Epigénesis: Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión · 2013-05-20 · Andrea Márquez...
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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión
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Endofenotipos: La encarnación del entorno
Carlos A. Soria
Médico psicoanalista, Especialista en Psiquiatría y en Farmacología Clínica
Director del Instituto de Biociencias “Henri Laborit”
Presidente de la Asociación Argentina de Psicofarmacología
Epigénesis: Vulnerabilidad a laansiedad y a la depresión
Simposio Gador
Epifanías: Respuesta resiliente a las crisis epigenéticas
Andrea Márquez López-Mato
Docente de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad de Buenos Aires y
de la Universidad Barceló
Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica Integral (IPBI)
Ex Secretaria Internacional de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP)
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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión
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Los prestigiosos autores que nos ofrecen este material científico fueron invitados a reflexionar sus respectivos
aportes integrándolos al concepto de Epigénesis, tal como E. Erikson intentó reflejarlo en sus postulados de lo
que él denominó “la fisiología del vivir”.
E. Erikson, trató de describir en las llamadas crisis epigenéticas, las reglas centrales de la interacción ininterrum-
pida que vincula todas las dimensiones de nuestra existencia, gobernadas por una relatividad y una causalidad
circulares en la que cada proceso depende de los otros. Cada uno de esos procesos tiene su propia señal de alarma:
dolor, ansiedad, depresión...
Estas señales advierten siempre anticipadamente sobre el peligro de la disfunción orgánica, sobre el deterioro de
la capacidad de adaptación y sobre el impacto social de los desequilibrios.
Dentro de ese marco de referencia se concreta este interesante y singular abordaje a la temática de la Vulnerabi-
lidad a los Trastornos de Ansiedad y a la Depresión.
Tradicionalmente, diferentes disciplinas estudian y evalúan las complicaciones de la relación individuo-
ambiente y se concentran alternativamente en el proceso biológico, en lo social o en lo psicológico.
Esas disciplinas tratan de definir muchas veces la autonomía aparente de cada uno de estos procesos.
Las intervenciones correctivas, a su vez, se deciden, generalmente, cuando alguna de estas dimensiones mani-
fiesta una exagerada preeminencia como consecuencia de la pérdida de la regulación mutua y del presunto equi-
librio general.
Existe hoy una tendencia a exagerar el valor de la estabilidad, a creer obsesivamente en el equilibrio, cuando
en realidad lo único estable es el cambio, y en consecuencia lo importante es lograr la adaptación eficaz ante ese
cambio.
Los autores nos permiten apreciar, entre otras cosas, que la predisposición genética no implica inevitabili-
dad, que para entender cómo los genes se traducen en la conducta necesitamos aportes de otras disciplinas; que
ser resiliente no sólo es saber resistir, es ser capaz de fortalecerse; que resiliencia es la capacidad de superar la
adversidad y construir sobre ella, y que los cambios adaptativos también pueden operarse de una manera circu-
lar.
Cada uno de nosotros, en su identidad, contiene la historia de su relación con el ambiente; siempre es posible
encontrar una huella de inmunidad o una cicatriz de las experiencias vitales...
Como individuos y como sociedad recibimos los beneficios y pagamos las consecuencias de la evolución y del
desarrollo de la naturaleza humana.
Deseamos que este nuevo aporte de Información Científica Gador resulte de interés y productividad al Cuerpo
Médico Argentino.
El presente trabajo está originado en el Simposio Gador:
“Epigénesis: Vulnerabilidad a la Ansiedad y a la Depresión”
que tuvo lugar durante el Congreso de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP) en 2004.
En esta conferencia hablaremos de endofenotipos y
de lo que podríamos denominar la encarnación del
entorno. Lo haremos desde una perspectiva evolu-
cionaria, partiendo del origen de los orígenes: los
comienzos de la vida. Hasta donde sabemos, la vida
se inició en el mar, hace unos 4.000 millones de años.
El mar primitivo era, por entonces, un conglome-
rado de materiales orgánicos que, por la energía del
rayo o la radiación solar se iban combinando en dis-
tintos elementos hasta que apareció una molécula, el
ADN, que tenía una cualidad que no presentaban las
anteriores, la de autoduplicarse, esto es, la de gene-
rar copias idénticas de sí misma. Podemos imaginar
a esta unidad primitiva en perfecto equilibrio consigo
misma y con el entorno, tomando lo que necesitaba y
excretando lo que le sobraba. Más tarde, en respuesta
adaptativa a las cambiantes condiciones del ambiente,
debió organizarse en formas cada vez más comple-
jas. Su interior ya no tuvo acceso directo al entorno,
debió crear un sistema de bomba y cañerías -el primer
esbozo de aparato cardiovascular- que trajera y lle-
vara los elementos esenciales. Pero antes de esto,
debió crear un sistema de “señales internas”, que
reconociera qué sobraba y qué faltaba para preservar
la homeostasis. Estas señales fueron el esbozo pri-
mario de un sistema nervioso. Allá, en la noche de
los tiempos, hace 4.000 mil millones de años, el sis-
tema nervioso tenía una función, preservar el equi-
librio interior, y esa función se conserva hasta hoy.
Nuestra complejidad creció. A las señales nerviosas,
les sumamos las endocrinas y las inmunológicas, tres
sistemas al servicio de la adaptación. Las estrategias
exitosas se conservan, surge la memoria. El orga-
nismo en su totalidad aprende a procesar y almacenar
información. Lo hace en los genes, lentamente, por
medio de un sistema digital bidireccional, lo hace en
el cerebro, rápidamente, como una máquina analógica
tridimensional. La suma de las partes es un macrosis-
tema, diseñado para ser modificado por la experien-
cia. Somos un adaptador evolutivo que se ajusta a
los requerimientos de la sucesión cambiante de entor-
nos en que discurre nuestra existencia. Y, si bien el
ajuste interior es esencial para nuestra supervivencia,
la totalidad se regula desde afuera.
En los genes hay programas a ejecutar pero su acti-
vación y desactivación -su expresividad- se realiza
desde el entorno, por ello el ambiente o, técnicamente
enunciado, el ambioma tiene tanta importancia como
el genoma.
“La realidad no solamente nos rodea, también está dentro de nosotros mismos”
Endofenotipos:La encarnación del entorno
Carlos A. Soria
Médico psicoanalista, Especialista en Psiquiatría y en Farmacología Clínica
Director del Instituto de Biociencias “Henri Laborit”
Presidente de la Asociación Argentina de Psicofarmacología
La suma de las partes es un
macrosistema, diseñado para ser
modificado por la experiencia. Somos un
adaptador evolutivo que se ajusta a los
requerimientos de la sucesión cambiante
de entornos en que discurre nuestra
existencia.
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En años recientes nuestra atención se ha centrado
sobre esta díada genoma-ambioma, en sus relaciones
e influencias mutuas y, más recientemente, sobre
los nexos entre ambos, los endofenotipos, o sea, los
puntos donde podemos ver la encarnación del entorno.
Los endofenotipos intermedios reflejan los procesos
fisiológicos o biológicos subyacentes a la enfermedad,
permiten conocer y cuantificar los “aspectos internos”
del proceso de enfermar y explicar también, cómo
los genes se expresan y cómo el entorno modula su
expresión. Tres grandes revoluciones han dinamizado
la actividad científica del siglo XX: la teoría cuán-
tica, la biología molecular y la informática. La teoría
cuántica impulsada, desde 1925, por Erwin Schödrin-
ger y Werner Heisenberg, nos ha permitido conocer
la esencia de la materia y lo que es más, predecirla
y controlarla. Utilizando estos principios, en 1953,
James Watson y Francis Crick, pudieron describir el
ángulo preciso de enlace entre los átomos de la molé-
cula de ADN y su disposición helicoidal, dando naci-
miento a la biología molecular. La informática, en
los ochenta, disparó nuestra capacidad de procesar
información. La polinización cruzada entre las tres
disciplinas dio lugar al Proyecto Genoma Humano:
hoy sabemos que disponemos entre 20.000 y 25.000
genes. Conocemos con exactitud cuántos genes par-
ticipan en la formación de cada órgano, el cerebro,
por ejemplo, convoca la actividad de 3.195 genes,
lo que representa el 70% de los genes funcionales.
Aprendimos, también, que el 97% del genoma está
compuesto de aburridos mandos bioquímicos inter-
medios y que sólo el 3% presenta una actividad fun-
cional relevante. Comprendimos, además, que los
genes no son islas, que forman parte de una confe-
deración llamada cuerpo y que hay, incluso, genes
“sociales” cuya tarea es integrar las distintas funcio-
nes del organismo. Vamos a ilustrarlo con un ejemplo:
el colesterol forma parte de un sistema bioquímico y
genético que integra a toda la economía corporal. Y es
muy antiguo, la utilización de esteroides es anterior
a la división de hongos, plantas y animales. Uno de
sus derivados es el cortisol, cuya producción depende
del cromosoma 10, hay allí un gen -el CYP17- que
determina la actividad de una enzima que cataliza la
conversión de colesterol en cortisol, estradiol y tes-
tosterona. El cortisol participa en todos los sistemas
del organismo, integra la actividad del cuerpo y la
mente y puede modificar la configuración anatómica
del cerebro. Su sola presencia alcanza para refutar el
dualismo cartesiano, cuerpo y mente son una unidad
indivisible.
Hasta aquí, nuestra atención ha estado puesta en las
enfermedades monogénicas, las causadas por la muta-
ción de un único gen. El paradigma de ellas es la
Enfermedad de Huntington, producida por una altera-
ción en el brazo corto del cromosoma cuatro. Se suele
decir que los enfermos “tienen el gen”, en realidad,
todos tenemos el gen, los enfermos tienen la muta-
ción. El gen normal promueve, a lo largo de la vida,
la monótona repetición de una secuencia de nucleóti-
cos: CAG, CAG, CAG (citosina-adenina-guanina). El
producto final de esta reiteración es la producción de
glutamina. Normalmente se generan en nosotros entre
29 y 35 repeticiones. En los enfermos de Huntington
el número es mayor. El gen defectuoso produce más
de 39 repeticiones y el depósito de glutamina provoca
demencia a los 75 años, con la aparición de los pri-
meros síntomas hacia los 66 años. Pero si tenemos 40
repeticiones aparecerán a los 59 años, con 41 repe-
ticiones a los 54 años, con 50 repeticiones a los 27
años. De nada sirve si el sujeto hace dieta sana, ejer-
cicio regular o intensa vida espiritual. Aquí, los genes
son el destino. No existe ningún oráculo ni horós-
copo con tal alta capacidad de predicción. Es la enfer-
medad monogénica por excelencia. En el extremo
opuesto encontramos las enfermedades poligénicas,
en las que la influencia genética es menor, parcial y
eventual, requiriendo la interacción con el ambioma
para su expresión. Casi todas las enfermedades menta-
les mayores son poligénicas. De allí lo imprescindible
del estudio de la interacción entre lo genéticamente
disposicional y su inhibición o activación ambiental.
En ese punto intermedio están los endofenotipos.
Nuestra indagación actual es saber cómo se encarna
la realidad en el sujeto. Cómo vamos de lo genotí-
pico a lo fenotípico. Nuestros sistemas nosográficos
se basan en exofenotipos, clusters de síntomas, agru-
paciones de manifestaciones exteriores, que muestran
entre sí grandes áreas de interfases, comorbilidad y
superposición. Los endofenotipos, comienzan a expli-
car estos fenómenos desde la interioridad. Existen
endofenotipos psicopatológicos y endofenotipos bio-
lógicos. Vamos a ilustrar con algunos ejemplos. La
prevalencia-vida para trastornos de ansiedad es del
24,9% y para depresión del 17,1%, pero la comorbi-
lidad entre ambas es del 90%.
Ambos tipos de trastornos tienen alta heredabilidad,
lo que sugiere disposición pero no determinación,
los genes no son todo, los factores del entorno influ-
yen también. Hemos acuñado el término neuroticismo
para describir una vulnerabilidad general a padecer
ansiedad o depresión bajo estrés. Los índices de neu-
roticismo se mantienen invariables en la adultez, o
sea que, una vez que se han encarnado persisten en el
tiempo. Sabemos que presentan heredabilidad, aso-
ciación familiar y co-segregación. Pero, por otro lado,
hemos aprendido también que existe transmisión no
genómica a través de conductas maternales y res-
puestas de la madre al estrés. Es decir, empezamos
a encontrar datos desde el genoma, y datos desde el
ambioma y, entre ambos, endofenotipos como puen-
tes de unión.
Hemos señalado que nuestras clasificaciones se basan
en clusters de síntomas en los que las áreas de super-
posición son la regla más que la excepción, particular-
mente entre trastornos de la personalidad, trastornos
afectivos y de ansiedad. Es en este terreno donde los
endofenotipos pueden tener una enorme utilidad para
explicar la comorbilidad desde la intimidad biológica,
cuadros aparentemente disímiles en la clínica tienen
un sustrato fisiopatológico similar y, por ende, un
mismo agente terapéutico se muestra eficaz en depre-
sión y ansiedad. Tomemos como ejemplo al tras-
torno obsesivo-compulsivo (TOC), la presencia de
episodios depresivos mayores se considera una parte
integral del curso evolutivo del TOC y no un evento
comórbido; aparece en el 80% de los casos imbri-
cada en la evolución natural del trastorno. Si practi-
camos estudios polisomnográficos veremos que los
parámetros del TOC son simétricos a los de la depre-
sión mayor. Los rasgos biológicos relacionados con
la fisiología del sueño pueden considerarse endofeno-
tipos de alta heredabilidad.
Del mismo modo, conocemos que las benzodiacepi-
nas de alta potencia, como el clonazepam y el alpra-
zolam, actúan a través del sistema gabaérgico; pero
hay evidencia de que también rozan las vías serotoni-
En años recientes nuestra atención se
ha centrado sobre esta díada genoma-
ambioma, en sus relaciones e influencias
mutuas y, más recientemente, sobre los
nexos entre ambos, los endofenotipos, o
sea, los puntos donde podemos ver la
encarnación del entorno.
Casi todas las enfermedades mentales
mayores son poligénicas.
Nuestra indagación actual es saber cómo
se encarna la realidad en el sujeto.
Es en este terreno donde los
endofenotipos pueden tener una enorme
utilidad para explicar la comorbilidad
desde la intimidad biológica, cuadros
aparentemente disímiles en la clínica
tienen un sustrato fisiopatológico similar
y, por ende, un mismo agente terapéutico
se muestra eficaz en depresión y
ansiedad.
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nérgicas y esto les otorgaría su cualidad terapéutica
distintiva en el tratamiento de los trastornos de ansie-
dad. Sabemos que estos mejoran, también, con fár-
macos que modulan las vías serotoninérgicas y con
drogas duales que actúan sobre las vías serotoninérgi-
cas y noradrenérgicas. La respuesta al tratamiento del
trastorno de pánico con fármacos inhibidores selec-
tivos de la recaptación de serotonina es paralela a
la normalización de la disfunción noradrenérgica. Y
este es un endofenotipo que explica cómo una cas-
cada de eventos aparentemente disonantes se rige por
una melodía fundamental. La comorbilidad entre tras-
torno de ansiedad generalizada y depresión es del
80% y es explicable por el fenómeno de pleiotropía en
el cual un único gen es responsable de varios rasgos
fenotípicos. La bioarqueología, una disciplina deri-
vada de la genómica, reafirma nuestra pertenencia al
mundo animal y otorga validez a la extrapolación de
los datos obtenidos en estudios básicos. La superpo-
sición de códigos genéticos nos muestra la cercanía
en la evolución, aprendimos sobre los genes homólo-
gos, genes que tienen función semejante en especies
diferentes, en unos, por ejemplo, generan brazos y en
otros alas. Compartimos con la levadura, una forma
elemental, el 30% de nuestros genes, con la taenia
saginata el 40%, con el ratón el 75% y con nuestro
cercano pariente el chimpancé el 98,4% de los genes,
de allí que los estudios en monos resultan muy efica-
ces para conocer la respuesta y naturaleza humana.
Sapolsky ha estudiado cómo cambia la biología de
los monos según cambia su posición en el orden
social. Tendemos a considerar que los sujetos que
ocupan las posiciones más elevadas se caracterizan
por ser grandes, feroces y violentos. Sus investigacio-
nes demostraron lo contrario: los líderes mostraban
menos agresividad, mayor capacidad para la reconci-
liación y el reclutamiento de aliados y, en especial,
una lectura adecuada de la realidad con menores res-
puestas emocionales a los sucesos del entorno. Su
cerebro presentaba altos niveles de serotonina. Pero
estos niveles se invertían si se lo ubicaba en el escalón
inferior de otro orden social. Sus niveles de seroto-
nina cerebral dependían de su ubicación en un orden
jerárquico y lo que es más, de la percepción que tuvie-
ran de su ubicación. En la misma línea y en sujetos
humanos, se sitúa el Estudio de Whitehall, se evalua-
ron allí a 17.000 funcionarios públicos británicos, se
procuraba evaluar el riesgo de contraer enfermedades
cardiovasculares. Se comprobó que la presión arte-
rial diastólica era mayor entre los de menor categoría
y que ésta era una variable independiente del taba-
quismo, hipertensión arterial u obesidad, probán-
dose que había una proporcionalidad directa entre
la inferioridad en el orden jerárquico y el riesgo de
padecer enfermedad cardiaca. Dicho de otra manera:
el corazón estaba a merced del orden jerárquico. Los
que estaban arriba resultaban más sanos porque
tenían un mayor control de las variables del contexto.
Cuanto uno más pueda manipular su entorno mejor
se sentirá. Y aquí reencontramos las teorías de Labo-
rit sobre las patologías del control. Las hormonas del
estrés nos preparan para la huida o para la lucha, y en
el desarrollo de nuestro sistema nervioso la evolución
nos adicionó el lóbulo frontal y con ello el superyo.
Los seres humanos nos vemos en situaciones donde
no podemos ni huir ni luchar, quedamos en inhibi-
ción de la acción. Atrapados por demandas del con-
texto o por exigencias del superyo. Si uno puede huir
o luchar libera adrenalina, pero si queda en inhibi-
ción de la acción descarga noradrenalina, y ésta es
nueve veces más presora e inicia la cascada de feed-
back positivos que conducen a la patología psicoso-
mática ligada al estrés. Somos, entonces, un sistema,
pero un sistema abierto en permanente interrelación
con el entorno. La segunda ley de la termodinámica
establece que “todo sistema cerrado tiende del orden
al caos”. No podemos estar solos, la apertura y el
intercambio son cruciales para nuestra preservación,
nuestras células “beben orden del entorno”. Ahora
bien, hemos examinado los vínculos entre genoma y
ambioma y una pregunta se impone: ¿Quién gobierna
esta relación? ¿Quién está al mando? Podemos pensar
que son los genes, pero éstos se activan y desactivan
desde afuera. ¿El sistema hipotálamo-hipófiso-adre-
nal? No, porque es regulado por el cerebro. ¿El
cerebro mismo? Tampoco, porque él depende de los
sistemas de percepción, de la información que le llega
desde el afuera; nos queda el entorno, pero tampoco lo
podemos atribuir a él porque es totalmente aleatorio
y, a su vez, aunque conozcamos el entorno su influen-
cia depende de cómo el sujeto lo procese, depende
de la cognición. Y, además, cómo el sujeto lo pro-
cese depende no sólo de sus actitudes concientes sino
de todo aquello que vivenció en sus años infantiles.
Dicho de un modo muy sencillo: nadie está al mando.
Si los genes pueden afectar a la conducta y la con-
ducta puede afectar a los genes, entonces la causali-
dad es circular. Esta idea nos remite a las enseñanzas
de Erikson, quien hablaba de la “fisiología del vivir”,
y postulaba que el intrincado funcionamiento neuro-
biológico, psicológico y social está gobernado por
una relatividad que hace que cada proceso dependa de
los otros. El espiral de la vida es perpetua actividad.
La evolución consume diversidad. En la Naturaleza
lo único es algo que abunda mucho. La evolución, y
el genoma, como parte de ella, es un escenario diná-
mico. La ecología, al igual que la genética, no trata
de estados en equilibrio, trata de cambios, cambios
y cambios. Como decía Heráclito, sólo el cambio es
permanente. Por medio de la Teoría Cuántica com-
prendimos el mundo subatómico, la materia en su
nivel más pequeño de expresión. En el mundo subató-
mico se dan sucesos mecano-cuánticos que se pueden
predecir por métodos probabilísticos. Para entender
cómo los genes se traducen en la conducta necesita-
mos aportes de otras disciplinas, la Teoría del Caos,
proveniente de la Física nos puede ayudar. Según
ella los sistemas caóticos están determinados pero,
aunque conozcamos todos los determinantes de un
sistema, no es posible determinar qué curso tomarán.
En un sistema sencillo, una acción influye en las con-
diciones iniciales de la siguiente, pequeños efectos se
convierten en causas mayores, los grandes cursos son
predecibles, los detalles no. Podremos comprender
los grandes trazos de la constitución de la perso-
nalidad, pero la individualidad no. Con esto quiero
decir que nunca encontraremos un gen de la violen-
cia, o un gen del altruismo o el gen de un rasgo parti-
cular, porque no hay ninguna posibilidad genética de
explicar conductas complejas, que son caóticamente
determinadas. Cada día, los genes, nuestra historia
individual y el entorno volverán a interactuar. En el
borde del caos y caóticamente determinados por fuer-
zas impredecibles trataremos de preservar el cosmos
altamente organizado y autorregulado de nuestra mis-
midad.
Del mismo modo, conocemos que las
benzodiacepinas de alta potencia, como
el clonazepam y el alprazolam, actúan
a través del sistema gabaérgico; pero
hay evidencia de que también rozan las
vías serotoninérgicas y esto les otorgaría
su cualidad terapéutica distintiva en el
tratamiento de los trastornos de ansiedad.
...nadie está al mando. Si los genes
pueden afectar a la conducta y la
conducta puede afectar a los genes,
entonces la causalidad es circular.
...el intrincado funcionamiento
neurobiológico, psicológico y social está
gobernado por una relatividad que hace
que cada proceso dependa de los otros.
...nunca encontraremos un gen de la
violencia, o un gen del altruismo o
el gen de un rasgo particular, porque
no hay ninguna posibilidad genética de
explicar conductas complejas, que son
caóticamente determinadas.
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Voy a hablar de epifanía. En realidad, la palabra epifa-
nía es un neologismo equivalente a apofanía. Apofanía
quiere decir revelación. También voy a tratar de lo que
E. Erikson denominaba crisis epigenéticas y vamos a
definir vulnerabilidad y resiliencia, y de cómo pode-
mos responder resilientemente a esas crisis. Erikson
las describió como crisis del desarrollo que nos per-
miten, precisamente, el crecimiento. El decía que
había que superar la primera crisis para poder ir hacia
el desarrollo de la segunda, y señalaba que en cada
una nos enfrentábamos con pares antagónicos de con-
ductas que debíamos superar mediante una síntesis
propia que iba determinando cambios constitutivos de
nuestra identidad. Ese proceso de maduración surge,
para Erikson, de pulsiones internas que tenemos cada
uno como ser humano, pero que son desencadenadas
por estímulos del entorno, es decir, son crisis de desa-
rrollo que nos permiten vivir con nosotros mismos,
con el otro y en sociedad.
La primera crisis es la del nacimiento, y dura hasta
el año y medio, es de confianza-desconfianza, y per-
mite que el sujeto tenga esperanza. Luego, hasta los
tres años el par antagónico es autonomía-vergüenza
y duda, y permite el desarrollo de la voluntad. Más
adelante, entre los tres y los cinco años, la oposición
será entre iniciativa y culpa que hacen que se tenga
finalidad. Hasta ese momento, todas esas crisis tienen
por finalidad el logro de una identidad, para que un
bebé se identifique con su persona. Con la crisis que
se caracteriza por el par velocidad-inferioridad, apa-
rece la aventura social, aparece la competencia, y
entonces ya hay un quiebre, porque comienza la iden-
tificación con el otro, que sigue durante un lapso que
va desde los trece hasta los veinte años, donde el par
es identidad-confusión, y se elige estar con otro, la
aventura social es fidelidad. Si continuamos con el
desarrollo epigenético eriksoniano se enfrentará el par
integridad-aislamiento del que se adquirirá la capa-
cidad de identificarse con el otro mediante el amor.
Y las últimas crisis, identifican con los otros, no con
el otro, sino con lo social. Entre los cuarenta y los
sesenta años será la productividad-estancamiento, se
produce, se hacen cosas. Y desde los sesenta años
hasta la muerte, la aventura social va a ser la sabidu-
ría, y el par antagónico va a ser la integridad-desespe-
ranza.
La etimología de la palabra crisis proviene del griego:
yo decido, yo juzgo. En el diccionario de la Real Aca-
demia de la Lengua Española dice que crisis es una
situación difícil o delicada que produce un cambio
importante, mientras que el Diccionario Etimológico
de Corominas la define como un momento decisivo
en un asunto de importancia. A mí me parece más
importante, más gráfico, recordar que en los idiogra-
mas chinos la palabra crisis está representada por dos
idiogramas juntos, el idiograma de peligro más el de
oportunidad. Quiere decir que cada crisis, si bien es
un peligro es una oportunidad para el desarrollo y
para el crecimiento. Sabemos que ante las crisis uno
puede responder con vulnerabilidad, que es respon-
Epifanías:Respuesta resiliente a las
crisis epigenéticas
Andrea Márquez López-Mato
Docente de Psiconeuroinmunoendocrinología de la Universidad de Buenos Aires yde la Universidad Barceló
Directora del Instituto de Psiquiatría Biológica Integral (IPBI)
Ex Secretaria Internacional de la Asociación Argentina de Psiquiatras (AAP)
der con distrés, es decir, con estrés que no se adapta.
O ser resiliente, que es responder a las crisis pero,
además, saliendo de ellas fortalecido.
Primero voy a tratar, brevemente, el concepto de
vulnerabilidad, después voy a hablar de resiliencia.
Cuando hablamos de vulnerabilidad, nos referimos al
estrés ante las crisis. Cannon definió al estrés como
una situación amenazante que induce una reacción de
lucha o huida a la cual los cognitivistas le han agre-
gado cuatro posibilidades de reacción ante una situa-
ción agresiva, temida o amenazante. Selye, a quien
debemos el vocablo estrés (que se ha castellanizado
a pesar de que él pidió que stress nunca fuera tradu-
cido a otros idiomas), introdujo la noción de síndrome
general de adaptación. Los cognitivistas introdujeron
una variante, la más importante, que es que, precisa-
mente, el síndrome no es general, porque no depende
del estresor, sino que la respuesta depende de cómo
administro mi evaluación cognitiva de ese estresor.
Bohus, cognitivista también, ha señalado que la res-
puesta al estrés, y ésta es, tal vez, la definición más
importante, depende de las características o relacio-
nes de los estresores, es decir, del afuera; de la posibi-
lidad de controlar o predecir la situación o evaluación
cognitiva; de las estrategias de afrontamiento, cogni-
tivo-ideológico; y de los sistemas biológicos de res-
puesta.
Estos son los sistemas que se ponen en juego ante las
situaciones de crisis cuando yo respondo con estrés.
Sabemos, entonces, que los factores ambientales que
pueden ser estresores, pero también pueden ser amor-
tiguadores, van a pasar, como dijimos recién, por una
evaluación cognitiva y simbólica que va a ser lím-
bica o simbólica y cortical o cognitiva. Después de
este paso se percibe el estrés y se activan los siste-
mas de aminoácidos rápidos. Si el estrés continúa en
intensidad, o en frecuencia, o mi percepción continúa
indicándome que el estrés es importante, entonces
se desencadenarán respuestas neuroquímicas de corto
plazo y, si el estímulo continúa, lo harán respuestas
neurohormonales de largo plazo. Y en cualquiera de
estas etapas se van a agregar respuestas conductua-
les, emocionales y cognitivas. Por supuesto, esto se
va a retroalimentar y hacer que mi bagaje para la eva-
luación cognitiva y simbólica de nuevos estresores o
amortiguadores varíe después de que me enfrenté a
cada uno de ellos.
En cualquier situación crítica, de estrés o depresión,
van a estar disminuidos los sistemas noradrenérgi-
cos, disminuidos los factores de crecimiento neura-
les con disminución de la neurogénesis. Por supuesto
estará aumentada, además, la neurotoxicidad gluta-
matérgica, y la hiperactividad del eje cortico-límbico-
hipotálamo-hipófiso-adrenal. Pero, lo que tenemos
que tener, además, en cuenta, es que el disbalance de
estos sistemas -que es tan íntimo en la hiperreactivi-
dad del eje adrenal- va a producir el disbalance en
todas las vías psiconeuroinmunoendócrinas, lo cual
quiere decir disbalance en el sistema biológico total.
El aumento de SRH, por vía del aumento de somatos-
tatina, va a hacer que disminuya toda la función de
la hormona tiroidea y de la hormona de crecimiento.
Todo ello, vía betaendorfinas va a hacer que toda la
vía gonadal sea hipofuncionante, con disminución de
la sexualidad y la reproducción. Y este mismo fenó-
meno adrenal va a hacer que se desencadene toda
la cascada de citoquinas inmunodepresoras que aca-
rreará inmunosupresión e inmunodepresión.
En consecuencia, debemos tener en cuenta que dis-
poner de un fenotipo vulnerable que nos lleve a res-
ponder a las crisis con distrés, puede obedecer a que
el individuo nació con predisposición genética o a
causa de eventos adversos tempranos, experiencias
infantiles patógenas que pudieron influenciar sobre la
manera en que se adquirió la modulación del sistema
...la respuesta al estrés, y ésta es, tal vez,
la definición más importante, depende de
las características o relaciones de los
estresores, es decir, del afuera; de la
posibilidad de controlar o predecir la
situación o evaluación cognitiva; de las
estrategias de afrontamiento, cognitivo-
ideológico; y de los sistemas biológicos
de respuesta.
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Epigénesis:Vulnerabilidad a la ansiedad y a la depresión
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nervioso en los primeros tres años de vida, que son
los años de mielinización activa del sistema nervioso.
En otras palabras, ya sea por genética o por adquisi-
ción se puede tener un fenotipo vulnerable que va a
conducir a vivir en hiperalerta, con disminución de
la neurogénesis y aumento de la neurotoxicidad.
Es decir, vivir con una discapacidad para enfrentar
los eventos vitales o traumas de la adultez, produ-
ciendo entonces cambios conductuales o emociona-
les, depresión, enfermedad psicosomática o trastorno
de personalidad. Nemeroff sintetizó esta explicación
psiconeuroinmunoendócrina de manera muy similar
a las llamadas Series Complementarias, propuestas a
principios del siglo XX, por ese genial neurofisiólogo
llamado Sigmund Freud.
Un fenotipo vulnerable va a hacer que ante una depre-
sión o un estrés se tenga esa hiperactividad adrenal,
un nivel de neuropéptidos aumentado, disminución
monoaminérgica, disminución del sistema inmune, y
lesiones de las vías gonadal y tiroidea. Veamos ahora
un estudio publicado por un grupo de investigadores
ingleses y neozelandeses en la revista Science el año
pasado. Ellos tomaron una población de 847 hombres,
a los que le practicaron una determinación genética
de los diferentes alelos del transportador de seroto-
nina (SERT). Los sujetos de la muestra podían tener
la variante dos alelos largos, la variante alelo largo-
alelo corto o la variante dos alelos cortos. Los inves-
tigadores eligieron Nueva Zelanda por ser el país más
multicultural del mundo. Se sometió a los sujetos de
la experiencia a escalas de eventos estresantes como
mudanzas, cambios de pareja, cambios de colegio,
etc. Entre los 21 y los 27 años todos fueron medidos
con estas escalas. En promedio todos tuvieron de
uno a cuatro eventos estresantes. La conclusión de
este trabajo es que un tercio de esta población -los
que tenían dos alelos largos- no sufrieron depresión
después de haber tenido los eventos estresantes. En
cambio, la mayoría, los dos tercios, ya fuera que
tuvieran los dos alelos cortos, o corto-largo, sufrie-
ron depresiones después de atravesar las situaciones
estresantes. Es decir, que estos dos tercios de la
población tenía un SERT menos funcional, lo cual,
además, indica que tendrían pobre respuesta terapéu-
tica a aquellas moléculas que actúan sobre el SERT,
y que responderían probablemente mejor a moléculas
de acción dual.
Pero vayamos a emociones más primarias, Weinber-
ger demostró este año (2004) que las personas que
nacen con algún alelo corto del transportador de sero-
tonina, tienen más predisposición de responder con
miedo ante el alerta. Téngase en cuenta que estamos
hablando de una emoción básica.
Entre las investigaciones que han estudiado los even-
tos adversos tempranos el mejor ejemplo quizás sea
el trabajo de Schultz. Según este autor hay evidencia
traumática temprana en ratones concebidos por un
método de fertilización in vitro. Estos individuos
tenían más dificultades para retener la información
espacial, probablemente los problemas de memoria se
deberían a que en los animales resultantes de la fecun-
dación en el laboratorio podrían modificarse ciertas
funciones del hipocampo, viéndose particularmente
afectadas sus conexiones con zonas corticales y alte-
rándose la respuesta emocional de miedo y la agre-
sividad. Estas alteraciones son muy dañinas, ya que
al no tener aversión, al no experimentar miedo, dis-
minuye la capacidad de supervivencia. Schultz con-
cluye que las diferencias observadas son debidas
a alteraciones de ciertas tareas cerebrales causadas
por el procedimiento artificial en la reproducción.
Obviamente que no pretendo extrapolar esto a seres
humanos. Una mujer que se somete a tratamientos
de fertilización para poder tener un bebé, suple con
creces, cuidando al bebé luego de su nacimiento,
las zonas corticales y amígdalocorticales que puedan
estar dañadas.
Ahora vamos a hablar de resiliencia, pero permítanme
antes presentarles un concepto propio. Los materiales
son vulnerables cuando se deforman, son resilientes
cuando retoman su forma original. El ejemplo es el
caucho o los elastomer. Pero los materiales también
pueden tener lo que se llaman propiedades de acritud,
quiere decir que en algunos casos pueden resultar,
luego de una deformación, más duros, menos plásti-
cos, elastómeros más desadaptativos. Propongo apli-
car este concepto a los trastornos de personalidad.
Las caracteropatías, en consecuencia, vendrían a ser
el análogo humano de la acritud de los materiales.
En la Física la resiliencia se define como la resisten-
cia que oponen los cuerpos, en especial los metales,
a la ruptura por choque o percusión. O la capacidad
de un material de resistir a choques imprevistos sin
quebrarse ¿Qué sería, entonces, resiliencia para las
ciencias sociales? La capacidad humana para hacer
frente a las adversidades de la vida, superarlas y salir
de ellas fortalecido e incluso transformado. Por eso
es más que resistencia, es más que material. Resilien-
cia no sólo es resistir, es fortalecerse, es la capacidad
de superar la adversidad y construir sobre ella. Lo
mismo que analizó Erikson en sus crisis epigenéti-
cas. La resiliencia puede ser celular, por ejemplo el
balance de factores de crecimiento neuronales versus
factor de necrosis tumoral; puede ser tisular, tomando
por casos la hormona de crecimiento, la prolactina,
el TRH-CRH; puede ser personal, cuando se logra la
adaptación a la autonomía; o puede ser social, cuando
logramos apego, amparo y afrontamiento.
Se puede ser más resiliente con un tratamiento sos-
tenido con antidepresivos. O de un modo más eco-
nómico, pero más difícil de adquirir, teniendo amor
y amparo. Resiliencia, entonces, es la capacidad
humana para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas, salir de ellas fortalecido e incluso
transformado, como ya dijimos. Otro significado de
la palabra resiliencia es volver de un salto o rebotar.
El lenguaje popular siempre ha simbolizado esa capa-
cidad con ciertas frases como: “Hacer de tripas, cora-
zón”, “No hay mal que por bien no venga”, “Sacar
fuerzas de la flaqueza”, o “Lo que no mata, fortalece”.
Pascal comparaba al hombre con un junco, un junco
pensante pero un junco al fin. Y se refiere a un junco,
no a algo débil, sino a algo con capacidad para volver
a ser lo que era.
...disponer de un fenotipo vulnerable que
nos lleve a responder a las crisis con
distrés, puede obedecer a que el individuo
nació con predisposición genética o a
causa de eventos adversos tempranos,
experiencias infantiles patógenas que
pudieron influenciar sobre la manera
en que se adquirió la modulación del
sistema nervioso en los primeros tres
años de vida, que son los años de
mielinización activa del sistema nervioso.
Las caracteropatías, en consecuencia,
vendrían a ser el análogo humano de la
acritud de los materiales.
¿Qué sería, entonces, resiliencia para las
ciencias sociales? La capacidad humana
para hacer frente a las adversidades de la
vida, superarlas y salir de ellas fortalecido
e incluso transformado.
Se puede ser más resiliente con un
tratamiento sostenido con antidepresivos.
O de un modo más económico, pero
más difícil de adquirir, teniendo amor
y amparo. Resiliencia, entonces, es la
capacidad humana para hacer frente a
las adversidades de la vida, superarlas,
salir de ellas fortalecido e incluso
transformado...
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Si usted desea obtener la versión completa de la exposición del Dr. Luis María Zieher “La conformación de los
endofenotipos determinantes de la conducta de ansiedad en el neurodesarrollo y su modulación farmacológica”,
publicada en la revista PSICOFARMACOLOGÍA, solicítela al APM de Gador que habitualmente lo visita, o bien
por Internet: www.gador.com.ar/psyline,
o por correo electrónico: [email protected]
Agradecemos a los editores de la Revista PSICOFARMACOLOGÍA
www.science.com.ar la gentileza de permitirnos reproducir el contenido.
Hace ya varios años, modificando un trabajo de Bra-
verman, presenté las características de la resiliencia,
bajo la forma de un acrónimo centrado en la letra A.
Decíamos, entonces, que era resiliente una persona
que era Autónoma, es decir, independiente, Auto-
rregulada, capaz de inhibir sus impulsos, capaz de
hacer Análisis resolutivos de los problemas. Para lo
cual habría que haber nacido o haberse criado en un
Ambiente familiar cálido pero demandante, amoroso
pero con límites, con Altas expectativas parentales,
con Afecto no competitivo del grupo de pares, con
Amparo social. Todo ello permite un Amplio reperto-
rio de oportunidades ante los cambios vitales.
En suma, los factores que afectan la resiliencia son
biológicos y genéticos, propios del ambiente social,
la percepción que el sujeto tenga de su ambiente, el
tipo de personalidad con que se enfrente la adversi-
dad y las conductas propias del entorno.
Recientemente, fui consultada por funcionarios del
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
acerca del tema de la resiliencia en niños. En ese inter-
cambio me permití modificar, en forma de acrónimo,
la serie de pilares descritos por la Lic. Pilar Pacheco
Bowden que pueden fortalecer la resiliencia. Ellos
son: Instrospección, Independencia, Interrelación, Ini-
ciativa, Imagen personal de autoestima, Ideales mora-
les, Imaginación creativa e Ingenio humorístico.
Tener epifanías, o sea, ser resiliente a las crisis epi-
genéticas es adquirir autonomía, asertividad y adap-
tación ante los cambios y las crisis, manteniendo una
permanente interacción con el medio humano y el
ambiente. No perder nunca la capacidad de compren-
der y ser comprendido, poder aprender - esto es lo
cognitivo-, y aprehender -esto es lo intuitivo-. En
otras palabras, acceder intelectiva e intuitivamente a
lo que nos rodea, y también poder ir mucho más allá.
Para concluir, quiero compartir con ustedes estos
versos de Eduardo Galeano que definen, tal vez, cómo
cada uno de nosotros es, de acuerdo a su personali-
dad:
“Cada persona brilla con luz propia entre todas las
demás / No hay dos fuegos iguales / Hay fuegos
grandes, fuegos chicos, y fuegos de todos colores
/ Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del
viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de
chispas / Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran
ni queman/ pero otros arden con tantas ganas que no
se pueden mirar sin parpadear/ y quien se acerca, se
enciende”. En realidad, no es importante qué tipo de
fuego seamos, lo importante es que podamos variar
el calor, el color y las chispas de acuerdo con el estí-
mulo externo que nos permita crecer.
...la serie de pilares...que pueden
fortalecer la resiliencia. Ellos son:
Instrospección, Independencia,
Interrelación, Iniciativa, Imagen personal
de autoestima, Ideales morales,
Imaginación creativa e Ingenio
humorístico.
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