Escrito en El Cuerpo - Josefina Licitra

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  • 7/23/2019 Escrito en El Cuerpo - Josefina Licitra

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    Escrito en el cuerpoJosefina Licitra

    Estoy parada, desnuda, frente al espejo del bao. Miro mis marcas. La primera operacinfue a mis cuatro aos, en el Hospital de Nios. Yo haba nacido con una malformacin

    el problemita, le decan en mi familia y tena, entre otras cosas, una oreja sinterminar. El plan mdico buscaba reconstruir el pabelln auditivo, quitar cartlago de unacostilla, darle forma, envolverlo en piel mi propia piel, quitada del lado interno de unbrazo y transformar semejante manualidad en una oreja que nos dejara a todoscontentos. Fueron das largos.

    Habamos esperado meses por el turno y, cuando al fin se nos dio, hubo paro deanestesistas. Mi mam, en ese entonces, tena veinticuatro aos, un pasado militante, unmarido exiliado y toda la soledad del mundo. No s si fue inconsciencia o desesperacin:decidi que nos quedramos ah, sobre la cama de hospital, hasta que la huelgaterminara. Pasaron quince das; poco ms de dos semanas imborrables, en las que supeque la vida no deja su huella slo en el cuerpo.

    La habitacin del hospital, vista desde la infancia, era de un tamao fabuloso.Estaba cruzada por dos hileras de camas de hierro y rodeada de ventanales inmensos porlos que entraba una luz muy blanca y muy triste. A la noche, el aire se llenaba de llantos,toses y quejiditos, y el rumor de enfermeras sobrevolaba los colchones como si fuera unasuave horda de pjaros nocturnos. Ya en la maana, una mujer gorda?, buena?pasaba con una bolsa y reparta juguetes y nos haca creer que ah adentro, en ese lugarinmundo, uno poda ser feliz. Tambin haba una maestra que nos esperaba en el centrode la sala. All iba yo con Isabel, mi amiga pelada.

    Isabel usa pauelo porque es coqueta.Me explicaba mi mam. Yo no entenda qu tenan que ver los pauelos con la

    coquetera. Slo saba que Isabel era linda y que estaba enferma.

    No s bien qu pas despus. Ni con ella, ni conmigo. Slo recuerdo que, llegado elmomento, me pusieron una mascarilla de gas apestosa y despus despert y la cabeza mepesaba horrores. Senta tambin una presin insoportable sobre la costilla y un ardorpegajoso bajo el brazo. Estir una mano. Toqu el pelo de mi mam; me sent tranquila.

    Ahora tengo una cicatriz plida sobre la costilla derecha. Tengo tambin un parchede piel ausente, una oreja que no muestro demasiado.

    La primera operacin no funcion. Tampoco la segunda, que lleg un ao despus.Esta vez la internacin fue rpida. No haba paro, pero me toc un cirujano que, intuyo,no saba distinguir una oreja de una medialuna de grasa. De esos das conservo unabuena dosis de bronca y una nueva marca: un rectngulo de piel ausente en el ladointerno de un muslo. Siempre dijeron que esas marcas se iban. Mentira.

    La tercera operacin fue a los diecisiete aos. El problemita tambin consista enuna asimetra en la cara, y alguien evalu que la solucin era fracturarme un par dehuesos. No es muy lindo cuando te lo cuentan.

    Vamos a bajarte el maxilar derecho, lo emparejamos con el izquierdo, temetemos un hueso de la cresta ilaca y te queds cuarenta y cinco das con la bocainmovilizada y cerrada con alambres.

    Y la comida?Con pajita.

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    Imaginate a Mike Tyson explicndole a su contrincante, detalladamente, cmo leva a romper la cara sobre el ring.

    No. No es muy lindo que te lo cuenten.Mi postoperatorio empez el mismo da en el que Boca sali campen de una

    Copa Sudamericana. En la tele mostraban gente festejando; mis amigos estaban

    festejando. Yo tena nuseas. En mi casa, mi abuela se mud temporariamente connosotros y, junto con mi mam, se perfeccion en el arte de transformar cualquier cosaen sopa. Al da quince, tir un plato de sopa por el aire y le grit a mi mam algo ascomo mettelo en el culo, aunque claro como yo no poda abrir la boca no s si sehabr entendido. Empec a soar con ravioles. Era una imagen recurrente: yo, comiendoravioles.

    De esos tiempos me qued cierta repulsin por la sopa, una costura en la cadera y unabreve marca bajo una teta, que ya ni me acuerdo para qu la hicieron. Miro miscicatrices desnudas. Nunca dej de mostrarlas, aunque no me encantan. Hay un tatuadorde la galera Bond Street que tiene bajo la camisa dos cicatrices hechas a medida: una esuna especie de garra en el pecho, la otra no la entiendo.

    La garra por qu? pregunto. Me mira con asco y pena.Porque me gusta.Resulta que la ltima moda son las escarificaciones (cicatrices) y elbranding(marcas

    selladas a fuego). Por las dudas le digo a Juan que todo me parece brbaro. Le muestromi marca en la costilla.

    Guau. Es... bblica.Creo que gan su respeto. Nunca pens que me sentira tan cmoda en la Bond

    Street. Ac las cicatrices no tienen historia; empiezan y terminan en un saln de tatoo,con un tipo que si es considerado recomienda que no te metas en la piel el nombrede ningn ser querido. Puede que dejes de quererlo te aconseja: siempre es probableque tu marca deba enfrentarse al paso del tiempo.

    De las marcas con historia, slo algunas son tolerables. En los hombres, son lascicatrices con cierto anecdotario pico: algn balazo, la mordida de un tiburn blanco, elcuchillazo de una mujer furiosa (hasta John Bobbit hizo fortunas con su pija remendada).Pero aparte de eso, ya se encarg Chiche Gelblung de dejar en claro qu pensamos todosde las otras marcas.

    Y vos cmo hiciste para levantarte a esa mina? le pregunt a Carlitos Tvez,el-de-las-cicatrices-en-el-cuello, cuando estaba a los besos en Brasil junto a la NataliaFassi. Tvez mir a cmara con un gesto duro y bovino, como si el aire lo hubiesecongelado en un momento subnormal.

    Eh? dijo. Se sorbi los mocos con un respirn seco. Pero... Lo que importa eslo de adentro, pap contest finalmente, ofuscado, haciendo gala del razonamientoms verdadero que arroj el ftbol en los ltimos tiempos.

    En las mujeres, las nicas marcas permitidas son las que remiten a la maternidad, auna decrepitud bien llevada o a alguna que otra pavadita quirrgica. Ya lo dej enclaro una publicidad de crema humectante: no importa qu cicatrices tengas, siempre ycuando te las untes con Dove. En la propaganda muestran una sutura de cesrea, unavieja reluciente, una pigmentacin oscura atravesando una panza embarazada, unacicatriz menor en la rodilla. Pero Dove jams mostrara, por ejemplo, a Gabriela

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    Liffschitz: la fotgrafa que vivi sus ltimos aos con una teta menos, producto del cncerque finalmente la mat.

    Si Gabriela viviera podra zambullirse en una baadera con Dove y, aun as, suimagen sera tan perturbadora como la muerte misma. Gabriela lo saba. Por eso seencarg de triplicar la apuesta, y entonces fotografi sus marcas su cuerpo lampio, su

    teta ausente, las public en dos volmenes de libros (Recursos humanosyEfectos colaterales)y nos record de un cachetazo que las cicatrices pueden producir erotismo y poesa. Porsuerte siempre estn las palabras, me digo, cuyo cuerpo, como el mo, nunca puede serrealmente devastado dice Liffschitz hacia el final deEfectos colaterales. Malinterpretado s, citado errneamente, tambin, pero para la devastacin no hay aqu uncuerpo que se ofrezca.

    Gabriela muri, pero dej sus fotos furiosas.Las cicatrices intolerables son las que recuerdan que el cuerpo no siempre se

    disciplina. Que algn da, sin previo aviso, puede terminar hecho tiritas.Hace poco ms de un ao, hacia el final de una nota, Juana Viale la nieta de

    Mirtha me dio una sorpresa. Habamos estado hablando de la maternidad y en algnmomento, por razones ms o menos obvias, terminamos hablando de la degradacin delcuerpo y la obsesin por las formas y las texturas perfectas. Fue entonces que se abri elescote.

    Mir dijo, y me mostr una teta. Era una teta normal, cruzada por unramillete de estras anchas y plidas, el recuerdo que le haba dejado su hija mbardespus de amamantar.

    Me encantan. Son marcas de que soy mujer agreg y sonri. Por algn motivole cre. Miro las marcas del cuerpo durante el embarazo. Las veo en las otras y tambinen m, frente al espejo.

    Estoy esperando a mi primer hijo. Tengo las tetas ms grandes, los pezones oscurosy, desde hace un mes, una lnea triguea empez a marcar su curso vertical entre elombligo y el pubis. Falta menos de un mes para parir, y nada del parto me da miedo.Slo las cicatrices.

    Slo las cicatrices.Le dije hace poco al obstetra. l quiso tranquilizarme y respondi que nunca nada

    es demasiado grave.Das ms tarde, en un curso utilsimo, una embarazada pregunt si en el parto

    poda haber velas aromticas, msica y luces clidas. Por afuera me re y hasta creo queme burl un poco. Por adentro, yo tambin arm mi propia lista de pedidos (la que nuncavoy a hacer en pblico). Quisiera que ese da nadie use barbijos y que no haya azulejos, niolor a lavandina, ni mscaras de gas, ni sbanas blancas, ni gritos enfermos, ni tajos alpedo, ni mujeres buenas que curan y duelen, ni noches con ruiditos, ni silencio, nihospital.

    Yo hice mi lista como si rezara y, mientras tanto, el obstetra se dedic a hablar deepisiotomas y cesreas: dos marcas que, como todas las otras, terminan desapareciendoen la majestuosa geografa del cuerpo. Se pierden y se van, dijo el obstetra, paratranquilizarnos a todas. Se pierden y se van, repetimos todas, para tranquilizar alobstetra. Pero lo dems queda.

    En Antologa de Crnica Latinoamericana. (Alfaguara, 2012)