Eric hobsbawm historia del siglo xx

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  • 1. HISTORIADEL SIGLO XXBiblioteca E. /. Hobsbawm de Historia Contempornea

2. ERIC HOBSBAWM HISTORIA DEL SIGLOXXCRTICAGRIJALBO MONDADORIBUENOS AIRES 3. Todos los derechos reservados.Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita de los titulares del cop)right, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esiobra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la fotocopia y el tratamientinformtico.Ttulo original:EXTREMES. THE SHORT TWENTIETH CENTURY 1914-1991Michael Joseph Ltd, LondresEsta traduccin se publica por acuerdo con Pantheon Books, una divisin de RandonHouse, Inc.Traduccin castellana de JUAN FAC, JORDI AINAUD y CARME CASTELLSTapa de la primera edicin espaola: Enre SatuRediseo de tapa: SERGIO KERNIlustracin: Fernand Lger, Los constructores (1950) 1994: E. J. Hobsbawm 1998 de la traduccin castellana para Espaa y Amrica: CRTICA (Grijalbo Mondadori, S.A.), Av. Belgrano 1256, (1093) Buenos Aires - ArgentinaPrimera edicin argentina: septiembre de 1998Primera reimpresin: noviembre de 1998 Segundareimpresin: diciembre de 1998 Tercerareimpresin: mayo de 1999ISBN 987-9317-03-3Hecho el depsito que previene la ley 11.723Impreso en la Argentina1999 - Imprenta de los Buenos Ayres S.A.I, y C.Carlos Berg 3449 (1437) Buenos Aires. 4. PREFACIO Y AGRADECIMIENTOSNadie puede escribir acerca de la historia del siglo xx como escribirasobre la de cualquier otro perodo, aunque slo sea porque nadie puedeescribir sobre su propio perodo vital como puede (y debe) hacerlo sobrecualquier otro que conoce desde fuera, de segunda o tercera mano, ya sea apartir de fuentes del perodo o de los trabajos de historiadores posteriores.Mi vida coincide con la mayor parte de la poca que se estudia en este libroy durante la mayor parte de ella, desde mis primeros aos de adolescenciahasta el presente, he tenido conciencia de los asuntos pblicos, es decir, heacumulado puntos de vista y prejuicios en mi condicin de contemporneoms que de estudioso. Esta es una de las razones por las que durante lamayor parte de mi carrera me he negado a trabajar como historiador profe-sional sobre la poca que se inicia en 1914, aunque he escrito sobre ella porotros conceptos. Como se dice en la jerga del oficio, el perodo al que mededico es el siglo xix. Creo que en este momento es posible considerar conuna cierta perspectiva histrica el siglo xx corto, desde 1914 hasta el fin dela era sovitica, pero me apresto a analizarlo sin estar familiarizado con labibliografa especializada y conociendo tan slo una nfima parte de lasfuentes de archivo que ha acumulado el ingente nmero de historiadores quese dedican a estudiar el siglo xx.Es de todo punto imposible que una persona conozca la historiografadel presente siglo, ni siquiera la escrita en un solo idioma, como el historia-dor de la antigedad clsica o del imperio bizantino conoce lo que se escri-bi durante esos largos perodos o lo que se ha escrito despus sobre losmismos. Por otra parte, he de decir que en el campo de la historia contem-pornea mis conocimientos son superficiales y fragmentarios, incluso segnlos criterios de la erudicin histrica. Todo lo que he sido capaz de hacer esprofundizar lo suficiente en la bibliografa de algunos temas espinosos ycontrovertidos por ejemplo, la historia de la guerra fra o la de los aostreinta como para tener la conviccin de que los juicios expresados en estelibro no son incompatibles con los resultados de la investigacin especiali-zada. Naturalmente, es imposible que mis esfuerzos hayan tenido pleno xito 5. 8 HISTORIA DEL SIGLO XX y debe haber una serie de temas en los que mi desconocimiento es patente y sobre los cuales he expresado puntos de vista discutibles.Por consiguiente, este libro se sustenta en unos cimientos desiguales.Adems de las amplias y variadas lecturas de muchos aos, complementadascon las que tuve que hacer para dictar los cursos de historia del siglo xx alos estudiantes de posgrado de la New School for Social Research, me hebasado en el conocimiento acumulado, en los recuerdos y opiniones de quienha vivido en muchos pases durante el siglo xx como lo que los antroplogossociales llaman un observador participante, o simplemente como un viaje-ro atento, o como lo que mis antepasados habran llamado un kibbitzer. Elvalor histrico de esas experiencias no depende de que se haya estado pre-sente en los grandes acontecimientos histricos o de que se haya conocido apersonajes u hombres de estado preeminentes. De hecho, mi experienciacomo periodista ocasional en uno u otro pas, principalmente en AmricaLatina, me permite afirmar que las entrevistas con los presidentes o conotros responsables polticos son poco satisfactorias porque las ms de lasveces hablan a ttulo oficial. Quienes ofrecen ms informacin son aquellosque pueden o quieren hablar libremente, en especial si no tienen grandesresponsabilidades. De cualquier modo, conocer gentes y lugares me ha ayu-dado enormemente. La simple contemplacin de la misma ciudad porejemplo, Valencia o Palermo con un lapso de treinta aos me ha dado enocasiones idea de la velocidad y la escala de la transformacin social ocu-rrida en el tercer cuarto de este siglo. Otras veces ha bastado el recuerdo dealgo que se dijo en el curso de una conversacin mucho tiempo atrs y quequed guardado en la memoria, por razones tal vez ignoradas, para utilizarloen el futuro. Si el historiador puede explicar este siglo es en gran parte porlo que ha aprendido observando y escuchando. Espero haber comunicado alos lectores algo de lo que he aprendido de esa forma.El libro se apoya tambin, necesariamente, en la informacin obtenida .de colegas, de estudiantes y de otras personas a las que abord mientras loescriba. En algunos casos, se trata de una deuda sistemtica. El captulosobre los aspectos cientficos lo examinaron mis amigos Alan Mackay FRS,que no slo es cristalgrafo, sino tambin enciclopedista, y John Maddox.Una parte de lo que he escrito sobre el desarrollo econmico lo ley mi colegaLance Taylor, de la New School (antes en el M1T), y se basa, sobre todo, enlas comunicaciones que le, en los debates que escuch y, en general, en todolo que capt manteniendo los ojos bien abiertos durante las conferenciassobre diversos problemas macroeconmicos organizadas en el World Institutefor Development Economic Research of the U.N. University (UNU/-WIDER) enHelsinki, cuando se transform en un gran centro de investigacin y debatebajo la direccin del doctor Lal Jayawardena. En general, los veranos quepas en esa admirable institucin como investigador visitante tuvieron unvalor inapreciable para m, sobre todo por su proximidad a la URSS y por suinters intelectual hacia ella durante sus ltimos aos de existencia. Nosiempre he aceptado el consejo de aquellos a los que he consul- 6. PREFACIO Y AGRADECIMIENTOS9 todo, e incluso, cuando lo he hecho, los errores slo se me pueden imputar a m. Me han sido de gran utilidad las conferencias y coloquios en los que tanto tiempo invierten los profesores universitarios para reunirse con sus colegas y durante los cuales se exprimen mutuamente el cerebro. Me resulta imposible expresar mi gratitud a todos los colegas que me han aportado algo o me han corregido, tanto de manera formal como informal, y reconocer toda la informacin que he adquirido al haber tenido la fortuna de ensear a un grupo internacional de estudiantes en la New School. Sin embargo, siento la obligacin de reconocer especficamente lo que aprend sobre la revolucin turca y sobre la naturaleza de la emigracin y la movilidad social en el tercer mundo en los trabajos de curso de Ferdan Ergut y Alex Juica. Tambin estoy en deuda con la tesis doctoral de mi alumna Margarita Gie- secke sobre el APRA y la insurreccin de Trujillo de 1932.A medida que el historiador del siglo xx se aproxima al presente depen-de cada vez ms de dos tipos de fuentes: la prensa diaria y las publicacionesy los informes peridicos, por un lado, y los estudios econmicos y de otrotipo, las compilaciones estadsticas y otras publicaciones de los gobiernosnacionales y de las instituciones internacionales, por otro. Sin duda, mesiento en deuda con diarios como el Guardian de Londres, el Financial Timesy el New York Times. En la bibliografa reconozco mi deuda con las inapre-ciables publicaciones del Banco Mundial y con las de las Naciones Unidas yde sus diversos organismos. No puede olvidarse tampoco a su predecesora,la Sociedad de Naciones. Aunque en la prctica constituy un fracaso total,sus valiossimos estudios y anlisis, sobre todo Industrialisation and WorldTrade, publicado en 1945, merecen toda nuestra gratitud. Sin esas fuentessera imposible escribir la historia de las transformaciones econmicas, so-ciales y culturales que han tenido lugar en el presente siglo. Para una gran parte de cuanto he escrito en este libro, excepto para misjuicios personales, necesito contar con la confianza del lector. No tiene sen-tido sobrecargar un libro como ste con un gran nmero de notas o con otrossignos de erudicin. Slo he recurrido a las referencias bibliogrficas paramencionar la fuente de las citas textuales, de las estadsticas y de otros datoscuantitativos diferentes fuentes dan a veces cifras distintas y, en ocasio-nes, para respaldar afirmaciones que los lectores pueden encontrar extraas,poco familiares o inesperadas, as como para algunos puntos en los que lasopiniones del autor, siendo polmicas, pueden requerir cierto respaldo.Dichas referencias figuran entre parntesis en el texto. El ttulo completo dela fuente se encontrar al final de la obra. Esta Bibliografa no es ms queuna lista completa de las fuentes citadas de forma textual o a las que se hacereferencia en el texto. No es una gua sistemtica para un estudio pormeno-rizado, para el cual se ofrece una breve indicacin por separado. El cuerpode referencias est tambin separado de las notas a pie de pgina, que sim-plemente amplan o matizan el texto. Sin embargo, no puedo dejar de citar algunas obras que he consultadoampliamente o con las que tengo una deuda especial. No quisiera que sus 7. HISTORIA DEL SIGLO XX10autores sintieran que no son adecuadamente apreciados. En general, tengouna gran deuda hacia la obra de dos amigos: Paul Bairoch, historiador dela economa e infatigable compilador de datos cuantitativos, e Ivan Berend,antiguo presidente de la Academia Hngara de Ciencias, a quien debo elconcepto del siglo xx corto. En el mbito de la historia poltica generaldel mundo desde la segunda guerra mundial, P. Calvocoressi (World PoliticsSince 1945) ha sido una gua slida y, en ocasiones comprensiblemente,un poco acida. En cuanto a la segunda guerra mundial, debo mucho a lasoberbia obra de Alan Milward, La segunda guerra mundial, 1939-1945, ypara la economa posterior a 1945 me han resultado de gran utilidad lasobras Prosperidad y crisis. Reconstruccin, crecimiento y cambio, 1945-1980, de Herman Van der Wee, y Capitalism Since 1945, de Philip Arms-trong, Andrew Glyn y John Harrison. La obra de Martin Walker The ColdWar merece mucho ms aprecio del que le han demostrado unos crticospoco entusiastas. Para la historia de la izquierda desde la segunda guerramundial me he basado en gran medida en el doctor Donald Sassoon delQueen Mary and Westfield College, de la Universidad de Londres, que me hapermitido leer su amplio y penetrante estudio, inacabado an, sobre estetema. En cuanto a la historia de la URSS, tengo una deuda especial con losestudios de Moshe Lewin, Alee Nove, R. W Davies y Sheila Fitzpatrick; paraChina, con los de Benjamin Schwartz y Stuart Schram; y para el mundo isl-mico, con Ira Lapidus y Nikki Keddie. Mis puntos de vista sobre el artedeben mucho a los trabajos de John Willett sobre la cultura de Weimar (y amis conversaciones con l) y a los de Francis Haskell. En el captulo 6, mideuda para con el Diaghilev de Lynn Garafola es manifiesta.Debo expresar un especial agradecimiento a quienes me han ayudado apreparar este libro. En primer lugar, a mis ayudantes de investigacin, Joan-na Bedford en Londres y Lise Grande en Nueva York. Quisiera subrayar parti-cularmente la deuda que he contrado con la excepcional seora Grande, sinla cual no hubiera podido de ninguna manera colmar las enormes lagunas demi conocimiento y comprobar hechos y referencias mal recordados. Tengouna gran deuda con Ruth Syers, que mecanografi el manuscrito, y con Mar-lene Hobsbawm, que ley varios captulos desde la ptica del lector no aca-dmico que tiene un inters general en el mundo moderno, que es precisa-mente el tipo de lector al que se dirige este libro.Ya he indicado mi deuda con los alumnos de la New School, que asistie-ron a las clases en las que intent formular mis ideas e interpretaciones.A ellos les dedico este libro.ERIC HOBSBAWMLondres-Nueva York, 1993-1994 8. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XXDOCE PERSONAS REFLEXIONAN SOBRE EL SIGLO XXIsaiah Berlin (filsofo, Gran Bretaa): He vivido durante la mayor parte delsiglo xx sin haber experimentado debo decirlo sufrimientos personales.Lo recuerdo como el siglo ms terrible de la historia occidental.Julio Caro Baroja (antroplogo, Espaa): Existe una marcada contradiccinentre la trayectoria vital individual la niez, la juventud y la vejez hanpasado serenamente y sin grandes sobresaltos y los hechos acaecidos en elsiglo xx ... los terribles acontecimientos que ha vivido la humanidad.Primo Levi (escritor, Italia): Los que sobrevivimos a los campos de concen-tracin no somos verdaderos testigos. Esta es una idea incmoda que gra-dualmente me he visto obligado a aceptar al leer lo que han escrito otrossupervivientes, incluido yo mismo, cuando releo mis escritos al cabo dealgunos aos. Nosotros, los supervivientes, no somos slo una minorapequea sino tambin anmala. Formamos parte de aquellos que, gracias a laprevaricacin, la habilidad o la suerte, no llegamos a tocar fondo. Quienes lohicieron y vieron el rostro de la Gorgona, no regresaron, o regresaron sinpalabras.Rene Dumont (agrnomo, ecologista, Francia): Es simplemente un siglo dematanzas y de guerras.Rita Levi Montalcini (premio Nobel, cientfica, Italia): Pese a todo, en estesiglo se han registrado revoluciones positivas ... la aparicin del cuarto esta-do y la promocin de la mujer tras varios siglos de represin.William Golding (premio Nobel, escritor, Gran Bretaa): No puedo dejar depensar que ha sido el siglo ms violento en la historia humana. 9. 12 HISTORIA DEL SIGLO XXErnst Gombrich (historiador del arte, Gran Bretaa): La principal caracte-rstica del siglo xx es la terrible multiplicacin de la poblacin mundial. Esuna catstrofe, un desastre y no sabemos cmo atajarla.Yehudi Menuhin (msico, Gran Bretaa): Si tuviera que resumir el siglo xx,dira que despert las mayores esperanzas que haya concebido nunca lahumanidad y destruy todas las ilusiones e ideales.Severo Ochoa (premio Nobel, cientfico, Espaa): El rasgo esencial es elprogreso de la ciencia, que ha sido realmente extraordinario ... Esto es lo quecaracteriza a nuestro siglo.Raymond Firth (antroplogo, Gran Bretaa): Desde el punto de vista tecno-lgico, destaco el desarrollo de la electrnica entre los acontecimientos mssignificativos del siglo xx; desde el punto de vista de las ideas, el cambio deuna visin de las cosas relativamente racional y cientfica a una visin noracional y menos cientfica.Leo Valiani (historiador, Italia): Nuestro siglo demuestra que el triunfo delos ideales de la justicia y la igualdad siempre es efmero, pero tambinque, si conseguimos preservar la libertad, siempre es posible comenzar denuevo ... Es necesario conservar la esperanza incluso en las situaciones msdesesperadas.Franco Venturi (historiador, Italia): Los historiadores no pueden respondera esta cuestin. Para m, el siglo xx es slo el intento constantemente reno-vado de comprenderlo.(Agosti y Borgese, 1992, pp. 42, 210, 154, 76, 4, 8, 204, 2, 62, 80, 140 y 160). IEl 28 de junio de 1992, el presidente francs Franois Mitterrand se des-plaz sbitamente, sin previo aviso y sin que nadie lo esperara, a Sarajevo,escenario central de una guerra en los Balcanes que en lo que quedaba de aose cobrara quizs 150.000 vidas. Su objetivo era hacer patente a la opininmundial la gravedad de la crisis de Bosnia. En verdad, la presencia de un es-tadista distinguido, anciano y visiblemente debilitado bajo los disparos de lasarmas de fuego y de la artillera fue muy comentada y despert una granadmiracin. Sin embargo, un aspecto de la visita de Mitterrand pas prctica-mente inadvertido, aunque tena una importancia fundamental: la fecha. Porqu haba elegido el presidente de Francia esa fecha para ir a Sarajevo? Por-que el 28 de junio era el aniversario del asesinato en Sarajevo, en 1914, delarchiduque Francisco Fernando de Austria-Hungra, que desencaden, pocas 10. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX 13semanas despus, el estallido de la primera guerra mundial. Para cualquiereuropeo instruido de la edad de Mitterrand, era evidente la conexin entre lafecha, el lugar y el recordatorio de una catstrofe histrica precipitada por unaequivocacin poltica y un error de clculo. La eleccin de una fecha simb-lica era tal vez la mejor forma de resaltar las posibles consecuencias de lacrisis de Bosnia. Sin embargo, slo algunos historiadores profesionales yalgunos ciudadanos de edad muy avanzada comprendieron la alusin. Lamemoria histrica ya no estaba viva.La destruccin del pasado, o ms bien de los mecanismos sociales quevinculan la experiencia contempornea del individuo con la de generacionesanteriores, es uno de los fenmenos ms caractersticos y extraos de las pos-trimeras del siglo xx. En su mayor parte, los jvenes, hombres y mujeres, deeste final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relacinorgnica alguna con el pasado del tiempo en el que viven. Esto otorga a loshistoriadores, cuya tarea consiste en recordar lo que otros olvidan, mayortrascendencia que la que han tenido nunca, en estos aos finales del segundomilenio. Pero por esa misma razn deben ser algo ms que simples cronistas,recordadores y compiladores, aunque esta sea tambin una funcin necesariade los historiadores. En 1989, todos los gobiernos, y especialmente todo elpersonal de los ministerios de Asuntos Exteriores, habran podido asistir conprovecho a un seminario sobre los acuerdos de paz posteriores a las dos gue-rras mundiales, que al parecer la mayor parte de ellos haban olvidado.Sin embargo, no es el objeto de este libro narrar los acontecimientos delperodo que constituye su tema de estudio el siglo xx corto, desde 1914 a1991, aunque nadie a quien un estudiante norteamericano inteligente lehaya preguntado si la expresin segunda guerra mundial significa quehubo una primera guerra mundial ignora que no puede darse por sentadoel conocimiento aun de los ms bsicos hechos de la centuria. Mi propsitoes comprender y explicar por qu los acontecimientos ocurrieron de esa for-ma y qu nexo existe entre ellos. Para cualquier persona de mi edad que havivido durante todo o la mayor parte del siglo xx, esta tarea tiene tambin,inevitablemente, una dimensin autobiogrfica, ya que hablamos y nosexplayamos sobre nuestros recuerdos (y tambin los corregimos). Hablamoscomo hombres y mujeres de un tiempo y un lugar concretos, que han parti-cipado en su historia en formas diversas. Y hablamos, tambin, como actoresque han intervenido en sus dramas por insignificante que haya sido nues-tro papel, como observadores de nuestra poca y como individuos cuyasopiniones acerca del siglo han sido formadas por los que consideramos acon-tecimientos cruciales del mismo. Somos parte de este siglo, que es parte denosotros. No deberan olvidar este hecho aquellos lectores que pertenecen aotra poca, por ejemplo el alumno que ingresa en la universidad en elmomento en que se escriben estas pginas, para quien incluso la guerra delVietnam forma parte de la prehistoria.Para los historiadores de mi edad y formacin, el pasado es indestructible,no slo porque pertenecemos a la generacin en que las calles y los lugares 11. 14HISTORIA DEL SIGLO XXpblicos tomaban el nombre de personas y acontecimientos de carcter pbli-co (la estacin Wilson en Praga antes de la guerra, la estacin de metro deStalingrado en Pars), en que an se firmaban tratados de paz y, por tanto,deban ser identificados (el tratado de Versalles) y en que los monumentos alos cados recordaban acontecimientos del pasado, sino tambin porque losacontecimientos pblicos forman parte del entramado de nuestras vidas. Noslo sirven como punto de referencia de nuestra vida privada, sino que handado forma a nuestra experiencia vital, tanto privada como pblica. Para elautor del presente libro, el 30 de enero de 1933 no es una fecha arbitraria enla que Hitler accedi al cargo de canciller de Alemania, sino una tarde deinvierno en Berln en que un joven de quince aos, acompaado de su herma-na pequea, recorra el camino que le conduca desde su escuela, en Wilmers-dorf, hacia su casa, en Halensee, y que en un punto cualquiera del trayectoley el titular de la noticia. Todava lo veo como en un sueo.Pero no slo en el caso de un historiador anciano el pasado es parte desu presente permanente. En efecto, en una gran parte del planeta, todos losque superan una cierta edad, sean cuales fueren sus circunstancias persona-les y su trayectoria vital, han pasado por las mismas experiencias crucialesque, hasta cierto punto, nos han marcado a todos de la misma forma. Elmundo que se desintegr a finales de los aos ochenta era aquel que habacobrado forma bajo el impacto de la revolucin rusa de 1917. Ese mundonos ha marcado a todos, por ejemplo, en la medida en que nos acostumbra-mos a concebir la economa industrial moderna en funcin de opuestosbinarios, capitalismo y socialismo, como alternativas mutuamente ex-cluyentes. El segundo de esos trminos identificaba las economas orga-nizadas segn el modelo de la URSS y el primero designaba a todas lasdems. Debera quedar claro ahora que se trataba de un subterfugio arbitra-rio y hasta cierto punto artificial, que slo puede entenderse en un contextohistrico determinado. Y, sin embargo, aun ahora es difcil pensar, ni siquie-ra de forma retrospectiva, en otros principios de clasificacin ms realistasque aquellos que situaban en un mismo bloque a los Estados Unidos, Japn,Suecia, Brasil, la Repblica Federal de Alemania y Corea del Sur, as comoa las economas y sistemas estatales de la regin sovitica que se derrumbal acabar los aos ochenta en el mismo conjunto que las del este y suresteasitico, que no compartieron ese destino.Una vez ms hay que decir que incluso el mundo que ha sobrevivido unavez concluida la revolucin de octubre es un mundo cuyas instituciones yprincipios bsicos cobraron forma por obra de quienes se alinearon en el ban-do de los vencedores en la segunda guerra mundial. Los elementos del bandoperdedor o vinculados a ellos no slo fueron silenciados, sino prcticamenteborrados de la historia y de la vida intelectual, salvo en su papel de enemi-go en el drama moral universal que enfrenta al bien con el mal. (Posible-mente, lo mismo les est ocurriendo a los perdedores de la guerra fra de lasegunda mitad del siglo, aunque no en el mismo grado ni durante tanto tiem-po.) Esta es una de las consecuencias negativas de vivir en un siglo de guerras 12. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX15de religin, cuyo rasgo principal es la intolerancia. Incluso quienes anuncia-ban el pluralismo inherente a su ausencia de ideologa consideraban que elmundo no era lo suficientemente grande para permitir la coexistencia perma-nente con las religiones seculares rivales. Los enfrentamientos religiosos oideolgicos, como los que se han sucedido ininterrumpidamente durante elpresente siglo, erigen barreras en el camino del historiador, cuya labor funda-mental no es juzgar sino comprender incluso lo que resulta ms difcil deaprehender. Pero lo que dificulta la comprensin no son slo nuestras apasio-nadas convicciones, sino la experiencia histrica que les ha dado forma.Aqullas son ms fciles de superar, pues no existe un tomo de verdad en latpica, pero errnea, expresin francesa tout comprendre c est tout pardonner(comprenderlo todo es perdonarlo todo). Comprender la poca nazi en la his-toria de Alemania y encajarla en su contexto histrico no significa perdonar elgenocidio. En cualquier caso, no parece probable que quien haya vividodurante este siglo extraordinario pueda abstenerse de expresar un juicio. Ladificultad estriba en comprender.IICmo hay que explicar el siglo xx corto, es decir, los aos transcurridosdesde el estallido de la primera guerra mundial hasta el hundimiento de laURSS, que, como podemos apreciar retrospectivamente, constituyen un pero-do histrico coherente que acaba de concluir? Ignoramos qu ocurrir a con-tinuacin y cmo ser el tercer milenio, pero sabemos con certeza que serel siglo xx el que le habr dado forma. Sin embargo, es indudable que enlos aos finales de la dcada de 1980 y en los primeros de la de 1990 termi-n una poca de la historia del mundo para comenzar otra nueva. Esa es lainformacin esencial para los historiadores del siglo, pues aun cuando pue-den especular sobre el futuro a tenor de su comprensin del pasado, su tareano es la misma que la del que pronostica el resultado de las carreras de caba-llos. Las nicas carreras que debe describir y analizar son aquellas cuyoresultado de victoria o de derrota es conocido. De cualquier manera, elxito de los pronosticadores de los ltimos treinta o cuarenta aos, con inde-pendencia de sus aptitudes profesionales como profetas, ha sido tan especta-cularmente bajo que slo los gobiernos y los institutos de investigacin eco-nmica siguen confiando en ellos, o aparentan hacerlo. Es probable inclusoque su ndice de fracasos haya aumentado desde la segunda guerra mundial.En este libro, el siglo xx aparece estructurado como un trptico. A unapoca de catstrofes, que se extiende desde 1914 hasta el fin de la segundaguerra mundial, sigui un perodo de 25 o 30 aos de extraordinario creci-miento econmico y transformacin social, que probablemente transformla sociedad humana ms profundamente que cualquier otro perodo de dura-cin similar. Retrospectivamente puede ser considerado como una especiede edad de oro, y de hecho as fue calificado apenas concluido, a comienzos 13. 16 HISTORIA DEL SIGLO XXde los aos setenta. La ltima parte del siglo fue una nueva era de descom-posicin, incertidumbre y crisis y, para vastas zonas del mundo como fri-ca, la ex Unin Sovitica y los antiguos pases socialistas de Europa, decatstrofes. Cuando el decenio de 1980 dio paso al de 1990, quienes refle-xionaban sobre el pasado y el futuro del siglo lo hacan desde una perspec-tiva fin de sicle cada vez ms sombra. Desde la posicin ventajosa de losaos noventa, puede concluirse que el siglo xx conoci una fugaz edad deoro, en el camino de una a otra crisis, hacia un futuro desconocido y pro-blemtico, pero no inevitablemente apocalptico. No obstante, como tal vezdeseen recordar los historiadores a quienes se embarcan en especulacionesmetafsicas sobre el fin de la historia, existe el futuro. La nica generali-zacin absolutamente segura sobre la historia es que perdurar en tanto encuanto exista la raza humana. El contenido de este libro se ha estructurado de acuerdo con los conceptosque se acaban de exponer. Comienza con la primera guerra mundial, que mar-c el derrumbe de la civilizacin (occidental) del siglo xix. Esa civilizacinera capitalista desde el punto de vista econmico, liberal en su estructura jur-dica y constitucional, burguesa por la imagen de su clase hegemnica carac-terstica y brillante por los adelantos alcanzados en el mbito de la ciencia, elconocimiento y la educacin, as como del progreso material y moral. Ade-ms, estaba profundamente convencida de la posicin central de Europa, cunade las revoluciones cientfica, artstica, poltica e industrial, cuya economahaba extendido su influencia sobre una gran parte del mundo, que sus ejrci-tos haban conquistado y subyugado, cuya poblacin haba crecido hastaconstituir una tercera parte de la raza humana (incluida la poderosa y crecientecorriente de emigrantes europeos y sus descendientes), y cuyos principalesestados constituan el sistema de la poltica mundial.1Los decenios transcurridos desde el comienzo de la primera guerra mun-dial hasta la conclusin de la segunda fueron una poca de catstrofes paraesta sociedad, que durante cuarenta aos sufri una serie de desastres sucesi-vos. Hubo momentos en que incluso los conservadores inteligentes nohabran apostado por su supervivencia. Sus cimientos fueron quebrantadospor dos guerras mundiales, a las que siguieron dos oleadas de rebelin yrevolucin generalizadas, que situaron en el poder a un sistema que reclama-ba ser la alternativa, predestinada histricamente, a la sociedad burguesa ycapitalista, primero en una sexta parte de la superficie del mundo y, tras lasegunda guerra mundial, abarcaba a ms de una tercera parte de la poblacin1. He intentado describir y explicar el auge de esta civilizacin en una historia, en tresvolmenes, del siglo xix largo (desde la dcada de 1780 hasta 1914). y he intentado analizarlas razones de su hundimiento. En el presente libro se hace referencia a esos trabajos. The Ageof Revolution, I789-1H4H, The Age of Capital. 1848-1875 y The Age of Empire 1875-1914,cuando lo considero necesario. (Hay trad, cast.: Las revoluciones burguesas. Labor, Barcelona,1987", reeditada en 1991 por la misma editorial con el ttulo La era de la revolucin; La eradel capitalismo. Labor, Barcelona, 1989; La era del imperio. Labor. Barcelona, 1990; los tresttulos sern nuevamente editados por Crtica a partir de 1996.) 14. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX 17del planeta. Los grandes imperios coloniales que se haban formado antes ydurante la era del imperio se derrumbaron y quedaron reducidos a cenizas.La historia del imperialismo moderno, tan firme y tan seguro de s mismo a lamuerte de la reina Victoria de Gran Bretaa, no haba durado ms que el lapsode una vida humana (por ejemplo, la de Winston Churchill, 1874-1965).Pero no fueron esos los nicos males. En efecto, se desencaden una cri- sis econmica mundial de una profundidad sin precedentes que sacudi incluso los cimientos de las ms slidas economas capitalistas y que pareci que podra poner fin a la economa mundial global, cuya creacin haba sido un logro del capitalismo liberal del siglo xix. Incluso los Estados Unidos, que no haban sido afectados por la guerra y la revolucin, parecan al borde del colapso. Mientras la economa se tambaleaba, las instituciones de la democracia liberal desaparecieron prcticamente entre 1917 y 1942, excepto en una pequea franja de Europa y en algunas partes de Amrica del Norte y de Australasia, como consecuencia del avance del fascismo y de sus movi- mientos y regmenes autoritarios satlites.Slo la alianza inslita y temporal del capitalismo liberal y el comu-nismo para hacer frente a ese desafo permiti salvar la democracia, pues lavictoria sobre la Alemania de Hitler fue esencialmente obra (no podra habersido de otro modo) del ejrcito rojo. Desde una multiplicidad de puntos devista, este perodo de alianza entre el capitalismo y el comunismo contra elfascismo fundamentalmente las dcadas de 1930 y 1940 es el momentodecisivo en la historia del siglo xx. En muchos sentidos es un proceso para-djico, pues durante la mayor parte del siglo excepto en el breve perodode antifascismo las relaciones entre el capitalismo y el comunismo secaracterizaron por un antagonismo irreconciliable. La victoria de la UninSovitica sobre Hitler fue el gran logro del rgimen instalado en aquel paspor la revolucin de octubre, como se desprende de la comparacin entre losresultados de la economa de la Rusia zarista en la primera guerra mundial yde la economa sovitica en la segunda (Gatrell y Harrison, 1993). Probable-mente, de no haberse producido esa victoria, el mundo occidental (excluidoslos Estados Unidos) no consistira en distintas modalidades de rgimen par-lamentario liberal sino en diversas variantes de rgimen autoritario y fascis-,ta. Una de las ironas que nos depara este extrao siglo es que el resultadoms perdurable de la revolucin de octubre, cuyo objetivo era acabar con elcapitalismo a escala planetaria, fuera el de haber salvado a su enemigo ac-rrimo, tanto en la guerra como en la paz, al proporcionarle el incentivo eltemor para reformarse desde dentro al terminar la segunda guerra mundialy al dar difusin al concepto de planificacin econmica, suministrando almismo tiempo algunos de los procedimientos necesarios para su reforma. Ahora bien, una vez que el capitalismo liberal haba conseguido sobrevi- vir a duras penas al triple reto de la Depresin, el fascismo y la guerra, pareca tener que hacer frente todava al avance global de la revolucin, cuyas m fuerzas podan agruparse en torno a la URSS, que haba emergido de la segunda guerra mundial como una superpotencia. 15. 18 HISTORIA DEL SIGLO XXSin embargo, como se puede apreciar ahora de forma retrospectiva, la fuer-za del desafo planetario que el socialismo planteaba al capitalismo radicaba enla debilidad de su oponente. Sin el hundimiento de la sociedad burguesa deci-monnica durante la era de las catstrofes no habra habido revolucin de octu-bre ni habra existido la URSS. El sistema econmico improvisado en elncleo euroasitico rural arruinado del antiguo imperio zarista, al que se dioel nombre de socialismo, no se habra considerado nadie lo habra hechocomo una alternativa viable a la economa capitalista, a escala mundial. Fue laGran Depresin de la dcada de 1930 la que hizo parecer que poda ser as, dela misma manera que el fascismo convirti a la URSS en instrumento indis-pensable de la derrota de Hitler y, por tanto, en una de las dos superpotenciascuyos enfrentamientos dominaron y llenaron de terror la segunda mitad delsiglo xx, pero que al mismo tiempo como tambin ahora es posible cole-gir estabiliz en muchos aspectos su estructura poltica. De no haber ocurri-do todo ello, la URSS no se habra visto durante quince aos, a mediados desiglo, al frente de un bando socialista que abarcaba a la tercera parte de laraza humana, y de una economa que durante un fugaz momento pareci capazde superar el crecimiento econmico capitalista.El principal interrogante al que deben dar respuesta los historiadores delsiglo xx es cmo y por qu tras la segunda guerra mundial el capitalismo ini-ci para sorpresa de todos la edad de oro, sin precedentes y tal vez an-mala, de 1947-1973. No existe todava una respuesta que tenga un consensogeneral y tampoco yo puedo aportarla. Probablemente, para hacer un anlisisms convincente habr que esperar hasta que pueda apreciarse en su justaperspectiva toda la onda larga de la segunda mitad del siglo xx. Aunquepueda verse ya la edad de oro como un perodo definido, los decenios de cri-sis que ha conocido el mundo desde entonces no han concluido todava cuan-do se escriben estas lneas. Ahora bien, lo que ya se puede evaluar con todacerteza es la escala y el impacto extraordinarios de la transformacin econ-mica, social y cultural que se produjo en esos aos: la mayor, la ms rpiday la ms decisiva desde que existe el registro histrico. En la segunda partede este libro se analizan algunos aspectos de ese fenmeno. Probablemente,quienes durante el tercer milenio escriban la historia del siglo xx considera-rn que ese perodo fue el de mayor trascendencia histrica de la centuria,porque en l se registraron una serie de cambios profundos e irreversiblespara la vida humana en todo el planeta. Adems, esas transformaciones anno han concluido. Los periodistas y filsofos que vieron el fin de la his-toria en la cada del imperio sovitico erraron en su apreciacin. Ms justi-ficada estara la afirmacin de que el tercer cuarto de siglo seal el fin desiete u ocho milenios de historia humana que haban comenzado con la apa-ricin de la agricultura durante el Paleoltico, aunque slo fuera porque ter-min la larga era en que la inmensa mayora de la raza humana se sustentabapracticando la agricultura y la ganadera.En cambio, al enfrentamiento entre el capitalismo y el socialismo,con o sin la intervencin de estados y gobiernos como los Estados Unidos y 16. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX 19la URSS en representacin del uno o del otro, se le atribuir probablementeun inters histrico ms limitado, comparable, en definitiva, al de las guerrasde religin de los siglos xvi y XVII o a las cruzadas. Sin duda, para quieneshan vivido durante una parte del siglo xx, se trata de acontecimientos de granimportancia, y as son tratados en este libro, que ha sido escrito por un autordel siglo xx y para lectores del siglo xx. Las revoluciones sociales, la guerrafra, la naturaleza, los lmites y los defectos fatales del socialismo realmenteexistente, as como su derrumbe, son analizados de forma pormenorizada.Sin embargo, es importante recordar que la repercusin ms importante yduradera de los regmenes inspirados por la revolucin de octubre fue la dehaber acelerado poderosamente la modernizacin de pases agrarios atrasados.Sus logros principales en este contexto coincidieron con la edad de oro delcapitalismo. No es este el lugar adecuado para examinar hasta qu punto lasestrategias opuestas para enterrar el mundo de nuestros antepasados fueronefectivas o se aplicaron conscientemente. Como veremos, hasta el inicio delos aos sesenta parecan dos fuerzas igualadas, afirmacin que puedeparecer ridicula a la luz del hundimiento del socialismo sovitico, aunque unprimer ministro britnico que conversaba con un presidente norteamericanovea todava a la URSS como un estado cuya boyante economa ... prontosuperar a la sociedad capitalista en la carrera por la riqueza material (Hor-ne, 1989, p. 303). Sin embargo, el aspecto que cabe destacar es que, en ladcada de 1980, la Bulgaria socialista y el Ecuador no socialista tenan mspuntos en comn que en 1939. Aunque el hundimiento del socialismo sovitico y sus consecuencias, trascendentales y an incalculables, pero bsicamente negativas fue el acontecimiento ms destacado en los decenios de crisis que siguieron a la edad de oro, seran estos unos decenios de crisis universal o mundial. La cri- sis afect a las diferentes partes del mundo en formas y grados distintos, pero afect a todas ellas, con independencia de sus configuraciones polticas, sociales y econmicas, porque la edad de oro haba creado, por primera vez en la historia, una economa mundial universal cada vez ms integrada cuyo funcionamiento trascenda las fronteras estatales y, por tanto, cada vez ms tambin, las fronteras de las ideologas estatales. Por consiguiente, resultaron debilitadas las ideas aceptadas de las instituciones de todos los regmenes y sistemas. Inicialmente, los problemas de los aos setenta se vieron slo como una pausa temporal en el gran salto adelante de la economa mundial y los pases de todos los sistemas econmicos y polticos trataron de aplicar solu- ciones temporales. Pero gradualmente se hizo patente que haba comenzado un perodo de dificultades duraderas y los pases capitalistas buscaron solu- ciones radicales, en muchos casos atenindose a los principios enunciados por los telogos seculares del mercado libre sin restriccin alguna, que rechazaban las polticas que haban dado tan buenos resultados a la economa mundial durante la edad de oro pero que ahora parecan no servir. Pero los defensores a ultranza del laissezfaire no tuvieron ms xito que los dems. En el decenio de 1980 y los primeros aos del de 1990, el mundo capitalista 17. 20 HISTORIA DEL SIGLO XXcomenz de nuevo a tambalearse abrumado por los mismos problemas delperodo de entreguerras que la edad de oro pareca haber superado: el desem-pleo masivo, graves depresiones cclicas y el enfrentamiento cada vez msencarnizado entre los mendigos sin hogar y las clases acomodadas, entre losingresos limitados del estado y un gasto pblico sin lmite. Los pases socia-listas, con unas economas dbiles y vulnerables, se vieron abocados a unaruptura tan radical, o ms, con el pasado y, ahora lo sabemos, al hundimiento.Ese hundimiento puede marcar el fin del siglo xx corto, de igual forma que laprimera guerra mundial seala su comienzo. En este punto se interrumpe micrnica histrica. Concluye como corresponde a cualquier libro escrito al comenzar ladcada de 1990 con una mirada hacia la oscuridad. El derrumbamiento deuna parte del mundo revel el malestar existente en el resto. Cuando los aosochenta dejaron paso a los noventa se hizo patente que la crisis mundial noera slo general en la esfera econmica, sino tambin en el mbito de la pol-tica. El colapso de los regmenes comunistas entre Istria y Vladivostok noslo dej tras de s una ingente zona dominada por la incertidumbre poltica,la inestabilidad, el caos y la guerra civil, sino que destruy el sistema inter-nacional que haba estabilizado las relaciones internacionales durante cua-renta aos y revel, al mismo tiempo, la precariedad de los sistemas polticosnacionales que se sustentaban en esa estabilidad. Las tensiones generadas porlos problemas econmicos socavaron los sistemas polticos de la democracialiberal, parlamentarios o presidencialistas, que tan bien haban funcionado enlos pases capitalistas desarrollados desde la segunda guerra mundial. Perosocavaron tambin los sistemas polticos existentes en el tercer mundo. Lasmismas unidades polticas fundamentales, los estados-nacin territoriales,soberanos e independientes, incluso los ms antiguos y estables, resultarondesgarrados por las fuerzas de la economa supranacional o transnacionaly por las fuerzas infranacionales de las regiones y grupos tnicos secesio-nistas. Algunos de ellos tal es la irona de la historia reclamaron la con-dicin ya obsoleta e irreal de estados-nacin soberanos en miniatura.El futuro de la poltica era oscuro, pero su crisis al finalizar el siglo xx erapatente.Ms evidente an que las incertidumbres de la economa y la polticamundial era la crisis social y moral, que reflejaba las convulsiones del pero-do posterior a 1950, que encontraron tambin amplia y confusa expresin enesos decenios de crisis. Era la crisis de las creencias y principios en los quese haba basado la sociedad desde que a comienzos del siglo xvm las mentesmodernas vencieran la clebre batalla que libraron con los antiguos, una cri-sis de los principios racionalistas y humanistas que compartan el capitalismoliberal y el comunismo y que haban hecho posible su breve pero decisivaalianza contra el fascismo que los rechazaba. Un observador alemn de talanteconservador, Michael Stiirmer, seal acertadamente en 1993 que lo queestaba en juego eran las creencias comunes del Este y el Oeste: 18. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX 21 Existe un extrao paralelismo entre el Este y el Oeste. En el Este, la doc-trina del estado insista en que la humanidad era duea de su destino. Sinembargo, incluso nosotros creamos en una versin menos oficial y menosextrema de esa misma mxima: la humanidad progresaba por la senda que lallevara a ser duea de sus destinos. La aspiracin a la omnipotencia ha desa-parecido por completo en el Este, pero slo relativamente entre nosotros. Sinembargo, unos y otros hemos naufragado (Bergedorfer 98, p. 95).paradjicamente, una poca que slo poda vanagloriarse de haber beneficia-do a la humanidad por el enorme progreso material conseguido gracias a laciencia y a la tecnologa, contempl en sus momentos postreros cmo esoselementos eran rechazados en Occidente por una parte importante de la opi-nin pblica y por algunos que se decan pensadores.Sin embargo, la crisis moral no era slo una crisis de los principios de lacivilizacin moderna, sino tambin de las estructuras histricas de las rela-ciones humanas que la sociedad moderna haba heredado del pasado pre-industrial y precapitalista y que, ahora podemos concluirlo, haban permitidosu funcionamiento. No era una crisis de una forma concreta de organizar lassociedades, sino de todas las formas posibles. Los extraos llamamientos enpro de una sociedad civil y de la comunidad, sin otros rasgos de identi-dad, procedan de unas generaciones perdidas y a la deriva. Se dejaron or enun momento en que esas palabras, que haban perdido su significado tradi-cional, eran slo palabras hueras. Slo quedaba un camino para definir laidentidad de grupo: definir a quienes no formaban parte del mismo.Para el poeta T. S. Eliot, esta es la forma en que termina el mundo: nocon una explosin, sino con un gemido. Al terminar el siglo xx corto seescucharon ambas cosas. IIIQu paralelismo puede establecerse entre el mundo de 1914 y el de losaos noventa? ste cuenta con cinco o seis mil millones de seres humanos,aproximadamente tres veces ms que al comenzar la primera guerra mundial,a pesar de que en el curso del siglo xx se ha dado muerte o se ha dejadomorir a un nmero ms elevado de seres humanos que en ningn otro pero-do de la historia. Una estimacin reciente cifra el nmero de muertes regis-trado durante la centuria en 187 millones de personas (Brzezinski, 1993), loque equivale a ms del 10 por 100 de la poblacin total del mundo en 1900.La mayor parte de los habitantes que pueblan el mundo en el decenio de1990 son ms altos y de mayor peso que sus padres, estn mejor alimentadosy viven muchos ms aos, aunque las catstrofes de los aos ochenta ynoventa en frica, Amrica Latina y la ex Unin Sovitica hacen que estosea difcil de creer. El mundo es incomparablemente ms rico de lo que lo hasido nunca por lo que respecta a su capacidad de producir bienes y servicios 19. 22 HISTORIA DEL SIGLO XXy por la infinita variedad de los mismos. De no haber sido as habra resulta-do imposible mantener una poblacin mundial varias veces ms numerosaque en cualquier otro perodo de la historia del mundo. Hasta el decenio de1980, la mayor parte de la gente viva mejor que sus padres y, en las econo-mas avanzadas, mejor de lo que nunca podran haber imaginado. Durantealgunas dcadas, a mediados del siglo, pareci incluso que se haba encon-trado la manera de distribuir entre los trabajadores de los pases ms ricos almenos una parte de tan enorme riqueza, con un cierto sentido de justicia,pero al terminar el siglo predomina de nuevo la desigualdad. sta se ha en-seoreado tambin de los antiguos pases socialistas, donde previamentereinaba una cierta igualdad en la pobreza. La humanidad es mucho ms ins-truida que en 1914. De hecho, probablemente por primera vez en la historiapuede darse el calificativo de alfabetizados, al menos en las estadsticas ofi-ciales, a la mayor parte de los seres humanos. Sin embargo, en los aos fina-les del siglo es mucho menos patente que en 1914 la trascendencia de eselogro, pues es enorme, y cada vez mayor, el abismo existente entre el mni-mo de competencia necesario para ser calificado oficialmente como alfabeti-zado (frecuentemente se traduce en un analfabetismo funcional) y el domi-nio de la lectura y la escritura que an se espera en niveles ms elevados deinstruccin. El mundo est dominado por una tecnologa revolucionaria que avanzasin cesar, basada en los progresos de la ciencia natural que, aunque ya se pre-vean en 1914, empezaron a alcanzarse mucho ms tarde. La consecuencia demayor alcance de esos progresos ha sido, tal vez, la revolucin de los siste-mas de transporte y comunicaciones, que prcticamente han eliminado eltiempo y la distancia. El mundo se ha transformado de tal forma que cadada, cada hora y en todos los hogares la poblacin comn dispone de msinformacin y oportunidades de esparcimiento de la que disponan los empe-radores en 1914. Esa tecnologa hace posible que personas separadas porocanos y continentes puedan conversar con slo pulsar unos botones y haeliminado las ventajas culturales de la ciudad sobre el campo. Cmo explicar, pues, que el siglo no concluya en un clima de triunfo,por ese progreso extraordinario e inigualable, sino de desasosiego? Por qu,como se constata en la introduccin de este captulo, las reflexiones de tan-tas mentes brillantes acerca del siglo estn teidas de insatisfaccin y de des-confianza hacia el futuro? No es slo porque ha sido el siglo ms mortferode la historia a causa de la envergadura, la frecuencia y duracin de los con-flictos blicos que lo han asolado sin interrupcin (excepto durante un breveperodo en los aos veinte), sino tambin por las catstrofes humanas, sinparangn posible, que ha causado, desde las mayores hambrunas de la histo-ria hasta el genocidio sistemtico. A diferencia del siglo xix largo, quepareci y que fue un perodo de progreso material, intelectual y moralcasi ininterrumpido, es decir, de mejora de las condiciones de la vida civili-zada, desde 1914 se ha registrado un marcado retroceso desde los niveles quese consideraban normales en los pases desarrollados y en las capas medias 20. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX23de la poblacin y que se crea que se estaban difundiendo hacia las regionesms atrasadas y los segmentos menos ilustrados de la poblacin.Como este siglo nos ha enseado que los seres humanos pueden aprendera vivir bajo las condiciones ms brutales y tericamente intolerables, no esfcil calibrar el alcance del retorno (que lamentablemente se est produciendoa ritmo acelerado) hacia lo que nuestros antepasados del siglo xrx habrancalificado como niveles de barbarie. Hemos olvidado que el viejo revolucio-nario Federico Engels se sinti horrorizado ante la explosin de una bombacolocada por los republicanos irlandeses en Westminster Hall, porque comoex soldado sostena que ello supona luchar no slo contra los combatientessino tambin contra la poblacin civil. Hemos olvidado que los pogroms dela Rusia zarista, que horrorizaron a la opinin mundial y llevaron al otro ladodel Atlntico a millones de judos rusos entre 1881 y 1914, fueron episodioscasi insignificantes si se comparan con las matanzas actuales: los muertos secontaban por decenas y no por centenares ni por millones. Hemos olvidadoque una convencin internacional estipul en una ocasin que las hostilida-des en la guerra no podan comenzar sin una advertencia previa y explcitaen forma de una declaracin razonada de guerra o de un ultimtum con unadeclaracin condicional de guerra, pues, en efecto, cul fue la ltima gue-rra que comenz con una tal declaracin explcita o implcita? Cul fue laltima guerra que concluy con un tratado formal de paz negociado entre losestados beligerantes? En el siglo xx, las guerras se han librado, cada vezms, contra la economa y la infraestructura de los estados y contra la pobla-cin civil. Desde la primera guerra mundial ha habido muchas ms bajasciviles que militares en todos los pases beligerantes, con la excepcin de losEstados Unidos. Cuntos de nosotros recuerdan que en 1914 todo el mundoaceptaba quela guerra civilizada, segn afirman los manuales, debe limitarse, en la medidade lo posible, a la desmembracin de las fuerzas armadas del enemigo; de otraforma, la guerra continuara hasta que uno de los bandos fuera exterminado.Con buen sentido ... esta prctica se ha convertido en costumbre en las nacio-nes de Europa. (Encyclopedia Britannica, XI ed., 1911, voz guerra.)No pasamos por alto el hecho de que la tortura o incluso el asesinato han lle-gado a ser un elemento normal en el sistema de seguridad de los estadosmodernos, pero probablemente no apreciamos hasta qu punto eso constituyeuna flagrante interrupcin del largo perodo de evolucin jurdica positiva,desde la primera abolicin oficial de la tortura en un pas occidental, en ladcada de 1780, hasta 1914.Y sin embargo, a la hora de hacer un balance histrico, no puede compa-rarse el mundo de finales del siglo xx con el que exista a comienzos delperodo. Es un mundo cualitativamente distinto, al menos en tres aspectos.En primer lugar, no es ya eurocntrico. A lo largo del siglo se ha produ-cido la decadencia y la cada de Europa, que al comenzar el siglo era todava 21. 24 HISTORIA DEL SIGLO XXel centro incuestionado del poder, la riqueza, la inteligencia y la civilizacinoccidental. Los europeos y sus descendientes han pasado de aproximada-mente 1/3 a 1/6, como mximo, de la humanidad. Son, por tanto, una mino-ra en disminucin que vive en unos pases con un nfimo, o nulo, ndice dereproduccin vegetativa y la mayor parte de los cuales con algunas nota-bles excepciones como la de los Estados Unidos (hasta el decenio de1990) se protegen de la presin de la inmigracin procedente de las zonasms pobres. Las industrias que Europa inici emigran a otros continentes ylos pases que en otro tiempo buscaban en Europa, al otro lado de los oca-nos, el punto de referencia, dirigen ahora su mirada hacia otras partes. Aus-tralia, Nueva Zelanda e incluso los Estados Unidos (pas biocenico) ven elfuturo en el Pacfico, si bien no es fcil decir qu significa eso exactamente. Las grandes potencias de 1914, todas ellas europeas, han desaparecido,como la URSS, heredera de la Rusia zarista, o han quedado reducidas a unamagnitud regional o provincial, tal vez con la excepcin de Alemania. Elmismo intento de crear una Comunidad Europea supranacional y de inven-tar un sentimiento de identidad europeo correspondiente a ese concepto, ensustitucin de las viejas lealtades a las naciones y estados histricos, demues-tra la profundidad del declive.Es acaso un cambio de autntica importancia, excepto para los histo-riadores polticos? Tal vez no, pues slo refleja alteraciones de escasa enver-gadura en la configuracin econmica, intelectual y cultural del mundo. Yaen 1914 los Estados Unidos eran la principal economa industrial y el princi-pal pionero, modelo y fuerza impulsora de la produccin y la cultura demasas que conquistara el mundo durante el siglo xx. Los Estados Unidos,pese a sus numerosas peculiaridades, son la prolongacin, en ultramar, deEuropa y se alinean junto al viejo continente para constituir la civilizacinoccidental. Sean cuales fueren sus perspectivas de futuro, lo que ven losEstados Unidos al dirigir la vista atrs en la dcada de 1990 es el siglo ame-ricano, una poca que ha contemplado su eclosin y su victoria. El conjun-to de los pases que protagonizaron la industrializacin del siglo xix siguesuponiendo, colectivamente, la mayor concentracin de riqueza y de podereconmico y cientfico-tecnolgico del mundo, y en el que la poblacin dis-fruta del ms elevado nivel de vida. En los aos finales del siglo eso com-pensa con creces la desindustrializacin y el desplazamiento de la produc-cin hacia otros continentes. Desde ese punto de vista, la impresin de unmundo eurocntrico u occidental en plena decadencia es superficial.La segunda transformacin es ms significativa. Entre 1914 y el comien-zo del decenio de 1990, el mundo ha avanzado notablemente en el caminoque ha de convertirlo en una nica unidad operativa, lo que era imposible en1914. De hecho, en muchos aspectos, particularmente en las cuestiones eco-nmicas, el mundo es ahora la principal unidad operativa y las antiguas uni-dades, como las economas nacionales, definidas por la poltica de losestados territoriales, han quedado reducidas a la condicin de complicacionesde las actividades transnacionales. Tal vez, los observadores de mediados del 22. VISTA PANORMICA DEL SIGLO XX25siglo xxi considerarn que el estadio alcanzado en 1990 en la construccinde la aldea global la expresin fue acuada en los aos sesenta (Mac-luhan, 1962) no es muy avanzado, pero lo cierto es que no slo se hantransformado ya algunas actividades econmicas y tcnicas, y el funciona-miento de la ciencia, sino tambin importantes aspectos de la vida privada,principalmente gracias a la inimaginable aceleracin de las comunicacionesy el transporte. Posiblemente, la caracterstica ms destacada de este perodofinal del siglo xx es la incapacidad de las instituciones pblicas y del com-portamiento colectivo de los seres humanos de estar a la altura de ese acele-rado proceso de mundializacin. Curiosamente, el comportamiento indivi-dual del ser humano ha tenido menos dificultades para adaptarse al mundo dela televisin por satlite, el correo electrnico, las vacaciones en las Seyche-lles y los trayectos transocenicos.La tercera transformacin, que es tambin la ms perturbadora en algu-nos aspectos, es la desintegracin de las antiguas pautas por las que se reganlas relaciones sociales entre los seres humanos y, con ella, la ruptura de losvnculos entre las generaciones, es decir, entre pasado y presente. Esto essobre todo evidente en los pases ms desarrollados del capitalismo occiden-tal, en los que han alcanzado una posicin preponderante los valores de unindividualismo asocial absoluto, tanto en la ideologa oficial como privada,aunque quienes los sustentan deploran con frecuencia sus consecuenciassociales. De cualquier forma, esas tendencias existen en todas partes, refor-zadas por la erosin de las sociedades y las religiones tradicionales y por ladestruccin, o autodestruccin, de las sociedades del socialismo real.Una sociedad de esas caractersticas, constituida por un conjunto de indi-viduos egocntricos completamente desconectados entre s y que persiguentan slo su propia gratificacin (ya se le denomine beneficio, placer o de otraforma), estuvo siempre implcita en la teora de la economa capitalista. Des-de la era de las revoluciones, observadores de muy diverso ropaje ideolgicoanunciaron la desintegracin de los vnculos sociales vigentes y siguieroncon atencin el desarrollo de ese proceso. Es bien conocido el reconocimien-to que se hace en el Manifiesto Comunista del papel revolucionario del capi-talismo (la burguesa ... ha destruido de manera implacable los numerososlazos feudales que ligaban al hombre con sus "superiores naturales" y ya noqueda otro nexo de unin entre los hombres que el mero inters personal).Sin embargo, la nueva y revolucionaria sociedad capitalista no ha funciona-do plenamente segn esos parmetros.En la prctica, la nueva sociedad no ha destruido completamente toda laherencia del pasado, sino que la ha adaptado de forma selectiva. No puedeverse un enigma sociolgico en el hecho de que la sociedad burguesa aspi-rara a introducir un individualismo radical en la economa y ... a poner finpara conseguirlo a todas las relaciones sociales tradicionales (cuando fueranecesario), y que al mismo tiempo temiera el individualismo experimentalradical en la cultura (o en el mbito del comportamiento y la moralidad)(Daniel Bell, 1976, p. 18). La forma ms eficaz de construir una economa 23. 26HISTORIA DEL SIGLO XXindustrial basada en la empresa privada era utilizar conceptos que nadatenan que ver con la lgica del libre mercado, por ejemplo, la tica protes-tante, la renuncia a la gratificacin inmediata, la tica del trabajo arduo y lasobligaciones para con la familia y la confianza en la misma, pero desde luegono el de la rebelin del individuo.Pero Marx y todos aquellos que profetizaron la desintegracin de los viejosvalores y relaciones sociales estaban en lo cierto. El capitalismo era una fuerzarevolucionaria permanente y continua. Lgicamente, acabara por desintegrarincluso aquellos aspectos del pasado precapitalista que le haba resultadoconveniente e incluso esencial conservar para su desarrollo. Terminarapor derribar al menos uno de los fundamentos en los que se sustentaba. Y estoes lo que est ocurriendo desde mediados del siglo. Bajo los efectos de laextraordinaria explosin econmica registrada durante la edad de oro y en losaos posteriores, con los consiguientes cambios sociales y culturales, larevolucin ms profunda ocurrida en la sociedad desde la Edad de Piedra,esos cimientos han comenzado a resquebrajarse. En las postrimeras de estacenturia ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cmo puede ser unmundo en el que el pasado ha perdido su funcin, incluido el pasado en elpresente, en el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos,individual y colectivamente, por el trayecto de la vida ya no reproducen elpaisaje en el que nos desplazamos y el ocano por el que navegamos. . Unmundo en el que no slo no sabemos adonde nos dirigimos, sino tampocoadonde deberamos dirigirnos. Esta es la situacin a la que debe adaptarse una parte de la humanidad en este fin de siglo y en el nuevo milenio. Sin embargo, es posible que para entonces se aprecie con mayor claridad hacia dnde se dirige la humanidad. Podemos volver la mirada atrs para contemplar el camino que nos ha con- ducido hasta aqu, y eso es lo que yo he intentado hacer en este libro. Igno- ramos cules sern los elementos que darn forma al futuro, aunque no he resistido la tentacin de reflexionar sobre alguno de los problemas que deja pendientes el perodo que acaba de concluir. Confiemos en que el futuro nos depare un mundo mejor, ms justo y ms viable. El viejo siglo no ha termi- nado bien. 24. Primera parteLA ERA DE LAS CATSTROFES 25. Captulo ILA POCA DE LA GUERRA TOTAL Hileras de rostros grisceos que murmuran, teidos de temor, abandonan sus trincheras, y salen a la superficie, mientras el reloj marca indiferente y si n cesar el tiempo en [sus muecas, y la esperanza, con ojos furtivos y puos cerrados, se sumerge en el fango. Oh Seor, haz que esto termine! SIEGFRIED SASSOON (1947, p. 7 1 ) A la vista de las afirmaciones sobre la barbarie de los ata- ques areos, tal vez se considere mejor guardar las apariencias formulando normas ms moderadas y limitando nominalmente los bombardeos a los objetivos estrictamente militares ... no hacer hincapi en la realidad de que la guerra area ha hecho que esas restricciones resulten obsoletas e imposibles. Puede pasar un tiempo hasta que se declare una nueva guerra y en ese lapso ser posible ensear a la opinin pblica lo que significa la fuer- za area.Rules as to Bombardment by Aircraft, 1921(Townshend, 1986, p. 161) (Sarajevo, 1946.) Aqu, como en Belgrado, veo en las calles un nmero importante de mujeres jvenes cuyo cabello est enca- neciendo o ya se ha vuelto gris. Sus rostros atormentados son an jvenes y las formas de sus cuerpos revelan an ms claramente su juventud. Me parece apreciaren las cabezas de estos seres fr- giles la huella de la ltima guerra ...No puedo conservar esta escena para el futuro, pues muy pronto esas cabezas sern an ms blancas y desaparecern. Es de lamentar, pues nada podra explicar ms claramente a las genera- 26. 30LA ERA DE LAS CATSTROFESciones futuras los tiempos que nos ha tocado vivir que estas jve-nes cabezas encanecidas, privadas ya de la despreocupacin de lajuventud.Que al menos estas breves palabras sirvan para perpetuar surecuerdo.Signs by the Roadside(Andric, 1992, p. 50)ILas lmparas se apagan en toda Europa dijo Edward Grey, ministrode Asuntos Exteriores de Gran Bretaa, mientras contemplaba las luces deWhitehall durante la noche en que Gran Bretaa y Alemania entraron en gue-rra en 1914. No volveremos a verlas encendidas antes de morir. Al mis-mo tiempo, el gran escritor satrico Karl Kraus se dispona en Viena a denun-ciar aquella guerra en un extraordinario reportaje-drama de 792 pginas alque titul Los ltimos das de la humanidad. Para ambos personajes la gue-rra mundial supona la liquidacin de un mundo y no eran slo ellos quienesas lo vean. No era el fin de la humanidad, aunque hubo momentos, durantelos 31 aos de conflicto mundial que van desde la declaracin austraca deguerra contra Serbia el 28 de julio de 1914 y la rendicin incondicional delJapn el 14 de agosto de 1945 cuatro das despus de que hiciera explo-sin la primera bomba nuclear, en los que pareci que podra desapareceruna gran parte de la raza humana. Sin duda hubo ocasiones para que el dios,o los dioses, que segn los creyentes haba creado el mundo y cuanto conte-na se lamentara de haberlo hecho.La humanidad sobrevivi, pero el gran edificio de la civilizacin deci-monnica se derrumb entre las llamas de la guerra al hundirse los pilaresque lo sustentaban. El siglo xx no puede concebirse disociado de la guerra,siempre presente aun en los momentos en los que no se escuchaba el sonidode las armas y las explosiones de las bombas. La crnica histrica del sigloy, ms concretamente, de sus momentos iniciales de derrumbamiento y cats-trofe, debe comenzar con el relato de los 31 aos de guerra mundial.Para quienes se haban hecho adultos antes de 1914, el contraste era tanbrutal que muchos de ellos, incluida la generacin de los padres de este histo-riador o, en cualquier caso, aquellos de sus miembros que vivan en la Europacentral, rechazaban cualquier continuidad con el pasado. Paz significabaantes de 1914, y cuanto vena despus de esa fecha no mereca ese nombre.Esa actitud era comprensible, ya que desde haca un siglo no se haba registradouna guerra importante, es decir, una guerra en la que hubieran participadotodas las grandes potencias, o la mayor parte de ellas. En ese momento, loscomponentes principales del escenario internacional eran las seis grandespotencias europeas (Gran Bretaa, Francia, Rusia, Austria-Hungra, Prusiadesde 1871 extendida a Alemania y, despus de la unificacin, Italia),Estados Unidos y Japn. Slo haba habido un breve conflicto en el que par- 27. LA POCA DE LA GUERRA TOTAL 31ticiparon ms de dos grandes potencias, la guerra de Crimea (1854-1856), queenfrent a Rusia con Gran Bretaa y Francia. Adems, la mayor parte de losconflictos en los que estaban involucradas algunas de las grandes potenciashaban concluido con una cierta rapidez. El ms largo de ellos no fue un con-flicto internacional sino una guerra civil en los Estados Unidos (1861-1865),y lo normal era que las guerras duraran meses o incluso (como la guerra entrePrusia y Austria de 1866) semanas. Entre 1871 y 1914 no hubo ningn con-flicto en Europa en el que los ejrcitos de las grandes potencias atravesaranuna frontera enemiga, aunque en el Extremo Oriente Japn se enfrent conRusia, a la que venci, en 1904-1905, en una guerra que aceler el estallidode la revolucin rusa.Anteriormente, nunca se haba producido una guerra mundial. En el si-glo XVIII, Francia y Gran Bretaa se haban enfrentado en diversas ocasionesen la India, en Europa, en Amrica del Norte y en los diversos ocanos delmundo. Sin embargo, entre 1815 y 1914 ninguna gran potencia se enfrent aotra ms all de su regin de influencia inmediata, aunque es verdad que eranfrecuentes las expediciones agresivas de las potencias imperialistas, o deaquellos pases que aspiraban a serlo, contra enemigos ms dbiles de ultra-mar. La mayor parte de ellas eran enfrentamientos desiguales, como las gue-rras de los Estados Unidos contra Mxico (1846-1848) y Espaa (1898) y lassucesivas campaas de ampliacin de los imperios coloniales britnico yfrancs, aunque en alguna ocasin no salieron bien librados, como cuandolos franceses tuvieron que retirarse de Mxico en la dcada de 1860 y los ita-lianos de Etiopa en 1896. Incluso los ms firmes oponentes de los estadosmodernos, cuya superioridad en la tecnologa de la muerte era cada vez msabrumadora, slo podan esperar, en el mejor de los casos, retrasar la inevi-table retirada. Esos conflictos exticos sirvieron de argumento para las nove-las de aventuras o los reportajes que escriba el corresponsal de guerra (eseinvento de mediados del siglo xix), pero no repercutan directamente en lapoblacin de los estados que los libraban y vencan.Pues bien, todo eso cambi en 1914. En la primera guerra mundial par-ticiparon todas las grandes potencias y todos los estados europeos exceptoEspaa, los Pases Bajos, los tres pases escandinavos y Suiza. Adems,diversos pases de ultramar enviaron tropas, en muchos casos por primeravez, a luchar fuera de su regin. As, los canadienses lucharon en Francia, losaustralianos y neozelandeses forjaron su conciencia nacional en una pennsuladel Egeo Gallpoli se convirti en su mito nacional y, lo que es anms importante, los Estados Unidos desatendieron la advertencia de GeorgeWashington de no dejarse involucrar en los problemas europeos y traslada-ron sus ejrcitos a Europa, condicionando con esa decisin la trayectoria his-trica del siglo xx. Los indios fueron enviados a Europa y al Prximo Orien-te, batallones de trabajo chinos viajaron a Occidente y hubo africanos quesirvieron en el ejrcito francs. Aunque la actividad militar fuera de Europafue escasa, excepto en el Prximo Oriente, tambin la guerra naval adquiriuna dimensin mundial: la primera batalla se dirimi en 1914 cerca de las 28. 32 LA ERA DE LAS CATSTROFES islas Malvinas y las campaas decisivas, que enfrentaron a submarinos ale- manes con convoyes aliados, se desarrollaron en el Atlntico norte y medio. Que la segunda guerra mundial fue un conflicto literalmente mundial esun hecho que no necesita ser demostrado. Prcticamente todos los estadosindependientes del mundo se vieron involucrados en la contienda, volunta-ria o involuntariamente, aunque la participacin de las repblicas de Amri-ca Latina fue ms bien de carcter nominal. En cuanto a las colonias de laspotencias imperiales, no tenan posibilidad de eleccin. Salvo la futura rep-blica de Irlanda, Suecia, Suiza, Portugal, Turqua y Espaa en Europa y, talvez, Afganistn fuera de ella, prcticamente el mundo entero era beligeran-te o haba sido ocupado (o ambas cosas). En cuanto al escenario de las bata-llas, los nombres de las islas melansicas y de los emplazamientos del nortede frica, Birmania y Filipinas comenzaron a ser para los lectores deperidicos y los radioyentes no hay que olvidar que fue por excelencia laguerra de los boletines de noticias radiofnicas tan familiares como losnombres de las batallas del rtico y el Cucaso, de Normanda, Stalingradoy Kursk. La segunda guerra mundial fue una leccin de geografa universal. Ya fueran locales, regionales o mundiales, las guerras del siglo xx ten-dran una dimensin infinitamente mayor que los conflictos anteriores. De untotal de 74 guerras internacionales ocurridas entre 1816 y 1965 que una seriede especialistas de Estados Unidos a quienes les gusta hacer ese tipo de co-sas han ordenado por el nmero de muertos que causaron, las que ocupan loscuatro primeros lugares de la lista se han registrado en el siglo xx: las dos gue-rras mundiales, la que enfrent a los japoneses con China en 1937-1939 y laguerra de Corea. Ms de un milln de personas murieron en el campo de batallaen el curso de estos conflictos. En el siglo xix, la guerra internacional docu-mentada de mayor envergadura del perodo posnapolenico, la que enfrent aPrusia/Alemania con Francia en 1870-1871, arroj un saldo de 150.000 muer-tos, cifra comparable al nmero de muertos de la guerra del Chaco de 1932-1935 entre Bolivia (con una poblacin de unos tres millones de habitantes) yParaguay (con 1,4 millones de habitantes aproximadamente). En conclusin,1914 inaugura la era de las matanzas (Singer, 1972, pp. 66 y 131). No hay espacio en este libro para analizar los orgenes de la primera gue-rra mundial, que este autor ha intentado esbozar en La era del imperio.Comenz como una guerra esencialmente europea entre la Triple Alianza,constituida por Francia, Gran Bretaa y Rusia, y las llamadas potenciascentrales (Alemania y Austria-Hungra). Serbia y Blgica se incorporaroninmediatamente al conflicto como consecuencia del ataque austraco contrala primera (que, de hecho, desencaden el inicio de las hostilidades) y delataque alemn contra la segunda (que era parte de la estrategia de guerra ale-mana). Turqua y Bulgaria se alinearon poco despus junto a las potenciascentrales, mientras que en el otro bando la Triple Alianza dej paso gradual-mente a una gran coalicin. Se compr la participacin de Italia y tambintomaron parte en el conflicto Grecia, Rumania y, en menor medida, Portugal.Como caba esperar, Japn intervino casi de forma inmediata para ocupar 29. LA POCA DE LA GUERRA TOTAL33posiciones alemanas en el Extremo Oriente y el Pacfico occidental, perolimit sus actividades a esa regin. Los Estados Unidos entraron en la guerraen 1917 y su intervencin iba a resultar decisiva.Los alemanes, como ocurrira tambin en la segunda guerra mundial, seencontraron con una posible guerra en dos frentes, adems del de los Balca-nes al que les haba arrastrado su alianza con Austria-Hungra. (Sin embargo,el hecho de que tres de las cuatro potencias centrales pertenecieran a esaregin Turqua, Bulgaria y Austria haca que el problema estratgicoque planteaba fuera menos urgente.) El plan alemn consista en aplastarrpidamente a Francia en el oeste y luego actuar con la misma rapidez en eleste para eliminar a Rusia antes de que el imperio del zar pudiera organizarcon eficacia todos sus ingentes efectivos militares. Al igual que ocurriraposteriormente, la idea de Alemania era llevar a cabo una campaa relmpa-go (que en la segunda guerra mundial se conocera con el nombre de Blitz-krieg) porque no poda actuar de otra manera. El plan estuvo a punto de versecoronado por el xito. El ejrcito alemn penetr en Francia por diversasrutas, atravesando entre otros el territorio de la Blgica neutral, y slo fuedetenido a algunos kilmetros al este de Pars, en el ro Marne, cinco o seissemanas despus de que se hubieran declarado las hostilidades. (El plantriunfara en 1940.) A continuacin, se retiraron ligeramente y ambos bandoslos franceses apoyados por lo que quedaba de los belgas y por un ejrcitode tierra britnico que muy pronto adquiri ingentes proporciones impro-visaron lneas paralelas de trincheras y fortificaciones defensivas que seextendan sin solucin de continuidad desde la costa del canal de la Manchaen Flandes hasta la frontera suiza, dejando en manos de los alemanes unaextensa zona de la parte oriental de Francia y Blgica. Las posiciones apenasse modificaron durante los tres aos y medio siguientes.Ese era el frente occidental, que se convirti probablemente en lamaquinaria ms mortfera que haba conocido hasta entonces la historia delarte de la guerra. Millones de hombres se enfrentaban desde los parapetos delas trincheras formadas por sacos de arena, bajo los que vivan como ratas ypiojos (y con ellos). De vez en cuando, sus generales intentaban poner fin aesa situacin de parlisis. Durante das, o incluso semanas, la artillera reali-zaba un bombardeo incesante un escritor alemn hablara ms tarde de loshuracanes de acero (Ernst Jiinger, 1921) para ablandar al enemigo yobligarle a protegerse en los refugios subterrneos hasta que en el momentooportuno oleadas de soldados saltaban por encima del parapeto, protegidopor alambre de espino, hacia la tierra de nadie, un caos de crteres de obu-ses anegados, troncos de rboles cados, barro y cadveres abandonados, paralanzarse hacia las ametralladoras que, como ya saban, iban a segar sus vidas.En 1916 (febrero-julio) los alemanes intentaron sin xito romper la lneadefensiva en Verdn, en una batalla en la que se enfrentaron dos millones desoldados y en la que hubo un milln de bajas. La ofensiva britnica en elSomme, cuyo objetivo era obligar a los alemanes a desistir de la ofensiva enVerdn, cost a Gran Bretaa 420.000 muertos (60.000 slo el primer da de 30. 34LA ERA DE LAS CATSTROFESla batalla). No es sorprendente que para los britnicos y los franceses, quelucharon durante la mayor parte de la,primera guerra mundial en el frenteoccidental, aquella fuera la gran guerra, ms terrible y traumtica que lasegunda guerra mundial. Los franceses perdieron casi el 20 por 100 de sushombres en edad militar, y si se incluye a los prisioneros de guerra, los heri-dos y los invlidos permanentes y desfigurados los gueules casss (caraspartidas) que al acabar las hostilidades seran un vivido recuerdo de la gue-rra, slo algo ms de un tercio de los soldados franceses salieron indemnesdel conflicto. Esa misma proporcin puede aplicarse a los cinco millonesde soldados britnicos. Gran Bretaa perdi una generacin, medio milln dehombres que no haban cumplido an los treinta aos (Winter, 1986, p. 83), ensu mayor parte de las capas altas, cuyos jvenes, obligados a dar ejemploen su condicin de oficiales, avanzaban al frente de sus hombres y eran, portanto, los primeros en caer. Una cuarta parte de los alumnos de Oxford yCambridge de menos de 25 aos que sirvieron en el ejrcito britnico en1914 perdieron la vida (Winter, 1986, p. 98). En las filas alemanas, el nmerode muertos fue mayor an que en el ejrcito francs, aunque fue inferior laproporcin de bajas en el grupo de poblacin en edad militar, mucho msnumeroso (el 13 por 100). Incluso las prdidas aparentemente modestas delos Estados Unidos (116.000, frente a 1,6 millones de franceses, casi 800.000britnicos y 1,8 millones de alemanes) ponen de relieve el carcter sanguinariodel frente occidental, el nico en que lucharon. En efecto, aunque en la segundaguerra mundial el nmero de bajas estadounidenses fue de 2,5 a 3 vecesmayor que en la primera, en 1917-1918 los ejrcitos norteamericanos slolucharon durante un ao y medio (tres aos y medio en la segunda guerra mun-dial) y no en diversos frentes sino en una zona limitada.Pero peor an que los horrores de la guerra en el frente occidental iban aser sus consecuencias. La experiencia contribuy a brutalizar la guerra y lapoltica, pues si en la guerra no importaban la prdida de vidas humanas yotros costes, por qu deban importar en la poltica? Al terminar la primeraguerra mundial, la mayor parte de los que haban participado en ella en suinmensa mayora como reclutados forzosos odiaban sinceramente la gue-rra. Sin embargo, algunos veteranos que haban vivido la experiencia de lamuerte y el valor sin rebelarse contra la guerra desarrollaron un sentimientode indomable superioridad, especialmente con respecto a las mujeres y a losque no haban luchado, que definira la actitud de los grupos ultraderechistasde posguerra. Adolf Hitler fue uno de aquellos hombres para quienes la expe-riencia de haber sido un Frontsoldat fue decisiva en sus vidas. Sin embargo,la reaccin opuesta tuvo tambin consecuencias negativas. Al terminar laguerra, los polticos, al menos en los pases democrticos, comprendieroncon toda claridad que los votantes no toleraran un bao de sangre como elde 1914-1918. Este principio determinara la estrategia de Gran Bretaa yFrancia despus de 1918, al igual que aos ms tarde inspirara la actitud delos Estados Unidos tras la guerra de Vietnam. A corto plazo, esta actitud con-tribuy a que en 1940 los alemanes triunfaran en la segunda guerra mundial 31. LA POCA DE LA GUERRA TOTAL35en el frente occidental, ante una Francia encogida detrs de sus vulnerablesfortificaciones e incapaz de luchar una vez que fueron derribadas, y ante unaGran Bretaa deseosa de evitar una guerra terrestre masiva como la quehaba diezmado su poblacin en 1914-1918. A largo plazo, los gobiernosdemocrticos no pudieron resistir la tentacin de salvar las vidas de sus ciu-dadanos mediante el desprecio absoluto de la vida de las personas de los pa-ses enemigos. La justificacin del lanzamiento de la bomba atmica sobreHiroshima y Nagasaki en 1945 no fue que era indispensable para conseguirla victoria, para entonces absolutamente segura, sino que era un medio desalvar vidas de soldados estadounidenses. Pero es posible que uno de losargumentos que indujo a los gobernantes de los Estados Unidos a adoptar ladecisin fuese el deseo de impedir que su aliado, la Unin Sovitica, recla-mara un botn importante tras la derrota de Japn.Mientras el frente occidental se suma en una parlisis sangrienta, la acti-vidad prosegua en el frente oriental. Los alemanes pulverizaron a unapequea fuerza invasora rusa en la batalla de Tannenberg en el primer mes dela guerra y a continuacin, con la ayuda intermitente de los austracos, expul-saron de Polonia a los ejrcitos rusos. Pese a las contraofensivas ocasionalesde estos ltimos, era patente que las potencias centrales dominaban la situa-cin y que, frente al avance alemn, Rusia se limitaba a una accin defensivaen retaguardia. En los Balcanes, el control de la situacin corresponda a laspotencias centrales, a pesar de que el inestable imperio de los Habsburgotuvo un comportamiento desigual en las acciones militares. Fueron los pasesbeligerantes locales, Serbia y Rumania, los que sufrieron un mayor porcentajede bajas militares. Los aliados, a pesar de que ocuparon Grecia, no consi-guieron un avance significativo hasta el hundimiento de las potencias centra-les despus del verano de 1918. El plan, diseado por Italia, de abrir un nue-vo frente contra Austria-Hungra en los Alpes fracas, principalmente porquemuchos soldados italianos no vean razn para luchar por un gobierno y unestado que no consideraban como suyos y cuya lengua pocos saban hablar.Despus de la importante derrota militar de Caporetto (1917), que ErnestHemingway reflej en su novela Adis a las armas, los italianos tuvieronincluso que recibir contingentes de refuerzo de otros ejrcitos aliados. Mien-tras tanto, Francia, Gran Bretaa y Alemania se desangraban en el frenteoccidental, Rusia se hallaba en una situacin de creciente inestabilidad comoconsecuencia de la derrota que estaba sufriendo en la guerra y el imperio aus-trohngaro avanzaba hacia su desmembramiento, que tanto deseaban losmovimientos nacionalistas locales y al que los ministros de Asuntos Exterio-res aliados se resignaron sin entusiasmo, pues prevean acertadamente quesera un factor de inestabilidad en Europa.El problema para ambos bandos resida en cmo conseguir superar laparlisis en el frente occidental, pues sin la victoria en el oeste ninguno delos dos poda ganar la guerra, tanto ms cuanto que tambin la guerra navalse hallaba en un punto muerto. Los aliados controlaban los ocanos, dondeslo tenan que hacer frente a algunos ataques aislados, pero en el mar del 32. 36 LA ERA DE LAS CATSTROFES Norte las flotas britnica y alemana se hallaban frente a frente totalmente inmovilizadas. El nico intento de entrar en batalla (1916) concluy sin resultado decisivo, pero dado que confin en sus bases a la flota alemana puede afirmarse que favoreci a los aliados. Ambos bandos confiaban en la tecnologa. Los alemanes que siemprehaban destacado en el campo de la qumica utilizaron gas txico en elcampo de batalla, donde demostr ser monstruoso e ineficaz, dejando comosecuela el nico acto autntico de repudio oficial humanitario contra una for-ma de hacer la guerra, la Convencin de Ginebra de 1925, en la que el mundose comprometi a no utilizar la guerra qumica. En efecto, aunque todos losgobiernos continuaron preparndose para ella y crean que el enemigo lautilizara, ninguno de los dos bandos recurri a esa estrategia en la segundaguerra mundial, aunque los sentimientos humanitarios no impidieron que lositalianos lanzaran gases txicos en las colonias. El declive de los valores dela civilizacin despus de la segunda guerra mundial permiti que volviera apracticarse la guerra qumica. Durante la guerra de Irn e Irak en los aosochenta, Irak, que contaba entonces con el decidido apoyo de los estadosoccidentales, utiliz gases txicos contra los soldados y contra la poblacincivil. Los britnicos fueron los pioneros en la utilizacin de los vehculosarticulados blindados, conocidos todava por su nombre en cdigo de tan-que, pero sus generales, poco brillantes realmente, no haban descubiertoan cmo utilizarlos. Ambos bandos usaron los nuevos y todava frgilesaeroplanos y Alemania utiliz curiosas aeronaves en forma de cigarro, car-gadas de helio, para experimentar el bombardeo areo, aunque afortunada-mente sin mucho xito. La guerra area lleg a su apogeo, especialmentecomo medio de aterrorizar a la poblacin civil, en la segunda guerra mundial.La nica arma tecnolgica que tuvo importancia para el desarrollo de laguerra de 1914-1918 fue el submarino, pues ambos bandos, al no poder derrotaral ejrcito contrario, trataron de provocar el hambre entre la poblacinenemiga. Dado que Gran Bretaa reciba por mar todos los suministros, pare-ca posible provocar el estrangulamiento de las Islas Britnicas mediante unaactividad cada vez ms intensa de los submarinos contra los navios britnicos.La campaa estuvo a punto de triunfar en 1917, antes de que fuera posiblecontrarrestarla con eficacia, pero fue el principal argumento que motiv laparticipacin de los Estados Unidos en la guerra. Por su parte, los britnicostrataron por todos los medios de impedir el envo de suministros a Alemania,a fin de asfixiar su economa de guerra y provocar el hambre entre su pobla-cin. Tuvieron ms xito de lo que caba esperar, pues, como veremos, la eco-noma de guerra germana no funcionaba con la eficacia y racionalidad de lasque se jactaban los alemanes. No puede decirse lo mismo de la mquina mili-tar alemana que, tanto en la primera como en la segunda guerra mundial, eramuy superior a todas las dems. La superioridad del ejrcito alemn comofuerza militar poda haber sido decisiva si los aliados no hubieran podido contara partir de 1917 con los recursos prcticamente ilimitados de los EstadosUnidos. Alemania, a pesar de la carga que supona la alianza con Austria, 33. LA POCA DE LA GUERRA TOTAL 37alcanz la victoria total en el este, consigui que Rusia abandonara las hosti-lidades, la empuj hacia la revolucin y en 1917-1918 le hizo renunciar a unagran parte de sus territorios europeos. Poco despus de haber impuesto aRusia unas duras condiciones de paz en Brest-Litovsk (marzo de 1918), elejrcito alemn se vio con las manos libres para concentrarse en el oeste y asconsigui romper el frente occidental y avanzar de nuevo sobre Pars. Aunquelos aliados se recuperaron gracias al envo masivo de refuerzos y pertrechosdesde los Estados Unidos, durante un tiempo pareci que la suerte de la gue-rra estaba decidida. Sin embargo, era el ltimo envite de una Alemaniaexhausta, que se saba al borde de la derrota. Cuando los aliados comenzarona avanzar en el verano de 1918, la conclusin de la guerra fue slo cuestinde unas pocas semanas. Las potencias centrales no slo admitieron la derrotasino que se derrumbaron. En el otoo de 1918, la revolucin se enseore detoda la Europa central y suroriental, como antes haba barrido Rusia en 1917(vase el captulo siguiente). Ninguno de los gobiernos existentes entre lasfronteras de Francia y el mar del Japn se mantuvo en el poder. Incluso lospases beligerantes del bando vencedor sufrieron graves conmociones, aunqueno hay motivos para pensar que Gran Bretaa y Francia no hubieran sobrevi-vido como entidades polticas estables, aun en el caso de haber sido derrota-das. Desde luego no puede afirmarse lo mismo de Italia y, ciertamente, nin-guno de los pases derrotados escap a los efectos de la revolucin.Si uno de los grandes ministros o diplomticos de periodos histricosanteriores aquellos en quienes los miembros ms ambiciosos de los depar-tamentos de asuntos exteriores decan inspirarse todava, un Talleyrand o unBismarck se hubiera alzado de su tumba para observar la primera guerramundial, se habra preguntado, con toda seguridad, por qu los estadistassensatos no haban decidido poner fin a la guerra mediante algn tipo decompromiso antes de que destruyera el mundo de 1914. Tambin nosotrospodemos hacernos la misma pregunta. En el pasado, prcticamente ningunade las guerras no revolucionarias y no ideolgicas se haba librado como unalucha a muerte o hasta el agotamiento total. En 1914, no era la ideologa loque divida a los beligerantes, excepto en la medida en que ambos bandosnecesitaban movilizar a la opinin pblica, aludiendo al profundo desafode los valores nacionales aceptados, como la barbarie rusa contra la culturaalemana, la democracia francesa y britnica contra el absolutismo alemn,etc. Adems, haba estadistas que recomendaban una solucin de compromiso,incluso fuera de Rusia y Austria-Hungra, que presionaban en esa direccin asus aliados de forma cada vez ms desesperada a medida que veanacercarse la derrota. Por qu, pues, las principales potencias de ambosbandos consideraron la primera guerra mundial como un conflicto en elque slo se poda contemplar la victoria o la derrota total?La razn es que, a diferencia de otras guerras anteriores, impulsadas pormotivos limitados y concretos, la primera guerra mundial persegua objetivosilimitados. En la era imperialista, se haba producido la fusin de la polticay la economa. La rivalidad poltica internacional se estableca en funcin del 34. 38LA ERA DE LAS CATSTROFEScrecimiento y la competitividad de la economa, pero el rasgo caractersticoera precisamente que no tena lmites. Las "fronteras naturales" de la Stan-dard Oil, el Deutsche Bank o la De Beers Diamond Corporation se situabanen el confn del universo, o ms bien en los lmites de su capacidad deexpansionarse (Hobsbawm, 1987, p. 318). De manera ms concreta, paralos dos beligerantes principales, Alemania y Gran Bretaa, el lmite tena queser el cielo, pues Alemania aspiraba a alcanzar una posicin poltica y mar-tima mundial como la que ostentaba Gran Bretaa, lo cual automticamenterelegara a un plano inferior a una Gran Bretaa que ya haba iniciado eldeclive. Era el todo o nada. En cuanto a Francia, en ese momento, y tambinms adelante, sus aspiraciones tenan un carcter menos general pero igual-mente urgente: compensar su creciente, y al parecer inevitable, inferioridaddemogrfica y econmica con respecto a Alemania. Tambin aqu estaba enjuego el futuro de Francia como potencia de primer orden. En ambos casos,un compromiso slo habra servido para posponer el problema. Sin duda,Alemania poda limitarse a esperar hasta que su superioridad, cada vezmayor, situara al pas en el lugar que el gobierno alemn crea que le corres-ponda, lo cual ocurrira antes o despus. De hecho, la posicin dominante enEuropa de una Alemania derrotada en dos ocasiones, y resignada a no seruna potencia militar independiente, estaba ms claramente establecida al ini-cio del decenio de 1990 de lo que nunca lo estuvieron las aspiraciones mili-taristas de Alemania antes de 1945. Pero eso es as porque tras la segundaguerra mundial, Gran Bretaa y Francia tuvieron que aceptar, aunque no debuen grado, verse relegadas a la condicin de potencia de segundo orden,de la misma forma que la Alemania Federal, pese a su enorme potencialidadeconmica, reconoci que en el escenario mundial posterior a 1945 no podraostentar la supremaca como estado individual. En la dcada de 1900, cnitde la era imperial e imperialista, estaban todava intactas tanto la aspiracinalemana de convertirse en la primera potencia mundial (el espritu alemnregenerar el mundo