ENTENDER EL RUGIDO DEL TIGRE, POEMAS DE AIMÉ CESAIRE

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1 Aimé Césaire Entender el rugido del tigre Muestrario de Poesía 14 Biblioteca Digital

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Cesaire es quien lidera junto a Leopold Sedar Senghor el movimiento de la Negritud, una toma de su espacio por autores de origen africano, que que se plantan en plan de igualdad en todos los aspectos a las potencias coloniales de su época y que tanto coadyubó al movimiento descolonizador en el siglo 20.

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Aimé

Césaire Entender el rugido

del tigre

Muestrario de

Poesía 14 Biblioteca Digital

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Entender el rugido del tigre Aimé Césaire, Martinica Edición digital gratuita de

Muestrario de Poesía 14

Primera edición: Septiembre 2008 Santo Domingo, República Dominicana

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El legado poético de Aimé Césaire 4 Discurso sobre el colonialismo (fragmento) 6 Cuaderno de un retorno al país natal (fragmento) 7 Supervivencia 13 Visitación 14 Framento del Cuaderno 15 Poema para el alba 15 Elegía 16 Cuerpo perdido 17 Conquista del alba 19 Cadáver de un frenesí 20 Paciencia de signos 21 Sol serpiente 22 Mitología 22 Tam-tam de noche 23 No tengáis piedad alguna 23 Perdición 24 Batuque 24

Biografía de Aimé Césaire 28

Contenido

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El legado poético de Aimé Césaire

Juan Domingo Argüelles

Jean-Paul Sartre escribió: “Un poema de Aimé Césaire estalla y gira sobre sí mismo como un cohete del cual surgen soles que giran y explotan en nuevos soles [...] La densidad de esas palabras lanzadas al aire como piedras por un volcán, es la negritud que se define contra Europa y la colonización.”

Césaire, el gran poeta martiniqués y uno de los más importantes impulsores del movimiento cultural de la “negritud”, murió el pasado 17 de abril, a la edad de noventa y cuatro años. Había nacido en Basse-Pointe, Martinica, en 1913, y escribió, entre otros libros, Cuaderno de un retorno al país natal (su precoz obra maestra), Las armas milagrosas, El sol

guillotinado, Cuerpo perdido, Y los perros callan y Herrajes . Su famoso “Discurso sobre el colonialismo”, que data de 1955, es al mismo tiempo una obra de reflexión crítica y, de alguna manera, su arte poética en prosa.

De hecho, en Cuaderno de un retorno al país natal, Césaire alterna verso con prosa, y lo que consigue es, como dijera Sartre, un objeto verbal y conceptual del que surgen soles que giran y explotan para crear nuevos soles. Este libro, uno de los poemas capitales del idioma francés es, también, uno de los momentos más importantes de la poesía como respuesta a la desdichada realidad social, política y económica no sólo ya de las colonias sino de todos los pueblos negros colonizados.

Desde su arranque mismo (“Al morir el alba.../ Ándate, le dije, hocico de policía, hocico de vaca, ándate, detesto a los lacayos del orden, a los abejorros de la esperanza”), Cuaderno de un retorno al país natal es extraordinario por su violenta poesía de milagrosa subversión, y a lo largo de su medio centenar de páginas hay una historia que va más allá de anécdota, y que sitúa entre el lirismo trágico y la magia épica el pasado, el presente y el futuro de los pueblos negros.

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Escribe Aimè Césaire: “Lo que me pertenece, estos cuantos miles de moribundos que giran sin cesar en la calabaza de una isla, y lo que es mío también, el archipiélago arqueado como el deseo inquieto de negarse diríase una maternal ansiedad de proteger la tenuidad más delicada que separa una América de otra; y sus flancos que segregan para Europa el buen licor de un Gulf Stream, y una de las dos vertientes de incandescencia entre las cuales el Ecuador piruetea hacia el África. Y mi isla sin cercar, su clara audacia en pie detrás de esta polinesia y ante ella, la Guadalupe, su espina dorsal partida en dos, hecha de nuestra misma miseria, Haití, donde por primera vez se alza la negritud y dice que creía en su humanidad, y la colita cómica de la Florida donde se acaba con un negro estrangulándolo, y el

África gigantescamente moviéndose como una oruga hasta el pie hispánico de Europa, su desnudez en que la muerte siega a grandes trancos./ Y yo me digo Burdeos y Nantes y Liverpool/ y Nueva York y San Francisco/ ni un pedazo de este mundo que no lleve mi impresión digital/ y mi calcáneo en el lomo de los rascacielos y mi mugre en el fulgor de sus gemas.”

Césaire es uno de los grandes poetas del siglo xx, en cualquier idioma, cuya vida (y cuya muerte) desembocó en el siglo XXI. Pocos poetas como él entendieron que escribían en francés pero que no eran franceses, sino negros colonizados y antes esclavizados, a quienes les dieron el francés

como lengua y que, con ella, tenían que construir una fortaleza contra el colonialismo. Al hablar de sí mismo y de los otros que son iguales a él (negros y colonizados, inferiores siempre ante la revolución y la nación que proclamó el “Vivir libre o morir” y no sólo promulgó la “Libertad, igualdad y fraternidad”, sino que dijo pugnar por la felicidad de todos), Césaire desmiente: “Y puesto que juré no ocultar nada de nuestra historia (yo que admiro tanto al carnero paciendo su sombra de la tarde), quiero convenir en que fuimos, en todos los tiempos muy ramplones lavaplatos, limpiabotas sin envergadura, y considerando las cosas lo mejor posible, hechiceros bastante concienzudos siendo el único récord indiscutible que hemos batido el de la paciencia en soportar el látigo.”

“Conozco mi infancia”, escribe Aimè Césaire, y sí, la conoce y la reconoce. Por eso su poesía es lo más cercano a la verdad y lo más lejano del falso lirismo de la idealidad bucólica. Tal es su legado; tal es su incandescente poesía.

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Discurso sobre el Colonialismo, 1950

(fragmento).

Habría que estudiar primero cómo la colonización trabaja para descivilizar al colonizador, a embrutecerlo en el sentido literal de la palabra, a degradarlo, a despertar en él instintos reprimidos, a la concupiscencia, a la violencia, al odio racial, al relativismo moral, y demostrar

que, cada vez que en Vietnam se corta una cabeza y se revienta un ojo y que en Francia se acepta, una niñita es violada y que en Francia se acepta, un Malgache torturado y que en Francia se acepta, hay una acquisición de la civilización que pesa su peso muerto, una regresión universal que se opera, una gangrena que se instala, un foco de infección que se extiende y que al final de todos esos tratados violados, de esas mentiras propagadas, de todas esas expediciones de castigo toleradas, de todos esos prisioneros atados e interrogados, de todos esos patriotas torturados, al final de ese odio racial alentado, de esa jactancia extendida, está el veneno inyectado en las venas de Europa, y el progreso lento, pero seguro, del ensalvajamiento del continente.

Europa es moralmente, espiritualmente idefendible.

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Cuaderno de un retorno al país natal

(Breve fragmento)

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Partir. Así como hay hombres-hiena y hombres-pantera, yo seré un hombre-judío, un hombre cafre un hombre-hindú-de-Calcuta un-hombre-Harlem-sin-derecho-a-voto El hombre-hambre, el-hombre -insulto, el hombre-tortura se le podría prender en cualquier momento, molerlo a golpes-matarlo por completo sin tener que rendirle cuentas a nadie.

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Un hombre judío un hombre-progom un perro de caza un pordiosero. Pero, ¿es que puede uno matar el remordimiento, bello como la cara de sorpresa de una dama inglesa al encontrar en su sopa un cráneo de hotentote? Yo reencontraría el secreto de las grandes comunicaciones y de las grandes combustiones. Diría tempestad, diría río. Diría ciclón. .Diría hoja. Diría árbol, mejorarían todas las lluvias, me humedecerían todos los rocíos. Me revolcaría como sangre frenética sobre la lenta corriente del ojo de las palabras, en caballos locos, en niños tiernos, en toques de queda en vestigios de templo, en piedras preciosas, lo bastante lejos como para descorazonar a los menores. Quien no me comprenda no comprenderá el rugido del tigre

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Es mío un hombre solo preso de blancura un hombre solo que desafía los gritos de la muerte blanca (TOUSSAINT,TOUSSAINT L'OUVERTURE) un hombre solo que fascina al gavilán blanco de la muerte blanca un hombre solo en la mar infecunda de la arena blanca es un viejecito que se eleva contra las aguas del cielo. La muerte describe un círculo brillante encima de este hombre la muerte brilla dulcemente sobre su cabeza la muerte sopla en la caña madura de sus brazos la muerte galopa en la prisión como un caballo blanco la muerte luce en la sombra como los ojos de los gatos la muerte hipa como el agua bajo las rocas la muerte es un pájaro herido la muerte decrece la muerte vacila la muerte es un paytura sombrío la muerte expira en una blanca balsa de silencio.

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“… Y he aquí que de pronto fuerza y vida me acometen como un toro y la onda de vida rodea la papila del morro, y aquí están todas las venas y vénulas atareadas en la sangre nueva y el enorme pulmón de los ciclones que respira y el fuego atesorado de los volcanes y el gigantesco pulso sísmico que lleva el compás de un cuerpo vivo en mi firme incendio.

Y ahora que estamos de pie, mi país y yo, con los cabellos al viento y mi pequeña mano ahora en su puño enorme y la fuerza no está en nosotros sino por encima de nosotros, en una voz que barrena a la noche y a la audiencia como la penetración de una avispa apocalíptica. Y la voz dice que Europa durante siglos nos ha cebado de mentiras e hinchado de pestilencias, porque no es verdad que la obra del hombre haya terminado que no tengamos nada que hacer en el mundo que seamos unos parásitos en el mundo que basta que nos pongamos al paso del mundo pero la obra del hombre ha empezado ahora y falta al hombre conquistar toda prohibición

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inmovilizada en los rincones de su fervor y ninguna raza tiene el monopolio de la belleza, de la inteligencia, de la fuerza y hay sitio para todos en la cita de la conquista y ahora sabemos que el sol gira alrededor de nuestra tierra iluminando la parcela que ha fijado nuestra sola voluntad y que toda estrella que cae del cielo a la tierra a nuestra voz de mando sin límite.

Ahora poseo el sentido de las ordalías; mi país es “la lanza de noche” de mis antepasados bámbaras que se arruga y su punta huye desesperadamente hacia el astil si se la rocía con sangre de pollo y dice que es sangre de hombre lo que necesita su temperamento, grasa, hígado, corazón de hombre, no sangre de pollo.

Y yo busco para mi país no corazones de dátil, sino corazones de hombre que, para entrar en las ciudades de plata por la gran puerta trapezoidal, golpeen la sangre viril, y mis ojos barren mis kilómetros cuadrados de tierra paternal y enumero las llagas con una especie de júbilo y las hacino una sobre otra como raras especies, y mi cuenta se alarga siempre con imprevistas acuñaciones de la bajeza.

Y aquí están aquellos que no se consuelan de no ser hechos a semejanza de Dios sino del diablo, aquellos que consideran que se es negro como se es dependiente de segunda clase: esperando mejorar y con la posibilidad de subir más alto; aquellos que capitulan ante sí mismos, aquellos que viven en el fondo de la mazmorra de sí mismos; aquellos que se envuelven con seudomorfosis orgullosa; aquellos que dicen a Europa: “Mire, yo sé cómo hacerle reverencias, cómo prestarle mis respetos, en suma, no soy diferente de usted; no haga caso de mi piel negra: me ha tostado el sol”.

Y hay el rufián negro, el áscari negro, y todos cebras se zarandean a su manera para hacer que el listado de sus pieles caiga en un rocío de leche fresca. Y en medio de todo esto yo digo ¡hurra! mi gran padre se muere, yo digo ¡hurra! la vieja negritud se cadaveriza progresivamente.

No hay que decir: era un buen negro. Los blancos dicen que era un negro, un verdadero buen negro, el buen negro de su amo.

Yo digo ¡hurra! Era un muy buen negro, la miseria le había herido pecho y espalda y habían metido en su pobre mollera que una fatalidad pesaba sobre él y que no la puede manejar a su antojo que no tenía poder sobre su propio destino; que un señor avieso había desde tiempo inmemorial escrito leyes de prohibición en su

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naturaleza pelviana; y ser el buen negro; creer honradamente en su indignidad, sin la curiosidad perversa de verificar nunca los jeroglíficos fatídicos. Era un muy buen negro.

Y no se le ocurría la idea de que podría azadonar, ahondar, cortarlo todo, cualquier otra cosa verdaderamente que no fuese la caña insípida.

Era un muy buen negro.

Y le lanzaban piedras, trozos de chatarra, cascos de botella, pero ni esas piedras, ni esa chatarra, ni esas botellas… Oh quietos años de dios sobre este mogote terráqueo!

Y el látigo disputó el chupeteo de las moscas el rocío azucarado de nuestras llagas.

Yo digo hurra! la vieja negritud se cadaveriza progresivamente el horizonte se deshace, retrocede y se ensancha y entre desgarrones de nubes aparece el fulgor de un signo.

El negrero cruje por todas partes… Su vientre se convulsiona y resuena… La horrible tenía de su cargamento roe los intestinos fétidos del extraño niño de pecho de los mares.

Y ni el júbilo de las velas hinchadas como un abultado bolso de doblones, ni las jugarretas hechas a la tontería peligrosa de las fragatas policíacas le impiden oír la amenaza de sus gruñidos intestinos.

En vano para olvidarse de ello el capitán cuelga en su palo mayor el negro más gritón, o lo echa al mar, o lo entrega al apetito de sus molosos.

La negrería que huele a cebolla frita vuelve a encontrar en su sangre derramada el sabor amargo de la libertad

Y está de pie la negrería

La negrería sentada inesperadamente de pie de pie en la cala de pie en los camarotes de pie en el puente de pie en el viento de pie al sol

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de pie en la sangre de pie y libre de pie y no como una pobre loca en su libertad y su indigencia marítimas girando en la deriva perfecta y aquí está: más inesperadamente de pie de pie en los cordajes

de pie ante el timón de pie ante la brújula de pie ante el mapa de pie bajo las estrellas de pie y libre

Y el navío lustral hiende impávido las aguas Desplomadas Y ahora se pudren nuestras borlas de ignominia! por el sol abrotoñado de medianoche escucha gavilán que tienes las llaves de oriente por el día desarmado por el tiro de piedra de la lluvia

Escucha perro blanco del norte, serpiente negra del Mediodía que rematáis el cinturón del cielo todavía hay un mar por cruzar para que yo invente mis pulmones para que el príncipe se calle para que la reina me bese todavía un viejo mar por asesinar un loco por entregar para que mi alma brille ladre brille ladre ladre ladre y que chille la lechuza mi bello ángel curioso. El maestro de las risas? El maestro del silencio formidable? El maestro de la esperanza y la desesperación? El maestro de la pereza? El maestro de las danzas? Soy yo! y por eso, señor los hombre de cuello frágil

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recibe y percibe fatal calmoso triangular y para mí mis danzas mis danzas de mal negro para mí mis danzas la danza rompe-argolla la danza salta-prisión la danza es-hermoso-y-legítimo-ser-negro para mí mis danzas y salta el sol en la raqueta de mis manos pero no el sol desigual ya no me basta enróscate, viento, alrededor de mi nuevo crecimiento pósate en mis dedos medidos te entrego mi conciencia y su ritmo de carne te entrego los fuegos donde se asa mi debilidad te entrego la cadena múltiple te entrego el pantano te entrego el intourist del círculo triangular devora desea te entrego mis palabras abruptas devora enróscate

y enroscándote abrázame con un más vasto estremecimiento abrázame hasta el nosotros furioso abraza, abrázanos pero habiéndonos igualmente mordido hasta la sangre de nuestra sangre mordido, abraza, abraza mi pureza sólo se enlaza con tu pureza pero entonces abraza como un campo de apretados filaos en la noche nuestras multicolores purezas y enlaza, enlázame sin remordimientos enlázame con tus inmensos brazos de arcilla luminosa enlaza mi negra vibración al ombligo mismo del mundo enlaza, enlázame, áspera fraternidad, y luego, estrangulándome con tu lazo de estrellas, sube, paloma sube sube sube

Yo te sigo, impresa en mi atávica córnea blanca, sube lamedor de cielo y el gran agujero negro donde yo quería ahogarme

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en la otra luna es allí donde quiero pescar ahora la lengua maléfica de la noche en su inmóvil vibración”.

Supervivencia Te evoco bananero patético que agitas mi desnudo corazón en el día salmodiante te evoco viejo hechicero de las montañas sordas por la noche justamente la noche que precede a la última y sus redobles de tedio golpeando en la poterna loca de las ciudades enterradas pero no es sino el preludio de las selvas en marcha sobre el cuello sangrante del mundo es mi odio singular llevando a la deriva sus témpanos de hielo en el aliento de las verdaderas llamas dadme ah dadme el ojo inmortal del ámbar y sombras y tumbas de granito cuadriculado pues la barrera ideal de los planos húmedos y de las hierbas acuáticas escucharán en las zonas verdes los intérpretes del olvidos anudándose y desanudándose y las raíces de la montaña exaltando la estirpe real de los almendros de la esperanza florecerán por los senderos de la carne (la penuria de vivir pasando como una tempestad) mientras que bajo el cartel del cielo un fuego de oro sonreirá al canto ardiente de las llamas de mi cuerpo

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Visitación oh marejada anunciadora sin nombre sin polvo de toda palabra vinosa marejada y mi pecho salado en las ensenadas de los antiguos días y el joven color tierno en los senos del cielo y de las mujeres eléctricas de qué diamantes fuerzas eruptivas trazad vuestros orbes comunicaciones telepáticas retomad a través de la materia refractaria los mensajes de amor extraviados en los cuatro rincones del mundo volved a nosotros reanimados por las palomas viajeras de la circulación sideral en lo que a mí se refiere a nada temo soy de antes de Adán no dependo siquiera del mismo león ni del mismo árbol soy de otra caloría y de otro frío oh mi infancia leche de luciérnaga y estremecimiento de reptil pero ya la víspera se impacientaba hacia el astro y la poterna y huíamos sobre un combado mar increiblemente sembrado de popas de naufragios hacia una orilla donde me aguardaba un pueblo agreste y penetrador de bosques con ramas de hierro forjado en las manos -el sueño camarada sobre la escollera- el perro azul de la metamorfosis el oso blanco de los témpanos de hielo y Tu muy salvaje des- aparición tropical como una aparición de lobo nocturno en pleno mediodía

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Fragmento Yo reencontraré el secreto del gran diálogo, el secreto de las grandes combustiones. Diré tormenta, rio, diré tornado. Diré hoja. Diré árbol. Me mojarán todas las lluvias, brillaré humedecido por todos los rocíos. Igual que la sangre arrebarada en la corriente lenta del ojo de las palabras, como caballos furiosos, como niños muy pequeños, como coágulos, cubrefuegos, como ruinas de templo. como joyas, correré lejos, lo suficientemente lejos como para desalentar a los mineros. El que no me entienda, tampoco entenderá el rugido del tigre. Soy el que canta con la voz aherrojada en el jadeo de los elementos. Es dulce ser nada más que un pedazo de madera, un corcho, una gotita de aguas torrenciales del comienzo y del fin. Es dulce abandonarse en el corazón destrozado de las cosas. La poesía nace con el exceso, la desmesura, con la búsqueda acuciada por lo vedado.

Poema para el alba Arrebatos de carne viva en los estíos explayados de la corteza cerebral han flagelado los contornos de la tierra los ranforinquios en el sarcasmo de sus colas captan el viento el viento que ya no tiene espada el viento que ya no es sino una caña de pescar los frutos de todas las estaciones del cielo manos abiertas manos verdes para las bellas fiestas de las funciones anhídridas nevarán adorables crepúsculos sobre las manos tronchadas de las memorias respirantes y de ahí sobre las grietas de nuestros labios de Orinoco desesperado la feliz ternura de las islas mecidas por el pecho adolescente de las fuentes del mar y en el aire y en el pan siempre renaciente de los esfuerzos

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musculares el alba irresistible abierta bajo la hoja cual claror el impulso espinoso de las belladonas

Elegía

El hibisco no más que un ojo reventado de donde pende el hilo de una larga mirada, las trompetas de esparavanes el gran sable negro de los flamboyanes, el crepúsculo llavero siempre tintineante las arecas indolentes soles que jamás se pusieron por traspasadas por un alfiler que las tierras que se saltan la tapa de los sesos no dudan nunca en incrustarse hasta el corazón, los fantasmas horrorosos, Orion la extática mariposa que los pólenes mágicos crucificaron sobre la puerta de las noches cimbreantes los bellos tirabuzones negros de las cañafístulas mulatas altaneras cuyo cuello tiembla levemente bajo la guillotina y no te sorprendas si en la noche gimo más hondamente o si mis manos estrangulan más sordamente es el tropel de viejas penas que hacia mi olor negro y rojo en escolopendra alarga la cabeza y con una insistencia en el hocico aún blanda y desmañada busca más dentro mi corazón de nada me sirve entonces apretarle contra el tuyo y perderme en la espesura de tus brazos que acaba por encontrarlo y muy gravemente de manera siempre nueva lo lame amorosamente hasta que brota salvaje la primera sangre bajo las bruscas garras desplegadas del DESASTRE

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Cuerpo perdido

Yo que Krakatoa yo que todo mejor que monzón yo que a pecho descubierto yo que carraspeo como un árgano viejo yo que balo mejor que una cloaca yo que fuera de gama yo que Zambeze frenético o rombo o caníbal quisiera ser cada vez más humilde y más manso siempre más grave sin vestigio ni vértigo caer hasta perderme en la viviente sémola de una tierra bien abierta Fuera una neblina en lugar de atmósfera no sería nada sucia cada gota de agua conteniendo un sol cuyo nombre idéntico para todas las cosas sería el ENCUENTRO MAS TOTAL de tal suerte que no se sabría a ciencia cierta si cruza una estrella o una esperanza acaso o un pétalo de flamboyán o una retirada submarina que las antorchas de las medusas aurelias frecuentan Imagino que entonces la vida me bañaría por completo mejor la sentiría palpándome o mordiéndome tendido sentiría llegarme los olores al fin liberados

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cual manos caritativas que me atravesarían para mecer largos cabellos más largos que ese pasado que no puedo alcanzar. Cosas apartaros, haced sitio a mi reposo que alza en oleaje mi cresta terrible de raíces fondeadoras buscando dónde asirse oh cosas, yo sondeo y sondeo yo, el cargador, soy portarraíces yo peso, fuerzo y arcaneo y ombligueo Ah, quien hacia los arpones me lleva estoy muy débil silbo, sí, silbo cosas muy antiguas de serpientes de cosas cavernosas Soy oro viento paz aquí y contra mi hocico inestable y fresco poso contra mi rostro corroído tu frío rostro de risa descompuesta. El viento, ay, lo escucharé aún negro, negro, negro desde el fondo del cielo inmemorial un poco menos fuerte que hoy en día pero demasiado fuerte sin embargo y ese loco aullido de perros y caballos que envía a nuestra persecución siempre cimarrona mas a mi vez en el aire me alzaré en un grito tan violento que voy a salpicar al cielo entero por mis ramas destrozadas y por el chorro insolente de mi barril herido y solemne ordenaré a las islas existir.

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Conquista del alba Morimos nuestra muerte en bosques de eucaliptos gigantes acariciando encalladuras de paquebotes absurdos en el país para crecer drosera irrespirable paciendo en las desembocaduras de las claridades sonámbulas ebria muy ebria guirnalda arrancando demostrativamente* nuestros pétalos sonoros en la lluvia campanularia de sangre azul, Morimos con miradas creciendo en amores extáticos en salas carcomidas sin palabras que se opongan en los bolsillos, como una isla que se hunde en la explosión brumosa de sus pólipos —la noche, Morimos entre sustancias vivientes hinchadas anecdóticamente de premeditaciones arborizadas que sólo regocijan, que sólo se insinúan en el corazón mismo de nuestros gritos, que únicamente reverdecen con voces de niño, que solamente trepan a lo largo de los párpados en el peldaño agujereado miriápodos sagrados lágrimas silenciosas, Morimos de una muerte blanca floreciendo de mezquitas su dintel de espléndida ausencia donde la araña de perlas saliva su ardiente melancolía de mónada convulsiva en la inenarrable conversión del Fin Maravillosa muerte de nada Una esclusa alimentada en las fuentes más secretas de la ravenala se ensancha en grupa de gacela desprevenida Maravillosa muerte de nada. Las sonrisas escapadas al lazo de las complacencias deshácense sin precio de las joyas de su infancia en plena feria de sensitivas en delantal de ángel en temporada liminar de mi voz sobre la suave pendiente de mi voz a voz

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en grito para dormirse. Maravillosa muerte de nada ¡Ah! El penacho depositado de los orgullos pueriles las ternuras adivinadas he aquí con puertas más pulidas que las rodillas de la prostitución— el castillo de los relentes— mi ensueño donde adoro con la aridez de los corazones inútiles (salvo del triángulo orquial que sangra violento como el silencio de las tierras bajas) brotar en una gloria de trompetas libres con cáscara escarlata corazón no mantecoso, sustrayendo a la ancha voz de los precipicios incendiarios y embriagadores tumultos de cabalgata

Cadáver de un frenesí el recuerdo de un camino que sube mucho a la sombra de los bambúes di guarapo que vuelve a inventarse siempre y el olor de los ciruelos de España se dejaron olvidadas las enaguas del mar los tiempos de la infancia el parasol de los coccolobis al llegar a la curva me vuelvo y miro por encima del hombro de mi pasado lleno del ruido mágico en el momento preciso siempre incomprensible y angustioso del fruto del árbol del pan que cae rodando hasta el barranco en donde nadie lo encuentra la catástrofe se ha hecho un trono instalándolo demasiado alto del delirio de la ciudad destruida es mi vida incendiada Dolor tú perderás él hábito que se grita: que he soñado con el rostro torcido boca amarga he soñado con todos los vicios de mi

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sangre y los fantasmas rondaron cada uno de mis gestos en el escote de la suerte no importa es debilidad vela corazón mío único prisionero que inexplicablemente sobrevive en su celda a la evidencia del destino feroz taciturno muy al fondo lámpara encendida por su terrible herida

Paciencia de signos

Sublimes excoriaciones de una carne fraterna y hasta las fogatas rebeldes de mil aldeas azotadas arenas fuego mástil profético de las carenas fuego vivero de murenas fuego fuego faroles de situación de una isla en pesadumbre fuegos huellas de hoscos rebaños que se deletrean en los barros pedazos de carne cruda gargajos suspendidos esponja rezumante de hiél vals de fuego de los céspedes llenos de cucuruchos que caen del impulso frustrado de grandes ta-bebuyas fuegos de los tizones perdidos en un desierto de llantos y cisternas huesos fuegos desecados más nunca tan desecados que no palpite un gusano pregonando su carne nueva semillas azules del fuego fuego de los fuegos testigos de ojos que para las locas venganzas se exhuman y se agrandan polen polen

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y por los guijarros donde se redondean las bahías nocturnas de suaves manzanillos buenas naranjas siempre accesibles a la sinceridad de las sedes largas

Sol serpiente

Sol serpiente ojo fascinador ojo mío el mar piojera de islas crujiendo en los dedos de las rosas lanza-llamas y mi cuerpo intacto de fulminado el agua eleva las osamentas de luz perdidas en el corredor sin pompa torbellinos de hielo aureolan el corazón humeante de los cuervos nuestros corazones es la voz de los rayos domesticados que giran sobre sus goznes de lagartija traslado de anolis al paisaje de vidrios rotos son las flores vampiros que suben a relevar las orquídeas elixir del fuego central juego justo fuego mango nocturno cubierto de abejas mi deseo un azar de tigres sorprendidos en los azufres pero el despertar estañoso se dora con los yacimientos infantiles y mi cuerpo de guijarro que come pescado que come palomas y sueños el azúcar de la palabra Brasil en el fondo de la ciénaga

Mitología

con amplios golpes de espada de sisal de tus fieros brazos con grandes fieros golpes de tus brazos libres de amasar el amor conforme a tu capricho batéké de tus brazos de encubrimiento y de don que golpean clarividente- mente los espacios ciegos bañados con pájaros profiero en el hueco leñoso de la oleada infantil de tus senos el surtidor del gran mapú nacido de tu sexo donde pende el frágil fruto de la libertad

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Tam-tam de noche

manada de okapis dado al llanto el río de los dedos carnudos hurga en el cabello de las piedras mil lunas espejos giratorios mil mordiscos de diamantes mil lenguas sin oración fiebre almocárabes de arco oculto al remolque de manos de piedra cosquilleando la sombra de los sueños sumergidos en los simulacros del mar

No tengáis piedad alguna

Humead pantanos las imágenes rupestres de lo desconocido vuelven hacia mí el silencioso crepúsculo de sus risas Humead oh pantanos corazón de erizo de mar las estrellas muertas apaciguadas por manos maravillosas brotan de la pulpa de mis ojos Humead humead la frágil oscuridad de mi voz hace crujir ciudades relumbrantes y la pureza irresistible de mi mano llama de lejos de muy lejos del patrimonio hereditario el celo victorioso del ácido en la carne de la vida –pantanos- como una víbora nacida de la fuerza blonda del deslumbramiento.

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Perdición

golpearemos el aire nuevo con nuestras cabezas acorazadas golpearemos el sol con nuestras palmas grandemente abiertas golpearemos el suelo con el pie desnudo de nuestras voces las flores machos dormirán en las caletas de los espejos y la propia armadura de los trilobitas se humillará en el mediodía de siempre sobre las tiernas gargantas henchidas con minas de leche ¿y no franquearemos acaso el pórtico el pórtico de las perdiciones? un vigoroso camino con venenosas amarilladuras tibio donde retozan los búfalos de las cóleras insumisas corre tragando la brida de los maduros tornados hacia los baliceros sonoros de los crepúsculos ricos

Batuque

(fragmento) (...) batuque cuando el mundo quede desnudo y tostado como la matriz calcinada por los grandes soles del amor batuque cuando el mundo sea sin búsqueda un corazón maravilloso en que se estampe el de- corado de las miradas hechas pedazos por vez primera cuando las querencias lleguen a atrapar a las estrellas cuando el amor y la muerte sean una misma serpiente coral enroscada a un brazo sin ajorca sin hollín sin densa batuque del río en crecida de lágrimas de cocodrilos y látigos a la deriva

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batuque del árbol de serpientes de los bailarines de la pradera rosas de Pensilvania miran a los ojos la nariz las orejas a las ventanas de la cabeza serrada del ajusticiado batuque de mujer de brazos de mar y cabellos de manantial submarino la rigidez cadavérica transforma los cuerpos en lágrimas de acero todos los fantasmas frondosos forman un mar de yucas azules y armadías todos los fantasmas neuróticos se han desbocado batuque cuando el mundo sea, de abstracción, seducida, de brotes de sal gema los jardines del mar por primera y última vez un mástil de carabela olvidada arda almendro del naufragio un cocotero un baobab una hoja de papel un rechazo en casación cuando el mundo sea una mina a cielo abierto batuque cuando el mundo sea una pasarela mi deseo tu deseo conjugados en un salto en el vacío respirado al alero de nuestros ojos afluyan todo el polvo de los soles poblados de paracaídas de incendios voluntarios de oriflamas de trigo rojo batuque de los ojos podridos batuque de los ojos de melaza batuque del mar doliente abrumado de islas el Congo en un salto de sol levante pendiente de un hilo pozal de ciudades sangrantes manojo de toronjil en la noche violada batuque cuando el mundo sea una torre de silencio en que seamos la presa y el buitre todas las lluvias de loros

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todas las dimisiones de chinchillas batuque de trompas partidas de párpados de aceite de chorlitos reales virulentos batuque de lluvia que se extingue finamente hendida de orejas enrojecidas purulencia y vigilancia Habiendo violado hasta la trasparencia el sexo estrecho del crepúsculo el gran negro de la mañana hasta el fondo del mar de piedra reventada atenta a los frutos del hambre de las ciudades trabadas batuque ¡Oh! Sobre el íntimo vacío --chorreante chorreado— hasta la rabia del lugar ¡las prescripciones de un sangre severa! Y el navío voló sobre el cráter en las mismas puertas de la hora surcada por las águilas el navío avanzó por manojos calmos de estrellas fugaces en manojos flavos de muelles cortados y de panoplias y el navío lanzó una andanada de ratones de telegramas de caurís de quechemarines un bailarín wolof hacía puntas y señales en la punta del mástil más elevado toda la noche se le vio danzar cargado de amuletos y de alcohol saltando a la altura de las estrellas feraces un ejercito de cuervos un ejercito de cuchillos un ejercito de parábolas y el navío combado soltó un ejercito de caballos A medianoche la tierra penetró en el canal del cráter y el viento de diamantes tapizado de sotanas rojas olvidando el olvido sopló los cascos de caballo cantando la aventura de la muerte de su voz lechosa sobre los jardines del arco iris que enarbola algarrobos batuque cuando el mundo sea un vivero en el que pesque mis ojos con el anzuelo de l os tuyos

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batuque cuando el mundo sea el látex de prolongado cauce de las carnes de sueño debido batuque batuque de oleajes y singultos batuque de búfalos burlados batuque de los retos de avisperos carminados en el pillaje del fuego y del cielo humeantes batuque de las manos batuque de los pechos batuque de los siete pecados decapitados batuque del sexo de beso de pájaro en la huida del pescado batuque de princesa negra en diadema de sol que se derrite batuque de la princesa atizando mil guardianes desconocidos mil jardines olvidados bajo la arena y el arco iris batuque de la princesa de muslos del Congo de Borneo de Casamancia. (...)

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Aimé Césaire

Aimé Fernand David Césaire (Basse-Pointe, Martinica, 26 de junio de 1913 — Fort-de-France, ibídem, 17 de abril de 2008) fue un poeta y político francés. Fue el ideólogo del concepto de la negritud y su obra ha estado marcada por la defensa de sus raíces africanas.

Biografía

Nacido en una familia de seis hijos, su padre era profesor y su madre costurera. Su abuelo había sido el

primer profesor negro de Martinica y su abuela, en oposición a muchas de las mujeres de su generación, sabía leer y escribir y enseñó a hacerlo a sus nietos desde muy jóvenes.

Entre 1919 y 1924 Aimé Césaire acude a la escuela primaria en Basse-Pointe en la que trabajaba su padre, y luego consigue una beca para el Liceo Victor Schoelcher en Fort-de-France. En septiembre de 1931 se traslada a París como becario del gobierno francés y pasa a estudiar en uno de los más famosos liceos de París: el Liceo Louis-le-Grand en donde conoce desde el primer día al senegalés, futuro presidente de su país, Léopold Sédar Senghor, con el que entablará una amistad que durará hasta la muerte de Senghor.

El concepto de negritud

En contacto con los jóvenes africanos que se encontraban estudiando en París, Aimé Césaire y su amigo de la Guayana Francesa Léon Gontran Damas, al que ya había conocido en Martinica, van descubriendo una parte desconocida de su identidad, el componente africano, víctimas de la alienación cultural características de las sociedades coloniales de Martinica y Guayana Francesa.

En septiembre de 1934, Césaire funda, junto a otros estudiantes de las Antillas, de Guayana y africanos (entre los que estaban Léon Gontran Damas, el guadalupeño Guy Tirolien, y los senegaleses Léopold Sédar Senghor y Birago Diop), el periódico L'étudiant noir (El estudiante negro). En las páginas de esta revista aparecerá por primera vez el término "Negritud". Este concepto, ideado por Aimé Césaire como reacción a la opresión cultural del sistema colonial francés, tiene como objetivo, por una parte rechazar el proyecto francés de asimilación cultural y por otra fomentar la

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cultura africana, desprestigiada por el racismo surgido de la ideología colonialista.

Tras superar en 1935 las pruebas de acceso a la Escuela Normal Superior, Césaire pasa el verano en Dalmacia, en casa de su amigo Petar Guberina, y allí empezarça a escribir el "Cahier d'un retour au pays natal" (Cuaderno de un retorno al país natal), o, como él mismo declarará, “evocación desde la costa dálmata de mi isla”, que finalizará en 1938. En 1936 lee la traducción de la ”Historia de la civilización africana” de Frobenius. Finaliza sus estudios en la Escuela Normal Superior en 1938 con un trabajo sobre “El tema del Sur en la literatura negro-americana de los Estados Unidos”. Tras casarse en 1937 con una estudiante martiniquesa, Suzanne Roussi, Aimé Césaire, catedrático de letras, vuelve a Martinica en 1939, para ejercer, al igual que su padre, la docencia en el Liceo Schœlcher.

Evolución durante la Segunda Guerra Mundial

La situación en Martinica a finales de los años 1930 era la de una zona encaminada hacia la total alienación cultural, ya que la élite local prefería siempre cualquier referencia proveniente de la metrópoli colonial, Francia. En temas literarios, las escasas obras martiniquesas de la época suelen estar teñidas de un exotismo biempensante, y adoptan la mirada exterior que se puede encontrar en los libros franceses que hablan de la Martinica. Este duduísmo, que utilizan autores como Mayotte Capécia ha sido el principal motivo por el que han aumentado los clichés a los que se ve sometida la población de Martinica.

Como reacción a esa situación, el matrimonio Césaire, apoyado por otros intelectuales martiniqueses como René Ménil y Aristide Maugée, funda en 1941 la Revue Tropiques. Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos proceden a bloquear la Martinica, debido a la desconfianza que sienten ante los representantes del régimen colaboracionista de Vichy), lo que hace que las condiciones de vida en la isla se deterioren. El régimen instaurado por el Almirante Robert, enviado especial del Gobierno de Vichy es racista y represor. En los pueblos, los representantes electos de color son cesados y sustituidos por representantes de la aristocracia criolla, los békés. En ese contexto, la censura apunta de modo directo contra la revista Tropiques, que sólo irá apareciendo con dificultades hasta 1943.

El conflicto mundial también marca el paso por Martinica del poeta surrealista André Breton (que contra sus experiencias en un breve opúsculo, Martinica, encantadora de serpientes). Breton descubre la poesía de Césaire por el Cuaderno de un retorno al país natal y se encuentra con él en 1941. En 1943 redacta el prólogo de la edición bilingüe del “Cuaderno...”, que se

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publica en el número 35 de la revista “Fontaine” que dirige Max-Pol Fouchet y en 1944 el del compendio Las armas milagrosas, que marca la adhesión de Césaire al surrealismo. Apodado "el negro fundamental", influirá en autores como Frantz Fanon, Edouard Glissant (alumnos de Césaire en el liceo Schoelcher), el guadalupeño Daniel Maximin y muchos otros. Su pensamiento y su poesía también marcaron a los intelectuales africanos y afroamericanos en su lucha contra el colonialismo y la desculturización.

Carrera política tras la Segunda Guerra Mundial

En 1945, Aimé Césaire se afilia al Partido Comunista Francés, y a la cabeza de ese partido es elegido alcalde de la capital de la isla, Fort-de-France. También se presenta y sale elegido diputado a la Asamblea Nacional por Martinica, escaño que conservará sin interrupción hasta 1993. Aunque durante mucho tiempo se declaró independentista sus aspiraciones una vez elegido eran más modestas, teniendo en cuenta la situación económica y social de la Martinica, muy deteriorada tras años de bloqueo y tras el desplome de la industria azucarera, y trató de conseguir el estatus de departamento para la Martinica, cosa que se produce en 1946.

Era esta una reivindicación que databa de finales del siglo XIX y que se había consolidado en 1935, en el tricentenario de la unión de la Martinica a Francia que llevó a cabo Belain d'Esnambuc. La postura de Césaire no fue bien entendida entre los muchos movimientos de izquierda martiniqueses, que se eran más favorables a la independencia, e iba a contracorriente de los movimientos de liberación de Indochina, India o el Maghreb. La medida tenía como objetivo, según Césaire, luchar contra la preponderancia béké en la política martiniquesa, contra el clientelismo, la corrupción y el conservadurismo estructural que llevaban aparejados. Según Césaire fue para conseguir un saneamiento, una modernización, y para permitir el desarrollo económico y social de Martinica por lo que adoptó dicha decisión.

En 1947 Césaire crea junto a Alioune Diop la revista “Présence africaine”. En 1948 aparece la ”Anthologie de la nouvelle poésie nègre et malgache”, con prólogo de Jean-Paul Sartre que consagra el movimiento de la negritud.

Opuesto a las valoraciones que el PCF hizo con respecto a la revolución de Hungría, Aimé Cesaire abandona el PCF en 1956, y funda dos años después el Partido Progresista Martiniqués (PPM), desde el que reivindicará la autonomía de Martinica. Alineado con los "no inscritos" de la Asamblea Nacional entre 1958 y 1978, y en el grupo socialista de 1978 a 1993. Césaire seguirá siendo alcalde de Fort-de-France hasta en 2001. El desarrollo de la

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capital de Martinica a partir de la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por un masivo éxodo rural, provocado por el declive de la industria azucarera y la explosión demográfica provocada por la mejora de las condiciones sanitarias de la población. La política social llevada a cabo favoreció la creación de una base electoral estable para el PPM. La política cultural de Aimé Césaire se simboliza con la creación del Servicio Municipal de Acción Cultural (SERMAC), que a través de talleres de arte popular (baile, artesanía, música) y el prestigioso festival de Fort-de-France.

Obras

• Œuvres complètes (tres volúmenes), Fort-de-France, 1976.

Poesía

• Cahier d'un retour au pays natal, Paris, 1939 • Les Armes miraculeuses 1946 • Soleil cou coupé 1947 • Corps perdu (grabados de Picasso), Paris, 1950 • Ferrements, Paris, 1960 • Cadastre, Paris, 1961 • Moi, laminaire, Paris, 1982 • La Poésie, Paris, 1994

Teatro

• Et les chiens se taisaient, Paris, 1958 • La Tragédie du roi Christophe, París, 1963 • Une saison au Congo, París, 1966 • Une tempête, d'après 'La Tempête de William Shakespeare: adaptation pour un

théâtre nègre), París, 1969

Ensayos

• Esclavage et colonisation, París, 1948. • Discours sur le colonialisme, Paris, 1955. • Discours sur la négritude, 1950

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Muestrario de Poesía

Libros de Regalo

1. Llevar a Gladys de Vuelta a Casa y otros cuentos / Aquiles Julián 2. Letras sin Dueños / Aquiles Julián 3. Música, maestro / Aquiles Julián 4. Una Carta a García / Elbert Hubbard 5. 30 Historias de Nasrudín Hodja / Aquiles Julián 6. Historias para Crecer por Dentro / Aquiles Julián 7. Acres de Diamantes / Russell Conwell 8. 3 Historias con un país de fondo / Armando Almánzar R. 9. Pequeños prodigios / Aquiles Julián 10. El Go-getter / Peter Kyne 11. Mujer que llamo Laura / Aquiles Julián 12. Historias para cambiar tu vida / Aquiles Julián 13. El ingenio del Mulá Nasrudín / Aquiles Julián 15. Algo muy grave va a suceder en este pueblo / Gabriel García Márquez 16. Cuatro cuentos / Juan Bosch 17. Historias que iluminan el alma / Aquiles Julián 18. Los temperamentos / Conrado Hock 19. Una rosa para Emily / William Faulkner 20. El abogado y otros cuentos / Arkadi Averchenko

21. Luis Pie y Los Vengadores / Juan Bosch 22. Ahora que vuelvo, Ton / René del Risco 23. La casa de Matriona / Alexander Solzenitsin 24. Josefina, atiende a los señores y otros textos / Guillermo Cabrera Infante 25. El bloqueo y otros cuentos / Murilo Rubiao 26. Rashomon y otros cuentos / Ryunosuke Akutagawa 27. El traje del prisionero y otros cuentos / Naguib Mahfuz 28. Cuentos árabes / Aquiles Julián 29. Semejante a la noche y otros textos / Alejo Carpentier 30. La tercera orilla del río y otros cuentos / Joao Guimaraes Rosa 31. Leyendas aymarás / Aquiles Julián 32. La muerte y la muerte de Quincas Berro Dágua /Jorge Amado 33. Un brazo / Yasunari Kawabata 34. Cuentos africanos 2 / Aquiles Julián 35. Dos cuentos / Yukio Mishima 36. Mejor que arder y otros cuentos / Clarice Lispector 37. La raya del olvido y otros cuentos / Carlos Fuentes 38. En el fondo del caño hay un negrito y otros cuentos / José Luis González

8. Haikus / Matsuo Basho 9. La última tarde en esta tierra y otros poemas / Mahmud Darwish 10. Elegía sin nombre y otros poemas / Emilio Ballagas 11. Carta del exiliado y otros poemas / Ezra Pound 12. Unidos por las manos y otros poemas / Carlos Drummond de Andrade 13. Oda a nadie y otros poemas / Hans Magnus Enzersberger 14. Entender el rugido del tigre / Aimé Césaire

1. La eternidad y un día y otros poemas / Roberto Sosa 2. El verbo nos ampare y otros poemas / Hugo Lindo 3. Canto de guerra de las cosas y otros poemas / Joaquín Pasos 4. Habitante del milagro y otros poemas / Eduardo Carranza 5. Propiedad del recuerdo y otros poemas / Franklin Mieses Burgos 6. Poesía vertical (selección) / Roberto Juarroz 7. Para vivir mañana y otros poemas / Washington Delgado.

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CIENSALUD 1. Inteligencia de Salud y Bienestar: 7 pasos Cristina Gutiérrez 2. Cómo prevenir la osteoporosis Cristina Gutiérrez

Iniciadores de Negocios 1. La esencia del coaching Varios autores 2. El Circuito Activo de Ventas, CVA Aquiles Julián 3. El origen del mal servicio al cliente Aquiles Julián 4. El activo más desperdiciado en las empresas Aquiles Julián 5. El software del cerebro: Introducción a la PNL Varios autores 6. Cómo tener siempre tiempo Aquiles Julián 7. El hombre más rico de Babilonia George S. Clason 8. Cómo hacer proyectos y propuestas bien pensados Liana Arias 9. El diálogo socrático. Su aplicación en el proceso Humberto del Pozo de venta. López 10. Principios y leyes del éxito Varios autores

45. Cuentos hindúes / Aquiles Julián 46. El libro de los panegíricos / Rubem Fonseca 47. Juana la Campa te vengará y otros cuentos / Carlos Eduardo Zavaleta 48. Venezuela cuenta 1 / Varios autores 49. La habitación roja / Edogawa Rampo 50. Jóvenes cuentistas de América Latina 1 / Varios Autores 51. Caballo en el salitral y otros cuentos / Antonio Di Benedetto

39. La muerte de los Aranco y otros cuentos / José María Arguedas 40. El hombre de hielo y otros cuentos / Haruki Murakami 41. Dos cuentos / Pedro Juan Soto 42. Aquellos días en Odessa y otros cuentos / Heinrich Böll 43. 12 cartas de amor y un amorcito y otros cuentos / Juan Aburto 44. Rebelión en la granja / George Orwell

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Colección

Muestrario de Poesía

2008