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Estudios Económicos de Desarrollo Internacional Vol. 8-1 (2008) CRECIMIENTO ECONÓMICO Y TRADE OFF ENTRE PRO- DUCTIVIDAD Y EMPLEO EN LAS ECONOMÍAS EUROPEAS. PALAZUELOS, Enrique * FERNÁNDEZ, Rafael Resumen: El trabajo sostiene que la debilidad de la demanda interna es una varia- ble determinante del lento crecimiento de la productividad del trabajo que han registrado las economías europeas a lo largo de las últimas décadas. Asimismo se constata que el (bajo) ritmo de crecimiento de la productividad presenta diferencias significativas entre los distintos países de la UE-15. Esas diferencias están relaciona- das con la distinta evolución de la demanda interna, pero también se explican por la existencia de un efecto trade off entre empleo y produc- tividad. Palabras clave: Crecimiento económico, Productividad del trabajo, Demanda interior, Mercado laboral, Europa. Abstract: The work suggests that the weakness of domestic demand determines the slowdown in labour productivity in the European economies over the past few decades. It also notes that that (low) rate of productivity growth presents significant differences between the various countries of the EU-15. These differences are related to the different development of domestic demand, but they are also explained by a trade off effect between employment and productivity" JEL Codes: O47, O33, O52. Keywords: Economic growth; Labour Productivity; Domestic Demand; Labour Markets; Europe. * Enrique Palazuelos Manso y Rafael Fernández Sánchez, Grupo de Investiga- ción sobre Crecimiento de la Economía Mundial (GICEM)Universidad Com- plutense de Madrid, Instituto Complutense de Estudios Internacionales, Cam- pus de Somosaguas, 28223 – Madrid (España), e-mail: [email protected], [email protected]

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CRECIMIENTO ECONÓMICO Y TRADE OFF ENTRE PRO-DUCTIVIDAD Y EMPLEO EN LAS

ECONOMÍAS EUROPEAS. PALAZUELOS, Enrique*

FERNÁNDEZ, Rafael Resumen: El trabajo sostiene que la debilidad de la demanda interna es una varia-ble determinante del lento crecimiento de la productividad del trabajo que han registrado las economías europeas a lo largo de las últimas décadas. Asimismo se constata que el (bajo) ritmo de crecimiento de la productividad presenta diferencias significativas entre los distintos países de la UE-15. Esas diferencias están relaciona-das con la distinta evolución de la demanda interna, pero también se explican por la existencia de un efecto trade off entre empleo y produc-tividad. Palabras clave: Crecimiento económico, Productividad del trabajo, Demanda interior, Mercado laboral, Europa. Abstract: The work suggests that the weakness of domestic demand determines the slowdown in labour productivity in the European economies over the past few decades. It also notes that that (low) rate of productivity growth presents significant differences between the various countries of the EU-15. These differences are related to the different development of domestic demand, but they are also explained by a trade off effect between employment and productivity" JEL Codes: O47, O33, O52. Keywords: Economic growth; Labour Productivity; Domestic Demand; Labour Markets; Europe. * Enrique Palazuelos Manso y Rafael Fernández Sánchez, Grupo de Investiga-ción sobre Crecimiento de la Economía Mundial (GICEM)Universidad Com-plutense de Madrid, Instituto Complutense de Estudios Internacionales, Cam-pus de Somosaguas, 28223 – Madrid (España), e-mail: [email protected], [email protected]

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1. Introducción Este trabajo presenta una explicación alternativa a la que ofrece el

mainstream neoclásico sobre las causas de la desaceleración del creci-miento de la productividad del trabajo de las economías europeas du-rante las últimas décadas. Su tesis principal es que, en primera instan-cia, la debilidad de la demanda interna es la que determina esa ralenti-zación de la productividad. Sin embargo, las diferencias que presentan las (mediocres) tasas de crecimiento de la productividad de los países europeos también están relacionadas con los rasgos específicos de sus respectivos mercados laborales. De esa manera, en un contexto de de-bilidad de la demanda interna, el mayor o menor contenido de trabajo incorporado al crecimiento económico genera un trade-off con el com-portamiento de la productividad.

El trabajo está dividido en cinco apartados. El primero expone al-gunas de las principales razones que hacen insatisfactoria la explicación del mainstream neoclásico sobre la productividad del trabajo. El segun-do propone un planteamiento teórico alternativo en el que la dinámica de la demanda es el condicionante estructural de la pauta que sigue la productividad. El tercer apartado analiza la evidencia empírica que relaciona demanda-productividad en los países europeos entre 1960 y 2004. El cuarto examina los rasgos de los mercados laborales que dan lugar a que el crecimiento económico incorpore un mayor o menor con-tenido de trabajo, y concluye presentando los diferentes estilos de cre-cimiento económico de los países según el contenido de trabajo y el comportamiento de la productividad. El apartado final sintetiza las con-clusiones obtenidas en los apartados anteriores.

Los países considerados (UE-14) son los que integraban la Unión Europea antes de las últimas ampliaciones con la excepción de Luxem-burgo. La distribución de los períodos comprendidos en el intervalo de 1960-2004 no se adapta al redondeo convencional de quinquenios o de décadas, sino que corresponde a la evolución de los ciclos medios de las economías europeas durante ese intervalo. 1960-73 es el tramo final de la fuerte expansión que caracterizó a la Edad de Oro, seguida del período de crisis 1974-83. A continuación, cada uno de los períodos cíclicos de 1984-93 y 1994-2004 comprende sus respectivas fases de

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expansión y de recesión1. La principal fuente de información estadística utilizada en el trabajo es Annual-Macroeconomic Database (AMECO) elaborada por el Directorate Generale for Economic and Financial Af-fairs of the European Commission 2. El foco deformado del mainstream

La mayor parte de los estudios sobre el comportamiento de la pro-ductividad responde al enfoque de oferta que es característico de la teoría neoclásica. En una apretada síntesis, los principales rasgos que contienen esos estudios se resumen en seis puntos2. Primero: el análisis se formaliza mediante funciones de producción agregadas que definen el equilibrio de largo plazo de la economía. Segundo: el crecimiento de la productividad se desagrega entre las variaciones de la intensidad de capital (ratio capital-trabajo), que expresa la dinámica de acumulación de factores, y la productividad total de los factores, que expresa la efi-ciencia global generada por el progreso técnico3. Tercero: aunque se considera que a largo plazo, en estado estacionario, la intensidad de capital es constante (porque lo es la tasa ahorro/renta), la mayoría de los trabajos que analizan la productividad de los años noventa coincide en señalar que el determinante fundamental son las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), porque elevan tanto la intensi-dad de capital en los sectores que producen esas tecnologías como la

* Este trabajo es parte de un proyecto de investigación denominado “Creci-miento en las economías europeas, mercados de trabajo, y procesos de desloca-lización” y financiado por la Universidad Complutense y el Banco Santander durante el periodo 2007-2008. 1 En Palazuelos (2006) se explica la metodología seguida para establecer los períodos cíclicos que se consideran en este trabajo. 2 En Wolf (1997) se incluye una amplia selección de trabajos de los princi-pales autores que analizan la productividad desde la teoría neoclásica, como Solow, Denison, Griliches, Abramovitz, Jorgenson, Baumol y otros. 3 La formulación estándar es: y/l = α k/l + a, de modo que la tasa de varia-ción de la productividad del trabajo equivale a la suma de las variaciones de la intensidad de capital (ponderada por la participación del capital en la renta) y del progreso técnico.

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productividad total mediante la difusión a sectores que utilizan tales tecnologías4.

Cuarto: el fortalecimiento del capital tecnológico (a través del es-fuerzo en investigación y desarrollo) y del capital humano (centrado en la educación superior) se hallan estrechamente relacionados con la in-novación y la difusión de las TIC5. Quinto: la estabilidad macroeconó-mica y la flexibilidad institucional también favorecen la difusión de las TIC y, en general, actúan como un importante estímulo para la mejora de la productividad total de los factores. La estabilidad se garantiza mediante el manejo ortodoxo de la política económica para controlar el déficit público y la inflación. La flexibilidad se garantiza mediante la liberalización de los mercados para establecer un marco económico predecible que facilite la creación de empresas y la entrada de capital extranjero6. En particular, la ausencia de regulaciones en el mercado de trabajo favorece la generación y la movilidad del empleo, lo que redun-da en una mayor eficiencia laboral7. Sexto: el comportamiento favorable de la productividad se ejemplifica en la evolución de Estados Unidos desde mediados de los años noventa. Se alude así a la aceleración del ritmo de crecimiento de su productividad mediante el fuerte impulso de las TIC, merced al esfuerzo tecnológico y a la mejora del capital huma-no en un contexto de estabilidad macro y de mercados flexibles. Como sentenciaba en 1997, Fred Bergsten, director del Institute for Interna-tional Economics: “(The american model) … is definitely better for everibody”.

Esa propuesta interpretativa se elaboró en Estados Unidos durante los últimos años noventa en ámbitos académicos y profesionales vincu-lados a la Reserva Federal y al National Bureau of Economic Research,

4 Entre la ingente literatura disponible, cinco trabajos representativos son los de: Jorgenson (2002), Jorgenson y Stiroh (2000), Bartelsman y Doms. (2002), Colecchia y Schreyer (2002) y Oliner y Sichel (2000). 5 Sobre la importancia del capital humano: Bassanini y Scarpetta. (2001), Black y Lynch (1996), Nelson y Phelps (1996) y OCDE (2004). 6 Sobre la influencia del contexto macroeconómico: Ahm y Hemmings (2000), Blanchard y Giovazzi (2003) y OCDE (2004). 7 Sobre la relación entre las instituciones y el mercado de trabajo con la pro-ductividad laboral: Layard et al (1991), Baily y Kirkegaard (2004), Blanchard (2001, 2004), Dew-Becker y Gordon (2006) y Nickell y Layard (1998).

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siendo después asumida por los organismos internacionales como el IMF y la OECD hasta convertirse en el discurso uniforme de la mayoría de institutos y departamentos de investigación y de los círculos de po-der político. Es la misma visión que en el ámbito europeo impregna el Pacto por la Estabilidad y el Crecimiento, la “Estrategia de Lisboa” aprobada por el Consejo Europeo en 2000 y los posteriores balances realizados por la Comisión (informe Sapir) y por el Consejo (Informe Kok) de la Unión Europea.

No obstante, esa línea de causalidad directa entre las TIC, la libera-lización de los mercados y el crecimiento de la productividad del traba-jo se topa con ciertas incomodidades cuando se confronta con algunos datos. Nos limitamos a destacar las tres siguientes. La primera es que cuando se calculan los niveles de productividad por hora trabajada –en dólares según la paridad de poder adquisitivo– Estados Unidos no figu-ra a la cabeza sino que desde hace décadas están por delante tres países europeos (Bélgica, Países Bajos, Francia) y en los últimos años también Irlanda, mientras que Alemania y Austria alcanzan niveles similares al estadounidense. Por tanto, la “frontera tecnológica” estaría marcada por esos países, sin que sean ellos los que destacan –ni siquiera dentro de Europa– por la generación y difusión de las TIC, ni por el esfuerzo en I+D o la educación superior.

En segundo lugar, cuando se analiza la economía de Estados Uni-dos desde los años noventa uno de los elementos que destaca es la im-portancia que tiene el déficit exterior en la dinámica de crecimiento. Con frecuencia se alude a que tal hecho es una situación excepcional debida a la posición que ocupa EE.UU. en la economía mundial y sobre todo en los mercados financieros internacionales. En términos de ma-croeconomía dinámica, este déficit favorece la expansión de la deman-da interna a través de la inversión (y también del consume), más allá de lo que sería posible si existiera una mayor restricción externa. Sin em-bargo, el reconocimiento de esa excepcionalidad desaparece por com-pleto cuando se analiza la evolución de la productividad americana y se compara con la que tiene lugar en las economías europeas, debido a las limitaciones teóricas que impone el enfoque de oferta basado en fun-ciones de producción agregada.

En tercer lugar, cuando se analizan el crecimiento de la inversión en nuevas tecnologías (ITIC) y de la productividad del trabajo durante la segunda mitad de los años noventa surgen paradojas evidentes. Fin-

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landia registra incrementos de la ITIC que duplican a los de Grecia (tasas medias anuales del 16% y 8%), pero ambos países tienen creci-mientos similares de la productividad del trabajo por hora. El aumento de la ITIC de Portugal y Austria es aún menor (5-6% anual), pero el crecimiento de su productividad supera al de Finlandia. Por otra parte, la ITIC de Reino Unido y Países Bajos crece a un ritmo similar, pero el incremento de la productividad del primero es bastante mayor que la del segundo. Lo mismo sucede entre España y Austria, pues con ritmos similares de crecimiento de la ITIC el aumento de la productividad en España es el más bajo de la UE y el de Austria se encuentra ente los más altos.

La misma falta de correspondencia se aprecia cuando se comparan el esfuerzo tecnológico y la productividad8, o bien cuando se utiliza el indicador sintético que elabora la OECD como “Inversión en Conoci-miento” en el que se pondera el gasto en I+D, el gasto en enseñanza superior y la inversión en logiciales informáticos. Por lo tanto, los datos no muestran una relación tan clara y directa entre las TIC y la producti-vidad del trabajo. Como tampoco entre la mayor o menor “flexibilidad” de los mercados y la productividad. El ejemplo más evidente está en el Reino Unido, cuyo grado de liberalización desde los años del thatche-rismo supera incluso al de EE.UU. en muchos aspectos y sin embargo el crecimiento de su productividad es inferior al de Austria, Finlandia, Grecia o Suecia, que son países con mercados bastante más regulados.

Esas incomodidades suscitan serias dudas sobre la explicación que aporta el mainstream, pero la insatisfacción que produce su análisis es más profunda, ya que hunde sus raíces en el marco teórico de la tradi-ción neoclásica cuyos fundamentos son abiertamente opuestos a los

8 Lo mismo sucede cuando se compara en un mismo país el esfuerzo tecno-lógico y la productividad de 1994-2004 con lo sucedido en 1984-93. Sólo en la mitad de los países de la UE-14 se verifica un comportamiento paralelo de ambas variables. No sucede así en España, Portugal, Finlandia, Bélgica y Di-namarca, donde un aumento del esfuerzo no es correspondido con un mayor crecimiento de la eficiencia laboral, ni tampoco en Países Bajos donde se pro-duce la situación inversa. No es menor la paradoja de que los dos países que realizan un esfuerzo tecnológico muy superior al resto, Suecia y Finlandia, obtengan aumentos de la productividad inferiores a los que registran varios países que figuran en lugares retrasados en cuanto a gasto en I+D.

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hechos que se observan en la realidad económica. Pese a ello se preten-de utilizar esa teoría para comprender la realidad, e incluso para pres-cribir líneas de actuación. En lo que respecta concretamente al estudio de la productividad, las principales críticas a esta escuela son las si-guientes9.

La primera crítica concierne a la desagregación que se hace del crecimiento de la productividad, con la pretensión de concentrar el im-pacto del progreso tecnológico en el componente de la productividad total de los factores, considerando que la ratio capital-trabajo representa una acumulación monótona de factores. Sin embargo, carece de lógica considerar que en la dinámica de K/L no hay incorporación de progreso técnico. Si se rechaza esa presunción, el componente “productividad total” vuelve a tener el significado borroso que tenía el residuo en la primera formulación de Solow, antes de que fuera asociado con la tec-nología10.

La segunda se refiere a la relación de causalidad directa que se es-tablece entre la tecnología y la productividad. Este descubrimiento fini-secular, aderezado con un aroma schumpeteriano por parte de los auto-res de tradición neoclásica sigue estando bastante alejado de las pro-puestas interpretativas de los especialistas que estudian la evolución de la tecnología, como Pavitt, Freeman, Soete, Dosi, Chandler o Rosen-berg, cuyas formulaciones asumen una mayor complejidad y una menor inmediatez en esa relación. Algunos, como el historiador de la tecnolo-gía Tunzelmann (2000), son más contundentes a la hora de señalar que tecnología y productividad son cosas distintas, que se mueven en tiem-pos diferentes y que incluso pueden ir en direcciones opuestas. Los elementos que intermedian en la relación de ese binomio son diversos, operan de forma discontinua a través del tiempo y generan notables diferencias espaciales entre países y/o regiones. Sin embargo, todo esto queda ignorado en la versión pan-tecnologista que predomina en el análisis de la productividad desde finales de los años noventa.

9 Este tipo de críticas también se puede encontrar en Felipe y McCombie (2001, 2005, 2006, 2007). 10 Lipsey and Carlaw (2000) aportan una extensa lista de significados que se atribuyen a la “productividad total de los factores”.

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La tercera es una prolongación de la anterior y apunta al hecho de que la simplificación del vínculo tecnología-productividad aún se exa-gera más cuando el progreso técnico queda subsumido en lo que sucede con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Una cosa es que se resalte su novedad y su importancia en la vida económi-ca y social desde los años noventa y otra bien distinta es que se conside-re en exclusiva el progreso técnico a través de las TIC, lo que constitu-ye un ejercicio de exageración exponencial a cargo de esa versión tec-nologista11. La deformación es tan evidente que cuando muchos de esos estudios aluden a la importancia de la investigación y de la educación -como elementos que promueven la eficiencia laboral- lo relacionan únicamente con la generación y la difusión de las TIC.

Por tanto, si negar el interés de ciertas contribuciones neoclásicas, consideramos que cualquier modelo que se construye a partir de una función de producción agregada deja de lado las variables y las relacio-nes estructurales que mejor explican el comportamiento de la producti-vidad. Esta grave limitación teórica se traslada después al diagnóstico sobre la situación de las economías europeas, así como a la formulación de propuestas para mejorar la eficiencia productiva.

3. Un foco alternativo para el análisis de la productividad Desde un punto de vista general, no cabe ninguna duda de que la

inversión en nuevas tecnologías, el nivel educativo y las instituciones influyen en el desenvolvimiento de la productividad del trabajo. Más aún, desde la perspectiva analítica que acepta la existencia de ciclos largos en el recorrido histórico del capitalismo parece evidente que las oleadas de cambios tecnológicos y de cambios institucionales que se concentran en determinados momentos históricos son los que determi-nan la configuración de nuevos períodos de prosperidad, incorporando éstos un mayor nivel de eficiencia productiva. Pero ni siquiera en esos momentos de bruscas mutaciones, como fueron las décadas de posgue-

11 Cabría trazar una analogía entre la artificialidad que cobró el alza bursátil de las empresas dedicadas a las TIC y la extrapolación deformada de la importan-cia de esas tecnologías, con la salvedad de que la burbuja bursátil estalló en 2000 y devolvió las cotizaciones a posiciones más realistas, mientras que la exageración analítica se ha seguido manteniendo.

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rra conocidas como la Edad de Oro, esos cambios tecno-institucionales aportan una explicación suficiente sobre la dinámica de la productivi-dad.

En una economía que funciona en condiciones de plena utilización de su potencial productivo, la identidad que relaciona el incremento de la producción con las variaciones del empleo y de la productividad del trabajo puede expresarse como una relación causal del tipo (l + y/l) � y. Sin embargo, en términos reales, esa situación es sumamente excep-cional puesto que casi siempre las economías operan por debajo de la plena utilización de los recursos. En este caso, cobran pleno sentido las propuestas de la tradición que se nutre de las teorías keynesianas y ka-leckianas, de manera que el nivel que alcanza la producción efectiva respecto a la producción potencial está determinado por el tamaño de la demanda agregada12.

Siendo así, las variaciones de la productividad están determinadas en primera instancia por el comportamiento de la demanda agregada. Por tanto, si ∆DE � ∆YE la identidad entre las tasas de variación de la producción (y) y las de la productividad (q) y el empleo (l), esto es, y ≡ l + q no permite que a priori se establezca ninguna relación de causali-dad, sino que –ante una dinámica concreta de la demanda– el aumento de la producción admite una combinación de las variaciones entre el empleo y la productividad. En consecuencia, el mayor o menor conte-nido de trabajo que incorpore el crecimiento económico en cada país y en cada período se halla estrechamente relacionado con los factores que influyen en el funcionamiento del mercado de trabajo.

Por lo tanto, el análisis que proponemos sobre la dinámica que si-gue la productividad del trabajo presenta dos niveles de determinación. En primera instancia, la evolución de la demanda agregada que (deter-minando la producción efectiva, e influenciando sobre el empleo)13

12 Trabajos representativos de esa tradición son: Boyer y Petit (1991), Brower y Kleinknecht (1999), Cornwall (1994), Cornwall y Cornwall (2002), Eatwell (1996), Marglin y Schor (1990), Mitchell et al. (2006), Setterfield (2002) y Stockhammer (2004). 13 Se evita abordar aquí el debate sobre el grado de autonomía con el que se desenvuelve la demanda agregada, a través de cada uno de sus componentes, u otras cuestiones como la relación de ésta con la tasa de beneficio, las expecta-tivas bajo incertidumbre, y con cualquier otro elemento que pudiera influir

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“condiciona estructuralmente” el comportamiento de la productividad. El término entrecomillado significa que la demanda agregada es la va-riable clave que determina de forma fundamental tanto la tendencia como el margen de crecimiento de la productividad del trabajo14. Esto lo hace a través de tres canales:

a) Efecto escala: la ampliación del mercado por cualquiera de los componentes, privados o públicos, de la demanda permite una mayor utilización de la capacidad instalada, mediante la reducción de la ratio capital-producto. Considerando la identidad: Y/L ≡ (K/L) / (K/Y), la tasa de variación de la productividad del trabajo (q) iguala la diferencia entre las tasas de variación de los dos ratios: capital-trabajo (k) y capi-tal-output (s). Al mismo tiempo, el ratio capital-output puede ser enten-dido como la inversa de (Ku/K)*(Y/ K u), donde Ku es el grado de utili-zación efectiva del capital, de forma que Ku/K es un proxy muy cercano al ratio de utilización del capital productivo, mientras Y/Ku puede ser considerado como una variable constante para un nivel tecnológico determinado. En términos dinámicos, esta misma relación puede ser expresada a través de las tasas de variación de cada variable: 1/s = a + b, donde a es la tasa de utilización del capital productivo y b es cons-tante.

Siendo así, cualquier aumento de la demanda agregada hace que a crezca, haciendo que s descienda. Como consecuencia, siendo q = k – s, q, que es la tasa de variación de la productividad, aumenta.

b) Efecto capitalización: si entre los diferentes componentes de la demanda agregada el que crece es la inversión no residencial, entonces este aumento promueve la posterior ampliación de la oferta potencial a través del aumento de la dotación de capital productivo. De esta mane- sobre el crecimiento de la demanda agregada. Distintas escuelas integradas en la tradición keynesiana-kaleckiana proporcionan respuestas diferentes sobre los elementos que determinan el comportamiento de la demanda agregada. Una buena muestra de esa pluralidad se encuentra en Setterfield (2002). 14 La explicación presenta ciertas diferencias con la que se sigue de la ley de Verdoorn, aunque ambas son muy similares. Entre la gran cantidad de literatu-ra en la que se ha discutido la relevancia y significado de la formulación de Verdoorn, desde que ésta fue publicada en 1949 y, sobre todo, desde su rescate por parte de Nicholas Kaldor en 1966, recomendamos la colección de ensayos editada por McCombie, Pugno y Scoro (2002). McCombie y Thirwall (1994) también deberían ser consultados.

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ra, tendrá lugar un aumento en la ratio capital-trabajo (k), y por tanto, en la tasa de variación de la productividad del trabajo (q).

c) Efecto modernización: considerando un periodo de tiempo sufi-cientemente largo –equivalente a las fases de expansión de los ciclos medios15- el incremento del stock de capital deja de ser constante desde el punto de vista del nivel tecnológico. En cambio, ese nivel se incre-menta a través de la incorporación de innovaciones técnicas, mejoras organizativas y learning-by-doing, dando lugar al aumento de la inten-sidad de capital por trabajador (k) y/o al descenso de la ratio capital-producto. En otras palabras, después de un cierto periodo de tiempo el progreso técnico dará lugar a variación positivas de Y/K, de forma que s disminuirá y, en consecuencia, a aumentará16.

Aceptando que la productividad del trabajo está, sobre todo, estruc-turalmente condicionada por la demanda agregada, la productividad también depende de los elementos que influyen en la tasa de ocupación, tanto si el contexto de la demanda es expansivo o recesivo. De una par-te, la evolución de la tasa de actividad (población activa/población total) está influida por factores demográficos –-incluyendo los flujos migratorios– y por factores sociales e institucionales que afectan a la disposición que muestran determinados segmentos sociales (mujeres, jóvenes) a participar en el mercado de trabajo17. De otra parte, la tasa de ocupación relaciona el nivel de personas empleadas con el de pobla-ción activa (TO = L/PA). Esta tasa está condicionada por los factores que actúan desde el lado de la oferta (disposición de las personas en edad laboral a convertirse en activos y disposición de los activos des-ocupados a buscar trabajo) y desde el lado de la demanda de trabajo

15 Véase Palazuelos (2006). 16 Ciertamente, desde el punto de vista empírico, en el nivel macroeconómico no se puede distinguir en qué medida las inversiones generan efectos de capita-lización o de modernización (las proxis que se utilizan son demasiado grose-ras), pero ello no es óbice para que impida razonar que se trata de dos vías distintas desde las que la expansión de la demanda influye en la productividad del trabajo. 17 TA = PA /P = (PA /PE) * (PE/P), siendo PA la población activa, PE la pobla-ción en edad laboral y P la población total. Por tanto, la variación de la tasa de actividad depende de los cambios demográficos que influyen en PE /P y de los cambios sociales e institucionales que afectan a PA / PE).

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(expectativas empresariales, salarios y otros aspectos institucionales que afectan a los costes laborales).

De este modo es posible identificar varios escenarios, que emanan de las diferentes condiciones del mercado de trabajo, tanto si la econo-mía se encuentra en una fase de expansión de la demanda, como si por el contrario atraviesa una fase declinante y, por tanto, mucho menos positiva para la mejora de la productividad. En términos kaleckianos18, se pueden distinguir cuatro modelos diferentes. El primero es el de una dinámica de crecimiento liderado por los beneficios (en detrimento de los salarios), que puede convertirse en un buen estímulo para la crea-ción de empleo, de forma que el fuerte crecimiento de la demanda agre-gada sólo se traslade parcialmente al aumento de la productividad del trabajo. El segundo es una dinámica de debilidad en el crecimiento de la demanda, también guiada por los beneficios y combinada con condi-ciones favorables para la creación de empleo, de forma que la contribu-ción del trabajo al crecimiento aumenta y la productividad desciende.

Al mismo tiempo, como una tercera opción, es posible que una di-námica de crecimiento liderada por los salarios, lo que, usando la ter-minología de Marglin y Bhaduri (1990), significa que la distribución del ingreso tiene lugar dentro de un régimen cooperativo entre capital y trabajo, sea capaz de garantizar simultáneamente la expansión de la inversión y del consumo. Esta dinámica puede ir ligada a diferentes formas de comportamiento del empleo, dependiendo de cómo estén actuando otros factores (demográficos, sociales e institucionales), que también tienen una influencia directa sobre esta variable. Finalmente, una cuarta opción estaría caracterizada por una dinámica de demanda débil liderada por los salarios. Esta última es más improbable, puesto que en este escenario la lucha distributiva sería muy fuerte e iría ade-más acompañada de tensiones monetarias (entre ellas, presiones infla-cionistas), tendencia hacia el estancamiento, destrucción de empleo y muy bajo crecimiento de la productividad.

Por lo tanto, una dinámica más o menos expansiva de la demanda determina la capacidad de crecimiento de la economía, pero sólo condi-ciona en parte los resultados de la productividad pues el contenido de trabajo que incorpora el crecimiento depende también de los factores

18 Véanse, por ejemplo, Marglin y Bhaduri (1990), Mott y Slattery (1994), Lavoie (1992), y Blecker, Mott, Lavoie, y Cassetti, en Setterfield (2002).

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que influyen en la tasa de ocupación. Así pues, teniendo en cuenta ese contexto de demanda, donde ∆DE � ∆YE, es posible sugerir que existe un trade-off entre los crecimientos del empleo y de la productividad, o lo que es lo mismo, una relación inversa entre los incrementos del tra-bajo y de la productividad19. La existencia de esta relación es lo que se investiga en este trabajo para el caso de las economías europeas a lo largo de los últimos treinta años.

4. La demanda interna como límite estructural al crecimiento de la productividad del trabajo: 1974-2004. 4.1. Debilitamiento de la demanda interna: evidencias y razones

Los datos del cuadro 1 revelan un hecho incontrovertible: a partir de 1974 tiene lugar una intensa desaceleración de la demanda interna de los países europeos, en tanto que las exportaciones e importaciones han mantenido un mayor ritmo de crecimiento20. Esa fuerte desaceleración es común a todos los países de la UE-14, salvo Irlanda que en el último período ha conocido una situación excepcional, determinada por la entrada masiva de inversión directa a cargo de grandes corporaciones transnacionales, principalmente de electrónica y químico-farmacia21.

19 Autores como Buchele y Christiansen (1999) y Gordon (1997) han plan-teado, aunque desde puntos de vista diferentes, que existe una relación inversa entre la evolución del empleo y de la productividad. Sobre la misma cuestión también puede consultarse el trabajo reciente de Dew-Becker y Gordon (2008). 20 Como promedio de los catorce países, en 1974-2004 las tasas medias de crecimiento de las exportaciones e importaciones de bienes y servicios han sido, respectivamente, del 5,4% y del 4,9% anual, mientras que la tasa de cre-cimiento de la demanda interna (sin stocks) ha sido del 2,3% anual. Cálculos a partir de AMECO. 21 La masiva entrada de IED entre 1995 y 2000 –procedente de Estados Uni-dos en un 70%- se concentró en el sector financiero y en la industria. Dentro de ésta, el 71% lo hizo en la producción eléctrico-electrónica y química-farmacia. Precisamente, el intenso crecimiento de la economía irlandesa se ha basado en las finanzas y la industria, recayendo el de ésta en las dos ramas mencionadas, con crecimientos medios anuales del 31% y 38% respectivamente. En aquellos años las dos ramas han elevado su participación conjunta en la industria del 37% al 57%, concentrando también el 60% de la inversión del sector y el 62% de las exportaciones. El capital extranjero supone el 94% de la inversión y la casi totalidad de las exportaciones de esas dos ramas. La influencia de las cor-

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Dejando al margen esa salvedad, ningún otro país registra un creci-miento medio por encima del 3% anual. De hecho, en la mayoría de los países la tasa de crecimiento ha seguido cayendo período a período y en muy pocos casos se supera esa media del 3% en algún período.

No se trata, por tanto, de shocks episódicos, en los que se contrae temporalmente la actividad económica, sino de un intervalo continuo de varias décadas en el que la dinámica económica europea está sometida a una severa restricción por el lado de la demanda interna. Esa restric-ción afecta al consumo privado y a la demanda pública, pero ha sido aún más rigurosa en la formación bruta de capital fijo -sobre todo la inversión no residencial- cuyo crecimiento ha sufrido una fortísima ralentización, alcanzando ritmos moderados incluso en las fases de mayor dinamismo económico.

Las razones que explican ese crecimiento anémico, en palabras de Aglietta y Berrebi (2007), apuntan a la interacción de varios factores entre los que destacan el retroceso de la tasa de beneficio en el sector industrial durante los años setenta, el acrecentamiento del poder finan-ciero y el carácter restrictivo de las políticas presupuestarias y moneta-rias aplicadas desde los años ochenta. Esos factores provocaron la quie-bra de aquel entramado institucional construido durante la Edad de Oro que estimulaba la interacción virtuosa entre el crecimiento de la de-manda agregada, el incremento de la productividad y la redistribución de la renta.

Cuadro 1. Evolución de la Demanda Interna y de la productividad. Ta-sas medias de variación anual en cada período: 1960-2004 60-73 74-83 84-93 94-04 60-73 74-83 84-93 94-04

DEMANDA INTERNA

(sin stocks) PRODUCTIVIDAD (por hora trabajada)

Austria 4.9 2.4 2.4 1.7 5.6 3.2 2.3 2.7

poraciones transnacionales es aún mayor por su notable presencia en otras ramas como alimentación y artes gráficas, y más aún en las finanzas y la dis-tribución comercial. Por tanto, el factor determinante del crecimiento irlandés ha tenido un carácter exógeno, pues ha sido la decisión de las corporaciones transnacionales de instalarse en ese pequeño territorio europeo que ofrecía diversas ventajas de localización. Fuente: Central Statistics Office Ireland, http://www.cso.ie

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Belgium 4.7 1.7 2.3 2.0 6.1 3.2 2.2 1.6 Denmark 5.2 1.1 1.7 2.6 3.7 2.2 2.7 1.6 Finland 5.1 2.6 0.4 3.3 5.1 3.1 3.1 2.3 France 5.6 2.2 2.3 2.2 5.4 3.9 2.2 2.0 Germany a 4.6 1.5 2.8 1.1 5.2 2.8 2.6 1.8 Greece 7.8 1.5 1.5 3.9 9.5 1.3 0.8 2.9 Ireland 5.1 2.4 2.0 6.5 5.1 4.2 4.0 4.4 Italy 5.4 2.4 2.2 1.7 6.5 2.7 2.3 1.0 Netherlands 5.0 1.5 2.3 2.6 4.7 3.5 0.8 1.2 Portugal 6.7 2.3 3.6 2.8 7.3 3.6 3.5 2.1 Spain 7.6 1.5 3.5 3.9 6.1 4.2 2.3 0.7 Sweden 3.9 1.1 1.4 2.0 4.7 1.5 1.6 2.4 United Kingdom 3.2 1.0 2.7 3.4 3.8 2.6 2.2 2.1 a) Para garantizar la coherencia de los datos previos y posteriores a la reunifi-cación en 1990, la serie del periodo 1984-93 se ha construido desde 1991 apli-cando a los datos de la RFA las tasas de variación del país unificado. Elaborado a partir de Annual-Macroeconomic Database (AMECO) y Database Groningen Growth and Development Centre (GGDC).

El pacto social entre empresarios y empleados garantizaba la gene-

ración y distribución de los incrementos de productividad-salarios, re-dundando en posteriores aumentos de la inversión y del consumo. El pacto político establecido por la extensión del estado de bienestar com-prometía a los gobiernos en la gestión de la demanda y la distribución de la renta. El pacto internacional establecido en Bretton Woods, basa-do en la estabilidad de las monedas y el control sobre los movimientos de capital para favorecer la expansión del comercio internacional y la autonomía nacional de las políticas monetarias para favorecer el creci-miento económico.

El declive de la tasa de beneficio en la industria se gestó a finales de los años sesenta y se profundizó durante la década posterior según fueron apareciendo los síntomas de agotamiento del modelo de acumu-lación de la Edad de Oro22. Esa caída del beneficio relativo empresarial frenó el ritmo de crecimiento de las inversiones industriales y animó su desplazamiento hacia otros países y hacia otras actividades y otras for-mas de obtener mayor rentabilidad y de escapar a las regulaciones esta-blecidas por los gobiernos.

22 Véase Marglin y Schor (1990), Brenner (2002) y Palazuelos (2006).

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La primacía financiera en la economía se hizo patente ante la pre-sencia de crecientes masas de dinero que rotaban a gran velocidad con el exclusivo propósito de obtener ganancias a corto plazo. El rápido aumento del capital financiero condicionó cada vez más a las otras mo-dalidades de inversión. En las grandes empresas se impuso la primacía del valor accionarial, dando lugar a estrategias de rentabilidad cortopla-cistas limitadas a la búsqueda de beneficios rápidos para repartir entre los accionistas. En consecuencia, las variables de referencia que deter-minan las estrategias empresariales son aquellas que definen las inver-siones en el mercado de capitales, es decir, las cotizaciones bursátiles, los tipos de interés que rigen en otros activos financieros, las tasas de cambio de las monedas y la inflación23. El fortalecimiento de la activi-dad financiera lleva consigo la creciente influencia de los grandes ban-cos y otras instituciones financieras, ya que captan una parte creciente de los beneficios empresariales, influyen en las políticas económicas y logran que la relación ahorro-consumo del sector doméstico se supedite a la relación inversión financiera-endeudamiento financiero.

En suma, la financiarización consiste en que las coordenadas de la dinámica económica quedan referenciadas a las estrategias, los agentes y las operaciones de carácter financiero, ocasionando graves conse-cuencias. La inversión en actividades productivas pierde relevancia y su viabilidad se supedita al cómputo de la rentabilidad que ofrezca frente a las inversiones financieras. Las fusiones y adquisiciones de empresas se convierten en negocios financieros, lo mismo que la fragmentación y la compra-venta de líneas de producción. Las grandes empresas convier-ten el manejo de su tesorería en fuente de ganancia mediante inversio-nes y desinversiones en activos financieros. La rentabilidad de corto plazo exige una reducción persistente de los costes laborales, que se convierte en un objetivo obsesivo y permanente. El crecimiento del consumo privado queda a expensas del incremento de las rentas finan-cieras en los hogares y de sus posibilidades para elevar el nivel de en-deudamiento, ya que los aumentos salariales son reducidos.

Al mismo tiempo, los gobiernos europeos se decantaron por políti-cas económicas basadas en la ortodoxia presupuestaria, las restricciones

23 Sobre la financiarización de la economía: Aglietta y Rebérioux (2004), Aglietta y Berrebi (2007), Chesnais (1994), Plihon (2003), Epstein (2005) y Duménil y Levy (1999).

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monetarias y la liberalización de los mercados, asumiendo el discurso empresarial, sobre todo financiero, que propugnaba la eliminación de controles sobre la movilidad del capital, la reducción de impuestos, la minimización del gasto público y la lucha contra la inflación como ob-jetivo prioritario y permanente24.

El retroceso de la actividad presupuestaria se inició en los años ochenta en varios países (Bélgica, Países Bajos, Reino Unido e Irlanda) y se generalizó al conjunto de la UE a partir de 1992 cuando la Estrate-gia Maastricht estableció la limitación del déficit público como pre-requisito para crear la unidad monetaria, a la vez que los gobiernos disminuían la presión fiscal. Se aplicaron desde entonces rebajas impo-sitivas y se redujeron los compromisos de gasto público, de manera que la mayoría de los gobiernos europeos lograron saldos positivos, nulos o levemente deficitarios, salvo en Alemania, Francia y Portugal donde los desequilibrios se han mantenido por encima del 3% del PIB. La imposi-ción de esa ortodoxia presupuestaria dio lugar al debilitamiento de las políticas redistributivas, la contención de la demanda pública y, con ello, de sus estímulos hacia el consumo y la inversión privada.

La uniformidad de los comportamientos gubernamentales fue toda-vía mayor en la política monetaria. En los años ochenta se produjo una reacción pendular frente al laxismo monetario de la década precedente, cuando la mayoría de los países europeos mantuvieron tipos de interés reales negativos o nulos. El péndulo osciló hacia el rigor monetario cuando las presiones inflacionistas mostraron su contumacia y, a la vez, el endurecimiento monetario conducido desde 1979 por la Reserva Fe-deral de EE.UU. estimulaba la creciente salida de capitales europeos hacia aquel país. Los tipos de interés nominales se situaron entre 4 y 6 puntos por encima de la inflación y las tasas de cambio permanecieron casi fijas desde mediados de los ochenta, prolongándose esa situación hasta la crisis que sacudió a las monedas europeas en septiembre de 1992. La Estrategia Maastricht hizo que desde el verano del año si-guiente volviera a imponerse el rigor anti-inflacionista, levemente ate-nuado, durante el proceso de creación y funcionamiento de la moneda

24 Sobre las políticas económicas: Arestis et al (2005), Stockbammer (2004), Hein y Truger (2005, 2006), Bibow (2001), Pasinetti (1998), Aglietta (2007) y Modigliani (2000).

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única, en lo que se ha venido llamando el Pacto Bruselas-Frankfurt entre la Comisión Europea y el Banco Central Europeo25.

Por lo tanto, el debilitamiento del beneficio industrial, la primacía financiera, la desregulación de los mercados y las restricciones impues-tas por las políticas presupuestarias y monetarias destruyeron el orden institucional creado en la Edad de Oro y se convirtieron en factores adversos para el crecimiento de las rentas salariales, las inversiones en actividades productivas, el gasto público y la actividad redistributiva de los gobiernos.

4.2. Desaceleración de la productividad del trabajo y restricción de la demanda

La evolución de la productividad por hora trabajada (cuadro 1) re-vela que su tasa de crecimiento se ha reducido drásticamente desde los años setenta. Se trata, además, de una desaceleración persistente de modo que en 1994-2004 la mayoría de los países presenta ritmos de crecimiento menores que los registrados en los períodos anteriores y muy inferiores a los que alcanzaron durante la Edad de Oro. El prome-dio de la UE-14 (ponderado según el peso relativo de cada país en el PIB agregado de los catorce, medido éste en dólares según la Paridad del Poder Adquisitivo) redujo su tasa media de crecimiento sucesiva-mente desde el 4,9% anual en 1960-73, al 3,1% en 1974-83, al 2,3% en 1984-93 y, finalmente, al 1,7% en 1994-2004.

Considerando los dos últimos períodos, Irlanda muestra una tasa de crecimiento superior al 4% anual y sólo otros tres países (Finlandia, Portugal y Austria) superan el 2,5% anual en alguno de los dos perío-dos. Los demás países se sitúan en el entorno del 2% anual, salvo Italia, Países Bajos y España que tienen tasas inferiores. En el último período (1994-2004), sin considerar a Irlanda, sólo Grecia y Austria están por

25 En algunos países (España y Grecia, fundamentalmente), debido a que partí-an de una elevada inflación a principios de los noventa, el proceso de conver-gencia monetaria ha permitido aprovecharse de una rápida e intensa caída de los tipos de interés (nominales y reales). Esto ha favorecido el dinamismo de la inversión y de la demanda interna en su conjunto. Sin embargo, en estas eco-nomías, el empleo y la productividad se ha comportado de formas muy distin-tas. El caso de España se ajusta a las explicaciones de Dew-Becker y Gordon (2008), pero el de Grecia es muy diferente.

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encima del 2,5% y en el caso de las tres “tortugas”, tomando la expre-sión de Dew-Becker y Gordon (2006), Países Bajos e Italia apenas su-peran el 1% y España ni siquiera alcanza ese exiguo crecimiento de la productividad.

Resulta evidente, pues, que desde los años setenta la dinámica eco-nómica de los países europeos se caracteriza por el debilitamiento si-multáneo de la demanda interna y de la productividad del trabajo, con la única excepción de Irlanda. El gráfico 1 representa la evolución de ambas variables entre 1960 y 2004. El ajuste lineal de las tasas anuales de crecimiento da lugar a una recta con una pendiente bastante positiva y un coeficiente de determinación aceptable.

Ahora bien, si se realiza esa misma representación en cada uno de los períodos cíclicos se constata que sólo en 1960-73 existe una corres-pondencia similar entre las tasas de crecimiento de la demanda interna y de la productividad, con una recta de ajuste de casi 45º y un R2 de 0,59. En cambio, en los tres períodos posteriores, es decir, cuando se debilita la demanda y se desacelera la productividad, la muestra de da-tos es más dispersa, la recta reduce su pendiente y el ajuste es débil26. De hecho, la correlación entre las tasas de variación anual de ambas variables es muy débil en casi todos los países.

Gráfico 1. Evolución de la Demanda Interna y de la productividad: 1960-2004: Tasas medias de variación anual.

26 Los coeficientes de determinación de los tres períodos son: 0,26; 0,01 y 0,35. Como se menciona en la nota.. esta función lineal puede interpretarse como una expresión matemática de la ley de Verdoorn.

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FranceFinland

ItalyBelgium

Austria

Germany

Netherlands

Denmark

U.K.

Sweden

Spain

Greece

PortugalIrelandy = 0.7037x + 1.142

R2 = 0.573

0

0,5

1

1,5

2

2,5

3

3,5

4

4,5

5

0,0 0,5 1,0 1,5 2,0 2,5 3,0 3,5 4,0 4,5 5,0

Demanda Interna

Pro

duct

ivid

ad p

or h

ora

trab

ajad

a

Por lo tanto, la evidencia empírica muestra una relación demanda-productividad que, desde un punto del marco teórico que ha sido ex-puesto en la sección anterior, debe ser vista como una consecuencia del condicionante estructural que la demanda interna impone sobre la pro-ductividad del trabajo. Ese condicionamiento estructural es el que per-mite explicar que durante la Edad de Oro el rápido crecimiento de la demanda propulsó un intenso aumento de la productividad, a través de los tres canales señalados. La ampliación del mercado (efecto escala) incentivaba una mayor utilización de la capacidad instalada, reduciendo la ratio capital-producto. El fuerte aumento de la inversión no residen-cial generaba un efecto capitalización que elevaba la ratio capital-trabajo y un efecto modernización que acentuaba la caída de la ratio capital-producto y/o el aumento de la intensidad de capital.

Con posterioridad, el debilitamiento de la demanda ha frenado esos tres efectos y ha condicionado estructuralmente el crecimiento de la productividad, de modo que no crece a un ritmo alto ni siquiera cuando la economía dispone de un nuevo acervo de innovaciones tecnológicas

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como sucede desde los años noventa27. Así pues, a un contexto de debi-lidad de la demanda le corresponden incrementos moderados de la pro-ductividad. Asimismo, comparando por países los resultados del perío-do 1994-2004 con los registrados en el periodo 1984-1993, una cierta mejora de la tasa de crecimiento de la demanda interna se acompaña de una evolución similar en la productividad (Grecia, Suecia, Países Ba-jos), mientras que el empeoramiento de aquélla se acompaña de un retroceso de la tasa de la productividad (Portugal, Francia, Bélgica, Alemania, Italia).

Sin embargo, dado que esta no es una relación directa ni mono cau-sal, es evidente que la productividad del trabajo cuenta con márgenes de variación que no están sólo determinados por el comportamiento de la demanda interna. Esto es perfectamente claro cuando se constata la evolución de ambas variables (cuadro 1), siendo España, Austria, Fin-landia y Dinamarca los países donde la ausencia de conexión entre am-bas variables es más significativa.

La explicación de esa falta de correspondencias y, más en general, de los bajos coeficientes de determinación entre las tasas de variación de la demanda y de la productividad desde los años setenta se encuentra en las modificaciones que ha registrado el mercado de trabajo durante esos períodos.

5. Productividad y cambios en el mercado de trabajo 5.1. De la erosión al desvanecimiento del “modelo laboral” de la Edad de Oro

27 Se constata una fuerte correlación entre las variaciones de la inversión fija y de la ratio capital neto-producto, tanto durante el intervalo 1960-2004 como en los cuatro periodos. La correlación sólo es débil en tres casos (Irlanda, Países Bajos y Portugal). A la vez, se constata también una buena correlación entre las variaciones de la ratio capital neto-producto y de la productividad, sobre todo en los períodos 1960-73 y 1974-83. Pero la correlación se hace menor en los dos últimos períodos, mejorando en este caso la correlación entre las varia-ciones de la intensidad de capital y de la productividad. Lo cual concuerda con el planteamiento que se expone en el próximo apartado sobre los cambios en el mercado de trabajo y su relación con la productividad.

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Durante las décadas de posguerra la aceleración de la productivi-dad tuvo lugar bajo un arquetipo o modelo de mercado de trabajo con-formado por siete rasgos principales28:

a) Estabilidad relativa de la tasa de actividad (población activa / población en edad laboral) observándose una ligera tendencia a la baja en la mayoría de los países (cuadro 2).

b) Reducida creación de empleo. El nivel de ocupación creció con lentitud al tiempo que se reducía el número de horas trabajadas por ocupado, de manera que el empleo total en horas trabajadas registró un incremento mínimo e incluso descendió en varios países (cuadro 2).

c) Mínima tasa de desempleo. En la mayoría de los países repre-sentaba menos del 2% de la población activa y solamente en tres se situaba entre el 4,5% y el 5,5% (cuadro 2).

d) Notable aumento del salario real. La compensación real por em-pleado creció por encima del 5% anual en la mitad de los países y so-lamente en tres países lo hizo por debajo del 4% (cuadro 3).

e) Pactos sociales establecidos mediante la negociación centraliza-da entre empleados y empresarios, que institucionalizaban la pugna distributiva mediante el ajuste entre salarios y productividad.

f) Protección al empleo, a través de regulaciones públicas que pro-tegían el derecho al trabajo por parte de de los trabajadores y fijaban los costes del despido.

g) Ayudas públicas a los desempleados y prestaciones sociales para la población no activa, proporcionados por las políticas asistenciales del Welfare State. El desmantelamiento de aquel modelo comenzó con el duro ajuste labo-ral que se produjo en el período 1974 y 1983. Mientras que la tasa de actividad mostraba una mayor diversidad de comportamientos entre los países (cuadro 2), el empleo total en horas trabajadas se contrajo brus-camente –en muchos países a un ritmo anual superior al 1%- debido a que se debilitó el nivel de ocupación a la vez que disminuía con rapidez el número de horas por ocupado. En consecuencia, la tasa de desempleo se fue elevando de forma significativa, acercándose al 10% en España e Irlanda y situándose en el 6-7% en otros cinco países. Simultáneamente, la compensación real por empleado desaceleró su crecimiento pero aún

28 Véanse Marglin-Schor (1990), Howell (2004), Stockbammer (2004), Aiginer (2004), Cette (2000) y Eatwell (1996), Setterfield y Cornwall (2002).

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conservó cierta intensidad (2,25% anual como promedio de UE-14), al menos en parte debido a que el mantenimiento de la negociación cen-tralizada, junto a otros factores socio-políticos, permitieron a los traba-jadores mantener todavía una cierta capacidad reivindicativa. De esta forma, durante los años setenta, la participación de los salarios en la renta nacional aumentó significativamente en la mayoría de los países (cuadro 3), a pesar de la dinámica de crisis. De igual modo, en la mayo-ría de los países -aunque con debilidades-, se mantuvieron las principa-les medidas que protegían al empleo y proporcionaban asistencias pú-blicas a los desempleados y a otros sectores.

Por tanto, si la Edad de oro, al menos durante los sesenta, es consi-derado el periodo de más intenso crecimiento liderado por los salarios; la siguiente fase, la que dio comienzo en 1974, puede ser vista como el inicio de la destrucción de ese régimen, a pesar de que aún conservó algunos de los elementos que había caracterizado al periodo anterior. El hecho de que el ajuste a la situación de crisis se centrase en el empleo es lo que permitió que la desaceleración de la productividad del trabajo fuese de menor intensidad que la reducción sufrida por la demanda. Como promedio simple de la UE-14, mientras que la tasa de crecimien-to de la demanda interna caía del 5,3% al 1,8%, como medias anuales respectivas de los períodos 1960-73 y 1974-83, el incremento de la productividad se ralentizó con mayor suavidad, pasando del 5,6% al 3% (cuadro 1).

Los perfiles del régimen posbélico, incluido su modelo laboral, se desvanecieron casi por completo en el transcurso del siguiente período, entre 1984-93. La tasa de actividad crecía en casi todos los países mien-tras que el empleo total seguía mostrando variaciones negativas, ya que si bien volvía a elevarse el nivel de ocupación sin embargo el número de horas por ocupado retrocedía con más rapidez (cuadro 2).

Cuadro 2. Evolución del mercado de trabajo: tasas medias de variación anual de cada período.

60- 73

74- 83

84- 93

94- 04

60-73

74- 83

84- 93

94- 04

Población Activa / Pob. Edad Laboral

(tasas medias de variación anual)

Población ocupada / Población Activa (tasas medias de var. anual)

Austria -0.4 -0.1 0.8 0.1 0.3 -0.5 -0.8 0.0

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Belgium 0.2 -0.2 0.2 0.5 0.0 -0.9 0.2 0.0 Denmark 0.6 0.4 0.4 -0.1 -0.2 -0.9 -0.6 0.6 Finland -0.7 0.8 -0.5 0.2 0.1 -0.9 -1.4 0.9 France -0.2 -0.1 0.1 0.4 -0.2 -0.6 -0.5 0.1 Germany a -0.2 -0.4 0.1 0.4 0.1 -0.4 0.5 -0.2 Greece -1.1 0.4 -0.3 1.0 0.3 -0.6 -0.1 -0.7 Ireland -0.6 -0.1 -0.1 1.1 0.0 -0.9 -0.4 1.1 Italy -0.9 0.1 -0.2 0.7 0.2 -0.2 0.1 0.2 Netherlands 0.1 -1.1 1.7 1.0 -0.2 -0.7 0.2 0.1 Portugal 0.3 -0.1 -0.2 0.6 0.3 -2.0 -0.1 -0.2 Spain 0.1 -0.9 0.4 1.7 -0.1 -1.6 -0.1 0.3 Sweden 0.1 0.8 -0.4 -0.2 -0.1 -0.3 -0.4 0.2 UK 0.1 0.0 0.6 -0.1 -0.1 -0.8 -0.1 0.7

Empleo total (horas totales traba-jadas)(tasas medias de var.anual)

Número de personas ocupadas (tasas medias de var. anual)

Austria -0.7 -0.7 0.1 -0.4 0.0 0.1 0.6 0.5 Belgium -1.1 -1.2 0.0 0.7 0.5 -0.4 0.6 0.8 Denmark 0.7 -1.1 -1.0 0.8 1.1 0.0 0.1 0.6 Finland -0.1 -0.2 -2.1 1.3 0.4 0.4 -1.7 1.3 France 0.0 -1.3 -0.1 0.3 0.7 0.2 0.2 0.9 Germany a -0.8 -1.1 0.0 -0.3 0.3 -0.1 1.2 0.3 Greece -0.9 0.3 0.5 0.7 -0.5 1.0 0.6 0.9 Ireland -0.7 -0.4 -0.2 3.1 0.1 0.5 0.2 4.1 Italy -1.1 0.1 0.0 0.6 -0.3 0.6 0.4 0.8 Netherlands 0.1 -1.7 1.8 1.3 1.4 -0.5 2.7 1.5 Portugal -0.3 -1.0 -0.3 0.5 0.3 -0.4 0.3 0.9 Spain 1.0 -2.3 0.6 2.8 0.7 -1.3 1.1 2.9 Sweden -0.5 0.0 -0.1 0.6 0.6 0.7 -0.4 0.5 UK -0.5 -1.4 0.2 0.9 0.3 -0.4 0.7 1.1

1960- 1973

1974- 1983

1984- 1993

1994- 2004

1994 2000 2004

Desempleo / Población Activa

(porcentaje) Austria 1.8 1.7 3.3 4.1 3,8 3,6 4,8 Belgium 1.9 7.1 8.6 8.5 9,8 6,9 8,4 Denmark 1.0 5.9 7.0 5.5 7,7 4,3 5,5 Finland 2.3 4.8 6.5 11.5 16,6 9,8 8,8 France 2.0 5.6 9.5 10.3 11,7 9,1 9,6

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Germany a 0.7 3.7 5.9 8.4 8,3 7,2 9,5 Greece 4.4 3.1 7.1 10.3 8,9 11,3 10,5 Ireland 5.6 9.5 15.6 7.6 14,3 4,3 4,5 Italy 4.9 6.7 9.0 10.1 10,6 10,1 8,0 Netherlands 1.1 6.7 6.9 4.3 6,8 2,8 4,6 Portugal 2.5 6.6 6.4 5.8 6,9 4,0 6,7 Spain 2.6 9.0 15.7 14.0 19,5 11,1 10,6 Sweden 1.9 2.3 3.4 7.3 9,4 5,6 6,3 United Kingdom 1.9 6.0 9.5 6.3 9,3 5,4 4,7

Horas trabajadas por ocupado

(tasas medias de variación anual)

Austria -0.7 -0.9 -0.5 -0.9 Belgium -1.6 -0.8 -0.6 -0.1 Denmark -0.4 -1.1 -1.1 0.2 Finland -0.6 -0.5 -0.4 0.0 France -0.7 -1.5 -0.3 -0.6 Germany a -1.1 -1.0 -1.2 -0.6 Greece -0.4 -0.6 -0.1 -0.2 Ireland -0.8 -1.0 -0.4 -1.0 Italy -0.8 -0.5 -0.4 -0.2 Netherlands -1.2 -1.2 -0.8 -0.2 Portugal -0.6 -0.7 -0.6 -0.4 Spain 0.3 -1.0 -0.5 -0.1 Sweden -1.1 -0.7 0.3 0.0 United Kingdom -0.8 -1.0 -0.5 -0.1 a) Para garantizar la coherencia de los datos previos y posteriores a la reunifi-cación en 1990, la serie del periodo 1984-93 se ha construido desde 1991 apli-cando a los datos de la RFA las tasas de variación del país unificado. Elabora-do a partir de AMECO y GGDC.

En consecuencia, el desempleo proseguía su tónica ascendente, de forma exagerada en Irlanda y España, pero acercándose también a tasas del 10% en otros cuatro países y situándose los demás por encima del 6%, salvo Austria y Suecia cuyos gobiernos seguían empeñados en el compromiso de mantener bajos porcentajes de desempleo.

Paralelamente, el modelo sufrió un duro ataque político y empresa-rial en el resto de sus componentes. La compensación real por emplea-do apenas aumentó (promedio del 1,4% en la UE-14), por lo que la parte de los salarios en la renta retrocedió de forma generalizada, con pérdidas de tres a cinco puntos en casi todos los países (cuadro 3) res-pecto a la participación alcanzada en el periodo anterior. En varios paí-

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ses se modificó el sistema de negociación sindical, eliminando o debili-tando su carácter centralizado, a la vez que las políticas presupuestarias restringían las prestaciones sociales y se introducían formas de contra-tación que mermaban la protección al empleo. Cuadro 3. Evolución de los salarios.

1960-1973 1974-1983 1984-1993 1994- 2004

Compensación real por empleado* (tasas medias de variación anual)

Austria 4.6 2.4 1.9 0.9 Belgium 5.0 3.0 1.4 1.1 Denmark 3.6 1.1 1.1 1.5 Finland 4.1 2.4 2.3 1.4 France 4.6 3.0 1.1 1.1 Germany a 4.5 1.6 1.4 1.7 Greece 5.5 2.3 -1.2 2.5 Ireland 3.9 3.4 2.7 1.2 Italy 5.7 1.9 1.1 0.0 Netherlands 5.1 1.7 1.0 0.9 Portugal 6.7 3.6 2.4 1.5 Spain 7.0 3.1 1.4 -0.5 Sweden 3.4 0.9 1.2 2.5 U.Kingdom 3.0 1.2 2.0 1.7

1960- 1973

1974-1983

1984-1993

1994-2004

Participación de la Compensación de los Empleados en el PIB a precios de mer-cado (%). Promedio de cada periodo

Variación 1994/2004 respecto a 1974/1983 (puntos)

Austria 72.8 73.9 69.2 64.8 -9.1 Belgium 57.0 65.3 62.7 62.1 -3.2 Denmark 61.6 63.0 59.8 57.1 -5.9 Finland 67.0 65.4 63.7 55.9 -9.6 France 61.9 65.5 60.3 57.5 -8.1 Germany a 62.2 65.0 61.6 59.0 -6.0 Greece 74.4 65.9 64.7 58.7 -7.2 Ireland 67.8 68.2 61.9 51.5 -16.7

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Italy 65.9 67.6 62.5 54.9 -12.7 Netherlands 62.0 66.8 61.2 59.3 -7.5 Portugal 61.6 73.9 61.9 61.8 -12.6 Spain 64.4 66.7 61.0 58.9 -7.8 Sweden 64.5 66.2 60.3 57.9 -8.3 U.Kingdom 65.7 67.1 65.5 63.6 -3.5

* Deflactado según el deflactor del PIB. a) Para garantizar la coherencia de los datos previos y posteriores a la reunificación en 1990, la serie del periodo 1984-93 se ha construido desde 1991 aplicando a los datos de la RFA las tasas de variación del país unificado. Elaborado a partir de AMECO.

No obstante, durante aquellos años se podía observar un panorama bastante variado de situaciones, precisamente porque el desvanecimien-to de la uniformidad básica que tenía el modelo de la Edad de Oro fue dando paso a evoluciones dispersas según los países. Es así que en tér-minos de empleo total, mientras que países como Finlandia y Dinamar-ca sufrían pérdidas del 2% y el 1% anual, otros como Grecia o España presentaban tasas positivas del 0,5% y Países Bajos se acercaba al 2% anual, mientras que los nueve países restantes mostraban tasas de varia-ción de apenas alguna décima. Esa diversidad de comportamientos se trasladaba a la relación existente entre las dinámicas de la demanda y la productividad, de manera que España y Países Bajos con incrementos de la demanda interna superiores a los de los dos países nórdicos sin embargo obtenían aumentos inferiores en términos de productividad, sobre todo Países Bajos cuya fortísima creación de empleo apenas deja-ba margen para un aumento de la productividad inferior al 1% anual. 5.2. “Estrategia Maastricht”: creación de empleo y debilitamiento de la productividad

El desvanecimiento se convirtió en quiebra absoluta de aquel mo-delo laboral y la diversidad de situaciones dio paso a la reconstrucción de una cierta uniformidad en el mercado laboral durante los años no-venta, si bien las notables diferencias que registraron los países de la UE-14 en cuanto a la creación de empleo tendrían importantes conse-cuencias sobre la evolución de la productividad del trabajo.

En los comienzos de la década de los noventa, los gobernantes eu-ropeos se plantearon hacer frente a una cruda realidad: la dureza del ajuste laboral de los años setenta, seguida de una débil capacidad de creación de empleo -mientras aumentaba la tasa de actividad- habían

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generado un creciente desempleo estructural que dificultaba la incorpo-ración de segmentos inactivos (jóvenes, mujeres) y el reingreso al em-pleo de un creciente porcentaje de desempleados de larga duración, sobre todo entre los trabajadores de menor cualificación y de mayor edad.

En esos años, en plena consolidación del predominio financiero y de las políticas ortodoxas en el ámbito fiscal y monetario, se fue con-formando un nuevo modelo laboral, en las antípodas del que se forjó en la Edad de Oro. Desde las cumbres europeas de Edimburgo en 1992 y de Essen en 1994, pasando por el “Pacto para la Estabilidad y el Creci-miento” de 1997 y la “Estrategia de Lisboa” de 2002, se fue consoli-dando el triunfo de las tesis que clamaban contra las “rigideces” del mercado de trabajo en la Europa continental y la necesidad de asimilar-lo al funcionamiento “flexible” de Estados Unidos y el Reino Unido29. La Estrategia Maastricht, mantenida después por el Pacto Bruselas-Frankfurt, se dispuso a reformar el mercado de trabajo para promover el empleo, sobre todo entre las franjas sociales más afectadas por la inactividad y el desempleo.

El conjunto de medidas adoptadas se puede clasificar en dos tipos de actuaciones30. Unas orientadas directamente al abaratamiento de los costes laborales de las empresas, mediante subvenciones y rebajas fis-cales y en las cuotas de la seguridad social. Otras medidas destinadas a elevar la rotación en el empleo, concediendo mayores facilidades para el despido, recortando los derechos de los empleados, fomentando los contratos temporales y los contratos a tiempo parcial, limitando las horas extraordinarias y otras normas tendentes a reducir el tiempo de trabajo.

En algunos países donde los gobiernos han mantenido un mayor compromiso social las medidas tendentes a la movilidad temporal y la pérdida de estabilidad del empleo se han combinado con políticas acti-vas para elevar formación profesional y para garantizar la protección de

29 En Pisani-Ferry (2004) se hace un repaso de los elementos contenidos en esas tesis, esgrimidas desde hace muchos años por autores como los citados en la nota siete. 30 En Artus y Cette (2004) se recoge un anexo en el que se detallan las principales medidas (pp. 217 y ss). También lo hacen los sucesivos Employ-ment Outlook que publica la OECD.

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los empleados durante los intervalos en los que se encuentran fuera de las empresas. El caso más evidente es el de las reformas de flexisecurity aplicadas en Dinamarca, o bien desde los años ochenta el fomento del empleo parcial en Países Bajos en condiciones que garantizan amplia-mente los derechos de los empleados. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las reformas “estructurales” del mercado laboral han supuesto directamente el desmantelamiento de pilares básicos, como la negocia-ción centralizada, que facilitaba la homogeneidad de los salarios y los derechos laborales, dando paso a un lento incremento de las retribucio-nes salariales, al debilitamiento o desaparición de los mecanismos de protección al empleo, a la precarización y multiplicación de formas de contratación en detrimento de la estabilidad del trabajo a tiempo com-pleto y al debilitamiento de las prestaciones a los desempleados.

De ese modo, 1994-2004 ha sido el periodo en el que se ha conso-lidado un régimen económico basado en un (moderado) crecimiento liderado por los beneficios (fuertemente condicionado por la suprema-cía de los mercados financieros). El excedente de explotación (tanto el bruto como el neto) ha crecido (a una media annual del 3% en la UE-14), así como el ratio excedente (bruto y neto)-PIB, mientras los sala-rios apenas han aumentado y su participación en el ingreso ha estado continuamente descendiendo (cuadro 3) 31. Este papel de los salarios en el nuevo régimen aparece estrechamente relacionado con la radical transformación de las condiciones laborales vigentes en los países eu-ropeos32, lo que a su vez ha tenido una gran influencia en el comporta-miento de la productividad del trabajo de los países europeos.

El objetivo de incrementar el empleo se alcanzó fehacientemente en la UE-14. Desde el punto de vista del nivel de ocupación registró tasas positivas en los catorce países, superando el 1% anual en Reino

31 Hablando en terminus dinámicos, dado que el empleo ha aumentado

(fundamentalmente a través de trabajos poco cualificados), pero estas econo-mías han permanecido todavía lejos del pleno empleo, los salaries reales han crecido muy poco, mientras que los beneficios lo han hecho mucho más, im-pulsando la inversión pero sin la suficiente intensidad, de forma que el creci-miento de la demanda interna ha sido modesto. 32 Los cambios en el mercado laboral se analizan en Cette (2000), Aiginer (2004), Groot et al (2004), Stockbammer (2004), Buchele y Christiansen (1999), Mitchell et al (2006), Welters y Muysken (2002).

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Estudios Económicos de Desarrollo Internacional Vol. 8-1 (2008)

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Unido, Finlandia y Países Bajos, acercándose al 3% en España y super-ando el 4% en Irlanda. Desde el punto de vista del empleo total en horas trabajadas, doce países registraron tasas positivas merced a que el número de horas por ocupado sólo descendió de forma significativa en Irlanda y Francia, haciéndolo muy levemente en los demás. El empleo total creció con fuerza, en torno al 3% anual, en Irlanda y España; por encima del 1% anual en Países Bajos y Finlandia; y entre los otros seis países sólo en Francia la tasa no superó el 0,5% anual (cuadro 2). Los dos únicos países en los que no creció el empleo total fueron Austria y Alemania, ya que el descenso del número de horas por ocupado fue mayor que el incremento de los ocupados.

Sin embargo, el objetivo de reducir el desempleo se alcanzó de forma más limitada. En unos casos porque el ritmo de creación de em-pleo no ha sido rápido y en otros porque esa rapidez ha sido parcial-mente contrarrestada por un incremento igualmente fuerte de la tasa de actividad, bien por razones demográficas endógenas, bien por la afluen-cia de emigrantes, bien por las expectativas que se han creado entre grupos sociales inactivos atraídos hacia el mercado laboral. Casi todos los países, salvo Grecia e Italia, lograron que la tasa de desempleo caye-ra hasta finales de la década, pero en varios de ellos volvió a elevarse durante la recesión iniciada en 2000. Contemplando el conjunto del período, las mayores caídas del desempleo se han registrado en los tres países (España, Finlandia e Irlanda) que inicialmente mostraban tasas muy elevadas -entre el 20% y el 14%-, así como en Reino Unido y Sue-cia (cuadro 2). No obstante, al cabo de los años, en 2004, la mitad de los países de la UE-14 seguían ostentando un desempleo superior al 8% de la población activa.

En ese proceso se ha producido la convergencia de varios fenóme-nos que han conspirado contra los salarios. Una gran parte de los em-pleos creados han sido trabajos de escasa cualificación, mediante con-tratos a tiempo parcial y/o con duración limitada de tiempo, sobre todo con la incorporación de mujeres que anteriormente permanecían inacti-vas o estaban desempleadas, y en varios países (España, Irlanda, Italia) con una importante aportación de inmigrantes. Simultáneamente, se han mantenido niveles de desempleo que siguen siendo significativos, a la vez que se han deteriorado o han desaparecido los mecanismos de ne-gociación centralizada y los dispositivos que protegían al trabajo esta-ble y a tiempo completo. Tal conjunción de elementos ha dado lugar a

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que la compensación real por empleado apenas haya crecido un 1,2% anual como promedio de la UE-14, destacando los países con tasas medias negativas o nulas (España, Italia), o inferiores a ese promedio (Países Bajos, Austria).

Amén de esa redistribución regresiva de la renta, la mayor “parado-ja” que ha provocado la reforma laboral emprendida en nombre de la creación del empleo, la flexibilidad y la eficiencia del mercado laboral, ha sido su impacto negativo sobre la productividad del trabajo. Las anomalías que se detectan al final del tercer apartado entre la dinámica de la demanda interna y el comportamiento de la productividad en el período 1994-2004, se explican, precisamente, por la evolución del mercado laboral y su efecto sobre la creación de empleo.

El caso más significativo es el de España, cuya demanda interna es la que más crece (3,9% anual) en la UE –dejando al margen a Irlanda– pero su productividad sólo aumenta un 0,7% anual. La misma falta de correspondencia se observa en Finlandia, Dinamarca y Reino Unido, mientras que sigue siendo llamativo el débil incremento de la producti-vidad de Países Bajos. Todos ellos son los países que han logrado ma-yores aumentos en el empleo, según las condiciones antes mencionadas. En el otro extremo se encuentra Austria, cuya demanda ha debilitado su crecimiento mientras que la productividad lo elevaba, en la medida en que registraba un retroceso en su nivel de empleo total.

Nos encontramos pues ante la situación inversa a la que se generó en 1974-1983. La crisis económica impuso un duro ajuste laboral con una fuerte destrucción de empleo, de modo que la productividad des-aceleró su ritmo de crecimiento bastante menos que la demanda interna. Ahora, en 1994-2004, el mediocre crecimiento de la demanda ha teni-do como respuesta un incremento bastante menor de la productividad del trabajo, con unas diferencias que se amplían según la cuantía de la creación de empleo que han logrado los países antes mencionados. Una gran parte de ese empleo tiene una baja cualificación, con frecuencia sustituye trabajo que antes tenía más cualificación, está débilmente retribuido, y se localiza en actividades de construcción, servicios y ma-nufacturas de menor valor añadido, por lo que su aportación a la efi-ciencia global de la economía es reducida. Expresado de otro modo, bajo la restricción de demanda que opera, ese aumento del empleo frena el incremento de la intensidad de capital y se concentra en actividades cuya ratio capital-producto desciende poco o incluso aumenta, de mane-

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ra que ambos aspectos limitan la capacidad de crecimiento de la pro-ductividad. 5.3. Estilos de crecimiento: empleo y productividad

El análisis de la evidencia empírica conduce a plantear que desde los años noventa tiene lugar una importante modificación del estilo de crecimiento económico de los países europeos, que se constata de for-ma meridiana a través de los datos del cuadro 4 y del gráfico 2. El cua-dro presenta el contenido de trabajo del crecimiento económico expre-sado por la elasticidad empleo-PIB, es decir, la variación del empleo (en nivel de ocupación y en horas totales trabajadas) con respecto a la variación del PIB. Se aprecia así que durante los años sesenta el creci-miento económico de los catorce países suscita una débil sensibilidad en términos del nivel de ocupación, que se convierte en levemente ne-gativa cuando se trata del empleo total. De hecho, sólo tres países (Di-namarca, Países Bajos y España) alcanzan valores positivos y éstos son inferiores a 0,15.

Durante los siguientes periodos se asiste a un empobrecimiento del contenido de trabajo de un crecimiento económico que se desacelera. En 1974-1983, salvo en tres países, la elasticidad empleo-PIB se hace más negativa y a pesar de que esa tendencia se atenúa en 1984-1993, no obstante, en términos de empleo total seis países siguen con valores negativos, otros dos tienen valor nulo y otros tres valores positivos infe-riores a 0,10; solamente Portugal, Grecia y, sobre todo, Países Bajos arrojan valores más elevados, es decir que su crecimiento económico se dota de un mayor contenido de trabajo.

Las condiciones se modifican sustancialmente en el período 1994-2004, cuando de forma generalizada la elasticidad registra valores posi-tivos bastante más altos que los registrados con anterioridad. No sucede así en Austria, Alemania y Grecia donde la elasticidad en términos de nivel de ocupación es positiva pero retrocede, mientras que en términos de empleo total también retrocede en el caso griego y arroja valores negativos en los otros dos países. Otro caso particular es el de Países Bajos donde el valor de la elasticidad disminuye pero se mantiene alto, ya que en el período anterior había alcanzado valores muy elevados. En los otros diez países se aprecia meridianamente que el crecimiento de la producción asume un mayor contenido de trabajo, muy particularmente en España, pero también en Finlandia, Dinamarca, Irlanda, Italia, Bél-

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gica y Reino Unido con valores en torno a 0,30, quedando por debajo de 0,20 en Francia, Portugal y Suecia.

Igualmente, la transformación del estilo de crecimiento se capta con claridad cuando se analiza la correlación que existe entre las varia-ciones anuales de la productividad y las variaciones anuales, respecti-vamente, de la producción y del empleo. El gráfico 2 presenta la se-cuencia de ambas correlaciones a lo largo de los cuatro períodos que abarca el intervalo de 1960-2004.

Primeramente, en 1960-1973, casi todos los países se sitúan en la parte superior derecha del cuarto cuadrante cuyas coordenadas están delimitadas por valores altos en la correlación productividad-PIB y valores negativos bajos de la correlación productividad-empleo. Por tanto, durante aquel período de fuerte crecimiento económico la articu-lación fuerte es la que relaciona las dinámicas de la productividad y la producción. Cuadro 4. Relación entre las variaciones del empleo y del PIB *

1960- 1973

1974- 1983

1984- 1993

1994- 2004

1960- 1973

1974- 1983

1984- 1993

1994- 2004

Empleo en personas ocupadas Empleo total en horas trabajadas Austria 0.00 0.05 0.22 0.20 -0.11 -0.26 0.04 -0.15 Belgium 0.07 -0.20 0.25 0.31 -0.16 -0.56 0.01 0.28 Denmark 0.20 -0.03 0.08 0.25 0.12 -0.92 -0.53 0.32 Finland 0.07 0.12 -1.44 0.33 -0.01 -0.05 -1.75 0.32 France 0.09 0.08 0.08 0.38 0.00 -0.43 -0.06 0.13 Germany a 0.05 -0.05 0.38 0.19 -0.14 -0.58 0.00 -0.15 Greece -0.03 0.57 0.44 0.21 0.19 0.37 0.16 Ireland 0.02 0.12 0.05 0.44 -0.08 -0.10 -0.04 0.32 Italy -0.03 0.20 0.15 0.46 -0.17 0.04 0.00 0.34 Netherlands 0.23 -0.25 1.00 0.56 0.02 -0.85 0.66 0.47 Portugal 0.03 -0.13 0.08 0.31 -0.05 -0.35 -0.08 0.17 Spain 0.06 -0.62) 0.36 0.81 0.08 -1.08 0.19 0.78 Sweden 0.11 0.46 -0.28 0.15 -0.08 0.02 -0.08 0.17 United Kingdom 0.08 -0.35 0.27 0.32 -0.10 -1.16 0.06 0.28

* [(En-E0) / Eo]/[(Y n-Y0) / Yo)]. Notas: a) Para garantizar la coherencia de los datos previos y posteriores a la reunificación en 1990, la serie del periodo 1984-93 se ha construido desde 1991 aplicando a los datos de la RFA las tasas de variación del país unificado. Elaboración a partir de AMECO y GGDC

A continuación, en 1974-1983 se mantiene la alta correlación posi-tiva productividad-PIB y la baja correlación productividad-empleo, pero con dos matices nuevos. Hay más países en los que la correlación

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productividad-empleo, aunque baja, es positiva. Además, tres países registran una baja correlación productividad-PIB, de los cuales dos, Francia y Países Bajos, registran una elevada correlación negativa entre las variaciones de la productividad y del empleo. Posteriormente, en 1984-1993, aunque diez de los catorce países se hallan en el cuarto cuadrante, la muestra se torna más diseminada, combinando una amplia gama de valores negativos en la correlación productividad-empleo y de valores positivos en la correlación productividad-PIB.

Gráfico 2. Correlaciones entre las variaciones anuales de la productividad por hora trabajada y las variaciones del PIB y del empleo en horas trabajadas.

a)1960-1973 2b) 1974-1983

2c)1984-1993 2d) 1994-2004 Elaboración propia.

ITA

U.K.FRA

POR

GERFIN

GRE

BEL

NED

SWE

DENAUSSPA

IRL

-1,0

-0,8

-0,5

-0,3

0,0

0,3

0,5

0,8

1,0

-1,0 -0,8 -0,5 -0,3 0,0 0,3 0,5 0,8 1,0

P roduc t ivit y - GDP

ALE

ESP

AUS

U.K.

-1,0

-0,8

-0,5

-0,3

0,0

0,3

0,5

0,8

1,0

-1,0 -0,8 -0,5 -0,3 0,0 0,3 0,5 0,8 1,0

Productividad-PIB

Productividad-Empleo

ALE

ESP

AUS

U.K.

-1,0

-0,8

-0,5

-0,3

0,0

0,3

0,5

0,8

1,0

-1,0 -0,8 -0,5 -0,3 0,0 0,3 0,5 0,8 1,0

Productividad-PIB

Productividad-Empleo

ALE

ESP

AUS

U.K.

-1,0

-0,8

-0,5

-0,3

0,0

0,3

0,5

0,8

1,0

-1,0 -0,8 -0,5 -0,3 0,0 0,3 0,5 0,8 1,0

Productividad - PIB

Productivitividad- Empleo

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Finalmente en el período 1994-2004 la mayor parte de los países se desplaza a la parte inferior del cuadrante definido por unas coordenadas que refieren valores negativos (medianos y altos) en la correlación pro-ductividad-empleo, y valores más dispersos en la correlación producti-vidad-PIB, donde sólo cinco países superan el valor 0,5. Por tanto, la representación gráfica ratifica la tesis de que en los años noventa se ha configurado un contexto económico en el que se ha consolidado una estrecha relación inversa entre las variaciones de la productividad y del empleo, cuyos extremos son los dos países situados en el tercer cua-drante, esto es España (con fuerte creación de empleo y débil creci-miento de la productividad) y Austria (con retroceso del empleo total y mayor crecimiento de la productividad). 5. Conclusiones

Este trabajo formula una propuesta interpretativa que explica la di-námica de la productividad del trabajo mediante dos niveles de deter-minación. En primera instancia, la demanda agregada determina la pro-ducción efectiva y condiciona estructuralmente el comportamiento de la productividad a través de tres canales o efectos: de escala, capitaliza-ción y modernización. En segunda instancia, ante un determinado con-texto expansivo o recesivo de la demanda, las modificaciones del mer-cado laboral afectan directamente al contenido de trabajo y, por ello, a la productividad a través de los elementos que influyen en la tasa de ocupación.

La evidencia empírica revela dos hechos simultáneos en las eco-nomías europeas a partir de 1974: por un lado, la intensa desaceleración de la demanda interna que afecta de manera generalizada a todos los países de la UE-14; de otro lado, el persistente descenso de la tasa de crecimiento de la productividad del trabajo. La única excepción reside en Irlanda, donde la entrada masiva de inversión extranjera ha logrado que se mantenga un notable ritmo de crecimiento de la demanda y de la productividad.

La estructura del régimen económico de la Edad de oro, basado en rápido crecimiento liderado por los salarios, fue desmantelado durante el periodo 1974-1983. Más tarde, la estructura de un nuevo régimen comenzó a ser construida durante el periodo 1984-1993, la cual se con-solidó completamente durante el siguiente periodo (1994-2004). Este nuevo régimen está basado en un crecimiento económico moderado

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liderado por los beneficios, bajo la influencia creciente del capital fi-nanciero.

La Estrategia Maastricht ha jugado un papel decisivo en la institu-cionalización de este nuevo régimen y se ha convertido en una severa restricción contra el crecimiento de la productividad del trabajo en la medida en que obstaculiza el crecimiento de las rentas salariales, las inversiones productivas y el gasto público. Esta estrategia ha contribui-do al mantenimiento de la ralentización de la demanda interna, frenan-do el impacto de los tres efectos expansivos que ejerce la productividad, incluso en presencia de un nuevo acervo de innovaciones tecnológicas como sucede desde los años noventa Las restricciones a la ampliación del mercado (efecto escala) limitan el grado de utilización de la capaci-dad instalada y, con ello, la reducción de la ratio capital-producto. El moderado aumento de la inversión no residencial frena el aumento de la ratio capital-trabajo y la caída de la ratio capital-producto, en la medida en que limita los efectos de capitalización y modernización. Al mismo tiempo, la estrategia ha venido acompañada de la aplicación de políticas fundadas en las tesis de aquellos que denuncian las rigidices del merca-do de trabajo. Estas políticas han efectivamente logrado un notable incremento del empleo, pero también al mismo tiempo el desmantela-miento de la negociación centralizada, el estancamiento de los salarios reales, la reducción de los costes laborales unitarios, la proliferación de trabajos de baja cualificación, el debilitamiento de la protección al em-pleo, la multiplicación de trabajos parciales y contratos temporales y la reducción de los subsidios por desempleo.

El resultado de todos estos hechos ha sido un claro cambio en el es-tilo de crecimiento de las economías europeas, tal y como el análisis de la evidencia empírica revela. La elasticidad empleo-PIB durante el pe-ríodo 1994-2004 registra valores positivos en alza. Al mismo tiempo, la correlación entre las variaciones de la productividad y las respectivas variaciones de la producción y del empleo en la mayoría de los países presenta una alta correlación (negativa) entre las dinámicas de la pro-ductividad y del empleo. Finalmente, la evidencia empírica confirma que no hay una relación directa ni mono-causal entre la demanda y la productividad: el mediocre crecimiento de la productividad muestra márgenes de variación que no están definidos de forma exclusiva ni directamente por lo demanda.

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Por ello, no es sorprendente que los países cuyo crecimiento incor-pora un mayor contenido de trabajo sean los que presentan una mayor desviación entre el crecimiento de la demanda interna y el crecimiento de la productividad, lo que en un contexto de debilidad de la demanda significa que el incremento de la productividad se reduce cuando más aumenta el empleo, ya que éste frena el incremento de la intensidad de capital y se concentra en actividades cuya ratio capital-producto des-ciende poco o incluso aumenta.

De esta forma, España y Grecia, por ejemplo, con tasas de creci-miento de la demanda igualmente intensas, alcanzan sin embargo tasas de aumento de la productividad muy diferentes (muy bajas en España y bastante más altas en Grecia), debido a que el empleo ha crecido con rapidez en el primero y lentamente en el segundo. De la misma manera, Austria e Italia muestran un lento crecimiento de la demanda, pero en Austria la productividad crece con fuerza y el empleo disminuye, mien-tras que en Italia la productividad apenas aumenta debido a un cierto dinamismo del empleo.

Entre otros países, no se aprecian diferencias tan marcadas, pero también hay pruebas de trade off. Portugal y Holanda muestran un cre-cimiento moderado de la demanda con distintos comportamientos de la productividad, debido a que la relación inversa entre esta variable y la creación de empleo, que ha sido débil en Portugal y más fuerte en Holanda. En el sentido contrario, Finlandia, Reino Unido y Suecia han registrado tasas similares de crecimiento de la productividad, a pesar de que los dos primeros han logrado aumentos de la demanda mayores que el tercero. Finalmente, Dinamarca, Francia, Bélgica y Alemania han obtenido incrementos muy discretos de la productividad, aunque la demanda danesa ha crecido más que la francesa y la belga, y mucho más que la alemana. Una vez más, ello se debe a que Alemania ha des-truido empleo, mientras que los otros países crearon algo de empleo, especialmente Dinamarca.

La pertinencia de este diagnóstico sobre la situación de los países europeos se puede proyectar hacia el diagnóstico de las políticas que pueden ser eficaces para elevar la productividad del trabajo. La única forma de compatibilizar la creación significativa de empleo con el ma-yor incremento de la productividad del trabajo es a través de un fuerte dinamismo de la demanda interna, lo cual evidentemente está relacio-nado con el esfuerzo investigador, la formación educativa y la inversión

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en nuevas tecnologías, pero también con la mayor capacidad de consu-mo a través de los salarios, con el incentivo que reciban las inversiones productivas y con la recuperación de compromisos económicos y socia-les por parte de los gobiernos. En otras palabras, con el abandono de la Estrategia Maastricht y su sustitución por otra que sea acorde con el logro de los objetivos mencionados.

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