Esa multitud blanca de flores

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1 “Esa multitud blanca de flores” Daniel Dagna Inspirada en el universo de Antón Chéjov PERSONAJES NINA- Hermana 55 años OLGA- Hermana 58 años IRINA- Hermana 56 años ANDRES- Hermano 60 años ANA- Hija de Nina. 20 años NATALIA- Hija adoptiva de Nina NADIA- Doncella- 25 años FIRS- Criado- Muy anciano IVAN- Criado joven- NICOLÁS- Comerciante rico- SONIA- Institutriz- SERGIO- Estudiante eterno HELENA- Viuda terrateniente ACTO PRIMERO Espacioso estar de la mansión. Una de sus puertas abre sobre la alcoba de Ana. El sol está comenzando a despuntar. Es ya mayo, En el jardín florecen los cerezos, pero hace frío. Las ventanas se mantienen aún cerradas. ESCENA I Entra Nadia y apaga las velas. Nicolás, con un libro en la mano. NICOLÁS: ¡Gracias a Dios que ya llegó el tren! ¿Qué hora es? NADIA: Van a dar las siete.(Apagando la última vela.) Ya hay mucha claridad. NICOLÁS: ¿Cuánto retraso trajo, entonces? Por lo menos, dos horas. (Bostezando y estirándose.) ¡También yo soy bueno! ¡Qué manera de hacer el tonto! ¡Vengo aquí para ir a buscarlos a la estación, y mequedo dormido! ¡Me duermo sentado! ¡Qué fastidio!¡Si al menos se te hubiera ocurrido despertarme! NADIA: ¡Creía que se había marchado! (Mirando a través del ventanal.) Irina y Olga llevan más de media hora en el jardín. NICOLÁS: La ansiedad no las dejó dormir. NADIA: Tanto tiempo sin verlas... NICOLÁS: El suficiente como para ser testigo de los estragos que hace el paso del tiempo. NADIA: (mirando.)El polvo que se levanta allá a lo lejos es señal de que ya vienen. NICOLÁS: (mirando a su vez.)Habrá que sacar el equipaje y hacer otras tantas cosas...(Pausa.) ¡Cinco años pasaron, cinco años, y Nina viviendo todo ese tiempo en el extranjero! ¡Es una persona muy buena! Recuerdo que una vez,cuando era un chico de unos quince años, mi difunto padre, que tenía entonces una tienda en la aldea y que bebía en exceso, me pegó un puñetazo en la cara y me empezó a sangrar la nariz... Nina−lo recuerdo como si fuera ayer−, todavía jovencita y muy delgadita me trajo aquí, al lavabo; era la primera vez que entraba a la casa. "¡No llores, ‘ mujik!", me decía: ¡Pronto se te pasará! (Pausa.) Yo, ahora, estoy aquí de chaleco y zapatos marrones... ¡Claro que "aunque la mona se vista de seda"! ¡Pero, eso sí..., soy rico! ¡Tengo mucho dinero!, aunque, si se pone uno a pensar y a meditar, la verdad es que no soy más que un mujik. ¡Este libro, por ejemplo! ¡Me puse a leerlo y no entendí una palabra! ¡Me quedé dormido leyéndolo!

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“Esa multitud blanca de flores” Daniel Dagna

Inspirada en el universo de Antón Chéjov

PERSONAJES

NINA- Hermana 55 años OLGA- Hermana 58 años IRINA- Hermana 56 años ANDRES- Hermano 60 años

ANA- Hija de Nina. 20 años NATALIA- Hija adoptiva de Nina NADIA- Doncella- 25 años FIRS- Criado- Muy anciano IVAN- Criado joven- NICOLÁS- Comerciante rico-

SONIA- Institutriz- SERGIO- Estudiante eterno HELENA- Viuda terrateniente

ACTO PRIMERO

Espacioso estar de la mansión. Una de sus puertas abre sobre la alcoba de Ana. El sol está comenzando a despuntar. Es ya mayo, En el jardín florecen

los cerezos, pero hace frío. Las ventanas se mantienen aún cerradas. ESCENA I

Entra Nadia y apaga las velas. Nicolás, con un libro en la mano.

NICOLÁS: ¡Gracias a Dios que ya llegó el tren! ¿Qué hora es? NADIA: Van a dar las siete.(Apagando la última vela.) Ya hay mucha claridad. NICOLÁS: ¿Cuánto retraso trajo, entonces? Por lo menos, dos horas.

(Bostezando y estirándose.) ¡También yo soy bueno! ¡Qué manera de hacer el tonto! ¡Vengo aquí para ir a buscarlos a la estación, y mequedo dormido! ¡Me

duermo sentado! ¡Qué fastidio!¡Si al menos se te hubiera ocurrido despertarme! NADIA: ¡Creía que se había marchado! (Mirando a través del ventanal.) Irina y Olga llevan más de media hora en el jardín.

NICOLÁS: La ansiedad no las dejó dormir. NADIA: Tanto tiempo sin verlas...

NICOLÁS: El suficiente como para ser testigo de los estragos que hace el paso del tiempo. NADIA: (mirando.)El polvo que se levanta allá a lo lejos es señal de que ya vienen.

NICOLÁS: (mirando a su vez.)Habrá que sacar el equipaje y hacer otras tantas cosas...(Pausa.) ¡Cinco años pasaron, cinco años, y Nina viviendo todo ese tiempo

en el extranjero! ¡Es una persona muy buena! Recuerdo que una vez,cuando era un chico de unos quince años, mi difunto padre, que tenía entonces una tienda en la aldea y que bebía en exceso, me pegó un puñetazo en la cara y me empezó a

sangrar la nariz... Nina−lo recuerdo como si fuera ayer−, todavía jovencita y muy delgadita me trajo aquí, al lavabo; era la primera vez que entraba a la casa. "¡No

llores, ‘mujik’!", me decía: ¡Pronto se te pasará! (Pausa.) Yo, ahora, estoy aquí de chaleco y zapatos marrones... ¡Claro que "aunque la mona se vista de seda"! ¡Pero, eso sí..., soy rico! ¡Tengo mucho dinero!, aunque, si se pone uno a pensar y

a meditar, la verdad es que no soy más que un mujik. ¡Este libro, por ejemplo! ¡Me puse a leerlo y no entendí una palabra! ¡Me quedé dormido leyéndolo!

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NADIA: Los perros estuvieron despiertos toda la noche. Sienten la llegada de los

amos. NICOLÁS: ¿Qué te ocurre Nadia?... ¿Por qué estás tan...?

NADIA: ¡Me tiemblan las manos! ¡Me voy a desmayar! NICOLÁS: ¡Eres una delicada! Te vistes, además, como una señorita, ¡y llevas un peinado! ¡Eso no puede ser! ¡Tienes que tener presente lo que eres!

Entra Helena con un ramo de flores. Viste elegante y transpira mucho. HELENA: Lo envía el jardinero. Dice que es para colocarlo en el comedor.

(Entrega a Nadia el ramo.) NICOLÁS(a Nadia): ¡Tráeme un poco de agua! NADIA: Lo que usted mande.(Sale.)

HELENA: ¡Estamos a tres grados bajo cero y tenemos los cerezos en flor! ¡No puedo aprobar este clima nuestro! (Suspira.) ¡Sí, así es, Nicolás! Permítame que

le diga, además, mañana tengo que hacer frente a una obligación y todavía… NICOLÁS: ¡Verdaderamente, me aburren sus problemas! HELENA: ¡No hay día que no me ocurra una desgracia! ¡Estoy acostumbrada, y

hasta me sonrío! (Entra Nadia, le sirve agua a Nicolás.) Si no les molesta, me gustaría esperar a mi amiga. (Tropieza con una silla y la hace caer.) ¡Ya! (Con aire

triunfante.) ¿Lo ve usted? Perdón por el incidente... (Levanta la silla.) NICOLÁS (a Helena): Irina y Olga están recorriendo los cerezos, si desea, puede hacerles compañía…

HELENA: Eso mismo haré. (Sale hacia el jardín.) NADIA: ¿Sabe, Nicolás? Tengo que confesarle que Vladimir, el hermano de la

señora Helena, me pidió en matrimonio... NICOLÁS: ¡No me diga! NADIA: Yo no sé qué hacer... Es un hombre tranquilo; pero, a veces, se pone a

hablar y no hay quien lo entienda... Eso sí, habla con mucho sentimiento, pero de un modo incomprensible... ¡A mí también parece que me gusta! ¡Me quiere con

locura! ¡Y cómo su hermana, es un hombre muy desgraciado! ¡No hay día que no le ocurra alguna mala suerte! NICOLÁS: No creo que ese patán sea un buen partido para alguien como tú.

(Escuchando.) Parece que ya llegan. NADIA: Llegan, sí... ¡Vaya! ¡No sé lo que me pasa!... ¡Me quedé toda fría!

NICOLÁS: En efecto, llegan. Salgamos a recibirlos. ¿Me reconocerá ella? ¡Son cinco los años que hace que no nos vemos! NADIA: (nerviosa.) ¡Me voy a caer!

Se oye a dos coches detenerse ante la casa. Nicolás y Nadia salen precipitadamente. El escenario queda vacío. Del interior comienza a llegar

ruido. Firs, de vuelta de la estación, adonde fue a esperar a Nina, atraviesa la escena de prisa, apoyándose en un bastón. Va cubierto de una vieja levita y con un sombrero de copa. Masculla frases ininteligibles. Lo sigue,

como vigilando su andar, Iván, un joven criado. IVÁN(a Firs):Tranquilo viejo, camine lento, no sea cosa que se rompa justo hoy…

Ambos salen. El ruido, al otro lado del escenario, aumenta. Una voz dice: "¡Por aquí!... ¡Venga por aquí!" “Descarguen todo con mucho cuidado”.

ESCENA II

Están en escena Ana y Nadia.

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NADIA:(ayudando a Ana a recogerse el cabello.) ¡Qué hermoso reencuentro!

¿Cuántos años sin estar todos juntos? (A Ana):¡Con qué impaciencia la esperábamos!

ANA: En las cuatro noches que llevo de viaje no dormí. Ahora tengo mucho frío. NADIA: ¡Cuando se marchó usted, era Cuaresma!... ¡Estaba nevando y helaba! ¡Ahora, en cambio!... ¡Querida mía! (Riendo y besándola.) ¡Con qué ilusión la

esperaba! ¡Mi alegría! ¡Mi lucero!... Voy a decírselo en seguida. No tengo paciencia para esperar ni un minuto más.

ANA: (con voz apagada.) ¿Qué es ahora? NADIA: Vladimir, el hermano de Helena, después de Semana Santa, me pidió en matrimonio.

ANA: ¡Siempre estás con lo mismo! (Arreglándose el cabello.) Se me perdieron todas las horquillas. (El cansancio la hace tambalearse.)

NADIA: ¡No sé ya ni qué pensar!...¡Él me quiere..., me quiere tanto! ANA: (contemplando con ternura su habitación a través de la puerta.) ¡Mi cuarto! ¡Mis ventanas! ¡Tengo la impresión de no haberme marchado! ¡Estoy en casa!

¡Cuando me despierte, cuando me levante, correré al jardín...! ¡Si pudiera dormir! ¡No dormí en todo el viaje! ¡Me consumía la preocupación!

NADIA: Anteayer llegó Sergio. ANA: (con alegría.)¡¡Sergio!! NADIA: Duerme y hace su vida en la casa de huéspedes. Teme molestar.

(Mirando su reloj de bolsillo.) Habría que despertarlo, me pidió… ANA: Déjalo dormir, lo veré al mediodía… (Se acerca a la puerta de su cuarto.)

¿Me acompañas? NADIA: Por supuesto (Salen.)

La escena queda desierta unos segundos y luego aparecen Irina y Olga.

IRINA.-¡Dime, Olga! ¿Por qué me siento hoy tan nostálgica?... ¡En el jardín vi, encima de mi cabeza, un ancho cielo azul y por el pasaran volando grandes

pájaros blancos!... ¿Por qué será? ¿Por qué? ¡Hoy, cuando me desperté, me levanté y me lavé, me pareció de pronto que todo estaba claro para mí en este mundo! ¡Que sabía cómo hay que vivir!... ¡Y lo sé, querida Olga!... ¡El hombre, sea

quien sea, tiene que trabajar con el sudor de su frente! ¡En esto sólo está el sentido y el fin de su vida, de su felicidad, de sus entusiasmos!... ¡Qué hermoso

ser el picapedrero que, apenas amanece, se levanta para picar piedras en la calle..., o el pastor, (por Olga, o la maestra que instruye niños..., o el maquinista del ferrocarril!... ¡Dios mío!... ¡No digo ya ser hombre!... ¡Preferible es ser un buey

o un simple caballo y trabajar..., que ser la mujer joven que se levanta a las doce, toma su café en la cama e invierte dos horas vistiéndose!... ¡Oh, qué terrible!...

¡Esa sed de beber que se siente en día de calor, tengo yo de trabajar!... ¡Y si no madrugo y no trabajo, en cambio...! OLGA.-Nuestro padre nos acostumbró a levantarnos a las siete... Nina siempre se

las ingenio para hacerlo dos o tres horas más tarde... IRINA:- Ni que hablar de Andrés, Firs, siempre cubriéndolo...

OLGA.-¡Nuestra directora cayó enferma, y ahora soy yo la que tiene que reemplazarla!... ¡Me duele la cabeza!... (Sentándose.) Nina no cambió en nada. Sigue con el mismo ímpetu de siempre. Con la misma… Tendremos que

manejarnos con cautela.

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IRINA: Sí, ¡qué Dios nos ilumine! No debemos permitir que nos arrastre su frenesí.

OLGA: Terminemos con todo lo más rápidamente posible.(Recorre con su mirada, detenidamente, las paredes de la casa.) Y el sufrimiento será menor…

IRINA: Deberíamos persuadir a su gran aliado…(Al ver entrar a Natalia, mira a Olga, cómo invitándola a seguir hablando afuera.)

ESCENA III

Entra Natalia y se queda algo turbada. NATALIA: Disculpen, disculpen, no quise interrumpirlas…

IRINA: (acaricia en el rostro a Natalia.) No es nada, querida…Regresaremos en un momento. (Sale seguida por Olga.) NATALIA: (las observa irse, por unos segundos se queda pensativa y luego

comienza a poner orden): Nadia, trae pronto el café. Todos van a tomar café. NADIA: (entra al estar.) Ahora mismo. (Sale al momento en que reaparece Ana.)

NATALIA: ¡Bueno..., pues, gracias a Dios, ya llegaron! (Cariñosamente.). ¡Mi pequeña llegó!... ¡Mi preciosa está aquí! ANA: ¡No sabes lo que pasé!

NATALIA: Me lo imagino. ANA: Salí de aquí en Semana Santa, en pleno frío. Sonia se pasó todo el viaje

hablando... NATALIA: ¿Cómo vas a viajar sola, pequeña mía?... ¡Sin tener veinte años! ANA: Llegamos a París. ¡Un frío!, nieve... ¡Yo hablo horriblemente el francés!

Mamá vive en un quinto piso. Voy y me encuentro con que tiene visitas; unas francesas y un sacerdote viejo, con un libro. Todo está lleno de humo de tabaco.

Y, de repente, ¡me da tal lástima de mamá, tal lástima!, que tomo su cabeza entre mis manos y la estrecho contra mí. Después, mamá estuvo muy cariñosa, y lloró… NATALIA: (entre lágrimas.) No me lo cuentes... No me lo cuentes....

ANA: Había vendido ya su casa de campo y no le quedaba nada. ¡Nada! A mí tampoco me quedaba ni un centavo. ¡Apenas si nos había alcanzado para llegar

hasta allá! ¡Y mamá sin comprenderlo! Figúrate que entramos a comer en la estación y no sólo pide lo más caro, sino que después da un rublo de propina a cada uno de los camareros. ¡También Iván exige lo suyo! Sencillamente terrible...

Tú sabes que mamá sigue con su joven criado, Iván. Lo trajimos con nosotras. NATALIA: Ya vi al muy bribón.

ANA: Bueno..., ¿y qué?... ¿Se pagaron los intereses? NATALIA: ¡Muy lejos de eso! ANA: ¡Dios mío! ¡Dios mío!...

NATALIA: En agosto se va a vender la hacienda. ANA: ¡Dios mío!

NICOLÁS: (con un mugido, asomando la cabeza por la puerta y retirándola en seguida): ¡Méeee!... NATALIA: (entre lágrimas.) ¡Con qué gusto le pegaría! (Le amenaza con el puño.)

ANA: (en voz baja abrazando a Natalia.) ¡Natalia! ¿Te pidió que te casaras con él? (Natalia mueve negativamente la cabeza.) ¡Pero te quiere! ¿Qué espera?

NATALIA: Creo que de ahí no saldrá nada. Trabaja mucho y no puede pensar en mi persona. No se fija en mí. ¡Vaya con Dios! ¡Verlo me entristece! ¡Todos hablan de nuestra boda, me felicitan, cuando en realidad no hay nada!¡Es enteramente un

sueño! (Cambiando de tono.) Tienes un broche que parece una abejita.

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ANA: (tristemente) Me lo compró mamá... (Con alegría y en tono infantil.) ¡En

París volé en globo! NATALIA: ¡Mi pequeña llegó! ¡Mi preciosa llegó!(Nadia entró con la cafetera, y

está preparando el café.)Yo en medio de los trajines de la casa, me paso todo el día soñando... ¡Qué bueno sería que te casaras con un hombre rico! ¡Entonces me sentiría tranquila, me iría de peregrinación a Kiev y a Moscú, y estaría siempre

recorriendo lugares santos! ¡No haría más que recorrerlos! ¡Qué delicia! ANA: Los pájaros cantan en el jardín. ¿Qué hora es?

NATALIA: Cerca de las ocho. Hora de que te acuestes, bonita. Entran en la habitación de Ana. Aparece Iván trayendo una manta y un saquito de viaje.

IVÁN: (con paso respetuoso.) ¿Se puede pasar? NADIA: ¡Una ya ni lo reconoce!... ¡Cómo se puso usted en el extranjero!

IVÁN: Y usted ¿quién es? NADIA: Cuando usted se marchó, yo era así. (Indica con la mano extendida, una pequeña altura.) Soy Nadia. La hija de Fedor Kosoedov... ¡Usted ya ni se acuerda!

IVÁN: Hum... ¡Qué manzanita!... (Después de mirar a su alrededor, la abraza. Ella lanza un grito y deja caer el platillo. Iván sale apresuradamente.)

NATALIA(apareciendo y en tono de descontento): ¿Qué pasó? NADIA: (llorando.) ¡Nada! ¡Es un platito que se me rompió! NATALIA: ¡Eso trae buena suerte!

ANA: (saliendo de su cuarto.) Habría que preparar a mamá... Sergio está aquí... NATALIA: Mandé que no lo despertaran.

ANA: (estremeciéndose.) ¡Cómo la comprendo!... ¡Si ella supiera!... Sergio fue profesor de mi pequeño hermano Alejandro... ¡Puede recordarlo…!

Entra Firs, de americana y chaleco blanco.

FIRS: (yendo hacia la cafetera, con aire preocupado.) ¿Está el café? (Poniéndose unos guantes blancos.) Los señores van a tomarlo aquí (A Nadia, en tono severo.)

¿Dónde está la leche? NADIA: ¡Ay!... ¡Dios mío!... (Sale precipitadamente.) FIRS: (trasteando junto a la cafetera.) ¡Ah!... ¡Qué mujer más inepta!... (Masculla

algo ininteligible.) Ya llegaron de París.... (Ríe.) NATALIA: ¿De qué te ríes, Firs?

FIRS: (en tono alegre.) ¡Mis señoras están aquí! ¡Por fin! ¡Ya puede uno morirse! (Llora de contento.) IVÁN(entrando, a Firs):Por qué no va hacia adentro, ya viene la señora y ella

necesita ser bien atendida. FIRS: Jovencito, pasé toda mi vida sirviendo a los señores de…

IVAN: Por eso mismo, ya pasó su vida. Vaya a su cuarto y descanse. ESCENA IV

Entran Nina, Olga, Irina, Andrés, Nicolás y Helena, Andrés, al entrar, hace

un gesto que imita la postura del juego de billar. NINA: ¿Cómo era? Deja que recuerde: "La amarillo al rincón; la blanca al centro"...

ANDRÉS: Hace muchos años, Nina y yo dormíamos en aquel cuarto... OLGA: Nosotras en aquel otro. ANDRÉS: Ahora, aunque me resulte raro, tengo ya cincuenta y nueve años...

OLGA: Sesenta.

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NICOLÁS: ¡Es verdad! ¡Cómo corre el tiempo!...

ANDRÉS: ¿Qué dices? NICOLÁS: Digo que el tiempo corre.

ANA: Yo me voy a dormir (Besando a su madre.). Buenas noches, mamá. NINA: ¡Criaturita mía adorada! (Le besa las manos.) ¿Estás contenta de verte en casa?... Yo todavía no puedo reaccionar.

ANA: Adiós, tíos. ANDRÉS: (besándola en el rostro y en las manos.) ¡Dios te guarde!... ¡Cómo te

pareces a tu madre!... Tú, Nina, a su edad eras igual. ¡Exactamente igual! (Ana besa a Olga, a Irina y tiende la mano a Nicolás y a Helena y sale, cerrando la puerta tras de sí.)

NINA: ¡Está muy cansada! HELENA: Es natural... Fue un viaje muy largo.

NATALIA(a Nicolás y a Helena): Bueno, señores, son más de las ocho, hora de que todo el mundo se retire. NINA: (riendo.) Tú siempre la misma, Natalia. (Atrayéndola hacia sí y besándola.)

En cuánto tomemos el café, nos marcharemos todos. (A Firs, que le coloca un almohadón bajo los pies.)Gracias, querido... Me acostumbré al café, y lo tomo de

día y de noche. (Besando a Firs.) Gracias, viejecito mío. NATALIA: Voy a ver si lo bajaron todo. (Sale.) NINA: ¿Será posible que sea yo quien esté aquí sentada? (Riendo.) Tengo ganas

de saltar, de mover los brazos... (Hundiendo el rostro entre las manos.) ¿Y si fuera un sueño? ¡No pude mirar nada desde el vagón!... ¡Vine todo el tiempo llorando!...

(Entre lágrimas.) A todo esto... ¡hay que tomar café!... ¡Gracias, Firs! ¡Gracias, viejecito mío!... ¡Me alegra tanto encontrarte vivo todavía! FIRS: Anteayer...

ANDRÉS: Es que no te escucha bien. IRINA: El señor Nicolás tiene algo importante que decirnos.

NICOLÁS: A las diez tengo que salir para Járkov. ¡Qué fastidio! ¡Deseaba tanto verla, hablar con usted! ¡Veo que sigue tan magnífica como siempre! HELENA: (con la respiración fatigosa.) ¡Y todavía más guapa! Vestida a la moda

parisiense... OLGA: Disculpe, Helena, ¿qué la detiene todavía por aquí?

IRINA: ¿No tiene nada que hacer en su hacienda? HELENA: Es que… necesitaba hablar con mi vieja amiga… IRINA: Habrá tiempo, nos vamos a quedar unos cuantos días…

OLGA: Nos gustaría, disculpe usted el modo tan directo, quisiéramos estar… en familia…

HELENA: (nerviosa.) Sólo pasaba a saludarla, y en realidad, tenía que…, ya estaba por marcharme, pero, tenía que…, tengo que ir a la ciudad. De verdad, ya se me está haciendo tarde, el tren sale en una hora y tengo que mudarme de ropa.

IRINA: Nos veremos mañana a la hora del té HELENA: Gracias, por la invitación. (A Nina): Estoy feliz de volver a verla, querida

amiga. NINA: Lo mismo digo, mi querida. ¡Está usted preciosa, querida Helena! HELENA: Gracias, gracias… Me voy rápidamente o pierdo el tren. (Sale.)

IRINA: Nicolás… es hora de hablar…

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NICOLÁS: Quisiera que ustedes me creyeran como solían creerme, y que sus ojos

me miraran como me miraban antes.(A Nina): ¡Dios mío! Mi padre fue siervo de su abuelo y de su padre. Pero, usted particularmente, hizo tanto por mí en un tiempo,

que lo olvidé todo. Le tengo el afecto que se tiene a los seres más próximos…, y hasta quizá más... NINA: No puedo estarme sentada. (Se levanta de un salto y da vueltas por la

escena, presa de una fuerte excitación.) ¡No!... ¡No podré sobrevivir a esta alegría!... ¡Ríanse de mi si quieren!... ¡Soy una tonta!

OLGA: (contrariada por la actitud de su hermana.) ¡Nina, por favor!, puedes quedarte quieta y escuchar a Nicolás que tiene algo que decirnos. NICOLÁS: (consulta el reloj.) No me queda ya tiempo para hablar; pero, puedo

decírselos en tres palabras. Como ustedes saben, el jardín de los cerezos fue puesto en subasta. Con el dinero que se obtenga en ella se saldarán las deudas.

La subasta es el veintidós de agosto. Ustedes, sin embargo, queridos míos, no se preocupen... Duerman tranquilos... Encontré una solución. OLGA: (disimulando.)Vamos Nicolás, sin más rodeos, ¿cuál es la solución?

NICOLÁS: Les ruego que escuchen atentamente... Esta hacienda dista de la ciudad tan sólo veinte kilómetros, el ferrocarril pasa junto a ella; por tanto, si el

jardín de los cerezos y la parte de terreno que da al río fueran divididos en parcelas para la construcción de casas veraniegas, y éstas se alquilaran, obtendrían ustedes un beneficio de veinticinco mil rublos al año, como mínimo.

IRINA: (sin ocultar su beneplácito.) Parece muy interesante… ANDRÉS: Perdón..., pero eso es una tontería.

IRINA: ¡No es ninguna tontería! OLGA: (conciliando.) Nicolás, es un hombre de negocios… NINA: ¡No acabo de comprenderle, Nicolás!

NICOLÁS: Cada veraneante pagaría, por parcela, una renta de veinticinco rublos al año, como mínimo, y si empiezan ustedes a anunciarlo desde ahora, yo les

garantizo que, de aquí al otoño, no les quedará ni un pedacito de terreno libre. Se lo llevarán todo. En una palabra: ¡los felicito! Están ustedes salvados. El paisaje es maravilloso y el río profundo; sólo habría, naturalmente, que quitar algunas cosas,

que limpiar un poco... Por ejemplo, digamos, derribar las viejas construcciones..., esta misma casa, que ya no vale nada, y talar el viejo jardín de los cerezos...

NINA: ¿Talarlo? IRINA: ¡Sí, talarlo! NINA: Perdone, querido, pero no entiende usted nada. Si en toda la región hay

algo interesante y hasta sobresaliente, es sólo nuestro jardín de los cerezos. NICOLÁS: Lo único sobresaliente de este jardín es su gran tamaño... La cereza se

da cada dos años, y luego no sabe uno qué hacer con ella. Nadie la compra. ANDRÉS: Hasta el diccionario enciclopédico menciona este jardín.

Olga e Irina se miran sin lograr comprenderlos.

NICOLÁS: (mirando el reloj.) Si no ideamos algo ni llegamos a ninguna conclusión, el veintidós de agosto, el jardín de los cerezos y la hacienda entera serán

vendidos en subasta pública. No hay otra solución, se lo juro, no la hay. FIRS: En otros tiempos, hace cosa de cuarenta o cincuenta años, las cerezas se preparaban, se mojaban, se les ponía almíbar, se hacía con ella mermelada…

ANDRÉS: Cállate, Firs.

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FIRS: Y ocurría que se mandaba la cereza seca a Moscú y a Járkov... ¡Cuánto

dinero había!... ¡Y la cereza de entonces era jugosa, dulce y con un aroma!... Además, había su modo de prepararla...

NINA: ¿Y qué modo era ese? FIRS: Ya se me olvidó. Nadie lo recuerda ya. NICOLÁS: Todas las ciudades, incluso las más pequeñas, están rodeadas de

casas campestres. Dentro de veinte años se habrán multiplicado de modo extraordinario. ¡Ahora el veraneante se limita a beber té en su balcón y a observar

su hermosa parcela! Pero, podría ocurrir que un día le diera por ocuparse de la agricultura, ¡con lo que su jardín de los cerezos sería feliz, rico y magnífico! ANDRÉS: (indignando.) ¡Qué tonterías!

ESCENA V Entran Sonia, Natalia e Iván.

SONIA: Los únicos que duermen en esta casa son la pequeña Ana y mi dócil cachorrito, que ya se apropió de un cómodo sillón. NATALIA: Hay aquí dos telegramas para usted, mamacita. Aquí están.

NINA: Son de París (Rompiendo los telegramas sin abrirlos.) Con París todo está terminado.

ANDRÉS: "Por la derecha de la bola y al rincón". "Apunto al centro"... NICOLÁS: (consultando el reloj.) Es hora de marcharme. OLGA(a Nicolás):¿No podría quedarse un momento más?

IVÁN: (presentando a Nina un medicamento.) Quizá quiera tomar ahora las píldoras...

SONIA: No se deben tomar medicinas. No sirven ni para bien ni para mal. Démelas. (Coge las píldoras, se las pone en la palma de la mano, sopla sobre ellas, hace el ademán de echarlas a la boca y el de tragarlas con un sorbo de

agua.) ¡Ya está! NINA: (asustada.) Sonia, ¿Se volvió loca?

SONIA: ¡Me las tomé todas! NICOLÁS: ¡Vaya glotona!

Todos ríen y Sonia, sin que los demás lo noten, esconde las píldoras.

FIRS: (por Andrés.) Cuando el señor estuvo aquí por Semana Santa..., se comió medio cubo de pepinos... (Masculla algo que no se entiende.)

NINA: ¿Qué dice? NATALIA: Ya lleva tres años mascullando palabras. Estamos acostumbrados. IVÁN: ¡Ya tiene una edad respetable!

NICOLÁS(a Sonia):¡Perdón, aún no había tenido el gusto de saludarla! (Hace ademán de ir a besarle la mano.)

SONIA: (rechazándolo con un gesto vago.) ¡Si una permitiera que le besaran la mano, querrían luego el codo, después el hombro!... NICOLÁS: Hoy no estoy de suerte.(Ríen todos.) ¡Sonia!... ¡Háganos algún otro

truco con sus manos! IRINA: ¡Nicolás, este no es el momento, tenemos cosas mucho más importantes!

NICOLÁS: Perdón, señora Irina, usted tiene razón… NINA: ¡Sonia: quiero un juego de manos! SONIA: No, ahora, no. Necesito dormir (Sale.)

NICOLÁS: Dentro de tres semanas volveremos a vernos.

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OLGA: ¿Pero cómo? ¿Se va, así, sin más?

NICOLÁS: Dije todo lo que tenía que decir. Es hora de irse (A Andrés): Adiós. (Tendiendo la mano a Natalia, luego a Olga, Irina, Firs y a Iván.) No tengo ganas

de marcharme. Si deciden ustedes algo referente a las casas de verano, me lo hacen saber. Gestionaré un préstamo de alrededor de cien mil rublos. (A Nina): Piénselo, seriamente.

NATALIA: (con visible enojo.) ¡Bueno! ¡Váyase de una vez! NICOLÁS: Me voy, sí; me voy. (Sale. Se produce una breve pausa.)

ANDRÉS: ¡Valiente mal educado! ¡Ay, perdón, que Natalia va a casarse con él! Es su novia. NATALIA: ¡Tío!... ¡No diga cosas que no debe decir!

NINA: Yo, por mi parte, Natalia, me alegraría mucho... Es una buena persona. IRINA(a Natalia y a Andrés):¿No tienen pensado, por un momento, alejarse de las

vulgaridades y tomar en consideración la brillante sugerencia de Nicolás? NINA: Bueno, una vez bebido el café, podemos irnos a descansar. FIRS(cepillando a Andrés, y en tono de amonestación): ¡Ya volvió a ponerse otros

pantalones! ¡No sé qué voy a hacer con usted! OLGA(a Irina):No tiene caso, mi querida. Sólo se darán cuenta del derrumbe

cuando el techo se les ponga de corona. Olga e Irina salen.

ESCENA VI

NATALIA: (bajando la voz.) Ana está durmiendo. (Abre despacio la ventana.) El cielo está despejado y no hace frío. ¡Mire, mamacita, qué árboles maravillosos!

¡Dios mío!... ¡Qué aire más limpio!... Están cantando los mirlos. ANDRÉS: (observando desde la ventana.) El jardín está completamente blanco... NINA: (contemplando el jardín desde la ventana.) ¡Mi infancia! ¡Mi pureza! ¡Desde

aquí miraba el jardín! ¡Cuando la dicha y yo nos despertábamos juntas cada mañana!(Riendo de alegría.) ¡Todo, todo blanco! ¡Oh, mi jardín! ¡Después de un

otoño gris e inclemente, de un frío invierno, ser otra vez joven y estar llena de felicidad!... ¡Si pudiera olvidar mi pasado! ANDRÉS: Por extraño que resulte, el jardín se venderá para pagar las deudas...

Entra Sergio, vestido con un uniforme universitario muy usado. Lleva gafas. NINA:¡Qué jardín prodigioso!... ¡Esa multitud blanca de flores!... ¡Ese cielo azul!

SERGIO: ¡Señora Nina!... (Ésta vuelve hacia él la cabeza.) Vengo solamente a saludarla y me marcho enseguida. (Le besa efusivamente la mano.). Recibí orden de esperar hasta mañana, pero no tuve paciencia para ello...

Nina lo mira sorprendida. NATALIA: (sin disimular su reprobación hacia la decisión de Sergio.) Es Sergio.

SERGIO: Sergio, el profesor de Alejandro... ¿Será posible que esté tan cambiado? Nina lo abraza y llora. ANDRÉS: (azorado.) ¡Bueno, bueno, Nina!...

NATALIA: (llorando.) ¡Tenía dicho a Sergio que esperara hasta mañana! NINA: ¡Mi pequeño!... ¡Mi chiquillo!... ¡Alejandro!... ¡Hijo mío!...

NATALIA: ¡Qué podemos hacer, mamacita!... ¡Dios lo dispuso así! SERGIO: (dulcemente y con lágrimas en los ojos.) ¡Nina..., Nina! NINA: (llorando.) ¡Mi chiquillo murió!... ¡Murió ahogado!... ¿Por qué?... ¿Por qué,

amigo mío?... (Bajando de pronto la voz y cambiando de actitud.) Ana está

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durmiendo, y yo aquí hablando alto. Y usted, ¿qué tal, Sergio? ¿Por qué se afeó

tanto? ¿Por qué envejeció? ¡En aquel tiempo era usted casi un niño! ¡Un simpático estudiante! ¡Ahora, en cambio, su pelo empieza a clarear y usa gafas! ¿Será

posible que siga usted siendo estudiante?(Se encamina a la puerta.) SERGIO: Seré, seguramente, el estudiante eterno. NINA: (besando primero a su hermano y luego a Natalia.) Bueno.... Váyanse a

dormir... ¡Tú también estás avejentado, Andresito!... Sale Nina seguida por Firs. Sergio, ante la mirada reprobatoria de Natalia,

también sale. ESCENA VII

NATALIA(a Iván): Tu madre vino de la aldea, y desde ayer te está esperando en el

cuarto de los criados. Quiere verte. IVÁN: ¡Vaya con Dios! ¡No tengo ganas de verla! Llora sin consuelo. Sus súplicas

me quitan el juicio. Sólo pretende que regrese. Me abraza, me apretuja, hasta dejarme sin aliento. No deseo responsabilizarme por ella. Sólo soy su hijo. No soy el único culpable de sus desdichas. Ella eligió a un mal hombre como mi padre. ¡A

un inútil! ¡A un borracho! Que sólo sabía de gritos y de golpes y que terminó escupiendo su última gota de alcohol debajo de las ruedas del tren… Esta mañana

no quiero ver a mi madre. No estoy preparado. NATALIA: ¡Es tu madre! IVÁN: ¡Podía haber venido mañana! (Sale.)

NATALIA: (luego de una breve pausa.) Mamacita sigue igual al día que se marchó. No cambió en lo más mínimo...

ANDRÉS: Así es... Yo me paso el día meditando, con el cerebro en tensión, y encuentro varios caminos, lo cual quiere decir que no encontré ninguno. No sería malo cobrar una herencia..., o que Ana se casara con un hombre de mucha

fortuna, o ir a Iaroslavl y probar suerte con la tía condesa. Es rica; muy rica. NATALIA: (llora con profunda tristeza.) ¡Si Dios quisiera ayudarnos!

ANDRÉS: No llores. La tía es muy rica, pero no nos quiere... Olga se empleó en una escuela; Irina se quedó padeciendo la muerte de su amado; Nina, en primer lugar, se casó con un abogado que no pertenecía a la nobleza. (Ana aparece en el

umbral de la puerta.) Además de casarse con un hombre que no era noble, su conducta no puede decirse que fuera muy virtuosa. Es buena y simpática. Yo la

quiero mucho; pero, aun buscándole todos los atenuantes, hay que reconocer que es viciosa. Eso lo revelan sus más mínimos movimientos. NATALIA: (en un susurro.) ¡Ana está en la puerta!

ANDRÉS: ¿Cómo? (Pausa.) ¡Qué cosa más rara! ¡Algo se me metió en el ojo derecho! ¡Empiezo a no ver bien! Lo mismo me ocurrió el jueves pasado cuando

fui a la Audiencia. Entra Ana.

NATALIA: ¿Por qué no duermes, Ana?

ANA: No tengo sueño. Me es imposible. ANDRÉS: ¡Mi chiquita! (Besándole las manos y el rostro.) ¡Criatura mía! (Con

lágrimas en los ojos.) ¡Tú no eres mi sobrina! ¡Eres mi ángel bueno! ¡El "todo" para mí!... ¡Créeme! ¡Créeme!

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ANA: Te creo, tío... Todos te quieren y te respetan, pero... lo que tienes que hacer,

querido tío, es hablar menos, ¿qué dijiste de mi madre? ¿De tu propia hermana? ¿Por qué lo dijiste?

ANDRÉS: ¡Sí, sí!... (Cubriéndose el rostro con la mano de Ana.) NATALIA: Es verdad, tío. Lo que tiene que hacer es callar. Cállese, y nada más. ANA: Si callaras, tendrías mucha más tranquilidad.

ANDRÉS: ¡Me callo!... (Besando las manos de Ana y de Natalia.) Me callo... Dos palabras más solamente sobre el asunto.(Ana y Natalia intentan en vano hacerlo

callar.) Por lo que oí a unos cuantos que estaban el jueves pasado en la Audiencia, parece ser que podría arreglarse el consentimiento de un crédito, presentando una letra, y con el resultante pagar los intereses al Banco.

NATALIA: ¡Si Dios quisiera ayudarnos! ANDRÉS: El martes volveré y trataré nuevamente. (A Natalia): ¡No llores! (A

Ana):Tu madre, además, hablará con Nicolás, y éste, claro, no se negará. Luego tú, cuando estés descansada irás a Iaroslavl, a ver a tu abuela, la condesa. De esta manera, actuaremos desde tres puntos distintos. Y el asunto se resolverá.

Estoy convencido de que lograremos pagar los intereses (Introduciéndose un caramelo en la boca) ¡Por mi honor! ¡Por todo cuánto quiera juro que la hacienda

no será vendida! ¡Lo juro por mi felicidad! ¡Aquí tienen mi mano! ¡Podrás llamarme un malvado sin honor si dejo que se llegue a la subasta! ¡Con todo mi ser: lo juro! ANA: (con el ánimo tranquilizado y feliz.) ¡Qué bueno eres, tío! ¡Qué inteligente!

(Abrazándolo.) ¡Ya estoy tranquila! ¡Muy tranquila! ¡Me siento feliz! Entra Firs.

FIRS(A Andrés, en tono de amonestación): ¡No tiene usted temor de Dios, Andrés! ¿Cuándo va a irse a dormir? ANDRÉS: Ahora, ahora... Márchate, Firs. Me desvestiré solo... (Besa a Ana y a

Natalia.) Bien, niñas, vámonos a la cama. Los detalles… ANA(interrumpiéndolo):¡Otra vez, tío!

NATALIA(interrumpiéndolo):¡Tío! FIRS(enfadado): ¡Andrés! ANDRÉS: Ya voy. Ya voy...Acuéstense... "De la banda al centro, picando con

mucha limpieza"... (Sale. Le sigue a pequeños pasitos Firs.) ANA: Ya estoy tranquila. No tengo ganas de ir a Iaroslavl. No quiero a la abuela...;

pero, sea como sea, estoy tranquila. Gracias al tío. (Se tambalea.) NATALIA: Tienes que dormir. Yo tengo mucho por hacer esta mañana... (Cogiendo a Ana por un brazo.) ¡Vamos a la cama! ¡Vamos! (Conduciéndola.) ¡Mi

pequeña se duerme de pie!... ¡Vamos! (Echan a andar.) ¡Vamos, querida, vamos!(Entrando en la habitación de Ana.)

ACTO SEGUNDO

El campo; grandes piedras que, al parecer, un día fueron sepulcrales, y un

viejo banco. El sol va a ponerse de un momento a otro. ESCENA I

Iván y Nadia están sentados en el banco. NADIA(a Iván): ¡Es mucha suerte, conocer el extranjero!

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IVÁN: En efecto..., sí. En eso no puedo dejar de coincidir con usted. (Bosteza;

luego enciende un puro.) ¡En el extranjero..., naturalmente..., hace tiempo que está ya todo en pleno desarrollo!...

NADIA: (sin comprender.) ¡Ah! IVÁN: No cómo aquí, que reina la ignorancia y la desidia. NADIA: Lo culto que se volvió usted.

IVÁN: Sólo necesitaba rodearme de la gente correcta. NADIA: Cerca suyo me pongo tan nerviosa… ¡Cuando me recogieron los señores

era una niña, por lo que ahora ya no me podría acostumbrar a la vida aldeana, tengo las manos blancas, blancas... como las de una señorita! ¡Me volví sensible, delicada, fina, y todo me da miedo!... ¡Por eso, Iván, si me engañara, no sé lo que

podría ocurrirles a mis nervios! IVÁN: (besándola.) ¡Cerecita!... Todas las jóvenes, naturalmente, tienen que

guardar su honor. No hay cosa que más me desagrade en una joven que la mala conducta. NADIA: ¡Lo amo con locura! ¡Es usted tan instruido! ¡Sabe hablar tan bien de todo!

IVÁN: (bostezando.) Sí... En opinión mía, si una joven se enamora de un hombre, ello quiere decir que carece de moral. (Pausa.) ¡Qué bien sabe un puro al aire

libre! (Escuchando.) Por ahí viene alguien... Son las señoras… Olga e Irina vienen hacia aquí.(Nadia, dejándose llevar por un impulso, le da un abrazo.) Váyase a casa. Por ese senderito. Como si volviera de bañarse en el río. Si la vieran,

podrían pensar que me había citado con usted, y a mí estas cosas no me gustan nada.

NADIA: (con una tosecita.) ¡Ese puro me dio dolor de cabeza! (Sale.) Iván permanece sentado.

ESCENA II

Entran Olga e Irina. OLGA: Observando desde aquí recuerdo a nuestro padre… (A Iván): Jovencito,

porque no acude en ayuda del pobre Firs. (Iván esconde el puro, asiente con la cabeza y de muy poca gana, sale.) Cuándo el murió, el día de tu santo, me parecía que no iba a poder soportar tanto dolor. Hacía mucho frío, llovía y nevaba.

IRINA: ¡Para qué recordarlo! OLGA: Hoy no hace tanto frío, se pueden tener las ventanas abiertas; los cerezos

están en flor. ¡Dios mío! Esta mañana, al despertarme, imaginé el despuntar del sol, vi el enorme jardín, me sentí conmovida y con enormes deseos de huir. Quiero volver a nuestro hogar, dejar atrás la casa natal… el pasado…

IRINA: ¡Ir a Moscú! ¡Demoler la casa, talar el jardín y a Moscú! OLGA: Tengo el mismo dolor de cabeza que sentía cuando iba todos los días a la

escuela, y que luego de dar lecciones hasta la noche, terminaba con los ojos nublados y el cuerpo agotado. IRINA: Terminarán por escuchar a Nicolás…

OLGA: No lo sé, Nina continua tan absurdamente insensata... IRINA: No podemos permitirle que siga malgastando y endeudándonos. Es

necesario convencer a Andrés. Sólo él sería capaz de hacerla entrar en razón. OLGA: ¡Dios mío, qué bien nos vendría una buena renta anual!

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IRINA: ¡Sí! Y a Moscú, cuanto antes. Nuestro hermano, probablemente, será

asesor banquero y no se quedará a vivir aquí. La única dificultad está en la pobre Nina.

OLGA: Nina terminará en Paris y vendrá a pasar todos los veranos a Moscú. IRINA: Quiera Dios que todo se resuelva bien. (Mirando hacia el jardín.) Hoy hace buen tiempo.

ESCENA III Entran Nina, Andrés, Nicolás e Iván.

NICOLÁS: Es preciso decidirse. No se puede esperar más tiempo. El asunto, después de todo, es muy sencillo. ¿Está o no está usted conforme con que se vendan las tierras y se construyan casas veraniegas? Contésteme sólo con una

palabra. Dígame "sí" o "no". ¡Sólo una palabra! NINA: ¿Quién habrá estado aquí fumando esos asquerosos puros? (Se sienta.)

OLGA: ¿No imaginarás que pudo haber sido alguna de nosotras? ANDRÉS: (sentándose.) Fuimos a la ciudad, almorzamos... "Con la amarilla al centro"... ¡Qué ganas tengo de ir a casa a jugar una partidita!...

NINA: Tienes tiempo de sobra. NICOLÁS: ¡Sólo una palabra! (En tono suplicante.) ¡Deme su respuesta!

ANDRÉS: (bostezando.) ¿Cómo? NINA: (mirando dentro de su monedero.) ¡Tanto dinero tenía ayer, y hoy apenas me quedan monedas!... ¡Mi pobre Natalia, por ahorrar, nos da de comer sopa de

leche, y a los viejos, en la cocina los alimenta con garbanzos, y yo, mientras tanto, gastando de una manera tonta! (El monedero se escapa de las manos, y las

monedas ruedan por el suelo. Enojada.) ¡Vaya..., ya están rodando! IVÁN: Permita la señora que las recoja. (Recoge las monedas y se guarda una.) NINA: Sea tan amable, Iván... ¡No sé por qué habré ido a almorzar a la ciudad!...

¡Qué restaurante tan malo, con esa música y esos manteles oliendo a jabón! Y tú, Andresito, nunca dejas de hablar y hablar y hablar…

ANDRÉS: (haciendo un además de desaliento.) ¡Soy incorregible! (A Iván, con irritación): ¡Qué tenga uno que tenerte siempre delante de los ojos! IVÁN: (riendo.) No puedo escuchar su voz sin que me entre risa.

ANDRÉS(a Nina): ¡O yo, o él! NINA: ¡Retírese, Iván! ¡Retírese!

IVÁN: (entregando el monedero a Nina.) Ahora mismo me voy. (Haciendo esfuerzos para contener la risa.) Ahora mismo. (Sale.) IRINA: Parece ser que Deriganov, ese ricacho, está pensando en comprar la

hacienda. Dicen que va a asistir personalmente a la subasta. (Nicolás asiente.) NINA: ¿Cómo lo supieron?

NICOLÁS: Se dice en la ciudad. OLGA: Salvo tú, hasta la servidumbre lo sabe. ANDRÉS: (con tranquilidad.) La tía de Iaroslavl prometió enviar dinero, pero

cuánto y cuándo..., ¡vaya uno a saber! NICOLÁS: ¿A cuánto ascenderá el envío, a cien mil...., a doscientos mil?

OLGA: ¡¿Qué?! Con el odio que nos tiene. IRINA: ¡Diez o quince mil rublos, a lo sumo, y gracias!

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NICOLÁS: ¡Perdonen; pero gentes tan inconscientes como ustedes, tan fuera de

los asuntos, tan singulares, no encontré nunca! ¡Les dice uno a ustedes, en ruso, que tienen la hacienda en venta, y parece que no lo entienden!

IRINA: Olga y yo comprendemos claramente la gravedad de la situación. NINA: ¿Y qué vamos a hacer? ¡Denos un consejo! NICOLÁS: Todos los días se lo doy. Todos los días les digo lo mismo; que es

ineludible arrendar el jardín de los cerezos y las tierras, para, con su producto, construir casas veraniegas. Hay que hacerlo inmediatamente. Lo antes posible. La

subasta está encima. ¡Si se decidieran de una vez a hacer las cosas, se les pagaría lo que quisieran y estarían salvados! NINA: ¡Casas veraniegas!... ¡Veraneantes!... ¡Qué vulgar todo..., y perdone!

ANDRÉS: Estoy completamente de acuerdo contigo. IRINA: (no pudiendo contenerse.) ¡Son dos desquiciados! (Olga la calma.)

NICOLÁS: ¡Creo que pronto me pondré a llorar, a gritar o a desmayarme! ¡No puedo más! ¡Me dejan ustedes deshecho! (A Andrés): ¡Usted es un holgazán! ANDRÉS: ¿Cómo?

NICOLÁS: ¡Un holgazán! (Se dispone a irse.) IRINA(a Nicolás):¡No, por favor, no se vaya!

NINA: (asustada.) ¡No! ¡No se vaya! ¡Quédese, querido! ¡Se lo ruego! ¡Puede que demos con alguna idea! NICOLÁS: ¿Con qué idea hay que dar?

NINA: ¡No se vaya, se lo ruego! ¡A pesar de todo, a su lado se siente una más alegre! (Pausa.) ¡Yo vivo siempre esperando algo! ¡Como si temiera que sobre

nosotros fuera a derrumbarse algo! ANDRÉS: (en un tono de profunda meditación.) “Picar al rincón"... "Amarilla, al centro".

Irina está a punto de saltar sobre Andrés, Olga la contiene y se lo impide. NINA: ¡Sin duda, hemos pecado mucho!

NICOLÁS: ¿Qué pecados? OLGA: ¡Yo no hice más que trabajar! IRINA: ¡Vivir con la poca renta que recibíamos, con lo poco que nos quedaba

después de…! ANDRÉS: (introduciéndose un caramelo en la boca.) ¡De mí dicen que me comí la

fortuna en caramelos! NINA: ¡Mis pecados! ¡Derroché siempre el dinero, como una loca, y me casé con un hombre que sólo sabía contraer deudas! ¡A mi marido lo mató el

champán!¡Bebía terriblemente! ¡Luego, para mi desgracia, quise a otro hombre! ¡Y entonces fue cuando recibí mi primer castigo! ¡Sobre mi cabeza cayó un golpe

espantoso! ¡Aquí, en este río, se ahogó mi pequeño! ¡Y me marché!¡Cerré los ojos y hui enloquecida, pero él me siguió! ¡Despiadada y brutalmente! Como allí enfermó, compré una casa de campo en las proximidades de Menton y durante

tres años no conocí el descanso ni de día ni de noche... El enfermo me dejó agotada, y mi alma se secó. El año pasado, después de vender la casa de campo

para pagar las deudas, me marché a París, él allí me despojó de todo mi dinero, y después… me abandonó... Me abandonó y fue a reunirse con otra mujer. Intenté envenenarme... ¡Es todo tan tonto! ¡Tan vergonzoso!... De pronto sentí ansias de

volver a Rusia, a mi patria.(Enjugándose las lágrimas.) ¡Dios mío, ten misericordia

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de mí! ¡Perdona mis pecados! ¡No me castigues más! (Saca de su bolsillo un

telegrama.) Lo recibí hoy de París, me pide perdón, me suplica que vuelva... (Rompiendo el telegrama.)

NICOLÁS: Mi papá fue un "mujik", un idiota que no entendía nada de nada... En lugar de instruirme, se emborrachaba y me pegaba con un palo... Claro que yo, en realidad, soy igual de tonto y de idiota que él...

NINA(interrumpiéndolo):Usted, amigo mío, lo que tiene que hacer es casarse. NICOLÁS: Sí... Eso es verdad.

NINA: Y con nuestra Natalia... Es muy buena muchacha. NICOLÁS: Lo es, en efecto. NINA: Muy sencilla... Se pasa el día trabajando, y, sobre todo, lo principal es que

lo quiere, y usted a ella. NICOLÁS: No tengo, en realidad, nada que decir en contra... Es muy buena

muchacha... (Pausa.) ANDRÉS: Me ofrecen un empleo en el banco. Seis mil rublos al año... ¿Oyes? OLGA: ¡Andrés, es una muy buena noticia!

IRINA: ¿Viviremos juntos en Moscú? (Andrés, con un gesto asiente.) NINA: ¡Bah! ¿A tú edad, qué vas a hacer Andresito?... ¡Quédate dónde estás!

ESCENA IV Entra Firs, con un abrigo.

FIRS: Póngaselo, señor. Se levantó humedad.

ANDRÉS: (poniéndose el abrigo.) ¡Me aburres, hermano! FIRS: ¡Nada, nada!... Esta mañana se marchó usted sin decir palabra.

NINA: ¡Cómo envejeció, Firs! FIRS: ¿Qué manda la señora? NICOLÁS(casi al oído de Firs):¡Dice que está muy viejo!

FIRS: ¡Hace ya tiempo que vivo! Cuando andaban queriendo casarme, vuestro padre no había nacido todavía, y cuando se nos dio la libertad, ya era primer

ayuda de cámara. Entonces no acepté la libertad. Me quedé con los señores. Recuerdo lo contentos que estaban todos, ¿por qué?, ellos mismo no lo sabían. NICOLÁS: (irónico.) ¡Antes todo marchaba bien!... ¡Por lo menos se azotaba!

FIRS: (que no oyó bien.) ¡Ya lo creo! ¡Los "mujiks" eran para los señores y los señores para los "mujiks"! Ahora, en cambio, cada cual anda por su lado. ¡Uno no

lo entiende! ANDRÉS: ¡Cállate, Firs! (A todos): Mañana tengo que ir a la ciudad. Me van a presentar a un general. Él me facilitará una letra que podré presentar en el banco

para lograr el crédito. NICOLÁS: (tratando de desenmascararlo.) No conseguirá usted nada.

OLGA: Lo que hace es delirar. No existe semejante general. (Sale. Irina mira a Nina y luego a Andrés y por último, sale detrás de Olga.)

ESCENA V

Por el otro lateral entran Sergio, Ana y Natalia. ANDRÉS: Aquí viene nuestra gente.

ANA: (apareciendo.) Mamá está aquí. NINA: ¡Vengan, vengan, queridas mías!... (Abraza a Ana y a Natalia.) Si supieran cómo las quiero. ¡Sentémonos juntitas! ¡Así!... (Se sientan todos.)

NICOLÁS: Nuestro eterno estudiante está siempre en compañía de las señoritas.

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SERGIO: Esto es cosa que a usted no le incumbe.

NICOLÁS: Pronto cumplirá los cuarenta, y todavía es estudiante. SERGIO: Déjese de bromas tontas.

NICOLÁS: Pero ¿por qué se enfada? SERGIO: ¿Por qué se mete conmigo? NICOLÁS: Permítame que le pregunte: ¿qué idea tiene de mí?

SERGIO: Tengo la idea, Nicolás, de que es un hombre rico, que pronto será millonario. Ahora bien: como para el intercambio de productos, las bestias feroces

que todo lo devoran a su paso son necesarias, su existencia es necesaria. (Ríen.) NATALIA: Mejor sería, Sergio, que nos hablara usted de los planetas. NINA: Prosigamos nuestra conversación de ayer.

SERGIO: ¿Sobre qué era? ANDRÉS: Sobre el orgullo del hombre.

SERGIO: Ayer discutimos largo rato sin llegar a ninguna conclusión. En el hombre orgulloso, según su idea, hay algo de misticismo... y, sin embargo, puestos a reflexionar con sencillez, sin profundizar, ¿qué lugar puede haber en él para el

orgullo y qué sentido puede tener éste cuando el hombre es fisiológicamente imperfecto y en su enorme mayoría bruto, poco inteligente y profundamente

desgraciado? ¡Hay que dejar de entusiasmarse ante sí mismo y limitarse a trabajar! ANDRÉS: ¡Sea como sea, el final es que acaba uno muriéndose!

SERGIO: ¡Quién sabe! ¿Qué significa eso de "acabar muriéndose"? ¡Quizá el hombre tiene cien sentidos, y con la muerte sólo perecen los cinco que nos son

conocidos, mientras los restantes noventa y cinco continúan vivos! NINA: ¡Qué inteligente es usted, Sergio! NICOLÁS: (con ironía.) ¡Valiente atrocidad!

SERGIO: La Humanidad adelanta y se perfecciona. Todo lo que ahora resulta inalcanzable, llegará el día en que será cercano y comprensible. Lo único que hay

que hacer es trabajar y ayudar con el máximo esfuerzo a aquellos que buscan la verdad. En Rusia, pocos son los que trabajan. La mayoría de los intelectuales que conozco no buscan nada, ni hacen nada, ni están capacitados para el trabajo.

Todos discuten temas importantes, filosofan y, entre tanto, la enorme mayoría de nosotros, el noventa por ciento, vive como los salvajes.

NICOLÁS: Yo, que me levanto a las cuatro de la madrugada, que trabajo de la mañana a la noche y que manejo mi dinero y el ajeno, veo cómo es la gente. Basta con ponerse a hacer algo para darse cuenta de las pocas personas

decentes y honradas que hay. Algunas veces me pongo a pensar: "¡Dios mío, nos dieron bosques enormes, campos inabarcables, horizontes profundísimos, por lo

que cuantos aquí vivimos deberíamos ser grandes!" ANDRÉS: Ya se puso el sol. SERGIO: Sí.

ANDRÉS: (bajito, y en tono un tanto declamatorio.) "¡Oh, Naturaleza divina! ¡Brillas con eterno resplandor! ¡Maravillosa e indiferente, te llamamos madre y en ti se

unen la existencia y la muerte! ¡Das la vida y destruyes!"... NATALIA(cortando con tono suplicante): ¡Tío! ANA: ¡Tío!... ¡Ya empiezas otra vez!

SERGIO: ¡Mejor haría usted apuntando: "con la amarilla al centro"!

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ANDRÉS: Me callo, me callo...

Se oye un sonido poco definido. NINA: ¿Qué fue eso?

NICOLÁS: No sé. Algún recipiente que se habrá caído, por ahí lejos, muy lejos. ANDRÉS: Puede también que haya sido un pájaro. Una garza, por ejemplo... SERGIO: O una lechuza…

NINA: (estremeciéndose.) No sé por qué, me impresionó desagradablemente. FIRS:(luego de una breve pausa.) Igual ocurrió antes de la desgracia. También

graznó el búho y sonó el samovar. ANDRÉS: ¿Antes de qué desgracia? FIRS: Antes de que se nos diera la libertad. (Pausa.)

NINA: Ya empieza a anochecer. Será mejor, amigos míos, que nos vayamos. (A Ana): Pero, ¡si tiene los ojos llenos de lágrimas!, ¿qué te ocurre? (La abraza.)

ANA: Nada, mamá... Nada SERGIO: Viene alguien.

ESCENA VI

Entra Helena. HELENA: (sofocada, transpirada.) ¡Por favor, querida amiga, necesito de usted!

NINA: ¡¿Qué ocurre, querida amiga?! HELENA: Necesito cuatrocientos rublos. Y los necesito de forma urgente. Mañana bien temprano debo levantar una letra en el banco. Recorrí la casa de todos mis

vecinos y no pude conseguir ni un solo centavo. ¡Por favor, querida amiga! NICOLÁS: (enfadado.) ¿Qué comportamiento es éste?

NINA: (aturdida.) ¡Tome!... ¡Aquí tiene!... (Rebuscando en el monedero.) No llevo plata...; pero es igual. Tenga esta moneda de oro. HELENA: Son sólo cuatrocientos rublos

NINA (a Andrés):Por favor, Andresito, acompaña a Helena hasta la casa, busca en mi bolso de mano y dale sus cuatrocientos rublos…

NATALIA: (tratando de esconder su enojo.) Me voy, me voy... ¡Ah, mamacita! ¡La gente en casa sin tener qué comer, y usted dando cuatrocientos rublos! NINA: ¡No tengo remedio, tonta de mí! (A Helena):Acompáñeme, querida, se lo

daré yo misma. En casa le daré el dinero. ¡Nicolás! ¡Luego me hará otro préstamo! NICOLÁS: Lo que usted disponga.

NINA: ¡Vámonos, señores! ¡Ya es hora!... Aquí, Natalia, en tu ausencia, te hemos prometido. ¡Felicidades! NATALIA: (con ojos llenos de lágrimas.) Con esto, mamá, no se puede bromear.

NICOLÁS: "¡Ofelia, vete a un convento!" ANDRÉS: Me tiemblan las manos. ¡Hace tanto que no juego al billar!

NINA: Vámonos... Estarán ya para servir la cena. NICOLÁS: Les recuerdo, señores, que el día veintidós de agosto el jardín de los cerezos será puesto en venta. Piensen sobre ello. ¡Piensen!

Salen todos, menos Sergio y Ana. ESCENA VII

ANA: (riendo.)Gracias a Helena, Natalia nos dejó a solas. SERGIO: Natalia teme que comencemos a enamorarnos, por eso no se separa de nosotros en todo el día. Su mente estrecha no le permite advertir que nosotros

estamos por encima del amor. Esquivar lo mezquino, lo que nos impide ser libres y

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felices, es precisamente, el sentido y el fin de nuestra vida. ¡Adelante! ¡Avancemos

sin detenernos hacia la radiante estrella que brilla a lo lejos! ¡Sin retroceder! ANA: (con admiración.) ¡Qué bien habla usted! Hoy se está aquí divinamente.

SERGIO: Sí, el tiempo es asombroso. ANA: ¿Qué hace usted conmigo? ¿Por qué no tengo ya al jardín de los cerezos el amor que le tenía antes? ¡Lo quería entrañablemente! ¡Se me figuraba que no

había en la tierra lugar mejor que nuestro jardín! SERGIO: Toda Rusia es nuestro jardín. La tierra es grande y maravillosa.

(Pausa.)Su abuelo, su bisabuelo y todos sus antepasados tuvieron siervos, fueron poseedores de almas vivas. ¿Será posible, entonces, que no sienta usted cómo desde cada cerezo del jardín, desde cada hoja, desde cada tronco, la miran seres

humanos? ¿Será posible que no oiga sus voces? ¡Es terrible! ¡Su jardín infunde miedo! ¡Los cerezos contemplan en sueños lo que fue hace ciento o doscientos

años! ¡Vivimos en un atraso de, por lo menos, doscientos años! ¡No tenemos absolutamente nada! ¡No hacemos más que filosofar, lamentarnos de nuestras tristezas o beber vodka! ¡Y, sin embargo, es todo tan claro! ¡Si vamos a empezar a

vivir nuestro presente, primero, tenemos que pagar por nuestro pasado, liquidarlo! ¡Y sólo podemos pagar con sufrimientos, con un trabajo intenso e ininterrumpido!

¿¡Lo comprendes, Ana!? ANA: Hace tiempo que la casa en que vivimos no es nuestra... Me marcharé de ella; le doy mi palabra.

SERGIO: ¡Si las llaves de su gobierno están en sus manos, tírelas al pozo y márchese!... ¡Sea libre como el viento!

ANA: (con entusiasmo.) ¡Qué bien habló usted! SERGIO: ¡Créame, Ana! ¡Créame! ¡Aún no cumplí los cuarenta años, estudio todavía y, sin embargo, cuánto sufrí ya! ¡Llega el invierno y me encuentra enfermo,

hambriento, intranquilo, pobre como un mendigo! ¡No obstante, mi alma, en todo momento, de día y de noche, está llena de inexplicables presentimientos!

¡Presiento la felicidad, Ana! ¡Ya la veo! ANA: (pensativa.) Está saliendo la luna.(Se oye la voz de NATALIA, que busca a Ana, llama: ¿Ana, dónde estás?)

SERGIO: ¡La luna sale, sí! ¡Esto es la felicidad, ya llega, se acerca más y más, ya oigo sus pasos! ¡Y si nosotros no alcanzamos a conocerla!, ¿qué pena hay en

ello? ¡Otros la conocerán! La voz de NATALIA: ¡Ana!... ¿Dónde estás?

SERGIO: (con enfado.) ¡Otra vez esa Natalia! ¡Es indignante!

ANA: Vámonos, entonces, al río. Allí se está muy bien. SERGIO: Vamos (Echan a andar.)

La voz de NATALIA: ¡Ana!... ¡Ana!

ACTO TERCERO

Espacioso estar de la mansión. Del interior llega el sonido de la orquesta. ESCENA I

Helena y Sergio. HELENA: Soy de constitución sanguínea. Sufrí ya dos ataques, y me cuesta mucho bailar; pero, como suele decirse: "a mal tiempo, buena cara". Tengo una

salud de caballo. Mi difunto padre, que en paz descanse, era muy bromista y solía

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decir, cuando hablaba de nuestra familia, que los Simenonov descendían de aquel

caballo que Calígula plantó en el Senado. (Sentándose.) ¡La desgracia es que no tengo dinero! ¡El perro hambriento no tiene fe más que en la carne! ¡No puedo

hacer otra cosa que no sea hablar de dinero! SERGIO: Su tipo, en efecto, tiene algo de caballo. HELENA: ¡El caballo, después de todo, es un buen animal! ¡Un caballo puede

venderse!... Aparece Natalia.

SERGIO: (haciéndola rabiar.) ¡Madame Nicolás! ¡Madame Nicolás!... NATALIA: (enfadada.) ¡Señor canoso! SERGIO: ¡Soy un señor canoso, sí..., y me enorgullezco de ello!

NATALIA: (en un tono de meditación amarga.) Se hizo venir a los músicos y ¿con qué se les va a pagar?... (Sale.)

SERGIO(a Helena): ¡Si toda la energía que empleó usted en el curso de su vida, en la búsqueda de dinero con que pagar intereses, la hubiera aplicado a cualquier otra cosa, podría haber dado seguramente la vuelta al mundo!

HELENA: Nietzsche, el más grande y célebre de los filósofos, hombre de enorme inteligencia, dice en sus obras que es lícita la fabricación de billetes falsos.

SERGIO: ¿Usted leyó a Nietzsche? HELENA: ¡Leerlo! ¡Bueno, la verdad es que ahora me encuentro en tal situación, que poco me falta para fabricar billetes falsos! Pasado mañana tengo que pagar

trescientos diez rublos, para lo cual ya procuré ciento treinta, (Con inquietud buscando en su cartera.) ¡Me desapareció el dinero! ¡Perdí el dinero! ¿Dónde está

mi dinero? (En tono alegre.) ¡Aquí está! ¡Se me había metido dentro del forro! ¡Estoy sudando del susto! (Sale.)

ESCENA II

Entran Nina. Olga, Irina y Sonia. NINA: (tarareando.)¿Por qué tarda tanto Andresito en volver? ¿Qué hace en la

ciudad? (A Nadia, que pasaba): Hay que ofrecer té a los músicos. SERGIO: Con seguridad no hubo subasta. OLGA: ¡No era éste el momento de organizar una fiesta!

NINA: ¡No, tal vez no haya sido el momento adecuado para traer músicos, ni organizar un baile, pero, qué se le va a hacer! (Se sienta y se pone a tararear

bajito.) IRINA: En este momento debe estar pasando lo peor. No tendríamos que haber dejado que Andrés viajara en representación de la familia.

NINA: Pretendías que viajara Olga, ¿qué sabrá ella de subastas? OLGA: ¡Lo suficiente como para saber que podemos perderlo todo!

SONIA: (dando a Helena una baraja.) Tome esta baraja. Elija una carta. ¡Tómela! HELENA: Ya la elegí. SONIA: Bien, muy bien, el siete de trébol. ¡Muy bien, vuelvo a barajar! Y ahora,

búsquela, ¡no, aquí en la baraja no!, búsquela debajo de su escote. HELENA: (quitándola de su escote.) ¡El siete de trébol! Exacto. (Asombrada.)

¡Increíble! SONIA(a Sergio, presentándole la baraja en la palma de la mano): ¿Qué carta es la de arriba?

SERGIO: ¿Cómo?... Bueno..., la dama de "pique".

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SONIA: Aquí la tiene. (A Helena): Usted ahora, dígame la carta de arriba.

HELENA: El as de corazones. SONIA: A ver… a ver… usted se queda bien quietecito y me deja hacer a mí…

(Muy seductoramente, primero, acariciando el pecho y los brazos de Sergio, luego, eróticamente, introduce su mano en el bolsillo derecho del saco y extrae la dama de pique.) En un bolsillo tiene a la dama… (Volviendo a realizar el mismo juego,

por último, introduce la mano debajo de la solapa del saco, del lado del corazón y extrae el as de corazón.) ¡Y aquí, el as de corazón!

SERGIO: Estoy impresionado. OLGA: ¡Sonia, puedes terminar con tus viejos trucos! SONIA: Trataba de modificar un tanto el enrarecido clima de esta fiesta. Me voy a

bailar un rato (A Sergio).¿Bailamos profesor? SERGIO: Bailemos… (Salen.)

NINA: ¡Y Andresito sin regresar! ¡No comprendo lo que hace en la ciudad tanto tiempo! ¡Ya tiene que haber terminado! ¡Se vendió o no, hubo subasta o no! En cualquier caso, ¿por qué dejarnos tanto tiempo en la ignorancia de lo que ocurre?

NATALIA: (tratando de consolarla.) Estoy completamente segura de que el tío compró la hacienda.

OLGA: (con ironía.) Desde luego. NATALIA: La abuela mandó una autorización para comprar en su nombre. Lo hace por Ana. Estoy segura... ¡Dios nos protegerá!... ¡El tío comprará la hacienda!

NINA: Sí. La tía manda quince mil rublos para comprarla y ponerla a su nombre. No nos creyó, ese dinero no alcanza ni para pagar los intereses…(Hundiendo el

rostro entre las manos.) ¡Mi suerte se decide hoy! (A Natalia): Levanta ese ánimo, mi querida. ¿Deberías casarte con Nicolás? ¡Es un hombre bueno e interesante!... NATALIA: Es buena persona y me gusta.

NINA: ¡Cásate, entonces! ¿A qué esperas?... No lo entiendo. NATALIA: ¡Pero, mamacita! ¡No voy a declararme yo! ¡Hace dos años que todo el

mundo habla, salvo él, que calla o lo echa a broma! ¡Y no lo comprendo! ¡Se está haciendo su fortuna, tiene muchas ocupaciones, y no le queda tiempo para mí! ¡Lo comprendo! ¡Si yo tuviera dinero, aunque fuera poco, aunque no fuera más de

cien rublos, lo abandonaría todo y me iría lejos!... Me iría a un convento. (Sale.) ESCENA III

Regresa Sergio. SERGIO: Nina, debo pedirle algo, ¿podría hablar con Natalia para que no se entrometa dónde no debe?¡A Ana y a mí no nos deja en paz! ¡Tiene miedo de que

nos enamoremos! ¿Y eso, después de todo, qué le importa a ella? Además, por mi parte no hubo la menor insinuación. ¡Estoy tan lejos de lo vulgar, los dos estamos

por encima del amor! NINA: ¡Y yo por debajo, con seguridad!(Presa de fuerte nerviosismo.) ¿Por qué no vendrá Andresito? ¡Saber siquiera si se vendió o no la hacienda! ¡Semejante

desgracia se me antoja tan imposible que no puedo ni pensar en ella! OLGA: Si hubieras escuchado a Nicolás…

IRENE: ¡Nosotras ya estaríamos en Moscú y tú en París con el inútil de tu marido! (A Olga): ¿Salimos a tomar aire?(Olga asiente, ambas se ponen de pie.) OLGA: ¡No soporto más esa musiquita! (Salen.)

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NINA: ¡Estoy desorientada! ¡Sería capaz de empezar a gritar o de hacer una

tontería! ¡Sálveme, Sergio! ¡Dígame alguna cosa! ¡Dígamela! SERGIO: ¿Qué importa que la hacienda se haya vendido o no? ¡Ese asunto está

terminado! ¡Ya no hay posibilidad de vuelta atrás! ¡Se borró el senderito! ¡Cálmese querida! ¡No hay por qué engañarse! ¡Al menos, una vez en la vida, es preciso mirar a la verdad cara a cara!

NINA ¿A qué verdad? ¿Usted, acaso, ve dónde está la verdad y dónde la mentira?, ¡porque yo diría que perdí el don de la vista y no veo nada! Usted cree

que afronta valientemente todas las cuestiones importantes; pero dígame: ¿no será que usted no pasó por el sufrimiento que estas cuestiones encierran? ¡Acaso cree que es usted más valiente, más profundo, más honrado que nosotros!; pero,

piense..., sea generoso y tenga piedad de mí… ¡Aquí nací! ¡Aquí vivieron mi padre, mi madre, mi abuelo, mis hermanos! ¡Quiero a esta casa! ¡Sin el jardín de

los cerezos no comprendo la vida y, si es necesario venderlo, que me vendan a mí con él!(Abrazando a Sergio y besándolo en la frente.) ¡Aquí se ahogó mi hijo! (Llorando.) ¡Hombre..., apiádese de mí!

SERGIO: Con toda el alma, Nina. NINA: ¡Debería usted decirlo de otra manera! (Saca el pañuelo y cae al suelo un

telegrama.) ¡Si pudiera usted sólo imaginar lo agobiada que me siento! ¡Hay aquí tanto ruido! ¡El menor sonido estremece mi alma; pero tampoco puedo retirarme a mi habitación, pues sola, en medio del silencio, tengo miedo!... ¡No me juzgue mal,

Sergio! ¡Lo quiero como a un hijo! ¡De buen grado le daría a Ana por mujer! ¡Se lo juro! ¡Pero, eso sí, querido, tiene que hacer algo importante de usted! ¡No hace

usted más que dejarse arrastrar por el destino, de un lado para otro, y eso es tan singular! ¿Verdad? ¡También tiene que hacer algo para que le crezca esa barba!... (Ríe.) ¡Qué divertido es usted!

SERGIO: (levantando del suelo el telegrama.) No quiero ser guapo. NINA: Este telegrama es de París... Todos los días recibo uno. Ese hombre

especial volvió a enfermar, está mal, me pide perdón y me suplica que vuelva. ¡Y a decir verdad yo debería ir a París y estarme a su lado! ¡Qué severa se puso su cara, Sergio! Pero ¿qué voy a hacer si está enfermo, solo, si es desgraciado y no

tiene a nadie que lo cuide, y que le dé las medicinas a la hora debida? Y, ¿por qué ocultarlo? ¿Por qué callarlo? Lo quiero, sí... ¡Lo quiero! ¡Es como una piedra

colgada de mi cuello con la que me hundo; pero quiero a esa piedra y no puedo vivir sin ella! (Estrechando la mano de Sergio.) ¡No piense mal de mí, Sergio!... ¡No me diga nada! ¡No me diga nada!

SERGIO: ¡Perdone mi sinceridad, ese hombre la despojó de sus bienes! NINA: (tapándose los oídos.) ¡No, no y no! ¡No hay que hablar así!

SERGIO: ¡Es un canalla, cosa que usted es la única en no saber! ¡Un miserable canalla! ¡Un ser insignificante! NINA: ¿Usted juzga los actos de mi amante? ¡Para eso hay que ser un hombre! ¡A

su edad hay que hacerse cargo de lo que es amar! ¡Y usted debería amar, enamorarse! (Irritada.) Sí, sí... ¡En usted no hay pureza, solamente pulcritud! ¡Es

usted un ser cómico! ¡Un loco! SERGIO: (con espanto.) ¿Qué está usted diciendo?

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NINA: "¡Estoy por encima del amor!"¡Usted no está por encima del amor! ¡Lo que

le pasa es que es usted, sencillamente, es un aburrido, como dice nuestro Firs! ¡A su edad y no tener una amante! ¡Usted es un canalla!

SERGIO: (espantado.)¿Qué está diciendo? (Cogiéndose la cabeza entre las manos, se dirige rápidamente al salón.) ¡Es terrible! ¡No lo puedo soportar! (Sale un momento, pero en el acto vuelve a entrar.) ¡Entre nosotros todo terminó! (Sale.)

NINA(gritándole a la espalda): ¡Sergio! ¡Espere! ¡No sea cómico! ¡Fue una broma! ¡Sergio!(Alguien baja rápidamente la escalera del recibimiento; luego, de pronto,

se lo oye rodar por ella. Suena primero el grito lanzado por Ana y por Natalia, luego sus risas.) ¿Qué fue eso? (Ana entra corriendo.) ANA: (entre risas.) ¡Sergio, que se cayó por la escalera! (Corre otra vez afuera.)

NINA: ¡Qué chiflado es este Sergio! (Sale.) ESCENA IV

Entra Firs y deja su bastón al lado de la puerta. Entra también Iván. En el baile se escucha la voz de NINA: ¡Bueno, bueno, Sergio!... ¡Bueno, alma pura!... ¡Le pido perdón! ¡Bailemos!

IVÁN: ¿Qué hay..., abuelo? FIRS: No me encuentro muy bien... ¡Aquí en tiempos, cuando se daba un baile, los

que bailaban eran generales, barones, almirantes! ¡Ahora, en cambio, mandas a buscar al empleado de correos y al jefe de estación y te vienen de mala gana!... Siento un poco de debilidad... El difunto señor, el abuelo, fuera lo que fuera una

enfermedad, aconsejaba a todo el mundo que la remediara con nueces. Yo hace ya veinte años que las estoy comiendo a diario. Puede que por eso viva.

IVÁN: ¡Ah, qué tedioso eres, abuelo! (Bostezando.) ¡Ojalá te murieras cuanto antes! FIRS: ¡Déjame en paz!... ¡Aburrido! (Masculla algo.)

Entran Ana y Nina. NINA: ¿Por qué me traes aquí, qué es lo que tienes que decirme?

ANA: (excitada.) ¡Me dijeron que un hombre comentó que el jardín de los cerezos fue vendido hoy! NINA: ¿Dónde lo dijo?

ANA: En la cocina. NINA: ¿Y a quién fue vendido?

ANA: No lo dijo. Se marchó. IVÁN: ¡Lo dijo un viejo que estuvo ahí hablando! ¡Uno de fuera! FIRS: ¡Y Andrés sin venir! ¡Se puso un abrigo ligero, el de entretiempo, es muy

probable que vuelva resfriado! ¡Ay, juventud, juventud! NINA: ¡Me siento a punto de morir! ¡Vaya, Iván, y entérese de a quién fue vendido

el jardín! IVÁN: Pero si ya hace tiempo que se marchó el viejo. (Ríe.) NINA: (con ligero enojo.) Bueno... ¿Se puede saber de qué se ríe usted?... ¡Qué

le alegra tanto! IVÁN: De la señora Helena, no deja a nadie bailar en paz, les anda alrededor,

hablando y hablando… NINA: Si la hacienda se vende... ¿adónde irás a parar, Firs? FIRS: A donde mande la señora. Allí iré.

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NINA: ¿Por qué tienes esa cara, no te encuentras bien? Lo mejor que podrías

hacer es acostarte. FIRS: ¡Acostarme, sí!... (Con una sonrisa.) ¿Y quién va a hacer aquí las cosas, si

falto yo? ¡Estoy solo para todo! IVÁN(a Nina): ¡Señora! ¡Debo rogarle algo, por favor, tenga la bondad! ¡Si se va usted otra vez a París, lléveme a mí también! ¡Hágame el favor! ¡Yo no puedo

estar aquí! (Bajando la voz y mirando a su alrededor.) Para qué vamos a hablar, usted es la primera en saberlo, el país es inculto y la gente inmoral. ¡Y muy

aburrido! ¡En la cocina le dan a uno de comer horriblemente mal y, por si fuera poco, este Firs, deambulando siempre de aquí para allá y mascullando vaya usted a saber qué! ¡Lléveme con usted! ¡Tenga esa bondad!

ESCENA V Entra Helena.

HELENA(a Nina):¡Adorable mujer, ciento ochenta rublos sí podrá usted darme!... ¡Me los dará!... IVÁN(a Nina): ¡Señora, por favor, lléveme con usted!

NADIA: (deteniéndose para empolvarse el rostro.) La señorita me mandó que baile. Hay muchos caballeros y pocas damas; pero a mí, el baile me marea y me

produce palpitaciones al corazón. ¡Figúrese que ahora el empleado de Correos acaba de decirme una cosa que me cortó la respiración!"¡Parece usted, me dijo, una flor!".

IVÁN: (bostezando.) ¡Qué ignorancia! (Sale.) NADIA: ¡Una flor!... ¡Yo soy una muchacha tan delicada!... ¡Me agradan mucho las

palabras dulces! FIRS: ¡Vas a perder la cabeza! Nadia sale en busca de Iván. Entra Olga seguida por Irina.

OLGA (a Nina): ¿Habrás oído los rumores? NINA: ¿Qué rumores?

IRINA: ¡Estás algo grandecita para seguir haciéndote la tonta! NATALIA(entra y trata de poner orden, a Helena): ¡Señora, le ruego que por favor pase al salón a bailar!

HELENA(a Nina): ¡Natalia, por favor, desde que mi amado esposo murió, estoy sola para todo!

NATALIA(fuera de sí, a Helena): ¡Largo de aquí, ahora mismo! ¡Largo! (Cogiendo el bastón, dejado junto a la puerta por Firs.) ¡Largo! (Helena, seguida de Natalia, se dirige a la puerta.) ¡No vuelva a poner aquí los pies! ¡Que mis ojos no la vean

más! (Helena, asustada, sale.) ¡Qué ni se te ocurra aparecer por aquí! (Alza el bastón como para pegarle si aparece.) ¡Si entras, ya verás!

NICOLÁS: (entra en ese preciso momento.)Qué buen recibimiento. NATALIA: (aturdida, todavía enfadada.) Usted perdone. NICOLÁS: No fue nada. Muchas gracias por tan grata recepción.

NATALIA: No hay por qué dar las gracias.(Se retira a un lado, pero luego se detiene y le pregunta suavemente): ¿Le hice daño?

NICOLÁS: No, ninguno, aunque... un chichón provocado por usted sería hermoso. ESCENA VI

NINA: ¿Por qué tardó tanto?... ¿Dónde está Andresito?

NICOLÁS: Andrés vino conmigo. En seguida estará aquí.

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NINA: (nerviosa.) Bueno..., ¿Y qué? ¿Hubo subasta?... ¡Habla!

NICOLÁS: (azorado, y temiendo descubrir su alegría.) La subasta terminó a eso de las cuatro... Llegamos con retraso al tren y tuvimos que esperar hasta las

nueve y media. (Con un profundo suspiro.) ¡Uf!... ¡La cabeza me da vueltas! NINA: (ansiosa.) ¡Nicolás, comience a hablar, nos urge saber que ocurrió en esa bendita subasta!

Entra Andrés. Con la mano derecha sostiene algunos paquetes, y con la izquierda se seca las lágrimas. La música irá creciendo en intensidad.

NINA: ¡Andrés! ¿Qué? ¡Andresito! ¿Qué hay? (Impaciente.) ¡Por el amor de Dios! IRINA: (pesimista.) Ocurrió lo que inevitablemente iba a ocurrir… ANDRÉS: (haciendo, por toda respuesta, un ademán de desesperación, y a Firs,

llorando.) ¡Toma esto!¡Ahí vienen anchoas, arenques! ¡No probé bocado! ¡Cuánto sufrimiento!¡Estoy terriblemente cansado! ¡Ven, Firs, y ayúdame a cambiarme de

ropa! (Atraviesa el salón camino de su cuarto, seguido por Firs.) OLGA: (interponiéndose en el camino de Andrés.) ¡No, de aquí no te mueves! ¡Tu pereza y holgazanería me tienen harta!

IRINA: ¡Andrés, te ruego que hables! (Andrés se desbarranca en un sillón, Firs, sale llevándose los paquetes.)

OLGA: (al ver que Andrés no podrá hablar, a Nicolás):¿Qué ocurrió en la subasta? Cuéntenos. NINA: ¿Fue vendido el jardín de los cerezos?

NICOLÁS: Sí... Fue vendido. NINA: ¿Y quién lo compró?

NICOLÁS: Lo compré yo. La música cesa. Nina experimenta tal depresión, que hubiera caído al suelo de no haber estado junto a una butaca y una mesa. Natalia se quita del

cinturón el manojo de llaves, lo tira en medio de la sala y se va. ESCENA VII

NICOLÁS: ¡Lo compré yo! ¡Tengo tal embrollo en la cabeza! ¡No puedo hablar! (Ríe.) Es el caso que, cuando llegamos a la subasta, ya estaba allí, Deriganov. Andrés no disponía de más de quince mil rublos, mientras que Deriganov empezó

ofreciendo de un golpe treinta sobre la deuda. Yo me di cuenta en seguida de que el asunto se ponía serio, y ofrecí cuarenta. Él, entonces cuarenta y cinco. Yo,

cincuenta y cinco. Él iba subiendo de cinco en cinco, y yo de diez en diez. Hasta que, por fin, con mis noventa mil sobre la deuda, todo terminó a mi favor. ¡El jardín de los cerezos es mío! ¡Mío! (Ríe.) ¡Dios mío! ¡Díganme que estoy borracho! ¡Que

perdí el juicio! (Dando patadas en el suelo.) ¡No se rían de mí! ¡Si mi padre y mi abuelo se levantaran de la tumba y asistieran a este acontecimiento! ¡Si vieran a

su Nicolás, tan apaleado, a su analfabeto Nicolás, a aquél que corría descalzo durante los inviernos, a ese mismo Nicolás, comprando la hacienda más bella que pueda existir en el mundo! ¡Compré la hacienda en la que mi padre y mi abuelo

fueron esclavos! ¡En la que ni siquiera en la cocina se les permitía entrar! ¿Es esto un sueño? ¿Una ilusión? (Levantando las llaves del suelo, con una sonrisa de

ternura.) ¡Tiró las llaves! ¡Quiere demostrar que ya no manda aquí! (Haciéndolas tintinear.) ¡Bueno! ¡Es igual! (Se oye a los músicos afinar sus instrumentos.) ¡Eh, músicos! ¡A tocar! ¡Quiero oírlos! ¡Vengan todos a ver cómo Nicolás asesta su

primer hachazo al jardín de los cerezos! ¡Cómo los árboles caen derribados al

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suelo! ¡Construiremos casas veraniegas y nuestros nietos y bisnietos conocerán

aquí una nueva vida! ¡Toquen, música! La música empieza. Nina, desplomada sobre una silla, llora amargamente,

con rencor. Olga, con sus ojos llorosos, mira a Irina, y ambas abrazadas, se dejan caer en el sillón. Ana acaricia, tiernamente, a su madre.

NICOLÁS: (se arrodilla ante Nina y con verdadero dolor)¿Por qué, por qué no

quisieron oírme? Nicolás sale. Ana se arrodilla ante su madre.

ANA: ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Estás llorando! ¡Mi querida, mamá! ¡Cuánto te quiero! ¡Se vendió el jardín de los cerezos! ¡Ya no existe, es cierto, pero no llores, mamá! ¡Por delante nos queda la vida! ¡La pureza del alma! ¡Ven conmigo! ¡Vámonos de aquí!

¡Plantaremos un nuevo jardín que será más hermoso que este! ¡Ya lo verás…, y la alegría, una alegría profunda, descenderá a tu alma como desciende el sol cuando

se pone..., y volverás a sonreír, mamá!...

ACTO CUARTO

La misma decoración del primer acto. Unos cuantos muebles, como destinados a la venta, permanecen arrinconados. El ambiente es de vacío.

Al fondo del escenario, junto a la puerta de entrada, se ven preparadas maletas, envoltorios, etc...

ESCENA I

Nicolás tiene una actitud expectante e Iván transporta con ambas manos una bandeja llena de copas de champaña.

NICOLÁS(llamándolos): ¡Se los ruego, por favor! ¡Acepten una copita de despedida! ¡Me olvidé en la ciudad de comprar champaña y en la estación sólo encontré una botella!¡Por favor! (Pausa.) ¿No quieren ustedes? (Iván deposita

cuidadosamente la bandeja sobre una silla.) ¡Bebe, Iván, por lo menos! IVÁN: ¡A la salud de los que se van y de los que se quedan! (Bebe.) Este

champaña no es auténtico. Seguro. NICOLÁS: Cuesta ocho rublos la botella (Pausa.) Hace un frío de mil diablos aquí. IVÁN: Hoy no se encendió. ¡Como ya nos vamos!, ¿para qué?... (Ríe.)

NICOLÁS: ¿De qué te ríes? IVÁN: De gusto

NICOLÁS: Ya estamos en octubre, y en la calle hace el mismo sol y la misma calma que en verano. Un tiempo muy bueno para edificar. (Después de mirar el reloj y dirigiendo la voz a la puerta): ¡Señores! ¡Tengan en cuenta que sólo faltan

cuarenta y siete minutos para la salida del tren..., lo cual quiere decir que deberían estar saliendo para la estación!... ¡Dense prisa!

ESCENA II De la calle, entra Sergio con el abrigo puesto.

SERGIO: Creo que ya es hora de irse. Los coches están ahí. ¿Adónde diablos

habrán ido a parar mis pantuflas? Me desaparecieron. (Dirigiendo su voz a la puerta.) ¡Ana!... ¿No estarán ahí mis pantuflas?... ¡No las encuentro!

NICOLÁS: Yo tengo que salir para Járkov. Los acompaño en el mismo tren. En Járkov pasaré el invierno. En todo el tiempo que estuve a su lado hice nada, cosa que ya me cansa. ¡No puedo vivir sin trabajar! No sé qué hacer de mis manos. Me

cuelgan de un modo extraño, cómo si no fueran mías.

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SERGIO: Ahora que ya nos vamos, reanudarás tu fructífero trabajo.

NICOLÁS: Toma una copita. SERGIO: No..., no quiero.

NICOLÁS: ¿Con que entonces..., ahora a Moscú? SERGIO: Sí. Iré con ellos hasta la ciudad, y mañana saldré para Moscú. NICOLÁS: ¡Claro! ¡Los catedráticos estarán sin dar clase, esperando su llegada!

SERGIO: Eso no es de su incumbencia. NATALIA(desde la habitación contigua): ¡Tome esa porquería suya! (Arroja al

medio del escenario un par de pantuflas.) SERGIO: ¿Por qué ese enfado, Natalia? ¡Hum! ¡Estas no son mis pantuflas! NICOLÁS: ¿Necesita algo de dinero?

SERGIO: No, tengo. Para qué iba a querer yo su dinero. Le voy a decir algo, Nicolás. Su padre fue mujik y el mío boticario, de lo cual no se deduce

absolutamente nada (Nicolás saca la cartera.) ¡Deja! Aunque me ofrecieras mil rublos no los aceptaría. Soy un hombre independiente. Todo lo que ustedes, ricos y pobres, tienen en muy alta estima, no ejerce poder ninguno sobre mí. Soy fuerte

y orgulloso. La humanidad camina hacia la más elevada verdad, hacia la más elevada felicidad que pueda existir en la tierra, y yo marcho en las primeras filas...

NICOLÁS: ¿Y llegará? SERGIO: Sí. Llegaré (Pausa.) Llegaré o, al menos señalaré a los demás el camino a seguir para llegar.(A lo lejos resuenan golpes de hacha.)

NICOLÁS:¡Cuánta gente, sin embargo, hay en Rusia que no sabe para qué existe! Bueno, es igual… ¡Para remontar el curso de la vida no hay que saberlo! Andrés

aceptó un empleo en el banco, le pagarán seis mil rublos anuales, ¿lo conservará por un tiempo? ¡Es demasiado perezoso! ANA(desde el umbral de la puerta, a Nicolás): ¡Mamá le ruega que, mientras esté

ella aquí, no sean talados los árboles! SERGIO: En efecto, ¿será posible semejante falta de tacto?

NICOLÁS: ¡Ahora mismo! ¡Ahora mismo voy a decir...! ¡Qué gente ésta! (Sale seguido por Sergio.) ANA(aparece a dejar algo, A Iván):¿Llevaron a Firs al hospital?

IVÁN: Yo lo dije esta mañana. Es de suponer que lo hicieron. SONIA: (aparece con su perro en brazos.) Mi pequeño duerme como si aquí no

hubiera pasado nada. ANA(a Sonia):¿Viste a Firs? SONIA(a Iván):Pregunta en la cocina.

IVÁN: (ofendido.) ¡En la cocina ya no hay nadie! SONIA: ¡Averigua por cualquier otro lado!

IVÁN: ¡Ya pregunté! ¿Por qué preguntarlo entonces diez veces? SONIA: ¡En opinión mía, es decididamente imposible que tenga arreglo el achacoso de Firs! ¡Tiene que emprender el camino hacia sus antepasados! (Sale

hacia el interior de la casa.) NATALIA(desde el otro lado de la puerta): ¿Llevaron a Firs al hospital?

ANA: Sí, lo llevaron. NATALIA: ¿Y por qué dejaron aquí la carta para el doctor?

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ANA: ¡Habrá que mandársela enseguida! (Sale. Hablando desde la habitación

inmediata.) ¿Dónde está Iván? ¡Hay que decirle que está ahí su madre, que viene a despedirse de él!

IVÁN: (con gesto de fastidio.) ¡Cuánto le hacen a uno perder la paciencia!... Durante todo este tiempo, Nadia estuvo trajinando junto a las maletas, y ahora que Iván se quedó solo, se acerca.

NADIA: ¡Ni siquiera una sola vez me miró, Iván! ¡Se marcha usted! ¡Me abandona! (De un movimiento impulsivo, se cuelga, llorando, a su cuello.)

IVÁN: ¿Y qué necesidad hay de llorar? (Bebe champaña.) Dentro de seis días estaré otra vez en París. Mañana tomaremos el tren rápido y pronto nos encontraremos lejos. ¡Casi no puedo creerlo! "Vive la France!" ¡Aquí no puedo

vivir! ¡No hay nada que hacer! ¡Ya tuve bastante ración de ignorancia! (Bebe champaña.) ¿Para qué llorar? Si se comporta como es debido, no llorará.

NADIA: (empolvándose el rostro y mirándose en el espejito.)¡Lo voy a extrañar mucho! ¡Mándeme una carta desde París! ¡Lo quise, Iván! ¡Lo quise tanto! ¡Soy una criatura delicada, Iván! No puede dejarme aquí, sola, Estoy enamorada…

IVÁN: Viene gente. (Se pone a trajinar junto a las maletas, canturreando a media voz. Nadia sale.)

ESCENA III Entran Olga e Irina con sus maletas.Iván, en un rincón, sigue bebiendo. OLGA- En otros tiempos, ya muy lejanos, nuestro jardín era como un patio abierto,

y por él pasaban hombres y carros. (Pausa.) Mañana en la ciudad no habrá ni una sola flor, ningún cerezo, claro está, pero para nosotras empezará una nueva vida...

(Pausa.) Nos vamos a tener que ocupar de Andrés. Todo sale al revés de lo que nosotros deseamos. Yo no quería ser directora y al fin me convertí en directora. A Moscú, pues, a Moscú…

IRINA: Deseo que pueda conservar su trabajo en el banco. OLGA: Deberemos apoyarlo mucho para que eso ocurra. Estando lejos de las

malas influencias de Nina, tal vez, podamos lograr que nuestro “Andresito” se transforme en Andrés. IRINA: (apoya la cabeza en el pecho de Olga.) Llegará el día que todos sabrán el

porqué de todo esto, el porqué de todos estos sufrimientos; entonces no habrá misterios de ninguna clase, pero mientras tanto, hay que vivir…hay que trabajar…

OLGA: (abraza a su hermana.) ¡Oh, Dios mío! Pasará el tiempo y nos iremos para siempre. Se olvidarán de nosotros, olvidarán nuestros rostros, nuestras voces y cuanto éramos; pero nuestras penas se transformarán en alegrías para los que

vivan después que nosotros, la felicidad y la paz reinarán en la tierra; los hombres encontrarán una palabra amistosa para los que vivimos ahora y nos bendecirán.

Oh, mi querido “jardín de los cerezos”, nuestra vida aún no terminó. ¡Viviremos! ¡Viviremos! Un poco más, y sabremos para qué vivimos, para qué sufrimos… ¡Si pudiéramos saberlo, si pudiéramos saberlo!

IRINA:(abrazadas.) ¡Si pudiéramos, si pudiéramos saberlo! ESCENA IV

Entran Nina, Andrés, Ana y Sonia. ANDRÉS: Ya es hora de marcharse. Queda muy poco tiempo (Mirando a Iván.) ¿Quién huele aquí a arenque?

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NINA: Dentro de diez minutos deberemos subir a los coches. (Recorriendo la

estancia con la mirada.). ¡Adiós, casa querida!... Olga e Irina no pueden soportar a Nina y toman sus maletas.

OLGA: Esperamos en el coche. (Hace un ademán a Irina y salen.) NINA: (con tristeza.) Nunca voy a comprender a mis hermanas. ¡Cuánta amargura! (A su hija, besándola con efusión.) ¡Tesoro mío! ¡Cómo resplandeces! ¡Los ojos te

brillan igual que dos diamantes! ¿Estás contenta? ANA: Mucho... ¡Una nueva vida empieza ahora, mamá!....

ANDRÉS: (contento.) En efecto, ahora está todo bien. Antes de la venta del jardín de los cerezos nos encontrábamos nerviosos, sufríamos, pero luego, una vez resuelto todo definitivamente, nuestros ánimos se tranquilizaron y hasta se

pusieron más alegres. Yo soy ahora empleado de un Banco. Todo un financiero. "¡Con la amarilla al centro!". ¡Nina, pese a todo, tienes mejor cara, eso es

innegable! NINA: Cierto, así es. Mis nervios están mucho mejor. (Le traen el sombrero y el abrigo.) Duermo bien... ¡Iván! ¡Ya puede ir sacando las maletas! Es la hora (A

Ana.) ¡Mi nenita querida! ¡Pronto volveremos a vernos! Me voy a París, donde viviré con el dinero enviado por la abuela para la compra de la hacienda... ¡Viva la

abuela!... ¡Pero ese dinero no durará mucho tiempo! ANA: Volverás muy pronto, ¿verdad, mamá? Yo, mientras tanto, me prepararé para ingresar al colegio, aprobaré y me pondré a trabajar para ayudarte!

¡Leeremos juntas, mamá, una serie de libros! ¿Verdad que sí? ¡Las veladas de otoño nos las pasaremos leyendo! ¡Leeremos muchos libros y un mundo nuevo y

maravilloso se revelará a nuestros ojos! ¡Vuelve pronto, mamá! NINA: ¡Volveré, tesoro mío! (Abraza a su hija.)

ESCENA V

Entra Nicolás y se queda de pie, sin saber ni que hacer ni que decir. Al momento entra Helena, transpirada, fatigada....

NICOLÁS: ¡Qué feliz se siente Helena! HELENA: ¡Déjenme respirar! ¡Estoy agotada! ¡Muy buenos días!... ¡Me dan un poco de agua!

ANDRÉS: ¿A qué vienes, por dinero? Yo, por si acaso, me marcho. Me voy a hacerle compañía a Irina y a Olga. (En tono abatido.) "¡Con la amarilla al centro!"

(Sale.) HELENA(a Nicolás): ¿Tú por aquí? ¡Cuánto me alegra verte! ¡Eres un hombre de inteligencia poderosa! Toma. Tómalos. (Tendiendo dinero a Nicolás.) Son

cuatrocientos rublos. Quedo debiéndote ochocientos cuarenta. NICOLÁS: (acostumbrado y encogiéndose de hombros.) ¡Le parece a uno estar

soñando! ¿De dónde los sacó? HELENA: Espera... ¡Qué calor hace! Es un acontecimiento extraordinario... Ayer vinieron a verme unos ingleses que encontraron arcilla blanca en mi hacienda.(A

Nina): Mi querida amiga, para usted, traigo cuatrocientos, con esto queda todo saldado. (Entregándole el dinero, bebe agua.)

NICOLÁS: ¿Y qué ingleses son esos? HELENA: Unos a quienes arrendé por veinticuatro años un terreno arcilloso. Ahora, perdónenme, no tengo tiempo que perder. Debo irme corriendo. Tengo que

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ir a ver a Snoikov, a Kardamodov... A todos debo dinero.... (Bebe.) ¡Que siga la

buena salud! El jueves vuelvo. NINA: Nosotros nos vamos ahora mismo a la ciudad, desde donde mañana saldré

hacia París. HELENA: ¿Cómo?(Aturdida.) ¿Por qué a la ciudad? ¡Ah, sí, claro! Esos muebles, esas maletas... ¡Qué se le va a hacer! ¡Esos ingleses son de una inteligencia

enorme! ¡Qué se le va a hacer! ¡Que sean muy felices! ¡Dios los protegerá! ¡Qué se le va a hacer! ¡Todo tiene su fin en este mundo! (Abraza a Nina.) Adiós, mi

querida amiga. Adiós a todos (Sale presurosa.) NINA: Ya podemos marcharnos... Me llevo dos preocupaciones: la primera la enfermedad de Firs. (Mira la hora.) Aún tenemos cinco minutos.

ANA: Firs, mamá, se encuentra en el hospital. Iván lo llevó esta mañana. NINA: Mi segunda pena es Natalia. ¡Usted lo sabe muy bien, Nicolás!... Había

soñado con casarla con usted, que además, a juzgar por las apariencias, parecía que iba a casarse con ella... (Murmura algo al oído de Ana y ella sale.) Lo quiere, y a usted también le agrada, pero, no sé por qué, parece como si huyeran ustedes

el uno del otro. No lo comprendo. NICOLÁS: Yo tampoco lo comprendo, a decir verdad, ¡es algo tan extraño! Si

quedara tiempo, ahora mismo estaría dispuesto a... En fin, terminemos de una vez, porque si no, estoy viendo que, sin su presencia, no me declararé. NINA: ¡Magnífico, entonces! ¡Para esto basta un minuto! ¡Voy ahora mismo a

llamarla! NICOLÁS: Además, hay aquí champaña para el caso. (Después de examinar las

copas.) Están vacías, se las bebió alguien. (Se oye toser a Iván.) ¡Qué manera de aprovecharse! NINA: (con animación.) ¡Magnífico! ¡Vayamos nosotros! ¡Iván! "Allez!" Voy a

llamarla,(dirigiendo su voz a la puerta):¡Natalia! ¡Deja todo y ven acá! ¡Ven! (Ella va hacia adentro e Iván sale hacia los coches.)

NICOLÁS: (consultando el reloj.) Sí... NATALIA: (después de largo rato de inspeccionar el equipaje.) ¡Qué raro! ¡No puedo encontrarlo!

NICOLÁS: ¿Qué busca usted? NATALIA: ¡Yo misma lo empaqué, y ya no recuerdo dónde lo metí!(Pausa.)

NICOLÁS: ¿Y a dónde se dirige usted ahora, Natalia? NATALIA: ¿Yo?... A casa de los Regulín. Convine con ellos que iré a gobernarles la casa...En calidad de algo así, digamos, como ama de llaves.

NICOLÁS: ¿En Iaschnevo? ... Eso estará a unos setenta kilómetros. (Pausa.) ¡Ya terminó aquí la vida en esta casa!

NATALIA: (paseando la mirada por el equipaje.) ¿Dónde podrá estar?... O quizá lo metí en el baúl... Sí... ¡La vida en esta casa terminó!.... ¡Ya no volverá más!... NICOLÁS: Yo me marcho ahora a Járkov. En este mismo tren... Tengo pendientes

una porción de asuntos... NATALIA: Qué bien…

NICOLÁS: El año pasado por estas fechas estaba ya nevando... En cambio, ahora todavía hay calma y sol... ¡Lo único, que hace frío! Alrededor de los tres grados bajo cero.

NATALIA: No miré el termómetro. (Pausa.) El nuestro, además, está roto (Pausa.)

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UNA VOZ DESDE EL PATIO: ¡Nicolás!

NICOLÁS: (cómo quien hace mucho tiempo espera esta llamada.) ¡Ahora mismo voy! (Sale rápidamente.)

Natalia, sentada sobre un bulto y con la cabeza descansando sobre el envoltorio de los vestidos, solloza quedamente. La puerta se abre y Nina entra con paso cauteloso.

NINA: ¿Qué?... (Pausa.) Hay que marcharse. NATALIA: (que ya no llora, y cuyas lágrimas fueron secadas.) Sí... ya es hora,

mamacita. Aún me da tiempo de ir a casa de los Regulín. No debemos llegar con retraso al tren. NINA(dirigiendo la voz a la puerta): ¡Ana! ¡Nos vamos!

Antes de salir, la mirada de ambas recorre cada rincón de la casa. ESCENA VI

Entran primero Ana; luego, Sergio, y después Sonia y Nicolás. ANA: (alegremente.) ¡En marcha! (Por un momento se encuentra sola en la sala, va hacia el ventanal y mira hacia el jardín.) Todos listos para marcharse. ¡Quiero

sentarme aquí un minuto más! ¡Me parece no haber visto nunca cómo son las paredes de esta casa, sus techos, y ahora los contemplo con un ansia tremenda,

con un amor lleno de ternura! SERGIO: ¡Ana! Te estamos esperando… SONIA: (con el perrito en brazos.) ¿Se olvidaban de mí?

NICOLÁS: (entrando, con las llaves en su mano.) Creo que todo… ANA: Cuando nos marchemos nosotros, no quedará aquí un alma.

NICOLÁS: Hasta la primavera. SERGIO: ¡Salgamos y subamos a los coches! ¡Ya es hora! ¡El tren está por llegar! SONIA: ¡Sergio! ¡Aquí están sus pantuflas! ¡Al lado de la maleta! ¡Qué sucias las

tiene usted! ¡Y qué viejas! No hemos tenido un momento para estar a solas… SERGIO: (sin comprender.) ¿Qué cosa?

SONIA: (con los ojos llenos de lágrimas.)Una verdadera pena… Ana mira a Sonia, perturbada y reprobando la insinuación de Sonia. SERGIO(mira a Sonia, confundido, y tomando las pantuflas): ¡Vamos, señoras!

NICOLÁS: ¿Están allí todos? ¿No queda nadie por ahí? (Cerrando la puerta de la izquierda.) Las cosas están aquí reunidas. Hay que cerrar: ¡vámonos!

ANA: ¡Adiós, casa!... ¡Adiós, vieja vida!... SERGIO: ¡Salve, vida nueva! (Salen con Ana y Sonia.) NICOLÁS: ¡Hasta la primavera, entonces! ¡Salgan, señores! ¡Hasta la vista! (Sale)

El escenario queda vacío. Se oye cerrar con llave las puertas, partir los coches. Reina el silencio. De pronto, en medio de él, retumba un sonido

solitario y triste; el del golpe de hacha descargando sobre el árbol. Suenan pasos.

ESCENA VII

La puerta de la derecha se abre y entra Firs. Viste como de costumbre. FIRS: (se lo ve muy enfermo. Se acerca a la puerta y hace girar el picaporte.)

Cerrada... Se marcharon. (Sentándose en el diván.) ¡Se olvidaron de mí!... ¡Qué importa!... Me quedaré aquí sentado... Seguro que Andrés no se puso el abrigo... (Suspirando.) ¡Y yo sin poder cuidarlo!... ¡Juventud, juventud!... (Masculla algo

ininteligible.) ¡Pasó la vida!... ¡Se le figura a uno no haber vivido! (Tumbándose.)

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Me echaré un poco... ¡Ya no te quedan fuerzas, ya no te queda nada!... ¡Pobre de

mí!... ¡No soy más que un viejo tonto y aburrido!... Permanece echado, inmóvil.

Se oye un sonido lejano que parece venir del cielo... Sonido moribundo y triste, semejante al de la cuerda de un instrumento al romperse. Se hace el silencio.

Como a lo lejos, en el jardín, el hacha golpea sobre el árbol.

APAGÓN.