Enfermedades Raras Relacionadas Con Organelas

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Página | 1 Este material está protegido por los derechos de Autor, y no puede ser reproducido en todo o en parte, por ningún medio, sin los permisos oportunos. Consultar condiciones de uso en www.formacionER2.org Módulo 8 Enfermedades Raras relacionadas con Organelas: Lisosomas, Peroxisomas y Sistemas Golgi y PreGolgi Luis González GutiérrezSolana Laura López Marín Introducción Los trastornos que afectan a las organelas subcelulares incluyen enfermedades de los lisosomas, de los peroxisomas y del aparato Golgi y preGolgi. El clásico ejemplo es el de las enfermedades lisosomales, donde la deficiencia de una enzima lisosomal produce acumulación de sustancias de depósito que interfieren con el funcionamiento celular normal. Sin embargo, algunos trastornos de las organelas subcelulares (como las enfermedades peroxisomales) no producen acúmulo de sustancias de depósito, pero alteran de distintas formas ciertos procesos metabólicos esenciales 1 . En general, responden al patrón característico de los “trastornos por depósito de moléculas complejas”: síntomas de inicio variable, permanentes y progresivos, independientes de eventos intercurrentes y no relacionados con la ingesta de alimentos, y que, con frecuencia, incluyen rasgos dismórficos, afectación del sistema nervioso central, visceromegalias y alteraciones óseas, cutáneas y oftalmológicas 2 . www.formacionER2.org

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  Módulo 8

Enfermedades Raras relacionadas con Organelas: Lisosomas, Peroxisomas y Sistemas Golgi y Pre‐Golgi      

Luis González Gutiérrez‐Solana Laura López Marín 

   

 

Introducción 

 Los trastornos que afectan a  las organelas subcelulares  incluyen enfermedades de  los lisosomas, de  los peroxisomas y del aparato Golgi y pre‐Golgi. El clásico ejemplo es el de  las  enfermedades  lisosomales,  donde  la  deficiencia  de  una  enzima  lisosomal produce acumulación de sustancias de depósito que interfieren con el funcionamiento celular normal. Sin embargo, algunos  trastornos de  las organelas subcelulares  (como las  enfermedades  peroxisomales)  no  producen  acúmulo  de  sustancias  de  depósito, pero alteran de distintas formas ciertos procesos metabólicos esenciales1. En general, responden  al  patrón  característico  de  los  “trastornos  por  depósito  de  moléculas complejas”: síntomas de inicio variable, permanentes y progresivos, independientes de eventos  intercurrentes  y  no  relacionados  con  la  ingesta  de  alimentos,  y  que,  con frecuencia,  incluyen  rasgos  dismórficos,  afectación  del  sistema  nervioso  central, visceromegalias y alteraciones óseas, cutáneas y oftalmológicas2. 

 

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Enfermedades Lisosomales  

Los lisosomas son pequeñas organelas situadas en el citoplasma celular y cuya función es hidrolizar un gran número de moléculas complejas, que son producto del catabolismo celular. Las enfermedades lisosomales son un grupo de trastornos metabólicos hereditarios caracterizados por el acúmulo de sustancias de depósito en los lisosomas. Aunque la mayoría se deben a un defecto específico de alguna de las enzimas lisosomales (hidrolasas); se han descrito otros mecanismos patogénicos como la deficiencia de una proteína activadora o de transporte, o un procesado anormal de la enzima1,3,4. Las enfermedades lisosomales forman parte de las llamadas encefalopatías heredodegenerativas, ya que, muchas de ellas, afectan predominantemente al sistema nervioso central, y su curso natural, una vez se inician, es progresivo y, eventualmente, incapacitante o letal. Aunque son congénitas, la sintomatología clínica puede aparecer a distintas edades, desde el periodo de lactante a la vida adulta, con un amplio espectro de síntomas. Se reconocen más de 40 enfermedades lisosomales, que se trasmiten con herencia autosómica recesiva a excepción de las enfermedades de Hunter, de Fabry y de Danon que tienen un mecanismo de herencia ligado al cromosoma X. Aunque son raras, en conjunto tienen una prevalencia de aproximadamente 1:8000 recién nacidos vivos5. El diagnóstico de estas enfermedades es importante, ya que algunas son tratables y, en muchos casos, se puede ofrecer consejo genético a las familias. La clasificación más común de las enfermedades lisosomales atiende a la naturaleza de la sustancia acumulada (Tabla 1). 

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Tabla 1. Clasificación de las enfermedades lisosomales en función del material acumulado (adaptado de 4). 

1. Lipidosis  1.1. Esfingolipidosis 1.1.1. Glucoesfingolipidosis ‐ Enfermedad de Gaucher ‐ Enfermedad de Fabry  ‐ Gangliosidosis GM1 ‐ Gangliosidosis GM2 ‐ Enfermedad de Krabbe ‐ Leucodistrofia metacromática 1.1.2. Otras esfingolipidosis ‐ Niemann‐Pick A, B y C ‐ Enfermedad de Farber ‐ Deficiencia de la proteína activadora de esfingolípidos  1.2. Otras enfermedades por depósito de lípidos ‐ Enfermedad de Wolman ‐ Enfermedad por depósito de ésteres de colesterol 

2. Mucopolisacaridosis 

‐ Formas I a IX 

3. Glucoproteinosis 

‐ Manosidosis α y β ‐ α‐fucosidosis ‐ Aspartilglucosaminuria ‐ Sialidosis ‐ Galactosialidosis ‐ Enfermedad de Schindler  4. Mucolipidosis 

‐ Tipo II (I‐cell disease), tipo III (pseudo‐Hurler) y tipo IV 

5. Glucogenosis 

‐ Enfermedad de Pompe (glucogenosis tipo II) ‐ Enfermedad de Danon 

6. Ceroidolipofuscinosis neuronales 

‐ Infantil (CLN1), infantil tardía (CLN2), juvenil (CLN3), adulto (CLN4) y otras (CLN5‐CLN8) 

7. Otras 

‐ Cistinosis ‐ Trastornos por depósito de ácido siálico libre ‐ Mucosulfatidosis 

 

 

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Presentación clínica. Enfoque diagnóstico 

 

Las enfermedades lisosomales presentan un fenotipo clínico muy variado y, en muchos casos, presentan un continuo de manifestaciones, desde individuos asintomáticos o paucisintomáticos a otros con formas sistémicas graves, letales en un corto periodo de tiempo. La heterogeneidad genética, el grado de actividad enzimática residual y otros factores patogénicos desconocidos, además de las características de la molécula almacenada y de los órganos afectados condicionan la sintomatología de cada sujeto2. Algunos pacientes se presentan en el periodo neonatal con hidropesía fetal, mientras otros, incluso con su mismo defecto enzimático, se presentan en la vida adulta. Sin embargo, la mayoría comienzan a tener síntomas en los primeros meses de vida después de un periodo de desarrollo aparentemente normal6. Por otra parte, el mismo fenotipo puede estar producido por distintas enfermedades (p. ej., el fenotipo Hurler). 

La edad de inicio de la enfermedad y la presencia de síntomas “guía” permite reducir las posibilidades diagnósticas. Sugiere una enfermedad neurológica heredodegenerativa: la presencia de un intervalo libre, la progresividad (pérdida de adquisiciones y aparición de nuevos signos clínicos) y los antecedentes familiares de enfermedad degenerativa o de consanguinidad3. Revisamos algunos de los síntomas que pueden ser indicativos de enfermedad lisosomal.  

La hidropesía fetal es el acúmulo de fluidos serosos en las cavidades del feto, a menudo asociado con edema cutáneo generalizado y edema placentario. Un 10% de las hidropesías fetales no inmunes pueden deberse a enfermedad lisosomal (Tabla 2). Dada su alta mortalidad, un diagnóstico etiológico preciso resulta fundamental para el posterior asesoramiento familiar2,6.  

 

Tabla 2. Trastornos lisosomales que se presentan con hidropesía fetal  (adaptado de 6). 

‐ Mucopolisacaridosis I, IV y VII (frecuente). 

‐ Mucolipidosis I (sialidosis II) y mucolipidosis II (I‐cell disease). 

‐ Gangliosidosis GM1 (frecuente). 

‐ Enfermedad de Farber. 

‐ Gaucher tipo II. 

‐ Niemann‐Pick A y C. 

‐ Enfermedad de Wolman. 

‐ Enfermedad de depósito de ácido siálico libre infantil (frecuente). 

‐ Defecto múltiple de sulfatasas. 

‐ Galactosialidosis (frecuente). 

 

El “fenotipo Hurler” se define como un conjunto de síntomas y signos neurológicos y no neurológicos progresivos, que, si bien son típicos de la enfermedad de Hurler, se 

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pueden observar también en otros tipos de mucopolisacaridosis, mucolipidosis y glucoproteinosis (Tabla 3) (Figuras 1‐3). Entre los rasgos fenotípicos característicos destaca la “facies hurleroide”, que es un aspecto facial tosco, con prominencia frontal, cejas pobladas, nariz corta con raíz nasal hundida y narinas antevertidas, labios gruesos y lengua prominente. Las alteraciones esqueléticas clínicas y radiológicas, que constituyen la disostosis múltiple, se observan de forma más frecuente y precoz en los cuerpos de las vértebras toracolumbares, que pueden mostrarse ovoideas o con forma de gancho por amputación de su porción anterosuperior. Otras anomalías que pueden estar presentes son: cráneo dolicocéfalo, silla turca agrandada en J u ω, ensanchamiento de las costillas y las clavículas, hipoplasia de los acetábulos, coxa valga, acortamiento de las tibias, irregularidad en el contorno de los huesos largos y afilamiento de los extremos proximales de los metacarpianos. El retraso mental es frecuente, pudiendo dominar el cuadro clínico, pero también puede ser leve o estar ausente.  

 

Tabla 3. Características del “fenotipo Hurler” (adaptado de 3,7). 

‐ Dismorfia facial característica 

‐ Disostosis múltiple 

‐ Hepatoesplenomegalia 

‐ Limitación articular 

‐ Retraso mental 

‐ Hernias abdominales 

‐ Infecciones e insuficiencia respiratoria 

‐ Opacidad corneal 

‐ Sordera 

‐ Cardiopatía 

 

Figuras 1‐3. Fenotipo Hurler. 

Figura 1. Aspecto facial característico (hurleroide). 

 

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Figura 2. Aspecto global, con contracturas y abdomen prominente. 

 

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Figura 3. Vértebra toracolumbar con disminución del diámetro anteroposterior. 

 

 

 

Algunas enfermedades (mucolipidosis II, gangliosidosis GM1 y trastornos por depósito de ácido siálico libre) presentan dismorfia facial precozmente, incluso al nacer. En otras, las anomalías faciales y esqueléticas son leves y no se manifiestan en niños pequeños, haciéndose más obvias con la edad3. Algunos trastornos (leucodistrofia metacromática, enfermedades de Krabbe, Tay‐Sachs y Sandhoff) no presentan dismorfias. 

Las visceromegalias son un hallazgo común de las enfermedades de depósito. En algunas de ellas (enfermedades de Niemann‐Pick A, B y C y enfermedad de Gaucher) puede ser el signo clínico de presentación principal. 

Algunos trastornos (leucodistrofia metacromática, enfermedad de Krabbe, gangliosidosis GM2, sialidosis I, ceroidolipofuscinosis) afectan primariamente al sistema nervioso central sin anomalías somáticas prominentes. En general, los niños 

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son normales al nacer y desarrollan tras un intervalo variable un cuadro de regresión del desarrollo psicomotor, con pérdida de las habilidades adquiridas previamente. Las enfermedades que alteran la sustancia blanca (p. ej., leucodistrofia metacromática) se presentan habitualmente con alteraciones motoras como torpeza y ataxia, con espasticidad progresiva y eventualmente afectación cognitiva6. Otros síntomas de compromiso del sistema nervioso central incluyen clonías audiógenas, crisis comiciales y alteraciones sensoriales (ceguera y sordera). En las formas tardías o atenuadas los síntomas son muy variados (afectación piramidal, extrapiramidal, cerebelosa, incluso psiquiátrica) y con frecuencia se presentan varios a la vez.  

La “mancha rojo cereza” de la retina es característica de unas pocas enfermedades lisosomales (Tabla 4). Se aprecia opacidad corneal en pacientes con mucopolisacaridosis I, mucolipidosis II, III y IV, α‐manosidosis y enfermedad de Fabry3, en esta última con una disposición radiada característica (cornea verticillata). La oftalmoplejía supranuclear es un trastorno de la motilidad ocular típico de la enfermedad de Gaucher III y del Niemann‐Pick C.  

 

Tabla 4. Causas frecuentes de “mancha rojo cereza” macular (adaptado de 3,6,7). 

‐ Gangliosidosis GM1 y GM2. 

‐ Sialidosis I y II. 

‐ Galactosialidosis. 

‐ Niemann‐Pick tipos A y C (raro en C). 

‐ Enfermedad de Farber (raro). 

‐ Leucodistrofia metacromática (raro). 

‐ Enfermedad de Krabbe (raro). 

 

La enfermedad de Pompe presenta una miocardiopatía típica con cardiomegalia y alteraciones electrocardiográficas características. También existe afectación cardiaca evolutiva en la enfermedad de Fabry y en las mucopolisacaridosis. En éstas y en algunas glucoproteinosis y oligosacaridosis existe afectación valvular6. 

La afectación renal es progresiva en muchos pacientes con enfermedad de Fabry. 

De los hallazgos cutáneos, algunos son específicos como las pápulas marfileñas de la espalda y los brazos del síndrome de Hunter, mientras otros son comunes e inespecíficos como los angioqueratomas (pequeñas telangiectasias, rojo oscuras, planas o un poco elevadas, agrupadas, en tronco, perineo y porción superior de nalgas) que, a veces, se observan de forma florida en la enfermedad de Fabry, pero pueden verse en fucosidosis, manosidosis, enfermedad de Schindler, gangliosidosis GM1, sialidosis y galactosialidosis6. 

Entre las claves de laboratorio destaca la presencia de linfocitos vacuolados en el frotis de sangre periférica (Tabla 5) (Figura 4). La determinación en suero de sialotransferrina orienta el diagnóstico de los defectos congénitos de glicosilación (CDG). El examen de la médula ósea, rara vez es necesario. Por el contrario, suele ser muy útil, ante la sospecha de enfermedad lisosomal, la determinación de mucopolisacáridos 

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(glucosaminoglicanos), oligosacáridos y, en algunos casos, ácido siálico en la orina. La neuroimagen es muchas veces inespecífica, pero puede mostrar un patrón de poliodistrofia, leucodistrofia y/o afectación de los ganglios basales, que contribuye ala orientación diagnóstica. En algunas enfermedades lisosomales, pueden ser de ayuda los estudios neurofisiológicos y el examen ultraestructural de la piel. 

 

Tabla 5. Linfocitos vacuolados en frotis de sangre periférica (adaptado de 3). 

‐ Gangliosidosis GM1 tipo I. 

‐ Enfermedad I‐cell. 

‐ Ceroidolipofuscinosis juvenil. 

‐ Fucosidosis. 

‐ Aspartilglucosaminuria. 

‐ Sialidosis II. 

‐ Enfermedad por depósito de ácido siálico. 

‐ α‐manosidosis. 

‐ Niemann‐Pick tipo A. 

 

Figura 4. Linfocitos vacuolados en un frotis de sangre periférica 

 

 

El diagnóstico bioquímico se basa en la demostración del déficit bioquímico específico en suero, leucocitos o fibroblastos. En los casos en que se conoce la localización del gen implicado, se puede determinar la mutación o defecto molecular específico que causa la enfermedad en un determinado individuo o familia. Con frecuencia, es posible 

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el diagnóstico prenatal y de portadores, siendo más sencillo y fiable si conocemos la alteración genética molecular. 

 

Tratamiento 

 

En todos los casos es necesario proveer de medidas de tratamiento sintomático que aseguren una calidad de vida adecuada a los pacientes. El mantenimiento de un estado nutricional adecuado, el apoyo psicológico para el paciente y la familia, el apoyo escolar, la rehabilitación, el tratamiento ortopédico, así como el tratamiento de las posibles complicaciones de cada enfermedad son imprescindibles. Las terapias específicas actualmente en uso para algunos trastornos lisosomales son: el transplante de progenitores hematopoyéticos, el tratamiento enzimático sustitutivo y el tratamiento con pequeñas moléculas actuando como chaperonas o  como inhibidores de la síntesis de sustrato8. El transplante de progenitores hematopoyéticos sigue siendo de elección en algunos pacientes seleccionados con mucopolisacaridosis I (síndrome de Hurler), enfermedad de Krabbe, leucodistrofia metacromática y adrenoleucodistrofia ligada a X. Se está empleando con éxito la terapia de reemplazamiento enzimático en las enfermedades de Gaucher, Pompe y Fabry, y en las mucopolisacaridosis I, II y VI. La terapia de reducción de sustrato está autorizada en la enfermedad de Gaucher y se cree que puede ser beneficiosa en algunas esfingolipidosis atenuadas. El tratamiento con chaperonas está en una etapa muy inicial8. La terapia génica, que teóricamente debería ofrecer una respuesta definitiva a estos enfermos, se halla todavía en fase de ensayos de laboratorio2.  

 

 

1. Esfingolipidosis  

Las esfingolipidosis resultan del acúmulo excesivo de esfingolípidos (lípidos que contienen esfingosina), que son componentes esenciales de las membranas del sistema nervioso central. 

 

 

1.1.‐Enfermedad de Gaucher 

 

La enfermedad de Gaucher está causada por un déficit de glucocerebrosidasa. Desde el punto de vista didáctico se reconocen tres fenotipos clínicos, pero se puede hablar de un continuo de enfermedad, desde formas rápidamente progresivas de inicio precoz a formas escasamente sintomáticas de progresión lenta. Es más frecuente en judíos ashkenazi. La forma tipo 1 o no neuronopática representa más del 80% de los casos de enfermedad de Gaucher. Se caracteriza por esplenomegalia, pancitopenia, hepatomegalia, afectación ósea y ausencia de afectación neurológica. La enfermedad 

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ósea es especialmente perniciosa y progresa desde osteopenia y lesiones escleróticas a osteonecrosis y fracturas patológicas. Las articulaciones de los miembros inferiores son especialmente vulnerables. Los infartos esplénicos pueden producir dolor abdominal grave6. Casi un 50% de los pacientes inician su enfermedad antes de los 10 años9; la presencia de enfermedad en la niñez sugiere una enfermedad más grave y un curso más progresivo10. Los niños suelen mostrar esplenomegalia importante y retraso del crecimiento y de la pubertad11.  

El tipo 2 o forma neuronopática aguda o infantil, la menos frecuente, comienza en el primer año de vida con esplenomegalia y manifestaciones neurológicas graves, con afectación bulbar progresiva (estridor, estrabismo, parálisis de la mirada horizontal y dificultades para tragar). Puede observarse afectación piramidal (opistótonos, espasticidad, trismus) y cognitiva. A veces se presentan crisis mioclónicas y movimientos coreoatetósicos12. Se han identificado 2 subgrupos: A, con poca o ninguna afectación piramidal, irritabilidad o afectación cognitiva; B, con afectación piramidal y cognitiva evidente y muerte antes de los dos años11,13. Hay una variante neonatal fatal asociada a hidropesía fetal o niño “collodion”11,6.  

La enfermedad de Gaucher tipo 3 o forma neuronopática crónica es muy heterogénea. Puede presentarse con una afectación sistémica grave y parálisis supranuclear de la mirada horizontal, con o sin retraso psicomotor, afectación auditiva y otros déficits del tronco cerebral. Otro fenotipo frecuente incluye una enfermedad sistémica leve, pero con encefalopatía mioclónica progresiva, con crisis, demencia y muerte11.  

En el aspirado de médula ósea pueden apreciarse células de Gaucher (macrófagos cargados de lípidos con citoplasma espumoso). En suero puede verse un aumento de fosfatasa ácida resistente a tartrato, niveles altos de ferritina y de enzima convertidora de angiotensina y, especialmente, quitotriosidasa (que se correlaciona con la eficacia terapéutica). La resonancia magnética de la columna (sagital) y los fémures (coronal) es útil en la evaluación del grado de enfermedad infiltrativa de la médula ósea La actividad enzimática de glucocerebrosidasa se determina en leucocitos o fibroblastos. Este estudio se complementa con el análisis de las mutaciones12,14.  

Además de las medidas generales paliativas, el tratamiento de la enfermedad de Gaucher se basa en la administración intravenosa cada dos semanas de la enzima recombinante imiglucerase. Las dosis deben individualizarse según el tipo y la gravedad de la enfermedad. La terapia enzimática revierte las manifestaciones hematológicas y viscerales y estabiliza o mejora la afectación ósea10,15. La terapia de reducción de sustrato (miglustat) ha obtenido resultados favorables (disminución de visceromegalias, mejoría de los parámetros bioquímicos) en adultos con Gaucher tipo 1, y ha sido aprobada en aquellos con enfermedad ligera‐moderada, cuando el paciente no tolera o no desea recibir terapia enzimática16. La terapia enzimática no se recomienda en la enfermedad de Gaucher tipo 2, pues no mejora el pronóstico de la afectación neurológica. En el tipo 3 mejora la calidad de vida como consecuencia de la supresión de las manifestaciones extraneurológicas, pero no siempre frena la enfermedad neurológica. Puede ser útil el transplante de progenitores hematopoyéticos en niños que sufren deterioro neurológico o afectación pulmonar a pesar de la terapia enzimática17.  

 

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1.2. Enfermedad de Fabry 

 

Es una enfermedad ligada a X (gen localizado en Xq22.1) debida al déficit de la enzima α‐galactosidasa A que produce acumulación de glucoesfingolípidos (fundamentalmente globotriaosilceramida [Gb3]) en vasos sanguíneos, miocardio, sistema nervioso autónomo, riñón y córneas. Aunque la enfermedad primariamente afecta a los hombres, una significativa proporción de mujeres portadoras desarrollan síntomas, aunque más tardíos. La enfermedad puede hacerse evidente en la niñez o adolescencia con ataques recurrentes de dolor quemante o lancinante en la porción distal de las extremidades (acroparestesias), a menudo, inducidos por el ejercicio o la fiebre3,14.  Los episodios de dolor, que pueden durar días o semanas, se acompañan frecuentemente de fiebre y aumento de la velocidad de sedimentación globular3. Puede haber edema de manos o pies, crisis de dolor abdominal y episodios de diarrea. El angioqueratoma aparece como pequeñas telangiectasias, rojo oscuras, planos o un poco elevadas, distribuidas simétricamente entre el ombligo y las rodillas, y, a veces, en mucosa oral. Puede haber hipohidrosis. El examen con lámpara de hendidura puede mostrar opacidades corneales radiadas (córnea verticillata) o en espiral, desde etapas muy tempranas, tanto en hombres como en mujeres, cataratas en forma de pluma, y tortuosidades de los vasos de la conjuntiva y la retina14. Los signos de enfermedad renal (hipertensión arterial e insuficiencia renal, a menudo, precedidas por proteinuria), cardiaca (arritmias, miocardiopatía hipertrófica y, eventualmente, insuficiencia cardiaca) y cerebrovascular (ataques isquémicos transitorios, infartos cerebrales, lesiones de sustancia blanca, hemiparesia) aparecen generalmente en adultos3,11,14. La muerte ocurre por uremia o por enfermedad cerebrovascular. La supervivencia sin tratamiento es de unos 50 años en los hombres.  

El diagnóstico en varones (hemicigotos) se establece en base a una actividad reducida de α‐galactosidasa A con posterior confirmación en leucocitos o fibroblastos cultivados. Las hembras heterocigotas pueden tener niveles de actividad normales o bajos y por tanto el estudio enzimático no es fiable para la detección de portadoras, siendo necesario el estudio molecular. Puede realizarse diagnóstico prenatal bioquímico o molecular. Grandes cantidades de Gb3 se excretan en la orina de los hombres hemicigotos, y cantidades menores pero significativas en mujeres heterocigotas. La medida de Gb3 puede ser útil en el seguimiento del tratamiento11. 

Las medidas generales incluyen: aliviar y prevenir los episodios de dolor y acroparestesias, y tratar en caso preciso la enfermedad renal y cardiaca. Con frecuencia se usan antiagregantes como profilaxis del infarto cerebral e inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina como protección renal en pacientes con proteinuria14. El tratamiento de reemplazamiento enzimático es seguro y mejora la función renal en pacientes con afectación leve‐moderada, la función cardiaca, el dolor neuropático y la calidad de vida18. En la actualidad, se utilizan dos enzimas con acción similar: agalsidasa alfa y agalsidasa beta. 

 

 

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1.3. Gangliosidosis GM1 

 

Las gangliosidosis GM1 están causadas por el déficit de la enzima β‐galactosidasa. La gangliosidosis GM1 infantil precoz (tipo 1) se presenta poco después del nacimiento con hipotonía y dificultades de alimentación y un aspecto hurleroide sin opacidad corneal, con hepatoesplenomegalia y displasia esquelética3,6. También puede presentarse en el periodo neonatal con hidropesía fetal o miocardiopatía grave11. Muchos pacientes tienen edema facial y periférico. El desarrollo psicomotor al principio es lento y después regresa. Es de destacar la hipertrofia gingival y, en un 50%, la existencia de una “mancha rojo cereza” en la mácula. En la evolución se aprecian ceguera, crisis y espasticidad3,11. La enfermedad es rápidamente progresiva, con muerte generalmente antes de los dos años.  

Hay una forma infantil tardía (tipo 2) de inicio a los 12‐18 meses, que cursa con un trastorno de la marcha y regresión, sin dismorfias ni visceromegalias ni alteraciones visuales. Pueden presentar alteraciones óseas moderadas, sobre todo en la columna. Con el tiempo desarrollan tetraplejía espástica y parálisis pseudobulbar3,11.  

La forma crónica de comienzo tardío (tipo 3) puede iniciarse en la niñez o adolescencia con un cuadro lentamente progresivo con disartria y distonía, sin cambios retinianos ni dismorfias ni visceromegalias. La afectación cognitiva es generalmente ligera o moderada3.  

El diagnóstico se basa en los hallazgos clínicos (más expresivos en la forma infantil precoz), las anomalías radiológicas (similares al síndrome de Hurler en el tipo 1), la presencia de linfocitos vacuolados en el frotis de sangre periférica (no constante) y de oligosacáridos conteniendo galactosa en la orina y la medición de la actividad enzimática en leucocitos o fibroblastos.  

 

 

1.4. Gangliosidosis GM2 

 

Las gangliosidosis GM2 están causadas por el déficit de hexosaminidasa A (Hex A) o de la proteína activadora de GM2. Se necesita que este cofactor presente el gangliósido GM2 a la enzima Hex A haciéndolo más accesible y soluble para la catálisis. Hay dos isoenzimas: Hex A (formada por cadenas α y β) y hexosaminidasa B o Hex B (formada sólo por cadenas β). Tres defectos genéticos distintos pueden producir gangliosidosis GM2: las mutaciones en el gen HEXA que codifica la subunidad α de Hex A (enfermedad de Tay‐Sachs o variante B), en el gen HEXB que codifica la subunidad β de Hex A y Hex B (enfermedad de Sandhoff o variante 0) y en el gen GM2A que codifica la proteína activadora de GM2. Se denomina variante B1 a una mutación específica de HEXA que, aunque mantiene su actividad catalítica frente a los substratos artificiales no sulfatados (que son los usados normalmente en las pruebas rutinarias de laboratorio), no presenta actividad catalítica frente al gangliósido GM2 natural o frente a substratos sulfatados19,20.   

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La enfermedad de Tay‐Sachs es la forma infantil precoz o aguda del déficit de Hex A. Comienza en los primeros meses de vida con clonías audiógenas no habituables, hipotonía y alteración visual debida a la presencia de una “mancha rojo cereza” en la mácula. Hay una regresión del desarrollo e instauración paulatina de espasticidad y macrocefalia y, en algunos pacientes, crisis. La muerte se produce entre los 2 y 4 años. La enfermedad de Sandhoff es la forma infantil precoz o aguda de la deficiencia de Hex A y B. Aunque menos frecuente, presenta un cuadro clínico prácticamente idéntico a la enfermedad de Tay‐Sachs, salvo que pueden observarse visceromegalias y deformidades óseas. Las gangliosidosis GM2 por deficiencia del activador clínicamente se presentan como una forma infantil precoz1,3,11.  

Las gangliosidosis GM2 de comienzo tardío son raras. Las formas subagudas se suelen presentar entre los 2 y 6 años con una mezcla de disartria y ataxia con signos piramidales. En la evolución se aprecian aumento de la espasticidad y crisis. El mioclonus puede ser prominente. La pérdida visual es más tardía que en la forma infantil, y la degeneración macular menos frecuente. La mayoría se deben a deficiencia de Hex A (a menudo a la variante B1). Las formas crónicas pueden iniciarse desde la niñez a la vida adulta, con una gran variedad de síntomas clínicos. Se han descrito formas de presentación con predominio de la distonía, como síndromes espinocerebelosos, como enfermedad de neurona motora, o con psicosis con mala respuesta a antipsicóticos. La afectación intelectual está ausente o es ligera durante mucho tiempo de la evolución. Algunos pacientes pueden tener disfunción autonómica. Son más frecuentes las mutaciones de HEXA que de HEXB11,19. 

Los hallazgos más frecuentes en la resonancia magnética cerebral (RMC) son: en las formas precoces,  alteración de señal de los ganglios basales y de la sustancia blanca y eventualmente atrofia cortical; y, en las formas tardías, atrofia cerebelosa19,20. La confirmación del diagnóstico se hace mediante el estudio enzimático en leucocitos o fibroblastos, y el estudio molecular de las mutaciones. Algunos individuos presentan pseudodeficiencia (deficiencia de la actividad frente a Hex A con el sustrato artificial, pero no con el sustrato natural)3,20.  

No existe una terapia curativa. Se han obtenido buenos resultados con miglustat (terapia de reducción de sustrato) en modelos de ratón de gangliosidosis GM211. 

 

 

1.5. Enfermedad de Krabbe o leucodistrofia de células globoides 

 

La leucodistrofia de células globoides es una enfermedad autosómica recesiva que puede estar causada por una deficiencia de la enzima galactosilceramidasa o de su proteína activadora / protectora saposina A21, que llevan a la acumulación de galactosilceramida en forma de “células globoides” (macrófagos multinucleares) en las áreas desmielinizadas, y del metabolito tóxico psicosina en oligodendrocitos y células de Schwann3,11.  

En la forma infantil precoz o enfermedad de Krabbe, la más frecuente, los síntomas se inician entre los 3 y 6 meses de vida con irritabilidad, vómitos y mala alimentación, 

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espasmos tónicos ante estímulos (con el tiempo, opistótonos permanente), deterioro psicomotor progresivo y signos piramidales. Son frecuentes los episodios de fiebre inexplicada y la hipersalivación. Puede haber crisis. En la evolución, se observa ceguera seguida de pérdida de las funciones bulbares e hipotonía. La muerte sobreviene generalmente antes de los 2 años de vida. Los ROT pueden estar aumentados inicialmente, pero después desaparecen por la neuropatía periférica. Se observa hiperproteinorraquia y una velocidad de conducción motora muy disminuida y, con el tiempo, atrofia óptica. La tomografia computarizada (TC) muestra atrofia cerebral y puede mostrar hiperdensidad en tálamo, núcleo caudado y corona radiada22. La RMC revela una leucodistrofia desmielinizante que se inicia en regiones periventriculares posteriores,  tálamo, cerebelo y centros semiovales. Los potenciales evocados son anormales y retrasados.  

Un 10‐15% de pacientes tienen un comienzo más tardío. Las formas infantiles tardías y juveniles comienzan entre los 15 meses y 10 años (la mayoría antes de los 5 años), con trastornos de la marcha (espasticidad o ataxia) en un niño previamente normal o ligeramente retrasado. Las alteraciones visuales y la atrofia óptica son comunes en las formas infantiles tardías. Sólo un 50% tienen neuropatía periférica. Las crisis son infrecuentes, pero pueden ser un problema importante. El deterioro mental es variable. El curso es impredecible, incluso en la misma familia. Muchos pacientes muestran un deterioro rápido, seguido de una progresión más gradual durante años. Los pacientes adultos, a menudo, presentan paraparesia espástica, con o sin neuropatía periférica y, generalmente, sin deterioro mental11. El único paciente descrito debido a deficiencia de saposina A tenía un fenotipo infantil21.  

El diagnóstico se basa en el estudio de la actividad de galactosilceramidasa en leucocitos o fibroblastos. Antes de realizar un diagnóstico prenatal se debe hacer estudio enzimático a ambos padres, pues la pseudodeficiencia debida a polimorfismos es muy común11. 

En las formas avanzadas, es importante el tratamiento de soporte del dolor y de la espasticidad. El trasplante de progenitores hematopoyéticos, realizado precozmente, puede ser eficaz para prevenir o limitar la progresión de la enfermedad tanto en las formas tardías23, como en las formas precoces24; en este caso, cuando se practica el procedimiento en el periodo neonatal. 

 

 

1.6. Leucodistrofia metacromática 

 

La leucodistrofia metacromática o sulfatidosis se debe, en la mayoría de los casos, a un defecto de la enzima arilsulfatasa A y, en unos pocos, a la deficiencia de la proteína activadora saposina B, necesaria para la actividad enzimática normal. Los sulfátidos se encuentran predominantemente en la mielina del sistema nervioso.  

La forma infantil tardía, la más frecuente, se inicia en el segundo año de vida de forma insidiosa (aunque a veces puede surgir de forma abrupta tras una infección), con dificultades progresivas de la marcha (paraparesia progresiva). Los miembros 

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inferiores están débiles, y las caídas son frecuentes. En general, se observa una combinación de signos piramidales (espasticidad y Babinski) y disminución de reflejos osteotendinosos; pero puede observarse paraparesia flácida con hipotonía, arreflexia y respuesta plantar normal, o paraparesia espástica con hiperreflexia3. Puede haber estrabismo o nistagmus. Evolutivamente se produce tetraplejía espástica, deterioro del lenguaje, demencia, atrofia óptica que lleva a ceguera, seguido de un estado vegetativo y muerte 2‐4 años tras el diagnóstico. Existe una disminución muy marcada de la velocidad de conducción motora y sensitiva y es casi constante la existencia de hiperproteinorraquia3,25,26.  

La forma juvenil, de inicio entre los 4 y los 12 años de vida, presenta una mezcla de dificultades cognitivas (regresión mental y trastornos comportamentales) y alteraciones de la marcha. Puede haber convulsiones y trastornos del movimiento. La velocidad de conducción del nervio y las proteínas en el líquido cefalorraquídeo (LCR) pueden ser normales. La forma del adulto puede comenzar a cualquier edad después de la pubertad, generalmente con trastornos psiquiátricos, y un curso lento. Aquí, las proteínas del LCR y la velocidad de conducción son normales1,3. A veces, se presenta con afectación motora predominante (signos piramidales, cerebelosos, distonía y neuropatía periférica o sólo con neuropatía periférica)11. Debe considerarse la posibilidad de leucodistrofia metacromática en pacientes que presentan deterioro en el comportamiento o en las capacidades mentales, un trastorno progresivo de la marcha o de la coordinación o una polineuropatía progresiva14. 

En todas las formas, la TC y la RMC muestran desmielinización de la sustancia blanca periventricular, que puede ser inicialmente muy leve (sobre todo en las formas tardías). El diagnóstico se confirma por la detección del déficit de arilsulfatasa A en leucocitos y  fibroblastos. Un 1‐2% de la población europea presenta pseudodeficiencia, con actividad de arilsulfatasa de un 5‐15% de los valores normales pero sin anomalías clínicas ni histológicas detectables, y con sulfatiduria normal o sólo ligeramente elevada. Por ello, se debe determinar la sulfatiduria en todos los pacientes en que se sospeche leucodistrofia metacromática. El análisis molecular es esencial en el estudio familiar y el diagnóstico prenatal11,14.  

En las formas tardías se ha recomendado transplante de progenitores hematopoyéticos en pacientes presintomáticos o al inicio de la enfermedad, con buena función neuropsicológica e independientes. En la forma infantil tardía sólo se recomienda precozmente en el primer año de vida, tras un diagnóstico prenatal o postnatal temprano, un año antes del comienzo clínico esperado17.  

 

 

1.7. Mucosulfatidosis o déficit múltiple de sulfatasas o enfermedad de Austin 

 

La mucosulfatidosis es un raro trastorno producido por el déficit de arilsulfatasas A, B y C,  y  de  otras  sulfatasas  implicadas  en  la  degradación  de  sulfátidos, glucosaminoglucanos  (mucopolisacáridos)  y  otras moléculas  complejas  sulfatadas.  El cuadro  clínico  asocia  las  características  de  la  leucodistrofia  metacromática  infantil 

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tardía  (regresión,  dificultades  de  la  marcha,  combinación  de  signos  piramidales  y neuropatía  periférica),  las  mucopolisacaridosis  (dismorfia  facial,  hepatomegalia, sordera, alteraciones óseas) y, un signo muy característico,  la  ictiosis (evidente en  las primeras  semanas de vida). La velocidad de conducción nerviosa está disminuida, se observa  hiperproteinorraquia  y  en  la  orina  se  excretan  cantidades  excesivas  de sulfátidos y glucosaminoglucanos3,14.   1.8. Enfermedad de Niemann‐Pick  La enfermedad de Niemann‐Pick puede clasificarse, según su defecto metabólico, en dos entidades claramente separadas: deficiencias de esfingomielinasa, que incluye los tipos A y B; y defectos del tráfico de lípidos, que corresponde al tipo C11.  

La enfermedad de Niemann‐Pick tipo A o forma aguda neuronopática infantil comienza en  las  primeras  semanas  de  vida  con  dificultades  de  alimentación  y,  después, hipotrofia  y  visceromegalias. Después del año  se produce  regresión neurológica  con signos piramidales, crisis mioclónicas y en un 50% ceguera con “mancha rojo cereza”. La muerte ocurre antes de  los 5 años. En sangre se ven  linfocitos vacuolados, y en  la médula ósea células espumosas (histiocitos vacuolados).  

La  enfermedad  de  Niemann‐Pick  tipo  B  o  forma  crónica  no  neuronopática  se caracteriza por hepatoesplenomegalia e  infiltrados pulmonares.  La gravedad es muy variable, y la enfermedad puede comenzar desde el periodo neonatal a la vida adulta. Son  frecuentes  las  anomalías  radiológicas  pulmonares,  con  un  patrón  intersticial,  y afectación de la función pulmonar variable27. 

En  la Tabla 6 pueden verse  las diferencias del Niemann‐Pick tipo A y B. El diagnóstico en los tipos A y B se basa en la demostración de un déficit de esfingomielinasa ácida en leucocitos  o  fibroblastos.  No  hay  un  tratamiento  específico  en  la  actualidad.  El transplante de médula ósea no parece ser útil en el tipo A y podría serlo en el tipo B, pero se asocia a una alta morbilidad y mortalidad. Están previstos ensayos clínicos de terapia enzimática en el Niemann‐Pick tipo B. 

 

Tabla 6. Hallazgos típicos de la enfermedad de Niemann‐Pick deficiente en esfingomielinasa ácida (adaptado de 27). 

 

  Tipo A  Tipo B 

Edad de comienzo / diagnóstico  Infantil precoz  Niñez ‐ adulto 

Neurodegeneración  +  ±  

Mancha rojo cereza  +  ± 

Hepatoesplenomegalia  +  + 

Células espumosas en la médula ósea 

+  + 

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Afectación pulmonar  ±  + 

Edad de fallecimiento  2‐3 años  Niñez – adulto 

Predilección por judíos ashkenazi  +  ‐ 

Actividad de esfingomielinasa ácida  < 5%  < 10% 

 

La enfermedad de Niemann‐Pick  tipo C o  forma crónica neuronopática se asocia con anomalías en el tráfico celular de colesterol y esfingolípidos. Al menos dos genes, NPC1 (18q11)  y NPC2  (14q) pueden estar  implicados;  aunque  la mayoría de  los pacientes (95%)  tiene mutaciones  en  NPC13,6.  La  enfermedad  es muy  heterogénea,  y  puede presentarse  con  hidropesía  fetal  o  insuficiencia  hepática  en  el  periodo  neonatal,  o permanecer asintomática hasta  la edad adulta6. Las manifestaciones  iniciales pueden ser  hepáticas,  neurológicas  o  psiquiátricas.  Las  manifestaciones  sistémicas  y neurológicas  siguen un  curso  independiente28. Una afectación hepática es  frecuente en  los  primeros meses  de  vida.  Casi  la mitad  de  los  pacientes  tienen  una  ictericia colestática  neonatal  con  hepatoesplenomegalia. Unos  cuantos  de  ellos  empeoran  y mueren  de  insuficiencia  hepática  antes  de  los  6 meses  de  edad  (forma  colestática neonatal rápidamente fatal). En la mayoría, la ictericia se resuelve y sólo permanece la hepatoesplenomegalia.  En  niños  sin  estos  antecedentes,  la  hepatoesplenomegalia puede ser el signo de presentación, y puede ser el único hallazgo durante años, hasta el comienzo de los síntomas neurológicos. Las visceromegalias tienden a disminuir con el  tiempo  y  no  siempre  están  presentes  en  las  formas  tardías11.  Los  pacientes  se clasifican  de  acuerdo  a  la  edad  de  comienzo  de  los  síntomas  neurológicos,  que  se correlaciona con el curso de la enfermedad y la supervivencia. 

La forma  infantil severa se caracteriza por hepatoesplenomegalia, hipotonía y retraso motor,  que  se  hace  más  evidente  a  la  edad  de  1‐2  años,  con  regresión  mental, espasticidad  progresiva  y  claros  signos  de  leucodistrofia,  con muerte  generalmente antes de los 5 años28. 

La presentación  clásica  (60‐70% de  los pacientes)  incluye  las  formas  infantil  tardía y juvenil. La  forma  infantil tardía se presenta entre  los 3 y 5 años con visceromegalias, alteraciones de  la marcha debidos a ataxia y después afectación  cognitiva.  La  forma juvenil  se manifiesta entre  los 6  y 15 años de  forma más  insidiosa.  Son  comunes el déficit  de  atención  y  las  dispraxias,  seguidos  de  torpeza  progresiva,  mayores dificultades  de  aprendizaje  y  ataxia.  En  ambas  formas,  es  característica  la  parálisis supranuclear de  la mirada vertical. La cataplejía ocurre en un 20% y,  rara vez, es un síntoma de presentación.  La distonía y  la  coreoatetosis  son prominentes en algunos pacientes.  Otros  síntomas  frecuentes  en  la  evolución  son:  disfagia,  disartria,  crisis parciales  o  generalizadas,  espasticidad,  deterioro  mental  y  alteraciones comportamentales3,11,28.  La  RMC  muestra  con  frecuencia  atrofia  de  cerebelo3.  La muerte acontece entre los 7 y 12 años en la forma infantil tardía y es muy variable en la forma juvenil. 

La  forma  del  adulto  es  de  presentación  aún  más  insidiosa.  En  algunos  pacientes destaca  la  ataxia,  la  distonía  y  la  disartria  con  una  disfunción  cognitiva  variable; mientras,  en  otros,  predominan  los  síntomas  psiquiátricos  y  la  demencia.  Estos 

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pacientes pueden no mostrar visceromegalias, ni parálisis de  la mirada vertical, y  las crisis son raras. 

La actividad de esfingomielinasa en leucocitos es normal, y en fibroblastos puede estar disminuida  o  ser  normal.  Los  fibroblastos  muestran  un  depósito  de  colesterol  no esterificado  perinuclear,  que  muestra  una  intensa  fluorescencia  en  la  tinción  con filipina. La identificación de las mutaciones causales en NPC1 o NPC2 requiere estudios especializados,  dada  la  heterogeneidad  genética  existente.  Es  posible  el  diagnóstico prenatal3,11,14,28.  

No  hay  un  tratamiento  específico.  La  cataplejía  puede  tratarse  con  clomipramina  o modafinilo.  Los  hipolipemiantes  (estatinas)  no  producen  mejoría  de  los  síntomas neurológicos. El transplante de médula ósea no tuvo impacto sobre la progresión de la enfermedad neurológica28. Hay algunos ensayos en marcha para determinar la utilidad de la terapia de reducción de sustrato (miglustat) en esta enfermedad.  

 

 

1.9. Enfermedad de Farber 

 

La enfermedad de Farber, también llamada lipogranulomatosis o ceramidosis, se trata de un  raro  trastorno producido por el déficit de  la enzima  lisosomal ceramidasa y el acúmulo  tisular de  ceramida. En  las primeras  semanas o meses de vida  se observan nódulos subcutáneos periarticulares y una ronquera progresiva debida a  la afectación laríngea.  Es  frecuente  la  disnea  por  infiltración  peribronquial  y  perialveolar.  Los nódulos  subcutáneos  aparecen  en  la  superficie  dorsal  de  las  articulaciones  (dedos, muñecas,  codos)  y  sobre  puntos  de  presión  (occipucio,  columna,  región lumbosacra)1,3,14.  En  la  evolución  se  produce  una  artropatía  generalizada  y malnutrición grave. Puede haber hepatomegalia y “mancha rojo cereza”. La afectación neurológica es variable y puede incluir retraso mental grave con crisis o una afectación neurológica ligera11. La muerte suele ocurrir en los primeros años de vida. Un 25% de los pacientes tienen una mayor supervivencia (tipos II y III), con inicio de los síntomas en el periodo de lactante o segundo año de vida, desarrollo intelectual normal en 2/3 y muerte  entre  los  5  y  18  años3.  El diagnóstico  se  realiza  demostrando  una  actividad reducida de ceramidasa ácida en  leucocitos o  fibroblastos. Se han  identificado varias mutaciones en el gen de la ceramidasa. No hay tratamiento específico. El tratamiento sintomático  se  basa  en  analgésicos,  corticoides  y  cirugía  plástica.  Se  han  publicado buenos resultados con transplante de médula ósea sólo en pacientes sin afectación del sistema nervioso central11. 

 

1.10. Deficiencia de lipasa ácida 

 

El acúmulo de ésteres de colesterol y triglicéridos secundaria a la deficiencia de lipasa ácida produce dos trastornos alélicos, la enfermedad de Wolman y la enfermedad por depósito de ésteres de colesterol6. 

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La enfermedad de Wolman  comienza en  las primeras  semanas de  vida  con  vómitos pertinaces, desnutrición, esteatorrea, distensión abdominal y hepatoesplenomegalia. Hay calcificación de  las suprarrenales que es patognomónica. La muerte   se produce antes del año de vida, como consecuencia de la insuficiencia hepática, la coagulopatía y la pancitopenia1,14.  

La  enfermedad por depósito de  ésteres de  colesterol  es más  leve, pudiendo no  ser detectada hasta  la vida adulta. La hepatomegalia puede ser  la única anomalía clínica, siendo rara la calcificación adrenal. Los pacientes desarrollan arteriosclerosis y fibrosis hepática precoz. 

Se  detectan  habitualmente  niveles  altos  de  colesterol  y  a  veces  de  triglicéridos  en sangre.  El  diagnóstico  se  basa  en  la  demostración  de  una  actividad  de  lipasa  ácida deficiente. 

Se  han  tratado  con  transplante  de  médula  ósea  2  pacientes  con  enfermedad  de Wolman  con normalización de  la  actividad de  lipasa  ácida  y mejoría de  los  signos  y síntomas.  Hay  estudios  preclínicos  de  terapia  enzimática  y  terapia  génica  con resultados favorables14.  

 

 

2. Mucopolisacaridosis  

Las mucopolisacaridosis (MPS) son trastornos de depósito lisosomal crónicos, multisistémicos y progresivos, causados por deficiencia de las enzimas que degradan los mucopolisacáridos o glucosaminoglucanos (GAG) (dermatán sulfato, heparán sulfato o queratán sulfato), Los niños afectados son generalmente normales al nacer y la enfermedad se diagnostica cuando el fenotipo progresa con el tiempo. En general, las MPS pueden presentarse de 3 formas: 1) como un síndrome dismórfico en forma de un “fenotipo Hurler” (ver más arriba); así, por ejemplo, MPS I, MPS II y MPS VI; 2) como dificultades de aprendizaje, trastornos de comportamiento y demencia (MPS III); o, 3) como una displasia ósea grave (MPS IV)29. Hay un continuo fenotípico en cada uno de los tipos descritos de MPS. La aproximación diagnóstica en las MPS se basa en la sospecha clínica, los exámenes radiológicos y la determinación de GAG en la orina (excepto en la MPS IX). El diagnóstico se confirma midiendo la actividad enzimática en leucocitos y fibroblastos y mediante estudios moleculares. Con excepción de la MPS II (síndrome de Hunter), todas las MPS tienen una herencia autosómica recesiva. Todas las familias deberían referirse a una consulta de consejo genético, donde se valorarán los posibles portadores y se dará información sobre la posibilidad de diagnóstico prenatal. 

 

2.1. MPS I 

 

La MPS I es debida al déficit de α‐L‐iduronidasa, que produce acúmulo de dermatán y heparán sulfato. El espectro fenotípico ha sido arbitrariamente dividido en tres formas 

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clínicas en base a la edad de presentación y la gravedad de la expresión clínica: el síndrome de Hurler, que es la forma más grave; el síndrome de Scheie, la forma más leve, y una forma intermedia o síndrome de Hurler‐Scheie.  

En el síndrome de Hurler (MPS IH)  los síntomas comienzan en el primer año de vida, con obstrucción respiratoria, secreción nasal persistente, infecciones recurrentes de vías respiratorias superiores y oídos, hernias abdominales y, a veces, cifosis o giba de la columna toracolumbar. En la evolución, presentan facies “hurleroide” característica, hepatoesplenomegalia, opacidad corneal, sordera mixta, limitación articular, retraso estatural, apnea obstructiva y retraso mental progresivo. Las anomalías cardiacas son frecuentes e incluyen disfunción valvular, engrosamiento miocárdico y estenosis coronaria. Radiológicamente muestran una disostosis múltiple florida. La TC/RMC puede evidenciar aumento de los espacios perivasculares, alteración de la sustancia blanca, atrofia cortical y dilatación ventricular. La muerte se produce hacia los 10 años, en general, por obstrucción de la vía aérea, infección respiratoria o complicaciones cardiacas1,3. En el síndrome de Scheie (MPS IS) los pacientes tienen una inteligencia y una estatura normales. Los síntomas no aparecen antes de los 5 años y consisten en: síndrome del túnel del carpo, anomalías oculares (además de la opacidad corneal, puede haber glaucoma y degeneración retiniana) y, a veces,  alteraciones de la válvula aórtica. El diagnóstico se realiza entre los 10 y 20 años de edad y la expectativa de vida en estos pacientes es casi normal. Los pacientes con síndrome de Hurler‐Scheie (MPS I H/S), la forma intermedia, no suelen tener síntomas hasta los 3‐4 años. Presentan talla baja, contracturas articulares, opacidades corneales y enfermedad valvular cardiaca, con poco o ningún retraso intelectual. Pueden observarse algunas complicaciones evolutivas como hidrocefalia, síndrome del túnel carpiano o compresión medular cervical. La supervivencia suele ser prolongada, siendo la obstrucción de la vía aérea y la afectación cardiaca las causas principales de muerte1,3,30. 

Además del tratamiento sintomático, el tratamiento de reemplazamiento enzimático (laronidasa) puede ser beneficioso en todas las formas clínicas de MPS I, y se considera de elección en las formas atenuadas, que no conllevan neurodegeneración31,32. Sin embargo, en las formas graves (MPS IH) sólo el transplante de progenitores hematopoyéticos (médula ósea o células de cordón umbilical) puede frenar el deterioro cognitivo. Actualmente, se estima que la indicación de transplante en MPS IH debería limitarse a niños menores de 2 años con cociente intelectual superior a 708,17,33. 

 

2.2. MPS II o síndrome de Hunter 

 

El síndrome de Hunter, ligado a X, se produce por la deficiencia de la enzima iduronato‐2‐sulfatasa, que resulta en depósito y excreción aumentada de dermatán y heparán sulfato. Las manifestaciones clínicas en los varones son similares a las de la MPS I, salvo la ausencia de opacidad corneal. Algunos pacientes, presentan lesiones papulares marfileñas sobre la espalda, hombros y muslos, que son características. El síndrome de Hunter es un continuo fenotípico desde las formas más graves letales en la niñez, a las más leves con una supervivencia casi normal. Desde un punto de vista clínico se clasifican en una forma grave y una forma atenuada, que se diferencian por 

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la presencia o no de neurodegeneración3,14,34. El gen de la iduronato‐2‐sulfatasa se ha localizado en la región Xq28. 

La terapia enzimática sustitutiva (idursulfasa) ha mostrado ser eficaz en el síndrome de Hunter, sin embargo, no atraviesa la barrera hematoencefálica y por tanto no mejora el deterioro neurológico progresivo de las formas graves35,36. Las series publicadas de transplante de médula ósea en el síndrome de Hunter grave han mostrado poca mejoría en el funcionamiento del SNC, por lo que es una opinión muy extendida no realizar transplante de progenitores hematopoyéticos en estos pacientes17. 

 

2.3. MPS III o síndrome de Sanfilippo 

 

Este síndrome incluye un grupo de pacientes con un fenotipo similar resultante de un defecto de la degradación de heparán sulfato, debido a cuatro trastornos enzimáticos distintos: A (sulfamidasa o heparán‐N‐sulfatasa), B (α‐N‐acetilglucosaminidasa), C (acetilCoA glucosamine N‐acetiltransferasa) y D (N‐acetilglucosamina‐6‐sulfatasa). Se caracteriza clínicamente por una degeneración grave del sistema nervioso central con sólo leve enfermedad somática. Los síntomas comienzan generalmente entre los 2 y 6 años de edad, con retraso del lenguaje, hiperactividad, conducta agresiva, retraso del desarrollo, hirsutismo y trastornos del sueño3,14,29. Las crisis no son raras, sobre todo en niños mayores. No suele haber opacidad corneal, pero puede haber retinosis pigmentaria y atrofia óptica. Al final de la primera década de la vida se produce un deterioro lento con pérdida de las habilidades, alteraciones de la marcha y signos piramidales, que abocan a un estado vegetativo y muerte, en general, al principio de la tercera década3,29. La MPS III debe incluirse en el diagnóstico diferencial de niños que se presentan con trastornos de conducta. Algunos métodos de detección de GAG en la orina pueden pasar por alto la excreción aumentada de heparán en la orina. El diagnóstico definitivo se consigue evaluando las distintas enzimas en leucocitos o fibroblastos.  

Algunos pacientes con problemas de sueño mejoran con melatonina. Los resultados hasta el momento del transplante de médula ósea muestran que no previene el deterioro neurológico37. 

 

2.4. MPS IV o síndrome de Morquio 

 

El síndrome de Morquio está causado por un defecto en la degradación de queratán sulfato. Incluye dos deficiencias enzimáticas genéticamente distintas: MPS IV A, debido a deficiencia de galactosa‐6‐sulfatasa y MPS IV B por deficiencia de β‐galactosidasa. Los dos tipos se caracterizan por nanismo con tronco corto, fina opacidad corneal, displasia esquelética e inteligencia normal. Las anomalías esqueléticas consisten en: platiespondilia (que causa un nanismo con tronco corto), cuello corto, genu valgo, pies planos, rodillas, codos y muñecas abultadas con desviación cubital e hipoplasia de odontoides1,3,38. Ésta, junto con la laxitud ligamentosa y el depósito extradural de GAG produce subluxación atlantoaxoidea, con cuadriplejía subsecuente e incluso muerte. 

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Puede observarse afectación pulmonar, enfermedad valvular y coronaria, hipoacusia, hepatomegalia, dismorfia facial y dientes separados con defectos del esmalte38.  

La MPS IV B fue inicialmente considerada una forma atenuada del síndrome de Morquio, ya que sus manifestaciones esqueléticas eran menos pronunciadas. Sin embargo, se ha visto una gran variabilidad fenotípica, con formas graves y otras ligeras38. La deficiencia enzimática de la MPS IV B es la misma que la de la gangliosidosis GM1; la variabilidad en la expresión clínica se atribuye a mutaciones alélicas distintas en el gen que codifica la β‐galactosidasa14. 

No hay tratamiento específico. La cirugía para estabilizar la columna cervical es una medida preventiva muchas veces necesaria. El transplante de médula ósea no está indicado, dado el escaso impacto de este procedimiento sobre la enfermedad ósea14.  

 

 

2.5. MPS VI o síndrome de Maroteaux‐Lamy 

 

La MPS VI resulta de la deficiencia de N‐acetilgalactosamina‐4‐sulfato (arilsulfatasa B) y produce una excreción urinaria excesiva de dermatán sulfato. Presenta un cuadro muy semejante a la MPS I, pero con una inteligencia normal. Destacan las anomalías esqueléticas y la afectación visual por opacidad corneal3,14. Existe una gran variabilidad en la gravedad de la expresión clínica, desde pacientes con afectación marcada desde el primer año de vida, a otros con enfermedad lentamente progresiva durante décadas39. Puede haber compresión de la médula cervical, hidrocefalia, afectación pulmonar y síndrome del túnel carpiano3,14. 

El transplante de médula ósea resuelve las visceromegalias, estabiliza la función cardiopulmonar y mejora la agudeza visual y la movilidad articular40, pero, en el momento actual, se prefiere la terapia enzimática sustitutiva (galsulfase), que parece segura y eficaz41. 

 

2.6. MPS VII o síndrome de Sly 

 

El síndrome de Sly se debe a la deficiencia de β‐glucuronidasa. Tiene un amplio espectro de manifestaciones clínicas. Hay una forma neonatal grave que produce hidropesía fetal. El resto de los pacientes presentan un cuadro clínico similar a la MPS I, incluyendo el mismo grado de heterogeneidad clínica14,29. Sólo hay una experiencia con transplante de médula ósea con resultado positivo42. 

 

 

 

 

 

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2.7. MPS IX o síndrome de Natowicz 

 

La MPS IX está causada por la deficiencia de hialuronidasa. En el único paciente descrito, el fenotipo es relativamente ligero, con masas en los tejidos blandos periarticulares, estatura algo baja y erosiones acetabulares de las articulaciones14,29.  

  3. Glucoproteinosis u oligosacaridosis  Las glucoproteínas están compuestas de un núcleo peptídico al que se unen cadenas de  oligosacáridos  de  forma  covalente.  Son  enfermedades  autosómicas  recesivas, parecidas clínicamente a las MPS pero sin mucopolisacariduria y con excreción urinaria anómala  de  oligosacáridos.  Entre  los  hallazgos  clínicos  se  encuentran:  facies  tosca, cierto  grado  de  disostosis  múltiple,  retraso  mental,  hipoacusia,  macroglosia  y visceromegalias.  La  determinación  del  patrón  de  oligosacáridos  se  realiza  con cromatografía  de  capa  fina  o  espectrometría  de  tándem  masas,  y  el  diagnóstico definitivo con la determinación enzimática en leucocitos o cultivo de fibroblastos29.   3.1. Manosidosis  La manosidosis se debe a deficiencia de α o β manosidasa.  La  α‐manosidosis  presenta  un  retraso mental moderado  a  grave,  junto  con  facies hurleroide,  opacidades  corneales  y  lenticulares,  visceromegalias,  infecciones recurrentes,  deformidades  esqueléticas  ligeras  y,  a menudo,  sordera.  Pueden  verse linfocitos vacuolados en el frotis de sangre periférica. Se distinguen por su gravedad y curso clínico: una forma infantil (tipo 1), con muerte entre los 3 y 10 años de vida;  y, otra juvenil (tipo 2), con un curso lento y supervivencia en la vida adulta3,14.  En  la  β‐manosidosis  las manifestaciones  clínicas  pueden  ser muy  variables,  incluso dentro de  la misma  familia.  Se  caracteriza por  sordera,  retraso mental,  alteraciones comportamentales,  infecciones  frecuentes  y,  a  veces,  crisis  y  angioqueratoma.  No existen  visceromegalias,  ni  dismorfia  facial,  ni  cambios  esqueléticos,  ni  linfocitos vacuolados3,14,29. Varios pacientes con α‐manosidosis se han beneficiado de un  transplante de médula ósea, con estabilización de las funciones neurocognitivas y cardiopulmonar, mejoría en tareas adaptativas, memoria verbal y audición14.   3.2. Fucosidosis   Se produce por deficiencia de α‐fucosidasa. La expresión clínica es muy variable, pero siempre con disfunción neurológica prominente. En la forma infantil precoz (tipo 1) el deterioro  neurológico  es  evidente  entre  los  6  y  18  meses  de  edad,  con  rápida 

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progresión a un estado de descerebración. En el tipo 2, la regresión no se inicia hasta los 2‐3 años y su progresión es más lenta. En ambos grupos la muerte sucede entre los 4 y 6 años. Los pacientes del tipo 3 pueden tener signos de afectación neurológica en los primeros años de vida, pero la enfermedad progresa lentamente hasta producir un deterioro  psicomotor  grave  en  la  adolescencia  o  la  vida  adulta.  Son  hallazgos distintivos la presencia de angioqueratoma y y la tortuosidad de los vasos conjuntivales y la degeneración pigmentaria de la retina3,14. La RMC muestra alteración de señal de la sustancia blanca extensa y progresiva. Se ha realizado transplante de médula ósea en unos pocos pacientes14.   3.3. Aspartilglucosaminuria  Está causada por el déficit de aspartilglucosaminidasa. La mayoría de los casos se han identificado  en  Finlandia.  Se  caracteriza  por  una  dismorfia  facial  característica,  un retraso  psicomotor  lentamente  progresivo,  manifestaciones  psiquiátricas  y supervivencia  en  muchos  casos  hasta  la  vida  adulta.  Pueden  verse  linfocitos vacuolados en el frotis de sangre periférica1,3,14.   3.4. Sialidosis  Las  sialidosis  son  debidas  a  la  deficiencia  de  α‐neuraminidasa,  que  resulta  en  la excreción de cantidades excesivas de sialiloligosacáridos. Su expresión clínica es muy variable: desde  formas de  comienzo neonatal  con hidropesía  fetal,  a otras  juveniles con supervivencia por encima de los 30 años. La  sialidosis  tipo  I  comienza  entre  los  8  y  15  años  con  pérdida  visual  progresiva, polimioclonías y “mancha rojo cereza”. Las polimioclonías son el hallazgo principal. Son sacudidas mioclínicas,  irregulares, múltiples, asíncronas, que aumentan con  la acción, la  intención,  los  estímulos  sensoriales  y  las  emociones.  Con  el  tiempo  son  muy incapacitantes.  Puede  haber  crisis  tónico‐clónicas  generalizadas  y  ataxia.  En  la evolución  hay  ceguera  y  atrofia  óptica  y  la  inteligencia  se  deteriora.  No  presentan dismorfia, ni visceromegalias, ni anomalías óseas. TC y RMC muestran atrofia cerebral y cerebelosa. Pueden verse unos pocos linfocitos vacuolados1,3,29.  La sialidosis tipo II es la mucolipidosis tipo I o sialidosis dismórfica. Se caracteriza por la presencia de un  fenotipo Hurler  con disostosis múltiple. Hay  tres  fenotipos  clínicos: una  forma  congénita  que  se manifiesta  al  nacer  como  hidropesía  fetal  y  lleva  a  la muerte en unas pocas semanas; una forma infantil precoz, de comienzo en el neonato o tras unas pocas semanas, que se manifiesta con un cuadro similar a la gangliosidosis GM1; y, una forma  infantil tardía o  juvenil, que se presenta entre  los 2 y  los 20 años, con  retraso psicomotor  ligero, dismorfia  facial, disostosis múltiple y, a veces, crisis y mioclonus3,14.       

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3.5. Galactosialidosis  En  la  galactosialidosis  existe  un  déficit  combinado  de  β‐galactosidasa  y  α‐neuraminidasa,  por  un  defecto  de  la  proteína  protectora  catepsina  A.  La  clínica  es variable y en muchos aspectos  superponible a  la  sialidosis  tipo  II. Se distinguen  tres fenotipos:  infantil precoz,  juvenil y del adulto. La mayoría de  los pacientes presentan facies  tosca,  displasia  vertebral,  visceromegalias,  anomalías  oculares,  células espumosas en la médula ósea y linfocitos vacuolados3,14.   3.6.  Enfermedad de Schindler  La  enfermedad  de  Schindler  está  causada  por  el  déficit  de  la  α‐N‐acetilgalactosaminidasa. En su forma  infantil, se puede considerar clínicamente como una  variante  de  distrofia  neuroaxonal  infantil.  Después  del  primer  año  de  vida  se produce  un  retraso  psicomotor  progresivo,  atrofia  óptica,  ceguera  cortical, espasticidad  y  frecuentes  crisis mioclónicas.  Los  potenciales  evocados  son  de  baja amplitud y retrasados. En la RMC hay atrofia de cerebro, cerebelo y tronco cerebral. La forma adulta, mucho más benigna, presenta angioqueratoma difuso. El diagnóstico se basa  en  la  demostración  del  déficit  enzimático  en  leucocitos  o  en  fibroblastos cultivados14,29.     

4. Mucolipidosis  Las  mucolipidosis  son  un  grupo  de  trastornos  con  un  cuadro  clínico  similar  a  las mucopolisacaridosis, pero sin aumento de excreción de GAG, y con depósito de lípidos y  polisacáridos  en  células  y  tejidos3.  Estos  trastornos  producen  una  anomalía  en  el transporte intracelular de enzimas recién sintetizadas al lisosoma, con una deficiencia asociada en el metabolismo de diversos sustratos14. La mucolipidosis  I es  la sialidosis tipo II (ver arriba).   4.1. Mucolipidosis II o enfermedad “I‐cell”  Se manifiesta con marcada dismorfia facial, hiperplasia gingival, opacidades corneales, retraso mental grave, contracturas, piel gruesa, giba  lumbar, alteración de  los huesos largos y supervivencia, en general, por debajo de los 8 años. Empieza antes y el curso es más rápido que en el síndrome de Hurler. Se pueden ver linfocitos vacuolados. Hay un  aumento  de  las  enzimas  lisosomales  en  plasma  y  una  disminución marcada  en fibroblastos cultivados3,14.     

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4.2. Mucolipidosis III o pseudoHurler  Es un trastorno alélico de  la mucolipidosis  II, pero el cuadro clínico, aunque variable,  es mucho más  leve, con supervivencia en  la vida adulta. Se caracteriza por nanismo, contracturas  articulares,  dismorfia  ligera  y  opacidades  corneales.  Algunos  pacientes tienen  trastornos del aprendizaje, valvulopatía y retinopatía. La artropatía erosiva de hombro y cadera puede ser muy incapacitante en adultos3,14,29.   4.3. Mucolipidosis IV  Se caracteriza por opacidad corneal, degeneración retiniana y retraso motor y mental profundo, sin dismorfia facial, ni alteración esquelética, ni visceromegalias. El curso de la enfermedad es prolongado, hasta la adolescencia o la vida adulta. El diagnóstico se hace  visualizando  con microscopía  electrónica,  inclusiones  que  contienen  lípidos  y polisacáridos en biopsia conjuntival o de piel o mediante estudios moleculares3,14.    

5. Glucogenosis   5.1. Glucogenosis tipo II o enfermedad de Pompe  Causada  por  la  enzima  lisosomal  α‐glucosidasa  (maltasa  ácida). Hay  un  espectro  de fenotipos clínicos desde  la  forma clásica a una  forma de comienzo  tardío puramente miopática. La forma infantil o clásica comienza en las primeras semanas o meses de vida, incluso pueden notarse los síntomas al nacer, es generalizada y con frecuencia fatal antes del año de vida. Puede manifestarse con mala alimentación y  falta de medro, cianosis y ataques de disnea, con evolución a insuficiencia cardiaca intratable. La reducción de la actividad motora espontánea y  la debilidad muscular son hallazgos prominentes. Los pacientes  pierden  el  sostén  cefálico,  no  se  sientan,  tienen  macroglosia  y  reflejos osteotendinosos  disminuidos  o  ausentes.  El  electromiograma  muestra  un  patrón miopático con descargas pseudomiotónicas. Puede haber fasciculaciones  linguales. Se aprecia  cardiomegalia  marcada  en  la  radiología  simple.  El  electrocardiograma  es característico con un marcado acortamiento del PR y alta amplitud de  los complejos QRS. El ecocardiograma muestra hipertrofia biventricular y obstrucción del  tracto de salida  del  ventrículo  izquierdo.  La  muerte  se  debe  a  insuficiencia  respiratoria  o neumonía aspirativa3,12,43. La  forma  juvenil  comienza  en  la  infancia  o  en  la  niñez  con  retraso motor  y  causa debilidad  proximal,  truncal  y  de  los músculos  respiratorios,  sin  afectación  cardiaca inicial llamativa. Pueden tener lordosis o escoliosis y pseudohipertrofia de pantorrillas. El  trastorno  es  lentamente  progresivo  y  la muerte  ocurre  en  la  segunda  o  tercera década por insuficiencia cardiorrespiratoria12,43.  

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La  forma  del  adulto,  se  presenta  en  la  segunda  o  tercera  década  de  la  vida  con debilidad  muscular  proximal  lentamente  progresiva  con  poca  o  nula  afectación cardiaca. La debilidad progresiva de la cintura pelviana, los músculos paraespinales y el diafragma  simula  una  distrofia  muscular  de  cinturas.  La  afectación  precoz  de  los músculos  del  tronco  y  músculos  respiratorios  es  característica.  Algunos  pacientes mueren de insuficiencia respiratoria3,43.  El diagnóstico  se basa en  la determinación de  la actividad enzimática en  linfocitos o fibroblastos cultivados (se prefieren para el análisis). Se han descrito varias mutaciones en el gen de la α‐glucosidasa3,14. La terapia de reemplazamiento enzimático prolonga la supervivencia y el tiempo libre de ventilación mecánica y disminuye el  tamaño cardiaco en casi  todos  los pacientes, pero  la  respuesta  del músculo  esquelético  sólo  se  observa  en  algunos  (sobre  todo tratados  precozmente).  En  las  formas  tardías  el  tratamiento  enzimático  también  ha resultado eficaz44,45.   5.2. Enfermedad de Danon  También llamada miopatía y miocardiopatía ligada a X, se debe a un defecto en LAMP‐2,  una  proteína  de  membrana  asociada  al  lisosoma.  La  mayoría  de  los  varones comienzan  con  síntomas  entre  los  5  y  10  años  de  edad:  afectación  cardiaca (miocardiopatía  y  defectos  de  conducción)  y  esquelética  (debilidad  proximal  de miembros y del cuello  ligera),  con un grado variable de  retraso mental.  Las mujeres portadoras  pueden  desarrollar  síntomas  más  tarde.  La  biopsia  muscular  muestra vacuolas basofílicas  con  glucógeno.  La CK está elevada. El diagnóstico  se basa en  la demostración del déficit de LAMP‐2 por inmunohistoquímica o “Western blot”. No hay terapia  específica.  En  algunos  casos  debe  considerarse  el  transplante  cardiaco  o  un marcapasos14,43.   

6. Ceroidolipofuscinosis neuronales (CLN)  Las  ceroidolipofuscinosis  son  un  grupo  de  trastornos  neurodegenerativos  que  se caracterizan por el depósito intralisosomal de un material proteináceo compuesto por ceroide y lipofuscina (pigmentos autofluorescentes), en el cerebro, la retina y algunos tejidos viscerales. Al microscopio electrónico se observan inclusiones densas en forma de  depósitos  granulares  osmofílicos,  cuerpos  curvilíneos  e  imágenes  como  “huellas digitales”, aisladas o asociadas. Los principales síntomas son  la pérdida de visión,  las manifestaciones epilépticas de  tipo mioclónico y  la demencia. La clasificación clásica que hacía referencia a la edad de comienzo y la rapidez de progresión, ha dado paso a una clasificación en base a las mutaciones. La mayoría de las formas son autosómicas recesivas. La  lipofuscinosis  infantil  (Haltia‐Santavuori)  (CLN1),  particularmente  común  en Finlandia,  empieza  entre  los  6  y  18 meses  de  vida  con  una  regresión  psicomotora rápida (deterioro mental y ataxia), sacudidas mioclónicas (sobre todo de tipo bilateral masivo;  constantes  al  final  del  segundo  año),  pérdida  de  visión  y  microcefalia secundaria.  En  algunos  pacientes  son  prominentes  la  ansiedad  y  los  hallazgos 

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autísticos,  con  estereotipias  manuales.  La  enfermedad  progresa  con  rapidez  y  la mayoría mueren entre los 7 y 13 años. En el fondo de ojo es frecuente la degeneración retiniana (hipopigmentación) y macular (decoloración pardusca), el estrechamiento de los vasos y, después, la atrofia óptica. El electrorretinograma está abolido después de unos  meses  de  evolución.  El  electroencefalograma  muestra  un  enlentecimiento progresivo. En la TC aparece atrofia cortical intensa y progresiva, cerebral y cerebelosa. En la RMC se ha descrito, además, hipointensidad de los tálamos. No hay vacuolas en los  linfocitos.  El  diagnóstico  se  hace  en  biopsia  conjuntival  y  cutánea  (depósitos granulares osmofílicos en microscopía electrónica). La actividad de “palmitoil protein tioesterasa”  es  deficiente  en  fibroblastos,  leucocitos,  células  de  líquido  amniótico  y vellosidades  coriales.  No  hay  tratamiento  eficaz  de  la  enfermedad;  las  crisis  y  el mioclonus se tratan con antiepilépticos7,46,47. La forma  infantil tardía (Jansky‐Bielschowsky) (CLN2) se  inicia entre  los 2 y 4 años de vida  con  crisis  epilépticas  generalizadas  (mioclónicas,  aquinéticas  y  tonicoclónicas), polimioclonías  (sacudidas  musculares  asimétricas  y  asíncronas,  favorecidas  por estímulos propioceptivos, el movimiento o  la emoción), ataxia y deterioro  intelectual. La alteración visual comienza entre  los 2 y 3 años y progresa  lentamente. La muerte sobreviene  entre  los  10  y  15  años.  En  el  fondo  de  ojo  existe  inconstantemente  un aspecto de retinopatía pigmentaria y/o degeneración macular. El electrorretinograma suele estar abolido por afectación de la capa sensorial de la retina (puede ser normal al inicio); sin embargo, la ceguera es tardía. El electroencefalograma muestra, además de puntas multifocales y enlentecimiento del ritmo de base, una respuesta peculiar en la estimulación  luminosa a baja  frecuencia  (1 a 2 c/s), con aparición de grandes puntas occipitales  con  cada destello.  Los potenciales evocados visuales y  somatosensoriales son muy  amplios.  La  TC  y  la RMC muestran  atrofia  con predominio en  cerebelo.  La confirmación  diagnóstica  se  obtiene  en  el  examen  al microscopio  electrónico  de  la conjuntiva  o  de  la  piel,  que  muestra  “cuerpos  curvilíneos”  (y  a  veces,  “huellas digitales”)  intralisosomales  en  las  células  parenquimatosas.  No  hay  linfocitos vacuolados.  La  actividad  de  tripeptidil  peptidasa  es  deficiente  en  fibroblastos  y leucocitos. Se han descrito distintas variantes  infantiles  tardías  (CLN5, CLN6 y CLN8) con  inicio  entre  los  5  y  8  años,  una  clínica  en  parte  similar  y  un  curso  más prolongado7,46,47.  La  forma  juvenil  (Spielmeyer‐Vogt),  CLN3,  comienza  entre  los  4  y  10  años  con disminución  de  la  agudeza  visual  progresiva  causada  por  retinitis  pigmentaria; acompañada en algunos pacientes por alteraciones comportamentales. El fondo de ojo revela atenuación de los vasos retinianos, agregados pigmentarios, ligera atrofia óptica y  degeneración  macular  en  forma  de  “ojo  de  buey”.  En  la  evolución  se  observa demencia, disartria, crisis convulsivas, mioclonus y rigidez extrapiramidal. La muerte se produce  en  10  a  15  años  desde  el  comienzo  de  la  enfermedad.  El electroencefalograma es anormal pero no  característico. El electrorretinograma está abolido. Los potenciales evocados visuales desaparecen progresivamente, mientras los somatosensoriales  aumentan.  Hay  linfocitos  vacuolados  en  sangre  periférica,  e inclusiones  intralisosomales  características  (huellas  dactilares)  en  la  biopsia  de  piel, conjuntiva o linfocitos3,7,46,47.  La  forma  del  adulto  o  enfermedad  de  Kufs  o  CLN4  se  presenta  hacia  los  30  años (aunque  puede  hacerlo  tan  pronto  como  a  los  3  años)  de  forma  insidiosa  con alteraciones mentales o comportamentales. Se  describen dos formas clínicas: una con 

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epilepsia mioclónica progresiva  y  cambios neuropsiquiátricos  y otra  con demencia  y trastornos  motores  cerebelosos  y  extrapiramidales.  La  mayoría  de  los  casos  son esporádicos, posiblemente autosómicos recesivos; pero se han comunicado casos con probable herencia autosómica dominante1,47.    

7. Otras enfermedades lisosomales   7.1. Cistinosis  Es un  trastorno del  transporte  lisosomal  caracterizado por  el  acúmulo de  cistina.  El lisosoma  no  puede  exportar  la  cistina  al  citoplasma.  La  forma  clásica,  infantil  o nefronopática, la más frecuente, se inicia aproximadamente a los 6 meses de edad con falta de medro, poliuria y polidipsia, debido a un síndrome de Fanconi renal. A los 12‐18 meses manifiestan talla baja y raquitismo. Pueden observarse cristales de cistina en la  córnea,  con  fotofobia  en  la  niñez.  Si  no  se  diagnostica  y  se  trata  se  produce insuficiencia renal terminal hacia los 10 años de edad. En los pacientes transplantados se  producen  complicaciones  a  largo  plazo:  talla  baja,  hipotiroidismo,  afectación retiniana,  erosiones  corneales,  disfunción  pulmonar,  trastornos  pancreáticos, afectación hepática y disfunción testicular. Los individuos afectados tienen inteligencia normal, pero algunos adultos presentan deterioro neurológico, tal como amiotrofia y alteraciones de deglución. La forma  intermedia o juvenil se presenta con insuficiencia renal en el adulto joven. La cistinosis ocular o del adulto presenta depósito de cristales corneales, pero no afectación renal14,48.  El  diagnóstico  de  cistinosis  se  basa  en  la  demostración  de  un  contenido  de  cistina elevado en  leucocitos o  fibroblastos. El examen con  lámpara de hendidura revela  los cristales  de  cistina  en  la  córnea.  El  tratamiento  sintomático  de  la  cistinosis  incluye diálisis o transplante renal tras  la  insuficiencia renal y tratamiento de  las alteraciones hormonales  y  pancreáticas.  La  administración  crónica  de  cisteamina  disminuye  los niveles  tisulares y  leucocitarios de cistina. Si  se administra en  los dos primeros años puede aumentar  la  filtración glomerular, mejora el crecimiento y hace  innecesario el tratamiento  hormonal.  Son  frecuentes  los  efectos  adversos  gastrointestinales.  Las gotas oculares de cisteamina pueden disolver los cristales corneales14,48.  7.2. Trastornos por depósito de ácido siálico libre  Incluyen  dos  trastornos  alélicos:  la  enfermedad  por  depósito  de  ácido  siálico  libre infantil y  la enfermedad de Salla. Ambos  se producen por mutaciones del gen de  la sialina, que codifica una proteína  lisosomal encargada del transporte de ácido siálico. Se caracterizan por el acúmulo anormal de ácido siálico en  los  lisosomas de distintos tejidos14,49.  La enfermedad de Salla se produce fundamentalmente en Finlandia. Se caracteriza por, hipotonía,  retraso  mental  y  ataxia  de  inicio  en  el  primer  año  de  vida,  y  una supervivencia casi normal. La  forma  infantil de  la enfermedad por depósito de ácido siálico  libre  se  presenta  con  hidropesía  fetal,  miocardiopatía  hipertrófica,  ascitis, 

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visceromegalias, displasia esquelética, retraso psicomotor severo y muerte precoz. La forma juvenil, rara, se caracteriza por retraso del desarrollo, facies ligeramente tosca y hepatomegalia1,14,49. El diagnóstico se basa en la demostración de niveles aumentados de ácido siálico libre en suero y orina. Actualmente, el tratamiento es sólo sintomático.  

  Trastornos congénitos de glicosilación (CDG)  En  los  últimos  años,  se  han  identificado  una  serie  de  defectos  de  la  síntesis  de  las cadenas  oligosacáridas  de  las  glicoproteínas,  llamados  defectos  congénitos  de glicosilación  (CDG).  Se  denominan  CDG  I  a  los  defectos  en  el  ensamblaje  de  los N‐glicanos y CDG II a los defectos en el procesamiento de los N‐glicanos. Además se han identificado defectos de O‐glicosilación. Los CDG deben considerarse en cualquier trastorno clínico inexplicado, tanto debido al amplio  espectro  clínico  de  los  defectos  ya  conocidos,  como  por  el  hecho  de  que aproximadamente un 1% del genoma humano está implicado en la glicosilación. Debe considerarse  la posibilidad de CDG  sobre  todo en enfermedades multiorgánicas  con afectación neurológica. Debería investigarse en cualquier niño con retraso psicomotor, crisis  o  estrabismo,  sobre  todo,  si  estos  hallazgos  se  acompañan  de  coagulación anormal, disfunción hepática o trastorno gastrointestinal. La mayoría de los niños son hipotónicos y presentan retraso ponderoestatural. El isoelectroenfoque de transferrina es  el método  de  elección  para  el  despistaje  de  los  CDG,  y  da  lugar  a  dos  tipos  de patrones  (tipo  I  y  tipo  II)  que  corresponden  a  los  defectos  de  ensamblaje  y procesamiento.  Los  CDG  que  afectan  a  la  N‐glicosilación manifiestan  una  herencia autosómica  recesiva.  El  tratamiento  es  sintomático  en  la  mayoría  de  los  CDG.  La administración de manosa es útil en CDG‐Ib y la fucosa se ha usado en el CDG‐IIc50,51. El defecto más  frecuente es el CDG‐Ia, que se  trata de  forma  individual. El resto de  los CDG de la N‐glicosilación se resumen en la Tabla 7.  CDG‐Ia  Debido  a  alteraciones  en  el  gen  PMM2  que  codifica  la  fosfomanomutasa  2.  En  su fenotipo clásico  (grave) se han descrito 4 estadios. En  la  fase  infantil se observa una combinación  de  dismorfia,  distribución  anormal  de  la  grasa  (almohadillas  grasas supraglúteas y vulvares y  lipoatrofia  focal), pezones  invertidos, criptorquidia,  retraso psicomotor  (CI entre 40 y 60), estrabismo,  infecciones  recurrentes, miocardiopatía o derrame  pericárdico,  coagulopatía,  síndrome  nefrótico,  hipotiroidismo, hepatomegalia, episodios letales de insuficiencia hepática y coma inexplicado. Un 20% mueren  en  esta  fase  por  infección  grave  o  afectación  de  órganos  vitales  (hígado, corazón o riñón). En un segundo estadio (resto de la primera década), los niños tienen crisis  y  episodios  similares  a  infartos,  a  menudo  precipitados  por  infecciones intercurrentes.  En  los  primeros  años  los  niños  tienen  dificultades  de  alimentación (anorexia, vómitos, diarrea), que pueden producir un retraso ponderoestatural grave. 

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En  la  segunda  década  de  la  vida  se  aprecia  una  ataxia  cerebelosa  lentamente progresiva, amiotrofia y pérdida visual progresiva por retinitis pigmentosa. Los adultos que sobreviven tienen un retraso mental moderado con ataxia grave, hipogonadismo y, a veces, deformidades esqueléticas. Se han identificado casos más leves, en relación con alta actividad residual de fosfomanomutasa 2. Algunos de estos pacientes tienen sólo una inteligencia límite y estrabismo.  La  RMC  muestra  atrofia  (olivoponto)  cerebelosa  e  hipoplasia  cerebral  variable.  El estudio electromiográfico muestra neuropatía periférica. El diagnóstico se realiza por isoelectroenfoque  de  la  transferrina  sérica.  El  test  de  transferrina  deficiente  en carbohidratos (CDT) permite la cuantificación del total de transferrina sérica deficiente en  ácido  siálico.  El  diagnóstico  prenatal  es  posible  en  amniocitos  y  vellosidades coriónicas. Para confirmar el diagnóstico se mide la actividad de PMM en leucocitos o fibroblastos. No hay tratamiento eficaz50,51.   

Tabla 7. CDG de N‐glicosilación (adaptado de 50‐52).  TIPO  GEN  SINTOMATOLOGÍA CDG‐Ia  PMM2  Retraso psicomotor, lipodistrofia, afectación multiorgánica, hipoplasia 

cerebelosa, retinitis pigmentosa, crisis, episodios “strokelike” (ver arriba). CDG‐Ib  MPI  Gastrointestinal (vómitos, dolor) y hepática, con  hipoglucemia, coagulopatía y 

enteropatía pierde‐proteínas. Se trata con manosa.  CDG‐Ic  ALG6  Retraso psicomotor ligero‐moderado, estrabismo, crisis. Algunos, enteropatía 

pierde‐proteínas. CDG‐Id  ALG3  Retraso psicomotor grave, crisis y microcefalia.CDG‐Ie  DPM1  Retraso psicomotor y epilepsia graves, hipotonía, microcefalia, a veces 

dismorfia. CDG‐If  Lec35  Retraso psicomotor grave, crisis, ictiosis, talla baja, retinopatía pigmentosa.CDG‐Ig  ALG12  Retraso psicomotor, dismorfia, hipotonía,  microcefalia, infecciones, hipoplasia 

cerebelosa, coagulopatía. CDG‐Ih  ALG8  Gastrointestinal, hepatomegalia, coagulopatía, enteropatía pierde‐proteinas.CDG‐Ii  ALG2  Retraso psicomotor, coloboma, crisis, hepatomegalia, coagulopatía, 

hipomielinización. CDG‐Ij  DPAGT1  Retraso psicomotor, hipotonía, crisis, microcefalia, exotropia. CDG‐Ik  ALG1  Retraso psicomotor, hipotonía, crisis, microcefalia, coagulopatía. CDG‐IL  ALG9  Retraso psicomotor, hipotonía, crisis, microcefalia, hepatomegalia. CDG‐IIa  MGAT2  Retraso psicomotor grave, dismorfia, estereotipias, crisis, coagulopatía. CDG‐IIb  GLS1  Dismorfia, hipotonía, crisis, hepatomegalia, hipoventilación. CDG‐IIc  FUCT1  Infecciones recurrentes, neutrofilia, retraso psicomotor, microcefalia, 

hipotonía. CDG‐IId  B4GALT1  Retraso psicomotor, Dandy‐Walker, hidrocefalia progresiva, miopatía, 

coagulopatía. CDG‐IIe  COG7  Dismorfia, hipotonía, crisis, visceromegalias, ictericia, muerte de lactante. CDG‐IIf  SLC35A1  Trombopenia, neutropenia. 

 

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Enfermedades Peroxisomales   Los  peroxisomas  se  encuentran  en  todas  las  células  nucleadas.  Entre  sus  funciones principales se encuentran la síntesis de éter‐fosfolípidos, llamados plasmalógenos, que son  importantes  constituyentes  de  las  membranas  celulares  y  la  mielina;  y  la  β‐oxidación  de  los  ácidos  grasos  de  cadena  muy  larga  (AGCML).  Además  están involucrados  en  la  oxidación  del  ácido  fitánico  y  en  la  formación  de  ácidos  biliares. Muchas  reacciones  dependientes  de  oxígeno  se  llevan  a  cabo  en  el  interior  de  los peroxisomas,  que  protegen  a  la  célula  contra  los  radicales  de  oxígeno;  el  H2O2 producido es metabolizado por una catalasa52,53.  

Las enfermedades peroxisomales son alteraciones genéticas debidas a la disfunción de los peroxisomas. Se pueden presentar en  todas  las edades con cuadros clínicos muy variados,  muchas  veces  con  sintomatología  neurológica.  Excepto  la adrenoleucodistrofia  ligada a X (XALD), su modo de herencia es autosómico recesivo. Casi todos los trastornos peroxisomales pueden identificarse prenatalmente. 

 

Clasificación de las enfermedades peroxisomales  

Las  enfermedades  peroxisomales  se  clasifican  en  dos  categorías  principales:  1) trastornos  de  la  biogénesis  peroxisomal,  con  ausencia  virtual  de  peroxisomas  y disfunción  de  múltiples  enzimas  (síndrome  de  Zellweger,  adrenoleucodistrofia neonatal,  enfermedad  de  Refsum  infantil  y  condrodisplasia  punctata  rizomélica [CDPR]);  2)  defectos  monoenzimáticos,  con  peroxisomas  normales  y  un  defecto enzimático  único  de  la  β‐oxidación  peroxisomal  (XALD  y  otros  trastornos  poco frecuentes)54.  

 

Clínica y enfoque diagnóstico en las enfermedades peroxisomales 

 

Las  enfermedades  peroxisomales  se  presentan  principalmente  como:  dismorfia craneofacial (fontanelas grandes, frente alta, epicantus y orejas anormales), síndrome polimalformativo  (quistes  renales,  anomalías  de  migración  neuronal,  rizomelia, calcificación punteada de las epífisis), disfunción neurológica (encefalopatía, hipotonía severa y crisis en los primeros meses de vida, o neuropatía periférica y alteraciones de la marcha en  la niñez), alteración hepatodigestiva (hepatomegalia, colestasis,  ictericia prolongada  y  falta  de medro)  y  alteración  ocular  (cataratas,  retinopatía,  opacidad corneal  y  glaucoma).  En  general,  el  comienzo  no  es  brusco  ni  marcado  por  una alteración metabólica aguda. Se manifiestan, bien como una encefalopatía crónica de comienzo  en  la  lactancia  o  niñez  temprana  o,  bien  como  una  enfermedad neurodegenerativa de comienzo en el periodo escolar3,53.  

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Atendiendo a la edad, pensaremos en una enfermedad peroxisomal en los primeros meses de vida, si encontramos: hipotonía severa, dismorfia craneofacial (fontanelas muy grandes, frente amplia, hipoplasia de arcos superciliares, epicantus, orejas anormales), crisis, hepatomegalia y colestasis, anomalías oculares y anomalías esqueléticas (rizomelia, calcificaciones puntiformes epifisarias y extraepifisarias). En esta edad pueden estar presentes el síndrome de Zellweger, la adrenoleucodistrofia neonatal, el Refsum infantil, la CDPR y algunos defectos monoenzimáticos. En los primeros años de vida son sugestivos el retraso psicomotor grave y las alteraciones auditivas y visuales. A esta edad pueden manifestarse las variantes leves de los defectos de biogénesis. En mayores de 4 años: alteraciones conductuales, deterioro cognitivo, desmielinización, alteraciones sensoriales, alteraciones de la marcha y neuropatía periférica, nos señalan la XALD y el Refsum del adulto53,55. 

En la Tabla 7 se exponen los defectos de la biogénesis peroxisomal (los tres primeros forman un continuo fenotípico, llamado trastornos del espectro Zellweger). Después se desarrollan la XALD y, de forma sucinta, algunos otros defectos monoenzimáticos. 

 

Tabla 7. Defectos de la biogénesis peroxisomal3,54 

Enfermedad  Síntomas y signos clínicos prominentes. Evolución Síndrome de Zellweger (cerebro‐hepato‐renal) 

Recién nacido con dismorfia craneofacial, hipotonía severa, anomalías oculares (opacidad corneal, glaucoma, degeneración retiniana), ausencia de desarrollo psicomotor, crisis, hepatomegalia, quistes renales y calcificaciones patelares. Muerte en unos meses. RMC: anomalías de migración neuronal y leucodistrofia. ERG ausente. 

Adrenoleucodistrofia neonatal  

Forma  intermedia. Dismorfia  leve, cierto grado de desarrollo psicomotor previo a la regresión, hipotonía, crisis, hepatomegalia con alteración de la función hepática, trastornos visuales y auditivos y  muerte en los primeros 6 años de vida. RMC: leucodistrofia. 

Refsum infantil  Más  leve.  Tras  un  periodo  neonatal  normal,  síntomas  digestivos  y hepatomegalia. Entre 1‐3 años: retraso psicomotor con hipotonía, ataxia, retinopatía  y  sordera  neurosensorial. Muchos  pacientes  sobreviven  por encima de  los 10 años  con un déficit  cognitivo grave y  comportamiento autístico. Niveles bajos de colesterol y apolipoproteinas. ERG abolido. 

CDPR  Nanismo  rizomélico,  cataratas  congénitas,  contracturas  articulares, microcefalia,  retraso  mental  grave,  hepatomegalia  e  ictiosis. Calcificaciones  epifisarias  y  extraepifisarias  graves  de  los  miembros  y hendiduras coronales en  los cuerpos vertebrales. AGCML normales, pero disminución  de  la  síntesis  de  plasmalógenos  y  acumulación  de  ácido fitánico. 

  Grupo  2:  defectos  monoenzimáticos.Adrenoleucodistrofia  ligada  a  X (XALD). Se puede presentar con fenotipos muy distintos, incluso dentro de la misma familia. En la  forma  cerebral  infantil  (30‐40%),  los  signos neurológicos aparecen entre  los 4 y 8 años, con alteraciones del comportamiento y defectos cognitivos. Después, alteración de  la  visión,  disartria,  hipoacusia,  síndrome  cerebeloso  y  piramidal,  convulsiones, evolución a estado vegetativo y muerte en 3‐10 años. La forma cerebral  juvenil o del adolescente  (4‐7%) es  clínicamente  similar, pero  con  inicio entre  los 10  y 20 años  y 

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progresión más lenta. En la RMC de las formas cerebrales se pueden detectar áreas de hiperseñal  en  T2  (desmielinización),  incluso  en  individuos  presintomáticos.  Las anomalías  de  la  RMC,  a  menudo,  preceden  los  cambios  neurológicos  y neuropsicológicos. La gravedad de  las anomalías se valora con  la escala de Loes, que tiene en  cuenta  la  localización  y  la extensión de  la enfermedad desmielinizante  y  la presencia de atrofia focal o global. La localización más frecuente de la desmielinización es posterior (parieto‐occipital), después anterior (frontal) y corticospinal (Figura 5). La captación  de  gadolinio  se  relaciona  con  la  actividad  de  la  enfermedad.  La adrenomieloneuropatía  (25‐30%)  produce  en  hombres  jóvenes  una  paraparesia lentamente progresiva y alteraciones esfinterianas. En estos  tres primeros grupos, el 90% de  los pacientes presenta algún grado de  insuficiencia adrenal. Otras  formas de afectación menos  comunes  incluyen:  insuficiencia adrenal  sin afectación del  sistema nervioso,  una  forma  cerebral  del  adulto  e  individuos  asintomáticos  con  afectación bioquímica.  Un  10‐15%  de  las  hembras  heterocigotas  desarrollarán  síntomas neurológicos que recuerdan a los de la adrenomieloneuropatía3,54.   

Figura 5. Adrenoleucodistrofia ligada a X con desmielinización posterior.  

     

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 Otros defectos monoenzimáticos  Son más raros. Algunos comparten la presencia de peroxisomas en el hígado y fenotipo de  trastorno  generalizado:  deficiencia  de  3‐oxoacil‐CoA  tiolasa  o  pseudoZellweger (similar  al  Zellweger  con  ácido  fitánico  normal),  deficiencia  de  acil‐CoA  oxidasa  o pseudoadrenoleucodistrofia  neonatal  (similar  a  adrenoleucodistrofia  neonatal,  pero con  funciones  peroxisomales  normales  salvo  aumento  de  AGCML)  y  deficiencia  de enzima bifuncional (similar al anterior, pero con aumento de intermediarios de ácidos biliares).  Los  defectos  en  acil  DHAP‐transferasa  y  alkil  DHAP  sintasa  presentan  un fenotipo de CDPR con deficiencia marcada de plasmalógenos, pero con ácido fitánico y tiolasa  normales.  La  acatalasemia  es  muy  heterogénea  clínicamente  (desde asintomática a gangrena oral). La hiperoxaluria tipo  I se manifiesta con nefrolitiasis e insuficiencia  renal  y  excreción  urinaria  aumentada  de  oxalato  y  glicolato.  La enfermedad  de  Refsum  clásica  o  del  adulto  se  caracteriza  por  retinitis  pigmentosa, polineuropatía  periférica,  ataxia  cerebelosa,  hiperproteinorraquia  y  aumento  de  los niveles en plasma de ácido fitánico54,55.   Diagnóstico de las enfermedades peroxisomales 

 

La radiología simple puede mostrar anomalías óseas (calcificación de la rotula, rizomelia o condrodisplasia punctata). La TC y, sobre todo, la RMC pueden mostrar alteraciones de migración neuronal, heterotopias y alteraciones de sustancia blanca. 

Una gran parte de los trastornos peroxisomales con afectación neurológica se asocian a aumento de AGCML en plasma y/o alteración de la síntesis de plasmalógenos en eritrocitos. También pueden determinarse en plasma ácido fitánico, ácido pristánico, pipecólico y ácidos biliares. Los estudios enzimáticos se realizan en fibroblastos y/o hígado. Es posible estudiar con microscopía electrónica los peroxisomas hepáticos3,54.  

En la XALD el 100% de los homocigotos presenta AGCML en plasma elevados. La medición de AGCML en plasma y en fibroblastos cultivados permite el diagnóstico del 85% de las hembras heterocigotas. El estudio molecular permite el diagnóstico en el 100% de los casos. Se hace diagnóstico prenatal en biopsia corial. 

 

Tratamiento de las enfermedades peroxisomales 

 

En la enfermedad de Refsum clásica, la reducción de ácido fitánico en plasma mediante una dieta baja en fitanato, con o sin plasmaféresis, frena el progreso de la neuropatía periférica. 

En  la  XALD,  la  administración  de  aceites  monoinsaturados  (glicerol  trioleato  y trierucato  o  aceite  de  Lorenzo)  junto  con  la  restricción  de  la  ingesta  de  grasa, normaliza  los  niveles  plasmáticos  de  AGCML.  Esto  podría  tener  un  cierto  efecto preventivo  en  pacientes menores  de  10  años  neurológicamente  asintomáticos56.  El 

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transplante de progenitores hematopoyéticos puede producir estabilización o  incluso revertir  la  desmielinización  en  niños  y  adolescentes  en  estadios  iniciales  de  XALD cerebral56,57, pero no es eficaz si la enfermedad cerebral está avanzada. Debe tratarse adecuadamente la insuficiencia adrenal con terapia hormonal sustitutiva.  

En pacientes con trastornos peroxisomales generalizados el empleo dietético de ácido docosahexanoico restaura los niveles deficientes en plasma y hematíes, al parecer con mejoría clínica y de la neuroimagen en algunos pacientes; sobre todo, en los casos menos graves y que reciben un tratamiento precoz58. 

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