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ESPIONAJE ECONOMICO Angel Viñas M e apresuro a señal que no soy ex- perto en el tema. Lo que conozco de los temas de espionaje lo he apren- dido en los libros o, mucho más so- meramente, atisbando alguno de sus reflejos en los chivos. Pero aquéllos en los que he trabajado no son, por lo general, tan explícitos en los asun- tos relacionados con los servicios de inteligencia modernos como en los demás temas en que se decanta la actividad gubernamental. No puedo preciarme, pues, de haber encontrado muchas in- rmaciones directas sobre actuaciones ocultas que están tan mitificadas. Naturalmente, mi expe- riencia hubiese sido muy distinta de haber tenido la posibilidad de acceder, como el prosor Hins- ley y sus colaboradores (1) o, antes que ellos, el prosor Foot (2) a ciertos archivos de los servi- cios de inteligencia mismos. Estos historiadores han reconstruido en detalle la evolución e influen- cia del espionaje sobre la estrategia, la táctica y las operaciones en la segunda guerra mundial. Muchos otros autores, por ejemplo, Kahn (3), Lewin (4), Beesly (5) y Jones (6) han realizado también aportaciones sobresalientes al respecto y el número de obras escritas por participantes y antiguos espías es inconmensurable. Una cierta miliaridad con este tipo de literatura es la única razón que puede explic mi presencia aquí. Trataré de oecer una panorámica del «Espio- naje económico» y para ello dividiré mi trabajo en cuatro partes. En la primera haré unas breves consideraciones sobre la naturaleza del espionaje en gener y del económico en particular. En la segunda me reriré a su importancia en la se- gunda guerra mundial. En la tercera abordaré al- gunas de sus manistaciones en la guerra fría y en la actualidad. Y en la cuarta y última concluiré con algunas reflexiones muy someras sobre los sistemas de «inteligencia artificial». UNA INTRODUCCION NECESARIA El espionaje es, por supuesto, una industria. Es una industria que impulsan tanto los Gobiernos como la iniciativa privada y que tiende a cubrir ciertas necesidades de inrmación. Está, debida- mente tratada, evaluada y comunicada, sirve de base para mejorar el proceso de adopción de deci- siones en cuanto posibilita conocimientos sobre la actuación de otros agentes o decisores y los con- dicionantes que gravitan sobre ellos y tal proceso. Dichas necesidades de información son multiva- rias, permanentes e ilimitadas. Un Ministerio de Densa debe disponer de datos muy precisos so- bre la capacidad militar, presente y tura, de 74 eventuales adversarios. Un Ministerio de Asuntos Exteriores está interesado en mejorar su enten- dimiento de la política internacional de otros paí- ses y de la interior que influye sobre ella. Un Ministerio de Industria no puede prescindir de la iormación industrial y tecnológica de proceden- cia extranjera. El Gobierno en su conjunto mo- rará, teóricamente, su nivel de preparación para las decisiones gracias a una amalgama de los co- nocimientos que le proporcionen los distintos ser- vicios encargados de adquirir, tratar y evaluar di- chas inrmaciones. Algo análogo ocurre en la empresa. El tipo de información que ésta desee será, por supuesto, muy dirente. Normalmente le interesá conocer la situación y perspectivas de la competencia, su capacidad de penetración en mercados, la tecno- logía y posibilidades de nuevos productos, las condiciones de orta de los competidores y los datos de su comercialización a clientes. La pugna se establecerá por conseguir «know-how» tecno- lógico sin incurrir en los correspondientes gastos de investigación y desarrollo, en conquistar nue- vas cuotas de mercado, en adelantarse a los de- más, etc. En realidad, lo único que no varía es la necesidad de información, evaluada y contrastada de la mejor manera posible. El espione económico es una actividad con- creta de la que participan Gobiernos y empresas. Los objetivos de cada uno serán, sin embargo, muy varios en atención a la naturaleza de· las necesidades de información, que no coinciden siempre en varios casos. Yo sólo aludiré aquí al practicado por los Gobiernos. En lo que se refiere a estos últimos el interés, aunque no único sí esencial, estriba en disponer de informaciones que posibiliten logr un cono- cimiento lo más amplio y actualizado posible acerca del comportamiento de los Estados en la vida internacional y, por supuesto, acerca de los ctores que lo determinan. En dicho sentido, la información de natureza política adquiere una importancia en la que no he de hacer hincapié. Sin embargo, la dimensión económica es esencial para enjuici el potencial militar de una nación, su evolución política y so- cial y la orientación de su política exterior. La intensidad del paro o del subempleo, las escaseces de productos, las fluctuaciones de la orta, las crisis de balanza de pagos son nómenos, de en- tre los muchos que cabría mencionar, que actan a la política internacional de los países e incluso a la rma concreta de su conducción. La organización sistemática de la adquisición de información sobre otros países presta, pues, una atención muy considerable a la obtención de da- tos, lo más exactos y contrastados posibles, sobre las relaciones económicas y comerciales con el exterior, la utilización de los recursos, la evolu- ción de la capacidad cola e indusi, la inter- acción de los agentes con peso en las decisiones de política económica, etc. En último término, y

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ESPIONAJE ECONOMICO

Angel Viñas

Me apresuro a señalar que no soy ex­perto en el tema. Lo que conozco de los temas de espionaje lo he apren­dido en los libros o, mucho más so­

meramente, atisbando alguno de sus reflejos en los archivos. Pero aquéllos en los que he trabajado no son, por lo general, tan explícitos en los asun­tos relacionados con los servicios de inteligencia modernos como en los demás temas en que se decanta la actividad gubernamental. No puedo preciarme, pues, de haber encontrado muchas in­formaciones directas sobre actuaciones ocultas que están tan mitificadas. Naturalmente, mi expe­riencia hubiese sido muy distinta de haber tenido la posibilidad de acceder, como el profesor Hins­ley y sus colaboradores (1) o, antes que ellos, el profesor Foot (2) a ciertos archivos de los servi­cios de inteligencia mismos. Estos historiadores han reconstruido en detalle la evolución e influen­cia del espionaje sobre la estrategia, la táctica y las operaciones en la segunda guerra mundial. Muchos otros autores, por ejemplo, Kahn (3), Lewin (4), Beesly (5) y Jones (6) han realizado también aportaciones sobresalientes al respecto y el número de obras escritas por participantes y antiguos espías es inconmensurable. Una cierta familiaridad con este tipo de literatura es la única razón que puede explicar mi presencia aquí.

Trataré de ofrecer una panorámica del «Espio­naje económico» y para ello dividiré mi trabajo en cuatro partes. En la primera haré unas breves consideraciones sobre la naturaleza del espionaje en general y del económico en particular. En la segunda me referiré a su importancia en la se­gunda guerra mundial. En la tercera abordaré al­gunas de sus manifestaciones en la guerra fría y en la actualidad. Y en la cuarta y última concluiré con algunas reflexiones muy someras sobre los sistemas de «inteligencia artificial».

UNA INTRODUCCION NECESARIA

El espionaje es, por supuesto, una industria. Es una industria que impulsan tanto los Gobiernos como la iniciativa privada y que tiende a cubrir ciertas necesidades de información. Está, debida­mente tratada, evaluada y comunicada, sirve de base para mejorar el proceso de adopción de deci­siones en cuanto posibilita conocimientos sobre la actuación de otros agentes o decisores y los con­dicionantes que gravitan sobre ellos y tal proceso.

Dichas necesidades de información son multiva­rias, permanentes e ilimitadas. Un Ministerio de Defensa debe disponer de datos muy precisos so­bre la capacidad militar, presente y futura, de

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eventuales adversarios. Un Ministerio de Asuntos Exteriores estará interesado en mejorar su enten­dimiento de la política internacional de otros paí­ses y de la interior que influye sobre ella. Un Ministerio de Industria no puede prescindir de la información industrial y tecnológica de proceden­cia extranjera. El Gobierno en su conjunto mejo­rará, teóricamente, su nivel de preparación para las decisiones gracias a una amalgama de los co­nocimientos que le proporcionen los distintos ser­vicios encargados de adquirir, tratar y evaluar di­chas informaciones.

Algo análogo ocurre en la empresa. El tipo de información que ésta desee será, por supuesto, muy diferente. Normalmente le interesará conocer la situación y perspectivas de la competencia, su capacidad de penetración en mercados, la tecno­logía y posibilidades de nuevos productos, las condiciones de oferta de los competidores y los datos de su comercialización a clientes. La pugna se establecerá por conseguir «know-how» tecno­lógico sin incurrir en los correspondientes gastos de investigación y desarrollo, en conquistar nue­vas cuotas de mercado, en adelantarse a los de­más, etc. En realidad, lo único que no varía es la necesidad de información, evaluada y contrastada de la mejor manera posible.

El espionaje económico es una actividad con­creta de la que participan Gobiernos y empresas. Los objetivos de cada uno serán, sin embargo, muy varios en atención a la naturaleza de· las necesidades de información, que no coinciden siempre en varios casos. Yo sólo aludiré aquí al practicado por los Gobiernos.

En lo que se refiere a estos últimos el interés, aunque no único sí esencial, estriba en disponer de informaciones que posibiliten lograr un cono­cimiento lo más amplio y actualizado posible acerca del comportamiento de los Estados en la vida internacional y, por supuesto, acerca de los factores que lo determinan.

En dicho sentido, la información de naturaleza política adquiere una importancia en la que no he de hacer hincapié. Sin embargo, la dimensión económica es esencial para enjuiciar el potencial militar de una nación, su evolución política y so­cial y la orientación de su política exterior. La intensidad del paro o del subempleo, las escaseces de productos, las fluctuaciones de la oferta, las crisis de balanza de pagos son fenómenos, de en­tre los muchos que cabría mencionar, que afectan a la política internacional de los países e incluso a la forma concreta de su conducción.

La organización sistemática de la adquisición de información sobre otros países presta, pues, una atención muy considerable a la obtención de da­tos, lo más exactos y contrastados posibles, sobre las relaciones económicas y comerciales con el exterior, la utilización de los recursos, la evolu­ción de la capacidad agrícola e industrial, la inter­acción de los agentes con peso en las decisiones de política económica, etc. En último término, y

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para aquellos países sobre los cuales no se dis­pone de información veraz o fiable, es tarea a la que no se sustraen los servicios de inteligencia el realizar complejos cálculos sobre la asignación de los recursos entre las diversas categorías y subca­tegorías_ del gasto nacional, hasta llegar a la mayor precisión posible en temas relacionados con la defensa, la seguridad y la política exterior (7).

Por otro lado, es obvio destacar la importancia de la tecnología en el potencial militar y econó­mico de los países avanzados. En consecuencia, los servicios de inteligencia tratan de conseguir datos sobre los avances científicos y tecnológicos de otras naciones en campos tales como la elec­trónica, la química, la física o la biología. En cier­tos casos a lo que se aspira es a ver hasta qué punto otros países se acercan a las fronteras mis­mas del conocimiento.

Esta introducción superficial pone ya de relieve dos fenómenos:

1. 0 La información sobre otros países, su comportamiento, los factores que lo determinan y sus perspectivas de evolución no procede sólo, ni puede proceder, de «fuentes ocultas» o clandesti­nas. Una parte esencial de la labor consiste en localizar y evaluar los datos dispersos que apare­cen en fuentes de dominio público (libros, periódi­cos, revistas técnicas y científicas, revistas de in­formación general, publicaciones oficiales, emi­siones de radio y de televisión, etc.).

2. 0 Quienes analicen dicha información han de ser expertos especialmente entrenados, por lo ge­neral procedentes de la Universidad o de otras instituciones de enseñanza superior y con una

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formación lo más sólida y especializada posible. Son, en definitiva, funcionarios que desarrollan su actividad en el seno del aparato administrativo.

La adquisición de información que un Gobierno necesita no procede, en consecuencia, sólo de los servicios de inteligencia sino también de muchos otros sectores de la Administración. Lo que dis­tingue a los primeros es su especial dedicación, su conexión con ciertas fuentes y su capacidad de traspasar, gracias a otros datos, la eventual super­ficialidad de los recogidos por los demás.

Desmitifiquemos, pues, al espía, al menos en el trabajo económico: gran parte de éste no proviene de informaciones obtenidas en complicadas aven­turas de capa y espada, de riesgo y de lance conti­nuo, sino del análisis laborioso, tedioso. y aburrido de fuentes de información pública. Y de�taquemos que a su cristalización contribuyen no sólo los servicios de inteligencia.

Lo que constituye el dominio de estos últimos es la generación de información a través del con­trol de las denominadas «fuentes ocultas», que son esencialmente de tres categorías:

1. ª Reconocimiento aéreo y espacial a través de medios muy sofisticados, como aviones y saté­lites ad hoc.

2. ª Espionaje electrónico.3.ª Informaciones obtenidas vía «agentes», es

decir, los que denominamos «espías», al acecho de datos no conseguibles de otra forma.

Naturalmente, otros sectores de la Administra­ción (civil o militar) de un país pueden tener tam­bién acceso a alguno de tales tipos de fuentes. Por ejemplo, en la primera categoría participa habi­tualmente la Administración militar. Y, no en úl­timo término, es normal que ello contribuya a un cierto enfrentamiento entre los servicios de inteli­gencia y otros segmentos del resto del aparato estatal. La división del trabajo se justifica por la capacidad de llegar a determinadas informaciones o a ciertos datos de manera particularmente rese­ñada o por la conveniencia de protegerlos máseficazmente.

Aún así hay que subrayar que, como muchos autores han puesto de relieve, una gran parte de la información necesaria para los Gobiernos, y cier­tamente éste es el caso en lo que se refiere;a la de naturaleza económica, procede de fuentes· del do­minio público. Estas son accesibles sin necesidad de recurrir a métodos ilegales o encubiertos. No cabe, por supuesto, establecer porcentajes apro­ximados sobre la importancia relativa de las mis­mas. Dichas proporciones dependerán también del país sobre el que se investigue, pues es evidente que lo que se considera «secreto» en uno, no lo es en otro. Con todo, disponer de una cobertura ade­cuada de tales fuentes pública;, requiere un in­menso esfuerzo de captación, traducción, almace­naje, recuperación, correlación y, no en último término, análisis y evaluación.

En la desmitificación del espionaje ha de tener un lugar importante la reducción del agente se-

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creto de las novelas de aventuras para la obten­ción de información. No quiere decir esto;. por supuesto, que el agente sea un residuo histórico sino que es necesario situarlo en el lugar relativo que hoy le corresponde.

En la era tecnológica actual una gran parte de la información más sensible que necesitan los Go­biernos se adquiere mediante el empleo de «agen­tes inanimados», tales como satélites, cámaras y numerosos artilugios e instrumentos de detección, de avanzada tecnología y excelente� prestaciones. Es público y notorio que, en la actualidad, no hay dificultades para escuchar a distancia, ver de no­che y tomar fotografías de gran precisión desde centenares y aún millares de kilómetros de altura.

Ha transcurrido toda una eternidad, medida en tiempo tecnológico, desde que los Estados Unidos tenían que enviar globos con cámaras especiales para fotografiar ciertas instalaciones militares so­viéticas. Todavía está presente en la memoria de muchos el incidente del avión espía U-2 norteame­ricano derribado por los rusos a finales de abril de 1962 y que provocó un grave incidente internacio­nal. Desde entonces los sucesivos avances tecno­lógicos, tanto en fotografía y electrónica como en las técnicas de ordenador, han cambiado radical­mente la naturaleza de la información que las grandes superpotencias obtienen de la otra y de los demás países. Y otras naciones, aunque muy a la zaga, no se duermen: ahí están los inmensos complejos británicos de escucha, interceptación y desciframiento de comunicaciones de Chelten­ham.

Por su parte, los modernos ordenadores se utili-

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zan hoy para procesar datos muy varios que per­miten generar información múltiple de gran interés no obtenible por otros procedimientos: desde las características de los lanzamientos de misiles a las perspectivas de las cosechas o a la situación de zonas afectadas por catástrofes naturales (sequías, inundaciones, huracanes, etc.). Estos últimos pro­cedimientos sirve·n para establecer predicciones concretas sobre la evolución económica de un país o de sus divisiones geográficas y administrativas.

Sigue siendo todavía el espionaje político o lainformación política lo más difícil de practicar y de obtener. Las modernas técnicas de análisis, utilizadas ampliamente en las ciencias sociales, permiten predecir hasta cierto punto los paráme­tros dentro de los cuales cabe enmarcar el proceso de decisiones y los haces de influencias que inci­dan sobre el mismo, pero no excluyen un gran margen de indeterminación sobre cómo vayan a ser tales decisiones.

Afortunadamente no me corresponde aden­trarme en este tema, bastante complejo. En lo que se refiere al espionaje económico concluiré esta primera parte reafirmando tres tesis muy simples: 1. ª) está profundamente influido por los avancestecnológicos; 2. ª) lo practican no sólo los serviciosde inteligencia y 3. ª) la base del mismo procede,en un porcentaje elevado, de fuentes públicas.Quienes lo llevan a cabo mayoritariamente no sonlos espías a lo Fleming, pero tampoco los de LeCarré o Ambler y tantos otros, sino analistas yexpertos de formación académica que tienen tantocontacto con las denominadas «operaciones encu­biertas» como el común de los mortales.

EL ESPIONAJE ECONOMICO ANTE Y EN LA

SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Los fenómenos que subyacen tras las tres tesis anteriores son relativamente recientes. La incor­poración masiva de los científicos sociales (eco­nomistas, sociólogos, politólogos, etc.) y de los representantes de las ciencias naturales (físicos, químicos, biólogos, etc.) a los servicios de inteli­gencia no se produjo, en términos generales, hasta la segunda guerra mundial y no en todos los países con igual intensidad. En la Gran Bretaña, primero, y en los Estados Unidos después, ello se realizó de forma rápida. En el Tercer Reich, por el con­trario, y en otros países beligerantes las activida­des de inteligencia continuaron siendo el campo de organizaciones altamente especializadas -pero muy influidas por los aparatos militares- que no hicieron tan considerable apelación al talento cien­tífico y tecnológico de que disponían.

Comparemos, por ejemplo, los casos de Francia y de Inglaterra. En la primera el famoso Deuxieme

Bureau dedicó una gran atención a estimar el po­tencial militar del adversario más inmediato: el Tercer Reich. Desde los estudios de Castellan o de Tournoux (8) sabemos que tales estimaciones fueron grotescamente erróneas, ipcluso en sus

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manifestaciones más elementales. En 1935, por ejemplo, se creía en París que el volumen de las fuerzas armadas alemanas era el doble del real; se exageró la producción alemana de carros de com­bate, cuando apenas si se había iniciado, y se abultó el esfuerzo de rearme -el caso más claro es el de la Aviación- hasta límites insospechados. En el caso más simple, las informaciones sobre el número de grandes unidades alemanas de que dis­ponían los franceses también fueron muy por de­lante de los efectivos reales del adversario e in­cluso las cifras del Deuxieme Bureau parece que aventajaban a las manejadas por los correspon­dientes servicios británicos. Al menos esto es lo que más tarde afirmaría uno de los jefes del servi­cio de inteligencia del cuartel general de Eisenho­wer (9).

Antes de la segunda guerra mundial Francia no contaba con un aparato adecuado de coordinación entre la información militar y civil comparable al que ya habían empezado a establecer los británi­cos. En 1919 éstos habían creado un denominado «Comité de asesoramiento para cuestiones comer­ciales en tiempo de guerra» que se reunió con poca frecuencia durante los primeros años veinte pero cuyo «Subcomité de presiones económicas» (creado en 1933) discutió acerca del posible daño que las sanciones pudieran ocasionar a Italia en particular y la eficacia de las mismas en tiempos de guerra en general. Sus miembros procedían del Almirantazgo, del Foreign Office, del Ministerio de Comercio y del Comité de Defensa Imperial.

Este último, establecido a principios de siglo, no fue nunca arrinconado. En él se daban cita elementos militares y civiles al más alto nivel y trabajaba de forma continua. Y a en el invierno de 1929 creó un pequeño grupo de trabajo para estu­diar la movilización económica de otros países que dio origen, en 1931, al denominado «Centro de inteligencia industrial», cuyo papel empezó a ser importante desde 1935, ubicado en el Ministe­rio de Comercio Exterior. Sus informes se envia­ban directamente al Comité de Defensa Imperial y a otrps Departamentos. Desde 1937 sus.responsa­bilidades se incrementaron de forma considerable en un campo amplísimo: «Información sobre el desarrollo económico e industrial de un país de­terminado que arroje luz sobre la dimensión de sus preparativos para la guerra en el plano indus­trial» (10).

Esta colaboración civil-militar fue haciendo ape­lación a cada vez mayor número de expertos de diversas procedencias en los distintos campos de la economía y de la industria, aunque sus resulta­dos no fueron muy impresionantes, como han puesto de relieve Hinsley y sus colaboradores.

Un economista profesional puede verse tentado, por el aquéllo de la especialización, a atribuir una importancia considerable al espionaje econó­mico en la segunda guerra mundial. Sin embargo, historiadores económicos y no económicos del conflicto han puesto reiteradamente de manifiesto

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que no cabe exagerar acerca de sus resultados, con todo no despreciables.

En primer lugar, porque en tiempo ·de guerra «se secan» muchas de las fuentes de las que los expertos extraen y analizan información, que deja fácilmente de ser accesible. Piénsese, por ejem­plo, en la miríada de datos que se encuentran en las fuentes de dominio público. En un caso de guerra, éstas son censuradas y a veces desapare­cen.

En segundo lugar, porque como la experiencia británica pone de relieve no es fácil conectar la información económica con la capacidad militar y las operaciones, si lo que se quiere obtener es algo más que un mero ejercicio de aplicación de sen­tido común.

En tercer lugar, porque es más fácil realizar un tipo de trabajo de mosaico, es decir, puntual, a manera de reconstrucción de piezas aisladas de un «puzzle», que desarrollar análisis integrados de valor operativo inmediato.

En último término, porque el aprovechamiento de las estimaciones económicas por los usuarios (participantes en los distintos procesos y escalo­nes de toma de decisiones) no siempre es sencilla.

Con todo, el espionaje económico fue, en la segunda guerra mundial, una actividad imprescin­dible. Desde el primer momento los británicos se dieron cuenta de que el conflicto sería largo y de que afectaría decisivamente a toda la base indus­trial, tecnológica y científica de los contendientes. De hecho, ya en la preparación para una eventual contingencia, los dirigentes ingleses optaron por una política de rearme que daba énfasis a los fac­tores a largo plazo y que desembocó en la produc­ción de elementos de combate altamente sofistica­dos para la época (por ejemplo, aviones de bom­bardero de gran radio de acción). Esta orientación estratégica contrastaría grandemente con la ale-· mana o japonesa que haría hincapié, aunque por diversas razones, en campañas cortas y muy mó­viles (la «guerra relámpago») y con el interés de Hitler de no someter a la economía y a la sociedad a una tensión profunda, como la que se derivaría de un esfuerzo titánico de rearme. De hecho, el estallido de las hostilidades no modificó en mucho la situación económica del Tercer Reich y hasta el cambio de estrategia en 1942 no se incrementó sustancialmente la producción armamentística, que alcanzaría un máximo dos años más tarde. Conviene recordar aquí que incluso después de iniciada la campaña de Rusia se redujo tal produc­ción, provocando rápidamente situaciones paradó­jicas (11).

Durante la segunda guerra mundial el espionaje económico sirvió, esencialmente, para suministrar datos que permitieran apoyar, de la mejor manera posible, los novedosos esfuerzos de guerra eco­nómica, que no tuvieron parangón posible con los desplegados durante el primer conflicto mundial.

Esta función se tradujo, en concreto, en generar información para:

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1.0) Realizar un bloqueo efectivo de los belige­rantes o cortar sus fuentes de suministro.

2.0) Negociar acuerdos de guerra comercialcon los neutrales.

3. º) Precisar la importancia para cada conten­diente de la interacción entre economía ( capacidad productiva y distributiva) y nivel de esfuerzo mili­tar.

4. 0) Preparar el terreno para la orientación delos bombardeos económico-estratégicos.

Como es sabido, al bloqueo le correspondió una importancia desusada. Fue utilizado masivamente por los aliados contra el Eje, con resultados va­riopintos. Es cierto que el comercio y la navega­ción internacionales quedaron aherrojados por numerosas trabas físicas y administrativas, pero algu;nos beligerantes ( en particular Alemania) fue­ron' capaces de sustituir en gran medida fuentes foráneas de aprovisionamientos por una explota­ción intensísima de los territorios ocupados. En el caso del Japón las posibilidades fueron menores y cuando el bloqueo contra el mismo se llevó a cabo de manera drástica la amenaza de estrangula­miento de los nervios vitales de la economía de guerra japonesa se hizo sentir con absoluta cru­deza.

Mucha de la información necesaria para hacer frente a tales necesidades provino de la intercep­tación y desciframiento de las comunicaciones. De hecho, si éstas hubieran sido seguras los resulta­dos concretos en numerosas ocasiones hubieran sido, sin duda, muy diferentes. Pero también se manejaron otros procedimientos: los beligerantes inundaron los países neutrales con una avalancha de agentes e informadores (oficiales unos, es de­cir, ligados a las respectivas representaciones di­plomáticas; otros, no) cuya labor estribaba en cap­tar datos sobre los movimientos de productos, el tráfico mercantil, las ventas de artículos conside­rados de contrabando, cuya adquisición por el enemigo trataba de obstaculizarse, las empresas que comerciaran con él, los pedidos que se les hicieran, etc.

Y, naturalmente, todavía quedaban otras fuen­tes: la censura e interceptación del correo y de las comunicaciones telefónicas y telegráficas en los países neutrales, el acceso a informes y estadísti­cas elaborados por los servicios y empresas de los mismos, etc.

Todo ello generó un inmenso volumen de cono­cimientos que, indudablemente, ayudaron a desa­rrollar la actividad de bloqueo y la de negociación de acuerdos comerciales de guerra.

Los otros fines eran más difíciles de alcanzar. Las misiones del servicio de inteligencia econó­mica británico se formularon como sigue:

1. ª) Estimar la capacidad del enemigo paramantener a sus fuerzas equipadas, aprovisionadas y móviles.

2.ª) Obtener información económica que ilu­minase intenciones militares.

3. ª) Identificar los puntos en los cuales los

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aprovisionamientos, industria, transportes y Ad­ministración fueran más sensibles al ataque y a la dislocación, valorando la importancia relativa para el enemigo de estos objetivos económicos.

4. ª) Estimar los límites que podrían imponerlos factores económicos tales como la capacidad industrial, la disponibilidad de mano de obra, los transportes, etc. sobre las posibilidades enemigas de realizar actuaciones ofensivas o defensivas en los distintos teatros de operaciones.

5. ª) Enjuiciar la importancia para el enemigode los recursos radicados en los territorios que pudiera ocupar y suministrar información para las fuerzas propias acerca de los recursos de los terri­torios en que éstas pudiesen penetrar.

6. ª) Apreciar la evolución de la coyunturaeconómica del enemigo y la influencia que ello podría tener en sus planes y en su estrategia (12).

La mera enunciación de estas funciones hace pensar en toda su complejidad. En su realización, es evidente que los servicios de inteligencia tradi­cionales no podían bastarse a sí mismos y de aquí que la apelación al talante científico del país se hiciera imprescindible.

Sin embargo, dado que el Tercer Reich se ex­pandió rápidamente por la Europa continental, ciertos objetivos del espionaje económico fueron para él menos importantes que para los aliados. Alemania no podía oponer al bloqueo a que fue sometida un contrabloqueo de similares caracte­rísticas. Por ello, sus necesidades de información se orientaron fundamentalmente hacia la adquisi­ción de datos relacionados con el tráfico marítimo que aprovisionaba Inglaterra desde sus colonias o desde los Estados Unidos. La interceptación de las comunicaciones telegráficas o por radio consti­tuyó la principal fuente al respecto, al lado de otros métodos clásicos en la búsqueda de infor­mación de interés militar.

Los resultados fueron, ciertamente, dramáticos. Entre junio de 1940 y diciembre de 1941 las pérdi­das de buques británicos ascendieron a unos 7 millones de toneladas de peso muerto, que equiva­lían a un 36 % de la flota mercante inglesa exis­tente en la primera fecha. Entre diciembre de 1941 y junio de 1942 las pérdidas aliadas supusieron cerca de 4,5 millones de toneladas. Hubo tiempos en que los buques-tanque eran hundidos a un ritmo de 15.000 toneladas diarias. Difícilmente hubiera podido resistir sola Inglaterra el acoso alemán sobre sus transportes marítimos (13). La entrada en liza de los Estados Unidos terminó, sin embargo, transformando la situación, aunque hubo todavía momentos de gran tensión. Las pri­meras semanas de marzo de 1943 fueron particu­larmente dramáticas, cuando las pérdidas llegaron a suponer casi el 70 % de los buques de un con­voy. Después, la adopción de nuevas técnicas, altamente eficaces, en la lucha antisubmarina mo­dificó la situación: a ello no fue ajena, antes al contrario, la capacidad alidada de descifrar las comunicaciones del enemigo.

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Más éxito tuvieron los norteamericanos en la guerra ecollómica contra el Japón. Dado que desde antes del conflicto disponían de la clave de sus comunicaciones diplomáticas y luego pudieron romper también gran parte de· las restantes, los servicios de inteligencia de Washington acabaron montando una complicada operación, revelada re­cientemente por Lewin en abundante detalle, que permitió enviar al fondo del mar numerosísimos barcos de guerra y mercantes que transportaban suministros absolutamente vitales para el esfuerzo bélico japonés.

Todo ello no quiere decir, por supuesto, que la guerra económica, basada en el mejor conoci­miento posible de los puntos fuertes y débiles de la economía del enemigo, alcanzara siempre lo­gros resonantes. Antes al contrario. Por ejemplo, los anglonorteamericanos se lanzaron desde fecha temprana a una acción de bombardeo estratégico de lo que creían núcleos centrales para el mante­nimiento del esfuerzo industrial y bélico alemán, pero los dirigentes del Tercer Reich fueron capa­ces de nulificar en buena medida los resultados de tales operaciones. Al final de la contienda, los alemanes disponían de casi la misma capacidad industrial con que empezaron el conflicto. De no haber ocurrido esta circunstancia, es evidente que su pasmosa recuperación económica en la posgue­rra no hubiera sido tan rápida.

Los aliados subestimaron la flexibilidad del apa­rato industrial alemán. Los bombardeos de fábri­cas e instalaciones no impedían que éstas conti­nuaran al cabo de poco tiempo su actividad. Los stocks de materias primas y de productos indus­triales eran difíciles de destruir y los desplaza­mientos, ocultación, intensificación de la defensa activa y pasiva hicieron el resto. De hecho, sólo en el caso de los bombardeos dirigidos contra la industria petrolífera alemana estuvieron los alia­dos en condiciones de asestar al Tercer Reich un golpe mortal. Pero fue la ocupación de sus princi­pales zonas industriales (la cuenca d�l Ruhr y la Alta Silesia) lo que, como Speer puso de mani­fiesto ante Hitler, decidió la guerra económica. Hubo un momento, en efecto, en que el aparato industrial alemán bajo control berlinés no disponía ya de la capacidad física necesaria para poder atender a las necesidades de armamentos que sen­tían las fuerzas combatientes. Ello no ocurrió, sin embargo, hasta 1945.

EL ESPIONAJE ECONOMICO Y LA GUERRA

FRIA

La guerra fría dio una importancia renovada al espionaje en general y, por ende, al de carácter económico.

En primer lugar, porque los avances tecnológi­cos ya logrados durante el período de hostilidades en los métodos de obtención, transmisión y eva­luación de información continuaron progresando, ahora impulsados por los inicios de la revolución informática. Piénsese, por ejemplo, en que para el

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tratamiento en gran escala de las comunicaciones ultrasecretas alemanas descifradas, los especialis­tas del centro de inteligencia de Bletchley Park habían recibido alborozados a finales de 1943 una gigantesca máquina, denominada «Coloso», que utilizaba nada menos que 1.500 válvulas. Era, desde luego, un triunfo de la más avanzada tecno­logía, pero ¡ qué ridículamente primitiva resulta cuando se la compara con los ordenadores menos sofisticados que no tardaron mucho en hacer acto de aparición!

En segundo lugar, porque el conflicto abierto disputado con las armas, fue sustituido por u� pulso permanente entre las grandes potencias en el cual era bienvenido todo lo que pudiera servir para alumbrar las intenciones y capacidades del adversario, en los múltiples teatros en que pasó a dirimirse, en blanco y negro, la confrontación en­tre el Este y el Oeste (14).

En tercer lugar, porque la guerra fría se inició contra un adversario, la Unión Soviética, respecto al cual el nivel de ignorancia norteamericano era considerable y del que se desconocían aspectos absolutamente vitales para poder enjuiciar con precisión capacidad e intenciones. De hecho, hasta fecha mucho más avanzada, los servicios de inteligencia occidentales parece que tuvieron la­gunas profundas en el conocimiento del nuevo rival. Como es notorio, muchos de los viejos ex­pertos alemanes sobre la Unión Soviética, tanto de las fuerzas armadas corno de otros servicios menos recomendables, pasaron a trabajar para los norteamericanos. El famoso general Gehlen, pos­terior director del espionaje de la República Fede-

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ral de Alemania (BND), se encontraba entre ellos (15).

En cuarto lugar, porque como la información política sobre las intenciones de la Unión Sovié­tica era difícil de obtener, la labor de adquisición hubo de prestar atención considerable a aquellos aspectos más sensibles a la cuantificación y a la constatación (16). Los datos sobre capacidad mili­tar y económica forman, como es notorio,. parte de ellos.

El lado soviético, por su lado, alcanzó desde los comienzos de la guerra fría resultados espectacu­lares de espionaje que no dejaron de tener impor­tantes repercusiones económicas. Bajo el control de Anatoli Yakovlev, encubierto como uno de los vicecónsules soviéticos en Nueva York, un agente de la categoría del Dr. Klaus Fuchs estuvo en condiciones de transmitir a Moscú importantes in­formes sobre las investigaciones norteamericanas de carácter atómico en Los Alamos. Fuchs de­sempeñó también un papel en relación con Julius Rosenberg y más tarde continuó informando al Kremlin de los avances en el trabajo teórico que posibilitó finalmente la bomba de hidrógeno ( 17). Esto no quiere decir, por supuesto, que los cientí­ficos soviéticos no hubieran podido por sí mismos dar cima a tal labor (18), pero el conocimiento de lo que iban haciendo los anglonorteamericanos no debió obstaculizarla. Con ello se ahorraron tiempo y recursos, si bien no parece que a Stalin le preo­cupara esto último: el desarrollo de la capacidad nuclear soviética, según el reciente testimonio de uno de quienes participaron en aquellos proyec­tos, costó innumerables víctimas. Las estimacio­nes de Mihail Klocko, por muy discutibles que sean, oscilan entre cincuenta y cien mil (19). Más importancia tendría, sin embargo, saber por dónde iban los occidentales.

La actividad de espionaje económico desem­peñó un papel importante en la consolidación bu­rocrática de la CIA. Como es sabido, ésta fue creada por la Ley de Seguridad Nacional de julio de 1947, a raíz de varios antecedentes organizati­vos. Desde el comienzo, sin embargo, la CIA hubo de hacer frente a la hostilidad de los orga­nismos militares de inteligencia, celosos de su ca­pacidad y prerrogativas y a la del Departamento de Estado, que generaba por diversos conductos, abiertos y encubiertos, información política.

El estallido de la guerra de Corea y la intensifi­cación de la guerra fría tuvieron su impacto en los servicios de inteligencia. En el caso norteameri­cano un acuerdo entre la CIA y el Departamento de Estado de 1951 dejó a la primera la responsabi­lidad de producir evaluaciones económicas del «Bloque soviético». La situación no era, cierta­mente, óptima: además de la CIA existían en tal fecha nada menos que 24 unidades burocráticas en la Administración norteamericana encargadas de generar información económica.

En estas condiciones, la rivalidad intraburocrá­tica era inevitable. Con todo, el ámbito del espio-

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naje económico se convirtió en uno de los puntos fuertes de la CIA durante los años cincuenta, gra­cias sin duda a las aportaciones realizadas por un catedrático de Economía del MIT, el profesor Max Millikan, que sistematizó los esfuerzos de la Agencia en cinco grandes áreas relacionadas con recursos, industria, estrategia, análisis económi­cos y otros servicios.

Millikan reclutó una gran cantidad de economis­tas profesionales de alta calidad académica y ana­lítica. Cuando dejó la CIA en 1953 para regresar al MIT se las ingenió para que la primera se benefi­ciase del asesoramiento que prestaría el Center for International Affairs del segundo. La labor de la CIA mejoró considerablemente al ser puesta en condiciones de estimar con mayor precisión la capacidad estratégica soviética.

Fuera de este campo, el resto de las actuaciones · en materia de espionaje económico tuvo un im­pacto limitado en la dirección política norteameri­cana, incluso cuando hacia la mitad de los añoscincuenta la CIA extendió su campo de acción,englobando en él a los países del entonces deno­minado «Mundo libre», en la medida en que elloestuviera relacionado con las finalidades políticasque se atribuían a la Unión Soviética'. Un analistaeconómico de la CIA, no identificado, expresó encierta ocasión ante los investigadores del Senadoque « su principal problema estribaba en saber sialguien leía o no lo que producíamos».

De hecho, el espionaje económico gubernamen­tal norteamericano no adquirió hasta la década de los sesenta una importancia clara y decisiva. La razón de ello es bien clara: la conclusión del pro­ceso de la descolonización hizo emerger a la es­fera política internacional toda una serie de nue­vos Estados, particularmente en Africa, en los que la Unión Soviética podía realizar intentos de pene­tración económica. Para contrarrestar ésto se re­quería profundizar en el conocimiento de sus eco­nomías y en los procesos de decisión económica de los mismos. En 1965 un nuevo acuerdo entre la CIA y el Departamento de Estado, cuyo nivel de información económica seguía siendo relativa­mente reducido, permitió a la primera extender sus actividades no sólo a los países del Tercer Mundo sino también al resto. Dicha evolución se vio favorecida por las transformaciones ocurridas en las relaciones económicas internacionales, con la emergencia del Japón y de la CEE como fuertes competidores económicos de los Estados Unidos.

En particular, las crisis monetarias de la época, la devaluación de la esterlina, las proclamaciones de De Gaulle y la rivalidad creciente entre los distintos países en la esfera económica hicieron que los distintos Departamentos de la Administra­ción, incluido el orgulloso Tesoro, intensificaran sus peticiones a la CIA en demanda de informa­ciones de un tipo que ellos solos, por sus propios recursos, no podían conseguir con tanta facilidad (20).

Lenta, pero inexorablemente, el papel del es-

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pionaje económico subió en la escala de priorida­des de la CIA, que ya había demostrado hasta qué punto la evaluación de factores económicos podía complementar los análisis estratégicos y militares. Con ello cabe decir que desde comienzos de los años setenta el espionaje económico tiene un sta­tus perfectamente definido, eliminadas las ambi­güedades de que adoleció en los Estados U nidos en los primeros años de la posguerra.

El espionaje económico había demostrado ya, ciertamente, su utilidad para mejorar los conoci­mientos acerca de la amenaza estratégica y militar soviética. En los años cincuenta, las Fuerzas Aé­reas norteamericanas habían realizado prediccio­nes muy alarmistas sobre la creciente capacidad soviética en materia de producción y despliegue de bombarderos estratégicos, que se presumía po­dían alcanzar el territorio de los Estados Unidos. Ni la Marina ni el Ejército de Tierra estaban de acuerdo con tales predicciones que, de aceptarse, hubieran supuesto la necesidad de reforzar los efectivos de la Aviación. En la pugna intraburo­crática que aquí se suscitó, la CIA divisó, sin duda, la posibilidad de acrecentar su influencia.

Los analistas de la Agencia emplearon, gracias a las posibilidades que había abierto el profesor· Millikan, toda una serie de argumentos económi� cos para estimar las dimensiones presentes y futu­ras de la Aviación soviética. Tales argumentos se

. referían a estimaciones de la capacidad industrial y a la posibilidad de construir los elementos acce­sorios necesarios para el despliegue de los bom­barderos. Los resultados de tales análisis, que se basaban en la interpretación y evaluación de una

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cantidad considerable de datos de detalle, dieron la razón a quienes consideraban que las Fuerzas Aéreas sobrestimaban los objetivos soviéticos (21).

Posteriormente, la importancia del trabajo eco­nómico de la CIA aumentó cuando, durante la etapa de McNamara en el Pentágono, se solicitó a la Agencia que preparara estimaciones lo más completas posibles del gasto militar soviético. La CIA desarrolló un método, muy criticado poste­riormente, que combinaba los resultados de la ob­servación respecto al número de unidades y al volumen de equipo con la estimación de su im- · porte, tanto en dólares como en rublos, utilizando para ello diversas técnicas. Este es un capítulo fascinante y controvertido, pero en él no podemos detenernos.

Al tiempo que se revalorizaba el papel _del es­pionaje económico aumentaba la importancia que se atribuía a la expansión de la información en materia científica y tecnológica. En los años se­senta una serie de innovaciones administrativas y organizativas tendieron a hacer el mejor uso posi­ble de los avances conseguidos en nuevas técnicas de adquisición, evaluación y recuperación de da­tos. La difusión de los satélites de reconocimiento y la interceptación de comunicaciones permitieron determinar numerosas características de la capa­cidad militar soviética. En tal esfuerzo, la CIA y otras organizaciones de inteligencia redoblaron su intercomunicación con la Universidad y con la industria privada en demanda de expertos extre­madamente cualificados. A final de los años se­tenta, lo que era el espionaje económico y tecno­lógico más avanzado apenas si guardaba relación con el practicado durante la segunda guerra mun­dial.

¿Significa ésto que no queda ya espacio para un tipo de actuación más tradicional? La respuesta es, evidentemente, no. Existen numerosas activi­dades en las que ésta sigue siendo preponderante y el espionaje económico es, por supuesto, algo que no practican sólo las superpotencias.

En primer lugar, porque no todo él está orien­tado hacia la adquisición de datos que permitan apreciar los puntos fuertes y débiles de cada eco­nomía, el sentido de las decisiones económicas relacionadas con la defensa o el potencial militar.

En segundo lugar, porque una gran parte del espionaje económico que se practica habitual­mente se hace con la intención de mejorar el «know-how» propio, aprovechándose de los es­fuerzos desarrollados por empresas e instituciones privadas de otro país.

En tercer lugar, porque no todos los servicios de inteligencia disponen de los medios técnicos y humanos de las superpotencias.

En cuarto lugar, porque el contraespionaje en este campo está insuficientemente desarrollado en los distintos países, sin que los Estados Unidos o Europa occidental sean en ello una excepción.

No me refiero aquí, claro está, .. al denominado

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«e_spionaje industriah practicado por empresasprivadas contra otras del mismo carácter (2) sino al desarrollado por órganos gubernamentales en el marco de una política definida de adquisición de información económica y técnica que permita apreciar vulnerabilidades de otros países y de su base económica y/o mejorar el nivel de conoci­mientos científicos y tecnológicos propios.

En este sentido, el espionaje gubernamental se lleva a cabo corrientemente entre los distintos paí­s�s occid�n�ales y autores hay que destacan que dicha actividad, de forma más o menos encu­bierta, está en la base de la incorporación japo­nesa al mll'ftdo industrial moderno.

1:iene, sin embargo, una importancia política e1?i11;ente la actividad de inteligencia, aún la eco­nomica, conectada con el conflicto Este-Oeste en donde el ritmo parece ser bastante intenso. D¡sde fecha ya lejana, los órganos estatales de informa­ción de los distintos países del Este han llevado a cabo acciones muy amplias destinadas a:

a) Obtener información sobre la evolución deindustrias concretas (por ejemplo, datos relacio­n'.1,dos con el vo�u111:en y orientación de la produc­c10n, procesos tecmcos de la misma, procedimien­tos Y métodos, etc.). Evidentemente el interés por tales dato� aumenta en los casos en que se sospe­che que tienen ligazón con industrias de punto o relacionadas con la defensa.

b) Conseguir informes relacionados con elfuncionamiento de las empresas y establecimien­tos fabriles y muestras de su tecnología más avan­zada. En el caso de la República Federal de Ale-

' mania una investigación de los años sesenta de­terminó ya que en casi el 20 % de los incidentes de espionaje e�onómico detectados los agentes del Este estaban mteresados en este tipo de datos (23).

En general los servicios de inteligencia han prestado atención particular a la planificación de nuevos materiales y productos, a los éxitos y fra­casos �e. los esfuerzos de innovación productiva ytecn?logica y a los avances en el terreno del equi­pamiento.

Una de la� mu�has dificultades con que tropieza e� contraesp10naJe en este terreno es que las acti­vidades de inteligencia pueden disfrazarse bajo la cobertura de anudación de relaciones económicas nor111:�es. Conocer ciertos detalles sobre la pro­d�ccion y !os procesos técnicos que subyacen a la misma esta en el meollo de las discusiones sobre cofabricación, transmisión de patentes cesión de tecnología, etc.

Recientemente se han descubierto en California una �er�e de casos espectaculares de espionaje economico en los que se hallaban involucrados, si no recuerdo mal, los servicios de inteligencia che­cos y polacos, que obtenían informaciones de téc­nicos solventes que trabajaban en las industrias de punta de esa aglomeración de actividades de elec­trónica de vanguardia que se da cita en Silicon Valley. Los ejemplos podrían multiplicarse.

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ESPIONAJE ECONOMICO E «INTELIGENCIA

ARTIFICIAL»

. La rápida aceleración tecnológica de los últimos años y la creciente aplicación a usos militares de la más avanzada tecnología están revolucionando n? �ólo la preparación para unas hostilidades que OJala no estallen nunca, sino también la pugna entre las grandes potencias por mantener su posi­ción relativa en esa carrera tan deplorable y tan rápida.

Pi�nsese, por ejemplo, en las aplicaciones po­tenciales de los satélites de vigilancia y reconoci­miento del futuro. Desde que, en octubre de 1957, el famoso Sputnik inauguró la era espacial se han lanza�o más de 3.000 satélites. De los 300 que, aproximadamente, sobrevuelan la tierra en la ac­tualidad, unos 200 cumplen una función esencial­mente militar o semimilitar. De ella forman parte: · - la �btención electrónica de datos,

- la hgazón entre los distintos sistemas de con­trol, mando, comunicación e información (C3I),

- la detección de explosiones nucleares,- el soporte de un elevadísimo porcentaje (3/4

en el caso norteamericano, según se ha dicho) de las comunicaciones militares y diplomáticas

- el espionaje global, a través de una v�iadapanoplia de sensores de alta tecnología.

En la actualidad, complejísimos sistemas de C3I permiten:

- obtener información sobre los recursos mate­ria!es y hu�a�os de adversarios potenciales y se­gmr las variaciones en su despliegue e intensidad.

- establecer un inventario constantemente ac-

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tualizado de los recursos y potencialidades pro­pios,

- disponer de la capacidad de programar y re­programar escenarios varios de guerra electrónica.

- evaluar las señales de alerta y los daños quepudieran derivarse de una eventual agresión.

- seguir de cerca la evolución de las situacionesde conflicto.

- facilitar la posibilidad de escoger entre distin­tas alternativas de acción y facilitar su puesta en práctica (24).

En una palabra, la evolución hacia procesos de alta intensidad tecnológica en la captación y análi­sis de la información, que ya se inició con el segundo conflicto mundial, no ha parado e incluso se ha acrecentado hasta límites insospechados. Si el espionaje ha sido hasta ahora una industria, en la actualidad es una superindustria con un futuro muy prometedor. En este futuro se percibe con toda claridad la aplicación masiva de lo que los expertos denominan «inteligencia artificial», es decir, esa rama de la ciencia de los ordenadores que intenta incrementar la capacidad de raciocinio de los sistemas de máquinas. Nos encontramos, en verdad, en las puertas de una nueva revolución tecnológica que, desde el punto de vista de las actividades de espionaje, tendrán dos campos de obvia utilización: el tratamiento de la información y la toma de decisiones.

Con un espionaje económico y electrónico sóli­damente implantados, no cabe duda -repito- que el futuro de la industria es brillante. Este futuro terminará, posiblemente, por deshacer el mito del espía amamantado por la mayor parte de las nove­las, que quizá sea rebasado por cohortes fuerte­mente especializadas y coordinadas de técnicos y analistas.

Queda por ver qué utilización harán de toda esta evolución los escritores, pero tengo la sospe­cha de que la imagen del «Circo» que transmite Le Carré, aunque tal vez evocadora de una época, ya no se encuentra en consonancia con la direc­ción central de las tensiones tecnológicas,

�económicas y de segurid8:d ·que _están con- • afigurando nuestro futuro mmechato. ...,.

NOTAS

(1) F. H. Hinsley, E. E. Thomas, C. F. G. Ransom y R. C.Knight, British Intelligence in the Second World War, 2 volú­menes, Londres, 1979 y 1981.

(2) M. R. D. Foot, SOE in France, Londres, 1976.(3) David Kahn, The Codebreakers, Nueva York, 1968;

Hitler's Svies, Nueva York, 1978. (4) Ronald Lewin, Ultra goes Ío War, Londres, 1978; The

American Magic, Londres, 1982.

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(5) Patrick Beesly, Very Special Intelligence, Londres,1977.

(6) R. V. Jones, Most Secret War. British Scientific Intelli­gence, 1939-1945, Londres, 1978.

(7) Es de conocimiento público la actividad desarrolladapor la CIA en este ámbito con respecto a los países del Pacto de Varsovia, entre otros.

(8) Georges Castellana, Le réarmament clandestin duReich, 1930-1935, París, 1954; Paul Emile Toumoux, Haut Commandement: Gouvernement et déjense des frontieres du nord et de l'est, 1919-1939, París, 1960.

(9) Wilhelm von Schramm, Der Geheimdienst in Europa,1937-1945, Munich, 1980, pp. 45-46. Los alemanes, en los preparativos de la campaña de Rusia, infravaloraron por el contrario el número de divisiones soviéticas a las que habían de hacer frente.

(10) D. C. Watt, Too Serious a Business. European ArmedForces and the Approach of the Second World War, Londres, 1975; Hinsley et al, I, pp. 30-31.

(11) Sobre todos estos puntos véase A. S. Milward, War,Economy and Society, 1939-1945, Londres, 1977.

(12) Hinsley et al, pp. 225-226.(13) Datos extraídos de W. K. Hancock y M. M. Gowing,

British War Economy, Londres, 1949. (14) Lauran Paine, Britain's Intelligence Service, Londres,

1979, p. 150, ha señalado que «el espionaje ocupó el vacío creado por la desmovilización».

(15) En sus memorias, Der Dienst, Mainz, 1971, Gehlendescribe los comienzos de la colaboración con los norteameri­canos, continuando el trabajo que su organización ya realizaba anteriormente para la Wehrmacht. La información sobre los puntos fuertes y débiles de la economía soviética figuraba en él en lugar destacado.

(16) Esta es una conclusión derivable de la argumentaciónaducida por George F. Kennan en 1976 en «The American-So­viet Relationship: A Retrospective», en su colección de ensa­yos The Nuclear Delusion. Soviet-American Relations in the Atomic Age, Nueva York, 1982.

(17) Chapman Pincher, Inside Story, Londres, 1979, pp. 71y 72.

(18) Ya en 1939 un científico soviético especuló con la posibilidad de construir una bomba atómica y poco más tarde se iniciaron esfuerzos para despejar el terreno. Véase David Holloway, The Soviet Union and the Arms Race, New Haven, 1983, pp; 15 y SS.

(19) Véase Neue Zürcher Zeitung, 10/11 de julio de 1983,p. 5, basándose en un artículo aparecido en New Scientist, del23 de junio anterior.

(20) Existen numerosas historias de la CIA, más o menostruculentas. La información aquí recogida procede de un in­forme oficial: Supplementary Detailed Staff Reports on Fo­reign and Military Intelligence, tomo IV del Final Report of the Select Committee to Study Governmental Operations with Respect to Intelligence Activities, del Senado norteamericano, Washington D. C., 1976.

(21) Sobre todos estos temas es de obligada consulta la reciente obra de John Prados, The Soviet Estímate. U.S. Inte­lligence Analysis and Russian Military Strength, Nueva York, 1982.

(22) D. Pastor Petit, Los espías denuncian, Barcelona,1976, pp. 219 y ss. ofrece ejemplos al respecto.

(24) Richard Gerken, Spione unter uns, Donauworth, 1965,pp. 280 y SS.

(24) Ano Maríe Cunningham y Mariana Fitzpatrick, FutureFire. Weapons far the Apocalypse, Nueva York, 1983, pp.99-100 y 137 y SS.

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Daugherty, William E.; y Janowitz, Morris (compiladores).­A Psychological Warfare Casebook. Baltimore: Johns Hopkis Press. El cap. 7 contiene una antología de textos, realizada para científicos sociales, sobre el papel de los servicios de información en la guerra psicológica, espe­cialmente durante la segunda guerra mundial.

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