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ENSAYO: LA EVALUACIÓN, UN ASUNTO VINCULADO AL QUEHACER EDUCATIVO Jairo Andrés Velásquez Sarria El quehacer educativo hace referencia al conjunto de acciones institucionales realizadas con fines de formación humana, la cual contempla no sólo la adquisición de conocimientos, sino también de habilidades, destrezas, comportamientos y valores que nos permiten afrontar día a día la realidad en la que estamos inmersos. El objetivo de la escuela, por tanto, es propiciar espacios para la convivencia pacífica, la tolerancia, la paz, la formación en valores y el reconocimiento del entorno (a partir de sus potencialidades y problemáticas), y es en este sentido, donde todos los criterios, programas, proyectos y actividades contempladas en el Proyecto Educativo Institucional – PEI de todo establecimiento de educación deben apuntar al logro de estos importantes fines. Toda acción educativa debe evaluarse y es aquí donde quiero centrar la atención en este escrito, en la evaluación, por ser tal vez el aspecto más descuidado de la educación y al que menos atención le prestamos, ya que la limitamos a la aplicación de pruebas escritas que pretenden medir “lo que los estudiantes han aprendido” en la materia orientada, desconociendo sus procesos de aprendizaje. “La evaluación es un proceso mediante el cual se valoran capacidades, competencias y desempeños en el ser humano en un contexto determinado” VILLADA (2008); esta definición nos da luces importantes frente al sentido real de la evaluación, siendo conscientes que en muchos casos, la evaluación no tiene en cuenta el proceso llevado a cabo por los

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LA EVALUACIÓN, UN ASUNTO VINCULADO AL QUEHACER EDUCATIVOJairo Andrés Velásquez Sarria

El quehacer educativo hace referencia al conjunto de acciones institucionales realizadas con fines de formación humana, la cual contempla no sólo la adquisición de conocimientos, sino también de habilidades, destrezas, comportamientos y valores que nos permiten afrontar día a día la realidad en la que estamos inmersos.

El objetivo de la escuela, por tanto, es propiciar espacios para la convivencia pacífica, la tolerancia, la paz, la formación en valores y el reconocimiento del entorno (a partir de sus potencialidades y problemáticas), y es en este sentido, donde todos los criterios, programas, proyectos y actividades contempladas en el Proyecto Educativo Institucional – PEI de todo establecimiento de educación deben apuntar al logro de estos importantes fines.

Toda acción educativa debe evaluarse y es aquí donde quiero centrar la atención en este escrito, en la evaluación, por ser tal vez el aspecto más descuidado de la educación y al que menos atención le prestamos, ya que la limitamos a la aplicación de pruebas escritas que pretenden medir “lo que los estudiantes han aprendido” en la materia orientada, desconociendo sus procesos de aprendizaje.

“La evaluación es un proceso mediante el cual se valoran capacidades, competencias y desempeños en el ser humano en un contexto determinado” VILLADA (2008); esta definición nos da luces importantes frente al sentido real de la evaluación, siendo conscientes que en muchos casos, la evaluación no tiene en cuenta el proceso llevado a cabo por los estudiantes, sino la medición de conocimientos, situación que es necesario intervenir.

Es de resaltar que la acción de evaluar es un ejercicio pedagógico y humano de carácter subjetivo, donde resulta esencial tener claridad frente al objetivo que se busca con ella y su intención en términos formativos, porque como dice VILLADA: “la evaluación es una oportunidad para aprender y da cuenta de la transformación del sujeto como persona”.

Generalmente, el acto de evaluar se ha asemejado al acto de examinar o medir, pero hay que anotar que son dos cosas completamente distintas aunque complementarias, al ser la examinación un factor orientador en algunos aspectos del proceso evaluativo; en otras palabras, la examinación puede llevar a la valoración del desempeño de nuestros educandos.

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La evaluación más la examinación se han constituido en un “arma de poder en el aula”, toda vez que este ejercicio ocasiona una fuerte presión del docente para con los estudiantes, máxime cuando se emplean pruebas escritas que no tienen como intención facilitar el aprendizaje, sino por el contrario, propiciar el fracaso estudiantil, y lo peor de todo, es que son pruebas elaboradas sin rigor para medir únicamente conocimientos y sin tener en cuenta que su fin último va encaminado a la formación.

No significa lo anterior que los exámenes no deban hacerse, claro que son necesarios, pero no podemos continuar planteando pruebas tan olímpicamente, sin tener en cuenta aspectos relevantes para la formación de las personas como habilidades, destrezas y actitudes y menos aún, cuando nos hemos centrado en los resultados del proceso evaluativo.

Por tanto, traigo a colación la definición de VILLADA cuando afirma que la evaluación “busca evidenciar procesos y resultados en el desempeño de los estudiantes, mas no en el aprendizaje”, esto significa que si bien los resultados son importantes, el proceso lo es todavía más ¿cuántas veces hemos visto en nuestras aulas de clase jóvenes que inician el proceso con grandes dificultades, pero vemos al final del proceso avances significativos? Esto es más relevante que cuando les hacemos varios exámenes que pierden, porque esto no me permite apreciar el trasfondo de esa pérdida.

De otro lado, y creo que es una de las ideas-fuerza retomadas de VILLADA y es que con la evaluación no evidenciamos aprendizajes como lo hemos creído siempre y esto es lo más común en el quehacer evaluativo, sobre todo en áreas como las matemáticas, física, química, cálculo, entre otras, donde es frecuente escuchar a los profesores una vez terminada la clase, vamos a realizar el examen para determinar qué tanto aprendieron; docentes que hoy por hoy hacen este tipo de prácticas con semejante afirmación, deben reorientar sus procesos o de lo contrario estarían condenados a desaparecer, todo por desconocer sobre ¿cómo aprende el ser humano?

Entender el aprendizaje es entonces el componente esencial para propiciar una evaluación que comprenda la dimensionalidad del ser humano. El aprendizaje es un “proceso mediante el cual se generan cambios transitorios o permanentes en los seres humanos, manifestados en conductas o comportamientos” VILLADA; de hecho, la persona que aprende jamás será la misma, necesariamente tiene que hacer sufrido algún tipo de transformación.

Los aprendizajes son el resultado de procesos cognitivos individuales mediante los cuales se asimilan hechos, conceptos, procedimientos, valores, se construyen

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nuevas representaciones mentales significativas y funcionales que luego se pueden aplicar en situaciones diferentes a los contextos donde se aprendieron.

Aprender no es sólo adquirir nuevos conocimientos, también consiste en consolidar, reestructurar, eliminar… conceptos que ya tenemos. En cualquier caso, siempre conllevan un cambio en la estructura física del cerebro y con ello de su organización funcional, una modificación de los esquemas de conocimiento y de las estructuras cognitivas de quien aprende.

Para ilustrar mejor las definiciones anteriores relacionadas con el aprendizaje, quiero recalcar lo siguiente: muchas personas cuando consumen algún producto arrojan los residuos al suelo (bolsas, papeles, cartones u otros), sabemos que esto genera un problema ambiental; cuando las personas son sensibilizadas mediante el proceso educativo frente al impacto negativo de esta problemática sobre el ambiente, algunas de ellas pueden llegar a guardar en sus bolsos o bolsillos esos residuos que antes arrojaban al suelo o pueden depositarlos en un lugar adecuado. Aquí apreciamos un cambio de conducta en las personas y es así como se manifiesta el aprendizaje.

Algunos aspectos esenciales a tener en cuenta en los procesos de enseñanza – aprendizaje son:

1. El aprendizaje es un proceso lento. Hemos tenido la creencia de que todo lo que nos enseñan lo aprendemos en ese momento, pero desde las neurociencias se ha descartado tal afirmación, ya que el aprendizaje no se da de la noche a la mañana y para que ocurran los cambios o transformaciones en las conductas de las personas es necesario un tiempo prudente, por esto el aprendizaje es algo que ocurre durante toda la vida y va dándose a través de unos momentos o etapas.

2. El aprendizaje ocurre en condiciones favorables o no favorables. Hay condiciones positivas que promueven el aprendizaje, el entorno, los intereses particulares, las experiencias acumuladas, la relación de dichos aprendizajes con la realidad, pero hoy las ciencias cognitivas nos muestran que el aprendizaje no sólo se da en condiciones favorables, también sucede en condiciones no favorables. Se ha comprobado científicamente que el cerebro humano es capaz de aprender en situaciones extremas, como por ejemplo, con hambre o estrés.

3. La mayor parte de los aprendizajes suceden en el inconsciente y de manera involuntaria. La cotidianidad nos sorprende con situaciones que se presentan en determinados momentos, las cuales requieren de una intervención, muy posiblemente en esta acción adquirimos un aprendizaje no consciente y en muchos casos, involuntario, porque son acciones en las cuales no tomamos consciencia de ello, sólo intervenimos.

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4. El estudiante aprende la mayor parte de las cosas de manera transitoria. Esta premisa es común en nuestras aulas de clase, sobre todo porque los estudiantes “aprenden” para un examen, no para la vida; cuando memorizamos, muchos de esos datos o informaciones las utilizamos en un momento dado, pero después de un tiempo las olvidamos, quizás porque no son representativas de nuestra realidad.

Todo docente, en cualquier nivel, grado o asignatura requiere tener en cuenta los cuatro puntos anteriores, sólo siendo conscientes de dichas premisas, estaremos en capacidad de planear y desarrollar un proceso de enseñanza-aprendizaje con una dosis de significatividad y sentido que propenda por el desarrollo del pensamiento para aquellos que se encuentran en un proceso formativo.

De igual relevancia que las afirmaciones hechas hasta el momento, resulta fundamental hacer énfasis en el hecho de concebir el aprendizaje como un proceso individual que depende de las capacidades de cada ser humano, de sus ritmos y estilos de aprendizaje; por tanto, cuando una persona no aprende algo con la velocidad (ritmo) que espera el docente, no significa entonces tener un problema de aprendizaje, mas bien, es una característica relacionada con los ritmos de aprendizaje, por eso, no todos aprendemos a la misma velocidad, algunos pueden ser más lentos, lo cual se debe también a los estilos de aprendizaje.

Las diferencias entre los estudiantes son variadas, pueden ser de tipo cultural, intelectual, social, afectivo, entre otras; cada persona tiene su estilo de aprendizaje. Catalina Alonso y Domingo Gallego (2003) definen los estilos de aprendizaje como los “rasgos cognitivos, afectivos y fisiológicos que sirven como indicadores relativamente estableces de cómo los discentes perciben, interaccionan y responden a sus ambientes de aprendizaje”.

Existen distintas clasificaciones de los estilos de aprendizaje; David Kolb los clasifica en cuatro, veamos:

Activo: Toma mucha información, capta novedades, se implica con entusiasmo activamente y sin prejuicios en nuevas experiencias (experiencia concreta, PERCIBIR).

Reflexivo: Acumula y analiza mucha información antes de llegar a conclusiones, les gusta considerar las experiencias desde distintos puntos de vista, observar y escuchar a los demás (observación reflexiva, PENSAR).

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Teórico: Analiza, sintetiza y estructura la información, integra los hechos en estructuras coherentes (conceptualización abstracta, PLANEAR).

Práctico: Aplica la información, descubre los aspectos positivos de las nuevas ideas y las aplica a la primera oportunidad (experimentación activa, HACER).

NOVAK, por su parte, clasifica los estilos de aprendizaje en tres: visual, auditivo y kinestésico, cada uno con sus particularidades. Una persona visual aprende mejor cuando tiene el apoyo de recursos visuales, cuando lee él mismo un documento requerido, porque cuando alguien le lee se le dificulta su comprensión. Una persona auditiva necesita escuchar, por ejemplo, al docente en su exposición, no aprende bien cuando le escriben sino cuando le dictan. Una persona kinestésica aprende cuando hay implicaciones de movimiento y a través de ciertas prácticas; su aprendizaje es más lento que el visual y el auditivo.

Independiente del estilo, todo aprendizaje, según VILLADA, se da en tres momentos:

Punto de Partida: Aquí se tiene en cuenta el objeto de aprendizaje, es decir, aquel conocimiento, habilidad, destreza o actitud que se desea aprender; a esto se suman los aprendizajes previos, o sea, aquellos que han sido construidos por el sujeto a través de su experiencia (familiar, social, educativo o laboral).

Proceso de Intervención: Se incluyen en este momento los aprendizajes transitorios y recordemos que la mayoría de nuestros estudiantes se ubican aquí. Estos son aprendizajes construidos, pero que en algún momento pueden olvidarse o en otros casos y sería lo ideal, pasar a unos aprendizajes reales.

Punto de Llegada: Tiene que ver con los aprendizajes posteriores y/o superiores que yo llamaría significativos o reales. Estos hacen referencia a aquellos conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes adquiridas por los estudiantes y han significado transformaciones importantes; es en este momento donde las estructuras cognitivas se amplían o modifican.

Como lo hemos apreciado, el proceso de aprendizaje es complejo, lento y requiere del desarrollo de una serie de momentos o etapas. Conocer ¿cómo aprende el ser humano? es un aspecto central en los procesos evaluativos, podríamos decir que es su materia prima; cuando desconocemos esa pregunta es cuando caemos en

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el error de concebir el evaluar como aplicar un examen, sin tener en cuenta la integralidad del ser humano y su meta de formación.

Una vez que el docente tiene claro este proceso, puede emplear un conjunto de estrategias, procedimientos, fundamentos y categorías con las cuales puede examinar al alumno y emitir juicios y conceptos valorativos frente a su desempeño. Sólo con un proceso sistemático y cuidadoso de evaluación podremos facilitar un aprendizaje significativo y ante todo, aplicable en determinadas situaciones y contextos.

En mi opinión, la evaluación debe ser objeto de permanente reflexión, transformación e incluso de indagación; esto último es ser objeto de investigación con el fin de determinar su pertinencia e influencia en las acciones formativas y cómo contribuye a dar una mirada diferente al sentido del aprendizaje.

Por último, quiero anotar que la evaluación no pude seguir estructurándose para medir conocimientos, tampoco debe plantearse un día antes, es una acción que requiere ser planeada, asumida desde el inicio del año escolar y tener unos criterios y objetivos claros, en procura de lo que he resaltado durante este escrito, la formación humana.

En conclusión, la evaluación es un proceso planeado, sistemático e integral mediante el cual se valoran los desempeños de nuestros estudiantes, teniendo en cuenta sus resultados, pero en especial, sus procesos. No olvidemos además que la evaluación está vinculada al quehacer educativo y por tanto al mundo de la vida, a ese mundo en el cual está inmerso el educando y al que debe hacerle frente día a día.