ESPADA DE DOS FILOS III TIEMPO ORDINARIO (Semanas I a XVII) Para la oración personal del sacerdote...

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ESPADA DE DOS FILOS III TIEMPO ORDINARIO (Semanas I a XVII) Para la oración personal del sacerdote P. Gustavo Elizondo Alanís «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12). +++ Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013) 153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr. *** Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, (30-IX-2010). Importancia de la homilía 59. La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. (...) lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado 1 ; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión. (...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia» 2 , porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior» 3 . +++ 1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

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ESPADA DE DOS FILOS III

TIEMPO ORDINARIO (Semanas I a XVII)

Para la oración personal del sacerdote

P. Gustavo Elizondo Alanís

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4,

12).

+++

Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium (24-XI-2013)

153. En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por

ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este

mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me

agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno

intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o

abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros,

para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le

permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una

decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas

personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más

paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso

más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace

posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos

sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo

que todavía no podemos lograr.

***

Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, (30-IX-2010).

Importancia de la homilía

59. La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a

los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida.

(...) lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía.

Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado1;

que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con

convicción y pasión. (...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las

lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el

primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia»2, porque, como dice san

Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella

en su interior»3.

+++

1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

2

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3

ÍNDICE

• PREDICAR Y EXPULSAR DEMONIOS – EL PODER DE DIOS

MARTES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ORAR PARA SERVIR – PREDICAR CON EL EJEMPLO

MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ARMADOS CON EL AMOR – SOLDADOS DEL EJÉRCITO DEL REY

JUEVES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• REY DE REYES – FORTALECER LA FE

VIERNES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONVERSIÓN DIARIA – SALVAR A LOS PECADORES

SÁBADO DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SABER LO QUE HACEMOS – TESTIMONIO DE LA VERDAD

DOMINGO DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• HOMBRES NUEVOS – SACERDOTE RENOVADO

LUNES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SACRIFICIOS POR AMOR - MISERICORDIA QUE SALVA

MARTES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• HACERSE PEQUEÑO – EL ARMA DEL AMOR

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• INTERCESORES – AYUDAR A JESÚS

JUEVES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• AMIGOS QUE NO TRAICIONAN – ELEGIDOS

VIERNES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

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4

• LOCOS DE AMOR - LOCURA DIVINA

SÁBADO DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• PESCADORES DE HOMBRES – SEGUIR A CRISTO

DOMINGO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ARMADOS CONTRA EL DEMONIO – UNIDOS CON CRISTO

LUNES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• FAMILIARES DE JESÚS– ESCUCHAR Y OBEDECER A DIOS

MARTES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONVERTIR CORAZONES - SEGUIR, NO PERSEGUIR

25 DE ENERO - LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

• ILUMINAR EL MUNDO – LUZ DE CRISTO

JUEVES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SEMBRADORES – SER TIERRA BUENA

VIERNES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• VENCER EL MIEDO – CRISTO ES SEGURIDAD

SÁBADO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• DESPOJADOS DE TODO – LA RIQUEZA DE LA POBREZA

DOMINGO DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• MISERICORDIOSOS – ACEPTAR LAS PROPIAS MISERIAS

LUNES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• RESUCITAR MUERTOS – LEVANTAR LA FE DORMIDA

MARTES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• PROFETAS – CORRECCIÓN POR AMOR

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SIGNO DE CONTRADICCIÓN – RECIBIR Y PRACTICAR LA PALABRA

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5

2 DE FEBRERO - FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

• VALIENTES – PERDER LA VIDA

VIERNES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• BUENOS PASPTORES – CONOCER A LAS OVEJAS

SÁBADO DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SER SAL Y LUZ - TU ESENCIA ES EL AMOR

DOMINGO DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

• HOMBRES DE FE – TOCAR A JESÚS

LUNES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SERVIDORES – LAS INTENCIONES DEL CORAZÓN

MARTES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• UNIÓN DE CORAZONES - PUREZA DE CORAZÓN

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• APRENDER A PEDIR - PEDIR CON FE

JUEVES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ABIERTOS A LA GRACIA - SABER CORRESPONDER

VIERNES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CUIDADOS DE MADRE - EL AGUA DE LA OBEDIENCIA

11 DE FEBRERO - FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

• ENVIADOS PARA SANAR - ESCUCHAR LA PALABRA

DOMINGO DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

• ELEGIDOS PARA CONSTRUIR LA IGLESIA - SEÑAL DE SALVACIÓN

LUNES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• DISPOSICIÓN – CUMPLIR CON LA MISIÓN

MARTES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

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6

• NECESITADOS DE LA GRACIA – PODER VER A JESÚS

MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CORREDENTORES - AMAR LA CRUZ

JUEVES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ENVIADOS PARA SERVIR – CONFESAR A CRISTO

VIERNES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• PERMANECER EN ORACIÓN - ESCUCHAR AL HIJO AMADO

SÁBADO DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• APRENDIENDO A PERDONAR - PERDONAR POR AMOR

DOMINGO DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• LA FUERZA DE LA ORACIÓN – FE CON OBRAS

LUNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• MIEMBROS VIVOS – HACERSE ÚLTIMO

MARTES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• UNIDOS CON EL PAPA - RECONOCER AL VICARIO DE CRISTO

22 DE FEBRERO - FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO

• ENSEÑAR CON EL EJEMPLO - DISPOSICIÓN DE FORMARSE

JUEVES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• FIELES A LA IGLESIA – SANTIFICAR A LA IGLESIA

VIERNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SER COMO NIÑOS – ALMA DE NIÑO

SÁBADO DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ABANDONADOS EN DIOS – PADRE PROVEEDOR

DOMINGO DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• POBRES DE ESPÍRITU – DEJARLO TODO

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7

LUNES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• AUXILIADOS POR MARÍA – EL MAYOR TESORO

MARTES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EL CENTRO DE TODO ES CRISTO – FIDELIDAD A LA IGLESIA

LUNES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• RENUNCIA Y ENTREGA – ENSEÑAR A ADORAR A DIOS

MARTES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• VIVIR PARA SIEMPRE – CREER EN LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SACERDOTES SANTOS – SACERDOTE PARA SIEMPRE

FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

• ENAMORADOS DE DIOS – HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

VIERNES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EL TESORO DE DIOS – ENTREGA TOTAL

SÁBADO DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• TEMPLOS DE DIOS – PREDICAR LA VERDAD REVELADA

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

• PERMANECER JUNTO A JESÚS – FIRMES ANTE LA TRIBULACIÓN

LUNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SACERDOTE, APÓSTOL, SEMBRADOR – ILUMINAR AL MUNDO

MARTES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONDUCIR LA MISERICORDIA – ENSEÑAR A TRANSMITIR LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ADORAR A DIOS – CREER EN LA EUCARISTÍA

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

• CUIDAR LA SALUD DEL CUERPO – DESPOSADOS CON LA IGLESIA

VIERNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

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8

• DECIR SÍ AL SEÑOR – SOMETERSE A LA OBEDIENCIA

SÁBADO DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EL MILAGRO DE LA VOCACIÓN – CUMPLIR CON EL COMPROMISO

DOMINGO DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• LLEVAR LA PAZ AL MUNDO – SEGUIR EL EJEMPLO DE JESÚS

LUNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• JUSTICIA DIVINA POR AMOR – ALCANZAR LA PERFECCIÓN EN CRISTO

MARTES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• AMAR EN LO SECRETO – LA INTIMIDAD DEL CORAZÓN

MIÉRCOLES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ORAR CON CUERPO Y ALMA – LA ORACIÓN PERFECTA

JUEVES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• REPARAR CON AMOR – CORAZÓN SACERDOTAL, CORAZÓN SAGRADO

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

• AMOR A LA IGLESIA – FIDELIDAD AL PAPA

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES

• CONOCER LA META PARA QUERER LLEGAR – EL PODER DE DECIR ‘SÍ QUIERO’

VIERNES DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ORDEN PARA HACER LA VOLUNTAD DE DIOS – LEVANTARSE PARA SERVIR

SÁBADO DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONSAGRADOS ANTES DE NACER – PROFETA DE LAS NACIONES

DOMINGO DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CREER SIN HABER VISTO – QUERER CREER

FIESTA DE SANTO TOMÁS, APÓSTOL

• EL CANSANCIO DE JESÚS – CONFIAR EN DIOS

MARTES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EXPULSAR A LOS DEMONIOS – EL PODER QUE NOS DA CRISTO

MIÉRCOLES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• FE OPERATIVA – EL PODER DE HACER MILAGROS

JUEVES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

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9

• QUÉ ES LA MISERICORDIA – CONFIGURADOS CON LA MISERICORDIA

VIERNES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• DESCANSAR CON JESÚS – EL YUGO DE LA PALABRA DE CRISTO

DOMINGO DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• PEDIR MILAGROS – DEMOSTRAR LA FE

LUNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• PROTECCIÓN PARA SERVIR – ORAR Y TRABAJAR

FIESTA DE SAN BENITO, ABAD (11 DE JULIO)

• LA MISIÓN APOSTÓLICA – CONSTRUIR CON AMOR

MIÉRCOLES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONOCER A JESÚS PARA AMARLO – CONFIAR EN LA DIVINA PROVIDENCIA

JUEVES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONFIADOS EN JESÚS – ASTUTOS, PRECAVIDOS, PRUDENTES

VIERNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• VALENTÍA ANTE LOS PELIGROS – MAESTRO, GUÍA, MODELO, REGIDOR

SÁBADO DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• ESTRELLA DEL MAR – LLEGAR A PUERTO SEGURO

FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

• LA SIEMBRA EN EL SEMINARIO – BUENA TIERRA, FRUTO ABUNDANTE

DOMINGO DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• LA VICTORIA SOBRE EL MUNDO – HACER LA GUERRA

LUNES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• COMPARTIR LA MISERICORDIA - RECIBIR MUCHO PARA DAR MÁS

MARTES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EL DON DE LA SABIDURÍA – PERMANECER EN LA HUMILDAD

MIÉRCOLES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• APRENDER DE JESÚS – DEJARSE AYUDAR

JUEVES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONTEMPLAR LA MISERICORDIA – MISERICORDIA, NO SACRIFICIO

VIERNES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• APRENDER A AMAR – LLEVAR EL MENSAJE DE SALVACIÓN

FIESTA DE SANTA MARÍA MAGDALENA

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10

• EXTENDER LA SEMILLA EN BUENA TIERRA – PROTEGER LA SIEMBRA

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

• FE PARA CONVERTIRNOS – SEÑALES PRODIGIOSAS

LUNES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• BEBER EL CÁLIZ – LA DIVINA VOLUNTAD PARTICULAR

FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL

• TIERRA BUENA, TIERRA DE MARÍA – OÍR LA VOZ DEL SEÑOR

MIÉRCOLES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• DISPUESTOS A OÍR – NADAR EN LA ABUNDANCIA DE LA GRACIA

JUEVES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• EL CELO POR LO SEMBRADO – DEFENDER LA VERDAD

VIERNES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• AMIGOS DE JESÚS – CREER EN LA PALABRA ACTUAL Y VIVA

MEMORIA DE SANTA MARTA

• EL VERDADERO TESORO - CONSTRUIR EL REINO DE LOS CIELOS EN EL MUNDO

DOMINGO DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• CONSERVAR Y VIVIR LA FE – OJOS PARA VER Y OÍDOS PARA OÍR

LUNES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• FIDELIDAD A LA MISIÓN – SEMBRAR BUENA SEMILLA, NO CIZAÑA

MARTES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• VASOS DE BARRO – ENCONTRAR EL TESORO ESCONDIDO

MIÉRCOLES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

• SER UN VERDADERO SACERDOTE – SENTIMIENTOS DE BUEN PASTOR

MEMORIA DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY

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11

***

PREDICAR Y EXPULSAR DEMONIOS - EL PODER DE DIOS

MARTES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No enseñaba como los escribas, sino como quien tiene autoridad.

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 21-28

En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se

puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien

tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar:

“¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién

eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!”. El espíritu inmundo, sacudiendo

al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se

preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para

mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por

toda Galilea.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los oyentes se asombraban de tus palabras y reconocían que enseñabas

como quien tiene autoridad. Y la autoridad la tenías porque predicabas lo que vivías... y no como

los escribas. Qué pena que un sacerdote no viva lo que predica. Es verdad que todos tenemos

defectos, limitaciones, pero tenemos obligación de predicar el Evangelio, de ponerte a ti como

modelo, y no a nosotros. Pero también es verdad que debemos esforzarnos por vivir lo que

predicamos, por parecernos cada vez más a ti. Nos has dejado el camino muy bien trazado, y

también, por nuestra vocación, nos has dado esa autoridad de poder hablar en tu nombre, nos has

dado el poder de administrar tu gracia. Ayúdame, Madre mía, a saber configurarme con tu hijo,

para administrar dignamente ese poder que he recibido, para saber llevar la misericordia de Dios

a los hombres, para poder expulsar demonios.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: aquí está mi Hijo, mírenlo.

Él y yo compartimos la misma carne y la misma sangre, porque él es carne de mi

carne y sangre de mi sangre.

Carne expuesta y desgarrada, en una sola herida: todo su cuerpo es una sola llaga.

Sangre preciosa y bendita, totalmente derramada, entregando la vida para

recuperarla de nuevo, dando vida, haciendo nuevas todas las cosas.

Miren sus pies: es la carne de mi Hijo, que caminó por el mundo dejando huella, y es

la carne del Cordero que ahora deja huellas de sangre para quitar los pecados del mundo,

para salvar a todo aquel que crea en él y siga sus huellas.

Él padece, ustedes compadezcan.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

12

En mi corazón guardo la indiferencia y la incredulidad de los hombres, el desamor y

el pecado de los que viendo no quieren ver y oyendo no quieren oír, y guardo el sufrimiento

de mi Hijo en este sacrificio único, pero que es constante, hasta que vuelva.

Él los quiere a todos, y les ha mostrado el camino, y les ha dejado el camino marcado

con sus huellas en los pies de ustedes, sus siervos, que ha llamado amigos, y los ha ordenado

sacerdotes, para darles el poder de predicar con la Palabra y de expulsar demonios, y les ha

dado la autoridad para dirigir el rumbo de la humanidad hacia la construcción de su Reino

y la unidad de su pueblo.

El cuerpo de mi Hijo ha sido manchado con el pecado de los hombres, y lavado y

vestido con la sangre del Cordero. Esta sangre que brota de su corazón se derrama para

lavar los pecados del mundo entero. Esta agua es la gracia santificante del Cordero. Porque

donde existió el pecado sobreabundó la gracia.

Sangre y agua juntas son la misericordia de Dios, derramada para los hombres del

mundo. Alimento y Sacramento en las manos del sacerdote, que con el poder de Dios hace

bajar el Pan vivo del cielo, en cuerpo, presencia, en alma, en divinidad, en sacrificio, en

crucifixión, en muerte y en resurrección. Manos que, con la autoridad de Dios, administran

al mundo la misericordia por medio de los sacramentos y las obras.

Oremos por cada uno de mis Cristos en el mundo.

Oremos para que se configuren con Cristo y sean una sola cosa.

Oremos para que amen a Cristo y se dispongan a ser configurados por él, con él, y en

él.

Oremos para que lo conozcan y entonces lo amen.

Oremos para que busquen a Cristo y lo conozcan.

Oremos para que se conviertan, y crean en mi Hijo, y lo busquen.

Oremos para que prediquen, y escuchen, y crean en el Evangelio.

Oremos para que tengan la voluntad de predicar y de escuchar.

Oremos por esa voluntad.

Oremos para que quieran entregar esa voluntad a la voluntad de Dios.

Oremos para que reciban las gracias para querer y para hacer esa voluntad.

Oremos para que se reúnan conmigo para entregarles las gracias que necesitan,

porque es el Espíritu Santo quien da la gracia, y siempre está conmigo».

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DE DIOS

«Jesucristo ha hecho un pueblo de sacerdotes, a él todo el honor y la gloria, por los

siglos de los siglos. Amén».

Todo el poder de Dios se ha derramado al mundo a través de un hombre que también es

Dios, que tiene la naturaleza humana y su fragilidad, y tiene la naturaleza de la divinidad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Todo el poder de Dios ha sido puesto en las manos de los hombres, a través de un solo

hombre y Dios, que es Cristo.

Poder para curar, para sanar, para expulsar demonios, y para dar vida a los muertos.

Poder para convencer mientras predica su palabra.

Poder para atraer a los hombres más lejanos hasta él.

Poder para llevar la paz a todos los rincones del mundo.

Poder para transformar corazones de piedra en corazones de carne.

Poder para soportar la infamia, la burla, la indiferencia, la difamación, la calumnia, la

ignominia, la inmundicia, la ingratitud, la mentira, la persecución, el mal juicio, la traición, la

flagelación, y hasta una tortura de crucifixión, en la que él mismo entrega su vida, soportando el

dolor, el sufrimiento hasta el extremo, dando su vida por amor, porque nadie se la quita, él la da,

por su propia voluntad.

Entrega total, entrega sincera, amor verdadero de aquél que nos amó primero y que

amando hasta el extremo entregó su poder en manos de aquellos que tanto amó y que eran sus

siervos.

Aquellos que siendo él el maestro, los hizo sus discípulos.

Aquellos que siendo él el pastor, los hizo sus corderos.

Aquellos que quiso hacerlos como él y no los llamó siervos, los llamó amigos, los

llamó sacerdotes de su Iglesia y pastores de su rebaño.

Y les da el poder de Dios en sus manos, para transformar el pan y el vino en su Cuerpo y

en su Sangre, pan bajado del cielo.

Poder para curar, para sanar, para expulsar demonios, para resucitar muertos, a través de

los sacramentos.

Poder para convertir corazones y para perdonar los pecados.

Poder para predicar la palabra de Dios, llevando la buena nueva al mundo entero.

Poder para construir en la tierra el Reino de los Cielos.

Poder para multiplicar los panes a través de la Eucaristía.

Poder para derramar la misericordia y la gracia de Dios a todos los corazones de los

hombres.

Poder para enseñar como quien tiene autoridad y sabiduría, porque tiene al Espíritu

Santo que lo guía.

Poder para escrutar los corazones, penetrando con la palabra, como espada de dos filos,

hasta lo más profundo de las almas, para discernir el bien y el mal, la verdad y la mentira, la

pureza y las malas intenciones de los hombres, y poder dar buen consejo, para convertir los

corazones de piedra en corazones de carne.

A ti sacerdote se te ha dado ese poder de Dios, poder para perdonar, poder para salvar,

pero, sobre todo, poder para amar hasta el extremo, como te enseñó tu Maestro, haciéndote a los

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

14

hombres como se hizo él, llevando misericordia a las miserias de los hombres, para

transformarlos, purificarlos, salvarlos y santificarlos.

Sacerdote: tú tienes el poder en tus manos, úsalo para hacer el bien, aprovéchalo para

hacer mucho bien, agradécelo, porque es también para tu propio bien.

Pero ten cuidado, porque el poder mal utilizado, mal intencionado, mal aplicado y mal

aprovechado puede ser tu propia condena.

Cuida sacerdote la gracia que Dios ha confiado en tus benditas manos, y entrégale a

través de ese poder la gloria que, con tu trabajo, cumpliendo con tu ministerio, y siendo tú mismo

el ejemplo, consigas para él, a imagen y semejanza del Padre, que glorifica al Hijo, para que el

Hijo glorifique, en ti, al Padre.

Sacerdote: tú tienes autoridad en el mundo, porque tienes el poder que no es del

mundo, y hasta los demonios te obedecen. Usa tu poder para cambiar el mundo, para salvar el

mundo.

Pero usa tu poder para salvarte a ti también.

Poder de discernir el mal y el bien, primero en ti.

Poder de predicar la palabra de Dios y aplicarla primero en ti.

Poder de trasformar tu corazón de piedra en corazón de carne a través de tu fe, de tu

obediencia y de tu amor.

Vive en el amor, sacerdote, y santifica tu vida, porque en tus manos tienes el poder.

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____________________

ORAR PARA SERVIR - PREDICAR CON EL EJEMPLO

MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Curó a muchos enfermos de diversos males.

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 29-39

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y

Andrés. La suegra de Simón estaba en cama, con fiebre, y enseguida le avisaron a Jesús. Él se le

acercó, y tomándola de la mano, la levantó. En ese momento se le quitó la fiebre y se puso a

servirles.

Al atardecer, cuando el sol se ponía, le llevaron a todos los enfermos y poseídos del

demonio, y todo el pueblo se apiñó junto a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males

y expulsó a muchos demonios, pero no dejó que los demonios hablaran, porque sabían quién era

Él.

De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un

lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros lo fueron a buscar, y al

encontrarlo, le dijeron: “Todos te andan buscando”. Él les dijo: “Vamos a los pueblos cercanos

para predicar también allá el Evangelio, pues para eso he venido”. Y recorrió toda Galilea,

predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

15

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: dos cosas destacan especialmente en este pasaje del Evangelio: que la

suegra de Simón se puso a servirte inmediatamente, una vez curada, y que de madrugada te hayas

ido a un lugar solitario para hacer oración. La suegra de Simón no dudó en agradecerte el favor

que le hiciste quitándole la fiebre, y lo hizo sirviendo. Mi vocación sacerdotal es de servicio. Lo

tengo muy claro desde el principio. Y pienso que al que se le ha dado mucho se le pedirá mucho:

tú me has dado mucho, y yo debo servirte mucho, sirviendo a los demás. Y eso no lo voy a poder

hacer si no soy un hombre de oración. Tú saliste de madrugada para hacer oración porque sabías

que “todos te andan buscando”, y necesitabas esos minutos de soledad para hablar con el Padre,

para estar en condiciones de servir mejor a los demás. Señor, yo quiero servir, enséñame a hacer

oración. Madre mía, ¿cómo era esa oración tuya que guardabas en tu corazón?

+++

«Sacerdotes míos: vengan y sírvanme.

Antes que a ustedes yo he llamado a muchos que me han seguido. Pero muchos

últimos serán los primeros y muchos primeros serán los últimos, porque me siguen, pero no

quieren escuchar, porque tienen miedo de servirme y de cumplir mi voluntad.

Yo quiero sacerdotes que me vean, que me escuchen, que me sigan, que me sirvan.

Que me sigan y que hagan lo que yo les digo.

Yo les hablo por la palabra que se ha hecho carne, para que sea escuchada,

entendida y practicada.

Yo les hablo con el ejemplo de la vida del Dios hecho hombre.

Yo les muestro el camino, caminando entre los hombres.

Es tanta la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre, que Dios se ha hecho hombre

para que el hombre escuche a Dios en las palabras de hombre, para que el hombre siga a

Dios con los pies de hombre, para que el hombre sirva a Dios como Dios sirve a los

hombres.

Yo he venido a dar ejemplo de cómo el hombre debe escuchar, y seguir, y servir a

Dios, caminando en el mundo por el camino justo, para que el hombre llegue a Dios.

Yo he venido al mundo a dar testimonio del amor de Dios que se manifiesta en su

misericordia.

Yo he venido a ser la luz para el mundo, entregando mi vida, muriendo al mundo,

venciendo a la muerte, para que brille la luz para el mundo.

Yo he sido enviado al mundo para que el mundo conozca la verdad y crea, para que

el que crea dé testimonio de la verdad con su vida, para que guarden mis mandamientos y

mi palabra, porque el que guarda mis mandamientos y mi palabra es el que me ama y el

que me ama será amado de mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré en él.

Dios se ha manifestado al mundo y se ha revelado a través de la palabra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

16

Yo soy la palabra.

Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Escuchen la palabra y crean, para que tengan vida.

Les ha sido enviado también el Santo Paráclito en mi nombre, para que les enseñe y

les recuerde todo lo que les he dicho.

Reciban mi luz. Aprendan a orar. Retírense en soledad, invocando al Espíritu Santo,

para que lo dejen actuar, y la palabra que escuchan se manifieste en ustedes, y sea mi luz

con ustedes, porque en el mundo hay mucho ruido y mucha obscuridad, y yo los busco a

ustedes, pero no se dejan encontrar.

Aprendan a permanecer en oración, para que ustedes sean mi luz y la lleven al

mundo entero».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: en mi corazón guardo el silencio de mi oración.

Es en la oración en donde el Espíritu Santo se comunica a los hombres y actúa para

manifestarse al mundo por medio de las obras de los hombres.

Oren con fe, y con disposición a escuchar en la oración el llamado de Dios.

Acudan al llamado con prontitud en el servicio.

Sirvan a Cristo con el amor de Cristo, para dar fruto en abundancia.

Ofrezcan el fruto como ofrenda a Dios en el altar, uniéndose al sacrificio de Cristo, y

permanezcan por él, con él, y en obras, y lo demás lo hará mi Hijo, en unión con el Padre

por el Espíritu Santo.

Oren pidiendo con insistencia, y todo les será concedido, en el nombre del Hijo, y en

la voluntad del Padre.

Habiendo recibido la gracia del Espíritu Santo vayan al mundo, como mi Hijo los ha

enviado, a llevar su palabra, su luz y su misericordia, para llevar a todos los hombres del

mundo a Dios, que es para lo que él ha venido».

+++

PARA MEDITAR – PREDICAR CON EL EJEMPLO

«Vamos a predicar el Evangelio, pues para eso he venido».

Eso dice Jesús.

Para eso ha venido al mundo Jesús.

Esa es la misión que tiene Jesús, para que crean en él, para que lo escuchen y hagan lo que

él les diga.

Porque todo el que crea en él tiene vida eterna, y todo el que ponga su fe por obra tiene

una fe viva, porque una fe sin obras es una fe muerta.

Sacerdote: tú has escuchado el llamado y has puesto tu fe por obra acudiendo con

prontitud, dejando todo, para seguir a Jesús y hacer lo que él te diga.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

17

Eres tú, sacerdote, a quien él ha encomendado continuar con su misión salvadora.

Eres tú, sacerdote, quien debe predicar el Evangelio, que es la palabra de Dios, porque a

eso has sido enviado.

La palabra de Dios es misericordia.

La palabra alimenta, sacia la sed, reviste de sabiduría, sana, purifica, hace crecer.

La palabra es el Verbo hecho carne.

La palabra de Dios es espada de dos filos que penetra el alma y abre los corazones de los

hombres.

La palabra es el poder de Dios manifestado a través de tu boca.

La palabra tiene el poder de curar, porque una sola palabra basta para sanar, y tiene el

poder de expulsar demonios, de atar y desatar, y de abrir la puerta del cielo a través de los

sacramentos.

La palabra de Dios está viva y es eficaz.

La palabra perdona y justifica.

La palabra salva.

Sacerdote: tú has sido llamado para proclamar la buena nueva al mundo entero, a través

de la palabra.

Tú has sido llamado a evangelizar a todos los pueblos a través de la palabra.

La palabra te ha sido dada para ser proclamada y escuchada, para ponerla en práctica.

La palabra es entonces misericordia.

Sacerdote: el que no predica limita la gracia, porque calla la voz de Dios, y trunca la

misericordia que se derrama desde la cruz a través del Evangelio.

Predica con la palabra, sacerdote, pero predica también con el ejemplo.

De nada te sirve decir una palabra que tú mismo no cumples.

De nada te sirve profesar una verdad en la que tú mismo no crees.

De nada te sirve manifestar una fe que tú mismo no pones en obra.

Sigue el ejemplo de tu Maestro, porque él se ha hecho hombre para ser en todo igual a ti,

menos en el pecado. Se ha abajado para llegar a ti, para que el discípulo sea capaz de aprender de

su Maestro.

No te calles, sacerdote, porque tú eres la voz de Cristo, y Cristo es el Verbo encarnado

que trae al mundo la vida.

No te calles, sacerdote, porque tu palabra es misericordia para las miserias de los

hombres.

Cumple sacerdote tu misión, que es la continuación de la misión de aquel que vino al

mundo para predicar la palabra de Dios, y que te ha llamado para continuar su misión.

Participa, sacerdote, en la obra redentora de Cristo, porque a eso has sido enviado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

18

Pero cree, sacerdote, en lo que predicas, para que lleves al mundo tu fe, puesta en

obras, para que des testimonio de que Cristo está vivo, porque es un Dios de vivos y no de

muertos, que predica su palabra no a unos cuantos, sino a todos los pueblos, y no lo hace él solo,

sino con sus amigos.

Él habla en plural uniendo a los pueblos, derramando para todos su misericordia, porque

para eso ha venido.

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ARMADOS CON EL AMOR - SOLDADOS DEL EJÉRCITO DEL REY

JUEVES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Se le quitó la lepra y quedó limpio.

Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 40-45

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres,

puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí

quiero: sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: “No se lo cuentes a nadie; pero para que

conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar

abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él

de todas partes.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando aparecen en el santo Evangelio los leprosos pienso en aquel pasaje

del segundo libro de los Reyes que nos cuenta la curación de Naamán, jefe del ejército del rey de

Siria. Era un hombre importante, poderoso. Pero no podía vencer a la lepra que lo consumía. Y

fue a Israel a buscar al profeta. Llevaba tesoros para pagarle su favor. Pero esas armas tampoco

servían para vencer. Era necesaria la humildad. Era necesaria la sumisión al Dios de Israel. Señor,

yo también quiero someterme a ti para vencer todas las batallas. ¿Qué necesito para ser un “buen

soldado de Cristo”, como pedía San Pablo a Timoteo?, ¿cuáles deben ser mis armas?

+++

«Sacerdotes míos: ustedes son mis ejércitos, son mis soldados, y son pastores de mi

pueblo. Yo soy Cristo, Dios y Señor de los Ejércitos. Yo he ganado con mi sangre un pueblo

santo y un ejército de sacerdotes. Las llagas de mis manos, de mis pies y de mi costado son

mis heridas de guerra, y el corazón inmaculado de mi Madre es el tesoro de mi triunfo.

Mis ejércitos sostienen y defienden a mi pueblo y ganan batallas. Es el enemigo el

que ataca. Es el amor el arma que vence y destruye al enemigo. El amor alimenta, sana,

fortalece. Yo soy el amor.

Yo los he curado, y los he alimentado y fortalecido, porque han creído y me han

pedido con fe.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

19

Yo los he llamado para luchar junto a mi Madre en esta batalla en la que el enemigo

está al acecho, sabiendo que será destruido, porque yo he puesto enemistad entre la mujer y

la serpiente, entre su linaje y el linaje de la serpiente, y le pisará la cabeza mientras acecha

su talón.

Yo los he ganado a todos y a cada uno, pero cada uno tiene que querer por su propia

voluntad permanecer en mi amistad y en unidad conmigo, protegido por mis ejércitos, para

entregarme su voluntad, y perseverar en esa entrega, para que se haga mi voluntad, para

permanecer en la unidad de mi pueblo, que es mi Iglesia, que es mi cuerpo que ha muerto

para destruir el pecado, y ha resucitado, para que el que crea en mí tenga en mí la vida

eterna».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: al final mi corazón inmaculado triunfará, pero ahora la

lucha es constante y es de cada uno. El triunfo de cada uno está en el amor, en la fortaleza

recibida del Espíritu Santo por la misericordia de Dios para resistir la tentación al pecado y

la traición a la amistad de mi Hijo, para perseverar en la fidelidad y en la santidad, para

decir desde el fondo del corazón de cada uno: “aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”.

Yo soy Madre del amor. Soy Madre del Rey de los Ejércitos y soy Reina de los cielos

y de la tierra.

Yo quiero llevar mi auxilio al ejército de los sacerdotes, al ejército fuerte para que

persevere y al ejército débil para hacerlo fuerte. Pero tienen que querer y entregar su

voluntad. Voluntad para hacer la voluntad de Dios, y hacer oración, para fortalecerse.

Los tesoros de mi corazón no son para guardar cuando el pueblo está muriendo

porque tienen hambre, porque tienen sed, cuando es un pueblo que camina como ovejas sin

pastor, porque los pastores tienen hambre y tienen sed, porque están débiles y se están

dejando vencer, porque deben ser fortalecidos para reunir a las ovejas que han dispersado

los lobos.

Los tesoros de mi corazón son para enriquecer los corazones de mis hijos sacerdotes,

para que se mantengan en la lucha diaria, alimentados por el Rey de los Ejércitos,

fortalecidos por el Espíritu Santo, guiados y defendidos por los ejércitos de ángeles y santos,

y cubiertos bajo la protección de mi manto, mientras entregan su voluntad como ofrenda en

el altar, unida al sacrificio del Rey, que es el Cordero de Dios, y que se hizo hombre para

quitar los pecados del mundo, para ganarlos a todos.

Participen conmigo, hijos, en este único sacrificio de mi Hijo, perseverando en esta

lucha, para que sean fortalecidos y alimentados, para que por ustedes el pueblo sea unido

en un solo rebaño, protegido y guiado, haciéndolo participe de la construcción del Reino de

Dios, hasta que el Rey vuelva y sea sentado en el trono de este reino, cuando la lucha haya

terminado y mi inmaculado corazón haya triunfado. Entonces los que hayan perseverado

en la batalla triunfarán conmigo, pero los que estén cautivos por el ejército del enemigo

sentirán los pies del Rey sobre sus cabezas y serán arrojados al fuego, cuando el enemigo

sea destruido».

+++

PARA MEDITAR – SOLDADOS DEL EJÉRCITO DEL REY

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

20

«Lleva en su manto y en su muslo escrito: “Rey de reyes y Señor de señores”».

Eso dice la Escritura.

Y el Rey de reyes y Señor de señores es Cristo, que se reúne con sus ejércitos para vencer

al enemigo y a sus ejércitos.

Es el Rey que anuncia su triunfo, porque vendrá de nuevo con todo su poder y toda su

majestad, y con sus ángeles del cielo, para reunir a su pueblo en el banquete del Rey, porque sus

juicios son verdaderos y justos.

Sacerdote: tú eres un soldado del ejército del Rey, y tú luchas cada día junto a él para

obtenerle la victoria de su pueblo sobre sus enemigos.

Tú eres, sacerdote, quien lucha día a día entregando la vida por su Rey, porque el

Rey te ha cautivado, te ha motivado cuando te ha llamado, y tú lo has seguido, porque es un Rey

que no ha impuesto su voluntad sobre la tuya, pero que te ha dado la libertad para descubrir cuál

es su voluntad, y darte cuenta de que su voluntad es mejor que la tuya.

Tú has dejado todo, para tomar las armas del Rey y seguirlo, y el Rey te ha provisto

de regalos para que en la lucha no seas vencido.

Son los dones sacerdote, que en función a tu ministerio del orden sacerdotal el Espíritu

Santo ha infundido, y te da la gracia para que descubras que ya no eres tú, sino el Rey quien vive

en ti. Es Cristo, quien se manifiesta en ti y a través de ti, es él quien lucha y quien vence todas tus

batallas, porque es él quien tiene todo el poder.

Concientiza, sacerdote, tu debilidad, tu pequeñez, y tu fragilidad, porque eres sólo un

soldado del gran ejército del Rey, pero con él, por él y en él, eres parte del Rey, quien te

comparte su poder.

Abre tus ojos para que veas los milagros que tus manos realizan, para que veas y

reconozcas a los más necesitados que Dios pone en tu camino, para que sea él, y no tú, quien los

sane, quien los cure, quien los convierta, quien los salve.

Pero eres tú el soldado que actúa con el poder del Rey, mientras el Rey permanece

sentado en su trono a la derecha de su Padre, protegiendo a su ejército contra el ataque del

enemigo, mientras cada soldado es fortalecido con su gracia.

Sacerdote, soldado del ejército del Rey de reyes y Señor de señores, dispón tu corazón a

recibir la gracia de tu Señor, para que seas fortalecido y enviado con el arma que gana todas las

batallas: es el arma del amor.

Disponte sacerdote a recibir el amor.

Déjate amar por Dios y ama con el amor que recibes: ese es el poder de Dios que

quiere darte, esa es la gracia de Dios que quiere manifestarte, y esa es la gran verdad que quiera

revelarte.

El Rey del universo es un Rey de amor. Si tienes amor nada te falta. Las batallas se

vencen con amor, pero nadie puede dar lo que no tiene, y nadie puede tener lo que no recibe, y

nadie puede recibir si no abre la puerta.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

21

Sacerdote, el Rey está a la puerta y llama. Escucha su voz y ábrele la puerta, para que

pueda entrar. Entonces cenará contigo y tú con él en el gran banquete del Rey, y esa es la victoria

sobre todas las batallas.

Deja que el Rey cure tus heridas, deja que sane la lepra de tu corazón.

Mantén firme tu fe y pide la gracia de ser alimentado, fortalecido, para que estés bien

dispuesto a recibir las armas que te procuren la victoria.

Tú construyes, sacerdote, el Reino del Cielo en la tierra. Prepara el camino para que

sea un reino de sacerdotes, una nación santa, y un pueblo bien dispuesto, para que cuando Cristo

vuelva a proclamar su victoria puedas cantar alabanzas, unido con todos los soldados del Rey y

sus ángeles, diciendo “aleluya, aleluya, ha vencido el Rey, y ha establecido su reinado el Señor

Dios todopoderoso”, para que des testimonio y digas: “Dios me ha sanado, porque yo era un

leproso, porque tenía un corazón de piedra y él me dio un corazón de carne, porque yo era débil y

frágil y me vistió de fortaleza y de fe, y me dio un corazón dispuesto para amar y para recibir el

amor, con el que he ganado todas mis batallas”.

Ese es, sacerdote, el testimonio al que has sido llamado a dar cuando salgas al campo de

batalla, al que has sido enviado por el Rey, como precursor de su victoria.

Dichosos los invitados al banquete de las bodas del Cordero, que es el Rey de reyes y

Señor de señores.

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REY DE REYES - FORTALECER LA FE

VIERNES DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El Hijo del hombre tiene el poder para perdonar los pecados.

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 1-12

Cuando Jesús volvió a Cafarnaúm, corrió la voz de que estaba en casa, y muy pronto se

aglomeró tanta gente, que ya no había sitio frente a la puerta. Mientras El enseñaba su doctrina, le

quisieron presentar a un paralítico, que iban cargando entre cuatro. Pero como no podían

acercarse a Jesús por la cantidad de gente, quitaron parte del techo, encima de donde estaba Jesús,

y por el agujero bajaron al enfermo en una camilla.

Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te quedan

perdonados”. Algunos escribas que estaban allí sentados comenzaron a pensar: “¿Por qué habla

éste así? Eso es una blasfemia. ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?”

Conociendo Jesús lo que estaban pensando, les dijo: “¿Por qué piensan así? ¿Qué es más

fácil, decirle al paralítico: ‘Tus pecados te son perdonados’ o decirle: ‘Levántate, recoge tu

camilla y vete a tu casa’? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para

perdonar los pecados —le dijo al paralítico—: Yo te lo mando: levántate, recoge tu camilla y vete

a tu casa”.

El hombre se levantó inmediatamente, recogió su camilla y salió de allí a la vista de todos,

que se quedaron atónitos y daban gloria a Dios, diciendo: “¡Nunca habíamos visto cosa igual!”

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: son muchos los pasajes del Evangelio en los que se habla de la

muchedumbre que te seguía, que te escuchaba, que acudía a ti. Lo hacían porque querían recibir

de ti algún favor y porque los cautivabas con tu palabra. Y muchos de ellos querían proclamarte

rey, pero con un reinado de este mundo, que tú no querías. Y me recuerda el libro de Samuel,

cuando le piden un rey “para ser nosotros como las demás naciones”. Reinos de este mundo.

Quieren ver, oír y tocar al rey. Señor, tu Reino no es de este mundo, pero sí podemos tocarte en la

Sagrada Eucaristía, y podemos oírte en el Santo Evangelio, y podemos recibir tu gracia al recibir

los Sacramentos, y así levantarnos, como el paralítico que tomó su camilla y se fue a su casa.

Señor, ¿cómo debe ser mi entrega para reconocerte Rey de reyes y construir tu Reino como tú

quieres? Virgen de Guadalupe, Madre del Rey, muéstranos el camino.

+++

«Sacerdotes míos: yo soy el camino.

El mundo clama un rey de carne y hueso, tangible, que puedan ver y que puedan oír,

que puedan tocar y que puedan reconocer.

Yo soy el Rey de reyes, y he sido enviado al mundo como príncipe de paz, nacido de

una Reina, para regir y gobernar, para hacer de las naciones un solo pueblo y establecer la

paz.

Pero el mundo no me reconoció ni como príncipe ni como rey, porque mi reino no es

de este mundo.

Y yo he venido a abolir la esclavitud y a romper las cadenas con que los reyes del

mundo atan y esclavizan a los hombres.

Pero ellos viendo no pudieron ver, porque la esclavitud los tenía cegados y oyendo no

pudieron oír, porque sus oídos estaban tapados, y pudieron tocar mi cuerpo, pero no me

reconocieron, porque el mal los tenía dominados.

Y Dios no sólo mostró su humildad y su majestad encarnada que hace el bien, sino

que viviendo entre las miserias de los hombres, les manifestó su amor mostrándoles su

misericordia, revelando su ser divino en su muerte y en su resurrección, perdonando los

pecados, liberando a su pueblo de la esclavitud, manifestando su Reino en el mundo, el

reino de los cielos, establecido para la vida eterna, un reino de misericordia, en el que hace

al hombre participe de la construcción de este Reino en el cual gobierna el Rey de reyes a

todas las naciones.

La Palabra ha sido encarnada para habitar entre los hombres, y la misericordia ha

sido derramada en la sangre de esa carne para liberar y salvar a los hombres, y se ha

quedado entre los hombres en forma de pan y de vino, que es Eucaristía, que pueden ver y

que pueden tocar, cuando los hombres que he llamado y he escogido entre los hombres para

ser sacerdotes, para ser Cristos, como yo, transforman el pan y el vino en mi carne y en mi

sangre por misericordia, con mi poder de Hijo de Dios, que les da la autoridad del Hijo de

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

23

Dios, también para perdonar los pecados, para expulsar demonios, para sanar, para salvar

para alimentar, para dar vida.

El camino es la misericordia de Dios manifestada al mundo en la Eucaristía, que es

mi cuerpo y es mi sangre, y es alimento para la vida eterna.

Yo soy el pan de la vida y el que coma de este pan vivirá para siempre.

Entren por la puerta de mi misericordia, porque este es el camino para los que

tienen ojos y no quieren ver, para los que tienen oídos y no quieren oír, para los que tocan

mi cuerpo y no me quieren reconocer.

Todo está en el querer, porque yo he venido al mundo para liberarlos y darles poder

para que pudieran ver, y que pudieran oír, y que tocando mi cuerpo me pudieran

reconocer. Ahora sólo tienen que querer.

Pidan ese querer y Dios les dará el don de la fe, para que quieran, para que crean,

para que vean, para que escuchen, para que reconozcan al Rey y construyan su Reino con

él en el camino de la misericordia, cumpliendo los mandamientos de la ley, amando a Dios

por sobre todas las cosas, amándose los unos a los otros como yo los he amado, y dejándose

gobernar por el único Rey de reyes y Señor de señores, Príncipe de paz, Hijo unigénito de

Dios todopoderoso, por quien fueron hechas nuevas todas las cosas».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi Hijo no fue reconocido Rey de reyes, pero fue coronado

por los hombres, con la corona de la burla, de la indiferencia, de la iniquidad del pecado.

Corona del hombre que es Dios, y rige y gobierna a las naciones del mundo para

conducirlas a la vida eterna.

Corona del mundo en la cabeza del Rey que no es de este mundo.

Corona que manifiesta la humildad de la verdad que es la Palabra encarnada que se

manifiesta en misericordia.

Este es el camino que ha mostrado el Rey con su ejemplo, en palabras y en obras:

oración y misericordia.

Yo soy Reina de la Paz, reina del cielo y de la tierra, y he venido a esta nación a

mostrar la misericordia del Rey, permitiendo que mis hijos me vean, mostrando la imagen

de la que guarda en su vientre el amor y que dio como fruto la luz para el mundo, y que une

a las naciones en un solo cuerpo.

Reúnanse en torno a este cuerpo por medio de esta imagen que la misericordia de

Dios ha dejado plasmada en la humildad de los vestidos de un hombre y elevada en la

majestad de un Santuario, en el que la Reina muestra que es Madre, y la misericordia de

Dios se derrama en gracias infinitas a los que piden con fe, no por la imagen y no por la

Reina, sino por el cuerpo y la sangre de Cristo fruto de la Reina, que por él es Madre de

Dios y de todos los hombres.

Acudan a mí y yo les mostraré el camino de misericordia para que caminen y para

que la reciban todos mis hijos sacerdotes, para que alaben y adoren al Rey de reyes y sean

humillados como hombres y enaltecidos como Cristos, iluminados con la luz que ha brillado

en el mundo, y que es el camino, la verdad y la vida».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

24

+++

PARA MEDITAR – FORTALECER LA FE

«Mi reino no es de este mundo».

Eso dice Jesús.

Y él ora al Padre por sus amigos, no para que los saque del mundo, porque ellos tampoco

son del mundo, sino para que los proteja del maligno, porque el Maestro nunca desampara a su

discípulo. El amigo es fiel y nunca traiciona. El que ama permanece en todo momento y nunca

abandona.

Sacerdote: el rey ha venido a liberarte de las cadenas con las que estabas atado al

mundo, porque tú no eres del mundo.

Ha venido admirado por tu fe, porque por tu fe has escuchado el llamado y has dejado

todo para seguirlo. Él ha roto las cadenas que te ataban al mundo, y te ha permitido caminar en

libertad para seguirlo y para que, por tu fe, traigas a otros ante él, para curarlos, para sanarlos,

para perdonar sus pecados, y que caminen con él.

Sacerdote: el Rey te ha llamado para ser configurado con él, para ser un discípulo y un

amigo, para ser por él, con él y en él, rey.

Has sido llamado para obrar sus obras, para caminar su camino, para revelar su verdad,

para dar a las almas la vida, y te ha enseñado con su vida a través de la palabra que ya ha sido

escrita en el Evangelio, la vida que tú has de vivir, las obras que tú has de hacer, perdonando los

pecados, sanando las heridas de los corazones de los hombres, llevándolos a los pies de Jesús, a

través de la palabra, sabiendo que es el Rey, y no tú, quien los salva, pero eres tú quien lo

representa, y es a través de ti que el Rey hace sus obras y triunfa en cada alma, consiguiendo

en el mundo su victoria.

Sacerdote: tú construyes el Reino del Rey, que no es de este mundo, pero que vino a

traer su Reino a esta tierra.

Tú participas como soldado y como rey, por él, con él y en él, y si el mundo no te

reconociera, acuérdate sacerdote que tampoco han conocido al Rey.

Y si el mundo te rechazara, acuérdate sacerdote que también han rechazado al Rey,

Y si el mundo te persiguiera, acuérdate sacerdote que también lo han perseguido al Rey.

Y si el mundo te desterrara, acuérdate sacerdote que también han desterrado al Rey.

Porque su reino no es de este mundo.

Pero acuérdate que nadie le ha quitado la vida, él ha entregado su vida por su propia

voluntad.

Eso espera de ti el rey que admira tu fe, que te ha llamado, que tú has escuchado, que te

ha pedido dejarlo todo para seguirlo, y tú le has entregado tu vida por tu propia voluntad, para

que se haga la voluntad del Rey y no la tuya.

Sacerdote: conserva tu fe, alimenta tu fe, fortalece tu fe, pide fe, para que el mundo

crea por tu fe que Cristo es el Hijo único de Dios y que ha sido enviado al mundo para que todo

el que crea en él se salve.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

25

Fortalece la fe de tu rebaño con tu testimonio de vida, con tu ejemplo, y viviendo con

amor tu ministerio, porque ese es el ejemplo del soldado que nunca abandona a su Rey, del

discípulo que sigue a su Maestro, del amigo que sabe ser fiel.

Escucha sacerdote lo que te dice tu Rey y cumple su mandato.

Acude a la Reina que es la Madre del Rey. Ella reúne a los ejércitos y les consigue la

victoria en todas las batallas a los que le piden y esperan de Ella con fe que interceda con su amor

de madre ante el Padre, apelando a la misericordia del Rey.

Sacerdote: déjate acompañar de tus hermanos y de las personas que te hacen bien,

de los que te ayudan, de los que te acompañan en el camino al encuentro de la salud, de la alegría,

del perdón, de la paz, de la verdad, de la vida, para que, con su fe, sostengas tu fe, y seas contado

entre los elegidos de tu Rey, y llenado de gracia y de amor, para luchar en todas sus batallas,

consiguiendo la victoria para tu alma y para todas las almas de tu rebaño, para la gloria de Dios.

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CONVERSIÓN DIARIA - SALVAR A LOS PECADORES

SÁBADO DE LA I SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores.

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la

muchedumbre lo seguía y Él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo de Alfeo, sentado

en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se

sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían.

Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y

publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de

publicanos y pecadores?”

Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico,

sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: con toda seguridad ya había mucha historia en la vida de Leví antes de que

lo llamaras. Él respondió inmediatamente a tu llamado porque su alma se lo estaba pidiendo

desde hacía tiempo. Él reconocía que necesitaba convertirse, y estaba seguro de que tú tenías la

solución a su problema. Lo que seguramente no se imaginaba es que no solamente le ibas a dar

esa solución, sino que lo querías para ti, para que fuera tu discípulo, para que fuera Apóstol. Pero

había que tener los pies en la tierra: haber recibido la vocación no implicaba dejar de ser pecador.

Había que seguir luchando, pero ahora con una ayuda muy especial y muy cercana. Gracias,

Jesús, porque así te siento yo también. Me has dado la vocación al sacerdocio, pero debo seguir

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

26

luchando, convirtiéndome. Con tu ayuda lo conseguiré, no me dejes. Madre mía, Refugio de los

pecadores, ayúdame a cumplir siempre la voluntad de Dios.

+++

«Sacerdotes míos: mi llamado es claro y fuerte.

Yo los llamo a seguirme sirviendo a mi Iglesia.

Yo los llamo a salir del mundo para seguirme a mí.

Pero los llamo a permanecer en medio del mundo, porque es en el mundo en donde

yo construyo el Reino de los Cielos.

Son mis amigos a los que yo he llamado, y han salido del mundo, lo han dejado todo,

han tomado su cruz y me han seguido.

Yo los he llamado para dejar sus redes, para ser mis amigos, para caminar conmigo

y hacerlos pescadores de hombres.

Y todo el que deje casa, hermanos, padre, madre, hijos o tierras por mi nombre,

recibirá el ciento por uno y la vida eterna.

Pero entre los que yo he llamado muchos primeros serán últimos y muchos últimos

los primeros.

Y muchos me seguirán y luego me abandonarán, porque no saben escuchar, y el

llamado es todos los días.

Yo los he llamado y los he enviado de dos en dos a anunciar la buena nueva, para

que se conviertan y crean en el Evangelio porque el Reino de los cielos ya está aquí.

Yo pido rogar por ellos al dueño de la mies, porque la mies es mucha y los obreros

pocos; rueguen, para que envíe más obreros a su mies.

Yo los envío como corderos en medio de lobos.

Yo los llamo a salir del mundo permaneciendo en medio del mundo, en donde la

tentación es constante y el peligro acecha.

Yo pido oración constante, rogando a Dios que se mantengan en la fe, para que su

vocación no sea estéril, sino fecunda, que sea su tierra fértil y fructíferas sus obras.

Me ha sido dado todo el poder en los cielos y en la tierra.

Yo los envío como mis discípulos, pero no los envío solos, porque yo estoy con

ustedes todos los días de su vida hasta el fin del mundo.

Pídanme lo que quieran y yo se los concederé, porque donde están dos o tres

reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos

***

“Hijos míos, sacerdotes: yo soy la Madre de Dios y por él, que es Dios Hijo, y está

sentado en el trono a la derecha de Dios Padre, soy Reina del cielo y de la tierra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

27

Yo doy auxilio a mis hijos, los profetas, sacerdotes y reyes, para que cumplan la

voluntad de quien los ha llamado y los ha enviado, y se haga su voluntad en la tierra como

en el cielo, para que no se pierdan, para que sepan escuchar. Y el llamado es todos los días.

Yo quiero la conversión de cada uno de mis hijos sacerdotes.

Conversión todos los días, para que estén dispuestos a escuchar el llamado entre el

ruido del mundo, para salir del mundo, para dejarlo todo y seguir a Jesús, para seguir sus

huellas para ser pescadores de hombres, proclamando la palabra, construyendo el Reino de

los cielos.

Conversión procurando la humildad, para acudir al llamado con un corazón contrito

y humillado, que mi Hijo no desprecia, escuchando el llamado a través de la palabra, para

seguir a Cristo, para obedecer a Cristo anunciando la buena nueva, echando redes para

pescar almas ciegas y develarlas a la luz del Evangelio, para destapar oídos sordos, para

que escuche cada uno según su vocación el llamado de Cristo a la conversión y a anunciar

que el Reino de los Cielos ya está aquí, en cada uno, para que construyan entre todos un

solo Reino, un solo pueblo Santo, una sola Iglesia.

Para que construyan el Reino de los Cielos en cada vocación que escucha el llamado

a dejarlo todo, para servir a Dios, siguiendo las huellas del Hijo de Dios, el que ha venido al

mundo para salvar al mundo, el que es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo,

el que es sumo y eterno Sacerdote, dejando de ser hombres para hacerse por él con él y en

él, como él: Cristos.

Para que sepan ser como él y escuchar como escucha él.

Para que crean en él y cumplan sus mandamientos.

Para que vivan en el mundo sin ser del mundo.

Para que todos los días escuchen su voz y conviertan sus corazones.

Para que sepan seguirlo, y él los haga pescadores de hombres.

Para que sea el fruto del trabajo de los hombres ofrecido a Dios en el altar y

convertido por sus benditas manos en el cuerpo y en la sangre de Cristo, para alimentar a

su pueblo con el pan de la vida.

Que a través de mi corazón por el que escuché y dije sí, la Palabra que se hizo carne

y habitó entre nosotros, sea escuchada».

+++

PARA MEDITAR – SALVAR A LOS PECADORES

«Yo no he venido a buscar a justos sino a pecadores».

Eso dice Jesús.

La misión de Jesús es salvar a los hombres y ¿cómo cumpliría su misión si no es

buscando a los que necesitan ser salvados?

¿Y quiénes son los justos que están libres de pecado?

«El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

28

Y el que diga que no comete pecado, ya lo comete, porque ése es un mentiroso.

La misión de Jesús es salvar a los pecadores.

Y tú, sacerdote, compartes esa misión. Por tanto, tú misión no es buscar a justos, sino a

pecadores.

Y eso es buscar y encontrar a todos los hombres, porque sólo Dios es Justo, sólo Dios es

Santo.

La misión de Jesús es salvar a los pecadores.

También a ti, sacerdote.

Y tú misión es seguirlo, porque el único que salva es Cristo.

Eres tú, sacerdote, un pecador como todos, pero a diferencia de todos, eres un seguidor

de Cristo que participa con él en el misterio de la salvación.

Eres tú, sacerdote, quien busca con Cristo al pecador, para llevarle la palabra de Dios,

para alimentarlo y fortalecerlo, para que se arrepienta y pida perdón, y entonces sea convertido

por el sacramento de la reconciliación, en el que tú buscas, tú encuentras, pero es Cristo quien

perdona, quien redime, quien absuelve y quien salva.

Déjate encontrar, sacerdote.

Escucha su voz y síguelo.

Y si en el camino te pierdes, si tropiezas y te caes, levántate arrepentido, pide perdón y

síguelo, porque es a ti, pecador, a quien busca, a quien él llama, porque a eso ha venido.

Y tú que eres testigo del perdón de Dios, porque en tu carne has vivido el pecado y has

recibido la gracia de ser perdonado, lleva a otros su perdón.

Participa, sacerdote, en el misterio de la salvación, porque es para eso que has sido

llamado, es para eso que has sido encontrado, es para eso que tú has seguido el llamado de tu

Señor, porque esa, sacerdote, es tu misión.

Acércate al sacramento de la confesión, y consigue para ti la reconciliación con el

amigo fiel que nunca te abandona, y síguelo, para que consigas por ese mismo sacramento, la

reconciliación de los pecadores del mundo con tu Maestro, que es el único mediador entre Dios y

los hombres, el único redentor que reconcilia a la criatura con su creador.

Sirve, sacerdote, a tu Señor, y cumple esa misión, porque eso es seguirlo, teniendo sus

mismos sentimientos y haciendo sus obras.

El que quiera ser encontrado por su Señor, que se humille a sí mismo y se reconozca

pecador, porque es a los pecadores a quienes él busca para encontrarlos, para perdonarlos, para

salvarlos constantemente.

Sacerdote, déjate encontrar, para que seas ejemplo para los que tú has sido enviado a

buscar.

Vive, sacerdote, la palabra de tu Señor, que es palabra viva, que es como espada de dos

filos que penetra hasta lo más profundo de tu alma y transforma tu corazón.

La palabra es tu Señor, y es por medio de la palabra que tu Señor sale a tu encuentro.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

29

Predica, sacerdote, con la palabra y con el ejemplo, para que conviertas los corazones

de piedra de los hombres, en corazones de carne, para que se arrepientan y se dejen encontrar.

Y entonces búscalos, porque a ellos son a los que Jesús ha venido a buscar. Encuéntralos

y sálvalos.

Eres tú, sacerdote, quien tiene el poder de continuar la misión a la que Jesús vino y

para la que él mismo te llamó, así como tú eres: indigno, frágil, infiel, miserable, pecador.

Así, él te encontró y te dijo: “sígueme”, porque esa es tu misión.

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____________________

SABER LO QUE HACEMOS – TESTIMONIO DE LA VERDAD

DOMINGO DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.

Del santo Evangelio según san Juan: 1, 29-34

En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Éste es el

Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que

viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo

conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.

Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma

y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel

sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu

Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la misión de Juan consistía en dar testimonio de ti, y lo tenía que dar de

palabra y de obra. Señalándote con el dedo para decir que tú eras el Cordero de Dios (el que se

iba a sacrificar para quitar el pecado del mundo), y demostrando con su entrega que su testimonio

era verdadero. Dice el texto sagrado que vio al Espíritu Santo descender del cielo, y escuchó al

que lo envió bautizar (al Padre). Tuvo una gran cercanía con la Trinidad. Yo, sacerdote, no debo

sentirme menos, porque he sido elegido por ti para ser otro Cristo, el mismo Cristo. Señor, tengo

tanta cercanía contigo por mi ministerio y parece que no me doy cuenta, parece que no sé lo que

hago. ¿Cómo puede ser eso?

+++

“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

«Ustedes, sacerdotes, son a los que he llamado y he escogido para quedarse conmigo,

para ser mis amigos, para ser Cristos como yo. Pero se han ido, me han abandonado, se han

alejado de mi amistad, por su mal comportamiento, por su falta de fe, por no querer

entregarse a mi voluntad, porque tienen miedo de hacer mi voluntad, porque dicen

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

30

escucharme, pero no me escuchan, porque dicen seguirme, pero no lo dejan todo, porque

dicen amarme, pero no lo demuestran, porque predican mi palabra, pero no creen en ella,

porque enseñan los mandamientos de la fe, pero no los cumplen, porque confiesan y

absuelven, pero no se arrepienten y no piden perdón, porque hacen bajar el pan vivo del

cielo para alimentar al pueblo, pero no me ven, me tienen entre sus manos y no me sienten,

me exponen en el altar y no me adoran. Porque no saben lo que hacen. Pero la puerta de la

misericordia ha sido abierta, para que entren ustedes primero y luego traigan a mi pueblo».

“Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”

«Yo quiero que mis sacerdotes escuchen mi palabra, que crean y que se conviertan,

porque el cielo los está esperando. Yo estoy sentado a la derecha del Padre, y vendré a

buscarlos con todo mi poder y gloria. Pero tienen que querer y tienen que creer, para que

tengan la vida eterna que con mi sangre les he conseguido».

“He aquí a tu hijo, he aquí a tu madre”.

«Acompañen a mi Madre».

Hijo mío, sacerdote: ¿no estoy yo aquí que soy tu Madre? ¿Tienes necesidad de

alguna otra cosa?

“Dios, mío, ¿porque me has abandonado?”

«El dolor y el sufrimiento del hombre por el tormento del pecado nublan la vista y

tapan los oídos, y no permiten ver que Dios nunca abandona, sino que acompaña y

compadece en silencio, hasta que te olvides de ti y te acuerdes de él, y entonces puedas verlo

y puedas escucharlo».

“Tengo sed”.

«Tengo sed de almas. Quiero a mis amigos. No todos se han ido. Que los que no se

han ido se reúnan en torno a mi Madre, para que el Espíritu Santo los encuentre reunidos,

y con sus dones entregados, según su voluntad, sean fortalecidos, para que salgan a buscar a

los que se han ido y me traigan almas, para que hagan mi voluntad, para saciar mi sed,

para que permanezcan en mi amistad».

“Todo está consumado”.

«No tengan miedo, porque yo he vencido al mundo, y les he demostrado que se puede

vencer la tentación, y rechazar el mal y el pecado, que no tiene ningún poder sobre mí.

Cumplan con la misión que yo les he encomendado, para que cuando yo vuelva y les pida

cuentas, me puedan decir, que todo está consumado, unido a mi sacrificio, de acuerdo a mi

voluntad».

“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”

«Entréguenme su confianza, con su abandono a la voluntad de Dios, con la fe que los

une en mi Espíritu, al creer que yo soy el Hijo de Dios, y que he venido a salvarlos, a unirlos

conmigo, para unirlos con el Padre en un mismo Espíritu, por el que los he unido a todos en

este cuerpo entregado y abandonado en las manos del Padre. Por ese mismo Espíritu

reúnanse con mi Madre, porque se los he entregado como hijos, para que la escuchen como

yo, para que la obedezcan como yo, para que cumplan sus deseos como yo, para que vean

mis señales, y crean, y dejen todo, y tomen su cruz y me sigan».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

31

+++

PARA MEDITAR – TESTIMONIO DE LA VERDAD

«Yo doy testimonio de que este es el Hijo de Dios».

Eso dice Juan, el Bautista.

Y también dice que él no lo conocía, pero que el que lo envió a bautizar con agua se lo ha

revelado, y que viene detrás de él a bautizar, no con agua, sino con el Espíritu Santo.

Y él ha dado testimonio de todo esto, para que, el que tenga oídos oiga, y el que tenga fe

crea.

Dichosos los que creen sin haber visto.

Dichosos los que no lo conocían, pero que les ha sido revelado, y tienen ojos y ven, y

tienen oídos y escuchan, y tienen voz y proclaman la palabra del Señor, que les ha sido

manifestada a través del Verbo que se ha hecho carne y habita entre los hombres.

Dichosos los que tienen fe, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen, porque

ellos verán a Dios, porque serán salvados, y recibirán por heredad lo que el Hijo de Dios ha

venido a ganar para ellos: su heredad.

Juan Bautista ha dicho bien, porque a pesar de tener un encuentro con el Hijo de Dios

desde el seno de su madre, a pesar de ser su primo, de ser familia, de ser cercano, a pesar de tener

ojos y verlo, él no lo conocía, porque el Hijo de Dios no se había revelado sino hasta que llegara

su hora, y su hora había llegado.

Y es el Espíritu Santo quien lo ha manifestado, para que todos los hombres crean, para

que la salvación de Dios llegue a través de su luz a todos los rincones del mundo.

Sacerdote: tú tampoco lo conocías, pero te han bautizado, y el Espíritu Santo te lo ha

manifestado.

Él te ha llamado, y tú no eres digno de desatarle la correa de sus sandalias. Pero él,

en su bondad te ha elegido, no para ser como Juan, que bautizaba con agua, sino para ser Cristo,

y bautizar a todos los hombres del mundo con el Espíritu Santo, como él.

El Hijo de Dios se revela a través de ti, sacerdote, para que pidas perdón por todos

aquellos que no saben lo que hacen, para que les lleves de beber, porque tienen sed, para que les

des de comer el alimento de vida, el pan bajado del cielo, que sacia su hambre, y el que come de

este alimento, y bebe de esta bebida, nunca más tenga hambre, y nunca más tenga sed, para que

lleves la palabra de Dios y abras sus oídos, para que lo escuchen y lo conozcan, para que a través

de ti aquel que te ha llamado les diga: “Este es mi Hijo amado, en quien pongo mis

complacencias, escúchenlo”.

Pero si tú sacerdote, cierras tus oídos, y cierras tus ojos, si no quieres ver y no quieres oír,

¿cómo verás al Hijo de Dios manifestado en ti? Y si cierras tu boca, ¿cómo darás testimonio

de lo que has visto y de lo que has oído?

Porque tú sacerdote sí sabes lo que haces, y no te envía solo. Mira: ahí tienes a tu

Madre.

Agradece, sacerdote, que tus ojos han sido abiertos, que tienes oídos y que tienes voz.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

32

Pide, sacerdote, la ayuda de tu Madre, para que des un buen testimonio del Hijo de

Dios, que es a ti a quien ha llamado.

Es por ti que se ha manifestado.

Son tus manos las que hacen sus obras.

Es tu voz quien predica su palabra.

Y es por ti que los que no lo conocen lo conocerán.

Y es por ti que los que no creen en él creerán.

Y es por ti que los que no saben lo que hacen lo sabrán.

Porque tú, igual que Juan, no conocías la verdad.

Pero a ti, al igual que Juan, la verdad se te ha revelado.

Y es a ti, al igual que Juan, que Dios te pide dar testimonio de esa verdad, que es la

única verdad, porque el Hijo de Dios está vivo, vive en ti y a través de ti. Esa es la verdad.

El Espíritu Santo que está con él está contigo, en una sola y Santísima Trinidad, en la

cual participas, porque tú eres la Segunda Persona de la Trinidad.

Sacerdote: tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Verbo hecho carne, que habita entre

los hombres, para manifestar la verdad, para revelar el amor de Dios a los hombres que tanto amó

al mundo que envió a su único Hijo para salvarlos.

Y es a través de ti, sacerdote, que Cristo, que está sentado a la derecha de su Padre,

se revela como la única verdad, para llevar a través de tu boca y su palabra la luz, para la

salvación a todos los rincones del mundo, no con agua, sino con el Espíritu Santo.

Sacerdote: tú eres la revelación de Cristo vivo, y esa es la verdad que tú debes, con tu

ejemplo y tu vida, revelar al mundo entero, para que todos los hombres se salven.

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HOMBRES NUEVOS – SACERDOTE RENOVADO

ESPADA DE DOS FILOS

P. Gustavo Elizondo Alanís

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que un espada de dos filos» (Heb 4,

12).

+++

LUNES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mientras el novio está con ellos, no pueden ayunar.

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 18-22

En una ocasión, en que los discípulos de Juan el Bautista y los fariseos ayunaban, algunos

de ellos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos

de los fariseos ayunan, y los tuyos no?”

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

33

Jesús les contestó: “¿Cómo van a ayunar los invitados a una boda, mientras el novio está

con ellos? Mientras está con ellos el novio, no pueden ayunar. Pero llegará el día en que el novio

les será quitado y entonces sí ayunarán.

Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo, porque el remiendo encoge y

rompe la tela vieja y se hace peor la rotura. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino

rompe los odres, se perdería el vino y se echarían a perder los odres. A vino nuevo, odres

nuevos”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a partir de tu venida a la tierra hablamos del “Nuevo Testamento”, de la

“Nueva Alianza”. Lo normal es que a todos nos gusten las cosas nuevas, nos gusta estrenar. Y se

habla mucho de “renovarse”, para dejar lo que ya no resulta provechoso, lo que ya se echó a

perder, lo que ya no funciona bien. Y tú venías a traernos el “Mandamiento nuevo”, el

mandamiento del amor. Y en eso nos tienen que reconocer a tus discípulos. Señor, todos debemos

despojarnos del “hombre viejo” para transformarnos en “hombres nuevos”, hacernos como niños.

Yo, sacerdote, siento la necesidad de renovarme cada día, para ser odre nuevo de tu gracia, y así

poder llevar a todos el vino nuevo de tu salvación. ¿Cómo puedo abrirme más a tu gracia?

+++

«Sacerdotes míos: yo hago nuevas todas las cosas.

Mi bondad y mi misericordia los acompañan, el velo de sus ojos ha sido quitado, y yo

estoy con ustedes todos los días de su vida.

Misericordia quiero y no sacrificios, para que ustedes sean como niños, porque de los

niños es el Reino de los Cielos.

Despójense del hombre viejo, que se ha corrompido con las concupiscencias de la

carne y de los malos pensamientos, y revístanse del hombre nuevo, en la verdad.

Porque el hombre viejo ha sido crucificado conmigo, y destruido el pecado, para ser

renovados y alcanzar la perfección en mi cuerpo resucitado.

Despójense de las tinieblas y revístanse de la luz.

Yo hago nuevas todas las cosas en la cruz, en donde me entrego totalmente. Entrego

mi cuerpo y entrego mi espíritu, para la salvación de los hombres, derramando la

misericordia desde mi Sagrado Corazón, para que, a través de los sacramentos, encuentren

el camino de la verdad para la vida eterna. Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Los sacramentos los revisten de hombres nuevos, con la gracia del Espíritu Santo, y

los transforman en odres nuevos, para recibir el vino nuevo en el que yo me entrego, en

Eucaristía, que es el templo que el hombre viejo ha destruido y yo he reconstruido, y está

resucitado y vivo, porque si los odres están viejos se rompen y el vino nuevo se derrama, y

no se aprovecha.

Permanezcan al pie de mi cruz, acompañando a mi Madre, porque a través de su

corazón yo renuevo constantemente todas las cosas.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

34

Sacerdotes míos: mi Madre me enseñó a ver y a atender las necesidades de mis

amigos, a amarlos hasta dar la vida por ellos, también en las cosas más pequeñas. Porque

nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Y siempre me

ayudaron sus consejos.

Un día en una fiesta me hizo ver que ya no había vino. La fiesta era una boda, y el

novio de la boda era mi amigo. Y me conmovió su interés y su compasión, pero sobre todo

su amor por mis amigos. Y yo hice lo que ella me pidió, aunque aún no había llegado mi

hora. Y ese era un momento de gran alegría.

Y acompañándome en la cruz, de la que pendía casi sin vida, ella, en medio del

sufrimiento, volvió a pensar en mis amigos, y en ayudarme a entregar mi vida totalmente,

hasta el extremo, para dar cumplimiento a mi misión.

Me consoló, cuando mis amigos me habían abandonado, y me recordó que mi misión

no era sólo abrir la puerta redentora para la salvación, sino conducirlos en el camino para

entrar por esa puerta, porque el Espíritu Santo estaba con ella.

Y pidiendo misericordia para ellos dijo: “Hijo, mira, no todos se han ido. No te

olvides de tus amigos”. Y haciéndola partícipe todo el tiempo de mi obra redentora, y

adelantando la hora de mi misericordia, le entregué el hijo a la Madre y la Madre al hijo. Y

le entregué a todos los hombres como hijos, en el hijo que se queda, para que a través de su

corazón encuentren el camino seguro de la salvación. Y ella dijo sí, amando hasta el

extremo, como yo.

Y fueron engendrados en espíritu en ese corazón por el Espíritu, para que volvieran

a nacer, para ser como niños, transformando al hombre viejo en hombre nuevo.

Eso es la consagración a su Inmaculado Corazón. Ustedes digan sí, como dijo ella y

acéptenla como madre, y al pie de mi cruz entréguense a la Madre como hijos, para que su

corazón unido al mío los disponga con docilidad a abrirse a la gracia, para recibir mi

misericordia, para convertir sus corazones y transformarlos en odres nuevos, para que

reciban el vino nuevo de mi resurrección».

+++

PARA MEDITAR – SACERDOTE RENOVADO

«Nadie echa vino nuevo en odres viejos. A vino nuevo, odres nuevos».

Eso dice Jesús.

Renovación, sacerdote, renovación.

Porque la Palabra de Dios está viva, y es vino nuevo cada vez.

Y es el mejor de los vinos.

Eres tú, sacerdote, el odre en donde se guarda y se contiene el mejor de los vinos,

vino nuevo que renueva, que da vida.

Pero, sacerdote, si tú no te renuevas, si permaneces como odre viejo, el odre se rompe y el

vino de pierde, porque el que no está con Cristo, está contra Cristo, y el que no recoge,

desparrama.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

35

Asegúrate, sacerdote, de ser un odre nuevo cada vez que recibas vino nuevo, para que

en ti se contenga la Palabra viva y verdadera, que es el mejor de los vinos, para llevar la alegría

de la buena nueva a todos los hombres invitados a las bodas del Cordero.

Sacerdote, eres tú, odre nuevo renovado por tu Señor, a través de cada sacrificio en el

que te haces ofrenda y te unes al único y eterno sacrificio de Cristo.

Eres tú odre nuevo cuando te acercas al sacramento de la reconciliación.

Sacerdote, permanece en gracia de Dios, para que tu alma permanezca siempre nueva y

contengas el vino nuevo que te entrega, por su misericordia, tu Señor.

Eres tú, sacerdote, quien debe ser renovado constantemente.

Todos los días necesitas conversión, porque todos los días está al acecho la tentación, y

tú carne es débil y tú cuerpo es frágil, y tu corazón envejece cuando traicionas la amistad de aquél

que no te merece pecador, sino que te merece justo, puro, fiel, obediente, casto, alegre, entregado

a la voluntad de Dios. Y, sin embargo, te acepta cuando vienes arrepentido y le pides perdón.

Entonces te renueva, y te llena de él, para que contengas en tu alma y en tu corazón su cuerpo y

su sangre que renueva tu interior y te hace digno de merecer la amistad de tu Señor.

Misericordia quiere y no sacrificios.

Porque él está contigo todos los días de tu vida.

Conviértete, sacerdote, en misericordia divina, por él, con él y en él, porque ese es el

mejor de los vinos.

Vino nuevo que renueva y que da vida.

El Señor está contigo, sacerdote, todos los días de tu vida.

Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Dichosos los invitados al banquete del Señor.

Eres tú, sacerdote, el signo de renovación para los hombres, para que ellos también

puedan contener el vino nuevo que tú les das.

Renuévalos a través de los sacramentos y del ejemplo de tu alma sacerdotal.

Renuévalos para que sean dignos de ser invitados al banquete del Señor.

Eres tú, sacerdote, responsable de esta renovación.

Y eres tú, sacerdote, responsable de entregarles el vino nuevo que llene los odres nuevos

de los hombres que han sido renovados para recibir dignamente a su Señor, y contenerlo en su

interior.

Entrégalo, sacerdote, en la eucaristía, para que cada sacrificio sea una renovación del

único sacrificio de Cristo que renueva, que santifica, que salva, que hace nuevas todas las cosas,

haciendo nuevos los odres y el vino, para que llegue su misericordia a todos los hombres del

mundo.

Renueva tu alma, sacerdote, y que sea el vino nuevo guardado en ti, sacerdote

renovado.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

36

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SACRIFICIOS POR AMOR - MISERICORDIA QUE SALVA

ESPADA DE DOS FILOS

P. Gustavo Elizondo Alanís

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que un espada de dos filos» (Heb 4,

12).

+++

MARTES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado.

Del santo Evangelio según san Marcos: 2, 23-28

Un sábado, Jesús iba caminando entre los sembrados, y sus discípulos comenzaron a

arrancar espigas al pasar. Entonces los fariseos le preguntaron: “¿Por qué hacen tus discípulos

algo que no está permitido hacer en sábado?”.

Él les respondió: “¿No han leído acaso lo que hizo David una vez que tuvo necesidad y

padecían hambre él y sus compañeros? Entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote

Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo podían comer los sacerdotes, y les dio también a

sus compañeros”.

Luego añadió Jesús: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y

el Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en la versión de San Mateo, de este mismo pasaje el Evangelio, se añaden

unas palabras tuyas: “Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y

no sacrificios”. Te lamentabas de que los fariseos se fijaran más en la letra de la ley que en la

caridad. El sábado se hizo para el hombre. ¿De qué servía cumplir el precepto del sábado si no se

hacía por amor? Eso es lo que tú reclamas, que les faltara amor. Tú entregaste tu vida en la Cruz

por amor nuestro, y yo debo administrar tu misericordia a través del ministerio sacerdotal.

Entiendo que debo sacrificarme contigo por amor. ¿Qué debo hacer para poder permanecer en ti,

como tú lo haces en mí? Madre nuestra, tú nos has traído a Jesús a la tierra, ¿cómo debo yo

entregarlo a los demás?

+++

«Sacerdotes míos: reciban lo que yo quiero darles, aunque sea en sábado.

Si tan sólo ustedes, mis amigos, comprendieran qué es lo que yo quiero: misericordia

quiero y no sacrificios.

Misericordia es sacrificio hecho con amor, para el bien de otros, por amor a Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

37

Las obras y los sacrificios hechos sin amor no son agradables a Dios, no sirven para

nada. La base de toda gran obra es el amor.

Pero toda obra de misericordia debe realizarse practicando las virtudes, con amor,

uniendo sus trabajos y sacrificios al mío en mi cruz, que ese es el único sacrificio agradable

al Padre, por el cual se ha derramado la misericordia para el mundo entero.

Mi misericordia es para todos, para los buenos y para los malos, para los ricos y

para los pobres, para los justos y para los pecadores, porque todos son necesitados.

Comprendan bien, que no quiero holocaustos ni sacrificios, porque el Padre no los

aceptaría. Quiero que se amen los unos a los otros como yo los he amado, con misericordia.

Yo me doy para amarlos y estoy con ustedes todos los días de su vida, en cuerpo, en

sangre, en alma, en divinidad, en Eucaristía.

Y los alimento, y les doy de beber, y los visto, y los sano, los libero y les doy vida.

Yo soy alimento de vida y fuente de salvación.

Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en mí, aunque muera vivirá.

Yo enseño y aconsejo, corrijo y perdono, consuelo y sufro con paciencia sus errores.

Yo ruego al Padre por mis amigos para que los proteja del maligno, y por aquellos

que por medio de su palabra creerán en mí. El que obre conforme a la voluntad de Dios y

crea en mí, que apele a mi divina misericordia.

Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Si permanecen en mí y mis

palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre de misericordia.

La misericordia de Dios es para que alcancen la salvación, que es Cristo.

Él mismo instituyó el sacerdocio para continuar su obra redentora para cada uno de

los hombres.

Por eso, hijos, sin sacerdote no hay Cristo y sin Cristo no hay salvación.

Es el sacerdote el administrador de la misericordia, para la salvación. Es el que la

recibe y la entrega.

Yo misma no tengo ese poder. Sólo el sacerdote configurado con Cristo lo puede

hacer.

Recurran a la oración y a mis lágrimas para pedir misericordia.

Hijos, yo pido oración, sacrificio y consagración a mi Inmaculado Corazón.

Quiero que comprendan que el sacrificio que yo pido es por el amor, con el amor y

en el amor, para servir a los demás. Su nombre es Misericordia».

+++

PARA MEDITAR – MISERICORDIA QUE SALVA

«Aprendan lo que quiere decir misericordia quiero y no sacrificios»

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

38

Eso dice Jesús y lo enseña con el ejemplo, transformando el único y eterno sacrificio

agradable al Padre, en misericordia, cuando derrama su sangre preciosa en la cruz, para que, por

su sacrificio, en el que su cuerpo inmolado en una cruz se entrega a los hombres derramando su

sangre hasta la última gota, llegue a todos los hombres su misericordia.

Misericordia que salva, que redime, que paga la deuda de los hombres, que los libera,

que los rescata, que les da vida, que los lleva a la verdad en medio de un mundo de mentira, en

medio de un mundo de esclavitud, en medio de un mundo de muerte.

Misericordia que Dios ha enviado al mundo haciéndose en todo igual a los hombres

menos en el pecado, a través de su Hijo, para cubrir las miserias de los hombres, a través de un

único y eterno sacrificio que se renueva constantemente en cada misa, en cada consagración,

uniendo el cielo con la tierra, aunque los hombres no lo merezcan, porque su misericordia es

más grande que su justicia.

Sacerdote, tú has sido convertido en misericordia de Dios para los hombres.

Eres tú el cuerpo inmolado de Cristo y la sangre preciosa derramada de la cruz, para

llegar a todos los rincones del mundo y llevar a todos los hombres a Dios.

Eres tú sacerdote administrador de la gracia para que llegue a todas las almas.

Entrégate tú, sacerdote, porque es así, que el sacrificio de Cristo se manifiesta en

misericordia para cada uno de los hombres.

Tú eres alimento y bebida de salvación, cuando consagras el pan y el vino, y te unes en

el sacrificio del Hijo de Dios, siendo el mismo Cristo en el altar, en ese vino y en ese pan, que ya

no es vino y ya no es pan, es el cuerpo y la sangre de Cristo, y contigo son una sola cosa. Se

llama eucaristía, sacrificio santo que alimenta, que sacia la sed porque es misericordia, que viste

de fiesta, que sana, que libera, que transforma.

Un nuevo mandamiento ha enseñado tu Señor: que se amen los unos a los otros, como

él los amó.

Esa es la misericordia de Dios.

Ese es su cuerpo inmolado en la cruz y su preciosa sangre derramada que santifica y

que salva, y que lleva al cielo a todos los que lo aman.

Un solo sacrificio es agradable a los ojos de Dios: el sacrificio del amor, que es el

mismo Cristo entregando la vida por sus amigos, porque nadie tiene un amor tan grande como el

que da la vida por sus amigos.

Sacerdote, tú eres ese amigo.

Es por ti que dio su vida, y es a través de ti que su vida da vida.

Eres tú el amigo al que nunca abandona, al que hace llegar primero su misericordia.

Eres tú el amigo al que llama, al que elige, para unirse en esta ofrenda al Padre, porque

ya todo lo hizo él, y ya todo por su parte está consumado.

Cada hombre debe consumar lo que, en su libertad, la misericordia de Dios le ha dejado

como legado: su propia salvación, que se consuma cuando cada hombre dice sí, cuando acepta

unirse en ese mismo sacrificio a través de ti, para transformarse en misericordia, por Cristo, con

Cristo y en Cristo, poniendo su fe en obras.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

39

El que quiera ser como su maestro, que lo siga, pero que no se olvide que el discípulo

no está por encima de su maestro.

Que se una en el mismo sacrificio, y que se entregue a los hombres en misericordia,

amándose los unos a los otros como él los amó, dando su vida por amor hasta el extremo, para

llevar a todos los hombres a Dios.

Sacerdote, tú eres misericordia de Dios derramada a través de tus manos en cada

sacramento, y de tu boca, en cada Palabra.

Este es el sacrificio que te pide tu Señor: que reúnas a su rebaño, a través de su

misericordia en un solo rebaño y con un solo Pastor, para hacer a todos los hombres, por su

misericordia, hijos de Dios.

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________________

HACERSE PEQUEÑO – EL ARMA DEL AMOR

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 1-6

En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una

mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. Jesús

le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”. Después les preguntó: “¿Qué es lo que está

permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o

hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira y con tristeza,

porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano

quedó sana.

Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de

Herodes, para matar a Jesús.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en los textos del Santo Evangelio de la misa de los últimos días se ha

repetido eso de que los fariseos te estaban espiando, estaban buscando alguna ocasión para

acusarte. Siempre sales bien librado, porque tú eres la Sabiduría infinita. En esta ocasión los

fariseos hacen planes con los herodianos para matarte. Estaban enemistados socialmente, pero

estaban unidos contra ti. No vas a morir hasta que llegue tu hora, decretada por el Padre. Pero me

hace pensar en tantas ocasiones que el ejercicio del sacerdocio conlleva esos peligros, en el

cuerpo y en el alma. Ser otro Cristo también lleva el riesgo de ser agredido por fuerzas poderosas.

Señor, necesito fe para darme cuenta de que con tu ayuda puedo vencer cualquier batalla. Puedo

derrotar gigantes, como sucedió con David, el ungido de Dios, cuando derrotó a Goliat, con la

fuerza que le diste. Y cuento también con la ayuda de mi Madre Santa María, auxilio de los

cristianos. Madre, me siento débil, me siento pequeño, ¡ayúdame!

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

40

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la Madre de Dios y el auxilio de los cristianos. Yo les

muestro el camino al paraíso de Cristo. El camino es él.

Mi auxilio es para que se hagan pequeños como él, porque el que no se convierta y se

haga como niño, no entrará en el Reino de los cielos.

Mi auxilio es para que, siendo pequeños, derroten gigantes, porque la fortaleza no

está en el cuerpo, sino en el espíritu, y no se ganan las batallas con el cuerpo, sino con el

alma, y así es como se ganan también las batallas del cuerpo: con la fortaleza del alma, en el

espíritu de los hombres de buena voluntad.

Mi auxilio es para fortalecerlos por el Espíritu Santo, que con el Hijo y con el Padre

es Dios todopoderoso, y es quien da la sabiduría, la ciencia, el entendimiento, el consejo, la

fortaleza, la piedad y el temor de Dios. Dones extraordinarios para vencer todas las

batallas.

Pero la lucha es todos los días. Lucha por la conversión continua del alma en la vida

ordinaria, para alcanzar la santidad, que abre la puerta al paraíso.

La grandeza está en la pequeñez de la humildad y pureza del corazón, que vence al

mundo con el amor.

Este es mi Hijo, es el Hijo de Dios, y ha vencido al mundo, sin más armas que su

amor. Amor para traer a todas las almas a su paraíso, para la gloria de Dios.

Amor del que es todopoderoso y eterno, que humillándose a sí mismo se hizo

hombre, y en la pequeñez de un hombre desnudo, sin pertenencias, entregado en manos de

los pecados de los hombres, enalteció a los hombres, venciendo al mundo, derrotando al

gigante, que es la muerte y todos los pecados del mundo, convirtiendo al hombre en hombre

nuevo, mostrando al mundo un camino nuevo para una vida nueva, una vida eterna,

ganada para todos por su muerte y su resurrección.

Hijos míos: el tesoro de mi corazón es Cristo, el elegido, el ungido, el que elige y unge

a los sacerdotes de su pueblo, y los hace pastores, para que guíen al pueblo elegido como su

rebaño, para reunirlo y conducirlo al paraíso.

Mi auxilio es para mis hijos sacerdotes, para que descubran su poder, que por mi

Hijo les ha sido dado, para derribar gigantes, para vencer batallas, para guiar al pueblo y

construir el reino de los cielos, que es el paraíso de Cristo.

Mi auxilio es para que mis hijos sacerdotes, se hagan pequeños, y el Espíritu Santo

los haga grandes guerreros, para que venzan las batallas del mundo, de las concupiscencias

de la carne, de la tentación del pecado, de la dureza de corazón, de la indiferencia y de la

pereza de la voluntad, de los miedos que los dominan, de las cadenas de las dudas que los

atan y no los dejan obrar con misericordia, para que venzan con el poder de Cristo que está

con ustedes todos los días de su vida.

Que con ese poder expulsen demonios, curen a los enfermos, alimenten al pueblo

elegido con la Carne y la Sangre del Cordero, que es el Pan vivo bajado del cielo. Que los

conduzcan por el Camino que es el Verbo encarnado y es Palabra de vida, para que venzan

al mundo, no con armas, sino con el amor, que es Evangelio y Eucaristía.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

41

+++

PARA MEDITAR – EL ARMA DEL AMOR

«Yo he vencido al mundo».

Eso dice Jesús.

El arma con la que se vence es el amor.

Es así como vence Jesús, con amor. Él es el amor. Y es con él, sacerdote, la única manera

de ganar todas las batallas.

Confía, sacerdote, en el amor. Recibe, sacerdote, al amor. Y ama.

Es así, como destruyes toda tentación, todo conflicto, toda dificultad, en cualquier

situación.

Es así, como Cristo actúa, resolviendo, reconciliando, sanando, salvando.

Es así, uniendo con amor, la única manera, porque él es el único mediador.

Sacerdote, cualquier momento y cualquier pretexto es bueno para actuar

manifestando el amor de Dios, porque todos los días son días del Señor, y el Señor es bondad y

es misericordia.

Él justifica al hombre a través del amor, para unirlo al Padre en filiación divina, para

darle su heredad, que sólo el amor puede ganar.

Sacerdote, tu Señor, siendo un gigante, se ha hecho pequeño, por amor, porque tanto

amó Dios al mundo que envió a su único Hijo, que siendo Dios se hizo hombre para salvar a los

hombres, haciéndose como ellos, pequeño, salvándolos en lo ordinario, en lo pequeño, por

amor, muriendo como un miserable, el más pequeño entre los pequeños, en una cruz, en medio

del dolor, atado de manos y pies, coronado de burla, totalmente entregado en las manos de los

hombres, como cordero para perdonarles todos sus pecados.

Y desde esa humillante inmolación de su pequeña humanidad, ha vencido todas las

batallas en un único y eterno sacrificio, por amor.

Y siendo pequeño, ha vencido al gigante de la muerte, para demostrar que el más

pequeño es el más grande en el Reino de los Cielos, y tiene todo el poder porque en él se contiene

todo el poder del amor.

Y amando hasta el extremo se quedó entre los hombres, para alimentarlos, para

fortalecerlos, para enseñarles el camino de la salvación.

El camino es el amor.

Sacerdote, convierte tu ira, tu dolor, tu impotencia, tu frustración, tu deseo, tu ilusión, tu

pasión, tu valentía y tu cobardía, tu alegría y tu sufrimiento, tu anhelo y tu esperanza, tu fe y tu

confianza, tu debilidad y tu fragilidad, en amor.

Pero para amar, hay que recibir. Porque amar es dar y nadie puede dar lo que no tiene.

Recibe, sacerdote, al amor, porque a ti se te ha concedido la capacidad de amar, de

recibir, de entregar, de corresponder a la gracia, que a ti, sacerdote, se te da, por tu estado

sagrado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

42

Tú, sacerdote, tienes la capacidad de tener un amor tan grande como el que tiene él,

Cristo, porque él vive en ti, está vivo, él es el amor, sólo tienes que abrirle tu corazón.

Ábrete sacerdote, a recibir la gracia y la misericordia de Dios, y entonces, conocerás

el amor.

El amor es don, y por ese don, harás milagros.

El primer milagro, sacerdote, es la conversión de tu corazón. Convierte con ese amor

tu corazón de piedra en corazón de carne, para que se mueva, para que actúe, para que se

entregue, para que venza al mundo ganando todas sus batallas.

Sacerdote, tú eres pequeño, aunque a veces te sientas grande.

Vuelve, sacerdote, a ser como niño, para que tengas los mismos sentimientos de Cristo,

para que obedezcas en todo momento, primero a Dios, antes que a los hombres.

Ése, es el poder que tú tienes, sacerdote. El poder de discernir la voluntad de Dios, por

el Espíritu Santo que se te ha dado y que te muestra la verdad con amor.

La obediencia a la voluntad de Dios, por amor de Dios, gana para ti, todas las

batallas.

Misericordia, sacerdote, misericordia, ese es el amor de Dios manifestado a través de ti,

a los hombres. Ése es el triunfo del Señor.

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INTERCESORES – AYUDAR A JESÚS

ESPADA DE DOS FILOS

JUEVES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que

lo manifestaran.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 7-12

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar, seguido por una

muchedumbre de galileos. Una gran multitud, procedente de Judea y Jerusalén, de Idumea y

Transjordania y de la parte de Tiro y Sidón, habiendo tenido noticias de lo que Jesús hacía, se

trasladó a donde Él estaba.

Entonces rogó Jesús a sus discípulos que le consiguieran una barca para subir en ella,

porque era tanta la multitud, que estaba a punto de aplastarlo.

En efecto, Jesús había curado a muchos, de manera que todos los que padecían algún mal,

se le echaban encima para tocarlo. Cuando los poseídos por espíritus inmundos lo veían, se

echaban a sus pies y gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les prohibía que lo

manifestaran.

Palabra del Señor

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

43

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: desde el comienzo de tu ministerio llamaste a tus discípulos para que

aprendieran de ti, y poder así enviarlos a predicar el Evangelio. Pero también querías que ellos

fueran intercesores ante ti. Sabías que las multitudes te iban a seguir, y necesitabas la ayuda de

tus discípulos de diversas maneras. Hoy les pides que te consigan una barca. Me recuerda el caso

de Jonatán, cuando intercedió ante su padre el rey Saúl por la vida de su amigo David, el ungido

de Dios. Señor, tú sigues necesitando intercesores en la tierra, para llevarte almas. Me doy cuenta

de que mi tarea como sacerdote en buena parte se trata de eso: debo ser un alma de oración para

interceder por tu pueblo. Y lo debo hacer, sobre todo, a través de la adoración eucarística. ¿Cómo

puedo ser un buen intercesor? Madre mía, ¡enséñame!

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la Madre de Dios, y por él soy Madre e intercesora de

todos los hombres.

Mi intercesión es de Madre.

Intercesión con mi oración suplicante y con mi protección constante. Ese es otro

tesoro de mi corazón para el mundo entero.

Es mi deseo hacer llegar mi auxilio a todos mis sacerdotes. Intercesión para que se

dispongan a recibir las gracias que tengo yo guardadas y que ustedes no saben pedir.

Quiero protegerlos con el amor de mi corazón de Madre.

Intercesión para que resistan a toda tentación y a los ataques del enemigo, para que

sean fortalecidos con los dones y gracias del Espíritu Santo y sean justos y misericordiosos,

como el Padre que está en el cielo es justo y misericordioso.

Intercesión para que se dispongan a recibir la misericordia y el amor de Jesús con

humildad y arrepentimiento.

Intercesión para que sepan llevar esa misericordia a todas las almas.

Intercesión para que reciban y permanezcan en la amistad de mi Hijo.

Intercesión ante el Hijo, para que los llame, para que los elija, para que los

transforme y convierta sus corazones, encendiéndolos con la llama del fuego de su amor.

Intercesión para que conozcan a mi Hijo, para que lo reciban, para que lo amen con

su amor.

Intercesión para que sean acompañados por sus ángeles custodios, que los protejan y

los asistan en todo momento.

Intercesión para que permanezcan bajo el resguardo y la protección de mi manto.

Intercesión para que me acepten y me amen como Madre, para que acepten todas las

gracias que tengo para darles.

Intercesión para que sepan permanecer y perseverar en la batalla, venciendo al

enemigo con mi amor y con el amor de Cristo, y con ese amor amen a Dios por sobre todas

las cosas, amando al prójimo hasta dar la vida. Porque nadie tiene un amor más grande que

el que da la vida por sus amigos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

44

Intercesión para que sean santos, para que sean Cristos.

Les enseñaré a interceder como lo hago yo, adorando a mi Hijo en la Eucaristía.

Adoren con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente.

Adoren entregando su amor en cada palabra, en cada acto, en cada oración.

Adoren pidiendo fe, esperanza y caridad.

Adoren con fe, con esperanza y con caridad.

Adoren pidiendo al Espíritu Santo que se derrame en ustedes.

Adoren ofreciendo los frutos de los dones y las gracias que de él reciben.

Adoren ofreciendo su vida en cada Eucaristía como reparación de sus pecados.

Adoren entregando su voluntad en cada comunión para que se haga en ustedes la

voluntad de Dios.

Adoren en cada pequeño sacrificio, en su hacer y en su obrar, todos los días de su

vida.

Adoren convirtiendo su vida en oración continua.

Adoren intercediendo ante Dios, ofreciendo el cuerpo y la sangre de mi Hijo para el

perdón de los pecados.

Adoren pidiendo la misericordia de Dios y el auxilio de su Madre».

+++

PARA MEDITAR – AYUDAR A JESÚS

«Padre, no ruego por el mundo si no por los que tú me has dado. Yo ya no estoy en el

mundo, pero ellos sí están en el mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los

guardes del maligno. Ellos no son del mundo como yo no soy del mundo. No ruego solo por

estos, sino también por aquellos que por medio de su palabra creerán en mí».

Eso dice Jesús, eso pide Jesús.

Por ellos ruega Jesús y por ellos intercede ante Dios Padre, porque él es el Cristo, el único

mediador entre Dios y los hombres, y ruega al Padre, pero también ruega a sus amigos, para

que lo ayuden, para que intercedan ante él y los hombres, y les pide que le consigan una barca

desde donde él siendo cabeza pueda predicar, pueda darse, pueda reunir, pueda convencer

atrayendo a todos los hombres hacia él para llevarlos al Padre, porque nadie va al Padre si no es

por el Hijo, pero nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia él.

Sacerdote, tú eres intercesor entre el Hijo de Dios y los hombres, tú eres el medio que

el Padre utiliza para atraer a los hombres al Hijo, y a través del Hijo, llevarlos a él.

Sin sacerdote no hay salvación para los hombres del mundo, porque esa es la voluntad

de Dios, porque la salvación es a través de Cristo, del Cristo, sacerdote, que tú representas, del

Cristo, sacerdote, que vive en ti, del Cristo con el que te configuras en el altar y por el que tus

manos ya no son tus manos y tu voz ya no es tu voz, y tus actos no son tus actos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

45

Así como el pan que partes con tus manos ya no es pan y el vino de tu copa ya no es vino

sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo, así se hace el sacerdote a Cristo en el altar, para que,

siendo una sola cosa, interceda por los hombres ante Dios derramando a los hombres su

misericordia.

Eres tú, sacerdote, el que atrae a los hombres a Cristo.

Eres tú, sacerdote, el que une a los hombres a Dios.

Eres tú, sacerdote, intercesor que obtiene para los hombres el perdón y la salvación del

crucificado, el que te ha elegido y te ha configurado.

Eres tú, sacerdote, al que Dios ha dado el poder para que lo que ate en la tierra quede

atado en el Cielo y lo que desate en la tierra quede desatado en el Cielo.

Eres tú, sacerdote, el que hace bajar el pan vivo del Cielo.

Eres tú, sacerdote, el que continúa la misión de Cristo en el misterio de la salvación.

Intercede, sacerdote, por tu Amigo que te pide ayuda, que te da la gracia y te envía a

llevar su palabra a todos los rincones del mundo.

Vístete, sacerdote, dignamente, para cumplir con la responsabilidad que has aceptado

cuando él te ha dado la dignidad para interceder ante él por la gente.

Adora sacerdote a tu Señor.

Ése es el mejor modo de intercesión, porque cuando tú lo adoras ruegas como él, el

Padre te mira, y eres agradable ante él, adorando el Cuerpo y la Sangre de su Hijo amado, a quien

tú escuchas y en quien él se complace.

Sacerdote, pide la intercesión de la Madre de Dios y acércate a buscar su protección.

Ella es la intercesora por excelencia ante el Señor, es ella quien te enseña a cumplir con tu

misión, adorando, pidiendo, rogando, orando, uniendo tu sacrificio al único sacrificio agradable

ante Dios Padre: el sacrificio de su Hijo en la Cruz.

Consigue para él la barca en la que reúnas a su pueblo santo, para que todos formen

una sola y Santa Iglesia, a través de la que el Padre atraiga a los hombres a su Hijo, para que su

Hijo los lleve hasta él.

Ruega, sacerdote, al Padre, como ruega tu Señor.

Aprende, sacerdote, lo que te ha enseñado tu Maestro.

Vive, sacerdote, sumergido en el misterio de la salvación, uniendo tu cuerpo, tu sangre,

tu voluntad, al único mediador entre Dios y los hombres, que es tu Señor, el Cristo, único

redentor, y ayúdalo, sacerdote, a consumar la salvación de cada uno de los hombres con tu

intercesión.

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AMIGOS QUE NO TRAICIONAN - ELEGIDOS

VIERNES DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Jesús llamó a los que Él quiso, para que se quedaran con Él.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 13-19

En aquel tiempo, Jesús subió al monte, llamó a los que Él quiso, y ellos lo siguieron.

Constituyó a doce para que se quedaran con Él, para mandarlos a predicar y para que tuvieran el

poder de expulsar a los demonios.

Constituyó entonces a los Doce: a Simón, al cual le impuso el nombre de Pedro; después,

a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, a quienes dio el nombre de Boanergues, es decir “hijos del

trueno”; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el

Cananeo y a Judas Iscariote, que después lo traicionó.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el momento es muy solemne. Constituyes a los Doce, que elegiste para ser

las columnas de tu Iglesia. Los elegiste para que se quedaran contigo, para mandarlos a predicar,

y para que expulsaran demonios. Confías en ellos y les pides que confíen en ti. Pero no todos

fueron fieles. Hubo un traidor. Resulta difícil aceptar que uno de esos elegidos para ser columna

de la Iglesia se dejara llevar por sus intereses personales. Habiendo sentido tu amor y habiendo

recibido gracias tan especiales para hacer milagros, no correspondió a ese amor. Señor, yo

sacerdote sólo quiero que “mis intereses personales” sean tú y todo lo que me exige mi

ministerio. Quiero servir bien a la Iglesia, ¿qué debo hacer para no traicionarte? Madre mía,

medianera de todas las gracias, ¡dame la gracia de la fidelidad!

+++

«Sacerdotes míos: yo confío en ustedes. Al menos ustedes ámenme. Al menos ustedes

nunca me traicionen.

La cruz es la señal de mi amor por los hombres, y señal de traición por el desamor

de los hombres.

Yo he venido al mundo a buscar y encontrar a mis amigos, yo los he llamado y los he

elegido, y muchos son los llamados, pero pocos los elegidos, y no los he llamado siervos, sino

amigos.

Yo los llamo a llevar mi Palabra y mi salvación al mundo entero, para que sean mi

voz, para que sean mis pies, para que lleven mi paz y mi presencia, porque a mí han atado y

me han inmovilizado en la cruz, en donde permanezco crucificado cada vez que soy

traicionado.

Me crucifican los que juran fidelidad y no son fieles, los que dicen conocerme, pero

no me conocen, los que creen amarme, pero no me aman, los que dicen seguirme, pero me

abandonan, los que dicen ser mis amigos, pero me traicionan

Mis amigos son los que no me traicionan, los que me demuestran su amistad, los que

permanecen en mí como yo permanezco en ellos, los que son fortalecidos con los dones del

Espíritu Santo, los que se mantienen junto a mi Madre, protegidos bajo el resguardo de su

manto, los que nacen al mundo para ser sacerdotes y mueren al mundo para ser santos, los

que llamo y los que elijo para seguirme, los que escuchan el llamado, los que lo dejan todo

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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para tomar su cruz y me siguen, los que creen en mí y me reconocen como Rey, los que

creen en mí y me adoran como Dios, los que creen en mí y cantan alabanzas a su Señor, los

que entregan su voluntad para cumplir mis deseos, haciendo lo que yo les diga».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: acompáñenme al pie de la cruz, en donde es traicionado el

amor.

En mi corazón guardo el dolor de la traición de los amigos de mi Hijo, a los que yo

tanto amo. Y me duelen los dos: el traicionado y el traidor.

En mi corona hay doce estrellas, son doce tribus, son doce reyes, son doce discípulos,

son doce apóstoles, son doce amigos.

Y Él los llama a todos para que sean ungidos. Pero si uno lo traiciona y se va, y no se

arrepiente y no regresa, Él sale a buscar y a llamar, y a elegir a otro invitado, para que se

vista de fiesta y se llenen las sillas de los convidados al banquete de las bodas del cordero.

Pero a los que Él llama amigos y lo traicionan, yo los llamo cobardes, porque no

tienen el valor de pedir la gracia para permanecer en la amistad y en la fidelidad.

Yo les llamo soberbios, porque creen que pueden solos mantenerse en la amistad y

en la fidelidad.

Hijos míos: necesitan la gracia de Dios, y deben tener valor de entregar su voluntad

y con esa voluntad pedir la gracia que los fortalece, que los santifica.

La soledad debilita la voluntad, y el enemigo está al asecho y aprovecha esa

debilidad para tentar, para destruir, para traicionar.

Ustedes necesitan unas gracias que no saben pedir, para que se reconcilien con

Cristo y permanezcan en su amistad, por Él, con Él y en Él, para que lo amen, para que lo

conozcan, para que lo alaben, para que lo glorifiquen, para que lo adoren, para que vivan

por Él, con Él y en Él, para que se mantengan en la fidelidad, para que nunca lo traicionen,

para que cuando ustedes sean traicionados, y golpeados, y crucificados, perseveren en

santidad vestidos de fiesta, esperando y soportando con paciencia.

Estén preparados para que, cuando Él llame, abran la puerta. Porque Él llama a los

que Él quiere, y los que lo siguen se quedan con Él, y tienen el poder para predicar, para

expulsar demonios, para pedir las gracias y permanecer en la amistad, porque el Espíritu

Santo está con ustedes. Yo quiero que ustedes permanezcan con Él, para que sepan llamarlo

y recibirlo, aceptar los dones y las gracias, y dar fruto.

Yo soy la Madre de la gracia, dispensadora de todas las gracias. Vengan a mí para

compartir con ustedes los tesoros que guardo en mi corazón, para que enriquezcan su

oración meditando todo esto en su corazón, para que los que escuchan el llamado de mi

Hijo lo sigan, para que lo conozcan, para que lo amen, para que sepan lo que hacen, para

que permanezcan en su amistad y nunca lo traicionen».

+++

PARA MEDITAR – ELEGIDOS

«Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

48

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tú has sido llamado y también has sido elegido.

Agradece a tu Señor.

Sacerdote, confía en el llamado de tu Señor, deja todo, niégate a ti mismo, toma tu cruz

y síguelo, porque para eso te llamó y te ha dado una cruz en la que Él ya está crucificado.

Únete tú, porque el sacrificio ya está hecho, sacrificio que es una Nueva Alianza perfecta

entre Dios y los hombres.

Su nombre es Jesucristo sumo y eterno sacerdote.

Es Él el que te ha llamado como a muchos, y es Él el que te ha elegido como a pocos,

y te da la libertad para seguirlo, y te da la libertad para abandonarlo, y te da la libertad y la

voluntad para quedarte con Él cuando todos se han ido.

Eres tú, sacerdote, el elegido, y de ti depende acompañarlo o abandonarlo, sabiendo que

para acompañarlo necesitas la gracia, porque lo fácil es abandonarlo.

Pide, sacerdote, la gracia para decirle sí, para dejarlo todo, para tomar tu cruz y para

seguirlo en la fidelidad de su amistad, que Él te ha dado de manera irrevocable, porque no eres tú

quien lo eligió a Él, es Él quien te ha elegido a ti, y te ha nombrado y te ha transformado en

sacerdote, como Él, y es Él quien te da la gracia para perseverar y mantenerte en su amistad.

Pero tienes que querer.

Sacerdote, tienes que luchar por ese querer pidiendo fortaleza en tu voluntad para

utilizar bien tu libertad.

Sacerdote, eres tú quien representa esa alianza por la que Dios manifiesta a su pueblo,

con la vida de su Hijo, con su pasión y muerte en la cruz, y con su resurrección, que Él es su Dios

y ellos son su pueblo: una sola alianza perfecta para reunir a su pueblo en un solo rebaño y con

un solo pastor, en un solo pueblo santo de Dios.

Sacerdote, tú has sido elegido entre los doce para construir la Iglesia de Cristo, para

conformar el cuerpo del cual Él es cabeza. Pero te da oportunidad de decidir de acuerdo a tu

libertad, y con toda tu voluntad creer que aquél que te ha llamado y te ha elegido, es el Hijo único

de Dios, aceptar que Él, siendo Dios, se hizo hombre, para ser en todo como tú, excepto en el

pecado. Y siendo sacerdote te comprende, porque ha padecido los mismos sufrimientos que tú, y

te da la libertad para decidir seguirlo, y te da una cruz para configurarte con Cristo, por Él y en

Él, a través de su único y eterno sacrificio, en ofrenda y sacrificio, para ser pan vivo bajado del

cielo a través de tus propias manos.

Sacerdote, participa en el misterio de la salvación entregando tu voluntad a Dios, con

la libertad que Él te dio.

Adora, sacerdote, a tu Señor, y nunca lo traiciones.

Permanece en su amistad, porque para eso te ha dado la libertad: para elegir siempre el

bien por encima del mal. Y te ha dado la gracia de discernir cuál es su voluntad para obrar el bien

y rechazar el mal.

Pero si un día, sacerdote, te equivocas, y caes en la tentación, si decides usar tu libertad

a traición, arrepiéntete, confiesa tu pecado, y pide perdón a otro, que, como tú, le ha sido dado

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

49

el don de ser Cordero y ser Pastor, para perdonar los pecados del mundo a través de la absolución

de aquél al que tú y él, por su propia voluntad y en plena libertad, aceptaron ser: el Cristo sumo y

eterno sacerdote.

Porque tú, sacerdote, no sólo eres como Él, no sólo debes parecerte a Él, no sólo lo

representas. Date cuenta, sacerdote, configurado estás con Él, y juntos son una sola cosa.

Acepta, sacerdote, que has sido llamado y has sido elegido para ser el Cristo, el

sacerdote, el ungido, al que Dios le ha dado el poder por sus benditas manos, de ser aquél que

perdona, que redime, que santifica, que salva, que alimenta a su pueblo con su Pan y con su

Palabra, el que hace efectiva la alianza a través de derramar de sus benditas manos el agua de la

gracia, bautizando con el Espíritu Santo, afiliando a los hombres a Dios, haciéndolos hijos a

través del único y eterno sacrificio de Cristo, en el que participas cuando aceptas hacer la

voluntad de Dios, y cumples tu ministerio en perfecta libertad, por tu propia voluntad.

Sacerdote, elige tú: ser traidor o ser salvador.

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LOCOS DE AMOR - LOCURA DIVINA

SÁBADO DE LA II SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Sus parientes decían que se había vuelto loco.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús entró en una casa con sus discípulos y acudió tanta gente, que no

los dejaban ni comer. Al enterarse sus parientes, fueron a buscarlo, pues decían que se había

vuelto loco.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus propios parientes pensaron que te habías vuelto loco. Ellos eran los que

te conocían bien y, a partir de que comenzaste tu vida pública, notaron un cambio tan grande en

ti, que no tenía ninguna explicación humana: era una locura. Tu vida anterior era tan normal,

como la de cualquier hombre de tu tiempo, pero tenías que realizar tu misión de predicar el Reino

de Dios, y manifestar así tu condición divina: parecía una locura, a los ojos de los hombres.

Señor, yo me doy cuenta de que también la vocación sacerdotal es una locura: no tiene ninguna

explicación humana. Dejar tantas cosas “por el Reino de los Cielos”, abandonándose

completamente en ti, en tu Misericordia, en tu Providencia...: es una locura. Pero una locura de

amor. Yo quiero volver a ese primer amor, tener siempre presente en mi vida lo que me movió a

la locura de entregarte mi vida. Divino Loco: enséñame a hacer locuras, confiando siempre en tu

misericordia.

+++

«Sacerdotes míos: vivan con alegría mi locura de amor, en medio del mundo, entre

tanta gente.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

50

Yo quiero llevarles a ustedes, mis amigos, mi misericordia, para que sean sanados,

alimentados, saciada su sed, vestidos, perdonados, visitados, liberados, acogidos,

acompañados, consolados, aconsejados y dirigidos en la conciencia de la vida en santidad.

Yo quiero que sus palabras sean sencillas, porque son las mías. Quiero que usen un

lenguaje sencillo como yo soy, no con palabras rebuscadas ni doctrinas extrañas, sino

predicando el Evangelio; no con palabras sabias, sino con la sabiduría de Dios, para no

desvirtuar mi cruz, y para destruir la sabiduría de los sabios e inutilizar la inteligencia de

los inteligentes, para salvar a los creyentes por medio de la locura de la predicación, porque

la locura divina es más sabia que los hombres, y la debilidad divina más fuerte que los

hombres, porque he escogido a los locos del mundo para confundir a los sabios, y he

escogido a los débiles del mundo para confundir a los fuertes.

Yo les doy mis palabras para que las entiendan todos mis amigos: los ancianos, los

adultos, los jóvenes y hasta los niños.

Ojalá fueran todos como niños, y no fueran como los jóvenes y los adultos que se

dejan dominar por las pasiones del mundo.

Ojalá sus errores fueran solo travesuras de niños.

Ojalá tuvieran fe como del tamaño de una semilla de mostaza, para que expulsen a

los demonios que dominan a los hombres, pero que reconocen y gritan que yo soy el Hijo de

Dios.

Yo espero de ustedes, mis más pequeños, que sigan el ejemplo de mis santos, que por

humillarse han sido exaltados, que por hacerse pequeños han sido grandes, que por hacerse

últimos han sido primeros».

+++

PARA MEDITAR – LOCURA DIVINA

«Dios ha escogido a los locos del mundo para confundir a los sabios, y ha escogido a

los débiles del mundo para confundir a los fuertes».

Si alguno se cree sabio, vuélvase loco, para que llegue a ser sabio, eso dice Jesús, porque

la sabiduría del mundo es locura a los ojos de Dios.

Sacerdote, ojalá seas un loco por la causa de Cristo, ojalá seas envuelto en su locura de

amor, porque sólo un loco ama como ama Cristo, con locura de amor hasta el extremo, dando la

vida por sus amigos sólo por amor.

Sacerdote, si a ti te llaman loco agradece a Dios y sumérgete en la locura divina de su

mar misericordioso de amor.

Loco por predicar el Evangelio con palabras que no son tuyas y no son de hombre, son

palabras de Dios.

Loco por hacer sus obras que sólo tienen lógica a los ojos de Dios.

Loco por renunciar a los placeres del mundo, para dedicar tu vida al servicio de Dios.

Loco por amar a Dios por sobre todas las cosas, amando al prójimo como Jesús lo amó.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

51

Loco por dejar tu tierra, por dejar tu casa, a tu padre, a tu madre, mujer, hijos,

pertenencias, todo por tomar tu cruz y seguir a Jesús.

Loco te llaman en tu casa tus parientes y tus amigos, porque escuchas una voz que te

llama tan fuerte en la intimidad de tu alma, que no puedes negar que escuchas esa voz.

Loco porque has sido escogido entre los locos del mundo para adquirir la sabiduría que

es la verdad de Dios.

Loco, sacerdote, eres un loco escogido para guiar, para enseñar, para corregir, para

alimentar, para perdonar, para unir, para salvar al pueblo de Dios.

Sacerdote, si no estás loco, no puedes servir a Dios, porque sólo un loco de amor

entrega su vida por su propia voluntad y en perfecta libertad, despojándose de sí mismo para

servir a los demás, porque has sido tocado por el dedo de Dios, porque has sido llamado por la

voz de tu Señor, porque has sido elegido para ser proclamado un loco, y por eso ser crucificado,

unido a la locura de amor de aquel que lo ha dejado todo y, siendo Dios, se ha hecho hombre para

salvar al mundo a través de su locura de amor.

Sacerdote, alégrate si estás enamorado, alégrate si estás completamente entregado a la

voluntad de Dios, alégrate si es a ti al que señalan, al que persiguen, al que critican, al que

juzgan, al que desprecian, al que acusan, al que tratan con indiferencia o del que se burlan, del

que se avergüenzan, el incomprendido, el relegado, el que es distinto, el desterrado.

Alégrate, porque te pareces a ese que llaman Loco, porque dio la vida por ti, porque

comparte contigo su amor por los que lo desprecian, por los que lo juzgan, por los que lo

destierran, y en esa locura conquista, convence y une, haciendo partícipes a los sabios y a los

fuertes, confundiéndolos con su locura, para hacerlos hijos de Dios, correspondiendo a la maldad

con bondad, a la calumnia con palabras de verdad, trabajando con sus manos, bendiciendo, dando

vida, pasando hambre pero alimentando, pasando sed pero dando de beber, pasando frío pero

vistiendo al desnudo, pasando fatiga pero visitando al enfermo y al preso, soportando por amor

todos los sufrimientos, entregando todo en un solo y eterno sacrificio, que es la verdadera y única

locura de amor: el Hijo de Dios crucificado y resucitado por amor.

Sacerdote, complácete en tus flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las

persecuciones, en las angustias, en tus sufrimientos por Cristo, porque cuando eres débil,

entonces eres fuerte, y su gracia te basta.

Sacerdote, el mundo te verá triunfar cuando te vean hecho un loco.

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PESCADORES DE HOMBRES – SEGUIR A CRISTO

DOMINGO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Fue a Cafarnaúm y se cumplió la profecía de Isaías.

Del santo Evangelio según san Mateo: 4, 12-23

Al enterarse Jesús de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea, y dejando el

pueblo de Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí,

para que así se cumpliera lo que había anunciado el profeta Isaías:

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los

paganos. El pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz. Sobre los que vivían en tierra de

sombras una luz resplandeció.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca

el Reino de los cielos”.

Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón,

llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran

pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente

dejaron las redes y lo siguieron. Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y

Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó

también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.

Andaba por toda Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando la buena nueva del

Reino de Dios y curando a la gente de toda enfermedad y dolencia.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me gusta considerar esta escena del Evangelio, cuando dice que tú

caminabas por la ribera del mar, porque pienso que eso sigues haciendo ahora: pasas junto a

nosotros y nos llamas. A los sacerdotes también nos has “pescado” en medio del mundo, nos has

llamado, nos has pedido que te sigamos, dejando barcas y redes. Y entendí desde el primer

momento que me elegiste para ser “pescador de hombres”, para llevar tu palabra a las almas. Yo

quiero tener presente siempre en mi corazón esa llamada, porque me doy cuenta de que me has

escogido con amor de predilección, y te debo responder generosamente, con mi amor. Madre

mía, ¿qué debo hacer para que mis redes sean fuertes, y así pescar muchas almas?

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi Hijo escoge a sus amigos para que sean pescadores de

hombres.

Él los elige de entre el mundo, y los saca del mundo porque ustedes no son del

mundo, como Él no es del mundo.

Yo tampoco soy del mundo, porque fui creada para ser toda de Dios desde un

principio, pero fui enviada a vivir en medio del mundo, para que Dios naciera del vientre de

una mujer, para ser igual en todo como los hombres, menos en el pecado, porque Él

tampoco es del mundo.

El pecado es del mundo y de los que son del mundo.

Mi hijo elige a sus amigos y los llama por su nombre, los conoce desde antes de

nacer, y los hace profetas de las naciones, para traer a los hombres a Él.

Es así como el Padre atrae a los hombres al Hijo, porque nadie va al Padre si no es

por el Hijo, pero nadie va al Hijo si el Padre no lo atrae hacia Él.

El Padre atrae a los hombres al Hijo a través de sus amigos, y a sus amigos los hace

sacerdotes, los hace como Él.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

53

Los hace guías, pastores, regidores, maestros, pescadores de hombres, discípulos,

apóstoles, profetas, para que sean ejemplo.

Es con el ejemplo que Dios atrae a los hombres a su Hijo, para que su Hijo los lleve

hacia Él.

Dios elige a los pequeños y sencillos para revelarles a su Hijo, y les da la misma

misión.

Yo fui creada no para ser del mundo, sino para ser toda de Dios.

Yo atraigo a mis hijos sacerdotes a Cristo, para que aprendan a ser como Cristo,

todos de Dios, para que sean enviados y profesen al mundo que Cristo es el Señor, para que

crean en Él, para que invoquen el nombre del Señor como su Dios y Él los salve.

Ustedes son mensajeros de Dios que llevan el amor y la misericordia de Dios a todos

los rincones de la tierra, a través de su palabra».

+++

PARA MEDITAR – SEGUIR A CRISTO

«¡Síganme!»

Eso dice Jesús.

Ese es el llamado.

Eso es lo que dice la voz que tú escuchaste, sacerdote.

Y te llama a ti, y llama a otros que, como tú, vivían en medio del mundo, y fueron

sorprendidos por el Cristo que pasa, y que se detiene para invitarte a caminar con Él en su

camino.

“Sígueme”: ese es el llamado, esa es la invitación, esa es la declaración de amor de Dios

al hombre que Él elige, que Él escoge, sólo porque quiere, y entonces el hombre responde y

corresponde al llamado, para ser nombrado sacerdote.

Esa es la promesa de Jesús: Síganme y yo los haré pescadores de hombres.

Esa es tu vocación: echar las redes de Dios para pescar a los hombres y reunirlos en la

barca, la Santa Iglesia Católica.

Esa, sacerdote, es tu misión.

Escucha, sacerdote, el llamado. Porque Él te llama todos los días.

Corresponde, sacerdote, al llamado, y sigue a tu Maestro, que Él cumple su promesa,

que se manifiesta cuando tú cumples tu misión.

Tu misión es echar las redes, y Él te hace pescador.

Eres tú, sacerdote, el que deja todo para seguir a Jesús. Él es tu Maestro y tú su

discípulo. Él es el Cristo y tú el apóstol, que Él, cumpliendo su promesa, convierte y configura

con Él, en Cristo.

Eres tú, sacerdote, el que dirige la barca mar adentro, para pescar tantas almas como

el Señor te quiera confiar.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

54

Llévale, sacerdote, a tu Maestro, una buena pesca al atardecer de cada día, como

ofrenda, porque esa es tu misión. Pero para cumplirla, tus redes deben estar completas, deben ser

fuertes.

Repara, sacerdote, tus redes. Conviértete. Porque el Reino de los Cielos está cerca.

Convierte, sacerdote, a los hombres que Dios te confía, y anuncia ese Reino que

construyes, para que acerques a los hombres a Dios, entregándolos entre tus redes, que son la

Palabra de Dios que expresa tu boca y que está en tu corazón.

Sacerdote, Él te encontró en medio del mundo, mientras tú vivías cumpliendo para el

mundo con tu labor. Y lo dejaste todo por tu fe, por tu confianza y por tu amor.

Nunca olvides lo que ese día pasó. Lo primero que hiciste, sacerdote, fue escuchar la

Palabra del Señor, y luego obedeciste correspondiendo a la voz que hacía arder en fuego tu

corazón.

Nunca olvides, sacerdote, que Él te encontró. No eres tú, quien lo eligió a Él, es Él

quien te conoció antes de nacer, y te consagró, profeta de las naciones te constituyó. Él fue quien

te eligió porque Él te amó primero.

Nunca olvides, sacerdote, la promesa del Señor, que ha sido cumplida, porque Él

siempre cumple sus promesas. Él te ha hecho pescador de hombres porque tú dijiste sí, y Él te ha

dado una misión que tú prometiste cumplir.

Conviértete, sacerdote, en la promesa del Señor, y cumple tu misión.

Tú eres, sacerdote, pescador de hombres.

Agradece tener oídos con los que oyes.

Agradece tener voluntad con la que obedeces.

Agradece tener ojos con los que ves.

Agradece tener corazón con el que sientes.

Y si no sintieras nada, sacerdote, pide perdón, pide ayuda a tu Señor, y Él cambiará tu

corazón de piedra en corazón de carne, para que sientas, para que actúes, para que cumplas tu

misión, llevando el amor en tus redes, porque esa es tu carnada, pescador, para que lleves a

través de tus redes, una buena pesca a tu Señor.

Porque esa, sacerdote, es tu misión.

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ARMADOS CONTRA EL DEMONIO – UNIDOS CON CRISTO

LUNES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Satanás ha sido derrotado.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 22-30

En aquel tiempo, los escribas que habían venido de Jerusalén, decían acerca de Jesús:

“Este hombre está poseído por Satanás, príncipe de los demonios, y por eso los echa fuera”.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

55

Jesús llamó entonces a los escribas y les dijo en parábolas: “¿Cómo puede Satanás

expulsar a Satanás? Porque si un reino está dividido en bandos opuestos no puede subsistir. Una

familia dividida tampoco puede subsistir. De la misma manera, si Satanás se rebela contra sí

mismo y se divide, no podrá subsistir, pues ha llegado su fin. Nadie puede entrar en la casa de un

hombre fuerte y llevarse sus cosas, si primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa.

Yo les aseguro que a los hombres se les perdonarán todos sus pecados y todas sus

blasfemias. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo nunca tendrá perdón; será reo de un

pecado eterno”. Jesús dijo esto, porque lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: te acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo. Qué disparate. Venías

a predicar el amor y la unidad, y el demonio es todo lo contrario: es causante del odio y la

división. Pero el demonio es real, y actúa, y es el padre de la mentira, y por eso engaña y nos

presenta la verdad como mentira, y la mentira como verdad. Hemos de estar prevenidos contra

sus insidias, hemos de luchar como guerreros, para vencer en todas las batallas de ese enemigo.

Sabemos que nuestra Madre Santa María está continuamente pisando la cabeza del demonio, y

por eso nos acogemos a su protección. Y los ejércitos que vencen en las guerras son,

principalmente, los que permanecen muy unidos. Señor, yo, sacerdote, ¿cómo debo combatir en

las batallas de mi vida diaria? Madre mía, Señora de las Victorias, ¿qué debo hacer?

+++

«Hijos míos, sacerdotes: la victoria en el campo de batalla en medio del mundo, es a

través de ustedes, mis guerreros, poniendo su fe en obras, luchando protegidos con el arma

más poderosa que expulsa demonios y es defensa ante los ataques de enemigo, fortaleza y

auxilio: el rezo del Santo Rosario».

+++

«Sacerdotes míos: dichosos los que escuchan mi palabra y la ponen en práctica.

Dichosos los que han sido acogidos en el vientre que me llevó, y alimentados por los

pechos que me criaron.

Dichosos los que oran con fe y la ponen por obra usando el arma más poderosa que

tienen en sus manos: el rezo del Santo Rosario, a través del cual les es revelado el misterio

de mi vida, pasión, muerte y resurrección, para que lo hagan suyo y lo vivan, para que

encuentren en este misterio su protección, su misión y su propia salvación, viviendo su

sacerdocio configurados conmigo, en la alegría de mi resurrección, para que el mundo crea

que yo soy el Hijo de Dios, y que estoy vivo, y que a través de ustedes, mis sacerdotes, mis

amigos, permanezcan unidos en mí, en un solo cuerpo y un mismo espíritu, porque yo soy la

vida eterna.

Cuando ustedes rezan el Rosario invocan la presencia de la Madre de Dios, y ella se

hace presente y reza con sus hijos, porque donde haya uno o más reunidos en mi nombre

ahí estoy yo en medio de ellos, y mi Madre siempre está conmigo.

El Rosario será arma de protección y auxilio para la renovación de sus almas».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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+++

PARA MEDITAR – UNIDOS CON CRISTO

«El que no está conmigo está contra mí».

Eso dice Jesús.

La fuerza del ejército de Dios está centrada en la unidad de sus soldados.

Soldados que luchan no solos, y no por sí mismos, porque ellos no tienen la fuerza.

Soldados que luchan unidos con Cristo, porque Él es el centro, Él es la fuerza, y es con

Cristo, por Él y en Él, que el ejército gana para Dios todas las batallas.

Sacerdote, tú eres un soldado de Dios, has sido elegido y has sido escogido para

pertenecer al ejército del Rey de reyes y Señor de señores; has sido formado en las líneas

delanteras, para luchar frente a frente con las líneas enemigas.

¿En dónde está, sacerdote, tu fidelidad?

¿En dónde está puesta tu amistad?

¿En quién tienes puesta tu confianza?

¿A quién le debes tu vida?

¿Por quién luchas, sacerdote, esta batalla?

¿Estás con Cristo o estás contra Él?

No puedes servir a dos amos, decídete.

Él está contigo, y tú, ¿estas con Él?

Si estás con Cristo, sacerdote, entrégale tu voluntad y cumple el mandamiento nuevo

que Él te vino a enseñar y ama a tu prójimo como Él lo amó, porque ese es el mandamiento de tu

Señor.

Unidad, sacerdote, unidad para permanecer en su amistad.

Una sola familia, un pueblo santo de Dios: ese es el mandato que has recibido de tu

Señor.

Reúne, sacerdote, a tu rebaño, y cumple la palabra del Señor, porque un pueblo dividido

es un pueblo débil, frágil, fácilmente tentado, acechado y destruido.

Un pueblo dividido es un pueblo en donde falta fe, en donde no hay esperanza, en

donde la caridad no se ve.

Sacerdote, tú eres la unión por el don que has recibido el día de tu ordenación,

cuando el Espíritu Santo se posó sobre ti manifestando para el mundo y para el cielo, que Cristo

te ha elegido para que vivas en Él, porque Él vive en ti y te hace una sola cosa para siempre.

Él une el cielo y la tierra, la humanidad y la divinidad en el sacerdote.

Eres tú, sacerdote, ejemplo de unidad.

Permanece en la fidelidad y nunca te separes de quien es la Vida, porque caerías en la

muerte.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Nunca te separes de quien es la Luz, porque vivirías en la obscuridad.

Nunca te separes de quien es la Verdad, porque tu vida sería una mentira.

Nunca te separes de quien es el Camino, porque vagarías perdido en un mundo que te

ata, que te encadena, que te devora.

Permanece unido, sacerdote, a la fuente de vida, porque tú eres conductor del manantial

de agua viva por la que Dios mismo se derrama para el mundo dando vida y regresando a su

amistad a todos los que no están con Él y se vuelven contra Él.

Es por ti, sacerdote, que Él los atrae hacia Él y los hace parte una y otra vez.

Satanás es la mentira, la división, la enemistad, las cadenas, la obscuridad. Él es

quien divide, quien promueve que se alejen de mí y que me abandonen a través de las tentaciones

del mundo del pecado, porque lo hace atractivo a los ojos del mundo, que son los ojos de los

hombres que están divididos, que no están unidos a mí, que no están conmigo, que están contra

mí.

Sacerdote, invoca al Espíritu Santo, que es el espíritu de la verdad, y bautiza a los

hombres con el Espíritu Santo, que es por quien se unen en filiación divina al Padre para

permanecer conmigo.

Ten cuidado sacerdote, porque Satanás es como un león rugiente buscando a quién

devorar, reconoce las señales que el Espíritu Santo te da a través del don de discernimiento, por el

que tú tienes en tu poder, en tus manos, en tu boca, y en tu corazón, la verdad.

Permanece, sacerdote, en Cristo, porque Él ruega al Padre por ti, no para que te saque

del mundo, porque tú, como Él, no eres del mundo, porque Él para eso te eligió, para que vivas

fuera del mundo, para que vivas unido a Él y Él pide que te libre del maligno, porque tú vives en

medio del mundo y el maligno vive ahí. Él es el príncipe del mundo, pero Él te ha dado ojos para

que veas y oídos para que oigas, y Él te ha dado los mandamientos de la ley de Dios, para que los

cumplas, y te ha dado su Palabra, para que la escuches y la pongas en práctica.

Es así, sacerdote, como tú permaneces en Él, es así como tú, soldado del ejército de

Dios, luchas en las líneas del Rey contra el ejército enemigo, y demuestras que tú, sacerdote, eres

su amigo, que estás con Él y no contra Él.

Invoca, sacerdote, al Espíritu Santo, para que permanezca en ti, porque Él es derramado

a los corazones de los que aman a Dios.

El que permanece en la presencia del Espíritu Santo, permanece en Dios.

Ten cuidado sacerdote, al usar tus palabras, porque puedes equivocarte, y Dios siempre

va a perdonarte, pero el que blasfema contra el Espíritu Santo, ese no será parte, ese será

condenado, porque ese no obedece la palabra de Dios, y ese está en contra del amor, y el que está

en contra del amor no puede ser aceptado como parte en el Reino de Dios, porque Dios es amor.

Sacerdote, tú has sido elegido, tú has sido llamado como soldado de Dios para proteger

el tesoro de la fe, que une a los hombres a Dios a través del amor.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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FAMILIARES DE JESÚS – ESCUCHAR Y OBEDECER A DIOS

MARTES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 3, 31-35

En aquel tiempo, llegaron a donde estaba Jesús, su madre y sus parientes; se quedaron

fuera y lo mandaron llamar. En torno a Él estaba sentada una multitud, cuando le dijeron: “Ahí

fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan”.

Él les respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Luego, mirando a

los que estaban sentados a su alrededor, dijo: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque el que

cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué manera tan genial tuviste de aprovechar la cercanía de tu Madre para

elogiar su plena disposición para cumplir la voluntad del Padre. Ella siempre te acompañaba en

silencio, pero sí, era necesario ponerla como ejemplo. Y aprovechaste que había una multitud

para hacerles ver que lo más maravilloso de Santa María no era haberte traído al mundo, sino

haber cumplido con generosidad su papel de esclava del Señor. Todos sabemos que para alcanzar

la vida eterna hay que esmerarse por cumplir lo que Dios quiere para cada uno de nosotros. Los

sacerdotes tenemos unas exigencias particulares que debemos cumplir, propias del ministerio,

que aceptamos gustosamente cuando fuimos ordenados, porque sabíamos que ese era el camino

que tú querías para nuestra santidad. Pero a veces nos cuesta cumplirlas. Hemos de luchar para

cumplir todas las virtudes, y en eso vemos la voluntad de Dios, pero, para un alma entregada a

Dios, se suele poner el acento en la pobreza, la castidad y la obediencia. Señor, ¿qué debemos

hacer nosotros, sacerdotes, para que nos puedas considerar tu hermano, tu hermana, tu madre?

+++

«Sacerdotes míos: la voluntad del Padre es que crean en mí.

Yo soy la resurrección. El que crea en mí, aunque muera, vivirá. Estos son mi madre

y mis hermanos, porque todo aquel que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo,

es mi madre y mis hermanos.

Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que crea en el Hijo tenga vida eterna y

yo lo resucite el último día.

El que cree en mí me ama, y si me ama guarda mis mandamientos.

Y si alguno me ama guarda mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y

haremos morada en él.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí.

El que de verdad me ama, cree en mí, confía en mí, deja todo, toma su cruz y me

sigue, cumpliendo su promesa de pobreza, castidad y obediencia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

59

El que quiere ser perfecto vende todo lo que tiene y lo da a los pobres, para tener un

tesoro en el cielo. Luego me sigue.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el Reino de Dios.

El que quiera ser mi familia, que sea como yo, manso y humilde de corazón; que me

escuche y ame a Dios por sobre todas las cosas, y a los demás, como yo los he amado.

Ese es mi madre y mis hermanos, y ellos heredarán la tierra.

El que es de Dios, escucha las palabras de Dios.

El que no las escucha es porque no es de Dios.

El que escuche mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna.

Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en mí, aunque muera vivirá.

Pero el que no los escuche a ustedes, no creerá.

Porque los que no escuchan a mis profetas no creerán, ni aunque resucite un muerto.

El que renuncia al mundo vive la pobreza, y yo le doy la gracia para resistir la

tentación, para que viva en castidad y obediencia.

Pero el que no abraza la pobreza no puede seguirme.

Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el

Reino de los Cielos.

Los que no cumplen la voluntad de mi Padre, porque no son pobres de espíritu, sino

ricos de las cosas del mundo, no creen en mí, no son dignos de mí, ni de poseer mi riqueza ni

de ser mi familia.

Yo pido a mis amigos, ustedes sacerdotes, que me escuchen y se enriquezcan de mí,

para que se conviertan mientras humillan y empobrecen el espíritu, confiando en la

providencia divina, para enriquecerse con los tesoros del cielo».

+++

PARA MEDITAR – ESCUCHAR Y OBEDECER A DIOS

«Aquí estoy Dios mío, he venido para hacer tu voluntad».

Eso le dice Jesús a su Padre, y eso espera Jesús que le digas tú, sacerdote.

Porque para eso has sido creado, para eso has sido llamado, para eso has sido elegido,

para eso has dicho sí, has dejado todo y lo has seguido tomando tu cruz.

Y para eso has sido ordenado sacerdote y has sido ungido y configurado con Cristo,

para ser como Él, para caminar su camino, y por Él, con Él y en Él, cumplir la voluntad del

Padre.

El que escucha la palabra de Dios y la cumple, ese hace su voluntad, y ese es el

hermano y la madre de Jesús, porque ese hace lo que Él le dice, y el que hace lo que Él dice, ése

es su familia, porque lo une a Él, en un mismo cuerpo y un mismo espíritu, en una sola voluntad

en la que cree, en la que espera, en la que obra, en la que ama.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

60

Y esa es la voluntad de Dios: que crean en su Hijo, porque es el único Hijo de

Dios. Que hagan lo que Él les dice, para que sean salvados, poniendo su fe en obras, para ser

santificados y glorificados en Él.

Sacerdote, tú eres el Cristo, el que hace la voluntad de su Padre, compórtate como

Él.

Sacerdote, tú eres el elegido para llevar a todas las almas a Él. Santifícalas en la verdad,

pero santifícate tú primero para que ellos sean santificados con tu ejemplo y caminen tu

camino por su propia voluntad, para hacer la voluntad del Padre y sean así reunidos en un solo

rebaño con un solo Pastor, una sola familia, la gran familia de Dios, una sola y santa Iglesia

Católica, un pueblo unido en un solo pueblo santo de Dios, porque esa es su voluntad.

Sacerdote, todos los días son días de entrega, de aceptar, de agradecer y de obrar.

Pero si no escuchas lo que tienes que hacer, si no escuchas la palabra de Dios, ¿Cómo

vas a obedecer?

Si no ves sus obras hechas con tus propias manos, ¿Cómo vas a agradecer?

Y si no agradeces, sacerdote, ¿Cómo vas a santificarte y a darle gloria a Dios

santificando a los demás, si tú mismo no eres ejemplo de la verdad?

Sacerdote, tú eres el Cristo que camina en el mundo.

Tú eres las manos que bendicen y hacen sus obras.

Tú eres, sacerdote, las manos y los pies de Cristo, para llevar a sus hermanos su

misericordia.

Sacerdote, tú eres responsable de las obras de los hombres, porque tú has sido elegido,

preparado, enseñado, bendecido y ungido para llevar la enseñanza y la palabra de Dios a todos

los hombres, en todos los rincones del mundo, para que ellos lo conozcan, para que crean en Él,

para que escuchen su palabra y hagan lo que Él les dice.

Entonces cumplirán la voluntad del Padre y serán los hermanos, y serán la madre de

Cristo.

Entonces serán familia con la que se consuma la gran obra del Creador a través de tus

manos, porque tú eres el alfarero del Señor.

Sacerdote, tu ministerio es voluntad de Dios. No niegues la voz en tu interior que nunca

se calla.

¡Escúchala sacerdote! porque eso es un don, es un regalo que Él te ha dado y te ha dado

oídos para que oigas su voz.

No niegues la palabra que está en tu boca y que te quema la garganta, porque es palabra

de Dios y es la voz que escucharán aquellos a los que tú llamas para enseñarles a hacer su

voluntad.

Sacerdote, tú eres la voz que clama en el desierto: ¡Arrepiéntanse, porque está cerca el

Reino de los Cielos! ¡arrepiéntanse y crean en el Evangelio porque es palabra de Dios!

¡arrepiéntanse porque he venido a traerles la buena nueva del Señor!

Escuchen su voz y hagan lo que Él les dice.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

61

Esa, sacerdote, es tu misión.

Predica con la palabra de tu boca y predica con el ejemplo de tus obras.

Levanta, sacerdote, la cruz de tu Señor, y exáltala, para que todos los que hayan sido

mordidos y envenenados por la serpiente sean curados.

Sacerdote, tú tienes ese poder, esa es la misericordia que tienes en tus manos, derramada

de la cruz.

Exalta la cruz de tu Señor diciendo como Él: “Aquí estoy, Dios mío, he venido para

hacer tu voluntad”, y hazla con prontitud.

Sirve con amor, entrégate con la pasión de convertir almas para llevarle a Dios, porque

esa es su voluntad: glorificar a Cristo en ti, sacerdote, para que tú glorifiques al Padre, y el

mundo crea que Él lo ha enviado.

____________________

CONVERTIR CORAZONES - SEGUIR, NO PERSEGUIR

25 DE ENERO - LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO

Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio.

Del santo Evangelio según san Marcos: 16, 15-18

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Vayan por todo el mundo y

prediquen el Evangelio a toda creatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a

creer, será condenado. Éstos son los milagros que acompañarán a los que hayan creído: arrojarán

demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben

un veneno mortal, no les hará daño; impondrán las manos a los enfermos y éstos quedarán

sanos”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú te fijaste en San Pablo porque viste el celo que tenía por defender la fe de

sus padres. Te atravesaste por su camino y le reclamaste por qué te perseguía. Se encontró con la

verdad y se le cayeron las escamas de los ojos. Él veía las cosas de otra manera, hasta que te vio a

ti. Reaccionó bien inmediatamente, poniéndose en disposición de cumplir lo que Dios le pidiera.

Pero Señor, es muy fácil pensar que ante una gracia así no se puede decir que no, como si tú

quitaras la libertad. Y no es así: el Apóstol podía haberse resistido a la gracia. Eso nos podría

pasar a los que nos hemos entregado a ti en el sacerdocio. Hemos recibido gracias muy

especiales, y podríamos ser infieles. Ayúdame, Jesús, a convertirme verdaderamente. ¿Cómo

puedo tener una fe fuerte, que me lleve a tener un corazón de carne, que te ame tanto que nunca

te traicione, y poder llevar así tu Palabra a todo el mundo?

+++

«Sacerdotes míos: me duele los que me persiguen porque no creen en mí.Pero me

duele más los que han creído, y sus corazones han sido convertidos, y se han reconciliado

conmigo, jurando fidelidad, entregándome su vida para vivir en mi amistad, y después se

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

62

van, porque enfrían su corazón, porque no lo alimentan, porque dicen creer, pero no tienen

fe, porque no quieren reconocerse dignos de pedir esa fe, porque no quieren recibir y no se

abren a la gracia, porque tienen miedo al compromiso, a la renuncia y a la entrega, porque

les pesa su cruz y no me piden ayuda, porque caminan solos sin guía, porque la soberbia y

la pereza los tienen dominados.

Y los vicios ciegan sus ojos y cierran sus oídos, y la tibieza de sus corazones los hace

indiferentes, y pierden el valor de anunciar la buena nueva y de defender la verdad.

Entonces me traicionan porque dicen creer, pero no tienen fe, y predican en el error,

y me abandonan, pero no se dan cuenta.

Pídanme la fe, para que abran sus ojos a la luz del Evangelio y se abran a recibir la

gracia y la misericordia, para que se enciendan sus corazones en el celo apostólico de mi

amor, y escuchen, y obedezcan, porque yo los heenviado al mundo a predicar mi Palabra y

a llevar mi Misericordia, porque la Palabra está unida a la Misericordia.

La Palabra alimenta, sacia, sana, perdona, salva, acompaña, acoge, libera, consuela,

alegra, viste, ilumina, da vida, convierte, fortalece, corrige, une, transforma.

Miren el dolor de mi corazón, para que los que no creen, crean, los que crean pidan

y reciban fe, y por esa fe conviertan sus corazones, para que prediquen mi Palabra con el

ejemplo, para que sean luz del mundo y sal de la tierra.

Crean en mí, porque es más fácil creer en la mentira que en la verdad, en los falsos

ídolos que en el único Dios verdadero, en falsas doctrinas que en el Magisterio de mi Iglesia,

en el poder de los hombres y en el poder del dinero,que en el poder de Dios y en los tesoros

del cielo, porque tienen ojos para el mundo, pero sus ojos están ciegos a la verdad y a la

plenitud del Reino de los cielos, y pierden la esperanza de la vida eterna, que por mí y por

mi pasión y muerte he ganado para todos.

Mi Madre sufre porque son sus hijos los que me persiguen, porque yo he venido al

mundo a morir para el perdón de los pecados, derramando mi sangre y mi misericordia,

por la cual los hago hijos en el Hijo, y les entrego a mi Madre como madre, para que

perseveren y permanezcan unidos a mí, por mi muerte y resurrección en un solo cuerpo,

por un mismo espíritu, por el que son unidos en el Hijo con el Padre, en una auténtica

conversión, que por la fe transforma un corazón de piedra en un corazón de carne, para

que pueda sentir, para que pueda gozar, para que pueda sufrir y padecer por mí, para que

viva en la plenitud de mi encuentro y que nunca me traicione y que nunca me abandone.

Yo me gozo en dar gracias al Padre porque ha ocultado estas cosas a sabios e

inteligentes, y se las ha revelado a pequeños, porque ha escogido a los débiles del mundo,

para confundir a los fuertes».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: la lucha es constante y la conversión es todos los días, y es la

señal triunfante de los guerreros de la batalla.

Pero son muchos de ustedes, los más amados, que están luchando las batallas

equivocadas, vestidos de soldados del mundo y no de guerreros del ejército de Cristo.

Están vestidos de soberbia y disfrazados de humildad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

63

Llevan en sus pechos corazones de piedra y no se dejan transformar.

Porque les falta fe, porque les falta amor, porque les falta disposición y humildad

para reconocerse, para humillarse, para entregar su voluntad a la voluntad de Dios, y les

falta valor y fortaleza para amar a Dios por sobre todas las cosas, y para aprender a amar a

Dios amando a sus hermanos.

Y les falta temor de Dios para renunciar al mundo y seguir a Cristo, que es por

quien se llega a Dios.

Y les falta piedad, para derramar la misericordia, que tampoco saben recibir.

Y les falta sabiduría y entendimiento, para acoger y hacer suyas las cosas de Dios.

Y les falta consejo, para transmitir las cosas de Dios.

Y les falta ciencia, para reconocer las cosas de Dios.

Y les falta creer que Dios los ha llamado y los ha elegido, para transformarlos en

instrumentos de salvación, y les ha dado el poder de expulsar demonios, de curar

enfermedades, de mover montañas y de salvar a todas las almas del mundo.

Porque les falta orar, para pedir fe, para recibir fe, para transmitir esa fe que une al

pueblo de Dios en un solo pueblo santo. Fe que santifica y que salva. Fe que por las obras se

demuestra y con el amor se manifiesta».

+++

PARA MEDITAR – SEGUIR, NO PERSEGUIR

«Sacerdote: ¿por qué me persigues? Yo no te he llamado siervo. Te he llamado

amigo. ¿Por qué me persigues?»

Eso dice Jesús, cuando te busca y no te encuentra, cuando quiere estar contigo y que tú

estés con Él. Pero no estás con Él, estás contra Él.

Cuando lo rechazas y callas su voz.

Cuando no lo escuchas y no cumples su palabra.

Cuando lo abandonas porque tienes miedo, porque te asalta la duda y no resistes a la

tentación.

Cuando utilizas tu ministerio como una simple profesión.

Cuando decides resignarte en lugar de cumplir con tu misión luchando todos los días

contra la tentación, obrando con amor, y ganando todas las batallas con las armas que Él te da.

Sacerdote, ¿por qué persigues a tu Señor?

¿No te has dado cuenta que Él vive en ti?

Y si tú estás contra Él, estás también contra ti. ¿Por qué te haces daño?

Cuando tú cometes pecado de palabra, de obra o de omisión, estás persiguiendo a aquel

que te creó y que te ha elegido para seguirlo y no para perseguirlo.

Sacerdote, tú amas a tu Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

64

Abre los ojos y míralo, está delante de ti, tú sigues sus huellas. Él te ha mostrado el

camino y Él camina contigo, pero se ha detenido porque tú te has caído, porque no lo seguiste,

lo perseguiste.

Date cuenta, sacerdote, que no es lo mismo, porque cuando tú lo sigues, no son tus ojos

los que ven, sino los ojos de Él, no son tus manos las que obran, sino las manos de Él, no son

tus pies los que caminan, son sus pies los que van dejando huella para que otros lo sigan.

Discierne, sacerdote, en tu corazón y date cuenta, analiza tu conciencia y define si tú

sigues o persigues a tu Señor, porque Él te ha llamado y te ha elegido para dejarlo todo, para

tomar tu cruz y para seguirlo, para escucharlo y hacer lo que Él te diga, poniendo su palabra en

obras.

Sacerdote, voltea hacia atrás y observa a los que vienen detrás.

¿Ellos te siguen o te persiguen?

Es tu ejemplo con lo que ellos te seguirán.

¡Conversión, sacerdote, conversión, todos los días de tu vida!

Humíllate, sacerdote, ante el Señor y pide perdón, y pide la gracia de sentir el amor, el

dolor, la paz, la alegría, el sufrimiento y el tormento en tu corazón. Entonces sabrás que tienes un

corazón convertido, un corazón suave, que no es de piedra, sino que es de carne, y un corazón de

carne es un corazón convertido porque ha seguido a su Señor.

Ve por todo el mundo y anuncia el Evangelio, porque eso, sacerdote, es seguir a tu

Señor.

Predica con su palabra, y obra lo que predicas, para que manifiestes el amor de aquél

al que sigues, al que le has dicho sí, al que has aceptado como tu amigo, porque Él te lo ha

pedido, porque eres sólo un siervo, pero Él te ha amado primero, Él te ha llamado “amigo”.

Practica esa amistad cumpliendo tu ministerio con alegría, con esperanza, con fe, con

amor, sabiendo que eres amigo, pero que sigues siendo siervo y que estás sirviendo a Cristo

cuando lo sigues y no lo persigues.

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_________________

ILUMINAR EL MUNDO – LUZ DE CRISTO

JUEVES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

La misma medida que utilicen para tratar a los demás, se usará para tratarlos a ustedes.

Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Acaso se enciende una vela para meterla

debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero?

Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para

que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

65

Siguió hablándoles y les dijo: “Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida

que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al

que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando reflexiono en esas palabras tuyas que hablan de “encender una

vela”, no puedo dejar de pensar en mi vocación sacerdotal. Está claro que tú encendiste esa vela

en mi alma, y no quieres que la ponga debajo de la cama, sino en el candelero. Si me llamaste es

porque quieres que ilumine a los demás con esa luz que has encendido en mi corazón. Soy

portador de tu gracia, a través de la predicación de tu palabra y la administración de los

sacramentos. Tú eres la Luz y te haces presente en la Sagrada Eucaristía. Señor, ¿qué debo hacer

para mantener encendida esa luz y transmitirla eficazmente a los demás? Madre de la Luz, hazla

brillar ante los hombres a través de mí: ¡consígueme la fe que necesito!

+++

«Hijos míos, sacerdotes: en mi vientre brilla la luz para el mundo. Luz que Dios dio a

los hombres a través de mi amor de Madre. Pero los hombres no la recibieron porque

amaron más las tinieblas que la luz, porque todo el que obra mal aborrece la luz. Pero el

que obra la verdad va a la luz. Y es así que se manifiestan las obras de Dios.

Es así como yo quiero hacer llegar mi amor a mis hijos más amados, mis sacerdotes,

llevándolos con mis obras a la luz, para que vuelva a brillar la luz a través de ustedes, para

el mundo entero, por mi amor de Madre.

+++

«Sacerdotes míos: vengan a conocer la intimidad revelada de Dios por el Espíritu.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo, para que quien lo coma no muera. El que coma

de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo le voy a dar es mi carne,por la vida del

mundo.

Yo soy el camino, la verdad y la vida. Yo soy Eucaristía, fuente inagotable de

misericordia, que renueva a los hombres constantemente cuando hacen esto en memoria

mía, en este único y eterno sacrificio, en el que doy mi vida. Nadie me la quita, yo la entrego

por mi propia voluntad, para que el mundo tenga vida, derramando constantemente la

misericordia de Dios sobre las miserias de los hombres, perdonando los pecados de los

hombres, alimentando el espíritu de los hombres, hasta que vuelva. Entonces me sentaré y

tomare posesión del mundo y de lo que me pertenece, que por mi cruz y resurrección he

ganado, y los haré partícipes de un único y eterno banquete celestial en la gloria de Dios

Padre.

Yo soy el alimento que nunca se acaba. Pero son ustedes sacerdotes los que lo

entregan con generosidad. Pero si ustedes no creen, si se debilita su fe, y si dejan vacío el

sagrario, y si no me prestan sus manos y su voz, no consagran.

¿Cómo tendrá vida el mundo?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

66

¿Cómo llegará mi alimento a todos los que creen en mí, y me aman, y me esperan, y

me adoran?

¿Cómo llegará mi luz para iluminar la obscuridad de los que viendo no ven y oyendo

no oyen?

¿Cómo disiparé las dudas de los que viven en tinieblas si los que son mi luz se

apagan porque no tienen fe?

Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra. No permitiré que la sal se vuelva

insípida y que se apague la luz. Antes bien, salaré la tierra con el mar de mi misericordia y

la iluminaré con mi luz, y les mostraré el camino, porque yo soy la luz del mundo: el que me

siga no caminará en la obscuridad, sino que tendrá luz para la vida.

Y de esto doy testimonio yo mismo.

Yo quiero llevar la luz a mis amigos, para que llegue mi misericordia a través

de ustedes al mundo entero.

Sus corazones han sido encendidos con mi luz, no para que se esconda, sino para que

se vea, para que ilumine a todos los de la casa, y brille la luz de ustedes ante los

hombres, para que vean las obras que ustedes hacen y glorifiquen al Padre.

Por sus obras sabrán que su luz no es sabiduría de los hombres, sino que viene de

Dios».

+++

PARA MEDITAR – SER LUZ

«Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en la obscuridad, si no que

tendrá la luz de la vida».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tú eres la luz de Cristo para el mundo, es a través de ti que brilla la luz

hasta el último rincón de la tierra.

La luz es Jesús.

Y es a través de su palabra que la luz brilla en ti para que llegue a todo el mundo y

alcance a todos los hombres en todos los rincones de la tierra.

Sacerdote, tú sigues a Jesús y Él dice que el que lo sigue no camina en la obscuridad.

Tú iluminas el camino de los demás porque hay muchos que no lo siguen y que viven en

tinieblas, tropezándose en esa obscuridad, entre tentaciones y un mundo de pecado.

Sé tú el faro que guía a los que no saben seguir a Jesús y enséñalos, muéstrales el

camino para que ellos caminen en la luz.

Sacerdote, no escondas tu luz porque no es tuya, tú has sido encendido con la luz de

Cristo, y esa luz no es para guardarla, no es para esconderla, no es para apagarla.

Esa luz es para mostrarla como una vela en el candelero, para que alumbre el sendero

por el que caminan las almas para que lleguen al cielo.

Sacerdote, tú eres la luz.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

67

Ilumina, sacerdote, al mundo, con tu luz.

Eres tú ese Cristo que alumbra la vida y renueva, disipando las tinieblas de la

obscuridad de la mentira y de la muerte.

Pero, sacerdote, si tú tienes miedo de salir al mundo y cumplir con tu misión, si tú vives

resignado y permaneces en un mismo rincón, alumbrando tan sólo un pedacito del

mundo, sacerdote, estás limitando el brillo de tu luz.

Si tú no te alimentas todos los días, estás condenado a que se apague tu luz.

Si tú no practicas obras de misericordia, ¿cómo se mantendrá encendida tu luz?

Y si tú escondes esa luz debajo de tu cama, ¿a quién servirá el reflejo de la llama

encendida de tu corazón que es la luz de Cristo por la que tú, sacerdote, brillas?

También la luz necesita ser expuesta y conducida para ser recibida.

Así como el sol da nacimiento a un nuevo día, es así como tú, sacerdote, también das

vida.

Pero si escondes tu brillo como se esconde el sol al terminar el día, entonces caerá la

noche, y todo se llenará de obscuridad, si la luna no refleja lo que el sol le da.

La luna, sacerdote, es como las almas a las que tú iluminas y que con tu fe fortalecen su

fe, cuando llevas a ellos la luz de Cristo a través de la Eucaristía, para que cuando tu luz se

apague al final de tu vida, continúes reflejando esa luz que mantiene la vida de los hombres de tu

rebaño, dirigida hacia la luz de Aquel que nunca se apaga, porque vive en ti y en ellos en

medio del mundo todos los días en la Eucaristía.

Que sea tu legado, sacerdote, todos los días, el pan bajado del cielo por tus benditas

manos exaltando su luz en cada Misa y en cada sagrario, para que llegue la luz encendida en

tu corazón a todos los rincones del mundo.

Predica, sacerdote, con la palabra de Dios, que es fuente viva de luz unida a la sagrada

Eucaristía, alimento y bebida de salvación, para saciar el hambre y la sed del santo pueblo de

Dios.

Mucho se te ha dado, sacerdote, agradécelo y consérvalo compartiendo con los demás,

porque es Cristo mismo el que se te da y se multiplica para llegar a los demás. Es eterno, es

infinito y nunca se acaba.

Cada vez que Él se dona y tú lo compartes Él se da más.

Conserva, sacerdote, esa luz que es el mismo Dios que a través de ti ilumina al mundo,

porque al que tiene se le dará, pero al que no tiene, hasta ese poco se le quitará.

Haz conciencia. Pide sacerdote, al Espíritu Santo, que escrute en tu corazón y descubra

para ti la respuesta a esta pregunta: sacerdote, ¿estás iluminando al mundo con la luz de

Cristo o estás limitando el brillo de la luz que ilumina al mundo?

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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SEMBRADORES – SER TIERRA BUENA

VIERNES DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece.

Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede

cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él

sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los

tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los

granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.

Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo

podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más

pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos

y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.

Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo

con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les

explicaba todo en privado.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el tema de la semilla que se siembra aparece varias veces en tu predicación.

Me queda claro que la semilla es tu Palabra, y que debemos cuidarla esmeradamente para que dé

mucho fruto. Pero tus parábolas admiten diversas interpretaciones. Por ejemplo, a mí, sacerdote,

me dice que debo ser sembrador, junto contigo, porque predico tu Palabra. Pero también me dice

que debo ser tierra buena, para que esa Palabra tuya produzca fruto en mi corazón. Sí, debo

preparar mis homilías, pero también debo reflexionar sobre lo que tu Palabra me dice a mí, sobre

lo que quieres cambiar de mi vida con ese mensaje, para ser otro Cristo. Pienso ahora que el

Padre es el Sembrador Divino, y que tú, Jesús, eres la Semilla Divina que se ha sembrado en la

tierra y sigue dando fruto. ¡Ábreme los ojos, Señor, con tu Palabra, para ser buen sembrador y

buena tierra! Madre nuestra, muéstranos el camino seguro para dar fruto.

+++

«Sacerdotes míos: al Padre nadie lo ha visto jamás. El que me ha visto a mí, ha visto

a mi Padre. Es el Padre quien los atrae hacia mí, para que en mí sean uno, como mi Padre y

yo somos uno, y sean ustedes uno con Él. Esa es la voluntad del Padre: que por mí, todas las

almas se salven, para llevarlas a Él.

Contemplen el rostro del amor. Yo soy el amor. Yo soy la luz que ilumina el mundo,

que disipa las tinieblas, para que haya fruto en abundancia.

Yo les he dado a ustedes la semilla, para que dé fruto y ese fruto permanezca. Pero

ustedes son tan pequeños, que no pueden sembrar solos. Yo soy el sembrador.

Deben esparcir la semilla, y cuidar que no se la coman los pájaros.

Pero antes deben labrar la tierra y abonarla, para que sea fértil.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

69

Entonces harán la siembra, y yo haré llover, para que las semillas germinen y

crezcan los tallos fuertes, que deben cuidar para que no se los coman los gusanos, para que

crezcan seguros y den mucho fruto, y el fruto sea abundante y bueno, y ese fruto

permanezca.

Yo les he dado tierra buena, y les daré la semilla constantemente. Pero de ustedes se

requiere paciencia y fe, cumpliendo los mandamientos de la ley de Dios y viviendo en

virtud.

La semilla es la Palabra que yo les doy, pero que no es mía, sino del que me ha

enviado.

El sembrador soy yo.

La lluvia es el agua de vida, que yo les doy en abundancia.

La tierra buena son los corazones de ustedes.

Los pájaros son las tentaciones.

Los tallos son las vocaciones.

Los gusanos son los demonios.

Los frutos que yo consigo por medio de ustedes son las almas.

Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos.

Yo no he venido al mundo a condenar sino a salvar.

Yo he venido a sembrar, y vendré de nuevo con todo mi poder y mi gloria, a recoger

la cosecha, para llevarla como ofrenda al Padre.

Todo árbol que no da buen fruto será cortado y arrojado al fuego, y ahí será el llanto

y el rechinar de dientes».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: el camino es de luz, el camino es de cruz, de virtud y de

santidad. Este es el camino seguro que yo he preparado para ustedes.

Este es el camino que quiero que recorran ustedes:

─ preparando la tierra: viviendo la virtud;

─ sembrando la semilla: predicando la palabra;

─ abonando la tierra: poniendo en práctica la palabra, transformando su vida en

oración;

─ protegiendo la semilla y la planta: con obras de misericordia para que crezcan

fuertes y robustos.

Para que cuando mi Hijo venga y les pida cuentas, entreguen buen fruto, que sea

ofrenda en abundancia para la gloria de Dios».

+++

PARA MEDITAR – SER TIERRA BUENA

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

70

«Conviértanse, porque el Reino de los cielos ha llegado».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tú eres el que construye el Reino de los cielos en la tierra.

El Reino de los cielos ha llegado a través de ti, sacerdote, y ya está aquí, para que todo

el que crea que Jesús es el Hijo de Dios, que el Padre ha enviado, se salve.

Sacerdote, tú construyes el Reino de los cielos en la tierra, y tú eres parte.

El Reino de los cielos se construye con fe y poniendo esa fe en obras, sembrando la

semilla que es la palabra de Dios, y que germina con su gracia en los corazones de aquellos que

lo escuchan y que cumplen su palabra.

Sacerdote, tú eres el sembrador, configurado con Cristo.

Tú eres quien siembra la semilla por Cristo, con Él y en Él, y una vez sembrada, Dios

mismo se encarga de hacer llover. Y tú, sacerdote, sin darte cuenta, haces crecer la semilla

cuando preparas la tierra antes de plantar la semilla.

Sacerdote, tú eres sembrador y labrador de la tierra, pero tú, sacerdote, también eres

tierra.

En ti también debe ser sembrada la semilla por el único sembrador que es Cristo.

Permite sacerdote, que tu tierra sea preparada, labrada, abonada, sembrada y regada,

para que sea semilla en tierra fértil de la que brote vida y crezcan tallos verdes, que se conviertan

en arbustos fuertes, que tengan ramas en las que los pájaros puedan anidar.

Eres tú, sacerdote, fuente de vida, semilla sembrada en tierra preparada, para dar buen

fruto.

Sacerdote, el buen fruto viene de la buena semilla, pero también de la buena siembra

en tierra bien preparada y bien dispuesta.

Pide, sacerdote a tu Señor, que como buen sembrador prepare tu tierra y plante la

semilla con su propia mano y que haga llover.

Entonces conseguirás para Él el Reino de los cielos construido en la tierra, y tú serás parte

de él.

Conversión sacerdote, conversión.

Pide a tu Señor que renueve tu tierra y recibe el agua de la vida, como la tierra reseca

recibe las gotas de lluvia, para que crezcas en estatura, en sabiduría y en gracia, ante Dios y ante

los hombres.

Sacerdote, la semilla es la palabra de Dios que debe ser sembrada en ti, todos los días

de tu vida, porque la semilla es la palabra de Dios.

Pero si tú, sacerdote, no estás dispuesto a ser tierra buena y a recibir la semilla, ¿cómo

crecerá la planta?, y ¿cómo dará fruto?

Dispón tu corazón sacerdote, a recibir la palabra de Dios, para alimentarte, para

llenarte de su sabiduría y de su amor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

71

Fortalece y abona tu tierra con una vida de virtud, obrando con piedad y con

misericordia, para que cuando llegue a ti la semilla sea bien recibida, y sin que te des cuenta

crezca y dé fruto que a su vez, produzca una buena semilla con la que tú, convertido en

sembrador, construyas el Reino de los cielos con la gracia de Dios.

Entonces vivirás con alegría cumpliendo la voluntad de Dios y prepararás el camino

del Señor enderezando sus sendas, porque el Reino de los cielos ya está aquí, está a la puerta y

llama.

Si tú escuchas su voz y le abres la puerta, Él entrará y cenará contigo y tú con Él.

Sacerdote, prepara tu tierra, endereza el camino, conviértete y ábrele la puerta a tu

Señor recibiendo su palabra, como espada de dos filos que abre tu corazón y escruta hasta lo más

íntimo de tus entrañas, para que obedezcas y hagas lo que Él te dice, para que Él mismo te

prepare, porque el tiempo de la cosecha está cerca.

El que tenga oídos que oiga.

Persevera sacerdote, en la fe, y cumple la voluntad de Dios ejerciendo un ministerio

santo para la gloria de Dios.

Entonces sacerdote, alcanzarás las promesas de tu Señor.

Pide la gracia sacerdote, de ser buen sembrador para que tu semilla sea bien recibida y

coseches frutos buenos y abundantes para el Reino de Dios.

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VENCER EL MIEDO – CRISTO ES SEGURIDAD

SÁBADO DE LA III SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?

Del santo Evangelio según san Marcos: 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”.

Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que

estaba. Iban, además, otras barcas.

De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban

llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron:

“Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar:

“¡Cállate, enmudece!” Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por

qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a

otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: era muy comprensible que tus discípulos tuvieran miedo. Una tormenta en

medio del mar a cualquiera le da miedo. Pero tú les reclamas la falta de fe. Me cuesta imaginarme

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

72

que tú pudieras estar dormido en medio de la tormenta. Seguramente estabas agotado por una

jornada intensa de trabajo. Pero también querías que nosotros, ahora, los que meditamos el santo

Evangelio, consideremos que en medio de las tormentas de la vida “parezca” que estás dormido,

que no nos escuchas, que no te importa que nos hundamos. Pero siempre estás ahí, y también nos

reclamas la falta de fe. Y yo, sacerdote, debo ser un hombre de fe, porque me has elegido con

amor de predilección y me has concedido tu gracia abundantemente, y me llamas “amigo”. Y los

amigos nunca traicionan. Señor, ¿qué debo hacer para tener una fe firme, para no flaquear en mi

entrega diaria? Un hijo que tiene miedo siempre piensa en su madre: Virgen santa, ¡no me dejes!,

¡protégeme con tu manto!

+++

«Sacerdotes míos: el día del juicio habrá menos rigor para Sodoma que para mis

elegidos. Porque yo no me equivoco. No son ustedes los que me han elegido a mí, yo los he

elegido a ustedes como discípulos, para que dejen todo y me sigan, para que sean mis

siervos, a los que yo he llamado amigos.

Yo he elegido bien, y antes de formarlos yo en el vientre, ya los conocía. Y los hice

míos, y les di fe, y les di esperanza, y les di mi amor. Y les di mi Palabra, pero algunos

impíos no la recibieron.

Y han perdido la fe, y han perdido la esperanza y han descuidado el amor.

Amigos míos: les falta fe, les falta esperanza, les falta amor, porque no conocen la

verdad, no viven en la verdad, no creen en mí.

¡Ojalá fueran fríos o calientes! Pero son tibios, y yo a los tibios voy a vomitarlos de

mi boca.

Son calientes los que me aman, los que creen en mí y cumplen mis mandamientos.

Son fríos los que me crucifican.

Pero son tibios los que me abandonan, y piensan que son ricos y que nada les falta, y

pretenden permanecer en mi amistad, sin mí.

Yo les digo: mi misericordia es grande porque los amo, y yo a los que amo los

corrijo, para que se arrepientan.

Reciban ahora mi misericordia, mi paz, y mi amor abundante, para que crean en mí.

El día que yo vuelva, vendré con justicia. Y será un día terrible y glorioso. Y mis

ángeles me acompañarán. Y será terrible para los que no han creído en mí, y será para ellos

el llanto y el rechinar de dientes.

Y será el despertar a la gloria para los que me han amado y han creído, porque han

obedecido y han cumplido mis mandamientos, porque el Espíritu Santo que el Padre envía

a los que le obedecen, estará con ellos. Y ellos tendrán su sello.

Son pocos los que encuentran la puerta angosta y el camino que lleva a la vida, y

muchos los que entran por la puerta ancha y el camino que lleva a la perdición.

A mi Madre una espada le ha atravesado el alma, a fin de que queden al descubierto

las intenciones de muchos corazones. Tengan compasión, compadezcan su dolor y sírvanme,

a fin de que ustedes encuentren la puerta angosta y el camino que los lleve a la vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

73

Nunca se cansen de orar, y reciban mi Palabra, para que me conozcan, para que

confirmen su fe, para que confíen en mí y no tengan miedo.

En medio de la tempestad en la que las olas cubren la barca, confíen en mí,

permanezcan en mí: yo he vencido al mundo”.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: muchos son los que están en el camino de la perdición. Pero

yo soy Madre y los quiero a todos. Quiero encontrar a los que han abandonado a mi Hijo.

Quiero tomarlos de mi mano para que no tengan miedo, y encuentren el camino

seguro que lleva a la vida.

Quiero que mediten la Palabra de mi Hijo, que es misericordia, para que crean en Él

y en que Él ha venido a salvarlos, para que los que tienen ojos vean y los que tienen oídos

oigan, para que se den cuenta que son sólo unos desgraciados, pobres, desnudos y ciegos,

pero dignos de compasión y de misericordia, porque son hijos de Dios.

Que todos los sacerdotes, que con sus manos traen la presencia de Cristo al mundo

en cada Eucaristía, se den cuenta y lo encuentren resucitado, vivo y real, en cuerpo, en

sangre, en alma, en divinidad.

Hijitos: pidan el santo temor de Dios, para que no tengan miedo. Antes bien, que

tengan tanto amor, que teman con toda su alma ofender a mi Hijo y perder su amistad, que

con ese santo temor deseen agradar en todo a Dios, y abandonarse en sus manos, para

amarlo, alabarlo y adorarlo, para que abra sus corazones a fin de recibir el amor y la

misericordia de Dios, reconociendo con humildad su pequeñez ante la grandeza de Dios, su

miseria y necesidad, ante la omnipotencia y la bondad del que es Dios y es Padre, y es Hijo y

es Espíritu Santo».

+++

PARA MEDITAR – CRISTO ES SEGURIDAD

«¿Por qué tienen miedo?, ¿por qué aún no tienen fe?»

Eso pregunta Jesús mientras disipa las tormentas de tu corazón, sacerdote, mientras

abre tus oídos para que escuches su voz, mientras enmudece el mar y se calma el viento, mientras

cesa la tempestad que calla tu lamento.

Sacerdote, ¿por qué tienes miedo?

¿Acaso no conoces a tu Señor?

¿Acaso no sabes que Él está contigo todos los días de tu vida?

¿Acaso no eres testigo de su misericordia?

¿Acaso no das testimonio de su bondad?

¿Acaso, sacerdote, no vives en la verdad?

Sacerdote, Cristo es tu seguridad, y si tú vives en Él, como Él vive en ti, ¿a quién

temerás?, ¿quién podría hacerte daño?

Él es la luz aún en medio de la obscuridad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

74

Él es la calma en medio de la tormenta.

Él es claridad en las tinieblas.

Él es la paz en medio de la guerra.

Él es el valor en medio de tu cobardía.

Él es la fe en medio de tus dudas.

Él es la presencia divina, perfecta compañía en medio de tu soledad.

Él es la fidelidad y la amistad, que permanece cuando tu infidelidad lo abandona.

Él es la palabra, el aliento, la esperanza en medio de tu angustia, de tu desesperanza y

de tu lamento.

Él es el camino.

Sacerdote, ¿por qué te sientes perdido?

¿Acaso no confías en tu Señor?

¿Acaso no te ha dado motivos para poner en Él tu confianza?

¿Acaso Él te ha abandonado alguna vez?

¿Acaso no te ha protegido?

¿Acaso se ha ido?

Sacerdote, si tienes duda, si te falta fe, si tienes miedo, si te falta creer, es que entonces no

conoces la verdad de tu Señor.

Él es el Hijo único de Dios. El que cree en Él vive para siempre.

Esa, sacerdote, es la verdad.

¿Quién temería, quién dudaría, quién se acobardaría, quién se asustaría, si creyera

firmemente esta verdad?

Viviría en la alegría, cambiaría su duda en confianza, su temor en esperanza y su

tormenta en paz.

Obedece, sacerdote, obedece, porque la obediencia mantiene tranquila tu conciencia.

Y si un día la duda te asalta, el miedo te domina, la angustia te perturba, recurre a la paz

de tu conciencia y pide fortaleza, perseverancia y fe, manteniendo la esperanza de que el

Espíritu Santo se derrama sobre aquellos que le obedecen.

Pide sacerdote fe, y conserva esa fe alimentándola de buenas obras en la caridad,

obrando con misericordia, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti

mismo.

Es así como obedeces, sacerdote, y es así como nunca te equivocas. Porque la fe te

conduce al conocimiento de la verdad.

Confía sacerdote en esa verdad y reconoce en tu debilidad que Él es tu fortaleza y pídele

que te ayude.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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No sientas vergüenza de tu impotencia, humíllate ante Él para que reconozcas su

omnipotencia y nunca te gloríes si no es en la cruz de tu Señor.

Sacerdote, tú no eres digno, tú no mereces nada, tú no eres más que una criatura más

del Señor, pero Él te ha elegido, has sido llamado, Él te ha escogido como su amigo y su gracia te

basta.

Sacerdote, tú eres ejemplo para el mundo, ante la tempestad conserva la calma, y vive

en la alegría de tu Señor, en la fe, en la esperanza y en el amor.

Entonces vivirás en la verdad y esa, sacerdote, será tu paz para que la lleves a todos los

rincones del mundo.

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DESPOJADOS DE TODO – LA RIQUEZA DE LA POBREZA

DOMINGO DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Dichosos los pobres de espíritu.

Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 1-12

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces

se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles y les dijo:

“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los

que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos

los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos,

porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos

los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por

causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes

por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el sermón de la montaña comienza con las Bienaventuranzas, y en la

primera dices que serán dichosos los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos. Pienso que

las otras bienaventuranzas tienen mucho que ver con la primera. Los pobres de espíritu son los

que lloran, y sufren, y son perseguidos... Es decir, nos pides, Jesús, que estemos despojados de

todo, como tú lo hiciste desde tu nacimiento en Belén hasta tu muerte en la Cruz. Nos has dado

ejemplo. Siendo rico te hiciste pobre. La pobreza es necesaria para todos, pero de manera

especial para un alma entregada a ti. Si no luchamos por vivirla, no estaremos en condiciones de

seguirte como tú quieres, porque los apegamientos estorban en la entrega diaria. Pero cómo

cuesta vivirla en un ambiente consumista. Nos quieren vender la idea de que necesitamos muchas

cosas, y no es así. Debemos tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra. Señor,

enséñame a ser pobre, como tú, para poder dar testimonio a los demás de un completo abandono

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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en las manos de Dios. Madre nuestra, tú que te despojaste hasta de tu propio Hijo, ayúdame a

tener confianza en la Providencia, para poder cumplir bien mi ministerio sacerdotal.

+++

«Sacerdotes míos: dichosos ustedes, que saben que muchas cosas son importantes,

pero sólo una es necesaria. Si no lo dejan todo, no pueden seguirme y si no me siguen no

pueden alcanzarme.

Quiero que aprendan bien lo que yo he querido enseñarles. Que se entreguen en la

confianza, en la obediencia y en el abandono a mi divina voluntad.

Dichosos los llamarán porque alcanzarán la pobreza de espíritu, y los pobres de

espíritu verán a Dios.

Yo les he enseñado a dejarlo todo por mí. Si ustedes lo dejan todo y me siguen

alcanzarán la pobreza de espíritu.

Quiero que ustedes enseñen con su ejemplo a otros lo que han aprendido bien, y que

sigan aprendiendo: que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido,

como buenos administradores de las diversas gracias de Dios, en virtud del poder de Dios,

para que el Padre sea glorificado en todo por el Hijo.

Cada cual tiene su gracia particular, unos de una manera, otros de otra.

Pero que la rectitud de intención sea la misma: servir a la Iglesia, para la gloria de

Dios.

Qué fácil es para un pobre servir a Dios, pero que difícil es para los ricos entrar en el

Reino de los cielos, porque para entrar hay que servir a Dios primero, y para servirlo hay

que hacerse pobre.

El que reconoce en su pequeñez que nada merece, y se sabe necesitado de Dios, ese es

el pobre de espíritu, que al ver sus miserias se abre en la disposición de recibir la gracia y la

misericordia de Dios, porque sabe que nada tiene pero que sólo Dios basta».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque ha puesto

los ojos en la pequeñez de su esclava. Por eso me llamarán dichosa todas las generaciones,

porque ha hecho grandes obras en mí el todopoderoso.

Dichosos los pobres, los hambrientos y los que lloran, los insultados y los perseguidos

por la causa de mi Hijo, porque ellos me acompañan. Alégrense y salten de gozo, porque su

recompensa será grande en el cielo.

Yo acompaño a los pobres, pero busco a los ricos, que son los que no obedecen, los

que no confían, los que no se abandonan a la voluntad de Dios, los que no se saben

necesitados, los soberbios, los que trabajan para sí mismos, los que buscan su propio

beneficio, los egoístas, los que no piden porque creen tenerlo todo.

Esos no reciben misericordia porque piensan que no la necesitan, pero esos son los

corazones más pobres de entre los pobres, los que son alabados, los que son reconocidos,

aplaudidos, los que ríen, los que comen, los que beben y se divierten, pero están

encadenados al mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

77

Yo nací para ser Madre de Cristo, Madre del Divino Verbo, Madre del Creador,

Madre del Salvador, Madre de la Iglesia, Madre de misericordia, Madre de la gracia,

Madre de todos los hombres, Madre de Dios.

Nací para ser Madre, y mi Hijo me ha hecho también Reina. Dios se ha fijado en la

humildad de su sierva, y se ha fijado también en ustedes, para que lleven la misericordia a

los ricos y a los pobres.

Mi Hijo se ha despojado de todo, hasta de sí mismo por amor.

Miren su pobreza, pues ha entregado todo en obediencia, para servir a Dios, hasta su

espíritu.

Así es como ustedes, mis hijos sacerdotes, deben subirse a la cruz con él,

despojándose de todo, hasta de ustedes mismos, desapegándose de las cosas del mundo,

rectificando la intención, empobreciendo el espíritu, hasta entregar la vida, sometida a la

divina voluntad de Dios.

Entonces serán dichosos en esta vida, y el premio será grande en el Reino de los

Cielos.

Esto es lo que deben aprender, para que en la vida ordinaria del sacerdote no se

malinterprete su salario, porque el obrero tiene derecho a su salario.

No se trata de no tener, sino de poner todo al servicio de los demás con la pureza de

intención del corazón.

Su paga se está acumulando en el cielo».

+++

PARA MEDITAR – LA RIQUEZA DE LA POBREZA

«Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos».

Eso dice Jesús.

Eso promete Jesús.

Esa es la esperanza de los hombres.

Sacerdote tú naciste para ser pobre.

Acepta, sacerdote, tu condición.

Eres esclavo, eres siervo, eres pobre, eres trabajador en la viña del Señor. Tu misión

es servirlo, pero tú sirves al Señor, que es bondadoso y misericordioso, y Él paga un buen

salario también a sus esclavos, a sus servidores, a sus trabajadores.

Tú recompensa, sacerdote, es el Reino de los Cielos. Esa es la promesa de tu Señor.

Bienaventurado seas sacerdote, cuando te humillas a los pies de tu Señor, y pones a la

disposición de su pueblo, los dones que de Él has recibido para construir su Reino. Porque ese

Reino, sacerdote, que tú construyes, esa es tu riqueza.

Persevera, sacerdote, en la pobreza: pobreza de espíritu, pobreza del corazón, pobreza

de los bienes y de los placeres del mundo, al que tú no perteneces, porque tú, sacerdote, no eres

del mundo, como Cristo tampoco es del mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Tu riqueza, sacerdote, no es de este mundo, tus tesoros están puestos en el cielo, en

donde no hay ladrón que se los robe.

Conserva, sacerdote, la pureza en tu corazón. Porque esa pureza es la riqueza que

recibes como don, para navegar en medio del mundo, en esta barca que es la Santa Iglesia

Católica, de la que tú eres columna, eres pilar, eres cimiento, eres cemento.

Sacerdote, de ti depende la unidad. Entrega lo único que es tuyo, porque sin merecerlo,

te lo ha dado Dios: tu voluntad. Entrégasela a tu Señor y entonces serás verdaderamente libre, y

cuando seas totalmente pobre, te habrás despojado de ti, para recibir en tu pobreza, la verdadera

riqueza a la que el Espíritu aspira, que es el culmen de todo deseo, que es la felicidad en la

plenitud de la vida eterna alcanzada para ti por la cruz de tu Señor, que por ti entregó su vida,

por su propia voluntad, para darte a ti su eternidad, la vida del Reino de los Cielos.

Sacerdote, dichoso seas por parecerte a tu Señor, cuando lloras, cuando sufres, cuando

tienes hambre y sed de justicia, cuando obras con misericordia y pureza de corazón, cuando

trabajas por la paz, cuando eres perseguido por causa de la justicia, cuando te injurien y te

persigan, cuando digan cosas falsas de ti por la causa de Cristo. Alégrate, sacerdote, porque

siendo pobre, eres el más rico entre los ricos, porque tú tienes para ti y para el mundo entero, la

verdadera riqueza que es el Reino de los Cielos.

Sacerdote, da testimonio de todo esto para que crean en ti, porque te entregas con tu

propia voluntad al que siendo rico se hizo pobre, para conseguir tu pobreza, y a través de esa

pobreza, conseguir tu voluntad para recibir su riqueza, para que siendo pobre seas dueño del

Reino de los Cielos y lleves ese Reino al mundo entero, compartiendo tu riqueza con los pobres

que viven en medio del mundo, miserables, indignos, pecadores, porque para eso tu Señor te ha

hecho pescador de hombres.

Lleva, sacerdote, la barca de tu pobreza a navegar mar adentro despojado totalmente

de ti, vacío, sin nada, para encontrar el tesoro de la fe, que te mantiene pobre, para que recibas la

riqueza del Reino de Dios.

El Reino de Dios está en ti, sacerdote, y cuando eres pobre, entonces eres rico, porque

cuando eres débil, entonces eres fuerte.

Bienaventurado seas, sacerdote, cuando cumples con tu misión, viviendo tu ministerio

buscando la perfección en el único y verdadero Rey, que reina y que inunda, llena y desborda tu

corazón: Cristo, de quién eres esclavo, siervo y obrero, pero Él no te llama esclavo, no te llama

obrero, no te llama siervo, te llama amigo y comparte desde ahora contigo su Reino, y te hace

como Él: sacerdote, profeta y Rey, para que tú seas para el mundo Cristo en presencia, en carne,

en sangre, en humanidad, en divinidad, en el cumplimiento de su Divina voluntad.

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MISERICORDIOSOS – ACEPTAR LAS PROPIAS MISERIAS

LUNES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Espíritu inmundo, sal de este hombre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 1-20

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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En aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos

llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó Jesús, vino corriendo

desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya

ni con cadenas podían sujetarlo; a veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él

rompía las cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se pasaba días y

noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con piedras.

Cuando aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y gritó

a voz en cuello: “¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios altísimo? Te ruego por Dios que

no me atormentes”.

Dijo esto porque Jesús le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre.

Entonces le preguntó Jesús: “¿Cómo te llamas?” Le respondió: “Me llamo Legión, porque somos

muchos”. Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.

Había allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los

espíritus le rogaban a Jesús: “Déjanos salir de aquí para meternos en esos cerdos”. Y él se lo

permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y todos los

cerdos, unos dos mil, se precipitaron por el acantilado hacia el lago y se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el

campo. La gente fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes

endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron miedo. Y los que

habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al endemoniado y lo de los cerdos. Ellos

comenzaron a rogarle a Jesús que se marchara de su comarca.

Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le suplicaba que lo admitiera en su

compañía, pero él no se lo permitió y le dijo: “Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo

misericordioso que ha sido el Señor contigo”. Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a

proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos los que lo oían se

admiraban.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: una de las señales que el pueblo elegido debía ver en el Mesías era que tenía

el poder de expulsar demonios. Lo hiciste muchas veces a lo largo de tu vida pública, y el santo

Evangelio nos cuenta con más detalle algunos casos, para que nosotros aprendamos algo. Hoy

nos sorprende lo que sucedió con aquella legión de demonios, que se metieron en dos mil cerdos.

Aquel hombre endemoniado rompía cadenas y destrozaba argollas. Con eso nos hacemos una

idea del daño tan grande que puede hacer el demonio en las almas. Pero también vemos con

claridad que tú tienes todo el poder para derrotarlo. Y a mí, sacerdote, me das ese poder para

también arrojar demonios. Señor, quiero recibir tu misericordia también yo, para poder ser

misericordioso. Madre de Misericordia, contra ti no puede nada el demonio: dime qué necesito

hacer para poder vencer al enemigo, y poder así contar a todos lo misericordioso que ha sido el

Señor conmigo.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

80

«Hijos míos, sacerdotes: yo piso la cabeza de la serpiente, pero es Cristo quien tiene

el poder y los hace fuertes.

Ustedes tienen abiertos los ojos del alma, y son más fuertes que los ojos del mundo.

Es el Hijo que llevo en mi seno el que con su luz cega los ojos del mundo, para abrir

a la gracia los ojos de su alma, y que puedan verlo con su majestad y poder, y que puedan

sentirlo con su amor y su paz, y que puedan creer en Él, y fortalecerse en Él, y vivir en Él,

como Él vive en ustedes.

Entonces tendrán el poder de Él para vencer al enemigo, expulsando a los demonios,

y beber su veneno sin que les haga daño, ganando todas las batallas. Porque sobre Él no

tiene ningún poder.

Aliméntense con el cuerpo y la sangre de Cristo, para que fortalezca su debilidad y

engrandezca su pequeñez, para que lo que Él ha sembrado en ustedes, crezca y dé fruto

bueno en abundancia.

Hijos míos: el hombre ha sido creado para el bien, porque ha sido creado a imagen y

semejanza del que es el Bien. Y el bien hace siempre el bien. Pero el hombre ha sido creado

débil, para que su creador, que es todopoderoso, lo llene y lo fortalezca, y juntos sean una

sola cosa. Pero ha sido creado en libertad, y en esa libertad se le ha dado la voluntad y el

querer, para que libremente quiera entregar esa voluntad en humildad, reconociendo su

pequeñez y su debilidad, para que el que todo lo puede lo haga crecer, fortaleciendo esa

voluntad con su luz, cegando los ojos del mundo y develando los ojos del alma.

Entonces, la fortaleza está en la humildad de reconocerse débiles y frágiles, tentados

y pecadores, necesitados de Dios, pequeños e indignos, pero como hijos agradecidos y

entregados a su bondad y a su misericordia. Pero la soberbia los domina.

Yo piso la cabeza de la serpiente, pero ella ya ha regado su veneno. Oren para que

Dios aumente su fe y su humildad, para que sepan reconocerse y arrepentirse, y tengan el

valor de acudir a la reconciliación y a la amistad de Cristo».

+++

«Sacerdotes míos: el bien atrae al bien, pero el mal atrae al mal. Pero el bien siempre

vence el mal. Yo soy el bien. El que vive en mí y permanece en mí vive para siempre. Es

para eso que yo he venido, para destruir el mal y hacerlos hombres nuevos, y me he

quedado para hacerlos fuertes, para que resistan a la tentación y liberarlos del pecado.

Para atraerlos al bien, para la vida eterna.

Pero la culpa los traiciona, como los traiciona la tentación, y vuelven a pecar y

vuelven a caer, porque no se acercan al sacramento de la reconciliación, porque la

vergüenza los domina, como los dominan sus pasiones, y los domina la soberbia y la

maldad, y se debilitan cada vez más.

Yo he venido a rescatarlos. Yo he vencido al mundo. No desprecien mi sacrificio,

porque mi cuerpo y mi sangre los fortalece. Pero tienen que creer, y tienen que querer, y en

ese querer entregarse a mí, reconociendo su pequeñez y mi grandeza, entregándome sus

debilidades, para que yo los fortalezca.

Misericordia quiero para mis sacerdotes.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

81

Misericordia al traidor, que no ama a Dios por sobre todas las cosas.

Misericordia al egoísta, que se ama a sí mismo más que al prójimo.

Misericordia al que usa el nombre de Dios en vano.

Misericordia al que adora falsos ídolos.

Misericordia al que no santifica mis fiestas.

Misericordia al que deshonra a sus padres.

Misericordia al asesino.

Misericordia al adúltero.

Misericordia al que comete actos impuros.

Misericordia al que roba.

Misericordia al que da falso testimonio.

Misericordia al mentiroso.

Misericordia al que desea a la mujer del prójimo.

Misericordia al que codicia los bienes ajenos.

Misericordia al soberbio.

Misericordia al avaro.

Misericordia al envidioso.

Misericordia al que tiene ira y deseo de venganza.

Misericordia al lujurioso.

Misericordia al que vive en el exceso y en el vicio.

Misericordia al perezoso.

Misericordia al desobediente.

Misericordia al ambicioso.

Misericordia al incrédulo.

Misericordia al injusto.

Misericordia al duro y frío de corazón.

Misericordia al tibio que yo vomito de mi boca.

Misericordia al débil.

Misericordia al hambriento.

Misericordia al sediento.

Misericordia al desnudo.

Misericordia al enfermo.

Misericordia al peregrino.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

82

Misericordia al preso.

Misericordia en la vida y en la muerte.

Misericordia al que sufre.

Misericordia al que se equivoca.

Misericordia al que necesita consejo.

Misericordia al que no sabe lo que hace.

Misericordia al pobre de espíritu.

Misericordia al manso de corazón.

Misericordia al que llora.

Misericordia al que tiene hambre y sed de justicia.

Misericordia al limpio de corazón.

Misericordia al que trabaja por la paz.

Misericordia al perseguido por causa de la justicia.

Misericordia al perseguido por mi causa.

Misericordia al cobarde.

Misericordia al falto de fe.

Misericordia al falto de esperanza.

Misericordia al falto de caridad.

Misericordia al orgulloso.

Misericordia al infiel.

Misericordia al cobarde.

Misericordia al pecador.

Pero sobre todo, misericordia al misericordioso.

Mi misericordia es para todos.

Pastores míos: abran sus corazones a recibir la gracia y la misericordia, para que

sean misericordiosos como yo, porque nadie puede dar lo que no tiene».

+++

PARA MEDITAR – ACEPTAR LAS PROPIAS MISERIAS

«Mi paz les dejo, mi paz les doy. No como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se

acobarde».

Eso dice Jesús

Sacerdote, la paz es fruto de la misericordia de tu Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

83

Abre tu corazón y recibe su misericordia, para que encuentres la paz interior que lleva

la luz a tu alma, para que tengas calma, para que tengas serenidad y confianza, en la seguridad de

que aquél que te ha llamado y te ha elegido, y que te ha enviado, nunca te abandona.

Sacerdote, reconoce las miserias de tu corazón.

Reconoce la debilidad y la fragilidad de tu carne.

Reconoce la duda que te acecha y que te abruma.

Reconoce el rencor que guarda tu corazón ante la injusticia, la infamia, la inmundicia,

ante la calumnia, el rechazo, la persecución, ante el desprecio, la burla, la difamación, y reconoce

en ese rencor tu desgracia y tu miseria, porque es eso lo que turba tu corazón y lo que te vuelve

cobarde cuando intentas cumplir tu misión, y te lleva a la soberbia, pretendiendo hacer todo

con tus propias fuerzas.

Reconoce sacerdote al enemigo: está vivo y está a tu alrededor, rondando como león

rugiente, buscando a quien devorar.

Sacerdote, reconoce en tu debilidad, con toda humildad, que el enemigo ha vencido

alguna de tus batallas. Date cuenta que es el príncipe de este mundo y muchos le obedecen, se

vuelven contra ti, y tú eres presa fácil cuando pretendes conquistar el mundo tú solo.

Sacerdote, no estás solo. Tú tienes un amigo fiel. Él es infinitamente bueno y

misericordioso, y es todopoderoso. Date cuenta, nadie es más poderoso que Él: Él ha vencido al

mundo.

Es a Él, sacerdote, a quien tú representas.

Es a Él, sacerdote, a quien tú debes tu vida.

Es a Él, sacerdote, a quien prestas tus manos, a quien prestas tus pies y a quien

prestas tu voz, para llevar su misericordia a todos los hombres del mundo.

Sacerdote, tu Señor te manda, tu Señor te envía, pero tu Señor está contigo todos

los días de tu vida.

Misericordia quiere y no sacrificio.

Es a eso que te envía: a llevar su misericordia a través de su palabra y de tus obras

demostrando su poder a través de tus manos y de tu voz, cuando pronunciando su palabra

transforma un trozo de pan y un poco de vino en su carne y en su sangre, a través de su único y

eterno sacrificio, al que tú sacerdote, estás unido. Y es por ti que se une el trabajo y el esfuerzo

de los hombres contigo, en una misma ofrenda, para unirla a ese pan y a ese vino que

por transubstanciación se convierten en la misericordia misma.

Sacerdote, tú has sido llamado, elegido, conformado, para transmitir la misericordia

de Dios a través de tus obras a todos los hombres. Pero sacerdote, nadie puede dar lo que no

tiene. Recibe sacerdote la misericordia de tu Señor, porque a ti te ha llamado primero, porque Él

te ha amado primero.

Acepta la miseria de tu corazón y la necesidad que tienes de la misericordia de tu

Señor y renueva tu alma, recibe y haz tuya cada una de sus palabras, y ponlas por obra, porque

esa es su misericordia y será cumplida hasta la última letra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

84

Sacerdote, en tus manos tienes el poder de expulsar a los demonios del mundo, pero

tu cobardía te impide cumplir con tu deber.

Pide sacerdote a tu Señor el valor de salir al mundo para enfrentar las miserias de los

hombres perdidos en medio del mundo, de los que se han caído y han sido presa fácil, de los que

los leones se han comido, y restablece el orden.

No es el demonio el que tiene el poder ni el dueño de las almas a las que aprisiona, es

tu Dios que ha enviado a su único Hijo a salvarlos y es el Hijo que por su propia voluntad ha

entregado su vida para liberarlos y ha vencido al mundo, pero respeta la voluntad de cada uno y

conoce sus miserias y su debilidad.

Por eso te envía sacerdote, y te llena primero a ti de su misericordia y te pide

compartir sacerdote, esa misericordia con los débiles, con los frágiles, con los miserables, con los

que no saben lo que hacen, porque es ahí en donde el enemigo encuentra su presa fácil.

Protégete sacerdote, con la compañía que te ha dado tu Señor a la que nadie puede

hacerle daño, a la que los demonios le temen porque pisa la cabeza de la serpiente, mientras ella

intenta morder su talón.

Sacerdote, ella es el fruto del amor, ella es la que tiene en sus manos el fruto de la

misericordia porque ella es la Reina de la paz, la Reina de cielos y tierra, la Madre de tu Señor,

y es a través de ella que recibes la fortaleza y el valor para enfrentar al enemigo, y tienes en ella

la garantía de la victoria.

Confía sacerdote en quien Dios confía, y acepta su compañía, para que recibas la

misericordia que cubre tu miseria, y lleves la misericordia y la paz a todos los rincones del

mundo, y puedas decirle al mundo: “el Señor ha tenido misericordia conmigo y me

manda compartir esa misericordia contigo”, porque eso es a lo que has sido enviado, eso es lo que

te manda tu Señor, y es para eso que Él no te llama siervo, te llama amigo, porque no te manda

solo, Él siempre está contigo.

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____________________

RESUCITAR MUERTOS – LEVANTAR LA FE DORMIDA

MARTES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

¡Óyeme, niña, levántate!

Del santo Evangelio según san Marcos: 5, 21-43

En aquel tiempo, cuando Jesús regresó en la barca al otro lado del lago, se quedó en la

orilla y ahí se le reunió mucha gente. Entonces se acercó uno de los jefes de la sinagoga, llamado

Jairo. Al ver a Jesús, se echó a sus pies y le suplicaba con insistencia: “Mi hija está agonizando.

Ven a imponerle las manos para que se cure y viva”. Jesús se fue con él, y mucha gente lo seguía

y lo apretujaba.

Entre la gente había una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años. Había

sufrido mucho a manos de los médicos y había gastado en eso toda su fortuna, pero en vez de

mejorar, había empeorado. Oyó hablar de Jesús, vino y se le acercó por detrás entre la gente y le

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

85

tocó el manto, pensando que, con sólo tocarle el vestido, se curaría. Inmediatamente se le secó la

fuente de su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba curada.

Jesús notó al instante que una fuerza curativa había salido de él, se volvió hacia la gente y

les preguntó: “¿Quién ha tocado mi manto?” Sus discípulos le contestaron: “Estás viendo cómo te

empuja la gente y todavía preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’ “Pero él seguía mirando alrededor,

para descubrir quién había sido. Entonces se acercó la mujer, asustada y temblorosa, al

comprender lo que había pasado; se postró a sus pies y le confesó la verdad. Jesús la tranquilizó,

diciendo: “Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y queda sana de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando Jesús, cuando unos criados llegaron de casa del jefe de la

sinagoga para decirle a éste: “Ya se murió tu hija. ¿Para qué sigues molestando al Maestro?”

Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que tengas

fe”. No permitió que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.

Al llegar a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús el alboroto de la gente y oyó los

llantos y los alaridos que daban. Entró y les dijo: “¿Qué significa tanto llanto y alboroto? La niña

no está muerta, está dormida”. Y se reían de él.

Entonces Jesús echó fuera a la gente, y con los padres de la niña y sus acompañantes,

entró a donde estaba la niña. La tomó de la mano y le dijo: “¡Talitá, kum!”, que significa:

“¡Óyeme, niña, levántate!” La niña, que tenía doce años, se levantó inmediatamente y se puso a

caminar. Todos se quedaron asombrados. Jesús les ordenó severamente que no lo dijeran a nadie

y les mandó que le dieran de comer a la niña.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la resurrección de un muerto es de los más grandes milagros que realizaste.

Eres el dueño de la vida y de la muerte. Y pienso no sólo en la muerte del cuerpo, sino en la del

alma. También hiciste muchos de esos milagros: resucitar almas. Y lo sigues haciendo ahora,

cada vez que concedes tu misericordia al pecador, ya que no quieres su muerte, sino que se

convierta y viva. La escena que nos presenta el Evangelio de hoy tiene especial riqueza: nos

habla de resurrección y muerte, de fe y de incredulidad, de confianza y desconfianza. Y la mujer

del flujo de sangre nos da una lección maravillosa de lo que sucede cuando se administran los

sacramentos: tocarte, Jesús, y quedar sano. Señor, háblame de fe, de confianza, de misericordia

con el pecador (con el impuro)... y de cómo quieres que yo, sacerdote, administre bien esa

misericordia a través de tus sacramentos. Madre de Misericordia, ¡enséñame a saber hacerlo!

+++

«Sacerdotes míos: yo soy digno de confianza. Mi Padre ha confiado en mí, y el que

confía en mí, espera en mí y no queda defraudado. Yo soy un Dios fiel. Confíen en mí.

Yo no he venido a juzgar, sino a perdonar, no he venido a buscar a justos, sino a

pecadores, no he venido a curar a los sanos, sino a los enfermos, no he venido a traer

justicia, sino misericordia.

La misericordia es expresión del amor. Yo soy el amor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Yo, que fui obediente hasta la muerte y una muerte de cruz, he venido a hablarles al

corazón, para reconciliarlos conmigo, a través de la misericordia de Dios.

A mí se me dio el poder sobre los cielos y la tierra. Con ese poder los hago míos para

llevarlos al Padre.

Y yo busco por medio de ustedes, mis amigos, a los que se han perdido para

regresarlos al camino. El camino soy yo.

Y les he dado poder a ustedes para administrar esa misericordia, que ha sido

derramada desde mi corazón abierto y expuesto en la cruz. Pero para dar misericordia,

deben primero recibirla.

Yo les pido a mis amigos que sean misericordiosos unos con otros, que se amen los

unos a los otros, como los amo yo, que se ayuden y se perdonen unos a otros. Porque uno no

puede perdonarse a sí mismo: no pueden ser juez y parte.

Que sean compasivos y se reconcilien conmigo, para que el que me ha traicionado

pida perdón, y regrese a mi amistad, para que el que me ha abandonado, vuelva al

reencuentro conmigo, para que el que no me escucha oiga mi voz, para que el que no me

sigue camine conmigo.

La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen al Padre que envíe más obreros a su

mies, y conserven ustedes en mi amistad y a mi servicio a esos pocos.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo les doy mi protección, pero es preciso pedir a Dios el don

de Sabiduría, para saber administrar la misericordia.

La misericordia de Dios es infinita, por lo que no hay que administrarla para que no

se acabe, sino para que se aproveche bien.

Sabiduría para saber cómo derramar la misericordia a cada quien, en el momento

preciso.

Porque no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de

Dios.

Yo soy Madre de gracia. Soy para mis hijos el refugio seguro a donde la tentación no

llega, el alma no se corrompe y la ira de Dios no alcanza.

Yo soy Madre de misericordia. Soy refugio y auxilio para mis hijos pecadores.

Yo soy Madre del amor. Soy mediadora y dispensadora de gracia y misericordia.

Yo entrego a mi Hijo, que es la misericordia de Dios, al que acude y se refugia en mí

con humildad y pidiendo mi auxilio. Porque yo siempre los llevo a Jesús.

Él es la misericordia.

Él es el alimento de vida eterna, bebida de salvación, vestido de pureza, salud para

los enfermos, libertad para los presos, ayuda para el necesitado, vida para los muertos.

Él ora al Padre por los que viven en el mundo, para que los libre del mal.

Él es quien sufre con paciencia en la cruz, por los pecados de los hombres.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

87

Él es quien consuela y perdona, corrige, aconseja y enseña.

Administrar la misericordia es discernir y obrar, para que cada corazón se disponga

bien y el perdón se le pueda entregar, para que reciba la gracia del Espíritu Santo y

aproveche el alimento para la vida eterna.

La sabiduría es necesaria para recibir y entregar bien la misericordia».

+++

PARA MEDITAR – LEVANTAR LA FE DORMIDA

«¡Talitá kum!».

Eso dice Jesús.

Eso te dice a ti, sacerdote: tú eres la niña de sus ojos.

Es tu alma en quien Él pone su confianza, porque la hace suya, porque tú, sacerdote,

has escuchado y has demostrado fe.

Tú le has dicho sí, y has dejado casa, padre, madre, hermanos, hijos, tierras, y te has

despojado de ti mismo para tomar tu cruz y seguir a Jesús.

¡Talitá kum!, sacerdote.

Eso es lo que te dice tu Señor cada día que te levantas, cuando sale el sol, que te indica

que has pasado la noche obscura, y es tiempo de levantarte y caminar.

¡Talitá kum!, sacerdote.

Tu fe es esa niña que no está muerta, está dormida.

La fe en la que perseveran los fieles de tu rebaño fortalece con sus oraciones la tuya.

Basta que ellos tengan fe, para que tú, sacerdote, fortalezcas la tuya, para que abras tus

oídos y escuches la voz de tu Señor, que te dice: ¡Talita kum!, y obedezcas, sacerdote.

No te culpes ni te avergüences por haber debilitado tu fe.

Aquí está Él para salvarte, aquí está Él para levantarte.

Sólo tienes que querer, solo tienes que escuchar su voz y obedecer, y levantarte, y

alimentarte de Él, porque Él es tu fuerza, en Él pones tu confianza y su amor en ti se manifiesta.

Confía sacerdote en tu Señor, Él es el sol de tu vida, Él es la verdad, Él es el camino, Él

es, sacerdote, la luz que te ilumina cuando caes perdido en la obscuridad de la noche profunda y

obscura, que te abraza y te hunde, encadenado en la miseria de tu humanidad, alejado de la

amistad de la divinidad, que es Cristo.

Sacerdote ¡levántate y anda!, porque cuando tú te humillas y te reconoces pecador, tu

Señor te llama, te habla y te levanta, porque en ti y en tu humillación lo único que Él ve es a la

niña de sus ojos, que se llama fe.

¡Pide sacerdote esa fe!

Pide con insistencia la intercesión de los santos y la compañía de la intercesora más

grande entre tú y Dios, que es María, tu Madre.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Entrégate en el calor de sus brazos mientras pasa la noche, para que puedas permanecer

dormido en el calor de su regazo y no mueras de frío, mientras confiesas toda tu verdad a aquel

que todo lo sabe, todo lo cree, todo lo soporta y todo lo perdona, porque Él es el amor, y brille en

ti la luz del sol que te llame y te diga “amigo mío, tú fe te ha curado, vete en paz”.

No hay nadie que pueda levantarse si no está caído, no hay nadie que pueda despertarse si

no está dormido, no hay nadie a quien pueda perdonarse, si pecado no ha cometido.

Sacerdote no tengas miedo sino confianza en tu Señor, y en la fidelidad de su amistad,

en el amor que manifiesta el abrazo misericordioso del Padre.

Sacerdote, esta es una invitación para que, si estás caído, estires tu mano con la

confianza de tocar a tu Señor, y de obedecer inmediatamente cuando Él te diga que te levantes,

cuando Él te conceda su perdón, cuando te arrepientas sinceramente y humilles tu corazón.

Entonces Él reparará tus fuerzas, porque Él es el Buen Pastor que viene a buscarte. Ha

dejado a todos para encontrarte, porque Él no viene a buscar a justos, sino a pecadores.

Permite sacerdote a tu Señor que recupere lo que tanto ama, lo que tanto busca, lo

que tanto espera.

Ayúdale, sacerdote, a encontrar a la niña de sus ojos que vive en ti y que a través de ti

es la salvación para su pueblo, porque Él ha consumado en ti la fe, y por ti será confirmada en

cada uno de los fieles de tu rebaño.

Levántate tú y camina, porque ellos escuchan tu voz y te siguen.

Levanta a tu pueblo sacerdote y aliméntalo, condúcelo a tu Señor, manifiesta tu fe y

muestra su presencia viva en ti, y en la santa y sagrada Eucaristía, porque ¡Cristo vive!, porque

Cristo, que ha muerto, ¡ha resucitado!, y se hace presente a través de tus manos, a través de tu

voz, a través de la voluntad que le entregas a tu Dios, que es Todopoderoso, y en tus humildes

y pecadoras manos pone su confianza: el cuerpo y la sangre del Cristo vivo, para que alimentes a

las almas, las niñas de sus ojos, que tú, sacerdote, con tu fe levantas.

¡Talitá, kum!

Eso te ordena tu Señor.

Sacerdote, tu fe no está muerta, está dormida.

¡Levántate!

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PROFETAS – CORRECCIÓN POR AMOR

MIÉRCOLES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Todos honran a un profeta, menos los de su tierra.

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el

sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con

asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de

Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban

desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los

de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles

las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los

pueblos vecinos.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú estabas extrañado de la incredulidad de tus paisanos, y tu Madre estaba

dolida al ver cómo te trataban aquellas personas que habían sido tus amigos durante tantos años,

y no se diga tus parientes, que te conocían bien, y que seguramente te estimaban mucho, porque

no serías un muchacho cualquiera del pueblo, sino alguien especial, muy querido de todos. Pero

María sufría y se unía a ti dándote el consuelo que necesitabas en ese momento. Los sacerdotes

sabemos también de desprecio, incluso entre nuestros familiares, amigos y conocidos, porque el

sacerdote, como tú, es signo de contradicción. Madre mía, yo también necesito tu consuelo, tu

auxilio, tu cercanía, tu abrazo de madre, para cumplir con mi misión sin importarme el qué dirán.

¡Ayúdame!

+++

«Hijos míos, sacerdotes, este es mi auxilio: entregarles el amor.

Acudan a mí para que reciban mi auxilio, para que encuentren a través de mí, el

amor.

Porque yo siempre los llevo a Jesús, porque Él siempre está conmigo y yo con Él,

pero el amor no es para guardarse, el amor es inquieto, es para entregarse, para

compartirse, para darse, para fortalecer, para hacer crecer.

Porque el que tiene amor nada le falta.

El que tiene amor ama y confía, comparte y entrega constantemente, porque el

amor es infinito, bondadoso, eterno.

Yo les entrego el amor, que es Cristo, para que viva en ustedes, para que vivan en

Él, para que los fortalezca y no tengan miedo.

Entréguenlo como lo entrego yo, con valor, con confianza, con seguridad, con

determinación, para que el amor llegue por medio de la palabra y la misericordia a todos

los rincones del mundo.

Hijos míos: nadie es profeta en su propia tierra, pero es en casa en donde nace, crece

y se fortalece el amor, y es desde casa que el amor es enviado al mundo para que dé fruto y

ese fruto permanezca.

Que cada uno de ustedes sea Cristo, para que no juzgue, aunque sea juzgado, para

que no critique, aunque sea criticado, para que no repudie, aunque sea repudiado, para que

no persiga, aunque sea perseguido, para que, aunque no sea amado, sepa llevar el amor y

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

90

transformar los corazones, entregándose, abandonándose, sirviendo, confiando, fortalecido

con el amor que yo le entrego, para amar a los hombres con el amor de Cristo, aún en su

propia tierra».

+++

«Sacerdotes míos: yo los llamo para que lo dejen todo, para que tomen su cruz y me

sigan, pero en total libertad, para que sea por amor, para que dejen casa, madre, padre,

hermanos, tierras, y me sigan, para que sean como yo, por amor.

Mi llamado es un llamado de amor para amar, para entregarse conmigo por amor.

No quiero sacrificios, no quiero que me sigan por compromiso o por miedo, no

quiero que me sigan por conveniencia o por obligación.

Quiero que me amen y que amen con mi amor, porque es así como todo lo pueden,

todo lo soportan, todo lo alcanzan.

El que tiene amor nada le falta. Yo soy el amor.

Con este amor se fortalece la entrega de cada uno de los llamados, de los elegidos, de

mis más amados, para que me abran su corazón, para que me reciban y se entreguen como

me entrego yo, para que cuando los persigan sigan caminando, para que cuando los callen

se siga escuchando mi voz, para que cuando sean débiles, entonces sean fuertes.

Mis amigos, la santidad está en el amor y es para todos, procuren esta santidad en su

propia casa, y llévenla al mundo entero, porque mi amor es para todos.

Quiero que mis pastores me conozcan, para que me amen y sean santos según su

vocación: sacerdotes del pueblo de Dios y Cristos en el mundo, vocación al amor.

Que se entreguen como yo, amando hasta el extremo.

Yo me vuelvo a entregar todos los días, todo el tiempo, en un único sacrificio, en

cada consagración, en cada Eucaristía, confiado en su voluntad, abandonado en sus manos,

entregado en sus labios, como profeta en mi propia tierra, totalmente expuesto para ser

aceptado o rechazado, para ser amado o para ser odiado, para ser adorado o repudiado,

para ser abrazado o crucificado, amando hasta el extremo, entregándome por cada uno,

para recuperarlos a todos.

Algunos de mis amigos están confundidos. Suben al púlpito y predican mi palabra,

pero no la escuchan, y enseñan los mandamientos de la ley, pero no los cumplen.

Y pretenden construir el Reino de los Cielos en la tierra con becerros de oro, y luego

descansar, comer, beber y darse la buena vida. ¡Insensatos!

¿Acaso no saben que nada les pertenece, que no pueden dar lo que no tienen ni

regalar lo que no es suyo, y que de nada les servirán sus bienes?

¿Acaso no saben que yo dejé la gloria de mi Padre y vine al mundo para nacer

desnudo, en medio de la pobreza del mundo y en la fragilidad humana, para que se viera

que en medio de una vida ordinaria es en donde yo me entrego, para darles por mi cruz la

salvación, para que por mi misericordia alcancen la riqueza del Reino de los Cielos?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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¿Acaso no saben que así como nací también morí, desnudo, sin gloria, derramando

mi sangre hasta la última gota, para pagar como rescate por cada uno de los hombres el

valor de mi propia vida?

¿Acaso no saben que el valor de mi propia vida es el valor del único hijo del único

Dios verdadero? Tanto así vale cada uno de los hombres para Dios.

¿Acaso no saben que con mi muerte y mi resurrección he ganado la vida para cada

uno de los hombres y en cada hombre un hijo para Dios?

Algunos dicen: “soy rico, me he enriquecido y nada me falta”.

¿Acaso no se dan cuenta que son unos desgraciados, dignos de compasión, pobres,

ciegos y desnudos?

Yo les digo que me compren oro acrisolado al fuego para que se enriquezcan, y

vestidos blancos para que cubran su desnudez, y colirio para que se unten en los ojos y

vean.

Amigos míos: yo a los que amo los reprendo y los corrijo.

Yo quiero que conozcan la verdad, que me conozcan a mí, para que desnuden sus

vidas de la mentira y del pecado, para que mueran al hombre viejo y se revistan con la

verdad, para que pongan todo su corazón en los bienes del cielo y no en los de la tierra,

para que empobreciendo el espíritu enriquezcan la pobreza de su corazón con mis tesoros y

vivan y sean perfectos como hombres nuevos, a imagen y semejanza de Dios».

+++

PARA MEDITAR – CORRECCIÓN POR AMOR

«Yo a los que amo los reprendo y los corrijo».

Eso dice Jesús.

Eso dice el Señor porque te ama, sacerdote.

Porque te ha dado oídos para que escuches su voz, y Él está a la puerta y llama.

Ábrele la puerta y déjalo entrar para que cene contigo y tú con Él, porque el Señor te

conoce, te corrige y te aconseja mientras te sienta con Él a su mesa.

Sacerdote, Él comparte contigo el sufrimiento de tus errores y te busca y te corrige

como un padre hace a un hijo, porque te ama.

Arrepiéntete, acércate a su palabra para que lo escuches, porque Él te llama.

Sacerdote, no tengas miedo de abrirle las puertas a Cristo, porque tu vergüenza y tu

indignidad son la llave que cierra tus puertas y bloquea tu entrega a su amistad, que se manifiesta

en tu infidelidad.

Sacerdote, el Señor tu Dios está a la puerta y llama. Él siempre te espera.

No esperes tú, sacerdote, a recibir la reprensión en el último día de tu vida, cuando Él

te pida cuentas y tú solo le entregues deudas. No seas injusto, sacerdote, Él ya pagó por ti con su

vida. Corresponde tú cuando Él te reprima y te corrija, endereza los caminos del Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Sacerdote, Jesús te pide que ames a Dios por sobre todas las cosas y que ames a los

tuyos como Él los amó, y Él a los que ama los reprende y los corrige. Esa, sacerdote, también es

tu misión, aunque seas repudiado, burlado, desterrado, perseguido, injuriado, calumniado,

juzgado, escupido, abofeteado, apedreado, maltratado o maldecido, porque nadie es profeta en

su propia tierra.

Sacerdote, alégrate cuando te sucedan esas cosas por dejarlo todo y cargar tu Cruz

siguiendo a Jesús, porque nadie es profeta en su tierra. Aun así, sacerdote, endereza los

caminos del Señor y haz el bien, pero predica sacerdote con el ejemplo y déjate corregir por tu

Señor.

Corresponde con tu obediencia, arrepintiéndote y pidiendo perdón, agradeciendo el

amor que te demuestra tu Señor, y no desprecies, sacerdote, ninguna de sus palabras, escúchalas y

ponlas en práctica, no sea que un día Él venga y te diga “amigo mío, yo vivía en tu casa pero me

desterraste, me repudiaste, me apedreaste, me abofeteaste, me escupiste, me maltrataste y me

crucificaste, porque tú eras mío, pero nadie es profeta en su propia tierra”.

Sacerdote, no hagas con tu Dios lo que otros hacen contigo, antes bien haz con ellos el

bien que tu Dios hace contigo, porque no te llama siervo, te llama amigo, pero eres su siervo,

para eso has sido elegido: para servir a tu Señor, para ir cuando Él te mande y llevar su palabra a

través de tu voz, y llevar su misericordia a través de tus obras, porque Él ha dicho que tú,

sacerdote, harás sus obras y aún mayores, y Él obra milagros, y Él expulsa demonios, y Él

multiplica el pan para alimentar a su pueblo, pero depende de la voluntad de los hombres que

quieran recibir su misericordia. Esa también es tu misión, sacerdote: abrir los corazones de los

hombres para que acepten el amor de su Señor.

Corrige a tu pueblo, sacerdote, y cambia sus corazones de piedra por corazones de

carne, para que se humillen y pidan perdón, porque para todos ellos ha sido crucificado y muerto

tu Señor, que ha conseguido para su pueblo la salvación.

No te quedes sentado, no te resignes, no desperdicies el talento y el don.

Recibe la gracia y la misericordia a través de la corrección, con la humildad de pedir

perdón y seguir los pasos de tu Maestro, corrigiendo a los tuyos y concediéndoles su perdón.

Sacerdote, a ti te llaman Padre.

Ten valor y sigue los pasos de tu Maestro, y corrige, sacerdote, a tus hijos, y confírmalos

en la fe.

Entonces verán milagros aún en su propia casa.

Ama sacerdote a tu tierra, a los de tu casa y a tu rebaño.

____________________

SIGNO DE CONTRADICCIÓN - RECIBIR Y PRACTICAR LA PALABRA

2 DE FEBRERO - FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR

Mis ojos han visto al Salvador.

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José

llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo

primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de

tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que

aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no

moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando

José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó

en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido,

porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz

que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los

bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y

resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al

descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy

anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se

apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se

acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban

la liberación de Jerusalén.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron

a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría

y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: hoy celebramos tu presentación en el Templo y la purificación de la Madre.

Una fiesta muy bonita, pero que nos deja una primera lección muy clara: tu familia en la tierra

debía cumplir lo establecido en la ley de Moisés, aun sin estar obligados. No hacía falta ese

rescate, ni tampoco había que purificar a esa Purísima creatura que te trajo al mundo. Pero había

que dar una lección de humildad, no llamar la atención, y hacer lo que hacía cualquier familia

judía observante de la ley. Lo que no sabían tus padres es lo que iba a suceder en el Templo. El

anciano Simeón dijo, entre otras cosas, que tú eres la luz que alumbra las naciones, y también

signo de contradicción. Y yo, sacerdote, que debo ser otro Cristo, también debo ser esa luz que

ilumine a los hombres, y, siendo un fiel observante de la ley de Dios, mis obras causarán que sea,

como tú, signo de contradicción. Virgen Dolorosa: una espada de siete filos atravesó tu alma;

ayúdame a tener los mismos sentimientos que tu hijo, para cumplir bien mi misión, para iluminar

al mundo con su palabra.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es en la humildad del hombre en donde se manifiesta la luz

de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

94

Es en la humildad el “sí”, y en la humillación la confirmación del “sí”.

Es el “sí” la aceptación a que la voluntad de Dios se haga en ustedes.

Vivir a la luz de Dios es vivir en un constante “sí, hágase en mí según tu palabra”,

humillándose, cumpliendo la ley de Dios impuesta por los hombres.

Guardo en mi corazón este “sí, hágase en mí según tu palabra, porque has mirado la

humillación de tu esclava”.

Sí, hágase en mí la luz para el mundo.

Sí, hágase en mí, Señor, tu voluntad, y sea a través de mí, tu divinidad y tu

humanidad: Dios hecho hombre.

Y entendí que Dios me hizo pura e inmaculada para engendrar a su Hijo. Pero

entendí que en esa pureza me hizo mujer humilde y obediente, para cumplir los

mandamientos de la ley, para acudir a la purificación como toda mujer, y padecer, para

poder compadecer.

Y fui humillada en silencio, sabiendo que en mi vientre se había engendrado la

pureza.

Y ofrecí a mi Hijo a Dios, ante los hombres, en silencio, sabiendo que Él era el Hijo

de Dios hecho hombre.

Y ofrecí el cuerpo y la sangre de mi Hijo a Dios, de manos de los hombres.

Y vi la luz brillar para el mundo, al romperse el silencio en los labios de un profeta.

Y mi gozo y mi alegría me impidieron entender todas sus palabras.

Pero dije “sí”, y me ofrecí con Él en ese cuerpo y en esa sangre, como ofrenda a Dios

Padre.

Cuando en el Calvario sentí traspasar el dolor en mi alma, recordé ese día y todas las

palabras: signo de contradicción para muchos.

También para mí, al pensar cómo pueden tratarlo así, si Él solo hace el bien, si Él los

ama tanto, si Él ha entregado su vida a la voluntad del Padre, para curar, para sanar, para

enseñar, para predicar, para bendecir, para unir, para alimentar, para acompañar, para

expulsar demonios, para liberar al pueblo de Dios de la opresión, para salvar a los hombres

de la muerte.

¿Por qué lastiman al redentor del mundo?, ¿por qué no pueden creer en que Él es el

Hijo de Dios verdadero?, ¿por qué no tienen fe?, ¿por qué no quieren la esperanza?, ¿por

qué no aceptan el amor?

Contradicción para los tibios y los incrédulos y los cobardes, que no aceptaron que el

poder de Dios podía hacerlo tan pequeño como ellos, tan frágil, tan humano que podía

sentir dolor, que podía padecer, para entonces poder compadecer.

Y lo vi entregar su cuerpo y lo vi derramar su sangre, ofreciéndose Él mismo,

consagrando su carne y su sangre a Dios, como ofrenda de salvación para los hombres.

Y lo vi entregarse a la muerte, para destruir la muerte en un único y eterno

sacrificio.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

95

Y al verlo morir sentí la espada atravesar mi alma, y entendí esas palabras, porque

en esa pasión y muerte me entregaba yo como ofrenda con Él, en esa redención salvífica

para los hombres, que ya no eran sólo hombres, eran hijos.

Y lo vi resucitar como pan bajado del cielo para dar vida a todos mis hijos.

Y me llenó de gozo y me llenó de alegría.

Y vi que era la luz para el mundo, luz para todas las naciones, luz que era cuerpo y

sangre, y era hombre, y era alma y divinidad, y era Dios.

Y vi que era Eucaristía, para quedarse con los hombres todos los días de su vida,

para que se ofrezcan a Dios con el Hijo de Dios como ofrenda en cada consagración, en la

que el pan y el vino, fruto del trabajo y del sacrificio del hombre, se transforman en el

cuerpo y en la sangre de mi Hijo, en su humanidad y en su divinidad, para ser luz en las

manos de los hombres, para que a través de los hombres sea luz para el mundo.

Y los humilló, y los purificó, y los consagró, y los hizo sacerdotes.

Agradezcan, hijos, el don del sacerdocio, que es por ustedes que el Hijo de Dios, que

está sentado a la derecha del Padre, viene a los hombres como pan bajado del cielo, en cada

consagración, en la que se hace presente en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad,

haciéndose pequeño como un bebé, frágil y expuesto a la voluntad de los hombres,

entregándose en presencia, en ofrenda, en don, en alimento, en comunión, en alma, en

divinidad, en carne, en bebida de salvación, en gratuidad, en sacrificio constante, para ser

la luz del mundo y la salvación de los hombres de todas las naciones.

Y ahí lo entrego yo, y ahí me entrego yo, en cada ofrenda, en cada consagración, en

cada Eucaristía. Entréguense conmigo cada vez, ofreciendo su vida, para que la luz llegue al

mundo, a través de cada sacerdote».

+++

PARA MEDITAR – RECIBIR Y PRACTICAR LA PALABRA

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en la obscuridad, sino que tiene

la luz de la vida».

Eso dice Jesús, esa es su palabra.

En el principio era la palabra y la palabra estaba junto a Dios, y por ella se hizo la vida,

y la vida era la luz de los hombres, y la palabra era la luz, y la luz vino al mundo para iluminar la

obscuridad de los hombres.

Pero los hombres no la recibieron, prefirieron las tinieblas a la luz.

Pero la luz se quedó entre los hombres a través de ti, sacerdote.

Tú eres la luz del mundo, sacerdote, que iluminas al mundo con la palabra de tu Señor.

Predica la palabra sacerdote, para que enciendas la luz en los corazones de los hombres.

Pero primero, sacerdote, recíbela tú, para que seas encendido en el fuego del amor de

Cristo, para que su palabra atraviese tu corazón, como espada de dos filos, para que a través de

ti llegue la luz de la palabra a todos los rincones del mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

96

Haz tuya la palabra sacerdote, porque es el mismo Dios el que llega hasta tus entrañas y

enciende la llama ardiente de tu corazón, para que tu luz nunca se apague.

Sacerdote, escucha la palabra del Señor y ponla en práctica aplicándola a tu vida en

cada acto, en cada obra, cada palabra y cada letra, porque hasta la última letra será cumplida.

Haz tuya la palabra, sacerdote, para que ilumine tu vida, porque nadie puede dar lo

que no tiene.

Contradicción, sacerdote, contradicción, así es la palabra del Señor que está puesta para

ruina y resurgimiento de muchos, para que queden al descubierto los pensamientos de muchos

corazones, para que sean convertidos cuando sean iluminados sus caminos y endereces,

sacerdote, los senderos del Señor.

No camines sacerdote en la obscuridad, sino en la luz, para que brillen tus pasos

dejando huella para los miembros de tu rebaño, que caminan siguiendo a su Pastor.

No permitas, sacerdote, que se pierdan: guíalas. Mira que están perdidas, mira que sin

tu luz caminan como ovejas sin pastor.

Sacerdote, eres tú signo de contradicción, pero a veces no eres el mismo signo de

contradicción de Cristo, sino que te contradices a ti mismo, cuando no haces lo que predicas y

cuando haces lo que prohíbes, y cuando hablas con la verdad, pero con tus obras mientes.

Eres contradicción para tu vocación cuando te resignas y no cumples tu misión,

cuando te comportas como un rico y no vives la pobreza, cuando excedes tu cuerpo entregado a

las pasiones del mundo, y no respetas la sotana con que vistes, cuando tu boca no dice buenas

palabras ni habla palabras de amor, porque la boca siempre habla de lo que está lleno el corazón.

Eres contradicción para la Santa Iglesia cuando criticas el Magisterio y te burlas del

ministerio, cuando desobedeces al Espíritu Santo que te dirige a través del consejo de otro que,

como tú, vive la palabra, pero no la contradice.

Sacerdote, eres contradicción para el mundo cuando no obedeces al que representa

al mismo Dios en la tierra, que es la roca en la que se construye la Santa Iglesia: el Papa.

Sacerdote, te contradices a ti mismo cuando predicas, pero tú mismo no escuchas la

palabra, y más te contradices cuando te dices humilde, pero no te humillas a ti mismo ante el

confesionario, reconociéndote pecador y pidiendo perdón, para convertirte en un signo de

contradicción igual a tu Señor, que abra corazones y que santifique almas, que convenza la razón

de los hombres para que entre en su vida a la voluntad de aquel que es la luz y que vendrá de

nuevo al mundo, esperando que, por ti, el mundo la reciba.

Sacerdote, tú eres la luz del mundo en la que el Señor confía y en la que se gloría.

Sacerdote, recibe la luz de tu Señor, para que lleves al mundo la vida que es la luz de

los hombres.

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VALIENTES – PERDER LA VIDA

VIERNES DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

97

Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado.

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey

Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros

decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes

insistía: “Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado”.

Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel.

Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: “No te está

permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano”. Por eso Herodes lo mandó encarcelar.

Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía

cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y

lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.

La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente

principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y

su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: “Pídeme

lo que quieras y yo te lo daré”. Y le juró varias veces: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la

mitad de mi reino”.

Ella fue a preguntarle a su madre: “¿Qué le pido?” Su madre le contestó: “La cabeza de

Juan el Bautista”. Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: “Quiero que me des ahora

mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista”.

El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso

desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo, que trajera la cabeza de Juan. El verdugo

fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la

entregó a su madre.

Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Bautista recibió el mayor elogio que tú podías hacer por alguna persona:

no ha habido ningún hombre, nacido de mujer, mayor que él. Los relatos del santo Evangelio nos

dicen que era una persona muy valiente, que hablaba siempre con la verdad, sabiendo que le

podía costar la vida (y así fue), y que vivía de una manera muy austera, dando testimonio de ti

con su vida y sus palabras. No estaba dispuesto a salvar su vida traicionando a la verdad. Tenía la

fuerza del Espíritu Santo para predicar el bautismo de conversión, advirtiendo a los hombres con

firmeza lo que los apartaba de Dios. Así debemos comportarnos también tus sacerdotes, que no

sólo tenemos esa ayuda del Paráclito, sino que contamos con el alimento de vida eterna, que es tu

Cuerpo y tu Sangre, tu amor de predilección, y la ayuda maternal de Santa María. Señor, ¿qué

debemos hacer para predicar sin miedo, con valentía, la verdad de Dios en el ambiente adverso en

el que vivimos?

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

98

«Sacerdotes míos: la verdadera libertad no está en la vida del mundo sino en morir

al mundo. La verdad es la vida, que con mi muerte he conseguido para el mundo.

Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por mí y por el

Evangelio, la salvará.

Ustedes han sido enviados a predicar la verdad que está en el Evangelio. Yo les digo:

no tengan miedo, yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, para que en su

debilidad se manifieste mi fortaleza, para que no hablen con palabras de hombres sabios

sino por medio del Espíritu Santo, que es la sabiduría infinita de Dios, para que la fe de

quienes lo escuchan dependa del poder de Dios y no de la sabiduría de los hombres.

Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra, y con este poder yo los he

enviado a ustedes, mis amigos, a hacer a todos los hombres mis discípulos, bautizándolos en

el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolos a hacer todo lo que yo les

mando, para hacerlos parte de la verdad. Yo soy la verdad.

Quien se avergüence de mí en esta generación adúltera y pecadora, yo también me

avergonzaré de él cuando venga en la gloria de mi Padre con los ángeles a juzgar a los vivos

y a los muertos. Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí

mismo?

Amigos míos, yo les he dado un bautismo no con agua, sino con el Espíritu Santo y

fuego, para ser liberados del pecado y hacerlos hijos de Dios. Porque si la desobediencia de

un hombre trajo la muerte para todos los hombres, la obediencia de un hombre les ha

traído la vida.

Yo mismo he recibido el bautismo de las manos de Juan el Bautista, no porque tenga

mancha de pecado sino para cumplir toda justicia y dar testimonio de la verdad.

En verdad les digo, que no hay entre los nacidos de mujer ninguno mayor que él, sin

embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Mi Padre ha dado

testimonio de esto diciendo: “este es mi Hijo amado, en quien me complazco”, y esa es la

verdad».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: contemplen conmigo el rostro humano y divino de mi Hijo

crucificado.

Miren la humillación de Dios abajado al hombre, haciéndose último, el más pequeño.

Miren cómo acepta hacerse ofrenda en manos de sus sacerdotes, a través del

sacrificio del trabajo de los hombres, oblación de las uvas trituradas por los pies de los

hombres, para que el mosto sea reposado y afectado por microorganismos tan pequeños

como levadura, pero que lo transforman en las delicias del vino; y el grano de trigo

sembrado en la tierra que muere para dar fruto, y es triturado por las manos de los

hombres, para ser transformado por el fuego en pan, transustanciándolo para ser manjar

exquisito, que es su Cuerpo y su Sangre, y es alimento de vida eterna, es Eucaristía.

Hijos míos, Dios Padre mostró a su Hijo al mundo enviando a su Espíritu Santo. Yo

lo envié al mundo para que fuera escuchado, pidiendo a los sirvientes que hagan lo que Él

les diga, mostrando por la conversión del agua en vino el poder del Hijo en el que Dios pone

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

99

sus complacencias, y para dejar claro que para saber lo que tienen que hacer, primero

deben escucharlo. Escuchar para seguirlo, para morir al egoísmo, a los placeres del mundo,

a la soberbia, a todo pecado.

Pero Él no los llamó siervos, los llamó amigos».

+++

PARA MEDITAR – PERDER LA VIDA

«Quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien pierda por mí su vida, la

encontrará».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, para eso te ha llamado tu Señor: para perder por Él tu vida y encontrar tu

vida en Él.

Para eso te ha pedido despojarte de ti mismo, dejarlo todo para tomar tu cruz y seguirlo.

Él te promete la vida. ¿Qué puedes darle tú, sacerdote, a cambio de tu vida?

Él te ha dado su poder, para morir al mundo, para vivir por Él, con Él y en Él, en medio

del mundo, pero sin ser del mundo, porque tú eres todo de Él y Él no es de este mundo.

Sacerdote, Él es tu Maestro. Aprende de Él y busca parecerte mucho a tu Maestro, para

que cuando te vean digan: “verdaderamente, éste es hijo de Dios”. Entonces todo tu esfuerzo, tu

sufrimiento, tu padecer, tu cansancio, tu trabajo, tu entrega y tu renuncia a los placeres del mundo

para entregarle tu vida a Él, habrá valido la pena.

Sacerdote, no permitas que te ciegue tu egoísmo, ni la búsqueda de complacer a

aquellos que están entregados y vendidos al mundo y a su poder, al pecado y a la mentira, porque

el demonio los domina.

No te dejes, sacerdote, convencer. Tú tienes la verdad en ese sacramento que te ha

sellado uniéndote con Cristo para la eternidad. Se llama sacerdocio, por el que tu vida es

sumergida en la verdad.

No tengas miedo, sacerdote, porque no estás solo, el Señor está contigo todos los días

de tu vida, para que con Él tú salves a los hombres, porque Él ha vencido al mundo.

No tengas miedo, sacerdote, de ser rechazado, maldecido, repudiado, perseguido,

calumniado, juzgado y condenado, encarcelado o asesinado por la causa de Cristo, porque Él está

aquí para salvarte.

Entrega tu vida al servicio del Señor, para que Él te dé la vida eterna, porque ¿de qué te

sirve salvar al mundo entero si pierdes tu vida? Él es la vida. Y es con Él que tú obtienes la vida

que Él ha ganado para ti.

Sacerdote, tú estabas muerto, estabas condenado, encarcelado, encadenado al mundo.

Pero Él, que te ama tanto, ha dado su vida por ti, para que vivas la eternidad con Él, y esa es

su promesa. Pero te pide corresponder a ese amor entregando tu vida por tu propia voluntad al

servicio de las almas que Él te ha querido confiar, y te pide que no vayas solo, te pide que

lleves a todas las almas que te ha confiado al encuentro con Él, para que recuperen la dignidad

que había perdido la humanidad, y que Él ha ganado con su pasión, su muerte y su resurrección

para el mundo entero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

100

Sacerdote, no temas perder tu vida. No temas humillarte ante tu Dios. No temas la burla

de los hombres, antes bien, sacerdote, teme a tu Señor, y obedece, que eso es lo que Él merece:

tu obediencia y tu amor.

Sacerdote, tú eres precursor de la venida del Señor. Anuncia la buena nueva, porque

esa, sacerdote, es tu misión.

Tú, que padeces las miserias de los hombres en medio del mundo, compadece, sacerdote,

a los hombres del mundo y anúnciales el Evangelio. Lleva a ellos la Palabra del Señor,

convence la voluntad de aquellos que escuchan la Palabra, para ponerla en práctica. Y conquista,

sacerdote, los corazones de los hombres con el ejemplo de tu comportamiento, con la

manifestación de tu amor a través del testimonio de tu fe.

Sacerdote, servir a tu Señor, es conquistar al mundo, para que el mundo crea que Él es

el Hijo de Dios. Pero los hombres no son tontos, sacerdote. Ellos creen en el poder de Dios.

Poder que manifiestan tus manos cuando bajan el pan vivo del cielo, cuando tus ojos miran la

Eucaristía y expresan tu fe, cuando tu palabra le dice que lo amas, porque tu razón está

convencida de tener en tus manos la vida, que es el cuerpo y la sangre de Cristo, tu Maestro, tu

Señor, el Hijo único del único verdadero Dios.

Sacerdote, es así como pierdes tu vida: entregándote en cada Eucaristía, en el único y

eterno sacrificio de Cristo, haciéndote con Él una sola ofrenda, uniendo las almas de los hombres

del mundo a Él, para alimentarlos con la Palabra y con la Eucaristía, que les da la vida eterna por

la fe.

Ese, sacerdote, es tu poder.

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BUENOS PASTORES – CONOCER A LAS OVEJAS

SÁBADO DE LA IV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Andaban como ovejas sin pastor.

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 30-34

En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que

habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que

descansen un poco”. Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para

comer.

Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La

gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a

aquel sitio y se les adelantaron.

Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se

compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas

cosas.

Palabra del Señor.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

101

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: eres un Buen Pastor porque te preocupas, en primer lugar, por tus

discípulos, para que también sean buenos pastores. Y así aseguras que todas tus ovejas estén bien

cuidadas. Querías que tus discípulos descansaran después de una jornada intensa de trabajo, para

que volvieran a sacar fuerzas y, de esa manera, seguir dando la vida por sus ovejas. Resulta muy

duro que tú digas que te compadecías de la multitud porque los veías como “ovejas sin pastor”.

Señor, que no me suceda a mí, sacerdote, que, por negligencia o tibieza, deje a mi rebaño sin

pastor. Yo tuve claro, desde el día de mi ordenación, que me constituía en pastor, para que,

haciendo tus veces, pudiera atender la porción de ovejas que me corresponderían. Que nunca deje

de tener olor a oveja, cumpliendo con mi deber. Y al mismo tiempo agradezco que mis ovejas

tengan olor a pastor, porque rezan por mí y me cuidan para que tenga fuerzas, que lo necesito

mucho. Madre mía, Divina Pastora, gracias por tu protección. Jesús, ¿cómo debe ser un buen

pastor?

+++

─ «Sacerdotes míos: yo soy el Buen Pastor, y el Buen Pastor tiene olor a oveja y

da la vida por sus ovejas. Yo he dado la vida para que mis ovejas tengan vida eterna.

─ Y he elegido de entre ellas a algunos corderos, los más pequeños, como guías

de mi rebaño, y los he hecho pastores y los he llamado sacerdotes de mi pueblo.

─ Y he elegido de entre ellos, a los más pequeños, como guías de los pastores,

para que todos caminen un mismo camino, y guíen a las ovejas para que entren por la

puerta, y las reúnan en un solo rebaño, con un solo Pastor, y los he llamado obispos.

─ Y he elegido de entre ellos, a los más pequeños, como regidores de mi pueblo

santo, enseñándolo y santificándolo, para conservar el orden, la unidad y la paz, y los he

llamado cardenales.

─ Y he elegido de entre ellos, al más pequeño de todos, para que sea cabeza de

mi Iglesia, para que sea mi vicario y pastor de toda la Iglesia, y tiene plena, suprema y

universal potestad, para ejercer en libertad su autoridad sobre toda la Iglesia, para guiar en

unidad a los obispos, sacerdotes y laicos, y reunirlos en un solo pueblo santo de Dios.

─ Todos han sido llamados de igual manera, como sacerdotes, todos tienen la

misma vocación al amor, para servir a Dios sirviendo a la Iglesia.

─ El Papa es Pedro, la roca sobre la que yo construyo mi Iglesia, y es quien

apacienta a mis ovejas, las enseña, las santifica y las gobierna. Por tanto, todos,

absolutamente todos, le deben obediencia, porque es a Dios presente, resucitado y vivo, a

quien representa, porque yo le he dado autoridad, y todo lo que ate en la tierra quedará

atado en el cielo, y todo lo que desate en la tierra quedará desatado en el cielo.

─ Yo he llamado y elegido pastores, a mi imagen y semejanza como Cristo,

Buen Pastor, para que den la vida por sus ovejas, como yo, y no asalariados, a los que no les

importan las ovejas.

─ Yo he llamado a mis sacerdotes a una misma misión: continuar la mía, para

llevar a todas las almas a Dios.

Amigos míos: mi sufrimiento más grande es la cruz.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

102

Pero no la cruz que mortifica mi carne y las heridas de mi cuerpo, que ya duele

bastante.

Mi dolor más grande es la cruz abandonada por mis amigos, por los que dejaron

todo y tomaron su cruz y me siguieron, y me juraron fidelidad, servicio, entrega,

acompañarme y amarme todos los días de su vida, para proteger y cuidar a mi rebaño, para

construir el Reino de los Cielos en la tierra, para desposar y amar, y respetar a mi Santa

Iglesia.

¿En dónde están?

Me duele y compadezco a mi rebaño, porque los veo que caminan perdidos y

angustiados, como ovejas sin pastor.

Pero me duelen más mis pastores, porque los amo y no han cumplido con lo que les

he mandado, me han desobedecido, les ha faltado amor, se han alejado de mi amistad, y por

la falta de ellos se pierden muchos.

Y me duele el dolor de mi Padre, porque a pesar de haber enviado a su único Hijo al

mundo para salvar a los hombres, muchos no han creído en mí.

Yo a los que he llamado los he enviado para anunciar la Buena Nueva a toda la

creación.

El que crea en mí y sea bautizado se salvará, pero el que no crea en mí se condenará.

El que crea en mí expulsará demonios, el veneno no le hará daño y curará enfermos.

Hará las obras que yo hago y aún mayores, porque yo estoy en el Padre y el Padre

está en mí, y todo lo que pida en mi nombre yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en

el Hijo.

La mies es mucha y los obreros pocos.

Yo ruego al Padre, no para que los saque a ustedes del mundo, porque no son del

mundo, sino para que los proteja del maligno, y para que Él envíe más obreros a su mies,

porque no todos los que envía escuchan mi voz y me siguen».

+++

PARA MEDITAR – CONOCER A LAS OVEJAS

«Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, el Señor es tu Pastor para que nada te falte.

Sigue, sacerdote, las huellas de tu Pastor y conduce a tu rebaño como Él te enseñó.

Él es el Buen Pastor y tú, sacerdote, eres una oveja de su rebaño, pero Él te ha llamado,

te ha escogido y te ha preparado para que seas como Él, y eres oveja y eres pastor, para que

otras te sigan. Pero si tú no sabes a dónde ir, ¿cómo te van a seguir? Y si tú no conoces a tu

Pastor, ¿cómo vas a saber a quién seguir y a dónde conducir a tu rebaño?

Sacerdote, no camines como oveja sin Pastor, escucha la voz de tu Señor.

Él es el camino, deja todo y síguelo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

103

Él te conoce y por eso te llama.

Él sabe quién eres tú, porque desde antes de nacer, Él ya te conocía.

Profeta de las naciones te consolidó, porque para Él te escogió.

Tú estás consagrado a tu Señor, conócelo, escúchalo y síguelo.

Él es el Buen Pastor que busca, en cada uno, a la oveja que perdió, y por la que ha dado

su vida para sanarla, para recuperarla y conducirla a la vida eterna. Ese, sacerdote, es el Buen

Pastor.

Aprende, sacerdote, de tu Señor, para que conduzcas al rebaño que Él te confió.

Y ¿quién es, sacerdote, el Buen Pastor?

Es el Hijo único de Dios, el que vino al mundo dejando la gloria que tenía con su Padre

para hacerse como tú, para padecer tus miserias y compadecer tus sufrimientos, porque en todo

ha sido igual como tú, menos en el pecado, que es lo que ha perdonado, porque es para lo que Él

ha bajado del cielo.

Sacerdote, el Buen Pastor es el Sumo Sacerdote que conoce lo mismo que conoces tú,

que ha sufrido lo mismo que tú, que ha vivido en medio del mundo como tú, que ha sido acogido

en el seno de una familia como tú, que ha vivido en medio de las miserias de la gente, y ellos lo

han conocido y, como tú, lo han amado, porque no se puede conocer a Dios y no amarlo.

Pero muchos no lo han conocido como lo conoces tú, y lo han despreciado, y lo han

desterrado, y lo han crucificado, y han vivido caminando en un mundo perdido, como almas que

no tienen guía, porque han matado a su Pastor. Pero no se han dado cuenta que su Pastor no está

muerto, ha resucitado, y se ha quedado en medio del mundo a través de ti, sacerdote, para que

las reúnas en un solo rebaño y te sigan, para que las conduzcas al camino del Buen Pastor, que ha

resucitado y está sentado a la derecha de su Padre, y ha sido coronado con la gloria que tenía

antes de que el mundo existiera.

Pero, sacerdote, si tus ovejas no te conocen, si no escuchan tu voz, si tú, sacerdote, no

conoces a tu rebaño, ¿cómo van a seguirte?, ¿cómo van a reconocer el olor de su Pastor? Si el

Pastor no huele a oveja, la oveja no reconoce la voz ni el olor de su Pastor, y se pierde, porque

no conoce el camino.

Porque es a ti, sacerdote, a quien te han elegido para conocer a tu Señor y llevarlo a

través de tu palabra y de tus obras a cada uno, aunque estés cansado, aunque estés solo,

aunque te sientas despreciado, abandonado.

Eres tú, sacerdote, el que conoce el camino, el responsable de que el Buen Pastor

recupere a cada oveja del rebaño que te confió.

Que escuchen tu voz, sacerdote, para que escuchen la voz del Buen Pastor y lo sigan,

porque Él es el camino, es la verdad y es la vida.

Escucha, sacerdote, su voz y síguelo, para que otros te sigan.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

104

SER SAL Y LUZ - TU ESENCIA ES EL AMOR

DOMINGO DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Ustedes son la luz del mundo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se

vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para

que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un

monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre

un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.

Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas

obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nos pides ser sal de la tierra y luz del mundo. La metáfora está muy clara. El

mundo necesita sal y luz, y nosotros tenemos la responsabilidad de aportarla. Todos los

cristianos, pero de manera especial los que hemos recibido una vocación especial para servirte. El

mundo es bueno, porque salió de las manos de Dios, pero ha perdido la sal y la luz porque nos

hemos “mundanizado”, hemos perdido la unión con el cielo, por el pecado. Con tu encarnación

uniste el cielo con la tierra, y has renovado todas las cosas. Quieres que nosotros nos

encarguemos de llevar tu palabra a todos los hombres, y así daremos sabor a todas las cosas, y se

iluminará de nuevo el mundo. Señor, sabemos que el demonio es el “príncipe de este mundo”, y

presentará la batalla para que nos alejemos de ti. Y también sabemos que tu Reino no es de este

mundo, y por eso debemos luchar para alcanzar el cielo. Los sacerdotes tenemos especial

responsabilidad para comunicar a los hombres los tesoros de tu gracia, para presentar esa batalla

al enemigo. Jesús, enséñame a ser un buen administrador de tu gracia. Madre mía, Puerta del

Cielo, sé que cuento con tu ayuda, no me dejes.

+++

«Sacerdotes míos: por mi pasión y muerte se ha rasgado el cielo; ha sido abierto

para unirse con la tierra, haciéndose nuevas todas las cosas. Yo soy la unión de los cielos y

la tierra. Yo he sido enviado para unir y para liberar, para que todo lo que yo una en la

tierra quede unido en el cielo, y lo que yo libere en la tierra quede liberado en el cielo.

Yo los he sacado a ustedes del mundo para unirse a mí.

Así como el Padre me envió, también yo envío, con el Espíritu Santo, a los que he

elegido, para que vivan comoyo, para que obren como yo, para que amen como yo, para

que salven al mundo conmigo, para que entreguen su vida como yo, para morir al mundo y

resucitarlos conmigo.

Y les he dado el poder de perdonar los pecados, y a quienes perdonen los pecados les

queden perdonados y a quienes no les perdonen los pecados les queden sin perdonar.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

105

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos, y a estos los hago mis discípulos,

los constructores de mi Iglesia, a los que yo no he llamado siervos, los he llamado amigos,

para que el discípulo sea en todo igual que su maestro y el siervo igual que su amo, porque

no es más el discípulo que el maestro, ni el siervo está por encima de su amo.

Tantas veces han tratado de destruir mi templo y desechar la piedra sobre la que

construyo mi Iglesia.

Pero yo les digo, que la piedra es Pedro, y le he dado las llaves del Reino de los

Cielos, y el poder de edificar mi Iglesia, y las puertas del hades no prevalecerán sobre ella,

aunque las tempestades y los vientos sean fuertes, aunque las tribulaciones y

murmuraciones causen ruidos fuertes, aunque pareciera que el templo ha sido

destruido, yo lo reconstruiré en tres días.

Yo soy la piedra que desecharon los constructores, y ahora soy la piedra angular.

Yo reconstruyo mis obras porque yo hago nuevas todas las cosas.

Cada uno de ustedes, mis amigos, es mi obra, y cada obra de mis amigos es mi obra.

Pero para ser mi amigo se requiere permanecer en mi amistad, reconciliarse

conmigo, para permanecer en la fidelidad y en mi amor.

Para ser amigo primero debe ser discípulo, y ser en todo como el maestro.

Eso es lo que yo les he venido a enseñar.

Así es como yo los envío, que sean como yo, para que sirvan como yo, para que

construyan conmigo.

Yo los envío a predicar mi palabra, a alimentar a mi pueblo, a expulsar demonios, a

sanar a los enfermos del cuerpo y del alma, a unir a los hombres en una sola fe y en un

mismo espíritu, a liberar a los hombres de las cadenas del mundo, a consolar al triste, a

enseñar al que no sabe, a corregir al que se equivoca, a aconsejar al que lo necesita, a

perdonar los pecados, a apacentar y a guiar a mi rebaño, a ser la luz del mundo y la sal de

la tierra.

Pero para ser como yo, deben ser ejemplo y soportar los errores de los demás en su

propio cuerpo, uniendo su sacrificio al mío, mortificando la carne, reparando los daños que

causa el pecado, resistiendo a las tentaciones, dominando las pasiones, perseverando en la

pobreza, no acumulando tesoros en la tierra, sino acumulando tesoros en el cielo; en la

castidad, preservando la pureza de sus cuerpos que son templo del Espíritu Santo; en la

obediencia, cumpliendo los mandamientos; en la fe, poniendo su fe por obras; en la

esperanza, llevando la luz y la paz al mundo; en la caridad, soportando las calumnias, las

incomprensiones, las persecuciones, muriendo al mundo, porque no son de este mundo,

porque al elegirlos, yo los he sacado del mundo.

Pero yo les digo: mi Reino no es de este mundo, y yo los resucitaré en el último día.

El que quiera ser discípulo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y que me siga,

y que sea como su Maestro.

Algunos serán enviados a ser apóstoles, otros profetas, otros evangelizadores, otros

pastores, otros maestros, pero todos son elegidos para un mismo ministerio: el servicio para

la edificación de mi Iglesia, que es mi cuerpo, y la perfección de todos sus miembros.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

106

Yo he abierto las puertas del cielo, uniendo el cielo y la tierra en mi cuerpo.

Pero sepan que la puerta es estrecha y el camino es angosto, la puerta es de cruz y el

camino que lleva a la vida es de misericordia».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ustedes son el tesoro más amado de mi corazón de madre.

Ustedes han sido llamados a ser camino, porque son partícipes del misterio de

salvación.

Ustedes han sido llamados a conocer la verdad, a vivir la verdad, a ser la verdad en

Cristo y a llevar la verdad al mundo.

Ustedes son llamados a ser vida y a dar vida, porque son fuente del agua de

salvación, porque tienen el poder de ser y hacer.

Ustedes son instrumentos sagrados del amor de Dios. Esa es su vocación: vocación al

amor.

Ustedes son el camino, la verdad y la vida por Cristo, con Cristo, en Cristo.

Ustedes son quienes realizan milagros con sus manos, todos los días.

Ustedes son quienes iluminan al mundo, porque son luz del mundo y sal de la tierra.

Ustedes son las manos que transforman el pan y el vino en el cuerpo y la sangre de

Cristo, y elevan a Dios ante el mundo en cada sacramento de Eucaristía.

Ustedes son quienes configuran su cuerpo y su alma con Cristo.

Ustedes son los brazos del Padre, que acogen, que abrazan.

Ustedes son los pastores que guían al pueblo de Dios, que lo reúnen en un solo

rebaño y lo confirman en una misma fe.

Ustedes son el rostro de Cristo, el rostro de la misericordia de Dios.

Ustedes son el rostro del amor.

Ustedes son fieles soldados y custodios del cuerpo y la sangre de Cristo, en la

Eucaristía y en ustedes mismos.

Ustedes llevan en su vocación el tesoro de Dios, pero lo llevan en vasijas de barro».

+++

PARA MEDITAR – TU ESENCIA ES EL AMOR

«Un discípulo no está por encima de su maestro. Ni un siervo por encima de su Señor».

Eso dice Jesús.

Y también dice que tú, sacerdote, eres su discípulo y eres su siervo. Él es tu Maestro.

Aprende de Él a ser como Él. Síguelo para que brille tu luz para el mundo.

Sacerdote, tú eres la sal de la tierra y la luz del mundo. Es eso lo que te enseña tu

Señor. Y te enseña a cuidar tu esencia, porque si la pierdes, sacerdote, te vuelves sal insípida

que no sirve para nada.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

107

Tu esencia, sacerdote, es el amor.

El amor une, y te hace ser alianza entre los hombres y Dios, unión que diviniza al

hombre. Porque a través de ti, el hombre se vuelve hijo de Dios.

Son tus manos, sacerdote, las que logran esa unión.

Es tu palabra, sacerdote, la que sella al hombre en el corazón de Dios, porque todo lo

que ata en esta tierra permanece unido en el cielo en la eternidad de Dios.

Pero, sacerdote, si tú pierdes tu esencia, si tú pierdes el amor y escondes tus manos, y

callas tu voz, ¿quién hará esa unión?

Sacerdote, perder tu esencia es como si la sal perdiera su sabor y se volviera insípida.

No serviría para nada, porque fue creada para cumplir una misión, un objetivo claro, conciso,

claro, de acuerdo a su esencia, de una vez y para siempre.

Sacerdote, conserva en tu corazón encendido el fuego del amor que te une a Dios,

para reunir a su rebaño con su Pastor.

Sacerdote, tú has sido creado, has sido llamado, has sido escogido y has sido

ordenado para ser en todo como tu Maestro.

Sacerdote, aprende de Él y pídele que mantenga encendida la luz que Él un día hizo

brillar en ti y que no es para esconderla, sino para mostrarla al mundo a través de su palabra.

Sacerdote, escucha la palabra de tu Maestro y hazla tuya, vívela, para que ilumines al

mundo con tu ejemplo, con tus obras, que es así como tu luz brilla para darle gloria a Dios.

Sacerdote, humíllate ante tu Maestro para que puedas aprender. Permanece en la

disposición de recibir y entregar el amor a través de tus obras y de tu voz.

Persevera, sacerdote, obrando con misericordia porque eso es lo que te enseña tu

Maestro.

Reconócete discípulo y cumple sus mandamientos, escuchando su palabra y poniéndola

en práctica. Es así, sacerdote, como recibes y entregas el amor. Es así, sacerdote, como conservas

tu esencia. Es así, sacerdote, como eres sal de la tierra y luz para el mundo.

La misericordia es la manifestación de la esencia del ser, que ha sido creado a imagen

y semejanza de Dios.

Dios es amor. Encuentra, sacerdote, tu esencia en Dios.

Búscala remando mar adentro, en el silencio de tu interior, y descubre quién eres,

sacerdote, para qué has sido creado, para qué fuiste llamado, para qué fuiste elegido y fuiste

ordenado, porque tú dijiste sí, y tu Señor confía en ti.

Tú estás preparado para cumplir tu misión. Reconoce, sacerdote, que ésta es tu

vocación. Y permite a la luz de Cristo brillar en el altar, en la sede, en el ambón, en el

confesionario, en el bautisterio, pero también, sacerdote, a cada lugar que tú vayas, porque tú

eres misionero, eres responsable de ser la sal de la tierra y de llevar la luz de Cristo a todos

los rincones del mundo.

No pierdas tu esencia, sacerdote. No pierdas tu sabor. No escondas tu luz.

¡Sala la tierra y brilla!

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

108

Porque tú eres para el mundo un regalo del Señor, que ilumina las tinieblas de los

hombres para que ellos también descubran su esencia a través de ti, en la sabiduría y en el poder

de Dios.

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HOMBRES DE FE – TOCAR A JESÚS

LUNES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Cuantos tocaban a Jesús quedaban curados.

Del santo Evangelio según san Marcos: 6, 53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en

Genesaret.

Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a

cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas a los enfermos.

A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus

enfermos en la calle y le rogaba que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos

lo tocaban, quedaban curados.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: yo haría lo mismo. Yo también intentaría tocarte si te viera pasar cerca de

mí. Haría todo lo posible. Porque siempre tengo alguna enfermedad, siempre tengo algo en mí

que necesita curación. Y me lleno de pena y de vergüenza cuando digo lo anterior, porque me

falta fe para darme cuenta de que no sólo te puedo tocar todos los días, sino que me puedo

alimentar de tu cuerpo y de tu sangre en la Sagrada Eucaristía. ¿Por qué somos así, Jesús? ¿Por

qué no nos damos bien cuenta los sacerdotes de que somos “Cristo que pasa”, dispensadores de

los misterios de Dios? ¿Por qué nos falta fe cuando celebramos la Santa Misa, distribuimos la

Sagrada Comunión o exponemos el Santísimo? ¿Por qué no vamos con frecuencia a adorarte

cuando estás reservado en el Sagrario, para manifestarte nuestro amor, sabiendo que ahí estas

realmente presente, con tu Cuerpo, con tu Sangre, con tu Alma, con tu Divinidad? Madre mía,

mujer eucarística, consígueme la fe que necesito para ser sanado con el alimento de vida eterna,

que es tu hijo.

+++

«Sacerdotes míos: la Eucaristía es el misterio de la fe de mi Iglesia.

El que cree en la Eucaristía, ese cree en mí.

Yo llamo a mis amigos, les digo ven y no vienen. Algunos de ustedes no creen en mí,

porque son hombres de poca fe, y no conocen la verdad que yo mismo les he revelado a

través de mi vida, de mi muerte y de mi resurrección, para que crean en mí y en aquel que

me ha enviado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

109

El que cree en mí conoce la verdad: que yo soy su bien, porque yo soy

verdaderamente el Hijo del Dios, que es bondadoso, compasivo y misericordioso.

Yo los he llamado para hacer el bien, para que me conozcan y crean en mí, para que

se arrepientan y vuelvan a su conducta primera, para que vivan de una manera digna de la

vocación con la que han sido llamados, porque al vencedor yo le daré de comer del árbol de

la vida, que está en el Paraíso de Dios.

Y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a

quien el Hijo se lo quiera revelar.

El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado, y el que me ve a

mí, ve a aquel que me ha enviado.

Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que crea en mí no siga en las

tinieblas.

Pero prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de Dios, porque conocen la

gloria de los hombres, pero no conocen la gloria de Dios, y tienen miedo a lo desconocido.

Si ustedes, mis amigos, me escucharan, si siguieran el camino, si conocieran la

verdad, si buscaran la vida, yo les daría mi paraíso.

Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Nadie va al Padre sino por mí.

Les he dado mi palabra para que me conozcan, porque el que me conoce a mí,

conoce también a mi Padre.

Pero el que me rechace y no reciba mis palabras, será juzgado en el último día, por

la palabra que yo he hablado.

Amigos míos, les falta fe, y piden señales, y aún con las señales no me creen.

La verdadera fe es creer en que yo soy.

El que cree en mí cree en que mi palabra es la verdad y la guarda.

El que guarda mi palabra no verá la muerte jamás.

El Padre envió al mundo a su único Hijo para que creyeran en su palabra, porque

los hombres del mundo, por sus culpas, ya no tenían salvación. Pero no le creyeron, y les

envió la señal de mi cruz y mi resurrección en medio de ellos, y aun así muchos no creyeron.

Y envía más señales, porque Dios es fiel y se da.

Si solo tuvieran un poco de fe, yo los curaría con sólo tocarme en la Eucaristía,

porque tocar mi cuerpo es mucho más que tocar la borla de mi manto».

+++

PARA MEDITAR – TOCAR A JESÚS

«Yo soy la resurrección. El que crea en mí, aunque muera vivirá, y todo el que vive y

cree en mí, no morirá jamás».

Eso dice Jesús.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

110

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

Cristo está vivo y es Eucaristía.

Tú tienes, sacerdote, en tus manos, la vida.

Mira sacerdote, tú has hecho bajar el pan vivo del cielo. Contempla el cuerpo y la sangre

de Cristo crucificado y muerto, pero que ha resucitado para dar vida al mundo a través de tus

benditas manos.

Cree esto, sacerdote, pero no creas que el poder viene de ti, y no pienses que tu

sabiduría es de los hombres. Tú eres un instrumento sagrado para que Dios se haga presente en

medio de la gente, y Él mismo los conduzca a la vida eterna, transformando sus vidas con su

poder y su sabiduría.

El que cree esto tiene fe y todo el que tenga fe y crea que Cristo es el Hijo de Dios que

ha venido al mundo para salvarlo, tendrá vida eterna.

Sacerdote, ¿crees esto?

Esta es la verdad que tú debes comunicar para reunir al pueblo de Dios en un solo

rebaño y con un solo Pastor.

En tus manos, sacerdote, está Cristo, el Buen Pastor.

Él es tu Maestro, tu guía, Él es tu Señor.

A Él lo reconoce la gente. Mira cómo vienen, mira cómo todos doblan sus rodillas

cuando tú pronuncias su Nombre.

Mira, sacerdote, la fe de la gente, mira cómo creen.

Y, tú, sacerdote, ¿crees?

¿De qué te sirve, sacerdote, salvar al mundo entero si tú te pierdes?

Fortalece, sacerdote, tu fe, con la fe de ellos.

Reconoce tu debilidad y tu incredulidad y pídele a tu Señor que aumente tu fe, para que

creas en lo que tú mismo predicas, para que hagas lo que tú mismo mandas, para que vivas la

palabra que sale de tu boca cuando lees el Evangelio y lo explicas.

Escucha, sacerdote, tus palabras, que son las palabras de tu Señor, y ponlas en

práctica, y reconoce, sacerdote, lo que te falta y pídelo, porque todo lo que tú pidas en el nombre

de Jesús te será concedido.

Sacerdote, si tienes fe, participa del banquete celestial y comulga de verdad con

verdadera devoción, con verdadero arrepentimiento, con verdadero amor, porque ese que tienes

en tus manos y que elevas para que el mundo vea, es tu Dios, que se humilla ante ti

haciéndose el más pequeño, y siendo el primero se hace último, porque Él es el alfa y la omega,

el primero y el último, el principio y el fin.

Sacerdote, ¿crees esto?

Confía en la voluntad divina y haz todo lo que Él te diga. Entonces verás milagros con

sólo tocarlo, y tú, sacerdote, lo tocas todos los días con tus benditas manos.

Come y bebe, sacerdote, aliméntate de Él, alimenta a tu pueblo, eso es lo que quiere Él.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

111

Dios goza viendo la fe de la gente, pero sufre cuando tú dudas de Él.

Cuando la noche obscura te sorprenda y se apoderen de ti las tinieblas de la duda, busca

la luz, busca, sacerdote, a Jesús.

Cuando eleves su cuerpo, cuando tengas su sangre entre tus manos, reconócete pecador,

humíllate, sacerdote, ante tu Señor, y pide ser curado de tu mezquindad, y pide fe, porque tu

Señor está esperando que tú le pidas y que le demuestres que quieres, con toda tu voluntad,

recibir todo lo que Él te quiera dar.

Adora, sacerdote, a tu Señor, en la Eucaristía, porque tus manos y tu voz tienen el

poder de tu Dios para bajar el pan vivo del cielo, aunque a ti te cueste creer, aunque a ti te falte

fe.

Porque ahí está la gente esperando a su Señor para tocarlo con su boca, para recibir

de tus manos el alimento sagrado para ser curados, porque todo el que tiene fe y el que cree en la

Eucaristía no morirá jamás, será sanado, liberado, consolado y llevado a la Patria Celestial a

través de tus benditas manos.

Sacerdote, ¿crees esto?

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SERVIDORES – LAS INTENCIONES DEL CORAZÓN

MARTES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Ustedes anulan la palabra de Dios con las tradiciones de los hombres.

Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 1-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y algunos escribas, venidos de

Jerusalén. Viendo que algunos de los discípulos de Jesús comían con las manos impuras, es decir,

sin habérselas lavado, los fariseos y los escribas le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos comen

con manos impuras y no siguen la tradición de nuestros mayores?” (Los fariseos y los judíos, en

general, no comen sin lavarse antes las manos hasta el codo, siguiendo la tradición de sus

mayores; al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones, y observan muchas

otras cosas por tradición, como purificar los vasos, las jarras y las ollas).

Jesús les contestó: “¡Qué bien profetizó Isaías sobre ustedes, hipócritas, cuando escribió:

Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. Es inútil el culto que me

rinden, porque enseñan doctrinas que no son sino preceptos humanos. Ustedes dejan a un lado el

mandamiento de Dios, para aferrarse a las tradiciones de los hombres”.

Después añadió: “De veras son ustedes muy hábiles para violar el mandamiento de Dios y

conservar su tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre. El que maldiga a su

padre o a su madre, morirá. Pero ustedes dicen: ‘Si uno dice a su padre o a su madre: Todo

aquello con que yo te podría ayudar es corbán (es decir, ofrenda para el templo), ya no puede

hacer nada por su padre o por su madre’. Así anulan la palabra de Dios con esa tradición que se

han transmitido. Y hacen muchas cosas semejantes a ésta”.

Palabra del Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

112

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: muchas fueron las discusiones que tuviste con escribas y fariseos. Con

frecuencia te seguían para ver si podían acusarte de decir alguna cosa en contra de la ley de

Moisés. Ante el pueblo ellos eran los custodios de esa ley, pero también es verdad que eran unos

hipócritas. No vivían lo que enseñaban. Y tú conoces muy bien las intenciones del corazón de

todos los hombres, y querías desenmascarar esa actitud falsa, porque tú eres la verdad, y eres el

autor de la nueva ley. Nos diste además el mandamiento del amor. Lo que tú enseñas es el

camino de la verdad y de la vida, el camino del amor y de la fe. En el fondo, Señor, el problema

siempre es de soberbia, y tú quieres que vivamos la humildad, y nos das ejemplo, porque tú

comenzaste a “hacer” y a “enseñar”, acompañando siempre tus palabras con tus obras. A nosotros

los sacerdotes nos puede pasar lo mismo que a los fariseos y a los escribas. Nos sentimos

autoridad porque tenemos las “llaves del saber”. Jesús, ¿qué debemos hacer tus amigos para

predicar realmente con el ejemplo, con la vida?, ¿qué debemos evitar para no dejarnos llevar por

la soberbia y servir eficazmente a la Iglesia y a las almas como tú quieres? Reina de la humildad,

ayúdame a cuidar la pureza de mi corazón.

+++

«Sacerdotes míos: ¿creen en mi amor?

Si creen en mi amor, entonces creen en mí.

En verdad les digo, el que cree en mí tiene vida eterna.

El que guarda mis mandamientos, ese es el que me ama.

El que me ama es amado de mi Padre, y yo lo amo, y me manifiesto en él.

¡Ay de aquellos que no guardan mis mandamientos!, porque yo pondré al

descubierto las intenciones de cada corazón.

Algunos de ustedes, mis amigos, se distraen con muchas cosas, y no cumplen mis

mandamientos. Pero yo les digo: muchas cosas son importantes, pero sólo una es necesaria.

Yo les mostraré lo único que es necesario.

Teólogos y filósofos, sabios y exégetas, letrados y doctores, cardenales y obispos,

sacerdotes y seminaristas: ustedes predican y son escuchados, alabados, adulados, porque

tienen mi poder y mi sabiduría, pero se pierden porque se engríen, no buscan guía y

pretenden dirigirse ustedes solos.

Si ustedes se hicieran como niños y se dejaran encontrar, mi Madre, que siempre los

busca, los encontrará, y los llevará por camino seguro de vuelta a casa, para que vivan

sujetos a su madre y a su padre, ciñéndose en la obediencia a la Santa Madre Iglesia y al

Papa, a través de sus superiores, obedeciendo siempre primero a Dios, antes que a los

hombres, para que crezcan en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los

hombres.

Ella les enseñará a hacerse pequeños y a ser obedientes como yo, que me despojé de

mí mismo, tomando condición de esclavo. Y, rebajándome a mí mismo, fui obediente hasta

la muerte y una muerte de cruz, para hacer nuevas todas las cosas, para despojarlos del

hombre viejo que se corrompe con las concupiscencias, y para renovar el espíritu de sus

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

113

mentes, y revestirlos del hombre nuevo, justo y santo, en la verdad, para que guarden el

vino nuevo en odres nuevos, porque el vino nuevo en odres viejos se desparrama.

El vino que yo les voy a dar es el mejor de los vinos, es vino nuevo y es vino añejo,

porque yo soy el mismo ayer, hoy y siempre.

Que sean ustedes como niños, y me escuchen, y hagan lo que yo les digo.

Que no se dejen seducir por doctrinas extrañas, ni palabrerías.

Que permanezcan en fidelidad y obediencia.

Que promuevan la unidad entre ustedes, haciendo todo sin discusiones ni

murmuraciones, y no salgan de sus bocas palabras dañosas, sino que edifiquen y hagan el

bien a los que los escuchan. Porque en un mismo cuerpo todos los miembros se ayudan,

todos los miembros se afectan.

Que toda amargura, ira, cólera y maldad desaparezca de entre ustedes.

Que sean amables, compasivos y misericordiosos entre ustedes, y se perdonen

mutuamente, como yo los he perdonado. Misericordia quiero y no sacrificios, porque yo no

he venido a llamar a justos, sino a pecadores.

Que crean en mi amor, para que crean en mí.

Que me conozcan, para que me amen y cumplan mis mandamientos.

Y que pongan su fe por obra, y que pidan confiando en que Dios, por su bondad,

realiza en ustedes el querer y el obrar.

Yo he llamado a mis amigos como servidores, para que sean fieles administradores

de los misterios de Dios.

Yo quiero que ustedes regresen al amor primero, para que se acuerden quien los

llamó, y para qué fueron llamados, para que se acuerden que si alguno me ama es porque

yo lo amé primero.

Pero si alguien dice yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso, pues quien

no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve.

Que me amen, para que cumplan mis mandamientos, y que quien ame a Dios, ame

también a su hermano»

+++

PARA MEDITAR – LAS INTENCIONES DEL CORAZÓN

«Lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al

hombre».

Eso dicen las Escrituras.

Sacerdote, ¿qué es lo que sale de tu boca?

¿Qué es lo que sale de tu corazón?

Concientízate, sacerdote, ¿cuál es tu intención cuando hablas, cuando enseñas, cuando

corriges, cuando te expresas ante los demás, cuando predicas y también cuando callas?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

114

Ten cuidado, sacerdote, porque tu boca expone la pureza de tu alma, la dignidad de tu

sacerdocio y el nombre de tu Señor.

Sacerdote, rectifica tu intención para que tu corazón no esté lejos de Dios.

Un solo espíritu, un solo corazón. Esa, sacerdote, es la configuración. Esa es la unidad de

la que tú eres ejemplo.

Unidad con Cristo para ser por Él, con Él y en Él uno, como su Padre y Él son uno, porque

a eso estás llamado, y es a eso a lo que tú debes llamar a los demás, a través de las palabras que

salen de tu boca, y que, por la gracia y el poder de Dios, unes a su pueblo en un solo rebaño y con

un solo Pastor.

Pero debes dar ejemplo para generar confianza, debes ser auténtico, y santificar tu alma,

para que seas como Él. Entonces harás sus obras y aún mayores.

Pero de ti, sacerdote, se requiere la pureza de tu corazón y la congruencia de tus actos y

de tus obras con las palabras que salen de tu boca.

De ti, sacerdote, se requiere que cumplas los mandamientos de tu Señor, escuchando su

palabra y poniéndola en obras que expresan tu voluntad, para hacer la voluntad de Dios.

Purifica, sacerdote, las intenciones de tu corazón purificando tus manos, tus

pensamientos vanos e impertinentes que limitan la gracia del Espíritu Santo, que es quien te

purifica, quien te fortalece, quien te guía, quien te ilumina para hacer el bien, para discernir y

corregir lo malo que pueda haber en ti.

Tú eres un hombre, sacerdote, y te ha sido dada la gracia para ser como Cristo, para

vivir como Cristo, para obrar como Cristo, para configurar tu alma y tu corazón en un mismo

espíritu, para ser, para obrar, para actuar en la persona misma de Cristo.

Eso eres, sacerdote, para el mundo: el mismo Cristo que pasa y que transforma el

mundo salvando almas.

Pero si tú, sacerdote, te comportas como hombre y te olvidas de ser Cristo, entonces te

vuelves insípido, pierdes tu esencia y no sirves para nada, porque tú naciste, fuiste llamado y

fuiste ordenado para servir a Dios como Cristo.

Pregúntale a tu corazón, sacerdote, cuál es tu intención en cada acto, en cada obra, en cada

palabra. Sé honesto contigo mismo y responde abriendo tu corazón.

¿Tus intenciones son las mismas intenciones de Dios?

¿Estás viviendo en la verdad?

¿Qué comportamiento debes, sacerdote, cambiar?

¿Qué palabras debe tu boca escupir y nunca más maldecir?

Purifica, sacerdote, tu imagen, corrige todo lo que aleja a tu corazón de tu Señor y de la

comodidad de seguir las tradiciones de los hombres antes que la ley de Dios.

Sacerdote, eres hábil, eres astuto, eres capaz.

Utiliza esos atributos para hacer el bien y evitar el mal.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

115

Muchos dones te han sido dados para cumplir con tu misión, y de cada uno se te pedirán

cuentas cuando estés frente a frente con tu Señor.

Concientízate, sacerdote, y revisa lo que sale de tu boca y medita qué es lo que hay en tu

corazón y no esperes a que te digan “hipócrita”.

Haz lo que debes, cuida lo que haces y demuestra al mundo quién eres: un hombre de

fe, configurado con Cristo, expresando su amor y su fe en palabras y en obras, enseñando y

cumpliendo los mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas y llevando a las almas a

Dios por amor.

Que sea esa, sacerdote, la intención de tu corazón.

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UNIÓN DE CORAZONES - PUREZA DE CORAZÓN

MIÉRCOLES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro.

Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 14-23

En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo: “Escúchenme todos y

entiéndanme. Nada que entre de fuera puede manchar al hombre; lo que sí lo mancha es lo que

sale de dentro”.

Cuando entró en una casa para alejarse de la muchedumbre, los discípulos le preguntaron

qué quería decir aquella parábola. Él les dijo: “¿Ustedes también son incapaces de comprender?

¿No entienden que nada de lo que entra en el hombre desde afuera puede contaminarlo, porque

no entra en su corazón, sino en el vientre y después, sale del cuerpo?” Con estas palabras

declaraba limpios todos los alimentos.

Luego agregó: “Lo que sí mancha al hombre es lo que sale de dentro; porque del corazón

del hombre salen las intenciones malas, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los

adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el

orgullo y la frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y manchan al hombre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la Teología Moral nos enseña la moralidad de los actos humanos. Y

sabemos que para saber si un acto humano es bueno o malo resulta esencial saber cuál es la

intención del sujeto, cuál es el fin que persigue con aquella acción. Hay otros elementos

importantes, pero todos reconocemos que el bien o el mal está sobre todo en el interior del

hombre, lo que sale de dentro. Y tú conoces muy bien todas nuestras intenciones. Para ti eso es lo

que cuenta. Conoces también que nuestra naturaleza humana está herida por el pecado original.

Que no hacemos siempre el bien que queremos, sino el mal, que no queremos, eso hacemos. Hay

personas que a veces actúan mal por ignorancia, pero tú sabes si esa ignorancia es culpable o

inculpable. Un sacerdote no debe tener ignorancia para juzgar un acto moral, aunque es verdad

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

116

que puede haber casos difíciles. Pero sí somos débiles, y a veces nos comportamos de una manera

que desdice nuestra condición sacerdotal. Jesús, ¿qué debo hacer para tener un corazón puro, un

corazón limpio, que siempre te busque a ti y lo que te agrada?

+++

«Sacerdotes míos: únanse al corazón de mi Madre. Es el corazón de la criatura de

Dios creada a su perfecta imagen y semejanza. Virgen concebida sin la culpa del pecado

original. Templo preparado, protegido, formado y conservado para ser trono y sagrario de

Dios uno y trino en la Santísima Trinidad. Corazón humano que alberga lo divino. Corazón

de carne por el que corre la sangre que creó y tomó Dios para sí, para ser carne de su carne

y sangre de su sangre. Naturaleza divina y naturaleza humana. Corazón que irradia la

grandeza que contiene. Pureza divina, porque procede del amor.

Un corazón unido al de mi Madre, no puede ser contaminado, no puede ser

corrompido, no puede ser robado, porque está unido al mío, y puede ser expuesto y puede

ser herido. Pero un corazón unido al mío, es mío, me pertenece, y permanece puro, y el que

lo posee tiene palabras sabias y verdaderas, porque lo que sale de la boca viene de dentro

del corazón.

No así los de corazón lejos de mí, impuros, corruptos, llenos de malicia, de impiedad

e iniquidad, dañados por el pecado que llevan dentro, que es lo que contamina al hombre,

porque del corazón salen las intenciones malas, los asesinatos, adulterios, fornicaciones,

robos, malas acciones.

No hay nada fuera del hombre que entrando en él pueda contaminarle, sino lo que

sale del hombre, eso es lo que lo contamina.

Es por eso que un corazón contrito y humillado yo no lo desprecio: lo transformo, lo

purifico y lo hago mío.

Entonces lo uno al corazón de mi Madre, para fortalecerlo y preservarlo.

La unión de corazones es a través de mi cruz, por la que yo me hago de ustedes, y a

ustedes los hago míos.

Mi Madre es el arca de la alianza de Dios con los hombres.

Ella es Madre Espiritual de todos los hombres, porque el Espíritu Santo, que es

quien une, habita en Ella.

Es la gracia de Dios la que consigue la pureza del corazón, y la entrega de la

voluntad del hombre a Dios, expresada en la oración y en las obras.

Es con la pureza de intención que los hombres entregan su voluntad para unirla a la

voluntad de Dios.

Es la pureza de intención conseguida en el dominio de las pasiones, en la templanza,

en la obediencia, en la humildad, en la perseverancia, en los actos puros de amor, muriendo

al mundo para vivir en Dios.

Sufre más mi corazón que lo que sufre mi cuerpo crucificado, porque es más grande

el dolor del corazón por un amigo que me traiciona, que por noventa y nueve que me

flagelan, me azotan, me golpean y me crucifican.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

117

Yo los busco a ustedes, mis amigos, para reunirlos con mi Madre, para unirlos con

lazos más fuertes que los de la carne, para purificar sus corazones, para que siendo de Ella,

sean míos para siempre».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es la Eucaristía la unión perfecta. Unión en el amor.

Comunión con el Padre, en el Hijo, por el Espíritu Santo, que une los corazones de

los fieles a la vida, pasión, muerte y resurrección de Cristo, en una sola ofrenda, y un mismo

y único sacrificio.

Yo quiero conseguir, por la gracia de Dios, la pureza de los corazones de mis hijos

sacerdotes, para que no puedan ser contaminados. Y preservarlos en esta pureza,

uniéndolos en comunión perfecta, para que sean santificados.

Hijos míos, un corazón puro es un corazón con pureza de intención, que ama, que

ora, que adora a Dios con su vida, a través de sus obras, transformando todo en oración, y

la oración en una constante adoración a la Sagrada Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre

del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que salva, que purifica, que une y

santifica.

Ustedes, los amigos de mi Hijo, han sido llamados por el Señor para ser unidos a

Cristo con justicia, para ser tomados de su mano, para ser formados, para ser alianza con

su pueblo y ser luz de las naciones, para que abran los ojos de los ciegos, para que liberen a

los cautivos y a los que habitan en las tinieblas».

+++

PARA MEDITAR – PUREZA DEL CORAZÓN

«Un corazón contrito y humillado, Dios, no lo desprecias».

Eso dicen las Escrituras.

Sacerdote, el Señor no quiere tus sacrificios. Un holocausto, Él no lo acepta.

El Señor quiere tu corazón arrepentido, humillado, convertido, para ser purificado,

para que sea un corazón digno de un sacerdote configurado con Cristo.

Ese, sacerdote, es el único sacrificio agradable a Dios, unido al único sacrificio redentor

que es la cruz de tu Señor.

Sacerdote, revisa la pureza de tu corazón, porque lo impuro es lo que te mancha, lo que

viene de adentro, la intención de tus actos, porque a ti mismo, sacerdote, no te puedes engañar.

Revisa, sacerdote, tus sentimientos y descubre si en ti reina la verdad, o eres preso de la

mentira que te encadena a la suciedad, a la escoria, a los desechos que causan tus malas obras.

Sacerdote, revisa si en tu corazón hay lugar para la impiedad, y limpia, sacerdote,

toda impureza, para que puedas presentarte limpio y puro ante el Rey de reyes y Señor de

señores, o arrepentido y humillado, suplicando su perdón, porque un corazón manchado, no

puede ser unido a la pureza, porque la pureza no puede ser manchada ni contener impureza. Lo

puro, se une a la pureza para ser una sola cosa y llevar la luz de la verdad al mundo

manchado de pecado para transformarlo y purificarlo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

118

Sacerdote, tu corazón es el reflejo de tu comportamiento, de tus intenciones, de tus

pensamientos. Escucha la palabra de tu Señor, que deja al descubierto las intenciones de tu

corazón, para que seas consciente del estado de tu alma, para que te arrepientas y endereces el

camino, abriendo tu corazón a la gracia y a la misericordia de tu Señor, que está a la puerta y

llama.

Escucha, sacerdote, su voz, porque de lo que está afuera no puede contaminarse tu

corazón.

Es de lo que tienes adentro de lo que se contamina tu cuerpo, tu mente, tu alma, y te

lleva a la perdición, a las tinieblas y a la muerte.

Abre, sacerdote, la puerta y deja entrar a tu Señor. Le basta tu corazón contrito y

humillado para transformarlo y hacerte suyo, hacerte parte, para que vivas en Él como Él vive en

ti. Para que permanezcas en Él como Él permanece en ti. Para que vuelvas a su amistad,

porque Él es fiel y espera tu fidelidad.

Sacerdote, revisa tu conciencia y sé justo contigo mismo, y date cuenta si vives en la

indiferencia y en la tibieza, porque a los tibios tu Señor los vomita de su boca. Un corazón

manchado es un corazón indiferente que no es frío ni es caliente, pero que sabe lo que hace y

no se arrepiente.

Sacerdote, tu corazón está configurado al Corazón de Cristo. Pide la luz al Espíritu

Santo, examínate y date cuenta del estado en el que estás configurado. ¿Estás unido en la pureza

al Sagrado Corazón de tu Señor? ¿o estás crucificando su Corazón con tu pecado?

Sé honesto, sacerdote, y confiesa tu injusticia porque tú has sido creado, llamado,

elegido, para vivir en la pureza uniendo tu corazón al Corazón de aquél que es el Cordero de Dios

que quita los pecados del mundo. Él es la pureza, Él es el amor, Él es la verdad, Él es la vida,

Él es la luz del mundo, el camino y tu Pastor, Él es tu Maestro, el que te guía, el que te enseña,

Él es tu hermano, Él es tu amigo, y no merece, sacerdote, tu pecado, no merece tu impureza, no

merece tu indiferencia, merece la justicia de tu corazón contrito y humillado que Él no

desprecia, lo hace suyo, lo transforma, lo purifica y lo hace uno con Él.

Sacerdote, no tengas miedo a lo que está fuera de ti, antes bien teme al que está en ti.

Reconoce, sacerdote, a tu Señor, entregándole tu voluntad, para que Él te limpie, te

purifique y te guarde.

Protege, sacerdote, tu corazón, recibiendo la gracia en la oración, en la confesión, y

adorando la Sagrada Eucaristía en el sagrario, en el altar y en tu Comunión.

Participa, sacerdote, del sacerdocio de Cristo con la sabiduría de Dios y no con la de

los hombres, con un corazón sincero, con pureza de intención, obrando la fe que te conduce al

cielo.

¿De qué te sirve, sacerdote, ganar el mundo entero, si te pierdes a ti mismo?

Acude a Jesús, bondadoso Pelícano, para que te limpie con su sangre y te libre de toda

impureza y de toda mancha, de tu inmundicia y de tu enfermedad.

Arrepiéntete, sacerdote, y humíllate. Tu Señor es bueno, es misericordioso y no te

despreciará.

Ve y haz tú lo mismo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

119

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APRENDER A PEDIR - PEDIR CON FE

JUEVES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Los perritos debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 24-30

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro.

Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar

inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida,

fue a buscarlo y se postró a sus pies.

Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el

demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el

pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es

cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.

Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya

de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio

había salido de ella.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la mujer sirofenicia no pertenecía al pueblo elegido, no tenía “derecho” de

recibir una atención tuya, y ella lo sabía. Pero también sabía que tú tenías el poder para arrojar el

demonio que tenía su hija, y por eso acudió a ti. Hiciste lo mismo que en otras ocasiones:

resistirte un poco para hacer el milagro, para suscitar la fe de las personas que lo pedían. Y dar

una lección de fe a los presentes. Dejas claro que lo que movió tu corazón fue la insistencia en

pedir con fe. Señor, a veces pienso que no sé pedir bien, que no sé pedir con insistencia y que no

sé pedir lo que necesito. Me falta fe y me falta humildad, para reconocer lo que no tengo y que sí

necesito, para cumplir mejor tu voluntad. Yo quiero servir bien a la Iglesia y quiero pedirte que

me des lo que necesito para ser un buen instrumento tuyo. Jesús, ¿debo pedir y cómo debe ser mi

oración?

+++

«Sacerdotes míos: yo amo a mi esposa, que es mi Iglesia, y doy mi vida por ella, y por

cada uno de los hijos que ella engendra como hijos de Dios.

Ustedes, mis sacerdotes, son hijos predilectos de Dios.

Así como mi Padre me envió, también yo los envío y les doy al Espíritu Santo para

que lo reciban y a quienes les perdonen los pecados, les queden perdonados, pero a quien no

se los perdonen, les quedarán sin perdonar.

Así como mi Padre confió en mí, así yo confío en ustedes para que la salvación que

conseguí para el mundo con mi muerte, la continúen ustedes a través de los sacramentos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

120

Así como mi Padre esperó en mi voluntad, en mi amor, en mi entrega, en mi

perseverancia, en mi fidelidad, en mi obediencia, así espero yo en ustedes.

Pero en muchos de ustedes, sigo esperando, porque no han correspondido a mi

confianza y al don que les ha sido dado.

¿En dónde está su fidelidad? ¿En dónde está su obediencia? ¿En dónde está su fe?

¿En dónde está su amor? Han desviado el camino y han perdido la esperanza, porque se

han alejado de la verdad y se han olvidado de la humildad.

Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros.

Yo los he llamado para ser últimos como yo, para servir de la misma

manera, porque yo no he venido al mundo para ser servido, sino para servir, y a dar mi

vida como rescate de muchos.

Pero yo les daré esperanza.

Yo les digo que, para poder dar, deben primero recibir, porque nadie puede dar lo

que no tiene.

Yo me apiadaré de ustedes y les daré lo que necesitan.

Pero deben aprender a pedir y a recibir, para entregar y servir.

Aprendan a pedir lo que necesitan, porque piden y piden para los demás, pero no

piden para ustedes, pretendiendo que nada necesitan, y se vuelven esclavos de la

soberbia, queriendo hacer todo con sus propias fuerzas.

Pidan con humildad, reconociendo su debilidad, que solos no pueden nada, y que

necesitan de mí.

Aprendan a recibir, porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama

se le abre.

Pero necesitan disposición.

Porque ¿de qué sirve pedir si no se está dispuesto a recibir? Pidan con fe, con

insistencia y dispuestos a recibir, sabiendo que el Padre les dará cosas buenas.

Porque ¿qué padre hay que, al hijo que le pide pan, le da una piedra, o al que le pide

un pez, le da una serpiente? Quiero que ustedes, mis amigos, sean humildes y oren, y

orando pidan, y pidiendo se dispongan, y con disposición reciban, y recibiendo entreguen, y

entregando sirvan, y sirviendo amen, y amándose unos a otros vivan con alegría, dando

ejemplo de su fe, porque yo tendré compasión de los que pidan con fe, y lo que me pidan les

daré.

El que pide con fe insiste, porque el que tiene fe pide cosas buenas, y sabe que el

Padre que está en el cielo se lo concederá».

+++

PARA MEDITAR – PEDIR CON FE

«Pide y se te dará, busca y encontrarás, llama y se te abrirá, porque al que pide se le da,

el que busca encuentra y al que llama se le abre».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

121

Eso dice Jesús.

Sacerdote, si quieres ser obediente, pide, porque eso te manda tu Señor.

Pide con generosidad para que tu Señor te dé a manos llenas, porque Él no se deja

ganar en generosidad.

Pídele y te dará más de lo que tú le pidas, si pides con fe, porque pedir con fe es una

alabanza, es reconocerte pequeño ante tu Dios, y reconocer tu impotencia ante su omnipotencia.

Pide, sacerdote, y disponte a recibir, pero aprende a pedir.

Pide cosas buenas que te hagan crecer en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y

ante los hombres.

Pide para ti, reconócete necesitado, humillado, despreciado, perseguido, burlado,

calumniado, juzgado, débil, frágil y preséntate así, con las manos extendidas, esperando recibir

con confianza, con firmeza, sin vacilar, convencido de que tu Señor te escucha y todo lo que tú

le pidas te lo dará.

Sacerdote, reconócete indigno, pero a la vez, pide con dignidad, porque tú eres hijo y el

Padre te ha prometido su heredad.

Pide sabiendo que no sólo eres hijo, sino que estás configurado con el Hijo al que

sirves y para quien todo lo que pides se convertirá en obras que glorifiquen su nombre.

Sacerdote, hay ovejas que no son de tu redil, el Señor te manda a buscar a todas,

también a esas.

Pide, sacerdote, humildad, para llamarlas, para acogerlas, para hacerlas tuyas.

Pide, sacerdote, el don de fortaleza, para que obres siempre con misericordia en la

verdad, y que perseveres en tu misión, alcanzando para ti y para ellas la santidad.

Pide, sacerdote, el don de sabiduría, pero pídela convencido de que te será concedida, y

úsala bien.

Pide, sacerdote, el don de consejo, para que atraigas a las almas al camino del bien.

Pide, sacerdote, el don de ciencia, para que con discernimiento ayudes a cada una,

dándole lo que necesita, sabiendo que no puedes darle a todas lo que te pidan, porque no todas

saben pedir. Pide tú por ellas, sacerdote, y haz lo que el Espíritu Santo te diga.

Pide, sacerdote, el don de piedad, para que tu misericordia llegue a todos los rincones

del mundo, en tiempo y en forma, según su necesidad.

Pide, sacerdote, el don del entendimiento, para que contemples los misterios de tu

Señor, y sepas aplicar a tu vida sus enseñanzas y todo lo que Él te da.

Pide, sacerdote, el don del temor de Dios. Pide mucho, sacerdote, este don, porque

teniendo temor de Dios sabrás pedir para ti todo lo que necesitas para permanecer en Él, para

servirlo, para complacerlo amándolo por sobre todas las cosas y amando al prójimo como Jesús

los amó, porque es así como tú sirves y no te separas de tu Señor.

Pide, sacerdote, la disposición de tu corazón, para abrirse a la gracia y a la misericordia

de Dios, para recibir los dones y las gracias que Él te quiere dar, pero que tu soberbia no te

permite recibir.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

122

Estás limitando la gracia. Date cuenta que lo que Él quiere darte es mucho más de lo que

tú mereces, pero también es mucho más de lo que tú crees que necesitas.

Sacerdote, para ser el primero debes hacerte último y suplicar la misericordia de tu

Señor, arrepintiéndote y pidiendo perdón recogiendo las migajas que caen de la mesa de los que

tienen fe, de los que piden sabiendo que se les dará.

Pide, sacerdote, con fe, pide con insistencia y con esperanza, y confía en la bondad, en la

misericordia y en el poder de tu Señor, porque está escrito que al que pida, se le dará, el que

busque encontrará y al que llame se le abrirá.

Tu Señor es la verdad, tu Señor es la palabra y no puede contradecirse a sí mismo.

Que esa, sacerdote, sea tu confianza, sea tu esperanza, y sea tu fe.

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ABIERTOS A LA GRACIA - SABER CORRESPONDER

VIERNES DE LA V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Del santo Evangelio según san Marcos: 7, 31-37

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de

Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y

tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió

los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo:

“¡Effetá!” (que quiere decir “¡Ábrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba

de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más

insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace

oír a los sordos y hablar a los mudos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a mí me gusta mucho utilizar el rito del “Effetá” en la celebración de los bautizos, y

desearle a la criatura, mientras toco sus labios y sus oídos, que el Señor Jesús le conceda, a su

tiempo, escuchar su palabra y profesar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre. La gracia de

escuchar tu palabra con los oídos y profesar la fe con los labios: estar abiertos para recibir y

transmitir. ¡Abiertos!, dispuestos a recibir. En principio cualquier persona debería estar abierta

para recibir regalos. Lo difícil es recibir una gracia que compromete, porque hay que

corresponder. Tú pedirás cuentas de esa gracia recibida. Señor, ayúdame a saber pedir y a saber

recibir, y también a saber dar cuentas, buenas cuentas, de todo lo que tú me das. ¿Cómo puedo

estar siempre bien dispuesto, dando fruto abundante? Madre mía, medianera de todas las gracias,

ayúdame a saber responder bien a esas gracias.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

123

«Sacerdotes míos: ¡effetá!

Yo les he abierto sus ojos para que vean y sus oídos para que escuchen.

Yo les he encomendado una misión para que pongan por obra su fe, y les he dado la

gracia para que la cumplan. Pero la voluntad de aceptar la gracia o no, es sólo de ustedes.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Estén preparados porque

nadie sabe ni el día ni la hora, sino sólo el Padre. Aquel día será terrible.

Yo he venido al mundo no a juzgar sino a perdonar.

Y he subido al cielo para enviarles al Espíritu Santo para fortalecerlos, y que les

recuerde todas las cosas.

Pero no será igual cuando vuelva, porque entonces será mi justicia. ¡Ay de aquellos

que no estén preparados!

Porque, así como saben interpretar que va a llover por el simple hecho de ver las

nubes, así deben saber interpretar mis signos, y saber que estoy a la puerta y llamo.

Pero aun cuando la lluvia es inminente y se preparan para guarecerse, nadie puede

predecir el momento exacto en que cae la primera gota. Así será la venida del Hijo del

hombre, inminente, y deben estar siempre preparados para cuando yo vuelva, porque ese

día se le abrirán los ojos a los ciegos y los oídos a los sordos, y mi Padre los atraerá hacia mí

con gran fuerza.

Pero ¡ay de los que estén encadenados al mundo! Más les valdría reconciliarse

conmigo antes de que yo venga al mundo como juez, para romper las cadenas, porque

atados al mundo no podrán venir a mí.

Amigos míos, muchos signos les han sido dados para que puedan interpretar la

verdad: que yo soy el Hijo del único Dios verdadero, que vine al mundo a morir, para

salvar a los hombres, que resucité de entre los muertos, y que subí al cielo a sentarme a la

derecha de mi Padre, y que de nuevo vendré para juzgar a los vivos y a los muertos, y que

mi Reino no tendrá fin, y los justos reinarán conmigo por los siglos de los siglos.

Estas palabras son ciertas y verdaderas.

Yo los elijo a ustedes y los envío para que den fruto y ese fruto permanezca.

La aceptación es un sí total con todas sus consecuencias, porque al que mucho se le

da, mucho se le exigirá, pero al que tiene se le dará más, y le sobrará, y al que no tiene, aun

lo que tiene se le quitará.

Acepte cada uno el llamamiento que ha recibido y esfuércese por mantenerse unido

en la paz, en un solo cuerpo y un solo espíritu, cada uno con los dones que ha recibido, para

el bien de todos, porque a cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu, para

provecho común.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es más fácil para los hombres recibir y aceptar calamidades,

enfermedades y toda clase de pruebas difíciles, que aceptar la gracia inmerecida de Dios

por la cual reciben dones, pero también responsabilidades que los privan de las

comodidades y la resignación en la que muchos viven, porque les falta amor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

124

Se los diré de esta manera: muchos, miles y miles vienen a verme a mi casita del

Tepeyac, y tienen mucha fe, y muchas necesidades, y tienen mucha humildad, porque

reconocen sus miserias, y piden, y piden y piden. Y me dejan sus preocupaciones y sus

problemas, y luego se van.

Yo soy Madre y concedo, pero muchas son peticiones egoístas, en las que sólo buscan

su propio beneficio.

Muy pocos vienen con el corazón verdaderamente contrito y humillado, por amor a

Dios, pidiendo para sus almas la conversión y las gracias que necesitan para llegar a Dios,

pero que los compromete a conservarse, esforzándose en el camino a la santidad a través

del servicio, poniendo su fe por obra, y en cambio, habiendo obtenido o no el bien que han

pedido, vuelven a su vida ordinaria, en medio del mundo, sin conservar la gracia.

Les daré un ejemplo claro: si piden un préstamo al banco, deben hacer trámites y

pedir con insistencia. Y cuando está autorizado, lo deben aceptar junto con toda la

responsabilidad que supone el cumplir con lo acordado.

Pero, si cuando se los dan no lo aceptan, no lo reciben, y se queda guardado, un

trámite terminado, pero no aceptado, ¿de qué les sirve?

O cuando compran un boleto de lotería, y tienen la esperanza de tener el boleto

ganador del premio mayor en sus manos. Si lo ganan, pero no lo van a buscar, no lo

aceptan, no lo reciben, ¿de qué les sirve? Eso ocurre con las gracias que yo tengo para

ustedes, que me piden, pero que después no se disponen a recibir.

Hijos míos, acepten las gracias que mi Hijo quiere darles gratuitamente, sin

merecerlas, sin esperarlas, y con ellas pongan su fe por obra, aceptando la gracia, para que

aprendan a pedir, pero sobre todo a abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, que es

aceptar y recibir lo que Dios les quiere dar para provecho común».

+++

PARA MEDITAR – SABER CORRESPONDER

«Effetá!»

Eso dice Jesús.

Y Él abre tus ojos y tus oídos, sacerdote, para que veas el camino, para que escuches

su voz, para que dejes todo, tomes tu cruz y lo sigas, para que escuches su palabra y hagas lo que

Él te diga.

Effetá! sacerdote.

El Señor abre tu boca para que proclames la buena nueva, para que lleves el

Evangelio a todos los rincones de la tierra.

Effetá! sacerdote.

Y abre tu corazón para que recibas las gracias y la misericordia de Dios, para que

pongas tu fe por obra entregando al mundo la misericordia que te ha sido dada, para administrarla

con justicia, con caridad, con sabiduría y con humildad.

Effetá, sacerdote.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

125

Y abre tu alma y déjate llenar del amor de Dioshasta desbordarla.

Acepta, sacerdote, la gracia.

Acepta, sacerdote, la misericordia.

Acepta, sacerdote, el amor, y ábrete a recibir la gracia, la misericordia y el amor,

porque al que pide se le da, el que busca encuentra y al que llama se le abre.

Pero ¿de qué te sirve pedir si no sabes recibir?

Y ¿de qué te sirve encontrar si no sabes conservar lo que encontraste?

Y ¿de qué te sirve que te abran la puerta si no quieres entrar?

Recibe, sacerdote, la gracia que tu Señor te quiere dar, para que puedas cumplir su

voluntad, peroacepta, sacerdote, la responsabilidad de recibir, porque de todo eso tu Señor te

pedirá cuentas.

Al que mucho se le da, mucho se le pedirá y al que mucho se le confía se le pedirá más.

Sacerdote, haz conciencia y busca en tu memoria y en tu corazón cuánto te ha dado tu

Señor y cuánto te ha confiado.

¿Tienes tus ojos y tus oídos abiertos o permanecen cerrados?

¿De qué habla tu boca?

¿Qué hay en tu corazón?

¿Qué tan grande es tu fe?

¿Tus obras manifiestan tu fe, o estás ciego?

¿Estás sordo?

¿Eres mudo?

¿Es de piedra tu corazón?

Entonces reconoce, sacerdote, que necesitas conversión y pide con insistencia la gracia

a tu Señor.

Pídele que toque tus oídos y que toque tu lengua.

Pídele que toque tu corazón.

Pídele que te dé disposición para recibir, para conservar y para hacer crecer los

dones y las graciasque te hacen falta y que necesitas para reconocer el bien y el mal, para hacer

el bien y rechazar el mal.

Effetá! sacerdote, no tengas miedo y acepta los dones de tu Señor.

Ábrete y permite que el Espíritu Santo actúe en ti y a través de tus obras, de tus

palabras y de tu misericordia, para que abras los oídos y la boca de las almas que tu Señor te ha

confiado, derramando sobre ellos la gracia que te ha entregado, para que cuando venga tu Señor

le entregues buenas cuentas.

Mira que está a la puerta y llama y si tienes tus oídos abiertos escucharás su voz.

Entonces le abrirás la puerta para que cene contigo y tú con Él.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

126

Pero, sacerdote, si tus oídos están cerrados, ¿cómo escucharás su voz?

y si tu corazón es de piedra, ¿cómo le abrirás la puerta?

y si tu boca está cerrada, ¿cómo cenarás con Él?

Ábrete, sacerdote, a la gracia, para que prepares los caminos del Señor, manteniendo tu

alma en gracia cumpliendo con tu deber, realizando en la virtud tu ministerio, fortaleciendo tu fe

con obras de misericordia, porque tu Señor vendrá con su justicia y nadie sabe ni el día ni la

hora, pero Él ha dicho que los misericordiosos son dichosos porque recibirán misericordia.

Prepara, sacerdote, al pueblo del Señor llevando hasta ellos su gracia y su

misericordia, para que cuando Él vuelva, encuentre la fe sobre la tierra.

Effetá! sacerdote: escucha y proclama la palabra del Señor, que es como espada de

dos filos, y penetra hasta lo más profundo del corazón, y abre los oídos y los labios del pueblo

de Dios, para que escuchen su voz y canten contigo alabanzas al Señor.

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CUIDADOS DE MADRE - EL AGUA DE LA OBEDIENCIA

11 DE FEBRERO - FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DE LOURDES

La primera señal milagrosa de Jesús, en Caná de Galilea.

Del santo Evangelio según san Juan: 2, 1-11

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús.

Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a

Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no

llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las

purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las

llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la

fiesta”.

Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin

saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el

mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el

corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.

Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su

gloria y sus discípulos creyeron en él.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los relatos de las apariciones de Nuestra Señora de Lourdes nos hablan de

su amor de Madre, de la importancia de tomar la cruz de cada día, de la oración y del Santo

Rosario, de rosas y de misericordia por los pecadores, de la salud del cuerpo y del alma, de

pobreza y de humildad. Es muy conocida la devoción de los peregrinos de beber del agua de la

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

127

gruta, pidiendo a la Santísima Virgen su curación. Las apariciones marianas siempre son así:

nuestra Madre del cielo que viene a mostrarnos su amor por nosotros y a ofrecernos sus tesoros

de gracia para llevarnos hacia ti, para que nos convirtamos y lleguemos al cielo. Ella sigue

queriendo que nosotros hagamos lo que tú nos dices, para transformar el agua de nuestra

obediencia en el mejor de los vinos, que es tu gracia. Jesús, enséñame a ser un buen hijo de Santa

María ¿qué debo hacer para lograrlo? Madre mía, Virgen Inmaculada, te agradezco tus cuidados

maternos, enséñame el camino para llegar, con tu ayuda, más fácilmente a Jesús, y dame la salud

de cuerpo y alma, para servir fielmente a tu hijo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: soy Madre de Misericordia porque en mi seno llevo al hijo

de Dios.

Yo les pido a ustedes que sean hijos, para que yo muestre que soy Madre, que

renuncien a sí mismos, y que tomen su cruz, pero no tengan miedo, porque yo los envío a

anunciar la buena nueva al mundo, cargando una cruz que no es de clavos, sino de rosas.

Yo soy Madre, y ¿qué madre quiere ver sufrir a sus hijos? Mi hijo ha venido al

mundo a cargar con el pecado de los hombres, para morir crucificado, porque era necesario

que padeciera y que muriera en manos de los hombres, para con su muerte morir al pecado

de una vez y para siempre, y habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados de los

hombres, se sentó a la derecha del Padre para siempre.

Yo soy Madre y corredentora con Cristo, unida en ese mismo sacrificio, por el que

Él, que ha muerto y resucitado, tiene llagas en sus manos, en sus pies y en su costado.

Pero Él, en su infinita bondad, quiso cambiar las llagas de mis manos y de mis pies, y

la herida de mi corazón, por pétalos de rosas, porque ¿qué hijo quiere ver sufrir a su

madre? Y me llenó de rosas, y por cada rosa llamó a un sacerdote, que al nacer en el altar

es configurado con Cristo en la cruz, y nace con llagas en las manos y en los pies y en el

corazón.

Yo soy Madre y quiero hacer con ustedes lo que hizo Él conmigo.

Quiero cambiar sus llagas por pétalos de flores.

Quiero que se reúnan conmigo para aliviarlos, para sanarlos, para curarlos, para

protegerlos, para conducirlos a mi Hijo por camino seguro y que Él los haga descansar.

Quiero darles de comer para que se fortalezcan, para que crezcan en tamaño y en

sabiduría.

Quiero que sean hijos, y que me dejen ser Madre.

Mi hijo no ha venido al mundo a llamar a los justos, sino a los pecadores, no ha

venido a curar a los sanos sino a los enfermos.

Yo soy Madre de Misericordia, porque soy Madre del Amor.

Y auxilio a mis hijos en sus necesidades, y llamo a los enfermos para curarlos, a los

que sufren para aliviarlos, a los que tienen hambre para alimentarlos, a los que tienen sed

para darles de beber, a los que están solos para acompañarlos, a los atribulados para

confortarlos, a los cautivos para liberarlos, a los desnudos para vestirlos de fiesta.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

128

Yo llamo a mis hijos para llenarlos de cariño, para abrazarlos, para sostenerlos,

para alentarlos, para que se mantengan en el camino y perseveren en su renuncia, en su

cruz de cada día y en el camino, siguiendo a Jesús.

Yo soy Madre de la salud y de la gracia, yo curo a mis hijos sacerdotes, a los

que están enfermos del cuerpo y enfermos del alma.

Esa es mi compañía para cada sacerdote, para aliviar sus heridas y cambiar sus

llagas por flores, mientras beben el agua viva del manantial y la sangre preciosa que brota

del Sagrado Corazón de Jesús en la cruz, sangre y agua de misericordia.

Yo he venido a llamar no a los justos sino a los pecadores, y a auxiliar a los

necesitados. El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra».

+++

«Sacerdotes míos: yo me alimento de mi Madre en su vientre, para darle vida al

mundo.

Mi Madre viene a traerles auxilio y esperanza, viene a consolarlos en sus

sufrimientos y a alegrarlos en sus penas.

Viene a acompañarlos en su soledad y a suavizar el camino, viene a confirmarlos en

la fe para que regresen al amor primero y permanezcan.

Viene a reunir a sus hijos para mostrarles el camino seguro y llevarlos de vuelta a la

casa del Padre.

Ella quiere mostrar que es Madre, y una madre siempre quiere lo mejor para sus

hijos.

Yo soy el Buen Pastor, y conduzco a mis ovejas hacia fuentes tranquilas para

reparar sus fuerzas.

Las guio por el sendero justo y mi vara y mi callado las sosiegan.

Preparo una mesa ante ellas enfrente de sus enemigos y su copa rebosa.

Mi bondad y mi misericordia las acompañan todos los días de su vida para que

habiten conmigo eternamente.

Quiero un rebaño de corderos como yo, para que sean pastores como yo.

Que se dejen abrazar y proteger, cuidar y alimentar por su madre, como yo,

para que crezcan fortalecidos como yo, para que den vida conmigo.

Quiero corderos que se reconozcan débiles y necesitados, que me pidan misericordia

y que la reciban, para que se conviertan en verdaderos pastores de mis rebaños».

+++

PARA MEDITAR – EL AGUA DE LA OBEDIENCIA

«Hagan lo que Él les diga»

Eso sacerdote, es lo que tienes que hacer.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

129

Obedece, sacerdote, para que no te equivoques, porque, el Espíritu Santo le ha sido

dado a los que obedecen a Dios.

Escucha, sacerdote, la voz de tu Señor, te pide que seas portador del agua viva de su

manantial que es la gracia y la misericordia derramada en su pasión y muerte en la cruz, en el

sacrificio redentor, para la salvación de las almas.

Entrega tu voluntad al servicio del Señor y llena las tinajas de agua viva, para que,

por Él, con Él y en Él, la lleves a las almas, convertida en el mejor de los vinos, que es fuente de

vida y bebida de salvación.

Pero bebe tú primero, sacerdote. Recibe la gracia y la misericordia de tu Señor. Abre,

sacerdote, tu corazón, para que sea expuesto, y tú mismo descubras si tiene salud o está

enfermo. Humíllate y sé honesto, y pide, sacerdote, lo que necesita tu alma y lo que necesita tu

cuerpo.

Reconoce tu necesidad, tu miseria, tu debilidad, tu fragilidad, y date cuenta que tú

eres portador de la gracia de Dios, pero llevas ese tesoro en vasija de barro.

Pide a tu Señor la fortaleza y los dones del Espíritu Santo para que permitas que sea Él

quien viva en ti, porque Él es la salud, Él es la verdad, Él es la luz, Él es la vida, Él es todo lo que

a ti te falta.

Sacerdote, haz lo que Él te diga, pero convéncete de que lo necesitas. Nada puedes sin

Él, pero con Él eres omnipotente, porque Él ha vencido al mundo y es con Él como tú también

lo vences.

Tú tienes, sacerdote, el poder de Dios en tus manos, para llevar la salud al enfermo del

alma y del cuerpo.

Cumple, sacerdote, con tu misión. Corresponde a la gracia de tu Señor, derramando la

misericordia a través de las obras de tus manos, que con el poder de Dios otorga a aquellos que

tienen sed, que necesitan de tu poder para transformar su enfermedad en salud y recuperar la

vida que un día recibieron a través del agua viva, que tus manos derramaron con la gracia del

Espíritu Santo.

Sacerdote, eres portador de gracia, eres portador de vida, eres portador de salud, eres

portador de misericordia, eres portador de alegría. No permitas que tu agua se acabe, porque

para que tú bebas del mejor de los vinos, debes primero obedecer a tu Señor llenando las

tinajas de agua viva.

Permanece, sacerdote, junto a la Madre de gracia y de misericordia, como un niño

pequeño que pide con insistencia, porque es así como todo lo consigue. Al niño obediente la

Madre no le niega sus caprichos, lo consiente, lo mira con ternura y le da lo que le pida.

Pero, si un niño está enfermo, lo primero que le da la Madre es el remedio, lo socorre,

lo auxilia, lo sana y conserva su salud de cuerpo y de alma.

Que sea eso, sacerdote, lo que tú le pidas.

Que ése sea tu capricho, para que hagas siempre lo que tu Señor te diga.

Bebe, sacerdote, y conduce a tu rebaño hacia las fuentes tranquilas del manantial del

agua de la vida, que brota en la cruz, de su costado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

130

Dale de beber a tu Señor: obedece, sacerdote. Es así, haciéndose obediente hasta la

muerte, como Él ha vencido al mundo.

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ENVIADOS PARA SANAR - ESCUCHAR LA PALABRA

DOMINGO DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

Han oído lo que se dijo a los antiguos; pero yo les digo...

Del santo Evangelio según san Mateo: 5,17-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los

profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el

cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto,

el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el

Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos.

Les aseguro que, si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no

entrarán ustedes en el Reino de los cielos.

Han oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el

tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el

tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie,

será llevado al fuego del lugar de castigo.

Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que

tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte

con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario,

mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la

cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.

También han oído que se dijo a los antiguos: No cometerás adulterio. Pero yo les digo

que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Por

eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado, arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale

perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano

derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y arrójala lejos de ti, porque más te vale perder

una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado al lugar de castigo.

También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de

divorcio; pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima,

expone a su mujer al adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio.

Han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le

hayas prometido con juramento. Pero yo les digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo,

que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es

la ciudad del gran Rey.

Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus

cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene

del maligno.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

131

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú viniste a la tierra para renovar todas las cosas. No viniste para abolir la

ley ni los profetas, sino para darles plenitud. Es normal que las personas estemos pensando

muchas veces en eso: en renovarnos, en cambiar, en quitar lo caduco, lo que se ha hecho viejo, lo

que ya no sirve, lo que no tiene actualidad. Y eso sucede muchas veces con las leyes. Hay que

actualizarlas, hay que renovarlas para que se adapten a los nuevos tiempos. Sabemos que en el

caso de la ley de Dios no cabe hablar de “renovar” o “actualizar”, porque es una ley eterna, Dios

es inmutable. Pero tú vienes a darle plenitud, con la ley del amor. A partir de ti las cosas son

diferentes. No se trata de cumplir una ley por rigor, sino por amor. En primer lugar, por amor a

Dios, pero también por amor al prójimo. Señor, yo también quiero renovar mi alma sacerdotal, y

tú me puedes enseñar y ayudar. Dime qué debo hacer, para ser un hombre nuevo y servir así

mejor a la Iglesia y a las almas. Madre de misericordia, intercede por mí, ayúdame a tener una

mejor disposición.

+++

«Sacerdotes míos: no necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal.

Yo no he venido a curar a los sanos, sino a los enfermos. No he venido a llamar a

justos, sino a pecadores.

Yo no he venido a abolir la ley y los profetas, sino a dar cumplimiento. Y se cumplirá

hasta la última letra de la ley. Pero yo les digo que amar al prójimo vale más que todos los

holocaustos y sacrificios.

Ustedes han sido llamados para ser luz para el mundo, y que brille su luz delante de

los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos.

Yo los llamo a mostrarle la luz a los que viven en la obscuridad. Porque sin luz no se

puede ver, y el que no puede ver tampoco puede leer.

Yo los llamo para ser voz para los que viven en obscuridad, porque, aunque no vean

la luz, sí pueden escuchar.

Yo los envío a abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos, para que el que

tenga ojos vea y el que tenga oídos oiga. No tengan miedo de ser vistos haciendo mis buenas

obras en medio del mundo. Lo que está permitido siempre es hacer el bien y salvar almas, y

eso no está nunca contra la ley.

Yo los envío a llevar la fe, a través de sus obras, para hacerla fecunda haciendo el

bien y salvando almas, porque una fe sin obras es una fe muerta.

Yo los envío a llevar esperanza, porque eso también es misericordia.

Yo los envío a llevar caridad, para que se vean los frutos de sus obras, porque por

sus frutos los reconocerán.

Yo los envío a servir a mi Iglesia, renovando sus almas, tirando la antigua levadura

para que sean una masa nueva, deshaciéndose del hombre viejo, limpiando la casa,

vaciándose de ustedes mismos, para que se llenen de mí, para revestirse del hombre nuevo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

132

Yo los envío como levadura para la masa nueva.

Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen, pero hay ovejas que no

creen en mí, porque no son de mi rebaño.

¡Ay! de los pastores que dejan perderse y dispersarse a las ovejas de mis rebaños,

que las empujan fuera y no las atienden.

Es mejor arrojarlos fuera y echarlos a los lobos para que los castiguen y recapaciten,

y para que no lastimen ni contaminen a mis rebaños con su mal ejemplo.

Los que dirigen a mis rebaños deben sanar primero, para que lleven la salud a los

demás.

Yo los envío a ustedes a llevar la salud a los corazones más pobres, los que han

fermentado con la antigua levadura, y se han crecido y henchido de vicio y maldad».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es tiempo de limpiar la casa y de preparar la morada para

que cuando mi Hijo venga no encuentre solo una casa, sino que encuentre un hogar.

Es tiempo de tirar lo viejo. Es tiempo de renovar.

Una madre limpia, ordena, desecha lo que no sirve y arregla lo que sirve.

Yo soy Madre y voy a llevar mi misericordia a cada uno de ustedes, mis hijos

sacerdotes, para renovar la morada de mi Hijo, que es el corazón de cada uno.

Se requiere limpiar y desechar lo que no sirve, vaciarse de ustedes mismos, de su

egoísmo, de su ambición, de su soberbia, de su enfermedad, de sus vicios, de su maldad.

Voy a conseguir con mi intercesión la disposición de sus almas, para vaciarse del

mundo y llenarse de la gracia de Cristo.

De ustedes se requiere que primero escuchen. Es tiempo de escuchar.

No hay mandamiento ni ley mayor que el amor».

+++

PARA MEDITAR – ESCUCHAR LA PALABRA

«Escucha Israel, el Señor, Dios nuestro, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios

con todo tu corazón y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El

segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que

estos».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, toma y lee.

Es leyendo la palabra de Dios como escuchas, y es así como se abre tu corazón para que

hables con palabras de tu boca y el pueblo de Dios te escuche, porque es así como el pueblo de

Dios escucha su voz. Pero ten cuidado, sacerdote, porque la boca habla de lo que hay en el

corazón.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

133

Amor, sacerdote, eso es lo que debe haber en tu corazón, para que manifiestes el

cumplimiento de la ley de tu Dios.

Amar, sacerdote, esa es la ley de tu Dios. Pero amarlo a Él primero por sobre todas las

cosas y amar a su pueblo como Jesús lo amó. Esa, sacerdote, es la ley de Dios, y no hay ley más

grande que ésta.

Escucha, sacerdote, la palabra de tu Señor, porque todo ha sido escrito ya, y se

cumplirá hasta la última letra.

Escucha la palabra del Señor y ponla en práctica.

Eso es hacer lo que Él te dice, pero para obrar el bien, primero debes saber qué es el

bien.

El bien es tu Señor, sacerdote, y tu Señor es Cristo, a quien tú mismo representas, con

quien tú te configuras y quien tú eres en el altar y en cada momento de tu vida, porque Cristo no

se va, Él está contigo todos los días de tu vida, cada momento del día, cada momento de la

noche.

Que sea tu voluntad la voluntad de Él, para que ya no seas tú sino Él quien viva en ti.

Sacerdote, Cristo no vino al mundo a abolir la ley sino a darle profundo sentido para

que sea cumplida de acuerdo a la voluntad de su Padre, porque el espíritu es fuerte pero la

carne es débil, y los hombres acomodan las leyes a su conveniencia y distorsionan la verdad.

Cristo es la única verdad.

Reconoce, sacerdote, en su palabra la verdad, y conoce a quien tú mismo representas.

Renuncia a ti mismo, y toma tu cruz y síguelo, porque es así como lo conoces, Hombre

verdadero y Dios verdadero.

Reconoce en ti, sacerdote, a ese verdadero Dios y verdadero Hombre y cumple su ley,

aunque no te acomode, aunque no te convenga, aunque no la entiendas, y aunque a veces no

quieras.

Obedece, sacerdote, porque a través de ti es como el Señor se manifiesta ante los

hombres del mundo, para enseñarles el camino a través de su palabra y de tu ejemplo.

Cielos y tierra pasarán, pero la palabra de tu Señor no pasará.

Esa, sacerdote, es tu seguridad, es tu misión y es lo que tú debes procurar y dar

cumplimiento.

Despierta, sacerdote, de tu mediocridad, de tu tibieza, de tu entumecimiento, de

tu frialdad, de tus vicios, de tu mezquindad, de tu ingratitud, de tu somnolencia, de

tu indiferencia.

Despierta a la realidad y date cuenta que no hay más verdad que la cruz de tu Señor, a

través de la que Él mismo te ha venido a salvar, y te pide conducir a su pueblo hasta ti, para que

su salvación llegue a todos los rincones del mundo.

Sacerdote, rígete en la ley de tu Señor y rige a su pueblo, pero reacciona sacerdote, el

pueblo se rige con la ley a través del ejemplo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

134

Escucha, sacerdote, a tu Señor, ámalo y demuéstrale tu amor enseñando su ley y

dándole cumplimiento.

La plenitud del cumplimiento de la ley está en el amor.

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ELEGIDOS PARA CONSTRUIR LA IGLESIA - SEÑAL DE SALVACIÓN

LUNES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Por qué esta gente busca una señal?

Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 11-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con él, y para

ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: “¿Por qué

esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal”.

Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los fariseos te buscaban mucho para ponerte a prueba. Ahora te piden una

señal. Ya les habías dado muchas, con tus milagros, arrojando demonios y predicando el Reino

de Dios. Pero no aceptaban esas señales. Eran testarudos. Y por eso suspiras profundamente. No

quieren. Para qué insistir. La gente de nuestro tiempo también busca señales. Hay cierta inquietud

sobre el final de los tiempos. Lo que tú quieres es que estemos siempre preparados, y que no

estemos esperando señales especiales. Tú ya nos has dejado todo bien dispuesto para estar

preparados. Esas son las señales. Tú eres la señal principal. Y yo, sacerdote, configurado contigo,

debo ser también señal de salvación, llevando tu palabra y tus sacramentos de vida eterna a todos

los hombres, ayudándolos a subir al arca de salvación, que es tu Iglesia. Jesús, ¿cómo puedo dar

un buen testimonio de ti? Madre mía, tú eres un faro resplandeciente, una señal segura para

nuestros naufragios, ayúdanos a estar siempre bien y dispuestos y preparados para la venida de tu

hijo.

+++

─ «Hijos míos, sacerdotes: nadie sabe ni el día ni la hora, pero el Hijo del

hombre vendrá a buscar lo que le pertenece. Todo está dispuesto ya, la mesa está lista y el

banquete está servido.

─ Muchas son las señales, pero los hombres no las ven, porque son señales

hermosas que manifiestan el amor de Dios y su misericordia. Son las obras de Dios.

─ Pero los hombres esperan las señales terribles para creer, para prepararse,

para decidirse a cumplir los mandamientos de Dios, para arrepentirse, para pedir perdón.

Y no creen en su palabra. ¡Cuidado!, están tentando a Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

135

─ Eso no es vivir de acuerdo con el amor. Vivir de acuerdo con el amor es vivir

de acuerdo con Cristo, en coherencia de vida, teniendo sus mismos sentimientos, haciendo

sus obras, cumpliendo sus mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas y al

prójimo como Él los amó.

─ Mi hijo vino a salvar a muchos, pero hay algunos que no quieren ser salvados,

que no quieren ver, que no quieren oír, y no hay más ciego que el que no quiere ver y más

sordo que el que no quiere oír.

─ El arca de salvación es la cruz, pero para ser salvados deben subir a la cruz,

porque muchos son los llamados y pocos los elegidos. Los elegidos son los que corresponden

al llamado y dicen sí. Pero deben perseverar y permanecer.

─ Ustedes, mis hijos sacerdotes, todos han sido elegidos para ser como Noé, arca

de salvación.

─ ¿Imaginan a Noé invitando a los hombres a entrar al arca, mientras se

comporta como los que viven fuera del arca?

─ ¿Imaginan que Noé se salve a sí mismo en un arca vacía?

─ ¿Imaginan un arca llena, pero destruida?

─ ¿Imaginan a Noé quedándose fuera del arca?

─ Nada de eso estaría de acuerdo con el mandamiento del amor.

─ El arca ofrece seguridad, y los que están dentro. Ahí encuentran alimento,

bebida, abrigo, acogida, salud, libertad, perdón, salvación. El que está dentro está seguro y

no le falta nada.

─ Así como Noé, es el sacerdote.

─ Y así como el arca, es la Santa Iglesia.

─ Ustedes han sido llamados y elegidos para construir la Iglesia y reunir en ella

a todas las naciones en un solo pueblo santo de Dios, para conducirlos en el camino de la

verdad que lleva a la vida.

─ Cristo es el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por Él.

Y así, sin avisar, vendrá de nuevo, para buscar lo que le pertenece al Padre.

Pero la salvación es de cada uno. En las familias y en las comunidades se ayudan

unos a otros, para, entre todos, construir el Reino de los Cielos, para que todos puedan

llegar a Dios.

Por tanto, es tiempo de llamar, de convencer, de convertir, de reunir.

Pero la salvación es individual, es la unión de cada alma con su creador, y nadie sabe

ni el día ni la hora.

Pero cuando el Hijo del Hombre vuelva, ya no habrá más tiempo, todo será

eternidad. Ya no habrá tiempo de llamar, de convencer, de enseñar. Serán tomados unos y

dejados otros, aún de la misma familia o de la misma comunidad, y muchos serán arrojados

al fuego eterno, porque el que quiera salvar su vida la perderá, pero el que quiera perder su

vida por el Evangelio la salvará.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

136

Cristo es el camino y el puerto seguro. Permanezcan en Él».

+++

─ «Sacerdotes míos: muchos tienen las tinajas llenas de agua, pero ustedes

tienen el mejor de los vinos.

─ Permanezcan unidos en mí, conmigo, apegados fielmente a la doctrina

cristiana de la Iglesia católica, ceñidos a la obediencia de su obispo para construir mis

obras. Ladrillos pequeños, pero puestos sobre cimientos firmes, sobre la roca, promoviendo

la unidad con caridad, llevando a mi pueblo mi misericordia, para que sepan que, aunque

se cerró la puerta del año de la misericordia, permanecen abiertas otras puertas de

misericordia, hasta que yo vuelva. Entren ustedes por esas puertas y traigan consigo a las

familias y comunidades, que son los rebaños que les han sido encomendados. Entren con

ellos para que ninguno se quede fuera.

Ésta es la barca de Pedro. Sobre él edifico mi Iglesia y el mal no prevalecerá sobre

ella. A él le he dado las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ate en la tierra queda atado

en los cielos, y lo que desate en la tierra queda desatado en los cielos.

Mi barca es segura, porque no la dirige un hombre, la dirige el Espíritu Santo, y

aunque navegue en medio de la tormenta y la tribulación, aunque la fe se debilite y parezca

que se acaba, la barca no se hundirá, porque se dirige hacia puerto seguro, a la luz de la

Palabra.

Muchos se desesperarán y perderán la esperanza, otros se tirarán al mar porque

perderán la fe, pero algunos se salvarán, porque habrán creído en la palabra que yo les he

traído, que perdura, porque es palabra de Vida, que se transmite de generación en

generación, a través del Evangelio, porque es la Verdad.

Yo soy la Palabra. El que crea en mí y sea bautizado se salvará, el que se resista a

creer se condenará, porque las señales y los signos son claros, y sólo los necios no los ven.

Muchas señales les he dado y muchos signos he hecho.

Yo los envío a ustedes, mis discípulos, a proclamar mi palabra, y a que hagan las

obras que yo he hecho, y aún mayores, porque aún a los necios los amo, los busco, los

encuentro, los salvo.

Yo los envío para que sean la luz del faro que ilumina en medio de las tinieblas, para

que los que están en mi barca encuentren la esperanza y la paz, para que confíen en medio

de la tormenta, y se mantengan en la única barca que lleva rumbo y se dirige hacia puerto

seguro.

Permanezcan con mi Madre en el puerto seguro, alimentando con la gracia la llama

de sus corazones, para que la luz nunca se apague, para que iluminen y guíen a los que

navegan y gobiernan, para que alienten a los que se han cansado de remar, y a los que se

turban ante la tempestad.

Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. No se distraigan.

Permanezcan firmes en la oración y en la fe, construyendo mis obras, escuchando y

entregando mi palabra, escogiendo la mejor parte, que no les será quitada.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

137

Yo los envío a evangelizar en medio de tormentas y tempestades, de persecuciones y

tribulaciones, de tinieblas y obscuridad, dando testimonio de fe, de esperanza y de amor,

llevando mi luz y mi misericordia por camino seguro.

No tengan miedo, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».

+++

PARA MEDITAR – SEÑAL DE SALVACIÓN

«Muchos son los llamados, pero pocos son los elegidos».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tú has sido llamado, y has sido elegido, para santificar, para regir y para

enseñar a los hombres.

Has sido elegido para ser señal de misericordia, signo del amor que Dios ha

manifestado a los hombres, porque tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo, para

que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Tú eres, sacerdote, señal de unión entre Dios y los hombres, señal de fidelidad, de fe,

de esperanza, de confianza, de caridad.

Tú eres, sacerdote, señal de salvación, porque tú muestras el camino, la verdad y la

vida, que es Cristo.

Pero, si tú, sacerdote, no crees, ¿quién creerá?

Si tú no tienes fe, ¿quién tendrá?

Si tú no tienes esperanza, ¿cuál será la esperanza para los demás?

Y si tú, sacerdote, no confías en tu Señor y en su omnipotencia y su divina providencia,

¿quién tendrá confianza?

Y si tú, sacerdote, no manifiestas tu fe con obras de caridad y de misericordia, ¿quién lo

hará?

Sacerdote, tú eres señal para que otros hagan el bien, para conducirlos, para guiarlos,

para enseñarlos.

Pero, sacerdote, al pueblo se le santifica, se le rige y se le enseña con el ejemplo.

Santifícate primero tú, sacerdote. Camina por el sendero justo haciendo honor al

nombre de tu Señor, y aprende de Él, y actúa y obra como Él, porque no es más el discípulo

que su maestro.

Cree, sacerdote, en tu Señor, y acepta la verdad que te ha sido revelada a ti primero,

para llevarla a los demás, y hazla tuya, porque a ti te ha llamado y te ha elegido primero, y has

sido puesto como signo de contradicción como Él, para poner al descubierto las intenciones de

muchos corazones, para transformarlos, para conducirlos, para enseñarlos, para guiarlos, para

santificarlos, a través de la verdad.

Cree, sacerdote, en la palabra de tu Señor. Conviértete tú primero. Escucha y cree en el

Evangelio. Esa, sacerdote es tu ley. Esa, es la palabra de tu Señor, y Él es quien te santifica, te

rige y te enseña.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

138

Cree, sacerdote, demuestra tu fe, y no pidas más señales que las que ya te ha dado

Él.

¿Acaso, necesitas una señal más grande que la cruz de tu Señor, en la que Él mismo

ha sido crucificado para perdonar tus pecados y lavar tu alma con su preciosa sangre?

¿Acaso, necesitas otra señal?

Busca las señales que pides remando mar adentro. Encuéntralas en el interior y en la

intimidad de tu corazón.

Tú eres, sacerdote, la señal que el mundo pide, para creer en el poder y en el amor del

único Rey de reyes y Señor de señores, que ha venido al mundo, no a abolir la ley y los profetas,

sino a darle cumplimiento.

Tú eres, sacerdote, la señal que buscan los que no tienen fe, los que no creen, los que

persiguen, calumnian, difaman, juzgan, critican, destruyen, y no aceptan la institución de la

Iglesia que el mismo Cristo fundó, ni la roca sobre la que Él construye su Iglesia, porque no son

ovejas de su redil.

Tú eres, sacerdote, la señal, para que ellas también sean parte de su rebaño, porque

Él no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores, y también a ellos los ha venido a llamar.

Que seas tú, sacerdote, la señal del amor y de la misericordia de tu Señor.

Pero, sacerdote, si tú odias a tu hermano, más te valdría primero reconciliarte con él.

No sea que santifiques, rijas y enseñes a tu rebaño, reuniéndolo en el redil, y tú te quedes fuera.

Porque, ¿de qué te sirve, sacerdote, salvar al mundo entero, si no te salvas a ti mismo?

Permanece en la barca de tu Señor, como señal de salvación.

Tú eres señal, sacerdote, porque tú eres la luz del mundo.

Brilla, sacerdote, para que:

─ cuando te vean a ti, lo vean a Él;

─ cuando te escuchen a ti, lo escuchen a Él;

─ y cuando acudan a ti, sea Él y no tú, quien los santifique, quien los rija y quien les

enseñe.

Entonces el mundo verá señales.

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____________________

DISPOSICIÓN – CUMPLIR CON LA MISIÓN

MARTES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes.

Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 14-21

En aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron cuenta de que

se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo esta advertencia: “Fíjense bien y

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

139

cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes”. Entonces ellos comentaban entre sí:

“Es que no tenemos panes”.

Dándose cuenta de ello, Jesús les dijo: “¿Por qué están comentando que no trajeron

panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su mente? ¿Para

qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No recuerdan cuántos canastos de sobras

recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil hombres?” Ellos le contestaron: “Doce”. Y

añadió: “¿y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre cuatro mil?”

Le respondieron: “Siete”. Entonces él dijo: “¿Y todavía no acaban de comprender?”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú tenías que formar a tus discípulos para que pudieran cumplir eficazmente

con su misión. Y esa formación no era sólo doctrinal, sino, sobre todo, se trataba de abrirles la

mente y el alma a las realidades sobrenaturales. La levadura de los fariseos y de Herodes era

peligrosa porque los podía conducir a una visión muy humana de tu misión. Era necesario que

comprendieran la fuerza especial de tu palabra que multiplicaba los panes y hacía otras

maravillas que no tenían explicación humana. Señor, tú me has escogido a mí para el ministerio

sacerdotal, y quieres que me dé cuenta del poder que me has concedido para hacer milagros: para

convertir el pan y el vino en tu cuerpo y tu sangre, “por la fuerza de las palabras”. Y perdonar los

pecados en tu nombre, y comunicar a las almas los dones del Espíritu Santo y todas tus gracias a

través de los sacramentos. Jesús, ábreme los ojos y los oídos para comprender bien la grandeza de

mi misión y representarte dignamente. Madre mía, enséñame a utilizar bien ese poder: ¿qué debo

hacer?

+++

«Sacerdotes míos, yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Yo he vencido al mundo, con mi cuerpo, con mi sangre, con mi palabra.

Yo he orado por ustedes, los que son como yo, y los he llamado amigos, porque así

como el Padre me ha enviado así los he enviado yo, y les he dado mi palabra para que sean

santificados en la verdad, para que por medio de su palabra otros crean en mí.

El Padre les ha dado el poder en sus manos para bajar el pan vivo del cielo, que es

mi cuerpo y es mi sangre, para que quien lo coma no muera, sino que viva para siempre.

Yo los necesito a ustedes, mis amigos, para hacerme presente.

Necesito su disposición para que digan sí, como mi Madre, aceptando la voluntad del

Padre, recibiéndome en sus manos para entregarme a los hombres.

El poder de sus manos viene del Padre, y yo pongo las palabras en su boca, y por

efusión del Espíritu Santo se convierte su ofrenda, que es pan y es vino, fruto del trabajo de

los hombres, en mi carne y en mi sangre, alimento de vida y bebida de salvación.

Yo necesito su voluntad, sacerdotes míos, para bajar el pan vivo del cielo, porque la

pureza, la intención, el amor, la fidelidad, la devoción, la virtud, muchas cosas son

importantes, pero solo una es necesaria.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

140

Yo ruego al Padre por ustedes, para que su voluntad sea también lo importante,

para que me reciban como me recibió mi Madre, con esa pureza, con esa inocencia, con esa

fe, con esa esperanza, con ese amor, con esa alegría, con esa humildad, con esa obediencia,

con esa docilidad, y así me entreguen a los que vienen a mí, para que el mundo crea en mí,

para que sean alimentados con el pan de vida, para que no mueran, sino que tengan vida

eterna.

Yo ruego al Padre por ustedes, para que muchos vengan a mí, porque nadie viene a

mí si no lo atrae el Padre. El que escucha la palabra del Padre es el que viene a mí, y yo lo

resucitaré en el último día.

Yo ruego al Padre por ustedes, para que sean como niños y se acerquen a mí, porque

de los niños es el Reino de los cielos. Para que cuando me tengan entre sus manos crean en

mí, para que profesen su fe, y cuando me eleven, los que son atraídos por mi Padre también

me vean y crean en mí, para que coman del pan que yo les voy a dar, que es mi carne para

la vida eterna.

Yo ruego al Padre, por ustedes, para que tengan la disposición y la docilidad para

entregarse como corderos conmigo en sacrificio, cuando me reciben como el Cordero de

Dios, porque yo soy el pan bajado del cielo.

─ Yo soy.

─ Yo soy el Señor tu Dios.

─ Yo soy el único Hijo del Dios verdadero.

─ Yo soy el Dios revelado por quien han sido hechas todas las cosas.

─ Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

─ Yo soy el Verbo encarnado.

─ Yo soy el Hijo del hombre.

─ Yo soy el Mesías.

─ Yo soy la Palabra de Dios.

─ Yo soy la Luz del mundo.

─ Yo soy el Maestro.

─ Yo soy el Dios expuesto.

─ Yo soy el Dios inmolado.

─ Yo soy el Dios crucificado.

─ Yo soy la piedra que desecharon los constructores y ahora soy la piedra

angular.

─ Yo soy el Camino.

─ Yo soy la Verdad.

─ Yo soy la Resurrección.

─ Yo soy la Vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

141

─ Yo soy el Dios vivo por quien todo ha sido renovado.

─ Yo soy el Redentor del mundo.

─ Yo soy el Salvador de los hombres.

─ Yo soy el Rey de reyes.

─ Yo soy el Señor de señores.

─ Yo soy el Alfa y la Omega.

─ Yo soy el Primero y el Último.

─ Yo soy el Principio y el Fin.

─ Yo soy el que es, el que era y el que ha de venir.

─ Yo soy el Buen Pastor.

─ Yo soy la Puerta de las ovejas.

─ Yo soy el único mediador entre Dios y los hombres.

─ Yo soy el Todopoderoso.

─ Yo soy la Misericordia.

─ Yo soy el Amor.

─ Yo soy el Dios de los vivos.

─ Yo soy el Pan vivo bajado del cielo.

─ Yo soy el Pan de vida.

─ Yo soy Eucaristía.

─ Yo soy Jesús.

─ Yo soy el Cristo.

─ Yo soy el Sumo y Eterno Sacerdote.

─ Yo soy el que escruta los corazones.

─ Yo soy en cada sacerdote.

─ Yo los he llamado a ustedes, mis discípulos, para que sean como yo, para que

sean maestros, para que sean ejemplo.

─ Misericordia quiero, y no sacrificios, porque el único sacrificio agradable al

Padre es el mío, y es tan grande que nada le falta, sino unir los sacrificios de los hombres al

mío en agradecimiento, para hacerse ofrenda conmigo, en oblación, en vino y en pan, para

que sean transformados y sean conmigo un mismo y único sacrificio y acción de gracias:

Eucaristía».

─ +++

«Hijos míos, sacerdotes: por medio de una mujer entregó Dios a su único Hijo al

mundo, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

142

Dichosos los invitados al banquete de las bodas del Cordero. Pero a los invitados se

les ha concedido la libertad de su voluntad, a imagen y semejanza del que todo ha creado, y

que es todopoderoso y eterno.

Yo intercedo para que en esa libertad unan su voluntad a la voluntad de Dios.

Para que usen bien el poder que les ha sido dado y obren con amor y misericordia,

usando el poder de las manos de Dios en sus manos, para entregar al Hijo de Dios a los

hombres.

Para que usen el poder de la espada de doble filo en su boca, para abrir los

corazones de los hombres con la Palabra.

Para que el Padre los atraiga en la disposición de manifestar mi sí, que debe ser

constante, porque la disposición depende de la voluntad y esa voluntad es libre siempre, a

imagen y semejanza de Dios.

Para que reciban a mi Hijo en sus manos, como lo recibí yo: con disposición,

voluntad, humildad, obediencia, pureza, fe, esperanza, caridad, entrega, generosidad, amor,

gratuidad, en silencio, pero con la alegría de recibir a Cristo.

─ Para que unan su entrega de vida, todos los días a la Eucaristía, como una

ofrenda, para que agradezcan el sacrificio del Hijo de Dios vivo y sean uno con él, en una

sola ofrenda, en un mismo sacrificio.

─ Para que agradezcan y dejen a Dios hacer, porque Él es el hacedor de todo.

─ Hijos míos, obedezcan poniendo su fe por obras y abandónense en su

misericordia.

─ Entonces no se preocuparán, ni se desesperarán, ni se angustiarán de nada, si

ustedes oran y ofrecen y trabajan y agradecen, para que en ustedes y a través de ustedes,

obre Dios según su voluntad»

+++

PARA MEDITAR – CUMPLIR CON LA MISIÓN

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo, si uno come de este pan, vivirá para siempre, y el

pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tu misión es dar vida, por eso te llaman Padre.

Tu misión es reunir al pueblo de Dios en un solo rebaño, por eso te llaman Pastor.

Tu misión es celebrar el memorial de la pasión, muerte y resurrección de tu Señor,

por eso te llaman Sacerdote.

Tu misión es predicar la Palabra para enseñar y regir al pueblo de Dios, por eso te

llaman Profeta.

Tu misión es llevar la Palabra de Dios y sus sacramentos a todos los rincones del

mundo, por eso te llaman Misionero.

Tu misión es salvar al mundo entero, por eso te llaman Cristo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

143

Eres tú, sacerdote, corredentor de la redención de tu Señor.

Eres tú, sacerdote, el que Él ha llamado, y ha elegido, para consumar su obra en cada

alma.

Eres tú, sacerdote, hacedor de milagros, porque tu Señor ha puesto su poder en tus

manos y en tu boca.

Úsalo bien, sacerdote, y cumple con tu misión, administrando con sabiduría su

misericordia.

Alimenta al pueblo de Dios, sacerdote. Sólo se necesita un pan y tu voluntad para

alimentar al mundo entero.

Pero, recuerda, sacerdote, que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que

sale de la boca de Dios.

Predica, sacerdote, la palabra de tu Señor, para que ese pueblo que tú alimentas con su

carne y con su sangre, crea que Él es el Hijo de Dios, para que tenga vida eterna.

Enseña al pueblo, sacerdote, para que aprenda que no todo el que diga Señor, Señor,

entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad del Padre que está en el cielo.

Corrige, sacerdote, a tu pueblo, a través del sacramento de la confesión, perdonando sus

pecados y dándole su consejo.

Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo y a los que ama los corrige.

Él es verdadero alimento y verdadera bebida.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

¿Reconoces, sacerdote, a tu Señor en la eucaristía?

Aliméntate tú primero, sacerdote, sacia tu hambre y sacia tu sed, escuchando su palabra

y haciendo lo que Él te diga.

Escucha, sacerdote, el Señor te dice:

«El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá sed».

Esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que vea al Hijo y crea en Él tenga vida

eterna y que yo lo resucite en el último día.

Pero ¿para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos si no oyen?

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____________________

NECESITADOS DE LA GRACIA – PODER VER A JESÚS

MIÉRCOLES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El ciego quedó curado y veía todo con claridad.

Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 22-26

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida y enseguida le llevaron a Jesús

un ciego y le pedían que lo tocara. Tomándolo de la mano, Jesús lo sacó del pueblo, le puso

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

144

saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: “¿Ves algo?” El ciego, empezando a ver, le

dijo: “Veo a la gente, como si fueran árboles que caminan”.

Jesús le volvió a imponer las manos en los ojos y el hombre comenzó a ver perfectamente

bien: estaba curado y veía todo con claridad. Jesús lo mandó a su casa, diciéndole: “Vete a tu

casa, y si pasas por el pueblo, no se lo digas a nadie”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú no necesitabas ningún gesto para devolver la salud a un enfermo. Bastaba

tu palabra, como sucedió con el siervo del Centurión y tantos casos más. Pero a este ciego lo

tomas de la mano, lo sacas del pueblo, le pones saliva en los ojos, le impones las manos dos

veces… Llama la atención ese proceder tuyo. Quiero pensar que me quieres decir, especialmente

a mí y a todos los sacerdotes, que hay personas “especialmente ciegas”, que necesitan mucha

ayuda para poder verte a ti, y tú necesitas que yo me esmere en el ejercicio de mi ministerio, con

todo el sacrificio que haga falta, para ayudarles. Pero lo primero que quieres es que yo mismo

reconozca mi ceguera y busque ver la luz, porque un ciego no puede guiar a otro ciego. ¡Señor,

que vea! Dame tu gracia para ver con claridad todo lo que tú quieres que cambie, para que vea

con claridad cuál es la voluntad de Dios para mí en cada momento. Madre mía, tú fuiste auxilio y

fortaleza para los discípulos de Jesús cuando se fue al cielo: ayúdame también a mí, para cumplir

con mi misión.

+++

«Sacerdotes míos, no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Yo quito los velos de los ojos, pero ustedes los cubren con sus manos, porque no

quieren ver, porque es más fácil cerrar los ojos para no ver, que ver y obedecer.

Ustedes son como atletas que compiten para ganar el premio, algunos caminan, otros

corren, pero no conocen el camino y no saben cuál es el premio.

El corredor aprieta el paso, y mortifica el cuerpo, fortalecido con la voluntad,

cuando sabe el camino y visualiza la meta, cuando sabe a dónde ir y cómo llegar, cuando ve

que el camino es largo y fatigoso, pero el premio es grande y vale la pena.

Yo soy el camino, y la gloria de mi Padre es el premio.

Pero no me conocen, y no comprenden la grandeza y el valor de la gloria que yo les

hice alcanzable, porque yo mismo recorrí el camino y he ganado el premio para todos.

Pero ustedes compiten unos contra otros, por eso no llegan a la meta, porque ven la

paja en el ojo de su hermano y no la viga que llevan en el suyo, porque no se han dado

cuenta que la competencia es consigo mismo, con constancia, su voluntad contra sus

debilidades y sus miserias; su obediencia contra sus tentaciones y sus pasiones, ayudándose

con la energía de sus virtudes y la omnipotencia de mi gracia.

Su misión es la misma que tuve yo.

La ayuda para cumplirla es la misma que tuve yo y todavía más grande, porque yo

estoy con ustedes todos los días de su vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

145

La misión es clara: despojarse de todo, hasta de sí mismos para hacerse esclavos, y

darse cuenta de la miseria de sus cuerpos y de sus almas, necesitados de la gracia y la

misericordia de Dios, y hacerse obedientes hasta la muerte y una muerte de cruz, para dar

la vida salvando almas y llevarlas al cielo para glorificar al Padre en el Hijo, recibiendo en

la corona merecida el premio.

Pero ustedes solo ven la cruz, que es la puerta, y no ven lo que hay después de la

puerta, que es el premio.

Los que han entrado por la puerta y han comprendido la grandeza y el valor del

premio, lleven a mis corredores esta sabiduría a través de la predicación del Evangelio.

La misión general de mis sacerdotes es una: la mía. La misión particular de cada uno

son las obras encomendadas que realizan para cumplir la misión.

Aprendan de mí, porque el discípulo no es más que el maestro, pero cuando aprenda

será como su maestro.

Aprendan de mí, porque la misión del Hijo la comparte con la madre, pero la Madre

también es partícipe del premio con el Hijo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy Madre y mediadora de todas las gracias.

Pero toda gracia y todo auxilio viene de Dios, a través de Jesucristo, por su bondad y

misericordia.

El auxilio de mi Hijo es enseñarles el camino a cada uno, para que se cumpla la

voluntad de Dios en cada uno.

La voluntad de Dios se cumple en cada uno cuando cada uno la conoce, la acepta y

une la suya a esa voluntad divina, por la que se derraman todas las gracias.

Mi auxilio es persuadir a mis hijos en su disposición, para que acepten y den su sí,

para que entreguen, en la libertad que Dios les ha dado, su voluntad a la voluntad de Dios.

Mi auxilio es interceder por cada uno de mis hijos, para que el Espíritu Santo que

siempre está conmigo, esté con ellos, y les dé la sabiduría y el entendimiento, el consejo, la

fortaleza, la ciencia, la piedad y el temor de Dios, para conocer esa voluntad, para disipar

las dudas y que vean con claridad.

Mi auxilio está en mostrarles el camino, la verdad y la vida, y llevarlos de la mano en

esa voluntad, de vuelta a la casa del Padre.

Mi auxilio está en que soy la Madre de Dios y por Él soy madre de todos los

hombres, y un hijo siempre consiente las peticiones de su madre.

Mi auxilio está en mostrarme Madre con mis hijos, y en llevar la paz a sus corazones.

¿No estoy yo aquí que soy su Madre? ¿Tienen necesidad de alguna otra cosa?

Yo acudo a los que piden mi auxilio.

Yo acudo en su auxilio, y les consigo la claridad para que conozcan la voluntad de

Dios, y les pido su confianza, su abandono y su obediencia, entregándose totalmente en esa

voluntad, en la que darán su vida por la Santa Iglesia, para recuperarla de nuevo en Cristo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

146

Yo quiero mostrarles que soy Madre.

Mi auxilio está en pedir la gracia de Dios para que ustedes permanezcan en Él como

Él permanece en ustedes.

Pero se requiere la voluntad de cada uno, y aquí se requiere la paciencia de los

santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús».

+++

PARA MEDITAR – PODER VER A JESÚS

«Yo soy la luz que ha venido al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca

en tinieblas».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿ves la luz?

¿Tus ojos pueden ver con claridad?

Tú, sacerdote, ¿puedes ver a Jesús?

Porque, todo el que lo vea a Él ve al que lo ha enviado.

Mírate tú, sacerdote, y haz conciencia de lo que ves.

¿Ves a aquél que vive en ti, o las tinieblas de tu interior sólo te permiten verte a ti

mismo?

Sacerdote, ya no eres tú, sino es Cristo quien vive en ti.

Pero, si tus ojos están ciegos, entonces no puedes verlo.

Pídele a tu Señor que te quite los velos para que puedas verlo.

Pídele a tu Señor que imponga sus manos sobre ti, como aquél día en el que renunciaste

a ti, para tomar tu cruz y seguirlo.

Date cuenta, sacerdote, que Él, que es la luz, un día brilló en ti y te hizo brillar para el

mundo, pero tu soberbia ha disipado la luz, y vives no en la luz sino en las tinieblas.

Sacerdote, tú eres la luz del mundo, porque su luz aún brilla en ti.

Pero, ¿cómo van a seguirte los que viven en la obscuridad si tú no les muestras la luz?

Y ¿cómo vas a caminar, si tú mismo no logras ver el camino?

Dispón tu corazón, y pídele a tu Señor que cure tu ceguera completamente.

Pídele que se muestre ante ti con claridad para que tu miseria no se equivoque, para que

lo veas con tal seguridad, que sea Él al único que veas, al único que sigas, al único que ames, al

único que adores, al único que sirvas, porque nadie puede servir a dos amos.

¡Que vea, Señor, que vea! Pídelo, sacerdote, con insistencia.

Que brille su luz en ti, para que tú lleves la luz a todos los rincones de la tierra.

¡Que veas, sacerdote, a Jesús! En el pobre, en el desamparado, en el necesitado, en el

que está lejos, pero también en el que tienes cerca, y en el rico, porque es más difícil para un rico

entrar en el Reino de los Cielos, porque ellos están ciegos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

147

La belleza y las pasiones del mundo causan esa ceguera. La concupiscencia de la carne

apaga la luz y te sumerge en las tinieblas del pecado, que no te deja ver a tu Señor, aunque lo

tengas enfrente, y aunque viva en ti.

No apagues la luz, sacerdote, arrodíllate, humíllate ante Él en el confesionario, y pide

perdón, porque Él te está esperando para disipar tus tinieblas, para mostrarse ante ti, para que lo

veas, para hacerte brillar, para que veas con claridad las tinieblas de los demás, y les muestres a

Jesús, imponiendo tus manos sobre sus miserias, perdonando sus pecados, devolviendo la

salud a los ojos que han sido cegados.

Que seas tú, sacerdote, el Cristo que ellos vean, para que cuando te vean a ti, vean a

aquél que te ha enviado.

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CORREDENTORES - AMAR LA CRUZ

JUEVES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Dijo Pedro: “Tú eres el Mesías”. -Es necesario que el Hijo del hombre padezca mucho.

Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 27-33

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a los poblados de Cesarea de Filipo.

Por el camino les hizo esta pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ellos le contestaron:

“Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas”.

Entonces él les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Pedro le respondió: “Tú

eres el Mesías”. Y él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Luego se puso a explicarles que era necesario que el Hijo del hombre padeciera mucho,

que fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que fuera entregado a

la muerte y resucitara al tercer día.

Todo esto lo dijo con entera claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y trataba de

disuadirlo. Jesús se volvió, y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro con estas palabras:

“¡Apártate de mí, Satanás! Porque tú no juzgas según Dios, sino según los hombres”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: era muy importante para ti que tus discípulos tuvieran claridad sobre tu

condición mesiánica, de que eras el Hijo de Dios vivo. Porque debían dar testimonio de ti, y

debían dar su vida apoyados en esa fe. Y seguramente, por eso mismo, les hablas inmediatamente

de la necesidad de padecer, morir y resucitar, para que tomen en cuenta que todo eso está en el

plan de Dios, que todo eso tiene que suceder, en el tiempo previsto. Así es Dios, tiene sus

tiempos, y todo va saliendo según sus planes. Pero Pedro reacciona según los juicios de los

hombres, y no quería aceptar que el Mesías de Dios fuera a sufrir. Señor, ayúdame a que siempre

pueda juzgar las cosas “según Dios”, a ver todo con visión sobrenatural, reconociendo que tú

tienes tus tiempos para cada cosa, tienes tus planes para cada uno de nosotros, y lo mejor es que

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

148

te reconozcamos como al Alfa y la Omega, principio y fin de todo. Tú vives en la eternidad y yo,

sacerdote, puedo meterme en esa eternidad cuando celebro en el altar la renovación del sacrificio

de tu cuerpo y de tu sangre, que es pan de vida eterna. ¿Cómo puedo, Jesús, estar más unido a ti

al celebrar la misa? Madre mía, Virgen dolorosa, ayúdame a estar siempre atado a la cruz de tu

hijo, para corredimir con Él.

+++

«Sacerdotes míos, el tiempo de los hombres es limitado, hay un tiempo para cada

cosa y el tiempo se termina, todo comienza y todo se acaba, para todo hay un tiempo y hay

un tiempo para cada cosa.

Pero el tiempo de Dios es eternidad. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene

vida eterna, y yo le resucitaré en el último día.

Vivan en mi eternidad la renovación de mi entrega, de mi sacrificio redentor para la

salvación del mundo y de mi resurrección, en cada misa, en la que mis ovejas escuchan mi

voz reunidas en un solo rebaño y un solo pastor.

Yo entrego mi vida, para recuperarla de nuevo. Nadie me la quita, yo la doy

voluntariamente, tengo el poder para darla y para recuperarla de nuevo.

Yo alabo al Padre y le doy gracias, y en profunda oración me ofrezco en cuerpo y en

sangre, para unir a todas las almas en mí y hacerlas partícipes de mi único sacrificio, para

ser inmoladas conmigo, para morir al mundo y resucitar en mí.

Entonces todo sucede, todo es real: la transubstanciación del pan y del vino en las

manos de ustedes, que se convierten en mi cuerpo, real y verdadero, y en mi sangre

preciosa, para ser derramada en la cruz para el perdón de los pecados, para ser crucificado

en la cruz, en presencia del sacerdote en el altar que, configurado conmigo en el pan y en el

vino, somos uno.

Y al elevar mi cuerpo se elevan ustedes conmigo, y al ofrecer mi sangre, se ofrecen

conmigo en ofrenda agradable al Padre, incluyendo a todas las almas en este único y eterno

sacrificio, en el que el pan, el vino y el sacerdote son una sola cosa: Cristo.

Y entrego mi vida amando hasta el extremo, dándolo todo, hasta mi espíritu,

muriendo al mundo, para resucitar de entre los muertos para darles vida a todos, entonces

todo se renueva, porque yo hago nuevas todas las cosas.

Y me entrego yo en el sacerdote como víctima de expiación por los pecados de los

hombres, mientras mi Madre al pie de mi cruz compadece y sufre conmigo y se entrega ella

aceptando la voluntad de Dios, sosteniendo mi entrega con su compañía y su oración,

participando en mi redención desde su sí, por el que fui encarnado en su vientre, fue

entregado al mundo el amor, enseñándome a caminar en medio del mundo, cargando mi

cruz, sirviendo, vistiendo al desnudo, curando al enfermo, acogiendo al pobre, liberando al

preso, resucitando al muerto, enseñando al que no sabe, dando consejo, corrigiendo al que

se equivoca, perdonando los pecados, consolando al que sufre, sufriendo con paciencia los

defectos de los demás, orando por los vivos y por los muertos, haciéndome alimento de vida

eterna para alimentar al hambriento, y bebida de salvación para dar de beber al sediento,

convirtiendo el pan en mi cuerpo y el vino en mi sangre.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

149

Mis ángeles y santos, y todas las ánimas adoran mi cuerpo y mi sangre en cada misa,

en cada celebración, en cada eucaristía, en la que se renueva mi sacrificio incruento y en la

que permanece mi cuerpo, mi sangre, mi alma, y mi divinidad.

Amigos míos, Satanás ronda alrededor de mi cruz, pero no tiene permitido acercarse

a mi Madre».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ustedes son configurados con Cristo el día de su ordenación.

Y reciben muchos regalos y gracias de Dios.

Todos y cada uno recibe las llagas de la pasión, en sus manos, en sus pies y en su

costado, al ser configurados con Cristo en la cruz, para que mueran al mundo de pecado y

resuciten a una vida nueva en Cristo, quien les ha dado un alma sacerdotal.

Pero no todos creen, no se mantienen firmes en la fe, se bajan de la cruz, porque no

soportan, porque no creen, porque están apegados al mundo, porque tienen miedo al

sufrimiento, porque les falta amor, porque no se abren a la gracia y a la misericordia de

Dios, y quieren hacerlo todo con sus propias fuerzas, y sufren viviendo en medio del mundo

queriendo pertenecer, pero ustedes no son de este mundo.

Hijos míos, yo los acompaño al pie de la cruz de Cristo, para que los sostenga con su

compañía y su oración, para que, aunque no puedan ver sus llagas, las acepten, las

reconozcan y las agradezcan, y no se bajen de su cruz, antes bien, que sigan el ejemplo de

Jesús, entregando su vida para morir al mundo. Que nadie se las quite, que la entreguen

por su propia voluntad, para que muriendo a todo deseo de la carne, a todo pecado y a todo

mal, sean copartícipes de la redención y resuciten en Cristo, y vivan en la alegría de la

resurrección, en libertad, conociendo la verdad».

+++

PARA MEDITAR – AMAR LA CRUZ

«Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Yo soy el que es, el que era y el que ha

de venir».

Eso dice Jesús.

¿Y tú, sacerdote, quién dices que es Él?

¿Reconoces, sacerdote, a tu Señor? ¿Conoces su voz? ¿Lo sigues?

¿Reconoces, sacerdote, a aquél que te llamó y que te eligió?

Él es el Mesías. Él es tu Señor, el Buen Pastor, tu Maestro, tu Guía, tu Redentor,

tuSalvador.

¿Reconoces, sacerdote, que Él es el Cristo y que Él es el Hijo de Dios?

¿Lo conoces?

No eres tú quien lo ha elegido a Él, Él es quien te ha elegido a ti, porque Él te amó

primero.

Desde antes de nacer Él ya te conocía.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

150

Desde antes de nacer ya te tenía consagrado.

Profeta de las naciones te constituyó.

Él te conoce, sacerdote, y por eso te llamó, por eso te eligió, para que renunciando a ti

mismo tomaras tu cruz y lo siguieras.

Él sabe bien quién eres tú.

Y tú, sacerdote, ¿lo conoces?, ¿conoces bien a tu Señor?, ¿lo amas?

Es imposible conocer a tu Señor y no amarlo.

Tratándolo de amistad, es así como conoces a tu Señor.

Trátalo, sacerdote, para que lo conozcas y lo ames y enséñale al mundo quién es Él,

para que el mundo también lo ame.

Enséñales, sacerdote, a amar la cruz, porque a través de la cruz es como tratas a tu

Señor de amistad y de amor.

Es en la cruz en donde Él padeció y murió, sufriendo el rechazo de los hombres y el

destierro del mundo destruyendo el pecado y la muerte para salvarlos, para darles vida,

perdonando los pecados, venciendo a la muerte, haciendo nuevas todas las cosas, resucitando de

entre los muertos para darle al mundo la vida eterna, por Él, con Él, y en Él.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

Él te ha llamado, te ha elegido, y te ha llamado amigo para que compartas todo con Él:

su pasión, su vida, su muerte, su redención y también la gloria de su Resurrección.

Comparte, sacerdote, todo con Él, teniendo sus mismos sentimientos, entregando tu

voluntad a la voluntad del Padre, para que seas configurado con el Hijo, para que lo conozcas y

lo ames, porque sólo por amor se puede dar la vida.

No tengas miedo, ama la cruz.

Abraza, sacerdote, a Jesús. Compadece su sufrimiento y llénate de su alegría.

Disponte a recibir los dones que Él ha destinado para ti.

No des cabida a la soberbia en tu vida, porque la soberbia no es de Dios, es del padre

de la mentira, del que te traiciona y te hace caer para que seas infiel y destruye tu vida,

porque de ti depende, sacerdote, la vida del mundo.

No permitas, sacerdote, que fracase en ti el plan que tu Padre Dios tiene para ti.

Permítele al Espíritu Santo actuar en ti.

Descubre, sacerdote, qué tanto conoces a tu Señor.

Descubre qué tanto correspondes a su amor.

Descubre, sacerdote, qué tan dispuesto estás a servirlo como corredentor.

El Espíritu Santo se le ha dado a los que aman a su Señor.

Descubre, sacerdote, quién vive en tu interior.

Rechaza toda provocación y todo momento de tentación.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

151

Acércate a la Madre de la gracia, es tu protección.

Humilla, sacerdote, tu corazón, y pide perdón reconociendo que todavía no conoces

bien a tu Señor.

Reconoce, sacerdote, tu debilidad, tu fragilidad y tu pequeñez.

Reconoce que no has correspondido bien al amor que te ha dado tu Señor.

Él te ha dado su vida por su propia voluntad. Nadie se la quitó, Él te la dio.

Y tú, sacerdote, ¿qué le has dado a tu Señor?

Él espera que le des tu amistad, que le des tu confianza y que le des tu humildad.

Él espera que le des tu incapacidad, tu vaso de barro, tu debilidad y tu pecado para que

Él te pueda transformar, porque Él te conoce.

Él te ama y Él quiere tu vida.

Es necesario, sacerdote, que tú le entregues tu vida por tu propia voluntad.

Nadie te la quita, tú la das cuando conoces a tu Señor y lo amas, porque el sacerdote

configurado con su Señor, entrega su vida a su vocación y su vocación es al amor.

¿Quieres conocer a tu Señor, sacerdote?

Rema mar adentro. Te está esperando. Ve a su encuentro.

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ENVIADOS PARA SERVIR - CONFESAR A CRISTO

VIERNES DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

Del santo Evangelio según san Marcos: 8, 34-9,1

En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: “El que quiera

venir conmigo, que renuncie así mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera

salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.

¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a

cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente,

idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria

de su Padre, entre los santos ángeles”.

Y añadió: “Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto

primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

152

Señor Jesús: varias veces a lo largo de tu vida pública hablaste de la importancia de

tomar la cruz de cada día, si uno quería ser tu discípulo. Aquí también aparecen las expresiones

“salvar la vida”, “perder la vida”. Queda claro de que se trata de la vida eterna. A mí, sacerdote,

me pides, por una parte, que gane el mundo entero para ti, que te lleve almas, y, por otra parte,

que pierda la vida por ti y por el Evangelio, para salvarme: sin esto último, de nada sirve lo

primero. Me pides que no me avergüence de ti y de tus palabras. Entiendo por eso que me estás

pidiendo que predique con el ejemplo, que manifieste mi fe con obras, para así dar testimonio de

ti. Tomar la cruz de cada día, perder la vida, significa realmente ponerme a servir a los demás,

olvidándome de mí mismo. Eso hiciste tú, Jesús, que no viniste a ser servido, sino a servir,

porque nadie tiene amor más grande por sus amigos que el que da la vida por ellos. ¿Cómo

puedo, Jesús, perderle el miedo a la cruz y entregarme completamente? Madre mía, esclava del

Señor, enséñame a servir a los demás, como lo hiciste tú.

+++

«Sacerdotes míos, yo los hago profetas de las naciones, y los envío a llevar mi

palabra, y a donde quiera que yo los envíe ustedes irán, y lo que yo les diga ustedes dirán.

Yo los envío a servir, para que practiquen mi palabra poniendo su fe por obra.

Porque una fe sin obras es una fe muerta, y el que escucha mi palabra, si no la pone en

práctica, no la aprovecha.

Porque nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no es movido por el Espíritu Santo,

pero no todo el que diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla

la voluntad de Dios.

En cada uno se manifiesta el Espíritu Santo para provecho común.

Yo no he venido al mundo a ser servido sino a servir. Por tanto, el que quiera ser el

primero que sea el último.

Y si yo, que soy el Señor, les he lavado los pies, también deben lavarse los pies unos a

otros, porque no es más el siervo que su Señor.

Yo conozco bien a los que elegí y a los que he enviado. El que acoge al que he enviado

me acoge a mí, y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado.

No tengan miedo, yo los envío a servir, pero yo los protejo.

Yo los envío a predicar y a poner en práctica mi palabra, con la que edifican el Reino

de los Cielos en la tierra, para que todo esté preparado y dispuesto para cuando yo vuelva.

Yo los envío a construir sobre la roca firme que soy yo mismo, y sobre quien me

representa, porque sobre esta roca yo edifico mi Iglesia, y las puertas del hades no

prevalecerán contra ella.

Vayan a anunciar que el Reino de Dios ha llegado y ya está aquí.

Pongan al servicio de los demás las gracias que les he concedido, porque la palabra

que les ha sido dada es palabra de Dios.

Sirvan entonces en virtud del poder recibido de Dios, para que el Padre sea

glorificado por el Hijo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

153

Que las obras de Dios que ustedes construyen, sean para la edificación espiritual

sobre cimientos firmes, para la santidad de ustedes, de los que he elegido como mis siervos,

pero que yo no he llamado siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, los he

llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre. Y los he

elegido para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca, para que se amen los unos a los

otros, y el que quiera servirme, sirva a sus hermanos.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ustedes son enviados a preparar las obras de Dios, para que

cuando mi Hijo vuelva, estén preparados.

Ustedes son enviados a dar testimonio de la luz, para que todos crean, porque la luz

estaba en el mundo, pero el mundo no la conoció. La obra de Dios es que crean en quien él

ha enviado y al que ustedes no son dignos de desatarle la correa de las sandalias.

Ustedes son enviados a servir al Señor. Clamen ustedes como los profetas en el

desierto: “rectifiquen el camino del Señor”, porque él está a la puerta y llama. Yo les doy

un tesoro de mi corazón para que cumplan con virtud la voluntad de Dios: mi servicio.

Servicio con fe y esperanza, haciéndome esclava del Señor, para que se hiciera en mí según

su palabra.

Para acudir con prontitud a servir a mi prima cuando me necesitaba.

Para servir como esposa y como madre a mi familia.

Para actuar con caridad cuando ya no tenían vino.

Para servir entregando mi vida, acompañando a mi Hijo, sirviéndolo a Él mientras

Él servía a los demás.

Para obedecer al Padre en todo como mi Hijo, acompañándolo hasta la muerte y una

muerte de cruz.

Y para continuar sirviendo, dando esperanza y consuelo, auxilio y protección, para

que ustedes, mis hijos, cumplan con su misión, y llevarlos al cielo, porque esa es la voluntad

de Dios.

Acompáñenme a prepararlo todo para cuando mi Hijo vuelva.

Construyan sobre cimientos fuertes, predicando la palabra de Dios, y practicándola,

porque cuando él venga pondrá unos a su derecha y otros a su izquierda. A los de la

derecha les dirá: vengan benditos de mi Padre, reciban la herencia del Reino preparado

para ustedes. A los de la izquierda les dirá: nunca los he conocido.

Aléjense de mí, ustedes los que han hecho el mal.

Prepárense para cuando mi Hijo vuelva, porque Él vino al mundo a nacer y a vivir

entre la miseria de los hombres, para traer misericordia. Pero vendrá de nuevo, y esta vez

vendrá con todo su poder y su justicia a buscar lo que le pertenece, y que con su sangre ha

ganado.

Prepárense para que se dispongan a recibir el amor a través de la formación

permanente de sus corazones, para construir almas perfectas que pongan en práctica la

palabra, para que construyan el Reino de Dios en la tierra sobre cimientos firmes, para que

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

154

cuando Él venga los encuentre preparados y los ponga a su derecha, para que se salven

ustedes mismos y conduzcan a todas las almas al cielo.

Porque, ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierden su vida?

Quien se avergüence de mi Hijo y de su palabra, también mi Hijo se avergonzará de

él, cuando venga con sus ángeles y la gloria de su Padre.

Yo les traigo mi auxilio con la misericordia de Dios, para que ustedes sean perfectos

como Él, imitando mis virtudes, sirviendo como servidores de Cristo, porque Él no los

llama siervos, los llama amigos».

+++

PARA MEDITAR – CONFESAR A CRISTO

«Todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él

ante mi Padre que está en los cielos. Pero a quien me niegue ante los hombres lo negaré ante

mi Padre que está en los cielos».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, y tú, ¿te declaras por tu Señor ante los hombres, o lo niegas?

Tú sacerdote, ¿das testimonio de Él poniendo tu fe por obra, demostrando que eres un

hombre sagrado, un hombre de Dios, un hombre entregado al servicio de tu Señor, con la frente

en alto, o te avergüenzas de haber sido llamado y elegido para ser crucificado y humillado ante

los hombres en la cruz de tu Señor, cuando lo dejaste todo para seguirlo?

Sacerdote, tu Señor es el Cristo, el Hijo de Dios, en el que Él se complace.

Y tú, sacerdote, ¿manifiestas al mundo esa verdad con alegría, o escondes esa verdad,

avergonzado, disfrazándola de mentira?

Sacerdote, ¿tienes el valor de mostrarle al mundo tu sotana que te identifica con la cruz

de aquél, que se despojó de sí mismo, para adquirir la naturaleza humana y dar la vida por ti, o la

guardas para perderte entre la gente y no mostrarle al mundo quién realmente eres?

¿Caminas, sacerdote, en medio del mundo cargando tu cruz para que vean a Jesús, o la

escondes, para que la gente sea a ti a quien vea?

¿Muestras, sacerdote, al Cristo que llevas dentro, y que representas a través de tus

obras, o escondes al Cristo y dejas ver sólo al hombre?

¿Entregas tu vida, sacerdote, para recuperarla en Cristo, o pretendes salvar tu vida

negando a Cristo?

¿Te niegas, sacerdote, a ti mismo y reconoces en ti a Cristo, o eres preso de tu soberbia

y traicionas a tu Señor?

¿Te avergüenzas de creer en la Eucaristía y elevas a tu Señor entre tus manos

sintiendo vergüenza, o profesas tu fe y exaltas su Cuerpo y su Sangre, que amando hasta el

extremo se ha entregado en tus manos, permitiendo que bajes el Pan vivo del cielo?

¿Adoras, sacerdote, el Cuerpo y la Sangre de tu Señor, proclamando su Palabra,

profesando tu fe, y enseñando con convicción y con tu ejemplo los mandamientos de la ley de tu

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

155

Dios, o reniegas, sacerdote, de aquél que te creó, que su vida por ti entregó, y que te dio la vida

en su Resurrección?

¿Participas, sacerdote, de la misión de tu Señor como corredentor, o te has cansado y

estás sentado y resignado permitiendo que la tibieza se apodere de tu corazón?

¿Arde, sacerdote, el fuego del amor en tu interior, y tienes los mismos sentimientos

que tu Señor, o sientes el frío de tu corazón de piedra?

¿Tienes, sacerdote, el valor de ser misionero y predicar el Evangelio al mundo

entero?

¿Permaneces, sacerdote, en la fidelidad de aquel que siendo tu amo no te ha llamado

siervo, te ha llamado amigo, o te has alejado de su amistad?

¿Procuras, sacerdote, tratar a tu Señor en la oración, o te avergüenzas de demostrarle

tu amor?

Reconoce, sacerdote, a tu Señor y muéstralo al mundo a través de la mortificación de

tus sentidos, de tu cuerpo y de tus pasiones, mostrando al mundo con orgullo la cruz de tu

vocación con tu castidad, con tu pobreza y con tu obediencia, dando ejemplo de la satisfacción

y la alegría de servir a tu Señor, entregando tu vida, poniéndola al servicio de los demás,

haciéndote último ante los hombres, doblando la rodilla al pronunciar el nombre de tu Señor con

verdadera reverencia, exultando que Él es el Hijo de Dios, demostrándole al mundo el gozo de tu

alma sacerdotal que sabe que no has sido tú quien lo eligió, sino que fue Él quien te eligió a ti,

porque Él te amó primero.

Vive, sacerdote, la palabra de tu Señor, poniéndola en práctica, renovando tu alma,

enderezando tu camino, humillando tu corazón, pidiendo perdón, salvándote a ti primero,

recibiendo la misericordia de tu Señor y entregándola para salvar al mundo entero.

Nunca niegues, sacerdote, a aquél que padeció y murió por ti en la cruz para salvar tu

vida, antes bien, niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús, muriendo con Él al mundo,

para ganar para Él el mundo, viviendo en la alegría de su Resurrección.

Ten el valor de subir al monte y extender los brazos hacia el cielo, para que todo el mundo

te vea, y grita con todas tus fuerzas: ¡Cristo está vivo! Para que todo el mundo crea.

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PERMANECER EN ORACIÓN - ESCUCHAR AL HIJO AMADO

SÁBADO DE LA VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Se transfiguró en presencia de ellos.

Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 2-13

En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un

monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente

blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra. Después se les aparecieron Elías

y Moisés, conversando con Jesús.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

156

Entonces Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres

chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. En realidad, no sabía lo que decía, porque

estaban asustados.

Se formó entonces una nube, que los cubrió con su sombra, y de esta nube salió una voz

que decía: “Éste es mi Hijo amado; escúchenlo”. En ese momento miraron alrededor y no vieron

a nadie sino a Jesús, que estaba solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían

visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos guardaron esto en

secreto, pero discutían entre sí qué querría decir eso de ‘resucitar de entre los muertos’.

Le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?”

Él les contestó: “Si fuera cierto que Elías tiene que venir primero y tiene que poner todo en orden,

entonces ¿cómo es que está escrito que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho y ser

despreciado? Por lo demás, yo les aseguro que Elías ha venido ya y lo trataron a su antojo, como

estaba escrito de él”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: debió ser impresionante la escena para tus discípulos predilectos. Verte

transfigurado, ver a Moisés y Elías y, sobre todo, escuchar la voz del Padre. Entiendo muy bien

que estuvieran a gusto y hayan querido hacer tres chozas, sin saber lo que decían. Y yo, Señor,

que puedo hacerte presente a través de la transubstanciación del pan y del vino en tu Cuerpo y tu

Sangre cada vez que celebro la Santa Misa. Yo, Señor, me transfiguro en el altar todos los días.

También estoy muy a gusto, y quisiera quedarme ahí para siempre. ¿Cómo darme más cuenta del

milagro tan grande que se realiza en mis manos, y no acostumbrarme de modo rutinario? Me has

confiado mucho y me pedirás mucho. Ayúdame, auméntame la fe, la esperanza y el amor cuando

celebro la Eucaristía. Y también te escucho, en la Liturgia de la Palabra. Pan y Palabra, Hostia y

Oración. Jesús, yo también quiero estar contigo todos los días en el Monte Alto, haciendo

oración, meditando tu palabra y alimentándome de tu Cuerpo y de tu Sangre. Madre mía,

ayúdame a permanecer despierto, muy atento a lo que me diga tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: no se distraigan.

Permanezcan en el monte alto, que es la oración, en un encuentro constante conmigo,

transfigurado en la Eucaristía, participando en mi sacrificio todos los días en la Santa Misa,

que es la experiencia del amor de Dios Espíritu Santo, y el encuentro con Dios Padre en el

monte alto, en el que Él mismo mira a Dios Hijo, mientras mira a cada uno y dice: “este es

mi Hijo amado, escúchalo”.

Es la experiencia de amor eterno, en el que se conmemora el único y eterno sacrificio

de Dios Hijo, que se hace presente a través de la transubstanciación, por la que la ofrenda

en tus manos se convierte en Eucaristía, que es mi presencia, mi Cuerpo, mi Sangre, mi

Alma y mi Divinidad, y que refleja la gloria de Dios en Cristo resucitado y vivo, que eres tú:

sacerdote transfigurado en el altar.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

157

Yo soy al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar. Tanto así es el sacerdote, al que

Dios se da y en quien confía.

Pero, al que mucho se le da, mucho se le pedirá, y al que mucho se le confía, más se le

exigirá. A ustedes se les ha dado mucho, por eso se les pide mucho.

Yo les pido que no se distraigan, y que den testimonio de mi amor por ustedes, y de

su amor por mí, a través de las pruebas en medio de la tribulación, de la incomprensión, del

sacrificio, del silencio, de la constancia en la oración, y en la entrega de todo lo que yo les

doy a través de mi obra redentora, confiando en mí, dejando todas las cosas importantes en

mis manos para que se ocupen sólo de una, porque muchas cosas son importantes, pero sólo

una es necesaria.

La paz de sus corazones, en medio de los problemas del mundo, será testimonio para

el mundo.

Ustedes han subido conmigo al monte Tabor, y yo les he mostrado mi gloria, para

mantener firme su fe, su esperanza y su amor, aun en medio de las tormentas, para que

lleven al mundo su testimonio de fe, que no es una fábula sino la verdad que han visto y que

han oído, para que sean lámpara que ilumina en la obscuridad, para que obedezcan a mi

Padre y me escuchen, para que me conozcan y crean en mí, para que hagan lo que yo les

digo, para que correspondan bien a lo que les confío, y cumplan con lo que les exijo.

Yo les mostré a ustedes mi gloria, para que quieran alcanzarla».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo los ayudo a subir al monte alto de la oración, para que,

en el encuentro con Cristo, Él transfigure su corazón, llenándolos de su gloria, para que

tomando su Cruz glorifiquen al Señor, bajando del monte alto después, para mostrar su

gloria al mundo.

Permanezcan en el monte alto en medio del mundo, para que escuchen a mi Hijo y lo

conozcan transfigurado a través de la Palabra, para que permanezcan en vela, y que,

aunque tengan sueño, no se duerman. Que se despierten para que puedan ver su gloria y

puedan escucharlo, para que guardando la Palabra hagan lo que Él les diga, y cuando Él

vuelva los encuentre despiertos y no dormidos, para que sean luz para el mundo, y su luz

brille, para que den testimonio de fe, de amor y de misericordia, y se vean sus buenas obras,

para que sea reafirmada su fe en la verdad, y glorifiquen al Padre que está en el cielo».

+++

PARA MEDITAR – ESCUCHAR AL HIJO AMADO

«Este es mi Hijo amado, escúchenlo».

Eso dice la voz del Padre que está en el cielo.

Sacerdote, obedece a tu Dios y escucha a tu Señor, porque es el Hijo de Dios, su

amado, en quien Él se complace.

Escucha, sacerdote, su voz, y haz lo que Él te diga.

Es así como cumples la voluntad de aquél que te creó y que ha enviado a su único Hijo

para revelarte su gloria, para redimirte, para salvarte, para darte su heredad por filiación divina y

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

158

hacerte suyo dándote vida eterna en Cristo, para que tú, sacerdote, hagas lo mismo a través de

los sacramentos y de la palabra que es el mismo Cristo crucificado, resucitado y vivo.

Es así como tu Señor se te ha revelado.

Pídele, sacerdote, que transfigure tu corazón, así como Él fue transfigurado para

mostrarse tal cual es, y puedas tú también ver tu corazón tal cual es, corazón humano

configurado con el corazón divino de tu Señor, para hacer sus obras y aún mayores, porque todo,

sacerdote, lo que su Padre le ha dicho, Él a ti te lo ha hecho saber, para que, cumpliendo su

palabra, glorifiques al Hijo, y el Hijo glorifique al Padre.

Obedece, sacerdote, y escucha a tu Señor.

Al Señor se le escucha a través de la palabra y a través de la oración.

Sube, sacerdote, al Monte Tabor, pero no te duermas, antes bien, abre tus ojos para

que veas lo que hay en tu interior y descubras en ti a tu Señor.

Cristo vive en ti, sacerdote. Reconoce su presencia poniendo atención cuando estés bien

dispuesto en la oración, y escucha, sacerdote, su voz, callando la tuya, poniendo todos tus

sentidos atentos a la manifestación de la luz que ilumina tu mente, tu conciencia, tu inteligencia

y tu corazón a través del Espíritu Santo, para que recibas la sabiduría que necesitas para

discernir entre el bien y el mal, y la fortaleza que necesita tu voluntad para hacer el bien y

rechazar el mal.

Abre tus ojos, sacerdote, y contempla la verdad de tu Señor.

Mira en su cuerpo y su sangre su humanidad, y contempla su divinidad.

Siente su presencia y une tu alma a la suya.

Sacerdote: dobla tus rodillas y adora a tu Señor.

Él está presente en la Eucaristía.

¡Cristo ha resucitado y está vivo!

Tómalo, sacerdote, entre tus manos y muéstralo al mundo elevando a tu Señor

transfigurado, para que el mundo lo vea, para que escuchen la voz del Padre mostrándote a ti

con Él y diciéndoles: “éste es mi Hijo amado, escúchenlo”.

Y alza, sacerdote, tu voz, para que se cumpla la voluntad del Padre glorificado en el

Hijo a través de ti, sacerdote.

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____________________

APRENDIENDO A PERDONAR - PERDONAR POR AMOR

DOMINGO DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Amen a sus enemigos.

Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo,

diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

159

en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para

quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su

servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas

la espalda.

Han oído que se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo, en cambio, les digo:

Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y

calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los

malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos.

Porque, si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso

mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No

hacen eso mismo los paganos?

Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: pides una cosa muy difícil: amar a los enemigos. Lo que se puede plantear

una persona, en el mejor de los casos, es perdonar a los enemigos. Pero ¿amarlos? Ya sé la

respuesta. Me la diste en la Cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Y también

me responden las lágrimas de tu Madre, al pie de la Cruz. Durante tu vida pública predicaste

muchas veces el amor al prójimo, y lo dejaste como mandamiento nuevo, en la Última Cena,

como distintivo de los cristianos. Pero qué difícil resulta poner la otra mejilla, perdonar, olvidar,

no guardar rencor… amar al que nos ofende. Es verdad que nos enseñaste a pedir al Padre que

perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Es un trato con Él. Y

hay que cumplirlo. A los sacerdotes se nos presenta, en el ejercicio de nuestro ministerio, una

ocasión propicia para perdonar en tu nombre: el sacramento de la Penitencia. Hay que perdonar

siempre, porque tú así lo quieres, al penitente que esté arrepentido y dispuesto a luchar. Sin temor

a ser muy indulgente, como aquel sacerdote que te dijo, mirando un crucifijo: “tú tienes la culpa”.

Jesús, ayúdame a saber perdonar siempre, al que te ofende y al que me ofende, y enseñar eso

mismo a tus ovejas, para ser perfectos, como el Padre celestial es perfecto. Madre nuestra, refugio

de los pecadores, dame un corazón como el tuyo.

+++

«Sacerdotes míos: vengan y síganme. Yo los enseñaré a perdonar.

Contemplen mi cuerpo crucificado, desnudo y totalmente cubierto de heridas. Son

tantas que no pueden contarse. Se pueden contar todos mis huesos, y ya he derramado casi

toda mi sangre, pero estoy vivo. Mi rostro refleja dolor, sufrimiento y agonía. De mis ojos

salen lágrimas mezcladas con sangre. Tengo una mejilla hinchada y desfigurada, que delata

la fuerza del golpe recibido.

Contemplen mis manos inmóviles, hinchadas, amoratadas, clavadas; mis pies

cansados, lastimados, unidos por un enorme clavo; y mi cabeza clavada de las espinas de

una corona de burla. Estoy desnudo, pero estoy vestido de pecado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

160

Contemplen las heridas de mi cuerpo. Son heridas hechas por la rebeldía de mi

pueblo. Cada una es causada por la culpa del pecado de los hombres. Yo soporto el castigo

con paciencia, para traerles la salud y la paz.

Yo, que no cometí pecado, llevo los pecados de los hombres en mi cuerpo, a fin de

que mueran al pecado y vivan a la justicia.

Cuenten las heridas de mi cuerpo, y sabrán cuántas veces hay que perdonar. La

deuda perdonada por el sacrificio del Rey es setenta veces siete.

Me duelen mis heridas, pero tengan compasión de mi dolor más grande: ver el rostro

del perdón en el rostro de mi Madre.

Contemplen el rostro doliente de mi Madre, junto a su hijo crucificado.

Contemplen sus lágrimas de dolor y sufrimiento, pero también sus sentimientos de

compasión, piedad, fe, esperanza, amor, prudencia, templanza, fortaleza, justicia, súplica,

serenidad, oración, perseverancia, compañía, consuelo, silencio, humillación, perdón.

Contemplen a los hombres que están junto a ella, los que me han azotado con furia,

los que me han burlado, escupido, golpeado, humillado, juzgado injustamente, condenado a

muerte y a una muerte de cruz, los que me han desnudado y echado a la suerte mis vestidos,

los que me han clavado sin piedad en la cruz, levantado con brusquedad, y siguen aquí,

esperando y deseando mi muerte.

Contemplen el rostro de mi Madre, y contemplen mi cuerpo. Compartan el dolor de

su corazón, para que tengan sus mismos sentimientos, que son los míos, y pongan la otra

mejilla, perdonando como ella perdonó de corazón, ante la vista de todos, a los que me han

hecho esto, porque no saben lo que hacen.

Perdonen como perdona el Padre, por el sacrificio único y eterno del Hijo, suficiente

para pagar las deudas de los hombres pasadas, presentes y futuras, porque yo soy el mismo

ayer, hoy y siempre.

Ahora díganme, amigos míos, después de perdonar esto, ¿serán capaces de perdonar

cualquier otra cosa? ¿Acaso hay una falta más grande o más difícil de perdonar? ¿Acaso

hay algo más que no merezca su perdón?

Yo he perdonado todo, y he entregado mi vida para el perdón de los pecados de un

pueblo rebelde, que, a pesar de todo, sigue siendo rebelde, que tiene ojos y no ve, que tiene

oídos y no oye.

Pero a ustedes que sí me escuchan, yo les digo: amen a sus enemigos y hagan el bien

a quien los odie, bendigan al que los maldiga, rueguen por los que los difaman, y al que los

hiera en la mejilla, preséntenle también la otra. Mi cruz es la otra mejilla.

Contemplen mi cuerpo destrozado, en el que he cargado todas las culpas de todos los

hombres, de todos los tiempos. Mírenme a los ojos. Yo les pregunto: ¿me perdonan?

Yo he vencido al mundo y he resucitado. Y he ganado para mi Padre un reino de

sacerdotes y una nación santa. Porque no sólo perdoné sus pecados, sino que les he dado mi

heredad, haciéndolos hijos de mi Padre. Y me he quedado entre ustedes, porque cuando

estaba en el mundo yo vi que mi pueblo era como ovejas descarriadas y caminaban como

ovejas sin pastor, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida sus almas y que les dice: no

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

161

juzguen y no serán juzgados, no condenen y no serán condenados, perdonen y serán

perdonados, den y se les dará, porque con la medida que ustedes midan, se les medirá.

Olvídense de lo que está atrás y vayan hacia adelante, corriendo hacia la meta, para

ganar el premio que yo mismo he ganado en mí para ustedes.

Yo los he llamado mis amigos y los he hecho pastores, para guiar a mis ovejas y

conducirlas a la meta.

Pero muchos me han abandonado, han descuidado a sus rebaños, se han vuelto

rebeldes y han traicionado mi amistad, me han golpeado en la mejilla, se han burlado de

mí, me han azotado, han echado a suerte mis vestidos, y hasta me han crucificado.

Yo los llamo para que me vean y me escuchen, y regresen a mi amistad.

Yo les pido que perdonen de corazón, a la vista de todos, tantas veces como yo los he

perdonado a ustedes, y que ofrezcan mi otra mejilla, sin juzgar, sin condenar, derramando

mi misericordia.

Yo les pido que se amen unos a otros, y entreguen su vida para la santidad de mi

pueblo, enseñándoles a perdonar de corazón, pero también a pedir perdón, y a recibir mi

amor y mi misericordia, porque yo he cargado con sus culpas, y llevo en mi corazón por

cada pecado una herida, pero todo ha sido ya perdonado, para la gloria de Dios, porque al

que mucho se le perdona mucho ama».

+++

PARA MEDITAR – PERDONAR POR AMOR

«Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, la perfección se alcanza en Cristo.

Tú, sacerdote, has sido creado para ser perfecto, como el Padre del cielo es perfecto.

Pero, llevas en tu cuerpo y en tu alma la herida del pecado que te hace imperfecto, y es

tu Señor, el que asume tus heridas en su cruz.

Él, que es perfecto. Él, que es puro. Él, que es todopoderoso, misericordioso y bueno.

Él, que es la virtud, es la perfección humana y divina, es el amor manifestado a través del

perdón, en el sacrificio del Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo.

Sacerdote, tú has sido creado a imagen y semejanza de Dios. Y es Cristo quien ha vencido

al mundo, para alcanzar para ti la salvación, la perfección, la plenitud y la vida eterna.

Asume, sacerdote, la responsabilidad de recibir por heredad el Reino de los Cielos

para construirlo en la tierra, para guiar al pueblo de Dios al camino que los lleva al encuentro con

Cristo, a través del perdón.

Perdona, sacerdote al que te ofende, al que te hace daño, al que te golpea, al que te

difama, al que te juzga, al que te escupe, al que te hace burla, al que te persigue, al que te

calumnia, al que no ama a Dios por sobre todas las cosas, al que usa el nombre de Dios en

vano, al que no santifica las fiestas, al que deshonra a su padre y a su madre, al asesino, al

adúltero, al que comete actos impuros, al que roba, al que levanta falso testimonio y dice

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

162

mentiras, al que desea a la mujer de su prójimo, y al que codicia los bienes ajenos.

Perdónalos, sacerdote, porque no saben lo que hacen.

Y repara, sacerdote, el daño causado por su pecado, con tu sacrificio, con tus obras,

con tus oraciones, participando de la cruz redentora de tu Señor.

Absuelve, sacerdote, los pecados de los corazones contritos y humillados, y enséñalos a

cumplir la ley de Dios, para que consigas para Él un pueblo Santo.

Ama, sacerdote, y perdona por amor. Es así, como perfeccionas tu alma.

Es amando a tus enemigos, y haciendo el bien a los que te odian, como te configuras

en la cruz de tu Señor.

Es rogando por los que te persiguen y te calumnian, como alcanzas la perfección,

porque si amas solamente a los que te aman, ¿qué mérito tienes, y qué recompensa mereces?

No tengas miedo, sacerdote, de llevar al mundo entero la verdad, de predicar el

Evangelio a los buenos y a los malos, a los que te escuchan y a los sordos, a los que te aceptan y

a los que te rechazan, a los que son de tu rebaño y a los que no son de tu redil. Porque tu Señor

está contigo todos los días de tu vida, y Él no ha venido a salvar a justos sino a pecadores, y

el Padre que está en el cielo hace salir al sol sobra buenos y malos, y hace caer la lluvia sobre

justos e injustos.

Y ¿quién eres tú, sacerdote, para juzgarlo? y ¿quién eres tú, sacerdote, para no

imitarlo?

Tú eres, sacerdote, portador de esperanza, símbolo de unión entre Dios y los hombres.

Tú eres alianza, medio de reconciliación y camino de salvación.

Cumple, sacerdote, con tu misión, porque es así como alcanzas la perfección, que te

justifica y te santifica en la cruz de Jesús, que es el Hijo único de Dios, y quien lo glorifica.

Contempla la cruz de tu Señor, sacerdote. Ama la cruz de tu Señor amando tu propia

cruz, para que, configurado con Él, puedas siempre poner la otra mejilla.

Sacerdote, el pueblo de Dios es tuyo, tú eres de Cristo y Cristo es de Dios.

Perfecciona a tu pueblo en Cristo, para que sea el pueblo santo de Dios.

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____________________

LA FUERZA DE LA ORACIÓN – FE CON OBRAS

LUNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Creo, Señor, pero dame tú la fe que me falta.

Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 14-29

En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte y llegó al sitio donde estaban sus

discípulos, vio que mucha gente los rodeaba y que algunos escribas discutían con ellos. Cuando

la gente vio a Jesús, se impresionó mucho y corrió a saludarlo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

163

Él les preguntó: “¿De qué están discutiendo?” De entre la gente, uno le contestó:

“Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu que no lo deja hablar; cada vez que se

apodera de él, lo tira al suelo y el muchacho echa espumarajos, rechina los dientes y se queda

tieso. Les he pedido a tus discípulos que lo expulsen, pero no han podido”.

Jesús les contestó: “¡Gente incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta

cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho”. Y se lo trajeron. En cuanto el espíritu

vio a Jesús, se puso a retorcer al muchacho; lo derribó por tierra y lo revolcó, haciéndolo echar

espumarajos. Jesús le preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Contestó el

padre: “Desde pequeño. Y muchas veces lo ha arrojado al fuego y al agua para acabar con él. Por

eso, si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos”.

Jesús le replicó: “¿Qué quiere decir eso de ‘si puedes’? Todo es posible para el que tiene

fe”. Entonces el padre del muchacho exclamó entre lágrimas: “Creo, Señor; pero dame tú la fe

que me falta”. Jesús, al ver que la gente acudía corriendo, reprendió al espíritu inmundo,

diciéndole: “Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él”. Entre

gritos y convulsiones violentas salió el espíritu. El muchacho se quedó como muerto, de modo

que la mayoría decía que estaba muerto. Pero Jesús lo tomó de la mano, lo levantó y el muchacho

se puso de pie.

Al entrar en una casa con sus discípulos, éstos le preguntaron a Jesús en privado: “¿Por

qué nosotros no pudimos expulsarlo?” Él les respondió: “Esta clase de demonios no sale sino a

fuerza de oración y de ayuno”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: se comprende la desesperación de aquel padre ante la situación de su hijo.

Ya había pasado mucho tiempo con ese espíritu mudo y sordo, ya había intentado todos los

remedios, y no conseguía nada. Acude a ti pidiendo compasión y ayuda, “si es que puedes algo”.

Como siempre, exiges la fe para conceder aquel favor. Y el padre te la pide, porque es una gracia

que tú concedes. Y yo, sacerdote, me avergüenzo de esas veces que me ha faltado fe “para

expulsar demonios”. Con frecuencia los fieles acuden a mí, también desesperados. Saben que

tengo el poder de interceder, el poder de transmitir tu gracia a través de los sacramentos. Pero,

sobre todo, tengo el poder de la oración, porque tú escuchas especialmente a tus amigos,

mediadores entre Dios y los hombres, partícipes de tu misión. Soy consciente de que esa clase de

demonios no sale sino a fuerza de oración y ayuno. Dame, Jesús, esa fe que también necesito.

¿Qué debo hacer para traducirla en obras, sobre todo en atención a los pequeños? Madre mía

inmaculada, cuento con tu intercesión, confiando en que sigues pisando la cabeza de la serpiente.

+++

«Sacerdotes míos: el que bendice mi nombre, a pesar de la enfermedad, del

sufrimiento, de la desgracia, del dolor, de la agonía…, a pesar de todo, ese es el más

pequeño, y el más pequeño entre todos, ese es el más grande.

Reciban a mis pequeños, porque es a mí a quien reciben, y el que a mí me recibe,

recibe a aquél que me ha enviado. Misericordia quiero, y no sacrificios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

164

Miren a mis pequeños, los que luchan entre la vida y la muerte, crucificados en la

cruz, y permanezcan al pie de su cruz conmigo, llevando mi misericordia a cada uno de

ellos, como instrumentos fidelísimos de Dios.

Algunos de ustedes, mis amigos, están en agonía. Pero no están muriendo al mundo,

para resucitar conmigo, están muriendo a la fe, porque les faltan obras. Y una fe, si no tiene

obras, está realmente muerta.

Yo les he dado a ustedes una fe como semilla de mostaza, para que obren su fe con

misericordia, para que puedan mostrar por las obras su fe. Entonces darán testimonio, y

por sus frutos los reconocerán.

Intercedan con su oración al pie de la cruz, con la ayuda de los santos y sus méritos,

por la salud de mi pueblo, a través de la renovación de las almas de los que están en agonía,

por los que han perdido la fe, por los que han perdido la esperanza, por los que no tienen

amor.

Manifiesten su fe con obras de misericordia, y yo les concederé milagros.

Pídanme con todo su corazón la salud de los que están en agonía.

Y cuando una voz horrenda y tenebrosa se burle de ustedes y les diga: “y tú ¿quién

crees que eres para pedir semejante favor?, ¿crees que mereces que te sea concedido?

¿Quién podría curarlo, si está tan enfermo? ¿Qué no te das cuenta de que está muriendo?

Tú no puedes”.

Si se sienten tan poca cosa, tan pequeños e impotentes, pidan ayuda a los santos, y

digan: “yo no puedo, pero Jesús sí puede”. Repítanlo muchas veces, y yo diré con voz fuerte

y potente: “a él no lo toques”.

Y cuando el demonio les diga: “tu fe no es suficiente, y si lo fuera, imagina qué diría

la gente: te alabarían, te pedirían, te reconocerían, te buscarían a ti antes que a Él, y eso no

te gustaría. Tú no eres de los suyos, tú eres un simple hombre, sin valor. ¿Qué obras

podrías tú hacer?”.

Y si sienten miedo, angustia, debilidad, pidan ayuda, pidan oración a otros fieles,

para que recen por ustedes, y su fe fortalezca la suya. Muéstrenle al demonio su Rosario y

díganle con firmeza “vete”. Y se irá, y aunque sean muchos, se irán todos. Entonces recen y

sentirán una inmensa paz. Y mi Madre les agradecerá por haber tenido fe para expulsar

demonios.

Pero una cosa falta: que mis pequeños quieran querer ser renovados, para que pidan

fe. Pero si están agonizando en el pecado, ¿cómo querrán querer? Y si no se dan cuenta de

que les falta fe, ¿cómo podrán pedirla?

Intercedan ustedes por ellos, al pie de la cruz, y consigan ese querer, y pidan para

ellos la fe a través de su oración, para que siempre bendigan mi nombre, en todo momento,

a pesar de la enfermedad, el dolor o el sufrimiento, a pesar del trabajo y el cansancio. A

pesar de todo, para que reciban mi favor y sean los más pequeños, para ser los más grandes

en el Reino de los Cielos.

Si en verdad creen en mí, creen que soy el Hijo de Dios y que soy todopoderoso. Yo

les digo, el poder es el amor. El amor vence todo. Yo soy el amor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

165

El amor lo puede todo, pero tiene voluntad. Tiene que querer, tiene que actuar. Yo

les he dado mi poder a los que abrazan mi cruz en la suya. Porque la cruz no se soporta, se

ama. Y el amor todo lo puede, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El poder del amor se manifiesta cumpliendo el mandamiento que yo les he dado:

ámense los unos a los otros, como yo los he amado. En esto está el poder, en interceder

pidiendo y ofreciendo los unos por los otros. Yo he rogado al Padre por los que son míos, no

para que los saque del mundo, sino para que los proteja del mal.

Intercedan por mi pueblo, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la

vida por sus amigos, y ese amor tiene el poder de hacer querer la voluntad de Dios.

Entonces Dios se apiada, se enternece, se conmueve, se alegra, concede y se derrama en

misericordia.

Esa es la cruz: amar siempre, dando la vida por los otros, a pesar del dolor, a pesar

del sufrimiento, a pesar de la injusticia, a pesar de la burla y de la inmundicia, a pesar de

estar crucificado y parecer débil, frágil, derrotado, inútil, desahuciado, permaneciendo con

los brazos abiertos y el corazón expuesto, en la alegría de conocer la verdad, de saberse

totalmente entregado, amando hasta el extremo, purificando con el amor, redimiendo,

salvando, ganando en la batalla muchas almas para el cielo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: nadie puede prohibirles obrar el bien y expulsar demonios,

porque eso está a favor de mi Hijo, y a la medida de la fe de ustedes, para que quede de

manifiesto que el poder viene de Él.

Permanezcan al pie de la cruz de mi Hijo y acepten las obras de misericordia de los

fieles, porque el que no está contra ustedes está en favor de ustedes.

Fortalezcan su espíritu y su fe con obras de misericordia, viendo y atendiendo a mi

Hijo en el más necesitado.

Obren en la obediencia y la fe, y acepten las gracias que yo derramo para que

ustedes sean instrumentos fidelísimos de Dios y de su misericordia, para renovar, por la fe,

las almas de todos mis hijos.

Consagración, oración y ayuno, eso es lo que tanto les he pedido. Consagración es

entrega, es confianza. Oración es pedir con fe, dispuestos a recibir y agradeciendo lo que se

recibe. Ayuno es sacrificio unido y ofrecido a Dios en el único y eterno sacrificio: el de

Cristo, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Hijos míos, entréguense en mis brazos y confíen en mí. Déjenme mostrarles que soy

Madre. Mi hijo, que los ama tanto, los ha entregado a mi cuidado. Yo amo todo lo que Él

ama. Reconozcan que son mis hijos y déjenme ser madre. Yo conozco sus sufrimientos,

compadezco su dolor y comparto su alegría, porque ustedes son hijos y yo soy madre.

Un hijo pide desde su pequeñez, con humildad, todo lo que necesita. Una madre pide

todo lo que sus hijos necesitan. Una madre intercede, abraza, consuela, acompaña, escucha,

compadece, tiene piedad, protege, asiste, auxilia, es compasiva y misericordiosa. Una madre

tiene el poder de hacer todas las cosas, porque una madre ama.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

166

A ustedes, mi Hijo les ha dado la capacidad de amar a su prójimo como los amó Él,

de entregar su vida por ellos, confiando, intercediendo con oración y sacrificio. Pero es

necesario que confíen en mí, que se abandonen en mí, que renuncien totalmente a ustedes

mismos, que abracen su cruz y que sigan a Jesús. Yo los ayudo, yo los llevo, yo los

acompaño.

Yo soy Madre y comparto mi cruz corredentora con ustedes, que está unida a la de

Jesús, para que la abracen, para que sean todos míos, para que sean todos de Jesús, para

que sean configurados como corderos, en su cuerpo, en su sangre, en su humanidad, en su

divinidad, en su cruz, en donde se vencen todas las batallas, con el poder del amor.

Los ángeles y los santos los protegen y los acompañan, y el Espíritu Santo actúa en

sus corazones manteniéndolos encendidos para que los dones que les han sido dados sean

puestos por obra, para que den buen fruto y ese fruto permanezca.

Atesoren el celo apostólico que les ha sido dado, la fe y el amor de mi corazón, para

servir a la Iglesia, purificando a fuerza de oración y sacrificio todo lo inmundo, que sólo así

puede ser sanado».

+++

PARA MEDITAR – FE CON OBRAS

«La fe, si no va acompañada de las obras, está realmente muerta».

Eso dicen las Escrituras.

Y tú, sacerdote, ¿tienes fe?, ¿qué tan grandes son tus obras?, ¿qué tan grande es tu fe?

¿Manifiestas, sacerdote, tu fe a través de tus obras?

Y ¿cuáles, sacerdote, son esas obras?

Tu Señor te pide oración y ayuno. Oración para pedir ayuda al Todopoderoso,

reconociéndote impotente, débil, frágil, porque con Él todo lo puedes, pero sin Él no puedes

nada, reconociéndote hijo, escuchado y amado, bendecido por el Padre que te ha prometido que

todo lo que pidas en el nombre de su Hijo, te será concedido.

Poner por obra tu fe, sacerdote, es orar al Padre con fe, pidiéndole cosas buenas,

sabiendo que no hay un padre que, si su hijo le pide un pan, le da una piedra. Y cuánto más el

Padre, que está en el cielo, te concederá lo que le pidas.

Acompañar tu fe de obras, es ofrecerle a tu Padre el ayuno, que es tus sacrificios unidos

al único y eterno sacrificio de su Hijo en la cruz.

Pequeñas cosas, sacerdote, pero hechas con mucho amor. Ese es el ayuno que te pide

tu Señor.

Ayuno de egoísmo, entregando tu vida a Dios, a través de tus obras de misericordia

para los más necesitados.

Sacramentos, sacerdote, esas son las obras que Dios te pide, para cubrir las miserias de

su pueblo: dar de comer al hambriento con su Cuerpo, dar de beber al sediento con su Sangre,

vestir al desnudo con su gracia, visitar a los enfermos y llevarles esperanza y paz, acoger al

peregrino, también a las ovejas que no son de tu redil, visitar a los presos y mostrarles el

camino, enterrar a los muertos, bendiciendo y encomendando sus almas al cielo, enseñar al

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

167

que no sabe y dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar y

consolar, sufrir con paciencia los defectos de los demás, y rezar por los vivos y los muertos.

Esa, sacerdote, es tu fe puesta en obras, cumpliendo tu ministerio con alegría, con

voluntad, con confianza, en libertad, dando ejemplo de virtud, de fe, de esperanza y de

caridad, sanando enfermos y expulsando demonios con la seguridad y confianza de que todo el

poder viene de Dios, pero Él ha visto bien poner ese poder en tus manos, en tu palabra, para

que, haciendo sus obras guíes a su pueblo hasta Él.

Cree, sacerdote en Él, y confía en su poder, porque todo es posible para el que tiene fe.

Pero no confíes en tus propias fuerzas, recurre, sacerdote, a la oración y pídele diciendo: yo

creo, Señor, pero dame la fe que me falta. Y pide con insistencia esa fe para ti y para su pueblo,

porque al orar estás acompañando tu fe de obras.

Intercede, sacerdote, por el pueblo de tu Señor, con tu oración y con tu sacrificio. Eso

es lo que te pide tu Señor.

Reúne, sacerdote, al pueblo de Dios, y ofrécelo contigo, uniéndolo al sacrificio de su

Hijo, para que tenga valor. Ése, sacerdote, es el poder que Él te dio. Es así, como participas de

su sacrificio redentor.

Demuéstrale, sacerdote, al mundo tu fe, adorando el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la

Divinidad de tu Señor, cuando lo elevas entre tus manos, cuando lo comes, cuando proclamas su

Palabra, y cuando doblas tus rodillas al pronunciar su Nombre.

Contagia, sacerdote, al mundo tu fe, cuando usas ese poder también para expulsar

demonios, y muéstrale al mundo tu sacrificio, viviendo tu ministerio con la alegría de saber que

no eres tú, sino que es Cristo quien vive en ti, y es a Él al único que tú sirves.

Oración, primero, sacerdote, oración.

Después ayuno, a través de la expiación.

Y muy en tercer lugar, sacerdote, acción.

Es así, como avivas tu fe, es así, como acompañas tu fe de obras, es así, como das

ejemplo al mundo, para que ellos crean lo que tú crees, para que ellos amen lo que tú amas, para

que ellos también fortalezcan su fe y la pongan por obra, con la confianza y seguridad de que

Cristo está vivo y lo demuestra con todo su poder, a través de ti, sacerdote.

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____________________

MIEMBROS VIVOS – HACERSE ÚLTIMO

MARTES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El hijo del hombre va a ser entregado. Si alguno quiere ser el primero que sea el servidor

de todos.

Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie

lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

168

entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”.

Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el

camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de

ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno

quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que

reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe

a mí, sino a aquel que me ha enviado”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en tu camino hacia Jerusalén vas preparando a tus discípulos para el

momento de la Cruz, e insistes en la importancia de ser entregado, morir y resucitar. Y es que era

necesario que los Doce fueran columnas fuertes de tu Iglesia. Había que hablarles claro y

explicarles todas las cosas. Y les das lecciones de amor y de humildad, porque sólo así serían

columnas firmes. No tolerabas manifestaciones de soberbia. Querían saber quién es el más

importante. Se los dejaste claro: el primero tiene que ser el último, el servidor de todos. Por eso el

Santo Padre es el “siervo de los siervos de Dios”. Así deben ser, sobre todo, los que ocupan

cargos de responsabilidad en tu Iglesia: servidores de todos. Señor, ¿cómo puedo servir siempre y

mantenerme pequeño? Madre mía, la Iglesia es el cuerpo de Cristo, tu hijo, ¡ayúdame a ser un

miembro vivo y fuerte!

+++

«Sacerdotes míos: ¿me aman?

Amigos míos: yo los amo.

Sacerdotes de mi pueblo: ámenme con todo su corazón, con toda su alma, con toda

su mente, y amen a su prójimo como a ustedes mismos. Amen mi cuerpo, amen mi sangre,

amen mi alma, amen mi divinidad.

Ámenme, mis amigos, de la misma forma, como Dios y como hombre. Contemplen

mi cuerpo. Amen mi cuerpo. Y así como aman mi cuerpo, amen mi Iglesia, porque es mi

cuerpo.

Así como aman cada miembro de mi cuerpo y aman todo de mí, amen a mi Iglesia y

amen a cada miembro.

Así como compadecen mis llagas, así, compadezcan el dolor de mi Iglesia, que es

doliente, enfermiza, despreciada, herida por la rebeldía de los hombres, inmolada por la

culpa, pero inmortal, eterna, gloriosa, firme, segura, que todo lo puede y todo lo soporta,

porque en ella está el amor que sana, que repara, que salva, que resucita y da vida, que

hace nuevas todas las cosas.

La Iglesia es mi cuerpo. Los miembros son parte, yo soy cabeza. Y María es Madre.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

169

Todos se ayudan, todos se afectan, porque todos son uno, una sola Iglesia, mi cuerpo

y mi sangre, el cuerpo y la sangre de Cristo.

Sacerdotes míos: así como me han entregado su vida, den su vida por mi Iglesia».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: así como el cuerpo de Cristo fue concebido humano y

divino.

Así como el Verbo se hizo carne y habitó entre los hombres.

Así como enseñó, alimentó, cuidó, protegió y salvó a la humanidad con su vida,

derramando su misericordia, así como fue tentado, perseguido, flagelado, burlado, juzgado,

incomprendido, atacado, martirizado, inmolado, condenado, maltratado, desfigurado,

herido, lacerado, desechado, odiado, ofendido, calumniado, coronado de espinas,

crucificado.

Así como en tres días fue reconstruido, y su triunfo es para siempre.

Así es la Santa Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Yo soy Madre. Yo cuido y protejo.

Yo piso la cabeza de la serpiente, y el mal no prevalecerá sobre ella.

Pero los demonios están furiosos, porque no pudieron robar al niño que nació de mi

vientre, y en cambio fue arrebatado hasta el cielo, y está en un trono, sentado a la derecha

de su Padre, compartiendo su gloria.

Y me hizo Madre, y me hizo Reina del cielo y de la tierra, y el demonio no tiene

poder sobre Él, y por Él no tiene poder sobre mí. Entonces hace la guerra a mis otros hijos,

los que guardan los mandamientos de Dios y dan testimonio de Jesús.

Yo soy Madre, y los cuido, y los protejo, como parte del cuerpo de mi Hijo. Cuido y

protejo a la Santa Iglesia, y, a través de ella, Dios derrama su misericordia, como lo hizo a

través de Cristo en la cruz.

Y la Iglesia es santa y misericordiosa, alimenta, da de beber, viste, acoge y asiste al

peregrino, visita al enfermo y al preso, da santa sepultura a los muertos, da consejo, enseña,

corrige, perdona, sufre con paciencia los defectos de los demás, ora por los vivos y por los

muertos.

La Iglesia une, santifica y salva. Es el medio de salvación y el camino seguro que

lleva a Dios, que une al Padre en filiación divina y los hace hijos, y parte en la Santísima

Trinidad, en el Hijo, por el Espíritu.

Está constituida por los miembros que la integran, y en construcción continua, y

reúne y renueva constantemente, y sana con la sangre de Cristo a los miembros enfermizos,

que perjudican a los otros miembros, y santifica constantemente a los miembros que

ayudan a los otros miembros, para generar una armonía en comunión.

Y es una, y es santa, católica y apostólica, como sus miembros deben ser un solo

cuerpo, un solo pueblo santo, una sola religión católica y una misma misión apostólica.

He sido coronada con doce estrellas, como doce son los pilares de la Iglesia, doce las

naciones, doce los Apóstoles, que con su sangre unida a la de Cristo dieron inicio a la

construcción de la Iglesia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

170

Hijos míos: si los miembros del cuerpo se enferman por la corrupción del pecado del

mundo, por la soberbia y la maldad, la sangre del cuerpo, que es la sangre viva del

Cordero, y que es conducida por los apóstoles, con su humildad y por la gracia de Dios, los

cura, los sana, los restablece, los renueva, los vivifica.

Pero si la maldad y la soberbia del mundo contamina a los apóstoles que han sido

llamados a ser los últimos, pero quieren ser los primeros, ¿cómo harán para que no se

destruyan los miembros?

Ustedes han sido llamados por ser pequeños, para servir, y el que quiera servir, que

se haga último. Porque, ¿quién es más grande, el que se sienta en la mesa o el que le sirve?

Mi hijo está entre los que sirven.

Ustedes, mis hijos sacerdotes, son mis niños, y no saben pedir lo que les conviene, y

algunos se pierden jugando a ser grandes, porque no saben permanecer pequeños.

Manténganse reunidos en oración y no se distraigan, y todo lo que pidan en nombre

de mi Hijo Jesucristo les será concedido. Porque al que pide se le da, el que busca encuentra

y al que toca se le abre.

Yo intercedo siempre por ustedes, para que pidan y reciban lo que les conviene».

+++

PARA MEDITAR – HACERSE ÚLTIMO

«Yo soy el primero y el último».

Eso dice Jesús.

Sacerdote, tu Señor ha venido a enseñarte el camino para ser como Él, para que seas

primero y que seas último, como Él, pero para ser el primero debes primero hacerte último.

Eso es lo que ha venido a enseñarte tu Señor con su ejemplo.

Ha venido a enseñarte no a ser servido sino a servir.

Ha venido a enseñarte a dar la vida para servir a Dios a través del servicio a los

hombres para llevar a los hombres a Dios.

Ha venido a enseñarte que Él se ha entregado en manos de los hombres para que los

hombres se entreguen en las manos de Dios.

Esa, sacerdote, es la lección.

Aprende, sacerdote, de tu Maestro, y haz lo mismo que hizo tu Señor, porque no es más

el siervo que su amo y no es más el discípulo que su maestro.

Entrégate tú, sacerdote, en manos de los hombres, como tu Señor se entrega en tus

manos, y permite ser elevado y mostrado al mundo, como haces tú con Él.

Tú muestras al mundo a tu Señor crucificado, entregado en las manos de su Padre

como cordero en sacrificio para quitar los pecados del mundo.

Entrégate sacerdote tú con Él, permitiendo ser señalado, perseguido, calumniado,

burlado, maltratado, flagelado, desterrado, crucificado, para salvar a los hombres perdonando sus

pecados.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

171

Esa, sacerdote, es la lección.

Entrega, sacerdote, tu voluntad a la voluntad de Dios, y haz lo que Él te diga.

Cada palabra es alimento de vida.

Cada palabra la pone en tu boca para que la lleves al mundo, poniéndola por obra.

Escuchar la palabra de tu Señor y ponerla en práctica, ésa, sacerdote, es la lección.

Sentar a los hombres en la mesa de tu Señor, como invitados al banquete del cordero,

mientras tú sirves a tu Señor como alimento, para saciar el hambre de su pueblo con el Pan

vivo bajado del cielo, haciéndote último, para que tu Señor sea primero.

Esa, sacerdote, es la lección.

Enseña, sacerdote, la lección a tu pueblo, porque esa es tu misión, siguiendo el ejemplo

de tu Señor en todo momento, transmitiendo con tu propio ejemplo las enseñanzas del Señor,

para que su pueblo aprenda también la lección.

Acoge sacerdote a cada uno, como si fuera un niño y enséñales, porque ellos no saben

lo que hacen.

El maestro sirve al discípulo porque esa es su misión, para que el discípulo aprenda bien

la lección, y aplique la palabra de Dios a su vida haciéndose para el mundo también ejemplo,

servidor y último para que pueda también cada uno de ellos llegar a ser primero en el Reino de

los cielos.

Esa sacerdote, es tu misión.

Si tú haces esto, sacerdote, has aprendido bien la lección, y si no lo has hecho, y si es

difícil comprender para ti a tu Señor, entonces recurre a la maestra de tu Señor, la que

haciéndose sierva y esclava del Señor, se hizo última para acoger en su seno al niño que siendo

el primero se hizo el último, que siendo Dios se hizo hombre, que por hacerse último no deja de

ser el primero y por hacerse hombre no deja de ser Dios, pero que se ha entregado en las

manos de los hombres para que los hombres puedan llegar a Dios.

Sacerdote, Él te ha elegido para ser el último, porque te ama.

Obedece sacerdote, porque eres último para ser el primero en presencia del Señor.

____________________

UNIDOS CON EL PAPA - RECONOCER AL VICARIO DE CRISTO

22 DE FEBRERO - FIESTA DE LA CÁTEDRA DE SAN PEDRO

Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.

Del santo Evangelio según san Mateo: 16,13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a

sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos

dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra

y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

172

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado

ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre

esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré

las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo

que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué importante es este pasaje del evangelio sobre el primado de San Pedro.

Primero es la confesión de Simón, sobre tu divinidad. Tú dices que es una revelación del Padre.

Hablas de edificar tu Iglesia sobre la roca de Pedro, y que el mal no prevalecerá sobre ella. El

poder de las llaves, el dogma de la infalibilidad pontificia. El Papa es el “Dulce Cristo en la

tierra”, tu representante. Ha sido llamado por el Espíritu Santo y tiene una enorme carga encima.

Es el Padre común, y nos sentimos cuidados por él, como ovejas con pastor. Por eso mismo

debemos estar todos muy unidos en torno a él. Que no le falte nuestra oración y nuestro cariño.

Y, a nosotros sacerdotes, que no nos falte la docilidad a su magisterio, a su voz de buen pastor.

¿Cómo puedo ser, Jesús, un buen hijo del Papa? ¿Qué debo cuidar para que yo también conduzca

bien a mi rebaño en torno a tu Vicario? Madre de la Iglesia, ayúdame a cumplir con mi misión.

+++

«Sacerdotes de mi pueblo: el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que

quiera perder su vida por mí, y por el Evangelio, la salvará.

Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del hombre

no tiene donde reclinar la cabeza.

Mi Iglesia es como una barca en medio del mar, entre fuertes tormentas y grandes

olas, que la mueven de manera violenta.

Hay un hombre que está sentado al frente, esperando paciente a que pase la

tormenta. Es el Papa.

Y con él están algunos cardenales, obispos y sacerdotes, tratando de asirse a la

barca, pero se resbalan.

Otros tienen tanto miedo de que la barca se voltee o se hunda, que corren buscando

la manera de salvar su vida, y se lanzan al mar.

Otros permanecen tan quietos que parecen dormidos, y los arrastra la tempestad

hasta tirarlos de la barca.

Pero también está mi Madre, de pie junto al Papa, firme y serena, confiando y

esperando.

Junto a ella están otros, orando de rodillas, tranquilos y llenos de paz. Son los

sacerdotes reunidos alrededor de mi Madre, que confían en la protección de su abrazo

maternal.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

173

La tormenta cesará y vendrá la calma. La barca llegará hasta la orilla. Los hombres

que permanezcan en la barca se salvarán, pero los que se cayeron o se arrojaron al mar

perecerán.

Yo estoy en la orilla, esperando en tierra firme, llamando al que conduce la barca.

“Pedro, apacienta a mis ovejas”. Él las ayuda y las sirve, haciéndose último, y las

trae hacia mí, para que yo las haga descansar.

Yo soy el Cristo, el Hijo de Dios vivo, y sobre esta piedra construyo mi Iglesia, y el

mal no prevalecerá sobre ella.

¿Porque tienen miedo, hombres de poca fe?

Crean en el Evangelio y cumplan los mandamientos, porque el que escucha mi

palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna.

Éste es mi siervo fiel y prudente al que yo he puesto al frente.

Éste es el pastor de mi rebaño.

Éste es al que he dado las llaves del reino de los cielos.

Éste es el que ata y desata con libertad, y lo que ata en la tierra queda atado en el

cielo, y lo que desata en la tierra queda desatado en el cielo.

Escúchenlo.

Yo les he dado a ustedes una misión, y yo los envío a cumplirla: servir a la Iglesia

como la Iglesia quiere ser servida.

Los sacerdotes deben guiar a los rebaños, conducirlos hacia aguas de fuentes

tranquilas para reparar sus fuerzas, a través del sacramento del bautismo; deben guiarlos

por el sendero justo, a través de la doctrina; caminar a la luz del Evangelio, sin miedo, y

buscar en el sacramento de la confesión la misericordia divina; deben acudir a la mesa del

Señor, a través del sacramento de la Eucaristía, y así encontrar el camino, la verdad y la

vida.

Mi madre es Madre de la Iglesia, que es mi cuerpo, del cual yo soy cabeza. Y así

como el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros, aunque son

muchos, forman un solo cuerpo, así es mi cuerpo, en el que los hombres han sido bautizados

en un mismo Espíritu. Por tanto, mi Madre es Madre del cuerpo y de todos sus miembros.

La misión de ustedes es llevar la verdad al mundo, siendo apóstoles, para extender el

Reino de Dios en la tierra».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo he sido llamada para ser Madre, y engendrar al Hijo de

Dios, y para formarlo y entregarlo al mundo, para que crean en Él y en que Él es el Hijo de

Dios, que ha sido enviado al mundo para salvar a los hombres.

Mi misión continúa como Madre de la Iglesia y de todos los hombres, para

engendrar y formar a Cristo en sus corazones, intercediendo con mis oraciones, para que

reciban los dones y las gracias del Espíritu Santo, para que sean unidos en Cristo y den

buen fruto, y ese fruto permanezca.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

174

Yo soy Madre, para cuidar y proteger a los pilares de mi Iglesia. Porque mi Hijo fue

engendrado en mi corazón y en mi vientre, y los lazos espirituales son más fuertes que los

lazos de la carne. Así la Iglesia, que es el cuerpo de mi Hijo, es engendrada en mi corazón

espiritualmente con todos sus miembros, y los hace verdaderos hijos.

Yo soy Madre espiritual para darles de comer, para darles de beber, para vestirlos,

para acogerlos y ayudarlos en sus necesidades, para cuidarlos y sanarlos, para protegerlos,

ayudarlos, y acompañarlos, y liberarlos cuando están presos con las cadenas del mundo, y

para auxiliarlos en la vida y en la muerte.

Yo soy apóstol para guiarlos y acompañarlos en su caminar humano y en su caminar

divino, para que vivan en unidad, cuerpo y espíritu, para que sean perfectos como el Padre

del cielo es perfecto, para enseñarlos y aconsejarlos, para corregirlos y perdonarlos, para

consolarlos, para sufrir con paciencia sus defectos, para orar por ustedes.

Yo les pido que amen al Papa con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus

fuerzas, y promuevan ese amor entre los miembros de mi Iglesia, porque él ha sido llamado

por el Espíritu Santo, que es mi esposo y siempre está conmigo, para ser cabeza, fiel

representante de mi Hijo, y la roca sobre la que se construye la Iglesia, y el mal no

prevalecerá sobre ella.

Yo les pido que amen y respeten al Papa como al Verbo encarnado, el Cordero de

Dios inmolado y muerto en la cruz para el perdón de los pecados, resucitado y vivo, a quien

él representa.

Permanezcan conmigo, y el Espíritu Santo estará siempre con ustedes, para que

perseveren en la fe, luchando por llegar a la meta de la santidad para la vida eterna.

Den testimonio de su fe, de la misericordia de Dios y de su amor, con la Verdad que a

ustedes les ha sido revelada por el Padre, que está en el cielo, para que la proclamen como

apóstoles, para que brille la luz de Cristo para el mundo.

Su misión es clara: extender el reino de Dios en la tierra, consiguiendo hombres

santos para llevarlos al cielo, en donde serán premiados con la corona de gloria, que espera

a los que han luchado en medio del mundo, y han alcanzado la meta, perseverando en la fe.

Reciban la misericordia, para que se dispongan a recibir el amor y la palabra de

Jesús, y sean dóciles, para que el Espíritu Santo actúe en sus corazones.

Ustedes deben predicar el Evangelio, que es llevar a los hombres la verdad, para

formarlos espiritualmente y guiarlos a la conversión de sus corazones.

Conozcan a Jesús, como hombre y como Dios, en medio del mundo, para que lo

amen y lo sigan, y sean como Él: Cristo, para que sepan cuál es el premio que los espera en

el cielo, para que anhelen por sobre todas las cosas la vida eterna.

El Espíritu Santo se encargará de recordarles todas las cosas.

Esta es una misión compartida, por lo que juntos serviremos a la Iglesia, adorando la

Sagrada Eucaristía, dando testimonio de fe, de amor y de misericordia y predicando el

Evangelio a través de la Palabra que les ha sido revelada.

Todo lo deben hacer como partícipes de la misión de mi Hijo, para el triunfo de mi

Inmaculado Corazón. Pero no se alegren por esto, sino porque sus nombres están escritos

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

175

en el cielo. Yo les doy este tesoro: mi alegría, para que sirvan a la Iglesia con alegría, y con

esta alegría cumplan su misión, que es muy grande, porque para servir a la Iglesia no hay

misión pequeña. Las cosas grandes se hacen con cosas pequeñas».

+++

PARA MEDITAR – RECONOCER AL VICARIO DE CRISTO

«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Eso dice Jesús.

Y también dice que el mal no prevalecerá sobre ella.

Y tú, sacerdote, ¿qué dices?

Tu Señor ha elegido a la roca, y Él mismo es piedra angular de la construcción de su

Iglesia sobre la roca, y lo ha llamado Pedro, para que tú, sacerdote, lo llames pastor supremo,

para que el pueblo lo respete, lo siga, lo aclame y rece por él.

Porque siendo sólo un hombre, tu Señor ha visto bien poner sobre sus hombros todo el

peso de su Iglesia, porque sabe que ese hombre está dispuesto a entregar la vida crucificado

en su misma cruz para morir al mundo con Cristo, compartiendo sus mismos sentimientos,

sirviendo con alegría en medio de los sufrimientos del mundo, para resucitar por Él, con Él y en

Él, guiando a todas las almas en un solo rebaño, en un solo redil, con un solo pastor,

conduciendo a cada una al abrazo misericordioso del Padre.

No es él el que ha elegido a Cristo, es el mismo Cristo quien lo ha elegido a él, así como

no eres tú quien lo ha elegido, sino que es Él el que te ha elegido a ti, y te ha invitado a servirlo,

sirviendo a la Santa Iglesia, de la cual Cristo es cabeza.

Y es el Papa, el sumo pontífice, quien lo representa.

¿Reconoces, sacerdote, en él a tu Señor?

¿Eres obediente, como tu Señor, hasta la muerte, o te has vuelto rebelde?

¿Qué doctrina, sacerdote, sigues tú?

¿Quién eres tú, sacerdote, para juzgar los designios de tu Señor?

¿Dudas, acaso, sacerdote, de su palabra, cuando Él ha dicho “esta es la piedra en la que

construyo mi Iglesia y el mal no prevalecerá sobre ella”?

Y si no dudas, sacerdote:

¿Por qué no confías? ¿De qué tienes miedo?

¿Es acaso tu soberbia la que domina tu conciencia y permites que el mal ambiente se

apodere de ti?

Defiende, sacerdote, a tu Iglesia. Defiende, sacerdote, a tu esposa. Estás casado con ella.

Lucha, sacerdote, como un verdadero hombre, por ella, y entrega tu vida como un

verdadero sacerdote por ella.

Cimientos firmes, sacerdote, eso es lo que te ha dado tu Señor, y te ha convertido en

pilar para sostener su construcción.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

176

Permanece, sacerdote, unido al cuerpo místico de Cristo.

Fortalece los cimientos con tu confianza, con tu servicio, con tu entrega, con tus

palabras, con tu cariño, con tu respeto, con tu apoyo, y compadece al que sufre por la causa de

Cristo, y sufre con él con valor, permaneciendo en la fidelidad hacia aquél que lleva al mundo

la verdad, y que en sus manos tiene el poder de Dios para atar y desatar, porque en él tu Dios

ha puesto su confianza.

Y tú, sacerdote, ¿en quién tienes puesta tu confianza?

¿En quién tienes puesta tu fe y tu esperanza?

¿A quién le has entregado tu amor?

¿Te falta el valor para enfrentar al mundo entero?

Él tiene el valor, sacerdote.

Él tiene la fortaleza, la sabiduría y la ciencia.

Él tiene la piedad y el consejo.

Él tiene la inteligencia, el santo temor de Dios y la santidad, que a ti te falta.

Reconoce, sacerdote, a tu Señor, en esa roca en la que él sostiene a su pueblo en un solo

rebaño, con un solo pastor, en Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia, porque esa es la

voluntad de aquél que ha enviado a su único Hijo para redimir, para salvar, para santificar y

para reunir, para gobernar y regir, para enseñar, para convertir y perdonar a todos los

hombres del mundo.

Y tú, sacerdote, ¿lo quieres seguir?

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____________________

ENSEÑAR CON EL EJEMPLO - DISPOSICIÓN DE FORMARSE

JUEVES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al lugar de castigo.

Del santo Evangelio según san Marcos: 9, 41-50

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Todo aquel que les dé a beber un vaso de

agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se quedará sin recompensa.

Al que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le valdría que le

pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo arrojaran al mar.

Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te vale entrar manco en la vida

eterna, que ir con tus dos manos al lugar de castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es

ocasión de pecado, córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies

ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo; pues más te vale

entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el

gusano no muere y el fuego no se apaga.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

177

Todos serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con qué se

lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los unos con los otros”.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es muy fuerte lo que dices con relación al peligro del escándalo, y es

verdad, el que escandaliza a otro está matando su alma, y es un gran pecado. Hay formas muy

variadas de escandalizar, algunas más graves que otras. Y una de esas formas es el mal ejemplo

cuando uno se comporta inadecuadamente, por obra o por omisión. Y los sacerdotes tenemos una

responsabilidad muy grande de dar buen ejemplo, de ayudar a los demás con nuestra vida y con

el cumplimiento de nuestro ministerio. De modo que podríamos ser ocasión de escándalo si

damos mal ejemplo con nuestra vida, o con un mal cumplimiento de nuestros deberes

sacerdotales. Hemos recibido una formación esmerada en el Seminario, para ser buenos

sacerdotes, pero nos damos cuenta de que esa formación no es suficiente, y hay que enriquecerla:

debe ser permanente. Todos nosotros tenemos a nuestra disposición los medios necesarios para

fortalecer nuestra formación, y depende de nosotros aprovecharlos bien. ¿Qué debo hacer, Jesús,

para cuidar mi formación responsablemente? Madre mía, Asiento de la Sabiduría, sé que mi

formación me debe conducir a parecerme cada vez más a tu Hijo, ¿qué debo aprender?

+++

«Hijos míos, sacerdotes, vamos a meditar lo que hay en el corazón de ustedes y en mi

corazón de Madre.

Me gusta caminar entre mis flores y cuidarlas, me gusta escuchar los cantos de las

aves del cielo, que son los ángeles, y que todo el tiempo adoran y cantan alabanzas, dando

gloria a Dios.

Me gusta contemplar el rostro de mi Hijo, y meditar todas las cosas en mi corazón.

Me gusta guiar a mis hijos al encuentro con Cristo, que es el camino al cielo, para

entregarlos al abrazo misericordioso del Padre.

Me gusta conducir a las almas del Purgatorio a la plenitud de la santidad, en la

eternidad de mi cielo.

Me gusta compartir el Paraíso con los ángeles y los santos.

Me gusta acompañar a cada uno de mis hijos sacerdotes, en su peregrinar como

Cristos en medio del mundo, conquistando y salvando almas.

Me gusta que me digan que soy hermosa. Yo les digo que mi belleza se debe a la

gracia de Dios, por quien soy Madre de todas las gracias. Soy el reflejo del rostro vivo de

Jesucristo resucitado, por quien soy Madre de misericordia.

Mi rostro es el perfil de la perfección humana en la majestad divina. Pero no todos

pueden ver esa belleza, sino sólo los que se saben hijos y me reconocen como Madre, porque

el rostro más hermoso para un hijo es el rostro de su madre.

Yo quisiera que todos mis hijos sacerdotes me reconocieran como Madre, porque lo

soy, pero algunos no se dan cuenta ni siquiera de lo que ellos son.

El sacerdote es lo más sagrado que existe sobre la tierra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

178

El sacerdote es el camino, la verdad y la vida, porque es el mismo Cristo.

Él instituyó el sacerdocio de manera que fuera Él mismo quien llevara a todas las

almas al cielo, guiándolas en el camino, enseñándoles a vivir en la verdad, bautizándolas

con el Espíritu Santo, para que tengan vida eterna, haciéndolos hijos de Dios.

Por lo tanto, ustedes, hijos míos, deben tener vida sobrenatural. Pero algunos se

resisten a hablar y a tener vida sobrenatural, porque los compromete a comportarse en

congruencia y a renunciar a los placeres pasajeros de la vida ordinaria.

Ustedes deben vivir la unidad de vida, que es tener los pies en la tierra y el corazón

en el cielo, constantemente, uniendo la voluntad humana a la voluntad divina, conscientes

de su humanidad imperfecta y de su divinidad consumada en Cristo.

Deben aprender a tener vida sobrenatural, porque Dios es sobrenatural. Y a su vez,

es lo que ustedes deben enseñar, para que todos los hombres conozcan las verdades eternas

y aspiren a la realización de la obra salvadora de Cristo en cada uno, y a través de este

santo ministerio alcancen la perfección, porque los sacerdotes han sido llamados a ser la

perfección del hombre imperfecto al ser configurados con Cristo.

Pero ¡ay de aquellos que en lugar de guiar hagan a otros errar el camino! Más les

valdría no haber nacido. Porque los sacerdotes son figura y son ejemplo, son viático y son

instrumento, son administradores de gracias y dispensadores de los misterios y de los

tesoros de Dios, a través del sacramento del Orden, por el que perdonan, renuevan y

santifican a los hombres, consumando el sacrificio redentor de Cristo. La consumación del

perdón de Dios es la resurrección de Cristo, que es Eucaristía.

Mi rostro es el reflejo de la gracia y la misericordia de Dios, de ahí su hermosura en

la que se nota la pureza, la humildad, la bondad, la inocencia, la magnificencia, la fe, la

esperanza, la caridad, la sabiduría, la ciencia, el entendimiento, la perseverancia, la paz.

El rostro de Cristo es el rostro de la misericordia. El rostro desfigurado de Cristo

crucificado en la cruz es el reflejo del daño que causa el pecado.

El rostro de Cristo resucitado es la perfección y la plenitud alcanzada en la gloria de

Dios que perdona, que santifica, que salva, que da vida eterna.

Yo soy experta en perdonar, una y otra vez, perdonar setenta veces siete a los que

lastiman y crucifican a mi Hijo.

Los sacerdotes deben entender que son pilares de la Iglesia, que ustedes mismos

forman el cuerpo de Cristo, en el que cada uno es Cristo, pero todos son el mismo Cristo,

todos se ayudan y todos se afectan, un solo cuerpo, en unidad, en comunidad.

Deben aprender a vivir en la verdad, para que se ayuden entre ustedes, que se

corrijan, que se perdonen, que se amen. Y el que esté libre de pecado que arroje la primera

piedra.

Deben descubrir la belleza de mi rostro, para que alcancen en mí las verdades

escatológicas, que los hagan descubrir y vivir una vida sobrenatural que tienda a la

perfección en Cristo.

Deben luchar por corregirse, para que regresen al amor primero, al camino, a la

verdad y a la vida de virtud y santidad, que corresponde a su vocación, por la que han sido

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

179

transformados por el amor en pilares, en columnas, en cimientos del Reino de los Cielos en

la tierra, para que todos, obispos, sacerdotes y diáconos, fortalezcan su fe, porque sin fe no

pueden tener vida sobrenatural, ya que tienen el peligro de hacer su vida demasiado

ordinaria, por estar sacando la escatología de sus vidas.

Es necesario que introduzcan la escatología a su vida ordinaria, para tener una vida

sobrenatural en medio del mundo, y que nunca cometan la imprudencia de no perdonar a

un corazón arrepentido, porque un corazón contrito y humillado es el mismo rostro de

Cristo crucificado.

Es necesario que contemplen mi belleza, para que entiendan que la perfección

ordinaria refleja la gracia extraordinaria de la única verdad que es Dios».

+++

PARA MEDITAR – DISPOSICIÓN DE FORMARSE

«El Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, les enseñará y les recordará

todas las cosas».

Eso dice Jesús.

Él es tu maestro, sacerdote. Él es tu amo y tu Señor.

Tú eres su discípulo y su siervo, y sin embargo Él no te llama siervo, te llama amigo,

porque todo lo que ha oído de su Padre te lo ha dado a conocer.

Él te conoce bien, y conoce tu debilidad, tu fragilidad y tu mala memoria.

Él es consciente de tus buenos propósitos, de tu buena intención, pero también de que

necesitas formación, para que aprendas y recuerdes todo lo que Él te ha enseñado.

Pero, ¿de qué te sirve, sacerdote, aprender y saber las cosas, si no las haces?

¿De qué te sirve, sacerdote, escuchar a tu Señor, si no lo obedeces?

¿De qué te sirve, sacerdote, enseñar la palabra de Dios, si tú mismo no la aplicas a tu

vida?

Tú has sido enviado con el poder que Dios te ha dado, a vivir y a enseñar la verdad,

pero si vives en la ignorancia y en el mundo en medio de la resignación y la mentira, ¿qué es

lo que vas a enseñar?

La verdad, sacerdote, se enseña con el ejemplo, proclamando la verdad a través de la

palabra y alimentando al pueblo con el alimento de vida, el pan bajado del cielo con el poder de

tus manos y que es Eucaristía.

Enseñar, regir y santificar. Eso es lo que te manda tu Señor, para que reúnas a su pueblo

en un solo rebaño y con un solo Pastor.

Pero, ¿cómo puede enseñar alguien lo que no sabe?

Y, ¿cómo puede practicar alguien lo que no predica?

Y, ¿cómo puede dar alguien testimonio de fe si no cree?

Y, ¿cómo puede alguien conservar su fe si no la practica, si no la enseña, si no la

predica, si no la acompaña de obras?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

180

Y, ¿cómo puede alguien confirmar en la fe a sus hermanos si no la conoce primero?

Tu fe, sacerdote, está cimentada en el amor.

¿Conoces, sacerdote, al amor?, ¿amas?, ¿a quién amas?

Y ¿cómo demuestras ese amor?

Tú representas, sacerdote, a Cristo, y Cristo es amor.

Él te ha llamado y te ha elegido porque te conoce desde antes de nacer, y te ama.

Y ¿tú, sacerdote, correspondes a su amor?, ¿lo conoces?

Nadie puede amar lo que no conoce.

Al Señor se le conoce a través de su palabra, y de sus obras.

Al Señor se le conoce por experiencia a través de la oración.

Al Señor se le conoce escuchando a su Hijo amado en quien Él se complace.

Al Señor se le conoce renunciando a uno mismo, tomando su cruz y siguiendo a

Jesús, creyendo en Él, haciendo sus obras y aún mayores, sabiendo que todo lo que pidas en su

nombre Él te lo concederá.

A tu Señor se le conoce todos los días en las cosas pequeñas, pero hechas con amor,

entregando tu vida, contemplándolo en medio del mundo, con visión sobrenatural, con los pies

en la tierra, pero con el corazón en el cielo.

A tu Señor se le conoce a través de Él mismo, escuchando y obedeciendo con docilidad

las mociones y las luces del Espíritu Santo, porque es Él quien te enseña y te recuerda todas las

cosas. Pero de ti, sacerdote, se requiere humildad y voluntad.

Humildad para tener la disposición de aprender todos los días a conocer a tu Señor.

Voluntad para poner en práctica esa disposición a recibir formación constante y

permanente, para enriquecer tu espíritu, para engrandecer tu amor y que consigas una constante

renovación de tu alma sacerdotal.

Formación, sacerdote, formación. Eso es lo que recibe un buen maestro para poder

enseñar, porque también tu Maestro tuvo la humildad de dejarse enseñar, y Él mismo

aprendió a hacerse obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Él es el Redentor, Él es tu Señor.

Sacerdote, ¿lo conoces? ¿lo amas? ¿lo sigues? ¿haces todo lo que Él te dice?

Tú, sacerdote, eres de Cristo.

Tú, sacerdote, representas a Cristo.

Tú, sacerdote, estás configurado con Cristo.

Tú, sacerdote, eres ese Cristo.

¿Qué tanto te conoces?

Reconócete ignorante ante tu Señor, y humíllate, pídele perdón, porque si tú

verdaderamente lo conocieras, tendrías sus mismos sentimientos y vivirías en la alegría de

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

181

servir a tu Señor con total entrega y confianza, obrando como Él, enderezando sus caminos,

proclamando su palabra, viviendo tu ministerio en virtud y santidad, sabiendo que eso se puede

lograr, porque Él está contigo todos los días de tu vida.

Pero, reconoce sacerdote, con humildad, que tú llevas ese tesoro en vasija de barro.

Cuida, sacerdote, tu barro. Fortalece tu fe, permítete ser renovado y fórmate, para que cumplas

bien con la misión que Dios te ha encomendado, enseñando a su pueblo, guiándolo en el camino

de la verdad, hacia la santidad, y no seas tú nunca para ellos ocasión de pecado.

Aprende tú primero, sacerdote. Déjate gobernar y santifícate en la verdad. Conoce a tu

Señor para que vivas en el camino de la verdad. Déjate enseñar por el Espíritu Santo que es tu

Maestro. Sé dócil, sacerdote, y no rebelde. Sé humilde y no soberbio. Tu Señor te conoce, y está

esperando venir a tu encuentro.

Recíbelo, sacerdote, a través de los medios que Él ha puesto a tu disposición: la oración

y la formación permanente del clero, con disposición, para que la palabra de Dios, que es como

espada de dos filos, penetre hasta lo más profundo de tu corazón.

Es así sacerdote, como conoces a tu Señor.

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FIELES A LA IGLESIA – SANTIFICAR A LA IGLESIA

VIERNES DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre.

Del santo Evangelio según san Marcos: 10, 1-12

En aquel tiempo, se fue Jesús al territorio de Judea y Transjordania, y de nuevo se le fue

acercando la gente; él los estuvo enseñando, como era su costumbre. Se acercaron también unos

fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su

esposa?”

Él les respondió: “¿Qué les prescribió Moisés?” Ellos contestaron: “Moisés nos permitió

el divorcio mediante la entrega de un acta de divorcio a la esposa”. Jesús les dijo: “Moisés

prescribió esto, debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio, al crearlos,

Dios los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su

esposa y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Por eso,

lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.

Ya en casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre el asunto. Jesús les dijo: “Si uno

se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se

divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el matrimonio es un sacramento grande, al que San Pablo compara con la

unión que tú tienes con tu Iglesia. Y esa comparación nos ayuda a pensar en la fidelidad que esa

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

182

unión implica. No puede haber una fidelidad más grande que la que tú tienes a tu esposa, la

Iglesia. Y nosotros, los bautizados, somos las piedras vivas de tu Iglesia, de modo que tu

fidelidad es hacia nosotros, aunque no correspondamos como tú quisieras. Y nosotros, sacerdotes,

que hemos renunciado al matrimonio, nos hemos desposado con tu Iglesia, porque el Sacramento

del Orden nos ha configurado contigo. Prometimos fidelidad y obediencia, para siempre. Señor,

¿qué debo hacer para mantenerme fiel en todo momento? Madre mía, intercede por mí, para

hacer siempre lo que Él me diga, ¡ayúdame!

+++

«Sacerdotes míos, les enseñaré lo que es la fidelidad.

Mi corazón está expuesto y encendido de amor, pero rodeado de una corona de

espinas. Mis manos y mis pies tienen llagas, y aun así, permanezco en el altar, hablando de

amores, como un novio enamorado a una novia:

“Esposa mía, yo he hecho contigo una alianza y te he hecho una promesa de fidelidad

porque te amo.

Yo te he creado para que seas una, santa, católica y apostólica, para que seas mi

esposa, mi Iglesia. Pero tú te has alejado de mí, no te das cuenta que yo todo te lo he dado, y tú

lo desparramas, desvirtuando tu integridad, perturbando nuestra alcoba, quebrantando tu

juramento y mi alianza.

Pero yo perdonaré tus infidelidades, porque te amo. Voy a conquistarte: te llevaré al

desierto y te hablaré de amor.

Yo te he amado, me he entregado a mí mismo por ti, te he purificado con agua, te he

hablado con mi Palabra, para que seas santa e inmaculada.

Yo haré una alianza eterna contigo, para amarte por los siglos de los siglos.

Te vestiré de novia, te adornaré con perlas y piedras preciosas, y te desposaré para

siempre en la fidelidad, para reunir a mis hijos en un solo cuerpo, y las puertas del hades no

prevalecerán contra ti, porque tú eres mi esposa y yo te cuido y te protejo, porque te amo”.

Pastores míos: yo los he llamado a ustedes, y los he elegido para que sean como yo. Y

ustedes han dejado a su padre y a su madre para unirse a su mujer, que es la Iglesia, para

ser una sola carne, como yo.

Se han desposado con la Santa Iglesia, como yo. Y han hecho una alianza, como yo,

prometiendo fidelidad y obediencia para siempre.

Pero no todos han sido fieles como yo, y han quebrantado sus promesas, como ella.

Ya no le hablan de amores, ni la alimentan, ni la tratan con cariño, como yo, porque

no han entendido que han nacido para dar su vida por ella, como yo, para desposarla, para

amarla, para alimentarla, para cuidarla, para protegerla, para perdonarla, para salvarla, y

ambicionan los placeres de los hombres, sin darse cuenta que son sacerdotes, y que han

renunciado al matrimonio de los hombres por el Reino de los Cielos, y no tomarán mujer,

sino que serán como los ángeles en el cielo, pues participan ya desde ahora en mi

resurrección, para que sean perfectos, como mi Padre del Cielo es perfecto, para que sean

santos, para que sean ejemplo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

183

Pero si alguno se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio. Y ¿cómo

puede exigir fidelidad el infiel?

Sacerdotes míos, sean fieles a su esposa, la Santa Iglesia, para que sean ejemplo para

sus hijos, y puedan exigirles que ellos hagan lo mismo, porque todos están llamados a un

Matrimonio Espiritual conmigo, en la Santísima Trinidad.

Pero si alguno quiere seguirme, y no deja padre, madre, casa, hijos, hermanos, y

hasta su propia vida, no puede ser digno de mí.

Y todo el que deje padre, madre, casa, hijos o tierras por mí, recibirá cien veces más,

y heredará la vida eterna.

Les mostraré el rostro de la fidelidad: el rostro de mi Madre»

+++

«Hijos míos, sacerdotes, yo soy Madre de la Iglesia.

Yo les pido que reúnan en torno a mí a todas las naciones que han sido invitadas al

banquete celestial de las bodas del Cordero, para que el Espíritu Santo se derrame en sus

corazones y les dé la gracia de la fidelidad, para permanecer fieles a sus compromisos.

Permanezcan unidos, entregando su vida a mi servicio, en la fidelidad a sus

promesas y el amor a su esposa, la Santa Iglesia, para que sean ejemplo y unión.

A ustedes se les ha dado el poder de pisar serpientes y escorpiones, poder sobre el

enemigo, para que lo que Dios unió no lo separe el hombre.

Pero no se alegren por esto, sino porque sus nombres están escritos en el cielo».

+++

PARA MEDITAR – SANTIFICAR A LA IGLESIA

«Te desposaré conmigo para siempre. Te desposaré en justicia y en derecho, en amor y

en misericordia».

Eso te dice a ti tu Dios, sacerdote, para que tú repitas esas palabras frente al altar a tu

novia la Santa Iglesia Católica.

Eso te dice tu Señor, y te desposa en fidelidad y te hace suyo para siempre, sacerdote,

para que lo que Él ha unido, nunca lo separe el hombre.

Y la fidelidad se consigue con amor, porque el amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo

espera, todo lo soporta y no acaba nunca, pero si no tienes amor, nada tienes, sacerdote.

El novio debe conocer a la novia para poder desposarse con ella para siempre,

porque el amor surge al tratarse de amistad, al conocerse, al respetarse, al procurarse, al

hablar, al escuchar, al dar y al recibir, haciéndose complemento, necesitándose uno al otro de

tal manera, que quieran comprometerse para entregarse mutuamente para siempre y hacerse una

sola cosa.

Sacerdote, tú has desposado a tu novia para siempre. Unión indisoluble que te asegura

ser suyo, hacerla tuya eternamente.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

184

Abraza a tu esposa, sacerdote, y condúcela hacia la perfección, adórnala, embellécela,

hazla digna, para presentarla a tu Señor.

Es parte de ti, sacerdote, y no puede llegar al cielo sin ti, y tú no eres digno de

presentarte ante tu Señor sin ella, porque tú y ella son una sola cosa.

Tú la provees, sacerdote, ella es tu esposa, ella te cuida, te acoge y te acompaña, no la

descuides, sacerdote.

Es infiel el que engaña, y tú le has prometido fidelidad.

Tu esposa, sacerdote, es el cuerpo de Cristo, del cual Él es cabeza.

Tú, sacerdote, representas a Cristo, por tanto, eres cabeza, para guiar, para enseñar, para

regir, para gobernar, para santificar.

Santifícate tú, sacerdote, para que santifiques a tu Iglesia, llevándola a la perfección en

un solo pueblo santo de Dios.

Repara, sacerdote, las heridas causadas al cuerpo de tu esposa. Sánala, porque tú

tienes el poder, y no seas tú el causante de su desgracia.

Y, si un día la ofendieras, sacerdote, vuelve a ella arrepentido con tu corazón contrito y

humillado, y pide perdón por haber manchado su vestido blanco y su velo con tu pecado, y

límpialo, sacerdote, con tu arrepentimiento, con tu sacrificio y tu penitencia.

Gana, sacerdote, indulgencias para ti, para que vuelvas a vestirla de tu pureza

confirmándola con tu fe, alentándola con tu esperanza y llenándola con los besos de tu amor, que

es la misericordia de tu Señor a través de cada sacramento.

Y si te has alejado, sacerdote, vuelve, escucha la voz de tu Señor que te llama, y ven a

su encuentro.

Reconoce tu condición, no eres un hombre solo, no eres un hombre soltero, no eres un

hombre viudo, no eres un hombre disponible para el mundo.

Tú eres un sacerdote desposado para siempre, como aquél que te ha llamado, que te ha

elegido y que te ha pedido dejar casa, hermanos, mujer, padre, madre, tierras, por Él, porque Él te

ha hablado con palabras de amor y tú te has enamorado, has dicho sí, te has despojado de

todo, hasta de ti mismo para seguirlo, haciéndote obediente como Él, hasta la muerte, y una

muerte de cruz.

Acepta tu condición, sacerdote, y permanece enamorado, porque eres un hombre que ha

sido configurando con Cristo en el amor, para ser desposado con su Iglesia.

Ama, sacerdote a tu Iglesia, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu

mente, con todas tus fuerzas, y defiéndela, y protégela, y procúrala, y atiéndela, y provéela,

porque esa es tu obligación.

Permanece unido a ella y demuéstrale tu amor y tu fidelidad, en lo próspero y en lo

adverso, en la salud y en la enfermedad, porque juraste amarla y respetarla todos los días de tu

vida.

Tú eres sacerdote para siempre.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

185

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SER COMO NIÑOS – ALMA DE NIÑO

SÁBADO DE LA VII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Del santo Evangelio según san Marcos: 10,13-16

En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los

discípulos trataban de impedirlo.

Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se

lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no

reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: seguramente tus discípulos trataban de impedir que los niños se acercaran a

ti porque no querían que te causaran alguna molestia. Los corregiste, y aprovechaste la ocasión

para dejar una enseñanza importante. En los niños hay inocencia, pureza, alegría, sencillez, y

otras cualidades que todos debemos procurar para llegar al Reino de Dios. Pero nos las pides

especialmente a tus amigos, los sacerdotes, porque estamos configurados contigo, que eres la

perfección, y nuestra alma sacerdotal debe buscar esa perfección. Sé que el ambiente es muy

adverso, y el enemigo intenta de muchos modos que perdamos el alma de niño. ¿Qué debemos

hacer, Jesús, para cuidarla y protegerla? ¿Madre mía, cómo es el alma de niño?

+++

«Sacerdotes míos: vengan a mí, porque de los niños es el Reino de los cielos.

Yo estoy sentado en un trono. Tengo la majestad de un rey, pero visto tan sencillo

como un mendigo. Tengo tesoros y riquezas a mis pies, pero estoy descalzo y tengo llagas en

mis manos y en mis pies. Tengo todo el poder, pero me anonadé, y me entregué, y me sometí

a los hombres como un niño pequeño, pero parecía, más que un niño, un cordero llevado al

matadero, en silencio, obediente hasta la muerte, confiado y abandonado en los brazos de

mi Padre, mientras recibía el amor y los cuidados de mi Madre. Soy Rey, y mi cuerpo es de

hombre, y mi rostro es de Dios, y mi alma es de niño.

Yo amo la pureza, la inocencia, la belleza, la transparencia, el amor, la alegría, la

paz, la paciencia, la afabilidad, la bondad, la fidelidad, la modestia, la humildad, la

templanza, la fe, la mansedumbre del alma perfecta e inmaculada, sin mancha ni pecado, en

cuyo vientre fue concebido el amor. El alma de mi Madre, preservada en la pureza desde su

concepción, es el alma sacerdotal en perfección.

Así es el alma de un niño recién bautizado, coheredero del Reino de los Cielos, que

recibe la pureza y los atributos de un alma destinada a la perfección, para unirse a la Santa

Trinidad en Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

186

Pero su humanidad creciente, al hacerse hombre, deja todas las cosas de niño, y es

tentado por el pecado, que mancha, entorpece y limita la pureza del alma.

Y dejan de ser niños, para crecer en medio del mundo como seres imperfectos, que

buscan y tienden a la perfección, que sólo se encuentra cuando se vuelve al amor primero y

a la pureza de un alma de niño, a cuando convierte su corazón y se reconoce pequeño,

necesitado, que confía y se abandona en los brazos de su padre, y se somete y obedece su

voluntad, que pide con insistencia lo que necesita, que recibe con alegría lo que le da, que

acepta, pero no se conforma y pide más, que es generoso con los demás, que juega, que ríe,

que es inquieto y todo le sorprende, que abre los ojos y se maravilla de la naturaleza y de la

creación, que abre los oídos y escucha, que abre la boca y habla, que está siempre atento y

de todo aprende, que deja que lo corrijan, y se esfuerza por hacer el bien, que se arrepiente

y reconoce que se equivoca, y sufre, y se humilla, que pide perdón y también perdona, que

es feliz y nunca se preocupa, porque confía en la providencia de su padre, y en el amor y la

protección de su madre, que sueña y se ilusiona, que tiene fe y esperanza, pero sobre todo

que ama, y que en esa inocencia y en esa pureza alaba a Dios.

Amigos míos, las almas, para entrar en el Reino de los Cielos, deben ser como niños,

deben ser como yo.

Ustedes han sido llamados y han sido elegidos para ser como niños.

Ustedes viven en medio del mundo sin ser del mundo, pero también son frágiles e

indefensos, y están expuestos a las tentaciones, a la maldad y al dominio de los placeres del

mundo. Y son como yo, odiados y perseguidos, por mi causa.

El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe. Pero, ¡ay de aquél

que robe la inocencia de alguno de estos niños!, más le valdría no haber nacido. Y si su

mano es ocasión de pecado, que se la corte y la arroje, más le vale entrar al Reino de los

Cielos sin una mano, que ser arrojado con las dos manos al fuego eterno.

En los Seminarios están mis niños, y yo deseo darles la protección de mi Madre,

como la tuve yo, para que sean siempre como niños, y permanezcan con la pureza de

intención en su corazón, buscando almas para hacerlas como ellos, para llevarlas a Dios,

protegidos por la oración insistente de una Madre con alma de niña, que proteja con su

vida la virtud, la inocencia, la pureza y su vocación sacerdotal, procurando que aun siendo

hombres consigan la perfección de un alma de niño».

+++

«Hijos míos, sacerdotes, la misión de una madre es llevar a sus hijos de vuelta a la

casa del Padre.

Una madre conduce, guía, auxilia, protege, cuida, provee, da la vida por el hijo,

obrando con misericordia.

Una madre alimenta y da de beber, viste al desnudo, cuida y procura al enfermo,

acoge al necesitado, visita al preso, da santa sepultura al muerto, enseña, aconseja, corrige,

siempre perdona, consuela, sufre con paciencia, ora por sus hijos vivos y por los muertos.

El alma de una madre es compasiva y misericordiosa, a imagen y semejanza de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

187

El alma de un niño es paciente, es amable, no es envidiosa, no es jactanciosa, no se

engríe, no busca su interés, no toma en cuenta el mal, no se alegra de la injusticia, se alegra

con la verdad, todo lo excusa, todo lo cree, todo lo soporta. El que es como niño habla como

niño, piensa como niño, razona como niño.

Ustedes son configurados con Cristo para ser como niños, pero se requiere la

paciencia y la fe de los santos, para resistir a las tentaciones y al pecado, para preservar la

pureza y la inocencia, y perseverar en el camino de perfección que une a las almas en

Cristo, por el Espíritu, para llevarlas al Padre».

+++

PARA MEDITAR – ALMA DE NIÑO

«Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres».

Eso dicen las Escrituras.

Y tú, sacerdote, ¿cómo has crecido?

Has crecido en estatura, en sabiduría y en gracia, pero ¿has conservado el alma de niño?

¿O has crecido en orgullo, en soberbia, en poder, en riqueza, en egoísmo, en vanidad,

en ambición, en ignorancia, en indiferencia, en mundaneidad, en tibieza?

¿O has mantenido tu alma de niño, que es el alma configurada con Cristo?

Analiza tu conciencia, sacerdote, y revisa el estado de tu alma.

¿Qué es lo que hay en ti?

¿Alegría o amargura?

El alma de un niño es alegre, es servicial, es entusiasta, es optimista, es transparente.

El alma de un niño tiene fe, tiene esperanza, pero sobre todo tiene caridad.

El alma de un niño sabe amar y ama, no se limita por lo que digan los demás,

simplemente ama y se deja amar.

El alma de un niño sabe dar y también sabe recibir.

El alma de un niño da y también recibe.

El alma de un niño es humilde y se deja enseñar y aprende.

El alma de un niño es inocente, no conoce la maldad, tiende a hacer el bien y a rechazar

el mal.

El alma de un niño agradece, de todo se sorprende, es paciente, es amable, no es

envidiosa, no es soberbia, no es jactanciosa, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no

toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, le gusta la verdad, todo lo cree, todo lo

espera, todo lo soporta, y es así como crece en gracia ante Dios y ante los hombres.

Tú, sacerdote, cuando eras niño, actuabas como niño, jugabas como niño, sentías como

niño, hablabas como niño, pensabas como niño. Pero ahora eres un hombre y te has desprendido

de las cosas de niño.

Y tu alma, sacerdote, ¿de qué se ha desprendido cuando tú has crecido?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

188

¿Mantiene la inocencia y la conducta de un niño?

¿Conserva la fe, la esperanza y la caridad, o también de eso se ha desprendido?

Y tú, ¿amas, sacerdote?

¿O te has olvidado de ser como niño?

El alma de un niño es fiel y confía en aquél que lo llama amigo, y lo sigue, porque le

gusta estar con él.

El alma de un niño aprende de su padre y se hace obediente, porque escucha y hace

todo lo que él le dice.

El alma de un niño pide, porque se sabe necesitado y acepta ser corregido y

aconsejado, y se propone agradar al que lo provee, al que lo corrige, al que le enseña, al que lo

aconseja, al que lo ama y de quien obtiene la heredad.

Así es el alma sacerdotal. Y de los que son como ellos, es el Reino de los cielos.

Medita, sacerdote, todas estas cosas en tu corazón, y renueva tu alma, corrigiendo tu

conducta, recuperando tu inocencia, rectificando tu intención, fortaleciendo con obras tu fe, tu

esperanza y tu caridad, obrando con pureza y con amor.

Permite, sacerdote, que tu alma de niño se acerque a tu Señor.

Te espera en el sagrario y en cada sacramento.

Te espera en la oración.

Ve a su encuentro y permítele descansar en tus manos cuando se entrega como Pan vivo

bajado del cielo.

Recíbelo en tu corazón y entrégalo a su pueblo, que se ha acercado con la alegría de

reunirse con un amigo, como lo hace un niño.

Deja que los niños se acerquen a ti, sacerdote.

Deja que los niños se acerquen a Cristo.

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ABANDONADOS EN DIOS – PADRE PROVEEDOR

DOMINGO DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No se preocupen por el día de mañana.

Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 24-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque

odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En

resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero.

Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se

vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las

aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

189

celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de

preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?

¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no

trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía

como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada

al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?

No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos

vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial

ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de

Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de

mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus

propios problemas”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me queda claro que no se puede servir a Dios y al dinero. Pero me resulta

más difícil quedarme tranquilo con lo que dices: que debo buscar primero el Reino de Dios y su

justicia, y que todo lo demás se me dará por añadidura. Lo normal es que sí ponga los medios

necesarios para mi sustento diario. No puedo esperar a que los recursos lleguen solos, y yo tengo

que cubrir un mínimo de necesidades. Pero ya sé a qué te refieres. Estaría mal que me afane en

muchas cosas, descuidando lo único necesario. Tengo que confiar en ti, seguro de que lo

necesario no me va a faltar, si trabajo para ti. Además, son muy atractivas las cosas de la tierra, y

tengo que luchar para no apegarme, para no mundanizarme. Señor, ¿qué debo hacer para estar

completamente abandonado en ti? Virgen de Guadalupe, muéstrate como mi Madre, y así

descanso en la seguridad de tu protección.

+++

«Sacerdotes míos: mi Padre que está en el cielo es providente, bondadoso y

misericordioso. Confíen y síganme, caminen conmigo en la playa, contemplando las huellas

que dejan mis pies en la arena, mientras las olas los mojan y la espuma acaricia mis llagas.

El camino que lleva al cielo está marcado con el signo de la cruz.

El camino soy yo, y las llagas de mis pies, de mis manos y de mi costado son la señal

de mi amor entregado por los hombres. Son señal de la confianza que merece mi Padre, que

muestra a los hombres su omnipotencia a través de mi entrega, de mi sacrificio, de mi

sufrimiento, de mi muerte y de mi resurrección, por lo que ha unido el cielo con la tierra en

el altar.

Confíen en su amor, en su bondad y en su misericordia, y abandónense totalmente en

su divina voluntad y en su infinita providencia. Entonces verán grandes cosas, porque mi

Padre, que es bueno, no se deja ganar en generosidad.

No se distraigan, abandónense en mí, confíen en mí, hagan la prueba y verán que

bueno es el Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

190

Permanezcan al pie de la cruz. Ante las dificultades, ante las tribulaciones, ante los

conflictos, perseveren en la confianza, en el abandono y en la obediencia, en la alegría de

servirme, sirviendo a mi pueblo, ofreciendo por su santidad todos sus sacrificios, que mi

Padre que está en el cielo y es providente, bondadoso, compasivo y misericordioso, se los

premiará. Pero no sean como los hipócritas que cuando ayunan ponen la cara triste para

que todos se den cuenta. Les aseguro que ellos ya recibieron su recompensa.

Alégrense, porque la que está llena de gracia está con ustedes, y el Señor, que está

con ella, está con ustedes.

Contemplen las maravillas de mi creación. Pero no me busquen en las distracciones

del mundo, porque ahí no me encuentro. Búsquenme en donde permanezco: me tienen

dentro.

Agradezcan en la dificultad, porque tienen qué ofrecer, y sufran con paciencia, con

fe y con esperanza, porque mi Padre es providente, bondadoso, compasivo y misericordioso.

Los quiero sólo para mí. No pongan sus seguridades en las cosas del mundo, porque

nadie puede servir a dos amos, porque aborrecerá a uno y amará al otro. No se puede servir

a Dios y al dinero. No se preocupen por su vida, por qué comerán o con qué se vestirán.

Pastores míos, su única seguridad soy yo. Yo soy la vida.

Perseveren en la verdad, y den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de

Dios.

La verdad se demuestra con el testimonio de la fe, en medio del mundo, entre las

dificultades, el dolor y la tribulación, y así adquiere valor, porque demuestra la confianza y

el abandono a la voluntad de Dios. La verdad soy yo.

Perseveren en la fidelidad a su vocación. Resistan a la tentación, y nunca me

traicionen poniendo en duda mi omnipotencia con su desconfianza, con su desesperanza,

con su desobediencia. Antes bien, obedezcan, confíen y abandónense en mí, en la alegría de

soportar los sufrimientos que los unen a mis sufrimientos, los sacrificios que los unen al

único y eterno sacrificio de mi cruz.

Alégrense amigos míos, porque su vocación es al amor. Yo soy el amor.

Vivan en la alegría del amor que está en su vocación y en la paz que da la plenitud en

la unidad de vida por su vocación».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas las

cosas se les darán por añadidura.

Permanezcan fieles a su vocación. Su vocación es al amor, en unidad de vida en la

Santísima Trinidad, que genera como fruto la paz.

La misión es llegar a Dios y llevarle almas, dando testimonio, demostrando la fe y la

confianza ante las dificultades, con paciencia, perseverancia, alegría, confianza, abandono,

obediencia, y, en unidad de vida, aceptar y amar la divina voluntad de Dios, que es

bondadoso, compasivo y misericordioso.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

191

Yo soy verdadera Madre del verdadero Dios por quien se vive, y que es verdadero

hombre, y por quién soy madre de todos los hombres.

¿No estoy yo aquí que soy su Madre? Reciban mi paz.

¿Tienen necesidad de alguna otra cosa?

En el altar se une el cielo con la tierra en cada consagración, en cada oblación, en

cada Eucaristía.

Permanezcan santificándose en la verdad a través de su vocación, en unidad de vida,

convirtiendo su ministerio y sus labores cotidianas en oración, uniendo su trabajo, su

sacrificio y su oración, en el único sacrificio de Cristo, ofreciéndolo a Dios Padre, y por

añadidura lo demás se les dará.

Déjense abrazar por mí, para llenarlos y desbordarlos de mi paz, para que amen al

Señor su Dios, con todo su corazón, con toda su alma, con toda su mente, con todas sus

fuerzas, y permanezcan fieles a su vocación en la unión indisoluble del amor Trinitario de

Dios, confiando, abandonándose y obedeciendo en todo su voluntad, perseverando en la fe,

en la esperanza y en el amor, entregando su vida en conciencia y con toda su voluntad, en

las manos de la Divina Providencia».

+++

PARA MEDITAR – PADRE PROVEEDOR

«Todo obrero merece su salario».

Eso dicen las escrituras.

Y si tú, sacerdote, crees en la Palabra de Dios y trabajas para Él haciendo lo que Él te

dice, ¿de qué te preocupas?

Dios es tu amo y tu Señor, pero también es tu Padre, y es bondadoso y misericordioso,

pero también es justo, y a cada quien le da lo que merece.

Y tú, sacerdote, ¿qué tanto mereces?

Tú sacerdote, no eres digno de merecer nada, pero Cristo te ha merecido el cielo mismo

y la vida eterna, para disfrutar con Él su paraíso.

Él ha ganado para su Padre todo lo que los hombres no han podido. Le ha ganado un

pueblo santo con el precio de su sangre.

Y a ti sacerdote, te ha encomendado la misión de proveer a su pueblo de todo lo que

necesitan para ganar la gloria que Él les ha merecido.

Tú eres, sacerdote, un obrero en la viña del Señor.

Tú eres un siervo de Dios, y no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, y te ha

prometido proveerte de todo lo que necesitas para servirlo. Y, si tú crees en las palabras de tu

Señor, ¿de qué te preocupas?

Él te ha hecho hijo cuando has sido bautizado en el Espíritu Santo, y luego te llamó, y te

eligió para ser configurado con su Hijo Jesucristo, que es Dios en la segunda persona de la

Santísima Trinidad, y Él es tu Salvador, tu Redentor, tu Hermano, tu Amigo, tu Maestro, tu

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

192

Pastor, tu Modelo, tu Guía, tu Señor, el único Hijo de Dios que fue enviado al mundo para que,

el que crea en Él tenga vida eterna. Y, si tú, sacerdote, crees esto, ¿de qué te preocupas?

Y Él te ha dado a su Madre para que la lleves a tu casa a vivir contigo, y la ha subido al

cielo, y la ha coronado como Reina de los Cielos y la tierra para darte su protección. Y, si tú

reconoces a tu Madre y te reconoces hijo, ¿de qué te preocupas?

Dios es Padre y es Madre, y como Padre es proveedor, y como Madre es protector.

Confía, sacerdote, en tu Señor, y abandónate en la seguridad de saberte su hijo amado, y

hónralo, sacerdote, con tu obediencia y con el santo temor de Dios, y pídele, sacerdote, lo que

quieras, que Él como un buen Padre y una buena Madre te dará lo que necesitas, y entrégale,

sacerdote, tus ofrendas, agradeciéndole su Divina Providencia, y no te preocupes de nada, vive

en paz, sabiendo que todo tu trabajo y tu sacrificio Él te lo premiará.

Pero cuidado, sacerdote, si estás preocupado y si no tienes paz, si no confías, si no crees,

si no tienes fe, y si no caminas con seguridad y con esperanza, analiza tu conciencia y con toda

sinceridad confiesa quién es tu amo, sacerdote, ¿a quién sirves?

¿Cómo obtienes tu salario?

¿Lo mereces?

Y lo que ganas, ¿lo multiplicas o lo desparramas?

Nadie puede servir a dos amos, sacerdote, asegúrate que estás sirviendo a Dios,

asegúrate que estás buscando primero su Reino y su justicia, sabiendo con seguridad que, por

añadidura, lo demás se te dará.

No te inquietes, sacerdote, vive en paz, no te preocupes por el mañana, cada día tiene su

propio afán.

Ocúpate de servir a tu Señor trabajando en su viña, conduciendo a su pueblo con

rectitud, enseñándolo y santificándolo, proveyéndolo de la misericordia de Dios, para conseguir

en Cristo un solo pueblo santo y llenar de almas el cielo, porque ese, sacerdote, es tu trabajo.

Pide fe, sacerdote, y conoce a tu Señor, que es Padre, que es Madre, es dador, es

providencia, es todopoderoso, es omnisciente, es omnipresente y te ama.

Demuéstrale, sacerdote, tu fe.

Ora y labora, confía y espera, y verás qué bueno es el Señor.

Permanece en la fidelidad a su Palabra escuchándola y haciendo todo lo que Él te diga, y

si un día pareciera, sacerdote, que Dios no cumple con su paga, reza más, y trabaja más, obra

con misericordia, mortifícate, sacrifícate, confía y espera, porque Él nunca se deja ganar en

generosidad.

Y tú, sacerdote, si crees esto, ¿de qué te preocupas?

Vive en la alegría de servir a Cristo, siendo ejemplo de que tú no te preocupas, sino que

te ocupas en las cosas de tu Padre que está en el cielo, que es tu amo y tu Señor, que te ve, que te

escucha, y que es tu proveedor.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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POBRES DE ESPÍRITU – DEJARLO TODO

LUNES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Ve y vende lo que tienes y sígueme.

Del santo Evangelio según san Marcos: 10, 17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó corriendo un hombre, se

arrodilló ante él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?”

Jesús le contestó: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los

mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio,

no cometerás fraudes, honrarás a tu padre y a tu madre”.

Entonces él le contestó: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde muy joven”. Jesús lo

miró con amor y le dijo: “Sólo una cosa te falta: Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los

pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme”. Pero al oír estas palabras,

el hombre se entristeció y se fue apesadumbrado, porque tenía muchos bienes.

Jesús, mirando a su alrededor, dijo entonces a sus discípulos: “¡Qué difícil les va a ser a

los ricos entrar en el Reino de Dios!” Los discípulos quedaron sorprendidos ante estas palabras;

pero Jesús insistió: “Hijitos, ¡qué difícil es para los que confían en las riquezas, entrar en el Reino

de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el

Reino de Dios”.

Ellos se asombraron todavía más y comentaban entre sí: “Entonces, ¿quién puede

salvarse?” Jesús, mirándolos fijamente, les dijo: “Es imposible para los hombres, mas no para

Dios. Para Dios todo es posible”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus discípulos se preguntaron quién podrá salvarse, después de que

advertiste la dificultad de entrar en el Reino de Dios a los que confían en las riquezas. Veían

aquello como una dificultad insuperable, mirando su pobre condición humana. Todos tenemos

esa tendencia desordenada por las cosas materiales, se nos van los ojos por las riquezas. Nos

damos cuenta de que cuesta vivir la pobreza, la sobriedad, la templanza, el desprendimiento de

los bienes terrenos. Pero también nos damos cuenta de que esas ataduras producen tristeza, y si

evitamos los apegamientos nos sentimos más libres, y entendemos a los santos, que lucharon por

tener tesoros en el cielo. Señor, tú naciste pobre, viviste pobre, moriste pobre, para enriquecernos

con tu pobreza. Tú me pediste seguirte en el sacerdocio, ¿qué debo hacer para servirte alegre y

libre, según el modelo de tu Sagrada Familia?

+++

«Sacerdotes míos: contemplen el misterio de mi Sagrada Familia, viviendo entre la

gente, en medio del mundo, en un lugar bonito y modesto, sin lujos, en donde no faltaba

nada, porque la Providencia de Dios estaba con nosotros.

Ustedes son mi familia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

194

Ustedes oran y cantan alabanzas, trabajan para mí, y yo los siento a la mesa y los

sirvo.

La voluntad del Padre es que crean en mí. Yo soy la resurrección. El que crea en mí,

aunque muera, vivirá.

Ustedes son mi madre y mis hermanos, porque todo aquel que cumple la voluntad de

mi Padre que está en el cielo, es mi madre y mis hermanos. Esta es la voluntad de mi Padre:

que todo el que crea en el Hijo tenga vida eterna, y yo lo resucite el último día.

El que cree en mí me ama y, si me ama, guarda mis mandamientos. Y si alguno me

ama guarda mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí.

El que de verdad me ama, cree en mí, confía en mí, deja todo, toma su cruz y me

sigue, cumpliendo su promesa de pobreza, castidad y obediencia.

El que quiere ser perfecto vende todo lo que tiene y lo da a los pobres, para tener un

tesoro en el cielo. Luego me sigue.

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Qué difícil es para los que tienen riquezas entrar en el Reino de Dios.

El que quiera ser mi familia, que sea como yo, manso y humilde de corazón, que me

escuche y ame a Dios por sobre todas las cosas, y a los demás como yo los he amado. Ese es

mi madre y mis hermanos, y ellos heredarán la tierra.

Había un hombre muy rico sentado a una mesa lujosa y rica en la que se hartaba. Y

un hombre pobre y con el cuerpo lleno de llagas, que se parecía a mi cuerpo en la cruz,

esperando comer las migajas que caían de la mesa. Después, el hombre pobre estaba en el

paraíso y el hombre rico entre llamas y tormentos. El hombre rico pedía misericordia para

sus hermanos -que vivían como había vivido él-, para que creyeran.

Algunos sacerdotes, obispos y cardenales viven entre las riquezas del mundo, pero no

acumulan tesoros en el cielo. Los demonios los distraen con tentaciones y los encadenan al

mundo. Otros sacerdotes, obispos y cardenales viven en la pobreza, y caminan en libertad y

en la verdad. A los demonios les gusta la riqueza y las comodidades, y detestan la pobreza,

por lo que abandonan a los que la practican.

Yo quiero llevar mi misericordia a mis amigos, a los que se portan bien y a los que se

portan mal, a los pobres y a los ricos, a los que me siguen y a los corazones más necesitados.

El que es de Dios, escucha las palabras de Dios. El que no las escucha es porque no es

de Dios.

El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna. Yo soy

la resurrección y la vida. El que crea en mí, aunque muera vivirá. Pero el que no los

escuche a ustedes, no creerá. Porque los que no escuchan a mis profetas no creerán, ni

aunque resucite un muerto.

El que renuncia al mundo vive la pobreza, y yo le doy la gracia para resistir la

tentación, para que viva en castidad y obediencia. Pero el que no abraza la pobreza no

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

195

puede seguirme. Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja, que un rico

entre en el Reino de los Cielos.

Algunos pastores míos no cumplen la voluntad de mi Padre, porque no son pobres de

espíritu, sino ricos de las cosas del mundo, no creen en mí, no son dignos de mí, ni de poseer

mi riqueza, ni de ser mi familia.

Yo llevo mi palabra a los corazones más pobres de mis amigos, para que me

escuchen y se enriquezcan de mí, para que se conviertan mientras humillan y empobrecen

el espíritu, confiando en la Providencia Divina, para enriquecerlos con los tesoros del cielo».

+++

PARA MEDITAR – DEJARLO TODO

«Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos».

Eso dice Jesús.

Y tu espíritu, sacerdote, ¿vives la pobreza, o vives inquieto ante la tentación de las

riquezas?

¿Qué es, sacerdote, lo que hay en tu corazón?

Sé sincero y honesto contigo mismo, y descubre en lo más profundo de tu interior.

¿Hay desprendimiento o ambición?

Tu Señor lo sabe todo de ti, sacerdote.

Su Santo Espíritu penetra hasta lo más profundo de tus entrañas, y descubre las

intenciones de tu corazón.

Tú puedes, sacerdote, pretender engañarte a ti mismo cerrando tus ojos, para que no

veas, y tus oídos, para que no escuches, manteniendo frío tu corazón, y duro como la piedra,

para resistirte al llamado de tu Señor, y entregarle totalmente tu corazón, porque no confías,

porque tienes miedo, porque estás resignado, porque estás cómodo, porque estás

apesadumbrado, porque estás cansado, porque estás perseguido, porque has sido calumniado,

porque estás herido, porque te has aislado y te sientes solo, y enriqueces tu egoísmo y tu

soberbia con los placeres del mundo, pero a tu Señor, sacerdote, no puedes engañarlo.

Él conoce absolutamente todo de ti: tus sentimientos, tus emociones, tus debilidades, tus

aflicciones, tus angustias, tus miedos, tus deseos, tus alegrías, tus pertenencias, tus posesiones,

tus desprendimientos del mundo, tu pobreza, pero también la riqueza a la que te mantienes

aferrado y encadenado, y que no eres capaz de pedirle su ayuda para ser liberado, porque no

confías totalmente en tu Padre amoroso y providente.

Es más fácil, sacerdote, recibir cuando no tienes. Es más fácil pedir cuando te sientes

necesitado, y es más fácil agradecer así cada regalo. Pero también es más fácil dar que

recibir, porque para dar se necesita generosidad, pero para recibir se necesita humildad.

El humilde es generoso, pero el generoso no siempre es humilde.

El pobre cuando tiene da, porque compadece, porque sabe lo que el otro siente, lo que

el otro sufre, lo que el otro necesita.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

196

Es más fácil para un pobre ser misericordioso, porque conoce la miseria, y se da al

miserable porque padece, y entonces, compadece.

Es así como tu Señor, siendo Dios, se hizo hombre, adquiriendo la naturaleza humana

para vivir en medio de los hombres y padecer, y compadecer a los pobres.

Y si Él siendo rico se ha hecho pobre, ¿no deberías tú hacer lo mismo, sacerdote?

¿Es acaso el discípulo más que su Maestro?

Él te ha llamado y te ha elegido, y te ha pedido dejarlo todo, para tomar tu cruz y

seguirlo.

Cruz de pobreza, de castidad y de obediencia.

Cruz en la que mueres al mundo y a tus pasiones, para servir a tu Señor, renunciando

a los placeres del mundo, para conseguir para Él un Reino de sacerdotes, profetas y reyes, para la

gloria del Padre que está en el cielo.

Pero no te gloríes, sacerdote, si no es en la cruz de tu Señor, porque nada puedes sin Él,

y alégrate porque sirves al que todo lo puede, porque nada es imposible para Dios.

Sacerdote, despréndete de todo, también de lo que te queda. Da lo que te hace falta

entregarle a tu Señor, para que seas totalmente suyo, y verdaderamente libre.

No basta, sacerdote, escuchar y predicar la palabra de Dios, no basta tener fe, no basta

ser sacerdote para ser santo, porque no todo el que diga ¡Señor, Señor! entrará en el Reino de

los cielos, sino el que escucha y cumple la palabra y la voluntad de Dios.

Tú eres, sacerdote, el hijo predilecto de tu Señor.

Analiza tu conciencia. Sé sincero. Preséntate ante Él y dile cómo estás correspondiendo

a su amor, qué tanto confías en Él, qué tanto te entregas a Él, qué tanto te falta dejar, cuáles

son los apegos que te enriquecen, a los que debes renunciar para ser verdaderamente pobre y

digno de seguirlo.

Pídele sacerdote, que te vacíe de ti para que te llene de Él y te desborde, para que sea Él

y no tú quien viva en ti.

Pídele sacerdote, que te ayude a renunciar al mundo, que te libere de las tentaciones

que te impiden servirlo, como Él merece ser servido.

Pídele que te haga humilde y pobre de espíritu.

Pídele con insistencia, hasta que no quede nada en ti, tan sólo tu miseria, tu fe, tu

esperanza, y sobre todo tu amor.

Y Dios, que es bueno y misericordioso, que es compasivo y generoso, te lo dará todo,

hasta su Cielo, porque te ama y Él quiere todo de ti.

Entrégale, sacerdote, tu vergüenza, tu pecado, tu ambición, tu deseo, tu pasión, tu

soberbia, tu duda, tu desconfianza, tu miedo, tu angustia, tu cansancio, tu ignorancia, tu

debilidad, tu impiedad, tus posesiones, tus apegos, tus falsas seguridades, tu orgullo, tu poder,

tu tibieza, tu indiferencia y tu voluntad, porque esa es tu riqueza.

Y Él te dará, con su perdón, la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza, la

ciencia, la piedad, el temor de Dios, la paciencia, la longanimidad, la bondad, la benignidad,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

197

la mansedumbre, la fidelidad, la modestia, la continencia, la castidad, la caridad, el gozo y la

paz de tu pobreza.

Entonces, sacerdote, entenderás que en tu Señor está la única y verdadera riqueza y

que la da a los que lo aman, a través del Espíritu Santo, para que alcancen la salvación por Cristo,

con Él y en Él, porque nada es imposible para Dios.

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AUXILIADOS POR MARÍA – EL MAYOR TESORO

MARTES DE LA VIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Recibirán cien veces más en esta vida, junto con persecuciones; y en el otro mundo, la

vida eterna.

Del santo Evangelio según san Marcos: 10, 28-31

En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo

para seguirte”.

Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas,

o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el

ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones,

y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y

muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a cualquier persona que haya entregado su vida a tu servicio le debe gustar

mucho esta escena del Evangelio, cuando tú prometes el ciento por uno y la vida eterna a los que

hayan dejado todo. Y dices que eso lo vamos a recibir “en esta vida”. Sabemos que no se trata de

interpretar literalmente tus palabras, sino de tener claro que tú no te dejas ganar en generosidad, y

nos das un premio a la medida de tu amor, que es infinito. Un sacerdote puede pensar que eso de

casas, hermanos, padres, hijos, tierras, lo puede encontrar en la Iglesia, en la Providencia Divina,

en los feligreses, en la generosidad de tanta gente buena que aprecia al sacerdote y que vela para

que no le falte nada. Y a mí me gusta pensar en el mayor tesoro que nos dejaste, al pie de la cruz:

nuestra Madre, Jesús, quien es mi auxilio y garantía de que no me va a faltar nada, si me agarro

de su mano. Una madre a quien su hijo agonizante le pide un último favor, lo asume como lo más

importante que debe hacer, cueste lo que cueste. Jesús, ¿qué debo hacer para que mi entrega sea

total, y pueda ser digno de recibir ese ciento por uno? Madre mía, muestra que eres madre.

+++

«Sacerdotes míos: he ahí a su madre. Ella es su auxilio.

Y a todo el que deje casas, hermanos, padres, hijos o tierra por mí, yo le daré el

ciento por uno en casas, hermanos, padre, madre, hijos y tierra, en esta vida y la vida

eterna.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

198

Ustedes han elegido la mejor parte, que no les será quitada.

Ustedes han sido llamados para alcanzar la perfección de su fe, por la que yo les doy

casas, hermanos, padre, madre, hijos y tierras, para que prediquen mi verdad, que es

locura divina, más sabia que los hombres.

Yo he escogido a los locos y débiles del mundo para confundir a los sabios y a los

fuertes, para que quede claro que toda gracia viene de Dios, y el que se gloríe, se gloríe en el

Señor.

Permanezcan en mi locura divina.

Yo estaré con ustedes todos los días de su vida, hasta el fin del mundo».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: todo auxilio viene de Cristo.

Yo soy madre y mediadora de todas las gracias. Pero toda gracia y todo auxilio viene

de Dios, a través de Jesucristo, por su bondad y misericordia.

El auxilio de mi Hijo es enseñarle el camino a cada uno, para que se cumpla la

voluntad de Dios, en cada uno.

La voluntad de Dios se cumple en cada uno cuando cada uno la conoce, la acepta y

une la suya a esa voluntad divina, por la que se derraman todas las gracias.

Mi auxilio es persuadir a mis hijos en su disposición, para que acepten y den su sí,

para que entreguen su voluntad, en la libertad que Dios les ha dado, a la voluntad de Dios.

Mi auxilio es orar por cada uno de mis hijos, para que el Espíritu Santo, que siempre

está conmigo, esté con ellos, y les dé la sabiduría y el entendimiento, el consejo, la fortaleza,

la ciencia, la piedad y el temor de Dios, para conocer esa voluntad, para disipar las dudas y

que vean con claridad.

Mi auxilio está en mostrarles el camino, la verdad y la vida, y llevarlos de la mano en

esa voluntad, de vuelta a la casa del Padre.

Mi auxilio está en que soy la Madre de Dios, y por Él soy Madre de todos los

hombres, y un hijo siempre consiente las peticiones de su madre.

Mi auxilio está en mostrarme madre con mis hijos, y en llevar la paz a sus corazones.

¿No estoy yo aquí que soy su madre? ¿Tienen necesidad de alguna otra cosa?

Yo acudo a ustedes que piden mi auxilio.

Yo acudo en su auxilio, y consigo para ustedes la claridad, para que conozcan la

voluntad de Dios. Y les pido su confianza, su abandono y su obediencia, entregándose

totalmente en esa voluntad, en la que dan su vida por la Santa Iglesia, para recuperarla de

nuevo en Cristo.

Yo quiero mostrarles que soy madre.

Yo quiero mostrarles la seguridad de mi amor, cumpliendo el mandamiento de la ley

de Dios, como Cristo les enseñó: amándose los unos a los otros como Él los ha amado. Por

eso quiero que reciban la seguridad de mi amor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

199

Mi auxilio está en pedir la gracia de Dios, para que ustedes permanezcan en Él,

como Él permanece en ustedes.

Pero se requiere la voluntad de cada uno, y aquí se requiere la paciencia de los

santos, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.

Yo les pido que entreguen su confianza totalmente en mi Hijo, y se abandonen a su

guía, y obedezcan lo que Él les diga.

Él les hará obedecer a la Jerarquía, para que sirvan a la Iglesia como la Iglesia

quiere ser servida.

Él les enseñará a imitarme, y les llevará de su mano por camino seguro.

Yo les pido que entreguen su vida por Él, convertida en oración constante, en la

fidelidad a su vocación, en constante adoración a la Sagrada Eucaristía, a través de una

vida contemplativa en medio del mundo, para que perseveren en su misión y en la santidad,

entregando su voluntad a la voluntad de Dios.

Yo les pido que hagan oración, y enseñen a otros con su palabra a descubrir en sus

corazones la voluntad de Dios, que es así como todo se resuelve, dirigiéndolo todo hacia

Dios.

Yo he tomado su sí, y lo he unido a mí sí eterno.

Ustedes son una obra de Dios, y su gracia les basta.

Sigan dispuestos y caminando de mi mano. Yo les aseguro que mi auxilio llega a

ustedes primero, para que este auxilio lo lleven a otros, porque nadie puede dar lo que no

tiene.

Yo los miro con mirada de madre compasiva y misericordiosa, pero llena de alegría,

de amor y de satisfacción. Yo miro en el Niño que tengo entre mis brazos al Papa, a los

cardenales, a los obispos y a todos los sacerdotes y seminaristas, que he hecho míos, como

hijos, por los que intercedo y a los que auxilio constantemente, como niños, como Cristos,

como Jesús niño en cada uno, para hacerlos crecer en estatura, en sabiduría y en la gracia

de Dios, para que perseveren en virtud y santidad cumpliendo en su misión la voluntad de

Dios».

+++

PARA MEDITAR – EL MAYOR TESORO

«Hijo, ahí tienes a tu Madre».

Eso te dice Jesús, sacerdote.

Eso te dice a ti, que estás con Él, al pie de la cruz.

A ti, que te ha llamado, que te ha elegido y que te ha pedido dejarlo todo para seguirlo.

A ti, que has renunciado a la vida del mundo para vivir la vida de Cristo, para entregar

tu vida a su servicio llevando almas al cielo.

A ti, que has creído en Él, y te has enamorado del amor, que es Él.

A ti, que te has despojado de ti mismo, y has tomado tu propia cruz y lo has seguido.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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A ti, que has rechazado tantas veces la tentación de entregarte al mundo y sus placeres.

A ti, que escuchas su palabra y la pones en práctica, y la proclamas, y la enseñas, y la

aplicas a tu vida, meditándola en tu corazón, llevándola todos los días a tu oración, y la haces

tuya, y te lleva al encuentro con tu Señor.

A ti, que vives la fidelidad y permaneces en su amistad, y nunca lo abandonas.

A ti, que amas a Dios por sobre todas las cosas y manifiestas ese amor a través de las

personas, amándolos como Él los amó, sirviéndolos como Él los sirvió, enseñándolos como Él

lo hizo, cuando vio que caminaban como ovejas sin pastor, y sintió una profunda compasión.

A ti, que los guías en el camino que los conduce a la puerta de la salvación.

A ti, que reúnes a su pueblo en un solo rebaño y con un solo Pastor.

A ti, que has dejado casa, padre, madre, hermanos, hermanas, hijos, tierras, para

servir a tu Señor, y para llevar al mundo su palabra.

A ti, que lo has entregado todo, que sufres con paciencia, que sirves con alegría

vaciándote de ti, para que sea Cristo quien viva en ti.

A ti, que te ha hecho el último, que pareciera que te ha dejado solo con una carga muy

grande sobre tus hombros, y una gran responsabilidad, y que te ha enviado a caminar en medio

del mundo sin ser del mundo.

A ti, que compartes sus mismos sentimientos, no te ha llamado siervo, te ha llamado

amigo, y te ha dado su mayor tesoro, el mejor auxilio y la mejor compañía: te ha dado a su

Madre, te ha dado a María, para que la lleves a vivir a tu casa, para que recibas sus gracias,

para que te lleve siempre de su mano por camino seguro, para que te enseñe a caminar como

ella enseñó a su Hijo, para que te enseñe y te ayude a ser obediente, virtuoso, casto y santo,

conduciéndote al encuentro con Jesús, porque Él es el único Santo.

A ti, sacerdote, que lo has dejado todo por Él y que no tienes nada sin Él, a ti te ha dado

todo el poder en tus manos, para bajar el Pan vivo bajado del cielo, y alimentarte de Él en esta

vida, y alcanzar con Él la vida eterna, para que, siendo el último, seas el primero.

A ti, sacerdote, que te has entregado al cien, confiando y abandonando tu voluntad en

las manos de tu Padre que está en el cielo, uniéndote en cada Eucaristía al sacrificio de su Hijo

que es el único sacrificio agradable al Padre, adorando su Cuerpo y su Sangre, a ti Él te da el

ciento por uno en esta vida, junto con persecuciones, para que nunca te gloríes si no es en la

cruz de tu Señor, para que compartas en la vida eterna su Paraíso.

A ti, sacerdote, te ha pedido más que a nadie, pero a ti te ama con predilección y te ha

dado más que a nadie.

A ti te ha dado primero a su Madre. Estás bajo su sombra y su resguardo. Estás bajo la

protección de su manto. Ella es causa de tu alegría.

A ti, sacerdote, te ha sido revelada la verdad y te ha sido dado el poder de gobernar, de

enseñar y de santificar al pueblo de Dios.

A ti, sacerdote, que lo has dejado todo para ser perfeccionado y configurado en el amor,

ella te pregunta: ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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EL CENTRO DE TODO ES CRISTO – FIDELIDAD A LA IGLESIA

LUNES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Se apoderaron del hijo, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.

Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 1-12

En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los

escribas y a los ancianos y les dijo:

“Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre

para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.

A su tiempo, les envió a los viñadores a un criado para recoger su parte del fruto de la

viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado,

pero ellos lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviarles a otro y lo mataron. Les envió otros

muchos y los golpearon o los mataron.

Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió,

pensando: ‘A mi hijo sí lo respetarán’. Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: ‘Éste es

el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra’. Se apoderaron de él, lo mataron y

arrojaron su cuerpo fuera de la viña.

¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la

viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es

ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?”

Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús,

porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la

multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en tu predicación por tierras de Palestina utilizabas con frecuencia las

parábolas, con pedagogía divina. Y era frecuente hablar de barcas y redes, de pastores y ovejas,

de viñas y labradores… Tu palabra tiene una fuerza divina que permite dar fruto en cualquier

ambiente, lugar y tiempo, aunque mucha gente no está familiarizada con las comparaciones que

utilizas. El mensaje se entiende siempre, también porque es el Espíritu Santo el que nos enseña

todas las cosas. Hoy nos hablas de viñas y viñadores, y entendemos que el mensaje trata sobre tu

Iglesia, el templo santo de Dios, quien es ese hombre que plantó la viña y se esmeró en darle

todos los cuidados. Así has actuado tú, Señor, dejándonos todo lo necesario para extender el

Reino de Dios, a través de tu palabra y de la administración de los sacramentos. Pero me duele

darme cuenta de que los hombres a veces actuamos como esos viñadores homicidas, que no están

dispuestos a entregar el fruto a su tiempo. El hijo querido eres tú, pero también somos nosotros,

tus sacerdotes, que somos otros Cristos, dispuestos a dar la vida por defender a la Iglesia. No

faltarán dificultades para desempeñar el ministerio, tanto externas como internas. El Santo Padre,

tu vicario en la tierra, recibe muchos ataques, no lo respetan, y sigue la historia. Jesús, ¿cómo

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

202

podemos servir mejor a la Iglesia? Madre mía, Madre de la Iglesia, ayúdame a ser una morada

digna para el Señor, para cuidar y proteger con mi vida la viña del Señor.

+++

«Sacerdote mío: ven, te mostraré mi casa, que es la Iglesia.

Contempla aquí mi mirada de fuego, fuerte, imponente, como quien tiene todo el

poder de crear, de construir, de destruir, de reconstruir, de hacer nuevas todas las cosas,

dueño de la vida y de la muerte.

Contempla mi rostro serio, y mi cuerpo sagrado que refleja la pureza y la majestad

de Dios.

Contempla mi templo, en donde algunos están muy ocupados trabajando, algunos

limpian, otros construyen, otros oran, otros estudian, otros disciernen, y otros sólo hacen

negocios y ensucian lo que otros limpian, y destruyen lo que otros construyen, y distraen a

los que oran, y hacen ruido a los que estudian, y dan falso testimonio de los que disciernen.

Contempla en mis ojos que el celo por la casa de mi Padre me devora.

Sacerdote mío: ven, no tengas miedo. Ten compasión de mí. Mira que algunos de mis

siervos, a los que he llamado amigos, mis sacerdotes, han profanado mi templo sagrado. No

han hecho distinción entre lo puro y lo impuro, no han discernido ni han enseñado a

discernir entre el bien y el mal, se han tapado los ojos, no han cumplido mi ley y han

ocultado la verdad.

Han dispersado a mis ovejas, las han descuidado, no las han atendido. Pero mi ira y

mi justicia caerá sobre los que dejan perderse y desparramarse a las ovejas de mis rebaños.

Yo mismo las reuniré a través de pastores fieles que las apacienten y las reúnan, en un solo

rebaño y con un solo pastor.

¡Ay! de los pastores que se apacienten a sí mismos y no apacienten al rebaño.

¡Ay! de los pastores que no fortalecen a las ovejas débiles, y no cuidan a las

enfermas, y no curan a las heridas.

¡Ay! de los que no acogen a las descarriadas y no buscan a las perdidas, y las han

dejado solas, como presa fácil en medio de los campos, para que se las coman los lobos.

Yo mismo apacentaré a mis ovejas y velaré por ellas. Yo mismo las reuniré y las

cuidaré, las conduciré hacia fuentes tranquilas, para reparar sus fuerzas. Las guiaré por el

sendero justo, por el honor de mi nombre. Mi vara y mi cayado les darán seguridad.

Prepararé una mesa para ellas enfrente de sus enemigos. Mi bondad y misericordia los

acompañarán todos los días de su vida, y habitarán en mi casa eternamente.

El celo por la casa de mi Padre me devora, y yo mismo los congregaré de todas

partes, y los reuniré en una sola nación, y no contaminarán más con su basura ni con ídolos

ni doctrinas extrañas, los salvaré de las infidelidades y de los crímenes, los purificaré, y

serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Yo he sido enviado para poner la morada de Dios entre los hombres, para que crean

en mí y cumplan mis mandamientos, para que vivan en mí como yo vivo en ustedes.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

203

Pero los hombres no me han recibido, y la piedra que han desechado los

constructores se ha vuelto ahora la piedra angular.

Yo no he venido a juzgar sino a salvar.

Yo he vencido al mundo, y he subido al cielo, y estoy sentado a la derecha de mi

Padre, y desde ahí he de venir de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos.

Llegará mi ira y el tiempo de que sean juzgados, para premiar a los santos, los

profetas y los que temen mi nombre, y de destruir a los que destruyen la tierra. Entonces

separaré a los corderos y a los cabritos, y ahí será el llanto y el rechinar de dientes, porque

a todo el que tiene se le dará más, pero a todo el que no tiene, hasta eso que no tiene se le

quitará. Irán a un castigo eterno y los justos a una vida eterna.

Yo te amo y no te dejaré jamás. A los que mucho tienen, más se les dará, y de eso les

pediré cuentas.

Mira mi Corazón sagrado, lastimado y doloroso: adóralo, venéralo, repáralo.

Pastores míos: siembren según los frutos que quieran cosechar.

Cuiden la siembra para que dé buen fruto. El sembrador ha dejado la semilla

sembrada sobre tierra fértil.

Sean ustedes sal de la tierra, para abonar y alimentar la semilla.

Den cauce al agua de mi manantial, para que les den vida, y cuiden y protejan la

semilla, hasta que dé buen fruto, que el dueño de la mies está pronto a venir.

Rueguen al dueño de la mies para que envíe más obreros a su mies, porque el

trabajo es mucho y los obreros pocos.

Sean obreros y trabajen la tierra y no permitan que los pájaros se coman la semilla.

Pescadores míos: echen las redes, y sean pescadores de hombres. Confíen, que yo

estoy siempre en su barca y tranquilizo la tempestad.

Pastores míos, conduzcan a sus rebaños por el buen camino, sean luz en el camino y

condúzcanlos hasta mí.

Obren actos de amor con obras de misericordia, para que reparen mi sagrado y

doloroso Corazón.

Manténganse en la fidelidad y en la unidad. Escuchen mis palabras sabias y

sencillas, que en la humildad está la grandeza y en la sencillez la belleza.

He escogido bien la roca sobre la cual edifico mi Iglesia.

Cumplan sus votos, cumplan sus promesas: fidelidad, castidad, pobreza, obediencia.

No tengan miedo, hombres de poca fe. Yo soy el Buen Pastor, y ustedes son el rebaño

que me ha sido confiado».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: Dios es justo y misericordioso. Ante la injusticia, la ira de

Dios es terrible, pero es más grande su amor. Es mayor su misericordia que su justicia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

204

Su amor es tan grande, que él mismo transforma su ira en obras de misericordia.

Ustedes son instrumentos de Dios para hacer llegar su misericordia a su propia casa,

que es templo sagrado y ha sido profanado.

Ustedes son morada de Dios, para que la Iglesia sea una verdadera casa de oración

para todos los pueblos, y sean un solo pueblo y una sola nación.

Oremos para que a mis hijos sacerdotes, que se les ha dado mucho, les dé más y les

sobre.

Que tengan fe, para que, con esa fe, pidan el don del santo temor de Dios, para que

respeten los templos del Espíritu Santo, que son sus cuerpos, y que son sagrados porque son

la carne y la sangre de Cristo en el altar, para que no sean profanados.

La fuerza está en el amor, y el amor se recibe en la oración. Hagan de su templo una

verdadera casa de oración, para que, con su ejemplo, lleven la misericordia de mi Hijo

Jesucristo, fruto del amor de Dios derramada en la cruz, a los templos de sus corazones,

para que construyan, respeten y cuiden la casa sagrada de Dios».

+++

PARA MEDITAR – FIDELIDAD A LA IGLESIA

«La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿construyes sobre esa piedra?

El centro de todo es Cristo.

¿Tu vida gira en torno de ese centro, sacerdote?, ¿te has dado cuenta que ese centro

está en ti?, ¿procuras, sacerdote, mantenerte firme, sabiendo que de ti depende la construcción

del Reino de Dios?

Mantente firme, sacerdote, ante la tempestad, ante la tribulación, ante la tormenta,

ante los vientos fuertes, sosteniéndote en la fe de que lo que has construido no es sobre arena,

sino sobre roca, porque tú cumples la voluntad de Dios, y tus fuerzas no son tuyas, las fuerzas

que te sostienen vienen de tu Señor.

Cristo es el centro de tu vida, sacerdote, el centro de la Iglesia y la piedra angular,

representada por la roca que es el Supremo Pastor, el Vicario de Cristo en la Tierra, el

Romano Pontífice, el Papa, a quien debes fidelidad y lealtad, para servir a la Iglesia como la

Iglesia quiere ser servida.

Y tú, sacerdote, ¿aceptas los designios de tu Señor, y respetas la elección del Espíritu

Santo, de quien rige y dirige la Iglesia, y a quien ha puesto como cabeza?

¿Lo obedeces?, ¿lo sigues?, ¿lo defiendes?, ¿lo ayudas?, ¿luchas las batallas con él?

¿Estás con él o estás contra él?, ¿recoges con él, o desparramas?, ¿obras según la

voluntad de los hombres, o caminas seguro en la voluntad de Dios?

¿En dónde tienes puesta tu fe, tu esperanza y tu amor?

Rectifica tu camino, sacerdote: el centro de todo es Cristo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

205

Recurre, sacerdote a la oración, pidiendo la luz al Espíritu Santo para un justo

discernimiento de la voluntad de Dios.

Pide al Padre su ayuda en nombre de su Hijo Jesucristo, para que hagas sus obras y

aún mayores, porque para eso has sido llamado, para eso has sido elegido, y para eso lo has

seguido.

Fortalece tu voluntad, para unirla a su voluntad: primero, oración; después, expiación; en

tercer lugar, muy en “tercer lugar”, acción.

Pide al Espíritu Santo que actúe en ti, para que no tomes a la ligera el llamado que

escuchas dentro de ti para hacer sus obras, y tengas el valor de enfrentar las tormentas, las

tribulaciones, los vientos fuertes, las persecuciones, las asechanzas del demonio y sus

tentaciones, permaneciendo firme, construyendo sin miedo, sobre la piedra que desecharon los

constructores y ahora es la piedra angular, porque el centro de todo es Cristo.

Permanece dócil a la acción del Espíritu de Verdad y a sus inspiraciones, protegido

bajo el manto de la Madre de Dios que nunca te abandona, y de los ángeles y de los santos, que

interceden por ti, para que tú, hagas sus obras.

No digas después, mañana… ¡ahora! No sea que el mañana te falte.

El viñador está pronto a venir. Y tú, sacerdote, ¿pretendes guardar sus frutos para

ti?, ¿o estás dispuesto a compartir con el mundo entero los frutos que Él mismo ha cosechado

a través de ti?

El centro de todo es Cristo, por tanto, en el mundo, el centro de todo eres tú,

sacerdote. Y el mundo es atraído al Padre a través de ti.

Tan grande es tu misión, tan grande es tu responsabilidad, tanto es lo que tienes que

enseñar, para que aprendan a caminar, pero uno solo es el camino.

Cristo es el centro de todo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y es Eucaristía.

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____________________

RENUNCIA Y ENTREGA – ENSEÑAR A ADORAR A DIOS

MARTES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 13-17

En aquel tiempo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos le enviaron a Jesús

unos fariseos y unos partidarios de Herodes, para hacerle una pregunta capciosa. Se acercaron,

pues, a Él y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa lo que diga la

gente, porque no tratas de adular a los hombres, sino que enseñas con toda verdad el camino de

Dios. ¿Está permitido o no, pagarle el tributo al César? ¿Se lo damos o no se lo damos?”

Jesús, notando su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me ponen una trampa? Tráiganme una

moneda para que yo la vea”. Se la trajeron y Él les preguntó: “¿De quién es la imagen y el

nombre que lleva escrito?” Le contestaron: “Del César”. Entonces les respondió Jesús: “Den al

César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y los dejó admirados.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

206

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus palabras del Evangelio de hoy muchas veces se utilizan mal, como

pretendiendo excluir a Dios de la vida de los hombres, como si hubiera algunos ámbitos, los del

César, en los cuales no cupieras tú. Es el conflicto que podría surgir también en cada persona,

sobre todo cuando te quieren negar algún espacio de su vida. Tenemos tantas ataduras a las cosas

de la tierra. ¡Cómo cuesta, Jesús, olvidarse de uno mismo y pensar en Dios y en los demás! No

nos damos cuenta de que estando contigo estamos seguros, porque tú no puedes abandonar a los

que te aman. A nosotros, sacerdotes, nos pides una entrega total, una renuncia verdadera, con la

promesa del ciento por uno, y la vida eterna. Y a pesar de eso nos olvidamos y buscamos nuestras

seguridades, sin contar contigo. Se necesita fe para alcanzar un verdadero abandono. Como

siempre, tú eres nuestro modelo, y tú fuiste el primero en enseñarnos a confiar: el Padre te

abandonó en los brazos de tu Madre, confiando en que ella y San José cumplirían fielmente el

plan de Dios, para que pudieras llevar a cabo tu misión en la tierra. Señor, ¿cómo esperas que sea

la renuncia de un sacerdote? Madre mía, enséñame a confiar en Dios, como lo hiciste tú, segura

de que los planes de Dios siempre se cumplen. Yo confío completamente en ti, porque eres mi

madre.

+++

«Sacerdote mío, abandónate en mí.

Busca primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se te dará por

añadidura.

Renuncia a ti y abandónate en mí.

Renuncia a todas tus ataduras, a todo lo que no es tuyo, hasta a ti mismo, porque

nada te pertenece, sólo la voluntad que te he dado para decidir odiarme o amarme,

traicionarme o seguirme, crucificarme o adorarme, morir o vivir conmigo. Todo lo demás

no es tuyo, es mío.

Reconoce tu debilidad y tu necesidad de mí, para renunciar al mundo, para romper

tus cadenas, para renunciar a tus preocupaciones, a tus pasiones, a tus deseos, a tus

pensamientos, a tus sueños, a tus placeres, a tus falsas seguridades, a tu soberbia y a tu

egoísmo que te impiden confiar totalmente en mí y aceptarme como el dueño de tu

existencia.

Yo soy quien te hace renunciar, y en esa renuncia está tu cruz, la que debes cargar

tras de mí para seguirme, la que yo cargo por ti, crucificando al mundo, venciendo a la

cruz, venciendo en esta renuncia de ti mismo al mundo, para hacer mi voluntad,

cumpliendo mis mandamientos, amando a Dios por sobre todas las cosas, amando al

prójimo como yo te amo.

Es así como te abandonas en las manos de mi Padre, entregándole tu cuerpo y tu

alma en el mundo, entregándole tu espíritu en la cruz hasta el último suspiro.

Entrégate así, abandonándote en las manos del Padre que está en el Cielo, como un

niño en los brazos de su madre, confiando, esperando, recibiendo, amando.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

207

Sacerdote mío: entra en mi corazón, y abandónate en la confianza de los brazos de

mi Madre, en la seguridad de ser saciado, protegido, amado. Ella está llena de sabiduría, de

ciencia, de entendimiento, de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios, porque el

Espíritu Santo está con ella, y comparte el mismo Espíritu con el Hijo, que lleva su sangre

corriendo por sus venas, y que fue alimentado y saciado por ella, mientras estaba

completamente abandonado en las manos en las que el Padre puso su confianza.

Recibe al Espíritu Santo para que te llene de sabiduría. No de la sabiduría de los

hombres, sino de sabiduría divina, para que puedas renunciar al mundo, dejando casa,

padre, madre…, para que tomes tu cruz y me sigas.

La renuncia es entregarme todo en mis manos, aceptando tu pequeñez,

entregándome tu voluntad para hacerte libre, y en esa libertad sea la cruz tu camino,

rompiendo toda cadena y toda atadura con el mundo, para que en plena libertad me sigas,

abandonándote totalmente en mi confianza, entregándome tu cuerpo y tu alma, para ser

transformado en la perfección de la virtud, para transmitir mi amor en obras por mi

misericordia y mi justicia.

Es el abandono en Dios, el fruto de la sabiduría de Dios derramada sobre el hombre.

Abandono en la confianza de un Dios que es Padre y que es Madre, y es Providencia. No te

preocupes por lo que has de comer, ni con lo que vas a vestir tu cuerpo. Él alimenta a las

aves del cielo y viste a las flores del campo. No tengas miedo, y todo lo que te digo en la

obscuridad muéstralo a la luz, y todo lo que te digo al oído proclámalo sin temor, porque

todos los cabellos de tu cabeza están contados.

La perfección en la virtud está en el querer, en el confiar y en el amar. Eso depende

de tu voluntad entregada en la voluntad de Dios, que se dona transformando tu querer en

fe, tu confianza en esperanza y tu amor en caridad, para que obres con su misericordia y su

justicia.

Todo querer viene de Dios, y toda confianza viene de Dios, y todo amor viene de

Dios, y todo don viene de Dios.

Pide querer, pide confiar, pide amar, cumple la ley de Dios, y todo lo demás se te

dará, para que renuncies al mundo, para que tomes tu cruz y me sigas.

Renunciar es crucificar la mentira para vivir en la verdad, crucificar el pecado para

vivir en la virtud, crucificar tu voluntad para aceptar mi voluntad.

Tomar tu cruz es aceptar el camino, la verdad y la vida.

Seguirme es abandonarte totalmente en mí, para que no seas tú sino yo quien viva en

ti. Esta es la sabiduría que viene de mí y es mi deseo que llegue a ti, que has dejado todo

para tomar tu cruz y seguirme, que has sido llamado y elegido para ser la sal de la tierra y

la luz del mundo.

Sacerdote mío: yo te mando dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de

Dios.

Tú eres instrumento de Dios para devolverle a Dios lo que es suyo.

Tú has sido enviado a proclamar el Evangelio con la autoridad de Dios, porque es la

palabra de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

208

Bienaventurados los pobres de espíritu, los mansos de corazón, los que lloran, los

que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que

trabajan por la paz, los que son perseguidos por mi causa y por mi justicia.

No busquen tesoros en la tierra, pongan su corazón en el cielo, porque donde está su

corazón está su tesoro.

Abandónate en las manos de mi Padre siguiendo mi camino, permaneciendo en

oración, pidiendo y recibiendo los dones del Espíritu Santo, adorando y agradeciendo,

aceptando y entregando por tus obras la misericordia y el amor de Dios, llevando el

alimento por la Palabra y la Eucaristía a todos los rincones del mundo, iluminando con tu

luz, reconciliando al mundo conmigo, construyendo y edificando mi Reino, restableciendo

la paz y la unidad de mi pueblo en un solo pueblo, una sola Iglesia, un solo cuerpo y un

mismo espíritu.

El hombre sabio se abandona totalmente en Dios. De modo que la muerte para el

hombre justo que se abandona en las manos de Dios es éxtasis de amor, es esperanza, es

abandonar el espíritu hasta el último suspiro en la bondad y misericordia del Padre en la

confianza del encuentro definitivo con su Creador y en la unión en la vida eterna».

+++

«Hijo mío, sacerdote: la oración es alimento para fortalecer el querer, el confiar y el

amar, invocando al Espíritu Santo, para que los dones sean derramados sobre sus almas, y

vivan la perfección de sus ministerios en la virtud, con la fe, la esperanza y la caridad, para

que, siendo ejemplo, den fruto y sean conducto de la gracia y misericordia que Cristo

derramó en la cruz para salvar a toda la humanidad, por medio del alimento y de la unidad

impartida por los sacramentos, en la vida del bautismo, en la sabiduría de la Palabra, en el

alimento vivo de la Eucaristía, en la reconciliación de la absolución, en la unión del

matrimonio y sacerdocio y en la unción de los enfermos, para conducir a todos al abandono

en la voluntad de Dios para la vida eterna.

Obra con la sabiduría de Dios y ora por el que es bienaventurado por ser manso y

humilde de corazón, el que lleva la misericordia de Dios al mundo, el que tiene hambre y

sed de justicia, el que trabaja por la paz, el que es pobre de espíritu y limpio de corazón, el

que es perseguido por causa del Hijo de Dios: su representante en el nombre de Cristo en la

tierra, colmado del Espíritu Santo, para dar gloria a Dios, el Papa».

+++

PARA MEDITAR – ENSEÑAR A ADORAR A DIOS

«Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a los que lo perseguían, y los dejó admirados.

Esas son palabras sabias y verdaderas. Son palabras que salen de la boca, pero

provienen del corazón del que ha sido puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y

como signo de contradicción.

Y te lo dice a ti, sacerdote, para que no te equivoques.

Tu Señor te dice: amigo mío, ¿por qué me persigues?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

209

Abre los ojos, sacerdote, tu Señor te ha elegido para hacer su voluntad.

El Espíritu Santo te enseñará y te recordará todas las cosas, sacerdote. Acude a Él,

invócalo, invítalo, recíbelo, y permítele obrar en ti, abriendo y disponiendo tu corazón con

docilidad a sus inspiraciones, a sus locuciones, a sus luces, y a sus dones, para un buen

discernimiento a la Divina voluntad, y en plena conciencia puedas actuar, haciendo el bien con

total libertad, sabiendo que la obediencia radica en acatar esa Divina voluntad, porque hay

que obedecer a Dios antes que a los hombres.

Persevera, sacerdote, porque a ti te ha sido dada la verdad, para que enseñes al pueblo de

Dios, para que transmitas tu fe, tu confianza y tu amor a tu Señor, que te ha hecho pastor para

que ellos te sigan.

Tu Señor te ha enviado como testigo.

Glorifica a tu Señor, sacerdote, adorando su cuerpo y su sangre, su alma y su divinidad,

en su presencia viva, que es Eucaristía.

Enseña al pueblo de Dios a adorar a su Señor, que es el único Dios verdadero, y que

renuncien a la idolatría y a las falsas predicaciones que son palabrería, reconociendo a Jesucristo

como su único Dueño, Amo y Señor.

Dale al César lo que es del César, y dale a Dios lo que es de Dios, sacerdote, porque nadie

puede servir a dos señores, porque odiará a uno, y amará al otro, se entregará a uno y

despreciará al otro, porque no pueden servir a Dios y al dinero.

Escucha, sacerdote, la voz de tu Señor, y acata su palabra. Eso es lo que tu Señor te

manda.

Busca primero el Reino de Dios y su justicia, sacerdote, y no te preocupes de nada,

porque todo lo demás se te dará por añadidura.

Y tú, sacerdote, ¿eres un hombre justo?, ¿obras con la justicia de Dios, o juzgas como

los hombres?

Justo es dar a los hombres lo que les corresponde, obrando siempre con rectitud de

intención, con el único propósito de que todos los hombres alcancen la salvación, y dar así a

Dios lo que le corresponde.

Tú eres sacerdote para regir, para enseñar y para santificar al pueblo de Dios.

Enséñalos a adorar a su Señor.

Guíalos, configurado con Jesús Buen Pastor.

Santifícalos, administrando los sacramentos.

Enséñalos a hacer oración para descubrir la voluntad de Dios, para cada uno, en cada

momento y circunstancia de su vida.

Predica la palabra de tu Señor, y ponla en práctica, aplicándola en tu vida, para que des

testimonio de Él.

Enséñales el camino más fácil para llegar a tu Señor, a través de la compañía de su

Madre, para que busquen a Cristo, que encuentren a Cristo, que amen a Cristo.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

210

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VIVIR PARA SIEMPRE – CREER EN LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 18-27

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los

muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere

dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió, para darle

descendencia a su hermano. Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y

murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo

el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después

de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los

muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.

Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de

Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres

marido, sino que serán como los ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos

resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo:

Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino

de vivos. Están, pues, muy equivocados”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me imagino que muchas veces tuviste que reprochar al pueblo judío su

incredulidad, por no entender bien las Escrituras. Lo hiciste, por ejemplo, con los discípulos de

Emaús. Ahora les reclamas lo mismo a los saduceos, quienes negaban la resurrección de los

muertos. A unos y otros les costaba aceptar la resurrección. Y es que no resulta fácil, se necesita

fe, porque la experiencia de los hombres ante la muerte dificulta creer en que se pueda recuperar

la vida. Pero tú eres la resurrección y la vida, el que cree en ti no morirá para siempre. Nosotros

debemos creer en todas las Escrituras. No tendría sentido aceptar algunas cosas y otras no.

Porque creemos no por la luz natural de la razón, sino por la autoridad de Dios que revela, el cual

no puede engañarse ni engañarnos. Además, tú eres la Palabra viva, y el Espíritu Santo se encarga

de enseñarnos todas las cosas. Además de preparar mis homilías, me gusta encomendarme al

Paráclito para predicar tu Palabra, porque Él se encarga de inspirarme lo que tengo que decir y,

sobre todo, Él se encarga de tocar los corazones de los que escuchan, para dar fruto. Jesús, ¿cómo

puedo ser un buen mensajero de tu palabra viva? Madre mía, ayúdame a tener siempre esa fe que

se necesita para entender las Escrituras, y así poder transmitir el mensaje de salvación a todas las

almas.

+++

«Sacerdote mío: deja todo, ven y sígueme.

Yo soy el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

211

Yo soy la resurrección y la vida, y el que muera por mí, vivirá para siempre.

Este es mi cuerpo y esta es mi sangre, que yo entrego por ustedes.

Entréguense ustedes conmigo, y permanezcan en mi amor, como yo permanezco en

cada uno de ustedes.

El que me recibe, recibe al Padre y al Espíritu Santo, y su corazón arde de amor

como el mío, y no tendrá miedo, porque yo lo protegeré. El Padre me envió y fui encarnado

por el Espíritu Santo en el vientre de una mujer, y de ella nací, y por mí es madre.

Y me hice hombre, y mi cuerpo fue entregado en manos de los hombres, para ser

torturado y golpeado, ofendido, lacerado, rechazado, inmolado y crucificado hasta la

muerte.

Antes de morir ofrecí mi cuerpo y mi sangre al Padre, como fruto de mi amor por los

hombres, y en prueba de mi obediencia, fidelidad, entrega y amor a mi Padre, para hacerlo

ofrenda, y Él lo convirtió en alimento, para alimentar y fortalecer los corazones de los

hombres, para encender en ellos mi amor, y permanecer en ellos, para que en la

misericordia de mi Padre alcancen el perdón y la salvación.

Pero no todos creen.

El que crea en mí vivirá para siempre.

Yo soy la resurrección y la vida. No hieran más mi corazón, vivan en la justicia, que

el Padre es justo y misericordioso.

Yo he venido por los pecadores, para rescatarlos de las tinieblas. Lleven ustedes mi

luz, sean luz para el mundo, y anuncien el Reino de Dios, que es Dios de vivos y no de

muertos.

Sacerdote mío: entrégate tú como yo, en manos de los hombres, con un alma pura y

transparente, para que des testimonio de todo lo que yo te doy para ellos.

No tengas miedo, que yo te protegeré, y mis ángeles y mis santos te acompañan.

+++

«Hijos míos sacerdotes: por sus frutos los reconocerán. Las gracias derramadas son

abundantes, pero es necesario que los frutos permanezcan.

Mantengan los ojos y los oídos abiertos y receptivos a la Palabra de Dios, que está

viva y permanece viva, porque Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.

La Palabra de Dios es eficaz, y más cortante que una espada de dos filos. Penetra

hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne sentimientos y

pensamientos del corazón. Por tanto, al que escucha, la Palabra misma le abre el corazón,

para que sea consciente de su vida, para que se arrepienta y pida perdón, y consiga la

gracia de la conversión, llevando a la práctica la Palabra, fortaleciendo su alma, porque

edifica su casa cimentada sobre roca.

Cristo está vivo, es el Rey de los ejércitos, es Sacerdote, es Víctima y es Altar, es

Palabra viva, es alimento de vida, y es bebida de salvación, es cabeza de la Iglesia y es

fuente de vida, es salvación, es Sacramento, es el Primogénito, es el primero y el último, es el

alfa y la omega, es el principio y el fin, es el centro de todo, es Eucaristía.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

212

Cristo es Rey de reyes y Señor de señores, es el dueño de los ejércitos, y el que

consigue la victoria. Ustedes, sacerdotes, son los soldados que cuidan, protegen, guían,

custodian, preparan a los hombres, y los hacen parte, para pertenecer al pueblo Santo del

Rey. Pero los hombres tienen necesidad de muchas cosas, muchas son sus miserias y su

necesidad de misericordia.

En el mundo todo debe tener un orden, para que funcione según el plan de Dios. Y

hasta la vida misma, engendrada por un hombre y una mujer, debe tener un orden, y ser

engendrada a través del matrimonio, formando una familia, para ser parte y pertenecer,

para ser cuidada, protegida, guiada, custodiada y preparada para formar parte del pueblo

Santo del Rey. Un solo cuerpo, en donde todos se ayudan y todos se afectan, y al que se unen

a través de los sacramentos, en los que Cristo, que es el Rey, actúa directamente con su

gracia, para llevar a todas las almas al cielo, pasando de la muerte de sus cuerpos a la vida

eterna en su resurrección, para hacerlos parte de su paraíso, en el que ya no se casarán y ya

no morirán, porque serán todos como los ángeles e hijos de Dios.

Pero el orden está desvirtuado, el mundo se ha desordenado y el pueblo está

desintegrado. Han perdido la visión sobrenatural, y pretenden vivir una vida terrenal, sin

esperanza, sin fe, sin cielo, y no quieren ser parte del plan de Dios, que es perfecto, y al no

buscar esa perfección, se conforman con su imperfección, que los mantiene en la miseria,

que los lleva a la muerte.

Los sacerdotes deben ordenar al pueblo según el plan de Dios, para conseguir un

pueblo santo para el Rey, por el que deben luchar y vencer. Pero el ejército del Rey está

sufriendo un desorden también, los soldados están sumidos en la miseria de su

imperfección, y se mantienen tibios y resignados, y no cumplen su misión.

La misericordia de Dios se derrama, para que el ejército se reordene, para que,

fortalecido, se perfeccione y regrese al orden al pueblo santo del Rey, luchando unidos en la

batalla, para que el Rey les consiga la victoria, cuando los soldados escuchen y cumplan la

Palabra, que convertirá sus corazones, para volverlos al plan perfecto de Dios, con visión

sobrenatural, para poder cuidar, proteger, guiar, custodiar, y preparar a los hombres para

hacerlos parte, para pertenecer al pueblo santo del Rey.

+++

PARA MEDITAR – CREER EN LA PALABRA

«Dios no es un Dios de muertos sino de vivos».

Eso dice Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿crees en la resurrección de los muertos?

¿Vives en la resurrección de tu Señor?, ¿sientes el alma viva?, ¿luchas por permanecer

unido al cuerpo de Cristo, participando de su vida, de su pasión, de su muerte, y de su

resurrección?

Tu Señor es la vida, y con su vida ha destruido la muerte, para darte a ti vida para

siempre.

Dios no es un Dios de muertos sino de vivos, que se manifiesta a través de la palabra,

porque su palabra está viva.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

213

La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos. Penetra

hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los

sentimientos y los pensamientos del corazón.

La palabra de Dios desnuda el alma, limpia, purifica, manifestando el poder de Dios,

para que crean en su Hijo, y se salven.

Tu Señor ha dicho: todo el que cree tiene vida eterna. Yo soy la resurrección, el que cree

en mí, aunque muera vivirá. Y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

Tú eres, sacerdote, un tesoro vivo de Dios, pero el oro se acrisola por el fuego.

Alégrate, sacerdote, resiste, y persevera, para que tu fe sea hallada digna de alabanza,

gloria y honor.

Demuéstrale al mundo, sacerdote, cuánto amas a tu Señor, amándolo a Él por sobre

todas las cosas, y amándolos a ellos como Él los amó.

Demuéstrale al mundo, sacerdote, que no fuiste tú, sino que fue tu Señor quien te eligió,

porque Él te amó primero.

Demuéstrale al mundo, que tú dejaste casa, padre, madre, esposa, hijos, tierras, para servir

a Dios, como los ángeles en el cielo.

Rechaza, sacerdote, cualquier apego que te aleja de la entrega total a tu Señor, y

abandónate en la confianza de aquél que te eligió y te confió el ministerio sagrado, para llevar

al mundo la revelación de los misterios de Dios.

Pídele a tu Señor que te llene de alegría, que se manifieste en tu vida, y te desborde de

su amor.

Cree, sacerdote en la palabra de tu Señor, y hazla vida, poniéndola en práctica todos los

días. Es así, sacerdote, como mueres al mundo crucificado con tu Señor, y vives en su

resurrección.

Ve, sacerdote, a la oración. Rema mar adentro, y descubre a tu Señor, y ¡alégrate!,

¡Cristo está vivo!, abandónate en Él, humilla tu corazón, y déjate configurar con Él, para que

sean uno, tú y Él, como el Padre y Él son uno, y puedas exultar de gozo ante el mundo, diciendo:

ya no soy yo, sino es Cristo quien vive en mí.

Tu Señor es la vida, y tú, sacerdote, has sido llamado y has sido elegido para llevar la

vida al mundo, para que todos los hombres se salven y vivan, porque Dios no es un Dios de

muertos, sino de vivos.

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____________________

SACERDOTES SANTOS – SACERDOTE PARA SIEMPRE

FIESTA DE JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

Hagan esto en memoria mía.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 22, 14-20

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

214

En aquel tiempo, llegada la hora de cenar, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:

“Cuánto he deseado celebrar esta Pascua con ustedes, antes de padecer, porque yo les aseguro

que ya no la volveré a celebrar, hasta que tenga cabal cumplimiento en el Reino de Dios”. Luego

tomó en sus manos una copa de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: “Tomen esto y

repártanlo entre ustedes, porque les aseguro que ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta

que venga el Reino de Dios”.

Tomando después un pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

“Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía”. Después de cenar,

hizo lo mismo con una copa de vino, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi

sangre, que se derrama por ustedes”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: aquellas palabras tuyas en la Última Cena, “hagan esto en memoria mía”,

tienen una fuerza tan grande, que ahí nace el sacerdocio de la nueva alianza. Nos das, Jesús, el

poder de consagrar el pan y el vino, para convertirlos en tu cuerpo y tu sangre. Me emociona

mucho saber que “nos necesitas”, a los sacerdotes, para mantener tu presencia en la tierra. Y no

solamente para celebrar la Eucaristía, recordando tu muerte, hasta que vuelvas, sino para

continuar con tu misión, llevando tu palabra a todo el mundo. No das también el poder de

perdonar los pecados en tu nombre, aplicando así, en las almas, el fruto de tu pasión y muerte.

Estamos configurados contigo, desde el momento de nuestra ordenación, de modo que, desde ese

día, y para siempre, somos “ipse Christus”. El mismo Cristo, para siempre. ¡Qué asombroso! Son

dos realidades difíciles de entender, por las limitaciones de nuestra inteligencia humana. Pero las

creemos por la fe. Y nos comprometen mucho, porque debemos comportarnos con la dignidad

que eso supone, ya que debemos imitarte en todo lo que hacemos. Eres nuestro modelo, y te

conocemos por tu palabra, llevada a la oración. Y eres nuestra vida, porque nos alimentamos de

tu cuerpo y de tu sangre. Señor, ¿cómo debe ser el corazón del sacerdote, para llevar con

dignidad esa configuración contigo? Madre de los sacerdotes, tú nos recibiste como hijos en la

cruz, ayúdanos a ser buenos portadores de Cristo; no nos dejes, Madre nuestra.

+++

«Sacerdotes míos: yo soy Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.

Ustedes son mis sacerdotes. No son ustedes los que me han elegido a mí, yo mismo los

he elegido a ustedes, desde siempre y para siempre.

Yo los necesito para continuar la misión para la que mi Padre me envió, porque

tanto quiso Dios al mundo, que envió a su único Hijo para salvarlo.

Así como mi Padre me envió, yo los envío a ustedes. Caminen en el mundo sin ser del

mundo, y con fuerte voz lleven mi palabra al mundo.

Celebren con alegría cada sacrificio en el altar, porque el Padre no quiere sacrificios

ni holocaustos. Él me ha enviado para redimir al mundo con mi pasión y muerte, de una vez

y para siempre.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

215

Busquen, encuentren, enseñen y convenzan, para que las almas se arrepientan y

ustedes les perdonen los pecados. Porque los pecados que ustedes perdonen serán

perdonados, pero los que no perdonen quedarán sin perdonar.

Realicen milagros con sus manos puras, convirtiendo el pan y el vino en mi cuerpo y

en mi sangre, y entréguenme al mundo para alimentar, para nutrir, para salvar.

En cada Eucaristía recuerden mi muerte, hasta que vuelva.

Bauticen y Confirmen en la fe, consagren, unan mediante los sacramentos, porque

todo lo que ustedes aten en la tierra quedara atado en el cielo, y todo lo que ustedes desaten

en la tierra quedara desatado en el cielo.

Manténganse en la fe y en el amor.

Quiero sacerdotes fuertes como león, atentos como águila, valientes como toro y

sensibles, con corazón de carne, como hombre.

Que tengan el valor de entregarse por amor por cada una de sus ovejas, pero que

conserven siempre el temor de Dios.

Que sean firmes en la batalla y se mantengan de pie ante la adversidad, pero que

sean frágiles ante el dolor, y doblen sus rodillas ante mí.

Que sean duros como roca en el exterior y suaves como carne en el corazón.

Que den fruto bueno y que sean fruto bueno.

Que sean fuente inagotable de amor, pero que amen con mi amor.

Que sirvan hasta el cansancio, pero que vengan a mí cuando estén cansados, que yo

los aliviaré.

Que estén dispuestos a vivir por mí, y a morir conmigo, que yo los resucitaré en el

último día.

Quiero sacerdotes anunciando el Reino de los cielos, porque ya está cerca.

Quiero sacerdotes en Getsemaní, que al orar sepan pedir, pero que acepten la

voluntad del Padre.

Quiero sacerdotes flagelados, que unan su dolor al mío, porque serán perseguidos y

despreciados, pero yo les daré la fuerza.

Quiero sacerdotes coronados con espinas, que les recuerde que es a mí, su Rey, a

quien pertenecen, pero que mi Reino no es de este mundo.

Quiero sacerdotes que dejen todo, y tomen su cruz, y me sigan.

Quiero sacerdotes crucificados conmigo, que estén dispuestos a morir, como

mártires de amor, para resucitar conmigo.

Quiero sacerdotes alegres, que canten alabanzas que lleguen hasta el cielo, que sean

pescadores de hombres, que llenen sus redes y se alimenten con mi alimento multiplicando,

dividiendo, compartiendo, hasta saciar, hasta que sobre para llenar doce canastos.

Quiero que sean uno conmigo, que comulguen conmigo, que reciban mi paz, que

sean sensibles al dolor ajeno y que oren, sirvan y amen.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

216

Quiero sacerdotes de corazones encendidos con el fuego de mi amor, encendidos de

celo apostólico en su ministerio pastoral, decididos y entregados, como servidores y

administradores de mis misterios, que su deseo sea siempre la salvación de las almas, para

la gloria de Dios.

Quiero que recuerden que la Eucaristía es gratuidad, agradecimiento, adoración,

oblación, reparación, expiación, sacrificio, amor hasta el extremo.

Quiero que reparen con actos de amor, los actos de desamor de ustedes mismos y de

todos los pecadores, y que, por su sacrificio, sea reparado mi corazón, lastimado por los

ultrajes cometidos contra mi Sagrado Corazón en la Eucaristía.

Sacerdotes míos, quiero sacerdotes santos.

Este es mi cuerpo que es entregado por ustedes, coman todos de él. Ésta es mi

sangre, beban todos de ella, que es derramada por ustedes, para el perdón de los pecados.

Yo soy el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Nadie me quita la vida,

yo la doy por mi propia voluntad.

Yo doy mi vida para recuperarla de nuevo.

Yo hago nuevas todas las cosas.

Yo vine al mundo por amor a mi Padre, que tanto amó al mundo que entregó a su

único hijo, para que el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Yo soy el camino, la verdad y la vida, el que cree en mí y cumple mis mandamientos

permanece en mí y yo en Él, como mi Padre permanece en mí y yo en Él.

Yo he venido al mundo a nacer como hombre, para ser probado en todo como los

hombres, menos en el pecado.

Yo he venido para habitar entre los hombres, para dar mi vida como expiación por

los pecados de los hombres, para salvarlos, para recuperarlos.

Yo he venido para morir y resucitar de entre los muertos.

Yo he venido para establecer una nueva alianza entre Dios y los hombres, para que

todos los hombres vayan a Dios.

Yo he venido para quedarme, y tanto los he amado, que he subido al cielo a sentarme

en el trono a la derecha de mi Padre y a la gloria que tenía con Él antes de que el mundo

existiera, para que sea enviado el Espíritu Santo, para que les enseñe todas las cosas, y para

que, al hacerme presente en el altar en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, comparta

con ustedes la gloria del cielo, en comunión, en Eucaristía.

Tanto así los amo, y me quedo para servirlos, para guiarlos, para atraerlos a mí,

para eso los he llamado y elegido. No son ustedes los que me han elegido a mí, yo los he

elegido y no los he llamado siervos, los he llamado amigos, para ser uno conmigo, para ser

en todo como yo, configurándose conmigo en el altar, totalmente, y para mantener esa

configuración en todo momento, todos los días, dentro y fuera del altar, porque al

configurarse conmigo se vuelven el cuerpo y la sangre de Cristo, compartiendo las llagas de

mis manos, de mis pies y de mi costado, compartiendo mi altar para ser elevado y mi cruz

para ser entregado como ofrenda en el único y eterno sacrificio.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

217

Amigo mío: cuando cometen pecado, flagelan mi carne, me crucifican y derraman

mi sangre.

Yo ruego al Padre que cuide en su nombre a los que me ha dado, para que sean uno

como Él y yo somos uno. Cuando yo estaba con ellos, yo cuidaba de ellos, y ninguno se ha

perdido, menos el que tenía que perderse, para que se cumpliera la escritura.

Yo ruego por ustedes, para que no se pierda ninguno, aunque el mundo los odie,

porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo.

Yo ruego para que sean santificados en la verdad.

Yo soy la verdad.

Yo les he revelado a ustedes la verdad, y he develado mi rostro. Y el que me ha visto

a mí ha visto al Padre. Un solo sacrificio es agradable al Padre: el mío. Ustedes, sacerdotes,

en el altar unen su sacrificio al mío, con toda su mente, con toda su alma, con todo su

corazón.

Yo los uno conmigo en un solo cuerpo, un mismo espíritu, una sola Eucaristía, una

misma alma sacerdotal, que se entrega a la humanidad para gobernar, para santificar, para

enseñar.

Y a los que perdonen los pecados les quedarán perdonados y a los que no se los

perdonen les quedarán sin perdonar.

La configuración debe ser total para que se vea en sus manos la señal de los clavos y

el agujero en el costado, para que no haya incrédulos sino creyentes. Porque el que crea en

mí, aunque muera vivirá.

Sacerdote mío: ven, te mostraré el cielo en la tierra: Mujer ahí tienes a tu hijo».

+++

PARA MEDITAR – SACERDOTE PARA SIEMPRE

«Este es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía».

Eso dijo Jesús.

Y lo dijo cenando con sus discípulos, sus apóstoles, sus siervos, sus amigos.

Y pronunciando esas palabras, los hizo uno con Él, configurándolos con su cuerpo, con

su sangre, con su alma, con su divinidad, y con sus mismos sentimientos, y dándoles su poder,

los hizo sacerdotes.

Tú eres sacerdote para siempre, como Melquisedec, sacerdote del Dios Altísimo, para

alabarlo, para adorarlo, para venerarlo, para honrarlo, para glorificarlo y para darlo a

conocer, para que todos sepan quién es Él, y crean, y se salven, porque todos los hombres han

sido redimidos por Él.

Tu Señor no ha venido a salvar a justos, sino a pecadores. Él es el único santo, el único

justo, el único Dios verdadero, y es justo que todos los hombres se salven, porque para eso ha

enviado Dios a su único Hijo al mundo, a morir en manos de los hombres, para pagar sus culpas,

y recuperar lo que se había perdido, haciendo nuevas todas las cosas.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

218

Tú eres sacerdote para siempre, para continuar la misión de tu Señor, y su obra

redentora, conquistando los corazones de los hombres con el amor de tu Señor, para que

acepten en libertad y por su propia voluntad la salvación que Él les ha venido a ganar.

Tú eres sacerdote para siempre, para administrar la misericordia de tu Señor, derramada

en la Cruz, para que todos los hombres sean iluminados con su luz, y que llegue a todos los

rincones de la tierra, y todos los hombres se arrepientan y crean en el Evangelio.

Tú eres sacerdote para siempre, para darle vida al mundo, a través de los sacramentos, y

transmitir al mundo la gracia de tu Señor y la filiación divina, bautizándolos en el nombre del

Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, confirmándolos en la fe, perdonando sus pecados,

alimentándolos con el cuerpo y la sangre de Cristo y con su palabra, uniéndolos en matrimonio

reuniendo a las familias en un solo pueblo santo de Dios, ungiendo a los enfermos para darles su

fuerza y su paz.

Tú eres sacerdote para siempre, configurado con Cristo Buen Pastor, para guiar y

reunir a sus rebaños, también a los que no son de su redil, y conducirlos hasta fuentes tranquilas

para reparar sus fuerzas, para conducirlas hacia la luz, reuniéndolos con la Madre de Dios, para

ir al encuentro de Jesús.

Tú eres sacerdote para siempre, para que los hombres crean en un solo Dios verdadero,

pero en tres personas distintas: el Padre, el Hijo, el Espíritu Santo, que en una Santísima

Trinidad son un solo Dios verdadero.

Tú eres sacerdote para siempre, para transmitir el amor de tu Señor por su pueblo, y

enseñarlos a amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismos, porque eso

es el mandamiento que vino a traerles tu Señor.

Tú eres sacerdote para siempre, para ser ejemplo, demostrando al mundo que ya no eres

tú, sino que es Cristo quien vive en ti, y ellos lo quieran seguir, a través de ti.

Tú eres sacerdote para siempre, para permitir que el mismo Dios se manifieste a los

hombres a través de ti, con los dones del Espíritu Santo que debes estar dispuesto a recibir, y a

usarlos bien, para dar fruto y que ese fruto permanezca.

Tú eres sacerdote para siempre, para cumplir tu misión: que todos los hombres crean

que tu Señor es el Hijo de Dios, para que se arrepientan, para que se conviertan, para que

complete cada uno en su cuerpo lo que falta a la cruz de tu Señor, que es la voluntad de cada

alma a aceptar para sí mismos la vida que tu Señor les ha venido a entregar: el sí de los hombres

para poderlos salvar, porque el amor de Dios respeta la libertad.

Tú eres sacerdote para siempre.

Y tú, sacerdote, ¿comprendes todo esto?

Tú has sido llamado, tú has sido elegido y tú has sido ordenado para ser configurado

y ser igual en todo a tu Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.

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ENAMORADOS DE DIOS – HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

VIERNES DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

219

¿Cómo dicen que el Mesías es hijo de David?

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 35-37

Un día, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: “¿Cómo pueden decir los

escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, ha

declarado: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mí derecha y yo haré de tus enemigos el estrado

donde pongas los pies. Si el mismo David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede ser hijo suyo?”

La multitud que lo rodeaba, que era mucha, lo escuchaba con agrado.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: yo estoy seguro de que muchas veces durante tu vida pública te divertías

también en tus diálogos con los hombres. Hoy les haces una pregunta para desconcertarlos,

porque ellos tenían claro que el Mesías vendría de la descendencia de David, pero tú les haces ver

que el mismo rey le llama “mi Señor”. Hombre y Dios, Hijo de David e Hijo de Dios. ¡Qué

maravilloso misterio! La multitud te escuchaba con agrado, saboreando tus palabras, porque les

abrías unos horizontes enormes, manteniendo el misterio. Te has hecho en todo igual a los

hombres, menos en el pecado. Y has querido que nosotros, sacerdotes, nos hagamos Cristos. Otra

asombrosa realidad. Señor, reconozco que debo tratarte más en la oración para tener más fe,

conocerte mejor, y ser más consciente de esa realidad. Para darme cuenta de que te llevo dentro,

y que con tu luz puedo iluminar los caminos obscuros de los que caminan en tinieblas. Hay

mucho que hacer, Señor, y me doy cuenta de que tengo una gran responsabilidad, aunque a veces,

por mi fragilidad humana, no refleje verdaderamente tu rostro. Jesús, ¿qué debe hacer un

sacerdote para cumplir bien con su misión de ser otro Cristo? Madre mía, en tu seno purísimo se

hizo hombre el Hijo de Dios, concédeme, bajo tu manto, llegar a ser un verdadero Cristo.

+++

«Sacerdotes míos: les diré lo que pienso.

Mi Padre me ha enviado al mundo, y siendo Dios me he hecho hombre.

He nacido como hombre, he crecido como hombre, he vivido como hombre, he

sufrido como hombre, he sido tentado como hombre, he muerto como hombre en manos de

los hombres, pero he resucitado como Dios y como hombre.

Ahora quiero pensar cómo piensan los hombres, porque su lógica no es la lógica de

Dios, porque sus deseos no son los de Dios, porque su voluntad no está unida a la voluntad

de Dios, porque el egoísmo los ata, y ata sus deseos y sus pensamientos y su voluntad.

Yo he bajado del cielo para morir por ustedes, para que, en mi amor, el Padre

abriera las puertas del cielo para todos, y he vencido al pecado.

He resucitado de entre los muertos y he vencido a la muerte.

He dejado camino para que puedan llegar a mí, y me he quedado como muestra del

amor infinito de Dios, amándolos hasta el extremo, entregándome cada vez, en cada

Eucaristía.

He llamado a mis elegidos, ustedes, amados míos, para que no sean ustedes, sino yo,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

220

quien viva en ustedes.

¡Crean! hombres de poca fe.

¡Adoren! ¡Agradezcan! ¡Amen!

Y demuestren la alegría de ser uno conmigo.

Porque yo he venido a salvar, pero ahora queda el convencer. Y ¿cómo convencer a

un hombre de algo que no conoce?, y ¿cómo pedirle que ame algo que no tiene?

Lleven ustedes mi palabra, y enamoren a los hombres de mi amor. Porque el hombre

enamorado es capaz de dejarlo todo, de despojarse de sí mismo y de morir por ese amor.

Enamórenlos de Dios, para que sean también ellos uno conmigo.

Pero ¿cómo pueden hablar de mí, si ustedes mismos no me conocen?, ¿cómo pueden

pedir fe para ellos, si ustedes no la tienen?, ¿cómo esperar que ellos crean, si ustedes

primero no creen?

Sean ejemplo, porque para conquistar no hay mejor arma que el amor, que se

demuestra con obras.

Aumenten sus momentos de oración conmigo, para que me conozcan.

Pidan el don de la fe para que sean invencibles en la lucha y fuertes ante la tentación.

Sean firmes en la tribulación e inmutables a las concupiscencias de la carne.

Perseveren en el camino y sean ustedes luz para guiar a los hombres por camino

seguro, confiados, buscando los tesoros del cielo y no las riquezas de la tierra, buscando su

recompensa en el cielo y no los placeres pasajeros del mundo.

Sean ustedes conmigo luz, que ilumine las tinieblas de los que caminan por caminos

obscuros.

Y abájense como yo, para que entiendan los pensamientos de ellos, porque también

ustedes son hombres y son probados y tentados igual que todos los hombres, pero ustedes

amigos míos, me llevan dentro, para mostrar mi grandeza, mi omnipotencia y mi majestad.

Vayan entonces como reyes por el mundo, con humildad sabiendo que mi reino no es

de este mundo.

Conquisten, enamoren, y tráiganlos a mí. Todo para gloria de Dios Padre y del Hijo

y del Espíritu Santo.

Procuren la unidad en las familias, porque la familia es el fruto de la humanidad, es

entrega mutua, amor irrevocable, donación constante, fuente de la vida, Templo sagrado de

Dios.

Es en una familia en donde he sido engendrado, por el Espíritu Santo, en la que he

nacido y crecido como hombre, para ser hombre y ser Rey».

+++

PARA MEDITAR – HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

«Siéntate a mi derecha y yo haré de tus enemigos el estrado donde pongas los pies».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

221

Esa es palabra de Dios.

Y tú, sacerdote, ¿crees?

Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, y ha sido coronado como

Cristo Rey del Universo. Y le ha sido otorgado todo el honor, el poder y la gloria, porque Él

fue enviado al mundo, y siendo Dios se anonadó a sí mismo, y se hizo hombre, nacido de una

mujer, de la estirpe de David para ser llamado Hijo de Dios, Hijo de Hombre, Hijo de David,

para ser coronado con la corona de la burla, y ser crucificado, para ser llamado Rey de los

Judíos, cumpliendo con su misión, derramando su sangre hasta la última gota, para el perdón

de los pecados de los hombres.

Tu Señor enseñó en las sinagogas y en el Templo, hizo milagros, transformando el agua

en vino, expulsando demonios, curando ciegos y enfermos.

Tu Señor hizo el bien, y fue perseguido por sus enemigos, despreciado y apedreado,

desechado y desterrado hasta de su propia tierra, y se escandalizaban de Él, pero Él les dijo:

no hay profeta que no sea menospreciado en su tierra y en su casa.

Y les enseñó a sus amigos que hay que obedecer primero a Dios antes que a los

hombres, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Y tú, sacerdote, ¿buscas hacer la voluntad de Dios?, ¿la conoces?, ¿la obedeces?, ¿te

mantienes firme a sus mandatos, aplicando su palabra a tu vida?, ¿atiendes los deseos de su

Madre, haciendo lo que Él te diga?

Permanece atento, despierto, en oración, con la lámpara encendida, para que escuches

su voz, y haz lo que te diga tu corazón, en perfecta conciencia, y con rectitud de intención.

Entonces verás milagros.

Abraza la fe, sacerdote, con visión sobrenatural, escuchando el llamado de tu Señor, y

siguiéndolo, haciendo sus obras y aún mayores, con los pies en la tierra, pero con el corazón en

el cielo.

Tu Señor es verdadero Dios, y se ha abajado a ti, haciéndose hombre, para ser en todo

igual a ti, menos en el pecado, para ser verdadero Dios y verdadero Hombre.

Y te ha llamado, y te ha elegido, para hacerte en todo igual a Él, aunque cometas pecado,

porque Él te ha consagrado, y ha elevado tu dignidad a su divinidad, y te ha hecho sacerdote.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?, ¿lo entiendes?, ¿lo vives en conciencia?, ¿lo agradeces?,

¿correspondes?, ¿sigues las inspiraciones del Espíritu Santo?, ¿lo obedeces?

Tu Señor, que ha sido crucificado, muerto y sepultado, ha resucitado, y ha subido al

cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para que el Espíritu Santo te sea enviado, y te enseñe

y te recuerde todas las cosas.

Tú eres sacerdote, y tienes la gracia de Dios para escuchar su voz.

Permanece en oración, pidiendo su luz para un justo discernimiento en cualquier

situación, y acude a la ayuda de los santos y a la intercesión de la Madre de tu Señor, para callar

el ruido del mundo, para rechazar cualquier distracción, y todo apego que te cause tentación, y

que te impida escuchar con claridad la voz de tu Señor, que te ha llamado, que te ha elegido, y

tú lo has seguido, para hacer su voluntad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

222

Pídele a tu Señor que te libre de tus enemigos, y los ponga bajo tus pies, sometidos al

poder de tu Señor, que Él mismo te ha concedido.

Tú eres sacerdote, profeta y rey, hijo de Dios, hijo de David, Cristo vivo, escogido de

entre el linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido en propiedad, para

que pregones las maravillas de Aquél que te llamó de las tinieblas a su admirable luz.

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EL TESORO DE DIOS – ENTREGA TOTAL

SÁBADO DE LA IX SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 12, 38-44

En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les

encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de

honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las

viudas haciendo ostentación de largos rezos. Éstos recibirán un castigo muy riguroso”.

En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la

gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda

pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les

dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los

demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía

para vivir”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué contraste tan grande entre los escribas que buscan los primeros puestos

en los banquetes y se echan sobre los bienes de las viudas, y aquella pobre viuda que echa en la

alcancía todo lo que tenía para vivir. Ya sé, Señor, que tú sólo miras el corazón de las personas,

sin importar el monto de lo que entregan, porque del corazón del hombre es de donde salen las

intenciones. Y cuando se trata de la entrega de un corazón no te satisfaces compartiendo, lo

quieres todo. Tú no te dejas ganar en generosidad, y es una pena que, sabiéndolo, nos dejemos

llevar a veces por el egoísmo y la cicatería. Además, deberíamos de mirar tu ejemplo. Tú moriste

por nosotros derramando hasta la última gota de tu sangre: la entrega absoluta, total. Debemos de

corresponder a tu amor con generosidad. Y lo esperas especialmente del sacerdote. Debemos

imitar tu vida. Siendo rico, te hiciste pobre, para enriquecernos con tu pobreza. Pero son muy

atractivas las cosas de la tierra y nos cuesta desprendernos de ellas. Cuántos ejemplos de almas

santas que han sabido desprenderse de todo, y no aprendemos. Jesús, ¿cómo debe ser el espíritu

de pobreza y desprendimiento de un sacerdote? Madre mía, tú supiste desprenderte hasta de tu

propio Hijo para colaborar en la obra de la redención, ayúdame a buscar solamente los tesoros del

cielo, para disfrutar de ellos para siempre, para siempre.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

223

«Sacerdote mío: confía en mí.

No me des lo que te sobra, dame lo que te falta, lo poco que tienes. Lo quiero todo: te

quiero a ti, completamente, vacío de ti, para llenarte de mí.

Entrégame tu confianza, abandónate en mí, y obedece a mis deseos, porque yo te

quiero a ti.

Sírveme con la harina y el aceite que se acaba, y yo te haré ser levadura para la

masa, y sal de la tierra.

Entrégate a mí, totalmente, y yo te daré harina y aceite para siempre, alimento que

te nutre y que te sacia, pan vivo bajado del cielo, pan que es verdadera comida, para que

tengas vida eterna.

Amigo mío: yo soy el que te hace sufrir, el que te hace morir al mundo, el que

desgarra tus entrañas, el que te pide todo para darte todo.

Yo soy el que murió por ti, para darte vida. El que te ama tanto, que ha venido a

buscarte para recuperarte. El que se ha hecho hombre para vivir entre los hombres, para

morir en manos de los hombres, para perdonarte, para salvarte.

Entrégame todo, y yo te daré a mi Madre.

Ahora contémplame a mí crucificado, con mis pies y mis manos clavadas con

grandes clavos a un madero en cruz. Arriba un letrero que anuncia que yo soy el rey de los

judíos, y sin embargo parezco derrotado, abatido, un rey herido de muerte, destruido, un

rey tan pobre, que en su cabeza no tiene corona de oro, sino corona de espinas.

Contempla a mi Madre, y despójate de todo lo que te sobra, y entrega lo que te falta,

hasta humillarte tanto, que no te quede nada para ofrecer, nada para dar, hasta hacerte

nada a los pies del que lo tiene todo, del que lo es todo y, sin embargo, estaba crucificado.

Contempla mis pies clavados. Son los pies de Dios, los que pisaron la tierra, los que

caminaron entre el mundo de la inmundicia y del pecado, mundo de avaricia, de ambición y

de muerte.

Contempla a esos pies caminando, llevando a Dios hasta la gente, buscando,

encontrando, predicando, alimentando, enseñando, sirviendo, guiando. Porque parecen

ovejas sin pastor.

Contempla esos pies cansados, con paso firme, cargando un peso inmerecido, pies

hinchados y lastimados que sangran, pies que obedecen y siguen adelante, sosteniendo a

todo un Dios en el cuerpo de un hombre.

Contempla esos pies dejar huella, marcando el camino, para que otros lo sigan y, sin

embargo, caminan solos.

Contempla esos pies llegar al final del camino, y entregarse en manos de los

hombres, confiando, abandonándose, obedeciendo.

Contempla a los hombres destrozar esos pies, pies divinos, pies de hombre, con los

que Dios pisó la tierra. Pies prisioneros entre manos impuras y sucias, entre la crueldad y el

horror, que sin piedad clavan los pies de Dios al mundo, uniéndolos para siempre.

Sacerdote mío, pastor de mi rebaño: te quiero todo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

224

Después de cumplir con lo que te mando y darme todo lo que te sobra, vende todo,

repártelo entre los pobres y sígueme.

Entonces entrégame tu pobreza, que es lo que te aleja de tu tesoro.

Tu pobreza está en el mundo, tu tesoro está en el cielo, ¿en dónde está tu corazón?

He ahí tu pobreza, y tu riqueza. Entrégame tu pobreza, para llenarte de mi riqueza.

Es en la humildad donde te entregas, y en la humillación de reconocerte pecador. Y es tu

miseria lo que yo quiero.

Entrégame tu debilidad y tus flaquezas, tus miedos, tu orgullo, tu desconfianza, tus

ganas de abandonarme, tus deseos de la carne, tus ansias de mundo, tu desierto, tus

sufrimientos, tu desobediencia, tu ira, tus pasiones, tus tentaciones, tu pereza, tu

incomprensión, tu injusticia, tu omisión, tu indiferencia, eso que tú escondes, pero que yo lo

veo todo.

Esa es tu pobreza, lo que te aleja de mí, lo que te aleja de tu tesoro, lo que te hace

mendigar, perder el camino, buscar en donde nada se encuentra, caminar en las tinieblas,

con los ojos ciegos.

Confía en mí, como yo confío en ti. Mi vida entre tus manos. Tu poder para hacer del

pan mi cuerpo y del vino mi sangre, para entregarte tú conmigo, en cada oblación, pero en

un mismo sacrificio, en donde yo entrego la vida, para darte vida, para que tú des vida

conmigo.

Amigo mío: regresa a mi amistad, que ese es tu tesoro, tu riqueza, en este mundo y

en el otro.

Dame tu pobreza y yo te daré pan para la vida, hasta que vuelva.

Sacerdote, amigo mío: entrégame tus pies, para que siga caminando. Los míos los

han truncado entre clavos y una cruz, pero la masa ha fermentado, y de ahí naciste tú. Eres

fruto de mi entrega, eres fruto de mi cruz, eres pies que hacen camino, para llevar mi ser

divino al mundo, para continuar la construcción del reino del Rey que ha venido al mundo,

pero que no es de este mundo.

Mi tesoro, eso es lo que yo he venido a buscar.

Entrégame mi tesoro en el confesionario y en el altar.

Mi tesoro eres tú y cada alma que se arrepiente, que tú absuelves y que alimentas,

porque mi tesoro es la alegría del cielo. Y hay más alegría en el cielo por cada alma que se

arrepiente, que consigues para mí, empezando, amigo mío, por ti».

+++

«Hijo mío sacerdote: quédate conmigo, comparte mi sufrimiento y medita todo esto

en mi corazón unido al tuyo, unido al de mi Hijo.

Él es el quien, siendo rico, se ha hecho pobre, para entregarte su riqueza.

Él es el que tú has herido y lastimado, aunque no te dabas cuenta.

Él es el que ha dado todo, hasta la vida, amándote al extremo, para hacerte suyo.

Él es quien destruye tu muerte, crucificando tu pecado, para darte la vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

225

Pero era necesario que mi Hijo fuera crucificado, para recuperarte a ti, para

recuperarlos a todos.

Es necesario que sufras conmigo, y que en este sufrimiento te entregues por

completo, para retornar el amor, para reparar las heridas del Santo de Dios, que se

compadece y nunca te abandona, que se entrega por completo y en tu entrega te consuela.

Recibe en tus sufrimientos al Espíritu Consolador, y retorna el amor, para reparar

las heridas causadas por tus pecados y por los pecados de todos mis hijos.

Y en medio del dolor te invadirá una profunda paz, que te permitía sentir y sufrir y

llorar, pero también permanecer de pie, y contemplar y acompañar al crucificado, que fue

elevado y expuesto al mundo por sus pecados, en la pobreza, desnudo, sin nada, y aun así,

entregando todo lo que le quedaba para vivir: su sangre hasta la última gota.

Permanece de pie conmigo, al pie de la cruz. Yo te enseñaré a transformar tu

sufrimiento en oración constantemente, sufrimiento por amor al amor que se te entrega

constantemente, amor que entregas en tu servicio a la Santa Iglesia, por medio de tu

servicio, enseñando, santificando, gobernando, para que ser el último y no el primero, para

que te reconozcas el más pobre entre los pobres, y entregues tu pobreza, para que te vacíes

de tus miserias y sean llenado con los tesoros del cielo, para que repartas tu riqueza entre la

pobreza del mundo entero.

Protege y administra bien el tesoro de Dios, para que todo se aproveche. El tesoro es

el amor de Dios a los hombres, que se derrama desde el corazón del Hijo en la cruz, y se

transforma en misericordia».

+++

PARA MEDITAR – ENTREGA TOTAL

«Los demás han echado de lo que les sobraba, pero ésta, en su pobreza, ha echado todo

lo que tenía para vivir».

Eso dice Jesús.

Y se admira de la generosidad y de la humildad de los pobres, y de la avaricia y el

egoísmo de los ricos.

Jesús ve las obras, pero habla de los corazones, de la pobreza de espíritu y de la

riqueza mundana, causada por las tentaciones, que lleva a dejar morir el alma, por vivir en

medio de ostentaciones.

Tu Señor te ha llamado, y te ha pedido que dejes todo, para seguirlo.

Y tú, sacerdote, ¿has renunciado a todo, hasta a ti mismo?, ¿has dejado absolutamente

todo, para seguirlo?

Acude a la oración sincera. Esa que se siente desde el corazón, y descubre qué es lo que

te falta entregar a tu Señor, qué tienes guardado, qué es lo que te tiene atado, lo que no has

soltado.

Eso que tú sientes que necesitas para vivir, dáselo, sacerdote, y entonces serás

plenamente feliz, vaciándote del mundo, porque tú no perteneces al mundo, y llenándote de

Dios, porque tú has sido consagrado, y perteneces solamente a tu Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

226

Fortalece tu entrega, sacerdote, despojándote de todo, hasta de ti mismo. Entrégale

hasta la última gota de tu sangre a tu Señor, con confianza, abandonado en Él, con esperanza,

con fe, pero sobre todo con amor, y con un corazón contrito y humillado, que Él no desprecia.

Extiende tus brazos y abre tu corazón vacío, para que recibas todas las gracias que Él

tiene para ti.

Te sorprenderás, sacerdote, porque verás que Dios no se deja ganar en generosidad.

Examina tu conciencia, sacerdote, invocando al Espíritu Santo, para que ilumine tu

interior, y descubre la realidad de tus actos, tu rectitud de intención, tus motivos, tus

pensamientos, tus palabras, pero sobre todo el amor con que realizas tus obras, cuando rezas,

cuando celebras, cuando confiesas, cuando bautizas, cuando casas, cuando unges, cuando

bendices, cuando das la comunión, cuando confirmas en la fe, cuando predicas, cuando

expulsas demonios, cuando das de comer al hambriento, cuando das de beber al sediento,

cuando vistes al desnudo, cuando visitas al enfermo, cuando visitas al preso, cuando entierras

a los muertos, cuando enseñas al que no sabe, cuando das consejo al que lo necesita, cuando

corriges al que se equivoca, cuando perdonas, cuando consuelas, cuando sufres con paciencia

los defectos de los demás, y cuando ruegas a Dios por los vivos y los muertos.

Es así como te das, sacerdote, para entregar todo lo que Dios te da.

Y tú, sacerdote, ¿te estás dando?, ¿estás entregando todo lo que tienes?, ¿confías en tu

Señor, y en que al entregarlo todo, Él te dará algo mejor?, ¿confías en su divina providencia? ¿o

te preocupas en qué vas a comer y qué vas a vestir?, ¿acaso no sabes que tú eres más que las

aves del cielo y los lirios del campo?

Humildad y generosidad, eso es lo que tu Señor te pide, y lo que tú debes entregar.

Tu Señor te ha dado su palabra para que la lleves al mundo, y el mundo conozca la

verdad. ¡Predícala!, ¡transmítela!, pero antes que todo ¡vívela!

No seas como los hipócritas, sacerdote, que dan lo que les sobra. Antes bien, dale a tu

Señor el amor de tu corazón, que es todo lo que tienes para vivir.

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____________________

TEMPLOS DE DIOS – PREDICAR LA VERDAD REVELADA

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Dios envió a su Hijo al mundo para que el mundo se salvara por él.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 3, 16-18

“Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él

no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo,

sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree

ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios”.

Palabra del Señor.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

227

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR

DE MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: Dios es tan grande, que es imposible comprenderlo en nuestra limitada

cabeza. Y por eso en nuestra fe hay tantos misterios. Y lo bonito de los misterios es que uno

puede profundizar y profundizar, y nunca terminar. Sucede algo semejante a cuando alguien se

mete a bucear en el fondo del mar, y se va asombrando de las maravillas que va encontrando. O

un astrónomo que busca en el espacio nuevas constelaciones. Si en la naturaleza creada hay

tantas maravillas, la naturaleza divina no dejará de sorprendernos. Quizá lo que más sorprende es

que todo un Dios, Uno y Trino, haya querido quedarse en el alma en gracia de una pequeña

creatura. Señor, si dejamos obrar a Dios, nosotros podemos ser templos de la Trinidad. Mientras

no te rechacemos por el pecado tú quieres poner tu morada entre los hombres. Nos has amado

tanto, que son tus delicias estar entre los hijos de los hombres. Has tomado nuestra naturaleza

humana para compartir con nosotros tu vida divina, y te quedas como alimento para llenarnos de

ti. Donde estás tú, Jesús, está el Padre y el Espíritu Santo. Los sacerdotes continuamente

invocamos a la Trinidad cuando celebramos los sacramentos, cuando bendecimos, cuando nos

santiguamos y persignamos, cuando hacemos oración. Señor, si consideramos que estamos

configurados contigo podríamos decir que también somos parte de la Trinidad. ¿Cómo podemos

vivir esta asombrosa realidad sin acostumbrarnos? Madre mía, Hija de Dios Padre, Madre de

Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo, más que tú, sólo Dios.

+++

«Sacerdote mío: contempla a mi Madre, que es virgen inmaculada desde su

concepción y es Madre, y contempla en ella al misterio.

Ella es templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad. Y es un misterio.

En sus manos lleva una Iglesia con cúpulas de oro, constituida por muchos

miembros, y la cabeza es Cristo. Y es un misterio.

Ella es el arca en la que se contiene el más grande tesoro. Y el tesoro es el Hijo de

Dios, crucificado en una cruz. Sus manos y sus pies clavados, y unidos a un madero por

grandes clavos. Su carne destrozada y su rostro desfigurado. Es el Verbo hecho carne, que

habitó entre los hombres, pero que entregó su vida por su propia voluntad en esa cruz, en la

que fue inmolada su carne y derramada su sangre, para la salvación de los hombres. Y es

un misterio.

Contempla en ese cuerpo y en esa sangre derramada, contenida en las manos del

mismo Cristo, en forma de pan y en forma de vino, que comparte en una mesa con sus

amigos, y es Eucaristía. Y es un misterio.

Contempla al Hijo de Dios resucitado de entre los muertos para dar vida a los

hombres, haciendo nuevas todas las cosas. Y es un misterio.

Contempla al Hijo de Dios subiendo al cielo para sentarse en un trono a la derecha

de su Padre, mientras desciende el Espíritu de Dios para posarse sobre los hombres. Y es un

misterio.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

228

Contempla al Espíritu Santo que les dice y les recuerda todas las cosas del Hijo de

Dios, por quien los une en filiación divina al Padre. Y es un misterio.

En verdad te digo, que todos los misterios son uno, todos se revelan en un solo

misterio: la Santísima Trinidad, a la que estás unido en mí al Padre, por el Espíritu, en

filiación divina.

Dios está en ti, y tú en Él. Y es un misterio revelado por el amor de Dios a los

hombres, porque tanto amó Dios al mundo que dio a su único hijo para que todo el que crea

en él no muera, sino que tenga vida eterna.

Tú eres sacerdote de mi pueblo santo, pastor del pueblo elegido como la Nueva

Jerusalén, hermano mío, apóstol, discípulo, profeta y amigo, muy amado mío.

Mis pies están clavados a un madero, y mis manos están clavadas a otro madero, que

unidos a mi cuerpo somos tres, pero somos una sola cruz que me hace inseparable,

indisoluble, que me une y me fusiona en un mismo misterio, por amor, en el que mi Padre

se entrega conmigo sosteniéndome y el Espíritu Santo soportando y consolando en el amor.

Tú eres, sacerdote, mis manos y mis pies, por quien estoy unido en esta cruz.

Mi pueblo, el que he dejado a tu cuidado, es el resto de mi cuerpo místico, yo soy la

cabeza.

Juntos formamos un solo cuerpo en un mismo Espíritu.

Esta es mi Iglesia, como una familia unida e indisoluble. Como en el matrimonio que

tú bendices en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, el esposo y la esposa ya

no son dos, sino que forman una sola carne unidos en el amor de Dios, los hijos con ellos

forman una sola familia que se une con el amor del Padre al hijo, y del hijo al Padre, y de la

madre al hijo, y del hijo a la madre, y de la madre al padre, y del padre a la madre, en una

sola unión, en un mismo amor.

Yo soy el amor.

Sube conmigo a mi cruz, para que seas parte de un mismo cuerpo y una misma

familia conmigo.

Con todo el poder que mi Padre me ha dado, yo te envío a buscar y a encontrar

almas para, unirlas en este mismo cuerpo.

Ve y bautiza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, porque por mi

pasión y muerte, el Padre los hace hijos herederos y coherederos conmigo.

Es en la cruz en donde se ha derramado la misericordia de mi Padre, por mi sangre

y mi agua para la salvación.

Lleva esta misericordia en la adopción por medio del bautismo, y en la redención por

medio del perdón de los pecados.

Bautiza y absuelve en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y predica

la palabra.

Yo soy la palabra, y te he amado hasta el extremo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

229

Anuncia mi muerte, y proclama mi resurrección, porque el Reino de los cielos está

cerca.

Yo soy Dios hijo, un Dios vivo, que en Trinidad con Dios Padre y Dios Espíritu Santo

soy un solo Dios verdadero. Unidad trinitaria, de una misma substancia, en un mismo

Espíritu, que procede del Padre y del Hijo. Tres personas, un solo Dios, inseparables,

indisolubles y eternas, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Busca y encuentra en el interior de cada uno mi morada, porque en la esperanza de

cada alma que ama, vive esta divina y santa trinidad, porque el amor es la unión del Padre

y del Hijo en el Espíritu.

Alégrense todas las almas, que por el amor del Padre y por obra del Espíritu Santo

he sido engendrado en el vientre puro de una mujer virgen, pura y generosa, y por los

méritos de mi pasión y muerte han sido transformados en Templos de Dios, para ser

morada del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, para su salvación y unión en el amor, y en

la fusión en la gloria de Dios para toda la eternidad.

Para eso he venido al mundo. No has sido tú el que me ha elegido a mí. He sido yo

quien te ha elegido a ti. Para eso has sido llamado, para eso me he quedado contigo hasta el

fin del mundo»

+++

PARA MEDITAR – PREDICAR LA VERDAD REVELADA

«Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su único Hijo, para que todo el que crea

en Él no perezca, sino que tenga vida eterna».

Eso dicen las Escrituras.

Esa es la misión del Hijo, que, aun siendo enviado, permanece unido al Padre porque

son uno, en el Espíritu, en una Santísima Trinidad, tres personas distintas y un solo Dios

verdadero.

Y esa es tu misión, sacerdote, porque, así como el Hijo ha sido enviado por el Padre, así el

Hijo te envía a ti, sacerdote, a continuar su misión, para que todo el que crea en Él se salve, y te

une a esa trinidad configurándote con Él, a través del orden sacerdotal.

Y tú, sacerdote, ¿crees? ¿Qué haces para que crean los demás?, ¿predicas al pueblo de

Dios la verdad?

Tu Señor ha sido elevado, su costado ha sido perforado, y su Sagrado Corazón

expuesto, que revela al mundo el poder de su infinita misericordia, derramada en su sangre hasta

la última gota.

Expón, también tú, sacerdote, tu corazón, y une al pueblo con tu Señor, por los lazos

indisolubles del Espíritu, a través de los sacramentos, haciendo discípulos a todos los pueblos

bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Predica la palabra de tu Señor, para que la verdad le sea revelada, y el mundo crea que

tu Señor no ha venido al mundo a condenar, sino a salvar.

Y tú, sacerdote, ¿perdonas los pecados?, ¿administras bien la misericordia de tu Señor?,

¿o juzgas y retienes la absolución sin un justo discernimiento?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

230

Formación, sacerdote, formación. Es un recurso permanente que te ofrece tu Señor, a

través de su palabra, del Magisterio de la Iglesia y de la doctrina, de la Teología y de la

Filosofía, pero es en la oración en donde recibes la verdadera sabiduría, que no requiere de

memoria ni de capacidad, sino que es un don del Espíritu Santo, que se practica y se desarrolla

en el campo de acción, y en sinergia con una buena y constante formación da credibilidad y

confianza, que convence y, aunada a la fe, convierte los corazones de piedra, en corazones de

carne.

Prepárate, sacerdote, fortalece tu fe y tu entrega, para que el mundo crea y se salve.

Ora, sacerdote, y ofrece sacrificios a tu Señor, partiendo el pan y compartiendo el vino,

en memorial de su muerte y su resurrección, porque todo creer viene de la fe y la fe es un don

de Dios.

Eleva tus manos al cielo, sacerdote, y pídele a tu Señor fe, para ti, y para el mundo

entero. Y enséñales, por esa fe, a caminar con los pies en el suelo, pero con el corazón en el

cielo.

Participa, sacerdote, de esa unión trinitaria de Dios, que, siendo Cristo, te hace uno con

el Padre en el Espíritu, para que hagas sus obras y aún mayores, consiguiendo para Él que su

pueblo crea que Él es el único Hijo de Dios, que ha venido al mundo para liberarlos, para

salvarlos, para perdonarlos, para librarlos de la esclavitud del pecado y de la muerte, para

darles vida en abundancia.

Sé perfecto, sacerdote, como tu Padre del cielo es perfecto.

Lucha por esa perfección, en la perseverancia de cumplir tu misión.

Permanece unido a tu Señor. Lo que une es el amor.

Cree, sacerdote, en la divinidad trinitaria: tres personas distintas, un solo Dios

verdadero, que santifica, que salva, y que da vida eterna.

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____________________

PERMANECER JUNTO A JESÚS – FIRMES ANTE LA TRIBULACIÓN

LUNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Dichosos los pobres de espíritu.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 1-12

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó. Entonces

se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles y les dijo:

“Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los

que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos

los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos,

porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos

los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por

causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

231

Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes

por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos, puesto

que de la misma manera persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Sermón de la Montaña es todo un programa de vida. Seguramente tú

repetiste ese discurso en diversas ocasiones, a aquellas multitudes que te seguían, insistiendo en

las exigencias del Evangelio para todos los hombres. Tú eres el modelo, y las Bienaventuranzas

nos presentan algunos aspectos de tu vida que quieres dejarnos muy claros, para que nosotros nos

empeñemos en vivirlos también. Y a todos les prometes el cielo, la vida eterna, en sus diversos

aspectos. E insistes en que deben ser dichosos los perseguidos, porque su premio será grande.

Sobre todo, porque tú sufriste persecución, y te sientes especialmente identificado con ellos.

Jesús, ¿por qué son perseguidos los justos y los profetas? Es algo que cuesta entender, pero a la

luz de tu ejemplo nos damos cuenta: esforzarse por hacer las cosas bien es un reclamo para los

que no lo quieran hacer, y por eso persiguen. La misión del sacerdote, quien es el mismo Cristo,

es hablar con la verdad, y defenderla. Necesariamente va a ser perseguido, porque el padre de la

mentira se encargará de combatirlo y ponerle obstáculos para difundir la verdad de Dios. La

ventaja que tenemos es que, si permanecemos junto a ti, no pasará nada. Tú eres la Verdad, el

Camino y la Vida, y prometiste acompañarnos todos los días, hasta el fin del mundo. ¿Cómo

podemos, tus sacerdotes, permanecer siempre firmes a tu lado? Madre nuestra, Madre de

Misericordia, ayúdanos a buscar siempre y en todo parecernos a tu Hijo.

+++

«Sacerdote mío, Pastor mío: en ti está puesta mi esperanza.

A ti me entrego y en ti confío, para que veas con mi mirada y lleves mi esperanza.

Yo calmaré tu sed y seré agua viva en tu desierto.

Yo saciaré tu hambre y seré alimento en cuerpo y sangre.

Yo seré tu compañía para que seas Cristo en unidad conmigo.

Yo te daré vida para que traigas a las almas indiferentes hacia mí, para que anuncies

mi palabra a los ignorantes, que enternecen mis entrañas, porque no saben nada de mí.

Enséñales, para que se enamoren de mí.

Sé como yo, y vive enamorado de Dios, que es un Dios enamorado de los hombres.

Camina en la luz para que encuentres en mí descanso y saciedad. Que tu corazón sufra con

el mío, para que cuando llores encuentres mi consuelo.

Sé manso y humilde de corazón, para que encuentres mi abrazo.

Sé pobre de espíritu, y quiere sólo las riquezas del cielo, y encuentra ahí su

recompensa.

Sé perseguido por mi causa, pero déjate alcanzar por mí.

Sé misericordioso, y busca a mis ovejas, las que están perdidas y asustadas, las que

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

232

caminan sin rumbo, heridas y atemorizadas. Yo voy tras ellas, pero no puedo alcanzarlas.

Y si de verdad me amas, apacigua a mis ovejas, y a donde vayas lleva la paz, mantén

tu corazón limpio, para que impartas con pureza mis sacramentos, bautiza, confirma en la

fe, une en matrimonio, unge a los enfermos, alimenta con la Eucaristía y perdona los

pecados.

Tú, sacerdote sacramentado, que has sido ungido por mí, ve con mi mirada lo que yo

veo, tú eres sagrado, porque has sido elegido desde siempre, para siempre ser Cristo

conmigo, para ser uno, para ser santo.

Respeta entonces el templo sagrado que es tu cuerpo y tu corazón, y mantenlo en la

pureza, porque el sembrador ha hallado en ti tierra fértil, y ha plantado buena semilla.

Procura un buen fruto, porque el dueño de la cosecha está pronto a venir.

Permanece en mi amor, para que en tu pequeñez encuentres mi grandeza, en tu

fragilidad encuentres mi fortaleza, en tu humanidad encuentres mi divinidad. Y debes

saber que tú no eres de este mundo, como mi Reino no es de este mundo.

Por uno que me ame yo volveré al mundo con la misericordia del Padre, para juzgar

a justos y a pecadores, para llevarlos conmigo, para que sean como ángeles en el cielo, y que

sean reyes conmigo, para sentarlos en tronos de oro y coronarlos de gloria.

Por eso a ti yo te llamo amigo mío.

Bienaventurados los que son humildes de espíritu y permanecen en el camino.

Yo soy el camino.

Yo te encontré y no permitiré que te pierdas. Entonces, te llevaré en mis brazos y te

esconderé del mundo, y te enseñaré a confiar en mí. Y todo lo que yo te diga dirás y todo lo

que yo te mande harás.

Yo te pido que confíes en mí, que te abandones en mí, que me obedezcas.

Yo me encargaré de darte todo lo que necesitas.

Yo confío en ti, porque eres mío y caminas conmigo.

¡Alégrate! Porque eres perseguido por mi causa, porque no perteneces al mundo, y

de eso darás testimonio en medio del mundo.

Permanece en mí, como yo permanezco en ti, y en esta unión te llevaré a mi cielo.

Yo te pido prudencia, paciencia, perseverancia y fe. No desistas, aunque te canses,

antes bien, ven a mí cuando estés cansado y agobiado, que yo te aliviaré. Toma sobre ti mi

yugo, y aprende de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarás descanso para tu

alma, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

+++

«Hijo mío, sacerdote: tú dijiste sí. Y aceptaste ser el siervo del Señor. Yo te enseñaré

a servir al Señor.

Permanece conmigo, y aprenderás a imitarme, aprenderás de mí las virtudes, pero

sobre todo amarás mucho.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

233

Aprenderás de mí a ser humilde y pobre de espíritu, y será tuyo el Reino de los

cielos.

Aprenderás a llorar conmigo, y serás consolado.

Aprenderás a sufrir con paciencia, y heredarás la tierra.

Aprenderás a tener hambre y sed de justicia, y serás saciado.

Aprenderás a obrar con misericordia, y recibirás misericordia.

Aprenderás a mantener la pureza de tu corazón, y verás a Dios.

Aprenderás a trabajar por la paz, y serás llamado hijo de Dios.

Aprenderás a soportar las persecuciones por causa de la justicia, y será tuyo el Reino

de los Cielos.

Aprenderás a agradecer y a alegrarte conmigo cuando te injurien y te calumnien,

cuando te persigan y te maldigan por la causa de Cristo, y serás bienaventurado, porque tu

recompensa será grande en el Cielo.

Aprenderás a permanecer junto a mi Hijo, para creer, para predicar su palabra y

guiar y alimentar a su pueblo con el pan vivo bajado del cielo, con fe, y vivir sus ministerios

con santidad, porque has tomado tu cruz y lo has seguido, pero algunos lo han abandonado.

Él es el camino, pero no todos han permanecido.

Aprenderás a poner tu confianza plena en Dios Padre y en su divina voluntad,

perfeccionándote en la virtud, para que, a pesar de los tiempos difíciles, de las

persecuciones, de las murmuraciones, seas santo.

Permanece en el Sagrado Corazón de Jesús, unido a mi corazón. Esa será, a partir

de ahora, tu dulce prisión, y un lugar en el mundo para tu retiro y descanso.

Confía y recibe todo lo que necesitas, permaneciendo conmigo al pie de la cruz,

perseverando en la oración, amando. Acompáñame construyendo el Reino de los cielos en la

tierra, porque alaba mi alma la grandeza del Señor, y se alegra en Dios mi salvador, porque

ha puesto sus ojos en la pequeñez de su esclava, por eso todas las generaciones me llamarán

bienaventurada, porque ha hecho en mí grandes cosas el que es poderoso y santo, y su

misericordia alcanza de generación en generación. Dispersa con su brazo a los soberbios de

corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los

colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a su pueblo acordándose de su

misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y su

descendencia por siempre».

+++

PARA MEDITAR – FIRMES ANTE LA TRIBULACIÓN

«Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de

ustedes por causa mía».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote.

Son palabras de consuelo, de amor y de misericordia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

234

Son palabras de fe y de esperanza, porque es una promesa.

Tu Señor se compromete contigo, sacerdote, porque tú lo has dejado todo y lo has

seguido, y por su causa estás siendo perseguido, pero Él también te ha prometido que todos los

días de tu vida está contigo.

Y ¿qué dicha más grande puede haber que tener a Dios contigo?, ¿a quién puedes temer?,

¿qué dices a esto?, si Dios está contigo, ¿quién contra ti?

Nada puede separarte del amor de Dios, sacerdote, porque está en tu Señor, Cristo Jesús,

y tu Señor está contigo.

Y tú, sacerdote, ¿eres pobre de espíritu?, ¿lloras?, ¿sufres?, ¿tienes hambre y sed de

justicia?, ¿eres misericordioso?, ¿eres limpio de corazón?, ¿trabajas por la paz?, ¿eres

perseguido por causa de la justicia?

Analiza tu conciencia, sacerdote, y contesta con franqueza, con honestidad y con

humildad, y comprométete tú también con tu Señor a seguirlo, a defender su causa, a luchar

por la paz, a predicar su palabra, a llorar con los que lloran, a alegrarse con los que se alegran,

a sufrir con los que sufren teniendo sus mismos sentimientos.

¡Dichoso tú, que has creído!

Persevera en el cumplimiento de tu misión, porque tu premio será grande en el cielo.

Soporta con paciencia, sabiendo que nadie es profeta en su propia tierra.

Demuéstrale a tu Señor tu fidelidad y tu lealtad a su amistad, soportando con

paciencia, y alabando y adorando a tu Señor, también en medio de la tormenta, de la

tribulación, de la inclemencia, de la persecución, de las injurias, y de los falsos testimonios y

mentiras levantados en tu contra.

Ofrece todo por amor de Dios, para su gloria, acumulando tesoros en el cielo y

poniendo ahí tu corazón.

Sigue caminando, sacerdote, y no te detengas. ¡Lleva con alegría la tribulación!,

sabiendo que no estás solo, contigo está tu Señor. Por tanto, ningún día sin cruz, ¡con alegría!,

porque estás sirviendo a tu Señor.

Perfecciona, sacerdote, la virtud de la fe, de la esperanza y de la caridad, poniendo

buena cara ante la tempestad, confiando en que todo pasa, sólo Dios permanece y sólo Dios

basta.

Y tú, sacerdote, ¿te entristeces fácilmente?, ¿te deprimes?, ¿tienes miedo?, ¿te muestras

pesimista y te afliges?, ¿vives preocupado?

Haz oración, sacerdote, ante cualquier dificultad y tribulación, haz oración. Y busca en

lo más profundo de tu corazón, qué es lo que te ata al mundo y te aleja de tu Señor.

Ríndete, sacerdote, no te resistas. Entrégate en los brazos de la Madre de tu Señor, que

siempre te espera, para consolarte, para auxiliarte, para protegerte, para ayudarte, para

consentirte, para cuidarte, para acompañarte, para abrazarte, para mostrarte que ella está

aquí y es tu Madre.

Que no te aflija y no te preocupe cosa alguna, sacerdote, porque ella te muestra el

camino seguro, camina contigo, y siempre te lleva de vuelta a Jesús.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

235

Alégrate, sacerdote, porque tú eres la luz del mundo.

Permanece firme, sacerdote, ante la persecución, ante la tormenta y la tribulación, y

sigue construyendo con alegría las obras de Dios, en la esperanza, en la fe, y en el amor de

Cristo, reparando su Sagrado Corazón.

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____________________

SACERDOTE, APÓSTOL, SEMBRADOR – ILUMINAR AL MUNDO

MARTES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Ustedes son la luz del mundo.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se

vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para

que la pise la gente.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un

monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre

un candelero para que alumbre a todos los de la casa.

Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas

obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: hay muchos textos en el Santo Evangelio que son llamadas muy directas

para los sacerdotes. Sobre todo, son aquellas palabras, Jesús, que diriges a tus discípulos, cuando

les das instrucciones para su labor apostólica. Es verdad que también se aplican a los laicos,

porque tienen alma sacerdotal, y les corresponde ejercer ese sacerdocio real en unidad de vida,

dando testimonio de ti y acercando a otras almas a ti. Porque no se enciende una vela para

esconderla debajo de una olla. Pero el sacerdote debe sentir más fuerte esa llamada a identificarse

contigo, y llevar la luz de tu palabra a todo el mundo. El sacramento del Orden Sacerdotal

concede la gracia necesaria para cumplir con los deberes propios del ministerio, lo cual implica

dar la vida por las ovejas. Somos instrumentos para administrar tu misericordia, y lo hacemos a

través de tu palabra, de los sacramentos, de las obras de misericordia. Nos corresponde roturar la

tierra, abonarla, esparcir la semilla… Tú eres el que va a producir el fruto, pero cuentas con

nuestra colaboración y, para eso, nos das tu gracia. Sólo quieres que cumplamos con nuestra

misión de instrumentos, nos enciendes, y quieres que brille tu luz a través de nosotros. Señor,

¿cómo quieres que sea nuestra lucha, para estar siempre encendidos e iluminar a los demás?

Madre nuestra, Madre de la Luz, ayúdanos a cumplir con nuestra misión de ser otros Cristos.

+++

«Sacerdote mío: yo soy la luz del mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

236

La luz es gracia de Dios. Las gracias se derraman sobre el mundo por la

misericordia de Dios.

Yo soy la misericordia infinita de Dios.

Tú harás tangible la misericordia a través de la Palabra y de las obras, para que se

vea que yo soy.

Amigo mío: no niegues un favor a quien lo necesita. No digas mañana, porque yo te

envío hoy, para que entregues lo que te he dado yo. Porque lo que te he dado es el verbo

encarnado en tu corazón.

Llévame al mundo, ¿me harás ese favor?, porque lo que hay en ti es mi palabra, yo

soy, y es la misericordia misma.

Mi palabra es alimento para dar de comer al hambriento, es bebida para dar de

beber al sediento, es vestido para el que está desnudo, es salud para el enfermo, es refugio

para el peregrino, es libertad para el preso, es vida para el muerto.

Mi palabra enseña al que no sabe, aconseja al que lo necesita, corrige al que se

equivoca, perdona al que ofende, consuela al triste, es paciente con los defectos de los

demás, y es palabra viva, para orar por los vivos y los muertos.

Yo te envío para que transmitas la luz, porque en esa luz yo soy, para que lleves la

misericordia al mundo, porque esa misericordia yo soy.

Yo me muestro bondadoso con los humildes, y lleno de bendiciones a los justos.

Al que tiene se le dará más, pero al que no tiene se le quitará, aun aquello que cree

que tiene.

Mi luz ha brillado en ti para el mundo. No guardes ni escondas mi luz. Antes bien,

ilumina la obscuridad de la vida del mundo, para que ellos también puedan ver la verdad.

El Verbo se encarnó primero en el corazón de la Madre, y luego en su vientre.

Acompaña a mi Madre, como instrumento fidelísimo de Dios, para llevar la luz que emana

de su corazón y de su vientre, a iluminar la obscuridad de los corazones de los hombres.

Yo soy el sembrador. Tú siembras conmigo en tierra fértil, que has cuidado y

labrado, para plantar la semilla, que es mi palabra.

Cuida que sea sembrada en tierra buena, y que sea cuidada, abonada y regada, para

que dé buen fruto.

Tú eres la sal de la tierra, abono para que la semilla germine, y crezca, y dé fruto,

para que madure y sea cortado cuando sea tiempo.

Nadie sabe ni el día ni la hora, pero estén preparados, porque la siega está pronta,

cuando venga el Hijo del hombre, no con corona de espinas, sino con corona de oro.

Entonces meteré la hoz en la tierra porque será el tiempo de la siega.

El fruto maduro y bueno será ofrecido para la gloria de mi Padre. El fruto malo será

arrojado al fuego.

Yo cambiaré sus coronas de espinas por coronas de gloria. Pero, ¡ay de aquel que no

tenga corona para cambiar!, porque no tendrá fruto bueno para ofrecer. Porque cada

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

237

espina es una virtud ofrecida en sacrificio, cumplida en perfección, vivida en santidad,

muestra de amar a Dios por sobre todas las cosas, entregándose en el servicio a los

hombres, para la salvación de sus almas.

Tú eres sacerdote, apóstol, sembrador. Mi Madre te dará las gracias que necesitas

para abonar la tierra, para sembrar en tierra fértil, para que germine la semilla, para

cuidar el fruto, y que madure.

El Espíritu Santo te dará la semilla, y es por Él que será plantada.

Tú eres fruto de mi siembra. Vive en la fe y procura que tu siembra también sea

buena.

Yo ruego a mi Padre que mande más obreros a su mies, y para que los obreros

trabajen y permanezcan a mi servicio, para que la mies, que es mucha, madure y pueda ser

segada en el tiempo propicio. Ora conmigo».

+++

«Hijo mío, sacerdote: trabaja para mi Hijo. Estás a su servicio. Es tu disposición, es

su obra y son los tiempos de Dios.

No tengas prisa, porque el tiempo de Dios se llama eternidad, pero no dejes de

caminar, que el trabajo es mucho.

Ora conmigo, para que el Señor mande más obreros a su mies. Ora conmigo, para

que los obreros trabajen y permanezcan, perseveren y alcancen.

Me han coronado con doce estrellas, una por cada tribu, como los tronos de los

sacerdotes, uno por cada tribu. Y yo los quiero a todos. Así como mi corona me ha sido

entregada por los méritos de mi Hijo, debes saber, que para que yo fuera coronada con

corona de oro, mi Hijo fue coronado primero con corona de espinas.

Cada hijo sacerdote es llamado no para ser servido, sino para servir; no para ser

alabado, sino para ser perseguido; no para ser enaltecido, sino para ser humillado; no para

ser querido, sino para ser odiado; no para disfrutar de placeres, sino para resistir las

tentaciones, y sufrir, y ofrecer; no para ser amado, sino para amar; no para ser coronado

de gloria en la tierra de los hombres, sino para ser despreciado.

Llamado para ser Cristo con Cristo.

Llamado para ser como Cristo en Cristo.

Llamado para actuar por Cristo.

Llamado para ser coronado de espinas en la tierra de los hombres, y con corona de

gloria en el cielo de los santos.

Llamado para ser luz y sal de la tierra.

Llamado para sembrar y cuidar la siembra, para que dé buen fruto.

Llamado a transformar el pan y el vino, fruto del trabajo de los hombres, en el

cuerpo y la sangre de Cristo.

Llamado a alimentar al pueblo de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

238

Llamado a guiar al pueblo de Dios.

Llamado a salvar con Cristo al pueblo de Dios.

Llamado no a ser hombre, sino a ser sacerdote santo».

+++

PARA MEDITAR – ILUMINAR AL MUNDO

«Cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone

sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a sus discípulos, y te lo dice a ti, sacerdote, porque tú eres la luz del mundo.

Tu Señor te llamó, te eligió, y encendió tu corazón con la luz del amor del Espíritu

Santo, por lo que dijiste sí, y lo dejaste todo para tomar tu cruz y seguirlo.

Tu Señor te ha iluminado con la luz de la verdad, y te ha enviado al mundo para que tú

des testimonio de esa verdad, con tu vida, con tus obras, con tu amor, y te ha nombrado

administrador de su misericordia, para que llegue a todos los rincones del mundo.

Tú eres, sacerdote, luz del mundo y sal de la tierra, por su misericordia.

Tu Señor te ha enviado a predicar su palabra, como testigo de su amor por los

hombres, y de que fue enviado al mundo para que todos los hombres crean y se salven.

Persevera, sacerdote, en tu predicación, pidiéndole al Espíritu Santo, que llegue a las

almas a través de ti, con efusión, iluminando las conciencias y encendiendo los corazones, para

que se conviertan y crean en que tu Señor Jesucristo es el único Hijo de Dios, que ha venido al

mundo para salvarlos, porque todo el que crea en Él no morirá, sino que tendrá vida eterna.

Disipa las tinieblas del mundo con tu luz, sacerdote. Tú tienes ese poder, sólo tienes que

creer y poner tu fe por obra.

Tu Señor se ha fijado en ti, sacerdote, y te ha puesto al frente de su rebaño, para hacer

sus obras.

Déjate guiar con docilidad, siguiendo las mociones del Espíritu Santo, para que seas un

instrumento fidelísimo de Dios, poniendo a su servicio todos tus talentos, porque de eso te

pedirá cuentas.

Y tú, sacerdote, ¿participas activamente en el plan de Dios, construyendo sus obras?, ¿le

entregas tu voluntad?, ¿le ayudas o le estorbas?, ¿le sirves como vehículo, o estás siendo un

obstáculo para que brille su luz?, ¿iluminas a todos los de tu casa?

Tú has sido consagrado y fortalecido en Cristo, sacerdote, para que puedas ser en todo

momento un sí como Él, para que sales la tierra e ilumines el mundo con su esencia.

Reconócete, sacerdote, ante los hombres, con la misión que tu Señor te ha encomendado,

y para lo que has sido enviado: ¿brillas, o has apagado tu luz?, ¿salas la tierra, o te has vuelto

insípido?, ¿disipas las tinieblas y le das sabor al mundo, predicando con alegría la palabra de

tu Señor y la verdad que te ha sido revelada?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

239

¡Brilla, sacerdote!, ¡ilumina el mundo con tu luz!, pero Dios te libre de gloriarte sino

en la cruz de tu Señor, por la cual el mundo es para ti un crucificado, y tú un crucificado

para el mundo, un pobre siervo fiel, que sólo hizo lo que tenía que hacer.

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CONDUCIR LA MISERICORDIA – ENSEÑAR A TRANSMITIR LA PALABRA

MIÉRCOLES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No he venido a abolir la ley, sino a darle plenitud.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 17-19

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los

profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el

cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto,

el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el

Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: se te acusó muchas veces de pretender cambiar la ley de Moisés, de hablar

en contra de los preceptos enseñados por los padres. Y es que el pueblo elegido tenía muy claro

que la fidelidad a la Alianza dependía completamente del cumplimiento de los preceptos divinos.

Había que cumplir todos los mandamientos de la ley de Dios, y para eso se había insistido

durante siglos en conocer bien esa ley. Cuando tú viniste a la tierra los maestros de la ley eran los

doctores, los escribas, los fariseos, quienes enseñaban al pueblo con meticulosidad la ley de

Moisés, pero haciendo añadiduras e interpretaciones equivocadas. Tú dijiste que habías venido no

a abolir la ley, sino a darle plenitud. Venías a traernos la nueva ley, la ley del amor. Por eso te

llamaban Maestro, y te rodeaste de discípulos. Y nosotros, Señor, debemos también enseñar a las

almas a vivir tus preceptos. Sabemos que hay dos maneras de dar a conocer tu ley: con la doctrina

y con el ejemplo. Uno de los deberes del sacerdote es enseñar, y lo hacemos a través de tu

palabra. Pero también se espera del sacerdote enseñar a través de su propia vida. Y en esto

conocerán que somos tus discípulos, si nos amamos unos a otros. Vamos a enseñar bien tu ley si

somos misericordiosos, si cumplimos el mandamiento del amor, esforzándonos por vivir también

todas las virtudes. Jesús, tú nos dejaste el ejemplo de tu vida, ¿cómo esperas que un sacerdote

viva y transmita ese ejemplo? Madre nuestra, tu tuviste la misión de educar al Hijo de Dios,

enséñame también a vivir todas las virtudes en mi vida diaria.

+++

«Sacerdote mío: confía en mí y en mi misericordia.

La misericordia de Dios ha sido derramada en la Cruz para que llegue a todos los

hombres, para que alcancen la santidad y lleguen a Dios. Porque sólo los puros de corazón

verán a Dios.

Yo quiero hacer llegar mi misericordia a mis amigos, y por ellos al mundo entero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

240

Mi misericordia ha sido derramada primero sobre ti, para que la conduzcas, porque

es mi deseo que llegue a mis amigos, cumpliendo el mandamiento de la ley que yo les he

dado: amándose los unos a los otros como yo los he amado.

Es así como haré llegar mi misericordia a través del amor. Es así como fue

derramada de una vez y para siempre: a través del amor, un amor hasta el extremo,

humillado y obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Construye mis obras para conducir mi misericordia, a pesar de las dificultades, de

las tribulaciones, de los tiempos, de las tempestades, de las persecuciones, a pesar de las

fatigas y de las adversidades, porque yo te daré sol en los días de lluvia, paz en la

tribulación, confianza en la adversidad, seguridad en la dificultad, calma en la adversidad,

descanso en tus fatigas y fuerza en tu debilidad.

En este camino hacia la santidad aprenderás y perfeccionarás las virtudes. Tú

enseñarás y otros te enseñarán, pero el único maestro soy yo.

Yo nací, y viví, y enseñé, y fui amado, y fui despreciado, y fui condenado a muerte, y

crucificado en medio del mundo. Y he resucitado en medio del mundo, y desde ahí he

subido a sentarme a la derecha de mi Padre.

Yo me hago presente en cada Consagración, y vivo y permanezco en medio del

mundo en la Eucaristía.

Es así como quiero que tú conduzcas mi misericordia, en medio del mundo, desde mi

Sagrado Corazón a todo el mundo, para que todos aprendan a vivir en virtud y santidad en

medio del mundo, orando y adorándome en la Eucaristía, desde donde es derramado el

amor a los corazones.

Viviendo en santidad conseguirás la gracia de una vida en virtud, a través del amor,

en la oración y en obras de misericordia.

Yo te doy la compañía de mi Madre, para que ella, que es maestra de virtud, te

muestre que es madre.

Yo te amo tanto, que quiero darte lo mismo que a mí me dio mi Padre, mientras

vivía en medio del mundo, para que aprendiera a ser hombre, porque siendo Dios me hice

hombre.

Él me dio a mi madre.

Ella es maestra de virtud, en ella la Palabra fue encarnada, y es ella quien me enseñó

cómo, siendo Dios, debía ser un hombre virtuoso y santo, para resistir a toda tentación,

porque ella sabía que yo iba a ser probado en todo, igual a los hombres, menos en el pecado,

y me educó en las virtudes, para perseverar hasta el final, y me enseñó a confiar y a ser

obediente hasta la muerte, para que se cumpliera todo lo que estaba escrito, y así será

cumplida hasta la última letra de la ley.

Ella es maestra de virtud, y la virtud se aprende primero en casa, y se practica y se

ejercita y se perfecciona en la vida ordinaria en medio del mundo.

+++

Hijos míos, sacerdotes: yo soy maestra en casa, en la vida ordinaria de familia, en

donde los niños aprenden a ser virtuosos y los hombres virtuosos aprenden a ser santos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

241

Yo les enseñaré todas estas cosas, desde la morada de la Sagrada Familia, que es el

Sagrado Corazón de Jesús, en quien se vive la santidad y la virtud, para que aprendan y

enseñen, y sea así abierto el conducto por el que la misericordia de mi Hijo será encauzada

a tantas almas, a través de sus ministerios.

Yo les doy este tesoro de mi corazón, para que sea el primer ladrillo de la

construcción de las obras que Dios les ha encomendado: mi confianza.

Coloquen este ladrillo sobre los cimientos fuertes que ya les han sido dados: fe,

esperanza y caridad, que tienen como base la piedra que desecharon los constructores y

ahora es la piedra angular: el Sagrado Corazón, que es su carne, sangre, humanidad y

divinidad, es Eucaristía, fuente inagotable de misericordia.

Yo les doy el tesoro de mi confianza en Dios Padre, como hija, para que confíen en el

que es Dios y es Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, creador de todo lo

visible y lo invisible, creador de los hombres, a su imagen y semejanza, para amarlos como

hijos. ¿Hay acaso un padre que al hijo que le pide un pan le da una piedra? Cuánto más Él

les dará. ¿Puede acaso una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Aunque hubiera, Él

no se olvidará.

Confianza en Dios Hijo, como madre, para que confíen en el que, siendo Dios, se

humilló a sí mismo para hacerse esclavo y adquirir la naturaleza humana, para vivir entre

los hombres, y morir por los hombres, para salvarlos de la esclavitud del pecado, y así

hacerlos hijos del Padre, por amor al Padre, amando hasta el extremo a los hombres, para

que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Confianza en Dios Espíritu Santo, como esposa, para que confíen en el que fue

enviado a los hombres, una vez que el Hijo subió al Padre, para confirmarlos en la fe y

enseñarles todas las cosas. Es Él quien los une al Hijo, para unirlos al Padre. Es Él quien les

da las gracias, para vivir la virtud y alcanzar la santidad, y los medios para que puedan

cumplir la voluntad del Padre, para que sean para el mundo como la sal del mar de la

misericordia.

Confianza en los ángeles, que los cuidan y protegen, y en los santos, que los

acompañan e interceden por ustedes.

Confianza en la Sagrada Eucaristía, dirigiendo ahí cada acto, cada obra, cada

oración. Y adoren, y aprendan, y vivan, y enseñen cada virtud, para que cumplan la ley de

Dios, para que cada uno de ustedes reciba la misericordia de Dios para una vida en

santidad, y sean conducto de misericordia, enseñando esto a los hombres, y sean grandes en

el Reino de los Cielos.

¿No estoy yo aquí que soy su Madre? Yo soy Madre de misericordia.

La misericordia ha sido derramada en la cruz desde el Sagrado Corazón de Jesús.

Confíen en el amor de Cristo resucitado y vivo».

+++

PARA MEDITAR – ENSEÑAR A INTERPRETAR LA PALABRA

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

242

«El que quebrante uno de estos preceptos menores, y enseñe esto a los hombres, será el

menor en el Reino de los cielos, pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino

de los cielos».

Eso dice Jesús.

Y se refiere al Evangelio.

Tu Señor es la palabra que predicas, sacerdote.

Él es el que es, el que era, y el que ha de venir. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, el

Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.

Y tú, sacerdote, ¿quién eres para dudar de sus palabras, y de que se cumplirá hasta la

última letra de la ley?

Y tú, sacerdote, ¿quién eres para cambiar el significado de la palabra, y tergiversar la

verdad?

Ni siquiera tu Señor ha venido a abolirla, sino a darle plenitud, porque Él es, y no puede

contradecirse a sí mismo.

En el principio existía la palabra, y la palabra estaba junto a Dios, y la palabra era Dios,

y estaba en el principio junto a Dios, y todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada. Lo que se

hizo en ella era la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Y tú, sacerdote, estás llamado de la luz a llevar la luz a los hombres. Tú tienes una gran

responsabilidad de llevar al mundo la verdad, de mostrarles el camino, y de darles la vida, que

tu Señor con su sangre ha venido a ganar.

Tú has sido llamado para enseñar, para regir y para santificar a través de la verdad que

es la Palabra. Todo ha sido escrito ya, sacerdote, y se cumplirá hasta la última letra. Eso es lo

que tú debes enseñar: el todo en el todo, el verbo hecho carne que habitó entre nosotros, nacido

del vientre de una esclava que dijo: sí, hágase en mí, Señor, según tu palabra.

Por tanto, predicar el Evangelio, para ti, sacerdote, no es ningún motivo de gloria. Es

más bien un deber que te incumbe. ¡Ay de ti, si no predicas el Evangelio, sin esperar una

recompensa! Antes bien esfuérzate, sacerdote, porque es una misión que se te ha confiado.

Y tú, sacerdote, ¿crees en el Evangelio?, ¿aceptas toda palabra que está ahí escrita?,

¿predicas invocando la asistencia del Espíritu Santo, sabiendo que lo que hay en tu boca es

palabra divina?, ¿te esfuerzas por preparar tu predicación confiado en que el Espíritu Santo te

ayudará a que hables desde el fondo de tu corazón?, ¿o confías a tu inteligencia pobre y

miserable tan grande misión?

Enseña, sacerdote, al pueblo de Dios, a interpretar la palabra a través de la mirada de

Aquél que la escribió. No permitas que la soberbia entre a tu corazón, porque la boca habla de

lo que hay en el corazón.

Enséñale al pueblo de Dios la verdad, que son palabras de amor de Aquél que te creó, y

que ha hecho nuevas todas las cosas, tres personas distintas, un solo Dios verdadero, que se

entrega por amor al mundo entero para recuperarlo, porque Él los amó primero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

243

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y aplícala en tu vida, para que la

descubras, para que la entiendas, para que la vivas, para que enseñes a los hombres cada

uno de sus preceptos, y seas tú grande en el Reino de los cielos.

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ADORAR A DIOS – CREER EN LA EUCARISTÍA

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 6, 51-58

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el

que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el

mundo tenga vida”.

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: “¿Cómo puede éste darnos a comer su

carne?”.

Jesús les dijo: “Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su

sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna

y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y

bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y

yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues

murieron. El que come de este pan vivirá para siempre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el amor de Dios por los hombres, manifestado en tu encarnación, no podía

terminar con tu vuelta al Padre el día de tu ascensión a los cielos. Tú eres Dios y podías hacer lo

que no podemos hacer los hombres: irte y quedarte al mismo tiempo. El plan de salvación incluía

este gran misterio de fe y de amor que es la Eucaristía. Era tan importante que te quedaras, Jesús,

que la Iglesia vive de la Eucaristía. Los primeros cristianos se reunían el domingo para celebrar la

fracción del pan. En esos primeros años de la Iglesia no contaban con todos los recursos que

tenemos ahora para manifestar nuestra fe. Pero bastaba esa reunión dominical, para comer tu

carne y beber tu sangre, y así tener vida. Pero luego los cristianos pidieron más. Y así nació el

culto a la Eucaristía fuera de la Misa. El alma pide contemplarte, adorarte, manifestarte su amor,

llenarse de ti. Y el arte cristiano llenó de riqueza los vasos sagrados, las custodias, los sagrarios,

los ornamentos sacerdotales, los retablos…, porque todo es poco para manifestar el amor al Dios

escondido. Señor, yo sé que el amor a la Eucaristía depende de mi fe. Yo, sacerdote, no debo

acostumbrarme a tratarte. El milagro se produce en mis manos todos los días. Te pido perdón por

todas esas veces que me he dejado llevar por la rutina, y por todas esas veces que te he tratado de

una manera indiferente, cuando debería cuidar siempre, en el culto eucarístico, manifestar mi fe y

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

244

mi amor. Jesús, ¿cómo debe ser el amor a la Eucaristía de un sacerdote? Madre mía, mujer

eucarística, seguramente tú fuiste la primera en recibir a Jesús al celebrar la fracción del pan,

enséñame a tratar a tu Hijo con esa delicadeza, con ese amor, con esa fe, con que lo recibiste tú.

+++

«Sacerdote mío: entrégate como yo, para que ames como yo, hasta el extremo. Esta

carne es verdadero alimento, y esta sangre es verdadera bebida. Coman y beban todos de él

y serán saciados, y tendrán vida.

Yo soy el cordero de Dios que ha bajado del cielo, para ser entregado por los

hombres para morir y así rescatarlos del pecado, para resucitar de entre los muertos y

vencer a la muerte, y vencer al mundo, para regresar al Padre de donde he venido, para

llevarlos conmigo.

A ti, sacerdote, te doy el poder de convertir este pan en mi cuerpo, y este vino en mi

sangre, porque yo me voy, pero me quedo, porque regreso al Padre, pero permanezco

contigo.

Recuerda esto: cada vez que se reúnan en mi nombre, yo estaré con ustedes y mi paz

será con ustedes.

Este es mi cuerpo, que es Eucaristía, es ofrenda, es el fruto de la tierra y del trabajo

del hombre, unido a mi sacrificio y al tuyo, para el perdón de los pecados.

Esta es la unidad de mi Iglesia, de la que todos son conmigo un solo cuerpo, con mi

madre y mis ángeles y mis santos, y tú, sacerdote mío, y todas las almas.

Esta unidad es trinitaria, y se unen en mí el Padre y el Espíritu Santo. Porque soy un

Dios humano y un Dios divino, indisoluble con el Padre, por medio del Espíritu. Yo me he

entregado a ti primero, porque a ti te he amado primero, hasta el extremo.

Procura que tus manos sean puras y benditas, porque por tus manos me entrego,

para que me partas y me compartas, para que me entregues, y que sea alimento para todos

y para cada uno.

Son tus manos hacedoras de un verdadero milagro en cada celebración, en cada

sacrificio, en cada Eucaristía.

Consagra en gracia, con corazón puro y conciencia limpia, porque mi sangre ha sido

derramada para lavar y purificar.

Por medio de la Eucaristía entrégate conmigo, y ama, adora, venera, repara, porque

mi corazón está tan lastimado por quienes viendo no quieren ver, y oyendo no quieren oír,

por quienes lastiman y ofenden mi cuerpo y mi sangre, por los que no me aman, aun

sabiendo cómo los amo yo.

Repara los actos de desamor a mi sagrado y doloroso corazón, con actos de amor.

Recíbeme, y adórame, y ámame, pero ámame con mi amor. Es el amor el que cura y

sana, el que llena y sacia, el que protege y salva. Yo soy el amor.

Pastor mío, yo soy el Buen Pastor, y te he confiado mis rebaños. Mis sacerdotes son

el rebaño que mi Padre me ha confiado, para que den su vida por sus ovejas, como yo he

dado mi vida por cada uno y por todos, de una vez y para siempre, y la sigo dando en cada

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

245

sacrificio, en cada Eucaristía, en cada celebración, en donde se reúnen en memoria mía, y

vuelvo a encarnarme y a entregarme en sus manos, y a morir redimiendo sus pecados, y a

resucitar como alimento vivo para darles vida eterna.

Sacerdote mío: Eucaristía es un misterio de fe.

Este es mi cuerpo, entregado por ti, porque te amo.

Esta es mi sangre, derramada para el perdón de tus pecados.

Cada vez que comes de esta carne y bebes de esta sangre lo haces en memoria mía.

Mi Padre, que está en el cielo, te ama tanto, que quiso rescatarte y recuperarte,

uniéndote a Él para siempre. Y ha enviado, a su único hijo al mundo, para rescatarte, para

recuperarte, para unirte conmigo, para unirte con Él para siempre.

Y Dios se ha hecho hombre, engendrado de una mujer virgen, por el Espíritu Santo,

para habitar entre los hombres, para conocerte, para amarte, para cumplir la voluntad del

Padre, por amor al Padre, para morir por ti, por amor a ti, por obediencia al Padre, para

hacerte mío, para hacerte suyo para siempre.

Y me he quedado, en cuerpo y en sangre, ofreciendo mi vida por ti, en un único y

eterno sacrificio, por el que te uno a mí y te hago mío para siempre, por amor a ti, por amor

a mi Padre, por el amor con que te ama mi Padre.

Mi Padre es bondadoso y misericordioso. Él no te pedirá nada que no te haya dado

ya, porque Él te conoce, te tiene tatuado en la palma de su mano, y hasta los cabellos de tu

cabeza están contados.

Conoce tu debilidad, tus defectos, tu fragilidad, tus pocas fuerzas.

Conoce tu incapacidad, tu pequeñez, tu necesidad, tu poquedad.

Conoce tus deseos y tu temor de Él.

Él te creó, y quiere recuperarte, porque te ama. Y aquí estoy yo, amándote hasta el

extremo, y cumpliendo su deseo.

Si Dios te pide fe, es porque te ha dado fe.

Si Dios te pide confianza, es porque te ha dado esperanza.

Si Dios te pide amor, es porque Él te ha amado primero, y esa es mi fe.

Todo te lo ha dado por mí, y todo lo puedes en Cristo, que te fortalece.

Adórame, confía, abandónate y obedéceme, y verás milagros.

Yo muero por ti, para resucitarte en mí, en el último día, para glorificar al Padre.

Este cuerpo y esta sangre es pan que ha bajado del cielo, para alimentar a los

hombres hasta saciarlos, y se han llenado además doce canastos, para alimentar a todas las

generaciones, por un solo y eterno sacrificio, a través de mis apóstoles, mis amigos, mis

pastores, mis sacerdotes, a quienes les he dado el poder de realizar milagros patentes, una

transubstanciación en cada consagración, hasta que vuelva.

Éste es un misterio de fe.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

246

Los que tienen fe, que pidan fe para los que tienen poca fe, para que crean en mí y en

que estoy vivo y presente en el sacramento del altar, y me adoren y me alaben con los

ángeles, con los santos y con todas las almas, y que, al oír mi Nombre, toda rodilla se doble,

en el cielo, en la tierra y en todo lugar, para que toda lengua confiese que yo soy el Señor

para la gloria de Dios Padre».

+++

«Hijo mío, sacerdote: yo fui la primera adoradora del cuerpo y la sangre de Cristo.

Yo fui la primera en recibir la Eucaristía.

Yo fui la primera en proclamar este misterio de fe. Porque fue engendrado en mi

vientre virgen, y yo misma lo vi nacer.

Y lo deseé, y lo amé, y lo recibí, y lo adoré, desde que me fue anunciado.

Por tu fe sabrás que Él vive en ti y tú en Él, y que su presencia en la Eucaristía es

presencia viva, es carne, es sangre, es alma y divinidad. Es verdadera comida y verdadera

bebida, para la vida eterna.

Te enseñaré a adorarlo.

Adorar es agradecer constantemente:

A Dios Padre por amarte tanto, que te dio a su único hijo para salvarte.

A Dios Hijo, que por amor cumple la voluntad del Padre, y por su propia

voluntad se entrega a la muerte, y a una muerte de cruz, para resucitar y

resucitarte en él.

A Dios Espíritu Santo, por darte la vida y darte la fe para creer en Él.

Adorar es pedir perdón:

Por todos los que no creen en Él, por todos los que no lo adoran, por todos los que

no esperan en Él, por todos los que no lo aman.

Por el beso de traición de los que Él hizo sus amigos.

Por cada vez que tú mismo lo has traicionado, porque por ti, fue clavado en esa

cruz.

Por las veces que aun viendo su carne y viendo su sangre no has creído en Él, y no

lo has adorado, y no has esperado en Él, y no lo has amado.

Adorar es pedir con fe:

Agradeciendo y sabiendo que lo que necesitas ya te ha sido dado, aun antes de que

tú lo pidas.

Pedir uniendo tu voluntad a la suya.

Pedir desde tu corazón, con pureza de intención.

Pedir sin egoísmo, siempre pedir el bien para los demás, pidiendo para ti solo le

que necesitas para servir a Dios a través de los demás.

Pedir con el corazón dispuesto a recibir.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

247

Adorar es amar a Dios:

Por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo.

Con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente.

Entregando tu vida en cada suspiro, en cada palabra, en cada oración.

Amar en silencio, recibiendo el amor.

Adorar es:

Amar como Él te amó, hasta el extremo.

Adorar es:

Ofrecer cada minuto de tu tiempo, cada parte de tu cuerpo, cada palabra, cada

pensamiento, cada trabajo, cada esfuerzo, cada alegría, cada sufrimiento, cada

acto, cada obra, unido al sacrificio de Cristo, como ofrenda al Padre.

Adorar es:

Poner tu fe por obra al servicio de Dios, dando testimonio de su amor, de su

bondad y de su misericordia.

Adorar es:

Todo esto, todo el tiempo, para glorificar al Padre en el Hijo».

+++

PARA MEDITAR – CREER EN LA EUCARISTÍA

«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne

y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él».

Eso dijo Jesús.

Y esa es la verdad revelada al mundo, por la misericordia del Hijo de Dios hecho

hombre, crucificado, muerto, y resucitado, transformado en la única ofrenda y sacrificio

agradable al Padre.

Tu Señor es el Verbo que en el principio estaba junto a Dios, y era Dios, y que, por amor

a ti, se ha hecho carne, como tú, para hacerte uno con Él: verbo, verdad, deidad.

Tu Señor ha perdonado tus pecados asumiendo tus culpas, recibiendo un castigo

inmerecido, por el que su cuerpo ha sido inmolado, crucificado, muerto y sepultado, y su

sangre derramada hasta la última gota, entregando su vida para darte a ti la vida, y ha

resucitado entre los muertos, anunciando su victoria, destruyendo la muerte, y haciendo nuevas

todas las cosas, para volverte al Padre y darte gloria.

Tu Señor ha subido al cielo a sentarse a la derecha de su Padre, para ser coronado con la

gloria que tenía antes de que el mundo existiera, y te ha elegido a ti, sacerdote, para hacerse

presente y permanecer en el mundo, recogiendo contigo lo que le corresponde, lo que ha

ganado con su vida, transformándose en verdadera comida y en verdadera bebida de

salvación.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

248

Tú eres el instrumento fidelísimo de Dios para bajar el pan vivo del cielo, para reunir

y alimentar a su pueblo, para que crean en Él y se salven, porque todo el que crea en que

Jesucristo es el único Hijo de Dios, no morirá, sino que tendrá vida eterna.

Por tanto, sacerdote, el que crea en Jesucristo, debe creer también en la Eucaristía,

que es su presencia real, substancial y viva. Es don, es gratuidad, es comunión, es alimento,

es deidad, es ofrenda, es perdón, es bebida de salvación, es el cuerpo, es la sangre, es la

humanidad y es la divinidad de tu Señor.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?

¿Crees en que celebras cada día el memorial de este único sacrificio incruento?, ¿tienes

conciencia del milagro que realizan tus manos en el altar?, ¿aceptas y reconoces en la hostia a la

deidad?, ¿lo veneras, lo amas, lo adoras, como sólo Él merece?

¿Crees, sacerdote en la transubstanciación, divino milagro que ocurre en tus manos por

voluntad de Dios, aunque estén manchadas de pecado?, ¿reconoces por la fe, que el misterio es

demasiado grande para comprender con tu limitada capacidad e inteligencia, y aun así crees?

La Eucaristía es el misterio de tu fe. Cree, sacerdote, porque hasta los demonios creen, y

tiemblan.

Cree, sacerdote, y si no creyeras, aun así, pide fe.

Humilla tu corazón, y pide perdón.

Conserva la esperanza y manifiéstale tu amor a tu Señor, arrodillándote al pronunciar su

Nombre, acudiendo al Sagrario día y noche, con la disposición de, al menos, creer que Él te

dará la fe que te falta, que abrirá tus oídos para oír, y tus ojos para ver.

No te avergüences de tus desiertos, sacerdote.

No te avergüences de tu debilidad y de tu flaqueza.

No te avergüences de tu humanidad, porque tu Señor te ha dicho que tú llevas un tesoro

en vasija de barro.

Cuida, sacerdote el barro, para que descubras y protejas el tesoro que tu Señor te ha

dado.

Adora, sacerdote, a tu Señor, y vive en la alegría de la presencia de tu Señor

resucitado, que está viva en ti, en su Palabra y en la Eucaristía, que es verdadera comida,

verdadera bebida, y es misericordia por la que tú permaneces en Él y Él en ti, para la vida

del mundo, en un solo cuerpo y en un mismo espíritu: en el cuerpo y la sangre de Cristo.

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CUIDAR LA SALUD DEL CUERPO – DESPOSADOS CON LA IGLESIA

VIERNES DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Todo el que mire con malos deseos a una mujer, ya cometió adulterio con ella en su

corazón.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 27-32

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

249

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo a los antiguos: No

cometerás adulterio. Pero yo les digo que quien mire con malos deseos a una mujer, ya cometió

adulterio con ella en su corazón. Por eso, si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado,

arráncatelo y tíralo lejos, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea

arrojado al lugar de castigo. Y si tu mano derecha es para ti ocasión de pecado, córtatela y

arrójala lejos de ti, porque más te vale perder una parte de tu cuerpo y no que todo él sea arrojado

al lugar de castigo.

También se dijo antes: El que se divorcie, que le dé a su mujer un certificado de divorcio.

Pero yo les digo que el que se divorcia, salvo el caso de que vivan en unión ilegítima, expone a su

mujer al adulterio, y el que se casa con una divorciada comete adulterio”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es frecuente que el sacerdote dé consejos a los penitentes sobre cómo evitar

los pecados. Es una de las tareas principales cuando impartimos el sacramento de la penitencia.

Se acusan de sus pecados y nosotros los animamos a luchar, diciéndoles que pongan los medios

para evitarlos: que busquen más la gracia de Dios, rezando y frecuentando sacramentos, haciendo

buenas obras, y que eviten las ocasiones de pecado. Puede resultar muy obvio esto último, pero

hay que estarlo recordando: hay que evitar ponerse voluntariamente en una ocasión peligrosa para

el alma. No se puede tentar a Dios. A veces oímos a las personas que dicen que el sacerdote

“también es hombre”. Con esas palabras quieren decir que tenemos las mismas debilidades que

cualquier otra persona. Y es verdad. Somos capaces de cometer los peores pecados. Pero el

sacerdote también es Cristo. Y por eso tiene una unidad y configuración especial contigo. Tú nos

ayudas, nos das fuerza, nos das tu gracia, para que podamos vencer las tentaciones y cumplir

siempre la voluntad de Dios. Pero también tenemos que luchar, y evitar especialmente las

ocasiones de pecado, sin justificarlas diciendo que “somos hombres”. Tenemos la

responsabilidad de mantener sano todo el cuerpo de la Iglesia, empezando por nosotros mismos.

Jesús, ¿cuáles son los medios que debemos poner los sacerdotes, para cuidar bien la salud de tu

cuerpo, que es la Iglesia? Madre mía, Salud de los enfermos, ayúdanos en nuestra debilidad, para

ser instrumentos fieles de tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: ustedes son los que han bebido de mi cáliz y gozan en unidad

conmigo.

Que mi Madre los llene de valor y encienda su deseo de permanecer en mi amor.

Que sea la humildad de su entrega ejemplo para el mundo, para que vean que yo los

he sacado de sus miserias, para aumentar la gloria de mi Padre.

Que vean en la pureza de su intención y en el amor de su corazón, aliento de

esperanza y motivo de virtud.

Que sean ejemplo del amor y de la misericordia que quiero darles, que vean cómo es

que al más pequeño a mi servicio lo hago el más grande.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

250

Sacerdotes, apóstoles míos: renuevo en este llamado el que un día les hice. El

llamado que atendieron y aceptaron, cuando dijeron sí, cuando vinieron a mí, cuando

entendieron que fui yo quien los eligió desde siempre y para siempre, que fui yo quien los

amó primero, que fui yo quien los invitó a beber de mi cáliz.

Acepten este llamado y vuelvan a mí, para que beban de este cáliz, y sean uno

conmigo.

No tengan miedo a la muerte. Tengan temor a que la muerte los sorprenda

distraídos, viviendo en el pecado, lejos de mí. Tengan temor de Dios, para que en la muerte

encuentren vida.

No teman morir al mundo, porque yo los he sacado del mundo, y ustedes no

pertenecen al mundo.

Reúnanse en torno a mí, para que beban mi cáliz y, entregando su vida, sean

miembros de un solo cuerpo y de un mismo espíritu.

Pero sepan que todos los miembros benefician y afectan al cuerpo, y si uno está

enfermo, y si sufre dolor, todo el cuerpo se afecta, todo el cuerpo duele.

Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. Sanen a los enfermos y atiendan

a los desvalidos, y el que quiera ser el primero que sea el último, porque yo no he venido a

ser servido, sino a servir.

Manténganse en la unidad y ayúdense entre ustedes, pero si su mano es ocasión de

pecado, córtenla, para que no contamine otras partes del cuerpo.

Y si su ojo es ocasión de pecado, sáquenlo, para que no dañe a todo el cuerpo.

Beban de este cáliz que les dará fortaleza para que vivan en la fe, en la esperanza y

en el amor, en unidad conmigo.

Permanezcan atentos y en fidelidad a mi llamado, y no se distraigan. Miren que

estoy a la puerta y llamo.

Permanezcan en oración, para que escuchen mi voz, y estén atentos a mis señales.

Cuando vengan los vientos fuertes, los terremotos y las tormentas, estén atentos,

reconózcanme, es el Señor que pasa por su vida. Salgan a mi encuentro, estoy pronto a

llegar.

Permanezcan con firmeza cumpliendo mi voluntad, en la seguridad de mi amor y de

todo lo que yo les he dado.

Permanezcan alimentando la fe, la esperanza y la caridad con los sacramentos, y una

vida de gracia y de santidad, atentos a la escucha de mis deseos y en la fidelidad a las

promesas que me hicieron en el cumplimiento de mi voluntad.

Yo los hago profetas de las naciones.

Yo mismo los rijo con cetro de hierro.

Yo les daré los medios para proclamar el Evangelio, para que den testimonio a las

naciones del mundo entero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

251

Yo les daré la fuerza para que sean fieles a sus promesas, y para que hagan todo lo

que yo les digo, para que atiendan lo que les manda el Señor.

Yo les he dado la gracia del discernimiento, para que vean la voluntad de Dios y la

sigan, para que se ciñan en la fidelidad.

Yo mismo fui acusado, juzgado, torturado, crucificado por esa fidelidad.

Tomen su cruz y síganme, para que sean ejemplo, porque el sacerdote que

permanece fiel a su vocación, a la única mujer que ve es a la Madre de Dios, y su única

esposa, y a la que sirve, es la Santa Iglesia Católica. Y se alegra, porque sus pies y sus

manos están sanos, y no tiene que cortarlos, antes bien los usa para la construcción de mis

obras, para servir a mi Iglesia.

Su firmeza y seguridad en cumplir la voluntad de Dios le dará seguridad y confianza

a otros.

Permanezcan unidos a mi corazón. El que permanece en oración y en estado de

gracia, permanece fuerte ante la tribulación, las tormentas, las tentaciones, las

persecuciones, y atento a los mandatos de Dios. No se distraigan».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: una madre siempre vela por sus hijos cuando están

enfermos, cuando están sufriendo, cuando están lejos. Y ora por ellos, para que se

mantengan fuertes en medio del servicio que prestan a Dios.

Sean ustedes los más pequeños sirviendo a mi Hijo, por medio del servicio a su

pueblo, para aliviar, para sanar, para consolar, para acompañar, formando un solo cuerpo

y un mismo espíritu en Cristo.

Yo les daré mi compañía también a la hora de su muerte, para llevarlos al cielo al

abrazo de Jesús, gozando en la eternidad como los mártires y los santos, que han entregado

su vida por amor, porque nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos.

Yo les doy un tesoro de mi corazón: mi fidelidad, para que construyan las obras de

Dios con mi fidelidad al Padre como hija, al Hijo como Madre, al Espíritu Santo como

esposa.

Fidelidad en la aceptación y en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

Fidelidad a la vocación al amor.

Fidelidad a la ley de Dios.

Fidelidad a las promesas y a la amistad con Dios.

Fidelidad en el silencio y en la palabra.

Fidelidad en el pesebre y en la cruz.

Fidelidad en la anunciación y en el sepulcro.

Fidelidad en la salud y en la enfermedad.

Fidelidad en las alegrías y en el sufrimiento.

Fidelidad en lo próspero y en lo adverso.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

252

Fidelidad en la tormenta y en la calma.

Fidelidad en la tribulación y en la paz.

Fidelidad, disposición y confianza construyendo el Reino de los Cielos con fe, con

amor y con esperanza.

Perseveren en la fidelidad de formarse constantemente, para que sean verdaderos

instrumentos, y brille Cristo a través de cada uno de ustedes.

Perseveren en la fidelidad a la oración, atentos al paso del Señor, recibiendo y

entregando el amor.

Yo los mantengo bajo la protección de mi manto en el camino seguro.

Acompáñenme».

+++

PARA MEDITAR – DESPOSADOS CON LA IGLESIA

«Si tu ojo derecho es para ti ocasión de pecado arráncatelo, y tíralo lejos, porque más te

vale perder una parte de tu cuerpo, y no que todo él sea arrojado al lugar del castigo».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y lo mismo dice de tu mano derecha, y es una advertencia,

porque tu Señor a los que ama los corrige.

Tu Señor te advierte, sacerdote, para que no caigas en tentación, porque Él sabe que la

carne es débil, y te ayuda advirtiéndote que no te pongas en ocasión de pecado y no consientas

las circunstancias de peligro, porque eso es tentar a Dios, que te da la gracia, pero respeta la

libertad de tu voluntad, y la voluntad del hombre es débil.

Tú no tienes un sumo sacerdote que no te comprenda, porque Él ha sido probado en todo

igual que tú, menos en el pecado, porque su voluntad ha sido fortalecida en la virtud, y esa

voluntad es la que ha destruido tu esclavitud.

Tu Señor es tu maestro, sacerdote, aprende de Él y sigue su ejemplo.

Tu Señor es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y que se desposa con

la Santa Iglesia para unirla íntimamente a Él, en un solo cuerpo, del cual Él es cabeza.

Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero. Estas son palabras verdaderas

de Dios. Y tú sacerdote, debes traer a los invitados y engalanar a la novia para hacerla digna,

santa y pura, y de participar directamente, porque tú no eres sólo un invitado, sino que eres el

Cordero mismo, con quien estás configurado.

Contempla el misterio del orden sacerdotal, y acepta tan grande verdad. Tú has sido

ungido, y has sido desposado con la Santa Iglesia Católica para darle salud y vida, por la

misericordia de tu Señor, y amarla y respetarla todos los días de tu vida y en la eternidad.

Por tanto, sacerdote, tú te santificas con ella, y con ella formas una sola familia: la gran

familia de Dios.

Es muy grande, sacerdote, tu misión. Pero Dios te da la gracia, y te muestra el camino.

El camino es tu Señor Jesucristo, camino de fe, de esperanza y de amor, de fidelidad en la

alegría y en el dolor, de confianza, aunque los vientos sean fuertes, y las tormentas una

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

253

amenaza, de paz, aunque la lucha sea constante, de cruz, a través de la cual brilla la luz para el

mundo.

Y tú, sacerdote, ¿engalanas a la novia o eres motivo de escándalo?, ¿te mantienes fiel a

tus promesas dando un buen ejemplo, o has faltado a tu esposa ensuciando su vestido?, ¿la

amas?, ¿la defiendes?, ¿la sirves?, ¿la atiendes?, ¿la provees?, ¿la purificas?, ¿la santificas?,

¿la dignificas?, ¿glorificas a Dios?, ¿consumas tu matrimonio en una entrega de amor total,

amando hasta el extremo, entregándole tu vida?

Sacerdote, participa con tu Señor en el misterio de la salvación, entregando tu voluntad a

tu Señor, uniendo tu vida al sacrificio único y eterno de tu Señor en un santo ministerio.

Pídele a tu Señor que fortalezca tu voluntad, para rectificar el camino, para alejarte de

toda tentación y de toda ocasión de pecado, y para resistir a todo en lo que seas probado.

Abre tu corazón, sacerdote, y recibe el amor de tu Señor. Déjate llenar por Él para

que tengas sus mismos sentimientos, y pon a su disposición tus ojos y tus manos para

cumplir bien con tu misión, participando de su obra redentora, sirviendo a la Iglesia como

la Iglesia quiere ser servida.

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DECIR SÍ AL SEÑOR – SOMETERSE A LA OBEDIENCIA

SÁBADO DE LA X SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Les digo que no juren ni por el cielo ni por la tierra.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído que se dijo a los antiguos: No

jurarás en falso y le cumplirás al Señor lo que le hayas prometido con juramento. Pero yo les

digo: No juren de ninguna manera, ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, porque

es donde él pone los pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey. Tampoco jures por tu

cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí,

cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la experiencia personal nos dice que en todos los pecados siempre hay algo

de soberbia, porque nos olvidamos que necesitamos de tu gracia para vencer las tentaciones, y las

enfrentamos confiando en que con nuestras solas fuerzas vamos a vencer. Tú permites que el

demonio actúe tentando a los hombres, para que reconozcamos nuestra fragilidad y acudamos a

tu auxilio. Lo que esperas de nosotros es que digamos sí cuando es sí, y no cuando es no. Es

decir, que seamos sinceros con nosotros mismos, con Dios, y con el director espiritual. Que

digamos la verdad y reconozcamos nuestras limitaciones. Que no pretendamos ir por nuestra

cuenta. Y la verdad es que si nos abandonamos a la voluntad de Dios vendrá nuestro descanso, y

con él los frutos del Espíritu Santo, que nos dan alegría y paz. El sacerdote puede tener la

tentación de pensar en el “qué dirán”. Le puede entrar la soberbia de sentirse que sabe más que

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

254

los demás, que está mejor preparado, que él es el maestro, el de la experiencia, el de la autoridad

moral. Y le cuesta reconocer que se equivocó, que no sabe, que tiene debilidades, que se dejó

llevar por la tentación. Señor, siempre necesitaremos luchar en la humildad, que es la base de

todas las virtudes. ¿Cómo esperas que tus sacerdotes aprendamos de ti, que eres manso y humilde

de corazón? Madre nuestra, Reina de la humildad, me gusta llamarte bienaventurada, porque el

Señor se fijó en la humildad de su esclava. Ayúdame a seguir tu ejemplo.

+++

«Sacerdote mío: ven, contempla el rostro del amor y de la misericordia.

Contempla a mis ángeles en la plenitud y la paz de mi cielo.

Contempla mi rostro, y en él la inocencia y la pureza, la plenitud y la paz, es el rostro

del amor.

Es el rostro de un hombre y la divinidad de un Dios.

Es un rostro que fue destruido, y en tres días fue reconstruido.

Es el rostro del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y es el rostro de la

misericordia.

Contempla mi rostro, y siente el amor de un Padre y la ternura de un hijo, la

compasión de un hermano y la compañía de un amigo.

Y, sintiendo mi protección, entiende que tú eres un pequeño cordero que yo llevo en

mis brazos, para entregarte en los brazos de mi Madre. Ella te toma y te abraza con la

ternura de una madre que abraza a un bebé. Déjate, abandónate en su confianza y

descansa.

Entiende que el abandono a la voluntad de Dios es tu descanso, y la plenitud de ese

descanso es amor, alegría, paz, paciencia, mansedumbre, bondad, benignidad,

longanimidad, fe, modestia, templanza y pureza.

Entiende también que vale la pena, por ese cielo, renunciar al mundo entero.

Amigo mío: tú has sido elegido, y llamado, y lleno del Espíritu Santo, que ha sido

derramado en tu corazón, y has sido enviado a dar testimonio de la verdad, construyendo el

Reino de los Cielos a través de tu ministerio, por el que será conducida la misericordia a mi

pueblo.

Otros serán llamados para servir y ser enviados como tú, en esta misma misión, para

que, con sus sacrificios y alabanzas, construyan mis obras con alegría, para la gloria de

Dios, diciendo sí a todo lo que es de Dios, y no a todo lo que no viene de Dios.

Yo les daré los medios. Que vengan a mí los que estén cansados, y yo les daré

descanso. Que tomen mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y

hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

Yo les daré descanso en mí, mientras trabajan y construyen mis obras, abandonados

en la voluntad de Dios, que es así como edifican el Reino de los Cielos en la tierra.

Contempla mi rostro y contempla la misericordia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

255

Yo me abandono en ti, y confío totalmente en ti, y en tu disposición y fidelidad a mi

amor. Y me entrego a ti para llenarte de amor, y tú te vacías de ti para llenarte de mí, y me

recibes hasta que mi amor te llena y te desborda. Ese, amigo mío, es mi descanso.

Permanece siempre dispuesto a mi amor.

Tu descanso será abandonar tu voluntad a la voluntad de Dios, confiando como hijo

en la providencia de su Padre, que es un Dios bueno y misericordioso.

Porque si los hombres, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuanto más

su Padre que está en los cielos les dará cosas buenas a los que le pidan.

Yo les digo: pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá. Porque

todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios

por quien se vive.

Yo les doy este tesoro de mi corazón: mi abandono en la voluntad de Dios.

El descanso del alma está en abandonarse con fe, con esperanza y con amor, en la

confianza, disposición y fidelidad del que verdaderamente te ama y da la vida por ti, y que

confía plenamente en ti y en tu disposición y fidelidad, y se abandona en tu amor, para

descansar en ti.

Descanso mutuo y recíproco de quienes están llenos del Espíritu Santo, y tienen un

solo corazón y una sola alma.

Este será el descanso entre ustedes, si se aman los unos a los otros como mi Hijo los

ha amado, porque este es su descanso.

Apacienten al rebaño que les ha sido encomendado. Ese será mi descanso.

Permanezcan unidos en la oración y abandónense en mis brazos, que yo siempre los

llevaré a Jesús, para que les procure la plenitud de su descanso, mientras contemplan su

rostro, el rostro del amor y de la misericordia, en cada transubstanciación, presencia real

de Cristo vivo en la Eucaristía».

+++

PARA MEDITAR – SOMETERSE A LA OBEDIENCIA

«Digan simplemente sí, cuando es sí, y no cuando es no».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y también te dice que cualquier otra cosa que digas de más

viene del maligno.

Tu Señor te advierte, sacerdote, porque el demonio es astuto, y te tienta haciéndote

creer que puedes jurar y cumplir lo que prometes, con tus propias fuerzas.

Entonces te compromete y te llenas de soberbia, pretendiendo conquistar el mundo por

tu propia cuenta, y caes, y te frustras, y te entregas a la tristeza y a la soledad, alejándote de

aquél a quien juraste fidelidad y amistad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

256

Y ¿de qué te sirve, sacerdote, ganar el mundo entero, si te pierdes a ti mismo?

Has conciencia, sacerdote, y date cuenta de las veces que has jurado hacer esto o

aquello, con tu escasa capacidad y tus pocas fuerzas, generando falsas esperanzas y

seguridades, como si el mundo entero dependiera de ti. Y cuántas veces has dejado de hacer

esto o aquello, por suponer que es demasiado grande para ti.

Nada puedes tú solo, sacerdote, pero todo lo puedes en aquél que te fortalece.

Por tanto, entrégale tu voluntad a tu Señor, y abandónate a sus designios, participando

en su plan divino, dándole el timón de tu vida, para que sea Él quien te dirija, para que sea Él,

y no tú, quien viva en ti.

Entonces dile sí, y has todo lo que Él te diga, permaneciendo en vela, atento,

escuchando su palabra, y poniéndola en práctica en tu vida.

No digas mañana, sacerdote, porque el mañana puede ser que te falte, y te llene el hoy

de angustia y de desesperación, de impaciencia y de frustración.

Pídele a tu Señor que te llene del don de discernimiento, para que sepas distinguir lo

que está bien de lo que está mal, y pídele que fortalezca tu voluntad para que sepas decir sí

cuando es sí, y no cuando es no.

Pídele a tu Señor que te dé la docilidad, para dejarlo actuar sin estorbar.

Pídele la humildad, para aceptar tu debilidad y reconocer en ti su fortaleza.

Proclama, sacerdote, la grandeza de tu Señor, y manifiesta su voluntad y su amor, a

través de tus obras, haciendo la voluntad de tu Señor, llevando al mundo su misericordia.

Acepta, sacerdote, la voluntad de tu Señor, que cuando dice sí es sí, y cuando dice no

es no. Y sométete a la obediencia cumpliendo sus mandamientos, con toda tu voluntad,

esperando con paciencia, con fe, con esperanza, y con caridad, a que pasen las tormentas, y el

mar esté en calma, para que puedas ver con claridad el motivo de esa voluntad, con visión

sobrenatural.

Persevera, sacerdote, en tu entrega, y defiende con firmeza tus compromisos, por los

que has adquirido una gran responsabilidad, con la voluntad de servir a Dios a través del

prójimo, sabiendo que tú solo no puedes, pero tu Señor te dice “yo te ayudo”, y sólo Dios

basta.

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____________________

EL MILAGRO DE LA VOCACIÓN – CUMPLIR CON EL COMPROMISO

DOMINGO DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús envió a sus doce apóstoles con instrucciones.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 36-10, 8

En aquel tiempo, al ver Jesús a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban

extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

257

es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe

trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus

impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro,

y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás

y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote,

que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos ni

entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de

Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los

leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente

han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me emociona eso que dice Mateo, que te compadecías de las multitudes

porque estaban como ovejas sin pastor. Y me doy cuenta de que hoy la cosecha sigue siendo

mucha y los trabajadores siguen siendo pocos. Nos pides oración por las vocaciones, porque cada

alma que se entrega a ti es un milagro, sólo se entiende como fruto de la gracia de Dios. Cuántas

historias inexplicables hay en la vida de la Iglesia durante estos veinte siglos. La única

explicación es que tú eres el que llama y la oración por las vocaciones hace posible responderte

que sí. Tenemos que rezar todos más, para que vengan a la Iglesia las vocaciones que se

necesitan. Y los sacerdotes también debemos dar testimonio con nuestra entrega, para fomentar

esas vocaciones. Además, el milagro tiene que seguirse realizando en la vida de todos los que nos

hemos entregado a ti: nos sostiene en la fidelidad esa oración. A los doce les diste el poder de

expulsar a los espíritus impuros, y curar toda clase de enfermedades y dolencias. A nosotros,

sacerdotes, también nos has dado gratuitamente tu poder, y vemos que los milagros se producen

en nuestras manos, y arrojamos demonios y resucitamos muertos administrando los sacramentos.

Jesús, ¿cómo podemos ejercer ese poder con más fidelidad? Madre nuestra, los sacerdotes somos

tus hijos predilectos, sabemos que tu amor de madre intercede para que vengan muchas

vocaciones. Ayúdanos a perseverar en la oración para que vengan abundantes trabajadores para la

mies del Señor, para que haya muchos Cristos, Buenos Pastores de tus ovejas.

+++

«Sacerdotes míos: oren al Padre para que envíe más obreros a su mies.

Yo los he enviado a ustedes para que anuncien mi venida, para que preparen la

tierra para la vida.

Ustedes son los responsables de que la semilla que ha sido plantada germine.

Ustedes trabajan y preparan la tierra, y conducen el agua viva de mi manantial de

misericordia a todos los rincones de la tierra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

258

Yo estoy vestido de sangre, derramada para el perdón de los pecados y la redención

del mundo, por la justificación que les ha sido merecida por mi cruz.

También visto de agua viva, gracia santificante, para la vida eterna.

Estoy vestido de misericordia.

Ustedes son los conductores de esta misericordia, que es infinita, y que ya ha sido

derramada de una vez y para siempre.

Ustedes son los que anuncian el Reino de los Cielos.

Ustedes son los constructores de mi Reino.

Ustedes son los que preparan los caminos de paz, para que, cuando yo vuelva,

encuentre a mi pueblo reunido, como la ofrenda de fruta madura de mi siembra.

Ustedes son Elías y son Juan, anunciando la venida del Hijo del hombre, preparando

el trono en la tierra para el Hijo de Dios, anunciando el nacimiento del amor en cada

corazón, el Verbo encarnado, que es la luz para el mundo, el camino, la verdad y la vida,

que nace de la eternidad, para morir y dar vida al mundo para la eternidad, que sube al

cielo, para quedarse en presencia viva, cada vez que ustedes anuncian la venida del Hijo de

Dios que se hace presente en la Eucaristía.

Pero la mies es mucha y los obreros pocos.

Oren para que el Padre envíe más obreros a su mies.

Oren para que los obreros permanezcan en su labor.

Oren para que los obreros que permanecen, perseveren en la fidelidad y en el

cumplimiento de sus deberes, para que cuando yo vuelva, toda la tierra haya sido

trabajada, sembrada, labrada, y el agua viva de mi manantial de misericordia haya dado

vida a la semilla plantada en cada corazón, para recoger el fruto de mi misericordia.

Ustedes son instrumentos de mi amor, para que mi misericordia llegue a todos los

rincones del mundo. Pero si ustedes no la reciben, y si los que la reciben no la entregan, y si

los que la entregan no la llevan a la tierra, la siembra no sirve para nada, no hay fruto, no

hay cosecha, no hay ofrenda.

Que sea su oración una súplica constante al Padre, para que la tierra sea bien

labrada, la semilla plantada sobre tierra fértil, y la misericordia conducida, para que la

vida, que es la semilla, germine y dé buen fruto, para que el fruto sea ofrenda a Dios, para

la vida eterna.

Ustedes son los labradores. La semilla es la Palabra. La Palabra soy yo.

Siervos fieles: yo los envío, y ustedes van, yo los llamo y ustedes vienen, yo los mando

y ustedes hacen lo que yo les digo.

Pero hay algunos a los que es necesario decirles que hagan lo que yo les digo, porque

yo los envío y no van, yo los llamo y no vienen, yo los mando y no obedecen.

Yo no me cansaré de llamar a mis amigos con insistencia, y tocaré la puerta en

medio de la noche, y aunque me respondan que está cerrada y están acostados, y no quieren

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

259

levantarse, yo les aseguro que, si no se levantan por ser mis amigos, se levantarán para que

deje de molestarlos y me abrirán la puerta.

Miren que estoy a la puerta y llamo, y si alguno oye mi voz y me abre la puerta,

entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

Acompañen a mi Madre para que llamen e insistan conmigo, porque todo el que pide

recibe, el que busca halla, y al que llama le abrirán. Ella tiene poder porque es mi Madre, y

un hijo siempre quiere complacer a su madre, y ella sabe que yo hago lo que me pida, como

en la boda de mi amigo, cuando aún no había llegado mi hora».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: aquí estoy yo, que soy su madre. Y a los hijos se les acoge

desde el vientre. Yo acojo a todas las vocaciones que Dios envía.

Oremos, para que los obreros que Dios envía nazcan a la luz y sean portadores de

luz.

Oremos, para que los obreros que ya han nacido a la luz del Evangelio sean

portadores de la Palabra, anunciando el Reino de los Cielos.

Oremos, para que los que anuncian el Reino de los cielos sean conducto de la

misericordia de Dios, derramada en la cruz de Cristo, para que con obras de misericordia

construyan el Reino de Dios, para que cuando el Rey venga con todo su poder, majestad y

gloria, el fruto para la ofrenda sea abundante.

Oremos, para que en esta espera nazca de mi vientre la luz para el mundo, y que

ustedes, mis hijos sacerdotes, sean conductores de la luz, como las estrellas de mi manto,

que brillan por la luz que emana del fruto de mi vientre, para que sean mensajeros de

amor, portadores de paz y misioneros de misericordia.

Oremos por los que están por nacer y los que ya nacieron, los que están en

formación y los ordenados, los que están cerca y los alejados, para que reciban las gracias

para preparar la tierra que siembran, para que la tierra sea buena, para que, al alimentar

la tierra, y conducir la misericordia, sea un torrente de agua de vida que dé fruto en

abundancia, para la ofrenda al único Dios verdadero, el que da la vida eterna, el que era, el

que es y el que ha de venir.

Hijos míos: con lágrimas suplicantes los llamo, y con poder de Madre los mando.

Sean obedientes, como niños, y acudan con prontitud a mi llamado, para que

construyan el Reino de los cielos en la tierra.

Yo les doy este tesoro de mi corazón: mis lágrimas. Lágrimas de amor y de dolor, de

alegría y de sufrimiento, de fe y de esperanza, de ternura y de compasión. Lágrimas que

suplican y consiguen misericordia. Con estas lágrimas construyan, porque todo lo que

pidan, compartiendo los sentimientos de mi corazón, les será concedido.

Pidan la salvación de mis hijos.

Pidan al Padre, como pido yo y como pide mi Hijo, cosas buenas, con insistencia, aún

en medio de la noche, hasta que les haga caso.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

260

Pidan con insistencia y con confianza, porque está escrito que el Padre que está en

los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan.

Yo descanso entregando a mi Hijo a ustedes, sus amigos, para que todos mis hijos se

salven.

A ustedes se les dio poder gratuito para que vayan por el mundo a proclamar la

Buena Nueva del Reino de los Cielos, para curar a los enfermos, para resucitar a los

muertos, para expulsar a los demonios. Y han sido enviados sin pertenencias, a llevar la paz

al mundo, porque la gracia de Dios les basta.

A ustedes les ha sido dado el poder de conquistar los corazones del pueblo de Dios, y

ya saben lo que tienen que hacer.

Yo sufro por los que no los escucharán y por los que no los recibirán, porque ustedes

al que llevan y al que entregan es al Hijo de Dios, y el castigo será riguroso para el que,

siendo llamado con insistencia, aun así, no le abra la puerta.

No se cansen de llamar, no se cansen de insistir y, ante la ingratitud de algunos, vean

la generosidad de otros, y sean siempre buenos y misericordiosos».

+++

PARA MEDITAR – CUMPLIR CON EL COMPROMISO

«La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la

mies que envíe trabajadores a sus campos».

Eso dice Jesús.

Se lo dice a sus siervos, a sus obreros, a sus amigos. Te lo dice a ti, sacerdote. Y tú,

eres testigo de esto, porque lo vives, porque lo sufres, porque lo sabes.

Y tú, sacerdote, ¿haces lo que tu Señor te dice, y ruegas al dueño de la mies para que

mande más obreros a sus campos?, ¿o sólo te quejas por la cantidad de trabajo que debes

hacer, y de tus fatigas, y del poco tiempo con que cuentas para descansar?, ¿fomentas las

vocaciones, siendo ejemplo con tu vida, de la alegría que te causa servir a tu Señor?, ¿te

comportas de manera irreprochable en tus actos, y obras con rectitud de intención, dando buen

testimonio?, ¿ejerces un ministerio íntegro, virtuoso y santo?, ¿practicas en tu vida ordinaria,

en todo momento, lo que predicas?, ¿o eres un sacerdote de “medio tiempo”?

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, no eres tú quien lo eligió a Él, sino que es Él quien te

eligió a ti, con un llamado tan fuerte que no pudiste resistir, no pudiste negar, no pudiste

ignorar, no pudiste callar, y dijiste sí, y lo dejaste todo, tomaste tu cruz, y lo seguiste, con la

emoción y la ilusión de un corazón enamorado.

Tu Señor ha traspasado tus miserias con su mirada, y ha encendido tu corazón, en donde

ha hecho su morada, para que, a través de ti, y con tu voluntad entregada a la voluntad del Padre,

adquieras sus mismos sentimientos, muriendo al mundo para vivir en Él, para hacer sus obras,

actuando por Él, con Él y en Él, in persona Christi.

Por tanto, sacerdote, tú has sido configurado con tu Señor, con su humanidad y con su

divinidad, cada minuto de tu vida, en todo momento, en todo lugar, y no solamente en la sede,

en el ambón y en el altar.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

261

Agradece, sacerdote, y corresponde al favor de tu Señor, que al darte su misma

vocación te da su poder, y también te da la gracia para seguirlo, para aprender de Él, para vivir

como Él, haciendo el bien, resistiendo a toda tentación, fortaleciendo en la oración tu voluntad

y tu corazón, recibiendo y transmitiendo el amor de tu Señor, a través de su misericordia.

Tu Señor te ha enviado a curar enfermos, a resucitar muertos, a expulsar demonios.

Y tú, sacerdote, ¿haces todo esto?, ¿proclamas que el Reino de los Cielos está cerca?,

¿cumples los compromisos adquiridos de acuerdo a tu vocación y al ministerio que te ha sido

encomendado?, ¿agradeces con tus obras constantemente todo lo que tu Señor te ha dado

gratuitamente?

Haz un alto en el camino, sacerdote, y revisa a fondo tu conciencia: ¿has cumplido con

todo lo que tu Señor te ha pedido?, ¿has amado como Él, hasta el extremo, entregando tu vida

de acuerdo a tu vocación y a través de tu ministerio?, ¿o te has quedado sentado y resignado,

esperando a que otros terminen tu trabajo?

¿El rebaño que te ha sido confiado camina seguro en la alegría de seguir a su Señor?, ¿o

camina como ovejas perdidas sin pastor?

Tu Señor te ha elegido y te ha enviado como cordero en medio de lobos. Pero no te ha

enviado solo, sacerdote, Él está contigo todos los días de tu vida, y te ha enviado al Espíritu

Santo con sus dones, frutos, y carismas, para que nada te falte.

Tú tienes, sacerdote, la mejor vocación: vocación al servicio, vocación al amor,

vocación a ser Cristo, para ser partícipe de la redención, porque tú tienes el poder de

convertir al mundo para alcanzarle la salvación, porque estás configurado con tu Señor, y

el Espíritu Santo te ha sido dado, y su gracia te basta.

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____________________

LLEVAR LA PAZ AL MUNDO – SEGUIR EL EJEMPLO DE JESÚS

LUNES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Yo les digo que no hagan resistencia al hombre malvado.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 38-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo,

diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea

en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para

quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su

servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas

la espalda”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR

DE MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

262

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el pueblo que te escuchaba conocía muy bien la ley del talión: ojo por ojo, y

diente por diente. Esa era la forma de hacer justicia: devolver el mismo mal que se recibió, y así

se hacían las paces. Eso era lo justo, pero ahora nos parece una barbaridad. Y es que tú estabas

perfeccionando la ley. Podríamos pensar incluso que te fuiste al otro extremo: poner la otra

mejilla. Tú nos diste ejemplo de paciencia y de saber perdonar, cuando fuiste como oveja muda

ante el trasquilador. Cuesta mucho, Señor, cumplir este precepto. Es muy difícil perdonar, no

hacer resistencia al hombre malo. Es más fácil clamar justicia que misericordia. Y tú quieres,

además, que el sacerdote se identifique especialmente contigo. Que nos neguemos a nosotros

mismos, tomemos nuestra cruz, y te sigamos. Jesús, a veces aparecen noticias de sacerdotes que

son agredidos, llegando incluso hasta matarlos por el sólo hecho de ser ministros tuyos. No será

lo habitual, pero nos queda claro que sí quieres que nos sacrifiquemos contigo. La celebración de

la Santa Misa nos habla de sacrificio. Después de ofrecer la paz al pueblo pasamos a la fracción

del pan, a la inmolación del Cordero de Dios. Jesús, el sacrificio de la reconciliación nos trae la

paz, porque tú eres el Príncipe de la paz. ¿Cómo podemos ser ministros eficaces de misericordia

y de perdón?, ¿cómo esperas que seamos instrumentos de tu paz? Madre nuestra, Reina de la paz,

tú eres el camino para ir a tu Hijo, y para volver a Él cuando perdemos la paz por el pecado.

Llévanos de la mano por camino seguro, para tener siempre tu paz.

+++

«Sacerdotes míos: mi paz les dejo, mi paz les doy.

Yo soy el Sumo y Eterno Sacerdote.

Adoren el cuerpo sacramentado de Dios.

Yo soy al mismo tiempo sacerdote y víctima en el altar.

Soy yo mismo quien convierte el pan en mi carne y el vino en mi sangre.

Son ustedes quienes lo permiten, por sus manos que yo mismo he ungido.

Entréguense conmigo en cada sacrificio, y no me dejen solo en el altar.

Manténganse en reconciliación conmigo, para que la paz sea con ustedes, y ofrezcan

conmigo su sacrificio al Padre.

El culmen de toda batalla es la paz.

Lleven ustedes la paz al mundo. En la casa que entren digan: “la paz sea con

ustedes”. Si ellos los reciben quédense y coman lo que les den, pero si no, limpien el polvo de

sus pies, y salgan de ahí, llevando la paz con ustedes a otra parte.

Las batallas se ganan con actos de amor, los golpes se curan con caricias, el odio se

combate con amor, las guerras terminan con la paz.

Practiquen la justicia desde el amor, y sean administradores de mis misterios por

medio de los sacramentos.

Sean misericordiosos, y la misericordia será con ustedes.

Entreguen la misericordia y el perdón en el confesionario.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

263

Sean justos, y la justicia para ustedes será menor que la misericordia.

Lleven la paz al mundo, y la paz será con ustedes.

Mi Padre, que está en el cielo, me envió al mundo. Así yo también los envío al

mundo, los envío a buscar a cada alma del mundo, para que le lleven mi palabra y yo

mismo los encuentre.

Sean ustedes portadores de misericordia y perdón, sean ustedes mensajeros del amor

de Dios, sean ustedes instrumentos divinos para el restablecimiento de la paz en el mundo.

¡Vengan! Entren en mi Sagrado Corazón, y descansen su espíritu en mí.

No se distraigan. Ocúpense de mis cosas que yo me encargaré de las suyas. Confíen

en mí y no en sus pocas fuerzas.

Búsquenme en la obscuridad y verán brillar mi luz.

Búsquenme en la tormenta y encontrarán mi calma.

Búsquenme en su desierto, y yo calmaré su sed.

Búsquenme en los momentos de dificultad y yo les daré seguridad.

Búsquenme en sus angustias y yo les daré mi paz.

Pero sobre todo búsquenme en cada una de sus ovejas. Siempre me encontrarán.

Búsquenme en sus obscuridades, en sus tormentas y en sus desiertos, en sus

dificultades y en sus angustias, y ayúdenles a encontrarme, y enséñenles a dejarse amar,

para que mi luz brille, para que mi seguridad los colme, para que mi paz los inunde, para

que mi amor los desborde.

Las heridas de mi corazón son causadas constantemente por el pecado de los

hombres, y son lavadas continuamente con mi sangre, derramada como mar de

misericordia que perdona, que limpia, que purifica, que sana, que santifica, que salva.

Confíen y abandónense en este Corazón, por el que nada les faltará, con el que

recuperan sus fuerzas y en el que permanecen en mí, como yo permanezco en ustedes.

Aliméntense de mí, coman mi carne y beban mi sangre, que es alimento de vida

eterna, y yo los resucitaré en el último día, porque mi carne es verdadera comida y mi

sangre verdadera bebida.

Procuren su entrega constante a mi amor y a mi voluntad, para que no se distraigan.

Protejan a mi pueblo con su oración, que es ofrenda agradable al Padre, orando y

pidiendo con todo su amor, para ellos, lo que ellos no saben pedir.

Tengan fe, porque toda gracia viene de Dios.

Esperen, porque los tiempos de Dios no son los de los hombres, y no se preocupen,

porque sólo Dios es Bueno.

Permanezcan en mi Sagrado Corazón, en donde limpio sus pecados y sus culpas,

purificando sus corazones.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

264

Reparen mis heridas, transformando todos sus actos en actos de amor, que son obras

de misericordia, para reparar el desamor.

Permanezcan dispuestos a reparar y a adorar mi Sagrado Corazón, y a llevar mi luz

al mundo.

+++

«Hijos míos sacerdotes: continúen construyendo el Reino de los Cielos con obras de

misericordia, en la que cada ladrillo edifica, fortalece, hace crecer.

Construyan con cada ladrillo cada obra de Dios, que es cada alma de cada oveja y de

cada pastor.

Construyan juntos el Reino de los cielos, en un mismo cuerpo y un mismo Espíritu.

Y oren unos por otros, porque siendo un solo cuerpo todos se ayudan y todos se

afectan. Pues si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Pero si uno es honrado,

todos los demás se alegran con él.

En esto consiste la ley de Dios, en que se amen los unos a los otros.

Yo les daré un ladrillo fuerte para la construcción: la Prudencia, para que actúen de

acuerdo a la voluntad de Dios, para que permanezcan con las lámparas encendidas y que no

descuiden los detalles pequeños.

Prudencia para construir cada obra.

Prudencia para edificar y hacer crecer.

Prudencia para hacer siempre el bien.

Prudencia para hablar.

Prudencia en el silencio.

Prudencia para poner la otra mejilla.

Prudencia para dejar al Espíritu Santo actuar.

Prudencia para dominar las pasiones.

Prudencia para tomar decisiones.

Prudencia en el trato con los sabios y entendidos.

Prudencia para llegar hasta los corazones más pobres.

Construyan sus obras con prudencia y obrarán en virtud.

Caminen de mi mano, con prudencia y pasos firmes, yo los llevo por camino seguro,

meditando en sus corazones todo lo que les ha sido dado, descubriendo mis tesoros, para

enriquecer en virtud su vida ordinaria en medio del mundo.

Yo le daré mi paz a quien acepte mi compañía».

+++

PARA MEDITAR – SEGUIR EL EJEMPLO DE JESÚS

«Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

265

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te enseña con el ejemplo.

Tu Señor ha sido enviado al mundo para darse, y es dándose como glorifica a su Padre.

Es amando hasta el extremo como Él se da.

Tu Señor se da con humildad, y con generosidad, porque Él es el amor, y el amor es

don.

Tu Señor se gloría cumpliendo la voluntad de su Padre, glorificándolo en cada hombre,

a través de ti, sacerdote, dándose a los hombres, mereciéndole con su vida la gloria que le

corresponde.

Y tú, sacerdote, ¿permites que tu Señor obre y manifieste su generosidad a través de ti?,

¿permites que tu Señor sea glorificado en ti, y tú en Él, haciendo el bien con su poder según su

fe?, ¿soportas con paciencia los errores de los demás?, ¿tienes los mismos sentimientos que tu

Señor, y sientes compasión de los que te humillan, de los que te lastiman, de los que te

injurian, de los que te persiguen, de los que te difaman, de los que te golpean, de los que te

deshonran, porque no saben lo que hacen?, ¿o actúas como ellos respondiendo al mal con mal?

Aprende de tu Señor, sacerdote, y sigue su ejemplo, haciendo su voluntad, porque para

eso has sido enviado. Y ante el mal, responde siempre con el bien. A quien haga el mal, haz el

bien, y enséñale con el ejemplo tú también, ganando todas las batallas, porque el mal se vence

con el bien.

Tu Señor es el único bien, sacerdote. Imítalo, aprende de Él, configúrate en tu actuar,

en tu obrar, en tu sentir, en tu pensar, con Él, y confía en su poder, porque tú solo no puedes,

porque tu carne es débil, y la concupiscencia del mundo te domina y te hace caer en la

ignominia.

Resiste, sacerdote, ante la tentación de comportarte según la carne, manteniendo la visión

sobrenatural, y perseverando en la humildad, dándote a los hombres con generosidad, y

cuando seas oprimido, humíllate y no abras la boca, como un cordero llevado al matadero,

siguiendo a tu Señor, porque Él se entregó primero.

No te resistas, sacerdote, a participar en el sacrificio redentor de tu Señor, que es para

eso que Él te ha llamado, que te ha elegido y que te ha enviado.

Por tanto, haz el bien a todos, sacerdote, para conseguir la gloria, pero nunca te gloríes si

no es en la Cruz de tu Señor.

Y si el mundo se volviera contra ti, y te fuera muy costoso resistir, recurre a los recursos

que te ha dado tu Señor para perseverar y vencer al enemigo, que busca apoderarse de ti, para

traicionar a tu amigo.

Ahí tienes a tu Madre, y al Espíritu Santo, que te ha sido dado para fortalecer tu virtud,

y ahí tienes a tu Señor que te ha dicho: yo te ayudo, porque todos los días de tu vida está

contigo.

Reza el Rosario, conságrate al Inmaculado Corazón de la Madre de tu Señor, y

entrega tu vida en sacrificio, como ofrenda, unida al único sacrificio agradable al Padre,

para que te conceda que el Hijo sea glorificado en ti, sacerdote, porque Dios no se deja

ganar en generosidad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

266

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JUSTICIA DIVINA POR AMOR – ALCANZAR LA PERFECCIÓN EN CRISTO

MARTES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Amen a sus enemigos.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 5, 43-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Han oído ustedes que se dijo: Ama a tu

prójimo y odia a tu enemigo; yo, en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los

que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre

celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y

los injustos.

Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen eso

mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No

hacen eso mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es

perfecto”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nunca será suficiente insistir en la importancia del amor entre los hombres,

porque nuestras miserias nos impiden cumplir bien tu mandamiento nuevo. Hizo falta que

vinieras a la tierra para enseñarnos a amar. Hizo falta que tuvieras corazón de hombre para

demostrarnos lo que es amar hasta el extremo. Por eso nos puedes hablar de amar a los enemigos

y hacer el bien a los que nos odian. Porque tú no sólo pediste perdón al Padre para los que te

quitaron la vida, sino que moriste por todos los pecadores, que fuimos los causantes de tu

sacrificio. Es el amor lo que te llevó al Calvario, y es el amor lo que pediste a tus discípulos en la

Última Cena que fuera el distintivo de los cristianos. Hay muchas maneras de cumplir el

mandamiento del amor, y se pueden resumir en las catorce obras de misericordia. Los sacerdotes

con frecuencia predicamos sobre la importancia de vivir la caridad de esa manera, y buena parte

de nuestro trabajo consiste en fomentar las obras de misericordia entre los fieles, incluso

concretando cómo se pueden vivir. Pero no podríamos ser buenos pastores si no comenzamos por

luchar por vivirlas nosotros mismos. Nuestra configuración contigo nos debe llevar a tener los

mismos sentimientos que tienes tú en tu corazón, vivir el mandamiento del amor amando a los

demás como tú nos has amado, dando la vida por tus amigos. Jesús, ¿cómo debe ser nuestro

corazón para tener tus mismos sentimientos?, ¿cómo podemos ser perfectos, cómo ser sacerdotes

santos? Madre mía, pon mi corazón en tu corazón, para amar a los demás como quiere tu Hijo.

+++

«Sacerdotes míos: vengan.

Olvídense de ustedes mismos, y vengan a mí. Les mostraré mi justicia.

Esta es la prueba de la misericordia: justicia divina por amor. Mi Padre es un Dios

justo y misericordioso. Pero el amor de Dios es mayor que su justicia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

267

Por ese amor ha querido justificar a los hombres que, por su debilidad, no podrían

justificarse a sí mismos de los daños causados a Dios por sus pecados.

Dios, que ha creado al hombre, por amor, a su imagen y semejanza, para amarlo y

ser amado, fue traicionado por el primer hombre y la primera mujer, quienes por su

desobediencia pecaron y provocaron la ira de Dios.

Y Él, por su infinito amor y su justicia, no dejó a los hombres en la condenación, sino

que los castigó para corregirlos. Porque Dios a los que ama los reprende y los corrige, para

que se vuelvan fervorosos y se arrepientan.

Y envió a su único hijo al mundo, para que todo el que crea en Él se salve. Pero el

mundo no lo recibió, no hicieron justicia, porque les faltaba amor.

Y por una mujer obediente que dijo sí, y un hombre obediente hasta la muerte, y una

muerte de cruz, justificó a los hombres, entregándose Él mismo a los hombres, haciendo a

su único hijo hombre, que con su sangre lava los pecados de los hombres y los justifica ante

Dios, haciéndolos hijos, para divinizarlos en el Hijo, y hacerlos dignos.

Y, si por un hombre todos fueron condenados, por la obra de justicia de uno,

procura a todos la justificación.

Es así como con mi muerte destruí el pecado, y con mi resurrección destruí la

muerte, haciendo nuevas todas las cosas, por amor, volviendo a los hombres justos ante

Dios.

Y Él les da la gracia de mantenerse justos, pero también les da la voluntad para

aceptar o para rechazar el amor, para ser justos o para ser injustos, para actuar según su

propia voluntad o según la voluntad de Dios.

Y el hombre se equivoca, y cae, y la tentación lo derrota, porque su voluntad no

permite actuar a la gracia de Dios, porque su corazón está cerrado a recibir al Espíritu

Santo, y la soberbia endurece su corazón.

Es justo ante Dios que los hombres se conviertan, que le devuelvan lo que es suyo,

que sólo a Él, que les ha dado todo, hasta a su único Hijo, lo amen, lo adoren, lo alaben. Que

acepten el regalo que por mí les ha dado: el cielo.

Pero algunos de los que he llamado, para llevar la misericordia al mundo, se han

alejado de la justicia, se han olvidado del amor.

Reparen, a través del amor, el daño que ustedes han causado a mi corazón, que son

las heridas más grandes.

Quiero devolver a Dios lo justo, a través de obras de misericordia: sacerdotes santos.

Quiero que se conviertan, que se arrepientan, que pidan perdón, que regresen a mi

amistad, que se entreguen al servicio de su vocación, que vivan de acuerdo a lo que son:

hijos de Dios, Cristos.

Que llegue a ustedes mi misericordia, para que, por justicia, lleven mi misericordia a

todos los hombres, para que, habiendo recibido de la fe la justificación, estén en paz y lleven

mi paz al mundo entero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

268

La conversión se alcanza con mi misericordia. Es justo que se conviertan y que

vuelvan a Dios lo que es de Dios.

Sacerdotes míos, mis más amados: ámense los unos a los otros, como yo los amo.

Sean pastores de ovejas, como yo, y sean pastores de pastores, como yo.

Sanen a los enfermos, amen a los que no me demuestran amor, expulsen a los

demonios, sean misericordiosos entre ustedes, y ayúdense.

Procuren la paz y la unidad, primero entre mis pastores.

Procuren la paciencia y la humildad, primero entre ustedes.

Procuren la compasión y el perdón, primero entre mi rebaño.

Y entonces conduzcan juntos a mi pueblo hasta mí.

Asegúrense de entrar con sus rebaños por la puerta angosta, y tómense de la mano

de mi Madre, que Ella es también su Madre, su guía, su consuelo, el camino seguro que

lleva la luz en su vientre y el amor en sus entrañas.

Que los dones del Espíritu fortalezcan su entrega.

Sean dóciles y bondadosos.

Sean mansos y misericordiosos.

Practiquen la caridad, y que sea su fe ejemplo de amor, y que la comunión los

mantenga en la esperanza.

Hagan la paz, lleven la paz, promuevan la paz.

Que su humanidad disminuya hasta ser nada, para que mi divinidad sea su

grandeza.

Muestren que son sacerdotes.

Muestren que son Cristos.

Muestren que yo estoy con ustedes para conducir a todas las almas a la vida eterna.

Sean perfectos, sean sacerdotes, sean santos».

+++

«Hijos míos sacerdotes: mi Hijo ruega al Padre por ustedes, sus amigos, no para que

los saque del mundo, sino para que los libre del maligno.

Sus llagas son memorial de su muerte y resurrección, que por un solo y único

sacrificio justificó a los hombres y los libró de la muerte del pecado. Pero es un sacrificio

constante, porque los ha amado hasta el extremo, justificando y redimiendo, no sólo a la

generación en la que Él nació y murió, sino a todas las generaciones de todos los tiempos,

haciéndolos partícipes de este mismo y único sacrificio.

La justificación está en el amor.

Hagan obras justas, para que sean ofrenda agradable al Padre.

Yo les doy este tesoro de mi corazón, como un ladrillo muy fuerte para la

construcción de sus obras: mi justicia ante Dios. Porque habiendo recibido el cielo entero en

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

269

la anunciación, por amor a Dios fui justa, entregándole todo lo que era suyo el día de la

crucifixión.

Entonces Él, en su bondad, me dio más. Y me entregó a la humanidad, haciéndome

Madre de todos los hombres, para llevar a cada uno de vuelta a la casa del Padre, y

devolverle todo lo que, por justicia, le corresponde: el amor derramado sobre el mundo a

través de la conversión de cada hombre.

Yo les he pedido con insistencia: oración, sacrificio, consagración a mi Inmaculado

Corazón, para que me reconozcan Madre, y yo los lleve a mi Hijo, que está sentado a la

derecha del Padre.

Quiero que todos mis hijos sientan mi compañía, que me reconozcan como Madre, y

que me amen como hijos.

La conversión del mundo empieza por ustedes, mis hijos sacerdotes. Vengan a mí,

porque yo siempre los llevo a Jesús.

Yo les pido que reparen el corazón tan lastimado de mi Hijo, a través de obras de

misericordia, que son actos de amor que reparan el desamor. Misericordia que conseguirá

la gracia de tocar el corazón de cada uno de ustedes, para que se convierta y confirme su fe,

para que la paz vuelva a ustedes, y por ustedes al mundo entero.

La reparación al Sagrado Corazón de mi Hijo Jesús es causa de justicia, y los hará

justos ante Dios, obrando con misericordia, realizando actos de amor, reparando el

desamor, amando como Él los amó, hasta el extremo, amando también a sus enemigos,

haciendo el bien a quién los odia, orando por los que los persiguen, para que cuando mi

Hijo vuelva con su justicia, los ponga a su derecha y no a su izquierda, en donde será el

llanto y el rechinar de dientes.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia».

+++

PARA MEDITAR – ALCANZAR LA PERFECCIÓN EN CRISTO

«Sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto».

Eso dice Jesús.

Él es el único perfecto, y te manda a ti, sacerdote, a ser como Él, y te da la gracia,

configurándote en todo con Él.

Y tú, sacerdote, ¿quieres ser perfecto?, ¿crees en los mandatos y en la gracia de tu

Señor, y en que sólo con Él puedes hacer lo que te manda?

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y cúmplela, alcanzando la perfección por Él,

con Él y en Él, renunciando a ti mismo, y renunciando al mundo, y a sus tentaciones, para

tomar tu cruz de virtud y seguir en todo a Jesús, imitándolo y aprendiendo de Él, sabiendo que

el discípulo no puede ser más que su maestro, pero Él te da la gracia de alcanzar la perfección

en Él.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

270

Tu Señor es el único santo, pero te alienta y te ayuda a ser como Él. Acepta, sacerdote,

y recibe esa ayuda, con la disposición y la docilidad de tu corazón, a entregarle tu voluntad,

para que en todo se cumpla en ti el plan de Dios.

Tu Señor te da un mandamiento, sacerdote, el mandamiento del amor, para amar a tus

amigos, y también a tus enemigos, a los que te aman, y a los que te odian, a los que hacen el

bien, y a los que hacen el mal, a los que te persiguen y te calumnian, para que seas igual que tu

Padre celestial.

Qué buen trato te propone tu Señor, sacerdote: te pide mucho, porque te da mucho, pero

también te recompensa, te compromete a una vida de piedad, pero también te promete el

premio más grande que te puede dar: ser en todo igual que Él, y te da los medios porque te

hace hijo como Él, y te promete su cielo para que vivas con Él, en la gloria que tenía con su

Padre antes de que el mundo existiera.

Tú tienes, sacerdote, la mejor empresa, el mejor trabajo, y el único amo que siempre

cumple sus promesas, que te enseña y te comprende, porque Él no ha venido a ser servido,

sino a servir.

Y tú, sacerdote, ¿eres un trabajador en la viña de tu Señor, que acumula tesoros en el

cielo, o eres tan sólo un trabajador de medio tiempo, a cambio de un sueldo?, ¿sirves a tu

Señor transformando tu vida en una constante oración, o sólo rezas cuando tienes tiempo?,

¿sirves al pueblo de Dios con amor, o sólo cumples con tus compromisos?, ¿te esfuerzas en ser

en todo como tu Señor, buscando no a los justos sino a los pecadores, o te acomodas en los

rebaños que te convienen?

Rectifica tu camino, sacerdote, purifica tu intención, pidiendo auxilio a la Madre de tu

Señor, la Siempre Perfecta Virgen María, la primera en perdonar, pidiendo el bien, para los

que hacen el mal.

Perdona a los que te ofenden, sacerdote. Ama a tus enemigos, haz el bien a los que te

odian, ruega por los que te persiguen, bendice tanto más al que más te maldice, pidiendo

para ellos la conversión de su corazón, haciendo todo por amor de Dios y para su gloria.

Entonces agradece, porque cumplirás el mandato de tu Señor: serás perfecto, como tu

Padre del cielo es perfecto.

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____________________

AMAR EN LO SECRETO – LA INTIMIDAD DEL CORAZÓN

MIÉRCOLES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de

piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su

Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas

en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

271

recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo

que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te

recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de

pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que

ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la

puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te

recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la

apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya

recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara,

para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre,

que ve lo secreto, te recompensará”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a los sacerdotes nos puede resultar un poco difícil eso de hacer las obras de

piedad “en lo secreto”, porque nuestro ministerio nos exige celebrar los sacramentos

especialmente la Eucaristía, “delante de los hombres”. Nos damos cuenta de que nuestra vida

de piedad está “en un escaparate”. Pero no podemos celebrar la Santa Misa y las demás

ceremonias litúrgicas, así como hacer nuestra oración, en función de las miradas de los fieles.

Hacerlo en lo secreto significa, para nosotros, cuidar la rectitud de intención, hacerlo por amor a

ti, esperando que te agrade nuestra piedad. Pero también debemos ser ejemplo para los demás.

Nuestro modo de hacer oración y nuestra devoción en las funciones sagradas es una catequesis,

que demuestra nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor, y es nuestro deber transmitir a los

demás esas virtudes, dando testimonio. Además, debemos buscar todos los días esos momentos

de “rezar en lo secreto”, con ratos de oración en soledad, conversando contigo en la intimidad del

corazón. Y eso se aplica también al ayuno y las limosnas. Debo ser un sacerdote generoso con el

tiempo para Dios, generoso con el amor a ti, para dártelo todo, para ser tuyo, para que todo lo mío

te pertenezca. Jesús, ¿cómo esperas que un sacerdote cuide ese trato de amistad contigo en la

oración? Madre mía, Maestra del sacrificio escondido y silencioso, dame tu fortaleza para

perseverar en mi vida de piedad, a pesar de mi cansancio, a pesar de mi falta de tiempo,

auxiliando mi falta de amor.

+++

«Sacerdote mío: yo siempre estoy contigo.

Persevera en la fe, en la esperanza y en el amor.

Quiero que perseveres en la fe, para que des testimonio de mi amor.

Quiero que perseveres en la esperanza, para que des testimonio de la verdad.

Quiero que perseveres en el amor, para que des testimonio de mi misericordia.

Te quiero a ti.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

272

Quiero que me ames.

Quiero amarte.

Quiero que te entregues a mí para que me pertenezcas, para ser yo el único dueño de

tu corazón.

Quiero tus pensamientos y tus palabras, tus sueños y tus acciones, tus anhelos y tus

deseos.

Quiero serlo todo para ti.

Quiero que permanezcas en mi unión, y fundirte conmigo en la eternidad.

Quiero que entiendas que cuando te entregues a mí totalmente, entonces lo tendré

todo.

Sacerdote mío, dulce encuentro elegido, ternura de las entrañas de mi Madre, pastor

ungido, amor predestinado para amarme, alma escogida por el Espíritu para consolidar el

sacrificio del Padre, enviando al Hijo a ser como tú eres, frágil instrumento de carne y

hueso, que al inmolarse derrama sudor y sangre. Sudor: testigo de su esfuerzo. Sangre:

entrega total que salva, que limpia, que redime.

Eres tú, sacerdote mío, mi esperanza, mi amigo.

Eres tú mi más amado, a quien espero, en quien confío.

Entrégame tu corazón desnudo, para que me veas en él. No pierdas el tiempo

contemplando al mundo, contempla tu corazón, y no me des migajas. Yo quiero todo.

Entrégame tus errores y tus faltas, para que yo los transforme en virtudes.

Entrégame tus dolores y temores, para que yo los transforme en alegría.

Entrégame tu conciencia sucia y marchita, para que, con mi sangre, la limpie y la

haga pura.

Entrégame tus malos pensamientos, para que los convierta en alabanza.

Entrégame lo mucho que crees que tienes, y lo poco que en realidad posees.

Entrégame tu riqueza, para que te haga pobre como yo, y encuentres el tesoro que

llevo en mi corazón, para que no busques en esta tierra la recompensa que te daré en el

cielo.

No me des lo que te sobra, dame de sobra lo que no tienes, y yo, que soy un Dios

bueno y misericordioso, te llenaré y te desbordaré de amor, para que me ames con ese

amor, y descubras el amor de mi Madre, que es el tesoro más preciado que llevo en mi

corazón. Para que por ella me conozcas, para que, al conocerme, me ames.

Porque ¿quién conoce mejor al Hijo, que la Madre del Hijo? Es por ella que te

conozco yo. Abandónate como un pequeño en sus brazos, para que sea mi corazón tu

refugio, y tu corazón mi morada.

Eres tú, sacerdote, amigo, amado mío, el anhelo más profundo de mi corazón».

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

273

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy madre de todas las obras de Dios, que son los

hombres. Las obras perfectas de Dios son sus sacerdotes.

Yo les daré un tesoro muy valioso de mi corazón, como ladrillo para la construcción:

mi fortaleza.

Fortaleza, cuando el ángel me anunció que sería la madre de Dios y dije sí.

Fortaleza, cuando yo lo anuncié a José y a mis padres.

Fortaleza, cuando dejé todo para ir con prontitud a servir a mi prima.

Fortaleza, cuando di a luz al Hijo de Dios entre la miseria.

Fortaleza, para aceptar la profecía de la espada que atravesaría mi alma.

Fortaleza en las persecuciones, para proteger al hijo de mis entrañas, y para resistir

las dificultades.

Fortaleza, para buscar, hasta encontrar, al niño que Dios me había confiado, y yo

había perdido.

Fortaleza, para educar y ayudar a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia al

Hijo de Dios.

Fortaleza, para exponer a mi Hijo al mundo, cuando todavía no había llegado su

hora.

Fortaleza, para dejarlo ir a cumplir su misión.

Fortaleza, para acompañarlo con mi oración.

Fortaleza, para acompañarlo en la pasión.

Fortaleza, para darle fortaleza cuando cargaba su cruz.

Fortaleza, para permanecer de pie, al pie de la cruz.

Fortaleza, para decir sí, y recibir a los hombres que lo habían abandonado, y a los

que lo habían crucificado, como verdaderos hijos.

Fortaleza, para recibir su cuerpo sin vida, y abandonarlo en el sepulcro.

Fortaleza, para mantenerme firme en la fe y la esperanza, cuando ya se había ido.

Fortaleza, para mantener silencio ante los incrédulos, aun cuando ya había

resucitado.

Fortaleza, para despedirlo cuando volvía a la derecha de su Padre, mientras yo

acompañaba en su misión a todos mis hijos.

Fortaleza, para ir a buscar y reunir a sus amigos, los que lo habían abandonado,

para reunirlos en oración a la espera del Espíritu Santo.

Fortaleza, para ayudarlos a cumplir su misión.

Fortaleza, para cumplir en todo la voluntad de Dios.

Yo les doy mi fortaleza, pero no es mía, porque toda fortaleza viene de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

274

Yo los reúno para hacerlos hombres de oración e instrumentos de misericordia, para

que sean obreros del Espíritu Santo, que es quien construye y perfecciona las almas para

que lleguen a Dios.

Imítenme, y tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los

hombres, para que los vean, sino obren con misericordia. Oren y hagan sacrificios en

silencio, en su habitación, con la puerta cerrada, en su vida ministerial y en su vida

ordinaria, ofreciendo su vida a Dios para la salvación de las almas.

Entonces el Padre que está en el cielo, y está en lo secreto, y ve en lo secreto, se los

recompensará.

Mi Corazón Inmaculado y triunfante será coronado con la santidad de ustedes, mis

hijos sacerdotes, los que me acompañan a llevar todas las almas a la conversión, para llegar

al cielo, antes de la venida gloriosa de mi Hijo.

No se distraigan, porque la formación para alcanzar la santidad empieza en el

corazón y en la oración.

La formación permanente lleva a la conversión, a la reconciliación, a la unidad de

vida en virtud, y a la santidad. No sólo a llenarlos de información, que nada mejor merece

el alma que sensibilizarla en el amor.

Permanezcan construyendo el Reino de los cielos con pequeños ladrillos, que son los

tesoros de mi corazón, para que cada obra sea una obra perfecta de Dios. Entonces vendrá

mi Hijo con toda su justicia, y la terminará, poniéndolos a ustedes, mis sacerdotes santos,

los que perseveraron en la fe, en la esperanza y en el amor, los que dieron en el mundo

testimonio de mí, a su derecha para coronarlos de gloria».

+++

PARA MEDITAR – LA INTIMIDAD DEL CORAZÓN

«Cuando vayas a orar entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está

ahí en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Eso dice Jesús.

Y te enseña a subir al monte alto con Él, a permanecer en vela, y a remar mar

adentro, para tener un dulce encuentro con Él, mirándolo y dejándolo que te mire, hablándole,

y dejando que Él te hable, escuchando su voz, enriqueciendo tu alma con su palabra,

alimentando de amor tu corazón.

Respeta, sacerdote, tu intimidad con tu Señor.

Acude a Él, no lo dejes solo. Te está esperando, para poseerte, para hacerte suyo, para

llenarte de su gracia y de su don, para iluminarte con la luz del Espíritu Santo, en la soledad y

en la obscuridad de tu cuarto, con la puerta cerrada para que no haya para ti distracción, porque tu

Señor en ti, tiene puesta toda su atención.

Y tú, sacerdote, ¿procuras momentos de soledad para acudir a la oración?, ¿o sólo

rezas en las plazas en voz alta para llamar la atención?

¿Recurres a las ayudas y a los medios que tienes a tu alcance para conseguir una

profunda y perfecta oración?, ¿o sólo recitas versos y te quedas dormido?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

275

¿Eres consciente de lo que lees, y lo ofreces desde tu corazón, sintiendo y mostrándole a

tu Señor cuánto lo amas?, ¿o sólo predicas discursos frente a la gente como los hipócritas

diciendo palabras que no sienten?

¿Obras con rectitud de intención, haciendo todo por amor de Dios?, ¿o esperas

recompensa?

¿Buscas servir a Dios?, ¿o esperas halagos y aplausos?

Persevera en tu entrega, sacerdote, buscando hacer sólo la voluntad de Dios y no la de

los hombres; buscando agradar sólo a Dios, y no a los hombres; aceptando la recompensa de tu

Señor, y no la de los hombres.

Actúa con elocuencia, sacerdote, para que seas un siervo fiel y prudente, buscando

siempre hacer el bien a los demás, y no obtener un bien para ti mismo, a través de la gente.

Adora, sacerdote, a tu Señor, y aprende de Él, que permanece oculto humillando su

grandeza bajo las apariencias del vino y del pan, y muéstrale al mundo tu pobreza y tu

humildad, alimentándolos con la riqueza de ese don espiritual, que con el poder de tus manos

convierte el pan y convierte el vino, en el cuerpo y en la sangre de Cristo.

Y tú, sacerdote, ¿reconoces la dignidad del ministerio sacerdotal como un don

merecido, por lo bueno que has sido, y te sientes y presumes ser elegido, abusando del poder y

de la autoridad que has recibido?, ¿o has sabido humillar tu corazón, sabiendo que la dignidad

del sacerdote está precisamente en haber sido elegido por ser indigno, pecador, común entre los

hombres, ignorante, miserable, que nada merece, porque por sí mismo no es nadie?

Reconoce, sacerdote, la dignidad de tu Señor en tu indignidad, la grandeza de tu Señor

en tu pequeñez, la misericordia de tu Señor en tu miseria, la sabiduría en tu ignorancia, la

perfección de tu Señor en tus errores, en tus pecados, en tus culpas. Y descubre el rostro de tu

Señor en ti, sus sentimientos en tu corazón, y sus palabras en tu boca.

Persevera en la fe, en la esperanza y en el amor, guardándote enteramente en cuerpo

y alma para tu Señor, y entrégate en cada palabra, en cada oración, en cada encuentro con

tu Señor, en la intimidad de tu corazón, en el silencio y en la disposición a la unión entre la

criatura y su creador, y exulta de gozo al saberte amado, al saberte elegido, al saberte

consagrado y configurado con el Hijo de Dios, porque la intimidad es sólo de dos.

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____________________

ORAR CON CUERPO Y ALMA – LA ORACIÓN PERFECTA

JUEVES DE LA XI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Ustedes oren así.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 6, 7-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando ustedes hagan oración no hablen

mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados. No

los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes pues, oren

así:

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

276

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu

voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros

perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.

Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los perdonará el Padre

celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres, tampoco el Padre les perdonará a ustedes

sus faltas”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus discípulos te veían hacer oración, y se daban cuenta de que era una

oración muy especial, y se antojaba hacer lo mismo. Porque tú hacías oración con tu cuerpo y con

tu alma, y no solamente cuando estabas en el Templo, o te retirabas al desierto, al monte o al

huerto de los olivos. Esa oración es importante, porque se necesitan unos minutos de esa bendita

soledad, pero un cristiano debe rezar todo el día, en unidad de vida, convirtiendo su trabajo en

oración y apostolado. No podemos tener una doble vida, y menos los sacerdotes, que somos

Cristo que pasa. Tú eres hombre y Dios, dos naturalezas en una misma Persona. Asumiste nuestra

naturaleza humana para que aprendamos a convertir lo humano en divino. El cuerpo no es un

estorbo para llegar a ti, sino un instrumento para dar gloria a Dios, y por eso hemos de cuidarlo.

Y va a resucitar en el Último día, y va a ser motivo de especial alegría también ver tu Cuerpo

glorioso, con tus santas llagas. En la oración que enseñaste a tus discípulos, que es la oración

perfecta, porque salió de tus labios, le pedimos al Padre, entre otras cosas, que nos dé el pan de

cada día. Le pedimos el pan como alimento del cuerpo, y también como alimento del alma:

Palabra y Eucaristía. Y en ese pan para el cuerpo incluimos todo lo que necesitamos para

subsistir. Dios es Padre y nos cuida como hijos. Jesús, ¿cómo debemos cuidar nuestro cuerpo

para poder glorificar a Dios con él?, ¿cómo podemos vivir mejor el sentido de filiación divina,

para confiar siempre en nuestro Padre Dios? Madre mía, no me van a faltar tus cuidados de

madre, enséñame a dar gloria a Dios en cuerpo y alma, como tú.

+++

«Sacerdote mío: mira mi cuerpo. Soy un hombre y también Dios. Mi presencia real

es cuerpo, sangre, alma y divinidad.

Ámame así, como hombre y como Dios, para que glorifiques al Padre en el Hijo. Yo

amo tu alma, pero también amo tu cuerpo. Ambas cosas son necesarias. No descuides

ninguna, antes bien usa tu cuerpo y usa tu alma en unidad, para glorificar a Dios.

Dios Padre no se equivoca. Ha creado a los ángeles, arcángeles, principados,

potestades, virtudes, dominaciones, tronos, querubines, serafines, como criaturas

espirituales, inmortales, dotadas de gran inteligencia y voluntad, con capacidad de servir,

adorar y alabar a Dios, y para servirme sirviendo a los hombres, para ayudarlos a

glorificar al Padre en el Hijo.

Y ha creado a los hombres a su imagen y semejanza. Les ha dado cuerpo y les ha

dado espíritu. Los ha hecho mortales, y les ha dado voluntad y la gracia para morir y

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

277

resucitar en el Hijo, en un solo cuerpo y un mismo espíritu, para la vida eterna. Y yo los

resucitaré en el último día, en alma y en cuerpo.

Agradece todo lo que el Padre te ha dado, cuida tu alma, pero también cuida tu

cuerpo, porque la armonía y el equilibrio genera la unidad de vida, con la que el hombre

alaba, bendice, y glorifica a Dios en la tierra, a través de la oración, del trabajo, de la fe y de

las buenas obras.

Enaltezco en mi corona a las doce tribus de Israel, que serán juzgadas cuando me

siente en mi trono de gloria. Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, padres, hijos o

tierras por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Pero muchos

primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros.

Amigo mío: les falta fe. Crean en mí.

Mira las llagas de mis manos a través de tu trabajo, de tus obras de misericordia.

Manos que trabajan, que construyen, que alaban, que adoran, que bendicen, que acarician.

Mira las llagas de mis pies, en tus pies, caminando en medio del mundo, llevando mi

Palabra, y tu testimonio de misericordia y de fe.

Mira la llaga de mi costado, exponiendo tu corazón, para que des testimonio de la

verdad y de mi amor.

Mira lo fácil que es dominar con la voluntad los instintos y las pasiones, resistir a las

tentaciones, renunciar al pecado, procurar el bien, cumplir la ley de Dios y no la de los

hombres, cuando se ama a Dios por sobre todas las cosas, y se espera en Él y se desea su

cielo. Entonces es fácil también amar al prójimo como a uno mismo. Pero ¿cómo va alguien

a amar al prójimo si no se ama primero uno mismo?

No digas: ‘el cuerpo estorba’, antes bien, ama tu alma y ama tu cuerpo, porque

ambos son una sola cosa: obra de Dios y un tesoro para el cielo, porque son templo de la

Santísima Trinidad.

Ama y a respeta tu cuerpo, que es mi cuerpo, y tu sangre, que es mi sangre, para que

ames y glorifiques al Padre en el Hijo.

Yo oro al Padre por los que no me han amado, por los que me han abandonado, por

los que no creen en mí, por los que me han deshonrado, por los que me han traicionado,

para que mortifiquen sus pasiones y conviertan sus corazones.

Yo oro también por los que me aman, por los que me honran, por los que adoran mi

cuerpo y mi sangre, por los que creen en mí, para que perseveren en la cruz y permanezcan

configurados conmigo en unidad, en cuerpo, en sangre, en alma y en divinidad, para que se

amen y se perdonen unos a otros, para que sean perfectos, como mi Padre, que está en el

cielo, es perfecto”.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: con el cuerpo también se glorifica a Dios.

Es el cuerpo el que obra lo que le dicta el alma, y el alma es perfeccionada a través

de la oración.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

278

Obren ustedes con pureza de intención. Yo les daré otro ladrillo para la construcción

de mi obra: mi templanza. Templanza para que construyan en la pureza, la castidad, la

santidad, la perseverancia, el dominio de su voluntad.

Mi auxilio es para todos. Para los que se portan bien y para los que se portan mal.

Para los que necesitan conversión, y para los que hacen la voluntad de Dios, y para los que

anticipan su propia voluntad. Para convertir y para perseverar.

Entréguense conmigo en cuerpo y en alma, y perseveren en la fe, en la esperanza y

en el amor, dando con sus cuerpos y con sus almas gloria a Dios.

Yo busco a los que se han ido, para reunirlos conmigo, para fortalecer sus almas y

que dominen sus cuerpos, para que resistan a la tentación, porque no sólo de pan vive el

hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Ustedes que han creído, oren juntos y pidan al Padre, y hagan las obras que hace mi

Hijo, y aún mayores, porque él ha subido al Padre y todo lo que pidan en su nombre, él lo

hará, para que el Padre sea glorificado en el Hijo».

+++

PARA MEDITAR – LA ORACIÓN PERFECTA

«Cuando ustedes hagan oración no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan

que a fuerza de mucho hablar, serán escuchados».

Eso dice Jesús.

Y no sólo te lo dice, y te corrige, sacerdote, sino que te enseña a orar como Él, y te da

el tesoro de la oración perfecta que sale de su boca, pero proviene de su Sagrado Corazón.

Imita a tu Señor, sacerdote, en todo. También en la oración, porque Él lo sabe todo, lo

conoce todo, lo es todo. Él es la verdad, y a ti se te revela a través de la palabra, para que la

pongas en práctica, y la enseñes a los demás, como Él, a través de palabras que salgan de tu

boca, pero provengan de tu corazón, y a través de tu ejemplo.

Tu Señor te enseña a orar como Él, en el silencio de tu interior y a través de tus actos,

mostrando tu fe y tu amor al exterior, transformando tu vida en una constante oración, en

todo momento, en cualquier situación, a cualquier hora, en cualquier ocasión, llenando una vida

contemplativa en medio del mundo, que es a donde Él te ha enviado a llevar su misericordia.

Tu Señor te enseña a alabar y a adorar a Dios, mientras le pides que intervenga en tu

vida entregándole tu voluntad, para que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo,

pidiéndole que te provea, que te alimente el alma, el cuerpo, y la mente, para que sea Él quien

obre en ti, y a través de ti, en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte,

disponiéndote a recibir el pan celestial que te da vida aún después de la muerte.

Tu Señor te enseña a perdonar y a pedir perdón, porque eso te santifica y te

compromete a cumplir tu misión, llevando a los demás el perdón de tu Señor, pero

perdonando también tú a los que te ofenden, a los que te agreden, a los que te injurian, a los

que te calumnian, a los que te persiguen, a los que te difaman, a los que te lastiman, no sólo

con palabras, sino con verdadera intención, amando desde el fondo de tu corazón, con toda tu

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

279

mente, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, entregando tu vida, poniendo la otra mejilla,

permitiéndote ser clavado con tu Señor en la cruz del confesionario, porque tú, sacerdote,

tienes el poder de perdonar los pecados.

Tu Señor te da su paz, y así como el Padre lo envió, Él te envía, y te pide tu disposición

para que recibas al Espíritu Santo, dándote por Él, el poder de perdonar, de absolver, de lavar,

de limpiar, de purificar, de renovar y de santificar las almas.

Usa ese poder, sacerdote, porque los pecados que tú perdones quedarán perdonados,

pero los pecados que no perdones, les quedarán sin perdonar.

Tu Señor te enseña, sacerdote, a reconocerte pecador, y a aceptar ser perdonado en la

medida en que tú perdonas a los demás.

Por tanto, sacerdote, tu Señor te da una doble lección y también una doble gracia.

Bienaventurados los misericordiosos, porque recibirán misericordia.

Tu Señor te enseña a orar y a reconocerte frágil y débil, necesitado de su gracia para

no caer en la tentación, rechazando todo afecto al pecado, pidiéndole al Padre que te libre de

todo mal, confirmando tu fe, aceptando el bien y rechazando el mal.

Tu Señor te enseña a orar, sacerdote, con perfección, pidiéndole al Padre con

humildad y devoción, con insistencia y con todas tus fuerzas, con toda tu alma, con toda tu

mente y con todo tu corazón, dispuesto a recibir, no porque merezcas por ti, ni por tus

propios méritos, sino porque Él ha conseguido para ti, con su amor, la Divina Filiación que

te merece la heredad como hijo de Dios. Y esa, sacerdote, es la verdad revelada en la

perfecta oración.

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____________________

REPARAR CON AMOR – CORAZÓN SACERDOTAL, CORAZÓN SAGRADO

SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,

porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!

Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y

nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.

Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y

encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

280

Señor Jesús: la devoción a tu Sagrado Corazón está muy arraigada en el pueblo cristiano.

Y es que necesitamos contemplarte en tu santísima humanidad, para darnos cuenta de que nos

amas con corazón de hombre, y que te duelen nuestras ofensas cuando herimos tus sentimientos

de hombre. Esa devoción nos habla de reparación. Tu corazón fue traspasado por la lanza cuando

ya estabas muerto en la cruz, pero esa herida nos mostró tu gran amor por nosotros, al derramar

las últimas gotas de tu sangre. De ahí brotaron los sacramentos, fuente de gracia y de amor. Eso

es lo que nos produce alivio. Tú nos invitas a acudir a ti cuando estamos fatigados y agobiados

por la carga. Lo que más agobia es la carga de nuestros pecados, y el cargo de conciencia cuando

no estamos cumpliendo como tú esperas de nosotros. A veces pensamos que la carga es la

cantidad de trabajo que nos exige el ministerio sacerdotal. Nos cansamos y agobiamos, y es

comprensible. Pero es verdad también que muchas veces encontramos descanso cuando

aligeramos a las ovejas de sus cargas a través de nuestro ministerio. Eres tan bueno, Jesús, que

nos concedes esas alegrías, y luego la recompensa en el cielo. Ese es nuestro descanso. Señor, sé

que debo reparar con amor, ¿cómo puedo ser dócil a mi conversión y contagiar a otros

corazones? Corazón Inmaculado de María, te ofrezco mi corazón contrito y humillado, para que

lo renueves uniéndolo al tuyo.

+++

«Sacerdotes míos: vengan, contemplen mi corazón ardiente de amor, traspasado de

dolor, desbordante de misericordia. Entren en él, y desde aquí contemplen mi rebaño.

Contemplen mi corazón vivo y palpitante, y sientan calor y abrazo, seguridad y

abrigo, y el tiempo detenido, gozo, alegría, paz, y un deseo de entrega total, para siempre, al

experimentar el amor de mi Sagrado Corazón.

Y desde ahí contemplen el mundo y a los hombres que viven en el mundo, que es

todo lo que yo amo y deseo atraer hacia mí.

No se turbe su corazón ni se acobarde.

Yo les doy la alegría de mi corazón, para que hagan mis obras con la alegría y el

amor de mi corazón, y voy a inflamar sus corazones de tanto amor, que podrán realizar

todo lo que yo les pido, no con sus pocas fuerzas, sino con el poder y la fuerza de mi amor,

para que su entrega sea total, porque sólo por amor se puede dar la vida.

Yo los uno a mi corazón para configurarlos conmigo, y apacentar yo mismo, a través

de ustedes, a mis ovejas, y las haga descansar, y encuentre a la perdida, y traiga de vuelta a

la descarriada, y cure a la herida, y robustezca a la débil, y cuide a la fuerte.

Nadie puede venir a mí si mi Padre que me ha enviado no lo atrae.

Mi Padre me ha concedido atraer a las almas a mí, a través de ustedes, para que

todo el que crea en mí tenga vida eterna.

Yo soy pan vivo bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre.

Ustedes son enviados a atraer a las almas a mí, a través de la misericordia y el amor

derramado desde mi Sagrado Corazón, que es carne, sangre, alma, y divinidad, que es

Eucaristía.

Desde ahí el amor ha sido derramado en sus corazones por el Espíritu Santo, que les

ha sido dado, para que sean configurados conmigo, y pongan su fe por obra, y den fruto, y

ese fruto permanezca.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

281

Permanezcan acompañando a mi Madre al pie de mi cruz, para que regresen al

amor primero, el amor que ha sido derramado desde mi Sagrado Corazón, que ha sido

traspasado por el pecado, y al que yo les pido una entrega total.

Sacerdotes, apóstoles míos: no endurezcan sus corazones, déjense amar por mí,

recíbanme, déjenme entrar, que yo transformaré sus corazones de piedra en corazones de

carne, para que sean sensibles como yo, para que sean compasivos y misericordiosos como

mi Padre es.

No tengan miedo a ser heridos, porque cada herida los acerca a mí y los une en mi

dolor, y ese dolor redime, y sana, y transforma.

Que sean sus corazones mansos y humildes, dóciles a la conversión, para que sean

unidos a mi corazón.

Que esa conversión contagie a otros corazones, para que sean tocados por mí y

transformados en mi amor.

Que procuren la unión, que es así cuando todos los corazones están unidos al mío en

un mismo cuerpo y un mismo espíritu, que será la unidad y la paz del mundo. Déjense amar

por mí y permanezcan en mi amor.

Que mi corazón sea su refugio permanente. Vayan y anuncien que el Reino de los

Cielos está cerca, que es en cada corazón en donde empieza mi Reino.

Mi corazón ha sido traspasado por el hombre, hasta el centro, y es ahí, en la unidad

con el Padre por el Espíritu Santo, en esa Trinidad y por este corazón, que ha sido expuesta

al mundo la divinidad del único Dios verdadero, que por amor derrama su misericordia

sobre toda la humanidad, para hacerlos hijos con el Hijo, coherederos de su Reino.

Es mi Corazón Sagrado, fuente de misericordia.

Es mi Corazón Sagrado, el centro del amor, la fuente del amor, que amó hasta el

extremo al quedarse entre los hombres como alimento, como fuente de vida y de salvación.

Es mi Corazón Sagrado, que se entregó amando hasta el extremo a cada uno,

exponiéndose y entregándose de una vez y para siempre.

Es mi Corazón Sagrado, que sufre el desprecio del pecado, de la indiferencia, del

desamor.

Es mi Corazón Sagrado, que sufre la herida más grande, causada por la traición de

un amigo.

Ustedes, a los que yo llamo amigos, que en la unción he dejado en sus manos el poder

de transformar el pan y el vino, los convierto para ustedes en mi carne y en mi sangre, y

quedo expuesto en sus manos para que me amen, para que me adoren, para que me

entreguen. Pero quedo expuesto también, como mi corazón, a la traición, al desamor, y aun

así, me entrego yo.

Que por mi Corazón Sagrado sean ustedes sacerdotes santos.

Que sea mi Corazón Sagrado expuesto la prueba de mi amor y mi confianza en

ustedes.

Que sea mi Corazón Sagrado fuente de luz, de calor y de vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

282

Que sea mi Corazón Sagrado y Resucitado el refugio y la unidad de cada corazón

que amo.

Reparen mi corazón herido, ultrajado, y lastimado por ustedes mismos que dicen

amarme, que yo tanto amo, mis elegidos, mis más amados, mis sacerdotes.

¿Por qué no todos me aman?, ¿por qué no se compadecen de este doloroso corazón

que tanto los ama? Al menos ustedes ámenme.

A ustedes, amigos míos, les entrego mi Corazón Sagrado. Repárenlo con su amor».

+++

«Hijos míos, sacerdotes: permanezcan en el Sagrado Corazón de mi Hijo, desde

donde han sido bendecidos y cubiertos de la preciosísima sangre de Cristo, para ser

protegidos y preservados de tentaciones y del pecado, para que se mantengan unidos a Él,

unidos a mí, en un solo corazón.

El Sagrado Corazón que está en la Cruz y es traspasado por el dolor del pecado, es el

mismo Corazón que por transubstanciación está en el altar y es Eucaristía.

Y es traspasado por los que no creen en Él, por los indiferentes, por los fríos, pero

sobre todo por los tibios.

La Eucaristía es el Corazón de la Santa Iglesia, a través de la cual se derrama el

amor y la misericordia del Sagrado Corazón de Jesús traspasado en la cruz.

Configurarse con ese corazón es configurarse con la Eucaristía en cada

consagración, y mantener esa configuración toda su vida, porque ustedes son hostias vivas,

la carne y la sangre de Cristo, que no es de este mundo, pero que vive en medio del mundo».

+++

PARA MEDITAR – CORAZÓN SACERDOTAL, CORAZÓN ENAMORADO

«He encontrado un hombre según mi corazón, que realizará todo lo que yo quiera».

Eso dijo el Señor tu Dios, y se refiere a ti, sacerdote.

Tu Señor te ha elegido, y te ha llamado por tu nombre, porque desde antes de nacer, Él

ya te había conocido. Profeta de las naciones te constituyó, y te tenía consagrado y

predestinado a ser configurado con su Sagrado Corazón, para que tengas sus mismos

sentimientos, y realices sus obras, por amor.

Y tú, sacerdote, ¿amas a tu Señor?, ¿qué tanto lo amas?, ¿sabes por qué lo amas?

Tú amas a tu Señor, sacerdote, porque Él te amó primero.

Tu Señor es el único Dios verdadero, y Dios es amor.

El amor consiste no en que tú ames a Dios, sino en que Él te amó primero, y te envió a su

único Hijo como víctima de expiación por tus pecados. No hay amor más grande que el que da

la vida por sus amigos.

Tu Señor no ha venido a ser servido, sino a servir. Y tú, sacerdote, has sido puesto para

servirlo, pero Él no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, porque a ti te ha sido dado un

corazón como el suyo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

283

Corazón Sagrado, que ha sido traspasado en la cruz, derramando en sangre y agua, la

misericordia para el mundo.

Sagrado Corazón herido y maltratado por el pecado de los hombres, y abierto y

expuesto, en un último acto de entrega total, derramando su sangre hasta la última gota, para

que se cumplieran las Escrituras.

Sagrado Corazón, que se alegra más por un solo pecador que se convierte, que por

noventa y nueve justos, porque tu Señor no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores.

Tú eres, sacerdote, esa oveja perdida, y eres la causa de su alegría, porque Él te envía

para que, a través de ti, consiga noventa y nueve justos.

Permanece, sacerdote, en el amor del Sagrado Corazón de tu Señor, que te dice: ven a

mí cuando estés cansado y agobiado por la carga, que yo te aliviaré, toma mi yugo sobre ti, y

aprende de mí, que soy manso y humilde de corazón.

Tu Señor te ofrece descanso, porque su yugo es suave y su carga ligera.

Sagrado Corazón agradecido, que alaba a Dios por haberte revelado la verdad, a ti, un

hombre sencillo, pero con un corazón enamorado como el suyo, corazón sacerdotal, corazón

sagrado.

Y tú, sacerdote, ¿reconoces en ti los mismos sentimientos de tu Señor?, ¿compartes con Él

el amor de su Sagrado Corazón?, ¿estás configurado totalmente con Cristo Buen Pastor?,

¿tienes un corazón totalmente enamorado de los hombres, como el Señor tu Dios?

Acude, sacerdote, al auxilio de la Madre de tu Señor, y ofrécele tu corazón contrito y

humillado, para que sea consagrado a su Corazón Inmaculado, reconociéndote hijo, para

ser engendrado en su corazón de Madre, abandonándote en sus brazos como un niño, para

que ella consiga para ti un corazón renovado, un corazón de Cristo, un corazón sagrado, un

corazón enamorado, con el que realices actos de amor, para reparar el desamor en el

Sagrado Corazón de tu Señor.

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AMOR A LA IGLESIA – FIDELIDAD AL PAPA

SOLEMNIDAD DE LOS SANTOS PEDRO Y PABLO, APÓSTOLES

Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 16, 13-19

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a

sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos

dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”.

Luego les preguntó: “y ustedes ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y

le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús le dijo entonces: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado

ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre

esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

284

las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo

que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el momento era muy solemne. San Pedro confiesa su fe en que tú eres el

Mesías, el Hijo de Dios vivo, y tú le haces la promesa del poder de las llaves del Reino de los

cielos. Es el primer Papa, cabeza de tu Iglesia en la tierra. Y era muy importante esa confesión de

fe, fruto de una revelación del Padre. Tú eres el centro de nuestra vida. María es Madre de la

Iglesia, que es tu cuerpo, del cual eres cabeza.

Y así como el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros,

aunque son muchos, forman un solo cuerpo, así es tu cuerpo, en el que los hombres han sido

bautizados en un mismo Espíritu.

Por tanto, tu Madre es Madre del cuerpo y de todos sus miembros. Su misión es llevar la

verdad al mundo siendo Madre y Apóstol, para extender el Reino de Dios en la tierra.

Los sacerdotes hemos recibido una misión, y nos has enviado a cumplirla, para servir a la

Iglesia, como la Iglesia quiere ser servida.

+++

Señora mía: tú has sido llamada para ser Madre y engendrar al Hijo de Dios, y para

formarlo y entregarlo al mundo para que crean en Él y en que Él es el Hijo de Dios que ha sido

enviado al mundo para salvar a los hombres.

Y tu misión continúa como Madre de la Iglesia y de todos los hombres, para engendrar y

formar a Cristo en nuestros corazones, intercediendo con tus oraciones para que recibamos los

dones y las gracias del Espíritu Santo, para que seamos unidos en Cristo y demos buen fruto, y

ese fruto permanezca.

Tú cuidas y proteges, como Madre, a los pilares de la Iglesia de tu Hijo. Porque tu Hijo

fue engendrado en tu corazón y en tu vientre, y los lazos espirituales son más fuertes que los

lazos de la carne.

Así la Iglesia, que es el cuerpo de tu Hijo, es engendrada en tu corazón espiritualmente,

con todos sus miembros, y nos haces verdaderos hijos.

Tú eres madre espiritual para darnos de comer, para darnos de beber, para vestirnos, para

acogernos, y ayudarnos en nuestras necesidades, para cuidarnos y sanarnos, para protegernos,

ayudarnos, y acompañarnos y liberarnos cuando estemos presos con las cadenas del mundo, y

para auxiliarnos en la vida y en la muerte.

Y eres apóstol para guiarnos y acompañarnos en nuestro caminar humano, y en nuestro

caminar divino, para que vivamos en unidad, cuerpo y espíritu, para que seamos perfectos, como

el Padre del cielo es perfecto, para enseñarnos y aconsejarnos, para corregirnos y perdonarnos,

para consolarnos, para sufrir con paciencia nuestros defectos, para orar por nosotros.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

285

Nosotros, sacerdotes, hemos sido llamados apóstoles, para llevar la misericordia de Dios

Padre, derramada en la Cruz por Dios Hijo, a través de Dios Espíritu Santo, porque nosotros

somos columnas.

Hemos de amar al Papa con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y

promover ese amor entre los miembros de la Iglesia, porque él ha sido llamado por el Espíritu

Santo, que es tu esposo y siempre está contigo, para ser cabeza, fiel representante de tu Hijo, y la

roca sobre la que se construye la Iglesia, y el mal no prevalecerá sobre ella.

Sabemos que debemos amar y respetar al Papa, como al Verbo encarnado, el Cordero de

Dios inmolado y muerto en la cruz para el perdón de los pecados, resucitado y vivo, a quien él

representa.

Acompáñanos, Madre nuestra, para cumplir bien con nuestra misión. Confiamos también

en la ayuda del Espíritu Santo, tu esposo divino, que siempre está con nosotros, para que

perseveremos en la fe, luchando por llegar a la meta de la santidad, para la vida eterna.

Ayúdanos a dar testimonio de nuestra fe, de la misericordia de Dios y de su amor, con la

Verdad que ha sido revelada por el Padre, que está en el cielo, para que la proclamemos como

apóstoles, para que brille la luz de Cristo para el mundo.

Te pedimos el tesoro de tu alegría, para que sirvamos a la Iglesia con alegría, y con esta

alegría cumplamos nuestra misión, que es muy grande, porque, para servir a la Iglesia, no hay

misión pequeña. Pero las cosas grandes se hacen con cosas pequeñas.

+++

PARA MEDITAR – FIDELIDAD AL PAPA

«Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a Simón Pedro cuando el Padre que está en los cielos puso sus palabras en su

boca, para proclamar que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto?, ¿eres fiel a la roca que tu Señor eligió, y sobre la cual

construye su Iglesia?, ¿lo respetas?, ¿lo reconoces?, ¿lo obedeces?, ¿lo amas?, ¿rezas por él?,

¿lo proclamas Vicario del Rey?, ¿lo ayudas?, ¿unes sus intenciones a tus sacrificios?, ¿lo

cuidas?, ¿lo proteges?, ¿aceptas su infalibilidad y su autoridad?, ¿te sometes a esa autoridad?,

¿o eres causa de las calumnias, críticas e injurias, y de las persecuciones que él mismo sufre

por la causa de Cristo?

Escucha sacerdote, la voz de tu Señor que dice: Saulo, ¿por qué me persigues?

Escucha la voz de tu Señor, sacerdote, que te ha llamado, porque te ha elegido desde

antes de nacer, que ha transformado tu vida, y servirlo es para ti un deber, desde que te dijo:

¡sígueme!, y tú lo has dejado todo: casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos y tierras, por

su nombre, renunciando a los placeres del mundo.

Tú has sido desposado con la novia más pura, más perfecta, más hermosa, más recta,

única, santa, católica y apostólica, vestida de blanco y adornada de perlas y piedras

preciosas, cubierta con el velo de la Madre de Dios, y que camina contigo bajo la protección

de su manto, para conseguirte la corona de la gloria: la Santa Iglesia Católica, de la cual Cristo

es cabeza, y es Pedro quien lo representa.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

286

Pídele a tu Señor que te dé sus mismos sentimientos, para que puedas amarla, honrarla,

bendecirla, cuidarla, defenderla, venerarla, proveerla, alimentarla y saciar su sed, vestirla

de fiesta enjoyándola con la ofrenda de los frutos de tu trabajo, sanando sus heridas, y

librándola de la opresión a la que ha sido sometida por el mundo y su dureza de corazón.

Conviértete, sacerdote, y enamórala cada día, entregando tu vida a su servicio,

perdonando los pecados de los hombres y asumiendo sus culpas, reparando el desamor con

actos de amor, derramando sobre ellos la misericordia de Dios, cumpliendo con amor tu deber

ministerial, enseñando, rigiendo y santificando al cuerpo místico de Cristo, con el que

glorificas a Dios.

Escucha, sacerdote la palabra de tu Señor, y sométete a Él, cumpliendo los

mandamientos de su ley, predicando su palabra, que es como espada de dos filos, y penetra

hasta los corazones más endurecidos, para transformarlos, de corazones de piedra a

corazones de carne, y encenderlos en el fuego apostólico del amor de tu Señor.

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y ponla en práctica aplicándola a tu vida, a

través del Magisterio de la Iglesia y su doctrina, reuniendo al pueblo santo de Dios en un solo

rebaño y con un solo Pastor, en el seno de la Santa Madre Iglesia, presidida por el Espíritu

Santo, a través de quien Él decida nombrar la Roca.

Él no se equivoca al darle la llave del Reino de los Cielos a quien ha elegido como

Apóstol desde antes de nacer, y lo ha llamado por su nombre, dándole su poder para que

todo lo que ate en la tierra quede atado en el cielo, y todo lo que desate en la tierra, quede

desatado en el cielo, porque sobre esa Roca Él construye su Iglesia, y los poderes del mal no

prevalecerán sobre ella.

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CONOCER LA META PARA QUERER LLEGAR – EL PODER DE DECIR ‘SÍ

QUIERO’

VIERNES DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

“Señor, si quieres, puedes curarme”.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 1-4

En aquel tiempo, cuando Jesús bajó de la montaña, lo iba siguiendo una gran multitud. De

pronto se le acercó un leproso, se postró ante Él y le dijo: “Señor, si quieres, puedes curarme”.

Jesús extendió la mano y lo tocó, diciéndole: “Sí quiero, queda curado”.

Inmediatamente quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: “No le vayas a contar esto a nadie.

Pero ve ahora a presentarte al sacerdote y lleva la ofrenda prescrita por Moisés para probar tu

curación”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

287

Señor Jesús: aquel leproso, y muchos otros que te pidieron su curación, sabían que no

podían acercarse a ti, porque habían contraído una impureza legal. Pero su enfermedad tan

lamentable nos hace comprender que había que poner todos los medios posibles para buscar su

curación. Había oído hablar de ti, de que tenías el poder de hacer milagros, y que sólo bastaba

que quisieras hacerlo, porque ninguna persona es merecedora de recibir un milagro en su favor.

Todo se debe a tu gratuidad. Y así se presenta contigo: “Señor, si quieres”. Esas palabras están

llenas de fe. Y tu respuesta me llena a mí de confianza, y me hace pensar que siempre quieres,

pero que estás esperando mi fe, y mi humildad, y que yo también diga “sí quiero” a los

requerimientos divinos.

Pienso en la lepra de mis pecados, que tanto daño hacen a mi alma. Por eso tengo que

decir “sí quiero convertirme”, sí te quiero decir que sí a ti y no al pecado.

Cuántas veces, Jesús, me has mostrado tu misericordia, has perdonado mis pecados, has

sanado mi alma, has sanado mi cuerpo, y así me has mostrado el cielo.

El gozo de tu presencia me inunda de paz, y de la alegría de tu encuentro. Yo estoy en ti,

y tú en mi. Yo quiero permanecer en ti, como tú permaneces en mí.

Señor, te amo, y me dejo amar por ti, sumergido en tu amor, y en ese estado indescriptible

del alma en que uno se da totalmente, sin esperar nada a cambio, pero lo recibe todo.

+++

Señora mía: tu Hijo ha perdonado mis pecados y ha sanado mi alma, pero también ha

sanado tantas veces mi cuerpo, para que se note su poder, porque el Hijo del Hombre tiene el

poder sobre la tierra de perdonar los pecados, de sanar el alma y de sanar el cuerpo.

Tú quieres que yo dé testimonio exponiendo mi corazón, para que se vea lo que hace tu

Hijo con un corazón que está dispuesto: lo convierte y lo hace suyo, porque así lo quiere. Porque

¿de qué sirve un cuerpo sano si el alma está enferma?

La manifestación de la salud del alma está en la entrega de vida y en el amor a Cristo, que

lo debo demostrar cuando pongo mi fe por obra, dando testimonio de tu Hijo con mis obras de

misericordia.

Es necesario conocer cuál es la meta, para querer llegar y recibir el premio. Pero es una

meta muy grande, para que una mente tan limitada, como la de los hombres, la pueda

comprender.

No hay palabras para describir el cielo. Pero se puede captar con los ojos del alma, y así

podemos ver el premio que tu Hijo le tiene prometido a los que creen en él y lo aman, y lo

obedecen.

Entonces entenderemos que la meta no es la cruz. La cruz es el medio para llegar a la

meta. La meta es Cristo, y en Él está el cielo.

Debo hacer de esa meta mi mayor deseo.

El cielo que yo deseo se parece al descanso cuando estoy cansado.

Se parece a dormir cuando tengo sueño.

Se parece a cantar con alegría.

Se parece al pan cuando tengo hambre y al agua cuando tengo sed.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

288

Se parece a la cumbre de la montaña más alta, desde donde todo se puede ver.

Se parece a un glaciar y a un manantial.

Se parece al cielo azul en un día de sol.

Se parece a la lluvia fecundando la tierra.

Se parece a la risa de un niño, y al recuerdo de amor más profundo de un anciano.

Se parece al nacimiento de un bebé y a la vitalidad de un joven.

Se parece al viento fresco en una tarde de verano, y al calor del fuego en una noche de

invierno.

Se parece a la nieve en las montañas cuando brilla con el sol.

Se parece al mar en calma, y al cielo en una puesta de sol.

Se parece al amanecer y al rocío de la mañana.

Se parece al nido de las aves más hermosas.

Se parece al campo de trigales y a la vid.

Se parece a un jardín de flores blancas y rosas rojas.

Se parece a un bosque de árboles grandes y frondosos, iluminado por los rayos de sol.

Se parece a un huerto de árboles con frutos maduros y dulces.

Se parece al ruido de la lluvia, a un novio enamorado y a un poema de amor.

Se parece a la compañía del amigo más querido, y al abrazo de una madre.

Se parece a un caramelo en la boca de un niño, y una entrega mutua de amor totalmente

correspondido.

Se parece a las estrellas en una noche de luna llena.

Se parece a la aurora boreal y al arco iris.

Se parece a un palacio con tronos y coronas, y a ser sentado y coronado de gloria, y

servido por los ángeles en un banquete de bodas.

Se parece a la plenitud, al gozo y a la paz de un alma que no necesita nada, porque está

unida a Dios y nada le falta.

Se parece al lobo morando con el cordero, y al leopardo echado con el cabrito, a la vaca

con la osa descansando y al león comiendo paja como los bueyes.

El cielo se parece a todo esto al mismo tiempo, pero nada de esto se parece al cielo.

Mi alma desea el cielo, y ese debe ser mi único anhelo, para que viva con los pies en la

tierra, pero con el corazón en el cielo.

Ver la meta me impulsa a llegar, pero sé que al cielo no puedo llegar solo, porque para ir

al cielo se necesita amar. Y el que ama verdaderamente, espera el cielo en el amado.

El cielo está en Cristo. Sé que debo creer en Él y amar a los demás como Él los amó,

dando la vida. Porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

289

Es maravilloso amar a Dios por sobre todas las cosas, y dejarse amar por Él, abriendo el

corazón a la gracia y a la misericordia con docilidad, para que el Espíritu Santo actúe, convierta,

una.

Dame el tesoro de tu piedad, para que mi amor se transforme en obras, con compasión y

misericordia.

Piedad para construir las obras de Dios, y conseguir que las almas sean piadosas y

misericordiosas.

Ayúdame a llevar con piedad la misericordia al mundo entero, para que todos crean que el

Reino de los Cielos ha llegado, y dispongan sus corazones a la gracia del Espíritu Santo, para que

se conviertan y digan: “habla Señor, que tu siervo escucha”.

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DE DECIR ‘SÍ QUIERO’

«Sí quiero. Queda curado».

Eso dijo Jesús.

Y ese es el poder de Dios que es Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente.

Y con ese poder, siendo Dios, se hizo hombre, para morir por ti crucificado, y perdonar

tus pecados, porque era necesario para darte vida. Y Él dijo: sí quiero.

Y tú, sacerdote, ¿crees en el poder de tu Señor, y que una sola palabra suya basta para

sanarte? ¿Confías en Él? ¿Le pides que te sane? ¿Pides con fe? ¿Qué tan grande es tu fe?

¿Crees que una sola gota de su preciosa sangre habría bastado para perdonar todos los

pecados del mundo?

Pero los hombres le dieron su Cruz, y Él dijo: sí quiero, y derramó hasta la última

gota de su sangre por ti, sacerdote, para entregarse totalmente a ti, dándose completamente,

todo, en cuerpo y en alma, para salvarte.

Tu Señor obró milagros, y derramó su misericordia sobre el mundo entero, sólo porque

dijo: sí quiero.

Tu Señor eligió a los que quiso y los llamó sus apóstoles, y ellos dijeron: sí quiero, y

dejándolo todo, lo siguieron.

Y partió el pan, y compartió el vino con ellos, y les dio el poder de bajar el pan vivo

del cielo, transformando el vino en la sangre, y el pan en el cuerpo de Dios vivo, sólo porque

dicen: sí quiero.

Tu Señor te ha llamado y te ha elegido, sólo porque Él ha querido.

Él dijo: sígueme, y tú has dejado todo para seguirlo. Y Él te ha ordenado sacerdote, y te

ha dado su poder, sólo porque tú dijiste: sí quiero.

Tu Señor te ha enviado al mundo a continuar su misión, predicando su palabra, y

bautizando en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y te ha dado el poder para

administrar su misericordia, haciendo milagros, expulsando demonios, curando enfermos,

perdonando los pecados, llevando su luz y su paz al mundo entero.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

290

Y tú, sacerdote, ¿haces todo esto? ¿Sigues a tu Señor, y le dices: sí quiero? ¿Crees en el

poder que Él te ha dado para hacer sus obras y aún mayores? ¿Cumples con tu misión, aceptando

su voluntad y asumiendo tu responsabilidad con visión sobrenatural, con los pies en la tierra y

el corazón en el cielo?, ¿o le dices a tu Señor: no quiero?

Reconócete pecador, sacerdote, examina tu conciencia, y, sostenido por tu fe, acude a

Él, con el corazón contrito y humillado, que Él no desprecia. Pide perdón en su presencia,

regresa a su amistad, dile: Señor, sí quiero, y Él te dará su cielo.

Cree, sacerdote, que, aunque no seas digno de que tu Señor entre en tu casa, si

acudes a Él con verdadera fe, Él se admirará, y te dirá como al ladrón arrepentido: yo te

aseguro que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso.

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____________________

ORDEN PARA HACER LA VOLUNTAD DE DIOS – LEVANTARSE PARA

SERVIR

SÁBADO DE LA XII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en

el Reino de los cielos.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 5-17

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo:

“Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó:

“Voy a curarlo”.

Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas

una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo

soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve!, él va; al otro: ¡Ven!’, y viene; a mi criado:

¡Haz esto!’, y lo hace”.

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que

en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de

occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos. En cambio, a los

herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación”.

Jesús le dijo al oficial romano: “Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído”. Y

en aquel momento se curó el criado.

Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Entonces la

tomó de la mano y desapareció la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirles.

Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra

y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: Él hizo suyas nuestras

debilidades y cargó con nuestros dolores.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

291

Señor Jesús: es conmovedora la actitud del oficial romano cuando acude a ti para pedirte

la curación de su criado. Se ve que lo estimaba mucho. No queda claro cuánto tiempo llevaba

paralítico ese criado, pero en ese estado poco podría servir a su señor. Lo que sí queda claro es

que el oficial romano tenía mucha fe. Era un pagano, y reconocía que la ley judía prohibía que tú

entraras en su casa. Así que iba preparado a verte con su sola fe. Sabía de tu fama de hacer

milagros “con una sola palabra”: tanto curar enfermos, como expulsar demonios.

Con la suegra de Pedro parecería que no hay diálogo, que no hacía falta cruzar palabras,

sólo miradas. Pero, ¿qué le habrás dicho, Señor, que, al curarse, lo primero que quiso hacer fue

servirte?

Así me sucedió a mí también cuando me ordené sacerdote. Llegaste a mi casa, a mi vida,

me tomaste de la mano, me dijiste que me amas, que mi fe me ha sanado, y que quieres que yo

sea testigo de tu amor y de tu misericordia, levantándome para servirte.

Ya no quiero pensar en mí, quiero pensar siempre en ti. Servirte y mostrarle la verdad al

mundo, para que los que no son del mundo, pero viven en medio del mundo y han perdido su

libertad esclavizándose al mundo, sean liberados por la verdad. Tú eres la verdad.

Yo quiero tener la fe del oficial romano, para servirte con mi silencio, meditando en mi

corazón tu palabra, que es viva y eficaz, que es más cortante que la espada y penetra hasta el alma

y el espíritu, hasta las articulaciones y médulas, y discierne los sentimientos y pensamientos del

corazón.

Te entrego mi libertad, para servirte, permaneciendo a tus pies, orando, amando,

adorando.

Te quiero servir predicando, porque lo que me has dado es tu palabra, que abre y enciende

los corazones.

Te quiero servir calmando tu sed con las almas, permaneciendo en la unión indisoluble de

tu amor.

Te quiero servir anunciando la Buena Nueva del Reino de los Cielos.

Te quiero servir siendo compasivo y misericordioso, como tú, rogando al Padre para que

envíe más obreros a su mies. Porque la mies es mucha y los obreros pocos.

Te quiero servir enseñando el orden a otros, para que logren la unidad de vida, porque son

cuerpo y son espíritu, y son una sola cosa. Es importante cuidar el orden en lo espiritual y en lo

humano.

Te quiero servir haciendo mías las debilidades de los hombres, obrando con misericordia

obras corporales y obras espirituales.

Te quiero servir viviendo de acuerdo a las exigencias del Espíritu, sin egoísmo.

Te quiero servir en el orden natural y en el orden sobrenatural, en lo ordinario y en lo

extraordinario.

Te quiero servir en el orden correcto: primero amando a Dios por sobre todas las cosas y

al prójimo como a mí mismo, obedeciendo a Dios antes que a los hombres. Y enseñando que

quien ama a Dios debe amar también a su hermano, porque quien no ama a su hermano a quien

ve, no puede amar a Dios a quien no ve.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

292

Te quiero servir, ayudado de la compañía de tu Madre, para que agrade en todo al Padre, y

sea digno de recibirte en mi casa. Para que entres, y te quedes, y cenes conmigo, y yo contigo.

+++

Madre mía: son muchos los trabajos que me pide tu Hijo. Yo a ti te pido uno de tus

tesoros, para poder servirlo: el orden.

Orden para hacer todas las cosas, para construir, para servir, para trabajar, para vivir las

virtudes, para dirigir, para cumplir las exigencias de mi vocación, para hacer la voluntad de Dios,

cumpliendo los mandamientos de la ley, para permanecer en Él, como Él permanece en mí.

Tu Hijo me ha hecho digno hijo del Padre, en orden a la filiación divina, para que sea uno

en Él, como el Padre y Él son uno.

Ayúdame a mantener el orden, que fomenta el respeto y la dignidad de cada uno.

+++

PARA MEDITAR – LEVANTARSE PARA SERVIR

«Él hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores».

Eso dicen las Escrituras.

Y se refieren al Hijo de Dios hecho hombre, que se hizo igual a ti, sacerdote, y que fue

probado en todo igual que tú, menos en el pecado, para padecer y compadecer los

sufrimientos del hombre pecador, indigno y miserable, y derramar sobre ti su misericordia, a

través de su sangre derramada en la cruz, para perdonarte, para lavarte, para purificarte, y

darte la dignidad de Cristo, en su humanidad, y en su divinidad, para que, por Él, con Él, y en

Él, tengas vida eterna.

Tu Señor ha venido a tu encuentro, sacerdote, te ha buscado, te ha llamado por tu

nombre, te ha elegido, te ha encontrado, te ha sanado, porque ha visto una fe muy grande en ti,

cuando lo has dejado todo para seguirlo.

Tu Señor te ha dado un tesoro, sacerdote, pero lo llevas en vasija de barro. Él protege el

tesoro y cuida el barro. Aun así, has caído, pero por la gracia de Dios te has arrepentido. Él te

ha dado su mano y te ha sanado.

Ante la misericordia de su Señor, un alma agradecida se levanta y se pone a servirlo,

sin desear nada más que llevar la misericordia de su Señor a los demás, con la alegría de saberse

elegida, tocada, sanada, transformada, amada.

Y tú, sacerdote, ¿tienes el alma agradecida? ¿Reconoces la misericordia que tu Señor ha

tenido contigo? ¿Te has levantado para servirlo? ¿Lo escuchas, y correspondes cuando Él no

te llama siervo, te llama amigo? ¿Continúas su misión en la tierra, haciendo lo que te ha pedido?

¿Padeces y compadeces con Él, como Él lo hace contigo?

¿Confías en tu Señor, en su poder y en su amor, y manifiestas al mundo tu

agradecimiento, poniendo tu fe en obras?, ¿soportas con paciencia las calumnias, las injurias,

las persecuciones, las heridas causadas por los errores de los demás, cargando en tu cruz sus

debilidades y sus dolores, pidiendo perdón y perdonando porque no saben lo que hacen?

Abre tu corazón al amor de tu Señor, sacerdote, déjate encontrar, déjate sanar,

levántate y sírvelo, aunque el mundo te tenga por despreciado, azotado, herido de Dios,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

293

humillado, sigue caminando, cargando tu cruz de cada día con alegría, sabiendo que en tu

debilidad está la fortaleza del Pastor que te guía, que te conduce, que te cuida y que te lleva

hacia fuentes tranquilas para hacerte descansar y reparar tus fuerzas.

Tu Señor ya ha cargado toda culpa de todo pecado, has sido sanado, has sido

salvado, te ha tomado de la mano y te ha levantado, porque tú has creído. Ahora sírvelo,

poniendo tu fe en obras, poniendo orden en tu vida y en tu alma agradecida, haciendo lo

que Él te diga, entregando tu vida y tu corazón en tu apostolado, correspondiendo a la

verdad que Él te ha revelado, con el amor y el fervor de los santos.

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CONSAGRADOS ANTES DE NACER – PROFETA DE LAS NACIONES

DOMINGO DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El que no toma su cruz, no es digno de mí. Quien los recibe a ustedes me recibe a mí.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 37-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El que ama a su padre o a su madre más que

a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que

no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí.

El que salve su vida la perderá y el que la pierda por mí, la salvará. Quien los recibe a

ustedes me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a

un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser

discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando hablas a tus discípulos te pones exigente, porque pides todo. Hablas

de tomar la cruz de cada día, para ser digno de ti. Y de perder la vida por ti, para salvarla. Pero

también dices que habrá recompensa para el que nos reciba, porque recibir a un enviado tuyo es

lo mismo que recibirte a ti. No nos dejas nunca. Sólo pides que seamos dignos de ti, que te

representemos bien, con nuestra entrega diaria.

Señor, yo quiero obedecer, transmitir tu palabra y hacer cuanto me digas, porque soy tuyo.

Te he entregado mi voluntad, porque te amo. Te he dicho sí, escogiendo la mejor parte, confiando

en que no me será quitada.

Igual que a los profetas, me has elegido de entre las naciones, para que lleve tu palabra al

mundo entero, para confirmarlos en la fe. Y, si soy fiel, me darás la corona de gloria. También

como ellos, antes de haberme formado en el vientre materno ya me conocías, y antes de que

naciera ya me tenías consagrado, para anunciar la verdad, y los que me escuchen, escuchen tu

voz, para que el que quiera ir en pos de ti renuncie al mundo, tome su cruz y te siga.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

294

Tú quieres sacerdotes para siempre, desde el día de su ordenación hasta su muerte.

Sacerdotes de tiempo completo, que crean en ti, que por su fe se arrepientan de sus

pecados y regresen a ti, para que sean reconciliados y vueltos a la amistad contigo.

Sacerdotes que vuelvan al amor primero, y vivan con alegría la misión para la cual fueron

llamados.

Sacerdotes que se ciñan en la obediencia al servicio de las necesidades de la Santa Iglesia.

Sacerdotes santos para la eternidad.

Sacerdotes que, con su ejemplo, con su debilidad y tu fortaleza, conquisten y ganen todas

las batallas.

Sacerdotes llenos del Espíritu Santo, que promuevan y consigan la unidad de tu pueblo.

Pero tus sacerdotes tenemos sed, y necesitamos que sea tu pueblo el que nos conduzca el

agua de tu misericordia para calmar esa sed, con oraciones, sacrificios y entrega de vida. Tú eres

la fuente del manantial de la vida.

Que esa entrega de tu pueblo nos ayude para que te conozcamos bien, para que creamos

más en ti, y que te amemos y nos dejemos amar.

Que nos acerquemos con el corazón arrepentido y humillado, para que nos des tu perdón y

tu paz.

Que te encontremos en cada uno, y que vivamos en ti, como tú vives en nosotros.

Que seamos fieles a las promesas que te hicimos, y que las renovemos.

Que vivamos la fe, la esperanza y la caridad, sabiendo que de estas tres la caridad es la

más grande. Sabemos que, aunque tengamos el don de profecía, y conozcamos toda la ciencia,

aunque tengamos fe para trasladar montañas, si no tenemos amor, nada somos.

Que nos humillemos ante ti, y que la cruz de cada día nos recuerde nuestra debilidad y

necesidad de ti.

Que llevemos esa cruz con dignidad, para que no olvidemos que somos sacerdotes

también en medio del mundo, y no sólo en el altar.

Que creamos que hemos sido llamados para servir a la Iglesia, para traer a las almas a la

fe.

Que estemos preparados, poniendo las lámparas sobre la mesa, y permanezcamos en vela.

No sea que cuando vengas nos encuentres dormidos.

Que permanezcamos en oración, recibiendo y entregando tu misericordia.

Que perdonemos mucho, que instruyamos y que seamos verdaderos pastores.

+++

Madre mía: yo te pido otro tesoro de tu corazón: la obediencia.

Enséñame a obedecer la ley de Dios y no la de los hombres, la ley del amor y no la del

mundo, como fruto de la fe.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

295

Tu Hijo fue sometido a la obediencia, y aprendió la obediencia, y llegado a la perfección

se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Yo quiero tener el mismo sentir de Cristo, un mismo amor, un mismo ánimo, para que mi

alegría sea colmada

Sé que debo considerar con humildad a los demás, como mis superiores, buscando no mi

propio interés, sino el de los demás, teniendo los mismos sentimientos de Cristo, que siendo de

condición divina se anonadó a sí mismo tomando la condición de esclavo, haciéndose hombre,

rebajándose a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz.

Admiro y aprendo de tu obediencia como hija del Padre, para permanecer al pie de la

cruz, compartiendo la cruz, el dolor y el amor.

Admiro y aprendo de tu obediencia para permanecer en la fidelidad y la esperanza en los

días obscuros, trayendo al mundo la luz que brilla en tu vientre, en la alegría de la resurrección.

+++

PARA MEDITAR – PROFETA DE LAS NACIONES

«El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta. El que

reciba a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo».

Eso dice Jesús.

Desde antes de nacer Él ya te conocía, y te tenía consagrado, profeta de las naciones te

constituyó, para que seas como Él: sacerdote, profeta y rey.

Tu Señor te ha llamado, te ha elegido de entre el mundo, porque tú no eres del mundo.

No digas soy un muchacho, porque donde quiera que Él te envíe tú irás, y lo que Él te

mande dirás. Pero Él te dice: no les tengas miedo, estoy aquí para salvarte.

Él ha puesto sus palabras en tu boca, sacerdote, y te da autoridad sobre las gentes y

sobre los reinos, para destruir y para derrocar, para reconstruir y para plantar.

Tu Señor te manda a predicar su palabra, pero también a cumplirla, para que no sólo

seas profeta, sino que también seas justo, para que no sólo seas sacerdote, sino que seas un

sacerdote santo, para que no sólo seas rey, sino que seas Cristo, como Él.

Y tú, sacerdote, ¿eres misionero? ¿Llevas, como profeta, la palabra de tu Señor al mundo

entero? ¿Anuncias la buena nueva predicando el Evangelio? ¿Te esfuerzas por conocer la

verdad y enseñar al mundo esa verdad?

Tu Señor te ha dicho, sacerdote, que el que te reciba, y el que te dé de beber aunque sea

un vaso de agua fresca sólo por ser su discípulo, no quedará sin recompensa. Y tú, ¿les das esa

oportunidad? ¿O te quedas sentado y resignado en medio de tu comodidad?

Un profeta camina por delante anunciando al que viene detrás. Y tú has sido llamado,

elegido y enviado, para anunciar que el Reino de los Cielos ha llegado, y verán al Hijo del

Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria, pero nadie sabe ni el día ni la

hora, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.

Por tanto, permanece, sacerdote, como un siervo fiel y prudente, en vela y con la

lámpara encendida de noche y de día, como el Buen Pastor que protege a su rebaño, lo cuida,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

296

y lo guía. Pero que reconoce con humildad que él también tiene necesidad de comer, de beber y

de descansar, que sufre las miserias y la debilidad de su humanidad y de sus pocas fuerzas.

Acepta la ayuda del pueblo santo de Dios, recibe con humildad su generosidad, y la

misericordia de tu Señor, que a través de ellos te quiere dar, para reparar tus fuerzas. Pero ama a

tu Señor por sobre todas las cosas, déjate acompañar por su Madre, toma tu cruz de cada

día con alegría, y síguelo, para que seas digno de Él, y de llevar a su pueblo la vida.

Permanece en el amor de tu Señor, sacerdote, predicando su palabra, llevando la luz al

mundo, rectificando los caminos del Señor, invitando a la conversión, para que cuando Él

venga encuentre fe sobre la tierra.

Permanece en el amor de tu Señor, sacerdote, escuchando su voz y poniéndola en

práctica, aplicándola a tu vida, haciendo todo lo que Él te diga, sirviendo a la Iglesia como la

Iglesia quiere ser servida.

Tú eres sacerdote para siempre, eres Cristo que pasa, profeta de las naciones,

apóstol, discípulo, guerrero incansable, el justo que pierde su vida por su Señor para

encontrarla. Tú eres un hombre de Dios, y por tus frutos te conocerán.

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CREER SIN HABER VISTO – QUERER CREER

FIESTA DE SANTO TOMÁS, APÓSTOL

¡Señor mío y Dios mío!

+ Del santo Evangelio según san Juan: 20, 24-29

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino

Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en

sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi

mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con

ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le

dijo a Tomás: “Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano; métela en mi costado y

no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “¡Señor mío y Dios mío!” Jesús añadió: “Tú

crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: yo entiendo bien a Tomás. Lo que había sucedido los días anteriores era

demasiado fuerte y, no sólo por su sufrimiento interior, sino también quizá por su carácter, no le

resultaba fácil creer a los demás discípulos, por más que le aseguraran que te habían visto y

tocado. Le aseguraron que vieron tus llagas, con las que mostraste que era el mismo cuerpo que

estuvo en la cruz. Pero no quería creerlo. Tenía que comprobarlo personalmente. Fueron ocho

días los que tuvo que esperar para verte. Habrán sido días muy largos para él, pero necesarios

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

297

para fortalecer su fe. Los discípulos seguían tratando de convencerlo, pero él insistía en verte y

tocar tus llagas. Me imagino las lágrimas de Tomás. Muchas lágrimas. Y mucha oración,

pidiendo a Dios que lo librara de su angustia. Él pidiendo, y tú esperando que se fortaleciera su

fe. Y llegó el día, y él tocó al hombre y confesó a Dios: recuperó la fe.

Señor, tú sigues también esperando que quiera creer, porque la fe tú me la has dado. Me

pides que no me distraiga con las dificultades que se pueden presentar en mi camino, con las

tribulaciones que me hacen dudar. Me mandas no dudar, sino creer.

Tú siempre esperas, y me recuerdas que son dichosos los que creen sin haber visto. Y

luego sucede que cuando uno cree, entonces “ve”, y surge en el alma el deseo de dar testimonio

de tu verdad, con la vida y con la palabra, con la fe puesta en obra.

Un día preguntaste a tus apóstoles: “¿quién dicen ustedes que soy Yo?”. La respuesta la

dio Pedro: “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. También dijiste que el que escucha la palabra

de Dios y la pone en práctica, ese es tu madre y tus hermanos.

Escuchar tu palabra y ponerla en práctica implica creer. Es la obediencia de la fe: me

pides creer y me das la gracia para hacerlo. Tú eres la Palabra, de modo que también eres mi

padre, mi madre, mi hermano y mi hermana. Y nadie ha dudado del vientre del que ha nacido.

Nadie ha pedido pruebas para creer en el padre y en la madre que nos han dado la vida. Esa duda

sería una gran ofensa. Por eso te dolería si no creo en ti, porque sería dudar de tu gracia.

Tú llamas dichosos a los que creen sin haber visto, porque al creer abres sus ojos para ver,

y sus oídos para oír. Te veremos, Señor, cuando estemos en tu presencia, y el que haya creído

será dichoso, porque por su fe será salvado, pero el que no haya creído entonces creerá, porque te

verá, y meterá sus dedos en tus llagas y su mano en tu costado, y será la culpa y la vergüenza de

no haber creído un rechinar de dientes, cuando los niegues ante tu Padre, por haberte negado ante

los hombres.

Jesús, tú eres el camino, la verdad y la vida.

Yo quiero seguirte y caminar contigo, para conocer la verdad que me llevará a la vida

eterna.

Yo te digo que te amo. Pero, para amarte, debo primero creer en ti.

Yo quiero creer en ti. Pero, para creer, antes debo conocerte. Entonces debo querer

conocerte.

Yo quiero conocerte, quiero creer en ti, quiero amarte. Tú eres el amor. Dame la fe que

me falta.

Nosotros, tus apóstoles, ya te hemos conocido, hemos creído, te hemos amado, hemos

caminado en la verdad. Y, aun así, a veces nos alejamos, preferimos vivir en la mentira, y no

vemos tu corazón sufriente y lastimado.

Pero cuando vemos nuestra propia soledad, nuestra tristeza, nuestra amargura, nuestra

traición y nuestro pecado… entonces ahí lo vemos.

+++

Madre mía: ya sé que muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Porque son

pocos los que escuchan, y son pocos los que creen. Y, entre esos, son pocos los dispuestos a

entregarse, a comprometerse, a dar la vida.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

298

Ayúdanos a verte, tómanos de la mano y condúcenos.

Préstanos tus ojos para ver, y tus oídos para oír.

Únenos a tu corazón y enséñanos a amar, para que nos entregues a tu Hijo. Eso te aliviará,

porque tanto te duele el Hijo que renuncia y despide al que no lo ha amado y lo ha negado, como

el hijo que se pierde por no haber creído, por no haber amado. Te pido que intercedas tú,

omnipotencia suplicante, para que aumente nuestra fe. Que creamos, que conozcamos a tu Hijo,

que amemos a tu Hijo, para que nos entreguemos totalmente a Él y seamos la alegría de tu

corazón unido al suyo.

+++

PARA MEDITAR – QUERER CREER

«No sigas dudando, sino cree».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, su discípulo, su apóstol, su siervo, su hermano, su amigo.

Tu Señor, siendo de condición divina, asumió la condición humana para hacerse hombre

como tú, sacerdote, y fue engendrado de forma sobrenatural, y nació de vientre virgen,

inmaculado, de forma sobrenatural, pero habitó entre los hombres de manera natural, viviendo

una vida ordinaria en medio del mundo, pero manteniendo en todo momento la visión

sobrenatural, con la que superó todas las pruebas con que fue probado, en todo igual que tú,

menos en el pecado, con la que soportó las persecuciones, las calumnias, las injurias, la

traición y su pasión, entregando su vida Él mismo en la crucifixión, llevando a su paraíso al

ladrón arrepentido, tan sólo porque él creyó. Y pidiendo perdón por los pecados de los

hombres, que no saben lo que hacen, entregó su espíritu en las manos de su Padre, y expiró.

Tu Señor dio la vida por ti, sacerdote, y después resucitó, destruyendo la muerte para

darte vida, conservando las llagas de sus pies, de sus manos y de su costado, para que creas en

Él, porque todo el que crea en Él tendrá vida eterna.

Tu Señor subió al cielo para sentarse a la derecha de su Padre, y para enviarte al

Espíritu Santo que te recuerde todas las cosas, para que creas en Él, para que quieras creer, y

también te dio el poder de bajar el pan vivo del cielo, para quedarse contigo, para que te

alimentes de Él, para que lo eleves en el altar con tal devoción y adoración, convencido de que

Él es el Hijo de Dios, en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, en presencia viva, real, y

substancial, que por tu fe otros crean.

Dichosos los que creen sin haber visto. Y tú, sacerdote, ¿crees? ¿Contemplas al mismo

Dios, por quien todo ha sido creado, entre tus manos?, ¿o metes tu dedo en sus llagas y tu

mano en su costado, abriendo sus heridas con tu incredulidad, cada vez que celebras la Santa

Misa, porque te falta fe? ¿Crees que hay un solo Dios? Pues haces bien, porque hasta los

demonios creen y tiemblan.

Acércate, sacerdote, a la amistad de tu Señor. Recurre a la oración, y con el corazón

contrito y humillado pide perdón. No pidas señales, sólo pídele que aumente tu fe, que te dé

visión sobrenatural, para que no seas incrédulo, sino creyente.

Tu Señor vive en ti, sacerdote, Él es la vida. Anuncia la Buena Nueva al mundo. Es Él

quien te envía, y te da su paz para que la lleves a los demás.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

299

Y te da su palabra para que la cumplas, para que la enseñes, para que el mundo crea.

Y te da su gracia, y te da su poder, y te da su alegría, para que lleves tu cruz de cada

día.

Y te llama para que vayas a Él, y descanses en Él, porque su yugo es suave y su carga

ligera.

Tu Señor es tu Dios, tu amo, tu maestro, tu hermano, pero te ha llamado amigo, porque

tú has creído, y todo lo que su Padre le ha dicho te lo ha dado a conocer, para que muestres al

mundo, con tus obras, tu fe.

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, que es como espada de dos filos, y penetra

hasta lo más profundo de tu corazón. No hay criatura invisible para ella, todo está desnudo

y patente a los ojos de Aquél a quien has de dar cuenta. La palabra de Dios está viva, no

sigas dudando, sacerdote, sino cree.

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EL CANSANCIO DE JESÚS – CONFIAR EN DIOS

MARTES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Dio una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 23-27

En aquel tiempo, Jesús subió a una barca junto con sus discípulos. De pronto se levantó en

el mar una tempestad tan fuerte, que las olas cubrían la barca; pero Él estaba dormido. Los

discípulos lo despertaron, diciéndole: “Señor, ¡sálvanos, que perecemos!”

Él les respondió: “¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?” Entonces se levantó, dio

una orden terminante a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Y aquellos hombres,

maravillados, decían: “¿Quién es éste, a quien hasta los vientos y el mar obedecen?”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: lo más sorprendente de esa escena del Evangelio de hoy es que estuvieras

dormido en medio de la tormenta. No me sorprende que el viento y el mar te obedezcan, porque

eres Dios, y te obedecen tus creaturas. Pero eres hombre también, y es difícil conciliar el sueño

en medio de la tormenta. No usaste tu poder divino para eso, sino que realmente estabas muy

cansado. Es decir, tu naturaleza humana es tan real, que te cansas verdaderamente, y lloras, y

tienes hambre y sed, y sufres, y sientes el dolor. Pero, sobre todo, nos amas con tu corazón de

hombre.

Es una pena que los hombres no reflexionemos suficientemente sobre ese amor tuyo. Yo

estoy seguro de que guardas en tu corazón infinitos tesoros de amor que, si yo supiera…

Si yo supiera cuánto me amas, lloraría de alegría.

Si yo supiera lo que has sufrido por mí, lloraría de dolor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

300

Si yo supiera lo que has hecho por mí, no bastaría mi vida para agradecerte.

Si yo supiera que has dado tu vida, hasta la muerte, sólo para protegerme a mí, para

salvarme.

Si yo supiera que has descendido hasta los infiernos, anunciando el triunfo de mi alma y

tus deseos de tenerme.

Me lo has dado todo, hasta tu Madre, hasta la vida eterna en la gloria de tu Padre, quien

me ha hecho hijo.

Si yo supiera cuanto sufre tu corazón por mí las heridas que te causa la idolatría de mi

individualismo, encerrado en mi egoísmo.

Tú ya hiciste todo por mí. Lo has entregado todo para mí. Y sigues haciendo, y sigues

entregando, y sigues sufriendo por mí.

¿Por qué, si el amor es para dar, me amo sólo a mí?

Jesús, yo debo ser hermano, Pastor y Cordero. Soy sacerdote elegido, amigo tuyo.

Debo regresar al amor primero, y amarte a ti primero.

Porque el que dice amarte, y no te compadece, no te ama en verdad.

El que dice seguirte, y no lo deja todo, no te sigue en verdad.

El que dice serte fiel, y te traiciona, no merece llamarse tu amigo.

Sin embargo, me sigues llamando amigo, y me esperas, y me reconcilias contigo. Porque

las heridas causadas a tu corazón, por los pecados, duelen. Pero te duele más no tenerme, y no

compartir conmigo tu eternidad.

Yo quiero vivir la misericordia compadeciendo a tu Sagrado Corazón, y actuar reparando

las heridas que han causado las miserias de mi amor.

Quiero amar al prójimo como he demostrado amarme a mí mismo. Pero debo amar

primero a Dios, por sobre todas las cosas.

Quiero abrir mis ojos, para examinar mi conciencia, abrir mi corazón, y encontrarte ahí,

hablar contigo, y no permitir que la soledad que yo mismo he buscado me aleje de ti.

No debo tener miedo, ya que tú estás conmigo todos los días de mi vida, aunque pareciera

que alguna vez estás “dormido”.

Si yo supiera que tan solo quieres amarme y que te ame, entendería entonces lo que vale

mi vida. Lo que importa morir a mis pasiones, para vivir contigo. Lo que vale mi pureza, lo que

importa mi amistad, y el valor de mi entrega en el altar contigo.

Lo que sí sé es que tú sólo quieres ser mi amigo.

+++

Madre mía: sé que son muchos los que están en el camino de la perdición. Pero eres

Madre y nos quieres a todos.

Yo siento en mi conciencia el deber, como sacerdote, de acompañarte a buscar a los que

han abandonado a tu Hijo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

301

Tómanos de tu mano, para que no tengamos miedo y encontremos el camino seguro que

lleva a la vida.

Haznos llegar la Palabra de tu Hijo, que es misericordia, para que creamos en Él, y en que

Él ha venido a salvarnos. Para que los que tienen ojos vean y los que tienen oídos oigan. Para que

nos demos cuenta de que sólo somos unos desgraciados, pobres, desnudos y ciegos, pero dignos

de compasión y de misericordia, porque somos hijos de Dios.

Ayúdanos, para que nosotros, los sacerdotes, que con nuestras manos traemos la presencia

de Cristo al mundo, en cada Eucaristía, nos demos cuenta de eso, y lo encontremos resucitado,

vivo y real, en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad.

Madre, yo te pido el tesoro del santo temor de Dios, para que llegue tu obra de amor y

misericordia a cada alma de cada uno de nosotros. Para que no tengamos miedo, antes bien, que

tengamos tanto amor que temamos con toda nuestra alma ofender a tu Hijo, y perder su amistad.

Que con ese santo temor deseemos agradar en todo a Dios, y abandonarnos en sus manos,

para amarlo, alabarlo y adorarlo, para que abra nuestros corazones, a fin de recibir el amor y la

misericordia de Dios, reconociendo con humildad nuestra pequeñez, ante la grandeza de Dios,

nuestra miseria y necesidad, ante la omnipotencia y la bondad del que es Dios y es Padre, y es

Hijo y es Espíritu Santo.

Yo te pido la fe, para mí y para todos, para que creamos y confiemos en tu Hijo, que, por

no hacerlo, ha sido ya muy ofendido.

Quiero construir contigo, con el santo temor de Dios, demostrando mi fe, confiando en tu

Hijo, y acompañándote a servirlo, mientras Él descansa.

+++

PARA MEDITAR – CONFIAR EN DIOS

«¿Porqué tienen miedo, hombres de poca fe?»

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, y te reprende, porque Él ha manifestado su poder, y tú has

visto su misericordia, y sus obras. Has sentido su amor, has escuchado su voz, has dejado todo,

y lo has seguido. Pero, si tienes miedo, es porque aún no has creído.

El que tiene a Dios nada le falta, sólo Dios basta.

Y tú, sacerdote, ¿a quién tienes en tu vida? ¿Quién vive en ti? ¿Quién es la causa de tu

alegría?, ¿o es que vives sometido al miedo, y a la amargura de la obscuridad en la que has

sumergido tu alma, que no encuentra sosiego, porque tú estás ciego y no puedes ver la verdad?

Tu Señor te ha dado todo, hasta su vida, para que tú vivas. Te ha dado la fe, te ha dado

la esperanza, te dado el amor, y te ha dado la paz para que encuentre descanso tu alma, y Él

pueda descansar en ti.

Tu Señor te ha dado la barca, para que navegues con seguridad, protegido del enemigo

y de todo mal. Él te asegura que, ante la tempestad, los vientos fuertes, las olas grandes, y las

tormentas, no se hundirá, porque Él mismo la ha construido sobre roca firme, Él es la piedra

angular, y el mal no prevalecerá sobre ella.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

302

Permanece dentro, sacerdote, permanece a salvo, permanece unido, en la seguridad del

nido, en el silencio interior, que se logra en la profunda oración, alejado del ruido del mundo,

porque es ahí en donde descansa tu Señor, que tantas veces ha querido reunir a sus hijos,

como una gallina reúne a sus polluelos bajo sus alas, para cuidarlos, para protegerlos, para

alimentarlos, para fortalecerlos, para enseñarlos, para hacerlos crecer en estatura, en

sabiduría y en gracia, ante Dios y ante los hombres.

Confía en tu Señor, sacerdote, decide creer, quiere creer, y cree.

Tú tienes la fe que te ha sido dada, pero está mal alimentada, está frágil y debilitada.

Fortalece, sacerdote, tu fe, acudiendo a los sacramentos y a la oración, y al refugio de los

brazos de tu Madre, que es Madre de tu Señor.

Aprende de Él, escucha su palabra y haz lo que Él te diga. Obedece a tu Señor,

sacerdote, y tu conciencia estará tranquila. Entonces podrás dormir como un bebé, abrigado,

arrullado, protegido, confiado en el regazo de su Madre, bajo la sombra de la divina providencia

de su Padre.

Confía, sacerdote, en el Dios que representas ante el mundo, y en su poder. Cree en

Él y obedécele como le obedecen los vientos y el mar. Permanece en su amor y en su

amistad, y ante la amenaza del mundo que es como un mar obscuro y profundo, mantén la

serenidad, no tengas miedo, tu Señor está contigo todos los días, hasta el fin del mundo.

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EXPULSAR A LOS DEMONIOS – EL PODER QUE NOS DA CRISTO

MIÉRCOLES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 28-34

En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los

gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan

feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús:

“¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes

del tiempo señalado?”

No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios

le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. Él les

respondió: “Está bien”.

Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara

se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.

Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos

acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al

encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.

Palabra del Señor.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

303

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR

DE MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la versión de los otros evangelistas sobre este pasaje menciona con detalle la

gran fuerza de esos endemoniados feroces, y su nombre de “Legión”, porque eran muchos. La

numerosa piara de los cerdos que se ahogaron confirma también el gran daño que puede producir

una posesión diabólica en los hombres. Pero la expulsión de esos demonios y la recuperación

total de quien estaba poseído confirma que tú tienes todo el poder para arrojarlos y otorgar la

gracia necesaria para la conversión de los hombres.

Y yo sé, Señor, que a mí, tu sacerdote, me has dado ese poder para expulsar demonios y

para sanar enfermos. Me los diste aquel día que me enviaste a todo el mundo para predicar el

Evangelio, pidiéndome que fuera con confianza y determinación a anunciar que el Reino de los

cielos ya está cerca.

Me pides también que sea piadoso, como tu Padre es piadoso.

Que sea misericordioso, como tu Padre es misericordioso. Porque la misericordia, que por

tu pasión y muerte ha derramado el Padre, llegará hasta donde yo la lleve, con mis pies, con mis

manos, y con tu palabra.

Que sea santo, como tu Padre, que está en los cielos, es santo.

Me aseguras que, por las llagas de tus pies, mis pies han sido lavados, y por las llagas de

tus manos, mis manos han sido purificadas.

Me pides que me mantengan en gracia, que mantenga la pureza de las manos que

convierten el pan en tu carne y el vino en tu sangre, que bendicen y absuelven, que sanan y

expulsan demonios.

Me aseguras que, por mi sacrificio, unido al tuyo, será la conversión, y la redención, y la

salvación.

Sé que no debo alegrarme por el poder y la gloria que pueda recibir en la tierra, sino

porque mi nombre esté inscrito en el cielo, para la gloria de Dios.

Te pido, Jesús, que, aunque la enfermedad me rodee y los demonios me persigan, no dejes

de protegerme.

Ayúdame a expulsar a los demonios y liberar a tu pueblo.

Quiero ser un hombre de fe. Sé que, si tuviera la fe del tamaño de un grano de mostaza, y

dijeran a esa montaña muévete, la montaña se movería.

Sé que tu brazo me sostiene, y la protección del manto de tu Madre me guarda.

Quiero ser justo, y cuidar que la balanza esté siempre inclinada hacia el bien. Pero sé

también que no has venido a salvar justos, sino pecadores.

Ayúdame a buscar pecadores y convertirlos al bien. A permanecer en el bien, unido en

oración, ya que la oración fortalece, anima y obtiene.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

304

Confío en que lo que pida en la oración me será concedido, si lo pido sabiendo que me ha

sido ya concedido, por tu amor.

Quiero amar con tu amor. Ayúdame a ser el primero en servir, y poder así ser el último.

Porque los últimos serán los primeros.

Que tus ángeles y arcángeles me protejan en la batalla. Que no tenga miedo, ya que tú

estarás conmigo todos los días, hasta el fin del mundo.

+++

Madre mía: tú eres la que pisa la cabeza de la serpiente, pero es Cristo quien tiene el

poder, y me hace fuerte.

Te pido que me ayudes a mantener abiertos los ojos del alma, que son más fuertes que los

ojos del mundo. Es el Hijo que llevaste en tu seno el que, con su luz, cega los ojos del mundo,

para abrir a la gracia los ojos de mi alma, y que pueda verlo con su majestad y poder, y que pueda

sentirlo, con su amor y su paz, y que pueda creer en Él, y fortalecerme en Él, y vivir en Él, como

Él vive en mí.

Entonces confío en que tendré el poder de Él para vencer al enemigo, expulsando a los

demonios, y beber su veneno sin que me haga daño, ganando todas las batallas. Porque sobre Él

no tiene ningún poder.

Sé que el alimento del cuerpo y la sangre de Cristo fortalece mi debilidad, y engrandece

mi pequeñez, para que lo que Él ha sembrado en mí, crezca y dé fruto bueno en abundancia.

Es verdad que el hombre ha sido creado para el bien, porque ha sido creado a imagen y

semejanza del que es el Bien. Y el bien hace siempre el bien. Pero el hombre ha sido creado

débil, para que su creador, que es todopoderoso, lo llene y lo fortalezca, y juntos seamos una sola

cosa.

Pero hemos sido creados en libertad, y en esa libertad se nos ha dado la voluntad y el

querer, para que libremente queramos entregar esa voluntad en humildad, reconociendo nuestra

pequeñez y nuestra debilidad, para que el que todo lo puede nos haga crecer, fortaleciendo esa

voluntad con su luz, cegando los ojos del mundo, y develando los ojos del alma.

Sabemos que la fortaleza está en la humildad de reconocernos débiles y frágiles, tentados

y pecadores, necesitados de Dios, pequeños e indignos, pero como hijos agradecidos y entregados

a su bondad y a su misericordia. Pero la soberbia nos domina.

Madre, yo quiero reparar el dolor de tu corazón por todos mis pecados de soberbia. Ya sé

que pisas la cabeza de la serpiente, pero ella ya ha regado su veneno.

Intercede ante Dios para que aumente mi fe y mi humildad, para que sepa reconocerme y

arrepentirme, y tenga el valor de acudir a la reconciliación y a la amistad de Cristo.

+++

PARA MEDITAR – EL PODER QUE NOS DA CRISTO

«¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios?»

Eso le gritan los demonios a Jesús.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

305

Y lo dicen las Escrituras, para que conste que hasta los demonios creen en Él, lo

reconocen y lo obedecen. Y no hay miedo más grande que el que ellos mismos manifiestan tener

a Dios, porque conocen su poder, y saben que ante Él nada pueden hacer.

Y tú, sacerdote, ¿crees en el poder de tu Señor? ¿Estás a su disposición para hacer lo

que te mande?, ¿lo obedeces?, ¿cumples bien con la misión que Él te ha encomendado,

reconociendo y usando bien el poder que Él te ha dado?

Tu Señor te ha enviado a bautizar a su pueblo en el nombre del Padre y del Hijo y del

Espíritu Santo, a predicar su palabra, a expulsar demonios, a perdonar los pecados, y a llevar

su paz a todos los rincones de la tierra, derramando en el mundo su misericordia, a través de tu

fe puesta en obras, impartiendo ese poder en cada sacramento.

Y tú, sacerdote, ¿confiesas en tus obras tu fe? ¿Crees que hay un solo Dios

Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, que es un solo

Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo? ¿Confiesas tu fe, manifestada en

tu sacerdocio ministerial, por el cual Dios te otorga todo el poder, para que lo que ates en la

tierra quede atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quede desatado en el cielo?

¿Confiesas tu fe expulsando demonios, para liberar a las almas que han quedado presas

por el pecado, para rescatarlas de las garras del maligno, y llevarlas de vuelta al abrazo

misericordioso del Padre? ¿O tienes miedo de los demonios, porque no confías en el poder del

Hijo, que te ha otorgado el Padre?

¿Acaso no crees en el poder que tienen tus manos para transformar el pan y el vino en

el cuerpo y en la sangre de Cristo? ¿Acaso no crees en el poder con el que bajas cada día el pan

vivo del cielo? ¿Acaso no crees que si por ese poder puedes tener a Dios, uno y trino, elevado

entre tus manos, y ante quien toda rodilla se dobla en los cielos, en la tierra y en los abismos al

pronunciar su Nombre, no tienes el poder de expulsar a los demonios miserables, que por Él

ya han sido condenados al exilio y a la destrucción, y el pueblo de Dios liberado de esos

demonios y de su esclavitud, por su preciosa sangre derramada en la crucifixión, por su

muerte, y por su resurrección?

Si aún no crees en tu poder, sacerdote, y sientes que se debilita tu fe, y no puedes

permanecer firme ante los demonios, y ante sus tentaciones, y te sientes amenazado y

frustrado porque no puedes creer que a ti también te obedecen, acude a la protección de la

Madre de tu Señor, porque ella lleva al Hijo de Dios en su vientre, y con todo su poder pisa la

cabeza de la serpiente, mientras ella intenta morder su talón, pero a quien no puede hacer

ningún daño.

Ella es la Reina de los Cielos y de la Tierra, ella es Hija del Padre, Esposa del

Espíritu Santo, Madre del hijo de Dios, Madre de la Iglesia, y Madre tuya. Su nombre es

María, ella es el camino seguro por el que siempre se va y se vuelve a Jesús. Los demonios

huyen ante el poder de su nombre y ante el poder de la Cruz.

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FE OPERATIVA – EL PODER DE HACER MILAGROS

JUEVES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

306

La gente glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a

Cafarnaúm, su ciudad. En esto, trajeron a donde Él estaba a un paralítico postrado en una camilla.

Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo. Se te perdonan

tus pecados”.

Al oír esto, algunos escribas pensaron: “Este hombre está blasfemando”. Pero Jesús,

conociendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más

fácil: decir ‘Se te perdonan tus pecados’, o decir ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el

Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, —le dijo entonces al

paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios,

que había dado tanto poder a los hombres.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR

DE MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el evangelista se cuida de dejar por escrito algo que era muy importante en

el relato: tú “viste” la fe de aquellos hombres. Los otros evangelistas mencionan que los que

llevaban la camilla tuvieron que levantar la techumbre del sitio donde estabas, para descolgarla y

colocar al paralítico frente a ti. Tú viste la fe de aquellos hombres, a los que no les importaron los

obstáculos, y los vencieron, en favor de su amigo. No podías dejar de realizar el milagro, como

premio a aquella fe. Y concedes más de lo que te piden: no sólo sanas su cuerpo, sino que

primero sanas su alma.

Lo que vieron todos fue una sanación total del cuerpo de aquel hombre, que tenía la

fuerza, en ese mismo momento, de tomar su camilla y caminar hacia su casa.

Lo que sólo viste tú, Jesús, fue la fe de aquellos hombres.

Tú me hiciste, Señor, pastor de pastores, para apacentar a tus ovejas.

Y yo que cuido, que formo, que dirijo, que construyo, que guío, debo tener fe, demostrar

la fe, vivir la fe, contagiar la fe.

Ayúdame a ser ejemplo, a dar ejemplo. A ser dócil, manso y humilde de corazón.

Te pido que cambies la dureza de mi corazón de piedra, y lo transformes en un corazón de

carne.

Señor, lléname de ti para que me convierta. Quiero buscarte y encontrarte, llamarte y

recibirte, amarte, y dejarme amar por ti.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

307

Quiero, con tu amor, cuidar y formar, dirigir, construir y guiar en la fe, apacentar a tus

ovejas, confirmándolas en la fe: fe en el amado, fe en el amor, fe de enamorado, fe por

convicción, con fidelidad, con confianza, con esperanza, y con amor.

Quiero apacentar a tus ovejas, porque cuando tú, Pastor Sumo y Eterno sacerdote, vengas

a buscarme, ¿qué encontrarás al llegar?, ¿qué cuentas te voy a entregar?

Yo pido el auxilio de mi Madre y su protección, busco su consuelo y amo su Inmaculado

Corazón, para que, cuando tú vengas, no me encuentres dormido.

Ayúdame, Jesús, a conducir bien a mi rebaño, en la unidad, en la perseverancia, en la

alegría, en la fe, en el amor y en la paz.

***

Virgen Inmaculada: enséñame a poner en práctica mi fe en la oración, haciéndola desde

el corazón.

Que tu Corazón Inmaculado sea mi ejemplo y mi guía, con pureza de intención, con

entrega, abandono y confianza.

Que tu compañía sea luz en mi camino, y tu sonrisa mi consuelo.

Que sea la santidad de mis ovejas mi único anhelo, que motive a compartir el celo por la

salvación de las almas, que conquiste, que contagie, que convenza.

Enséñame a orar con fe a Dios Padre, pidiendo compasión, piedad, misericordia,

benevolencia, providencia, con insistencia, entregando la voluntad.

Enséñame a orar con fe a Dios Hijo, con las caricias de pétalos de rosa a su Madre,

meditando su vida, su muerte y su resurrección, rezando el Rosario.

Enséñame a orar con fe a Dios Espíritu Santo, suplicando su presencia, su consuelo, sus

dones, la gracia y el perdón.

Enséñame a orar y amar, para reparar el doloroso y sacratísimo Corazón de Jesús.

Me consagro a Jesús, por medio de tu Inmaculado Corazón, para unir mi corazón al tuyo y

al suyo, para ofrecer mi vida, amor por amor.

Enséñame a ofrecer mi sacrificio, en una entrega hasta que duela, cansancio sin descanso,

amar al extremo, vivir el amor, morir por amor.

Que sea mi entrega ejemplo de un pastor que ama a sus ovejas, y en esa entrega morir al

mundo, para vivir contigo al pie de la cruz, a los pies de Jesús.

Acompáñame en todo momento durante mi vida, y en la hora de mi muerte pisa la cabeza

de la serpiente, para callarla y conseguir un juicio misericordioso.

Condúceme, Madre mía, a los brazos de Jesús, para gozar de la gloria de Dios por toda la

eternidad.

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DE HACER MILAGROS

«¿Qué es más fácil: decir se te perdonan tus pecados, o decir levántate y anda?»

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

308

Eso pregunta Jesús.

Tu Señor te hace una pregunta, sacerdote, y pone a prueba tu fe.

Tu Señor te ha dado el poder de expulsar demonios y de perdonar los pecados de los

hombres, y también te ha dicho que el que crea en Él, hará él también las obras que Él hace, y

aún mayores, porque Él está en el Padre, y el Padre está en Él, y te envía a dar testimonio de

esta verdad, para que el mundo crea por tus obras.

Demuestra tu fe, sacerdote, y haz lo que tu Señor te dice, pidiéndole en su Nombre,

confiando en que Él te dará todo lo que le pides, para que el Padre sea glorificado en el Hijo, a

través de ti y de tu fe puesta en obras.

Confía, sacerdote, en el poder de tu Señor, que Él mismo ha confiado en ti para

conquistar al mundo a través de sus obras y su Palabra, pero si tú, sacerdote, a quien Él ha

llamado “amigo”, no crees en su poder, ¿quién creerá en Él?

Y si tú, sacerdote, a quien Él ha hecho pastor de su rebaño, no crees en tu poder, ¿quién

creerá en ti?

Y si tú no predicas con el ejemplo, haciendo la Palabra de Dios tu propia vida, y no eres

digno de confianza porque no cumples sus mandamientos, ¿quién confiará en ti?, ¿quién

confiará en la Palabra que predicas?,

Tu Señor vive en ti, sacerdote, y si al mundo le falta fe, que crean al menos por tus

obras.

Tu Señor ha obrado milagros para que el mundo crea, y lo sigue haciendo para que conste

que Él está vivo, que habita entre los hombres a través de ti, sacerdote, que obras cada día ante

sus ojos un milagro patente, transformando un trozo de pan y un poco de vino, fruto del trabajo

de los hombres, en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en su alma, en su divinidad, que es don,

alimento, comunión, gratuidad, ofrenda y vida, elevada en el altar: la presencia de Dios en la

Eucaristía.

Y tú, sacerdote, ¿crees en los milagros? ¿Crees en el poder que te ha dado tu Señor, y en

el poder de la intercesión de los santos? ¿Pides, en el nombre de tu Señor, beneficios, dones y

gracias, para su pueblo? ¿Tienes caridad?, ¿tienes compasión?, ¿tienes encendido el corazón de

celo apostólico, que te motiva a hacer las mismas obras que hizo tu Señor? ¿Le permites obrar

por ti, contigo y en ti?, ¿o limitas la gracia por tu incredulidad y tu poca fe?

Recupera la confianza en tu Señor, sacerdote, teniendo visión sobrenatural, caminando

con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo, alimentando tu fe con su palabra, en la

oración, abriendo tu corazón, reconociendo que tú solo no puedes nada, pero que en cada

encuentro tu Señor te fortalece y su gracia te basta.

Decídete, sacerdote, a obedecer a tu Señor, y haz lo que te manda. Pídele en su nombre,

y haz sus obras, confiando en su poder, perdonando los pecados de su pueblo y derramando

sobre él su misericordia.

Cree en ti, sacerdote, y cree en Cristo que vive en ti. Repara su Sagrado Corazón con

tus obras de amor, y confía en que Él te ha dado el poder, la gracia y el don para que no

seas incrédulo, sino creyente.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

309

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QUÉ ES LA MISERICORDIA – CONFIGURADOS CON LA MISERICORDIA

VIERNES DE LA XIII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No son los sanos los que necesitan de médico. Yo quiero misericordia y no sacrificios.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 9-13

En aquel tiempo, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a su mesa de recaudador

de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Después, cuando estaba a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores se

sentaron también a comer con Jesús y sus discípulos. Viendo esto, los fariseos preguntaron a los

discípulos: “¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?” Jesús los oyó y les dijo:

“No son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos. Vayan, pues, y aprendan lo

que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Yo no he venido a llamar a los justos, sino

a los pecadores”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: lo primero que hizo Mateo después de levantarse y seguirte fue invitarte a

su casa a comer, con el fin de compartir con sus amigos su alegría por la llamada recibida; pero,

sobre todo, para compartir tu misericordia. Tu nuevo apóstol reconocía su indignidad, quizá por

haber abusado de su puesto de publicano, pero se convirtió, y quería que tu gracia también

transformara los corazones de aquellos que tenían las mismas miserias. Sabía que la verdadera

paz de su alma sólo la iban a conseguir haciendo lo que él hizo: seguirte.

Porque tú, Señor, a un corazón contrito y humillado no lo desprecias, sino que lo corriges

y lo conviertes, lo perdonas y lo haces tuyo. No por sus sacrificios, sino por tu misericordia. Y lo

justificas por sus obras de misericordia al prójimo, uniéndolo en tu único y eterno sacrificio, para

salvarlo.

Señor, no soy yo quien habla, sino tú eres quien pone las palabras en mi boca, para hablar

y decir todo lo que tú me mandes, a donde tú me envíes, para que te escuchen. Ayúdame a ser

dócil y a no tener miedo, Jesús, porque tú estás siempre conmigo, para salvarme.

Tú me llamas todos los días, y yo me levanto y te sigo, porque las puertas de tu casa están

abiertas para el que quiera venir a ti. Y yo vengo con mi corazón humillado, reconociéndome

débil y pecador, pidiendo misericordia, confiando en que tú, que eres un Dios bueno y

misericordioso, no lo despreciarás.

Protégeme de las doctrinas extrañas, y de las palabras propias de mi boca, porque también

eres un Dios justo, y tu justicia es para los humildes y poderosos, para los sabios y para los

ignorantes, para los ricos y para los pobres, para los justos y para los pecadores, para los que se

humillan y para los soberbios. Pero a los tibios, tú los vomitas de tu boca. Tú das la vida por las

ovejas, pero hay muchas que no son de tu redil; y también a esas las quieres conducir a ti.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

310

Háblame de amor y de misericordia, porque misericordia quieres y no sacrificios. Y yo

quiero aprender de ti qué es y que no es la misericordia, para que no me deje engañar.

Misericordia no es ser permisivo a doctrinas extrañas.

Misericordia no es lo que está fuera de la ley.

Misericordia no es adoptar otra palabra que no sea la tuya; no es renunciar a la verdad y

permitir la mentira; no es sólo ayudar al necesitado y consolar al triste, sino corregir al que se

equivoca.

Misericordia es enseñar la doctrina de la fe católica, apostólica y romana, para que te

escuchen, y sea un solo rebaño con un solo Pastor.

Misericordia no es sólo darle comida al hambriento, sino alimentar su corazón de fe y de

esperanza; no es sólo visitar al enfermo y vestir al desnudo; es vivir la caridad, llevándoles la

salud en la Palabra y el vestido de pureza en el ejemplo.

Misericordia no es sólo enterrar a los muertos, sino orar por los vivos y por los muertos,

pidiendo misericordia para los que están muertos en vida.

Misericordia no es sólo dar de beber al sediento, sino mostrarle el camino al agua viva de

tu manantial, para darle vida.

Misericordia no es sólo perdonar, sino hacer conciencia de lo que hicimos mal, y del daño

causado, para que nos arrepintamos y hagamos el propósito de no volver a pecar.

Misericordia no es sólo acoger al peregrino; se trata de enseñar, de dar consejo, de educar

en la fe.

Misericordia no es sólo tener compasión y piedad; se trata de evangelizar, con la Palabra y

con el ejemplo.

Misericordia se trata de ser misioneros, pero de llevar el Evangelio primero, porque nadie

puede amar lo que no conoce, y nadie se arrepiente de lo que no sabe que hizo mal; y ¿cómo

perdono al que no está arrepentido? ¿Y cómo lo traigo a mi redil, si no conoce el camino? ¿Y

cómo salvo al que no quiere ser salvado?

Señor, ayúdame a llevar tu misericordia con la verdad, a creer con fuerza en el Evangelio,

a confirmar mi fe, a que no me deje engañar por falsas doctrinas, ni corrientes nuevas, a que no

crea en ídolos falsos, sino que crea más y más en ti.

Quiero regresar al amor primero, humillado y arrepentido, para que por tu misericordia

sea renovado, y enviado a construir tu Reino en la verdad y en el amor.

Tu misericordia es infinita, pero sé que hay un juicio final para cada uno, porque eres un

Dios justo.

Señor, dame un corazón fervoroso, porque sé que a los tibios los vomitas de tu boca. Y

que a los que amas, los reprendes y los corriges, para que aumenten su fervor y se arrepientan.

Ayúdame a saber escucharte, porque estás a la puerta y llamas, para que te abra y te deje entrar, y

no te haga esperar.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

311

Madre mía: yo te pido tu auxilio y la misericordia de Dios. Líbrame del acecho del

enemigo que ha sido arrojado al mundo y se le ha concedido hacer la guerra a los santos, y

vencerlos, y se le ha dado el poder sobre los pueblos, para seducir y cegar los ojos de los hombres

que no tienen fe, para que no vean la gloria de Dios.

Ayúdame a permanecer unido a tu Hijo.

Concédeme la paciencia y la fe, para que no tenga miedo, confiando en que donde están

dos o más reunidos, ahí está Él, al que le ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra; el

que me envía a enseñar y a guardar la ley y los mandamientos, para que todos crean en Él y en el

Evangelio; el que es mi fortaleza, y el que está conmigo todos los días hasta el fin del mundo:

Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores.

Confío en ti, acompáñame y llévame por camino seguro.

+++

PARA MEDITAR – CONFIGURADOS CON LA MISERICORDIA

«Yo quiero misericordia, y no sacrificios».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, porque tú te has levantado y lo has seguido.

Todo lo que sabes hacer, de Él lo has aprendido, porque Él es tu Maestro, tu Amo, tu

Señor, y tú eres su discípulo, su siervo, y su amigo.

Tu Señor te ha enviado a llevar su misericordia al mundo entero, a través de tus obras.

Tus sacrificios y holocaustos, Dios no los acepta, sacerdote, porque uno solo es el

sacrificio agradable a sus ojos: el único y eterno sacrificio de tu Señor, su pasión y su muerte

en la crucifixión, con lo que llevó a cabo la obra de la redención, para darle al mundo la vida en

su resurrección.

No hay otro sacrificio que tenga valor, sino tus obras de misericordia, unidas en

ofrenda en el altar a ese mismo y único sacrificio en memorial, que se convierten, con el vino y

con el pan, en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en un solo, excelso y eterno sacrificio, con el

que el Padre es glorificado en el Hijo.

Y tú, sacerdote, ¿has aprendido bien lo que quiere decir: yo quiero misericordia y no

sacrificios? ¿Comprendes bien el significado de estas palabras sagradas? ¿Te esfuerzas por

cumplir lo que tu Señor te manda? ¿Llevas su misericordia derramada en la cruz, a todos los

rincones de la tierra? ¿Entiendes bien que tu ministerio significa: misericordia quiero y no

sacrificios?

Tu Señor te ha llamado, y una sola palabra suya te ha bastado para levantarte, dejarlo todo

y seguirlo, cuando Él te dijo “sígueme”. ¿Acaso significó para ti un sacrificio? ¿O acaso no ardía

tu corazón al escuchar su voz, sabiendo que Él vino a buscarte, no por ser justo, sino por ser

un pecador?

Tu Señor no se equivoca, sacerdote. Él te conoce desde antes de nacer. Él te eligió,

sabiendo que eres indigno y miserable, débil, frágil y pecador. Pero Él por ti se declaró

culpable, y dio su vida para salvarte, para recuperarte, y para enviarte a llevar al mundo su

misericordia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

312

Tu Señor se ha mostrado misericordioso primero contigo, sacerdote, porque nadie

puede dar lo que no tiene, y después te ha enviado llenándote de dones y de poder, para que

puedas hacer todo lo que Él te manda hacer.

Pero no te envía solo, tu Señor te ayuda, te protege, y te fortalece con su presencia y su

palabra, porque sabe que ha puesto un tesoro en vasija de barro, y está contigo para salvarte.

Esfuérzate, sacerdote, en aprender bien de tu Maestro, predicando su Palabra,

impartiendo sus sacramentos, haciendo sus obras de misericordia corporales y espirituales,

viviendo las virtudes con perfección, siendo ejemplo vivo de lo que hace la misericordia de

tu Señor con el alma de un pobre pecador, que ha recibido un inmenso don inmerecido, tan

solo porque lo ha escuchado, se ha levantado y lo ha seguido, no para hacer sacrificios, sino

para ser configurado con la Misericordia misma.

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DESCANSAR CON JESÚS – EL YUGO DE LA PALABRA DE CRISTO

DOMINGO DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Soy manso y humilde de corazón.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,

porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!

Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y

nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré alivio.

Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y

encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: ese agradecimiento al Padre lo haces después de tu reproche a la

incredulidad de algunos que se resistían a tus palabras. Eran los mismos que habían puesto cargas

pesadas sobre la gente sencilla, y el yugo de la ley de Moisés demasiado pesado. Tú viniste a

traer un yugo suave y una carga ligera, porque enseñaste la ley del amor y nos mostraste el

camino, con tu ejemplo de humildad. Y estar contigo, Señor, es un verdadero descanso.

Yo quiero descansar contigo, en medio de tu rebaño de ovejas.

Tú eres el Buen Pastor, y a tus ovejas nada les falta. En verdes praderas las haces reposar.

Las conduces hacia fuentes tranquilas y reparas sus fuerzas. Las guías por el sendero recto, por el

honor de tu nombre. Aunque caminen por valles obscuros nada temen, porque están contigo. Tu

vara y tu cayado les dan seguridad. Preparas una mesa ante ellas, en medio de sus enemigos. Tú

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

313

unges sus cabezas con perfume, y sus copas rebosan. Tu bondad y tu amor las acompañan todos

los días de su vida, y habitarán en casa del Señor eternamente.

Tú eres el Buen Pastor, y conoces a tus ovejas, y ellas te conocen a ti. Así como te conoce

el Padre y tú conoces a tu Padre. Tú das la vida por tus ovejas. Tú reúnes a tus ovejas en un solo

rebaño y con un solo Pastor. Tú eres el Buen Pastor, y das la vida por tus ovejas. Nadie te la

quita, tú la das voluntariamente, para recuperarla de nuevo.

Señor: a veces estoy cansado, agobiado, preocupado y distraído, porque mi carga es

pesada: son las ovejas que no son de tu redil, y también las que sí son de tu redil, pero que se

salen.

Me duele, Señor, pero también me sucede que te quiero seguir, y servir bien a tu Iglesia,

pero llevo la carga de las culpas, los problemas, los pecados, las calumnias, de los sacerdotes que

te son infieles. Y es tanta mi carga y tanto mi cansancio, que cierro mis ojos y mis oídos ante tu

bondad, y ante tu llamado para hacerme descansar. Tú me sientas en tu mesa, y tomas el pan, lo

bendices, lo partes, y me lo das, para que abra mis ojos y te reconozca, y en ti conozca la verdad.

Tú dices: «Vengan a mí todos los que estén cansados y agobiados por la carga y yo los

haré descansar». Y yo quiero ir a ti, cuando estoy cansado y agobiado por la carga, para

descansar en ti. Los sacerdotes somos tus amigos, y descansamos recibiéndote, porque tú

descansas entregando tu amor. Y me gusta pensar que tu Madre descansa entregándote a tus

amigos.

Te agradezco, Jesús, que me hayas llamado amigo. Quiero ser tu morada de descanso. Tu

corazón herido descansa en mí cuando te me das. Porque tú me lo das, y yo lo recibo, para

amarlo, para cuidarlo, para aliviar tus heridas, para repararlo.

Tú me entregas tu amor, yo lo recibo y te amo, y sé que ese es tu descanso.

Tú descansas cuando entregas tu cuerpo y tu sangre, tu alma y tu divinidad, en la

Eucaristía. Y yo, Señor, quiero descansar contigo, porque tu yugo es suave y tu carga ligera.

Ayúdame a ver los mandamientos de la ley de Dios como suave yugo, que conduce por el

buen camino y me mantiene unido a ti.

Que reconozca que el yugo de tu Palabra es suave, porque la obediencia que tú me pides

es en libertad.

Que cumplir los mandamientos y mantener tu Palabra me hace verdaderamente tu

discípulo, y me hace conocer la verdad. Y la verdad me hará libre.

Que reconozca también que la libertad es descanso para el alma.

Que descanso son los sacramentos.

Que descanso es el confesionario y el altar.

Que descanso es la oración.

Que descanso es cumplir la voluntad del Padre.

Que descanso es vivir la santidad.

Que descanso es la unión en la Eucaristía, verdadera comunión.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

314

Yo confío en ti, me abandono en ti, te quiero obedecer y recibir en mi corazón, y que en

mí descanse el amor que no puede contenerse, porque es don: el amor eres tú.

Yo quisiera que encuentres reposo en mí, y le pido al Padre que me dé la disposición y la

gracia para escuchar y comprender tu palabra, y así encontrar la verdad, para creer en ti y

convertirme, para aligerar la carga de mi pecado, arrepintiéndome y pidiendo perdón,

aprendiendo de ti, que eres manso y humilde de corazón, siendo bueno con los demás y

cumpliendo tus mandamientos, llevando a ti a las almas necesitadas, para que les des tu paz, para

que crean en ti, para que les concedas en este mundo la gloria de tu cielo, y en el otro, la vida

eterna de tu resurrección.

+++

Madre mía: yo te pido que me des el tesoro de tu bondad.

Bondad para hacer el bien también a los que hacen mal.

Bondad para transformar el mal en bien.

Bondad para comprender a los demás.

Bondad para ayudar a los necesitados.

Bondad para entregarme por completo a los demás.

Bondad para olvidarme de mí mismo, y pensar en los demás.

Bondad para recibir la carga de los demás, y hacer su carga ligera.

Bondad para construir el Reino de los Cielos en la tierra, con amabilidad, generosidad y

firmeza.

Bondad para comprender que sólo Dios es bueno.

Yo te pido, Madre mía, que me entregues la bondad y el amor, que es tu hijo Jesús, y te

ofrezco, con esa bondad, esforzarme en hacer obras de misericordia, para que Él también pueda

descansar.

+++

PARA MEDITAR – EL YUGO DE LA PALABRA DE CRISTO

«Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré

alivio».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, porque tú no tienes un Sumo Sacerdote que no pueda

compadecerse de tus flaquezas, porque Él ha sido probado en todo, como tú, excepto en el

pecado.

Acércate, sacerdote, a tu Señor, y alcanzarás su misericordia y la gracia de su auxilio.

Acércate con confianza, y pídele que aligere tu carga.

Sométete bajo su yugo y ofrécele tu espalda para llevar su carga, porque su yugo es

suave y su carga ligera.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

315

Reconoce tu debilidad, tu flaqueza, tu indignidad y tu miseria, y acude a tu Señor

frente al Sagrario, dispuesto a ir a su encuentro en una profunda oración, remando mar

adentro, abriéndole las puertas de par en par, escuchando su palabra, para que penetre hasta

lo más profundo de tu corazón.

No tengas miedo, sacerdote, de exponerle tu interior a tu Señor, porque Él es un Dios

omnipotente, omnipresente y omnisciente, que lo ve todo, y conoce lo más íntimo que hay en

tu esencia, que es tu conciencia.

Y tú, sacerdote, ¿examinas tu conciencia? ¿Cada cuánto examinas lo que hay en tu

interior? ¿Reconoces en cada acto tu rectitud de intención? ¿Unes tu voluntad a la voluntad de

Dios, y lo obedeces? ¿Acudes al sacramento de la reconciliación, para entregarle la carga de tus

culpas a tu Señor?, ¿o pretendes poder seguir caminando con esa carga, que te aplasta por tu

soberbia, que te quita la fuerza, porque te aleja del trono de la gracia?

Tu Señor es bondadoso y misericordioso. Él es la verdad, y Él te ha dado la libertad

de una conciencia moral, que, asistida y alimentada por el Espíritu Santo, te da la gracia de

discernir en cada circunstancia, para elegir el bien y rechazar el mal, para darte cuenta cuando

no has hecho el bien, y has hecho el mal, para que te arrepientas y regreses con el corazón

contrito y humillado, al que es el único bueno, y a su amistad.

Tu Señor te ha dicho que seas astuto como la serpiente y sencillo como la paloma,

porque Él te ha enviado como cordero en medio de lobos. Pero también te dice que no te

preocupes de cómo o qué vas a hablar, porque lo que tengas que hablar se te comunicará, porque

no serás tú quien hable, sino el Espíritu de tu Padre el que hablará en ti.

Tu Señor te ha dicho que no está el discípulo por encima de su Maestro. Entonces, ¿de

qué te preocupas, sacerdote?

Vive de acuerdo al Espíritu de Cristo, y lleva su carga como el borrico, sobre tu

espalda, sometido al yugo de su palabra, cumpliendo sus mandamientos, llevando con

alegría al Rey victorioso, con su paz, a todos los rincones del mundo, alabando con Él a Dios

Padre, por haber escondido su verdad a los sabios y entendidos, y haberla revelado a los

sencillos. La verdad es tu descanso, sacerdote, porque la verdad te hará libre.

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PEDIR MILAGROS – DEMOSTRAR LA FE

LUNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Mi hija acaba de morir: pero ven tú y volverá a vivir.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 18-26

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba, se le acercó un jefe de la sinagoga, se postró

ante Él y le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir; pero ven tú a imponerle las manos y volverá a

vivir”.

Jesús se levantó y lo siguió, acompañado de sus discípulos. Entonces, una mujer que

padecía flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orilla del

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

316

manto, pues pensaba: “Con sólo tocar su manto, me curaré”. Jesús, volviéndose, la miró y le dijo:

“Hija, ten confianza; tu fe te ha curado”. Y en aquel mismo instante quedó curada la mujer.

Cuando llegó a la casa del jefe de la sinagoga, vio Jesús a los flautistas, y el tumulto de la

gente y les dijo: “Retírense de aquí. La niña no está muerta; está dormida”. Y todos se burlaron

de Él. En cuanto hicieron salir a la gente, entró Jesús, tomó a la niña de la mano y ésta se levantó.

La noticia se difundió por toda aquella región.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR

DE MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: son dos milagros grandiosos, fruto de la fe de los que acudieron a ti

esperando tu favor. Los otros evangelistas recogen más detalles de lo que sucedió, en donde

queda patente que lo que tú querías era mostrar la importancia de la fe, la necesidad de la fe para

obtener tu gracia. Y, como en todos tus milagros, me dejas a mí una lección.

Tú dices que la niña no está muerta, está dormida. Y yo pienso en todas esas veces que,

por mis pecados, has tenido que resucitarme, volverme a la vida. El Padre te entregó al mundo

para que todo el que cree en ti no perezca, sino que tenga vida eterna. Dame la fe que necesito

para convertirme y vivir en ti.

Aquella mujer tenía la fe suficiente para curarse con sólo tocar la orilla de tu manto. Al

celebrar la Santa Misa te toco todos los días. Dame esa misma fe, para celebrar siempre con más

amor, y sanar así todas mis heridas.

Jesús, te pido que me concedas una fe grande, para que cuando me digas “ven”, yo vaya,

para que me levante siempre cuando me tomes de la mano, para quedar sanado aunque haya

muerto, para que me acompañen tu paz y tu misericordia.

Creo, Señor, que me has dado la fe para cumplir eficazmente con mi ministerio, y que a

veces quieres probarla, como lo hiciste con tus discípulos, y con aquellos que acudían a ti para

pedirte favores.

Dame la valentía necesaria para que yo dé testimonio, para confirmar en la fe, tanto a los

que se han ido, como a los que han permanecido contigo, pero que les falta fe.

Ayúdame a mostrar mi fe, con la seguridad de la verdad que enseña la doctrina de la fe de

tu Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.

Te pido por aquellos que has llamado y escogido para guiar a tu pueblo elegido, pero que

te han abandonado, y son perturbados y engañados por doctrinas extrañas, y buscan seguir otro

Evangelio. Tú nos aseguras, como dice San Pablo, que sólo hay un Evangelio, como una es tu

Palabra; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios Padre, que es de todos, y

actúa y está en todos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

317

Yo quiero seguir la única doctrina verdadera, que es la que se apega al Evangelio y

reconoce que tú eres el Hijo único de Dios, que amó tanto al mundo, que dio a su único Hijo para

que todo el que crea en él no muera, sino que tenga vida eterna.

Señor, yo no soy digno de desatarte la correa de tus sandalias, pero tengo fe, y la fe la

pongo en creer en ti, en luchar por cumplir los mandamientos de la ley de Dios, y en creer que,

por tu muerte y tu resurrección, tú me dignificas, para hacerme hijo de Dios.

Yo quiero amarte por los que no te aman, adorarte por los que no te adoran, recibirte por

los que te rechazan, y postrarme a tus pies, por los que te deshonran.

Te pido por los que tienen poca fe, para que crean en ti.

Quiero permanecer contigo, porque he sido llamado para servirte, para que tú me digas ve

y vaya, y me digas ven y venga, y me digas haz esto, y lo haga.

Tú no me has llamado siervo, porque un siervo no sabe lo que hace su amo, me has

llamado amigo, porque todo lo que has oído a tu Padre me lo has dado a conocer, para que repare

tu corazón, con actos de amor, a través de las obras de misericordia. Para dar mucho fruto, no

para agradar a los hombres, sino para glorificar a Dios.

+++

Madre mía: enséñame a actuar con prontitud y mostrando al mundo mi fe con obras,

desde el Sagrado Corazón de Jesús, para que el mundo vea la luz que emana del fruto bendito de

tu vientre, a través de mi ministerio, para confirmarlos en la fe, y mantenerlos en la esperanza y

en el amor.

Ayúdame a dar fruto, mientras camino de tu mano construyendo el Reino de los Cielos en

la tierra, porque por mis frutos me conocerán.

La fe me ha sido dada, sin merecerla. Ayúdame a mantenerme firme en esa fe, y en el

amor, que me da la fuerza, manteniéndome unido a tu Hijo a través de la oración.

Ayúdame a mostrarle al mundo con obras de amor y de misericordia mi fe, para reparar el

Sagrado Corazón de tu Hijo, que es la carne y la sangre del Cordero de Dios que quita los

pecados del mundo, que es alma y divinidad, engendrada en tu vientre, y te convierte en custodia

viva permanente de la Sagrada Eucaristía.

Las ofrendas son agradables a Dios.

Yo quiero darte muestras de mi fe, para que, al interceder tú por mí para que reciba los

dones y gracias que necesito para cumplir bien mi misión, sí tengas qué ofrecer, como una prueba

de amor y de fe a Dios, de parte de su siervo, entregándome totalmente a mi ministerio, con todo

mi corazón, con toda mi alma, con toda mi mente, con todas mis fuerzas.

Yo te pido que me ayudes a mantenerme dispuesto, consiguiendo para mí el auxilio y la

misericordia de Dios, para mantener una vida en santidad hasta la hora de mi muerte, y que me

recibas en tus brazos, para llevarme a la presencia del Rey de reyes, y Señor de señores, en el

banquete celestial, para la vida eterna.

+++

PARA MEDITAR – DEMOSTRAR LA FE

«La niña no está muerta, está dormida».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

318

Eso dice Jesús.

Y se refiere a tu fe, sacerdote, porque una fe sin obras está muerta.

Pero tú has demostrado con tus obras tu fe, desde el día en que tu Señor te ha llamado,

y tú lo has escuchado y has creído en Él y en su poder para hacer de ti, que eras tan solo un

hombre indigno y pecador, por su gracia, y por su don inmerecido, un pastor, un amigo, un

ministro, un sacerdote.

Tú has dejado todo, y has tomado tu cruz para seguir a tu Señor Jesús.

Por tu fe has dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos y tierras, por su

nombre, y por esa fe recibirás el ciento por uno en esta vida, y la vida eterna.

Tu Señor te ha enviado al mundo como médico de cuerpos y almas, para buscar no a los

justos, sino a los pecadores, porque no necesitan médico los sanos, sino los enfermos.

Mira, sacerdote, la fe de tu pueblo. Mira, los rebaños no están completos.

Tu Señor te ha enviado a buscar también a las ovejas perdidas, a las que se han desviado,

porque les falta fe.

Demuestra tu fe, sacerdote, para que por tu fe sean sanados los que tienen fe, y aquellos

a los que les falta fe, los que creen, y los que no creen, los que viven en la paz de conocer la

misericordia de Dios, y los que viven atribulados, deprimidos y desesperados, porque nadie

les ha enseñado la palabra de Dios.

Fortalece tu fe, sacerdote, con los sacramentos y la palabra tu Señor, con la oración y

tomado de la mano de su Madre, abriendo tu corazón, y contagia al mundo tu fe, predicando

la palabra, bautizándolos con el Espíritu Santo y agua, para que los que estén muertos, vivan,

cuando por tu fe, tu Señor los mire, como a la niña que no está muerta, sólo está dormida, y

extienda su brazo a través de tu brazo, y a través de tu voz les diga: ten confianza, tu fe te ha

sanado.

Y tú, sacerdote, ¿confías en tu Señor? ¿Has mantenido fuerte tu fe? ¿Conoces el poder

de tu Señor, y crees en Él? ¿Presentas ante Él las intenciones de su pueblo para que se

compadezca de él? ¿Le pides con insistencia y con fe?

¿Enseñas a tus fieles a pedir con verdadera fe, con esperanza, y con amor, confiando en

el poder de su Señor? ¿Pides la fe que te falta?

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y acude a su llamado, que es todos los

días, y déjalo admirado de tu fe, renunciando al mundo, cada día, tomando tu cruz con

alegría, siguiéndolo, sirviéndolo, cumpliendo sus mandamientos, y haciendo todo lo que Él

te diga. Confiando en su palabra y en que tu Señor siempre cumple sus promesas, uniendo

tu voluntad a la suya, poniendo tu lámpara encendida sobre la mesa, iluminando al mundo

con la luz de Cristo, confirmándolos en la fe.

Entonces, verás milagros.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

319

PROTECCIÓN PARA SERVIR – ORAR Y TRABAJAR

FIESTA DE SAN BENITO, ABAD (11 DE JULIO)

Ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 19, 27-29

En aquel tiempo, dijo Pedro a Jesús: “Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos

seguido, ¿qué nos va a tocar?” Jesús les dijo: “Yo les aseguro que, en la vida nueva, cuando el

Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán

también en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.

Y todo aquel que por mí haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o

esposa o hijos, o propiedades, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a todos los sacerdotes se nos pueden aplicar por igual tus palabras que

aparecen hoy, en el Evangelio propio de la fiesta de San Benito, a quien acudo para pedir su

intercesión y protección contra las tentaciones y asechanzas del demonio.

Nosotros también hemos dejado todo para seguirte, y confiamos en el premio que nos

darás en la vida nueva: el ciento por uno y la vida eterna. Te pido, Jesús, tu gracia, para mantener

así siempre mi entrega: dejando todas las cosas para seguirte.

Me ayuda mucho la enseñanza de nuestro santo: “ora et labora”, que me anima a obtener

de la contemplación de tu señorío la fuerza para llevar y testimoniar el Evangelio en la vida de

cada día.

Ayúdame a perseverar en la oración y en el servicio, porque sé que en la oración está la

fuerza para servir.

Quiero estar siempre a tu servicio, y para eso te pido la protección de tus ángeles y tus

santos, para servirte con santidad y justicia, por medio de mi entrega a tu pueblo. Es a ti a quien

sirvo. Y es por ellos por quien oro, pero es para ti mi oración.

Yo te pido tu protección para perseverar en el camino.

Protección para mantener la fe y la confianza en medio de las dificultades.

Protección para mantener mi voluntad unida a la tuya.

Protección de las acechanzas del demonio que perturba y conquista, pretendiendo robar y

profanar tu tesoro sagrado: mi vocación.

Protección ante la distracción y la pereza.

Protección en medio de la calumnia y la persecución, en medio de la tormenta y la

tribulación.

Protección para que pueda cumplir la misión encomendada, y recibir entonces la

recompensa del cielo. Pero sé que al cielo no puedo entrar solo, porque la misión a la que he sido

llamado es la salvación de las almas.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

320

Que mi oración suba al Padre, que está en el cielo, acompañado de la intercesión de mi

Madre. Que mi trabajo sirva a tu pueblo, porque es así como te sirvo a ti, unido a tu sacrificio,

para la salvación de las almas.

Jesús, confío en tu amor por mí, y acepto esa protección que me das, para que persevere

en mi misión. Sé que ese es el camino. No hay otro camino. Tú eres el camino y estás unido a la

cruz. Te pido que mi oración me una a tu cruz, y me dé la fortaleza para mantenerme en ella.

He aprendido de ti que no hay trabajo que dé fruto sin servicio, no hay servicio sin

sacrificio, no hay sacrificio sin dolor, no hay dolor que no purifique el alma, y no hay alma pura

que no bendiga Dios. Dame la protección de tus ángeles y tus santos, y ayúdame a mantenerme

en el camino, unido a tu cruz.

Así como el Padre que está en el cielo te ha enviado al mundo, así me has enviado tú a mí,

al llamarme a tu servicio.

Sin merecerlo, he sido elegido desde siempre y para siempre, y he aceptado en plena

conciencia y total libertad, y he renunciado al mundo. Tú me has sacado del mundo para ponerme

a tu servicio. He hecho un compromiso contigo, y tú exiges que sea cumplido:

Servicio para salvar a todas las almas que me han sido encomendadas.

Servirte a ti, sirviendo a las almas, otorgando los sacramentos, practicando las virtudes y

las bienaventuranzas.

Servir como tú, con amor extremo hasta la muerte.

Servir con amor y por amor, para que sirva contigo.

Servir con alegría, para que dé testimonio de que tú estás conmigo todos los días de mi

vida.

Tú llamas a los que han perdido el camino, para que regresen, porque es tiempo.

Tú llamas a los que han dejado el camino, para que se conviertan, porque es tiempo.

Tú llamas a los que se han detenido en el camino, para que continúen, porque es tiempo.

Tú me llamas, Señor, y yo te agradezco, porque cuando vengas a juzgarnos, los que son

perseguidos y despreciados por tu causa, irán contigo, porque los últimos serán los primeros.

Tú has vencido al mundo.

+++

Madre mía: te pido que me mantengas protegido bajo tu manto, y que me concedas

también la protección de los ángeles y de los santos.

Ayúdame para que, con oración y trabajo, colabore para mantener en unidad a los

miembros del cuerpo de tu Hijo, que es la Santa Iglesia.

Ayúdame para que con mi servicio forme, instruya, y enseñe a otros, para ayudarlos a que

estén también dispuestos a servir, y a ser enviados, como tu Hijo me ha enviado.

Ayúdame a perseverar en el servicio y en la unidad, ante los peligros y la persecución,

ante la impunidad y la violencia, ante el desprecio y la difamación, ante las dificultades y la

tribulación, porque el que persevere será salvado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

321

+++

San Benito: protégeme y cuídame de las tentaciones del enemigo, y de las pasiones que

me atacan y me dominan, por las que podría perder y abandonar el camino.

Protégeme, para que me mantenga en la fidelidad y en el servicio, y líbrame del veneno de

mis enemigos.

Yo acepto y recibo tu protección, que es muestra del amor de Dios.

Ayúdame a permanecer al pie de la Cruz, que es símbolo de que Cristo ha vencido el mal,

porque a la Cruz no puede acercarse el maligno, que es pecado, y la Cruz destruye el pecado.

Líbrame del veneno derramado de la serpiente, con la protección especial de la Cruz, para

que pueda orar y trabajar en la construcción del Reino de los Cielos que es la Santa Iglesia.

Líbrame de las tentaciones del alma y del cuerpo, mientras el maligno bebe su propio

veneno.

Ayúdame a resistir a la tentación con fe, disciplina y constancia, con la protección de tu

medalla, que uso como símbolo de confianza en la Cruz vencedora de Cristo contra el enemigo,

ante cuyo poder yo imploro el poder de Dios, para que obre y viva en mí.

+++

PARA MEDITAR – ORAR Y TRABAJAR

«En el mundo tendrán tribulación, pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo».

Eso dice Jesús.

Y lo dice porque te comprende, sacerdote.

Tu Señor te habla claro, y te revela la verdad.

Tu Señor es la verdad, y quiere darte su paz, para que el día en que estés atribulado,

en que estés cansado y agobiado, en que seas perseguido, injuriado, juzgado injustamente, y

te sientas amenazado, prisionero, rechazado, y tentado por las asechanzas del demonio, y te

falten las fuerzas para seguir, y sientas el deseo de abandonarlo, de dejarlo solo y desistir,

sepas que tu Señor no está solo, porque el Padre del Cielo está con Él, y es el Padre quien te

atrae a Él.

Nadie va al Padre si no es por el Hijo, porque Él es el camino, la verdad y la vida.

Tu Señor te ha dicho: mi paz te dejo, mi paz de doy. Y te ha dado a su Madre para que te

acompañe, y a la hora de la prueba seas sostenido por tu fe, y perseveres, y permanezcas en

Él. Pero la fe se demuestra con obras, y se fortalece con oración.

Ora y labora, sacerdote. Esa es la lección, y es el fundamento que le da fuerza a tu

vocación.

Tu Señor te ha llamado como obrero de su mies. Te ha puesto a su servicio para que

trabajes para Él, y te ha dado la gracia para resistir ante la tentación del enemigo, y ante toda

distracción.

Persevera, sacerdote, en la oración, trabajando de sol a sol en la viña del Señor,

poniendo todo tu empeño y todo tu corazón, para que en tiempos difíciles no te desesperes,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

322

porque los frutos de tu trabajo serán tu motivación, y la oración una fuerte atracción del

Padre al Hijo, y esa será tu protección, para que regreses, para que permanezcas, para que nunca

lo abandones.

Tu Señor te ha llamado tantas veces, y te ha mostrado su misericordia en el rostro de

tanta gente, y Él te envía a dar testimonio, porque tú no eres un mudo, sino que tienes voz.

Él ha abierto tu garganta con espada de dos filos para que prediques su palabra, porque

tú no puedes dejar de hablar de lo que has visto y de lo que has oído, y no puedes dejar de

poner en práctica tu fe, haciendo las obras de tu Señor y aún mayores, para que el Padre sea

glorificado en el Hijo, porque esa, sacerdote, es tu vocación, es tu esencia, es tu vida, es tu

misión, es tu trabajo, es tu pasión.

Persevera, sacerdote, convirtiendo tu trabajo en una constante oración, llevando la

paz de tu Señor a todos los rincones del mundo, participando de su obra redentora, llevando a

todos los hombres su salvación.

Tu Señor te envía, sacerdote, a proclamar su palabra, a llevar la Buena Nueva a

todos los rincones de la tierra, y a expulsar demonios, para que el mundo entero alabe a

Dios, proclamando las grandezas del Señor, orando y trabajando, reunidos en un solo

pueblo santo, en la alegría de reconocer en cada sacerdote a Cristo, su salvador.

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____________________

LA MISIÓN APOSTÓLICA – CONSTRUIR CON AMOR

MIÉRCOLES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Vayan en busca de las ovejas perdidas en la casa de Israel.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 1-7

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los

espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Éstos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro,

y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé;

Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas

Iscariote, que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni

entren en ciudades de samaritanos. Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de

Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: esa misión que diste a tus discípulos, de proclamar que ya se acerca el

Reino de los cielos, la iban a llevar a cabo gracias al poder que les conferiste, de expulsar

demonios y curar enfermos, lo cual serían señales muy claras de lo que estaban predicando.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

323

A mí, sacerdote, también me conferiste poderes para llevar a cabo mi misión, y demostrar

así que eres tú, y no yo, quien lleva a cabo tu obra.

Me alegra considerar que hayas querido hacerte hombre, para que, a través de otros

hombres, permanezca tu presencia entre nosotros.

Pero los hombres no nos damos cuenta de ese derroche de amor de tu parte, y hasta

podemos traicionarte, como Judas.

Señor, quiero compartir contigo el dolor de tu Corazón. Compadecer tu sufrimiento,

causado por el desprecio y el dolor del abandono, del rechazo, de la calumnia, de ser injustamente

juzgado, maltratado, desechado, repudiado, odiado, herido hasta lo más profundo, por tus más

amados: tus amigos.

Por los que tanto amas, y te han abandonado.

Por los que has reunido, para entregarte primero, compartiendo el pan y bebiendo el vino.

Por los que has enseñado a caminar contigo, expulsando demonios y curando enfermos,

en el nombre del Padre. En los que has confiado para continuar la misión a la que has sido

enviado.

Por los que más te conocen.

Por los que has escogido como cimientos.

Por los que has enseñado a perdonar.

Pero tú los perdonas.

Es inexplicable porqué tus amigos te han traicionado y te han vendido, te han negado, te

han abandonado, te han dejado solo y se han escondido, no confían en ti, no se acuerdan quién

dicen que eres tú, ya no te reconocen, ya no te siguen, ya no te aman…

Porqué se han mezclado entre los que te han repudiado y maltratado, herido y lastimado,

entre los que se han burlado, te han despreciado, te han odiado, y han deseado entregarte a la

muerte.

También a ellos los perdonas, pero ellos no te conocen.

Pero sé, Señor, que ni yo, ni ellos, ni ninguno de tus amigos te entrega: eres tú mismo

quien se entrega para morir, para redimir, para salvar, para podernos abrazar. Porque, a pesar de

nosotros, tú nos amas, y quieres compartir con nosotros la gloria de tu Padre en la eternidad.

Por eso te entregas aquí, para morir y volver a vivir una vida nueva, en unidad con la

humanidad entera.

Aun así y a pesar de ti, es tu amor tan grande, que nos dejas elegir: sólo el que quiera

amarte y te quiera seguir, que haga lo mismo que tú, para que tenga parte contigo en la gloria del

Padre.

Porque tú mismo has dicho que cuando tú te hayas ido, no te irás, que permanecerás con

nosotros todos los días de nuestra vida. Y que nos enviarás al Espíritu Santo, para que dejemos

todo, tomemos nuestra cruz y te sigamos.

Y nos envías a proclamar tu palabra, para que todos te conozcan, y que sepan que el

Reino de los cielos está cerca, para que te esperen, y cuando regreses te reciban, y no te humillen,

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

324

sino que te alaben, y no te desprecien, sino que te adoren, y no te lastimen, sino que te amen, y no

nos escondamos, sino que vayamos a ti.

Jesús, te amo en esta eternidad, en la que extiendes los brazos, abres las manos y te

entregas al martillo y a los clavos, a la humillación y al dolor, a la cruz, y a la muerte,

acompañado por la presencia de tu Madre, con su silencio, con su mirada firme, y el corazón

destrozado.

Yo quiero acompañarla, Señor, yo no quiero abandonarte.

+++

Madre mía: ayúdame a aprender de la entrega de tu Hijo, por propia voluntad, por

compasión, por amor.

Contemplo contigo cómo traspasan los clavos de fierro su preciosa carne, y cómo traspasa

una espada tu alma. Porque quienes crucifican a tu Hijo, lo desprecian, lo desconocen, lo

abandonan, lo lastiman, lo asesinan… y ellos también son tus hijos.

Quiero aprender de su entrega, como Cordero en sacrificio, de una vez y para siempre,

para el perdón de los pecados. Porque ese sacrificio divino permanece en la eternidad de Dios, y

cada golpe, cada clavo, cada humillación, es una entrega por voluntad, para redimir, para salvar

en esa eternidad.

Te acompaño al pie de la cruz, y quiero reparar con mi entrega y con mi oración, el dolor

más grande, que le causan las heridas más profundas de su Sagrado Corazón.

+++

PARA MEDITAR – CONSTRUIR CON AMOR

«Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te envía a cumplir una misión particular para servir a la

Iglesia, con los dones y carismas que has recibido dentro del ministerio que Él mismo te ha

encomendado, y que tú, por tu propia voluntad, y en total libertad, has aceptado.

Hay muchos carismas, sacerdote, pero un mismo espíritu. Hay muchos ministerios,

pero un mismo Señor. Hay muchas obras, pero un mismo Dios, que obra todo en todos, y que a

cada uno le otorga la manifestación del espíritu para provecho común.

Tu Señor te envía con una misión particular según su voluntad. Pero no te envía solo,

para que estés dividido de los demás, te envía para que con tus dones y carismas participes de

un solo cuerpo, promoviendo la unidad, esforzándote por conseguir un bien mayor para todos,

entregando tu vida para salvar la vida de tu comunidad, apacentando las ovejas de tu rebaño,

para reunirlas en un solo rebaño y con un solo Pastor, un solo cuerpo, y un mismo espíritu, en

el cual todos los miembros se ayudan, pero también todos los miembros se afectan, y del cual

Cristo es cabeza.

Tú has sido llamado para ser Apóstol de tu Señor, y has sido llamado primero, para

hacerte último, y con los dones recibidos sirvas al pueblo de Dios, y cuanto más amor pongas

en hacer las cosas más pequeñas, lograrás hacer grandes obras que darán mucha gloria a

Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

325

Pero, si no puedes poner todo tu corazón en las pequeñas tareas de cada día, ¿de qué

sirve tu esfuerzo?, ¿para qué sirve tu ambición?, ¿cómo serán los frutos de tu trabajo?, ¿de qué te

sirve ganar el mundo entero, si no te salvas a ti mismo?

Aunque tengas muchos dones, y tu fe sea fuerte, aunque hagas grandes obras y te siga

mucha gente, si no tienes caridad, sacerdote, nada tienes, nada te aprovecha, nada retienes,

nada recoges, todo desparramas.

Tu Señor te ha enviado a anunciar que el Reino de los cielos está cerca, que está aquí,

dentro de ti. Tú lo construyes llevando tu cruz de cada día con alegría, haciendo las obras de

tu Señor.

Pero debes saber que el Reino de los cielos se construye con amor.

Tú has sido llamado, tú has sido elegido, tú has sido enviado como apóstol, discípulo,

pastor, maestro, guía, sacerdote, siervo, pero has sido llamado amigo por tu Señor, porque

todo lo que Él ha oído a su Padre te lo ha dado a conocer, para que construyas sus obras

configurado con Él.

Tu Señor te ha enviado a buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y te ha

dado las virtudes de la fe, la esperanza y el amor. Pero de estas tres la más grande es el

amor. Porque el amor es Él. Y no te envía solo, Él está contigo todos los días de tu vida y te

dice: yo te ayudo. Y al que tiene amor nada le falta, porque solo Dios basta.

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CONOCER A JESÚS PARA AMARLO – CONFIAR EN LA DIVINA

PROVIDENCIA

JUEVES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Gratuitamente han recibido este poder, ejérzanlo, pues, gratuitamente.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 7-15

En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones: “Vayan y proclamen por

el camino que ya se acerca el Reino de los cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos;

resuciten a los muertos y echen fuera a los demonios. Gratuitamente han recibido este poder;

ejérzanlo, pues, gratuitamente.

No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de cobre. No lleven

morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón, porque el trabajador tiene derecho a

su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien respetable y

hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así: ‘Que haya paz en esta casa’. Y

si aquella casa es digna, la paz de ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de

ustedes no les aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de aquella

casa o de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. Yo les aseguro que el día del juicio,

Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa ciudad”.

Palabra del Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

326

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando envías a tus discípulos a proclamar que ya se acerca el Reino de los

cielos, no es con el fin de infundir temor, sino de transmitir la paz. Por eso les das poderes, y les

pides que hagan curaciones y echen fuera a los demonios: para llevar tu paz.

Jesús, ayúdame a conservar tu paz, para que tu corazón pueda descansar en mi corazón.

Ayúdame a llevar la paz, la alegría y el amor al mundo, como testigo de lo que he visto y

he oído, para que los que no crean y tengan ojos vean, y los que tengan oídos oigan, y entonces

crean.

Gracias por darme a tu Madre, con todo el poder para protegerme.

+++

Madre mía: agradezco el regalo de tu Escapulario, que es símbolo de tu protección, y la

protección de tu Hijo.

Ayúdame a permanecer unido contigo en oración, para que, en nombre de tu Hijo

Jesucristo, obre milagros en los corazones de tus hijos. Porque cada hijo tuyo que regresa a la

casa del Padre es un milagro patente.

Oro y pido al Padre que envíe más obreros a su mies, porque la mies es mucha y los

obreros pocos, y para que haya corazones dispuestos a entregar su vida a Dios, y que el Espíritu

Santo los haga crecer, y estén bien dispuestos a recibir los dones y gracias que tiene reservados

para ellos.

Te pido tu compañía, para seguir caminando de tu mano, y que no me distraiga en el

camino, porque tú me llevas por camino seguro y la gracia de Dios me basta.

Te pido otro de tus tesoros: tu paz, para que con ella construya, y lleve esa paz a los

corazones de todos tus hijos.

Ayúdame a anunciar la buena nueva del Reino de los Cielos, para que me reciban, y la

paz no vuelva a mí, sino que se quede con ellos.

Ayúdame a permanecer a tu lado, y dame tu protección, mientras pisas la cabeza de la

serpiente.

Ayúdame a cumplir con mi misión, que es enseñarle al mundo a amar a Dios, amando a

Cristo, imitando a Cristo, configurándose con Cristo.

Pero sé que, para amar, yo debo conocer primero, porque nadie ama lo que no conoce.

Ayúdame a conocer mejor la Palabra, que es tu Hijo, la luz verdadera que vino al mundo,

y en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la conoció. Vino al

mundo para nacer, como fruto de tu vientre, y los suyos no la recibieron.

El Espíritu Santo preparó en ti su morada, porque desde antes de nacer, Él ya te conocía, y

fuiste engendrada sin mancha ni pecado, para nacer y permanecer inmaculada y pura, para que el

tesoro más grande de Dios, que es su único Hijo, se hiciera hombre, y así entregarlo a los

hombres, para enriquecerlos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

327

Y fue engendrado en tu corazón y en tu vientre inmaculado y puro, en cuerpo y en

espíritu, sin mancha ni pecado, para nacer y permanecer inmaculado y puro.

Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre los hombres, para entregarse como

hombre, para compadecerse de las miserias de los hombres y ser probado en todo igual que los

hombres, menos en el pecado, para que quien se acerque a Él alcance la misericordia, el auxilio y

la gracia.

Y debía resistir las tentaciones y perseverar hasta el final en el cumplimiento de la misión

encomendada por su Padre.

Entonces Él debía crecer y aprender a caminar en medio del mundo siendo Dios, y siendo

hombre igual que los hombres.

Y vivió sujeto a sus padres en medio del mundo.

Y el Espíritu Santo, que siempre estaba contigo, se encargó de enseñarle todas las cosas,

porque siempre estaba con Él.

Y creció en medio del mundo, con humildad, como cordero en medio de lobos.

Y así fue enviado por el Padre a cumplir su misión.

Pero el tiempo que vivió en el mundo no fue suficiente para que todos lo conocieran,

porque de haberlo conocido lo habrían amado. Es imposible conocer a Dios y no amarlo, porque

Dios es el amor y el que conoce el amor, ama.

Pero los que sí lo conocieron y lo amaron, fueron sus testigos, y Él los envió de dos en

dos, para dar testimonio de Él, para que creyeran en Él, porque el que vence al mundo es el que

cree que Jesús es el Hijo de Dios. Y ese es el que tiene fe.

Yo creo que el Hijo de Dios vivió en el mundo como hombre y como Dios. Y como

hombre sufrió lo que sufre cualquier hombre en la carne. Y como Dios tuvo la gracia para resistir

las tentaciones de la carne.

Y Él a sus testigos los hizo sus amigos, y les dio el ejemplo y les dio la gracia, y los hizo

sacerdotes para hacerlos Cristos, para crucificar los deseos y las pasiones, mortificando la carne y

crucificando el pecado en la cruz.

Pero Él, como hombre y como Dios, también tuvo libertad y voluntad, para rechazar todo

pecado, para entregarse, para salvar a los hombres, que es para lo que su Padre lo había enviado.

Y Él no sólo se entregó, sino que los amó, porque es por amor que se da la vida.

Y los amó hasta el extremo, entregándose en vida para permanecer entre los hombres,

para que lo conocieran.

Y se quedó en cuerpo, en sangre, en alma y en divinidad, en Eucaristía.

Y los amó y los llamó para que lo siguieran.

Y aunque sólo uno lo siguió hasta la cruz, Él dio su vida por todos, porque Él tiene el

poder de dar la vida para recuperarla de nuevo. Nadie se la quitó, Él la entregó, y dando un fuerte

grito puso su espíritu en las manos del Padre, y después expiró, y así dio testimonio de que es

Hombre y es Dios.

Y amando hasta el extremo entregó su sangre hasta la última gota.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

328

Madre: te pido tu ayuda para creer más, para quedarme siempre al pie de la cruz, y no

abandonar nunca a tu Hijo, para que cumpla bien con mi misión, y sea un verdadero Cristo, como

Él, que es a lo que he sido llamado, para que dé ejemplo y obre milagros, para que expulse

demonios y venza al mundo, y para que me alegre, no por la misión que tu Hijo me ha

encomendado, sino porque mi nombre está escrito en el cielo.

Ayúdame a permanecer en la paz, en la alegría y en el amor de Cristo, bajo tu protección.

Ayúdame a perseverar en la oración, que es la relación personal que tengo con Dios.

Ayúdame a tener presente que la oración no viene del pensamiento, ni de la boca, sino del

corazón, y que es en comunión, entrega mutua de amor total, sin escrúpulos.

Ayúdame a conservar la disposición y la paciencia que necesito para cumplir la voluntad

de Dios, confiando en que lo demás lo hace Dios.

+++

PARA MEDITAR – CONFIAR EN LA DIVINA PROVIDENCIA

«El trabajador tiene derecho a su sustento».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice cuando te envía, sacerdote, porque tú no eres un mendigo que vaga por el

mundo pidiendo limosna para vivir. Tú eres un enviado del Señor, un obrero de su mies, un

servidor de su pueblo, para servirlo a Él.

Tu Señor te envía sin dinero, sin pertenencias, habiendo dejado todo, padre, madre,

casa, hermanos, hermanas, tierras, para seguirlo, para tomar tu cruz y ser configurado con

Cristo.

Tu Señor te envía sin alforja, sin sandalias, y sin seguridades del mundo, para que toda

tu seguridad esté puesta en Él, y te da su poder para que puedas trabajar haciendo en el mundo el

bien gratuitamente, como gratuitamente se entrega Él, a través de ti, con todo su poder.

Tu Señor te envía a curar enfermos, a expulsar demonios, a predicar su palabra, y a

llevar al mundo su misericordia, impartiendo sus sacramentos.

La mies es mucha y los obreros son pocos, pero tu Señor te pide que ores para que el

Padre misericordioso se compadezca y envíe más trabajadores a sus campos.

Y Él, que es un Dios justo y bondadoso, no se deja ganar en generosidad. Él te asegura

que tú recibirás el ciento por uno en esta vida, y la vida eterna.

Confía, sacerdote, en su Divina Providencia, pero pide como pide un hijo a un padre,

con insistencia, porque Él también te ha dicho que lo que pidas en su Nombre, te lo concederá.

Y tú, sacerdote, ¿te atreves a pedirle al Padre en el Nombre de su Hijo? ¿Honras ese

Nombre? ¿Eres un siervo fiel y prudente? ¿Trabajas de sol a sol, ganando tu sustento con el

sudor de tu frente? ¿Recibes tu salario de manos de tu Señor, a través de la gente? ¿Les llevas la

misericordia de tu Señor y les permites ser misericordiosos contigo? ¿Tienes humildad?

¿Predicas la verdad?, ¿o te domina la soberbia, la avaricia, la ambición y el miedo, porque no

confías en las promesas de tu Señor?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

329

Tú has sido enviado al mundo como misionero de paz. No hay mayor regalo que alguien

quiera recibir en su casa, y que tú tienes para dar.

Cumple la voluntad de tu Señor, y diles: mi paz les dejo, mi paz les doy. Pero no les des la

paz como la da el mundo, dales la paz de tu Señor, para que no se turbe su corazón y se

acobarden, para que crean, y se salven.

Esfuérzate, sacerdote, porque el pueblo de tu Señor te reciba, para que tu paz se

quede con ellos, y no se vaya contigo a otra parte. Entonces habrás cumplido tu misión,

haciendo que el mundo reciba a Aquél que es la luz verdadera que ilumina a todo hombre,

y que vino al mundo, pero el mundo no lo recibió.

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CONFIADOS EN JESÚS – ASTUTOS, PRECAVIDOS, PRUDENTES

VIERNES DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 16-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean,

pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas.

Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas,

los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante

los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de

decirlo, porque en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que

hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se

levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que

persevere hasta el fin, se salvará.

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Yo les aseguro que no alcanzarán a

recorrer todas las ciudades de Israel, antes de que venga el Hijo del hombre”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: desde el comienzo de la predicación del Evangelio por parte de tus

discípulos se fueron cumpliendo tus palabras. No han faltado persecuciones en tu Iglesia, y eso lo

permites con el fin de que podamos dar testimonio de ti, porque el discípulo no es más que el

maestro, y tú entregaste tu vida en la Cruz, desechado por los hombres, para salvación nuestra.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

330

Ante esas dificultades tú me pides que confíe en Dios.

Quieres mi disposición, mi entrega total.

Quieres que te demuestre cuánto te amo, y dejarte abrir mi corazón y desnudar mi alma.

Me recuerdas que los ángeles y los santos me acompañan. Que tu Madre me lleva de su

mano, y que estás conmigo todos los días de mi vida.

Jesús, yo confío en ti y en lo que tú me pidas.

Me abandono en tus manos, quiero obedecerte y confiar en ti.

Tú diste tu vida por mí, como la diste por cada uno de los hombres, como la sigues dando

constantemente, en un único y eterno sacrificio, que conmemoro en cada misa, por el que mis

pecados quedan perdonados.

El que cree en ti es salvado y tiene la vida eterna.

No permitirás que las almas, por las que te entregaste, se pierdan.

Tú perdonarás nuestras infidelidades, y nos amarás, aunque no lo merezcamos. Aunque te

traicionemos una y otra vez, tú no desistirás. Antes bien, nos restaurarás para que demos fruto

abundante.

De ti, que eres fruto bendito del vientre de tu Madre, proceden todos mis frutos, porque tú

eres el que eres.

Por eso el sacerdote puede decirle al mundo entero: “Yo Soy me ha enviado a ustedes”.

+++

Madre mía: me doy cuenta de que hay muy pocos corazones dispuestos a escuchar.

Yo he sido enviado como oveja en medio de lobos, pero sé que no camino solo, camino

contigo.

Tú me guardas bajo la protección maternal de tu manto, y tu camino es seguro.

Así como soy enviado, tú me bendices, para que ande en el camino con astucia y

humildad, y nunca me detenga.

Te pido otro tesoro de tu corazón: tu entendimiento.

Entendimiento para que comprenda las verdades reveladas de Dios en mi corazón, y

construya sus obras.

Entendimiento para que descubra tus tesoros, y medite todo en mi corazón.

Entendimiento para que penetre en la profundidad del amor de Dios, para que lo haga

mío, y una vez enriquecido, transmita con la Palabra mi fe a todos tus hijos, para que se confíen

totalmente a Dios y crean absolutamente en todo lo que Él les dice.

Te pido ayuda para que no me preocupe por lo que habré de decir, confiando en que el

Espíritu Santo abrirá mi corazón para recordarme todas las cosas, y hablará por mí, para

recordarle a los demás todas las cosas que tu Hijo nos ha dicho.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

331

Ayúdame a escrutar mi corazón, para que cumpla los designios del Señor, acudiendo a la

oración, invocando la presencia del Espíritu Santo, en la disposición de entregarle mi voluntad,

para que Él actúe.

Ayúdame a ser prudente, astuto y sencillo.

Me abandono en tu Inmaculado Corazón, y confío totalmente en tu Hijo, y por eso quiero

obedecerlo.

Ayúdame a permanecer unido en el amor del Sagrado Corazón de Jesús, y a perseverar en

la oración y en la disposición, recibiendo, meditando, obedeciendo, sirviendo, confiando,

amando, confiado en su promesa de que el que persevere hasta el final se salvará.

+++

PARA MEDITAR – ASTUTOS, PRECAVIDOS, PRUDENTES

«El que persevere hasta el fin, se salvará».

Eso dice Jesús.

Y no sólo te lo dice, sacerdote, sino que te ayuda, te previene, te muestra los peligros y

el camino. Él es el camino.

Tu Señor abre tus ojos para que no seas ingenuo, ni ignorante, sino astuto, precavido, y

prudente, para que seas humilde, y te cuides de la gente que no conoce la verdad.

Tu Señor te envía como cordero en medio de lobos, para que expulses a los demonios,

no para que dialogues con ellos.

Por tanto, no te preocupes de lo que vas a decir, porque el poder de Dios es quien obra

en ti, es el Espíritu Santo quien pone las palabras en tu boca.

Por eso te pide que seas sencillo como las palomas, para que sepas escuchar con

docilidad, y te dejes guiar por el Espíritu de la verdad.

Tu Señor te envía como soldado para luchar con Él, y te pone al frente de su ejército, y

te dice: no tengas miedo, porque no te envía solo, Él está contigo todos los días de tu vida. Él

es el Rey que ha vencido al mundo, y te da su poder para que venzas tú también.

Confía, sacerdote, en tu Señor. Él es Dios Todopoderoso, Él es el creador de los cielos y

la tierra, de todo lo visible y lo invisible, y su brazo poderoso está sobre todo bien y sobre

todo mal, lo abarca todo, y con su luz disipa las tinieblas, iluminando a todo aquél que se

abandone en la misericordia de su abrazo paternal.

Tu Señor es la verdad, que te revela cada día, en todo momento, llenando tu corazón de

alegría, cuando lo miras y Él te mira, a través de los ojos de una madre, de la sonrisa de un

niño, de los rayos del sol en el horizonte, de las gotas de lluvia que hacen reverdecer los campos,

en el susurro del viento en una tarde de invierno, y de la brisa cálida entre el ruido de las olas del

mar, en los frutos de tus labores de cada día, pero sobre todo, en las lágrimas sinceras de un

pecador arrepentido.

Confía en tu Señor, sacerdote, y en que por su brazo estás protegido, y sigue

caminando, escuchando su palabra y haciendo su voluntad, soportando con paciencia los

errores de los demás, cuando seas perseguido, calumniado, juzgado y odiado por su causa, en

la seguridad de las promesas de tu Señor, porque todo será cumplido.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

332

Confía, sacerdote, en quien ha confiado tu Señor, y acepta la compañía de su Madre,

porque en ella se ha cumplido toda virtud, en medio del sufrimiento y del dolor, perseverando

en la fe, en la esperanza y en el amor.

Tu Señor te envía, sacerdote, a luchar en medio del mundo, entre las tentaciones y las

asechanzas del enemigo, que es el príncipe de este mundo, y padre de la mentira para los que

no creen en la verdad, porque no reconocen ni escuchan la palabra del que es Rey, pero que

su reino no es de este mundo.

Y tú, sacerdote, ¿crees en las palabras de tu Señor?, ¿confías en Él? ¿Crees en el

Evangelio, y en que será cumplida hasta la última letra? ¿Escuchas y guardas la palabra de tu

Señor? ¿Crees en la filiación divina y honras a tu Padre? ¿Crees en tu Señor cuando te dice:

“Yo Soy”?

Persevera, sacerdote, en la lucha de cada día, llevando tu cruz con alegría,

abandonado en la confianza y en el poder de Dios, que es un Padre bueno y misericordioso,

que sólo requiere de ti que seas pequeño, como un niño, pero sencillo como la paloma y

astuto como la serpiente, llevando la presencia de su Hijo y su poder en medio de la gente,

alcanzándoles la salvación que ha ganado para ellos con su redención. Pero te pide que

perseveres y seas paciente, porque la paciencia todo lo alcanza.

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VALENTÍA ANTE LOS PELIGROS – MAESTRO, GUÍA, MODELO, REGIDOR

SÁBADO DE LA XIV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 24-33

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “El discípulo no es más que el maestro, ni el

criado más que su señor. Le basta al discípulo ser como su maestro y al criado ser como su señor.

Si al señor de la casa lo han llamado Satanás, ¡qué no dirán de sus servidores!

No teman a los hombres. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse; no hay nada

secreto que no llegue a saberse. Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día y lo que les digo

al oído, pregónenlo desde las azoteas.

No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más

bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.

¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de

ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza

están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los

pájaros del mundo.

A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre,

que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante

mi Padre, que está en los cielos”.

Palabra del Señor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

333

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú tienes palabras exigentes. Me pides mucho, pero, al mismo tiempo, me

das mucha seguridad. Te pido perdón porque a veces no tengo presente que eres el todopoderoso,

el omnisciente, el omnipresente. Está todo presente a tus ojos. Todo lo que sucede está bajo el

dominio de tu providencia. Además, me lo dices: “no teman a los hombres”, “no tengan miedo a

los que matan el cuerpo”. Pero se me olvidan tus palabras y me dejo llevar por el temor y el

miedo cuando las cosas no salen como me gustaría, y el demonio me tienta para dudar de tu

cercanía y auxilio.

Señor, tú eres el que nos da la vida, y nos pides que permanezcamos en ti, como tú

permaneces en nosotros, como el sarmiento permanece unido a la vid. Porque, así como el

sarmiento necesita de la vid, para tener vida, para dar fruto, nosotros necesitamos de ti, y ya no

somos nosotros, sino tú quien vive en nosotros. Tú eres la vida.

En el campo del mundo uno solo es el dueño de las semillas, y uno solo es el Sembrador,

pero vive en cada sacerdote que siembra la semilla. Nosotros somos, Jesús, tus manos y tus pies,

tu mente y tu voz, tu cuerpo y tu corazón. Nosotros sembramos, pero el Sembrador es quien hace

llover, para que brote la vida. Tú eres el Sembrador.

Nos advierte la Escritura que el tiempo está cerca y muchos sembradores están dormidos.

Ay de aquél que cuando tú vengas lo encuentres dormido y no esté en vela, porque le pedirás

cuentas de la tierra que le confiaste y la semilla que le entregaste. Si no tiene frutos para

entregarte, será tratado como la cizaña, porque, no todo el que te dice “Señor, Señor”, entrará en

el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad del Padre que está en los cielos.

Los sacerdotes nos damos cuenta de que nuestras faltas de omisión nos pueden condenar,

porque se pierden para tu Reino muchas almas. Aunque expulsemos demonios y profeticemos en

tu nombre, aunque hagamos milagros, tú harás justicia ante la iniquidad.

Jesús, te pido valentía, porque me adviertes también que, si te declaro delante de los

hombres, tú también me declararás delante del Padre que está en los cielos, y que si te niego ante

los hombres, tú también me negarás ante el Padre.

Te pido tu ayuda ante las dificultades del ambiente porque también adviertes que me

envías como oveja en medio de lobos, y me pides que sea prudente como la serpiente, y sencillo

como la paloma. Que me cuide de los falsos profetas, que vienen disfrazados de oveja, pero por

dentro son lobos hambrientos, pero me dices que por sus frutos los reconoceré.

Agradezco la lluvia que me das con el agua viva de tu manantial, para que, por medio de

tus sacramentos y de mis manos, brote la vida en la semilla plantada en el mundo.

Pero sé que no basta con hacer llover. La planta crece y hay que cuidarla, protegerla,

alimentarla, abonarla, procurarla, para que crezca más grande, más fuerte y más alta que la

cizaña, y no le falte nunca los rayos ni el calor del sol.

Reconozco, Señor, que tú me envías no sólo como instrumento de siembra, sino como

jornalero y obrero de la mies del Padre que está en los cielos. Yo te pido, ayúdame.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

334

Yo ruego para que el dueño de la mies envíe más obreros a su mies. Obreros fuertes, que

trabajen y resistan, que no se duerman, para que la cizaña no crezca en sus campos, para que

velen y esperen a que vuelva el Sembrador, para darle cuentas de los frutos de su cosecha.

Yo pido con devoción, y espero recibir del Espíritu Santo la fortaleza para cumplir con mi

misión.

Tú has confiado en mis manos tu misericordia, que es como alimento para los obreros,

como abono para la tierra y como lluvia de rocío para las espigas de trigo, para que crezcan

fortalecidos y den mucho fruto.

Me has dado tu palabra, que es palabra de vida y alimento para fortalecerme, a través de

la oración y la formación espiritual permanente, que es una llama ardiente y soplo de vida, para

que, fortalecido, yo corrija mi conducta y mis intenciones, para que tú vivas en mí y yo en ti, para

que los sarmientos se mantengan unidos a la vid y produzcan mucho fruto.

Me doy cuenta de que de nada sirve alimentar la mente y fortalecer el cuerpo si se

descuida el alma. De nada sirve un cuerpo vivo si el alma está muerta.

Te pido ayuda para no temer a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma,

sino, más bien temer al que puede llevar a perder mi alma y mi cuerpo en el fuego del infierno.

Y te pido fe y fortaleza, para que lo que tú has dicho en la obscuridad, yo lo diga a la luz,

y lo que escuché al oído, lo proclame desde las azoteas.

+++

Madre mía: es en el altar donde el sacerdote ofrece al cordero como sacrificio. Y es

Jesús quien se ofrece en el altar a sí mismo. Él es sacerdote, víctima, y altar.

Yo te pido tu compañía, para hacerme ofrenda junto con Él.

Y te pido también otro tesoro de tu corazón: tu devoción.

Devoción para pedir los dones y gracias del Espíritu Santo.

Devoción para invocar a los santos y sus favores.

Devoción para acompañarte como Madre y recibir al Hijo.

Devoción para recibir y transmitir la Palabra de Dios.

Devoción para perfeccionar la caridad, y construir obras de amor y misericordia.

Devoción para invocar la ayuda de los ángeles.

Devoción para que tenga la disposición de mi voluntad, para cumplir con prontitud la

voluntad de Dios y continuar con mi misión, extendiendo a las almas la devoción a tu

Inmaculado Corazón, para que permanezca en el amor de Jesús, unido a su Sagrado Corazón.

+++

PARA MEDITAR – MAESTRO, GUÍA, MODELO, REGIDOR

«El discípulo no es más que su maestro, ni el criado más que su señor».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, porque tú eres su discípulo, y Él es tu Maestro.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

335

Tú eres su criado, y Él es tu Señor.

Tú eres un siervo, y Él es el Amo. Pero no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo,

para que tú, hombre pecador, miserable e indigno, aprendas de Él y crezcas en estatura, en

sabiduría, y en gracia ante Dios y ante los hombres, para que seas como tu Señor.

Pero ¡qué meta tan alta le ha puesto a su discípulo el Maestro!... Ser como Él implica

ser perfecto.

Y tú, sacerdote, ¿te esfuerzas por alcanzar la perfección? ¿Luchas contra tus miserias,

abandonándote a su misericordia? ¿Aprendes de Él a soportar los golpes, las burlas, las

calumnias, la indiferencia, la injusticia, la iniquidad, la persecución, el desprecio, y los

errores de los demás, cargando tu cruz de cada día con alegría?

¿Conviertes tus sufrimientos, tus trabajos, tus cansancios, tus dolores, tus

preocupaciones, tus aflicciones, tus angustias, tus miedos, y tus esfuerzos, en una ofrenda

agradable a Dios, uniéndola en el único y eterno sacrificio de tu Señor?

¿Ofreces también tus alegrías, tus gozos, los frutos de tu trabajo, la satisfacción de tu

servicio, y las pequeñas cosas de cada día hechas con amor?

¿Construyes el Reino de los Cielos como tu Maestro te enseñó?

¿Te reconoces discípulo, esclavo, servidor, y agradeces el honor que te ha hecho tu

Señor, permaneciendo en la fidelidad a su amistad?, ¿o pretendes ser honrado, alabado,

reconocido, admirado, y recompensado, presumiendo ser más que tu Maestro, más que tu

Amo?

¿Tienes el valor de reconocer ante el mundo a tu Señor?, ¿o tienes miedo?

¿En dónde has puesto tus seguridades, sacerdote?

Tú eres para el mundo un maestro, un guía, un modelo, un regidor, porque estás

configurado con Cristo, Buen Pastor, tu Amo y tu Señor, para que el mundo sepa que todo

hombre puede aspirar a la santidad en cualquier ambiente, con la ofrenda diaria de su trabajo,

en cualquier vocación, uniendo sus sacrificios, sus obras, sus penas, sus alegrías, sus

cansancios y sus descansos, en la Cruz de su Señor, haciendo todo con fe, con esperanza y con

amor.

Pero, si tú, sacerdote, dejas oculta tu enseñanza, si no profesas la palabra con tu

ejemplo, si no llevas la misericordia de tu Señor a tu pueblo a través de los sacramentos, si no te

esfuerzas en alcanzar la santidad, y no luchas por la paz y la justicia, ellos ¿cómo lo harán?,

¿quién les enseñará?, ¿a quién seguirán?, ¿cómo se salvarán?

Y si tú tienes miedo, sacerdote, si tú no confías en tu Señor, ellos ¿en quién confiarán?

Si quieres alcanzar la perfección, sacerdote, no puedes dejar de hablar de lo que has

visto y de lo que has oído. No puedes negar a tu Señor delante de los hombres. No puedes

pretender ser más que tu maestro. Antes bien, debes abandonarte en Él, porque Él es el

único santo, y tú solo nada puedes, pero todo lo puedes en Cristo, que te fortalece, que te da

la gracia, que te santifica, que es tu Maestro, tu Amo, tu Dueño, tu Señor, que te une en

filiación divina al Padre, y a través de ti, lo glorifica.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

336

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ESTRELLA DEL MAR – LLEGAR A PUERTO SEGURO

FIESTA DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

Señalando a sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos.

Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 46-50

En aquel tiempo, Jesús estaba hablando a la muchedumbre, cuando su madre y sus

parientes se acercaron y trataban de hablar con él. Alguien le dijo entonces a Jesús: “Oye, ahí

fuera están tu madre y tus hermanos, y quieren hablar contigo”.

Pero él respondió al que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”

Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos. Pues todo

el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y

mi madre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Madre mía, Virgen del Carmen: me alegra mucho celebrar todas tus fiestas, porque

cada una de ellas me hace tener presente tu continua protección sobre todos tus hijos. En la fiesta

de hoy te agradezco el regalo de tu Escapulario, con el que me siento protegido por ti aquí en la

tierra, y me refuerza la esperanza del cielo. También me viene a la cabeza y al corazón llamarte

“Estrella del Mar”, y me hace sentirme seguro, con tu ayuda, en medio de las tempestades de esta

vida.

Madre, tú eres como el faro que lleva la luz en medio de la obscuridad, para guiar, para

corregir el rumbo, para llegar a puerto seguro.

Dame tú al Hijo que llevas en tus brazos, para llevar al mundo su palabra y mostrar el

camino, para que naveguen en la verdad y vivan en plenitud. Para llevar la luz y te vean a ti, y los

conduzcas a Jesús.

Ese niño es Dios, todopoderoso, omnipotente, omnipresente y eterno, que se ha hecho

frágil y pequeño para ser como los hombres, para nacer en la miseria humana, para vivir con

todas sus carencias, para ser igual en todo como los hombres, menos en el pecado.

Y se ha abandonado en la confianza de un vientre humano, en la debilidad de la necesidad

de ayuda, en la dependencia de un ser, a quien Él mismo ha creado, dependiendo de su voluntad y

de sus cuidados, para crecer, para alimentarse, para aprender a ser un hombre.

Y se ha hecho niño para vivir en el mundo como niño, para entregarse y morir como

hombre en manos de los hombres, para el perdón de los pecados y la salvación del mundo.

Y es oveja que se deja guiar por la madre que eligió, por el padre que escogió, y es pastor

que guía a su rebaño que Él mismo llamó, como sus discípulos, como sus amigos.

Un Dios necesitado de la ayuda del hombre, porque es un Dios que elige la libertad y

respeta la voluntad.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

337

Un Dios que lo merece todo, pero que no pide nada, que se entrega todo por amor, y que

solo espera ser amado.

Un Dios que, teniéndolo todo, lo deja todo para buscar y abrazar a la humanidad perdida.

Sé que Él confía en mí, ayúdame a llevarlo en mi corazón, y te pido que recibas y abraces

a todos tus hijos perdidos, que han visto la luz y, como niños, buscan y reciben el abrazo de su

madre.

Dame otro tesoro de tu corazón: tu silencio.

Silencio para que pueda escuchar y ser alma contemplativa en medio del mundo.

Silencio para dejarme conducir al monte alto, que es la oración en la presencia de Cristo.

Silencio para que escuche y obedezca al Padre, que dice: Este es mi hijo amado,

escúchenlo.

Yo agradezco a Dios los medios de salvación que me han sido dados por los Sacramentos.

Y te agradezco a ti que hayas obtenido de tu Hijo la gracia de poder contar con los sacramentales,

para recibir tu ayuda e intercesión, y así estar mejor dispuesto a recibir, de Cristo y los

Sacramentos, la salvación.

Quiero usar con devoción tu Escapulario, como un signo de mi devoción y consagración a

tu Inmaculado Corazón, confiando en que tú me consigues abundantes gracias.

Lo custodio como un signo de tu amor y tu presencia constante, como un signo de

misericordia, por el que me prometes tu ayuda, para alcanzarme la gracia necesaria para mi

salvación.

+++

Señor Jesús: yo soy hijo de Dios, oveja de tu rebaño. Quiero caminar contigo, seguirte,

para que no me pierda. Ayúdame a mantenerme unido a mis hermanos, porque las ovejas que

dispersan los lobos, si quedan solas, se pierden, y los lobos se las comen.

Soy también pastor, que conduce y guía al pueblo de tu Padre. Ayúdame a ser un niño,

como fuiste tú, confiando en tu Padre, y abandonándome en los brazos de tu Madre, para que ella

me lleve hasta ti.

Yo quiero ser como un niño, para que el Padre me reciba y me abrace.

Quiero servirte como hombre, pero haciéndome niño, como tú, con mansedumbre y

humildad de corazón, para dejarme guiar en los brazos de tu Madre.

Quiero hacer lo que ella me diga, para que llegue el tiempo en que ella me diga que haga

lo que tú me digas, y entonces haré milagros.

Quiero después renunciar a ser hombre, para entregarme contigo, en sacrificio, en

ofrenda, para la salvación de las almas.

Quiero ser cordero y ser pastor, creyendo en tu palabra y convirtiéndome, porque es

tiempo.

Quiero ver la luz y seguirte, porque es tiempo.

Quiero rectificar el rumbo, y navegar por tu camino, porque es tiempo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

338

Quiero morir al mundo, y vivir contigo, porque ya es tiempo.

Es tiempo de conversión, de arrepentimiento, de perdón.

Es tiempo de misericordia.

Tú eres la misericordia que el Padre nos ha entregado por tu sacrificio, por tu pasión y

muerte, para que muramos a las miserias del mundo, y vivamos en plenitud contigo.

Ayúdame a no caminar sin rumbo, como oveja sin pastor. Tú eres el Buen Pastor y

conoces a tus ovejas, y ellas te siguen a ti. Yo quiero seguirte, para que sea niño, como tú, y

pueda ocupar el trono que el Padre ha destinado para mí en el cielo.

Ayúdame a cumplir los mandamientos del Padre, para que yo, junto a tus otros amigos,

seamos también tus hermanos y tu Madre, para que seamos los niños que abrace el Padre.

Ayúdame a permanecer en el silencio, en la compañía de tu Madre, que me guía y me

mantiene en el monte alto del Carmelo y del Tabor, para que contemple y medite todo lo que tú

me das, para que escuche en el silencio de la oración, y desde ahí construya tus obras, porque sé

que es ahí en donde el Padre revela al Hijo.

Ayúdame a abrir mi corazón, para que te conozca a través del medio más fácil para llegar

a ti, que eres puerto seguro de salvación: tu Madre.

Ella es la estrella que me guía, y tú eres el camino, la verdad y la vida.

Ella es el camino más fácil y más seguro para llegar a ti, en medio del mar, entre la

obscuridad de la noche y los desiertos de la tierra.

Es tiempo de que me deje guiar por esa estrella.

+++

ESTRELLA DEL MAR

¡Oh tierra más pura y fecunda, tierra de María!

Eres la pureza, la belleza, la inmaculada, la siempre perfecta y virgen, la estrella del mar,

la reina del cielo y de la tierra, la niña y la Madre que guarda la inocencia y el amor, para ser el

arca en donde se guardan los tesoros de Dios.

Eres la Madre que dio a luz, hizo nacer, alimentó e hizo crecer al fruto bendito, por el que

todas las naciones son reunidas, por el que se hacen nuevas todas las cosas, por el que los

hombres alcanzan la gloria de Dios.

¡Oh Flor del Carmelo!, estrella que brilla e ilumina, como faro, en medio de la noche

obscura de los hombres.

Por los méritos de tu maternidad divina, de tu dulzura virginal, de tu inmaculada

concepción, y de tu bendita anunciación, protégenos y concédenos las gracias que necesitamos

para alcanzar la perfección, a través de la contemplación de tu bendito Hijo, en el silencio y la

oración.

Amén.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

339

LA SIEMBRA EN EL SEMINARIO – BUENA TIERRA, FRUTO ABUNDANTE

DOMINGO DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Una vez salió un sembrador a sembrar.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-23

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió

en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la

gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a

lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno

pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero

cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron

entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en

tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga

oídos, que oiga”.

Después se le acercaron sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les hablas en

parábolas?” Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de

los cielos, pero a ellos no. Al que tiene, se le dará más y nadará en la abundancia; pero al que

tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y

oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Oirán una y otra vez y no

entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su

corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos, ni oír con los

oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos

profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen

y no lo oyeron. Escuchen, pues, ustedes lo que significa la parábola del sembrador. A todo

hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el diablo y le arrebata lo sembrado

en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta

inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene

una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las

preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden

y dan fruto: unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: una sola es la semilla, como una sola es la Palabra de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

340

Y yo quiero que tú encuentres en mí un corazón ardiente y bien dispuesto, para ser tu

morada, para que puedas poner en él tu semilla.

Tú me has consagrado desde antes de nacer, porque desde antes de formarme en el vientre

tú ya me conocías.

Adondequiera que me envíes iré, y lo que tú me mandes diré.

Tú has tocado mi boca, para que sea profeta de las naciones, y lleve tu palabra, y la

esparza como semilla en tierra buena.

Tú me das la autoridad para abrir los corazones, para edificar y plantar tu semilla.

Tú me envías como instrumento, para preparar la tierra, para que toda la semilla se

aproveche.

Tú mismo has fecundado mi tierra, para asegurarte que dé buen fruto, porque de mí

esperas el ciento por uno.

Dame valentía para no tener miedo, dame tu protección.

Me envías a llevar el Reino de Dios a tu pueblo, y ya sea que duerma o me levante, de

noche o de día, el grano que he echado sé que brotará, y crecerá sin que me dé cuenta.

La tierra dará fruto por sí misma: primero hierba, luego espiga, después trigo, que será

fruto bueno en abundancia.

Entonces meterás tu hoz, porque habrá llegado la hora de segar. La mies de la tierra estará

madura.

Pero sé que, para sembrar, primero hay que preparar la tierra, para que sea buena, porque

la semilla que caiga a la orilla del camino, en terreno pedregoso o con espinas, no dará fruto.

Tú pones tu semilla en mis manos, para que toda se aproveche, pero el sembrador eres tú.

La tierra no te ha escogido a ti, tú has escogido la tierra para sembrar, y es tierra buena,

que hay que preparar y conservar, para que la siembra dé buen fruto, y ese fruto permanezca.

Señor, la tierra buena se prepara en los Seminarios, y son los formadores los responsables

de conservarla, de abonarla, y de hacerla fecunda. Pero si sus corazones son áridos por culpa de

su tibieza, no llegará la fecundidad a tu tierra.

Aquí se requiere la paciencia de los santos, de los que guardan tus mandamientos y tu fe.

Se requiere formación permanente.

Sé que quieres llevar tu semilla a los que has enviado como sembradores, para que la

reciban primero en su tierra. Pero para esto se requiere su disposición, y que cuiden tu siembra, y

protejan la cosecha, porque por sus frutos los reconocerán.

Te pido especialmente, Señor, por todos los formadores, para que permanezcan en la

disposición de dejarte actuar, y transformar la aridez de sus corazones, en tierra fértil, en donde tu

palabra crezca y produzca frutos de santidad con los que preparen, y para que cuiden bien la

tierra que les has dado para sembrar, porque la tierra que tú les das es tierra virgen, para que

procuren su castidad; es tierra suave, para que procuren que no se endurezca; es tierra nueva, para

que protejan su inocencia; es tierra sencilla, para que procuren su humildad; es tierra viva, para

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

341

que procuren la virtud; es tierra dispuesta, para acoger la semilla; es tierra fértil, para que

procuren la buena semilla; porque lo que siembren, eso cosecharán.

No me dejes, Jesús, porque sé que, para una buena cosecha, es necesario cultivar la vida

interior, perseverando en la oración y viviendo en el amor, permaneciendo en un encuentro

constante contigo, para que aprenda de ti a ser un verdadero Cristo.

+++

Madre mía: ayúdanos para que los que somos formadores y custodios, orientadores y

guías, pastores de los rebaños sagrados, elegidos por tu Hijo, seamos como Él, para que dejemos

todo y lo sigamos. Te pedimos tus tesoros y tu ayuda, para cuidar la vocación de tus hijos, desde

los Seminarios.

Él es quien nos ha llamado y nos ha sacado del mundo.

Somos nosotros los formadores, los maestros, los que les debemos enseñar a tus hijos a

vivir en medio del mundo, sin ser del mundo.

Pero qué fácil es caer en la tentación de cerrar los ojos y los oídos, y pretender hacer de un

Seminario una escuela de intelectuales.

¡Ayúdanos a despertar de ese error! Un Seminario debe ser una escuela de amor, en donde

se descubre y se conoce el corazón de Dios, para enamorarse de su novia y futura esposa: la Santa

Iglesia Católica.

Ayúdanos a cuidar que el sistema de estudio en el Seminario promueva el crecimiento

espiritual, y se enriquezca con la oración de contemplación, para que los alumnos conozcan el

amor, la consagración a tu Inmaculado Corazón -para que reciban tu protección-, y el sacrificio,

para que se conozcan ellos mismos y lo humanos que son, con todas sus miserias, y que,

mortificando la carne, aprendan a crucificar las pasiones, por una entrega de amor a Dios, y no

sólo por obligación.

Madre, necesitamos tu ayuda, porque a veces estamos distraídos, ocupados y preocupados

en muchas cosas, y otras veces dormidos. Sé que algunas plantas crecen, acariciadas por los rayos

del sol. Algunas se hacen espigas, y maduran, y dan fruto. Pero otras no crecen, porque están

cubiertas por la sombra de la cizaña, que ha sido sembrada por los demonios, aprovechando la

distracción, la pereza, y la resignación de los que han sido llamados para sembrar y cuidar la

tierra.

Y la cizaña sembrada crece como maleza entre las espigas, y les quita la luz del sol y el

alimento, sometiéndolas a las tinieblas y a la inanición.

Las plantas fuertes producen frutos, unas el treinta, otras el sesenta y otras el ciento por

uno, pero las plantas que no crecen no maduran, y no producen ningún fruto.

Es muy duro pensar que los ángeles están listos para la siega, y de una sola vez segarán

todo el campo, y separarán a las espigas de la cizaña. Las plantas que no crezcan como espiga y

no den fruto, serán arrojadas al fuego con la cizaña, porque al igual que la cizaña, no sirven para

nada.

Las espigas que den fruto serán almacenadas para ser transformadas en ofrenda para la

gloria de Dios.

Madre mía, yo quiero permanecer contigo, para dar fruto en abundancia.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

342

Te pido ese tesoro de tu corazón, para asegurar el fruto al ciento por uno: tu

acompañamiento.

Acompáñame, para poder edificar mis obras, cuidando y preparando la tierra de cada uno

de tus hijos, en los que cae la semilla que tu Hijo me ha confiado: una misma semilla y una sola

tierra.

La tierra son los corazones.

La semilla es la Palabra de Dios, que es viva y eficaz, que hiere para convertir los

corazones, porque es más cortante que la espada de doble filo, y penetra hasta la división del

alma y el espíritu, articulaciones y médulas, y discierne sentimientos y pensamientos del corazón.

Te pido ayuda para dar siempre el mejor de los frutos, para dar mucha gloria a Dios, a

través de la oración y con tu compañía: la santidad de nosotros, tus hijos sacerdotes.

+++

PARA MEDITAR – BUENA TIERRA, FRUTO ABUNDANTE

«Lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden y dan

fruto, unos el ciento por uno, otros el sesenta, y otros el treinta».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, porque tú eres su tierra buena, la que Él ha elegido para

sembrar su semilla, para que dé buen fruto, y ese fruto permanezca.

La semilla es la palabra de tu Señor, y ha sido sembrada en tu corazón, y te ha sido

dado el don para que la entiendas, para que la practiques, para que la vivas, para que la

prediques.

Tu Señor te habla claro, sacerdote, y te muestra la verdad, porque tú tienes ojos que

ven y oídos que oyen, porque en ti ha encontrado un hombre según su corazón, para que custodie

y proteja la semilla, para que siembre con Él, y recoja con Él, porque el que no está con Él está

contra Él, y el que no recoge, desparrama.

Tu Señor te llama, sacerdote, y te hace sembrador, te da la tierra buena, y te da la

semilla, y la gracia para preparar y sembrar la tierra. Pero es Él quien hace llover y empapa la

tierra, la fecunda y la hace germinar, para que brote la vida. Por tanto, aunque tú, sacerdote,

tengas la semilla, nada puedes tú sin la acción del Espíritu Santo.

Permanece en la docilidad y en la disposición a la escucha de la palabra de tu Señor,

para que su Santo Espíritu obre en ti, y produzca en ti el fruto, primero el treinta, luego el

sesenta, y luego el ciento por uno.

Frutos de tu trabajo que te santifique, para que seas santo y vivas en la plenitud del

amor, uniendo tus frutos en una sola ofrenda agradable a Dios, en el cuerpo y la sangre de tu

Señor, elevado entre tus manos sobre el altar, cada día, en la sagrada Eucaristía.

Tú eres tierra buena, sacerdote, y en tu tierra ha sido sembrada la semilla sagrada que ha

crecido como árbol bueno, que supera en altura a todos los árboles del campo, y sus ramas se

multiplican, para que en ellas aniden los pájaros del cielo, para que bajo su sombra se reúnan las

naciones, porque por tus frutos te conocerán.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

343

¡Pero, ay de aquel que se engría de su altura, de su hermosura o de su grandeza! Dios te

libre de gloriarte, si no es en la Cruz de tu Señor Jesucristo, por quien el mundo es un

crucificado para ti, y tú eres un crucificado para el mundo.

Y tú, sacerdote, ¿has dado buen fruto? ¿Cuánto fruto has entregado a tu Señor? ¿Qué

tan grande es tu ofrenda? ¿Te esfuerzas por mantener tu tierra buena y lista para la siembra?

¿Recibes la semilla? ¿Pides a tu Señor que haga llover en ti? ¿Recibes el agua viva de su

manantial constantemente, dejando que empape la tierra?

Y tú, sembrador, ¿siembras tu semilla en tierra buena?, ¿la preparas?, ¿la fecundas?,

¿o sólo la esparces sobre el camino, sin importar que se la coman los pájaros, o que caiga en

terreno pedregoso, o entre los espinos?

Recibe la semilla de tu Señor, permítele que sea Él quien la siembre en tu corazón, y

luego síguelo, aprendiendo de Él a sembrar, a dar vida con Él, y a hacer crecer.

No permitas que lo sembrado te sea arrebatado por las tentaciones, por las

preocupaciones y las seducciones del mundo, por la tribulación, por la persecución, por los

peligros.

Pídele a tu Señor el don de saber escuchar, de poder entender, para que su palabra

penetre hasta lo más profundo de tu corazón, perseverando en tu misión, alcanzando a las

almas, con tus frutos, la salvación.

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LA VICTORIA SOBRE EL MUNDO – HACER LA GUERRA

LUNES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

No he venido a traer la paz, sino la guerra.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10, 34-11, 1

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz a la

tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He venido a enfrentar al hijo con su padre, a la

hija con su madre, a la nuera con su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia

familia.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo

o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de

mí.

El que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.

Quien los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me ha

enviado.

El que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que recibe a

un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.

Quien diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por ser

discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa”.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

344

Cuando acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para enseñar

y predicar en otras ciudades.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: las instrucciones que das a tus discípulos les advierten que tendrán

dificultades en la difusión del Evangelio, sobre todo por parte de aquellos que son del mundo,

porque son enemigos de tu Cruz. A nosotros nos pides tomar la cruz de cada día, perder la vida

por ti y por el Evangelio, porque esto es una guerra.

Pero llevamos las de ganar, porque tú has vencido al mundo.

Tú has venido al mundo, no a traer la paz, sino la guerra, para que creamos en ti. Porque

el mundo estaba dominado por el enemigo, pero tú has vencido al mundo, y has descendido a los

infiernos a anunciar tu victoria.

Los demonios están ahora desatados y furiosos, porque saben que les queda poco tiempo.

Intentan robar tus tesoros más preciosos, y destruir lo más sagrado: tus sacerdotes.

Pero tú nos has dado el escudo para nuestra protección, y el poder para la salvación: los

sacramentos.

Tú has ganado la vida eterna para todos los hombres, a través de tu cruz y tu resurrección.

Anunciaste que se enfrentarán uno contra otro en la propia familia, porque tú has venido a

levantar de los tronos a los poderosos, y de las sillas a los resignados, y a importunar a los

acomodados, para exaltar a los humildes, a los que aman a Dios por sobre todas las cosas, y

toman su cruz y te siguen.

Los enemigos no se quedarán tranquilos. Ayúdame a permanecer al pie de tu cruz contigo,

junto a tu Madre, y a unir mi sacrificio al tuyo, que es el único sacrificio agradable al Padre.

Yo quiero orar contigo y trabajar para ti.

Yo quiero orar contigo al Padre, y pedir por todos tus amigos, tus sacerdotes, no para que

nos retire del mundo, porque no somos de este mundo, sino para que nos proteja del maligno, y

para que nos santifique en la verdad.

Sé que los sacrificios de muchos de tus sacerdotes no satisfacen al Padre, porque viven en

pecado. Los sacrificios ofrecidos con manos impuras manchan tu cuerpo puro y bendito, cuando,

a pesar de ellos, se realiza la transubstanciación, porque el poder se les ha dado y no les será

quitado.

Ayúdame a ser humilde y obediente, para que cumpla tus mandamientos, para que tome

mi cruz y te siga.

Ayúdame a resistir las tentaciones, y a preservar lo más sagrado y, que unido a tu cruz, es

agradable al Padre: mi castidad y mi pureza.

Reconozco que tu gracia me basta, porque tu fuerza se realiza en mi flaqueza.

Te pido tu gracia para convertirme y purificar mis manos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

345

Ayúdame a perseverar, y dame la fe y la esperanza que necesito, pero, sobre todo, dame

mucho amor.

Tú eres, y no yo, quien ha vencido al mundo.

+++

Madre mía: yo quiero permanecer contigo.

Te pido otro tesoro de tu corazón: tu longanimidad.

Longanimidad para trabajar con rectitud de intención y con constancia.

Longanimidad para construir mis obras con fe y esperanza, confiando en Dios.

Longanimidad para tomar mi cruz, y seguir a Jesús, para caminar sin detenerme, y

perseverar hasta el final, aun cuando sienta que las fuerzas no alcanzan, y mi pequeñez me

abrume, aun cuando no entienda, y los planes de Dios me parezcan locura divina, aun cuando el

camino sea largo, incomprensible e incierto, y de mí se requiera la paciencia de los santos.

Longanimidad para que mi alegría, mi motivación y mi meta sea servir al Señor, y

alcanzar así la vida eterna, para mí y para todas mis ovejas.

Ayúdame a orar y obrar con misericordia, para que camine por camino seguro, mientras

construyo el Reino de los cielos en la tierra.

Te pido tu ayuda para que nunca me falte fe.

Sé que tengo el mismo poder de Cristo, para hacer milagros y arrojar demonios, pero a

veces me falta fe.

Sé que tengo tu protección, y la de los ángeles y los santos, pero a veces me falta fe.

Acudo a tu intercesión para que aumente mi fe, para que, ante la tentación y el pecado,

resista con el poder que me ha sido dado, y conserve la humildad, para reconocer mi pequeñez y

descubrir en mí la fortaleza de Cristo.

+++

PARA MEDITAR – HACER LA GUERRA

«No piensen que he venido a traer la paz a la tierra, no he venido a traer la paz sino la

guerra».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y luego te envía a llevar su paz a todos los rincones de la

tierra.

Tu Señor no es incongruente, aunque lo aparente. Tu Señor es la verdad, y abre tus

ojos a la realidad, -porque los ojos del hombre están cegados a la fantasía de la herida

ocasionada por la maldad del pecado-, para que veas con claridad el camino, que, aunque

parezca que no tiene sentido, te conduce a la plenitud de la vida, y a la eternidad.

Tu Señor te da su paz para que tú, sacerdote, la lleves a los demás. Pero no te la da como

la da el mundo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

346

Tu Señor te envía a continuar su misión, a hacer las mismas obras que hizo Él y aún

mayores. Escucha su palabra y atesórala en tu corazón. Que sea para ti cada palabra una

lección, para que lo imites, para que hagas lo que Él te dice, para que lo conozcas tal cual es, y

lo ames por sobre todas las cosas, para que creas en Él, para que des tu vida por Él, y no la

pierdas, sino que la salves.

Tu Señor no ha venido al mundo a traer la paz, sino la misericordia, perdonando los

pecados y corrigiendo al que se equivoca, soportando con paciencia los errores de los demás,

derribando del trono a los poderosos y exaltando a los humildes, revelando su verdad, no a

los sabios y letrados, sino a los pequeños y sencillos, desacomodando a los cómodos y a los

resignados, hiriéndolos con espada de dos filos.

Tu Señor ha venido a mostrarte el camino, y el camino es de cruz, y te pide que tomes tu

cruz y lo sigas, exaltando su Nombre -para que toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en

los abismos y en todo lugar-, el Nombre del Rey, el Hijo de Dios, el Sumo y Eterno Sacerdote,

que es Víctima y es Altar, el Cordero de Dios, y el Buen Pastor, el Hijo de David, el Hijo del

hombre, el Maestro, el Hijo del Carpintero, el Salvador, el Redentor, el Señor, el Mesías, el

Libertador, el Hijo de María, el Nazareno, el Rey de los judíos, el Rey de los ejércitos, el

Rey del Universo, el Cristo. Su nombre es Jesús.

Tu Señor ha puesto enemistad entre la mujer y la serpiente, y le ha dado a ella el poder

de vencer, pisándole la cabeza. Y la bestia, despechada contra la mujer, hace la guerra al resto

de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios, y mantienen el testimonio de Jesús.

Por tanto, sacerdote, la guerra de tu Señor es contra tus enemigos y contra sus

traiciones, contra tus tentaciones y las malas pasiones, que te atormentan, que te turban, que

te inquietan, que te confunden, y que te quitan la paz.

Tu Señor ha venido al mundo a dar su vida por ti, para rescatarte, para salvarte, para

conquistarte, para ganarte la vida destruyendo la muerte, crucificando el pecado, sanando la

herida que el pecado dejó en ti, haciéndote digno de seguirlo, cargando tu cruz de cada día, con

la que Él te envía, para que quien a ti te reciba a Él lo reciba, y que quien a Él lo reciba,

reciba a aquél que lo ha enviado.

Tu Señor te ha enviado como un guerrero de su ejército. No tengas miedo de ser

llamado profeta, y de luchar por ser justo. Tu Señor está contigo en medio de la guerra,

para que tengas paz en Él, porque Él ha vencido al mundo.

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COMPARTIR LA MISERICORDIA - RECIBIR MUCHO PARA DAR MÁS

MARTES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El día del juicio será menos riguroso para Tiro, Sidón y Sodoma que para otras ciudades.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 20-24

En aquel tiempo, Jesús se puso a reprender a las ciudades que habían visto sus numerosos

milagros, por no haberse arrepentido. Les decía:

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

347

“¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran

realizado los milagros que se han hecho en ustedes, hace tiempo que hubieran hecho penitencia,

cubiertas de sayal y de ceniza. Pero yo les aseguro que el día del juicio será menos riguroso para

Tiro y Sidón, que para ustedes.

Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el

abismo, porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros que en ti se han hecho, quizás

estaría en pie hasta el día de hoy. Pero yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para

Sodoma que para ti”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: aunque esas palabras tuyas de condenación por no haberse arrepentido las

diriges a ciudades concretas, ya sabemos que la salvación o condenación es personal, en función

de la correspondencia a la gracia. Lo que sí me queda claro, Jesús, es que pides más a los que les

das más, y eso lo mencionas de diversas maneras en tu predicación.

A mí, sacerdote, me has dado mucho. Y por eso esperas mucho de mí. Esperas que sea

santo, porque para eso me has llamado, y esperas que te lleve muchas almas al cielo. Esperas

mucho fruto de mí.

Yo te pido: ¡ayúdame!

Tu misericordia se derrama primero a los que has amado primero, para que vayan y la

administren, y la entreguen como tú.

Pero ¡ay de aquel que recibe y no entrega; que es testigo de la verdad y no da testimonio;

que es amado, pero que no ama; que conoce el camino, pero no cree, y no espera, y no adora, y

no ama!

¡Ay de aquel que recibe tu misericordia, y no la vive, y no la demuestra, y no la comparte!

La fe nos dice que habrá un juicio en el que por nuestros actos seremos juzgados.

Y creo, Señor, que tu misericordia es tan grande, que llegará hasta los más lejanos, pero

no a los que ya se les ha entregado y no la han valorado. Serán sus actos y su fe por lo que serán

salvados.

Tú me has enviado para dar testimonio de mi fe y de tu misericordia, a compartir tu

palabra, y a vivir en la verdad. Tú me envías a anunciar la verdad.

Tus sacerdotes somos tus pastores, tus amigos, somos los que tú has amado primero.

Somos los que tú has enviado primero a proclamar tu Reino.

Nos pides que llevemos tu palabra, pero que vivamos en la verdad. Tú eres la palabra. Tú

eres la verdad. Tú eres la vida.

Que practiquemos tu justicia, pero derramemos tu misericordia.

Que vayamos sin miedo, pero que temamos a Dios.

Que actuemos con benevolencia, porque por nuestros actos seremos juzgados.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

348

Que realicemos actos de amor, que es por amor tu misericordia, mayor a tu justicia.

Y nos adviertes que, si alguno de nosotros dice que no te conoce, entonces tú tampoco lo

conocerás en el último día.

¡Ay de aquel que tiene oídos para oír y oye, pero cierra sus oídos!

¡Ay de aquel que tiene ojos para ver y ve, pero cierra los ojos!

¡Ay de aquel que tiene tu palabra en su boca y no habla!

¡Ay de aquel que ha sido elegido y escogido, pero se olvida de ti! … más le valdría no

haber nacido.

+++

Madre mía: ante mi responsabilidad, yo quiero voltear a verte.

Son tantos los medios que me das para que me acerque, para que me arrepienta, para que

me convierta, para que vuelva a Dios.

Son los sacramentales, como el Escapulario del Carmen, que tú me ofreces, para

mantenerme en el camino, para recordarme quién soy: que soy amigo de tu Hijo, su hermano,

hijo de Dios, tu hijo muy amado.

Pero, aun así, a veces no quiero ver, y no quiero oír, y no quiero hablar, y no quiero ir

contigo.

Ayúdame a darme prisa a recibir la misericordia del Padre, que se derrama una vez y otra

vez sobre mí, por la entrega de una vez y para siempre, en sacrificio, de tu Hijo amado; y es por

tu oración y tu dolor, por tu sacrificio, y porque tanto has rezado, que tú me llamas.

Madre, por tus méritos mereces que sea llevado tu llamado, como muestra de amor y de

misericordia, a todos los que tienen oídos y oyen, y tienen ojos y ven. Y nosotros, sacerdotes,

tenemos la palabra en nuestra boca.

Ayúdame a tener siempre esa disposición a entregar la palabra y la misericordia de Dios,

porque la misericordia de tu Hijo se me ha dado a mí primero, para que la entregue, para que la

comparta.

+++

PARA MEDITAR – RECIBIR MUCHO PARA DAR MÁS

«Yo te digo que será menos riguroso el día del juicio para Sodoma que para ti».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te recuerda que al que mucho se le da, mucho se le pedirá, y

al que se le confía mucho, se le pedirá más.

Tu Señor te ha dado mucho, sacerdote. Te ha dado su poder y ha confiado en ti lo más

grande, lo más sagrado: el pan y el vino consagrado por el poder de tus manos, y se ha

convertido en el cuerpo y en la sangre del mismo Cristo que vive en ti, que representas, que se

queda para alimentar a su pueblo, y que en ti espera tu voluntad para construir su Reino, para

edificar sus obras, para conquistar y para salvar a su pueblo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

349

Tu Señor confía en ti, sacerdote, para continuar la misión a la que Él fue enviado, para

glorificar en ti a aquél que lo ha enviado.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, y te da su paz para llevarla a los demás, a través de los

sacramentos, por los que Él mismo se da a todos y a cada uno de los miembros de su cuerpo,

para que todos sean uno con Él y contigo, unidos en un solo cuerpo y un mismo espíritu.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, y te da su sabiduría, su inteligencia, su consejo, su

fortaleza, su ciencia, su piedad, y su santo temor de Dios, que derrama en ti el amor del

Espíritu Santo, porque tú has creído, porque tú lo has amado, porque tú has escuchado su

llamado, y has dicho sí.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, y te entrega a su rebaño para que lo cuides, para que lo

protejas, para que lo guíes, para que lo alimentes y le des de beber, para que lo vistas de fiesta,

y cures sus enfermedades, para que los liberes de la esclavitud, para que acojas y recibas a los

que están lejos, también a los que no son de tu redil, para que le des santa sepultura a los

muertos que mueren en la esperanza de ver brillar para ellos la luz, para que enseñes al que no

sabe, para que des buen consejo al que lo necesita, para que corrijas al que se equivoca y

perdones sus pecados, para que consueles al triste y sufras con paciencia los defectos de los

demás, y para que los reúnas rezando por los vivos y por los muertos.

Tu Señor confía en ti, sacerdote, y te ha dado su tesoro más amado: te ha dado a su

Madre, para que la lleves a tu casa a vivir contigo, para que te acompañe y te guíe en el camino,

para que te proteja, para que te cuide de todo peligro y te conduzca al abrazo misericordioso del

Padre.

Tu Señor ha abierto tus ojos y tus oídos, sacerdote, y te ha revelado la verdad a través

de los dones que has recibido, para que al escuchar su palabra la pongas en práctica, la vivas,

la prediques, la comuniques, la expliques, y con ella ilumines la fe de los demás, para que

aumente su esperanza y se inflame su caridad.

Tu Señor te ha dado mucho y te ha confiado más. ¡Ay de ti, sacerdote, si cierras los

ojos y los oídos para no hacer su voluntad! Tu Señor no está ciego, Él lo ve todo, lo escucha

todo, porque Él está contigo todos los días de tu vida, no para reclamarte ni amenazarte,

sino para ayudarte, porque en ti Él ha puesto su confianza, su esperanza y su amistad,

porque te ama.

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EL DON DE LA SABIDURÍA – PERMANECER EN LA HUMILDAD

MIÉRCOLES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Escondiste estas cosas a los sabios y las revelaste a la gente sencilla.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 25-27

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,

porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!

Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

350

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y

nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: nuestra pequeñez nos impide conocer los misterios de la vida de Dios, de

modo que necesitamos de la Revelación. Leemos en la Carta a los Hebreos que de muchos modos

habló Dios en el pasado, a través de los Profetas; y en los últimos días a través de ti.

Hoy nos dices que el Padre escondió estas cosas a los sabios y entendidos, y las ha

revelado a la gente sencilla. Y que nadie conoce al Padre sino aquel a quien el Hijo se lo quiera

revelar.

Yo te pido, Jesús, que me des en abundancia tu verdad, reconociendo mi pequeñez, para

que pueda conocer al Padre y contar con los tesoros de tu sabiduría.

Al mismo tiempo tú deseas que te conozcamos, que vayamos a ti, para que te amemos,

para que te sigamos, para que creamos en ti, para que nos des agua viva, para llevarnos hacia

fuentes tranquilas y reparar nuestras fuerzas, para saciar nuestra sed.

Tú nos compadeces, y nuestra sed es tu sed.

Tú quieres saciar nuestra sed. Tú eres la fuente de agua viva, y el que beba del agua que tú

nos des, no tendrá sed jamás, y será en él la fuente de agua para la vida eterna.

Muchos caminan en el desierto, pero no te siguen, porque no te ven. O algunos sí te ven,

pero no te reconocen, están cansados, agobiados y sedientos, porque llevan cargas muy pesadas.

Están cargados de poder, dinero, propiedades; de lujuria, placer, viajes, excesos, vida social,

desenfrenos, doble vida, abusos; de vicios, depresión, ansiedad, enfermedad, aflicciones, pereza,

preocupaciones, miedo, angustia, inseguridad, resignación, desolación, apegos del mundo; de

trabajos pesados, activismo, deseo de sobresalir, ocupaciones del mundo. La carga es una:

infidelidad.

Y aunque tienen un poco de agua, están cegados por el egoísmo, y no se dan cuenta que,

al compartir el agua con los que nada tienen, se convierten en fuente inagotable de vida.

Tú dijiste que el que dé de beber, aunque sea un vaso de agua fresca, a uno de los más

pequeños, tan solo por ser tus discípulos, no perderá su recompensa. Y está escrito que el cántaro

de harina no se quedará vacío, la aceitera de aceite no se agotará, hasta el día que Dios haga

llover sobre la tierra.

Tú nos das a tus sacerdotes, obispos, y cardenales la fuente de agua viva que nunca se

acaba. También a los poderosos y letrados, a los sabios y entendidos, porque tu palabra es palabra

de vida eterna, y con ella sacian su sed hasta los más necesitados, los que creen saberlo todo y

poseerlo todo, pero que caminan en sus desiertos sin una gota de agua.

Tú has querido revelarles las cosas de tu Padre a los sencillos, para que te conozcan, para

que te den a conocer, para que te lleven a los demás, para que ellos también te conozcan, para que

tengan los mismos sentimientos que tú, para que te amen y se conviertan, para que hagan

penitencia, para que reparen tu corazón, para que sacien su sed y tu sed.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

351

***

Madre mía: tú eres madre, y conoces a cada uno de tus hijos, y sus necesidades, y nos

das tu auxilio, para que nada nos falte. Y nos preguntas si tenemos necesidad de alguna otra cosa.

Ayúdame a contemplar la sabiduría. Sé que todo ha sido escrito ya, y se cumplirá hasta la

última letra de la ley. Y que nadie debe añadir ni quitar ni una sola palabra de lo que ha sido

escrito ya, porque la Palabra expresa la sabiduría de Dios.

La sabiduría no está en la inteligencia, ni en conocer las cosas del mundo.

La sabiduría está en la Palabra encarnada.

La sabiduría está en el amor.

La sabiduría es amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Es un don de Dios que nos hace a su imagen y semejanza. Esa es la sabiduría del amor.

Dios es el amor. El que conoce a Dios conoce la verdad y el que conoce la verdad es sabio. El

sabio que conoce la verdad sabe que Dios es compasivo y misericordioso, pero también es justo.

La sabiduría proviene del amor. La sabiduría está en el amor, porque si no tienes amor,

nada tienes.

El amor es paciente, es amable, no es envidioso ni engreído, no busca interés, no se irrita,

no toma en cuenta el mal.

El amor todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

El amor es infinito.

La sabiduría proviene del corazón. El sabio conoce el verdadero rostro de Dios

contemplando el rostro de Cristo.

La sabiduría está en la cruz que refleja la verdad. El sabio renuncia a sí mismo entregando

su voluntad para abrazar la cruz de cada día.

El sabio camina siguiendo a Cristo con los pies en la tierra y el corazón en el cielo que es

donde está su tesoro.

El sabio vive en la virtud de la fe, la esperanza y la caridad.

El sabio conoce el camino y sabe a dónde quiere llegar. El camino es la cruz de Cristo

para llegar a Dios.

El sabio resiste a la tentación porque sabe pedir la gracia, porque sabe que no puede solo y

no pretende salvar al mundo con sus propias fuerzas.

El sabio es humilde y se reconoce en sus miserias necesitado de Dios.

El sabio pide, espera, recibe y comparte.

El sabio es compasivo y misericordioso, porque sabe que solo Dios es justo. Recibe la

sabiduría experimentando el amor de Jesús. Vive en la sabiduría practicando la virtud.

Ayúdame, madre, a expresar la sabiduría amando, sirviendo, alabando y adorando la

verdad, que es Eucaristía, disponiéndome a la oración, recibiendo y compartiendo, porque la

sabiduría viene del amor, y no es para guardar.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

352

Ayúdame a alcanzar la sabiduría, que es un tesoro de tu corazón. Que es conocer a Cristo,

contemplar a Cristo, amar a Cristo, seguir a Cristo.

Ayúdame a entender que la sabiduría se atesora en la pureza de intención del corazón, con

la riqueza de la fe, la esperanza y el amor.

Ayúdame a contemplar la sabiduría de los santos, porque todos fueron sabios antes de ser

santos.

Ayúdame a pedir el don de la sabiduría, que me conduce a la santidad, porque el sabio

conoce al que es el Camino, la Verdad y la Vida, para permanecer en la caridad, obrando con

misericordia, en la disposición a recibir el amor, para que conozca el amor, que ame el amor, y

con ese amor ame a Dios, por sobre todas las cosas, y lo demuestre por medio del servicio al

prójimo.

Ayúdame a obrar con pureza de intención en mi corazón, para que, al administrar la

misericordia, sea mi fin llevar a las almas al conocimiento del que es la verdad, para darle gloria.

Porque nadie conoce al Padre si no es el Hijo, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y aquel a

quien el Hijo se lo quiera revelar.

Tu Hijo Jesucristo es la sabiduría.

Él es el camino, la verdad y la vida.

El camino es de cruz, y es por Él.

La verdad es luz, para seguirlo y caminar con Él.

La vida es morir al mundo, renunciando a uno mismo, para vivir en Él.

Ayúdame a no buscar la sabiduría en mi inteligencia, sino en mi corazón, ya que la

sabiduría no se expresa en mis palabras, sino en la palabra de Dios.

Yo quiero permanecer contigo en oración, amando a Dios por sobre todas las cosas,

sirviendo a la Iglesia, entregando la misericordia de Dios a través de mis obras, enriqueciéndome

con los tesoros de tu corazón, que son amor y sabiduría, para que sea sabio, para que sea santo.

+++

PARA MEDITAR – PERMANECER EN LA HUMILDAD

«Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a

quien el Hijo se lo quiera revelar».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te recuerda que el Padre ha puesto todas las cosas en sus

manos. También a ti. Y también te recuerda que sus manos son tus manos, y en ellas Él ha

puesto su confianza y su sabiduría, que es Eucaristía.

Y tú, sacerdote, ¿conoces al Padre?, ¿conoces al Hijo? ¿Escuchas la palabra de tu Señor

a través de la que Él mismo revela al Padre, y el Padre revela al Hijo? ¿Pides a tu Señor el don

de la sabiduría, el entendimiento, la ciencia, la piedad, la fortaleza, el consejo y el santo

temor de Dios, las virtudes de la fe, la esperanza y el amor, y la humildad, necesarios para

conocer a tu Señor?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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La verdad revelada a través de la palabra está en las Escrituras. Todo ha sido escrito

ya, y se cumplirá hasta la última letra. Por tanto, no busques doctrinas nuevas, ni palabras

modernas; no busques falsas seguridades y teorías en la falsa sabiduría del mundo; no confíes

en los falsos profetas ni en sus palabrerías; no te confundas ni te angusties con falsas

profecías.

Tú tienes la verdad, sacerdote. La verdad te ha sido revelada y vive en ti. La verdad te

ha sido dada para que sea profesada al mundo a través de ti. Búscala en la humildad de tu

corazón, en el silencio de tu oración, y agradece a tu Señor que ha mirado tu humillación,

como ha mirado la humillación de su esclava, a quien le fue dada la sabiduría encarnada, y a

quien llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha entregado la verdad al mundo, revelada

a través de la misericordia, de generación en generación, a los que temen a su Señor.

Proclama tú también la grandeza de tu Señor, sacerdote, que ha derribado a los

poderosos del trono y exaltado a los humildes, que ha reconocido tu pequeñez y te ha

fortalecido con su poder, para que lleves su auxilio a su pueblo a través de su palabra y de su

misericordia, con la que Dios renueva su alianza a través de la adopción filial de todos los

pueblos, para que todos sean uno en el Hijo, como el Hijo y el Padre son uno.

Tu Señor te pide que te hagas como niño, porque de los niños es el Reino de los cielos, y

te pide que te mantengas pequeño, perseverando en la virtud de la humildad, teniendo sus

mismos sentimientos. Pero también te advierte del peligro del poder, de la fama, de las

riquezas, del orgullo, que lleva a la infidelidad, y te aleja de su amistad, cuando pretendes ser

sabio por creer que tienes la verdad, buscando una larga vida de riquezas, y no la sabiduría del

corazón que te consigue la vida eterna.

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y ponla en práctica, porque es así,

viviendo en la verdad, como permaneces en la humildad, reconociendo tus miserias,

pidiendo al Padre su misericordia, por la que tu humanidad se configura con su divinidad,

para revelar la verdad a través de ti a todos los hombres de buena voluntad, para que

conozcan al Hijo, y el Hijo les revele al Padre.

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APRENDER DE JESÚS – DEJARSE AYUDAR

JUEVES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Soy manso y humilde de corazón.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por

la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y

humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Palabra del Señor.

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

354

Señor Jesús: todos podemos aprender de ti meditando el Evangelio. En primer lugar, a

través de tus palabras, que son palabras de vida eterna. Y, en segundo lugar, a través de tu vida,

de tu ejemplo, de lo que nos cuentan los diversos pasajes de la Escritura.

Hoy nos pides tú mismo que tomemos tu yugo y aprendamos de ti. Y la lección es de

mansedumbre y humildad. Me queda claro: tomar el yugo es someterse, es obedecer, es olvidarse

de uno mismo para servir. Tú te hiciste obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y yo quiero

aprender de ti a llevar el yugo suave de la obediencia total al Padre.

Tú eres el Buen Pastor, y cuidas a tus ovejas.

Tú eres Pastor, y eres cordero.

Nosotros, los sacerdotes, somos las ovejas de tu rebaño, y pastores de tu pueblo.

Las ovejas, en los rebaños, caminan, pastan, conviven y son guiadas juntas. La oveja que

se aleja o queda sola se pierde.

Ayúdame a saber guiar en la unidad, y mantenerme en unidad con los demás pastores.

Que sepamos ayudar, cuidar y protegernos, unos a otros. Porque nosotros también somos

ovejas, y tú eres quien nos mantiene unidos en tu corazón.

Tu corazón es mi morada de descanso. Yo quiero reparar, adorar, orar, amar a ese corazón

entregado a los hombres. Corazón divino en fragilidad humana.

Reconozco que estoy fatigado y agobiado por la carga de mis pecados, pido perdón, junto

mis manos y doblo mis rodillas al pronunciar tu nombre. Oro al Padre y me propongo realizar

actos de amor, para reparar el desamor que causa tantas heridas a tu corazón.

Que tu Sagrado Corazón sea siempre mi morada.

Que vuelva constantemente a ti, para que tu corazón sea mi único refugio.

Que te busque cuando esté cansado, para que me des alivio.

Es tu corazón el que se entrega en cada Eucaristía, en cada consagración, en cada

sacrificio en el altar.

Es tu corazón de carne, por el que corre sangre divina en tu cuerpo humano.

Es por ese corazón que has redimido a la humanidad, y el Padre ha derramado su

misericordia.

Es por ese corazón que tú te entregas por completo, por amor a los hombres.

Es por ese corazón que recibes desprecios y adoración, burlas y alabanzas, ultrajes y

protección, golpes y caricias, desamor y amor.

Es por ese corazón que todo un Dios, trino y todopoderoso, se abaja para subir de nuevo,

llevando a la humanidad renovada por el amor a la vida eterna.

Sé que es el Sagrario el corazón de todo templo, y es ahí donde está tu corazón vivo,

esperando ser amado y adorado, entregado y recibido, para alimentar, para nutrir, para dar vida.

Por la acción de tu gracia, es el corazón de cada uno de nosotros en donde tú habitas.

Quiero recibir el amor que tú me das, y amarte con tu amor, para que seas tú mismo quien

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

355

repare tu lastimado y doloroso corazón.

Quiero buscar primero el Reino de Dios y su justicia, y ser justo, como el Padre del cielo

es justo.

Quiero amar a los demás, como tú nos has amado, con tu amor.

Quiero buscar la felicidad en el hermano, porque la felicidad eres tú.

Quiero buscar al que ha quedado solo, fuera del rebaño, porque el camino eres tú.

Quiero conducir a mis ovejas en la luz, porque la luz eres tú.

Quiero enseñar con tu palabra, porque la Palabra eres tú.

Quiero llevar a tu pueblo a la verdad, porque la verdad eres tú.

Quiero encontrar el amor en los corazones de los hombres, porque ahí estás tú, y el amor

eres tú.

Quiero mantenerme en unidad, en un solo cuerpo, en un mismo espíritu, en tu corazón,

porque nadie va al Padre, si no es por el Hijo.

+++

Madre mía: tú me has enseñado, con tu ejemplo, que hay más alegría en dar que en

recibir.

Yo te pido ese tesoro de tu corazón: tu ciencia.

Ciencia para que pueda construir encontrando la belleza de Dios en cada uno de tus hijos.

Ciencia para que pueda encontrar la belleza de la creación de Dios, y el valor de cada

criatura, en relación a su Creador.

Ciencia, para que pueda encontrar lo invisible y divino en lo visible y terreno, y que pueda

poner mi corazón en la verdad de Dios, y no en la mentira del mundo.

Te pido que sea humilde, para reconocerme pecador y necesitado de la misericordia y del

perdón de Dios, y acepte la ayuda que tú me das a través del prójimo.

Pido perdón porque me reconozco como los que pasan por el camino sin detenerse ante el

necesitado, porque me ha sucedido que viendo no veo y oyendo no oigo.

Reconozco que el necesitado está cerca de mí, entre mis hermanos. Ayúdame a ver al

necesitado, para detenerme, ayudarlo y atenderlo.

Que todo lo que quiera que los demás hagan conmigo, también yo lo haga a los demás,

porque esa es la ley y los profetas, y que me dé cuenta que es el mismo Cristo el que da y el que

recibe.

Que vea al necesitado en mí mismo, y me deje acoger, para que reciba la misericordia de

Dios, para que abra mi corazón a la gracia, para que abra mis ojos y encuentre a Cristo, para que

me detenga en el camino, y ponga en Dios, y no en el mundo, el fin de mi propia existencia,

encontrando el amor infinito de Dios en la creación, en medio del mundo, descubriendo la verdad

desde mi pequeñez y mi miseria, sabiéndome frágil y necesitado, y así ponga toda mi confianza

en Aquel que era, que es y que ha de venir.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

356

Que reciba tu auxilio, tomándome de tu mano, reconociéndote Madre, y reconociendo a

mis hermanos, y me disponga a recibir y a dar misericordia, para encontrar en la fe la verdadera

alegría de servir a Cristo.

+++

PARA MEDITAR – DEJARSE AYUDAR

«Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso».

Eso dice Jesús.

Él es tu Maestro, sacerdote, y quiere enseñarte a aligerar tu carga, porque te

comprende.

Tu Señor te ha enviado no a llevar tu carga, sino tu cruz, y que camines no atado a las

cadenas del mundo, sino bajo la suavidad de su yugo; no bajo la opresión de los hombres, sino

en la libertad de tu voluntad unida a la voluntad del Padre, para que lo sigas, para que lo

alcances, y te haga descansar de tus fatigas, porque su yugo es suave y su carga ligera.

Por tanto, sacerdote, necesitas humildad, para dejarte guiar, para dejarte ayudar. Y la

mansedumbre del cordero, que se deja conducir con docilidad por su Pastor hacia fuentes

tranquilas, para reparar sus fuerzas.

Tu Señor es tu Pastor, sacerdote. Confía en Él, porque Él da la vida por sus ovejas.

Aprende de Él, porque Él conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a Él. Él las llama por su

nombre y ellas lo siguen. Él les da la vida eterna, y no perecerán jamás. Nadie las arrebatará de

su mano.

Escúchalo y síguelo, sacerdote: tú eres parte de su rebaño.

Tu Señor te ha enviado como cordero en medio de lobos, para que seas pastor. Aprende

de tu Maestro, y libra a tu rebaño de la opresión. Invita a tus ovejas a tomar el yugo de tu

Señor, y no les des cargas pesadas, sino ligeras. Sé compasivo y misericordioso, y enséñalas a

seguirte, para que aprendan de ti, y se dejen conducir por su propia voluntad a la verdadera

libertad, que es el conocimiento de la verdad, que las libera de las cadenas del mundo y les

concede la paz.

Y tú, sacerdote, ¿estás cansado? ¿Tu carga es pesada? ¿Estás atado al mundo por las

cadenas del orgullo que te frustran y te debilitan? ¿Pretendes seguir caminando con tus propias

fuerzas? ¿Asumes la responsabilidad de tu rebaño, y cargas sobre tus espaldas todos sus

problemas? ¿Pretendes ganar el mundo tú solo, y no te das cuenta de que puedes perderte a ti

mismo? ¿Estás cansado de tu trabajo, porque estás envuelto en el vicio del activismo? ¿Cierras

tus ojos para no ver, y tus oídos para no escuchar, creyendo que lo sabes todo, que no necesitas

nada, y no te dejas ayudar, pero en realidad no crees en tu poder, porque ni un demonio puedes

expulsar?

¿Hasta cuándo te va a soportar tu Señor? ¿Hasta cuándo?

De ti, sacerdote, se requiere humildad, porque el que no reconoce que está cansado,

¿cómo podrá descansar?

El que no quiere ver que su carga es pesada, ¿cómo podrá aligerarla?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

357

El que cierra los ojos a lo invisible, y pretende que lo visible sea su única realidad,

¿cómo podrá alcanzar la libertad?

Y el que se resiste a ser conducido por el camino de la verdad, ¿a dónde va?, ¿a dónde

quiere llegar?, ¿conoce la meta?, ¿la podrá alcanzar?

Acude, sacerdote a la oración y al encuentro de tu Señor en medio de tus trabajos y

de las fatigas de todos los días, y entrégale tu corazón cansado, contrito y humillado, para

que sea renovado en el amor, y configurado en la humildad y en la mansedumbre de su

Corazón Sagrado, que ha sido ya tan lastimado por las cargas de tus errores y tus pecados,

y que merece de ti ser amado para ser reparado por el amor del amigo que nunca lo

abandona, su más pequeño, su más amado.

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CONTEMPLAR LA MISERICORDIA – MISERICORDIA, NO SACRIFICIO

VIERNES DE LA XV SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El Hijo del hombre también es dueño del sábado.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 1-8

Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con Él, tenían

hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le

dijeron a Jesús: “Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado”.

Él les contestó: “¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él

y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes

consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el

templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el

templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios,

no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es

dueño del sábado”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tú quieres misericordia, no sacrificio.

Déjame mirar tu corazón y contemplar la misericordia de Dios.

Es la misericordia expresión del amor. Es don derramado. Es perdón concedido. Es

pecado expiado. Es Dios abajado. Es complemento. Es alimento. Es agua viva. Es libertad. Es

vida. Es la voz del Padre diciendo: Este es mi Hijo amado, escúchenlo.

Es por misericordia que has pagado por nosotros el rescate con tu sangre, para que sólo a

ti pertenezcan.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Es misericordia lo que has conseguido del Padre para toda la humanidad, por tu rostro

desfigurado y tu cuerpo inmolado, entregado por amor a los hombres, por obediencia al Padre.

Es por su misericordia que nos ha hecho hijos contigo.

Es su misericordia que hace nuevas todas las cosas.

Es misericordia despojarse de sí, renunciando a nosotros mismos para seguirte, y amar al

prójimo como a nosotros mismos; para dar, a los que no tienen, lo bueno que nosotros tenemos;

para complementar su miseria con la abundancia nuestra.

Pero yo sé, Señor, que para dar hay que tener. Dame tu amor. Llena mi corazón, para que

me ames y me desbordes con tu amor, para que pueda expresar este amor en obras de

misericordia.

Es misericordia lo que tu Padre nos ha dado.

Es misericordia lo que a nosotros nos ha sido confiado.

Es misericordia lo que nosotros no tenemos, de lo que carecemos, y que tú nos has dado.

Tú eres la misericordia.

Es por misericordia que Dios ha enviado a su único Hijo al mundo, para dar testimonio

del amor, para enseñarnos el camino, para traer la verdad, para traer la vida.

Es por misericordia que el Hijo nos ha sido entregado, como cordero en sacrificio, para el

perdón de los pecados.

Es por misericordia que el Hijo del hombre ha sido inmolado y crucificado, en un sólo

sacrificio para siempre.

Es por misericordia que el Hijo del hombre ha resucitado.

Es por misericordia que no nos has dejado solos, y te has quedado con nosotros todos los

días, hasta el fin del mundo.

Es la Eucaristía misericordia de Dios, la mayor muestra de amor, amor extremo, presencia

viva que se hace don, que se queda y permanece, que alimenta y nutre, que transforma y

convierte, que sana, que salva.

Es la Eucaristía pan bajado del cielo, en cada celebración, en cada consagración, por

medio de la misericordia de nosotros, que ofrecemos y nos ofrecemos como ofrenda, que

transformamos, que convertimos el pan en tu cuerpo, el vino en tu sangre, para abajarte, para

entregarte, para hacerte nuestro, para hacernos tuyos.

Es tu Madre, madre de misericordia, por la que hemos sido hechos hijos contigo.

Es misericordia que hayas padecido y compadecido la miseria de los hombres, como

hombre.

Es misericordia que hayas padecido y compadecido al hombre, como Dios.

Señor, ayúdame a administrar la misericordia de Dios, para que se derrame y llegue a

todos los confines del mundo.

Sé que en los sacramentos está la mayor obra de misericordia: llevar a las almas al

encuentro con Dios, para que los llene de todo lo que están vacíos, para que los limpie de toda

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

359

mancha, para que los revista con el Espíritu Santo, para que sacie su hambre, para que sacie su

sed, para que los libere de todo pecado, para que destruya la muerte y les dé vida, para ser su

morada, para enseñar, para aconsejar, para corregir, para consolar, para compadecer, para hacerlo

uno contigo.

Yo quiero ser cordero, como tú, y recibir la misericordia de Dios, porque el que sirve a

otros es el último, pero muchos últimos serán los primeros.

Dame tu misericordia, y ayúdame a ser misericordioso contigo, ofreciéndome en este

mismo sacrificio, para que consiga lo que me falta: amor, fidelidad, entrega, aceptación,

disposición, confianza, fe, esperanza, caridad, obediencia, voluntad y amistad.

Ayúdame a ser perfecto, como el Padre del cielo es perfecto.

+++

Madre mía: tú eres Madre de misericordia.

Es misericordia las obras de amor de tu Hijo, cuando ya no tenían vino, y les dio vino,

renunciando a sí mismo, porque todavía no había llegado su hora.

Cuando anunció el Reino de los cielos, enseñando, curando, sanando, expulsando

demonios.

Cuando demostró que contamos con la ayuda de los ángeles y de los santos,

transfigurándose en medio de nosotros.

Cuando el Padre ha hablado y ha dejado claro quién es su Hijo amado.

Cuando se ha quedado para siempre con nosotros en la Eucaristía.

Cuando se ha entregado para morir, liberando al mundo de las ataduras del pecado.

Cuando nos ha dado a ti como madre y nos ha hecho hijos tuyos.

Cuando ha resucitado para darnos vida.

Cuando ha enviado al Espíritu Santo para fortalecernos con sus dones.

Cuando te ha coronado Reina de los cielos y la tierra, para que nos ayudes y nos auxilies

en todas nuestras necesidades.

Cuando ha enviado sacerdotes al servicio de los hombres.

Pedimos, en primer lugar, la misericordia para nosotros mismos, para que nos despojemos

de nuestras miserias, y nos llenemos con la abundancia del amor de Cristo. Porque son nuestras

miserias cadenas que nos atan al mundo, perseguidos por la tentación, presos de los vicios y del

pecado, cautivos de la soledad y del miedo, corazones endurecidos y vacíos, almas tibias,

alejadas de la virtud, de la perfección y de la amistad de tu Hijo.

Tu Hijo nos enseñó que al que mucho se le perdona, ama mucho. Yo quiero demostrarte

mi amor.

+++

PARA MEDITAR – MISERICORDIA Y NO SACRIFICIO

«El Hijo del hombre también es dueño del sábado».

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Eso dice Jesús.

Tu Señor es Rey del universo, y lo obedecen los cielos y la tierra. Él es el creador de

todo lo visible y lo invisible, y sobre Él el maligno no tiene ningún poder, porque Él es

todopoderoso.

Tu Señor ha vencido al mundo, y ha ganado para Dios un reino de sacerdotes, por un

único y eterno sacrificio, con el que ha lavado con su sangre los pecados del mundo.

Tu Señor es tu dueño, sacerdote, y dueño de la ley. Pero no ha venido al mundo a abolir

la ley, sino a derramar su misericordia, para darle plenitud.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que hagas las obras que hizo Él, y que

uniéndolas a su sacrificio alcances de Dios su poder, haciendo obras mayores que las que hizo

Él, porque Él está en el Padre, y Él no ha venido al mundo para juzgar al mundo, sino para que

el mundo se salve por Él.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que renuncies a ti mismo, tomes tu cruz y lo

sigas, pero tu cruz no es de sacrificio, sino de entrega de vida; no es de clavos ni espinas, sino

de misericordia.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, no para que mueras de hambre, sino para que

alimentes; no para que desfallezcas de sed, sino para que des de beber; no para que castigues,

sino para que perdones; no para condenar a los que no tienen culpa, sino a guiar en la verdad,

y a procurar que se haga en ti, y en los demás, su voluntad.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para continuar su misión, llevando su luz y su

misericordia a todos los rincones de la tierra, a predicar su palabra para que lo conozcan, para

que el mundo crea.

Y tú, sacerdote:

¿Cómo vives tu ministerio?

¿Haciendo sacrificios para que te vea el pueblo, o impartiendo los sacramentos y

ungiéndolo?

¿Cómo es tu vida de piedad?

¿Cumpliendo por obligación con tantas normas como hay, o sirviendo y enseñando con

el ejemplo a rezar con devoción y con amor?

¿Te entregas totalmente en cuerpo y alma a tu Señor, o sólo cumples con las reglas?

¿Te sacrificas hasta el punto del martirio, desgastando tus fuerzas y tu salud, o usas tu

cuerpo y tus fuerzas para llevar a los demás la salud?

¿Llevas tu cruz de cada día con alegría, contagiando tu fe, llevando esperanza y

obrando con caridad, o caminas de mal humor, mortificando a los demás, porque cada paso

que das es para ti un tormento y un lamento?

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que vivas su palabra todos los días, haciéndote

ofrenda con Él en cada Eucaristía, uniéndote a su sacrificio, no para que mueras, sino para que

tengas vida, uniendo a su pueblo en una sola ofrenda, no para sacrificarlo, sino para salvarlo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

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Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que aprendas de Él, y le enseñes a su pueblo

a vivir en la alegría de su Señor, a amarlo, a alabarlo, a adorarlo, a servirlo, a

contemplarlo, a bendecirlo y a glorificarlo con sus obras, para que comprendan el sentido

de las palabras: misericordia quiero y no sacrificio.

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APRENDER A AMAR – LLEVAR EL MENSAJE DE SALVACIÓN

FIESTA DE SANTA MARÍA MAGDALENA

Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?

+ Del santo Evangelio según san Juan: 20, 1-2. 11-18

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al

sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban

Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al

Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

María se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó

al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el

cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le preguntaron: “¿Por

qué estás llorando, mujer?” Ella les contestó: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo

habrán puesto”.

Dicho esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces Él

le dijo: “Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?” Ella, creyendo que era el jardinero, le

respondió: “Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto”. Jesús le dijo: “¡María!” Ella se

volvió y exclamó: “¡Rabbuní!”, que en hebreo significa ‘maestro’. Jesús le dijo: “Déjame ya,

porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y su Padre, a

mi Dios y su Dios’ “.

María Magdalena se fue a ver a los discípulos para decirles que había visto al Señor y

para darles su mensaje.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: siempre me han llamado la atención esas palabras del Evangelio referidas a

la Magdalena: “sin dejar de llorar”. Parecería que no hacen falta, pero el evangelista las consigna

porque esas lágrimas son para ti un tesoro, son lágrimas de amor por ti, y expresan muy

claramente el dolor por la ausencia de la persona amada.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

362

Y yo, Señor, como la Magdalena, sé que me amas, y me hiciste tuyo. Yo te amo, porque

tú me amaste primero.

Yo te he conocido, te he amado, y he creído en ti.

Yo te he amado, y he sufrido, y he llorado, porque tengo los mismos sentimientos que tú.

Yo quiero también mojar tus pies con mis lágrimas, y aliviar las heridas de tu corazón con

mis besos. Lo que sé, lo he aprendido de ti.

Tú eres mi Maestro. Tú me has hecho tu discípulo, y me has llamado a ser apóstol de

apóstoles, por voluntad de Dios, para entregarte mi vida, sirviendo a tu pueblo, llevándoles tu

misericordia, para llevarlos a Dios.

Enséñame a creer en ti.

Enséñame a conocerte más, y a amarte tanto como te conozco, porque, para amar, primero

hay que conocer.

Enséñame que, por amor, has sido crucificado y muerto en la cruz.

Enséñame a permanecer con fidelidad al pie de la cruz.

Enséñame a reconocerte resucitado y vivo, cuando te tengo entregado entre mis manos en

el altar.

Enséñame a recibirte como los santos.

Enséñame a reparar con actos de amor tu Sagrado Corazón.

Enséñame a recibirte y a dejarme amar.

Enséñame a amar, enséñame a orar.

Enséñame a escucharte, porque tú me llamas por mi nombre.

Tú eres la Palabra viva, y eres el mismo ayer, hoy y siempre.

Enséñame a vivir en la verdad.

Enséñame que tú eres la verdad, y tu Palabra es viva y eficaz, y más cortante que una

espada de dos filos.

Enséñame que tú me amas, y que por tu amor soy libre.

Enséñame a decidir quién quiero ser hoy:

¿El que te sigue como discípulo por amor?, ¿o por conveniencia?

¿El que lleva tu palabra y tu misericordia a los demás, para anunciar el Reino de los

cielos, para que te conozcan y crean en ti?, ¿o el que no te sigue?

¿El que te besa y te ama?, ¿o el que te besa y te traiciona?

¿El que cree en ti?, ¿o el que te juzga injustamente?

¿El que carga la cruz contigo?, ¿o el espectador que sólo ve pasar a Dios por su vida?

¿El que camina contigo, a pesar del sufrimiento, ¿o el indiferente?

¿El que llora por ti?, ¿o el que te crucifica?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

363

¿El amigo fiel que permanece contigo al pie de mi cruz?, ¿o el que te abandona?

¿El que te vela y embalsama con sus lágrimas?, ¿o el que te deja solo en el sepulcro?

¿El que te escucha, y te reconoce resucitado y vivo en la Eucaristía?, ¿o el que no cree en

ti?

Ayúdame a no tener miedo, confiando en que tú me has rescatado y me has llamado por

mi nombre. Yo soy tuyo.

Ayúdame a estar atento y escucharte siempre, porque el que te escucha te reconoce, tú lo

conoces y él te sigue. Tú le das la vida eterna, y no perecerá jamás. Y nadie lo arrebatará de tu

mano. Tú eres el Buen Pastor, y conoces a tus ovejas, y ellas te conocen a ti. Tú eres el Buen

Pastor, que da la vida por sus ovejas.

Señor, imagino a la Magdalena cuando, después de verte resucitado, corrió de prisa a

anunciar a los discípulos que te había visto.

Por eso también las obras de Dios deben verse, para que crean en ti.

Tú me envías a anunciar la buena nueva al mundo, para que abran sus ojos y te vean, para

que conviertan su corazón y te crean, para que permanezcan en ti, como tú permaneces en ellos,

que permanezcan en tu presencia todo el tiempo, porque ese es el Reino de los Cielos, imitando a

las santas mujeres, que siempre acompañaron a tu Madre, permaneciendo junto a ti, con

fidelidad, al pie de la cruz, entregando su vida a través de obras de misericordia.

+++

Madre mía: la luz que brilla en tu vientre es la Palabra de Dios, que es viva y eficaz

como la espada de doble filo.

Yo te pido otro tesoro de tu corazón: tu celo apostólico. Para que ese celo por la casa del

Padre me devore.

Celo apostólico, para cumplir mi misión, y entregarme totalmente a la construcción del

Reino de los Cielos.

Celo apostólico, para pedir constantemente los dones del Espíritu Santo y las gracias para

vivir en santidad.

Celo apostólico, para conseguir verdaderos apóstoles de Cristo.

Yo quiero permanecer contigo a los pies de Jesús, al pie de la cruz, escuchando, orando,

amando, adorando y predicando la Palabra de Dios, porque reconozco que hay muchas cosas que

me preocupan, pero sé que sólo una es necesaria.

Quiero acompañarte, para aprender a amar como tú, para que sea perfecto, como el Padre

del cielo es perfecto, para que sea santo.

+++

Santa María Magdalena:

Tú que viste a Jesús golpeado con los látigos que abrieron su carne mientras brotaba su

preciosa sangre.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

364

Tú que lo viste humillado, ensangrentado, coronado de espinas, entre burlas y gritos de

desprecio.

Tú que lo viste cargando una pesada cruz, entre una multitud que sólo lo veía, sin hacer

nada por él.

Tú que lo viste crucificado en una cruz, y la lanza de un soldado lavada con la preciosa

sangre de Jesús, y su corazón expuesto, del que brotaba esa sangre y agua.

Tú que te quedaste al pie de esa cruz, acompañando a una mujer que consolaba a un

hombre, mientras una espada le atravesaba el alma. Y eran su Madre y su discípulo, el más

pequeño y el más amado.

Tú que lloraste y sufriste, mojando sus pies con tus lágrimas, mientras lo adorabas.

Tú que lo viste muerto, sin vida, envuelto en un lienzo, y que fue colocado en un sepulcro

que cerraron con una enorme y pesada piedra.

Tú que te quedaste velando y adorando su precioso cuerpo inerte, a los pies del sepulcro,

en donde todo era muerte.

Tú que sentiste ante el sepulcro el más desgarrador de los sufrimientos que alguien

hubiera imaginado jamás, el dolor de un mundo vacío, sin Cristo, sin Dios.

Tú que viste la piedra movida y el sepulcro abierto, pero en el que no estaba el cuerpo de

Jesús.

Tú que lloraste en silencio, y tus lágrimas no te dejaron verlo. Pero luego lo escuchaste

cuando te llamó por tu nombre.

Tú que viste a Jesús, resucitado y vivo, y lo reconociste.

Enséñame a mí a ver en el Sagrario ese sepulcro abierto que guarda la vida, a amar a

Cristo, a servir a Cristo, a sufrir por Cristo, a llorar por Cristo, a adorar a Cristo, a acompañar a

Cristo, a escuchar a Cristo, y a reconocer en mis manos, su cuerpo, su sangre, su alma y su

divinidad, en la Eucaristía.

+++

PARA MEDITAR – LLEVAR EL MENSAJE DE SALVACIÓN

«¿Porqué estás llorando?, ¿a quién buscas?»

Eso pregunta tu Señor.

Y te lo pregunta a ti, sacerdote, cuando te ve triste, cuando te ve cansado, cuando te ve

preocupado y desconsolado, cuando te ve afligido, cuando te ve atribulado, atormentado y

distraído.

Tu Señor es tu consuelo, sacerdote, Él está vivo, Él está contigo, aunque te sientas solo y

todos se hayan ido, aunque no lo veas y parezca un Dios escondido, tu Señor todo lo ve, todo lo

escucha, todo lo siente, porque Él es todopoderoso, es omnipresente y es omnisciente, y te

compadece porque te comprende.

Tu Señor ha subido al Padre, tu Padre, y a su Dios, tu Dios, pero no se ha ido, se ha

quedado contigo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

365

¡Alégrate, sacerdote, Cristo está vivo!

Tu Señor vive en ti, obra en ti, y por ti se hace presente en el mundo, a través de ti, para

llevar al mundo su misericordia.

Tu Señor es el amigo fiel que te acompaña, que nunca te traiciona, que te ayuda y que

nunca te abandona, el que te ama, el que te guía por el camino de la verdad, para conducirte al

paraíso, para que estés con Él en su eternidad.

Tu Señor ha muerto por ti, y ha sepultado con su cuerpo inerte todos tus pecados, y ha

vencido a la muerte, ganando para ti la vida en su cuerpo glorioso, porque tu Señor ha

resucitado.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que vivas con Él cada día en la alegría de su

presencia viva en la Eucaristía. Él se ha presentado ante ti y te ha llamado por tu nombre para

que lo reconozcas, para que lo sigas, para que lo sirvas, anunciando al mundo la buena nueva, y

ellos se alegren contigo.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que seas apóstol de Cristo, para que vivas la vida

de Cristo, para que seas configurado por Cristo, con Él y en Él, para que lleves al mundo su

presencia viva, para que les des vida, porque tú tienes el poder.

Recibe, sacerdote, a tu Señor que es el pan vivo bajado del cielo, y déjate amar por Él,

y con ese amor ama a su pueblo, y aliméntate con Él, y con ese alimento alimenta a su pueblo,

revístete de su pureza, y con esa pureza purifica a su pueblo, santifícate con tu fe puesta en

obras, y con esas obras santifica a su pueblo, predicando su palabra y llevándole su misericordia,

pídele perdón y perdona a su pueblo, porque al que mucho se le perdona, mucha ama.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, para que navegues mar adentro, y eches las redes al

mar. Alégrate, porque es Él mismo, quien te enseña a pescar.

Tu Señor te ha llamado y te ha dado ojos para que veas y oídos para que oigas. Escucha

la palabra de tu Señor, sacerdote, para que se abran tus ojos, y luego ve y dile al mundo que has

visto a tu Señor, y llévales su mensaje de salvación en cada sacramento, en cada celebración,

haciéndolos partícipes de tu alegría y de la vida en su resurrección.

Abre los ojos, sacerdote, y no busques, y no llores más. Tu Señor te ha encontrado, te

ha sanado, te ha redimido, te ha salvado, y ha llenado el cielo de alegría, porque eras tú el

que estaba perdido y Él te ha encontrado, eras tú el que estaba muerto, y Él te ha vuelto a la

vida.

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EXTENDER LA SEMILLA EN BUENA TIERRA – PROTEGER LA SIEMBRA

DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 24-43

En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los cielos

se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

366

dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando

crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena

semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’ El amo les respondió: De seguro lo

hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les

contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan

juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen

primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y luego almacenen el trigo en mi granero’ “.

Luego les propuso esta otra parábola: “El Reino de los cielos es semejante a la semilla de

mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las

semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un

arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.

Les dijo también otra parábola: “El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura

que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les

decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas;

anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y

le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es

el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del

maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y

los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el

Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a

otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la

desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga

oídos, que oiga”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: te gustaba predicar con parábolas, porque era una forma de transmitir tus

enseñanzas fácilmente. Y con frecuencia te refieres a las tareas del campo para ejemplificar.

Y nosotros, tus amigos, somos pastores y también ovejas, sembradores que somos semilla.

Tú nos has llamado, y nos has plantado en tierra fértil.

El camino del sacerdocio es tierra fértil.

Nosotros somos como semilla de mostaza, plantada por tus manos, y queremos ser fruto

de buena cosecha.

Y nos has llamado semillas, y nos has hecho sembradores, para que demos fruto, y

preparemos la tierra, y plantemos buena semilla.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

367

Ayúdanos a abrir la semilla a la vida nueva, con el agua viva de tu manantial.

Nos pides que alimentemos la semilla con tu cuerpo y con tu sangre, para que dé fruto de

vida eterna.

Te pedimos, Señor, que cuando vengan los segadores, lleven nuestras ofrendas al Padre,

para que nos ponga a tu diestra y nos corone de sol.

Nosotros hemos dejado todo, y te hemos seguido, ayúdanos a subir contigo a la alegría de

tu encuentro, en el camino y en tu cruz.

Concédenos que, por nuestro ministerio, se extienda la semilla en tierra buena y dé fruto

para la gloria de tu Padre, en la vida eterna.

+++

Madre mía: yo quiero compadecerme de ti, y compartir tu dolor.

Comprendo tu sufrimiento cuando algunos de tus hijos sacerdotes han decidido dejar de

ser hijos, y ahora son como la cizaña.

Tú sufres porque la cizaña será arrojada al fuego eterno, y nunca podrán ver a Dios.

Sufres porque un día fueron llamados para dar gloria a Dios, por medio de su ministerio

santo, sacerdotes elegidos, sacerdotes llamados para ser amados como hijos, como hermanos,

como amigos. Semilla que nunca creció, porque el diablo se la robó.

Tú eres madre y quieres recuperar la semilla sembrada en la tierra fértil que Jesús preparó

para nosotros.

No permitas que mi semilla se pierda, no permitas que se seque, no permitas que se la

lleve el viento, no permitas que sea robada.

La oración es abono para la tierra, y el agua que brota del corazón de tu Hijo es vida

nueva para la semilla.

La sangre que brota del corazón de tu Hijo es bebida de salvación.

La carne expuesta de tu Hijo es alimento para la vida eterna.

La voluntad que abre la semilla plantada es para permanecer en la tierra buena, y crecer, y

florecer, y dar fruto.

Yo te pido que me cuides y protejas para que sea buena semilla, y sea también sembrador

de semillas en tierra fértil.

+++

PARA MEDITAR – PROTEGER LA SIEMBRA

«El que tenga oídos, que oiga».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, para que escuches su palabra, y te da el don para que la

entiendas, para que la vivas, para que la expliques y otros puedan entenderla y vivirla.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

368

La palabra de tu Señor es alimento que da vida a la buena semilla, que la fecunda y la

hace germinar, y a través de la fe la fortalece y la hace crecer, hasta ser un árbol grande y

frondoso, en donde anidan las aves del cielo.

Tu Señor habla en parábolas, sacerdote, pero a ti te habla claro, y te dice todo lo que ha

oído a su Padre. Por eso te llama amigo, porque puede hablar y compartir todo contigo. Tú

has sido configurado con Él para que tengas sus mismos sentimientos. Él te comprende, y se

asegura que tú también lo comprendas.

Muchos dones te han sido dados, sacerdote, pero al que mucho se le da, mucho se le

pedirá. Escucha la palabra de tu Señor y ponla en práctica. Pon tu fe en obras, porque de eso

se te pedirán cuentas. Y si tú creyeras que no tienes fe, voltea a ver lo que hay dentro de ti, y el

poder que Dios ha confiado en ti.

Cuando te vio debajo de la higuera, y te llamó, tú lo escuchaste y dijiste sí, aquí estoy

Señor, para hacer tu voluntad, envíame. Y tu Señor también te escuchó, porque Él tiene oídos

que oyen. Y entonces te eligió, y tú dejaste todo, tomaste tu cruz y lo seguiste, porque lo

escuchaste, porque le creíste.

Tú eres buena semilla, sacerdote, que ha dado fruto, y tu Señor te ha hecho sembrador

en su campo, para multiplicar todo lo bueno que tú tienes para dar, y así construir su Reino

con buena semilla, y te manda protegerla para que crezca y de fruto, y ese fruto permanezca.

Pero tu Señor también te advierte que hay otro sembrador que es tu enemigo: es el

diablo. Y siembra mala semilla, para que crezca como cizaña en medio de tu siembra, para

evitar que el Reino de Dios se extienda.

Y el Señor te envía a cuidar y a proteger lo que es tuyo, pero requiere tu voluntad, para

que todo lo tuyo sea suyo, y Él lo pueda salvar. Porque tu Señor vive en ti, y obra a través de ti.

Tu Señor confía en ti, sacerdote. Y tú, ¿crees en tu Señor?, ¿confías en Él? ¿Crees en

ti?, ¿confías en ti, y en que tu Señor te ha dado su poder? ¿Agradeces y aceptas los dones

recibidos?, ¿los usas para hacer el bien y fortalecer tu virtud? ¿Te reconoces sembrador?

¿Siembras buena semilla?

¿Cómo proteges el campo del Señor? ¿Le pides y le permites que te ayude?, ¿o

pretendes hacer todo con tus propias fuerzas? ¿Lo escuchas, y haces lo que Él te dice? ¿Crees

en su palabra y permaneces en vela, porque sabes que el tiempo de la cosecha está cerca?, ¿o

tapas tus oídos para no oír, y no te preparas, porque en eso no piensas?

Tu Señor te ha dicho que todo está escrito, y que se cumplirá hasta la última letra.

Es tiempo de siembra, sacerdote. Es tiempo de cuidar, de proteger, y de alimentar

los campos. Es tiempo de creer que el tiempo de la cosecha está cerca. Es tiempo de

sembrar los campos, con tanta semilla buena, que no haya lugar para que crezca la cizaña.

Es tiempo de alzar la voz y de predicar la palabra de Dios, para que, el que tenga oídos,

oiga.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

369

FE PARA CONVERTIRNOS – SEÑALES PRODIGIOSAS

LUNES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta generación.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 12, 38-42

En aquel tiempo, le dijeron a Jesús algunos escribas y fariseos: “Maestro, queremos verte

hacer una señal prodigiosa”. Él les respondió: “Esta gente malvada e infiel está reclamando una

señal, pero la única señal que se le dará será la del profeta Jonás. Pues de la misma manera que

Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así también el Hijo del hombre

estará tres días y tres noches en el seno de la tierra.

Los habitantes de Nínive se levantarán el día del juicio contra esta gente y la condenarán,

porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien más grande que

Jonás.

La reina del sur se levantará el día del juicio contra esta gente y la condenará, porque ella

vino de los últimos rincones de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien más

grande que Salomón”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: los escribas y fariseos te pedían una señal prodigiosa, supuestamente para

creer en ti. Tú ya habías hecho muchos milagros, y seguían en su incredulidad. Una señal más no

iba a cambiar nada, porque se resistían a creer. Aun así, les diste la señal más grande que podía

haber: la de tu propia resurrección. Pero, teniendo ojos, no veían: no querían ver.

Nosotros no necesitamos milagros para creer, nos bastan los que se relatan en las

Sagradas Escrituras. Pero sí necesitamos fortalecer nuestra fe, y para eso nos sirve mucho meditar

tu palabra, acompañarte en tu paso por la tierra, ayudarte a repartir aquellos panes y aquellos

peces, porque los milagros se dan en nuestras manos.

Señor, contemplar un atardecer es una señal, todos los días, que nos dice cuándo termina

una jornada y hay que descansar, para empezar de nuevo con el nuevo día. Baja el sol y muere el

día, y cae la noche, y amanece un nuevo día con el alba.

Así ha enviado Dios una señal: ha sido bajado el Hijo del hombre, el que había sido

elevado, y muriendo al mundo se entregó a la noche, para levantarse como el sol y hacer nuevas

todas las cosas.

Y, aun así, los hombres de poca fe, los incrédulos, los que tienen ojos, pero no ven,

quieren ver más señales que esta, para entregarse contigo.

Cada sacerdote es muestra de tu amor y de tu misericordia para el mundo, para que, a

través de su entrega, abra los ojos de los demás, y toque sus corazones de piedra, para que tú los

vuelvas como el tuyo, que es un corazón de carne, que sufre, que duele, pero que ama.

Jesús, invítame a tu barca, quiero pescar contigo, y echar las redes al mar, que tu pesca es

buena.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

370

Y al ponerse el sol, quiero llevar el fruto de mi jornada como ofrenda al Padre, dejar mi

pesca en puerto seguro, descansar en el regazo de mi Madre, y, al amanecer, regresar al mar.

Quiero también ir contigo a remar mar adentro, que es donde tú me esperas. Y si el

atardecer me sorprende, y me cubre la obscuridad, voy a navegar hacia la luz que tu Madre lleva

en ella.

En momentos de oscuridad te he pedido alguna señal, porque estoy ciego y no veo,

porque estoy sordo y no escucho. Pero tú me has dado ojos para ver y oídos para oír, y señales

me das todos los días.

Tu Madre es muestra de tu amor y de tu misericordia. Yo quiero voltear a verla, y

escucharla, porque sé que ella me guiará, para que mi pesca sea segura, para que mi ofrenda sea

buena, para que encuentre el camino que lleva al Padre.

Me has dicho que nadie va al Padre si no es por el Hijo. Pero todo el que busca a la Madre

llega al Hijo.

Tus amigos pescadores queremos navegar contigo, dejar las redes y seguirte, que tú nos

harás pescadores de hombres, para que, echando tus redes al mar, anunciemos la buena nueva, y

nos convirtamos ya, que el Reino de Dios está cerca.

+++

Madre mía: como en aquel tiempo los habitantes de Nínive se convirtieron por la

predicación de Jonás, ahora también es tiempo de oración, para la conversión del corazón.

Es tiempo de reflejar el rostro resucitado de Cristo.

Es tiempo de arrepentirse, de pedir perdón, de pedir auxilio y de hacer penitencia.

Es tiempo de cambiar los corazones de piedra por corazones de carne, humanos, suaves,

reales, como fueron creados, corazones limpios, con pureza de intención, corazones de niños.

Es tiempo de reconocer el verdadero rostro del amor, que es Cristo crucificado, resucitado

y glorioso.

Es tiempo de arrepentirnos y creer en el Evangelio, porque será cumplida hasta la última

letra.

Es tiempo de disponernos a recibir la misericordia de Dios, derramada en la cruz, y

reunirnos en torno a ti, que eres nuestra Madre, para que a través de ti recibamos las gracias del

Espíritu Santo, para que transforme nuestros corazones y muramos al mundo, renunciando al

mundo, negándonos a nosotros mismos, para que tomemos nuestra cruz de cada día, y sigamos a

Cristo, reflejando su rostro resucitado, para que encontremos a Cristo en otros rostros

desfigurados por el pecado.

En tus ojos está el reflejo del rostro maternal de Dios, que es Padre y es Madre.

En tu corazón está guardado, como un tesoro, el rostro paternal de Dios, que es Padre y es

Madre, que es Hijo y es Cristo.

Madre, ayúdame a contemplar en la cruz el rostro que refleja a la humanidad y a la

divinidad, el dolor y la alegría, el sufrimiento y la paz, el cansancio y el descanso, la fe, la

esperanza y el amor, la sonrisa de un niño y la sabiduría de un anciano, la debilidad de un hombre

y la fortaleza de un joven, la fragilidad de un hombre solo y perseguido, fortalecido por la

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

371

compañía de una Madre, la certeza y determinación de quien acepta la cruz y sigue a Cristo,

mostrando su rostro, para que otros lo sigan y hagan lo mismo.

Te pido que intercedas, para que las gracias permanezcan, y sea encontrado el rostro

desfigurado de Cristo en cada uno de tus sacerdotes, para que seamos transformados, para que

mostremos al mundo la alegría de compartir la cruz de Cristo y seguirlo, para ser resucitados y

glorificados en Cristo cuando Él vuelva, como señal, al bajar del cielo con toda su majestad y

gloria, acompañado de sus ángeles, con su cuerpo de hombre y Dios resucitado y glorioso,

mostrando el rostro de Dios a todos los confines del mundo, coronado como Cristo Rey del

Universo.

+++

PARA MEDITAR – SEÑALES PRODIGIOSAS

«Maestro, queremos verte hacer una señal prodigiosa».

Eso le dijeron a Jesús.

Y eso también se lo dices tú, sacerdote, cuando le pides ver para creer, y le pides

muestras de su poder, porque no crees en Él.

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote. Es la señal del amor, por el que

Dios todopoderoso, creador de cielos y tierra, de todo lo visible y lo invisible, se abaja a su

criatura, y se hace hombre, se encarna del vientre de mujer, para nacer y hacerse visible a los

ojos de los hombres, para que los que tengan ojos vean, y viendo crean que Dios amó tanto al

mundo que le dio a su único Hijo, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida

eterna.

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote, cuando entregó su vida por ti,

porque nadie se la quitó, Él mismo la dio para salvarte.

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote, cuando se hizo obediente hasta la

muerte, y una muerte de cruz, por la que derramó toda su sangre, hasta la última gota, para

perdonarte, para renovarte, para hacerte suyo, no con justicia, sino con misericordia.

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote, cuando entregó su espíritu en las

manos del Padre, para descender a los infiernos a anunciar su victoria, resucitando de entre los

muertos al tercer día, reconstruyendo en tres días el templo que había sido destruido. Tu Señor

ha destruido la muerte, y ha vencido al mundo, ganando para el mundo la vida.

Y tú, sacerdote, ¿necesitas más señales que ésta? ¿Crees que exista una muestra de

amor más grande, que dar la vida por los amigos? ¿Necesitas más pruebas que estas, para

convencerte del poder de tu Señor, que se manifiesta a través de la misericordia infinita de

Dios?

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote, cuando te llamó y te eligió para que

lo siguieras, y te dio el poder de bajar el pan vivo del cielo, de predicar el Evangelio, y de dar

vida impartiendo los sacramentos, y te dio el poder de convertir a su pueblo.

Tu Señor te ha dado una señal prodigiosa, sacerdote: es la señal de la Cruz, la señal del

Hijo del hombre, del Verbo encarnado, del Buen Pastor, del Sumo y Eterno Sacerdote, del

Maestro, del Cristo, del Rey de reyes, y Señor de señores. Su nombre es Jesús. Es el Cordero

de Dios que quita los pecados del mundo, y es Dios enamorado de los hombres.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

372

No busques más señales, sacerdote. No tientes al Señor tu Dios, y no seas incrédulo

sino creyente. Una única señal le ha dado tu Señor a la gente: son los prodigios que realizan

tus manos con su poder, señal de amor, señal de comunión, señal de alimento y bebida de

salvación, señal de ofrenda, señal de don, señal de gratuidad, señal de perdón, señal de vida,

señal de alegría, señal de cruz, señal de muerte y de resurrección, señal de la misericordia

infinita de tu Señor, que es su presencia viva, y es Eucaristía.

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BEBER EL CÁLIZ – LA DIVINA VOLUNTAD PARTICULAR

FIESTA DE SANTIAGO APÓSTOL

Beberán mi cáliz.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 20, 20-28

En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se

postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?” Ella respondió: “Concédeme

que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero

Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?” Ellos

contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a

mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.

Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús

los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los

oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los

sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a

ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tus sacerdotes somos los que hemos bebido de tu cáliz, y gozamos en

unidad contigo. Queremos acudir al llamado de tu Madre, para que nos llene de valor, y encienda

nuestro deseo de permanecer en tu amor.

Te pedimos que sea la humildad de nuestra entrega un ejemplo, para que vean que tú nos

has sacado de nuestras miserias, para aumentar la gloria de tu Padre.

Para que vean en la pureza de nuestra intención, y en el amor de nuestros corazones,

aliento de esperanza y motivo de virtud.

Para que seamos ejemplo del amor y de la misericordia que quieres darnos.

Para que vean cómo es que al más pequeño a tu servicio lo haces el más grande.

Para que nos reunamos en torno a tu Madre.

Renuevo, Jesús, ahora, la entrega que un día te hice.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

373

Aquella entrega que fue respuesta a tu llamado, que atendí y acepté, cuando dije sí,

cuando fui hacia ti, cuando entendí que fuiste tú quien me eligió desde siempre y para siempre,

que fuiste tú quien me amó primero, que fuiste tú quien me invitó a beber de tu cáliz.

Acepto de nuevo tu llamado, y vuelvo a ti, para beber de ese cáliz y sea uno contigo.

Ayúdame a no tener miedo a la muerte. Más bien a tener temor a que la muerte me

sorprenda distraído, viviendo en el pecado, lejos de ti. A tener temor de Dios, para que en la

muerte encuentre vida. Que no tema morir al mundo, porque tú me has sacado del mundo y yo no

pertenezco al mundo.

Yo quiero permanecer unido en torno a ti, para beber tu cáliz y, entregando mi vida, ser

miembro de un solo cuerpo y de un mismo espíritu.

Ayúdame a tener siempre presente que todos los miembros benefician y afectan al cuerpo,

y si uno está enfermo, y si sufre dolor, todo el cuerpo se afecta, todo el cuerpo duele.

Ayúdame a amar a mis hermanos como tú nos has amado, a sanar a los enfermos y

atender a los desvalidos, a no querer ser el primero, para no ser el último, porque quiero seguir tu

ejemplo, ya que no has venido a ser servido, sino a servir.

Ayúdame a mantenerme en la unidad, y a saber ayudar a los demás, pero consciente de

que, si una mano es ocasión de pecado, hay que cortarla, para que no contamine otras partes del

cuerpo. Y si un ojo es ocasión de pecado, hay que sacarlo, para que no dañe a todo el cuerpo.

Ayúdame a beber del cáliz que me dará fortaleza, para que viva en la fe, en la esperanza y

en el amor, en unidad contigo.

+++

Madre mía: la madre de los hijos de Zebedeo era una de las mujeres que te

acompañaban. Como toda buena madre, quería lo mejor para sus hijos. Los dos habían sido

elegidos por Jesús como Apóstoles, y ella sabía que la intercesión de la madre es poderosa. Se

atreve, con valentía y fe, a pedirte los puestos de honor para sus hijos.

Tú eres la omnipotencia suplicante, y Jesús te dejó como madre nuestra. Tu poder de

intercesora no tiene comparación. Muestra que eres madre, y pide para mí a tu Hijo lo que yo no

sé pedir, y tú sí sabes bien que necesito.

Quiero entregarme en tus brazos y confiar en ti. Así me mostrarás que eres madre.

Tu Hijo me ama tanto, que me ha entregado a tu cuidado. Tú amas todo lo que Él ama.

Reconozco que soy tu hijo y quiero dejarte ser mi madre.

Tú conoces mi sufrimiento, compadeces mi dolor, y compartes mi alegría, porque yo soy

tu hijo.

Un hijo pide desde su pequeñez con humildad todo lo que necesita.

Una madre pide todo lo que sus hijos necesitan.

Una madre intercede, abraza, consuela, acompaña, escucha, compadece, tiene piedad,

protege, asiste, auxilia, es compasiva y misericordiosa.

Una madre tiene el poder de hacer todas las cosas, porque una madre ama.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

374

Una madre tiene la capacidad de amar, como Jesús amó a sus amigos, de entregar su vida

por ellos, confiando, intercediendo con oración y sacrificio.

Una madre se entrega por sus hijos.

Una madre disminuye para que su hijo crezca, se hace pequeña, se hace última, pero

nunca abandona.

Ayúdame a confiar siempre en ti, abandonarme en ti, a renunciar totalmente a mí, a

abrazar mi cruz y seguir a Jesús.

Ayúdame, llévame, acompáñame.

Tú eres madre y compartes tu cruz corredentora conmigo, que está unida a la de Jesús,

para que la abrace, para que yo sea todo tuyo, y para que te ayude a que todos tus hijos sacerdotes

seamos todos tuyos, para que seamos todos de Jesús, para que seamos configurados como

corderos, en su cuerpo, en su sangre, en su humanidad, en su divinidad, en su cruz, en donde se

vencen todas las batallas, con el poder del amor.

Pido a los ángeles y a los santos que me protejan y me acompañen, y que el Espíritu Santo

actúe en mi corazón, manteniéndome encendido, para que los dones que me han sido dados sean

puestos por obra, para que den buen fruto y ese fruto permanezca.

Enciende en mí el celo apostólico que me ha sido dado, la fe y el amor de mi corazón,

para servir a la Iglesia, purificando a fuerza de oración y sacrificio todo lo inmundo, que sólo así

puede ser sanado.

+++

PARA MEDITAR – LA DIVINA VOLUNTAD PARTICULAR

«¿Podrán beber del cáliz que yo he de beber?»

Eso pregunta Jesús.

Se lo pregunta a sus amigos. Te lo pregunta a ti, sacerdote.

Y tú, ¿qué le contestas? ¿Estás dispuesto a hacer la voluntad de Dios, con todas sus

consecuencias? ¿Tienes el valor de reconocer a tu Señor delante de los hombres? ¿Sientes tu

corazón encendido de celo apostólico, porque Él te ha llamado, y tú lo has seguido?, ¿o hay en

tu corazón algo que desees más que servir bien a la Iglesia?

Tu Señor te ha elegido para Él desde antes de nacer, y te ha hecho sacerdote como Él.

Por tanto, de su mismo cáliz has de beber, para ser completamente configurado con Él.

Y en el mundo tendrás tribulación. Pero confía, sacerdote, porque tu Señor ha vencido

al mundo.

Acepta, sacerdote, el cáliz que te ofrece tu Señor, y bebe con Él. Y aunque el trago sea

amargo, bébelo hasta la última gota, que será dulce como la miel y que saciará tu sed, porque es

cáliz de vida y bebida de salvación.

No tengas miedo, sacerdote, de cumplir la voluntad de tu Señor, porque Él es la bondad

y la misericordia misma. Y tú no estás solo, porque Él está contigo todos los días de tu vida,

compartiendo contigo su bebida, que te da la gracia, que te da el poder, que te da la fuerza y el

valor para cumplir con tu misión.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

375

Pero todo el que quiera cumplir la voluntad de Dios, que se reconozca hijo, que lo

reconozca Padre, y que, haciéndose pequeño, lo sirva en esa relación, en la que el hijo confía y

el Padre es proveedor, en la que el hijo se abandona en el abrazo de su Padre protector, en la que

el hijo pide y el Padre le da lo que sabe que le conviene.

Busca en tu interior, sacerdote, y encuentra esa Divina voluntad particular para servir

a tu Señor con rectitud de intención, y en completa libertad obedece a tu conciencia moral, en

la seguridad de tus convicciones, y no cediendo a la debilidad de tus pasiones.

Acude a la oración, sacerdote, y escucha la voz de tu Señor a través de su palabra, que

te invita no a juzgar, sino a perdonar; no a la pereza o a la tibieza, sino a trabajar con el

corazón encendido de fuego apostólico; no a proclamar tu fe, sino a ponerla en obras; no a

tener miedo, sino valor; no sólo a escuchar su palabra, sino a vivirla; no a hacerte grande, sino

pequeño; no a ser primero, sino último; no a ser servido, sino a servir.

Tu Señor sabe lo que te conviene, sacerdote. Pídele el don del entendimiento, para

que hagas un buen discernimiento y descubras para ti su Divina voluntad, y bebe de ese

cáliz haciéndote obediente hasta la muerte, dando la vida para servir a la Iglesia, como la

Iglesia quiere ser servida. Pero recuerda hacerte pequeño primero, y mantenerte dócil al

Espíritu Santo, para que nunca te gloríes, si no es en la Cruz de tu Señor, que bendice a su

Padre por revelarle sus cosas no a los sabios y entendidos, sino a los pequeños y sencillos.

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TIERRA BUENA, TIERRA DE MARÍA – OÍR LA VOZ DEL SEÑOR

MIÉRCOLES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Algunos granos dieron el ciento por uno.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 1-9

Un día salió Jesús de la casa donde se hospedaba y se sentó a la orilla del mar. Se reunió

en torno suyo tanta gente, que él se vio obligado a subir a una barca, donde se sentó, mientras la

gente permanecía en la orilla. Entonces Jesús les habló de muchas cosas en parábolas y les dijo:

“Una vez salió un sembrador a sembrar, y al ir arrojando la semilla, unos granos cayeron a

lo largo del camino; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros granos cayeron en terreno

pedregoso, que tenía poca tierra; ahí germinaron pronto, porque la tierra no era gruesa; pero

cuando subió el sol, los brotes se marchitaron, y como no tenían raíces, se secaron. Otros cayeron

entre espinos, y cuando los espinos crecieron, sofocaron las plantitas. Otros granos cayeron en

tierra buena y dieron fruto: unos, ciento por uno; otros, sesenta; y otros, treinta. El que tenga

oídos, que oiga”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: comprendo que hubiera tanto interés por escuchar tu predicación, al grado

de que los evangelistas comentan las dificultades que tenías para poder atender bien a todos los

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

376

que te buscaban. La parábola del sembrador habla de la disposición del corazón para recibir tu

palabra. Y, en función de eso, qué tanto fruto podrá dar.

Los sacerdotes debemos tener buena disposición, ser tierra buena, igual que todos, pero

también debemos ser buenos transmisores de tu palabra, la semilla, para suscitar entre las almas

esa buena disposición.

Lo bueno, Jesús, es que, como tú eres la palabra, el Espíritu Santo se encargará de

ayudarme a ser un buen transmisor, un buen sembrador de esa semilla en las almas. Yo quiero ser

dócil a sus inspiraciones para cumplir bien con mi ministerio.

Igual que a los antiguos profetas, tú me tenías consagrado desde antes de nacer, porque ya

me conocías. Acepta mi disposición, para sembrar buena semilla, en la tierra estéril que no había

dado fruto, y que tú has hecho tierra fértil y fecunda: mi corazón. Te pido ayuda para dar fruto

abundante con mi vocación, confiando en que la obra es tuya.

Tú me pides que cuide y proteja mi vocación, que la alimente y la haga crecer, para que

dé frutos, y esos frutos permanezcan. Y, aunque no todos los frutos veré, sé que continuarán de

generación en generación. Yo te ofrezco oración y disposición, y te pido que de todo lo demás te

encargues tú.

Quiero permanecer a tus pies y ser generoso, para que mi oración sea agradable al Padre.

Quiero que me des la tierra buena y fértil, en donde no puede ser sembrada la cizaña, en

donde el sembrador ahora reúne y guarda a su pueblo, como un pastor a su rebaño. Es la tierra

más pura y fecunda: tierra de María.

Señor Jesús, yo soy todo tuyo, y hasta mi cansancio te pertenece. Voy a ti, que tú me

aliviarás.

Yo escogí la mejor parte, y espero que, a pesar de mi cansancio, de la humillación, de la

angustia, de la incomprensión, de la soledad, de mis pocas ganas, a pesar de mí, no me será

quitada.

Tú conoces todo de mí, y me llevas en tus brazos cuando ya no puedo más. Tú me

proteges, y proteges el tesoro que llevo dentro, como cuidas a un niño en el vientre de su madre,

que fue engendrado y se alimenta y crece, porque la ella dijo sí y está dispuesta. Lo demás lo

haces tú.

+++

Madre mía: yo rezo contigo y digo: “Alaba mi alma la grandeza del Señor y mi espíritu

se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava, por eso

desde ahora me llamaran bienaventurada todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho en

mí grandes cosas. Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a

los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo y dispersó a los soberbios de corazón. Derriba

del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los

ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había

prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre”.

Yo bendigo contigo a mi Señor por sus obras, que son misericordia, y que llevan fe,

esperanza y amor al mundo a través de la palabra de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

377

Y me dispongo con tu ayuda a la oración, para recibir al Espíritu Santo, para que me

recuerde todas las cosas.

Sé que Dios realiza sus obras desde lo más pequeño, pero en lo más sagrado: el seno de

una familia. Es por eso que la familia es tan atacada por el enemigo, y es ahí en donde siembra la

cizaña.

Y nosotros, los sacerdotes, somos las obras más perfectas de Dios, engendradas en el seno

de la familia de Dios: la Santa Iglesia, de la cual tú eres Madre y Cristo es cabeza.

Yo te pido que intercedas por nosotros, para que reconozcamos que hemos pecado y nos

arrepintamos y pidamos perdón a Dios, poniendo en Él nuestra esperanza, porque Él nos ha dicho

que todo ha sido escrito ya, y se cumplirá hasta la última letra.

El campo ha sido sembrado por la mano del Señor, la semilla tiene vida y la tierra es

fecunda. El enemigo crece como cizaña junto a la buena semilla. Estoy seguro de que el fin del

mundo será alegría para los que son buena semilla, y que con constancia perseveran y dan fruto,

porque ellos brillarán en el Reino de Dios.

Y será el llanto y el rechinar de dientes para los que son como la cizaña, que siembra el

enemigo para inducir a otros al pecado, y que será echada por los ángeles al fuego a la hora de la

siega.

Señora, llámanos constantemente, para que el que tenga oídos, oiga, y permanezca junto a

ti, porque la semilla sembrada en tu tierra no será alcanzada por la cizaña.

Y dame otro tesoro de tu corazón: tu constancia.

Constancia para perseverar en la fe, en la esperanza, pero sobre todo en el amor.

Constancia para que con motivación, voluntad y esfuerzo cumpla con mi misión hasta el

final.

Constancia para acompañarte a construir, edificar, realizar y dar frutos según mi vocación,

para la gloria de Dios.

+++

PARA MEDITAR – OÍR LA VOZ DEL SEÑOR

«El que tenga oídos, que oiga».

Eso dice Jesús.

Te lo dice a ti, sacerdote, y te manda que lo escuches, y espera que hagas lo que te dice.

Tu Señor habla claro y fuerte, y te envía al Espíritu Santo para que te recuerde todas

las cosas, porque tu Señor te comprende, conoce todo de ti, hasta tu sordera, sacerdote.

Tu Señor no se cansará de llamar y de insistir, hasta conseguir que le abras la puerta,

para que Él pueda entrar y cene contigo, y tú con Él, porque Él respeta tu libertad.

Y tú, sacerdote, ¿oyes la voz de tu Señor? ¿Tomas conciencia de que está a la puerta y

llama?, ¿le abres la puerta?, ¿lo invitas a entrar?, ¿cenas con Él?, ¿escuchas su palabra?, ¿la

pones en práctica?, ¿estás dando fruto?, ¿tu fruto es abundante?

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

378

Tu Señor no quiere el treinta, ni el sesenta, sacerdote, de ti quiere el ciento por uno,

porque es lo mismo que Él te ofrece en esta vida, y además la vida eterna, porque tu Señor no se

deja ganar en generosidad.

Tu Señor te ha dado su semilla para que la siembres en tierra buena, para que dé buen

fruto, y ese fruto permanezca de generación en generación, para que por ese fruto alaben al

Señor tu Dios todos los pueblos.

Tu Señor no te ha llamado siervo, te ha llamado amigo, porque todo lo que ha oído de su

Padre, te lo ha dado a conocer, porque Él te ha dado oídos para que oigas, y poniendo atención

lo escuches, y meditando lo entiendas.

Tu Señor te hace partícipe de su gloria, cuando haces sus obras, cuando edificas,

cuando construyes su reino, reuniendo a su pueblo para guiarlo a la verdad, en un solo rebaño y

con un solo Pastor, porque caminan sin rumbo, perdidos, como ovejas sin pastor.

Tu Señor ha sido concebido por el amor, que es Espíritu de Verdad. Tu Señor es la

verdad. Él es la verdadera libertad, porque está escrito que la verdad los hará libres.

Tu Señor ha sido engendrado por el Dador de vida, es la palabra y es la semilla

sembrada en tierra buena e inmaculada de mujer, pero es ella la que dijo sí, y lo dejó nacer, la

que lo cuidó y lo vio crecer, para entregarle al Padre el ciento por uno.

Tu Señor es el sembrador, sacerdote, escúchalo y déjalo sembrar en tu corazón

palabras de vida y de salvación, acudiendo todos los días a la oración, al silencio, a la

contemplación de sus misterios, meditando todas las cosas en tu corazón, porque tú eres,

sacerdote, el fruto de su pasión, de su muerte y de su resurrección.

Tu Señor te envía a sembrar su semilla, y te advierte que hay terrenos diferentes,

para que no desperdicies tu vida esparciendo la semilla motivado por la acción, dejando a

un lado la mortificación y la oración, porque el que no está con Cristo está contra Él, y el

que no recoge con Él, desparrama.

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DISPUESTOS A OÍR – NADAR EN LA ABUNDANCIA DE LA GRACIA

JUEVES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los cielos; pero a ellos

no.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 10-17

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús sus discípulos y le preguntaron: “¿Por qué les

hablas en parábolas?” Él les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del

Reino de los cielos; pero a ellos no. Al que tiene se le dará más y nadará en la abundancia; pero al

que tiene poco, aun eso poco se le quitará. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven y

oyendo no oyen ni entienden.

En ellos se cumple aquella profecía de Isaías que dice: Ustedes oirán una y otra vez y no

entenderán; mirarán y volverán a mirar, pero no verán; porque este pueblo ha endurecido su

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

379

corazón, ha cerrado sus ojos y tapado sus oídos, con el fin de no ver con los ojos ni oír con los

oídos, ni comprender con el corazón. Porque no quieren convertirse ni que yo los salve.

Pero, dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen. Yo les aseguro que muchos

profetas y muchos justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron y oír lo que ustedes oyen

y no lo oyeron”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: muchos son los que viendo no ven y oyendo no oyen, porque cierran sus

ojos para no ver y tapan sus oídos para no oír, y no creen en ti. Han endurecido su corazón y no

quieren ver, y no quieren oír, y no quieren comprender, y no se quieren convertir.

Y no te reciben, y renuncian voluntariamente a la salvación, y se vuelven de corazón

extraviado, y se vuelven contra ti. Porque todo el que no está contigo está contra ti, y el que no

recoge contigo, desparrama.

Y el sacerdote injusto, el infiel, el hipócrita, el que te entrega: ¡más le valdría a ese

hombre no haber nacido! Porque tus sacerdotes sí sabemos lo que hacemos, porque tú no nos

llamaste siervos, nos llamaste amigos, y a nosotros se nos han dado a conocer los misterios del

Reino de los Cielos, y se nos han dado ojos para que veamos y oídos para que oigamos, y

corazón para que comprendamos.

Pero algunos están ciegos, y sordos, y su corazón es de piedra, y entran en tus huertos, y

comen de tus frutos con las manos sucias. Sabemos que al que tiene mucho, más se le dará, pero

al que tiene poco, hasta ese poco se le quitará.

Tú eres el mismo ayer, hoy y siempre. Ya todo nos ha sido dado por el Padre. Tú nos he

sido dado, y no hay nada más verdadero y más grande que tú. Pero algunos de tus sacerdotes, tus

discípulos, tus pastores, no entienden, no te conocen, no creen en ti, te abandonan, no quieren ver

y se fueron, te dejaron solo.

Otros adoran falsos ídolos, y dicen ser tus profetas, pero son falsos profetas, que mienten,

diciendo que saben la verdad. Y pretenden subir al cielo, y alzar su trono por encima de las

estrellas de Dios, porque su soberbia los domina, pero renuncian al paraíso y son arrojados del

cielo. Porque no creen en ti. Porque no te conocen. Porque no te aman.

Otros te siguen porque creen en ti, y conoces su conducta, sus fatigas y su paciencia, pero

tienes contra ellos que han perdido su amor de antes.

De otros conoces su tribulación y sus tentaciones, y se han mantenido fieles a tu nombre,

sin renegar de tu fe, pero tienes contra ellos que mantienen falsas doctrinas.

Y de otros conoces su caridad, su fe y sus obras, pero tienes contra ellos que permiten la

adoración a los ídolos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

380

Pero tu Padre, que es un Dios compasivo y misericordioso, no sólo les da al Hijo, en quien

algunos no creen, sino que les da a la Madre, para que los encuentre y los vuelva al Hijo, para que

lo vean, para que lo escuchen, para que crean en Él, para que se arrepientan, y se conviertan, para

que se salven y glorifiquen a Dios.

Tú eres el único justo, el que murió una sola vez por los injustos, para llevarlos a Dios, el

sumo y eterno Sacerdote, la tierra heredada, la tierra prometida, la tierra de libertad a donde el

Padre nos llevó, la tierra que nos prometió con huertos de frutos abundantes.

Tú eres. Es tu cuerpo, es tu sangre, es tu corazón, y es Eucaristía.

Señor, yo quiero ser el amigo que te ama, el que te sirve, el que te es fiel. Quiero tener

compasión y acompañar a tu Madre al pie de tu Cruz, adorando tu cuerpo y tu sangre, recibiendo

y entregando tu cuerpo y tu sangre, que es la Palabra encarnada que habitó entre los hombres, y

reparando con tu amor las heridas de tu Sagrado Corazón.

+++

Madre nuestra de Guadalupe: tú nos dijiste “no se turbe su corazón y no se aflijan, ¿no

estoy yo aquí que soy su Madre? ¿Tienen necesidad de alguna otra cosa?”. Y pienso en lo

dichoso que fue San Juan Diego porque sus ojos vieron, y sus oídos oyeron esas palabras. Y

nosotros, con él, te agradecemos que quieras mostrarte madre.

Tú eres la Reina de la paz y Madre de misericordia.

Tú quieres que recibamos tu auxilio, con la misma alegría que tiene un niño que está

perdido y encuentra a su madre.

Tú eres la esperanza y el alivio para los que piden auxilio, porque no ven y no oyen.

Te pido otro tesoro de tu corazón: tu compasión.

Compasión para que, con bondad, veamos a los que están perdidos, y escuchemos a los

que piden auxilio.

Compasión para que construyamos el Reino de los cielos en la tierra, para llevar a tu Hijo

a los más necesitados.

Compasión para querer dar la vida por los que profanan la tierra que les ha sido dada.

Compasión para herir y encender el corazón de los que no creen, porque su corazón está

endurecido.

Compasión para orar por la conversión de los corazones de tus hijos.

Compasión para que compartamos los mismos sentimientos que tú, que son los mismos

sentimientos de Cristo.

Compasión para que permanezcamos contigo al pie de la Cruz, para acompañarte y

reparar con nuestro amor y nuestras obras las heridas de su Sagrado Corazón.

Es tiempo de llevar la alegría de la palabra de Dios a los corazones de todos tus hijos. Es

tiempo de compasión. Es tiempo de conversión. Es tiempo de misericordia.

+++

PARA MEDITAR – NADAR EN LA ABUNDANCIA DE LA GRACIA

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

381

«Dichosos ustedes, porque sus ojos ven y sus oídos oyen».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a los sencillos y humildes, y te lo dice a ti, sacerdote, para que agradezcas que

tienes ojos, y veas, y que tienes oídos, y oigas.

Tu Señor quiere que entiendas, sacerdote, porque, ¿de qué te sirve poder ver y poder oír,

si no quieres entender, porque no te quieres convertir? ¿De qué te sirve escuchar la palabra de

tu Señor, si no la aplicas en tu vida? ¿De qué te sirve ver las obras que ha hecho tu Señor, si no

crees en Él? y ¿de qué te sirve tu fe si no la pones en obras?

Tu Señor te ha dado ojos para que veas, sacerdote, te ha dado oídos para que oigas, te

ha dado voz para que prediques, y te habla claro para que entiendas, pero de ti se requiere

disposición y voluntad para ver y escuchar lo que a veces no quieres entender, porque no te

conviene, porque expone tu comodidad, y te compromete con una responsabilidad.

Tu Señor te ha enviado a predicar su palabra, sacerdote, y eso implica explicarla, para

que otros la puedan entender, porque ellos no tienen tu misma gracia. Pero para poder predicar,

primero debes escuchar, y entender que lo que tú predicas es la verdad.

Tu Señor te ha dado mucho, sacerdote, y te dará más, porque Él ha dicho que al que

tiene mucho se le dará más, pero al que tiene poco, hasta ese poco se le quitará. Por tanto,

sacerdote, extiende tus brazos y abre tu corazón, con la disposición de recibir los dones y

gracias que tu Señor tiene para ti.

Tu Señor te envía a predicar, sacerdote, porque tú no puedes dejar de hablar de lo que

has visto y de lo que has oído. Tú eres el testimonio del mismo Cristo vivo, que ha venido al

mundo a morir para salvarlos.

Tu Señor te envía a predicar, sacerdote, no porque seas grande, sino porque eres

pequeño, no para que des grandes sermones, sino para que cuentes la verdad, y lleves su

misericordia y su paz a todos los rincones del mundo, y que cuando Él vuelva, encuentre fe

sobre la tierra.

Y tú, sacerdote, ¿estás dispuesto a decir a la luz lo que tu Señor te dice en la oscuridad, y

a proclamar desde las azoteas lo que te dice al oído, para que todo el que te escuche, y te vea,

sepa que Cristo está contigo?, ¿o tienes miedo? ¿A qué le temes, sacerdote?

Escucha, sacerdote: el Señor es tu Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con

todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Que estas palabras queden grabadas

en tu corazón, y que ames al prójimo como a ti mismo, porque es así como perfeccionó la ley tu

Señor, cuando vino al mundo y vio que los que tenían ojos no querían ver, y los que tenían

oídos no querían oír, ni entender.

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, y te ha dado oídos para que escuches su voz.

Tu señor se ha transubstanciado en tus manos, sacerdote, y te ha dado ojos para que

veas su carne y su sangre.

Tu Señor te ha dado su palabra, sacerdote, para que la escuches, para que la entiendas,

para que la vivas, para que la practiques, para que la prediques, para que la expliques, para que

penetres con ella todos los corazones, como espada de dos filos, hasta lo más profundo, para

que quieran convertirse los corazones de piedra en corazones de carne, y Él los salve.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

382

Tu misión es grande, sacerdote. Tu Señor te ha dado mucho. Y, porque tienes, te

dará más, y nadarás en la abundancia transformante de la gracia. ¡Dichoso seas, sacerdote!

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EL CELO POR LO SEMBRADO – DEFENDER LA VERDAD

VIERNES DE LA XVI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Los que oyen la palabra de Dios y la entienden, ésos son los que dan fruto.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 18-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Escuchen ustedes lo que significa la

parábola del sembrador. A todo hombre que oye la palabra del Reino y no la entiende, le llega el

diablo y le arrebata lo sembrado en su corazón. Esto es lo que significan los granos que cayeron a

lo largo del camino.

Lo sembrado sobre terreno pedregoso significa al que oye la palabra y la acepta

inmediatamente con alegría; pero, como es inconstante, no la deja echar raíces, y apenas le viene

una tribulación o una persecución por causa de la palabra, sucumbe.

Lo sembrado entre los espinos representa a aquel que oye la palabra, pero las

preocupaciones de la vida y la seducción de las riquezas la sofocan y queda sin fruto.

En cambio, lo sembrado en tierra buena, representa a quienes oyen la palabra, la

entienden y dan fruto; unos, el ciento por uno; otros, el sesenta; y otros, el treinta”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la parábola del sembrador nos ayuda mucho a pensar en el derroche de amor

que envías a manos llenas en las almas. Vas derramando tu amor y tu misericordia, esperando

que haya corazones nobles que quieran recibirte.

Tú siempre cumples tus promesas, enciendes nuestros corazones con el fuego de tu amor

y enciendes el celo apostólico por la propia vocación.

Tu llamado es de amor.

Yo quiero recibir tu misericordia y escuchar tu palabra.

Ayúdanos a tus sacerdotes a encender nuestro corazón y mantenernos unidos como

Pastores de un mismo rebaño, como ovejas de un mismo Pastor.

A ser ovejas y también pastores.

A seguirte a ti, nuestro Pastor, y dejarnos guiar por ti, que eres el buen Pastor.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

383

A ser mansos y humildes de corazón, para que seamos dóciles a tu palabra. Tú eres el

sembrador. Tú siembras la semilla en tierra fértil.

A defender con celo lo que tú has sembrado en nosotros.

A no dejar que sea robado el tesoro que llevamos dentro: nuestra vocación.

Es el demonio quien siembra duda. Tú siembras amor.

Es el demonio quien siembra miedo. Tú siembras temor de Dios.

Es el demonio quien nos hace débiles. Tú nos fortaleces en la obediencia y en la

confianza.

Ayúdanos a mantener firme nuestra fe. A tener oídos para oír y atender tu llamado.

+++

Madre mía: tú pisas la cabeza de la serpiente, pero sé que es Cristo quien tiene el poder y

nos hace fuertes.

Los ojos del alma son más fuertes que los ojos del mundo. Es el Hijo que llevas en tu seno

el que con su luz cega los ojos del mundo, para abrir a la gracia los ojos del alma, y que puedan

verlo con su majestad y poder, y que puedan sentirlo con su amor y su paz, y que puedan creer en

Él, y fortalecerse en Él, y vivir en Él, como Él vive en nosotros.

Entonces tus sacerdotes tendremos el poder de Él para vencer al enemigo, expulsando a

los demonios. Y beber su veneno sin que nos haga daño, ganando todas las batallas. Porque sobre

Él no tiene ningún poder.

Nosotros nos alimentamos con el cuerpo y la sangre de Cristo, para que fortalezca nuestra

debilidad y engrandezca nuestra pequeñez, para que, lo que Él ha sembrado en nosotros crezca, y

dé fruto bueno en abundancia.

El hombre ha sido creado para el bien, porque ha sido creado a imagen y semejanza del

que es el Bien. Y el bien hace siempre el bien.

Pero el hombre ha sido creado débil, para que su creador, que es todopoderoso, lo llene y

lo fortalezca, y juntos sean una sola cosa.

Pero ha sido creado en libertad, y en esa libertad se le ha dado la voluntad y el querer,

para que libremente quiera entregar esa voluntad en humildad, reconociendo su pequeñez y su

debilidad, para que el que todo lo puede lo haga crecer, fortaleciendo esa voluntad con su luz,

cegando los ojos del mundo y develando los ojos del alma.

Entonces la fortaleza está en la humildad de reconocerse débiles y frágiles, tentados y

pecadores, necesitados de Dios, pequeños e indignos, pero como hijos agradecidos y entregados a

su bondad y a su misericordia.

Pero, madre, la soberbia nos domina, y ese es el dolor de tu corazón, porque tú pisas la

cabeza de la serpiente, pero ella ya ha regado su veneno.

Yo te pido que intercedas por nosotros, para que Dios aumente nuestra fe y nuestra

humildad, para que sepamos reconocernos pecadores y arrepentirnos, y tengamos el valor de

acudir a la reconciliación y a la amistad de Cristo.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

384

Yo te pido que nos ayudes a permanecer pequeños, para que con nuestra pequeñez y

nuestra humildad podamos construir el Reino de los Cielos en la tierra, preparando el terreno para

sembrar la semilla, con la disposición del corazón, para que, alimentada por la fe y la confianza,

la obediencia y la virtud, crezca como árbol de vida.

+++

PARA MEDITAR – DEFENDER LA VERDAD

«Lo sembrado en tierra buena representa a quienes oyen la palabra, la entienden, y dan

fruto. Unos el ciento por uno, otros el sesenta y otros el treinta».

Eso dice Jesús.

Y se refiere a ti, sacerdote, y a los que como a ti, se les ha concedido conocer los

misterios del Reino de los cielos, para que entiendan y den fruto, y ese fruto permanezca.

Y tú, sacerdote, ¿escuchas la palabra de tu Señor?, ¿la entiendes?, ¿estás dando fruto?,

¿la vives?, ¿das el treinta o el sesenta, o eres de los que dan el ciento por uno?

Tú eres tierra buena, sacerdote, tu Señor ha sembrado su semilla en ti, y la alimentado

para que crezca, y la ha cuidado, y le ha dado su gracia, para que se fortalezca, para que dé

fruto abundante, y la semilla se multiplique y se extienda.

Tu Señor te ha dado su palabra y la gracia para que la entiendas, sacerdote, y te envía a

predicar y a explicar su verdad a todo aquél que no ha sido ungido ni elevado al orden del

sacerdocio ministerial.

Tú eres sacerdote para siempre. Tú eres sacerdote para la eternidad. Tú eres la

palabra encarnada que se revela al mundo a través de la verdad. Tú eres Cristo vivo, por

quien Dios se manifiesta ante los hombres para traer al mundo la salvación por su

misericordia, a través de la conversión.

Tú eres pastor de almas, responsable de formarlas, de guiarlas, y de llevarlas al

encuentro del Señor, haciéndolas ofrenda contigo en el único y eterno sacrificio de Cristo,

para que todos sean uno con Él, como el Padre y Él son uno.

Tu Señor te envía, sacerdote, a abrir los ojos y los oídos de su pueblo, para que vean su

rostro en ti, y escuchen su palabra a través de ti, y la entiendan, para que sea buena la tierra y

sea buena la siembra, porque el diablo ronda por la siembra como león rugiente buscando a

quién devorar.

Persevera, sacerdote, y defiende la verdad. No permitas que sea robada tu fidelidad a

la divina voluntad de la palabra que escuchas, que entiendes, que predicas, que vives, que

meditas, que enseñas, y que explicas para que otros conozcan la verdad, y la entiendan, y la

defiendan, y la vivan, y te sigan en el camino hacia la santidad.

Tu Señor te da la gracia, sacerdote, de llevar su palabra y su misericordia hasta los

confines del mundo, pero te da la libertad de hacer la voluntad de Dios, o la voluntad de los

hombres. Te da el poder de discernir y decidir hacer el bien en favor de todos los hombres.

Recurre, sacerdote, al poder de la oración, para pedir el don del entendimiento que

ilumina la razón. Y escucha la palabra de tu Señor, y medítala en tu corazón, que es tierra

buena, en donde ha sembrado su semilla tu Señor, para que des como fruto la humildad que

es la verdad, y es el ciento por uno.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

385

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AMIGOS DE JESÚS – CREER EN LA PALABRA ACTUAL Y VIVA

MEMORIA DE SANTA MARTA

Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 11, 19-27

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para consolarlas por la

muerte de su hermano Lázaro. Apenas oyó Marta que Jesús llegaba, salió a su encuentro; pero

María se quedó en casa. Le dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto

mi hermano. Pero aún ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le pidas”.

Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará”. Marta respondió: “Ya sé que resucitará en la

resurrección del último día”. Jesús le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí,

aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.

¿Crees tú esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de

Dios, el que tenía que venir al mundo”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: te gustaba mucho ir a la casa de tus amigos en Betania: Marta, María y

Lázaro. Eran tus amigos, y la pasabas bien. Los amabas y ellos te amaban.

El santo Evangelio resalta el amor por tus amigos. Y me enseñas que en el mundo hay

muchas cosas que me causan inquietudes y preocupaciones. Porque no me doy cuenta de que una

sola es necesaria. Yo te pido que me ayudes para que, aun en medio del mundo, pueda

permanecer a tus pies, y no me distraiga.

Tú me llamas amigo. Yo elijo la mejor parte, que eres tú, y no me será quitada.

Escoger la mejor parte es vivir en ti, como tú vives en mí, permanecer en ti, como tú

permaneces en mí, recibirte a ti, porque tú te entregas a mí, para unirme y hacerme tuyo, para

conservarme en ti, en tu amor para siempre.

Tú también pasaste por mi alma y tocaste la puerta. Yo te abrí, y entraste, y me tomaste

para hacerme tuyo. Y un alma dispuesta, que escucha el llamado y recibe al amor, tú la tomas y la

unes, y la conservas, para que nunca te sea quitada.

Señor, yo quiero escuchar siempre ese llamado, amar a Dios por sobre todas las cosas, y a

tus amigos, como los amas tú, dando por ellos mi vida. Tus amigos son los que hacen lo que tú

les dices.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

386

Yo quiero permanecer en tu amor, como tú permaneces en el amor del Padre, porque tú

has guardado sus mandamientos, y lo has obedecido hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Tanto así los has amado, porque nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida

por sus amigos.

Ellos son tus siervos, y un siervo siempre hace lo que le manda su amo. Pero tú no los has

llamado siervos, porque un siervo no sabe lo que hace su amo. En cambio, tú los has llamado

amigos, porque todo lo que has oído de tu Padre se los has dado a conocer.

Pero algunos de tus amigos, Jesús, están tan ocupados, que se han olvidado de ti.

Algunos se han ido.

Otros te han traicionado.

Algunos te tratan con indiferencia, como a un desconocido.

Otros te aman, pero no te tratan como amigo, sólo te quieren servir, y se ocupan

presumiendo de tus cosas, pero no se ocupan de ti.

Algunos te llevan a otros para que crean en ti, pero ellos mismos no creen en ti, porque no

te han conocido.

Pocos son los que se quedan y te tratan de amistad, porque a los amigos se les habla, se

les confía, se les trata, se les procura, y si tú los llamas se levantan enseguida, y van hacia ti,

porque están atentos, están en vela, esperando al que ha avisado que está pronto a venir, y que,

cuando llegue, cerrará la puerta.

Tus amigos escogen la mejor parte cuando permanecen en vela, porque nadie sabe ni el

día ni la hora.

Muchos son los que se han ocupado en el mundo de las cosas del mundo, mucha es su

angustia y su preocupación, y se alejan de tu amistad, porque olvidan la oración y se les debilita

el alma.

El alma es la que anima al espíritu y al cuerpo, a la acción.

Pero si el alma está débil y se actúa sin sentido, sin amor, las obras no sirven para nada.

Si se ocupa el tiempo, pero se descuida el alma, no se produce buen fruto.

Tú eres el pan vivo, bajado del cielo, para darnos de comer.

Tú eres la fuente de agua viva, para darnos de beber.

Es tu palabra la que fortalece el alma y sacia nuestra sed.

Es en el silencio de la oración en donde escuchamos tu palabra y reconocemos tu voz.

Pero a algunos los embriaga la soberbia y quieren hacerlo todo con sus pocas fuerzas, sin

ti. Y los enferma el egoísmo, y quieren hacer mucho, para que los vean y reconozcan sus logros y

sobresalir. Y dicen hacerlo todo por ti, pero no te buscan, no te encuentran, no te tratan, no te

conocen. Entonces, realmente no te aman, y no permanecen en ti. Es fuerte tu reproche:

“¡Hipócritas!, ojalá fueran fríos o calientes”.

Jesús, yo sí quiero mantenerme a tus pies, amarte, tratarte de amistad, procurarte,

permanecer en vela, ir hacia ti cuando me llames, obedecerte cuando me mandes, porque tú has

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

387

tocado y te he abierto la puerta, para que entres y cenes conmigo y yo contigo. Quiero que

confíes en mí, porque he escogido la mejor parte y creo en tu promesa de que nadie me la quitará.

+++

Madre mía: ayúdame a tener el corazón dispuesto para recibir el amor.

Tu Hijo es el amor. Él es la resurrección y la vida.

Quiero permanecer en Él, como Él permanece en mí, escuchando su palabra, y

alimentándome de Él.

No soy yo el que lo ha elegido, sino Él quien me eligió a mí.

Fortalece mi alma para que pueda dar mucho fruto y ese fruto permanezca.

Ayúdame a buscar primero el Reino de Dios y su justicia, para que todo lo demás se me

dé por añadidura. Si hago eso es porque confío en Dios, me abandono en Él y obedezco. Porque

hay que obedecer primero a Dios antes que a los hombres.

Te pido otro tesoro de tu corazón: tu amistad.

Amistad, para que a mí, que soy siervo de Dios, tu Hijo me llame amigo.

Amistad, para construir las obras de Dios en la fidelidad y en la alegría, siendo testimonio

del amor de tu Hijo, que dio la vida por sus amigos.

Amistad, para que ame como Él.

Amistad, para que sea verdadero discípulo y verdadero apóstol de Cristo.

El que tiene un amigo quiere estar con él, lo recibe, lo atiende; habla con él, le cuenta sus

cosas, le pide consejo, lo escucha y hace lo que él le dice; le dedica tiempo, le demuestra que lo

quiere, y lo ama, hasta dar su vida por él.

Ayúdame, madre, a permanecer contigo unido en el amor del Sagrado Corazón de Jesús, y

acompáñame para que escoja siempre su amistad, que esa es la mejor parte, y nunca me será

quitada.

+++

PARA MEDITAR – CREER EN LA PALABRA ACTUAL Y VIVA

«Yo soy la resurrección y la vida».

Eso dice Jesús.

Y esa es una verdad revelada de tu fe, sacerdote, y también te dice que el que cree en

Él, aunque haya muerto vivirá, y todo aquél que está vivo, y cree en Él, no morirá para

siempre.

Tu Señor, que es el único Dios verdadero, Dios todopoderoso, Rey del universo, te

revela los misterios del Reino de los cielos, y te pregunta: ¿crees esto? Porque respeta tu

libertad, tu libre albedrío y tu voluntad. Y Él, que es el amor, y que te ha creado para

amarlo, que ha venido al mundo y ha muerto por ti, para que vivas para adorarlo, no te salvará

sin ti.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

388

Y tú, sacerdote, ¿qué le respondes? ¿De qué tamaño es tu fe? ¿Crees en Él? ¿Cumples

sus mandamientos, y respetas su ley? ¿Crees en su palabra, y en que se cumplirá hasta la

última letra? ¿Vives su palabra cada día, porque crees que es actual, porque está viva?

Pues si crees en tu Señor, sacerdote, creerás también en tu configuración con Él, por la

que muriendo al mundo resucitas por Él, con Él y en Él.

Cree, sacerdote, que tu Señor es la resurrección y la vida, porque Él ha venido al mundo

a morir por ti, y con su muerte ha destruido la muerte, para darte la vida.

Tu Señor te ha dado su vida, nadie se la quitó, Él mismo la entregó, y luego de tres días

resucitó, para que el que crea en Él y muera, no muera, sino que tenga vida eterna.

Y tú, sacerdote, ¿crees en que tu Señor te resucitará en el último día? ¿Confías en que

por tus obras serás juzgado, pero en que, por tu fe, serás salvado? ¿Acudes a su misericordia,

como Él mismo te ha enseñado? ¿Llevas su paz y su misericordia a los demás?, ¿les das vida?

¿Crees en las verdades escatológicas reveladas, y en que existe un cielo, un purgatorio y un

infierno? ¿Rezas por los vivos y por los muertos?

Tu Señor te ha revelado la verdad, sacerdote, para que la entiendas, y para que la

enseñes a los demás, y te ha dado la fe, para que creas y la pongas por obra, y la voluntad,

para que quieras creer y le pidas que aumente tu fe.

Tu Señor actúa de maneras misteriosas, sacerdote, y prueba tu fidelidad, tu

credibilidad y tu confianza. Y te pide tu disposición, porque no todo el que diga: Señor,

Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad del Padre, que está en los

cielos.

Pídele a tu Señor la disposición y el servicio de Marta, pero sobre todo la confianza y la

fe que te falta, para que, a pesar de la tribulación, de la tormenta, de la incomprensión, de la

pasión y de la cruz, creas en Él, y en que te concederá lo que le pidas.

Entonces pídele la piedad y el amor de María, para que escojas la mejor parte, porque

muchas cosas te ocupan y te preocupan, pero una sola es necesaria, y no te será quitada.

Y cuando estés a sus pies, pídele la amistad de Lázaro, para que sepas permanecer en la

fidelidad, honrando a aquél que, siendo tu Amo, no te llama siervo, sino que te llama amigo.

Cree, sacerdote, en tu Señor, en su poder y en su amor, cree en su misericordia y en

su amistad, porque nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Él

es el Hijo único del Dios verdadero, por el que se vive. Él es la resurrección y la vida, para

todo aquél que no sea incrédulo, sino creyente.

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EL VERDADERO TESORO - CONSTRUIR EL REINO DE LOS CIELOS EN EL

MUNDO

DOMINGO DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Vende cuanto tiene y compra aquel campo.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 44-52

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

389

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro

escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende

cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar

una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra.

También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y

recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan

a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al

final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al

horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación.

¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron: “Sí”. Entonces él les dijo: “Por eso, todo

escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va

sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: estas parábolas no ofrecen duda alguna. El Reino de los cielos es algo tan

grande y tan valioso, por el que vale la pena dejar todas las cosas con tal de ganarlo. La imagen

del tesoro lo dice todo, es la riqueza que todos anhelamos y no queremos perder jamás.

Y tú eres tan bueno, Señor, que a nosotros nos consideras esa riqueza que no quieres

perder jamás: tu tesoro soy yo, y toda la humanidad.

Pero tu tesoro había sido robado. Y fuiste enviado al mundo, dejando la gloria que tenías

con tu Padre antes de que el mundo existiera, para venir a buscarnos.

Y el Verbo se hizo carne, en el seno de una mujer virgen, pura e inmaculada, para nacer y

habitar entre los hombres; para buscarnos y encontrarnos; para amarnos y traernos misericordia;

para entregarte y quedarte; para morir y pagar con tu vida nuestro rescate; para resucitar y

recuperarnos; para que creamos en ti, y hacernos tuyos; para que, por tu amor y tu misericordia,

alcancemos la verdadera riqueza, que es la gloria de Dios Padre.

Tú me encontraste, tú pagaste mi rescate, tú me recuperaste y me hiciste tuyo.

Tú has puesto en mi corazón la perla más preciosa del mar de tu misericordia: el

Inmaculado Corazón de tu Madre, y todos sus tesoros.

La riqueza de todos sus tesoros eres tú, Cristo, muerto, resucitado y vivo, presente en

cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad.

La riqueza del Reino de los cielos es la Eucaristía.

Quien encuentra a tu Madre, encuentra la perla más preciosa, encuentra el Reino de los

cielos, y hace suya su riqueza. Entonces se convierte en un tesoro muy valioso, porque en esta

riqueza recibe al Espíritu Santo, y en Él se contienen todas las riquezas de Dios.

Yo he encontrado la verdadera riqueza.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

390

Yo me he vuelto a ti. Me he puesto a tu servicio, y sé que tú estás conmigo, para librarme

y defenderme, para cuidarme y protegerme como a tu tesoro más valioso.

Tu Madre es como un arca, en donde se contiene el más grande tesoro para enriquecer a

los hombres. En su vientre brilla la luz para el mundo. Su corazón es como un campo de tierra

fértil, en donde se enriquece la semilla con tesoros escondidos, para que crezca y dé fruto en

abundancia, para almacenar tesoros en el cielo. Yo he encontrado tesoros escondidos y protegidos

en ese Inmaculado Corazón: son las virtudes y las gracias necesarias para la santidad sacerdotal.

+++

Madre mía de Guadalupe: tú eres la Perfecta Siempre Virgen Santa María, Madre del

Verdadero Dios por quien se vive.

El que es bienaventurado es el que encuentra el verdadero tesoro para enriquecerse y

transformarse en un tesoro de Dios.

El verdadero tesoro es Cristo.

Los tesoros de Dios son las almas de los justos que brillan en el cielo.

Las almas de los justos son las almas bienaventuradas que construyen el Reino de los

cielos en la tierra.

El Reino de los cielos en la tierra es la Santa Iglesia, en donde se contienen los tesoros

más preciados de Dios: nosotros, sus sacerdotes.

La riqueza de esos tesoros son las almas que conducimos y salvamos para la gloria de

Dios, quien envía a nuestros ángeles custodios, para que sus tesoros no seamos robados. Pero el

ataque del enemigo es muy fuerte. Entonces nos ha dado una Madre.

Tú nos cuidas y nos cubres con la protección de tu manto.

Tú pisas la cabeza de la serpiente. Pero el ataque es muy fuerte.

Tú has dispuesto que llegue a nosotros la misericordia, para que nos acerquemos a ti, para

reunirnos contigo, porque a ti no puede acercarse el enemigo.

Tu corazón es custodio de cada vocación sacerdotal. Eres la Reina de los ángeles, y les

das a ellos, como misión especial, custodiar el tesoro más preciado de tu Hijo, que es el

ministerio sacerdotal.

Tú cuidas nuestros corazones como un tesoro.

Tú nos das los tesoros de tu corazón, para que los hagamos nuestros, y seamos uno con

Cristo, y por Él, con Él y en Él, nos lleven como luz al mundo.

Tú intercedes y nos proteges, para que no amontonemos tesoros en la tierra, en donde hay

ladrones que se los roban, sino que amontonemos tesoros en el cielo. Porque donde esté nuestro

tesoro, allí estará también nuestro corazón.

La protección nuestra está en la oración.

La protección de una madre es infalible, porque está en el amor con que se hace la

oración, que es intercesión, por la que llega a sus hijos la misericordia de Dios.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

391

El hombre más rico es el que posee el Reino de los cielos. Bienaventurados los pobres de

espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.

Tú proteges nuestros corazones, que son los tesoros más preciosos de Dios, con tu amor y

tu misericordia, trayéndonos el verdadero tesoro, que es Cristo, para que nos enriquezcamos, y

con Él seamos luz que brille en el cielo, para la gloria de Dios.

+++

PARA MEDITAR – CONSTRUIR EL REINO DE LOS CIELOS EN EL MUNDO

«Conviértanse, porque el Reino de los cielos ha llegado».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti primero, sacerdote, porque tú has encontrado un tesoro, y lo has dejado

todo para hacerlo tuyo, y has entregado a Dios tu vida para tenerlo, para cuidarlo, para

protegerlo, para construir con Él su Reino.

Tú eres, sacerdote, el hombre más afortunado del mundo, porque tu riqueza es un Reino

que no es de este mundo, y tú no eres del mundo, pero eres constructor del Reino de los

cielos en el mundo, para conquistar y liberar a las almas que han nacido encadenadas al

mundo, por el pecado original.

Tú has encontrado un tesoro, sacerdote, que no es para guardar. Tú has sido

configurado con Él, para que el mundo lo vea brillar, para que lo encuentren, para que lo hagan

suyo, para que se enriquezcan, y todos sean uno con Él. Tu tesoro es Cristo vivo, y su reino ha

sido establecido a través de la Santa Iglesia, en la que el santo pueblo de Dios ha sido reunido

para ser constituido en un Reino de sacerdotes para Dios Padre.

Por tanto, tú eres, sacerdote, un tesoro de Dios para el mundo. Y tú ¿te has dejado

encontrar? ¿Te has permitido brillar? ¿Has enriquecido a aquellos con los que has convivido?,

¿o sigues escondido en el campo y no conocen tu valor? ¿Comprendes lo que quiere decir que el

Reino de los cielos ha llegado, y que tú has sido predestinado y llamado para ser parte?,

¿participas activamente en su construcción? ¿Acudes constantemente a la oración? ¿Valoras

como un tesoro cada encuentro con tu Señor?

Alégrate, sacerdote, porque el tesoro de Dios vive en ti, y en tu vocación para llevar a las

almas a la conversión a través de la misericordia de tu Señor, que les ha ganado la salvación.

Pero conviértete tú primero, sacerdote, y cree en el Evangelio, saca lo nuevo y saca lo

viejo que hay en tu corazón, para que puedas alcanzar una verdadera y total renovación de tu

alma sacerdotal.

Y muéstrale al mundo tu fe con obras, sacerdote, haciendo la voluntad de tu Señor,

con lo que muestres su alegría por haber encontrado en ti un tesoro, porque eres un hombre

según su corazón.

Agradece, sacerdote, el amor de tu Señor, que te ha buscado hasta encontrarte, y lo ha

dado todo, hasta su vida, para salvarte, y se ha quedado contigo todos los días de tu vida, para

conservarte y contigo glorificar a su Padre, enriqueciendo sus tesoros, llevando muchas almas

al cielo.

Confía, sacerdote, en la palabra de tu Señor, y ponla en práctica, pidiéndole con

humildad, que te conceda con generosidad un único tesoro: sabiduría de corazón, para

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

392

construir el Reino de los cielos en la tierra, para que se haga la voluntad del Padre en la

tierra como en el cielo.

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CONSERVAR Y VIVIR LA FE – OJOS PARA VER Y OÍDOS PARA OÍR

LUNES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El grano de mostaza se convierte en un arbusto y los pájaros hacen su nido en las ramas.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: “El Reino de los

cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en su huerto. Ciertamente es

la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas

y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.

Les dijo también otra parábola: “El Reino de los cielos se parece a un poco de levadura

que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina, y toda la masa acabó por fermentar”.

Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas, y sin parábolas nada les

decía, para que se cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas;

anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura nos hablan

claramente de la desproporción. Y tú nos quieres decir que en las obras de Dios siempre habrá

desproporción entre lo que nosotros, pobres hombres, podemos hacer, y lo que hace Dios con

nosotros. Así se nota que la obra es suya.

También en tus discursos nos dices otras cosas “desproporcionadas”, como que para ser el

primero hay que ser el último, o que el que pierda su vida por ti la encontrará.

Por eso tú nos pides que abracemos la fe y subamos contigo a tu cruz, para morir y vivir

contigo, porque por nuestra fe seremos salvados.

Es tu llamado a los que, habiéndolos llamado tus amigos, viven en la indiferencia y

enemistad contigo, a los que celebran sin fe, consagran sin fe, confiesan y absuelven sin fe, y te

usan como moneda de cambio, para su conveniencia. Eso, hay que reconocerlo, se llama traición.

Y tú te entregas y permites que sean esas manos que transformen el pan en tu carne y el

vino en tu sangre, y que bendigan y absuelvan, y que den nueva vida, porque les has dado el

poder, y los has llamado amigos, y tú eres fiel a tus amigos.

Ayúdanos a conservar la fe, a vivir la fe.

A los sacerdotes que no quisieran permanecer en esa fe, que enciende el calor de sus

corazones, más les valdría ser arrojados al río como piedras inertes, para permanecer fríos y no

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

393

tibios. Porque nadie puede servir a dos amos. Nadie puede servir a Dios y al dinero. Porque

amará a uno y despreciará al otro. Por eso tú nos llamas, y nos invitas a permanecer en tu amor.

Yo te pido, Jesús, que no seamos como las piedras en el río, que sólo estorban al paso del

agua y no sirven para nada.

Que seamos como la roca que da cauce al agua de tu manantial, y la conduce a toda la

tierra, para nutrir, para dar vida. Que se mantiene firme ante la fuerza de la corriente y da cauce a

esa fuerza para llegar más lejos, hasta donde la semilla ha sido plantada.

Que sea nuestra fe como esa semilla que se alimenta y crece hasta extender sus ramas y

dar buen fruto.

Que sea nuestra fe fuente de agua viva, que, al contacto con el amor, sea levadura que

aumenta y magnifica la gracia.

Que seamos nosotros conducto de tu gracia transformante, para hacerla llegar, y crecer, y

dar más fruto, para que esa gracia sea para nosotros gracia santificante, para convertir nuestros

corazones de piedra en corazones de carne.

Que nos mantengamos unidos a tu cruz, para que los hoyos de tus clavos en nuestras

manos dejen pasar tu luz, para que las espinas de tu corona toquen nuestras mentes, y cuando

pensemos sintamos, y cuando sintamos mantengamos suave nuestro corazón.

Que vivamos en la fe, en la esperanza y en la caridad, confiando, obedeciendo y

abandonándonos a la voluntad del Padre, para vivir en la alegría de haber subido a tu cruz, para

vivir en la plenitud y en el gozo de tu muerte y tu resurrección, para la vida eterna”.

+++

Madre nuestra: tú nos llamas para que lleguemos hasta ti, para que subamos y nos

unamos a la cruz de tu Hijo.

Para que unamos nuestras manos a las manos de Jesús.

Para que unamos nuestros pies a los pies de Jesús.

Para que seamos Cristos en Cristo.

Para que, unidos a Él, caminemos con Él, y nuestras manos bendigan con Él, consagren

con Él, sanen con Él.

Para que nos entreguemos con Él, y alimentemos a su pueblo por Él, con Él y en Él.

Para que dejemos nuestras redes y lo sigamos a Él.

Para que lo dejemos todo, y muramos al mundo, para resucitar en Él.

Para que vivamos en el mundo sin pertenecer, sin ser del mundo, sin desear las cosas de

este mundo, viviendo en la plenitud y en la gratuidad, fruto de la unidad en Cristo.

Es por tu Hijo la misericordia del Padre mayor que su justicia, pero justicia se hará a los

que traicionan a tu Hijo.

Sabemos que el día llegará en que seremos llamados a la diestra del Hijo, pero muchos no

serán llamados, serán arrojados al fuego eterno, y será el llanto y la desolación.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

394

Es tiempo. El llamado es hoy para todos. Ha enviado Dios a su único Hijo para salvar,

para dar nueva vida. Ha extendido sus brazos al mundo, para salvar al mundo.

Ayúdanos a extender nuestros brazos con Él, para ser mediadores de la salvación, y

administradores de la gracia y la misericordia de Dios.

Acompáñanos en el sufrimiento y en el dolor, en la alegría y en el amor.

+++

PARA MEDITAR – OJOS PARA VER Y OÍDOS PARA OÍR

«A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios, pero a los

demás, sólo a través de parábolas, de modo que viendo no vean, y oyendo no entiendan».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, porque a ti te ha dado el don de palabra, la sabiduría y el

entendimiento para conocer la verdad que te ha sido revelada, para que guíes a su pueblo.

Y tú, sacerdote, que tienes ojos, ¿ves? Y tú, que tienes oídos, ¿oyes y entiendes los

misterios del Reino de los cielos?

Tu Señor te ha dicho que el más pequeño será el más grande en el Reino de los cielos, y

compara tu fe con una semilla de mostaza, y con la levadura que hace fermentar la masa, para

que tú escuches, y veas, lo que tu Señor de ti espera.

Tu Señor quiere de ti que pongas tu fe por obra, sacerdote, que seas congruente con tu

vida, con la palabra que predicas, y que des fruto, porque eso es lo que los demás ven. Y que

actúes como la levadura, expandiendo sus corazones con lo que en ellos siembras, aunque

pareciera que tienen oídos, pero que no oyen.

Tu Señor te pide perseverancia, sacerdote, porque por tus frutos te conocerán.

Actúa trabajando en lo pequeño, sin descuidar en lo ordinario tu ministerio

extraordinario, con el que haces las obras de Dios, y construyes su Reino.

Tu Señor ha querido depender de ti, sacerdote, para darle al Padre lo que Él vino a

salvar, porque Él ama a los hombres de manera individual, y es Él mismo, a través de ti, que a

cada uno busca, hasta encontrar.

Tu Señor te pide disposición y apertura de corazón, para que entiendas que Él se hace

pequeño en ti, para conquistar con su amor a cada alma, y ganar su voluntad, para que quieran

crecer con Él, por Él y en Él, hasta alcanzar la grandeza de la santidad, que a ti por ellos te

santifica, en un mismo cuerpo y por un mismo Espíritu, del cual es cabeza el mismo Cristo que

tú representas.

Tu Señor te ha coronado de gloria, sacerdote, cuando te ha mostrado sobre el mundo su

victoria, y te ha mostrado el camino, haciéndose pequeño contigo, para que cuando seas débil

seas fuerte, porque Él ha vencido a la muerte.

¡Cristo ha resucitado, y está vivo!

Tu Señor actúa de maneras misteriosas. Él obra en ti, sacerdote, para que tú hagas

sus obras. Él, siendo grande, se ha hecho pequeño, para alimentarte con su cuerpo y con su

sangre. Y, siendo Dios, se ha hecho hombre, haciendo visible lo invisible, y te ha revelado su

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

395

nombre, para que, al pronunciarlo, toda rodilla se doble, y lo alaben en el cielo, en la tierra

y en todo lugar, cuando tú, sacerdote, lo eleves en el altar, compartiendo tu alegría de tener

ojos y ver, y de tener oídos y entender, que tienes el Reino de los cielos entre tus manos, en

cada Eucaristía.

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FIDELIDAD A LA MISIÓN – SEMBRAR BUENA SEMILLA, NO CIZAÑA

MARTES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Así como recogen la cizaña y la queman, así será el fin del mundo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron

sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es

el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino; la cizaña son los partidarios del

demonio; el enemigo que la siembra es el demonio; el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y

los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el

Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a

otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la

desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga

oídos, que oiga”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en la explicación de la parábola dices que la cizaña son los partidarios del

demonio. Yo sólo puedo pensar que los partidarios del demonio son los que no quieren servir a

Dios. Y también, como tú dices, los que inducen a otros al pecado, los malvados.

Ayúdame, Señor a mantenerme fiel en mi propósito de servirte todos los días de mi vida.

Yo quiero ser buena semilla, servir a Dios, inducir a otros a hacer el bien, cumpliendo así con mi

misión de sacerdote.

Te pido que me des fidelidad al amor de Dios, que es amar a Dios por sobre todas las

cosas, amando y sirviendo al prójimo según la vocación a la que he sido llamado.

Fidelidad y misericordia, porque Dios es bueno, fiel y misericordioso.

Fidelidad a mi sacerdocio.

Fidelidad según mi vocación, para que sea ejemplo de la fidelidad al amor.

Fidelidad a la voluntad de Dios en la obediencia y en el servicio a la Santa Iglesia,

imitando la fidelidad y la misericordia de tu Madre:

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

396

Fiel a su vocación de hija del Padre.

Fiel a la obediencia de su divina voluntad, a pesar de las circunstancias, a pesar de los

sufrimientos, a pesar de las consecuencias, en la esperanza de la bondad y la misericordia del

Padre, que es bueno, fiel y misericordioso.

Fiel en la tribulación del mundo y en la paz de su corazón, fiel en la aceptación y en la

confianza.

Fiel aceptando su vocación de Madre, aceptando la vida en la encarnación de su Hijo

desde la anunciación del ángel.

Fiel en la vida, pasión y muerte de su Hijo.

Fiel aceptando la maternidad de tantos hijos que su Hijo le encomendó.

Fiel en la espera de la resurrección.

Fiel en la despedida en la ascensión del Hijo.

Fiel reuniendo a sus hijos, esperando la venida del Espíritu Santo.

Fiel compañera de cada hijo, para que cumplan con su misión y que ninguno se pierda.

Fiel en la corredención del Hijo, para la salvación de todos sus hijos.

Fiel en su vocación de esposa, terrena y divina. Esposa fiel de José, que es ejemplo de

fidelidad y de amor terreno. Esposa fiel del Espíritu Santo por quien los uno (¿¿??) al Padre por

filiación al amor divino.

Es ella el ejemplo de la fidelidad y de la misericordia, de fidelidad en el servicio a su

familia y a Dios. Ella es Madre de la Iglesia.

Quiero que sea ella mi modelo, mi maestra, mi ejemplo, para que la imite, para que yo sea

ejemplo.

Quiero permanecer en la fidelidad a mi vocación, como lo hiciste tú: vocación al amor.

Fidelidad a la obediencia a la Santa Iglesia.

Fidelidad a la castidad y a la pobreza.

Fidelidad al servicio al prójimo derramando tu misericordia para la salvación de las almas.

Fidelidad a la misión que me has encomendado.

Fidelidad a mi entrega al servicio de la Santa Iglesia.

Fidelidad a la humildad, a mi ministerio y al Magisterio de la Santa Iglesia.

Fidelidad al Pastor Supremo.

Fidelidad a tu amistad.

Fidelidad al rebaño que me has encomendado.

Fidelidad de hijo.

Fidelidad de padre.

Fidelidad de hermano.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

397

Fidelidad de esposo de la Santa Iglesia.

Fidelidad a tu Palabra.

Fidelidad en el creer, en el hacer y en el obrar.

Fidelidad en la fe, en la esperanza y en la caridad.

Ayúdame a ser ejemplo, y a que pueda transmitir esa fidelidad a través de tu misericordia,

para que otros hagan lo mismo.

Y si fuera infiel, ayúdame a regresar a la fidelidad, porque sé que me es dada la libertad,

pero también sé que Dios es bueno, fiel y misericordioso, paciente y lento a la ira.

Ayúdame a regresar a tu amistad, por medio de la reconciliación, y a la fidelidad de los

sacramentos, de mi ministerio, de mis virtudes, de mis promesas, de mis juramentos, del servicio

apegado a mis compromisos como sacerdote y al Magisterio, de mi obediencia y fidelidad a la

Santa Iglesia y a la roca sobre la que ha sido fundada.

Sé que la fidelidad se fortalece en el amor: ayúdame a hacer oración para que reciba ese

amor.

Ayúdame a descubrir la grandeza de la Eucaristía y el poder que, en mis manos, tú me has

dado.

Ayúdame a mantener la fidelidad a la pureza de mi corazón, para que, con esa pureza te

reciba y te entregue en mis manos.

Ayúdame a ser fiel a la creación y a sus cuidados, a las tradiciones de los pueblos y de la

Iglesia, a las familias, a los entornos, a las celebraciones y a los rituales de la religión católica y a

su doctrina, expresando esta fidelidad a través de la adoración a tu cuerpo y a tu sangre en la

Eucaristía.

+++

Virgen santa: tú eres madre. Tú intercedes por mí para que permanezca en la fidelidad.

Yo acepto la misión que me ha sido encomendada.

Y yo te pido la misericordia, para que los que se han ido regresen, para que los infieles

sean fieles, para que los fieles permanezcan y perseveren.

Pero necesitamos la gracia, y tú nos la puedes dar, para que los estériles sean fértiles y

fecundos, para que produzcan fruto antes de la cosecha.

No sea que venga el dueño de la mies y no encuentre virtud, porque el dueño es un Dios

bueno, fiel y misericordioso con su pueblo, y por los méritos de tu fidelidad te concede lo que le

pides, pero también es justo.

No sea que su justicia los arroje al fuego, porque la tierra es buena, pero no han dado

fruto.

Madre mía, intercede por la siembra de esta tierra, para que dé buen fruto, y ese fruto

permanezca, para que sea tierra de fidelidad y de misericordia, tierra buena de sacerdotes fieles y

misericordiosos.

+++

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

398

PARA MEDITAR – SEMBRAR BUENA SEMILLA, NO CIZAÑA

«Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre».

Eso dice Jesús.

Y te explica su palabra, sacerdote, para que la escuches, para que la entiendas, para que

la practiques y te santifiques.

La palabra de tu Señor te invita, y te enseña el camino para llegar al cielo, y te promete

brillar como el sol, en el fulgor de la gloria de Dios Padre, pero te compromete a renunciar al

mundo y a escoger la mejor parte.

La palabra de tu Señor está viva, y te invita a hacerla vida, y a que la prediques con tu

boca y con el ejemplo, para que te conviertas y te transformes en templo de la Santísima

Trinidad, para que alcances la plenitud de la unidad.

La palabra de tu Señor te alimenta, te nutre, te ilumina, te guía, te revela la verdad, te

enseña, te convence, te enamora, te llena de confianza y de paz, te consuela, te sana, te sacia,

te fortalece, te conforta, te comunica, y te manifiesta la voluntad de Dios, pero también te

corrige, y te advierte que se cumplirá hasta la última letra, y así como recogen la cizaña y la

queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo, y todos los malvados y los infieles, serán

cortados y arrojados en el fuego eterno, en donde será el llanto y el rechinar de dientes.

Y tú, sacerdote, ¿escuchas la palabra de tu Señor? ¿Sabes cuál es para ti la voluntad de

Dios? ¿Perseveras en cumplir y en hacer cumplir sus mandamientos? ¿Abandonas tu voluntad a

la voluntad divina? ¿Eres fiel? ¿Eres manso y humilde de corazón? ¿Eres buena semilla?

¿Crees que el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles para arrancar la cizaña, y echarla

al horno encendido, mientras los justos se salvan?

Tu Señor habla en parábolas, sacerdote, pero a ti te habla claro, y te explica, y te

muestra el camino de su vida, de su pasión, de su muerte y de su resurrección, para que la

vivas en medio del mundo, con visión sobrenatural, con los pies en la tierra y el corazón en el

cielo.

La palabra de tu Señor está viva, sacerdote, y hiere como espada de dos filos que

penetra hasta lo más profundo del corazón, y deja de manifiesto tus intenciones y la rectitud de

tu corazón.

Escucha la palabra de tu Señor, sacerdote, y llévala a la oración para que la medites

con calma en tu corazón, y consigas tu propia conversión, examinando tu conciencia,

purificando tu intención, para que brilles como el sol, para la gloria de Dios.

Tu Señor no te llama siervo, sacerdote, te llama amigo, porque todo lo que ha oído

de su Padre te lo ha dado a conocer, para que tú seas igual que Él, y hagas sus obras,

continuando su misión de salvación, sembrando buena semilla y no cizaña, pero

protegiendo su siembra de la cizaña que crece en medio de ella, que la pone en peligro, que

la contamina, que la opaca, que la asfixia, que no la deja crecer, que la mata cuando el

labrador no la rescata, pero que si la procura, la alimenta y la cuida, crece fuerte y da fruto

en abundancia, para que tú, labrador, cumplas bien con tu misión, y te santifica para que

brilles como el sol en el Reino de tu Padre.

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ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

399

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VASOS DE BARRO – ENCONTRAR EL TESORO ESCONDIDO

MIÉRCOLES DE LA XVII SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

El que encuentra un tesoro en un campo, vende cuanto tiene y compra aquel campo.

Del santo Evangelio según san Mateo: 13, 44-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro

escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende

cuanto tiene y compra aquel campo.

El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar

una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra”.

Palabra del Señor.

+++

“EN LA PRESENCIA DE DIOS, EN UNA LECTURA REPOSADA DEL TEXTO, ES BUENO

PREGUNTAR, POR EJEMPLO: «SEÑOR, ¿QUÉ ME DICE A MÍ ESTE TEXTO? ¿QUÉ QUIERES CAMBIAR DE

MI VIDA CON ESTE MENSAJE? ... (Francisco, Evangelii Gaudium, n.153).

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: cuando la persona que encuentra el tesoro o la perla de gran valor está

decidida a dejar todo lo que tiene con tal de adquirirlos, es porque está convencida de que vale la

pena. No piensa en lo que tiene ahora, sino en lo que tendrá después.

Yo te pido, Jesús, tu tesoro más preciado y más amado: el Corazón de tu Madre, que

contiene todos sus tesoros.

Tú has puesto en mí tu confianza, y el día de mi ordenación el Padre ha enviado a mí al

Espíritu Santo para llenarme y desbordarme de ti.

Tú has venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad

escucha tu voz, y el que obra la verdad va a la luz, para que se note que sus obras están hechas

según Dios.

Tú me has confiado en las manos de tu Madre, para que me cuide, y asegurarte que no me

rompa, porque en mí has puesto tu tesoro en vasija de barro.

A mí me ha sido dado el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque

no lo ve y no lo conoce. Pero yo sí lo conozco, porque vive en mí y está en mí.

Tú eres el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre si no es por ti. Si te conocen a ti,

conocen también al Padre.

Sé que el tesoro que debo cuidar y transmitir, con la gracia que me ha sido dada, es la fe.

Porque los tesoros de Dios se guardan en vasijas de barro, para que se vea que la fuerza proviene

de Dios y no de los hombres.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

400

La vasija de barro es la humanidad del hombre, y el tesoro es la divinidad, que eres tú:

Cristo.

Tú has puesto tu morada entre hombres, y en ti se contiene la gracia, la fe y los dones del

Espíritu Santo, porque nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no es movido por el Espíritu

Santo, en el que todos han sido bautizados, para formar un solo cuerpo y un mismo Espíritu, del

cual tú eres cabeza: la Santa Iglesia, que es como vasija de barro, formada por muchos miembros,

en el que se contiene el tesoro más preciado, que es el corazón de la Iglesia: la Eucaristía.

Es por tanto la Iglesia la casa de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad. Tú me

has llamado como apóstol de la verdad, para que reciba, cuide y entregue el tesoro de la verdad.

Tú le has dado al mundo pastores para cuidar tus rebaños, pero algunos de tus pastores se

han olvidado de tus ovejas. Tú les das a tus pastores rebaños de ovejas, con olor a pastor. Ovejas

que buscan y procuran la cercanía con el pastor, que ha olvidado el olor a oveja, y lo cuidan y lo

mantienen fortalecido en la fe, para que regrese a su rebaño.

Tú nos das rebaños de ovejas que cuidan con obras de misericordia, espirituales y

corporales, a los vasos de barro, que somos tus pastores, y que contenemos el tesoro más deseado

del enemigo: el ministerio sacerdotal, porque en él se encuentra el tesoro de la verdad.

Tú nos das rebaños de ovejas con corazón de madre, que harán que tus pastores tengamos

olor a ti. Y tu olor es olor a vida, que atrae a las ovejas y aleja al enemigo, para que tus tesoros no

sean robados.

Pero no el corazón de una madre que busca el bien temporal del hijo, ni el poder o la

riqueza, para el bienestar del hijo, sino el corazón de tu Madre, que busca y procura la gloria de

Dios Padre.

Beberemos del cáliz de tu amor, que es misericordia, para dar testimonio de la verdad,

para que los que somos servidores de tu Iglesia, seamos los primeros en recibir el amor y la

misericordia, para que aprendamos a servir, haciéndonos últimos, como tú.

+++

Madre mía: yo soy la vasija de barro que contiene tu corazón con todos tus tesoros, para

protegerme, para cuidarme, para que la vasija nunca se rompa, y tus tesoros no sean robados, y

para fortalecer mi corazón, que es el vaso de barro que contiene el tesoro más preciado de Dios:

el tesoro de la verdad, que es Cristo, y que se manifiesta en mí, a través del ministerio sacerdotal.

A mí se me ha confiado un rebaño. Ayúdame a fortalecer mi fe con tus tesoros, para que

yo, que soy vasija de barro, sea revestido del baño del oro de tu pureza, para que, acrisolado al

fuego del amor del Sagrado Corazón de Jesús, sea sellado con el Espíritu Santo, para que nunca

se rompa, y que mi amor y mi fe, fortalezcan mi vocación sacerdotal, y la de todos aquellos a los

que tu Hijo ha elegido para ser sus apóstoles, los tesoros más valiosos de la Iglesia: tus

sacerdotes, para que llevemos el tesoro de la verdad al mundo entero, que es alimento de vida,

que es Eucaristía.

+++

PARA MEDITAR – ENCONTRAR EL TESORO ESCONDIDO

«El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo».

Eso dice Jesús.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

401

Y te muestra el tesoro, y te da el campo, sacerdote, para que conserves el tesoro.

El campo que te da tu Señor tiene un precio, sacerdote. El precio es que lo dejes todo

para quedarte con el tesoro: que dejes casa, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos, o tierras,

por su nombre.

El tesoro es el ciento por uno en esta vida, y la vida eterna.

El tesoro es un amigo: es Cristo vivo, presente en el santísimo sacramento del altar, en

un encuentro cotidiano contigo.

Y tú, sacerdote, ¿has encontrado el tesoro? ¿Has dejado todo para conservar el campo,

y hacer tuyo el tesoro? ¿Has descubierto en ese tesoro tu vocación? ¿Has escuchado el llamado

y has dicho sí, siguiendo a los deseos de tu corazón? ¿En dónde está tu corazón, sacerdote?

¿En dónde amontonas tus tesoros?

Ten cuidado, sacerdote, porque en donde estén tus tesoros, ahí estará también tu

corazón.

Tu Señor te ha llamado y te ha invitado a caminar en medio del mundo con los pies en

la tierra, pero con el corazón en el cielo. Pero, para eso, se necesita visión sobrenatural, que se

consigue a través de la humildad de quien es fiel a la verdad, por la que vale la pena privarse

de todo y correr la carrera de la vida, de manera que consigas el premio incorruptible de la

vida eterna.

Persevera, sacerdote, en el camino, mostrando en tu debilidad la fortaleza del amigo

fiel que nunca abandona.

Mostrando en tu ignorancia la sabiduría del amigo que te enseña, que te aconseja, que

te acompaña, y que nunca traiciona.

Mostrando en tu pequeñez la grandeza del amigo que es todopoderoso, y siempre está

contigo.

Mostrando en tu miseria la misericordia del amigo que ha dado su vida por ti, y ha

resucitado, y se ha quedado contigo para darte vida.

Mostrando en tu pobreza la riqueza del tesoro que has encontrado: es tu amo, es tu

Señor, es tu hermano, es tu Dios, y es tu amigo.

Mostrando al mundo el tesoro que has encontrado, sacerdote, dejándote encontrar,

porque tú mismo eres un tesoro para el mundo.

El tesoro de Dios brilla en ti, en la persona de Cristo.

Persevera, sacerdote en la carrera, porque el premio vale la pena, y guarda con celo el

tesoro que has encontrado, y que el celo por la casa de tu Padre te devore, de manera que

defiendas con tu vida el tesoro que es causa de tu alegría.

Y si un día tus ojos se cegaran por la tribulación, los problemas, la persecución, la

incomprensión, la calumnia, la injusticia, la tentación de abandonar tu misión, porque la

prueba de fe es grande, tómate fuerte de la mano de Santa María, que es tu Madre, y es tu

guía, es el camino seguro por el que se va y se vuelve a encontrar el tesoro escondido,

porque es ella quien ha mostrado el tesoro de Dios al mundo: la humanidad de Cristo que

por ella se ha revelado.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

402

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SER UN VERDADERO SACERDOTE – SENTIMIENTOS DE BUEN PASTOR

MEMORIA DE SAN JUAN MARÍA VIANNEY

Al ver a la multitud se compadeció de ella.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 35-10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las

sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las

multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin

pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen,

por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus

impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas

perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los

cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los

demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: hoy que celebramos al santo patrono de todos los sacerdotes quisiera

reflexionar sobre mi sacerdocio, aprovechando también el texto evangélico del mandato

misionero que nos haces, de ir en busca de las ovejas perdidas.

Me doy cuenta de que soy sólo un hombre, pero que, a través del orden sacerdotal, por tu

gracia, estoy configurado contigo, Cristo Buen Pastor, y en esa configuración me haces como tú,

para que continúe tu misión: la salvación de las almas, que, a través de nosotros, los sacerdotes,

quieres guiarlas, porque te has compadecido al verlas que caminan como ovejas sin pastor.

Es en el altar la conmemoración de tu pasión, tu muerte y tu resurrección, y es el

confesionario la cruz que perdona, y que absuelve, y que salva. Es la cruz en que se derrama la

misericordia que redime, que reconcilia.

Y es tu Madre quien nos ayuda a subir a tu Cruz, y nos mantiene en la perseverancia de

vivir en la virtud y en el amor nuestro santo sacerdocio.

Yo quiero unirme contigo en la cruz del sacramento de la reconciliación.

Y cuando suba al altar, y convierta el pan en tu carne, y el vino en tu sangre, quiero

entregarme contigo como ofrenda al Padre para la salvación de las almas.

Que cuando eleve tu cuerpo y eleve tu sangre sea uno contigo en el calvario y en la cruz.

Que cuando coma tu carne y beba tu sangre sea uno contigo en tu resurrección, y reciban

el alimento que da vida eterna.

Quiero alimentar a tu pueblo con el sacramento de tu Eucaristía, en la que entregas tu

substancia, tu cuerpo, tu sangre, tu alma, tu divinidad, tu humanidad, tu presencia, tu don, tu

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

403

entrega en sacrificio, tu amor hasta el extremo; gracia que santifica, alianza que nos une contigo

en un mismo cuerpo y un mismo espíritu, para que tengamos vida eterna.

Quiero entender mi ministerio y cumplirlo en la virtud: que para alimentar hay que

reconciliar primero, que para reconciliar hay que perdonar, y para perdonar el pecador debe estar

arrepentido, y para arrepentirse debe sentir el dolor causado al amado y sentir culpa y confesar el

pecado. Y para amar hay que conocer al amado.

Entonces debo predicar y evangelizar a tu pueblo, para que te conozcan, para que te amen,

para que se arrepientan, y debo estar dispuesto a compadecer y a perdonar por tu misericordia, y

absolver y reconciliar para volver al pueblo a la amistad con Dios, y entonces cumplir mi misión.

Ayúdame a no querer ser sólo un hombre, y no desear ser todo un Dios, sino a entender

que ser un sacerdote en unidad contigo me hace ser hombre y me hace divino, me hace ser como

tú, Cristo.

Ayúdame a subir a la cruz del confesionario y morir al mundo contigo, despojándome de

mí, para que seas tú quien viva en mí, para que sea instrumento de tu amor en cada Sacramento,

en cada acto de amor.

Ayúdame a permanecer en tu amistad para permanecer en ti como tú permaneces en mí,

para que cuando me vean, te vean a ti, para que cuando hable, te escuchen a ti, para que cuando

actúe, puedas usar mis manos y mis pies, para que cuando entre en el confesionario sea tu

Espíritu el que hable, el que aconseje, el que actúe, el que perdone, el que absuelva, el que

reconcilie, pero que sea yo el que repare el desamor con actos de amor.

No quiero alegrarme por expulsar demonios y someterlos, sino porque mi nombre esté

escrito en el cielo. Quiero vivir mi ministerio en la fuerza de la palabra, y en la quietud y el

silencio de la oración.

No quiero pretender ser grande, haciendo grandes obras, quiero alegrarme de entregarme

contigo en la obediencia y en el servicio.

Enséñame a amar a tu Madre como la amas tú, para ser como tú.

Enséñame a imitar las obras de los santos, que son modelos de virtud, para ser como tú.

Enséñame a entregar mi vida contigo, para obtener la recompensa de tu Padre.

Quiero ser un verdadero sacerdote, siendo como eres tú.

Quiero ser un verdadero sacerdote conociendo la verdad para conocerte a ti. La verdad

está en la palabra, y el que escucha tu palabra y la guarda, ya sabe lo que debe hacer y lo hace

con alegría.

Ser sacerdote es tener los mismos sentimientos que tú, y un deseo exequible por la

salvación de las almas, que se manifiesta dando la vida por ellas, por amor, para la gloria de Dios.

Tú le has dado sacerdotes a tu pueblo según tu corazón, para que seamos ejemplo según el

modelo, porque el único modelo eres tú.

Me doy cuenta que a Dios también se le conoce en la cruz del confesionario, en donde la

misericordia es derramada. El que te ha visto a ti, ha visto al Padre. Tu rostro es compasivo y

misericordioso.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

404

Tú nos has dado la gracia a tus amigos para que seamos como tú, y nos has dado

autoridad para que administremos y entreguemos tu misericordia, y nos has dado las llaves del

Reino de los Cielos para que atemos y desatemos. Por eso todo lo que atemos en la tierra quedará

atado en el cielo y todo lo que desatemos en la tierra quedará desatado en el cielo.

Pero para que tus sacerdotes seamos como tú, debemos subirnos a la cruz del

confesionario, para que demos de comer al hambriento, de beber al sediento, vistamos de pureza

al desnudo, curemos al enfermo, acojamos al peregrino, liberemos al preso expulsando demonios,

enterremos al hombre viejo que fue crucificado y muerto contigo, y absolviéndolo demos vida al

hombre nuevo para que viva contigo. Y enseñemos, y demos consejo, y corrijamos, y

perdonemos, y consolemos, y suframos con paciencia los defectos de los demás y oremos en

reparación del hombre viejo, y pidiendo la gracia para el hombre nuevo.

Porque si nosotros no perdonamos los pecados, ¿quién se salvará? Y si las almas no se

salvan, se nos pedirán cuentas a nosotros, y ¿qué cuentas vamos a entregar?

Pero si derramamos tu misericordia, y salvamos vidas, nosotros también habremos

salvado la vida.

Compadécete Jesús de tus amigos porque algunos no saben a dónde van y caminan como

ovejas sin pastor. Te rogamos que envíes más obreros a tu mies, porque la mies es mucha y los

obreros pocos.

De ti aprendo que el modelo del ministerio sacerdotal es la humildad, con la que

reconocemos nuestra humanidad frágil, débil y necesitada de tu divinidad y tu fortaleza, tu

omnipotencia, tu bondad y tu misericordia.

De ti aprendo que el modelo es el sacrificio, desprendiéndonos de los apegos del mundo,

olvidándonos de nosotros mismos para entregarnos por completo al servicio de Dios a través del

servicio a los hombres para la salvación de sus almas.

De ti aprendo que el modelo es el celo apostólico de tu corazón, para llevar a todas las

almas a Dios.

De ti aprendo que el modelo es la pureza de intención, con la que se revisten las almas de

Dios para manifestar su fe con obras.

De ti aprendo que el modelo es el amor y la Palabra. Tú eres el amor y la Palabra

encarnada. Quien no predica el Evangelio no conoce la cruz, y la desvirtúa.

Tú nos has llamado para que sigamos tu modelo, renunciando a nosotros mismos, y

tomando nuestra cruz para seguirte. Y nos has pedido que creamos en ti y nos has enviado por

todo el mundo a predicar la Buena Nueva a toda la creación con el ejemplo.

El modelo es que nuestra humanidad se esconda, para que tu divinidad se vea.

Yo quiero, Jesús, que te vean en mí.

+++

Madre mía: ayúdanos a seguir el modelo de Cristo, para que vivamos nuestros

ministerios en virtud, y seamos ejemplo y guía para la conversión de las almas.

Que los vestidos con que nos revestimos sean para realzar lo sagrado de nuestros

ministerios, y no para adornar la miseria de nuestros cuerpos.

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

405

Que viviendo en humildad, dejemos brillar en nuestra persona a Cristo.

Que conozcamos y reconozcamos a Cristo como el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

Que se aparten de nosotros los demonios que ponen tropiezos en nuestro camino, y nos

impiden pensar no como Dios, sino como los hombres.

Yo te pido que nos des otro tesoro de tu corazón: tu desprendimiento.

Desprendimiento para que entreguemos nuestros talentos y nuestros dones para servir a la

Iglesia.

Desprendimiento para que pongamos nuestros bienes para el beneficio de las almas a

través de nuestros ministerios.

Desprendimiento para eliminar todo apego a las cosas del mundo.

Desprendimiento para construir el Reino de los cielos usando nuestras habilidades y

conocimientos, pero sobre todo nuestro amor para entregar los tesoros de tu corazón.

Desprendimiento para poner todo lo que recibimos al servicio de los demás, para salvar a

las almas por amor para la gloria de Dios, para que tengamos los mismos sentimientos que Cristo

y su deseo ferviente por la salvación de las almas.

Sé que nos harán la guerra, pero no nos vencerán, y no nos harán daño porque tú nos

acompañas y pisas la cabeza de la serpiente.

Yo te pido que nos ayudes a tus hijos sacerdotes, para que conozcamos a Cristo y sigamos

el modelo y el ejemplo de humildad y de virtud de aquel hombre que dejándolo todo tomó su

cruz y lo siguió, que se olvidó de su humanidad para mostrar la divinidad de Cristo, humanidad

que Satanás azotaba sin piedad y que los ángeles le recordaban que tenía que cuidar cuándo le

daban de comer y lo hacían descansar mientras él se desprendía de todo lo que tenía para servir a

los demás, con el ardiente deseo de salvar muchas almas y llevarlas al cielo: San Juan María

Vianney, que por su vida y su ministerio es llamado Santo Cura de Ars, modelo de sacerdotes,

para que siguiendo su ejemplo seamos en Cristo verdaderos sacerdotes.

+++

PARA MEDITAR – SENTIMIENTOS DE BUEN PASTOR

«Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y

abatidas como ovejas que no tienen pastor».

Eso dicen las Escrituras.

Se refieren a Jesús, y se refieren a ti, sacerdote, para que tú hagas lo mismo.

Tu Señor es compasivo y misericordioso, sacerdote, y Él te ha llamado y te ha elegido, y

te ha configurado con Él, Cristo Buen Pastor, porque quiere que tú tengas sus mismos

sentimientos, quiere que tengas compasión, y guíes y reúnas a su pueblo en un solo rebaño y

con un solo pastor.

Tu Señor te envía con una misión, que al cumplirla te llena de alegría.

Y tú, sacerdote, ¿valoras el sacerdocio?, ¿entiendes su valor?, ¿elevas ese valor uniendo

tu ministerio en el sacrificio del altar?, ¿ayudas a tus hermanos sacerdotes y los acompañas en

ESPADA DE DOS FILOS III - Para la oración personal del sacerdote

406

el camino?, ¿valoras a cada uno de los que comparten este sagrado oficio contigo?, ¿agradeces

el don?, ¿promueves con tu ejemplo esta vocación?

No desprecies, sacerdote, la confianza que Dios ha puesto en ti, porque tú eres la

esperanza de un pueblo infiel, devastado por el pecado, que se ha perdido entre la inmundicia

por su falta de fe. Pero que a través de ti encuentran el camino a través de la luz de la palabra

que renueva sus almas y les devuelve la fe.

Escucha, sacerdote, la voz de tu Pastor, y obedece esa voluntad divina que te alienta,

que te anima a entregar tu vida por el amigo que ha dado su vida por ti para permanecer en su

amor, porque nadie tiene un amor tan grande como el que da la vida por sus amigos.

Tu Señor te ha enviado a abrir los ojos y los oídos cerrados de su pueblo, y eres tú, pero

es Él en ti quien sale a su encuentro, para disipar las tinieblas con su luz, para mostrar que el

camino, la verdad y la vida eterna es Jesús.

Pero recuerda, sacerdote, que tu Señor ha dicho: un profeta no es despreciado más que

en su patria y en su casa. Y el discípulo no está por encima de su Maestro. Por tanto, sacerdote,

alégrate, porque así como participas de los sufrimientos de Cristo, así también te llenarás de

gozo en su gloria.

Tú eres, sacerdote, un tesoro de Dios para el mundo. Tu ministerio sacerdotal es el

amor de su Sagrado Corazón. Cumple, sacerdote, con ese amor tu misión, y entrégale a tu

Señor lo que le pertenece, porque el precio de su preciosa sangre lo merece.

Llénate de valor y acude al confesionario a perdonar, a aconsejar, a corregir el

camino de los que vagan perdidos, y déjate encontrar como el Buen Pastor compadecido,

pero también como el cordero herido que necesita compasión de su Pastor, y pide perdón,

pide consejo, y sigue el camino correcto para que lleves con seguridad al pueblo de Dios a su

encuentro con su palabra, con su alimento, con tu disposición, con tu amor, y con tu

ejemplo.

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