Espejo Del Tiempo
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José María Méndez Calderón
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ra posiblemente el hombre más feliz de la
tierra. El gobierno le había concedido dos
acres de terreno en usufructo vitalicio y una
pensión progresiva. Tenía ahorrados diez
mil bonos de First Vía Láctea Bank. La liga
Interespacial lo había condecorado. Era
miembro propietario del Consejo de los Quinientos y amigo
íntimo del Jefe de la Galaxia.
Su casa estaba cubierta por una campana atmosférica de
nítida transparencia, que impedía el paso de cuerpos y ruidos
extraños; en las paredes de la fachada se había usado el
pórfido y en las interiores, piedra mármol tipo serpentino,
traída de Marte; las escaleras de aire congelado eran invisibles
a simple vista y sólo aparecían tenues, verdes, amarillas
o azuladas, cuando él encendía las luces. Tres robots,
incluyendo un astronauta, estaban a su servicio.
José María Méndez Calderón (1916-2006) Es salvadoreño, autor de relatos de contenido diverso. Incursionó en el terreno de ciencia ficción, como el cuento que aquí se presenta. En esos textos, con frecuencia señala el ingrediente de violencia que se encierra en los hombres y que, de pronto, surge incontrolable, a pesar de que la personalidad que mostraba nunca hizo pensar en reacciones semejantes.
Su obra ha sido galardonada con infinidad de premios: en 1962 recibió por su libro Tres
mujeres al cuadrado, el segundo premio en la Rama Cuento del Octavo Certamen Nacional de Cultura de El Salvador. En 1974, en Quetzaltenango, obtuvo el primero en los Juegos Florales por los relatos de Espejo del
tiempo. Periodista destacado escribió, con el pseudónimo de Flit, en el Diario Patria
Nueva, durante 1953-1954, una columna humorística titulada Fliteando.
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Era dueño de un computador bibliográfico que él había contribuido
a perfeccionar y que todavía no se construía en serie, una especie de
teletipo con cinta magnetofónica y condensador de energía mental,
que transmitía al cerebro el texto de sus registros (setecientos cincuenta
mil volúmenes) por medio de ondas telepáticas. Poseía un Modigliani,
escaso ejemplar de la era preatómica. Cuando inventó las pistas de
succión continua, le permitieron conservar un ejemplar de cada una
de las piedras preciosas que descubrió en los siete planetas principales
durante sus atrevidos viajes de exploración. Su mujer, Elena, se
mantenía ardiente y sumisa, como en los primeros días nupciales.
Aunque tenía obligación legal de declarar sus inventos, guardaba,
pese a los graves riesgos, tres en secreto: el espejo del tiempo,
negro, cóncavo, imperfecto todavía porque reflejaba el pasado
en imágenes fieles y sucesivas, pero aún no revelaba el futuro; el
pulverizador protónico, capaz de desintegrar la materia por medio de
la condensación de energía estelar en un cono de luz y de reducir un
cuerpo humano, en segundos, a pequeñas partículas de arena que se
disolvían en el aire; y el detector de pensamientos disimulado en un
anillo de amatista, que usaba únicamente en la cátedra, para determinar
el grado de percepción de sus alumnos, y en la ciudad, mientras la
cruzaba en las naves electrónicas, para conocer las ideas contradictorias
de las multitudes. Jamás lo había utilizado deliberadamente contra
persona determinada para conocer sus íntimos pensamientos.
Estaban en la terraza. Era el cumpleaños de Elena. Él, para halagarla,
había construido con sus proyectores iónicos, en el lado izquierdo de
la caja de vidrio que guardaba la terraza, una media luna que semejaba
estar en el cielo y era exacto recuerdo de la real destruida desde la
Tierra en la tercera y última guerra atómica. El jardín daba luz suficiente
al escenario con un fulgor nacarado que era el aroma mismo de las
rosas.
Elena estaba recostada en un diván. Un vestido negro, con lentejuelas
de azabache, acrecentaba su belleza. Sintió deseos de besarla.
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Cuando caminaba hacia ella se vio reflejado en los ventanales.
Coronaban su cabeza los cuernos de la luna. No percibió el
simbolismo sino al advertir que Elena miraba también su imagen
de cuernos amarillos y se sonreía imperceptiblemente como si
quisiera ocultar un sarcasmo ofensivo. Se detuvo. Volvió a verse
de nuevo. Los paréntesis luminosos le salían de las sienes. Elena
no lograba extinguir la mirada burlesca. Pasó revista a la historia
de su matrimonio. Recordó las frecuentes ausencias de ella, sus
inmotivadas vacilaciones, sus injustos olvidos, aquellos gestos
contradictorios que la revelaban acosada por recuerdos que
desechaba de modo súbito y forzoso. Estaba siendo víctima de
la pasión de los celos, que los sociólogos habían declarado ya
extinguida en el género humano. Debería sobreponerse. Abandonar
la idea de iniciar un diálogo sutil de preguntas capciosas. Elena
podía entender el juego y denunciarlo. Más peligroso aún sería
formular acusaciones directas. En el siglo veintidós, los celos
revelaban un proceso atávico, degenerativo, constituían un índice
sólido para internar al enfermo en las clínicas de aislamiento y,
cuando el caso era grave, en las de eliminación. Para no correr
riesgos, decidió usar el detector de pensamientos. Sin que su mujer
se diera cuenta averiguaría la verdad. Dio una vuelta completa
a la amatista del anillo. La mente de Elena quedó al descubierto.
“Pobre diablo, ignora que le he puesto los cuernos.” La verdad le
produjo escalofríos. Aparecieron los síntomas precisos: personalidad
disminuida, evidencia de fracaso, ansias vengativas, deseos de
conocer el incidente en su totalidad, con los menores detalles. Dio
vuelta de nuevo a la amatista del anillo. Leer los pensamientos
actuales de ella no era suficiente. Quería saber con quién, desde
cuándo, dónde y para ello utilizaría el espejo del tiempo. Después
cumpliría sus posteriores designios.
Sobreponiéndose a su tartamudez que lo dominaba, propuso
a Elena conociera sus últimos inventos. Cuando ella entró al
laboratorio, la sujetó de los brazos y la colocó violentamente frente
al espejo del tiempo. Apareció Elena, después de diez imágenes
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sucesivas, totalmente desnuda en los brazos de su amante. Era el vecino, el
mismo que reparaba los cinturones voladores. Entonces, sin poder contenerse,
enloqueció y disparó el pulverizador protónico contra ella. Después apuntó
hacia las paredes, hacia el techo, en un intento de total destrucción, que ya no
pudo consumar porque perdió el sentido.
El diario de mayor circulación en la ciudad donde acaeció el suceso, lo relató
en su real y exacta medida:
Pedro Benavides, de cincuenta años de edad, doctor en Ciencias Físicas,
profesor jubilado en la Universidad Central, se encerró en su casa-habitación
el lunes recién pasado, echó llave por dentro y en un acceso de furia destruyó
muebles, floreros, lámparas. Después se escuchó un inquietante silencio que
duró tres días. Al cabo de ese tiempo, la policía, a pedimento de los vecinos,
allanó el domicilio. Benavides se encontraba sobre el piso del dormitorio,
desnudo, inconsciente, empuñando un soplete con la mano derecha. Cuando
volvió en sí pronunciaba palabras incoherentes. En las diligencias instruidas
por el juez encargado del sumario, consta que el profesor Benavides perdió
la razón el lunes trece, día del encierro, al advertir que su mujer, de nombre
Elena, se había fugado del hogar con Oliverio Ramos, obrero de veinte años
que trabajaba como aprendiz en un cercano taller de reparación de bicicletas.
José María Méndez Calderón, “Espejo del tiempo”, en Burgos, Fernando (comp.), Antología del cuento hispanoamericano, México: Porrúa, 1991, pp. 622-624. (Sepan Cuántos… 606)
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Elijan la opción que mejor exprese de otra forma lo que co-munica el pasaje proporcionado. Al finalizar, comprueben sus respuestas con otros compañeros.
Poseía un terreno en usufructo vitalicio…
a) Que tenía derecho a usarlo mientras viviera sin pagar por ello.
b) Que era un bien que poseería toda su vida y podía heredarlo.
c) Que era el pago por algo que había hecho durante su vida.
Su casa estaba cubierta por una campana atmosférica de nítida transparencia…
a) Que permitía el paso de una luz especial, de distintos colores.
b) Que era de una trasparencia tal que parecía que no existiera nada entre la atmósfera y su
casa.
c) Que controlaba la temperatura de su casa.
Inventó las pistas de succión continua que le permitieron descubrir las distintas variedades de
piedras que había en los siete planetas.
a) Inventó una forma de extraer piedras con un aparato que las sacaba chupándolas.
b) Descubrió, con un aparato a base de protones, la manera de determinar qué tipo de
piedras había en los distintos planetas.
c) Entre los muchos inventos que tenía, había uno que clasificaba las distintas piedras que
había en los siete planetas.
Para halagarla había construido una media luna…
a) Para hacerle un regalo, de algo que ya no existía.
b) Para que se sintiera cómoda, sin molestias.
c) Para darle algo que la deleitara, que le diera satisfacción.
…se sonreía imperceptiblemente como si quisiera ocultar un sarcasmo ofensivo.
a) Su sonrisa casi no se notaba con la intención de no ofenderlo.
b) Casi no se sonreía como para ocultar una burla sangrienta.
c) Al ver los cuernos de la luna sobre su frente, se asustó por lo que eso significaba.
Abandonar la idea de iniciar un diálogo sutil de preguntas capciosas.
a) No debía pensar en hacerle preguntas que denotaran los celos que sentía.
b) De ninguna manera la interrogaría con preguntas ingeniosas que encerraran una secreta
intención.
c) No entraría en una conversación en la que no pudiera sobreponerse a sus sentimientos.
…los celos revelaban un proceso atávico, degenerativo…
a) Los celos revelaban que se regresaba a costumbres antiguas.
b) Los celos eran castigados severamente en ese tiempo y no se podían demostrar.
c) Los sociólogos decían que los celos ya no se sentían porque se habían extinguido en el
género humano.
las palabrasLo que dicen
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Resuelvan el cuestionario que se proporciona. Intercambien su trabajo con otro equipo.
En forma breve anoten el asunto del cuento.
Den a conocer el tiempo y el lugar en que se desarrollan las acciones.
¿Cuál consideran, de los tres inventos secretos del profesor Benavides, el que les parece más intere-
sante o importante? Digan por qué.
El matrimonio de Pedro y Elena transcurría, aparentemente, sin problemas. ¿Cuál fue el hecho que
detonó la tragedia? Explíquenlo.
Señalen las diferencias entre la versión narrada en el cuento y la que apareció en el diario.
¿Cuál es el desenlace de la historia? Anoten el que da a conocer el relato y el que ustedes suponen
que fue el real.
Dio una vuelta completa a la amatista del anillo.
a) Movió su anillo para que la piedra roja que tenía le revelara los pensamientos de Elena.
b) Le dio una vuelta completa al anillo que tenía una piedra violeta.
c) Movió su anillo, con una piedra azul, apuntando directamente a Elena.
La policía, a pedimento de los vecinos, allanó el domicilio.
a) Los vecinos se alarmaron porque después de tres días no se escuchó ningún ruido y llama-
ron a la policía.
b) La policía, llamada por los vecinos, se negó a abrir la casa.
c) Tres días de silencio hicieron que los vecinos llamaran a la policía. Ésta forzó la puerta y entró
en la casa.
¿Dequé setrató?
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¿En dónde está el error?Después de haber leído el relato, desarrollen su capacidad para discriminar lo falso de lo verdadero.
De manera individual lean los textos con errores.
Traten de encontrar en dónde está el error. No se pueden consultar el relato.
Posteriormente, comenten lo que identificaron como erróneo y señalen qué es lo que realmente
dice el relato en esa parte.
Para terminar, todo el grupo participe en un foro en el que comenten tanto el contenido del
relato como el ejercicio.
Textos con errores
Durante la celebración del cumpleaños de Elena, él arregló la terraza de tal manera que pudieran con-
templar la luna como lo habían hecho durante su luna de miel.
La acción se desarrolla en el siglo XXI, época en la que sólo unos cuantos iniciados sentían todavía
pasiones como los hombres de la era preatómica. Experimentar celos era un privilegio que pocos
tenían.
Él era dueño de tres inventos no declarados: uno le permitía conocer los pensamientos de aquellos
que tenía enfrente; otro, el pulverizador protónico, que desintegraba la materia, y un tercero, el espejo
del tiempo. A través de este último, él conoció los pensamientos de Elena y supo que lo engañaba.
Cuando tuvo la certeza de que Elena le era infiel, decidió regresar al siglo XX para destruir a su mujer,
al amante y todo aquello que pudiera recordarle el horror del engaño.
En realidad, la historia se desarrolla en nuestra época y sólo la imaginación del profesor Benavides lo
hace pensar en el tipo de vida que hubiera podido llevar un par de siglos después.
Jueguen, dibujen, escriban,
hablen, escuchen...