Espejito, espejito, ¿quién es la más linda del Reino?
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La sombra esconde todo lo que no quiere saber de mí y que sin embargo soy.
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La sombra esconde todo lo que no quiere saber de mí y que sin embargo soy.
Dr. Alejandro Di Grazia RaoDirector del Colegio Humanista
de Mé[email protected]
Espejito, espejito, ¿quién es la más linda del Reino?
La sombra es un mundo oculto, rico y misterioso que me habita, que me niego a ver y descarto por miedo a que los demás y principalmente yo mismo vea y deje de quererme y haga que los demás no me quieran. ¿Cómo esperar que los demás me quieran y acepten si yo mismo no puedo quererme y aceptarme?
No puedo aceptarme entero, bueno y malo, y me resigno a un yo parcial y dividido. Mi yo duda entre lo que realmente soy y lo que creo que los demás (mi gente, el mundo, las convenciones) esperan de mí, o lo que yo mismo me exijo ser (yo ideal), y opto por reprimir esas partes mías.
Todo lo que es, todo lo que somos lleva implícito su potencial de realización, busca su destino, procura transformarse en un gesto, una idea, un comportamiento. Las partes divididas, se hacen autónomas, actúan fuera de control, buscando expre-sarse. Al no encontrar canales se transforma en destino: accidentes e infortunios afuera, o en síntomas en donde el cuerpo se hace cargo a través de la enfermedad.
Mi yo profundo, más sabio, está colmado de plenitud de vida y cansado de guardar silencio en el desván de las cosas muer-tas, en el cajón en donde se guarda u oculta lo que no puede ni debe mostrarse: mis sueños, mis ilusiones, mis deseos más profundos, amables o no.
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Pero no sólo ocultamos lo feo o desagradable, también valores y tesoros que por alguna secreta razón hemos decidido que de eso no se habla, que eso no se muestra.
En nuestro mundo actual, muchas de esas cosas, las sombras más temidas, se han hecho destino y son puestas en escena despiadadamente: hambres, guerras, pandemias, trastornos del clima, disolución de instituciones y valores, desconfianzas de todos contra todos, violencia, mentiras y traiciones.
El nuevo Dios “dinero y consumo” ve tambalear sus cimientos: el ídolo de oro en pies de barro. Es el último Dios en desplo-marse, cumpliendo la sentencia de Nietzche “Dios ha muerto”. Vaticinio que es, en cierta forma, esperanzado: si Dios ha muerto, alguna vez ha existido. Y si no ha existido quizá sean tiempos de crearlo urgentemente…
Sólo que ya no podemos ponerle fuera de nosotros y a distancia suficiente para que no se noten sus imperfecciones. Debe-mos crearlo adentro nuestro. Pero allí habitan también nuestras sombras, miedos y fantasmas, ángeles y demonios, es un altar un tanto desprolijo.
Durante tanto tiempo guardamos allí esos “pecados espantosos” que estos, en la oscuridad, han crecido enormemente y al iluminarlos con nuestra mirada actual los vemos más grandes y temibles de lo que son.
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Tenemos, así, la habilidad de demonizar nuestra sombra y a la manera de los melodramas televisivos agrandarnos nuestras imperfecciones. Al no poder asumirlas, culpamos a los demás o a nosotros mismos o a ambos.
Pero cuando nos atrevemos a dar el gran paso necesario de vernos y dejarnos ver, con sorpresa descubrimos que: ¡Ah, eso era todo!...
Sí, sin duda también tengo un delincuente dentro de mí, pero éste mata y viola, quizá tímidamente y con culpa, y sólo en sueños o fantasías.
Son tiempos de volver a nosotros mismos, de “reflexionar”, de mirarse al espejo y reconocerse: Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino?... ¿Es qué la más fea no puede reinar? Quizá en un mundo futuro de cuentos de hadas de final feliz podamos reinar siendo lo que somos, buenos y malos, lindos y feos, inteligentes y torpes, muy héroes o muy villanos, muy masculinos o muy tiernos y sensibles… Pero al fin, enteros. No somos “medias naranjas” esperando otra media naranja que nos complete… Somos “naranjas enteras” y a lo sumo compartimos por un rato con gusto nuestra frutera con algunas otras naranjas enteras… Ni siquiera hay que acomodar en la frutera los lugares que debieran ocupar cada una. Basta mov-erse un poco y el movimiento las acomoda.
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Dr. Alejandro Di Grazia RaoDirector del Colegio Humanista de México
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