Entre Las Brenas Argenis Rodriguez

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ENTRE LAS BREASARGENIS RODRGUEZ

PRIMERA PARTEUNO Subi a gatas dicindose: Desde aqu lo podr ver. Se tir sobre la hojarasca. Los secos helechos levantaron un polvo que le hizo estornudar. Caramba! Se arrastr sobre su ropa de caqui, sucia de varios meses (tres). Desde aqu no se me har difcil. Los rboles brotaban como de un mar. Ser la fatiga lo que me tiene as? Porque desde cuando no coma? Desde ayer, s, desde ayer. Su mano iba hacia la barba de varios meses (tres). All abajo el ro flua sin cesar con su ruido constanteagudolento. No pens que fuera peor, no pens que fuera peor. El recuerdo de la comida, la olla que penda de la pequea troja, el fogn y el humo da y noche, perpetuo, subiendo por entre los rboles. No me voy a devolver. Tampoco lo puedo perder de vista. (Yo particip en la carretera. Le met a uno un balazo en la sien. No se paraba y le tuve que tirar por la ventanilla. El jeep se fue por la cuneta y el hombre se me muri en los brazos. No le saqu una palabra. La verdad era que no poda hablar. En el carro no haba ningn dinero. Y lo recordaba como desvado, all parado, rindose, chupando la caa, el pelo largo por detrs. Y cuando l fue apareciendo por primera vez [como emergiendo, se dice ahora] tambin le oy la voz: Pero qu lavativa, qu lavativa, aqu hubo un error. Nosotros qu lavativa, qu lavativa ustedes han debido esperar abajo y recibir el juramento abajo. Ahora conocen todo, el sitio qu lavativa Debe estar sobre su rastro como el da aquel detrs del rastro de los cuatro que fueron abandonando los platos para lavar o los fusiles con que montaban la guardia o las botas a

medida que corran; para no llevarse nada sera, conscientes de la necesidad que se pasaba.) Sobre su rastro. (Dnde carajos estaban las mulas, los hombres, el mismo aire que se respira? Cuando llegu al pueblo no vi a nadie. Tuve que exponerme hasta que los encontr. Y lo vea all balancendose sobre sus delgadas piernas con su inseparable Thompson en las manos. El relato de los que fue dejando fros a medida que se levantaban, cuando haba sido todo lo contrario: el relato de los que fue dejando fros sobre las camas sin que todava se despertaran.) no es en l en quien piensa ahora, en el del largo cabello? cuando poda estar pensando en la Universidad y en el aula y en las mujeres que lo hallaban interesante y en las fiestas en que luca con su cuerpo, las fiestas a las que llev su cuerpo los trajes bien cortados que se cambiaba cada dos das el mismo juramento (que se le antoja ridculo) en la Tcnica no se ve ahora como si se hubiera presentado alto, despreocupado, los otros desluciendo en su presencia? (Tambin en la polica de La Iguana. El Negro, Agustn y yo Yo-yo-yo era aquel hombre delgado del pelo largo por detrs, detrs del rastro (l solo) de los cuatro que fueron dejando las cosas en el camino.

Recuerda el da en el campamento: l acostado. Pedro (tambin acostado) debajo de un platanillo, lea un libro sobre un tal general Ducharme. El grito que parte del follaje: La gente est desertando! Y pedro, sin que el otro apareciera todava en el claro: Qu esperas para emprender la persecucin, pues? Y es el del largo cabello que llega acechante alargando la mano para coger la pistola que le tiende Pedro. Les tiro? Y qu ms vas a hacer si no se paran?) el cielo corra azul como un mar. Ah, ah, ah, el auto por la noche y la llegada a la Tcnica las manos en alto juro, juro, juramos las voces retumbando como en una cueva y no es l el que ahora as gime, se arrastra bajo el sol, solo, lejos de casa? sin embargo, todo pudo ser glorioso recibo como mdico sin ser mdico la fiesta en el campamento porque llegaba el primer doctor los hombres que extendan sus brazos infectados por los mosquitos las llagas y la piel empaada por el agua Caramba, debe estar pisndome los talones caramba es por es por no he debido venirme ayer nada ms Y vea cmo el ro se arrastraba all abajo todava azul.

DOS

Jos Cada vez que veo este camino que nosotros mismos hemos trazado recuerdo el da que llegu. Nos habamos detenido all donde el ro se bifurca y el gua se haba adelantando dando pequeos gritos, como amortiguados por la mano que se llevaba a la boca. All contempl algo que era como un fogn y enseguida me dije: Aqu es. Al fin. Aqu es. Pero no divisamos nada. Estarn escondidos, me dije entonces. En este momento me vuelvo y le digo al que me sigue: Seprese un poco. La experiencia nos ha enseado que hay que caminar un poco separados. (Y le explico que las piedras se resbalan con facilidad y pueden caerle a uno en la cabeza.) A Cndor le cay una. No vio el pelado que tiene? Tiene razn me dice el hombre. Vicente Sigo a este muchacho. No se re. Aqu no se re nadie. La soledad, la naturaleza, todo es duro aqu. Aqu se acerca el ms dbil. Hago como me dice: me separo un poco. Recuerdo que mi pap me deca: El total es no dejarse dominar por los instintos. En esos montes, los instintos dominan a los hombres. Eso es lo principal me dijo. Ahora yo voy aqu. Hemos dejado de escalar y caminamos por lo recto. Tropiezo con una cuerda donde se asolean unos pescados. Aja?

Por la patria y por el pueblo dice mi acompaante que entra como con desenfado. Pedro Veo mi reloj. Son las tres. Esta maana lleg Vicente, hijo del general Girando. Como vive en esta comarca y es conocido, llega y dice que viene de parte del Partido, que lo nombr jefe militar de la zona. Al parecer, vive del nombre del padre y se pavonea por el campamento sonriendo mucho con la gente. Apenas entr se sent en el suelo, se quit las botas y las medias y empez a arrancarse el cuero de los pies, que se haba ablandado con el agua del ro por el que camin cuatro horas seguidas para no dejar huellas. Despus vino y se sent en la hamaca y me llam. Habl con el consabido susurro: Vengo por uno de tus hombres. Cul? Carlos. Carlos Estoy en la fila en posicin de firme. Me he vestido de limpio y me he quitado la barba. Debo hablar, como segundo en este destacamento debo hablar. Preside, como siempre, Pedro. De primero est Vicente, enseguida yo. No puedo negarlo, me halaga. Despus de esta zona, que fue la primera en fundarse, viene la de Vicente. Vicente me dijo que haba elegido un segundo. Ese segundo soy yo. Como todo el mundo, haba odo hablar de m. Y que se dijo: Nada, ste. Pidi, concedieron y vino por m.

Le habl de todo, pero lo que ms le gust fue aqul relato de la gente que se me raj y tuve que hacerle frente, solo, a la situacin. Por eso eres el hombre dijo. Y t sabes que la nuestra va a ser la primera zona. Pedro Se han ido. Lo ltimo que vi fue ese sombrero nuevo de Carlos, que se ocultaba entre las hojas y la maraa. Hay cosas que uno no se puede ocultar. Yo no pude guardar el rencor. Llam a Jos y puedo decir que me le confes. Era por la entrada de la noche. Ya todo el mundo se andaba acostando. Le dije que se sentara aqu y vino y se sent aqu, en la hamaca. Ese seor, Vicente, se puso a hablar y a decir que es el jefe militar de la zona. Le hicieron caso, porque anda con rdenes como para llevarse la gente que quiera pero nadie debe olvidar que el primero que se intern en las montaas fui yo Jos Ahora tiendo esta cobija sobre un montn de hojas. Las hojas impiden que mis huesos tropiecen con este suelo tan duro. Son mi colchn. Todas las noches veo esas estrellas que van de un sitio a otro. Recuerdo que (cuando pequeo) en el patio de mi casa las sirvientas sealaban, con gran misterio, esas estrellas errantes. Va a ocurrir algo decan, porque ah va una. Aqu no va a ocurrir nada. Para m que las cosas ocurren en el corazn de los hombres. El rencor es una de esas cosas que ocurren

TRES Los dos hombres escalaron la pequea pendiente y caminaron por el visible camino; pasaron por debajo de unos bejucales agachando la cabeza; despus, por un claro que se ocultaba entre unos grandes rboles. El que iba delante, ms bajo que su compaero, caminaba con ms agilidad; llevaba un sombrero de cogollo. El que lo segua llevaba una gorra verde; de un hombro le penda un morral. Cujuuu! el que preceda se detuvo e hizo un gesto al de atrs, indicndole que no hiciera ningn ruido. Cujuuu! Y los hombres avanzaron resueltamente, con cierto desparpajo. Llegaron a un pequeo campamento donde haba una gran lona tendida en el suelo y al instante aparecieron varios hombres apartando las hojas de los platanillos de monte; apuntaban con sus armas a los recin llegados. Al reconocerse bajaron las armas y se saludaron. Qu hubo, Carlos? dijo el que entr primero. Hola respondi el aludido, hombre bajo, de crecida barba, vestido de uniforme verde oliva. Cmo ha estado la cosa por aqu? continu el otro, ahora en voz baja, dirigindose con absoluta exclusividad a Carlos. Nada. Todo normal contest Carlos. Lo mismo y lo que no nos hemos cansado de repetir continu hablando en forma casi imperceptible, que le van a hacer frente a la Guardia si la ven. Yo, como siempre, les digo que no, que se sometan a lo acordado. Pedro oa callado. Se sent sobre los troncos de bambes que servan como especie de troja. Se desat las botas, se las sac y las sacudi contra las caas de bambes.

Hay que recalcar eso volvi a dirigirse a Carlos, que se haba sentado a su lado. Maana lo repetir en la formacin. T no sientes un dolor en las piernas, como por aqu? Agreg, tantendose las rodillas. No ser el fro? Debe ser. A m no me ha atacado. Debe ser asunto de los huesos. Eso he pensado yo. Recorrimos el ro hacia arriba. Descubrimos un buen sitio para la emisora hablaba en tono pausado, observando la libreta que tena en sus manos. Carlos asenta con la cabeza, mirando las rayas que iba dibujando sobre la tierra con un palo. Pensaba: La emisora. Pero imaginando el sitio, como haban convenido, imaginando un hoyo grande donde estara un hombre que transmita por fin!, se dijo con impaciencia y a la vez cierta emocin que no saba si era de temor o qu Eso quera decir que por fin se acercaba el momento en que el Partido dara la orden. Se vio rampando por la maleza, disparando, hacindose una imagen que nunca lo abandonaba: siempre en la misma posicin o movindose con agilidad, cosa esta ltima de la que dudaba. Tendr suficiente agilidad ese da? Tendr, se dijo. Y record el tiroteo contra la polica en el ataque a una casa de exiliados cubanos. Me port bien, aunque esa noche me hirieron la pierna. Y se recordaba renqueando y subiendo a un carro de alquiler. Seguramente el mismo hombre lo haba delatado. Se haba quedado a una cuadra de su apartamento que habitaba con Pedro para despistar al chofer. La noche podra protegerlo. Pero vio el carro de la polica que lo estrechaba contra la pared y se dej caer en la acera. Los golpes y patadas en el estmago despertarse y volverse a dormir en el auto que lo trasladaba al hospital, custodiado. Vea todo con tristeza. La rabia, por la impotencia que senta, lo haba convertido en uno de los ms impacientes y tal vez, como deca una de sus compaeros, en

un verdadero suicida, hasta el punto que nadie, casi nadie, se atreva a actuar con l. yo creo deca Pedro que esa emisora podemos instalarla maana mismo. Hay que escuchar cuatro de los hombres, de los mejores, de los ms fuertes. T, yo, alguno de los dos ir con ellos. Ninguno de esos hombres saba nada, ninguno se imaginaba, se deca Carlos que todo estuviera tan cerca Ser mejor as? Y mir hacia el otro hombre, alto, delgado, que acababa de llegar con Pedro. Lo sabr Jos?, se dijo. No creo que Pedro se lo haya dicho. Creo que ni se imagina. Y miraba a ese hombre con simpata, pero sin demostrrsela. Jos diriga sus ojos haca el sitio donde se encontraban ellos; exprima las medias y se las pona de nuevo. Haca apenas diez das que se haban conocido, en la montaa. Carlos baj la vista y sigui dibujando figuras en el suelo; era una manera de or a Pedro sin tener que mirarlo a los ojos. Qu dices t? le pregunt Pedro. Lo que t digas respondi. Si quieres voy. T decides. Si tienes el plano voy. Me servir de prctica de orientacin o de exploracin dijo con una sonrisa. Si, yo estoy pensando que el que debe ir eres t. En todo caso te llevaras a Jos. Yo tengo que entrevistarme con los del trabajo agrario y encargarles que nos renan las ligas para el domingo. No te parece? S, respondi Carlos maquinalmente, porque ya se estaba viendo caminar delante de cinco de esos hombres, orientndose, ojeando el plano que le entregaba Pedro. Y Pedro?, se dijo. Cmo se sentir Pedro? l sabe desde el principio. Supongo que ya debe estar acostumbrado, que slo espera el momento. O pensar en ese da con insistencia? No me dice nada, no se refiere nunca Y se imagin a Pedro, como lo vea siempre en la formacin, con la cabeza gacha, o la mirada hacia arriba sin dirigirse a nadie

en particular, cuando hablaba, o daba las rdenes, o encomendaba el orden del da lo vio el da en que tendra que dirigirse a los hombres, durante la formacin, para anunciarles que iban a entrar en pelea, como decan todos CUATRO

1 Cresto viene entrando al campamento. Es alto. Yo dira largo y fuerte. Me fijo en sus manos que son grandes y que brotan de las mangas (me digo) como las masas de un piln. Tiene los pmulos colorados; los ojos negros, separados; camina encorvado, tal vez por el peso constante de su alforja de la que parece no desprenderse nunca. Yo me digo que Cresto trabaja a la carrera para transformarse todo lo ms rpido que pueda en un verdadero guerrillero. Siempre, desde que le conoc, le he notado el fusil en la espalda. Es una carabina. Aseguro que escogi la carabina porque es ms liviana que el fusil. Aqu la gente se busca la comodidad. La mejor manera de buscarse la comodidad es alivianndose. Cresto es tambin el nico de los hombres que anda de uniforme. Acaso porque sea el ms joven. S que el ms joven porque me lo han dicho. Al principio cre que el ms joven era yo. No obstante, pienso que debo parecer el ms joven. Volviendo a lo del uniforme, me digo que Cresto anda uniformado porque es el ms joven y quiere parecerse desde ya a un militar, a un jefe. Y vuelta a lo del principio: cuando llegu, los hombres me dieron la impresin de ser unos malos actores; aquello de estar all afuera de la carpa (la carpa se derrumb y la lona qued a todo lo ancho del campamento), aquello, repito, de que los hombres estuvieran all fuera de la carpa con las botas rotas, sin haber

peleado todava, aquello de que los hombres se fijaran tanto en sus barbas y se la pasaran mesndoselas y mirndose en el ro para sentir cmo les crecan, aquello me hizo sentir desdichado. bamos a morir de verdad, en medio de unas cuantas aclamaciones (las aclamaciones de los que nos haban metido all), sobre un tablado derruido, todo lo ms lejos del pblico grueso. T has cado en esto. Eso ha pasado. La seriedad es producto de la costumbre. Si me vieran la cara ahora. Aqu no se re nadie. Cresto deposita su alforja sobre la troja. Ahora va y se sienta al lado de Pedro, debajo del rbol. Ah, cmo nos mira Cresto a los dems, l, el ms joven de todos, jefe de escuadra que habla cuando quiere con el primer comandante! Pero a quien mira ms Cresto es a Cndor. Cndor se ha dado cuenta de las miradas de Cresto y el que ha hecho la observacin. Cndor me ha contado esto. Y ahora que veo a Cresto hablando con Pedro, mis ojos buscan a Cndor. Est all acostado sobre una cobija. Dice que tiene fiebre. Est llagado. Yo pienso: Cresto vino con Cndor. Cresto es tres aos menor que Cndor. Cresto es el jefe de la escuadra donde est Cndor. Pedro me dijo: Yo no confo sino en la gente que ha actuado conmigo. Yo pienso: Cresto ha actuado con Pedro, luego Pedro confa en Cresto. Viene entrando Kansas. Se sienta a mi lado; se quita las medias, las exprime y se las vuelve a poner. Ahora se dirige hacia el sitio donde se encuentran Pedro y Cresto. Yo me digo que el acto que hizo Kansas de quitarse las medias y ponrselas fue para hacer tiempo y acercarse all donde se encuentran ellos. Cresto se levanta. Me saluda con un leve movimiento de cabeza. Se acerca a Cndor. Se lo lleva, me digo. Cndor se levanta. Tiene una cara de Dios se la guarde.

Cresto sale del campamento. Cndor va a seguirlo. Cundo volvemos a jugar a las damas? le digo. Al regreso dice. Ahora voy por unos bastimentos. Sale detrs de los pasos de Cresto. 2 levant los ojos y al primero que vi fue al nuevo se que me apuntaba y me preguntaba quin era. Con el pueblo le dije. Y sub y pas a su lado y llegu al campamento y dej caer la bolsa en el suelo y fui y me sent sobre la troja, al lado del Jos (escribe que escribe) y me saqu las botas y exprim las medias y me las volv a poner y esper que Pedro me llamara (Pedro estaba hablando con Cresto debajo de la mata) y cuando me llam, cog, me par y fui y me acerqu y me sent al lado de los dos y o por un largo rato a Pedro, primero lo que concerna a Cresto y despus lo que me concerna a m, que no pasaba de ser lo de siempre y que podra resumirse en estos trminos: Muy bien. Trajiste el papeln? Muy bien. Maana vuelves al caney y te traes el resto. Cresto va por otra parte ahora. Las noticias no son muy buenas. Ya yo saba que no eran buenas. No le dije yo? Ayer estuve toda la maana oyendo el ladrido de los perros. De dnde sino de la casa del Juvencio Fernndez deban ser esos perros? Eso le dije yo ayer y se lo comunique a Daz: Adelante, donde hay perros hay gente! (Desde cundo no te acuestas con una mujer? Cantos y cornetas y gritos y vivas aquel da que me sali la mujer en el Nuevo Circo. Para dnde vas? Vengo a or al doctor.

Cmo te parece si nos vamos a tomar algo? De verdad? Viva! Piensa desde cundo no te acuestas con una mujer!) A veces uno cree que la gente sabe dnde est uno. No s porque ser as. Uno cree que hasta estn viendo a uno y que lo estn viendo y que saben dnde est uno. Y saben dnde est uno y qu hace y qu piensa uno. Y a lo mejor no saben lo que ha hecho uno y no llegarn a saberlo hasta que haya que decirlo, contarlo o escribirlo. Nadie creer las cosas que ha hecho uno! No dir por supuesto que fue as. Dir que no dorman, sino que se estaban levantando y que ellos eran cinco (en efecto eran cinco con el de la puerta que ya habamos desarmado) y los otro cuatro que dorman y que tuvimos que echarnos all mismo, porque si se despertaban, qu hubiramos podido hacer los tres casi desarmados? Porque si no hubiera sido porque dorman y no hubieran dejado las armas al alcance de las manos no la estuviramos contando. Yo me acuerdo que Daz le dio al gatillo y el bicho no estall y yo cog las armas de la cabecera de las camas y comenc a disparar. Uno, dos, tres, cuatro. Y cuando salimos, Dnde estaba Luis? Y l como si nada, con un radio prendido en las manos mientras lo podan estar matando a uno. Y nadie lo va a creer. Era por los das de la muerte de Livia. Nosotros estbamos confinados en el pueblo. Vamos a enguerrillarnos. Y nos reunimos y fuimos y tomamos la polica. Y qu? Yo lo que no me explico era lo que haca Luis con ese radio en las manos. Sali con nosotros con aquel radio prendido con una musiquita de una piedra que le tiran a un cocotero, yo me acuerdo, sali con aquel radio prendido y nos perdimos y cogimos el monte y entonces fue cuando nos dieron alcance en el ro, justo cuando yo me agachaba para llenar la

cantimplora y vi al campesino que deba ser el gua porque comenz a sealar hacia donde yo estaba y le tir, bang, y le di en la frente o cerca de la frente y cay hacia delante. Nunca pens que tirara tan bien! Y me dieron en la pierna y yo segu tirando, bang, bang, bang, all acostado en el ro y las balas brincando y las piedras y los pedazos de piedras saltando y bang y bang y pude sacar la pistola tambin y le di al de adelante que segn supe era un teniente. Y en esto veo a Daz que baja con la escopeta y bang, bang, bang y la gente ech a correr. Despus Daz me agarr por un brazo y me subi all y le dimos un rodeo al monte y me dej cerca del pueblo y luego subi con un tipo que me sac la bala, me amarr la pierna y me dej un pote de medicina para que recuperara la sangre. Y Luis? Saban ustedes lo que haca? Nada! Mientras nosotros pelebamos estaba acostado sobre un hojero porque deca que no poda caminar por una espina que tena en una pierna! Que espina del carajo! Yo tena un balazo, que es peor que una espina, y camin y tumb a unos cuantos! CINCO Era por febrero y habamos hecho el trayecto, primero en un auto, desde Caracas hasta el pueblo, y despus de ese pueblo, durante la madrugada, en un Jeep hasta el puente grande donde cogimos la quebrada para internarnos en la montaa. ramos seis, los cinco que nos integramos y el gua. Yo creo que por lo negro nadie divisa nada. Yo no vea ms que al que iba delante de m, pues todo era la negrura. Alguna silueta de casa se elevaba en la distancia o se oa el ladrido de algn perro

que parta de la soledad de las casas. Llevbamos los sacos en las espaldas. El mo pesaba mucho. A veces la luz de una linterna sala del camino. Salud. Salud. (Por entre los rboles y luego las piedras del ro que por ese lugar estaba seco y las alambradas y las casas dispersas por el frente de las casas en silencionadie hablaba) Los hombres bajaron al ro y caminaron un largo trecho chapoteando a veces o hundindose en el agua hasta la cintura. Atrs haba quedado la llanura y ahora los hombres, que no estaban acostumbrados a esta vida, oscilaban y caan en el agua. Despus se levantaban para caer ms adelante, con los sacos amarrados a las espaldas. (Antes que nosotros mucha gente pas por aqu y no gente de por estos lados, sino gente nuestra, de la ciudad, que como es de comprender tiene que buscar estos montes. Y como a tanta gente a m tambin me toc Yo no conozco a ninguno de esos hombres. Apenas si los vi ayer por primera vez. Ya se me haba dicho que deba estar ese domingo en la plaza y cuando llegu ya estaban los hombres recibiendo las instrucciones. Vino el auto y el viaje y la casa donde no queran que hiciramos preguntas, la dormida y la partida con el gua) El gua, el hombre bajo y delgado que va delante, es de por estos lugares y no da muestras de cansancio. Conoce todos los recovecos, los caminos y las casas de la zona. Nunca se cae. Tampoco se detiene y va como sonmbulo. No habla ni quiere que le hagan preguntas. Eso lo da a entender. Cuando aparece una linterna es l el que saluda. No dice otra cosa que salud y sa es la respuesta que obtiene del hombre que pasa.

(Yo no s. Yo nunca me vi viajando por estos lados. Yo me deca que no me vendra y por eso me aguant en la ciudad. Cuando todo el mundo la cogi por irse al monte yo creo que el nico que no quiso cogerlo fui yo. Pero ahora no hay nada que hacer las luces todas las noches, cuando no de las llamaradas, de las pistolas y el largo camino de las noches en las escapadas) El que sigue al gua se detiene y se vuelve hacia los otros. Sonre mostrando un pez. Miren lo que encontr dice. Los dems se acercan, con excepcin del gua que sigue sin darse cuenta. Aqu la corriente es intensa y nadie oye nada y se oye muy poco la voz de los hombres. Los hombres han visto el pez y cuando el que lo tiene hace mencin de tirarlo, uno le dice que lo guarde. A todas stas, el gua, que va con ventaja, grita: Es con trueno. Y los hombres siguen vadeando el ro. (Nosotros ramos ocho con la mujer. La mujer nunca deca que no y eso nos daba nimos. Por lo menos a m me daba nimo. Yo me deca: si ella va por qu no voy a poder ir yo? Y yo creo que todos se decan lo mismo. Ella estuvo presente el da del auto-mercado y el que la acompaaba (Yolanda, para todos lados) deca que era su hermana. La gente que los protega se condola de la muchacha. Y yo me deca: Una mujer ayuda mucho) Falta mucho? le pregunta uno al gua. No responde el gua. Eso es lo que dice siempre No, y nunca llegamos. Los hombres ren y contemplan el gua, al hombre menudito de sombrero de paja que se levanta de la piedra y se pone en camino.

(Yo me digo que son cosas de la suerte. Ese da yo llegu tarde. Haba una aglomeracin en la puerta del edificio y la polica estaba por los alrededores. Yo, la verdad, no vi a los que empujaban en la camioneta tal vez sea por eso que yo voy aqu yo me digo que son cosas de la suerte la gente sabe cuando dice que lo mejor es lo que sucede) Nosotros nos detenemos, contemplando el ro que se bifurca. El gua desaparece entre los rboles. Su camisa, que es azul, aparece por un momento en tanto sube. Nosotros nos quedamos esperando. (Esa primera noche, durante toda la noche, estuve escuchando el canto del pjaro cuju-cuju all, acostado en el suelo, sobre la lona). SEIS Record, no sabe por qu, un da, una tarde que se encontraba en una improvisada plaza de toros en su pueblo y se puso a caminar por debajo de los maderos que servan de tribuna y donde estaba la gente de pie y contempl las piernas de una muchacha que estudiaba con l y se qued all abajo mirndole las piernas, porque esa muchacha era bonita y tena fama de serlo y vea siempre alejada de l y tal vez de todos los muchachos del colegio por esa misma razn ser hermosa y contar adems con recursos econmicos superior a todos los que estudiaban en el colegio. As, pues, se qued all debajo de los troncos que servan de tribuna contemplando las piernas blancas con finos bellos amarillos que se curvaban hacia arriba en esos muslos y lo descubrieron y l pudo ver la sonrisa de quin sabe qu cosa,

si vergenza o qu que mostr la muchacha y entonces l corri por debajo de los troncos. Ahora piensa que aquella muchacha nunca le dirigi la palabra y l tampoco pudo hacerlo. Era de las que supona mucho para l, algo inalcanzable en forma de mujer. Y pensaba que para alcanzarla tendra que llegar a ser poderosos, grande, conocido. (Ser conocido tendra algo de lo grande o de lo poderoso, eso se dice ahora y por eso se encuentra aqu, piensa). Recuerda que la muchacha se la pasaba en la tienda del padre y que siempre estuvo tentado a entrar y preguntarle por cualquier cosa de la tienda para poderle hablar y nunca se atrevi. Para qu si no iba a hacer nada con eso? Se saba, si no despreciable, impresentable. Para la poca se recuerda con los dientes encaramados, flaco, rodilludo y nunca se vesta y la vagancia y la vagancia por los montes lo hacan despreocupado, sucio, atrevido en otros trances como el de robar en casas o en solares o en conucos ajenos; o gritar a alguien y salir corriendo o baarse en la laguna prohibida porque el agua era utilizable. (Muchacho, bate y cmbiate la ropa, la gente va a decir que no tenemos con qu vestirte! En el patio de la casa haba un montn de lea y un volteo viejo que alguno de los inquilinos de la pensin de su madre haba dejado abandonado porque no haba podido pagar o no haba podido llevarse.) As, pues, pensaba, no pasara nada all. Y esa muchacha en cambio estudiara, (tena dinero) aspirara a casarse con alguien que no fuera del pueblo o con uno de los ricos del pueblo. (Quin ir a ser el afortunado que se va acostar con ese cuerpecito!)

Cuando vio aquellas piernas se qued extasiado de contemplar algo que no vera sino as, a hurtadillas. Est acostado sobre las hojas. Siente la noche clida en su frente hmeda, caliente. Se dice que cuando el pas se entere que se encuentra aqu, en el monte, esa muchacha (sabe que ahora es seora) piense en l, y as muchas otras muchachas que conoci y que nunca le dirigieron la palabra pensando que no servira para nada. (No, gracias, es que no puedo bailar contigo por tu estatura. Me vera demasiado baja bailando contigo. T sabes, t me perdonas.) De todo hay en los predios del Seor, se dice con cierta alegra o cierta tristeza. Uno nunca sabe si una alegra interior, a solas, es ms bien una tristeza, piensa. Esta noche duerme al lado de Luis. Luis es negro y tiene una pierna hinchada. Duermen juntos y piensa que asco que Luis pueda tropezarle una de sus piernas con la hinchada. Luis huele mal. No se baa nunca o puede baarse por el asunto de la pierna. Pero duerme con Luis, porque Luis, que no puede hacer nada por la pierna y anda rodando por el campamento, ha conseguido una cobija. El fro no lo har quejarse esta noche. Dormir caliente. Podr dormir. Vale la pena y a lo mejor le hace un favor a Luis. Luis ver que no le tiene asco. Luis lo ver como un hermano. Sabe que Luis est sentido. Sus antiguos compaeros lo han dejado de lado, le han quitado la confianza, han dicho de l (y Luis lo sabe) que cuando atacaron la jefatura, en vez de atacar como los dems atacaron, slo se preocup por registrar las habitaciones y llevarse un radio. Y a Luis le molesta est opinin y l (Jos) lo sabe. Quiere darle confianza a Luis. A lo mejor quiere ganrselo. Quin sabe. Qu va a hacer con ganarse a Luis? Aqu quieren ganarse los unos a los otros. Por ejemplo, Mario. Mario quiere ganarse a la gente. Eso

se da a entender. Les habla de s mismo, de lo que hizo y de lo que desea hacer; habla de su audacia para crear confianza en los otros; acta primero o quiere actuar de primero; se pone a hacer la comida sin que nadie se lo pida y atiende y la da prioridad a los dems y habla de s mismo mientras ejecuta sus cosas. Bueno, quin sabe. Qu voy a hacer yo con ganarme a Luis? A menos que me sirva para quitarle ms comida cuando tenga que cocinar o repartir la comida. Un da Jos se estaba baando completamente desnudo all en el ro y cuando sali y se par en una piedra all para secarse al sol, Luis se puso a verlo y le pregunt si no se senta mal. Por qu? Caramba, lo vea bien flaco! Llevaba diez das aqu. Iba a hacer saltar el mundo. Sus compaeros eran los mejores compaeros del mundo. Andara con una gorra, chapoteando en el fango. Todo se arreglara. Estaba convencido de eso. Era una locura pensar que entre ellos existirn discordias. No le hara caso ms a nadie. Era natural que existieran rivalidades. Para eso eran hombres. Se iba a olvidar de lo que haban dicho. Era mentira que quisieran ganarse los unos a los otros. Tena que convencerse de eso. Lo que haba que hacer era prepararse para combatir. La lucha nos unir a todos .le hubiera gustado creer en algo para decirse que todo se iba a arreglar. Pens que cuando nuo rezaba por las noches y se deca que no poda ser egosta. Le rogaba a Dios que lo matara antes que a sus hermanos o a sus padres. As demostraba que no era egosta y que se sacrificaba por los dems. Ahora se deca que se sacrificaba por los dems, pero ahora no crea en el Dios de su niez y le haca sentirse un poco desdichado Al fin y al cabo hay que dormir.

SIETE

l no senta las pulgas. La gente hablaba de las pulgas, pero l no senta las pulgas, no las senta. Se arropaba con la cobija roja, suave, que haba sido de su mujer; no se separaba de la cobija, ero lo nico que protega de los dems hombres; le daba dolor verla en manos de otro; la peda, la exiga, lo senta mucho. Se arropaba con la cobija y oa desde la troja a los dems hombres que hablaban de las pulgas de la troja y del cargamento que deba llegar esa noche. l se estir y trat de dormir, oyendo an la conversacin y el susurro de los hombres que estaban abajo, sentados al pie de los caaverales, chupando tal vez caa o pensando en preparar un caf a escondidas; pero l no, l lo nico que trataba era de dormir, dormir y soar; por ejemplo; la otra noche so con su mujer; haba soado que ella haba ido a cobrar las prestaciones en la librera donde l trabajaba antes de coger el monte y que el dueo del negocio se haba negado, pero y que l se haba aparecido, no saba como, armado, la misma ropa sucia y los bigotes chorreados y que haba obligado al hombre a pagar; eso por ejemplo haba soado; pero no le gustaba recordar el sueo, le haca recordar a su mujer y le daba tristeza; no era buena compaera la tristeza, no era buena, perjudicaba, haca mal y traa nudos a la garganta, adems le haca ponerse nervioso, le haca mover las piernas, no lo dejaba dormir bien; era raro, pero slo le entraba sueo cuando tena que hacer guardia, fuera de da o de noche; la noche que so estaba de guardia; se durmi entado al lado del fogn y so; lo mismo que otra noche se durmi parado de pie, si, cosa que le pareca imposible; se durmi y so y so que dorma bien, sobre la cama y bien arropado, cuando apenas si se cubra con un pedazo de plstico. Los hombres hablaban en un susurro ms lento, ms callado; estaban all abajo, al pie de unos caaverales,

al lado del fogn semi-apagado, al lado del fogn que iban atizando para que no echara mucho humo; pero l se habra propuesto dormir porque despus tendra que hacer su guardia; all ellos si no queran dormir, por lo menos a quien le tocaba su parte de sueo, como a l ahora. l tena que dormir porque sino al otro da se sentira mal, le doleran los ojos y se sentira pesado para caminar o cargar pesos; estaban pensando que iba a buscar las maneras de hacerse de un anzuelo o de alguna otra cosa con que pescar en el ri; estaba pensando en los das de hambre que pasaba por no saberse defender en la montaa; y estaba recordando que el da que sali muy de maana en el Cacho a hacer una exploracin para ver si se poda abrir una pica desde el campamento hasta este caney no comieron en todo el da porque ninguno de los dos supo hacer nada para comer; estaban los peces abajo, en el ro, y ellos no supieron cmo hacer para coger uno, y recuerda que el Cacho haba encontrado un pez muerto a la orilla del ro y que desconfiaron y no se lo quisieron comer. No vaya a estar malo, dijeron y lo botaron. Estaba pensando en el fusil le molestaba mucho, que todava no se acostumbraba a dormir con el fusil; y oa el susurro de las voces y se imaginaba a Cndor y a Cresto all abajo, en cuclillas, o sentados en el suelo al lado al lado del fogn que iban atizando, posiblemente en hacer un caf; l olera el aire y, por supuesto, bajara de la troja y hasta tal vez se quedara a conversar con ellos hasta que llegara el cargamento o llegar la maana; pero no, no quera dejarse dominar por las aprehensiones, se dijo que por la aprehensiones, sin conocer mucho el significado de la palabra; pero se dijo que por las aprehensiones y crey que defina muy bien lo que pensaba en ese momento y record, por supuesto, se dijo, a su mujer; la record y pens que por las noches la recordaba ms, aunque no pensaba en esas cosas, sino que la record y trat de hacerse una idea de la que ella pensaba acerca de l en ese instante de la noche; pens que tal vez ella lo crea valiente, arrojado, y se

sonri, se sonri por sus adentros y hasta quiso levantarse y caminar un poco en torno al caney, respirar hondo y ponerse a hablar con los muchachos; era una gran ventaja estar casado y estar all en el monte; y pens en los dems muchachos, no slo en sos que estaban all abajo sentados al pie de los caaverales, sino en todos, en todos, desde Pedro hacia abajo, desde el comandante hacia abajo, se dijo que desde el comandante hacia abajo, y despus se puso a pensar en cada uno de ellos y a recordar lo que cada uno de ellos le haba dicho acerca de las mujeres con respecto a ellos mimos; y record que Kansas le haba dicho que haba tenido una novia, pero que no haba sabido ms de ella, y a pesar de que l saba que ella se haba olvidado de l, l la segua queriendo, o recordando y que eso lo ayudaba mucho a pasar este tiempo aqu, en el monte; y record a Pedro, record a Pedro sentado en una piedra mientras vea unas enormes culebras de agua que levantaban la cabezas hacia el sol; record a Pedro y se record a s mismo al lado de Pedro comiendo ensalada de un pote que acaban de abrir, y record lo que Pedro le haba dicho de una mujer a la que quiso y que no le correspondi, pens en eso y pens en si mismo y se vio un da, una maana en la Plaza Morelos de Caracas esperando a su mujer lo que pasara buscando para pasar ese da juntos, solos, porque para ese tiempo ya andaba l huyendo y se vean de vez en cuando en las plazas o en el automvil de un hermano de su mujer; se record aquel da en la plaza Morelos de Caracas esperando a su mujer sentado all en un banco y ojeando hacia todos los lados, impaciente, hasta que por fin ella lleg; record esa parte varias veces, la record y se sonri, se sonri y se sinti bien, pero sin muchas ganas de dormir ahora; esos recuerdos le quitaban el sueo, se dijo; que mejor le sera no recordar, que por lo menos, mejor le sera no recordar, que por lo menos, mejor le sera no recordar, se dijo; si segua recordando as, se dijo, iba a terminar por levantarse y acercarse a los dems muchachos all al pie del caaveral; se dijo

que no poda, no poda, no deba seguir recordando, no le haca ningn bien, lo perjudicaba mucho. vuelve el da la noche me dej en vela vuelve el da, dice mala cosa no pude dormir, dice mala cosa, la noche me dej en vela recuerda que las luces vivaqueaban abajo y el all acostado en la troja y la gente abajo, vivaqueando abajo junto al resplandor, la luz de las brasas, el grito ininterrumpido de algn pjaro invisible. salt de la troja y salt a reunirse con los muchachos; uno, el ms alto, el ms delgado, el de la cara llena de huecos por los pasados acns, cabeceaba al lado del fogn, sentado sobre un grueso tronco que serva de lea y que se iba consumiendo como un cabo; el otro estaba acostado sobre la tierra, de lado, encurrujado, plido; l no saba si dormido. vamos dijo vamos, ya es de da, vamos. los hombres no se movieron. El fro se senta en la cara, en los huesos, en la espalda, en las piernas, en las malditas manos. vamos, vamos los fue tocando en las botas con las puntas de las suyas. Vamos, vamos, ya viene el da, se nos viene el da encima. senta el hierro del can del fusil fro, sumamente fro. Pensaba que de haber ms fro, o que de estar ms fro el hierro, dejara el cuero, la carne pegada. qu? Qu? deca el de la cara llena de huecos. nada, nada, el da, lleg el da dijo l. el otro, el que estaba tendido en la tierra, se levant bostezando, levantando los brazos, estirndose.

aj deca. el da, el da sealaba l. qu hay? Qu hay? deca el de la cara llena de huecos, que se llamaba Rondn. Y la mula? Y el cargamento? Quin estaba de guardia? Quin? ustedes han debido nombrar la guardia. Los encontr dormidos. Sin embargo, yo no dorm en toda la noche. No pude. Yo pens que ustedes tampoco dorman y sealaba el da, el sol sobre las montaas estiraba los brazos, las manos y era como si todo l se estirara para sealar el da. deban apurarse el da, el da y sealaba el da el sol sobre las montaas sealaba el da. OCHO

puesto en quin sabe dnde o qu corredores de la infancia, en la penumbra de alguna casa antigua, cuando l era muchacho y vea sombras de abuelos, o padres, o tos, o hermanos mayores (Esos zamuros volando all cerca, cada vez ms cerca, ahora en tierra, acercndose ms y renqueando a mi alrededor, como si no fuera conmigo la cosa o creyendo que me van a engaar con eso. El tiro fue en un costad. Al principio pude mover el brazo y tantear el agujero con la mano. Cmo me dieron! Yo nunca cre que a mi me dieran. Yo deca: De aqu vamos a salir todos vivos. Y yo crea de verdad verdad que bamos a salir todos vivos y en especial yo. Yo crea que el nico que en todo caso iba a quedar vivo era yo) y fue en el primer encuentro. No tuvo ni siquiera tiempo de disparar. Lo sorprendieron con las manos ocupadas y el fusil terciado, agachando la cabeza para pasar un alambre. Alto! Y se volvi por la impresin y el tiro en el costado. Y cay. Despus le dispararon en el suelo y l no supo cmo no le pegaron ms tiros ah al descubierto. Y despus todo fue una plomazn entre sus compaeros que venan atrs y los Guardias, porque eran Guardias que estaban aguardando (De esto ya hace varias horas y no s de nadie. Primero haban estado esos zamuros en la lejana y haban dado vueltas all arriba y yo me estaba diciendo: Me van a ver y vana descender. Y cuando comenzaron a descender, mientras daban vueltas, yo me deca: Cmo se darn cuenta si yo todava no me he muerto? Cmo se darn cuenta? A no ser por el ruido de los disparos, cmo se darn cuenta?)

(Esos zamuros volando all, enormes, con sus alas negras, oteando el horizonte. Uno desciende y se acerca renqueando, con sus ojos como piedras, como si no mirara por ellos.) y vea como el zamuro se vena acercando, con sus alas negras, primero al sol y ahora en tierra, oteando el horizonte, el horizonte que era l echado en tierra (Me dio aqu. El balazo me dio aqu) sin poder moverse, escrutando las aves que iban amontonndose en la tierra, cada vez ms cerca, como si ya l se hubiera muerto y estuviera podrido. Y caa en un sopor que le haca perder toda imagen o todo aliento de vida. Y cuando despertaba (me habr muerto, que estoy como ido en el limbo de articulaciones cada vez ms cerradas?) con el pensamiento

en su imaginacin, cuando iban en un carro hacia la base, cantando la cancin de moda, el tucusito, l el ms alegre, dando muestras de despreocupacin con el cuatro de un muchacho que s saba tocar de verdad, pero que no iba tocando nada. Por miedo le deca l. Y discutiendo en el restaurante cuando ese muchacho s que comi porque tenan que acostumbrarse a comer poco porque all no iba a haber mucha comida. Y el otro contestndole que lo que tenan que hacer era comer para tener reservas. Y l pens para s que el otro tena razn, pero no quiso dar su brazo a torcer y explic que lo mejor era acostumbrase de una vez. (Despus casi siempre pensaba que el otro tena razn pero que no deba darle la razn porque l iba a ser el jefe y deba, desde ese momento, mandar y hacerse obedecer e imponerse) (El dolor. No siento ningn dolor. No s cmo es esto. Yo pensaba que un balazo dola. Y por qu ser que no me puedo mover? Ser peligroso un balazo en un costado?) qu balazo, dicindose, qu balazo? Yo no he recibido ningn balazo. Yo estoy durmiendo sobre unos sacos en el mercado de mi pueblo, cuando me qued esa noche estudiando para presentar un examen al otro da y llegu con sueo al mercado. Era un domingo y haba bastante gente y yo me ech a dormir en esos sacos. No creo que nunca hubiera dormido mejor pensando en mis compaeras, pero por sobre todas en la secretaria del Liceo y yo me imaginaba que nos quedbamos un da solos todo el mundo se iba y entonces en el mismo piso las tardes las tardes en los rincones Cerr los ojos y perdi el conocimiento, tirado en el suelo con una pierna sobre la cerca de alambres que se estaba cayendo con su peso. A su lado un tamborcillo de gasolina y un Fal, con la cacerina tirada por el suelo, y que evidentemente se haba desprendido al caer el que lo llevaba. El hilo de sangre

que sala por uno de los costados el hombre descenda hendiendo la tierra, dejando una endeble grieta; las hormigas evadan rpidamente las pequeas grietas. All los bachacos mordan las manos del hombre y, arriba, en los rboles secos, se detenan zamuros, impasibles aves negras a la expectativa. Por tierra pasaban algunos que descendan de los rboles y renqueaban un poco alrededor. Una brisa haca oscilar la paja que, fuera de la pica, meda ms de medio metro. De abajo sala el humo de un caney rodeado de caas sembradas. El caney haba sido abandonado esa maana cuando los disparos. Sin duda alguna, el hombre que estaba tendido haba cado en una emboscada. En varios metros a la redonda no se divisaban otros cadveres, ni hombres, ni nada que supusiera otros hombres heridos. Lo que haba sido por un momento un campo de batalla o una escaramuza era ahora todo quietud, excepto el chillido de los pjaros, o el chillido de los mono que volvan de nuevo con aire asustadizo a posarse en las ramas para lanzar palos al hombre que estaba tendido con las piernas sobre los alambre de la cerca. A dos horas de la pica donde se encontraba el hombre, bajando normalmente, corra un ro, pero desde esa altura no se oa el ruido de la corriente. Reinaba una tranquilidad absoluta y la maana estaba desapareciendo para dar paso a un sofocante calor hmedo. NUEVE Sus brazos gimieron. Ser hoy? Su sombra corra por ese corredor por el que corra todos los das. Ser hoy? Pero sus brazos continuaron gimiendo en la oscuridad, compenetrndose en un xtasis hasta hora desconocido. Se movi un pice; se dijo que se haba movido un pice. Y sus brazos siguieron gimiendo y su estmago pareca contener un mar. Ahora mova su cabeza y su cabeza pareca ser un mar. La

hierba seca sonaba como truenos, porque la tengo, se dijo con plena lucidez, a la puerta de los odos. Y al decirse la puerta de los odos se imagin a sus orejas como grandes puertas de castillos, esos castillos que vio en las estampas o en los cines. Me mov, volvi a decirse, lo cual quiere decir que voy a vivir y a vivir bien pronto. Y pensaba que su alma sala de su cuerpo y volaba hacia el infinito. Y su alma era como su cuerpo, pero transparente. Volvi a moverse y volvi a decirse: me mov un pice. Y se deca que por ahora se le hara muy difcil desprenderse de esa palabra (pice) que le sonaba en la cabeza como una cosa muy grande que le ocupaba todo el lugar de su cerebro. Volvi a moverse y las secas pajas le llenaron el cerebro, la imaginacin y el delirio. Soy un castillo, mis odos son las puertas de un castillo y dentro m hay caballeros con corazas y lanzas y escudos. Tambin, muy adentro de m, hay princesas y puentes levadizos, caballos que parten al galope y hasta una mujer se asoma a una ventana y grita desesperadamente. Sigui movindose, esta vez con suma facilidad. Tal vez sea un sueo, se deca, porque me estoy moviendo, me estoy moviendo, me estoy moviendo. Debo estar bueno dentro de poco y cuando me presente en casa la gente se va a asombrar. Como aquel da que llegu a casa y la gente andaba buscndome por las calles. Qu te habas hecho?, me dijo mi mam y me abraz. Estn pasando cosas tremendas. Y me cont que un hombre que viva en la casa como pensionista haba sido asesinado. Se abrazaba a m y lloraba. Yo sala a la carrera y corr por la calle y a travs de la plaza. All estaba el cadver con un cuchillo en la garganta. Brotaba sangre como una res. Se mova, se mova y era como si le levantaran los brazos tambin y se elevara hacia el infinito. Y es mi alma, se deca. Por supuesto. Qu otra cosa puede ser? Me aparecer como siempre, como cuando volva en vacaciones y me apareca como cuando todava nadie me esperaba. Aqu est Antonio!, gritaban mis hermanos y sala

mi mam a abrazarme y a llorar. Y senta cmo su alma iba subiendo. Tal vez la vean mientras suba, azul o blanca. Tiene que ser as. Y despus todo era como un vaco, porque seguramente l haba cometido muchas maldades. (Pecados, deben llamar a esto.) Y era cuando una joven estaba llorando (una sirvientita era) porque se le haba perdido un dinero y l le dijo que lo haba encontrado, pero que no se lo devolvera si no se acostaba con l y parece que a ella no le qued ms remedio, porque entraron en un garaje y se acostaron en el asiento trasero de un carro viejo, pero despus que hizo todo no le dio nada, en tanto los otros muchachos se daban cuenta de lo que suceda y empezaron a querer tambin, porque sino avisaban. Y todo por culpa suya. Ahora est sentado en clase, muy quieto porque le estn hablando o porque no recuerda otra maldad. (Pecado deben llamar a esto). No se mova ahora, pero senta cmo su alma se iba desprendiendo, a jirones, se dice porque es la palabra que se le viene. Cumpl los 19 aos aqu. Yo siempre me estaba apareciendo, de all que piense que desde ya, aqullas fueran verdaderas apariciones. Apariciones? La casa, sola, en el campo y nosotros detrs hablando de sayonas y nimas. Mi abuela, cuando no me dorma y lloraba por las noches. Yo quera esto, lo otro, era lo que me deca. (Yo presenta en la oscuridad los platos de mazamorra en la alacena.) No haba luz en el pueblo y las casas estaban iluminadas por lmparas de querosn. Si no te duermes va a venir el nima Sola, y era el silbido en la quietud expectante del cuarto que se vena encima. Posiblemente nos veamos. Nos veamos quines? A jirones. S, y se mova, se mova, o no se mova, pero era como si se moviera, se tanteara la cabeza como en esos sueos en que uno se dice: Tengo que levantarme y lavarme e irme para el trabajo o el colegio. Y uno no quiere o no desea levantarse. Despus uno cree que se ha levantado y se ha lavado y uno todava se encuentra dormido con una pesadez. No ser esto? No puede ser, porque me estoy moviendo y me estoy sacudiendo. Debo

estar bien presentado. Es el da de la fiesta del curso y el Director dir un discurso improvisado que todo el mundo aplaudir. (Romped vuestra fila azul e colegiales.) Si. Es la noche lluviosa de agosto. Nosotros no detenemos debajo de los toldos y esperamos los autos de alquiler que nos trasladarn a la Casa de Gobierno. Gimi. Su brazo no gema ahora, sino l, todo l. No puede ser un brazo porque un brazo no gime. Sin embargo, yo lo he odo. Tengo 19 aos. Estoy cumpliendo 19 aos y me encuentro sentado al la do de Cndor. l ha soado y me dice (Cndor, que est sentado a mi lado en la maana, la primera maana de marzo que amanece as, asoleada, despus de tanto tiempo, me dice que ha soado) l ha soado y me dice: Anoche justamente so que tendramos un encuentro y yo creo que no est dems que limpiemos los fusiles no es que yo crea en los sueos un materialista pero puede ser, o lo digo como una advertencia Est a mi lado est sentado a mi lado y busco por tocarlo, tantearlo, no vaya a ser Ah, los das, las noches, las horas, el sol taciturno, yo le digo: Son los nervios deja los nervios quietos Y se aleja se aleja Yo he soado yo he so deja los.

DIEZ Me traje las botas, fue lo nico que me traje. (Y se recordaba renqueando, como una de esas viejas negras, rencas, de Barlovento, o como deben caminar esas viejas negras, rencas, de Barlovento.) Y aunque nunca he visto una de esas mujeres, me imagin que deban caminar as, andar as por el camino o por entre las casas, cuando empec a divisar casas y a caminar por un camino y or ladridos de perros y a ver campesinos y a fijarme mucho en sus sombreros, ms en los

hombres como en las mujeres, porque, por supuesto, resultaban ms sospechosos, o peligrosos, no te parece? Eso es lo que recuerdo con ms precisin, porque era lo ltimo despus de un largo trayecto, alivio, el final, aun cuando todava no me sintiera seguro; pero empezaba a or un viento nuevo, empezaba a ver gente de nuevo, oa lo que en aquel momento me deca deban ser ruidos de la civilizacin, cuando empec a or ruidos de automviles en alguna carretera ya no lejana. No s en este momento cmo me senta. Yo caminaba entre casas, entre ladridos y entre hombres con sombreros blancos y mujeres con pauelos atados a la cabeza. sa es la impresin que tengo ahora, pero, como es de suponer, no fue as o no sucedi as, no pas como lo cuento. Slo hablo de las impresiones que me quedaron y que a mi parecer son ms fuertes que la misma realidad. Llegu al negocio, a la pulpera que te dije, y all fue adonde divis a los Guardias en sus jeeps, los campesinos que se intercambiaban las carteritas de aguardiente, las mulas atadas al palenque, y al dueo, o el que deb ser el dueo de la pulpera que se mova adentro como una sombra. Me digo ahora que como una sombra. All, en ese estado no reparaba ms que en los Guardias y en los campesinos. No saba a quines tema ms. Al instante no saba a quines tema ms, si a los Guardias en los jeeps, informndose, sentados con las piernas colgantes, o a los campesinos, hoscos, o que se figuraban hoscos, de las carteritas secretas que me recordaban asesinatos y peleas a cuchillo, que alguna vez o mentar como fatigosas; fatigosas por los cuchillos enterrados en los estmagos. Uno sabe, la imaginacin acta demasiado pronto y la imaginacin empieza a dominar en todo el cuerpo o en toda la voluntad. Para el caso da lo mismo. O daba. Met los pies debajo del palo que deba servir de quicio; no propiamente los pies, porque los pies no podan meterlos, sino las puntas de las botas; un hombre ah parado, con esa clase de botas y esa barba cerrada, negro, como no la usa nadie

en la regin. Esper. Yo permanec recostado de un palo del corredor saledizo, hurgndome los dientes con un palito, pensando en esa costra blanda. Amarilla, de los dientes sucios o con tiempo sin lavarse, pensando en los das que llevaban sin lavarse los dientes, pensando en el mal olor que deban expeler por el sabor salobre, blando y hasta amarillo que senta. T debes saber cmo es esto. Me qued all esperando. Me qued. Yo recordaba las indicaciones de los campesinos el autobs que vena de Boconoto y que llegaba hasta Guanare con una mano en el bolsillo aferrada al billete, pensando ah que a lo mejor la gente que me vea pensaba que lo que agarraba era un arma, pensando en todo esto, trmulo por todo esto, angustiado, t sabes, un desconocido ah, distinto, moreno, como no es nadie en la regin, la barba cerrada, negra, all desluciendo, los Guardias informndose, las bocas de las ametralladoras mirando hacia arriba y las gentes con las carteritas secretas porque a lo mejor era domingo o un da de fiesta, yo no saba, nunca lo supe, no quise averiguarlo despus, para qu?, si ya haba salido de eso, no te parece?, t debes saber. Me vine. El autobs. Me vine. Me veo subiendo. Primero lo vi que no llegaba. Me vine. Me mont y despus me sent al lado de un huacal. Las gallinas cloqueando y sacando las cabezas por los travesaos del mecate. La hedentina a gallina se me meta en la costra de los dientes. Record, no s por qu, aquella vez que, comiendo en casa, se me cay un pedazo de carne y que recog sin fijarme y lo llev a mi boca, el sabor estaba oscuro yo estaba muy pequeo deba ser untado de porquera de gallina, pero no me par para asegurarme. Eso recordaba. Eso record hasta que llegu a Guanare entre la barahnda, las descargas y la gente que se llamaba a gritos en lo que deba ser una plaza o un mercado, porque no conozco el pueblo y apenas si lo vi una vez, el da de la llegada, porque el otro da, el de la pasada por la noche, apenas i me detuve o que detuvieron en la casa que estaba al lado de un estadio, de la que

no me dejaron salir, sino para el viaje que se me antojaba definitivo, como a los empujones en el jeeps que me dej, junto con otros, en el puente que se balanceaba sobre las aguas. Llegu. Al llegar puede decirse que me encontr a salvo. Estaba el profesor que yo pensaba hallara en el pueblo, sin saber si estaba, sino que lo record, no s por qu, y estaba, estaba, y fue el que me ayud. Me ayud. Me dio el dinero y la cdula falsa, que no llegu a utilizar porque no me la pidieron en ninguna parte. Recuerdo que en el automvil una mujer hablaba de un pueblo que haban tomado, de los muertos y de los negocios asaltados limpiamente, con dinero constante y sonante por todo cuando se llevaba. Todo esto despus de los disparos, mucho despus de los disparos pues el da de los disparos nos encontrbamos todos en la base. No acabbamos de levantarnos ni de hacer los ejercicios, cuando omos los disparos. Todo fue de sorpresa. Yo me qued abismado y slo atin a pensar en los que andaban all, del otro lado del ro. Pedro exclam: Coo, le dijo a Cresto que no disparara y ya se puso a disparar! Esa noche dormimos sobre nuestras propias cavilaciones, sobre falsas alarmas por cualquier ruido, el grito de un pjaro o un rbol que se caa. Varias veces tuvimos que levantarnos a tomar posiciones. Qu les pas? No es as? dijo Cndor, ms sucio y ms demacrado que nunca. No es as? y se diriga a Trmpiz. Llegamos al anochecer. Cresto no orden hacer la guardia. Y eso que Trmpiz, la misma tarde de la llegada haba visto unos hombres uniformados. Al amanecer, salimos de las cargas. Cresto iba delante con Daz. Nosotros omos los disparos al poco rato. Ech a Trmpiz por delante para tener qu informar, pero me dispararon y yo respond al fuego. Corrimos

y pasamos la noche sentados en un precipicio. Hoy fue cuando pudimos encontrar orientacin. Pedro orden desmantelar el campamento. No comimos en todo ese da. De Daz tampoco se saba nada. Pedro escogi nueve de los dieciocho hombres y dijo que sala a hacerle frente a la Guardia. Salimos en seguida. Yo iba renqueando. Al cabo de tres horas llegamos a La Taza. Pedro entr en una casa de paja y sali con un campesino. Hablaron all, en la puerta, agachados y dibujando cosas en el suelo. Ah fue cuando me dejaron con el catire. Yo no dije nada. La verdad era que no poda caminar. El campesino se fue con ellos y nos encarg la casa. El catire, desde el mimo momento, comenz a mandar, pero espera espera el catire (Y era como si lo estuviera viendo al lado del fogn, el sombrero echado hacia atrs, colando el caf. Era como si lo viera acostado sobre los troncos, el revlver a la mano, el machete en el suelo, tambin al alcance de la mano. Y era como si lo oyera todava, y es por eso que se dice: Riera esto, Riera lo otro. Y empez a sentir el mimo rencor. Iban para cinco das y no se saba nada de la gente, de nadie, ni el campesino que se haba ido. El catire desapareca desde por la maana, despus del caf, y regresaba a la atardecida, sin hablar y sealando no precisamente hacia el sitio que deba: Atrs, el saco. Y era l, Riera, el que se acercaba a hurgar para sacar lo pedazos de papeln o os pedazos de cochino que el catire consegua quin sabe dnde) Yo estaba que no poda caminar, por lo el recto. No haba suficiente agua como para lavarse. La poquita que consegua la utilizaba en la comida. Ni siquiera lavbamos los platos. O lav los platos en todo ese tiempo. Yo haba dejado todo en la base. Nunca pens que nos iban a dejar tanto

tiempo. El catire con sus desaparecidas y yo con la angustia crecindome. Hasta que al fin un da me lo encar. Le dije: Oye, catire, yo creo que va siendo hora de que busquemos a la gente. Dnde? me respondi. bueno, volvamos a la base. Y t crees que esa gente va a ser tan bruta para que se encuentre en la misma base? De todos modos, sera bueno averiguar. Bueno, yo voy a ver, aunque eso esta difcil. Y qu vamos a hacer entonces, catire, si no aparecen, si no sabemos nada? Yo no s. En todo caso, yo me ira, me ira a Guanare a averiguar, a buscar contacto, a ver qu dice el Partido Eso s que no, de aqu no sale nadie! Haba saltado como una fiera. No quise seguir hablando. Se me subi la sangre a la cabeza. Era la primera vez que le hablaba y me sala con eso. Y despus era como si me vigilara. No me deca nada, pero era como si me vigilara, era como si me dijera que me iba a escapar. Yo, lo juro, no pens nunca en escaparme. bamos para los veinte das y no sabamos de nadie. Creo que de casualidad tena conciencia el sitio en que me encontraba. Y el catire segua con sus desaparecidas Un da trat de salir por mi cuenta. Ms vale que no. Cuando me vio se par ah, con sus piernas muy abiertas, el machete en una mano y la otra muy cerca el revlver. Te vengo vigilando desde hace tiempo. me dijo. Yo no pude decir nada. Yo miraba hacia el sitio en que haba dejado el fusil. Desde ese instante jur no separarme del fusil. Pensaba: O l o yo, y con el catire habr que salir adelante. No

contest nada, no dije nada. Me qued ah, pensando en eso. A lo mejor l pensaba lo mismo. Quin sabe. Una tarde, ya para acostarnos, me prometi, sin que yo volviera a mencionar nada, que iba a salir a averiguar. No pensaba que me iba a ir slo, por mi cuenta. Yo no conoca la regin y para complemento estaba renco. Pero yo si pens en irme. Apenas saliera, le iba a salir con ventaja. Eso me dije. De quedarme hubiera tenido que matarlo, fueron muchas las veces que Por la maana me levant muy temprano y prepar caf. Se fue sin decir nada. Yo dej el fusil, el cuchillo, todo. Me traje las botas, fue lo nico que me traje. No poda venirme descalzo Y ahora viene lo del reloj, lo que viste en la Prensa: ESTN BAJANDO. Uno le vendi el reloj a un bodeguero. As, o ms o menos as deca la prensa No dijiste t que deca as la Prensa? Yo no vi aqu vi esa noticia. Sera cuando yo todava no haba llegado Y sal, sal. Y ahora se ve escalando el cerro, maldiciendo, llenndose de carbn y mojndose ms adelante con la misma paja, cuando haba paja verde. Y el carbn y la chamusquina que todava quemaba las plantas con el recto posiblemente sangrante y sin poder disponer de tiempo para cerciorarse. Pensando en que el catire deba estar sobre su rastro; informndose, si era que poda informarse, o rastreando como un perro; si era que poda hacerlo como un perro. Eso se deca mientras suba, gateaba, se arrastraba) Despus baj, logr bajar. En el negocio haba gente sentada afuera. l entr. No tena un centavo. Se acord del reloj y se lo ofreci al dueo de la pulpera. El hombre no quiso

dar nada al principio. l no peda nada y el pulpero no se atreva a ofrecer. (Ped lo ms bajo dice, ped el dinero que me poda dar; ped todo lo bajo que pude para que me lo comprara. Y as fue Despus camin por el camino, por entre las casas y los hombres de los sombreros y los perros y los pauelos en la cabeza de las mujeres; camin con la mano en el bolsillo, aferrada muy bien al billete As fue como llegu llegu) ONCE Y yo me puse a pensar: un hombre que estaba complicado en un atentado y que andaba huyendo y lo agarr un diputado de su partido o de un partido que deca militar, y lo meti en una camioneta y lo pas por las alcabalas prevalido de la condicin de diputado y la dej en esas montaas. Ah estn dadas las condiciones. La informacin que tenemos es que esa zona es nuestra. Y la mandaron gente y entre esa gente ca yo. As me puse a pensar cuando lo vi detrs de la mesa hablndole a los campesinos en forma agresiva, como debe hablar un jefe o todo un jefe, porque supongo, que segn l, los jefes deben hablar as, en forma agresiva. Como llegu a conocerlo bien, no me extraa que fuera esa la idea de cmo debe ser o mandar un jefe. Ah tengo unos hombres que me obedecen ciegamente dijo, mirando a los campesinos como un guila o como pens yo deba mirar l para crear imposicin, confianza, jefatura o que s yo qu. Ah tengo unos hombres continu que me obedecen ciegamente. Yo los mando a matar a un hombre y si

no pueden traer el cadver me traen el cuchillo lleno de sangre para que vean que cumplieron la orden. Sin duda alguna, hablaba as para que los dems confiaran en l o en su gente o lo que l llamaba su gente; pero yo vi la reconvencin, otra cosa, el miedo, el estupor, en aquellas caras sombreadas por unos sombreros que parecan ser lo nico nuevo, brillante, limpio, reluciente o llamativo en los campesinos de la zona. Eso vi o me pareci ver. Y si no fue eso lo que vi, porque hay cosas tan abstractas que aunque uno quiera no puede ver, intuir o penetrar, puedo decir, sin temor a equivocaciones, que eso fue lo que sent. Por lo menos sent, sino vi La impresin estaba en el aire. El silencio llenaba el cobertizo o la caballeriza (haba mulas atadas a los rboles, afuera, en la creciente noche) o aquella casa sin paredes o llmese como se llame esa especie de casa adonde nos dirigimos, despus de enterarnos de la muerte o de la desaparicin de Cresto y de la muerte o desaparicin de Daz, para solicitar ayuda, colaboracin o proteccin. Tampoco no s que andbamos buscando. Pedro decida slo, pensaba solo, y no nos comunicaba sus impresiones o lo que pensaba hacer o decidir. Yo pensaba que sta era otra de las ideas que segn Pedro deba tener un jefe para llegar a ser un jefe o ser de verdad verdad un jefe. Eso es todo. Lo dems que te lo digan los otros. Para m que la revolucin la hacen los hombres, pero no cualquier hombre, o porque cualquier hombre se lo proponga. Ah est, yo siempre lo haba pensado, pero ahora es la primera vez que lo digo. Se me acaba de ocurrir despus de haberte hecho el recuento. All fue donde nos dirigimos despus de haberte dejado con el catire. As qu eso fue lo que te pas a ti?

Bueno, nosotros no fuimos con el campesino, t lo sabes, l fue el que nos sirvi de gua, el que busc la gente, el que la reuni, el que consigui la casa, coloc la mesa y la silla detrs de la mesa. Yo pensaba que el campesino pensaba que un jefe era o tena que ser parecido a un maestro de escuela, o deba tener las mismas trazas de un maestro de escuela, con la diferencia que un jefe tiene que ser agresivo o dar muestras de agresividad o de audacia, o aparentar agresividad o audacia, o, en primer trmino, reunir esas dos condiciones de agresividad y audacia. En esto era en lo que yo pensaba cuando vea al campesino colocar la mesa y la silla detrs, porque a lo mejor el campesino pensaba que deba ser as, porque eso daba ms autoridad, valoraba ms al que tena que hablar, lo cubra de cierto florilegio. No me extraa nada que hubiera sido el mismo Pedro el que le hubiera recomendado hacer aquello. No me extraa nada. Yo lo conoc muy en el transcurso de todo aquel tiempo. Despus, vino lo que les digo: Ah tengo unos hombres Nos vinimos o partimos de all, pero no pasamos por el sitio en que te habamos dejado, sino que nos fuimos directamente a la base que se haba escogido despus de la primera. Y no encontramos a nadie. Ni rastros de Fal. No encontramos a nadie. No encontramos a nadie y slo quedamos los nueve que habamos salido por gente, por proteccin o ayuda. T te puedes imaginar. All comenz a flotar en el aire lo que al principio nos haba dicho el instructor, eso de los instintos. Pedro anduvo como viendo por arriba y por todos lados y le dio por no estarse quieto y moverse y dar vueltas por lo que era el campamento. Te puedes imaginar; yo me lo explico ahora: unos tipos que no conocan una regin, que no saban nada de cmo se debe vivir en un monte, unos tipos que

no hacan ms que pensar en su casa y cmo dorman y coman y lo que hacan tal o cual da. Yo los oa, sin opinar. Te puedes imaginar, yo tampoco estaba exento de lo que pensaba, decan o imaginaban. Te puedes imaginar no es nada difcil imaginarse esa situacin. (Te acuerdas del catire, el catire aquel que desert? Ese no fue por miedo, sino porque crea que su mujer se acostaba con otro.) Y Pedro, te deca, comenz a no dormir y a amanecer de igual manera. Slo que uno no saba lo que pensaba, ni qu se propona. No hablaba con nadie. Qu clase de hombre era? Y si hablaba era por lo ms inmediato que podamos hacer all, que se traduca en mandar y mandar ahora de otra manera cuando peda que se abriera un pote de leche condensada por da, que era en todo lo ms que haba desembocado su mandato. Y cuando la gente comenz a quejarse de que era poco lo que se coma, se le oa la voz de prisa diciendo que haba ledo un libro que esas conservas contenan muchas caloras. Ah fue cuando la gente dej de obedecer; aunque yo creo que no obedeca ya desde hace algn tiempo, ah fue cuando la gente dej de obedecer; bajaba por su cuenta al ro; se iba en grupo, en patota al ro del que deca Pedro poda estar minado de soldados o Guardias. Y hasta alguna vez aventur una formacin y cuando vio que nadie le haca caso, dijo en voz alta que, por supuesto, el ro sera lo que tomaran primero. Yo no s qu pens la gente, pero al menos yo me dije que le falt agregar que le haba ledo eso en un manualito o que lo haba aprendido en el cine. El total fue que no le hizo caso. Frases al aire, te puedes imaginar. Ya no hablaba, como al principio, de los que haba hecho, de los peligros por los que haba pasado, de los asuntos (los llamaba asuntos) riesgosos en los que se haba visto

envuelto, de la bendita Universidad, de su ttulo, que, como debes suponer o como t tambin viste, hizo efecto en la gente. En aquella gente lo del ttulo vala mucho. ( Es verdad que aqu hay un doctor bien caliente? A nosotros nos dijeron que aqu haba un doctor bien caliente pregunt cuando llegu. Pero nadie me respondi. Hasta el otro da o al mentado Pedro hablar: All, en nuestro colegio Y yo me dije: ste es el doctor bien caliente del que nos hablaban.) Y no bajaba al ro, no baja al ro para hacer ver que respetaba lo que crea que tena por norma o quera plantar por norma para ver si rescataba algo de su perdida autoridad. Al menos era lo que yo pensaba: hacer ver que debamos obedecer como l se obedeca a s mismo u obedeca lo que se propona o se atena a lo que quera poner por norma. Ya no gritaba. Haba cambiado de tctica. (Al principio nos hablaba siempre de tcticas, lo recuerdo bien, por eso recuerdo la palabra) O para hacer ver que debamos obedecer Y slo coma de los potes e leche condensada. Era como si l mismo se hubiera puesto a prueba, para ver si los dems nos ponamos tambin. Es as. Te puedes imaginar. Y slo comamos los potes de leche condensada a los que l mismo lleg a custodiar. No confiaba en nadie. La impresin que me fue dejando, fue la de un pirata cojeando sobre tablas. Y segua sin dormir hasta que a la misma gente le dio por vejarlo, insultarlo, vejarlo con palabras y amenazarlo con las armas.

( Eso es lo que vamos a comer?) Entonces se le ocurri lo que se le ocurri. Saba que el que lo perturbaba ms o socavaba ms su autoridad o el resto de su autoridad, si es que su autoridad no haba naufragado en aquel entonces en lstima o en rencor, era el llamado Mario, que lo estaba convirtiendo en un simple no-hombre por el hecho de que los dems volvan ahora sus ojos hacia l (hacia Mario) o llegaron asentir o a creer, por lo que les deca, que los haban mandado all a bien morir o a sufrir para tratar de chantajear con ellos y explicar (en las ciudades) con los medios de difusin que pudieran aprovechar o que tuvieran a sus alcances (los que los mandaron o convencieron para que se fueran), que tena gente armada, un ejrcito, guerrillas, eran poderosos, etc., y podan darle la pelea al gobierno o a cualquiera que se opusiera a una lnea de pelea o insurreccin. Tambin ese cuerpo (empezaron a llamarlo Cuerpo Armado) estaba siendo utilizado como balanza. Y tanto fue as que el que no se atemoriz, se call, guard silencio, jug la queda, como se dijo. Aun quedaban rasgos de ello. Lo puedes observar. Se vea, se ola que era as. Yo me senta enrarecido y era mucho el que me propona que desertara. Y cuando se supo que Pedro tena intenciones de mandara alguien a Caracas. La gente, de manera displicente, deca: Verdad que si uno va a Caracas no dan ganas de volver? No faltaba el que dijera: Hay que volver, si, hay que volver Desnudos all en el ro con la ms absoluta despreocupacin por el ejrcito o la Guardia o la polica, o sea lo que fuere lo que nos buscaba; mordiendo los peces en la cabeza, chupando su sangre, comiendo los ojos y mantenindolos duros como metras en la boca; me acostumbr

a aquello tambin. Me acostumbr, y como los dems, abandon mi antigua gratitud, entusiasmo y abnegacin por el hombre que haba conocido cuando llegu al monte. Y llegu a pensar como los otros que l (Pedro) tena que morir, morir en manos del enemigo (no sabamos por qu ramos enemigos o nos habamos hecho enemigos de los que nos buscaban), o en ltima salida en manos propias, para hacernos libres, independientes, soberanos, libres como antes. El internarnos en el monte nos dio la sensacin de que nos habamos cuarteado, cmo se dice? Y de la misma manera que a Pedro se le ocurri lo que se le ocurri, nosotros tramamos lo que se tram: Por aqu podemos alzarnos toditos. Pedro lo que es un cobarde. Nos podemos alzar y asaltar caseros sin necesidad de rendirle cuentas a nadie. A qu vinimos si no fue a pelear, a salir de abajo? Yo, en Caracas, peleaba y no pasaba hambre. Una vez se me cay una granada en un cine Y el que diriga era Mario y Mario deca: El que menos de nosotros ha matado un hombre. Se acuerda cmo nos hablaba Pedro? Mat a un tipo en la carretera y cree que hizo una hazaa. Te aseguro que no tiene una cicatriz as. Fue con un cuchillo. Me cortaron el pescuezo y herido y todo liquid al otro. Con hombra, no en un carro y una pistola y contra un hombre inerme T, Mario, t! Y Pedro lo oli, pero ya no poda hacer nada. Las armas que quedaban las tenamos nosotros, nos habamos apoderado hasta de su ametralladora. La enorme ZK. Slo cargaba la pistolita. Y lleg el momento en que ya no poda reclamarnos nada. Y yo estoy seguro que vea su ZK con miedo, temor o aprehensin, si es que no conoca el miedo, porque al parecer, es la verdad, t lo conociste, no pareca conocer el miedo. Su gran problema era la autoridad que trajo al principio que debi a eso de la novedad de que bamos a

alzarnos y no nos importaba nada, sino pelear y disparar y llevar una vida errante, libre y con los ojos en el porvenir; el provenir era algo que se me asemejaba a la tranquilidad, el dinero o el poder que veamos en los dems, y eso era lo que tenamos que conquistar: la tranquilidad. Haba que suplir al que la tena. Te haba dicho que lo oli y tal vez busc las maneras de atraer de nuevo a la gente: empez a prometerles, a uno por uno de los hombres, cuando se decida a hablar, que todo iba a cambiar y que pensaba mandar a alguien a Caracas por ms gente y ms armas, y por dinero bastante para proveernos. Nosotros le bamos a comprar los corotos a los campesinos y se los bamos a pagar a buen precio, eso deca, le o decir. Y logr reunir a la gente. Nos reuni. La gente se va a asombrar de ver cmo hemos aguantado dijo. Todos los dems focos fueron liquidados. Slo quedamos nosotros. Hemos hecho una hazaa. La revolucin cubana la hicieron once hombres. Nosotros somos nueve. Lo que quiere decir que es ms heroico lo que nos proponemos. Voy a uno a Caracas. Y mand a uno. Ya nos habamos acostumbrado al sitio. Y se no regres. Y mand a otro que tampoco regres. Y volvieron los insultos y la caresta de la leche de la que l se amamantaba. Ahora cambiar dijeron los hombres. Si quiere comer que pesque. De aqu va a salir convertido en un pescador. Y sali. Sali. Levant la cabeza hacia arriba; se le vean los ojos marrones. Tena la piel curtida. Me pareci ms alto. Voy a arreglar esto dijo. Y fue la nica vez que baj al ro. Se afeit y sali por la tarde, despus de encargar de jefe a Mario, justamente el que haba planeado matarlo.

Nos haba dado cinco das. A los cinco das no regresaba. Y ocho das despus de su partida, la gente que estaba en el ro fue sorprendida por la Guardia. Yo o los disparos desde arriba. Y te puedes imaginar, los que quedamos nos perdimos. De Pedro no se ha vuelto a saber. T que llevas ms tiempo fuera, no has sabido de l? Alguna noticia suya se debe recoger todava en esos montes. El carro que nos llevaba a Misiones para internarnos en las montaas de LA Taza aquel 11 de febrero de 1962, era conducido por Pedro Jos Reina. Reina, delgado, alto, pelo corto ensortijado, profesor de economa en la Universidad Central, le iba diciendo a los otros muchachos que fueran cazando iguanas y guardando los huevos para cuando l llegara. A m me deca que vendra a hacernos compaa esa prxima semana. Pero no lo enviaron a nuestra base, sino a la de Salto, donde, a los pocos das, muri fusilado a manos del ejrcito. Aquel domingo, 11 de febrero de 1962, a eso de las ocho de la maana, habamos empezado a reunirnos en la Plaza Venezuela. Cuando llegu (como est anotado en los captulos precedentes), ya la gente se encontraba en los automviles. Bustos (a quien G-2 llamaba teniente) le daba instrucciones a cuatro de los muchachos que viajaban conmigo: un espaol nacionalizado y tres morenos el barrio El Crucero. Reina (ms adelante me enterara que se haca llamar Andrs) lea un peridico sentado al volante del Buick. Rosendo, alto, gordo, ojos claros, le hablaba por la ventanilla. Antes de salir pasamos por casa de mi mam, donde se encontraba Augusta. A mi mam le dije que me iba del pas. A Augusta no tuve necesidad de decirle nada; ella lloraba con Cinta (que contaba un ao) en los brazos.

Cerca de las tres llegamos a Punto Muerto. En vano buscamos a un tal Risco en diferentes lugares. Ustedes son testigos de que el contacto no se encuentra aqu. Le voy a hacer llamar la atencin. Vamos a seguir. Si me detienen, yo no s qu va a pasar! deca Rosendo. Despus, por las alcabalas, pasaba con un pauelo en la cara fingiendo estornudar. Un joven con la cabeza vendada a quien llamaban ngel, acomodaba unos sacos; otro Patriota, me dibujaba un croquis de la zona. A las dos de la misma noche un jeep, manejado por un gordo de sombrero blanco, nos dejaba en un puente de la carretera que iba hacia Sabana del Medio. El gua, bajo, delgado, plido, se puso delante y descendi a una quebrada. En la madrugada, que me llenaba los odos de aire, marchbamos a tientas, frente a casas de donde partan alaridos de perros o al lado de figuras vestidas de blanco, que nos saludaban con un seco salud. Vino el ro y el pez muerto que ya se ha narrado y al final, al cabo de ocho largas horas, el desolado campamento. Tal da como hoy, hace dos aos (*) pat del lugar del cual crea que no iba a regresar. Con la diferencia de que hoy es martes y aquel otro da era domingo. Cresto tena 19 aos y Cndor 22. Cndor nos recibi con una Thompson. Yo lo vi de sopetn y le pregunt por Pedro. No es aqu me respondi con una voz agresiva y pens que en el futuro me las iba a llevar mal con ese hombre. Un rato despus, lo vi cuando yo estaba sentado en una pequea troja de bambes. Yo sacaba unos libros del saco que acababa de quitarme de las espaldas. Se me qued mirando y me pidi uno de los libros. Era de Pavese: All en tu aldea.*

Conoce a Pavese? No respondi. Le di el libro. Dos horas ms tarde baj al ro y cuando me inclinaba para beber o una voz ronca, seca, que me llamaba. Me volv y contempl a dos hombres, fusil a la bandolera, barbas, gorras verdes. T, por casualidad, no eres hermano de Nieves Dilia? me haba dirigido al ms joven. Se me qued mirando y no me respondi de momento. Yo continu: A mi me parece haberte visto. Voz ronca, seca, nada comunicativa, me respondi: Puede ser. Yo conoc a Nieves Dilia. Conozco tambin a tu hermano Oscar. Cmo fue la muerte de mi hermana? Eso me tiene atormentado dijo, al fin con una voz quebrada. Le cont lo que saba: que de parte de su cuado, mientras almorzaban, haba recibido accidentalmente, un balazo en el cuello. Cresto tena 19 aos y Cndor que lo haba inscrito en la Juventud, tena 22; y as y todo, Cresto era el jefe de la escuadra donde estaba Cndor. Haba cierto roce entre ellos. Cresto se quedaba contemplando en el pozo de la quebrada y le deca a Cndor que tena ms barba que l. Cndor, que contaba esto, me deca que Cresto se crea parecido a Fidel Castro. Y en verdad que se pareca me deca Cndor. Cresto era desptico, nunca se rea. A pesar de que Luis se encontraba con una pierna hinchada debido a una espina que se le haba enterrado en el taln, lo obligaba a hacer los ejercicios de rigor. Luis se quejaba y Cresto con su manera seca, autoritaria, le deca:

Este eplogo fue escrito en 1964.

Bueno, haz los ejercicios sentado. Cndor, amargado, ms comunicativo, recordaba un viaje que haba hecho a Ciudad Bolvar. En el autobs conoci a una enfermera con la que bail en el camino. Me contaba cmo le haba tocado, sensual, los senos. Era muy joven y supongo que fue sa la primera vez que pudo tocar a una mujer. Ambos estudiaban en la Escuela Tcnica. Fueron los primeros en llegar a hacerle compaa a Pedro. Ya Cresto haba actuado con Pedro. Pedro me cont de un asalto a un establecimiento y de un muerto en una carretera del Estado Grande. Tenan el dato de que un funcionario o un polica haca traslados de dineros de Valle Triste a El Carbn. Lo persiguieron y Cresto le orden que detuviera el jeep. Los autos corran parejos. El hombre no quera detener el jeep y vea con estupor la pistola que lo apuntaba. Cresto dispar y el jeep se sali de la carretera y se volc. El hombre muri en los brazos de Cresto, mirndole, con los ojos muy abiertos; as lo recordaba siempre Cresto, me contaba Pedro. No encontraron dinero, nada. El dato haba resultado falso. Pedro lleg a la montaa de la Taza en noviembre de 1961, solo. En diciembre de ese mismo ao le lleg el primer lote de gente: Cresto, Cndor y Riel. Cresto muri en marzo. Tena 19 aos. Era duro, hosco, seco. Lo ametrallaron. Era uno de los que deca que iba a salir vivo de all. Pedro lo haba mandado a buscar un cargamento a un caney; una gasolina y unos bastimentos. Cresto sali con su escuadra, compuesta por Cndor, un campesino de apellido Daz y un muchacho recin llegado, fuerte, alto, moreno. Partieron por la tarde con el fin de regresar a la maana del da siguiente. Segn parece, el nuevo, el recin llegado, que

estaba de guardia, divis a unos hombres uniformados en la casa de un latifundista de la zona, enemigo de las guerrillas, y vino a dar la noticia. Eran los nervios, esos hombres deban ser obreros. Eran los nervios. Y se fueron a dormir. Cresto no orden hacer la guardia por la noche, seguramente para no tener que hacer su parte me contaba Cndor despus. Al amanecer, muy de maana, salieron con las cargas y empezaron a ascender hacia la pica. Cresto iba delante seguido por el campesino; Cndor y el nuevo detrs. Al cabo de unos minutos se oyeron unos disparos, una rfaga. Cndor se qued pasmado. Despus le dijo al nuevo que subieran para observar y tener que comunicar en la base. Al llegar ala pica, Cndor oy a sus espaldas una voz que le ordenaba detenerse; se lanz al suelo y descarg dos rfagas de la Thompson. Dice que vio caer a dos hombres. Echo al nuevo por delante y corrieron por la pica. Al da siguiente fue cuando pudieron llegar al campamento. Me dice Cndor que Pedro estaba echando chispas: Coo, le dije a Cresto que no disparara y ya se puso a disparar! Todava no se saba nada de la suerte corrida por Cresto. Veinte das despus, una patrulla al mando de Kansas, que pas por el caney, encontr el cadver. Estaba cocido a balazos. La quijada volada y desde la cara hasta la cintura agujeros como botones. A su lado el tamborcillo de gasolina que haba salido a buscar. Me cont Kansas que haba rociado el cuerpo con esa gasolina para preservarlo de los animales. En cuanto a Cndor, despus que baj conmigo, no quiso volver a la Taza. Conoca a G-2 y viajaba con l. Me deca

que se ira a la Zona Cuatro. Cuando yo estaba en Chile recib dos cartas suyas. No saba que yo me haba ido y fue a visitarme en su casa. Me cuenta Augusta que se entretuvo tocando el piano. Le gustaba cantar y admirar a Hctor Cabrera. Augusta le dio mi direccin. En las cartas me deca que haba continuado sus estudios en el politcnico de Maracaibo. Estuvo e nuevo en Ciudad Bolvar. Recordaba mucho a su padre, que haba muerto y a quien, das antes de morir, haba acompaado en un largo viaje de vacaciones a Margarita.

SEGUNDA PARTE

1 Me met en una alcantarilla y corr por debajo y fui a dar a la casa de los Araujo, all en San Juan de Los Morros. Fui a descender a la sala por una escalera de tablas y o un rumor y sonar de armas. Me qued mirando hacia abajo por una ventanilla. All haba una conspiracin y la familia Araujo estaba en orden de arrestacin. Entonces me dijo mi criterio que no bajara, puesto que yo, que era amigo de los Araujo, tambin poda ser detenido. Volv a subir y me tend sobre unas tablas. Sent unos pasos, me volv y divis a Jos Vicente Abreu. Nos saludamos y vino y se tendi a mi lado. Qu pasa ah abajo? Es una conspiracin que se prepara. Pero todos son de derechas y yo me he escapado. Le dije que permaneciera a mi lado y nos tendimos a hablar del pasado. Cmo nos hemos reunido de nuevo!, le dije. Y le record que los dos andbamos siempre como unidos para escribir sobre la violencia. Pero de pronto, Abreu haba desaparecido. Me asom a la calle y all vi que me haca gestos dicindome que me tirara. Era una alta ventana desde la cual yo vea. Dud, me guind, pero no me decid a tirarme. Pens: mejor me vuelvo por donde vine. Y as dicindome eso, me deslic de nuevo por la alcantarilla y corr por un camino. Los hijos de Araujo, que a veces eran los hijos de Lpez, iban detrs de m gritndome: Por all viene un soldado! S, ya lo vi! les gritaba yo y les deca que se callaran para que no me delataran.

Sal al paraso. Todo eso por ah haba desaparecido y no haba ms que una bomba de gasolina. (A la orilla del ro, entre la montaas. En el mismo lugar e ayer.)

2 Cuando Jos Rojas descendi del autobs se encontr con un denso ir y venir de gentes que lo apocaron. Tena aferrado un pequeo maletn de lona azul. Mircoles! No era con lo que crea que se poda encontrar. Claro que haba imaginado una ciudad grande, febril y luminosa, pero no as: tumultuosa y sin apenas un lugar por donde meter los ojos. Lo invadi un complejo y crey que la gente lo vea y se daba cuenta de que acababa de llegar de un pueblo. Mircoles! Haba que buscar las maneras de andar por ah sin que nadie se diera cuenta de que l no era de la ciudad. Era pleno medioda. Un da amarillo que picaba en la espalda. El autobs dio la vuelta en la esquina y se perdi. Ahora quedaba fuera de todo contacto con su pasado mundo. Haba quedado slo y as se imagin. Se haba venido para probar suerte en Caracas, la capital, y ahora no hallaba qu hacer. Haba tenido esto en la cabeza desde haca mucho tiempo y no se decida a venirse. All, en su pueblo, pensaba qu hara al llegar a Caracas. Llegaba y comenzaba a preguntar por ah si queran un muchacho para trabajar en algo cuando estaba en su pueblo y soaba, todo le sala bien Pero, caramba!, ahora que estaba all no saba qu hacer Camin entre la muchedumbre, fijos los ojos en la gente que le pareca demasiado apurada y comenz a caminar en esa forma ahora perteneca a la ciudad, deba actuar como los dems.

En la plaza de donde arrancaban los autobuses se detuvo a observar las largas colas de gentes. Hombres y mujeres. Era un laberinto. Y todo el mundo tan seguro. Todos saben a dnde van y qu deben hacer Y l con un maletn en la mano y toda la gente dndose cuenta que acababa de llegar e un pueblo. Estaba marcado. A veces pasaba uno y le cruzaba la mirada y zas! Se daba cuenta que no era de aqu Haba venido a abrirse mundo, a dormir en las plazas. Tal vez alguien lo viera en la calle y de la noche a la maana se hiciera famoso. Haba odo hablar o haba ledo e alguna revista que muchos e esos artistas de Hollywood haban sido descubiertos en la calle Caramba, entrara en la televisin! Mucha gente de La Pascua lo vera con envidia y a muchas de las muchachas que lo despreciaron en los bailes les dolera ahora No, no deba dejarse dominar por el miedo. Estaba slo, s, pero no se iba a devolver. Qu dira Moros, Ron, Torrealbita, Vctor? Acaso no haba estado con eso toda la vida? Me voy, me voy, y no se iba nunca. Y ahora que se vino, ahora que ellos, all en el pueblo caminan por las calles o se van al ro y no lo encuentran, no se van a dar cuenta de que se vino y lo van a admirar Podra emplearse de portero en un cine. Nunca haba visto un portero, pero le haban dicho que los porteros de los cines de Caracas vestan bien y casi todos eran bien parecidos. Tal vez l estaba ah de portero, bien vestido, y vena una muchacha y lo vea, o vena una seora rica o de sas que viven solas Ah, podra despreocuparse, se le solucionaran todos sus problemas. Y por qu no? All en su pueblo una seora le haba dicho: Por qu no va a mi casa? Vaya, yo, desde aquella vez, le tengo cario. Era una seora que haba conocido en uno de los bailes del liceo Pero l no fue Lo pens y lo

pens y se imagin miles de cosas con ella, pero no fue Sobre todo de noche pensaba muchas cosas, pero que en el da se olvidaba de todo y no iba y de noche se mortificaba y todo, todo por esa vieja O podra conseguirse algo como mesonero. Cuntos mesoneros no le levantan las mujeres a los hombres? Un mesonero elegante. l se vera muy bien vestido de blanco y negro. Una corbata. Y luego uno se dobla y sonre A lo mejor le iba bien. No haba por qu descorazonarse. O puede ser que empezara como vendedor de peridicos o limpiabotas y despus, los que trabajaran con l, lo vieran de la noche a la maana en la televisin o en la Prensa porque haba hecho algo o porque era alguien. Podra llegar a ser un hombre importante. Un embajador. Un embajador viste de negro y se peina liso. El pelo le brilla siempre. A lo mejor lo acorralaban las mujeres en un rincn y l se sonrea sin decidirse por ninguna, mirndolas a todas en los ojos Camin por las amplias aceras y contempl a los hombres que se paraban en las puertas de las tiendas. Pasen adelante. Realizacin. Gran realizacin. Estamos realizando y palmeaban con sus manos. Muy despiertos todos. Sin miedo. Gritando. Movindose. Realizacin. Estamos realizando. Se vio a si mismo gritando, pero pens que no servira para eso. Avanz con el maletn azul mirndose en las vidrieras. No se vea mal pero cargaba un maletn en las manos. Sin el maletn no se daran cuenta que no era de aqu. Camin abombando el pecho y pensaba que el palt le quedaba bien. Dirigi la vista por entre los altos muros del largo edificio, oje por todos lados, y al creerse slo lanz sus ojos de reojo y se estudi con toda atencin en la vidriera de la tienda. No estaba mal. Despus camin entre la muchedumbre.

3

I. Sbado, 3 de la tarde, octubre de 1956 Comenz a estudiar italiano a la entrada del ao, pero lo dej a los tres meses. Sali la ltima entrega de la Biblioteca Popular Venezolana y ley en el libre de Augusto Mijares lo que deca de Doa Brbara. No le gust. A nadie que haya ledo Doa Brbara le puede gustar esto, se dijo. Escribi un artculo refutndolo y lo guard en la gaveta de su mesa del depsito para cuando se le presentara la oportunidad e publicarlo. Le dijo a Jos Rojas por qu haba dejado de estudiar italiano. No tena tiempo para estudiar ni atender sus dems ocupaciones. Adems, llevaba Obligaciones para setiembre. Caminaron hasta la cuadra del depsito y tomaron la camioneta. Se dirigieron hasta el restaurante ms cercano. No coman en el automtico porque loes sala muy caro. Le record a Jos Rojas el da de la inauguracin. Haba botado su cartera con todos sus papeles y doscientos bolvares. Cmo te parece lo de Hungra? pregunt Jos Rojas. Desconcierta hasta a los mismos comunistas. Los comunistas s que son dijo Jos Rojas. Ellos creen que no, pero as es. S, se van a salvar. Es lo que creen. Como lo que le pas a los adecos. Todo el que se inscriba firmaba un carcelazo. Crean tambin que el poder les iba a durar toda la vida en las manos. Bueno, es lo que se crea corto Rsquez. Siguieron una larga cola. El da resplandeca sobre las calles. Giraron en la primera isla de la avenida Miranda y enfilaron hacia el Silencia. Bajaron luego por la plaza OLeary. Se estacionaron en un lugar que creyeron haber descubierto.

No los molestaran para salir ni de uno u otro lado. Careca de parqumetro. Con un carrito mejor que ste, uno se puede casar con una mujer como L. T crees? Le pregunt Rsquez. No, hombre, cua