Ese Dibujito Me Vas a Cobrar

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¿Ese dibujito me vas a cobrar? Reflexiones sobre honorarios de arquitectos Imagen cortesía de Fotolia Nota por el Arq. Gustavo Di Costa La semana pasada tuve que concurrir al dentista. Usted, estimado lector pensará: ¿Y a mí que me importa? Vea, el asunto es que antes de ser atendido por la profesional de las caries, una señorita que desarrollaba tareas en su consultorio como secretaria me espetó: "Son ciento cincuenta pesos". Vale aclarar el hecho de que hasta ese momento, la única atención médica que recibí fue el permiso para ojear una revista de tan antigua fecha de salida como gusto editorial. Sin embargo, allí estaba esperando recibir la esmerada atención de mi odontóloga (y el vuelto de los doscientos pesos abonados), cuando por fin, y luego de escuchar unas quince veces la aterradora melodía del torno encendiéndose y deteniéndose, pude ingresar al consultorio donde, para mi satisfacción, encontré solución al martirio molar que padecía. La anécdota sirve para que me permita reflexionar sobre el hecho del "pago anticipado". Primero me cobraron, luego me atendieron. Convengamos que esto también ocurre con otras disciplinas. Fue cuando me puse a pensar cómo trabajamos el resarcimiento económico los arquitectos. Cuál es la relación que tenemos con los honorarios. Fundamentalmente, los profesionales más novatos o aquellos que no pertenecen a una estructura (léase Estudio) reconocida. La verdad es que, en general, los profesionales independientes tenemos cierta relación ambigua con el dinero. No nos apresuramos a cobrar. ¿Por qué? Bueno, entiendo que por varias razones. La primera radica en nuestra formación en las Universidades. ¡Por Dios santo, somos "artistas" y un artista no se "limita" a perder su condición de tal negociando la cantidad de billetes con la cara de Roca que recibirá como compensación de su talento! La segunda clave de este comportamiento -entiendo humildemente- reside en que también dentro de nuestra formación carecemos de asignaturas que contemplen la más mínima capacidad de interactuar con el capital. Salvo honrosas excepciones (llamadas materias electivas) no se habla en nuestras Universidades de dinero. Mucho menos en la vedette de todas las materias: "Diseño" o "Arquitectura". Esa formación "renacentista", más ligada con el arte que con la condición empresarial, se experimenta asiduamente en los claustros. La mala noticia es que para nuestra alegría o pesar, vivimos, nos desarrollamos e intercambiamos experiencias dentro de un modelo capitalista. De eso sí se habla. Para colmo, el comitente, a sabiendas de esa visión artística que brota por nuestros poros, se basa en ella para emitir -contemplando nuestras primeras reflexiones plasmadas en los croquis preliminares- la temible frase que titula este texto: "Ese dibujito me vas a cobrar".

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¿Ese dibujito me vas a cobrar?Reflexiones sobre honorarios de arquitectos

Imagen cortesía de Fotolia

Nota por el Arq. Gustavo Di Costa

La semana pasada tuve que concurrir al dentista. Usted, estimado lector pensará: ¿Y a mí que me importa? Vea, el asunto es que antes de ser atendido por la profesional de las caries, una señorita que desarrollaba tareas en su consultorio como secretaria me espetó: "Son ciento cincuenta pesos". Vale aclarar el hecho de que hasta ese momento, la única atención médica que recibí fue el permiso para ojear una revista de tan antigua fecha de salida como gusto editorial. Sin embargo, allí estaba esperando recibir la esmerada atención de mi odontóloga (y el vuelto de los doscientos pesos abonados), cuando por fin, y luego de escuchar unas quince veces la aterradora melodía del torno encendiéndose y deteniéndose, pude ingresar al consultorio donde, para mi satisfacción, encontré solución al martirio molar que padecía.

La anécdota sirve para que me permita reflexionar sobre el hecho del "pago anticipado". Primero me cobraron, luego me atendieron. Convengamos que esto también ocurre con otras disciplinas. Fue cuando me puse a pensar cómo trabajamos el resarcimiento económico los arquitectos. Cuál es la relación que tenemos con los honorarios. Fundamentalmente, los profesionales más novatos o aquellos que no pertenecen a una estructura (léase Estudio) reconocida. La verdad es que, en general, los profesionales independientes tenemos cierta relación ambigua con el dinero. No nos apresuramos a cobrar.

¿Por qué? Bueno, entiendo que por varias razones. La primera radica en nuestra formación en las Universidades. ¡Por Dios santo, somos "artistas" y un artista no se "limita" a perder su condición de tal negociando la cantidad de billetes con la cara de Roca que recibirá como compensación de su talento!La segunda clave de este comportamiento -entiendo humildemente- reside en que también dentro de nuestra formación carecemos de asignaturas que contemplen la más mínima capacidad de interactuar con el capital. Salvo honrosas excepciones (llamadas materias electivas) no se habla en nuestras Universidades de dinero. Mucho menos en la vedette de todas las materias: "Diseño" o "Arquitectura".

Esa formación "renacentista", más ligada con el arte que con la condición empresarial, se experimenta asiduamente en los claustros. La mala noticia es que para nuestra alegría o pesar, vivimos, nos desarrollamos e intercambiamos experiencias dentro de un modelo capitalista. De eso sí se habla. Para colmo, el comitente, a sabiendas de esa visión artística que brota por nuestros poros, se basa en ella para emitir -contemplando nuestras primeras reflexiones plasmadas en los croquis preliminares- la temible frase que titula este texto: "Ese dibujito me vas a cobrar".

Ante lo que en general, casi pedimos disculpas por la afrenta de tener que ser retribuidos por un trabajo realizado. Allí radica otro punto importante que da lugar a una serie de malos entendidos en la relación comitente-arquitecto: ¿El trabajo fue hecho a conciencia? Quiero decir, ¿se desarrolló completamente? De lo contrario, como el comitente no paga, por las dudas, yo no completo la información como se debe, actitud que muchas veces amplía su acción hasta la carpeta que contienen un proyecto ejecutivo deficiente en su contenido. O directamente incompleto. O inexistente.

Entonces, como en el caso de mi odontóloga, la relación comercial debe ser pactada de antemano: el profesional realizará una determinada tarea por la cual recibirá tal

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compensación económica. Punto. Allí el comitente acepta o no, esa será su decisión. Pero la misma no quedará atada a balbuceos o malos entendidos, sino a zanjar desde el inicio cualquier maliciosa suposición (de ambas partes).

Cobremos pues todos los documentos que emitamos, o los acompañamientos a elegir la grifería el sábado a la tarde, o la consulta por una goterita que se termina transformando en una reforma completa de la cubierta por la que nos haremos cargo si algo falla. Pongamos a nuestro esfuerzo un valor sensato, pero cobremos cada acción completa y concientemente desarrollada. Será para el bien de nuestra profesión.