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Desacatos ISSN: 1607-050X [email protected] Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social México Alonso, Jorge Los enigmas del campo Desacatos, núm. 13, invierno, 2003, pp. 177-187 Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13901314 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Desacatos

ISSN: 1607-050X

[email protected]

Centro de Investigaciones y Estudios

Superiores en Antropología Social

México

Alonso, Jorge

Los enigmas del campo

Desacatos, núm. 13, invierno, 2003, pp. 177-187

Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social

Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=13901314

Cómo citar el artículo

Número completo

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Página de la revista en redalyc.org

Sistema de Información Científica

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

Arturo Warman escribió una agu-da revisión del desenvolvimiento

y los conflictos del agro mexicano enel último siglo. Aunque el autor preci-sa que este libro lo concibió, documen-tó y redactó cuando se desempeñabacomo servidor público, hay en él todoel sello de un académico, en particularde un antropólogo que sabe analizar yescribir. Se convierte así en la obra conla que se reintegra al mundo académi-co, sin que se note que lo haya dejado.La intención confesada fue realizaruna historia, objetivo logrado magis-tralmente. Pero tampoco se trata deuna historia convencional, pues se

profundiza interdisciplinariamente en la comprensión de las estructurassocioeconómicas y políticas. El libro se encuentra muy bien documentado.La abundancia de cifras no lo hacepesado, porque hay un estilo agudo,ágil, ácido, muy crítico, pero tambiénesperanzado. El lector es conducidocon seguridad y sin tropiezos en loslaberintos de censos y series estadísti-cas. Toda esta información es situadacon precisión. Se advierten sus límites,pero también sus alcances. A través desabias combinaciones e inferencias sevan revelando diversos fenómenos ysus dimensiones. El autor evalúa, pon-dera y discute las distintas series esta-dísticas. Todos los sectores que semueven en el agro mexicano son tra-tados. Se da cuenta de los cambios que ha ido sufriendo la legislaciónagraria, sus contextos y contradiccio-nes. También se abordan las transfor-maciones de las políticas agrarias y susconsecuencias. El autor rechaza inter-pretaciones maniqueas. Busca la com-plejidad en cada etapa. Se abre a lapolémica, lejos de fáciles argumentos

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Los enigmas del campo

Jorge Alonso

arturo warman, 2001

El campo mexicano en el siglo XX

FCE, México, 2001, 263 pp.

jorge alonso: CIESAS-Occidente.

Desacatos, núm. 13, invierno 2003, pp. 177-187.pp.1

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y sobre todo rehuye ideologizaciones.Hay una síntesis de los principalesdebates teóricos. Con realismo críticose ubican los papeles que desempeñanel mercado y el Estado, y su relación a través de una sociedad que deberíaser muy activa para enfrentar los retospresentes.

El libro confirma la transformaciónprofunda de la estructura social y eco-nómica de México durante el siglo XX.Los principales ejes del análisis son lapoblación rural, el reparto de la tierra,el producto agropecuario y forestal,

la relación entre el minifundio y la pobreza rural, y el papel que desempe-ñan los principales actores en el cam-po: el gobierno, los empresarios y demanera particular, los campesinos.

El manejo de las cifras permiteapreciar el tamaño de los cambios. Alinicio del siglo XX en México un 72%de la población vivía y trabajaba en elcampo. Cien años después esa propor-ción ha descendido hasta el 25.3%. Ladistancia entre lo rural y lo urbano sefue haciendo mayor en casi todos losaspectos de la vida social. Mientras

que en 1900 la población rural era decasi diez millones (en números abso-lutos), para el 2000 había subido acerca de 25 millones. El autor muestracómo la vida y la producción ruralesno tuvieron posibilidades de retener atoda la población rural, por lo que sedio el fenómeno de la migración in-terna y hacia el exterior. Para finalesdel siglo XX México tenía un prome-dio de 50 habitantes por kilómetrocuadrado, 5.2 puntos porcentuales

más que el promedio mundial. Aprincipios de siglo el promedio

de habitantes por kilómetrocuadrado en el campo era decinco, mientras que a finalesde ese siglo llegó a 12.5. Paraesta fecha cerca de la cuartaparte de la fuerza de traba-jo se ocupaba en el sectoragropecuario.* El autor

destaca lo que denominaun crecimiento desi-gual. Analiza el conjun-to del país para detec-

tar tendencias, pero seadentra en las diferencias regionalespara ubicarlas. Detecta cambios im-portantes en la estructura y organi-

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* Para tener un punto de comparación, nospodemos remitir a los datos que J. Haber-mas proporciona en uno de sus últimos es-critos (La constelación posnacional, BuenosAires, Paidós, 2000), en el que apunta queen los países de la OCDE el porcentaje depersonas ocupadas en una agricultura alta-mente subvencionada ha caído por debajodel 10% de la población activa. Habermasseñala además otras dos cuestiones. La pri-mera se refiere a que la decadencia delcampesinado ha trastocado la tradicionalrelación entre el campo y la ciudad; y lasegunda, a que el proceso de urbanizaciónestá destruyendo la ciudad misma.

Raúl Anguiano, Ná K’in, 1951.

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zación de la vida en el campo. Calibrael problema de la dispersión y descu-bre sus patrones. El autor es muycuidadoso en la presentación de lapoblación indígena. Nos dice que elMéxico indígena y rural tienen muchoen común. Aunque el tema indígenaexcede los propósitos del trabajo em-prendido, es tratado profesionalmente.Warman está convencido de que si losmexicanos tenemos que caber sin po-breza en nuestro territorio, debemosrespetar la diversidad. Este respeto hade darse en un marco de cambio otransformación, pues de lo contrariono existirá un verdadero respeto sinouna condena a la exclusión.

En el siglo XIX la concentración dela propiedad de la tierra fue la tenden-cia dominante en el país. En el sigloque acaba de terminar predominó laredistribución y la fragmentación. Elautor hace ver cómo la reforma agra-ria fue un proceso de incorporaciónpolítica de los campesinos y el Estado.Pero esta incorporación subordinadano concluía con la posesión definitiva,pues el ejidatario no era propietariosino usufructuario de tierras de lanación. No obstante, las restriccionesimpuestas a los ejidatarios no se res-petaron. La venta y renta ilegales detierras ejidales fue un fenómeno co-mún. Pese a ello, se llama la atenciónde que la mayoría de los ejidatarios,sigue todavía trabajando directamentesu parcela. Actualmente entre el 10 y el15% de la superficie territorial de Mé-xico (con una gran diversidad de cli-mas y de lluvias y escurrimientos) escultivable. Hay tierras que deben de-jarse descansar, otras que no son ge-nerosas ante los cultivos. El autor

muestra cómo la frontera agrícola está cerrada. La ganadera, con 25% del territorio, también se encuentra ya en esa circunstancia. A lo largo detodo el libro se halla una preocupa-ción ecológica y se dan cifras escalo-friantes de la peligrosa destrucción delmedio ambiente. Se han ido perdien-do rápidamente áreas forestales. Elautor hace un repaso histórico del re-parto de tierras. También ve cómo sefue modificando la propiedad privaday se incrementó la propiedad social,por tiempos y regiones. Con datosprobados va desbaratando mitos. Pre-senta la complejidad de la desigualdaden esta propiedad.

Warman discute cómo la equidaddistributiva ha sido muy vulnerablecon el paso del tiempo. Aumenta lapoblación, se introducen innovacionestécnicas, se consigue trabajo remune-rado, la gente emigra, se renuevan lasgeneraciones de campesinos. Todo esofue tropezando con la rigidez de par-celas con límites fijos y con los propioslímites legales. Se fueron haciendoajustes. Pero arraigó la parcela indivi-dual en la propiedad social. Ofrece lascifras de cuántas parcelas tienen losdiversos grupos de ejidatarios, paraapuntar cómo se da una cierta rela-ción entre el número de parcelas enmanos de un titular y la desigualdaden la tenencia de la tierra ejidal. Tam-bién se descubre que la circulación dela tierra de propiedad social recurrió a la transmisión de parcelas con másfrecuencia que a la sucesión de unida-des de dotación compactas y comple-tas, lo cual también incidió en ladesigualdad interna de los ejidos y enel crecimiento de los minifundios.

Sólo la quinta parte de quienes tra-bajan en el campo no tiene tierra desu propiedad. Warman demuestraque, si la distribución de la tierra cul-tivada fuera perfectamente equitativa,todos los productores serían minifun-distas. Su estudio concluye que la con-centración de la propiedad agraria yde recursos para elevar su productivi-dad, que existen, no constituyen elproblema fundamental del campo hoyen día. Los retos son otros, y el autorlos irá desentrañando a lo largo del li-bro. Además de la herencia que fragmentaba, también se dio un im-portante proceso de venta de tierras.Los compradores casi siempre fueronejidatarios del mismo ejido o vecinos.Casi una cuarta parte de los ejidatariosactuales pagaron por su parcela. War-man precisa que no hay tierra máscara por hectárea que la de las parcelasejidales pequeñas. Tienen un mercadorestringido pero permanentementeinteresado en los vecinos que quierenampliar su superficie porque han pro-creado muchos hijos que aportan trabajo y porque, por otras causas,cuentan con los recursos para dichaadquisición. Los datos compruebanque estos compradores no están intere-sados en cualquier tierra, sino en lacercana. La venta de parcelas generadesigualdad. El autor examina la ideaextendida de que la compraventa deparcelas acabará por aniquilar al ejido.Sin embargo, las cifras muestran queson muy pocas las parcelas ejidalesque tienen atractivo comercial para laproducción agropecuaria, pues sondemasiado pequeñas y caras para laescala de una empresa. Lo más proba-ble es que la circulación de parcelas

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entre ejidatarios contribuya a la per-manencia del ejido aunque con cam-bios importantes.

Se discute también el valor de latierra. Éste representa una porción ca-da vez más baja en la inversión agro-pecuaria, la cual se destina en su mayorproporción a instalaciones, maquina-ria, insumos, tecnología, empaque ycomercialización. El autor llama laatención de que el descenso en la pro-porción que la tierra representa en lainversión agropecuaria genera una pa-radoja. Cuando el ejidatario con buenatierra no tiene los recursos o apoyospara hacerla producir comercialmente,con frecuencia la renta barata y mu-cho más si aparte se le ofrece empleo;pero la vende muy cara porque es suúnico patrimonio. En cambio las par-celas ejidales sí ofrecen atractivoseconómicos cuando éstas se convier-ten en lotes de colonias habitacionales.Así se han originado innumerablesasentamientos urbanos irregulares.Por eso en 1992 se autorizó la urbani-zación de parcelas mediante el cambiode dominio, decidido en asamblea.Warman resalta que más hicieron losejidatarios que el gobierno para que seajustara la tenencia de la tierra a nue-vas condiciones. Las últimas modifica-ciones a la ley legalizaron lo que eraun hecho al margen de la anteriornormatividad.

Otro rubro que desenmaraña elautor es el de la desigualdad en la dis-tribución de la propiedad social. Lasmediaciones de la desigualdad agrariareflejan mucho más las diferenciasentre ejidos, regiones y comarcas, quela que se presenta dentro de ellos. Ladesigualdad interna existe y no es des-

deñable, pero es más baja que la quese presenta cuando se hacen compara-ciones con otros conjuntos. Otra delas novedades que ha arrojado la in-formación es que un 18% de los titu-lares de la propiedad ejidal sonmujeres, que encabezan unidades deproducción agropecuarias como ma-dres solteras o por emigración laboralde los varones. Ha habido un traspasode la agricultura a manos féminasmientras los hombres buscan activi-dades remuneradas.

Un punto destacado en el libro es larelación entre el reparto de la tierra yla población indígena. Pese a la claraintención y el énfasis restitutorio quese originó en la Revolución Mexicana,la reforma agraria encontró serias difi-cultades para realizar restituciones alas comunidades despojadas. El graveproblema estaba en probar la propie-dad original. De las resoluciones quedieron origen a cerca de treinta milnúcleos agrarios menos de 500 fueronrestituciones. El autor hace distincio-nes entre ejido y comunidad agraria.Pero ésta acabó por asimilarse al ejidocomo forma de organización de pro-piedad social. Se confirma una falta deatención para la regularización de losnúcleos indígenas por parte de autori-dades agrarias. Los conflictos agrariosmás agudos de los últimos tiempos seconcentran entre los indígenas queenfrentan a particulares o ejidatariosno indígenas, y que agregan la dimen-sión étnica al conflicto agrario. Hubomuertos en el camino del reparto detierras, y los conflictos por tierra toda-vía son regados con sangre.

El autor se adentra en una cuestiónantes no tratada y muy estrujante: las

implicaciones del envejecimiento delos titulares de la propiedad social.Analiza los cambios en la esperanza de vida. Para los viejos la parcela pro-porciona refugio, autonomía, seguri-dad, ninguna en abundancia, ni si-quiera con suficiencia. Pero para lamayoría de los campesinos esa baseprecaria es la que sigue organizando la vida y la actividad de la familia. Poreso mismo, los ingresos obtenidosfuera, aunque sean mayores, son con-siderados como complemento. Laavanzada edad de los ejidatarios ycomuneros los ha hecho conservado-res y resistentes a los grandes riesgos einnovaciones. Defienden su seguridadfrente a la incertidumbre. Warmanseñala que no hay un sistema de segu-ridad social para mujeres y hombresdel campo (no tienen seguro médicocomo el que reciben obreros y em-pleados); jamás recibirán pensión,jubilación o retiro por la vida de tra-bajo. Con sus propios recursos tienenque hacer frente a la vejez,a sus achaques y costos, sin apoyo delEstado. Existe una gran desigualdad ytambién una gran injusticia. Concapacidades físicas mermadas y sinapoyo de pensión o jubilación, la titu-laridad de la parcela se manifiestacomo fuente de poder y autoridadpara asegurar algún ingreso y algunaocupación, para no quedar a mercedde una caridad establecida por unalealtad no exenta de rencores. El ago-tamiento y culminación del repartoagrario, la clausura acelerada de laspocas áreas de colonización abiertas,el deterioro acumulativo de los recur-sos naturales, la carencia de pensioneso jubilaciones que aseguren la sobrevi-

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vencia y la dignidad de los viejos alejanal campo de las transformaciones querequiere. Un campo pobre, avejentadoy conservador se repite a sí mismo envano intento por ser lo que fue.

El libro analiza la gran propiedad de principios de siglo y la actual. Loscambios son abismales. Si antes laacumulación era el problema, a finalesde siglo XX lo es la fragmentación. Sellega al dato de que hay más propieta-rios que viviendas rurales. No existeun sector significativo de trabajadoresde la tierra sin derechos de propiedad.Pero si bien es cierto que en el agrega-do nacional no hay trabajadores delcampo sin tierra, sí se ven condicioneslocales y particulares, esa aseveraciónya no puede sostenerse. Hay regionesen las que los campesinos sin tierrason un hecho evidente, a veces muycombativo. En esta discusión se esta-blece la relación de la familia campe-sina y su composición con la tenenciade la tierra. Warman argumenta que elreparto de la tierra no puede sustituiral desarrollo, a la política social y a lademocracia para enfrentarse a la po-breza, a la falta de oportunidades, a laexclusión política y a la discriminación.La tierra tiene que producir más, peropara eso requiere transformaciones.

Se estudia el crecimiento con desi-gualdad. Se realiza un seguimiento delcomportamiento que tienen durantetodo el siglo la agricultura, la ganade-ría, la silvicultura y, en alguna medida,la pesca. Como en los otros puntosprosigue una sugerente combinaciónentre tiempo y espacio. Hay una preo-cupación en el autor porque los datosnacionales no desdibujen las especifi-cidades regionales. A inicios del siglo

XX el producto agropecuario directorepresentaba casi un 30%, y a finalesdel mismo bajó seis veces. El valor dela producción agropecuaria en el 2000

representó un poco menos del 6% delproducto nacional. El ingreso prome-dio de los que trabajan en actividadesagropecuarias no llega ni a la terceraparte del ingreso per capita promedioen el país. El autor va delineando losrasgos de la grave desigualdad existen-te en el campo. Advierte que analítica-mente conviene separar desigualdad

de injusticia, si se intenta moderarlas.Se presentan y discuten estructura deproducción, precios agrícolas, diversi-dad de cultivos y sus rendimientos. Elautor apunta que el crecimiento sos-tenido del producto agropecuario escondición indispensable, aunque nosuficiente, para disminuir la pobreza einequidad. Muchas de las fuentes decrecimiento se han ido agotando. Laincorporación de nuevas tierras al cul-tivo es un dato del pasado, no una al-ternativa. Lo mismo ha sucedido con

Cambio de sudarios a las cruces protectoras del pueblo, Xocén / Christian Rasmussen.

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la irrigación. Se necesita la transforma-ción de la estructura productiva, mayorinversión, ampliación de mercados.Hay ventajas competitivas, pero se venboicoteadas por los viejos sistemas definanciamiento, acopio e intermedia-ción. Se requiere investigación de exce-lencia. Las políticas agrarias no puedenser uniformes. El complejo mosaicogeográfico, humano, cultural, étnico ysocioeconómico en que se practicanlas labores agropecuarias conforma unconjunto de nichos diversos y plurales.No hay recetas generales. El autor re-calca que el crecimiento rural va a cos-tar, pero el desarrollo del campo es

asunto serio y ya no podemos perdertiempo y recursos en improvisaciones.

Recordando la fórmula de análisis dela familia campesina como unidad de producción-consumo, Warman noslleva por los complejos procesos quese han ido formando y cambiando a lolargo del siglo XX. Nos hace ver cómode las unidades de producción rurales,el 85% son campesinas: familias quecomparten trabajo y consumo,que forman parte de una comunidadde pares en ejidos o propiedades particulares que participan en el mer-cado de bienes, dinero y poder. Lacuestión del autoconsumo lleva direc-

tamente al maíz. El autor sostiene quesigue siendo cierto que hay una granconcordancia entre ser campesino ycultivar maíz. Pero como lo hace entodo el libro, no permite que fraseslapidarias caigan en simplismos. War-man muestra cómo detrás del maízhay muchas diferencias. En este librotodos los análisis cuantitativos son llevados a lo cualitativo. El autor de-muestra que más de dos terceraspartes de los productores rurales son minifundistas dedicados a unagran variedad de cultivos.

El estudio sobre el minifundismo esimplacable. Se ven todas sus implica-

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Festejo al santo huinik, pueblo de Xocén / Christian Rasmussen.

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ciones en cuanto a la composición delas familias, la producción, combina-ción con trabajo asalariado fuera delpredio, el papel que desempeñan lasremisiones de dólares desde la migra-ción internacional, el complejo tejidode redes sociales en torno al minifun-dio. Pese a todas las estrategias de so-brevivencia, que son muchas, variadasy de mucha invención social, la corre-lación entre el minifundio y la extremapobreza —aunque no es absoluta—llega a presentarse como abrumadora.La ley establece que la herencia o suce-sión de la parcela y los derechos ejida-les se deben transmitir a uno solo delos sucesores sin repartirse. Pero desdela lógica de muchos campesinos lafragmentación de la herencia es justa ynatural. Hay tensión en el sistema he-reditario de los campesinos mexicanosde fines de siglo. Lo pequeño no es tanbello como a veces se quiere presentar.Erradicar la extrema pobreza en elcampo equivale a combatir el mini-fundio en que se incuba y reproduce.Pero otra vez, frases tan contundentesson examinadas por el autor con su-mo cuidado, pues no es suficienteeliminar el minifundio sino que se de-be promover a los minifundistas paraque alcancen un nivel productivo oingresos que generen un bienestarsostenido.

En las vías para combatir el mini-fundismo pueden surgir nuevas con-tradicciones que agraven la pobreza.Por esto mismo el autor examina lasvías para la superación del minifun-dio. La pobreza que se concentra en elcampo es el reto más urgente. Se dis-cuten los problemas para la mediciónde la pobreza, que se ha vuelto un piso

resbaloso. Pareciera que la exageraciónes más frecuente que el ocultamientode cifras. Por las cifras más confiablesparece que más de la mitad de los ho-gares rurales padecen pobreza. En elcampo no hay servicios ni oportuni-dades, siempre distantes. Para recibir-los hay que salir de la localidad. Ladispersión profundiza y reproduce la pobreza. Combatir la pobreza delcampo mexicano es un proceso dilata-do que rechaza las demagogias. War-man ve que el minifundio puede cam-biar de signo, dejar de ser un refugiogenerador de la pobreza para conver-tirse en factor de bienestar con pocasmodificaciones en sí. Pero eso sólopuede darse cuando el minifundiodeja de ser el eje de la actividad parasobrevivir y se convierte en el comple-mento del salario o del ingreso que seobtiene en actividades no agropecua-rias. Otro grave déficit es que la escasainvestigación científica no ha atendidoa la producción en el minifundio, loquel podría resolver problemas de estaíndole. Hay opciones de asociacionesentre los minifundios, pero con baseen sus propias valoraciones y respe-tando la libertad. Warman se lamentade que haya pocas organizaciones alservicio de los productores, y muchasde las existentes son paternalistas osuplantan las decisiones. Se examinanvías para superar las restricciones delminifundio: la compactación, la ele-vación de la producción y productivi-dad complementadas por el apoyotécnico y de asociación, la agriculturapor contrato, y se deja abierta la puer-ta para la indagación de otras más.

Otros temas que examina el autorson las afirmaciones de que a finales

del siglo XX los campesinos mexicanosestán peor que a principios del mis-mo, así como los augurios de nuevas,masivas y cruentas revueltas. Contra-pone estas opiniones a datos y tenden-cias para disminuir el ánimo propa-gandístico. Concluye que hay quelegislar mucho y en serio para el cam-po, y garantizar el cumplimiento de la ley con eficacia y justicia. Indagacuáles son los papeles que ahora lecorresponden al Estado para que norepita políticas mal informadas y peorrealizadas. Warman está convencidode que la debilidad de la democraciaes complemento frecuente de las po-líticas públicas inadecuadas.

El autor indaga a los tres principalesactores del agro mexicano: el gobier-no, los empresarios y los campesinos,y hace ver cómo uno de los papelesfundamentales en este campo lo de-sempeñó el Estado. Reparto agrario,instituciones de todo tipo para dotarde tierras, irrigar, dar crédito, acopiar,comercializar, fijar precios, etc., fueronacciones que corrieron a cargo delEstado mexicano. Un elemento esen-cial fue el relativo a la organizacióncorporativa de los campesinos. La in-tervención en el campo por parte delgobierno fue redituable para sustentarel proyecto nacional de tránsito de unasociedad agraria a una industrial. Enel accionar estatal se generaron no po-cas contradicciones que el libro vaabordando y cuestionando. El gobier-no, la opinión pública y sobre todo lascentrales campesinas en la segunda mi-tad del siglo creyeron que la inquietuden el campo surgía de la demanda de latierra, pero no se dieron cuenta de queesa era la única arena de lucha y nego-

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ciación abierta por las rígidas estruc-turas corporativas. Mientras tanto, lacrisis profunda de producción y vidarural no era atendida. Se recetó másde lo mismo: incremento del gasto,intervención pública, burocracia, sub-sidios; pero el remedio no llegaba a laraíz. El libro analiza cada uno de loselementos de la crisis. El papel de unairrigación onerosa, descuidada e inefi-ciente es presentado con crudeza. Laslíneas más dinámicas han utilizado sinmiramientos pozos profundos conconsecuencias de destrucción de man-tos acuíferos y con resultados de sali-nidad de la tierra. Actualmente la irrigación agrícola consume la mayorparte del volumen del líquido y delesfuerzo público que concentra lossubsidios en pocas manos, las mismasde siempre. La recuperación económi-ca del servicio es baja y continúa eldesperdicio y agotamiento de losmantos acuíferos.

La intervención excesiva del gobier-no en la economía agropecuaria comoprincipal inversionista, la mayor fuen-te de crédito, el más grande proveedorde insumos, el que determina los pre-cios, compra las cosechas y define lossubsidios, en fin, el que tiene que ge-nerar y transferir ganancias atractivaspara el selecto grupo de productorescomerciales, conspiró con la ansiadaautosuficiencia en los cultivos básicos.Las transferencias y subsidios paraalcanzarla eran demasiado grandes yno estaban disponibles. Se tapaba unhoyo y se abría otro mayor. Las clien-telas del Estado patrón competían porlas transferencias y todas quedabaninsatisfechas. La gran cobija del Estadono alcanzaba para cubrirlo todo, sinte-

tiza el autor. Periodo tras periodo pre-sidencial va pasando por la lupa escla-recedora de Warman.

La prolongada crisis del campo que-dó opacada por la grave crisis econó-mica de los años ochenta. La posicióndel campo declinó en el interés gene-ral. Apareció un nuevo movimientocampesino centrado no en la tierra si-no en la producción. Aparejado conesto, la crisis mostró que el gobiernoya no tenía los recursos ni el consensopara dirigir directamente la actividadeconómica. El modelo corporativo seagrietaba y resultaba ineficaz. En elcampo el crecimiento excluyente de-positado en las élites y en las dirigen-cias alcanzó sus límites. Dejó de cum-plir con sus funciones económicas ydejó al descubierto profundas inequi-dades. Las salidas habían sido falsas yhabían agravado la situación. En estecontexto el autor estudia las reformasagrarias de 1992. Para 1997 las solici-tudes de dotación habían sido jurí-dicamente culminadas y se buscaronopciones para grupos demandantes de atención.

Warman es enfático en sostener queel conflicto por la tierra ha sido supe-rado y que ya no forma parte de laagenda inmediata del campo. No obs-tante, es consciente de que puede revi-vir si no se sostiene el crecimientoeconómico general, si no se generanlos empleos suficientes, si el crecimien-to de la producción rural no se reacti-va de manera importante y sostenidacon una mejor distribución de los in-gresos en el campo. El análisis lleva aconcluir que si los conflictos rurales delsiglo que terminó fueron agrarios, eldel nuevo que inicia serán hidráulicos.

El libro está lleno de frases ingenio-sas que culminan en revisión rigurosade datos. Una de esas frases es que “enel crédito el chivo sigue suelto pero ca-si ya no queda cristalería”. Se esclarececómo al terminar la intervención pú-blica en los mercados fue necesariocrear un sistema alternativo de apoyoa los productores. Como en todos lostemas, hay una descripción detalladade lo que ha consistido el programa de-nominado Procampo, sus implicacio-nes y sus problemas. Entreveradas conlas descripciones van fríos análisis leja-nos de cualquier discurso político. Lospendientes también se señalan sin ta-pujos: el más importante tiene que vercon la equidad. No hay alegato respec-to al campo mexicano que no sea exa-minado, desmenuzado y ponderado.

Así es tratada la cuestión de la aper-tura comercial y del enfrentamientocon productores externos subsidiados.Se calibran los subsidios en ambaspartes teniendo en cuenta las condi-ciones de los productores. Las conclu-siones suelen ser despiadadas. Lasélites productivas han recibido inter-namente subsidios comparativamentemás elevados que sus competidoresexternos, sin que se hayan mostradocapaces de competir con ellos. War-man sostiene que ese es precisamenteel problema más grave del crecimientoproteccionista, concentrador y exclu-yente, que propicia y genera la repro-ducción de la pobreza en la mayoríapara favorecer a una minoría inefi-ciente, poderosa y conservadora. Lasalida es nítida: hay que reintegrar a los productores la conducción deldesarrollo, cosa que va avanzando en-tre inercias. En cuanto al punto de la

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organización rural, la anterior fórmulaya es inoperante, aunque presente. Seha ido creando un vacío sin que quedeclaro quién lo puede llenar.

Una vez que se ha realizado un ri-guroso balance del campo mexicano,el autor termina con la delineación detres escenarios a los que conducen lastendencias que se fueron perfilando alo largo del libro. El primero es malo,el segundo es triste pero soportable,y el tercero, optimista. El autor consi-dera que el escenario catastrófico esimprobable pero no imposible. Estesupone presión adicional sobre la tierray el resurgimiento del enfrentamientoagrario cuando ya no hay tierra suscep-tible de reparto ni márgenes significa-tivos para su redistribución. En el librose ha hecho ver que no hay campesi-nos desposeídos ni solicitantes de tie-rra como grupo importante y crecientede la población. Se vio también que esmuy probable que el relevo generacio-nal contribuya a la compactación de latierra en la medida en que muchossucesores se ocupen en actividadesdistintas a las agropecuarias. Pero lademanda de tierras puede surgir porotras causas, como las movilizacionespolíticas. Ya que en el campo hay insa-tisfacción, descontento y mucho agra-vio, su manipulación puede conducira sectarismos e intolerancias. Hayorganizaciones políticas que quisieranvolver al pasado. Las viejas centralescampesinas pueden pretender volverseinterlocutoras exclusivas y privilegia-das. Quieren convertirse en las vocesque deben ser oídas, cuando las vocesmayoritarias en el campo están disper-sas, desarticuladas y sin representa-ción. La derecha podría intentar la

imposición de la propiedad privadacomo la única forma legal de tenenciade la tierra, sin límites ni restricciones,la privatización a ultranza.

Warman sostiene que la probabili-dad del futuro catastrófico radica en la débil representación plural y demo-crática de la sociedad rural. La clasepolítica nacional está remota, distantey desinteresada, mal informada sobreel campo, y es capaz de asumir las ver-siones más disparatadas para proce-sarlas en función de intereses partidis-

tas o de burocracias políticas. Losagentes políticos del campo permane-cen arraigados a la estructura corpo-rativa. No son representantes ni intermediarios eficaces entre el mun-do agrario y la arena política nacionalactual. No fueron escogidos por susbases, más bien esos grupos eligierona esas bases y las agruparon. El autorhace aquí un análisis de la democraciarepresentativa y la participativa en losejidos y municipios rurales. Cuando elpartido de Estado va siendo sustituido

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José Chávez Morado, Cadáver sentado, 1939.

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por una democracia pluralista las co-nexiones viejas entre las formas de representación agraria han ido per-diendo eficacia. Warman ubica losriesgos mayores en la debilidad de larepresentación política en el campo,en la preeminencia de las burocraciaspolíticas. Ahí ve que se abren espaciospara decisiones ajenas, mal informa-das, voluntaristas, para un verticalis-mo fundamentalista. Los riesgos de lacatástrofe los ve remotos, pero no de-jan de estar presentes.

El segundo escenario supone que elesfuerzo para transformar el campo yase agotó. La tierra será vista por mu-chos como seguro de la vejez. El mer-cado de tierras será restringido. Se vislumbran episodios y destellos delsurgimiento de nuevas fuerzas en el campo pero todavía no con claridady coherencia. Están pasando cosas,pero todavía no se puede pronosticarel relevo cercano de la representaciónpolítica en el campo. Este escenario no es de rupturas, pero tampoco deoportunidades.

El tercer escenario implica que selogran cambios para combatir la po-breza. Se necesita que las políticaspúblicas desemboquen en desarrollorural con menor desigualdad. Con elmismo rigor que lo ha caracterizado alo largo de todo el escrito, el autor vadelineando los elementos para que es-te escenario pueda darse. Un puntoesencial en él lo constituye la idea deotorgar una pensión o jubilación a loscampesinos de edad avanzada para suseguridad en la vejez. Argumenta quese han ganado esto con esfuerzo seme-jante a quienes están protegidos por laseguridad social. Propone la forma-

ción de un sistema de retiro para elcampo, por el cual se deje la tierra co-mo refugio y pueda pasar a manos másjóvenes. El autor hace estimaciones decuánto costaría esta solución, que aun-que no barata, puede estar en el rangodel costo del Progresa o Procampo.Llama a que se estudie con seriedaddicha propuesta.

Warman sostiene que se requiere lapromoción de una red técnica y cien-tífica para la producción minifundistacuyas soluciones sean ofrecidas no porburócratas. La participación directa delos productores en la red es indispen-sable para que se abran reales opcio-nes. La adopción de nuevas técnicas ocultivos necesita respaldo.

Otro de los puntos del tercer escena-rio tiene que ver con la organizacióncooperativa horizontal flexible querecoja las mejores experiencias; comoesto no puede surgir desde la base, sesugieren catalizadores. Otro elementoimportante para que pueda darse esteescenario es el relativo al financiamien-to. Se requiere de un crédito flexible yde propósito general no vinculado só-lo a un producto sino al conjunto de launidad con muchas y diversas activi-dades productivas. Hay también op-ciones de asociaciones cooperativas deahorro y préstamo. Se propone unaredefinición del Procampo.

Otra cuestión delicada se refiere a lapolítica de irrigación. Tanto en estocomo en la conservación de los sueloshay una inquietud y propósito ecolo-gista laudable en el autor. Proponereforestar, proteger cuencas, limpiarlas corrientes de agua y sus depósitos,aclarar el aire, impedir la desapariciónde plantas y animales únicos… Hay

que comenzar ya, si queremos detenerel grave deterioro ecológico que he-mos producido. La conservación yrestauración de la naturaleza requiereobras y mano de obra, que puedenofrecer los campesinos.

Un punto fundamental es el relativoa la democracia: la participación delos campesinos es uno de los mediospara evitar los desencuentros. Se tie-nen que definir con precisión y trans-parencia los programas públicos parael campo, sus objetivos y destinatarios,para corregir la falta de equidad. Elcombate a la pobreza debe ser otro de los elementos, pero no como hastaahora, en que el desarrollo productivopara el combate a la pobreza es difuso.Warman insiste en que el desarrollolibre y democrático de los pueblosindígenas es condición ineludible parael combate a la pobreza. El autor tam-bién propone revisar y reformar lasleyes laborales para el trabajo rural yagropecuario, en donde se reconozcasu especificidad y se otorguen protec-ción y garantías efectivas.

Warman recuerda que el sacrificiodel campo ya no es necesario paramantener bajos los precios de los alimentos para la población urbana,porque de eso se ha encargado el mer-cado global. Se abren condiciones paraun trato justo al campo. El escenariooptimista implica una dinámica decrecimiento compartido y sostenido,regiones fortalecidas por su diversi-dad, un campo de productores jóvenesque desplieguen iniciativas y corranriesgos apoyados por asociaciones ac-tivas y democráticas. El libro no lo di-ce, pero obviamente uno de los gravesobstáculos para el escenario optimista

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es un panorama de crisis económicaque atenta contra el empleo. La rece-sión afecta a todos, y con mayor fuerzaa los más desprotegidos. Valdría la pe-na examinar lo que ha estado pasandocon el precio en el mercado interna-cional de importantes productos agro-pecuarios: café, piña, azúcar, etc., y lasperspectivas para estos productores.Habría que profundizar entre la rela-ción de grupos agrícolas y empresa-rios, a la luz de la crisis de la industriaazucarera. En las perspectivas del libroconvendría indagar además el proyec-to denominado Plan Puebla Panamá.

Hay otro problema que habría queanalizar. Un argumento muy poderosoque impulsó las reformas de 1992 tie-ne que ver con la legalización de prác-ticas inveteradas en el agro mexicano.Siguiendo esa lógica nos encontramosque las organizaciones indígenas devarios puntos del país, integrantes delCongreso Nacional Indígena (CNI),desde la tribuna de la Cámara de Di-

putados en abril del 2001 arguyeronque las modificaciones que demanda-ban, consideradas en las reformaspropuestas por el documento de laCocopa, correspondían a prácticas encomunidades indígenas. En su octavaAsamblea Nacional de noviembre del2001 el CNI argumentó que la base de autonomía de los pueblos indíge-nas se encontraba en la defensa de latierra y del territorio, y recalcó que lapropiedad comunal de dichos territo-rios, la organización comunal, el tra-bajo colectivo, los sistemas normativospropios y todas sus expresiones cultu-rales eran elementos constitutivos desus pueblos y de la autonomía que co-tidianamente ejercían. Esto indica quehay otras prácticas que todavía recla-man una legislación específica, pueslos integrantes del CNI rechazan la que aprobó el Congreso de la Uniónen el 2001.

El siglo XXI mexicano se ha abiertocon un grave malestar entre los cam-

pesinos que han resentido el flagelo de un inicuo mercado global que protege los productos agrícolas de los países más desarrollados y afecta los precios de los principalesproductos agrícolas del resto del mun-do. Han resurgido nuevas organiza-ciones para expresar la protesta de los más desprotegidos en el agro. Losmales vienen de atrás, del últimotramo del siglo XX. Faltaría hacer este balance.

Este apresurado paso sobre lapenúltima obra de Arturo Warman haquerido destacar la multiplicidad deelementos tratados para invitar a estu-diar un libro que hace un apretadopero completo estudio de una de lasrealidades importantes para la historiadel país. El libro es provocador de dis-cusiones con fundamento. Hay queaceptar ese reto y entender la cons-trucción de su articulado argumento.Su discusión debe iniciarse con laponderación de sus razones.

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