Enseñar valores en la escuela secundaria
Click here to load reader
Transcript of Enseñar valores en la escuela secundaria
1. RESUMEN
En esta monografía intento mostrar la importancia que tiene en
esta época el aprendizaje de los valores en los jóvenes y
adolescentes. Si bien los hombres hacemos juicios de valor de distinta
índole: morales, estéticos, históricos, etc.; de lo que aquí se trata es
principalmente, de las valoraciones morales.
Comienzo por distinguir entre moral y ética. A partir de allí
indago sobre la materia de los juicios morales. Luego, señalo aspectos
vinculados a la moral en el contexto de la Posmodernidad. Analizo la
vinculación entre ella y la realidad juvenil. Procuro enfatizar la
importancia del aprendizaje de los valores en el seno de un medio
con la impronta de una moral situacional, que impugna la tradición y
los valores absolutos.
De los ambientes donde los adolescentes y jóvenes pueden
encontrar modelos o guías: el hogar y las instituciones educativas.
Dejo de lado el aspecto relacionado a los modelos parentales y
resalto la labor del enseñante en este proceso.
Considero que ningún educador desconoce la importancia de
su rol en el establecimiento de normas que deben perdurar en los
alumnos, más allá del ámbito educativo. Por ello el discurso
pedagógico debe servir al crecimiento de los adolescentes,
apuntando al estímulo y corrección para mejorar. A la vez, instaura un
modelo relacional que sirve de matriz de referencia a los
adolescentes, para cualquier experiencia posterior.
1
2. INTRODUCCIÓN
¿Qué pueden enseñar los maestros a sus alumnos? ¿Cómo
hablar de honradez y seguridad, si los referentes que la realidad nos
muestra están acusados, en no pocos casos, de corrupción (jueces) o
de delinquir (policías)? ¿Qué argumentos debe sostener el docente
para explicar que el éxito en los estudios y la obtención de lo que es
valioso en la vida, depende del esfuerzo y del trabajo? ¿Cómo
revalorizar lo que permanece y construye en un medio en el que se
pondera lo que es efímero, transitorio y utilitario? ¿De qué manera
enseñar a comprender la responsabilidad que a cada uno le
corresponde al elegir los medios para obtener el éxito? Y podríamos
seguir aún más.
Para responder a estas cuestiones, el hombre puede valerse de
diferentes disciplinas: la psicología, la sociología, la antropología
cultural, entre otras. A diferencia de ellas, lo que caracteriza a la
ética es el juicio moral. En primera instancia, tal juicio es el que emite
uno mismo antes de realizar una acción. Tiene como referencia
valores, principios, leyes o normas para fundamentarlo. En segunda
instancia, los demás juzgan el comportamiento después del hecho.
Esto se debe a que sobre ellos recaen los efectos de las acciones
ejecutadas. Algunos autores diferencian entre juicio de valor1, como
el enunciado que no describe hechos, sino actitudes de un sujeto
ante personas, cosas o situaciones, y que expresa la preferencia o la
importancia -el valor- que alguien atribuye a determinadas
1 (Del latín valor, de valere, estar vigoroso o sano, ser más fuerte; en griego, þ>4@H, axios, merecedor, digno, que posee valor, de donde proceden términos como axiología, axiomático, etc.) Todo aquello que hace que el hombre aprecie o desee algo, por sí mismo o por su relación con otra cosa; la cualidad por la que se desean o estiman las cosas por su proporción o aptitud a satisfacer nuestras necesidades; en economía, lo útil, el precio de una cosa.
2
propiedades de las cosas; y, por otra parte, el juicio moral, que se
presenta cuando juzgamos si una persona ha actuado conforme a su
deber, o no, o si una acción es o no es moralmente correcta, o si los
motivos para actuar son o no correctos.
3. DESARROLLO
3.1 Diferencia entre ética y moral.
En la vida diaria, se escucha hablar de “valores éticos” y de
“valores morales”, o de “valores éticos y morales”. Es necesario
distinguir entre ambos términos.
“De la misma manera que, estando vinculados, no se
identifican los problemas teóricos morales con los problemas
prácticos, tampoco pueden confundirse la ética y la moral. La ética no
crea la moral. Aunque es cierto que toda moral efectiva supone
ciertos principios, normas o reglas de conducta, no es la ética la que,
en una comunidad dada, establece esos principios y normas. La ética
se encuentra con una experiencia histórico-social en el terreno de la
moral, o sea, con una serie de morales efectivas ya dadas, y
partiendo de ellas trata de establecer la esencia de la moral, su
origen, las condiciones objetivas y subjetivas del acto moral, las
fuentes de la moral, la naturaleza y función de los juicios morales, los
criterios de dichos juicios, y el principio de que rige el cambio y
sucesión de diferentes sistemas morales”2.
La palabra ética proviene del griego ²2\6Z, derivado de µ2@H,
carácter, y según Aristóteles, de §2@H, éthos, costumbre. La ética
deviene en la rama de la filosofía cuyo objeto de estudio es la moral.
Si por moral hay que entender el conjunto de normas o costumbres
2 A. SÁNCHEZ VÁZQUEZ: Ética. Ed. Crítica. Barcelona, España. 1979. Pag. 24 -25
3
que rigen la conducta de una persona para que pueda considerarse
buena, la ética es la reflexión racional sobre qué se entiende por
conducta buena y en qué se fundamentan los denominados juicios
morales. Las morales, puesto que forman parte de la vida humana
concreta y tienen su fundamento en las costumbres, son muchas y
variadas (la cristiana, la musulmana, la moral de los indios hopi, etc.)
y se aceptan tal como son, mientras que la ética, que se apoya en un
análisis racional de la conducta moral, tiende a cierta universalidad
de conceptos y principios y, aunque admita diversidad de sistemas
éticos, o maneras concretas de reflexionar sobre la moral, exige su
fundamentación y admite su crítica, igual como han de
fundamentarse y pueden criticarse las opiniones. En resumen, la ética
es a la moral lo que la teoría es a la práctica; la moral es un tipo de
conducta, la ética es una reflexión filosófica.
3.2 Experiencia moral
El complejo mundo de vivencias, acciones y reacciones del
conjunto de personas que componen la sociedad, no son abstractas,
difusas e imperceptibles, sino que se expresan en formas específicas
de la vida cotidiana. Hay una estrecha relación entre los conflictos
que se presentan a los seres humanos en cada momento histórico, y
el modo como éstos los enfrentan.
En este contexto se inscribe el problema de la moral y el
conjunto de valores que son el soporte de ella. El dominio de la moral
se descubre en la relación entre conflicto y respuesta. El sostén de las
respuestas que damos a cada conflicto que enfrentamos, es un
conjunto de valores. Los valores actúan como factor aglutinante en
una sociedad para establecer la unidad de conciencia moral3.
3 Actividad de la mente humana por la que se representa la rectitud, o la ausencia de rectitud, de una decisión, acción u omisión. Es, por tanto, la capacidad humana de juzgar sobre la bondad o la maldad, la capacidad de realizar juicios morales o la de comprender la obligación incondicional que impone el deber. Se suele llamar conciencia antecedente a la que precede a la realización del acto, o a la decisión de actuar o no actuar, y que se percibe como una sugerencia de la razón a hacer el bien, y conciencia consecuente, a la que es posterior a la acción, decisión u
4
¿Cuál es la relación entre la moral de la sociedad y la moral de
cada individuo?
Vivir moralmente significa elaborar en y con nuestras
conductas, un lazo entre la necesidad del conjunto social en cada
época y los principios (valores) sociales con los que se nutre el sujeto
para desarrollar su vida dentro del desarrollo del conjunto. Asimismo,
cada individuo enriquece con sus rasgos personales e individuales las
experiencias sociales que incorpora como material de aprendizaje.
Por tanto, cada miembro de la sociedad modifica el medio en que se
desenvuelve, al tiempo que se incorpora al él a través de su
comportamiento concreto en la vida diaria.
Si es cierto que la experiencia moral individual se forma en
función de la ética social, aquélla tomará el sentido que se le imponga
a ésta. Y ese sentido puede tomar diversos rumbos. En muchas
circunstancias quedan arraigados por múltiples factores,
“antivalores” que dificultan el desarrollo armónico de la sociedad y
niegan su potencial mejoramiento. Por ejemplo, en nuestro tiempo,
solidaridad e individualismo se presentan como valor y antivalor. La
preeminencia de uno u otro en el seno de la sociedad, perfila el
rumbo de ésta y la conducta de sus miembros.
3.3 Notas sobre la Posmodernidad
La Posmodernidad prescinde de la idea de deber moral. El
mundo del “posdeber” como lo llama Gilles Lipovetsky4 deja de lado
la idea de obligación moral. “Por primera vez, esta es una sociedad
que, lejos de exaltar los órdenes superiores, los eufemiza y los
descredibiliza, una sociedad que desvaloriza el ideal de abnegación
estimulando sistemáticamente los deseos inmediatos, la pasión del
omisión, y que consiste en una reflexión o juicio de la razón sobre lo hecho, decidido u omitido. No es sino la misma conciencia humana, en cuanto se refiere, no al conocimiento de «objetos», sino al conocimiento de la moralidad de los «actos» y es, por tanto, lo que se denomina razón práctica y, en cuanto autoconciencia, coincide con el sujeto personal, libre y responsable.4 LIPOVETSKY, GILLES: El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos. Ed. Anagrama, Barcelona, España, 1994.
5
ego, la felicidad intimista y materialista. Nuestras sociedades han
liquidado todos los valores sacrificiales..., sean estos ordenados por la
otra vida o por finalidades profanas... hemos dejado de reconocer la
obligación de unirnos a algo que no seamos nosotros mismos...”.5 En
esta descripción el autor señala que la sociedad de esta época
“corona los derechos individuales a la autonomía, al deseo, a la
felicidad... sólo otorga crédito a las normas indoloras de la vida
ética”.6
La época del posdeber se caracteriza por la presencia
simultánea dentro de la sociedad de dos formas de vivenciar los
valores7. Una misma persona reclama para determinados aspecto de
la vida social la presencia de una voluntad firme y un rigor moral que
deja de lado para otros aspectos a los que juzga con amplitud de
criterios y mide con la vara de la tolerancia. Por ejemplo, se pueden
encontrar muestras de comprensión, apertura y tolerancia frente al
tratamiento social de los enfermos de sida y simultáneamente
observar una actitud rígida y excluyente frente a personas de otra
condición racial, religiosa o social.
Al no haber límites ideológicos o religiosos firmes, la época del
posdeber parece sostenerse sobre estructuras lábiles y poco firmes,
que proyectan un modelo de sociedad caótico y con un marco
normativo difuso. Sin embargo, se advierte que en la misma dinámica
social se reclama la presencia de ese marco para impedir la
disolución de la convivencia. En este sentido, Lipovetsky habla de un
“caos organizador”8.
Las personas de este tiempo no se sienten obligadas a nada,
sus acciones hacia sí mismos y hacia los demás no se inspiran en
preceptos morales derivados de alguna autoridad social o religiosa,
sino en el beneficio y en el bienestar que esas acciones les pueden
deparar en forma individual. Sin obligaciones morales, sociales o
5 LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pags. 11 y 12.6 LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pags. 11 y 12.7 Cfr. LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pag. 1518 LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pag. 15
6
trascendentes, desaparece el temor a la sanción (social, moral o
trascendente) y sólo queda la preocupación por el bienestar personal
que admite, y de alguna manera exige, la ausencia de interferencia
en el bienestar de los demás. Lo que dirige las acciones de la gente
es del deseo de lo funcional y la razón privada, o sea, aquello que
resulta útil y agradable a cada uno9.
Al debilitarse los vínculos solidarios entre las personas emerge
el ejercicio de la piedad y la compasión por el sufrimiento de los
otros, en reemplazo del compromiso social y la acción ante la
desventura ajena. Como dice Lipovetsky, es la época de la piedad
televisiva: conmueve a distancia y en la pantalla10.
En resumen, los valores morales de base del período del
posdeber son: la dualidad tolerancia-dureza en la apreciación de las
circunstancias, la moderación sin compromisos en las acciones, la
piedad y la compasión en la relación con los otros, y el quererse a sí
mismo a la hora de definir los fines de la propia existencia.
3.4 La situación de los adolescentes y jóvenes
En el caso de nuestros adolescentes y jóvenes, ellos están
influidos principalmente, por su familia. Pero el entorno más cercano
y, la sociedad en general, influyen para que existan signos de
desaliento en forma de carencias. Las más significativas son:
Falta de motivación para su realización personal. Los fracasos
de los adultos en lo político, lo económico, lo moral e incluso en lo
religioso, los llevan a desconfiar de los valores que ellos defendieron.
Hay falta de modelos con los que identificarse, o bien, los que se
presentan como modelos están impregnados por la moral del
posdeber.
Falta de estímulos por parte de la sociedad para participar en
serio a través de partidos políticos, sindicatos u otros espacios.
9 LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pag. 3010 LIPOVETSKY, GILLES: Obra citada, pag. 149
7
Falta de posibilidades laborales y profesionales, como
consecuencia de la realidad socioeconómica que vive el país.
En general, priman los afectos por sobre el entendimiento. Las
“razones del corazón” parecen más poderosas que las de la
inteligencia.
En otros momentos de la historia, el hombre considerado
maduro, se caracterizaba por saber diferir una satisfacción inmediata,
en orden a su proyecto de vida. Había incorporado a su existencia las
llamadas “pautas de satisfacción diferida”. El niño – adolescente –
joven del presente, cuya educación no incluye las pautas de
satisfacción diferida, se convierte en un asiduo consumidor de
propuestas inmediatamente gratificantes.
Se busca el exitismo sin exigirse demasiado. En cuanto a lo
estético, prima un culto al cuerpo bello y armónico: jóvenes delgados
o delgadas, altos o altas, musculosos, cabellera cuidada, piel
perfecta, bronceado caribe, facciones atractivas, tatuajes, body
piercing11... El ser joven es un valor de moda. Que nadie envejezca.
Hay que prolongar la adolescencia para no repetir el modelo adulto.
Quizás estos jóvenes manifiesten apatía por la escuela y en
particular por el estudio formal en el aula con profesores de corte
catedrático; pero desarrollan muchas habilidades para el manejo
técnico de los medios, de Internet y del ciberespacio. Al emplear
gran parte de su tiempo en e-mails y el chat, no han desarrollado
preferencias por la escucha o la lectura.
“La falta de atención de los alumnos, de la que todos los
profesores se quejan hoy, no es más que una de las formas de esa
nueva conciencia ‘cool’12 y desenvuelta, muy parecida a la conciencia
telespectador, captada por todo y nada, excitada e indiferente a la
vez, sobresaturada de informaciones, conciencia diseminada, en las
antípodas de la conciencia voluntaria ‘intra-determinada’. El fin de la
11 Del inglés: adj. Penetrante, agudo, perforante, punzante. Se refiere a la colocación de aros o anillos de diversos tamaños y materiales en perforaciones realizadas en distintas partes del cuerpo.12 Del inglés: adj. Fría, tranquila, calmada, distante.
8
voluntad coincide con la era de la indiferencia pura, con la
desaparición de los grandes objetivos y de las grandes empresas por
las que la vida merece sacrificarse...”13
4. CONCLUSIÓN
El escenario de nuestros tiempos es complejo. Los valores se
han relativizado. Si nos preguntamos qué significa ser alumno/a de la
escuela media del siglo XXI, habría que admitir – frente a las
desigualdades en la sociedad – que se trata, ante todo, de una
oportunidad. No obstante que la situación varía según donde está
ubicada la escuela o los recursos que posee, los jóvenes escolarizados
13 LIPOVETSKY, GILLES: La era del vacío. Ensayo sobre el individualismo contemporáneo. Ed. Anagrama, Barcelona, España. 1986. Pag. 57
9
cuentan con una oportunidad que debería ser aprovechada por todos
los actores institucionales.14
Por todo lo que se ha señalado de manera precedente, cobra
validez la insistencia por la formación ética de los estudiantes. “La
escuela, en tanto forma parte del sistema sociocultural, debe
contribuir a generar valores democráticos y criterios de autonomía,
solidaridad y compromiso con la sociedad... Formar jóvenes con
sentido de responsabilidad es prepararlos para ser adultos
autónomos. Esto es importante en sí mismo y lo es más para quienes
van a tener que pelear duramente por un lugar en la sociedad”15.
No todos los adolescentes y jóvenes están inmersos en la
vorágine que propone la época actual. Pero, aunque ellos se
encuentren intelectualmente maduros, se revelan en muchos casos,
afectivamente inmaduros. La educación en los valores morales
comienza en la familia. Con ella, o en ausencia de ella, les compete a
los educadores poder educar en dichos valores. Esta tarea no sólo es
la mera exposición de contenidos de la materia Ética, por parte del
profesor de filosofía. El profesor de cualquier materia, en la medida
que establece la interacción didáctica, influye sobre sus alumnos.
Tanto en el ámbito verbal, como no verbal, el enseñante debe
revelarse como una persona capaz de transmitir no sólo su saber,
sino poseer una disposición para acoger y orientar a sus alumnos.
Los jóvenes reclaman referentes humanos sólidos, firmes,
seguros, convencidos de lo que hacen, comprometidos, congruentes.
El efecto más poderoso del educador no proviene de lo que dice, sino
de lo que es y hace. Se debería “caracterizar por ver y aceptar lo que
son las fronteras, las limitaciones, las insuficiencias y miserias de la
vida.
Eso no significa que llame bueno a lo injusto, a lo perverso, a lo
vulgar; que pase por alto el desorden, el sufrimiento, la falta de salida
14 ZANELLI, NORMA: “Conocimiento, comunicación y valores sociales” en “El monitor de la educación”, revista del Ministerio de Educación de la Nación. Buenos Aires. Año 2, Nº 3, Julio 2001. Pag. 42 15 ZANELLI, NORMA: Obra citada. Pag. 44
10
de la existencia; que afirme que es riqueza lo mísero, que es
autenticidad lo aparente, que es cumplimiento lo vano. (...)
Vuelve a comenzar una vez y otra sus intentos de ordenar y
ayudar, porque sabe que el hecho de que los hombres vuelvan
siempre a hacer algo aparentemente vano es lo que hace seguir esos
impulsos, indeterminables en cada caso concreto, que sostienen la
vida humana, aún tan en riesgo.
En esta actitud hay mucha disciplina y renuncia: una valentía
que no toma tanto el carácter de la osadía, cuanto el de la decisión.
Ya ven ustedes como tiene lugar aquí lo que se llama carácter.
Son personas de tal índole aquellas a quienes se confía la vida.
Precisamente porque ya no tienen la ilusión del gran éxito, de la
victoria fulgurante, son capaces de lograr lo que vale y permanece.
De esa índole deberían ser el auténtico estadista, el médico y el
educador, en todas sus formas”16.
Por todo lo expuesto pienso que: educar en los valores implica
un esfuerzo que compromete al educador. Con más urgencia que en
otros momentos, hoy vemos la importancia que siguen teniendo, en
una persona, la amplitud de miras, la complejidad del pensamiento, la
flexibilidad en la expresión o la disponibilidad de recursos
argumentales, unidos al cultivo de valores que encaucen cualquier
proyecto de vida que desee alguien llevar adelante.
Como ha expuesto Rogers17, el docente debe constituirse en un
facilitador del aprendizaje en orden a que el estudiante advierta que
el objetivo del aprendizaje tiene relación con sus proyectos
personales, para producir un aprendizaje significativo.
Y en el caso de la filosofía, no es sólo transmitir conocimientos,
sino además, enseñar a pensar, a decidir, a ver y a oír, por cuenta
propia.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
16 GUARDINI, ROMANO: La aceptación de sí mismo. Las edades de la vida. Ed. Cristiandad. Madrid. España. 1981. Pags. 90 y 9117 ROGERS, CARL: Libertad y creatividad en la educación. Ed. Paidos. Buenos Aires. Argentina. 1978
11
BERTOLINI, M.; LANGÓN, M.; QUINTELA, M. Materiales para la
construcción de cursos de
filosofía. Ed. A-Z.
Montevideo. Uruguay. 1997
CAMPS, V.; GUARIGLIA, O.; SALMERÓN, F. Concepciones de la Ética.
Ed. Trotta. Madrid. España.
1992
GUARDINI, ROMANO La aceptación de sí mismo. Las edades de la
vida. Ed. Cristiandad. Madrid. España. 1981
LIPOVETSKY, GILLES La era del vacío. Ensayo sobre el individualismo
contemporáneo. Ed. Anagrama. Barcelona.
España. 1986.
El crepúsculo del deber. La ética indolora de
los nuevos tiempos democráticos. Ed.
Anagrama. Barcelona. España. 1994.
MARTÍNEZ RIU, A. y CORTÉS MORATÓ, J. Diccionario Herder de
filosofía en CD – ROM. Ed.
Herder Barcelona. España.
1997.
ROGERS, CARL Libertad y creatividad en educación. Ed. Paidos
Buenos Aires. Argentina. 1978
ROGERS, CARL Terapia, personalidad y relaciones interpersonales. Ed.
Nueva Visión. Buenos Aires. Argentina. 1986
SÁNCHEZ VÁZQUEZ, ADOLFO Ética. Ed. Crítica. Barcelona. España.
1979
12
ZANELLI, NORMA “Conocimiento, comunicación y valores sociales” en
“El monitor de la educación”. Revista del Ministerio
de Educación de la Nación, año 2, número 3, Julio
2001. Buenos Aires. Argentina.
ÍNDICE
1. RESUMEN Pág.
1
2. INTRODUCCIÓN Pág.
2
3. DESARROLLO Pág.
3
3.1Diferencia entre ética y moral
Pág. 3
3.2Experiencia moral
Pág. 4
3.3Notas sobre la Posmodernidad
Pág. 5
3.4La situación de los adolescentes y jóvenes
Pág. 7
4. CONCLUSIÓN
Pág. 9
5. BIBLIOGRAFÍA
Pág. 11
13