Epistemología de la ciencia psicológica

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Univesidad Nacional de Colombia Oscar Leonardo Vanegas Molano EPISTEMOLOGÍA DE LA CIENCIA PSICOLOGICA Las cuestiones sobre la naturaleza misma de los objetos de estudio propios de una ciencia particular, sobre la forma de entender y delimitar dichos objetos, lo adecuado de los diferentes mecanismos empleados para estudiar, comprender y generar explicaciones alrededor de un cuerpo de conocimientos particular han sido principalmente reflexiones delegadas al quehacer de la filosofía. Sin embargo es relevante y necesario hacer un llamado a que estos análisis y consideraciones ontológicas y epistemológicas se elaboren al interior de las mismas ciencias y que la posibilidad o no de su desarrollo sea determinada por ellas mismas. Tal como se debate Fodor (1968), con las distintas postulaciones que desde la filosofía intentan desvirtuar el ejercicio de la psicología y argumentan su imposibilidad como ciencia, es pertinente y en final indispensable reivindicar a la ciencia psicológica como un estudio válido y coherente de la conducta que si bien puede contener debates en su interior por la falta de claridad o precisión conceptual en ciertos aspectos, sólo mediante la investigación sobre la interacción de estos supuestos constructos que subyacen a la conducta podremos llegar en algún momento a dilucidar cuál es la estructura inherente a la conducta y qué factores determinan las interacciones que con gran amplitud se pueden encontrar en meras observaciones de los organismos vivos en relación con su medio ambiente.

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EPISTEMOLOGÍA DE LA CIENCIA PSICOLOGICA

Las cuestiones sobre la naturaleza misma de los objetos de estudio propios de una ciencia

particular, sobre la forma de entender y delimitar dichos objetos, lo adecuado de los diferentes

mecanismos empleados para estudiar, comprender y generar explicaciones alrededor de un

cuerpo de conocimientos particular han sido principalmente reflexiones delegadas al quehacer de

la filosofía. Sin embargo es relevante y necesario hacer un llamado a que estos análisis y

consideraciones ontológicas y epistemológicas se elaboren al interior de las mismas ciencias y

que la posibilidad o no de su desarrollo sea determinada por ellas mismas.

Tal como se debate Fodor (1968), con las distintas postulaciones que desde la filosofía

intentan desvirtuar el ejercicio de la psicología y argumentan su imposibilidad como ciencia, es

pertinente y en final indispensable reivindicar a la ciencia psicológica como un estudio válido y

coherente de la conducta que si bien puede contener debates en su interior por la falta de claridad

o precisión conceptual en ciertos aspectos, sólo mediante la investigación sobre la interacción de

estos supuestos constructos que subyacen a la conducta podremos llegar en algún momento a

dilucidar cuál es la estructura inherente a la conducta y qué factores determinan las interacciones

que con gran amplitud se pueden encontrar en meras observaciones de los organismos vivos en

relación con su medio ambiente.

A propósito de las reflexiones de Fodor, considero importante resaltar dos de sus argumentos

que pueden dar mayor claridad sobre la importancia de las explicaciones que pueda dar la

psicología. Por un lado, contra los argumentos apenas lógicos de la filosofía que enuncian que

“explicar” implica necesariamente la existencia de condiciones inesperadas, la ocurrencia de

eventos que sobrepasan o que no alcanzan las expectativas que de una normalidad pudieran ser

presumibles; el argumento de Hamlyn (1957, citado por Fodor, 1968) que dicta que es la

anormalidad observada en determinado fenómeno la que nos conduce a demandar y postular una

posterior explicación, es en parte contrariado y de cierto modo empleado por Fodor más para

justificar la trascendencia de la explicación psicológica que para invalidar su naturaleza. No toda

explicación está llamada a dar cuenta de anomalías o a justificar las razones que conducen a la

ocurrencia de las mismas, es por el contrario la falta de comprensión, de claridad y el no contar

con un cuerpo teórico suficiente para la explicación de los fenómenos comunes, como la

ocurrencia de determinadas conductas en una situación u otra, la que exige que desde una ciencia

psicológica se dictaminen al menos regularidades sobre estos funcionamientos, si bien los

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eventos anormales son una importante fuente de información sobre cómo operan normalmente

estos procesos no es el fin último de la ciencia dar cuenta de por qué estos ocurren sino bajo que

circunstancias se presentan los que cabría esperar. Y esto es válido no solo para la psicología, y

aquí está el segundo argumento de Fodor al que quiero llamar sobre la ciencia psicológica, sino

que se puede aplicar para muchas de las ciencias más oficialmente aceptadas e impartidas, que

parten de situaciones particulares y persiguen a partir de esto la formulación de teorías generales

que puedan dar cuenta de un número elevado de eventos y a partir de estas descripciones

conseguir predecir cuándo ocurrirá un evento psicológico. Es la inmadurez de la ciencia

psicológica la que, al menos al tiempo de Fodor presentar este escrito (aunque cabría decir que

aún hoy en día esta inmadurez se conserva), es una vía de desarrollo que permitirá tener a futuro

una ciencia bien establecida, con objetos más delimitados y constructos más claros que den

explicaciones más precisas y generales, aplicables a ese objeto bien definido de estudio de la

psicología.

Sobre las delimitaciones de los eventos psicológicos me conformaré con citar dos aspectos que

he considerado relevantes y he mantenido presentes durante el análisis y lectura de los diferentes

textos asignados para el estudio de la epistemología de la psicología, ambos de ellos mencionados

por Emilio Ribes (2004). Ribes sostiene la tesis de que el origen de la falta de univocidad en las

teorías psicológicas, la poca delimitación que de su objeto de estudio se ha hecho tiene sus

orígenes más profundos en la historia que los ha desarrollado y la forma como han sido acuñados

como parte de una ciencia objetiva. Esto es, que los estudios en psicología, tanto de carácter

básico como aplicados, han salido adelante (y esto no es un aspecto negativo) y han reportado

numerosos hallazgos sin hacer un llamado a la objetividad, representada en el grado de

tecnificación que poseen los términos que convierten algún área de estudio en un campo de

interés para la psicología.

Los numerosos objetos de estudio, más o menos claros, de las diversas corrientes de estudio y

de investigación en psicología, incluyen de alguna manera dos componentes principales que son

un sujeto y un medio, y la interacción entre ellos; a cada uno de estos componentes se le

atribuyen según uno y otro paradigma (Ribes, 2004) distintas propiedades y una naturaleza

(ontológica) diferentes. Pero es en el origen de estos términos que no son unívocos donde surge el

problema que imposibilita la unificación de los criterios con que se construye ciencia en

psicología.

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Es más común de lo que cabría esperarse, que los discursos psicológicos estén cargados de

expresiones que pueden representar una gran cantidad de situaciones, o que bien pueden tener

múltiples acepciones, incluso, dice Ribes, pueden llegar a tener tantos significados como

situaciones para las cuales su uso sea adecuado. Así por ejemplo, Ribes acude al ejemplo de

“recordar” que puede emplearse en situaciones bien diversas y por tanto con diferentes

connotaciones. Esto deja ver que gran cantidad de las voces de los psicólogos son solo

convenciones de uso de términos del lenguaje común.

De entrada puede parecer que el origen humilde de estos términos les desvirtúa y los

desprovee del potencial de convertirse en términos técnicos, pero nada más lejos de la realidad.

No es la característica de ser términos del lenguaje común lo que los hace un obstáculo hacia la

construcción efectiva de una ciencia, es la falta de claridad que se hace cuando se les usa, la

imprecisión que representa dejarlos en el plano del lenguaje ordinario. Al respecto Ribes describe

(2009) el recorrido que sería pertinente recorrieran las disciplinas, como proceso de creación de

un lenguaje técnico y científico, unánime y común a todos los que estudien e investiguen en

psicología. Este proceso está compuesto por cinco (5) etapas que parten de lo común a lo técnico

y terminan en un retorno que nos pone de vuelta en el plano de lo común, en donde estos

términos, reconstruidos, definidos y unificados se convierten en teorías de peso que tienen como

obligación el ponerse al servicio de lo práctico. Este proceso, dice Ribes, se ha recorrido de la

misma forma por las ciencias y la psicología en su búsqueda, quizá presuntuosa, quizá

desesperada por hacerse ciencia no puede escapar a ese ciclo.

Valga poner en manifiesto el mayor de los inconvenientes que resalta Ribes, y es el problema

del error categorial de denominar como eventos a determinadas propensiones de los organismos a

actuar de determinada manera, y en tanto que se denomina como eventos a estas propensiones,

tendencias o modos de actuar, se les busca una localización y se les atribuyen características que

resultan en final independientes de quienes se dice son sus portadores. Esto constituye un error

categorial de proporciones más altas que las que puede afrontar una ciencia en proceso de

maduración. Y las consecuencias de esto probablemente se ven con la mayor claridad posible en

el análisis minucioso que hace Ribes de las cuatro formas de psicología y los ocho paradigmas

ontológicos con los que según el autor se entiende el objeto de estudio de la psicología; éste es el

segundo aspecto de Ribes (2004) que considero conviene no perder de vista en ningún momento

durante el estudio de la epistemología de la psicología.

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Aún si quisiéramos seguir a Fodor (1968) en su argumento de que una ciencia no necesita

definir y delimitar con suma claridad su objeto de estudio antes de poder entrar a ver relaciones,

sino que es en el camino de encontrar las relaciones que aparecen en la investigación que es

posible definir el objeto de estudio; se antoja exagerado que pueda haber una ciencia en

maduración con ocho paradigmas ontológicos en gran medida incompatibles e irreductibles entre

sí, y que todas estas formas de ciencia se agrupen bajo el mismo nombre. Con esto habremos

vuelto a Ribes cuando dice que en realidad no existe una psicología sino una serie de disciplinas

trabajando o, quizá mejor, enfrentándose por ser aquella que por antonomasia ostente en

exclusiva el título absoluto de “la psicología”.

Aunque no es la intención de este texto ser una compilación de argumentos a favor de la

imposibilidad de que la psicología sea y construya de manera efectiva y oportuna un saber

científico, sí es mi intención el mostrar que los argumentos a favor de esta tesis no son fácilmente

removibles. Así por ejemplo, frente al problema del uso de términos del lenguaje común, lo que

se observa es la sugerencia, de parte del mismo Ribes (2004), quizá dándole la razón a los

argumentos de Fodor (1968) en defensa de la psicología, de que se recorra el camino a la

tecnificación y la teorización.

En última instancia, quisiera hacer un análisis más bien breve a lo que al respecto de lo aquí

consignado tiene por decir Braunstein (1975), quien define de una manera mucho más tajante a la

psicología como una ideología, que comparte con otras la característica de ser opuesta al saber

científico. Para hacer estas afirmaciones, Braunstein parte de una definición de las corrientes más

generales de pensamiento y las contrapone unas a otras a favor principalmente del materialismo,

al cual se suscribe de manera impetuosa. El primer origen del conocimiento científico es el que se

denomina empirista y se caracteriza por que se da un conocimiento sensorial directo por parte de

los sujetos que desarrollan el saber científico, el método de estudio es la observación de los

fenómenos, efectuar un análisis solo de las apariencias.

Por su lado, el materialismo, al que viene a defender Braunstein (1975), es aquella forma de

pensamiento en la cual es posible hacer ciencia construyendo conceptos y enfrentándolos a los

datos que pueden provenir de dos vías: tanto de la experiencia sensorial previa o posterior, como

de la actividad intelectual. El nivel en el que pone a la psicología el autor es el de una ideología,

que parte del supuesto de que el intelecto humano es capaz de aprehender la esencia de las cosas

en un nivel que trasciende al de las apariencias sensoriales.

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Braunstein (1975) al igual que Ribes, describe una sugerencia del recorrido que una ideología,

como la psicología debe seguir para alcanzar el objetivo de hacerse ciencia; este recorrido exige

en un primer lugar el mismo proceso que señala Ribes(2009) y es de llenar la necesidad de

construir un aparato teórico sólido, lejos de las expresiones del lenguaje común. La psicología

deberá formular nociones, leyes y modelos en capacidad de hacer una replicación efectiva de las

representaciones provenidas de las experiencias sensoriales, posterior a eso, vendrá el retorno de

esas formulaciones a la realidad, que debe ser punto de partida y de llegada para que la ciencia

psicológica pueda tener tanto una justificación suficiente en su teoría, objeto y desarrollo, como

un como a nivel social, académico y humano.

Referencias

Braunstein, N. A. (1975). ¿Qué entienden los psicólogos por psicología? En N. A. Braunstein, M.

Fodor, J. A. (1968) La explicación psicológica. Madrid: Cátedra, 1980 (Cap. I ¿Es posible la

psicología?)

Ribes, E. (2009). La psicología como ciencia básica. ¿Cuál es su universo de investigación?.

Revista Mexicana de Investigación en Psicología, 1, 7-20.

Ribes, E. (2004) ¿Es posible unificar los criterios sobre los que se concibe la psicología? Suma

Psicológica, 11, 9-28.