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    Entre el Recuerdo y el Destino:

    la Repeticin

    Norberto Carlos Marucco *

    Introduccin

    Escribir acerca de Recordar, repetir y reelaborar en el

    psicoanlisis y la cultura de hoy implica el desafo de revisar

    creativamente desde la realidad actual del psicoanlisis, las ideas

    que Freud escribi en tiempos de aquella gran carnicera que fue

    la guerra del 14, encontrando entre el horror algunos elementos

    valiosos para pensar la vida. El Congreso nos convoca, noventa

    y tres aos despus, en torno a esas ideas, para pensar el

    psicoanlisis y reflexionar sobre el padecer del hombre... entiempos de repeticin de horrores similares, que slo han variado

    sus formas de expresin. Berln resulta emblemtica para este

    encuentro que nos invita a recordar-repetir-reelaborar. Berln

    nos dice que el destino puede ser cambiado, no slo por la aparicin

    del recuerdo, sino, y sobre todo, por la construccin de lo nuevo,

    lo distinto: abrir las puertas, derribar muros, abrir caminos a la

    pulsin en sus posibilidades de transformacin.

    Por otra parte, y desde una perspectiva ms amplia, recuerdo

    y repeticin en sus combinaciones y alternancias, definiran

    caractersticas distintivas en cada cultura. La repeticin se traduce,

    tambin en lo social y cultural, como efecto de un trauma que, al

    * Miembro Pleno de la International Psychoanalytical Associationy Miembro Titular de

    la Asociacin Psicoanaltica Argentina. San Luis 3364 (1186) Rep. Argentina.

    E-mail: [email protected]

    Revi st a Ur uguaya de Ps ic oan li si s 2007 ; 105 : 26 - 54

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    no encontrar posibilidad de representacin y elaboracin, reaparece

    y se actualiza en una nueva vuelta hacia lo mismo, lo idntico (de

    MUzan, 1978). En los individuos y en las naciones, una

    demonaca repeticin termina asesinando los tiempos. El tiempo

    parece detenido en algunos (muchos) pases, y no slo en los ms

    pobres, en los menos tecnolgicos. Tambin en aquellos donde el

    conservadurismo de las ideas, o la imposicin de doctrinas polticas

    o religiosas refuerzan al mximo los bastiones de la resistencia a

    todo cambio posible. Repeticiones marcadas por la pulsin de

    muerte que deja su sesgo en cierta naturalizacin como destino:hambrunas que coexisten con desmedidas opulencias, guerras

    tnicas o fratricidas alentadas en la sombra por oscuros intereses;

    tendencias terroristas que intentan justificarse de unos y otros lados

    en una sed de venganza sin fin; estado general de desconfianza

    hacia el otro semejante; indiferencia o tolerancia a las peores

    ignominias (sojuzgamiento, destierro, tortura. etc). Aumento de

    la marginalidad social (que se va tornando invisible por su propia

    evidencia), de la criminalidad, de la violencia extrema. Asimismo,

    y en sus efectos ms sutiles y deletreos: perversidad de los

    liderazgos, prdida de referentes sociales, degradacin de ideales

    culturales altruistas y de lazos identificatorios, que culminan enintensas vivencias de desamparo y exclusin social. Precisamente,

    en estos ms ac..., se muestra con especial contundencia, desde

    la perspectiva psicoanaltica, la fuerza arrolladora de la pulsin

    de muerte, la siniestra creatividad de su tendencia a la desliga-

    dura, capaz de generar novedosos recursos que todo lo arrasen,

    que todo lo borren, que todo lo detengan... El destino, lo que

    est escrito como fundamento y verdad revelada que da explica-

    cin a tanta desventura, obra como letra muerta que desrealiza

    todo intento de inscripcin de una nueva historia. En su carrera

    tras el destino prometido, o contra el oracular destino senten-

    ciado, se desata el desenfreno de la compulsin a la repeticin, yse acalla todo cuestionamiento que pudiera dar lugar a algn trabajo

    de re-elaboracin o de transformacin. Frente a estas situaciones,

    la posibilidad de reconocimiento del traumay de su historizacin

    culturaljuegan un papel fundamental para detener la repeticin y

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    transformar el destino. La cultura da muestras de esta necesidad

    no slo cuando a travs de sus distintas manifestaciones busca

    recordar una y otra vez los fenmenos de violencia social que la

    conmovieron, sino tambin cuando intenta revertir su compulsin

    a repetirlos en el presente, y oponer sus mejores esfuerzos contra

    las tendencias destructivas y los efectos nefastos de la desmentida

    patolgica.

    La inclusin de sta y otras problemticas de la cultura

    constituye una propuesta sustancial; un paso adelante en la

    posibilidad de saldar una deuda que a mi entender el psicoanlisiscontemporneo mantiene con la cultura. Quizs porque no hemos

    logrado definir an claramente el rol que ella desempea tanto en

    la creacin de subjetividad como en la produccin de patologa.

    El psicoanlisis podra aportar esa contribucin continuando la

    tradicin que Freud inici con sus trabajos sociales, que culminaron

    en sus impactantes: El malestar en la cultura (Freud, 1930) y

    Por qu la guerra? (Freud, 1933). Quizs las aportaciones que

    surjan de este Congreso puedan constituir un paso importante en

    pos de este objetivo.

    Pero dejo ya la analoga para circunscribirme a mi oficio:

    Este ensayo se centrar fundamentalmente en el tema de larepeticin (porque as me lo han pedido), en su concepcin

    metapsicolgica, clnica y tcnica. La repeticinjuntoal recuerdo,

    la repeticin en lugar de el recuerdo, y, un poco ms all, la

    repeticin ala manera de un destino.

    La repeticin (agieren), incluye una problemtica que est

    en el ncleo de los debates del psicoanlisis contemporneo: la

    de lo representado, lo no representado y lo irrepresentable en el

    psiquismo. En el seno de esa problemtica, y en los albores del

    nacimiento de lo psquico, se inaugura la relacin dialctica entre

    la pulsin y el objeto. La repeticin traera a luz las huellas de

    esa relacin, con sus transformaciones, sus atascamientos, suparticular articulacin con lo traumtico, y con aquello que est

    an ms all del trauma: el vaco, la ausencia, la nada. Ante la

    imposibilidad de subjetivacin de ese agieren el sujeto parece

    quedar atrapado por el destino, por ese tiempo detenido,

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    coagulado en la repeticin de esas huellas primeras, en una

    concepcin cercana a lo que Rousillon (1991) defini como lo

    psquico-prepsquico; tiempo cristalizado en ese ncleo en el

    que se condensan las particulares configuraciones de la pulsin

    con las primeras identificaciones, y donde se hallan las claves de

    aquello que se expresa en la clnica del ms all. Clnica que

    produce los ms intensos malestares y los mayores obstculos

    en el proceso de la cura. Es por ello que atribuyo particular

    relevancia a la problemtica de la repeticin y a su expresin clnica

    como destino1 , y considero fundamental su valoracin a fin decalibrar los instrumentos de la tcnica.

    A los efectos de una mayor claridad expositiva he organizado

    esta presentacin en los siguientes apartados:

    1.-Metapsicologa de la repeticin: un nuevo retorno a Freud.

    Mi trabajo incluye aqu un aprs coup sobre el concepto de

    repeticin en la obra freudiana desde la inclusin/integracin de

    significativas contribuciones de algunos pensadores posfreudianos.

    2.- La Repeticin en la Clnica. Las posiciones del analista.

    3.- La transferencia, la repeticin y la persona del analista.4.- La repeticin de lo arcaico y la mente del analista.

    1.- Metapsicologa de la repeticin: un nuevo retorno a

    Freud.

    Traspuestos los umbrales de un nuevo siglo y nuevo milenio

    1. Freud nos dice, refirindose a la repeticin en la vida de las personas no neurticas:

    En stas hace la impresin de un destino que las persiguiera, de un sesgo demonaco

    en su vivenciar [...] determinado por influjos de la temprana infancia. La compulsin

    a la repeticin que as se exterioriza no es diferente de la de los neurticos, a pesarde que tales personas nunca han presentado los signos de un conflicto neurtico

    tramitado mediante la formacin de sntoma (mi cursiva). [...] Este eterno retorno

    de lo igual [...] nos sorprende mucho ms en los casos en que la persona parece

    vivenciar pasivamentealgo sustrado a su poder, a despecho de lo cual vivencia una

    y otra vez la repeticin del mismo destino (Freud, 1920, AE 18: 21-22, SE 18: 22).

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    volver a Freud no implica ortodoxia: Su texto resulta un pre-texto

    fundamental para una impostergable confrontacin de ideas desde

    la actualidad del psicoanlisis, y para seguir avanzando en nuestra

    propia capacidad de pensarlo con creatividad y cierta audacia.

    As lo han hecho Melanie Klein, Winnicott, Bion, Lacan, etc. y,

    en la actualidad, en sus particulares retornos a Freud: Green,

    Laplanche, Pontalis, Rosolato, Bollas, Kernberg, etc., entre muchos

    otros que nos orientan hacia nuevas conexiones, enlaces y

    articulaciones de los textos freudianos.

    La metapsicologa es un referente privilegiado para el debatede las ideas del psicoanlisis. Lugar de acuerdos y de controversias,

    quizs sea el mejor instrumento para la discusin en torno a los

    problemas que nos plantea la clnica. Pensar el psicoanlisis

    contemporneo implica revisar su metodologa, la psicopatologa,

    y, en particular, el trabajo del analista en el ejercicio de sufuncin

    analticay desde su inclusin como personaen ese encuentro

    de singularidades que conforma el campo analtico. Avanzar en

    esta prctica y seguir aportando a su desarrollo como corpus

    conceptual pasible de ser transmitido, explicado, y debatido,

    requiere mantener vigente la metapsicologia freudiana. Ese

    elemento comn, que nos orienta entre diferentes senderos tericosque a veces se unen y otras se bifurcan2 .

    La primera tpica freudiana estuvo afincada, apoyada, en la

    teora de la representacin, del deseo, de la represin y los modos

    de retorno de lo reprimido. La teora de la cura asentada en la

    posibilidad de recuperacin del recuerdo reprimido, encuentra su

    culminacin y al mismo tiempo su cuestionamiento en los aos

    1914 y 1915. En esos aos Freud produce textos que son como

    ventanas: Recordar, repetir y reelaborar (Freud, 1914a) ,

    Introduccin del narcisismo (1914b), Duelo y melancola (1917

    [1915]). La importancia de los dos ltimos es que reintroducen,

    2 Entiendo que tenemos por delante un fuerte desafo. Un trabajo de confrontacin

    entre los distintos esquemas tericos que permita encontrar nuevas integraciones

    que eviten al mismo tiempo caer en nuevos dogmatismos.

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    de manera evidente, el objeto, el otro, en la constitucin de lo

    psquico. Esta inclusin del objeto ampla el campo terico hasta

    entonces centrado en la pulsin y sus destinos. Tras esta apertura

    Green (1996) definir el objeto como el revelador de la pulsin, y

    Laplanche (1989) lo jerarquizar hasta atribuirle la funcin de

    creador de la pulsin (su objeto fuente). Por ltimo, en el texto

    que hoy retomamos:Recordar, repetir y reelaborar, Freud (1914a)

    incluye enfticamente, como producto de la observacin clnica,

    el concepto de repeticin. Pieza fundamental de sus desarrollos

    tericos posteriores. Seis aos despus, la repeticin y suinsistencia compulsiva encuentran un lugar trascendente en Ms

    all del principio del placer, cuando Freud (1920) se enfrenta con

    los sueos de la neurosis traumtica. La repeticin se desplaza

    desde su fijacin al placer hacia el compulsivo reencuentro con el

    efecto de un trauma sin representacin. En otras palabras, hacia

    una bsqueda activa (sin sentido aparente) del sufrimiento.

    Descripcin grvida en consecuencias puesto que dara paso

    a la inclusin de un concepto clave en psicoanlisis: la pulsin de

    muerte, que aparece as no slo como una reconceptualizacin de

    la teora pulsional, sino que inaugura a su vez una nueva y en

    cierto modo dramtica concepcin del psiquismo y su actividad.

    El inconsciente sexual y significante fundado por la represin

    comenzar gradualmente a perder el lugar, hegemnico hasta

    entonces, del mismo modo que los objetivos de la cura no podrn

    ya ceirse de manera exclusiva a la recuperacin-develamiento

    de los recuerdos significantes.3 Ms an, la enfermedad no slo

    remitir ya a un hecho histrico, sino que se presentar como

    potencia actual. Desafiado por la clnica, Freud (1914a) intentar

    en un principio reconducir al pasado aquello que aparece en acto:

    hacer recordar, tal como lo propona en sus textos previos,

    cuando imperaba la lgica de la representacin. Sin embargo laclnica lo llevar a hacer repetir; deslizamiento que es producto

    3 Ser necesario aclarar que esta posicin que sostengo no implica disminuir el valor

    de la rememoracin en psicoanlisis?

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    de la emergencia de la compulsin del destino (Freud, 1920).

    Podramos definir este hallazgo clnico de este modo: el

    desplazamiento progresivo de la repeticin, en el sueo, del deseo

    que se realiza; a la repeticin compulsiva, en el anlisis y en la

    vida, del dolor del trauma.

    El fracaso de la tentativa freudiana por domear esa pulsin

    en acto dentro del campo del anlisis (a pesar de su forzada

    creacin de la neurosis transferencial), fue frtil para el psico-

    anlisis. El tope lo habra constituido la constatacin de que se

    repite en la vida, y no slo con el analista; lo cual entraa seriospeligros4 . Una afirmacin se impone en la clnica de la repeticin:

    hay algo que no se puede recordar. Qu es lo que se resiste al

    recuerdo, a la palabra; en suma, a la representacin? Se trata, como

    dira 23 aos despus, de ese [...] algo vivenciado en la edad

    temprana y olvidado luego, algo que el nio vio u oy en la poca

    en que apenas era capaz de lenguaje todava[...] (Freud, 1937b,

    Pg. AE: 268 SE 267) (mi cursiva). Ese mismo ao ratifica: Por

    los psicoanlisis de personas individuales hemos averiguado que

    sus tempransimas impresiones, recibidas en una poca en que el

    nio era apenas capaz de lenguaje, exteriorizan en un algn

    momento efectos de carcter compulsivo sin que se tenga de ellasun recuerdo conciente (mi cursiva) (Freud, 1937-1939, Pg. AE:

    125, SE: 130). De qu tipo de inscripciones o huellas se trata?,

    auditivas?, visuales? o, ms ampliamente, sensoriales? En todo

    caso: significantes prelingsticos.

    Y es en la luminosidad de Construcciones en el anlisis,y en

    una ltima vuelta en espiral respecto a aquello sobre lo cual la

    repeticin ya lo haba interrogado en 1914, que Freud adelantara

    una nueva proposicin clnica y tcnica: La construccin (casi la

    re-construccin), que emerge como una tcnica superadora para

    acceder a aquello que, no pudiendo encontrar representacin

    significante, se repite en acto. (Adelanto entonces en este punto

    4 Estas dificultades que comenzaba a revelarle la repeticin fuera del anlisis nos

    permiten inferir que Freud intua ya que el concepto y el hecho clnico de la neurosis

    de transferencia no permita contener todas las expresiones de la repeticin.

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    que voy a referirme a la construccincomo un concepto terico a

    travs del cual intentar arribar a una instrumentacin tcnica

    diferente de la construccin freudiana.)

    En sntesis: el movimiento arrollador de la pulsin, cuando

    se desata como repeticin en acto, requiere de reformulaciones

    de la tcnica que permitan ir ms all de la incandescencia del

    deseo y sus representantes.

    Hago un alto aqu para dar una primera descripcin sobre la

    clnica de la repeticin. En el curso de un anlisis surgirn distintos

    tipos de repeticiones. Por ejemplo, la repeticin de fragmentos yramificaciones del Edipo (Marucco, 1998). Este tipo de repeticin

    permitira la expresin de la neurosis histrica como potencia

    actual. As, las pulsiones de meta inhibida (ternura, confianza)

    que se gestaran tras la resolucin del complejo de Edipo, se

    expresarn como repeticin a travs de la transferencia positiva.

    A su vez se repetirn, en lugar de ser recordadas, las vicisitudes

    de la rivalidad edpica. Recordemos: la desconfianza hacia el padre

    se expresar como desconfianza hacia el analista. Del mismo modo

    tendrn cabida las expresiones repetitivas del sofocado amor

    edpico. El analista interpretar las vicisitudes de esta neurosis

    histrica hecha neurosis transferencial en su relacin con elcomplejo de castracin y dentro de un marco representativo. O

    sea, estamos en una repeticin con desplazamiento represen-

    tacional.

    Otro tipo de repeticin ser la derivada de la teora del

    narcisismo. Su expresin clnica se dar en las patologas

    narcisistas que se expresan como reediciones del narcisismo

    herido, de las injurias narcisistas. Se tratara de intentos por

    mantener vivo, a travs de su eterna repeticin, aquel anhelado

    nio del tiempo primordial (Freud, 1920) que no se resigna a

    transformarse en un agnico recuerdo (Marucco, 1978a). Nio

    narcisista que se instalar en la transferencia procurandointerrumpir la cura an incompleta. Aqu la interpretacin

    transferencial, junto con la construccin de la historia olvidada y

    reprimida de aquel nio mtico (recuerdos encubridores), sern

    necesarias para conjurar esta repeticin casi no representada.

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    Por ltimo, la repeticin que sobreviene por efecto de lo que

    denominamos trauma psquico/pre-psquico, de esas huellas

    mnmicas, vivencias del tiempo primordial (Freud, 1920), que

    escapan a toda posible significacin. Huellas que he denominado

    ingobernables (Marucco, 1980), por su incapacidad de ligadura

    con el proceso secundario; las cuales, manifestndose como

    repeticiones no representables e irrepresentables bloquean el

    acceso teraputico. El concepto de neurosis de transferencia de

    Recordar, repetir y reelaborar, donde la repeticin poda ser

    domeada en el escenario transferencial, deja aqu paso al doloravasallante causado por esas huellas mnmicas ingobernables.

    Huellas que, desde ms all del deseo, reclaman alguna posibi-

    lidad de ligadurapara aquello que se produjo antes del adveni-

    miento del lenguaje. No hubo tiempo, ni psiquismo suficiente-

    mente estructurado, para que lo traumtico pudiera ser contenido

    por la representacin e incluido en las regulaciones del principio

    del placer y as entrar en los derroteros significantes que lo hicieran

    ms accesible al trabajo analtico. La falta de representacin, y la

    compulsin a la repeticin del trauma, parecen anular por

    anticipado todo esfuerzo de inclusin en el campo del anlisis. Si

    bien el psicoanlisis las enfrent, y las enfrenta an hoy; lo hacecon cierto pesimismo desde algunas posiciones, coincidiendo

    quizs con el que Freud manifest, en parte, enAnlisis terminable

    e interminable (1937a). Aqu el entusiasta y audaz convocador de

    las variadas expresiones psicopatolgicas hacia el campo

    transferencial, como forma de lograr la cura; se sinti enfrentado,

    no sin cierto dramatismo, con el reconocimiento de los lmites de

    su psicoanlisis. Sus lmites: la pulsin de muerte, lo indo-

    meable de la pulsin; junto a lo irrepresentable de la castracin.

    Castracin como reconocimiento ltimo de la dificultad de

    significar esa pulsin en acto. Aquellas huellas mnmicas ingo-

    bernables...? La pulsin en el Ello, fijada a un trauma, y prctica-mente sin objeto? Estamos, casi, en el terreno de la repeticin

    pura.

    Podemos plantear un nuevo eje paradigmtico: Un ncleo

    del psiquismo donde se alojaran el deseo y el trauma. Deseo y

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    trauma: punto en el que los senderos se bifurcan. Trauma casi

    originario, producto de una inscripcin sin palabras; coincidiendo

    en la clnica con una repeticin montona, invariada, que es al

    mismo tiempo una re-peticin (pedido de ayuda). Otra manera de

    decirlo: El concepto metfora- de embrin de la pulsin5 nos

    acerca a lo arcaico en psicoanlisis (tema que desarrollar en

    especial en el cuarto apartado), pero del cual surge ahora una

    pregunta: Qu es eso arcaico que se repite? Algo que surge en

    acto desde el empuje regresivo hacia un estado casi previo al

    encuentro con el otro? O algo que es producto de la fuerza intru-siva de un objeto que imprimi la huella destructiva de la

    desligadura all donde debieron abrirse los caminos hacia la

    posibilidad de representacin? Estamos lejos del inconsciente

    reprimido y por otro lado muy cerca del caldero del Ello. Entonces,

    esta zona psquica donde se expresa la repeticin en acto no nos

    habilitara a pensar en un otro inconciente? El inconciente de

    eso que en Construcciones en el anlisis Freud designa como lo

    soterrado (verschttet)?Para referirse al Complejo de Edipo, a

    los contenidos del inconciente reprimido, Freud utiliza los trminos

    sepultamiento (Untergang) o aniquilamiento (zugrunde gehen).

    Pero cuando nos habla de esas vivencias primeras de un tiemposin palabras, l recurre a un trmino diferente, y nos habla de lo

    soterrado(verschttet)6. Por qu utilizara este trmino? Para

    sealar una especificidad en esa zona psquica donde anida lo

    5. Trato de definir con este trmino metafrico los momentos originarios del psiquismo

    donde la pulsin, sin llegar a la representacin, tiende bsicamente a la descarga en

    el acto o en el cuerpo. Momento del psiquismo, al decir de Green (2001) donde la

    pulsin es mximo de potencia en acto y mnimo de significacin. Por otro lado, el

    concepto de embrin pulsional, me permite ubicar precisamente el origen de lo

    psquico cercano al concepto de implantacin, tanto desde el cuerpo como desde el

    otro (Laplanche, 1987).

    6. Verschttet (GW 16, pg. 46). [Soterrado: lo olvidado por completo; lo arcano].[Buried SE 23, pg. 260]. En la traduccin al ingls de este trabajo he preferido

    entombed en lugar de buried-- como equivalente para el trmino alemn verschttet.

    La razn es que, si bien en la Standard Edition se utiliza la palabra buried para

    designar tanto el sepultamiento, el aniquilamiento, como tambin lo soterrado;

    Freud utiliz un vocablo diferente (verschttet)para designar este ltimo concepto.

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    ms recndito? eso que el nio vio y oy ... (Freud, 1937b) y

    que slo podr expresarse como repeticin en acto? En ltimas,

    estaramos aqu en esa particular zona psquica constituida antes

    de la aparicin del lenguaje. Pero eso soterrado retorna. Y Freud

    lo dice as: Todo lo esencial se ha conservado, an lo que parece

    olvidado por completo; est todava presentede algn modo y en

    algunaparte, slo que soterrado, inasequible al individuo. Y

    agrega [...] Es slo una cuestin de tcnica analtica que se

    consiga o no traer a la luz de manera completa lo escondido

    (Freud, 1937b, AE 23: pg. 262, SE 23: pg. 260)(mi cursiva). Estosugiere, a mi entender, la necesidad de la creacin de una nueva

    tpica, y reformulaciones tcnicas que permitan ubicar a esede

    algn modo y en alguna otra parte donde se encuentra lo ms

    recndito. Un comentario ms relativo al tema: considero que

    lo soterrado en Freud estara cercano al concepto de embrin

    pulsional, que a mi entender tiene dos caminos y, en el mejor de

    los casos, una opcin. Los dos primeros: el pasaje al acto y/o al

    soma. La opcin, que es en realidad una transaccin, estara en la

    posibilidad de que ese embrin pulsional pudiera alcanzar al deseo

    y, enmascarado en l, manifestarse como sntoma. Frente a esto el

    camino que el anlisis abre, como nuevo para el sujeto, es lacreacin, en el encuentro con un otro (analista), de nuevas

    representaciones implicadas en la dimensin del deseo. En otras

    palabras, se tratara de la posibilidad que ofrece el anlisis de incluir

    la repeticin de lo soterradoen lo reprimido del inconciente.

    Sabemos que en lo referente a la repeticin tenemos en

    psicoanlisis mucho camino recorrido: desde la misma

    conceptualizacin freudiana hasta los desarrollos (entre otros) de

    Winnicott, Lacan y, en la actualidad, de Green, Laplanche, etc.

    Desde diferentes modelos tericos, estos diversos desarrollos nos

    acercan instrumentos para aproximarnos a desentraar este ncleo

    oculto del psiquismo. Por ejemplo: A partir de las formulacionesde Lacan (1977), podramos preguntarnos si, en este punto de lo

    soterrado, la tarea analtica implicara, ya no el atravesamiento

    del fantasma, sino su construccin (puesto que sera justamente la

    imposibilidad de construir el fantasma lo que habra marcado

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    - 37

    estructuralmente al sujeto). En una lnea de pensamiento muy

    diferente Winnicott (1991) aport, con las descripcin de los

    fenmenos transicionales, la posibilidad de enunciar algn tipo

    de conjetura representacional capaz de detener la accin

    repetitiva de la pulsin. Por otra parte los aportes de Green (1990)

    sobre la relacin intrusin/ausencia del objeto nos acercan, en el

    marco presencia-ausencia de la relacin analtica, a la posibilidad

    de invertir los trminos de ese mximo de potencia y mnimo de

    significacin con que define al acto pulsional, produciendo el

    aumento de esta ltima la consecuente disminucin de la primera.Laplanche (1996) parece ubicar este ncleo de lo psquico (lo

    soterrado) en aquello que describe como la implantacin de

    significantes, producto de la relacin con un otro. Su posicin se

    sintetizara en este sentido en lo que l desarrolla a partir de su

    idea de un plus de sexualidad inconciente de la madre.

    Por mi parte intento sumar mis aproximaciones a eso

    soterrado que, de no encontrar significacin, quedar preso de

    la compulsin repetitiva encubierta y expresada por el destino

    (tema sobre el que me extender en el prximo apartado). Slo

    quiero adelantar aqu el siguiente comentario: En principio

    considerara relevante, por obvio que parezca, volver a sealaralgunos peligros que acechan especialmente a la tarea analtica al

    trabajar sobre esta zona del psiquismo: En primer lugar, el peligro

    de que el analista pudiera caer en la tentacin de ofrecer un destino

    mejor y distinto de aquel que se manifiesta en la repeticin de

    lo soterrado. Tambin, y concomitante con l, el del intento de

    adaptacin del paciente a lo que el analista o la cultura supondran

    ms sano o conveniente. Y, por ltimo, el riesgo de asumir en el

    anlisis la posicin del Otro en lugar de tender a su destitucin.

    En suma, un recordatorio que nos advierte sobre el peligro de los

    retornos sugestivos en el psicoanlisis (especialmente cuando

    se lo fuerza a competir en eficacia y rapidez con otro tipo depsicoterapias). No se tratara ni de ofrecimientos, ni de adapta-

    ciones, ni de ubicarse en el lugar del Otro; ni siquiera de la recons-

    truccin material de un fragmento de la historia (porque, en lo

    que a este tipo de repeticin atae, sta nunca fue inscripta como

    En tre el Recu erd o y el Dest in o: la Repe ti ci n

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    tal). Adelanto muy brevemente aqu lo que en los prximos

    apartados desarrollar: Frente al poder de la sincrona atemporal

    de la repeticin en acto considero que nuestro mejor recurso es

    la construccin. Pero construida fundamentalmente con las

    producciones que emergen como repeticin en el presente

    transferencial, de aquello faltante como historia. De esta manera,

    y utilizando la memoria del proceso analtico, podra el analista ir

    instalando una diacrona histrica liberadora en el anlisis.

    Diacrona que es, por supuesto, absolutamente singular para cada

    analizando.Freud subraya, con respecto a la construccin del analista,

    que es la conviccin del paciente (a la que da un valor equivalente

    al del recuerdo) la que motorizar, y a la vez dar cuenta de, un

    cambio psquico. Este cambio provendra de la ligadura que las

    palabras del analista introducen en la trama repetitiva del acto?,

    del impacto afectivo que un tramo conjetural de la historia provoca

    en un analizando?, o incluso de inventar los orgenes de una histo-

    ria como producto de haberla revivido en el anlisis, que pueda

    detener la repeticin? O tambin, como otra opcin, la posibilidad

    de figuracin que podra aportar alguna significacin a lo no

    representado? En todos los casos, en lugar de reconstruccinhistrica de la verdad material, habra construccin de lo nuevo, o

    sea creacin.

    Concluyo el apartado: el psicoanlisis contemporneo enfren-

    ta el desafo que presentan tres clases de repeticin: la repre-

    sentativa (edpica), la de aquello no representado (narcisista)

    que puede adquirir representacin, y la de lo as llamado irrepre-

    sentable (huellas mnmicas ingobernables que a veces se

    disfrazan como destino). Frente a esta ltima repeticin varan a

    su vez las posiciones del analista, que oscilan entre considerar las

    neurosis de destino como lmite, o bien como nuevo desafopara el anlisis.

    No rb er to Ca rl os Ma ru cc o

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    2.- La Repeticin en la clnica. Las posiciones del analista.

    Habiendo transitado el terreno de las expresiones psico-

    patolgicas de la neurosis, la psicosis, y la perversin, el

    psicoanlisis contemporneo se ha ido incluyendo en el campo de

    las patologas narcisistas, de las as llamadas patologas borderline,

    de la psicosomtica, de las adicciones, etc. En ltimas, el concepto

    y el hecho clnico de los estados lmite.

    La clnica actual contina presentando los sntomas

    conocidos: angustia, rituales obsesivos, fobias, etc., y en particularlas expresiones clnicas marcadas por el padecer de la repeticin:

    cada vez ms los sujetos llegan al anlisis preguntando por su

    destino. Los consultantes se lo formulan as: Por qu tropiezo

    una y otra vez con la misma piedra? Por qu, por ms que me

    doy cuenta, no lo puedo evitar? Esta pregunta lleva implcita esta

    otra: Por qu el tiempo de hoy es igual al de ayer y ser igual al

    de maana? Y hago un breve parntesis para una reflexin: Este

    asesinato del tiempo (Green, 2001) no es acaso uno de los

    sntomas ms reveladores del padecer del hombre en la cultura de

    hoy? 7

    Entonces, la consulta hoy no se expresa slo como bsquedade alivio para tal o cual sntoma, sino que hay tambin el intento

    (ms o menos manifiestamente explicitado) de encontrar los por

    qu de una manera de vivirque termina siempre en sufrimiento.

    Este cuestionamiento incita al individuo a buscar indicios que le

    permitan comprender esas marcas soterradas, eso que, hundido

    en la raz misma de su serlo lleva a perderse en el sin sentido del

    acto, de lo escondido en cada compulsiva repeticin.

    Ahora, y volviendo al terreno de la clnica, se me hace nece-

    sario explicar aunque sea brevemente, algunos aspectos de mi

    concepcin del aparato psquico, y por lo tanto de mi trabajo

    7 Un tiempo que, pautado desde el poder, nos des-subjetiva, nos hace menos vctima de

    la aoranza que del vrtigo que nos devora si no vamos a su comps, y que poco da

    lugar al tiempo para el afecto, el pensamiento, la creacin.

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    teraputico, en trminos de lo que denomin zonas psquicas

    (Marucco, 2002-2005). En mi formulacin, cada una de estaszonas

    psquicasremite a una particular configuracin en la dinmica de

    la relacin pulsin-objeto; y, en la clnica, a una tambin particular

    demanda a la posicin del analista como objeto, como el otro

    en el marco de la situacin analtica. Por supuesto, estas zonas

    psquicas inconscientizadas son coexistentes, con diferentes grados

    de predominio segn las caractersticas de la psicopatologa. Pero

    cada una de ellas emerge, con caractersticas singulares, en distintos

    momentos de un anlisis (de todo anlisis) determinando tantolas posiciones del analista como las condiciones mismas del campo

    analtico. Se tratara de una especie de entramado donde la zona

    del soar, o sea, del inconsciente reprimido, sexual y significante,

    convive con otras, como por ejemplo, la zona del narcisismo, es

    decir, de la relacin del yo con el ideal y de un inconsciente que

    no es ya el inconsciente reprimido, sino uno ms vinculado al

    sentimiento inconsciente de culpa, a la problemtica de la

    autoestima y del sentimiento de s. Otra zona psquica corresponde

    a lo que he dado en llamar el inconsciente de las identificaciones,

    donde el objeto, el Otro (con mayscula) y el otro (con minscula),

    es identificado en el yo o en el supery. El proceso de subjetivacinimplicar en la primera zona la tarea de develar el significante, en

    la segunda, la profundizacin del anlisis de la idealizacin, y en

    la zona de la identificacin ser necesario el trabajo de

    desidentificar aquello que fue identificado patolgicamente. Ms

    especficamente: el anlisis tendr que descubrir los caminos

    conducentes a una desidentificacin capaz de recobrar para el

    sujeto su pulsionalidad, aplastada o incluso borrada por el exceso

    identificatorio (identificaciones primarias pasivas) (Marucco,

    1978b). Un paso ms, nos encontramos con esa zona que se

    constituye en la relacin del psiquismo con la castracin y/o con

    el mundo exterior. Se trata, bsicamente, de una particularmodalidad de estructuracin psquica constituida a partir del

    mecanismo de la desmentida (Verleugnung), que pasa as a tener,

    junto a la escisin del yo, un papel estructural en el psiquismo

    (Marucco, 1996).

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    Dej para el final la zona de la repeticin y la pulsin de

    muerte, por ser el centro de este ensayo. (Slo quiero dejar en

    claro que el anlisis transcurre para m en la aparicin de las

    distintas zonas en distintos momentos del proceso analtico).

    Cuando la atemporalidad del inconciente explica la esencia misma

    del eterno presente, la va regia de expresin de lo inconsciente

    ser tambin el acto.Por tanto, podremos seguir pensando nuestra

    va de accin teraputica en trminos de asociacin libre-regresin-

    recuerdos? En el campo clnico, empujado por esa compulsin

    demonaca, la repeticin en acto reclama ligadura. Pero sta debermontarse sobre la estructura de un tejido psquico constituido

    por huellas coaguladas en la ausencia de un sentido.Entonces,

    el analista est convocado a detener esa circularidad de la repeticin

    en la que el sujeto se pierde a s mismo. As la recuperacin de la

    temporalidad perdida constituira el verdadero advenir del sujeto.

    Y en esto la posicin del analista ser fundamental: se tratar de

    la apuesta pulsional (Marucco, 2006) que el analista pueda poner

    en juego.

    Ahora bien, entiendo que las trazas de ese destino signado

    por la repeticin retornan en la impulsin ascensional de lo

    soterrado. A travs de la pulsin emergente (Freud, 1920) losoterrado es arrastrado, diramos atrado, por elementos del

    inconciente reprimido, donde son engarzados por el deseo. Por

    esta va el deseo es utilizado para enmascarar, y mantener oculto

    al mismo tiempo al sujeto de la repeticin. El antiguo destino

    repetitivo ascendido al campo de lo reprimido adquiere as

    alguna significacin sintomtica enmascarada: fobias, obsesiones,

    etc., accesibles de esta manera a cierto trabajo analtico. Pero a la

    vez, la repeticin pura (comandada por la pulsin de muerte,

    casi en el campo de lo pre-psquico, sin alcanzar los significantes

    reprimidos) se expresa en un tiempo detenido que, en la sucesin

    de actos, constituye una permanente reiteracin de un presenteatemporal. Pero no slo eso: La repeticin pura, aquel embrin

    pulsional que slo se descarga en actos o en el soma o como

    destino, produce algo ms: arrastra en su descarga significantes

    de lo reprimido, llevando al psiquismo a su empobrecimiento. La

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    repeticin pura va lentamente llevando al silencio al capital

    representativo, hasta enmudecer. Green (2001) lo define con

    claridad: pacientes a los que, faltos de anlisis, tal vez la muerte

    les llega antes de tiempo, o son condenados al silencio. Y, yo

    agregara, en el mejor de los casos: al desborde delirante. Quizs

    resulte ahora ms clara mi propuesta de la apuesta pulsional del

    analista como un ltimo intento de ligadura; as como la necesidad,

    en estos pacientes, de la creacin del tejido psquico perdido.

    De no ser as, el tiempo es asesinado, y crecen las huellas

    que slo encuentran expresin en el acto, o en una manera deser en la vida. A partir de aqu la cura analtica no ser slo

    rememoracin, sino especialmente la recuperacin en los actos

    de aquello que no se puede recordar.

    El desafo de la clnica es, en esta zona: cmo producir

    recuerdo donde hay memoria amnsica (Green, 1990); y,

    finalmente, cmo deshacer lo que la repeticin estructura, a la

    manera de un destino, para que el paciente pueda, por la fuerza de

    su pulsin de vida, transformar su presente y su futuro en algo

    distinto. Ahora bien, a pesar de no contar an con una

    metapsicologa capaz de describir cabalmente esta particular

    expresin psquica para determinar su tcnica de abordaje,debemos aproximar alguna silueta de representabilidad para una

    posible subjetivacin de la repeticin pura. He aqu una tarea

    analtica por excelencia. Y, de qu otro modo hacerlo si no es a

    travs de construir conjeturalmente algn tipo de historia que

    pueda desentraar lo soterrado (verschttet)que asoma en el acto?

    Se entiende mi insistencia en lo soterrado (verschttet)?

    Sabemos que durante el proceso de un anlisis el analista

    descifrar la asociacin libre a travs de su atencin flotante. Pero

    en los momentos de pura repeticin, es justamente el particular

    instante de quiebre de su atencin flotante lo que permitir el

    surgimiento, desde su propio inconciente, de algo capaz de darrepresentacin a eso recndito que se oculta, a la vez que se expresa

    en la repeticin. Evocada en la mente del analista, la construccin

    se va armando, a mi entender, a partir de los distintos momentos

    de subjetivacin que se producen en el curso de la historia del

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    proceso de anlisis, de cuya memoria es custodio el analista. As,

    la construccin dejar expuesto ese tramo de la vida que haba

    quedado en la pre-historia del psiquismo, por as decir, detenido

    en el instante del trauma, obstaculizando la posibilidad de

    subjetivacin. En estas consideraciones resulta de particular

    importancia atender al hecho de que, si bien el analista es el que

    formula la construccin, el sentido capaz de detener la imposicin

    de un destino (hermenutica) es el que, en la apropiacin de esta

    historia, con su particular conviccin, le otorga el paciente.

    El anlisis debera entonces tender no slo a rearmar el tejidopsquico (Marucco, 1998) que la repeticin, comandada por la

    pulsin de muerte, desteji (en su poder de desligadura); sino

    tambin trabajar junto al paciente paracrear ese entramado capaz

    de contener aquello que no ha podido adquirir representacin. Se

    ira, de este modo, constituyendo una trama psquica que,

    funcionando como tejido de contacto sirva a la vez de filtro

    frente a los embates de la compulsin traumtica. (Marucco, 2006)

    Insisto: el mejor soporte para la implementacin de estos

    recursos tcnicos, la nica fuerza que puede animar ese tiempo

    detenido por la repeticin del trauma, la encontrar el analista en

    su propia apuesta pulsional. Se trata, en suma, de incluir en ladimensin de la cura lapresencia del analista,involucrado con

    todo su ser y su saber en la tarea analtica: con alma y vida,

    podramos decir. En cierta medida esto se vincula tambin con el

    tema de la singularidad real del analista (Marucco et al., 1995),

    que alude al cuerpo ergeno de la presencia teraputica

    considerada durante mucho tiempo como una molesta interfe-

    rencia en el anlisis.

    3.- Transferencia y repeticin. Funcin y persona del

    analista

    Aceptar la transferencia como patrimonio de la neurosis

    implic, en su momento, reconocer que lo intrapsquico no podra

    recuperarse slo como recuerdo, sino que sera revivido como

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    potencia actual (agieren) en la transferencia;o sea, con el otro.

    Se produce en este punto un giro importante. Si bien en la

    transferenciadel sueo Freud haba relativizado la significatividad

    del objeto (a travs de los restos diurnos) en funcin de jerarquizar

    la misin del deseo inconsciente, con la aparicin del concepto

    de neurosis de transferencia vuelve a poner el acento en la

    preeminencia del objeto. Vemos as cmo la figura del analista

    como objeto va cobrando significatividad para el paciente a lo

    largo del tratamiento. La asiduidad de encuentros, y las

    caractersticas del analista generan una relacin que hace posibleque se desarrollen momentos transferenciales (Marucco,

    1998).8 En esos momentos transferenciales se produce la

    repeticin de los clichs de las estructuras fantasmticas del

    narcisismo y del Edipo, y de sus posibles reediciones modificadas

    y corregidas apoyadas en la singularidad real del analista (Freud,

    1905; Marucco, 1995).

    Otra manera de decirlo: en la situacin analtica, la presencia

    del analista como funcin y como persona (entendida sta como

    singularidad real), permitira que la transferencia sea algo ms

    que una mera repeticin para transformarse, en una reedicin

    corregida y aumentada. Esa singularidad real podra constituirun elemento de simbolizacin en la transferencia cuando posibilita

    que unarepeticin invariada se transforme en una nueva edicin

    representada.

    Debemos entonces diferenciar estas repeticiones edpicas y

    narcisistas, de aquellas otras que, proviniendo de la repeticin

    casi pura del analizando, tocaa la persona del analista en aquello

    de su inconciente que no fue movilizado en su propio anlisis.

    Ese despertar del inconciente no analizado, indito, del analista

    8 Me refiero a esos momentos claves, decisivos para el cambio estructural del paciente

    en los que el revivir transferencial se integra con la historia estructurante. Lasconstrucciones se revelan as como instrumento tcnico privilegiado para insertar la

    vivencia transferencial/contratransferencial a-temporal, en un tiempo histrico

    particular. Los momentos transferenciales se constituyen en el pasaje en que la

    construccin intenta integrar una y otra vez la historia fragmentada del paciente,

    tratando de acercarse a encontrar la irremediable unidad perdida.

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    (que obviamente no est en la funcin analtica), puede ser

    apropiado apelando al trabajo de autoanlisis. En este sentido

    podramos decir que en la persona del analista se van albergando

    diferentes elementos de la relacin con el analizando que tienen

    que ir cayendo de la persona del analista (singularidad real) a la

    funcin analtica. Desde esta postura la funcin analtica no slo

    implica una posicin de supuesto saber, sino que incluye adems

    la particularidad real y los afectos del analista, con sus efectos de

    ligadura y de desligadura; y ms an, lo inconciente indito de la

    persona del analista, que es hecho vibrar por la repeticin puradel inconciente del analizando. Me encuentro aqu cerca de la

    nocin de campo en psicoanlisis (W. y M. Baranger, 1969).

    4.- La repeticin de lo arcaico y la mente del analista

    Podramos quizs convenir que cuando hablamos de funcin

    analtica la pensamos habitualmente en el marco de un dispositivo

    que facilita operar analticamente. Dispositivo que estar sostenido

    bsicamente en lo que denominamos como la atencin flotante

    del analista, las asociaciones libres del paciente, y el develamientode los significantes que vayan surgiendo para ser incluidos en el

    campo representacional.

    Ahora bien, cuando la estructura de la repeticin, producto

    de las primeras inscripciones en la constitucin de lo psquico,

    irrumpe en el campo analtico, la cuestin de lo representable toma

    un giro importante. Aquello no representado e irrepresentable de

    la pulsin, que no llega al campo de la palabra, produce un

    cortocircuito que lo ubica en el pasaje al acto o en el cuerpo.

    Las manifestaciones psicopatolgicas en el soma y los pasajes al

    acto aluden, como ya dije, a lo llamado lo arcaico9 en psico-

    anlisis, a la clnica de los fenmenos residuales, o sea, de aquello

    9 Entiendo lo arcaico en relacin a un tiempo lgico en la construccin del psiquismo

    y no en una temporalidad evolutiva.

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    donde en lugar de representacin de palabra existen actos y, agrego

    ahora:pasiones. Retorna un interrogante: Cmo se manifiestan

    en la clnica estas inscripciones ms all o ms ac de la

    representacin de palabraque no configuran fantasma? En esta

    repeticin, casi pura, no slo no hay representacin; hay

    presentes fusionales y pasionales que se expresan de distintas

    formas, desde la furia destructiva a la tendencia al Nirvana o, ms

    claramente, al deseo de muerte.

    La clnica contempornea se conmociona al cuestionar la

    extraterritorialidad que tuvieron el acto y el soma, y refleja losavatares del trabajo analtico al pisar sobre esas zonas de

    confluencia y de deslinde que constituyen categoras de frontera.

    Es necesario aclarar que esta zona psquica est por fuera del

    campo del significante (en cuyos laberintos de metforas y

    metonimias se vislumbra sin embargo la silueta del deseo). Estas

    expresiones ms all de la representacin nos desafan a una

    lectura clnica que podramos describir como la construccin del

    acto, o como el intento derepresentacin del cuerpo. Si adems

    de describirla pensramos en cmo llevarla a cabo, podramos

    decirlo as: se tratara de un proceso de trabajo analtico por el

    cual, en un movimiento regrediente (Botella, C. y S., 1997) a partirde la representacin de la palabra, el analizando pudiera ir convo-

    cando algn tipo de representacin ms cercana a lo sensorial

    (representaciones auditivas, tctiles, olfativas, visuales, etc.). Y

    cuando llegramos desde el plano de lo sensorial al signo percep-

    tivo, prximo al terreno alucinatorio, se propondra para el anlisis

    algo desafiante que comenzar a enunciar de este modo: en el

    anlisis de la repeticin de lo arcaico no hay historia, ni palabras:

    hay slo situacin analtica, o sea, encuentros que transforman.

    As como en el campo de la neurosis (o en la zona del significante)

    la atencin flotante del analista permite detectar en la asociacin

    libre del paciente el golpe del significante; a esta potencialidadsensorial, traumtica, el analista podr intentar responder poniendo

    en juego algo ms que su contratransferencia, o sea, su capacidad

    de reverie(Bion, 1966), casi su mente. Podra definirse en parte

    como eso inconciente indito, no analizado10 que surge en el

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    analista cuando la opacidad del significanteno permite el anlisis

    de la asociacin libre, ni siquiera la posibilidad de la atencin

    flotante. La opacidad del significante, que preanuncia la repeticin

    del acto, puede, al mismo tiempo, producir en el analista un empuje

    de esta capacidad de ensoacin desde donde poder encontrar

    aquello que otorgue, quizs ms que una representacin, las trazas

    de un pensamiento no pensado. Podramos denominar

    provisoriamente a esta tarea analtica como la mente del analista

    trabajando frente a la repeticin de lo arcaico . Trabajo de

    elaboracin del analista, revelador y a la vez inquietante. Ocurreque cuando estos otros significantes no lingsticos son

    convocados en la mente del analista, se expresan como vivencias

    y no como representaciones. Vivencias de lo nuevo, lo diferente;

    de aquello que nunca cesa de inscribirse para que en algn tiempo

    devenga memoria. Otra vez estamos cerca del desafo de construir

    fantasmas all donde slo haba inscripciones preverbales. Es

    necesario insistir en que el gran riesgo en este momento clnico es

    que el campo analtico caiga en una hipertrofia de lo irracional

    que lo acerque a algo prximo al orden de lo mgico, donde la

    persona del analista se erige en ideal? (Marucco, 2005) Cmo

    prevenir esto? Aqu no puedo sino remitirme a lo que es tal vezms antiguo e imperecedero en el ser analista: el autoanlisis, el

    reanlisis que permita encontrar nexos, relaciones, y

    fundamentalmente, diferenciar lo que es propio de aquello que

    corresponde al Otro y a la relacin con el otro.

    Para concluir este apartado: Con qu contamos para pensar

    la mente del analista y su operatividad frente a las repeticiones

    del analizando? Menciono algunos aspectos: a) su singularidad

    real, que permitira que las repeticiones invariadas muten en

    reediciones corregidas y aumentadas. b) Su capacidad de

    ensoacin, que le permitira otorgar representacin a la repeticinde lo no representado; y, c) con la propia escucha del enigma de

    10. Con esta denominacin me acerco al tema que C. y S. Botella desarrollan en El

    inacabamiento fundamental de todo psicoanlisis (Botella, C. y S., 1997, Cap. X).

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    su inconciente no analizado, indito, activado frente a la repeticin

    de lo irrepresentable del analizando, y que siempre pugna por

    adquirir nuevas representaciones. Con la posesin de estos

    instrumentos cmo interviene el analista? Por un lado, mediante

    la construccin. Construyendo la historia del proceso analtico en

    la sincrona transferencial, casi como una suerte de reconstruccin

    de la verdad material que el analista vivi junto a su paciente

    durante el proceso de la cura. Se sumar a esto la interpretacin

    de lo intrapsquico; esto es, de la pulsin unida a las identificaciones

    primarias con y desde el objeto, que se expresan en actos. Y, porltimo, construir conjeturalmente esos fragmentos de historia que

    contribuyan a desentraar lo soterrado. Llegados a este punto

    estaramos, metafricamente, ante la creacin de tejido psquico,

    de lo no nacido que puede nacer; o sea, de la emergencia de lo

    nuevo en psicoanlisis, que gana terreno de lo no representable a

    lo representable, y tambin avanza sobre lo irrepresentable. De

    cualquier manera es necesario, para que haya anlisis y no sntesis,

    un grado imprescindible de desligadura11 que asegure siempre la

    conservacin de un algo inasible, irrepresentable (el ombligo del

    sueo), que se sustraiga a la apropiacin por parte del otro, y

    defienda de ella.Me detengo aqu. He llegado al final del ensayo. No s si han

    quedado claras todas las preguntas que formul, y menos an las

    respuestas. Pero s quiero dejar un testimonio de algo que se ha

    visto reflejado tantas veces en mi clnica: el dolor incontenible de

    aquellos que no pueden detenerse, el furioso y temible padecer

    que la repeticin sostiene ardiente; la urgencia de esos analizados

    que convocan al analista en un pedido que sienten ltimo. Ante la

    repeticin del ms all, de la pulsin de muerte, muchas veces los

    analistas nos sentimos incmodos o desanimados. En otras, pesa

    tambin el destino propio, arrojado al ruedo de avatares reconocido

    en la repeticin del analizado. Pienso que el anlisis constituye

    11. Un ejemplo claro de cmo las pulsiones actan en relacin a medios y fines. Por

    ejemplo: en este caso la desligadura expresara la pulsin de muerte como medio

    para un fin ligado a Eros.

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    una posibilidad indita de ligadura, de cambio de va, frente a larepeticin del destino. Implica para el analista una apuestapulsional con resultados imprecisos: en ocasiones elocuentes, enotros apenas logra atemperar la repeticin, y en algunos fracasa.En ltimas, el tema de este ensayo pone a prueba la propiaconviccin con respecto al anlisis, e invita a que revisemos juntoslos fracasos teraputicos. Hacindolo, y reflexionando sobre ellos,podremos ofrecer para el nuevo milenio un psicoanlisis metapsi-colgicamente slido, y audaz en la clnica. Audacia necesaria no

    slo para enfrentar con el trabajo analtico la crueldad del destino,sino fundamentalmente para desenmascarar, tras ese sino agorero,a la compulsin que desespera, construyendo y reconstruyendouna y otra vez, con sus propios escombros, hasta que el sujeto delanlisis pueda sembrar, en ese tiempo arrasado de la repeticin, lasimiente de una historia propia, indita, y con final abierto.

    Resumen

    Entre el recuerdo y el destino: la repeticin

    Norberto Carlos Marucco

    Centrado fundamentalmente en el tema de la repeticin(agieren), en su concepcin metapsicolgica, clnica y tcnica;incluye una problemtica nuclear: la de lo representado, lo norepresentado, y lo irrepresentable en el psiquismo. sta a su veztrae a luz la relacin dialctica entre pulsin y objeto, y su particulararticulacin con lo traumtico. El autor atribuye particularrelevancia a su expresin clnica como destino.

    Seala un viraje, en la teora de la cura, desde el recuerdo y eldevelamiento del deseo inconsciente; a la posibilidad de entenderla repeticin pura, que sera la esencia misma de la pulsin.

    Subraya tres clases de repeticin: la representativa (edpica), lade aquello no representado (narcisista) que puede adquirirrepresentacin, y la de lo irrepresentable (impresiones senso-riales, vivencias del tiempo primordial, significantes prelin-gsticos, huellas mnmicas ingobernables).

    En tre el Recu erdo y el Dest in o: la Repe ti ci n

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    El concepto metfora- de embrin pulsional acerca al autor

    a la cuestin de lo arcaico en psicoanlisis, donde se expresara la

    repeticin en acto: un otro inconsciente que ocultara celosa-

    mente lo soterrado (verschttet) que an no somos capaces de

    describir, lo ms recndito, ms que sepultado (Untergang)

    o aniquilado (zugrunde gehen), por un mecanismo cuya va de

    expresin es la repeticin en acto.

    Partiendo de Construcciones... propone una instrumen-

    tacin tcnica diferente a la de la construccin freudiana: su

    principal material sera aquello que emerge como repeticinen elpresente transferencial de algo faltante como historia. La

    memoria del proceso analtico aportara una diacrona histrica a

    travs de la cual pueda desplegarse en el anlisis una temporalidad

    liberada de la repeticin, y absolutamente singular. No ya la

    reconstruccin histrica de la verdad material, sino de algo nuevo.

    Introduce brevemente algunos aspectos de su concepcin del

    psiquismo, y del trabajo teraputico, en trminos de lo que

    denomin zonas psquicas.Acorde a distintos modos de incon-

    cientizacin seran coexistentes, con diferentes grados de

    predominio en la psicopatologa; pero cada una de ellas emerger

    con caractersticas singulares en distintos momentos de todoanlisis, determinando tanto las posiciones del analista como las

    condiciones mismas del campo analtico.

    La zona de la pulsin de muerte y la repeticin ser el centro

    de este ensayo. La repeticin pura expresara un tiempo detenido

    por la permanente reiteracin de un presente atemporal. En tal

    caso la va regia de expresin de ese inconsciente ser el

    acto. La presencia del analista y su propia apuesta pulsional, sern

    fundamentales para aportar un ltimo intento de ligadura que

    permita la creacin del tejido psquico perdido, y construir

    conjeturalmente algn tipo de historia que pueda desentraar

    lo soterrado (verschttet) que asoma en el acto, para estospacientes. La repeticin pura del analizando toca, hace vibrar,

    algo del inconsciente indito de la persona del analista. Todo eso

    lleva a subrayar una vez ms el valor del autoanlisis y del reanlisis

    del analista, para encontrar nexos y, fundamentalmente, diferenciar

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