el poder normativo de la razón. Y cuando la razón entra en escena genera dinámicas irreversibles: Una vez que la creencia ha sido juzgada por la razón el individuo nunca la volverá a ver con los mismos ojos. La creencia no es la misma después de que ha pasado por el filtro de la razón. Medina observa que en Hegel la historia y la filosofía no pueden se-pararse. Y por ello en Lecciones sobre filosofía de la historia, Hegel reconstruye la historia con un enfoque filosófico, y en la Fenomenología del espíritu contex-tualiza la filosofía en la historia. Y, concluye Medina, para Hegel “la sociedad debe ser entendida como en permanente proceso de racionalización”. Gracias a la razón el individuo se cuestiona su propia forma de vida hasta el punto de que se cambia a sí mismo. En la óptica de Hegel, no es posible entender la relación entre ética y economía, sin una teoría de la sociedad. La sociedad civil se conso-lida en la medida en que los individuos puedan expresar sus opiniones e influir en la esfera pública.

14. Saúl (1992) muestra los daños que le ha causado a la sociedad la absolutización de la razón.

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La relación entre ética y economía, afirma Medina, “se juega fundamental-mente en la política”. Porque es en la esfera política donde se explicita en toda su dimensión el proceso complejo que lleva a la construcción de un orden social a partir de las acciones individuales. Medina termina el artículo recordando que la economía de mercado es un “hecho social”.

Pero la economía de mercado sólo puede existir en un entorno institucional que bien puede tomar muchas manifestaciones. Por ejemplo, para que exista un mercado es necesario que existan derechos de propiedad. Pero, contrario a lo que bien podríamos llamar ‘fetichismo jurídico’, un derecho de propiedad no es algo que exista independientemente de las demás esferas de la sociedad civil. La sociedad civil define y redefine permanentemente tales derechos y de esas definiciones y redefiniciones depende hasta qué punto una economía de mercado particular es percibida por sus miembros como justa. Así, la economía de mercado es un hecho social que condiciona y es condicionado por otros hechos sociales (por ejemplo, la política, la legislación, la constitución, entre otros) (Medina, 1993).

Gran parte de la teoría económica contemporánea se ha construido sobre el utilitarismo. Y no obstante su importancia, en las escuelas de economía no suele estudiarse el pensamiento de Bentham y de Mill. En el artículo que escribí sobre el utilitarismo de Bentham muestro la relevancia actual de muchas de sus ideas. En la primera parte se pone en evidencia la importancia que le atribuye Bentham al individuo. El punto de partida del análisis es la persona. Rechaza las visiones organicistas de la sociedad y del Estado. En la polémica entre Arrow y Buchanan este tema es recurrente. Piensan Buchanan y Tullock (1962) que la función social de Arrow supone una especie de racionalidad colectiva. Bentham, Buchanan y Tullock defienden con énfasis el principio de que sólo los sujetos individuales deciden15. Consideran inapropiado atribuirle características de sujeto racional a las instituciones. Para Bentham el individualismo metodológico está relacionado con el empirismo. La moral, dice, debe utilizar el método experimental propio de la física. La reflexión moral se funda en la experiencia. Bentham asocia el placer al bien, sin que desarrolle una reflexión sistemática sobre lo bueno. Podría afirmarse que entre el placer y el dolor hay un continuum. Lo mismo sucede entre el bien y el mal, entre la subsistencia y la abundancia. Y aunque estas tres líneas guardan una cierta correspondencia las interacciones no son unívocas.

En el contexto del pensamiento de Bentham, es apenas lógico que la teoría del valor sea subjetiva. El individuo valora la mercancía de acuerdo con la utilidad

15. En su respuesta a Buchanan y Tullock (1962), Arrow (1963) insiste en que la función de bienestar social no desconoce que, finalmente, la decisión es individual.

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que le proporciona en el margen. A finales del siglo XIX y principios del XX se consolida el enfoque subjetivo que se expresa en la teoría de las preferencias reveladas. Dado que no es posible conocer directamente la utilidad de cada per-sona, debe recurrirse a aproximaciones indirectas como la demanda del bien. El individuo revela la preferencia una vez que adquiere el producto: Compra el bien porque le proporciona satisfacción.

Para Bentham el bien y el mal están asociados al placer y al dolor. La virtud se sustenta en la utilidad. Esta forma de acercarse al bien y al mal riñe con los enfoques platónicos, que suponen que el bien está dado y que existe por fuera de los individuos. Bentham parte de una noción inmanente del bien. En la presen-tación que hacen Nussbaum y Sen (1993) del libro La calidad de vida recuerdan que la discusión sobre el utilitarismo conserva su actualidad, especialmente en el campo de la filosofía. Y autores como Bentham y Mill continúan siendo un punto de referencia obligado. Así que la relectura de esta literatura es bienvenida. A pesar de que una gran parte del corpus teórico de la economía se ha construido sobre los principios utilitaristas, al interior de la profesión suele reflexionarse muy poco sobre el significado y los alcances del utilitarismo. Habría una especie de acuerdo tácito de que basta con compartir cierta intuición sobre el significado del utilitarismo, sin que sea necesario tratar de avanzar en la comprensión de su significado. Este enfoque lleva a una simplificación inadecuada16.

Para Bentham el utilitarismo tiene sentido porque permite transformar la sociedad. Su espíritu pragmático y reformador lo lleva a concebir el utilitarismo desde una perspectiva cardinal. La utilidad debe ser cuantificada porque de otra manera no es posible mejorar la sociedad y poner en práctica el axioma funda-mental. El gobernante debe contar con la ayuda del médico y del estadístico. El primero conoce las artes para aumentar el placer y reducir el dolor. Y el segundo sabe cómo medir. La comparación cardinal de la utilidad de los individuos ayuda a diseñar el tipo de sociedad que se desea construir.

Bentham hace consideraciones sobre el dinero, la riqueza y la intervención del Estado. Advierte que el dinero no es riqueza. Muestra que se equivocan las naciones que se sienten ricas cuando el dinero abunda. No basta con que haya dinero. Los gobiernos y los comerciantes son incautos cuando pretenden “(...) au-mentar el dinero más bien que la riqueza, aumentar el intercambio a expensas de la producción” (Bentham, 1801:248). El axioma fundamental también es la guía para determinar el grado de intervención del Estado. Aquí también se expresa el pragmatismo de Bentham: La acción del gobierno es bienvenida si contribuye a hacer realidad el axioma fundamental.

16. En su ensayo, Pérez muestra que ya Mill criticaba esta lectura estrecha y cerrada del utilitarismo.

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El texto de Mauricio Pérez (1999) sobre John Stuart Mill revela facetas muy interesantes de su pensamiento. Pérez destaca la prudencia epistemológica de Mill, quien reconoce que “los límites del conocimiento son estrechos y la certeza es imposible”. Recuerda Pérez que para Mill “el dogmatismo, cualquiera que sea, no sólo es un error intelectual sino que además es moralmente reprochable”. Mill amplía el espacio de la reflexión benthamiana. La utilidad, dice, es “la instan-cia suprema de toda cuestión ética, pero debemos entenderla en el sentido más amplio del vocablo, como fundada en los intereses del hombre en cuanto ente progresivo”.

Pérez organiza su ensayo alrededor de tres preguntas: “¿qué es lo bueno?; ¿cómo deben actuar los individuos para lograrlo?; y ¿de qué manera debe organi-zarse la sociedad con este propósito?”. Lo bueno es la felicidad. Esta aproximación ética es “endógena” en el sentido de que nace de la persona. Mill reconoce que la felicidad está relacionada con el placer, pero insiste en que no es lo mismo. La naturaleza del placer es distinta a la de la felicidad. El placer, dice Mill, apenas dura un momento. La felicidad “es la finalidad de la vida”. Y la felicidad no es “una vida en continuo éxtasis, pero sí una existencia integrada por momentos de exaltación, dolores escasos y transitorios y muchos y variados placeres”. Las per-sonas perciben los placeres y la felicidad de manera distinta. Además, hay placeres de placeres. En palabras de Mill, es preferible “ser un hombre insatisfecho que un cerdo satisfecho, es mejor ser Sócrates insatisfecho, que un loco satisfecho”. Piensa Mill que debe avanzarse en la comprensión de aquellas dimensiones de la felicidad que superan el espacio del placer.

Para Mill, nos recuerda Pérez (1999), el cálculo cardinal es insuficiente porque los placeres son de naturaleza muy diversa. No tiene mucho sentido medir con el mismo rasero la satisfacción producida por una buena comida y la emoción que se experimenta al escuchar una pieza de Mozart. La naturaleza de estas sensa-ciones es tan diferente que ni siquiera vale la pena tratar de buscar un parámetro estándar. La felicidad pasa por un proceso que va más allá del placer. El espacio multidimensional de la felicidad no puede ser captado por una medida cardinal. Mediante este tipo de reflexión Mill muestra la complejidad de la felicidad, y pone en tela de juicio la identidad entre felicidad y placer. Lo bueno no está re-lacionado con el placer sino con la felicidad. Al vincular el bien al placer, dice Mill, se cae en un mundo tan vulgar como el de los cerdos. Aunque ambos están relacionados, la felicidad humana tiene dimensiones que van mucho más allá del placer inmediato.

La idea de felicidad es más compleja en Mill que en Bentham. Para Bentham la felicidad resulta del balance neto entre el placer y el dolor. La agregación por suma de la lógica benthamiana no le gusta a Mill porque la considera demasiado

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restrictiva, y propone otra alternativa de valoración estrechamente relacionada con la noción de progreso. La felicidad puede ser alcanzada por las personas nobles y virtuosas.

Pérez observa que en la aproximación de Mill, los medios empleados para conseguir la felicidad pueden convertirse en fines. En un primer momento, el dinero, la fama y el poder suelen considerarse como medios para alcanzar la felicidad. Pero en un segundo momento pueden convertirse en fines. Y entonces, la felicidad termina identificándose con la fama, el dinero y el poder. Independientemente de las complejas razones que motivan la conversión de los medios en fines, a Mill le interesa mostrar que entre el placer y la felicidad hay mediaciones importantes.

Las fuentes de satisfacción van cambiando con el tiempo y las sociedades. Para superar el relativismo utilitarista, Mill propone que el progreso sea un pun-to de referencia objetivo. Pérez (1999) resume así la definición que hace Mill del progreso. “El progreso no es un resultado mecánico, pero puede esperarse, normalmente, del desarrollo de la potencialidad humana mediante el avance del conocimiento y su difusión por medio de la educación”.

La segunda pregunta tiene que ver con la forma cómo las personas alcanzan lo que consideran bueno. Mill acepta que el propio interés es el motor de la acción humana. Pero al mismo tiempo reconoce que el altruismo también juega un papel muy importante. Muestra que es factible conjugar el egoísmo con el altruismo. Las personas expresan sentimientos como la simpatía que ayudan a cotejar los sentimientos de dolor que experimenta el individuo con el dolor de la sociedad. En ciertas ocasiones y para algunas personas, el dolor de los demás cuenta más que el dolor propio. La simpatía unida a la educación amplía el horizonte y permite conciliar el egoísmo y el altruismo.

Al explicar la tensión entre obligación y virtud, Mill relaciona la virtud a la segunda parte del axioma fundamental: El mayor número de personas. La virtud estimula el sacrificio individual en aras de la felicidad colectiva. La virtud genera externalidades positivas que favorecen al conjunto de la sociedad. El costo que conlleva el sacrificio debe reflejarse en un mayor bienestar colectivo. No tiene mucho sentido el sacrificio individual que no redunde en una mayor felicidad. Por esta razón, dice Mill, el sacrificio del asceta no es digno de admiración, ya que la persona únicamente está preocupada por su propio sacrificio, sin importarle cómo se refleja este sufrimiento individual en la felicidad colectiva.

La tercera pregunta tiene que ver con la forma como la sociedad se organiza para conseguir el bien. El tema corresponde al campo de la elección colectiva y la filosofía política. Pérez muestra que al pasar al terreno de la decisión social es inevitable hacerse la pregunta por la justicia distributiva. En la perspectiva liberal del pensamiento de Mill la distribución de los derechos de propiedad es neurálgica.

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El continuo replanteamiento de los derechos de propiedad es una condición del pensamiento liberal. La preocupación por la justicia distributiva también es explícita en otros autores liberales como Bentham y, más tarde, Walras (1926, 1936). Para Walras, ya decíamos, la propiedad estatal de la tierra es una condición necesaria para el funcionamiento del mercado. En este sentido la justicia distributiva es una precondición para que el mercado sea compatible con la justicia conmutativa. Del mercado no se deriva la justicia distributiva, sino que ésta es una precondición del mercado, o de la justicia en el intercambio.

La búsqueda del bienestar para el mayor número obliga a realizar políticas públicas distributivas que, en opinión de Pérez, tienen una estrecha relación con la felicidad colectiva. El principio de la mayor felicidad para el mayor número requiere tener en cuenta la justicia distributiva.

La tensión planteada por Coase (1937) entre el mercado y la firma se refleja en el teorema de Coase. Pérez lo resume así:

En la ausencia de costos de transacción cualquier distribución inicial es compatible con la asignación óptima de los recursos productivos. Pero como los costos de transacción siempre están presentes, su corolario es: Los costos de transacción hacen que ciertas distribuciones iniciales de los derechos de propiedad sean incompatibles con esa asignación óptima (Pérez, 1999).

Esta reflexión de Coase permite retomar la discusión sobre el sentido del análisis económico por fuera del núcleo. Cuando no hay costos de transacción, la asignación inicial es compatible con el óptimo. Y en presencia de costos de transacción, tales asignaciones no son óptimas. En otras palabras, basta con que haya costos de transacción para que la reflexión económica tenga que realizarse por fuera del núcleo.

La libertad negativa es para Mill una condición necesaria para el ejercicio de la libertad positiva. Sin la primera no es posible la segunda. Pérez recuerda que Berlín defiende la libertad negativa porque la considera una precondición de la libertad positiva.

Para Mill, continúa Pérez, hay dos tipos de injusticias. Por un lado, las in-justicias que nacen de lo que hace la sociedad. Y del otro lado, las injusticias que tienen su origen en lo que no hace la sociedad. Los derechos que nos protegen de la injusticia deben ser seguros. La justicia no puede construirse sobre bases incier-tas. La imparcialidad garantiza que frente a la misma acción todas las personas sean juzgadas de igual manera. Y para que ello sea posible es necesario limitar el margen de acción del Estado y de la sociedad. “La seguridad de los derechos sólo puede garantizarse mediante arreglos institucionales que limitan los alcances de la potestad del Estado y de la sociedad sobre el individuo” (Pérez, 1999).

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Pérez termina su artículo preguntándose si es pertinente seguir calificando como utilitarista el pensamiento de Mill reconociendo, de antemano, que el utili-tarismo de Mill es más rico y complejo que el de Bentham.

(...) Lo que se observa [en Mill] es un razonamiento mucho más complejo y po-siblemente más realista que el de los utilitaristas clásicos pero que no contradice el postulado de la mayor felicidad para el mayor número. Mill sí incorpora a ese razonamiento valores e ideas del pensamiento ético de la antigüedad (Pérez, 1999).

Y, de todas maneras, Mill afirma la pertinencia de la lógica consecuencialista del utilitarismo17.

Carolina Esguerra (2001) compara la racionalidad social en Arrow y en Bu-chanan. La autora comienza definiendo la naturaleza de la función de bienestar social de Arrow. Muestra que es distinta a la de Bergson porque los estados del mundo que son constitutivos de la función de Arrow involucran las dimensiones valorativas que Bergson trata de ignorar.

Esguerra contextualiza la escuela de la elección pública que en gran medida se deriva del trabajo de Buchanan y Tullock (1962). Describe las características generales de las cuatro corrientes principales: Virginia, Rochester, Chicago e In-diana. La economía constitucional de Buchanan hace parte de la corriente de Virginia. La autora muestra que el balance costo-beneficio que guía los análisis de la economía constitucional tiene como punto de referencia el mercado. A partir de esta consideración de Esguerra se me antoja la siguiente reflexión: Mientras que Arrow muestra las condiciones de imposibilidad que se desprenden de la lógica de los precios, Buchanan trata de ampliar el espacio de los precios con el fin de llevarlos hasta la esfera de lo político y de la elección colectiva. Pero Buchanan es consciente de que el criterio costo-beneficio cuando se aplica a lo político, requiere de una noción de mercado amplia. Y por ello recurre a la catalaxia.

Después de explicar cada una de las condiciones que debe cumplir la fun-ción de bienestar social Esguerra (2001) recuerda las razones por las que Arrow llega a una situación de imposibilidad. Contrarresta las posiciones de Buchanan y Arrow. Buchanan evita caer en un callejón sin salida como el de Arrow porque los individuos que participan en el juego pueden definir unas reglas que permitan el intercambio de votos. De esta manera la negociación política entra en escena. Mientras más sencilla sea la regla más fácil es llegar a la unanimidad o a la cua-si-unanimidad. Los jugadores de dos equipos de fútbol pueden llegar fácilmente,

17. El consecuencialismo de Mill tiene en cuenta la historia y, en opinión de Hancock (1957), su pensamiento ético tiene una dimensión histórica más profunda que el de Kant.

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y por unanimidad al siguiente acuerdo: El árbitro del partido debe tener una nacionalidad diferente a la de los equipos enfrentados. Otro ejemplo de la regla mínima de Buchanan es el prólogo de un libro, que no compromete a ninguno de los articulistas invitados. El problema de Arrow, dice Buchanan, es que propone llegar a acuerdos sobre estados de mundo, sobre alternativas de sociedad. Y enton-ces el panorama se complica. A Buchanan le parece que la función de bienestar social de Arrow es demasiado consecuencialista.

También analiza Esguerra la forma como los dos autores asumen la condición de “independencia de las alternativas irrelevantes”. Buchanan acepta que en el proceso de negociación las alternativas irrelevantes vayan modificando las prefe-rencias de los participantes. En su opinión la regla de la mayoría no es suficiente para dirimir el conflicto y, por tanto, se requiere que haya “pagos adicionales”.

Las reflexiones sobre la elección colectiva son incomprensibles por fuera del individualismo metodológico. Que no significa, como lo afirma Arrow, el desconocimiento de los valores sociales.

(...) La aproximación de Arrow al problema de la elección social evidencia su reconocimiento de las categorías sociales, pues es precisamente la tensión que existe entre los intereses individuales y los intereses colectivos lo que fundamenta la búsqueda de una función de bienestar social que cumpla con unas condiciones mínimas de consistencia (Esguerra, 2001).

En opinión de Esguerra el individualismo de Buchanan es estrecho y no involucra de manera explícita, como en Arrow, los valores sociales. Dado el afán del individualismo metodológico de Buchanan por poner en primer lugar la regla mínima y los aspectos instrumentales, “no asume ninguna tensión entre los inte-reses individuales y los intereses colectivos” (Esguerra, 2001).

Para explicar el significado del individualismo metodológico, Buchanan sigue a Hayek y diferencia el verdadero del falso individualismo. El primero considera que las relaciones sociales resultan de las acciones no intencionadas de los in-dividuos. El falso individualismo supone que las relaciones sociales obedecen a un diseño pre-establecido. El verdadero individualismo centra la atención en los procedimientos mínimos. Le resta importancia a las consecuencias y a los criterios valorativos que les sirven de guía. La óptica de Arrow es muy distinta porque la función de utilidad del individuo que se hace la pregunta por el bienestar social involucra los valores. Arrow admite que las decisiones sociales inciden en la elec-ción individual. En cambio, Buchanan se esmera por encontrar las condiciones de posibilidad de la neutralidad valorativa.

La economía constitucional supera la imposibilidad de Arrow a través de la “reconciliación de los intereses individuales por medio de las reglas de la toma de decisiones” (Esguerra, 2001). El consenso sobre la regla básica es justo si es

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voluntario. La noción de justicia, dice Esguerra, “se asocia a la legitimidad que el acuerdo voluntario posee”. La aceptación de la regla lleva, implícita, una “promesa de conducta”. La aceptación de la regla conlleva un compromiso de cumplimiento. La regla voluntaria es justa y, además, la conducta es justa si sigue las prescrip-ciones de la regla. Ello implica, entonces, “que la justicia se deriva de la voluntad, y no de la utilización de una regla específica” (Esguerra, 2001).

La autora se pregunta si la salida de Buchanan efectivamente es una respuesta al teorema de imposibilidad de Arrow. En su opinión, Buchanan “rompe el diá-logo con Arrow” porque excluye de su análisis las categorías sociales que son fundamentales en la función de bienestar de Arrow. Así que “Buchanan abre un campo nuevo de discusión, en donde los argumentos de Arrow no tienen cabida” (Esguerra, 2001). Buchanan cambia el paradigma.

En la última parte del artículo Esguerra pone en evidencia la distinción entre los enfoques consecuencialistas, como el de Arrow, y los procedimentalistas, o deontológicos, como el de Buchanan. Esguerra se pregunta por la fundamentación moral de la lógica procedimentalista de Buchanan y advierte sobre los peligros derivados de la absolutización de la regla. El camino de Buchanan, concluye Es-guerra, no es una solución a la imposibilidad de Arrow, sino una vía alterna.

Esguerra termina el artículo mostrando los alcances que han tenido los de-sarrollos más recientes de la teoría de la elección. Destaca los aportes de Sen y trae a colación la discusión sobre la pertinencia de las comparaciones interperso-nales como una manera de sortear los obstáculos de la imposibilidad de Arrow. La propuesta de Sen se enmarca en una perspectiva amplia en la que el bienestar social incorpora las relaciones entre las capacidades y las realizaciones efectivas de las personas.

Mauricio Uribe (2003) examina la relación entre economía del bienestar y justicia distributiva. Si la ética y la economía van de la mano, Uribe se pregunta por la “guía normativa apropiada para enfrentar los problemas de la distribución”. El autor parte de la distinción propuesta por Samuelson (1947:249) entre la vieja y la nueva economía del bienestar. La primera está asociada al nombre de Pigou y la segunda a Pareto. La aproximación de Pigou tiene dos características: La medición cardinal de la utilidad y las comparaciones interpersonales de bienestar. La nueva economía del bienestar, la de Pareto, propone la ordinalidad en lugar de la cardinalidad, al tiempo que rechaza la posibilidad de hacer comparaciones interpersonales de bienestar.

El óptimo de Pareto, eje de la nueva economía del bienestar, tiene dos di-ficultades. Primero, es un ordenamiento incompleto. Y segundo, es insensible a la distribución del ingreso. En el mercado se puede llegar a un óptimo paretiano independientemente de las asignaciones iniciales de los participantes. Si el com-

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prador y el vendedor están satisfechos con el pan de $500 pesos, se llega a una situación óptima, y no importa que el comprador de pan sea un mendigo, o un magnate. “Que el hinchado plutócrata tuviese un plato adicional en su mesa sin que eso dañara a nadie –decía Hicks– no merecía necesariamente un título con-gratulatorio” (Uribe, 2003).

Una vez expuestos los términos de la discusión, Uribe retoma el teorema de imposibilidad de Arrow y destaca la alternativa seguida por Sen, haciendo énfasis en la importancia que tienen las asignaciones iniciales y las opciones valorativas en la escogencia de los estados del mundo posibles. Para Sen (1992) el juicio sobre la forma más conveniente de distribuir el ingreso obliga a hacer comparaciones interpersonales. Harsanyi (1955) explora, después de Pigou, el camino de la car-dinalidad. Y además, incorpora el principio de la equiproporcionalidad. Uribe llama la atención sobre las limitaciones que tiene la equiproporcionalidad, como el desconocer que las personas no son iguales y que algunas carentes de talentos no pueden competir en igualdad de condiciones. Considera Sen que Harsanyi no logra construir una teoría que sea consistente con la diversidad de los individuos.

Rawls critica al utilitarismo. La visión teleológica del utilitarismo es intui-tivamente muy atractiva pero no da cuenta de la justicia. Subsume lo justo en lo que considera bueno. En la justicia como imparcialidad, que propone Rawls, hay una prelación de lo justo sobre lo bueno18. El enfoque deontológico de Rawls no es ajeno a las consecuencias. En sus palabras, “todas las doctrinas éticas dignas de atención, toman en cuenta las consecuencias al juzgar la corrección” (Rawls 1971:48). Uribe defiende las características del contractualismo hipotético de Rawls. En su opinión, “la posición original, en los términos en los que Rawls desarrolla su propuesta y asume las críticas, es mucho más que una simple apelación contra fáctica: Es la caracterización de las condiciones ideales para la deliberación demo- crática”.

El principio de la diferencia de Rawls es central en la discusión ética sobre los aspectos distributivos. El criterio rector es claro: “Siempre ha de preferirse una distribución igualitaria de los bienes sociales primarios, a menos que una distri-bución desigual permita mejorar la situación de quienes están más desfavorecidos en la estructura básica de la sociedad” (Uribe). El principio de la diferencia puede aplicarse sólo si se hacen comparaciones interpersonales porque de otra manera no es posible determinar quiénes son los menos favorecidos.

18. “(...) en la justicia como imparcialidad, el concepto de lo correcto es previo al del bien (...) Esta prioridad de lo correcto sobre lo bueno, dentro de la justicia como imparcialidad, se convierte en un rasgo central de nuestra concepción” (Rawls, 1971:50).

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Observa Uribe (2003) que Rawls no se preocupa por la forma como las personas usan los bienes y deja abierta la puerta a una discusión a la que Sen le da mucha importancia: No basta con que las personas dispongan de bienes, es fundamental preguntarse por la forma como los convierten en realizaciones. Sen insiste, entonces, en la necesidad de que las personas sean agentes, en el sentido de que puedan escoger el tipo de vida que deseen llevar.

La justicia como imparcialidad, nos recuerda Uribe, ha sido criticada desde horizontes muy distintos: Los libertarianos, la economía constitucional, la teoría de la acción comunicativa, el comunitarismo, el republicanismo, el feminismo, Sen, etc. “Prácticamente no hay hoy en día discusión relevante de filosofía política o política social que no tome en cuenta —a favor o en contra— la Teoría de la justicia” (Uribe). De estas críticas, Uribe destaca las de los libertarianos (Hayek y Nozick), la de economía constitucional (Buchanan y Tullock), y la de Sen. Menciono la primera y la última.

Hayek y Nozick encabezan la crítica libertaria. A pesar de su rechazo a cual-quier política redistributiva, Nozick reconoce que para “rectificar” injusticias pasadas no queda más alternativa que redistribuir. Y como bien lo señala Uribe (2003), “la aplicación del principio de rectificación conduce paradójicamente a justificar políticas redistributivas cuya amplitud puede llegar a ser considerable”. Y este tipo de intervención, agrega Van Parijs, puede dejar “perplejo a más de un libertariano entusiasta”. Los libertarianos no logran ser consecuentes con su defensa, a ultranza, de una posición deontológica. La cláusula lockeana termina resultándoles incómoda. En palabras de Uribe, “la aplicación de la cláusula loc-keana implica una sensibilidad a las consecuencias que choca con la perspectiva deontológica radical postulada por Nozick”.

Sen es consecuencialista pero no de la misma manera que el utilitarismo. Tampoco acepta las posiciones libertarianas. Uribe muestra que para Sen “los individuos no solamente valoran sus fines en términos de bienestar sino también la libertad que tienen para obtener esos logros”, así que “no sólo son importantes los fines o los logros en sí mismos, sino la libertad que ha tenido la persona para escoger unos fines y no otros”.

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La simpatía en la “Teoría de los sentimientos morales” de Adam Smith∗

Como suele pasar con los grandes pensadores, la lectura de Smith ha sido muy sesgada. Han prevalecido dos tipos de interpretación. Una, muy influenciada por Marx (1867), ha girado alrededor de la teoría del valor trabajo. La polémica entre Marx y Smith tiene que ver con el significado del trabajo productivo, el origen y la medición del valor, la relación entre valores y precios, los excedentes agrícolas, el sentido del fondo de salarios, los ciclos de la agricultura y de la industria, etc. Smith, junto con Marx y Ricardo, asocia el valor de la mercancía a una medida objetiva: El tiempo de trabajo incorporado.

La otra lectura de Smith pone en primer plano la analogía de mano invisible. Desde esta perspectiva, Smith sería un defensor acérrimo del libre mercado, y habría supuesto que las fuerzas autónomas de la oferta y la demanda convergen hacia el equilibrio. Esta visión de Smith ha ganado aceptación entre los economistas más ortodoxos, y ellos han propagado la idea de que Smith pone todo el énfasis en la mano invisible del mercado, y en el sentimiento egoísta que anima a las personas. Menciono, por ejemplo, el manual de Friedman y Friedman (1979), en el que la mano invisible adquiere tal preponderancia, que el resto de reflexiones de Smith pasa a un segundo plano19. Las dos aproximaciones a Smith, la “marxista” y la “friedmaniana”, son reduccionistas.

∗ Texto publicado en Justicia Social. Teología-Economía, Universidad Javeriana, Bogotá, 2003.19. “(...) la obra maestra [La Riqueza de las Naciones Smith, 1776] que convirtió al escocés Adam

Smith en el padre de la economía moderna. Dicha obra analiza el modo en que un sistema de mercado podía combinar la libertad de los individuos para lograr sus propios objetivos con la amplia cooperación y colaboración necesarias en el campo de la economía para producir nuestros

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Habría una tercera forma de acercarse a Smith en la perspectiva propuesta por Sen (1986, 1987, 2000, 2001). Este tipo de acercamiento es menos conocido que los dos anteriores. Sen pone en evidencia la riqueza del pensamiento de Smith y advierte sobre los peligros que se derivan de una lectura simplista. En opinión de Sen, la Riqueza de las naciones (Smith, 1776) no puede descontextualizarse de la Teoría de los sentimientos morales (Smith, 1759). La una no se entiende sin la otra. Smith es consciente de que el mercado y el sistema de precios apenas funcionan en un espacio relativamente estrecho. Por fuera de la panadería o de la zapatería la lógica del mercado se agota. El mercado no opera frente bienes como la educación y la salud, ya que su naturaleza es compleja y no hay criterios claros para valorarlos en términos de precios. Sen destaca del pensamiento de Smith su dimensión del otro. La importancia que le atribuye Smith al otro se manifiesta en su concepción de la simpatía y de la justicia. La Riqueza de las naciones es incomprensible por fuera de los sentimientos morales.

Cuando el mercado funciona y los precios son flexibles la mano invisible re-suelve dos problemas. En primer lugar permite alcanzar el equilibrio. Y segundo, la preferencia individual termina siendo compatible con la preferencia colectiva. De esta manera Smith logra sintetizar el interés individual con el interés general20. Pero esta armonía, como él mismo lo reconoce, únicamente es factible si los pre-cios funcionan. Por fuera del mundo de los precios empiezan a presentarse fisuras e inconsistencias. Y los conflictos entre elección individual y elección colectiva aparecen en primer plano.

El mercado y la mano invisibleSmith (1759, 1776) no hace una defensa a ultranza del mercado. Sus comen-

tarios son, al mismo tiempo, una exclamación de admiración, y una advertencia cautelosa. Admiración, porque en algunos mercados, como el del pan, el equilibrio se alcanza de manera autónoma. Y cautela, porque hay un sinnúmero de activida-des humanas en las que no cabe la lógica del mercado. Tanto en la Riqueza de las naciones como en la Teoría de los sentimientos morales, Smith muestra que las complejas interacciones que existen entre las personas van más allá de los marcos estrechos de la oferta y la demanda.

alimentos, ropas y viviendas. El hallazgo clave de Adam Smith consistió en afirmar que todo intercambio voluntario genera beneficios para las dos partes y que, mientras la cooperación sea estrictamente voluntaria, ningún intercambio se llevará a cabo, a menos que ambas partes obtengan con ello un beneficio” (Friedman y Friedman, 1979:15-16).

20. Sobre este punto, ver Cuevas (1998).

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La división del trabajo se aplica sin dificultad en sectores como calzado, textil, panadería, etc. Y deja de ser apropiado en áreas como la educación y la salud, porque allí no opera la lógica de los precios y del mercado. En aquellos sectores en los que el mercado funciona y la división del trabajo mejora la productividad, se logra un doble beneficio. En primer lugar, la oferta y la demanda se equili-bran. Y segundo, el interés individual es compatible con el interés colectivo. El equilibrio entre la oferta y la demanda es posible porque los precios se ajustan a las cantidades. Al final del día, cuando el mercado se cierra, no hay excesos de demanda. El segundo beneficio es más interesante: Comprador y vendedor que-dan satisfechos. El comprador que desea buen pan está dispuesto a pagarle más al buen panadero que al mal panadero. A su vez, el vendedor se esmera por hacer buen pan porque ello se reflejará en ganancias más elevadas. Cada quien busca su interés y el resultado final es el bienestar colectivo.

Pero no obstante sus beneficios, la división del trabajo es problemática, ya que puede crear situaciones socialmente indeseables. La especialización lleva a la realización de tareas mecánicas que limitan el horizonte de las personas que las ejecutan. Y la repetición continua de la misma actividad mejora la eficiencia pero aniquila la iniciativa del trabajador hasta volverlo un estúpido21. Smith asu-me, entonces, el reto de conciliar los sentimientos morales con la eficiencia del

21. “Con el desarrollo de la división del trabajo, el empleo de la mayor parte de quienes viven de su trabajo, es decir, de la mayoría del pueblo, llega a estar limitado a un puñado de operaciones muy simples, con frecuencia sólo a una o dos. Ahora bien, la inteligencia de la mayoría de las personas se conforma necesariamente a través de sus actividades habituales. Un hombre que dedica toda su vida a ejecutar unas pocas operaciones sencillas, cuyos efectos son quizás siempre o casi siempre los mismos, no tiene ocasión de ejercitar su inteligencia o movilizar su inventiva para descubrir formas de eludir dificultades que nunca enfrenta. Por ello pierde naturalmente el hábito de ejercitarlas y en general se vuelve tan estúpido e ignorante como pueda volverse una criatura humana. La torpeza de su mente lo torna no sólo incapaz de disfrutar o soportar una fracción de cualquier conversación racional, sino también de abrigar cualquier sentimiento generoso, noble o tierno, y en consecuencia de formarse un criterio justo incluso sobre muchos de los deberes normales de la vida privada. No puede emitir juicio alguno acerca de los grandes intereses de su país; y salvo que se tomen medidas muy concretas para evitarlo, es igualmente incapaz de defender a su país en la guerra. La uniformidad de su vida estacionaria naturalmente corrompe el coraje de su espíritu, y le hace aborrecer la irregular, incierta y aventurera vida de un soldado. Llega incluso a corromper la actividad de su cuerpo y lo convierte en incapaz de ejercer su fortaleza con vigor y perseverancia en ningún trabajo diferente del habitual. De esta forma, parece que su destreza en su propio oficio es adquirida a expensas de sus virtudes intelectuales, sociales y marciales. Yen cualquier sociedad desarrollada y civilizada este es el cuadro en que los trabajadores pobres, es decir, la gran masa del pueblo, deben necesariamente caer, salvo que el estado tome medidas para evitarlo” (Smith, 1776:717-718).

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mercado. Después de describir la forma como la especialización y la división del trabajo llevan a que el operario no tenga “ocasión de ejercitar su inteligencia o movilizar su inventiva para descubrir formas de elucidar dificultades que nunca enfrenta (...)”, Smith reclama la acción educativa del Estado con el fin de evitar que el trabajador pobre se vuelva “tan estúpido e ignorante como pueda volverse una criatura humana”. Puesto que el mercado tiene limitaciones intrínsecas, la sociedad debe crear las condiciones que eviten que alguien termine embrutecido, o tenga que salir a la calle sintiendo vergüenza. Si el mercado excluye, le corres-ponde al Estado generar dinámicas de inclusión.

Smith (1759) muestra que además de las pulsiones egoístas, las personas actúan animadas por la prudencia, que es la unión de la razón y del autocontrol. Junto con la prudencia la vida en sociedad obliga a cultivar otras virtudes como la humanidad, la generosidad, la justicia y el espíritu de lo público. La condición ideal es la del hombre sabio y virtuoso que “desea, en todo momento, sacrificar su interés privado en favor del interés público” (Smith, 1759:346).

Con el fin de entender mejor el significado que tiene el egoísmo en Smith, retomo dos textos de la Riqueza de las naciones que son citados con frecuencia.

Pero el hombre se halla siempre constituido, según la ordinaria providencia, en la necesidad de la ayuda de su semejante, suponiendo siempre la del primer Hacedor, y aún aquella ayuda del hombre en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su prójimo, por lo que la conseguirá con más seguridad integrando en favor suyo el amor propio de los otros, en cuanto a manifestarles que por utilidad de ellos también les pide lo que desea obtener. Cualquiera que en materia de intereses estipula con otro, se propone hacer eso: Dame tú lo que me hace falta, y yo te daré lo que te falta a ti. Esta es la inteligencia de semejantes compromisos, y éste es el modo de obtener de otro mayor parte en los buenos oficios de que necesita en el comercio la sociedad civil. No de la benevolencia del carnicero, del vinatero, del panadero, sino de sus miras al interés propio es de quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad, sino acudimos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas (Smith, 1776:14; Bastardillas mías).

Cualquier persona, dice Smith, necesita la ayuda de sus semejantes. Pero para conseguir esta colaboración no debe invocarse la benevolencia, sino que se le tiene que mostrar al otro que la cooperación terminará favo-reciéndolo. El motor de la acción debe ser el “amor propio” y no el sen-timiento humanitario. Es más fácil que las personas actúen motivadas por el interés individual que por el interés de los otros. Mostrarle al otro “sus ventajas” no significa engañarlo. Realmente, se trata de que la sociedad

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se organice de tal manera que la afirmación del amor propio contribuya al bienestar colectivo22.

Al preferir dedicarse a la actividad nacional más que a la extranjera él sólo persigue su propia seguridad; y al orientar esa actividad de manera de producir un valor máximo él busca sólo su propio beneficio, pero en este caso como en otros una mano invisible lo conduce a promover un objetivo que no entraba en sus propósitos. El que sea así no es necesariamente malo para la sociedad. Al perseguir su propio interés frecuentemente fomentará el de la sociedad mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo. Nunca he visto muchas cosas buenas hechas por los que pretenden actuar en bien del pueblo (...) (Smith, 1776:554; bastardillas mías).

Una vez que la persona actúa siguiendo su propio beneficio, la “mano invisi-ble” se encarga de hacer el resto. El “objetivo que no entraba en sus propósitos” es el bienestar general. Así que la “mano invisible” es el mecanismo maravilloso que logra transformar el interés individual en bienestar colectivo. Smith no con-sidera que el amor propio unido a la mano invisible conduzca a la sociedad ideal. Tan sólo afirma que al perseguir el interés personal se fomentará el interés de la sociedad “mucho más eficazmente que si de hecho intentase fomentarlo”. El punto de llegada no es la sociedad perfecta, sino una sociedad mejor que la que se alcanzaría si en lugar de fomentar el amor propio se incentivara el amor hacia los otros. Para Smith la sociedad ideal es la de personas sabias y virtuosas, y no la de individuos egoístas. Analiza esta última porque le parece posible. Y además, porque asume el reto de mostrar bajo qué condiciones la búsqueda del interés individual puede ser compatible con el interés colectivo.

22. Entre los desarrollos más notables de este principio de Smith, destaca los trabajos de Bucha-nan y Tullock (1962) y Buchanan (1994). En este último texto, Buchanan hace una serie de consideraciones sobre el predicador. El predicador representa el conjunto de instituciones que tienen como función persuadir a las personas para que actúen con un espíritu altruista. No duda Buchanan que una sociedad de individuos altruistas puede tener más ventajas que una sociedad de personas egoístas. Si doy sin esperar que el otro también me dé, ambos quedamos satisfechos y el efecto final es más positivo que si ambas personas hubieran actuado motivadas por sentimientos egoístas. Buchanan, como Smith, también cree que este tipo de sociedad no es realista o, en caso de que fuera posible, es muy costosa, porque habría que pagarle a muchos predicadores. Cada sociedad evalúa si vale la pena pagarle al predicador para que estimule el altruismo, o si reduce al mínimo los costos del predicador, y se organiza de tal forma que las acciones egoístas redunden en bienestar general. Y Buchanan concluye diciendo que en este ámbito, como en los otros de la organización social y política, no queda más remedio que hacer un frío balance en términos de costo/beneficio. A propósito de los predicadores, ver González (1999).

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La prioridad del interés individual y la simpatía“Nuestras ideas iniciales sobre la belleza personal y la deformidad se confi-

guran a partir de la forma y apariencia de los otros (...)” (Smith, 1759:163).La simpatía es el sentimiento que nos lleva a ponernos en la situación del

otro, a colocarlos en sus zapatos (Smith; 1759:5). Se trata de mirar el mundo desde la perspectiva del otro. La simpatía incluye toda la gama de sentimientos que van desde el amor hasta el odio. El pensamiento de Smith es incomprensible sin la dimensión del otro. La percepción que tengo de mi belleza o fealdad está marcada por la forma como percibo que los otros me perciben. Así que cualquier sentimiento egoísta no puede ignorar al otro. En otras palabras, no es posible un egoísta puro. La simpatía está presente en todo momento.

Ya decía Sen (1977) refiriéndose al trabajo de Edgeworth (1881), que no tiene sentido concebir una sociedad de egoístas puros. El problema lo expresó claramente Edgeworth al reconocer que por fuera del núcleo de contratación (por fuera del mundo de los precios), no hay más remedio que hacerse la pregunta ética por la sociedad buena. En el núcleo de contratación, hay equilibrio siempre que las per-sonas compran el pan a dos mil pesos. Tanto el panadero como sus clientes están satisfechos. Él, porque mejora la ganancia, y ellos porque consumen buen pan. Pero Edgeworth reconoce que la historia no termina allí. Es inevitable preguntarse si para la sociedad es conveniente que una persona que llega a comprar el pan de dos mil pesos tenga una finca de 23 mil hectáreas, mientras que otra persona que también compra el pan de dos mil pesos, obtiene el dinero mendigando en la calle. La reflexión sobre la mejor forma de distribuir las dotaciones iniciales (23 mil hectáreas en un caso, y la capacidad de mendigar en el otro) obliga a Edgeworth a renunciar al egoísmo puro y a preguntarse por algún principio que ayude a ordenar la sociedad. Edgeworth explicita el conflicto entre el egoísmo puro y el axioma fundamental del utilitarismo de Bentham (1776:3): “La máxima felicidad para el mayor número”. El utilitarismo de Bentham entra en conflicto con el egoísmo puro de Edgeworth.

Smith, contemporáneo de Bentham, también analiza el conflicto que se presenta entre los intereses individuales y los colectivos. Y al igual que Bentham niega los egoísmos puros. La gráfica 3 ayuda a explicar el sentido de la reflexión de Smith. La parte izquierda de la gráfica tiene que ver con los bienes y el mercado. La parte derecha corresponde a las intensidades del egoísmo.

En el lado izquierdo la flecha, que va desde abajo hacia arriba, marca el pro-ceso de alejamiento del mercado. En la parte inferior, por debajo de la línea doble horizontal, el sistema de precios funciona bien, y la dinámica del mercado conduce al equilibrio. Y, adicionalmente, el bienestar individual es bienestar colectivo.

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El bien que ejemplifica esta situación es el pan. Pero el mercado se agota y ello lo expresa claramente Smith a lo largo de su obra. Por encima de la línea doble horizontal, la lógica del mercado y el sistema de precios dejan de ser relevantes. El distanciamiento del mercado se va acentuando al pasar del pan a la educación (Educ), a la salud (Salud), hasta llegar a un bien muy preciado por Smith: La po-sibilidad de salir a la calle sin sentir vergüenza (Verg)23. Y a este nivel del análisis ya se está muy lejos del mundo de los precios. A medida que los precios se van quedando atrás, el sentimiento moral emerge con más fuerza. El sentimiento moral se acentúa frente a una persona herida, o ante el individuo que sufre. En un bello pasaje Smith (1759:174 y ss.) narra los dolores de la persona inocente que ha sido injustamente condenada. Por fuera del mercado los conflictos entre los intereses individual y colectivo son evidentes. Y en numerosos casos no pueden resolverse.

Gráfica 3. Smith, los límites del mercado y el paso del egoísmo a la magnanimidad

La parte izquierda de la gráfica tiene que ver con los bienes y el mercado. La tendencia de la flecha indica el alejamiento progresivo del mercado. La línea doble horizontal marca el límite de los precios y de la lógica del mercado. “Pan” es pan, “Educ” es educación, “Salud” es salud, “Verg” es la posibilidad de salir a la calle sin sentir vergüenza. La parte derecha de la gráfica representa las intensidades del egoísmo. La flecha marca la tendencia hacia la virtuosidad y la magnanimidad. La línea gruesa horizontal es el límite marcado por la “gran ley de la cristiandad” (“Xtian”). Hasta la máxima de la cristiandad, incluyéndola, la motivación del comportamiento es egoísta (“Ego”). Por encima de la línea gruesa horizontal no hay egoísmo. Es el mundo de los hombres magnánimos (“Mag”), sabios y virtuosos.

23. “A menudo es más mortificante aparecer en público después de un pequeño desastre, que hacerlo cuando se ha sufrido una gran tragedia. La primera situación no estimula la simpatía, mientras que la segunda genera una intensa compasión, aunque nadie logre aproximarse a la angustia de quien sufre” (Smith, 1759:81).

Verg

Salud

Educ

Pan

Mag

Ego

Xtian

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Hay situaciones insolubles como la del inocente que es condenado. Smith termina su descripción diciendo que el único consuelo que le queda al condenado es su certeza de la imparcialidad de la justicia divina. El recurso a la justicia divina simplemente muestra que Smith ha llegado a un callejón sin salida.

En el lado derecho de la gráfica 3 la flecha se va alejando del egoísmo. El punto de llegada es la magnanimidad y el intermedio es la máxima de la cristiandad. Pero aún en el nivel más bajo, que representa el máximo egoísmo, sigue habiendo espacio para la simpatía. Nunca hay egoísmos puros. El amor a sí mismo puede leerse de maneras diversas. La más simplista consistiría en decir que la persona se ama a sí misma haciendo caso omiso del otro. Pero para Smith el amor a sí mismo está mediado por el otro. La autovaloración se construye sobre la forma como cada persona percibe que los otros la ven. En otras palabras, la autoestima también implica la simpatía. La persona, no importa su grado de egoísmo, se coloca en los zapatos de los otros tratando de imaginar cómo la perciben. El egoísmo tiene grados. El mayor desprendimiento, pero todavía dentro del rango del egoísmo, es el que propone la “gran ley de la cristiandad, según la cual debemos amar a los otros tal y como nos amamos a nosotros mismos” (Smith, 1759:27). El parámetro de referencia del amor a los otros es el amor a sí mismo. Así que cuando la persona obra de acuerdo con esta máxima todavía se mueve en el espacio del egoísmo. El interés individual sigue primando sobre el interés colectivo.

La “gran ley de la cristiandad” sería una de las maneras de expresar la sim-patía. No es extraño, dice Smith, que quien se ponga en los zapatos del otro tenga sensaciones encontradas (admiración, envidia, etc.). Y esta mezcla de afectos tiene que ver con la forma como juzgamos la motivación del acto, el acto mismo, y sus consecuencias. La evaluación de cada uno de los momentos es diferente. Puede ser, por ejemplo, que aunque la motivación sea buena el resultado final no sea el adecuado. Al hacer la diferencia entre la motivación, el acto y sus consecuencias, Smith pone en evidencia lo difícil que resulta juzgar al otro, aún si hacemos el ejercicio de colocarnos en sus zapatos. La simpatía supone un ejercicio de la imaginación. Dado que nunca sabemos cuál es la percepción que el otro tiene del mundo, no queda más remedio que imaginarla.

Puesto que no podemos experimentar directamente lo que los otros hombres sienten, no logramos tener una idea de la forma como los hechos los afectan, pero sí podemos imaginarnos lo que nosotros mismos podríamos sentir en una situación similar (Smith, 1759:3).

Muy pocas personas alcanzan a cumplir con la gran ley de la cristiandad. Pero, continúa Smith, hay otro nivel más exigente: La magnanimidad, que coloca el amor a sí mismo en segundo lugar, después del amor a los otros. En la gráfica

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la magnanimidad (“Mag”) ocupa la parte superior del lado derecho.La magnanimidad rompe con el egoísmo. Cambia el punto de referencia.

Ya no amamos a los otros como a nosotros mismos, sino que “nos amamos a nosotros mismos tanto como amamos a los otros” (Smith, 1759:28). Por tanto, el parámetro es el amor al otro. El espacio del egoísmo termina con la gran ley de la cristiandad. De allí para arriba, el mundo es de las personas no egoístas. De los magnánimes.

Smith califica la magnanimidad como una virtud “grande y loable”, pero reconoce que apenas la alcanza un número muy reducido de personas. Al tiempo que exalta la magnanimidad pone en evidencia la dificultad de conseguirla. Ape-nas algunas personas logran anteponer el amor a los otros al amor a sí mismo. La mejor sociedad es la de personas magnánimes. La magnanimidad es una virtud encomiable que supera cualquier comportamiento egoísta. Pero como se trata de una virtud tan escasa, es ingenuo pretender que pueda servir de fundamento a la sociedad real. En lugar de soñar con un mundo de personas magnánimes, es mejor tratar de entender el funcionamiento de una sociedad que va consolidando la división del trabajo, y en la que el egoísmo es el factor determinante de la producción y del consumo.

Y la preferencia de Smith por la magnanimidad se observa más claramente cuando asocia la magnanimidad a la “sabiduría” que, además, coloca por encima de la “riqueza”. La sabiduría, que es superior a la riqueza, se consigue por el camino de la magnanimidad y no por la vía del egoísmo.

El amor por sí mismo y la simpatía conviven. Y la forma como se presenta esta interacción está mediada por dos consideraciones. La primera tiene que ver con la naturaleza del bien. Y la segunda con los diferentes niveles desde los cuales se analiza la simpatía. En los Sentimientos morales Smith explora, sobre todo, el segundo tema.

En la realidad ambas dimensiones (la naturaleza del bien, los niveles de la simpatía) están interactuando. La naturaleza del bien repercute en la intensidad de los sentimientos. En el caso de la producción y venta de pan, la simpatía puede ser un sentimiento muy tenue. En cambio cuando se trata de bienes como la educación, o la salud, es muy probable que los sentimientos de simpatía sean más fuertes. El espectro de la simpatía es muy amplio. En el campo de la salud, la enfermedad del otro despierta sentimientos de compasión y de dolor. Y estas sensaciones son perfectamente compatibles con el amor por sí mismo. En el caso de la producción y venta de pan la simpatía pierde relevancia porque la búsqueda de la satisfacción individual es compatible con el bienestar general. Las interacciones mencionadas también podrían verse en la gráfica 3. El lado izquierdo incorpora los aspectos relacionados con la naturaleza del bien. Y el lado derecho con la intensidad del

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egoísmo. Sin que la relación sea uno a uno, sí es posible afirmar que a medida que se va ascendiendo en la gráfica, el mercado va quedando atrás (lado izquierdo) y se le va dando más espacio a la simpatía (lado derecho). La relación no es uno a uno porque para solucionar las dificultades de la persona que siente vergüenza de salir a la calle no se necesita ser magnánime. Tampoco es necesario que el benefactor cumpla la gran ley de la cristiandad. Basta que la persona actúe motivada por el dolor que le causa el malestar del otro.

La lectura que proponen Friedman y Friedman (1979) de Smith supone que el equilibrio del mercado y que la conciliación de los intereses individual y colec-tivo, conduce a situaciones óptimas. En realidad no es así. Por fuera del espacio estrecho del mercado el interés individual lleva a situaciones subóptimas. Con el propósito de aclarar esta idea de Smith, propongo distinguir tres tipos de socieda-des. La primera (α) es una sociedad que se pretende construir sobre los llamados al altruismo y al sentimiento humanitario. La segunda (β) tiene como fundamento el interés individual. Y la tercera (γ) es la sociedad de personas magnánimes.

Por orden de preferencia, Smith organizaría así estas tres sociedades: γ P β P α. P significa “preferida”. Así que la tercera sociedad es preferida a la segunda y, a su vez, ésta es preferida a la primera. Las sociedades α y γ no son posibles. Los llamados al altruismo no logran contrarrestar los impulsos egoístas. Los intentos de los predicadores son vanos y generan frustración y desconcierto. Frecuentemente se les pide a los políticos que obren pensando en el bienestar de los demás. Esta pretensión es ingenua y engañosa. No se puede fundar la sociedad política en la premisa de que los representantes del pueblo colocaran los intereses de los demás por encima de los propios.

Y la sociedad de personas magnánimes no existe porque la magnanimidad es una virtud excepcional. Hay personas magnánimes en una sociedad de egoístas, pero no es posible concebir una sociedad de seres magnánimes. La sociedad γ, de personas magnánimes, es tan lejana que no suele presentarse como una alternativa práctica.

La sociedad posible es β. Y hacia allá deben orientarse los esfuerzos, con la clara consciencia de que no es la sociedad ideal. Es el mundo posible, subóptimo. Y no obstante el predominio del egoísmo puede ser una sociedad amable porque las personas finalmente están guiadas por sentimientos de simpatía.

La justicia como no exclusiónLa justicia en Smith está asociada al sentimiento moral de la simpatía. La

justicia hace posible la “objetivación” del sentimiento moral de la simpatía. Al-gunos de los sentimientos favorables a los otros deben ser regulados mediante la norma. La ley también busca frenar el odio que impulsa a hacerle daño al otro o a

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sus bienes. “Aunque la ruina de nuestro vecino nos afecte menos que una peque-ña desgracia nuestra, no debemos contribuir a su ruina” (Smith, 1759:119). Las restricciones al comportamiento egoísta nacen de la justicia. Para que la simpatía sea justa desde el punto de vista ético se requiere que la persona se coloque en los zapatos del otro considerándolo como igual. Sin esta igualdad, la simpatía apenas es “epistemológica” (Sen, 2001:19).

A diferencia de la benevolencia, de la magnanimidad y de otras virtudes, la justicia no proviene de “motivos propios”. La justicia se caracteriza porque su observancia “no es dejada a la libertad de nuestra propia voluntad” (Smith, 1759:114). Y en virtud de ello las injusticias deben ser castigadas. La simpatía lleva a sentir dolor por el herido que está tendido en el camino. Pero la justicia obliga a recogerlo y a prestarle auxilio. Dado que la observancia de la justicia no depende de los “motivos propios”, el culpable debe ser castigado.

Las reglas de la justicia son comparables a las reglas de la gramática (Smith, 1759:250). La justicia obliga a respetar lo mínimo. Tanto en la gramática como en la justicia, una vez que se ha cumplido con la regla básica, queda el espacio para que quien lo desee pueda dar más de lo que fija la norma. Sin duda, además de ser justo también se puede ser magnánime. Y en el mundo de la literatura, además de observar los principios básicos de la gramática se pueden escribir hermosas novelas.

Entre las “sagradas” leyes de la justicia, Smith (1759: 121) prioriza tres. Las más importantes son las que tienen que ver con la vida de las personas y de sus vecinos. Le siguen las que tocan la propiedad y la posesión. Y en tercer lugar están los derechos individuales. Es el piso mínimo sobre el que se construye el andamiaje legal.

A la luz de las teorías contemporáneas de la justicia, podría decirse que la justicia social en Smith es inclusión. Sen (2000, 2001) fundamenta su reflexión sobre el significado de la exclusión y la inclusión en la Teoría de los sentimientos morales. Muestra la pertinencia de rescatar el término exclusión. Considera que es pertinente para analizar fenómenos sociales contemporáneos como el desem-pleo, la xenofobia, la asimetría de los procesos migratorios, la concentración del ingreso, etc. Por su naturaleza con respecto a la deprivación, la exclusión puede ser instrumental o constitutiva. Y por la dinámica que la ocasiona, la exclusión puede ser activa o pasiva.

En líneas generales, la exclusión social se manifiesta en una deprivación de las capacidades, pero la exclusión puede ser parte constitutiva de la deprivación, o una causa instrumental (Sen, 2000:5). La persona desempleada no tiene dinero para acceder a algunos bienes, así que individuo queda excluido del consumo de bienes de manera indirecta. Y en este sentido el desempleo es causa instrumen-

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tal24. Pero si la persona tiene dificultades para hablar con los demás, y se siente inferior a los otros, su exclusión es parte constitutiva de la deprivación de las capacidades.

La exclusión es activa cuando ofrece a un propósito deliberado. El control a la inmigración es un ejemplo claro de exclusión activa. La exclusión pasiva resulta de dinámicas que en principio no buscan la exclusión.

Smith no sólo es crítico de todas las formas de exclusión, sino que también pone en tela de juicio la inclusión perversa, fruto de la especialización. La división del trabajo genera carencias, en términos de libertad y capacidades. El éxito de la industria radica en la posibilidad de especializar a los operarios. Los alfileres se producen más rápidamente y son de mejor calidad si los obreros se distribuyen las tareas. Pero el operario especializado pierde iniciativa y se vuelve estúpido. El drama de la filosofía moral de Smith radica en que la especialización del trabajo es causa instrumental de exclusión. Los obreros eficiente están incluidos, porque tiene empleo y hacen parte del proceso productivo, pero esta forma de inclusión es perversa porque al castrar la iniciativa y reducir el conjunto de capacidades, obstaculiza el ejercicio de la libertad.

24. Sen (2000:22) enuncia algunas de las incidencias negativas del desempleo: la caída del ingreso, la disminución de la producción corriente, la pérdida de habilidades y destrezas, el deterioro de la libertad, el daño psicológico, la enfermedad y la mortalidad (incluso el suicidio), el daño de las relaciones con los demás, la menor motivación, el debilitamiento de los valores sociales.

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El utilitarismo de Bentham∗

La obra de Bentham25 (1748-1832) es extensa. Se estima que la obra completa de Bentham llegará a unos 112 volúmenes. Frente a esta impresionante producción académica, las páginas siguientes apenas son una modesta reflexión sobre algunos de sus Escritos económicos26.

En opinión de Viner (1949:360), entre los pensadores ilustres del siglo XVIII, Bentham es el que tiene las ideas “menos originales”, pero fue “el más original en encontrar los medios y los mecanismos para darle a su filosofía un uso práctico”. Las reflexiones de Bentham están marcadas por una preocupación permanente por las condiciones que hacen posible la aplicación de la ley. Bentham desconfía de las reflexiones teóricas generales, o de los contratos formales, que no tienen implicaciones prácticas. Juzga los métodos por sus resultados.

La palabra “utilidad” no es de Bentham. El utilitarismo ya estaba presente en Hume, Beccaria y Helvétius (Harrison 1988:xiv). Y según Rawls (1971:40), fue Hutcheson (1725) quien primero definió claramente el principio de utilidad: “La

∗ Texto publicado en: González, J. (comp.). Economía y ética. Ensayos en Memoria de Jesús An-tonio Bejarano, Universidad Externado, Bogotá. Agradezco los comentarios de Mauricio Pérez.

25. Las características del Bentham-Project pueden consultarse en la página web http://www.ucl.ac.uk/Bentham-Project/.

26. La edición inglesa de los Escritos Económicos fue realizada por Stark (1952b) consta de tres volúmenes. La versión en español (Stark, 1952) selecciona algunos de los textos de la publicación inglesa. La edición española apenas es de un volumen. La mayoría de los textos a los que haré referencia en estas páginas están incluidos en la edición española.

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mejor acción, dice, es aquella que procura la mayor felicidad al mayor número y la peor acción la que, del mismo modo, otorga miseria”. La discusión sobre la paternidad del utilitarismo no es lo más importante. Basta con señalar que en el ambiente intelectual de la época ya se agitaban los principios utilitaristas. De todas maneras, la categoría “utilitarian” se populariza más tarde con la sociedad de los jóvenes benthamistas liderados por John Stuart Mill (Colomer, 1987:16).

En la época en la que vive Bentham ya comienza a criticarse con mucha fuer-za la verdad revelada de la teología, y la absolutización de la razón. El “axioma fundamental” de Bentham (1776:3), “la mayor felicidad para el mayor número es la medida de lo correcto y de lo erróneo”, va en contra de los principios enseñados por la teología y, además, pone en evidencia los límites del juicio racional. Los sentimientos mueven la razón. Para Bentham el individuo es el juez supremo de sus sensaciones de placer y de dolor. Y dependiendo de la intensidad de los senti-mientos, la persona va formando su propia opinión sobre lo “correcto”27. El axioma fundamental libera al individuo de las tutelas de las iglesias cristianas (católica y reformadas) que en su búsqueda de la verdad le dan prioridad a la revelación. Y en el terreno práctico, la defensa benthamiana de las virtudes del hedonismo choca con las prácticas cristianas que invocan el altruismo y el sacrificio personal.

Los juicios racionales también sucumben ante el axioma fundamental. La medida de lo correcto está dada por el sentimiento, así que la razón no tiene la última palabra. Bentham reconoce que la razón cumple un papel importante, pero no puede ser absolutizada. Sin la razón no es posible organizar la sociedad de tal forma que las acciones de todos contribuyan a la mayor felicidad. La razón permite hacer el balance entre el placer y el dolor. Harrison (1988:vii) resume así la tensión benthamiana entre sentimiento y razón: La “felicidad es el fin” y la “razón y la ley son los medios”. La razón y la ley se juzgan por sus resultados en términos de felicidad.

Cuando las leyes operan, dice Bentham (1776:10), el buen ciudadano debe regirse por la siguiente máxima: “Obedecer puntualmente, criticar libremente”. Y la censura es fundamental porque “un sistema que nunca es criticado nunca mejorará”. Bentham (1776) diferencia entre el ser y el deber ser de la ley. Aunque la ley es diferente en cada país, el deber ser tiene vocación universal. La distinción entre el ser y el deber ser está relacionada con la distinción entre las funciones

27. Frey (1977) examina las distintas ópticas desde las cuales se mira el juicio moral (Sidwick, Bentham y Smart). Sidgwick, influenciado por Bentham, opina que el “sentido común”, la “moralidad del sentido común”, es el criterio que en último término decide sobre la bondad de la acción. Smart no está de acuerdo porque la moral de cada persona no es “sacrosanta”, como lo sugiere la visión de Sidgwick. Goldworth (1972) muestra que Bentham no considera que lo placentero y lo bueno sean sinónimos.

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del “Expositor” y del “Censor”. La exposición tiene que ver con la forma como se aplica la ley en cada país (Bentham, 1776:8). Y la censura con la percepción que se tiene, a partir de los principios generales, de la forma como se aplica la ley en cada país. A la luz del deber ser la crítica pone en evidencia las fallas que se presentan en la aplicación de la ley. El Expositor es el ciudadano de un país determinado. El Censor es el ciudadano del mundo28.

Bentham no es el único que está en contra de los dogmas nacidos de la reve-lación y de la razón. Su posición crítica frente al oscurantismo recibe la influencia de Hume, Helvétius y Beccaria. Por aquel entonces Hume (1739) busca una nueva forma de razonar en los asuntos morales, que no esté marcada ni por las verdades divinas, ni por las verdades absolutas racionales29. Bentham también se inspira en Helvétius (1759), quien considera que la principal motivación humana es el amor a uno mismo, expresado en la búsqueda del placer y el rechazo al dolor. Helvétius es consciente de que es necesario avanzar hacia sociedades más igualitarias porque de lo contrario no es posible que las personas satisfagan sus necesidades básicas y gocen de la vida. Critica el “arte de la legislación” porque no ha servido más que para que una infinidad de individuos contribuyan al bien de pocos”. Bentham aspira a completar la propuesta de Helvétius, ya que en su opinión se quedó a mitad de camino. Beccaria (1767), quien propone buscar “la massima felicita divisa nel maggior número”, es otra fuente de inspiración de Bentham. Además de los principios utilitaristas, Bentham también retoma sus apreciaciones sobre el sistema penal. Beccaria observa que las penas crueles, los calabozos, las torturas, etc., causan un dolor enorme que no tiene ninguna justificación. Bastaría con que el “mal de la pena exceda el bien que nace del delito”. En esta dirección, el Panóptico propuesto por Bentham (1791) busca humanizar las prisiones. La vigilancia central (a los presos, a la guardia, a los visitantes), la iluminación, la limpieza, etc., son algunos de los elementos constitutivos del proyecto carcelario benthamiano. Los principios de economía, eficiencia, transparencia, etc., subyacentes al proyecto de Panóptico tenían un alcance mayor que el sistema carcelario. En opinión de Bentham deberían extenderse al resto de organizaciones sociales30.

28. Hart (1982) analiza la relación entre el Expositor y el Censor.29. Decía Hume que la razón “es y debe ser la esclava de las pasiones, y no debe tener otra pretensión

distinta que la de servir y obedecer a las pasiones”.30. Foucault (1975) ha popularizado una lectura del Panóptico muy crítica. En su opinión, la exten-

sión de los principios fundantes del Panóptico a otras instituciones, como los hospitales y las escuelas, llevaría a la generalización de una lógica de poder autoritaria, que coarta la libertad. Para Foucault es inaceptable el autoritarismo subyacente a la idea del Panóptico. Y todavía es más censurable que la perspectiva vertical del Panóptico se extienda a otras organizaciones de la sociedad. Piensa Cutler (1999:323) que el enfoque de Foucault no permite captar los aportes que hace Bentham en su afán de modificar un sistema carcelario que le parecía excesivamente

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Para Bentham los derechos civiles son el resultado de las leyes y están limi-tados por la utilidad social. Rechaza los principios del derecho natural que supone que los hombres nacen libres e iguales. Muestra que las personas pueden nacer sometidas como sucede con las colonias. Critica el contrato social porque consi-dera que es ficticio y, además, porque no tiene manera de recrear el acto fundador. “Si, en realidad, los gobiernos se han originado por la fuerza y se mantienen por la costumbre, se hace imprescindible una legitimación del ejercicio” (Colomer, 1987:35). Gracias a la utilidad es posible evaluar el desempeño del gobernante. No es pertinente juzgar la conducta de un gobierno por sus logros en cuanto al “bien-estar general”, sino por sus realizaciones en términos del placer y de la felicidad de las personas. Bentham rechaza las formulaciones abstractas sobre el interés común. Así que el juicio último sobre el “buen” gobierno depende de la percepción que tenga cada individuo de la forma como el manejo del Estado contribuye a su propia felicidad. La persona es capaz de definir sus propios intereses, “siempre que se liberen de la ceguera creada por los prejuicios ideológicos y en particular por las irracionales supersticiones de la religión, y por ello [Bentham] propugna que “cada uno sea su propio abogado” (Colomer, 1987:37).

Bentham critica las concepciones organicistas del Estado. La “fraseología” de la moral está llena de expresiones vacías como “el interés de la comunidad”. La comunidad únicamente tiene razón de ser en cuanto está compuesta de perso-nas que experimentan placer y dolor. El interés de la comunidad tiene sentido si está fundado en el de los individuos que la componen. El interés siempre es de los individuos y no de entes “ficticios” como la comunidad. La concreción del interés de la comunidad está mediada por las aspiraciones de los individuos31. Es

cruel. A la visión crítica de Foucault, Cutler opone la de Habermas, para quien la insistencia de Bentham en un Tribunal de Opinión Pública es una expresión de su espíritu democrático. Para Habermas la perspectiva de Bentham es democrática porque el Tribunal abre el espacio para la discusión y la comunicación entre las partes. Para que el Tribunal funcione de manera adecuada se requiere que haya diálogo entre las personas y que, además, se conozca el punto de vista del otro. Así que la comunicación se constituye en una pieza neurálgica del Tribunal de Opinión. Para que la opinión sea posible se requiere conocimiento, comunicación y diálogo.

31. “Lo que en el lenguaje sentimental se llama un sacrificio de los intereses privados en bien del interés público, es sólo el sacrificio de un autosupuesto interés particular en una forma a un autosupuesto interés privado en otra forma; por ejemplo: del interés que corresponde a la am-bición del poder al interés correspondiente al amor por la reputación: de esa reputación cuyo ansiado fruto es el poder (...). El ánimo de todo hombre público está sujeto en todo tiempo a la acción de dos intereses distintos: Uno público y el otro privado. Su interés público es el que está constituido por la participación que él tiene en la felicidad y el bienestar de la comunidad en total, o de la mayor parte de ella; su interés privado está formado de, o por, la parte que tiene en el bienestar de alguna porción de la comunidad, menor que la mayor parte, y del cual, la parte más pequeña posible es la que está compuesta de su particular - y propio - interés personal.

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pertinente hablar de la promoción del interés común si los individuos aumentan la suma total de sus placeres o, de manera equivalente, si disminuyen la suma total de sus penas.

En la primera parte de su vida Bentham confió en que los cambios podrían hacerse a través de la monarquía, pero con el tiempo se fue convenciendo de las bondades de la democracia. Dice Colomer (1987:41) que Bentham se decepcionó “de la virtualidad del racionalismo arbitrarista”, y del poco compromiso de la monarquía con el interés general32. A medida que se agudizaba su insatisfacción con la monarquía, crecía su admiración por Thomas Jefferson y su entusiasmo por los avances de la democracia en Estados Unidos, que lograba conjugar la libertad con las reformas sociales. Bentham consideró que era importante que la sociedad contara con un Tribunal de Opinión Pública en el que los ciudadanos pudieran expresar libremente sus puntos de vista sobre las acciones del gobierno y del legislador (Cutler, 1999; Greaves, 1931)33. El Tribunal debe tener un poder judicial, de tal manera que permita evaluar el trabajo de los gobernantes, así como un juez decide si alguien es culpable. No hay “buenos políticos”, dice Bentham, sin opinión pública. Y para que la opinión sea una realidad se requiere que haya comunicación y diálogo. Y sin educación ninguno de los dos es posible. Por esta razón Bentham “defendió con pasión la financiación pública de la educación” (Viner, 1949:371). Bentham propende por la libertad de prensa, y la relaciona con el Tribunal de Opinión Pública. La prensa ayuda a propagar las ideas y a difundir los distintos puntos de vista. Cutler (1999) llama la atención sobre una dificultad que no fue ajena a Bentham: Si los individuos están motivados por su propio interés, entonces la opinión que expresan en el Tribunal es la que más le

En el mayor número de los casos, estos dos intereses no sólo son distintos sino opuestos, y a tal grado que, si cualquiera de ellos se persigue exclusivamente, el otro deberá ser sacrificado” (Bentham, 1789:9).

32. Sobre los intentos que hace Bentham por modificar el funcionamiento del parlamento inglés, ver Greaves (1931).

33. El Tribunal de Opinión Pública era para Bentham la “institución social más importante para prevenir las desviaciones de los gobernantes” (Cutler, 1999:321). El Tribunal cumple cuatro funciones: i) ayuda a que las personas tengan información y evidencia, ii) emite juicios y cen-sura el comportamiento de los gobernantes, iii) castiga y premia a las personas (por ejemplo, a través de las elecciones), iv) propone soluciones que ayuden a mejorar el manejo de los asuntos públicos. En el Tribunal deben participar todos, incluyendo a las mujeres y a los analfabetos que no tenían derecho a votar. Aún más, está abierto a los extranjeros. La prensa sería el órgano de difusión por excelencia de los asuntos del Tribunal. La prensa tiene dos ventajas: La constancia y la visibilidad. La prensa prende las alarmas porque los ciudadanos no pueden estar supervisando a cada momento las acciones del gobierno. La ciudadanía debe estar pendiente de las alertas de la prensa.

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conviene a cada uno y no la que favorece el interés de la mayoría. Frente a esta objeción, piensa Bentham que el intercambio de opiniones ayuda a dilucidar lo que más le conviene a la sociedad.

A pesar de que gran parte de las propuestas de Bentham no se pusieron en práctica durante su vida, Viner (1949:362) cree que exceptuando a Marx, Bentham fue el reformador social más exitoso de la historia34. Y sin duda, esta voluntad transformadora se refleja en los Escritos Económicos.

Bentham reconoce que el juicio sobre lo bueno debe partir de cada persona. El criterio moral individual es una pieza central del análisis. Para Bentham la elección tiene sentido en cuanto decisión personal. Y por ello critica las perspec-tivas basadas en cualquier forma de racionalidad colectiva. Junto con el indivi-dualismo metodológico Bentham introduce, por lo menos, dos temas que siguen siendo motivo de preocupación de la teoría económica actual. El primero tiene que ver con la disyunción cardinalidad/ordinalidad y el segundo con la tensión entre deontología y consecuencialismo.

Es inevitable que la lectura de Bentham esté muy marcada por las preocupacio-nes que ocupan la teoría económica contemporánea. A medida que la lectura avanza parecería que las afirmaciones de Bentham van ganando actualidad. La selección de los temas que propongo en las páginas siguientes, está muy condicionada por las motivaciones que animan las discusiones actuales de la teoría económica. Esta aproximación podría criticarse porque “descontextualiza” el pensamiento de Ben-tham. Pero siendo realistas no queda alternativa. Primero, porque la lectura siempre estará sesgada por la posición de cada persona. Y en segundo lugar, porque la obra de Bentham aborda tal cantidad de temas que resulta muy difícil hacer una lectura comprehensiva. La objetividad es “posicional” (Sen, 1993), en el sentido de que la objetividad únicamente puede ser comprendida desde la perspectiva de cada individuo. Y dado que no hay una objetividad universal, mi lectura de Bentham es también es parcial, y está muy influenciada por las aproximaciones que hoy

34. “La lista de reformas que se realizaron en Inglaterra y que en gran medida se derivan de las propuestas de Bentham es impresionante. Sólo menciono algunas: Reformas legales fundamen-tales en varios campos; reforma de las prisiones; sufragio para la población adulta, incluyendo el voto femenino; libre comercio; reformas en el gobierno de las colonias; legalización de los sindicatos; universalización de la educación pública; libertad de palabra y de prensa; votación secreta; servicio civil por mérito; rechazo de las leyes de usura; registro general de los títulos de propiedad; reforma de los gobiernos locales; código de seguridad para el transporte de mercan-cía; reforma sanitaria y medicina preventiva financiadas a través del gasto público; recolección sistemática de estadísticas; justicia libre para los pobres. Bentham fue la primera persona que propuso control natal como un instrumento de las reformas económicas, antes de que Malthus (1789) hubiera publicado su primer Essay on the principle of population” (Viner, 1949:362).

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se hacen a problemas como la elección social, la cardinalidad, el ordenamiento por suma, los equilibrios subóptimos, la intervención del Estado, etc. Aunque el acercamiento esté marcado por un sesgo a favor de determinados temas, trataré de ser lo más fiel posible al pensamiento de Bentham.

MétodoPara Bentham no tiene mucho sentido hablar de unos “intereses verdaderos”

que están por fuera de los “intereses individuales”. No existe una noción de la verdad que esté por fuera de los sentimientos de las personas, así que el acerca-miento a la verdad es inmanente y no trascendente. Al mismo tiempo que Bentham explicita la importancia del individuo y de la inmanencia, también reconoce que “(...) el fundamento de la moral y de la legislación es la mayor felicidad para el mayor número”. Y como este principio prevalece sobre la felicidad individual, Bentham acepta que algunas personas sacrifiquen una parte de su bienestar si ello contribuye a aumentar la felicidad de la mayoría. Es claro, afirma, que la insatis-facción que siente el rico cuando se le quita una “porción de su superficialidad” es compensada por la alegría del indigente que la recibe.

Bentham asocia la inducción experimental con el individualismo metodológico. Este vínculo se desprende directamente de su afán por aplicar el razonamiento de la física al mundo de la moral. Expresa claramente su preferencia por el mé-todo inductivo. Se trata de ir desde lo particular hacia lo general35. El método es experimental, “(...) una teoría, en verdad, no es buena hasta en tanto que sus indicaciones no reciban, en su oportunidad, la confirmación de la experiencia” (Bentham, 1786:174). Se trata de aplicar “el método experimental de razona-miento de la rama física a la moral”. En opinión de Stark (1941:57), Bentham habría logrado la síntesis entre empirismo y racionalismo. Al mismo tiempo que insiste en una psicología de corte empirista, Bentham muestra la importancia que tiene la razón en la búsqueda de los medios que garanticen el máximo placer y el mínimo dolor. Stark (1941:57-58) afirma, con un tono optimista, que la síntesis entre empirismo y racionalismo que logra Bentham es la síntesis entre igualdad y libertad36. El empirismo es igualitario porque coloca a todas las personas en la

35. “La única forma de razonar por medio de la cual se obtiene el conocimiento, y por la que Bacon, por ejemplo, y Locke y Newton aprendieron lo que nos han enseñado, es la que procede de los “particulares a los generales”. Esta forma es la inducción” (Bentham, 1786:177). Commons (1934:243) le critica a Bentham su excesivo “atomismo”. La comunidad benthamiana sería, simplemente, una ficción que se reduce a la suma de individuos.

36. La aproximación de Stark es optimista porque le atribuye a las nociones de igualdad y de libertad un significado muy general. Es cierto que todos los individuos experimentan placer y dolor,

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misma situación. Y en virtud de la razón, el individuo puede dirigir sus acciones de modo que conduzcan al logro del máximo placer. Esta aspiración de conju-gar la libertad y la igualdad muestra que el pensamiento de Bentham estaba en consonancia con el espíritu transformador de la época, expresado en el ideal de la revolución francesa de 1789 (libertad, igualdad y fraternidad). Entre libertad e igualdad, Bentham termina optando por la primera, ya que produce más satis-facción adquirir el bien que disfrutarlo. A Bentham no le basta con enunciar los principios, sino que trata de buscar el tipo de organización social que posibilite llevarlos a la práctica.

Al fundar la reflexión moral en la experiencia, Bentham aspira a encontrar una especie de ley mecánica que explique la conducta humana37. No duda Stark (1965) en calificar la teoría de Bentham como mecanicista. Y la perspectiva inductiva de Bentham es compatible con una acción transformadora del agente externo. Como en el laboratorio del físico, en la vida social también hay espacio para moldear los cambios. Bentham acepta que muchas reformas sociales son posibles gracias a la acción del Estado, pero aspira a que su intervención no sea excesiva. El contrato social es, en sí mismo, una falacia. Una “quimera”. La validez y la pertinencia del contrato se juzgan a la luz de sus resultados.

Bentham (1776) critica duramente a Blackstone entre otras razones, porque no define de manera precisa el significado que tienen categorías como: “estado natural”, “contrato original de la sociedad”, “contrato original”, “gobierno”, “estado de gobierno”, “sociedad natural”, “sociedad”, “sociedad política”, etc. Blackstone usa los términos de manera muy ambigua, y erróneamente cree que ha logrado delimitar la frontera que separa un tipo de estado del otro. Bentham argumenta que en medio de la confusión de las definiciones propuestas por Blackstone, el estado natural puede servir para calificar realidades tan distintas como la desobe-diencia civil, la insubordinación, la relación entre Estados independientes, etc. El análisis descuidado de Blackstone contribuye a consolidar una lógica formalista,

pero cada uno tiene características y dotaciones específicas que se reflejan en la intensidad de las sensaciones. El placer que sienten dos personas que reciben un premio de $1 millón es muy diferente si una de ellas gana $15 millones mensuales y la otra apenas $500.000. Y en cuanto a la libertad, las potencialidades para su ejercicio varían considerablemente entre personas. En vista de todas las dificultades que se presentan al tratar de conciliar igualdad y libertad, Ben-tham “(...) rechaza un sistema de estricta igualdad en el que la ley elimine las posibilidades de ascenso” (Stark, 1941:74).

37. “La presente obra así como cualquier otra obra mía, que haya sido o que sea publicada sobre el tema de la legislación o de cualquier otra rama de la ciencia moral, es un intento para difundir el método experimental de razonamiento de la rama física a la moral. Lo que Bacon fue para el mundo físico, Helvétius lo fue para el moral. El mundo moral, por consiguiente, ha tenido su Bacon; pero todavía falta por llegar su Newton” (Bentham, 1786:178).

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que termina minimizando la importancia de los resultados prácticos de las diversas modalidades de la organización social.

La crítica de Bentham a las concepciones organicistas del Estado nace de su afirmación del individuo. La frase el “interés de la comunidad” tiene sentido únicamente desde la perspectiva de los placeres y de las penas de cada uno de los miembros de ese “cuerpo ficticio” que es la comunidad38. Bentham reconoce que hay una enorme brecha entre el interés privado y el interés general. Y no es tan ingenuo como para pensar que el “axioma fundamental” resuelve el conflicto39. La mayor felicidad para el mayor número no soluciona el problema porque la consecución de este fin puede llevar a reducir la felicidad de algunos. El axioma no dice “la mayor felicidad para todos” sino “la mayor felicidad para el mayor número”. Y si el axioma fundamental se cumple, es posible que una minoría no alcance la “mayor felicidad” e, incluso, es factible que caiga en desgracia. El axioma fundamental no es purista. Es suficiente con que mejore la felicidad del mayor número de personas. Esta condición no soluciona el conflicto entre elección individual y elección colectiva40, que únicamente puede resolverse si todas las personas sienten que su preferencia se refleja en la elección colectiva. El realismo de Bentham lo lleva a postular, a través del axioma fundamental, un acercamiento menos exigente.

El mayor número de Bentham no se refiere a la regla de la mayoría de las democracias occidentales contemporáneas41. El axioma fundamental se aplica

38. La argumentación de Bentham ya incorpora los elementos básicos de la crítica que se hace desde el individualismo metodológica a los enfoques organicistas del Estado. Desde una perspectiva más general, el individualismo metodológico tiene mucha fuerza. “Cualquier filosofía moral razonable asume lo que se ha llamado “individualismo ético”, esto es, la tesis de que desde el punto de vista de la fundamentación moral y, en particular, de la justicia distributiva, lo único que racionalmente debe importar son los individuos. Es una sensata tesis que no se puede formular fuera del individualismo ético y éste, desde el punto de vista analítico, requiere un compromiso con el individualismo metodológico” (Ovejero, 1994:213).

39. “Bentham no logró completar el puente sobre el abismo que separa los intereses privados del interés general, pero nunca negó la existencia de tal abismo. Propuso dos caminos para redu-cirlo: La educación y el gobierno. A regañadientes aceptó que la religión es una parte útil de la educación, en la medida en que forma para la virtud” (Viner, 1949:371).

40. La forma como se relacionan la elección individual y la elección colectiva era una preocupación que era explícita en la filosofía moral y en la literatura política de finales del siglo XVIII. El tema es central en la obra de dos autores contemporáneos de Bentham: Kant (1724-1804) y Rousseau (1712-1778). Sobre el proceso de decisión colectiva en Rousseau, Kant, Hegel y Mill, ver el artículo de Dyke (1969).

41. Burne (1949) discute el significado que podría tener “el mayor número” en el pensamiento de Bentham. En su opinión, el mayor número no es simplemente la mitad más uno. El axioma fundamental busca incluir a la mayoría más amplia posible.

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tanto a las sociedades monárquicas, como a las democráticas. El distanciamiento de Bentham de la monarquía y su acercamiento a la democracia no modifica el axioma fundamental42. La finalidad continúa siendo la misma aunque la forma de alcanzarla se modifica.

Bentham (1793:31) considera que la economía política es una ciencia y un arte. La ciencia es una guía para el arte43. El sentido pragmático de Bentham lo lleva a considerar que la teoría debe estar al servicio de la industria que, desde una perspectiva genérica, es el arte. La economía política es ciencia porque está fundada en la ética que debe ser “exacta” y “científica” como la psicología44. Pero no es una ciencia abstracta aislada del quehacer cotidiano. Critica a Smith porque en su obra, “(...) la ciencia sola ha sido el objetivo constante y directo en mira: El arte, el colateral y ocasional” (Bentham, 1801d:265)45. La opinión que tiene Bentham de Smith contrasta con la que más de un siglo después expresará Walras (1926), para quien Smith pone un énfasis excesivo en los resultados (el arte), y ello lo lleva a descuidar el examen detallado de los elementos constitutivos de la ciencia. Así que mientras que Bentham acusa a Smith de centrar la atención en la ciencia y de restarle importancia al arte, Walras le reprocha su descuido por la ciencia y sus excesivos afanes por el arte. Tiene más razón Walras que Bentham, ya que en realidad Smith sí tiene una clara preocupación por el arte. En su opinión, la economía política debe permitir que aumente la riqueza, “tanto del pueblo, como del soberano”46. Esta aproximación a la economía política mostraría que, de la

42. La solución de la tensión entre elección individual y colectiva es diferente dependiendo de si la sociedad es monárquica o democrática. La monarquía puede resolver el conflicto por la vía de la imposición, pero la democracia queda presa en la trampa de la imposibilidad. Este tipo de reflexión no es central en Bentham. Desde su perspectiva pragmática, la discusión sobre los inconvenientes lógicos que se presentan al pasar de la elección individual a la elección colectiva no es tan relevante como el debate alrededor de la forma de organización social que más contribuye al cumplimiento del axioma fundamental. Bentham reconoce, de hecho, que la democracia es más compatible con el axioma fundamental que la monarquía.

43. “La economía política puede considerarse como una ciencia y un arte. Pero en este caso, como en otros, la ciencia está utilizada únicamente como una guía para el arte” (Bentham, 1793:31).

44. Sobre la forma como Bentham concibe la exactitud y la ciencia, ver Stark (1941:56 y ss).45. En líneas generales Bentham es muy respetuoso de la obra de Smith. “Si [Bentham] no dedicó

más tiempo a la teoría, esto se debió en parte al hecho de que creyó que la tarea intelectual necesaria ya había sido hecha por el gran Adam Smith. La Riqueza de las Naciones era un libro por el cual Bentham sentía la más grande admiración posible, obra a la cual tenía él muy poca crítica que hacer” (Stark 1965:xxii).

46. “La economía política, considerada como una rama de la ciencia del estadista o legislador, tiene dos objetivos distintos: Primero, ofrecer un ingreso pleno, o de subsistencia para la población; o más específicamente, incentivar a las personas para que obtengan tal ingreso por ellas mismas; segundo, garantizar que el Estado, o la nación, dispongan de los recursos suficientes para su-

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misma manera que Bentham, Smith también considera que la economía política debe contribuir a resolver los problemas de la sociedad. Bentham diría que estas referencias del Smith al arte son ocasionales y no constituyen el principal obje-tivo de su obra. De todas maneras el sentido pragmático de Bentham sí es más acentuado que el de Smith. Ambos autores privilegian el arte sobre la ciencia y por ello son consecuencialistas. Este enfoque contrasta con el de Walras (1926) para quien la “ciencia” económica, o los “elementos puros” de la economía son autónomos frente al arte y a la transformación. Walras va más allá, y piensa que además de ser autónoma, la economía pura también es autocontenida47.

Las concepciones de Smith y de Bentham se enmarcan en dos contextos muy distintos. Smith es partidario de una teoría objetiva del valor, mientras que Ben-tham se inclina por una teoría subjetiva del valor48. En sus Escritos económicos Bentham no discute las implicaciones que se derivan de estas aproximaciones alternativas al valor. No le da demasiada importancia a sus diferencias con Smith. Y cuando compara su Manual de economía política con la Riqueza de las naciones (Smith, 1776) dice que el Manual puede no ser mejor que la Riqueza, pero de todas maneras “no es mucho peor”. En su opinión ambos libros se diferencian en el método de exposición. El Manual, dice, es más sencillo de leer y para muchas personas puede ser más fácil de entender que la Riqueza. En el mundo de la teoría del valor trabajo de Smith, la meta de la economía política (la mayor riqueza del pueblo y del soberano) es objetiva, en el sentido de que el monto de la riqueza es un valor que no depende de los sujetos. En el campo de la teoría subjetiva del valor de Bentham también se acepta que el aumento de la cantidad de la riqueza es importante, pero se pone el énfasis en la forma como la percepción individual de la riqueza incide en la felicidad.

El balance entre el bien y el malBentham considera que el bien supremo es la felicidad. Su teoría es conse-

cuencialista y no contractualista porque le da más importancia al resultado que a

ministrar los servicios públicos. Se busca, entonces, que aumenta la riqueza, tanto del pueblo, como del soberano” (Smith, 1776:12).

47. Esta percepción de Walras no riñe con su actividad militante y revolucionaria. Influenciado por los ideales de la Comuna de París de 1848, Walras fue un republicano radical. Una de sus prioridades fue buscarle solución al problema de la distribución de la riqueza. Para él, “(...) la economía política pura aparecía como paso previo necesario para la economía social” (Segura, 1987:22).

48. La percepción subjetiva de Bentham es desarrollada posteriormente por autores de gran influencia como Jevons. Sobre la influencia de Bentham en Jevons ver, por ejemplo, Collison (1972).

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la enunciación formal de los contratos. Si el acuerdo no conduce efectivamente al objetivo buscado, no pasa de ser una declaración formal, quedando reducido a un enunciado vacío49.

El bien y el mal están asociados al placer y al dolor. Bentham (1776:51) retoma el principio de Hume (1739), según el cual “la virtud se sustenta en la utilidad”. Esta línea de reflexión ya había sido abordada por Helvétius (1759) para quien las verdaderas virtudes son aquellas que al ser puestas en práctica mejoran la felicidad del pueblo. De alguna manera Hume, Helvétius, Beccaria y Bentham se inclinan hacia la tradición filosófica de corte epicúreo, que rechaza la naturaleza trascendental del bien, propia del platonismo50.

La cristiandad había fundado su percepción del bien en una lógica platónica. En opinión de Ángel (2001) esta perspectiva trascendente es retomada por la modernidad gracias a Kant, quien establece una dicotomía entre el quehacer del hombre libre y la dinámica de la naturaleza. Mientras que el examen de la libertad corresponde al mundo de la moral, la reflexión sobre la naturaleza es tarea de la ciencia. Kant (1785) mantiene el enfoque trascendental sin quitarle el espacio al desarrollo de la ciencia. La libertad plena sólo se alcanza en virtud de la naturaleza trascendental de la personal. Kant es aceptado por la modernidad porque logra diferenciar los espacios de la moral y de la ciencia. Cada esfera tiene su propia autonomía, sin interferirse. A diferencia de Kant, Bentham piensa el bien desde una perspectiva inmanente. La felicidad no es un bien trascendental. Todo lo contrario. La felicidad es inmanente porque la siento y no porque la imagino en

49. Rawls (1971) y Sen (1985) coinciden en criticar al utilitarismo porque apenas informa sobre la felicidad subjetiva. Pero divergen en su análisis de las implicaciones del consecuencialismo. Desde una posición deontológica, Rawls rechaza la perspectiva teleológica del utilitarismo y su menosprecio por el contrato. En cambio, Sen rescata las potencialidades de la lógica con-secuencialista de Bentham y, como él, también pone el énfasis en el resultado, o en aquello que la sociedad considera como bueno. Refiriéndose a Mill y a Rawls, Gaus (1981) analiza la posibilidad de convergencia entre las teorías basadas en derechos (Rawls) y las teorías basadas en resultados (Mill). En opinión de Gaus, para defender el principio de “igual libertad”, tanto Rawls como Mill deben recurrir a supuestos no-morales (nonmoral claims or assumptions). Por consiguiente, no tiene razón Rawls cuando considera que su teoría es más perfecta que la de Mill, y por ello no requiere de los supuestos no-morales que sí son indispensables en la concepción de Mill. Para Gaus ambos enfoques, el de Rawls y el de Mill, se apoyan en una concepción de la naturaleza humana “fuertemente desarrollada” y a partir de allí elaboran supuestos no-morales. La convergencia entre Rawls y Mill no sería, entonces, de naturaleza ética sino psicológica. Estos rasgos sicológicos tendrían que ver, por ejemplo, con la afirmación de la naturaleza egoísta de las personas.

50. Ángel (2001) analiza la forma como en la historia de occidente la visión platónica y trascendental del mundo va ahogando el inmanentismo del pensamiento jonio.

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la perfectividad de la trascendencia. Al derivar el bien y el mal de las sensaciones, Bentham se coloca por fuera de la visión cristiana trascendental51.

El pensamiento de Bentham no es dicotómico, puesto que allí no hay una separación, como en Kant, entre el mundo de la libertad regido por la conciencia moral, y el mundo de la ciencia amarrado a la naturaleza. Al romper esta dicotomía, Bentham se inscribe en la corriente inmanentista de origen Jonio, y contribuye a debilitar el pensamiento moral fundado en la separación del alma y del cuerpo.

Bentham no absolutiza la razón. La pone al servicio del axioma fundamental. La maximización del placer y la minimización del dolor es un proceso complejo. Tanto desde la perspectiva individual, como desde la óptica colectiva, la razón juega un papel central en el cumplimiento del axioma fundamental. La dosificación del placer y la disminución del dolor es un arte. Y allí la razón tiene un amplio margen de acción.

Entre el bien y el mal hay una relación de continuidad: “(...) dentro de la idea del bien en todas sus formas, está incluida la idea del mal, en todas sus formas”. Y del mismo modo, “(...) bajo la idea del mal, en todas sus formas, está incluida la idea del bien, en todas su formas” (Bentham, 1786:180). Gracias a esta continui-dad, el bien positivo “es un bien que no consiste en la ausencia o extirpación del mal”. Y el bien negativo “es un bien que consiste en la exclusión o extirpación del mal”. La relación simétrica52 entre el bien y el mal tiene ventajas en los campos de la teoría y de la práctica, porque facilita la comprensión de la naturaleza de la felicidad y del dolor, y agiliza la acción del legislador. En estos espacios simétricos y continuos, la aritmética y la medicina se convierten en instrumentos de gobierno y de legislación muy apropiados53. La aritmética es necesaria para cuantificar, y la medicina para reducir el dolor y proteger el placer.

51. Las ideas de Bentham fueron discutidas intensamente en Colombia. La Iglesia y los sectores conservadores se oponían a que se enseñara el pensamiento de Bentham en las escuelas y las universidades. “La moral utilitarista, basada en el principio que identificaba el placer con el bien, se consideraba contraria a la moral cristiana” (Jaramillo, 1978:237). La obra de Bentham puso sobre el tapete la polémica sobre las características y la pertinencia del pensamiento liberal. “El debate entre Caro y Ezequiel Rojas sobre la adopción de los textos de Bentham y Tracy en la Universidad Nacional en 1870, y luego en 1876 por la introducción de un compendio de ideología en los colegios oficiales, fue el gran debate político y filosófico del siglo XIX (...)” (Sáenz, Saldarriaga y Ospina, 1997:71).

52. “Siendo opuestos el bien y el mal, lo que se afirma de cada uno de ellos, puede ser, con un cambio adecuado en el texto, con igual veracidad y propiedad, afirmado del otro; y de igual modo con respecto al premio y al castigo” (Bentham, 1786:180).

53. “Aritmética y Medicina, éstas son las ramas del arte y la a ciencia a las cuales, por cuanto el máximo de felicidad es el objeto de sus esfuerzos, debe acudir el legislador para utilizarlas como medios de acción: Los dolores o pérdidas de placer ocasionados por un acto maléfico corresponden a los síntomas producidos por una enfermedad” (Bentham, 1786:181).

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La aritmética y la medicina son adecuadas para organizar la sociedad porque la primera proporciona la cuantificación necesaria para informar al legislador sobre el tipo de transferencias que debe realizar con el fin de que se cumpla el axioma fundamental. Gracias a la aritmética es posible saber cuál es el impacto que tiene en la utilidad de la persona los cambios en la distribución del ingreso. La matemática es un instrumento adecuado para realizar el balance neto de la utilidad que resulta de descontar las pérdidas y de sumar las ganancias que se derivan de las transferencias de recursos entre agentes económicos. La matemática no supone la cardinalidad, pero en el contexto pragmático de la teoría de Bentham la matemática no tiene mucho sentido sin la medición cardinal. Las operaciones de suma y la resta se realizan sobre unidades cardinales.

El legislador debe tratar de que los placeres permanezcan “(...) imperturba-dos y protegidos contra la perturbación (pues, en cuanto a incrementarlos, por medio del poder del legislador, a algo más que una cantidad insignificante, ni es necesario ni posible)” (Bentham, 1786:180). La frase citada diferencia entre las acciones, negativas y positivas, que puede realizar el legislador con el fin de proteger los placeres y estimularlos. Bentham confía más en el éxito de las inter-venciones que buscan proteger los placeres existentes, que en aquellas que tratan de estimularlos.

Y en cuanto a los dolores, el legislador, debe “(...) saber disminuirlos, en cada caso, con respecto a la magnitud y al número, el número de individuos que los sufren y la magnitud del sufrimiento en cada caso individual” (Bentham, 1786:181). Las acciones del legislador en contra del dolor deben contemplar no sólo su intensidad, sino también el número de personas que lo padecen. Hay una tensión permanente entre, de un lado, reducir la intensidad del dolor de unas pocas personas y, de otro, disminuir el dolor, no muy severo, de numerosas personas. En el primer caso, el legislador centra la atención es un grupo pequeño de personas que sufren mucho. Y en el segundo, el legislador expresa su interés por la situa-ción de una mayor cantidad de personas cuyo sufrimiento no es muy intenso. El éxito en determinar el balance neto entre la intensidad del dolor y el número de personas que lo sufre depende de la precisión que se consiga en la cuantificación de las utilidades marginales54.

La política y la moral buscan aumentar la felicidad y disminuir el dolor. La política tiene que ver con “las operaciones del gobierno”, y la moral con las “ac-ciones individuales”. Puesto que ambas persiguen el mismo objetivo, “lo que es políticamente bueno no puede ser moralmente malo”.

54. La utilidad marginal mide el cambio en la utilidad ocasionado por una variación del bien con-sumido (δu/δx). u es la utilidad y x es el bien. La utilidad marginal informa sobre la intensidad del placer y por ello Bentham la prefiere a la utilidad total.

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El trabajo tiene sentido porque es un medio para conseguir riqueza y, por ende, felicidad. La sociedad, dice Bentham (1789:8), disfraza con el nombre de deseo de trabajo, el deseo de riqueza. El trabajo no despierta el deseo sino la aversión. Por ello, “(...) decir amor al trabajo, es expresar dos términos contradictorios” (Bentham, 1789:8).

La búsqueda de la propia felicidad: Egoísmo y utilitarismoEl pensamiento de Bentham explicita la tensión entre egoísmo y utilitarismo.

El primero tiene que ver con la propia felicidad y el segundo con la felicidad de la mayoría. Sen (1987:19 y ss.) muestra que no puede hacerse una distinción tajante entre egoísmo y utilitarismo. Sen (1987:19) critica a Sidgwick (1874) y a Edgeworth (1881), porque hacen esfuerzos fallidos por definir una frontera clara entre el egoísmo y el utilitarismo. Sen (1977:84) califica a Edgeworth de “egoísta impuro”, porque no logra explicar la tensión entre el egoísmo que motiva el contrato al interior del núcleo, y el utilitarismo que entra en escena cuando se tiene que escoger entre uno de los múltiples óptimos de Pareto que resultan de la diversidad de alternativas de contratación que se presentan en la Caja de Edgeworth. Dependiendo de las dotaciones iniciales, los óptimos de Pareto que resultan del proceso de contratación son la expresión de sociedades muy heterogéneas desde el punto de vista de la distribución del ingreso y la riqueza. La escogencia entre estas sociedades alternativas obliga a recurrir a un principio utilitarista que va más allá del egoísmo puro.

Las interacciones entre egoísmo y utilitarismo son complejas. Entre otras razones porque la relación de cada persona con los otros está mediada por gru-pos, clases, etc., que condicionan el comportamiento de los individuos. Bentham es consciente de la tensión entre egoísmo y utilitarismo y la expresa de diversas maneras55. En esta dinámica, el egoísmo es el polo que más fuerza tiene. “Mi noción de hombre es la de un ser que anhela la felicidad, tanto en el éxito como en el fracaso, y en todos sus actos continuará haciéndolo, mientras siga siendo hombre” (Bentham, 1789:3). La persona actúa en función de su propia felicidad. En “todo corazón humano”, continúa Bentham, “el interés de la propia conside-ración predomina sobre todos los demás en conjunto”56.

55. “Tolera hasta el límite tu placer o tu pena,/Sea ésta intensa, larga, fugaz, pura, fecunda o cier-ta./Si tu mira es privada, búscate esos placeres,/ y si es pública que ampliamente se extiendan. Cualquiera que sea el fin, evítate las penas;/ pero si han de llegar, que hacia pocos se extiendan” (Bentham, 1789:14).

56. El sentimiento egoísta, dice Cutler (1999), es el que finalmente determina el juicio en el Tribunal de Opinión Pública.

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El principio de autopreferencia, debe entenderse como la propensión de la natura-leza humana, por la cual, con motivo de cada acto que ejecuta, todo ser humano se ve inclinado a seguir la línea de conducta que, en su inmediata estimación del caso, contribuirá en el más alto grado a su propia felicidad máxima, cualquiera que sea su efecto en relación con la dicha de otros seres similares, uno cualquiera o todos ellos en conjunto (Bentham, 1789:3).

La frase es contundente. El motor de la conducta humana es la autopreferen-cia, sin importar el impacto que tengan en los otros las acciones encaminada a lograr dicho propósito. Pero páginas más adelante Bentham amplía los alcances de la reflexión.

La única causa eficiente de la acción es el interés, si tomamos el término en su más amplio sentido; es decir, según la percepción que, en el momento de que se trata tenga de su interés más enérgicamente persuasivo: El interés determinado por la antipatía y simpatía sociales, incluyendo de igual modo al que es de na-turaleza puramente autoestimativa (Bentham, 1789:5).

Ahora el interés tiene un sentido “amplio”, que incluye la “antipatía” y la “simpatía”. Así que la autopreferencia no es independiente de los sentimientos hacia el otro.

Para Smith (1759) la simpatía también es compatible con el egoísmo. La simpatía es el sentimiento que nos lleva a ponernos en la situación del otro (Smith, 1759:5). Se trata de mirar el mundo desde la perspectiva del otro. La simpatía incluye toda la gama de sentimientos que van desde el amor hasta el odio. No es extraño, dice Smith, que quien se ponga en los zapatos del otro tenga sensaciones encontradas (admiración, envidia, etc.). Y esta mezcla de afectos tiene que ver con la forma como juzgamos la motivación del acto, el acto mismo, y sus conse-cuencias. La evaluación de cada uno de los momentos es diferente. Puede ser, por ejemplo, que aunque la motivación sea buena el resultado final no sea el adecuado. Al hacer la diferencia entre la motivación, el acto y sus consecuencias, Smith pone en evidencia lo difícil que resulta juzgar al otro, aún si hacemos el ejercicio de ponernos en sus zapatos. La simpatía supone un ejercicio de la imaginación. Dado que nunca sabemos cuál es la percepción que el otro tiene del mundo, no queda más remedio que imaginarla.

Puesto que no podemos experimentar directamente lo que los otros hombres sienten, no logramos tener una idea de la forma como los hechos los afectan, pero sí podemos imaginarnos lo que nosotros mismos podríamos sentir en una situación similar (Smith, 1759:3).

El amor por sí mismo y la simpatía conviven. Y la forma como se presenta esta interacción está mediada por dos consideraciones. La primera tiene que ver

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con la naturaleza del bien. Y la segunda con los diferentes niveles desde los cuales se analiza la simpatía. En los Sentimientos morales Smith explora, sobre todo, el segundo tema.

En la realidad ambas dimensiones (la naturaleza del bien, los niveles de la simpatía) están interactuando. La naturaleza del bien repercute en la intensidad de los sentimientos. En el caso de la producción y venta de pan, la simpatía puede ser un sentimiento muy tenue. En cambio cuando se trata de bienes como la educación, o la salud, es muy probable que los sentimientos de simpatía sean más fuertes. El espectro de la simpatía es muy amplio. En el campo de la salud, la enfermedad del otro despierta sentimientos de compasión y de dolor. Y estas sensaciones son perfectamente compatibles con el amor por sí mismo. En el caso de la producción y venta de pan la simpatía pierde relevancia porque la búsqueda de la satisfacción individual es compatible con el bienestar general.

Aunque en sus Escritos económicos Bentham apenas enuncia la simpatía sin darle un tratamiento tan sistemático como lo hace Smith, no parece que haya diferencias sustanciales en la concepción que ambos autores tienen de la simpatía. El propósito es claro: Conciliar el interés individual con la preocupación por el otro. El otro siempre está presente, así que es imposible desconocerlo. Y si el otro está ahí, no tiene sentido actuar como si no existiera. La búsqueda de la autopre-ferencia no puede obviar la dimensión del otro57.

Puede afirmarse como una verdad amplia y generalizada que, cualquier cosa que reduzca el bienestar y la felicidad personales de cualquier individuo, lo inhabilita, en igual grado, para impartir felicidad a sus semejantes; y no sólo a ese extremo, sino que lo predispone a reducir la cuota de disfrute de ellos al nivel de la suya propia (Bentham, 1789:11).

La felicidad del individuo está ligada a la felicidad de los demás, hasta el punto que

(...) los grandes enemigos de la paz pública son las pasiones egoístas e insociables, necesarias como son, una a la existencia misma de cada individuo, y la otra a su seguridad. En lo que concierne a estos sentimientos, nunca es de sospecharse defi-ciencia alguna por cuanto a su fuerza; todo lo que hay que esperar con respecto a ellos, es que sean temidos por causa de su exceso. La sociedad se mantiene unida únicamente por los sacrificios que pueden ser inducidos a hacer sus miembros, de las satisfacciones que exigen: Lograr estos sacrificios es la gran dificultad y la mayor tarea del gobierno (Bentham, 1789:11. Bastardillas mías).

57. Sen (1970, 1971, 1973) propone la versión moderna de esta tensión: no hay liberales paretianos. En otras palabras no es posible actuar exclusivamente en función del propio bienestar.

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Así como Smith pensaba que la sociedad ideal era la de personas magnáni-mes, Bentham también hace un llamado al sacrificio. Ambos autores aceptan que la sociedad debe fundarse en principios egoístas pero reconocen, de antemano, que se requiere que haya personas dispuestas a sacrificarse por las demás. En condiciones ideales sería deseable que en la sociedad predominaran las personas dispuestas a sacrificarse por los demás.

En virtud de la magnanimidad ya no amamos a los otros como a nosotros mismos, sino que “nos amamos a nosotros mismos tanto como amamos a los otros” (Smith, 1759:28). Por tanto, el parámetro es el amor al otro. Smith califica la magnanimidad como una virtud “grande y loable”, pero reconoce que la mayoría de las personas no la alcanzan. Los sentimientos de magnanimidad van más allá de la gran ley de la cristiandad. Smith exalta la magnanimidad al mismo tiempo que reconoce que muy pocas personas logran anteponer el amor a los otros al amor a sí mismo. Y vale la pena reiterarlo: Smith considera que el comportamiento mag-nánimo es benéfico para la sociedad. Para Smith la magnanimidad es una virtud encomiable, que supera cualquier comportamiento egoísta. Pero como se trata de una virtud tan escasa, es ingenuo pretender que pueda servir de fundamento a la sociedad real. En lugar de soñar con un mundo de personas magnánimes, es mejor tratar de entender el funcionamiento de una sociedad que va consolidando la división del trabajo, y en la que el egoísmo es el factor determinante de la producción y del consumo.

La sociedad, tal y como es concebida por Bentham y Smith, no puede edi-ficarse sobre las bases de personas que sean puramente egoístas. La simpatía de Smith y el axioma fundamental de Bentham rompen los marcos de una lógica puramente egoísta.

Cardinalidad y ordenamiento por sumaEl examen de la cardinalidad tiene su razón de ser en las preocupaciones

pragmáticas de Bentham. La medición de la utilidad importa porque permite ha-cer comparaciones interpersonales de utilidad. Y gracias a dichas comparaciones es posible saber cuál es el grado de felicidad de cada persona, y esta es una in-formación básica para que el gobernante pueda determinar la naturaleza de las transferencias de recursos que favorecen el cumplimiento del axioma fundamental. Hay una secuencia que podría representarse así:

utilidad cardinalidad comparaciones interpersonales interven-ción redistributiva del gobernante máxima felicidad para el mayor número.

Así que la cardinalidad tiene una clara finalidad pragmática, que está relacio-nada con el axioma fundamental. La cardinalidad es relevante porque es una pieza

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central de la política económica. El consecuencialismo se desprende del enfoque pragmático de Bentham. Lo importante para el autor no es el procedimiento sino los resultados. Bentham no está de acuerdo con darle énfasis a los aspectos proce-dimentales, porque su punto de atención es la consecución de la mayor felicidad. Las reglas tienen sentido por los resultados y no por ellas mismas. Para Bentham la cardinalidad está al servicio de la felicidad, que es el objetivo fundamental. El autor no tiene la pretensión de hacer una reflexión sistemática sobre la naturaleza de la cardinalidad. Tampoco busca indagar por la razón última de la medición, o de las comparaciones interpersonales de bienestar. El aspecto central de la re-flexión de Bentham sobre la cardinalidad es la aplicación y la instrumentación. Las implicaciones que se derivan de la cardinalidad en las comparaciones interper-sonales se desarrollarán mucho más tarde. Samuelson (1947) plantea la distinción entre la vieja y la nueva economía del bienestar. La diferenciación depende de la forma como se incorporan las comparaciones interpersonales de bienestar. La vieja economía asociada al nombre de Pigou, dice Samuelson, tiene que ver con la medición cardinal y con la posibilidad de hacer comparaciones interpersonales de bienestar. La nueva economía del bienestar, que comienza con Pareto, no acepta las comparaciones interpersonales de bienestar.

La cuantificación es un elemento constitutivo del axioma fundamental por dos razones. En primer lugar, porque Bentham busca llegar a una medición de la utilidad de tipo cardinal. Y además, porque el axioma fundamental es un ordenamiento por suma58. La cardinalidad y el ordenamiento por suma tienen una doble virtud: Permiten hacer comparaciones interpersonales de utilidad, y son un instrumento de gestión adecuado porque le dan señales claras al legislador.

El ordenamiento por suma permite hacer compensaciones, de tal manera que si en razón de una política redistributiva el rico reduce la utilidad en un monto λ, y el pobre la aumenta en una cantidad α > λ, el bienestar global mejora. Debe tenerse presente que para Bentham lo que finalmente importa son las variaciones

58. “Súmense todos los valores de todos los placeres por una parte, y los de todos los dolores por otra. Si la balanza se inclina hacia el lado del placer, señalará una buena tendencia del acto en su totalidad, respecto a los intereses de la persona individual; si se inclina hacia el lado del dolor, la tendencia será mala en su conjunto. Llévese una relación del número de personas cuyos intereses parecen estar afectados, y repítase el proceso anterior respecto a cada una de ellas. Súmense los números que expresan el grado de buena tendencia que tiene el acto respecto a cada individuo, en relación con los cuales la tendencia es buena en general; hágase nuevamente esto respecto a cada individuo, en relación con los cuales su tendencia es mala en general. Cotéjese la diferencia o saldo, el que, si es favorable al lado del placer, producirá una buena tendencia general del acto respecto al número total o la comunidad de individuos de que se trata; si lo es del lado del dolor, la tendencia general será mala respecto a la misma comunidad” (Bentham, 1789:16).

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de la utilidad y no la utilidad en términos absolutos, así que los componentes de la suma son las utilidades marginales. Desde la perspectiva del legislador la car-dinalidad tiene la virtud de que guía las transferencias de recursos, de tal forma que los montos a repartir sean compatibles con el axioma fundamental.

Además del ordenamiento por suma podrían considerarse otras modalidades de ordenamiento como el multiplicativo59.

El ordenamiento por multiplicación no proporciona una información tan clara como el ordenamiento por suma. Primero, porque la medida es ambigua. Una de las propiedades básicas de la multiplicación es que el producto de dos números negativos es un valor positivo. Al aplicar este principio al bienestar se llega a una situación contraevidente: Si la utilidad de dos personas se deteriora, la utilidad global mejora. Y segundo, el ordenamiento multiplicativo tiene el inconveniente de que cuando la utilidad marginal de alguna persona es cero, la utilidad global también es cero. Esta condición es muy restrictiva y le quitaría cualquier viso de realidad al axioma fundamental. Así que el ordenamiento por suma termina siendo preferido al ordenamiento multiplicativo.

La cardinalidad resuelve de manera inmediata el problema de las compara-ciones interpersonales de utilidad. Una vez que la medida cuantitativa ha sido establecida, no hay ninguna dificultad con las comparaciones interpersonales. En el mundo de la cardinalidad, la continuidad y las comparaciones interpersonales, el paso de la elección individual a la elección colectiva puede ser menos tortuoso que en un mundo en el que no se acepten las comparaciones interpersonales de utilidad60. Y si además, las comparaciones interpersonales están acompañadas

59. En el caso del ordenamiento por multiplicación, la utilidad de la sociedad (U) es: donde u

i es la utilidad del individuo i (i = 1, ..., n). Esta forma de ordenar no permite compen-

saciones. Si la utilidad de una persona es cero (u = 0), la del conjunto de la sociedad también es cero (U = 0).

Algunas medidas contemporáneas de pobreza, como el Índice de Necesidades Básicas Insatis-fechas (NBI), utilizan el ordenamiento por multiplicación.

x

j representa los j bienes (j = 1, ... m) consumidos por la persona i. De acuerdo con los criterios del

NBI, para que i sea pobre (pi) basta con que uno de los bienes juzgados como básicos tenga una

valoración de cero. Se asigna el valor de cero cuando la persona i no puede disponer del bien j.60. Arrow reconoce que si las comparaciones interpersonales fueran posibles, se allanaría el camino

para resolver el problema de elección colectiva. “Si excluimos la posibilidad de hacer compara-ciones interpersonales de utilidad, entonces la imposición y la dictadura son los únicos métodos que permiten pasar de los gustos individuales a preferencias sociales que sean satisfactorias y que estén definidas para un rango amplio de conjuntos de ordenamientos individuales” (Arrow,

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de un ordenamiento por suma como el propuesto por el axioma fundamental, la elección individual y la colectiva tienen el mismo parámetro informativo y ello facilita considerablemente la elección colectiva. La capacidad informativa del ordenamiento por suma ayuda a determinar qué es lo bueno para la sociedad, así que la cardinalidad y el ordenamiento por suma facilitan la gestión y la toma de decisiones en el campo de las políticas públicas.

No obstante sus ventajas, la cardinalidad y la continuidad no son condiciones suficientes para que el ordenamiento sea completo61. La incompletitud puede pre-sentarse por diversas razones. Sen (1985) destaca dos: El conflicto valorativo y la insuficiencia de información. En el primer caso la persona no puede decidir porque, al decir de Mill, no existe un “principio último de valoración”. En opinión de Mill, la incompletitud puede superarse si existe algún postulado global “armonizador”62. En esta misma línea, para Rawls (1971:56) el utilitarismo es intuicionista porque “(...) no proporciona ninguna regla de prioridad para determinar cómo han de valorarse estos principios entre sí”63. La segunda razón tiene que ver con la falta de información. Piensa Sen que esta limitación se presenta aún si contamos con el principio último de valoración64.

Todo el andamiaje construido sobre la cardinalidad puede derrumbarse si falla el punto de partida: La posibilidad de medir la utilidad. A pesar de que Jevons acepta muchas ideas de Bentham, no ve claro el asunto de la cuantificación de la

1951:59). Arrow siempre ha sido muy escéptico sobre la posibilidad de hacer comparaciones interpersonales de utilidad.

61. Un ordenamiento es completo si dado el conjunto S de alternativas posibles, pueden establecerse relaciones de preferencia o de indiferencia entre todos los pares de elementos del conjunto. Basta con que el elector no pueda decidir frente a uno sólo de los pares para que el ordenamiento sea incompleto.

62. “Si los conflictos de valor permanecen sin resolver y si los principios en conflicto no son “ar-bitrados” a la vez (para usar la expresión de Mill) por algún principio armonizador, entonces el ordenamiento global puede que sea incompleto (si tal ordenamiento combinado es lo que se busca). La “intersección” de los diferentes criterios, naturalmente, producirá un orden parcial y aunque ese “orden parcial de intersección” pueda ser extendido por ponderaciones que no están plenamente determinadas (y que podrían variar en un amplio espectro), es posible que el orden parcial “maximal” —dado todo— aún sea gravemente incompleto. Entonces, quizás, no puede existir ninguna acción “mejor” (o “estado mejor”) (Sen, 1985:51). Mill le critica a Bentham la excesiva importancia que le atribuye a la motivación egoísta. La preocupación por los otros, dice Mill, puede ser un determinante del comportamiento tan importante como la preocupación por uno mismo.

63. Hall (1949) se pregunta por la prueba última de que el utilitarismo es un buen punto de partida para juzgar el bien moral.

64. “(...) puede que tengamos que enfrentarnos con ordenamientos incompletos, incluso si dispo-nemos de un principio último de valoración. La razón más obvia de esto es la limitación en la disponibilidad de información” (Sen, 1985:52).

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utilidad. Admira la forma de exposición de Bentham y la precisión de sus argumen-tos, pero “(...) no sé en dónde encontrar sus datos numéricos” (Collison, 1972:17).

Bentham se aproxima a la cuantificación a través de dos principios. El prime-ro, es la relación entre la utilidad (felicidad) marginal y la riqueza. Y el segundo, es la felicidad marginal decreciente. Ambos principios subyacen a un proceso de cuantificación que tiene tres etapas: i) la asociación de la felicidad al valor de la riqueza, ii) la felicidad decreciente y iii) la definición de la escala.

La primera etapa del proceso de cuantificación de Bentham consiste en asociar la felicidad al valor de la riqueza. La felicidad se mide en términos de riqueza. Bentham prefiere la riqueza al dinero porque en su opinión el dinero no necesaria-mente es riqueza. Hay una relación uno a uno entre la felicidad y la riqueza. “Cae-teris paribus. A cada partícula de la materia de riqueza corresponde una partícula de la materia de felicidad” (Bentham, 1786:186). Y este postulado básico tiene consecuencias prácticas inmediatas. Si dos personas tienen fortunas desiguales, la que tiene más riqueza es más feliz65. Con esta información el legislador puede saber si un individuo se encuentra entre el grupo de los más felices.

Bentham va más allá y da un segundo paso: Cualifica la medida con el postu-lado de la felicidad marginal decreciente. Es cierto que cada partícula de riqueza tiene como equivalente una partícula de felicidad, pero a medida que la riqueza va aumentando, las partículas de riqueza se reflejan en partículas de felicidad cada vez más pequeñas. Desde el punto de vista de la materialidad de la riqueza, cada partícula adicional es igual a la anterior. Pero desde la perspectiva de la persona, una partícula adicional de riqueza equivale a una partícula menor de felicidad66. La proporcionalidad se rompe ya que el monto absoluto de la riqueza termina incidiendo la intensidad de la felicidad marginal.

El efecto de la riqueza en la producción de la felicidad continúa disminuyendo, a medida que la cantidad, por la cual la riqueza de un hombre excede a la de

65. “Hasta dónde depende de la riqueza, de dos personas que tienen fortunas desiguales, la que tiene más riqueza debe ser considerada por el legislador como la que posee más felicidad” (Bentham, 1786:186).

66. “Pero la cantidad de felicidad no irá creciendo, ni siquiera aproximadamente, en la misma pro-porción que la cantidad de la riqueza; diez mil veces la cantidad de riqueza no traerá consigo diez mil veces la cantidad de felicidad. Será aun motivo de duda saber si diez mil veces la riqueza, en general, traerá consigo dos veces la felicidad. Eso es así” (Bentham, 1786:186).

“Tómese, por ejemplo, la misma causa anterior: el dinero. Tomemos además un individuo: Désele cierta cantidad de dinero y producirá en su ánimo cierta cantidad de placer. Désele otra vez la misma cantidad, y se habrá hecho un aumento a la cantidad de su placer. Pero la magnitud del placer producida por la segunda suma no será el doble de la producida por la primera” (Bentham, 1789:19).

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otro, va en aumento; en otras palabras, la felicidad producida por una partícula de riqueza (siendo cada partícula de la misma magnitud) irá disminuyendo en cada partícula; la segunda producirá menos que la primera; la tercera menos que la segunda, y así sucesivamente (Bentham, 1786:186).

En el lenguaje de la microeconomía contemporánea ello significa que la función de utilidad es cóncava: La felicidad aumenta pero a ritmos decrecientes67.

Y finalmente, el tercer paso, tiene que ver con la fijación de la escala numérica, que debe seguir la lógica decreciente de la felicidad marginal68. El ordenamiento es continuo porque la riqueza, que es el punto de referencia de la felicidad, tiene una expresión cuantitativa. En estas reflexiones sobre la cardinalidad, Bentham deja de lado la distinción entre riqueza y dinero. Y así como el termómetro es el instrumento para medir la temperatura, “(...) el dinero es el instrumento para estimar la cantidad de placer y de dolor”69. Bentham pide disculpas a sus lectores por esta simplificación, pero la justifica porque a pesar de sus numerosas limitaciones es absolutamente necesaria para el ejercicio de la política y de la moral70.

El afán de encontrar una medida cuantitativa lleva a una doble simplificación. De un lado, Bentham identifica la utilidad con la felicidad71. Y del otro, asocia

67. La primera derivada de la utilidad con respecto a la cantidad consumida es positiva. Y la segunda derivada es negativa.

68. “Mínimo de riqueza, digamos, 10 libras esterlinas por año; - el máximo exceso de felicidad producido por exceso en la cantidad de la riqueza, es como 2 es a 1: - magnitud de una partícula de riqueza igual a 1 libra esterlina al año. Con estos datos podría hacerse una escala o tabla exponiendo las cantidades de felicidad producida por tantos aumentos hechos a la cantidad de la riqueza, al principio de la escala, como hay libras entre 10 y 10.000” (Bentham, 1786:187).

69. “De su dinero es de donde procede la parte principal de los placeres del hombre, y es la única que es susceptible de cálculo” (Bentham, 1789:17).

70. “Pido a nuestros hombres de sentimiento y compasión, que me concedan una tregua, mientras por necesidad, y sólo por necesidad, hablo e incito a la humanidad a hablar un lenguaje merce-nario. El termómetro es el instrumento para medir la temperatura del tiempo; el barómetro es el instrumento para medir la presión atmosférica. Los que no estén satisfechos con la exactitud de estos instrumentos deben buscar otros que sean más exactos, o despedirse de la Filosofía Natural. El dinero es el instrumento para estimar la cantidad de dolor o de placer. Los que no estén satisfechos con la exactitud de este instrumento deben buscar algún otro que sea más exacto, o decir adiós a la política y a la moral” (Bentham, 1786:188). Y más adelante agrega: “Por consiguiente, que nadie se sorprenda o escandalice si me encuentra, en el curso de esta obra, valorizando todo en dinero. De este modo, únicamente, es como podemos obtener partes alícuotas para medir. Si no podemos decir, de un dolor o de un placer, que vale tal o cual can-tidad de dinero, es en vano, con respecto a cantidad, decir algo acerca de él: no hay proporción ni desproporción entre Castigos y Crímenes” (Bentham, 1786:189-190).

71. “(...) el principio de la utilidad, que se expresa mejor diciendo, el principio de la mayor felicidad” (Bentham, 1789:18).

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la felicidad a la riqueza72. El reduccionismo es el precio que Bentham tiene que pagar para poder llegar a una medida cuantitativa. Esta simplificación es criticada por Sen (1979b, 1985) para quien el utilitarismo es monista desde el punto de vista informacional73.

La falta de pluralismo (el monismo) del utilitarismo de Bentham tiene un lado positivo que es muy importante: Su potencialidad redistributiva. La maximización de la felicidad de la sociedad es posible porque las utilidades marginales son diferentes. Para que se cumpla el axioma fundamental es necesario hacer transfe-rencias de recursos en favor de los menos afortunados: “(...) por una partícula de riqueza, si se agrega a la riqueza del que tiene menos, se producirá más felicidad, que si se agrega a la riqueza del que tiene más” (Bentham, 1786:186)74. El autor desarrolla una compleja ingeniería redistributiva.

En consideración a lo que antes se ha afirmado, se encontrará que el plan de distribución aplicado a la materia de la riqueza, que es más favorable a la uni-versalización de la subsistencia y, por consiguiente, en otras palabras, a la ele-vación al máximo de la felicidad, es aquel en que, mientras la fortuna de los más ricos, de aquellos cuya situación se encuentra en la cima de la escala, es la

72. “En lugar del placer mismo, para mostrar cómo se puede formar un cálculo de la disminución a que está sujeto el valor, por la reducción de la proximidad y la certeza, se hizo necesario sustituir el placer mismo por algún objeto externo, que por experiencia, se conoce que es el número de sus orígenes, o digamos, de sus causas: por ejemplo, dinero” (Bentham, 1789:19).

73. Bentham acepta que la riqueza no es el parámetro de medida ideal porque no capta bien cua-tro dimensiones valorativas del placer o del dolor: “... i) su intensidad, ii) su duración, iii) su certidumbre o incertidumbre, iv) su proximidad o lejanía” (Bentham, 1789:14). Estas “circuns-tancias” del placer, o del dolor, se reflejan de manera muy imperfecta en la riqueza y el dinero. El momento de acceso a los bienes modifica el grado de felicidad. “La utilidad inmediata no admite grados; pero la no-inmediata puede tener cualquier número de grados. La escala a que pertenecen estos grados, puede denominarse escala de cercanía al uso. Los instrumentos cuya situación está en el grado más alto de la escala, digamos el primer grado - el más cercano al uso inmediato - pueden denominarse instrumentos de primer orden; y así sucesivamente, a través de cualquier número de grados que, en un sistema de instrumentos relacionados, en cualquier momento pueden encontrarse como ejemplos” (Bentham, 1789:26).

74. “Partícula de riqueza a la disposición de legislador: 10.000; felicidad del más rico con relación a la del menos rico es como de 2 a 1: Dando a cada una de las 10.000 personas una partícula de la riqueza, el legislador producirá 5.000 veces la felicidad que producirá dando 10.000 partículas a una sola persona (...). Por la substracción de una partícula de la materia de riqueza, se producirá una substracción menor de felicidad, si ésta se hace de la riqueza del que tiene la materia de la abundancia, más que si se hace de la riqueza del que solamente tiene la materia de subsistencia (...). A fortunas iguales, y siendo dada la suma total substraída, a mayor número de personas de cuya fortuna se haga la substracción, menor será la substracción hecha, por este motivo, al conjunto de la felicidad (...). A fortunas desiguales, será aun menor la substracción de la felici-dad, si ésta se hace en relación con sus fortunas; substrayéndose la cantidad mayor a aquellos

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más grande, los grados entre la fortuna de los menos ricos y de los más ricos son muy numerosos; en otras palabras: La gradación es más regular o insensible (Bentham, 1786:187).

Y,

Mientras mayores son las fortunas de los ricos, más pequeño será el número de aquellos cuyas fortunas se aproximan a este alto nivel; por lo tanto, más peque-ño el número de los que se puedan hacer las más grandes reducciones de sus volúmenes de propiedad; y, además, mientras más grandes sean esos volúmenes, mayor sería la dificultad que experimentaría el legislador para obtener a su costa, las reducciones que, por la naturaleza del caso no excluiría la posibilidad de hacer (Bentham, 1786:188).

La redistribución es un elemento central del pensamiento de Bentham. Sin transferencias de recursos el axioma fundamental sería un enunciado vacío. La búsqueda de la mayor felicidad para el mayor número únicamente es factible si el gobierno redistribuye la riqueza. Y Bentham afirma, explícitamente, la necesidad de la intervención del legislador.

Aún cuando para cada individuo su propia subsistencia sea, por la naturaleza humana, el objeto principal de su cuidado, y, durante su infancia, el objeto de cuidado del autor de su existencia, sin embargo, siempre habrá una parte considerable del conjunto de los miembros de la comunidad, en cuyo caso la subsistencia no podrá tener lugar sin la provisión que el legislador puede hacer al efecto (Bentham, 1786:183).

Subsistencia (pobreza absoluta), desigualdad y felicidadEl mínimo de desigualdad es una condición básica de la felicidad. Y expresando

de nuevo su sentido pragmático, Bentham (1789:21) afirma: “(...) por igualdad nos referimos aquí, no a la máxima igualdad concebible, sino únicamente a la igualdad practicable”. Bentham no propende por una sociedad de óptimos ideales, sino de máximos posibles.

La seguridad, la subsistencia y la abundancia son instrumentos inmediatos de felicidad. La igualdad, en cambio, es un instrumento indirecto, que “(...) actúa

cuyas fortunas son mayores (...). Puede señalarse una cantidad de la materia de riqueza, tan pequeña, que si se resta de la fortuna de una persona poseedora de cierta cantidad de la materia de abundancia, el resultado no sería una substracción sensible de la felicidad (...). Mientras más grande sea la fortuna del individuo de que se trate, mayor probabilidad habrá de que, por la substracción de una cantidad determinada de la materia de riqueza, no se hará reducción alguna de la cantidad de su felicidad” (Bentham, 1786:186-187).

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únicamente por medio de las tres, especialmente por la abundancia y la seguridad”. La seguridad, la subsistencia y la abundancia tiene como finalidad el logro de la mayor felicidad, pero “(...) la magnitud de este máximo depende del grado de igualdad que se verifica en las proporciones en que estas tres están distribuidas” (Smith, 1759:22)75.

En el campo de la subsistencia no hay grados en la escala de la igualdad, porque “(...) la mínima cantidad de ellos es tal, que con una cantidad menor no podría haber existencia; si no hay subsistencia no hay existencia” (Bentham, 1789:22). Dado que la subsistencia remite a una noción absoluta, a un mínimo indispensable, no puede haber espacio para la desigualdad. A diferencia de la subsistencia, la abundancia sí admite grados diversos de desigualdad, dándole al legislador un amplio margen de acción76. La masa de la materia de la subsistencia se encuentra en la masa de la materia de la abundancia. La materia de la riqueza “(...) es, al mismo tiempo, materia de subsistencia y materia de abundancia; la única diferencia está en la cantidad: Menos en el caso de la subsistencia, mayor en el caso de la abundancia” (Bentham, 1786:185).

Bentham evita los análisis dicotómicos. Entre el placer y el dolor, el bien y el mal, la subsistencia y la abundancia, hay líneas de continuidad que facilitan la comprensión conceptual de los fenómenos y la tarea del legislador.

En la práctica, la igualdad requiere que “(...) el ingreso de aquellas personas en que está compuestos por el salario del trabajo, sea elevado al máximo” (Ben-tham, 1786:189). Y esta política salarial se justifica porque los trabajadores son “(...) la inmensa mayoría del número total de los miembros de la comunidad” (Bentham, 1786:189).

75. “Seguridad, subsistencia, abundancia, igualdad, esto es: mínimo de desigualdad: con estos nom-bres se han designado a las finalidades particulares que están próximas, en orden, a la felicidad universal y a la mayor felicidad para el mayor número de individuos” (Bentham, 1786:182).

76. Si de dos personas, una tiene el mínimo de subsistencia sin adición, y la otra ese mismo mínimo con una adición: la primera tiene la materia de subsistencia, y la última la materia de abundancia; entiéndase que es en comparación con quien no tiene nada más que el mínimo de la materia de subsistencia: el término abundancia se usa como comparativo, es un término relativo. La materia de la subsistencia es, en el caso de cada individuo, necesaria para la existencia, y la existencia necesaria para la felicidad; supongamos una cantidad de materia de riqueza suficiente para la subsistencia de 10.000 personas, a disposición del legislador: Se producirá mayor felicidad dando a cada una de las 10.000 una partícula de la materia de subsistencia, que dando a 5.000 de ellas una parte de la materia de abundancia compuesta de dos partículas de la materia de subsistencia, y no dando nada a los restantes 5.000, ya que, en esta suposición los 5.000 así desamparados pronto morirían, con una muerte lenta y prolongada” (Bentham, 1786:185).

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El dinero no es riquezaDe manera enfática, Bentham (1801:247) afirma que “el dinero no es rique-

za”. Los gobiernos se equivocan buscando el dinero. El estímulo al comercio ha estado muy marcado por el deseo de aumentar la cantidad de dinero, y no tanto por la convicción de incrementar la riqueza. Los gobiernos y los comerciantes son incautos cuando pretenden “(...) aumentar el dinero más bien que la riqueza, aumentar el intercambio a expensas de la producción” (Bentham, 1801:248). Al confundir el dinero con la riqueza, se piensa que la economía va bien simplemente porque la balanza de comercio es favorable. Es equivocado pedirle al legislador que aumente el saldo positivo de la balanza de comercio. Aunque Bentham ana-liza la relación entre el dinero y la riqueza más desde una perspectiva macro que micro, sus apreciaciones son válidas en uno y otro caso.

Piensa Bentham que la identificación errónea del dinero y la riqueza se basa en dos suposiciones:

1. La riqueza nacional no puede aumentarse sin aumentar la existencia nacional de dinero, lo que equivale a decir que el dinero es la única causa inmediata de la riqueza real. 2. Que la riqueza nacional no puede aumentarse excepto por el aumento de la cantidad de comercio nacional; o, en otras palabras, que el incremento del comercio es necesa-rio para el incremento de la riqueza, porque es necesario para el aumento del dinero. Por tanto, dos cosas deben hacerse: 1. Hacer que la cantidad de dinero en el país sea lo más grande posible; 2. Hacer la cantidad de comercio tan grande como sea posible. Como estas dos proposiciones son erróneas, el sistema de legislación que de ellas se deriva, no puede ser otra cosa que erróneo (Bentham, 1801:248-249).

Bentham no está de acuerdo con las proclamas que se hacen a favor del co-mercio exterior. Aunque el superávit comercial puede abultar la masa de dinero, ello no significa que la riqueza crezca. El dinero por sí mismo “(...) es incapaz de aumentar la masa de la riqueza nacional” (Bentham, 1801:249).

Las personas piensan ingenuamente que el aumento del dinero, del territorio y de la riqueza marchan al unísono. La avaricia y la ambición impulsan a las per-sonas a tener más, sin darles tiempo para que reflexionen sobre las consecuencias reales del aumento del dinero77.

El dinero se ha identificado con la riqueza porque se ha caído en una doble equivocación. De un lado, se ha supuesto que la comparación entre las personas

77. “La avaricia y la ambición, elevadas a cierto punto, ciegan y hacen sordos a los hombres con relación a los hechos y razones que se oponen a sus prejuicios; es decir, las pasiones producen en la mente enfermedades que corresponden a las que provocan ciertas enfermedades en los órganos del cuerpo” (Bentham, 1801c:153).

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es similar a la comparación entre las naciones. Y de otra parte, se ha supuesto que la persona que posee más dinero es la más rica. La riqueza real no depende del monto de oro que posea sino de la “cantidad de trabajo empleado en la pro-ducción” (Bentham, 1801:254). La verdadera riqueza está en el trabajo y no en el dinero78. Por lo tanto, si el aumento del dinero se traduce en más trabajo, la riqueza aumenta (Hayek (1932).

Es interesante, además, la distinción que hace Bentham entre la renta “ver-dadera” y la renta “pecuniaria”. La primera tiene que ver con “(...) toda clase de cosas empleadas o consumidas por los individuos para su propio uso”. Y “(...) por renta pecuniaria entiendo lo que todo el mundo comprende el dinero empleado por los individuos para la compra de cosas que componen su renta verdadera” (Ben-tham, 1801c:87). La distinción entre las dos formas de renta es relevante porque no toda la renta pecuniaria se convierte en renta verdadera79. Este acercamiento de Bentham a la naturaleza del dinero, introduce una idea que va a ser central en la teoría monetaria posterior: Parte del dinero se destina a la especulación. Y ello tiene dos consecuencias. Primero, la economía puede entrar en procesos inflacio-narios perversos. Y segundo, el ciclo de las transacciones se rompe, porque parte del dinero no se destina a la compra de nuevas mercancías.

La inflación no contribuye a la felicidad general. “La pérdida sufrida por ciertas clases de la comunidad, como resultado del alza de precios es, de esta manera, una pérdida sin compensación para la comunidad en general. Los indivi-duos sufren, y la comunidad no gana” (Bentham, 1801c:111). Dados los efectos perversos de la inflación, cuando los precios suben más allá de cierto límite, es indispensable “tomar medidas para limitar el aumento del dinero en metálico hasta el grado requerido por el fin propuesto”. Bentham ya percibía que la inflación es un impuesto que es recaudado por quien tiene la capacidad de emitir80.

78. “El trabajo, no el dinero, es el origen real de la riqueza. Si todos los trabajadores estuvieran empleados y de la manera más ventajosa, la riqueza, la riqueza real, no sería susceptible de admitir aumento alguno posterior; pero el dinero sería acrecentable ad infinitum” (Bentham, 1801d:286).

79. “Un hombre puede utilizar su ingreso pecuniario en cinco formas diferentes: él puede: 1. emplearlo en la compra de renta verdadera; 2. guardarlo; 3. invertirlo en forma de capital; 4. depositarlo en un banco que lo presta con interés; 5. distribuyéndolo libremente o en forma de obsequios condicionales. Con respecto a la parte pecuniaria que él emplea en la compra de renta verda-dera, en la medida que obtiene una de ellas se priva de la otra: a medida que la renta verdadera ingresa, la renta pecuniaria egresa” (Bentham, 1801c:87).

80. “Todo aumento de dinero en papel moneda produce una depreciación correspondiente en el valor del volumen pre-existente de dinero, y por esta razón obra como un impuesto indirecto sobre los ingresos pecuniarios. El provecho de este impuesto es recibido por el que lo emite, y la carga la llevan los poseedores de los llamados ingresos fijos” (Bentham, 1801d:287).

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Hayek (1932) discute el significado que tiene el “ahorro forzoso” en el pen-samiento de Bentham. Los impuestos, entre ellos el impuesto inflacionario, es un ahorro forzoso que le permiten al gobierno “acelerar” el aumento de la riqueza real. Los tributos y la inflación apenas son dos mecanismos a través de los cuales el gobierno podría forzar el ahorro, con miras a una mayor felicidad futura. El hecho de que el gobierno lo pueda hacer, concluye Bentham, no quiere decir que lo deba hacer.

Por la recaudación del dinero, como cualquier otro, por medio de impuestos (el monto de los cuales es tomada por los individuos de sus gastos dedicados a manutención), el gobierno tiene en su poder acelerar, a un grado sin paralelo, el aumento de la masa de la riqueza real. Por medio de un sacrificio proporcional de la comodidad actual, puede hacer la adición que desee a la masa de la riqueza futura; esto es, al incremento de la comodidad y la seguridad. Pero aunque está en poder de hacer, no se sigue que deba ejercer ese poder y obligar a la comunidad a hacer este sacrificio (Bentham, 1801d:285).

Aunque el gobierno puede “acelerar” la sustitución de sacrificio presente por bienestar futuro, no debe hacerlo. Son los individuos quienes determinan hasta qué punto hacen sacrificios hoy en aras a disfrutar de una mayor felicidad el día de mañana81.

El papel moneda tiene la ventaja de que es portátil. Esta cualidad “(...) com-pensa su falta de valor intrínseco, y la que confiere a esta sombra de propiedad un valor de cambio superior al de la verdadera sustancia” (Bentham, 1801c:103). Se maravilla el autor porque gracias a que el papel moneda es portátil “(...) pro-piedades en volúmenes de cualquier tamaño pueden transportarse de 150 a 200 millas por día”.

Bentham explicita otro principio básico de la teoría monetaria contemporánea: La confianza.

Cierto es que la bondad de un papel negociable aumenta en proporción el número de manos por las que ha pasado, de tal manera que recibe, con cada endoso, un nuevo aumento de garantía; pero el grado de responsabilidad es susceptible de una variedad infinita en el caso de cada individuo que se hace responsable con respecto a la obligación (Bentham, 1801c:103).

81. En la teoría moderna del crecimiento, especialmente a partir del modelo de Ramsey (1928), se muestra que la bienaventuranza (la felicidad futura) se alcanza más rápido mientras mayor sea el sacrificio presente. Y los ministros de hacienda, muy influenciados por las directrices del Fondo Monetario Internacional, se sienten con el derecho de imponer sacrificios presentes (sudor y lágrimas). Para Bentham esta forma de actuar es improcedente, porque no respeta la libre decisión de los individuos.

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El papel moneda cumple su función de medio de pago si las partes lo aceptan. Y en cada nueva transacción el vendedor recibe el dinero porque tiene plena con-fianza en que el día de mañana los otros también aceptarán el papel moneda.

El crédito del papel moneda es consecuencia de un estado de ánimo de la opinión pública que, por el ejemplo y la costumbre generalizada, se fortifica a tal grado que llega un momento en que nadie piensa en convertirlo en dinero en efecti-vo; hablando en sentido abstracto, todo el mundo puede saber que el volumen existente no tiene una base sólida, pero esta reflexión ideal no interfiere en las transacciones comunes de la vida, y la desconfianza no está ligada con este o aquel pedazo de papel en particular. Se recibe en la misma forma que se da. Si otros han tenido confianza en él, del mismo modo, nosotros podemos también confiar. Implica un esfuerzo, un movimiento de locomoción y una pérdida de tiempo ir al banco a cambiarlo (Bentham, 1801c:135).

Visto en perspectiva, el pensamiento monetario de Bentham ya involucra las dimensiones institucionales que desarrollarán autores como Keynes (1930, 1936) y Hicks (1935), quienes colocan en el centro del análisis monetario la confianza y la percepción que tienen las personas sobre el comportamiento futuro de los negocios.

El dinero es contradictorio porque al mismo tiempo que aumenta la riqueza la disminuye. Aumenta la riqueza puesto que “(...) cuando se da a cambio, ya sea de trabajo productivo o por un artículo ya elaborado, da nacimiento a una parte de la riqueza que, de otro modo, no habría existido” (Bentham, 1801c:105). Pero disminuye la riqueza porque “(...) aumentando la cantidad de dinero disminuye su valor”. Los precios se elevan y el dinero se deprecia. Independientemente de cuál sea el efecto neto que resulta de las tendencias positivas y negativas, es claro que el dinero no es equivalente a la riqueza.

La influencia de Hume aparece claramente en lo que hoy llamaríamos una concepción cuantitativa de la inflación. “El monto de la elevación en los precios —de la depreciación del dinero— está en exacta proporción a la cantidad adicional de dinero que no ha sido acompañada y equilibrada por una adición correspondiente al volumen de la riqueza” (Bentham, 1801c:111, énfasis mío). El aumento de la cantidad de dinero tiene un impacto proporcional y directo en el nivel de precios. Este es el principio rector de la teoría cuantitativa contemporánea.

Libertad de acción y liberalismo

Necesaria intervenciónEl pragmatismo de Bentham se aprecia con claridad en su posición frente a

la intervención. Sin duda, sería mejor que el gobierno no tuviera que intervenir.

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“Cualquier cosa que sea sponte actum por parte de las personas, queda, por eso, dentro de la clase de non-agenda por parte del gobierno” (Bentham, 1801d:284). Pero en múltiples circunstancias de la vida real es inevitable que lo haga. La regla general es que el gobierno se esté quieto82.

Regla general: Sin alguna razón especial, nada debe hacer o intentar el gobier-no con el propósito de causar un aumento que ocurra en la masa de la riqueza nacional, con miras a incrementar los medios, ya sea de la subsistencia o del disfrute. Estarse quieto, en esas ocasiones debe ser el lema y la consigna del gobierno (Bentham, 1801d:277).

Pero este principio general no es una camisa de fuerza. “No tengo, nunca he tenido ni tendré jamás horror alguno, anárquico o sentimental, por la inter-vención del gobierno” (Bentham, 1801b:296). La pertinencia de la intervención tiene que juzgarse a la luz de los objetivos que se buscan y de la ventaja que se busca obtener.

La intervención del gobierno, tan a menudo como, según mi humilde punto de vista del asunto, sea necesario siempre que haya la más pequeña posibilidad de que el resultado se incline aunque ligeramente en favor de la ventaja, es un suceso que yo contemplo en conjunto con tanta satisfacción como vería su abstención y, con mucha más de lo que vería su negligencia (Bentham, 1801b:296).

El axioma fundamental es el criterio último para juzgar la pertinencia de la intervención. La máxima felicidad es el fin supremo y a ella deben estar supedi-tadas las acciones del gobierno83. La intervención del gobierno es bienvenida si mejora, así sea levemente, la felicidad de las personas.

En la discusión contemporánea se ha planteado la distinción entre lo públi-co, lo estatal y lo privado. Si estas dimensiones se expresaran en el lenguaje de Bentham podría decirse que el axioma fundamental es propio de la esfera de lo público. La pregunta por la felicidad de los otros cae en el ámbito de lo público. El fin supremo sólo tiene sentido en el marco de lo público. En otras palabras, la dimensión pública está asociada al fin supremo que es la felicidad.

82. Bentham hace la distinción entre agenda, non-agenda y sponte actum. La agenda incluye las “funciones adecuadas del gobierno”, la non-agenda cubre las actividades que el gobierno no debe realizar. Y el sponte actum corresponde a las actividades que los individuos realizan de manera espontánea, cuando se sienten libres de la interferencia del gobierno.

83. “Lo que incumbe al legislador es tener cuidado de que la línea de conducta seguida por toda la comunidad, sea la más conducente al fin general en perspectiva: el máximo de bienestar; que la subsistencia, la seguridad en todas sus divisiones, la opulencia (incluyendo la abundancia de población) y al igualdad, se logren colectivamente en su más alto grado en totalidad, y separada-mente en sus máximos grados proporcionados, respectivamente, a los grados de su importancia comparativa” (Bentham, 1801d:260).

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La concepción que tiene Bentham del gobierno es instrumental. La felici-dad es el fin supremo y por ello la acción del gobierno debe estar supeditada al objetivo final. Las instituciones públicas deben estar al servicio de los intereses generales de la sociedad expresados a través del axioma fundamental. En los es-critos económicos de Bentham no hay una reflexión sistemática sobre el Estado y el gobierno.

Si la seguridad es el germen de la opulencia, el gobierno debe tratar de centrar la intervención en la primera, que es un medio para la segunda. Lo ideal sería que los par-ticulares luchen por la opulencia, mientras que el gobierno les garantiza la seguridad.

En materia tributaria, el autor prefiere los impuestos indirectos a los directos porque los primeros distorsionan menos. Bentham defiende los impuestos a las herencias porque favorecen la igualdad. Se muestra a favor del impuesto a las herencias porque “(...) entre todos los tributos es el que más consecuente con el principio de la libertad” (Stark, 1941:67). Algunos de los principios que deben regir las normas sobre las herencias son: i) No debe haber distinción entre los sexos. ii) Cuando muere el esposo, la viuda puede quedarse con la mitad de la propiedad común. iii) La otra mitad será distribuida entre los hijos en igual proporción. iv) Si no hay descendientes, la propiedad se reparte en igual proporción entre el padre y la madre del difunto. v) Si el padre y la madre ya han muerto, la propiedad se reparte por igual entre los descendientes. vi) En caso de que no haya familiares de primer grado, la propiedad pasa a manos del Estado. vii) La repartición de la propiedad entre los herederos se hará mediante subasta. No se trata, entonces, de un impuesto radical a las herencias, sino de medidas que obstaculicen la transmi-sión intergeneracional de la riqueza. El impuesto a las herencias es una medida que se articula muy bien en el corpus del pensamiento liberal: Los miembros de cada generación deben competir en condiciones similares. La idea es retomada por Mill. Y Walras va más lejos, y propone que la propiedad de la tierra, que es el principal factor de producción, debe ser del Estado. Los mecanismos propios de la competencia operan mejor cuando las personas tienen acceso a la tierra. Jefferson siempre consideró que la democracia tenía que estar fundada en una sociedad de pequeños propietarios.

En defensa de la usuraPiensa Bentham que Smith no es consecuente con su defensa del libre mer-

cado, puesto que considera pertinente que el Estado intervenga para fijar la tasa de interés84. No entiende por qué razón Smith apoya normas contra la usura, que

84. “En los países que permiten cobrar intereses, y con el fin de evitar las extorsiones propias de la usura, la ley debe fijar la tasa de interés máxima permitida. Esta tasa debe ser ligeramente superior a la más baja del mercado” (Smith, 1776:338).

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imponen trabas en la relación entre prestamista y deudor. Si la persona necesita dinero y está dispuesta a pagar una tasa de interés elevada, no debería impedírsele que lo hiciera. Bentham considera que si el prestatario está dispuesto a pagar un interés alto, bien puede hacerlo. La persona que toma dinero prestado es consciente de las dificultades y de los costos. Nadie mejor que él conoce los riesgos en los que incurre. Y si ello es así, se pregunta Bentham, ¿por qué negarle la posibilidad de endeudarse? La relación entre prestamista y prestatario tiene la suficiente autonomía para que ambos determinen la tasa de interés que juzguen más conveniente. No tiene mucho sentido que una norma externa a las personas implicadas sea la que fije el precio de la negociación. Ninguno de los criterios utilizados para definir la tasa de interés, logra captar la complejidad de los factores que la determinan. Ninguna tasa fijada desde afuera deja satisfecha a todas las personas. El Estado no tiene los medios para conocer con certeza cuál es el nivel de la tasa de interés más adecuado. Y para evitar estas equivocaciones, lo mejor es que el Estado no intervenga, y que deje actuar libremente a las partes.

En una palabra, el razonamiento que acostumbro formularme a mí mismo sobre este tema, es el siguiente: ningún hombre de edad madura y en su sano juicio, que actúe libremente y tenga los ojos abiertos, debe ser obstaculizado para que pueda, considerando su propio beneficio, realizar una transacción con el objeto de obtener dinero en la forma que crea conveniente; ni que nadie le impida (como consecuencia necesaria), proporcionárselo en las condiciones que juzgue conveniente aceptar. (...) si esta proposición se aceptase, barrería de un solo golpe con todos los obstáculos que las leyes de derecho escrito o consuetudi-nario, con un buen criterio, han interpuesto contra el atroz pecado de la Usura o contra la tan duramente calificada y poco conocida práctica de la Tercería85 (...) (Bentham, 1787:195).

Si la persona necesita el dinero no debe impedírsele que lo busque al costo que considera adecuado. Las disposiciones legales contra la usura también son hipócritas porque hay otros negocios más rentables que no son censurados86.

Bentham tampoco está de acuerdo con que el comercio exterior se regule por razones políticas. Smith, por su parte, ve con buenos ojos el Acta de Navegación

85. “Tercería (en inglés Champerty). Intervención de una tercera persona en un litigio que se ventila entre otras dos, prestando su ayuda económica o sus servicios a una de ellas para percibir, en caso de ganar el juicio, una participación o utilidad” (Bentham, 1787:195).

86. “Es más de lo que puedo soportar, el que a un hombre que recibe lo más que está en su mano, ya sea el seis, siete, ocho o diez por ciento, por el uso de una suma de dinero que presta, se le llame usurero y se le abrume con un nombre oprobioso, lo que no sucedería si con ese mismo dinero hubiese comprado una casa y al venderla obtuviese una ganancia proporcional” (Bentham, 1787:198).

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que controla el comercio, y la considera “(...) la más sabia de todas las regulaciones comerciales de Inglaterra” (Smith, 1776:429). Smith fundamenta su apreciación en razones políticas: “La defensa es más importante que la opulencia”. A lo que Bentham le respondería: La opulencia es la base de la defensa87.

Subsidios y subvencionesSiguiendo principios similares a los que guían su defensa de la usura, Bentham

advierte sobre los peligros que tienen las intervenciones que tratan de favorecer a determinadas empresas. El gobierno debe proporcionar información, sin pretender orientar la actividad productiva en una u otra dirección88. Las personas necesitan información. “Si el gobierno no puede decir cuál es la aplicación debida, no puede dar al dinero esa dirección; si puede decirlo, eso es todo lo que él necesita hacer” (Bentham, 1793:46). Las subvenciones siempre son ambiguas y los criterios sub-yacentes nunca son claros y transparentes. Las personas siempre tendrán algún argumento para justificar la pertinencia de alguna subvención89.

No obstante la posición aparentemente radical que tiene Bentham en contra de los subsidios y subvenciones, deja abiertas varias puertas. Admite los auxilios “cuando la finalidad es la subsistencia y la defensa”. También los considera apro-piados “para impedir el perjuicio que podría resultarles a las personas, trabajadores y maestros, que de hecho están vinculadas con el negocio” (Bentham, 1793:49). Y como norma general propone que las subvenciones y auxilios nunca deben ser per-manentes. Deben mantenerse únicamente durante el tiempo estrictamente necesario.

Bentham está de acuerdo con subsidiar la agricultura si ello es un “(...) medio para mejorar la igualdad” (Stark, 1941:589). También acepta que el Estado subsidie el desempleo. Además, el legislador debe establecer “(...) una contribución regular que satisfaga las necesidades de los indigentes”.

87. Sobre las opiniones divergentes de Bentham y Smith sobre este punto, ver Stark (1941:62-63).

88. “La cantidad de riqueza producida entonces en una determinada sociedad, en un tiempo dado, dependerá de su capital: en parte del valor del capital empleado, y en parte, de la dirección más o menos ventajosa que se dé a ese capital. A menos que sea en una forma directa, suministrando información, el gobierno no puede hacer nada con el objeto de mejorar la dirección” (Bentham, 1793:42, énfasis mío).

89. “Se han hecho subvenciones a un negocio porque es viejo, y porque es nuevo; porque está flo-reciente, y porque está en decadencia; porque produce ganancias, y porque produce pérdidas; porque hay esperanzas de que mejore, y porque hay el peligro de que empeore; y como por todas estas razones opuestas, se han otorgado y empleado subvenciones y otros estímulos, y aún se continúan otorgando, no existe negocio bajo el sol que, fundado en alguna parte de este razonamiento, no se crea con derecho a reclamar una subvención en todos los períodos, reales y posibles, de su existencia” (Bentham, 1793:48).

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ConclusiónLos libros de texto de microeconomía comienzan con la presentación de la

función de utilidad, que se considera un componente neurálgico del corpus de la disciplina. Y a pesar de que se reconoce su importancia, los economistas no suelen profundizar en el significado y en la naturaleza de la utilidad. La lectura de Bentham muestra que la aproximación a la utilidad es más compleja de lo que usualmente se piensa. Además de que el concepto es difícil de aprehender, no es fácil precisar las implicaciones que se derivan de la teoría de la utilidad en la organización de la sociedad. La opción por el utilitarismo no es un recurso metodológico marginal. Es una concepción del mundo, y la lectura de Bentham transmite este enfoque integral.

La microeconomía estándar pretende aplicar los principios utilitaristas en un contexto en el que los individuos son maximizadores egoístas. Pero en la perspec-tiva de Bentham el utilitarismo lleva a relativizar el egoísmo en aras del axioma fundamental. La obra de Bentham expresa la tensión entre el quehacer individual marcado por el egoísmo y el quehacer social que se rige por el axioma fundamen-tal. El autor inclina la balanza hacia el utilitarismo, que es una forma de egoísmo impuro. La vida en sociedad sería imposible si todas las personas se comportaran como egoístas puros. Este principio también lo comparte Smith, quien destaca la importancia que tiene el sentimiento de la simpatía. Los individuos, por egoístas que sean, dice Smith, experimentan la simpatía en algún grado.

La filosofía moral de la segunda mitad del siglo XVIII —expresada en au-tores como Kant, Rousseau, Bentham, Smith— busca el origen del bien en el individuo. Y una vez que se acepta la relevancia de la elección individual, el paso siguiente es preguntarse por las condiciones de posibilidad de la elección colectiva. Las respuestas son de muy diversa naturaleza: La conversión de la norma moral individual en norma moral universal (Kant, 1785), el contrato (Rousseau, 1769), el axioma fundamental (Bentham), y la magnanimidad (Smith, 1759). En este proceso se hace evidente el conflicto entre el interés privado y el interés general. Las modalidades de intervención del gobierno dependen de la forma como se vaya moldeando dicha tensión. Para Bentham el grado de intervención del Estado debe juzgarse a la luz del fin supremo: La máxima felicidad para la mayoría.

El consecuencialismo de Bentham tiene mucho que enseñarle a algunas es-cuelas económicas contemporáneas, como la teoría del ciclo real, que han puesto todo el énfasis en el formalismo procedimental, olvidando que el objetivo final de la sociedad es el mejoramiento del bienestar de la mayoría. Recientemente Stiglitz (2002) ha traído a colación el axioma fundamental. Dice que en lugar de propender por el crecimiento del Producto Interno Bruto, los gobiernos deberían esforzarse por aumentar la Felicidad Nacional Bruta.

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Las dos tríadas de Bejarano∗

Se discuten aquí “dos tríadas” que propuso Bejarano para calificar a la teoría económica en su momento. La primera tríada tiene que ver con el realismo, la pertinencia y la relevancia de la teoría. Y la segunda tríada con sus dimensiones política, institucional y moral. La atención se centra en esta segunda tríada, ar-gumentando que la teoría no es apolítica, ainstitucional y amoral como afirma Bejarano. El examen crítico de la posición de Bejarano se sustenta en algunas de las tesis de: Walras, Marshall, Hicks, Vickrey, Samuelson y Arrow.

Primero, pongo en evidencia el significado que Bejarano le atribuye a cada categoría. Segundo, muestro que los calificativos negativos de Bejarano ocultan la riqueza de un debate apasionante que siempre ha estado presente y, que a mi modo de ver, no da pie para que la teoría económica neoclásica merezca adjetivos tan taxativos. Y en tercer lugar, hago una brevísima reflexión sobre el quehacer de la teoría económica, con el ánimo de explotar al máximo el tenue halo de optimismo que se desprende del texto de Bejarano.

Las dos tríadas de BejaranoLa primera tríada de Bejarano está directamente relacionada con el método.

Nos dice que la teoría económica no es realista porque:

∗ Texto publicado en Cuadernos de Economía, vol. 21, N° 36, primer semestre. Pp. 11-40. Re-producido en: E. Rodríguez y L. Vallejo Luis (Comp.). 2002. comp. Perfiles de un economista heterodoxo. Reflexiones sobre la Obra de Jesús Antonio Bejarano. Tunja: Cenes, Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. pp. 61-88. Agradezco los comentarios de Alberto Su-pelano y Mauricio Pérez.

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(...) se concentra en problemas lógicos derivados de una estructura axiomática que nada tiene que ver con la realidad, así algunos profesores sigan insistiendo en que para acercarse a ella basta manipular supuestos. La falta de realismo de la teoría es hoy reconocida universalmente. Más aún, desde las grandes polé-micas de los años cincuenta y sesenta, se admite que las tipificaciones de los mercados, las empresas, los consumidores, que describen los libros de texto, no son descripciones realistas sino meras ficciones, si ustedes quieren metodo-lógicas, construcciones analíticas que se necesitan para explicar la asignación de recursos y el equilibrio general pero que nada aportan a la comprensión de cómo funciona realmente el mundo (Bejarano, 1999:84).

La teoría económica no es pertinente

(...) en el sentido de que para los grandes problemas que enfrenta la economía de hoy, no hay una explicación satisfactoria: Por ejemplo, apenas estamos dando los primeros balbuceos para incorporar la economía ambiental, apenas atisbamos una teoría coherente sobre las fallas de mercado o sobre los bienes públicos. En definitiva, para los grandes problemas del mundo actual, la teoría que tenemos —aún si fuera realista— no es útil para resolver los problemas principales aunque, por supuesto, sirve para abordar algunos problemas pequeños (Bejarano, 1999:84).

Y, es irrelevante

(...) en el sentido de que la teoría disponible se ocupa del 5 por ciento de la realidad mientras que carecemos de teoría para el 95 por ciento restante; por ejemplo, todo el proceso de asignación de recursos es un proceso que descansa en el supuesto de competencia perfecta, pero resulta que —como también se ha mostrado suficientemente— apenas el 5 por ciento de las actividades normales de la economía se realiza en condiciones de competencia y el 95 por ciento no. Y parece imposible elaborar una teoría de la asignación de recursos en condiciones no competitivas (Bejarano, 1999:84).

La segunda tríada tiene que ver con las implicaciones éticas y políticas. La teoría es apolítica porque

(...) el individualismo metodológico del programa walrasiano y la proposición positivista de la teoría económica terminaron por expulsar la política de la econo-mía desde el punto de vista del núcleo y fue incapaz de tender un puente, desde el punto de vista práctico, al proceso político (Bejarano, 1999:82).

Es ainstitucional porque

(...) en la medida en que la teoría microeconómica y el programa walrasiano concentraron su atención en la asignación generalizada de recursos y no espe-cíficamente en los problemas del intercambio, resultó en una economía ainsti-tucional (Bejarano, 1999:83).

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Es amoral

(...) no en el sentido de inmoral sino en el sentido de que la economía es incapaz de proporcionar un marco ético basado en conceptos de interés común, de interés público, derivados de la propia teoría económica, y no de criterios políticos e ideológicos (Bejarano, 1999:83).

Bejarano no deriva de manera explícita la tríada normativa de la tríada positiva. Y, a la inversa, tampoco pone en evidencia las limitaciones del análisis positivo que podrían desprenderse de una posición ética. Los vínculos propuestos por Bejarano son tenues e implícitos. Por ejemplo, podría decirse que la irrelevancia crea condiciones propicias para la amoralidad. Pero este tipo de aproximación no es explícita. Bejarano no se preocupa por demostrar de una manera sistemática los vínculos lógicos que pudieran existir entre una tríada y la otra90.

La primera dificultad que plantea la lectura del texto de Bejarano es el objeto de la crítica. La argumentación de Bejarano puede ser pertinente, y se aplica de manera legítima, a ciertas expresiones del programa de investigación neowalra-siano, como la teoría del ciclo real de los negocios91, pero pierde fuerza cuando se generaliza. En alguna parte Bejarano (1999:82) explicita que su crítica se refiere al “programa walrasiano-keynesiano”. Pero a lo largo del artículo abundan generaliza-ciones que se reflejan en frases como “la economía”, “la teoría microeconómica”, “la economía es incapaz”, “la teoría económica”, etc., que transmiten la sensación de que se está haciendo una crítica al conjunto de la teoría económica y no sólo a expresiones estrechas del programa de investigación neowalrasiano.

El objeto de la crítica de Bejarano podría aclararse releyendo el texto que escribió hace veinte años (Bejarano, 1981). En estas páginas el autor centra la atención en lo que he llamado la primera tríada, destacando la falta de realismo y la no pertinencia de la teoría del equilibrio general. Bejarano critica con especial énfasis las aproximaciones de Walras, de Arrow y de Hahn. Y en el campo de la macroeconomía muestra su desacuerdo con la síntesis neoclásica, y con los aná-lisis de Friedman92. Expresa su simpatía por la relectura de Keynes que proponen

90. El trabajo de Lozano (2001) ofrece una visión de conjunto de las preocupaciones de Bejarano en estas áreas.

91. Entre los trabajos representativos de la teoría del ciclo real de los negocios se destacan: Barro (1974, 1977, 1978, 1979, 1984, 1989, 1990, 1996, 1997); Barro y Sala-i-Martin (1992, 1992b, 1995); Barro y King (1984); Kydland y Prescott (1977, 1980); Lucas (1975, 1983, 1987); Plosser (1987); Sala-i-Martin (1994, 1997).

92. “Las hazañas intelectuales de la teoría del crecimiento neoclásico y la elegancia en el estable-cimiento de las condiciones de estabilidad sin incluir factores institucionales no deja de ser una hazaña del arte abstracto sin mayor relevancia para la realidad observada. Entre tanto, la política económica recomendada seguirá chocando con la tozuda realidad de los precios rígidos y con la rigidez de las estructuras oligopólicas a los cambios en la demanda” (Bejarano, 1981:72).

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Clower (1960, 1965) y Leijonhufvud (1968). Y, claramente, muestra que es ne-cesario explicitar el papel de las instituciones, y la presencia de fenómenos como el monopolio, los rendimientos crecientes, la rigidez de precios, etc., que desen-mascaran la naturaleza “metafísica” de los supuestos de la teoría neowalrasiana. Bejarano termina el artículo manifestando su confianza en que la obra de Sraffa puede convertirse en el punto de partida para construir un paradigma alternativo93. A pesar de que Bejarano menciona diferencias relevantes que se presentan entre los autores neowalrasianos, considera que a esta diversidad de enfoques subyacen los problemas metodológicos de la primera tríada. El artículo de Cataño (1999) también ayuda a entender cuál es el centro de la crítica de Bejarano. Cataño (1999:154) recuerda que “(...) siguiendo la tradición inglesa, Bejarano identifica el paradigma neoclásico con la “revolución marginalista, cuya síntesis es Marshall”. Así que el objeto de atención de Bejarano sería la economía neoclásica.

Bejarano (1984, 1999b) se preocupó por hacer la distinción entre el libro de texto y el artículo de revista. El economista que argumenta de manera simplista en el libro de texto, suele ser más cuidadoso y preciso en el artículo de revista. Así que las dos tríadas son más aplicables a los manuales de divulgación y a los libros de texto que a la teoría neowalrasiana, tal y como ha sido presentada por los teóricos en los artículos de las revistas y en los libros académicos. La diferencia entre el libro de texto y el artículo de revista no es explícita en Bejarano (1999), y esta es otra razón más para pensar que la crítica formulada a través de las dos tríadas no se reduce al libro de texto sino que tiene pretensiones más amplias. Y si ello es así, las dos tríadas de Bejarano pierden fuerza cuando la economía se observa desde un ángulo que va un poco más allá de las presentaciones simplistas del programa neowalrasiano. Más aún, creo que las dos tríadas difícilmente son aplicables a Walras y, mucho menos, a Marshall. Traigo a colación una afirmación de Clower y Howitt (1995:29), quienes consideran que “(...) por su forma de pensar y su marco conceptual, Walras, así como su contemporáneo Alfred Marshall esta-ban mucho más cerca de los economistas clásicos (desde Smith hasta J. S. Mill) que de los neowalrasianos”. La preocupación de Bejarano es explicable porque

93. “Lo que emerge de la obra de Sraffa es un nuevo paradigma que en los términos de Dobb, cuestiona la estructura subyacente total de la teoría neoclásica y conduce a una reubicación de las preguntas pertinentes que debe responder una teoría de la economía [...]. La posición de Sraffa constituye entonces la única posición posible [...]. La reconstrucción de conjunto de todas las categorías económicas, la reformulación de los problemas, en fin, la reorientación a fondo del discurso económico ya ha comenzado. Habrá sólo que implorar para que no se produzca una nueva “síntesis” que haga de Sraffa un “caso especial” o en todo caso, que acabemos con que al contrario de Keynes, Sraffa haya ganado la guerra teórica y Friedman la guerra política” (Bejarano, 1981:74-75).

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la enseñanza de la economía y los libros de texto suelen poner en primera línea las presentaciones más simplistas y maniqueas del programa de investigación neowalrasiano. Pero esta desviación de los manuales no justifica las aseveraciones que hace Bejarano contra “la teoría económica”.

Desde el punto de vista de la pedagogía y de la enseñanza de la disciplina, la descalificación generalizante tiene dos inconvenientes: Primero, alimenta la trampa de las versiones simplistas del programa de investigación neowalrasiano; y segundo, oculta la riqueza y las polémicas apasionantes que subyacen a la construcción del pensamiento económico. La trampa consiste en aceptar que las reglas de juego impuestas por las lecturas estrechas de Walras definen el método de la economía. En cierta forma, Bejarano cae en la trampa. La apreciación de Benetti y Cartelier (1995:218), según la cual los economistas han escogido aquellas relaciones sociales que “se presentan bajo una forma cuantitativa” es una manifes-tación del espíritu reduccionista que no contribuye a superar la trampa sino que, incluso, la agranda. En su comentario a la obra de Bejarano, Cataño (1999:163) afirma que “los fenómenos monetarios son en esencia también numéricos” y, por tanto, “debemos aceptar que las matemáticas son un instrumento necesario e ineludible de la economía” (Cataño, 1999:164). Y es cierto que para algunos autores, como Debreu, las matemáticas son ineludibles94. Pero para otros, como Marshall, las matemáticas tienen una función limitada, y no son ineludibles. Si los “los problemas económicos no son mecánicos, sino que tienen que ver con la vida orgánica y el crecimiento” (Marshall, 1898:44), las matemáticas apenas son una herramienta más.

Las aplicaciones más útiles de las matemáticas en la economía son aquellas cortas y simples, que utilizan pocos símbolos; que pretenden iluminar claramente algunas partes pequeñas del gran movimiento económico, sin la pretensión de representar la totalidad de sus infinitas complejidades (Marshall, 1898:39).

Las complejidades de la economía son de tal naturaleza que no se pueden captar a través de las matemáticas, “en los últimos estadios de la economía, cuando nos estamos aproximando a las condiciones de la vida, las analogías biológicas son preferibles a las mecánicas” (Marshall, 1898:43)95. Y concluye, “la Meca del

94. En las primeras páginas de su artículo, Pérez (1999) pone en evidencia la importancia que Debreu le atribuye al uso de las matemáticas en economía.

95. “En cada primavera las hojas de los árboles crecen, alcanzan su pleno desarrollo, y una vez alcanzado su cénit decaen; entre tanto, el árbol está creciendo año tras año hasta alcanzar su cénit, para después decaer. Y aquí encontramos una analogía de la biología con las oscilaciones del valor de las mercancías y de los servicios alrededor de centros que están avanzando, o quizás oscilando en largos períodos” (Marshall, 1898:43).

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economista es la biología económica más que la dinámica económica” (Marshall, 1898:43).

Sin duda, Walras (1926:43) defiende el uso de las matemáticas, pero no las considera ineludibles. La matemática es relevante para la realización de las de-mostraciones lógicas, pero no son absolutamente necesarias. Puesto que Walras no es tan reduccionista como algunos de sus seguidores, la crítica debe ser más matizada. Si Walras y, mucho más, Marshall piensan que el uso de las matemáticas es eludible, ¿por qué enfocar la crítica hacia allá? No es pertinente actuar como aquellos iconoclastas que se ven en la obligación de construir imágenes para después poder expresar su furia destruyéndolas.

Si se le hace el quite a la trampa reduccionista, la teoría neoclásica ya no ad-mite los calificativos de apolítica, amoral y ainstitucional. Y, en cuanto al método, una vez que el horizonte se amplía, las críticas de irrealismo, falta de pertinencia e irrelevancia pueden ser examinadas en un contexto global que las hace menos taxativas, en el que las limitaciones metodológicas de la aproximación positiva no se reflejan lógicamente en el campo normativo.

Walras, Marshall, Hicks, Vickrey, Arrow y SamuelsonDurante el siglo XX, la teoría económica mantuvo la tensión entre el desa-

rrollo de un método científico y la consolidación de la perspectiva moral tan cara a los economistas clásicos96. A continuación menciono algunos trabajos que me parecen bastante dicientes, que la preocupación normativa siempre ha estado pre-sente y que la calificación de apolítica, amoral y ainstitucional no es pertinente. Las referencias a la primera tríada serán más marginales.

En la primera lección de Elementos de economía pura, Walras trae a colación la definición que hace Adam Smith (1776) de la economía política en La riqueza de las naciones.

La economía política, considerada como una rama de la ciencia del estadista o legislador, tiene dos objetivos distintos: Primero, ofrecer un ingreso pleno, o de subsistencia para la población; o más específicamente, incentivar a las personas para que obtengan tal ingreso por ellas mismas; segundo, garantizar que el Estado, o la nación, dispongan de los recursos suficientes para suministrar los servicios públicos. Se busca, entonces, que aumente la riqueza, tanto del pueblo, como del soberano (Smith 1776, citado por Walras (1926:51-52).

96. Los clásicos tenían una visión amplia del pensamiento económico, en la que los vínculos con la filosofía moral son evidentes. De todas maneras, “Dada la naturaleza de la economía, no es sorprendente que desde sus orígenes hayan convivido dos perspectivas: de un lado, la que pone énfasis en las relaciones éticas y, del otro, la que se basa en la ingeniería” (Sen, 1987:6).

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Walras (1926:53) considera que esta definición es “incompleta”. Le inco-moda que Smith defina la economía política por su aplicabilidad, sin tratar de entender los elementos que constituyen su naturaleza científica. Walras diferencia la ciencia, el arte y las instituciones. A la ciencia le corresponde el estudio de la economía pura. La tarea de la ciencia económica es descubrir aquellos principios básicos que son irrefutables. Así como en las ciencias naturales decimos que un objeto cae por la fuerza de la gravedad, en el campo de la teoría económica pura debemos afirmar con igual certeza que si la demanda de un bien excede la oferta, el precio sube. El arte, o la industria, tienen que ver con las transformaciones, con la relación del hombre y la naturaleza. Las instituciones, dice Walras, tienen que ver con las relaciones que los hombres establecen entre sí97. Adam Smith se mueve en el mundo del arte pensando equivocadamente que está proponiendo verdades en el campo de la ciencia.

La definición de Smith es incompleta, porque no menciona el objetivo de la economía política como ciencia en sentido estricto. Afirmar que el propósito de la economía política es ofrecer un ingreso suficiente y garantizarse al Estado los ingresos adecuados, es como decir que el fin de la geometría es construir casas resistentes y que el propósito de la astronomía es navegar con seguridad en alta mar. En otras palabras Smith define la ciencia por sus aplicaciones (Walras, 1926:53).

Después de mencionar la distinción walrasiana entre ciencia, arte e institucio-nes, vuelvo a las dos tríadas de Bejarano. La primera tríada tiene implicaciones diferentes según se trate de la ciencia, el arte y las instituciones. Sin duda, en el ámbito de la ciencia, el modelo walrasiano no es realista, porque como el propio Walras lo reconoce, la competencia perfecta es una condición exigente, como la que reina en el laboratorio98. Cuando nos movemos del campo de la ciencia pura, hacia los mundos del arte y de las instituciones, el calificativo de no realista va siendo menos apropiado. Walras no pide que la teoría sea realista en el mundo de

97. Pérez (1999) explica las diferencias entre la ciencia y el arte en el pensamiento de Mill.98. Samuelson (1947) también reconoce que la teoría no tiene que ser realista. Más aún, ni siquiera

tiene que ser verdadera. Esta apreciación es clara en la definición que hace Samuelson del teo-rema significativo. “Para mí un teorema significativo es, simplemente, una hipótesis acerca de datos empíricos que podrían ser refutados únicamente bajo condiciones ideales. Un teorema significativo puede ser falso. Puede ser válido pero de importancia trivial. Su validez puede ser indeterminada y prácticamente difícil o imposible de determinar. Así, con los datos existentes, puede ser imposible constatar la hipótesis de que la demanda de sal tiene una elasticidad de − 1.0. Y, no obstante, esta hipótesis es significativa, ya que bajo circunstancias ideales podría diseñarse un experimento que llevara a refutarla” (Samuelson, 1947:4, bastardillas mías). Para Samuelson basta con que el desarrollo de la argumentación sea consecuente con los supuestos.

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la ciencia, pero sí aspira a que lo sean en el campo del arte. Tiene razón Bejarano cuando afirma que la teoría neoclásica no es realista. Pero esta apreciación también es compartida por Walras y los neowalrasianos. Bejarano simplemente hace eco de una percepción que es explícita en la teoría neoclásica.

La irrelevancia y la no pertinencia llevan a la discusión clásica planteada por Friedman (1953). Este artículo suele leerse desde una óptica muy cerrada, por-que toda la atención se centra en el vínculo que existe entre irrealismo y certeza predictiva: Aunque los supuestos no sean realistas, la teoría es relevante porque puede hacer uso de su capacidad predictiva. Pero esta aproximación es recortada. Friedman va más allá y muestra que hay una interacción permanente entre los supuestos, la historia, la cultura, la autobiografía, etc.99. Los supuestos sí importan. Y todavía más, importa la forma como se han construido y la manera como se van renovando a lo largo del tiempo. Friedman está preocupado por la relevancia y la pertinencia de la teoría, especialmente cuando se aplica al campo de la política fiscal y monetaria. En este aspecto Friedman se diferencia de Samuelson y de Walras.

Estas breves reflexiones sobre la primera tríada tocan aspectos metodológi-cos que no profundizaré en el resto del artículo. A continuación me centraré en la segunda tríada.

Aún en el examen de los elementos de economía pura, Walras explicita con mucha fuerza la dimensión institucional. Y, entonces, ni siquiera en el campo de la economía pura, la economía de Walras es apolítica, amoral, ainstitucional. Mucho menos en las esferas del arte y de las instituciones. Dice Walras que la riqueza social existe porque los bienes son útiles y escasos. El intercambio de mercancías a un precio determinado tiene sentido cuando el bien es útil y escaso. No decimos que un país es rico porque dispone de aire abundante. La escasez,

99. “Si queremos hacer un uso efectivo de esos modelos abstractos y de su material descriptivo, debemos hacer una exploración comparativa de los criterios con el fin de determinar cuál es el mejor modelo para interpretar el problema particular, cuáles circunstancias del modelo teórico se identifican mejor con los fenómenos observados y, finalmente, cuáles características del pro-blema o de las circunstancias tienen el mayor efecto sobre la confiabilidad de las predicciones producidas por un modelo o una teoría específica. El progreso en la economía positiva requiere no sólo que se pongan a prueba y que se mejoren las hipótesis existentes, sino también que se construyan nuevas hipótesis. Desde el punto de vista formal es muy poco lo que podemos decir al respecto. La construcción de hipótesis es un acto creativo de inspiración, intuición e invención; su esencia radica en la posibilidad de ver algo nuevo a partir de los instrumentos familiares. Este proceso debe ser discutido a partir de categorías sicológicas y no lógicas. Debe ser estudiado en las autobiografías y en las biografías y no en los tratados sobre el método científico. Debe ser promovido mediante la persuasión y el ejemplo y no a través de silogismos o teoremas” (Friedman, 1953:42-43).

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continua Walras, lleva necesariamente a explicitar las relaciones de propiedad. Y “la apropiación de las cosas por las personas o la distribución de la riqueza so-cial entre los hombres en una sociedad es un fenómeno moral y no un fenómeno industrial, porque se trata de una relación entre personas” (Walras, 1926:77). Un poco más adelante afirma que “el modo de apropiación depende de las decisiones humanas, y si estas decisiones son buenas o malas, el modo de apropiación será bueno o malo” (Walras, 1926:77). Si no hay apropiación, el intercambio no tiene sentido. La escasez relativa, que tiene un impacto claro en la determinación del precio, está íntimamente ligada a la manera como se distribuye la riqueza. La forma como se realiza la apropiación configura las características de la sociedad. Así que la preocupación de Walras por encontrar los elementos sustantivos de la economía pura no desconoce la relación intrínseca que los precios tienen con la propiedad, ni la forma como ésta incide en la organización de las sociedades. Termino la referencia a Walras, recordando su frase, “entre el hecho objetivo y el derecho, hay espacio para la teoría moral” (Walras, 1926:78).

Tal y como lo señala Cataño (1999), la lectura que hace Bejarano de Marshall está muy influenciada por la discusión planteada por Sraffa a medianos de los años veinte sobre las curvas de oferta y las características del equilibrio parcial100. Pero esta lectura de Marshall no destaca aspectos relevantes de su obra que, en el mismo sentido en que he argumentado a propósito de Walras, ponen en evidencia dimensiones complejas directamente relacionadas con la organización de la so-ciedad y de los mercados. Y también en Marshall, como en el caso de Walras, las preguntas básicas sobre las dimensiones ética e institucional son constitutivas de la teoría. No se trata, entonces, de la reflexión moral de ciudadanos bondadosos, sino de la preocupación de teóricos que en el proceso de fundamentación de los principios esenciales de la disciplina no pueden dejar por fuera el estudio de la organización social, ni el examen normativo.

Destaco, y casi que apenas con el ánimo de ilustrar los argumentos, algunos aspectos que me parecen indicativos de la perspectiva de la reflexión marshallia-na. El primero tiene que ver con la enseñanza de la economía. En el documento presentado ante el Senado de la Universidad de Cambridge pidiendo la creación de una escuela de economía, Marshall (1902:166) afirma: “Por urgente que sea estudiar las causas de la “riqueza de las naciones” en conexión con la estabilidad política, es todavía más urgente, estudiarlas en relación con la calidad de vida”. En sus análisis sobre la teoría de la utilidad, Marshall no puede dejar de lado las consideraciones sobre el “arte de vivir” que, finalmente, incide en la cantidad de bienes demandados.

100. Esta preferencia por Sraffa ya era explícita en Bejarano (1981).

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En el anexo I de los Principios, titulado La teoría del valor de Ricardo, Marshall (1920:670-676) repasa las críticas que le hace Jevons (1879) a la teoría objetiva del valor de Ricardo (1817). En contra de Ricardo, Jevons defiende la teoría subjetiva del valor. Después de considerar los argumentos de uno y otro, Marshall llega a la conclusión de que no vale la pena tomar una posición radical, a favor o en contra, de las teorías objetiva y subjetiva del valor. Marshall piensa que la escritura confusa de Ricardo impide que Jevons se percate de que en Ri-cardo también hay una teoría subjetiva del valor. Jevons, continua Marshall, se equivoca cuando dice “reflexiones e investigaciones constantes me han llevado a formular una nueva opinión: El valor depende enteramente de la utilidad” (Jevons, 1879:1). Para Marshall el error de Jevons radica en pensar que la aproximación subjetiva al valor es nueva, desconociendo que ya estaba presente en Ricardo. Marshall propone articular los dos lados de la reflexión. Por el lado de la oferta, el análisis de los costos de producción requiere una teoría objetiva del valor. Pero por el lado de la demanda, la conducta del consumidor, está determinada por la utilidad. Y, como Bentham, Marshall también “monetiza” la felicidad101. Marshall intenta conciliar las teorías subjetiva y objetiva del valor a partir de la siguiente fórmula de compromiso:

La utilidad determina la cantidad que es ofrecida; la cantidad ofrecida determina el costo de producción; el costo de producción determina el valor, porque de-termina el precio de oferta que se requiere para que los productores continúen trabajando (Marshall, 1920:674).

La secuencia de Marshall parte de la utilidad, pasa por el costo de producción y termina en el valor. La teoría del valor está amarrada a la teoría de la utilidad y como ésta tiene que ver con el arte de vivir, es necesario considerar de manera explícita la forma como se monetiza la felicidad. Pero como la conversión del ingreso en bienestar es un asunto tan complejo, piensa Marshall que se requeriría de otro tratado, distinto a Los principios, para analizar de qué manera los postu-lados de la ciencia económica se aplican al “arte de vivir”.

Los fabricantes pueden continuar trabajando porque el precio al que cierra el mercado es un incentivo suficiente para elaborar los planes de producción que garantizan que haya bienes en la ronda de mercado siguiente. El plan de producción y los aspectos institucionales que implica son inherentes a la teoría de Marshall.

101. “Si la moneda que mide la felicidad causada por dos eventos es igual, entonces es de esperar que no haya una gran diferencia entre la cantidad de felicidad experimentada en cada uno de los dos casos” (Marshall 1890:52). Y en la octava edición de los Principios, dice que “el deseo por la utilidad que le proporciona un bien a la persona normalmente se mide por el precio monetario que ella desea pagar” (Marshall, 1920:175).

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Los ajustes vía cantidades incorporan la dimensión intertemporal e institucional de manera explícita.

Ya hice referencia a algunos textos de Marshall en los que el autor destaca la relevancia que tiene la biología en la interpretación de las interacciones eco-nómicas. Es importante recurrir a la biología, porque con el paso del tiempo, los agentes económicos y las interacciones que establecen van cambiando de manera irreversible102. La visión del mundo que tienen los agentes económicos se modifica permanentemente. Estas transformaciones del sujeto que decide no pueden ser captadas por las matemáticas. La propuesta metodológica de Marshall no se con-solidó, y a pesar de su insistencia en la importancia de la biología sus discípulos continuaron haciendo uso de los instrumentos de la mecánica clásica103.

Un componente sustantivo de la función de producción de Marshall es el tiempo. A medida que van entrando los insumos, van saliendo los productos, en un proceso en el que las expectativas cambian, los precios se modifican y los planes de producción se alteran. La forma como Marshall presenta su función de producción no tiene nada que ver con las versiones de estática comparativa de los libros de texto. Shackle (1972) dedica varias páginas, primero a expresar su admiración por Marshall y, después, a mostrar que de la visión intertemporal de la función de producción de Marshall se derivan conclusiones revolucionarias en la concepción del método de la economía. Si hay futuro e incertidumbre, se requieren instituciones que garanticen una mínima estabilidad. Este Marshall, que no tiene nada que ver con el de los libros de texto, no es ainstitucional. Tampoco es amoral.

En sus mordaces críticas a la Ley de Pobres, Marshall (1892, 1892b) muestra que los defensores de la caridad olvidan que el número de pobres puede reducirse si se busca que las condiciones económicas sean más favorables para todos. Pone en tela de juicio la dicotomía entre la ética y la economía subyacente a la Ley de Pobres. Considera que los elementos éticos y económicos “están tan íntimamente mezclados que es inútil pretender considerar, así sea provisionalmente, el uno sin hacer referencia al otro” (Marshall, 1892b:186). La Ley de Pobres, dice, es “la

102. “Desde el inicio de su carrera, Marshall comenzó a ver las limitaciones que tiene el razona-miento mecanicista en la economía. En particular, en sus investigaciones sobre los rendimientos crecientes, se dio cuenta de que los movimientos, hacia arriba o hacia abajo, de la curva de oferta de largo plazo son irreversible” (Hodgson, 1993:407).

103. “En este artículo muestro que aunque Marshall reconoció el valor que tiene para la economía la metáfora biológica, la influencia spenceriana impidió, al menos parcialmente, el desarrollo de un adecuado análisis evolutivo. Después de la muerte de Marshall sus seguidores reemplazaron con suma facilidad los elementos biológicos presentes en el sistema por nociones más cercanas a la mecánica newtoniana” (Hodgson, 1993:406).

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más seria amenaza que ha tenido Inglaterra”. Llega a esta conclusión después de considerar dos formas de acción alternativas. La primera busca actuar sobre las condiciones que inciden en el empleo y en el ingreso. Y la segunda, que co-rresponde al espíritu de la Ley de Pobres, centra la atención en la caridad, lo que lleva a que “cada nación tenga el número de pobres que haya escogido pagar” (Marshall, 1982:186). Marshall, que se inclina por el primer tipo de acción, pone en evidencia las inconsistencias de la Ley de Pobres, tanto en su formulación conceptual, como en la forma de aplicarla.

Frente a la magnitud y heterogeneidad de la obra de Marshall, se vuelve difusa la distinción entre ciencia, arte e instituciones. Y cómo los diferentes niveles se traslapan, habría que hacer un examen muy cuidadoso para determinar a qué aspec-tos del método de Marshall se les aplican los calificativos de la primera tríada.

En el estudio de los aspectos metodológicos, es muy iluminador el artículo que escribe Schumpeter (1930) reseñando una nueva edición del Ciclo de los negocios de Mitchell (1913). Schumpeter compara los métodos de Marshall y de Mitchell. Le critica a Mitchell el excesivo énfasis que pone en los hechos factua-les, y lo invita a iluminar el dato con un armazón teórico como el de Marshall, cuya obra la considera “el mejor tratado de nuestros días”104. Retomando las preocupaciones de Bejarano, podría decirse que por su afán de realismo, Mitchell no desarrolla un marco teórico apropiado que le permita ordenar los numerosos hechos factuales105.

Retomando la célebre sentencia de Robbins106, en la que se establece una distinción entre el economista como científico y el economista como ciudadano, Bejarano aspira a que los economistas podamos “decir algo sobre la moral desde nuestra propia ciencia y no sólo en calidad de ciudadanos”. Walras y, sobre todo, Marshall, cumplen con este requisito.

No me voy a referir a las dos grandes obras de Keynes (1930, 1936), El tra-tado, y La teoría general, sino a la interpretación hicksiana y a la llamada síntesis neoclásica, que sería la estructura básica del núcleo duro o de la corriente principal. Hicks no se cansó de recordar que su artículo de 1937 no era una presentación completa de Teoría general, sino una aproximación muy parcial. Digamos, en gracia de discusión, que al Hicks del 37 le caben los calificativos de las dos tríadas

104. La admiración de Schumpeter por Marshall la reitera años después (Schumpeter, 1941:135). Dice que la obra de Marshall “nunca pasará”, aunque reconoce que ha sido superada en varios aspectos.

105. Coase (1937) considera que los viejos institucionalistas como Commons y Mitchell, siendo “hombres de gran estatura intelectual”, eran “anti-teóricos”.

106. La reflexión sobre Robbins y la interpretación de Bejarano es analizada por Pérez (1999).

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de Bejarano. Pero cuando nos salimos de este artículo107, nos encontramos con un gran pensador, para quien las instituciones son importantes.

El dinero no es un mecanismo; es una institución humana, y, por cierto, una de las más sobresalientes. Incluso las formas más simples del dinero —hasta la acuñación de metales— necesitan para funcionar una cierta confianza mutua. A medida que esta confianza aumenta (en círculos que van ampliándose más y más), las formas de dinero que pueden ser utilizadas son más y más sutiles, más económicas, pero también más frágiles. Para las etapas primitivas, las teorías mecánicas (como la teoría cuantitativa) nos dan una visión aproximada razonable de cómo funciona el dinero; pero la sutileza de los hechos monetarios es creciente y a la teoría le es difícil estar a la altura de esta evolución (Hicks, 1966:79).

En su artículo clásico del 35, Hicks realiza el ejercicio admirable de aplicar la teoría de la utilidad al dinero. En sus palabras, se trata de extender la revolu-ción marginalista a la teoría del dinero. Una interpretación que consolida Arrow (1951, 1964, 1974) y que se convierte en el fundamento de la teoría neoclásica del dinero. Al final del artículo del 35, Hicks explica la diferencia entre dos tipos de ahorradores: Los sensibles y los insensibles. Los insensibles son los pequeños ahorradores que no están muy pendientes de los cambios de la tasa de interés, porque dados los pocos recursos que manejan, perciben como muy elevados los costos de mover dinero de un lado para el otro. Los sensibles son los especulado-res y los grandes tesoreros, que están dispuestos a pasar el dinero de un lado al otro, en función de pequeñas modificaciones de la tasa de interés. Y de manera profética, Hicks termina su artículo con esta frase que tiene un alto contenido político e institucional.

Si quien preserva la estabilidad del capitalismo es la gente insensible, en buena medida porque para ésta el coste de transferir activos es demasiado elevado relativamente al volumen de activos que controla, entonces el desarrollo del capitalismo, al hacer bajar estos costes, será probablemente una causa directa de fluctuaciones crecientes. El desarrollo del capitalismo hace bajar aquellos costes de dos maneras: mediante avances técnicos (de los que los bancos son un ejemplo) e introduciendo un espíritu más “capitalista” que, al atender más ampliamente al beneficio, reduce los costes subjetivos. Al hacer esto, el capita-lismo se convierte en su propio enemigo porque pone en peligro la estabilidad, sin la cual se derrumbaría (Hicks, 1935:104).

107. Atrás comentaba que Bejarano (1981) comparte la ruptura con la síntesis neoclásica propuesta por Clower y Leijonhufvud. No creo que sea necesario ir hasta Leijonhufvud, para encontrar una lectura más integral de Keynes. El enfoque amplio se encuentra en el propio Hicks, siempre y cuando nos coloquemos por fuera del artículo del 37.

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Gracias al desarrollo de la tecnología, el pequeño ahorrador tiene incenti-vos suficientes para actuar como un especulador. Basta con llamar por teléfono para mover dinero de un sitio al otro. A medida que el sistema financiero se va sofisticando más, se hace más frágil. Esta paradoja ha sido estudiada por autores contemporáneos como Tobin (1967, 1980, 1998) y Triffin (1989).

En su Teoría de la historia económica, Hicks (1969:34) expresa un principio que refleja muy bien la preocupación de la teoría institucional: “Aún el más simple intercambio es una especie de contrato”. El texto de Hicks está lleno de aprecia-ciones de corte institucional. Por ejemplo, recuerda que Montaigne, al describir la visita que hizo a la ciudad de Urbino en 1851, decía: “era sábado porque en la plaza había mercado”. Las relaciones sociales que rodean el mercado son tan intensas, que la evidencia del sábado está dada por el mercado, y no al contrario. Para Hicks es claro que el mercado no se reduce al acto de compra y venta, sino que se recrea en las dimensiones espacial, temporal y cultural, fijada por las co-munidades implicadas.

Hasta ahora me he referido únicamente a tres autores: Walras, Marshall y Hicks que han sido considerado los fundadores de la teoría convencional, a la que Bejarano le aplica sus seis calificativos. No menciono los trabajos de los viejos institucionalistas (Veblen, Commons y Mitchell) porque contra ellos no va dirigida la crítica de Bejarano. Sin entrar en los detalles, me parece importante hacer explícito el significado que Commons (1934, 1936) le atribuye al “valor razonable”. Commons (1936:237) piensa que la economía debe avanzar hacia la construcción de una teoría del “valor razonable”, que incluya de manera integrada la ética, el bienestar público y los intereses nacionales.

La teoría del valor razonable puede ser sintetizada, en su aplicación pragmática, como una teoría del progreso social a través de una personalidad, controlada, liberada y ampliada mediante la acción colectiva. No es una personalidad indi-vidualista. Es una personalidad institucionalizada (Commons, 1934:874).

La noción de razonabilidad, que los teóricos de la justicia de mediados del siglo XX van a explotar desde diversos puntos de vista, es asimilada de diversas maneras por economistas como Vickrey, Samuelson y Arrow. Lo razonable es diferente de lo racional. Lo racional es lo óptimo, lo razonable es lo subóptimo. Ambos conceptos parten del individualismo metodológico, pero lo razonable obliga a que el individuo se piense en relación con los otros. Y mostraré que estos tres autores introducen en el corpus de su teoría, no en el margen, lo razonable, lo que hace que tales aproximaciones sean, en el sentido más sustantivo, políticas, morales e institucionales108.

108 . Sen (1997) muestra la diferencia entre maximización y optimización. Relaciona la maximización con lo subóptimo y lo razonable, y la optimización con lo óptimo y lo racional.

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El trabajo de Vickrey (1945) busca explicitar, desde la función de utilidad más básica, las implicaciones normativas que le son constitutivas. Lo normativo no es ad hoc. Es sustancial. El autor busca que el conflicto entre equidad e incentivos sea explícito desde el corazón de lo que Walras llamaría la economía pura. Esta pieza maestra, dice Arrow (1994), es una formulación temprana del velo de la ignorancia rawlsiano, y de la justicia como equiproporcionalidad de Harsanyi.

Desde el punto de vista teórico, la aproximación a la medición de la utilidad marginal a través de la “elección bajo riesgo” tiene la ventaja de que ofrece un vínculo directo con las cuestiones relacionadas con la distribución del ingreso y con la forma como se deben ir graduando los impuestos progresivos, especialmen-te cuando estos problemas se plantean desde la perspectiva de la maximización de la utilidad agregada. Si la utilidad se define como la cuantificación de la expectativa matemática que maximiza la decisión individual bajo condiciones de riesgo, entonces la maximización de la utilidad agregada del conjunto de la población es equivalente a escoger la distribución del ingreso que tal individuo escogería si se le preguntase de cuál de las variantes de la economía quisiese llegar a ser miembro, asumiendo que una vez que seleccione una economía particular con una distribución del ingreso dada, él tiene la misma probabilidad de estar allí que cualquiera de sus miembros (Vickrey, 1945:25).

Esta frase de Vickrey pone en evidencia: i) que la función de utilidad debe involucrar el tiempo; ii) que el riesgo es inherente a cualquier enfoque intertem-poral, iii) que la utilidad individual está ligada de manera directa a la distribu-ción del ingreso y a las modalidades del sistema tributario, iv) que el proceso de agregación de las utilidades individuales debe estar mediado por una función de probabilidad; v) que la elección individual bajo condiciones de riesgo, teniendo en mente la sociedad que la persona quisiera, obliga a cada individuo a ponerse en los zapatos del otro, así que la percepción individual de la utilidad del otro se convierte en un elemento constitutivo de la función de utilidad; vi) todas las per-sonas que participan tienen las mismas oportunidades. Por lo menos, los puntos iii), v) y vi) tienen implicaciones éticas explícitas.

En este artículo, así como en sus trabajos sobre impuestos, evaluación de proyectos y subastas, Vickrey reconoce que la solución entre igualdad e incenti-vos no puede conseguirse a través de la optimización racional, sino mediante la búsqueda del acuerdo razonable.

El trabajo de Arrow (1951b) formaliza los problemas básicos de la elección social y se constituye en el estudio pionero sobre las dificultades que se presentan al pasar de la elección individual a la elección colectiva. No dudo en calificar de ética esta obra, que refleja el conflicto que viven las sociedades liberales que buscan mejorar el bienestar colectivo, sin sacrificar la libre iniciativa. Las preocupaciones

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de Arrow son las mismas que animan los grandes trabajos de Hayek (1944, 1948, 1952) de la época: Cómo evitar que el afán de justicia no derive en el totalitarismo. Frente a este trabajo magistral de Arrow, a quien Bejarano no dudaría de incluir en la corriente principal, no tienen ninguna validez los calificativos de la segunda tríada. A pesar de que las obras de Hayek y de Arrow estén motivadas por la mis-ma preocupación, Bejarano no da importancia a éste y a otros trabajos de Arrow, que tienen dimensiones éticas de proporciones similares a las de Hayek. Vuelvo a la trampa. Bejarano cae en la trampa y centra toda la atención en el modelo de equilibrio Arrow-Debreu, que es apenas uno de los seis tomos de las obras esco-gidas de Arrow. ¿Y es que acaso los cinco tomos restantes, donde el autor estudia los conflictos, los problemas de racionalidad, la ética médica, la incertidumbre, el riesgo, etc., no son también piezas centrales de la teoría neoclásica?

En Los límites de la organización, Arrow (1974) incluye de manera explícita los aportes de Simon (1945, 1957), para quien el análisis de la eficiencia de las administraciones debe realizarse a partir de la psicología social. El proceso de elección es dinámico porque los individuos deciden entre “cursos de acción” al-ternativos. La racionalidad que anima las decisiones en la empresa y la sociedad es limitada, lo que nos lleva a movernos en el mundo de los subóptimos109. Así que Arrow, uno de los grandes teóricos del equilibrio general, reconoce la validez de la racionalidad limitada. Las decisiones en la familia, la empresa y la sociedad no responden a la racionalidad optimizadora, porque esta genera situaciones de imposibilidad, sino a dinámicas subóptimas.

Bejarano también acepta que Samuelson es otro de los grandes pensadores de la teoría neoclásica. Él se propone pensar el equilibrio general introduciendo los bienes públicos (Samuelson, 1954, 1958, 1969). Es decir, los bienes que no admiten exclusión ni rivalidad. Si no hay exclusión ni rivalidad, la persona no revela sus preferencias y, entonces, los precios no operan. Al mencionar a Walras decía que para él, los bienes que constituyen la riqueza social son escasos y útiles. Desde la perspectiva de la persona individual, el bien público puro deja de ser escaso, con el grave inconveniente de que ya no es posible la valoración a través de los precios. Frente a bienes públicos como la salud, la justicia, la sostenibilidad ambiental, la

109. “Cualquier decisión es un asunto de compromiso. La alternativa finalmente escogida nunca permite el logro perfecto o completo de los objetivos; tan sólo es la mejor solución posible en determinadas circunstancias” (Simon 1945:5). Esta manera de presentar el problema será formalizada posteriormente a través del equilibrio de Nash (1951).

“Verdaderamente - y como va siendo cada vez más evidente - es precisamente en el mundo real donde el comportamiento humano es intencionalmente racional, pero sólo de manera limitada, lo que abre el espacio para el desarrollo de una teoría genuina de la organización y de la admi-nistración” (Simon, 1945:88).

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educación, etc., el mecanismo de los precios deja de ser pertinente. A Samuelson (1969:109) no se le escapa el conflicto entre “bienes privados puros en los cuales los mecanismos de mercado operan de manera óptima [...], versus el amplio campo de los bienes públicos, que es el de las externalidades del consumo”.

El reto de Samuelson es ampliar el horizonte del modelo de equilibrio general, de tal manera que también incluya los bienes públicos. Y en este ejercicio, que toca las raíces de la teoría básica, Samuelson se tropieza inevitablemente con la pregunta por la justicia110. Puesto que los precios de los bienes públicos no se forman en el mercado, Samuelson construye una “seudo función” de demanda, en la que los “precios” de los bienes públicos tienen que ser asemejados a los impuestos y a las tarifas. La función de demanda es incompleta porque frente al bien público la persona no puede revelar sus preferencias. Samuelson reconoce que el acercamiento a través de los impuestos y las tarifas es muy imperfecto. El problema radica en que los impuestos, más que las tarifas, reflejan la capacidad de pago del individuo. El monto de impuestos que paga cada persona es diferente. Al tratar de asimilar el impuesto a una forma de precio, se termina en una especie de personalización del precio.

En Elementos de economía pura Walras define las condiciones bajo las cuales, los procesos de tâtonnement conducen a que para cada bien haya un solo precio de equilibrio. El vector de precios resultante es impersonal ya que nace de las condiciones del mercado. En cambio, el vector de “precios” de los bienes públi-cos es función de los impuestos, o de la tarifa, que cada persona pague. Y hay tantos precios como personas. Una vez que ha llegado a este callejón sin salida, a Samuelson no le queda más remedio que abordar el tema de la justicia. La expli-citación de los criterios distributivos, del monto del impuesto y de quien lo paga, es una condición inherente a la formación de los precios de los bienes públicos. Samuelson acepta que detrás de toda tasa impositiva hay un criterio implícito de justicia redistributiva. Y también es consciente de que al introducir el tema de la normatividad subyacente al tributo, debe indagar por la forma como se pasa de la elección individual a la elección colectiva, ya que en una sociedad liberal no hay impuesto sin representación.

A lo largo de la exposición he tratado de mostrar que en la teoría neoclásica sí hay una preocupación explícita por los aspectos políticos, morales e institucionales. Los autores mencionados se refirieren a estos temas fundamentalmente porque no los pueden dejar de lado. Así lo quisieran, no pueden desconocer la naturaleza social de la economía. La reflexión de Walras es interesante por esta razón. El autor indaga por los aspectos constitutivos de la “economía pura”, y en el camino se da

110. Desarrollo esta idea de manera más extensa en González (2001).

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cuenta de que una dimensión sustancial de la teoría económica es la propiedad. Y acepta que el tema de la propiedad obliga a explicitar lo moral y lo institucional. Es cierto que Walras no hace un tratamiento sistemático de estos temas, y por ello sería un error considerarlo un institucionalista, o un filósofo moral. Pero el hecho de que Walras no haga un análisis profundo de las instituciones no significa que sea ainstitucional. Los autores que he comentado abordan los aspectos morales, institucionales y políticos con intensidades y grados de formalización analítica muy heterogéneos. Mientras que un texto como el de Arrow (1951b) dialoga di-rectamente con la filosofía moral, otros trabajos, como el de Walras (1926), tienen alcances más limitados, sin que por ello sean ainstitucionales, o amorales.

El repaso de estos autores es suficiente para mostrar que aún quienes hacen parte de lo que podríamos llamar la corriente principal en economía, de diversas maneras han involucrado la dimensión normativa en el corpus básico de su teoría. Y, por tanto, la segunda tríada de Bejarano únicamente tendría validez en el caso de interpretaciones muy miopes. Y, reitero, la denuncia de Bejarano adquiere especial interés en el campo de la enseñanza de la economía porque, por razones complejas que escapan a los propósitos de este ensayo, los currículos se han convertido en el medio más efectivo para reproducir los manuales propagandísticos de la más estrecha y sesgada lectura del pensamiento neoclásico.

Compartiendo una esperanzaBejarano (1997) no cree que en la economía contemporánea exista un paradig-

ma que domine a los demás. Y nos invita a “la búsqueda de una teoría que tenga más sustancia, aunque se sacrifique un poco de la elegancia formal”. Comparto esta intención y este llamado. Se trata de liberarnos, en palabras de Sen (1997), de la “tiranía” de los ordenamientos completos.

Pero complementaría el llamado de Bejarano con una invitación a una lectura retrospectiva con lentes institucionales. No creo que el pensamiento institucional se limite a los “viejos” (Veblen, Commons y Mitchell) y a los “nuevos” (Coa-se, North y Williamson) institucionalistas. La teoría económica del siglo XX, aún la más ortodoxa, ha vivido la tensión entre el desarrollo de la ciencia y la comprensión de las instituciones, en el lenguaje de Walras. En lugar de deslum-brarnos por la moda que nos trata de imponer el nuevo institucionalismo, en las versiones simplistas de los funcionarios medios de la banca internacional, y de los remozados libros de texto, debemos releer a los grandes maestros con otros ojos y, sin duda, encontraremos unas vetas inexploradas que nos darán elementos más sólidos para atender la invitación de Bejarano a buscar una teoría económica con más “sustancia”.

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Capítulo III

POLÍTICAS ECONÓMICAS Y SOCIALES

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Reflexiones sobre las causalidades entre la distribución del ingreso y el crecimiento∗

A mi juicio, un requisito indispensable para el crecimiento económico moderno, la filosofía básica en que se asienta éste y que le transmite su gran dinamismo, es la creencia de que hay que hacer llegar a todos los grupos comprendidos en la sociedad la igualdad de oportunidades tanto políticas como económicas (...) (Kuznets, 1959:173).

En los últimos años las agencias internacionales de desarrollo se han preocu-pado por luchar contra la pobreza. En este contexto, se hace evidente la necesidad de medir la pobreza y de precisar cuáles son los pobres que se beneficiarán con los programas sociales. En la lucha contra la pobreza la focalización del gasto se ha convertido en uno de los instrumentos privilegiados por los gobiernos, ya que se supone que al hacer énfasis en el lado de la demanda, mejora la eficiencia del gasto.

Dejando de lado el juicio sobre las bondades y las debilidades de esta aproxi-mación, quisiera destacar un punto que considero relevante: El combate a la po-breza ha opacado la reflexión sobre la distribución del ingreso y la riqueza1. Esta preferencia por la pobreza refleja una posición política que, en el fondo, expresa la opción de no modificar las dotaciones iniciales.

A pesar de que la preocupación por la distribución del ingreso y de la riqueza ha ocupado un lugar secundario en los planes de las agencias de desarrollo, el

∗ Texto para Fescol, Bogotá, 1998. Mimeo.1. Generalmente me referiré a la distribución del ingreso, en sentido amplio, suponiendo que

también incorpora la riqueza.

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enfrentamiento entre los ex presidentes López y Gaviria muestra que el tema es crucial. Y, sobre todo, evidencia lo poco que sabemos sobre la forma como ha ido evolucionando la distribución del ingreso a lo largo del tiempo. López ataca el modelo neoliberal porque es concentrador. Gaviria cita a Londoño para argumentar que apertura ha reducido, conjuntamente, la concentración y la pobreza2. Ocampo ha intermediado en el debate para mostrar que a diferencia de lo que piensa Lon-doño, en Colombia y en América Latina hay indicios de que la distribución del ingreso se ha empeorado3.

Londoño piensa que el efecto benéfico de la apertura ha sido doble. De un lado, ha estimulado el crecimiento y el empleo, sin que haya ocasionado un deterioro de los salarios4. De otra parte, en virtud de la mayor competencia, la apertura ha contribuido a reducir los márgenes de ganancia y ello ha repercutido positivamente en la distribución del ingreso5. Ocampo no está de acuerdo con esta apreciación. Considera que los impactos que tiene la apertura sobre el aparato productivo y la recomposición factorial han desmejorado la distribución del ingreso6.

2. “ Del artículo se desprende que la desigualdad distributiva y la pobreza absoluta están comenzando a dejar de ser los problemas sociales dominantes en Colombia. El progreso de los últimos 25 años ha sido poco menos que espectacular. El vertiginoso avance económico generó enormes cambios distributivos y de bienestar, reduciendo la desigualdad y la pobreza, y el mayor gasto social en la población más pobre generado por la Constitución de 1991 fortaleció el progreso distributivo, que se aceleró en los años noventa” (Londoño, 1997:20, subrayado mío).

3. “La experiencia latinoamericana en materia de equidad es particularmente frustrante. A las ine-quidades históricas tradicionales, se han agregado nuevas fuerzas que han tendido a deteriorar la distribución del ingreso en décadas recientes. Durante los años ochenta, según lo señalan los estudios de la Cepal, el BID y el Banco Mundial, tanto los indicadores de pobreza como los de desigualdad tendieron a deteriorarse. En la actual, gracias al mayor ritmo de crecimiento eco-nómico, los de pobreza han mostrado alguna mejoría, pero ha habido pocos avances en materia de desigualdad” (Ocampo, 1997:9-10).

4. “El prolongado auge de la construcción, el dinamismo de las exportaciones manufactureras y del comercio minorista de importaciones y la flexibilización de la legislación laboral habrían desplazado la curva de demanda laboral para el conjunto urbano, produciendo mayor empleo sin reducir los salarios. Con esto, los salarios urbanos tendieron a crecer por encima de la inflación, especialmente en el período 1992-1994” (Londoño; 1997:26). Debe advertirse que en los noventa las llamadas exportaciones menores, que incluyen las manufactureras, han perdido participación dentro de las exportaciones totales. El petróleo, el carbón y el ferroníquel han desplazado a las exportaciones menores. Por tanto, el dinamismo de las exportaciones manufactureras de que habla Londoño no sería tan evidente.

5. “Las rentas monopólicas de los mercados de productos agrícolas y manufactureros se habrían aminorado con la creciente competencia de productos externos originada por la apertura eco-nómica” (Londoño, 1997:27).

6. “[Berry] ha señalado en varios trabajos que existe evidencia en el último cuarto de siglo según la cual la introducción de medidas de liberalización económica han estado asociadas en América Latina con deterioros en la distribución del ingreso, a veces sustanciales. Esta evidencia proviene,

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Si las conclusiones de Londoño y Ocampo son radicalmente diferentes, ¿quién tiene la razón? Esta pregunta remite a un problema metodológico central, que toca tres aspectos: Los supuestos, la consistencia interna y la verdad.

Cuando la teoría reflexiona sobre los datos empíricos, dice Samuelson, los teoremas además de ser generalizables, deben ser significativos.

Para mí un teorema significativo es, simplemente, una hipótesis acerca de datos empíricos que podrían ser refutados únicamente bajo condiciones ideales. Un teorema significativo puede ser falso. Puede ser válido pero de importancia trivial. Su validez puede ser indeterminada y prácticamente difícil o imposible de determinar. Así, con los datos existentes, puede ser imposible constatar la hipótesis de que la demanda de sal tiene una elasticidad de -1.0. Y, no obstante, esta hipótesis es significativa, ya que bajo circunstancias ideales podría diseñarse un experimento que llevara a refutarla” (Samuelson, 1947:4, subrayado mío).

El comentario de Samuelson contiene, por lo menos, dos aspectos que val-dría la pena analizar con algún detalle. En primer lugar, los alcances del teorema significativo. Y segundo, el significado de las “condiciones ideales”.

Los principios del teorema significativo se aplican a las hipótesis que se desprenden de los datos empíricos. Por consiguiente, sólo tendría sentido en el marco de la economía positiva aplicada (Hicks, 1985)7.

según el autor, de las experiencias de Argentina, Chile, Colombia, República Dominicana, México y Uruguay, en tanto que Costa Rica es una excepción notable. Conclusiones muy similares han sido derivadas por otros autores, entre ellos Oscar Altimir en la Cepal y Donal Robbins en la Universidad de Harvard” (Ocampo, 1997:10).

“La apertura generó tres efectos diferentes (…): En primer término, desencadenó una fuerte caída de los ingresos rurales, en particular de los propietarios y de los trabajadores asalariados de la agricultura comercial, que constituyen en este último caso lo que podríamos denominar la “clase media rural”. El resultado de ello fue paradójico: un aumento de la pobreza con una reducción simultánea de desigualdades, es decir, una igualación hacia abajo de los ingresos. El segundo efecto, derivado del anterior, fue la migración masiva hacia las ciudades. Ella se tradujo en una mayor oferta de mano de obra no calificada en los centros urbanos. El tercero fue un claro sesgo de la demanda de mano de obra urbana hacia trabajadores con mayores niveles de capacitación. Este hecho, conjuntamente con la menor oferta de trabajadores calificados, generada por la menor inversión en capital humano durante los años ochenta, y la mayor oferta de mano de obra no calificada, se tradujo en un aumento significativo de los diferenciales de ingreso, especialmente entre trabajadores con educación universitaria y el resto de la fuerza de trabajo. Estos diferenciales se tradujeron, a su vez, en un deterioro de la equidad” (Ocampo, 1997:13).

7. Hicks distingue entre economía del bienestar y economía positiva. Esta última se divide en economía positiva pura y economía positiva aplicada. “(...) la economía positiva posee tanto una rama “pura” como una rama “aplicada” (...) La economía del bienestar es economía pura, pero no es el único elemento de la economía pura. Una gran parte de la teoría económica no

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Las condiciones ideales pueden enfocarse desde dos perspectivas: La del contexto de la experimentación —el laboratorio— y la de los supuestos.

En las ciencias sociales el diseño del experimento no se realiza de la misma manera que en las ciencias naturales. En economía, y en las otras ciencias sociales, las variables relevantes no pueden aislarse y ello dificulta el control, la repetición y la predictividad.

El investigador social no controla las condiciones del experimento. El eco-nomista se asemeja mucho al historiador: Clasifica y ordena la información una vez que ésta se ha producido. La aproximación a la realidad es ex-post. Y, en el mejor de los casos, el “control” se reduce a la posibilidad de seleccionar y abstraer aquellas variables que se consideran relevantes. La falta de control se traduce en una imposibilidad de repetir el experimento y ello va en contra de la predicti- vidad8.

Dadas las restricciones de la experimentación, las condiciones ideales en economía están muy ligadas a los supuestos. Estos determinan las características de la condición ideal. Los supuestos moldean la condición inicial.

Las condiciones ideales del teorema significativo obligan a reflexionar sobre dos tipos de problemas: La consistencia interna y la verdad. Lo uno no implica lo otro. La consistencia interna significa que la relación entre los supuestos y el resultado respeta los principios de aquella lógica que el investigador considera más apropiada. La consistencia interna es una condición necesaria y suficiente para que un teorema sea significativo. Ello significa que una vez aceptado los su-puestos, el teorema es irrebatible. La única forma de criticarlo sería cambiando los supuestos, lo que equivaldría a redefinir las condiciones del experimento. Si una hipótesis puede ser refutada utilizando los supuestos y los métodos propuesto por el investigador, el teorema no es significativo. La solidez del teorema significativo es intrínseca y autocontenida.

La reflexión sobre la verdad remite a una problemática diferente a la de la consistencia interna. Un teorema significativo que es internamente consistente,

es economía del bienestar, pero al igual que ella es teoría pura que no está ligada a ningún momento y lugar particulares” (Hicks, 1985:12). La economía positiva pura es positiva porque “supone un determinado tipo de organización” (Hicks, 1985:20). Leyendo en sentido inverso la clasificación de Hicks, tendríamos que la economía del bienestar es economía pura porque no “está ligada a ningún momento y lugar particulares”. Y no es economía positiva porque no supone un determinado tipo de organización. Las características del teorema significativo no serían aplicables ni a la teoría del bienestar, ni a la economía positiva pura.

8. La crítica de Lucas a la estabilidad paramétrica muestra que aún en el marco de las expectativas racionales se duda de la posibilidad predictiva de la teoría económica. Sobre la crítica de Lucas, véase Leslie (1993:185-195).

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puede ser falso. Y, peor aún, tal y como lo reconoce Samuelson, es posible que el teorema siga siendo relevante y que nunca llegue a ser falseado.

El resultado está marcado por el tipo de supuestos (técnicos y analíticos) inherentes a cada momento del proceso de estimación. De manera magistral, Samuelson (1947) muestra que mínimos cambios en la formulación matemática del modelo inciden considerablemente en las condiciones de convergencia. Basta con que una variable sea expresada en tiempo continuo, en lugar de hacerlo en tiempo discreto, para que las conclusiones del ejercicio cambien radicalmente. Al cambiar los supuestos varían las conclusiones.

El supuesto más problemático de Londoño es su interpretación de la secuen-cia de Kuznets. Londoño lee la U invertida de Kuznets como una relación causal que va en la dirección crecimiento → distribución9. Con esta lógica interpreta la historia de Colombia y de América Latina. A lo largo de este artículo cito varias frases de Kuznets que admiten una lectura de la dirección de la causalidad di-ferente a la de Londoño. Mostraré que a partir de Kuznets también es legítimo afirmar que la mejor distribución del ingreso es una condición —y no una mera consecuencia— del crecimiento (distribución → crecimiento).

El debate sobre la distribución del ingreso no se dirime en el terreno empíri-co. Entre otras razones, porque la información es deficiente10. Pero, en gracia de la discusión, aceptemos que el trabajo de Londoño es internamente consistente y, por tanto, que su teorema es significativo. Este reconocimiento no implica afirmar que las conclusiones son verdaderas. El teorema significativo puede ser falso. Los resultados de Ocampo y de otros investigadores latinoamericanos, que no coinciden con los de Londoño, indican que bajo otras condiciones analíticas y partiendo de supuestos diferentes, pueden formularse teoremas significativos alternativos, que siendo tan válidos como el de Londoño, tienen implicaciones de política diametralmente opuestas.

Londoño concluye que en vista de los avances considerables que hemos lo-grado en materia distributiva, la pobreza y la concentración ya no son los temas

9. Esta percepción es clara en la frase: “Las variaciones prevista por Kuznets normalmente toman mucho tiempo en desarrollarse. Un aumento de la desigualdad como el que mostró Colombia en los años sesenta - de 10 puntos en el coeficiente de Gini - normalmente tomaría 100 o 150 años en un país promedio. Y la disminución en la desigualdad colombiana en los 25 años con-siderados se observaría en otros países en un plazo tres o cuatro veces más largo” (Londoño 1997:27 y 28).

10. Esta debilidad la reconoce el propio Londoño, a pesar de que apoya toda la argumentación en sus hallazgos empíricos. “Infortunadamente, la mayor parte del debate reciente sobre el efecto de las políticas económicas en la distribución del ingreso o la situación social ha tenido un referente empírico bastante débil” (Londoño, 1997:20).

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Los países ricos son más equitativosLas gráficas 4, 5 y 6 traen a colación la discusión planteada por Kuznets

(1955, 1959) sobre los nexos que existen entre el crecimiento y la distribución del ingreso12. Kuznets encontró que la relación entre la distribución del ingreso y el crecimiento tiene la forma de una U invertida (gráfica 4). El autor constata que “(...) en los países desarrollados la mayor acumulación absoluta de riqueza per cápita productora de ingresos tiende a estar distribuida más equitativamente” (Kuznets, 1959:169). Esta frase no expresa una relación de causalidad.

La gráfica 5 representa la relación entre el nivel de ingreso y la desigualdad en la distribución del ingreso. El ingreso aumenta a lo largo del eje horizontal. La

11. “Se concluye que el país [Colombia] ha experimentado enormes cambios distributivos y de bienestar que han ido reduciendo la desigualdad y la pobreza, pero que al parecer ha habido un desplazamiento de los problemas sociales predominantes en el país, ya que las insuficiencias y desigualdades en el nivel educativo y las esperanzas de vida de la población joven habrían comenzado a tener un papel dominante” (Londoño, 1997:19).

12. Véase también Kuznets (1959, 1973); Camparo y Salvatore (1988); Haddad y Kambur (1992); Solomou (1987), Jaramillo (1995).

centrales de la nueva agenda social11. No comparto esta idea. Sin desconocer la relevancia de la lucha contra la pobreza, la agenda social en Colombia y en América Latina debe volcarse hacia la distribución del ingreso. La mejor distribución no es el resultado, como piensa Londoño, de un crecimiento más acelerado. Quizás sea la condición de éste. En este artículo argumentaré que las políticas tendientes a mejorar la distribución del ingreso no sólo favorecen la lucha contra la pobreza, sino que también estimulan el crecimiento.

El eje horizontal (Y) representa el ingreso per cápita y el vertical la desigualdad (G). Esta aumenta a lo largo del eje vertical.

Gráfica 4. U invertida de Kuznets

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desigualdad se acentúa a medida que se avanza sobre el eje vertical. Muy bajos o muy altos ingresos coinciden con mejor distribución. Cuando la curva alcanza el punto máximo, la desigualdad también llega al nivel más alto.

Independientemente de la forma como Kuznets construyó la curva, las inter-pretaciones actuales la leen desde dos ópticas: Corte transversal y dinámica en el tiempo. Pero desde ninguna de las dos perspectivas debe suponerse, sin más, que la causalidad va desde el crecimiento13 hacia la distribución.

Gráfica 5. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico

y el 20% más pobre. Muestra de 150 países. Año 1992

En las gráficas 4, 5 y 6, el eje horizontal representa el ingreso per cápita. El eje vertical se ha construido utilizando una de las medidas de desigualdad más sencilla: La relación entre los ingresos del 20% más rico y del 20% más pobre de la población14. La relación entre el ingreso de los ricos y el de los pobres varía

El eje horizontal representa el ingreso per cápita en dólares de 1992. El eje vertical relaciona la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico y el 20% más pobre de la población de cada país. Un valor de 10, por ejemplo, significa que el 20% más rico de la población posee un porcentaje del ingreso diez veces mayor que el 20% más pobre.Fuente: Cálculos del autor a partir de Banco Mundial (1994).

13. Normalmente se considera que un ingreso alto está acompañado de un mayor crecimiento. No objetaré este supuesto porque no es relevante para la discusión.

14. Esta medida de desigualdad es:

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mucho. En el grupo de los 150 países incluidos en las gráficas, el rango va desde 3.5 en Bulgaria hasta 32.1 en Brasil. En Japón la relación es de 4.3, en Alemania de 5.8 y en Colombia de 15.5. La distribución del ingreso en Colombia no es tan desigual como en Brasil, pero sí es muy inequitativa con respecto a Japón o Alemania.

La gráfica 6 conserva las mismas relaciones que la gráfica 5, pero ahora el ingreso (eje horizontal) se expresa en logaritmos15. El logaritmo tiene la ventaja de que permite ver más claramente la diferencia del ingreso entre países. La línea horizontal que divide las cuadrículas corresponde al valor 10 del eje vertical. Esto significa que por encima de la línea horizontal están los países en los que el in-greso de los ricos es 10 veces mayor que el de los pobres. Por debajo de la línea horizontal, la relación es inferior a 10 veces. Se sigue, entonces, que la distribución del ingreso es más desigual en los países que están sobre la horizontal.

La gráfica 6 insinúa un comportamiento como el postulado por Kuznets. Habría una especie de U invertida, aunque mucho más suave que la dibujada en la gráfica 4. Inicialmente, en los cuadrados j y k de la gráfica 6, la pendiente de la curva sube y, posteriormente desciende, en los cuadrados n y o. Estas relaciones no dejan duda de que la distribución del ingreso tiende a ser más igualitaria en los países que han alcanzado un mayor nivel de desarrollo. Y esta constatación encaja perfectamente con la de Kuznets.

Obsérvese que en la tabla l no hay ningún país. El cuadrante está desocu-pado. Por tanto, cuando el ingreso per cápita es alto, la relación entre el ingreso de los ricos y el de los pobres es inferior a 10 veces. La situación de la tabla l es muy diferente a la observada en los países ubicados en los cuadrantes j y k, que además de ser pobres, también son inequitativos.

Las gráficas 5 y 6 apoyan la constatación de Kuznets. No obstante, la U invertida no debe interpretarse como el fin de la historia (Piketty, 1994). Kuznets no contempla dos situaciones que hoy en día han llegado a ser muy importantes: La no convergencia entre países y el aumento de la concentración del ingreso en las naciones desarrolladas.

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es el ingreso del 20% más ricos, ymin

es el ingreso del 20% más pobre; el ingreso total de las personas i es ∑ y

i. Esta medida de desigualdad tiene el inconveniente de que no proporciona

ninguna información sobre lo que pasa con la distribución del ingreso en los niveles intermedios. Esta limitación no afecta las conclusiones de la primera parte del ensayo. Los textos de Cowell (1977) y Sen (1973, 1992) discuten las características de las principales medidas de desigual-dad.

15. La distribución logarítmica tiene la ventaja de que se aproxima más a la curva normal (Cowell, 1977:73 y ss.).

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El tema de la convergencia está muy relacionado con la idea que tenía la teoría neoclásica de que con el correr del tiempo las diferencias entre países se irían reduciendo. Puesto que la tecnología es considerada como un bien público accesible a todos, para alcanzar una senda de crecimiento autosostenido, bastaría con garantizar tasas de ahorro adecuadas16. Esta concepción ha sido rechazada por la moderna teoría del crecimiento endógeno17, que ha mostrado que la dinámica de los países no es convergente. Las etapas del desarrollo no son iguales y los países no siguen la misma senda de crecimiento. Prueba de ello es que algunos países no han logrado superar la trampa de la pobreza (González y Hernández, 1996).

De otra parte, hay síntomas de que la distribución del ingreso en los países desarrollados se ha vuelto más inequitativa (Piketty, 1994). Cada día parecen intensificarse las fuerzas que halan a las naciones desarrolladas del cuadrante o hacia el cuadrantel. En estos países la política social del Estado se ha ido reza-gando frente a las necesidades. La conservación de las adquisiciones del antiguo

Gráfica 6. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico

y el 20% más pobre. Muestra de 150 países. Año 1992. Escala logarítmica

El significado de los ejes se explica en la gráfica 5. Mientras que los datos del eje vertical son los mismos que los de la gráfica 5, los del eje horizontal corresponden a la escala logarítmica.Fuente: Gráfica 5.

16. Sala-i-Martin (1994) explica, de manera muy pedagógica, el funcionamiento de los modelos de crecimiento neoclásicos.

17. El autor más destacado es Romer (1986, 1987, 1989, 1990, 1994).

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Estado del Bienestar se va haciendo cada vez más difícil. La financiación de la seguridad social se ha convertido en el principal problema de las finanzas públicas de los países desarrollados18. Es previsible que en el futuro la acción del Estado tenga un menor impacto en la compensación de las desigualdades sociales. En tales circunstancias, el reto consiste en generar procesos de desarrollo endógeno que sean compatibles con una mejor distribución del ingreso.

Independientemente de lo que pueda suceder en el futuro, las gráficas 5 y 6 indican que actualmente la desigualdad tiende a ser menor en los países de altos ingresos que en los de bajos ingresos. Frente a este hecho, cabe preguntarse por la relación de causalidad que existe entre la distribución y el nivel de ingreso: ¿La mejor distribución del ingreso es una condición o una consecuencia del mayor nivel de ingreso de país? A pesar de que esta pregunta es neurálgica, la teoría del desarrollo todavía no tiene respuesta. Para facilitar la explicación diferenciaré las causalidades uno y dos.

La causalidad uno es: Mientras mayor sea el ingreso per cápita del país más igualitaria es la distribución del ingreso.

La causalidad dos es: Mientras más igualitaria sea la distribución del ingreso, más alto es el ingreso per cápita del país.

Las interacciones que subyacen a cada una de las causalidades son muy dife-rentes. Como los ejercicios empíricos no son suficientes para validar o invalidar cualquiera de estas dos causalidades19, la preferencia por una u otra explicación obedece a principios valorativos y a intuiciones teóricas.

Así se planteó Kuznets el interrogante por la causalidad:

Puesto que el crecimiento económico requiere cierta inversión adicional (material o en seres humanos), o algún cambio social o institucional, o ambas cosas, ¿están plenamente justificados los ingresos bajos en las proporciones de distribución —en el sentido de que su aumento contribuiría a un menor crecimiento (debida-mente descontado su carácter futuro) que un empleo alternativo de los recursos adicionales; o son injustificados— en el sentido de que su aumento contribuiría a un mayor crecimiento económico (también en este caso descontado) que el empleo alternativo de capital o de cambio institucional? (Kuznets, 1959:175).

18. La edición de Drovers y Kerans (1993) ofrece una visión global de las limitaciones que tiene la concepción tradicional del Estado del Bienestar. En uno de los artículos de esta compilación, Offe (1993) muestra que el Estado tiene límites intrínsecos —financieros y políticos— que le impiden responder por todas las demandas que los ciudadanos consideran como derechos adquiridos.

Según cálculos de la Comisión de Racionalización del Gasto y de la Finanzas Públicas (1996:22), en Colombia “(...) el valor presente de la deuda acumulada por el antiguo régimen [pensional] de beneficios hasta el año 2025, es del orden del 63% del PIB de 1994”.

19. La comparación de las historias de los países tampoco permite sacar conclusiones definitivas sobre la capacidad explicativa de una u otra causalidad.

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Sin el ánimo de responder de manera definitiva a la pregunta, el autor analiza la participación que tienen los diferentes grupos sociales en el ingreso, “con arreglo a tres criterios: suficiencia, equidad y eficiencia” (Kuznets, 1959:172).

La suficiencia tiene que ver con las medidas compensatorias que la sociedad debe tomar para “(...) satisfacer las necesidades de suficiencia mínima” de sus miembros. Si la sociedad no asume este compromiso crea “(...) un elemento des-integrante en el consenso social que difícilmente se puede permitir que prospere” (Kuznets, 1959:173).

La equidad, tal y como la definía Kuznets a finales de los cincuenta, tiene elementos que la asemejan a las funciones y capacidades de que habla Sen (1992). En palabras de Kuznets,

Por equidad no queremos dar a entender solamente la ausencia de una discri-minación sistemática en las tasas de ganancias sobre bienes y servicios econó-micamente similares, sino también la supresión de desigualdades para que los miembros de la sociedad tengan oportunidad de asumir funciones más productivas y que rindan más ingresos, si poseen la capacidad necesaria para esos cargos (Kuznets, 1959:173).

La eficiencia “(...) implica una relación con alguna meta deseable que hay que tener presente para evaluar la proporción de la distribución” (Kuznets, 1959:173). Esta concepción de la eficiencia tiene un contenido claramente normativo, que no coincide necesariamente con la lógica maximizadora de la teoría utilitarista.

Las tres definiciones de Kuznets indican que su constatación empírica de la U invertida estaba acompañada de una profunda reflexión sobre las complejas interac-ciones que se presentan entre la equidad y el crecimiento. Si la no convergencia y el aumento de la desigualdad en los países ricos llegan a poner en tela de juicio la permanencia de la U invertida, ello no demerita los aportes analíticos de Kuznets. El autor era consciente de las restricciones de sus hallazgos empíricos (Kuznets, 1959, 1971). Refiriéndose a lo que podría suceder en otros países que no conocía, decía: “(...) mi información es muy limitada (...) (Kuznets, 1959:173).

Mayor ingreso per cápita entonces mejor distribuciónEn el seno de la teoría neoclásica la causalidad uno (mientras mayor sea el

ingreso per cápita del país, más igualitaria es la distribución del ingreso) tiene más aceptación que la dos (mientras más igualitaria sea la distribución del ingre-so, más alto es el ingreso per cápita del país). Esta preferencia se explica por las siguientes razones:

– No amenaza el equilibrio– Pospone el debate ético

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– Resalta la neutralidad de los mecanismos de mercadoLa causalidad uno no atenta contra el equilibrio neoclásico, porque permite

seguir tratando la distribución del ingreso como una variable exógena20. La di-mensión ética queda supeditada a la justicia en el intercambio. La responsabilidad de la escogencia normativa en materia de distribución del ingreso se diluye en la impersonalidad del mercado: Los más eficientes en el mercado ganan más y por ello tienen más.

El segundo teorema de la Teoría del bienestar dice que:

(...) si todos los agentes tienen preferencias convexas, siempre habrá un con-junto de precios tal, que cada asignación Pareto eficiente será un equilibrio de mercado, para una asignación apropiada de dotaciones (Varian, 1992:495, el subrayado es mío).

Este Teorema admite que los mecanismos de mercado son neutros desde el punto de vista de la distribución y, además, supone que las dotaciones iniciales están dadas.

La forma como se analicen las dotaciones iniciales tiene implicaciones direc-tas en el campo de la política fiscal y en el desarrollo del régimen tributario. La teoría neoclásica considera que la intervención del Estado es ineficiente porque altera la escogencia individual. Sería eficiente si no perturbara la escogencia de los agentes. Este principio de eficiencia se cumple aún en el caso de que régimen impositivo modifique las dotaciones iniciales21.

La dinámica del mercado no se altera mientras que las dotaciones iniciales sean tratadas como variables exógenas. Este razonamiento se adecua bastante bien

20. Al referirme al equilibrio neoclásico no niego las diferencias profundas que existen al interior de la escuela neoclásica. Arrow, por ejemplo, siempre ha afirmado claramente que los principios valorativos y éticos son constitutivos de la teoría. Arrow (1951, 1972) propone que los estados del mundo sean los argumentos de la función de utilidad y, de esta manera, los juicios de valor quedan enraizados en la teoría neoclásica. La mayoría de los autores neoclásicos han despreciado este postulado central de Arrow.

21. “De hecho el Estado no necesita transferir las dotaciones físicas. Basta con transferir el poder de compra de las dotaciones. El Estado podría fijar un impuesto al consumidor sobre la base del valor de sus dotaciones y, posteriormente, transferir este dinero a otra persona. En la medida en que los impuestos estén basados en las dotaciones de los bienes del consumidor, no habrá pérdida de eficiencia. La ineficiencia resulta cuando los impuestos dependen de la escogencia del consumidor, porque en este caso los impuestos afectan la escogencia marginal del consumidor. Es cierto que un impuesto sobre las dotaciones generalmente cambiará el comportamiento de las personas. Pero, de acuerdo con el Primer Teorema del Bienestar, las transacciones realizadas a partir de una dotación inicial serán asignaciones Pareto eficientes. Así que no importa de qué manera estén distribuidas las dotaciones, porque la asignación de equilibrio que finalmente resulta de las fuerzas del mercado será Pareto eficiente” (Varian, 1992:497).

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a la cosmovisión walrasiana: El individuo llega al mercado con unas dotaciones iniciales que no sufren transformaciones entre los momentos de apertura y cierre del mercado. El sistema impositivo es eficiente si los cambios en las dotaciones iniciales no perturban la autonomía de los agentes. En otras palabras, si los aspectos ético-distributivos no interfieren la lógica del mercado.

Volviendo a las gráficas 5 y 6, la conclusión práctica que se sigue de la causalidad uno es muy sencilla: La eficiencia del mercado mejora el ingreso per cápita y, por esta vía, favorece la equidad.

Mejor distribución entonces mayor ingreso per cápitaLa segunda causalidad tiene menos cabida en el corazón de la teoría neoclá-

sica, porque:– Amenaza el método de equilibrio.– Antepone el debate ético.– Lleva a dudar de la neutralidad de los mecanismos de mercado.En la causalidad dos, la definición normativa sobre el grado de desigualdad

socialmente deseado aparece como una precondición. El ritmo de crecimiento y la eficiencia del mercado están supeditados a los propósitos redistributivos. La distribución del ingreso pasa a ser un elemento constitutivo del modelo22.

Desde la perspectiva de la causalidad dos la argumentación cambia: El ingreso relativo de los pobres tiene que mejorar porque si ello no es así, la demanda agre-gada, la producción, el empleo y la inversión caen. La causalidad dos explicita las interacciones entre los mecanismos de mercado y la distribución del ingreso. Ya no puede desconocerse el efecto redistributivo de las políticas fiscal, monetaria, cambiaria, etc. La hipótesis de neutralidad del mercado deja de ser válida.

En el marco de análisis propuesto por la causalidad dos es muy pertinente la pregunta de Sen (1992): “¿Igualdad de qué?”. Por su misma naturaleza, la respuesta a este interrogante involucra aspectos éticos y normativos. Todas las sociedades han combinado unos principios de igualdad con el reconocimiento de heterogeneidades fundamentales, como la de género, o la inherente a la división del trabajo. La aceptación de la diferencia puede llevar a poner en tela de juicio la validez de la universalidad del concepto de ciudadanía (Pascall, 1993; Jenson, 1993). Habría que postular, entonces, formas de ciudadanía que respetando las diferencias fundamentales, no lesionen los derechos de los implicados.

22. Jaramillo (1995) defiende la hipótesis de que existe una relación positiva entre crecimiento y equidad: “(...) la igualdad tiene un efecto positivo sobre el ingreso nacional medido en unidades salario, pero también sobre el crecimiento de largo plazo” (Jaramillo, 1995:115).

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La teoría utilitarista, a través del individualismo metodológico y del agente representativo, afirma el derecho a la igualdad de oportunidades y a la libre elec-ción. El corolario de esta igualdad es la libertad para entrar y salir del mercado. El utilitarismo considera, además, que la conducta maximizadora es el principio rector de las decisiones de consumidores y productores23. Estos supuestos fundantes, y el óptimo derivado de ellos, son compatibles con distribuciones inequitativas del ingreso y de la riqueza24. Los teoremas básicos de la microeconomía se han construido haciendo caso omiso de los aspectos distributivos.

Las reflexiones alrededor de la curva de Kuznets obligan a explicitar el papel que le corresponde jugar a una igualdad en particular —la igualdad de ingresos— en el proceso de crecimiento. A primera vista, la opción por esta igualdad particular no parece problemática. Podría pensarse que se trata de una escogencia metodo-lógica que, utilizada ad hoc, ayuda a comprender la dinámica del crecimiento. Pero estas apariencias son engañosas. Al escoger la igualdad de ingresos, como la igualdad relevante, la teoría sufre profundas modificaciones. Primero, porque la distribución de ingresos no puede plantearse como una elección metodológica ad hoc. Segundo, porque al incorporar la distribución del ingreso, la teoría con-vencional se ve obligada a abandonar la seguridad que le ofrecen los principios inherentes al equilibrio.

Los modelos recientes de generaciones traslapadas expresan muy bien las dificultades que enfrenta la teoría neoclásica con el manejo de la distribución del ingreso. Aunque la teoría quisiera tratar la distribución del ingreso como un asunto ad hoc, se encuentra con el problema de que los modelos de generaciones traslapadas pierden capacidad explicativa si se dejan de lado las transferencias de ingresos entre generaciones. Independientemente del grado de altruismo de los agentes, en estos modelos el stock de capital es una herencia que condiciona las dotaciones iniciales de la generación siguiente. A pesar de que la distribución del ingreso es una consecuencia directa del legado intergeneracional, la teoría neoclásica insiste en desconocerla.

Los modelos de generaciones traslapadas recomienzan el examen de cada período suponiendo que las dotaciones iniciales están dadas. Este supuesto que es

23. “(...) la igualdad que el utilitarismo busca toma la forma de igual tratamiento de los seres humanos en el espacio de las ganancias y pérdidas de utilidad. En el contexto de la función objetivo del utilitarismo se insiste en que haya una ponderación igualitaria de las ganancias individuales de utilidad” (Sen, 1992:13).

24. Este diagnóstico es ampliamente reconocido. La teoría económica ha aceptado, “(...) en forma más explícita quizá por Bergson (1938), que la eficiencia de Pareto no implica una justicia dis-tributiva. La asignación de los recursos podría ser eficiente en el sentido de Pareto y producir sin embargo enorme riqueza para algunos y enorme pobreza para otros” (Arrow, 1972:158).

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compatible con la lógica atemporal del mercado walrasiano, no tiene mucho sentido en procesos intergeneracionales que, por su misma naturaleza, son temporales.

En cada uno de los momentos T0, T

1, Λ, T

n, los modelos de generaciones

traslapadas reconstituyen un mercado atemporal de corte walrasiano, que se abre y se cierra durante el período y en el que las dotaciones de los agentes son irrele-vantes. Las dotaciones siempre se consideran como si fueran dotaciones iniciales. Este recurso metodológico tiene el gravísimo inconveniente de que al romper los encadenamientos temporales elimina la condición de posibilidad de la dinámica intergeneracional. La desigualdad del ingreso tiene que ser tratada como una variable exógena, porque de lo contrario el análisis no sería compatible con el equilibrio.

La distribución del ingreso no es endógena porque ello implicaría aceptar cambios en la tasa de preferencia intertemporal individual y en la tasa de des-cuento social. Y si estos parámetros son inestables, el proceso de convergencia se dificulta. Los modelos de generaciones traslapadas no tienen en cuenta que la tasa de preferencia intertemporal está condicionada por la elasticidad de la demanda con respecto al ingreso. Olvida que las prioridades de consumo de las personas dependen de su ingreso. Este principio elemental, descrito por Engel, explica por qué los ricos tienen un patrón de consumo distinto al de los pobres25. En lugar de reconocer esta diferencia fundamental, la teoría neoclásica homogeneiza el comportamiento del agente representativo. La incorporación de la distribución del ingreso debilita la estructura de equilibrio de los modelos convencionales.

Por fuera del marco neoclásico, autores keynesianos como Kaldor (1957)26, Kalecki (1971) y Robinson (1960) explicitaron la importancia de la desigualdad. Para estos pensadores el crecimiento es incomprensible por fuera de la distribu-ción del ingreso.

Bajo nivel de ingreso per cápita y heterogeneidad de la aversión a la inequidad

Las causalidades uno y dos tratan de explicar un fenómeno que se ve con claridad: En los países ricos la desigualdad es menor (gráficas 5 y 6). Al observar

25. Las curvas de Engel miden la relación entre el consumo de una mercancía particular y el ingreso. Los patrones de consumo cambian con el nivel de ingreso.

26. Kaldor (1957) habló del principio de compensación y se preocupó por estudiar bajo qué circuns-tancias el crecimiento no afecta la “constancia de la distribución”, de manera que el bienestar del individuo no se deteriore y éste pueda permanecer en la misma curva de indiferencia. Además del “principio de compensación” de Kaldor, el estudio de Dobb (1969:86 y ss) también considera el de Pigou (1912, 1920) y Scitovsky (1952).

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De la comparación de la gráfica 7 con las gráficas 5 y 6 se concluye que la relación positiva entre mayor nivel de ingreso y mayor igualdad únicamente se presenta después de que se ha superado una cierta frontera. Por debajo de los 3.500 dólares el diferencial de ingresos, representado en el eje vertical, va desde 4 hasta más de 30. En este grupo de países desaparece cualquier indicio de la presencia de una curva de Kuznets. La gráfica 7 llama la atención sobre varios puntos:– Ante todo, pone en tela de juicio la unidireccionalidad de las causalidades

uno y dos. No hay una secuencia única. Quizás la causalidad sea circular. Y si ello es así, la causalidad uno tendría que ser planteada desde una perspectiva diferente a la del equilibrio. Los defensores de la causalidad uno tendrían

Gráfica 7. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico y el 20% más pobre.

Grupo de países con ingreso per cápita inferior a 3.500 dólares de 1992

lo que pasa en los países cuyo ingreso per cápita es inferior a los 3.500 dólares al año27, el panorama se complica, porque el mayor nivel de ingreso per cápita ya no está acompañado de una menor desigualdad (gráfica 7).

El significado de los ejes se explica en la gráfica 5.Fuente: Cálculos del autor a partir del Banco Mundial (1994).

27. Colombia pertenece a este grupo de países. Según el Banco Mundial (1994), en 1992 el ingreso per cápita de Colombia era de 1.330 dólares al año.

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que aceptar que, por lo menos en un segundo momento, la distribución del ingreso repercute en el crecimiento.

– El ordenamiento político e institucional debe estar jugando un papel muy relevante en la explicación de la distribución del ingreso. La sociedad va definiendo poco a poco su grado de aversión a la inequidad. En los países en los que la distribución del ingreso es más igualitaria, es posible que la sociedad tenga una mayor aversión a la inequidad que en aquellos países donde la distribución es más desigual. También hay espacio para otro tipo de explicaciones. Puede ser que la sociedad no tenga aversión a la inequidad y que la mejor distribución se deba a la decisión unilateral de un gobierno dictatorial que resuelve repartir la riqueza.

– La diversidad de situaciones que se presentan en la gráfica 7 indica que no es fácil superar los obstáculos que dificultan la convergencia hacia la zona † de la gráfica 6. La teoría del crecimiento endógeno considera que la trampa se supera si los países diseñan los mecanismos necesarios para apropiarse de la nueva tecnología. El fortalecimiento del capital humano debería ser una de las prioridades, porque la calificación de la mano de obra facilita la asimilación de la nueva tecnología y, además favorece la equidad en la medida en que amplia la gama de oportunidades de participación28.

Invención inducida, cambio técnico y distribución del ingreso

Relaciones micro

La distribución del ingreso está muy ligada a la estructura productiva y al costo diferencial de los factores. Berry (1995) sospecha que en América Latina la apertura y la política cambiaria han tenido impactos significativos en la estructura productiva y en la distribución del ingreso29. El autor muestra que en los últimos

28. Los esfuerzos que se están haciendo por introducir el capital humano en los modelos de desa-rrollo todavía son insuficientes. Tiene razón Cuevas cuando dice: “(...) desde Petty hasta las más recientes contribuciones de Walsh, Mincer, Schultz y Becker, el capital humano ha sido objeto de un reconocimiento privilegiado en la historia del pensamiento económico. Sin embargo, por paradójico que ello parezca, este privilegio ha resultado inútil para garantizarle un status equivalente, o un derecho de admisión siquiera, en los modelos de equilibrio general, es decir, en la teoría sistemática de la distribución y los precios” (Cuevas, 1996:10).

29. Al explicar la relación de la distribución funcional del ingreso con la curva de Kuznets, Londoño (1995) destaca la importancia del costo factorial. El tema también es mencionado por Reyes (1996) y Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez (1996). La presentación de Piketty (1994) hace una comparación de los enfoques globales desde los que se ha abordado el tema de la distribución.

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años, el manejo de la tasa de cambio ha repercutido en la competitividad y en la estructura productiva de los países de América Latina y ello ha afectado de manera negativa la distribución del ingreso.

Los economistas clásicos siempre se preocuparon por la forma como inter-actúan el cambio tecnológico y los costos factoriales. De acuerdo con la teoría convencional, las productividades marginales de los factores están relacionadas con sus respectivos precios. En el caso de la función de producción, los precios son la tasa de interés y el salario. La tasa de interés refleja el costo de oportunidad del capital. Y el salario, que se supone igual a la productividad marginal del trabajo, expresa el costo de la mano de obra. Si el salario es el principal ingreso de los trabajadores y si la tasa de interés es fundamental para determinar la ganancia de los productores, la forma como se remuneren los factores (trabajo y capital) tiene un impacto directo en la distribución. La prelación de la causalidad uno también se manifiesta en la forma como se conciben estas relaciones microeconómicas. La perspectiva neoclásica supone que el salario y la tasa de interés reaccionan, ex-post, a los cambios en las productividades físicas del trabajo y del capital.

Marcando su diferencia con la concepción neoclásica, Kalecki destaca lo que he llamado la causalidad dos. En numerosas circunstancias las empresas (sobre todo, los monopolios) y los trabajadores (especialmente cuando están sindica-lizados) pueden fijar, respectivamente, el margen de ganancia y el salario. Este procedimiento se diferencia del neoclásico porque las participaciones distributivas ya no se definen ex post sino ex-ante. En la visión de Kalecki los salarios y las ganancias no son el resultado pasivo de la dinámica del mercado, sino que resul-tan de los acuerdos institucionales y contractuales. Esta causalidad dos es muy molesta para la teoría neoclásica porque genera imperfecciones de mercado que conducen a situaciones de desequilibrio.

La teoría neoaustríaca ayuda a trazar un puente entre las versiones clásicas y las aproximaciones recientes, cercanas a la teoría del crecimiento endógeno. El punto de partida neoaustríaco es que el estudio micro de la producción tiene que tener en cuenta, simultáneamente, dos aspectos: el tiempo y la distribución.

La gráfica 8 incluye tres curvas de eficiencia. La primera (E0) representa

la técnica vieja. Las otras dos (E1 y E

2) corresponden a dos nuevas técnicas. La

curva E0 es paralela a E

1 porque ambas técnicas guardan la misma relación entre

las variables que conforman los ejes.El eje horizontal incluye dos variables: El salario (w) y la productividad media,

o el producto por trabajador (Y/L). El eje vertical representa los movimientos de la tasa de crecimiento (g). x indica la escala de producción. La escala de produc-ción está determinada por la tecnología y el momento en el que comenzaron los anteriores procesos de producción230.

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221

Para entender las características de la gráfica 8 comenzaré con la vieja téc-nica (E

0). Inicialmente, con la escala de producción x

0, la tasa de crecimiento del

producto es g0. La producción obtenida en x0 es insuficiente para responder a la

demanda. Si con la misma técnica se aumenta la escala de producción hasta x1, la

cantidad producida aumenta, pero el ritmo de crecimiento disminuye. Al aumentar la escala de producción, el empresario tiene que contratar más trabajadores y ello implica un mayor salario.

Si las presiones por el lado de la demanda continúan, se hace indispensable cambiar de técnica. Con cualquiera de las dos nuevas técnicas (E

1 ó E

2), la escala

Gráfica 8. Método neoaustríaco. Comparación de tres “curvas de eficiencia”

La curva de eficiencia E0 representa la técnica vieja. E1 y E2 son dos técnicas nuevas. w y wH corresponden a la tasa de salarios en dos situaciones diferentes, g es la tasa de crecimiento, Y es el producto, L es la mano de obra empleada. Las nuevas técnicas mejoran la tasa de crecimiento. La curva E1 es paralela a la vieja técnica E0. x es un factor para indicar la escala de producción.Los rasgos principales de la gráfica los he tomado de Hicks (1985:139 y ss).

30. G es igual a (1 + g); l representa los insumos de mano de obra. LT incluye los l

0 x

T proce-

sos comenzados en el período en curso (T) y los procesos comenzados en períodos anteriores (l

1 x

T − 1 + … + l

n x

T − n).

1. LT = l

0 x

T + l

1 x

T − 1 + Λ l

n x

T − n

= xT (l

0 + l

1 G − 1 + l

2 G− 2 + Λ l

n G− n)

La misma técnica podrá desarrollarse a una escala mayor mientras más alto sea el valor de x. El producto Y en el momento T es igual a

2. YT = x

T (y

0 + y

1 G− 1 + y

2 G− 2 + Λ y

n G− n)

“y” son los bienes terminados en cada proceso. La relación entre 2 y 1 muestra que la produc-tividad del momento T, correspondiente a la técnica (Y

T/L

T), es constante.

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de producción x2 es compatible con el último salario de la vieja técnica. Con la

nueva técnica la tasa de crecimiento es g2. Aumentos de la demanda obligan a cambiar la escala de la producción hacia x

3. En este punto el producto total y la

tasa de crecimiento vuelven a g0. En x3 el salario sube a w

H.

La tensión entre la productividad y el salario crea condiciones propicias para que haya una nueva invención y un mejoramiento de la productividad. En el mo-mento en que se introduce la nueva técnica es posible mantener el antiguo salario, pero si la demanda continúa aumentando, es necesario modificar la escala de pro-ducción y ello obliga a subir el salario. El costo de la mano de obra es un incentivo para cambiar de técnica. La política redistributiva, inherente a la definición de w, incide en el desarrollo tecnológico. La gráfica 8 explicita la relación entre la estructura productiva y el costo diferencial de los factores productivos.

La duración temporal del proceso está influenciada por la situación inicial de la economía. Si existe un excedente de mano de obra (Lewis, 1954), la presión sobre los salarios tomará más tiempo que si el proceso comienza en un estadio próximo al pleno empleo.

Las gráficas 7 y 8 están relacionadas. Podría decirse que en el grupo de países incluidos en la gráfica 7 la invención inducida ha sido muy pobre y el estancamiento salarial ha estado acompañado de un ritmo de crecimiento de la productividad muy débil. La depresión salarial no ha sido un aliciente para el mejoramiento tecnológico.

La teoría del crecimiento endógeno ha tratado de mostrar que la potencialidad del cambio técnico está directamente relacionada con el desarrollo del capital humano. La reflexión sobre las causalidades uno y dos también es pertinente a este nivel micro, que no es captado por las gráficas 5, 6 y 7.

Relaciones macroLa remuneración a los factores aparece en la contabilidad nacional de una

manera muy agregada, que no permite sacar conclusiones definitivas sobre la distribución del ingreso. La distribución del ingreso entre el capital y el trabajo involucra procesos, reales y contables de diversa índole que no pueden discernirse con claridad.

En las Cuentas Nacionales el “excedente bruto de explotación” representa los ingresos del capital y la “remuneración a los asalariados” los ingresos de los trabajadores. Esta clasificación de las Cuentas Nacionales es muy agregada y se presta a todo tipo de interpretaciones31. El estudio de Harberger (1969) ya mos-

31. En las Cuentas Nacionales el ingreso de un carpintero que trabaja en su taller con uno o dos ayudantes, se contabiliza como excedente bruto de explotación. La discriminación de los im-puestos y de los subsidios tampoco es clara.

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La curva de la gráfica 9 presenta la evolución que ha tenido la relación entre el excedente bruto de explotación y la remuneración a los asalariados. Las rectas horizontales indican los valores máximo y mínimo. Las líneas verticales ayudan a identificar los años correspondientes. Entre 1973 y 1974 la relación alcanzó su punto máximo (1.5 veces). Entre 1983 y 1984 llegó al nivel mínimo (cercano a 1.1 veces). En 1994 también alcanzó un nivel muy bajo (1.2)32.

La interpretación de estas tendencias requiere un análisis más cuidadoso, pero sí es significativo que en los momentos en que la relación alcanza su nivel mínimo (83-84 y 94), se haya presentado una agudización de los déficit externo y fiscal. Este hecho muestra la estrecha relación que existe entre el ciclo económico y la distribución factorial del ingreso.

Gráfica 9. Colombia. Relación entre el excedente bruto de explotación y la remuneración a los asalariados

traba la imposibilidad de inferir conclusiones sobre la distribución funcional del ingreso a partir de las Cuentas Nacionales.

El eje vertical representa la relación EBE/REA, siendo EBE el excedente bruto de explotación y REA el valor de la remuneración a los asalariados.Fuente: Cálculos del autor a partir del Dane.

32. Las tendencias de la gráfica 9 no coinciden con las estimadas por Londoño: “En medio de algunas fluctuaciones cíclicas, la participación del trabajo ha descrito en el largo plazo una clara curva en forma de U: tras representar más del 60% del ingreso nacional a fines de los años treinta, descendió hasta el 50% al final de los cincuenta y ascendió en los 35 años siguientes hasta alcanzar el 70% del ingreso nacional a mediados de los años noventa” (Londoño, 1997:22).

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Precios y distribución del ingresoLa acción del Estado incide en la distribución del ingreso de muchas maneras.

Las políticas monetaria y cambiaria tienen claros impactos distributivos. Puesto que sólo se le presta a los ricos, “(...) la principal consecuencia del racionamiento del crédito es que la distribución del capital productivo en la economía estará parcialmente determinada por la distribución de la riqueza inicial (...)” (Piketty, 1994:775). Este tipo de situaciones acentúa la trampa de la pobreza. Los propieta-rios que pueden ofrecerles a los intermediarios financieros garantías reales tienen más capacidad de endeudamiento que los asalariados.

El impacto que tiene la política monetaria en la distribución del ingreso se ha estudiado menos que el efecto equidad de la política fiscal33. En la teoría con-vencional los precios cumplen el doble papel de asignar y distribuir. Los precios tienen que ver con la asignación de recursos porque informan sobre la escasez relativa. También están relacionados con la distribución porque determinan la cantidad que cada agente puede comprar. Uno de los problemas de la inflación radica en que mientras favorece a unos, perjudica a otros.

Desde 1991, cuando se realizó la apertura cambiaria, la política monetaria se ha visto obligada a responder a las perturbaciones causadas por las fluctuaciones del mercado internacional de capitales. En este contexto, los propósitos fiscales han terminado supeditado a las prioridades que el gobierno le ha otorgado a la política monetaria. El hecho más significativo ha sido el aumento considerable de los títulos del Banco de la República y de la Tesorería. Estas emisiones se han realizado con el fin de evitar el impacto inflacionario ocasionado por la mone-tización de las divisas. El gobierno ha ofrecido altas tasas de interés a quienes adquieren dichos papeles. Los recursos del Estado que han recibido estos ahorra-dores tiene un claro impacto redistributivo. Con la información disponible no se puede saber cuáles han sido las consecuencias que ha tenido la política monetaria en la distribución del ingreso.

Las medidas restrictivas se expresan en el comportamiento de la base monetaria. Las operaciones de esterilización llevadas a cabo por el Banco de la República se reflejan en una disminución del ritmo de crecimiento de la base monetaria y, por consiguiente, en una caída del señoraje (impuesto de inflación). El señoraje es la expresión del monopolio de la emisión de moneda. Si el gobierno emite con el fin de financiar el déficit público, la inflación resultante disminuye la capacidad de compra. Esta pérdida del poder adquisitivo equivale a un impuesto y por ello se habla del “impuesto de inflación”.

33. Los trabajos más recientes son el de Vélez (1996) y el de la Contraloría General de la República (1995, 1995b).

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La gráfica 10 compara el señoraje y la inflación. Después de la apertura disminuyeron el señoraje y el ritmo de crecimiento de los precios. No hay duda

Gráfica 10. Colombia. Señoraje (como porcentaje del PIB) e inflación

El eje vertical derecho representa la inflación. La curva correspondiente es la delgada con triángulos. El eje vertical izquierdo corresponde al señoraje, como porcentaje del PIB. La curva correspondiente es la más gruesa.El señoraje se define como el cambio en la base monetaria sobre el PIB:

Ñ es el señoraje, B es la base monetaria, en los momentos T0 y T1, PIB es el PIB en T1

Fuente: Cálculos del autor a partir del Banco de la República.

Obsérvese que la política monetaria tiene un doble efecto sobre la distribución del ingreso. De una parte, la emisión de títulos —por parte del gobierno y de la autoridad monetaria— favorece a los ahorradores34. De otra parte, la inflación perjudica a las personas que no poseen activos fijos, ni activos financieros con rentabilidad real positiva.

34. Los estudios sobre la concentración en el mercado bursátil son escasos. En la bolsa se transan papeles de renta fija y acciones. Una investigación realizada recientemente por la Supervalores —reseñada en la República del 26 de sept. de 1997. p. 2C, indica que el coeficiente de Gini del mercado accionario pasó de 0.9926 a 0.9916 entre diciembre de 1994 y diciembre de 1995. La concentración es enorme.

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de que el control de la inflación es conveniente porque evita que la capacidad de compra se erosione rápidamente. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los precios no cambian al mismo ritmo y que la estructura de consumo de las familias depende del nivel de ingreso (curvas de Engel). La composición de la demanda de las familias de altos ingresos es muy diferente a la de las familias de bajos ingresos. Los alimentos, por ejemplo, tienen un mayor peso en el consumo de las familias pobres que en el de las ricas.

Gráfica 11. Efecto de la inflación −según nivel de ingresos− sobre el valor de los alimentos

El eje vertical corresponde al índice de precios de los alimentos. Cada línea corresponde a un nivel de ingreso: bajo, medio, medio-alto y alto.Fuente: Cálculos del autor a partir del Dane.

La gráfica 11 es muy ilustrativa. Tanto por la estructura de la canasta de consumo, como por la propia dinámica inflacionaria, el aumento de los precios de los alimentos ha golpeado más a las familias de bajos ingresos. El impacto de la inflación es diferente porque la composición de la canasta varía con el nivel de ingreso.

La inflación afecta la distribución del ingreso no sólo porque cada agente económico la percibe de manera diferente, sino porque los índices de precios son imperfectos. El esquema propuesto por Arrow (1958:88 y ss) ayuda a reflexionar sobre la relación entre las curvas de Engel y la distribución del ingreso.

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Sea G0 y G

1 el gasto correspondiente a los años T

0 y T

1. A su vez, q

0 y q

1

representan las canastas de bienes consumidas en cada año. Por tanto, q0 (G

0) es

la cantidad de bienes q0 comprada en T

0.

El consumo global de la canasta de bienes q1 comprada en T

1 a los precios

de T0 es

1. ∑ p0 q

1 (G

1)

Esta sumatoria puede expresarse como G10

(G1).

El consumo global de la canasta de bienes q0 comprada en T

0 a los precios

de T1 sería

2. ∑ p1 q

0 (G

0)

que equivale a G01

(G0).

Gráfica 12. Relación entre las curvas de Engel y los precios, momentos T0 y T1

La curva C (gráfica 12) representa la sumatoria 2 y la curva D la sumatoria 1. Para encontrar el verdadero costo de vida es necesario hallar, para cada valor de G

0, un valor mínimo de G

1 que produzca el mismo nivel de satisfacción. La

línea punteada (Z), o curva de gasto equivalente, relaciona los puntos de G0 con

el valor correspondiente de G1. La línea no es recta, porque el índice del costo de

El eje horizontal representa el gasto en el año cero.El eje vertical corresponde al gasto en el año uno.La curva C es igual a G01 (G0).La curva D es igual a G10 (G1).La línea punteada del medio es la curva de gasto equivalente.El punto H sobre el eje vertical es igual a G*10 (G0).

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228

vida varía con el nivel de ingreso35. El valor de la curva de gasto equivalente (Z) en cada punto es36:

3.

a*

10 es la pendiente de la curva D en el punto A. a

01 es la pendiente de la

curva C en el punto B.La gráfica 12 enseña: Primero, que la comparación intertemporal de la capa-

cidad de compra (curva Z) es fundamental para saber de qué manera los cambios en los precios y en el ingreso están determinando la capacidad de compra de los distintos grupos sociales. Segundo, que el comportamiento de la demanda y la estructura de consumo es muy sensible a los cambios en el ingreso. Tercero, la curva Z pasa por la mitad de las curvas D y C en cada punto, únicamente si el sistema de precios relativos y la estructura de consumo no se modifican.

A la luz de las curvas de Engel estos dos comentarios parecen verdades de Perogrullo. Sin embargo, y a pesar de que sean constataciones elementales, “(...) la literatura sobre el crecimiento endógeno no ha estudiado la problemática relativa al efecto sobre la demanda de las propensiones a consumir de los ricos y de los pobres” (Jaramillo, 1995:117). Los modelos de generaciones traslapadas hacen caso omiso de las curvas de Engel y suponen que el patrón de consumo de los ricos es igual al de los pobres37.

El pensamiento keynesiano y kaleckiano ha mostrado que la distribución desigual del ingreso genera problemas por el lado de la demanda. Cuando la des-igualdad es muy marcada, se agudiza el desbalance entre el consumo de bienes de lujo y de bienes básicos y ello repercute de manera negativa en la industria. Cuando la desigualdad es muy aguda resulta perjudicada toda la sociedad. A la inversa, cuando la distribución del ingreso es más equitativa, todos se benefician, tal y como se aprecia en el modelo de Jaramillo (1995)38.

35. Las líneas de la gráfica 12 puede convertirse en una curva de gasto equivalente si se modifican los ejes y se toman únicamente dos niveles de ingreso y dos años.

36. Esta fórmula desarrollada por Wald (1939), es citada por Arrow (1958:90).37. “(...) ningún modelo macroeconómico formalizado matemáticamente ha podido explicar el

efecto de la composición de la demanda sobre el crecimiento de largo plazo... En los modelos de investigación y desarrollo de aprendizaje (learning by doing), la distribución del ingreso no tiene ningún efecto ni sobre la demanda agregada ni sobre la composición de la demanda. De hecho, estos modelos suponen una elasticidad de la demanda de cada bien igual a uno con el fin de obtener un sendero de crecimiento de steady state” (Jaramillo, 1995:117).

38. Jaramillo propone la igualdad,

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A propósito del GiniEn Colombia sabemos muy poco sobre la evolución de concentración del

ingreso y de la riqueza. Nuestra sociedad tiene muy poca aversión a la inequidad y quizás por ello es tan notaria la ausencia de estadísticas que permitan conocer los niveles de desigualdad. El coeficiente de Gini es la medida más utilizada39. La mayor parte de las estimaciones del Gini se han realizado a partir de la Encuesta de Hogares. La información de las Encuestas de Hogares se refiere, fundamental-mente, a los ingresos del trabajo y por esta razón la medida resultante es un Gini del ingreso y no de la riqueza.

Además de la subdeclaración de ingresos (Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez, 1996), la Encuesta de Hogares tiene problemas de censuramiento (Sarmiento, 1995; Rivas y Sánchez, 1995; Reyes, Farné, Perdomo, Rodríguez 1996)40. La subdeclara-ción normalmente se corrige con modelos de capital humano. Después de ajustar subdeclaración, el Gini disminuye (Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez, 1996).

g es el crecimiento del producto, N* representa a los agentes más ricos, γ* es el porcentaje de acciones poseídas por el agente más rico, T es el porcentaje de la ganancia que corresponde a los pobres. Hay una relación positiva entre T y g (Jaramillo 1995:127-128). El crecimiento es más dinámico si la parte de la ganancia correspondiente a los pobres aumenta.

39. Véase: DNP-UDS-Diogs (1994); Fresneda (1993); Lasso, Moreno (1993); Reyes (1996); Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez (1996); Rivas y Sánchez, (1995). Para el sector rural, véase Aguilar y Perfetti (1987).

40. En las Encuestas de Hogares comprendidas entre septiembre de 1973 (EH-1) y junio de 1993 (EH-80), se truncó la información de ingresos. En la casilla superior se agrupan todas las perso-nas que ganan más de 999.998 pesos. En los ingresos en especie la casilla última es de 99.998 o más. Este error técnico reduce el Gini y presenta la distribución del ingreso más igualitaria de lo que realmente es. “El censuramiento de ingresos en las encuestas de hogares del DANE produce una subestimación creciente en la medición de la desigualdad, porque el porcentaje de personas u hogares afectados crece con el tiempo, lo cual obliga a hacer algún supuesto sobre la distribución de ingresos no observada de la cola superior de ingresos” (Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez, 1996:9).

Gráfica 13. Distribución lognormal

Y es el ingreso

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Para corregir el censuramiento se utiliza la distribución de Pareto, que se ajusta mejor a la cola superior que la función lognormal (gráfica 13)41. El censuramiento de la Encuesta de Hogares se manifiesta en el hecho de que no conocemos lo que sucede con el ingreso de las personas ubicadas en la zonak. El Gini que resulta de la Encuesta de Hogares, sin corrección por censuramiento, únicamente proporciona información sobre la distribución del ingreso en la zonaj. El coeficiente de Gini aumenta una vez que se ha corregido el censuramiento42.

Gráfica 14. Evolución del coeficiente de Gini (descensurado) y de la brecha de ingresos

La brecha resulta de dividir la suma de las columnas 8 y 9 de la tabla 1 Sobre la suma de las columnas 1 y 2.Fuente: Tabla 1 y DNP (1996:77).

41. Reyes, Farné, Perdomo, Rodríguez (1996:11) descensuran utilizando la distribución de Pareto. Los autores suponen que “(...) la función generatriz de los ingresos reales es única a nivel nacional e invariante en el tiempo controlando por tipo de ingreso (salarios e ingresos por cuenta propia o ganancias) (...) los parámetros de la función de Pareto para los años 1990-1993 se pueden estimar con los ingresos reales observados en 1994 o 1995 entre uno y diez millones, y con base en esa distribución se puede calcular el ingreso medio de los censurados en años anteriores a precios de cada año. Para calcular el ingreso medio de los casos censurados en 1994 y 1995 con el nuevo punto de corte en diez millones es necesario extrapolar la función de Pareto con base en la distribución observada para ingresos de más de un millón de pesos en 1995”.

42. “En 1993, que fue el año crítico, este problema (el censuramiento) significó una subestimación de la desigualdad de cerca de 2.8 puntos en el Gini, equivalente a cerca de 5%-6% del valor ajustado” (Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez, 1996:21).

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Al analizar la evolución del coeficiente de Gini no debe olvidarse que las correcciones por censuramiento y subdeclaración conservan las varianzas y la es-tructura de los errores de la información original. La gráfica 14 compara la brecha de ingresos de la Encuesta de Hogares sin haberle hecho ninguna corrección, con el Gini “descensurado”. La brecha de ingresos es la relación entre, de un lado, el número de salarios mínimos de los deciles 8 y 9 y, de otro lado, el número de salarios mínimos de los deciles 1 y 2.

Aunque los valores absolutos necesariamente son distintos, el interés de la gráfica radica en la similitud de la tendencia de ambas curvas. El Gini descensurado se asemeja mucho a lo que sería una curva suavizada de la brecha. Ello indica que al respetar la estructura de la distribución original, el Gini descensurado continúa midiendo la desigualdad del ingreso de sólo una parte de la distribución.

La corrección por subdeclaración disminuye el Gini, mientras que el descen-suramiento lo aumenta, “(...) de forma que hacer simultáneamente las dos correc-ciones dejaría la medición de la desigualdad prácticamente inalterada” (Reyes, Farné, Perdomo y Rodríguez, 1996:22)43.

Tabla 1. Número de salarios mínimos del ingreso superior del decil Encuestas de hogares, septiembre

Decil 1 2 3 4 5 6 7 8 982 0.9 1.1 1.4 1.9 2.3 2.8 3.7 4.9 7.583 0.9 1.1 1.6 1.9 2.3 2.9 3.7 5.0 7.684 0.9 1.2 1.5 1.9 2.4 2.9 3.6 4.9 7.585 0.7 1.0 1.3 1.7 2.1 2.6 3.3 4.4 6.686 0.8 1.1 1.3 1.8 2.1 2.6 3.3 4.4 6.587 0.9 1.1 1.5 1.7 2.2 2.6 3.3 4.4 6.588 0.8 1.2 1.4 1.8 2.2 2.7 3.5 4.5 6.989 0.9 1.2 1.5 1.8 2.3 2.8 3.6 4.7 7.590 1.0 1.2 1.5 1.9 2.2 2.8 3.5 4.7 7.191 0.9 1.2 1.5 1.9 2.3 2.9 3.5 4.6 7.192 0.9 1.1 1.5 1.8 2.2 2.8 3.5 4.6 7.093 1.0 1.2 1.6 2.0 2.4 3.0 3.7 4.9 7.994 1.0 1.2 1.7 2.0 2.5 3.1 4.1 5.6 8.695 1.0 1.3 1.7 2.1 2.5 3.2 4.0 5.3 8.2

No se incluye el decil superior (10).Fuente: Cálculos del autor a partir de las Encuestas de Hogares del Dane

43. Reyes, Farné, Perdomo, Rodríguez (1996) encuentran que la distribución de los ingresos urbanos se deterioró entre 1990 y 1993. A partir de marzo del 95 comienza a observarse un mejoramiento en la distribución del ingreso.

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ConclusiónAl tratar de explicar la relación entre el crecimiento y la distribución del

ingreso, la teoría económica convencional ha preferido la causalidad que va del crecimiento hacia la distribución. Este enfoque es muy favorable para la concep-ción neoclásica porque le evita tener que anteponer el debate ético a los principios de la eficiencia paretiana. Así se mantiene la vieja concepción maniquea que diferencia el economista como “científico”, del economista como “ciudadano”. Mientras que al primero se le pide que no deje traslucir sus juicios de valor, al segundo se le permite votar y expresar sus opiniones personales sobre el modo de organizar la sociedad.

Al dejar de lado la causalidad que va desde la distribución hacia el creci-miento, la teoría neoclásica ha querido opacar los aportes de autores como Pigou, Kaldor, Robinson, Kalecki, Keynes y, más recientemente, Arrow. Sin duda que este segundo camino —el de la causalidad dos— es más problemático. Entre otras razones, porque las preguntas éticas resultan inaplazables. Además, desde el punto de vista técnico, la causalidad dos conduce a soluciones que no son compatibles con el equilibrio.

La preferencia por la primera causalidad ha obnubilado el análisis, hasta el punto de que los modelos de crecimiento neoclásicos desconocen hechos tan contundentes como las curvas de Engel. Es explicable que inmersa en esta lógica, la corriente teórica dominante no se haya preocupado por desarrollar sistemas estadísticos que permitan conocer qué está pasando con la distribución del ingreso y de la riqueza.

Nuestras aproximaciones a la distribución del ingreso y de la riqueza son muy limitadas. El debate entre las distintas posiciones no se resuelve en el terre-no empírico. Es indispensable explicitar los supuestos y, sobre todo, el grado de aversión a la inequidad.

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Una aproximación, desde la macroeconomía, a la pobreza y a la distribución del ingreso∗

La pobreza es un fenómeno multidimensional. Hemos avanzado mucho más en los métodos para cuantificar e identificar a los pobres que en la reflexión sobre la naturaleza y los determinantes de la pobreza. En estas páginas no ahondaremos en la naturaleza de la pobreza, sino que propondremos algunas hipótesis sobre la forma como inciden las principales variables macroeconómicas en los niveles de pobreza y de desigualdad. Las ocho proposiciones son:

∗ Texto presentado en: Equidad y política social en Colombia I. Seminario pobreza y política social en Colombia, Universidad. Nacional, Fescol, Viva la Ciudadanía, Cinep, Consejo Nacional de Planeación, Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por la Paz, Bogotá, 1999. pp. 57-64.

P. 1: De no neutralidad

P. 2: De globalización financieraP. 4: De prioridad del desequilibrio externo

P. 3: De autonomía restringidaP. 5: De relevancia de la

interacción desempleo-inflación

P. 6: De la diferencia entre pobreza y desigualdad

P. 7: De la necesidad de avanzar en las mediciones

P. 8: De la combinación de los programas de focalización con los de

cubrimiento universal

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La proposición central es P. 1. Las dos de la izquierda (P. 2 y P. 3) son con-textuales y se refieren a la forma como la globalización y, específicamente, la globalización financiera incide la autonomía de las políticas fiscal y monetaria. Las proposiciones del lado derecho P.4, P. 5 y P. 6 tienen que ver con los des-equilibrios macroeconómicos y con la forma como éstos inciden en la pobreza y la equidad. La proposición 7 plantea algunos problemas de medición. La propo-sición 8 muestra la necesidad de conjugar los programas focalizados con los de cubrimiento universal.

Proposición 1: De no neutralidadLos cambios de las variables macroeconómicas tienen impactos, directos o

indirectos, sobre la pobreza y la equidad.La no-neutralidad es fundamental en esta reflexión. Es la proposición básica.

Tiene la ventaja de que su enorme potencialidad ética no riñe con la rica argu-mentación técnica que puede construirse a su alrededor.

La proposición remite a una idea sencilla: Los movimientos de las variables macroeconómicas necesariamente afectan la pobreza y la equidad. Las principales variables macroeconómicas son: Inflación, salarios, empleo, tasa de interés, tasa de cambio, cantidad de dinero, consumo, ahorro e inversión. Cuando, por cualquier razón, estas variables cambian, la pobreza y la equidad también se modifican. Los movimientos de las variables macro pueden originarse en decisiones expresas del gobierno o en procesos autónomos de la economía.

La proposición de no-neutralidad desvirtúa las pretensiones asépticas de los gobiernos, que frecuentemente hablan de la “transparencia y neutralidad” de las medidas de política económica44. Pero éstas no son neutras ya que las personas las resienten de manera diferente. Sus impactos son diferenciados. Ante la ausencia de neutralidad, es fundamental entender de qué manera las modificaciones de las variables afectan la pobreza y la equidad.

Hay variables macro, como la inflación y el desempleo, que afectan direc-tamente el bienestar de las personas. La sociedad percibe este vínculo sin nin-guna dificultad y los gobiernos saben que un mal manejo de alguna de estas dos variables compromete su legitimidad. El desempleo se ha convertido en el rompecabezas de los gobiernos europeos, así como la hiperinflación fue el gran

El autor se ha beneficiado de las discusiones sostenidas en el seminario interno de la Misión Social —DNP— sobre pobreza y desigualdad. De manera especial, agradezco los comentarios de Leticia Arteaga, Esteban Nina, Jorge Bernal y Mauricio Uribe.

44. Hay neutralidad cuando el sistema de precios relativos no se modifica.

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problema de América Latina durante los ochenta. De alguna manera, así no sea muy precisa, la sociedad percibe que la inflación y el desempleo inciden en la pobreza y la equidad. Sin embargo, aunque intuyamos y sintamos que la inflación y el desempleo afectan negativamente el bienestar de los individuos y sus familias, todavía no contamos con los instrumentos necesarios para explicitar las particu-laridades de tales interacciones. Dicha tarea se hace más difícil si asociamos el menor bienestar a la pobreza y a la mala distribución del ingreso y de las oportu- nidades.

Algunos movimientos de las variables macro podrían aparecer como neutrales por dos razones. Primero, porque hay compensaciones y, segundo, porque cuando los impactos sobre la pobreza y la equidad son indirectos, no es fácil precisar la secuencia de las interacciones.

El caso de compensación se observa claramente cuando un aumento de los salarios del 18% va acompañado de una inflación del 18%. El efecto final sobre el poder de compra de los trabajadores es nulo, ya que el alza de los salarios es absorbida por los mayores precios.

Hay otras variables macro como la base monetaria, la tasa de cambio, o la productividad total de los factores (PTF)45, que también inciden en el bienestar de las personas. Pero a diferencia de lo que sucede con la inflación y el desempleo, en estos casos los nexos que existen entre la variable macro y el bienestar de los individuos es más volátil y difícil de precisar. Los impactos no son directos. La tasa de cambio sirve para ilustrar el fenómeno de efectos indirectos. La revaluación del peso se traduce en una disminución del precio de los artículos importados. Y si algunos de estos bienes hacen parte de la canasta de consumo de los pobres, sin duda que habrá una disminución de los niveles de pobreza. Obsérvese que el vín-culo entre tasa de cambio y pobreza está mediado por los precios. En este ejemplo la mediación de los precios es relativamente clara. Pero hay otros casos en que las relaciones no son tan explícitas y los ejercicios de sensibilidad se complican, especialmente cuando junto con los efectos indirectos también se presentan las compensaciones. La revaluación no sólo tiene efectos positivos. También tiene impactos negativos. La revaluación hace más difícil la competencia internacional y las empresas que no logran colocar sus productos en el exterior se ven obligadas a expulsar trabajadores. Así que para conocer el efecto final que tiene la tasa de cambio sobre la pobreza y la equidad es necesario determinar el impacto neto de las tendencias positivas y negativas.

45. En una función de producción la PTF mide el aporte que le hacen al producto total otros factores diferentes al trabajo y al capital. En las últimas negociaciones del salario mínimo se ha utilizado la PTF como la medida de la productividad.

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De la proposición 1 se sigue que las políticas dirigidas a reducir la pobreza y/o a mejorar la equidad deben ser compatibles con las orientaciones macro. Si la política económica es política social, la neutralidad es inconcebible. La forma como se manejan las variables macro va configurando un tipo de Estado.

Salama (1995) se pregunta por qué razón el aumento que ha tenido la pobreza en América Latina durante estos diez últimos años no se ha traducido en inesta-bilidad política. Al contrario, la agudización de la pobreza ha ido a la par con la consolidación de la democracia. Salama propone una explicación: El control de la inflación ha legitimado a los gobiernos. La certeza sobre el valor adquisitivo de la moneda ha hecho más llevadera la pobreza. Ahora, dice Iguiñiz (1993), en el continente latinoamericano hay “(...) más pobreza pero menos opresión”. Desde dos ángulos muy diferentes Salama e Iguiñiz coinciden en que no obstante la mayor pobreza, los gobiernos han encontrado mecanismos de legitimación.

Lautier (1994) va más lejos. Considera que en los tiempos actuales la natu-raleza del Estado se define a partir de la forma como éste gestiona la pobreza. El combate a la pobreza no es una tarea más del Estado, sino que es el quehacer que lo constituye como tal. La apreciación de Lautier tiene dos implicaciones.

La primera, para conservar el poder legitimador de la lucha contra la pobreza se requiere que haya pobres. En las condiciones actuales el Estado latinoamericano es incapaz de enfrentar los condicionantes estructurales de la pobreza. La gestión de la pobreza se está realizando de tal manera que permita alcanzar las metas blandas del desarrollo social de las que habla Kaztman46. El logro de las metas duras, que finalmente son las que permitirían abolir la pobreza, implica modifi-car las dotaciones iniciales y ello tiene costos políticos enormes que el Estado es incapaz de asumir. Las metas duras de desarrollo social necesariamente tocan la distribución del ingreso y la riqueza. Y no parece existir la voluntad política de darle prioridad a la lucha contra la desigualdad. Nuestra sociedad presenta poca aversión por la inequidad. Los leves esfuerzos que se han hecho por medir la desigualdad es una de las manifestaciones del desinterés que existe por el tema. Aunque se tiene alguna noción de la forma como ha ido evolucionando la distri-bución del ingreso de los asalariados, lo que ha sucedido con la distribución de la riqueza sigue siendo un misterio.

La segunda implicación del análisis de Lautier tiene que ver con el carácter político de la pobreza. Las aproximaciones económicas son muy limitadas y no alcanzan a dar cuenta de la complejidad del fenómeno.

46. Lograr la cobertura total en primaria sería una meta blanda. La reforma agraria, el aumento del impuesto a la gran propiedad urbana, o la restricción de las herencias, son ejemplos de metas duras.

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Proposición 2: De globalización financieraLa globalización financiera ha avanzado considerablemente más que la co-

mercial (bienes) y la laboral.Al término globalización suele dársele un significado excesivamente amplio,

olvidando que los procesos de apertura de los tres grandes mercados (de capitales, de bienes y laboral) han sido muy disímiles. La globalización financiera ha dejado atrás a las otras dos.

La Organización Mundial de Comercio (OMC) reconoce que todavía estamos lejos de una verdadera liberación de los flujos comerciales. Subsisten numerosas trabas al comercio internacional, que son defendidas por los interesados con ar-gumentos de todo tipo: Autonomía, soberanía, compromisos regionales, seguridad nacional, control de calidad, etc. Los países y los bloques regionales que tienen mayor poder, terminan imponiendo sus condiciones. Y, entonces, no es extraño que la Unión Europea continúe otorgando enormes subsidios a la agricultura, que Japón sigue entrabando la importación de arroz, que Estados Unidos mantenga altísimos estándares sanitarios y de calidad. Este tipo de medidas crea tensiones entre países y bloques. Y muestra que los flujos comerciales están lejos de la flexibilidad buscada por la OMC.

Lejos de globalizarse, el mercado laboral se ha regionalizado. En lugar de abrirse, las fronteras se han cerrado. Después de la firma del tratado de libre co-mercio con México y Canadá (TLC), Estados Unidos ha intensificado el control a la inmigración a lo largo de la frontera con México. A medida que avanza el proceso de integración de la Comunidad Europea, se ha ido haciendo más drástico el control a los trabajadores provenientes de del norte de África y de los países del este. La integración regional europea garantiza la libre movilidad de la fuerza de trabajo únicamente al interior de sus fronteras.

A diferencia de lo que sucede en los mercados de bienes y de trabajo, el mer-cado de capitales sí se ha globalizado. Los flujos de los capitales internacionales se han intensificado.

Proposición 3: De autonomía restringidaLa globalización financiera ha intensificado la volatilidad de los flujos de

los capitales internacionales y ello se ha traducido en una mayor inestabilidad de las economías nacionales y en una pérdida de autonomía de las políticas fiscal y monetaria.

La inestabilidad financiera genera incertidumbre en las economías nacionales y le resta autonomía a las políticas fiscal y monetaria. En las actuales discusiones sobre el ajuste fiscal se ha minimizado el efecto desestabilizador que han tenido los capitales internacionales. A principios de los noventa se hizo la liberación cam-

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biaria en Colombia. A partir de ese momento, las políticas monetarias y fiscales han estado sometidas a choques exógenos que les han quitado margen de manio-bra. La forma abrupta como se hizo la liberación cambiaria dejó a la economía colombiana sometida al vaivén de los capitales internacionales.

Esta dependencia del capital internacional no debe entenderse de manera determinista. A finales de los setenta y comienzos de los ochenta en Colombia tuvieron algún auge las ideas de la escuela de la “lógica del capital”. De acuerdo con esta visión el capital posee, por decirlo de alguna manera, una racionalidad articulada y consistente que, poco a poco, lo va permeando todo. Desde el punto de vista analítico este enfoque es determinista y absolutizante. Y, en el campo de la política, conduce a la inactividad o al radicalismo fundamentalista.

Al partir de la idea de que existe una lógica del capital, no se captan las contradicciones inherentes a la organización capitalista. No se percibe que el sistema financiero tiene problemas intrínsecos que lo hacen muy débil. Lejos de responder a una lógica predeterminada, el sistema financiero va dando tumbos. Siempre está aprendiendo y reconstituyéndose. Minsky, un autor que ha analizado cuidadosamente el funcionamiento del sistema financiero, piensa que la fragilidad de éste tampoco significa el colapso inevitable. El sistema financiero se mantiene en medio de sus contradicciones e incoherencias. El FMI (1995) está sorprendido por lo que sucede en Asia y Brasil. Hace dos meses confiaba en que el dominó había terminado. Y, a pesar de las precauciones que se tomaron, las bolsas siguen cayendo. El determinismo que anuncia la catástrofe inminente es tan dañino como el determinismo triunfalista que predica el fin de la historia y proclama la victoria definitiva de la sociedad liberal.

No obstante las limitaciones existentes, la política económica tiene un margen de maniobra importante, que debe ser aprovechado. Entre la paridad total que existe en la Argentina y la banda cambiaria colombiana hay diferencias significativas.

Proposición 4: De prioridad del desequilibrio externoEl desbalance macroeconómico de los noventa tiene su origen en el des-

equilibrio del sector externo (cuenta corriente de la balanza de pagos) y, por consiguiente, el ajuste externo debe ser prioritario. Incluso, es más urgente que el ajuste fiscal.

El ajuste fiscal es importante. Pero más importante es el ajuste en el frente externo. Es decir, en la cuenta corriente de la balanza de pagos. En los últimos días se ha hecho demasiado énfasis en el problema fiscal, desconociendo la urgencia de comenzar a tomar medidas que cierren el déficit en la cuenta corriente de la balanza de pagos. Al centrar toda la atención en el ajuste fiscal se está olvidando

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que el origen de los desequilibrios macroeconómicos comenzó en el frente externo y no en el fiscal. La secuencia causal del desajuste macroeconómico es:

desbalance cuenta corriente ⇒ desbalance privado ⇒ desbalance fiscal

Obsérvese que el desajuste fiscal es el resultado de los otros dos y no el causante de los problemas.

Este proceso se observa claramente en la tabla 2. En 1991 la economía pre-sentaba un superávit de la balanza en cuenta corriente equivalente al 5,5% del PIB. En ese momento, además de que había equilibrio fiscal, el ahorro privado era positivo e igual a 5,5% del PIB. La compensación de los superávit privados y externos se traducía en un equilibrio fiscal pleno. El déficit del sector público era 0% del PIB. La apertura indiscriminada y la liberación cambiaria hacen que el superávit en la cuenta corriente se vaya convirtiendo en déficit. Nótese que en 1995 el superávit externo de comienzos de la década ya se había convertido en un déficit de -5,4% del PIB. Este faltante se expresaba en un desahorro del sector privado de -5.0% del PIB.

Tabla 2. Balance macroeconómico. Porcentaje del PI

Sec. Púb Sec. Ext Bal. Priv

j k l

1991 0,0 5,5 5,51992 -0,1 1,8 1,91993 0,1 -4,0 -4,11994 0,0 -4,4 -4,41995 -0,4 -5,4 -5,01996 -1,9 -5,6 -3,71997 -3,1 -5,8 -2,71998 -2,8 -4,8 -2,0

“Sec. Púb” es el balance del sector público consolidado. “Sec. Ext” representa el saldo en la cuenta corriente de la balanza de pagos. “Bal. Priv” es el balance del sector privado. k = l + j Fuente: Banco de la República.

Entre 1991 y 1995, el saldo de la cuenta corriente pasó de +5,5% del PIB a -5,4% del PIB, así que en sólo cuatro años el país perdió 11 puntos del PIB en la cuenta corriente que, de alguna manera, es un reflejo de la competitividad del país en los mercados internacionales. Hasta el 95 el déficit en la cuenta corriente se compensó con el desahorro privado. Y, entre tanto, la situación fiscal continuaba equilibrada. En el 95 el déficit del sector público apenas era de –0,4% del PIB. Entre el 91 y el 95 se produjo la primera relación de causalidad: El déficit externo

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se manifestó en un desahorro privado (déficit externo ⇒ déficit privado). No puede hablarse, entonces, de un desbalance fiscal que estuviera generando desequilibrios. Por el contrario, mientras que el déficit del sector externo se agudizaba, el frente fiscal no estaba desbalanceado. El desequilibrio externo se traducía en una pérdida del ahorro privado. Sólo en el 96, cinco años después de la apertura, comienza a manifestarse el déficit fiscal. Y este desbalance del sector público se produce cuando el ahorro privado ya no es suficiente para compensar el desequilibrio en el frente externo. A partir del 96 se cumple la segunda parte de la relación de causalidad (déficit privado ⇒ déficit fiscal).

Si el actual desajuste macroeconómico tiene sus orígenes en el frente ex-terno y en la política cambiaria, no tiene mucho sentido que todo el ajuste gire exclusivamente alrededor de lo fiscal. El país está en mora de tomar medidas que cierren la brecha en la cuenta corriente de la balanza de pagos. La abundancia de divisas ha aplazado el ajuste. A diferencia de lo que sucede hoy, en los ochenta el déficit en cuenta corriente estuvo acompañado de una pérdida sostenida de divisas. Cuando la situación llegó a un nivel crítico y sólo había reservas para 2 meses de importaciones, al gobierno no le quedó otro camino que realizar el ajuste y devaluar el peso. El déficit actual de la cuenta corriente ha sido más prolongado que el de los ochenta. Y a pesar de que la brecha entre las importaciones y las exportaciones se ha ido ahondando, las reservas caen muy lentamente y el peso continúa revaluándose. Y como las reservas son abundantes (US$9.500 millones), la economía todavía no ha generado las fuerzas contracíclicas que fuercen el equilibrio en la cuenta corriente.

Si no se realiza el ajuste en el frente externo el país seguirá quemando las reservas en la lucha por defender la banda cambiaria, sin que se rompa la dinámica perversa: Altas tasas de interés y devaluación. Este proceso continuará hasta que se agoten las reservas y entonces sí habrá necesidad de realizar el ajuste en la cuenta corriente de la balanza de pagos. El ajuste externo no debe posponerse más. La devaluación del peso tiene que estar acompañada de acciones que dinamicen las exportaciones y que reduzcan importaciones. Se ha insistido mucho que la devaluación debe ir a la par con un ajuste fiscal drástico. Este diagnóstico le saca el cuerpo al problema fundamental. La devaluación será efectiva únicamente si está acompañada de un ajuste en el frente externo. Si conlleva a un replanteamiento de la actual política industrial y agropecuaria, con el fin de recuperar la competitividad internacional. Es necesario abrir la discusión sobre la política de aranceles, el control de cambios, los impuestos a los flujos especulativos de capitales, etc. A raíz de la crisis asiática y de Rusia, Krugman recomendaba regular el flujo de los capitales internacionales. Es necesario volver a discutir la conveniencia de establecer un impuesto, como el propuesto por Tobin, a las transacciones internacionales de capitales. Durante

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la emergencia económica se debatió este tema pero no sin mayor profundidad. El Fondo Monetario se equivocó en su diagnóstico sobre la situación de Asia, Japón y Rusia. Y, en general, sobre la estabilidad de las economías emergentes. No es extraño que también se esté equivocando en su diagnóstico sobre la situación colombiana. El FMI le pide cuentas a Colombia sobre el ajuste fiscal y apenas si menciona el ajuste en la cuenta corriente de la balanza da pagos.

Sin desconocer la necesidad de realizar un ajuste fiscal, éste debe hacerse de manera progresiva y, sobre todo, una vez que se hayan comenzado a corregir los males que están causando el desequilibrio en el frente externo. El asunto fiscal es importante, entre otras razones, porque está muy amarrado a la forma como se ha manejado la política monetaria y, a su vez, ésta ha dependido enormemente de las fluctuaciones erráticas de los capitales internacionales (proposición 3). La forma como se ha realizado el manejo cambiario y la política monetaria restrictiva se han traducido en un aumento de la deuda pública interna. El enorme costo cuasifiscal de estas medidas es uno de los principales componentes del déficit público. Así que el déficit fiscal tiene una relación directa con la política monetaria y ésta con el manejo de la tasa de cambio.

En los ochenta el déficit en cuenta corriente estuvo acompañado de una pér-dida sostenida de divisas. Cuando la situación llegó a un nivel crítico y sólo había reservas para 2 meses de importaciones, al gobierno no le quedó otro camino que realizar el ajuste y devaluar el peso (gráfica 15). El déficit actual de la cuenta co-rriente ha sido más prolongado que el de los ochenta. Y a pesar de que la brecha

Gráfica 15. Tasa de cambio real. Promedios anuales

El eje vertical representa el valor del dólar (pesos por dólar) y el horizontal los años.La tasa de cambio real tiene en cuenta la inflación interna y las relaciones de intercambio con los principales socios comerciales de Colombia.La curva ascendente significa que hay una devaluación real del peso. La pendiente negativa, curva descendente, quiere decir que el peso se está revaluando, porque el dólar se hace más barato.Fuente: Banco de la República, 1998.

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entre las importaciones y las exportaciones se ha ido ahondando, las reservas caen muy lentamente y, en términos reales, el peso continúa revaluado. Y como las re-servas son abundantes (US$9.500 millones), la economía todavía no ha generado las fuerzas contracíclicas que fuercen el equilibrio en la cuenta corriente.

Las medidas que se tomen para solucionar el desequilibrio fiscal deben ser progresivas, de tal manera que todo el peso del ajuste no recaiga sobre los hom-bros de los pobres.

Proposición 5: De relevancia de la interacción desempleo-inflación

La disyuntiva inflación-desempleo sigue siendo un punto neurálgico de la política económica. Las medidas que toma la autoridad monetaria con el fin de controlar la inflación deben tener en cuenta los impactos que tiene en el frente real, especialmente en la inversión y el empleo.

Tobin (1966) se refirió a la disyuntiva inflación-desempleo como el “cruel dilema” al que están abocados todos los gobiernos. Treinta años después, la infla-ción y el desempleo continuando siendo las dos variables centrales de la política económica. Entre las razones que las colocan en el primer plano mencionamos las siguientes.

La lucha contra la inflación es el principal objetivo de los bancos centrales. Las otras metas, intermedias, están al servicio de la estabilidad de la moneda. En el informe que presentó en marzo del 98 la Junta Directiva del Banco al Congreso se diferencian: La meta final (u objetivo último), la meta intermedia, los instru-mentos y las variables operativas.

Para el logro de la meta de inflación, el Banco de la República emplea un es-quema denominado de meta intermedia, comúnmente usado por otros bancos centrales. Este esquema surge porque el banco central no controla directamente la meta final (la inflación) pero cuenta con un conjunto de instrumentos que afectan esta última de manera indirecta, aunque con un rezago. En la práctica funciona de la siguiente manera: el Banco define la meta de inflación (objetivo último) y el crecimiento del agregado monetario coherente con su logro (meta intermedia). Si el comportamiento del agregado monetario escogido como meta intermedia se desvía de la trayectoria esperada, el banco la corrige interviniendo en el mercado monetario con operaciones de mercado abierto (instrumento) y con modificaciones de la tasa de interés a la vista (variable operativa) (Banco de la República, 1998:6, subrayado mío).

Estas relaciones de causalidad propuestas por el Banco de la República darían pie para diversos tipos de comentarios. Hacemos dos.

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Primero, el manejo de la “variable operativa”, la tasa de interés, puede no ser compatible con el de los agregados monetarios, “meta intermedia”. La Junta Directiva del Banco supone que la variable operativa va en consonancia con la meta intermedia. Pero es muy probable que el buen manejo de la variable operativa se traduzca en un comportamiento no deseado del agregado monetario (Dornbusch y Fischer, 1992:471).

El segundo comentario nace de la propuesta realizada hace poco por Blinder (1998). El autor propone utilizar como meta intermedia la tasa de interés en lugar del agregado monetario. Habla de la “muerte del monetarismo” (Blinder, 1998:28) y de la necesidad de acabar con la regla monetaria que asocia el crecimiento de los medios a la dinámica del producto. Citamos a Blinder porque es un autor que además de pertenecer a la tradición neoclásica es respetado por los banqueros centrales.

Refiriéndose a los estudios que han encontrado que en los países desarrolla-dos existe una relación inversa entre inflación e independencia del banco central (más independencia, menor inflación), Blinder (1998:56) hace dos observaciones: Primero la correlación negativa “(...) no es robusta”. Y segundo, no hay ninguna certeza de que dicha correlación implique causalidad.

Barro (1997:104-111) reseña algunos estudios que se han realizado reciente-mente sobre la relación entre la independencia del banco central y la inflación. Y no encuentra una evidencia sólida de que la mayor independencia del banco central se traduzca en una menor inflación. El autor concluye que “... la baja inflación no puede ser alcanzada exclusivamente a través de cambios legales e institucionales que buscan un banco central más independiente” (Barro, 1997:111).

De los comentarios anteriores se desprenden dos lecciones. La primera es que el ordenamiento institucional no basta. La norma no es suficiente. Y la se-gunda es que las bondades de la independencia del banco central todavía están por demostrarse.

La inflación tiene un alto contenido político y social. Aglietta y Orleans (1982) destacan la importancia de la moneda como vehículo del conflicto so-cial47. La inflación es interesante porque no es neutra: Siempre perjudica a unos

47. Y desde una perspectiva menos radical que la de Aglietta y Orleans, Hicks quien fuera premio Nóbel de economía en el 72 propone una bella interpretación de la moneda: “(...) el dinero no es un mecanismo; es una institución humana, y, por cierto, una de las más sobresalientes. Incluso las formas más simples del dinero —hasta la acuñación de metales— necesitan para funcionar una cierta confianza mutua. A medida que esta confianza aumenta (en círculos que van ampliándose más y más), las formas de dinero que pueden ser utilizadas son más y más sutiles, más económicas, pero también más frágiles” (Hicks, 1966:76).

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y favorece a otros. La inflación distribuye el ingreso, ya que transfiere recursos de unas manos a las otras.

El índice de precios y la tasa de desempleo son indicadores intuitivamente claros y que ya han sido aprehendidos por la sociedad. Independientemente de la complejidad inherente a su estimación, el índice de precios al consumidor y la tasa de desempleo tocan realidades que afectan directamente el bienestar de la gente. Ya decíamos que otras variables macro como la PTF o la base monetaria únicamente son comprendidas por los especialistas. En cambio, la inflación y el desempleo están tan cerca de los intereses cotidianos de la gente que, incluso, llegan a tumbar gobiernos48.

La inflación y el desempleo sintetizan las dimensiones monetaria y real. La esfera de lo monetario finalmente queda subsumida en el índice de precios. Y el mundo de lo real termina expresándose en el empleo, que es el reflejo de la dinámica de factores relacionados con la competitividad, la tecnología, etc. Así que la inflación y el desempleo tienen una gran capacidad comprehensiva.

La inflación y el desempleo siguen siendo problemas sociales de actuali-dad. Las políticas económicas se siguen juzgando por los logros que consigan en materia de inflación y empleo. Los dos temas centrales de la discusión europea son la moneda única y el aumento del desempleo.

La relación entre inflación y desempleo ha sido un terreno de permanente lucha entre las escuelas económicas. La llamada curva de Phillips, que expresa la relación entre inflación y desempleo, sigue siendo un punto neurálgico en la controversia entre economistas. Friedman (1975, 1976) y sus colegas monetaristas piensan que la curva de Phillips es vertical, porque en el largo plazo no existe ninguna relación entre inflación y desempleo. Los keynesianos, por su parte, piensan que la curva tiene pendiente negativa, como la de la gráfica 16. Y, por consiguiente, la lucha contra la inflación tiene un costo que se expresa en mayo-res tasas de desempleo. La reducción de la inflación implica hacer un sacrificio en términos de empleo. El ideal es bajar la inflación y aumentar el empleo. Pero como en la práctica es muy difícil conciliar ambos objetivos, inevitablemente deben hacerse compromisos.

La gráfica 16 muestra la relación inversa que ha existido en los noventa entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo: Menos inflación más desempleo. Al paso de A a B indica que la disminución de la inflación ha tenido un costo alto: El mayor desempleo. Los pequeños diamantes negros representan los años, pero debe tenerse presente que la secuencia que va desde A hasta B no es cronológica.

48. Este comentario no pretende negar los vínculos que existen entre la base monetaria y la inflación o entre la PTF y la tasa de desempleo. Pero estas relaciones únicamente son claras para los técnicos.

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La inflación y el desempleo obligan a valorar la tasa de sacrificio. El costo que tiene la política monetaria en la actividad real se conoce como la “tasa de sacrificio”. Representa el costo que en el mundo de la producción y el empleo tienen las medidas tomadas en el frente monetario. La tasa de sacrificio es alta si la política monetaria tiene un costo elevado en términos de empleo y producción. La tasa de sacrificio es baja, o cero, si la política monetaria no tiene un impacto negativo en el mundo real. La teoría monetaria convencional parte del principio de que la tasa de sacrificio es cero. A principios del año el ex ministro Urdinola reconocía que la defensa de la banda cambiaria se realizaría “(...) a cualquier cos-to”. Aceptaba que las medidas afectarían negativamente la actividad productiva. Hoy, cuando la economía colombiana está en una de las situaciones más difíciles, es necesario hacer el balance de los beneficios y de los costos que ha tenido esta priorización de lo monetario. La gráfica 16 indica que la tasa de sacrificio ha sido elevada. La fidelidad a la ortodoxia monetaria que ha mostrado el banco central se ha pagado caro en materia de empleo.

La relación expresada en la gráfica 16 tiene un doble impacto sobre la pobreza. El control de precios tiene un efecto positivo porque conserva el poder adquisitivo de la moneda. Y ello favorece a los asalariados que no disponen de activos fijos que los protejan contra el aumento de los precios. Pero la conservación de poder de compra de la moneda beneficia a los asalariados únicamente si éstos logran

Gráfica 16. Relación entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo (enero 1990 - mayo 1998)

El eje horizontal representa la tasa de desempleo y el vertical la tasa de inflación. Los diamantes negros corresponden a los años.Fuente: Cálculos realizados a partir del Dane y Banco de la República.

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mantener su nivel de ingreso y el empleo. En caso de que haya pérdida de empleo, el ingreso cae y el efecto positivo que tendría el control de precios se desvanece. No es fácil precisar con certeza si en la dinámica de la pobreza termina primando el efecto positivo que se desprende del control de la inflación o el negativo que resulta del desempleo.

Proposición 6: De la diferencia entre pobreza y desigualdadLa pobreza y la desigualdad son dos fenómenos diferentes. Sus causas no son

las mismas y las políticas para enfrentarlos tampoco. La lucha contra la pobreza debe realizarse de tal manera que sea compatible con una mejor distribución del ingreso.

La pobreza y la desigualdad no siempre van en la misma dirección. A priori no es posible determinar el tipo de interacciones que se presentan entre ambas. Nor-malmente se piensa que la lucha contra la pobreza favorece la equidad. Pero de lo uno no se deriva necesariamente lo otro. La contra la pobreza debe realizarse de tal manera que sea compatible con una mejor distribución del ingreso49. El monitoreo de la pobreza y de la desigualdad debe realizarse de manera permanente. En los últimos años se ha observado una disminución de la desigualdad en el campo, que no debe llevar a interpretaciones alegres. Una de las explicaciones de esta menor desigualdad es el empobrecimiento que se observa en el sector rural.

La relación de la pobreza y la desigualdad con el crecimiento tampoco puede determinarse a priori. La curva de Kuznets (1959) no resuelve el dilema de si primero es la distribución y después el crecimiento, o a la inversa. La U invertida de Kuznets es, ante todo, una constatación. No es pertinente interpretarla como una causalidad que va del crecimiento hacia la distribución (crecimiento → distribución). La otra secuencia también cabría dentro de la perspectiva de Kuznets (distribución → crecimiento). La literatura neoclásica ha mostrado sus claras pre-ferencias por el primer tipo de causalidad.

La gráfica 17 da una idea de las combinaciones que se presentan entre la po-breza (P), la desigualdad (D) y el ingreso nacional (Y). Las interacciones posibles son de muy diversa índole. Las sendas de desarrollo pueden tomar formas muy variadas. Hay países con un elevado ingreso promedio y con poca pobreza, pero muy desiguales. Kuwait podría ser un buen ejemplo. Hay otros que en medio de

49. “Las políticas sociales de los países en desarrollo en la última década se han definido casi en forma exclusiva en términos de reducción de la pobreza. Es preciso también dar una mirada renovada al problema de la reducción de la desigualdad social como mecanismo adicional para reducir la pobreza y para lograr otros objetivos socioeconómicos” (Solimano, 1998:43).

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su pobreza son equitativos. No hay una relación unívoca entre igualdad, pobreza y crecimiento.

Con el fin de mostrar las diversas sendas de crecimiento que se derivan de la gráfica 17, hemos construido un diagrama más sencillo en dos dimensiones (gráfica 18). P representa el eje de la pobreza y D el de la desigualdad. Los puntos negros son diferentes estados posibles. Como en la gráfica 18, L corresponde a una situa-ción de mucha pobreza y poca desigualdad. H indica mucha desigualdad y poca pobreza. B corresponde a un estado ideal: Poca desigualdad y poca pobreza.

Digamos que el punto C representa la situación de Colombia y que, tal como lo expresa el constituyente del 91, aspiramos a alcanzar una situación cercana a B. Las sendas convergentes π y γ implican comenzar con una reducción de la pobreza (senda γ) o con una disminución de la desigualdad (senda π). Aunque ambos caminos conduzcan a B, las implicaciones económicas y políticas de cada opción son radicalmente diferentes.

La desigualdad puede combatirse de dos maneras: Distribuyendo el ingreso o dándole igual oportunidades a todos50.

Gráfica 17. Ingreso, pobreza y desigualdad

Los tres ejes son: ingreso nacional (Y), desigualdad (D) y pobreza (P). Los valores aumentan a medida que nos alejamos del origen. En el punto O, donde no hay pobreza, ni desigualdad, el ingreso es cero. En Z hay pobreza sin desigualdad. En cambio, en M hay desigualdad sin pobreza. En L hay más pobreza que desigualdad. En H hay más desigualdad que pobreza. En todos los puntos que están sobre el plano el ingreso es cero. En el punto B el ingreso es elevado y, además, los niveles de pobreza y desigualdad son inferiores a los de H y L.

50. “Las políticas sociales de los países en desarrollo en la última década se han definido casi en forma exclusiva en términos de reducción de la pobreza. Es preciso también dar una mirada renovada

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Desde el punto de vista político es menos costoso iniciar el proceso luchando contra la pobreza. La senda γ permite posponer las decisiones sobre la distribución. Aún más, si el proceso de convergencia es largo —por ejemplo, tres generacio-nes— el costo político de la distribución puede aminorarse si la lucha contra la pobreza está acompañada de mayores oportunidades educativas. En tal caso, los hijos de los pobres podrán competir en mejores condiciones por los puestos de trabajo. El mejoramiento de la distribución del ingreso se logrará mejorando las oportunidades.

al problema de la reducción de la desigualdad social como mecanismo adicional para reducir la pobreza y para lograr otros objetivos socioeconómicos. A nivel analítico, la teoría moderna de la justicia distributiva distingue entre los factores “externos” o condiciones iniciales “moralmente arbitrarios” (género, raza, dotes iniciales, talento) y los elementos de “responsabilidad personal” (esfuerzo, actitudes frente al riesgo) al evaluar los determinantes de la desigualdad de riqueza e ingresos en la sociedad. La desigualdad social es un reflejo de las diferencias individuales en estos dos conjuntos de factores que crean riqueza” (Solimano, 1998:43).

Gráfica 18. Relación entre pobreza (P) y desigualdad (D)

El eje horizontal representa alguna medida de pobreza. La pobreza es mayor a medida que se avanza sobre el eje a partir del origen.El eje vertical corresponde a alguna medida de desigualdad. Esta es mayor a medida que se avanza sobre el eje a partir del origen.Los puntos de la gráfica 18 tienen una ubicación similar a la de la gráfica 17. L representa una situación de mucha pobreza y poca desigualdad. H indica mucha desigualdad y poca pobreza. B es una especie de bienaventuranza: poca desigualdad y poca pobreza. C es Colombia.Si el estado socialmente preferido es B, las sendas π y γ son convergentes. En cambio, las sendas α y β son divergentes.

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La otra senda de convergencia es π. Esta vía antepone la lucha contra la des-igualdad al combate a la pobreza. Quizás este camino conduzca más rápidamente a B que la senda γ. La gráfica 18 es una presentación general en la que no se especifica cómo se mide la desigualdad o la pobreza. Las sendas divergentes son α y β. Colombia parece haber optado por una de estas dos vías. Si la pobreza se mira en términos relativos (incidencia), tanto por NBI, como por LP, entre 1988 y 1995 el país habría escogido el camino α (tablas 3 y 4). Pero si el número de pobres por LP se mide en términos absolutos, estamos en la senda β: Aumentos en la pobreza con un ligero incremento de la desigualdad.

Proposición 7: De la necesidad de avanzar en las mediciones de la pobreza y la desigualdad

Las mediciones de la pobreza y, sobre todo, las de desigualdad deben me-jorarse.

En los últimos años el país ha avanzado en el desarrollo de indicadores socia-les. Este proceso debe continuar. En la medición de la desigualdad es muy poco lo que se ha hecho.

De acuerdo con la tabla 3 en las 7 ciudades incluidas en la Encuesta de Hogares, entre 1991 y 1995 el número absoluto de pobres pasó de 4.953.965 a 5.069.279. Así que hay 115.314 pobres más. A nivel nacional el cambio en el número de pobres por LP ha sido más notorio: Pasó de 14.8 millones en 1978 a 18.9 millones en 1995 (Nina, 1997)51.

Sin entrar en demasiados detalles, nuestra hipótesis es que el manejo mone-tario, excesivamente ortodoxo, ha tenido impactos negativos en la producción y el empleo. Y ello termina reflejándose en un aumento del número de pobres y en una mayor concentración del ingreso.

En los últimos 20 años el PIB per cápita ha crecido (gráfica 19), al mismo tiempo que el número de pobres ha aumentado (tabla 3) y la distribución del ingreso se ha deteriorado: El Gini aumentó de 0.542 a 0.556 (tabla 4). La mayor pobreza ha estado acompañada de un deterioro en la distribución del ingreso laboral52.

Obsérvese que las variaciones de la LP y del Gini han sido muy pequeñas. Sorprende que los indicadores de pobreza y desigualdad hayan tenido fluctuacio-nes tan leves, en momentos en que la economía experimenta fuertes cambios. No contamos con una medida de la pobreza que sea sensible a las fluctuaciones del ciclo económico.

51. Medidos por NBI, el número absoluto de pobres sí ha disminuido.52. Nos referimos al ingreso laboral porque las estimaciones de la tabla 3 están basadas en las

Encuestas de Hogares. Véase, también, Nina (1997b).

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Tabla 3. Población e incidencia de la pobreza, medida por Línea de Pobreza (LP) Siete ciudades

1988 1991 1992 1993 1994 1995Población

Total 7 Ciudades 10040523 10970620 11034122 11262080 11502653 11730990Bogotá 4351343 4787913 4855368 4968872 5080363 5190281Barranquilla 1101632 1128073 1221071 1246415 1275371 1300682Bucaramanga 556306 696096 627426 639909 653479 671925Cali 1490487 1366150 1620084 1659505 1694376 1726832Manizales 303094 461509 319284 320586 323772 326450Medellín 2021794 1867653 2151666 2183461 2224080 2256610Pasto 215867 663226 239223 243332 251212 258210

Población bajo la línea de pobrezaTotal 7 Ciudades 4588502 4953965 4810961 4894631 4925370 5069279Bogotá 1828657 2137331 2066942 2210556 2096854 2139194Barranquilla 645355 622620 665193 698424 705925 679704Bucaramanga 211649 251896 225983 241266 233250 205049Cali 705836 584136 691152 655335 713349 764302Manizales 151123 203655 128912 133260 134309 167598Medellín 938255 836161 921359 849941 926740 1003540Pasto 107627 318166 111420 105849 114943 109892

Porcentaje de personas pobres (incidencia) según el método de Línea de PobrezaTotal 7 Ciudades 0.457 0.452 0.436 0.435 0.428 0.432Bogotá 0.420 0.446 0.426 0.445 0.413 0.412Barranquilla 0.586 0.552 0.545 0.560 0.554 0.523Bucaramanga 0.380 0.362 0.360 0.377 0.357 0.305Cali 0.474 0.428 0.427 0.395 0.421 0.443Manizales 0.499 0.441 0.404 0.416 0.415 0.513Medellín 0.464 0.448 0.428 0.389 0.417 0.445Pasto 0.499 0.480 0.466 0.435 0.458 0.426

La “incidencia” de la pobreza es el porcentaje de pobres con respecto a la población total.Fuente: Cálculos de DNP-DIOGS-Misión Social basados en ENH del Dan.

Tabla 4. Coeficiente de Gini

1978 1988 1991 1992 1993 1994 1995

0.542 0.554 0.554 0.564 0.584 0.569 0.556

Fuente: Cálculos de la Misión Social, DNP, con base en DANE, Encuesta Nacional de Hogares, septiembre de cada año.

El Gini calculado a partir de las Encuestas de Hogares tiene el inconveniente de que no refleja la concentración de los activos (tierra, capital, acciones). Úni-camente capta la desigualdad de los ingresos laborales.

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Proposición 8: De la necesidad de combinar los programas de focalización con los de cubrimiento universal

Los programas focalizados deben estar acompañados con políticas sociales de cobertura universal.

La enorme influencia que ha tenido el utilitarismo en el análisis económico ha llevado a considerar la pobreza y la desigualdad como fenómenos que tienen su origen en el individuo. Y, desde esta lógica, las soluciones propuestas también se caracterizan por su énfasis en la persona. Los programas de focalización y los subsidios a la demanda centran la atención en el individuo o en su familia. Por sí solas estas medidas micro son insuficientes. Para que sean exitosas, deben estar acompañadas de acciones globales que persigan propósitos similares. La reducción de la pobreza y el mejoramiento de la distribución del ingreso deben conjugar políticas micro y macro que vayan en la misma dirección. Los subsidios contri-buyen efectivamente a resolver el problema de la pobreza si están acompañados de políticas macro que halen el empleo y los salarios. En el país ha faltado co-herencia entre los programas que atienden directamente a los pobres y la política macroeconómica. Por eficientes que sean los programas sociales dirigidos a la población necesitada, los recursos que se entregan —en dinero o en especie— ja-más alcanzarán a compensar los salarios que dejan de percibir los pobres cuando la tasa de desempleo llega a un nivel, como el actual, de 16%.

Tradicionalmente los economistas han divido el campo de análisis que les compete en dos: Micro y macro. La microeconomía tiene que ver con los agen-tes económicos (individuos, firmas, empresas, etc.) y con las interacciones que

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Fuente: Dane

Gráfica 19. Logaritmo del PIB per cápita. Pesos constantes del 75

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éstos realizan a través de los precios y las cantidades. A la macroeconomía le competen los agregados: Empleo, inflación, ahorro, balance fiscal, balanza de pagos, etc. La micro observa los precios y las cantidades desde la óptica de los agentes individuales. La macro lo hace desde la perspectiva del conjunto de la so- ciedad.

Últimamente se ha tratado de buscar un espacio de análisis intermedio entre la micro y la macro. No es extraño que ahora se hable de la mesoeconomía. La meso correspondería a la región, y a la ciudad, ciertos tipos de contratos53, etc. A pesar de las limitaciones que tiene la división entre la macro y la microeconomía, las otras alternativas metodológicas todavía no están suficientemente consolidadas. Y por esta razón las facultades de economía y los gobiernos continúan organizando el quehacer académico y la política económica a partir de la distinción entre lo macro y lo micro.

Entre muchos de los problemas interesantes que giran alrededor de la dis-tinción entre la micro y la macroeconomía se destaca el de los fundamentos. La pregunta es si la micro debe construirse sobre la macro o, más bien, si ésta debe basarse en la micro. La discusión metodológica tiene importantes aplicaciones en el campo de la política económica. Fundar la macro en la micro significa que el análisis de los agregados debe realizarse con los mismos criterios con los que se estudian las relaciones entre individuos. Desde esta perspectiva se supone que los principios de la microeconomía también son válidos en el terreno de la macro. Esta posición, que ha sido defendida por la mayor parte de la teoría neoclásica convencional54, inspira numerosos programas sociales cuyo punto de partida es la atención al individuo aislado.

53. Revéiz (1989, 1997) habla de los “meso-contratos”. El gran contrato, el macro-contrato, sería la Constitución. Los micro-contratos son los que realiza cada ciudadano cuando compra un ca-rro, arrienda un apartamento, etc. Los meso-contratos, en los que se centra Revéiz, son los que tienen una dimensión que concierne a una buena parte de la sociedad. Por ejemplo, el contrato firmado entre la Federación de Cafeteros y el gobierno para administrar el Fondo Nacional del Café, o el Pacto Social acordado entre gobierno, empresarios y sindicatos, etc.

54. La posición no es homogénea. La idea de microfundamentar la macro no es aceptada por todos los teóricos neoclásicos. Solow, uno de los neoclásicos más prestigiosos, critica la microfunda-mentación y defiende la macrofundamentación. Para Solow las relaciones entre los agentes y sus decisiones sobre los precios y las cantidades únicamente son comprensibles a la luz de lo que suceda a nivel macroeconómico. Por consiguiente, se hace indispensable macrofundar la micro. La microfundamentación busca “(...) construir modelos macroeconómicos sobre bases walrasianas” (Solow, 1989:29). Pero la dificultad con estos procedimientos radica en que “(...) la teoría walrasiana del equilibrio general comienza dejando de lado los problemas que hacen que la macroeconomía sea interesante” (Solow, 1989:29). Al pretender microfundamentar la macro se parte de la idea de que la micro y la macro tienen preocupaciones similares. Solow no está

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La afirmación de lo micro ha llevado a considerar el problema de la pobreza como un asunto que compete exclusivamente a los individuos y a sus familias. La idea de que los pobres son “perezosos” expresa muy bien el extremo al que puede llevar la absolutización de la dimensión individual. Al decir que el pobre es pobre porque quiere serlo, se exime de toda responsabilidad al resto de la sociedad. La lógica argumentativa es muy sencilla: El pobre es pobre porque, finalmente, ha preferido el ocio al trabajo. Y frente a esta decisión voluntaria no hay nada qué hacer, puesto que en las democracias liberales cada cual decide hacer lo que con-sidera más conveniente, siempre y cuando ello no moleste a los demás.

El rechazo de la macro se hace desde perspectivas muy diferentes. Una consiste en partir de la idea de que la formulación de los principios teóricos básicos es más clara, y más sólida, cuando se trabaja a nivel de cada agente, que cuando se mira el agregado. Otra, que ha sido defendida por autores como Buchanan, muestra que los agregados macro tienen el gran inconveniente de que desconocen el proceso de elección: La heterogeneidad de la decisión individual se pierde en el dato global. La teoría de la elección, aún dentro de la escuela neoclásica, ha mostrado que existe una ruptura entre los niveles micro y macro y, por lo tanto, que no existe una línea de continuidad entre los dos. En otras palabras, el todo nunca es la suma de las partes. Y mucho menos cuando se trata de la elección social. Los autores neoinstitucionalistas han rescatado la importancia de la elección porque ésta fa-cilita la participación, la eficiencia y el control. La teoría de la elección que sigue la línea propuesta por Arrow (1951) reconoce las dificultades que se presentan cuando se quiere pasar de la elección individual a la elección social.

Fundar la micro en la macro significa que el estudio del comportamiento económico de los individuos y de las empresas debe realizarse a la luz del con-texto global que los condiciona. Ello quiere decir que la situación de la empresa, de la familia o de la persona, no puede entenderse por fuera de sus determinantes estructurales. La especificidad de los fenómenos micro depende del contexto en el cual operan. Por tanto, la micro es incomprensible por fuera del espacio que determina la particularidad de los procesos microeconómicos. Para estudiar el comportamiento de las firmas es indispensable entender los factores estructurales que condicionan las decisiones de la unidad productiva.

Keynes siempre destacó el papel de la macroeconomía. Estaba preocupado por la elaboración de una teoría general que diera cuenta de los fenómenos agregados.

de acuerdo con este postulado, ya que la macro analiza problemas que no son relevantes para la micro y, por consiguiente, no pueden ser microfundamentados. En lugar de microfundamentar la macro, Solow considera que es indispensable prestarle atención a la “(...) macrofundamentación de la microeconomía” (Solow, 1989:32).

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Insistió en que los intereses de los individuos no pueden ser el punto de partida para estudiar la dinámica global de la economía. Keynes ofreció un ejemplo muy claro de la incompatibilidad que existe entre los objetivos individuales y los de la sociedad. El empresario, decía Keynes, prefiere pagar salarios bajos porque ello aumenta su tasa de ganancia. Pero para el conjunto de la sociedad la depresión salarial no es conveniente porque reduce la demanda agregada. Desde la óptima macro es positivo que crezca la masa salarial, ya que ello estimula la capacidad de compra y hala la producción y el empleo. Así que lo que favorece al empresario no necesariamente contribuye al bienestar de la sociedad. En numerosas circuns-tancias los propósitos de ambos no son compatibles. Este ejemplo muestra bien que en el campo de la política económica se llega a conclusiones muy diferentes, dependiendo de si el punto de partida es el empresario (micro) o si es la demanda agregada (macro). En virtud de estos comentarios sería erróneo concluir que siempre es preferible aumentar los salarios. El propio Keynes reconocía que además de pensar en la demanda agregada, era necesario considerar otros aspectos como la estabilidad. Y concluía advirtiendo que el alza salarial debe evitarse si ello genera expectativas que causen inestabilidad.

Las interacciones macroeconómicas no operan exactamente de la misma ma-nera en todo tiempo y lugar. Hay particularidades que dependen de cada coyuntura y del país. Un mismo déficit en cuenta corriente, digamos del 5% del PIB, tiene explicaciones e implicaciones diferentes en dos momentos del tiempo. Así el déficit sea similar en términos cuantitativos, los contextos en que tienen lugar hacen que sean dos realidades cualitativamente distintas. El déficit en cuenta corriente de mediados de los ochenta y el de ahora obedece a circunstancias específicas. Quizás la diferencia más notable sea que en los ochenta el déficit estuvo acompañado de un agotamiento progresivo de las reservas, mientras que el déficit de los noventa ha ido agudizándose al mismo tiempo que las reservas aumentan y el peso continúa revaluándose (gráfica 19). En los ochenta la ausencia de reservas obligó a realizar el ajuste en el sector externo. Ahora, en cambio, no hay alicientes para cerrar la brecha de la cuenta corriente de la balanza de pagos, ya que mientras tengamos dólares y el peso siga revaluándose, la dinámica de las importaciones continuará primando sobre la de las exportaciones. Así que el déficit de ambas coyunturas no debe mirarse de la misma manera. La reflexión es similar en el caso del déficit de las finanzas públicas. En los ochenta estuvo muy marcado por los desbalances de las empresas descentralizadas. Mientras que ahora el principal causante del déficit público es el gobierno central.

Al proponer una reflexión sobre la pobreza desde la perspectiva macro esta-mos aceptando, sin absolutizarla, la validez metodológica de la dimensión macro. Decimos que “sin absolutizarla” porque reconocemos, con Buchanan, que lo macro

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55. El excelente debate entre Sarmiento E. (1998) y Wiesner (1997) sobre los criterios que deben guiar la transferencia de los recursos para educación, evidencia las implicaciones que sobre la política social tiene la priorización de la lógica de la escogencia individual (Wiesner), o de la distribución guiada por postulados más universales (Sarmiento). En palabras de Wiesner, “(...) esta ruta de reforma, como se dijo atrás, no terminaría con la capitación sino que tendrá que seguir hacia esquemas donde el “escogimiento” por parte de los actores económicos y políticos del proceso tenga un creciente papel. Se entiende por “escogimiento” todo el entorno que regula al nivel territorial, al plantel, al estudiante y al profesor. La premisa analítica es que entre mayor descentralización y autonomía exista más alta será la probabilidad de obtener mejores resulta-dos. Esto no quiere decir que “school choice” o un sistema de “vouchers” se consideren como panaceas sino que esa es la dirección en que se debe mover el proceso de reforma. En breve, el énfasis hay que buscarlo más del lado de la demanda que de la oferta” (Wiesner, 1997:15).

deja por fuera aspectos fundamentales de la decisión individual. Pero así como no absolutizamos la macro, tampoco compartimos la absolutización de lo micro. Ni mucho menos creemos que los principios microeconómicos sean el fundamento de las relaciones macro. No obstante la fragilidad de la dicotomía micro-macro, los énfasis que se le den a lo uno o a lo otro tienen implicaciones, tanto en la forma de concebir la política económica, como en las soluciones propuestas12.

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El valor razonable y los derechos económicos, sociales y culturales∗

El análisis de las dimensiones individual y colectiva de los Derechos Eco-nómicos Sociales y Culturales (Desc) lleva a plantear tres temas que considero relevantes. El primero, tiene que ver con la progresividad de los derechos de segunda generación, frente a la exigencia más inmediata de los derechos de pri-mera generación. El segundo, está relacionado con el conflicto entre la atención individual y la ampliación de la cobertura. Y el tercero, hace referencia a la forma de ordenar prioridades. Estos tres aspectos son aplicables al conjunto de derechos económicos sociales y culturales. De manera más específica, en el tema del trabajo mencionaré el vínculo entre el empleo, las titularidades y el ingreso.

La progresividad de los derechos de segunda generaciónLos derechos de primera generación “(...) son concebidos como las condi-

ciones que el hombre requiere para afirmarse como una criatura digna” (Gaviria, 2001:98)56. Estos derechos “(...) son de aplicación inmediata” (Gaviria, 2001:99).

∗ Texto publicado en Revista Derecho del Estado, N° 13, dic- 2002.56. “Entre ellos se destaca el que recoge también la Constitución colombiana: Los hombres nacen

libres e iguales ante la ley. El hombre, para afirmarse como tal, necesita ser libre y tratado en igualdad de circunstancias, como los otros. El derecho a la libertad, el derecho a la igualdad, a la libertad de conciencia y de expresión, el derecho al debido proceso, el derecho a la propiedad, etc., se afirman como derechos universales. Esta primera generación de derechos corresponde a un paradigma de la dignidad humana. En ese momento se consideraba que el hombre digno no

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Los derechos de segunda generación tuvieron su origen en la crítica que le hacían los países socialistas a las democracias capitalistas, porque no acompañaban su discurso en favor de la libertad con acciones que posibiliten su ejercicio real. Con la finalización de la guerra fría no termina la tensión entre los derechos de primera y segunda generación. No basta con proclamar la libertad formal sino que, además, es necesario crear las condiciones económicas, sociales y culturales mínimas que permitan que las personas efectivamente puedan elegir. La interacción entre los derechos de primera y segunda generación es un tema suficientemente complejo, que no pretendo abordar en esta presentación. Me centraré en el examen de la progresividad de los derechos de segunda generación. La siguiente frase de Gaviria me ayudará a organizar la argumentación.

(...) Los derechos de segunda generación, no son aplicables directamente, sino que están sometidos a un desarrollo gradual y progresivo que depende del legislador, convirtiéndose en una instancia mediadora entre el constituyente y el ciudadano, en la medida en que el legislador regule esos derechos (Gaviria, 2001:99).

Gaviria explicita tres dimensiones: La gradualidad57, la mediación del legis-lador y la regulación de los derechos.

Podría decirse, de manera sencilla, que la gradualidad es necesaria porque los recursos de la sociedad son limitados y, por tanto, es necesario programar el gasto. No niego que esta aproximación sea pertinente. Pero es muy reduccionista. La gradualidad no tiene su explicación únicamente en la escasez de los recursos. También está ligada, de manera muy estrecha, a los hábitos y a las costumbres de cada sociedad. La percepción de los derechos va cambiando con el tiempo. No es fija. Para captar mejor la complejidad de la gradualidad propongo estudiar los derechos de segunda generación a partir de su valor razonable.

El concepto de valor razonable es de Commons (1934, 1936), un “viejo institucionalista”58. Es una lástima que la teoría económica convencional no haya incorporado en sus análisis el valor razonable. Esta noción tiene la ventaja de que explicita las restricciones económicas, sin desvincularlas de los hábitos y las costumbres de la sociedad. Frente a una cantidad de recursos dada, las sociedades

podía ser sino pensado bajo esas circunstancias y provisto de una serie de facultades y sobre la base de que el poder estaba limitado por ellas” (Gaviria, 2001:98-99).

57. La gradualidad de los DESC es discutida en los informes nacional e internacional sobre desarrollo humano (Misión Social, DNP y Pnud, 2000;).

58. Los “viejos” institucionalistas son Veblen (1899, 1899b, 1899c, 1901, 1904), Commons (1905, 1924, 1934, 1936) y Mitchell (1913, 1935). Los “nuevos” son Coase (1937, 1960, 1988, 1998), North (1965, 1971, 1991, 1993) y Williamson (1985). Sobre esta clasificación, ver Hodgson (1997, 1998).

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priorizan de forma muy diversa. Y entonces, la gradualidad se desarrolla a velo-cidades muy distintas. Por razones muy diversas, que tienen su raíz en la historia y las tradiciones, algunas sociedades avanzan más lentamente que otras en el reconocimiento efectivos de los Desc59. El valor razonable ayuda a comprender los ritmos heterogéneos de las sociedades.

La teoría del valor razonable puede ser sintetizada, en su aplicación pragmática, como una teoría del progreso social a través de una personalidad, controlada, liberada y ampliada a través de la acción colectiva. No es una personalidad in-dividualista. Es una personalidad institucionalizada (Commons, 1934:874).

Esta personalidad institucionalizada significa, en el contexto de la reflexión de Commons, que la acción colectiva controla la acción individual (Commons, 1936:237)60. En otras palabras, la reflexión sobre la dinámica de la gradualidad debe considerar, junto con las restricciones económicas, la pregunta por los cri-terios subyacentes al imaginario social. Pero el diagnóstico sobre las condiciones presentes y la magnitud de las restricciones está marcado por las percepciones heredadas, y por la forma como la acción colectiva incide en el análisis de las condiciones actuales. La sociedad se piensa a sí misma con los criterios que ella ha ido construyendo a lo largo de la historia. Este enfoque no es determinista. Reconoce la influencia del pasado pero deja abierta las puertas para recrear alter-nativas nuevas. Para Commons la economía institucional es una ciencia evolutiva en el sentido de que indaga por lo que ha ocurrido en el pasado. La economía institucional “(...) retoma los escritos de los economistas, desde John Locke hasta el siglo XX, con el fin de descubrir dónde han introducido, o dejado por fuera, la acción colectiva” (Commons, 1934:5).

Las fórmulas que en las dos últimas décadas ha propuesto la economía del crecimiento reflejan un profundo desconocimiento de las implicaciones que se derivan de la personalidad institucionalizada de la que habla Commons. A partir de un diagnóstico estrecho, la tecnocracia económica nos señala caminos que a su juicio son ineluctables. Se nos dice que por fuera de la lógica del mercado no hay salvación; que el déficit fiscal es el principal causante de todos los males que nos aquejan; que la flexibilidad del mercado laboral es la condición indispensable para

59. Fortman (2001) muestra que la sociedad holandesa ha creado mecanismos institucionales que facilitan la aprehensión individual de las titularidades necesarias para el ejercicio efectivo de los derechos. El autor argumenta que la concreción de los derechos está mediada por la lucha política.

60. Commons diferencia entre las instituciones y los institutos. Para que la acción colectiva pueda, efectivamente, controlar la acción individual se requiere que haya institutos, así que estos son funcionales a la economía institucional.

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reducir el desempleo; que la lucha contra la inflación es intrínsecamente buena, etc. Si alguien se distancia mínimamente de dichos postulados se le considera “ignorante” o “irresponsable”. Y obviamente, a partir de este tipo de diagnóstico, la gradualidad de los Desc está supeditada a la consecución de los “equilibrios” macroeconómicos.

Algunos renombrados economistas nacionales han descalificado las sentencias de la Corte Constitucional en materia económica con el argumento de que “la Corte no sabe”61. Pero esta posición olvida que desde la perspectiva del valor razonable y desde la lógica institucional de Commons, la elaboración de los diagnósticos y la construcción de los imaginarios pasan por la personalidad institucionalizada. Y ésta no es única. Por tanto, hay espacio para evaluaciones y apreciaciones al-ternativas. Las gradualidades no pueden estar definidas por fuera de la mediación del legislador.

El valor razonable también va moldeando el nivel de perfección de los Desc. Aunque en cada momento del tiempo podrían definirse las condiciones mínimas que requiere el ejercicio de la libertad, siempre es posible avanzar en la ampliación del conjunto de capacidades62. Y cada sociedad tiene una noción relativamente clara de los bienes necesarios. No hay duda de que las carencias elementales de vivienda, nutrición, vestido, etc., impiden el ejercicio de la libertad. No es difí-cil determinar con cierta precisión cuáles son los mínimos absolutos que en el espacio de las capacidades se requieren para que las personas puedan actuar con cierta libertad. Es de esperar que en el futuro estos umbrales mínimos vayan su- biendo.

La otra dimensión a la que se refiere Gaviria hablando de los derechos de se-gunda generación es la mediación del legislador. Y de nuevo, retomo a Commons. El autor considera que la economía se ha preocupado por estudiar la relación del hombre con la naturaleza, pero ha llegado el momento de examinar la relación de las personas entre sí. La economía no debería fundarse en el egoísmo y la búsqueda del interés propio, sino en la voluntad común de compradores y vendedores.

En opinión de Commons, los economistas y los abogados han leído de manera muy diferente el trabajo de Bentham (1776). Mientras que los primeros enfatizan

61. En el N° 19 de Coyuntura Política se organizó un debate muy interesante sobre las institucio-nes, la ley, las sentencias de la Corte, etc., a propósito de la reciente recopilación de artículos de Kalmanovitz (2001). Ver, García (2001), Lozano (2001), Molina (2001), Rodríguez (2001), Uprimny (2001). Adicionalmente, ver Esguerra (2001).

62. Este comentario no es incompatible con la insistencia de Sen (1983:153) en que en el espacio de las capacidades es posible definir unos niveles absolutos de deprivación, mientras que en el nivel de las mercancías, ingresos y recursos, los niveles de deprivación son relativos. El que existan niveles absolutos de deprivación, aclara Sen, no significa que sean fijos a lo largo del tiempo.

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los aspectos que tienen que ver con la felicidad, los segundos destacan los temas relacionados con el derecho común. La teoría de la felicidad parte del supuesto de que los intereses están en armonía. En cambio, el derecho se construye a partir de los conflictos de intereses que se plantean entre querellantes y acusados. El juez, que interpreta la ley, decide lo que en cada caso es razonable para las partes. Y trata de ponderar, de un lado, los intereses privados involucrados en el conflicto específico y, del otro, el interés público. Puesto que cada individuo tiene una percepción diferente de lo razonable, el juez debe dirimir el conflicto de la mejor manera posible.

El legislador, dice Gaviria, es la instancia intermedia entre el constituyente y el ciudadano. La legitimidad del juez constitucional radica en su capacidad de resolver los conflictos a la luz del interés general expresado en la norma cons-titucional. Si la Constitución del 91 es la expresión de la elección colectiva, no es pertinente criticar al juez constitucional porque no se está de acuerdo con la Constitución. Y, desgraciadamente, entre los economistas colombianos que han criticado a la Corte esta confusión ha sido muy frecuente.

Y, finalmente, anota Gaviria, el legislador regula los derechos. Y así determina la forma como se concretan en la vida cotidiana de las sociedades63. Y una vez que la ley ha sido promulgada es de esperar que la interpretación del juez tenga cierta consistencia. Los artículos de Arrow (1997) y Gaertner (1997) examinan el problema de la inconsistencia intertemporal (no transitividad a lo largo del tiempo), de las sentencias judiciales. La inconsistencia intertemporal plantea dificultades especiales cuando se trata de la norma constitucional. Pierde legitimidad el juez constitucional que no es consistente a lo largo del tiempo. Es comprensible que cuando la norma es antigua, aumente el margen de la inconsistencia intertemporal. De todas maneras, en cualquier caso, el juez trata de minimizar dicha inconsis-tencia. En los Estados Unidos de la época del apartheid se decía que los negros tenían iguales posibilidades educativas que los blancos porque las escuelas para los negros tenían dotaciones similares a las de los blancos. Evidentemente, ahora

63. Hoyos (1993) diferencia la racionalidad interna de la norma, que es el campo donde opera la moral, de la institucionalización externa, que es el terreno del derecho y de la legislación. “Para la democracia sólo pueden reclamar legitimidad las leyes, que al establecerse legalmente en un proceso discursivo pueden encontrar acuerdo entre los asociados. Mientras el principio moral opera en el nivel de una racionalidad interna de las normas, el de su validez universal y categórica, el principio de la democracia se ocupa de la institucionalización externa de las nor-mas: Es decir de todo aquello que tiene que ver con los presupuestos y desarrollos discursivos de los acuerdos, a partir de los cuales se establecen leyes, se las hace aceptables y viables su cumplimiento” (Hoyos, 1993:10).

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la interpretación es diferente: Hay igualdad porque negros y blancos pueden ir a la misma escuela.

El conflicto entre la atención individual y la ampliación de la cobertura

El conflicto podría plantearse en estos términos: Mientras más cuidadosa sea la atención individual, es necesario hacer un mayor sacrificio en términos de cobertura. La atención universal no sufriría daño bajo alguno en los dos siguien-tes casos hipotéticos. Uno, que la personalidad institucionalizada fuera de tal naturaleza que se aceptara la equiproporcionalidad. Y, dos, que la abundancia de recursos sea tan grande, que el conflicto entre lo individual y lo colectivo pierda su razón de ser. En el primer caso, todas las personas disfrutarían de los mismos beneficios, aunque no necesariamente en condiciones óptimas. Y evidentemente, el postulado de la equiproporcionalidad puede llevar a extremos como: Dado que todos no podemos estar en la cama, entonces todos nos vamos para el suelo. Como en la vida real estas situaciones no son plausibles, el conflicto entre la atención individual y la ampliación de la cobertura es inevitable.

En el caso colombiano la tensión entre la atención individual y la cobertura se presenta en esferas muy diversas. El debate ha aparecido con especial fuerza en los campos de la salud y de la educación. En el caso del trabajo aparece bajo las siguientes formas: ¿Se favorece la burocracia y los privilegios de los obreros aunque ello pueda acentuar el desempleo? ¿Se aumenta el salario de quienes tienen trabajo remunerado con el riesgo de que las empresas no puedan contratar nuevos operarios? ¿Se reduce la inflación y se garantiza el poder de compra de la moneda con el peligro de contraer la economía y aumentar el desempleo? ¿Se le da mayor estabilidad a los fondos de pensiones aumentando la cotización de los trabajadores y patronos con la duda de si ello desestimulará el empleo?

Frente a estas y otras disyuntivas no hay soluciones acabadas. Y, otra vez, la respuesta depende del valor razonable. El dogmatismo no contribuye a la bús-queda de soluciones. En todos los ejemplos mencionados, la decisión se tiene que tomar aceptando que hay relaciones de preferencia que no son completas, ni desde la perspectiva del individuo, ni desde la óptica de la sociedad. Las re-laciones de preferencia son completas cuando entre todos los pares de alternati-vas las elecciones son siempre posibles. Pero en los casos anteriores, las zonas grises abundan y las preferencias están marcadas por numerosas dudas. Además de que la información es incompleta, no es posible predecir las secuencias que desencadenan las decisiones actuales. Es ingenuo pretender que las relaciones de preferencias sean completas. Sen (1985:21) se va lanza en ristre contra la “tiranía

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de los ordenamientos completos”. Puesto que no sabemos, debemos aceptar que la racionalidad es limitada (Simon, 1982), y que los conjuntos de elección son borrosos (Pattanaik, 1997).

Las posiciones que ha tenido el Ministerio de Hacienda, junto con algunos colegas economistas, en las discusiones sobre la flexibilización del mercado laboral parten del supuesto de que es posible tener ordenamientos completos. Y con una prepotencia sin límites afirman: “(...) o flexibilización o caos”. Es la misma lógica del ministro Santos: “(...) o sudor y lágrimas o catástrofe”. Y el anterior ministro, Restrepo, no se queda atrás: “(...) o reforma fiscal o recesión”. El Fondo Monetario Internacional también acostumbra argumentar a partir de ordenamientos comple-tos: “(...) o ajuste fiscal o recesión”. Los ejemplos pululan. Las premoniciones deterministas de los miembros de la Junta Directiva del Banco de la República son del mismo corte.

Ordenamientos y metaordenamientos, preferencias, metapreferencias

En la teoría de la elección algunos autores hacen la distinción entre ordena-mientos y metaordenamientos (el ordenamiento de los ordenamientos)64, y entre preferencias y metapreferencias (las preferencias de las preferencias)65. Estas dis-tinciones son pertinentes porque para avanzar en las discusiones relacionadas con las dimensiones individuales y colectivas de los Desc es indispensable introducir ciertos niveles de metaordenamientos y de metapreferencias, que han estado au-sentes. Aunque siempre habrá problemas de incompletitud, la elección puede ser más rica si se pasa de un ordenamiento a un metaordenamiento, o si la preferencia actual se interpreta a la luz de una metapreferencia.

Los metaordenamientos de Sen se plantean en una perspectiva consecuen-cialista, mientras que las metapreferencias de Brennan y Buchanan responden a una óptica más deontológica. Dado que los contextos analíticos son diferentes, no pretendo hacer el ejercicio de relacionar ambas categorías porque el ejercicio

64. Ver, por ejemplo, Sen (1974, 1976b, 1977, 1979, 1982).65. Por ejemplo, Brennan y Buchanan (1985), Priddat (1992). Estos autores introducen la meta-

preferencia con el fin de comprender la formación de preferencias a lo largo de la historia. “Si admitimos que una ordenación de esta clase es posible y si se reconoce que las elecciones hechas ahora afectan a las de mañana y más tarde, el análisis tiene que implicar una especie de “preferencias de preferencias”. Alguna clase de futuros tienen que estimarse mejor que otros y las elecciones en el tiempo presente tenderán a reflejar estas preferencias” (Brennan y Buchanan, 1985:109). En González (2000) se precisan las implicaciones de los metaordenamientos y las metapreferencias en el análisis de las conductas ilegales.

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puede ser infructuoso. Basta con resaltar que ambos autores reconocen que los ángulos de aprehensión de los problemas pueden ampliarse, y que ello ayuda a entender mejor las formas como se realizan los ordenamientos.

Para comprender la gradualidad de los Desc y para, eventualmente, proponer una gradualidad diferente, es necesario explicitar los metaordenamientos y las metapreferencias. Ilustro brevemente estas reflexiones con un comentario sobre la salud. Más adelante retomo el tema a propósito del mercado del trabajo.

Lo que está sucediendo con la salud, y en concreto la Ley 100 de 1993, es bastante diciente de la forma como los ordenamientos se pretenden autoconte-nidos. A través del régimen subsidiado, la ley avanza considerablemente en el campo de la solidaridad, pero al depositar su confianza en la elección racional ha obstaculizado el paso de la solidaridad a la equidad. La potencialidad que tiene la Ley 100 al conjugar los regímenes contributivo y subsidiado, no se ha podido desarrollar porque los incentivos propios de la elección racional han encubado dos tendencias contraproducentes: De un lado, el afán de ganancia de los intermedia-rios está yendo en contra del interés general. Y del otro, la equivocada percepción de que los servicios de salud son autocontenidos, no ha permitido mirar la salud desde una perspectiva más global que abarque el conjunto del sistema de segu-ridad social.

La Ley 100 está concebida de tal forma que los problemas de la seguridad social en salud se resuelven desde el interior del sector. La lógica de los ordena-mientos no supera los procesos de las aseguradoras y las prestadoras. Para ir más allá se requiere que haya un metaordenamiento, en el que la seguridad social en salud sea uno de los elementos de un conjunto más amplio que podría ser el sis-tema global de la seguridad social. Los cubanos dicen, por ejemplo, que la salud es un proyecto nacional. Esta tipo de expresión refleja una metapreferencia que va más allá del sistema de salud en sí mismo. La Ley 100 es compatible con la solidaridad pero no con la equidad. Para caminar hacia la equidad es necesario salirse del campo de la salud y pensar en metapreferencias que lleven a optar por procesos redistributivos que tocan aspectos tributarios que están por fuera de los cánones de la seguridad social en salud.

Durante los diez años de vigencia de la Constitución del 91 el país ha vivido una tensión que tiene tres vértices. Primero, la Corte trata de definir el meta-ordenamiento constitucional. Segundo, las autoridades económicas operan con diversos metaordenamientos, y el de la Junta Directiva del Banco de la República suele ser más claro que el del Ministerio de Hacienda. Pero ambos se traslapan y en ocasiones se enfrentan. Y adicionalmente, es factible que ambos riñan con los principios constitucionales. Tercero, los problemas sectoriales se tratan de resolver a partir de ordenamientos estrechos que pueden no ser compatibles con

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los metaordenamientos explícitos de la Corte, ni con los metaordenamientos de las autoridades económicas. Esta confusión de niveles y la diversidad de propósitos es una manifestación de una sociedad “no ordenada”66.

El mercado del trabajo, las titularidades y el ingresoCommons recuerda que para maximizar el ingreso neto es necesario crear las

instituciones apropiadas. Y critica a Bentham por no haberle dado a este tema la importancia que merece. Cualquier transacción, por elemental que sea, involucra una doble operación: De un lado, la transferencia de la titularidad y, del otro, la transferencia del bien. Al estudiar el mercado, afirma Commons, la teoría econó-mica ha dejado de lado las transferencia de titularidades, y ha reducido el campo del análisis a las transferencias de bienes. La gente que va por la calle no entra a los almacenes y se lleva, sin más, las mercancías que le producen mayor utilidad. Si el individuo respondiera a sus instintos de manera inmediata, se iría a la cárcel por ladrón. Antes de salir del almacén con la mercancía, la persona debe “negociar con el propietario” (Commons, 1936:242).

Para que la teoría económica logre comprender las formas que adquieren las transferencias de titularidades y sus implicaciones, debe incorporar los contratos, los mercados de futuros, los derechos, el sistema jurídico, etc. El intercambio de titularidades es más complejo que el de bienes. La transferencia de una titularidad puede ser efectiva aunque no se hayan realizado las operaciones monetarias y el intercambio de bienes correspondiente67. Además, entre las distintas transacciones (de propiedad, de bienes, jurídica) transcurre un período de tiempo, más o menos largo, que incide en la percepción del riesgo futuro y en la fijación del nivel de la tasa de interés.

La relevancia de las instituciones, continúa Commons, aparece claramente cuando se analiza el monopolio68, y los aspectos jurídicos y legales relacionados con: El interés público, la igualdad de oportunidades, y la equivalencia de poderes en la negociación. Frente a las complejidades inherentes a estas tres dimensiones,

66. “(...) una sociedad está bien ordenada no sólo cuando está diseñada para promover el bien de sus miembros, sino cuando también está efectivamente regulada por una concepción de la justicia. Esto quiere decir que se trata de una sociedad en la que: 1) cada cual acepta y sabe que los otros aceptan los mismos principios de justicia y 2) las instituciones sociales básicas satisfacen generalmente estos principios y se sabe generalmente que lo hacen” (Rawls, 1971:21).

67. “La entrega física de la mercancía tiene lugar después de que la propiedad ha sido transferida” (Commons, 1936:241).

68. Commons expresa su simpatía por los trabajos de Chamberlin (1933) y de Robinson (1933), que ayudan a entender la naturaleza económica del monopolio.

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se quedan cortos los instrumentos analíticos propios de la teoría de Bentham (el placer, el dolor o el ingreso neto máximo). La relevancia de las instituciones se hace evidente cuando a raíz de los monopolios se discuten problemas como el sentido de las patentes, el valor del “goodwill” de la empresa, etc. En ausencia de monopolio, y en competencia perfecta, el “goodwill” corresponde al grado de “deseabilidad” de la empresa revelado por compradores y vendedores69. Cuando hay monopolio, el “goodwill” se distorsiona porque está influenciando por el po-der que tiene la empresa para imponer condiciones en el mercado y obtener unos beneficios extras (“mark-up”).

En las sociedades contemporáneas el trabajo remunerado es la forma privile-giada a través de la cual el individuo obtiene los ingresos que le permiten acceder a las titularidades. Y la transacción se realiza en un medio en el que interactúan personas desiguales. Si el individuo no tiene trabajo y no recibe ingreso, la acción colectiva debe permitirle, de alguna manera, tener acceso a los bienes básicos. Por esta razón, los diversos mecanismos de organización del mercado laboral deben considerar explícitamente la forma como se le garantizará la adquisición de titu-laridades a los desempleados. En la parte relacionada con el mercado laboral, el informe de la Cepal (2001) explicita algunos de estos puntos.

La Cepal (2001:124) expresa su preocupación porque entre 1990 y 1999, en América Latina el desempleo pasó del 5,8% al 8,7%70. Y esta situación es grave porque el desempleado no cuenta con ingresos para adquirir las titularidades que le permitan disponer de los bienes necesarios para satisfacer las necesidades básicas. En opinión de la Cepal las políticas públicas deberían considerar de manera explícita el impacto que tienen sobre el empleo. El mercado laboral no puede abandonarse a su suerte. No está bien que los instrumentos de la política económica se pongan al servicio de los equilibrios macroeconómicos, con la idea de el mercado laboral terminará encontrando la forma de auto-ajustarse. Para la Cepal esta lógica es inaceptable71. La política económica debe diseñarse pensando en el bienestar final

69. “El ‘goodwill’ es la economía institucional fáctica del deseo del comprador y el vendedor” (Commons, 1936:241). “El ‘goodwill’ es un valor institucional puro, es un ‘valor intangible’, que tiene que ver con las relaciones equitativas entre personas” (Commons, 1936:242).

70. “(...) la situación del empleo en la región se caracteriza por una importante insuficiencia en cuanto a su nivel, marcadas inequidades de acceso a ocupaciones productivas y un deterioro de las condiciones de protección social. Estas tendencias tendieron a agravarse hacia el final de la década como resultado del impacto de la crisis de algunos países de la región asiática, y repre-sentan importantes desafíos para una estrategia de crecimiento y equidad” (Cepal, 2001:124).

71. “Hay múltiples facetas del mercado de trabajo que le otorgan un carácter clave a la política pública en esta área. En primer lugar, es responsabilidad de la autoridad crear un entorno macro-económico estable y dinámico, conducente a niveles de inversión y crecimiento adecuados que

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de la población. La estabilidad macro no es un fin en sí mismo. Únicamente tiene sentido si contribuye a mejorar la calidad de vida de las personas.

Entre las lógicas ineluctables de las que hablaba atrás hay una que se repite constantemente y que se ofrece como la fórmula mágica contra el desempleo: La flexibilización del mercado laboral. Esta idea ha sido defendida por varios economistas colombianos han venido insistiendo en la necesidad de eliminar las “rigideces” de la contratación laboral. En los diagnósticos han predominado los ordenamientos estrechos, muy inclinados hacia el lado de la oferta (demografía, educación, capacitación, flexibilidad de las normas de contratación, etc.)72. Aspectos cruciales como la demanda, los costos financieros, el monopolio, la protección social de los desempleados, etc., no se han incorporado de manera sistemática en el debate.

La Cepal no considera que la flexibilización del mercado laboral sea la panacea. Mira el tema con mucha cautela. Dice que bajo el “rótulo” de la flexibilización

(...) se expresa una tendencia al deterioro de las condiciones de trabajo y de seguridad laboral, y de reducción del pago de obligaciones previsionales, con el propósito de reducir los costos laborales. Este tipo de medidas no da lugar a ganancias sostenibles de productividad y empleo, e incluso sus efectos sobre la rentabilidad pueden ser sólo temporales (Cepal, 2001:133).

En caso de que sea necesario flexibilizar la contratación, continúa la Cepal, el proceso debe ir de la mano “de niveles mínimos de protección social que res-guarden los derechos laborales”. Y retoma la idea de los salarios participativos, que había sido propuesta hace unos diez años (Cepal, 1992). Un componente del

estimulen la demanda de trabajo. El crecimiento económico sostenido es, sin duda, el principal estímulo a la demanda de trabajo, por lo que es exagerado esperar que la política laboral sea capaz de revertir los efectos sobre el empleo de políticas macroeconómicas que se traducen en un crecimiento inestable o insuficiente” (Cepal, 2001:126).

72. Este enfoque recortado se observa en los estudios de Villar (2001), Lora (2001) y Leibovich (2001). El estudio de la OIT (1999) tiene un enfoque muy diferente, porque destaca la incidencia que tienen en el desempleo la baja demanda, el manejo de la política monetaria y cambiaria que durante los noventa llevó a una revaluación del peso, etc. Comparto el enfoque de la OIT. Los problemas estructurales del desempleo tienen que ver no sólo con los factores de oferta, sino también con los de demanda. Si la elasticidad producto de la demanda de empleo (los cambios en la demanda de empleo generados por variaciones en el producto) es mayor que la elasticidad salario de la demanda de empleo (los cambios en la demanda de empleo ocasionados por varia-ciones en el salario), los estudios sobre el mercado laboral deberían considerar, por lo menos, con la misma importancia, el lado de la demanda en toda su complejidad. Y ello significa que además de la respuesta del empresario a los cambios salariales debe contemplarse: el impacto de los costos financieros, los cambios tecnológicos, la incidencia de la revaluación del peso en la producción nacional, el consumo agregado, etc.

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salario debe estar en función de las utilidades de la empresa. Al permitir que los trabajadores participen de los beneficios de la empresa mejora la equidad y la calidad de vida.

El desempleo es un tema relevante básicamente porque sin trabajo los indi-viduos no pueden adquirir las titularidades básicas que les permitan el ejercicio de la libertad. Y si en lugar de pensar en términos de ordenamientos estrechos, la reflexión sobre el mercado laboral considerara los metaordenamientos, habría que articular las políticas de flexibilización con las de seguridad social. Aún si se aceptase, en gracia de la discusión, que la flexibilización es la mejor solución al desempleo, valdría la pena preguntarse, entonces, por la forma como la acción colectiva garantiza que las personas que salgan del mercado laboral puedan te-ner acceso a los bienes básicos, y gozar de los derechos económicos, sociales y culturales mínimos.

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Apuntes para una agenda de estudios sobre la pobreza∗

En los últimos años se han multiplicado los estudios sobre la pobreza. Junto con las agencias de desarrollo, la academia también ha mostrado un creciente interés por el problema. La pobreza se ha convertido en un tema central de la política económica y de la teoría del bienestar. Es un mal que también afecta a los países avanzados. Y el hecho de que la pobreza esté avanzando en el norte como en el sur, puede analizarse desde dos posiciones metodológicas. La primera muestra la necesidad de cuestionar no sólo éste o aquél modelo de desarrollo, sino la dinámica perversa que parece subyacer a los diferentes esquemas de desarro-llo. La segunda destaca la relevancia de los estudios regionales o nacionales, ya que no habría una pobreza sino múltiples formas de pobreza, dependiendo de las características propias de cada país.

∗ Texto publicado en: Temas para Investigación sobre Pobreza y Desarrollo. Serie soluciones en desarrollo, Nº 7. Instituto de Políticas de Desarrollo, Universidad Javeriana. Bogotá. He reali-zado los “apuntes” atendiendo una amable invitación de Alejandro Vivas, director del Instituto de Políticas de Desarrollo de la Universidad Javeriana, 2000. En los tres últimos años he tenido la fortuna de discutir estos temas con Consuelo Corredor, Alfredo Sarmiento, Clara Ramírez, Manuel Muñoz, Oscar Arcos, Emperatriz Becerra, Erik Bloom, Leticia Arteaga y Esteban Nina, así que numerosas ideas que aparecen en el texto son el fruto de estos diálogos. Este sentimiento de gratitud guarda la esperanza de que, alrededor del tema de la pobreza, vayamos construyendo una comunidad académica cuyo punto de encuentro sea la explicitación de la dimensión ética de la economía. Sin duda, el Nóbel otorgado a Sen estimula este esfuerzo.

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Para la primera posición la mayor integración entre las economías ha llevado a que las diversidades nacionales sean subsumidas bajo la lógica homogénea del mercado que, por su misma naturaleza, genera exclusión. La dinámica del mer-cado no se traduce en mayor competencia e igualdad, sino en concentración y exclusión. Este enfoque es claro en autores como Marques-Pereira (1998) y Loy (1997). Marques-Pereira considera que hemos caído en la trampa del “pensamiento único” y que la absolutización del mercado nos ha llevado a aceptar como inevi-table un modelo de desarrollo que es intrínsecamente excluyente. Loy devela la mistificación del mercado. Para él, la religión del mercado no permite ver salidas alternativas. El pensamiento único y la religión de mercado proponen un análisis global de la pobreza. La causa final del mal sería la misma en todos los países e iría más allá de las especificidades nacionales o regionales.

El segundo tipo de enfoque destaca la pertinencia de los estudios particulares (IDS, 1989; McGee, 1997; Lampis, 1997, 1998). No es lo mismo ser pobre en New York que en Bogotá. Cada pobreza tiene sus particularidades y estos aspectos específicos deberían ser el principal objeto de estudio. La especificidad de la pobreza puede asociarse a cada región o localidad. Pero, llevando el argumento hasta el extremo, la pobreza es un fenómeno profundamente subjetivo, ya que finalmente depende de la percepción individual. Y, en tal caso, la pobreza está asociada al ciclo de vida de la persona o de la familia. Mientras mayor sea la vulnerabilidad, eventos como la enfermedad o el desempleo tendrán impactos de largo plazo en la vida del hogar. No es posible generalizar la forma como cada hogar reacciona ante los distintos eventos. Lampis define la vulnerabilidad como “(...) la capacidad de enfrentar, prever, resistir y recuperarse de los efectos de eventos de vida que impliquen la pérdida de activos materiales e inmateriales” (Lampis, 1998:21).

Al lado de estos dos enfoques que insisten en la caracterización de la pobreza, se ha desarrollado una extensa literatura sobre mediciones de la pobreza, que no ha explorado suficientemente el vínculo que existe entre la medición y el con-cepto (Sen, 1973). En Colombia la mayoría de los trabajos han puesto el énfasis en el indicador, dejando de lado los problemas conceptuales. Este sesgo hacia la medida ha estado motivado por los afanes de la política pública, que han llevado a privilegiar las herramientas que permitan identificar a los posibles beneficiarios de los programas sociales.

Sen (1976:373) distingue entre “identificar a los pobres entre toda la población” y “construir un índice de pobreza utilizando la información disponible sobre los pobres”. En Colombia la principal preocupación ha sido la primera. La identifica-ción de los pobres ha estado muy influenciada por los programas de focalización. Y por esta razón la construcción de los índices de pobreza se ha realizado casi que exclusivamente con el propósito de identificar pobres. Existen índices, como el de

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condiciones de vida, (ICV) que tienen otros propósitos adicionales al de identifi-car pobres73. Pero la relevancia que la política social le atribuye a la focalización, termina reduciendo el uso del índice a la identificación de los pobres.

Por su naturaleza la pobreza toca todas las disciplinas sociales. No obstante, y aceptando de entrada que el acercamiento que se hace desde la economía es parcial, proponemos algunas ideas que podrían contribuir a definir una agenda de estudios sobre la pobreza. De todas maneras, la aproximación interdisciplinar es indispensable, ya que los instrumentos de la economía son limitados.

En algún momento pensamos que sería conveniente que esta agenda tuviera dos grandes secciones. La primera dedicada a la pobreza urbana y la segunda a la rural. Pero a medida que se avanzaba en la redacción del proyecto, nos hemos ido convenciendo de que esta distinción es legítima, más bien, al interior de cada sección y, especialmente, en las partes que tienen que ver con la medición y con las políticas. Para los propósitos que nos interesan, de la lectura de algunos de los trabajos que acaba de realizar la Misión Rural (Gómez y Molano, 1998; Gómez y Duque, 1998; Duque, 1998) podría sacarse una doble conclusión. En primer lugar, los temas fundantes de la discusión sobre la pobreza son los mismos, tanto para la pobreza rural como para la urbana. Y, segundo, los problemas relacionados con la cuantificación y la solución de la pobreza rural sí tienen especificidades valiosas.

Las preguntas relevantes, que nos van a permitir articular este texto son: ¿Qué es la pobreza? ¿Quiénes son los pobres? ¿Cuántos son los pobres? ¿Cómo viven los pobres? ¿El Estado cómo realiza la gestión de la pobreza?

La primera parte del trabajo gira alrededor de la conceptualización de la pobreza. El segundo capítulo busca contextualizar la pobreza desde cuatro án-gulos de la teoría económica: La macroeconomía, los mercados de trabajo, las instituciones y la familia.

Conceptualización y medida de la pobrezaEn la presentación general de la problemática relacionada con la conceptua-

lización de esbozan las implicaciones de la pregunta ¿qué es la pobreza? En la sección siguiente proponemos algunas ideas sobre el ciclo de vida y la pobreza. Y

73. El ICV es, al mismo tiempo, un índice y un instrumento para captar incidencia. Desde el punto de vista de la medida, Sarmiento y González (1998) discuten si el ICV es una proxy del bienestar o es un argumento de una función de bienestar. La discusión sobre las características conceptuales del ICV también pueden consultarse en Sarmiento y Ramírez (1997), Sarmiento, Ramírez, Molina y Castaño (1996), Acosta (1997), Castaño y Moreno (1994).

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en la tercera sección introducimos la discusión sobre la relación que existe entre la pobreza y la distribución.

Presentación generalLa pregunta ¿qué es la pobreza? es fundamental. Y, sin embargo, en nuestro

medio ha recibido muy poca atención. Sin duda, porque no es fácilmente ac-cesible, especialmente para los economistas, que prefieren ir rápidamente a las mediciones. Hay tres etapas: El concepto de pobreza, la creación de un indica-dor y la cuantificación de los pobres. Los tres momentos del proceso tienen sus especificidades y la secuencia corresponde a un orden lógico-analítico. Primero es la conceptualización, después la construcción del indicador y, finalmente, la cuantificación de los pobres.

El aporte de la economía a la conceptualización de la pobreza no puede redu-cirse al campo de las mediciones. Antes de la cuantificación debería avanzarse en la conceptualización. Refiriéndose a los indicadores, dice Sen, “(...) difícilmente una medida puede ser más precisa que el concepto que ella representa” (Sen, 1973:5-6). Sin saber de antemano ¿qué es la pobreza? ni ¿quiénes son los po-bres? se pretende responder a la pregunta ¿cuántos son los pobres? Es indudable que dada la complejidad de las dos preguntas iniciales, no tiene mucho sentido esperar a tener resueltas todas las dudas conceptuales antes de hacer los ejercicios de cuantificación. Pero tampoco debe caerse en el extremo de cuantificar sin que medie una cierta claridad sobre el concepto.

En nuestro medio la construcción de los índices rápidamente pasa a la cuan-tificación de la pobreza74. Y ello nos ha impedido ahondar en el análisis de los implícitos conceptuales de los indicadores75. Al preocuparnos por la cuantificación, la identificación de los pobres, hemos dejado en un segundo plano los aspectos conceptuales y la discusión se ha centrado alrededor de cómo establecer la di-ferencia, siempre arbitraria, entre los pobres y los no pobres. Y una vez que los “expertos” determinan esta línea divisoria, parecería como si las complejidades

74. Sobre las características de la medida y su aplicabilidad, véase Muñoz (1990, 1991, 1995).75. En varios documentos Corredor ha insistido en la necesidad de avanzar en la conceptualización de

la pobreza. “No deja de resultar paradójica la existencia de numerosos indicadores de medición de la pobreza y de análisis en materia de política social y de instituciones gestoras de la misma, sin que se haga explícito el concepto que se está manejando. Una pregunta central de enorme importancia e implicaciones: cuál es el referente con el que se están orientando los diagnósticos, las mediciones y diseñando, ejecutando y evaluando las distintas políticas y programas socia-les?” (Corredor 1998:1). Véase, también, Corredor (1997, 1998b), Ramírez (1998), Sarmiento y Ramírez (1997).

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inherentes al concepto de la pobreza ya hubieran sido resueltas. La fijación de la línea de corte dice muy poco acerca de la naturaleza de la medida. Es posible que la incidencia resultante de dos medidas (Línea de Pobreza –LP– e Índices de Condiciones de Vida –ICV–, por ejemplo) sea similar, aún cuando los índices tienen características cualitativamente diferentes.

La conceptualización debe comenzar poniendo en tela de juicio la categoría pobreza. Es necesario precisar su pertinencia analítica y, sobre todo, su validez para caracterizar un fenómeno complejo que, de alguna manera, se asocia a carencias. Habría que indagar si otros conceptos, como “exclusión social” (De Haan, 1998; De Haan y Maxwell, 1998) tienen mayor capacidad explicativa que la pobreza. Incluso, valdría la pena examinar si actualmente sigue siendo válido utilizar ca-tegorías más amplias como la de “clase social”.

Mientras que en la tradición marxista el concepto de clase social tiene una clara relación con el proceso productivo, con el Estado, con el excedente de mano de obra, con la noción de plusvalía, etc., la noción de pobreza no está articulada a dimensiones analíticas más amplias. A primera vista el poder explicativo de la pobreza parecería ser mucho menor que el de categorías más comprehensivas como la clase social. Y no obstante, el uso de la pobreza, o de variantes de ésta, se ha generalizado. Antiguos marxistas como Salama (1995), Salama y Valier (1997) y Gough (1993), recurren a categorías como pobreza o necesidades humanas (Doyal y Gough, 1991), en un contexto muy diferente al que rodeaba el concepto de clase social.

Desde la óptica de Sen, la categoría pobreza tendría la ventaja de que permite asociarla a la teoría de la elección y a la política social. La elección colectiva se manifiesta en la política social. Y, a su vez, ésta se relaciona directamente con “(...) las preferencias y aspiraciones de los miembros de la sociedad” (Sen, 1970:1). La política social no es un apéndice de la política económica. Es la política eco-nómica en tanto ésta es la expresión de una elección colectiva. Sen (1970) está dispuesto a sacrificar el preciosismo de la axiomática de Arrow (1951) si a cambio de ello logra explicitar los vínculos que unen la elección colectiva y la política social. La demostración, dice Sen, necesariamente tiene fisuras. Ni siquiera la relación de preferencia social derivada del principio de Pareto, que es tan caro a los economistas, reúne las características de un orden de preferencias completo (reflexividad, transitividad y completitud). Del criterio paretiano se desprenden una relación de preferencia social que apenas es un cuasi-orden (reflexividad y transitividad)76.

76. El principio paretiano únicamente representaría un orden de preferencias completo en caso de que exista unanimidad.

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Sen (1970) muestra que para avanzar en la comprensión de la política social no hay más remedio que relativizar la rigidez de la axiomática. De lo contrario, tarde o temprano, se cae en el teorema de imposibilidad de Arrow. Y aunque el principio de Pareto no sea un orden completo, debe ser utilizado para propósitos específicos. “En el difícil campo de la economía del bienestar, aún los pequeños favores cuentan. A pesar de su falta de completitud, el criterio de Pareto tiene mucho que aportar” (Sen, 1970:22).

En la lógica de Sen hay una noción de pobreza objetiva que se deriva de su teoría de la elección. Dicho proceso de derivación está mediado por la política social. La legitimación teórica de la categoría pobreza es compatible con un enfoque ordinal de la medición, que acepta comparaciones interpersonales de bienestar (Sen, 1976). Esta derivación del concepto de la pobreza a partir de la teoría de la elección no ha sido suficientemente estudiada y valdría la pena avanzar en tal dirección.

Entre la teoría marxista y la visión de Sen cabrían las numerosas variantes que utilizan los organismos internacionales y que tratan de dar cuenta de un fenómeno difícil de aprehender.

Suponiendo que en aras de la discusión se acepte la pertinencia de la categoría pobreza. El siguiente paso analítico tiene que ver con las dimensiones “objetiva” y subjetiva de la pobreza.

La aproximación objetiva está relacionada con las necesidades básicas. Y aquí habría espacio para considerar los factores biológico-reproductivos. Pero en el campo de la ética también hay una noción de objetividad, de carácter normativo. Previo un proceso de elección, la sociedad debe regirse por juicios imparciales y razonables. La justicia como imparcialidad (Rawls, 1971) es sinónimo de obje-tividad (Porter, 1995).

El acercamiento subjetivo a la pobreza enfatiza el estudio de la percepción que tiene los pobres de sí mismos. Para comprender la pobreza es indispensable captar la autopercepción de los pobres. Este es el punto de partida de algunos de los estudios del IDS (1989) y de McGee (1997) y Lampis (1997, 1998). Al destacar la relevancia de la visión subjetiva de la pobreza, estos autores evitan caer en un enfoque subjetivista de la pobreza. Puesto que su análisis está motivado por el convencimiento de que es necesario mejorar la situación de los pobres, escapan a la posición bergsoniana que lleva a negar las comparaciones interpersonales de bienestar. Más allá de la forma como los pobres se miren a sí mismos, es nece-sario establecer algunos criterios objetivos que permitan hacer comparaciones interpersonales —o intergrupales— de bienestar. Sin estos criterios objetivos sería imposible desarrollar políticas públicas que busquen combatir la pobreza.

Además de distinguir entre las visiones objetiva y subjetiva, la pregunta ¿qué es la pobreza? obliga a diferenciar las nociones absoluta y relativa (Boltvinik, 1991,

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1991b; Sen, 1983). Los estudios que se han realizado en Colombia no abordan de manera sistemática este problema y se contentan con afirmar que el indicador de necesidades básicas insatisfechas (NBI) y la canasta normativa de alimentos remite a una noción absoluta de la pobreza (Boltvinik, 1991:27-28), mientras que la LP es una medida relativa de la pobreza. Pero ni siquiera los mínimos nutricionales responden a criterios objetivos precisos. El contexto sociocultural condiciona la interpretación de la utilidad, su forma de valoración y, saliendo del esquema uti-litarista, el estándar de vida (Sen, 1987, 1987b).

Sarmiento y González (1998) proponen el siguiente esquema para mostrar las interacciones planteadas por Sen (1987, 1987b) entre la utilidad y sus formas de valoración.

Tabla 5. Tres interpretaciones de la utilidad y dos formas de valoración

Utilidad como objeto de valor El objeto de valor como un medio para obtener la utilidad

Como placer

La utilidad es el placer y la felicidad

La utilidad depende de los medios que proporcionan la felicidad

Como satisfacción del deseo

La valoración de la utilidad está directamente asociada a la valoración del bien.

La función de consumo tiene dos características: revela el deseo y hace depender la utilidad de la canasta de bienes. La función de utilidad es indirecta.

Como elección

El individuo escoge entre ocio (placer) y trabajo (displacer). El ocio o el trabajo tienen valor en sí mismos.

La persona selecciona medios para alcanzar la utilidad. Como consumidor escoge canastas de bienes. Como trabajador elige entre ocio (menos ingreso) y trabajo (más ingresos). La decisión entre ocio y trabajo se hace teniendo como punto de referencia el ingreso.

Ciclo de vida y pobrezaLa mayoría de los estudios de pobreza no tienen en cuenta el ciclo de vida.

La pobreza puede ser el resultado del círculo vicioso generado por un choque externo como, por ejemplo, la pérdida del trabajo. El desempleo tiene una serie de secuelas intertemporales que adquieren dinámica propia, en la medida en que se van haciendo endógenas.

El ciclo de la pobreza tiene componentes objetivos y subjetivos. El accidente de trabajo, que es un hecho objetivo, es asimilado de manera muy diferente por cada uno de los hogares. La investigación sobre el ciclo de vida debe involucrar ambas dimensiones.

En Colombia se han realizado pocos estudios sobre historias de vida, que permitan entender de qué manera las situaciones traumáticas debilitan la capa-cidad de respuesta del núcleo familiar y van creando una cultura de la pobreza. Ya hicimos referencia a las aproximaciones de Lampis (1997, 1998) y McGee (1997). Este examen intertemporal de la pobreza tiene una relación estrecha con

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la forma como los miembros de la familia perciben los choques externos. El desempleo que es un trauma objetivo, es asimilado de manera diferente por cada familia, dependiendo de la vulnerabilidad. Si el hogar cuenta con un acervo grande de activos físicos y humanos, el desempleo del perceptor principal quizás tenga un impacto menor que en el caso de un hogar que no haya logrado acumular un abundante stock de capital.

Los acercamientos objetivos a la historia de vida, deben combinares con estu-dios que ayuden a conocer la percepción que tienen las personas de su situación a lo largo del ciclo de vida. La hipótesis que el investigador formula sobre el efecto objetivo que causa un choque externo (positivo o negativo), debería ser confrontada con estudios sobre la forma como el hogar resiente el impacto exógeno.

A través de las encuestas, sobre todo de las Encuestas de Hogares, los “ciclos de vida” se construyen intercalando de manera secuencial a lo largo del tiempo los diferentes “cross-section”77. Este camino es una aproximación al análisis intertem-poral. En el futuro la investigación debería avanzar en dos direcciones. Primero, en la comprensión de las implicaciones analíticas que tienen las historias de vida en los estudios de pobreza. Y, segundo, en las posibilidades de elaborar encuestas que arrojen información sobre el ciclo de la pobreza. La Encuesta de Calidad de Vida (ECV) que acaba de realizar el Dane, con la participación de la Misión Social –DNP– y otras entidades del Estado, incluye una serie de preguntas que permiten conocer el capital social de tres generaciones (padre del jefe del hogar, jefe del hogar e hijo del jefe). Esta es una aproximación valiosa al conocimiento de los factores objetivos que inciden en el ciclo de vida de la pobreza.

La teoría del ciclo de vida se emparenta bien con los avances que se han rea-lizado últimamente en el campo de la dinámica y en el de la teoría de juegos.

Pobreza, desigualdad y crecimientoLa pobreza y la desigualdad tienen dinámicas relativamente autónomas. No

van en la misma dirección. Ni en Colombia, ni en América Latina, tenemos claridad suficiente sobre la dirección de ambas y, mucho menos, sobre la forma como inter-actúan. El artículo de Ocampo, Pérez, Tovar y Lasso (1998) plantea ambos proble-mas, explicitando algunos de los posibles vínculos que existirían entre crecimiento, pobreza y desigualdad. El debate Londoño (1997), Ocampo (1997) y Ocampo, Pérez, Tovar y Lasso (1998), ilustra muy bien los términos de la discusión.

77. Este procedimiento es utilizado por López (1996). En el último informe de la Cepal (1998:57-92) hay un capítulo dedicado a la Transmisión intergeneracional de las oportunidades de bienestar. Esta preocupación es una completa agenda de trabajo.

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A priori no es posible determinar el tipo de interacciones que se presentan entre crecimiento, pobreza y distribución. Normalmente se piensa que la lucha contra la pobreza favorece la equidad. Pero de lo uno no se deriva lo otro. De la misma manera, las políticas que buscan mejorar la equidad no necesariamente disminuyen la pobreza. La curva de Kuznets (1955) no resuelve el dilema de si primero es la distribución y después el crecimiento, o a la inversa. La U invertida de Kuznets es, ante todo, una constatación. No es pertinente interpretarla como una causalidad que va del crecimiento hacia la distribución (crecimiento → distribución). La otra secuencia también cabría dentro de la perspectiva de Kuznets (distribución → crecimiento). La literatura neoclásica ha mostrado sus claras preferencias por el primer tipo de causalidad.

La pobreza y el contexto macro e institucional

Macroeconomía, desarrollo y pobreza

Otro tema de investigación posible es la relación entre las dinámicas macro-económicas, el desarrollo y la pobreza. Berry (1995) se ha preocupado de manera explícita por este problema78. Especialmente, ha tratado de examinar la relación entre la distribución factorial del ingreso, la productividad, los salarios y la po- breza.

Berry plantea, por decirlo de alguna manera, el debate en los términos con-vencionales. Los estudios de Marques-Pereira (1998) y Salama (1995) analizan la relación entre lucha contra la inflación, la “financiarización” y la pobreza, desde una perspectiva menos convencional. Para los autores la gestión monetaria y financiera en América Latina ha respondido a una doble tensión. De un lado, la pérdida de autonomía de las políticas fiscal y monetaria derivada de la globaliza-ción financiera. Y, de otra parte, las restricciones impuestas por los programas de ajuste estructural. La prelación dada a lo monetario y al control de la inflación ha generados choques estructurales importantes, como la pérdida de competitividad internacional. No hay duda de que estas dinámicas inciden en el empleo, los sa-larios y el nivel de pobreza. El problema radica en determinar las formas como tienen lugar estas interacciones.

En Colombia ya se empiezan a realizar aproximaciones al estudio de la relación entre la macroeconomía, la pobreza y la desigualdad. Uno de los fenómenos que

78. Los estudios de Berry y Tenjo (1994), Londoño (1997), Ocampo (1997), Ocampo, Pérez, Tovar y Lasso (1998), Cárdenas, Sánchez, Núñez y Bernal (1998), Sánchez (1998), Fresneda, Gonzá-lez, Sarmiento y Cárdenas (1997) relacionan la evolución macroeconómica y los cambios en la desigualdad.

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expresa nuestra falta de conocimiento sobre el impacto que tienen las variables macroeconómicas en la pobreza es la estabilidad que muestra la incidencia, medida por línea de pobreza (LP)79.

Durante la última década la economía colombiana ha experimentado choques muy fuertes y, sin embargo, la incidencia apenas si ha variado. La estabilidad de la incidencia por LP es sorprendente, sobre todo, en un período en el que la economía ha estado tan convulsionada. La LP debería expresar, por lo menos, el impacto que ha tenido la tasa de desempleo en la remuneración. Pero los cambios macro no hacen mella en el indicador de incidencia. O es mentira que la LP refleje cam-bios coyunturales, o los efectos compensatorios son de tal naturaleza que logran estabilizar el indicador. Ambas hipótesis son plausibles. Tal vez la estabilidad de la LP sea una falsa preocupación.

No hay duda de que la medición de la pobreza es deficiente. Pero esta debilidad de la medición refleja carencias conceptuales, ya que no sabemos de qué manera las variables macro están incidiendo en los niveles de pobreza. La secuencia de estas causalidades no ha sido estudiada. Un trabajo de investigación podría comenzar preguntándose por las razones de la estabilidad de la incidencia.

Ha sido mucho menos estudiada la relación entre pobreza y desarrollo. Estas investigaciones se mueven en horizontes temporales más amplios que los estudios macro. La trampa de pobreza, de la que habla la teoría del desarrollo, puede enfo-carse desde dos perspectivas. La de Sala-i-Martin (1994)80, o la de Kuznets (1971)81. La primera ha estado muy marcada por la realización de test de convergencia, pero sin una reflexión analítica sobre la forma como se relaciona la no convergencia y las carencias estructurales82. La segunda línea, de orientación kuznetiana, ha sido menos explorada en Colombia. Kuznets muestra que la no convergencia tiene que ver con limitantes históricos, culturales y estructurales de muy diverso tipo como, por ejemplo, el peso dejado por la colonización83.

79. Ver los cálculos de Nina (1997, 1997b).80. Véase, también, Barro y Sala-i-Martin (1992, 1995), Barro (1997). Para Sala-i-Martin (1994:40

y ss), hay trampa de pobreza cuando el stock de capital inicial se encuentra por debajo del nivel que posibilita la convergencia.

81. “(...) La difusión del crecimiento económico moderno, a pesar de sus efectos parciales mundiales, está limitada por cuanto el desempeño económico de los países que albergan a tres cuartas partes de la población del mundo se encuentran todavía muy lejos de los niveles mínimos viables con la potencialidad de la tecnología moderna” (Kuznets 1971:115).

82. En los últimos años en Colombia se han realizado algunos estudios sobre convergencia, muy influenciados por la visión de Barro y Sala-i-Martin. Véase, por ejemplo, Cárdenas (1993), Cárdenas, Pontón y Trujillo (1993), Uribe (1993), Rocha y Vivas (1998).

83. Esta perspectiva del análisis de Kuznets no puede ser captada en presentaciones simplistas, y a mi modo de ver equivocadas, de la llamada curva de Kuznets. Londoño (1995), por ejemplo, interpreta la curva de Kuznets, suponiendo que hay una causalidad que va del desarrollo hacia la desigualdad.

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Mercados de trabajo y pobrezaEn el país se ha explorado bastante la relación entre los mercados laborales y

el ingreso. Se ha estudiado menos el vínculo entre la dinámica de estos mercados y la pobreza. Los cambios que tienen lugar en el mercado del trabajo repercuten directamente en el ingreso. Y estas variaciones deberían reflejarse en la incidencia medida por la LP. Ello no sucede así. Al restringir las mediciones de la pobreza a la LP, no se han explorado otras alternativas de evaluación de la pobreza que sean más sensibles al ciclo económico.

En esta área la investigación debe cubrir varios frentes. El más general, tendría que ver con la falta de correspondencia entre los ciclos del empleo y la tasa de incidencia medida por LP. Otros más específicos, con la incidencia que tiene la dinámica del empleo en la pobreza de los miembros del hogar (mujeres, jóvenes y niños). La Cepal (1998:43-56) ha tratado de avanzar en esta dirección.

Desde el enfoque de la vulnerabilidad, Lampis (1998) encuentra que el desem-pleo es un evento determinante del ciclo de vida del hogar. A partir del momento en que se pierde el empleo se desencadenan procesos endógenos que fortalecen una espiral viciosa que intensifica la trampa de pobreza. Los miembros del hogar reaccionan ante la falta de empleo y tratan de buscar diversas alternativas.

El tema del mercado de trabajo también puede abordarse desde el ángulo de las oportunidades. La desigualdad suele enfocarse del lado de los ingresos, descuidando el tema de la desigualdad de oportunidades.

Instituciones y pobrezaLa relación entre instituciones y pobreza podría enfocarse desde dos perspec-

tivas. La primera, desde la teoría general de las instituciones y, segundo, desde el ordenamiento institucional en función de la política social.

El primer camino lleva a la teoría institucional. Para el caso colombiano el neo institucionalismo de Wiesner (1997, 1997b) abre numerosas posibilidades de análisis84.

El segundo camino tiene que ver con la forma como el ordenamiento institu-cional (público y privado) afecta la política social. A medida que la frontera entre lo

84. Piensa Wiesner (1997b:15) que la eficiencia y la equidad del gasto público mejoran con la generalización del escogimiento público. “Se entiende por “escogimiento” todo el entorno que regula al nivel territorial, al plantel, al estudiante y al profesor. La premisa analítica es que entre mayor descentralización y autonomía exista más alta será la probabilidad de obtener mejores resultados. Esto no quiere decir que “school choice” o un sistema de “vouchers” se consideren como panaceas sino que esa es la dirección en que se debe mover el proceso de reforma. En breve, el énfasis hay que buscarlo más del lado de la demanda que de la oferta”.

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estatal y lo privado se ha ido diluyendo, lo público adquiere una nueva dimensión. Usualmente la política social se ha financiado a través del gasto público. Pero la crisis fiscal ha obligado a abrir nuevas alternativas de financiamiento en las que los particulares interactúan de manera más directa con el Estado.

La focalización de los programas sociales no es sólo un instrumento. Refleja una concepción teórica que privilegia los subsidios a la demanda frente a los subsidios a la oferta (Sojo, 1990). Detrás de ambas posiciones hay una visión de las instituciones y de la elección pública. Los estudios de Wiesner (1992, 1994, 1997) avanzan en esta dirección y muestran el abanico de las escuelas.

Las políticas de focalización han mostrado la necesidad de sopesar la per-tinencia de los programas orientados hacia el lado de la oferta o hacia el lado de la demanda. La Ley 60 sobre transferencias y la Ley 100 sobre salud son las manifestaciones más claras de estas dos lógicas. Mientras que la Ley 60 se inclina hacia la oferta, la Ley 100 prioriza la demanda. El impacto sobre la pobreza es diferente, dependiendo de si las políticas sociales estimulan la oferta o la demanda. Este debate se ha politizado y ha alcanzado altos grados de ideologización. No se ha investigado de manera juiciosa el funcionamiento de los mercados de la salud y de la educación, que son los más sensibles a los programas sociales.

Pocas investigaciones han buscado la relación entre pobreza y gestión estatal. A título de ejemplo mencionamos la propuesta de Lautier (1994). El autor con-sidera que la naturaleza del Estado debe definirse a partir de la forma como éste gestiona la pobreza. Esta hipótesis abre numerosas posibilidades de análisis. La pobreza sería un elemento constitutivo de la regulación estatal. Desde esta pers-pectiva, la lucha contra la pobreza no sería más que un discurso porque el Estado latinoamericano es incapaz de enfrentar los condicionantes estructurales de la pobreza. La gestión de la pobreza se realiza de tal manera que permita alcanzar las metas blandas del desarrollo social de las que habla Kaztman. La obtención de las metas duras implicaría realizar rupturas políticas demasiado comprometedoras, porque afectan las dotaciones iniciales. En otras palabras, concluye Lautier, el Es-tado latinoamericano no puede resolver el problema de la pobreza, pero tampoco puede renunciar al discurso en contra de la pobreza porque pierde legitimación. Independientemente de la validez de la hipótesis de Lautier, su forma de enfocar el problema sí tiene elementos metodológicos novedosos: La gestión de la pobreza define la naturaleza del Estado. Esta aproximación convierte la pobreza en un concepto central de la economía política.

Marques-Pereira (1998) se pregunta por qué el aumento de la pobreza en América Latina ha sido compatible con una cierta legitimación de los gobiernos. La respuesta habría que buscarla en la aceptación que ha tenido la estabilidad monetaria y el control de la inflación. En la conciencia de los pobres la ausencia

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de hiperinflaciones ha creado una sensación de seguridad frente a la capacidad adquisitiva de la moneda. Y este beneficio compensa los altos costos de los pro-gramas de ajuste. A pesar de que en los últimos 15 años el número de pobres ha aumentado, los gobiernos han ganado mayor legitimidad. Iguiñiz (1993) muestra que en América Latina los pobres no se rebelan porque la mayor pobreza se da en un contexto de menor opresión. Quizás los pobres no se sientan peor. Aparen-temente el incremento de la pobreza no es percibido por la población como una desmejora de su bienestar. Es muy posible que las aproximaciones cuantitativas que estamos realizando a la pobreza no sean el mejor instrumento para captar el bienestar de las personas a las que consideramos pobres.

Familia y pobrezaLas encuestas de hogares y las encuestas de ingresos y gastos hacen una sim-

plificación fundamental: La función de utilidad del hogar es única. Se reconoce la heterogeneidad de los preceptores del ingreso, pero se supone que el consumo es homogéneo. Becker afirma, claramente, que el matrimonio unifica la función de utilidad del hogar. Pero esta simplificación niega el proceso de decisión que tiene lugar al interior de la familia y desconoce las desigualdades que se presentan entre sus miembros.

La encuesta de hogares diferencia por tipo de perceptores y discrimina las características de vinculación de los miembros del hogar al mercado laboral. Esta aproximación es legítima y útil, pero es insuficiente para captar la forma como los miembros del hogar responden al ciclo económico. Se requieren otras variables adicionales.

La familia no es la unidad de análisis de la encuesta de hogares, aunque sí lo es del Sisbén. Este es un punto que debe explorarse mucho más. El Sisbén ha cumplido un papel importante en la selección de beneficiarios, pero se ha avanzado muy poco en la caracterización de las familias pobres.

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Exclusión y gobernabilidad en el caso colombiano∗

Gobernabilidad y teoría económicaLa aproximación al análisis de la gobernabilidad debe partir de un enfoque de

la teoría económica que trate de ser lo menos reduccionista posible. Puesto que la gobernabilidad tiene varias dimensiones (política, económica, financiera, medio ambiental, migratoria, etc.)85, la economía debe dialogar con las otras disciplinas sociales. Debe tender puentes que faciliten la interdisciplinariedad. Es conve-niente retomar la propuesta de Williamson (1993:103) y Vernon Smith (1974): La economía tiene que ser pensada como una institución “liberada del núcleo”86. Y este principio adquiere plena validez cuando se examina la gobernabilidad con los lentes de la economía.

∗ Texto para la Cepal, Bogotá, 2003. Mimeo.85. El estudio reciente de la Cepal (2002) pone en evidencia la multidimensionalidad de la gober-

nabilidad.86. Para Vernon Smith (1974) la necesidad de pensar la economía por fuera del núcleo no inválida

los intentos que se hacen por consolidar una teoría que al interior del núcleo sea libre de va-lores. Este ejercicio es conveniente porque ayuda a explicitar los intereses que subyacen a los diferentes análisis. El ideal científico en economía sigue siendo el de examinar las condiciones de contratación al interior del núcleo dejando por fuera de todo criterio institucional-valorativo. Pero, concluye Smith, a pesar de todos los esfuerzos la dimensión valorativa termina permeando

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El núcleo, que es una categoría central en la teoría microeconómica, tiene la virtud de que permite captar claramente los límites del equilibrio y del mercado87. Sin entrar en detalles técnicos, basta con afirmar que en el núcleo el equilibrio es óptimo y el sistema de precios funciona. Por fuera del núcleo es factible que no se cumplan ninguno de estos dos principios. Así que el equilibrio, en caso de que exista, es subóptimo. Y además, pueden presentarse situaciones en las que los precios sean inoperantes.

Si se acepta que la economía puede ser pensada como institución liberada del núcleo se llega a la conclusión de que el mercado tiene límites intrínsecos, que no permiten que desde su interior puedan comprenderse dimensiones tan complejas como la gobernabilidad. El mercado se agota en dos situaciones. La primera tiene que ver con la naturaleza del bien y la segunda con el paso de la elección individual a la elección colectiva.

Hay bienes que por su misma naturaleza no pueden ser transados en el mercado. Bien sea porque no admiten una valoración monetaria. O si ésta puede hacerse, no es el resultado de la dinámica propia de la oferta y la demanda. La educación, la salud, la justicia, la seguridad, por ejemplo, son bienes cuya valoración en el mercado es muy imperfecta88. El comentario es relevante porque los bienes so-ciales, que tienen una relación directa con las posibilidades y condiciones de la gobernabilidad, suelen escapar a la dinámica del mercado. El distanciamiento del mercado comienza por la definición de la naturaleza misma del bien. El objeto de la transacción no es preciso. En el acto médico no es claro cuál es el bien que se compra y se vende. Tampoco lo es en la relación maestro/alumno. En el proceso de formación de los precios de estos bienes intervienen consideraciones no-mercantiles89.

el núcleo. “La nueva microteoría tratará, y deberá hacerlo, los aspectos relacionados con los fundamentos económicos de las organizaciones y de las instituciones (...)” (Smith, 1974:321). Al seguir este camino es imposible dejar de lado los valores.

87. Se refiere al núcleo de contratación de la caja de Edgeworth (1881). El núcleo de una economía de intercambio se define como el conjunto de todas las asignaciones que son posibles y que no están dominadas por ninguna coalición.

88. Adam Smith (1759, 1776b) reconoce que el sistema de precios actúa muy bien en ciertas áreas (panadería, calzado, muebles, etc.), pero no es apropiado en campos como la educación y la salud, porque frente a este tipo de bienes se acentúa el impacto de sentimientos morales como la simpatía y la prudencia. Entre los autores contemporáneos, se destaca Arrow (1963, 1963b, 1965, 1967). El autor muestra que la lógica de precios tiene límites intrínsecos y, por tanto, es inútil tratar de aplicarla a bienes como los servicios médicos. Mucho menos a la salud.

89. La siguiente frase de Vernon Smith explicita las limitaciones de la teoría económica cuando los bienes no pueden valorarse en términos de precios. “Gary Becker (1981) ha mostrado que la eco-nomía puede ser relevante para la institución del matrimonio. Pero si el divorcio es pensado como un problema social, dudo que pueda resolverse con su teoría del matrimonio” (Smith, 1974:321).

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El mercado también se agota cuando nos movemos en el terreno de la elección social90. Puesto que la gobernabilidad corresponde al mundo de la elección colec-tiva, para entender sus características es necesario salir de la esfera del mercado. En otras palabras, debe emprenderse el camino hacia la liberación del núcleo. No importa que el economista deba reconocer que no sabe. “Algunas veces, una de las funciones importantes de un análisis económico desapasionado es mostrar que ciertos problemas sociales pueden no tener solución” (Smith, 1974:321).

Gráfica 20. La gobernabilidad y su relación con la no-exclusión, el bien-estar y los indicadores de Pigou

Gobernabilidad

No exclusión

Pigou

Bien-estar

Propongo un acercamiento a la gobernabilidad que aunque tiene sus raíces en lo económico va más allá. La gráfica 20 describe las relaciones básicas. La primera categoría es la no-exclusión de la vida de la comunidad. Aunque la intensidad de la exclusión varía, hay límites que son inaceptables. En el caso colombiano la Constitución de 1991 establece los umbrales mínimos, por debajo de los cuales pierde su razón de ser el Estado Social de Derecho. Desde la no-exclusión sale una flecha que llega a Pigou. Traigo a colación el nombre de Pigou (1912, 1920) porque el autor propone evaluar el avance la sociedad a partir de un indicador que no obstante su sencillez, tiene mucha fuerza analítica: Una comunidad mejora cuando el producto per cápita crece sin que haya un deterioro de la distribución del ingreso. El tercer componente de la gráfica es el bien-estar. Esta categoría tiene una

90. La formalización inicial del conflicto entre las elecciones individual y colectiva es de Arrow (1951). Las reflexiones alrededor de estos temas han dado origen a las escuelas de la elección pública (Buchanan y Tullock 1962, 1964, 1966) y de la elección social (Arrow 1951, 1963c; Sen, 1970).

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significación más amplia que el bienestar, que suele estar asociado a una noción de felicidad individual. Finalmente, en la parte superior de la gráfica aparece el último componente: La gobernabilidad. En la literatura sobre gobernabilidad el término se aplica tanto a las corporaciones privadas como al gobierno en la esfera de lo público91. En el primer caso, uno de los problemas relevantes es la relación entre los propietarios de la empresa (los accionistas) y los administradores. Y en el segundo caso, la discusión gira alrededor de las interacciones que se presentan entre quienes tienen el poder y los gobernados.

Defino la gobernabilidad como la respuesta adecuada del gobernante a las demandas de quienes se sienten excluidos. Esta definición de la gobernabilidad tiene más relación con la gobernabilidad pública que con la gobernabilidad de las corporaciones. El juicio sobre lo “adecuado” de la respuesta del gobernante lo expresan los gobernados de maneras muy heterogéneas (voto, manifestaciones, paro, violencia, etc.). La definición supone que en ausencia de exclusión no hay problemas de gobernabilidad. Basta con que una persona se sienta excluida para que haya, así sea en mínimo grado, un problema de gobernabilidad. La unanimidad es una situación extrema que deja sin sentido la pregunta por la gobernabilidad. En el caso de la dictadura, que sería el otro extremo, la pregunta por la gobernabilidad tampoco es pertinente. El dictador impone su preferencia a los demás. Mientras que el dictador logre hacer que los demás sigan sus órdenes, no hay espacio para preguntarse por la gobernabilidad. Pero desde el momento en que las personas descontentas pueden comenzar a expresar su insatisfacción, el poder dictatorial empieza a fracturarse. Y la forma como el dictador responde a estas demandas también es un asunto de gobernabilidad. El juicio sobre lo “adecuado” de la res-puesta del gobernante finalmente tiene que realizarse en términos de poder. En este momento de la discusión es inevitable hacerse la pregunta por la legitimidad del gobernante y de los medios que utiliza. La gobernabilidad del dictador no es legítima. Pero por otro lado, hay gobiernos legítimos que van perdiendo los márgenes de gobernabilidad. Dejando de lado las dos situaciones extremas, la unanimidad y el dictador sin fisuras, siempre se presentan, en mayor o menor medida, problemas de gobernabilidad. Podría ser más útil recurrir a un término como gobernabilidad democrática o gobernabilidad legítima. Estos conceptos restringen la noción de gobernabilidad a las sociedades que eligen sus mandatarios mediante la regla de decisión por mayoría.

A medida que explico cada uno de los componentes, voy desarrollando las interacciones presentadas en la gráfica 20.

91. Sobre las diferentes aplicaciones de la gobernabilidad, ver North y Weingast (1989), Pérez (2001, 2002), Shleifer y Vishny (1997), Williamson (1988).

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La no-exclusiónEl punto de partida del análisis es la no-exclusión. He escogido la categoría

exclusión porque ofrece un marco analítico suficientemente comprehensivo. Sen (2000) muestra la pertinencia de rescatar el término exclusión92. Considera que es conveniente para analizar fenómenos sociales contemporáneos como el des-empleo, la xenofobia, la asimetría de los procesos migratorios, la concentración del ingreso, etc.

La simpatía es el sentimiento que lleva a la persona a colocarse en los zapatos del otro (Smith, 1759:5). Se trata de mirar el mundo desde la perspectiva del otro. La simpatía incluye toda la gama de sentimientos que van desde el amor hasta el odio. El pensamiento de Smith es incomprensible sin la dimensión del otro. La percepción que tengo de mi belleza o fealdad está marcada por la forma como percibo que los otros me perciben. “Nuestras ideas iniciales sobre la belleza per-sonal y la deformidad se configuran a partir de la forma y apariencia de los otros (...)” (Smith, 1759:163). Así que cualquier sentimiento egoísta no puede ignorar al otro. En otras palabras, no es posible un egoísta puro. La simpatía está presente en todo momento. La peor forma de exclusión, recuerda Smith, es la eliminación violenta del otro93.

Ya decía Sen (1977) refiriéndose al trabajo de Edgeworth (1881), que no tiene sentido concebir una sociedad de egoístas puros. El problema lo expresó claramente Edgeworth al reconocer que por fuera del núcleo de contratación (por fuera del mundo de los precios), no hay más remedio que hacerse la pregunta ética por la sociedad buena. Edgeworth explicita el conflicto entre el egoísmo puro y el axioma fundamental del utilitarismo de Bentham (1776:3): “La máxima felicidad para el mayor número”. El utilitarismo de Bentham entra en conflicto con el egoísmo puro de Edgeworth. Hay una tensión inevitable.

92. En los últimos años el debate sobre la exclusión ha sido muy rico. Ver, por ejemplo, Bula (1999), Corredor (1999), Dasgupta (1999), De Haan (1997, 1998, 1999), De Haan y Maxwell (1998), Efilwc (1995), Evans (1998), Gaventa (1998), Harwin y Fajth (1998), Paugam (1996), Sen (2000), Silver (1994), Sindzingre (2000), Van Parijs (1994).

93. La violencia política tiene una larga historia en Colombia. El exterminio de la Unión Patriótica (UP) es una expresión evidente de exclusión política. Jaime Pardo, el candidato presidencial de la UP, es asesinado en 1987. Adicionalmente son asesinados 4 congresistas, 5 diputados, 45 concejales, 4 alcaldes y 15 candidatos a las elecciones siguientes. El siguiente candidato presidencia, Bernardo Jaramillo, es asesinado en 1990. Entre 1985 y 1992 hubo 717 homicidios contra miembros de la UP. La impunidad es alarmante. Se abrió investigación apenas en el 22% de los casos. Hubo sentencia en el 6% y solamente hubo 4 condenas. No sólo se persigue a los miembros de la UP. El Ministro de Justicia, Rodrigo Lara, es asesinado en 1984. Luis Carlos Galán, el candidato del Nuevo Liberalismo, es asesinado en 1989. Pablo Escobar y Rodríguez Gacha mueren en 1993. Entre 1979 y 1991 fueron asesinados 290 funcionarios judiciales.

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La no-exclusión tiene grados diversos, y por ello es posible pensarla como un proceso dinámico que, dependiendo de las circunstancias, puede evolucionar hacia situaciones de mayor o menor exclusión. Por su naturaleza con respecto a la deprivación, la exclusión puede ser instrumental o constitutiva. Y por la dinámica que la ocasiona, la exclusión puede ser activa o pasiva.

En líneas generales, la exclusión social se manifiesta en una deprivación de las capacidades, pero la exclusión puede ser parte constitutiva de la deprivación, o una causa instrumental (Sen, 2000:5). La persona desempleada no tiene dinero para acceder a algunos bienes, así que individuo queda excluido del consumo de bienes de manera indirecta. Y en este sentido el desempleo es causa instrumen-tal94. Pero si la persona tiene dificultades para hablar con los demás, y se siente inferior a los otros, su exclusión es parte constitutiva de la deprivación de las capacidades.

La exclusión es activa cuando ofrece a un propósito deliberado. El control a la inmigración es un ejemplo claro de exclusión activa. La exclusión pasiva resulta de dinámicas que, por sí mismas, no buscan la exclusión. Es posible que en determinada coyuntura la política cambiaria tenga impactos negativos en la producción nacional y el empleo. En un caso como este no tendría sentido afirmar que la política cambiaria es excluyente.

El punto de partida de la gráfica 20 es la no-exclusión. Esta decisión obede-ce a las razones siguientes: i) es un imperativo constitucional, ii) tiene una clara fundamentación teórica, iii) favorece el crecimiento.

El imperativo constitucionalLa no-exclusión en aspectos fundamentales (nutrición, vivienda, educación,

empleo, agua, etc.) es una premisa del Estado Social de Derecho, tal y como ha sido definido por la Constitución de 1991. En este sentido, la no-exclusión es un imperativo constitucional95. Los Talleres del Milenio reafirman este principio.

Postulado programático para el desarrollo productivo y la inclusión social. Cons-trucción de un contrato social sobre la generación de riqueza y la inclusión. Colombia hoy más que nunca se ve enfrentada a la necesidad de construir co-lectivamente una visión de futuro del país, en el que el desarrollo productivo y

94. Sen (2000:22) enuncia algunas de las incidencias negativas del desempleo: la caída del ingreso, la disminución de la producción corriente, la pérdida de habilidades y destrezas, el deterioro de la libertad, el daño psicológico, la enfermedad y la mortalidad (incluso el suicidio), el daño de las relaciones con los demás, la menor motivación, el debilitamiento de los valores sociales.

95. Si se desea profundizar en el significado y las implicaciones del Estado Social de Derecho, ver entre otros, Cepeda (1993), González (1999), Kalmanovitz (1999, 2001), Medina (1993), Pérez (2001, 2002), Uprimny (2001, 2001b).

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la generación de empleo socialmente eficiente conduzcan al aprovechamiento de las potencialidades sociales, a la adecuada utilización de los recursos dispo-nibles y a la mejora en la equidad y el acceso de oportunidades, como factores fundamentales para la transformación social del país en el mundo de hoy (Garay, 2002:34).

Así que el contrato social debe estar basado en la generación de riqueza y en la inclusión. La “mejora en la equidad y el acceso de oportunidades” son “factores fundamentales para la transformación social del país”.

La fundamentación teóricaHay una segunda razón para considerar la no-exclusión como un postulado

básico: Su clara fundamentación teórica. Las referencias que ya hice a Adam Smith, a Bentham y a Edgeworth muestran que la preocupación por la no-exclusión es constitutiva de la naturaleza del pensamiento económico96. De manera mucho más enfática, Walras (1936, 1936b) insiste en que la competencia funciona siempre y cuando el Estado sea el propietario de la tierra. El monopolio privado de la tie-rra, que es el principal factor de producción, no favorece la competencia. No hay competencia sin distribución. Las críticas de Marshall (1892, 1892b) a la Ley de Pobres están basadas en un principio elemental: No se necesitan leyes de pobres si las personas tienen empleo. Keynes (1936, 1937) retoma la idea de Marshall y pone el énfasis en acciones públicas que favorezcan el empleo.

Desde un marco teórico muy distinto al de Keynes, Hayek (1976:108 y ss.) concibe el mercado como catalaxia. El término que inicialmente fue propuesto por Whately (1885) para explicar el “orden del mercado”, es retomado por Mises (1949). Catalaxia viene del verbo griego katallattein (o katallassein). Y tiene tres significados que Hayek acepta: i) el intercambio, ii) ser admitido en la comunidad y iii) cambiar, pasando de ser enemigo a ser amigo97. La característica ii) remite a las nociones de simpatía de Smith (1759) y de no-exclusión de Sen (2000). Y el punto iii) pone en evidencia la necesidad de que los individuos renuncien a sus intereses, de tal manera que la relación de enemistad se convierta en una de

96. Bentham admira a Jefferson y comparte su idea de que la democracia norteamericana debe estar fundada en una sociedad de pequeños propietarios.

97. Hayek está de acuerdo con la visión de catalaxia que ya había propuesto Mises treinta años atrás. “La catalaxia se ocupa de los fenómenos del mercado con todas sus raíces, ramificaciones y consecuencias. No hay duda de que las personas que participan en el mercado están motiva-das no sólo por el deseo de conseguir comida, vivienda, goce sexual, sino también por ideales múltiples. Las acciones humanas tienen que ver con “cosas” materiales e ideales. La persona escoge entre varias alternativas, no importa si son clasificadas como materiales o ideales” (Mises, 1949:233).

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amistad. El orden del mercado es posible entre amigos. La no-exclusión es una precondición para que el mercado sea factible. La catalaxia incluye la relación con el otro desde dos dimensiones: La admisión en la sociedad y, la transformación del enemigo en amigo. No se trata de hacer una lista exhaustiva de los economistas. Los que ya he mencionado son suficientes para mostrar que la no-exclusión es constitutiva del pensamiento económico98.

Favorece la dinámica de crecimientoLa no-exclusión favorece la dinámica de crecimiento. De alguna manera, los

autores mencionados estarían de acuerdo con este principio general. Y de una manera más específica, en los últimos años se ha desarrollado una extensa litera-tura que muestra la pertinencia de considerar la no-exclusión como una condición necesaria para que haya crecimiento99. Esta mirada no es compartida por quienes consideran que la no-exclusión es el punto de llegada más que el punto de partida. La moderna teoría del crecimiento, que está muy bien expresada en los modelos de Barro (1974, 1976, 1989), Barro y Sala-i-Martin (1992, 1992b), Sala-i-Martin (1994, 1997), está basada en el principio de que hay que sustituir sacrificio presente por bienestar futuro. Este llamado a la austeridad suele estar asociado a la idea de que la agenda distributiva tiene que posponerse. El reciente estudio de Cárdenas (2002) centra la atención en la violencia y la corrupción y desconoce la incidencia que pueda tener la exclusión en la caída de la productividad. El autor muestra que la productividad total de los factores ha caído. Y explica la disminución por la criminalidad la que, a su vez, se explica por la violencia100.

98. En González (2002) muestro que la tradición económica siempre ha tenido presente la dimen-sión del otro. Y que la tensión entre libertad e igualdad, tal y como la describe Vickrey (1945), subyace a la construcción de la teoría económica.

99. Menciono algunos estudios, la mayoría referidos al caso colombiano. Berry (2002), Berry y Tenjo (1994), Birdsall, De la Torre y Menezes (2001), Bula (1999), Cepal (1990, 1991, 1992, 2001), CGR (1993), Di Marco (1996), Garay (2002 b), Jaramillo (1995), López (1998), Nina y Grillo (2000), Ocampo, Pérez, Tovar y Lasso (1998), Piketty (1994), Prealc (1990), Sarmiento (2000).

100. “El crecimiento anual del PIB colombiano cayó de un promedio cercano a 5% entre 1950 y 1980 a sólo 3% entre 1980 y 2000. La descomposición de las fuentes del crecimiento indica que este retroceso puede atribuirse enteramente a los cambios en la productividad. De hecho, entre 1960 y 1980 las ganancias por productividad incrementaron el producto per cápita en cerca de 1% por año. En contraste, desde 1980 las pérdidas de productividad han reducido el producto per cápita en un monto similar. El análisis de las series de tiempo sugiere que semejante implo-sión de la productividad está estrechamente relacionada con el incremento en la criminalidad en Colombia, la cual ha dado origen a una desviación de factores productivos hacia actividades improductivas. A su turno, el incremento en la criminalidad ha sido el resultado de una típica expansión de las actividades de narcotráfico, que hicieron erupción alrededor de 1980. Esta

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Quienes piensan que la no-exclusión va a la par con el crecimiento tienen posiciones heterogéneas. En un extremo se afirma que la equidad es una precondi-ción absoluta del crecimiento. Hacia allí apuntan los argumentos de Berry (2002) sobre las consecuencias nefastas que ha tenido en el país la incapacidad secular de realizar la reforma agraria. Desde un enfoque más general, Sen (1970, 1974, 1998, 1999) también considera que la no-exclusión es una condición necesaria para avanzar hacia el crecimiento. En el otro extremo se dice que el crecimiento es sostenible si es compatible con la equidad. El estudio reciente de Birdsall, De la Torre y Menezes (2001) se acerca más a esta última posición: Es importante “auspiciar la equidad sin menguar el crecimiento”101. No obstante la diversidad de enfoques, para todos estos autores es claro que la equidad no puede pospo-nerse. Que no tiene sentido afirmar que primero es el crecimiento y después la no-exclusión102.

La tesis doctoral (Sen, 1960) es sobre la función de producción y la sustitución de técnicas. En el trabajo, que fue dirigido por Joan Robinson, el autor muestra que la sustitución tecnológica no puede descontextualizarse. Que las técnicas intensivas en mano de obra tienen consecuencias distintas en el empleo según sea el nivel de capitalización de cada sociedad. Y en trabajos posteriores (Sen, 1970, 1974, 1998, 1999), el autor muestra que es inaceptable desde el punto de vista ético la idea de que primero es necesario crecer (sudor y lágrimas) antes de poder compartir el bienestar.

Junto con Sen, otros dos premios Nóbel recientes, Vickrey y Stiglitz103, han argumentado que las condiciones de la población pueden mejorar desde ahora si los criterios que guían la política económica se modifican. Se trata entonces, de concebir el desarrollo de tal forma que las medidas que se tomen comiencen a favorecer a los más pobres y vulnerables. La transmisión intergeneracional de la pobreza debe romperse lo más rápidamente posible104. Poco a poco se ha ido

explicación se encuentra apoyada, además, en la evidencia internacional. Los estudios de corte transversal entre países muestran que Colombia es un caso atípico en términos de la intensidad del conflicto y la fragmentación social e indican que un nivel de criminalidad alto está asociado a una baja productividad” (Cárdenas, 2002:1).

101. Los autores critican el círculo vicioso en el que cayó América Latina durante los noventa. “Un círculo vicioso en el que la pobreza y la desigualdad impiden el crecimiento, y el bajo índice de crecimiento agrava la pobreza y la desigualdad, es particularmente preocupante en América Latina” (Birdsall, De la Torre y Menezes, 2001:17).

102. Martínez (2001) hace una cuidadosa presentación la visión de algunos autores colombianos sobre la relación entre economía, crimen y conflicto.

103. Ver, por ejemplo, Vickrey (1996, 1997) y Stiglitz (1997, 1998, 2002).104. “Al menos la mitad de los latinoamericanos ven limitadas tempranamente sus oportunidades de

bienestar como consecuencia de las características que asume la transmisión intergeneracional de capital educativo y de oportunidades laborales, que junto a otros factores son determinantes

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haciendo una lectura menos ideológica de la llamada curva de Kuznets (1955). A partir de las preocupaciones de Kuznets se ha dicho que primero debe crecerse y, posteriormente, mejorar la distribución. Pero en el artículo de Kuznets en ningún momento se dice que el crecimiento es condición previa de la equidad. El autor constata que los países más desarrollados son más equitativos. Pero en ningún momento se atreve a proponer relaciones de causalidad. Incluso, termina el artí-culo diciendo que la información disponible es muy limitada y que el 5% de lo dicho corresponde a la evidencia empírica y el 95% restante a la “especulación” (Kuznets, 1955:26). La aproximación des-ideologizada de Kuznets es compatible con la gráfica 20.

Los indicadores de PigouContinúo leyendo la gráfica 20 de izquierda a derecha. La flecha que parte

de la no-exclusión llega a Pigou. La referencia a este autor tiene el propósito de recuperar la propuesta que él hace (Pigou, 1920:47 y ss) de evaluar el bien-estar de la sociedad a partir de dos criterios: El aumento del producto per cápita y la mejor distribución del ingreso. Los dos indicadores de Pigou todavía son vigentes. No basta con crecer. Es necesario, además, que el mayor producto sea distribuido de forma equitativa.

Gráfica 21. PIB per cápita (1980-2001) Decenas de pesos constantes de 1975

de la elevada y persistente desigualdad socioeconómica y regional” (Cepal, 1998:59). Sobre la transmisión intergeneracional de la pobreza ver, además, Corchuelo, Rodríguez, Acosta y Baquero (1999), Nina (1997c), Nina y Grillo (2000).

Fuente: Tabla 6.

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Desde la segunda mitad de los años noventa el país no cumple con ninguno de los indicadores de Pigou. El PIB per cápita ha disminuido y la distribución del ingreso ha empeorado.

Tal y como se aprecia en la tabla 6 y en la gráfica 21, el PIB per cápita em-pieza a caer en la segunda mitad de los años noventa. Entre 1997 y 2001 pasó de $

75 239.609 a $

75 223.895105. La última vez que había caído el ingreso per cápita

fue a comienzos de los ochenta. Pero en aquella ocasión la disminución fue leve y la senda de crecimiento se retomó en un período relativamente corto. En el tabla 6 se observa que en 1985 el ingreso ya había superado el nivel de 1981. La situación actual es muy distinta. Después de cinco años el ingreso per cápita todavía no logra recuperar el nivel que tenía en 1997.

Año PIB/Cápita

1980 184,825

1981 184,915

1982 182,660

1983 181,614

1984 183,799

1985 185,592

1986 192,473

1987 198,755

1988 202,639

1989 205,478

1990 210,256

1991 207,916

1992 214,335

1993 221,491

1994 229,900

1995 237,515

1996 237,732

1997 239,609

1998 236,543

1999 222,223

2000 224,492

2001 223,895

Tabla 6. PIB per cápita anual - Pesos constantes 1975

Fuente: Dane

105. El subíndice 75 significa que son pesos de 1975 ($75

).

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La mayor caída del ingreso per cápita tuvo lugar en 1999 (gráfica 21). El rit-mo de recuperación todavía es muy lento. La recesión de finales de la década del noventa ha sido muy honda. En 1999 el producto cayó a un nivel sin precedentes. En las comparaciones internacionales se suele destacar el buen desempeño de la economía colombiana.

El panorama también es difícil cuando se considera únicamente el PIB. En el largo plazo (1930-2001) el PIB no fue negativo ni siquiera en los ochenta, cuan-do los demás países de la región pasaban por situaciones muy difíciles (Berry, 1997, 1997b). La última vez que el PIB había sido negativo fue a comienzos de los años treinta, en la época de la gran depresión internacional, pero la recesión de aquellos años no alcanzó la profundidad de la actual. En 1999 el PIB cayó tres veces más que en el 1931. Así que a la luz de la evolución que ha tenido el producto, no hay duda de que la economía colombiana está pasando por una situación muy crítica.

Gráfica 22. Tasa de crecimiento anual del PIB per cápita (1980-2001)

106. Ocampo resume así la experiencia colombiana de los noventa. “Visto en esta perspectiva, la experiencia económica colombiana de los años noventa puede explicarse como resultado de la conjunción de cinco procesos básicos, ninguno de los cuales puede dejarse de lado para tener una visión apropiada de nuestra realidad: (1) la avalancha de financiamiento internacional que generó una “burbuja especulativa” que finalmente estalló con la crisis asiática; (2) el ajuste lento e incompleto de la economía frente a la apertura económica; (3) la fuerte expansión del

Fuente: Tabla 6.

En la gráfica 22 se observa claramente la burbuja de la primera mitad de los años noventa. Hay indicios suficientes para pensar que en estos años hubo enfermedad holandesa (PDH, 2002b)106. La abundancia de recursos externos se

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traduce en una revaluación de la tasa de cambio, en un encarecimiento relativo de los bienes no transables, y en menores precios de los bienes transables. Los productores nacionales de transables tienen que competir con los artículos impor-tados. Puesto que el precio de los bienes transables disminuye en términos rela-tivos, los recursos destinados al sector de bienes transables tienden a desplazarse hacia la producción de no transables. Como la producción nacional de transables disminuye, a las dificultades para atender la demanda doméstica se agrega el de-bilitamiento de la capacidad exportadora del país107. En la primera mitad de los noventa el crecimiento económico estuvo fundado, principalmente, en el sector financiero y en el comercio (PDH, 2002b). Esta distribución sectorial del producto es compatible con la hipótesis de enfermedad holandesa. La apertura y la reva-luación crearon condiciones que favorecieron la consolidación de una burbuja de naturaleza especulativa. La apertura tuvo un impacto muy fuerte en contra de la industria y, sobre todo, de la agricultura108.

La segunda medida propuesta por Pigou es la distribución del ingreso. El coeficiente de Gini pasó de 0.524 en 1995 a 0.532 en el 2000109. El aumento en el coeficiente de Gini significa que la distribución empeoró110. Ya desde inicios de los ochenta, Gillis y McLure (1980:49) pensaban que la distribución del ingreso de Colombia podía ser la más desigual del mundo111. En general con respecto a los

gasto público, en medio de un rápido proceso de descentralización; (4) los avances mixtos en el frente social; y (5) el deterioro de la cohesión social en medio de una crisis de gobernabilidad” (Ocampo 2001:12).

107. Sobre este punto, véase: Perry, Lora y Barrera (1994). El efecto que tienen los capitales internacionales en la economía doméstica, ha sido cuidadosamente desarrollado por: Calvo, Leiderman y Reinhart (1993, 1994).

108. El panorama en América Latina tampoco es muy positivo. Al final de los noventa, la Cepal (1998:21-22) observaba: “Uno de los objetivos perseguidos mediante la apertura comercial, las privatizaciones y la desregulación de los mercados ha sido modificar la asignación de los re-cursos productivos, mediante un uso más eficiente. Estas transformaciones, según se anticipaba, generarían inevitablemente algún costo social, ya que los sectores antes protegidos o favorecidos por las regulaciones reducirían sus niveles de producción y de empleo de recursos humanos y capital. Sin embargo, se esperaba que las reformas impulsarían a corto y mediano plazo fuertes aumentos de productividad, que dinamizarían la economía en su conjunto. En ese marco, los sectores más beneficiados por las reformas generarían un dinamismo suficiente como para absorber, directa o indirectamente, el desempleo inercial. A la fecha, tales expectativas sólo se han cumplido muy parcialmente”.

109. Estas cifras son de la Misión Social. Pero de acuerdo con las últimas estimaciones que hizo el DNP para el plan de desarrollo (Presidencia y Planeación, 2002), entre 1995 y el 2001 el Gini habría aumentó de 0.56 a 0.58.

110. El informe del Banco Mundial (World Bank, 2002) muestra, con lujo de detalles, el deterioro de la situación social en Colombia.

111. Esta reflexión se amplía en Arcos, Becerra, Corredor, González y Rivera (2002).

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ochenta112, durante los noventa la distribución del ingreso empeoró113. En América Latina también empeoró la distribución del ingreso114.

El coeficiente de Gini se estima a partir de las Encuestas de Hogares, que no informa sobre los activos ni de la riqueza de las personas. Así que, fundamental-mente, es un Gini de ingresos laborales. Con el fin de proponer una perspectiva más amplia, menciono algunos estudios que incluyen activos en el análisis de la distribución.

Sarmiento y González (2000) observan que la posesión de vivienda tiene una notable incidencia en la distribución de los activos. El Gini calculado a partir del valor que asignan a la vivienda quienes declaran poseerla es de 0.59. Pero cuando se incluye en la estimación a todos los hogares, independientemente de que posean o no una vivienda, el valor del Gini aumenta a 0.75.

Bonilla (1999:113) muestra que el Gini aplicado a las empresas que cotizan en bolsa es de 0.9869. Este nivel de concentración es, por utilizar algún califica-tivo, alarmante.

Tabla 7. Estructura de la propiedad rural (1984-1997) Número de predios y de hectáreas

1984 1997 1984 1997

Nº pred. % Nº pred. % Has. % Has. %

Pequeña 1.712.676 89,9 2.200.590 91,1 8.211.781 23,2 11.080.025 21,4

Mediana 165.414 8,7 188.693 7,8 10.818.073 30,5 12.839.508 24,8

Grande 26.656 1,4 25.931 1,1 16.435.369 46,3 27.851.176 53,8

TOTAL 1.904.746 100 2.415.214 100 35.465.223 100 51.770.709 100

Comprende la región de la Costa Atlántica, el Occidente, Centro-Oriente y Piedemonte llanero (Caquetá, Meta, Casanare y Arauca). Excluye Antioquia y San Andrés.Fuente: Gómez (1999) a partir de Machado (1998).

112. A lo largo de la década la distribución del ingreso mejoró. De acuerdo con las estadísticas de Berry y Tenjo (1994), el Gini pasó de 0.492 en 1980 a 0.470 en 1989. Según el estudio de Be-cerra y González (1999), el Gini se redujo de 0.496 en 1982 a 0.481 en 1989. Londoño (1996) observa que entre 1978 y 1988, el coeficiente de Gini bajó de 0.481 a 0.476. Los datos de la Misión Social- DNP (2000) confirman la tendencia descendente: entre 1978 y 1988 el Gini pasó de 0.513 a 0.489. Ocampo (1992) no es de la misma opinión, considera que durante los ochenta, “(...) la distribución del ingreso no mejoró y, antes bien, a partir de 1983 parecen haberse rever-tido parcialmente las tendencias favorables que se habían experimentado en la década anterior” (Ocampo, 1992:23). Para el período 1976-1985, Ocampo toma la serie de Reyes (1987), y para el período 1988-1991, de Sarmiento L. (1992). Arcos, Becerra, Corredor, González y Rivera (2002) hacen un análisis cuidadoso de estas tendencias.

113. Exceptuando los resultados de Londoño (1996:15), para quien la distribución del ingreso “mejoró en la primera mitad de los noventa”, los demás autores (Becerra y González (1999),

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Otra activo fundamental es la tierra. En la tabla 7 se presenta la evolución de la estructura de la propiedad (número de predios y hectáreas) entre 1984 y 1997. La pequeña propiedad se ha fragmentado y el latifundio se ha consolidado. En 1984 el 89,9% de los predios eran pequeñas explotaciones. Este porcentaje subió a 91,1% en 1997. Y el peso relativo de las hectáreas destinadas a las pequeñas explotaciones se redujo de 23,2% a 21,4%. Así que la pequeña propiedad se ha fragmentado y, además, dispone de una menor porción de la tierra disponible. La participación de la gran propiedad en el total de hectáreas disponibles aumentó de 46,3% a 53,8%115. En el sector agrícola se presenta un fenómeno interesante: La mayor concentración de la tierra no ha ido a la par con un aumento de la con-centración del ingreso. La Misión Social estima que el Gini del “resto” disminuyó de 0.511 en 1988 a 0.497 en 1997. Este resultado podría explicar por qué los cambios en la tenencia de la tierra se han reflejado en una menor producción y en un empobrecimiento generalizado que ha impacto relativamente más a los ricos. La disminución del producto termina expresándose en una especie de nivelación por lo bajo116.

Leibovich y Núñez (1999) realizan una investigación que incorpora los activos de los pobres. Se trata, en palabras de los autores, de “tener una comprensión cua-litativa y cuantitativa de los principales activos y acceso a recursos que poseen de manera deficiente los pobres de Colombia para proponer algunas recomendaciones de política que podrían ayudar a disminuir la pobreza de manera permanente”. Entre las conclusiones, destaco las siguientes. Primero, “se comprobó que existe un vínculo importante entre la posesión de algunos activos y acceso a recursos por parte de los individuos y su situación de pobreza”. El activo más importante es el capital humano, medido por años de escolaridad. También observan que en la lucha contra la pobreza el acceso al crédito es importante. En general, observan los autores, la reducción de la pobreza que se nota en algunos años se debe más al impacto del crecimiento que a la puesta en práctica de políticas redistributivas.

La tabla 8, ayuda a describir las relaciones entre crecimiento per cápita (C) y equidad (E). Las flechas significan que la situación mejora (↑) o empeora (↓). La barra sobre la letra crecimiento () o la equidad () no varían.

La celda 1 (C↑, E↑), representa el escenario óptimo desde la perspectiva de Pigou: El crecimiento per cápita aumenta y la equidad mejora. Un país está bien

Baldión y Nina (2001), Misión Social, DNP) muestran que la distribución también se deterioró en la primera mitad de los noventa.

114. “Durante los años noventa se ha mantenido o acentuado la alta concentración de la distribución del ingreso que caracteriza a la mayoría de los países de América Latina” (Cepal, 1998:31).

115. Este análisis se amplía en Arcos, Becerra, Corredor, González y Rivera (2002).116. En esta dirección apunta la reflexión de Ocampo (2001).

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si aumenta el ingreso per cápita y si, al mismo tiempo, mejora la equidad. La celda 9 (C↓, E↓) es la peor: El crecimiento per cápita baja y la equidad empeora. Tal y como se desprende de los comentarios anteriores, Colombia está viviendo la situación correspondiente a la celda 9.

En las celdas 2 y 3, la equidad mejora, pero el crecimiento se estanca (2) o disminuye (3). La celda 2 (, E↑) significa que los recursos existentes se están distribuyendo mejor. La situación de la celda 3 (C↓, E↑) refleja bien lo sucedido en el sector agrícola en la segunda mitad de los noventa: La equidad mejoró porque hubo un deterioro de la producción, el empleo y el ingreso. La celda 7 (C↑, E↓) podría corresponder a la mala lectura de Kuznets, a la que ya hice referencia. Sin necesidad de comentar cada una de las celdas, propongo los siguientes ordena-mientos: i) 1 f 2 f 3; ii) 1 f 4 f 7; iii) 7 f 8 f 9. El signo f significa “preferido a”. La relación i) ordenan las celdas de la primera fila. La relación ii) ordena la primera columna. Y la relación iii) ordena la tercera fila. No es posible ordenar todas las celdas porque se presentan situaciones de incompletitud. No hay ninguna razón para afirmar, por ejemplo, que la celda 3 es preferible a 7, o a la inversa. A pesar de las dificultades que existen para establecer ordenamientos completos, sí es factible definir algunas relaciones de transitividad. De las relaciones ii) y iii) se desprende que 1 f 9. Tanto la tabla, como las relaciones de preferencias definidas en i), ii) y iii) tratan de ser fieles a la secuencia causal propuesta en la gráfica 22.

La tabla 8 no incorpora relaciones de causalidad. Los datos que se presentan indican que Colombia está en la celda 9. Pero esta situación es ex-post. No infor-ma sobre las dinámicas causales. Y aunque el debate sigue abierto, la secuencia propuesta en la gráfica 20 indica el sentido de la causalidad subyacente: El menor crecimiento es uno de los resultados del empeoramiento de la equidad y de la acentuación de la exclusión.

Tabla 8. Diversas combinaciones de crecimiento (C) y equidad (E)

C C C

E

E

E

1 2 3

4 5 6

7 8 9

C es crecimiento per cápita, E es equidad

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Bien-estarEl otro componente de la gráfica 20 es el bien-estar. Esta noción de bien-estar

va más allá de la de Pigou, y trata de incorporar las ideas de Sen (1985, 1985b, 1999) y de los informes de Naciones Unidas sobre desarrollo humano117. El de-sarrollo humano avanza si se amplía el espacio de capacidades y el margen de libertad crece. Entre las medidas de bien-estar posibles he escogido el Índice de Desarrollo Humano (IDH) por tres razones. Primero, es un índice que dialoga di-rectamente con las preocupaciones de Sen (1999b) sobre la medición del desarrollo humano (Anand y Sen 1992, 1997). Segundo, porque facilita las comparaciones internacionales. Y tercero, porque es posible corregirlo por equidad.

Tabla 9. Índice de Desarrollo Humano y sus componentes (1990-2001)

EV PA EC ILE IEV IPA IDH IDHG

1990 67.8 10,8 0.594 0.793 0.714 0.625 0.711

1991 68.1 10,5 0.602 0.797 0.719 0.668 0.728

1992 68.6 10,2 0.608 0.801 0.726 0.668 0.732

1993 69.0 9,9 0.617 0.806 0.732 0.677 0.739

1994 69.4 9,4 0.645 0.819 0.740 0.702 0.754 0.637

1996 70.2 8,9 0.701 0.841 0.753 0.731 0.775 0.643

1997 70.7 8,6 0.720 0.849 0.762 0.717 0.776 0.642

1998 71.0 8,6 0.712 0.847 0.766 0.699 0.771 0.639

1999 71.3 8,3 0.700 0.845 0.771 0.662 0.759 0.636

2000 71.6 8,0 0.673 0.838 0.776 0.679 0.764 0.638

2001 71.9 7,5 0.682 0.844 0.781 0.688 0.771 0.646

EV esperanza de vida en años. PA población analfabeta (%). EC escolaridad combinada, tasa. ILE índice de logro educativo. IEV índice de esperanza de vida. IPA índice de PIB ajustado. IDH índice de desarrollo humano. IDHG índice de desarrollo humano corregido por Gini.Fuente: Cálculos del Programa Nacional de Desarrollo Humano, con base en Dane, Censos de Población, Encuestas de Hogares y Cuentas Nacionales. Ver, igualmente, PDH (2002).

La tabla 9 muestra la evolución de los componentes del IDH entre 1990 y 2001. Es lógico esperar que las situaciones extremas de los indicadores de Pigou (celdas 1 y 9 de la tabla) se reflejen en una medida de bien-estar como el IDH, que es más integral que la de Pigou. Si las relaciones se presentan en la dirección esperada, podría afirmarse que el bien-estar pigouviano tiende a ser compatible con el IDH. La secuencia esperada es: Si (C↑, E↑) → IDH↑ y si (C↓, E↓) → IDH↓.

117. Los informes nacionales (Misión Social, DNP y PNUD 1998, 2000, 2001) siguen las líneas directrices de los informes mundiales (Undp, 1990, 1991, 1992, 1993, 1994, 1995, 1996, 1997, 1998, 1999, 2000, 2001).

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Puesto que Colombia se encuentra en la celda 9 (C↓, E↓), se trata de ver si de acuerdo con el tabla, el IDH ha disminuido.

Las dos últimas columnas representan el IDH y el Índice de Desarrollo Hu-mano corregido por Gini (IDHG). En la columna del IDH se destacan dos ten-dencias. Una creciente que cubre el período 1990-1997. Y el otro descendente y errático que va desde 1997 hasta el 2001. En el primer lapso de tiempo el IDH mejoró y pasó de 0.711 a 0.776. Y entre 1997 y 2001 empeoró y bajó de 0.776 a 0.771. Por tanto, se cumple la secuencia (C↓, E↓) → IDH↓. Y esta constatación es importante porque de allí se desprenden orientaciones claras para la política pública. Por el lado de Pigou, las acciones deben apuntar hacia un aumento del PIB per cápita y hacia una distribución del ingreso más equitativa. Y por el lado del IDH se añaden dos recomendaciones más: Mejorar la educación y contribuir a reducir los obstáculos que impiden ampliar la esperanza de vida.

De regreso: Del bien-estar hacia la no-exclusiónUna vez descrito el indicador de bien-estar regreso a la gráfica 20. Hay una

flecha que va de bien-estar a la no-exclusión. Si el bien-estar mejora se reduce la inclusión. El abandono de la escuela por parte de los jóvenes, que se refleja en la caída que ha tenido la escolaridad combinada desde 1997 (tabla 9), agrava la exclusión. Cuando los componentes del IDH avanzan en sentido positivo, las personas amplían el espacio de sus capacidades y el desarrollo y la libertad se retroalimentan. Sen (1999) muestra que la libertad es, al mismo tiempo, resultado y condición del desarrollo. Al regresar del bien-estar a la no-exclusión se hace explícita la circularidad de la causalidad. Este ejercicio puede realizarse retomando la secuencia (C↓, E↓) → IDH↓ y mostrando de qué manera esta dinámica perversa incrementa la no-exclusión.

La caída de PIB per cápita genera dinámicas excluyentesEn la interpretación de la caída del PIB per cápita (C↓) se destacan dos en-

foques. Uno, que considero más adecuado, busca las interacciones entre las va-riables monetarias, financieras y cambiarias, con las variables reales expresadas en la producción y el empleo. Sin duda, este marco de análisis está muy marcado por Keynes (1930, 1936, 1937). De manera más taxativa, se trata de afirmar la relevancia de lo financiero y de lo monetario. El otro enfoque trata de desconocer la relevancia de las variables monetarias y financieras, hasta el extremo de afirmar que la tasa de sacrificio de la política monetaria es cercana a cero118. Quizás el

118. A esta conclusión llegan Uribe (1994), Uribe y Arias (1998), Partow (1995, 1995b).

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ejemplo más claro del desprecio por lo monetario y financiero es el nuevo plan de desarrollo, Hacia un Estado comunitario (Presidencia y DNP, 2002), que deja por fuera cualquier reflexión sistemática sobre el tema de la deuda. La deuda pú-blica se menciona, apenas de paso, dos veces, como si fuera un asunto puramente marginal. Más adelante mostraré que para Williamson (1988), el tema de la deuda es neurálgico desde el punto de vista de la gobernabilidad119. Es increíble que el crecimiento exponencial de la deuda, que cada vez limita más el margen de acción del gobierno, ni siquiera merezca ser considerado en el plan nacional de desarrollo. Para la Cepal (2002:14-26), la gobernabilidad también involucra lo financiero.

El BID (1998) formula un principio que puede ayudar a entender parte de las dificultades actuales: Las fluctuaciones financieras (internacionales y nacionales) generan trampas de pobreza y de desigualdad. Esta aproximación analítica tiene la ventaja que asocia los movimientos de capitales y las políticas monetaria y cambiaria a la dinámica de la pobreza y de la desigualdad. En la mayoría de los diagnósticos sobre la pobreza y la desigualdad suele dejarse de lado la política monetaria y cambiaria. Parecería como si las variables monetarias no tuvieran ninguna incidencia en el bienestar la población. Tanto el BID (1998), como la Cepal (2002) muestran que tal neutralidad no existe. Y por ello es indispensable asumir la pregunta por la gobernabilidad del sistema financiero120.

Las finanzas importan porque afectan la vida de las personas. Y cuando las fluctuaciones de los capitales se intensifican, la vulnerabilidad crea condiciones adversas que acentúan la pobreza y la desigualdad. El estudio de estos mecanismos de transmisión es fundamental para determinar, primero, el margen de maniobra de la política económica y, segundo, las acciones que deban tomarse para evitar caer en las trampas de pobreza y desigualdad121.

119. “Es necesario examinar simultáneamente el trabajo, la administración, y las finanzas. Además es urgente que en la estructura de la gobernabilidad se haga la diferencia precisa entre el finan-ciamiento de la deuda y el financiamiento de las acciones” (Williamson, 1993:105-106).

120. “La falta de una gobernabilidad internacional adecuada ha sido reconocida, por su parte, como un problema especialmente grave en el caso de los flujos financieros y ha dado lugar a múltiples iniciativas de reforma en los últimos años” (Ocampo, 2001).

121. “En el capítulo anterior se insiste en que el logro de una mayor estabilidad financiera y ma-croeconómica internacional debe considerarse como la provisión de un bien público global, que ofrece externalidades positivas a todos los países participantes en los mercados mundiales. Se destaca, asimismo, el papel esencial que desempeña una buena institucionalidad financiera internacional en la corrección de las grandes disparidades en el desarrollo de los mercados fi-nancieros y las asimetrías en el comportamiento macroeconómico de los países industrializados y en desarrollo. Estas asimetrías están asociadas a un rasgo estructural que comparten todas las economías en desarrollo: la no utilización de sus monedas como medio de cambio y activo de reserva en las transacciones internacionales. Esta asimetría las sitúa en un plano desfavorable

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La tasa de cambio se revaluó durante la primera mitad de los noventa. A partir de 1996 la tendencia se reversa y comienza la devaluación. Pero en los dos últimos años se observa un proceso de revaluación que no es fácil de explicar. Dada la profundidad de la actual crisis económica, lo más lógico habría sido que la deva-luación de la tasa de cambio se hubiera acelerado. Entre las razones que explican la reciente revaluación del peso se han mencionado las siguientes: El adelanto de los giros de la deuda pública externa, el aumento de las reservas que envían los colombianos que viven fuera del país y, finalmente, el narcotráfico.

Desde la perspectiva de la economía en su conjunto es importante crear con-diciones favorables a la devaluación. Esta afirmación general no desconoce que la devaluación les cause dificultades a algunos agentes económicos, como a las personas que tienen deudas en dólares. Al ponderar los efectos positivos y ne-gativos que tendría una mayor devaluación, se llega a la conclusión de que es mejor devaluar que revaluar122. La tasa de cambio incide en la pobreza a través de su impacto en: i) la balanza en cuenta corriente y el empleo, ii) la capacidad de compra de los bienes importados123.

No obstante la menor tasa de interés, la cartera de los bancos sigue descendien-do. En los últimos tres años se ha ampliado el margen de maniobra de la política monetaria y ello se ha reflejado en una disminución de la tasa de interés. Era de esperar que la menor tasa de interés hubiera estado acompañada de una mayor demanda de crédito. Pero ello no ha sucedido así y la cartera de los intermediarios financieros todavía no se dinamiza. A pesar de que el crédito se ha abaratado, la demanda sigue muy débil. Este fenómeno puede explicarse por cuatro razones.

La primera, de naturaleza keynesiana, estaría relacionada con la percepción que los inversionistas tienen del futuro: Todavía ven nubes muy grises. Keynes no creyó que existiese una relación directa entre los salarios y el empleo. “La propensión a consumir y la tasa de crecimiento de la nueva inversión determinan el volumen de empleo (...)” (Keynes, 1936:32). Se sigue, entonces, que la causa del desempleo no

para enfrentar la volatilidad que caracteriza la globalización financiera, por cuanto induce un acceso inestable a los mercados internacionales y un sesgo procíclico de las políticas macroeco-nómicas. La superación de estos problemas exige tanto una buena formulación de las políticas nacionales como una institucionalidad internacional que respalde los esfuerzos desplegados en esa dirección” (Cepal, 2002:166).

122.En las industrias productoras de bienes transables la revaluación tiene impactos de signo cruzado. Por un lado, es conveniente porque abarata los insumos traídos del exterior y la maquinaria, Pero por otro lado, es perjudicial porque hala hacia abajo los precios de los bienes finales. Chica (1996) concluye que, para el conjunto de la economía, la revaluación de la primera mitad de los noventa fue más negativa que positiva.

123. En PDH (2002b) se amplían estas interacciones.

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radica en la inflexibilidad de los salarios. Si existe desocupación, la única forma de incrementar el producto es a través de la expansión de la demanda.

La segunda explicación está asociada con la exclusión. Los bancos son reticen-tes a prestar, especialmente a los pequeños y medianos productores. Es claro que en Colombia hay muy pocas instituciones financieras que realmente se preocupen por reorganizar el sistema de tal manera que las personas con baja capacidad de pago y pocos activos puedan tener acceso al crédito124.

La tercera razón, de carácter especulativo, se reflejaría en una preferencia de los intermediarios a prestarle al gobierno (compra de TES), más que a los particu-lares. Al fin y al cabo la compra de TES es una inversión segura y rentable.

La cuarta explicación podría estar relacionada con los altos costos financieros que ya están pagando las empresas. El espacio para contratar nuevos créditos se ha reducido.

Los hechos anteriores ponen en evidencia la relevancia de lo monetario y, además, van mostrando la circularidad de la causalidad que se presenta entre exclusión → crecimiento → exclusión. La curva de Phillips sintetiza los vínculos entre lo monetario y lo real: El control de la inflación tienen un impacto negativo en el empleo y en el ingreso125.

Sin duda, hay un problema estructural de las finanzas públicas. La gráfica 23 lo ilustra bien: La relación entre los ingresos tributarios y los gastos de fun-cionamiento presenta una tendencia decreciente. A partir de 1993 los tributos ni siquiera alcanzan para pagar los gastos de funcionamiento. Mucho menos para financiar la inversión, o para pagar la deuda.

La reforma tributaria no es la mejor alternativa para solucionar la crisis fiscal. Va en contravía de un principio que expresó el presidente Uribe: “El crecimiento es el mejor antídoto contra la crisis fiscal”. En otras palabras, el equilibrio fiscal no es una condición para crecer, sino un resultado. No obstante la percepción del presidente, el equipo económico sigue empeñado en que la primera tarea es alcanzar el equilibrio fiscal. El Ministro de Hacienda ha propuesto convertir el déficit primario (déficit sin intereses) en superávit primario (superávit sin contar los intereses). Este camino es recesivo y no favorece el crecimiento.

Además, la crisis fiscal no puede ser resuelta sin atacar directamente el pro-blema de la deuda. De acuerdo con el diagnóstico del gobierno, la deuda se explica porque el déficit público aumenta. Pero en realidad, una parte importante del déficit tiene su origen en la forma inconveniente como se ha manejado el endeudamien-

124. Sen (2000:32) considera que la accesibilidad y democratización del crédito es uno de los as-pectos que más positivamente ha influido en el desarrollo del sudeste asiático.

125. López y Misas (1999) muestran que en Colombia sí hubo curva de Phillips durante los noventa.

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to, especialmente el interno. Se siguen cometiendo errores muy costosos. En la última subasta de TES (agosto 16 de 2002) la tasa de interés de los títulos a 10 años subió a 15,7%. En la emisión anterior (junio 28 de 2002) la tasa de interés había sido 12,58%. En términos reales ambas tasas son muy altas. Pero lo más preocupante es que las nuevas subastas se realicen a tasas de interés todavía más elevadas. El gobierno y crédito público tienen los instrumentos necesarios para direccionar el mercado de los TES de manera que se reduzca el peso de la deuda pública interna. Y en cuanto a la deuda pública externa, es conveniente pensar seriamente la propuesta que han hecho analistas como Javier Fernández: El go-bierno debería hacer uso de una parte de las reservas, unos US$1.000 millones. Los nuevos recursos podrían destinarse al desarrollo de obras públicas intensivas en trabajo. Este tipo de solución apenas es el primer paso del proceso de recons-trucción de la economía.

El servicio de la deuda (interna y externa) cada vez absorbe una porción mayor del presupuesto. Muy rápido será el 50%. Y si la mitad del gasto del gobierno central se destina a servir la deuda, es evidente que disminuyen los recursos dis-ponibles para la inversión pública y para el cumplimiento de las funciones básicas del Estado. En estas condiciones la política fiscal no cumple un papel anticíclico y, por tanto, no contribuye a solucionar la crisis de la producción y el empleo. En la coyuntura actual no es conveniente reducir el gasto público.

Gráfica 23. Gobierno Central. Relación entre los ingresos tributarios y los gastos de funcionamiento

Los gastos de funcionamiento incluyen: servicios personales, gastos generales y transferencias. Fuente: Cálculos del autor a partir de la Contraloría General de la República.

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La gráfica 23 compara el déficit y el déficit primario del gobierno central. El hecho más significativo es la forma como las dos curvas se han ido separando. Aunque ambos déficit disminuyeron en el 2001, el peso de los intereses se acen-túa. El déficit primario ya se ha reducido considerablemente y por ello no tiene sentido continuar presionando el ajuste. Es necesario evitar que el déficit primario crezca. Se puede dejar al nivel en el que está. Y en lugar de insistir en una reforma tributaria que en el mejor de los casos únicamente alcanzará para pagar 4 meses de intereses de la deuda pública126.

Gráfica 24. Gobierno Central. Déficit y déficit primario (1990-2201) Porcentaje del PIB

126. En el 2001 el valor de los intereses pagados por la deuda interna y externa del Gobierno Na-cional Central fue cercano a los $ 8 billones.

La línea punteada corresponde al déficit primario, y la seguida al déficit. Fuente: Cálculos del autor a partir del Banco de la República.

La crisis de las finanzas públicas es estructural. Esta advertencia ya la había hecho la Comisión de Racionalización (1997). Por consiguiente, no es conveniente que el déficit fiscal siga aumentando. En la coyuntura actual, responsabilidad fis-cal significa: i) no permitir que el déficit primario continúe creciendo, ii) realizar una política fiscal contracíclica. Es tan irresponsable recomendar que el déficit público continúe aumentando sin ningún control, como negar las potencialidades contracíclicas del déficit. Ambas posiciones extremas son inaceptables. El popu-lismo fiscal conduce a una inestabilidad estructural del balance del sector público. Pero la reducción de la inversión y del gasto público en momentos de recesión, genera un círculo vicioso que a la postre se manifiesta en una profundización del

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desequilibrio fiscal. La reactivación económica por la vía de la inversión pública tiene la ventaja de que aumenta la base tributaria, y ello se traduce en un aumento del recaudo. Tampoco tiene mucho sentido que en momentos de crisis se hagan reformas tributarias. Esta salida desesperada terminará agudizando la recesión.

En lugar de pensar en una rápida reducción del déficit, es factible imaginar un escenario en el que durante los tres próximos años el déficit primario, como proporción del PIB, se mantenga constante. Para que ello sea posible los gastos de funcionamiento no deben crecer en términos reales. Incluso, podrían disminuir como proporción del PIB. Los mayores ingresos, o los ingresos que excedan los necesarios para que el déficit primario no aumente, deberán destinarse a realizar inversión pública con claros efectos multiplicadores sobre la actividad econó-mica interna, la inversión doméstica y la generación de empleo. Estos ingresos adicionales se originarían en una reducción de la evasión y en la reactivación de la economía. La congelación del gasto debe obligar a mejorar la eficiencia de la administración, de tal manera que no disminuya la cobertura, ni se deteriore la calidad. De todas maneras, si los recursos disponibles se administran mejor que antes, es factible avanzar en cobertura y calidad.

A partir del cuarto año, y dependiendo de los resultados, podrá iniciarse el proceso de reducción del déficit primario. En ese momento se contaría con dos elementos favorables: i) un mayor dinamismo de la economía, lo que facilitaría el aumento de los impuestos y ii) una gestión pública más eficiente.

Esta propuesta es políticamente viable porque, por primera vez, no se estaría diciendo que la solución al problema fiscal debe pasar por un recorte del número de funcionarios. A cambio de la no reducción del empleo y del no recorte del gas-to, los servidores públicos tendrían que firmar compromisos creíbles que lleven a mejoras efectivas en la gestión. Y desde el punto de vista económico la propuesta tiene la ventaja de que no es recesiva, ya que respeta un postulado elemental: En medio de la recesión es contraproducente reducir el gasto público.

La mayor inversión pública debería ir a la par con incentivos que favorezcan la demanda interna. En materia de comercio exterior y de política arancelaria, el equipo económico ha mostrado confusión y desconcierto. No sabe qué es lo más conveniente. No hay una política clara de estímulo al mercado interno. Lo sucedido recientemente en Lima es muy diciente. Mientras que el Ministerio de Agricultura era partidario de que Colombia junto con la Comunidad Andina subiera aranceles, el Ministerio de Desarrollo se mostró en contra.

La falta de atención a la equidad fomenta la exclusiónEl tema de la equidad todavía no se asume seriamente. En varios lugares del

plan de desarrollo se identifica la búsqueda de la equidad con la lucha contra la

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pobreza. Parece como si se desconociera que ambas dimensiones del problema son distintas. La redistribución del ingreso, los subsidios y los activos debería estar en el primer lugar de la agenda de la sociedad colombiana (Garay, 2002b).

Todo parece indicar que el gobierno no tiene la intención de redistribuir por el lado de los ingresos. Lo que está sucediendo con el IVA ilustra muy bien el punto. La gráfica 25 muestra la participación del IVA en el gasto de los hogares, por deciles. La línea superior (1) ya incorpora la reforma tributaria que se discute actualmente en el Congreso. A lo largo del tiempo, el IVA no sólo ha ido aumen-tando sino que, además se ha ido aplanando. Cada vez es menos progresivo, ya que los ricos destinan al pago del IVA un porcentaje de su gasto (más o menos el 6%), que es muy similar al de los hogares pobres. En la estimación se han inclui-do las principales modificaciones que se le han hecho a la reforma tributaria que ahora se debate en el Congreso.

Gráfica 25. Participación del IVA en el gasto de cada decil (1995, 1998, 2000, 2002)

Línea 4 (1995), línea 3 (1998), línea 2 (2000), línea 1 (2002). Fuente: Cálculos del CID a partir de la Encuesta de Ingresos y Gastos del Dane (1994-1995).

En medio de confusiones y ambigüedades, las grandes líneas de la política económica del actual gobierno ya se han ido explicitando. Y todo parece indicar que las medidas no se van a reflejar en un mejor bienestar de la población, porque no tienen la fuerza necesaria para incentivar el crecimiento per cápita, y no están guiadas por un criterio redistributivo.

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GobernabilidadEl último componente de la gráfica 20 es la gobernabilidad. En comentarios

previos decía que hay dos extremos en los que la pregunta por la gobernabilidad pierde sentido: La unanimidad y la dictadura. Y agregaba que una noción como gobernabilidad democrática ayuda a precisar los términos de la discusión. La relación entre gobernabilidad y no-exclusión adquiere plena validez si las perso-nas pueden escoger libremente a sus mandatarios. En los países sin elecciones democráticas y sin prensa libre, recuerda Sen127, la exclusión llega hasta el extre-mo de las hambrunas. En esta sección la gobernabilidad significa gobernabilidad democrática.

Las relaciones entre la gobernabilidad y la no-exclusión van en los dos senti-dos. La no-exclusión incide en la gobernabilidad y a la inversa. La gobernabilidad es mayor si se amplía el espacio de inclusión. La gobernabilidad se favorece si la sociedad va rompiendo los obstáculos que generan exclusión. Entre inclusión/ex-clusión hay un continuo que también se refleja en la dinámica gobernabilidad/no gobernabilidad. No hay una línea fronteriza taxativa.

Para Echeverri y Ribero (2002:130) la gobernabilidad es la “expresión de una legítima ubicación de la competencia (competencia como capacidad de asumir una responsabilidad en el mundo institucionalizado, que optimice el beneficio colectivo) que corresponde a cada actor”. Es interesante observar que en esta definición de gobernabilidad ya se incluye la noción de legitimidad, así que la gobernabilidad se refiere a mandatarios legítimos. Echeverri y Ribero no analizan con detalle el significado de la legitimidad. Cada actor se mueve en un espacio en el que se define su legitimidad y en el que establece relaciones con los otros. Hay gobernabilidad si cada actor asume su responsabilidad. Y es de suponer que cuando cada quien hace lo propio se logra optimizar el bienestar colectivo. Los autores diferencias tres tipos de competencia: Pública, corporativa, privada. La primera le corresponde al Estado y a los partidos políticos. La segunda, la corporativa, le corresponde a los gremios y a los sindicatos. Y la tercera, la privada, tiene que ver con las empresas o los ciudadanos.

La formulación de Echeverri y Ribero tiene la virtud de mostrar que la go-bernabilidad corresponde a un espacio específico. Es distinto el mundo de la empresa que el de la localidad. Pero no es claro qué significa optimizar el bien-estar colectivo. La optimización supone que hay un fin y, además, que es posible alcanzarlo. Las interacciones de la gráfica buscan dar la idea de que el proceso es continuo y que nunca termina. Así que el bienestar colectivo nunca es óptimo. La

127. Ver, por ejemplo, Sen (1981, 1981b, 1987d, 1999), Drèze y Sen (1986, 1989).

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gobernabilidad es un proceso que no termina. Incluso, valdría la pena preguntarse por la pertinencia de la categoría bienestar colectivo. Buchanan y Tullock (1962) critican a Arrow (1951) porque supone que la sociedad tiene algo así como una función de bienestar colectivo. Buchanan y Tullock tratan de ser consecuentes con el individualismo metodológico y ellos los lleva a rechazar la pertinencia de categorías que involucren algún tipo de racionalidad colectiva.

La noción de bienestar colectivo de la definición de Echeverri y Ribero habría que restringirla a dimensiones más específicas, por ejemplo, bienestar de la ma-yoría. La mayoría transmite una idea de incompletitud que no es tan clara en lo colectivo. La presencia de la mayoría implica la existencia de minorías. La tensión entre mayorías y minorías pone en evidencia la importancia de la gobernabilidad. La relevancia de la gobernabilidad no es explícita cuando se hace referencia a lo colectivo, porque esta noción oculta la dinámica conflictiva que se presenta entre minorías y mayorías.

La Cepal (2002:105) define cuatro principios de gobernabilidad: i) Las fun-ciones gubernamentales deben ser llevadas a cabo por una entidad que tenga capacidad ejecutiva. ii) Los derechos civiles de los gobernados priman sobre las normas de los diferentes niveles de gobierno. iii) El gobierno tiene la obligación de informar (transparencia e información). iv) Las autoridades deben aceptar la auditoria de entidades independientes.

Aunque los cuatro principios tienen que ver con la no-exclusión, el tercero es el más específico. El primer principio explicita la importancia de la capacidad de ejecución. Si las entidades gubernamentales no realizan los proyectos pierden credibilidad. Y ello tiene implicaciones de diversa naturaleza dependiendo del grado de inoperancia y del espacio en el que el Estado no sea operativo. En el caso colombiano el Estado ha mostrado serias limitaciones en su capacidad de proteger los bienes y la vida de las personas. El segundo principio pone en eviden-cia la prioridad de los derechos civiles sobre las normas emanadas de gobiernos subnacionales. Las autoridades locales no pueden limitar derechos ciudadanos. El tercer principio, relacionado con la transparencia y la información, reafirma un postulado que es neurálgico en cualquier sociedad democrática: Las personas informadas deciden con mejor criterio. Ya mencioné la relevancia que le atribuye Sen a la prensa libre128. En los años noventa en Colombia se ha consolidado un

128. Desde el siglo XVIII Bentham ya destacaba la relevancia del Tribunal de Opinión Pública. El Tribunal era para Bentham la “institución social más importante para prevenir las desviaciones de los gobernantes” (Cutler, 1999:321). El Tribunal cumple cuatro funciones: i) ayuda a que las personas tengan información y evidencia, ii) emite juicios y censura el comportamiento de los gobernantes, iii) castiga y premia a las personas (por ejemplo, a través de las elecciones), iv) propone soluciones que ayuden a mejorar el manejo de los asuntos públicos. En el Tribunal

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proceso que no favorece la libertad de prensa: La concentración de la propiedad de los medios, y el vínculo que existen entre los grupos económicos y la prensa. Y finalmente, el cuarto principio introduce el tema de los controles y de las audi-torias. El asunto ha ganado relevancia en los últimos meses, especialmente a raíz de la crisis que estalló en Estados Unidos a propósito de la auditoria de Arthur Andersen a Enrom129. La Misión Alesina destaca la importancia de los controles mutuos. La Misión afirma que en Colombia el contrato social está “amenazado” (Alesina, 2000:4). Considera Alesina que Colombia se encuentra “al borde del colapso”. La Misión le atribuye gran parte de los problemas colombianos a la falta de un adecuado equilibrio entre los poderes (“check and balances”).

Williamson hace dos aproximaciones a la gobernabilidad. Una de carácter general (Williamson, 1994, 1998), que resulta de comparar el proceso de mercado, que es impersonal, y las formas de organización de las empresas, en donde no cabe la mano invisible del mercado. En el modelo sencillo de mercado no hay espacio para la gobernabilidad porque se supone que las fuerzas autónomas encuentran el equilibrio. En cambio, cuando se está al interior de la empresa se explicitan los acuerdos voluntarios entre las partes130.

La otra aproximación a la gobernabilidad es más específica. Y Williamson (1988) muestra que la deuda del gobierno y las acciones de las corporaciones son objeto de gobernabilidad. En su opinión, las acciones y la deuda no son “instru-mentos financieros” sino “estructuras de gobernabilidad diferentes” (Williamson, 1988:576)131. Piensa que el manejo de las acciones de las empresas admite un mayor margen de discrecionalidad que el de la deuda pública. Los vínculos de la deuda con el mercado son más estrechos que el de las acciones. En las decisiones sobre

deben participar todos, incluyendo a las mujeres y a los analfabetos que no tenían derecho a votar. Aún más, está abierto a los extranjeros. La prensa sería el órgano de difusión por excelencia de los asuntos del Tribunal. La prensa tiene dos ventajas: la constancia y la visibilidad. La prensa prende las alarmas porque los ciudadanos no pueden estar supervisando a cada momento las acciones del gobierno. La ciudadanía debe estar pendiente de las alertas de la prensa.

129. Stiglitz ha examinado las características de la información como bien público. Ver, por ejem-plo, Gale y Stiglitz (1989), Greenwald y Stiglitz (1986, 1990), Greenwald, Stiglitz y Weiss (1984), Grossman y Stiglitz (1976, 1980, 1982), Nalebuff y Stiglitz (1983, 1985). Ver, además, Perdomo (2002).

130. Desde el punto de vista del ejercicio del derecho, hay una diferencia notoria entre las empre-sas y el mercado. En el mercado las partes recurren a la ley para resolver sus conflictos. Pero en la empresa, las dificultades que se presentan entre departamentos se dirimen por otras vías que dependen de los reglamentos y de las modalidades de gobierno propias de cada empresa (Williamson, 1994).

131. En condiciones ideales debería pensarse en una nueva estructura de gobernabilidad, la dequity, que combina lo mejor de la gobernabilidad de la deuda (debt) y de las acciones (equity).

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la colocación de acciones la estructura administrativa de la empresa se siente más que en el caso de la deuda. La relación entre las deudas y las acciones da pie para plantear la tensión entre reglas vs. discreción. La deuda se guía más por las reglas. Y las acciones más por la discreción132. De todas maneras, e independientemente del grado de discrecionalidad, en ambos casos la gobernabilidad es un tema relevante. El autor compara la economía de los costos de transacción (ECT) y la teoría de la agencia (TA)133. Considera que ambos enfoques son complementarios. Y uno de sus elementos comunes es la pregunta por las condiciones de posibilidad de la gobernabilidad. La unidad básica de análisis de la ECT es la transacción, y la de la TA es el agente individual. Ambos enfoques tienen implicaciones distintas sobre la gobernabilidad. La ECT tiende a concebir la gobernabilidad como un proceso ex-post. Desde la perspectiva de la TA el conflicto es explícito y, entonces, la pregunta por la gobernabilidad es relevante desde el momento en que se fijan las mínimas reglas de juego.

La aproximación de Williamson tiene la ventaja de que es suficientemente amplia para involucrar los aspectos que he mencionado en las páginas anteriores. Desde esta perspectiva, y reitero lo dicho atrás, el manejo de la deuda pública, o la política cambiaria, o la forma como se lucha contra la inflación, etc., son asuntos centrales de la gobernabilidad. Por tanto, la gobernabilidad no puede reducirse a diseñar redes de protección social que hagan menos angustiosa la vida de las personas vulnerables. Al pensar la economía como institución liberada del núcleo es factible concebir la gobernabilidad como una noción mucho más amplia. Y entonces se presenta la siguiente paradoja: A medida que la economía amplía su visión va siendo más consciente de sus propias limitaciones. Cuando se está al interior del núcleo el sistema es cerrado y el análisis económico se pretende autosuficiente. La reflexión sobre la gobernabilidad obliga a realizar el doble ejercicio: Primero, ampliar el espacio de lo económico y, segundo, reconocer

132. Si la deuda es más cercana al mercado, su costo es menor que el de las acciones. Sea D (k) el costo de la deuda y A (k) el costo de las acciones. k es el capital. En el momento inicial D (0) < A (0). Pero, agrega Williamson (1988:580), en el margen el costo de la deuda es mayor que el de las acciones, D’ > A’ > 0. El costo inicial es más alto porque la gobernabilidad de la deuda es menos compleja. Pero en el segundo momento, una vez que la empresa ha organizado la gobernabilidad inherente al proceso de emisión de acciones, los costos marginales de las acciones son menores que los de la deuda. En el caso de la dequity (δ), δ (0) = D (0) y, adicio-nalmente, δ’ = A’. La dequity equivale a una “intervención selectiva”. Se trataría, entonces, de “obedecer las reglas de manera discrecional”. Este camino “intermedio” podría expresarse así: D (0) < δ (0) < A (0), y en el margen: D’ > δ’ > A’ > 0.

133. El trabajo clásico en la economía de los costos de transacción es el de Coase (1937), y en la teoría de la agencia el de Berle y Means (1932). Los estudios de Williamson (1988, 1993, 1994) siguen la línea de Coase.

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la importancia de la interdisciplinariedad. Este comentario es pertinente porque es frecuente que las investigaciones de los economistas sobre la gobernabilidad permanezcan aprisionadas en el núcleo.

La Cepal (2002) ha propuesto una visión de la gobernabilidad que involucra de manera explícita el manejo de lo financiero134 y los problemas distributivos135. Y, como el BID (1998), explicita la relevancia de lo financiero y lo asocia a los problemas distributivos. Ambas aproximaciones, BID y Cepal, tienen la virtud de que abarcan la gobernabilidad desde una perspectiva global.

Ya decía que la liberación del núcleo tiene dos dimensiones. La primera está condicionada por la naturaleza del bien. Y la segunda tiene que ver con el sujeto (individual o colectivo) de la elección. El tema de la gobernabilidad está más re-lacionado con la segunda dimensión que con la primera. La escogencia colectiva es el contrato social. La Constitución de 1991 o cualquier otro. De todas maneras, si se piensa en un nuevo contrato social, deben fijarse unos principios mínimos.

Postulado programático para la democratización de lo público. Instauración de un contrato social alrededor de lo público que surja de un proceso de concienciación, convicción y compromiso y de una acción política para la transformación social en las esferas económica, política y cultural (Garay, 2002:9).

Sobre la pertinencia de la Constitución del 91, como expresión del contrato social colombiano no hay acuerdo. El ex Ministro del Interior y de Justicia, Fer-nando Londoño, ha sido un crítico radical de la Constitución del 91136. Por razo-

134. “Estas carencias, a su vez, reflejan un problema aún más inquietante: la ausencia de una gober-nabilidad adecuada para el mundo de hoy, no sólo económica como se ha hecho particularmente evidente en el campo financiero sino también en muchos otros terrenos, debido al enorme contraste entre los problemas de alcance mundial y los procesos políticos, que siguen teniendo como marco las naciones e incluso, crecientemente, los espacios locales” (Cepal, 2002:14).

135. “La inestabilidad financiera es la manifestación más evidente, aunque no la única, de la pro-gresiva asimetría entre el dinamismo de los mercados y la inexistencia de una gobernabilidad económica adecuada. Otras de sus manifestaciones son la notable concentración económica que se viene observando en el mundo entero y las múltiples tensiones distributivas provocadas por el proceso de globalización, entre un país y otro y dentro de un mismo país” (Cepal, 2002:26).

136. “Dije al comienzo de este escrito que solo por la más extrema audacia que aconsejen la irre-flexión o la ignorancia se puede aspirar a cambiar un país dictando leyes y menos aún dictando la primera y fundamental, que es una Constitución. Pero lo que si se puede es causarle mucho daño y en eso han sido los constituyentes del 91 y su deplorable producto, de una eficacia extraordinaria. Nuestra Carta ha sido pieza fundamental para fortalecer la subversión, para multiplicar la corrupción, para desordenar e inflar el paquidermo estatal, para neutralizar los poderes públicos y finalmente, como en algunas pinceladas he querido explicar, para construir la más grande fábrica de miseria que pudiera concebirse, diría parodiando la obra de Mendoza, Montaner y Vargas Llosa. Cuando alguien decida hacer algo serio por rescatar a Colombia del

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nes distintas, otro grupo de personas que representa muy bien Alesina (2000)137, también considera que la Constitución del 91, o por lo menos las interpretaciones de la Corte Constitucional, no es un buen punto de partida. En contra de esta opi-nión, para otros autores138 la Constitución es una base excelente para fortalecer el contrato social básico.

Las flechas que van y vienen en la gráfica 20 entre no-exclusión y gober-nabilidad, también buscan dar la idea de progresividad. No es posible que de un momento a otro se logre el nivel de inclusión que la sociedad considera razonable. El camino se va construyendo poco a poco. Posada, Deas y Powel (2002) evalúan la dinámica del proceso de paz que impulsó la administración Pastrana. Critican el énfasis consecuencialista que ha marcado las conversaciones con los grupos armados139.

El proceso de negociación con los grupos armados ilegales ha estado en buena parte determinado por una amplia noción de la paz que, a su turno, condicionó la definición de los contenidos y del ritmo de las negociaciones. Según dicha noción, la paz no sería solucionar el conflicto armado entre el Estado y los gru-pos subversivos que le disputan su autoridad; la paz sería darle solución a los problemas sociales, económicos, políticos y hasta culturales de los colombianos. Esta diferenciación conceptual no es retórica: ella ha contribuido a la aceptación de una agenda negociadora en extremo ambiciosa, que aspira redefinir el mode-lo de la sociedad. Parecería entonces que la búsqueda de darle fin al conflicto armado no es prioritaria. Lo prioritario sería discutir el modelo de la sociedad. Mientras tanto, se posterga la discusión sobre las condiciones de reinserción de los grupos armados a la vida civil y constitucional del país (a menos que se entienda que tales condiciones son precisamente la solución de los problemas del país (con lo que la paz se ha vuelto así una meta utópica) (Posada, Deas y Powel, 2002:40-41).

Hay una relación inversa entre el grado de consecuencialismo y las posibili-dades de un acuerdo. El tema lo plantean muy bien Buchanan y Tullock (1962) en su polémica con Arrow (1951). Los acuerdos son más fáciles de conseguir,

abismo al que ha sido arrojada, no podrá soslayar el ineludible desafío de romper en mil pedazos ese traje de arlequín que costureros tan ineptos tejieron en las deplorables jornadas del primer semestre de 1.991, año sin gracia y para siempre de triste recordación” (Londoño, 2001).

137. Ver, igualmente, Clavijo (2001, 2001b), Kalmanovitz (1999, 2001). Pérez (2002) hace un balance de las opiniones de los economistas colombianos frente a la Constitución de 1991 y a las sentencias de la Corte Constitucional.

138. Por ejemplo, González (1999), Uprimny (2001, 2001b).139. En González (1999b) también se muestra la necesidad de definir unos acuerdos mínimos, de

naturaleza procedimental. Es imposible que en una mesa de negociación se llegue a acuerdos sobre las características completas que debe tener la sociedad del futuro.

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argumentan Buchanan y Tullock, si giran alrededor de aspectos fundamentales básicos. Es decir, si en la negociación prima una lógica deontológica. El acuerdo se enreda cuando en lugar de avanzar sobre las reglas elementales la discusión entra en campos tan complicados como el tipo de sociedad que se busca. Les pa-rece a Buchanan y Tullock que la función de bienestar social de Arrow coloca la negociación en un terreno muy difícil porque obliga a escoger entre estados del mundo alternativos. No es sorprendente, dicen, que Arrow haya concluido que es imposible pasar de manera consistente de la elección individual a la elección co-lectiva. La negociación política es realista si las partes no pretenden hacer el diseño completo del mundo que consideran más apropiado. Para que la gobernabilidad sea posible la regla mínima debe ser incluyente. El sufragio universal es el ejemplo típico de una norma básica que no deja por fuera a nadie. Las conversaciones con los grupos armados quizás habrían avanzado más si desde el principio se hubiera buscado concretar las reglas básicas aceptables para las partes. Menciono algunos ejemplos de estas normas fundamentales: i) rechazo al monopolio, ii) separación de la propiedad de las empresas y de los medios de comunicación, iii) educación gratuita y cobertura universal hasta 11 grado, iv) representación equitativa de las regiones en el parlamento140, v) democratización del mercado accionario, vi) altos impuestos a las tierras improductivas, vii) salud para todos, viii) financiación es-tatal de los partidos, etc. Una vez que se han definido unos pocos principios básicos, la sociedad irá definiendo la forma de ponerlos en práctica. Los cuerpos representativos son los organismos adecuados para llevar a cabo las discusiones democráticas. Y este proceso no tiene fin, en el sentido de que permanentemente la sociedad va redefiniendo su imaginario. En el caso colombiano, el primer pa-so, el realmente urgente, es la construcción de la paz sobre principios mínimos fundamentales. Lo demás da espera. Lo absurdo —como bien los señalan Posada, Deas y Powel (2002) es supeditar la paz a la construcción de la sociedad ideal. Es ingenuo pretender que en una mesa de negociación las partes puedan delinear las características de la sociedad que respondan al bienestar colectivo.

A medida que la globalización ha ido avanzando se va haciendo más evidente la necesidad de una ciudadanía global. Y entonces, el tema de la gobernabilidad mundial adquiere relevancia141. La gobernabilidad debe ser mundial (Ocampo

140. Rodríguez (2001) propone modificar los criterios de representación del Senado y de la Cámara. Actualmente en ambos cuerpos colegiados el número de elegidos es función de la población. Rodríguez considera que esta lógica es inequitativa porque termina favoreciendo a las regiones más pobladas. En su opinión sería mejor que el número de miembros de una de las cámaras se defina de acuerdo con principios de representación regional y no poblacional.

141. “El déficit de gobernabilidad global, que abarca todos estos temas, refleja otro conflicto pro-fundo: el contraste entre problemas globales y procesos políticos locales. Esta discrepancia

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2001, 2002)142, y uno de los aspectos urgentes es la gobernabilidad de la migración internacional. También es fundamental abordar, desde una perspectiva mundial, la estabilidad financiera y el manejo de la deuda. Con respecto al primer punto, Naciones Unidas (Pnud, 1999) propone retomar la idea de Keynes, de crear un banco central mundial143. Siguiendo versión keynesiana de Tobin otros consideran que es pertinente pensar en un impuesto a las transacciones internaciones, que podría ser del 0,1%. Como decía Tobin, el impuesto sería como echarle “arena” a la rueda de la especulación internacional. Un tributo de esta naturaleza le hace mucho daño a los especuladores pero no molesta a los inversionistas que realizan, en términos relativos, muy pocas transacciones.

Y en cuanto al segundo punto, el manejo de la deuda, ya he mostrado por qué en el caso colombiano es fundamental. En América Latina el asunto de la deuda también es grave144. El monto sigue creciendo. Normalmente se supone que la “crisis de la deuda” fue en los ochenta. Pero las cifras muestran que la crisis de la deuda es ahora. Según la Cepal, a finales de los ochenta la deuda externa de América Latina era de US 440 mil millones. Hoy es de US 784 mil millones. En las discusiones recientes sobre la deuda se afirma que América Latina ya respondió por sus compromisos. Este argumento tiene dos variantes. Una que se remonta hasta la conquista y recuerda que el oro de estas tierras fue robado. Otra que me

implica, fundamentalmente, que no existen mecanismos de toma de decisiones a nivel mundial que hagan posible una adecuada representación de los intereses de los países y de los sectores sociales menos poderosos. Evidentemente, esta situación provoca tensiones, debido a que los espacios para el ejercicio de la ciudadanía y la democracia siguen siendo nacionales y locales” (Cepal, 2002:27).

142. “La globalización económica está produciendo una nueva relación entre el mercado y el Estado, con considerables efectos en la gestión ambiental global, creando nuevos imperativos que obligan a los Estados a cooperar para administrar los bienes públicos globales y a coordinarse mejor en relación con sus políticas ambientales regionales y nacionales. Cabe destacar, además, el papel cada vez más protagónico de la “sociedad civil global” y de las empresas transnacionales en algunos de estos procesos multilaterales” (Cepal, 2002:299).

143. “Keynes fue mucho más lejos que lo que los gobiernos de la época estaban dispuestos a aceptar. Propuso la creación de un fondo con acceso a recursos iguales a la mitad de las importaciones mundiales. En la actualidad el FMI controla liquidez igual a menos del 3% de las importaciones mundiales. El concebía el FMI como un banco central mundial, que emitiría su propia mone-da (Bancor). En el decenio de 1970 se permitió al FMI crear un monto limitado de derechos especiales de giro (DEG), pero estos constituyen menos del 3% de la liquidez mundial de hoy. Keynes impuso la carga del ajuste tanto a los países con superávit como los países con déficit, incluso previendo una tasa de interés penal del 1% mensual respecto de los superávit comerciales pendientes” (Pnud, 1999:98). Y más adelante agrega, “así como los países necesitan bancos centrales, el mundo necesita un banco central en el siglo XXI” (Pnud, 1999:112).

144. Krueger (2001) lo reconoce y por ello ofrece lineamientos tendientes a la creación de la corte de arbitraje internacional.

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parece más original, se fundamenta en un cálculo elemental. Si alguna de las tasas de referencia, la prime rate, por ejemplo, se hubiera mantenido digamos en el 4% anual, ya se hubieran pagado los intereses. América Latina no es responsable de los cambios en la política monetaria de los países del norte que lleva a incrementar las tasas de interés. También suelen cuestionarse los indicadores de solvencia y de sostenibilidad de la deuda. Las medidas financieras no incorporan las condi-ciones sociales de la población, ni las implicaciones negativas que tiene sobre el bienestar de la población el peso creciente de la deuda. De todas maneras, sí es conveniente avanzar en el desarrollo de indicadores alternativos, que tengan en cuenta los aspectos sociales y la capacidad de pago de los países. Los indicadores financieros sobre solvencia y sostenibilidad de la deuda, no incorporan las con-diciones sociales de la población, ni las implicaciones negativas que tiene sobre el bienestar de la población el peso creciente de la deuda.

Las obligaciones de la deuda limitan el margen de maniobra de los gobierno y reducen la cantidad de recursos disponibles para financiar las inversiones públi-cas, el gasto social, etc. La dureza de los acreedores contrasta con la benevolencia que tuvieron los gobiernos y los bancos con Alemania después de la guerra145.

145. “(...) en 1931, los acreedores dejaron de cobrar la deuda y pidieron a todas las partes que no le cobraran a Alemania la deuda de reparación de la guerra y que no se cobraran entre sí las deudas [...]. Años más tarde, con el Acuerdo de Londres suscrito el 27 de febrero de 1953, Ale-mania pudo resolver definitivamente su problema de deuda externa gracias a la “generosidad” de sus acreedores. Téngase en mente este histórico acuerdo, con el que Alemania alcanzó un arreglo envidiable: i) Oficialmente obtuvo un descuento de su deuda anterior - derivada directa o indirectamente de las dos guerras mundiales que este país desató en 1914 y 1939 - de entre 50% hasta 75%. ii) Drástica reducción de las tasas de interés, que fueron establecidas entre 0% y 5%. iii) Un amplio período de gracia para iniciar los pagos de intereses y capital de de-terminadas deudas. iv) La ampliación de los plazos para los pagos previstos. v) La posibilidad de realizar pagos anticipados en función de su desenvolvimiento económico. vi) La forma de calcular el servicio se estableció a partir de la capacidad de pago de la economía alemana, la cual se vinculó con el avance del proceso de reconstrucción de ese país. El servicio de la deuda, en concreto, estaba supeditado al excedente de exportaciones garantizado por los acreedores; así la relación servicio/exportaciones alcanzó su valor más alto en 1959: 4,2%, situación más que envidiable para los países latinoamericanos, que han destinado, por largos años, más del 30% de sus exportaciones a dicho servicio. Ecuador, para volver al ejemplo, sacrificó en el año 2001 un 44% de sus exportaciones por este motivo.

Posteriormente, en 1971 Indonesia, al igual que Alemania, con la coordinación del mismo banquero que renegoció en 1953 la deuda por la parte alemana –Hermann J. Abs−, se benefi-ció de un acuerdo similar, pero es importante recordar que, entonces, no se quiso generalizar esta solución a la cual se le dio el carácter de única y que la alternativa brindada a ese país se explica por el deseo político de apoyar al gobierno que había “alejado la amenaza comunista”, asesinando a más de medio millón de personas... Tratamientos parecidos se repitieron años después con Polonia, para facilitar la recuperación económica luego de concluido el régimen

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La “asimetría” de la que habla Stiglitz (2002b) también se observa en el trata-miento desigual que se le da a la deuda estatal al interior de los Estados Unidos. Los capítulos 9 y 11 del código legislativo de los Estados Unidos buscan evitar que por responder al servicio de la deuda algún Estado termine descuidando “los servicios vitales” que les prestan a sus ciudadanos (Pettifor, 2002). En opinión de Pettifor, los países endeudados de América Latina deberían exigir el mismo tratamiento que en función del capítulo 9 se le otorga a los Estados que al interior de la Federación146.

comunista en los años 80; con Egipto, para asegurar su lealtad durante la gigantesca operación bélica de Washington y sus aliados en contra del Irak en 1991; y, con Pakistán durante el año 2001 en medio de la denominada “guerra contra el terrorismo”, cuando se necesitaba su apoyo para bombardear Afganistán (...)” (Acosta, 2002:12-14).

146. “Según el Capítulo 9, si las municipalidades se hallan insolventes o no pueden pagar, pueden “entablar pleito de protección frente a los acreedores”. Ellas deben i) solicitar poner en efecto un plan para ajustar tales deudas; ii) haber obtenido el acuerdo de acreedores/o haber tratado, sin éxito, de elaborar un plan. Dicha petición produce automáticamente una moratoria (suspensión) de los pagos de la deuda. La jurisdicción de la corte depende de la voluntad de los deudores. La legislación estadounidense protege el poder gubernamental del deudor. En otras palabras, los acreedores no pueden impedir que las municipalidades presten servicios vitales, ni subordinar dichos servicios al pago de las deudas. Además, no se permite tomar posesión de la municipa-lidad para hacerla funcionar a beneficio de los acreedores. Los políticos de la municipalidad, elegidos democráticamente, no pueden ser sacados de sus puestos, a menos que esto se haga a través de los electores en las próximas elecciones” (Pettifor, 2002:17).

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La reforma del sistema colombiano de salud es un formidable laboratorio para comprender dos problemas públicos de primer orden: De una parte, el problema del mejoramiento de la eficiencia y la equidad en la producción y provisión de bienes públicos, y de otra, el problema de la reforma institucional. Este trabajo, justamente, tiene por objeto discutir algunos tópicos de estos dos problemas, referidos específicamente a la reforma colombiana.

∗ Texto publicado en Coyuntura Social, Nº 18, mayo 1998. pp. 149-173.147. Con la dirección de Alfredo Sarmiento, Director de la Misión Social. Los autores agradecen

la colaboración y sugerencias de Nelcy Paredes, María del Pilar Granados, Aura Poveda, Erik Bloom, Esperanza Giraldo, Oscar Emilio Guerra, Luis Gonzalo Morales, Luis Fernando Ren-dón, Roberto Cocheteos, Rosa Eva Muñoz y Jairo Betancourt. En la preparación de las bases de datos: Carlos Alonso y Paola Henao. En el cálculo de los ingresos potenciales de los médicos: Ramiro Díaz (ISS) y Carlos Raúl Jiménez (DNP). También a los Gerentes y funcionarios de los hospitales y las ARS y EPS entrevistados. Las afirmaciones son exclusiva responsabilidad de los autores

Salud para los pobres en Colombia: De la planeación centralizada a la

competencia estructurada

Análisis del régimen subsidiado de salud en Colombia∗

Jorge Iván González147 - Francisco Pérez

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Aunque nos concentraremos en el sistema colombiano de salud, queremos destacar que la reforma es susceptible de ser despojada de su ropaje sectorial para encontrar en ella un interesante proceso de modernización del Estado que busca sustituir el modelo agente-principal para acercarse al de escogencia pública. Los lectores familiarizados con otros sectores —la educación básica, por ejemplo— en-contrarán en las páginas siguientes algunas reflexiones que quizás contribuyan a alimentar dos discusiones cada vez más relevantes en América Latina: En primer lugar, el debate sobre las limitaciones y los alcances de la utilización de herra-mientas de mercado en la producción y provisión de bienes públicos y, en segundo lugar, la discusión sobre cómo hacer reformas.

El trabajo se concentra en la transición al régimen subsidiado de salud, por-que es el que mayores cambios estructurales implica: El primero de ellos es la transformación de subsidios a la oferta hacia subsidios a la demanda por un monto total que oscila entre 0,5 y 1,0% del PIB; el segundo, la sustitución del sistema de financiación de gasto histórico de mil hospitales públicos por el de venta de sus servicios; el tercero, la redefinición del papel del Estado en el sector, sustituyendo su responsabilidad en la provisión del servicio por el de la regulación de mercados imperfectos y la financiación de los subsidios de la población pobre.

Nos hemos concentrado en este trabajo en los problemas estructurales, de los que depende la institucionalización de la reforma. Hemos dejado de lado las restricciones operativas, que inciden directamente en la calidad y no tanto en la viabilidad de la reforma. El examen de la eficiencia tiene que considerar, además de la capacidad financiera, la calidad.

La transición, en cuanto al número de afiliados, lleva ganada el 60% de la implementación. La segunda parte de este proceso no sólo definirá el nivel de aseguramiento que se consiga, sino también la sostenibilidad de la reforma.

En la primera parte hacemos unos comentarios generales sobre las caracte-rísticas del mercado de los servicios médicos. En la segunda analizamos con más detalle los problemas de la transición.

Los supuestos de la reforma de la saludLa industria de servicios médicos no debe identificarse con la salud (Arrow,

1963c:16). La salud es una dimensión mucho más amplia que depende, además de los servicios médicos, de otros factores como la nutrición, la vivienda, el vestido, la higiene, el ingreso, la educación. Nuestra reflexión se refiere a la industria de servicios médicos.

La reforma al sistema de salud se basa en los siguientes principios: (a) sanción de mercado, y (b) diferenciación institucional de los momentos de los procesos de oferta y demanda.

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Sanción de mercadoEn el modelo ideal de competencia perfecta, el mercado permite que el consu-

midor acepte o rechace el producto o servicio que se le ofrece. La Ley 100 propone mecanismos que estimulan la escogencia a través del mercado. La elección es un prerrequisito para que la sanción de mercado opere. Arrow (1951, 1963) muestra que hay dos tipos de elección. Una, económica, que se expresa en el mercado. Y, otra, política, que se manifiesta a través del voto. La sanción de mercado es el resultado de la elección económica. La competencia entre las instituciones oferentes se dinamiza cuando el usuario tiene la posibilidad de elegir. En el sistema anterior a la Ley 100 la centralización impedía la elección. Ahora, con la ampliación del abanico de alternativas de elección, se espera que haya un mejoramiento de la calidad y la eficiencia del sistema.

Eficiencia y óptimoLa eficiencia puede entenderse de muchas maneras. Desde la perspectiva

de la teoría económica, y especialmente cuando se hace referencia al mercado competitivo, la eficiencia equivale al óptimo de Pareto. El óptimo de Pareto se presenta cuando nadie puede mejorar su situación sin desmejorar la de otro. A cada combinación de dotaciones iniciales corresponde un óptimo de Pareto. Si las dotaciones iniciales pueden distribuirse de maneras diferentes, habrá un óptimo por cada posible combinación.

En el artículo clásico de Arrow (1963c) sobre el mercado de los servicios médicos, el autor comienza comparando el comportamiento de dicho mercado con el funcionamiento ideal del modelo competitivo. Concluye que ambos mercados son cualitativamente diferentes (Arrow, 1963c:18). El mercado de los servicios médicos se aleja del modelo estándar, ya que no cumple con los dos teoremas básicos. El Primer Teorema dice:

Si existe un equilibrio competitivo, y si todos los insumos que inciden en los costos forman sus precios en el mercado, entonces el equilibrio es necesaria-mente óptimo en el siguiente sentido (de acuerdo con Vilfredo Pareto): No existe ninguna otra asignación de recursos que pueda mejorar la situación de quienes participan en el mercado” (Arrow, 1963c:16).

En otras palabras, el equilibrio competitivo es óptimo de Pareto. El Segundo Teorema dice:

(...) si no hay rendimientos crecientes en la producción, y si otras condiciones menores son satisfechas, entonces cada estado óptimo es un equilibrio compe-titivo. El estado óptimo está asociado a una distribución inicial del poder de compra (Arrow, 1963c:17).

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Es decir, el óptimo de Pareto es un equilibrio competitivo.Aceptando como un hecho positivo el que la Ley 100 amplíe el margen de

elección, debe tenerse presente: Primero, que el mercado de los servicios médi-cos no es perfecto y, segundo, que la convivencia de los regímenes subsidiado y contributivo ha ido configurando una organización institucional sui generis. Estos dos comentarios son, al mismo tiempo, una advertencia: La evaluación de la Ley 100 no puede hacerse teniendo como punto de referencia el óptimo paretiano del mercado competitivo. Algunos analistas todavía pretenden que las instituciones de la salud respondan a la oferta y a la demanda, como sucede en otros mercados. Los resultados actuales y los alcances futuros de la Ley 100 no pueden examinarse a la luz del mercado de competencia perfecta porque el mercado de los servicios médicos es subóptimo.

En general se reconoce que el mercado de servicios médicos tiene proble-mas. En efecto, el grado de distanciamiento frente a los cánones establecidos por el mercado de competencia perfecta varía significativamente. Distingamos tres niveles:

Primer grado de distanciamiento. Se acepta que hay fallas de mercado, pero se conserva el principio de que la competencia es mejor que la no competencia. Dentro de esta categoría cabrían el “pluralismo estructurado” del que hablan Lon-doño y Frenk (1997) y la “competencia estructurada” de Enthoven (1993).

El pluralismo estructurado busca ser una alternativa intermedia entre la cen-tralización estatal y la atomización del sector privado. Además, se coloca entre el monopolio y la competencia darwinista. El pluralismo “(...) evita los extremos del monopolio en el sector público y la atomización en el sector privado” (Lon-doño y Frenk, 1997:17). Por su parte, al ser estructurado “(...) evita los extremos de los procedimientos autoritarios” que se derivan del poder del gobierno y de “(...) la anarquía que produce la ausencia de reglas de juego claras cuando se trata de corregir las fallas de mercado” (Londoño y Frenk, 1997:17). La competencia estructurada de Enthoven (1993) también busca regular el mercado pero vigilan-do que el sistema de precios opere. La sanción de mercado es una pieza central, ya que sin ésta no hay competencia148. El pluralismo estructurado supone que la

148. La competencia estructurada “(...) debe involucrar un grupo activo de agentes inteligentes que estén contratando planes de servicios médicos que beneficien a un gran número de suscriptores y que, además, estén estructurado y ajustando permanentemente el mercado, con el fin de con-trarrestar los intentos que se hacen para evitar la competencia vía precios. A estos agentes los llamo “promotores” (sponsors) y ellos juegan un papel central en el proceso de la competencia estructurada. Un promotor es una agencia que contrata planes de atención que incluyen tipo de be-neficios, precios, procesos de admisión y otras condiciones de participación” (Enthoven, 1993:29). Los promotores de la oferta son las Instituciones Articuladoras de Servicios (Health Maintenance

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eficiencia y la equidad son compatibles. Y, en términos de la Ley 100, que los regímenes contributivo y subsidiado pueden avanzar conjuntamente porque los incentivos que crea la competencia son similares.

El segundo grado de distanciamiento frente a la competencia perfecta, correspondería a lo que Fielding y Rice (1993) llaman la “teoría del segundo mejor”. Los autores consideran que la competencia estructurada no resuelve todos los problemas causados por las fallas de mercado. La competencia estructurada supone que más competencia es preferible a menos. Fielding y Rice no están de acuerdo con este principio. Consideran que la teoría del segundo mejor proporciona un marco analítico adecuado para entender por qué razón “(...) más competencia no siempre es lo mejor” (Fielding y Rice, 1993:216). Esta última afirmación de Fielding y Rice es fundamental para comprender el papel que debe cumplir el régimen subsidiado al lado del régimen contributivo. La eficiencia y la equidad no son resultado del mismo proceso. Responden a dos lógicas diferentes. El afán de competencia puede llevar a dejar de lado la atención de alta complejidad, o a intensificar procesos de selección que discriminen a los viejos o a los enfermos.

El tercer grado de distanciamiento es el propuesto por Arrow, para quien el mercado de servicios médicos difiere “(...) de manera significativa del modelo competitivo” (Arrow, 1963c:18, subrayado nuestro). En tales condiciones, “(...) la separación entre la función de asignación y la función de distribución resultará imposible en la mayoría de los casos” (Arrow, 1963c:18). Cuando el mercado competitivo cumple los dos teoremas fundantes, la separación entre la asignación y la distribución es posible. La distribución tiene que ver con las dotaciones ini-ciales. Y una vez que éstas se han definido, la dinámica del mercado determinará la asignación óptima.

Entre el primero y el último grado de distanciamiento hay dos diferencias básicas. El primer grado (pluralismo estructurado y competencia estructurada) supone que la equidad y la eficiencia son compatibles y, además, que pueden separarse. Desde la perspectiva del tercer grado, la equidad y la eficiencia no son compatibles porque cada una responde a factores distintos. Los óptimos paretia-nos pueden ser injustos e inequitativos (Arrow, 1972)149. A su vez, la búsqueda de la equidad conduce a situaciones que no son Pareto óptimas. El espacio de la equidad es diferente al de la eficiencia. De entrada es necesario aceptar que los

Organizations, HMO). Las HMO comenzaron en USA en los setenta (Enthoven, 1993:26). En Colombia, las Empresas Promotoras de Salud (EPS) son una modalidad de HMO.

149. “Por supuesto se reconoció, en forma más explícita quizá por Bergson (1938), que la eficiencia de Pareto no implica una justicia distributiva. La asignación de los recursos podría ser eficiente en el sentido de Pareto y producir sin embargo enorme riqueza para algunos y enorme pobreza para otros” (Arrow, 1972:158).

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regímenes contributivo y subsidiado responden a dos lógicas diferentes. Mientras que en situaciones ideales al primero podría juzgársele con respecto al óptimo paretiano, al segundo no.

Del tercer grado de distanciamiento también se deriva la no separabilidad. Las funciones de asignación y de distribución están traslapadas. Siempre es necesario establecer un compromiso entre ambos objetivos. En la práctica no se puede hacer caso omiso de la eficiencia para luchar por la equidad, o a la inversa. Hay una permanente tensión entre ambas. En este contexto tiene sentido la idea de que para mejorar la equidad es necesario avanzar en la eficiencia. Un sistema de subsidios que no llega a los pobres no es equitativo porque la distribución no es eficiente. Una vez que se ha aceptado la conveniencia de la distribución, ésta debe realizarse de manera eficiente. Pero al haber aceptado la distribución y al no haber dejado operar los mecanismos de mercado, ya se ha renunciado a la eficiencia paretiana. La no compatibilidad termina conviviendo con la no separabilidad.

Estos tres grados de distanciamiento son fundamentales para ponderar los juicios que se hacen sobre las características de la transición y, una vez terminada ésta, sobre el futuro de la Ley 100. Puesto que el mercado de los servicios médicos se aleja “de manera significativa” del modelo de competencia perfecta, siempre habrá una tensión entre la lógica de la demanda impulsada por la Ley 100 y la lógica de la oferta predominante en la Ley 60. Los sistemas de oferta y demanda siempre están interactuando. La Ley 100 hala hacia el lado de la demanda, mientras que la Ley 60 tira hacia la oferta. El financiamiento de los hospitales públicos refleja esta tensión.

Interacciones entre agentesLa elección puede enfocarse desde dos ángulos: El del agente que la realiza

o el del bien escogido. Ambos caminos tienen una larga tradición en la teoría eco-nómica. El primero comenzó con Edgeworth y actualmente ha sido apropiado por el institucionalismo. El segundo, que se deriva de la percepción de Walras, ha sido aceptado por la mayoría de las escuelas, convirtiéndose en el fundamento analítico de la teoría neoclásica. La primera vía nos parece más conveniente para analizar la Ley 100, porque ésta redefine un ordenamiento institucional, que busca facilitar el proceso de elección de los distintos agentes. La ampliación del campo de elección diversifica los productos en la medida en que diferencia las funciones.

En el proceso de elección pueden diferenciarse tres tipos de interacciones.

– individuo ⇔ individuo– institución ⇔ individuo– institución ⇔ institución

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Hay elección entre individuos, entre instituciones e individuos y, finalmente, entre instituciones e instituciones. Cada tipo de elección tiene características es-pecíficas, que dependen del sujeto que participa en la elección y del proceso.- Relación individuo-individuo. En el mercado de servicios médicos, el vínculo

paciente-médico es la expresión más clara de la relación individuo-individuo. Las otras interacciones tienen su última razón de ser en el encuentro entre el paciente y el médico. Mencionaremos cuatro aspectos de esta relación: (a) el bien y la incertidumbre, (b) el criterio de maximización, y (c) la inelasticidad de la oferta con respecto a la demanda.(a) El paciente le demanda al médico dos bienes: Información y, si es posible,

salud. El médico trata de comprometerse con el primero, pero no garantiza el segundo. El paciente recurre, en primera instancia, al saber del médico y, poste-riormente, a su capacidad de liderar un tratamiento que lleve a la curación. Pero el paciente sabe que el médico no puede garantizar la validez del diagnóstico. Y, mucho menos, el éxito del tratamiento. El médico responde a la demanda del pa-ciente en un contexto de profunda incertidumbre. “La incertidumbre con respecto a la calidad del producto es quizás más intensa en el caso de los servicios médicos que en el de cualquier otra mercancía importante” (Arrow, 1963c:26).

La relación paciente-médico es irregular e impredecible. La demanda de aten-ción médica no es estable como la de alimentos o vestidos. La satisfacción derivada de la atención médica únicamente tiene lugar cuando se ha presentado la enfermedad. “Entre las mercancías que tienen alguna relevancia dentro del presupuesto familiar, es difícil encontrar otra con características similares” (Arrow, 1963b:23).

(b) Con respecto al criterio de maximización, el paciente espera que el médico no actúe como un hombre de negocios que ofrece un producto cualquiera. La ética médica y las tradiciones culturales imponen un comportamiento en el que el afán de lucro no puede imponerse como el factor determinante del acto médico. En la relación médico-paciente la optimización de la ganancia o la minimización del costo, aparecen como determinantes en segunda o tercera instancia. La Ley 100 elimina la negociación directa entre el médico y el paciente sobre el valor de los honorarios. Los ingresos del médico varían en función del número de consultas.

(c) En situaciones extremas, la satisfacción del paciente en materia de in-formación y de curación, no depende del nivel de ingresos. Aunque los ingresos monetarios sean suficientes para pagar la atención médica, ésta no produce la satisfacción (información o/y curación) esperada. En estas circunstancias, la oferta es completamente inelástica a la demanda. Una vez que el paciente constata que la enfermedad amenaza gravemente su integridad física, busca que el médico vaya hasta los límites de su capacidad científica y le pide que explore todas las alterna-tivas técnicas existentes. Gracias a los subsidios, la ineslasticidad también puede

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presentarse en el caso de las personas de bajos recursos. Las intervenciones de alta complejidad se realizan independientemente de la capacidad de pago de la persona.- Relación institución-individuo. En el caso colombiano se presentan dos

modalidades de relación institución-individuo: (a) aseguradora-asegurado, (b) trabajador de la salud-entidad contratante.(a) En el contrato entre la aseguradora y el asegurado, el riesgo es de una

naturaleza muy diferente al que se presenta en la relación paciente-médico. Se presentan dos fenómenos que riñen con los postulados de la competencia perfecta: El riesgo moral y la información asimétrica. El riesgo moral tiene que ver con la disposición que tenga el asegurado para tratar de prevenir los siniestros. Hay personas que no se preocupan por tomar precauciones y este comportamiento escapa al control de la aseguradora. Hay información asimétrica cuando uno de los agentes tiene más información que el otro. El asegurado normalmente sabe más sobre el estado de su salud que la empresa aseguradora.

(b) La forma como se relacionan los trabajadores (médicos y paramédicos) y la entidad contratante (EPS, IPS, etc.) tiene grandes implicaciones en la organiza-ción institucional y en la productividad. El régimen laboral de los empleados del Estado tiende a ser más rígido que el del sector privado y ello no se modifica con la transformación de los hospitales en Empresas Sociales del Estado.

La Ley 100 modifica el mercado de recursos humanos en dos sentidos. De una parte, el nuevo modelo estandariza y controla su desempeño técnico, además de que regula los niveles de ingreso. De otro lado, hay una separación entre quien causa el servicio (el paciente) y quien paga por él (la aseguradora). Esta mediación de la aseguradora rompe la relación unilateral entre el paciente y el médico, quien pierde la potestad de definir la tarifa. El monto de los honorarios es determinado por la competencia.- Relación institución-institución. La más relevante es la que existe entre enti-

dades aseguradoras (o promotora) y prestadoras. En esta interacción es crucial examinar si hay integración vertical y cuál es su intensidad. La mayoría de las empresas promotoras han decidido crear sus propias instituciones prestadoras de servicios de salud con el fin de participar directamente en la prestación de servicios. Tratan de ofrecer los más rentables y contratar los menos rentables, entre otras razones porque la baja complejidad es “la llave del gasto”. Este proceso lleva a una segmentación del mercado: Las instituciones públicas terminan asumiendo la demanda de servicios de alta complejidad mientras que los prestadores privados se quedan con las de baja y media complejidad. Además de esta dificultad, las instituciones públicas están más sometidas a las presiones políticas. La gran mayoría de los hospitales es propiedad de los niveles subnacionales, donde el poder político tiene gran injerencia.

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Diferenciación institucional de los momentos del proceso de oferta y demanda

En el contexto de lo que hemos llamado el primer grado de diferenciación, la Ley 100 implica una transición de un modelo de planeación centralizada ha-cia uno cercano a la competencia estructurada (Enthoven, 1993) o al pluralismo estructurado (Londoño y Frenk, 1997).

La planeación centralizada no permitía diferenciar los momentos del proceso de oferta y demanda. Londoño y Frenk (1997) muestran cómo en este modelo la organización institucional se construye a partir de los grupos sociales atendidos, mientras que en el pluralismo estructurado el ordenamiento institucional depende de las funciones, permitiendo distinguir los momentos de oferta y demanda; en otras palabras, busca que las instituciones no se diferencien por el tipo de afiliados sino por las funciones que cumplen.

La planeación centralizada presenta integración vertical pero segmentación entre grupos sociales. Estos grupos son, por ejemplo, los trabajadores del sector privado, los funcionarios públicos y las personas sin empleo. Las instituciones que atienden a cada grupo cumplen todas las funciones: Son responsables de la financiación del sistema, de la afiliación y de la prestación de los servicios.

Bajo el pluralismo estructurado las diferencias entre las entidades dependen de las funciones y no de los grupos sociales atendidos. Cada función corresponde a un momento del proceso de oferta y demanda. Las entidades promotoras de salud y las instituciones prestadoras de servicios cumplen tareas específicas, de acuerdo con su naturaleza. Los afiliados, según el nivel de ingreso, se vinculan a uno de los dos regímenes: Contributivo ó subsidiado. En este contexto, la principal función del Estado es la de regular el sistema.

El régimen contributivo ha avanzado más hacia el pluralismo estructurado que el régimen subsidiado, ya que en éste todavía no se percibe una clara sepa-ración entre los momentos de la oferta y la demanda. En el régimen subsidiado los gobiernos municipales y departamentales actúan, a la vez, como demandantes de servicios y como oferentes. Al tiempo que son propietarios de los hospitales, inciden en la administración de los dineros destinados al subsidio.

Gráfica 26. Planeación centralizada

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Hemos incluido dos gráficos para representar de manera muy esquemática la manera como interactúan los modelos de planificación centralizada y de compe-tencia estructurada. El tamaño de las flechas tiene que ver con la intensidad de la relación. Las flechas gruesas indican relaciones prioritarias.

Bajo la planificación centralizada, las flechas gruesas van del principal hacia el gobierno y de éste hacia el agente. El gobierno tiene una injerencia directa en el nombramiento del “agente”. El director del Seguro Social, o de Cajanal, por ejemplo, es el representante del gobierno y actúa como su agente. El principal tiene un margen pequeño de escogencia del médico y de la institución. Y por esta razón la flecha inferior es delgada.

Bajo la competencia estructurada, el principal escoge directamente la Health Maintenance Organization (HMO) e, indirectamente, los médicos y las entidades prestadoras. La flecha inferior es más gruesa que en el primer esquema porque el margen de elección se amplia. Estas interacciones son claras en el régimen contributivo, volviéndose difusas en el subsidiado. En la parte superior derecha del esquema hemos incluido “Reg. sub. Gob.” para indicar la intermediación de los niveles subnacionales en la administración del subsidio, en la escogencia de la HMO. La separación de los momentos de oferta y demanda no es tan trans-parente porque, como señalábamos atrás, el gobierno subnacional es oferente y demandante al mismo tiempo.

Gráfica 27. Competencia estructurada

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Hasta el momento hemos intentado justificar que existen obstáculos para que en el régimen subsidiado opere con todos sus alcances la sanción de mercado, para que la equidad y la eficiencia puedan alcanzarse a través de una mayor competen-cia, y para diferenciar los momentos del proceso de oferta y demanda. Podríamos resumir estas reflexiones como una discusión sobre las características del diseño institucional de la reforma “pura”. Ahora vamos a discutir la aplicación del nuevo modelo, en lo que conocemos como el proceso de transición, señalando las que, a nuestro juicio, constituyen las restricciones que encauzan el comportamiento de los agentes encargados de implementar la reforma, y que por tanto determinan el cambio.

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La transición al régimen subsidiado de saludEn el caso colombiano de la reforma del sistema de salud, el cambio de modelo

de planeación centralizada a competencia estructurada o pluralismo estructural, se enfrenta al menos a dos grandes restricciones: La resistencia de los médicos al cambio, y los efectos que tienen las características de diseño del nuevo sistema sobre la transformación de subsidios de oferta a demanda. La primera restricción apenas será enunciada, sin mayores desarrollos. Nos concentraremos en la última. A manera de hipótesis señalamos que la transformación de subsidios es función de la autofinanciación de los hospitales públicos.

El régimen subsidiado de salud cuenta con dos tipos de financiación. El primero son los recursos nuevos, inyectados al sistema gracias a la reforma, que en principio deben destinarse al financiamiento de los subsidios a la demanda (tablas 10 y 11). La segunda fuente de financiación del régimen subsidiado es la transformación de subsidios de oferta a demanda.

Gracias a estos recursos nuevos se ha logrado montar rápidamente la primera parte del régimen subsidiado, cubriendo al 60% de los doce millones de personas pobres del país (tabla 12).

La segunda fuente de financiación del régimen subsidiado es la transformación de subsidios de oferta a demanda, necesaria para financiar la segunda mitad de la reforma, esto es, el aseguramiento del otro 40% de los pobres que aún no cuentan con este beneficio, y que hoy conservan el carácter de vinculados al sistema, una forma perversa de propiedad aplicada a los subsidios de oferta.

El alto nivel de aseguramiento logrado, sumado a la rápida creación de casi doscientas entidades administradoras del régimen subsidiado confirma la expe-riencia de Europa del Este en el sentido de que los mercados se montan muy rápidamente. La competencia actúa rápidamente cuando existen incentivos claros (Preker y Feachem, 1996). Sin embargo, el desarrollo de formas institucionales complejas, como la competencia estructurada o el pluralismo estructurado, requie-ren de un conocimiento cuidadoso de la naturaleza de cada mercado. Los factores culturales e históricos juegan un papel fundamental.

Tabla 10. Financiación del régimen subsidiado de salud (1995-1997) Miles de pesos corrientes

Fuente 1995 1996 1997

Fondo de Solidaridad y Garantía (Fosyga)

Punto de Cotización 198.920.200 201.453.938 254.357.874

Cajas de Compensación Subsidio Familiar 1.730.961 6.481.246

Impuesto a las Armas 1.922.817 687.911

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Fuente 1995 1996 1997

Aporte Gobierno Nacional**** 70.000.000 15.000.000 0

Impuesto a Cusiana y Cupiagua 0 0 0

Rendimientos Financieros y otros, provenientes de las empresas que defina el Conpes

0 0 0

Rendimientos Financieros 47.131.200 72.016.115

Iva Social 5.000.000

Recursos del Balance 1995 96.114.800

Recursos del Balance-Excedentes Financieros 1996 57.400.000

Excedentes Financieros 110.000.000

Otros Ingresos Rendimientos Financieros 0 84.448.900 0

Recaudo Vigencias Anteriores 44.260.700

Total Fosyga (subcuenta de solidaridad)*** 365.312.100 414.556.616 487.057.947

Participaciones Municipales para Subsidio a la Demanda (ICN)***** 141.236.597 184.158.555 255.795.987

Situado Fiscal** 0 0 76.627.291

Cajas de Compensación con programas de régimen subsidiado 0 ND 27.719.886

Esfuerzo propio de las entidades territoriales 0 ND 41.496.545

Total Régimen Subsidiado 506.548.697 598.715.171 888.697.656

Incremento nominal 18% 48%

% PIB 0,69% 0,67% 0,82%

DNP-Umacro

Las cifras son ejecuciones presupuestales.** El valor de 1996 corresponde a subsidios transformados por disposición de la Ley 344*** Incluye Fosyga 5**** El aporte del gobierno nacional en 1996 incluye $1000 millones para indígenas.***** En 1995 no todos los 141 mil millones se recaudaron. La cifra corresponde a lo que debiera haberse

asignado por parte de los municipios.

Fuentes: Participaciones Municipales 1997: Dirección Régimen Subsidiado Minsalud. Participaciones Munici-pales 1995-1996: Unidad de Desarrollo Territorial DNP. Fosyga: Dirección Financiera Ministerio de Salud. Es-fuerzo propio de las entidades territoriales y Cajas de Compensación: Dirección Régimen Subsidiado Minsalud. PIB:

Tabla 11. Estructura de ingresos del régimen subsidiado de salud (1995-1997)

1995 1996 1997

Fosyga subcuenta de solidaridad 72,1% 69,2% 54,8%

Participaciones Municipales (ICN) 27,9% 30,8% 28,8%

Situado Fiscal 0,0% 0,0% 8,6%

Caj de Compen. con programas de rég.subsidiado 0,0% ND 3,1%

Esfuerzo propio de las entidades territoriales 0,0% ND 4,7%

Total Régimen Subsidiado 100,0% 100,0% 100,0%

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Tabla 12. Afiliados al régimen subsidiado por departamento

Departamento 1995 % 1996 % 1997 %

Antioquia 771.921 15,5% 768.232 12,8% 1.013.865 14,5%

Bogotá 460.188 9,3% 647.293 10,8% 910.474 13,0%

Cundinamarca 182.426 3,7% 408.532 6,8% 463.241 6,6%

Valle 1.097.381 22,1% 423.605 7,1% 448.733 6,4%

Santander 110.596 2,2% 356.101 5,9% 415.450 5,9%

Nariño 150.653 3,0% 343.701 5,7% 391.944 5,6%

Boyacá 284.737 5,7% 395.561 6,6% 385.651 5,5%

Bolívar - 0,0% 228.695 3,8% 290.636 4,1%

Cauca 166.530 3,3% 253.312 4,2% 275.297 3,9%

Departamento 1995 % 1996 % 1997 %

Huila 255.768 5,1% 229.906 3,8% 231.531 3,3%

Norte de Santander 17.848 0,4% 201.189 3,4% 222.845 3,2%

Atlántico 339.063 6,8% 164.444 2,7% 220.888 3,2%

Cesar 65.977 1,3% 169.177 2,8% 207.708 3,0%

Tolima 181.039 3,6% 193.721 3,2% 202.607 2,9%

Córdoba 70.410 1,4% 153.433 2,6% 160.019 2,3%

Caldas 314.518 6,3% 143.784 2,4% 144.798 2,1%

Magdalena 26.912 0,5% 127.077 2,1% 140.773 2,0%

Sucre 1.866 0,0% 118.832 2,0% 136.432 1,9%

Chocó 56.416 1,1% 87.511 1,5% 93.094 1,3%

Risaralda 97.227 2,0% 87.216 1,5% 92.738 1,3%

Putumayo 16.457 0,3% 54.722 0,9% 89.492 1,3%

Guajira 44.251 0,9% 68.634 1,1% 88.475 1,3%

Meta 50.322 1,0% 88.486 1,5% 84.260 1,2%

Casanare - 0,0% 79.786 1,3% 80.886 1,2%

Quindío 118.850 2,4% 60.489 1,0% 69.745 1,0%

Caquetá 15.314 0,3% 60.376 1,0% 58.701 0,8%

Arauca - 0,0% 32.401 0,5% 31.949 0,5%

Vichada 15.580 0,3% 15.467 0,3% 15.468 0,2%

Guaviare 56.234 1,1% 9.574 0,2% 12.911 0,2%

San Andrés - 0,0% 10.543 0,2% 10.543 0,2%

Amazonas 2.300 0,0% 9.788 0,2% 10.217 0,1%

Guainía - 0,0% 3.311 0,1% 3.311 0,0%

TOTAL 4.972.779 100,0% 5.996.895 100,0% 7.006.679 100,0%

Tasa de crecimiento 20,6% 17%

Fuente: Dirección del Régimen Subsidiado - Minsalud

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No es difícil apreciar que los problemas de la primera parte de la transición, la que se ha logrado con recursos nuevos, son muy distintos a la fase que supone la transformación de subsidios. Esta segunda etapa se enfrenta a las restricciones que hemos anunciado antes, y que discutiremos en la sección siguiente.

Nuevo accountability para los médicosDesde el siglo XVI, cuando se establecieron en Colombia los primeros hospi-

tales, los servicios de salud para los pobres se venían prestando como actividades de caridad, donde la motivación de los médicos dependía del altruismo y la filan-tropía, en un modelo donde el servicio es una dádiva más que un derecho.

La reforma colombiana modificó este modelo introduciendo un nuevo esquema de accountability para médicos y hospitales que redistribuye el poder habitualmente concentrado en ellos, donde el desempeño económico se convierte en el compor-tamiento de referencia. Los hospitales y los médicos, que antes se respondían a sí mismos, ahora deben dar cuenta de su desempeño a nuevos actores. Incluso es discutible si en el modelo anterior los proveedores respondían a alguien, porque la naturaleza pública de los hospitales diluía las responsabilidades.

Algunos argumentan que con la introducción de la competencia en la industria de servicios de salud, la ética que enfatiza la confianza, el servicio comunitario, la autonomía profesional y la devoción por los intereses individuales de los pa-cientes está siendo reemplazada por el interés individual, la comercialización, la competencia y la gerencia (Gray, 1991). Los críticos de este nuevo modelo también argumentan que como consecuencia, los objetivos económicos serán perseguidos a costa de valores y objetivos más humanitarios, siendo ésta, justamente, una de las dos fuentes de preocupación central de los médicos que cuestionan la reforma.

La segunda crítica se refiere a los ingresos de los médicos. Se afirma que con la reforma éstos habrían disminuido. Hasta el momento no se conocen estu-dios sobre este problema, salvo el de la Asociación Nacional de Medicina para el Ministerio de Salud, a partir de datos obtenidos de 506 encuestas realizadas en 1997. De acuerdo con este estudio, los ingresos mensuales promedio de los médicos generales serían en 1995 y 1996, respectivamente del orden de $1.4 y $1.5 millones de pesos, y de los médicos especialistas de $1.9 y $2.3 millones. En ambos casos la varianza es grande.

Para contrastar los datos mencionados, considerando que por la metodología utilizada es probable que se hubiera presentado subreporte, buscamos aproximarnos a los ingresos mensuales potenciales de los médicos por la vía del precio, simulan-do los valores que obtendrían los médicos con niveles de producción moderados. Para la estimación utilizamos las tarifas de la empresa Colsánitas (tabla 13) y del Instituto de Seguros Sociales (tabla 14).

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Tabla 13. Simulación de los ingresos mensuales potenciales de los médicos, producidos únicamente por consultas. Tarifas Colsánitas. Pesos corrientes

1993 1994 1995 1996 1997

Bogotá

Medicina Familiar 1.587.600 1.896.300 2.910.600 3.550.050 4.233.600

Especialista 1.830.150 2.513.700 3.572.100 4.387.950 5.258.925

Psiquiatria 2.352.000 2.822.400 3.410.400 4.145.400 5.556.600

Bucaramanga

Medicina Familiar 2.028.600 2.425.500 2.910.600 3.550.050 4.233.600

Especialista 2.271.150 2.998.800 3.572.100 4.387.950 5.258.925

Psiquiatria 4.042.500 3.792.600 4.527.600 5.527.200 6.659.100

Villavicencio

Medicina Familiar 2.028.600 2.425.500 2.910.600 3.550.050 4.233.600

Especialista 2.469.600 2.954.700 3.572.100 4.387.950 5.258.925

Psiquiatría 3.160.500 3.792.600 4.527.600 5.527.200 6.629.700

Cartagena

Medicina Familiar 2.094.750 2.513.700 2.954.700 3.594.150 4.277.700

Especialista 2.447.550 2.932.650 3.528.000 4.332.825 5.203.800

Psiquiatría 1.631.700 1.955.100 2.440.200 2.969.400 3.557.400

Hemos trabajado con el supuesto de 3 consultas por hora, 7 horas al día, 21 días al mes.Fuente: Con base en tarifas de la EPS (HMO) Colsánitas.

Tabla 14. Simulación de ingresos mensuales potenciales de médicos por especialidad en tarifas del ISS. Pesos corrientes

1993 1994 1995 1996 1997 1998

Médico General 837.900 1.052.100 1.505.280 1.819.020 2.507.400 3.030.300

Cirujano 1.628.944 2.035.950 3.096.870 3.795.908 4.344.375 5.063.205

Internista 1.622.250 2.512.125 2.968.875 3.502.800 4.095.000 4.909.275

Pediatra 1.491.000 2.281.125 2.695.875 3.180.713 3.675.000 4.395.563

Supuestos Generales: Los médicos trabajan 8 horas diarias durante 21 días al mes.Médico General día promedio: 4 horas consultas de urgencias (total dia=8) y 4 horas ayudantías quirúrgica (total día=2). Cirujano día promedio: 1 hora consulta y 7 horas entre cirugías y controles.Internista día promedio: 5 horas consulta (toral día=15) y 3 horas atención diaria intrahospitalariaPediatra día promedio: 5 horas consulta (total día=12,5) y 3 horas atención diaria intrahospitalariaCirugías promedio no ginecobstetricas: Hernia inguinal, colocación de catéter peritoneal por laparotomía, Cole-cistostomía, Colecistoctomía laparoscópica, Nefrolitotomi

Con base en los resultados obtenidos, al menos desde el punto de vis-ta de los precios, podemos proponer que con la reforma los ingresos poten-ciales de los médicos aumentaron en términos reales un 25%, en un escenario de producción moderado, siendo los médicos generales los principales bene-ficiarios en términos relativos. En otras palabras, las oportunidades de ingre-

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so han aumentado por encima de la inflación gracias a la reforma, aunque el nuevo modelo obliga a competir por el acceso a esas oportunidades (Gráficas 28 y 29).

Gráfica 28. Ingresos mensuales potenciales, médicos especialistas. Consultas y tarifas de Colsánitas. Pesos constantes (1988=100)

Fuente: Tabla 13.

El malestar de los médicos, en estas circunstancias, estaría fundamentado en la pérdida de poder monopólico y en el cambio de reglas de accountability, pero no en una reducción de sus ingresos potenciales.

Gráfica 29. Ingresos mensuales potenciales, médicos especialistas. Consultas y tarifas del ISS. Pesos constantes (1988=100)

Fuente: Tabla 14.

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Los problemas de diseño y la política de transformación de subsidios de oferta a demanda

En la primera parte mostramos cómo en el régimen subsidiado todavía no se ha logrado una clara separación entre los momentos de oferta y demanda, pues los gobiernos municipales y departamentales actúan, a la vez, como demandantes de servicios —ya que manejan una porción importante de los dineros destinados al subsidio— y como oferentes, en tanto son propietarios de los hospitales.

La segunda restricción, justamente, radica en las dificultades para romper la unión entre financiación y provisión que aún persiste, pues los subsidios de oferta que consume la provisión pública equivalen a más de la totalidad de los recursos necesarios para universalizar el aseguramiento de la población pobre, visto que ya el 60% de los pobres cuenta con este beneficio.

¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograr una efectiva diferenciación de la oferta y la demanda? ¿Cómo transformar los subsidios de oferta, que consumen los hospitales públicos bajo la modalidad de gasto histórico, hacia la demanda?

Algunos argumentan, no sin cierta razón, que el problema es de autoridad y voluntad política, de aplicar la ley de racionalización del gasto público, de recortar el situado fiscal y las rentas cedidas a los hospitales; en otras palabras, que es un problema de autoridad.

La voluntad política es una fuerza con tres usos posibles en un sistema: Im-primir velocidad, ritmo o dirección.

Cuando los incentivos están bien construidos encausan el comportamiento de los agentes económicos, imprimiendo dirección al sistema. La voluntad política, en estas circunstancias, aporta velocidad y ritmo. Cuando hay conflicto de incen-tivos y los agentes económicos pueden comportarse de maneras muy diversas, la voluntad política hace las veces de sustituto imprimiendo la dirección que no es provista por los incentivos.

Esta reflexión nos sirve porque la actual estructura de incentivos en el régimen subsidiado premia los objetivos contrarios a los buscados. Adicionalmente, los propietarios y trabajadores de los hospitales, al defender el manejo de los subsidios de oferta, tienen un comportamiento racional y previsible, en tanto están maximi-zando sus beneficios como cualquier agente económico. El desconocimiento de los grupos de interés por parte de los reformadores puede generar obstáculos a la implementación del cambio, como sucedió con la reforma estadinense a la salud propuesta por el gobierno Clinton.

Si estas afirmaciones se aceptan como fundamento de política pública, la transformación de subsidios como disposición de ley no es suficiente. ¿Cuál sería, entonces una manera de reconocer el problema de incentivos para hacer más viable políticamente la reforma? Creemos que la respuesta es plantear la transformación

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de subsidios como función de la autofinanciación de los hospitales públicos, esto es, de su viabilidad. En otras palabras, los incentivos buscados con la reforma hay que construirlos.

Con relación a los hospitales públicos la reforma pretende por lo menos dos objetivos: Lograr altos niveles de autofinanciación y mayor eficiencia en su pro-ducción y en su capacidad instalada. ¿Los dos objetivos deben buscarse al tiempo? Sobre este punto pensamos que no debe pretenderse simultaneidad. La prioridad es el montaje de la reforma (en este caso, la autofinanciación y consecuente transfor-mación de subsidios) y luego la calidad de la reforma (en nuestro caso, la eficiencia y ajustes al tamaño de los hospitales), en forma similar a la política aplicada con el plan obligatorio de salud subsidiado: La prioridad es la universalización del aseguramiento, para lo cual se dio inicio a un plan de beneficios para la población subsidiada menor al de las personas con capacidad de pago, nivelando hacia el futuro, y de manera gradual, los dos planes. La política propuesta es hacer que la transformación de subsidios sea función de la sustitubilidad de los subsidios transformados, asociándola a la autofinanciación de los hospitales.

El tomador de decisiones de política que se enfrenta a la decisión sobre el camino a seguir para la transformación de subsidios se debate entre hacer de este proceso un cambio por la vía de la autoridad, que puede colapsar por exigente ante la imposibilidad de que los hospitales se autofinancien al ritmo de la Ley 344150, o hacerlo tan laxo, que la transición colapse por laxitud. La política seguida hasta el momento se acerca más a la primera opción, porque la política actual no reconoce los problemas de autofinanciación de los hospitales. En otras palabras, actualmente no es política de la transición generar condiciones de posibilidad para que los hos-pitales, eficientes o no, puedan sustituir sus ingresos con venta de servicios. Máxi-me cuando la autofinanciación no sólo depende de variables controlables por estas instituciones, sino también por otras de alta influencia que éstas no controlan, como las inflexibilidades en el régimen de manejo del personal (llamado carrera admi-nistrativa) y la arbitraria definición de salarios en instancias externas. La definición exógena del salario incide considerablemente en la posibilidad de autofinanciación porque la actividad hospitalaria es intensiva en trabajo (Pérez, 1997).

La ineficiencia de los hospitales públicos es una de las principales justificacio-nes de la reforma. La literatura es rica en documentar los problemas de eficiencia y calidad al interior de los hospitales, y por eso no nos referiremos a ellos. Pero los hospitales también son la principal fuente de restricciones para la transición.

150. Esta ley, conocida como de racionalización del gasto publico, dispone, entre otros aspectos, los porcentajes anuales de transformación hacia la demanda, de las distintas fuentes de financiación de los subsidios de oferta (situado fiscal y rentas cedidas) por parte de los niveles subnacionales del Estado.

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Es insuficiente —se asocien o no la transformación de subsidios y la auto-financiación de los hospitales—, lo que está haciendo el país con los hospitales públicos para que funcionen como empresas. Estas organizaciones no se convertirán en empresas por decreto.

Concluyamos esta discusión con dos anotaciones finales. Primero, la restric-ción que hemos abordado tiene como fundamento la tensión entre el modelo de escogencia pública que subyace a la reforma de salud (Ley 100) y el de modelo de oferta, que aún subyace en la reforma descentralizadora del Estado (Ley 60), ya que buena parte de los recursos necesarios para financiar el régimen subsidiado de salud provienen de las transferencias intergubernamentales. Mientras la Ley 100 descentralizó hacia los mercados, la ley 60 lo hizo hacia los niveles subnacionales. Esta discusión ya se ha introducido en otros trabajos (González y Pérez, 1997). Basta subrayar que en el fondo de la restricción planteada por la transformación de subsidios se encuentran factores exógenos al sector, como los que determinan la política de transferencias.

La segunda reflexión tiene que ver con un horizonte de mediano plazo. La supervivencia de los hospitales públicos obliga a pensar en la naturaleza de la or-ganización industrial que se espera, una vez que se haya realizado el montaje de la reforma. Dicho en otras palabras: ¿Queremos que las mejoras en eficiencia, calidad y acceso provengan de la competencia entre proveedores públicos y proveedores privados, o entre todo tipo proveedores, independientemente de la naturaleza de su propiedad? ¿Cuál es el futuro esperado para los hospitales públicos?

La claridad que se logre sobre este punto es importante, no sólo para la transición, sino también para el futuro de la reforma, pues si el camino escogido es la privatización se corre el riesgo de que los negocios del aseguramiento y la provisión queden en monopolios privados, con un alto poder de incidencia sobre la política pública sectorial.

La autofinanciación de los hospitales públicosNinguno de los hospitales públicos estudiados en otros países se autofinancia

totalmente (Barnum y Kutzin, 1993). Véase, tabla 15.La gráfica 30 relaciona el nivel de autofinanciación de los hospitales públicos

con el porcentaje de hospitales correspondiente a cada nivel. Entre el 94 y el 96 se ha avanzado en autofinanciación. Para ilustrar mejor este proceso, hemos trazado una línea horizontal en el punto donde la autofinanciación es del 40%. En 1994 el 91% de los hospitales públicos tenían un nivel de autofinanciación inferior al 40%. En 1996 este porcentaje se reduce al 72%. No obstante estos avances, cerca del 90% de los hospitales públicos no alcanzan a financiar ni siquiera el 50% de sus gastos.

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Gráfica 30. Autofinanciación de 404 hospitales públicos

La muestra incluye 404 hospitales. El eje vertical representa el autofinanciamiento, o la relación entre los recursos propios y los gastos totales. El eje vertical el porcentaje de hospitales.La curva superior gruesa representa el año 96. La línea punteada de la mitad corresponde al año 95. Y la línea inferior delgada al año 94.Fuente: Cálculos de los autores.

Tabla 15. Autofinanciación de los hospitales públicos en varios países

Países de Ingresos Bajos Autofinanc. No HChina 1986 90,1 a 97,3** 26Etiopía 1984-85 22,9 a 32,1 18Indonesia 1985-86 19,9 ndNigeria 1986-87 14,8 1*Zaire 1988 66,3 a 78,9 2Países de Ingresos MediosBolivia 1988 38,4 a 51,5 15República Dominicana 1986 1,5 a 2,7 9Honduras 1985 3,5 a 5,3 15Jamaica 1986-87 2,8 a 7,5 23Turquía 1987 12,6 a 45,4 NdZimbabwe 1,9 a 7,3 42

Colombia 1996*** 30,5 490

“Autofinanc.” es la autofinanciación Es la relación porcentual entre rentas propias y gasto total.“No H” es el número de hospitales incluido en cada estudio.* Primer nivel** Gasto distinto a personal*** Cálculo de los autores de este trabajoFuentes: Adaptado de Barnum y Kutzin (1993:182-183). Los valores incluidos son los mínimos y máximos de los reportados por los autores en la tabla original

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La tabla 16 muestra el autofinanciamiento promedio, en tres de los cinco quin-tiles en los que dividimos los hospitales de la muestra. Para el total de la muestra, la autofinanciación promedio pasa del 20% al 30,5%. Los hospitales pequeños logran niveles de autofinanciamiento mayor que los grandes. Parte de esta situación se explica porque las intervenciones complejas son menos rentables.

Tabla 16. Autofinanciamiento promedio (%)

94 95 96Quintil 1 24,7 30,5 34,8Quintil 3 18,0 23,3 28,7Quintil 5 19,2 19,6 26,7Total 20,0 23,5 30,5

Los quintiles se han determinado de acuerdo con el gasto de los hospitales. El quintil 1 corresponde a los hospitales más pequeños.Fuente: Cálculos de los autores

Las diferencias que se observan en la tabla 18 entre hospitales pequeños y grandes corroboran una idea que expresamos antes desde una perspectiva más teórica. Si la atención de baja complejidad favorece la autofinanciación, es muy factible que el mercado continúe segmentándose y que las IPS privadas y las pú-blicas que puedan hacerlo, traten de concentrarse en actividades de baja y media complejidad, dejando las atenciones más costosas en unos pocos hospitales que, por la fuerza de las circunstancias, es muy probable que sean públicos.

Tabla 17. Variables determinantes de la autofinanciación de los hospitales públicos

Variable t - 94 t – 95 T - 96Consulta general/ Gasto 7.016 11.576 9.665Consulta especializada/ Gasto -3.749 -6.047 -5.288Número de médicos/Gasto 2.883 4.318 0.583Subsidio a la oferta./Población pobre del municipio.

-3.975 -7.487

Afiliados Régimen Subsidiado -1.937 -8.004 -7.280NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas -6.304 -6.095 -9.934NBI2 3.429F 24.30 60.79 42.48R2 32.42 51.79 31.36Número observ. 311 404 471

La autofinanciación es la relación entre los recursos propios y los gastos totales del hospital.“t” es el valor del coeficiente t.Fuente: Cálculos de los autores

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Tratando de estimar los determinantes de la autofinanciación de los hospitales públicos, estimamos la regresión de la tabla 17. Las consultas general y especia-lizada son una proxi de la producción del hospital. Los médicos dan una idea de la capacidad instalada. Los subsidios de oferta con respecto a la población pobre. Esta variable cumple un doble propósito: De un lado, informa sobre la demanda potencial y, de otra parte, permite evaluar si los subsidios de oferta son un incen-tivo que favorece o desestimula la autofinanciación. El NBI del municipio donde está ubicado el hospital es una proxi de capacidad de pago.– La consulta general tiene signo positivo y la especializada negativo. Este hecho

confirma lo dicho a propósito de la tabla 17. La baja complejidad favorece la autofinanciación. La autonomía financiera de los hospitales públicos enfrenta una grave amenaza con las actuales reglas de organización industrial. Dada la facultad de las EPS para crear sus propias IPS, ya se observa una tendencia a buscar las intervenciones de baja complejidad y alta demanda, forzando a los hospitales públicos a especializarse en actividades de alta complejidad. Si esta segmentación se desarrolla más rápido que la transformación de subsi-dios, este último proceso puede obstaculizarse severamente, y los hospitales públicos no tendrán más camino que aferrarse a los subsidios de oferta.

– La capacidad instalada, medida en número total de médicos, mantiene una re-lación positiva con la autofinanciación, pero en el 96 su impacto es menor.

– En los dos primeros años (94-95), los subsidios de oferta presentan una re-lación negativa con la autofinanciación. En el 96 la autofinanciación pierde significancia. Este hecho es positivo porque el sistema hospitalario estatal, en promedio, empieza a dar signos de inmersión en una lógica de financiación más eficiente.

– La tabla 17 también indica que hay una relación negativa entre la afiliación al régimen subsidiado y la autofinanciación. A primera vista, el mayor número de afiliados podría significar mayor demanda para los hospitales públicos. Pero la relación negativa sugiere dos hipótesis. La primera, la gente asegurada no demanda. En tal caso, la producción reportada por los hospitales sería la de vinculados. Este camino parece poco probable. La segunda, sería que los afiliados están demandando en otra parte, lo que refuerza nuestra idea de que el mercado estaría llevando a los hospitales públicos a especializarse en intervenciones de alto costo y baja demanda.

– La relación negativa entre el NBI del municipio y la autofinanciación mues-tra, claramente, que los hospitales situados en zonas pobres tienen mayores dificultades para financiarse que aquellos ubicados en municipios con menos índices de pobreza. En una entrevista reciente Peter Drucker decía que las leyes del mercado son insuficientes para explicar por qué razón preferimos que

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nuestra madre enferma sea atendida en un hospital ubicado en el vecindario. La ubicación geográfica del hospital segmenta el mercado. Las personas no se desplazan de un lado al otro buscando el hospital más eficiente.

El logro de la equidadLa gráfica 31, nos da una idea global de la equidad del régimen subsidiado.

Un criterio sencillo de equidad sería el siguiente: A medida que el NBI tiende a ser mayor, el número de afiliados al régimen subsidiado también debe ir creciendo. Si este principio se cumple, la pendiente de la curva debe ser positiva. Entre el 95 y el 97 la pendiente de las curvas va siendo menos negativa. El sistema todavía sigue siendo inequitativo, aunque lo es menos en el 97 que en el 95. En otras palabras, y destacando el lado afirmativo, el sistema ha ido mejorando en equidad.

Gráfica 31. Comparación entre la afiliación al régimen subsidiado de cada municipio y el NBI

El eje vertical corresponde al log del número de afiliados y el horizontal al NBI. Las cifras han sido estandarizadas. Las tres líneas representan las tendencias de cada año (95, 96 y 97).Fuente: Cálculos de los autores a partir de las cifras de la Dirección del Régimen Subsidiado y del NBI estimado por el DNP.

Aunque la reforma ha permitido avanzar en eficiencia (gráfica 30) y en equidad (gráfica 31), aún estamos muy lejos de la autofinanciación y de la consolidación de un sistema realmente solidario. Estos resultados indican que las tensiones en-tre las lógicas de oferta y demanda se mantienen y que es iluso pretender que se resuelvan de manera absoluta hacia uno u otro lado.

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Imparcialidad financiera y equidad Otra lectura del informe de la organización

mundial de la salud, 2000*

Según el último informe de la Organización Mundial de la Salud –OMS–, Colombia ocupa el primer lugar del mundo en “imparcialidad de la contribución financiera”. Los defensores de la Ley 100 del 93 han dicho que según la OMS Colombia tiene el sistema de salud más “equitativo” del mundo. En aquí se discute el significado de las categoría “imparcialidad” y “equidad”, y se concluye que el sistema de salud colombiano puede ser “imparcial”, tal y como afirma la OMS, pero de todas maneras no es equitativo.

En Colombia el Informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) del año 2000 (World Health Organization –WHO– 2000) causó sorpresa. El sistema de salud del país fue considerado como el mejor del mundo, en la categoría “imparcialidad de la contribución financiera”. El seminario El Derecho a la salud y la equidad en los servicios de salud es una oportunidad para analizar este resultado.

La Organización Mundial de la Salud utiliza el indicador “fairness of financial contribution”. Antes de evaluar la definición de “fairness”, tal y como se presenta

∗ Texto publicado en: ¿Equidad? El problema de la equidad financiera en salud. Plataforma Inter-americana de Derechos Humanos, Democracia y Desarrollo, Observatorio de Política Social y Calidad de Vida, Alames, Bogotá, 2001. Pp. 75-84. Reproducido en: Revista Gerencia y Políticas de Salud, Vol. 1, Nº 1, noviembre, 2001. pp. 39-47.

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en el Informe, es importante hacer un breve comentario sobre la traducción. El concepto “fairness of financial contribución” debería traducirse como “impar-cialidad de la contribución financiera”, y no como “equidad de la contribución financiera”. Si “fairness” se traduce como “equidad”, el liderazgo que le atribuye el Informe de la OMS a Colombia es muy difícil de entender, sobre todo, a la luz de la realidad del funcionamiento del sistema de salud en el país. Pero si “fair-ness” es “imparcialidad”, los resultados del informe son compatibles con otros estudios que se han realizado en Colombia sobre los beneficiarios del sistema de salud. Es muy distinto afirmar que Colombia es el primer país en “imparcialidad de la contribución financiera”, que en “equidad de la contribución financiera”. La segunda aseveración confunde, porque el sistema de salud colombiano puede ser imparcial, como dice la OMS, pero no es equitativo. Mostraré que un sistema de salud imparcial no necesariamente es equitativo.

La argumentación que desarrollo a continuación parte del supuesto de que las estimaciones empíricas realizadas por la OMS son cuidadosas y, por tanto, no pretendo poner en tela de juicio la validez de los resultados. Los comentarios críticos tienen que ver con la interpretación del indicador “imparcialidad de la contribución financiera”. Confío en que la exposición ayude, por lo menos, a acallar el grito de victoria de algunos de los diseñadores de la Ley 100 de 1993, que se han engrandecido después de publicado el Informe de la OMS.

Comienzo con un examen del significado que se le atribuye al concepto “impar-cialidad de la contribución financiera” en el informe de la OMS y, posteriormente, hago algunas reflexiones sobre la excelente clasificación de Colombia.

Imparcialidad de la contribución financieraSegún, la Organización Mundial de la Salud:

(...) el financiamiento de la atención en salud es perfectamente imparcial si la relación entre la contribución total a la salud y el gasto total en bienes diferentes a los alimentos, es idéntica para todos los hogares, independientemente de su ingreso, del estado de salud, o de la utilización que hagan del sistema de salud (WHO, 2000:36).

La definición de la OMS de imparcialidad financiera tiene las siguientes ca-racterísticas: i) se refiere al aseguramiento, ii) es universal, iii) reconoce un umbral de subsistencia, iv) es proporcional.

La imparcialidad se refiere al aseguramientoDesde el principio, el informe reconoce que la salud no es un bien como cual-

quier otro. Se trata de un “activo inalienable” (WHO, 2000:4). Mientras los demás

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activos pueden comprarse y venderse, objetivándose con respecto a su poseedor, la salud es un bien inalienable. De muy diversas maneras, la OMS acepta que a la salud no se le pueden aplicar las nociones convencionales que rigen la compra y venta de bienes en el mercado convencional. La incertidumbre, la información asimétrica, la heterogeneidad del bien, la multiplicidad de factores que inciden en una “buena salud”, la diversidad de agentes que participan en el sistema, etc., conforman un panorama complejo, que no puede reducirse al marco estrecho de unas curvas de oferta y demanda. De alguna manera, la OMS hace eco del célebre artículo de Arrow (1963b y 1965) sobre el tema. El informe presenta numerosas ilustraciones y referencias, en las que claramente se muestra que la salud es un bien especial. Por ejemplo, la mención que hace la OMS a la disminución de los accidentes automovilísticos en Estados Unidos, como resultado de prácticas poco costosas (uso del cinturón de seguridad), ilustra muy bien los vínculos que existen entre la buena salud y otras dimensiones de la organización social contemporánea, que no caben dentro del sistema de salud. El informe menciona otras interdepen-dencias, como los nexos entre salud y educación que han sido muy estudiados. La relación entre estabilidad política, violencia, crimen y salud también es explícita (Bourguignon, 1999; Ruiz y Rincón, 1991; Misión Social, DNP y Pnud, 2000).

De todas las características que hacen que la salud no sea un bien como cualquier otro, destaco la incertidumbre, porque está vinculada directamente a la noción de imparcialidad financiera. En el mercado convencional, al que se re-fiere la teoría económica del equilibrio general, no hay incertidumbre, porque el sistema de precios transmite toda la información necesaria. Tampoco hay futuro. Las transacciones se realizan en un presente continuo. El aseguramiento rompe con estos dos principios básicos, sobre los cuales se ha construido la teoría del equilibrio general. Los seguros son necesarios, primero, porque hay incertidumbre y, segundo, porque la incertidumbre no tiene su origen únicamente en una falta de información presente sino, sobre todo, en un desconocimiento del futuro.

El informe de la OMS, que retoma los postulados bismarckianos, parte de un principio fundamental: Únicamente puede haber imparcialidad si hay prepago (WHO, 2000:38). Y no basta con que haya prepago individual, a la manera de un ahorro individual. Se requiere, además, que haya aseguramiento. Es decir, que el prepago de cada uno se una al prepago de muchos, para que entre todos los asegurados se garantice la atención en salud a quienes se enferman. El sistema de seguros tiene la ventaja adicional de que el costo disminuye a medida que el número de asegurados aumenta.

La imparcialidad es compatible con la universalidadEl aseguramiento tipo bismarckiano tiene el inconveniente de que únicamente

pueden acceder al servicio las personas que contribuyen. No es un sistema de

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naturaleza universal. En la definición de imparcialidad, la OMS incluye a “todos” los hogares, así que la universalidad es un principio constitutivo de la noción de imparcialidad. Retomando a Beveridge, la OMS muestra que la financiación de la salud debe incorporar la solidaridad. Y cita el informe que sirvió de base en Inglaterra151 para la adopción de un sistema de seguridad social, en el que la so-lidaridad juega un papel central: “(...) independientemente del ingreso, la edad, el sexo o la ocupación, las personas tendrán igual oportunidad de beneficiarse de los mejores y más avanzados servicios médicos y paramédicos disponibles”. Así que tienen derecho a los servicios no solamente quienes puedan pagar el se-guro, sino todas las personas, incluyendo a quienes no disponen de los ingresos suficientes para contribuir. El principio de solidaridad obliga, entonces, a que el costo financiero del seguro de todos sea asumido por quienes pueden pagarlo152. En palabras de la OMS:

La imparcialidad financiera en los sistemas de salud significa que los riesgos que cada hogar enfrenta debido a los costos del sistema de salud, son distribuidos de acuerdo con la capacidad de pago, y no en función del riesgo de enfermarse: Un sistema financiero imparcial asegura que cada persona tenga protección financiera (WHO, 2000:35).

La Organización Mundial de la Salud aspira a que la financiación de los sistemas de salud pase por el aseguramiento y la solidaridad. No cree que sea conveniente que el pago directo por servicio prestado se convierta en una fuente importante de financiación de la salud (WHO, 2000:35). Esta modalidad de fi-nanciación va en contra del aseguramiento, la solidaridad, y la imparcialidad, ya que es muy probable que las personas pobres no dispongan de los recursos para pagar la atención médica en el momento en que la necesitan.

La imparcialidad reconoce un umbral de subsistenciaLa definición de imparcialidad de la OMS afirma, explícitamente, que deben

participar en la financiación del sistema de salud aquellos hogares cuyos ingresos sean superiores a los requerimientos alimenticios. El reconocimiento de un umbral de subsistencia, representado por los gastos alimenticios, confirma el principio de solidaridad, en el sentido de que reconoce que aquellas personas cuyos ingresos son insuficientes para comprar los alimentos, no deben ser consideradas como aportantes. Es muy positivo que la OMS admita que existe un nivel absoluto de pobreza, por debajo del cual la persona no puede contribuir a la financiación de

151. El Beveridge Report de 1942 fue seguido del White Paper de 1944. Ver WHO (2000:12).152. Sobre las diferencias entre los sistemas de seguridad social asociados a los nombres de Bis-

marck, Beveridge y Paine, ver Van Parijs (1994, 1997, 1999).

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la salud. Sen (1983) piensa que la determinación de un nivel absoluto de pobreza es una condición necesaria para la implementación de políticas sociales.

La OMS mide la imparcialidad de la contribución financiera (ICF) de la siguiente manera,

donde HFC es el monto de la contribución de cada hogar a la financiación de

la salud, es el valor promedio de la contribución que hace el conjunto de hogares a la salud. La contribución financiera de cada hogar “(...) se define como la relación entre todos los gastos que dedica el hogar a salud y el ingreso perma-nente del hogar que está por encima del nivel de subsistencia” (WHO, 2000:148). La contribución de los hogares a la salud se mide como proporción del ingreso. En un sistema imparcial, la proporción del gasto en salud con respecto al ingreso se mantiene constante. Ello significa que en términos absolutos, los hogares de ingresos altos destinan a la salud una cantidad de dinero mayor que los hogares pobres. El sistema es solidario porque los hogares ricos contribuyen más.

Si el indicador ICF es igual a uno, el sistema es totalmente imparcial. Si ICF es cero el sistema es absolutamente parcializado. Colombia tuvo un puntaje de 0.992, superando al resto de países (WHO, 2000:188). O sea que a juicio de la OMS, nuestro sistema de salud es el más imparcial del mundo y, además, casi llega al óptimo posible.

Es una lástima que el informe sea tan breve en la explicación de la fórmula de la ICF. La OMS remite a otros estudios y no explicita los detalles de la meto-dología. En este sentido, el informe no es autocontenido. Sería muy interesante que el Informe respondiera preguntas de este tipo: ¿Cómo se calcula el ingre-so permanente?, ¿algunos alimentos han sido calificados como bienes de lujo?, ¿cuáles?, etc. Si se considera, por ejemplo, que el caviar es un bien de lujo, el denominador de la fracción (ingreso permanente menos valor de los alimentos básicos) es mayor que si el caviar se trata como un bien básico. Si el denominador sube, la contribución a la salud también debe aumentar para que la proporciona-lidad no se modifique y la imparcialidad se mantenga. En fin, el conocimiento de los supuestos metodológicos es clave para poder juzgar la bondad del indicador. Más concretamente, en el caso de Colombia no se sabe cuál fue la base de datos utilizada ni cómo se hicieron las estimaciones. Habría que revisar los estudios que sirvieron de insumo para el informe final. Si la propia OMS reconoce que

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está presentando indicadores nuevos, debería ser más explícita en la descripción de la metodología utilizada, con el fin de que los comentarios críticos permitan ir mejorando las mediciones. Este es el proceso que ha seguido Naciones Unidas con los informes sobre Desarrollo Humano. Los indicadores se han ido cualificando año tras año, entre otras razones, gracias a que los informes explican con lujo de detalles la metodología empleada.

La imparcialidad está basada en la proporcionalidadLa imparcialidad está basada en la proporcionalidad. Y, tal como he argumen-

tado, es consistente con el aseguramiento y la solidaridad. Pero la imparcialidad, como está definida por la OMS, no es compatible con la equidad. Y es aquí donde quiero basar mi crítica de fondo a la noción de imparcialidad propuesta por la OMS. La implicación evaluativa es inmediata: El sistema de salud colombiano es imparcial, pero por ser inequitativo es injusto y discriminatorio. Es inequitativo porque la equidad implica ir más allá de la proporcionalidad. Es injusto porque la proporcionalidad no corrige las desigualdades previas sino que las mantiene. Y, finalmente, discrimina tanto en cobertura, como en calidad. He afirmado atrás que la imparcialidad es compatible con la universalidad, pero en el caso colombiano la imparcialidad buscada por la Ley 100 de 1993 no ha llevado a la cobertura universal. Y la razón de este escollo radica en que la organización del sistema de salud se ha realizado dejando de lado la equidad.

Ya decía que la proporcionalidad significa que la contribución a los gastos en salud, como porcentaje del ingreso permanente menos los alimentos, es igual para todos los hogares. La proporción es la misma, pero el monto absoluto varía en función del ingreso del hogar: El monto pagado por los hogares ricos es mayor que el monto pagado por los hogares pobres. Y esta transferencia cruzada de recursos responde a un principio de solidaridad, pero no a uno de equidad. La OMS es muy clara en la defensa de la proporcionalidad, que equivale a la imparcialidad (WHO, 2000:35-36). Hay parcialidad, dice, “(...) si los ricos pagan proporcionalmente más (...)”. Así que superar la proporcionalidad, en el lenguaje de la OMS, es par-cialidad. Y, entonces, es parcial un sistema equitativo que lleve a que los hogares ricos paguen proporcionalmente más que los pobres. Si el sistema de salud avanza en equidad, se deteriora el indicador de imparcialidad. Para la OMS también hay parcialidad si los pobres pagan proporcionalmente más que los ricos. Desde el punto de vista de la imparcialidad, es inconveniente un sistema que favorezca la equidad, como uno que desmejore la equidad.

El indicador ICF no informa sobre la equidad. El resultado puede alejarse del óptimo (acercarse a cero), bien sea porque el país avanza en equidad (los ricos pagan proporcionalmente más) o, bien, porque retrocede en inequidad (los pobres pagan proporcionalmente más).

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Colombia: La imparcialidad no va a la par con la equidadSi el ICF no informa sobre la equidad, todavía no es el momento de cantar

victoria. Es natural que quienes estuvieron al frente de la Ley 100 de 1993, sientan regocijo porque el informe de la OMS ha validado y juzgado positivamente los esfuerzos que se hicieron para que el sistema de salud colombiano fuera imparcial. Pero la mayor imparcialidad no ha ido a la par con la equidad. Desde la perspectiva de la equidad el sistema de salud colombiano no está bien. Y esta petición de principio a favor de la equidad no es un capricho. Si el sistema no avanza en equidad no se lograrán dos propósitos que supuestamente deben conseguirse con la imparcialidad: La sostenibilidad financiera del sistema y la cobertura universal. La fórmula que sirve para medir la imparcialidad no permite inferir nada sobre la sostenibilidad financiera, ni sobre la universalidad. La imparcialidad es compatible con ambas, pero de la imparcialidad no se deriva lógicamente ninguna de las dos.

Tabla 18. Personas afiliadas al régimen de seguridad social en salud (1997). Distribuidos por deciles de ingreso

Nº Personas %

Decil Contributivo Subsidiado Total Contributivo Subsidiado Total

1 277.916 1.484.927 1.762.843 2 19 8

2 541.993 1.752.074 2.294.067 4 22 10

3 787.223 1.369.845 2.157.068 5 18 9

4 1.064.000 1.075.519 2.139.519 7 14 9

5 1.524.166 845.505 2.369.671 10 11 10

6 1.840.527 573.412 2.413.939 12 7 11

7 1.862.525 425.748 2.288.273 12 5 10

8 2.230.943 126.762 2.357.705 15 2 10

9 2.321.790 116.392 2.438.182 16 1 11

10 2.474.918 39.621 2.514.539 17 1 11

Total 14.926.001 7.809.805 22.735.806 100 100 100

66% 34% 100%

Fuente: Cálculos Misión Social DNP con base en la Encuesta de Calidad de Vida (ICV) 1997.

Junto con la imparcialidad de la contribución financiera, Colombia presenta rezagos en cobertura y un sistema de salud inequitativo. En 1997 el 57% de la población (22.7 millones) estaba afiliado a un seguro de salud. El resto son “vin-culados”. El enfoque a la Ley 100 de 1993 y del Informe de la OMS aspira a que haya cobertura universal del sistema de aseguramiento. Así que todas las personas deben estar o en el régimen contributivo o en el subsidiado. La modalidad de los “vinculados” está dejando de ser un estado transitorio, y se está convirtiendo en una situación de carácter permanente. En la lógica de la Ley 100 los vinculados

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tendrían que integrarse a alguno de los dos regímenes. No obstante la óptima im-parcialidad del sistema de salud colombiano, ocho años después de expedida la Ley 100, un porcentaje importante de la población se encuentra en una situación “transitoria”. En las discusiones del proyecto de la Ley 100 se argumentaba que el aseguramiento (contributivo y subsidiado) cubriría a toda la población en el año 2000-2001. De las personas aseguradas en 1997, el 66% pertenecía al régimen contributivo y un 34% al régimen subsidiado (Tabla 18). De los 22.7 millones de afiliados, 14.9 hacían parte del régimen contributivo y 7.8 del subsidiado. De acuerdo con lo esperado, los afiliados al régimen subsidiado se concentran en los deciles inferiores de la distribución, y los afiliados al régimen contributivo en los deciles superiores. En el régimen subsidiado no debería haber personas de los deciles altos153.

Tabla 19. Distribución (%) del subsidio en salud, por tipo de intervención y por quintiles. Año 1997

QuintilHospita-lización

Maternidad Odontología Laboratorio TerapiasSalud subsidio total

dedicada a salud

1 4,4 0,2 0,0 0,2 0,0 4,7

2 16,3 0,5 0,0 0,2 0,0 16,9

3 9,0 0,2 0,3 0,0 0,0 9,5

4 5,0 0,5 0,0 0,5 0,0 5,9

5 4,8 0,2 0,0 0,2 0,0 5,1

6 13,7 0,2 0,6 0,3 0,0 14,8

7 6,5 0,6 0,8 0,2 0,3 8,3

8 5,4 0,0 2,3 0,5 0,0 8,1

9 10,7 0,0 2,1 0,0 0,0 12,8

10 6,8 0,0 7,2 0,0 0,0 14,0

Total 82,5 2,1 13,3 1,8 0,3 100,0

Fuente: Sarmiento, Delgado y Reyes (1998). Los autores trabajan a partir de Misión Social -DNP - Encuesta de Calidad de Vida (oct. 97) y de las Cuentas Nacionales del Dane.

La tabla 19 muestra la forma como se distribuye el subsidio en salud. El subsidio es igual al costo de prestación del servicio menos los pagos que hace el usuario. El sistema es equitativo si la mayor parte del subsidio lo reciben los hogares de bajos ingresos. La mayor parte del subsidio (82,5%) se destina a hos-

153. Sarmiento, González y Rodríguez (1999) hacen un análisis detallado de la “eficiencia horizon-tal” y de la “eficiencia vertical” del régimen subsidiado y del Sisbén. Hay eficiencia horizontal si los que deben estar en el sistema realmente están. Y hay eficiencia vertical si todos los que están en el sistema son los que deberían estar.

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pitalizaciones, y la distribución de estos recursos no favorece la equidad. El decil 2 recibe el 16,3% de los subsidios de hospitalización, el decil 6 recibe el 13,7%, el decil 9 el 10,7%. Después de la Ley 100 del 93 los servicios de alta complejidad se han ido concentrando en los hospitales públicos (González y Pérez, 1998), y allí van tanto los ricos, como los pobres.

Desde la lógica del informe de la OMS, el que no haya equidad en la distri-bución de los subsidios no es problema, porque una vez que la imparcialidad por el lado del financiamiento ha sido garantizada, todas las personas, ricas y pobres, tienen el mismo derecho a disfrutar del subsidio. Pero esta argumentación no ad-vierte que la imparcialidad es un estado muy frágil, como de filo de navaja. Si la distribución del subsidio no cumple con una imparcialidad equivalente a la de la financiación, la distribución del ingreso se modifica a favor de quienes se benefi-ciaron más del subsidio. Mientras que la imparcialidad por el lado del ingreso se podría controlar a través de tarifas proporcionales, para mantener la imparcialidad por el lado de los subsidios habría que crear un sistema de copagos compensatorios muy complejo. De este tema no habla el informe de la OMS.

Tabla 20. Distribución (%) del gasto público en salud, por tipo de intervención y por quintiles. Año 1997

QuintilHospita-lización

Materni-dad

CirugíaConsulta médica

Odonto-logía

Labora-botorio

Tera-pias

SaludSalud básicaGasto público

en salud básica

1 6,70 4,68 5,55 0,11 0,21 0,20 0,11 17,59 19,58

2 7,73 4,24 6,97 0,14 0,26 0,25 0,13 19,73 20,81

3 7,70 3,72 9,72 0,20 0,37 0,35 0,18 22,25 21,97

4 6,35 3,40 9,85 0,20 0,37 0,35 0,19 20,71 20,17

5 6,38 1,69 10,47 0,21 0,40 0,38 0,20 19,72 17,47

Total 34,90 17,72 42,57 0,86 1,62 1,53 0,81 100,00 100,00

Fuente: Sarmiento, Delgado y Reyes (1998). Los autores trabajan a partir de Misión Social -DNP- Encuesta de Calidad de Vida (oct. 97) y de las Cuentas Nacionales del Dane.El quintil uno es el más pobre y el cinco el más rico.

Puesto que los deciles medios y altos reciben una parte importante del subsidio, el gasto en salud no mejora la distribución del ingreso (tabla 20). La forma como se distribuye el gasto público en salud confirma la falta de equidad del sistema. En el total, los quintiles cuatro y cinco reciben más que el quintil uno, así que el gasto en salud no favorece la equidad. Y al profundizar las desigualdades existentes, el sistema de salud es injusto.

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Salud y seguridad social: entre la solidaridad y la equidad∗

En el campo de la seguridad social es posible diferenciar tres formas de aproxi-mación, cada una con su propia lógica: Aseguramiento, solidaridad y equidad. La Ley 100 combina el aseguramiento y la solidaridad. Y sin duda, esta conjunción es beneficiosa. La extensión del aseguramiento se ha manifestado en una amplia-ción de la cobertura. Y los éxitos alcanzados en el terreno de la solidaridad se reflejan en la buena calificación que tuvo el país en el informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que consideró que Colombia está en el primer lugar de “imparcialidad de la contribución financiera” (WHO, 2000)154. Gracias a la solidaridad, la Ley 100 ha estimulado la transferencia de recursos de los grupos de mayores ingresos hacia la población más pobre.

El informe de la OMS da pie para plantear la distinción entre “imparcialidad” y “equidad”. Y entre “solidaridad” y “equidad”. Este nivel del análisis, que es el más sustantivo, suele dejarse de lado porque la discusión se lleva a un terreno de análisis diferente, más concreto, que tiene que ver con la forma como ha operado la salud en Colombia después de la aplicación de la Ley 100. Y en este campo las ambigüedades abundan, porque no hay claridad si las críticas se dirigen al

∗ Texto publicado en Revista Gerencia y Políticas de Salud, Vol. 1, N° 2, septiembre, 2002. pp. 18-24.

154. Sobre el tema, ver González (2001).

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espíritu de la Ley 100, o la forma como esta se ha implementado. Por ejemplo, recientemente se ha hecho énfasis en la poca fluidez de los pagos. Por razones que no son suficientemente claras, los intermediarios retienen los dineros más tiempo del debido, causándole contrariedades evidentes a quien debe recibir los recursos en el siguiente eslabón de la cadena.

Las dinámicas de la solidaridad y de la equidad están muy amarradas a lo que sucede en el mercado laboral. La crisis de la economía se manifiesta en una mayor tasa de desempleo, que termina reflejándose en una disminución de los salarios y en una caída de las contribuciones a la seguridad social. Además, la recesión conlleva a un debilitamiento de las fuentes de financiación del Estado. Los sistemas de aseguramiento y solidaridad son financieramente estables cuando la minoría que tiene problemas puede ser soportada por la mayoría que no tiene dificultades. Pero el sistema se vuelve frágil cuando la crisis económica lleva a un empeora-miento de la situación de la mayoría. En condiciones críticas de la economía las limitaciones de la Ley 100 se hacen más evidentes. Así que al evaluar la Ley 100 debe tenerse presente el impacto negativo de la recesión. Y aceptando que parte de las dificultades por las que atraviesa la salud y la seguridad social tienen su origen en la crisis económica, también debe reconocerse que otra parte de los problemas se explican porque ha faltado una perspectiva de equidad. Para salir del escollo actual es necesario dar el salto desde la solidaridad hacia la equidad. La Ley 100 avanza en aseguramiento y solidaridad, pero deja de lado la equidad.

Bismarck, Beveridge y PaineLos nombres de Bismarck, Beveridge y Paine representan, en su orden, las

tres formas de acercarse a la seguridad social: Aseguramiento, solidaridad y equi-dad. El aseguramiento obligatorio de tipo bismarckiano155 se caracteriza porque los trabajadores constituyen un fondo de reserva que sirve para cubrir, en caso de necesidad, los gastos en salud, y para garantizar un ingreso mínimo cuando la persona no puede trabajar por alguna razón (accidente, enfermedad, etc.)156. En el modelo de Bismarck el aseguramiento es obligatorio porque como las personas suelen tener un horizonte de corto plazo, es muy factible que por voluntad propia no destinen los recursos necesarios. La presión por resolver las dificultades de todos los días puede llevar a las personas a solucionar las necesidades urgentes, descuidando el aseguramiento. La obligatoriedad garantiza el pago de las contri-

155. El nombre se debe a Otto Von Bismarck (1815-1898).156. Sobre las características del modelo bismarckiano, ver Van Parijs (1994).

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buciones, al mismo tiempo que contribuye a desarrollar una visión de largo plazo. El aseguramiento bismarckiano no necesita un principio de solidaridad.

Gracias a Beveridge es posible pasar del aseguramiento hacia la solidaridad. En la lógica de Beveridge, las contribuciones no favorecen solamente al conjunto de las personas que aportan, sino también a quienes no lo hacen157.

(...) En el modelo que llamo “beveridgeano” (beveridgéen), todos los titulares de ingresos primarios (del trabajo o del capital) renuncian, obligatoriamente, a una parte de sus ingresos para constituir un fondo que suministrará a todos los miembros de la sociedad un nivel mínimo de recursos, incluida la prima de seguro de salud, ya sea porque no son capaces de atender ese mínimo por sus propios medios (en razón, por ejemplo, de su edad, incapacidad, accidente, enfermedad) o por la imposibilidad de encontrar un empleo cuya remuneración le resulte suficiente (Van Parijs, 1994:56).

La Ley 100 introduce el principio de solidaridad, ya que quienes están en el régimen contributivo deben participar en la financiación de los servicios de salud de las personas vinculadas al régimen subsidiado. Y gracias a esta opción por la solidaridad, la OMS considera que Colombia es el primer país del mundo en “imparcialidad de la contribución financiera”158.

La Ley 100 supone que los principios del aseguramiento y la solidaridad son suficientes para alcanzar la cobertura universal. Esta apreciación es equivocada porque además del aseguramiento y de la solidaridad se requiere la equidad. La equidad es central al modelo paineano159.

(...) En el modelo que llamo “paineano” (painéen), todos los titulares de ingresos renuncian, obligatoriamente, a una parte de ellos, para constituir un fondo que sirva para pagar incondicionalmente un ingreso uniforme a todos los miembros de la sociedad (Van Parijs, 1994:56).

Desde esta perspectiva la equidad tiene un alcance mucho mayor que la soli-daridad. La equidad subsume la solidaridad, mientras que la solidaridad no implica la equidad. Desde la perspectiva de Paine, la equidad lleva a una distribución

157. El calificativo de beveridgeano se debe al economista inglés William Henry Beveridge (1879-1963), quien desde 1905 participó como investigador auxiliar en la Royal Comission on the Poor Laws. El Informe Beveridge, Report on Social Insurance and Allied Services, fue presentado en 1942.

158. La primera interpretación que se hizo del informe de la OMS llevó a suponer que “imparcia-lidad” es sinónimo de “equidad”. Y que el primer lugar que ocupa Colombia en el ranking de la OMS correspondía a equidad y no a imparcialidad.

159. Ver, entre otros escritos, Paine (1776, 1796).

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“uniforme” del ingreso entre todos los miembros de la sociedad. Este principio es muy exigente y claramente coloca la discusión en un nivel muy distinto a los del aseguramiento y la solidaridad.

Solidaridad y equidadLa hipótesis que se propone a continuación es esta: La Ley 100 de 1993 avanza

considerablemente en el campo de la solidaridad, pero al depositar su confianza en la elección racional ha obstaculizado el paso de la solidaridad a la equidad. Es una lástima que la potencialidad que tiene la Ley 100 al conjugar los regímenes contributivo y subsidiado, no se haya podido desarrollar. En gran parte, porque los incentivos propios de la elección racional han encubado dos tendencias contrapro-ducentes: De un lado, el afán de ganancia de los intermediarios ha ido en contra del interés general; y de otra parte, la equivocada percepción de que el sistema de salud es autocontenido, no ha permitido repensarlo desde una perspectiva más global que abarque el conjunto del sistema de seguridad social.

La hipótesis propuesta tiene tres componentes: i) la Ley 100 avanza en el campo de la solidaridad, ii) la Ley 100 pone la confianza en los principios de la elección racional, iii) en la realidad no se ha logrado pasar de la solidaridad a la equidad.

Aunque la solidaridad implica una redistribución de recursos y facilita el ac-ceso de los pobres a la salud, no significa que la lógica subyacente esté animada por principios de equidad. El impacto distributivo y la estabilidad financiera del sistema de seguridad social son dos temas íntimamente ligados a la solidaridad y a la equidad.

La Ley 100 claramente explicita su preferencia por el proceso de elección. En condiciones ideales, se trata de que en un contexto de competencia regulada, los usuarios escojan la entidad aseguradora y, a su vez, que ésta elija la institu-ción que presta el servicio, etc. La raíz de la lógica autocontenida de la Ley se encuentra en la prioridad que se le otorga a la elección. La dinámica del mercado es muy estrecha. Y aun reconociendo que el mercado tiene bondades intrínsecas, su alcance es limitado. Los servicios médicos y mucho más la salud, no caben en los parámetros convencionales de la oferta y la demanda.

La justicia como imparcialidad puede hacer énfasis bien sea en el principio de igualdad, o bien en el principio de diferencia. Y en ambos casos, las preguntas “¿igualdad de qué?” y “¿diferencia de qué?” son pertinentes. La teoría convencional suele asociar imparcialidad a equidad (Varian, 1974). Y por esta vía se termina fundamentando la dinámica autocontenida de la elección racional. La tensión entre los principios de igualdad y de diferencia que involucra la justicia como

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imparcialidad, no se resuelven al interior del mercado160. Y puesto que la Ley 100 trata de explicitar los principios de igualdad (régimen contributivo) y de diferen-cia (régimen subsidiado), podría afirmarse que la Ley conjuga los dos principios de Rawls (1971)161. Y, entonces, la noción de “imparcialidad de la contribución financiera” de la OMS podría asimilarse a la idea rawlsiana de justicia como imparcialidad162. Pero los dos principios de Rawls no son sectoriales. No pueden leerse desde la perspectiva de un área específica. El principio de igual libertad se puede interpretar, por lo menos, de tres maneras: Libertad natural, igualdad liberal e igualdad democrática. Rawls piensa que la justicia como imparcialidad está más cerca de la igualdad democrática163.

Tabla 21. Solidaridad y equidad

Solidaridad Equidad

Los pobres tienen más sin que haya ningún efecto claro sobre la distribución del ingreso

Los pobres tienen más y la distribución del ingreso mejora

El sistema de seguridad social es autocontenido desde el punto de vista financiero

El sistema de seguridad social no es autocontenido, y obliga a pensar en recursos provenientes de la renta y la riqueza

160. Y esta insuficiencia del mercado es evidente incluso en teóricos relativamente ortodoxos como Vickrey (1945).

161. El primer principio es el de la igualdad. Y el segundo el de la diferencia. Ver, además, Rawls (1957, 1958).

162. “En la justicia como imparcialidad, la posición original de igualdad corresponde al estado de naturaleza en la teoría tradicional del contrato social” (Rawls, 1971:29).

“Puesto que el segundo principio (o más bien la primera parte de él) se aplica a formas institu-cionales, se refiere a las expectativas de individuos representativos. Tal y como lo discutiré más abajo ninguno de los principios se aplica a la distribución de bienes particulares a individuos particulares que puedan ser identificados mediante sus nombres propios. La situación en la cual alguien reflexiona sobre cómo asignar ciertos bienes a personas necesitadas que les son conocidas, no se encuentra dentro del ámbito de los principios: están destinados a regular los acuerdos institucionales básicos” (Rawls, 1971:86).

163. “El sistema de libertad natural afirma entonces, que una estructura básica que satisfaga el principio de la eficacia y en la cual los empleos son asequibles para quienes tengan la capacidad y el deseo de obtenerlos, conducirá a una distribución justa. Se piensa que al asignar derechos y deberes de esta manera proporcionará un esquema que distribuya el ingreso y la riqueza, la autoridad y la responsabilidad, de un modo equitativo sea como fuere esta distribución (...). A esta altura es necesario hacer una breve digresión para explicar el principio de eficacia. Este principio es simplemente el óptimo de Pareto formulado de modo que se aplique a la estructura básica” (Rawls, 1971:88).

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La tabla 21 presenta de una manera muy esquemática los rasgos que distinguen la solidaridad de la equidad. La primera fila tiene que ver con la distribución y la segunda con la estabilidad financiera del sistema de seguridad social.

Los enunciados de la primera fila apuntan a mostrar que la solidaridad no informa sobre la distribución del ingreso. La mayor solidaridad puede ser perfecta-mente compatible con un empeoramiento o con un mejoramiento de la distribución. Una mayor solidaridad no tiene por qué reflejarse en una mejor distribución del ingreso. Los nobles y los aristócratas suelen invocar la solidaridad, sin que por ello sientan que sus privilegios están amenazados.

Los comentarios de la segunda fila se refieren a la estabilidad financiera del sistema. La Ley 100 supone que la conjunción de los regímenes contributivo y subsidiado es suficiente para garantizar la estabilidad financiera de la seguridad social en salud. Esta apreciación es errada porque para que el sistema sea finan-cieramente estable se requiere introducir la equidad, con lo que se logra un doble propósito. De un lado, se rompe la lógica autocontenida y, del otro, se garantiza la cobertura universal.

Las apreciaciones sobre la lógica autocontenida reconocen que una parte importante de las fuentes de financiación de la salud son recursos del presupuesto nacional. Así que lo autocontenido no tiene que ver con el origen de los recursos. El sistema es autocontenido porque más allá de la solidaridad no admite preguntas sobre la distribución del ingreso.

La visión autocontenida se rompe porque la equidad obliga a pensar la salud desde una perspectiva que supera el marco del sistema de seguridad social en sa-lud. No se trata de pasar de la solidaridad a la equidad al interior de la lógica del sistema de salud, sino de plantear la pregunta por la equidad desde un horizonte global, en el que adquieren relevancia los aspectos tributarios y distributivos. La equidad no se agota en la esfera de la seguridad social en salud porque lleva a formular preguntas como la progresividad del impuesto, la pertinencia de la refor-ma agraria, etc., que claramente colocan la discusión en un terreno que no es el de la seguridad social en salud. Las limitaciones de un esquema que se pretende autocontenido han sido especialmente notorias en el campo de la salud pública.

Únicamente si la actual perspectiva se amplía introduciendo la equidad será posible avanzar hacia la cobertura universal. La Ley 100 parte de la falsa idea de que la mayor cobertura puede obtenerse a través de los mecanismos contributivo y subsidiado. Pero ello no es cierto porque, tal y como lo estamos observando en la práctica, las fuentes actuales de recursos no son suficientes.

Se argumenta que en cada etapa del proceso, el intermediario quiere sacarle el mayor fruto posible a los rendimientos financieros y, entonces, se las ingenia para aplazar los giros. La pregunta de fondo es si esta y otras deficiencias del

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sistema se deben a problemas inherentes a la Ley 100 o, más bien, a defectos de su aplicación. Si el problema tiene su origen en la ley, el camino sensato es refor-marla. Pero si las dificultades no provienen de la ley sino de la forma como se está aplicando, no habría que cambiarla, sino que bastaría con mejorar los controles, intensificar la vigilancia, etc. Aunque lo ideal sería poder diferenciar claramente los niveles de análisis, no queda más remedio que aceptar la existencia de zonas grises porque no siempre se puede señalar con precisión cuál es la relación de causalidad apropiada. A pesar de las dificultades, es posible distinguir tres niveles de análisis: El primero correspondería a la noción de justicia como imparcialidad y sus implicaciones distributivas; el segundo se refiere a los incentivos a la elección, que es uno de los fundamentos constitutivos de lo que podríamos llamar el espíritu de la Ley 100; y el tercero tiene que ver con la forma como se aplica la ley.

El pluralismo de Londoño y Frenk (1997) supone que la competencia (pública y privada) está regulada. Los hechos están mostrando que ello no es así. Se ha presentado un proceso de concentración (reducción del número de entidades) y de integración vertical (aseguradoras y prestadoras).

La falta de competencia muestra que hay un problema evidente de regulación. Las aseguradoras están reteniendo los recursos, en promedio, 525 días. La Ley 100 no está operando de acuerdo con los presupuestos de sus diseñadores. Aunque la Ley reconoce que la competencia tiene que ser regulada, los problemas que se han presentado en el control se reflejan en una menor competencia.

Pero las limitaciones de la competencia no se explican solamente por las de-bilidades de la regulación. Aún si el control fuera óptimo, el cumplimiento de las normas puede ser compatible con la concentración del número de intermediarios. La concentración se presenta por dos razones. Primero, porque la reducción del costo está asociada con el aumento de la cobertura por intermediario. Y segundo, porque la competencia obliga a prácticas inconvenientes como la selección ad-versa, la contratación de las enfermedades complejas con hospitales públicos, la búsqueda del mayor rendimiento financiero, la ampliación de la escala de atención con costos decrecientes, la integración vertical. Los servicios médicos de alta complejidad tienen costos marginales crecientes, que rompen con un esquema competitivo como el propuesto por la Ley 100. Otras intervenciones, como las vacunas y los partos tienen costos marginales decrecientes, hasta el punto de que el costo marginal puede ser cercano a cero.

A manera de conclusiónÚltimamente se han intensificado las críticas a la Ley 100. La mayoría de los

argumentos insisten en los problemas administrativos y en las trabas financieras.

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Junto con estos temas que sin duda son importante, debería examinarse un aspecto más sustantivo: Las limitaciones de los principios de aseguramiento y solidaridad, y la necesidad de introducir un principio de equidad. La superación de la Ley 100 debe pasar por la equidad. Y ello significa que la solución a los problemas de la Ley 100 tiene que buscarse por fuera de la propia norma. La salud debe exami-narse desde un horizonte más amplio que el de la propia Ley 100. Sin políticas redistributivas no es factible conseguir los recursos necesarios para financiar la salud. En otras palabras, el futuro de la salud depende de la puesta en práctica de un postulado de equidad.

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380

Page 381: ÉTICA, ECONOMÍA Y POLÍTICAS SOCIALES

381

Listado de tablasTabla 1. Número de salarios mínimos del ingreso superior del decil

Encuestas de hogares, septiembre .................................................................. 231Tabla 2. Balance macroeconómico. Porcentaje del PI ................................................. 239Tabla 3. Población e incidencia de la pobreza, medida por Línea de Pobreza (LP)

Siete ciudades ................................................................................................. 250Tabla 4. Coeficiente de Gini ........................................................................................ 250Tabla 5. Tres interpretaciones de la utilidad y dos formas de valoración ................... 275Tabla 6. PIB per cápita anual - Pesos constantes 1975 ............................................... 293Tabla 7. Estructura de la propiedad rural (1984-1997) Número de predios y

de hectáreas .................................................................................................... 296Tabla 8. Diversas combinaciones de crecimiento (C) y equidad (E) ........................... 298Tabla 9. Índice de Desarrollo Humano y sus componentes (1990-2001) .................... 299Tabla 10. Financiación del régimen subsidiado de salud (1995-1997).

Miles de pesos corrientes ............................................................................... 329Tabla 11. Estructura de ingresos del régimen subsidiado de salud (1995-1997) .......... 330Tabla 12. Afiliados al régimen subsidiado por departamento ....................................... 333Tabla 13. Simulación de los ingresos mensuales potenciales de los médicos, pro-

ducidos únicamente por consultas. Tarifas Colsánitas. Pesos corrientes ....... Tabla 14. Simulación de ingresos mensuales potenciales de médicos por

especialidad en tarifas del ISS. Pesos corrientes ........................................... 333Tabla 15. Autofinanciación de los hospitales públicos en varios países ....................... 338Tabla 16. Autofinanciamiento promedio (%) ................................................................ 339Tabla 17. Variables determinantes de la autofinanciación de los hospitales

públicos .......................................................................................................... 339Tabla 18. Personas afiliadas al régimen de seguridad social en salud (1997)

Distribuidos por deciles de ingreso ................................................................ 349Tabla 19. Distribución (%) del subsidio en salud, por tipo de intervención

y por quintiles. Año 1997 ............................................................................... 350Tabla 20. Distribución (%) del gasto público en salud, por tipo de intervención

y por quintiles. Año 1997 ............................................................................... 351Tabla 21. Solidaridad y equidad .................................................................................... 357

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382

Listado de gráficasGráfica 1. El estatus económico del donante ................................................................ 70Gráfica 2. Dos ejemplos de “gerrymandering” ............................................................. 74Gráfica 3. Smith, los límites del mercado y el paso del egoísmo a la

magnanimidad ............................................................................................... 133Gráfica 4. U invertida de Kuznets ................................................................................. 208Gráfica 5. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el

ingreso total el 20% más rico y el 20% más pobre. Muestra de 150 países. Año 1992 ........................................................................................... 209

Gráfica 6. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico y el 20% más pobre. Muestra de 150 países. Año 1992. Escala logarítmica .............................................. 211

Gráfica 7. Ingreso per cápita y relación entre la participación que tiene en el ingreso total el 20% más rico y el 20% más pobre. Grupo de países con ingreso per cápita inferior a 3.500 dólares de 1992 ................... 218

Gráfica 8. Método neoaustríaco. Comparación de tres “curvas de eficiencia” ............. 221Gráfica 9. Colombia. Relación entre el excedente bruto de explotación y

la remuneración a los asalariados ................................................................. 223Gráfica 10. Colombia. Señoraje (como porcentaje del PIB) e inflación ......................... 225Gráfica 11. Efecto de la inflación −según nivel de ingresos− sobre el valor de

los alimentos ................................................................................................. 226Gráfica 12. Relación entre las curvas de Engel y los precios, momentos T

0 y T

1 ......... 227

Gráfica 13. Distribución lognormal ................................................................................. 229Gráfica 14. Evolución del coeficiente de Gini (descensurado) y de la brecha

de ingresos .................................................................................................... 230Gráfica 15. Tasa de cambio real. Promedios anuales ...................................................... 241Gráfica 16. Relación entre la tasa de inflación y la tasa de desempleo (enero

1990 - mayo 1998) ....................................................................................... 245Gráfica 17. Ingreso, pobreza y desigualdad .................................................................... 247Gráfica 18. Relación entre pobreza (P) y desigualdad (D) ............................................. 248Gráfica 19. Logaritmo del PIB per cápita. Pesos constantes del 75 ............................... 251Gráfica 20. La gobernabilidad y su relación con la no-exclusión, el bien-estar

y los indicadores de Pigou ............................................................................ 285

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383

Gráfica 21. PIB per cápita (1980-2001). Decenas de pesos constantes de 1975 ............ 292Gráfica 22. Tasa de crecimiento anual del PIB per cápita (1980-2001) ......................... 294Gráfica 23. Gobierno Central. Relación entre los ingresos tributarios y los

gastos de funcionamiento ............................................................................. 304Gráfica 24. Gobierno Central. Déficit y déficit primario (1990-2201).

Porcentaje del PIB ........................................................................................ 305Gráfica 25. Participación del IVA en el gasto de cada decil (1995, 1998, 2000,

2002) ............................................................................................................. 307Gráfica 26. Planeación centralizada ................................................................................ 327Gráfica 27. Competencia estructurada ............................................................................. 328Gráfica 28. Ingresos mensuales potenciales, médicos especialistas. Consultas y

tarifas de Colsánitas. Pesos constantes (1988=100) ..................................... 334Gráfica 29. Ingresos mensuales potenciales, médicos especialistas. Consultas y

tarifas del ISS. Pesos constantes (1988=100) ............................................... 334Gráfica 30. Autofinanciación de 404 hospitales públicos ............................................... 338Gráfica 31. Comparación entre la afiliación al régimen subsidiado de cada

municipio y el NBI ....................................................................................... 341

Page 384: ÉTICA, ECONOMÍA Y POLÍTICAS SOCIALES

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