España Peregrina Año i num 7 agosto de 1940
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AÑAC R I N A
JU N T A DE C U LTU R A E S P A Ñ O L A
7S U M A R I O
La Conferencia de La Habana............ 3España viva................................................ 7España y la crisis del hombre..............Presencia del futuro ................................ 12La Bibliografía hispanoamericana. . . . 17España Libre.............................................. 2 2Historia de un crimen f 1 8 2 0 -1 8 2 3 ) . . 23
Crítica y Polém ica ̂ ^
Fclange y España Peregrina........................................................................ 29¿Rubén Darío contra Bolívar?, por Juan L arrea....................................... 31La Voz de su A m o .......................................................................................... 3 6España, el país y los habitantes, de Leonardo Martín Echeverría,
por Faustino M iranda............................................................. .......................El primer milagro de la catedral angelopolitana, de Francisco Azorín,
por José C am er................................................................................. ...............
Memorias de Ultratumba
Registro Bibliográfico, por Agustín Millares
Eugenio Im az..........................Francisco Giner de los R ío s .David Lord..............................Juan Larrea..............................Juan V icéns..............................José M. de H ered ia .............José Manuel Quintana . .
E S PP E R E
J U N T A D E C U L T U R A E S P A Ñ O L A
E STA TU TO S DE LA JUNTA DE CU LT URA E S P A Ñ O L A
IL a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la rep re se n ta la volun
ta d de a s e g u ra r la p ro p ia f iso n o m ía e sp ir i tu a l de la c u l tu ra esp añ o la , favo rec iendo su n a tu ra l desa rro llo y. consecuen tem en te , la de u n ir y a y u d a r en su s tra b a jo s a los in te le c tu a les españo les ex p a triad o s .
nE s m isió n de la J u n ta s u p lir con su p resen c ia a c
t iv a y v ig ila n te y con u n e s p ír i tu colectivo de s a c r if ic io la acc ió n de los o rg an ism o s o fic ia les, de la3 in s titu c io n es de to d o g én e ro y de los estím ulos y ex igencias del am b ien te , qne en la in te g rid a d de la v ida españo la p ro m o v ían y a seg u rab a n el desenvo lv im ien to de n u e s tra c u l tu ra .
mE s p ro p ó s ito de la J u n ta e v i ta r la d isg reg a c ió n de
lo s in te le c tu a les e x p a triad o s , estab leciendo e n t re ellos re la c ió n co n s ta n te , su sc itan d o y apoyando c ie r ta s in ic ia tiv a s , co o rd in an d o o tra s , y p ro cu ran d o , p o r todos los m edios a su a lcan ce , que se estab lezcan e n e! d es tie rro Jos ó rg an o s de c reac ió n , ex p res ió n y conservac ión de la c u l tu r a e sp añ o la Que se ju z g u en necesarios.
IV
C om pete a la J u n ta e s ta b lece r co labo ración e in te rc a m b io con las en tidades e in s titu c io n es c u ltu ra le s del e x t r a n je ro y con sos cen tro s d e in v e stig ac ió n y en señ an - x a p a r a co n seg u ir que. por su in te rm ed io , se m a n te n g a n y am p líe n aque llas re lac iones c u ltu ra le s a u e son ind isp en sa b le s p e r a su p ro p io desarro llo .
V
E s. asim ism o, m isió n de la J u n ta p rom ove r v h ac er ■efectivas am istades y apoyos a la c u l tu ra e sp añ o la en e l e x t ra n je ro p o r aquellos m edios _ au e en c a d a p a ís y e n cad a m om en to p a rez can m ás indicados p a r a conse
g u irlo . C o n te s te obje to , la J u n ta p rom overá la creación de ag ru p ac io n es de “A m igos de la C u ltu ra A p añó la” en su sede c e n tra l , en la s localidades donde funcione u n a delegación de la J u n ta , y en aquellos o tro s lugares que se es tim e conven ien te .
VI
L a J u n ta de C u ltu ra E spaño la se considera integrad a p o r aquellos españoles en los que co n c u rra la doble c a l id a d ; de e s ta r d es te rrados y de s e r creadores q mantenedores de la cu 1 Luía españo la . De todos ellos hará u n a re lac ió n n o m in a l. L a J u n ta de C u ltu ra Española se co n sid e ra ig u a lm e n te in te g ra d a po r aau e lla s entidades QQe» d esarro llan d o u n a o b ra c u ltu ra l , m an ifie sten su adhesión a la J u n ta y se p re s te n , si a ello se les je- q u ir ie ra . a co lab o ra r a su s fine s en la fo rm a aue en c a d a ca3o se determ ine .
V II
L a J u n ta de C u ltu ra E spaño la se r ig e p o r un direc to rio . in teg rad o p o r sus fu ndado res y p o r las persogas que estos v ay a n designando. E s te d irec to rio podrá deleg a r to d as o a lg u n a s de sus funciones en u n Secretariado o C om isión E jecu tiv a .
V III
L a sede c e n tra l de la J u n ta de C u ltu ra Española e s tá ac tu a lm en te en M éxico. D. F . Se es tab lece rán delegac iones de la J u n ta en los pa íses donde se considere o p o rtu n o . Sus m odalidades de co n s titu c ió n y funcionam ien to se d e te rm in a rá n en cada caso.
IX
L a J u n ta de C u ltu ra E sp añ o la , a s í como las Delegaciones que se v ay a n estab leciendo , se so m ete rán a las disposiciones legales v ig en tes en los p a íse s respectivos, que les p e rm ita n a d q u ir ir u n a perso n a lid ad ju ríd ica la que pued an h ac e r adquisiciones, c e leb ra r con tra to s , etc.
ESPAÑA PEREGRINAD I N A M A R C A 8 0 -----M E X I C O . D . F .
PUBLICACION MENSUAL DE LA JUNTA DE CULTURA ESPAÑOLA
Número sue lto .................................................. Un peso.Suscripción anual:
México.................................................... Diez pesos.Países de Am érica................................. Dos dólares.Otros países .......................................... Dos y medio dólares.
Edición en papel de lujo (100 ejs.):México, anualmente ............................. Veinte pesos.Países de América................................. Cuatro dólares.Otros países .......................................... Cinco dólares.
ESPAÑA PEREGRINAJU N TA DE CULTURA E SP A Ñ O L A
Registrado como artícu lo de 2“ clase en la A dm inistración de Correos de M éxico, D F ., con fecha 28 de febrero d e 1940
Tomo II 15 de Agosto de 1940 Núm . 7
L A C O N F E R E N C I A D E L A H A B A N A
Por Eugenio IA1AZ
La diferencia de origen y de colores perdería su influencia y poder.
BOLIVAR.
La Conferencia de la Habana, sean cualesquiera las consecuencias que el porvenir le vaya engendrando, podemos decir, desde ahora, que ha sido una reunión histórica. De las que hacen época o más exactamente, de las que la época hace. Y eso que no pasa de ser una reunión, o conferencia, que no confederación o cosa que lo valga. A pesar de que en ella la doctrina Monroe, que llevaba más del siglo de vida equívoca y recelada, ha ampliado su vigencia de principio yanqui hasta los confines de la Tierra de Fuego.
Monroe pronuncia su declaración para hacer frente a las eventualidades provocadas Por la cuestión española. La intervención de la Santa Alianza ha acabado con el régimen liberal español. Inglaterra, que ha desaprobado públicamente la intervención, ha consentido complacida y neutralmente en ella, dando en prenda las libertades españolas Para que luego la Santa Alianza le deje el campo libre en América, en las colonias recientemente emancipadas o que la aplicación completa del principio Iegitimista había puesto en peligro de incorporación a la Metrópoli, tan vergonzosamente legitimizada. En octubre de 1823, el ministro inglés de Relaciones Exteriores, sabía ya que la Santa Alianza no intentaría nada en América. En agosto había escrito al embajador yanqui en Londres, sugiriéndole una declaración conjunta con los Estados Unidos para
oponerse a todo intento de restauración colonial española en América. La declaración de Monroe es del 2 de diciembre del mismo año.
“El sistema político de las potencias aliadas es esencialmente diferente del de América. Nuestra sinceridad y las relaciones amistosas existentes entre los Estados Unidos y esas potencias nos obligan a declarar que consideramos cualquier intento por su parte de extender su sistema político a cualquier porción de este hemisferio como peligroso para nuestra paz y seguridad”. Y apuntando visiblemente contra una de esas potencias, Rusia, que pretendía derechos sobre la costa nordeste del Continente, la declaración se precisa en estos términos: “se considera llegada la ocasión para proclamar como un principio en el que están implicados los derechos e intereses de los Estados Unidos, que los continentes americanos, debido a la condición libre e independiente que han asumido y mantienen, no podrán ser considerados en adelante como objetos de futuras colonizaciones por parte de cualquier potencia europea”.
Era una manera, sin embargo, de disparar por alto, apuntando a Rusia, contra Inglaterra. Porque este país que, en 1823, no se sentía con garbo para convertirse en "el Quijote de la libertad de los pueblos”, cuando tres años más tarde la Santa Alianza quiere repetir su hazaña intervencionista con Portugal, la impide porque ella pondrían en peligro sus miras americanas. “Yo miré a las Indias y llamé a un Nuevo Mun
do para enderezar la balanza del Viejo” (Canning). La balanza cuyo equilibrio había roto la Santa Alianza. La balanza comercial.
La misma en que pesó sus palabras Mon- roe, pues como aclarará poco después el presidente Adams "con la condición de independencia (de las naciones americanas) los Estados Unidos gozan el derecho de intercambio comercial con cualquier porción de sus posesiones. Tratar de establecer una colonia en esas posesiones equivaldría a usurpar, con exclusión de los demás, un intercambio comercial que era patrimonio común de todos”.
Con claridad de propósitos, pues, empieza su carrera la doctrina de Monroe. Inglaterra favorece' la independencia de las colonias para asegurarse la “libertad de comercio”, el régimen de puerta abierta, que es la puerta grande por donde tiene que entrar la máxima potencia mercantil que ha conocido el mundo. Estados Unidos piensa que casa con dos puertas mala es de guardar y toma todas las precauciones. Tantas que, a veces, tiene que dar explicaciones para aplacar los recelos de las naciones independientes americanas tan generosamente monroizadas. Así, entre otros, el Presidente Roosevelt, en su mensaje presidencial de 1906: “En muchas partes de América del Sur existe un gran malentendido respecto a la actitud y propósitos de los Estados Unidos con respecto a las demás repúblicas americanas. Ha llegado a prevalecer la idea que nuestra afirmación de la doctrina de Monroe implica o lleva consigo una presunción de superioridad y un derecho de ejercer cierta clase de protectorado sobre los países a cuyo territorio se aplica tal doctrina. Nada más lejos de la verdad”. Nada más lejos de la verdad, efectivamente.
*
En la región celeste de las ideas la doctrina Monroe aparece revestida de pureza. Nada mejor para preservar la paz del mundo que cada pueblo se rija libremente por sí mismo. Nada de intervenciones políticas. Lo curioso del caso es que a esta doctrina se haya llegado por el camino de la intervención en España. Pero la historia es dialéctica y con la ne
gación de la negación se va, o se puede ir, a todas partes. Por eso Roosevelt, fresca todavía la guerra con España, pudo asegurar al mundo que la doctrina de Monroe “representa sencillamente un paso, y un paso largo, para asegurar la paz universal asegurando la posibilidad de paz permanente en este hemisferio”. Pero lo primero que había que andar con ese paso largo era el camino de la concordancia continental: que todas las repúblicas del Nuevo Mundo adoptaran la doctrina de Monroe, la política inspirada por ella. Wilson pretende unlversalizarla: “me propongo que las naciones adopten de común acuerdo la doctrina del Presidente Monroe como detrina del mundo entero”. El propósito es muy ambicioso, pero el resultado no es pequeño. El artículo 21 del Pacto de la Sociedad de Naciones considera la doctrina de Monroe —doctrina pura y exclusivamente norteamericana, como repetidamente lo han declarado sus presidentes— un International en- gagement, un regional understanding para asegurar el mantenimiento de la paz. Aunque no se trata más que de un amago, porque esa referencia del Pacto a la doctrina de Monroe no puede revestirla de una eficacia internacional que no tiene, la intención está bien vista, como la de Dios en la fábula del vasco náufrago y la rama.
*
La doctrina monroísta, ya wilsoneada, inspira la ley del embargo de armas. También en este caso hay un proceso curioso. La ley no prevé más que las guerras exteriores y, para aplicarla a la guerra de España, encuadrada en el marco no intervencionista, es menester ampliar el enunciado de la ley al caso de las contiendas civiles. En nombre del no intervencionismo monroísta, del pacifismo monroísta-wilsoniano, se refuerza el no intervencionsmo chamberleniano, es decir, se refuerza ¡a intervención en España. En 1823 los banqueros y mercaderes ingleses sacrifican alegremente a España con un antiquijotismo que, naturalmente, nada tiene de sanchopancesco. La potencia mercantil que es la Gran Bretaña empieza a trazar su órbita ascendente guiada por Canning- ¡Abajo los prejuicios! Pero, como hemos dicho, junto a la puerta grande, Monroe
araña una gatera. En 1936 las mismas gentes ingleses adineradas ya no son capaces de sacrificar sus prejuicios que, ahora, el ciclo cerrado, son prejuicios conservadores, más entrañablemente afincados que los puramente doctrinarios. Pero lo extraordinario, esta vez, es que los Estados Unidos hayan jugado mano a mano con Inglaterra.
Explicar el por qué, requeriría poner de relieve la significación especialísima que en la historia universal humana corresponde a la no intervención francoinglesa en la guerra española. No es el momento. Sólo queríamos señalar la parte de responsabilidad que incumbe a los Estados Unidos en la situación amenazadora que, en estos momentos, representa el fascismo para toda la América. Situación amenazadora a la que se hace frente con esta regionaliiación de la doctrina de Monroe que es, entre otras cosas, la Conferencia de la Habana. La raíz de esta nueva etapa del monroísmo, como la de la primera, estaría alimentada por el cadáver de la libertad española.
*
Los Estados iberoamericanos han venido marcando en recientes conferencias su voluntad de juego limpio. En la Conferencia de Consolidación de la Paz, reunida en Buenos Aires en 1936, todos los países de América se comprometen a no intervenir directa ni indirectamente en los asuntos interiores o exteriores de los otros países y establecen el principio de consultas mutuas para el caso en que cualesquiera de ellos se encontrase en peligro de agresión. Frente al intervencionismo y la protección se establece el principio de independencia y solidaridad de las naciones de América. En la Consulta de Panamá, afrontando ya el peligro de la Guerra Europea, se establece el principio de la mutua consulta para el caso de que alguna r?gión de América sujeta a la jurisdicción de cualquier Estado no americano hubie- ra de cambiar de soberanía. Frente a la doctrina de Monroe, no como enunciado sino como cuerpo yivo de doctrina, se apunta ya d comienzo de una doctrina continental de solidaridad americana. Como somos, o queremos ser, idealistas de verdad, es decir, 9ue consideramos un realismo pesimista y alerta como el mejor partero de las ideas.
tenemos que subrayar, en esta Conferencia de la Habana, los peligros que la inminencia de la amenaza exterior a que tiene que hacer frente toda la América, puede acentuar para hacer de aquélla el punto de arranque de una segunda etapa del monroísmo y no el alba de la doctrina continental.
*
La doctrina de Monroe, con todo y ser una gatera, hizo posible por el juego alternado de Inglaterra y los Estados Unidos mantener, aunque fuera en simulacro, el difícil equilibrio de las libertades americanas. En esta segunda etapa, de momento ofrece un dique al avance nazi. Sólo la inminencia aparatosa del peligro ha podido forzar a las naciones americanas a aceptar efectivamente el brazo ejecutivo de los Estados Unidos para los casos de emergencia. Pero el recelo que a esas naciones les ha inculcado la vida práctica de la doctrina, aquellos protectorados de que hablaba Roo- sevelt, ¿no se verá agrandado para el extremo de un posible protectorado norteamericano que se extienda a todo el Continente?
La Conferencia de La Habana, además de las medidas para evitar los cambios de soberanía de las posesiones europeas en América, adopta acuerdos de carácter económico y otros de carácter político contra actividades subversivas. Los acuerdos de carácter económicos son un poco vagos; parece que había un proyecto de cartel, excesivamente protector, que ni pudo ser presentado. La protección verdadera, la que el fuerte debe al débil, en el terreno económico presenta grandes dificultades. Norteamérica difícilmente puede absorber los excedentes sudamericanos que la pérdida de los mercados europeos supone. No hay más que repasar las estadísticas. Además, el monopolio de absorción de estos excedentes equivale a entregar la economía sudamericana a la merced colonial de su buen vecino del Norte. ¿Disponen los Estados Unidos, además del capital, de la voluntad de industrializar la economía de los países iberoamericanos? Peligrosa arma de dos filos esta de la protección económica con que se pretende consolidar el americanismo de América que geográficamente redondean los acuerdos sobre
los cambios de soberanía de las posesiones europeas.
También es de dos filos, y muy filosa, la que se trata de manejar contra las actividades subversivas. También existe aquí un recelo que tampoco disiparon las palabras del secretario Olney, cuando la cuestión de límites de Venezuela: la intervención en la política interior de los países americanos. Porque todos sabemos lo que fué el caballo de Troya. Pero en esto de la quinta columna nos parece, a los republicanos españoles, que existe cierta tendencia a escuchar las explicaciones de los más insignes quintacolumnistas. Ahí está ese Dies, con su comité famoso. Nosotros sabemos en qué columna estuvo durante la guerra de España. También los mexicanos han sabido algo recientemente. La quinta columna se ha retorcido salomónicamente, quiero decir, con sabiduría, a los propósitos de intervención en la política interior de los Estados. Esto está más claro que la doctrina de Monroe, la que, a pesar de todas las turbias vicisitudes de su larga vida, ha pretendido desde un principio vincular la seguridad de los países
D I S O N A N C I A
El jueves 25 de julio la policía cubana arrestaba al Dr. Genaro Artiles, ex-direc- tor de la Biblioteca Municipal de Madrid, internándolo en el equivalente cubano de Ellis Island. El embajador de Franco en La Habana había solicitado su extracción basándose en que el Dr. Artiles era responsable de la desaparición de un libro de la parroquia de Santa María. El ministro cubano de Relaciones Exteriores concedió la extradición. Según me dicen, el doctor Angel Campa, que es el nombre del ministro, está muy deseoso de ir a España en calidad de embajador.
El doctor Artiles, cuando estalló la rebelión, fué nombrado por el gobierno, miembro de la Junta de Defensa del Tesoro Artístico. Esta Junta, como es bien sabido, realizó un brillante trabajo. El mismo doctor Artiles transladó numerosos cuadros, archivos y otros objetos de valor de las iglesias, donde se hallaban en gran peligro,
americanos a sus instituciones democráticas, a la autodeterminación. Esta es la “gran tradición" de que se enorgullecen los norteamericanos. Pero en nombre de la “gran tradición” europea de la “no intervención” se nos ha hecho a nosotros lo que se nos ha hecho, en nombre, precisamente, de la autodeterminación. La tarea es ardua. Tienen que trabajar los del Norte, los del Sur y los del Centro. Sólo potentes movimientos populares podrán hacer de esta segunda etapa del monroísmo algo humanamente aceptable. Pensamos en la responsabilidad preeminente de las fuerzas populares norteamericanas, pero también tenemos puestas nuestras esperanzas en que los hijos de España de este lado del Atlántico recojan y desarrollen el espíritu rendido tan atrozmente por sus hermanos españoles. Contra los imperios encamisados, con camisa de fuerza de cualquier color o a rayas, el imperio sin color de los pueblos libres, por el que trabajó Bolívar, en el que "la diferencia de origen y de colores perdería su influencia y poder”.
S C U B A N A S
a la Biblioteca Nacional. El párroco de la iglesia de Santa María ha descubierto ahora la desaparición de un libro de Visitas. Don Genaro Artiles abandonó Madrid en noviembre de 1936 para hacerse cargo del puesto de agregado comercial en Suiza, en representación de su gobierno. Ya no volvió más a España. El sábado 27 de julio, el doctor Artiles fué puesto en libertad por las autoridades cubanas después que su abogado defensor presentó la prueba documental de que era cubano de nacimiento, ya que es hijo de un español residente en Cuba desde antes de 1900 y que no se inscribió en el Registro español que le hubiera asegurado la conservación de la nacionalidad española. Don Genaro Artiles está libre, pero el principio de que se han servido para detenerlo y para intentar reportarlo, & mantiene intacto.
(The Nation, New York, 10, Ag. 40.)
E S P A Ñ A V I V A
(Fragmento)
Por Francisco GINER DE LOS RIOS.
Está muerta. ¡Miradla!(León Felipe)
MIRADLA, ¡no está muerta! Miradla en nuestra sangre, en el ritmo más hondo de las venas seguras.No hay nadie que la mate ni le siegue su ímpetu, su decidido sino de muerte y nacimiento.Los que luchamos siempre con su luz en l°s °Íos> los que sentimos grave su peso por los hombros clavándonos su angustia ya eterna por la frente, sabemos de su vida, de su anchura constante, de su fe limpia viva coma el agua soñada.Sabemos que su ansia ya no se calma nunca y que su sed revive por encima del cielo y que jamás se pierde.
Estamos, si, en el llanto, con la voz recogida sobre nuestra congoja y el recuerdo constante de aquel ancho martirio.Hemos perdido España. Miradla, si, perdida, lejana a nuestro aliento e imposible a las manos, pero viva en su muerte, en su larga agonia, gritando en sus heridas lo firme de su sangre.Nadie se acerque, aquí, al llanto que tenemos a esta perdida luz <7ue empuja nuestras lágrimas y nos tiene tronchados y solos en el mundo.
Pero aquí no lloramos la muerte inevitable, las sienes ya paradas y quietas para siempre.La memoria nos quema con la imagen de un pueblo sencillamente abierto a la muerie tremenda, dispuesto claramente a una lucha angustiosa, enraizado en la tierra que le entregó la vida para que la perdiese, sencillo y decidido.
Cuando en el pecho alienta levantado el recuerdo de una fe sostenida por millones de pechos, que no se dobló nunca y se entregaba siempre sin turbio regateo, con la mirada limpia, no es posible creer en la muerte de un pueblo, en que su se pierda para siempre en la noche y no cante su claro mensaje a la mañana.Y si nos gritan esto con ojos encendidos
voces nobles y abiertas que entregaron su fuerza a la causa de España, se mueve nueslra angustia y su viento menea el árbol de la sangre para gritar al mundo la verdad que tenemos.España no se ha muerto. La vivimos nosotros.En nosotros alienta con su más noble grito y su fe se mantiene ahondándose en los pechos, buscando sus raíces en el ímpetu hondo que lo guardamos siempre desde nuestra derrota.
Miradla, no está muerta. Su dolor no se ha muerto, y nos muestra el camino que busca la conciencia. Nada luce en nosotros si no es su viva luí que es la constante espuela de nuestro pecho abierto. Nos buscamos en ella, en ella nos perdemos.No queremos salvarnos de su peso y su angustia y sólo importa un cielo que espera con la muerte reservada a nosotros para que España viva.Los senderos del mundo, su tiniebla de ahora, están llenos de España, y si no los llenamos con esta limpia fe que empujó en nuestra sangre, que ha encarnado en nosotros el sentir un destino. Sobre el hueso y la sangre, en el alma y los ojos,¡cómo pesas, España, cómo lanías y enciendes!No está muerta quien late en la vena más honda, quien levanta la angustia y nos cubre los cielos, la que entrega alegría al sentir el esfuerio renovando su acento, traspasando la sangre, quien llena de esperania y sujeta y liberta por lograr su figura y por besar sus sienes.¡Miradla, no está muerta! Con su aliento y por ella, su vida en nuestra vida, pedimos nuestra muerte.
E S P A Ñ A Y L A C R
La Humanidad se ha esforzado durante largo tiempo por encontrar un modo de vida que sustituyera al viejo feudalismo. Toda la historia de los últimos quinientos años se explica por este movimiento del hombre hacia la democracia, y el llamado Mundo Occidental encuentra su sentido en la lucha común por la libertad.
Un islote democrático en un antiguo mar de absolutismo, tal ha sido la esencia histórica del cristianismo que dió origen al Mundo Occidental. Aunque pervertida para usos antidemocráticos, en cada edad, por las capas superiores de la sociedad, la idea cristiana es en sí misma revolucionaria y el destino del hombre occidental ha consistido siempre en buscar el cumplimiento de los ideales cristianos o de la libertad.
El fascismo hitleriano ataca con precisión demoníaca el problema radical de la historia occidental, al proclamarse enemigo de la idea cristiana. Aunque de momento se dé por sátisfecho con un movimiento regresivo hacia el estado de la Europa anterior a la Reforma, no querrá, ni podrá, olvidar que su enemigo de verdad es el mensaje evangélico que dió el sentido de individualidad a los esclavos y a los siervos del Mundo Antiguo. Como el propósito del fascismo radica en la restauración de ^e mundo antiguo, tratará de desarraigar de cualquier modo la idea cristiana, y la destrucción de la democracia europea que data de la Revolución Francesa y de la Reforma protestante, no tiene más que una significación preliminar en esa marcha.
El fascismo demoníaco cierra un pacto c°n el clericalismo también demoníaco en el propósito de llevar a cabo la destrucción
la democracia. El clericalismo católico, que busca un retorno al feudalismo antidemocrático de la Edad Media, sin destruir el armazón formal de la religión, no reconocerá la verdadera naturaleza de su Miado. Pero acontecimientos que escapan
I S I S D E L H O M B R E
Por David LORD.
al poder de la clerecía fuerzan a ésta a una alianza con su enemigo más peligroso.
El catolicismo es la religión del feudalismo y los últimos cinco siglos de la historia europea parecen probar que nunca podrá ser otra cosa. Si Europa desemboca en una genuina democracia la Iglesia católica desaparecerá en una nueva Reforma, pero si el fascismo triunfa en su intento de implantar un nuevo sistema feudal en Europa, el catolicismo se convertirá en un. adjunto, muy odiado pero muy influyente, de muchos gobiernos europeos.
No quiere esto decir que la idea cristiana recibirá apoyo del catolicismo bajo un nuevo sistema feudal de Europa. De hecho: la función del catolicismo en la nueva composición consistirá en estrangular la idea democrática o cristiana como trató de hacerlo en el norte de Europa, durante la Reforma, y como lo acaba de hacer ahora en España.
El cristianismo se desarrolla lógicamente en socialismo y ésta es la forma que ha tomado en el Mundo Moderno. La jerarquía católica, dándose cuenta de este hecho y opuesta al socialismo en cualquier forma, se hace definitivamente anticristiana en su esfuerzo por contener la marea de la evolución humana.
Para comprender las fuerzas que trabajan en el mundo moderno, no debemos perder de vista el hecho de que el frente anticristiano se compone, en gran escala, de representantes de la religión oficial, justamente como el frente antiproletario enr cuentra sus más leales partidarios entre los líderes sindicales. En épocas de crisis como la nuestra, la oblicuidad moral del hombre se manifiesta en toda la línea. Es en épocas tales cuando los caudillos —los grandes caudillos religiosos, los políticos y otros— se nos muestran como simples embaucadores, como hombres que cuidan más de mantener su posición y sus bienes
que la civilización cuyo amor proclaman.Hasta ahora el hombre ha fracasado rui
dosamente en su intento de convertirse en un sér moral. Todas las civilizaciones pasadas han fracasado, porque el hombre, en conjunto, nunca ha poseído moralidad bastante como para convertirla en realidad. No hay sistema de sociedad que pueda perdurar si se basa en la injusticia y en la falsedad. Y como todas las civilizaciones del hombre han sido instrumentos de una represión organizada, todas han terminado de la misma desastrosa manera.
Lo mismo que la historia del hombre nos revela su constante fracaso para observar un código de moralidad superior a la fuerza bruta, también nos muestra su práctica acabada de este otro código. En otras palabras, la historia del hombre nos le muestra como un hipócrita sin escrúpulo y los ropajes brillantes de cada civilización no han sido más que el disfraz de esta hipocresía. Así, en nuestra época, el catolicismo se convierte en la máscara del anticristianismo, y el gobierno democrático en la máscara de la antidemocracia, y la civilización cristiana en la máscara del hambre, de la muerte y la represión organizada.
No encubren estas palabras un cinismo destemplado, ni un deseo de escandalizar. Se hace esta afirmación porque la acción de la Europa cristiana en la guerra civil española nos ha mostrado con claridad meridiana la verdadera naturaleza del mundo en que vivimos.
Si ahora el mundo mira con indiferencia el bombardeo de mujeres y niños en Francia y en Inglaterra, es porque ayer los líberes religiosos y políticos de la Europa •democrática dijeron al mundo que el bombardeo de mujeres y niños en España era un acto necesario de civilización. Si hoy •día el mundo ve con indiferencia las perspectivas del hambre en Europa durante el próximo invierno, es porque recuerda el hambre impuesta a España por los caudillos del mundo cristiano. Y si hoy día las gentes perciben con indiferencia la destrucción de la civilización europea, es porque han visto ya la destrucción de otras civilizaciones por la Europa cristiana. Han visto la destrucción v el sojuzgamiento de España per las hordas mercenarias del fas
cismo y se han convencido —éste es un hecho histórico que explica entre otras cosas la incapacidad del pueblo francés para defender su país—- de la colaboración existente entre los líderes de la Europa cristiana y democrática y los caudillos de la Europa fascista antidemocrática y anticristiana.
Europa no se defiende porque no tiene qué defender. La guerra de Europa fué perdida en España porque España era la única defensora del ideal cristiano en Europa. Hitler se dió cuenta de esto, y lo mismo Mussolini. La jerarquía católica se dió cuenta también y lo mismo ocurrió con los líderes de la Europa democrática.
La derrota de España fué la derrota moral de Europa, del Mundo Occidental, del Mundo cristiano. Por esto el mundo fascista, ahora, se encamina cautelosamente hacia la destrucción física y hacia la dominación de los restos de la civilización cristiana: porque sabe que la degradación moral que representa la traición a España es un peso demasiado grande para cualquier civilización. Todo aquello en que creía el Mundo Occidental se ha convertido en escarnio porque la civilización que vendió su alma por treinta dineros y crucificó a su Dios e hizo mofa de él, no puede ya reclamar ninguna fe digna de este nombre.
La crisis española fué crucial y final. En mayor medida que cualquier otra conocida hasta ahora, marca los límites entre dos mundos —el mundo muerto del viejo hombre cristiano, occidental, y el mundo nuevo del futuro.
¿Cuál será este mundo del futuro? ¿Consistirá en un retorno al mundo de los Césares, un mundo en el que el hombre ha perdido toda traza de su individualidad y de su libertad y se convierte de nuevo en siervo, un siervo mucho más degradado que el esclavo del pasado? ¿O veremos un mundo democrático, un mundo cristiano, un mundo fundado sobre las ruinas del fascismo y sus corrompidos heraldos democráticos?
Si el hombre, en este momento de su desarrollo, es empujado hacia atrás y sumido en la servidumbre, el hecho puede muy bien señalar el comienzo del fin. Si, con todas las cosas por las que ha luchado en la historia. con la meta al alcance de la mano,
el hombre fracasa, al fin, por insuficiencia de inteligencia o de moralidad, entonces no habrá merecido convertirse en una especie superior y su caída en la sima del olvido será un fin digno de una criatura tan cruel, tan torcida y tan cobarde como él. Si el hombre conquista la verdad únicamente para enmascarar su astucia, bajamente animal, como han hecho la Iglesia católica y el mundo democrático, durante la guerra de España; si llega a dominar los secretos de la naturaleza solamente con el objeto de emplear este conocimiento para imponer un régimen de hambre y de terror sangriento sobre los pobres y los humildes; si el único tipo de gobierno que puede llegar a desarrollar es ese en que millones padecen hambre en medio de la abundancia y en el que la recompensa mayor es para las dotes de voracidad y egoísmo y el mayor castigo para la posesión de las llamadas virtudes cristianas o humanas icomo ha sucedido en España en los últimos años), entonces está muy bien que el experimento del hombre encuentre su fin y que el planeta vuelva a las condiciones inocentes de la vida animal que conoció antes de la llegada de la especie humana.
Por esta razón podemos hablar de una crisis del hombre. El hombre procede del mundo animal y la civilización del hombre, como hemos visto, ha permanecido, en efecto, como una parte del mundo animal. Pero algunos ejemplos, aislados, de hombres y algunos períodos aislados de la historia humana (Cristo, la guerra civil española), Parecen probar que el hombre, aunque animal en su origen, tiene en su poder la creación y el logro de la divinidad. El sueño del hombre —y toda fe en el progreso humano, en la benevolencia, en la justicia, en la verdad, en la belleza, en la civilización. es parte de este sueño— se ha basado Sempre en la fe en el destino divino del hombre.
Con la divinidad a su alcance, con el sueño del hombre próximo a realizarse, i retrocederá éste a la vieja animalidad carente de esperanza, sueño, amor o visión de lo divino?
iQué será, entonces, el mundo del futuro? Una cosa es segura, que no será fácil
el tránsito del mundo presente a un orden de existencia más elevado. Una civilización que ha podido perpetrar el crimen de España tiene que andar largo trecho antes de poder justificar la presencia del hombre en la tierra.
Lo mismo que la guerra civil española nos hizo vislumbrar los comienzos, los primeros inicios limpios de una conciencia universal (los voluntarios extranjeros, los defensores de España en todos los países), reveló también, descarnadamente, la honda falsía y depravación, la artería baja, egoísta, bestial, que inspira en todos sus pliegues a la llamada civilización cristiana. Una civilización capaz del crimen de España, es capaz de todos los crímenes. La guerra civil española es un espejo que muestra al hombre el valor real de todas sus creencias, virtudes y yalores, religiosos u otros. Como una luz cegadora en medio de profunda oscuridad destaca densamente las crueles hazañas que encubren las buenas palabras de los hombres, la mentira que acecha tras su proclamada admiración por la verdad, la tea, el puñal y la garra que se disimulan bajo las vestiduras de Cristo.
Es bueno que el hombre se vea como es. Es bueno que la limpia brutalidad del animal reemplace a la hipocresía y al engaño y que, por un momento por lo menos, el hombre sea asesinado en nombre del crimen y no en nombre de Dios, los niños muertos de hambre en nombre de la crueldad y no en el de Cristo, los países devastados en nombre del robo y la rapiña y no de la civilización cristiana.
Del crimen sangriento de España ha salido el baño sangriento de la actual guerra. La muerte de ahora se junta con la pasada y la civilización de Europa, magníficamente prostituida, es llevada también al foso de la muerte.
La tragedia de España ha sido la tragedia del género humano. Si la humanidad no puede establecer una civilización basada en la verdad y en la benevolencia, entonces está condenada. Si el sueño del hombre ha de terminar siempre con una repetición de la pesadilla española, entonces es mejor que el hombre deje de soñar. Y si sus esperanzas por un mundo mejor no nos han de traer más que polvo y ceni
za, entonces es mejor que pierda todas las esperanzas.
La crisis actual enfrenta todas las esperanzas y todos los sueños del hombre contra toda la oscura herencia de sangre y avidez de la raza humana. En una hora de crisis semejante, Cristo reveló al viejo mundo pagano algo que no podría ser des
truido por los poderes demoníacos de la vida. Hoy, de manera parecida, España, la nación-Cristo, prueba al mundo moderno que el hombre no ha renunciado a la lucha por una vida mejor, que no ha abandonado su fe en el destino humano de su especie.
P R E S E N C I A D E L F U T U R O
Por Juan LARREA.
La verdadera libertad es necesidad comprendida.
HEGEL.
Tan evidente, tan inequívoca —por razón de magnitud— es la naturaleza mu- tativa de los acontecimientos que desde hace cuatro años padece Europa y hoy asumen fragor de cataclismo que fuera ilógico no admitir que nos hallamos viviendo horas decisivas en la vertebración de los tiempos, que sobre las espaldas vivas de la humanidad paciente se está grabando la frontera de trazado fulmíneo que separa entre sí dos épocas o períodos históricos.
Dentro de un siglo bastará al contemplador abrir los ojos para percibir el alcance y exacta perspectiva de estos días actuales. Tal consideración no soluciona, sin embargo, ninguno de nuestros problemas. Porque somos nosotros con nuestros conocimientos y no el contemplador venidero con el suyo, los llamados a intervenir consciente o inconscientemente, de manera activa o de manera pasiva, en el desarrollo de este proceso cuyo sentido no se subordina al dictado de un hombre, ni de un grupo de hombres —siempre instrumentos—, sino a un complejo de realidades de muy diversa índole y categoría, muchas de las cuales, y desde luego su determinante unitario, escapan al arbitrio de •la voluntad humana. Y lo que hay en nosotros de aspiración a la conciencia, de ansia de libertad —que al fin y al cabo es lo mismo— reclama imperiosamente una explicación plausible, el fruto de una cerebración imaginativa que, lograda la abstracción
del tiempo, nos proporcione un ángulo de visión parecido al del contemplador futuro, facilitándonos en modo hipotético una idea objetiva sobre el contenido de esta hora para ingerir nuestra acción de manera positiva y eficaz en la trama de causas y efectos; es decir, nos invita a construir una hipótesis de trabajo sobre la que, si no nos place dejamos arrastrar por los impulsos instintivos, podamos embarcamos con cuerpo y bienes hacia el mundo vislumbrado del porvenir a la manera como el investigador científico orienta sus estudios experimentales según ese mismo fecundo método para ir desarrollando, de menos o más, el proceso de asimilación consciente de! medio en que transcurre nuestra vida.
No es otro el propósito de este artículo: encajar a grandes rasgos, como en un mapa mental, los diversos componentes de una hipótesis de interpretación de los sucesos actuales, hipótesis basada no en un sistema abstracto de realidades económicas, sociales o políticas, sino en un orden concretamente vivo, poético, en la inteligencia de que la comprensión de la realidad en su aspecto unitario exige una videncia imaginativa por ser esta la única facultad que se conforma a la naturaleza creadora del proceso vital que se supone cognoscible. Lo real absoluto es la poesía, a su modo sostenía ya Novalis.
Si la economía con el cuadro subjetivo de instintos correspondientes, desempeña un papel de suma importancia en la evolución de la sociedad humana y, por tanto, de la historia, no es dudoso que la geografía, la constitución física del planeta y la dis
tribución relativa de los grupos humanos —al modo como la configuración y el desnivel de las tierras y no su feracidad relativa, la cual no es causa sino efecto, determinan el cauce y los meandros del r í o - determina en gran parte la trayectoria precisa del fenómeno histórico. Razones geográficas, sobre todo, en íntima colaboración con un sistema de realidades subjetivas, han presidido al desplazamiento de las sociedades civilizadas siguiendo la ruta solar de Este a Oeste. Del Asia, superiormente poblada, la civilización pasó a Grecia, de Grecia a Roma. Con anterioridad al descubrimiento de América, más bien como condición previa acordada poéticamente al rebasamiento del vaso mediterráneo, el centro de gravedad de Europa se inclina a fines de la Edad Media hacia el litoral atlántico. Así es como, por ejemplo, España dominada por Roma cuando el Mediterráneo era la órbita del mundo, vuelve las tornas y se apodera por medio de los reyes aragoneses de los reinos de Cerdeña, Nápoles y Sicilia. El acento político ha cambiado, sin duda, de paraje.
Rebasada la cuenca mediterránea, descubierto el Nuevo Continente, reconocida la redondez de la Tierra, en Europa, sede de la civilización, el centro de gravedad continental debía recostarse por fuerza lógica en la orilla oceánica, atraído gravitatoria- mente por la masa de los nuevos territorios. Así fué en efecto. Comienza entonces la época de los imperios universales o, mejor dicho, de la universalización de las entidades nacionales europeas. La estructura politicoeconómica a que todas ellas se conforman es de un tipo tentacular. A él se atienen tanto el bloqueo europeo en su totalidad como cada una de sus naciones que se despliegan sobre el mundo: España, Portugal, Inglaterra... Su esquema constitutivo ostenta un foco o cuerpo central que estira múltiples brazos por el orbe hasta los últimos confines.
Cuando el gran imperio español, construido con arreglo a principios históricos pronto sobrepasados por las circunstancias, cono- ció la decadencia y luego el desmoronamiento su sucesión pasó a la nación insular situada en el extremo occidente de Europa y aquella en que. al mismo tiempo, la téc
nica fué adquiriendo un desarrollo más eficiente y vasto. De este modo prosperó el imperio inglés y a su sombra, en cuerpo de satélites, todas las naciones atlánticas formando una cadena ganglionar y continua: Dinamarca, Alemania, Holanda, Bélgica, Francia, Portugal, cuyos navios, al surcar los océanos, tienden los tentáculos que, sorbiendo jugos remotos, alimentan el tronco de Europa que así proyecta su soberanía por casi todo el mundo.
Cierto es que América, el nuevo continente, producto natural de Europa a través principalmente de los dos grandes imperios español y británico, ha ido prosperando pro
tegido por la barrera marítima, ha ido creciendo discretamente, como crecen los hijos, para acabar por manumitirse y proclamar su independencia.
Esta estructura tentacular, económicamente de orden capitalista, centralizado^ no corresponde en realidad a un universalismo auténtico, sino al pluralismo de un sistema local que empieza a sentir la influencia de la universalidad, que hacia ella tiende en un movimiento expansivo del que participa en mayor o menor grado cuanto corresponde a ese ciclo histórico que hoy nos conduce a sus verdaderos umbrales. Lo particular, en la voluntad de los hombres, predomina sobre lo universal, aspira a suplantarlo. De ahí provienen las rivalidades violentas de los pueblos que se disputan la posesión del universo con el que cada uno pretende indentificarse, al modo como los machos se disputan la posesión de la hembra. Las naciones, impulsadas por sus ciegos, irreprimibles egoísmos, no buscan lo universal en sí sino en mí, en el aspecto particular y sujetivo, aunque no pueda dudarse de que precisamente de este modo, contra las inmediatas aspiraciones conscientes de cada una de las partes, es como el todo universal va abriéndose camino, va gestando tranquilamente en la entraña de las cosas su eclosión futura. Es decir, se trata de una etapa intermedia, equidistante entre el nacionalismo elemental, contraído material y moralmente a sus estrechas fronteras, y el universalismo efectivo, etapa de contextura dualista en la que, por la ausencia inmediata de lo universal que con la libertad ha de traer la paz para todos los componentes del sistema,
impera ia tuerza como principio supremo, la razón particular de predominio, propia de aquellos organismos en los que cada uno de sus factores se afirma de un modo absoluto en vez de negarse en el todo.
Más allá de la trama compleja y cegadora de las apariencias, la esencia universal es, sin embargo, lo único que en realidad trabaja. Parece inevitable que el anuncio de su advenimiento coincida con la transformación de esos organismos tentaculares, empezando por el de Europa misma. Si la geografía es una realidad determinante del trazado de la historia, no es dudoso que, como consecuencia del desarrollo natural de los pueblos lejanos y de la intervención de los obstáculos físicos, debe ser quebrantada esa estructura extracontinental, rotos los vínculos que unían a los continentes como sucedió antaño en lo físico, si hemos de dar crédito a las teorías de Wegener, para que cada bloque telúrico, cada territorio, contenga dentro de sí su razón particular de ser, su centro de gravedad, su luz y su vida propias, completas e independientes aunque coordinadas con la de los restantes. Y es natural que ese dia, desaparecida la atracción exterior que vertía la vida europea hacia la orilla atlántica, la capitalidad de ese continente refluya hacia su centro, recobrando su primitivo y natural equilibrio.
¿Es esto acaso lo que estamos contemplando?
Ciertamente, la palanca de fuerza —eje Berlín Roma— se apoya hoy en el centro del continente europeo. Dinamarca, Holanda, Bélgica Francia, naciones oceánicas, dan sido ya victimadas por Alemania. Herido su centro vital, pronto o tarde sus posesiones remotas han de caer en poder del bloque terráqueo a que geográficamente pertenecen. España, después de siglos de introversión se ha vuelto de espaldas al Océano, al universo, para entregarse al obsoluto mediterráneo, a Roma, por consiguiente, que es su centro, ciudad que recobra al contraerse el continente, su situación privilegiada para dominar, por centrifugación sobre aquel ámbito. Quedan Portugal e Inglaterra, la sede del Imperio británico contra el que se dirige hoy el ciclón de acero cuyo torbellino central nutre su foco en Alemania.
Y todo hace sospechar que la dislocación de ese Imperio, nudo y puntal de los sistemas tentaculares, está quizá no muy remota. Cuando suena la hora de descomposición para los grandes imperios, la historia produce por un lado su decadencia y por otro hace entrar en escena las bárbaras fuerzas elementales.
¿Universalismo? Por lo menos cumplimiento de una etapa en el camino de la universalización durante la cual se forman grandes unidades continentales que, si no suprimen por completo el tipo de civilización tentacular, sí modifican su alcance, reduciéndolo a los territorios comarcanos. De este modo Europa parece estar llamada a verterse en tromba sobre el Africa. El desnivel cultural y económico entre ambos he- micontinentes es demasiado profundo y entre sí se acoplan en forma polarizada demasiado perfecta para que puedan eludir esta maquinación del destino. El crecimiento de delirios imperiales, característico de la época de celo de las naciones ¿no corresponde y preludia a la función histórica que se aproxima?
*
Consideración aparte reclama por su extrema significación lo ocurrido en España, país prendido entre los dos mares, el Océano y el Mediterráneo. Por ello precisamente, por hallarse atravesado su territorio por la línea ideal que divide los dos continentes europeo y americano que se divorcian, por ser el lugar donde se traban complejamente las suturas, estaba condenada a sufrir un proceso disgregatorio tan singularmente grave como laborioso. Tiraban de ella, por una parte, las fuerzas europeas de resaca que arrastran la vida de la periferia al centro del continente. Por otra, triunfaban políticamente en la península las aspiraciones populares, el movimiento espiritual hacia la universalidad verdadera, hacia aquello que la presencia del Océano lleva metafóricamente consigo. El desgarrón era inevitable, porque el momento histórico imponía la separación de los dos elementos
, que integraban el compuesto nacional. El cuerpo y el espíritu, la geografía y las aspiraciones conscientes del pueblo español se hallaban en contradictoria pugna. El resul
tado fué que la intervención de las naciones representantes de la fuerza bruta, aquellas en cuyo territorio se sitúa el centro de gravedad de Europa —Alemania e Italia—, contra la voluntad del pueblo español, y al cabo de dos años y medio de cruenta lucha, lograron sojuzgar a España orbitándola dentro del sistema de sus intereses.
Mucho insisten los definidores intelectuales del régimen franquista sobre la actualidad peninsular del medioevo. Se han aducido numerosas razones de muy diverso estilo para demostrarlo. Fué una presuntuosa ilusión de óptica histórica, afirman, suponer que el descubrimiento de América cancelaba el período antiguo y abría una nueva edad, la Moderna. La Edad Media sigue presentando para ellos en estos tiempos —se comprende— una vigencia inmarcesible. Los Reyes Católicos cuyo escudo se ha desenterrado para ponerlo al frente de lo que llaman nueva España, acaparan la actualidad. Su consigna suprema, el testamento de Isabel, en que recomienda la expansión española hacia el Africa, es algo así como la carta espiritual del Estado victorioso. No hay duda de que por medio de un movimiento forzado de regresión se ha cerrado el ciclo: Decíamos ayer.. .
Sí, para la península ibérica se ha cerrado el ciclo que abrió el descubrimiento de América, verdadera desviación circunstancial impuesta al destino español por las exigencias universales del Nuevo Mundo. Los instintos de dominio, de imposición de fuerza, con su cortejo de tenebrosas pasiones típicamente medievales y su mentalidad inquisitorial, se desarrollan en la actualidad a expensas de toda otra consideración de orden espiritual más perfeccionado. Basta hojear cualquier periódico español para comprobar que el verbo, el lenguaje, ha cambiado en España sometiéndose a una ideología visiblemente extranjera. El Imperio Romano la ha sorbido el seso. La letra mortífera del catolicismo propio de aquello que Por no tener más salida que la muerte reda- nía, para compensar el equilibrio, la creencia en una vida de ultratumba, establece su férreo absoluto sobre sus cerebros y costum- bres. ¿Qué significa todo ello? Significa, Parece evidente, que el ciclo se ha cerrado.
El Africa donde de modo sintomático se inició la rebelión franquista, el Africa de Isabel, desairada, pospuesta en el siglo XV cuando atraía la expansión civilizadora, está llamando a los sentidos de Europa y en particular de España, mientras la América de su alma, sublimación espiritual de las ansias de universalidad que durante siglos animaron sus empeños, ha perdido en el destino español su realidad operante, ha roto sus ligaduras. Es inútil que el franquismo contemple a América con mal disimulada concupiscencia haciendo a veces las protestas de afición platónica propias de todo aquel que para satisfacer sus torpezas no tiene más camino que abusar, ateniéndose a la técnica perfeccionada por Hitler, de la credulidad del objeto deseado.. . La absoluta independencia de América, realizada en diversas, etapas, se está consumando definitivamente. Fernando VII, pérdida de las colonias, atentado contra la demdcracia... Hacia América, hacia el Nuevo Mundo, ha sido empujado, en cambio, el otro elemento componente de España, por corresponder a su naturaleza profunda: lo aparentemente vencido en la guerra civil, todo ello dentro de un proceso histórico y poético de la más estricta coherencia. Tal conjunto de datos nos permite imaginar que así como el traslado de la capital española al centro mismo de la península en tiempos de Felipe II coincidió con el principio de la decadencia nacional, que desde entonces no há cesado de agravarse, el desplazamiento del acento europeo al centro de Europa —eje Roma- Berlín— coincide actualmente con la pérdida del predominio universal de ese continente que tiende a convertirse en una potencia regional poseída por el espíritu retrógrado de la fuerza y con tareas muy concretas en que aplicarla. Mientras tanto, en el serpentín de un proceso de diferenciación se ha desprendido de Europa y de España la esencia universal en su validez consciente para ir a refugiarse en América, país de la libertad, vanguardia histórica de la especie hacia los espacios espirituales y materiales del futuro.
Este último extremo constituye la clave de bóveda de la presente hipótesis. La rotura de equilibrio de fuerzas coloca al con
tinente americano en situación tan privilegiada que fácilmente puede presumirse que así como el conflicto del 14-18 produjo el nacimiento de la U. R. S. S., todo parece conjurarse en estos bélicos días para favorecer el rápido engrandecimiento de América llamada a liberarse en la actual coyuntura de la tutela de sistemas pretéritos. Hasta el día de hoy, por hondos que fueran sus anhelos de diferenciación, continuaba siendo en realidad tributaria del continente europeo, verdadero centro civilizado del mundo. Todo ello pertenece, puede decirse, al pasado. Zozobrante Europa en la más afrentosa degradación moral, desenmascarada la miseria de su último contenido, su incapacidad de resolver pacíficamente sus infinitas contradicciones, su bárbara deificación de la fuerza, América se ve obligada a diferenciarse de esa ciénaga de monstruosas traiciones y egoísmos, a enfrentarse quieras que no con las exigencias hereditarias de su destino. Siguiendo la ruta solar, una vez más la civilización progresa hacia el oeste. El porvenir de la vida en el planeta Tierra impone a América un presente lleno de urgencias dramáticas, de esperanzas sin límites, de vehemencias incontenibles. Como en un espejo la historia actual presenta a sus ojos la imagen de cómo una sociedad civilizada debe no ser, hasta que por la colaboración de los hombres de buena voluntad empiece a vislumbrarse concreta, positivamente, la verdadera esencia de la realidad. Porque América está llamada a ser lo que no pudo ser Europa: el continente de la libertad, de la paz, de la conciencia, es decir, el lugar donde logre ser superado, por fin, ese mundo aborrecible para todo aquel que aspira al desarrollo que la especie promete desde tiempo inmemorial a la sensibilidad y a la inteligencia del ser humano.
No es ningún azar, si bien se mira, que los defensores de la libertad popular en tierras de España, escarnecidos por los innumerables traidores de Europa y por los que participan de su estado de espíritu en América, los aspirantes a la creación de un mundo mejor para su pueblo y para los hombres todos, hayamos sido acogidos aquí en este suelo de promisión desde donde al correr de los tiempos volverá hacia nuestro solar nativo el fruto de nuestra semilla. Aquí está
—y sólo aquí— nuestra patria espiritual de españoles que la historia ha unlversalizado. Aquí es donde estamos llamados a realizar la misión suprema del destino español, en representación tácita de los hermanos nuestros amordazados, perseguidos, en España, y en colaboración con nuestros hermanos de origen y de humanas aspiraciones, los americanos. Dada la complejidad del mecanismo histórico aquí — y sólo aquí— parece que nos es dado actuar a favor de cuanto el pueblo español defendió en el suelo patrio.
No es esta la ocasión de discutir la forma cómo esa aparente necesidad histórica puede ser lograda. Bástenos saber que en principio debe abarcar por igual el aspecto material y el aspecto espiritual de la existencia, términos completamentarios de nuestra plenitud específica, único modo de que se opere por completo la redención del cuerpo y la redención del espíritu. Porque no sólo de pan vive el hombre sino de la palabra de Dios, es decir, de los valores universales del espíritu que pueden satisfacer su racionalidad, válores bestialmente olvidados hoy por quienes empeñados en un proceso de ciega trasformación histórica no tienen hacia sus semejantes ni hacia la humanidad ni hacia su justicia el menor respeto. Instrumentos de sus delirios de ambición, fuera de sí, fuera del hombre, no vacilan en supeditar su vida a la de los artefactos destructores, servirles de médula viva, hacer posibles los grandes monstruos anunciados para el fin de todos los mundos.
La creación continúa. Una edad se cierra, otra se abre. En aquélla, el destino del más fuerte es destruir, avasallar al mas débil puesto que no existe más verdad que la de la fuerza. En ésta, el fuerte lo es para ayudar en parte al que lo es menos, para facilitar su desarrollo en gloria y provecho de todos y de su realidad colectiva. Y las promesas grabadas en el dintel de este nuevo mundo son de tal naturaleza que por encima de los rugidos de los motores y de la dinamita. verdaderos protagonistas de estas horas atroces, debe sobresalir el grito de triunfo y libertad, penetrante como el de la parturienta que se desgarra, de aquellos en quienes el hombre espiritual, proyección de! universo, se alza en su conciencia de ser sobre todas las otras cosas.
L A B I B L I O G R A F I A H I S P A N I C A
Bien dice el refrán, que “no hay mal que por bien no venga”. Y por eso, de acuerdo con uno de los fines principales de la Junta de Cultura Española y de “España Peregrina”, hemos de esforzarnos los emigrados españoles en señalar y desarrollar aquellos bienes que puedan venir de este gran mal de nuestro destierro de España.
Y acaso uno de los mayores sea el hacer que tantos distinguidos intelectuales españoles puedan adquirir una visión clara de los problemas hispanoamericanos. ¡Cuánta confusión en ese terreno! ¡Operetescas fiestas de la Raza; vergonzante hispanoamericanismo oficial; “latinoamericanismo” franco-italiano; empresas radicadas en Ham- burgo o en Berlín; panamericanismo demasiado frecuentemente inspirado en Wall- Street; meridianos hispánicos, y tantos otros espantables y vacíos esperpentos! ¡Y sin embargo, qué fácil es entenderse, sobre la base de la lealtad y de la buena fe!
Por lo que se refiere a España, y al lado de otras causas menos limpias, habremos de confesar que con frecuencia venia el confusionismo de no poca ignorancia de los problemas hispanoamericanos. Por eso digo que la presencia de un gran número de intelectuales españoles en América no podrá menos de ofrecerles una ocasión magnífica para que se forme una idea clara de lo que representa el Mundo Hispánico.
La República hubiera podido en España aclarar el ambiente y plantear las relaciones entre los países de lengua española en su verdadero terreno, sobre una base de igualdad y de mutua comprensión. Por desgracia en la actualidad, el tristemente famoso “Imperio”, que más bien habríamos de llamar “Impero", de su verdadero nombre, ha venido a agravar la confusión.
Los intelectuales españoles emigrados en América debemos estudiar esos problemas, cada uno en el terreno que profesionalmente nos es propio, y prepararnos para ayudar
Por Juan VICENS.
a solucionarlo en un porvenir próximo. Porque no hay que olvidar que, para los republicanos españoles, el porvenir es infinitamente más interesante que el pasado inmediato. Aquellos que se encastillan en el recuerdo de la lucha que ha sostenido el pueblo español y de su propia participación en ella, de la labor que se haya podido realizar durante los períodos creadores de la República, como si aquello hubiera de representar el colmo de nuestras aspiraciones, aquellos a los que el culto de ese pasado impide contemplar el porvenir, están muertos, y sus cadavéricas actividades causan un daño gravísimo a la causa del pueblo español.
El pueblo español se puso un día en pie; sacudió su resignada pasividad que había durado siglos y se lanzó a una intensa actividad creadora. Pero apenas iniciada esa actividad, sin haber tenido tiempo más que de plantear los problemas, le fué violenta e injustamente arrebatada la posibilidad de resolverlos. El corto espacio de tiempo durante el cual se inició el trabajo, bastó para darnos una clara visión de las inmensas perspectivas que ante nosotros se abrían. Tuvimos en las manos, durante un memento, un organismo que se desarrollan ba con vitalidad prodigiosa. No tenemos, pues, más remedio que vivir obsesionados por las perspectivas apercibidas, enfermos de inquietud, obsesionados por la contemplación de ese brillante porvenir, que nadie podrá suprimir definitivamente, y sin poder tener tranquilidad ni sosiego ni pensar en otra cosa que en las tareas futuras. El pasado lo consideramos, pues, como un breve prólogo, pero el grueso de la obra está ante nosotros, y nuestra ocupación fundamental no puede ser otra que la de prepararnos, para que cuando llegue el momento de ponemos de nuevo a trabajar, la colaboración que pondremos al servicio del pueblo español, sea lo más eficaz posible.
Y si, entretanto, podemos aquí realizar tareas inspiradas en lo que habrá de ser ese porvenir, es evidente que las asumiremos con el mayor entusiasmo.
En lo que se refiere a los problemas hispanoamericanos, la cuestión se plantea del modo siguiente: Somos veinte naciones,unidas un tiempo por lazos políticos, pero que después han ido evolucionando, diferenciándose y adquiriendo personalidad independiente. Los vínculos que realmente nos unen hoy, no son ni políticos ni étnicos, sino ante todo el idioma, y por consiguiente la cultura. Debemos, pues, damos cuenta de esa realidad para que podamos asociarnos, para fines concretos, como hermanos e iguales, sobre la base de esa comunidad de lengua y de cultura.
Y voy a ocuparme de un aspecto concreto y práctico de lo que debe ser esta gran confraternidad cultural:
El principal medio de expresión de nuestra cultura, naturalmente, lo constituye la palabra escrita, la palabra impresa. Actualmente somos veinte naciones, cada una con su producción editorial. El conjunto se desenvuelve en la mayor anarquía. Nada más difícil que conseguir información completa sobre el conjunto de nuestra producción editorial. Es frecuente que hispanistas de otros países se dirijan a libreros de cualquiera de los nuestros y les pregunten qué se ha publicado “en español”, es decir, sea en la nación que sea, sobre un asunto determinado. Actualmente es imposible contestar a esas preguntas, como no sea de modo muy incompleto.
Pues bien; es preciso que nos demos .cuenta de que, aislados, seremos débiles, pero unidos, representaremos un potentísimo complejo cultural. En el terreno del problema que estoy examinando, la solución es clara: Sería preciso que se crearan instrumentos bibliográficos generales de lengua española. Sería necesario que todos los esfuerzos que se realizan aisladamente, en en todos nuestros países, concurrieran en una empresa cooperativa para presentar ante el mundo, al menos, la información bibliográfica con unidad, en un conjunto organizado.
En el terreno bibliográfico habremos de distinguir tres sectores:
l9—El de la bibliografía que podemos llamar “antigua”, la de los impresos de todas clases publicados en siglos pasados y que sólo es posible encontrar en las librerías anticuarías o en las bibliotecas. Este es evidentemente el problema más complejo y difícil. Pero no hay que desconocer que ya está en parte resuelto gracias a la labor de una legión de bibliógrafos ilustres que han trabajado en todos nuestros países.
29—Lo que podemos llamar el “catálogo de catálogos”, es decir, la bibliografía de los libros ya publicados, y que siguen vendiéndose en las librerías como no agotados.
39—La publicación periódica y ordenada de los impresos que van apareciendo actualmente. Este es quizá el problema que urge resolver.
Pueden resolverse estos problemas de dos maneras. O bien parcialmente, por cada una de nuestras naciones, o bien en común y por una empresa supernacional. Evidentemente, si cada uno de nuestros países organizara de modo eficaz la publicación de sus propias bibliografías, el conjunto representaría la solución de una buena parte del problema, aunque no de todo él. Y todavía sería preciso comenzar por unificar los métodos bibliográficos para que todas esas publicaciones tuvieran una unidad de organización y de forma que les permitiera formar conjuntamente un solo cuerpo bibliográfico.
Sin embargo, el ideal sería constituir un organismo bibliográfico supernacional que recogiera, organizara y publicara la totalidad de la bibliografía hispánica. Y conviene precisar que entendemos por bibliografía hispánica lo siguiente:
1. —Todos los impresos publicados en países de lengua española.
2. —Todos los impresos en español publicados en otros países.
3. —Todas las traducciones de impresos de autores de lengua española a otros idiomas, sea cualquiera el país donde se hayan publicado.
4. —Todos los impresos, sea cualquiera el país y el idioma en que se publiquen, que traten de asuntos relativos a nuestros países, cultura y problemas.
Ese Instituto Bibliográfico debería encargarse de publicar las bibliografías gene
rales hispánicas, al menos de los sectores 2'? y 3 ̂ (catálogo de catálogos y bibliografía periódica de lo aparecido actualmente).
¿Dónde debería establecerse dicho Instituto? Allí donde, por las condiciones geográficas, por las facilidades de comunicaciones, o por otros motivos, hubiera de funcionar con mayor eficacia y ser más útil a todo el mundo hispánico. El Instituto podría ser creado, o bien por vía oficial, por los Estados de los países interesados, o por vía cooperativa, por todos los editores y libreros de los países de lengua española, ayudados por los Estados. El Instituto habría de tener como fines y actividades principales los siguientes:
1. —Reunir una biblioteca lo más completa posible de bibliografías de las cuatro clases de impresos antes indicadas, y que ya existan.
2. —Reunir todos los catálogos de todas las empresas editoriales de cualesquiera países que publiquen impresos que deban ser incluidos en la bibliografía hispánica.
3. —Recibir constantemente y de modo completo noticia de cuantos libros, folletos, revistas, periódicos o impresos cualesquiera, de los que deben incluirse en la bibliografía hispánica, se publiquen en los diversos países. Esto podía suponer la necesidad de organizar una red de corresponsales en todos los países. Pero debería tenderse a conseguir que los Gobiernos de los países interesados realizaran un convenio según el cual, cada uno de ellos establecería en su país la obligación para todas aquellas personas o entidades que publiquen impresos, de enviar nota completa de ellos al Instituto.
4. Ir publicando bibliografías que completen las ya existentes relativas a libros antiguos de los que deban incluirse en la bibliografía hispánica.
5. Publicar rápidamente el catálogo de catálogos hispánico, y volverlo a publicar periódicamente puesto al día. El catálogo de catálogos deberá ser publicado bajo la forma de una bibliografía unificada, organizado de modo racional y con índices sistemáticos y alfabéticos.
6. Publicar periódicamente una bibliografía que contenga, unificada y con los índices necesarios, información sobre todos los
impresos que deban formar parte de la bibliografía hispánica y que vayan apareciendo en los diversos países.
7. Establecer un servicio de respuestas a las consultas bibliográficas que se le dirijan.
8. Suscitar la publicación de bibliografías particulares sobre determinadas materias, países, personas, etc., dentro del campo de la bibliografía hispánica. Y establecer concursos, premios y recompensas diversas para esos trabajos o para colaboraciones o aportaciones valiosas a la labor del Instituto.
9. Unificar y codificar las reglas que han de regir la técnica bibliográfica, clasificación, catalogación, reseña, etc., para los trabajos bibliográficos hispánicos, y tratar por todos los medios de que todos los países interesados adopten esas reglas. •
10. Podrá establecerse una oficina de información relativa a los autores de lengua española, poniendo en contacto a las gentes entre sí y organizando intercambio de materiales bibliográficos, especialmente entre bibliotecas.
Paralelamente a todo ese trabajo efectuado con el material impreso, fácil sería organizar algo semejante para otros materiales, como el fotográfico, cinematográfico, fonográfico, etc.
Lo que se ha indicado hasta ahora es el trabajo fundamental, indispensable y urgente. Pero sería muy de desear que, además del instituto bibliográfico, se organizara una biblioteca hispánica, donde hubiera al menos un ejemplar de cada uno de los impresos de las cuatro clases antes enumeradas como materia de la bibliografía hispánica. Si, como antes se ha indicado, se efectuara una convención aceptada por todos los Estados interesados, sería muy de desear que, en virtud de ella, se dictara en todos esos países una disposición creando un depósito legal en favor de esa biblioteca. Es decir, que obligara a cuantos publiquen impresos en esos países, a entregar un ejemplar más para esa biblioteca, aparte de aquellos que ya están obligados a entregar para el depósito legal de cada país.
Lo expuesto no es, ni mucho menos, difícil de realizar; bastaría en realidad, que
rer, pero querer seriamente. Y fácilmente se comprende lo fecundo en consecuencias favorables y de gran trascendencia que sería semejante organización. Pocas cosas podrían dar a la cultura hispánica una fuerza efectiva más considerable. Y desde el punto de vista comercial y financiero, la existencia de ese instituto y la divulgación de sus bibliografías, repercutiría inmediatamente sobre el volumen de ventas realizado por todos los editores. Actualmente hay una parte de los libros que se publican en nuestros países, que quedan ignorados de muchos de sus posibles lectores.
Pensé en un tiempo, antes de la guerra, que el instituto bibliográfico hispánico podría radicarse en Madrid. Mi intención no era "imperial” (de "Impero”), sino que creía por una parte que allí había ya elementos sumamente útiles que podrían ser puestos al servicio de todos, y por otra era un hecho que, por ejemplo, entre países de América muy distantes entre sí, las comunicaciones eran difíciles, mientras que desde Europa existían comunicaciones de valor semejante con todos los países de lengua española. Los mismos elementos que hoy rigen en España las cuestiones tocantes a libros y bibliografía, se entregaron entonces a un solapado pero eficaz sabotaje de esa empresa. Uno de los procedimientos que utilizaron fué el de publicar en la prensa o por la radio notas explicando que todo eso lo iba a realizar inmediatamente la Biblioteca Nacional de Madrid. De este modo, quienes estaban preocupados por esos problemas, se echaban a dormir y dejaban en paz a los saboteadores. Ese procedimiento fué sobre todo puesto en práctica por el entonces y ahora director de la Biblioteca Nacional de Madrid e inspector general de las bibliotecas en España, don Miguel Artigas.
Por el mismo tiempo se organizó el tristemente célebre Instituto del Libro Español. La historia de ese organismo nos llevaría muy lejos. En su origen era una empresa vergonzosa lanzada por dos editores amiga- ños de Lerroux, con la complicidad de don Miguel Artigas, para hacer que, a costa del Estado Español, se llevaran a América y se vendieran allí sus depósitos invendibles. Más tarde, algunas personas de buena vo
luntad intentaron sacar partido del esperpento, pero lo cierto es que el Instituto duró varios años, con una considerable partida consignada en los presupuestos, sin que nunca sirviera para nada. Es curioso que acabe de dictarse en España una disposición que resucita ese organismo. Si llega a ponerse en actividad, veremos entonces para servir qué intereses se ha levantado ese muerto.
De todos modos, la posición actual de la España oficial hace imposible su colaboración eficaz en la solución de estos problemas. En primer lugar, la actitud "imperialista” (de “Impero”) que adopta en los problemas culturales y en relación con los demás países de lengua española, se opone radicalmente a toda empresa de cooperación fundada en la mutua comprensión. Pero además, España se ha encerrado en un círculo estrecho y sectario, en una tendencia totalitaria que, si bien le permitirá entablar relaciones, podríamos decir, de complicidad, con reducidos grupos de la quinta columna hispanoamericana, le impedirá conseguir la colaboración de los amplísimos e importantes sectores que no simpatizan con esas tendencias.
Todavía, hasta la guerra, el mayor volumen de producción de libros en lengua española era el de la Península. No sólo se publicaban allí las obras, tanto literarias como científicas, de los autores más leídos en todos nuestros países, sino que las traducciones de las obras más importantes de otros idiomas eran editadas en España. Venía esto sobre todo de que España era el país de mayor mercado interior. Se publicaban los libros sabiendo que en el país de origen se vendería una buena parte de la tirada, que no sería bastante para justificarla económicamente, pero que el complemento necesario lo darían todos los demás países de lengua española juntos. Y para ello contaban también con que, como antes he indicado, era más fácil difundir desde España libros en todos los países de lengua española que desde uno cualquiera de esos otros países.
Pero, desde la guerra, la situación ha cambiado, las circunstancias se han modificado. La producción española ha disminuido en proporciones tremendas y se ha ido acu
mulando una gran demanda de libros no satisfecha. La industria editorial, que se iba ya desarrollando en todos los países hispánicos, ha recibido un gran impulso con esta situación, especialmente en algunos de ellos. Por mi parte, asisto con la alegría en el corazón a este múltiple desarrollo de la producción de libros. Sería ceguera colocarse en una estrecha posición exclusivista. Creo firmemente que, cuanto más fuerte sea cada uno de nosotros, más fuerte será el conjunto que formaremos (claro que a condición de renunciar al “ Impero”). Pero para eso es preciso que sepamos asociarnos y coordinar nuestros esfuerzos, sobre una base de mutua comprensión y de lealtad. Y, sobre todo, que podamos poner en marcha la organización a que me estoy refiriendo.
Conviene indicar que en los Estados Unidos se han hecho grandes y hábiles esfuerzos para organizar la información bibliográfica hispanoamericana. Este asunto ha constituido siempre el tema de una sección en todas las Conferencias panamericanas. Y no hay duda que el aporte de la técnica norteamericana y los medios de que se ha dispuesto para esos intentos, les confieren una fuerza que no es posible desconocer. Sin embargo, ese intento adolece de un defecto fundamental. Se trata en él de unificar la bibliografía americana. Y, evidentemente, es difícil unir en un todo uniforme las manifestaciones de dos culturas distintas que se expresan en dos idiomas muy distintos. En ciertos sectores de actividad, principalmente los técnicos y económicos, todavía sería eso posible en una cierta medida, pero en los sectores más típicamente culturales, como la literatura, el arte, la poesía, etc., el intento es descabellado. Además, y por la mayor capacidad técnica y económica de los elementos norteamericanos que colaboran en esa obra, han de lle
var necesariamente la voz cantante, y es claro que lo que toca a cosas tan íntimas como la cultura, la literatura, la poesía, etc., no puede ser resuelto por extraños, como no sea sobre base colonial. Esto no quiere decir que se haya de tomar una actitud de desconfianza y hostilidad hacia los bibliógrafos norteamericanos. Hay en los Estados Unidos valiosísimos elementos que trabajan en estos asuntos y cuya colaboración es importantísima. Pero hay tareas en las que el trabajo fundamental debemos realizarlo nosotros mismos.
Por otra parte, si por desgracia la España oficial de ahora tuviera un día ocasión de realizar algunas actividades de “ Impero”, ello significaría el intento de solucionar estos problemas, poniéndolos en las bárbaras manos de Mussolini e Hitler, lo que sería todavía peor y más monstruoso.
Amigos americanos; amigos hispánicos todos; por las razones que vengo exponiendo, es evidente la necesidad y la urgencia de que nos pongamos a la obra en el sentido que he indicado. Es preciso que seamos nosotros mismos quienes realicemos esta tarea radicada en lo que nos es más íntimo aun siéndonos común. La tarea no es imposible, ni siquiera es difícil. La realizaremos el día que queramos, y sus consecuencias serán. incalculables.
Creo que el primer paso en el camino aquí indicado, podría ser la reunión de un Congreso Bibliográfico Hispanoamericano. La iniciativa podría perfectamente partir de México y el Congreso podría reunirse en esta ciudad. Su reunión me parece necesaria y urgente. En él, además de estructurar el plan de trabajo, debería, ante todo, realizarse la unificación y codificación de los métodos bibliográficos, labor previa indispensable para poder realizar un trabajo eficaz.
No conocemos crimen mayor que el empeño que los gobiernos ponen en coartar la libertad de pensamiento. No sólo privan de un derecho á su generación, sino que asesinan en su germen a su posteridad. En nuestra opinión, los hombres todos deben saberlo todo. Sólo así podrán juagar, sólo asi podrán comparar y elegir.
Mariano José de LARRA.
E S P A Ñ A L I B R E(Fragmento)
Por José M. de HEREDIA(1803-1839)
¡Ignominia fatal!, ya conmovido.Arde mi corazón en viva saña.¿Quién el bárbaro fué, mísera España,Que a extremo tan fatal te ba reducido?¿Fué de la Libia despiadada fiera,La que así destrocó tu seno hermoso,La que ajó tu beldad de esta manera?No, que tus hijos fueronLos que anhelando por mandarte esclava.La cadena execranda te pusieron,El yugo ignominioso te cargaron.
¡Oh, vergüenza! ¡Ob, dolor, oh patria mía! ¿Eres la misma acaso que algún día Tu nombre excelso en alas de la gloria,De polo a polo resonar hiciste?¿La que tras sí arrastrara la victoria?¿La que a tus leyes fuertes sometiste Al árabe feroz, al italiano,De Lusitania a los valientes hijos,Al bátavo, al francés, al otomano De la Europa terror al orbe asombro?¿La que juzgando del orbe conocido,Estrecho campo a tan excelsa gloria,Lanzaste audaz °l piélago profundo A tus hijos heroicos y con ellos Buscaste a tus victorias nuevo mundo?*Eres la misma? ¡Oh, Dios!, ¿pues cómo ahora Sufres callada la fatal cadena,Que aja tu gloria, que tu honor desdora?¿Pues cómo sufres que tus nobles hijos.Que de un divino fuego arrebatados.Romper quisieron tu ominoso yugo,Se miren al suplicio condenados?
H I S T O R I A D E UN C R I M E N : 1 8 2 0 - 1 8 2 3
Cartas a Lord Holland, sobre los sucesos políticos de España, en la segunda épocaconstitucional.
Por Manuel José QUINTANA.
Al amargo sentimiento que afligía entonces a los españoles por los males sin cuento amontonados sobre su país, se añadía el enojo de verse insultados y calumniados por todos los ecos vendidos al despotismo europeo.
QUINTANA.
El rey felón, el “Deseado”, recibió la ccrona que el pueblo había rescatado con su sangre y, en pago red, robó a éste las pocas libertades que había sabido asegurarse en épica lucha. El sentimiento popular se impone de nuevo, sin efusión de sangre, en 1820. El rey felón, que es todo un carácter, reincide en su felonía y los cien mil hijos de San Luis intervienen en España para asesinar de nuevo la libertad en el año de 1823. Este periodo es el enjuiciado serenamente por don Manuel José Quintana en sus Cartas a Lord Holland. La historia no se repite y lo que entonces se disputaba no es lo que se disputa ahora, pues no en vano, desde entonces, han tenidos lugar en nuestro suelo dos cruentas guerras civiles y la conciencia política del pueblo español se va Poniendo a la altura de los tiempos. La cuestión que se ventilaba entonces nos la declara Quintana: Tratábase de determinar si la nación española debía continuar amarrada al yugo político y sacerdotal que de tres siglos la oprimía, o si había de mantenerse la emancipación ensayada en el año 12 y recuperada en el del 20. La otra cuestión, la ventilada por los políticos sobre la forma con que se ha de combinar la facultad de mandar con la obligación de obedecer, de modo que el orden social no se perturbe y la libertad esté segura, esa se irá debatiendo, entre sangrientas vicisitudes, a lo largo de nuestro XIX. Con el X X —y no se tomen estos hitos a la letra del número— la cuestión que presentan los tiempos es ya otra:
No se trata ahora de compaginar el orden con la libertad tanto como de conciliar la libertad con la justicia: las clases trabajadoras piden su lugar en el Estado. La República del 31 es, o quiere ser, una república de trabajadores de todas clases. Estas indicaciones que pudieran parecer impertinentes, no lo sen al propósito de retirar a las páginas que transcribimos cualquier pretensión de paralelismo equívoco. Lo que ha pasado en España desde el 31 al 39 es bien distinto a lo que pasó entre 1820 y 1823 porque las fuerzas en lucha difieren por su potencia y por su conciencia y la constelación europea es también muy distinta de los tiempos de la Santa Alianza. En realidad no tanto se trata de comprender nuestra historia de ahora por la de antes, sino al revés: de proyectar sobre ésta la luz radioscó- pica que atraviesa nuestra agonía. Quedamos aterrados ante la esquelética visión espectral de aquellos acontecimientos. Hay semejanzas que no son paralelismos sino concordancias intelectuales, vertebradas, esqueléticas y orgánicas, entre especies distintas de una misma serie evolutiva. La especie superior, viviente y a la mano, nos ayuda a llenar las lagunas que la erosión del tiempo fabrica y así reconstruimos, con la mayor verosimilitud, el esqueleto verdadero y hasta las entrañas vivas de nuestros padres. Entre los padres que inventaron la libertad y los nietos que encontraron la justicia, el hilo de la historia dibuja con precisión él árbol genealógico. La historia se abre y se cierra, entre padres y nietos, con sendas intervenciones extranjeras y, por ellas, siguen siendo verdad las palabras con que rubrica su prólogo el gran Quintana: Y no se engañen los españoles: la cuestión primera, la principal, la de si han de ser libres o no, está por resolver todavía.
I. EL TRIUNFO DE LA LIBERTAD
Vos sabéis, milord, el método que tenemos en España para hacer las revoluciones. Luego que el punto central del Gobierno falta en su ejercicio o deja de existir, cada provincia toma el partido de formarse una junta que reasume el mando político, civil y militar de su distrito, y toma las providencias necesarias para su gobierno y su defensa. Compuesta, como ordinariamente sucede, de las personas más notables del país, o por saber, o por virtud, o por ascendiente, es escuchada y mirada con respeto, y el mismo espíritu que sirvió a crearla sirve también a hacerla obedecer. Entra después la comunicación entre unas y otras para concertar las medidas de interés general; hecho esto, el Estado, que al parecer estaba disuelto, anda y obra sin tropiezo y sin desorden. Esto no es más. según algunos, que organizar la anarquía.
*
Una nueva vida parecía que circulaba por los ámbitos de España, y animando con grandes esperanzas el pecho de cuantos se sentían con actividad y con medios, abría una perspectiva de aumentos y de mejoras en todos los ramos de la riqueza y prosperidad pública. Y en medio de este júbilo y de este movimiento, esperados tan poco y tan desusados antes, ningún desorden, ningún alboroto indecente, ninguna asonada incómoda y peligrosa. La autoridad no echaba menos la fuerza que realmente le faltaba. La alegria sola era la que gobernaba el Estado. ¡Qué mucho, milord, si entonces los españoles estaban generalmente animados de los sentimientos más benévolos y apacibles: la seguridad y la confianza para lo presente, la esperanza y la prosperidad para lo futuro!
Y los efectos felices de esta admirable disposición no se limitaron a los términos del reino, sino que se hicieron sentir también y se dilataron a los demás pueblos de Europa. Jamás la España, milord, se había presentado a los ojos de las naciones civilizadas más digna de respeto y de maravilla que entonces. Ni cuando las llenó de envidia con el descubrimiento y adquisición de un
nuevo hemisferio, ni cuando las agitaba y aterraba a todas con el rigor de su esfuerzo, de sus armas, de sus tesoros y de sus intrigas, ni aun cuando despertando de repente del letargo en que yacía, se hizo el campeón de la independencia del continente y les enseñó el modo de arrostrar y de vencer al indómito Napoleón. Otro ejemplo, otro espectáculo era levantarse por sí sola del fango de la servidumbre, sacudir en un momento todas las plagas de la opresión que pesaba sobre ella, y hacer una gran revolución sin escándalo y sin desastres; pasar cinco meses de anarquía sin confusión ni desórdenes, guardar la dignidad de la virtud en medio de la irritación de las pasiones, y establecer el imperio de la ley constitucional, como el más conveniente al bien general del Estado, sin consideración ni miramiento alguno a intereses privados ni a partidos. Este grande fenómeno político, quizás sin ejemplo en los fastos de las grandes naciones, produjo una sorpresa, un sentimiento de admiración y de respeto universal. Los estadistas bien intencionados se pusieron a observarle con la más viva atención, con el más grande interés; los filósofos le señalaron como una insigne lección dada a los pueblos y a los Gobiernos; los monarcas no osaron contradecirle ni los malévolos censurarle; mientras que los ma- quiavelistas políticos, atónitos y confundidos al pronto, se decidieron a ganar tiempo, confiando en que el mismo movimiento Ies mostraría después los medios de atacarle y destruirle.
El pueblo procedió en seguida a las elecciones de los diputados, y en este primer ejercicio legal de su poder se manifestó digno de la libertad que acaba de conseguir. Ningún tumulto, ningún desorden, confusión ninguna. Cualquiera, al ver la gravedad y asiento con que este grande acto se verifico en todas partes, diría que los españoles estaban acostumbrados a él de muchos siglos atrás. -Un feliz instinto animaba generalmente entonces a los electores, y unos p°r amor a la libertad, otros por escarmiento, otros por sosiego: todos concurrían en el deseo de poner los destinos de su patria en manos de la sabiduría y de la virtud. La alegría y la esperanza, que todo lo conciban
y hermosean, les hacían concurrir en un solo pensamiento, y este pensamiento era el del bien. Una gran parte de ellos estaban ausentes al tiempo de ser elegidos; ninguna intriga medió, ningún cohecho, ningún manejo torpe y vergonzoso. No hay duda que el influjo principal, y aun puede decirse que exclusivo, le tuvieron en este negocio los amantes de la libertad; pero no era posible otra cosa en el aturdimiento y anonadación en que había caído el partido opuesto. Pero influyeron noble y generosamente, sacrificando toda mira y toda pasión particular al grande objeto por el que anhelaban.
I I —LOS ENEMIGOS DE DENTRO
Con estos esfuerzos combinaron los suyos ciertos escritores, que aunque al principio favorables a la causa de la libertad, se les vió de pronto cambiar de rumbo y ladearse a las opiniones e intereses de la corte. Su celo había parecido siempre muy equívoco, porque perteneciendo a la clase de los que el vulgo llama afrancesados, sus doctrinas se tenían por sospechosas y sus consejos por poco seguros.
Su doctrina, varia y flexible, se prestaba a todos los tonos y tomaba todos los aspectos, con tal que sirviesen a desacreditar el orden establecido y las personas que le sostenían. Uniéronse al principio con los bullangueros para derribar al Ministerio, y después se han unido con los invasores para derribar la libertad. Así estos escritores por cálculo, por error o por destino, se han colocado siempre en una posición contraria a la opinión nacional y a los intereses públicos del Estado. Dejo aparte, mi- lord, las relaciones monstruosamente embusteras que algunos de ellos han hecho de los sucesos de entonces para que circulasen fuera de España, pues sus calumnias, tan absurdas como atroces, no podían tener crédito ni cabida alguna entre nosotros. Omito también las risibles palinodias que hemos visto, en que los discípulos de Locke y Mon- tesquieu se han vuelto de repente en ecos del abate Barruel y del capuchino Véleç. Manejos tan torpes y groseros no arguyen nada en favor de la discreción de sus auto- tes, y conducen por cierto más prontamente a la infamia que a la fortuna. Pero sea
de esto lo que fuere, lo que no tiene duda es que, siendo favorecidos tanto por el poder que ha vencido, confirman de lleno ahora las sospechas que de ellos se tuvieron, y está clara y manifiesta la naturaleza y tendencia de la oposición que hacían.
*Con menos odiosidad, pero con igual efec
to, y aún mayor, concurrieron al descrédito del Gobierno, otra casta de personas que la malicia de entonces designaba con él apodo de los importantes. Esparcidos por los tribunales superiores, por el Consejo de Estado, por las secretarías del despacho y por la plana mayor del ejército, el influjo de su opinión en la opinión de los otros, era grande y poderoso, y por desgracia nunca favorable. A los primeros ministros no lo fué jamás, tachábanlos de hombres nuevos, sin solidez, sin crédito y sin experiencia que debían su elevación a la popularidad de un momento. Guardaban un silencio desdeñoso sobre sus aciertos, pero se espaciaban con complacencia sobre sus yerros y sobre el mal resultado de sus operaciones. Ninguna consideración a sus virtudes, muy poca a sus talentos, y aun en tal caso solían decir que era preciso aplicarlos mejor, pues era visto que allí no servían. Sonreíanse desdeñosamente si los oian alabar, y al vituperio, si expresamente no lo confirmaban, mostraban por lo menos frente de aprobación y satisfecha. Su conservación, para ellos era una cosa indeferente, cuando no perjudicial, y su salida bien poco sensible y fácilmente reparable.
¿Quiénes son, pues, estos personajes que a tal altura se colocan y de tal sobrecejo se arman? Viéndose en primera línea, o por su nacimiento o por su carrera o por el puesto que ocupan, se creen exclusivamente destinados para aconsejar a los reyes, desempeñar los ministerios y manejar los negocios más altos del gobierno. Nadie sino ellos poseen los secretos de la política, nadie conoce mejor los intereses públicos y particulares, nadie puede resolver con más tino los negocios más difíciles, y en nadie sientan al mismo tiempo tan bien las dignidades y las decoraciones. Ellos lo son todo en el Estado, y cualquiera otro mérito, cualquiera distinción debe ceder y eclipsarse de
lante de la suya. Tan vanos como ambiciosos. el favor lo reciben como una deuda, y el olvido lo reputan como ultraje. Alaban poco y vituperan mucho, y siempre están en contradicción con el sistema que rige, aunque estén haciendo parte de él; grandes partidarios del poder absoluto en el régimen liberal, grandes propaladores de principios y de derechos en un poder absoluto. Ni hablan en público ni escriben para él; su ocupación de oficio es deliberar, su ocupación privada es intrigar y menospreciar. Luces, capacidad y experiencia no les faltan, y así puede esperarse de ellos a las veces un buen consejo, una noticia oportuna, una dirección acertada. Pero calor, celo, consecuencia, abandono, sinceridad, simpatía, eso no; semejantes calidades son propias de muchachos aturdidos o de hombres arrojados que quieren hacer fortuna. Ellos son otra cosa diferente y de un orden superior. Hábiles en mantenerse a distancia de la refriega para no comprometerse en ella, lo son todavía más en acercarse al instante al vencedor, como para dar lustre y consistencia a su partido. Lumbreras necesarias al Estado, de que no es posible prescindir al que le haya de mandar. Fernando VII, sin embargo, ha prescindido de ellos completamente en ésta última crisis; y el mayor setimiento ahora, la queja más amarga de estos egoístas orgullosos, es que el Rey no se valga de ellos para la dirección de sus negocios, como los liberales los pusieron al instante y los han mantenido al frente de los suyos.
*Concurrió también a esta guerra la hues
te de aquellos que por una ostentación importuna de libertad e independencia, o por formar lo que se llama partido de oposición en los gobiernos representativos, se mostraban siempre en contradicción manifiesta con la opinión y medidas ministeriales. Yo no sé, milord, si todo el celo que los animaba, basta a libertarlos de la imputación de necios. Es fácil de comprender que en política, como en mecánica, una fuerza contrapuesta a la fuerza principal como sea sabiamente combinada, sirve a reglarla y a dirigirla mejor en sus movimientos. Esta teoría, trivial y común, pue
de tener su aplicación más o menos oportuna, aunque en mi dictamen, siempre insuficiente, a vuestra oposición, tan flaca tanto de teatral, y a la francesa, tan flaca ahora, o por mejor decir, tan nula. Pero motivar en ella la guerra declarada que los independientes hacían entonces y han hecho siempre después a la estabilidad de los ministerios, es un despropósito que no tiene ni defensa ni disculpa. ¿Por ventura la posición no estaba ya hecha ni formada en el partido servil? ¿No tenía este partido una fuerza inmensa en la conivencia del Rey? ¿No tenía este partido un interés directo en desacreditar, en socavar, en destruir lo que se había hecho? ¿Faltábanle acaso recursos para averiguar los desaciertos, los malos pases, los extravíos de los que mandaban? ¿No sabía tomar cualquier semblante que le convenía para denunciarlos a la opinión? ¿No se veía a las claras que, faltándoles fuerzas para emprenderlo todo a la vez, empezaban por atacar las personas, para después pasar al descrédito y ruina de las cosas mismas? ¿Era ésta la razón de que entrase a la parte de la lucha los que se llamaban amigos de la libertad, y ayudasen con tanto empeño a los esfuerzos de sus adversarios? Hombres temerarios por cierto, o más bien hombres ciegos, que no conocían la desigual contradicción que tenían a su frente, y contra la cual apenas bastaba todo el concierto, toda la unión imaginable; y cada vez más encarnizados, no trataban de otra cosa que debilitar y entorpecer la acción del Gobierno que no habían logrado crear, y que solo podía salvarse y salvarlos a fuerza de rapidez y energía. Tiempo vendrá en que con lágrimas de sangre lloren este error funesto y quisieran a costa de todos los sacrificios rescatar a la existencia política cualquiera de los ministerios de entonces, aunque fuese el más odiado, y poner en sus manos los destinos públicos y los suyos.
III.— LOS ENEMIGOS DE FUERA
Perdonad, milord, mi temeridad; pero me parece que hubiera sido más decoroso para el parlamento inglés, que no se tratara en él de los acontecimientos de España. Si nada importaba a los intereses genera-
Ies de la Inglaterra que sucumbiese o no la libertad española, excusada era la discusión por inútil, y odiosa por importuna. Pero si algo importaba, y yo creo que mucho, la cuestión no ha sido ventilada con la detención y miramiento que correspondía, y nuestra causa debió excitar allí mayor interés o no excitar absolutamente ninguno. Vos, a la verdad, y vuestros amigos la habéis sostenido con vuestros excelentes principios y con la franca ingenuidad que corresponde a vuestro carácter y tenéis siempre de costumbre. Los ministros al contrario, no queriendo manifestar los verdaderos motivos de su conducta, acaso por poco honestos, a cuentas razones habéis alegado vosotros, tomadas de la equidad natural, de la justicia pública y de la más sana política, han contestado con sofismas, con efugios y con dicterios. Uno de ellos se olvidó hasta decir “que el gobierno inglés no había de ser el don Quijote de la libertad de los otros pueblos”. Chiste ciertamente bien insulso, y que no parecía tener lugar en una deliberación de esta naturaleza. Los españoles nos hubiéramos contentado con menos; bastábanos por entonces que aquel gabinete no entrase a cooperar con la injusticia de los demás, según lo hizo en la manera que pudo; bastábanos que tuviese suspensa siquiera aquella positiva declaración de neutralidad, que fué la señal fatal de la agresión. Con esto, ya que no evitase la guerra, nuestros enemigos al menos no entraran en ella con tanta presteza y confianza, ni nosotros con tanto desaliento.
Por lo demás, en defender el derecho que todo pueblo tiene a ser libre, en no consentir que se establezca en Europa este injusto y bárbaro derecho de la intervención armada, en defender la independencia general de los Estados, tiranizada y amenazada por esa coligación de déspotas, no era en el Gobierno de un pueblo libre, ser impertinente y ridículo campeón de la libertad ajena; era ser el defensor de los derechos de la nación inglesa, atacados indirectamente en los de la nación española; y no sé yo en qué objeto más grande ni más noble, ni cuál ocasión era más digna y oportuna de mediar eficazmente para impedir, y de emplear su poderío en amparar y auxiliar.
Los ministros ingleses no han hecho ni una cosa ni otra; y aunque aparentaron ocuparse de la primera, con las gestiones anteriores a la guerra, nadie las ha creído sinceras, y yo supongo que en el Parlamento menos. Pero el mal estaba ya hecho; las cosas no podían volver atrás; otros intereses más urgentes e inmediatos llamaban la atención; y la catástrofe de un Estado libre, injustamente sacrificado con tan manifiesta complicidad del ministerio, ha sido mirada por los legisladores británicos con indiferencia y menosprecio.
*Este funesto ejemplar no deja ya duda
en el extremo a que los monarcas coligados contra la libertad de las naciones, quieren llevar las pretensiones orgullosas de su prerrogativa; porque no sólo han prescindido de toda contemplación hacia un pueblo que tantas merecía, sino que no han reparado ni aun en lo grosero de la iniquidad. Cuando los ministros franceses decían a los vuestros, en su famosa, o más bien infame correspondencia, que los españoles no habían dado a la Francia ningún motivo justo de agresión, se han puesto francamente en la categoría de facinerosos insignes, y declarado que en Europa, ya el derecho de gentes ni aun en apariencia se respeta. Que un orden político esté reconocido por todos los gabinetes; que se halle jurado y se observe en el interior por el príncipe que gobierna; que a nadie ataque, en suma, y a nadie ofenda, esto no basta ya a nación ninguna para ponerse a cubierto de semejante vandalismo. Con decir que el Monarca no se halla en libertad, con corromper los ánimos con oro y promesas falsas,
- con introducir en ellos la división y el desaliento, y con enviar triple o cuádruple fuerza de la que la nación amagada puede levantar para su defensa, todo está llano, la voluntad de los déspotas se cumple, y su dominación absoluta es restituida a su inatacable majestad.
IV.—CONSIDERACIONES FINALES
¿Han sido sus yerros y sus excesos los que causaron realmente la ruina de la libertad en aquella época? Yo me atrevo a
decir absolutamente que no. La causa verdadera de esta desgracia fué, que el partido que no quería ni Cortes, ni derechos públicos, ni reforma ninguna, fué a la sazón más poderoso. Los mismos que en el año 14 estuvieron al frente de la reacción liberticida, eran los que en el año de 9 se oponían al restablecimiento de las Cortes, cuando la Junta Central empezó a pensar en ellas; y entonces aun no sabían cuáles serían las formas de su reunión y qué principios políticos las dirigirían. Demos en buena hora, que no se hubiese tratado de Constitución ni de soberanía, y que no se tocase a la Inquisición ni al Consejo de Castilla etc. Pero a lo menos la seguridad personal, la libertad de imprenta, la celebración periódica de Cortes, la responsabilidad de los ministros, el sistema de hacienda, eran puntos de que no podía prescindirse y debían fundamentalmente arreglarse. ¿Se presume acaso que los enemigos de la libertad no hubieran atacado estas innovaciones como usurpadas a los derechos y prerrogativas del Monarca, y que nosotros dejásemos igualmente de ser tratados de rebeldes y de sediciosos?
Es preciso desengañarse: en España en aquel tiempo no había más que dos partidos: uno, el de los que querían un gobierno monárquico, pero templado y refrenado por medio de las leyes fundamentales; otro, de los que bien hallados en los vicios del poder arbitrario, repugnaba cualquiera innovación que le moderase y contuviese. Entre estas dos opiniones tan opuestas no
había medio ninguno, y cualquiera institución que tirase a conciliarias, hubiera sufrido la misma contradicción y tenido la misma catástrofe.
El juicio que debe hacerse de tan importantes movimientos, y la mayor o menor analogía con los sentimientos generales de un país, han de graduarse no por el encono o el aplauso de las pasiones victoriosas o vencidas, sino por el objeto que producen en la masa general de una nación y por el ensanche que niegan o procuran a la actividad de las clases útiles y productovas. Los españoles, que tenemos tan larga experiencia de unos y otros resultados, sabemos bien a qué atenernos. Pero los egoístas políticos, que con tan inhumana indiferencia nos han dejado asesinar bajo el pretexto de que la Constitución no era a nuestro gusto, podrían volver los ojos a contemplar el aspecto alegre y animado que presentaba la España en el año 20, y decir si eran de su gusto o no las cadenas atroces que acababan de romper.
Condenemos severamente todo lo que tenga su origen en la terquedad y mala fé; demos a la inexperiencia y a la ignorancia los males de que han sido causa; pero justifiquemos al partido vencido de tantas imputaciones absurdas; y los españoles que amamos la libertad, ya que seamos infelices, no parezcamos a los ojos de la posteridad y de la Europa, indignos de la hermosa causa que nos propusimos defender.
Nota preliminar, selección, disposición y subrayados de E. Imaz■
—iQue cuáles son las causas de la derrota de Francia? Ante todo le diré que no ha sido vencido nuestro ejército. Desde los comienzos de la guerra española, venía trabajando la quinta columna a las órdenes de Hitler en el interior de Francia, logrando dividir en dos bandos nuestras opiniones políticas. Mientras los buenos demócratas, amantes de Francia, estimaban que nuestra política exterior debía basarse en nuestros principios de libertad, otros comenzaron a hacer caso de la insidiosa propaganda que decía que Hitler era el verdadero defensor del orden social contra el comunismo, y que si ayudaba Francia a España ello significaría volcar su simpatía por el comunismo, siendo así que sabíamos nosotros que el problema de la República Española era el de defenderse contra sus invasores y no el de hacer triunfar aquella ideología. La quinta columna desmoralizó por el miedo o mis compatriotas y los Gobiernos de Francia no se prepararon como debían contra esas propagandas. La capitulación en la guerra fué lograda gracias a la monstruosa coalición de derechistas de tendencia nazi en Francia y socialistas pacifistas, gracias a cuya unión obtuvieron los votos precisos para determinar la rendición.
Genevieve TABOUIS. (La Prensa, New York.)
CONFESION DE PARTE
F A L A N G E Y E S P A Ñ A P E R E G R I N A
Muchas y muy expresivas son las cartas y testimonios de adhesión que recibimos de todos los países hispanoamericanos. Pero quizá ninguna nos baya producido satisfacción comparable a la que nos proporciona la lectura del articulo que a continuación reproducimos de la revista madrileña y falangista Tajo. A la península han llegado los primeros números de España Peregrina, nuestro manifiesto inicial, el nombre y los trabajos de los escritores y poetas que nos encontramos fuera de ¡España formando un apretado bloque espiritual contra el que nada pueden las armas automáticas. El autor del artículo al tener conciencia de ello ha sentido un escalofrío prorrumpiendo en un grito de alarma. Para nada se refiere ya a la monserga desvitalizada de “los rojos" asesinos. Contempla el panorama peninsular, su terrible carencia de verdaderos valores, la tontería de solemnidad que reina en aquellas vociferadoras latitudes con sus liras de telarañas y sus pensadores aherrumbrados. Le asustan las “fórmulas admirables de universal valor” de nuestra España Peregrina aunque como buen falangista crea en la "misión política principalmente, con la condición indispensable de prepotencia y poder". Las atropelladas confesiones que se le escapan, son la mejor prueba de lo certeramente que España Peregrina ha dado en el blanco. Cunde la inquietud. Desarmados culturalmente, ven los franquistas que América se les escapa. Se han engañado unos a otros, a fin de cuentas, como a hijos del celeste Imperio.
El articulo se titula Presencia en América de la España fugitiva, se baila firmado por Gonzalo Torrente Ballester y se publica en el No 10 de Tajo (3 de agosto de 1940).
Por esos mundos de Dios, desgarrada y amarga, anda la España peregrina, con todas las maldiciones del destierro sobre su cabeza. Dios les quitó a sus hombres el sosiego, como a casta maldita, pero no la inteligencia, que conservan más despierta y sensible por el dolor. Y como aquellos judíos fugitivos, similares suyos en la suerte, al
fin y al cabo unos y otros miembros de razas elegidas, pondrán la desdicha y lejanía en sus palabras y acentos profundos, aunque resentidos, acaso fórmulas admirables de universal valor.
Acá, entre nosotros, quedó la España de la esperanza, nacida de la guerra, puesta hoy en las congojas de un porvenir difícil que queremos glorioso, con todos los problemas en sus manos y una inmensa labor de creación apenas iniciada. Empresa gigante que no podemos soslayar ni resolver con retóricas inútiles, si no queremos que sobre nuestra memoria pese la risa y el desprecio de las futuras generaciones.
Vamos ahora a no tratar de política, labor fundamental y urgente sin la que no podremos salvarnos ni salvar para la Historia el honor y la sangre que hemos puesto en ella. Y en estas notas rápidas tratemos de esta otra empresa de la cultura, fragmento de aquélla y su subordinada, parte importante, pero no la mayor en el quehacer nacional que tenemos los jóvenes a nuestra encomienda.
Esas dos generaciones hispánicas, la nacional y la peregrina, se expresarán, necesariamente, en poesía y pensamiento, y cada una de ellas aportará definiciones sobre el mismo objeto: la patria que nos duele a nosotros con dolores de parto, a ellos con recuerdo. Son dos actitudes distintas, y aunque opuestas, sobre España, que ellos tienen que sentir, aunque de diverso modo. Y los unos y los otros, hombres inevitablemente, aspiramos a que nuestra obra, superándose a sí misma, alcance la dimensión excepcional de universalidad e ingrese en el patrimonio común y eterno de la cultura del mundo.
Pensamos unos cuantos en España que las reseñadas condiciones no las podremos
conseguir los que aquí vivimos y colaboramos, sino a través de una misión histórica, misión política principalmente, con la condición indispensable de prepotencia y poder. Que sin ella sólo habrá triste salvación individual, el gesto del 98 repetido con peor prosa, y una melancólica recaída en el humor o en las jeremiacas lamentaciones. Porque, a diferencia de los otros, estamos vinculados entrañadamente a una totalidad nacional que forma parte de nuestro espíritu, de la que no podemos prescindir en ninguna circunstancia sin amputamos lo mejor de nosotros y ser también peregrinas y desgarradas almas.
Lo que de cultural tiene esta misión, aparte las deseables resonancias universales, tiene un campo de expansión muy concreto, prescrito por la Historia, en la América española, hasta hoy ganada por otros sectores de la cultura europea, no siempre por los mejores, y desde hoy sin norte ni estrella alguna; porque la Francia que quiso ser cerebro del mundo, poco tiene que decir en estos momentos, y para su modos intelectuales ha pasado el tiempo. Es natural que los pueblos de alma española, que hasta ahora pensaban en francés de importación, vuelvan la vista a lo originario, ya que es justo que en esta hora crucial cada uno se atenga a sus raíces propias y a lo impuesto por la sangre y por la Historia, y que si los pueblos americanos quieren ser algo más que comparsas en el campo de la cultura, a España habrán de vincularse, con peligro evidente de falsificación y trivialidad si no lo hacen.
Pero, ¿a cuál de las dos Españas? El tronco común se ha bifurcado por obra de la guerra, y si nosotros reclamamos la pri- mogenitura, no dejan los ausentes de reclamarla también, proclamándose a sí mismos, lo mismo que nosotros, continuadores de la tradición nacional, incluso de la más alquitarada tradición católica en algunos casos. Ellos están próximos^ incluidos en el cuerpo mismo nacional de aquellos países. De nosotros, los pueblos americanos están se
parados por un mar inmenso, que aún tiene importancia. Ellos, con el vigor que les da su situación desesperada, se entregan ya a la tarea creadora, derramando su obra intelectual por todos los pueblos de nuestra habla. Nosotros, durmiendo en los laureles, sólo despertamos para pequeños tiquismiquis literarios. La labor de la España peregrina puede ser, hay que proclamarlo crudamente, muy apreciable. La nuestra, hasta ahora, es casi nula. ¿A cuál de las dos Es- pañas seguirán los mozos estudiosos del otro lado del Altántico?
Es necesario recobrar nuestra conciencia y vivir alerta, como se nos ordena por la Falange. Nuestras armas son armas de su cultura, y antes que usarlas hay que tenerlas para disponer de ellas. Culturalmente, los españoles de por acá estamos desarmados. Reina entre nosotros la mayor confusión, y pasan por soberbios valores, gentes que hace mucho tiempo están muertas y enterradas y son el hazmerreír de los sensatos, dentro y fuera de las fronteras. Urge delimitar los campos, desenmascarar a los falsos valores, arrojarlos a la obscuridad de donde no debieron salir. Urge también plantear, clara y polémicamente, las directrices de nuestra cultura y eliminar de la tarea a tanto señor mediocre y desenfadado, que hoy pesa desdichadamente sobre el cuerpo nacional. \ después, entregarse con alegría, pero con claro saber de riesgos y responsabilidades, a la creación. Los viejos y los mediocres, ya sabemos lo que dan de sí. Nosotros permanecemos inéditos, y tenemos derecho a recabar, violentamente si hace falta, la atención y el quehacer. Si efectivamente tenemos algo que añadir a lo universal y a lo hispánico, si en nuestros corazones y en nuestras inteligencias duerme efectivamente un mensaje que ofrecer, los años lo dirán. Lo que no podemos es permanecer impasibles ante la falsificación evidente que se mueve entre nosotros, mientras la España peregrina pretende arrebatarnos la capitanía cultural del mundo hispano, ganado para la Patria por nuestros mayores.
¿ R U B E N D A R I O C O N T R A B O L I V A R ?
En estos días universales que trajeron consigo la conferencia de La Habana se ha oído elevarse al otro lado del Atlántico una vanamente impostada voz de sirena. José María Pemán, si desdeñado por las antologías, encumbrado por la fuerza a la Presidencia de la Academia Española de la Lengua, ha vertido en el micrófono todo su caudal de inflexiones seductoras. En calidad de poeta, según dice, ha dirigido a la juventud hispanoamericana un mensaje titulado En respuesta a la “Salutación" de Rubén Darío, que ha publicado íntegramente el semanario “Domingo” en su número de 14 de julio y que será seguramente reproducido en no pocos lugares de América. En tono pacigüeño, cautivador, insta a esa juventud a dar cumplimiento a una supuesta profecía de Rubén Darío adversa al panamericanismo y favorable a una hispanidad franquista.
Ya es vieja esta cantinela entre los facciosos de España. Fué Ramiro de Maeztu, si no me engaño, ese extraño “mártir”, propugnador, como tantos otros, de la guerra civil y del atentado personal en cuyo abismo, cumpliéndose el dicho del Espíritu Santo, ha perecido, quien puso en boga el poema Salutación del Optimista al declamar en histéricos alardes aquellos sus conocidos versos: (1)
¿Quién será el pusilánime que al valor español niegue( músculos
y que al alma española juzgue áptera y ciega y tullida?
Más tarde, durante la guerra, el bando nacionalista que la desató, renegado por todos los poetas españoles dignos de ese nombre, (2) siguió agarrándose a sus exámetros como a un imaginario clavo ardiendo. El empeño continúa. Creen al hacerlo así tener en sus bocas la palabra clave que por obra y gracia del verbo hispánico ha de abrir a su dominación las puertas del Nuevo Mundo.
No parece difícil, sin embargo, descubrir en tal Porfía un aspecto más de la indigencia que en el orden del espíritu aflige a los opresores del pueblo español, una nueva y odiosa expresión d_e la
u ( 0 "Uno de los últimos recuerdos que conservo de Maeztu, es la felicitación calurosa que me expresó con ocasión del prólogo que en junio de 1936, puse a la novela, de ambiente mejicano, titulada Héctor, en cuyo prólogo hacía un llamamiento a la guerra civil y una apologia, «i determinadas circunstancias, del atentado personal . Eugenio Vegas Latapie. en el prólogo a la tercera edición de Defensa de la Hispanidad, de Ramiro de Maeztu. Se cuenta en este mismo prólogo cómo lloraba Maeztu recitando la Salutación del Optimista, “ lágrimas que habían de trocarse en cataratas y sollozos, que le obligaron a suspender la lectura al llegar a la invectiva: ¿Quien será el pusilánim e...?''
J2) Recuérdese el artículo titulado Como un solo poeta, Publicado en el número 2 de "España Peregrina” , pág. 80.
Por Juan LARREA.
fuerza bruta que si asesinó a García Lorca no tiene por qué guardar respeto al nombre preclaro de Rubén. En régimen de tan honda incultura como el que padece España, atentado de tal naturaleza contra su espíritu no podía legítimamente incumbir sino a quien decorado con el título de Presidente de la Academia de la Lengua es, por decreto y a la letra, su pontífice máximo, ( lj Aquel José María Pemán que preconizaba la formación de un Imperio romano-germánico a cuya sombra los españoles a una hora permanente de siesta tuvieran tiempo de filosofar, como los castrados bueyes, bajo el “yugo", (2) es este mismo que hoy comete el sacrilegio de invocar el nombre de uno de los más esclarecidos hijos de la libre América para pedir a su juventud, de un modo subyugador, como corresponde, que forje sus propias imperiales cadenas. O si se quiere con palabras del mismo Pemán, “para elaborar la definitiva fórmula reaccionaria de la hora”, para que “irrumpa la fuerza joven, inteligente y reaccionaria que une a la Hispanidad y que no le tiene miedo a la palabra Imperio, porque sabe que no significa ningún retorno a cosa vieja, sino mutuo común apoyo y apretamiento de rebaño". . . ¿Más claro? Rebaño, reacción: el salto atrás en su mortal esplendor, el apogeo lanar de lo ovejuno —ocasión que ni pintada, por cierto, para salir trasquilado—, he aquí lo que José María Pemán, Presidente de la Real Academia Española, se atreve a solicitar de las juventudes de Améri-
(1) José María Pemán ha sido depuesto posteriormente y por causas que ignoramos, de la Presidencia de la Academia Española de la Lengua,
(2) “El Imperio que hemos soñado siempre se lo hemos contratado siempre a manos cesáreas y extrañas: a la Roma de Augusto; a los Césares austríacos; a los Califas mismos de Córdoba. Cuando lo ̂ hemos ensayado solos de un modo absoluto —León, Aragón—, hemos fracasado por falta de cohesión interna y propia... No hemos sido imperio más que cuando nuestra diversidad personalista ha sido superada por sustancias unificadoras germánicas y romanas... Cuando Roma nos hacía el Imperio, es cuando nosotros, sin perjuicio de colaborar en el con soldados, políticos y hasta emperadores, teníamos tiempo de hacer filosofía... Sólo así, con un alto y fuejte dominio que produjera una interna vacación política, se lograba que el personalismo español se reconcentrara... Por eso los españoles hemos vivido en una perpetua angustia^ contradictoria y rechazando el Imperio. Cuando nos lo traía Augusto, lo rechazábamos con Viriato; cuando nos lo traía Carlos de Gante, lo rechazábamos con Padilla y Maldonado. Los Comuneros, ingenuamente embellecidos por el romanticismo libera!. fueron una especie de partido agrario, caciquil y pueblerino que oponía al Imperio el afán de continuar él mangoneo político, el afán de perpetuar la España arriscada, desunida, selvática y ardiente de Trogo y Estrabón... Como antes Augusto, totalmente romano, fué ahora preciso Carlos, mitad germano, para mantener la cohesión... Ahora sólo es preciso una cosa: que frente a esta nueva invitación al Imperio, no nos empeñemos otra ver en alistarnos bajo las banderas de Vtríalo o Juan de Padilla. No rechacemos otra vez lo romano germánico” . . . José María Pemán. (Unidad, San Sebastián, 13 de abril de 1938.)
ca. Como en el cuento de la caperucita roja se huele la presencia del lobo, de la loba, mejor dicho, de la loba romana.
Vale, pues, la pena de que echemos un rápido vistazo sobre la obra de Rubén Darío examinando al pasar sus pretendidas profecías hispano-na- cionalistas. La tesis que sostienen los defensores de la Hispanidad se restringe a un solo poema: Salutación del Optimista, dirigido a las razas americanas anunciando la inminencia de un mundo nuevo, exaltando en relación con él la unión de los países hispanoamericanos y previendo un renacer del espíritu español:
Retrocede el olvido, retrocede engañada la muertese anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña...
Al tiempo, pues, que se propugna el triunfo de la reacción y del rebaño, se atribuye tal condición al mundo nuevo en el que, por lo visto, no hay más progresión, por decirlo así, que la de la parálisis general progresiva. Este mismo José María Pemán es uno de los definidores franquistas que, para actualizar el provincialismo español y darse continente de superioridad, no se resigna a considerar terminada la Edad Media a que realmente pertenecen, (1) suprimiendo implícitamente la edad universal propia del continente nuevo, aunque ello signifique suprimir al mismo tiempo la auténtica doctrina española: “la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando el nacimiento y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de las indias y así las llaman Mundo Nuevo. (2) Lo que se pretende es, pues, que no sólo sea España sino América quien se encaudi- lle, es decir, quien se arrime a la cola del cometa hitleriano o si se prefiere del pez grande que se merienda al chico.
Mas ¿qué es lo que afirma Rubén, que retrocede la vida en un movimiento reaccionario, como pretende Pemán, o que retrocede la muerte? ¡Qué más da, si lo que en realidad se busca es sembrar la confusión, la discordia en el seno de las juventures americanas, de quebrantar la actitud de franco entendimiento en que, desde la promulgación de la política del buen vecino, las naciones hispanoamericanas se han colocado con respecto a Estados Unidos, a fin de dividirlas y hacer ineficaz todo movimiento conjunto de defensa! Bueno es todo lo que contribuya a la organización de una quinta columna con gentes que el día del triunfo serán recompensadas y que, mientras tanto, hagan el juego disociador que prepare e! camino al advenimiento ecuménico de Hitler.
Ahora bien, ¿pueden descubrirse en ese poema indicios de profecía en el sentido de predicción o vaticinio, única razón que pudiera dar autoridad de orden superior, extraindividual, a la recomendación del poeta entendida tal como preten-
(1) “ España que es, en su Siglo de Oro, en cierto modo. Edad Media continuada” . . . “ España, siempre un ̂poco Edad Media continuada” . . . José María Pemán, Crónicas de antes y después del diluvio. (Valladolid, 1939.)
(2) Francisco López de Gomara. Carta al Emperador Carlos V en la dedicatoria de Hispania Victrix.
de Pemán? No. Precisamente lo que éste persigue en representación del alma española áptera y ciega y tullida, puesto que sin poetas, es que los países americanos pongan por obra la interpretación política que los usurpadores, movidos por sus particulares intereses, atribuyen al poema de Rubén para que así resulte a posteriori una verdadera profecía. ¿Profecía en el sentido etimológico, de manera que al expresar los deseos de su persona, el poeta expresa los hondos designios de la colectividad favorables al actual estado de cosas español? No, puesto que la posición ideológica que en ese mismo poema manifiesta su autor es positivamente contraria al espíritu que hoy impera en España. Rubén Darío exalta el triunfo de las esencias hispánicas dentro de un régimen universal de libertad en el que resucite la virtud española, eminentemente popular, que extendió su influencia por el mundo y no convertida como ahora en un feudo romano-germánico, en un campo de sangre y de traición esquilmado que no cultivado por la barbarie. Dos guerras civiles había padecido ya España cuando fué escrito este poema, las cuales, lejos de ser para Rubén síntomas de resurrección, éranlo sí, de gravísima decadencia. Atacar en transportes de odio furioso a sus hermanos los españoles utilizando a la legión y a los marroquíes en el primer momento, con italianos y alemanes después, haciendo el juego de estas potencias, como ha ocurrido en esta tercera guerra civil, ¿podría ser considerado, por engañosos que sean los pretextos, como resurrección de la virtud española? Es preciso estar ciego o tener un alma malvada para afirmarlo.
Olvida, por otra parte el Presidente de la Academia Española, porque así conviene a su política, que fué el mismo Rubén Darío quien contestó a su primera Salutación con otra Salutación. apasionada, la Salutación al Aguila inspirada por la tesis contraria a la que hostil a los Estados Unidos, Pemán sustenta. De manera categórica se expresa en las siguientes estrofas:
Bien vengas, mágica águila de alas enormes y fuertes a extender sobre el Sur tu gran sombra continental, a traer en tus garras, anilladas de rojos brillantes, una palma de gloria, del color de la inmensa esperanza, y en tu pico la oliva de una vasta y fecunda paz.
¡Et pluribus in unurn! ¡Gloria, victoria, trabajo!Trdenos los secretos de las labores del Norte, y que los hijos nuestros dejen de ser los retores latinos, y aprendan de los yanquis la constancia, el vigor, el carácter.
Aguila, existe el Cóndor. Es tu hermano en las grandes(alturas.
Los Andes le conocen y saben que, cual tú, mira al Sol. May this grand Union have no end, dice el poeta.Puedan ambos juntarse, en plenitud, concordia y esfuerzo- que sea tu venida fecunda para estas naciones
Aguila que conoces desde ¡ove basta Zaratustra y que tienes en los Estados Unidos tu asiento, que el pabellón admiran constelado de bandas y estrellas-
¡Salud, Aguila! Extensa virtud a tus inmensos revuelos, reina de los azures, ¡salud!, ¡gloria!, ¡victoria y encanto! ¡Que la Latina América reciba tu mágica influencia y que renazca nuevo Olimpo, lleno de dioses y héroes!
¿Se halla aquí incluso o no el continentaiismo construido con mejor o peor fortuna sobre los pensamientos que esforzaron a Bolívar? Et pluri- bus in unuml La libre unión continental dentro del espíritu democrático. Más aún. ¿Podría ser el gran poeta de Hispanoamérica quien se hallara en discrepancia fundamental, como quiere el Presidente de la Academia Española, con el espíritu americano del Libertador? ¿Puede concebirse siquiera la posibilidad de que Rubén Darío sea el traidor que suscite y enmascare la perfidia de una quinta columna llamada a desbaratar las más ge- nuinas tradiciones americanas, tanto las del Sur como las del Norte? Al hacer tal agravio a la poesía muestra Pemán lo poco que de verdadero poeta tiene. Por otra parte, como buen ciudadano de la Libertad, condenaba Darío toda intromisión imperialista, téngase esto bien presente. Hubo un momento, precisamente por la época en que escribió su Salutación del Optimista, en que estuvo a punto de convertirse en el campeón del antiimperialismo norteamericano, entonces cuando los yanquis no vacilaban en conculcar las libertades de los países pequeños. En México se recuerdan aún las penosas aventuras que sufrió con este motivo. Los embajadores de los Estados Unidos se atenían a métodos hoy afortunadamente olvidados. Ese mismo antiimperialismo se manifiesta sin lugar a dudas en su Canto a Roosevelt donde, por otro lado, campea la siguiente frase en la que no quisiéramos que nadie pudiera comprobar nunca indicios de profecía:
Eres los Estados Unidos eres el futuro invasorde la América ingenua que tiene sangre indígena.
¿Cómo dudar con tales antecedentes de que el sentimiento que podia haber informado sus vaticinios es precisamente el contrario que le atribuye el Presidente de la Real Academia Española? Si se oponía al predominio de la fuerza norteamericana ¿con que impetuosidad no saldría hoy al paso de la dominación desalmada de Hitler y Mussolini, a beneficio de quienes en estos momentos caza el mal sabueso español, personajes que representan la imposición de la fuerza en su bestial absoluto? ¿No son ellos los que acaban de victimar bárbaramente el tercer gran amor de Rubén? Acordémonos de su poema A Francia:
¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia! Bajo áurea rotonda reposa tu gran pdadin.Del cíclope al golpe, j qué pueden las risas de GreciaT ¿Qué pueden las Gradas, si Herakles agita su crinT
En locas fauna!tas no sientes el viento que arrecia, el viento que arrecia del lado del férreo Berlín, y d l l bajo el templo que tu dm a pagana desprecia, tu vate hecho polvo no puede sonar su clarín.
Suspende, Bizancio, tu fiesta mortal y divina,¡Ob, Roma, suspende la fiesta divina y m orid!Hay dgo que viene como una invasión aquilina que aguarda temblando la curva del Arco Triunfal. ¡Tannhauser! Resuena la marcha nupcial y aquilina y vése a lo lejos la gloria de un casco imperid.
Pudo creerse durante la anterior guerra europea que este soneto del Canto errante (1907) era un vaticinio correspondiente a aquellos días. Hoy está claro que no. Ahora en 1940 es cuando han entrado verdaderamente los bárbaros en París aventando sus decadentes molicies. Ahora cuando el caudillo alemán se ha personado en la áurea rotonda donde reposa Napoleón y se ha paseado bajo el Arco de Triunfo. ¿Cabe mejor ejemplo ilustrativo de que si alguna profecía puede contenerse en la Salutación del Optimista conviene remitir su verdadero cumplimiento a una segunda etapa de tiempos que esperamos mejores? Porque no ha de faltar ocasión para que_ la hermandad hispanoamericana se una en el más amplio espíritu de libertad, estemos seguros, en ese mismo espíritu que defendió hasta más allá de la muerte el pueblo español, todavía no bien comprendido.
Señalemos que esta entrada de los bárbaros en Francia se ha llevado a cabo con la complicidad de quienes sirviéndose de todos los medios a su alcance, incluso del nombre de Rubén Darío, pretenden franquearles la puerta de América y facilitarles la posesión del mundo. (1) El 19 de julio, por los mismos días del mensaje de Pemán a la juventud americana proclamaba Franco: El conflicto europeo empegó en España. Sin la colaboración de la España nacionalista ni Alemania ni Italia hubieran alcanzado sus actuales victorias.
¡Triste España! No en vano cantaba Rubén, refiriéndose a ella al mismo tiempo que a Hispanoamérica :
Siento una fuga de americanos potros y el estertor postrero de un caduco león,
aunque una vez más plantara al final del poema en que esto escribe la esperanza, situada como siempre en las tierras de sol y de armonía de esta América disparada hacia el futuro.
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Fruto de un temperamento eminentemente sensual, la obra de Rubén Darío se produce en un clima fastuoso, de exuberante paganía. Nada en él denuncia las preocupacoines interiores del mis-
(I) ¿Arbitrario? Oigase cómo sentía el autor de Defensa de la Hispanidad, pretendido código espiritual hispanoamericano, según su prologuista el citado Vegas Latapie: "Otro de los temas preferidos por don Ramiro era hacemos la apología de Hitler, considerándolo como uno de los más grandes políticos que ha conocido la Historia por haber impedido, juntamente con Mussolini, que el comunismo destruyera todo lo que en el mundo existe de Cultura. Su entusiasmo por el Fuhrer es muy anterior a la llegada del nacional-socialismo al Poder, siendo dignas de recordación las violentas e interminables discusiones sostenidas por Maeztu, secundadas por el general García de la Herrán, principalmente con Eugenio Montes, en los tiempos que este eximio pensador no se había rendido a la evidencia de la grandeza del Fuhrer". Op. cit. pág. XV.
tico a quien mueve el afán de escalar las vertientes espirituales, de abstraerse del mundo y desafiar la noche del sentido en busca de una luz de más alta procedencia que le permita contemplar realidades de naturaleza menos inmediata. Al contrario, su experiencia interior es elemental en grado sumo. No pasa de abrigar vagas aspiraciones concernientes a un todo indiferenciado que él conoce con el nombre de psique, asimilada hasta cierto punto con el alma católica.
Sin embargo, al examinar esa obra con algún detenimiento se ve que su autor se halla hondamente obsesionado por el fin del mundo en que vive. El temor que le inspira su muerte personal se multiplica con el temor que siente al fin de lo humano, de lo social o colectivo, a que su conciencia de ser pertecene, temor que se conforma a la enseñanza de las profecías católicas. Ello conf i e ^ a su paganismo un tinte religioso. Siente Rubén, en una especie de espontáneo milenaris- mo, que nuestra sociedad se halla en sus postrimerías. Varias son las referencias al Apocalipsis y al Anticristo que aparecen en sus poemas:
¿Ha nacido el Apocalíptico Anticristof(Canto de Esperanza).
cosas. Era aún demasiado pronto para que la intuición pudiera hacer uso de aquellos materiales que permiten imaginar una más explícita realidad futura. Para él todo se traduce en una palabra mágica: Esperanza, que repite como para asegurarse de que no se encuentra en los infiernos en cuya puerta se exige el abandono de tan dulce compañera. Y espera en América, y espera en el Aguila, y espera en Cristo, y espera en España... El más significativo de estos poemas es el llamado Canto de Esperanza que, como se ve por su título,’ constituye el gozne en que gira su iibro Cantos de vida y de esperanza al que pertenece subalternamente la Salutación del Optimista. En él se leen las siguientes estrofas que seguramente Darío volvería hoy a rezar más que a cantar ante el bestialismo anticristiano del caudillo alemán, de su cómplice italiano y de su acólito español :
¿Ha nacido el Apocalíptico Anticristo?Se kan sabido presagios y prodigios se ban visto y . parece inminente el retorno de Cristo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra, en un pozo de sombra la humanidad se encierra con los rudos molosos del odio y de la guerra.
Y tu caballo blanco que miró el visionario pase
(Canto de Esperanza).
¡Oh, Señor Jesucristo! ¿por qu i tardas, qué esperas para tender tu mano de luz sobre las fieras y hacer brillar al sol tus divinas banderasf
Aguila que estuviste en las horas sublimes de Patmos (Salutación al Aguila).
En alguna parte se ha visto el palacio del Anticristo
(Agencia).
Para Rubén el temido Anticristo se identifica en principio con Nietzche, (1) como se identifica hoy con su auténtica proyección histórica que ha opuesto a la cruz de Cristo en que se muere la cruz gammada por que se mata, y al reino universal de Dios el reinado particular de la bestia. En sus momentos de angustia veía siempre ese misterioso y abominable término que es necesario vencer para alcanzar la insistente alba de oro que reaparece sin falta al final de sus amargos cantos. Creía Rubén, según se deduce de sus escritos, tanto como en los dogmas católicos, en la existencia inconcreta de un más allá, de un mundo nuevo de alborada relacionado con América y con la esencia española, por más que su temperamento pagano con ribetes maniqueístas. no concibiera superación posible al mundo de Hércules, de la fuerza, con su guerra necesaria:
No es humana la paz con que sueñan ilusos profetas la actividad eterna hace precisa la lucha.. .
A este género de encontrados sentimientos obedecen composiciones como la Salutación del Optimista en que se mezclan y confunden no pocas
( !) “ El Anticristo nació en este siglo en Alemania: conquistó muchas almas’’, etc. Rubén Darío: La España Negra.
Ven, Señor, para hacer la gloria de t i mismo, ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo, ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco que miró el visionario pase. Y suene el divino clarín extraordinario.¿Mi corazón será brasa de tu incensario.
¿Cómo poner en duda que Rubén Darío hubiera visto con nosotros, en este doloroso trance histórico, que la encarnación de la víctima, el mediador entre los dos mundos, entre cielo y tierra, se identificaba con la entidad colectiva del pueblo español inmolado en su cruz a manos de ese bárbaro triunvirato de señores de la mentira y con la complicidad de la mayor parte del mundo? ¿Cómo él, poeta universal, no iba a hacer causa común con sus hermanos los poetas, los españoles, los americanos, férvida muchedumbre cuya sensibilidad intuyó sin vacilar el campo donde se encuentra la virtualidad creadora, la justicia en su especie más cumplida? No se trata, entre otras cosas, de cantar nuevos himnos, de dar lengua suelta y anchas alas a la poesía? ¿Con qué bocas lo haríamos, con las vaticinantes de los poetas o con las de las armas de fuego que las enmudecen r Por otra parte, la sangre mestiza de Rubén Darío, medio española, medio americana, ¿aceptaría que su Salutación del Optimista sirviera de canto de sirena favorable a quienes en América tienen un santo horror al indigenismo, a quienes se precian de no poseer en sus venas una sola gota de sangre autóctona y que, por la superioridad que este hecho racial suponen que les confiere, recta- man para sí, en nombre de un pasado debido a
los trabajos del verdadero pueblo español que mezcló sin tasa su sangre con la de todos en una afirmación igualitaria, el uso del poder y las riquezas? Sus ínclitas razas ubérrimas ¿serán razas condenadas a eterna esclavitud, no redimidas por España sino destinadas a hacer lisonjera la vida del hombre europeo, del alemán, del mal español, a dejarse explotar por estos modernos encomenderos que, si no han vacilado en asesinar a su pueblo por el delito de desear la libertad republicana que los países americanos tienen desde hace ya tanto tiempo conseguida, ¿qué suerte iban a reservar al de estos países tan inferiores, según la ideología hitleriana —y antiespañola— de la raza? Piénsese en lo que ha hecho Franco con las razas marroquíes, cuyo destino estaba a España confiado. Carne de cañón y pudridero.
¿Rubén Darío contra Bolívar? No. Pemán contra Bolívar, el señorito andaluz contra el generoso genio español nacido a la luz del nuevo continente y animado por sus vastos y profundos designios; el policía contra la personificación de la Libertad; la "Edad Media continuada” contra el Mundo Nuevo que intuía auroralmente Rubén al tiempo que anunciaba el final de las sombras que caracterizan al antiguo.
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No es esta ocasión de detenerse a considerar la relación de identidad que puede existir entre la alta virtud hispana que resucita, anunciada por Rubén Darío y el comportamiento heroico del pueblo español que ha sostenido una lucha sin precedentes contra el mundo casi entero, una verdadera agonía en la aue se cifran para el porvenir tantas y tan liberales esperanzas. Resucitará esa virtud, esa categoría espiritual, no española, sino humana, popular y libre que, por no perte
necer a aquel mundo, sino a su superación, no podía prosperar en el medio europeo y que irradiará en el orbe por obra sobre todo de esta América llamada a realizarla, operando así una nueva ascensión del hombre hacia la plenitud de su genérico destino.
Hora es más bien de alzar la voz para protestar del ultraje que José María Pemán y la Academia que representa y que no es la primera vez que se ha comprometido en esta ofensiva maniobra, ha inferido al padre y liróforo celeste de este mundo americano, prostituyendo, infamando su personalidad en nombre de la cultura, dedicándola a los más viles menesteres de orden político. En nombre de la verdadera cultura española desterrada de su suelo patrio —la verdad de esta afirmación salta a la vista— elevamos pues, nuestra protesta por este acto de ignominia reconociendo el deber de organizar el desagravio que la importancia del caso requiere.
Hace pocos meses el Presidente de la Academia Italiana, Luigi Federzoni, en su visita oficial a Madrid, lanzó pública y solemnemente la consigna política de la reconquista de Gibraltar necesaria —según parece— para la dignidad de España, mas sin duda para la voracidad del Imperio Italiano. Hoy es el Presidente de la Academia Española quien hace un llamamiento en nombre de Rubén Darío, determinando el itinerario político que la juventud hispanoamericana debe seguir, favorable, naturalmente, a la expansión franquista. La "jerarquía" juega de arriba abajo en su escalonada dependencia de valores. Pues bien, contra esa hipocresía perversa, contra ese academicismo entrometido, fraudulento, de puñal y ángel custodio, nos alzamos pidiendo a la juventud americana que considere el caso y dé su veredicto en un pleito en el que por su significación se ventilan los más elevados valores del espíritu e incluso el porvenir de la cultura misma.
La táctica del enemigo es dividirnos, hacernos malgastar en la fricción de nuestras contradicciones internas las energías que debiéramos integrar en un sólo impulso combativo contra sus huestes exterminadoras. Es la vieja táctica del divide ut imperes que tan extraordinarios éxitos le ha proporcionado en el seno de las democracias europeas. Lo tristemente asombroso es que entre nuestras gentes e incluso entre amigos nuestros muy cercanos haya quienes engañados por las exigencias de un obcecado partidarismo político sostengan que no sólo no es deseable la unión en el plano cultural en que nosotros la proponemos, sino que hasta debe ser evitada. Contra tan típica labor de quinta columna, de cooperación con el enemigo, nos levantamos con la mayor energía. A los españoles no nos está permitida la desunión porque no podemos dar lugar a que nuestra causa perezca. Sólo por ella nuestros muertos viven. Y una de dos, o somos un ejército de corazones soldados á dolor y a fuego, o no pasaremos nunca de ser una turba de apatridas pálidos sin salvación posible.
Buscando lo que puede unirnos, encontraremos nuestra conciencia, la conciencia universal característica del pueblo español. En ella tenemos que convencernos y convencer a los demás, para que nuestro destino se cumpla. Y si es necesario dar, para que la conciencia triunfe y quedemos todos en ella convencidos, la batalla por la unidad daremos, huelga decirlo, la batalla por la unidad.
L A V O Z D E S U A M OHace poco se ha publicado en México un li
bro con el título “El Difícil Paraíso", que no es otra cosa que el mahometano “paraíso a la sombra de las espadas”, reconquistado por Franco. El prólogo de este libro, tan pulcramente infecto, le anunciaba, modestamente, como “la voz de México" pues bien a las claras se veía su pretensión de ser, frente a España, portavoz de toda la América. Pero tan voz de América era ella como pueden serlo de España los gritos destemplados que recogemos hoy de la prensa falangista. La voz de ellos fué, en otros tiempos ta?ñbién graves, el embajador Pacheco pidiendo, en nombre de la civilización, la intervención extranjera en México. Ya está bien como botón de muestra. Ahora la piden en nombre de la hispanidad. La voz nuestra, la española, la voz libre de España en aquella ocasión funesta, fué la de Pi y Margall y la del general Prim. La voz de ellos, ahora, es la que, con el más increíble descoco le dice al Gobierno popular de Chile, en una nota oficial, que ha asaltado el poder”, cuando eUos, tan “nacionales" que hasta el nombre les viene del extranjero, ayudaron a moros, portugueses, italianos y alemanes para perpetrar la mayor y más cruenta usurpación de la historia. La voz de ellos, ahora, es la que se atreve, con impúdica cursilería, a decir del presidente Cárdenas el austero, "que encama a la perfección" al “político sabihondo, orgulloso de las joyas de sus dedos, charlatán y garrido, y envuelto siempre en las espirales azuladas de su habano” y la que, ronca todavía por la acritud de la pólvora, anuncia alborozadamente, sin que su sed de sangre se baya saciado, una hora del ángelus para los pueblos españoles de América, esa hora en la que los requetés, o los cristeros, se lanzan al ataque saludando con las palabras del ángel. La voz de ellos es la que, en nombre de ese imperio azul en el que España sería el eje espiritual del mundo hispánico, habla de imponer su voluntad omnímoda “cuando llegue el momento” y trata de preparar ese momento, el de la victoria hitleriana. saboteando la Conferencia de La Habana y haciendo la demagogia del dólar en favor del imperio futuro del Reichmark. Esa es la voz de la "España nacional”: la voz de su amo.
LA HORA DEL ANGELUS
La planicie central de México se parece a la castellana. Y el mexicano es como el español: apasionado, valiente, afanado por la justicia, individualista e impetuoso. Terciadas las cananas y el sarape hasta las polainas, asomando el arma bajo los pliegues de la “guayabera”, enrojecidas las espuelas al clavarse en el caballo, o hinchados los pies por los guijarros del camino, hay algo divinamente español en el mexicano que combate. O detrás de Madero y Emiliano Zapata en busca
de una revolución de mentira e incompleta; o en los cuadros de Porfirio Díaz, el general Huerta o Cedillo; o, con más precisas y definidas direcciones en los cuadros de los “camisas doradas", de esos “cristeros” como los llaman. Hay algo divinamente español en la vida, en una más o menos quiméricamente ambición de justicia. Y el hombre cuyo cuerpo rompen los balazos en aras de una vida mejor, es el que vive pegado a los surcos paralelos y trabaja de sol a sol y tiene sus esperanzas sentimentales en un futuro glorioso de su patria. Pero allá también, por encima de la “peonada” y aprovechándose de sus deseos, está el político sabihondo, orgulloso de las joyas de sus dedos, charlatán y gárrulo, y envuelto siempre en las espirales azuladas de su habano. El político frentepopulista, siervo de Rusia y_ enemigo de España, que encama a la perfección el actual Presidente Cárdenas, conduciendo por caminos de relumbrón a un pueblo digno de mejor suerte, a un infiemo de tipo asiático, o a un comunismo que se quiere presentar como nativo cuando no es más que el puente para la barbarie. De él salieron las ayudas para la España roja, de él y de los que le rodean; no del vivac pintoresco donde, a la luz de la fogata, se reposa de las fatigas. Hubo armas que no hombres mejicanos en la contienda de nuestra España —
Pero ya es mucho que aún haya viejecitas que, a la hora del Angelus, crucen sus manos sarmentosas para murmurar una oración por el caído, o porque Dios le guarde la vida del hijo joven que la intranquiliza. Es mucho que, además de las coplas criollas en las noches de los sábados y de las libaciones del “mezcal”, haya también los hombres de alma acerada que pelean hasta dejarse la vida y las entrañas; es mucho que la juventud dude ya del rostro cansino de José Stalin; es mucho que alguien se preocupe allí por España. . . Es mucho, porque es la esperanza. La esperanza de los vasallos buenos que necesitan un buen señor. La esperanza de que Mariquita y Juana vuelvan a hacer su aparición, envueltas en el son del rumbo, en las tierras reconquistadas. .. Que la olanicie de México se parece a la de Castilla... Y hay sangre española de por medio. ¡Arriba España!
fosé M. García Rodríguez-—(lidaridad Nacional”, Barcelona. /
de enero de 1940.)
Es clara la orientación del mundo hacia los sistemas totalitarios, apartando doctrinas que mentían una falsa intervención de los pueblos en w dirección de sus destinos. Y es precisamente en esta hora cuando México, triste país de revoluciones sangrientas e inútiles ofrece el espectáculo deplorable de unas elecciones presidenciales mu a lo Frente Popular Español. Como en nuestras
vergonzosas elecciones del 16 de febrero, todos los atropellos y todos los delitos y la terrible presión gubernamental, se han cebado en el partido antirrevolucionario. ¿Se quiere más claro ejemplo de una política vergonzosa?
(‘‘A B C", 9 de julio de 1940.)
El nombre del candidato a la presidencia de México, general Almazán, recoje el entusiasmo popular allí donde se pronuncia. Ayer durante el entierro de los muertos durante las elecciones, partidarios de su política, el pueblo le hizo objeto de imponentes manifestaciones de adhesión.
Almazán ha triunfado, pero no ocupará la Presidencia. El Frente Popular, que allí, como aquí, y en todas partes sabe burlarse del “demos” en nombre de la democracia impide con sus atropellos y sus crímenes que los elementos de orden encaucen la vida nacional. Nuestro repugnante 16 de febrero se repite en aquel país, digno de mejor suerte.
(“A B C”, 11 de julio de 1940.)
México, cuya vitalidad enervan los movimientos revolucionarios, ha de salvarse. Es una República de habla_ española, a la que debemos mi- r*r_ con simpatía, distinguiendo entre sus viles políticos, traidores al sentido racial, y el pueblo, enérgico y sano que está al borde de la revolución verdad nacional. Un partido revolucionario, con turbios ideales confesados, y repugnantes entronques internacionalistas, acaba de ganar unas elecciones al uso "democrático", es decir: falseando la voluntad del pueblo, dominando lo popular y espontáneo por el terror encaramado en el poder. Este ha sido el triunfo de Camacho sobre Almazán. Al cerrar el camino pacífico a los partidos de sentido nacional, acaso se haya abierto la ruta a la guerra civil. Días de prueba aguardan a ese país, que han escogido como granja comunistas y masones. México reaccionará vigorosamente. Acaso no tarde el día en que podamos saludar el nacimiento —con las armas en las manos, si tal fuera preciso— de un partido que reivindique y encame el espíritu hispánico de México.
(“A B C”, 14 de julio de 1940.)
ESPIRALES AZULADAS(Habanera con ritmo de vals)
MADRID, julio 28.—Los ataques contra los estados Unidos, que diariamente aparecieron en la prensa madrileña la semana pasada, adquirieron hoy un ímpetu especial, por medio de un car-
óue apareció hoy fijado en muchas paredes, trata de una caricatura que lleva por leyenda
¡! nous la Liberté, y en ella figuran el Presidente ooosevelt y el Rey Jorge, paseando en faetón sobre los cadáveres de los belgas, los holandeses y ‘Osfranceses. Roosevelt lleva las riendas, y Chur- cn,|l. Halifax y Chamberlain tiran del carruaje.. Abajo aparece sintetizada la opinión de los na-
Qonahstas sobre los Estados Unidos y la Confe- rencia de La Habana: "Los hispanoamericanos, a
quienes las conferencias panamericanas nunca les han traído otra cosa que la idiota mentira yanqui sobre la llamada solidaridad democrática, realmente han luchado contra la rapacidad del capitalismo estadounidense.
Ahora una yez más en la Confrencia de La Habana, las naciones de la América Española, con unidad de propósitos, han ridiculizado las doctrinas ambiciosas de los Estados Unidos. Están librando otra batalla victoriosa contra la tiranía del dólar y han proclamado la resolución de mantenerse figles a los destinos que han recibido de España y que España les reafirmará”.
De este cartel podría decirse que lleva carácter oficial, pues no contiene nombre de redactor o editor, como lo exige la ley, y en cambio contiene el mapa de un territorio que al parecer España se propone demandar, figurando en él Gibraltar, toda la porción noroeste de Africa que se extiende hacia el Sur hasta la Costa de Oro y las Filipinas.
Conectadas con España por la misma línea roja que circunda a aquéllas, aparecen los límites que siguen el curso del río Bravo del Norte y contienen grandes regiones de los Estados Unidos, desde California al Golfo de México.
MADRID, julio 28. (United.)—Los frentes de los edificios, muros y empalizadas de esta capital amanecieron empapelados con la cuarta serie de los cartelones anónimos que suelen aparecer con el título de ‘‘Voz del Público”.
Esta nueva serie lleva como figura central un mapa en el que están señaladas en tinta roja y varias flechas que parten de España y apuntan hacia las Islas Filipinas, Gibraltar y tocan a Florida, apareciendo sombreadas con igual color la parte meridional de Texas, la región noroeste de México y el golfo, en dirección del Pacífico.
Sobre el mapa figuran los párrafos del reciente discurso del general Franco, en que dijo: “Hemos hecho un alto en la lucha, pero no hemos terminado nuestra empresa. Hemos hecho una pausa en el fuego, pero la revolución no ha terminado”.
MADRID, agosto 2.—"El monroismo de Cor- dell Hull en La Habana es lo más repugnante que hayamos visto y está enderezado directamente en contra de los intereses españoles”, dice el diario totalitario "Arriba”, en un violentísimo editorial en contra de las decisiones tomadas por la Conferencia de Cancilleres, en general, y en particular, contra el Secretario de Estado de Norteamérica.
Dando a entender muy claramente que las posesiones europeas del hemisferio occidental deben ser entregadas a Alemania e Italia y también a España cuando ésta "preste su colaboración armada en el actual cambio histórico de la Humanidad”, el diario falangista da por descontado el triunfo del totalitarismo y adopta una violencia de tono en los comentarios con que adereza los resultados obtenidos en La Habana, llegando hasta afirmar que a Europa muy poco le interesan las decisiones del Continente Occidental, en donde sabrá imponer su voluntad omnímoda "cuando llegue el momento”.
LIBROS
C O M EN TARIO A “ ESPAÑA, E L PAIS Y LO S H ABITA N TES”
(De Leonardo Martín Echeverría. Editorial Atlante, S. A. Meneo, D. F. 1940. 488 páginas, numerosas ilustraciones intercaladas en el texto, 160 fotografías en láminas fuera de texto, así como algunos mapas a color.)
Por F. MIRANDA.
Es ya conocido del lector de habla española ei autor de esta maravillosa "España”, compendio de las esencias más puras que hayan podido ser extraídas de la realidad geográfica de este nuestro atormentado país. A manera de ensayos en la marcha hacia esta “España” que ahora se yergue perfecta ante nuestros ojos, han sido otros dos libros del mismo autor, uno, en la colección “Labor” y otro aparecido durante la tragedia que aún vestirá de luto por muchos años el corazón de ¡os españoles.
Campea en todo este libro gran probidad científica y un corazón limpio de español, que no pretende engañarse a sí mismo, ni mucho menos al lector. Concisas y exactas descripciones y bellas fotografías reviven aquellos magníficos paisajes hollados en otro tiempo por nuestros pies y nuestras almas, hoy, sólo por nuestras almas; serenos paisajes nunca abandonados por nosotros, de la misma manera que nosotros no seremos nunca abandonados de ellos.
Ninguno de los arduos problemas que preocupan al español como español, y que, aunque no se los haya formulado nunca, los siente en su cuerpo o en su espíritu, han sido olvidados por el autor de “España", que nos los presenta con toda su crudeza y se esfuerza en que sean comprendidos rectamente por medio de acertada selección de los claros espíritus que de ellos se han ocupado y de. lo que es todavía más valioso, su experiencia de español que ha vivido a España.
Leemos: “La importancia del estrecho de Gibraltar no se reduce a una mera comunicación entre Europa y Africa. Su valor acrece como nudo de primer orden en la navegación mundial, en !a unión del Mediterráneo y del Atlántico”. Después: “La previsión de Inglaterra ha dado a su poderío naval la posesión de Gibraltar, plaza que viene ocupando desde comienzos del siglo XVIII, como prenda de su intervención en el pleito de Austrias y Borbones a ¡a sucesión del trono de España, cuando murió Carlos II”. Es decir, como prenda de su intervención en una guerra civil española. Y más allá se dice: "El predominio de España sobre la cuenca occidental mediterránea se afirma con la posesión del ar
chipiélago adyacente de Baleares”. En consecuencia no puede uno dejar de pensar con terrible inquietud en cuáles serán las secuelas de la intervención de Italia y Alemania en la última guerra entre españoles, de una Italia que habla constante y arrogantemente del “mare nostrum , aunque por ahora no sea muy suyo.
No se escapan al autor ninguno de los trabajos de recientes investigadores sobre la geología del suelo hispano, síntesis geológica que ocupa el segundo capítulo de la obra. En ella se encuentra toda la evolución de la península, con sus más salientes vicisitudes, a partir del macizo galaico, la más antigua tierra de España, restos quizá de un continente más occidental, hoy sepultado bajo las aguas del Atlántico.
El relieve del suelo aparece descrito en el tercer capítulo, abordándose su estudio, de un modo racional, con arreglo a los potentes movimientos que en diferentes épocas quebrantaron la en realidad frágil corteza terrestre. ¡Qué placer rememorar los viejos nombres de los agrestes lugares montañeros, teatro otras veces de nuestras aventuras contemplativas! ¡“Valle del Cares”, “formidables peñas de Cerredo”, “áspero Llambrión”, “casi inaccesible Barranco de Bul- nes”, ‘cumbres de Peñalara, Siete Picos y la Mujer Muerta”, “pelada Pedriza de Manzanares” . . . . !
Contra lo que se ha venido afirmando en diversos libros, la costa cantábrica parece haber estado animada de un movimiento de descenso en época anterior al comienzo del cuaternario, como lo indican los estuarios o rías —desembocaduras de ríos invadidas por el mar— aunque ahora se encuentre relativamente estabilizada. La principal prueba de levantamiento aducida, el mito de las famosas argollas de Santoña, donde “se amarraron las naves de Carlos V”, y que hoy se encontrarían muy alejadas del mar, "se basa en un error histórico”, pues quizá "el Emperador nunca visitó Santoña". La cuestión de si las “rocas" costeras de Asturias y Lugo son formaciones de erosión marina o continental no está aún resuelta satisfactoriamente. "El carácter de la costa de Galicia y desgarramiento en las amplias rías que constituyen su nota singular, obedecen al hundimiento del macizo galaico, con sumersión parcial de los valles...” He aquí, pues, la causa de la formación de las hermosas rías bajas gallegas, uno de los más maravillosos paisajes costeños que existen sobre la tierra. En el Mediodía de la península hay síntomas de hundimiento de la costa en "las ruinas del famoso templo de Hércules, de la vieja colonia fenicia de Cádiz, actualmente sumergidas bajo las aguas”. Sin em
bargo son numerosas las pruebas de que últimamente las costas de la península han pasado por un largo período de estabilidad. En efecto, tóm- bolos o lenguas de arena que han reunido al continente las islas cercanas a la costa, transformándolas en penínsulas, albuferas o penilagunas costeras, deltas, etc., son accidentes frecuentes a lo largo de las costas españolas.
“El clima español se caracteriza, dentro de su variedad, por dos notas muy acusadas: riqueza en sol y pobreza en lluvias”. Pero es aquí donde se presenta el mayor contraste de la península, la diferencia entre la España húmeda (región ga- laico-cantábrica), de típico clima atlántico-euro- peo, y la España seca, de influencia en su mayor parte, mediterránea, con caracteres climáticos particulares a medida que se penetra en la meseta castellana.
“En la alimentación y régimen de los ríos el factor definitivo es el clima siendo la irregularidad de los ríos españoles, como su notable diferencia de caudal según las estaciones del año, consecuencias inevitables de la desigual distribución de las lluvias”. Se acusa de nuevo en el régimen fluvial el fuerte contraste entre la España seca y la húmeda. Así, el río Miño que es el séptimo de España por su longitud, es el segundo por su caudal y el Nalón, el quinceavo por su longitud, es por su caudal el sexto. Lo que quiere decir que la relación caudal dongitud es mayor en los ríos galaico-cantábricos que en cualesquiera otros de la España seca.
Como es natural, también la vegetación, que da carácter al paisaje, traduce la diferencia entre ja España húmeda y la seca. En la región ga- Eico-cantábrico, las asociaciones vegetales características son los bosques densos de árboles de hoja caduca: castañedos, carballedas, hayedos, etc., y por destrucción del bosque los prados o Pastizales. De la España seca son característicos Iqs bosques poco densos de árboles de hojas persistentes: encinares, alcornocales, pinares, pero _la destrucción de éstos engendra el "matorral” : ja- tales, coscojales, retamales, etc. Es desolador Para los españoles, a propósito de la España seca, rí siguiente párrafo que ofrecemos sin comentario: “Bosques enteros han sido descuajados y_con su desaparición han ido en aumento la irregularidad de las torrenteras, abarrancándose fas laderas y dejando al desnudo la roca viva”.
. El alma castellana ha sido moldeada por paisajes como el de "los inmensos horizontes de la 'lancha —de líneas sencillas y de la más austera
grandiosidad—< que evocan siempre el recuerdo ue la noble figura de Don Quijote y su primera salida al mundo, en la mañana de anuel dia ene era uno de los calurosos del mes de julio: Jos cauces de los ríos estarían ya secos, empezarían 3 amarillear los yermos y rastrojos, sólo darian nota de vida, en la infinita tristeza del campo manchego. el verde plateado de los olivos y el follaje de las cepas de los viñedos”.
Problemas candentes para España y muy dig- nos de meditarse son los que se refieren a los cultivos y su organización económica, causas.
entre otras, de las últimas tragedias españolas. “Es equivocada la idea, muy extendida entre ios españoles, de un pretendido abandono de sus campos y achacar a falta de cultivo la pobreza de muchas comarcas. El mal es acaso lo contrario, una roturación excesiva y el establecimiento de labranzas sobre lugares donde han de sostenerse en condiciones ruinosas”. La desorganización del régimen de propiedad es un hecho en casi toda España, “en la húmeda y zonas montañosas prevalece el minifundio, exagerado hasta la parcelación más caótica y perjudicial en las tierras de los valles, singularmente en Galicia". “En la España seca el régimen imperante es el latifundio. En tierras de Salamanca, Extremadura, Castilla la Nueva y casi toda Andalucía, la propiedad ha quedado en poder de unas pocas familias, a expensas del resto de los habitantes del campo, cuyos únicos ingresos son los cortos jornales en el tiempo que las faenas necesarias reclaman su trabajo”; complicándose todavía las cosas con “el absentismo de los principales propietarios”, “ignorantes de las necesidades de los cultivos. Algo había hecho la República Española en los últimos años con la discutida Reforma Agraria por remediar ese estado anormal de la propiedad, pero al establecerse la llamada “nueva España” todo volvió a sus antiguos cauces.
Quizás haya sido también abandonada en la “nueva España” la política de riegos, que continuó activamente la República, política que es “necesidad imperiosa para toda forma, de agricultura intensiva en un país como España, rico en sol y, de ordinario, pobre en lluvias". Es la organización de los riegos desde tiempos inmemoriales la que ha hecho de las huertas de los democráticos levantinos las más feraces tierras de Europa. Y esto es hacer España: mejorar la riqueza del país mediante un trabajo asiduo y bien organizado, y no hundirla para beneficio de otras naciones.
La distribución de la ganadería es inversa también con arreglo al gran contraste español, España seca y húmeda. La primera es una región de ganadería lanar y cabría, la segunda, de ganadería vacuna. Sin embargo, en la España seca, “la reacción favorable a la agricultura se exageró en todo el curso del siglo XIX y ha terminado, finalmente,_ por romper el equilibrio respecto a la ganadería, cuya disminución resulta en detrimento de la propia agricultura: la actual insuficiencia de ganado en regiones de la España seca impide estercolar debidamente sus tierras sometidas a explotación desde hace ya muchos años y mineralizadas con exceso por el uso casi exclusivo de los abonos químicos".
Uno de los capítulos más importantes de la riqueza española es la pesca, que se desarrolla en todo el extenso litoral de la Península, alcanzando su mayor intensidad en el Golfo de Vizcaya y en las rías bajas gallegas, aunque precisamente en esta última región, y no obstante la vigilancia que ya empezaba a organizarse, se resentía algo la prodigiosa abundancia de la pesca por el
empleo abusivo de artes destructoras, entre ellas la dinamita.
La enorme riqueza minera española no rinde a la nación el producto que debiera, pues o bien se halla completamente en manos de empresas extranjeras, o bien faltan las correspondientes industrias de beneficio y el mineral es exportado en masa, a todo más después de somera elaboración. Así, por ejemplo, la explotación de las minas de cobre de Río Tinto "se cedió en 1873 a una gran compañía inglesa (Río Tinto Company), que ha realizado un verdadero saqueo, con propósito seguramente de agotar los criaderos en el plazo de la concesión”. A partir de mediados del siglo XIX, la industria española ha recibido poderoso impulso. Pero las industrias pesadas no se han desarrollado proporcionalmente a sus posibilidades, lo que es atribuible a "muyi diversas causas de orden histórico, social y económico, pero una de las decisivas ha sido la escasez o carestía del carbón mineral, nervio de las actividades industriales desde hace más de un siglo”. De aquí el porvenir de la explotación de la abundante fuerza hidráulica en un país montañoso como España, de cuyos resultados es buen ejemplo el industrioso país catalán, en cuyos ríos, como el Llobregat y sus afluentes, “las presas y fábricas se suceden continuamente". Esta prosperidad industrial de Cataluña, debida al "espíritu emprendedor de sus fabricantes y a las virtudes de laboriosidad que son tradicionales en su artesanado”, ha llegado a producir un cierto sentimiento de envidia en el alma pequeña de algunos españoles.
No se puede comprender bien la amistad oficiosa de España con Italia, la del "mare nos- trum”, si se toma en cuenta que el auge imperialista de una de estas potencias mediterráneas ha traído como consecuencia histórica la media- tización o colonización de la otra. Se observa esta tendencia hasta en detalles que parecen nimios. Así, uno de los principales productos de exportación españoles, el aceite, "ha estado largo tiempo sometido a la mediación de Italia, cuyo negocio de adquisición del aceite español para luego refí- narlo y hacer su reventa a otros países, estaba ya muy resentido con los progresos de elaboración y refinamiento en España y colocación directa del artículo en los centros consumidores”.
Es digno de notar que, salvo en el período de la guerra de! 14, el valor de las exportaciones españolas ha sido siempre algo menor que el de las importaciones, lo que se traduce por una merma constante de la riqueza española. Ese desnivel llegó a proporciones aterradoras durante el período 1927-1930, época de verdadera orgía de negocios ficticios de la postguerra que produce las perturbaciones del año 30 y prepara los espíritus para la catástrofe del 36.
A pesar de las frecuentes invasiones de que ha sido objeto, tratándose de un país de paso entre Europa y Africa, el tipo español ha conservado todas sus características —"moreno, do- licocéfalo y de no mucha talla, pero de gran resistencia"— correspondiendo a la descripción que nos hacen los autores clásicos de los antiguos iberos. Las diferencias regionales son muy acu
sadas, en relación con la variedad de tierras, climas y paisajes, pero "sería erróneo suponer que pudieran llegar a borrar la realidad de conjunto de la gran unidad geográfica de la Península Hispánica”. Pero también y por las mismas razones “no puede prevalecer mucho tiempo en España un criterio de uniformidad".
El pueblo español siempre ha sido un pueblo heroico; nos lo encontramos frecuentemente en la Historia metido en desiguales luchas: contra los cartagineses, romanos, bárbaros, árabes, franceses y casi ayer mismo, contra la intromisión de alemanes e italianos, demostró siempre el viril temple de su alma. Él fracaso de muchos de sus esfuerzos “ha sido resultado de su desorganización, por una tendencia constante a la indisciplina”.
Es carácter del español una reacción desmedida ante las excitaciones fuertes, siendo entonces “capaz de los mayores excesos disfrazados de una especie de justicia vindicativa”. Se escriben ahora pesados artículos de propaganda, pretendiendo justificar arteramente a los que encendieron la última guerra española. Una cosa aparece actualmente clara, dada la marcha de los acontecimientos europeos: que dicha guerra fué una de las primeras manifestaciones de la expansión del imperialismo germano, pues éste obtuvo de ella grandes beneficios, en tanto que para España y desde el punto de vista español representaba simplemente una catástrofe. No deja de ser curioso que los autores de esa propaganda a que aludimos, pretendiendo hacer historia, nos hablen continuamente de los excesos, asesinatos, incendios de iglesias, etc., ocurridos en el campo republicano, pero guarden no menos constantemente, sospechoso silencio sobre los excesos cometidos, y que quizá se siguen cometiendo, en la zona dominada por los sublevados. Y a esa guerra en beneficio de los nazis alemanes, de aquellos que han llevado a la práctica las trasnochadas doctrinas de Nietsche, el darwiniano y antiespiritualista creador del superhombre y del anticristo, a esa guerra que no ha sido más que asesinato de españoles para beneficio de terceros se la quiere llamar “guerra santa”.
Del carácter del pueblo español bien comprendido, de su capacidad para la creación y de la esperanza que los españoles debemos tener en nuestro porvenir brillante el día que la civilización occidental reciba una trayectoria más espiritualista, cambio que ya se deja sentir como una necesidad, en vista de las catástrofes casi universales producidas por la degeneración materialista del espíritu, dan una idea las siguientes líneas: “ ...e s también carácter muy ocusado de los pueblos españoles su aptitud de creación. Lo mejor de la civilización española es obra directa del pueblo: los regadíos mejor organizados, las instituciones jurídicas más justas, el régimen mas conveniente para el trabajo, las formas más puras del arte. .. las admirables canciones de gesta y el romancero... v los autores más gloriosos v geniales son precisamente quienes tomaron fuentes de inspiración de! inagotable manantial
popular; tal es el caso de Goya en la pintura, de Lope de Vega y Cervantes en las letras”.
De toda esta “España” de Martín Echeverría se desprende como una emanación de optimismo que parece decimos: tengamos sana confianza en el resurgir del glorioso pueblo español, cuyas ansias espirituales de perfeccionamiento comenzaron a ser maniatadas (¿un símbolo?), por un rey germano “en la triste jornada de Villalar (1521)”.
EL PRIMER MILAGRO DE LA CATEDRAL Angelopolitana
(Cuadros anecdóticos bispano-na- buas, siglo X V II), por Francisco A {orín. Editor Ambrosio Nieto. } Norte 414. Puebla, Méx.
Nada debería descaminar a los españoles acogidos a la hospitalidad mexicana, de esta riqueza que Ies rodea en el paisaje, en el cielo, en el suelo, en la historia, en los afanes del espíritu y en la misma grandeza de las cuitas. Estos son parajes en que toca a los lejanos descendientes de los venidos en sus carabelas no empequeñecerse en nostalgias lugareñas ni mucho menos permitirse la
M E M O R I A S D E
NUESTRO ESCUDO HUELE A GARROTE
A p e n as c a b e im a g in a r c o n fe s ió n m á s a lu c i n a n te q u e e s t a q u e s e e s c a p a a l B ole tín de U nidad en e l a n iv e r s a r io d e l a s u b v e r s ió n (M éx ico , 18 de ju l io de 1 9 4 0 ): B u estro escudo huele a g a r r o te ” . A g a r r o te v il, e x a c ta m e n te . ¡D e s v e n tu r a da. h e d io n d a E s p a ñ a !
E f lu v io s de t r i c o r n io y b a y o n e ta c a la d a e n la s m a ñ a n a s p u r a s d e C a s t i l l a ; h o n ta n a r e s de l la n to q u e , in c o n te n ib le , la d e s e s p e r a c ió n r e t u e r ce; t r i u n f o d e la r ig id e z c a d a v é r ic a e n l a c a r n e del p u e b lo q u e o s c ila , co n u n p a lm o d e le n g u a a fu e ra , a r r ib a , e n t r e u n r e v o la r d e c u e rv o s . ¡A r r i ba E s p a ñ a , e n e fe c to !
R íen lo s m o ro s a f i la n d o s u s b r i l l a n t e s d e n ta d u ra s . J u b i la n to s c a n o s y tu d e s c o s r e p a r t ié n d o s e a c a r a d e F r a n c o y c ru z g a m m a d a a lg u n a s a u té n t ic a s h e re d a d e s .
B u e strc escudo huele a g arro te . Y n u e s t r o lem a e s exterm inación , p u d ie ra n a ñ a d i r s in r e paro .
C ie r ta m e n te , e l f a la n g is m o e s u n e s ti lo .
LA CASA ABACIAL DE JOSE ANTONIO
M A D R ID .— H a n c o m e n za d o la s o b ra s d e s a n eam ien to . d e r r ib o y a r r e g lo d e l a c a s a - p r is ió n Jo sé A n to n io p a r a l l e v a r a la p r á c t i c a e l p ro y e c to de e d i f ic a r la c a s a a b a c ia l d e J o s é A n to n io . E l com ienzo de l a s o b r a s se d e b e a l a in ic ia t iv a d e l
n P ro v in c ia l d e l M o v im ie n to , c a m a r a d a M ig u e l * u v illa , a p ro b a d o p o r e l P r e s id e n te d e la J u n t a
esquividad petulante sino cobrar ámbito y crear con nueva y poderosa emulación. Harto, en el pasado, desvinculados de estas tradiciones neo- continentales, de esta apoteosis única de nuestra historia, nos hicimos menguados olvidados por olvidadizos y pedestres.
Así hay que tener por ejemplar el celo con que el distinguido arquitecto español don Francisco Azorín, hoy en franco servicio mexicano, que ya dió preciados frutos, quiso para aun mayor acercamiento y compenetración, revolver los archivos, saber secretos del pasado, símbolos de valores eternos. La leyenda que ahora nos presenta, principio de serie ojalá muy rica, refiere con solicitud primorosa el idilio del arquitecto y pintor español don Pablo García, autor de la famosa catedral de Puebla, y la princesa indígena, hija de una raza de arquitectos y pintores, Xochiistac (Blanca Flor), cifra notable y representativa del hoy compuesto linaje mexicano, entendimiento de dos artes sobre dos intolerancias, continuidad enriquecida. El fondo de la leyenda, activo'y rumoroso, presidido está por las urgencias del gran obispo Pa- lafox, a quien esperamos ver en nuevas leyendas de la misma pluma relevante en épicas acciones de protagonista.
José CARNER.
U L T R A T U M B A
P o lí t ic a , e l v ic e s e c r e ta r io d e l P a r t i d o : M ig u e l P r i m o de R iv e r a y e l D ir e c to r G e n e r a l de A r q u i te c tu r a .
B ie n s e d e n o m in e c a s a a b a c ia l d e J o s é A n to n io o b a s í l i c a n a c io n a l d e J o s é A n to n io , la p r i s ió n e s t a r á r e g id a p o r u n a O rd e n r e l ig io s a de a b o le n g o l i tú r g ic o y c u l tu r a l y c u m p l i r á u n a d o b le f in a l id a d , s e r u n p e r m a n e n te r e c u e r d o d e J o s é A n to n io y d a r c o n t in u id a d a s u d o c t r in a .
L a fu n d a c ió n t e n d r á c a r á c t e r d e c a p e l la n ía m a y o r d e la O rg a n iz a c ió n y s u a b a d s e r á a m o d o d e p r io r d e l a F a la n g e .
E l g o b ie rn o de e s t a f u n d a c ió n e s t á e n c o m e n d a d o a u n P a t r o n a to y l a m is ió n e je c u t iv a in c u m b e a l J e fe p ro v in c ia l d e l M o v im ie n to .
D o s d e r iv a c io n e s t e n d r á e s t a i n s t i t u c ió n p o r lo q u e a l o rd e n c u l t u r a l s e r e f i e r e u n a d e a l t a c u l tu r a s o c ia l y o t r a d iv u lg a d o r a d e l a te o r ía d e l P a r t i d o .
¡AVE M ARIA PU RISIM A!
L a e s c u e la n u e v a t ie n e q u e v o lv e r a la p rá c tica de a q u e l la s c o s tu m b r e s c r i s t i a n a s t a n h e r m o s a s y t a n s e n c i l l a s q u e e r a n e l s o s t é n m á s f i r m e d e l a v id a de lo s p u e b lo s h o n ra d o s . E l b e s a r la m a n o d e lo s s a c e rd o te s , e l r e z a r e l s a n to ro s a r io , e l c á n t ic o de la s e lv a , e l s a l u d a r a l l l e g a r a ca sa d ic ie n d o : Bendito y a lab ad o se a el S an tísim o S a cram ento.
O le g a r io D ía z C a n e ja , I n s p e c to r d e P r im e r a E n s e ñ a n z a e n E l M ag iste r io E sp añ o l de
10 d e f e b r e r o de 1940.
R E G I S T R O B I B L I O G R A F I C O(1S39-1B40)
P o r A gu s tín M IL L A R E S C A R LO .
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Rogamos encarecidamente a todos los españoles amigos que nos envíen nota de los trabajos que publiquen o que hayan publicado a partir del D de enero de 1939, así como de los referentes a España o a asuntos españoles sea cual fuere la nacionalidad de sus autores. Sólo por la colaboración de todos el REGISTRO BIBLIOGRAFICO podrá alcanzar la amplitud que conviene.
También les rogamos con no menor encarecimiento que, de serles posible, nos remitan un ejemplar de sus publicaciones para que obre en la biblioteca de la / unta, la cual aspira a ser, como es sabido, la BIBLIOTECA DEL PUEBLO ESPAÑOL EN EL DESTIERRO.
OBRAS PUBLICADAS POR LA CASA DE ESPAÑA EN MEXICO
Enrique Díez-Canedo...................Juan de la Encina.......................Alfonso Reyes.............................Antonio Caso................................María Zambrano...........................José Gaos y Francisco Larroyo..León-Felipe...................................José Moreno Villa.......................
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k
Pedro Carrasco.............................Juan Roura..................................Samuel Ramos..............................Rafael Sánchez de Ocaña............Julio Torri....................................
El teatro y sus enemigos.El mundo histórico y poético de Goya. Capítulos de literatura española.Méyerson y la física moderna.Pensamiento y poesía en la vida española.Dos ideas de la filosofía.Español del éxodo y del llanto.Locos, enanos, negros y niños palaciegos, gente
de placer de los siglos XVI y XVII.Poesías escogidas.Música y sociedad en el siglo XX.Las grandes estructuras de la música. Bibliografía de Goya.Vida humana, sociedad y derecho.Romances y villancicos españoles del siglo XVI. Evolución política del pueblo mexicano. Sociología contemporánea.Fanatismo y misticismo.Bases fisiológicas de la alimentación. Fermentos.Cartas al Ebro.La fotografía de las membranas profundas del
ojo.Optica Instrumental.Educación y Ciencia.Hacia un nuevo humanismo.Reflejos en el agua.De fusilamientos.
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