Esa sonrisa de carton.

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Intente escribir un libro entre tristeza y amor. Este fue el resultado. No es lo mejor, pero sí con todo mi amor.

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A ti, que siempre creíste que iba a lograr esto.

Que siempre me diste alas para ir en busca de mis sueños.

Rosita.

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De aquellas emociones a escribir un lindo poemas en mi antigua libreta de escritos

al ver que alguien los leía y de verdad les gustaba, queda está grata inspiración

que cada día siento que se hace más grande. No sé exactamente si nací para

escribir, nunca se me ha pasado por la mente ser escritora ni nada por el estilo.

Solo agarro un computador, y empiezo a escribir lo que mi ser pueda y quiera.

Hojas, diarios, libretas, libros. En cualquier lugar. Se convirtió en mi todo.

Nunca pude decir que había algo especificó que me inspiraba a escribir. Escribía

mucho sobre amores perfectos, algunos imperfectos. Y demás, pero en realidad

eran fantasías que ni por equivocación yo había vivido. Solo escribía.

“Esa Sonrisa de Cartón” fue inspirada en todo lo que había escrito anteriormente

junto. Muchas sonrisas perfectas y enamoramientos al primer vistazo. Pero

también ese secreto tan profundo que puede guardarnos una muy hermosa

sonrisa. Algunas veces tristezas y otras veces felicidades.

Una historia de amor, sin lugar a dudas, pero donde también aprendo que no

siempre tiene que ser eterno para ser verdadero. No siempre tienen que ser días,

meses, años para aceptar un “te amo” para aquella persona. Y que cualquiera se

puede enamorar desde la primera vez que ve a esa persona.

En el fondo, soy una romántica empedernida y el protagonista tiene muchas

características mías. Soy una cazadora de buenos corazones pero sobre todo de

aquellas sonrisas que de verdad enamoran. Sí, soy muy entregada al amor,

aunque puede que no lo haya vivido de cerca. Esta clase de amor… Donde das un

beso y sientes que el mundo se detiene y lo único que se encuentra a tu alrededor

es su cuerpo, y tus labios dándote calor.

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La carga de está semana estaba realmente pesada, mi abuela sí había hecho una

buena venta en su tienda de postres y yo como siempre, me dedicaba ayudarla en

mis días libres; y como no, esa viejita se había partido el lomo en una gran

empresa de respostería toda la vida para hacerme feliz. Y bueno, el haber

quedado huérfano a los 9 años no fue algo tan gratificante, pero aquí estamos

vivitos y haciendo muchos pedidos de postres. Después de casi 40 años aún le

apasionaba tanto que hasta abrió su propia tienda y pues como siempre, vendía

mucho.

Éramos, Luisa, mi abuela y yo. Los 3 niños de la casa como solía llamarnos mi

abuelo Edgar, que había muerto ya hace dos años. Y yo, yo soy Santiago, el rey

del chocolate caliente y los libros viejos en el garaje de la abuela.

Mi vida, no había sido completamente confusa hasta el día que me gradúe de

bachiller y debía saber que tenía que hacer para el resto de mi vida, teniendo en

cuenta que estaba una hermana alocada que le gustaban mucho las fiestas de

noche, pero de día era la médica más responsable. Siempre supe que Luisa en

algún momento se dedicaría a salvar vida; no podía ver a mi abuela pincharse con

alguna aguja porqué parecía darle los primeros auxilios nunca antes visto. O ver a

mi abuelo rabiar de algún dolor de espalda, eso eran contados segundos para que

viniera con su equipo médico. Todos de juguetes, claro esta.

Mi abuela, Clara era la reina de los postres de toda la población. Quién no sabía

de sus postres sencillamente tenía que saberlo. Eran tan deliciosos. Trabajos por

muchos años en una empresa muy importante de pastelería, pero luego que

murieron mis padres decidió abrir la suya propia. No le ha ido para nada mal. Y

Edgar… El viejo Edgar, de él solo puedo decir que fue el mejor padre que jamás

pude tener. Y recordar su muerte es como clavar un puñal en el centro de nuestro

hogar, pero todos nos moriremos alguna vez solo que él se adelantó, como

siempre lo solía hacer. Siempre era muy atento a todo, le gustaba mantener el

orden de las cosas y hasta le ayudaba a hacer un cronograma semanal a la

abuela para que no estuviera estresada. Regaba el jardín todas las mañanas y

siempre se adelantaba a hacer el café. El día que murió, ni siquiera nos avisó, solo

decidió dar unos cuantos pasos hacía la ventana, despedirse de nosotros que

íbamos saliendo, y sí, desde la ventana, estaba un poco cansado y prefirió no

acompañarnos. Al regresar, 4 horas después lo encontramos en su sillón

predilecto, cerca del aquel baúl de cartón con un álbum de fotos; había fallecido. Y

sí, a todos nos dolió tanto que mantuvimos su luto por casi 3 años.

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Y yo… Santiago. De mí no hay nada que contar, solo que después de graduarme

del bachiller, decidí ser el mejor grafitero de la ciudad, me dedique a vender

publicidad y hacer lo que mejor sabía hacer, dibujar. Pero ni siquiera voy a contar

la historia de cómo me quede huérfano, de cómo me ha ido en el trabajo ni nada

de esas cosas voy a contar la historia de como conocí a la mujer que me dio la

libertad.

Ese día en la pastelería estaba completamente agitado, habían muchas cajas que

entregar, muchos recorridos que hacer y muchos pasteles que entregar. Al ir y

venir, en un abrir y cerrar de puertas, tropecé levemente con una pequeña

doncella…

-Oh, ¡lo siento! ¿Te he lastimado?

-No, tranquilo no te preocupes.

-¿Segura? De veras te empuje muy fuerte, a decir verdad iba caminando ciego,

las cajas no me dejaban ver, lo lamento.

-Ya le dije que no hay problema, adiós.

Pensé… “¡Qué gruñona!” Pero era la mujer más hermosa que había visto en

mucho tiempo y vaya que he visto y estado con mujeres hermosas. Me dirán un

Don Juan, pero siempre que veía una muchacha linda pasar por mis ojos, no

podía evitar tratar de conquistarla. Tenía los ojos como los de un gatos, eran

verdes pero al fijarlos a la luz del sol, tomaban un color tornasol, y es que me

quede perplejo observándolos. Logré ver que cruzo en la esquina siguiente pero

no quise ir detrás no me pareció apropiado. Seguí con mi trabajo.

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No lo podía negar, estaba completamente hipnotizado por esos ojos y quería

volverla a ver de nuevo. Le pregunte a la abuela sí la había visto y su respuesta

fue negativa. Era como nueva en el barrio, o quizás había pasado solo por ahí…

No lo sabía.

En la mañana al despertar, me dirijía a la planta donde trabajaba. Agarre mi auto y

estaba sin gasolina, como siempre se me había olvidado tanquear; me había

figurado ir en autobús.

Luego de media hora de viaje, casi al bajar, alzo mi vista y es ella quien se va a

tomar el autobús, ni siquiera me baje. ¡La espere! Que locura.

Justamente estaba pensando en lo que iba a decirle la próxima vez que la viera, si

es que la vería, claro; le hablaría normal, de seguro ella ni me recordaba pero

estaba seguro que a los postres de la abuela sí. De pronto y trataría de entablar

una noble conversación e invitarla a una café en la plaza de la 33, no lo sabía. Y

preciso, ahí, al pensar todas esas cosas, ella toma el autobús.

Era obvio que iba a llegar tardísimo a la oficina, ya me había desviado mucho pero

aquella bella señorita se había sentado al lado mío pero algo estaba

completamente claro: no me recordaba.

- Puedo ser un poco desubicado, y hasta me taches de loco pero… -Me miro

con cara de psicópata y con cara de querer salir corriendo- te reconozco de

algún lado.

- Estoy segura de que no. –Continuo mirando hacía la ventana-

- Mi nombre es Santiago, mucho gusto.

- Solo sonrío.

- ¡Claro! Ya sé de donde, la pastelería de la abuela.-Volvió a mirarme muy

raro- Claro, los postres de Clara, Clarinetes… Estuviste allí comprando

postres y tropezamos muy fuerte. –Su cara se aclaró un poco.-

- Ahhhhh, sí. Ya recuerdo, tú eres el loco de las cajas, casi me quedo sin pie

ese día.

De pronto en esas minúsculas palabras salieron unas cuantas risas las

cuales me hicieron admirarla y hacerme confirmar lo bella que era.

- ¿Cómo estás? ¡Qué casualidad! Dijo ella.

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- Estoy muy bien gracias, ¿y tú? Y sí es una grata casualidad… ¿vives por

aquí cerca? Nunca te había visto.

- Estoy… bien. Y pues, vivo sí, pero dejaré de vivir en unos cuantos días. Me

mandaron a desalojar donde estoy viviendo y pues ahora voy justo a ver

unos lugares, aunque no creo poder pagarlos; problemas económicos, tú

sabes.

-Ese “Estoy…. Bien” no me gusto para nada. Algo le ocurría. Pero no podía

quedarme a averiguarlo.-

- Claro, entiendo. Pero por qué nunca te habíamos visto por el barrio…

Bueno, mira te parecerá algo apresurado pero yo tengo un apartamento lo

suficientemente grande para dos, 3 y hasta 4, sí quieres puedes ir a verlo y

podría alquilarte una habitación…

- NO, no te preocupes. -El gesto de su rostro no fue el que esperaba, la

había espantado. ¡Qué tonto soy!- … Pero cualquier cosa te estaré

avisando, estoy segura que volveré a la pastelería de tu abuela, quede

encantada. Este es mi número… -Saco una pequeña agenda y anoto su

número en una hoja detrás; le observaba las manos al escribir y vaya que

porcelana.

- ¡Claro qué sí! Los postres de la abuela son adictivos, y te estaré llamando

para ver si conseguiste apartamento y todo eso. Pero… ¿por quién

pregunto?

- ¡Ohhhhh, claro! Jajajajajajaa –esa risa- Mucho gusto Santiago, me llamo

Gissele. En ese instante se levantó del asiento y se bajó.

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Era claro que Gissele tenía algo que me había flechado pero todo eso no evito

el buen regaño de mi jefe por llegar 3 horas tardes al trabajo, por tal motivo

decidió castigarme; me mando a tomar muchas fotografías a las fueras de la

ciudad para un reportaje en una revista. Y bueno, a cumplir con mi tarea iba.

Había pasado un día solamente después de hablar con ella en el autobús y no

me pareció apropiado llamarla, no quería quedar de intenso ni nada por el

estilo; decidí esperar.

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Sábado por la mañana. 9:35 a.m.

El teléfono ha estado sonando hace media hora, y al fin contesto.

-¡CREÍ HABERTE DICHO QUÉ ESTUVIERAS AQUÍ A LAS 7:00 A.M. SANTIAGO

DE JESUS REBOLLEDO GOMEZ! ¡QUÉ SUCEDE CONTIGO! LLEVO MEDIA

HORA, ¡MEDIA HORA MARCANDOTE MUCHACHITO Y NO CONTESTABAS!

¡¿DÓNDE ESTABAS?!

Era la abuela, completamente furiosa por mi impuntualidad.

-Hola, abuela. Con una voz de dormido muy descarado.

Sentí el tirón del teléfono, significaba que tenía que salir volando antes de que me

desheredara. Me di una ducha lo más rápido posible, tome un jugo que había en la

nevera, agarré las llaves del auto y salí volado para allá. Al llegar encontré a Luisa

en el lugar, eso significa que de veras había trabajo que hacer. Pero el saludo

perfecto fue el de ella, la abuela…

-A ver, Santiago… Yo sé que no estás en la obligación de venirme a ayudar con

esto, pero sabes muy bien como detesto… -Y así iba a seguir por mucho rato pero

la detuve-

-Okey Clara María, mantén la calma. Ya estoy aquí, ¿qué hay que hacer?

-Estoy encargándome de terminar unos pedidos muy grandes para un matrimonio

hoy, entonces necesito que te encargues de la caja, ¡SIN COMERTE LOS

CHOCOLATES, SON PARA LOS CLIENTES!

La abuela no dejaba de gritarme, estaba muy enojada conmigo… -Okey, abuela.

Entiendo.

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En el servicio de cajero tome 5 pedidos rápidos, fue algo fácil. Me gustaba trabajar

allí, y de repartidor, y de cargador de cajas, y de graffitero, y de acosador en

buses… Tan polifacético yo.

Estaba de espalda acomodando unos papeles cuando escuche una dulce voz en

mi oído, obviamente la reconocí al instante.

-Buenas… -Dijo ella-

Di media vuelta y la atendí… -¡Oh, Gissele! Qué bonito volver a verte. Estaba tan

bella y radiante como siempre.

-Hola, Santiago. Me quede esperando tu llamada, no conseguí apartamento. ¿Aún

sigue en pie tu propuesta? Ah… Y me das dos de esos postres de leche por favor.

–Sonrío tiernamente-

-Discúlpame tuve unos días muy pesados, pero te tuve muy presente y claro que

sí… -El corazón se me aceleró; y yo qué no quería quedar de intenso.- Si quieres

podemos ir más tarde a que lo veas. Mientras le hablaba, le envolvía su pedido.

-¿Más tarde a qué hora? Ahora tengo que irme a trabajar pero si puedes, paso a

las 5:00 p.m. ¿Está bien a esa hora?

-Sí, claro no te preocupes. Esta es mi dirección. -Le entregue su pedido y anote la

dirección en una servilleta-

-Ok, está bien. Nos vemos entonces, gracias.

-Chao. –Le conteste con una sonrisa en el rostro-

Creo que desde la secundaría no me sentía de esta manera; estaba como un niño,

completamente bobo, loco por aquella niña que tanto le gustaba y a la cual no

sabía cómo conquistar, qué locura.

Termine mi trabajo de cajero a las 4:30 p.m. y solo tenía medía hora para ir a mi

casa, ducharme y arreglar quizás un poco; no lo niego, era muy ordenado. Lo

heredé del abuelo.

Me había sentido hasta plantado.

Gissele no llego ni a las cinco, ni a las seis, ni a las siete, no llego”.

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“Gissele me dejo plantado… Pero es que era tan distinta a las demás”

Después de una larga jornada de trabajo volví a mi vivienda a dormir, estaba

realmente cansado. Tomar mil fotografías no es fácil.

Al llegar, me encontré con un sobre al pie de la puerta; alguien lo había dejado.

Me agache y lo recogí, no tenía remitente ni nada, lo abrí…

“Hola, Santiago. Sé que debiste haberte quedado esperando y de veras lo lamento

pero tuve un pequeño problema en el trabajo y luego no pude ir. Discúlpame de

veras. Quizás pase está tarde.

Besos, Gissele.”

Eran las 5:38 p.m. No sabía como proceder y el timbre del apartamento sonó,

estaba ahí mismo así que abrí enseguida. Era ella.

-Hola, Santiago. –Tenía una carita de perro regañado, ¡qué belleza!

-Hola, acabo de entrar y ver tu nota fíjate, unos minutos más y no me encuentras.

–Rio- ¿Estás bien?

- Sí, sí estoy bien pero algo apenada contigo, te hice esperar.

-Ah, no te preocupes. Y esperar, por qué… de todos modos estaba en casa. Pasa,

estás en tu nuevo hogar. –Volvió a reír.

Empezó a caminar por el apartamento y siendo un poco sincero, no podía dejar de

admirarla, era como una muñeca. Deje mis cosas en el cuarto y vine a

acompañarla.

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-Tienes un hermoso apartamento y muy grande, ¿por qué vives solo y no con tu

hermana o abuela?

- Mientras le mostraba el lugar le iba contestando-…. Pues veras, siempre quise

tener mi propio lugar, para dibujar, fotografiar y todas esas cosas y era algo

independiente entonces a penas empecé a trabajar conseguí este apartamento en

un buen precio y me mude.

- ¿Eres diseñador?. –Pregunto mientras abría las puertas de los cuartos-

-Sí, graffitero de profesión. –Soltó sus risas. Y tú, ¿a qué te dedicas?

- Soy chef. Trabajo en el restaurante, bueno en la parte de la cocina en el Hotel

Plaza y estoy sola en la ciudad.

- Muy interesante.

Le mostré el apartamento por unos diez minutos más y luego la invite a tomar un

té en la sala, nada de tragos, nada de eso. Estuvimos un muy buen rato

conociéndonos, hablándonos. Y dándome cuenta de la maravilla de mujer que

había conocido. Sus ojos que parecían agua manantial. Sus manos como

porcelana. Su cabello que irradiaba tanta luz. Sus labios, tan sensuales, tan

provocativos. Y su risa combinada con unos buenos sonrojos en sus mejillas, eran

la perfección.

Despedía a Gissele en la puerta del apartamento.

-Creo que dentro de unos días viviremos juntos Santiago. –Sonrío algo sonrojada-

-Sí, y estoy completamente seguro que será algo fascinante. –Le di un beso en

sus mejillas sonrojadas, muy lento-

Se alejó a tomar el ascensor.

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Me enamoré de su sonrisa… Esto iba por un buen camino. ¿O no?

Mi abuelo siempre me dijo que la sonrisa de una mujer era la vista a su alma, que

no había forma más fácil de enamorarse de ellas que de su lindo sonreír.

Me estaba sucediendo. Pero detrás de cada sonrisa siempre había algún tipo de

sufrimiento, y estaba seguro que Gissele no se quedaba atrás.

Gissele se había terminado de mudar el martes por la tarde y a decir verdad no

era mucho lo que tenía; le preparé chocolate caliente y le di unas cuantas tostadas

por el cansancio y le ofrecí que se fuera a descansar.

-…Con su tasa en la mano me dijo: -Gracias, Santiago. Creo que eres el único que

me ha ayudado desde que llegue- Me dio un beso en la mejilla, casi llegando a

mis labios, y entro a su habitación.

Susurrando muy despacio y ya después de estar la puerta cerrada dije: “Gracias a

ti por aceptarme vivir… en tu vida”

Sonreí, y me retiré a dormir.

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Día libre en casa, algo tendría que hacer para ella, algo.

8:00 a.m.

Prepare el desayuno para dos, y era algo tan mágico poder levantarme y pensar

que ya no tenía que cocinar para mí solo, y sí cualquier amigo que me escuchara

diría que soy un gran pendejo… ¿A qué hombre le gusta cocinar o le gusta

sentirse feliz porque ya no tiene que cocinar para él solo? El hecho es que yo era

un romántico emperdenido y enamoradizo de profesión y cuando me enamoraba

de una mujer, la hacía sentir el único rayo de sol en mi habitación; en mi vida.

9:00 a.m.

Gissele salía del baño con su cabello recién lavado y sonriendo por tan buena

sorpresa que yo le había dado.

-Hoy te tienes que dejar consentir… Eres mi nueva inquilina. Le dije.

Ella solo me sonrío, me dio los buenos días con un abrazo y de inmediato se

dispuso a comer, a mi lado.

2:00 p.m.

Le propuse ir a lo de abuela. Sabía que le gustaban los postres pero sabía que le

gustaría más el corazón de ellos.

-¿Crees qué la señora Clara le agrade la idea, Santiago? Pregunto algo apenada y

agarrando un pequeño morral.

-Claro, mi abuela siempre le agrada que llevemos nuevas personas al local. No te

preocupes.

Hecho labial en sus tenues labios rojos, observándose desde el espejo al entrar.

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“Y si supiera ella cuanto la quería yo besar en esa justo instante…”

3:00 p.m.

Gissele no paraba de sonreír al ayudar a la abuela a decorar sus cupcakes.

Yo me enamoraba más… Me enamoraba.

5:00 p.m.

Era hora de irnos pero…

-Crees que sería apropiado invitarte a comer algo, digo… ¿no tienes más

planes? Te he quitado tu tiempo hoy. Le dije.

-Saco de su bolso su celular y miro la hora… -No, no me lo has quitado

querido, a lo contrario me he divertido mucho y… claro, vayamos a comer algo.

8:00 p.m.

Caminábamos por ahí.

10:00 p.m.

Volvimos a casa.

-Regreso en un rato…- Dijo.

Se encerró en su habitación.

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No volví a saber de ella esa noche.

Tenía la mala costumbre de siempre sentarme antes de ir a dormir, bueno solo

cuando no estaba cansado o cuando no estaba inspirado; me gustaba escribir

fragmentos, y algunas cuantas frases que por el momento sentía.

“Gissele, ¿quién eres y por qué no me dejas amarte?”

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El día había amanecido de lo más escultural, los pájaros cantaban y la brisa se

sentía desde la ventana de mi cuarto. A las 7:00 a.m. todo era perfecto, excepto

por eso de tener que madrugar para ir a trabajar, pero no hay nada que un buen

café no pueda arreglar.

Al salir de mi habitación todo estaba completamente silencioso, las cortinas

cerradas, todo estaba como lo había dejado la noche anterior. ¿Acaso Gissele

seguiría durmiendo? Y de inmediato surgió esa duda en mí… ¿por qué no fue a

trabajar ayer? Estaba tan anodadado por su belleza y por mi amor que no me

había dado a la tarea de ver muchas cosas… Era hora.

Me dispuse a preparar el desayuno y encontré una nota en la estufa:

“Buenos días, querido. Espero que hayas amanecido tan buen mozo como

siempre. En el horno tienes un exquisito desayuno y nos vemos más tardesito.

Besos, Gissele.”

Al leer esa nota solo pude pensar que en realidad esta mujer me encantaba y que

era muy dedicada, ah claro y que le gustaba dejar muchas notas. Sonreí,

claramente se había dado cuenta de los buen mozo que soy, iba por buen camino

mi conquista. –Pensé entre risas-

Tome mi desayuno, muy delicioso por cierto y me dispuse a ir a trabajar, como

siempre.

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“Gissele, tenías una letra tan bella….”

-La puerta del apartamento se abrió, yo estaba en la cocina. Obviamente era ella-

-¿Hola……? Pregunto.

-Hola, sí, Gissele… Estoy en la cocina.

-Hola, Santi, ¿qué tal tu día? Estoy muy cansada. –Hizo un pequeño gesto de

tristeza-

A decir verdad, estaba un poco desorientado porque no volvió a salir anoche y se

fue temprano pero iba a tratar de averiguarlo.

-Muy bien, bonita. Agitado, como todos los días pero bien… Leí tu nota.

-Ah… Sí. Tenía turno temprano. Discúlpame por no acompañarte a desayunar.

- Tranquila, no tienes qué. Estoy preparando algo para comer.

Se acercó me beso en las mejillas y dio media vuelta para irse a su habitación.

-Gissele…

-…Dio media vuelta hacía al frente mío… -Dime.

-¿Por qué no volviste a salir anoche?

-Eh… me quede dormida lo lamento. Voy a ducharme, ya vuelvo.

Siempre evadía las cosas.

Comimos, y luego vimos televisión juntos; se quedó dormida en mis brazos.

La llave a su habitación y la acosté.

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“Gissele, tenías tu piel particularmente llena de pecas y era algo que se notaba a

leguas; tenías la magia en la mirada y era algo que justamente me enamoraba;

Gissele te quedaste profunda en mis brazos y también en mi corazón, y yo ya

estaba anhelando tus labios”.

Entre más pasaban los días, más nuestra amistad se fortalecía, por decirlo de esa

forma. Veíamos muchas películas juntos, íbamos a hacer mercado. Íbamos a

donde la abuela, hablábamos, cocinábamos, reíamos pero también podían pasar

dos y tres días en que no sabía nada de ella. Que ni siquiera la veía y aun así

viviendo en la misma casa.

Creo que de alguna forma extraña estaba empezando a pensar que algo pasaba

con ella, algo ocultaba. A veces no cenaba. Siempre salía muy temprano y los

días que no la veía era porque llegaba demasiado tarde.

Siempre que le preguntaba sobre que hacía y demás, me evadía. Pero… Era tan

bella como persona y como mujer que tan solo quería conocerla… más.

-¿Crees que en algún universo paralelo está la persona indicada para nosotros?

Pregunto.

-Creo que sí. Pero también creo que aquí en este universo inestablemente

hermoso, se encuentran, quizás escondidas detrás de algunos arbustos para que

no los veamos. –Se hecho a reír- O quizás también se encuentran en frente de

nuestros ojos y a veces por pensar que se encuentran en algún universo paralelo,

o bueno… escondidas detrás de algún arbustos, dejamos ir a esa persona. Es

confuso, sabes.

-Santiago… ¿te has enamorado?

-¡Cómo loco!

-¿Por qué cómo loco? ¿Por qué arriesgarte de esa forma?

Sentados en el sillón al frente del balcón le respondí.

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-No pienso que me estoy arriesgando a decir verdad, siento que estoy dándome la

oportunidad de amar algo, de alguien más. De conocer sus virtudes y defectos, de

hacer esa persona parte de mis días y querer su felicidad por encima de cualquier

cosa, y obviamente mi felicidad es tenerla a mi lado. Arriesgarme… quizás ese

amor no es correspondido, quizás el enamorarse solo sí es un riesgo, pero hay

que verlo de una manera lógica… ¿qué voy arriesgar? Mi manera de amar o …

¿qué otra cosa? A decir verdad cuando el amor no es correspondido, se aprende y

mucho. Y enamorarme como loco, porqué me gusta conocer más allá de perfectos

cuerpos. Me gusta amar los corazones, sus almas, sus sonrisas y sus perfectas

mejillas rojizas…

Nos quedamos mirando.

- Hablas tan pero tan perfecto que casi pierdo la noción del tiempo…

Santiago… Eres tan… maravilloso.

Arrecosto su cabeza a mi hombro.

-Y tú eres tan bella Gissele, creo que no había tenido la oportuni…

-¿Me amas, Santiago?

Quede en silencio, me tomo por sorpresa.

-¿Me amas?

-¿Acaso qué efecto tendría esa respuesta en ti?

Se levantó sigilosamente de mi lado y se centró al frente en la mesita de

decoración.

-¡¡Dime, Santiago!! ¡¿Me amas?! ¡¡¿POR QUÉ ME HAS AYUDADO TODO

ESTE TIEMPO?!!

-Calma, Gissele…

-¡¡NO, SANTIAGO!! ¡¡YO QUIERO QUÉ ME RESPONDAS LO QUE TE

PREGUNTÉ!!

-Gissele… -No creí que fuera el momento adecuado para decirle algo…

estaba muy exaltada y ni siquiera sabía por qué-

-¡NO, DIGAS NADA… YA ENTENDÍ! Se levantó.

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Logré levantarme rápido y agarrarla de sus manos, la hale hacía mí y la

acerque lentamente.

- ¿Acaso el decirte qué te amo en realidad te va a dar una representación

gráfica de lo que siento por ti?

- Pero… -No la deje hablar y la hale lentamente hacía mí, acercando mis

labios a los suyos y rozándolos muy despacio, luego con un dulce

movimiento empecé a darle ese beso que tanto había soñado. Tomándola

suavemente por sus mejillas sus labios hacía juego con los míos, sentí

como su tensión bajaba y como nuestros cuerpos se idealizaban a ese

fantasioso beso.

Esa noche había sido como el inicio de ese riesgo del cual ella me había

hablado. Estaba perdidamente enamorado de ella pero sabía exactamente

que aún no era el momento de decírselo.

Estaba completamente claro que ese beso nos había gustado a los dos,

despertar y encontrarla en mi sala, con una muy exquisita pijama y con un

taza de café en la mano, eran tan perfecto. Las cortinas abiertas y el rayo

de sol entrando por la ventana. Unos buenos días, mi amor y su dulce voz.

-Acercándome a ella le dije… Buenos días, preciosa. ¿Cómo amaneciste?

-Muy bien, respondió.

-Hoy tengo que viajar a las afueras de la ciudad para la finalización de un

cortometraje. Vengo mañana. ¿Quiere venir conmigo o…?

-No, no puedo. El trabajo… Ya sabes.

-Claro. Le respondí.

Se levantó del sillón.

-Te preparé unos huevos con salchichas muy deliciosos, tu café está

preparado. ¿Quieres qué te preparé algo más? –Me dijo mientras me

abrazaba por detrás.

-No, mi amor tranquila. Así está bien. Gracias.

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Después de desayunar y ordenar algunas cosas cada quién se fue a sus

respectivos trabajos.

8:00 p.m.

Se activa la contestadora.

“Hola, Gissele soy yo Santiago. He estado llamándote a tu celular y sale

apagado, no sé qué sucede y veo que aún no estás en casa. Ya estoy

instalado en el hotel. Quizás llegue mañana a eso de las 5:00 p.m. Que

tengas una buena noche, preciosa. Te mando muchos besos. –Suspire- Te

… *fin del mensaje*

Se acabaron mis minutos. Como buen olvidadizo se me olvido recargarle

minutos a mi celular.

Estaba a las afuera de la ciudad en un pequeño pueblo llamado

Monserrate, estaba haciendo unas tomas de las bellas montañas que allí

yacían para un reportaje, estaba acompañado de mi buena amiga Sofía y

vaya que su compañía era muy grata.

Sofía la conozco desde que me gradúe, estudiamos lo mismo y contamos

con la suerte de ser contratados en el mismo lugar. Con diferentes cargo,

claro está. En un tiempo trate de conquistarla pero luego las cosas tomaron

más un gusto amistoso y nunca llegue a nada con ella… menos mal.

Le había hablado de Gissele y de lo mucho que esa mujer me encantaba,

los momentos, absolutamente todo. Era como ese estilo de mejor amiga

que se podría decir que tenía.

-¿Crees qué ella también me ame a mí?

Instalados ya en nuestras camas.

-La verdad, no lo sé Santiago. A decir verdad, esa niña me parece algo

extraña. Con todo lo que me has contado siento que esconde algo…

-¡Calla! Yo también siento lo mismo…

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-¿Entonces por qué la dejaste entrar así a tu vida? ¿Por qué es bonita?

¡Por dios Santiago!

En realidad no sabes casi nada de su vida. ¡¡¿Dime qué sabes de ella?!!

Yo no sabía nada de ella… -¿Qué es chef?

-¡Ay, no me hagas abofetearte!

-Lo siento… -Reí-

-¡Claro! Sabes que es chef y todo el asunto pero… Sabes por qué vive sola,

nombre de sus padres, cuantos hermanos, novios, amantes, ¡¡¡¿LO

SABES?!!! ¡NO! –Me sentí asquerosamente regañado- Tú no dejas a vivir a

cualquier mujer en tu apartamento solo porque tu instinto te dice… ¡No seas

loco!

-Me enamoré como loco desde que la vi. Solo sé eso.

-Ajá, sí eso no te lo quito… Bueno lo único que te digo mi buen amigo es

que averigues más sobre su vida y si te ama… supongo que es algo que

ella te demostrara. ¿Por qué no la llevas a Rio?

El viaje a Rio era una excursión que tenía la agencia en unas semanas

adelante para un catálogo de fotografías.

-No lo había pensado…

-Claro, llévala sería una buena oportunidad para conocerla.-Hizo un gesto

de maldad.-

-¡Olvídalo! La asesinarás. Ya vi tus intenciones.

-Tranquilo, no dejaré rastros de todos modos, es una desconocida. –

Empezó a reírse muy burlonamente.

-¡Tan chistosa!

El día había transcurrido tan rápido que en menos de lo que pude darme

cuenta ya Sofía me dejaba en la puerta del edificio…

-¡DILE LO DE RIO O TE MATO! –Digo Sofía riendo.

-¡Tranquilizate mujer, está misma noche le digo!... Sí es que se encuentra-

susurre- Gracias por traerme, nos vemos mañana.

Sofía continuo su viaje y yo me dispuse a entrar a mi casa, y adivinen

que…

¡Sí estaba!

9:00 p.m.

Page 24: Esa sonrisa de carton.

Suena el timbre de mi apartamento, obviamente era yo llamando a la

puerta. Ella abre.

-¡Santiagoooooooooooo, volviste! –Se me tiro casi encima- Me hiciste

mucha falta caray.

-¡Ohhh, ohhhh, cuidado, cuidado, me ahogo!

-¡Ay, lo siento! –Comenzó a reír-

Deje mi pequeño equipaje a un lado y la lleve al sillón justo en frente del

balcón para charlar y allí nos empezamos a besar… como extrañaba sus

besos…

-También te extrañe mucho pero pensé que me devolverías la llamada…

¿escuchaste el mensaje?

-¡Sí claro! Pero no tengo celular, un pequeño accidente.

-¿Cómo qué ocurrió?

- No, nada importante solo lo deje en el restaurante y lo robaron o algo por

el estilo. Ya compraré otro, lo importante es que volviste.

Se acercó lentamente a mi rostro y besaba muy despacio mis labios. Era

como sentir si no existiera más, era como querer besarla por siempre y no

parar. Era como amarla.

A veces todo en la vida no es ciertamente como lo imaginamos, a veces tenemos

que dejar ir a personas que amamos por el simple hecho de que no son para

nosotros o a veces tenemos que resignarnos a buscar un lugar diferente por

donde caminar.

Page 25: Esa sonrisa de carton.

A mi edad nunca había estado enamorado de esta forma y es que el sentimiento

que me hacia sentir Gissele era tan inexplicable que no podría expresarlo ni con

palabras.

Permanecía muy feliz siempre que podía admirar su explendida sonrisas; era

como tocar el cielo con las manos.

Era una leve sensación de felicidad.

Era la ternura más grande que quizás jamás haya tenido.

Era ella haciéndome más feliz.

Era Gissele su nombre de amor.

Pero entonces llegaban esas dudas de las cuales Sofía me había hablado y que

aunque no lo quisiera creer también yacían en mí.

¿Quién era Gissele?

Page 26: Esa sonrisa de carton.

Eran las 8: 00 a.m. de la mañana y al despertar agarre mi rumbo hacía donde la

abuela, a nuestra casa.

Sí hay una mente sabía y sobre todos consejos sabios son los de la abuela.

-Toque el timbre de la casa… Abrió ella. –Hijo mio, ¿y ese milagro de tener por

aquí?

Me abrazo fuerte.

- ¡Ay, abuela no exageres! Siempre te visito, no aquí pero sí en la pastelería.

- Sí, sí muchacho. Entra, ¿ya has comido algo?

- No, abue. Solo me tome un jugo.

- Venga.

Nos dirijimos a la cocina, la hermosa cocina que mi abuelo en sus años de

juventud había remodelado perfecta para mi abuela. Un cocina de ensueño.

Con una vista al gran patio de la casa y una pequeña mesa de estar para

tomar el café o demás.

Mientras la abuela me preparaba algo de comer…

-Abuela… Creo que necesito tu ayuda.

Ella volteo su rostro y me dijo: Soy toda oídos cariño.

-Ya conoces a Gissele, mi novia… mi inquilina, tú sabes…

-¡Claro! ¿Qué sucede con ella? ¡¡¿Ya discutieron Santiago?!!

-¡No, no, no! Es que… tengo unas dudas hacía ella.

Abuela es una persona de la que no sé absolutamente nada y aunque quise

negármelo durante todo este tiempo sé que en el fondo esconde algo. No

sé qué, no sé por qué. Siempre que trato de preguntarle sobre su vida me

evade de una manera tonta y yo como si nada. No sé el nombre de sus

padres, hermanos, ni siquiera donde trabaja. ¡Algo me oculta! Y por su

belleza tan angelical, me enamoré al instante de ella y la deje entrar de esta

forma a mi vida y es por esa justa razón que ahora no sé qué hacer, porqué

también tengo miedo de amar a alguien con quien en realidad no tengo

nada en común o quizás alguien que no conozco… o no me ame… -

Respire-

Page 27: Esa sonrisa de carton.

Mi abuela se sentó al frente mío.

-Calmate hijo mío…. Cuando decides tener una relación amorosa con

alguien aún no conoces totalmente a esa persona y de eso setrata ese

proceso. Conocerse y a medida de eso y amándose cada vez más. Estás

en todo tu derecho de sentir estás cosas porqué es la verdad, no sabes

nada de ella pero… Solo te doy un consejo:

Háblale, pregúntale, hazle saber que necesitas saber de ella, exígele

respuestas si de verdad quiere una relación contigo o te ama de verdad.

Obviamente el amor es el pasaje a la felicidad de cierta forma, nos llena,

nos hace, reímos, vivimos, sentimos, ¿pero y cuándo solo es uno? El amor

es de dos. Y aunque parezca muy doloroso cuando esa persona no quiere

tenerte en su vida o no hace nada para demostrarte que te ama, no hay un

amor. Quizás interés, quizás cariño.

Page 28: Esa sonrisa de carton.

“Gissele a esta hora estaba pensando en que si decido llevarte a Rio, qué

pasará…”

Me la había pasado pensando…

Rio.

La llevo.

Gissele, te amo.

Rio.

¿Quién eres, Gissele?

Trabajo.

Rio y Gissele.

Así fueron los siguientes días antes de comentarle del viaje a Rio.

Estábamos caminando a casa luego de venir de donde la abuela…

-Gissele, ¿vendrías conmigo a Rio durante varios días?

-¿Qué? ¿Es en serio?

-Sí, claro que lo es. Es un viaje de la empresa en el cual podemos llevar no

sé, familiares y demás. Quiero que vengas conmigo.

-Pues… Sería genial.

-¿En serio?

-Sí, ¿por qué no?

Estaba confundido y a la vez muy feliz…

-Creo que es una oportunidad para conocernos más Santiago y … me he

quedado sin trabajo. Lo lamento no tendré para pagarte el alquiler.

Page 29: Esa sonrisa de carton.

-No te preocupes por eso. ¿Te despidieron?

-Sí, sí… recorte de personal tú sabes.

Continuamos por ahí.

No tenía la menor idea de lo que estaba haciendo pero había decidido ir a

ese famoso restaurante que me había dicho Gissele que trabajaba, sí soy

un maldito psicópata… Ah, de eso también trabajo.

-Buenas noches señorita… -Ya en la mesa- Quería hacerle una pequeña

pregunta, ¿me puede colaborar, por favor?

-Sí, claro señor dígame. ¿Desea ordenar algo?

-No, no… Estoy bien. Solo estoy averiguando por una amiga, es que me

dijeron que trabajaba aquí y quisiera saber si se encuentra o tiene el

número de ella. Quisiera contactarla.

-¿Su nombre señor?

-Gissele… Se llama Gissele. No recuerdo muy bien su apellido.

-No, lo lamento señor en este establecimiento no labora nadie con ese

nombre.

-Y no sabe si laboro o algo parecido.

-No señor, la verdad llevo mucho tiempo aquí y jamás he escuchado ese

nombre. Lo siento.

Me había mentido.

Page 30: Esa sonrisa de carton.

“Gissele no era chef”

El viaje a Rio iba a ser completamente definitivo y estaba seguro que iba a

asegurarme de saber la verdad. No era chef, no trabajo allí, ¿entonces qué

más tenía que saber?

-¡Te lo dije! –Sofía muy segura de irme a regañar. Te dije que algo

ocultaba.

-Ok, ya basta. ¡Sí! Tienes razón, y mañana que estemos en Rio me tendrá

que contar quién es. –Estaba muy enojado-

-Bueno, sin dramas niñita. Mejor vámonos ahí que preparar maletas. Te veo

en el aeropuerto mañana.

-Ok, descansa bruja.

-Me amas- Salió de la oficina riendo.

Page 31: Esa sonrisa de carton.

“¡RIO QUÉ HERMOSO ERES!”

Aquella noche en el hotel, acabando ella de salir de la ducha la había visto

en toalla, con su cabello recogido para que este no se mojara, un poco

empapada. Me acerque a ella y ayude a secarla con otra toalla que había

cerca. Obviamente tenía sus ojos tiernos clavados en mí. Estaba

temblando. Rozaba lentamente sus hombros con la toalla y secaba las

gotas de agua que por ahí corrían. Luego le di media vuelta y empecé a

secar su espalda suavemente casi sin querer haciéndola que separara sus

manos y su toalla cayera a mis pies. Que quedara completamente desnuda

ante mí. Seguir pasando la toalla por sus caderas y contar sigilosamente

cada uno de sus lunares. Y ver y sentir lo delicada que era su piel. Luego

volver hacia delante y muy lentamente comenzar a secar las gotas de agua

de su cuello y bajar lentamente por sus senos… Sus perfectos senos. Bajar

al abdomen y por último en su entre piernas. Dejar la toalla a un lado y

comenzar a besarle cada parte de su cuerpo.

Sentir que estaría a punto de hacerle el amor pero que al final solo se

convirtiera en un leve toque de nuestros cuerpos idealizados a un beso

perfecto, a una noche perfecta, a una acaricia perfecta. Idealizarnos

perfectos.

-No puedo Santiago, tan solo abrázame.

-La abrace como nunca.

Y es que abrazarla era como tocar el cielo y las estrellas, era como la

eterna felicidad.

Y es que ella era mi vida, ahora.

Page 32: Esa sonrisa de carton.

“Gissele, casi llega la hora”

Habían pasado los primeros 4 días en Rio y aún no era capaz de confrontar

a Giselle y decirle que sabía que trabajaba en ningún restaurante y que

necesitaba saber quién era ella en verdad, todo a su lado era tan perfecto

pero a veces tan aislado y olvidado.

No sé si sea del todo bueno saber verdaderamente que ocurre con ella, por

qué nunca habla de su vida, familia y trabajo, no lo sé, solo sé que…

La amo.

Page 33: Esa sonrisa de carton.

El día había amanecido asoleado, estaba completamente perfecto; al abrir

los ojos y ver su rostro a mi lado casi olvidaba por qué la había llevado

conmigo. Sus mejillas absolutamente perfectas, casi alumbradas por el

rayo de luz que entraba por la ventana, y su cabello ni se diga, casi

rechinando de belleza; ¡dios! Giselle era tan hermosa que casi creía que

estaba soñando… Y era casi un poco de eso; un sueño.

-Giselle, amor… Es hora de irnos.

Giselle no despertaba y aunque la llame muchas veces, no lo hacía. Llame a Sofía

y me fui al centro médico más cercano con Giselle inconsciente. Respiraba.

No tenía la menor idea de que le ocurría a Giselle estaba completamente seguro

que algo malo le estaba pasando, estaba entrando en pánico y casi ni podía

respirar. De pronto, salió un doctor de la sala de urgencias donde tenían a Giselle,

como loco corrí hacía a preguntarle qué rayos tenía mi novia…

-¡¡¡¿Puede decirme por favor qué le sucedió a mi novia Doctor?!!!

-Cálmese, señor. Su novia ya despertó y la pusimos en un estado estable… Ahora

voy a mandar las enfermeras a que le tomen unos exámenes de sangre y hagan

todos para un estudio…-No lo deje terminar-

-¿Por qué se desmayó de esa manera? ¡Parecía muertaaaa!

- Creemos que debe ser por las defensas bajas… puede entrar a verla.

Ese Doctor no había respondido a mis dudas, estaba furioso.

Al abrir la puerta del cuarto donde habían metido a Giselle me di cuenta que la

hermosa mujer que tanto amaba estaba conectada a unos aparatos, estaba

pálida, de seguro sin fuerzas, conectada a sueros para nutrirla, se veía tan mal

que me causaba dolor.

Page 34: Esa sonrisa de carton.

Ella abrió los ojos.

-Hola, Santi. –Sonrió- lamento el susto que te di, fue imprevisto,

- ¿Qué tienes Giselle? ¿Qué es todo esto?

-No es fácil Santiago, lo que menos quería era hacerte sufrir, hacerte ir en una

dirección equivocada en donde mi presencia no sería completa, en donde no

podía entregarte todo lo que querías de mí. No quería Santiago –hablaba con

lágrimas-

-¿De qué hablas, Giselle?¿Por qué lloras?

- Sé que todo esto ha ocurrido rápido, sé que nos enamoramos tan rápido pero es

que quizás era lo que estaba esperando y desde el primer día que te vi supe que

querría pasar todo esto a tu lado, hasta el final.

-¡Basta ya! ¡¡Dime qué ocurre!!

-Tengo cáncer.

Sentí que el mundo se me había detenido en ese instante cuando ella pronuncio

esas palabras.

- Hace 2 años vengo luchando con esto Santiago pero ya no puedo más.

Todo este tiempo he estado viviendo una fantasía de amor, la más hermosa

de todas a tu lado. Fue tan diferente a lo que había sido el resto de mi vida.

Por las mañanas trabajaba en un café del centro limpiando mesas y

ganándome lo poco para vivir. No tengo familia y mi única familia eras tú. Al

menos en eso te convertiste. Tú y la abuela.

Cuando no regresaba en las noches, era porque iba a hacerme mis

tratamientos-De pronto poco a poco fue quitándose una peluca de la

cabeza- Sí, quimioterapia. Supongo que no siempre dan el resultado que

esperas, acepte venir a este viaje contigo porqué sabía que al volver sería

el fin.

Perdóname por arruinarte la vida.

Estaba a punto de llorar.

Page 35: Esa sonrisa de carton.

-Pero, ¿y por qué mentir acerca del restaurante? ¡Dios mio, Giselle! ¿Por qué no

me lo dijiste?

-No quería herirte.

-¡¡¿Más qué ahora?!!

-Perdóname Santiago-lloraba- sé que esto es lo peor que te han podido hace…-la

bese-

Ese día había sido tan largo que al arrecostar mi cabeza a la cama, luego de que

Sofía me convenciera de que tenía que regresarme a dormir, todas sus palabras,

la visión de sus lágrimas pasando por su rostro, mi rabia y mis ganas de abrazarla

y besarla pasaron por mi mente.

Giselle tenía cáncer y no le quedaba muchos días de vida, no podía regresarme a

mi ciudad esperando llegar con ella viva, estaba demasiado débil, casi atenida a

los aparatos.

Y entonces… ¿el amor llega así sin previo aviso y se va de la misma forma?

Page 36: Esa sonrisa de carton.

“Giselle, note vayas…”

Habían pasado 2 días luego de todo eso, Giselle se había sometido a estudios y

pequeños tratamientos para tratar de asegurarle un poco de tiempo más viva.

Sentía que esto no podía estar pasándome a mí… Pero era cierto.

-Sonó mi celular-

-Sí, hola.

-¿Señor Santiago?

-Sí, con él. ¿Quién habla?

-Señor Santiago hablamos de la Clínica, es la señorita Giselle… Está muriendo.

Mi mundo se detuvo.

Page 37: Esa sonrisa de carton.

Al llegar a la puerta de la habitación con una flor en mis manos, me detuve a

pensar si esta será la última vez que la vería con vida, respiré hondo y entre. Al

entrar Giselle me recibió con una enorme sonrisa en su rostro; pensé que sin

importar que no tuviera cabello, o que aunque estuviera ahí casi moribunda en esa

horrible cama, para mí era la mujer más hermosa de todas.

-Viniste, amor.

-Claro, lo más rápido que pude. ¿Cómo estás preciosa mía?

-Feliz.

-¿Feliz? Me alegra escuchar eso, ¿podrías decirme el porqué de tu felicidad?

-Santiago… no sé si puedas entenderme o quizás puedas perdonarme; A veces,

conocemos personas que llegan a nuestras vidas sin un previo aviso, a veces nos

enamoramos tan alocadamente que no nos interesa el resto, lo único que interesa

es el ahora que estás viviendo.

Cuando te conocía sentí que estaba viviendo, sentí que había encontrado a

alguien con quien poder hablar desde lo más ridículo hasta lo más maduro. Sentí

que estaba viviendo mi felicidad, como siempre la quise. Santiago, pensé que

serías el hombre perfecto y no me equivoque y estaba segura que el haberme

acercado había sido mi mejor regalo.

Fue casi tan perfecto que también me amaras y creo que fue lo que me dio ánimo

para continuar, tu sencillez, tu delicadeza, tu ternura, tus besos, tus abrazos…

Santiago, eras todo. Por eso no quería hacerte sufrir. Por eso me demoré en

dejarte creer que te amaba. Pero te amaba, te amaba Santiago. Te amaba, te amo

como a nadie en este universo y es preciso decir que te amaré luego de morir.

No trates de hacerme feliz en este último momento, solo prométeme que serás

feliz por el resto de tu vida, sin mí…

-Trate de interrumpirla pero no me dejo-

Déjame terminar, por favor. Quizás mañana encuentres a alguien que sepa amarte

más que yo, alguien con quien sí puedas pasar el resto de tu vida. Tener hijos,

casarte… Como fuera querido ser yo, pero así es la vida Santiago. Aprendí que

las mejores cosas vienen en paquetes especiales y que a su debido tiempo hay

que abrirlos, sin apresurarse.

Page 38: Esa sonrisa de carton.

A veces nos falla la vida, nos falla el tiempo pero nadie tiene la culpa. Así es la

vida. Unos morimos temprano porqué así quiso el destino hacerlo, pero el tuyo

Santiago es ser feliz, sé feliz amor mío.

-Ya a estas alturas no tenía más que lágrimas en mis ojos-

Sé feliz y has siempre sonreír a la abuela, sé cuánto la amas y ella a ti y lo único a

lo que no puedes negarte es a vivir, ser feliz y amar.

Ama Santiago, ama por favor.

En ese momento Giselle tuvo una crisis…

Page 39: Esa sonrisa de carton.

Fue la última vez que la vi con vida.

Page 40: Esa sonrisa de carton.

Casi sin darnos cuenta perdemos a esos seres que tanto hacen de nuestra vida un

eterno paraíso. Los perdemos por equis razones, pero ese instante en donde

fuiste completamente feliz no tiene ningún tipo de comparación.

Giselle me enseño lo que era la felicidad, el verdadero amor. Fue mi muñeca de

porcelana. Aunque el tiempo no fue nuestro amigo, la amé y la amaré siempre.

Estaba en mi vuelo para regresarme a casa, la abuela aún no sabía nada de la

muerte de Giselle y estaba absurdamente exhausto. Había terminado de leer la

última página de mi libro favorito que por cierto decía así:

“Y aquí estamos querida, en frente del mar, conociendo el océano como si fuera

nuestro último día de vida. Estamos sonriendo, estamos los dos.

-Le agarré la mano a mi querida esposa y la lleve a caminar; casi podíamos tocar

el agua”.

Agarré un memo de entre mi agenda y escribí.

“Giselle, no eres eterna pero sí por siempre mi princesa”.

Page 41: Esa sonrisa de carton.

Dormí.