ÍNDICE

PortadaHistoria de un viaje1. La Cocina Económica de Santander,más de un siglo de cariño2. El niño Lucas: un ejemplo de lucha3. La sorprendente historia de lasmatronas pasiegas4. En la conservera de anchoas Lolín5. Mi amigo Maragall6. Gervasio Deferr, en La Mina de loscampeones7. Albert Rivera, un catalán con futuro8. Jaume Reixach y la honorabilidad9. Una pintora llamada Ana Pajarita

10. ¿Por qué soy político?11. Tapones que salvan vidas12. Castelserás, el pueblo online13. José Iranzo, el Pastor de Andorra14. De reyes, príncipes y yernos15. Hablemos de la crisis16. «Aviacion sin Fronteras», unproyecto con conciencia17. Elpidio Silva, el juez valiente18. La puerta giratoria19. Manuela Carmena, con todas las dela ley20. La cocina solidaria de Chema deIsidro21. El drama de los preferentistas22. Valentín Fuster, a corazón abierto23. Cipriano, el socorro de los pobres

24. Julio Anguita o la coherencia vital25. Javier Hernández, sin barreras26. Las formas de llorar27. La estafa de las fotovoltaicas28. Fran Rivera y el Proyecto Rebeca29. José Antonio Casanueva, el «abuelocoraje»Adiós con el corazónCréditos

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HISTORIA DE UN VIAJE

En los últimos años he repartido muchacaña contra esa corrupción que viveamparada por los dos grandes partidoshegemónicos en España. Lo he hecho enconciencia, denunciando situaciones queno deberían quedar impunes bajo ningúnconcepto, por la salud moral de todos ypor la mía propia. He levantado la vozmuchas veces porque no puedo callarmeante las injusticias que contemplo adiario en los medios de comunicación,pero también al saber de cientos de

historias de personas anónimas que mehan escrito cartas o me han contado sudrama personal en alguno de tantosencuentros que tengo a diario con gentede cualquier lugar de España.

Como he dicho, soy crítico porquecreo que es lo que mi conciencia medice que tengo que ser, pero, pormomentos, también me he sentidoculpable de ayudar a generar una imagenimpresentable de mi país. En ciertosentido, he colaborado a afianzar en elinconsciente colectivo una idea terrible,esa que da a entender que la corrupcióny la filosofía de «tonto el último» sonestigmas genéticamente instalados en elcarácter español.

Pero, con sinceridad, creo que esto no

es así, la gente sin escrúpulos es unaminoría en España, esta no es una tierrade depredadores, es un país maravillosolleno de gente buena y trabajadora, degente que merece la pena. No todo sontarjetas negras, cuentas en Andorra ygente de mala ralea que se apropia de loajeno. Todo lo contrario. En este paíssiempre han sido mayoría los que sabensuperarse y ayudar a los demás; nuestrahistoria está plagada de nombres yhechos que dan fe de ello.

Por todo esto, para quitarme esaespina de culpabilidad y para poner envalor a tantas personas de las que no sehabla en los medios porque no sonnoticia, porque solo son buenas

personas, no dudé en aceptar lainvitación de Mediaset para dar forma aun programa de televisión en el que,precisamente, esta gente que merece lapena fuera quien tuviera la palabra.Gracias a esta iniciativa, he tenidoocasión de visitar lugares de España queno conocía, rincones y gentes que noolvidaré nunca y que me han abierto losojos ante realidades que no debenpermanecer silenciadas por más tiempo.Ciudadanos que se levantan cadamañana para sacar adelante a susfamilias y a sus empresas, personas queno se dedican a pisotear al resto y queanteponen una admirable vertientesolidaria a cualquier egoísmo personal.Gente que, independientemente de las

diferencias entre los territorios,coincide en que hay que pasar a laacción, en que hay que exterminar esecáncer que se está comiendo el país yrecuperar la fe en España.

GENTE EXTRAORDINARIA

Como podrán comprobar a lo largo delos siguientes capítulos, durante estaaventura he conversado con personas degran relevancia social. Ahora me vienea la cabeza la entrevista que mantuve enla puerta de la cárcel de Soto del Realcon Elpidio José Silva, un juez víctimade la «osadía» de querer meter a unpoderoso en la cárcel. O el encuentrocon mi amigo Pascual Maragall, quepelea cada día contra esa cruelenfermedad que es el mal de Alzheimer;con ese ejemplo de coherencia vital ypolítica que es Julio Anguita; con elmejor gimnasta español de todos los

tiempos, Gervasio Deferr, volcado en unproyecto deportivo para chavales sinrecursos; con la mayor eminencia encardiología del mundo, Valentín Fuster...

No quisiera dejar de mencionar eneste punto al chef Darío Barrio,tristemente desaparecido el día anteriora la fecha en que teníamos previstoconocernos. Él, optimista por naturaleza,apostaba por el futuro y predicaba conel ejemplo contratando en su restaurantea jóvenes cocineros formados conChema de Isidro, otro grande en cuyaescuela descubre y forma talentos de lacocina rescatados de barrios donde lamarginalidad es mucho más que unaamenaza.

Pero en este tiempo no todo han sido

charlas con personajes tan célebrescomo los que acabo de mencionar. Enmi periplo he podido entrar en las casasde personas anónimas, como AnaPajarita, una maravillosa pintora quevive casi inmovilizada en su cama desdehace más de treinta años, pero quemantiene intactas las ganas de vivir. Hevisitado a Javier Hernández, que, apesar de nacer sin brazos, se propusollegar a una final paralímpica denatación y lo consiguió. He conocido aunos padres capaces de movilizar a todoel país para recoger tapones de plásticocon los que financiar una operación queha salvado la vida de su hija. Heabrazado a José Antonio Casanueva, el

abuelo de Marta del Castillo, el «abuelocoraje», que ha consagrado su existenciaa encontrar el cadáver de su nieta parapoder enterrarla. He podido ver laalegría en los ojos de Susana, una madreque decidió donar los órganos de subebé fallecido y ahora abandera la causade los trasplantes en España. Heconocido a héroes que ayudan desdeONG como la de Cipriano González,que da de comer cada año a miles depersonas para que no pasen el hambreque pasó él de niño, o la de LuisBerasategui, un piloto de treinta y sieteaños que podría vivir como un pachá yque jamás se ha tomado unas vacacionesporque sus días de ocio consisten enacudir a la llamada de niños del Tercer

Mundo que necesitan de su ayuda comopiloto de aviones. Pero estas son soloalgunas de las historias que he queridorecuperar en este libro, historias que mehan dejado profundamenteimpresionado.

NUEVOS LUGARES, NUEVASGENTES

Otra de las oportunidades que me habrindado realizar estas entrevistas hasido la de conocer rincones de lageografía española que nunca anteshabía visitado. Uno de estos lugares esLebrija, en Sevilla. Confieso que hastaque no he estado allí mis únicosreferentes sobre este municipio eran laGramática de Antonio de Nebrija y elcantaor Juan Peña El Lebrijano. Qué levamos a hacer, los caminos que herecorrido durante mis más de sietedécadas de vida nunca me habíanllevado hasta la fecha a este lugar.

La cosa cambió hace ahora un año,cuando, durante una charla que fui a daral pueblo de Rociana, en Huelva, unhombre se me acercó y me dijo que teníaque ir algún día a hablar a Lebrija. Estehombre, José Manuel, se había recorridociento ochenta kilómetros solamentepara verme y decirme que era forofomío, que me seguía en Twitter y enFacebook, que se había leído y releídotodos mis libros, que se ganaba la vidacomo vendedor ambulante aquí y allá yque si me animaba a ir a Lebrija él seencargaba de organizar todo. Yo no ledije que no, nunca digo que no a nadieen estos casos, pero tampoco puedocomprometerme en firme a nada. Al

cabo del día son muchas las peticionesde este tipo que recibo y mi agenda nome permite atender a todas, no porqueprovengan de pueblos más grandes omás pequeños o porque piense que elesfuerzo no me compensa por algúnmotivo, no, ya he dicho muchas vecesque nadie es más que nadie. Es quematerialmente no tengo tiempo.

La gente lo entiende y acepta que nopueda estar cada día del año en un lugardistinto, lejos de mi casa. Pero JoséManuel no se conformó con laposibilidad como respuesta e insistió.Mucho. Muchísimo. Creo que puedoasegurar que jamás en toda mi vida heconocido a nadie más pertinaz. Duranteel último año rara ha sido la semana que

no me ha escrito algún mensajerecordándome su invitación. Por eso,cuando surgió la posibilidad de ir aAndalucía, pedí a la productora quehiciéramos un alto en Lebrija. En elcamino, en las áreas de servicio ygasolineras donde paramos, a bastanteskilómetros de nuestro destino, yaencontré carteles anunciando mi visita.Los había hecho y distribuido JoséManuel.

Abarrroté las mil doscientas butacasque tenía de aforo y estuve tres horashablando ante una gente que no parecíatener ninguna urgencia por irse de allí.El mérito de semejante éxito fue, única yexclusivamente, de José Manuel y su

poder de persuasión, hacia mí y haciasus vecinos. Un gran hombre.

EN CLAVE DE FUTURO

Y hablando de gente grande,hablemos de los más pequeños, de todoslos niños con los que he tenido ocasiónde encontrarme durante estas semanas.Nadie mejor que ellos, con sus errores ylagunas, para ayudarme a entender estepaís que es el suyo, el que disfrutaráncuando crezcan y recojan el legado queles dejemos los mayores que ahora logestionamos.

Allá adonde he ido, frente a laSagrada Familia de Barcelona, elPalacio Real de Madrid, la Torre delOro de Sevilla, la Aljafería de Zaragozao las cuevas de Altamira, he tenido el

privilegio de verme con grupos de niñoscon los que he hablado de historia, dearte, de la monarquía o de personajescomo Urdangarin. Un lujo. ¡Qué niñostenemos! Unos me han hecho llorar,otros, partirme de risa, pero todos mehan demostrado una agudeza y unasimpatía extraordinarias.

De entre todos, no creo que olvidenunca a uno de ellos, Alejandro, unchaval de Zaragoza con una concienciasocial y una acidez en sus juicios sobrela situación de España que dejaría cortoal más crítico de los adultos quehabitualmente podemos ver entelevisión. Habrá que seguirle la pista.

Ahora, sin más dilación, déjenme que

les cuente cómo han sido mis días deviaje por este país que merece la pena.

1LA COCINA

ECONÓMICA DESANTANDER, MÁS DEUN SIGLO DE CARIÑO

Desde 1908, las Hijas de la Caridad

regentan en Santander la CocinaEconómica, un lugar donde los másnecesitados siempre han encontrado unplato de comida caliente, apoyo a susituación, por complicada que estafuera, y cariño, mucho cariño ycomprensión.

En los últimos años, el perfil de laspersonas que llegan hasta estamaravillosa institución que dirige sorAsunción ha cambiadoconsiderablemente y, en consecuencia,también los servicios que ofrece. Ahora,la mayoría de las personas a las queatiende la Casa son inmigrantes y«sinpapeles» a los que, además decomida, se les ofrece la posibilidad deencontrar alojamiento en pensiones y

casas de acogida temporal o conalquiler tutelado, estudiar castellano oinformática, ayudas para obtener elpermiso de conducir o para buscar unempleo...

Yo me he acercado en más de unaocasión hasta la Cocina Económica paracomer porque aquí se come muy rico,riquísimo, de verdad. Siempre seencuentra buena comida de mercado, detemporada, de la tierra. Hoy, porejemplo, el menú incluía verdel, unpescado que muchos desprecian porbarato, pero que es realmente sabroso yque en esta época del año tiene unosniveles de grasa sana y unaspropiedades capaces de resucitar a un

muerto.Antes de hablar con Patricia, una de

las voluntarias que colaboran en laCasa, me meto, literalmente, hasta lacocina y hablo con mi amiga Carmenmientras prepara los platos del día:

—¿Para cuántos tenemos hoy verdel?—Ciento veinte para cenar, por lo

menos. Eso, si no vienen más...—¡Y qué buena pinta tienen!—¡Qué hombre este, que sabe de

política y de pescados!—De otra cosa no, pero de pescados

claro que sé. Y el verdel es la mejoropción en esta época: bueno, bonito ybarato.

—Y el cariño que le ponemos alguiso también hace, ¿eh?

—Eso es verdad. Y otra cosa os voya decir, aparte del cariño con el quetratáis a la gente, aquí hay una cosa queyo he visto en pocos restaurantes: enesta cocina hay una limpiezainsuperable. Esto está como una patena,y eso que no habíamos avisado de queveníamos. Si viene Chicote con eseprograma de la tele que inspeccionarestaurantes, aquí fracasa porque nopuede echarle la bronca a nadie, se tieneque ir como ha venido.

—Y productos de calidad. Mire quéalubias tengo, a ver si son como las desu pueblo.

—No, en mi pueblo no hay alubias,pero bueno. ¡Qué pinta tienen! ¿Llevan

un poco de chorizuco?—No, porque tengo musulmanes —

aclara Carmen—. Hay que cumplir contodo el mundo.

—¡Ah, claro! Hay que respetarlos,pero qué pena por ellos, no saben lo quese pierden. Bueno, Carmen, te dejo, queya está aquí Patricia.

—Encantada de saludarle, vuelvacuando quiera.

Patricia es una persona conresponsabilidades en una empresaimportante, una santanderina que podríaresponder al perfil de profesionalacomodada que dedica su tiempo libre asu familia o a ir de compras por elpaseo Pereda. Pero no, en sus horas

libres ella viene a la Casa para ayudaren lo que mejor puede hacer.

—Hola, Patricia. Me han dicho queeres vecina mía, de Astillero.

—Eso mismo —responde Patricia—,somos vecinos.

—Mucha gente se preguntará qué haceuna persona como tú en un sitio comoeste, ¿qué te motiva para venir aquí?

—A ver, yo siempre he tratado decolaborar y ayudar en la medida de misposibilidades. En el pasado busquéotras opciones de voluntariado, inclusopensé en marcharme, pero con lasituación actual no necesitas irte aningún sitio para encontrar gente enapuros; desafortunadamente, tenemoscasos muy próximos que necesitan de

nuestra ayuda. Por eso pedí servoluntaria aquí y me apunté a su lista deespera. Cuando me llamaron fue como sime tocara la lotería. Yo vengo a ayudar,pero ellos no se dan cuenta de que yorecibo mucho más de lo que doy. Puedohaber tenido una semana llena deproblemas en mi trabajo, pero llego aquíy me sale mi mejor sonrisa, porque no semerecen otra cosa, y salgo mucho máscontenta.

—O sea, ¿lo tuyo es vocacional?—Hay que tener cuidado porque venir

aquí engancha, es lo único que puedodecir. Yo empecé sirviendo comidas,pero al tiempo vi que había tareas fueradel comedor en las que podía ayudar.

Por mi trabajo, tengo experiencia enrecursos humanos y pensé que podríaechar una mano a sor Paula y a laasistenta social que trabaja con lashermanas. Así que empecé por ayudarlasa preparar currículum, a enseñarles apasar entrevistas de trabajo; luego seguícon temas de orientación laboral, memetí en los talleres ocupacionales...Aquí, todo el que quiera ayudar puedehacerlo, hay muchísimas opciones.

—Yo me pongo ahora en el papel deuna persona que llega a Españadesorientada, que no tiene papeles, queigual ha andado cinco mil kilómetrosdesde Malí saltando vallas conconcertinas y que no tiene adónde ir.Entonces, llega aquí y se encuentra que

tiene garantizada una comida, peroademás conoce a personas como tú, conesa sonrisa y esos ojos mirándole concariño. Debe de ser una experiencia muyfuerte.

—Yo soy solo uno de los cientos devoluntarios que vienen por aquí, la laborrealmente importante es la que hacen lashermanas. Se conocen el nombre detodos, se preocupan por todos ellos, porla historia de cada uno, y los tratan conun cariño que... Eso hay que vivirlo. Losdemás venimos y colaboramos en lo quepodemos, aportamos un granito de arena,pero el día a día es mérito de ellas.

—Imagino que habrás descubiertohistorias que ni te imaginabas antes de

entrar aquí, ¿no?—Cuando te acercas a una realidad

como esta hay que cambiar el chip. Yotrabajo en una multinacional deautomoción, una muy potente a nivelmundial, y no es lo mismo una entrevistade trabajo allí que aquí. No solo porquehaya que explicarle a alguien qué es ycómo tiene que hacer un currículum, sinoporque tienes que hacérselo tú. Peroluego, además, ves que su problema esque no tiene saldo en el móvil paradevolver una llamada si le llaman paraun trabajo, que no tiene dinero parapagarse el autobús si la entrevista es enun polígono industrial... Es decir, lasopciones para colaborar y ayudar sonmuchas y de muchas maneras. A cambio,

la gente es muy agradecida. Laspersonas somos personas y lo único quebuscamos es que se nos atienda y se nosescuche con cariño, lo mismo que, en elfondo, nos gusta a todos.

—¿Cómo es ese momento en el queabrís las puertas del comedor?

—Para ese momento nosotros yatenemos que estar cada uno en nuestraposición porque, si no, no damos abasto.La avalancha inicial es enorme y todo elmundo viene con ganas y con hambre.

—Pero, una vez que han satisfecho lasnecesidades del estómago, imagino queverás las caras de la gente alencontrarse a personas como tú, genteque igual ya conoces de otras veces y

otros nuevos. ¿Te dicen algo? ¿Quéexperimentas tú?

—En el rato que estás sirviendoprocuras charlar con todos, haymuchísimas caras familiares, gentehabitual a los que saludas y a los quepreguntas por su tema, porque sabes queel uno tiene diabetes, que al otro le pasano sé qué, que aquel ha tenido unaentrevista de trabajo, el otro se haapuntado a un curso de formación... Alas caras nuevas normalmente lespreguntas el nombre, más que nada parair entablando una relación y unaconfianza. Al principio no es fácil,porque venir aquí por primera vez tieneque ser terrible.

—Pero seguro que la cara con la que

llegan y con la que se van no es lamisma.

—Aquí encuentran cariño y eso loagradecemos todos.

—Bueno, tampoco te quites méritos,¿eh? Que los tienes. Eres todo unejemplo a imitar.

—Muchas gracias. Pero, de verdad,hay mucha gente necesitada y lo quehace falta es que más gente se anime aayudar, porque todos podemos aportaralgo.

No quiero dejar la Casa sinacercarme a charlar con algunos de loscomensales a los que hoy dan de comerlas Hermanas de la Caridad. Basta mirara la cara a la mayoría de ellos para

comprobar que son buena gente,personas a las que la suerte ha dado laespalda en algún momento, pero quesolo quieren comer caliente y vivir enpaz con el mundo. Aunque la mayoríason de fuera de nuestro país, tambiénencuentro españoles, gente que podríavivir en el portal de al lado de la casade cualquiera de nosotros y a la que lacrisis y las circunstancias han obligadoa pasar por el trago de venir a un lugar apedir comida para ellos y los suyos.

Entre los que me encuentro de fuerade España, hablo con un par de chavalesde Malí que han hecho pandilla en laCasa con otro inmigrante de Guinea.Ninguno tiene papeles y sienten miedo

de salir a la calle porque si les detienela Policía les podría poner una multa dequinientos euros. Si no la pagan, lesdevuelven a su país. Ellos, gracias a lasHijas, trabajan en los talleres de la casay se sacan doscientos o doscientoscincuenta eurillos para ir tirando el mes.No sé cuál es la solución para evitarestas historias, no es este el lugar y elmomento para tratar el tema, pero sí séque de no existir personas comoPatricia, sor Asunción, Carmen y toda lagente que colabora en la CocinaEconómica, su existencia sería muchomás dura. Y eso merece todo mi respetoy admiración.

2EL NIÑO LUCAS: UNEJEMPLO DE LUCHA

Desde que el mundo es mundo, a losseres humanos nos ha definido nuestracapacidad para luchar, la aptitud paraplantar cara a las adversidades que la

vida nos pone en el camino. De hecho,creo que esta disposición para la lucha yel éxito que tengamos en ella es una delas varas que mide nuestra grandezacomo personas. Aprendemos a lucharpara sobrevivir y ser medianamentefelices, para defender nuestro derecho atener (o no) una familia, unos hijos y untrabajo que nos ayuden a seguir adelantey dar un sentido a la existencia. Vivir esluchar cada día. Todos, cada uno a sunivel, nos enfrentamos con problemasmás o menos grandes que se conviertenen los retos que nos hacen aprender ycrecer como personas. Para algunos,estos retos y la lucha que emprendenpara superarlos hacen de ellosauténticos héroes.

Este es el caso de las dos personascon las que hoy voy a encontrarme enTorrelavega. Blanca y José Luis sonpadres de tres niños. Dos son gemelos yuno de ellos, Lucas, tiene unaenfermedad complicada, de esasllamadas «raras». Con la llegada de lacrisis y los recortes a las ayudas querecibían, la ya de por sí delicadasituación familiar en la que vivían se haacentuado dramáticamente, han tenidoque sacrificar una parte importante desus vidas para poder atender a su hijodependiente. Puede que, para las cifrasmacroeconómicas que maneja elGobierno, los mil doscientos millonesde euros que han recortado en ayudas

para la dependencia sean una migaja,pero para familias como la de Lucassuponen mucho.

He visitado Torrelavega en infinidadde ocasiones. Pero la de hoy es unavisita muy especial. Hoy me reúno aquícon esta familia que, para mí, es elmejor ejemplo de esa gente luchadoraque hace grande a este país. Esta es suhistoria.

—¿Cuándo y cómo empezó estabatalla para que Lucas siga adelante? —pregunto a Blanca.

—Durante el embarazo ya sabíamosque Lucas venía mal. De hecho, nosdieron a entender que no contáramos conél, que no nacería. Y cuando nació, laprimera noticia que recibimos es que

tenía osteogénesis imperfecta, «huesosde cristal», que un caso así no iba a saliradelante, que era cuestión de horas,minutos, días... Que no sabían. Entonces,se te derrumba todo porque piensas queno va a nacer. Pero nace, y lo primeroque haces, por curiosidad, desde laignorancia, es mirar en Internet qué eseso de osteogénesis imperfecta. Hoysabemos que la información queencontramos entonces era errónea ypoco precisa, pero, cuando buscas yencuentras las imágenes de qué es lopeor que te puede pasar, te desmoronas.Yo tenía previsto hacerme unos tatuajesen honor a los dos niños nada másnacer...

—Dos delfines, ¿verdad?—Sí, en principio me iba a hacer dos

delfines. Pero después de decirme queno iba a nacer y resulta que no solovive, sino que aguanta, decidoabandonar la idea del delfín y hacermeun Ave Fénix, el animal de la mitologíaque representa el volver a nacer. Se locomento a la tatuadora y por una de esascasualidades de la vida resulta que sumarido tiene unas hermanas con lamisma enfermedad. Son de aquí, deTorrelavega, y tienen relación con unaasociación de Madrid. Me ponen encontacto con el hospital de Getafe, quees a donde se deriva la mayor parte delos casos de los afectados porque tienen

especialistas que trabajan día a día conla osteogénesis. Allí nos dicen:«Traednos al niño, nosotros lo vemos.Pero cuanto antes». Tenían muy claroque los tratamientos serían másefectivos si empezaban a aplicarseinmediatamente.

»En Getafe lo ven y nos remiten a losresponsables de la residencia sanitariade Santander para trasladar al niño aMadrid. Al principio encontramospegas, hasta que la responsable delproyecto se pone en contactodirectamente con ellos: “Oye, quequeremos al niño ya, que estamos enMadrid esperando. ¿Qué pasa?”. Yo loachaco al desmembramiento que hubo ensu día con el reparto de competencias en

Sanidad. Para mí, en ese momento dejóde ser universal. Y también fue un pocopor desconocimiento de lo que se estáhaciendo en otros puntos del país. Noscostó mucho, pero en el momento queentró allí ya fue todo rodado. De hecho,era un niño al que no le daban más quedos años de vida como máximo y yatiene seis. Además, salvo por lasfracturas, es un niño normal.

—¡¿Cómo que un niño normal?! Tienela deficiencia física propia de laenfermedad, pero de cabeza es unáguila, ¿eh?

—Stephen Hawking... —apunta JoséLuis.

—Stephen Hawking es un aprendiz al

lado de este. ¡Cómo habla y cómo seexpresa! ¡Es un encanto! Y veo que sugemelo tiene un sentido protectortremendo, cómo le quiere, cómo lecuida... —comento.

—Y ahora no es nada. Al principio nodejaba que nadie se acercara.

—Hay una anécdota del cole que noscontaron las profesoras —intervieneBlanca—. Jugando en el patio, un niño,el típico grandullón, se acercódemasiado a Lucas. Antón se fue haciaél y le dijo: «A mi hermano solo le pegoyo». Como buen protector, él sabe cómotratar a Lucas: «Yo es que a mi hermanosé dónde hay que pegarle para nohacerle daño».

—¿Y qué os ha supuesto, con relación

a hace dos años, el tema de los recortesen las ayudas? Porque creo que habéistenido que reducir vuestra jornadalaboral, que habéis tenido que buscardinero por otros sitios y que tenéiscomplicado el mantener con una ciertacalidad de vida a Lucas.

—Yo me vi forzada a reducir mijornada para poder atender a Lucas,llevarlo a fisioterapia, hacer susactividades diarias, hacer los deberes encasa y demás —me cuenta Blanca—.Llegar a fin de mes con una bajada desueldo y los gastos que generan de por sílos niños ya se nota, pero más aúncuando los sueldos se estancan, lascosas suben y encima nosotros tenemos

que seguir acudiendo a Getafe, pagarhotel, pagar comidas... El niño no paganada, está costeado por la SeguridadSocial, pero nosotros sí, y tenemos queir con él, no le podemos dejar solo.Todo eso te supone buscar una ayudaextra para pagar un hotel, una dieta dedesayuno, comida, merienda, cena (quemuchas veces es solo un sándwichporque no te llega)...

»Todos los meses debes guardar unaparte de ese sueldo y te ves diciendo:“Bueno, pues este mes quitamos de lacomida y en vez de alubias con chorizoy no sé qué, pues solo alubias conchorizo”. Y así vas reduciendo de dondepuedes para poder llegar a fin de mes yguardar algo para cuando llegan los

gastos extraordinarios de verdad. Porejemplo, el cambio de silla de ruedas,del asiento (porque el niño crece), laropa especial para cuando hay unaoperación... En cualquier momentopuede haber una fractura fea y tenemosque ir corriendo a Getafe... Son gastosque te cuesta asumir, pero que tienes quetener siempre presentes.

La historia de Lucas y su familia meha confirmado definitivamente algo quesiempre he defendido: hay cosas que nose deberían tocar jamás en un país quese precie de ser mínimamente solidarioy progresista. Me estoy refiriendo a laeducación, la sanidad y, sobre todo, ladependencia. Habría que recortar de

cualquier cosa menos de esto. Y hagohincapié en la dependencia porquemuchas de estas personas afectadas sonniños, sí, pero también gente muy mayor.Posiblemente son los flancos másdébiles de cualquier sociedad. Ningúndependiente debe ser marginado por elGobierno de todos, pero menos aún losdependientes en grado extremo comoLucas, un crío que es un verdaderoencanto, uno de esos casos quedemuestran que las personas con estetipo de problemas pueden ser una fuenteinagotable de alegría para su familia ypara quienes los rodean.

—Oye, mamá, ¿qué día cumplo losaños? —nos interrumpe Antón, elhermano de Lucas, su «protector».

—El tres del tres —responde Blanca.—Igual que Lucas —apunto.Sí, a pesar de la silla de ruedas,

Lucas es igual que su hermano Antón,que cualquier niño de su edad. Si acasoalgo le diferencia de la media de loschavales de este país es que sus ídolosno son Messi o Ronaldo, sino losjugadores del equipo de balonmano desu pueblo, el Torrebalonmano. Por esomismo, en este viaje «los de la tele»quisimos darle una sorpresa. Además deun par de camisetas del equipo con losnombres de Antón y Lucas en la espalda—dato que ya nos había proporcionadoBlanca antes de nuestra llegada—,reunimos a toda la plantilla del equipo

para que se hicieran una foto con él y leregalaran un balón firmado por todosellos.

—Bueno, Lucas, ¿quién te iba a decirque tu equipo favorito iba a darte unbalón firmado por todos los jugadores?—le pregunto.

—¡Voy a necesitar otro balón, porqueme pesa! —contesta Lucas lleno dealegría.

—¡Ah! Pero eso es porque es muygrande. Tienes que crecer para tener unamano como estos. Mira qué manazatienen, ¿has visto?

—Ya...—Bueno, había un jugador de

balonmano que también tenía la manomuy larga. Se llamaba Urdangarin. A ese

le creció demasiado la mano, ¿eh? —lepregunto.

Entre risas nos vamos despidiendo.Dejamos a los chicos jugando en elpabellón con su nuevo balón,observados con cariño por sus padres.Los miro y no puedo dejar deemocionarme. Antón y Lucas, Blanca yJosé Luis, hacen un buen equipo. Unafamilia que, a pesar de lo excepcionalde su situación —o quizá por eso mismo—, es el mejor ejemplo a seguir paratodos en este país donde parece que soloel escándalo tiene presencia garantizadaen los medios de comunicación.

Unas gentes a las que la vida las hapuesto a prueba y ellos han aceptado la

apuesta con coraje, con amor. Desdeaquí, vaya en mi nombre, y en el detodos aquellos que puedan haberconocido su historia, mi más sinceraenhorabuena. Vosotros dignificáis elgénero humano.

3LA SORPRENDENTE

HISTORIA DE LASMATRONAS PASIEGAS

Dicen que el agua no tiene sabor ni olor,pero yo sé de una que sabe y huele agloria. Me refiero a la que mana de la

fuente de Valvanuz, en el Valle deSelaya. Aquí, cada 15 de agosto, lospasiegos de todo el mundo se reúnenpara venerar a su Virgen y beber estaagua que, según parece, tiene unaspropiedades especiales. Quizá seaporque misteriosamente, tanto eninvierno como en verano, a pesar de loscambios climáticos, mantiene unatemperatura constante entre cuatro ycinco grados. Yo mismo he llegado ahacer colas de más de dos horas parabeberla. Hoy no, hoy hemos disfrutadodel entorno sin multitudes y he bebidohasta hartarme de esta maravilla. Unprivilegio.

Pero el motivo de mi visita a esteprecioso rincón de Cantabria no ha sido

beber agua. Hoy me he acercado hastaValvanuz porque aquí se encuentra elMuseo de las Amas de Cría Pasiegas dela Casa de la Beata de Selaya. ¿Y quétiene de especial este sitio, sepreguntarán? Pues, para mí, es un museoespecialmente valioso porque guardatestimonio de una figura a la que creoque la historia no ha hecho suficientejusticia, la de las nodrizas o amas decría que nacieron en estos valles, y quedurante décadas marcharon paraamamantar a los hijos de los poderososy los pudientes de toda España.

Históricamente, las mujeres pasiegashan sido muy «cotizadas» por laabundancia y la calidad de su leche, por

eso fueron muchas las que dejaron a susfamilias para ir hasta Madrid, Barcelonao donde fuera para dar la teta a los hijosde otros que podían pagarlo. En estemuseo se guardan y exponen fotografíastomadas durante más de cien años,imágenes que —créanme— hacen que seme pongan los pelos de punta. ¿Cómodebía de ser la vida de estas mujeres,qué pasaría por sus cabezas, paraanimarse a dejar a sus hijos en manos dealgún familiar y pasarse dos o tres añoslejos de los suyos? Me imagino a estasmujeres, acostumbradas a vivir en unentorno rural tan cerrado, que apenassalían del mismo para ir al mercadosemanal en algún pueblo cercano,marchando a grandes ciudades, incluso

algunas a la corte, para amamantar apríncipes y nobles. Es cierto que, unavez en la casa en la que trabajaban,vivían a cuerpo de rey, bienalimentadas, descansadas y conrigurosos controles médicos, con laúnica tarea de generar leche para loshijos de sus señores, pero eso nocompensa la pena de no ver crecer a suspropios hijos. En cierta manera, comoexplican los promotores del museo,estas amas de cría fueron todo unsímbolo de la mujer actual, que al igualque ellas ha de compaginar maternidad ytrabajo.

Entre las fotos del museo se encuentrauna en la que se puede ver a una de estas

matronas nacida en Tezanos, GregoriaBarquín, amamantando a una criatura deapenas unos meses. Esa criatura sellamaba Cayetana Fitz-James Stuart, sí,la mismísima duquesa de Alba. Seguroque buena parte del secreto de sulongevidad está en la buena leche que ledio Gregoria. Su nieta, Josefina, me haacompañado hoy al museo para hablarde su abuela y de aquellas mujeresvalientes:

—Así que, Josefina, tu abuela fue unade tantas pasiegas que dejó su tierruca ya su gente para traer dinero a casa...

—Sí, con todo el dolor de su corazón,pero así fue.

—¿Cómo se planteó aquello? ¿Quiénla eligió?

—Yo siempre le he oído a mi madreque a mi abuela, desde que nació, elmédico la analizaba, le preguntaba siestaba sana, si estaba bien y tal. Cuandoquedó embarazada la contrataron parairse y todos los meses de la gestación larevisaba el médico de Villacarriedo, elque se encargaba de las nodrizas.Cuando dio a luz se la llevaron aGranada a criar a dos mellizos, un niñoy una niña. Ella, como las demás, nopodía decir que no porque les dabanmucho dinero para la época, ropa,calzado..., muchas cosas necesarias paralos que se quedaban en la casa. Asíestuvo dos años, luego volvió y lafamilia se cambió de Pisueña a

Campillo, a una finca que tenemos allí.—Una finca que compraron con el

dinero que dio la leche de la tetuca...—Exacto. Porque si no, ¿cómo iban a

poder?—¿Y cómo se vivía en tu casa,

Josefina, la ausencia de esa madre quedeja a su hijo para criar a los de otros?

—Pues como había tanta pobreza lagente comprendía que se fueran, porquedespués de dos años volvían ricas. Yoeso es lo que le he oído a mi madre y aotras familias que han estado también enesto.

—Tu abuela es la única en estas fotosque sale con dos niños.

—Es que se ve que mi abuela dabamucha leche, y para criar a dos tenía que

ser alguien como ella, si no, no podía ir.—La comparación es terrible, pero la

situación recuerda a la de las vacaslecheras en un mercado. Casi se lesdaba el mismo trato que a los animales.

—Un poco sí. Creo que si durante elembarazo se les ponía una muela mal yano las llevaban, eso siempre lo he oído.Como tenían dinero, podían escoger lomejor.

—Y al final, resulta que los reyes hanmamado la misma leche que lospasiegos. Todos, desde Alfonso XIII,todos. Ahí están las fotos que lodemuestran.

—Sí, de esta zona muchísimasmujeres fueron a la corte. Era un poco la

moda, tener un ama de cría pasiega.

No puedo dejar de pensar en laabuela de Josefina y en todas aquellasmujeres convertidas en una mercancía«de moda». Madres que dieron su lechea ricos y poderosos mientras sus propioshijos tuvieron que conformarse con la deuna vaca. A cambio, eso es cierto,consiguieron que sus familias llevaranuna vida digna con el dinero queaportaron. Incluso establecieronvínculos entre sus propios hijos y loshermanos de leche que criaron y que, enmuchos casos, les fueron útiles paraencontrar un trabajo o eximirles delservicio militar. ¡Qué tiempos tanterribles!

4EN LA CONSERVERA DE

ANCHOAS LOLÍN

Cuando digo que este país merece lapena, lo digo porque lo creo de corazón.Y lo hago pensando en mucha gente quemerece ser reivindicada por su vida

cotidiana, por levantarse cada mañanapara trabajar o para dar trabajo a otrosmuchos. Entre estos últimos, tengoespecial cariño a un empresario de mitierra, un amigo, que no solo sacóadelante su negocio de la mejor maneraque supo, sino que también defendió unproducto de la tierruca que, de darse enalgún otro país, como Francia, Inglaterrao Estados Unidos, probablemente todoel mundo lo consideraría un manjar a laaltura del caviar ruso. Seguro.

El producto al que me refiero, comoalguno ya habrá adivinado, es la anchoa.Y mi amigo es el empresario ManuelGuti ér rez, Lolín, fundador de laconservera que lleva su nombre,tristemente fallecido hace ya cinco años.

Ahora, su hijo Jesús es quien porta eltimón del barco familiar, con él me heencontrado hoy en las instalaciones de laconservera. Pero antes de detallar micharla con él, permítanme que aporteaquí algunos datos sobre la industria dela anchoa.

En primer lugar, tenemos que hacer unreconocimiento a los italianos, ellosfueron los que, hace ya más de cienaños, se instalaron en Santoña y nosenseñaron que ese pez autóctono delCantábrico que se llama bocarte sepodía preparar de otra manera que nofuera frito. Lo segundo que querríaaclarar es que no es lo mismo un bocarteque una anchoa. Hay bocartes en muchas

partes del mundo, en Argentina, enMarruecos, en el Mediterráneo, pero eldel Cantábrico es de una calidadexcepcional e ideal para la salazón,especialmente el que se pesca entremayo y junio, el de mejor textura y másrico en sabor. Si se pesca más tarde, elpescado viene con más grasa, tiene unamaduración diferente y resulta más duroal paladar.

Su preparación es bien sencilla:después de tener unos meses el pescadoen salazón, se quita la sal de los filetesdel bocarte, uno a uno, se limpian y semeten en latas o frascos con aceite. Nohay más truco. A partir de este momentoya podemos hablar de anchoa; antes,cuando el pescado no ha sido tratado,

sigue siendo un bocarte. El proceso esabsolutamente manual y suele correr acargo de mujeres con una habilidadinigualable. Porque el secreto de labuena anchoa no es otro que una buenamateria prima y unas manos que sepanmanejarla adecuadamente.

Dicho esto, retomo el tema de mivisita a la planta de tratamiento deConservas Lolín. Habrá gente a la queno le guste, pero para mí uno de losolores más agradables es el que sesiente al entrar en una fábrica deconservas y oler a salazón, a esaespectacular mezcla de pescado con sal.Solamente disfrutar esto ya es unagozada. El recorrido por la nave lo he

hecho de la mano de Jesús, el hijo de miamigo Manuel. Él me cuenta detallessobre cómo es el trabajo aquí:

—Jesús, tu padre fue uno de losmejores amigos que he tenido en mivida. Pero, aparte de eso, le admiroporque la anchoa de Cantabria le debemucho. Lolín fue un pionero, uninnovador. Dedicó su vida apromocionar este producto, llegóincluso a inventar máquinas quepudieran hacer este trabajo sin perder sucarácter artesanal. Y todo desde cero,empezando desde abajo, trabajando durohasta llegar a crear esta gran empresa.Cuánto le gustaría estar aquí hoyhablando con nosotros, ¿verdad?

—Y tanto. Al principio nadie creía en

él. Se pensaban que se iba a arruinar alhacer una inversión tan importante en unsector tan tradicional como este. Suempeño fue idear unas máquinas paraquitar la cabeza de los bocartes yconcentrar esfuerzos en el manipuladodel producto. Se puso a trabajar con unaingeniera sueca y no paró hastaconseguirlo.

—Es que tiene mucho méritoencontrar ese punto de equilibrio entrelo artesano y lo industrial, y la claveestá en las manos que lo realizan. ¿Esfácil encontrar gente que sea capaz dehacer bien el trabajo?

—No, es muy complicado. Por unlado, es difícil encontrar a gente

disponible en una época tan concreta delaño, cuando llega la temporada, y porotro, este personal tiene que estarconvenientemente formado. Laformación previa se lleva mucho tiempoy a veces hace que el coste del productose eleve.

—Claro, es que aquí viene todo elaluvión en apenas dos meses. ¿Cuántobocarte puede entrar aquí para sutransformación en un día punta?

—En un día podemos estar en quincemil kilos, entre barril y salazón. Luego,cuando ya está madura la anchoa, escuando viene aquí, a la planta detratamiento. Para tratar el pescado enfresco no tenemos problema paraencontrar personal, porque es meter en

sal la anchoa entera, sin cabeza. Elproblema empieza cuando ya estámadura y hay que hacer este trabajo deartesanía. Esto es lo complicado,encontrar gente especializada.

—¿Cuánto tiempo lleva en sal elproducto que estoy viendo aquí? Por lomenos seis meses, ¿no?

—Lleva más, lleva un año. Todo estoque ves aquí está a punto para que lequiten la sal con agua templadita, hastaque se vaya el color de plata. Luego seseca, se le quita la humedad al bocartey, uno a uno, con una tijera, las mujeresle quitan la tripa, las espinas, las barbas,las meten en una lata y ya están listaspara que se les eche el aceite. Después,

en seis meses, están aptas para suconsumo.

—¿Qué tipo de aceite usáis?—Nosotros somos partidarios del

aceite refinado porque si no se mata elsabor de la anchoa, pero hay gente quele gusta el aceite virgen y nosotrostambién se lo estamos dando, se hapuesto muy de moda.

—Veo que aquí hay buenas piezas,supongo que cuanto más grandes, máscaros, ¿no?

—Claro, este año en concreto no hansido demasiado grandes, pero si lacalidad es buena, el sabor es el mismo,tenga el tamaño que tenga. Un datoimportante: de un kilo fresco de bocartesolo se aprovechan doscientos cuarenta

gramos.—Cuando alguien se coma una

anchoa, que piense que detrás hay untrabajo de muchísimas horas. Y depaciencia. Por cierto, ¿por qué esteproceso suelen hacerlo mujeres y pocoso ningún hombre? ¿No tenemos la mismahabilidad, son ellas más rápidas?

—No es una cuestión de velocidad, esde constancia. La mujer es constante y elhombre, no. Y este es un proceso en elque hay que hacer siempre lo mismo yhay que estar muy concentrado.

—Yo estoy seguro de que noprepararía un bocarte en lo que ellashacen diez, y además me saldría muymal.

—Prueba a ver cómo te sale.—¿Me atrevo? Mira que yo soy un

manazas y las voy a romper...—Si se rompen no se pueden vender

como tira, se tienen que vender comosemitira y el precio es mucho menor. Silas rompes luego te las cobro, no tepreocupes.

—Esto es lo que hay...Como era de esperar, el resultado de

mi tarea con las tijeras es muymejorable: pocas tiras y muchas rotas.

—¡Poned un cartel que diga que estala hizo Revilla, por si alguno ve que hayalguna mal hecha al abrir la lata!

—Sí, lo haces mejor como presidentedel Gobierno... —me dice con sorna

Jesús.—Bueno, y después de todo el

proceso llega la hora de la distribución.¿A cuántos países servís? Creo queincluso a Japón, ¿no?

—Sí, a veintidós países en total, peroel grueso de la producción se queda enEspaña y en Italia. El negocio hacrecido mucho y he de decir que a ti,Miguel Ángel, te debemos todos que hoyla anchoa de Cantabria esté presente enlos mejores restaurantes del mundo. Elimpulso y la promoción que hicistedurante los años que fuiste presidente —y que aún sigues haciendo— resultarondecisivos.

—Bueno, lo que tenemos que hacerahora es darnos un homenaje con buenas

anchoas, ¿no?—¡Vamos a ello! Gracias por venir,

Miguel Ángel.—Gracias a ti, Jesús.

Y por supuesto, como siempre digo,una vez que se abre una lata de anchoas,hay que acabarla. Es mi teoría. Que deun día para otro ya no es lo mismo.

5MI AMIGO MARAGALL

De vez en cuando viene bien recordar elvalor de algunas palabras. Sobre todo elde esas palabras pequeñas que a menudonos pasan desapercibidas porque lastenemos siempre delante y ni nos damos

cuenta de que están ahí. Porque hemoscrecido con ellas y son como esa vajillavieja que aún sigues utilizando en casadespués de años, que no aprecias lobonita que es hasta que un día alguiendecide que es vintage —como dicenahora— y se pone de moda. A vecesconviene hacer ese ejercicio para que nose oxiden sus significados, para noolvidarnos de que las palabras sonlecciones y vivencias que acumulamospara toda la vida.

Una de esas palabras pequeñas quetanto me gustan es «amigo». Apenastiene cinco letras, pasa desapercibida encasi cualquier conversación, encualquier libro, pero es tan grande... Megusta especialmente cuando la dice un

niño. Ahí sí que tiene un valorgigantesco. Cuando un niño dice«Fulanito es mi amigo» es una verdadabsoluta, porque un niño no distingueentre amigos y conocidos, entre amigosde primera y de segunda categoría. Laamistad a los seis años es la verdaderaamistad. Y mantenerla con toda esafuerza es un talento que, por desgracia,los adultos perdemos a medida quecrecemos.

Yo quiero pensar que a mis amigos, amis verdaderos amigos, los quiero comosi aún tuviéramos seis años, aunqueseamos señores hechos y derechos conunas cuantas batallas a nuestrasespaldas. Y por eso mismo, porque no

tenemos ya seis años, me pareceesencial el ejercicio de recuperar lasemociones y la manera de sentir decuando los teníamos, cuando todo lo quesalía por nuestras bocas era puro yverdadero.

Hoy, después de seis meses sin hablarcon él, voy a reencontrarme con uno deesos amigos míos a los que quiero comosi fuéramos niños, Pascual Maragall. Esverdad que cuando nos conocimos, haráahora diez años, cuando yo erapresidente de Cantabria y él deCataluña, tuvimos algún que otroenfrentamiento dialéctico en público,pero siempre desde el cariño, porqueenseguida surgió la química entre losdos. La cosa empezó en el Senado,

Maragall dijo que yo no podía entenderque a un catalán se le erizase el vello aloír la palabra Cataluña. Fue entoncescuando yo solté aquello de que «A mí lapalabra Cantabria me pone, señorías», ytodos, que estaban medio dormidos,entre ellos Zapatero, empezaron aresucitar y a reírse con el tema. Asínació una relación en la que ha mandadola complicidad y la amistad sincera. Lacosa fue creciendo porque Pascual tieneel buen gusto de veranear en Comillas,va mucho a Cantabria, y porque cadavez que yo iba a Barcelona tenía eldetalle de invitarme a comer con él ensu despacho de la Generalitat. Despuésle sucedió Montilla y jamás me llamó,

todo sea dicho.La última vez que nos vimos en

persona fue hace ahora un año, en sutierra, en Barcelona. Estuvimospaseando por Las Ramblas y pudecomprobar de cerca cómo evoluciona sualzhéimer, la enfermedad que se lediagnosticó hace ya un tiempo, en 2007.Entonces le vi bien, bastante bien, paracomo me esperaba encontrarle. Conozcootros casos similares y el deteriorofísico y mental que sufrieron fue muchomás acelerado. Estoy impaciente porsaber cómo está ahora porque heseguido su caso desde el primer día.

Aunque no vivamos en la mismaciudad, nos hemos visto al menos unavez cada año, y nos hablamos por

teléfono. Un día llegó a llamarme almóvil quince veces. Colgaba y al pocorato volvía a llamar. Así hasta quinceveces, quince, pero las cogí todas.Supongo que cuando ve mi nombre en sumóvil se acuerda de mí porque hemostenido muchas historias divertidas encomún, y aprieta el botón y me llama sinsaber por qué. Yo siempre le atiendo,aunque esté en una reunión o donde sea,y le digo: «Pascual, ¿qué tal?», pero élno recuerda siquiera por qué me hallamado. El año pasado le prometí queiría a verle para Sant Jordi y estuvollamándome los tres días de la vísperapara recordarme, él, que teníamos unacita. Imposible olvidarlo.

Hoy, el encuentro —la «trobada»,como reza, en catalán, en su agenda— esen la fundación que lleva su nombre. Elcentro es magnífico, un lugar por el quecada día pasan cuatro mil personas pararealizar investigaciones: médicos,farmacéuticos, biólogos... Todos songente muy joven, hombres y mujeres que,en su mayoría, no pasan de los treinta ycinco años y de los cuales casi un 40 %son extranjeros, de hasta cincuentanacionalidades diferentes. Esto es elmundo. Su director, Jordi Camí, me dala bienvenida al centro y dedica unosminutos a cruzar unas palabras conmigoa propósito de la enfermedad y el estadode Pascual.

—Jordi, ¿crees que, en un plazorazonablemente corto, se encontrará unasolución a esta enfermedad, igual que seha encontrado para otras?

—Antes se logrará curar a laspersonas que ya padecen la enfermedad,e incluso se evitará con la prevención,pero no se erradicará fácilmente.

—¿Es un tema en el que loscondicionantes genéticos influyen?

—Sí, pero no de un mododeterminante en la mayoría de los casos.La clave está en la prevención, en lo quellamamos prevención secundaria.

—¿Cómo detectáis que alguien espropenso a padecer alzhéimer?

—Este es el gran proyecto que

tenemos entre manos en la FundaciónMaragall. Estamos invitando a personasque tienen o han tenido al padre o a lamadre con esta enfermedad para quesean observados voluntariamente de porvida. Estamos convencidos de que esuna enfermedad que empieza diez oveinte años antes de manifestar susprimeros síntomas.

—¿Y cuáles son esos síntomas?—El alzhéimer es una enfermedad

silenciosa. Cuando se hace ver está,aunque sea una palabra muy fea, en laetapa final, en la última fase de laenfermedad. Por eso es tan importanteatacar las etapas silenciosas que no danseñales. Nosotros no somos los únicosen hacerlo, pero sí los primeros. Ahora

en Europa hay varios proyectos enmarcha que van en la misma dirección.Si consiguiéramos retrasar el inicio deesta etapa final, aunque solo fuera cincoaños, estaríamos hablando de unamejora muy importante en la mitad delos casos diagnosticados. Esto sería unauténtico regalo para las familias de losenfermos, pero también para laeconomía del país, que no tendría quesostener tantos casos. Porque esto es unhecho: el único remedio real es queexista alguien que esté dispuesto acuidar al enfermo. Y a veces la cantidadde cuidados que necesitan con estegrado de dependencia exige tenerresidencias o infraestructuras adecuadas

que el sector público no puede pagar.—Y estamos hablado, si no estoy

equivocado, de unas setecientas milpersonas en España...

—Sí, no tenemos datos definitivos,quizá sean más. Pero realmente habríaque multiplicar, por lo menos, por dos elnúmero de afectados. Por cada enfermohay que contar también un cuidador, lapersona de la familia que asume hacersecargo de él, la mayoría, mujeres. Es unauténtico mazazo para las familias. Elalzhéimer es una enfermedad incómodaque se esconde y más importante aún delo que se percibe. Dura muchos, muchosaños. Cada persona con alzhéimer vivede diez a quince años de promedio trasel diagnóstico. Es devastador para el

entorno familiar. Y lo es, además, en elsentido indigno de la palabra, porqueves como a esa persona que ha sido tupadre, tu pareja, un día se le empieza afundir la cabeza, no reconoce a lospropios. Te das cuenta de que esecuerpo alberga a otra persona. Es de unaindignidad brutal.

—Por eso mismo es tan de agradecerque personajes públicos, como Pascual,tengan la valentía de reconocer elproblema. Que no solo traten de superarsu enfermedad, sino que también intentenayudar al otro. Me parece algoextraordinario.

—Sí, lo es. El impacto que tiene en lasociedad que las personas conocidas

tengan esa responsabilidad y la ejerzanes enorme. Tarde o temprano, elpresidente Maragall no hubiera podidoesconder que tenía la enfermedad, peroal ponerse enfrente del reto al principio,cuando aún podía, ayudó mucho anumerosas familias. Así por lo menos seconsigue que en el entorno familiar máscercano se hable con naturalidad de laenfermedad de Alzheimer. Yo creo queha abierto las ventanas, ha dado oxígenoa muchas familias que viven laenfermedad en silencio, casi en la«clandestinidad», en sus casas.

Un gran proyecto, sin duda, el de laFundación Maragall. Y un gran equipode profesionales al servicio de una

causa más que loable. Confirmo que miamigo está en buenas manos.

Me despido de Jordi y salgo alencuentro de Pascual. Llegaacompañado de su mujer, Diana. Leabrazo y le comento la buena planta quetiene, que está más delgado y que vienemuy bien vestido, mejor que en lostiempos en que era presidente: «Es queme han puesto así, de pijo, para venir averte, coño. Vamos a tomarnos un gin-tonic por aquí», me dice. Su mujer ledesabrocha un botón de la camisa yprotesta. El genio y el sentido del humorparecen seguir intactos.

Me viene a la cabeza una anécdota denuestro último encuentro y se la comentopara calibrar cómo anda de memoria.

Fue en una comida en la que los doscoincidimos con el tenor RolandoVillazón. «Tienes ahí al mejor tenor delmundo», me dijo Ana Rosa Semprún, ladirectora de Espasa, que también estabacon nosotros. Y yo, ni corto ni perezoso,sabiendo que era uno de los ídolos dePascual, le pedí que nos cantara algo,que él tenía todos sus discos y leadmiraba mucho. Sé que los divos de laópera no cantan en cualquier sitio, queCarreras o Plácido Domingo no cantanen bares, no como yo, que me arranco acantar en cualquier sitio, pero aquel día,Villazón, como buen mexicano, se marcóuna ranchera tremenda. Y no se quedóahí. «Luego vino el Oh sole mio,

Granada..., así, hasta ocho canciones»,recuerda Pascual. Y nosotros mirándolecon los ojos como platos, que se puedecomprobar en el vídeo que grabó unaescritora que estaba sentada a nuestrolado. «¿Pero eso está grabado?», mepregunta. «Sí, yo tengo la copia», ledigo.

Resuelta la que parece ser su únicaduda sobre aquel día, cambia de terciovolviendo a lo que parece que más leinquieta en ese momento: «Bueno,Revilla, ¿nos van a dar de beber o decomer algo?». Yo le digo que estamosen Barcelona, que es él quien tiene quedecir a dónde vamos y que luegopodemos irnos a dar una vuelta por LasRamblas los dos. «¡Sí, sí! ¡Y

rambleamos!», dice.Miro a Diana y le comento que le veo

muy bien, que incluso recuerda lascanciones que nos cantó Villazón. Ellame confirma que la música estáresultando muy importante para sucabeza y para su estado de ánimo. Sigola charla y le planteo repetir unaexcursión que hicimos una vez aCantabria, a Sejos, a Polaciones —mipueblo—, a Carmona... «Eso esAndalucía», puntualiza Pascual. Yo ledigo que la Carmona importante es la deCantabria, que hay una más grande enAndalucía, sí, pero que en esta sonmaestros de la madera, que estuvimosviendo juntos los soportales de la

plaza...«Yo cuando estoy contigo me lo paso

en grande», me dice, y me emocionaescuchar eso en boca del hombre quecambió la historia de Barcelona, quetransformó la ciudad abriéndola al mar.Convendría no olvidar todo lo quePascual Maragall hizo por su ciudad.Debería ser el alcalde perpetuo deBarcelona. Por eso me reconforta verque aún hay gente que le para por lacalle y le demuestra que le quiere, queno olvida todo lo que ha hecho porellos. Haberle conocido y ser su amigoes una de las cosas más importantes queme han ocurrido en mi vida.

—Diana, ¿cómo se encuentraPascual? Ayer me dijiste por teléfono

que estaba muy excitado por la idea denuestra visita...

—Hoy, en concreto, no está del todobien porque le afectan mucho las nubes,las bajas presiones, el tiempo nublado.Pero normalmente está muchísimo mejorde lo que nos esperábamos. No lo digoyo, lo dicen los médicos que le cuidan yla gente que le ve. Tiene como rutinahacer excursiones por la mañana conamigos y eso le sienta muy bienfísicamente, pero está muy despistadorespecto al tiempo y el lugar en el quevive. No sé si os habéis fijado, pero aveces, aunque diga que va hacia un sitio,se va para el lugar equivocado. Lo quenormalmente entendemos por memoria,

que básicamente la concentramos en losnombres y las palabras, lo lleva muybien. Hasta es capaz de cantar todas lascanciones de Brassens en francés, dearriba abajo. No se ha olvidado delinglés, ni del francés, ni del italiano, aúnhabla con normalidad cualquier idioma,pero no los puede leer. Lo dramáticoserá, que llegará el momento, cuando yano reconozca su entorno, a su familia,cuando no se pueda mover. La faseactual es más llevadera porque nosestimula a todos los que estamos a sualrededor para buscarle ocupaciones,para que haga cosas que le gusten, y éllo pasa bien. No es el Pascual de hacesiete años, es otro, pero vive bienporque está acompañado, porque sale,

porque no se queda encerrado en casa,canta, ve la televisión, oye música...

—¿Cómo reaccionaste cuandorecibiste la noticia del diagnóstico?Imagino que se te vino el mundo encima.

—Fatal, porque nosotros fuimos a unmédico convencidos de que tenía unexceso de trabajo, un superestrés, peronos dijo que no, que tenía alzhéimer. Laprimera reacción es de rabia, de enfado,pero al volver a casa la inquietud fuesaber qué era el alzhéimer. Apenas loteníamos en nuestras cabezas como unrecurso para chistes y películas dondealguien pierde la memoria.

—¿Y de quién fue la decisión decontarlo públicamente? ¿No

considerasteis llevar todo el tema en laintimidad, por lo menos hasta que fueraimposible de ocultar?

—Fue él. Y lo hizo porque ya sabía loque es vivir con un rumor mentirosomartilleándote toda la vida. Así quedijo: «Antes de que corran rumores, lodigo yo. ¿Qué pasa? Estoy enfermo, ¿no?Pues lo digo». Su intención era convocara la prensa para dos días después,porque siempre ha sido de hacerinmediatamente lo que ha decidido, asíque organicé una comida de urgenciacon los hijos para contarles todo a ellosel día anterior.

—Un momento duro, imagino. ¿Cómolo viviste? Enfrentaros a la prensa, a laopinión pública, con una noticia tan

íntima debe de ser muy difícil.—Yo lo hice con alegría, fíjate qué

tontería. Pero es que él lo hizo muy bieny todos estuvieron muy cordiales,aunque se quedaron muy sorprendidos.Salíamos a la calle y la gente lloraba.Fue un momento en el que sentimosmucho el poder del cariño que le teníatodo el mundo, y eso nos dio la razón deque fue positivo el decirlo. Nuestro casoes muy excepcional porque tenemosunos hijos estupendos que están ahídetrás, tenemos mucha familia, muchosamigos, muchos colaboradores, muchagente que aunque no sea amiga nosapoya. Y esto te ayuda, no puedonegarlo. Yo siempre pienso en el caso

de alguna persona de ochenta años quesu marido o su mujer tiene más o menosla misma edad o no tienen hijos o lostienen lejos, con pocos familiares.¿Cómo se las arreglan? Hay que buscarayudas, y algunos las podemosencontrar fácilmente, pero mucha genteno. Y eso sí que es terrible.

—Eres una mujer dura, Diana...—No sé, yo lo que creo es que soy

realista y, ante una realidad adversa, envez de echarme para atrás, me echo paraadelante. Además hemos tenido una vidamuy llena, no me voy a quejar ahora. Siesta es nuestra vida de jubilados, pueses nuestra vida de jubilados, hay quetomárselo bien. No soy una personadura, soy una persona vital, me gusta

vivir y que él viva bien. Y si puedohacer algo porque mucha gente esté bien,pues me gusta. Y eso no es ser duro, esmás bien ser blando.

—¿Pascual habla de los avances en suenfermedad?

—No, nunca. En parte porque suevolución le lleva a estar en unasituación en la que ya no hacecomparaciones con el antes o con eldespués, está en el ahora. Pero no, no lohace porque esté asustado, conoceperfectamente cuál es su situación y cuálpuede llegar a ser. Ha asistido aconferencias de todo tipo, sabe cómoestá y no pregunta. Normalmente vamosal neurólogo cuatro veces al año, pasa

los test, pero luego no pregunta si estápeor o está mejor, él cumple.

—¿Cuál es la situación de lafundación? Yo estoy impresionado porlas instalaciones y de lo bien que veoque tratan a tu marido.

—La fundación está haciendo unesfuerzo muy grande en un momento enel que la situación económica general yespecialmente la científica está marcadapor los recortes absolutos. Por suerte,esta fundación se inició con Pascual y sucapacidad de conectar con las personasy convencer como único patrimonio.Desde el principio fuimos conscientesde que teníamos que conseguir dineroprincipalmente de la ciudadanía, no delEstado o del Gobierno. Y por eso,

quizá, tenemos una perspectiva mejorque otros centros de investigaciónestrictamente públicos. Pero, sobretodo, si esto sigue adelante, es porque seha unido un grupo de gente fantástica queestá siempre ilusionada. Da gusto, estoymuy contenta.

—Gracias por cuidar a mi amigo tanbien, Diana, eres un ángel.

—Gracias a ti.«Ser o no ser, this is the question»,

declama Pascual, empeñado en recitar aShakespeare momentos antes dedespedirnos. Una chica nos pide que noshagamos un selfie con ella. Él aceptaencantado y cariñoso. «¡Súbela aTwitter, que ha quedado muy bonita!»,

le digo mientras nos deja. Llega elmomento de despedirme de él y deDiana, con ese punto de tristeza que dapensar que, quizá, la próxima vez quenos veamos no le encuentre tan biencomo en esta ocasión, pero muy feliz dehaber compartido con él estas horas, depoder abrazarle sabiendo que me estáabrazando como si fuéramos niños deseis años, sabiendo que es mi amigo.

Eres un ejemplo, Pascual, un ejemplo.Igual tú no eres consciente, pero yo sí.

6GERVASIO DEFERR, EN

LA MINA DE LOSCAMPEONES

Barcelona, como toda Cataluña, ha sidohistóricamente una buena tierra para eldeporte. La tradición de los clubes

deportivos, tanto públicos comoprivados, es muy grande aquí. Por eso estan habitual encontrarse catalanes en lomás alto de los pódiums en casi todaslas competiciones, incluidos muchosdeportes que en el resto de España notienen tanto arraigo, como la natación, elhockey o la gimnasia.

Hoy voy a visitar uno de estos clubes,pero no uno cualquiera. Voy a conoceruno que abrió hace ya unos años en unode los barrios más conflictivos deBarcelona, el barrio de La Mina. Miguía aquí va a ser uno de sus gerentes yfundador, Gervasio Deferr, el mejorgimnasta de la historia del deporteespañol, ganador de sendas medallas de

oro en los Juegos Olímpicos de Sídney2000 y los de Atenas 2004, y otra deplata en Pekín, en 2008. Mi admiraciónpor él viene de largo, incluso guardo encasa una foto que nos hicimos juntoscuando le entregué el Premio Cantabriaal deporte, cuando yo era presidente y élestaba en lo más alto de su carrera. Perono, hoy no he venido a ver a Gervasiopara hablar de sus éxitos deportivos,quiero que me cuente un proyectosolidario que es todo un ejemploexportable a muchos otros lugares delpaís.

Me encuentro con él en el Centro deAlto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat,el lugar donde trabaja como técnicodesde que se retirara de las

competiciones en 2011. Desde esteimpresionante lugar vamos juntos hastaotro mucho más humilde, a La Mina, elbarrio donde se encuentra el gimnasio enel que, desinteresadamente, echa muchashoras al día para entrenar y educar adocenas de niños y niñas. Con su labor,Gervasio no solo está formando loscuerpos y los espíritus de estoschavales, está logrando alejarlos de lamarginalidad, de la droga y de tantosmalos hábitos que, por desgracia, soncosa cotidiana en las calles de estebarrio. Intuyo que este reto está a laaltura de un triunfo olímpico. Más aún,sospecho que la gratificación personalque aporta vale más que cualquier

medalla de oro, de plata o de bronce.—Bueno, Gervasio, quisiera que me

explicaras cómo se te ocurrió, quéresorte se te activó para decidirdedicarte a esta labor tan bonita.

—Pues la verdad es que todo empiezaen el año 2000, cuando yo gano laprimera medalla en Sídney. Juan CarlosRamos, que es un exluchador de SantAdrià, del barrio de La Mina, empezó acrear su escuela de lucha. La lucha y lagimnasia siempre han estado muyligadas por el hecho de que son deportesminoritarios, de esos en los que seentrenan muchísimas horas para tenerpoquísimo reconocimiento, por esosiempre hemos tenido mucha empatía ynos hemos ayudado siempre entre

nosotros. Juan Carlos, que ahora es elregidor de deportes de Sant Adrià, mepidió ayuda en aquel momento paradarle nombre y darle fuerza a la escuelade lucha. Y la verdad es que lo hiceencantado, aquello fue bastante bien ydiez años después la escuela de lucha deLa Mina era ya un referente en todaEspaña.

»Más tarde, pensando en mi retirada,me dije que era el momento de empezara hacer un proyecto como aquel, entreexdeportistas y deportistas en activo.Con la ayuda de Andrea Fuentes,medallista olímpica de nataciónsincronizada, dimos forma a la JuntaDirectiva y presentamos un proyecto al

Consell Català de l’Esport. Nos lotrabajamos mucho y nos lo aprobaron,nos subvencionaron los aparatos, elAyuntamiento nos cedió la sala... Todofue poquito a poco, con quince alumnosal principio.

—¿Y qué tipo de alumnos? ¿Cuántosson ahora?

—Ahora mismo, entre ochenta y cien.El año pasado éramos más, pero muchosse han ido a competir. Principalmenteson alumnos que tienen problemaseconómicos y de desestructuraciónfamiliar en sus casas, pero también hayotros que no tienen ningún tipo deproblema, que tienen una vida modélica,que tienen dinero y que les va bien. Loque pretendemos es que unos y otros

dentro de la sala sean iguales, a todoslos tratamos igual para que entiendandesde pequeñitos cuáles son los valoresdel deporte: la disciplina, el respeto, elcompañerismo. Queremos que a ellosles den igual las diferencias sociales,las económicas o la posición social desus familias, que surjan amistades comoalgunas que yo tengo, gente con la queempecé hace veinte años en el gimnasioy hoy siguen siendo como mis hermanos.

»Este es nuestro objetivo. Y que lagente de La Mina deje de tener elestigma de marginal, porque yo creo quees un barrio marginado, más quemarginal. La gente aquí está haciendomuchos esfuerzos para mejorar, y

queremos que los de fuera vengan y veanque también se pueden hacer cosasbuenas en La Mina.

—Para los que no somos deBarcelona, cuéntanos un poco más sobreel barrio, por favor.

—Sí, el barrio de La Mina se crea enlos años ochenta, un poco con laintención de dejar a la gente de etniagitana y marginal (o como digo,marginada) a las afueras de Barcelona,detrás del río Besós. Este era un barrioconocido por el Vaquilla y el Torete, tepuedes hacer una idea... Cuando juntas agente con pocos recursos con otra conmenos recursos aún, todos tienen quebuscarse la vida de alguna manera. Yuna parte optó por la delincuencia,

creando un estigma que el barrio haacarreado durante muchísimos años. Apesar de esto, mucha gente antes denosotros ha intentado limpiar la cara delbarrio, lavar su imagen y la de la gente,pero cuesta mucho.

—Aquí, en La Mina, ¿cuánta gentevive?

—No sé, pero hay gente, ¿eh? No esun barrio que esté poco poblado, laverdad. La extensión no es mucha, perola estructura de los edificios es como lade una colmena, hay muchos pisosapilados en torres muy delgadas y muyaltas.

—Y son todos gente de etnia gitana,inmigrantes...

—Hay gente gitana, hay gente paya,hay negros... Hay gente de todos lados.Y eso a nosotros nos viene muy bienporque son gente muy fuerte, gente conmucha garra, con mucha ilusión, de laque cuando se entrega, se entrega decorazón.

—¿Habéis conseguido que muchos deellos se hayan integrado?

—¡Claro! Muchos chavales de losque ves aquí eran de los que antes sepasaban el día en la calle. Hay casos,como el de Chelo, que entró aquí connueve años y ahora, con trece, que es laedad crítica en que empiezan a salir porahí, a pasar del colegio, a tontear conchicos, ahora está muy centrada, con sus

entrenos, con sus clases. Para mí eso escomo recoger el fruto de una inversión,una misión cumplida.

»¿Que no lo hemos conseguido contodos? Seguramente. Pero con todos lointentamos y el esfuerzo está ahí yestamos trabajando cada día para eso.Pero como siempre digo, no somos unaONG, somos un gimnasio en una zonadonde no había ninguna oferta deportivapara chicas. Solo hacían lucha, hacíanfútbol, deportes muy masculinos, perono había nada para las niñas, ni danza nibaile o algo así. Y ahora, con lagimnasia o con el aeróbic, de repente,vemos que el 70 % son chicas, y eso síque para mí es muy importante, porqueantes, aunque quisieran, no podían hacer

nada.—Y ahora, que has pasado de la

época de gloria donde todo eranpremios a esta labor tan distinta, ¿tesientes recompensado, gratificadopersonalmente?

—Ha costado, ha costado mucho.Pero al final me siento reconocido portodo lo que he hecho, por supuesto.Hasta la última olimpiada creo que lagente no era consciente de hasta dóndeme había esforzado y lo que habíacostado todo lo que había hecho. Perobueno, después de la tercera y de miretirada sí considero que he tenido esereconocimiento.

»Lo que ocurre es que, aunque la

gente me da palmaditas en la espalda yme dice “¡Qué bien! ¡Qué bonito!”,ayudan muy pocos. Tenemos muy pocasayudas y alguna que teníamos se haterminado por culpa de la crisis; noscuesta muchísimo gestionar el temaeconómico. Por mucho gimnasio socialque seamos, tenemos que pagar a losentrenadores, tenemos que cobrar a losalumnos aunque sea poco, pero algunosno pueden pagar siempre... Y yaimaginas, tenemos que andar trampeandosiempre, y por mucho Gervasio Deferrque yo sea, tampoco puedo hacer muchomás.

»Por todo lo demás, por los niños, lospadres, los entrenadores, lascompeticiones, yo me siento

absolutamente realizado. Yo no tengo unsueldo aquí, yo no cobro, yo lo hagotodo altruistamente. Los que cobran sonlos entrenadores, yo soy el presidente, elfundador, el entrenador suplente, elgestor..., lo que haga falta por los niños,pero no cobro. El cariño que les tengo yel que me devuelven, ver sus sonrisas,ver la evolución que hacen, no solocomo gimnastas, también comopersonas, es muy gratificante.

»Otra motivación añadida es que yollevaba muchos años fuera de esasedades. Siempre me he movido en elnivel olímpico, desde los dieciséis hastalos treinta años, cuando me retiré yempecé a trabajar con la Federación

Española de entrenador, siempre estuvepreparando alguna olimpiada, era elnivel que yo conocía. Por eso La Minaha sido como un viaje en el tiempo. Derepente me han venido todos losrecuerdos de cuando yo era pequeño, decuando empezaba. Se me había olvidadoque un niño con cinco años no piensa,que empieza a hacerlo a los seis y consiete puede tener un controlimpresionante. Y estar ahí ayudándolesen el proceso es una pasada.

—Es que lo tuyo fue increíble. Túmetiste a nuestro país en la élite de undeporte en el que nunca habíamos sidogran cosa. Fuiste como Santana oBallesteros en su época, apareciste derepente y asombraste al mundo, ganando

medallas en los Juegos Olímpicos.—La verdad es que sí, al principio no

lo valoraba tanto, pero cuanto más pasael tiempo, más me doy cuenta de lodifícil que ha sido y lo difícil que va aser que alguien lo repita. Que ojalápase, pero va a ser complicado.

—Complicado, no. Muy difícil.—Hay chicos muy buenos ahora en la

Selección y yo espero que les vayasuperbién porque creo que tienenmuchas posibilidades. Pero es difícil,porque además yo empecé muy joven yme dediqué a ello durante muchotiempo. Ha sido mi vida, me he dejadola piel y lo he conseguido.

—Además es un deporte de una

dureza y una disciplina especial. Porqueen el fútbol, por ejemplo, te puedespermitir estar unos días sin hacer nada,pero ¿vosotros?

—No, las máximas vacaciones duranuna semana y media. Si te tomas dossemanas, tardas dos meses en volver aponerte en forma, es muy fácil perder loque se ha conseguido.

—Yo te he conocido en aquella épocaen que estabas cuadrado...

—Siete kilos he perdido, don Miguel,siete kilos. Uno por cada hora que hagoal día de entrenamiento desde que meretiré, hace ahora seis años.

—¿Y por regla general, a qué edad osretiráis en este deporte?

—La edad es un poquito más

temprana que en otros, más que nadaporque es muy difícil mantenerse en lomás alto por mucho tiempo. Si hasempezado jovencito, es difícil llegar alos treinta y cinco ganando, y si no hasganado a los treinta, ¿para qué vas aseguir hasta los treinta y cinco si ya novas a ganar?

—¿Cuándo ganaste tu última medalla?—En 2008.—¿Y tenías...?—Veintisiete años. Fue mi última

olimpiada y mi última competición, y laverdad que la que más me costó. Cuandoconseguí caer en el último salto, en laúltima serie de la final, sabía ya que eramedalla. No sabía de qué color, pero

sabía que era medalla. Fue como...«¡¡Ufff!!». Mandé un beso al públicocomo despidiéndome de todos ydiciendo hasta aquí he llegado.

—Como diciendo: «¡Ahí queda eso!».—Exacto. La verdad es que fue una

pasada.—Es que la gente solo tiene como

deportes de referencia los que salen entelevisión, que son más fenómenosmediáticos porque generan dinero. Lovuestro no se entiende tanto.

—Claro, y además nosotroscompetimos muy poco, no podemoshacer una competición cada semana,como el fútbol, porque acabaríamossuperlesionados, reventados por todoslados. Sería muy peligroso. De verdad,

nos jugamos la vida cada vez queestamos haciendo lo que hacemos.

—¿Tú ves a alguien a corto plazo, decara a los próximos Juegos, que puedasacar medalla?

—Yo creo que sí. Hay un chico deLanzarote que empezó a entrenarconmigo cuando yo comencé en laFederación, justo después de retirarme.Tendrá ahora unos veinte años y tendríaque haber ido a Londres para igualarmea mí en edad, que yo fui a Sídney condiecinueve. Pero bueno, empezó mástarde y llegará arriba, seguro, porque esun chico muy potente y en muy pocotiempo ha tenido una evoluciónespectacular. Cuando nosotros

empezamos con él en 2011 no estabaentre los diez primeros de España yhace dos meses ha quedado tercero de laCopa del Mundo en salto. Además essaltador, como yo. Hace fall y salto,pero muy bien, lo hace muy muy bien.Ahora está entrenando en Madrid conFernando Ciscar, que es el mejorentrenador que hay en este país ahoramismo, y yo estoy completamenteconvencido de que va a sacar algunamedalla en algún momento de su vida enalguna olimpiada.

—¿Puede ser de oro?—Por calidad claro que puede ser.

Pero hay muchos otros factores a teneren cuenta: la presión, los nervios, queserá su primera olimpiada. La primera

vez en esto siempre da miedo. Yo era delos favoritos en suelo en Sídney y elprimer día fallé de un modo estrepitosoporque me temblaban las piernas. Depoder terminar primero pasé a estar enel puesto cincuenta y ocho, ni a la finalni nada. Eso sí, en la final de salto sígané, pero porque la experiencia ensuelo me había quitado los nervios.Hasta que no vives eso es muycomplicado hacerlo bien. Yo confíomucho en este chaval que te digo porquecuando compite se divierte, y eso es muybueno. Yo me divertía mucho cuandocompetía.

—¿Cómo se llama?—Rayderley Zapata, creo que es

nacido en la República Dominicana,pero está nacionalizado desde hacemuchos años, vino aquí con ocho onueve años. A nuestro gimnasio llegócon diecisiete y ha estado tres años connosotros. Ahora se ha ido a Madrid y, laverdad, en cuatro meses se ha puestomuy bien. En dos años estará perfectopara llegar a lo más alto.

—¿Y de aquí, quién ha llegado másalto?

—Todos llegan alto porque todostoman las riendas de su vida. Porejemplo, Óscar Parra es un chico que hasalido de aquí, del barrio. Entrenabaaquí, pasó al CAR de Sant Cugat y hallegado a la universidad. Estuvo cercade los Juegos Olímpicos, es muy bueno

en lucha grecorromana, aunque al finalpor una lesión no consiguió laclasificación, pero es todo un ejemplo.Empezó de alumno y ahora está connosotros de entrenador.

—La verdad es que tenéis unasinstalaciones estupendas.

—Sí, acompáñame y te enseño todo.En el gimnasio hacemos fútbol, basket,gimnasia, también lucha, jiu-jitsu...Varios deportes, incluido aeróbic y, porsupuesto, gimnasia, para chicos y parachicas. Pero aquí solo podemos tenerniños de hasta doce o trece años, si sonmás grandes tocan el techo en los saltos,por eso necesito parte de aquel otropabellón para entrenar con los más

altos.—Y todo lo que tenéis fuera...—Sí, tenemos mucho espacio, la

verdad. Mucha gente viene a hacermuchas actividades diferentes ypodemos disponer de otras zonas. Elfestival de fin de año, por ejemplo, lohicimos aquí con todos los padres fuera,escogemos fechas con buen tiempo yqueda una jornada muy agradable.

—Qué bien, qué mérito tiene todo loque estáis haciendo aquí.

—¡Mira! Ahí está Isabel, la madre deChelo, la niña de la que te hablabaantes. Vamos a saludarla.

Nos acercamos a ella.—¿Qué tal, Isabel? Mira, te presento

a Revilla.

—Hola, Isabel, encantado. Vaya tareaque hace Gervasio aquí, ¿eh? Tendríaque haber más como él para que elbarrio sea otro.

—Pues sí, estaría bien tener másapoyo del Ayuntamiento, poner máscosas para los niños —me dice—. Loúnico que ponen son centros para losyonquis, para que tengan dónde poderpincharse sus cosas, no para solucionarel problema. También los Mossosd’Escuadra tendrían que estar más por lalabor. Los padres intentamos inculcarprudencia a los hijos, pero si luego venen la calle lo que se ve, pues escomplicado.

—¿Qué años tiene Chelo?

—Doce.—¡Doce! Yo tengo una de quince...—Y tengo otra de catorce y otra de

dieciséis —añade Isabel.—Edades muy complicadas, ¿eh?—Sí, por eso es mejor que se

distraigan en algún sitio que dejarlosestar en la calle —me comenta—. No esbueno que los niños vean algunas cosasdel ambiente del barrio, yonquis yendo yviniendo. Si los niños no lo ven, no lohacen. Por eso es bueno que haya sitioscomo este, o centros culturales, quejueguen al fútbol, que hagan gimnasia,boxeo, que se entretengan y no piensenen estar tanto en la calle.

—Sin duda, es muy interesante que

hagan deporte, el que sea. La mía —ledigo—, después de haber intentado elballet y la natación, ahora lleva un añoenganchada al boxeo. Un día, con doce otrece años, me dice: «Papá, ¿me puedescomprar un saco de boxeo?». Y yo ledigo: «¿Pero para qué?». «No, porqueme gusta. A mí lo que me gusta es elboxeo», me dice. Y yo, claro, que siestás loca, que si tal... El caso es que selo compramos y se lo colgamos en elcuarto. Ahora va tres días a la semana yse machaca hora y media entrenandocada día. Está como un toro.

—A quien le gusta, le gusta —afirmaGervasio—. Nosotros tenemos chicasque han bajado de la lucha a la gimnasiay también chicas que se han subido de la

gimnasia a la lucha. Han ido y hanvenido.

—¿Y cómo hacéis para identificar alos casos con más talento, Gervasio?

—Vamos viendo, depende de cadachico, de las cosas que puede hacer ydel tiempo que puede dedicar. Cuandodespuntan y empiezan a competir,cuando vemos que tienen buen nivel yque se les da bien, entrenamos una, doso tres horas; con unos, dos días a lasemana, con otros, cuatro. Hay algunosque me gustaría que vinieran mástiempo, pero sus padres no puedentraerlos, así que vamos adecuándonos aellos.

—Bueno, Gervasio, ya es hora de

irme. Gracias por lo que estás haciendo,no puedo decirte otra cosa.

—Yo soy el que está agradecido deque vengas a verme.

—En una zona tan complicada deBarcelona...

—En la mejor zona para ayudar.

Quién me iba a decir cuando entreguéa Gervasio aquel premio en Cantabriaque volvería a encontrármelo hoy aquí,en el barrio de La Mina y al frente de unproyecto tan maravilloso como este. Losresultados de su esfuerzo saltan a lavista. Los niños y niñas que entran,salen, saltan y luchan en este gimnasioson la mejor recompensa a su esfuerzo.Lleguen o no lleguen a ganar alguna

medalla olímpica, para mí, hanconseguido el mejor de los trofeos: vivirsu infancia felices y con la esperanza deque, con esfuerzo y dedicación, podrántener un futuro por delante. Y eso valemás que cualquier pódium.

7ALBERT RIVERA, UN

CATALÁN CON FUTURO

Visitar Barcelona siempre es bueno. Yosiempre me he sentido muy querido aquí.Jamás me he topado con ese estereotipoque tanto se comenta en el resto de

España del catalán antipático que seniega a hablar contigo en castellano. Alcontrario, siempre he considerado quelos catalanes son gente amable, educaday acogedora, tanto la primera vez quevine a esta tierra, allá por 1972, cuandovine a un curso de formación del BancoAtlántico impartido por el hoytodopoderoso Isidre Fainé, como todaslas veces que he venido luego. Yo heconocido Barcelona antes y después delos Juegos Olímpicos, he visto cómo miamigo Maragall la reinventó y consiguióque se abriera al mar, barrios como laBarceloneta y el Poble Nou volvieron anacer y sus vecinos a sentirse orgullososde su ciudad. Y puedo decir que loscatalanes eran entonces y son ahora

buena gente.Con uno de estos catalanes que vio

cómo su barrio se transformaba, cómose abría a un mar que siempre habíaestado ahí, pero al que ellos habíandado la espalda, me reúno hoy en lamontaña de Montjuic. Un lugarprivilegiado para contemplar una de lasmejores vistas de Barcelona, de todaEspaña, me atrevo a afirmar. Estecatalán se llama Albert Rivera, y es ellíder de un partido político pequeñopero que crece día a día, Ciudadanos. Elpersonaje público no necesita muchamás presentación, por eso destacaré deél que tiene el buen gusto de reconocerque las anchoas de La Escala están muy

bien, pero que donde estén las deSantoña, ninguna. También me llama laatención en él su afición a las motos. Dehecho, no es una cuestión personal suya;me comenta que Barcelona es la segundaciudad de Europa después de Roma ennúmero de motocicletas por habitante.«El día que todos los que vamos enmoto cojamos el coche, os vais aenterar», me dice.

De momento, hoy Albert haconseguido que me monte en una moto.Más exactamente, en un sidecar. Élconduce, yo me acoplo el casco yprocuro no moverme mucho en elasiento del copiloto. La primera y últimavez que me monté en un cacharro deestos yo tenía doce años, iba con el cura

de mi pueblo, de Polaciones, a Castillaa cazar perdices. Le tengo respeto aestos cacharros.

—¿No te habías subido nunca en unode estos, Miguel Ángel?

—Jamás, jamás. Es que me trae unmal recuerdo...

—¿Qué mal recuerdo?—No puedo evitar recordar las

imágenes típicas de la Segunda GuerraMundial, con los alemanes en estoscacharros, ¿te acuerdas?

—Pero los alemanes hacen cosasbuenas, hombre.

—Sí, pero... En fin, cambiando detema, ¿cómo llevas la cosa política?,¿cómo están las cosas por aquí?

—Bien, la verdad es que este paísmerece la pena. La situación no es fácil,pero la gente responde. Todos lossondeos nos están dando como tercerafuerza política en Cataluña, algoparecido a lo que te está pasando a ti enCantabria. La diferencia es que tú allívas a por el PP y el PSOE, aquí tenemoslos nacionalismos por encima. Por otrolado, es muy estimulante ver queCiudadanos parece tener futuro no soloen Cataluña, sino en toda España, algoque hace no demasiado tiempo parecíaimposible. Pero tú, que te mueves portodo el país, me darás la razón: la gentetiene ganas de cambio, de gente nueva,de gente limpia y con valores. De un

poquito de honradez.—Yo, que ya tengo setenta y un años,

ya te puedo dar consejos. Porque yaestoy para consejos, no estoy para otracosa. Y es verdad que hay muchísimagente que pregunta por ti, que tienepuestos los ojos en tu persona. ¿Porqué? Porque tienes dos cosas. O mejordicho, tres, tres cosas muy valiosas enun político. La primera es la juventud,eso es muy importante; si yo tuviera tusaños, Mariano me duraba dostelediarios [nos reímos los dos acarcajadas]. La segunda cosa es queeres español, pero también catalán, y sercatalán es un valor muy importante,digan lo que digan...

—De acuerdo, pero de todo lo que

has dicho hasta ahora yo no tengo ningúnmérito: soy de Barcelona, tengo treinta ycuatro años...

—No, aunque se tengan estas doscondiciones, no todo el mundo tiene eltercer factor que te voy a decir ahora.Tú tienes un mensaje, un discurso muycoherente. Y por eso mismo, porqueeres un tío con futuro y yo ya tengo unatrayectoria que me permite opinar, tedigo una cosa: rodéate de buena gente.De la mejor. De nada sirve que tú seasalguien ejemplar si luego se te ha coladoalguien en el partido que echa por tierratu reputación y tu trabajo. Seleccionabien a tu gente. Es mejor que sean menosen tu equipo pero que sean personas

contrastadas, de tu confianza. Y sobretodo, nada de tránsfugas, que son muycomplicados. Alguien que ha estado enun partido y aterriza en otro,generalmente, es porque no le han dadolo que quería y busca dónde obtenerlo.

—No te falta razón. Pero también tevoy a decir otra cosa. Hay algo que estáfuncionando, que nos está funcionandobien a nosotros y que creo que tendríaque ser exportable a toda España. Hablode la democracia interna, de lasprimarias. Si haces primarias en unpartido podrá haber alguien que te gustemás, otro que te guste menos, uno que teparece un trepa, otro que será no sé qué,pero al final está ahí porque ha sido lamilitancia la que ha opinado, la que lo

ha escogido. Y eso sí sería bueno que seconsiguiera hacer por ley en todos lospartidos. No sé si estarás de acuerdo.

—Claro que sí. Y con listas abiertas.—En cualquier caso, tomo nota de tu

consejo porque sé que lo que me cuentasno es nuevo y sé que va a pasar.

—Lo que quiero decir es que haymuchos ojos puestos en ti, no losdefraudes. Es muy importante. Séconsciente de eso, ya no eres un políticocomo yo, que me muevo en un ámbitolocal, tú ya tienes una dimensiónnacional y mucha gente quiere ver en tiuna alternativa que puede ser muyválida.

—También hay que tener en cuenta

que la gente hoy ha pasado de protestara exigir propuestas. Es decir, está muybien que tú y yo expliquemos entelevisión o donde sea lo que ha pasadocon las cajas, con la corrupción, pero esel momento de proponer soluciones. Lagente empieza a estar ilusionada, quiereabandonar el estado de cabreo yempezar a ver que las cosas se mueven.Las últimas elecciones europeas ya hanapuntado un cambio que, yo creo, va aser más evidente aún en las próximaselecciones, en las municipales yautonómicas primero y en las generalesdespués.

—Quieres decir que si, por ejemplo,alguien está en contra del petróleo, queme cuente qué alternativa energética

propone, que por cada cosa que sedenuncie me plantee una alternativa,¿no?

—Exacto. Porque protestar es muyfácil, pero proponer no tanto. Para mí,esa es la gran diferencia entre lospartidos que creceremos y los que nocrecerán: demostrar que hay capacidadde proponer y de gobernar. Hay muchoslíderes de partidos pequeños que dicen:«No, yo no quiero gobernar». Pues yono, yo sí que quiero gobernar. Aún nopuedo y probablemente necesitaréapoyos para hacerlo, pero yo quierogobernar para poder cambiar las cosas.

—¿Y qué se puede hacer contra eldesencanto de la gente? Yo ya dije en mi

l ibro La jungla de los listos que lacrisis pasará, pero el problema será quenos quedará un país desengañado de lajusticia, de la ley electoral, de lospolíticos, por la corrupción, de que nose tomen medidas...

—Mira, yo vivo en Barcelona ysiempre me muevo en transportepúblico, como tú, como cualquierciudadano normal. Y no sé si te pasará ati, pero a mí la gente se me acerca y meda las gracias por ir en el metro. «¿Peropor qué?», les digo. Si yo soy unciudadano más, si esa misma gente es laque me paga a mí el sueldo con el quepuedo pagar el tique. Pero creo que lagente ha llegado a un punto tal dedesencanto —y con razón— que mete a

todos los políticos en el mismo saco, ycuando ve que alguno hace cosasdistintas, pues las valora. Un día,incluso, haciendo cola en una papeleríapara pagar un paquete de folios, medijeron que qué bien, qué bien queestuviera haciendo cola porque no veíana no sé cuál político ahí... Ojalá llegueun día en que no sea noticia que unpolítico vaya en transporte público, quehaga cola en una papelería, que no robe.Ahora la gente se está fijando en losmenos malos, en los que somos másnormales, que somos los que salimosmás arriba en las encuestas: tú, yo yotros pocos. Pero no, sinceramente, nocreo que hagamos nada que no haga

cualquier persona razonable y decente.»Creo —continúa explicando Albert

— que estamos necesitados denormalidad, de honradez, de ciudadanosnormales, ni siquiera ejemplares,simplemente normales. Yo no meconsidero que sea ejemplo de nada nique tenga que dar lecciones a nadie, ymenos con mi edad. Pero me siento muytranquilo, puedo dormir tranquilo cadanoche, y eso me permite hablarlibremente, llamar a las cosas por sunombre. Como tú, Miguel Ángel. Poreso nos dicen: “¡Uy, qué claritohabláis!”, pero es porque ni tú ni yotenemos las manos atadas, no tenemosninguna hipoteca que nos diga “no hagasesto”, no tenemos un presidente del

Gobierno que nos diga “no hagasaquello, que te saco no sé qué muertodel armario”.

—Qué triste es que la normalidad y lahonradez sean noticia...

—Especialmente hablando de cargospúblicos. Ya no se da por hecho que sonhonrados, tienen que demostrarlo. Yahora, con el tema de los imputados,¿por qué no dimiten? Es verdad quesería más fácil que estuviera todoregulado, pero lo lógico sería no tenerque llegar siquiera a regularlo. Es decir,que cuando algún cargo público estáimplicado en un proceso judicial grave,o en un caso de corrupción, o cuando seve que un partido se ha financiado

ilegalmente, que dé un paso atrás y sevaya a su casa. Te defiendes en losjuzgados y ya está, como todo el mundo.La dignidad no se regula, la dignidaddebería ser algo inherente a los valoresde un político, pero...

—Pero España es como es...—¿Sabes qué pasa? Que este país

necesita esperanza, necesita ilusión. ¿Teacuerdas de aquella frase de Kennedy enla que decía a los norteamericanos «note preguntes qué puede hacer tu país porti, pregúntate qué puedes hacer tú por tupaís»? Pues yo creo que ha llegado elmomento de que nosotros también nosempecemos a preguntar cómoreconstruimos todo esto. Juntos podemoscambiar las cosas, pero eso no impide

denunciar lo que ha pasado. Y ladenuncia está bien. Llevamos cinco añosviendo aeropuertos vacíos, cajas deahorros saqueadas, tipos comoBárcenas, pero ahora toca construir,volver a levantar este país que costótanto levantar después de la dictadura.

Me gusta oír a Albert hablar. Meencanta que cite a Kennedy para lanzarun mensaje que su generación y las quevienen detrás de la suya no debenolvidar. La figura del «Papá Estado» yano es lo que era, es imposible que sigasiéndolo. Ahora somos los ciudadanosquienes tenemos que arrimar el hombropara recuperarlo, mantenerlo yfortalecerlo, para que no caiga en el

olvido todo lo que sus mayores hanhecho por este país. Y a partir de ahí,construyamos algo nuevo. No sé siAlbert llegará a ser uno de los políticosque lideren esta inminente y necesariaetapa, pero espero que, sea quien sea, nodeje de tener la coherencia y el sentidocomún que he visto de cerca en estehombre.

8JAUME REIXACH Y LA

HONORABILIDAD

Jaume Reixach lleva veinticuatro añosejerciendo el periodismo en Cataluñadesde una revista que él mismo dirige,El Triangle. Con ella ha denunciado

todo tipo de corrupciones, tramaspolíticas y situaciones que rozan elsurrealismo en torno al fenómenonacionalista en esta tierra. No lo hatenido fácil. Jaume no es de los quesiguen el juego a los poderosos, ni a losde aquí ni a los de ningún otro lugar. Poreso me he citado con él. Creo que Jaumees la mejor voz que podría encontrarpara contrastar impresiones a propósitode «la cosa catalana», para confirmarhasta qué punto estamos manejandotodos la misma información a amboslados del Ebro. Porque yo intuyo que no,que ni a uno ni a otro lado del ríotenemos los datos objetivos yabsolutamente ciertos sobre la cuestión,que todo lo que podamos conocer es

solamente la punta de un iceberg queunos y otros dejan asomar en función desus intereses.

Antes de entrar en materia con Jaume,recordaré que yo vengo de un pequeñoterritorio de esta España plural que sellama Cantabria; un lugar en el quetambién se cometerán excesos,seguramente, pero, cuando comparocómo son las cosas en mi tierra concómo son en Cataluña, veo situacionesque no sé cómo interpretar. Por ejemplo,cuando yo era presidente cobraba al añodoce pagas netas de tres mil cien eurosal mes. Yo iba y volvía a mi casa detoda la vida en mi coche particular, sinningún tipo de privilegio. Y después de

ejercer el cargo no me quedó pensión, nisueldo, ni secretaria, ni despacho, ninada de nada. De hecho, a los dos mesesde terminar mi mandato me mandaronuna carta reclamándome que lesdevolviese 227 euros que, al parecer,me habían pagado de más en las últimasnóminas. En Cataluña, no. Aquí lospresidentes siguen siendo molthonorables después de ejercer su cargo,un tratamiento que me parece perfectoporque está bien que existan fórmulascon las que agradecer a alguien los añosde servicios prestados a su tierra yporque los tratamientos delante delapellido no cuestan dinero alcontribuyente. Lo que no acabo deentender es que a los expresidentes

catalanes se les mantenga —como a losdel Gobierno central— un estatus dignode un emperador.

La otra cosa que me llamapoderosamente la atención de estaCataluña que quiere ser Estado es suafición a abrir embajadas en elextranjero. Cantabria tiene casasregionales por todo el mundo, lugaresgestionados por voluntarios que pagande su bolsillo una sede en la quefomentar la gastronomía cántabra, jugara los bolos o lo que consideren según sucriterio. Pero Cataluña va más allá. LaGeneralitat tiene embajadas —así, contodas las letras— que cuesta muchomantener, aunque solo sea por pagar

cada mes el alquiler de los locales queocupan en los centros de ciudades tancaras como París o Nueva York. ¿Se meescapa algo o esto no es normal?

—Jaume, buenos días. Supongo quetodo esto de las embajadas no deja deser una manera de colocar a gente,porque no tendrán puestos para todosaquí, ¿no?

—Pues por una parte sí, para colocara gente, y por otra para desarrollar esaalucinación que es la política exterior dela Generalitat, una fantasía a la que lospresupuestos de este año 2014 van adestinar dieciséis millones y medio deeuros.

—¿¿Dieciséis millones de euros??—Y medio. Dieciséis millones y

medio para desarrollar la políticaexterior de la Generalitat por esosmundos de Dios.

—Cuántos copagos se eliminarían,cuánta dependencia se podría atender,cuántos libros se podrían comprar paralos niños catalanes con este dinero...

—Sí, es escandaloso. La Generalitattiene en estos momentos funcionandocinco embajadas en el mundo, enBruselas, París, Londres, Nueva York yBerlín. Además tiene treinta y cincodelegaciones comerciales en el exteriory noventa y cinco casas regionales quetambién reciben subvenciones de laSecretaría de Asuntos Exteriores. Conesta red pretende que la causa

independentista se difunda por el mundo.Pero no solo, también se paga a un lobbyque tiene su sede en Nueva York,Independent Diplomat, al que pagamosun millón de euros —que se sepa,porque esto es un misterio todavía—cada año, y que también nos ayuda a queel señor Artur Mas pueda publicarartículos en diversos periódicosinternacionales, a que el FinancialTimes o The Economist hablen deCataluña.

—Y creo que hay alguna vinculacióntambién con países como Sudán,Georgia..., ¿no?

—Te explico —me dice Jaume entrerisas—. Este lobby funciona como unorganismo diplomático paralelo que

trabaja para diversos clientes en elmundo de las relaciones exteriores.Entre otros, efectivamente, asesoran a unpartido prorruso en Georgia y hanapoyado a Sudán del Sur para obtener laindependencia. Y la han conseguido, esel país soberano más joven del mundo,pero ya se están matando entre ellos.

—¡Pues vaya asesoramiento!—Pues hay más. Entre otros clientes

con los que la Generalitat comparte lacartera de este lobby están el FrentePolisario y Somalilandia, que es un«estado zombi» del Cuerno de África. Ymientras, aquí, en Cataluña, les pagamosun millón de euros al año para subrillante tarea de asesoramiento

internacional. Un escandalazo.—Cualquiera diría que aquí sobra el

dinero. Pero qué quieres que te diga, noes eso lo que yo me estoy encontrandoen las visitas que hago a personas conniños discapacitados, ancianos que notienen para el copago de las medicinas...Si así fuera, si aquí se estuviera nadandoen la abundancia, podría comprenderse—que tampoco—, pero yo veo que enCataluña hay problemas sociales muygordos.

—Gordos no, Miguel Ángel,gordísimos. Pero para entenderlo tienesque tener presente otra clavefundamental: en Cataluña, los medios decomunicación, excepto el mío, recibentodos cuantiosísimas subvenciones. La

partida que destina la Generalitat a esteconcepto, entre la televisión y la radiopúblicas y los medios privados, es detrescientos millones de euros al año.

—Espera, ¿has dicho trescientosmillones? ¡Eso serían cincuenta milmillones de pesetas!

—Exacto. Sin ir más lejos, estos díasha salido en el Diario Oficial de laGeneralitat la convocatoria de lassubvenciones para este año, para quediarios, radios, televisiones y páginasde Internet puedan solicitar a lapresidencia de la Generalitat lasubvención. ¿Entiendes por dónde voycuando digo que esta es una de lasclaves de lo que ocurre en Cataluña?

—Lo que veo es que aquí el únicoque no ha trincado algo eres tú...

—Efectivamente, por eso estoy aquí—se ríe de nuevo a carcajada limpia—.Esta subvención masiva a los medios decomunicación se traduce, obviamente, enuna sumisión absoluta a los dictados delseñor Mas y de Convergència.

—Y habrá medios que tienenintereses en Madrid y defienden unacosa aquí y otra cosa allí...

—Por supuesto. Todos los diarios ywebs en catalán que veáis, igual quetodas las radios y televisiones queescuchéis en catalán, estánsubvencionados. Esto no ocurre enningún otro lugar.

—¿Y aquí no hay ERE, como en lamayoría de los medios, que estándejando las redacciones vacías?

—No, esto no ocurre en ningún otrolugar. Ni de esta bendita penínsulaIbérica ni —me atrevo a afirmar— deEuropa.

—¡Madre mía! Y volviendo al temade las embajadas, la gente que está allíhaciendo de embajadores tendrá unosbuenos sueldos, ¿no? ¿Tipo Blesa, omenos?

—No, tampoco creo que tengan tantaimportancia. Yo creo que existen máspor el hecho de que la Generalitat puedapresumir de que tiene embajadas,simplemente. Les pagan correctamente,

tampoco son unos sueldazos, no ospenséis que estas cinco embajadas soncomo la del anuncio de Ferrero Rocher.No, no es eso. Pero ahí están las cifras:por la embajada en París pagamosseiscientos mil euros al año de alquiler,por la de Nueva York, en el RockefellerCenter, quinientos mil, y ahora tambiénvamos a abrir una extensión enWashington.

—Pero apuesto a que en sus tarjetaspondrá «embajador» junto al escudo. Eneste país nos pierden los galones. Ya megustaría ver alguna.

—Cuentan más los pasaportesdiplomáticos, pero de momento no nosconsta que los tengan. Y en cualquiercaso, qué más da. En este planeta los

catalanes solo somos siete millones y yacasi nos conocemos todos. Cuando aalguien se le presente el embajador de laGeneralitat de Cataluña, seguro que esconsciente de que ese señor es eldelegado o el representante de unacomunidad autónoma de España, delEstado español, que intenta hacer unasgestiones.

—Otra cosa que me ha impresionadomuchísimo, y que también hacen en otrascomunidades autónomas, es que hancopiado la fórmula del Gobierno centralpara que los presidentes, cuandoterminan su mandato, tengan la vidaresuelta. A mí me parece muy bienporque muchos de ellos no están

capacitados para otra cosa, porquenunca han trabajado en la empresaprivada, ni siquiera han sido alcaldes desu pueblo antes de ser presidentes,generalmente han entrado de ordenanzasen la sede de su partido y han llegado alo más alto. Para eso se les pone unsueldo vitalicio, les piden que vayan unavez al mes al Consejo de Estado, les danciento cincuenta mil euros, tienen undespacho, unas secretarias, unosguardaespaldas, coche oficial... Y aunasí, la mayoría se colocan luego enalgún consejo de administración de unaeléctrica.

—Un escandalazo.—Pues eso se ha trasladado también a

Cataluña, que veo que aquí los

expresidentes siguen siendo molthonorables y tienen sus despachos.Hasta el señor Montilla, que solo estuvocuatro años, goza del mismo estatus quePujol, que estuvo veintitrés. Como sisiguieran siendo presidentes.

—Con el agravante de que al señorPujol, además de lo que le correspondapor presupuesto, le pagábamos hastahace poco entre todos subvenciones parasu fundación Centro de Estudios JordiPujol.

—¿Y qué doctrina defendía?—La que todos conocemos. Solo

hacía falta entrar en su web y verlo. Loúltimo que leí es que vivimos tiemposde sufrimiento, tiempos en que debemos

resistir, que todos los peligros nosacechan y que los catalanes tenemos queestar dispuestos a defendernos. En fin,que vienen a atracarnos.

—Pobre hombre, qué momentos másduros tiene que estar pasando... Tanto élcomo sus hijos.

—¡Precisamente ahí está la clave!—¿Tiene muchos?—Sí, tiene siete hijos.—¿Y bien todos?—Ahora están todos bajo sospecha.—Hay uno que yo he visto en la tele

con unos coches de escándalo.—Precisamente en la revista, en El

Triangle, hemos publicado un reportajecon dos páginas, en una hablábamos dela colección de cuarenta coches del hijo

de Obiang Nguema, el dictador deGuinea Ecuatorial, y en la de al ladohicimos lo propio con los cuarentacoches, también de lujo, del hijo dePujol: Porsches, Lamborghinis...

—Te digo una cosa, Jaume, viendoestas cosas que veo por España, creoque este pueblo es un puebloexcesivamente bueno, ¿no crees?

—Absolutamente. Pero es que todo seha basado, desde mi modesto punto devista, en un control exhaustivo de losmedios de comunicación.

—Y no se cuenta, nadie lo cuentaexcepto tú.

—Desgraciadamente, sí. En Cataluñaes así.

—¿Y qué te dicen por la calle todosestos?

—Algunos, como la señora AliciaSánchez-Camacho, me ha llevado apleito, pero se lo he ganado. Ya habréido unas treinta veces a los juzgados,pero aquí sigo, libre.

—¿Esta señora es la de lasgrabaciones aquellas?

—Sí, nosotros publicamos en nuestraweb todas las grabaciones, el contenidoenterito de su almuerzo con la examantedel hijo de Pujol, el de los coches delujo. Ahí le explicaba toda la trama deldinero que tiene la familia Pujol en losparaísos fiscales de Liechtenstein, laisla de Guernsey, y sus inversiones

allende los mares.—Es terrible, muy deprimente. A

veces pienso que luchamos contramolinos de viento. ¿Quién va adesmontar este tinglado? Todo pareceatado y bien atado, más que nunca.

—Y cuando no son los poderespúblicos los que subvencionan o tienenbajo su control a los medios decomunicación, es la gran banca, y resultaque exactamente los mismos. Como túdecías, cuando un político cesa en susfunciones siempre encontrará empresasparticipadas por la gran banca en lasque puede colocarse tranquilamente.

—En fin... Yo lo único que te puedodecir es que te admiro, que te doyánimos.

—No, Miguel Ángel, yo soy quien teadmira a ti.

—A mí me pasa un poco lo mismo, amí me empiezan a cortar por muchoslados, ya hay medios a los que no voy nivolveré a ir. Pero me da igual porque yono aspiro a tener la vida que tienen losPujol, ni los Blesa, yo aspiro a poderdecir lo que pienso. ¡Si vamos a durarhasta los ochenta y dos, que es la media,y yo ya tengo los setenta y uno! Yseguramente yo duraré menos, que estoyoperado... Si no lo hiciera, sería uncobarde.

—Tienes razón, nos queda la palabray debemos utilizarla, luchar para quellegue a la gente.

—Y no callarnos, que digan lo quequieran.

—Es irónico que en esta sociedad dela información en la que se supone quelo sabemos todo gracias a Internet, lagente está absolutamente desinformada,la gente sabe menos que nunca. Y losperiodistas más amordazados que nunca.

Verdades como puños las que diceeste Reixach. Ha sido un verdaderoplacer conocerle. Prometo seguir máshabitualmente su revista y prometoapoyarle en su lucha por defender elpoder de las palabras. Porque, comodijo alguien una vez —creo que fueOrwell—, periodismo es publicar loque alguien no quiere que publiques.

Todo lo demás son relaciones públicas.Y periodistas como él, periodistas deverdad, hacen mucha falta en un tiempoy un lugar como el que nos ha tocadovivir.

9UNA PINTORALLAMADA ANA

PAJARITA

Esta historia tiene su origen en el día deSant Jordi de 2014. Estando yo aquel 23

de abril en Barcelona, en una de tantasfirmas de libros que se celebran ese díaen la ciudad, después de aguantar unafila kilométrica, una señora se mepresentó para entregarme en mano unacarta escrita por su hija y dos diminutaspajaritas de papel. Aquella señora,María Teresa, me explicó que su hija nopodía acercarse personalmente porquetenía una enfermedad que la teníainmovilizada en la cama, prácticamenteparalizada, pero con la cabeza y elespíritu a pleno rendimiento. En esemomento no pude leer la carta, lo hice alacabar la jornada, pero al conocer lahistoria de esta chica, de Ana Arcos, nopude dejar de pensar en cuándo podríaacercarme hasta su casa para saber más

de ella.Ana es más conocida en su barrio, en

Lloreda, en Badalona, como AnaPajarita. El mote le viene de su aficióna hacer, precisamente, pajaritas de papelcomo las que me trajo su madre y queella regala a sus amigos y a la gentefamosa que conoce. Se acostumbró ahacerlas cuando sus músculos y sushuesos dejaron de tener la fuerzasuficiente para tocar el piano y se hanconvertido en su principal seña deidentidad. De hecho, Ana está presenteen Twitter con ese nombre, con el de@Ana_Pajarita, y a través de esta cuentafue como iniciamos nuestro contacto ellay yo. Así supe de su vida, de que,

aunque esté postrada en una cama y conuna traqueotomía que la tiene conectadaveinticuatro horas a una máquina, nodeja de hacer cosas y de dedicarse a sugran pasión: pintar. Porque Ana es unamagnífica pintora. Antes pintaba a lápizy con pinceles, y ahora que su estadofísico no se lo permite, da rienda sueltaa su creatividad mediante un programade diseño por ordenador.

Hoy, por fin, he podido verme conella y descubrir sus cuadros. Le habíaprometido que le iba a comprar uno.Antes del encuentro le he pedido a sumadre, a María Teresa, una de laspersonas más bondadosas que yorecuerde haber conocido jamás, que mecuente algunos detalles más de su

historia.—Cuando Ana tenía nueve años le

descubrieron una enfermedad de lasllamadas raras, una distrofia genéticaque afecta a cinco de cada cien milpersonas. Desde hace ya doce años mihija vive postrada en la cama, su vidadepende de una máquina, pero eso no leha impedido lograr los retos que se hapropuesto, como terminar la carrera depiano, escribir un libro o exponer loscuadros que diseña con la ayuda delordenador. Siempre ha sido muy activa.Ya no puede hablar, pero no se rinde.

—¡Mi niña! ¿Está todo el tiempo en lacama?

—Ella está siempre en esta posición,

no la podemos cambiar. Lo único quehacemos, por la noche, es ponerla en unasilla que le hicimos a la medida paraque vea un poco la tele. A las nueve lalevantamos y se queda hasta las doce odoce y media tumbada en la silla.Después la llevamos de nuevo a la camay se pone a hacer sudokus y a escucharmúsica, le pueden dar las dos o asídespierta.

—¿Le gustan los pasatiempos?—A ella le gusta todo. En el

ordenador se pone con el ajedrez y conlos sudokus más difíciles, que los de lasrevistas que le traía ya se los sabe dememoria. Le relaja mucho.

—¿No tenéis algún tipo de ayudapública?

—En su momento la Generalitat nosayudó con parte del gasto de la silla, sí.Ya hace once años nos costó un millón ymedio de pesetas y nos devolvieronsetecientas mil. Ahora tenemos querenovar el respaldo y parece que va aaprobarlo también. Tampoco hemospedido muchas cosas, solamente lasimprescindibles, como la grúa quetenemos para moverla, pero no sé quépasará en el futuro, no se oye hablar másque de recortes y recortes...

—¿Y come algún tipo de comidaespecial o lo mismo que vosotros?

—No, la comida y la medicación sela tenemos que dar por una sonda que vadirecta al estómago; es una papilla

especial, por la boca no puede tomarnada. Me la traen en unas botellas delhospital San Pablo. No puede comermás de trescientos gramos al día, y tieneque ser muy poquito a poco, porque siva muy rápido, el corazón se le dispara.Con el agua, lo mismo. Todo va por lasonda, como un gotero. De momento nome la hacen pagar. Esperemos que lacosa siga así, porque es muy cara y mipadre está en una residencia que estoypagando yo también, no da para todo.

—¿No hay centros especializadospara atender a personas como Ana?

—Precisamente ahora estoy mirandoopciones porque, lógicamente, nosotrosnos vamos haciendo mayores y si algúndía ya no podemos físicamente o no

estamos aquí, ¿quién se hace cargo deella? Un día vino la asistente social delAyuntamiento, la única opción que medio fue llevarla a no sé dónde, un centrode aquí para enfermos psíquicosprofundos; en Badalona no hay nadaespecífico para ella. Pero, claro, fui allíy lo primero que me dijo el director fueque no la podía acoger porque mi hijaestá perfectamente de la cabeza y aquelentorno no iba a ser el más apropiadopara ella.

»A ver qué pasa, porque una personasola no puede con ella. Ahora estamosmi marido y yo, pero si falta alguno esimposible. Y no tengo más familia.

—¿Y si metéis una enfermera en

casa?—Mira, hace poco me operaron a mí

y vino una enfermera estupenda paraatenderla mientras yo no podía, una queestaba en el paro y que había trabajadoen una uci, con gente conectada amáquinas, que conocía todo esto. ¿Sabescuánto nos costó? Pues por una semana ypico fueron tres mil euros, y no puedeser menos, porque ella es unaprofesional que sabe cómo hay quetratar a estos enfermos, que si estirar lasábana, quitar la gasa, vigilar que tomasus medicinas, quitar la mucosidad quegenera para que no se ahogue... Hayveces que yo me voy a la calle a lo quesea y está dos o tres horas sola, nuncamucho más. Pues cuando vuelvo, tengo

que estar cada cinco o diez minutosaspirando la mucosidad acumulada.Solamente para bañarla es una odisea,con la grúa, te puedes imaginar.

—¿Qué es eso de la mucosidad?—El problema es que se crea agua en

los pulmones y tiende a salir haciaarriba, por la tráquea, como unamucosidad, pero si no la aspiro, no entrael aire de la máquina y puede pasarcualquier cosa. Ella lo pasa muy malcuando ocurre esto, le entra tos y generamás agua y más moco, hay que aspirarno solo la boca, también la tráquea,mucho.

—¿Y esto todo el día y toda la noche?—Sí, claro, por la noche también. Me

vengo acostando sobre las dos y media ya las cuatro o cinco ya estoy otra vezlevantándome. A veces, incluso, más amenudo.

—Bueno, ¿por qué no me llevas aconocer a Ana? ¿Vamos a su cuarto?

—Claro, ven conmigo. Es aquí.Llegamos a la habitación de Ana,

donde nos espera también su padre. Ellaestá tumbada en la cama.

—¡Hola, Ana! ¡Qué ganas tenía deconocerte! ¿Qué tal?

Dice un «bien» que no llego a oír,pero sí puedo adivinar en sus labios.

—Creo que ya sabías que venía averte hoy, que lo he contado en Twitter ytú me sigues allí... —asiente con lacabeza—. ¡Ya te dije que vendría! Y

que iba a negociar para comprarte uncuadro que quiero poner en el salón demi casa, ¿eh?

—Ahora eliges el que quieras —medice su madre.

—¿Ese retrato que veo ahí lo hashecho tú? Ese es el cantante ese,Melendi, ¿no?

—No, es Sergio Dalma. Le gustamucho y le hizo el cuadro hace tiempo,en 1999 —me aclara su padre.

—¡Ah! Que es que te gusta SergioDalma... ¿Y qué más música le gusta? —le pregunto directamente a su madre.

—Tiene muchos, pero su preferido esSergio Dalma, incluso fue una vez a unconcierto suyo. Pero ha conocido a

muchos artistas más: a Manu Tenorio, aLos del Río... A estos, por ejemplo, losconoció antes de ser tan famosos en todoel mundo y uno de ellos se llevó en lacartera la pajarita que Ana le regalóhasta Japón y a Estados Unidos. Yaparte, la música clásica, Beethoven ytodos esos, le encanta.

—Bueno, bueno... ¡Y eres una artistacomo la copa de un pino! ¡Qué cuadrosmás bonitos estoy viendo por aquí!

—Sí que lo es, sí. Pero es difícil serartista, y mira que yo he luchadomontando exposiciones y todo. Pero yoya le he dicho a Ana: «Hasta que no seasfamosa, tú no te vas a morir». Losmédicos decían que no llegaría a losveinte años y este año hace los cuarenta,

los médicos no tienen idea de lo bienque está. Y te digo yo que no se va amorir sin hacerse famosa antes.

—Cuántos habrá por ahí vendiendocuadros que no hay quien los entienda...Un día me tienes que pintar a mí.

—Ahora ya no puede. Es que ella vapor etapas, antes tocaba el piano demaravilla, luego le dio por hacerpajaritas, collares, por escribir el libro,luego por pintar a lápiz... Cuando nopuede hacer algo, se pone con otra cosa.No para. Ahora está con la pintura porel ordenador. Tiene más de tres milcuadros, son abstractos, pero algunosson preciosos.

—¿Y dolores no tienes? ¿Te duele

alguna cosa? —Ana hace gestos paraintentar hablar, me dice que no con lacabeza.

—Cuando tiene dolores, cuando seencuentra mal —me explica MaríaTeresa—, ella se pone a escucharmúsica y se olvida del dolor y delmalestar, le ayuda mucho.

—Bueno, creo que te voy a dejardescansar, Ana, que los artistas tienenque tomar sus momentos de reposo pararecapacitar y luego ser creativos. Queno puedes estar todo el día pintandocomo Dalí, que hacía diez cuadros aldía. Es mejor hacer pocos y buenos ytener tiempo para reflexionar y hacerotras cosas. Antes de irme, déjame quevaya a ver tus cuadros, que te había

prometido que te iba a comprar uno parami casa y para recordarte todas lasmañanas cuando lo vea.

Me voy con sus padres a otro cuartodonde guardan cientos de láminas yalgunos cuadros en tela.

—Elige el que quieras —me dice sumadre.

—Sí, pero pagando, si no, no me lollevo, ¿eh? Algo baratito, que no tengomucho presupuesto, eso sí.

—Que vea estos últimos que hahecho, son en tela, son su últimodescubrimiento —le dice el padre deAna a María Teresa.

—¡Este me encanta! Este va derechoal salón de mi casa. Está firmado,

¿verdad?—Sí, claro —me confirma el padre

mientras volvemos a la habitación deAna.

—¡Mira, Ana! ¡Acabo de comprarteun cuadro! —le digo nada más entrar—.Es que es una chulada, es una maravilla,desprende mucha alegría. Le voy aponer un marco y, quién sabe, a lo mejordentro de unos años me ofrecendoscientos mil euros por él. Lo mismo eldía de mañana Ana Pajarita se convierteen una pintora cotizada mundialmente...¡Menuda inversión acabo de hacer!

»Pero bueno, Ana, tengo que irme ya.Déjame que te dé un beso. Prometovolver a verte y estar en contacto enTwitter, Facebook y donde quieras.

¡Mucha fuerza! Y no lo digo solo para ti,que ya tienes mucha, lo digo sobre todopara que nos la des a los demás. Nosabes lo importante que es tu historiapara mí y para mucha gente, no solo paratus padres.

—Ven cuando quieras, esta es tu casa—dice su madre.

Dejo esta casa con una dosis deenergía en el cuerpo difícil de superar.Yo me he encontrado con mucha genteen esta vida, pero la visita a Ana me vaa marcar para siempre, ha sido muyimportante para mí. Si más genteconociera su historia, si pudieran pasarun rato con ella en su casa como yo lo hehecho, estoy seguro de que también a

ellos les cambiaría sus vidas. De hecho,hay muchas personas que la siguen enTwitter y que me han pedido que letraslade su apoyo, que siga luchando yque siga haciendo cuadros con la mismailusión que ahora. Te prometo, Ana, quevas a tener noticias mías todas lassemanas.

Yo no soy pintor, pero antes dedespedirme de ella me he animado ahacerle un dibujito para que lo guardede recuerdo. Le he escrito unadedicatoria de todo corazón: «Para miamiga Ana, un ejemplo a seguir. Tequiero».

10¿POR QUÉ SOY

POLÍTICO?

Una de las mejores cosas de recorrerEspaña de punta a punta, como estoyhaciendo últimamente, es que al día veoa cientos, miles de personas; un

privilegio gracias al cual sería capaz dehacer una radiografía de este país comomuy pocas otras personas podríanhacerlo. Ahora me conocen en muchossitios, en todos los pueblos y ciudadeshay alguien que, en un momento dado,me reconoce y se para a saludarme.Ayer mismo, en Tarazona, se me acercóun matrimonio que me saludó muyamablemente, incluso me dijeron queeran admiradores míos. Luego mepreguntaron algo que, aunque no es laprimera vez que alguien me lo dice, nodeja de sorprenderme. «Bueno, señorRevilla —me dijeron—, usted estaráforrao, ¿no?». Yo, como siempre enestos casos, les dije que bueno, que yoya no tengo ningún problema, que tengo

un piso en propiedad de cien metroscuadrados. «¿Pero qué me dice? ¿Notiene un yate, un chalé en la playa, notiene...?». «Pues no», les dije, a lo querespondieron: «¡Entonces usted es tonto!¿No me diga que no ha robado?».

No, yo no he robado nada, ni un euro,en mi vida. Y la gente me llama idiotapor no haberlo hecho. Es algo terrible,desmoralizante. Sobre todo porquecompruebo que esta anécdota que acabode contar no es un caso aislado, es unasituación que me encuentro de manerahabitual en muchos lugares. No sabríadar un porcentaje exacto, pero me atrevoa decir que un 20 % de la población deeste país concibe como algo lógico que

los políticos metan la mano en el dinerode todos. Y esto me llena deindignación, me perturba. ¿Cómo puedenadie pensar así? ¿Cómo puededisculparse a un político —como yo heescuchado de alguno en concreto—diciendo que «¡Ya sabemos que roba,pero hace cosas!»? Es desmoralizante.

Si a cualquier persona hay queexigirle honradez, a alguien queadministra la cosa pública, más aún. Laprimera de sus virtudes, la letra A, elnúmero 1 de las obligaciones de unpolítico, debería ser que fuera honrado.Pero no basta con esto. La segunda esque no sea idiota, que tenga una mínimacapacidad de gestión, por supuesto. Ycreo que en esto hay que ser inflexible,

porque la política no es un trabajo quese hace porque no te queda másremedio, como tanta gente hay quetrabaja en actividades que no leapetecen, pero tiene que comer. Yoentiendo la política como una tarea que,o se hace por vocación, o mejor nohacerla. De hecho, siempre he pensadoque hay cuatro profesiones que nuncapueden salirte bien si te dedicas a ellassin vocación. Probablemente haya más,pero yo creo que médicos, misioneros,profesores y políticos solo puedenejercer si lo son de vocación.

Yo soy un buen ejemplo de esto. Mipadre quería que fuera médico, perosiempre le decía que no tenía vocación.

Él insistía porque tenía un primo médicoen Valladolid que poseía un ciertopatrimonio y le había dicho: «Tú que notienes recursos, te criamos al hijo ennuestra casa y le pagamos la carrera». Yclaro, mi padre ya me veía con el futuroresuelto, pero yo no tenía vocación. Unavez me llevó a ver una autopsia y medesmayé; ahí se dio cuenta de queaquello no era lo mío y volví paraCantabria. Ser médico, estarconstantemente en contacto con lamuerte, hacer seis operaciones al día...O tienes vocación para todo eso, o malacosa.

Con la política es igual, incluso puedeque el factor vocacional aquí sea másimportante que para un médico o un

maestro. Yo he sido director de unbanco, he sido profesor, he trabajado enla Bolsa e incluso he ganado dinero enella, pero las mayores satisfacciones demi vida me las ha dado la política. Nohay mayor compensación que ver lascaras de satisfacción de la gente de unpueblo a la que, por ejemplo, hasayudado a que tengan una carretera oagua corriente.

Cuando se habla de si los sueldos delos políticos son o no son suficientes, yosiempre opino que son muy dignos.Quizá no sean comparables con lo quegana un banquero, es verdad, pero esque a la política no se puede venir pordinero. La satisfacción de un político, de

un servidor público, no puede medirsejamás por el montante de sucompensación económica. Por eso digoque, sin vocación, este oficio es undesastre. Y la gente lo nota, porquepagan las consecuencias de esa falta devocación en estos políticos. Yo conozcoa muchos que lo son porque no hantenido la oportunidad de ganarse la vidacon otra cosa. No son todos,afortunadamente, pero los hay, y esosson los más peligrosos, los que no sabenhacer más que política, los que no hanestado más que en cargos políticos, losque se amarran al cargo de una maneraincreíble.

11TAPONES QUE SALVAN

VIDAS

Probablemente, muchos de los que leanestas líneas se han encontrado en algúnmomento con alguien que le ha pedido eltapón de la botella de plástico que

terminaba de beber argumentando que loquería para una buena causa. Inclusopuede que quien lea esto sea una de esaspersonas, gente anónima que se dedica arecopilar de aquí y de allá taponesinservibles entre sus amigos, su familia,sus compañeros de oficina. También esposible que muchos otros crean queestas personas están realizando una tareainútil, que eso que cuentan de que unaempresa pagará no sé cuánto dinero porcada tapón entregado para pagar unaoperación carísima en un hospital en elextranjero no es más que una leyendaurbana. Pero no lo es.

Luis Miguel García es una de esaspersonas que recolecta tapones alládonde va. Lo hace para ayudar a su hija,

Aitana, una preciosa niña que ya hacumplido los catorce años y que sueña,como tantas otras de su edad, con serazafata. Su particularidad es que naciócon una cardiopatía seria, unaobturación de la vena que une el corazóncon los pulmones. La principalconsecuencia de los niños que padecenesta dolencia es que tienen la sangrepoco oxigenada y se vuelven cianóticos,los labios se les ponen morados y se leshielan las manos. Tienen pocasesperanzas de vida y así se lo hacensaber a sus padres cuando nacen. Uncaso tremendamente raro que ni enTarazona, la ciudad donde vive lafamilia de Aitana, ni en Madrid, ni en

ningún otro lugar de España son capacesde tratar con un mínimo de garantías deéxito. Por este motivo, en 2010, LuisMiguel se animó a contactar con elprestigioso cardiólogo Valentín Fuster,en Nueva York. Tras remitirle variosinformes para su consideración,concluyó que el único hospital en el quepodrían ayudarles, en el que podríanrealizar una intervención eficaz y sinriesgo para la vida de Aitana, era elHospital Infantil de Boston. Esta era labuena noticia. Pero, como casi siempre,venía acompañada de otra mala, muymala. Para poder llevar a cabo las tresoperaciones que como mínimo teníanque hacer a la niña necesitaban, paraempezar a considerar la idea, un millón

de euros. ¿Cómo diantres podría hacersecon tanto dinero un hombre en parocomo Luis Miguel? Pues efectivamente:recolectando tapones de plástico.

Aunque suene increíble, Luis fuecapaz de movilizar a miles de personaspor todo el país para pagar la primeraoperación de su hija. Una fábricarecicladora se ofreció a darletrescientos euros por cada toneladarecogida y, así, cambiando los granitosde arena por tapones de colores,consiguió crear una montaña de plásticoque sirvió para ayudar a Aitana afinanciar su primera operación. El 27 deseptiembre de 2010, en Boston, elequipo del doctor Pedro del Nido llevó

a cabo con éxito una intervención en lamitad derecha de su corazón. Hoy,después de nueve cateterismos y variasintervenciones de muchas horas deduración, Aitana está a la espera depoder reunir el dinero suficiente parauna nueva operación, ahora en la mitadizquierda de su corazón.

Su historia merece ser conocida nosolo por extraordinaria, sino tambiénporque ha dado pie a un libro, Milmillones de tapones, cuyas ventas vanen parte destinadas a ayudar a más niñosen situación similar a la de Aitana.

—Luis, estoy encantado deconoceros. Vosotros sois un magníficoejemplo de que no hay que tirar nunca latoalla. Nunca. Hay muchas familias que

no son capaces de ver ningún horizonteante temas menos complicados que elvuestro, que se vienen abajo y dicen queno hay nada que hacer. Pero siempre hayalgo que hacer, ¿verdad?

—Desgraciadamente, muchas familiasse quedan en el camino. Muchísimas.Hay que tener mucha fe, mucha fuerza,mucho tesón, saltar barreras y seguircontra viento y marea hacia delante. Sino, es imposible.

—¿En qué ha quedado la ayuda delMinisterio de Sanidad? Creo que ospagaron una parte de la operación, ¿no?Eso tiene mérito en estos tiempos...

—Sí, ha sido un camino de año y picode viajes a Madrid, de muchos correos y

llamadas. Aun así, no consigo entenderpor qué en la legislatura anterior, conlas mismas leyes que hay en esta, nosdijeron que no. Y después nos han dichoque sí. Es que no lo entiendo. Se ve queestamos ante ineptos o incompetentes,que hemos puesto en sus cargos connuestros votos y que a la hora de laverdad no cumplen con la ayuda que lespiden los ciudadanos por no conocer lasleyes.

—A alguien se le tendría que caer lacara de vergüenza. Sobre todo duele quese tenga que recurrir a la iniciativaprivada, a la caridad y a la solidaridadde la gente buena, mientras los poderespúblicos, que son los que tendrían queayudar a los que tienen problemas como

el tuyo, despilfarran en cosas menosimportantes.

—En campañas electorales, sin ir máslejos. ¿Cuánto dinero se habrá gastadoen papeles, cartas o viajes en las últimaselecciones?

—¿O qué te parece que uneurodiputado se lleve ocho milquinientos euros al mes más otros veintemil para apoyo de asistentes, mástrescientos de dietas al día, más viajesen business por todo el mundo...?

—Por eso tenemos que buscarnos lavida. Ahora hemos creado «Cadena defavores», una campaña en redes socialesque va a contar con el apoyo del juezElpidio Silva.

—¡Hombre! ¡Mi amigo Elpidio!—Sí, Elpidio y mucha más gente que

van a ayudarnos a conseguir el dineropara recoger aparatos ortopédicos y máscosas que pueden estar sin uso en lascasas, y que pueden ser útiles parapersonas que realmente lo necesitan.Desde la asociación de Aitana vamos ahablar con empresas de transportes paraque nos ayuden a hacer llegar estosmateriales de segunda mano a esaspersonas.

—¿Y cómo se te ocurrió lo de lostapones? ¿Fue idea tuya o te la dioalguien?

—Todo empezó por una amiga íntima,Mari Carmen, que fue la que vio la

noticia en la autonómica del País Vasco.Una familia de Bilbao recogía tapones,pero solo en su zona y cuatro puntosmás. Lograron reunir treinta toneladas enseis meses. Yo conseguí eso en unasemana, más de treinta, realmente. Conmi remolque y con mi coche, hearrastrado más de ochenta toneladas detapones, yo solo. Luego vamos a la navepara que lo veas.

—¡Madre mía! Pero, claro, tú teníasla garantía de que alguien te iba acomprar los tapones, ¿no?

—Sí, Acteco, en Ibi, en Alicante. YDiloris, en Zaragoza.

—¿Y qué hacen con ellos? ¿Losreciclan para hacer más tapones?

—No solamente. También para otro

tipo de cosas, tanto domésticas comoindustriales: piezas de coches, patas demuebles, accesorios...

—¿Los tapones pueden ser decualquier clase?

—Sí, de cualquiera. Y de cualquierlugar del mundo. Aitana ha conseguidomover a más de quince millones depersonas en todo el mundo. ¡En todo elmundo!

—Eso es impresionante. Comprobarque aún hay gente tan solidaria y tanbuena en medio de la jungla en la quevivimos —porque esto es una jungla—debe ser alucinante, una alegría inmensa.

—Sin duda —comenta Luis—. Y lomejor es que después de financiar el

caso de Aitana la marea que hemosgenerado continúa. Aún queda unaoperación complicada, muy larga, peroya hemos pasado lo peor. Es una cosamuy bonita.

—Creo que la nave en la quealmacenas los tapones te la cedió elAyuntamiento de Tarazona, ¿no?

—Sí. El ayuntamiento, dentro de susposibilidades, se ha portado muy bien.Igual que los hospitales, que hanrebajado el coste de las operaciones. Yel ministerio, que, como he dicho antes,pagó cien mil euros al hospital deBoston, todo hay que decirlo.

—Y luego, todo este material lo vienea recoger gratis una empresa demensajería que además te ha donado

ciento y pico mil euros, los vuelos aEstados Unidos te los pagó unacompañía aérea, incluso alguna genteanónima te dio cincuenta mil euros... Asíhas llegado a más de ciento setentamillones de las antiguas pesetas. Esto esun estímulo para cualquiera, ver que estaniña es un cielo y que la tienesrecuperada, que lo has conseguido.

—Lo es, es muy estimulante.Acompáñame, vamos a ver la nave.Aquí es.

—¡Esto es impresionante! Esto es másgrande que un campo de fútbol. Aquí hayvarias toneladas de tapones...

—Sí, aquí habrá como quincetoneladas de plástico. Tuvimos que

organizarnos porque cuando empezarona llegar tapones esto fue la locura, unaauténtica odisea.

—Imagino que tienes a alguien que teayuda con todo, ¿no?

—No, todo lo hacemos entre mimujer, mi hijo y yo. Llegan cajas detodas partes que tenemos que organizar,en palés, en bidones, como sea.

—¡Madre mía!—¿Pero a que es bonito? ¿A que

resulta decorativo ver esta montaña decolores? Se podrían hacer esculturascon los tapones.

—Esto lo manipula un tío famoso, unpintor, un escultor, y desde luego que sí.

Claro que sí. Esta familia sí que

merece un monumento y no esoscorruptos que tienen su propia estatuapresidiendo tantas rotondas por ahí. Elimpulso de Luis Miguel ha hechoposible lo que parecía imposible, que elcorazón de su niña siga latiendo, quepueda seguir creciendo ilusionada con laidea de convertirse en azafata. Y conella, con su lucha, con un gesto tansencillo como el de guardar tapones deplástico, ha conseguido despertar enmucha gente un sentimiento que tiene unvalor incalculable y que esespecialmente necesario en estostiempos que nos ha tocado vivir: el de lasolidaridad.

12CASTELSERÁS, ELPUEBLO ONLINE

No voy a descubrir el Mediterráneo siafirmo que Internet ha sido el mayorfenómeno de la historia reciente de lahumanidad. Para mí, un señor que ya ha

cumplido los setenta años, ha supuestotodo un cambio en mi vida, un modo deacceder a personas y conocimientos quede otra manera me habrían sidoinaccesibles. Consultar nuestras cuentasde Facebook, Twitter o tantas otrasredes sociales es hoy para casi todos ungesto tan cotidiano como hace unos añoslo era encender la televisión para verlas noticias. Pero esto no ha sidosiempre así. Hace un tiempo, nodemasiado, apenas un par de décadas,Internet era aún una palabra extraña que,en el mejor de los casos, inspiraba másdesconfianza que otra cosa. Pero yaentonces hubo gente que supo ver queesta invención no era solo unentretenimiento para las nuevas

generaciones, era una poderosaherramienta que ofrecía posibilidadesinfinitas para la difusión de lainformación y el conocimiento, para elcomercio, para la cultura, para lacomunicación.

Uno de estos visionarios se llamabaRicardo Llop. Vive en Castelserás, unpueblo de Teruel que apenas supera losochocientos habitantes. Por aquellosaños, hacia finales de la década de losnoventa, coincidiendo con aquellafamosa campaña que reivindicaba que«Teruel existe», Ricardo cayó en lacuenta de que este nuevo invento podríaser lo que su tierra necesitaba paraponerla en el mapa. Teruel era y es una

de las provincias más despobladas detoda Europa. Montar cualquier tipo denegocio allí era una odisea no solo porfalta de recursos, sino por falta declientes potenciales. Por eso estehombre, animado por su intuición, selanzó a la aventura del comercioelectrónico. Empezó con una páginapequeña, vendiendo algunos productosdel negocio familiar. Aquello funcionóy, animado por el éxito, compartió susecreto con sus paisanos. A fecha dehoy, Castelserás es el pueblo con másempresas online per cápita del mundo.

Yo no soy ningún experto en e-commerce. Cuando era pequeño, a mipueblo, que está a dos mil metros dealtura, la miel la traían desde la Alcarria

en unos burros con unas tinajas, losafiladores llegaban desde Lugo enbicicleta... Cada cual venía con sumercancía o servicio hasta donde estabasu mercado. Hoy, sin embargo, todos losclientes del planeta, ya estén enSalamanca o en Tasmania, están a unclic de distancia. Por eso, para aprenderalgo más de este mundo, me he acercadohoy hasta Castelserás. Pero también paraconocer a Ricardo, un emprendedor entoda regla que, sin pasar por ningunauniversidad en Silicon Valley ni enningún otro sitio de prestigiointernacional, ha dado vida a todo unpueblo, a su pueblo. Un magníficoreferente para mucha gente.

—Ricardo, aparte de felicitarte por tuiniciativa, quiero darte la enhorabuenaporque creo que en tu negocio no tenéisni un solo moroso. ¿Es así?

—Bueno, sí. Nosotros cobramos poradelantado antes de hacer ningún envío.Por eso tenemos cuarenta mil y picoclientes y entre todos no nos deben ni uncéntimo, ni uno. Así, si no tienesmorosos, puedes ajustar más los preciosy es más fácil ser más competitivo.

—¿Y nunca has tenido la curiosidadde poner cara a tus clientes y que elloste la pongan a ti? ¿No ha surgido la ideade mandaros una foto o algo?

—Sería complicado. Lo que sí mepasó una vez, en Menorca, hablando de

Internet en un evento de emprendedores,es que me vino una señora con su hijo asaludarme. Me dijo: «Este es el cliente yyo soy la dueña de la tarjeta que lo pagatodo». Fue el primero que conocí, y le diun abrazo que para qué. Me hizo muchailusión.

—Hay que ver cómo ha cambiado elmundo del comercio en pocos años, ¿eh?

—No creas, esto del comercioelectrónico no deja de ser lo mismo quese ha hecho siempre, pero con unordenador. Mira, aquí, en el bajoAragón, se hace un aceite magnífico queya compraban los romanos hace dos milaños. Ahora lo vendemos por Internet yhasta en el Vaticano nos lo compran,pero es el mismo aceite que se ha

vendido durante siglos.—¡Pero qué me dices! ¿Lo compran

los cardenales de Roma?—Esos mismos. El aceite que

bendicen en la misa crismal el JuevesSanto es de aquí.

—Pues a ver si cazáis al Papatomándolo..., ¡menuda propaganda!

—Es para los santos óleos, no paralos huevos fritos, Miguel Ángel.

—Es que, sin ánimo de desmejorar aotros productores de aceite de España,el de aquí es puro néctar, es casi parabeberlo.

—Eso es verdad. Precisamentetrabajamos con una empresa de tu tierraque vende anchoas de allí, de Cantabria,

con aceite de aquí.—Estupenda combinación... Pero,

bueno, muéstrame algo de estamultinacional que tenéis montada aquí.Esta es la panadería de tu familia,¿verdad? ¿Cuántos panes de estosvendéis al día?

—Lo que nos encargan. Durantedieciséis años hemos estado mandandoveinticuatro sacos a la semana para unrestaurante de Cataluña. Por eso tienenesta forma, para prepararlo comoacostumbran allí.

—Supongo que el pan no lomandaréis a Japón ni por ahí lejos, ¿no?

—No, pero sí hacemos envíos a todala Península en veinticuatro horas sinproblemas. En la página de nuestra

asociación, sabor-artesano.com, sepuede encargar el pan del horno, eljamón del secadero, el aceite de lacooperativa de los labradores, lasconservas de melocotones de Calanda...Todo viene de quien lo produce, delagricultor o del ganadero directamenteal cliente.

—Y tratando con tanto extranjero, ¿túde idiomas cómo andas?

—Yo ando mal, pero mis compañerosandan bien. En este negocio, como encualquiera, se trata de hacer un buenequipo en el que todos noscomplementemos.

Llegamos al «sagrario» del negocio,al horno donde se cuece el pan del que

hablamos. Allí nos encontramos con elpadre de Ricardo.

—¡El padre de la criatura! ¿Cómoestás? ¿Cuántos años has estadotrabajando en este lugar?

—Yo empecé aquí el año 1953, mequedé yo aquí solo, había cumplido losdieciocho años.

—¿Tú eres mayor que yo? ¡Pero siestás hecho un chaval!

—Setenta y ocho cumplidos, y voy ahacer setenta y nueve este año. Eso espor el pan que como —bromea el padrede Ricardo—. Empecé cociendo lo quellamamos el pan de cosechero, la gentetraía la masa y aquí solo se cocía, así,en piezas grandes. El horno original esdel siglo xv, aunque el que tenemos aquí

tiene solo cien años, pero siguefuncionando de la misma forma; no es deestos hornos en los que el fuego no entray el pan se cuece con el caloracumulado, no. Aquí se ve la llama.

—Esto sí que es tradición, no como elpan que te venden ahora, que vienecongelado. Antiguamente en mi pueblococíamos el pan para un mes y, bueno,no estaba igual de tierno el día veinteque el primero. Pero es que ahoracompras una barra de pan y al díasiguiente puedes hacer un nudo decorbata con ella, que parece goma.

—Es que el pan solo sale rico si seatiende a dos cosas fundamentales: quela fermentación sea lenta y que la masa

tenga la temperatura exacta para lacocción. Ya no me acuerdo de si eranveintidós grados o cuántos, que para esoya estoy jubilado, pero eso es esencialpara que la cosa sea como Dios manda,que se haga todo a su ritmo y lentamente.

—Hubo una época en España en quecomíamos solo pan. El que comíamos enmi tierra no era de trigo, era de maíz.

—¿De maíz?—Sí, de maíz, pan de borona.—Pero eso sería macizo

completamente, ¿no? Es que el trigolleva gluten, que es lo que hace quefermente y se esponje, pero con maízdebía de ser muy macizo.

—Sí era macizo, sí. Recuerdo que elpan, la torta, como la llamábamos, la

hacíamos en casa. Bueno, nosotros noproducíamos nada, nada más quepatatas. Teníamos una vaca con unoscuernos muy grandes, pero que lausábamos como tractor porque no dabaleche. Todos los meses de octubre lospaisanos se echaban con los carros a loscaminos y cambiaban patatas por maíz olo que fuera. Mi padre tardaba un mes envolver, pero luego llevábamos el maízal molino, nos lo devolvían molido y encasa hacíamos el pan en la cocina, enunos ladrillos que se ponían en el suelo,en el fuego. Y oye, con un tazón de lechey una torta de maíz nos alimentábamos.Te ponías ahí a mojar, en medio litro deleche sin hervir ni nada, y con eso

tirabas toda la mañana.»Bueno, amigo, no me enrollo más.

Te dejo con tus tareas, que tu hijo me vaa enseñar ahora el resto del negocio quetiene aquí montado. ¡Un abrazo!

—Encantado de conocerte, Revilla.—Te voy a enseñar ahora nuestra

empresa de los cuchillos y las navajas ytodo esto —me dice Ricardo.

—Muy bien. Cuéntame más cosas porel camino, ¿cuánto vendes al año através de este sistema?

—Pues el año pasado unossetecientos mil euros o una cosa así. Elhacerlo todo desde casa es también unaventaja porque siempre hay menosgastos.

—Es una empresita, es toda una

empresita, ¿eh? ¿Cómo te vino la ideade empezar?

—Pues yo oí hablar de Internet en uncurso que hice en 1999. No había vistoun ordenador en mi vida, pero enseguidapensé que aquí, en Teruel, que no hay niDios en toda la provincia, podría serperfecto para tener todo el mundo a unclic de distancia. Todo está ahí, detrásde la pantalla; solo teníamos queponernos nosotros también. Así quedecidí montar un comercio electrónico.Al principio ni siquiera sabíamos lo queíbamos a vender, pero empezamos conlos productos de la casa. Luego otroamigo del pueblo puso otra cosa; otro,otra...

—Y en conjunto, ¿qué beneficiosacáis aquí aparte de tus setecientos mileuros?

—Yo no sé exactamente lo quevenden los demás, pero todo vafuncionando. Hay algunos que tienenseis empleados, otros tienen uno,depende también de lo que trabajes y delas horas que le metas al asunto. Internetno es la Virgen de Lourdes, es un mediomás para vender, pero tienes quetrabajar como un perro, si no no arrancanada.

—Y vender cosas que merezcan lapena, con calidad.

—Claro, los productos tienen que serbuenos y con las mismas garantías que

en una tienda tradicional. Siempre esimportante que la gente que empieza conun negocio virtual, esté en Santoña oesté en Castelserás o en Calanda, quetenga una visión global del negocio. Alfinal todo es un poco una cuestión deactitud, pensar que Tasmania no estálejos, está a un clic de distancia. Si notienes barreras mentales, seguro queencuentras cómo solucionar la cuestiónlogística. De Castelserás a Nueva Yorkse puede entregar un paquete en menosde veinticuatro horas, y a Australia a lomejor tardamos tres días. No estamostan aislados.

—Con relación al precio final que túaplicas, el transporte sí que te supondráuna parte casi igual o superior al coste

de la materia prima, ¿no?—Pues en muchos casos sí. El otro

día mandamos una pequeña brújula quecostaba un euro a Johannesburgo, aSudáfrica, y el porte valía veintinueveeuros, pero la mandamos. Es como otrocaso con el que nos reímos mucho.Resulta que a donde más perdigonesmandamos fuera de España es a la Indiay a Pakistán, siempre estamos con labroma de que están preparando unaguerra low cost, porque cada caja deperdigones cuesta dos euros, pero losportes son veintinueve. Y aun así haygente que compra. Al final, la Visa lalleva su dueño y con ella hace lo que leda la gana. Tú pon todos tus productos a

disposición de todos los países delmundo y cada uno que compre enfunción de lo que quiera.

—¿Y qué más cosas curiosas le hascolocado a alguno en el mundo?

—Pasa para adentro y lo vamosviendo. Hemos llegado a vender látigos,espadas, esposas, cajas de cerillas...Hasta navajas suizas en Suiza.

—¡Bueno! Con eso sí que me dejas...Pero igual son hechas en China, ¿no?

—No, no, estas vienen desde Suizahasta aquí. También vendemos espadasde Toledo en Toledo. Si el clientedecide comprar, nosotros se lovendemos. Es como los abrelatas detoda la vida. En Estados Unidos nos losquitan de las manos y pagan 0,60 euros

por cada uno, pero trece de gastos deenvío.

—Eso me parece una cosa increíble.¿Han ido a la Luna y no son capaces dehacer un abrelatas?

—¿Para qué? Ya se los vendemosdesde España, ya se los seguirévendiendo yo, tú tranquilo.

—¿Vendes más cosas de producciónespañola o extranjera?

—La mayor parte es de aquí, que escomo empecé. Lo que pasa es que si,por ejemplo, un secadero de jamonesquiere regalar un cuchillo con cadabarra de lomo, no puede ser un cuchilloque valga más de medio euro, por esoempecé a vender cosas de China, porque

hay un sector que necesita esa oferta.Pero no se trata de engañar a nadie,decimos claramente que son cosasfabricadas en China, no deja de ser unservicio más que das a tus clientes, unacosa tira de la otra.

—¿Cuánta variedad de productostienes? ¿Los has llegado a calcular?

—Dieciocho mil y pico tenemosahora mismo en catálogo.

—¿Y países a los que mandas lamercancía?

—Unos ciento cuarenta o por ahí. Hemandado a Groenlandia, a Mongolia...Yo creo que hemos vendido a todo elmundo excepto a Bután, Bangladesh,Belice y algunos países de África, peroes que allí es imposible vender nada.

—¿Cómo es la operativa de todoesto? ¿Tienes a una persona que tramitalos pedidos? ¿Alguien que atienda lasdudas de los clientes y esas cosas?

—Claro, sube conmigo a la oficina yte cuento. Aquí se encargan de atenderlos pedidos, las consultas, de saber si hallegado la mercancía del proveedor deAlbacete y si hemos enviado en plazo elpedido a Nueva York... El objetivo esno tener demasiado stock, hay que sermuy rigurosos con el control. Desdefuera puede parecer complejo, pero encuanto aprendes la dinámica es muysencillo.

—¿Al cabo del día cuántas llamadaspodéis tener?

—Pues no sé, por las mañanas unascuarenta o cincuenta, más o menos,aparte de consultas. Que se conviertanen pedidos, unas veinte o treinta.

—¿Para empezar esto tenías recursoso acudiste a la banca?

—A la Caja Rural.—¿Y lo entendieron? ¿Se

arriesgaron?—Sí, después de muchos papeles,

pero al final lo que valoran —sobretodo las cajas rurales, que yo creo queson de las entidades financieras mássanas de España— es que nunca hayashecho ninguna gorda por ahí. Tambiénocurre que si vas a buscar un créditoaparcando el BMW en la puerta y con

moreno caribeño..., pues normal que note lo den. Pero eso es de sentido común.

—¡Ay, amigo! Pero ese es el menoscomún de los sentidos. Hace poco medijo un bodeguero bien importante queél había pasado por situacionescomplicadas, pero que siempre habíasalido a flote porque tenía una ventajasobre otra gente: que no tenía ni yate niquerida. Algo parecido a lo que meacabas de decir tú.

—Así es, Miguel Ángel, así es.—Bueno, Ricardo. Ha merecido la

pena venir a conocerte. Es bueno que tuhistoria la conozcan otros, que se sepaque hay gente con ideas que es capaz demovilizar a todo un pueblo. Te deseo lomejor.

—Gracias a ti por venir.

Dejo Castelserás con muy buen saborde boca. Y no lo digo por loextraordinario de los sabores de losproductos de esta tierra, lo digo porquehe visto con mis propios ojos que lavida en los pueblos sigue siendoposible, y lo es gracias a la tecnología, aInternet. Poner cara a Ricardo ha sidopara mí una motivación muy grande paraencontrar verdadero sentido a la palabra«emprendedor», un concepto que se haconvertido en los últimos tiempos en unatapadera para el «búscate la vida»cuando la sociedad no ofrecealternativas a tantos y tantos jóvenes sintrabajo ni perspectiva de encontrarlo.

Espero que su ejemplo cunda entre otrosy que veamos más casos de éxito graciasa Internet, una herramienta de futuro quenos permite preservar las tradicionesdel pasado.

13JOSÉ IRANZO, EL

PASTOR DE ANDORRA

Si esta mañana he viajado al futuro delcomercio de la mano de un joven que harevolucionado su pueblo gracias aInternet, por la tarde he querido

retroceder varias décadas en el tiempopara encontrarme con quien ha sido y esuno de mis mayores ídolos desde lainfancia. Estoy hablando de José Iranzo,una persona que para mí es alguien muyespecial, un jotero conocido como elPastor de Andorra en honor al pequeñopueblo turolense en el que nació y en elque aún vive junto a su mujer, Pascuala.

Quien haya leído mi anterior libro, Lajungla de los listos, o quien me siga lapista por mis apariciones en los medios,sabrá de mi pasión por la jota, un géneroque «me pone» y que, de cuando encuando, me atrevo a cantar. Mal, perome atrevo con él. Yo soy mucho de lacanción tradicional española, de lascanciones de mi tierra, de la tonada

asturiana, pero la jota aragonesa meemociona por encima de cualquier otramúsica. Supongo que soy un tipochapado a la antigua, pero si hay genteque va hasta Memphis para ver la tumbade Elvis Presley o a Liverpool para verdónde empezaron a tocar los Beatles,¿por qué yo no iba a poder acercarme aconocer al que ha sido mi mayor mitomusical? Dicho y hecho, hace dos añosme planté en Andorra para,simplemente, conocerle, para hacerlesaber de mi admiración. Hoy he vueltopara, además de charlar con él sobre suvida y su modo de ver el mundo, darleuna sorpresa, que es también uno de mismayores sueños: rendirle homenaje

cantando junto a docenas de joteros enla plaza de su pueblo, rodeado de sugente. Espero que le guste.

—¡Maestro! ¿Cómo estás?—Feliz, muy feliz. Me alegro de

volver a verte —me dice José mientrasle cojo la cara y le abrazo con todo micariño.

—¿Y tú qué tal, Pascualica? Que yavais los dos para los cien años, pero osveo fenomenal...

—Somos del mismo tiempo, este añocumplimos noventa y nueve cada uno.Yo soy cuatro meses más vieja —meexplica su mujer.

—Bueno, José, cuéntame cuándoempezaste a cantar jotas, que yo me sétoda tu vida porque soy tu primer

admirador, pero hay gente que no ymerece la pena que la conozcan.

—Yo he cantado siempre, desde niño.Cuando quedaba al cuidado del ganadoya cantaba mucho y a todas horas, perosin saber cantar, a mi manera. En laguerra, igual, estaba en las trincheras ycantaba sin parar.

—¿Y qué día dejó de ser una aficiónpara empezar a dedicarte a ello?

—Pues estando en el ejército, enZaragoza, un día en la cantina del cuarteldel Carmen me dio por cantar unacanción para los compañeros. Fueraestaba un teniente que me oyó y entrópreguntando que quién estaba cantandoallí. Yo me puse firme y le respondí:

«Yo, señor. ¡A sus órdenes!». «Mañanate vienes al cuartel conmigo, que vieneel general y quiero que le cantes», medijo. Yo le dije que no sabía cantar, quelo hacía a mi manera, pero el hombreinsistió en que fuera y que me limitara ahacer lo mismo que había hecho en lacantina. Así que allí que fui y le canté algeneral en la comida. Se armó larevolución, les gustó, y decidieronmandarme a la escuela de cantar.

—¿Te pagaron ellos los estudios?—Un sargento, Ballesteros, me pagó

de su bolsillo el primer mes. Recuerdoque llegué a la escuela vestido demilitar y, claro, todos los que estabanallí empezaron a decir: «¡Que cante elmilitar! ¡Que cante el militar!». Así que

me puse a cantar delante de aquelloscantaores tan buenos, y veo que todos seechan a reír, lloraban de la risa. Yo mequería marchar de allí. Cuanto máscantaban los demás, más me acobardabayo. Me di cuenta de que no iba a poderser. Una profesora vino y me dijo quetenía mucha voz, pero que estaba muyverde, que era imposible ensayar nadaconmigo. «Bueno, pues nada, perdone,que ya me vuelvo al cuartel, que veo queno valgo para esto», le dije. Pero enestas apareció un tal Paco y me dijo queme sentase, que no me fuera todavía yque cantara otra canción. La canto, algomás tranquilo, se miran los profesores yme dicen: «Vas a venir todos los días a

partir de mañana, pero tienes que ponermucho interés para coger los estilos». Yallí empezó todo.

—Y cuando ya aprendiste a cantar encondiciones, ¿qué pasó? ¿Cuándopisaste por primera vez un escenario alo grande?

—Pues llevaría yo veinte díasensayando cuando me dicen que si meatrevería a cantar en un concurso detalentos en el teatro Principal. Yo dijeque sí, que si había cantado delante detodo el cuartel, por qué no iba a hacerloen un teatro. Y así, por todo lo alto,compartiendo cartel con José Oto, queera muy conocido entonces, debuté enZaragoza. Yo salí el primero, mearranqué con toda la voz que pude dar, y

la gente aplaudió mucho, les gustó.—¿Y ganaste el concurso? ¿Te

llevaste el premio?—Pues sí, me dieron un duro de

premio. También había cantado conmigoJesús Gracia, que con el tiempo fue otroprincipal en la jota, pero aquel día medieron el premio a mí. Al salir por lapuerta del teatro me vino su madrediciéndome que su hijo cantaba mejorque yo. «Sí, señora, pero el premio melo han dado a mí», le dije. Y me fui tancontento de vuelta al pueblo, pero no ledije a nadie que había ganado nada.

»Aquel mismo día en el Principal seme acercó otro hombre que me preguntósi me atrevería a cantar delante de José

Ibáñez Martín, el ministro de Educaciónde entonces, que era de Teruel y estabaesos días en la ciudad. Yo le dije quesin problema, y allá que fui. Montaronun escenario en la plaza del Obispo,enfrente del Ayuntamiento. Alguiendebió de decir que qué era eso decontratar a un pastor para cantarle alministro, así que, por si acaso, setrajeron a otro jotero más rodado deMonreal del Campo, muy buen cantaortambién, muy buen chico. Estando losdos delante del ministro, me pregunta elcompañero que si empieza él o empiezoyo. “Igual da”, le digo, y me arranco acantar. La ovación fue tremenda, le gustómucho a todos. Tanto que cuandotermino me viene el hombre que

organizaba aquello y me dice: “A ver,¿cuánto te tengo que pagar?”. Yo le dijeque nada, que no quería dinero, pero memetió mil pesetas en el bolsillo sindarme opción. Y yo, tan feliz.

—Es que mil pesetas en la época eramucho dinero.

—Sí lo era, sí. Y al poco gané otrastantas en otro concurso. Fui, canté ycuando anuncian el premio se lo dan auna chica de aquí, de Andorra. Yo penséque, bueno, pues que otra vez sería. Peroentonces sale uno del jurado y dice: «Aeste dale un extraordinario, que estepastor sabe más que ninguno de los queestamos aquí». Y me dieron otras milpesetas.

—Y a partir de ahí ya no paraste. DeAndorra a viajar por el mundo, ¿no?

—Sí, ya fue un no parar. Primero mellevaron a Londres, canté en el CoventGarden, y de ahí fuimos a Brighton,Cardiff, Oxford... Estuvimos cuarentadías y casi todos los días llenamos losteatros. Me acuerdo de que a la gente lellamaba la atención el coche en el quehabíamos ido, era todo tan diferente aEspaña...

—¿Y a qué más sitios fuiste? Porquesi alguien ha sido embajador de la jotaen el mundo, ese has sido tú.

—Pues de Inglaterra saltamos a París,diez días allí. Luego a Ámsterdam,Bruselas, Brujas, Amberes, Hamburgo...

Casi toda Europa y en los mejoresteatros. Luego a La Habana, a Santiagode Cuba, a Santa Clara... Fueron tresmeses en Cuba, canté incluso anteBatista. Todo antes del comunismo,claro. Fue un viaje estupendo, nostrataron muy bien.

—Y de allí a Estados Unidos, ¿no?—Sí, antes estuvimos un mes en

México y subimos a Texas, a NuevaYork, luego a Montreal, en Canadá. Yame habían avisado para ir antes con elgrupo de Zaragoza a Nueva York, perohabía mucha faena en casa y no pude ir.

—¿Mucha faena? ¿A qué te refieres?—Sí, con los corderos, con las

ovejas, tenía que atenderlos. Pero lasegunda vez que me llamaron sí fui, con

el grupo de Teruel. Esto fue cuandocanté para los Kennedy.

—¡Si es que has cantado para todoslos importantes del mundo! Que sé quete ha visto Perón, Hasán II, los reyes deHolanda... Y en todas partes te recibíancon los brazos abiertos, has sido elmejor representante que ha tenidoAragón en su historia.

—Y cantando en otros idiomas, queme hicieron cantar en inglés...

—¿En inglés? ¡Qué grande, quégrande! Y qué memoria tienes, José.

—Hombre, es que lo he vivido y sontodos muy buenos recuerdos.

—¿Hasta qué edad has estadocantando?

—Hasta los noventa y cuatro, que lagarganta ya no me dio para más.

—Por eso quería verte yo, porqueeres un ejemplo para mucha gente,porque has triunfado haciendo felices alos demás y sin dártelas de nada. Nocomo tanto estirado que hay por elmundo que va rompiendo el aire con elpecho... ¡Que estamos aquí cuatro días,hombre!

—Tú sí que vas a triunfar en la vidaporque tienes una cosa muy buena,Miguel Ángel, y es que eres muyhumilde. Y eso vale mucho. No hay quehablar mal de nadie, yo nunca hediscutido a gritos con nadie...

—Bueno, yo hablo un poco mal de

algunos, de los que roban. No me puedocallar porque creo que alguien tiene quedecirlo y que se persiga a los ladrones.

—Ya, eso sí.—Oye, José, ¿tú qué hacías con el

dinero que ganabas por esos mundos deDios? ¿Todo para las ovejas?

—Sí, claro. ¿En qué si no?—¡Si es que eres un ejemplo! ¡Un

ejemplo! Tú cobrabas y calculabas lasovejas que ibas a poder comprar conaquel dinero. Y punto.

—Pero porque yo tenía una mujer muybuena que me estaba esperando aquí, laPascuala, ella ha tenido toda la culpa.

—¡Qué suerte tuviste! Ojalá hubieramás gente como tú, que trabaje paramantener a su familia dignamente, no

para meter la mano en el dinero de losdemás. ¿Sabes?, yo también he sidopastor. Me acuerdo de que una vez, conocho añitos, se me comieron cincuentaovejas los lobos. No quería ni volver alpueblo, me escondí pensando que meiban a matar.

—Hay que ver...—Pero bueno, José, aparte de para

verte, que siempre es un placer, hoy hevenido desde Cantabria para darte unasorpresa, la más grande que hayasrecibido en tu pueblo...

En ese momento empieza a sonar unamúsica y la plaza del pueblo se vallenando de joteros que aparecen portodas partes. La gente rompe a aplaudir

a rabiar. A José y a Pascuala se lesilumina la cara. No puedo evitar el nudoen la garganta. Después de un par decanciones, uno de los joteros se acerca aJosé:

—Toma, José, entrégasela —le dice aJosé, dándole una placa que, acontinuación, mi ídolo me entrega a mí.

—¡Ah! ¿Pero me la dais a mí? —Sorprendido, leo el texto, que dice: «LaPeña Cachirulo José Iranzo a MiguelÁngel Revilla...».

—Claro, te la damos a ti para que teacuerdes de todos nosotros —me dice eljotero.

—No hacía falta, yo me acuerdo devosotros todos los días, de Andorra, deJosé, de todos. Pero muchas gracias,

¡qué bonito!Seguimos disfrutando de las jotas que

cantan en la plaza del pueblo tanto losjoteros que han venido a homenajear alPastor de Andorra como niños ymayores que se lanzan espontáneamentea cantar. Yo también. Sé que voy a hacerel ridículo, pero no puedo dejar decantarle a José un par de estrofas que mehe inventado para él:

Grande por todo y en todo,lo de esta bendita tierra,cuna del Pastor de Andorra,bendita seas, Andorra.

La euforia que tenemos es tal que elpropio Iranzo se anima a acompañarnos

a cantar su mayor éxito, La palomica.Mi felicidad no puede ser mayor.

—¡Qué maja es la vida! —me diceJosé.

—Y tanto, con qué poco se puede serfeliz. Que hay gente que se complica lavida con yates, con mujeres, concaviares... La felicidad es esto: lahumildad, la amistad, la familia... No estan caro ser feliz.

Lo caro es ser tan buena personacomo este hombre. Porque si es grandecomo artista, mayor aún es su calidadhumana. Son muchas las calles que letienen dedicadas a lo largo y ancho detodo Aragón, pero yo le pondría una encada pueblo y en cada ciudad de

España. Porque no me cansaré dedecirlo, con la jota vibra España entera.El flamenco puede gustar más o menos,pero la jota... Yo creo que es algo queemociona a cualquiera.

Ojalá podamos disfrutar muchos añosmás de José y Pascuala. Estoy seguro deque sí, en esta visita los he encontrado alos dos mucho mejor que en mi últimavisita. Ojalá pueda ver crecer a todoslos niños y niñas que hoy le han cantadoen la plaza, una generación que cantaorgullosa la jota y que es el mejor avalpara garantizar que el género seguirávivo muchos años más. Y siempre con lafigura del Pastor de Andorra comoreferencia. Por muchos años.

14DE REYES, PRÍNCIPES Y

YERNOS

Hoy me he citado en Madrid, a laspuertas del Palacio Real, con un grupode niños con los que he charlado sobrereyes, príncipes y yernos reales. Como

era de esperar, su honestidad, suinocencia y su absoluta ausencia depelos en la lengua han sido tanestimulantes como útiles para entenderqué es para ellos un palacio, unamonarquía, un Gobierno. Para entender,en definitiva, cómo ven nuestro país losespañoles que lo dirigirán dentro deunas décadas.

Precisamente en este palacio con tanpocos aseos (tres para hombres y trespara mujeres, doy fe de ello) yo hevivido historias muy curiosas. Lamayoría de mis visitas se dieron durantelos ocho años que fui presidente deCantabria, invitado por el rey JuanCarlos a comer junto al resto de lospresidentes autonómicos. Yo era

consciente de que estas recepcionesobedecían a puro protocolo y que estabaallí en función del cargo querepresentaba. Pero más allá de eso, síque tengo la impresión de que, por lomenos en aquella etapa, al rey le podíancaer unos mejor y otros peor, y creo queconmigo lo pasaba bien. A pesar deesto, siempre tuve claro que en elmomento que dejara de ser presidentedesaparecía esa teórica amistad. Y asífue, desde que dejé de ser presidente novolví a verle. No me sorprende. Yo creoque los reyes tienen pocos amigos.Tienen obligaciones protocolarias quepueden generar simpatías, pero que, unavez que la otra parte deja el cargo,

desaparecen. Otra cosa son loscortesanos, esa gente que tiene muchodinero y a la que a los reyes les vienebien mantener cerca. Pero eso es otrahistoria.

Sobre todo recuerdo este palacioporque fue donde ocurrió unacontecimiento que estuvo a punto decambiar mi vida, la famosa boda de losentonces príncipes y ahora reyes deEspaña. Recuerdo que al día siguiente,en una televisión local donde yo eracomentarista de los partidos del Racing,me preguntaron que qué tal fue la boda,que qué se comió, qué pasó... Era unapregunta inocente, apenas queríaresponder a la curiosidad de la gente, yyo respondí ingenuamente diciendo lo

que me había parecido, que habíacomido mal, que me había quedado conhambre. La anécdota ahora suenasimpática, pero el escándalo fuemayúsculo y a punto estuvo de acabarcon mi trayectoria política. Ya la hecontado muchas veces en muchos sitios,como la no menos famosa de miencuentro con Harold de Noruega «en eltrono», por eso no me extenderé en eltema. A quien quiera conocer losdetalles le remito al capítulo quedediqué a la jornada en mi libro Nadiees más que nadie. Por resumir, diré quela sangre, por suerte, no llegó al ríoporque la opinión del pueblo va por unlado y la de los elitistas, los que se

dedican a comentar estas cosas, porotro.

Pero volvamos al presente. Aquí yahora, frente al Palacio Real, con FelipeVI ya convertido en rey, no puedo evitarpensar en la figura de Juan Carlos I. Yohago una valoración de su reinadodividiéndolo en dos etapas. Creo que laprimera fue positiva, muy positiva paraEspaña. Siempre se ha dicho que ha sidoel mejor embajador de nuestro país, y esuna gran verdad, pero, por lo que a mírespecta, siempre le recordaréordenando retirar los tanques y lastropas de las calles aquella noche del23-F en que dio carpetazo a lachapucera intentona golpista del señorTejero. Fue una jornada determinante

para él y para todos los españoles, lehizo ver al mundo que estábamos en unademocracia y que ya no había marchaatrás. Sin embargo, la segunda etapa, lade los últimos cuatro años, ha sido uncúmulo de errores. Yo lo achaco a quelos reyes tienen una tendencia (comotodas las personas que están en lacúspide) a rodearse de un entorno depelotas, de gente que les dice lo quequieren oír. A nadie le amarga un dulce,y que te rodeen personas que te digan:«¡Uy, qué bien lo estás haciendo!», queincluso le dijeran: «¡Uy, majestad, quéelefante más grande ha matado usted!»,que, en definitiva, le disculpasen todaslas cosas que hacía mal, le condujo a

cuatro años muy negativos.Quiero pensar que la historia valorará

el conjunto del reinado de Juan Carlos Iquedándose con su labor constructiva,reconociéndole el mérito de tomar lasriendas de un país que venía de ladictadura y consolidar en él de maneraeficiente la democracia. Espero quecuando sea mayor Diana, una de lasniñas que me han acompañado en estavisita, siga viniéndole a la cabeza lomismo que me ha dicho hoy de él comoresumen de su reinado: «Durante latransición española fue una figura muyimportante, ya que apoyó a lademocracia y en el golpe de Estado de1981 siguió apoyándola y envió unmensaje a todos los españoles para

tranquilizarles». Si la historia no dice locontrario, creo que sería un modoapropiado y justo de recordar estosaños.

Tampoco puedo evitar pensar en estemomento en que el rey no es solamenteel rey, es su entorno. Uno de losproblemas que ha tenido Juan Carlos enestos últimos años que comentabaanteriormente ha sido la desgracia detener a un (presunto) corrupto en lafamilia y que la famosa frase quepronunció en uno de sus discursos deNavidad, aquella en la que decía que lajusticia es igual para todos, resultó noser del todo cierta. No vimos esaliteralidad de las palabras en la

práctica. Es normal, por lo tanto, que losespañoles estemos tan sensibles ante elcaso del matrimonio que formanUrdangarin y la infanta Cristina. Quenadie se eche las manos a la cabezaporque el pueblo cuestione a unmiembro de la familia real. Escompletamente lógico. La gente puedeentender que en un determinadomomento alguien angustiado, que tenganecesidad de comida, de alimentar a sushijos, pueda llegar a meter la manodonde no debe. Se puede llegar adisculpar. Pero unas personas comoestas, que tienen absolutamente todo porser quienes son, que disfrutaban de unsueldazo de Telefónica y otro de LaCaixa, que recibían una asignación de la

Casa Real que pagábamos todos losespañoles, que tenían más de tresmillones de euros en sus cuentasbancarias, no pueden dar pelotazoscomo los que parece haber dado elyerno del rey a cargo de lasAdministraciones públicas y privadas.Por toda España. En Palma de Mallorca,en Valencia, en Madrid... La gente estáabsolutamente indignada y espera queesto tenga un castigo. Si no, mal ejemploestaremos dando, no puede cundir en laopinión pública la sensación de que lagente importante no tiene castigo cuandocomete tropelías.

Pero no todo el entorno del rey es dela misma calaña. Juan Carlos I tuvo la

inmensa suerte de casarse con la reinaSofía, una mujer que en todo momentoha sabido estar, ha aguantado loindecible ante determinadas situacionesy ha tenido en la cabeza que por encimade todo era la reina, la consorte del reyde España. El futuro de Felipe tambiénva a depender en buena medida de lareina doña Letizia. No tengo una opiniónformada de ella porque apenas la hetratado más allá del saludo en algúnencuentro social, pero es muy importantepara que el reinado se consolide que sumatrimonio funcione y que la reina estéa la altura de las circunstancias.

Al rey Felipe tampoco le he tratadomucho más allá de los protocolos,aunque sí tuve ocasión de pasar con él

un día entero en Cantabria. Es evidenteque es una persona más introvertida quesu padre, en eso no se parecen, sutemperamento tiene más que ver con elde su madre. Comparado con JuanCarlos, a Felipe le falta campechanería,no se acerca tanto a la gente, ni quizásea tan simpático, tan natural, pero estámucho más preparado y no tiene algunosde los defectos proverbiales de losBorbones. Yo creo que puede ser unbuen rey, pero se tiene que habituar auna cosa: tarde o temprano en este paísse va a plantear el tema de monarquía orepública. Por eso yo le diría que intenteganarse el puesto, que esto de quealguien tenga derecho de herencia por el

simple motivo de que sus tatarabuelos,sus bisabuelos y sus abuelos hayan sidoreyes es un tema que en democracia noes muy presentable. Como también medijo mi pequeña amiga Diana, esperoque este rey no mate elefantes...

Yo, como demócrata, no puedoconsiderarme monárquico, porque tepuede tocar en suerte un reyextraordinario, sí, pero también te puedecaer un Fernando VII u otro como tantosque a lo largo de la historia han sidocalamitosos para este país. En la medidaen que un rey lo haga bien, tendrá elapoyo de las gentes, y si lo hace mal,pedirán su cabeza. En democracia ya nose hereda nada, hay que ganárselo. Losciudadanos tendrán que dar su opinión,

cuando se modifique la Constitución,sobre un tema tan trascendente como esla Jefatura del Estado. En la medida enque el rey Felipe se sepa ganar el afectodel pueblo español, tendrá garantizadoel puesto. Si no, tendrá que marcharse.

15HABLEMOS DE LA

CRISIS

Sospecho que una de las profesiones conmayor desprestigio en estos tiempos quecorren es la de economista. Y lo digoyo, que soy un economista que incluso

ha aprobado los cursos del doctorado yque ha sido profesor de PolíticaEconómica y Hacienda Pública en laUniversidad de Cantabria durantecatorce años. Plaza a la que accedí, porcierto, después de múltiplessustituciones al por aquel entoncesprofesor titular, el hoy ministroCristóbal Montoro. Hasta tal puntoestamos desprestigiados que yo, cuandome registro en un hotel y me preguntancuál es mi profesión, les digo que soypolítico, que ya es decir. Pero es queesta situación es muy comprensible.¿Ustedes imaginan que a un médico se lemurieran como moscas los pacientes enel quirófano por la anestesia? ¿Que a unarquitecto se le cayesen los edificios?

¿Que a un ingeniero de caminos se lederrumbasen los puentes? Pues esomismo nos ha pasado con la economía,se nos ha caído el andamio entero, nodamos una.

Yo tengo mi propia teoría sobre esteasunto, una idea global que parte de unapregunta que me hizo hace un tiempo unpasiego. Los pasiegos son una etnia enCantabria muy curiosa, son muyendogámicos, viven en una autarquíabasada en la vaca, la leche y susderivados... Un día, en un pueblo delvalle del Pas que se llama Selaya, unpaisano me preguntó:

—Oye, Revilla, tú que has estudiado,¿me podrías explicar qué está pasando?

Porque yo sigo teniendo las cien vacasque tenía hace cinco años, me levantopor la mañana, me amanece el sol más omenos a la misma hora, dependiendo deldía, sigue lloviendo más o menos igual,en el río sigue bajando agua, cuandoalguna vez bajo a la capital sigo viendocoches, actividad, unos mueren, otrosnacen... ¿Por qué hace cinco añoséramos ricos y ahora somos pobres?

Aquel día intenté responder alpasiego en apenas diez minutos, pero supregunta me hizo reflexionar hasta elpunto de que escribí un librodesarrollando la idea, La jungla de loslistos. Mi teoría es la siguiente: estamosen un mundo donde los que manejan laeconomía son los capitales que van y

vienen, pero vivimos una desregulaciónabsoluta de los controles de estoscapitales. El 30 % está en paraísosfiscales, en lugares donde no se producenada, no hay fábricas, ni viñas, ni vacas,solo hay pasta. Y esa pasta estáesperando como los buitres,sobrevolando el horizonte del mundopara ver dónde se genera alguna crisis ypoder lanzarse a comprar barato paraluego vender caro. Esto es lo que yollamo una crisis financiera, monetaria,global, con burbuja inmobiliaria y conburbuja financiera. Un problemamonumental que ha estallado pero queno van a pagar los que lo han creado,porque hay una virtualidad en este

mundo de las quiebras. Aquí puedenquebrar las empresas pequeñas, inclusolas grandes, pero los bancos, jamás. Losbancos no pagan nunca por sus errores,nunca pueden quebrar porque siempreaparecerá un Gobierno al rescate. Ydetrás de ese Gobierno, claro, losciudadanos que ponemos el dinero denuestros impuestos para el rescate.

Esta es, grosso modo, mi opiniónsobre esta crisis. Pero yo no dejo de serun economista de pueblo que se mueveen un territorio que se llama Cantabria.Ahora me interesa conocer la opinión deun economista que se mueve entre WallStreet y la City de Londres, que hablacon los hombres de negro que vienenaquí a decirnos que no gastemos, que

ahorremos, que nos jubilemos a losochenta años, que tenemos que apretarmás la soga. Me estoy refiriendo a JoséCarlos Díez, uno de los pocoseconomistas que conozco que vaticinacon rigor y al que tengo un especialaprecio.

—José Carlos, ¿cómo ves tú estacrisis? Dinos algo, alúmbranos conalguna solución, por favor.

—Bueno, primero debo pedir perdón.No le digas a mi madre que soyeconomista. Yo nunca pensé en 2007que en España se iba a destruir un 20 %de empleo y que íbamos a tener unadepresión como la que tenemos. Yahora, cuando te lees, te arrepientes de

muchas cosas de las que has dicho.Evidentemente hubo un errorgeneralizado, yo me equivoqué elprimero. Pero esta no ha sido la primeravez —ni será la última— que ocurrealgo así. Había una vez un economistanorteamericano, un hombre llamadoIrving Fisher, el que se inventó el IPC,el índice de precios al consumo, comoíndice de referencia para negociar lossalarios de los trabajadores. Fue un granacadémico, un gran teórico. Élasesoraba a empresas en la «jungla delos listos» de Wall Street y emitíapapelitos de valoración de empresas enBolsa. Tres días antes del crac de WallStreet de 1929, el señor Fisher dijo quela Bolsa de Nueva York estaba bien

valorada y que no había burbuja. En lostres años siguientes cayó un 80 %.Perdió todo su patrimonio personalporque había metido su dinero en Bolsa,el de su familia política, no sé si inclusose divorció de la mujer o llegó a tenerun conflicto... Y después de eso escribióun gran artículo diciendo «meequivoqué», e hizo una teoría sobreestas grandes depresiones. Como túdices, todo esto tiene mucho que ver conel componente financiero. Loseconomistas tenemos que ser humildes,no conocemos bien la dinámica y elcomportamiento de las finanzas.

»Lo que se produce en estas crisis esun periodo previo —que es lo que vivió

el pasiego, pero no se enteró— de fuerteendeudamiento porque las grandesfortunas de Wall Street y los bancosalemanes trajeron dinero en grandescantidades a España, pero de la noche ala mañana te cortan ese acceso a lafinanciación y te dejan sin crédito. Yclaro, la economía real de la que vamosa hablar a continuación no puede pasarde un mundo de extrema sensibilizaciónal crédito a un mundo de extremarestricción. Eso es lo que provoca elhundimiento y cierre de muchasempresas, la destrucción de empleo, yentras en dinámicas deflacionistas en lasque todavía estamos, con bajadas desalarios. Por ejemplo, un problema quetiene España y del que nadie habla, el

empleo y las rentas de las familiasespañolas han retrocedido a niveles de2002. Pero desde el año 2002 hastaahora la deuda de las familias haaumentado en trescientos mil millonesde euros. La pregunta es: ¿quién va apagar esa deuda? Pero si esa deuda estáen los bancos y los bancos no puedendigerirla, por eso el crédito no funciona,y por eso estamos en una dinámicadeflacionista, ¿no? Por lo tanto, es unacrisis muy compleja.

»En cualquier caso, y siemprereconociendo nuestro error, igual quehay enfermedades que los médicosdiagnostican pero no son capaces decurar, esta crisis no tiene fácil cura. Es

una crisis global, depende de decisionesque se tienen que tomar en Alemania. Nodepende todo de España. Por salvar unpoco a los economistas, digamos quepredecir el futuro no está en manos denadie. El problema es que nos fuerzan apredecirlo y alguno de nosotros se lo hacreído, se ha pensado que era un físico,ha creído que los modelos matemáticoseran infalibles y ha llegado aconclusiones que ahora tendremos querevisar en las universidades. Habrá quehacer una reflexión dentro de laprofesión de economista para ver qué hapasado y, sobre todo, cómo preveniresto para que no vuelva a pasar en elfuturo. Esto creo que es lo importante,sacar lecciones.

—A mí, una de las cosas que más meindignan es la campaña a la que hemosasistido desde hace cinco años: «¡Esque vivíais por encima de vuestrasposibilidades, es que gastabaisdemasiado!». Cuando yo, como todos,he vivido la etapa en la que los bancosperseguían a cualquiera que tuviera unanómina, cuando te decían: «Oiga, ¿peroqué hace usted viviendo en un piso?¡Cómprese uno en la playa! Y ya que lotiene en la playa, ¿por qué no lo compraen la montaña?». Y te llamaban y tedecían: «Yo le doy el cien por cien»...Yo he sido director de banco diez añosy recuerdo perfectamente que loscréditos se daban sobre el 70 % del

valor del inmueble que ibas a comprary, además, para curarte en salud, pedíasla firma de toda la parentela. Pero aquíno, aquí te llamaban y te ofrecían el cienpor cien del valor, y te llegaban cartaspara financiar un viaje a Turquía ypagarlo en seis años. Los bancosincitaban al consumo, perseguían acualquiera que tuviera pasivo para queabriera una cuenta al 1,5 %, al 2 %... Esdecir, son ellos los que han provocadoesa burbuja. Y mientras, en el Gobierno,presidentes que te decían que estábamosen la Champions League de la economíaeuropea, que ya habíamos alcanzado aItalia, a Francia, y que Alemaniatemblaba, que ya sentía nuestro resoploen su cuello...

»Es cierto que la recesión parecehaber tocado suelo, pero de ahí a quevolvamos a aquellos crecimientos del 4% y a que se genere empleo como pararebajar esa cifra de seis millones deparados que da la EPA, hay un camino,¿no crees, José Carlos?

—Primero: España no ha hechotodavía un buen diagnóstico de lo que hapasado aquí. Es verdad que losGobiernos tienen culpa yresponsabilidad, pero esto ha sido unincendio provocado por bancos, porempresas y, sobre todo, por una burbujainmobiliaria privada. Nadie delGobierno forzó al señor Blesa a darlemil millones de euros a Martinsa para

quebrar Caja Madrid. Por lo tanto, estoes una crisis privada. Los Gobiernos hansido los bomberos, pero no han estadodiligentes en apagar el fuego comotampoco lo estuvieron a la hora deprevenirlo.

»Segundo: esta no es la primera crisisde crédito ni va a ser la última. Haypaíses que gestionan mal las crisis decrédito, como Argentina, y países quelas gestionan bien. Por ejemplo, Coreadel Sur, en el año 1998, tuvo una crisisincluso peor que la nuestra y hoy es ellíder mundial en tecnología, en fabricarlas pantallas de plasma para que salgaMariano Rajoy a dar ruedas de prensa.Pero más importante aún es que hoy sonlíderes mundiales en materia de

educación: según el informe PISA tienena la gente mejor formada del mundo.Corea se gastó el 35 % de su PIB ensanear su sistema bancario. Nosotrosllevamos el 10 % y estamosescandalizados. Nosotros lo quetenemos que hacer es lo mismo queellos, apostar por la formación y por lasnuevas tecnologías, por las nuevasempresas. No apostemos por losplasmas, que ya lo hacen los coreanos,tendremos que hacer algo diferente.Pero, sobre todo, aprovechemos lamagnífica formación que tenemos migeneración y las posteriores. Hay muybuenos ingenieros, arquitectos,economistas, abogados... Es el momento

de que España no se asuste e intentemosresolver la crisis, erradicando lapobreza y el desempleo como prioridad,por supuesto, pero mirando al futuro ycon un plan para salir reforzados de estasituación y vivir mejor en el futuro.

—Estoy de acuerdo contigo, JoséCarlos, y creo que ese momento acabarállegando. Y para comprobar cómo sonesos empresarios que nos sacaránadelante, te invito a que charlemos contres de ellos para que nos den su visióndel panorama a pie de obra.

»El primero es valenciano, JorgeDobón. ¿A qué te dedicas? Cuéntanoscómo has afrontado estos cinco años tantremendos, cómo estás tratando de saliradelante. Algo que haga ver a los

españoles que hay un futuro y que estepaís tiene alguna salida.

—Soy el fundador de Momentum, unalanzadera de proyectos de Internet en laque nos dedicamos a asesorar a jóvenesemprendedores que quieren poner enmarcha su negocio. Lo bueno de mi casoes que yo comencé a emprender hacecuatro años, cuando ya había crisis. Esdecir, nunca me he encontrado en unentorno diferente, nunca he sentido queesto es algo fuera de mi zona de confort,sino que, al contrario, es parte de lo queyo creo que un emprendedor tiene que irluchando día a día.

»Estoy de acuerdo en que este es unpaís con oportunidades. Una de las

principales cosas que hay que transmitiren general a la sociedad española, y enconcreto a los jóvenes, es que España esun país que puede tener oportunidades,como decía ahora José Carlos Díez.España tiene que saber virar bien haciael mundo digital, tiene que saberencontrar correctamente el nicho dondeexplotar el talento emprendedor quetenemos. Hay que entrar primero por losjóvenes, no solo en la universidad,también en etapas anteriores de laeducación. Hay que transmitiradecuadamente la cultura delemprendimiento, detectar el talentoemprendedor que hay en nuestrasociedad e impulsar las actitudesemprendedoras. Es decir, gentes o

perfiles de personas que realmente estándispuestas a asumir un riesgo para crearempleo para otras personas.

—¿A cuánta gente habéis ayudado coneste proyecto, Jorge?

—En el año y medio que llevamos devida hemos ayudado a cienemprendedores a conseguir inversiónpara sus proyectos, pero nuestroobjetivo es ayudar a muchos más porquecreemos que hay mucho talentoemprendedor en España y muchasposibilidades. Nosotros tampocopensamos que los bancos vayan a ser losque nos ayuden a salir de aquí, tampocolos Gobiernos. Tanto la financiaciónpública como la de los bancos están

muertas, por eso creemos que hay queconectar o facilitar al emprendedor elacceder a la inversión privada. Es decir,darle las herramientas para contactarcon la gente que está dispuesta a apostarsu dinero por hacer crecer la economía,por poner su capital para ayudar aemprendedores jóvenes que quierenmontar su proyecto.

—Otro joven empresario que cree enEspaña es Patrick, un empresariofrancés que «vende» nuestro país a suscompatriotas.

—Llevo veinticuatro años en España,Miguel Ángel. Monté una empresa en elsector informático, y más recientemente,para capitalizar mi experiencia comoempresario en España, he creado una

consultoría para ayudar a losempresarios franceses o francófonos quetienen proyectos aquí.

—¿Por qué les estás diciendo a losfranceses que inviertan en España?

—Yo siempre recuerdo esa viñeta deCharlie Brown en la que se veía aSnoopy que miraba al jardín del vecinoy decía: «Es que la hierba siempre estámás verde en el otro lado de la valla».Es algo universal, a los francesestambién nos pasa, pero los españolestenéis tendencia a poneros másdesgracias encima de las que podáistener. Es verdad que España haatravesado una grave crisis, que estátodavía en ella, pero por eso mismo

surgen nuevas oportunidades. Porejemplo, para hacer negocio, ¿qué hacefalta? Unas buenas infraestructuras. Yhay que reconocer que ahora, aunqueaún las estamos pagando, lasinfraestructuras de este país sonfantásticas: hay autopistas, AVE.

—Menos en Cantabria...—Puede que a Cantabria no haya

llegado aún el AVE, pero quiero decirque para hacer negocio hace faltafacilidad para desplazarse y en España,francamente, la hay. Incluso en París, lacarretera de circunvalación equivalentea la M-40 de Madrid la han acabado elaño pasado, y todavía no han empezadola similar a la M-50. Allí, tener doscitas en una jornada implica estar todo

el día en atascos. Aquí hayoportunidades y también hay un entornoinstitucional bastante positivo. ElGobierno te deja hacer negocios más omenos en paz, sin intervenir ni incordiardemasiado. En los veinte años que llevoen España he comprobado que aquí laeconomía es mucho más liberal que enFrancia, incluso un Gobierno socialistacomo el que hemos tenido intervienemenos que un Gobierno liberalconservador francés. Y esto genera unclima bastante favorable para hacernegocios.

—Muy interesante, Patrick. Ahora megustaría presentaros a un tercer jovenempresario que cree que este país

merece la pena, Javier Echaleku.Cuéntanos quién eres y qué estáshaciendo.

—Actualmente soy propietario ydirector general de Kuombo.com, que esuna consultoría de desarrollo denegocios de comercio electrónico.Como decía Jorge antes, yo tambiéncomencé a emprender en una segundaetapa, un poco antes que él, en 2008,cuatro meses antes de que quebraseLehman Brothers, pero anteriormente, en2002, tuve una empresa con la quecomercializábamos calzado de unasmarcas de ropa. Estuvimos cuatro años,éramos tres socios, y en 2006, despuésde haber facturado unos cuatro millonesde euros aproximadamente y tras haber

cometido una serie de errores dedirección, tuvimos que cerrar con unproblema financiero bastante importante,con deudas. Pudimos reconducirlo conayuda personal, conseguimos cerrar laempresa sin dejar muertos por elcamino, pero yo estuve luego tres añosintentando volver a poner en orden mivida financiera con mis Excel,liquidando mis préstamos, trabajando decomercial, luego pasé a jefe de equipoen una compañía de móviles... Aquellaexperiencia me sirvió para entender quepara emprender, para montar un negocio,también hay que formarse. Yo siemprehe sido comercial, no tenía estudios deempresa cuando empecé mis primeros

proyectos de empresario, y fue gracias atener que liquidar la anterior empresaque estudié un máster. Hice dos,precisamente, para entender cómo teníaque desenmarañar aquel follón en el queme había metido, y me ayudó bastante.Posteriormente, en 2008, cuando yaconseguí liquidar mis deudas yreflexionar sobre todo lo que habíapasado en aquella época, decidí dejar laempresa en la que estaba trabajandopara volver a empezar de nuevo con loque tengo ahora. Lo que no me esperabaes que cuatro meses después, comodecía, iba a quebrar Lehman Brothers, elmundo iba a cambiar, de repente todoiba a hundirse, las empresas iban adesaparecer del mapa, la gente se iba a

ir al paro de manera masiva. No contabacon ello. Nada más arrancar tuvimos quereflexionar sobre lo que estábamoshaciendo, reconducir nuevamente laempresa, empezar a ofrecer otro tipo deservicios y, poco a poco, en los añosposteriores fuimos entendiendo lo quenuestros clientes necesitaban. Crecimoscomo equipo, ahora somos unas veintepersonas, y comprendimos que todo estodel comercio electrónico podía tenermuchas posibilidades, podíamos hacermucho por las empresas que se estánintroduciendo en el comercioelectrónico, y fuimos focalizando todosnuestros servicios a este canal. Ahoraestamos desarrollando nuevos servicios

y proyectos, manejando un carro que escada vez más grande, pero con el mismoriesgo que al principio, porque estoimplica vivir en una constanteincertidumbre, que mañana puedesvolver a cometer otro error y darte otrotrompazo.

—Una cuestión que os lanzo a todos:en Estados Unidos dicen que es muyhabitual que un empresario se hayapegado la torta tres o cuatro veces antesde triunfar, que aprender de los propioserrores es la mejor manera de crecer.

—Sí —me responde José Carlos Díez—. Por ejemplo, la gran empresa dereferencia tecnológica y de innovaciónde nuestro tiempo, Apple, ha fracasadotres o cuatro veces a lo largo de su

historia. Pero en Estados Unidos, alcontrario que en España, hay una ley dequiebras empresariales que funciona yque plantea reestructuraciones de deuda,y cuando es evidente que la empresa hafracasado y no va a poder pagar a susacreedores, hay una condonación dedeuda, una reestructuración, y se intentamantener la viabilidad de la empresa.Aparte, la sociedad norteamericanatiene sus cosas, pero ellos son un pueblode inmigrantes llegados de muchospuntos del planeta y han mezcladomuchas cosas en su carácter. Hancombinado la disciplina de losalemanes, la creatividad de lositalianos, el componente anglosajón de

asunción de riesgos...»Los tiempos han cambiado. Estamos

dentro de una revolución tecnológica,una de las mayores de la historia. Hastala imprenta de Gutenberg escribían muypocos y leían muy pocos, pero ahora conInternet escriben muchos y leen muchos.Muchos negocios que eran estables yganaban dinero se están quedando fuerade juego. Por ejemplo, en la venta delibros han entrado nuevos operadoresque han entendido mejor la forma de verla economía digital y se han adaptado.Vamos a seguir yendo a comer y vamosa seguir bebiendo leche de las vacas delos pasiegos, no va a cambiar todo elmundo, pero sí van a cambiar loscanales de comercialización. O las

empresas se enteran de esta revolución yse adaptan al nuevo entorno, o, comocon la selección natural de Darwin,morirán. Y ese es el proceso al quetenemos que perderle el miedo porquecreo que estamos capacitados paratriunfar.

»Me gustaría preguntar a Javier, apartir de lo que acabo de explicar, quéte encuentras en las empresas y en lasociedad española, si ves un Gobierno yunos dirigentes favorables a este cambioo si los ves reacios y con miedo.

—Hay de todo, como en todos lossitios y en todos los sectores —responde el empresario vasco—.Nosotros ahora estamos poniendo el

foco en las empresas consolidadas, notrabajamos ya con empresas pequeñas yemprendedores. Aunque hay gente quecon pocos recursos ha conseguido hacergrandes cosas, no es tan sencillo,requiere mucha formación y muchacapacidad de inversión y muchamentalidad abierta para entender losnuevos entornos en los que te vas amover. Nos estamos dirigiendo más auna empresa que ya tiene unaexperiencia en el mundo onlinetradicional, que está empezando aentender que el canal online es unanueva alternativa, ni la mejor ni laúnica, es una más donde tiene quedesarrollar su actividad comercial. Y loque nos encontramos en la mayoría de

estas empresas es ese freno y ese miedoa lo desconocido. La gente recibe muchainformación, que Internet es gratis, quees barato, pero realmente no entiendemuy bien lo que está pasando, porqueestán trabajando un montón y no venresultados. Al final nos damos cuenta deque hay que hacer un gran esfuerzo eninformarse, pero desde la cúpula de laempresa. El máximo líder de laempresa, el propietario, tiene queformarse para saber, primero, qué es elnuevo canal del comercio electrónico y,segundo, cómo tiene que aterrizardespués en el resto de la estructura de suempresa. No consiste en «cojo unproveedor, me monta la tienda y me

pongo a vender por Internet». Esbastante más complicado.

—El propio rey Juan Carlos dijo quese va para dejar a una nueva generaciónque lidere esto —comenta José Carlos—. ¿En el mundo de la empresatambién? ¿Tú ves este cambiogeneracional entre los que tienen queadaptarse al cambio y los que ya hancrecido con él?

—Internet no es algo nuevo enEspaña, yo llevo haciendo cosas desde1996, pero realmente han sido los tres ocuatro últimos años cuando más demoda se ha puesto —comenta Javier—.Pero no es una cuestión de edad, lacuestión no es que estemos ante unaempresa dirigida por una persona mayor

y que tenga que hacer un cambiogeneracional. Hay gerentes jóvenes, decuarenta o cuarenta y cinco años, que notienen muy claro qué es esto de Internety del comercio electrónico. Tienenmucho que aprender.

—Me ha alegrado mucho lo que hasdicho de las infraestructuras porque esun tema que me obsesiona —le digo aPatrick—. La única vez que fui en mivida a Roma visité la Via Appia yentendí por qué se convirtió en unimperio: porque había llenado el mundode carreteras, caminos por los quepodían mandar material bélico, mandarsuministros. Las infraestructuras, pormucho que se gasten, son

imprescindibles para la modernizaciónde un país. Es la condición sine quanon. Tú no puedes anunciar: «VisiteCarmona, en Cantabria», si no tienes unacarretera para que la gente llegue hastaallí, ¿no?

»Por eso me preocupa que Europahaya tomado una vía contraria a la quehan tomado Estados Unidos, Japón o lapropia Inglaterra. Aquí hay una jefa quese llama Angela Merkel y que supone untapón importante para nuestrodesarrollo. Esta señora está en una fasede recortes que a ella le va bien. En supaís no tiene paro, la economía más omenos tira, pero yo creo que una Europasolidaria en estos momentos tendría quedecirle que ya está bien. Ya hemos

llegado al suelo, la gente ha hechosacrificios importantes. Establezcamoslos mecanismos necesarios de controlpara que no ocurra más lo de los EREde Andalucía, pero habilitemos unprograma expansivo de inversión paraseguir manteniendo las infraestructurasen marcha. Apostemos por el I+D y porlas energías renovables, que la señoraMerkel lo está haciendo en su país, peroen España estamos haciendo locontrario, pinchando en Canarias yapostando por el petróleo. Que se creeun programa que genere empleo en lugarde quedarnos a esperar que lo haganunos tíos como vosotros, que soisvalientes y estáis creando unas

empresitas. ¿Pero cómo rebajamos lacifra de esos seis millones de parados?¿Cómo vamos a hacerlo esperando queel turismo siga siendo la única fuenteque nos permita tener ingresos si elverano es bueno? Habrá que hacer algomás, que se apueste por algo quedinamice la economía. Y ahora mismo,con tanto recorte, yo veo que esto estáparado y que con crecimientos del 1 odel 0,8 % no vamos a aliviar elproblema. ¿Tú qué opinas, José Carlos?

—Opino que hay un problema en eldiseño del euro. No es la primeramoneda que se crea, ni es la primeraunión monetaria. Una unión monetaria nopuede convivir sin una unión fiscal. Yuna unión fiscal tiene que tener un

Gobierno y una unión política quegestione los recursos. Por lo tanto,nosotros dimos un paso adelante solocon la unión monetaria y tenemos unGobierno en Europa raquítico. Porejemplo, mientras el Gobierno deObama gestiona el 20 % del PIB enpresupuesto, el Gobierno de la UniónEuropea solo gestiona el 1 % y dedicala mitad a subvenciones agrícolas.Además, para resolver la crisis dedeuda, Europa tiene otro problema.Alemania tiene una tasa de paro del 5 %y España del 25 %; evidentemente, laspolíticas económicas que necesitaEspaña no son las mismas que necesitaAlemania. Si estuviéramos en un país

como Estados Unidos, la gente se iría deEspaña a trabajar a Alemania y las tasasde paro se equilibrarían, pero eso enEuropa no pasa. Por lo tanto, tiene quehaber una compensación desde la UEpara que se cree la unión fiscal, paraque se aumente el presupuesto delcentro, y para eso hay que dotar de máspoder al Parlamento y más control,como tú dices. Y luego, una vez que esedinero está ahí, concentrarlo en paísescomo España, que tiene una deudapública del 100 % y un déficit públicodel 7 % del PIB. Es decir, España tieneque hacer ajuste fiscal, sí, pero ningúnpaís ha salido de un problema de deudahaciendo un ajuste fiscal dentro y sinapoyo de un plan de estímulo exterior.

»En mi libro Hay vida después de lacrisis cuento la historia de AméricaLatina en los años ochenta. EstadosUnidos creó entonces una cosa que sellamó el Plan Brady, avalado por elTesoro americano, para que esos paísespudieran aplicar planes de estímulo. EnEuropa eso mismo se llama eurobonos yse tienen que poner en marcha, peroahora no hay mucho tiempo. La mechapara la ruptura del euro está encendida.Es verdad que va muy lenta, tenemos unBanco Central creíble, pero la mechaestá encendida. Hay países que no van apagar su deuda, como Grecia. Por lotanto, hay que tomar decisiones: oreestructuras la deuda de Grecia y la

sacas del euro, o la dejas dentro deleuro pero con un plan, como tú dices,para que vuelva a crecer. Porque si elpaís no crece no paga.

»Y a España le está pasando lomismo. España, con crecimiento del 1 %y deflación salarial, no va a salir de lacrisis. Es así de sencillo. Hay quecambiar las políticas económicas comose ha hecho en Estados Unidos, hay quehacer una reestructuración de deudaordenada en Europa. Por ejemplo, elFondo Monetario ha recomendado queel Gobierno español reestructure ladeuda de las empresas que no van apagar y que hagan condonaciones dedeuda en la Seguridad Social y en laAgencia Tributaria. Lo ha puesto por

escrito. Yo tengo un plan parareestructurar deudas de familias que novan a pagar. En vez de desahuciarlas semira cuál es su ingreso mensual, se dicecuánto puede pagar de hipoteca, se dicecuánto puede asumir y el resto secondona. Y tú dejas a la familia en lacasa y no dejas casas vacías en manosde los bancos que no van a vendernunca. Medidas para resolver la crisistiene que haber. Ahora, si Alemania estáen un plan de que a ellos les va bien,argumentando que esto es una crisismoral, que nosotros dormimos la siesta,que no somos productivos y todas esastonterías... Pero España no tiene unproblema de competitividad, España

tiene un problema de deuda, tiene unnivel de deuda que no puede asumir. Yote garantizo que si reestructuramos esadeuda y la ponemos a unos plazosrazonables, la economía vuelve a crecer.España tiene capacidad para bajar latasa de paro y volver a innovar, volver aemprender y volver a crear empresas.Pero no se puede hacer sin el apoyo delBanco Central Europeo, del eurobono.

—Y de la señora... —matizo,refiriéndome a la canciller alemana.

—Y de la señora. Si la señora noquiere abrir el monedero... —confirmaJosé Carlos—. A la señora le mando unmensaje: «Deuteronomio 15: Cada sieteaños condonarás tus deudas...», y elséptimo año está al llegar. Nosotros

tenemos la deuda, pero los fondos depensiones alemanes tienen los bonos ycomo se ponga muy dura con elmonedero, no van a cobrar los bonos.Eso es lo que se tiene que plantear, siquiere asumir quitas del 80 o el 90 %,como en Argentina en 2001, o quiereasumir quitas del 30 o el 40 % con unplan ordenado como yo planteo en milibro y como otros muchos economistas,no solo yo, están planteando.

Terminamos confirmando que loscinco estamos de acuerdo en que parasalir de esta situación tiene que cambiarla política europea y la mentalidad deesa señora —tan odiosa en estemomento para tanta cantidad de gente no

solamente en España, sino en Grecia, enItalia, en Portugal—, que nos está dandouna soga y encima nos invita a quetiremos de ella para ahogarnos. Es muyimportante lo que ha apuntado JoséCarlos: mucho de lo que debemos se lodebemos a usted, señora Merkel, pero sieste país no crece, si este país no generaempleo, al final se van a quedar ustedestambién colgados. De hecho, estoyconvencido de que esta facilidad que hahabido en España hace unos meses paradar dinero a los bancos era porque esedinero, la mayor parte de él, lo habíanprestado los bancos alemanes. Lo quetendrían que haber hecho los bancosalemanes es haber ido a ver a la señora

Merkel y decirle: «O me paga usted omejor me pagan entre todos». Endefinitiva, coincido en que hay queponer en marcha una políticadinamizadora de la actividadeconómica, pero para eso hay queconseguir que esa macroeconomíaeuropea que dirige la señora Merkelcambie de orientación. Esperemos queeste cambio necesario se dé más prontoque tarde. Por el bien de todos.

16«AVIACIÓN SIN

FRONTERAS», UNPROYECTO CON

CONCIENCIA

Me reúno con un paisano que se gana lavida como piloto en una aerolínea

comercial. Como no podía ser de otraforma, nos hemos encontrado en unavión. En tierra firme y sin volar, perodentro de un avión como los que pilota adiario en sus rutas a lo largo y ancho delpaís.

El piloto en cuestión se llama LuisBerasategui y, como decía, es paisano,es cántabro. Una razón más para estarorgulloso de él, pero no la única. Luis esel presidente de Aviación sin Fronteras,una ONG que moviliza cada año acientos de voluntarios del mundo de laaviación (pilotos, auxiliares de vuelo,personal de tierra...) para ayudar con suexperiencia, su tiempo y su dinero aotras personas. Generalmente su laborse centra en los niños, pequeños sin

recursos que necesitan viajar hastaEspaña u otros puntos de Europa paraser sometidos a operaciones eintervenciones médicas a las que notienen acceso en sus países de origen.

En el aeropuerto Adolfo Suárez, enBarajas, después de localizar el avióndonde estaba programado el encuentro,he subido la escalerilla y me heencontrado con un Luis cordial y debuen humor.

—Buenos días. ¿Este es el avión queva a Santander?

—Me parece que sí, caballero,buenos días. De hecho, si usted es elseñor Miguel Ángel Revilla, lo tenemosen el plan de vuelo. Será un verdadero

placer llevarle a bordo, presidente.—Muy amable. ¿Dónde nos ponemos,

entonces?—Donde usted esté más cómodo.

Aquí mismo —me dice señalando unasiento magnífico.

—Pero esto es business, ¿no? Yonunca voy en business...

—¿Cómo que no?—No, nunca en mi vida lo he hecho.

Ni como presidente he entrado jamáspor una puerta de autoridades ni hevolado en business. ¿Por qué? Porqueme da vergüenza. Y esto no espopulismo, ni mucho menos. Es que yosiempre he pensado que en esta vida hayque tener claro que los cargos, sí, te danciertas prebendas, pero cuando se

acaban hay que volver a la vidacotidiana de cualquier ciudadano. Poreso, para no habituarte a esas cosas, esmejor no usarlas nunca, que yo conozcocasos de ministros y presidentes decomunidades autónomas a los que luego,cuando tienen que perder esosprivilegios, el coche oficial, el asientoe n business, les entran verdaderostraumas.

»Pero vamos a lo que vamos, Luis.Como sabes, estoy buscando por todo elpaís historias de gente que merece lapena. Y una de esas historias es la tuya.Yo vuelo con Air Nostrum desde quetengo uso de razón porque es lacompañía que hace la línea que más uso

yo en el mundo, la ruta Santander-Madrid. Y yo sabía que aquí había unpiloto de Cantabria...

—De Santander.—Eso, un piloto de Santander que,

después de terminar su jornada detrabajo, se dedicaba a ayudardesinteresadamente a gente sin recursos,a transportar niños, medicamentos... Yque esa persona eres tú, LuisBerasategui. Un tipo con un buen puestode trabajo, con percha y elegante, quepodría acabar sus ocho horas diarias ydedicarse a disfrutar de la vida, pero no,tú optaste por ayudar a los demás en unaONG que se llama Aviación sinFronteras.

»Entonces, cuéntame dos cosas.

Primero, en qué consiste estaorganización y, segundo, qué te motivapara salirte del reglón que la mayoría delas personas sigue. Por qué en lugar deir a lo tuyo después de trabajar decidesechar una mano a los demás en tu tiempolibre. ¿Cómo empezó todo?

—Todo empezó hace como ochoaños, más o menos. Yo estaba volandoen un avión de Air Nostrum y meencontré con una compañera que llevabaun llavero que me llamó la atención.Mira, lo tengo aquí. Ya tiene sucostrilla, ya es antiguo...

—A ver... —Luis me muestra elllavero en cuestión y veo que tiene unapieza roja con unas palabras escritas en

inglés.—¿Qué quiere decir esto? Yo no sé

inglés, no sé lo que dice...—Dice Remove before flight. Cuando

llegamos al avión por las mañanas yhacemos la inspección prevuelo, cuandohacemos la ronda para ver que todo estácorrecto y en condiciones de volar,tenemos que quitar unos tapones queprotegen una serie de partes sensiblesque hay fuera del avión. Se ponen por lanoche, para evitar que entre algúnmosquito o cualquier bicho mientrasestán en tierra, y de estos tapones cuelgaesta cosa roja tan llamativa. De ahí lo de«Remove for play», que quiere deciralgo así como «Quitar antes del vuelo».

»Pero a lo que iba: a mí me llamó la

atención el llavero de mi compañera. Lepregunté de dónde lo había sacado y mecontó que era de Aviación sin Fronteras.

—¿Y era española?—Sí, y de esta misma compañía.

Empezó a contarme en qué consistía laONG y qué proyectos tenía. Ahí mismoempecé a engancharme. Me interesé pormás cosas y empecé a participar en esosproyectos. Me acuerdo que el primerofue «Alas de Esperanza», que era unplan de acompañamiento a niños que nopueden operarse de enfermedadesgraves en sus países, casos con, porejemplo, problemas cardiacos o delaparato digestivo. En estos casosnosotros colaboramos con otras ONG

que nos ponen en contacto con los niños.Como la gente que trabajamos enaviación tenemos precios reducidos enlos billetes, podemos viajar a otrospaíses para recoger a estos niños.

»Por ejemplo, alguna ONG nos diceque tiene a un niño en Mauritania quetenemos que traer a España —o aFrancia, o a Finlandia— para someterlea una operación, no serán más de tresmeses porque es el tiempo límite quepermite su visado. El siguiente paso esque un voluntario nuestro se desplacehasta el país de origen y se haga cargodel niño en nombre de la organizaciónpara acompañarle hasta su destino, es unpuente, un intermediario. Lo que se viveen directo es..., no sé cómo describirlo.

Un niño de esos te enseña muchísimascosas, de verdad.

»Estos ocho años los he pasadoviajando de proyecto en proyecto junto aotros cuatrocientos voluntarios, los queno tienen tiempo o disponibilidad paravolar colaboran a su manera, pero todosle echan muchas ganas, que es loprincipal.

—Te estoy mirando a la cara y se teve una sonrisa, se te ven unos ojos... Meemociona la manera como lo cuentas.

—Es que me encanta esto, meencanta. Me he enganchado.

—Claro que se nota que lo vives. Quécosa tan maravillosa. ¿Me puedes contarcasos que te hayan impactado

especialmente, los que te hagan sentirmás orgulloso? Porque tendrásanécdotas para aburrir, ¿no?

—Es como los vuelos, siempre hayanécdotas. Alguno de mis compañerospodría escribir un libro con ellas.Recuerdo que en una ocasiónllevábamos a un niño de unos seis añosque se iba a operar en La Coruña,veníamos de Casablanca e hicimosescala de una hora y media o dos enMadrid. El niño iba con su mochiluca,con la merienda, agua... En estas, medice que tenía hambre, porque hablabaun poquito de español, y sacó de lamochila un bocadillito y una palmera dechocolate. Total, que coge la palmera, laparte por la mitad y me dice: «Toma,

Luis». Yo le digo que no tengo hambre,que muchas gracias, pero él me dice queno, que todo hay que compartirlo, y lacomida más. Como imaginarás, en esemomento se me cayó todo al suelo...

—Y además, seguro que estabadeseando comérselo todo él, el pobre.

—Sorprende, ¿verdad? Es que ennuestro día a día no valoramos esascosas, no somos capaces de imaginar loque un bocadillo puede llegar a suponerpara un niño de estos. Recuerdo otrocaso, en Sevilla, con un niño de tres ocuatro años, no más, que estaba con untratamiento oncológico. Me hizo graciaque tenía un avioncito de juguete y ledije: «Qué avión más bonito, ¿no?». Y

él me dijo: «Sí, era de Josito —creo queme dijo Josito, no recuerdo el nombre—, que murió la semana pasada decáncer». ¿Te imaginas? ¿Que un niño tediga eso con tanta entereza? Yo nopuedo, no puedo describírtelo. En esemomento empiezas a pensar en cualquierotra cosa para hacerte el fuerte, pero tedas cuenta de que los fuertes son ellos,porque están viviendo con una serie decircunstancias que yo no sé si sabríaenfrentarme a ellas.

—Es impresionante...—O como cuando vienen nuestros

compañeros de Burkina Faso, que vandos veces al año, entre noviembre ymarzo, a repartir material escolar. Alregreso nos cuentan que han estado allí

diez días yendo por los pueblos, por lacapital, por todas las escuelas del país,repartiendo cosas a dos mil quinientosniños que son en su mayoría huérfanosde padre y de madre. Inclusoconseguimos becarles, financiarles losestudios. ¿Porque sabes cuánto cuestaque un niño estudie un curso escolarcompleto? Cinco euros. Con cinco eurosuno de esos niños puede estudiar todo unaño. Y además ves que son gente sana,sin corromper, que es algo que suelepasar en estos países cuando llegamucho turismo. Aquí no pasa, aquí soloesperan material escolar, no te pidendinero. Yo he llegado a alguna escuela,he cogido un globo de los de toda la

vida, de los de los cumpleaños, lo heinflado, le he pintado una cara, y loscríos han jugado con él como si fuerauna consola. ¡Eso es la leche!

—Una pregunta, que igual es unatontería, porque viendo tu cara ya sé larespuesta, pero que te la voy a hacerigual. Si a ti mañana te dan a elegir entresiete días libres para ir al Caribe a todotrapo o ir a recoger a unos niñucos en elSáhara o no sé dónde, que estánbuscando a algún voluntario que utiliceesa semana para traerlos, que no tienenmedicinas ni dinero para los billetes, ¿túqué eliges?

—Esa es muy fácil. Sin duda, losniños. Porque lo vivo y porque me gusta,pero también porque una cosa no quita

la otra, yo también tengo mi vida y mitiempo libre. Y además, es que igual nohay opción porque tenemos cola devoluntarios para ir a los sitios. Eso es lomejor. El 95 % somos de algunacompañía, aéreos o de tierra, perotambién hay gente que no tiene que vercon la aviación. Y cada vez que se haceun llamamiento se les envía un correoelectrónico y un mensaje al móvil atodos los voluntarios, y si se teadelantan, pues no hay opción de viajar.

—E imagino que te pillarás un buencabreo... Pero yo te entiendo, a mí mepasa igual, a otro nivel, con otras cosas.Habrá gente que te dirá que quénecesidad tienes de complicarte la vida,

que por qué no te vas a la playa deLaredo con tu mujer o con tu familia...

—¿Tú crees que me estoycomplicando la vida, Miguel Ángel?

—Yo no, pero una mayoría seguroque sí lo piensa. De lo que se trata es dehacer comprender que si hay unavocación por algo, si se cree en unacosa, aunque esa cosa parezca absurda aojos de los demás, cuando se vecumplida esa vocación, eso es la mayorsatisfacción del mundo. Y yo veo eso entu cara, en la manera en como lo cuentas.

—Miguel Ángel, la vocación naceporque uno la tiene dentro. Tú defiendesCantabria a muerte. ¿O no?

—Pues sí.—Y lo vives, ¿a que sí?

—Lo vivo, claro. Cuéntame máscosas. ¿Qué planes tienes para este año?

—Ahora estamos poco a pocohaciéndonos camino, intentando mostrara la gente lo que somos, que es lo másimportante, que nos vayan conociendo.Lo último que hemos conseguido sacares un cuento solidario. Espera, que lotengo por aquí...

—A ver.—Mira, Alas en el corazón, se llama.

La iniciativa fue de una editorial que nospropuso contar nuestra historia ymaquetarla en un cuento con dibujos. Elrelato es, en el fondo, el de nuestrosproyectos contados para los niños. Laempresa buscó colaboradores y

patrocinadores para financiar el cuento ylos beneficios los donaron a la ONG.

»¿Te imaginas el orgullo que supone,después de tanto trabajo de tanta gente,que este cuento esté a bordo de losaviones? Este mes, incluso, lo hanmencionado en Ronda Iberia. Hace unaño ni nos imaginábamos algo así,nuestra historia está dándose a conocerpor Europa, por América... Eso es unorgullo para nosotros, poco a poco lagente va conociéndonos y se vainteresando por lo que hacemos, que haymuchas asociaciones «sin fronteras»,pero solo una de aviación.

—Es que el mundo de los aeropuertosresulta fascinante a los que no estamosdentro...

—Es verdad. De hecho, dentro delproyecto «Alas de la Sonrisa», que esnuestro proyecto, se organizan visitas aaeropuertos para asociaciones desíndrome de Down o de enfermedadesraras. Conocen a los bomberos, lasinstalaciones del aeropuerto, igualalguna compañía nos presta un avión enescala para poder visitarlo por dentro,si coinciden con una tripulación les danla mano, se hacen fotos con ellos... Y loschavales lo viven, lo que para nosotroses algo cotidiano para ellos es el viajedel año.

—Bueno, Luis. Vamos a irterminando, pero no quiero dejar dedecirte que lo que tú haces...

—Lo que hacemos.—Lo que hacéis en Aviación sin

Fronteras, exacto, es impactante. Sobretodo porque creo que sois un ejemplo decómo hay que creer en las cosas paraque salgan bien. Como decía elcomienzo del cuento: «No nosdedicamos solo a volar»...

—Eso es. Damos alas.—Gracias, Luis.—Gracias a ti, paisanuco.

Lo digo de corazón. La labor de LuisBerasategui me ha impactado realmenteporque alguien como él, que lo tienetodo para vivir cómodamente, paradisfrutar de un buen sueldo en sus horaslibres, ha preferido dedicarse

desinteresadamente a ayudar a quienesmás lo necesitan. Y como otros tantoscasos similares, veo que él también haaprendido a valorar más lo que tiene, aver con otros ojos su entorno cotidiano,que lo que para él es una rutina con laque ganar dinero para pagar facturas decosas, a veces, innecesarias, paramuchas otras personas no es solo unaexperiencia extraordinaria, es un modode mejorar una vida. Incluso de salvarla.

Y como dijo aquel: salva una vida ysalvarás el mundo.

17ELPIDIO SILVA, EL JUEZ

VALIENTE

En mis tiempos, cuando la mili eraobligatoria, se solía decir de los quintosque el valor «se nos suponía», quedaríamos hasta la última gota de nuestra

sangre por la patria por el mero hechode vestir aquel uniforme caqui. Esorezaba en la «blanca», la cartilla dealistamiento: «Valor, se le supone».Independientemente de que aquello fuerao no fuera siempre cierto, no puedodejar de acordarme de aquella expresiónque hoy puede sonar caduca, inclusorancia, cuando pienso en los valores quese presuponen a determinadosuniformes. Y digo esto pensando en un«uniforme» en concreto; uno que lucepuñetas de encaje en las mangas de unatoga; uno que cuesta muchos años deestudio y de trabajo conseguir y quesimboliza algo tan importante en unademocracia como es la justicia. Hablo,obviamente, del «uniforme» de los

jueces. Y hablo también del valorcuando pienso en ellos, en los jueces, yen todos los conflictos en los que parahacer cumplir la ley es necesaria unadosis extraordinaria de valentía y decoraje que, como a los quintos deantaño, los ciudadanos de a pie lessuponemos.

Uno de esos jueces valientes es, a mientender, Elpidio José Silva. Un día,después de veintiséis años impartiendomiles de sentencias, algunas másacertadas, otras probablemente menos,Elpidio tomó una decisión valiente, unade esas que cambian la vida. Ese díaapareció encima de su mesa una carpetacon un nombre, Caso Blesa, que

implicaba al por entonces director deCaja Madrid en la concesión de créditosirregulares al grupo Marsans y en lacompraventa del City National Bank ofFlorida. Lo que el juez no intuíaentonces era que asumir ese caso y,sobre todo, querer meter en prisión altodopoderoso banquero iba a suponerlesu tumba profesional y el final de sucarrera judicial.

Hoy tengo la oportunidad de charlarcon Elpidio en un «marcoincomparable»: la cárcel de Soto delReal, la misma en la que logró meter aBlesa dos veces.

—Señor juez, ¿cómo está usted?—Muy bien, Miguel Ángel.—Vaya sitio, ¿eh? Vaya sitio...

—Un centro penitenciario, ¿no? Sonlugares para la tranquilidad, MiguelÁngel, para la calma y la reflexión.

—Bueno, no está mal el entorno, hayuna especie de pantano por ahí, peroesto está muy seco, nada que ver con miCantabria. Y la fuga, complicada, ¿eh?

—Es que yo no sé si los que estánaquí realmente quieren fugarse...

—¿Tú crees que no?—Yo creo que no —opina el juez.—Algunos sí, que tienen mucho

dinero fuera y lo quieren gastar.—Bueno, puede ser.—Yo he oído decir que algunos,

cuando llevan mucho tiempo en lacárcel, ya se han habituado de tal

manera que prefieren quedarse allí arehacer su vida y reencontrarse con otromundo. Pero, claro, estos que se hanllevado veinte mil millones, dos milmillones, doscientos millones...Además, como no lo han devuelto, sesupone que lo tienen esperando en algúnparaíso fiscal o en algún sitioescondido, y están deseando salir paragastarlo.

—En la historia de las fugas no hayuna sola de un delincuente económico.No se fugan. No les hace falta.

—¿Y por qué salen pronto? —pregunto con curiosidad.

—Sí, o un poquito tarde. Pero antes odespués van a disfrutarlo, les compensa.

—Yo no soy juez, ni siquiera

abogado. Quizá sea por eso que aún mesorprenda leer noticias como una que viel otro día: a cuatro delincuentes —sepuede decir que son cuatro delincuentesdesde el momento en que han admitidoel delito de una apropiación indebida detreinta y un millones de euros— lesdicen que si devuelven el dinero que hanrobado, no todo, porque se habráquedado algo por el camino, quedanexonerados de ir a la cárcel.

—Claro, pero eso lo hemoscomentado los dos muchas veces. Es elreino de la impunidad. Puedes ir a robara una casa las veces que quieras, tellevas todo lo que hay y, si te pillan, lodevuelves. Si hay algo estropeado, pues

qué le vamos a hacer. Pero si te hasllevado televisores, muebles,frigoríficos, libros..., los devuelves y yaestá. Con lo cual no hay problema, es lomáximo que te puede pasar.

—Ya, pero ahí no hay riesgo.—Bueno, digamos que hay que

concertar un seguro para las mudanzaspor si tienes que devolver otra vez lascosas a la casa, y así que no te cuestehacerlo.

—Devuelves lo que te has llevado,pero no vas a la cárcel.

—Es como si no hubiera delito, omejor dicho, que no hay consecuenciasdel delito. Porque si la consecuencia escivil, no existe como delito en elderecho penal. Usted lo único que tiene

que hacer es devolver lo que se llevó.—Después de veintiséis años como

juez supongo que tendrás a algún«cliente» aquí metido. Habrás dictadosentencias de todo tipo, ¿no?

—Pues habré puesto, posiblemente,siete mil años de condena en total.

—¡Siete mil años de condenas!—En Ceuta, por ejemplo, estuve casi

cinco años trabajando. Llevaba dosjuzgados de lo penal y el juzgado devigilancia penitenciaria, con lo cual lagente estaba un poco desorientadaporque me veían por todos lados: en eljuzgado, en la prisión... Y allí sedictaban unas cuatrocientas o quinientassentencias al año con una media de

condena de seis meses a un año y medio.Haz la cuenta. Son miles de años decondena. Y no me revocaron ni una. Niuna.

—O sea, casi treinta años elaborandosentencias sin ningún problema y, derepente, llega un día que tendrásseñalado en tu agenda, ¿no?

—El 13 de mayo de 2013.—Eso, el día 13. Mal día... —

comento.—De 2013... —señala Silva.—Ya es casualidad, ¿eh? Imagino que

tú, como cualquiera en su trabajo, llegaspor la mañana a ver qué cae ese día:aquí un robaperas, allí un tipo que habrátraficado con cocaína, uno que hapegado a la señora, otro que habrá

pegado a no sé quién... Y de repente, unacarpeta que pone BLESA. Supongo queen ese momento no eras consciente deque estabas metiendo el dedo en el ojo aun poderoso.

—Hay casos muy importantes en elJuzgado de Instrucción número 9 deMadrid que he llevado con el máximoéxito y rapidez, de los que nadie hadicho nada y de los que tampoco voy ahablar ahora. Porque yo nunca hablé deBlesa, eso lo hicieron los medios decomunicación cuando iniciaron milinchamiento. Sinceramente, tardé untiempo en aprenderme su nombre porquepara mí las diligencias son solonúmeros, no tienen nombre. Y a este

caso le apliqué el mismo chip mentalcon el que trabajo para todos estos otrosque has dicho. Si no, no podrías vivir,no serías un juez adecuado, no podríassacar adelante tu trabajo pensando «estees de esta manera, este es de esta otra».Esto es lo que te da rapidez, lo que tepermite trabajar con eficacia,considerarlo un caso más. Es cierto queen mi juzgado los casos «gordos» sellevaban con mucha rapidez paraeliminar problemas. De lo contrario, vanagrandándose solos y al final no hayquien los controle. Y, realmente, en estecaso no pasó nada extraordinario.

»Las cosas cambiaron cuando secomprobó que Blesa tenía que ingresaren prisión. Porque sí, estaba obligado a

hacerlo. Si algún día declaroampliamente, como ya hice en fase deinstrucción, explicaré detalles de porqué Blesa realmente delinquió, sí o sí,con todos los indicios sobre la mesa.Porque él tiene derecho a su presunciónde inocencia y esto es un juicio deinstrucción que haces para enviar aljuzgado, en su caso a la AudienciaProvincial, para que le enjuicien. Unjuez tiene que evaluar los indicios yestos son absolutamente aplastantes.¿Eso quiere decir que sea culpable? Nolo sé, hay que enjuiciarle, hay quecondenarle, después puede apelar yhabría que ir viendo qué pasa. Pero esoserá si alguna vez llego a declarar en el

juicio que quieren montar contra mí.—¿No has pensado alguna vez que, si

llegas a saber lo que ha ocurridodespués, ese día deberías habersimulado un cólico nefrítico? ¿Nopensaste en fingir dolores, espasmos,gritar: «¡Que me lleven al hospitalrápidamente!», y que le hubieran pasadola carpeta a otro que, posiblemente,hubiera hecho la vista gorda? Te habríassalvado de un proceso que casi es comoel de la novela de Kafka —le sugiero.

—Por momentos supera a la novela.—Es que es para pensar: «¿Pero qué

delito he cometido yo para verme enesta situación?». Porque si no llega a serBlesa y se hubiera tratado de otropersonaje sin sus amistades y contactos,

el tema pasa y tú sigues siendo un juezanónimo. Yo no te conocía de nada, note he visto en un periódico en la vida, yahora estás todo el día defendiéndote entelevisión.

—Tengo que hacerlo, tengo quehacerlo.

—Es más, lo único que me llamó laatención de ti era tu nombre, yo nuncahabía oído que alguien se llamaraElpidio. Recuerdo que escribí un tuitque decía algo así como: «¡Ay, Diosmío! A este hombre le van a empapelar,y encima con ese nombre...».

—Es un nombre que no abunda, sí.Pero, a ver, de lo que se trata es deanular a la persona. Es cierto que todo

esto se debe al linchamiento, pero esuno el que ingresa en prisión, uno, yestuvo unos días. Yo no sé si llegó a lascuarenta y ocho horas.

—No, no llegó —aclaro.—Y después volvió dos semanitas.

Nadie se puede imaginar que poringresar a alguien en prisión se puedaliar toda esta fiesta, por llamarlo dealguna manera; todo este circovergonzoso. Blesa es el rostro en el quese mira mucha gente y se dice: «Oye, ¿aver si después...?».

—A ver si después voy yo.—Exacto. A ver si este juez sigue

andando por los pasillos y me pilla a mío al otro. Ese es el tema, que se hatocado un nervio muy sensible del

régimen.—Del sistema financiero.—No, en España no hay sistema,

Miguel Ángel, hay un régimen. Hayconjuntos de personas que manipulancomo quieren y que tienen montados susrollos, sus taifas, y que hacen con el paíslo que les da la gana. Este no es unsistema como el de Estados Unidos, unsistema más o menos organizado quetiene sus defectos, pero que tiene unaracionalidad. En España tenemos unrégimen, un régimen que es continuidaddel que hubo antes de la Constitución yque ha organizado aquí un pitoste en elque, de pronto, al hilo de un créditoconcedido a Díaz Ferrán, sale la compra

de un banco en Miami en condicionesnada claras, con absoluto despilfarro yfalta de rigor. Y ahí se toca un nervio, unnervio muy profundo del régimen.

—Como cuando el dentista no te haanestesiado, te mete el torno y saltas enla silla. Supongo que en las grandescúpulas de los que están en ese régimenhabrá habido una cierta alarma, habránempezado a sonar los teléfonos y sehabrán dicho entre ellos: «¡Cuidado,cuidado, que estamos en una sendapeligrosa!». ¿No? Yo creo que Bárcenasno es un problema, Bárcenas es unempleado al que han dejado tirado paraque pague las penas de los demás.¿Estoy equivocado?

—Es que lo de la Gürtel es muy

grave. En cualquier otro lugar del mundohubiera dado lugar a dimisiones encascada. Pero como aquí cada tema quesale es más grave que el anterior, se vanolvidando las cosas.

—Eso hay que pararlo. Porque Blesano es Bárcenas, no es Díaz Ferrán, es eltercer financiero de España, el que hizoun quebranto de veinte mil millones aBankia, un dinero que tiene receptores.Y ese dinero ha acabado en manos dealgunos que se han hecho millonarios.Son créditos concedidos sin ningún tipode control, simplemente, a sus amigos.

—Y ahí está todo el régimen, ahí seve que pueden estar implicados todotipo de partidos políticos que

participaban de ese régimen. Yo ya nohablo de bipartidismo, yo hablo detripartito. El PP, el PSOE e IzquierdaUnida han estado trabajando en unamanera de hacer que debe serinvestigada para ver en qué consistía y adónde nos ha llevado. Y claro, no estáninteresados en que se analice.Desgraciada o afortunadamente, si unose pone a investigar cómo se gestionóCaja Madrid, saldrá el rostro delrégimen. Es una radiografía de lasituación y por eso lo tapan, porque nose trata solamente de Blesa. Blesa esuno, un rostro de entre muchos, y esosmuchos están tan tranquilos, nadie losconoce, apenas se sabe que existen. Ysus tentáculos se mueven a cualquier

nivel, no solamente entre los medios decomunicación. Llegan a manipular atodo un Tribunal de Justicia, a movilizara una Fiscalía que trabaja sin sentido, amontar un juicio tan vergonzoso comofue el mío, que han hablado del temahasta en Australia... Ese es el asunto, nohay más.

—¿Y cómo está tu estado de ánimo?Porque yo he pasado por algunasituación similar a la tuya y no dejo depensar en ti cada día. Si yo hago unacosa, equivocada o acertadamente, perola hago en pleno conocimiento yconciencia de que estoy haciendo lojusto, según mi leal entender, y meocurre lo que te ha ocurrido a ti, que el

delincuente se pasee por Londres y estéhospedado en el consulado de España,disfrutando del dinero que tendrá pormil sitios, mientras a ti, a la persona queintenta hacer justicia, la machacan hastatener que empezar de nuevo, que tuhorizonte profesional puede ser laabogacía, pero que incluso te ponenpegas para que te den el carné... Hay quetener muchísima entereza como para nohacer alguna barbaridad, tienes que serun tío muy reflexivo y tener muchísimafuerza interior para decir: «No puedenconmigo. Yo he actuado correctamente yvoy a seguir luchando». No debe de serfácil.

—No, no es fácil. Tú me preguntasteantes si me arrepiento de haber llevado

ese caso. No me arrepiento de nada,todo lo contrario. Estoy muy satisfechoconmigo mismo, muchísimo, tanto de loque he hecho como de lo que piensoseguir haciendo. Esa ha sido mi fuerza,la satisfacción interior de saber quehago aquello en lo que creo. Le deseo acualquiera que pueda encontrarse conuna situación así en la vida. Sí, puedeque sea dramática, pero se dará cuentade que su entereza, o simplemente sucapacidad de ver lo correcto, siguefuncionando y está por encima de todo.Es una fuente de energía tremenda y esoes lo que yo tengo.

—Pero te has quedado sin el puestode trabajo...

—Bueno, ahora mismo no tengopuesto de trabajo porque estoy enexcedencia.

—Y tú no tienes el dinero de Blesa...—No, la verdad es que no. Si lo

tuviera, lo llevaría a la comisaría,empezaríamos a marcar los billetes yllegaríamos hasta el final, a ver quépasaba. Lo que sí consigue la corrupcióny el acoso y todo esto es que tu proyectode vida se tenga que adaptar a cosas quetú no tenías previstas. Yo no teníaprevisto dedicarme a la abogacía, porejemplo. Tampoco tenía previsto montarun partido político de renovaciónciudadana, Movimiento Red. Pero el serhumano es su capacidad de adaptación.

»Cada funcionario público debeintentar hacer lo correcto y lascondiciones, las circunstancias o lasconsecuencias tienen que dar igual; sino, estamos todos vendidos. Perotambién cada empleado, cada personadebe intentar hacer lo correcto. Nadiepuede saber qué se siente o cómo seafronta hasta que no le toca a uno viviruna cosa así. Lo que he descubierto esque mi tranquilidad ante todo estobordea el máximo. Y sé que saldráadelante, aunque desconozco de quémanera, porque es verdad que estánconsiguiendo cosas a su favor, perotambién están perdiendo por otro lado.Es un trabajo al que nos tenemos que

sumar todos de alguna manera y explicarlo que ha pasado aquí, que por otra partees muy sencillo.

»Lo cierto es que hay una gestiónbancaria en la que está implicada buenaparte de la clase política, hay muchosintereses, y no se quiere investigar. Nose quiere. Creo que Blesa salió de estaprisión diciendo: “Quiero un juez justo,que investigue”. ¿Cómo se puede mentirasí? ¡Si no facilita nada, absolutamentenada, si no quiere que se investiguenada! Y yo lo comprendo, ¿eh?

—Hombre... —le digo asombrado.—Sí, lo comprendo. Pero lo que no

vale es mentir. La sociedad tiene quesaber que Caja Madrid es la caja negrade un avión llamado España. El avión se

ha estrellado y esa caja guarda los datosde cómo fue la gestión bancaria deBlesa primero y de Rato después, contodos los miembros de su consejo deadministración y todos los elementospolíticos que intervinieron. ¿Queremossaber qué hay en esa caja o queremosque el país se estrelle y hacer como queaquí no ha pasado nada? ¿Queremospasar página con un nuevo rey y unfrente popular formado por Podemos,Equo, Izquierda Unida y un PSOEsupuestamente refundado, o queremossaber qué hay en la caja negra? No sécómo vamos a ir a ningún sitio sinabrirla. Porque existe una cosa que sellama historia y los países tienen que

reflexionar y trabajar con ella. Si nosconvertimos en un país «ahistórico», queva cambiando la silla y la mueve de unlado para otro, vamos a perder el tiemposiempre. Me lo decía el otro día uncatedrático amigo mío: «Es que,Elpidio, me siento mal porque me voy ajubilar y aquí no ha pasado nada. Es quehan volado treinta años y no hemoshecho nada, no hemos dado ni un solopaso adelante». Hay que dar pasos y unoes abrir la caja negra y empezar a mirara todos.

—Yo lo he dicho muchas veces: lacondición humana tiene un componentede egoísmo que es el que nos motivapara vivir mejor, pero cuando esainquietud se convierte en ansia, se

convierte en afán acaparador, casisiempre se traduce en robo. Y hoy losgrandes robos no se hacen pistola enmano, sino con traje y corbata. Saqueosque el Estado de derecho solo puedefrenar haciendo comprender que si lahaces, la pagas.

—Exactamente.—Pero casos como el de Madoff, en

Estados Unidos, que estafa cincuenta milmillones y termina en San Quintíncondenado a cadena perpetua, aquí nopasan. Si tú y yo entramos ahora en estacárcel de Soto del Real, o en cualquierade las otras mil quinientas que puedehaber en España, y preguntamos a losreclusos, uno a uno, por qué están aquí,

la mayoría nos dirían que son unosrobaperas. Es decir, que peces gordoshay pocos, no entran. Y esto tiene quecambiar, hay que darles un buenescarmiento.

—Tiene que cambiar porque siseguimos en el reino de la impunidad laciudadanía no va a creer en nada, ni va aquerer obedecer, porque las normas nose pueden imponer para unos sí y paraotros no. Es como si tú te dedicas a laventa de frigoríficos, pero todo elmundo sabe que uno sale bien, otro salemal y otro sale regular. No te compraránadie porque cualquier producto debetener una visibilidad de homologación,de calidad y de valor «reputacional». Alas normas les pasa igual. Si una norma

se presenta ante ti, te saluda y te dice:«Yo soy una norma que contigo me voy,pero con otro nunca me voy a ir», teresultará un poco raro. Eso supone talpérdida de valor «reputacional» paralos ciudadanos que, si lo midiéramos,nos produciría una sorpresa brutal. Y asíun país no puede funcionar. Además, decara al exterior, Miguel Ángel, esto noscuesta dinero, porque nadie quiere veniraquí a poner un duro en estascondiciones. ¿Quién va a querer? Lagente invierte si el gestor, cuando lohace mal, va al centro penitenciario,pero si no le pasa nada, ¿cómo vas ahacerlo? En este país hay unainseguridad jurídica tremenda que a

España le cuesta cada día mucho dinero.—Mira, Elpidio, habrá pocas

personas que hablen con tanta gente alcabo del día como yo. Y no solo enCantabria, porque ahora me estoyrecorriendo España y me encuentro lamisma tipología de pensamiento enAlgeciras que en Monforte de Lemos,que en Santillana del Mar, que enTolosa, que en cualquier lugar deEspaña. Lo que más estoy escuchandocomo problema número uno es que lagente no cree en la justicia, pero nada. Yeso es gravísimo. A todos nos habíanexplicado que en un Estado de derechoel poder legislativo o el ejecutivo, elGobierno, se pueden equivocar, deacuerdo, pero que tenemos unos

«barbas», que son los jueces, el ConsejoGeneral del Poder Judicial, el TribunalConstitucional, el Supremo, los fiscales,que están ahí para que el que la haga lapague. Esa es la garantía que elciudadano tiene frente a la tropelía.Pero, claro, cuando ves cómo se nombrael Consejo del Poder Judicial, quesupongo que se hace en una cena,repartiéndose puestos, este para ti, estepara mí...

—Desgraciadamente, a veces no hacefalta ni cenar —me dice Elpidio—. Conunas cuantas llamadas de teléfono basta.

—Bueno, piensas, pero aún nos quedael Constitucional. ¡Menudo personal quehay en el Constitucional! Pero se

organiza otra cena, supongo que en otrorestaurante, y lo mismo. Bueno, vale,pero nos quedarán los fiscales...

—No, bueno...—Vas mirando uno a uno y entonces

es cuando el ciudadano dice: «No haynada que hacer».

—Ahora mismo en España lasituación de la justicia y la Fiscalía hallegado a tal grado de desprestigio que,de alguna manera, se impone una purga.Hay que decirlo así. Hay que hacer unarevisión de toda la clase judicialespañola. Y yo sé que hay muchoscompañeros míos que se molestanmuchísimo cuando digo esto.

—Hombre, lógico.—Pues que se aguanten, pero es la

verdad. Porque viven en el miedo, en lacolaboración y en una serie de actitudesque están produciendo un daño tremendoy que este país no se puede permitir.Todo un país de cuarenta y picomillones de habitantes no puede padecera ocho mil señores que no se ponen atrabajar debidamente y no denuncian loque hay que denunciar. Por supuesto queno son así los ocho mil; digamos que milo dos mil. Lo que pasa es que está elmiedo, la falta de responsabilidad ytodo esto. Yo no sé dónde está escritoque uno no tiene que arriesgarse enalgún momento de su carrera cuandofirma como juez, pero no lo hacen. Yeste no es un trabajo cualquiera. Para

tener un trabajo cualquiera me hubierabuscado otro tipo de oficio. Si a esto lesumas que el propio presidente delConsejo General del Poder Judicial, quetambién es presidente del TribunalSupremo, que se dice pronto, hacedeclaraciones como que «A los juecesse les maneja con el palo o con lazanahoria»... Lo del palo lo entendemostodos, ¿no?

—Y lo de la zanahoria también —respondo.

—No, no. Yo no entiendo lo que es lazanahoria.

—En Cantabria se dice la panoja o lazanahoria. La panoja es la mazorca demaíz.

—Pero si ya te pagan la nómina,

Miguel Ángel, ¿a qué se refiere? ¿A otrotipo de favores? Es que si ha queridodecir eso, es un delito.

—Pero ¿tú qué piensas? ¿Que lazanahoria es de las que comen losconejos?

—Entonces, si él no se refería al temade los conejitos, tendrían que llamarle adeclarar, incoarle diligencias penales ycesar fulminantemente a este señor.

—¿Pues qué quiso decir para ti?—Hombre, esa zanahoria quiere decir

que hay algo más que la nómina. Pero esque los jueces no pueden tener premio,la ley lo impide.

—Pues yo veo que sí los tienen...—No, pero se supone que es porque

te lo mereces, por tu currículum.—¿Y cómo se llega al Tribunal

Constitucional, que supongo que es elculmen, no?

—No, para mí el Supremo es másprestigioso —me responde Silva.

—¿Dónde pagan más?—Ha perdido mucho peso. En una

notaría, un notario gana más.—Pero en el Constitucional, en

relación con tu nómina, mucho más no segana, ¿no?

—Yo diría que un magistrado delTribunal Constitucional gana algo másque un magistrado del TribunalSupremo.

—Vamos a ver cuáles son los méritosadquiridos por uno que ha estado de

actualidad hace unos meses y que tieneun nombre corriente, no como el tuyo. Sellama Enrique y se apellida López.

—Para mí no es un jurista de relieve—me dice el juez.

—Pues aparte de lo que diga sucurrículum, este señor tiene comoméritos ir en moto, sin casco, saltarsetodos los semáforos de la Castellana alas seis de la mañana y alcanzar el 1,2de alcoholemia... Pero, vamos a ver,¿qué gente nos dirige? Porque hay quesuponer que el juez, como el político,tiene que guardar unas ciertas formas.Un juez tiene que dar ejemplo, porque siél hace eso, ¿con qué solvencia moral seenfrenta un día a una infracción de

tráfico?—Si yo hubiera hecho eso, estaría en

prisión. ¿Está en prisión este señor?—¡No, por favor! ¡En prisión no!

¿Pero cómo llegó al puesto? Porque nocreo que haya escrito grandes libros otratados...

—Eso hay que preguntárselo a CarlosLesmes, el presidente del ConsejoGeneral del Poder Judicial, que es elque habló de las zanahorias.

—No. A este le impuso el PartidoPopular. Si incluso estuvo parado elnombramiento dos años porque habíaque meterle a él y no a otro. Así, ¿adónde queremos ir? Le deberá el cargotoda la vida al que le nombró, por muyimparcial que sea.

—Si convertimos el sector público y,desde luego, la justicia y elConstitucional, en un cambalache decargos donde puede haber premios ofavores que se devuelven con dichoscargos, y si se refieren a eso con laszanahorias, por sí solo es un escándalomayúsculo y un delito organizado. No sepueden repartir cargos como zanahoriasporque nosotros, los funcionariospúblicos, tenemos una nómina, y eso eslo único que nos corresponde. A mí nome pueden regalar un jamón, nicualquier otra cosa porque tengo minómina. Bueno, tenía... Y esa nómina secontempla en los PresupuestosGenerales del Estado, y ya estás pagado,

ya está todo ahí. Si tienes unos méritos ylos acreditas, puedes pasar al Supremo,pero no como premio, no comozanahoria. Porque si es un premio noshemos ido del sistema, nos hemoscolocado en el nepotismo, en el régimenantiguo. Es decir, que estamos en manosde una manta de delincuentes.

—Y en tu caso, el premio que te handado por meter en la cárcel a unpresunto corrupto o delincuente esmandarte al paro.

—Claro.—¿Sabes qué te digo? Que me está

dando yuyu esto de la cárcel. Nosvamos a ir de aquí, no vaya a ser que a tiy a mí, que no hemos robado un euro enla vida, nos dejen dentro.

Sigo charlando con mi amigo Elpidiomientras dejamos atrás la prisión deSoto del Real y paseamos por losalrededores del recinto.

—Tal y como está la cosa, Elpidio,igual un día me vienen con un informediciendo que en una ocasión expropiéuna carretera o qué sé yo...

—Como sigamos viniendo a estoslugares para hacer denunciaspúblicamente, van a declarar la«intransitabilidad» de los centrospenitenciarios, igual que sucede con lasCortes, donde está prohibido haceractos, y acabarían protegiéndolos.

—Ya nos han pedido los carnés atodos —replico—. Me han preguntado

que a qué he venido, yo les he dicho quea hacer un reportaje sobre los quedebieran estar dentro y no están. Porquepor sitio, hay sitio. Y fíjate lo que sepuede ampliar esto, ¿eh? Incluso hay unlago, para que no extrañen el agua, queestarán acostumbrados a ir a las playas,a los lagos de Lausana, en Suiza, aBaqueira Beret. Que tampoco queremosque sufran un trauma total.

—No, pero ya no tienen edad paratraumatizarse —me replica Silva.

—¿No?—Eso es hasta los seis años. De

edad, quiero decir, no de cárcel. Luegoya no hay trauma. De hecho, a este tipode delincuentes de los que hablamos nohay que rehabilitarlos. Yo creo que

deberían ingresar en prisión y cumplirtoda la pena en primer grado porque nohay nada que rehabilitar. ¿A estaspersonas les vas a enseñar a adaptarse ala sociedad? Desgraciadamente, estándemasiado adaptados.

»Hay que tener cuidado en los centrospenitenciarios. Yo decreté prisión a unhombre conocido, uno de los mayorestraficantes de droga de la historia deEspaña, y una vez dentro organizó todoun dispositivo por el que entraban en laprisión con pizzas, teléfonos... Meacuerdo de que le pregunté al directordel centro: “Oye, ¿cómo es esto?”, y mecontestó: “Nos viene bien porque asínos controla la prisión”. Los centros

penitenciarios y los cargos de lasprisiones funcionan adecuadamente bienpara lo que podía pasar.

—Lo que falla es que los clientes quemandan no son los adecuados.

—Siempre son los mismos, siemprelos mismos...

—Claro. Pero los funcionarios deprisiones están preparados y sabentrabajar bien. Concretamente, yo soyamigo del subdirector de esta cárcel,que es alcalde de Caleruega, un pueblode Burgos.

—Eso no debería decirlo, porque nopuede tener esos dos cargos... —me diceSilva.

—Sí, sí. Como alcalde sí, que él nocobra nada.

—Da igual.—Es representativo y lo sabe todo el

mundo —le confirmo.—Bueno, dejémoslo pasar.—Que él no cobra nada, ¿eh?

Hombre, yo le tengo por una buenapersona. Lleva quince años de alcalde...

—Bueno, entonces no pasa nada.—Es un cargo representativo que no

cobra.—¿Y el cargo es el de subdirector

de...? —me pregunta Elpidio.—Subdirector de Soto del Real. Te

digo yo que los que trabajan enprisiones son profesionales, tratan atodo el mundo igual. Son ejemplares,como en general lo son la Guardia Civil

o la Policía Nacional. Imagínate tú alpolicía que detiene al tal Enrique López,como el que paró a Esperanza Aguirre,que les vienen con eso de «usted no sabequién soy yo», y ellos a lo suyo, acumplir la ley. Si se llegan a topar conel señor Gallardón, igual no hubierapasado lo mismo.

—Qué curioso, ¿verdad?, estos casosde tráfico...

—Abajo, en el nivel del funcionariode base, este país tiene gente muy buena.

—Muy buena, sí, señor.—Esto me recuerda —le cuento— la

historia de un hombre que he conocidoestos días que estoy recorriendo España.Yo le llamo el «abuelo coraje», unhombre al que admiro y que, además, ha

nacido en Cantabria, aunque se fue concatorce años a Sevilla. Hablo del abuelode Marta del Castillo. Él se levantatodos los días a las siete y, con unbastón, va escarbando y motivando a losguardias para que le ayuden a buscar losrestos de su nieta. Dice que es su únicoobjetivo en la vida hasta que se muera:encontrarla y enterrarla. Hablando conél, me comentó una cosa que le indigna yque yo comparto, dos supuestos quemerecería la pena revisar. Partimos delhecho de que yo soy radicalmentecontrario a la pena de muerte...

—Sobre todo con esta justicia, quepuede cometer muchos errores...

—Pero supongamos que un asesino no

dice dónde está el cadáver de su víctimay que un corrupto no devuelve el dineroque ha robado. Tendría que haber unarticulito que dijera que mientras el unono diga dónde está el cadáver no sale dela cárcel y que hasta que el otro nodevuelva todo el dinero, tampoco. Esoecharía para atrás a más de uno y a lomejor cantaban, ¿no?

—La cadena perpetua habría quepensarla, sí —opina Silva.

—Revisable.—Revisable, como en todos los

países, pero hay que pensar algo.—Y sobre todo: el que no devuelva el

dinero, no sale —vuelvo a decir.—Es que estos grandes delitos

económicos son tremendos y causan un

daño verdaderamente atroz a muchaspersonas. Es impresionante. Habría queequiparar sus penas a las de lasviolaciones o los homicidios.

—Si hubiera un indicador quemidiera cuánta gente se ha suicidado, oha enfermado, o ha muerto al verseestafado por haber compradopreferentes de Bankia, por undesahucio...

—Parados, gente que ha perdido sustrabajos...

—A estos viejecitos los hanengañado, les han cogido como conejos,que venían de haber trabajado enAlemania hace treinta años, limpiandováteres, y han depositado los ahorros de

toda su vida en la sucursal de Bankia, ode Caja Cantabria, o de donde sea,valiéndose de la confianza del director.Yo fui director de banco diez años y en1970 iba a la Feria de Ganado deTorrelavega todos los miércoles paracaptar negocio cuando se vendían lasvacas. Me acompañaba un cajero conuna bolsa. Cada miércoles se exportabancuatro mil vacas, y lo que hacíamos erarecogerles el dinero. Yo, a bolígrafo,ponía «Banco Atlántico. He recibidotreinta mil pesetas de Fulanito...», ypunto. Más transparencia, imposible.

—Claro, porque la confianza...—Si yo, como apoderado del banco,

le digo a una persona que un productotiene liquidez y además es

absolutamente seguro, que es como unplazo fijo pero con liquidez, se cree loque le digo.

—Nadie habría invertido si leshubieran contado detenidamente laverdad. Nadie —me dice Elpidio.

—Y cuando dicen que es que no hanleído la letra pequeña, y me heencontrado con pliegos enteros...

—La letra pequeña no ampara porquela oscuridad en las cláusulas juega encontra del banco —sentencia el juez.

—El director de un banco es para susclientes como el médico del consultorio,que conoce tu patología desde haceaños. ¿Quién va a dudar de que lapastilla que te está dando no es

realmente buena? Pues con esto haríanigual.

—La credibilidad...—Además hay otra cosa. No hay más

que mirar la cara de esas personas. Esmuy importante. ¿Se parecen a Blesa enel aspecto de gentleman?

—No. Yo no he visto a ninguno así,pero también han estafado a millonarios,¿eh? Al menos eso alegan losperjudicados, a todo tipo de gente, perola gran mayoría, el 99 %, es gentehumilde —confirma Silva.

—Personas con valores...—Se dice que «hay crisis de

valores», y es verdad. Pero de todos losvalores, el que realmente hemosdilapidado, y no sé si llegaremos a

recuperar, se llama confianza. Laconfianza en España se ha ido al garete.En una sociedad, en una multinacional,en un partido político, entre jueces, entreamigos... Nadie se fía de nadie porquela marca, el estigma de la corrupción haarrasado el país. Y tampoco se fían denosotros fuera. Esto se paga, el que creaque esto sale gratis se equivoca.

»¿Cómo es posible que te coloques alfrente de una entidad con trescientosaños de historia, con un oso, una hucha,una marca, y empieces a montar untenderete de esta naturaleza? Y piensas:si la tercera entidad financiera del paísse gestiona tan mal, ¿qué más cosashabrá igual en España? Miguel Ángel,

¿cuando te dedicabas a la banca, tepodrías haber imaginado que las cajasde ahorro iban a pasar a la historia?

—No, jamás —contestorotundamente.

—Y si un día te digo: «Pues mira,Miguel Ángel, esto funciona de lasiguiente manera y se va a ir al garete»,¿a que habrías dicho que era imposible?

—Imposible.—¿Cómo te llevas a un banco por

delante? Eso es muy difícil.—Juegan con una ventaja: no

quiebran nunca. Una empresa quiebra;un banco, no —le respondo.

—¿Cómo se puede gestionar un bancode tal manera que, al final, tiene quepedir ayuda?

—Ya están los poderes públicos paraarreglarlo. No hay sanción a la malagestión.

—Y el Banco de España, ¿qué hacía?Porque ese es el gendarme de la banca,¿no?

—Sí, sí, claro...—¿Y qué hacía? ¿Quién miraba las

alertas que tiene? —vuelve a preguntarel juez.

—El Consejo del Poder Judicial de laBanca —respondo.

—No hay ganas de abrir la cajanegra. Y ese es el problema.

—Bueno, Elpidio, tenemos que irnos.Supongo que a estas alturas ya sabránahí dentro que hemos estado por aquí.

Habrán empezado a funcionar losteléfonos y se estarán preguntando quéhacen Elpidio Silva y Miguel ÁngelRevilla en las puertas de la cárcel deSoto del Real... Gracias por tu tiempo ytu conversación.

—Gracias a ti, Miguel Ángel.

Gracias a ti, Elpidio, por tu valentía ypor no rendirte a pesar de tantos y taninjustos acosos. No te rindas nunca.Porque sé que yo no soy el único quevalora tus esfuerzos en la búsqueda dela justicia, de la verdadera justicia.

18LA PUERTA GIRATORIA

Aprovecho mi visita a Madrid paraencontrarme con una de las mujeresmejor informadas del país, AliciaGutiérrez, jefa de Investigación deInfolibre.es. Una periodista cañera e

incisiva, pero absolutamente respetuosay rigurosa en su trabajo. Una magníficaprofesional con la que tengo el gusto decompartir mesa muchos días en latertulia de Las Mañanas de Cuatro.

Me cito con ella frente al Congreso delos Diputados. La elección de esteescenario no es casual, quiero quehablemos de política y de economía, yen este punto de la carrera de SanJerónimo es donde se cuecen —conpermiso de la señora Merkel— buenaparte de las leyes y decisiones quecondicionan el día a día de todos losespañoles. Más en concreto, quierohablar con Alicia de un indignantefenómeno que hermana de la peor de lasmaneras imaginables el poder político

con el poder económico. Estoy hablandode lo que alguien bautizó con acierto «lapuerta giratoria», esa dinámica por lacual los ministros y altos cargospúblicos que terminan su mandato pasan,casi sistemáticamente, a ocupar puestosmás o menos simbólicos encorporaciones y empresas de lossectores en los que —¡oh, casualidad!—han estado desempeñando su anteriortarea legislativa.

No exagero si digo que en estosmomentos podría recitar de memoria losnombres de cincuenta y siete exministrosde España y a todos los expresidentes—menos a Zapatero, que todavía no haentrado en este juego— que han pasado

por esta puerta. El trajín de entradas ysalidas es especialmente intenso en elámbito de la energía. Los consejos deadministración de empresas comoEndesa, Gas Natural o Repsol estánplagados de nombres y apellidos quealguna vez tuvieron despacho en algúnministerio, sin distinción del colorpolítico del partido que sustentara alGobierno en ese momento.

La situación me parece especialmentetriste porque muchas de estas personasestán disfrutando de pensiones vitaliciasy muchos privilegios en pago por susaños de servicios prestados a lasociedad, pero se diría que la capacidadde acumular cargos y dinerito en suscuentas corrientes no tiene límite para

determinadas personas. No es este micaso, por cierto. Aunque todos losexpresidentes autonómicos cobrantambién pensiones de por vida —algunas realmente jugosas—, enCantabria el presidente que deja deserlo lo hace sin una sola prebenda, nisiquiera una pensión de jubilación. Noquiero decir con esto que yo sea mejorque mis colegas, en absoluto, pero síconstatar que se puede vivir condignidad después de desempeñar uncargo público de responsabilidad sinnecesidad de sembrar durante tumandato para recoger cuando llegue turetiro.

Ante este panorama, ¿cómo podemos

confiar en las medidas de ningúnGobierno que legisle pensando enproteger los intereses de las empresasque puede hacerle rico cuando terminesu aventura política antes que endefender los de la ciudadanía que les havotado? ¿Cómo pueden estos señores yestas señoras levantar la mano en contrade los monopolios y corporaciones quemueven los hilos de la economía?

Confío en que mi amiga Alicia meayude a aportar una cierta luz (nuncamejor dicho) al asunto.

—Alicia, qué gusto verte.—Lo mismo digo, Miguel Ángel. ¿Por

dónde empezamos?—Una de las cosas que a mí me tiene

más indignado de esta cuestión es ver

que, en definitiva, quien acapara elpoder en este país son las grandesempresas, que se garantizan que no hayaleyes que les perjudiquen a través deeste sistema. Si hacemos un repaso detodos los exministros y expresidentesdel Gobierno, todos pasan por estapuerta giratoria. Y ahí está el quid de lacuestión.

—Efectivamente, en que nosgobiernan poderes económicos, gente ala que no votamos los ciudadanos.Aunque he de decir que el de la puertagiratoria no es un problema exclusivo deEspaña. Mira el caso de Tony Blair.

—O el de Schröder, ahora trabajandoen Gazprom, para Putin.

—¿Y cuál es el problema? Pues loque dice el refrán: que solo nosacordamos de santa Bárbara cuandotruena. ¿Cuándo hemos caído en lacuenta de que la puerta giratoria es unapráctica nociva? Cuando la crisis nos hacaído a plomo. Hasta este momentonadie se ha preguntado qué hace Aznaren tropecientos consejos deadministración, en un grupo mediático,en una empresa que tiene intereses de nose sabe bien qué tipo en Europa delEste. Porque no te estoy hablando ya deEndesa, te estoy hablando de DohenyGlobal Group.

—¿Y a qué se dedica?—Se sabe muy poco. Que está

relacionada con el petróleo y que yaoperaba en 2010, que fue cuando lodescubrimos [cuando Alicia trabajabaen el diario Público]. Por cierto, que aldía siguiente de publicarlo el perfil deJosé María Aznar desapareció de laweb de Doheny. Y no puedes evitarpreguntarte si cuando un expresidenteviaja a un país y opina de algo suopinión estará condicionada por laempresa que le paga y que tieneintereses en ese país, ¿no?

—Lógico.—O Felipe González, que ahora está

en Gas Natural, ¿puede opinarlibremente sobre la regulación delmercado energético?

—Obviamente, no.

—¿Y por qué no denunciaste estoantes? ¿Cuándo empezaste a decirlo?

—Pues hará cuatro o cinco años,incluso siendo aún presidente. Yo iba aprogramas de televisión, al deBuenafuente, al de Jordi González, y ahíya lo decía.

—¿Y qué te decía? Porque tú conFelipe González tienes buena relación.¿Él qué te dice? ¿Él qué explicación teda?

—Bueno, yo le saludo de vez encuando...

—Pero te llevas mejor con él que conAznar, ¿o no?

—Hombre, infinitamente mejor.Sobre Aznar tengo escrito un capítulo

absolutamente demoledor en mi primerlibro, en Nadie es más que nadie. Esuna ficción sobre cómo nos llevó a laguerra de Irak contada como si hubieraestado allí con una lupa, mirando lo quepasó en aquel rancho texano que lecambió hasta el acento. Me consta queles ha indignado mucho a él y a suseñora.

—Es que en aquella guerra,volviendo a lo de antes, a lo de siempre,las empresas del sector energéticotenían mucho que ganar o que perder.

—Muchísimo. Para engañar a la gentenos decían, entre otras cosas, queíbamos a la guerra de Irak porque elpetróleo estaba muy caro y así sería másbarato. Entonces estaba a veinticinco

dólares y fíjate cómo está ahora.—Bueno, pero no me has contestado.

¿Felipe González qué te dice? ¿Túalguna vez le has dicho: «Oiga, si ustedtiene una pensión vitalicia comoexpresidente, ¿cómo puede seguir en unconsejo de administración»?

—Ya te digo que yo con FelipeGonzález no tengo reuniones ni hablocon él.

—¿Pero nunca nunca se te haocurrido?

—No, porque yo conviví con dospresidentes, Aznar y Zapatero. A Felipele he conocido en actos y recepciones deestos a los que vamos todos, pero yo nohe tenido oportunidad de comer con él

nunca, ni siquiera de estar sentado.—Zapatero, por cierto, tan vapuleado,

y de momento es el único que no hacruzado la puerta.

—Y espero que no lo haga. Zapateroera un iluso. Yo se lo he dicho a élmuchas veces. Yo creo que le llegó laPresidencia del Gobierno estando muyverde y cometió un error. Cuando tú notienes capacidad ni experiencia parallevar una empresa tan importante comoes España, al menos rodéate de losmejores. Pero no lo hizo, se rodeó degente muy muy mediocre.

—Gente que sí ha acabado en laseléctricas, como Elena Salgado, PedroSolbes...

—Pues como te digo, sí se lo dije,

pero no debió de tomar nota porquevimos pasar por su Consejo deMinistros a algunos bastanteimpresentables.

—¿Tú crees que es posible legislaren esa materia para impedirlo?

—Debiera ser obligatorio.—¿Pero éticamente o legalmente?—Debería estar terminantemente

prohibido, ética y legalmente. A losexpresidentes se les ha arbitrado unafórmula para que vivan más quesobradamente con los ciento y pico mileuros que cobran por acudir una vez almes al Consejo de Estado. Ademástienen guardaespaldas, secretaria, jefede gabinete, oficina... Un estatus que

también tienen muchos expresidentesautonómicos, por cierto.

—El de Madrid, por ejemplo.—Y el catalán creo que incluso cobra

más que el de España... Pero, encualquier caso, yo creo que es razonableque alguien que ha sido presidente delpaís no se vea luego viviendo en lamiseria, que tenga una pensión y, si no lees suficiente, que se gane algo máspublicando sus memorias o dandoconferencias. Lo que es impresentablees que acaben en empresas a las que hanhecho favores. El caso de Rato es el másevidente, un escándalo mayúsculo.Rodrigo Rato es un hombre que no hizoninguna previsión de la crisis cuandoestaba al frente del Fondo Monetario

Internacional, no sabemos por qué se fueo si le echaron, y aun así, llega a CajaMadrid y a Bankia y engaña a mediomillón de accionistas, a un millón depreferentistas. Más aún, en lugar deesconderse y penar por los corredoresde un monasterio diciendo «¡Mea culpa!¡Mea culpa!», como haría cualquierpersona decente, se pone en primera filay al poco tiempo le vemos enTelefónica, luego en el Santander, luegoen La Caixa...

—Pero quizá, Miguel Ángel, esosignifica que quienes lo han fichadoconsideran que el sistema que aplicó éles el que hay que aplicar.

—No, esa no es la razón, Alicia, son

los favores que hay que pagar. Eso esparte del contrato verbal y entrecaballeros que en su día firmaron elseñor Alierta y el señor Rato. Noolvides que Telefónica se privatiza enlos tiempos en los que Rato eravicepresidente y ministro de Economía yHacienda. Hoy por ti y mañana por mí.

—Entonces, en tu opinión, ¿estamosante una incompatibilidad manifiesta?

—Totalmente. A mí me parece que sí.A mí me parece que lo de la puertagiratoria es un escándalo terrible y poreso ha calado tanto en la gente. En laépoca de bonanza, cuando cualquierapodía ganarse dos mil euros en laconstrucción o en una cafetería y cogersus vacaciones, la gente justificaba el

robo y el pillaje de los políticos. «¡Yasabemos que roba, pero hace cosas!».Era una frase que yo he escuchado y queno puedo con ella.

—Claro, porque estaba asociada a laidea de la prosperidad, la corrupcióncomo lubricante de la economía.

—Pero ahora, con seis millones deparados, con gente angustiada porque nopuede pagar la hipoteca, la sensibilidades distinta.

—Y hace que cosas que podían seranecdóticas en otro momento ahorairriten profundamente. Por ejemplo,como cuando Felipe González dice quese va a ir de Gas Natural porque seaburre.

—Una frase demoledora para elpersonal.

—Yo creo que seguramente no tuvo laintención de ofender a nadie, pero...

—Pero ofende a todos. ¿También leaburre coger ciento y pico mil euros alaño? Es terrible.

—Es como si de pronto perdieras pie,¿no? Es decir, has pasado por un cargomuy importante, has regido los destinosde tu país y no eres capaz de pisar suelo.Quizá tenga que ver con eso, quizá tengaque ver con que alguien que ha mandadomucho no se resigna a ser lo que elpropio González decía: un jarrón chino.

—Todo el mundo tiene claro que estagente no está ahí porque sean unos

genios del gas, ni de la energía, ni denada. Todo el mundo sabe que los hanfichado porque es muy importantetenerlos a todos a pan y cuca, paracuando llegue el momento en quevuelvan a legislar.

—Cuando descubrimos que Aznarpertenecía a Doheny Global Group, elClub de Madrid organizaba unaconferencia a la que venía un exministrode un país del Este que también estabaen esta empresa. Conseguí que me lopresentaran y le pregunté que qué hacíaél con Aznar allí, que qué sabían ellosde petróleo, y me dijo, en inglés: «No,no. We are doors openers». Se definiócomo «abrepuertas», es decir, que a élle contrataban por su agenda, por su

capacidad de abrir puertas a la empresaque le paga, no por tus conocimientos.

—Saben de enchufes, de eso sí saben.Y nunca mejor dicho.

—Ese es el problema. Pero yo,sinceramente, no sé cómo se puedeatajar. ¿Tú tienes alguna solución?

—Sí.—¿Cuál es?—Tendríamos que partir de la base

de que quienes tomen estos acuerdos noestén pillados.

—¿A qué te refieres con pillados?—A que no tengan dependencias. Es

decir, nadie del PP o del PSOE serviría.Porque ellos no serían los que en unareunión, libres de ataduras, podrían

tomar una decisión tan sensata comoprohibir las puertas giratorias. Ocurre lomismo a nivel internacional. ¿Cómo vana prohibir el PP o el PSOE los paraísosfiscales cuando tienen cada uno a mediaplantilla de sus gurús colocados en lasinstituciones que deberían hacerlo? Si,de hecho, la cosa está así para estarpresentes en donde se toman cada díadecisiones importantes. Por ejemplo, eldespropósito de apostar por el petróleoen Canarias. ¿Por qué no apostamos porlas energías renovables? Si todos losentendidos dicen que no solo nosestamos cargando el planeta, sino que enpocos años se va a acabar el petróleo entodo el mundo. Incluso la señora Merkelacaba de sacar un decreto que dice que

en el horizonte de 2040 toda la energíade Alemania ha de ser producida porenergías renovables. Pero, claro, elpetróleo manda y no es aventurado queal señor Soria, cuando deje elministerio, le veamos entrar por unapuerta giratoria en Gas Natural, Repsol,Telefónica...

—¿Estás dispuesto a apostarte algo?—Ahora mismo.—¿Y crees que Rubalcaba va a

romper con esta dinámica, que no va a ira ningún consejo de administración?

—A ver, con este sí tengo relación,que es de Cantabria, pero no le hepreguntado: «Oye, ¿tú ahora vas atrincar un cargo de estos como todos?».

—Todo se puede preguntar de buenasmaneras.

—Pues la próxima vez que le vea loharé. Pero yo creo que él es un hombreaustero, tiene su puesto de trabajo y sudinero... Me defraudaría mucho si lohiciera. Muchísimo.

—Has dicho una palabra que meparece clave en esto: defraudar. Si meapuras, casi lo peor de la puertagiratoria no es que a quien cruza lapuerta le vaya a ir mejor o le vayan apagar favores, sino la enorme decepciónque produce en quienes confiaron en esapersona, en quienes le votaron, enquienes confiaron en su programa, enquienes dijeron: «Quiero que esta

persona sea mi presidente. Quiero queeste ministro, este presidenteautonómico o este presidente delGobierno sea el que me represente».¿Ese fraude tiene suelo? ¿Esa decepcióntiene suelo o no hemos llegado aún alfondo?

—No, no hemos llegado. Y a mí mecabrea mucho más lo de Felipe que lode Aznar. Lo de Aznar casi entra dentrode lo previsible, ¿no?

—¿Lo dices porque esperabas más deél que de Aznar?

—De Aznar esperaba lo mismo quede Bush, que estará también en veinte otreinta tinglados de estos. Pero en elcaso de Felipe, que además de cobrardel Consejo de Estado me consta que es

una persona a la que reclaman de todo elmundo para dar conferencias, y que laspagan bien, que le pagan los viajes y loshoteles, pues... Así, no me extraña quePablo Iglesias se refiera a él como «lacasta».

—Palabra que te confesaré que odio.—Y yo también.—Para casta, los Mihura.—Es que en cualquier situación en la

que alguien le quiera rebatir, condecirle: «Bueno, yo diría al señorconsejero de Gas Natural que...». Y yale desmonta por completo.

—Por supuesto. Cuando te he dichoque «casta» es un término que me repelees porque el lenguaje a veces

predetermina el camino. Y fomentar elodio o el enfado hacia la clase políticaen su conjunto nos lleva a sitios —o nospuede llevar a sitios— que no voy amencionar, pero que ya los conocemospor la historia. En los años treinta habíagente que hablaba de ese tipo de cosasen ese país que tanto nos quiere ahora,en Alemania, y ya sabes qué acabóocurriendo.

—Pues la cosa no parece que vaya amenos. Otro asunto que me sorprende —bueno, no me sorprende— es el afán quetienen por acaparar cargos, puestos ydinero. Deben de tener un nivel de vidaaltísimo, tendrán muchas casas, muchosviajes. El otro día nombraron a IsabelTocino, otra cántabra, para algún cargo

importante en La Caixa. ¡Pero si yaestaba en el Santander!

—Es mayor la ambición política,pero la ambición económica es muygolosa.

—Todo ser humano tiene genesegoístas, pero en algunas personas tipoUrdangarin a lo mejor alcanza el 90 % omás de su genética.

—No estoy de acuerdo. Yo creo queeste tema tiene que ver con la cultura, enel más amplio sentido de la palabra.

—Es cierto que el entorno influye,pero hay gente que nace así.

—¿Tú crees que los consejeros quehan esquilmado las cajas de ahorrostenían un gen especial? Yo creo que no.

¿Te acuerdas de aquello de Clinton yLewinsky? ¿Por qué crees que lo hizo?Pues, sencillamente, lo hizo porquepodía hacerlo. Y estos han esquilmadolas cajas porque pudieron, porque nohabía ningún mecanismo de control.Para esto los ingleses tienen unapalabra, accountability, que hasta dondeyo sé no tiene traducción exacta encastellano, pero que se refiere a laobligación de ser auditadopermanentemente, a la obligación derendir cuentas. Aquí, en las cajas hacíanlo que les parecía, sin ningunasupervisión.

—A ver, cuando hablo de genéticaestoy hablando metafóricamente. Quierodecir que hay gente que tiene una

propensión exagerada a la riqueza, a laopulencia, porque tiene unos modelosvitales y una escala de valores distintosa los demás. Si me preguntas a mí por loque mañana podría hacerme más feliz enel mundo, si yo tuviera un día enterolibre, sería coger mi caña, unamochiluca con mi bocadillo y una botade vino, meterme en un río de Soba,coger dos o tres truchas y cenar bien.

—Pero, Miguel Ángel, como mecontaba un paisano tuyo, tú cuando vas aun bar a un pueblo tienes una cola degente para saludarte, y eso te gusta.

—Es que yo soy tan raro que me gustaque me quieran.

—Pero eso no tiene que ver con

ningún gen.—Efectivamente, es una actitud ante

la vida. Pero si lo que me gustara fuerael Caribe, el yate, el avión privado y tal,ahí tendría que meter la mano pornarices.

—Por eso te preguntaba si piensasque pesa más la ambición política. Porejemplo, que tú quieras que la gente tequiera para saludarte tiene que ver conla ambición política en todos lossentidos del término. En el malo, perosobre todo en el bueno. La ambición noes mala per se. Por eso te preguntaba sitú crees que en el caso de losexpresidentes pesa más el necesitar quela gente siga contando con su opiniónque el que la gente les rinda pleitesía, o

el tener yate y mansión.—¿Pero tú crees que Aznar y Felipe

González les interesan algo a quienes lespagan su opinión? Para nada. Lo que lesinteresa es que esos dos, que son dospopes de los dos partidos que gobiernanen España, estén en su puesto pararecibir su llamada cuando los necesiten.Pero esto es volver a lo que hemosexplicado antes: lo realmente gordo estáen manos de unos pocos.

—Y si te fijas, se van perpetuandogeneración tras generación.

—Sí, y cuidado, no seamos ingenuos,que eso llega a los medios decomunicación solo hasta donde puedellegar. Y tú lo sabes.

—Bueno, yo tengo la suerte de poderllegar.

—Tú porque tienes Infolibre, ¿peroestás de acuerdo o no? —Alicia asiente—. Naturalmente, se permite la gota deagua, la gota de agua es buena porqueasí legitimas un sistema teóricamentedemocrático: «Oye, mira qué televisión,qué tío, qué caña da y le dejan».

—De hecho, la única cosa buena deesta crisis horrible que está arruinando atantos cientos de miles de personas yfamilias es que ha roto las costuras delblindaje. Es decir, hace cinco años,¿quién iba a contar que una empresatextil importante, sea El Corte Inglés,sea la que sea, tiene fábricas en tal

sitio? ¿O quién iba a contar que estos deZara querían pagar en Suiza menos de loque pagan aquí? Yo creo que, en parte,esa costura se ha roto por la dureza de lacrisis.

—Otro cambio que me pareceimpresionante es el de las redessociales. Hoy, con Facebook y Twitter,se convocan manifestaciones de lamañana a la tarde.

—Cierto. Hace diez o doce años, loque no se publicaba en los grandesmedios de comunicación no era noticia.Ahora no. Ahora, aunque estos mediosno hablen de las manifestaciones a favordel derecho a un referéndum sobre larepública, la gente se ha enterado porotros medios en Internet. Se corre el

riesgo de que la gente no verifique loque lee, eso es verdad, y aquí es fácilque se cuele algún bulo, pero, aun así, esun entorno que ha terminado con elmonopolio de la información.

—Eso es muy importante. Porque losgrandes medios favorecen y están en elcentro del poder.

—Los patrones. Los periodistas, en sugran mayoría, no.

—¡Sí, por supuesto! Los periodistas ylos que vamos allí de vez en cuandosomos otra cosa. Pero ser gota de agua ydenunciar entra dentro del esquema de lapluralidad que hay que vender. Hay quehacer ver que estamos en democracia.Ahora, si la gota pasa a ser un charco,

entonces ya...—Sí, eso tiene que ver con el efecto

mariposa. Otro día te lo cuento.

Y espero que ese día no tarde enllegar. Encontrarse con esta mujersiempre es una experienciarecomendable, incluso cuando intentaspreguntarle cosas y termina siendo ellala que te hace a ti la entrevista. Porque,ya sea respondiendo o preguntando,cuando Alicia habla, merece la pena serescuchada.

19MANUELA CARMENA,CON TODAS LAS DE LA

LEY

Una de las cuestiones que más indigna alos españoles en estos últimos tiemposes la figura del aforado. Como en tantas

otras ocasiones, hemos caído en lacuenta de que existe ahora, cuando lascosas se han puesto feas y vemos que lajusticia, de hecho, no funciona igual paratodos. Que quien no puede pagar suhipoteca termina desahuciado y en lacalle, mientras que quien tiene casasaquí y allí, y se puede ver claramenteque ha metido la mano en la caja detodos, anda tan tranquilo viajando por elmundo.

Conviene aclarar que ser aforado nosignifica que los cargos públicos, comomucha gente piensa, no puedan serjuzgados por los delitos que hubierancometido, sino que son juzgados por untribunal especial para ellos,dependiendo de cuál sea su cargo. Y

sobre el papel, yo creo que esta figurano es mala porque alguien tiene quevigilar a los vigilantes. Puedeentenderse que políticos y miembros dela judicatura tengan que ser juzgados porun tribunal independiente y ajeno a ladinámica diaria de la justicia, tanpropensa a retrasos y a dejar que pase eltiempo hasta que los delitos prescriban.Lo que no puedo entender es que,mientras en los países de nuestroentorno solo son aforados el jefe delEstado, los presidentes o los ministrosde los Gobiernos —y generalmente solodurante el tiempo que dure el ejerciciode sus funciones—, en España la cifrade aforados llega a las diecisiete mil

personas y se extiende más allá deltiempo de sus mandatos. Sí, haydiecisiete mil políticos de losGobiernos central y autonómicos,miembros de la Casa Real, jueces ymagistrados que tienen un tratamientoprivilegiado por la justicia. Y digoprivilegiado porque, aunque a priori,como digo, no debería serlo, de hechoda la impresión de serlo. Losciudadanos de a pie vemos que estostribunales encargados de juzgar a losaforados no se componen porprofesionales elegidosindependientemente y en función de susméritos; que estos cargos son elegidos adedo y al gusto de los partidosmayoritarios, que se reparten los puestos

en función del número de escaños quehayan sacado en las últimas elecciones.

Con semejante panorama no esextraño que Montesquieu se revuelva ensu tumba. Su teoría de la separación delos poderes ejecutivo, legislativo yjudicial salta por los aires si todos estánen el mismo barco. Si el poder judicialno es imparcial, no puede haber justiciareal, y sin justicia el Estado de derechovuela por los aires. Si ni siquiera elTribunal Constitucional se libra de estostejemanejes; si algunos jueces insistenen defender los derechos de losciudadanos y el Gobierno se encarga decortarles las alas con decretos exprés; silos ciudadanos empiezan a protestar más

de la cuenta y se sacan de la manga la«ley mordaza»... Así, es comprensibleque el cabreo generalizado vaya enaumento. Cómo será la cosa que hasta laUnión Europea hizo un comunicado —que tuvo poca o nula difusión aquí—denunciando esta situación en nuestropaís.

Por todo esto, y porque me resisto —mientras me dejen— a no denunciar estasituación, hoy quiero aprovechar queestoy en Madrid para hablar de justiciacon una mujer que sabe mucho del tema,la jueza Manuela Carmena. Ella havivido de cerca y en primera personamuchos de los episodios que ha tratadola justicia en las últimas décadas, desdeque llegó la democracia hasta hoy. De

Manuela tengo la imagen de ser la juezaque uno quisiera tener al cargo de sucaso si es inocente, y cuanto más lejosmejor si fuese un delincuente. Por eso,por veteranía, por lucidez y por justa,me entrevisto con ella, precisamente, enuno de esos juzgados que vemos entelevisión cuando acoge casos«sonados». Quién mejor que ella paraque, desde dentro, me confirme si tengouna percepción equivocada de lasituación de la justicia en España y, encaso de serlo, qué se podría hacer paramejorarla.

—Buenos días, Manuela.—Encantada de hablar contigo,

Miguel Ángel, pero tú sabes que yo

estoy jubilada, que ya no estoy enactivo...

—Bueno, pero tú lo sabes todo. Unjuez no se jubila nunca, lo es hasta quese muere, igual que un político.

—Lo que sí es verdad es que yo mehe sentado muchas veces en este lugar enel que estamos, y también que compartoalgunas de tus reflexiones. Estoy deacuerdo contigo en que la sociedad engeneral está indignada, incómoda,desorientada con la justicia. No sécuánto habrá de cada uno de estos tresadjetivos, pero estoy segura de que detodos ellos hay algo.

—¿Y qué deberíamos hacer? ¿Pordónde deberíamos empezar para dar conuna solución?

—Yo creo que el primer objetivodebería ser conseguir que la justicia nosea tan oscura, que la ciudadanía laconozca, la comprenda, que salga de suescondite. Para ello, lo primero quetendríamos que conseguir es que losjueces hablen, que hablen a la sociedady expliquen lo que hacen. Por ejemplo,hoy todos los juicios se graban deprincipio a fin, ¿por qué no se hace unabase de datos en la que cualquierciudadano pueda teclear y ver no uno,sino todos los juicos que quiera?

»Siempre he creído que el medio decomunicación de nuestro tiempo es ellenguaje hablado. Hay que hablar, nohay que escribir tanto y hay que hablar

más. Cuando la justicia empezó aescribirse fue porque se necesitabaconstatar lo que se decía para que nocayera en el olvido, pero esto era en laépoca en que empezaban a surgir normasprocesales, hacia el final del medievo,cuando comenzaba el Renacimiento.Pero hoy día, cuando el lenguaje segraba, no tiene ningún sentido que losjueces escriban sus decisiones. Losjueces deben explicarlas. Con esto noquiero decir que sus resoluciones seaninmotivadas o irreflexivas, todo locontrario. Me refiero a que no tienesentido que después de que termine lavista empiece una maratón de reunionesy deliberaciones que pueden llevar díaspara valorar lo que hemos visto en la

sala, sobre todo cuando las partesimplicadas no están de acuerdo. Y luegotoca ponerse a escribir. Y se escribemucho. A veces las sentencias tienenveinte, cincuenta, setenta, hasta cienfolios, citando muchísimas leyes yestudios. Y yo creo que aquí es dondeempiezan los males, no se hareflexionado sobre cómo una decisiónjudicial debería ser un acto decomunicación, sino que se ha dado porhecho que simplemente hay que hacer uninstrumento jurídico.

»Como te he dicho, los juecesdeberían explicar sus decisiones, y, aveces, por interesantes, por confusas opor controvertidas, una vez hecho ese

trabajo de explicación de la sentencia—que según dice la ley, debe ser enpúblico—, dar la verdadera publicidada los medios de comunicación y dar unarueda de prensa sobre la sentencia. Esopara mí sería el primer paso, elantibiótico para empezar a terminar conel mal que tenemos. Hay que abrir laherida infectada y limpiarla para que lajusticia deje de ser oscura,incomprendida, escondida.

»¿Pero qué es lo que pasa ahora?Todo lo contrario. Como los jueces nohablamos, escribimos y razonamosmuchísimo, pero para nosotros mismos,no para la sociedad, nadie entiende loque decimos. Cada medio decomunicación interpreta lo que quiere

con su propio sesgo ideológico y lolanza al gran espacio de lacomunicación. Y a partir de ahí seproduce una terrible desinformación. Yocreo que ese es el mal. Dicho esto,también te digo que creo que la justiciase basa en unos presupuestos que esnecesario reinventar. No es verdad quela justicia esté para corregir al ejecutivoni al legislativo. La justicia estáesencialmente para resolver conflictos.Los conflictos que se producen, a veces,entre el ejecutivo con los ciudadanos,entre el ejecutivo con el legislativo,etcétera. Pero esa necesidad de resolverconflictos de nuestra sociedad está pocoadecuada a los tiempos que vivimos,

porque se basa esencialmente en elcastigo, y muchos son necesarios, sí,pero yo creo que otros no resuelven losproblemas que puede tener ni lasociedad ni, a veces, una determinadapersona. Me explico. Una persona que,por ejemplo, ha sufrido un accidente enel trabajo puede ser que no busque tantoque entren en la cárcel quince o veintepersonas como recibir una buenaindemnización. Y, sin embargo, acude anosotros, a la justicia. Pero nuestroinstrumento para impartir la justicia esel castigo, y la gente se olvida de quenosotros debemos tener presente quenuestros castigos son muy duros y muyterribles, que los acusados no tienen porqué haber dicho la verdad, que tienen

derecho a no declararse culpables, a noconfesar, y que el tribunal, en últimainstancia, a pesar de cualquier duda quepueda tener, siempre debe interpretar lasnormas para que puedan favorecer a losacusados.

—¿Por eso dices que tenemos unajusticia torpe? Pero eso no quita paraque, teniendo lo que tenemos, la justiciapueda ser eficaz y eficiente.

—No, pero no lo es. Y no lo esporque seguimos anclados en unasprácticas escriturarias, absurdas,complejas, innecesarias... Yo no paro dedecir que hasta para dar una buenanoticia casi tenemos que hacer unexpediente. En el libro que acabo de

publicar ahora —se refiere a Por quélas cosas pueden ser diferentes—,cuento algo que he explicado muchasveces y que llamo «el caso Tomasa». Esuna cosa muy sencilla. Es el caso de unaseñora a la que, como tantas vecesocurre, cuando llega el día del juicio,quien la ha robado entrega el dineroobjeto del robo. ¡Qué suerte!¡Estupendo! Ahora toca devolver eldinero a la señora. Pero en lugar decoger el teléfono y llamar a Tomasapara darle la buena noticia se abre unexpediente que dura meses y meses...Aquí tienes un ejemplo de cómofuncionamos, y así no puede ser. Lajusticia tiene que reinventarse de fondoy de forma.

—Me quedo con dos cosas que hasdicho y que comparto absolutamente.Una es la percepción que tenemos losciudadanos de la justicia, que cuandoentras por esta puerta todo es oscuro,tenebroso. La otra es la idea de que, enun juicio importante, saliera quien hahecho la sentencia para dar la cara enuna rueda de prensa respondiendo a laspreguntas de veinte periodistas. Seríaalgo maravilloso.

—Y necesario.—Pero me interesa que comentes la

percepción que hay por parte de losciudadanos sobre el hecho de que en losórganos clave de la justicia —es decir,Consejo General del Poder Judicial,

Fiscalía, Tribunal Constitucional— sesabe qué van a opinar días antes decualquier sentencia porque lo harán enfunción de la composición que esainstitución tenga en ese momento, dequiénes son sus componentes y quién losha puesto en el cargo. La gente ve queestá muy significada ideológicamente,no puede evitar pensar: «Como estecaiga en manos de aquel, seguro que lasentencia va a ser favorable a la tesis deese partido político...».

»Por ejemplo, seguro que recuerdasel bochornoso espectáculo del juezEnrique López, que iba sin casco, queiba un poco bebido... Ese señor, por loque he leído, tiene una posiciónideológica muy radical y muy proclive a

un determinado partido. Claro, si yo soyun reo o tengo una causa en su juzgado,sé que me va a juzgar un señor que no seva a salir del carril que le diga FAES oque le diga el partido que para él es lapanacea. Y este tema sí que preocupa alos ciudadanos, que haya unapolitización tan evidente de la justicia,cuando los jueces tendrían que aparcarcompletamente esas cuestiones ytendrían que ser absolutamenteimparciales y no estar contaminados. Escomo si pones a arbitrar un RealMadrid-Barça a un árbitro que sabemosque tiene el carné del Barcelona, que esun forofo, que le has visto con unapancarta animando a su equipo.

—Es muy importante que hablemos deesto en profundidad, Miguel Ángel.Porque yo creo que no es verdad que unjuez, por tener unas determinadas ideasy que, de alguna manera, pueda tenerrelaciones con un partido político, vayaa dar siempre la razón a las personasque tengan que ver con ese partido. Telo digo así de claro, no es verdad.

—¿Lo dices rotundamente? ¿Que noes verdad?

—Rotundamente, no es verdad. No esverdad que cuando un juez tiene ideaspolíticas pretenda favorecer a personascercanas a su partido político.

—Pero vamos a ver, Manuela. Es queno solamente tienen ideas políticas, es

que los hay con carné o que han estadocon carné hasta hace dos días de ocuparsu cargo. Y además, expresanprofusamente su ideario en los mediosde comunicación.

—Estupendo. Lo que me precisas mepermite que vayamos avanzando. Enprimer lugar, no puede haber un juez concarné, porque nos está prohibido a todosmilitar en ningún partido político.

—Han estado hasta la víspera.—Alguno ha habido, pero ha estado

en el Constitucional. Enrique López,magistrado con ideas claramentecercanas al Partido Popular, no teníacarné. De entrada, ahora mismo, y eso esimportante que la sociedad lo sepa,ningún juez puede militar o formar parte

de un partido político. Siguiente punto:sí puede tener ideas políticas. Todos lastienen. Porque eso es inevitable y,bueno, yo creo que ayudan a ver lasociedad de una determinada manera.Pero jamás esas ideas políticas puedenhacer favorecer o perjudicar a uno o aotro, no podemos estancarnos en eseatolladero de la sospecha sistemática.

—Pero permíteme que haga unparéntesis y te diga que tengo mis dudas.Tengo mis dudas porque ese personajedel que estábamos hablando, si tiene quedecidir en el Constitucional un temarelacionado con el matrimoniohomosexual y acaba de escribir —comoyo he leído— que eso es igual que

llamar matrimonio a la unión de unanimal con una persona, pues... Mecuesta trabajo creer que reconsidere esaidea de un día para otro.

—Vamos a ir por partes. Una cosa esser juez del Constitucional y otra es serun juez ordinario, de los de todos losdías. Yo creo que el juez que está en elConstitucional y que resuelve sobredecisiones del legislativo o delejecutivo, sobre leyes, tiene que tenermuy claro que cuando él se hapronunciado ya de alguna manera encontra de esos procedimientos, de esasleyes, tiene que abstenerse y no puedejuzgar. Yo creo que eso es inevitable. ElTribunal Constitucional no ha depuradobien las causas de apartamiento, de

abstención de sus magistrados, es untema que tiene pendiente, pero en lajurisdicción ordinaria está muy claro. Esdecir, tú tienes que abstenerte cuandopor alguna razón consideres que nopuedes ser imparcial.

»A este propósito, a mí me desesperaque vivamos en una sociedad sin datos,donde no tenemos evaluación suficientede cosas que son muy importantes. Y tevoy a contar algo que igual te sorprenda.Yo estoy haciendo un pequeño trabajoahora sobre sentencias de corrupciónporque estoy muy cansada de que mepregunten los periodistas: “Bueno, ¿y noes verdad que todos los políticos se vande rositas?”. Yo les digo siempre:

“Mire, no lo sé”. He visto algunos casosen la prensa, pero quiero saberexactamente los datos de todas lassentencias en las que se haya dictadouna condena por cohecho, porprevaricación, por tráfico deinfluencias, por los típicos delitos de lacorrupción. En cuántos casos la personaha entrado o no en la cárcel, en cuántosle han dado o no el indulto, en cuántosha reparado el dinero, qué personaseran, cuál es el perfil... Es uno de lostrabajos que hago ahora de jubiladaporque me parece importantísimo elanálisis sociológico de los datosjudiciales. Pues el caso es que llamé alfiscal Anticorrupción, que es un hombremuy majo, se lo expliqué, le pareció

bien, y después de muchas idas yvenidas, muy propias de la lentitud de lajusticia (se había caído la cuestiónelectrónica, no habían recibido mi e-mail...), al final conseguí que supieranlo que yo quería. Y después de muchoesperar me contestaron de una maneramuy gráfica en la que me venían a decirque las sentencias están en papel, queson muy largas, y que no tenían tiempopara leerlas, que no sabían cuáles sonlos delitos, qué es lo que se hacondenado... En fin, que no me laspodían dar. ¿Por qué te digo esto?Porque a mí me preocupa que no me lasden y las voy a conseguir de otramanera, pero lo que más me preocupa es

que la Fiscalía Anticorrupción no estétodos los días analizando esos datospara ver, efectivamente, por qué seproduce la corrupción. Es necesariosaber si se produce en materia delicencias urbanísticas, si se producenfacturas... ¿Cómo es posible, queridoamigo, que esos datos que son de unariqueza extraordinaria nadie losdesglose? Entonces yo te digo: si lasociedad cree que dictamos sentencias afavor o en contra de las personas, quepiensan que estamos más cercanos o máslejanos con nuestras ideas, mirémoslo,demostrémoslo. Pero fíjate lo que mepasó. Yo también hablo mucho, comohabrás podido ver...

—No, no, estoy aprendiendo,

Manuela. Pero luego te voy a dar miopinión yo también.

—El otro día fui a una tertulia y unamigo me dijo: «Te voy a hacer unapregunta muy delicada, ¿no te importa?».«Sin problema», le dije. Era una tertuliade veinticinco personas, estábamospresentando un libro, un ambiente muyagradable. Entonces él me preguntó poruna sentencia en concreto quecorrespondió a mi tribunal y que hacíareferencia a un empresarioimportantísimo de este país. Y estapersona me dijo: «¿Cómo es que túabsolviste a este individuo?». Y yo ledije que para nosotros, en el tribunal, esexactamente igual una persona que otra.

Se quedó sorprendido porque noentendía cómo yo, siendo de izquierdas,le pude absolver. No quiero decir elnombre...

—Pero era un pez gordo.—Gordísimo.—¿No sería de mi pueblo?—Vamos a olvidarlo, no sé ni cuál es

tu pueblo. Era un pez gordísimo.—Sí sabes de dónde soy, pero

bueno...—Lo que te quiero decir es que fue un

juicio en el que el lado de los abogadosno es que estuviera lleno, es que teníatres filas con abogados, larepresentación del poder.

—Sí, va a ser de mi pueblo.—Nosotros estamos acostumbrados a

ver que viene el acusado, se sienta juntoal abogado del turno de oficio o unabogado joven. Pero cuando, de pronto,vienen tres despachos de abogados,procuradores...

—Cuatrecasas, Garrigues Walker...—Por ahí iba la cosa, sí. El caso es

que mi amigo de la tertulia se quedósorprendido: «¿Por qué le absolviste?¿Cómo interpretaste la prescripción?».

—Cuenta, cuenta...—Bueno, yo le expliqué que me

hubiera encantado hacer eso en unarueda de prensa, pero que lo que sí teníaque quedar claro es que de lo queestábamos hablando era de datos, y hayque comprobarlos. En Estados Unidos

funciona algo que es una vergüenza queaquí no funcione aún, lo que llaman lasociología de las actitudes de los jueces.Allí, normalmente, se analiza lo quedicen los jueces y cuando no tenemosdatos hay que tener mucho cuidado parano intoxicar con instrumentos que noayudan. No es culpa de la sociedad, enabsoluto, es culpa de la oscuridad de lajusticia. Pero, en cualquier caso, eso hayque comprobarlo y hay que ver lo que esy lo que no es verdad.

»Y ahora viene lo que sí es verdad yme preocupa mucho: el Consejo Generaldel Poder Judicial lo elige elParlamento. Partamos de que yo creoque en este momento estamos viviendouna degradación extraordinaria de la

clase política en nuestro país, y a mí esome duele muchísimo porque se estáevidenciando que la democraciarepresentativa no funciona. Y como nofunciona, las personas que llegan a uncargo político no representanverdaderamente los intereses de lamayoría, sino que, desde mi punto devista, a lo único que se dedican es amantener sus propios intereses departido y sus propios privilegios.Entonces eso hace que la clase política,cuando nombra cargos, siempre busqueperfiles de personas mediocres, que sepresten a sus objetivos. Y,desgraciadamente, el Consejo Generaldel Poder Judicial se ha teñido de esas

incidencias y de esas actitudes de laclase política. Esto ha perjudicadomuchísimo a la judicatura en general,porque ha hecho que sus dirigentes,aunque no tengan interferencias en estasdecisiones a las que antes me he estadorefiriendo, sí las padecen en elnombramiento de los cargos con eseperfil. Se buscan personas que nomolesten, que no hagan sombras, que sepresten a los partidos y entonces, sí, elpoder judicial se tiñe de eso.

—Sí, Manuela. Y que cuando se lesllame obedezcan, que es lo terrible.

—Pero afortunadamente el campo deobediencia es relativo. Porque —y te lodigo de verdad— hoy día no se atrevena llamar, nadie del Consejo llama a un

juez. Si eso empieza a salir...—No llaman, pero van por detrás.

Tienen enlaces, tienen cuñados, primosa los que decirles: «¡Hombre, dilealgo!»...

—Es complicado. Te puede salir eltiro por la culata, que yo estaba en elConsejo cuando he visto casos que...

—Bueno, a ti no porque te conocen.Pero habrá algunos que hasta llamaránellos personalmente.

—Puede ser, no te digo que no.—Hombre, Manuela... ¡Que yo los

conozco!—Vale, pero ya te digo que,

desgraciadamente, la cúpula delConsejo General del Poder Judicial está

teñida del fracaso de una clase políticaque ha puesto en cuestión la democraciarepresentativa.

—Si cuando la sociedad está podrida,está podrida a todos los niveles. Larepresentación de esa sociedad está almismo nivel. Te voy a contar, ahora túme dices si lo que digo es unabarbaridad...

—Oye, perdona, ¿podría pedir unpoco de agua? Es que estoy seca.

—Por supuesto, ya está de camino.Por cierto, si yo fuera un acusado,¿podría pedir agua? Si yo estuvierasentado ahí, acusado de tener dinero enLuxemburgo o cosas de esas, ¿podríapedir agua?

—Sí, claro. Aquí normalmente lo que

siempre hemos dado es agua y pañuelosporque, a veces, la gente llora y necesitatener sus pañuelos.

—Volviendo al tema que nos ocupa.Vamos a imaginar por un momento que amí me cae el mochuelo de ser presidentedel Gobierno —algo que no va aocurrir, ni por edad ni por nada, ya te lodigo—, que incluso tengo una mayoríaparlamentaria para hacer y deshacer,que tengo unos ministros y al Montorode turno que me dice todo el rato: «Nogastes, que no tenemos dinero». ¿Sabesqué es lo primero que haría? Pues lepediría a mi Montoro que me apartasemil millones de euros para la justicia.

—Eso es muchísimo, ¿no?

—Sí, pero ya verás para qué justicia.Aparte de la que hay, que tenga milmillones más. Con toda seguridad esedinero lo voy a recuperar, no va a ser undinero tirado. Vamos a agilizar todos lostrámites y vamos a aplicar una cosa quese llama eficacia. Y para que hayaeficacia tiene que haber una Fiscalíadotada de más fiscales, de más policíascualificados, de inspectores deHacienda. ¿Para qué? Pues para que esaFiscalía solo se ocupe de los temasgordos, no como ahora, que le puedellegar a un fiscal el fraude del IVA de unbar o una pelea de dos vecinos y lo tieneque atender. No, vamos a lo gordo,vamos a dedicarnos solamente a

identificar los delitos de cuantía queafectan a los ciudadanos. Además, comovamos a tener una Policía Judicial muypreparada, vamos a detectar el fraudecon una técnica que tengo yo en micabeza.

»Mira, yo no soy abogado, pero enEconómicas teníamos una asignatura quese llama Hacienda Pública y una materiaque decía “Formas de detectar el fraude,signos externos”. Los signos externos nofallan porque el avaro de Molière ya noexiste. El que tiene pasta hoy la quieregastar, si no sería un idiota. Un tío quetiene miles y miles de millones no lostiene para contarlos por la noche, se ledescubre. Es decir, por la vida quellevaba Bárcenas, por ejemplo, cuando

empezamos a saber que tenía un chalé enBaqueira Beret, otro en la milla de orode Marbella, un casoplón en Madrid quepor la pinta no era de protección oficial,que se iba a esquiar a no sé dónde... ytodo teniendo un sueldo, un sueldobueno, pero que no daba para tantocomo destacaba, como decía el cuplé.Era evidente que ahí pasaba algo raro.Pues yo a esos inspectores los tendríapor Puerto Banús, por Mallorca,detectando estos signos externos y conunos policías bien pagados y unosjueces dedicados a perseguir eso, no elfraude del IVA en un bar. Con todaseguridad que detectábamos a todosesos corruptos de manera mucho más

eficaz que ahora y, sobre todo,conseguiríamos que devolvieran eldinero con rapidez. Tengo la impresiónde que la justicia para esos casos ahorano tiene medios suficientes.

»Y tú me dirás ahora: “¿De dóndesacamos mil millones?”. Pues de cerrarel Senado, la mayor parte de lastelevisiones autonómicas y lasDiputaciones provinciales, que no valenpara nada, por ejemplo. Todo para quefuncionara la justicia y que se detectaraa los chorizos. ¿Te parece unabarbaridad o no?

—No, pero yo creo que no hacen faltaesos mil millones.

—Yo he dicho mil, pero si son cien,mejor.

—No, no hace falta ese dinero porquelo necesario es, sobre todo, cambiar lasmentalidades, cambiar los requisitos,cambiar la burocracia. Y eso no es fácil.De hecho, la cantidad de dinero que seha invertido en la justicia desde lademocracia, desde 1980 hasta nuestrosdías —no me refiero a estos últimosaños de pobreza de medios, obviamente—, ha sido enorme y no ha dado elrendimiento esperado. Tendría quehaber gerentes, gente que sepa gestionarla justicia bien, que sepan qué puede sery qué no.

—Y que no tiene por qué ser un juez.Como un gerente de un hospital no tienepor qué ser médico.

—Tiene que ser un gerente, pero quesepa perfectamente bien toda la cosajurídica también. Porque a un gerenteque no entiende se le despreciaenseguida, y más en estas profesionesnuestras. Como digo, lo más importanteque necesita la justicia son buenosgerentes y un cambio de mentalidades, yestas hay que empezar a cambiarlas enlas facultades de Derecho. Todo estotendría que aprenderse en launiversidad, tendría que haber unaespecialización en gerencia. La genteestudia las leyes, pero no los efectos queprovocan, no tratan nada que tenga quever con la sociedad.

—Me estás tirando por elevación.

Pero yo te voy a decir ahora mismo otracosa que la gente piensa de la justicia:los peces gordos —salvo algúnBárcenas, que a fin de cuentas es elpagano de toda una red, y es undesclasado— no pasan por el aro. Si unseñor que tiene pasta y le condenan en,pongamos, Almendralejo, puede recurrira la Audiencia; de ahí, al TribunalSuperior de Justicia de Extremadura, loque ya supone un par de años dedemora; de ahí al Tribunal Supremo,otros dos; y después al Constitucional,otros dos. Y a lo mejor tiene suerte ycuando quieran dar un veredicto ya haprescrito su delito, como el de losfamosos «Albertos». Pero incluso si noha prescrito y el Constitucional también

le condena, siempre le quedará elGallardón de turno. Es decir, el ministrode Justicia del Gobierno que toque, quecoge manu militari y le absuelve porquele da la gana en casos de prevaricación,corrupción y similares.

»Esta es mi sensación de lo que hayen la calle respecto al funcionamiento dela justicia. Y a mí me preocupa esto másque la crisis económica, que pasaráantes o después, porque la economíafunciona por ciclos, pero la crisis de lajusticia, no. Esta crisis de desconfianzaes muy grave porque es indicativa deuna decadencia total de la sociedad.

—Tienes razón en compartir algo quees un hecho, Miguel Ángel. Y es cierto

que ha habido casos tan escandalososque han hecho que se generalice estaimpresión, pero te digo que, de verdad,es muy importante que miremos losdatos, que miremos cuántos políticoshan sido condenados, cuántos han ido ala cárcel...

—Pocos.—Seguramente sean pocos, sí, pero

vamos a ver cada caso con nombres yapellidos, vamos a seguir la trayectoria.Yo te doy la razón cuando dices que esescandaloso que haya habido indultoscomo los que ha habido, incluso que elindulto es algo que debería desaparecerporque no tiene sentido que exista. Perotambién te digo que en mis tiempos deabogado, antes de llegar a la carrera

judicial, en las cárceles no veía más quepobres y desgraciados. Ahora, aunquepocos, empieza a haber otros perfiles.

—En el Dueso tenemos novecientos yno hay ninguno de estos que...

—Vamos a pensar en nombres.Barrionuevo estuvo en prisión.

—Pero le indultaron, no estuvo tanto.—Vera estuvo en prisión, Roldán ha

estado en prisión...—Roldán. No puedo evitar decirte

otra barbaridad al oír su nombre. Yo soyel mayor enemigo de la pena de muerte,e incluso de la cadena perpetua, peroharía dos excepciones a las que síaplicaría esta última: a un asesino comoel de Marta del Castillo, que ni siquiera

dice dónde está el cadáver para que sufamilia pueda enterrar el cuerpo, y a loscorruptos que se sabe que han trincadodinero y se ha probado. O devuelven eldinero o me dicen dónde está, o a lacárcel de por vida. ¿Esto es unabarbaridad?

—Yo creo que es un mal camino.—¡Ay, Dios mío! Me preocupas,

Manuela. ¿Por qué es un mal camino? Sino devuelven el dinero, les salerentable; se ríen de todos.

—A ver, yo estoy absolutamente deacuerdo en que se restituya siempre eldinero que se ha robado, lo que pasa esque para hacer eso habría que ser losuficientemente ágil para que desde unprimer momento se controlase ese

dinero. Después, el plantear un tipo depena indefinida...

—Indefinida, no. El doble de lo queestán. Tampoco es tanto pedir.

—Te digo sinceramente que en lo quehay que ser muy ágiles es en detectardónde están los dineros y buscar lamanera para que los dineros no se nosescapen. Tenemos que pensar más encómo controlamos el dinero. Porejemplo, hoy, que ya podría ser todo eldinero electrónico, ¿qué sentido tieneque siga habiendo dinero en papel? Eldinero en papel es lo que hace posibleque haya inmensos tráficos de dinero.¿Quiénes son los que pagan con billetes?La gente de la droga, la de la

prostitución, la de las armas. Enconsecuencia, pongámonos a pensar enfórmulas más allá del castigo parasolucionar los problemas, pensemosprimero en por qué se producen loshechos que castigamos.

»Te voy a contar una experienciapersonal. Hubo un momento aquí, justodespués de la llegada de la democracia,en el que había que pagar por todo en lajusticia. Hasta la plaza de Castilla, lasede principal de los juzgados deMadrid, se conocía como la “plaza de laAstilla” porque no había manera de quenada funcionara si no ibas allí condinero. Y aquello se acabó. ¿Cuántascondenas hubo? Pues bastante pocas.¿Qué es lo que ocurrió? Que se hizo un

enorme esfuerzo por analizar por quépasaba eso. Y cuando se vio que pasabapor esto, por aquello y por lo de másallá, se cambió esto, lo otro y lo de másallá. Eso es lo importante. Lo importantede combatir la corrupción no solo es elcastigo, no es solo conseguir que lagente pague el dinero que ha sustraído,por el que se ha corrompido. Sobre todohay que ver dónde y cómo se produce lacorrupción, para ir ahí y modificarla,atajarla. ¿Cómo es que no hemos creadoaún un departamento de investigación,de imaginación, de I+D de justicia quediga “vamos a buscar alternativas”? Yuna alternativa muy importante es la dehacer el dinero electrónico.

—Es buena idea, pero me parecesdemasiado buena.

—Es que hay veces que ser buena eseficaz e inteligente.

—Quiero decir que te veo demasiadoblandita. Cualquiera admite que hay quehacer una labor preventiva para que nohaya borrachos, para que no hayadrogadictos, y para ello habrá queempezar desde la escuela a decir que labebida es muy mala, que la droga es muymala, que robar es algo indecente. Paramentalizar a la gente, en definitiva. Peroten por seguro que hay un 10 o un 15 %de la sociedad a la que, aunque lepongas los mejores psicólogos, tieneunos condicionantes que le hace no

llevar la conducta del otro 85 %. Ycomo esos no tienen arreglo, por másque Manuela y otra gente como Manuelales den clases todos los días, y aunquetraten de ser edificantes en susexplicaciones, van a terminardelinquiendo.

»Yo lo que haría —y creo que no esuna idea de izquierdas ni de derechas—es dar forma a un artículo que permitieraa los jueces exigir a alguien comoRoldán que devuelva el dinero que se hallevado. Y si no lo hace, que cumplaentera su condena, sin eximentes porbuena conducta. ¿Te parece una ideamuy “carca”?

—No. Y te voy a sorprender, porqueese artículo ya lo hay.

—¿Dónde está? Lo de Roldán no haaparecido y él está en la calle.

—A él no le dieron la libertadcondicional.

—Anda por Pamplona y por Franciade rositas.

—Pero ha cumplido un montón deaños, Miguel Ángel.

—La mitad, Manuela, solo la mitad.—Dos cosas que hay que tener

presentes: la Ley General Penitenciariacambió, y una de las cosas que hacambiado es que para dar la libertadcondicional se exige que hayanrestituido el dinero. Eso ya está ahí.

—Pero no devuelven nada.—Pero está ahí. Y otra cosa que es

fundamental: la bondad es importante,pero hay que tener mucho cuidado en noconvertir la bondad en la bobería o en laincompetencia. Hay que ser bueno, perono incompetente, y yo estoyabsolutamente de acuerdo en que hayque conseguir que la gente, cuando harobado el dinero, lo devuelva. Perotenemos que ser inteligentes. El dineroahora no tiene propietarios. Hoy día unopuede estar forrado de dinero y haceroperaciones impresionantes y a sunombre no tiene nada. ¿Por qué? Porqueestamos permitiendo lo que estápasando, que el dinero se está utilizandocomo un instrumento de cobertura. Y yano me importa tanto quién es elpropietario del dinero, sino quién hace

que el dinero corra. Desde que yo estoyen la justicia hasta ahora no te imaginascómo hemos incrementado la capacidadde investigación del dinero de la gente,pero aun así a muchos no se lesencuentra, hay multitud de maneras deesconderlo.

»Tú has puesto un ejemplo que esbueno y voy a volver a él. De verdad,aplicando solamente un castigo, pormucho gusto que le dé a muchaspersonas, por mucha confianza que lospolíticos tengan en los castigos, queparece que todo se arregla metiendo a lagente en la cárcel, no se arreglan losgrandes problemas. En los EstadosUnidos, en los estados donde hay pena

de muerte, no disminuyen los delitos.—Ahí yo soy muy radical, estoy

totalmente en contra. La cárcel sí echapara atrás. Estuve ayer en Soto del Realy...

—Yo sigo yendo mucho a la cárcelporque tengo un proyecto social en elque trabajo, y la mayor parte de lospresos están ahí por tráfico de drogas.¿Y sabes cuándo disminuye el tráfico dedrogas? Cuando hay crisis económica yla gente puede gastar menos dinero encocaína. Esa es la realidad. La amenazade la cárcel da igual, con más o menoscárcel la droga sigue siendo la misma.¡Por Dios! Seamos inteligentes,generemos políticas que hagan evitar losdelitos. Mira, en esta casa hemos tenido

muchísimos delitos de tráfico de droga,la mayor parte. Pero también muchos delos que llamamos «las alcoholemias»,gente que conduce borracha.

—Como Enrique López.—Como Enrique López. Y muchos

como él son reincidentes, vuelven una yotra vez a caer aunque hayan tenido sucastigo. ¿Por qué no se inventa unvehículo que no puedas arrancar sitienes alcohol? Que detectara el alcoholsimplemente por la piel, ¿por qué no seinventa eso?

—¡No, en la piel no! Que la gentecuando me ve se cree que vengo de laplaya o de beber, y ni una cosa ni otra.Yo es que tengo un problema de exceso

de glóbulos rojos y por eso tengo estoscoloretes. Hasta tuve que aclararlo en unlibro.

—¡Ja, ja, ja! Bueno, pues que elcoche lo detecte cuando la persona conalcohol entre en contacto con él, que elcoche no funcione. Puede sonar raro,pero no lo es. Es como el bandolerismo,que era un problema gravísimo en laEspaña del siglo XIX que incluso dio piea la creación de la Guardia Civil,porque no había manera de ir hastaAndalucía en diligencias con un mínimode seguridad. ¿Cuándo acabó? ¿Con lacantidad de ejecuciones que hubo debandoleros? No. ¿Sabes cuándo terminóel problema? Cuando llegó el tren. Eltren fue un elemento importantísimo,

mecánico, que acabó con un tipodeterminado de delito. Con esto quierodecir que, aparte de que los castigos sonnecesarios, deben ser eficaces, debenayudar a cambiar la conducta de laspersonas. Tenemos que reflexionarsobre cómo podemos solucionar losgrandes problemas de la sociedadporque solamente el castigo no funciona.Hay que imponer castigos cuando estánseñalados en la ley y son merecidos,evidentemente, pero hay que aplicarlossiempre a personas concretas, no valedecir «a todos esos corruptos», no.

—Al que caces.—A Emiliano Rodríguez, a la

persona. Y esa persona tiene que tener

un juicio y aclarar lo que ha hecho ydespués, sí, ir a la cárcel y pagar lo quedeba pagar.

—Y que de presunto a condenado oabsuelto pase poco tiempo.

—¿Puedo añadir algo más?—Claro, ¡cómo no! La palabra final

siempre la tiene el juez. ¿O es el reo?—La tiene el reo, pero yo creo que tú

no eres el reo, Miguel Ángel.—Bueno, en este caso... Esto

impresiona un poco—Vuelvo a decir una cosa. Me

parece muy muy importante no criticarun elemento absolutamente esencial quees como la argamasa de la humanidad,que es la empatía. Nosotros vemos enlos tribunales a diario que la maldad o

la falta de preocupación de los demás,por ejemplo, tienen mucho que ver conla empatía. Y la corrupción, también.Los corruptos son personas que notienen ninguna capacidad de empatizarcon la sociedad. Y este es un marcoimportante para trabajar, me interesamuchísimo no depreciar lo que tiene elser humano de identificación con otroser humano. Ese es el camino paraconseguir muchas de las cosas quecreemos que se consiguen solo con lapena de prisión.

Acabamos. De esta conversación conManuela Carmena he sacado algunasconclusiones muy interesantes. La másinteresante de todas, escuchar cómo ha

empezado diciendo que la justicia esoscura y que habría que sacarla a la luz.Esto es muy importante. También estoyde acuerdo con ella en todo lo relativo ala educación y la prevención del delito,sin duda. Pero esa teoría sobre elbuenismo en el horizonte de veinte otreinta años no termino de verla. Ojaláhaya una sociedad sensibilizada ycoches que detecten el alcohol alconductor antes de echarse a lacarretera, pero mientras tanto, a cortoplazo, hay una cantidad de chorizos y decorruptos en España que no van a lacárcel y que están creando un desánimoen la gente enorme y a corto plazo.Mientras llega esa generación

mentalizada y que cambie de actitud —que a lo mejor algún día llega, pero a lopeor no—, tenemos que ser eficaces ylograr que aquellos que no entran en lavereda de la sensibilidad social vayanal trullo cuanto antes y que sus casostengan un efecto disuasorio en otros.

20LA COCINA SOLIDARIADE CHEMA DE ISIDRO

Chema de Isidro es cocinero. Lo esdesde que era un crío, desde que a losdiecisiete años decidió dedicarse aloficio en Madrid, en su Vallecas del

alma. Ahora tiene cuarenta y cuatro ysigue siendo el mismo tipo de barrioorgulloso de serlo y de seguir al lado delos suyos. Más aún, en estos años, apesar de haberse consagrado como unode los grandes chefs del país, no se hadejado distraer por los cantos de sirenade las altas esferas de las cocinas«finas». Chema ha seguido trabajandopara que la gente que no podría pagarseun cubierto en uno de esos restaurantesen varias vidas que vivieran, chavalesde barrios y suburbios condenados a lamarginación social, tengan laposibilidad de aprender un oficio a lavez que disfrutan del placer de cocinar.Se ha preocupado de dar a estos chicosuna ilusión para seguir viviendo, para

seguir luchando porque su futuro nocaiga en saco roto.

Hoy he tenido la suerte de conocermás detalles sobre Chema y su escuela.Y me ha entusiasmado. Ahora os contarésu historia, pero antes he de añadir que—aparte de pescar y coger setas— yotengo dos hobbies: cantar y cocinar. Enninguno soy especialmente bueno, loreconozco, pero es verdad que disfrutoen la cocina y que algún plato que otrome sale bordado porque llevo muchosaños haciéndolo. Vamos, que me gustaestar entre fogones y que el de loscocineros es un gremio al que admiro ycon el que me siento muy cómodo. ConChema de Isidro, especialmente a gusto.

—Qué ilusión me haría, Chema, queun día nos pusiéramos mano a mano tú yyo. Tú me preparas un segundo plato yyo el primero. O al revés, como quieras.Yo pesco un pescado y lo guisamosluego juntos, mientras cantamos...

—Bueno, yo también le doy a lapesca, ¿eh? Que sepas que yo solo pescocon mosca, pero le doy. Eso sí, si vamosa cantar, tú cantas y yo doy palmas. Y sihay que cocinar yo soy tu pinche, que yoya estoy todo el día cocinando. Perovamos, cuando tú quieras nos ponemos aello.

—Todo se andará, Chema, todo seandará. Ahora cuéntame, ¿cómo te diopor la cocina?

—Como sabes, Miguel Ángel, yo soyun chaval de Vallecas —bueno, antesera un chaval, ahora soy un madurito—al que le tocó vivir la etapa aquella dela titulitis. Todo el mundo tenía quehacer una carrera, los padres no sesentían orgullosos de sus hijos si notenían algún título universitario. Y, laverdad, a mí lo de estudiar no megustaba mucho, yo era un poco la ovejanegra de la familia, mi hermano era «unmáquina» y yo el «pieza» que hacía devez en cuando alguna pirulilla por ahí.

»En contrapartida, siempre me habíagustado la cocina, siempre enredabamucho en la cocina con mi abuela. En micasa no teníamos un puto duro, pero todo

lo que pasaba lo celebrábamoscomiendo y bebiendo, y a mí me molabael rollo de estar con la gente y ver queeran felices comiendo y tal. Así que undía les dije a mis padres que me queríadedicar a la cocina. Yo esperaba que meiban a echar una charla, pero recuerdoque se miraron los dos y dijeron: “¡Uy,enano, qué alegría nos das!”.

—¿Y a qué puerta llamaste? ¿A dóndete dirigiste para aprender a cocinar?

—Entonces la cocina no era una cosatan glamurosa como es hoy, era un oficiomás, pero tuve la suerte de caer en unsitio con dos estrellas Michelin, la casade mi maestro Iñaki Izaguirre. Es unvasco acojonante, premio Nacional deGastronomía, y ya entonces era un loco

encantador. A mí me llamaba elMarqués cada vez que bajaba a lacocina. Era alucinante ver cómotransmitía, la delicadeza que ponía enlos platos, y poco a poco empecé aenamorarme, de él y del oficio. Para unapersona como yo, que había crecidooyendo solamente críticas a mis notas,que alguien me felicitara por lo quehacía era algo increíble. Nunca me habíapasado una cosa así. Al revés, casisiempre me castigaban porque la habíaliado...

»Así que empecé a ver que esto se medaba bien y me animé a entrar en laEscuela de Hostelería y Turismo deMadrid. Fue una gran etapa porque por

primera vez empecé a sacar unas notasde la hostia. Cómo sería la cosa que mispadres iban a la escuela a preguntar sieran verdad, acostumbrados comoestaban a que siempre hiciera “trapis”, atrucar el tema. Pero no, era todo verdady quedé el primero de mi promoción. Mimadre estaba alucinando,superorgullosa, presumiendo con lagente.

—Y de ahí a los grandesrestaurantes...

—Sí, como se me daba bien la cosa,pronto empecé a trabajar en sitios muybuenos. Primero en el Casino deMadrid, el de la calle Alcalá, luego enel hotel Villamagna, luego en otro cincoestrellas, como jefe de cocina en una

franquicia de arrocerías que terminédirigiendo... Así hasta que monté mipropio restaurante. Yo era el quecurraba y mis socios ponían el dinero.Fue todo un éxito hasta que acabó lasociedad e inauguré más restaurantes yosolo. Viajé a Francia y allí descubrí quela cocina era un idioma universal, yopodía cocinar lo mismo en España queen Francia que en cualquier otro sitio ygustaba igual. Estaba encantado con mivida.

—Y todo en un tiempo récord.—Eso es verdad. Recuerdo que

alguna vez venía a la escuela Juan MariArzak y le veía como un dios en elOlimpo. Y el año pasado, fíjate, he sido

yo quien le ha hecho un homenaje: lepude abrazar, tocarle, decirle cuánto leadmiro desde entonces... Se me caía lababa. Y eso precisamente es lo queintento transmitir a los chicos, que lavida puede cambiar en cualquiermomento, que a lo mejor un curso decocina te puede cambiar la vida parasiempre.

—¿En qué momento surgió en ti lainquietud por enseñar?

—En el primer restaurante que tuve,Bellalola, ya empecé a dar cursos decocina y me lo pasaba superbién. Apartede que la gente me felicitaba y aprendía,llegaban a sus casas y hacían los platos.Y a mí eso me llenaba mucho. Supongoque llega un momento en tu vida

profesional en la que te ves asentado,con dos libros escritos (recuerdo que lafrase de mi madre fue: «¡Pero, cabrón!Si no sabes hablar, ¿cómo te vas a ponera escribir?»), con dos programas detelevisión en Canal Cocina...

—¿Y la cosa solidaria?—En ese momento, con los cursos en

marcha, ya había abierto el restaurantede Tetuán, otro barrio de Madrid, que amí me gustan mucho los barrios, y allí alladito estaba el CEPI, un centro hispano-dominicano que buscaba hacerproyectos para chavales con riesgo deexclusión social. Me propusieron haceralgo con ellos y me encantó la idea.Empezamos con un primer curso que fue

todo un éxito, por lo menos porque todoslos chavales lo empezaban y terminabanlos cinco meses completos, que, segúnme decían los del centro, no era lohabitual; lo normal era que a los diezdías abandonaran. Los chavalesencontraron motivación.

»Pero me di cuenta de que la cosa notenía que quedarse en un curso decocina, que lo que había que hacer esmeterlos en la sociedad y en el mundolaboral. ¿Qué hice? Pues como yo tengocoleguillas cocineros de todos los tipos,desde los que trabajan en hospitales alos grandes chefs, los llamé a todos paracontarles el proyecto. La idea era quelos chavales aprendieran en la escuelano solo a cocinar, también a

desenvolverse en una cocina, a manejarun cuchillo, a coger una sartén. Así,cuando después del curso llegaban a unrestaurante, llevaban la mitad deltrabajo hecho, se notaba que sabían. Y siun chaval sabe, poca gente lo dejaescapar; en lugar de tenerlo en prácticasle contratan para trabajar.

—¿Qué tipo de chicos tienes en laescuela?

—Pues de todo. La mayoría sonchavales con vidas rotas, no tanto porellos mismos como por la gente que sehan encontrado en el camino: chicas quese han quedado embarazadassuperjóvenes y abandonadas por susparejas, chavales a los que han dejado

abandonados sus propios padres, unoscon problemas psíquicos, otros quevienen de bandas callejeras latinas,algunos incluso que han pasado por lacárcel... Todos tienen vidas muydifíciles. Muchos de ellos, cuando estándentro de las bandas, se sienten muyfuertes. Pero te aseguro que si los sacasy los miras uno a uno, estánsuperperdidos. No dejan de ser niñosmuy frágiles que intentan integrarse en lasociedad, pero la sociedad no les dejahacerlo. Por miedo, por las pintas quellevan, por la información que seescucha de ellos, porque solo se hablade esta gente cuando hay peleas ohistorias truculentas. Por lo que sea,pero no les dejan integrarse. Y por eso

nosotros lo más importante que podemoshacer por ellos es darles esperanza, quesepan que si se lo proponen puedenformarse e integrarse en el mundolaboral.

»Bueno, y también tenemos chicosespañoles con problemas acogidos anuestro curso, no solo trabajamos conchicos de fuera. En ambos casos elresultado es espectacular, porque sevienen arriba y sobre todo se sientencapaces de hacer cosas. En otros sitiosigual les piden una titulación, aquí sololes pedimos que tengan ganas. Yosiempre les digo que aquí les veoflorecer, es superbonito.

—¿Es complicado motivar a chicos

como estos?—Como ya hemos hecho muchos más

cursos, yo les traigo a chavales de añosanteriores para que les cuenten suscasos, que vean que están trabajando,que antes estaban como ellos, en la callesin hacer nada, y ahora se están llevandosus mil doscientos pavos trabajando enalgo que les gusta. No es que yo les déel curso y a lo mejor luego trabajan o notrabajan, yo les prometo que consigotrabajo a los que se porten bien, seanhonestos y serios. Y se lo consigo.

»Yo sé que algunos de aquí tienencierta sensibilidad y ciertas maneraspara ser grandes chefs. Hay gente a laque se le da mejor una cosa que otra,como en todos los oficios; a algunos no

se les da bien el sushi, pero son unoscracks en la pastelería, por ejemplo. Loque tienen que hacer es descubrir cuál essu fuerte y pensar si quieren estar todasu vida aquí, en España, o regresar a suspaíses, los que son de fuera. Esimportante que les quede claro que lacocina es una cosa universal, siaprenden a trabajar aquí, podrántrabajar en cualquier lugar del mundo.

—¿Y te ha salido ya algún fenómenode la cocina? ¿Cuántos están trabajandoya profesionalmente en un restaurante?

—Creo que habrá ochenta y tantosque han salido de la escuela y ya estántrabajando. Ahora mismo tenemos a seisde los chavales de este curso en

prácticas con José Luis Esteban. Teníasque haber escuchado la conversaciónque tuve con José Luis el otro día,estaba encantado porque los chavales —me decía— llegaban como un folio enblanco y aprendían como esponjas, yporque no había visto nunca tantailusión, realmente creen que lo que estánhaciendo les va a repercutir en susvidas.

»Aparte, otro tío maravilloso que estávolcado con nosotros es David Muñoz,de DiverXo. Ya sabes, el tres estrellasMichelin de Madrid. Pero vamos, yo teaseguro que aún no me ha dicho nadie“No puedo” cuando he llamado a algúnchef proponiéndole a uno de mis chicos.Ya te he mencionado a José Luis

Esteban, pero también Joaquín Felipe,Juan Pablo Felipe, Juan Pozuelo...Todos han dado una única respuesta,incluso cuando al principio les decíaque había gente que había estado presa olo que fuera, todos decían: “Lo que hagafalta”. Total, en la cocina estamosmuchos de muchos mundos diferentes.Es un poco como Madrid, nadie es deaquí, pero nos acoge a todos por igual.

—Supongo que cuando vas a algunode estos restaurantes y te encuentrascomiendo algo cocinado por un alumnotuyo sentirás algo muy especial, ¿no?

—Sí, imagínate. Mucho orgullo. Yome siento muy identificado con ellosporque también soy de barrio —y no de

un barrio cualquiera, de Vallecas—, ysé lo que significa para ellos llegar aestos restaurantes tan importantes. Yoquiero que sean mejores que yo y queme jubilen, que me inviten a comercuando sean grandes chefs. Pero sobretodo, que salgan adelante, que es unacosa muy bonita.

—Y tanto que lo es, Chema. Unalabor preciosa la tuya. Te deseo muchasuerte a ti y a tus chicos, yo me tengoque ir ya.

—Gracias a ti por haber venido,Miguel Ángel. Queda pendiente esajornada cocinando y cantando juntos...

Y la tendremos, ¡vaya si latendremos! Espero poder pasarme

pronto y con tiempo suficiente pordelante para compartir un buen ratoentre fogones con Chema. Y, porsupuesto, para catar los platos de suschicos. Quién sabe, igual entre ellos estáescondido el próximo Ferran Adrià. Siél empezó a cocinar a los treinta y tresaños, estos le llevan varios años deventaja. Todo es ponerse manos a laobra.

21EL DRAMA DE LOSPREFERENTISTAS

Torrejón de Ardoz es una ciudad de esasque antiguamente se llamaban«dormitorio», un pueblo de la provinciade Madrid que, a partir de los años

sesenta, creció gracias a la inmigraciónllegada de otras provincias españolashasta convertirse en la pequeña-granciudad de ciento veintisiete milhabitantes que es hoy día. Sus vecinosson, mayoritariamente, de clasetrabajadora, de los que se recorren cadadía los veinticuatro kilómetros que losseparan de la capital, de Madrid, para ira sus puestos de trabajo. Muchos deellos, como tantos otros a lo largo yancho de todo el país, han sido víctimasde la estafa de las participacionespreferentes, gente honrada que confió ensu banco de siempre para sacar el mayorpartido a los ahorros de toda una vidade esfuerzo.

Hoy he acudido a una asamblea de

afectados por esta gran trampa en estalocalidad. Muchos de ellos eranpersonas mayores, muy mayores, a lasque no les queda ningún recurso parasiquiera vivir. Cada día recibo muchascartas de gente como ellos, personasanónimas que me piden ayuda o, por lomenos, que dé a conocer su caso paraque la justicia o quien sea haga algo porellos. Guardo cientos de estas cartas, nopuedo responder a todas, pero esperoque sepan que, de corazón, su causa esla mía, que mientras pueda denunciaréesta vergüenza allá donde me dejen. Dehecho, cuando surgió la idea de Estepaís merece la pena, el primer tema quepropuse para tratar fue este, no habría

seguido adelante en el proyecto si no lohubiéramos hecho. Es lo mínimo quepuedo hacer por ellos. Me conmueveespecialmente pensar en toda la genteque ha llegado a quitarse la vida al verque se ha quedado sin absolutamentenada, sin dinero en el banco ni techobajo el que dormir porque no tienemedios con qué pagarlo. No hayderecho.

Cuando llegué a la asamblea elambiente estaba ya caldeado. Se oíangritos y cánticos que coreaban consignastan explícitas como «¡No paremos hastaque cobremos!», «¡Qué desgraciados,qué desgraciados, robarle el dinero alos jubilados!», o «¡Rajoy y Cospedal, aSoto del Real!».

—Os voy a contar por qué estoy aquí,aunque supongo que de este tema mehabréis oído hablar en muchísimosprogramas en televisión.

—¡Y lo que queda! —grita alguien deentre el público.

—No, lo que queda no. Que hay sitiosdonde ya no me dejan ir. No sé si oshabéis dado cuenta de que ya haylugares donde no aparezco. De momentotodavía tengo cámaras y micrófonos,pero no sé cuánto durará. Mientras eresuna gota te dejan, cuando eres charco teanulan.

Y es cierto. Parece que hay temas queno gusta que se cuenten en determinadoslugares y medios de comunicación. Pero

yo, como he dicho, me resisto a que mecallen. Puedo tener muchos defectos,pero el que no tengo es el de noempatizar con las desgracias ajenas.Siempre que me encuentro con una,procuro pensar qué haría yo si estuvieraen esa circunstancia. Y desde el primermomento en que supe de esta historia, dela vil estafa de las preferentes, no me hecansado de denunciar que es la mayortropelía que se ha cometido en muchosaños en este país, el robo más grande einjusto que conozco desde que tengo usode razón.

Como ya he contado otras muchasveces, yo he sido director de unasucursal de banco durante diez años, poreso creo que puedo opinar con autoridad

suficiente del tema. Cuando dirigía laoficina del Banco Atlántico deTorrelavega todo el mundo confiaba enRevilla, sencillamente porque era eldirector, porque me conocían. Misclientes se fiaban de mí si les decía quelo mejor para sus ahorros era este fondoa plazo fijo o aquel crédito con no sécuánto interés. No había mucho másmisterio. No había subordinadas, nipreferentes, ni ninguna de esas historiascon nombres en inglés que alguien se hainventado después para engañar alpersonal.

Y apuesto que toda esta buena genteque he visto hoy firmó los contratos quefirmó porque confiaban en la persona

que se lo propuso, la misma que durantetoda la vida les ha gestionado losahorros en la oficina de su pueblo o desu barrio. Me basta ver sus caras parasaber que ninguno de ellos es un expertoen finanzas; son idénticas a las de tantasotras víctimas en Galicia, enExtremadura, en Andalucía o encualquier otro rincón del país, gente queha confiado en su banco como quienconfía en el médico de su consultorio.Nadie dudaría de lo que nosrecomendase nuestro médico decabecera, alguien que conoce nuestrohistorial desde hace años; nadiepensaría que él o ella nos diría algo quepudiera ser malo para nuestra salud, nisiquiera nos leeríamos el prospecto de

la medicación que nos pautara. Así, estagente, que en absoluto son unosBárcenas o unos Blesa, tiburones quenadan todo el tiempo en los mares de lascompras y las ventas para sacar elmayor beneficio posible a sus negocios,esta gente no se leyó la letra pequeña delos contratos que firmaban. Y aunque lohubieran leído no lo habrían entendido.Muchos son analfabetos, algunosenfermos de alzhéimer... ¿Cómo se lepuede exigir a estas personas queentiendan hasta la última cláusula deestos contratos farragosos y llenos detrampas, incluso para financierosexpertos?

De hecho, desde el primer momento

en que empecé a fijarme en la tipologíade personas que habían captado paraesta estafa me di cuenta de una cosa:habían ido a por los más indefensos. Deigual manera, me atrevo a afirmar quetoda esta estafa se planeó un día en lasaltas esferas de la banca. Porque esto loidearon peces tan gordos o más queBlesa. Seguro. Y afirmo también quemuchos de los responsables de lasoficinas no estaban enterados de lo queestaban haciendo, que se limitaron acumplir órdenes. Apuesto a que un díauno de estos mandamases dijo a los quetenía por debajo: «Me tenéis que buscaren cada oficina a la gente que tengaa l gú n dineruco ahorrado, gente quetenga diez mil euros o más y que no lo

mueva mucho». Les dijo cuál era elconejo y les mandó a cazar.

Y así empezó el acoso y derribo alahorrador. Y buscaron a incautos queatesoraban el dinero guardado durantetoda una vida de esfuerzo paradejárselo, quizá, a sus hijos o a susnietos el día que murieran. Personas quehabían logrado ahorrar algo trabajandoduro en Alemania, en la mina, en laRenfe... Generalmente, jubilados ypersonas mayores. Qué curioso,¿verdad? ¿Por qué no comprópreferentes Rato? ¿Por qué casi todoslos afectados tienen de setenta años paraarriba, el grupo de edad que menos leeestas cosas y el que menos dispone de su

dinero? Pues porque eran presa fácil.Atacar a este colectivo tenía la ventajaañadida de que no era un grupo unido,un afectado podía estar en Pontevedra,otro en Soria, otro en Alicante. Estabanaislados, no se conocían entre sí. Noeran como los trabajadores de unafábrica, que se ven todos los días ycomparten un mismo espacio de trabajo.La posibilidad de que los afectados porlas preferentes se organizaran paraprotestar era realmente remota. ¿Cómoiban a ponerse de acuerdo paramovilizarse unos viejos dispersos portodo el país? Pero ahí se equivocaron:

—Todos los jueves estamos enAlcalá 1, al lado del Oso y el Madroño.Venga cuando quiera, aunque sea le

daremos un bocadillo de calamares —me contaba uno de los preferentistas dela asamblea.

—¿Y qué hacéis allí? Tenéis una carade peligrosos que no sé yo si deboacercarme...

—Pues será por eso, pero el otro díanos reunimos en la Gran Vía treinta ysiete personas y aparecieron cincuenta ycinco policías y coches y motos portodos lados, hasta vinieron losbomberos. Pero tranquilo, que nuncahemos pegado a nadie, ni hemos roto unapapelera ni nada, lo máximo, sentarnosen la calle y decir las verdades delbarquero a voz en grito. Y por eso tengouna denuncia, tengo que presentarme en

los juzgados de la plaza de Castilla. ¿Selo puede creer? A mí ya me han pedidoel carné siete u ocho veces, ya ni sé. Yoa la Policía la tenía por un poquito másconsiderada.

—¿Y la gente que os ve en la callequé os dice?

—Muchas cosas buenas, nos danmuchos ánimos, nos aplauden. Aunquetambién te encuentras al típico que nosdice que nos está bien empleado poravariciosos. Y eso duele mucho, queeran los ahorros de toda nuestra vida,por favor, que esto es una cosa muyseria, que no estamos de cachondeo.

Desde luego que esto es una cosa muyseria. Ahora los preferentistas son unafamilia gigantesca, se conocen, se han

organizado por todo el país, y esto hadesbaratado los planes de los gerifaltesque idearon esta estafa.

¿Cuál está siendo ahora su estrategiapara que esta gente no recupere sudinero? Desde mi punto de vista, esevidente: están apostando decididamentepor el factor tiempo. Y lo están haciendoen dos sentidos. Por un lado, quierenque el tiempo pase para que elescándalo deje de ser noticia y laopinión pública se olvide del tema. Paraello tienen de su lado a los medios decomunicación y su perversa naturaleza,que hace que lo que pasó ayer ya no seanoticia hoy; son expertos enbombardearnos con temas como la

coronación del rey, el inicio de la Ligade Fútbol o lo que sea para queolvidemos que el problema de laspreferentes sigue sin una solución. Porotro lado, están apostando por que eltiempo se encargue de terminar,literalmente, con los afectados, quevayan muriendo poco a poco sin que seresuelvan sus reclamaciones. Lamayoría de los afectados, como decíaantes, son personas muy mayores.Muchos han fallecido ya desde que sedestapó el escándalo, algunos de maneranatural, otros, abrumados por lasituación que se les vino encima.

Por lo que a mí respecta, el tiempo nova a amilanarme. Mientras viva y estagente siga sin tener justicia, denunciaré

su caso allá donde me sea posible. Meparece vergonzoso que todavía no hayanadie en prisión por este asunto. Ni unosolo. Si esto hubiera ocurrido enEstados Unidos, el fiscal general delEstado habría abierto inmediatamenteuna diligencia como acusador de laestafa y habría instado a los jueces a quehicieran una sentencia colectiva. Sinembargo, aquí se están tratando lasdenuncias individualmente, de una enuna, para que —como decía antes— eltiempo juegue a su favor y consiga quealgunos de los demandantes ya no esténvivos cuando llegue el momento de lajusticia. Pero es que, además, lo hacencon saña. Como me comentaba otra

afectada hoy en Torrejón, están ganandolos casos, pero se están recurriendotodos. «Y además lo hacen el último díay a última hora de la jornada, conmaldad, para hacer más daño», meexplicaba.

Yo ya lo he dicho más veces, inclusoen televisión, ante cuatro millones deespectadores. Me dirigí a la cámara y ledije al fiscal general del Estado, alseñor Eduardo Torres-Dulce, que memirase a los ojos y me escuchara,porque yo creo que es él quien tiene queactuar de oficio acusando a todos losque han estafado a esta gente. Él deberíaser quien pusiera en marcha lamaquinaria para que desde el TribunalSupremo o el órgano que se considere se

dicte una sentencia por la que se hagajusticia para esta gente. Gente que, porcierto, cada vez lo tiene más difícil paraacceder a un juicio justo y a un abogadode oficio, que tiene que pagar cada díaunas costas judiciales mayores, que seencuentra con que protestarpacíficamente en la calle pasa a serdelito por leyes que el Gobierno delseñor Rajoy impone merced a su rodilloparlamentario.

Otra de las personas que he conocidohoy en la asamblea de Torrejón es BeniBlas. Ella es una de las afectadas másactivas en Madrid y no tiene pelos en lalengua. Ha superado tres cánceres endiez años y aquí sigue luchando. Sin

miedo.—Yo no tengo miedo porque no soy

ninguna ladrona —me explica Beni—.Los que tienen miedo son los criminales,los violadores, los ladrones, yo soy unatipa honrada, una mujer trabajadora yluchadora. A lo que no hay derecho es aque estos sinvergüenzas sigan ahí,mientras los chicos están en el paro, losmayores estafados, el país por lossuelos... ¿A dónde vamos a llegar?

—¿Cómo le ha afectado esto a tufamilia? —le pregunto a Beni.

—Mis hijos no tienen empleo, notienen futuro. Y los padres estamosigual, hechos polvo. No hay derecho. Nien el año sesenta ni en el sesenta y cincoyo había visto nunca una cosa igual. La

gente está pasando hambre, pidiendo enla calle. Gente normal como nosotrosque come gracias a los comedoressociales por culpa de estos ladrones. Yeste Gobierno, como el anterior, no hacenada. Por eso no nos queda otra queecharnos a la calle, sin violencia, peroreivindicando nuestros derechos. Noestoy insultando a nadie, no creo que mevayan a requerir o castigar por ello.

Yo he leído a Beni en algún periódicodenunciar que los famosos correossecretos de Blesa demostraban que elbanquero sabía perfectamente en 2006que los preferentistas no recuperarían elcien por cien del dinero invertido. Ypese a ello, Caja Madrid siguió

lanzando emisiones preferentes. Serieron en su cara. Como también me hacomentado Sebastián Jiménez, a cuyossuegros les han robado los ahorros detoda una vida ganados con el sudor de sufrente; todo ha sido una farsa. Cuandofirmaron les dijeron específicamente queen veinticuatro horas podrían retirar eldinero sin ningún tipo de problema. Unamentira absoluta. No puede tener másrazón Sebastián cuando me dice que«esta gentuza no es digna de pisar estepaís».

Sebastián, como Beni, como tantosmiles de afectados por esta estafa, tienenque mantenerse firmes. Y por lo que amí respecta, estaré de su parte

denunciando su caso siempre que medejen. Este es mi compromiso. Porqueno puede ser que las hormiguitas que hantrabajado toda su vida terminen sus díasen la miseria más absoluta mientras lascigarras que han jugado con su dinero,con un dinero que no es suyo, vivan atodo trapo y con sus millones a buenrecaudo en algún paraíso fiscal. Peroeso es otra historia...

22VALENTÍN FUSTER, A

CORAZÓN ABIERTO

No exagero si digo que la persona con laque me he encontrado hoy en Madrid esde las más importantes que he conocidoen mis más de setenta y un años de vida.

Valentín Fuster es el número uno delmundo en cardiología, un fuera de serie,una eminencia. Nació en España, enBarcelona, pero hace ya cuatro décadasque vive en Estados Unidos. Allí ha sidoen este tiempo catedrático de la escuelamédica de la Universidad de Harvard,ha presidido la Asociación Mundial deCardiología y, entre otros muchosméritos, ha trabajado en algunos de loshospitales más importantes del país. Dehecho, desde 1994 es director de launidad de cardiología del prestigiosoMonte Sinaí, en Nueva York, cargo quecompagina actualmente con el dedirector general del Centro Nacional deInvestigaciones Cardiovasculares deEspaña.

Aprovechando un hueco en laapretada agenda de una de susperiódicas visitas a Madrid, el doctorFuster ha tenido la generosidad deconcedernos unos minutos para quepueda charlar con él. Esta ha sidonuestra conversación:

—Cuánto ha evolucionado lacardiología desde aquel día en que lostitulares de la prensa del mundo enterohablaban de que alguien en Sudáfricahabía logrado realizar con éxito untrasplante de corazón. Nos parecía algode ciencia ficción, como cuando elhombre llegó a la Luna. ¿Ha cambiadomucho su oficio desde entonces?

—Ha habido muchos cambios, sí. El

principal es que la medicina se estáencareciendo muchísimo porque estamostratando la enfermedad en lugar deprevenirla. Probablemente el de lasenfermedades del corazón sea el campode la medicina en el que más se haavanzado, eso es indudable, pero a costade tratamientos y tecnologíasextraordinarias que suponen unencarecimiento brutal. Y esto no puedecontinuar así.

»El principal avance que podríamoshacer hoy día es identificar laenfermedad antes de que se manifieste.Decir a alguien “hágase mirar el corazónporque está empezando a tenerproblemas aunque usted no lo sepa; porfavor, siga mi consejo”, es abaratar la

medicina. Y lo es porque podremosempezar a tratar a esa persona sinnecesidad de aplicar la medicación queviene después de un evento agudo comoes un infarto de miocardio. Esto es ungran paso y creo que en los próximosaños el trabajo va a seguir en esta línea.No me gusta hablar de prevenir laenfermedad porque es demasiadonegativo prevenir algo, hablo depromover la salud, quepsicológicamente es mucho másmotivante, de educar a la población paraque se cuide, de fomentar el ejerciciofísico, de comer mejor... Hay que pensara largo plazo, y la clave de todo está enlos niños.

—¿Por eso tiene un álter ego en unpersonaje de Barrio Sésamo? ¡Nada másy nada menos que el doctor queconsiguió que el Monstruo de lasGalletas comiera menos galletas!

—Sí, el doctor Ruster. Quizá esto sealo máximo que he hecho en mi vida, queme tengan en versión muppet... Bueno,lo que ocurrió es que en el hospitalteníamos un proyecto educativo paracombatir la obesidad infantil que estabainspirado en los personajes de BarrioSésamo. La productora del programa vioel impacto que tenía entre los niños y mellamó para interesarse por nuestrotrabajo. Cuando fui a verlos me recibióu n muppet que me dijo: I am you!

(«¡Soy usted!»). Era el doctor Ruster,una marioneta que tiene muchainfluencia entre los demás personajes ya la que todos hacen caso. Primero selanzó en Colombia y su éxito fue tangrande que lo trajeron también a EstadosUnidos.

—¿Y qué recomendaciones daría alos españoles para mantener unaalimentación correcta? ¿Es una cuestiónde hábitos de consumo?

—La gente ha de saber que el tema delas enfermedades cardiovasculares —que es la principal causa de muerte en elmundo— es un tema de conducta. Laobesidad, el tabaquismo, la falta deejercicio, el comer mal... Todo eso esuna consecuencia de una conducta, y la

conducta se forma de niños, cuando seentra en contacto con el mundo y seempieza a razonar, a percibir, aaprender los hábitos. Es un momentoclave. Por eso, más que decirle a nadiecómo ha de comer, yo prefieropreguntarle dónde están sus hijos. Sitienen entre tres y seis años, deje que yocuide de ellos, porque ahí está laauténtica oportunidad.

—¿A una edad tan temprana? Jamásme lo había planteado...

—Mire, nosotros empezamos elproyecto con mil niños en Colombia, enBogotá. A quinientos de ellos les dimossetenta horas de clase en seis mesespara que conocieran su cuerpo (cómo

funciona, ejercicio físico, nutrición,etcétera) y cómo controlar susemociones, que aprendieran a decir«no». Esto último era especialmenteimportante allí de cara a prepararloscuando la droga apareciera en sus vidas.A los otros quinientos solo les dijimosen dos o tres horas de qué iba el asunto.Hicimos seguimiento a todos durantedos años y publicamos los resultados enlas mejores revistas científicas. Losresultados impresionaron tanto alGobierno colombiano que amplió elproyecto a veinticinco mil niños, yvamos a seguirles a todos hasta quetengan 20 años. En España ya estamostrabajando con cuarenta mil niños enmás de sesenta escuelas de todo el país

y ahora vamos a empezar en NuevaYork.

»Con esto quiero decir que en estosaños de trabajo hemos comprobado quela clave del éxito del proyecto está en laedad de los niños, y es entre los tres ylos seis años cuando podemos tener unimpacto en su conducta. Estádemostrado.

—¿Y no hay condicionantesgenéticos?

—Veamos, la genética es la quedecide, por ejemplo, a qué sesentafumadores de entre un grupo de cien lesva a dar un infarto de miocardio o uninfarto cerebral antes de los setenta ycinco años. Lo que no podemos decir es

que la enfermedad sea genética, eso esun concepto completamente equivocado.Lo que es genético es la diabetes tipo 1o el colesterol familiar, pero la mayoríade los problemas cardiovascularestienen su origen en la conducta. Lo quetenemos que conseguir es que nadiefume y entonces no nos encontraremoscon esos sesenta casos que tendrán elinfarto a los setenta y cinco.

—Comentaba lo de la genética por miexperiencia personal. Yo soy enfermocrónico del riñón desde los veintitrésaños y tengo revisiones periódicas enValdecilla. Cuando me toca un médiconuevo, lo primero que me preguntasiempre es si tengo antecedentesfamiliares. Eso ahora es muy habitual,

¿no?—Esto lo hacemos, yo lo hago

constantemente, pero no para que lagente piense «esto es un problemagenético, pues entonces ya no mecuido». Este es el gran error. Falta unabuena educación de la sociedad, ese esel gran reto. Y ustedes, la gente que saleen los medios, son personas clave paratransmitir este mensaje, porque la genteles escucha y les lee.

—El oficio de médico, comocualquier otro, tiene mucho detenacidad, de esfuerzo, de aprender.Pero ¿cuánto tiene de «ojo clínico»?

—Bueno, el ojo clínico es laintuición. Y la hay, de eso no hay

ninguna duda, pero no creo que seaprenda, se nace con ella. En medicina,como en cualquier profesión, hay genteintuitiva y siempre está más adelante.

—¿Y la vocación? Siempre he creídoque la medicina es una de las grandesprofesiones vocacionales.

—Pues mire, estoy de acuerdo en loque dice, pero hay un aspecto que esigual o más importante, que es lamotivación. En mi caso, yo me queríadedicar al tenis, pero llegué a laconclusión de que allí no iba a llegar aningún sitio...

—Menos mal...—Luego quise hacer agricultura,

porque me gusta el campo, la naturaleza,la investigación, me gustan los aspectos

climáticos... Pero el problema era queen Barcelona no había universidad, teníaque ir a Valencia y la familia no lo veía.Entonces, el doctor Carreras, que era unmédico muy conocido, me dijo: «Tú vasa ser médico».

—¿Sin haber empezado usted unacarrera ni nada?

—Nada.—¿Vio una actitud o algo?—Algo vio, porque me dijo: «Y,

además, vas a ser cardiólogo».—Eso sí que es tener ojo clínico. Y

psicología.—Imagínese... Para mí, que estaba en

un momento bajo, que no salía lo deltenis, ni la agricultura, ni nada, que

alguien de su calibre me dijera aquellofue impactante. Me dije: «Yo a este tíolo sigo». Y me lancé al océano.

»Entonces usted me dirá: ¿es quetenía vocación de médico y no lo sabía?Pues yo no sé qué vocación tenía, perome motivó. Lo que quiero decir es quegran parte de las vocaciones tienen quever con cómo motivamos a la gente.Estoy convencidísimo de que usted y yotenemos vocaciones que no hemosexplorado porque no nos han motivado aello. Por eso creo que es fundamental,en cualquier sociedad, la tutoría, lamentoría, el que te ayuden a conocerte ya desarrollar tu talento, algo a lo que seda mucha más importancia en EstadosUnidos que en Europa. Yo, que vivo

entre los dos continentes, veo una grandiferencia en este tema.

—Yo no viajo demasiado, pero tengola percepción de que en España tenemosmuchas carencias respecto a otrospaíses. ¿Cómo se ve el nivel de Españadesde Estados Unidos?

—Pues voy a decirle una cosaimportante. Verá, yo tengo dospasaportes, el americano y el español,así que lo que diga ahora no hay queentenderlo como en contra de un país o afavor del otro. Desde mi punto de vista,en España hay una negatividad enorme ydos pecados capitales: uno es laenvidia...

—Completamente de acuerdo con

eso.—Y el otro es la crítica, el afán por

criticar. Voy a ponerle un ejemplo.Cuando la recesión económica de hacesiete u ocho años en Estados Unidos, enmi departamento todos vinieron atrabajar sábado y domingo y nadie pidióaumento de salario. En vez de estarcriticando constantemente, de perdertiempo en buscar culpables, la gente sepuso a trabajar. Yo no imagino esto enEspaña. Y este país es un paísextraordinario, los talentos que he vistoaquí no los he visto en ningún sitio, peroel gran problema que veo es que sepierde mucho tiempo y energía en losdos aspectos que acabo de mencionar: laenvidia y la crítica.

—Retomando lo que decía de que haycosas que uno descubre tarde, yo tengoun ejemplo vivido en primera persona.Yo he hecho muchas cosas en esta vida,pero nunca me había planteado escribirnada. Hablo muchas horas al cabo deldía con mucha gente, pero nunca habíaescrito nada, ni siquiera los discursos.Siempre he preferido decir lo que mesale del corazón, aunque me equivoque.Pero hace un tiempo coincidí con ladirectora de la editorial Espasa, me oyóen una conversación y me animó aescribir un libro. «¿Yo, que no heescrito ni cartas a las novias?», pensé.Pero me convenció y lo hice, a mano ydel tirón. Y resultó ser el libro más

vendido en España en los últimos diezaños. Fue una experiencia preciosa queme sirvió para descubrir, a mis años,una faceta nueva de mí mismo.

—Lo que a usted le ocurre es que alescribir se encuentra cómodo porque lepermite ser espontáneo, que es lo queme pasa a mí. Es fantástico poderescribir y decir lo que uno piensa. Mire,mis mejores momentos son cuando tengotranquilidad y puedo escribir lo quequiera y decir lo que quiera, sin quenadie me diga lo que tengo o no tengoque decir, con espontaneidad. Y esto esfantástico. Yo he escrito varios libros enlos últimos años que no tienen relacióndirecta con la medicina, pero disfruto deello. La espontaneidad es parte de la

vida.—Por cierto, ¿qué tal está su

corazón?—Pues, de momento, creo que bien.—El mío también, mi problema son

los riñones. Lo pregunto porque estosdías en que estoy recorriendo Españaestoy viviendo muchas situacionesemocionantes. Una de ellas ha sido enAragón, fui a ver a una niña cuyo padrelleva tiempo recogiendo tapones parapoder financiar una operación enEstados Unidos. La niña se llamaAitana...

—Sí, la recuerdo, un caso muy difícil.La dirigí al doctor Del Nido, en Boston,porque era la persona que tenía que

tratarla. Hay gente que opera estaenfermedad, pero se necesita muchaexperiencia, y él la tiene.

—Pues que sepa que está guapísima ysaca muy buenas notas. Me ha pedidoque le entregara esta carta escrita parausted:

Querido doctor Fuster, ¿qué tal todo porNueva York?

Yo estoy un poco nerviosa porque en unmes me vuelven a operar, pero a la vez estoytranquila porque sé que estoy en buenasmanos. Su amigo el doctor Del Nido es muymajo y me trata muy bien cada vez que voy aBoston. ¿Sabe que ya no necesito la silla deruedas? Cada vez me canso menos y aguantomás cuando salgo a la calle a jugar con misamigas. Ojalá le pueda ver cuando vaya aBoston para hacerme el siguiente

cateterismo, así vería cuánto he mejorado,nunca olvidaré que gracias a usted estoy vivay cada vez más cerca de conseguir mi sueño:ser una niña normal como mis amigas.

Un beso tan grande como su corazón,doctor Fuster.

Aitana

—Este tipo de cosas son las quehacen maravillosa su profesión, ¿no?

—Bueno, esto es lo más interesantede la medicina, que te das cuenta de quepuedes ayudar a la gente. Esta es lamotivación que lleva a la vocación de laque hablábamos antes. Pero piense ustedque en la vida cualquier cosa te puededar la sensación de estar ayudando a lasociedad. Yo creo que todos tenemosque tener presente esta visión, pensar en

cómo podemos contribuir, sea con eltrabajo que sea. Creo que esta es sufilosofía y estoy completamente deacuerdo.

—Doctor Fuster, ha sido un honorcharlar con usted. No le entretengo másporque sé que tiene que tomar un avión aNueva York. Solo quiero decirle quevoy a tener en cuenta sus palabras y voya intentar terminar con el tabaco, que esmi único vicio, pero lo veo difícil.

—Llámeme por teléfono y hablaremosun rato de ello.

—Va a costar, pero hay que hacerlo.—Ya hablaremos, ya...—Gracias por todo lo que está

haciendo. Y sé que hablo en nombre detodos los españoles.

—Yo también estoy encantado dehaberle conocido. Perdone que llamen alteléfono... —justo en este momentosuena el móvil del doctor.

—¡Nada! El trabajo es lo primero.—Es parte de la vida.

No me cansaré de decirlo. Conocer aValentín Fuster ha sido un privilegio;charlar con él, un honor. Me sientoverdaderamente orgulloso de él, comode tantos otros españoles que hanalcanzado su relevancia y su prestigio anivel internacional. Porque él, ellos, lagente buena que se consagra a valorestan nobles y valiosos para la humanidad,también son parte de la vida.

23CIPRIANO, EL SOCORRO

DE LOS POBRES

He aprovechado estos días en Madridpara acercarme hasta Toledo. Aquí mehe encontrado con Cipriano González,un pensionista de setenta y siete años, un

parroquiano del barrio de San Juan delos Reyes del que había oído que es unode los personajes más increíbles que hayen este país. Y después de conocerle,doy fe de que lo es. Cipriano es unhombre humilde y solidario que desdehace más de cincuenta años da de comercada año a miles de familias y personasnecesitadas a través de su ONG, ElSocorro de los Pobres(www.elsocorrodelospobres.blogspot.com.es).Solamente el año pasado repartió másde cuarenta mil kilos de alimentos deprimera necesidad entre gente a la que lasuerte no le ha acompañado en esta vida.Cada día recibe «en casa» —como dicesiempre que se refiere al centro queregenta— a cientos de personas a las

que atiende desinteresadamente con laúnica ayuda de su mujer y un grupo devoluntarios que incluye a hijos y nietos.

Cipriano no pide dinero, pide comidapara dársela a quien tiene hambre. Ungesto que yo suscribo y aplaudo. Porqueyo —como mucha tanta gente— soy delos que no da dinero a quien te lo pide ala puerta del supermercado diciendo quees para comprar comida. Yo siempre lesdigo lo mismo a estas personas: «Paseusted conmigo, que le voy a comprar loque necesite», pero siempre hay algunoque dice que no, que prefiere que le déel dinero para que él compre lo que sea.Y eso desmotiva, no sabes si ese dineroserá realmente para comprar leche a sus

niños o para gastárselo en vete a saberqué otra cosa.

Por esto y por otros motivos, lahistoria de Cipriano merece serescuchada. Él supo lo que era pasarhambre en los peores años de laposguerra en España y no quiso quenadie pasara por lo mismo. Decidióconsagrar su vida a encontrar comidapara quien la necesita y conseguir asísacarles una sonrisa. No ha sido tareafácil. De hecho, durante nuestra charlase ha emocionado varias vecesrecordando situaciones que ponen lacarne de gallina. Porque lo vive. Y a míme gusta la gente que se emociona, quees capaz de expresar sus sentimientos,que es capaz de ponerse en la piel de los

demás hasta llorar por ellos. Y a mí, quesoy de lágrima fácil, confieso quetambién se me ha puesto el nudo en lagarganta en más de una ocasiónescuchándole.

—¡Cipriano!—¿Qué tal está usted?—Trátame de tú, hombre, trátame de

tú. Que aquí el grande eres tú.—No, yo soy grande gracias a los

medios de comunicación. Si viviesecinco mil años, cada día le estaríadando las gracias a los medios. Haceaños empezaron a escribir sobre lo quehacía y eso me salvó la vida, la mía y lade los pobres. Muchos, muchos miles deveces han cenado y han comido en casa

gracias a ellos. Porque desde que yo eramuy jovencito, llegaba a una finca apedir alimentos y ya me conocíangracias a los medios de comunicación.

—¿Tú has nacido con esa vocaciónde ayudar a los demás o lascircunstancias de tu vida fueron las quepropiciaron que te hayas dedicado aesto? ¿Alguien tan bueno como tú nace ose hace?

—Yo creo que es un poco de las doscosas. Mira, yo nací en un pueblecitoque se llama Menasalbas, en 1936...

—Vaya año, ¿eh?—Sí... Y éramos nueve en casa. No

había nada para comer, yo andabapidiendo por ahí, me acostaba muchasveces sin cenar porque no teníamos

nada, estaba todo el país deshecho.Cuando yo tendría unos cuatro añitos ocosa así, un día, estando sentado en unapiedra en el pueblecito donde nací, enMenasalbas, vi que un camión militarestaba descargando panes y barras depan en un cuartel que había entoncesallí. Me acerqué a pedirles un trocito depan y en lugar de dármelo me llevaron alas cocinas. Me acuerdo de que había unpasillo enorme para llegar hasta lascocinas y que tenían un lobo atado conuna cadena. Yo era un mico y me metíaentre las piernas del militar que mellevaba de la manita; no olvidaré nuncaesa imagen. El caso es que una vez allíme dieron dos o tres platos de comida.

«No le den ustedes más platos al niño,que va a explotar. Aunque lo pida no selo den», dijo uno. Y ya me dieron tres ocuatro barras de pan para que me lasllevara a casa, las que podía abarcarcon mis bracitos.

—Y fuiste a casa con los panes...—Sí. Pero al llegar a casa mi madre

se echó los panes en el mandil y mellevó de nuevo al cuartel. «¡Mamá, queme lo han dado los militares! ¡Mamá,por favor!», le decía yo. Y ella: «Vamosa verlo, hijo, vamos a verlo. No tepreocupes».

—¿Pensaba que lo habías robado oqué?

—Claro. En aquellos tiempos cuatrobarras de pan no se veían así como así.

El caso es que al llegar a donde losmilitares le dijeron que sí, que habíansido ellos quienes me lo habían dado yse quedó tranquila. Pero yo tomé nota dela situación y al día siguiente volví a lamisma hora, cuando llegaba el camión.

—Y repetiste la jugada...—Claro, llegué a ganarme su

confianza y me daban de comer todoslos días. Me pusieron un gorrito y todo.Ni el lobo se preocupaba de mí paranada, el animalito estaba tumbadito allíy como si nada.

—¿Así, hasta cuándo?—Pues así hasta que me metieron de

fraile en Santa María de Huertas, en laprovincia de Soria.

—¿Cómo de fraile? ¿A estudiar parafraile o de monaguillo?

—No, no, de fraile, monaguillo esotra cosa. Yo ingresé en la orden defraile, pero sin manteos.

—¿Los manteos qué son? ¿Loshábitos?

—Sí, la ropa. Yo no cogí los manteoshasta que pasé a los carmelitas, queestuve luego ahí años y años. Recuerdoque un día en Santa María de Huertas,como con unos catorce años, vino unaniña al convento con una lecherita apedir leche, porque allí teníamos vacaslecheras y una fábrica de galletas. Laniña era idéntica a una hermanita míaque había muerto, la pobrecita, y que

solía echármela cogida a las costillascuando salía a pedir por ahí. El caso esque aquella niña me recordó a mihermana, a mi familia, y yo le preguntéque cuántos eran en casa. «Somos diezhermanos y doce con mis padres», medijo. «¿Y con esto tomáis leche todos?»,le pregunté, viendo que la lechera estabarenegrida y sucia. «No, esta noche no metoca tomarla a mí», me dijo. Meconmovió tanto ver que aquella niñaestaba trabajando, pasando vergüenza,que le di leche y galletas para ella ypara toda su familia. Era todo lo que lepodía dar, no podía dar más. Además yono era quién para hacer eso allí, pero lohice porque había pasado por lo mismoy era intolerable pasarlo por alto.

—Y se despertó tu vocación deayudar a los demás.

—Pues sí. Pero que nadie piense queesto es solamente pedir y ya está. Me hacostado mucho trabajo, hay que tenermucha confianza o mucho poder paraque las personas importantes te hagancaso. Porque, ya en el convento,mientras otros jugaban al balón en elrecreo, por ejemplo, yo me iba a fregarlas celdas de los padres, a limpiarles elpolvo y a llevarles el agua fresquita enel botijo. Así me dejaban luego salir a lacalle cuando quería para ayudar a lospobres.

—Ahora, Cipriano, vamos a dar unsalto en el tiempo. Tienes setenta y siete

años y estamos inmersos en una crisisque, supongo, debe ser otro de losmomentos duros de esa trayectoria tanlarga de tu vida, ¿no? ¿Qué te estásencontrando ahora? ¿Quién te suministraestos alimentos?

—Me los suministran organizacionesde Toledo, cajas, bancos, la Junta deCastilla-La Mancha y muchosparticulares, gente de los cigarrales dela zona, médicos, grupos que actúanpara mí, fincas que cultivan cosas... Atodos ellos, y a los medios decomunicación, les doy las gracias contodo mi corazón.

»En cualquier caso, quiero destacarque yo nunca toco dinero. Yo nunca hepedido dinero a nadie, nunca. Ni lo voy

a pedir. Quiero alimentos, que coman,que tengan ropa y calzado. No quieromás. El dinero, que me perdonen, peroque lo busquen por otro sitio. A mi casaque no vengan a por dinero, que no lohay. Así fue como empecé realmente ycomo sigo. Y yo creo que si viviese milveces, mil veces lo haría igual.

—¿Y a cuánta gente atiendes tú ahoracada día, aproximadamente?

—Eso depende. Hasta que no llegaoctubre o noviembre, que pase el calor,no los junto a todos. Tengo un sitioprecioso, muy cerquita de San Juan delos Reyes, en la bajada del puente deSan Martín, pero en el que hace muchocalor en verano; se puede poner a treinta

o cuarenta grados y para la gente mayory los críos es excesivo. Por eso losatendemos solo por la mañana, con lafresquita. El resto del año, pues según.En invierno hay más dificultades paraencontrar comida y comer caliente, poreso vienen más. Hay días que lleganquince, hay días que vienen diez, haydías que no viene nadie y hay días queviene una persona. No hay una norma.

—¿Atiendes todos los días o tienesunos días marcados?

—Cualquier día que haya una personaque lo necesite, me tiene en casa. Ytiene sus alimentos, pero alimentos encantidad: azúcar, aceites, judías,garbanzos, lentejas, arroz, macarrones,galletas, dulces, embutidos... Hay una

fábrica que se llama Tello y otra que esde aquí, de cerca de Illescas, que sedesviven por llevar cantidad de miles demorcillas riquísimas.

—Productos no perecederos, imagino.—Claro, el arroz es divino porque

con un ajito simplemente y un poquito deaceite tienen una comidita. Y losgarbanzos para el cocido, las judías...

—Anchoas no —bromeo—, porquecon el calor y en verano, nada.

—No, anchoas no. Usted, si tieneanchoas, véndalas y me manda losalimentos que compre con el dinero quesaque. Que Dios se lo pague, mi vida.

—Por cierto, supongo que tendrás unarelación magnífica con el gremio de los

camioneros, ¿no?—Son una gente extraordinaria, sí.

Especialmente los militares, me hanayudado mucho. Yo he ido con elloscincuenta mil veces a Santa Olalla, amitad de camino entre Toledo yTalavera, a recoger alimentos que dabala Comunidad Europea. Y a fincas quenos han dado hasta catorce mil kilos depatatas, igual, muchas veces he idogracias a los camiones militares. Si no,a ver cómo transporto yo eso sinmanejar dinero.

—¿Sabes una cosa que me gustaespecialmente de todo lo que has dicho,Cipriano? Lo de no querer tocar eldinero. El dinero es muy goloso, hahabido gente y organizaciones que han

caído en la tentación de quedarse conalgún papelito de esos de color. Aquí,sin embargo, no hay trampa ni cartón. Lagente sabe que esto se lo acabarácomiendo alguien.

—Es que una cosa es manejar billetesy otra es manejar garbanzos o lentejas.Porque si yo cojo quinientos euros, elque me los da se preguntará si me losvoy a gastar en unas vacaciones, engasolina, en ropa... ¿Qué hará Ciprianocon ese dinero? Pero si lo que me traeson quinientos euros en lentejas, elseñor o la señora que los trae se va másancho que largo.

—Sin duda.—El dinero es una cosa que, bueno,

es parte del ser humano y hay quenegociar para vivir con ello. Pero eldinero es bonito, no es malo. Lo que hayque ver es qué se hace con él. Es comoun coche o una moto, que puede ir adoscientos kilómetros por hora, pero sien carretera hay una señal que te diceque no vayas a más de ochenta, no tesorprendas si luego viene el guardia y tellama la atención. Yo no empecé estalabor para enriquecerme, yo empecéesta labor para socorrer a la gente quelo estaba pasando realmente muy mal.

—Para que no pasara la gazuza quepasaste tú.

—Claro, efectivamente. Yo no puedoir a una finca a pedir dinero, señorRevilla, porque no siembran billetes, es

que siembran patatas, y es lo que tengoque pedir.

—Oye, y una pregunta, Cipriano,porque tú ahora tienes setenta y sieteaños, y yo calculo que vas a vivir cienmás. Pero si un día desapareces, ¿quiénse va a hacer cargo de todo esto? ¿Adónde va a ir toda esta gente?

—Sí, yo tengo una hija que es lomejor que se puede echar uno a la cara,limpia como el oro. Y creo que ella va aseguir mis pasos. Estoy tranquilo en esesentido.

Pues espero que —cuando llegue elmomento, y ojalá que tarde mucho enllegar— su hija mantenga por muchosaños la maravillosa obra que Cipriano

ha desarrollado en Toledo. Seguramenteno le dejará ni a ella ni a sus hermanosuna gran fortuna, pero a veces la mejorherencia es escuchar qué dicen de tuspadres: «¡Ah! ¿Tú eres hijo o hija detal? ¡Qué padre tan maravilloso tenías!».Eso es lo más gratificante. Y aunqueesos hijos no hayan pasado todas lashoras que podrían haber pasado con suspadres porque estaban dedicados a otrastareas, yo creo que deben sentirseorgullosos de que no hayan sidosolamente padres de ellos, sino demuchísima más gente. Como Cipriano.

24JULIO ANGUITA O LACOHERENCIA VITAL

La segunda acepción que del término«coherencia» incluye el Diccionario dela RAE la define como «Actitud lógica yconsecuente con una posición anterior».

Yo añadiría un dato más. Yo añadiría elnombre de Julio Anguita como ejemplo,como el mejor ejemplo de coherenciavital y política que ha dado este país enlas últimas décadas. E intuyo que no soyel único que piensa de esta manera.Definitivamente, la trayectoria de estehombre —independientemente deideologías— es todo un ejemplo decoherencia, sentido común y dignidadque merecen ser reconocidos.

Por todo lo anterior y por mucho más,la idea de charlar cara a cara con JulioAnguita me ilusiona especialmentedesde hace tiempo. Hace ahora un añovine a Córdoba para dar una charla a losalumnos de un colegio mayor. Alterminar, un chaval de los asistentes me

lanzó una pregunta: «¿Se va a ir deCórdoba sin llamar al señor Anguita?».Yo le dije que no tenía su número deteléfono, que no nos conocíamospersonalmente, pero el muchacho me lodio y yo le llamé. Anguita no respondió,no tenía memorizado mi número en suteléfono móvil y, al no reconocerlo, norespondió a mi llamada. El destino noquiso que nos conociéramos finalmentehasta hace ahora unas semanas, enBarcelona.

Hoy, por fin, nos disponemos los dosa hablar «a la andaluza» en su ciudad.Nada de charlas de pie o andando, aquínos vemos sentados en un patio, sinprisas y rodeados de flores, mandarinos,

naranjos y limoneros. En semejanteentorno no puedo evitar que me vengan ala cabeza los versos de Machado: «Yosoy de la raza mora, vieja amiga del sol,que todo lo ganaron...». El lugar elegidopara el encuentro es el palacio de Viana,también conocido como el Museo de losPatios, la sede de un centro cultural vivoy dinámico. Hasta hace no demasiadotiempo, precisamente durante los añosen que Anguita era alcalde de la ciudad,este edificio estaba habitado por unafamilia de nobles empeñada en expoliarsu patrimonio. La acción vecinal y la delpropio Ayuntamiento devolvieron elespacio a los ciudadanos para goce ydisfrute de los cordobeses. ¿Cómo novoy a estar entusiasmado por la idea de

ver a este hombre aquí y ahora?Llegamos al lugar habilitado para

nuestro encuentro tras un breve paseopor el palacio en el que Julio me explicaalgunos detalles sobre la historia deledificio, la tradición de los patioscordobeses y la peripecia de un valiosoretrato de Franco que tenían losanteriores inquilinos y que ahora espropiedad del Ayuntamiento de laciudad. Mi anfitrión insiste en sentarse ami izquierda. ¿Un guiño ideológico? No,una cuestión de protocolo, me explica.«La representación institucional con másrango tiene que sentarse ahí, a laderecha. Por eso, porque yo he sidoalcalde y tú presidente, yo tengo que

sentarme a la izquierda». Y así lohacemos. Lo bien hecho, bien parece.Empezamos.

—Julio, me gustaría comenzar porcontarte un sueño, un sueño que hetenido hace seis o siete meses. Yo sueñomucho, tanto despierto como dormido.Despierto me gusta imaginar un mundodistinto, y dormido me asaltan sueños, aveces extrañísimos, e historias comoesta que te voy a contar. No sé muy bienpor qué razón, pero en mi sueño meencuentro con dos personas a mi lado.Una de ellas falleció hace ya cuatroaños: era mi amigo Labordeta, pero enmi sueño aparecía vivo y con nuestraedad, aproximadamente. Tú vas acumplir los setenta y tres, yo he

cumplido este año los setenta y uno. Laotra persona que aparecía eras tú.

»Recuerdo que estábamos los tresjuntos y comentábamos que ya teníamoscubierto el cupo de vanidad, que los treshabíamos tenido cargos más o menosimportantes: tú, alcalde de Córdoba;Labordeta, diputado en el Congreso; yo,presidente de Cantabria. Al parecer —no me preguntes por qué—, habíamosdecidido recorrer juntos España y llegara los pueblos de todo el país sin previoaviso. Aparecíamos en las plazas, enAlmendralejo, en Torrelodones, dondefuera, y empezábamos a conversar conla gente. Y la gente nos hacía preguntasy nosotros les decíamos qué visión

teníamos cada uno de hacia dónde puedeir a parar todo esto. Es un sueño, sí,pero habría estado bien hacerlo, ¿nocrees?

—Bueno, nunca es tarde si se puedetener un acercamiento con la gente.Aunque José Antonio ya no esté, yocontigo sí que me iba por ahí deexcursión una temporada. La cuestiónestá en encontrar gente que quieraescuchar, porque hay una tendencia quea mí me desespera y con la que no trago.Una situación que además me encuentromuchas veces en muchos lugares. Hablode cuando un ciudadano llega y teaborda en la calle —«¡Anguita!» o«¡Julio!» o «¡don Julio!», según el día—y luego, al intentar contestarles, parece

que no te escuchan y se limitan a culpara este presidente o a este otro político oal hijo de tal... Yo les corto. Aquíningún presidente se levanta por lasmañanas diciendo: «A ver cómo fastidiohoy a mis compatriotas». Podrá cometererrores o aplicar políticas incorrectas,pero ahí es donde hay que hacer lacrítica, no en lo personal. Sin embargo,se ve que mucha gente no quiere saberdónde está el problema realmente,prefiere quedarse con el argumentofácil. Cuando me encuentro a alguienasí, que no quiere saber,automáticamente le despido, no mesirve.

»Estoy en contra del ignorante que se

siente orgulloso de esa ignorancia, delque protesta creyendo que lo que estáocurriendo es un problema de buenos yde malos, de hijos de su madre y desantos. Porque con ese material no sepuede hacer absolutamente nada, un díadirá Julio César y otro día JuliánCerezas. Por eso, al dialogar con lagente hay que partir de una premisa deque la gente quiera dialogar. No digoque vayan antes a tomar nota de lo quedicen los catedráticos, no, sino quedemuestren intención verdadera dedialogar en torno a problemas concretos.

—¿A mí sabes qué me aterra? El vera ese señor o a esa señora que está en elparo y que pide un crédito de mil eurospara poder irse a Lisboa a la final de la

Champions. Y no sé de un caso aislado,sé de varios. Y eso es terrible, te hacepensar si merece la pena el esfuerzo entrabajar y en aconsejar a la gente.

»El otro día, en Barcelona, fui a verun acelerador de partículas que se llamael Sincrotrón, una auténtica maravillaque permite avanzar en la composiciónde muchos productos biomédicos. Lepregunté al director de todo aquello quecuánto había costado y me dijo quedoscientos millones de euros.¡Doscientos millones! ¡Si Neymar yBale han costado cien cada uno! Meparece increíble que un país prefieratener cinco equipos entre los primerosdel mundo, que no cuestione el dineral

que se gasta en el fútbol, a terminardefinitivamente con sus seis millones deparados.

—Vamos a ver, todos los imperiostienen su decadencia, como la tuvo elImperio romano. Y no lo digo yo desdemi filosofía marxista; te recomiendo leera un filósofo de la historia llamadoToynbee, que escribió un magistralestudio en el que analiza cómo vanquebrándose las distintas civilizaciones.Y cuando una civilización, la occidental,la nuestra, la española, hace que la vidade un futbolista sea más importante quela del resto, esa civilización está muerta.En cuestión de cien años estará muertadel todo. A mí, que me gusta el fútbolmoderadamente, me importa un pimiento

el tema de los fichajes. Es algo que meirrita, no entiendo que se pague tanto porun jugador, es algo que me pareceescandaloso y ruin. Es más, si en mimano estuviera, eso no tendría lugar, hayotros problemas más importantes en lasociedad.

»Lo de los fichajes es un símbolotremendo de la decadencia de este paísporque deja en evidencia que notenemos ideales. Tenemos aquí laderecha, aquí la izquierda, sus matices,sus visiones del mundo... Todo perfecto.Pero, en lugar de ideales reales, lo quenos ofrecen es lo que yo llamo el “idealmendrugo”, el plan de vivir cada díacomo cada uno pueda sin pensar en el

futuro, sin pensar que ese futuro es parasus hijos y sus nietos. Si mañanapreguntamos a los jóvenes de entreveinticinco y treinta y cinco años de estepaís sobre qué pensión creen que van acobrar cuando se jubilen, palidecen. Nosaben siquiera si van a cobrar unapensión porque si antes no han cotizado,si no han trabajado, si no han producido,no pueden plantearse nada. Y cuando unpaís no sabe algo así, cuando deja quesus inteligencias se vayan al extranjeroporque aquí no tiene nada queofrecerles, ese país no existe. Y larealidad es esa, puede existir unabandera, un desfile militar, la Rojaganando mundiales, pero este país semueve en el cortoplacismo, y así no hay

futuro.»Yo solo he sido alcalde, tú has sido

gobernante, no sé si coincidirás conmigocuando afirmo que el mejor dinero quese gasta es el que se entierra: endrenajes, cloacas, infraestructuras...Cosas que no lucen, que uno noinaugura, pero que hay que hacer.

—Totalmente de acuerdo.—Y en España los ha habido. Y en

Córdoba, en concreto, ha habidoalcaldes así. Uno muy conocido enCórdoba fue el que trajo el agua en laépoca franquista, sabía que no iba ainaugurar nada, pero lo hizo porque erauna cosa con futuro. Y así hay que hacerlas cosas en política, aunque no salga

luego nadie en televisión poniéndoseninguna medalla.

»Ayer escuchaba a alguien cercano amí decir que había que preparar lassiguientes elecciones. Me di la vuelta yle dije: “¿Cómo? ¿Que vamos deelecciones en elecciones sin pensar paraqué, ni con qué proyecto?”. Parece queel poder se ha encargado de que noslimitemos a saber quién sube y quiénbaja, como si fuéramos niños. Pero nohay derecho.

—Es verdad que el debate de losresultados electorales se trata casi comosi habláramos de fútbol: quién ganó laLiga, quién la pudo ganar, quién habajado a Segunda... Ahora el fútbolocupa el 70 % de las televisiones, a

todas horas.—Cuando yo militaba en el PCE en la

clandestinidad acusábamos al régimende Franco de poner mucho fútbol entelevisión para tener a la gentedomesticada. Pues el pobre Franco —yel pobre lo digo con ironía— se haquedado a la altura de un zapato, ahorahay mucho más.

—Ahora se vive para eso —añado alargumento de Julio—. Peor aún, esindignante ver a Messi ir a declarar alos juzgados porque se le acusa de deberno sé cuántos millones y que le recibandos mil tíos metiéndose con el juez yvitoreándole a él, ¡a un tipo que hadefraudado a Hacienda! Eso sí que es la

decadencia total.—Eso es la víctima que besa la bota

del que le pisa. Es como cuando gentemuy pobre te dice que estamos comoestamos porque hemos vivido porencima de nuestras posibilidades. Esagente es el reo perfecto. El día que seconsiga que toda la población pienseasí, no hará falta Guardia Civil niPolicía, les tocarán un silbato, seencerrarán y harán lo que les digan quehagan. Y mucha gente ya está así, comoesos que van a defender a Messi cuandolo que tenían que hacer es exigir que lepongan una multa tremenda porestafarles a ellos y a todos. Sin saberlo,están defendiendo al individuo que lospisa, que no es Messi, sino el sistema

que mantiene eso. Pero eso ocurre. Nohay mejor carcelero que la voluntad delreo de someterse. Y así vamos.

—Qué importantes son tus reflexionesy qué bien que hayas tenido tiempo parapoder explicar esto sosegadamente a lagente normal. Espero que alguien lasescuche y le calen.

—Yo solo estoy diciendo cosas desentido común, pero parece que en estosmomentos el sentido común es algorevolucionario. A mí me han llamadovisionario, iluminado, mesiánico... ¿Porqué? Porque hace unos años, después desentarme con el equipo económico quetenía en Izquierda Unida, uno de losmejores que ha habido en España, nos

dimos cuenta de que aquello que veníade Maastricht implicaba problemas paranuestro país. Así que empezamos aponerle barreras, pero como eso iba encontra de la doctrina oficial, en vez desentarse nadie a discutir con nosotros,recurrieron a la descalificaciónpersonal: que si soy un utópico, uniluminado... Muy bien, yo estaría comouna regadera, pero nadie quiso bajar alnivel de los datos objetivos paradiscutirlos.

»Lo que te voy a contar ahora es laprimera vez que lo hago públicamente.Ocurrió en el Congreso, después dealgún debate sobre el Tratado deMaastrich. Yo lo había criticado desdela tribuna con mis argumentos —que,

por cierto, he visto que son los mismosque utilizó Felipe González en 2012—,bajé de la tribuna y me dirigí a lo quellaman la M-30, que es el pasillo querodea el hemiciclo, donde antes la genteiba a fumar, a relajarse. Una vez allí, meaborda alguien del PP y me dice: “No,Julio, si es que llevas razón”. A lo que,obviamente, yo le replico que por quéno salía ahí y se lo decía a todos. “Esque no podemos”, me dijo. ¿Sabes quiénera? Pues era Rodrigo Rato.

—¡Vaya!—Pero es que en otra ocasión a mi

compañero Salvador Jové, que era elcoordinador del equipo de economistas,se le acercó en el aeropuerto de El Prat

un ministro —o ya exministro, norecuerdo— socialista y le dijo: «Es quelleváis razón, pero es que no podemoshacer otra cosa». Era Josep Borrell.

»Nunca entendí por qué decían unacosa en público y otra en privado.Ahora se está viendo todo lo que habíaentonces, y yo creo que si se hubieseestudiado con tiempo, sin prisas,pensando las cosas, se podría habervisto el problema a tiempo. Porque a losdirigentes se nos paga para pensar. ¿Quées eso de estar todo el día de reuniones,inauguraciones, besando niños yacariciando ancianos? ¿Qué soy yo?¿Una modelo? No, a mí me pagan paraque piense, y lo que pienso lo escribo,lo discuto y escucho a la otra parte, a

ver si aprendo algo de ella. Pero aquí nose piensa, es que no se piensa.

—Yo voy más allá. Alguna vez me heparado a pensar por qué tienes lacredibilidad que tienes y por qué todo elmundo me dice cosas buenas de ti, Julio.Y creo que es porque tienes edad ydignidad, por supuesto, pero tambiéngobierno. Porque tú has pasado por latarea de gobernar y has demostrado serun gran alcalde que, aparte de tenerideas y de pensar, has ejecutado cosasimportantes. Y eso da un grado decredibilidad muy grande.

—Con sentido común, Miguel Ángel,con sentido común...

—Con sentido común, sí. Pero quien

no ha gobernado no puede hablar concredibilidad.

—Si no ha gobernado, por lo menoshay que exigirle que tenga sentidocomún. Cuando decae la inteligencia,cuando decaen las convicciones, estasse sustituyen por los estandartes. Cuandoveas a un individuo de cualquier fuerzapolítica que insulta a los demás, que usalos decibelios para defender susbanderas y sus dogmas, ese no se cree loque está diciendo. El convencido sueleser callado, y si no está de acuerdo conalgo debate serenamente.

»En un momento determinado de mivida a mí me decían que no podía ser deizquierdas porque era muy educadohablando. ¿Te lo puedes creer? ¿Pero

cómo hemos llegado a medir las ideassegún la ostentación que se hace deellas? ¡La educación no es una cosa dederechas o de izquierdas! Los que hacende su ideología un grito que no permiteque los demás puedan hablar, esos noestán convencidos. De hecho, a lo largode mi vida política he visto a muchaspersonas tremendamente duras yradicales que, con el tiempo, hanterminado en otro sitio defendiendocosas diametralmente opuestas.

—Eso mismo ocurre en algunosdebates televisivos, y no solo decotilleos. Hay gente capaz de hacer loque sea por los cien euros que debencobrar, insultan, machacan, destapan

infidelidades... Todo por la audiencia. Yen política, lo mismo. El enemigo va aejercer de enemigo, no de rival.

—Esto daría para hablar mucho,vamos a intentar simplificar —retoma eltema Anguita—. Veamos, yo tengo miproposición y tengo una propuestaprogramática acorde con ella.Obviamente, por tener esas ideas yo noestoy de acuerdo contigo. Pero porqueyo defienda las mías, yo no soy «anti».No me gusta cuando alguien se definecomo «anti», ni en las filas de laderecha ni en las mías. Yo soy proderechos humanos, yo soy pro sociedadigualitaria y libertaria, y comoconsecuencia de ese «pro» estoy endesacuerdo con lo otro. Pero nunca me

defino por ser «anti», sino «pro»,porque la consecuencia del «anti» es nocompartir y yo estoy dispuesto adialogar, a compartir mis ideas.

»El problema es que hoy se parte dela seña de identidad de ser “anti”, y esoes la negación de la inteligencia. Que meperdonen los que no piensen igual —incluso algunos compañeros, queposiblemente me van a poner verde—,pero no se puede ser “anti”, se tiene queser “pro”. Yo creo que muchas veces nopiensan que estas posiciones, enpolítica, están tomadas de actitudespequeñoburguesas, del afán de quererposar para la inmortalidad. Larevolución, por lo visto, es la toma del

Palacio de Invierno, un gesto heroico.Pero no, la revolución llegó al díasiguiente, cuando hubo que darle decomer a la gente, cuando hubo quedesdecirse de algunas ideas porque larealidad es muy puñetera y muy dura,cuando hubo que romperse la cabezapensando cómo salir de este problemaeconómico... El acto de la toma delpoder es heroico, es importante, perosolo es el comienzo de la auténticarevolución, no es la revolución. Intentaexplicar esto por ahí y prepárate aromper esquemas.

—Ya, en un mundo donde el únicodebate de lunes a lunes es quién ganó,quién metió el gol, cuánto cuesta estejugador... Y trasladado a la política,

igual.—¿Tú has estado en el Congreso?—No, yo no.—Pues mira, francamente, tienes esa

ventaja.—Yo solo soy un político rural.—En el Congreso hemos debatido

sobre cosas concretas, sobre políticaseconómicas, políticas de alquileres,debates sobre el estado de la nación,sobre cosas que afectan a la ciudadanía,en definitiva. Pero lo que se publicainmediatamente en los medios es quiénganó, quién dijo qué. Es la filosofía dela competición futbolística llevada almundo de la política. Y es mortal,porque ¿quién ganó? ¿Quién dictamina

quién es el vencedor? Si lees la prensa,un periódico dirá que ganó Fulano y otroque Mengano, no hay una prensaecuánime en esta materia.

—Pero, Julio, si ya comentan elvestuario, el maquillaje y el tono de lacorbata con relación a la chaqueta. Esque entran en todo, en el fondo y en laforma.

—Y qué te voy a contar yo a ti, queestás en los medios, de los debateselectorales de los primeros espadas caraa cara. Una semana antes hay una legiónde funcionarios de cada fuerza políticaque vienen a decirles a los que estándetrás de la cámara que tal silla nopuede ser más alta que tal otra, que elángulo tiene que ser de tal manera...

—¿Tú has tenido algún asesor algunavez?

—Nunca en mi vida.—Yo tampoco. En mi vida —y

estallamos los dos en una sonoracarcajada.

—El único asesor que uno puedetener es el buen sentido y los consejosde los compañeros o el debate. Yosiempre me he negado a eso de «Llevatal ropa», «Di estas palabras»,«Modula»... Mire, yo digo lo que quierocon educación. Si yo pienso que labanca debe ser nacionalizada, no puedoengañarles, les diré lo que yo haría. Y siusted me vota, yo ya tengo a alguien quesabe lo que voy a hacer. No hay más.

»Lo que yo no puedo decir es lo quedijo alguien que llegó a presidente —diré el milagro, pero no el santo— enuna campaña electoral: “Nosotros notenemos nada en contra de los ricos, loque pasa es que no queremos que hayapobres”. Eso es todo un testimonio, ¿no?

—Quedas muy bien, ¿eh?—¿Es o no es?—¡Hombre, claro!—A partir de ahí, ¿cuál es el recurso

del político? Insultar al otro para que lagente ría, aplauda... Especialmente en mitierra, en el sur, hubo una época nefastaen la que los políticos se subían alestrado y empezaban a criticar conchistes. Hay protagonistas de lo que

estoy diciendo, pero no los voy amencionar. Era un chiste tras otro sinexplicar un dato, sin razonar unapropuesta. Y eso, en el fondo, esdespreciar a la gente, porque a la genteno hay que darle emociones, sinoinformaciones. A través de lainformación llegará o no la emoción,pero primero tiene que ser lainformación. No me vale que quierenapelar a las emociones hablando de «laderecha de siempre» o «los rojos desiempre, los quemadores de iglesias».Mire usted, yo no he quemado nada enmi vida, a mí me parece que las iglesiasy las catedrales son monumentos, queson tesoros. Esa formulación tansimplista atenta contra las personas, y el

problema es que algunas personas votaneso.

—Más allá de los políticos, ¿cuántode culpa tenemos los españoles de loque está ocurriendo? Me explico con unejemplo. Era el año 2009, yo erapresidente de Cantabria. De la noche ala mañana me empiezan a llamar de todaEspaña medios de comunicación porquehay un señor que aparece en los papelesde Correa y al parecer es senador porCantabria. Me dicen que se llamaBárcenas. Yo pregunto aquí y allá, peronadie le conoce. «Que sí, que lleva ochoaños de senador y además ha batidorécords en dos legislaturas como lapersona más votada en la historia de

Cantabria», me dicen. Y pienso: ¿perocómo es posible que no haya conocidoyo a este pollo en ocho años? ¿Pero éles cántabro?, pregunto. Y me contestan:«No, es de Granada».

—De Huelva —matiza Julio.—O de Huelva. Y ha «barrido» en

dos elecciones sin haber venido nuncapor aquí. ¿Pero qué ha votado la gente?¿A una gaviota? Y si hubieran votado auna rosa y un puño habría sido igual,¿eh? Con esto quiero decir que,evidentemente, el personal tiene tambiénparte de culpa de lo que pasa, ¿nocrees?

—Sin duda, tienes razón, MiguelÁngel. Estamos enfocando el tema deuna manera que es impopular, pero

llevamos razón. A la hora de laresponsabilidad el político tiene lamáxima, pero el político es igual que lasociedad de donde viene. Si en ella seve bien robar, el político no tendráproblema en robar o en no pagarimpuestos. Por eso creo que el delitomás grave de un político es que cuandollega al poder no solo no reniegue deesos vicios que trae «de nacimiento»; espeor aún, los sigue practicando porquele aplauden los defectos, la gente losreconoce como suyos y le siguenvotando.

»¡Vamos entonces a cambiar lasituación! Yo el primero, porque soy elcargo público, pero vosotros también.

Para evitar que alcaldes ladrones ycorruptos vuelvan a ser votados por losestafados; para evitar que alguien segane las voluntades de la genterepartiendo euros; para evitar que lapolítica sea igual que el bandidogeneroso, que le robaba a todo elmundo, luego repartía cuatro reales y yala gente se creía que estaba ejerciendouna acción extraordinaria. A la sociedadhay que decirle que el político tieneresponsabilidades, sí, pero que ellostambién, aunque no les guste oírlo.

—Estoy tan de acuerdo contigo,Julio... Una de las frases que más heoído en esta vida es aquella de «¡Yasabemos que roba, pero hace cosas!».Me decepciona tanto como cuando la

gente me dice que no entiende cómodespués de tantos años en política noestoy forrado, que me consideraban máslisto, me dicen.

—¿Sabes cómo se dice eso en lacalle? O eres ladrón, o eres gilipollas.

—Correcto.—A mí también me han llamado tonto

por eso. Parece que si todo el mundoroba, el que no roba es imbécil. Yo vivode mi pensión de profesor jubilado, deescribir algún artículo aquí o allá y delsueldo de mi mujer, que es profesora deinglés. Con eso vivimos y no aspiramosa más, no necesitamos chalés ni yates. Yno soy imbécil. Ahora bien, cuando unciudadano dice que, o eres un ladrón, o

eres un gilipollas, ese ciudadano no esciudadano, es una cosa que habla.Nosotros, desde la política, tenemos quehacer posible que sea verdaderamenteciudadano, aunque nos insulte o critique,porque este país no se puede mover así.

»Yo soy profesor y entiendo que enpolítica hay que hacer mucha pedagogía.Cuando hablo, para empezar, la gentetiene que entenderme, le guste o no leguste luego lo que le pueda decir. Pero,claro, cuando la política no espedagogía y es excitar a la gente paraque vaya contra otro, deja de ser eseacto noble y se convierte simplementeen una de las malas artes. Esto es lo quepasa.

—Por cierto, Julio. Ya para terminar:

¿quién gobierna ahora en Córdoba?—Pues el Partido Popular.—¿Qué me dices? ¡Qué sorpresa!—Yo no creo que sea tanta sorpresa...—¿Cómo que no? De Anguita al PP

hay un trecho grande...—Pero es que por medio hay otras

cosas. Muchas veces las victorias deuno son realmente la derrota del otro...

Una gran verdad. Imagino que, sinJulio Anguita enfrente, la victoria esrelativa para cualquier contrincante.

25JAVIER HERNÁNDEZ,

SIN BARRERAS

Javier Hernández nació en junio de 1979en Zaragoza. Nació sin brazos, con unapierna más corta que la otra y con lospies encarados, zambos. A fecha de hoy,

su discapacidad está valorada en un 90% por el Instituto Aragonés de ServiciosSociales, pero a pesar de ello, y aunqueparezca increíble, su vida no estálimitada por este condicionante.

Su caso es realmente inspirador. Yadesde el primer momento, desde quenació, sus padres se centraron en lasolución y no en el problema, sepreocuparon no tanto de preguntar elcómo y el porqué, sino de intentar queJavier pudiera adaptarse a un mundo queestá diseñado para gente con brazos.Así, consiguió estudiar una carrerauniversitaria, dedicarse al periodismo e,incluso, entrenar en un tiempo récordpara poder asistir a los JuegosParalímpicos de Londres. Más aún, para

llegar a una final en natación.Ahora, entre otras cosas, se dedica a

dar conferencias sobre motivaciónpersonal, contando su historia ydemostrando que, si crees en ti mismo,se puede alcanzar casi cualquier meta enesta vida.

—¡Javier! ¡Qué ganas tenía deconocerte! ¿Cómo estás?

—Muy bien, Miguel Ángel. ¿Qué talva tu vuelta a España?

—¡Fenomenal! Ahora venimos dehablar con Julio Anguita...

—Vaya, estáis bajando mucho elnivel si yo voy después de Anguita,estáis bajando mucho el nivel...

—¿Qué dices, hombre? ¡Tú eres

mucho más importante! Tú eres todo unejemplo de persona. Cuando la gente sequeja porque nos tienen que operar deuna cadera, porque nos duele la cabezao por cualquier cosa que en el fondo esnada comparado con tu caso; cuando haydías que no nos vemos con ánimos, quetenemos la moral baja para afrontar lavida, entonces yo pienso en todo lo quetú has superado y me tengo que callar. Amí, de todos los casos que estoyconociendo, te digo sinceramente, el quemás me impresiona es el tuyo. No tedigo más.

—Yo te lo agradezco, pero no es paratanto, ¿eh? Desde fuera puede parecermás, pero...

—¡Cómo que no! A mí me pasa una

cosa de estas y no me imagino con tufuerza de voluntad, yo me hundiría. Ysin embargo, tú cada día tienes una metanueva.

—Bueno, pero quizá se trate de eso,en eso consiste la vida, ¿no?

—Sí, di lo que quieras, pero tu casoes extraordinario. A pesar de losproblemas físicos has salido adelante. Yeso es porque tienes una cabezaprivilegiada.

—¿Por lo grande? —responde entrerisas Javier.

—Por grande y por lo llena de ideasque está. Y de sabiduría. Porque lacabeza es la que dirige todo. Bueno, lacabeza y el corazón, claro.

—Tampoco te creas, al final todo esmás sencillo de lo que creemos. No hanacido nadie que sepa hacer de todo ytodo bien. Lo suyo es, sean cuales seantus circunstancias, centrarse en lo quetienes y no en lo que te puede faltar. Así,por poco que tengas, siempre tienes másde lo que crees. Y por mucho o pocoque te falte, dependiendo de la actitud yde la mentalidad con la que lo afrontes,te harás a ti mismo más grande o máspequeño. No es plan de frustrarse por nopoder hacer lo que es imposible, ¿nocrees? Hay que intentar dar siempre elcien por cien de lo que está a tu alcance;eso es lo que va a marcar la diferenciaentre lo que es y lo que podría ser una

vida.—O sea, tú te marcas objetivos para

cumplir cada día...—Objetivos complicados, sí, pero

que creo que se pueden alcanzar.—¿Cuáles son ahora mismo tus

objetivos?—Pues acabo de sacarme el título de

entrenador de fútbol, pero por lafederación argentina, porque en laespañola no era posible.

—¿Por qué?—Principalmente por mis propias

limitaciones, aparte de por las pruebasfísicas, yo no podía cumplir con elmínimo de horas lectivas que me exigíanporque estaba preparando los Juegos deLondres y dando conferencias. No tenía

opción de estudiar a distancia y miagenda es complicada.

—¿Tu vocación ha sido siempre eldeporte?

—A mis treinta y cinco años, despuésde haberme dedicado a bastantes cosas,he llegado a la conclusión de que sí, miverdadera vocación a estas alturas de lavida es el deporte. Desde pequeño meha servido para socializar, para haceramigos, para demostrarme que todossomos más parecidos de lo quepensamos y para tratar cada día de hacerlas cosas mejor. Y, por supuesto, paraexplorar mis propios límites. La esenciadel deporte es eso, aunque en Españaesté todo un poco desenfocado, aquí lo

reducimos a hablar del Madrid y elBarcelona en la barra de un bar. Y esotambién es —yo soy el primero enapuntarme a los bares—, pero el deportees muchas cosas más. En los paísesnórdicos y anglosajones lo entiendencomo una parte medular de su sociedad,a la altura de las tres o cuatro patasprincipales. Si yo decidí estudiarperiodismo, en el fondo fue porque a losquince años me di cuenta de que aldeporte no me iba a poder dedicar, yentendí que el periodismo deportivo eralo que me permitiría convivir más decerca con el deporte. No dudé en irmefuera de Zaragoza porque no teníaopción de hacerlo allí, pero luego,siempre que he ejercido el periodismo,

ha sido como periodista deportivo. Endistintos medios, la mayoría escritos,algunos de radio, pero siempre comoperiodista deportivo.

—¿Cómo fue que te planteaste ir a losJuegos Paralímpicos?

—En 2008 tenía la impresión de quellevaba demasiado tiempo dedicándomeal periodismo, el cuerpo me pedíaintentar otras cosas, nuevos retos. Enestas, una tarde, viendo un resumen delos Paralímpicos de Pekín, caí en lacuenta de que llevaba toda la vidahaciendo deporte, jugando al fútbol y aotros muchísimos deportes con misamigos, siempre con gente sindiscapacidades, y manejándome bastante

bien. Tenía cierto nivel, la verdad. Perotambién me di cuenta de que nunca mehabía planteado competir en nada.

—Por eso te pusiste a ello y llegaste ala final de cincuenta metros espalda...¡Eso es valor!

—Para llegar a cualquier metaprimero hay que correr, y antes siemprehay que dar un primer paso. La vida noes para los valientes, es que hay que servaliente, no queda otra. Cuando se mepasó la idea por la cabeza sabía que eramuy complicado, ya era muy mayor paraestar a la altura de otros deportistas quese dedican a esto profesionalmente y yoapenas tenía tres años por delante parapreparar los Juegos de Londres. Pero,aun así, me puse a intentarlo, no tenía

nada que perder.»El primer día de entrenamiento fue

dantesco, nadé cincuenta metros en 1.50minutos, tuve agujetas cinco días, perono me rendí. A los tres años, cuandollegué a Londres, estaba entrenandodoce sesiones a la semana y hacía enépocas de carga treinta o treinta y treskilómetros. Si no hubiera ido a losJuegos tendría el mismo valor quehabiendo ido. No daría ningunaconferencia, no se la vendería a nadieporque tienes que tener una cuota deéxito para ello, pero a mí me habríaservido lo mismo. Estaría igual deorgulloso porque me habría quitado lasdudas, habría mejorado físicamente,

habría vivido como un deportistadurante un tiempo, habría tenido unmontón de victorias parciales, que en tuvida y en tu evolución como persona sonfundamentales y mucho más necesariasque el no atreverte a intentar las cosas.

—¿Te has sentido alguna vezincómodo por gente que se te hayaquedado mirando por la calle?

—Por suerte, estamos mucho másevolucionados que hace cuarenta años.No he tenido esa sensación o, al menos,no ha sido tan profunda como para queme haya dejado huella. Había momentosen los que no entendías que la gente temirase por la calle, claro, pero esto esun proceso. Cuando nací, nadie se lohabía avisado a mis padres; la sorpresa

y el impacto fueron inevitables, pero,como casi siempre, tienes dos opciones:o centrarte en el «¿Por qué me ha tocadoa mí?» y lamentarte, o intentar entendery aceptar que estas son tuscircunstancias. De niño, en clase, en mientorno, yo no me sentía diferente, peroluego, al salir de ese círculo, la cosacambiaba. Bueno, es algo lógico.

—Definitivamente, tu vida ha sidouna carrera de obstáculos, la mejorprueba de que el destino no es una cosainamovible.

—Es que hay que tener un plan parapoder cambiarlo, no se puede ir por lavida improvisando todos los días. Yome di cuenta de que era complicado

seguir en el deporte porque no tefinancia nadie y, si no eres medallista,no puedes vivir de ello.

—¿Cómo surgió la idea de darconferencias?

—Pues de la misma forma en que mepropuse escribir en un teclado o laprimera vez que me tiré a una piscina:partiendo de cero, sin saber realmentecómo se hacía, pensando cómo lo haríay dándole forma todos los días. Enapenas un año y medio he conseguidodar más de cincuenta conferencias, quecreo que es una buena cifra, y, lo másimportante, tiene un impacto muyvalioso en la gente. Eso me hace ser muyoptimista de cara al futuro, porque porsu diseño y por su naturaleza no tienen

fronteras, se pueden impartir encualquier lugar del mundo porque hablande mensajes y reflexiones universales,tengas la edad que tengas, te dediques alo que te dediques. Solo hace faltaencontrar lugares que quieran recibirlas,y por ahora eso no está faltando.

—Creo que tu reto actual tampoco esmoco de pavo: sacarte el carné deconducir...

—En ello estoy. En Europa hace yaquince o veinte años que la gente sinbrazos puede conducir solo con los pies.Obviamente, no somos legión, pero ellosya pueden hacerlo. Aquí, en España, noera posible hasta hace poco, pero no porlimitaciones técnicas, sino

administrativas, porque la DirecciónGeneral de Tráfico no concedía lalicencia. Hace tres o cuatro años unchico de Madrid con una situaciónsimilar a la mía, David Rivas, abanderóel tema junto con la autoescuela Irrintzi,de Bilbao, y entre los dos lo hanconseguido, David ya puede conducirsolo con los pies. Ahora voy yo.

»En general, en este caso como encasi todos, creo que muchas veces elproblema es una cuestión dedesconocimiento. En cuanto llamas a laspuertas adecuadas y explicas lo que hay,en seguida ven que no es tandescabellado nada de lo que pido. No esque quiera conducir con los pies porquetengo un antojo, es que mis pies son mis

manos, ellos ejecutan mis automatismosmentales, ya no es una cuestión dedestreza, es una cuestión de automatismomental. Yo desde pequeño, por habernacido así, he hecho todo con los pies.Por poner un ejemplo gráfico, para jugara los videojuegos que había antes youtilizaba los mismos mandos que misamigos. Y a veces ganaba. Es decir,para mí eso no tiene mérito, tiene méritoel reaprender algo, el tener que empezarde nuevo. Si yo hubiera perdido losbrazos en un accidente, si antes mehubiera manejado con las manos, seríadistinto.

»Nacer sin brazos ha sido una ventajapara mí porque desde pequeño he

aprendido a buscar soluciones distintasa los problemas de todo el mundo. Mivida no es más difícil que la de nadiepor no tener brazos —eso es algo quecomento mucho en las conferencias—,sino porque he nacido con un diseñodiferente al que tiene el mundo. Quierodecir que el mundo está diseñado paratener brazos, para tener manos, y yo nolas tengo. Pero, lógicamente, ni almundo le iban a cambiar el diseño ni lagente iba a empezar a hacer las cosascon los pies por ponérmelo más fácil amí. Desde que nací, he tenido que ser yoel que buscase la solución a losproblemas. Y al final creo que es unamuy buena escuela, una muy buenafilosofía de vida. Todos vamos a tener

problemas en nuestras vidas y en funciónde cómo los afrontemos, del tiempo queestemos en ellos o que invirtamos ensolucionarlos, seremos más o menosfelices y haremos más o menos cosas.

»Yo me quiero sacar el carné porqueentiendo que es un reto y un desafío másy es de lo que trato de alimentarme.Además, porque estoy comprometidocon esa autoescuela, porque entiendoque, sin ganar nada ellos, han dado unpaso adelante. Como te decía, es algoque tengo pendiente, pero la vida sonprioridades y aún no le he encontrado elhueco; espero que en los próximoscuatro o cinco meses pueda sacármelo.

—Y cuando tengas el carné

necesitarás un coche adaptado, ¿no?—Sí, claro. Eso es otro problema.

Como mi discapacidad no esmayoritaria, no creo que seamos más dequince o veinte personas en todo el país,no hay mercado suficiente y cualquieradaptación tiene un sobrecoste.

—¿Cuánto puede valer?—Creo que el modelo en el que se

trabaja, un Ford Focus, ronda loscincuenta mil euros.

—El de Blesa valía seiscientos mil—le digo con retintín a Javier.

—Ya, pero él se lo compró con lasmanos, ¿no?

—Unas manos larguísimas, sí.—Bueno, todavía hay mucho por

mejorar, como país, como sociedad —

argumenta Javier poniéndose más serio—. No solo en el tema de ladiscapacidad, por eso hay que ponersemanos a la obra todos a una.

—Es realmente estimulante oírte,Javier. Ojalá esta charla llegue a alguienque está pasando un bache y se dé cuentaal oírte de que su problema no es tangrave, que tiene solución.

—Yo creo que todo el mundo tenemosproblemas y al final, estoy seguro, lamayor limitación que encontramos es laautocensura a la que nos sometemos. Esdecir, nos decimos a nosotros mismosque no somos capaces de hacer algo,siempre nos han dicho que no podemoshacer esto otro, no intentamos algo

porque pensamos que es muycomplicado... Y mira, yo tengo un 90 %de discapacidad y hay muy poca gentede mi edad que haya hecho tantas cosascomo yo. Seguramente todas podríanhaberse hecho mejor, y es verdad que lacalidad es muy importante, pero a vecesla cantidad también importa. Al finalsomos las experiencias que acumulamosy lo que nos atrevemos a ser y a vivir.

»Es que a veces se nos olvida quecuando dejemos este mundo no nosvamos a llevar otra cosa más que eso,las experiencias acumuladas, el haberteatrevido a asumir retos, el no habervivido con el freno de mano puesto. Aveces no tomamos decisiones por nosaber cuál opción es la mejor o la peor,

pero eso es imposible de saber si notiras adelante; la hacen buena o mala lassiguientes que tomes. Si yo me hubiesequedado en el sofá de mi casa en lugarde ir a entrenar, habría sido una decisiónmuy mala. No habría ayudado a crear unclub de natación, no habría escrito unlibro con mi biografía porque no tendríanada que contar, no habría ido a losJuegos Paralímpicos, no habría ganadoningún diploma ni habría dado ningunaconferencia. Hay que atreverse a tomardecisiones.

—Es que solamente saber que puedesescribir ya es una cosa asombrosa...

—Mi letra, la verdad, es mejorable,pero bueno, con el boli he sabido

escribir siempre, con el teclado la cosafue más complicada. Yo fui a launiversidad en 1997, por entoncesInternet en España casi no existía y enlos colegios no había apenasordenadores. En mi colegio había quincepara todos los alumnos, y si te tocaba elque funcionaba, te daban un premio. Enesas condiciones llegué yo a launiversidad. La primera semana en no séqué clase me dijeron: “Bueno, quesepáis que va a haber una práctica y unexamen por semana, y vais a tener quepresentarme un trabajo porordenador...”. A mí me empezó a caer unsudor frío en ese momento que dije:“¿Ahora cómo salgo de aquí?”. Y estoyseguro de que si en aquel momento me

levanto y le cuento al profesor cualquierpelícula me la hubiera comprado. Si yole digo que es que he estado dos añosintentándolo, pero que como tengo losdedos de los pies más cortos no me danpara alcanzar las teclas y doy a dos a lavez, que ya que he aprendido a escribircon boli, que si no le importa lohacemos así, apuesto a que me hubierandicho que sí. Es más, seguro que mehabrían planteado hacer el examen oraly que yo habría pasado un primero decarrera mucho más ligero y desocupado.Pero opté por aceptar ese reto.

»El esfuerzo me sirvió para, cuatroaños después, poder trabajar en laredacción de deportes del Heraldo de

Aragón, luego en la del diario As, y paraescribir la biografía de LucianoGalletti, que fue un futbolista del RealZaragoza. Ahora, quince años después,tengo más de doscientas pulsaciones porminuto, el primer día no llegaba ni aveinte, no sabía ni dónde estaban lasteclas, pero hay que ponerse a prueba.Hay muchas cosas que no vamos a poderhacer nadie, no hace falta no tenerbrazos para no poder hacer cosas, perotodas las que podamos hacer hay quetratar de hacerlas, porque en eldesarrollo personal, en la evoluciónpropia, está una parte de la felicidad yde que vivir tenga todo el sentido quepueda tener.

—Gente como tú, Javier, da sentido

al título de este libro: Este país merecela pena.

—Bueno, yo me alegro de que sea así,desde luego. Mi intención desde quenací no ha sido convertirme en el espejode nada, yo siempre he querido quehablase por mí lo que hago, por miscapacidades o mi potencial. De lo quequizá sí me he dado cuenta con el pasode los años es de que todos necesitamoscompartir esas vivencias y hacer unacierta docencia para que quien convivecontigo sepa cómo haces las cosas, loconozca y lo aprecie.

»Yo creo que hay que ir por la vidacon lo que eres y lo que te pasa siemprepor delante. Yo sé que la gente viene a

mis conferencias, de primeras, porcuriosidad, por la duda que les despiertacómo un chico sin brazos hace las cosasque dice que hace. Inmediatamente lesmuestro cómo soy, lo ven...

—Ya entiendo, como los que van aver un espectáculo...

—Exacto. Espero que en un futuropróximo no sea así, pero, de momento,sí quiero que mucha gente me escuche,sé que me tienen que ver. Y yo no mepuedo ocultar, no puedo evitar enseñarlo que hay ni lo que soy porque entoncesno vendrían a escucharme. Pero una vezresuelto todo lo que nos diferencia a míy a los asistentes, que al final es muchomenos de lo que parece, podemosdedicar la conferencia a todo lo que nos

une, que es mucho más. Y si decimosque es una conferencia de motivación esporque motivar implica que tú teidentificas con el que habla o el que ves.Si piensas que es algo inalcanzable, siconsideras que lo que vas a ver nopuede formar parte de tu vida, entoncesno sería una conferencia de motivación,sería de exhibición, de admiración si sequiere, de entretenimiento. El que yosepa hacer las cosas con los pies a lagente no le sirve, me sirve a mí, que notengo brazos. Pero a quien tenga brazos,¿qué más le da que yo sepa hacer lascosas con los pies? Le sirve que yo lediga que yo no tengo ninguna habilidadespecial por haber aprendido a hacer las

cosas con los pies, le sirve que lo hehecho recurriendo a lo que tenemostodos, que es creer en ti mismo, exigirte,no dar las cosas por hechas, sino quesea la realidad la que te confirme si erescapaz o no.

»Se trata de encontrar una serie devalores, de coordenadas, que nos soncomunes a todos, sean cuales seannuestras circunstancias. Todos lastenemos, a algunos se nos ven más, aalgunos menos, pero todos tenemos lasmismas. Y no podemos pensar queporque las mías se vean más son másdifíciles que las de los demás. Yo creoque hay que vivir, que todos tenemosque vivir con nuestra realidad, ni contraella ni de ella. A mí no se me puede

exigir que, por ejemplo, cambie lasbombillas de las farolas, pero si hayalgo que sí soy capaz de hacer en misituación, entonces sí, entonces metienen que exigir que dé el cien por cien.Y si alguien no llega a ese cien por cienpor el motivo que sea, la sociedad o laspersonas a título individual tenemos quecomplementarle y ayudarle, porque paraeso vivimos juntos. Si no, viviríamoscada uno aislado en lo alto de unamontaña y ya está.

»A los que tenemos una discapacidadlo primero que se nos echa en cara es loque no podemos hacer, y nos lo hacesiempre alguien que no puede hacertodo. De eso trata mi conferencia. La

gente viene pensando que va a ver unaexhibición de un chico que no tienebrazos y termina encontrándose conalguien que le habla de su vida, que esal 95 % la misma que tenemos todos.

—Tus padres pueden estar muyorgullosos de ti, Javier.

—Mis padres me educaron para tenerlos mismos derechos que los demás,porque creo que todo el mundo, porética, nos merecemos los mismosderechos que los demás, seamos comoseamos. No hablo exclusivamente depersonas con discapacidad, todostenemos que tener las mismas exigenciasy responsabilidades. Y la máximainnegociable es: lo que puedes hacer,hazlo. Y a partir de ahí todos seremos

más felices y este país merecerá todavíamás la pena, que es de lo que se trata.

Ha sido un auténtico honor haberconocido a Javier Hernández. Es un tíoadmirable, aunque su modestia le impidaadmitirlo, pero para mí y paramuchísima gente sí lo es. Un ejemploinigualable que demuestra que hay genteextraordinaria que lucha por superarse,que vive una realidad complicada, peroque es capaz de superarla, marcándosemetas asumibles y, en la medida de suscapacidades, alcanzándolas. Gracias,Javier.

26LAS FORMAS DE

LLORAR

Susana Herrera tiene treinta y siete años.Perdió a su hijo José Andrés hacenueve, en un accidente de tráfico,cuando el bebé acababa de cumplir siete

meses. Su historia me ha impactadosobremanera no solo por el gesto detomar la decisión de donar los órganosde su niño para poder salvar la vida deotros, un gesto valiente y difícil detomar en un momento tan duro, sinosobre todo por su modo de vivirsemejante episodio, desde la alegría.Porque Susana eligió evitar dejarsellevar por el dolor del momento y optópor celebrar que la muerte de su hijosignificaba la vida de otros. Más aún, laexperiencia vivida le ha dado pie aconvertirse en abanderada de la causade los trasplantes desde un blog en elque cuenta su día a día(http://blogs.21rs.es/muertevida) y conun maravilloso libro en el que relata su

historia, Lágrimas de vida.Hablar con Susana es una experiencia

única. Mientras a mí se me pone el nudoen la garganta al escucharla, ella no parade sonreír. Hay quien llora en silencio,hay quien llora con palabras, peroSusana llora sonriendo, queriendo.Susana ha aprendido a llorar con unasonrisa. La frase es de José «Pepe»Pérez Bernal, el director general deTrasplantes del Colegio de Médicos deSevilla y coordinador del área cuandose realizó la donación de los órganos deJosé Andrés. Me cito con él y conSusana en el hospital Virgen del Rocío,el epicentro del trabajo de él y de lahistoria de ella.

—¿Qué día fue cuando empezó todo,Susana?

—El 21 de enero de 2005, el día quecumplía los siete meses. Yo estaba en laiglesia del Salvador intercambiando losregalos de Navidad con unos amigos queno había podido ver antes. Me dieron uncalendario de ángeles y dije: «Paraángel, el mío, que es de carne y hueso»,y saqué una foto del niño de la cartera.En ese momento, precisamente, sonó elteléfono, lo cogí, pero solo escuchabagritos. Se lo pasé a mis compañerosdiciendo: «Algo pasa, algo pasa. Y va aser mi hijo...». Me cuentan que hahabido un accidente y vamos al sitio,veo a Andrés, mi marido, en una

ambulancia, y en otra al chiquitín, perono me dejaban verlo... Nos trajeronhacia aquí, al sitio donde estamos hoy,el hospital Virgen del Rocío de Sevilla,y a las horas nos comunican que el niñoestá en estado de muerte cerebral.

—¿Y a partir de ahí, qué pasó?Imagino que tú querías oír que todohabía sido un mal sueño, que no se habíamuerto...

—Yo quería escuchar que había otraoportunidad, pero no la había. Y sí,entonces me pasó por la cabeza la ideade preguntar si algo tan chiquitito, unapersonita de diez kilitos, podría donarlos órganos, si podrían valer paraalguien.

—Y te dicen que sí...

—Me dicen: «Espere, espere, queahora vendrán a hablar con usted». Peroyo soy muy impaciente y les digo quequiero saberlo, que quiero saberlo ya, yme dicen que sí. Yo no sé cómo es unaparada cardiaca y cómo te reanimancuando te ponen en el pecho esas placasy te hacen «¡clac!» y te devuelven a lavida, pero sentí algo parecido. Yo meestaba muriendo con el chiquitín, meiba, y de repente vi que tenía dosopciones: irme con él o vivir. Y optépor vivir.

—Y porque vivieran otros.—Exacto. Al mes recibo una carta

que dice que los órganos del pequeñoestán en Madrid y Barcelona. En tres

niñas, yo, que nunca he podido tenerniñas... Una de dieciocho meses, otra detres añitos y otra, creo que de dos.

—O sea, ¿que ahora tienes tres hijas?—Precisamente el otro día me

llamaron para un congreso de familiasnumerosas y yo les dije que no, que mifamilia no lo era, y me replicaron:«¿Cómo que no, señora? ¡Usted tieneseis hijos!». Y es verdad, después deJosé Andrés, gracias a Dios, han venidodos chiquitines, se puede decir que hetenido seis hijos.

—¿Cómo te trataron en el hospital?—Cuando llegué me sentía fuera de

lugar, que no encajaba en este mundo delos trasplantes. Todo el mundo aquídaba por hecho que mi parte de la

historia era la triste, «la del muerto»,pero yo no la vivía así. ¿Cómo me podíasentir mal si estaba del lado del que seiba dando la vida a otros? ¿Cómo podíanadie hablar con tanto dolor, con tantapena, con un tono tan fúnebre, de algotan bello? La gente debía de pensar quese me había ido la cabeza, pero yo loveía clarísimo: ya puede haber losmejores equipos sanitarios, pero sindonante no hay donación, y sin donaciónno hay trasplante, no hay vida. El doctorPérez Bernal, que siempre ha estado ami lado en esta historia, me lo dijo undía: «Susana, eres como la antítesis detodo lo que ha pasado por aquí hastaahora». Siempre comenta que hay tres

maneras de llorar, una es con lágrimas,otra con palabras y otra, la que aprendióconmigo, con una sonrisa. Yo siempredaré las gracias a este doctor y a estehospital, que es público, y creo que esde los mejores no solo de Andalucía ode España, sino del mundo.

—¿Y conoces a las tres criaturas quellevan los órganos de José Andrés?

—No, está prohibido.—Pues yo tendría la curiosidad de

verlas, aunque fuese de lejos.—Estoy convencida de que algún día

las veré, aunque sea de lejos, como túdices. Pero entiendo perfectamente queexista la ley que evite que nosconozcamos. Yo vivo con muchanaturalidad todo, pero me han contado

historias muy desagradables... Datecuenta de que esto toca un poco losagrado, toca un poco esa parte humanaque todos tenemos que dice «¡Eso esmío!». Pero no, yo no lo vivo así. Yo séque tal vez un día llamen a mi puerta, oreciba un correo, o una llamada...

—¿Pero ni eso has tenido?—Nunca.—¿Ni ellos tampoco saben quién fue

la persona que les permitió que vivansus hijas?

—Es muy extraño que un 21 de eneroy algo tan pequeñito sea donante, laspersonas a las que han ido los órganosatarán cabos. En algún momento de suvida se van a tropezar conmigo, ya sea

por la radio, por la televisión, por ellibro... Por lo que sea. Por eso estoyconvencida de que algún día yo podréverlas. No diré: «¡Ahí está JoséAndrés!», pero sí sabré que parte de élestá con ellas. Yo creo que eso es tanbonito... No hay terapia más grande paraun donante.

—Deberíamos ser todos donantes.¡Todos!

—Ya, pero es que para serlo te hacenla peor pregunta en el peor momento. Sitodo el mundo lo tuviéramos claro, nohabría que pasar por ese trago.

—Yo lo soy. Y desde hace un montónde años. Ya lo he dicho muchas veces:¿por qué la gente no se hace donante?¿Pero para qué quieres que te coman los

gusanos el corazón, el pulmón, losriñones? El primer día que caigáis en unhospital porque tenéis dolor de cabeza,porque vais a urgencias, hay unospapelitos allí que se rellenan y ya está.Una cosa tan sencilla como esa.

—Es cierto, pero yo entiendo que hayque tener tremendamente claro quecuando nos vamos al otro barrio enrealidad no necesitamos irnos con elcuerpo. Hay muchos escritos que lorazonan, incluso el cardenal CarlosAmigo Vallejo lo dijo en algunaocasión, que no te lleves al cielo algoque necesitamos aquí. Aun así, los quese quedan deberían también serconscientes de que los órganos de su ser

querido no solo dan vida a undesconocido; a ellos mismos, a losfamiliares del donante, también les davida.

»También te digo que hasta ahora eldonante acababa en una mesa deoperaciones y su figura no tenía mayorpublicidad, cosa que no veo mal, no setrata de tener ningún privilegio. Pero síte digo, Miguel Ángel, que hay muchascosas que se pueden mejorar. Es muyduro verte tirado en un pasillo sin poderdespedirte de tu familiar, sin poderdarle un beso en la mano siquieraporque se lo llevan, por ejemplo. O queno exista siquiera un rincón, un aula deldolor, como suelo decir, en el que poderchocarnos contra la pared, gritar, pelear,

patalear..., un lugar donde poder llorartu dolor. Hay muchas cosas que sepodrían mejorar y que facilitarían que ladonación resultase menos traumáticapara todos.

—Susana, ha sido un honor charlarcontigo...

—Déjame que diga algo más, nopuedo terminar sin dar las gracias. Pormuchas cosas. Primero, por la vida quetengo. Por ese marido que me dio a esepequeño y también porque se fue esepequeño, porque ese pequeño me haenseñado a vivir. Y a valorar laspequeñas cosas y masticar la vida. Ytambién a la gran cantidad de gente quese va uniendo a Lágrimas de vida, el

libro, haciendo canciones, haciendomarchas procesionales, hermandades ycofradías, las asociaciones detrasplantados, de donantes de médula, desangre, de tanta gente... Entre todosconvertimos esas lágrimas en vida. Yvosotros también hoy, contándolo almundo.

Aún conmovido por la historia deSusana, por su lucidez y la entereza conque la cuenta, me dirijo a hablar con eldoctor Pérez Bernal, Pepe Pérez Bernal.Hace un calor innegablemente sevillano,demasiado para un cántabro como yo eincluso para él, sevillano de la cabeza alos pies. Buscamos un lugar a la sombray bebemos agua fresca. Hasta la fecha,creo que no se ha inventado nada mejor

para aliviar la sed.—Doctor, tú conociste a Susana a raíz

de la muerte de su hijo...—Sí, yo estaba en cuidados

intensivos del hospital infantil cuandome llamó el médico intensivistadiciendo que un bebé había muerto en unaccidente de tráfico, que estaba enmuerte cerebral, que lo valorara paraver si podía ser donante. Entoncesconocí a este ángel y a su marido. Laprimera pregunta que me hizo cuandohablamos de donación fue si algo tanpequeñito podía ser donante. Entonces,cuando le dijimos que sí, que tambiénteníamos bebés en la lista de espera,aquel rostro triste de una madre que

había perdido a su hijo se transformó enuna sonrisa, una sonrisa que aún no haperdido. Y cuando se enteró de que sehabían salvado tres niñas, dos gracias alos riñones de su hijo, y otra a suhígado, ella, más feliz aún. Llegó apensar que Dios quiso que su bebé, quesu angelito, como ella llama a JoséAndrés, viniera a la Tierra precisamentepara este fin. El espíritu de esta mujer, yel de su marido, se mantiene gracias a sucapacidad de transformar el dolor envida y esperanza para otros. Fíjate quecuando escribe el libro de su historiapone como título Lágrimas de vida...

—Y en la portada puso a un bebé conunas alitas.

—¡Es que es el bebé, José Andrés! Le

habían hecho una foto en la que salía conunas alas, era perfecta para la portadadel libro. Este niño es un angelito, tieneque estar en algún sitio privilegiado enel cielo. Y le pone un título como este...

—Precioso.—Lágrimas de vida, lágrimas de una

tragedia que se transforman en vida y enesperanza para otros. Eso son lostrasplantes. A nosotros nos desconcertómucho la sonrisa de esta madre, sobretodo a la enfermera de la coordinación,a Elena Correa. A esta enfermera, que esgenial, madre de tres niños pequeñitos,le brotaban las lágrimasespontáneamente mientras Susanamantenía la sonrisa. Se identificaba con

el dolor de esa madre, perodesconcertaba esa sonrisa. Luego laentendimos. Para ella, en ese momento,significaba que había asimilado ya lamuerte de José Andrés, de su bebé, yestaba empezando el duelo. Paraaliviarlo, saber que iba a salvar a tresniños con los órganos de su bebé era elmejor alivio. Ella empleaba la palabra«bálsamo», que todo esto era unbálsamo para su espíritu. Susana tieneuna cicatriz en el corazón muy grande.

José hace una pausa.—A veces llegamos a pensar que la

sonrisa era un maquillaje para tapar esedolor, pero te aseguro que no lo es,Miguel Ángel. Ella es así, un ángel. Ydespués, Dios le ha regalado dos niños

más, Gabriel y Álvaro, dos diablillosque a mí me emocionan mucho porqueme llaman tito Pepe, a un médico delhospital Virgen del Rocío que suspadres conocieron en el momento másduro de su vida. Eso son los trasplantesy eso son las familias de donantes, genteexcepcional, de una categoría increíble.Gente capaz de transformar su dolor envida para otras personas. Como tú muybien has dicho, al cielo va el alma, elcuerpo lo quemamos y, si antes puedessalvar algunas vidas con una donacióncuando ya no te hacen falta esosórganos, pues estás creando vida, yquien salva una vida es un héroe.Nosotros ya no sabemos qué hacerles a

los donantes. Tú has visto el monumentoque pusimos hace dieciocho años, elprimero que se levantó en España en suhonor. Ahora ya hay treinta pueblos enla provincia de Sevilla que tienen unacalle dedicada a los donantes deórganos, o plazas, o parques. También alos donantes de sangre. Son una genteincreíble.

»España es el país con másdonaciones del mundo por millón dehabitantes. Son auténticos héroesanónimos que salvan vidas. ComoSusana hay muchos en España, gente quetransforma su dolor en vida para otros, ygracias a eso hay enfermos terminales,personas con una muerte anunciada, quevuelven a la vida. Yo, que llevo

cuarenta años de médico en estehospital, he visto morir a mucha genteque hoy habría sobrevivido gracias a lostrasplantes, pero son órganos que no sepueden comprar en la farmacia, nos lostiene que dar alguien. Y esa gente quelos da tiene un corazón así de grande,son de una categoría excepcional,anónimos, auténticos héroes.

—Otra de las cosas que admiro envosotros es cómo lográisinsensibilizaros. ¿No os afecta envuestra vida convivir constantementecon tanta tragedia?

—Te afecta muchísimo. El estartantos años sirviendo de unión entre unavida, una muerte y otra vida, en ese hilo

tan fino, sintiéndote como un instrumentode la ciencia que está dando esperanza yvida, eso humaniza. Yo he visto en losquirófanos muchas mascarillas mojadaspor las lágrimas. Profesionales como lacopa de un pino, trabajando con unacalidad tremenda, pero a los que lesbrotan espontáneamente esas lágrimasporque somos seres humanos, porquetodos sentimos el dolor de familiascomo la de Susana y su marido Andrés.Esas mascarillas húmedas hablan de lacategoría de la gente que hay aquí y entodos los sitios en el mundo de lostrasplantes. Es un mundo que humaniza atodos, a todos.

—Es muy hermoso que la genteperciba que detrás de una profesión

como la medicina hay una vocación. Elvuestro no es un trabajo cualquiera.

—Cuando los familiares de losdonantes nos autorizan la donación,como hizo Susana, todos nosemocionamos. Pero no solo los médicosy las enfermeras, también el personaldel aeropuerto, los pilotos de losaviones, la Policía y la Guardia Civil deTráfico que nos abren camino... Es untrabajo de equipo precioso, desanitarios y no sanitarios, pero es untrabajo contra el reloj, siempre vamoscorriendo. Para que el corazón de undonante de, por ejemplo, Cantabria,llegue aquí, a Sevilla, en condiciones depoder funcionar, no pueden pasar más de

cuatro horas, y en ese tiempo tenemosque salir del hospital, coger la carretera,el aeropuerto, llegar al hospital dedestino, coser ese corazón... Y todo,corriendo. Y a veces hay nieve, es denoche; una vez murió un piloto muyquerido en un accidente aéreo. Siempretenemos unos tiempos muy limitados,pero todos sabemos que estamossalvando una vida. Todos sabemos quehay una familia que sufre, pero que allado va a haber otra familia o muchasfamilias que van a tener vida yesperanza. Y eso humaniza.

—No me digas nada más, que yoconocía a ese piloto. Coincidí con él yotro compañero suyo en un vuelo quenos retrasaron de Parayas a Madrid.

Como me conocían, se acercaron y nospusimos a charlar porque teníamostiempo; terminamos comiendo juntos enel bar que está al lado de mi casa enAstillero. Hace poco recibí la visita delpadre del piloto que falleció con unafoto que nos hicimos aquel día, laguardo en casa.

—Imagínate a los padres de esos doschavales, porque eran muy jóvenes.Venían del norte de Portugal, dondehabían ido a por un corazón, salieron deSantiago, recogieron al equipo enAsturias, llegaron al norte de Portugal,trasladaron el corazón a Asturias, elpaciente vive y ellos chocan con unmonte y mueren al regresar a Santiago, a

la base, a las siete de la madrugada. Aveces ocurre: aquí, con nuestro avión,también hemos tenido accidentes. Losprofesionales que no son sanitarios, alsaber que una vida depende de ellos, semotivan en exceso y asumen riesgos queno deben permitirse. A Quenqui, nuestroconductor, le hemos reñido muchísimasveces porque se ha jugado la vida,después le hemos dado mil premiosporque ha salvado las de otros, pero labronca se la ha llevado. No se puedearriesgar tanto, podemos esperar unpoco más a veces. El mundo de lostrasplantes está lleno de emociones,como estás viendo. Emocionesimpresionantes.

—Estoy seguro de que tu testimonio,

Pepe, como el de Susana, va a llegar alcorazón de muchísima gente. Por lomenos les hará pensar lo fácil que es serun poco generoso, un poco solidario. Yque cuando vayan al hospital pidan esahojita que dice que autorizo a que el díaque yo me muera mis órganos puedanservir para otras vidas.

—Realmente la tarjeta de donante quetú me has enseñado no tiene valor legal,solo tiene un valor testimonial. Sirvepara que lo digamos en casa, para quealguna vez hablemos de estos temas. Sontemas muy duros, muy difíciles.Únicamente hay que decir a la familia:«Si yo muero algún día y puedo salvaralguna vida, tú di que sí». Y se guarda

en un cajón, no hay que llevarla encimani nada. Sirve para que la familia losepa, que sepa que tienes un corazóngeneroso, y normalmente respetan tudecisión llegado el momento.

—Estoy seguro de que mucha gente nose hace donante por desconocimiento.

—Es que hay muchos tabúes, lastresculturales que atenazan nuestro corazón.Por eso es muy importante darinformación como la que tú estás dando,una información humana, cercana.

—Gracias por darnos estaoportunidad de transmitir un mensaje desolidaridad y de vida, de recordar quela palabra trasplante va unida a lapalabra solidaridad. Y a la vida, y a laesperanza... —apostilla Susana.

—Y a la generosidad. Porque los dos,Susana y Pepe, sois el mejor ejemplo deque cada uno da lo que recibe, que sergeneroso no es un valor pasado demoda, que tiene que ser el motor quemueva el mundo. Vosotros sois dospersonas que dignifican la especiehumana. Susana, eres una mujermaravillosa, un ángel. Y Pepe, nadiecomo tú para representar una de lasprofesiones de mayor vocación, de másabnegación y más querida en este país,la de médico. Gracias a los dos.

27LA ESTAFA DE LASFOTOVOLTAICAS

Aprovecho mi viaje a Sevilla paravisitar a otro colectivo afectado por loque yo llamo una estafa de Estado. Unaestafa con todas las letras. Estoy

hablando del escándalo de lasfotovoltaicas, un triste episodio más enla historia de esta España en la queparece que al único que protege elsistema es al que tiene más dinero, alque obedece sin rechistar los mandadosde los poderosos, y no al trabajador quearriesga los ahorros de toda una vidapor responder a una petición de suGobierno, de su país, del rey que haavalado con su firma un decretopublicado en el Boletín Oficial delEstado.

No es la primera vez —ni será laúltima— que acudo a una asamblea deesta gente para apoyar su causa. Sonmuchas las familias que se han vistoarruinadas a lo largo y ancho de todo el

país por culpa de este despropósito,pero quizá sea Andalucía la comunidaden donde más daño ha hecho. Por esohoy me he acercado a escuchar sushistorias contadas en primera persona ypara reflexionar con ellos sobre qué haocurrido y qué puede hacerse paraencontrar una solución a este problematan importante.

Todo empezó en el año 2008, cuandoel Gobierno socialista lanzó unaapabullante campaña mediática —pagada con dinero público— en la quepedía a los ciudadanos queinvirtiéramos nuestros ahorros enenergía fotovoltaica, la energía limpia,la energía del futuro. Sesenta y dos mil

familias respondieron a este llamadoaportando nada más y nada menos queveinte mil millones de euros. ¿Por qué?Porque se lo pidió el Estado. Porque lesdijeron que España les necesitaba, quesu país tenía la necesidad de cumplirunos objetivos marcados por la UniónEuropea y por el Tratado de Kioto. «Seausted patriota, ayude a su paísinvirtiendo aquí sus ahorros», nosdecían. «Y si no tiene dinero, pidafinanciación a la banca, que el Estado lerespalda». Y efectivamente, la banca lesdio toda la inversión necesaria paracubrir esos veinte mil millones quereclamaba el Estado. Así, seconstruyeron cientos de parques solares,plantas con capacidad de generar cuatro

mil doscientos megavatios de potenciasolar fotovoltaica. Y todo gracias a quelo pidió el Gobierno del PSOE con elconsentimiento del partido de laoposición, el PP, que no dijo nada encontra de la idea en aquel momento.

¿Cuándo empezaron los problemaspara los inversores? Cuando en 2010 elministro de Energía, Miguel Sebastián,decidió arbitrariamente —o mejordicho, dirigido por una fuerza mayor,muy por encima del poder político—que se parasen inmediatamente lospagos a los inversores, que seempezaran a aplicar recortes a los pagosprometidos en el BOE. ¿Y quién estabadetrás de esas medidas? Sin duda, la

mano de los poderosos que mueventodos los hilos en este país. En estesector en concreto, el oligopolio de lasgrandes compañías eléctricas. De lanoche a la mañana se aplicaron recortesretroactivos del 30 % a estas sesenta ydos mil familias. Increíble, pero cierto.

Una de las víctimas de esta estafa esÁngel Miralda. Le he conocido díasatrás en Barcelona y me ha acompañadoen mi viaje hasta Sevilla. Durante eltrayecto me ha contado cuándo, cómo ypor qué decidió subirse a este barco delas fotovoltaicas y hasta qué punto le hacambiado la vida a él y a su familia.

—Bueno, Ángel, cuéntame cómo temetiste en esto.

—Fue en 2008, cuando estaba en

pleno apogeo el decreto de Zapatero. Yome acababa de prejubilar, habíaestudiado ingeniería industrial y estuvetrabajando treinta y cinco años en IBM,bastantes años en Madrid y tambiénaquí, en Sevilla. De repente me vi conun dinero que me había quedado de laprejubilación y pensé que, sumado a losahorrillos que tenía, podría invertir eneste tema. Siempre había tenido interéspor las energías renovables y el medioambiente, por lo que busqué informacióny vi que el decreto tenía realmente unosobjetivos claros, que proponía datos,definiciones y unos acuerdos queparecía que iban en serio. Interpreté queaquello era una buena oportunidad para

mi país y yo quería contribuir en ellodentro de mis posibilidades.

—Claro, es que quien ponía losanuncios no era Rumasa, era elGobierno de España. Y menudosanuncios, ¿eh? «Sea patriota», decían...

—Exacto. Incluso se publicó en elBOE. Yo realmente confié porque lodecía el Gobierno. Confié tanto que meanimé a pedir un crédito para aumentarla inversión inicial de ciento cincuentamil euros y poder alcanzar los cincuentay seis kilovatios, que costaban casimedio millón de euros. Pero ya sabescómo son los bancos, cuando fui atramitarlo me pidieron alguna garantía yyo, inocentemente, les remití al BOE:«Lo pone aquí, es seguro, no hay

problema», les dije. Y ya entonces lamujer que me atendió me dijo: «Muchoconfías tú en el Gobierno». ¿Pero porqué me decía eso? ¡Si lo que sale en elBOE va a misa, lo ha firmado el rey!,pensaba yo. Así que, convencido, noconsiguieron quitarme la idea de lacabeza y pedí el préstamo, trescientoscincuenta mil euros. Tuve que hipotecarmi vivienda, que era lo único que tenía amano, pero me lancé a por todas.

»Y empezamos. Como yo soyingeniero, cada dos por tres iba a laplanta, me impliqué en la instalación, encómo se iba construyendo,asegurándome de que desde el punto devista técnico fuera todo eficiente, que

funcionara bien, que pusieran el mejorsistema. Todo fue perfecto y pudimosarrancar la planta en agosto de 2008.

»Los primeros años se hizo loacordado, todo funcionaba a plenorendimiento y se cumplían loscompromisos, no había problemas. Peroluego, ya con el ministro Sebastián,empiezan a cambiar las reglas del juegoa mitad de la partida sin que pudiéramoshacer nada, estábamos en sus manos.Primero limitaron el número de horas deproducción, luego, con el Gobiernoactual, pusieron nuevos impuestos,nuevas reformas, maneras de pagardiferentes... Hasta que en el tercer añoves que los números no salen, peropiensas que son cosas normales en una

inversión empresarial, que esto es así, ydecides renegociar la hipoteca, tiras delo que tienes a mano, de la pensión. Yde repente te das cuenta de que todo hasalido al revés, que pensabas apostarpor la energía limpia para encontrar uncomplemento a fin de mes, para vivir lajubilación viajando y disfrutando unpoco de la vida, pero que en realidadtienes que buscar dinero donde no lo haypara ir tirando. Es lamentable.

—Mira, Ángel, yo he estado en elpoder, he estado en la oposición, hetrabajado como director de banco, ytengo la sensación de que en este paíshay un poder económico que controla alpoder político, que compra a los

políticos ofreciéndoles puestos enconsejos de dirección cuando se retiran.¿Por qué si no seguimos invirtiendo enenergías fósiles cuando en todo elmundo se hace lo contrario? Para quelos jeques árabes sigan ganando ynosotros a pagar. Y tengo la sensaciónde que la gente está ya muy harta y queestá dispuesta a tirar de la manta.

—Tenemos que intentarlo, no lesvamos a dejar que hagan lo que quieran.Cualquier estudio demuestra que lasenergías limpias generan ahorro, que soncompetitivas, especialmente en España.No vamos a rendirnos.

Y efectivamente, ni Ángel ni tantosotros afectados en su situación se estánrindiendo. Como he dicho antes, la

asamblea a la que hoy he acudido la haorganizado Anpier, la AsociaciónNacional de Productores de EnergíaFotovoltaica. Su presidente, MiguelÁngel Martínez-Aroca, es de losprimeros que abanderó esta lucha, llevaya muchos kilómetros a sus espaldasrecorriendo el país para explicar ymovilizar a todos los afectados. En lacharla previa al debate con losafectados me ha explicado algunosreveladores puntos sobre esteescándalo.

—Una de las primeras puertas a lasque llamamos pidiendo ayuda fue a ladel partido de la oposición, el PP.Entonces nos dijeron que si les

ayudábamos a ganar las elecciones, encuanto llegaran al Gobierno, repondríanla seguridad jurídica que el PSOE habíaquebrantado. ¿Sabes qué han hecho?Engañarnos. No solo no cumplieron supalabra, sino que han aumentado ese 30% de recortes hasta el 45 y el 50 %. Nopuedo estar más de acuerdo contigo,Revilla, cuando hablas de estafa deEstado. Este es el mayor engaño que unpaís hace a sus ciudadanos en la historiade la democracia. No me consta queningún país de la Unión Europea se hayaatrevido nunca a llegar tan lejos.Ninguno. Y también ha sido el ridículointernacional más grande de nuestrahistoria. Nunca antes España tuvo quepasar por ocho arbitrajes en cortes

internacionales a petición de losinversores extranjeros. Es una estafa sinprecedentes. Solo he encontrado algúncambio normativo retroactivo similar enpaíses surafricanos, cuya democracia yeconomía están a cincuenta años de lasde España, pero ningún caso parecidoen un país que se supone que está en laprimera línea de la seguridad jurídica,como es el nuestro.

»¿Qué esperanza nos queda a lasfamilias que hemos invertido esos veintemil millones de euros, de los cuales —por cierto— dieciocho mil todavía se ledeben a la banca a día de hoy? Pues nosqueda la esperanza de personas como tú,Miguel Ángel, que nos das visibilidad

en los medios de comunicación y nosdefiendes constantemente por todos lospueblos y plazas de España. Y desdeaquí te lo agradezco en nombre propio yen el de todos los presentes. Nos quedatambién la acción judicial, comparecerante los tribunales nacionales, elSupremo, el Constitucional, laAudiencia Nacional, presentando —como ya hemos presentado— miles dedemandas por estos recortes aplicadoscon carácter retroactivo. Muyprobablemente tendremos que llegar alTribunal de Justicia de la UniónEuropea. ¿Pero cuántos años van apasar? Pues, seguramente, entre ocho ydiez. Es muy probable que tengamos quellegar a Bruselas, muy probable.

»Por lo tanto, es cuestión de tiempoque muchas de estas familias pierdan nosolo su planta solar fotovoltaica, sinotambién la casa donde duermen sushijos, porque su patrimonio personalestá avalando esa deuda de veinte milmillones otorgados por la banca. Pareceque los políticos se olvidan de quedetrás de estas inversiones hay familias,hay pymes, hay autónomos, hay ilusionesde miles de españoles. Se olvidan deesos ciudadanos y anteponen lasdecisiones de los que están moviendolos hilos. ¿Qué nos queda entonces? Lamovilización social, conseguir la uniónde todos los afectados para protestar enla puerta del Ministerio de Industria o

donde nos dejen.La del presidente de Anpier no es la

única voz que se alza para aportar luzsobre este escándalo a quien quieraescuchar. Después de su charla laasamblea se abrió a la participación delos asistentes. Así pude saber de casoscomo el de José Serrano, jubiladodespués de haber estado trabajandocincuenta y un años en la cooperativaeléctrica más importante de Europa, unacooperativa literalmente perseguida porIberdrola, precisamente, por el ímpetuque tenía en desarrollar energíasrenovables. José comentó que siente quele han tratado como a un pardillo, quetodo este tinglado ha sido premeditado ypactado entre PP y PSOE con

nocturnidad y alevosía. Y efectivamente,como ya he dicho, yo también creo quelos dos grandes partidos, en tanto queson los beneficiarios del efecto «puertagiratoria», son los responsables últimosde que los sucesivos Gobiernos nogobiernen para sus votantes, sino paraquienes les van a dar un despacho y unabuena paga cuando dejen su funciónpública. Este es un país hipotecado porlos grandes monopolios. Y por esoactúan en contra del sentido común,actúan en beneficio propio, como ocurretambién con el caso de las preferentes.Pero la de las fotovoltaicas no es elmismo tipo de estafa, los preferentistashan sido víctimas de una estafa privada,

engañados por las cajas y los bancos,esta es una estafa pública, les hamentido el Estado. Y eso es muy grave.

Como contó otro de los afectados queparticipó en el debate, José Carrión, deJumilla, Murcia, lo que nos ha pasadocon el PSOE y el PP es lo mismo que lepasó a los dos paisanos del chiste quediscutían sobre cuál de sus respectivosGobiernos era peor. Uno decía que elsuyo era malo porque le había quitadotodas las vacas; el otro, que el suyo erapeor aún porque les obligaba amantenerlas y a ordeñarlas cada día,pero era él quien se quedaba con laleche. Y algo así ha pasado aquí. Si unoera malo, el otro es peor.

Entre los asistentes a la asamblea

también he reconocido alguna cara queme resultaba familiar.

—Miguel Ángel, me presento. SoyMiguel López, sé que no te acordarás demí, pero...

—Claro que me acuerdo. Yo te hevisto a ti en el Ferial de Torrelavegadefendiendo con ardor el precio de laleche, las cuotas lecheras y todo lo quepasó en Bruselas en 1986, ¿no?

—Exacto, ese soy yo. Pero, bueno,aparte de agradecerte que estés hoyaquí, quería contarte mi caso. Yo memetí en este negocio porque loscompañeros de Murcia me dijeron queera un valor seguro, que no nosretiraríamos como los presidentes ni

como los ministros, pero podríamossacar algo para la jubilación. Pero loúnico seguro aquí ha sido que todoshemos tenido que prorrogar créditos,ampliar los plazos para nodescapitalizar más lo poquito quetenemos en el campo. Y la gente quevivimos de la agricultura, de laexplotación familiar de toda la vida, notenemos precisamente fortunas en losbancos, tú lo sabes.

»Lo que yo quería decir es que,después de treinta años de democracia,lo más triste no es que haya un Bárcenasque se haya llevado lo que se hayallevado. Lo realmente trágico es todo loque se han llevado las empresas deldinero público invertido en todo esto y

lo que les están concediendo por detrásy no sabemos. Porque los “donativos” ytodos los chanchullos que se oye queocurren no son nada comparado con loque se están llevando por detrás. Ycomo habéis dicho, es el Estado el quenos estafa.

»Y una cosa más. Hay que buscarjusticia, y probablemente tengamos queacudir a los tribunales internacionalespara encontrarla. Alguien, de algunamanera, tendrá que obligar a que hayauna rectificación y una indemnizaciónpor los daños causados. Pero eso puedellegar muy tarde para mucha gente, habráquien haya sufrido tanto que no lemerecerá la pena cuando llegue la

recompensa. Por eso creo que tenemosque movilizarnos todos sin perder unminuto. Somos muchos, gente de bien, debuena fe, y hemos caído aquí porhonrados y por confiar en nuestro país,esto no puede quedar así

—Claro que sí, Miguel —le respondo—. Yo he optado por decir lo quepienso, que tampoco es nadarevolucionario, ni de izquierdas ni dederechas, sino algo que es de sentidocomún y que compartimos el 80 % de lagente decente. El otro 20 % no, porque alo mejor no lo son, porque puede queestén comprados, pero yo creo que lamayoría de los que pululan por lascalles sí son decentes.

¿Qué más puedo añadir yo a las

palabras de esta gente? Apenas mesiento capaz de asentir a todas y cadauna de sus afirmaciones, de apoyarles ensus dudas e iniciativas para que supetición de justicia sea escuchada en unauditorio mayor del que ellos puedanalcanzar. Me desespera, como a ellos,ver un país en crisis en el que nadie, niGobierno ni oposición, dan ningunaalternativa para solucionar losproblemas. Se diría que lo único queson capaces de hacer es esperar que elpróximo verano vengan más turistas, queen Semana Santa no llueva, que lasgrandes multinacionales sigan haciendonegocios fuera de España o que todoslos jóvenes se vayan al extranjero

porque —como dicen— es algoconsustancial al espíritu emprendedorde su edad. Pero nadie coge el toro porlos cuernos, nadie apuesta por un sectorque podría generar miles de puestos detrabajo e ilusionar a tanta gente que estáen el paro.

Antes de despedirme de la asambleaintervinieron algunos afectados más.Uno de ellos, Juan Antonio, de Navarra,hizo hincapié en la inseguridad jurídicaque implica toda esta estafa.

—Yo puedo estar de acuerdo con queuna ley cambie otra ley, si no estaríamosen los tiempos de las cavernas. Lo queno puedo compartir es que esa ley tengaefectos retroactivos. Ese tipo de leyesconvierten a España en un país

bananero, un país sin seguridad jurídica.Pero, si la justicia no hace nada,tendremos que movilizarnos. A menudohablamos aquí, incluso, de recurrir a ladoctrina Parot para defender nuestrosderechos. ¿Cómo no vamos a hacerlo?En 2010 se plantearon varios recursosde inconstitucionalidad y han pasadocuatro años ya sin la más mínimarespuesta. Ahora se han vuelto a ponerotros tantos, y lo mismo. Ni siquierapuedo hacer una reclamación a día dehoy porque las facturas que tenemos noson definitivas, son estimativas. ¡Esincreíble! Me siento totalmenteindefenso en mi propio país.

Indefenso y desconcertado, añado yo.

Porque de desconcertante eincomprensible hay que calificar lapolítica de nuestro país respecto a lasenergías renovables. Más allá delimportante apoyo que su defensa suponea la causa del medio ambiente y alcontrol del cambio climático, es unhecho incontestable que de aquí a veinteaños nadie seguirá utilizando coches degasolina. Nadie. Por eso mismo esinexplicable que un país como elnuestro, sin recursos petrolíferosmínimos, siga gastando cada añocuarenta mil millones en energíascontaminantes y no apueste por lasrenovables. Más aún si consideramosque la naturaleza ha dotado a nuestro

país de unas condiciones privilegiadaspara su desarrollo. Pocos países puedencompetir con nosotros en horas de sol,en kilómetros de costa, en riscos yllanuras donde situar molinos de viento.España podría ser líder mundial en eldesarrollo de energías limpias. Dehecho, lo era hasta hace pocos años,cuando el golpe de timón del Gobiernocambió las primeras políticas delGobierno de Zapatero y el resto de lasnaciones nos tomaron la delantera.

A día de hoy, por ejemplo, Alemaniaya ha invertido en energía solar durante2013 más que España en toda suhistoria. Hace poco lo leí en la prensa:la señora Merkel ha dicho que en 2040quiere que el cien por cien del consumo

de energía eléctrica en su país provengade energías renovables. El cien por cien.Y otra cosa no, pero esta señora no pasapor ser una idiota ni Alemania por unpaís de estúpidos. Hasta Obama declaróen rueda de prensa que el gran descensodel paro que recientemente se ha vistoen Estados Unidos se ha debido alimpulso dado al desarrollo de lasenergías limpias y el empleo que este hagenerado. El paisaje de Noruega, elcanal de la Mancha, hasta el de Qatar, seestá llenando de molinos de viento,porque los países árabes son losprimeros en saber que el petróleo tienelos días contados.

Y mientras, en España, al revés que el

mundo. Recuerdo que cuando yo terminéen el Gobierno de Cantabria dejéaprobada la adjudicación de milquinientos megavatios en energía eólica,incluso ya se había iniciado a títuloexperimental la instalación de uno deesos molinos en el Cantábrico. Pues eseproyecto murió al poco tiempo, se lo hancargado. ¿No podemos recordar lalección que aprendimos en su momentocon la crisis del carbón? ¿Nadie escapaz de ver que si dentro de cuarentaaños la energía del planeta serámayoritariamente producida pormétodos limpios, habrá que desarrollartambién toda una tecnología y unaindustria a su rebufo? ¿No ven que ahíhay puestos de trabajo para varias

generaciones de españoles?Yo no soy ningún experto en este

tema, vaya eso por delante, peroentiendo que desde que el mundo esmundo este se ha movido y se mueve porla energía. Si hay algún hito en lahistoria del desarrollo humano este fueen el siglo XVIII, cuando el carbónpermitió la invención de la máquina devapor y esta, a su vez, el despegue de laRevolución industrial, del ferrocarril, dela industria siderúrgica, de la textil, decambiar el modo de navegar por losmares. Y después del carbón llegó elpetróleo. Y cualquier persona sensatasabe que después del petróleo vendrá elturno de las energías renovables.

Para concluir, solo quiero decir quecreo que esto es solo el principio. Quela causa de los afectados por la estafade las fotovoltaicas es solo un primerhito para que nuestras institucionesdemuestren, por un lado, que sabenimpartir justicia para una gente que haapostado por el futuro de su país y, porotro, para sacudirse las telarañas ysaber ver que España no puede quedarseen el furgón de cola del tren de lasrenovables. Que apostar por el granpotencial que tenemos en el terreno delas energías limpias no solo significaríaresolver buena parte del problema de ladependencia energética que se avecina,sino que también sería abrir una puerta a

la esperanza para miles, millones deespañoles que están deseando vivir ytrabajar en su país.

28FRAN RIVERA Y ELPROYECTO REBECA

Si hablamos de mi amigo FranciscoRivera Ordóñez, nieto del maestroAntonio Ordóñez, hijo de CarmenOrdóñez y de Paquirri, estamos

hablando de un gran torero, nadiediscute eso. Ni en Sevilla ni en ningúnotro sitio. Sin embargo, por su estirpe ypor su más que evidente presenciamediática, más de uno podría pensar queeste hombre tiene todas las papeletaspara ser un engreído, incluso un pocochulito.

Yo hoy quiero desmontar eseprejuicio mostrando una faceta pococonocida de él. Poca gente sabe queFran es cofrade de la Hermandad delRocío de Triana, una filial de la famosahermandad almonteña. Tampoco sabetodo el mundo que esta institución cuentadesde hace casi diez años con unafundación propia que ha puesto en pie uncomplejo residencial y ocupacional para

personas con discapacidad intelectual enel pueblo de Castilleja de la Cuesta, enSevilla. En él atienden a muchos niñoscon síndrome de Down, pero también, yprincipalmente, a adultos, personas paralas que han desarrollado un programaespecífico de atención: el ProyectoRebeca.

Para conocer de primera mano tantolos detalles de este proyecto como lacara más solidaria del muy sevillanobarrio de Triana, me he acercado hoyhasta aquí. Al llegar me ha recibido elque hasta hace poco fue su hermanomayor y presidente, José MaríaMachuca. Él se encarga de contarmealgunas cosas importantes sobre la

hermandad mientras esperamos lallegada de Fran.

—Así que vosotros sois la mismahermandad que está en El Rocío, enHuelva...

—Sí, pero aparte de la semana deromería que todo el mundo conoce,además del salto de la valla, de lascarretas y todo eso, durante el resto delaño en la Hermandad de Triana hacemosmuchas más cosas. Aquello son sietedías, pero esto dura 365 días con sus365 noches. Siempre hemos sido unahermandad muy avanzada en temas decaridad, nunca nos hemos quedadomirándonos el ombligo.

—Y Fran es cofrade de aquí.—Fran es hermano de la de Triana,

sí. Esta hermandad es de las másantiguas del mundo, el año pasadocumplimos doscientos años. En Sevillahay cinco hermandades más, pero lanuestra surgió estando los franceses aúnpor aquí, en 1813. De Triana fue dedonde salió la primera carreta peregrinapara El Rocío.

—Cómo sois los trianeros... Me heencontrado a muchos que dicen que sonde Triana antes que sevillanos. ¿Tenéisideas independentistas como loscatalanes o qué?

—¡¡Ja, ja, ja!! No, es que Trianacomo barrio tiene una idiosincrasia muyespecial, pero somos todos muysevillanos, muy respetuosos con la

comunidad, con las costumbres. Eltrianero cuando cruza el puente dice«Voy a Sevilla», y al revés, «Vuelvo aTriana». Pero eso son más las personasmayores, yo creo.

—¿Lo de Fran le viene por sufamilia?

—Sí, su madre era hermana de toda lavida. Muy hermana de Triana, desdeniña. Igual que su padre, el abuelo deFran, que lo fue todo aquí.

—Está visto que lo lleva en los genes—le comento.

—Lo lleva en los genes, sí. Cuántasveces habrá ido al Rocío con uncarricoche empujado por su padre, porPaquirri...

—¿Y él, Paquirri, se hizo hermano

por Carmina o ya lo era él también?—El hacerse hermano de una

hermandad en Sevilla no es comoapuntarse a una cooperativa o hacersesocio de... No sé...

—¿No es como hacerse del Betis odel Sevilla?

—Eso es —me explica José María—.Esto es distinto. Aquí hay un vínculosentimental muy grande, y suele serfamiliar, por una madre, por la abuelaque lo traía de pequeñito, por una noviade la que te enamoras locamente... Perosiempre hay un eslabón que es muchomás profundo que en otras asociaciones.

En este momento aparece Franciscopor la puerta. No le veo desde hace

tiempo, apenas nos hemos visto algunavez después de que decidiera abandonarlos ruedos, hace ya más de un año.

—¡Amigo!—¡Qué bien verte por aquí, Revilla!

¿Cómo estás?—No tan bien como tú... —le digo—.

Cómo se nota que te ha sentadoestupendamente el matrimonio.

—Y el dejar de pasar miedo en lasplazas, ¿eh? Pero bueno...

Nos interrumpe un niño con síndromede Down que se acerca a saludar a Fran.«¿Cómo estás, tío?», es evidente que noes la primera vez que se tratan. «Este esmi colega», me dice refiriéndose a él. Elchaval, sin ningún pudor, entra a matar yle recuerda que ya ha sido su

cumpleaños, que lo va a celebrar encasa de su hermana... y que Fran le habíaprometido un capote como regalo. Eldiestro esquiva el envite con mucho arte,admitiendo que estaba convencido deque aún faltaban semanas para el día,pero que no se preocupara, que lasemana próxima volvería con el capoteprometido y una montera extra de regalo.Francisco Rivera sale por la puertagrande y continuamos con nuestra charla.

—Bueno, Fran, te cuento que estamosviajando por toda España paraencontrarnos con gente que merece lapena, para quitarnos un poco esa imagende que en este país no hay nada más quechorizos...

—Hombre, Miguel Ángel, haberlos,los hay...

—Bueno, hay unos cuantos, perotambién hay cosas que merecen serconocidas. Y por eso estoy aquí hoy. Yame ha contado José María que tú ereshermano desde hace años, que llevasesto en la sangre...

—Yo tengo la sangre verde, verdeesperanza.

—Y un corazón enorme, que yo lo séporque eres mi amigo, pero hay muchagente que se queda solo en que erestorero y famoso, y yo creo que se tieneque saber que haces otras cosas muybuenas.

—No las hago yo, las hace la

fundación en este centro maravilloso. Loque hay detrás es eso, una hermandad enel amplio sentido de la palabra. Yoimagino que todas las hermandadescolaboran con obras de caridad, quecada una tendrá su tarea específica, peroaquí, en la del Rocío, yo doy fe de quehay un trabajo que dura todo el año, unadedicación real a ayudar a quien lonecesita.

—También quisiera destacar —interviene de nuevo José María— quetodo esto no habría sido posible sin laayuda del Ayuntamiento de Castilleja,que no dudó en donar estos terrenos enlos que estamos. A partir de ahíbuscamos los recursos suficientes con elesfuerzo de todos los hermanos; hubo

ayudas de familias que nos dieronmucho dinero para los gastos de laconstrucción, también conseguimos unconcierto muy importante con la Junta deAndalucía. Pero lo más difícil de todo,que también es lo que más orgullo nosda a esta hermandad, es que pusimos unplus de cariño que solo se puede ponerdesde dentro. El trabajo de losvoluntarios ha sido muy importante paraseguir adelante.

»El resultado es que hoy tenemostreinta residentes viviendo aquí ycuarenta y cuatro personas viniendo alcentro ocupacional. Esto es una familia.Queríamos que no fuera una residenciaal uso y yo creo que eso se nota incluso

en el edificio. El proyectoarquitectónico se planteó evitando lafrialdad de una clínica, buscando más lacalidez de una casa.

—Una casa que está superintegradaen el pueblo —añade Francisco—. Losresidentes salen de paseo cuandoquieren, pero muchos se pierden y losvecinos o la Policía los traen de vuelta.Todos los años damos unreconocimiento a personas que nosapoyan, y el año pasado se lo dimos alcentro de salud y a la Policía Local, quea los pobres los llevamos de cabeza,cada dos por tres se pierden y losvuelven a traer. Ya se conocen a todos.

—¿Y a qué tipo de gente es a la queayudáis? —pregunto.

—De todo tipo —responde JoséMaría—. Hay gente con discapacidadesy patologías distintas, algunos consíndrome de Down que vienen defamilias estructuradas y perfectamentenormales, otros pueden venir de uncentro de menores donde no teníanapoyo familiar... Pero lo más importantees que hemos dado forma a una familia,que es lo más difícil. Todos losresidentes son como uña y carne.Cuando estás con ellos todos los días senota que se tienen un cariño muyespecial entre ellos.

—Aquí hay muchos chavales y no tanchavales —apunta Fran— que hanperdido a toda su familia, o que vienen

un día y se quedan para siempre. Y paratodos es como su casa, esta es su casa.El otro día me decía una de lasdirectoras que para ella es como situviera treinta hijos y esta fuera sufamilia. Y es verdad que esa es lasensación.

Se incorpora a nuestra charla elhermano mayor del Rocío de Triana,Ángel Rivas. Antes de ocupar estepuesto, en abril de 2013, era conocidopor ser uno de los componentes delgrupo Siempre Así. Hoy ocupa buenaparte de su tiempo en atender lasnecesidades de la hermandad y de sufundación.

—Encantado, Ángel. Iba apreguntaros ahora mismo a propósito del

Proyecto Rebeca, ¿por qué se llama así?—Pues todo viene de muy atrás, la

hermandad colaboraba desde hace añoscon la Asociación de Síndrome deDown y cuando surgió la idea de montarla residencia nos pusimos a mover eltema. Al solicitar las ayudas a laAdministración nos dimos cuenta de quelo mejor que podíamos hacer eraespecializarnos en un tipo determinadode discapacitados, y también vimos quehabía un gran vacío en la atención deadultos con esta patología. Hasta haceno demasiados años lo habitual era queestas personas no sobrevivieran a suspadres, pero ahora, gracias a Dios, suesperanza de vida ha aumentado mucho,

y hay muchos adultos que no tienenpadres o familiares que se hagan cargode ellos.

—Y Rebeca era una de esas personascon ese perfil. Tenía cincuenta años ysíndrome de Down —añade José María.

—De hecho, fue su madre quienplanteó a la hermandad el tema —puntualiza Francisco—. Vivían las dossolas, ella y Rebeca, y su mayorpreocupación era saber que, cuando ellano estuviera ya, su hija recibieraatención y en las mejores condicionesposibles. Esta es la inquietud de muchospadres en su situación, además de queestos chavales necesitan unos cuidadosmuy especiales y hay padres que...

—... que no se los pueden dar —

termina la frase Ángel—. Y como diceFran, aunque no les falte ese familiarque les atiende, es que son personas querequieren una atención muyespecializada y sus padres se quedanmucho más tranquilos sabiendo queestán aquí y que pueden visitarlossiempre que quieran. Otros los traensolo al centro de día, participan en todotipo de talleres, de manualidades y deoficios que pueden servirles parainsertarlos en el mercado laboral. En eltaller de lavado, por ejemplo, te lavan elcoche y reciben a cambio un pequeñosalario a modo de estímulo por lo quehacen.

»Y nada de esto sería posible sin la

ayuda de personas como FranciscoRivera y mucha otra gente, anónima yfamosa, que nos ayuda a dar a conocerla obra social que hacemos. AinhoaArteta, por ejemplo, dio un concierto abeneficio de la fundación. A todos lesestamos muy agradecidos.

Antes de abandonar la residencia noquiero dejar de acercarme a conocer aRebeca. Me advierten que me arriesgo aque me suelte cualquier barbaridad,pero obviamente no me importa. Tienemás de cincuenta años, sí, pero siguesiendo una niña en muchos aspectos. Mela encuentro en su habitación, vestida depunta en blanco. Para ella hoy es un díamuy especial porque por la tarde sucuñado la llevará al Rocío.

Enseguida entabla conversación conFran. El tema es el enfado que tieneporque su «novio» David Civera noviene a verla. «Es que se ha ido aAmérica, un poquito lejos, estátrabajando. Pero cuando vuelva me hadicho que va a venir a verte y que tediera un beso de su parte», le explicaFran. Ella le contesta con toda lapicardía del mundo que dónde le va adar el beso, en la boca o en el moflete...Fran y yo le damos cada uno un beso enla mejilla y nos despedimos de toda estagente maravillosa que pilota el ProyectoRebeca.

Pero mi jornada con Francisco aún noha terminado. Acompañados por su

inseparable perra, Tagua, una bóxer tanbonita como tranquila y cariñosa,emprendemos la marcha hacia Triana, allugar donde empezó todo lo que hoy meha traído hasta aquí. La primera paradaen el barrio es en la capilla de laEsperanza de Triana, aunque nosencontramos con que está cerrada.

—Es una pena que no te la puedaenseñar, esa pena me la voy a quedar yo.Tienes que volver.

—Este es el epicentro religioso delbarrio, ¿no?

—Absolutamente. Esta es mi capilla.Aquí es donde están mi Virgen y miCristo, que tiene nada menos quequinientos años.

—¿Y de aquí sale esa procesión que

va al Rocío?—No, la que va al Rocío sale de la

calle Evangelista, de la sede de lahermandad. Esta es la Esperanza deTriana, que sale en Semana Santa, en la«madrugá». Algún año tienes que venir,que te va a gustar. Ver esta capilla esalgo muy especial, de verdad.

—Bueno, ¿y a dónde me llevas acomer ahora?

—Aquí al lado, a Casa Remesa. Vas aprobar los mejores caracoles de Sevilla.

—¡Ah! Yo soy mucho de caracoles,en Cantabria es un plato obligado enNochevieja y Nochebuena.

—Pero el de aquí no es un caracolcomo el que tenéis en el norte, es más

chiquitito, típico de aquí, de Andalucía.Tú confía en mí, que te va a gustar.

—¿Nos van a dejar entrar con laperra?

—Claro que sí. Habría que dejarentrar a los perros en todos los bares.Que en eso estamos muy atrasados enEspaña.

—Y quitar los carteles esos que dicen«Prohibido cantar», que todavía se venpor ahí. El que cante bien, que cante,¡hombre!

—Mira, aquí es —me dice Fran alllegar al bar—. Y tienen un cartel quedice «Prohibido cantar mal». Así que túhoy no cantas, Miguel Ángel... ¡¡¡Ja, ja,ja!!!

—Buenos días —nos saludan los

parroquianos y el camarero del Remesa.—Buenos días. Yo he venido porque

cuando aquí mi amigo ha subido aCantabria yo le he enseñado mi tierra. Yclaro, me dijo que, si alguna vez venía aTriana, que él haría lo propio, que él esgenuino de aquí. ¿Es cierto eso? ¿Leconocéis de algo? ¿Ha venido por aquíalguna vez?

—Cada dos o tres horas —meconfirma con una buena dosis decachondeo el camarero mientras mepone mi primera ración de caracolestrianeros.

—¡Esto está buenísimo! —exclamo alprobarlos—. Pero son muy chiquitines,los de Cantabria son como diez veces

más grandes. Los buenos son los del mesde diciembre porque es importante queen octubre, que ya se aletargan, hayansoltado la baba y estén secos. El mesque no se deben comer es en mayo, queestán de verdín hasta arriba y amarganun poco, pero son como diez vecesestos.

—¿Pero le gustan? —me pregunta elcamarero.

—Muy buenos, están muy buenos.—Mira, Miguel Ángel. Eso que ves

ahí —me dice Fran señalando a uno delos muros del bar— son las medallas deamigos de aquí que van juntos al Rocío.Salen el miércoles y el martes por lanoche cada uno viene aquí, se toma sucervecita, cogen su medalla y ya rematan

para el camino del Rocío.—O sea, que estamos en el cuartel

general de los rocieros de Triana.—En el centro del epicentro del

cogollo. Ahora sí puedes decir que hasestado en Triana.

He estado y prometo volver a estar.No solo para que Francisco Rivera meenseñe por dentro la capilla que guardaa su Cristo y a su Virgen, sino tambiénpara reencontrarme con Rebeca y con lamagnífica labor que desarrolla estahermandad. Hoy he comprobado por quése dice que a un hijo se le quieresiempre, pero cuando ese hijo tienesíndrome de Down se le quiere muchomás. Estas personas son especiales, un

regalo para quienes los tienen cerca. Ysí, son complicadas de cuidar, requierenatenciones y una fuerza extraordinariapara convivir con ellos, con estos niñosgrandes que tienen tanta energía y tantoamor como un crío de siete años. Perocompensa, vaya si compensa.

29JOSÉ ANTONIOCASANUEVA, EL

«ABUELO CORAJE»

Hay días en que no puedo evitarsorprenderme al ver que yo o lo que yo

pueda decir seamos noticia. Noconsidero que haya hecho o dicho nadaextraordinario en mi vida. De hecho,sospecho que lo único que hace de míalguien atípico es que soy un tiponormal, tremendamente normal. Y maldebemos estar en este país cuando lanormalidad es noticia.

Digo esto porque si alguien deberíaestar en las portadas de los periódicos yabrir los informativos de televisióntodos los días del año no soy yo,debería ser la persona que he conocidoesta mañana aquí, en Sevilla. Estoyhablando de José Antonio Casanueva.Por este nombre, quizá, no loidentificará casi nadie. Pero si digo quees el abuelo de Marta del Castillo, esa

pobre niña asesinada vilmente y cuyosrestos aún están sin localizar cinco añosdespués de su muerte, la cosa cambia.

Hoy he quedado con José Antonio,por encima de cualquier otro motivo,para darle un abrazo, un abrazo de losde verdad. Porque no hay que conocerdemasiados detalles de su historia y delo que está haciendo para que a uno se leconmueva el alma y se solidarice con sucausa. Desde que desapareció su nieta,este hombre se levanta cada mañana yrepite la misma rutina: acompañado porun grupo de amigos, busca palmo apalmo, centímetro a centímetro, encualquier lugar de Sevilla en el quepudiera haber algún indicio que ayudase

a encontrar los restos de la niña.Su tarea fue especialmente valiosa en

octubre de 2011, cuando José Antonioencontró una manta y dos bolsasindustriales que, según dijeron losacusados, fueron efectivamenteutilizadas para envolver el cadáver deMarta. La pista sirvió para dar un nuevoimpulso a la investigación, en una víamuerta desde que el entonces ministrode Interior, Pérez Rubalcaba, admitieraque no había más fondos para continuarcon un caso que no estaba yendo aninguna parte. Y era cierto, después demuchos años de trabajo y de que laPolicía hubiera desplegado el mayordispositivo conocido nunca en España,seguía sin verse ni un solo resultado. El

principal motivo de este fracaso era queel asesino confeso de Marta y el resto delos implicados habían dado hasta nueveversiones distintas de los hechos,prolongando de una manera que cuestatrabajo entender el sufrimiento y latortura que está padeciendo esta familia.

—Bueno, José Antonio, encantado deconocerte por fin. Lo primero que mellama la atención es saber que, a pesarde ese acentazo sevillano que tienes,eres paisano mío, ¡eres cántabro!

—Sí, de hecho, tengo toda mi familiaen Cantabria, entre Cabezón de la Sal,Torrelavega, Udías, que era el pueblode mi madre, y San Vicente del Monte,que era el de mi padre. Pero yo vine

aquí muy chico, con cuatro años. Mipadre había vivido de niño en Cádiz yluego, después de la guerra, se vino paraacá a trabajar con un tío suyo que teníaaquí un bar, en la avenida José Antonio.Por allí paraban ganaderos, toreros..., detodo.

—Entrando en materia, José Antonio,cuando supe de tu historia no pude evitaracordarme de la imagen de la «madrecoraje», que siempre se pone comoejemplo de lucha incansable por un hijo,pero tú eres todo un «abuelo coraje»...

—Bueno, yo creo que cualquierabuelo hubiera hecho lo mismo en misituación, la verdad.

—¡Qué lucha llevas! De la mañana ala noche, sábados, domingos, todos los

días ahí, al pie del cañón, con ilusión.—Bueno, ahora algo parado, porque

la Policía me ha dicho que me lo tomecon un poquito de calma, que frene. Encuanto me digan que hay nuevas pistas,yo volveré otra vez. Me dije que hastami muerte buscaría a mi nieta y es lo queharé. Fue mi primera nieta, una niña muycariñosa, una persona excepcional. Y nolo digo por abuelo, sino porque era unapersona que hacía mucho bien alprójimo. Cuando veía a una señoracargada por la calle, por ejemplo, laacompañaba a su casa y ella le llevabala carga. De cosas como esta me heenterado posteriormente, ¿eh?

»Recuerdo el caso de un señor que

participó mucho en la búsqueda, unseñor que se dedicaba a las motos yorganizó una manifestación demotoristas enorme, aquí en Andalucía.Cuando le conocí le pregunté por quéactuaba así, tan altruistamente, connosotros, y me dijo: “Mira, JoséAntonio, yo tengo una hija que tiene unproblema, la ingresaron en el hospital,aquí, en el Virgen Macarena, hacetiempo. ¿Y sabes quién era la única queiba al hospital a verla? Tu nieta”.

—¡¿Qué me dices?!—Sí. Marta murió con diecisiete

años, la asesinaron. La chiquilla era máspequeña que ella, tendría catorce oquince años. Iba a visitarla al hospital,le llevaba pizzas, en fin... Me impactó

mucho saberlo.—Lo que tiene que ser terrible para

vosotros es que el desalmado este sigasin contar nada. Porque nadie ha sidocapaz de sacarle nada, y él tiene quesaberlo.

—Él y los implicados —matiza JoséAntonio.

—Y los implicados, sí. Porque yoestoy seguro de que él no lo hizo solo, nimuchísimo menos. Puede que faltenpruebas, pero yo creo que en la mente detodos está la idea de que eso fue unaobra colectiva de unos desalmados.

»Mira, ya sé que lo que voy a decirpuede sonar muy fuerte, vaya por delanteque yo estoy absolutamente en contra de

la pena de muerte, totalmente, pero yocreo que en casos como este tendría quehaber una ley que dijese: “Hasta que nome diga usted dónde está el cadáver, nosale de la prisión”. Así, igual, se lesaligeraba la lengua, ¿no crees?

—Sí, sin duda. Por supuesto.—Y con los corruptos igual: «Oiga,

usted ha robado y hasta que no medevuelva el dinero no sale». Porque,claro, si no tenemos casos como el deRoldán, que no se ha encontrado ni unosolo de los doce millones de euros quehizo desaparecer, y está ahora porFrancia riéndose de todo el mundo.Total, te pasas diez años en la cárcel ysale a cuenta.

—Pero lo primero que te dicen es que

no se puede legislar en caliente —meexplica José Antonio—. Pero como yoles he dicho en el Congreso, ya seentiende que ellos deben tener los piesen el suelo...

—Es que estoy seguro de que una leyasí no solo ayudaría a hacer justicia,además sería un aviso para navegantes,para que otros no se animen a hacer unacosa de estas. Yo creo que cualquierespañol de buena fe estaría de acuerdo.

—Todos, el 99 %, estarían deacuerdo. Zapatero ya nos lo dijo cuandopedimos la cadena perpetua. Él decíaque si había una manifestación se lo vana llevar, se lo van a llevar seguro. Ysolo hablábamos de estos casos, claro,

no pedíamos para otros asesinatos,violaciones...

—¿Y por qué no lo hizo entonces ZP?La sensación que tenemos la gente esque están tomando el pelo al resto de losciudadanos. ¿Quién va a ver lógico quedentro de cinco o seis años este señorande por las calles presumiendo ysacando pecho? Que no se le veacobardado, precisamente.

—No, no precisamente.—Ni triste, que luce buenos

modelitos, se arregla... No, esto nopuede ser así; usted hasta que no nosdiga lo que nos tiene que decir no sale.Y con esa ley cantaba en veinticuatrohoras.

—A veces no comprendo por qué los

legisladores no toman determinadasdecisiones. Y la ciudadanía tampoco locomprende, no comprende por qué elGobierno no mueve ficha. Pero ningunode los Gobiernos que ha habido, ¿eh?

—Ni yo tampoco lo entiendo, y yoestoy metido en política. Es algo desentido común y que lo aceptarían todos.¿Por qué no lo hacen? ¿Pero quépensarán? ¿Que hay que proteger aldelincuente? Es que yo no lo entiendo.Otra cosa sería que pudiera haber algunareducción de la condena por buenaconducta o lo que fuera. Pero estefulano, que ni siquiera dice dónde está tunieta, que no puedas ver dónde estáenterrada, rezarla si crees en Dios,

ponerle unas flores...—Eso es lo único que pedimos,

nosotros ya pedimos eso nada más. Mifamilia está destrozada, mi hija estáhecha polvo, su marido ya está fuera desí, algunas veces hay que frenarlo:«Antonio, tranquilo, que esto es así, quela justicia que tenemos en este país esasí...». Yo te digo una cosa, ya no creoen la justicia. Lo he dicho por activa ypor pasiva muchas veces. No creo en lajusticia. Hay jueces buenos, claro que sí,pero parece que a estos los aparten. Seve que no interesan.

—Sé lo que quieres decir: loscorruptos salen a la calle y a los jueceslos inhabilitan.

—Aquí en Sevilla tenemos más casos.

Como el del juez Serrano, por ejemplo,que por autorizar al hijo de unmatrimonio separado que saliera en unaprocesión, que autorizó a uno de lospadres a quedarse un día más con elniño, pues tiene diez años deinhabilitación. Vamos, que haprevaricado.

—¿Ahora tu vida no es más que esto,buscar a tu nieta?

—Nada más que esto. Antes éramosuna familia muy feliz y nos han truncadola vida totalmente. Yo era un dormilónnato y ahora no duermo nada, a las doshoras me despierto dándole vueltas a lacabeza a cosas que no debería pensar,pero que se me vienen a la cabeza. Eso

es una tortura, una tortura constante.—¿Y sigues saliendo todas las

mañanas por ahí?—Sí, salgo a primera hora con mis

compañeros, con una serie de amigosque me han acompañado desde elprincipio en esto. Cada día vamosbuscando, mirando, enterándonos decualquier noticia que pueda surgir.Porque, como imaginarás, siempre haygente que manda notificaciones de todotipo, y aunque no todas sean demasiadofiables, yo no me quedo tranquilo si nobusco en una zona que me hayan dichoque podría haber alguna pista verosímil.

»Hace una semana me acerqué hastala zona de Camas, a una escombrera.Cuando llego y veo siete metros de

altura de escombros acumulados duranteaños y años, me dije: “Esto es buscaruna aguja en un pajar”. Pero, en fin, laPolicía nos ha dicho que le han hecho eltest de la verdad y parece ser que elasesino indicó esa zona, que era elcamino hacia donde él vivía con lanovia. No puede estar mucho más lejos,tardaron hora y media en ir y en volver aSevilla, y esta zona, como la delGuadalquivir, es donde más lógicoparece buscar minuciosamente. Y ahíestamos, a la espera, a ver qué pasa.

—Eres una persona admirable, JoséAntonio. Te deseo toda la suerte delmundo en tu búsqueda.

—Muchas gracias, Miguel Ángel. Y

tú eres un montañés de pro.—Tienes que tener una recompensa

por todo esto.—Claro que sí, no espero más que

eso. Que aparezca mi nieta, queaparezca.

José Antonio ha roto a llorar. Hallegado el momento de irme. Pero noquiero hacerlo sin antes darle otroabrazo de los de verdad, lleno de todomi cariño. Con la mirada le pidopermiso para dar un beso a un brocheque veo que tiene con la foto de Marta.Me da el permiso y yo, deseando quepronto su familia encuentre la paz queestá buscando, me despido. Espero decorazón que la próxima vez que me

encuentre con este «abuelo coraje»hablemos de este episodio de su vidacomo de un mal sueño que ya terminó.

ADIÓS CON ELCORAZÓN

Espero que todas las páginas quepreceden a esta hayan servido paralograr el objetivo que me habíapropuesto en la primera: demostrar queeste país merece la pena y que hay queluchar por él, que en España hay gentemucho más importante que los ladronesy corruptos que vemos todos los días y atodas horas en los medios decomunicación. Pero no quiero dar porterminado este libro sin hacer dos

agradecimientos que consideroineludibles.

La primera de estas menciones es aJulián Rodríguez, de profesión, taxista.Este hombre ha sido mucho más que elconductor del vehículo con el que hedado la vuelta al mapa de Españadurante estas semanas. Julián ha sido miescudero, un compañero con el que hecompartido muchas horas de carretera,canciones y reflexiones, un amigoentrañable que empezó dirigiéndose amí como señor Revilla y terminóllamándome Revilluca.

Julián apareció en mi vida después deser seleccionado en un castingorganizado por la productora delprograma. Al parecer, fueron cientos los

que se presentaron a la prueba, pero élfue el único que respondió mi nombrecuando le preguntaron que a quién legustaría llevar alguna vez en su taxi.Cuando nos conocimos me dio laimpresión de ser una buena persona, unprofesional que —simpatías personalesaparte— había conseguido un trabajocon el que sacarse un dinerito extra. Mepareció ser uno de tantos españoles queviven más preocupados por sacaradelante a su familia que por las sesudasreflexiones políticas o económicas delas altas esferas. Y creo que no meequivoqué, que su prioridad era y es serfeliz y vivir honradamente, como la del90 % de los habitantes de este país, sin

dedicar más tiempo del imprescindible aindignarse con la avalancha de malasnoticias que puede verse cada día entelevisión.

El día de nuestra despedida, despuésde unas palabras y un abrazo sincero,Julián empezó a llorar y me dijo que elperiplo que habíamos vivido juntos lehabía cambiado la vida. Me confesó queel día anterior había estado en laproductora del programa para decirlesque todo el dinero que tenían quepagarle lo ingresaran en la cuenta deCáritas de Vecindario, en Gran Canaria.Su gesto me emocionó tanto que yotambién rompí a llorar en ese momento.Y todavía me emociona cuando lorecuerdo. Me confirma la idea de que

todos tenemos dentro un alma solidariaque debemos atender y no dejar quemuera, y que conocer historias como lasque he querido recoger en este libropuede ser un buen método para ello.

La otra mención que quiero hacerantes de concluir este libro es a mifamilia. Les doy las gracias a todosellos porque soportarme a mí es algoduro, muy duro. Sé que soy un tipo raro.Soy un hombre normal, pero soy raro.No he sido un buen padre ni un buenmarido porque he consagrado mi vida alservicio público a costa de robarleshoras de convivencia a mis hijas y a mimujer, Aurora.

Tengo la suerte de que me conocen y

me perdonan que no pase todo el tiempoque debiera con ellas. Saben quién soy ya qué me dedico, que no soy ni un padreni un marido al uso, pero que puedencontar conmigo cuando me necesiten.

Sin Aurora, sin mis hijas Pili, Jana yLara, sin mi nieto Bruno, yo no hubierallegado a ningún lugar. Ni a presidentede Cantabria, ni a publicar mi tercerlibro a mis setenta y pico años, ni aningún otro sitio. Por eso quierodedicarles este libro. Y toda mi vida.

A ustedes, amigos, esperoencontrarlos en el próximo viaje. Hastapronto.

Este país merece la penaMiguel Ángel Revilla No se permite la reproducción total o parcialde este libro,ni su incorporación a un sistema informático,ni su transmisiónen cualquier forma o por cualquier medio, seaeste electrónico,mecánico, por fotocopia, por grabación u otrosmétodos,sin el permiso previo y por escrito del editor.La infracciónde los derechos mencionados puede serconstitutiva de delitocontra la propiedad intelectual (art. 270 y

siguientesdel Código Penal) Diríjase a Cedro (Centro Español de DerechosReprográficos)si necesita reproducir algún fragmento de estaobra.Puede contactar con Cedro a través de la webwww.conlicencia.como por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 0447 © del diseño de la portada, SandraDios, 2014© de la imagen de la portada, gtres /GDG © Miguel Ángel Revilla, 2014© Bajo licencia Mediaset España S. A.,

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